Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.
2
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes
sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso
haciendo una reseña en tu blog o foro.
¿Realmente puedes dejar atrás el pasado en una casa llena de almas
atormentadas?
Kiara siempre quiso una familia amorosa a la que pudiera cuidar. Nunca
pensó que la encontraría con los Falcone.
Nino y Kiara perdieron parte de sí mismos en su infancia traumática. Juntos
están intentando recuperar las piezas que faltan, pero no son las únicas almas rotas
en la mansión Falcone; Kiara teme que no todos puedan salvarse. Decidida a
proteger a su familia nueva y el futuro de sus sueños, se arroja en la misión de
ayudar a cada uno de ellos a su manera, incluso si eso significa acumular secretos.
Cuatro hermanos unidos por un vínculo inquebrantable forjado en su oscuro
pasado. Si uno de ellos cae, ¿todos lo harán?
3
The Camorra Chronicles #4
Y acía en los brazos de Nino, abrumada por su confesión, nuestra
respiración entrecortada por… ¿hacer el amor? Hicimos el amor.
Nino me había dicho que me amaba, realmente me amaba, sin
emociones falsas, nada falso, solo amor.
Nino levantó mi mano y presionó un beso en mi muñeca.
—Tu pulso se aceleró de nuevo —dijo, contemplándome de cerca—. ¿Estás
bien?
Sonreí, no pude evitarlo. Se sentía como si me hubieran quitado un peso de
encima, como si todo lo que ni siquiera me había atrevido a soñar, y mucho menos 4
esperar, estaba de repente a mi alcance.
—Estoy feliz. Por un tiempo pensé que era algo en mí, algo intrínsecamente
malo conmigo, por qué no podía ser feliz, por qué me seguían pasando cosas malas.
Nino deslizó su pulgar sobre mi punto de pulso.
—La vida no funciona así. Las cosas malas no son el destino o el castigo de
un poder todopoderoso. A veces las cosas malas simplemente suceden.
Me encogí de hombros.
—Ahora lo sé, o creo que sí. Pero cuando era una niña, mi padre siempre me
culpaba a mí o a mi madre cuando algo salía mal, y también lo hacían mis hermanos
incluso cuando ellos se hubieran equivocado, y les creí. Si te dicen algo con la
suficiente frecuencia, llegas a aceptarlo como cierto. Cuando mi padre me golpeaba,
pensé que me lo merecía.
El cuerpo de Nino se tensó, sus ojos grises más agudos.
—Tu padre recibió lo que se merecía. Luca no le dio una muerte fácil.
Me apoyé sobre mi codo. Eso era nuevo para mí. Felix y Egidia siempre me
dijeron que a padre lo habían matado con una bala en la cabeza.
—¿Luca lo torturó?
Las cejas oscuras de Nino se fruncieron, sus dedos en mi muñeca tensándose
una vez más.
—¿No lo sabías?
Sacudí mi cabeza. Nadie se había molestado en contarme los detalles. No
estaba segura si era para protegerme, o porque pensaban que no tenía derecho a
saber siendo una simple niña. Apuesto a que mis hermanos lo sabían.
—Creí que Luca le disparó.
La boca de Nino se torció, algo oscuro y ansioso resplandeciendo en su
expresión.
—Le disparó al final, sí, pero antes de eso Luca hizo lo que mejor sabe hacer.
No estaba segura de cómo me sentía al saberlo. Mi padre no había sido un
buen padre o un buen hombre. Me había golpeado y me hizo sentir que no valía
nada, le había disparado a mi madre, pero aparte de Durant, que había destruido mi
inocencia, nunca deseé que sufriera.
—Respetas a Luca por eso. 5
Nino me miró sorprendido.
—Por supuesto. Luca destruyó toda una sede entera de moteros solo, los
cortó en pedazos y los despellejó. Le encanta la matanza personal, la matanza
cercana, y no le importa ensangrentarse las manos. Es fácil dar una orden de matar o
disparar a alguien desde lejos, pero matarlo cuando sientes su respiración
aterrorizada, cuando hueles su sudor frío, ves el terror en sus ojos, eso es algo
completamente diferente. Luca aplastó la garganta de su primo y su tío, ¿cuántas
personas podrían hacer eso? ¿No solo a nivel físico? Cuando Remo y yo todavía
estábamos huyendo y nuestro padre seguía vivo, a veces hablábamos de cómo
queríamos matarlo, y el sueño de Remo era hacerlo como Luca…
Por un momento solo me quedo mirando al hombre delante de mí. Luce tan
relajado, tan… accesible. No inofensivo, no amable, pero no tan monstruoso como
sus palabras lo hicieron sonar. Me recordaron su naturaleza. Tal vez por eso tenía los
tatuajes de llamas rugientes y los rostros gritando, como una advertencia de lo que
había debajo de su hermoso exterior.
—Eso suena como si Remo y tú admiraran a Luca.
—No lo llamaría admiración, pero es uno de los pocos hombres que podría
matarme, y no sería rápido ni limpio.
Toqué su pecho sobre la imagen tatuada de una calavera gritando que parecía
estar tragándose un cuchillo, sintiendo el tranquilo latido de su corazón, y
preguntándome si solo su pasado había convertido a Nino y Remo en lo que eran
hoy, o si siempre había estado en ellos. Savio también albergaba oscuridad. Incluso
Adamo había matado, y no estaba segura si realmente le molestaba o solo le
molestaba su falta de arrepentimiento.
¿Nuestros hijos albergarían la misma oscuridad? E incluso si lo hicieran, ¿qué
importaría? Los amaría de todos modos, a como amaba a Nino.
—¿Alguna vez tus hermanos te golpearon como lo hizo tu padre? —preguntó
Nino, desequilibrándome con el cambio de tema.
—Sí, padre ocasionalmente hacía que su tarea fuera disciplinarme. Son siete
y nueve años mayores que yo, así que… —consideré la expresión de Nino—. Nino
—dije en voz baja, pero con firmeza—. No quiero que los mates por lo que hicieron
cuando eran niños.
—Deben haber sido adolescentes, hombres de la mafia cuando te 6
disciplinaron. Hombres adultos, según nuestros estándares.
Me presioné contra él, toqué su mejilla y sacudí mi cabeza.
—No lo hagas. Prométeme que no los castigarás por mí.
La cara de Nino siguió siendo la hermosa máscara fría de siempre.
—¿Alguna vez te preguntaron cómo estabas aquí? ¿Les preocupó que pudiera
abusar de ti y violarte? ¿Hablaron remotamente contigo en nuestra boda, o desde
entonces?
Tragué. Intentaba no pensar en mi antigua familia. Todos los recuerdos
conectados a ellos solo llevaban el peso del dolor y la tristeza.
—Me felicitaron. —Solo podía recordar haberlos visto durante unos
segundos durante la recepción con champán cuando todos nos habían felicitado a
Nino y a mí por nuestro matrimonio, pero no recordaba mucho del día. Había estado
demasiado atrapada en mi terror. No me habían contactado desde entonces, y no era
tampoco porque fuera parte de la Camorra; apenas nos habíamos visto cuando
todavía era parte de la casa Rizzo.
—Prométeme que no los lastimarás. Debería ser mi decisión, no la tuya.
Nino dejó escapar un suspiro y asintió al final.
—No los lastimaré.
—Tampoco Remo. Y nadie más de la Camorra.
Una sonrisa pequeña tiró de la boca de Nino.
—De acuerdo.
Crucé los brazos sobre el pecho de Nino, escaneando su hermoso rostro.
Unos mechones de su cabello habían caído por su sien y los alejé suavemente y
luego pasé las yemas de mis dedos por el corte.
—¿Cómo te sientes? Han pasado muchas cosas en los últimos días.
—Remo puede manejarse por su cuenta, y no está solo. Fabiano se asegurará
que mi hermano mantenga sus emociones bajo control.
—No me refería a Remo yéndose. Me refería a tus emociones. ¿Te estás
acostumbrando a ellas?
—Después de la primera oleada, se calmó. Siento emociones, no siempre, no
todas, pero están ahí. 7
Besé a Nino suavemente.
—Siempre estaré aquí. Si me necesitas, te ayudaré.
Aun así, esperaba que Nino no tuviera otra crisis como esa de anoche,
especialmente ahora que Remo no estaba en casa para calmarlo.
—¿Cuándo volverán Remo y Fabiano? —No pedí detalles porque si Nino
quisiera compartir lo haría, pero hasta ahora había sido bastante hermético.
Suspiró.
—Con suerte en unos días, dependiendo del éxito de su misión.
—La curiosidad me atravesó, pero la hice retroceder.
16
N ino se movió y se desenredó de mí suavemente. Vi a través de mis
ojos entrecerrados que se vestía con una camisa negra y jeans, sin
decir nada.
Me lanzó una rápida mirada por encima del hombro antes de irse a grabar el
video. Al momento en que la puerta se cerró, salí de la cama y arrojé una bata sobre
mi camisón. Tenía una idea de dónde tendría lugar la grabación. Necesitaba ver a
Serafina con mis propios ojos.
Incluso más que eso, necesitaba encontrar una manera de ayudar a la chica sin
traicionar a mi nueva familia; porque eso era lo que eran los Falcone.
17
Me arrastré por el pasillo y me dirigí hacia la puerta que conducía al sótano.
—¿A dónde crees que vas?
Grité de sorpresa y salté lejos del cálido aliento en mi cuello.
Girándome, golpeé el pecho de Savio con fuerza.
Una sonrisa apareció en su rostro.
—Ouch —dijo, frotando el lugar con exageración.
—Estás de muy buen humor considerando que una chica está siendo torturada
en el sótano —dije, volviéndome e intentando continuar, pero Savio se interpuso en
mi camino.
La diversión desapareció de su expresión, lo cual era un evento raro. Savio
siempre sonreía o reía.
—Alguien siempre está siendo torturado —dijo burlonamente.
No podía creerle. Con Nino entendía por qué no le molestaba, esa era su
disposición emocional, pero Savio no tenía esa excusa.
Suspiró, pasándose una mano por su cabello oscuro como siempre
impecablemente peinado.
—La chica no está siendo torturada.
—¿Estás seguro de eso? —pregunté, intentando esquivar a Savio. Pero reflejó
mi movimiento.
—No puedo dejarte ir allí. Órdenes de Nino.
Enojada, pasé junto a Savio rápidamente. Su brazo me rodeó la cintura y me
levantó del suelo. La tensión me atravesó y contuve el aliento absolutamente
sobresaltada. Savio me cargó unos pasos, luego me bajó y me miró a los ojos.
—Vamos, sin ataques de pánico, ¿de acuerdo? Solo toqué tu cintura. No hay
peligro. —Tragué con fuerza—. Pégame otra vez, si eso ayuda.
—¿Qué? —pregunté, confundida, y mi pánico menguó.
Savio me dio su sonrisa arrogante.
—Sé que disfrutaste pegarme.
Sabía lo que intentaba, y en circunstancias diferentes podría haberme reído. 18
—Déjame pasar —le dije.
—No —dijo—. Si lo intentas de nuevo, te abrazaré.
—No me importa. —Una vez más intenté pasar junto a Savio y esta vez me
agarró por los hombros y me presionó contra la pared, sosteniéndome rápido. Me
retorcí, mi cuerpo tensándose, pero él no me soltó.
—Kiara, no te dejaré ir allí. Le di mi palabra a Nino. Ríndete. No quiero tener
que amarrarte. —Me estremecí ante su proximidad—. Mierda. —Suspiró—. Sabes
que jamás te haría daño, ¿verdad?
Lo miré a la cara, a sus ojos castaños que habían albergado recelo al principio
pero que ahora eran más suaves. Asentí bruscamente y comencé a relajarme en su
abrazo.
Me soltó y dio un paso atrás, luego pasó una mano por su cabello
nuevamente. Me observó entonces.
—En serio desearía haber estado allí cuando Nino y Remo lo desmembraron.
Sabía a quién se refería y me sorprendió su admisión. Savio y yo habíamos
comenzado con el pie equivocado, y a menudo todavía tenía la impresión de que le
molestaban las nuevas restricciones que mi presencia había traído.
Apoyó un hombro contra la pared junto a la puerta del sótano.
—Remo nunca lastimaría a una mujer inocente como tu tío te lastimó a ti.
No había indicio de duda en su voz.
—¿Cómo puedes estar seguro?
—Conozco a Remo —respondió Savio simplemente, por un momento
dejando caer su sonrisa arrogante otra vez.
Al igual que Nino, tenía una confianza inquebrantable en Remo. Resoplé,
deseando poder compartir sus convicciones.
—Quiero ir a la cocina, ¿si eso todavía está permitido?
Savio dio un paso atrás después de un momento de vacilación. Pasé junto a él
hacia la cocina. Me siguió como una sombra molesta.
Me giré hacia él. 19
—¿Acaso ahora también soy una prisionera en esta casa?
Savio alzó las palmas.
—Este es el juego de Remo, no el mío. Habla con él, si no te gusta lo que está
pasando. —Sonrió de una manera que sugería que no lo haría.
Quizás la sonrisa arrogante era su protección. Todos llevaban máscaras
diferentes, Nino su falta de emociones. Remo su ira, y Savio su arrogancia. Todavía
no estaba muy segura acerca de la máscara de Adamo, pero él también estaba
usando una, estaba segura de eso.
Me di la vuelta y continué hacia la cocina, preguntándome por qué estos
retorcidos hombres Falcone se abrían paso cada vez más en mi corazón.
—¿Te preocupa que Adamo rechace el tatuaje hoy? —pregunté a medida que
me recostaba en los brazos de Nino después del amanecer, trazando sus tatuajes y
las duras crestas de sus abdominales.
—No exactamente preocupado, no. Creo que entrará en razón.
Sacudí la cabeza y Nino se apartó para mirarme con el ceño fruncido.
—¿Te dijo algo? —Definitivamente había un toque de preocupación en su
voz. 36
—No —respondí—. Pero no creo que Adamo lo haga porque lo vea como la
opción razonable. Él no es así. Adamo se impulsa por las emociones. Se hará el
tatuaje porque los ama, a Remo, Savio y a ti, porque te es leal.
Nino asintió y su expresión se suavizó gradualmente antes de inclinarse para
presionar un beso en mi boca. Sonreí contra sus labios y toqué sus mejillas,
disfrutando la sensación de su barba contra mis palmas. Nos miramos a los ojos y
apenas pude resistirme a decirle a Nino que lo amaba nuevamente. Estaba
intentando aceptar sus emociones y no quería presionarlo. Todavía parecía un
milagro que lo hubiera dicho en absoluto, y con Nino sus acciones siempre hablaban
más fuerte que sus palabras.
—¿Estaré sola hoy en la mansión? Estoy segura que todos querrán estar allí
para Adamo, incluyendo a Fabiano.
—No —dijo Nino con firmeza—. Fabiano tendrá que cuidarte y asegurarse
que Serafina no cause problemas.
—Me siento mal por él. ¿No podrías haberle pedido a uno de tus soldados
que vigilara la mansión?
—Si solo fuera Serafina, sí, pero no tendré a nadie en quien no confíe
completamente solo contigo, especialmente porque podrías sentirte amenazada por
un guardia masculino con el que no estás familiarizada. —Nino me besó de nuevo,
su expresión dura—. Jamás arriesgaré tu bienestar, Kiara. No puedo perderte.
Tragué con fuerza, mi resolución escabulléndose como arena entre mis dedos.
—¿Tenemos tiempo para hacer el amor?
Nino respondió al moverse sobre mí y acomodarse entre mis piernas.
Fabiano vino poco antes de que los hermanos Falcone estuvieran a punto de
irse. Había esperado que trajera a Leona con él, pero estaba solo. Intentando sofocar
mis nervios al estar en su presencia por primera vez, envolví mis brazos alrededor de
Nino.
—Escríbeme tan pronto como puedas y me cuentas cómo fue.
Nino besó mi oreja.
—Fabiano es como un hermano. 37
Retrocedió y, con un gesto brusco hacia Fabiano, salió a donde sus hermanos
esperaban. La puerta se cerró, dejándonos a Fabiano y a mí solos en la sala de
juegos.
—Nino dijo que disfrutas tocando el piano. ¿Te ayudaría a relajarte?
Mis mejillas se calentaron.
—¿Mi miedo es tan obvio?
Los ojos azules de Fabiano se suavizaron.
—No pensé que estuvieras asustada, simplemente nerviosa. Sabes que estoy
aquí para protegerte. No tienes absolutamente ninguna razón para estar asustada o
nerviosa.
—Lo sé. Mi cerebro lo sabe, pero es como si mi cuerpo todavía estuviera
programado de una manera diferente. Estoy intentando trabajar en eso. ¿Tal vez hoy
es una buena oportunidad para hacer frente a mi miedo?
Fabiano me dio una sonrisa pequeña y metió las manos en los bolsillos.
—Entonces, ¿te gustaría tocar el piano?
—Me encantaría. ¿Pero no será demasiado aburrido para ti? Dudo que suelas
escuchar música clásica.
—Es cierto, pero no me importa.
Me dirigí hacia al ala que compartía con Nino, luego me detuve cuando
Fabiano caminó detrás de mí.
—¿Puedes caminar a mi lado? Sé que estás intentando mantenerte alejado de
mí, pero preferiría que estuvieras a mi lado.
—¿Así puedes echarme un ojo?
Fabiano no pareció enojado, solo curioso, cuando se acercó a mi lado y
seguimos adelante.
—Lo siento. —Me odiaba por las reacciones de mi cuerpo. Era difícil superar
un hábito.
—No tienes que disculparte. Nino me lo advirtió.
—Oh Dios, ¿qué te dijo?
—Me recordó que me importara tu espacio personal. Creo que también 38
podría haberme amenazado.
Mis ojos se abrieron con horror.
—Dudo que Nino te amenazara.
—Oh, lo haría, definitivamente si te concierne. Sacas el lado protector en él,
y no solo en él.
En nuestra sala de estar, me hundí en el piano.
—No me digas que te refieres a Remo.
Fabiano se dejó caer en el sofá y estiró las piernas delante de él.
—Ambos, tanto Remo como Savio. Es la forma en que te miran y actúan a tu
alrededor.
Puse mis dedos en las teclas del piano, pensando en las palabras de Fabiano.
Savio y Remo tenían cuidado en no tocarme. Parecían haberse acostumbrado a mi
presencia durante la cena.
Mis dedos comenzaron a bailar sobre las teclas con mente propia mientras
permanecía perdida en mis pensamientos. Pronto la tensión se desvaneció a medida
que las notas de la melodía se arremolinaban a mi alrededor. Era una canción nueva
en la que había estado trabajando durante unos días, una que supuestamente
abarcaría mis sentimientos hacia mi nueva familia. Al igual que mi canción para
Nino, al principio era oscura, arisca y errática, transmitiendo mi miedo e inseguridad
inicial, pero gradualmente calmándose. Todavía no les había dicho que tenía toda la
intención de crear una canción para cada hermano Falcone, y una vez que lo
conociera mejor, incluso para Fabiano.
El sonido de un tono de llamada me sacó de mi trance y mis dedos perdieron
el ritmo. Eché un vistazo hacia Fabiano quien miraba hacia abajo a su teléfono con
una sonrisa suave. Cuando levantó la vista, una expresión más contenida se hizo
cargo.
—¿Leona?
Frunció el ceño.
—¿Cómo supiste?
—La mirada en tu cara.
La precaución llenó los ojos de Fabiano y volvió a meter el teléfono en su
bolsillo.
39
—Está en la universidad. Está tomando cursos preparatorios.
—¿Eligió conseguir su Licenciatura en Justicia Criminal?
—Sí. Piensa que es lo más útil para sus estudios posteriores de derecho.
—Irónico, ¿no? Que esté tomando clases de justicia penal mientras está
involucrada con la Camorra.
—Será muy útil para la Camorra una vez que se gradúe de la escuela de leyes.
—¿Y eso es en cuánto tiempo, siete años?
Fabiano asintió.
—¿No se casarán para entonces y tendrán hijos? —Al momento en que
salieron las palabras, quise retractarlas. Fabiano y yo no nos conocíamos tan bien.
Era una pregunta que debería haberle hecho a Leona, no a él.
Pasaron unos segundos antes de que respondiera y su rostro lució casi tan
hermético como el de Nino al principio.
—Todavía no hemos discutido nuestro futuro en detalle.
Sintiéndome mal, decidí hacer las paces con Fabiano.
—¿Tienes hambre? Podría hornearnos muffins. No tardarán mucho.
Cuarenta minutos después saqué una bandeja de muffins de triple chocolate
con relleno de tarta de queso del horno.
—Huelen increíble —dijo Fabiano.
—Todavía están bastante calientes. De todos modos, podemos arriesgarnos a
un bocado. —Saqué tres platos.
Fabiano hizo un gesto a uno de ellos.
—No puedo dejarte ir con Serafina. Nino lo dejó muy claro.
Suspirando, puse un muffin en cada plato, luego puse uno de ellos a un lado
para que Remo pudiera llevarlo a Serafina más tarde. Con dos platos en la mano me
dirigí a la mesa y me senté frente a Fabiano.
—Espero que te guste.
Fabiano clavó el diente de inmediato.
—Perfecto.
—Es extraño que estemos sentados a esta mesa, comiendo muffins, cuando 40
fuimos criados para odiar a la Camorra. Pero los dos encontramos una familia aquí.
Fabiano me contempló.
—Para ser honesto, al principio sentí lástima por ti. Incluso antes de saber lo
que te pasó, pensé que vivir bajo un techo con los Falcone sería el final para una
chica como tú.
—¿Pensaste que iban a abusar de mí?
—No, pensé que no sabrían qué hacer contigo. Lidiar con alguien con tu
pasado requiere una paciencia que no pensé que Remo o Savio poseyeran. Nino sí,
pero no siente emociones, así que ese es un gran problema.
—Todos lo han intentado a su manera, y siento que mejora cada día.
—Ahora te ven como parte de la familia, así que has ganado.
Me mordí el labio inferior, preguntándome si era verdad. Nino, por supuesto,
¿pero el resto? No quería nada más que ser parte de su familia.
Todavía estábamos en la cocina cuando Remo, Adamo y Nino regresaron.
Nino me escaneó inmediatamente de pies a cabeza, lo que llevó a Fabiano a poner
los ojos en blanco y decir:
—Está en una pieza.
Nino se acercó, se inclinó y besó mi oreja.
—¿Estás bien?
Asentí.
—Hice muffins. Todavía están calientes. —Miré a Adamo, que parecía un
poco pálido—. Deberías comer uno. El chocolate te hará sentir mejor, créeme, y no
los hice muy dulces.
Me puse de pie, me dirigí a la bandeja y agrupé cuatro muffins en los platos,
luego se los entregué a cada hombre. Remo alzó la ceja.
—Sabes que odio las cosas dulces.
—¿Tal vez aún no has probado el tipo correcto de dulce? —Sin esperar su
respuesta, me acerqué a Adamo y le di el plato. Su antebrazo estaba envuelto con
una venda—. ¿Cómo te fue? —pregunté suavemente.
—Bien —respondió con un toque de alivio. Tal vez había llegado a un
acuerdo con todo ahora que fue iniciado.
41
Le entregué los dos últimos platos a Nino y Fabiano.
—¿Dónde está Savio?
—Con dos putas —contestó Nino, y asentí. No debería haberme sorprendido.
Remo y Nino solo comieron la mitad de sus prostres, y terminé el de Nino y luego
evité que Remo arrojara el suyo. Tomé el muffin a medio comer y le di un gran
mordisco.
—¿Te das cuenta que mordí eso antes?
—Y ahora lo estoy mordiendo. Para eso están los muffins.
Remo sacudió la cabeza. Por una vez, su rostro no tenía la asquerosa aspereza
que solía tener.
—Y dices que no te gustan las cosas dulces, Remo —dijo Fabiano con voz
burlona.
Remo y él intercambiaron una mirada que no entendí.
—Deja de joder, Fabiano.
A
petición de Remo temprano al día siguiente, fui a comprar ropa
para Serafina.
Nino estaba ocupado visitando un laboratorio de drogas
en el suburbio para hablar sobre el diseño de nuevas drogas y
Remo odiaba ir de compras, lo que dejaba a Savio con la tarea de jugar a la niñera.
Estaba comiendo uno de los muffins cuando se deslizó al volante de su
Ferrari.
—Si estás aburrida, no me importaría si vuelves a hornear.
42
Sonreí, feliz de que todos disfrutaran de mi cocina cuando en el pasado
apenas había tenido la oportunidad de intentarlo.
—¿Cuál es tu postre favorito?
—Red velvet.
—Entonces serán los siguientes.
Savio apartó los ojos del tráfico para darme una mirada curiosa, pero no dijo
nada.
—Tienes que girar allí a la derecha.
—Conozco a Las Vegas de memoria, no te preocupes.
—¿Incluso las boutiques?
—Me gusta la ropa bonita.
Incliné mi cabeza en acuerdo. Savio siempre estaba impecablemente vestido
y estilizado.
—Por cierto, tu nuevo estilo te sienta mucho mejor.
Me sonrojé, mirándome a mí misma. Había elegido un vestido veraniego rojo
con los hombros descubiertos y puntos blancos que terminaban sobre mis rodillas.
—¿Por el rojo?
—Eso y ya no estás escondiendo tu cuerpo. Con unas curvas como las tuyas,
era una maldita pena esconderlas debajo de esos vestidos amplios. —Me reí con
incertidumbre—. No te preocupes. No estoy intentando nada contigo —dijo con una
sonrisa—. Nino cortaría mis bolas en pedazos como un maestro Tataki. Y eres como
una hermanita para mí. No soy tan pervertido. —Me ardieron las mejillas, haciendo
que Savio riera y sacudiera la cabeza después de mirarme—. Que todavía puedas
sonrojarte así viviendo bajo un techo con mis hermanos y conmigo… —comentó.
No podía superar el hecho de que Savio me había comparado con una
hermanita. Eso me dejaba emocional y en realidad no quería llorar. Solo lo asustaría.
—En todo caso, sería la hermana mayor. Eres más joven que yo.
—Sí, pero tienes toda esa vibra de la hermana menor, necesitando protección,
siendo tan jodidamente pequeñita y todo eso.
—¿Jodidamente pequeñita? —repetí.
43
Savio volvió a reír y acercó el auto a una boutique.
—Vamos. No quiero pasar todo el día comprando contigo. Más tarde voy a
reunirme con Mick y Diego.
—¿Mick? Eso no suena muy italiano.
—Abreviatura de Miguel Ángel. Sus padres deben haber estado drogados con
algo cuando eligieron ese nombre.
Savio salió del auto y lo rodeó para caminar a mi lado. Con mis zapatos
planos, solo le llegaba al pecho, así que entendí su comentario de mi estatura
pequeña. Cuando avanzamos hacia la boutique, pude ver a un grupo de tres chicas
adolescentes mirando a Savio.
Por supuesto, él se dio cuenta y les guiñó un ojo, haciéndolas reír y luego
mirarme con culpa.
—¿Las conoces?
Savio arrastró sus ojos de vuelta a mí y sostuvo la puerta de la tienda.
—Fuimos a la escuela juntos.
—¿No fue extraño que abandonaras antes de tiempo?
Me dio una mirada extraña.
—¿Por qué? Era una pérdida de tiempo. Necesito ayudar a mis hermanos y
proteger los intereses de la Camorra. Nino me enseñó muchas veces en casa, y me
gradué. De todos modos estaba avanzado en la mayoría de las clases.
Entramos en la tienda y de inmediato la vendedora que me había atendido las
últimas veces apareció a nuestro lado. Después de una mirada nerviosa a Savio, me
sonrió.
—Tengo un par de piezas rojas nuevas que podría mostrarte.
—De hecho, necesito ropa para otra persona. —Hice una pausa—. Pero
también me probaré las piezas rojas.
Savio resopló y se dirigió a una de las sillas frente al vestuario, se dejó caer y
sacó su teléfono. La otra silla estaba ocupada por un hombre de mediana edad cuya
esposa probablemente se estaba vistiendo.
—Las pondré en un vestuario para ti —dijo la vendedora mientras pasaba
junto a mí con dos piezas rojas. Asentí distraídamente a medida que examinaba la
ropa por algo que podría gustarle a Serafina. No conocía a Serafina pero parecía del
tipo de mujer que no era tímida con su cuerpo. Tomando algunos pantalones cortos 44
y vestidos veraniegos así como blusas del estante, le pedí a la vendedora que me las
trajera en la talla que sospechaba que necesitaba Serafina. Luego me dirigí al
vestuario para probarme la otra ropa.
El primer vestido fue una compra instantánea. No estaba segura de la segunda
pieza, un mono entero con pantalones cortos ajustados y un top envolvente.
—¿Crees que esto es algo que le gustaría a Nino? —pregunté.
Savio alzó la vista, sus ojos recorriéndome. Entonces su mirada se dirigió al
espejo detrás de mí, dando una buena vista de mi trasero en los pantalones cortos,
pero no estaba concentrado en eso. Su habitual aire de arrogancia fácil se desvaneció
y me di cuenta del por qué. El hombre de mediana edad me estaba mirando, o más
bien mi trasero. Savio se volvió hacia el hombre.
—¿Qué tal si dejas de mirar y mantienes tus ojos en tu esposa?
El hombre apartó los ojos rápidamente, se levantó y caminó hacia el
vestuario, gritando:
—¿Ya casi terminas?
Savio puso los ojos en blanco.
—Te ves sexy. Estoy seguro que Nino lo aprobará a su manera lógica.
Mis labios temblaron y regresé al cubículo para volver a ponerme mi ropa.
76
E
Sonreí.
staba completamente exhausta después de hacer el amor y no me
moví incluso cuando Nino salió de mí.
—Podría comer algo. ¿Qué tal tú?
—Podría comer. —Me moví para ponerme de pie, pero Nino sacudió la
cabeza y salió de la cama.
—Quédate. Nos conseguiré algo, y luego podemos planear nuestra caminata
de mañana.
77
Me estiré sobre mi espalda, sintiendo como si cada músculo de mi cuerpo se
hubiera convertido en goma.
—Suena bien.
Nino se puso calzoncillos, y entonces, sus ojos recorrieron toda la longitud de
mi cuerpo desnudo en apreciación, y los dedos de mis pies se curvaron en deleite.
Salió de la habitación y me senté, amando el delicioso dolor entre mis piernas. Una
sonrisa alzó mis labios y no pude contenerla. Nunca había sido tan feliz en mi vida.
Me limpié en el baño y agarré la guía de senderismo para el área
metropolitana de Las Vegas y luego esperé a Nino. Pasaron treinta minutos y
todavía no había regresado.
Confundida, consideré ir tras él, pero no quería parecer una mamá gallina así
que ocupé mi mente leyendo las páginas del libro.
Pasó casi una hora antes de que Nino regresara con una bandeja llena de uvas,
cubitos de queso y pan. Lo dejó a mi lado en la cama. Pero podía decir que algo
había sucedido. Alcanzando una uva, esperé a que dijera algo. Se dejó caer a mi lado
y tomó un trozo de pan.
—¿Has decidido qué sendero te gustaría probar?
—En realidad, no. Estás más familiarizado con el área —dije—. ¿Por qué te
fuiste tanto tiempo?
Ver un rastro de vacilación en la cara de Nino fue más que preocupante.
—Me crucé con Remo.
—¿Y?
Los dedos de Nino se curvaron alrededor de mi muñeca.
—Tuvo relaciones sexuales con Serafina. —Me quedé helada—. Ella lo quiso
—agregó Nino.
Sacudí mi cabeza, incapaz de creerlo.
—Ahora que él se ha llevado su virginidad, su prometido no la querrá de
vuelta. Será rechazada. A menos que logre ocultar el hecho de alguna manera,
pero…
—Remo acaba de enviarles las sábanas ensangrentadas para burlarse de ellos
con la tradición de la Famiglia.
Aparté mi muñeca del agarre de Nino y me sal de la cama, demasiado agitada 78
para estar sentada. Nino sacó las piernas y también se puso de pie como si pensara
que iría en busca de otra confrontación con Remo.
—¿Qué demonios le pasa?
Nino me alcanzó. Pero estaba tan enojada que aparté su mano de un
manotazo. Bajó el brazo sorprendido.
—Lo siento —dije—. No debí haberte golpeado.
—Está bien, Kiara. Prefiero tu ira al terror.
—Aun así, no quiero lastimarte.
Nino sonrió levemente.
—No puedes, créeme. —Se acercó a mí otra vez y esta vez le permití tocar
mi cintura.
—¿Serafina está bien? ¿Necesita tratamiento médico?
Nino frunció el ceño.
—Ya te lo dije, ella quería el sexo.
—Pero fue su primera vez… con Remo de todas las personas. —Me
estremecí cuando imágenes indeseadas intentaron venir a mi mente.
—Remo no mencionó nada al respecto. Supongo que, dado su talento para
leer a las personas, adaptó sus avances sexuales de acuerdo con su inexperiencia y se
esforzó para que fuera agradable para ella.
Me eché a reír, presioné mi cabeza contra el pecho de Nino y cerré los ojos.
Todo sobre nuestra situación actual era surrealista, pero con los hermanos Falcone
no debería haber esperado nada más. Mañana, intentaría hablar con Serafina en
privado y me aseguraría que estuviera realmente bien, al menos en un nivel físico.
Solo podía imaginar su confusión interna al dormir con su captor y el
enemigo de su familia.
Nino acarició mi espalda.
—¿Kiara?
—Estoy bien. Ahora planifiquemos nuestra caminata de mañana. —Me
aparté y le di a Nino una sonrisa tensa.
El agarre de Nino en mi cintura se apretó, manteniéndome en el lugar. 79
—Serafina decidió perder su virginidad con Remo. Es su elección, así que no
tienes que sentir lástima por ella.
Nino no podía entenderlo.
—Fue su decisión acostarse con él, es cierto, y me alegra que haya podido
elegir, y no es por eso que siento pena por ella. Remo está jugando un juego y para
él esto podría no ser nada. Pero si ella decidió darle lo que le prometió a su
prometido, entonces, cualquier cosa que sienta por Remo no es simplemente nada.
Nino pensó en eso.
—No pudiste elegir, no cuando eras una niña y ni siquiera ahora. Sabías que
tendrías que acostarte conmigo en algún momento. Nada fue tu elección.
Mi garganta se apretó al darme cuenta del proceso de pensamiento de Nino.
Poniéndome de puntillas, acuné su cabeza.
—No te elegí el día de nuestra boda, porque no sabía entonces lo que sé
ahora. Si lo hubiera hecho, te habría elegido. Y desde nuestra primera vez, e incluso
antes de eso, todo fue mi elección, porque permitiste que así fuera, y por eso y por
cómo siempre me tratas bien, siempre te elegiré.
Nino presionó nuestras frentes entre sí, y tragó con fuerza.
—A veces siento que mis entrañas sufren una avalancha de emociones
cuando te miro, pero no me importa ahogarme en ello.
90
No recordaba cómo me metí en la cama. Solo que después de que Nino se
corrió, quiso devolverme el favor, pero entonces me desmayé. Una lengua suave se
deslizó a lo largo de mi pliegue y me arqueé hacia la boca familiar, dándome cuenta
de lo que me había despertado. Miré para encontrar a Nino, gloriosamente desnudo,
tendido entre mis piernas, con la cabeza enterrada en mi regazo. Su lengua y labios
desterraron los últimos restos de sueño, enviando oleadas de placer a cada
centímetro de mi cuerpo.
—Nino —dije con voz áspera, abriéndome más, desesperada por más, pero
Nino no obedeció.
Le encantaba prolongar mis orgasmos hasta que casi temblaba con la
necesidad de correrme.
Sus ojos me inmovilizaron con una mirada dominante, sus dedos apretándose
en mis caderas para evitar que me frotara contra él.
—No. Aún no. Vamos a estirar esto.
Dejé de luchar contra él, rindiéndome a la delicada tortura de Nino. La forma
en que me guiaba hacia el borde del abismo, me hizo desesperar por la caída, solo
para hacerme retroceder. Estaba jadeando, gimiendo, completamente desahuciada.
—Feliz cumpleaños, Kiara —gruñó a medias antes de finalmente empujar
dos dedos dentro de mí, golpeando ese punto dulce con el que nunca me atreví a
soñar. Entonces, me chupó el clítoris y exploté.
Mi visión se iluminó con estrellas, mis músculos se apretaron y grité, en serio
grité por primera vez, perdiendo el control, y fue glorioso.
—Ese es el primero —dijo Nino en voz baja, besando el interior de mi
muslo—. Uno de tantos.
Se mantuvo fiel a su promesa. Antes del desayuno, Nino me dio varios
orgasmos más con su lengua, dedos y pene, hasta que estaba completamente saciada
y hambrienta.
—Esa es una excelente manera de despertar —dije con una risa avergonzada
cuando Nino me llevó a la cocina para prepararme el desayuno. A pesar de su breve
protesta, lo ayudé. Porque en realidad, cocinar no era una tarea para mí.
—He hecho planes para esta noche. Arreglé que el Chengdu abra
exclusivamente para nosotros de modo que podamos disfrutar de nuestra comida y el
concierto de tu pianista favorito, sin interrupción.
Casi dejo caer el batidor que había usado para batir los huevos para la tostada 91
francesa.
—¿Conseguiste que venga a Las Vegas y toque para nosotros?
Nino asintió a medida que cortaba los mangos en franjas precisas.
No podía moverme. Dejando el batidor, envolví mis brazos alrededor de Nino
con fuerza y luego besé su boca.
—Ese es el mejor regalo que podría imaginar.
—Eso es lo que pensé —dijo Nino con una sonrisa de complicidad.
—Me estás malcriando.
Habíamos cenado en el restaurante varias veces desde que nos casamos y
había sido espectacular cada vez, y ahora que nuestra comida estaría acompañada de
música hermosa, solo podría ser perfecto.
La expresión de Nino se endureció brevemente.
—Te doy lo que debería haber sido tuyo todo el tiempo: lo que quieras.
Sacudí mi cabeza, dejando escapar un suspiro estremecido. Con manos
temblorosas, volví a mi tarea de revolver los huevos.
—En serio tienes que dejar de ponerme tan emocional.
—No. Me gusta ver la felicidad en tu cara. Es como si la sintiera yo mismo.
Realmente no había nada que pudiera decir a cambio, así que solo sonreí.
92
R emo finalmente decidió enviar de regreso a Serafina después de dos
meses. Si hubiera actuado de acuerdo con nuestro plan original, la
habría devuelto hacía mucho tiempo, pero con los planes de mi
hermano siempre sucedía lo mismo. Sin embargo, esta vez, con Serafina, debería
haber escuchado mi consejo para variar. Las cosas entre ellos progresaron en una
dirección peligrosa. Y él lo sabía tan bien como yo.
Sentado en el sofá, saqué mi teléfono y marqué el número de Luca. Kiara
estaba tocando una canción nueva, una melodía errática y malhumorada. Me
pregunté si reflejaba sus sentimientos por la decisión de Remo de enviar a Serafina
de regreso, pero debería sentirse aliviada. Después de todo, había estado 93
absolutamente reacia al secuestro desde el principio.
—Nino, ¿qué quieres?
Luca nunca se molestaba con formalidades. Tenía suerte de que hubiera
convencido a Remo de que la guerra con la Famiglia era lo último que
necesitábamos en este momento.
—Tenemos un regalo para ti.
Silencio.
—¿Un regalo? —La sospecha sonó en la voz de Luca.
—Pronto tendremos a Scuderi. Dante acordó intercambiarlo por su sobrina
mañana mismo.
—Mierda. No puedo creer que su loco plan en realidad haya funcionado. Tu
hermano y tú son tan astutos como locos.
Mis labios se apretaron.
—No llamé para que analizaras mi personalidad. Quiero invitarte a ti y a tu
hermano, y para lo que me importa incluso a las hermanas Scuderi, a unirse a
Fabiano en el desmembramiento de Rocco Scuderi.
—Es una oferta generosa —dijo Luca cuidadosamente—. ¿Qué esperas a
cambio?
Sonreí, reclinándome.
—Nada. Al menos no en estos momentos. Pero si alguna vez nos acercamos a
ti y te pedimos un favor, agradeceríamos que recordaras que hicimos esto.
—De acuerdo. Apuesto a que tus favores no son para cobardes.
—No eres ni remotamente cobarde.
Luca soltó una risa profunda.
—Tendré que hablar con mi hermano. Te llamaré en un par de minutos.
—No tardes demasiado. Tendrán que volar hasta aquí.
—No te preocupes. —Luca colgó.
Dejé mi teléfono en mi regazo y vi a Kiara mientras tocaba la misma
secuencia por tercera vez, descontenta con su creación. Los bajos zumbidos del
piano reverberaban en mi pecho y cuando sus dedos se movieron más rápido y las
notas sonaron más altas, sonando casi enojadas, mi pulso se aceleró. 94
Cada canción que Kiara creaba rebosaba de emociones. Tenía los ojos
cerrados, esas pestañas oscuras revoloteando contra su piel suave. Al igual que su
música, Kiara era una obra de arte y siempre arrancaba las emociones de los
rincones más oscuros de mi alma.
Menos de cinco minutos después, Luca volvió a llamar, pero esperé a que la
última nota de la canción de Kiara se desvaneciese antes de molestarme en contestar.
—Matteo y Romero están preparando todo para su vuelo. Participarán en la
última gran despedida de Scuderi.
La sorpresa me invadió.
—¿No vendrás?
—Odio al hombre y ciertamente disfrutaría cortar algunos pedazos de él, pero
mi hermano y Romero tienen un incentivo más fuerte.
—¿Y las hermanas Scuderi?
—Aria y Lily son demasiado bondadosas para ese tipo de cosas, y Gianna no
puede soportar ver sangre.
—Dile a Matteo y Romero que se reúnan con nosotros en el Sugar Trap, y
será mejor que se den prisa. Fabiano está ansioso por lidiar con su padre.
Luca rio sombríamente.
—Apuesto a que sí. Solo puedo imaginar lo cabreado que están Remo y tú de
nunca haber tenido la oportunidad de destrozar a tu maldito padre.
Mi agarre en el teléfono se apretó.
—Se rumora que tu padre tampoco obtuvo el final que merecía. Estoy seguro
que si hubiera sido por ti y por Matteo, su fallecimiento hubiera sido menos abrupto
y más creativo.
—Eso está en el pasado —dijo Luca con voz tajante.
—Es cierto y ahora tienes una esposa e hijos hermosos que cuidar, lo que
hace que nuestra cooperación sea aún más importante.
—Mi familia permanece al margen de esto. Y si esa fue una amenaza velada,
Falcone, será mejor que elijas tus palabras con más prudencia la próxima vez. No
soy el único con personas para proteger.
—No fue una amenaza, solo un recordatorio, Luca. No tenemos intención de 95
atacar a tu familia, y estoy seguro que tú tampoco atacarás a nuestra familia.
Después de todo, mi esposa es tu prima y Fabiano es tu cuñado.
—Eso podría ser cierto, pero con mucho gusto vadearía su sangre y la de cada
hijo de puta en las Vegas para proteger a mi familia, y será mejor que lo recuerdes.
—Debidamente anotado —dije—. Pero lo mismo se puede decir de Remo y
de mí. Protegemos a nuestra familia. Ahora suficiente de las amenazas innecesarias.
Hoy es un día de celebración.
Terminé la llamada y seguí escuchando a Kiara tocar. Cuando terminó, se
giró para mirarme.
—¿Van a torturar hasta la muerte al padre de Fabiano?
Su voz sonó cuidadosamente controlada, carente de emoción, lo cual era
inusual para Kiara y me mostró cuán difícil era el tema para ella.
—No, yo no. Fabiano lo hará, y Matteo y Romero se unirán a él.
Kiara se masajeó las manos en el regazo.
—¿Pero estarás presente?
Me levanté del sofá y me dirigí hacia ella.
—Levántate.
Kiara lo hizo sin dudarlo, mirándome con curiosidad. Me hundí en el banco y
la puse en mi regazo, presionando un beso en su nuca antes de apoyar mis dedos en
las teclas del piano.
—Necesito asegurarme que Scuderi no muera demasiado rápido. Se requiere
mi experticia. —Kiara se estremeció y examiné su hermoso rostro, esos expresivos
ojos oscuros, siempre tan amables y gentiles. Enterré mi nariz en sus suaves rizos—.
Soy un monstruo, Kiara. Con o sin emociones, siempre seré así. Me gusta lastimar.
Me gusta romper a otros, lento o rápido. Si esperas que eso cambie, solo te harás
daño.
Kiara apoyó los dedos sobre las teclas del piano junto a los míos y comenzó a
tocar la canción que había escrito para mí. Después de un momento, me uní.
Cuando el último acorde se alejó flotando, volvió la cabeza hacia mí y besó
mi mejilla y luego la comisura de mi boca.
—Te amo exactamente como eres. Y tal vez eres un monstruo, pero eres mi
monstruo. 96
Envolví mis brazos alrededor de ella.
98
Se suponía que todos debíamos encontrarnos en Sugar Trap después del
intercambio. Fui el primero en llegar y asentí a Jerry, que estaba limpiando el bar.
—Hola, Nino.
Seguí a nuestras habitaciones privadas en la parte de atrás donde dejé mi rifle,
y luego llamé a Matteo.
—Hola Falcone, ¿tienen al bastardo? —preguntó Matteo como una especie de
saludo.
—Lo tenemos. ¿Cuánto les falta para llegar aquí?
—No mucho. Aterrizamos hace treinta minutos. Tal vez quince minutos. No
podemos esperar. Después de la obra maestra que tú y Remo crearon con ese
malnacido de Durant, estoy jodidamente ansioso por mostrarles cómo lo hacemos en
Nueva York.
—Tal vez aprenda algo nuevo.
—Lo dudo, conociendo lo jodidamente retorcidos que son ustedes los
Falcone.
También lo dudaba.
—Nos vemos. —Colgué y salí de la habitación de atrás, después continué
hacia el frente, pero Fabiano se cruzó en mi camino.
—Remo está en el bar y está de un puto mal humor. —Estaba arrastrando a
su padre por las esposas y me dio un breve asentimiento mientras llevaba al hombre
a nuestro sótano insonorizado.
Desde que mis emociones comenzaron a regresar, me había dividido entre la
apreciación y la frustración. Las emociones cuestan mucha energía; comprenderlas,
lidiar con ellas, no solo soportarlas.
Sabiendo lo mucho más emotivo que era Remo, estimaba que tendríamos un
momento difícil por delante a medida que lidiaba con la partida de Serafina.
Llamé a Kiara cuando Remo se dirigió al sótano para ayudar a Fabiano con
su padre. Solo le envié un mensaje corto para que así supiera que todo había salido
según lo planeado.
—¿Nino? ¿Estás bien?
—Por supuesto. Estoy en el Sugar Trap con Remo y Fabiano. Estamos
esperando a Matteo y Romero de modo que podamos comenzar.
99
—¿Cómo está Remo? —preguntó Kiara vacilante.
Pensé en cuánto decirle. Kiara se preocupaba fácilmente y no quería que se
inquietara por el arrebato de Remo.
—Está tenso.
—¿Cuándo vuelves a casa?
—No antes de la medianoche. Esto llevará tiempo. —Incluso aunque la
policía en Las Vegas y casi toda Nevada estaba en nuestra nómina, no hablábamos
en detalles de nuestros asuntos por teléfono. Siempre existía la posibilidad de que el
FBI se involucrara.
—Está bien —dijo Kiara—. Intentaré esperarte despierta.
—No tienes que hacerlo.
—Pero quiero.
El calor familiar que solo Kiara podía evocar se extendió en mi pecho.
—Está bien —dije en voz baja—. Pide a Savio y Adamo que te lleven afuera,
si quieres.
Colgué. Hablar por teléfono siempre me inquietaba porque tenía problemas
para evaluar el estado de ánimo de las otras personas con solo escuchar su voz, y
con Kiara necesitaba conocer sus emociones más que nadie. Sería demasiado fácil
lastimarla por accidente.
Con otras personas, mis emociones aún estaban reprimidas de forma segura.
Y no estaba seguro si quería que cambiara. Llegar a un acuerdo con mis emociones
al lidiar con Kiara y mis hermanos ya era bastante desafiante.
100
D ebo haber dormido toda la noche, porque Nino estaba en la cama
conmigo cuando desperté y el sol ya estaba saliendo. Parpadeando
aún medio dormida, me giré en el brazo de Nino. Sus párpados se
abrieron lentamente y, como siempre, el gris de sus ojos envió una ola de calma a
través de mí.
Pasé mis dedos por su cabello más largo en la parte superior de su cabeza,
amando la sensación sedosa. Nino dejó escapar un suspiro pequeño y luego rodó
sobre su espalda, y puse mi cabeza sobre su pecho.
—¿Todo salió bien?
101
Era extraño preguntar esto, considerando que estábamos hablando del final
doloroso de un hombre.
—Scuderi está muerto. Remo y Fabiano lo mataron juntos.
—Fabiano realmente los considera sus hermanos.
—Sí, pero nosotros también.
—Entonces, ¿lo han perdonado por todo lo que pasó con Leona? —Parecía
imposible que Remo y Fabiano en realidad se hubieran enfrentado en un combate a
muerte. Me alegraba no haber tenido que verlo.
—Remo lo consideró una traición y yo también, pero mi punto de vista sobre
las cosas cambió —dijo Nino lentamente—. Le dimos a Fabiano una elección
imposible, una que no deberíamos haberle dado, ahora me doy cuenta de eso, y tal
vez también Remo.
—Elegir entre los seres queridos es cruel.
Nino inclinó la cabeza con el ceño fruncido.
—No puedo imaginar que me den esa opción…
Se me puso la piel de gallina.
—Nunca llegará a eso.
—Lo sé.
La mirada en los ojos de Nino envió un pequeño escalofrío por mi espalda.
Besó mi frente y luego se sentó.
—Necesito organizar una pelea a muerte para Remo.
—¿Qué? —solté bruscamente, tropezando fuera de la cama detrás de él—.
¿Por qué?
Entonces comprendí. Remo no podía lidiar con su agitación emocional. La
única forma en que sabía cómo hacerlo era causando y recibiendo dolor, derramando
sangre y matando.
—No puedes permitir eso.
Nino se pasó una camisa por la cabeza y se peinó con los dedos.
—No me dejará convencerlo de lo contrario. Lo intenté.
Me vestí a toda prisa y seguí a Nino escaleras abajo hasta la cocina.
Habló con Roger por teléfono, el hombre dueño de la arena de lucha, 102
mientras yo preparaba el desayuno. Se me hizo un nudo en el estómago a media que
escuchaba a Nino discutir los detalles de la próxima pelea. Remo iba a luchar contra
dos oponentes a la vez, lo que era una locura absoluta incluso para sus estándares.
—Esto es una locura —dije, cuando Nino terminó la llamada.
Nino suspiró.
—Es Remo.
En los días que siguieron a la brutal pelea de Remo, actuó casi como al
principio, pero a veces había una mirada de anhelo en sus ojos que no había estado
allí antes. No podía evitar preguntarme cómo le estaría yendo a Serafina con su
familia.
Estaba tocando el piano cuando alguien golpeó contra las ventanas francesas.
Al levantar la vista, vi a Adamo con la capucha del suéter puesta sobre su
cabeza y un cigarrillo colgando de su boca. Le indiqué que entrara. Nunca tomaba la
ruta directa a través del corredor contiguo, siempre iba a través del jardín para
fumar. Entró después de deshacerse del cigarrillo y luego se quitó la capucha. Su
cabello medio cubría sus ojos pero vi que estaban rojos.
—¿Estás bien?
—¿Puedo escucharte tocar?
—Claro —contesté y comencé a tocar la canción en la que estaba trabajando.
Adamo se dejó caer en el suelo junto al piano y miré el tatuaje de la Camorra en su
antebrazo. Las preguntas ardieron en mi lengua pero las contuve. Ya me diría lo que
le molestaba si le apetecía hacerlo. Girándome de él, me concentré en la canción.
Era para Remo y casi estaba lista. Quería escribir canciones para Adamo y Savio de
aquí a Navidad, y darles a cada uno su canción como regalo. Tenían todo lo que el
dinero podía comprar, de modo que quizás apreciarían el regalo.
Había estado tocando la canción dos veces cuando Adamo me interrumpió en
un susurro oscuro.
—Nino me habló hoy de nuestra madre. —Me quedé helada. Adamo levantó 103
la vista, sus ojos llenos de miseria—. ¿Sabías?
Tragué con fuerza, me levanté y me dirigí hacia él antes de hundirme en el
suelo a su lado.
—Nino me contó lo que pasó. Tuvo que hacerlo por su estado emocional.
Adamo asintió.
—¿Por qué no me lo dijeron antes?
—Querían protegerte. La verdad es difícil de soportar.
—No puedo creer que haya intentado matar a mis hermanos.
—Y a ti. Te habría matado al quitarse la vida.
Adamo asintió.
—No lo entiendo. Quiero entenderlo. —Me miró.
—Algunas cosas están más allá de la comprensión. —Cubrí su mano con la
mía.
—Sigue viva. Pensé que murió hace años. Yo… no sé cómo me siento al
saber que está en alguna parte.
No supe que decirle. Era difícil imaginar cómo se sentía Adamo. ¿Cómo me
sentiría si de repente descubriera que mi padre no estaba muerto sino encerrado en
una institución mental?
—Le he dicho tantas mierdas a Remo porque simplemente no entendía cómo
podía ser así, pero ahora lo entiendo.
—Algunas cosas nos cambian, y sin importar lo mucho que intentemos
olvidar el pasado, algunas cosas simplemente se quedan con nosotros.
Adamo envolvió sus brazos sueltamente alrededor de sus piernas y me miró
con una sonrisa pequeña.
—Me alegra que seas parte de nuestra familia. Nunca me juzgas cuando te
hablo.
—No tengo derecho a juzgarte a ti ni a nadie.
Adamo se echó a reír.
—Eso no impide que la mayoría de la gente diga juicios todo el tiempo.
—Lo sé —dije en voz baja, recordando cómo me habían juzgado por la
traición de mi padre en la Famiglia, y cuántos todavía me juzgaban por ser víctima 104
de Durant. Muchas personas intentaban darle sentido a algo como eso al culpar a la
víctima. Ahora lo entendía.
—Ahora eres parte de la Camorra. Ya nadie te juzgará abiertamente —dijo
Adamo.
108
M i mente había estado repasando mi última conversación con
Kiara durante los últimos dos días e incluso cuando subí a la
jaula para mi entrenamiento de pelea con Remo, todavía estaba
en el primer plano de mi mente. Siempre supe que el matrimonio eventualmente
conduciría a tener hijos. Quería que llevaran el apellido Falcone para vivir y en este
momento era el único de mis hermanos que tenía una mujer capaz de convertirse en
una buena madre. No tenía ni una sola duda de que Kiara sería una madre
maravillosa y cariñosa.
Remo se metió en la jaula. Parecía ansioso por pelear. Estaba distraído y
Remo aterrizó algunos golpes fuertes en mi costado y estómago a los primeros 109
minutos antes de que usara una abertura y clavara mi rodilla contra su riñón. Dio un
salto hacia atrás con un gemido, luego dio una patada giratoria, que apenas pude
evitar.
—¿Qué carajo te pasa?
Levanté la palma de mi mano para detener la pelea.
—Es Kiara.
Remo frunció el ceño.
—¿Es por lo de ayer?
—¿Ayer?
La confusión se mostró en la cara de Remo.
—Me pidió que entrene con ella, me hizo perseguirla por la casa.
Kiara se estaba volviendo más segura. Era tranquilizador saber que realmente
se estaba tomando en serio su entrenamiento en pelea.
—Supongo que es porque quiere poder defender a los futuros niños.
Remo entrecerró los ojos y se recostó contra la malla de la jaula.
—Entonces, ¿está embarazada?
—Aún no. Dejará de tomar la píldora en enero.
—Me dijo que quiere hijos.
Mis cejas se alzaron.
—¿Habló contigo?
Se encogió de hombros.
—Tuve el presentimiento de que estaba preocupada si estaría bien con los
niños en la mansión.
Miré a mi hermano, la cicatriz en su rostro y sus antebrazos. Cicatrices por
defender a nuestros hermanos y a mí contra nuestra madre. Luego las cicatrices en el
resto de su cuerpo, muchas que sufrió en el tiempo que estuvimos escondidos, peleas
que pusieron comida en nuestra mesa.
—¿Y estás bien?
Me dio una sonrisa irónica, que le devolví.
—Si alguien puede ser una buena madre, entonces es Kiara —dijo—. Es 110
como una jodida mamá gallina, incluso conmigo. —Sacudió la cabeza.
A Kiara le encantaba cuidar a los demás.
—Nuestros hijos tendrán la suerte de tenerla como madre.
—También serás un buen padre. Incluso cuando no sentías ni una puta cosa,
lograste criar a Adamo y Savio conmigo, y mira lo bien que resultaron, las pequeñas
mierdas esas. —Sonrió torcidamente—. La casa es lo suficientemente grande
incluso si decides tener diez hijos.
—¿Quizás también tengas hijos en algún momento?
El rostro de Remo se cerró de inmediato.
—No, no tengo la paciencia necesaria para una mujer. Soy mejor follándome
a las putas.
Estreché mis ojos hacia él a medida que pensaba. Ambos sabíamos que había
una mujer que no podía olvidar. Traerla a colación habría llevado a un desacuerdo
para el que no estaba de humor.
Remo se alejó de la malla.
—¿Qué hay de esa pelea que me prometiste?
Me levanté justo después del amanecer para cocinar y hornear todo para la
Víspera de Navidad.
Esta era nuestra primera Navidad juntos y quería que fuese especial. Dejé que
la masa del Panettone subiera mientras dejaba todo listo para el cordero asado. No
tenía mucha experiencia preparando carne. Nino y sus hermanos amaban el cordero,
así que quería sorprenderlos con ello. Después de llamar a Giulia y desearle una
feliz Navidad, me puse a trabajar. Afortunadamente, podría darme algunos consejos
para garantizar el éxito de mi esfuerzo en la cocina.
Era casi la hora de la cena y me había puesto un vestido de noche rojo hasta
el suelo y estaba poniendo y decorando la mesa del comedor cuando entró Nino,
vestido con pantalones negros ajustados y una camisa de vestir negra con los
botones superiores desabrochados, dejando a la vista sus tatuajes coloridos. Sus ojos
contemplaron la mesa con las velas rojas, las servilletas doradas y los cubiertos.
—Debiste haber pedido ayuda a uno de nosotros. Es demasiado trabajo —
murmuró a medida que pasaba una mano por mi costado hasta que se posó en mi
cadera—. Y te ves absolutamente impresionante.
Me encogí de hombros, sonriendo.
—Me encanta cocinar y decorar, así que no me parece ningún trabajo. Y
gracias, también te ves muy bien.
—Tengo algo para ti. Parte de tu regalo de Navidad.
No estaba segura si Nino era el tipo de persona que da regalos. Él y sus
hermanos en realidad no habían celebrado la Navidad en los últimos años, al menos
de ninguna manera tradicional.
Nino estiró su brazo izquierdo y se subió la manga, revelando un tatuaje
nuevo: Mi nombre en medio de notas musicales. 113
Me quedé sin aliento mientras contemplaba el hermoso arte entintado.
—¿Cuándo te hiciste esto?
—Esta mañana. Estabas ocupada cocinando, así que aproveché la
oportunidad.
Me estiré para trazar las letras y luego me detuve. Si Nino lo había tatuado
apenas esta mañana, la piel todavía debía estar sensible.
—Está bien, puedes tocarlo.
—No quiero lastimarte.
Nino sonrió con ironía.
—Kiara, no es nada.
Asintiendo, tracé muy ligeramente la piel debajo del tatuaje, intentando
mantener mis emociones bajo control. Me había maquillado y no quería arruinarlo
con lágrimas.
—Gracias. Es un regalo maravilloso. Sé lo importante que son tus tatuajes
para ti, y tener mi nombre en tu piel con los de tus hermanos… significa mucho.
Nino acunó mi rostro y presionó un suave beso en mis labios.
—Tú y mis hermanos son todo lo que importa en esta vida. Te quiero cerca
en todo momento, incluso si es solo de nombre.
Parpadeé.
—No me hagas llorar.
Él frunció el ceño.
—No tengo intención de hacerte llorar.
—Lo sé. —Me reí y solté un suspiro—. ¿Qué hora es? Se supone que
Fabiano y Leona llegarán a las seis.
—Todavía tenemos quince minutos. —Metió la mano en el bolsillo trasero de
sus pantalones y sacó un paquete muy pequeño—. Este es tu segundo regalo.
Lo tomé y abrí la caja de terciopelo, revelando unos pendientes con un gran
rubí rojo en el centro y pequeños brillantes a su alrededor.
—Son maravillosos.
—Déjame —dijo Nino, sacándolos y poniéndolos en mis oídos. 114
—¿Y?
—Perfecta.
—Espera un segundo —le dije, después avancé rápidamente hacia el bar
donde había puesto el regalo de Nino. Era bastante pesado, así que me alegré cuando
se lo entregué a Nino. Podía ver curiosidad en sus ojos—. Desenvuélvelo.
Nino arrancó el papel de envoltura, revelando un libro encuadernado en cuero
de anatomía.
—Es una edición de coleccionistas de 1925 con imágenes dibujadas a mano
para todas las partes del cuerpo… —Esperaba que fuera algo que le gustara a Nino.
Cada vez que estábamos juntos en la biblioteca, Nino solía sentirse atraído por los
libros de medicina.
Nino comenzó a hojear el libro lentamente, sus ojos revoloteando a medida
que escaneaba las páginas con los dibujos. Cuando finalmente levantó la vista, su
expresión estaba llena de entusiasmo.
—Es perfecto. No puedo esperar para leerlo y compararlo con los libros más
nuevos de anatomía.
Reprimí una carcajada. Solo Nino podría estar emocionado por algo así. Nino
me besaba dulcemente cuando sonaron unos pasos.
—¿Huelo carne? —preguntó Savio, entrando, seguido de Remo y Adamo,
todos ellos vistiendo camisas para variar.
Sonreí. Pronto Fabiano y Leona también se unieron a nosotros, trayendo vino.
Abracé fuertemente a Leona.
—¿Cómo está tu madre?
—Mejor. Será dada de alta del hospital en dos días. Nunca sabe cuándo parar
—dijo Leona con un suspiro pequeño. Habría querido celebrar con su madre por una
vez, pero después de una sobredosis casi fatal, quedó atrapada en el hospital una vez
más.
Capté a Fabiano intercambiando una mirada exasperada con Remo, que
Leona captó mientras los conducía hacia la mesa.
—No entiende por qué todavía intento ayudar a mi madre, pero de todos
modos la ayuda por mí.
Toqué su brazo. 115
—Porque quiere verte feliz.
Todos nos acomodamos alrededor de la mesa, y como era de esperar, el
cordero fue lo más destacado para los hombres. Disfruté viendo a todos más que la
comida real. Fue maravilloso tener a mi nueva familia en una mesa, celebrando
juntos, y no pude evitar preguntarme si el año que viene en este momento, también
tendría un bebé para cuidar.
Después de la cena, llevé a todos a la sala de estar en mi ala con Nino, luego
me instalé en el piano.
—¿Por qué no se paran alrededor del piano?
Todos lo hicieron, confundidos del por qué los había traído aquí.
—Compuse piezas musicales para cada uno de ustedes. Todavía no son
perfectas y podrían cambiar con el tiempo, pero creo que no son tan malas teniendo
en cuenta el tiempo limitado que tuve —dije rápidamente.
Nino apretó mi hombro.
—Tu música siempre es espléndida.
—Esta es para ti, Remo. —Comencé a tocar la melodía tumultuosa,
centrándome únicamente en las teclas y mis dedos, sin atreverme a mirar la reacción
de nadie.
Cuando finalmente me arriesgué a echar un vistazo, los brazos de Remo se
cruzaban sobre su pecho y se apoyaba contra el piano con una expresión
indescifrable.
Tragué con fuerza.
—Esta es para ti, Savio.
Era una melodía tranquila, juguetona, solo ocasionalmente subestimada por
tonos más oscuros. Savio asintió con aprobación cuando sonó la última nota.
—Sueno divertido y sexy. Lo has clavado, Kiara.
Adamo puso los ojos en blanco.
—Ahora tú, Adamo. —Esta había sido la más difícil. Recientemente Adamo
había estado callado y pensativo, pero no quería que su melodía fuera atormentada,
así que decidí basarla en los sentimientos que evocaba en los demás. Fue una
melodía suave, una que te hacía querer relajarte frente a un fuego con una copa de 116
vino.
—Es tan genial que puedes crear algo así —dijo Adamo.
Sentí que me ardían las mejillas y me encogí de hombros, después me aclaré
la garganta antes de mirar a Fabiano y Leona.
—Creé solo una melodía para ustedes dos.
La sorpresa cruzó sus caras.
—¿También creaste algo para nosotros? —preguntó Leona.
—Pertenecen a esta familia —respondí, luego toqué la última melodía.
Leona se mordía el labio cuando terminé, se acercó y me abrazó con fuerza.
Savio señaló a Nino.
—¿Y qué hay de Nino? ¿No recibe una canción?
—Ha tenido su canción desde hace un tiempo.
—¿Por qué no la tocas? —preguntó Fabiano.
Le di a Nino una mirada inquisitiva. Sin decir una palabra, se acercó a mí y le
hice espacio en el banco de modo que pudiera sentarse. Podía sentir los ojos de
todos sobre nosotros cuando comenzamos a tocar, nuestros dedos trabajando juntos
sin interponerse en el camino del otro, nuestros muslos tocándose. La calidez de
Nino y su mera presencia me dieron una nueva confianza al tocar esta canción
personal. Nada importaba en ese momento excepto nosotros dos.
Sonó la última nota y nuestros ojos se encontraron. Sonreí, preguntándome
cómo sonaría esta melodía si le añadiera un tercer acorde, uno para nuestro futuro
hijo.
Cuando finalmente me volví hacia el resto de nuestra familia y capté un brillo
oscuro en los ojos de Remo, un indicio de preocupación parpadeó en mi vientre. Le
di una sonrisa, lo que solo hizo que me diera su propia versión retorcida a cambio.
117
E stábamos sentados en los sofás, cenando pizza, cuando noté la forma
en que Adamo comenzó a inquietarse. Su expresión me hizo
suponer que diría algo para volver a molestar a Remo. Durante las
últimas semanas desde Navidad, mi hermano mayor había estado sorprendentemente
contenido, tal vez como un favor a Kiara, pero estaba destinado a terminar.
Estaba embotellando lo que sea que lo molestaba, probablemente Serafina.
Adamo finalmente se sentó y contempló a Remo.
—¿Por qué no me dices dónde está oculta nuestra madre?
118
Kiara se puso rígida a mi lado, su mano con el pedazo de pizza flotando
frente a sus labios abiertos. Ella, como el resto de nosotros, se volvió hacia Remo.
Su expresión era preocupante, su boca se retorcía cruelmente, sus ojos
resplandecían con la ira desenfrenada que lo había consumido casi a diario en el
pasado.
Savio clavó su codo en el costado de Adamo.
—Cállate.
—No —dijo Adamo—. Quiero saber.
—No importa dónde está. Bien podría estar en el infierno por todo lo que nos
concierne —gruñó Remo.
Adamo decidió ignorar el tono de advertencia de mi hermano. Este niño había
probado nuestra paciencia toda nuestra vida, pero esta vez realmente debería saber
cuándo parar.
—¿Por qué no podemos visitarla? Tengo derecho a conocerla. También es mi
madre. Quiero llegar a conocerla.
Remo se puso de pie, su cuerpo temblando.
—Es la mujer que intentó matarte a ti y al resto de nosotros. ¿Es alguien a
quien quieres conocer?
—Quizás cambió. ¿Quizás podrían haber curado lo que sea que estaba mal
con ella?
—Lo único malo con ella es que es una psicótica perra asesina. No merece
tomar otro maldito aliento —gruñó Remo.
—Eso fue hace mucho tiempo —dijo Adamo en voz baja—. Tal vez cambió.
—Es una maldita perra loca que quiere vernos a todos muertos porque somos
hijos de nuestro jodido padre. Para ella, somos la encarnación del mal, Adamo,
¿cuándo te lo meterás en la puta cabeza?
Savio no dijo nada, solo se quedó mirando con una expresión oscura su
teléfono.
Agarré el antebrazo de Remo y apreté fuerte. Cuando me fulminó con la
mirada, le dije:
—Siéntate, Remo.
Kiara estaba observando todo con los ojos muy abiertos y preocupados. 119
Remo me sacudió de encima y se dirigió hacia el saco de boxeo.
Me volví hacia mi hermano menor, suspirando.
—Adamo, no es la madre que estás esperando que sea. Cualquier cosa que
estés esperando encontrar en ella, no lo harás, créeme.
Las palabras se sintieron pesadas en mi lengua. Hablar de nuestra madre
nunca era fácil para mí. La mayoría de las veces, intentaba olvidar que ella existía…
todavía existía ahora debido a mi debilidad y la de Remo.
Remo comenzó a patear y golpear la bolsa, golpes duros y enojados que
llenaron cada momento de silencio.
—Ella también fue una víctima, ¿no? —dijo Adamo en voz baja—. Tuvo que
casarse con nuestro padre y soportar su crueldad.
Adamo no sabía nada sobre la crueldad de nuestro padre o los retorcidos
juegos mentales de nuestra madre. Había una razón por la cual Remo era tan bueno
en la guerra psicológica. Savio había sido demasiado joven para experimentarlos, y
cuando tuvo la edad suficiente para poder recordarlos, Remo ya podía mantener a
raya a nuestros padres. Ambos habían temido a mi hermano como el diablo.
—No tuvo que hacerlo. Eligió casarse con nuestro padre. Al inicio, lo
comprometieron a otra persona, pero nuestra madre lo había puesto en su mira y
simplemente, lo consiguió —dijo Remo.
—¿Rompieron el compromiso? —preguntó Savio con curiosidad.
—La chica a la que originalmente se le prometió huyó supuestamente. Remo
y yo sospechamos que tuvo un accidente desafortunado. Nuestra madre tiene toda
una vena despiadada.
Adamo frunció el ceño ante sus manos cruzadas sobre su regazo.
—La gente puede cambiar —dijo obstinadamente.
—Maldición —dijo Savio con una mirada fulminante—. ¿Por qué no puedes
aceptar que no va a ser una buena mami que te abrazará y te dirá que siempre deseó
poder regresar el pasado? Ese es todo un cliché jodidamente ridículo que nunca
sucederá.
Adamo se puso de pie.
—Entonces pueden dejarme verla para que así pueda descubrir qué clase de
perra sin corazón es. ¿Cuál es el problema? 120
Savio se levantó y se guardó el teléfono en el bolsillo.
—¿Quizás Nino y Remo no quieren que veas su puta cara antes de que
aplasten su cráneo?
Adamo pareció sorprendido.
—¿Van a matarla?
Remo dejó de golpear el saco y nos miró por encima del hombro con una
mirada que hizo que Kiara contuviera el aliento bruscamente. Respiré hondo,
intentando controlar el retorcijón en mis entrañas, una sensación como si el ácido los
estuviera carcomiendo.
—Algún día, sí —dije sin emoción.
—No pueden —susurró Adamo.
Savio sacudió la cabeza.
—Me largo. Tal vez me consigo un pedazo de culo en alguna parte que me
pueda distraer de esta mierda.
Adamo miró a Kiara en busca de ayuda, pero ella no dijo nada. Toqué su
muslo suavemente, sabiendo que estaría de acuerdo con Adamo dada su naturaleza
amable.
—Esta discusión ha terminado —dijo Remo.
—Pero…
—Adamo —dije bruscamente. Remo no estaba en estado de ánimo para ese
tipo de argumento.
Adamo resopló, luego se dio la vuelta y se alejó.
—Incluso a kilómetros de distancia, esa perra todavía es capaz de arruinar
todo —murmuró Remo.
—No siempre. La mataremos.
La mirada compasiva de Kiara se movió entre mi hermano y yo.
—Lo haremos —concordé. Remo y yo nos miramos a los ojos. Era algo que
habíamos estado diciendo durante años y aún no habíamos podido hacerlo.
121
125
138
S
avio, Remo y yo estábamos en nuestro avión de camino a salvar a
Adamo, que había sido capturado por la Organización.
Tal vez deberíamos haber esperado otro golpe. Como Stefano
había dicho: Dante había probado sangre. El asesinato exitoso de uno de nuestros
lugartenientes lo había hecho atrevido. Terminar la gran carrera en Kansas City a
pesar del ataque reciente había sido arriesgado, pero también una señal necesaria.
Una que nos podría costar a Adamo.
Nunca debió haber participado en esa carrera. Se lo habíamos prohibido, pero
Adamo era un niño en muchos aspectos. Deberíamos habernos asegurado que no 139
tuviera la oportunidad de acercarse ni remotamente a Kansas. No deberíamos haber
confiado en que estaba con C.J. en Sugar Trap. Fue tanto culpa nuestra como si fue
suya. Estábamos destinados a protegerlo.
Remo se sentaba encorvado en su asiento. Acabábamos de abordar el avión
pero ya estábamos en el aire. No teníamos tiempo que perder.
Savio me miró.
—¿Crees que podemos rescatarlo?
No sabíamos dónde ocultaba la Organización a Adamo, e incluso si lo
descubríamos, Dante tendría el lugar fuertemente resguardado. De todos modos,
intentaríamos una emboscada y probablemente nos costaría la vida. Mi pecho se
contrajo al pensar en las lágrimas de Kiara cuando me fui, su voz temblorosa cuando
me pidió que tuviera cuidado y volviera a ella.
No quería nada más, pero si no intentaba salvar a Adamo, no podría vivir
conmigo mismo, ni mis hermanos. Lo salvaríamos o moriríamos en el intento. En
realidad, no había otra opción.
El ruido del avión se desvaneció en el fondo hasta que solo escuché los gritos.
La pena era un concepto extraño para mí. Cuando causaba dolor a otras
personas, me daba satisfacción descubrir las formas más efectivas de alcanzar
cualquier meta que me hubiera propuesto. Los gritos no me perturbaban, nunca lo
hacían. Pero al ver a Adamo siendo torturado en la pantalla de nuestra computadora
portátil, al escuchar sus gritos por los altavoces, mi interior pareció encogerse.
Recordé haberlo sostenido cuando era un bebé, recordé haberlo remendado cuando
era un niño pequeño y se lastimaba.
Remo estaba temblando, su rostro una mezcla de angustia y furia. No sentí
nada excepto un vacío que se extendía más y más hasta que solo había frío. Sin
emociones, sin dolor, nada. La tranquilizadora calma del pasado.
Remo tenía razón, necesitábamos ver el sufrimiento de Adamo, de modo que
así supiéramos lo que estaba en juego. Habíamos visto y hecho cosas peores, y no
solo lo presenciamos en una pantalla desde lejos. Pero esto… esto cortó
profundamente.
Una mujer rubia apareció a la vista, deteniendo la tortura, protegiendo a 140
Adamo.
Serafina Mione.
Remo se tensó y su expresión se detuvo por completo de una manera que
nunca lo hizo. Como si esta fuera la revelación que había estado esperando.
Savio me lanzó una mirada preocupada.
—Mierda.
—¿Remo? —pregunté, cuando él siguió mirando la pantalla.
Me ignoró y levantó su teléfono. Tenía el presentimiento de que sabía a quién
estaba llamando, y más que eso, lo que iba a hacer.
Sacudí mi cabeza pero él no me vio, sus ojos solo para Serafina.
—Dante, te daré lo que realmente quieres. Mañana por la mañana estaré en
Minneapolis y me intercambiaré por Adamo. —Savio dio un paso más cerca,
articulando: ¿qué demonios?—. Es a mí a quien quieres ver arder, no a mi hermano,
y tendrás tu oportunidad. —El alivio apareció en la cara de Remo y supe que Dante
había aceptado el trato. El Capo de la Organización quería a Remo, no a Adamo—.
Entendido. —Con una sonrisa extraña, Remo bajó el teléfono.
—Remo, te matarán —dijo Savio.
Remo asintió y se encontró con mi mirada.
—Me cortarán, me desollarán, me quemarán, me cortarán la polla y luego tal
vez me matarán.
—Remo, esto es una locura.
—Tal vez. Pero es lo que va a pasar, Nino. Mi decisión es definitiva.
Remo se dejó caer en el asiento y Savio se inclinó hacia mí.
—No podemos permitir esto. Remo tiene que dejar de sacrificarse a sí
mismo. Lo necesitamos.
Tragué con fuerza. Nunca había estado separado de Remo por más de unos
pocos días.
Habíamos sobrevivido solo porque nos teníamos el uno al otro. Me hundí
frente a él, con la esperanza de hacerlo entrar en razón, incluso si nunca hubiera
funcionado en el pasado.
Remo sacudió la cabeza. 141
—No pierdas tu tiempo.
Me puse de pie, demasiado inquieto para sentarme. Savio estaba encorvado
en su asiento y me acerqué a él. Levantó la cabeza con una risa oscura.
—Maldita sea. Esa pequeña mierda siempre me irritó los nervios. Pero ver a
esos imbéciles cortarlo y quemarlo… quiero aplastarles las putas cabezas.
—Un día lo haremos.
—Sí, pero primero van a destrozar a Remo en pedazos —dijo Savio. Se pasó
una mano por el cabello y me miró—. Eres un jodido genio, ¿no tienes idea de cómo
solucionar este desastre?
Remo estaba mirando por la ventana del avión, con las cejas fruncidas y una
determinación feroz en su rostro.
—No creo que Remo lo permita.
Remo era el Capo más fuerte que había. Sin él, la Camorra seguiría siendo
una colección de idiotas luchando por el poder; sin él, Las Vegas todavía estaría en
manos de hombres indignos. Remo era Las Vegas. Remo era la Camorra.
Remo era un líder nato.
Yo no. Nunca quise serlo.
Los Camorrista me seguirían porque me temen, por su lealtad inquebrantable
a nuestra familia, pero no por mí.
Sin embargo, no tendrían otra opción si no encontraba una manera de sacar a
mi hermano de las garras de la Organización.
Remo había dicho que necesitaba aceptar su decisión, pero cuando vi a Remo
siendo arrastrado hacia un automóvil de la Organización, me di cuenta que era algo
que nunca podría hacer.
No descansaría hasta haber matado a todos los soldados de la Organización
de la manera más cruel posible por llevarse a Remo. Mataría a Dante al final para
que así pudiera presenciar a un hombre tras otro sufrir por su error, para que así
viviera con pesar y culpa, hasta que finalmente lo matara. Sería un acto de
misericordia después de lo que tendría que soportar de antemano. 142
Adamo gimió de dolor cuando Savio y yo lo llevamos a nuestro auto.
—No… no dejes que se lleven a Remo. —Los autos detrás de mí ya se
alejaban llevándose a mi hermano con ellos.
—Lo salvaremos —dije automáticamente porque no podía imaginar que fuera
de otra manera.
Savio me envió una mirada inquisitiva pero lo ignoré. Necesitábamos alejar a
Adamo de aquí lo antes posible para poder ver sus heridas.
Su piel quemada era de un color rojo enojado y se infectaría rápidamente si
no se trata adecuadamente.
—¿Es un corte limpio? —le pregunté mientras lo subíamos al asiento trasero.
Adamo parpadeó hacia mí, aturdido—. No importa —añadí. Palpé su brazo
cuidadosamente, por lo menos sin sentir ningún hueso sobresaliente.
Savio y yo nos metimos en la parte delantera del auto y nos alejamos a toda
velocidad. Savio condujo tan rápido como el tráfico nos permitió llegar a nuestro
avión rápidamente.
—Nos quedaremos cerca, ¿verdad? —preguntó Savio, dirigiéndome una
mirada ansiosa—. De modo que podamos encontrar una manera de ayudar a Remo.
Asentí lentamente, aunque no estaba seguro de lo que podíamos hacer.
Cuando llegamos al avión y estuvimos a salvo en el aire, llamé a Fabiano.
Contestó después del primer timbre.
—¿Kiara está bien? —pregunté de inmediato. Todos los Camorristas estaban
en alerta máxima. Aun así, necesitaba asegurarme que ella estuviera bien.
—Sí, pero está preocupada, los dos lo estamos. ¿Tienen a Adamo?
Eché un vistazo hacia mi hermano menor que yacía de espaldas en el asiento
bajado, con el rostro pálido y sudoroso.
—Lo tenemos. Necesita tratamiento médico, por eso tengo que hacer esto
breve.
—¿Qué hay de Remo? —gruñó Fabiano, y mi garganta se tensó.
—Se entregó como había querido hacer.
—¡Mierda, mierda! —exhaló Fabiano—. Mierda. 143
—Volveremos y nos quedaremos en Kansas por el momento, intentando
pensar en algo.
—Déjame unirme. Déjame ayudar. Necesitamos salvar a Remo.
—Tienes que proteger a Kiara. Savio y yo intentaremos pensar en algo con el
lugarteniente de Kansas.
—De acuerdo. La llevaré de vuelta a la mansión —dijo Fabiano en voz
baja—. Kiara solo quiere unas palabras rápidas.
—Pásamela.
—Nino —susurró Kiara desesperadamente—. Por favor, ten cuidado. Todos
ustedes tengan cuidado. Son mi familia.
—Estaremos a salvo.
Mi garganta se apretó y colgué, necesitando mantener la cabeza despejada.
Me dirigí a Adamo y Savio.
Savio estaba hablando con él en voz baja y levantó la vista cuando me detuve
junto a ellos.
—Tenemos que limpiar tu herida y tratar tu brazo roto. Va a ser doloroso.
Adamo dejó escapar una risa ahogada, los ojos inyectados en sangre.
—Puedo lidiar con el dolor.
Asentí, observando su rostro ensangrentado, el corte en su brazo, la
quemadura. Su cuerpo hablaba un lenguaje claro de la tortura que había tenido que
soportar. Pero sus ojos me mostraban que había dejado más que heridas físicas.
145
147
Savio y yo habíamos estado intentando encontrar una opción viable para
salvar a Remo toda la noche, pero con nuestra información limitada sobre su
paradero no teníamos mucho con qué trabajar. Adamo había sido enviado con
nuestro avión a Las Vegas, donde estaría más seguro que estando tan cerca del
territorio de la Organización. Necesitaba sanar, física y emocionalmente antes de
involucrarse en cualquier pelea.
Mi teléfono sonó y el número del Sugar Trap apareció en la pantalla. Era
inusual que me llamaran cuando podían hablar con Fabiano, que estaba más cerca,
así que respondí.
—¿Qué pasa? Estamos ocupados.
—Lo sé, lo siento, jefe. Una mujer clamando que era Serafina llamó y pidió
hablar con usted específicamente, dijo que era urgente.
Mi cerebro tardó un momento en procesar sus palabras.
—¿Te dio su número?
—Sí.
—Entonces dámelo.
Terminé la llamada y me tomé un momento para enderezar mis
pensamientos.
—¿Qué está pasando? —preguntó Savio.
—Serafina intentó contactarme. Quiere que la llame enseguida.
Savio se hundió lentamente.
—¿Crees que quiere decirnos que él… está muerto?
Me quedé mirando mi celular.
—No lo sé. Tal vez nos harán escuchar cuando lo maten. —Enrosqué una de
mis manos en un puño, intentando concentrarme en los músculos de mis dedos, en
su flexión, en lugar de los martilleos en mi pecho, la tensión de mi garganta. Mi
mirada se demoró en mis cicatrices y contuve el aliento por la nariz.
Savio cerró los ojos y apretó la boca.
—Los cazaré a todos, a cada maldito cabrón.
Después de otra respiración profunda, marqué el número de Serafina,
intentando encontrar mi calma, pero mi interior parecía retorcerse y girar. 148
Para el momento en que ella respondió, le pregunté:
—¿Está muerto?
Savio presionó las palmas de sus manos contra sus sienes, sus ojos reflejando
el mismo miedo del que me creía incapaz.
—Todavía no —dijo con firmeza.
Savio y yo aterrizamos con el helicóptero donde debíamos encontrarnos con
Serafina. Le di al piloto la señal para mantener todo preparado para el despegue
inmediato en caso de que fuera una trampa.
—No confío en ella —dijo Savio, escaneando nuestro entorno, arma en
mano.
—Yo tampoco.
Savio asintió.
—Es una trampa en la que estoy dispuesto a entrar si hay una pequeña
posibilidad de que recuperemos a Remo.
Un automóvil se estacionó, una limusina Mercedes con vidrios polarizados.
Salí del helicóptero y lo mismo hizo Savio, apuntando nuestras armas hacia el auto.
La puerta del conductor se abrió y Serafina salió con una pistola en la mano.
Le indiqué a Savio que se quedara cerca del avión mientras me dirigía hacia el auto.
Su cañón estaba dirigido hacia mí, pero yo tenía mejor puntería.
Ella me miró y luego echó un vistazo a Savio antes de suspirar, bajando su
arma y avanzando hacia el lado del pasajero. Me quedé unos pasos atrás, aún
receloso de sus intenciones. Savio apareció detrás de mí, como de costumbre,
terrible siguiendo órdenes.
—¿Van a ayudarme? ¿O quieren que Remo muera? —siseó Serafina,
observándonos.
Me acerqué un paso más y miré dentro del auto: Descubriendo a mi hermano,
cubierto de sangre. Envainé mi arma. Estaba inconsciente, cortado, magullado y
golpeado, pero respirando. Metí mis manos debajo de sus brazos y Savio agarró sus
piernas. Teníamos que llevarlo a un hospital rápidamente.
Sonó un chillido agudo. La tensión atravesó mi cuerpo ante el sonido
inesperado y mi cabeza se disparó de golpe hacia la fuente del ruido. Un bebé, una 149
niña a juzgar por su ropa rosa y su cabello más largo y ligeramente rizado. A su
lado, un segundo bebé se despertó en su asiento, un niño pequeño con ojos oscuros,
casi negros.
Los ojos de Remo. Mi mirada se movió entre el niño y la niña, gemelos;
ambos hijos de Remo, sin duda.
Savio inhaló bruscamente a mi lado.
—Mierda. Son de Remo.
Remo era padre. Yo era tío. Dos nuevos Falcone. Kiara estaría extasiada de
tenerlos en la mansión.
Miré hacia Serafina que parecía congelada. Algo había cambiado en su
postura. Estaba tensa, protectora, lista para saltar si nos atrevíamos a hacer algo con
sus hijos.
No tenía que preocuparse. Nunca más.
Remo comenzó a temblar en mi abrazo.
—Rápido —dije y Savio se puso en movimiento, ayudándome a llevar a
nuestro hermano al helicóptero.
Lo pusimos en el piso del helicóptero y me agaché a su lado, tocando su
garganta.
—Le preguntaré a Serafina si necesita ayuda con los bebés —dijo Savio,
aturdido.
—Hazlo.
—Vienen a casa con nosotros, ¿verdad?
Miré a Savio.
—Es donde pertenecen.
Savio se volvió y se dirigió hacia Serafina mientras yo revisaba el pecho de
Remo por si tenía costillas rotas, encontrando dos, luego revisé sus brazos. Cortes
cubrían su piel, algunos abriendo heridas viejas, otros creando nuevas.
Suspiré. Esta era la primera vez que Remo estaba tan indefenso. Lo até a una
intravenosa rápidamente para compensar la pérdida de sangre que había sufrido.
Había comprobado cada centímetro de su cuerpo en busca de lesiones cuando
Savio y Serafina aparecieron frente al helicóptero, cada uno con un bebé.
150
Savio me tendió al niño y lo tomé. Sus ojos oscuros me miraron fijamente,
trayendo recuerdos de criar a Adamo. Serafina y Savio entraron con la niña y luego
se acomodaron en el banco opuesto con los bebés. No estaba seguro de cómo me
sentiría por un bebé. Siempre me había preocupado por mis hermanos, y me
preocupaba por Kiara, pero no sabía si sentiría lo mismo por un bebé. Sin embargo,
al ver a esos bebés pareciéndose tanto a Remo, como Adamo cuando era un bebé,
sentí una abrumadora sensación de protección.
Remo nunca consideró tener hijos, pero los protegería con todo lo que tenía,
desde este día hasta su muerte. Me arrodillé junto a él otra vez, sintiendo su pulso,
necesitando la seguridad de que su corazón todavía estaba latiendo.
No lo dejaría morir.
T uve que ahogar un jadeo cuando vi a Adamo. Algunos soldados lo
llevaron a la mansión y Fabiano soportó su peso mientras entraba
cojeando a la sala de juegos. Su hombro estaba enyesado y su
antebrazo cubierto de vendas. Su rostro estaba hinchado y magullado, y la vista
envió una punzada de preocupación a través de mí, pero nada, absolutamente nada,
me preparó para la mirada en sus ojos. Siempre habían sido cálidos, suaves, pero
ahora lucían atormentados, oscuros, ásperos, y una vez más no pude evitar fijarme
en lo parecido que Adamo se veía a Remo en ese momento.
—No necesito tu ayuda —murmuró Adamo y se liberó del abrazo de
Fabiano. 151
—No seas estúpido. Estás jodidamente mal. —Fabiano intentó alcanzar a
Adamo de nuevo, pero arremetió con su brazo ileso.
—¡No! —rugió, tropezando y cayendo de rodillas, jadeando dolorido.
Di un paso hacia Adamo pero Fabiano levantó la mano, con la palma hacia
afuera, sacudiendo la cabeza.
Leona se asomó en la puerta, y la expresión de sorpresa en su rostro podría
haber sido mía. Este no era el Adamo que conocíamos.
—Adamo… —susurré.
Levantó la vista lentamente y por un momento pensé que estaba llorando,
pero sus ojos lucían casi febriles con angustia.
—¿Quieres saber qué es lo que está realmente mal? ¡Que estoy aquí y Remo
está en sus putas manos! Nunca debió haberse intercambiado por mí. Debiste
haberlo detenido.
—No se puede detener a Remo. Haría cualquier cosa por ti y tus hermanos.
Absolutamente todo. Con mucho gusto sacrificará su vida si eso significa que tú
puedes vivir.
Adamo rio sombríamente, todavía arrodillado frente a nosotros.
—No solo lo van a matar. Van a destrozarlo. —Comenzó a rasgar sus
vendajes, empujando a Fabiano hacia atrás, cuando intentó detenerlo, y finalmente
su antebrazo apareció a la vista. La mitad del tatuaje de la Camorra estaba
quemado—. ¡Van a enviarlo al infierno, y solo estamos aquí esperando que ocurra!
El pecho de Fabiano se agitó a medida que veía a Adamo.
—Nino y Savio pensarán en algo.
—Será demasiado tarde entonces. Será jodidamente tarde —gruñó Adamo—.
Si matan a Remo, volveré y los mataré.
Envolví mi cintura con mis brazos, dándome cuenta de que acababa de
presenciar a Adamo perdiendo su inocencia. Tal vez estaba obligado a suceder. No
sonaba como un adolescente enojado pronunciando amenazas vacías, sonaba como
un hombre con una misión, y eso más que nada me asustó.
Fabiano tomó el hombro de Adamo.
—Si matan a Remo… —Tragó con fuerza, su boca en una línea dura—. Si
matan a Remo, lo cual no harán, entraremos juntos al territorio de la Organización y 152
mataremos hasta el último hombre responsable de esto.
Adamo sonrió sombríamente.
—Podríamos destruir a la Organización, y podrías convertirte en
lugarteniente de Chicago bajo el gobierno de la Camorra.
Fabiano pareció como si Adamo hubiera perdido por completo la razón.
Agarró su brazo bueno y lo alzó.
—Ven. Te llevaremos a la cama. Estás agotado.
Adamo no se resistió y los vi dirigirse hacia el ala de Adamo.
Tragando con fuerza, cerré los ojos. Un toque suave me hizo abrirlos
nuevamente.
—Dios mío —susurró Leona—. Lo que sea que sucedió con la
Organización… lo rompió.
Sacudí mi cabeza.
—No lo romperá. Lo hará más fuerte como lo hicieron sus hermanos. Dante y
la Organización crearon otro enemigo.
Leona pareció dudosa.
—¿En serio crees que no atormentará a Adamo?
—Lo atormentará durante mucho tiempo, tal vez siempre, pero lo superará
con el tiempo. —Estaba convencida de ello, pero tenía miedo del tiempo que le
tomaría llegar a ese punto.
—Pero no será el mismo —dijo Leona.
—Ya no es el mismo.
Respiré hondo, necesitando distraerme, no solo de mi preocupación por el
estado mental de Adamo, sino también por Nino y Savio, y sobre todo por Remo. Si
la Organización lo mataba, rompería a Nino. Conduciría a la Camorra a la guerra,
sea lógico o no. Vengaría a su hermano de la manera más cruel posible. No estaba
segura si el hombre en el que Nino se convertiría después seguiría siendo el hombre
que había llegado a amar.
—Voy a cocinar el espagueti favorito de Adamo. ¿Me ayudas?
Leona asintió y juntas nos dirigimos a la cocina y comenzamos a trabajar en
tenso silencio. 153
Llamé a la puerta de Adamo, el aroma picante del ajo arremolinándose en mi
nariz. Mi estómago estaba demasiado anudado para considerar comer algo.
—Adelante.
Empujé la puerta y entré, llevando una bandeja con un tazón de espagueti
aglio e oglio.
—Hice tu pasta favorita.
Adamo yacía sobre las sábanas, en pantalones de chándal, revelando la parte
superior de su cuerpo magullado. Su antebrazo con el tatuaje quemado estaba
expuesto como si lo hubiera estado mirando antes de que golpeara.
Adamo, se sentó torpemente.
—Gracias.
Me abrí paso por el estrecho pasillo de ropa sucia y coloqué la bandeja sobre
sus piernas.
—¿Me puedo quedar?
—Seguro —respondió Adamo. Levantó el tenedor y comenzó a comer—.
Está bueno.
—Me alegra que te guste. —Me quedé mirando las marcas azuladas sobre sus
costillas, su pómulo hinchado, el ojo quemado de su tatuaje de la Camorra—. Estoy
segura que Nino puede arreglarlo de alguna manera.
Adamo levantó la vista y luego siguió mi mirada.
—No, servirá como un recordatorio.
Asentí, a pesar de que dudaba que él necesitara un recordatorio adicional de
lo que había sucedido. Lo vería en sus sueños por mucho tiempo. El pasado era un
enemigo difícil de vencer.
—Nunca entendí lo que significaba sentirse impotente —dijo cuando terminó
de comer, mirándome con ojos enojados—. Estaba en sus manos y podían hacerme
lo que sea que quisieran. Estaba a su merced.
La bilis viajó por mi garganta cuando recordé ese sentimiento, estando a
merced de otro.
—Lo siento —murmuró Adamo. 154
—No —dije con firmeza—. Ya dejé de huir del pasado. Soy lo
suficientemente fuerte como para soportarlo.
Adamo asintió.
—Nunca más quiero volver a sentirme indefenso. Nunca más dejaré que
llegue tan lejos de nuevo. —Adamo miró su tatuaje—. Siempre pensé que mis
hermanos eran unos jodidos alarmistas al insistir en que entrene y pelee lo más
posible. Pensé que estaban intentando ser molestos, de mostrarme quién era el jefe;
incluso después de que la Organización atacara la Arena de Roger e intentara
matarnos a todos, no lo entendí, en realidad no, porque mis hermanos estuvieron allí
para protegerme. Siempre lo estuvieron. Me han protegido toda mi vida. Tenían que
hacerlo, porque era débil, porque no quería reconocer lo que era.
—Eras un niño.
—Pero ya no lo soy —dijo Adamo con dureza—. E incluso entonces podría
haber sido más fuerte si lo intentaba. Remo y Nino ya habían luchado por sus vidas
cuando eran niños, e incluso Savio entendió lo que se necesitaba para sobrevivir.
Aprendió lo necesario para asegurarse que todos sobreviviéramos. Pero yo no lo
hice porque no quería, y por eso, por mi egoísmo, Remo va a morir, y jamás me lo
perdonaré. Tampoco Nino, Savio y Fabiano.
Toqué la mano de Adamo.
—Por supuesto que lo harán.
—¡No deberían! —rugió, sorprendiéndome tanto que me puse de pie, lejos de
su furia. Adamo me miró fijamente con los ojos muy abiertos y angustiados, luego
bajó la cabeza y comenzó a reír suavemente, sacudiendo la cabeza—. Solo vete,
Kiara. Vete.
—Intenta dormir un poco, Adamo. Tu cuerpo y mente han pasado por mucho.
Necesitas tiempo para sanar. Date el tiempo.
Adamo no reaccionó, y no pude ver su rostro porque su cabello lo escondía
de mi vista. Aun así, me volví hacia él una vez más antes de salir.
—Remo no morirá. Simplemente no lo hará.
Cerré la puerta, luego me apoyé contra ella y cerré los ojos, dejando caer las
lágrimas.
Limpié toda la casa y cociné varios lotes de galletas y muffins, el plato
favorito de todos, después puse todo en los dos congeladores nuevos en el sótano.
Recogiendo un paño de cocina, comencé a secar las bandejas para hornear que había 155
lavado.
La puerta de la cocina se abrió y Fabiano entró, su expresión atrapada entre
sorpresa y alivio.
—¿Qué pasa?
—Nino me envió un mensaje.
Dejé caer todo y caminé hacia Fabiano, temblando de miedo.
—Serafina lo contactó. Dice que rescató a Remo.
—¿Está vivo?
Fabiano asintió lentamente, casi hipnotizado.
—Así parece. No sé los detalles. De hecho, no sé nada. El mensaje de Nino
fue breve, al grano como siempre, y no respondió cuando le pedí más información.
¿En serio podría ser? ¿Serafina había ayudado a Remo? ¿Pero cómo?
—¿Deberíamos decirle a Adamo?
Fabiano sacudió la cabeza.
—Está inestable. Si Serafina mintió y esto resulta ser una especie de trampa
retorcida, no quiero levantar sus esperanzas, solo para aplastarlas más tarde.
Tenía razón, pero Adamo necesitaba ver la luz al final del túnel, la necesitaba
más que nadie. Aun así asentí. Tenía mi celular en la mesa de la cocina, por si Nino
intentaba ponerse en contacto conmigo. Siempre se concentraba en su misión y solo
contactaba con Fabiano para darnos los detalles que necesitábamos. Así es cómo era
Nino. Nunca perdía el tiempo con mensajes o llamadas telefónicas si había una tarea
importante por delante.
Fabiano, Leona y yo nos sentamos en el sofá de la sala de juegos, sin hablar,
esperando, siempre esperando.
—Conociste a Serafina mejor que todos nosotros, ¿en serio crees que salvó a
Remo? —le preguntó Leona a Fabiano. Había estado intentando leer un libro para
sus clases, pero podía decir que estaba demasiado distraída, como el resto de
nosotros. Yo había estado contando los segundos desde que Fabiano me había dicho
de Serafina y Remo. Mientras más atención prestaba al tiempo, más lento pasaba.
Fabiano se pellizcó el puente de la nariz, luciendo exhausto.
—Maldita sea, no lo sé. La conocí de niña. Era buena para imponer su 156
voluntad y era leal. ¿Pero sacar a Remo de la cámara de tortura de Cavallaro y
ponerlo a salvo?
Me estremecí al pensar en lo que le habían hecho a Remo. Adamo ya estaba
bastante herido y no fue él quien secuestró a Serafina.
El teléfono de Fabiano sonó y todos nos tensamos. Lo tomó de la mesa, sus
ojos azules escaneando el mensaje rápidamente. Su expresión se iluminó de alivio.
—Lo tienen. Lo traerán a Las Vegas.
Cubrí mi boca, dejando escapar una risa atónita.
—¿Qué hay de Serafina?
—Nino no la mencionó, pero si ayudó a Remo a escapar, no puede regresar a
la Organización.
Fabiano abrazó a Leona y soltó un fuerte suspiro. Sonreí y me puse de pie,
dándoles tiempo. Fabiano amaba a Remo como un hermano. Había tratado de ser
fuerte, pero tenía tanto miedo por Remo como yo.
Corrí escaleras arriba hacia la parte de la mansión de Adamo, sintiendo que
podía volar. Remo viviría. Solo podía imaginar lo que Nino debe sentir ahora.
Golpeé mi puño contra la puerta y Adamo la abrió, pareciendo asustado.
—¿Está…?
Las lágrimas brotaron de mis ojos y sonreí.
—Nino y Savio lo rescataron.
—¿Vivo? —susurró Adamo, dando un paso atrás, comenzando a temblar.
—Sí. Serafina lo salvó. Estará aquí pronto.
Adamo y yo nos miramos el uno al otro y luego simplemente lo abracé.
Hizo una mueca, pero antes de que pudiera retroceder, me abrazó aún más
fuerte, tan fuerte que debe haberlo lastimado.
Pasaron varias horas antes de que finalmente llegara un automóvil. Fabiano
se apresuró hacia la puerta mientras yo corría escaleras arriba para buscar a Adamo.
Estaba en la ducha.
—¡Están aquí! —grité. 157
—¡Ya bajo!
Regresé corriendo escaleras abajo, tomé un desvío más allá de la biblioteca
donde Leona se había escondido para leer en paz. Abrí la puerta a toda prisa.
—¡Están aquí!
Sin esperar su respuesta, me apresuré hacia la parte principal de la casa,
escuchando la voz de Savio.
—¿Cómo está? —pregunté, luego me congelé por completo, incapaz de creer
lo que estaba viendo.
—Nino lo llevó al hospital —respondió Savio, pero no lo estaba mirando a él.
Serafina estaba parada en la sala de juegos con dos bebés en brazos, gemelos
y sin duda los hijos de Remo. Tenían sus ojos y cabello, y el niño incluso sus rasgos
faciales. Por un momento estaba segura de estar imaginando cosas.
Leona apareció detrás de mí y su boca cayó abierta. Definitivamente no era
mi imaginación. Remo era padre. Eran los bebés más lindos que hubiera visto en mi
vida.
Esos oscuros ojos expresivos te atraían como una polilla a la llama.
La niña comenzó a llorar, su cara poniéndose roja y su gemelo comenzó a
retorcerse en el brazo de Serafina ante el sonido.
—Necesito alimentarlos y cambiarles los pañales. Después necesitan un lugar
para dormir —dijo Serafina, mirándonos con incertidumbre. Intenté imaginar cómo
se sentía, volviendo al lugar donde la habían tenido cautiva, a las personas que la
habían arrancado de su familia y la trataron como al enemigo.
Savio y Fabiano tampoco parecían saber qué hacer.
Le di una sonrisa a Serafina, esperando tranquilizarla.
—¿Estaría bien si te llevo a la habitación en la que estuviste la última vez?
No quiero abrir las otras habitaciones en el ala de Remo. ¿O preferirías quedarte en
mi ala con Nino?
Serafina me dio una sonrisa irónica.
—Me quedaré en el ala de Remo.
Ayudé a Serafina a instalarse en el dormitorio y preparé la fórmula que había
traído. Mientras sostenía al niño, Nevio, en mis brazos y lo alimentaba, mi anhelo
por un hijo propio regresó con una fuerza tan feroz que me tomó por sorpresa. Con 158
suerte, las cosas ahora encajarían.
Dejé a Serafina y a los niños, incluso si me habría encantado ver dormir a los
bebés, y bajé las escaleras. Savio, Adamo, Fabiano y Leona estaban en la sala de
juegos en los sofás, todavía en estado de shock por la nueva incorporación al clan
Falcone.
Me dejé caer junto a Leona. Savio echó la cabeza hacia atrás y pareció que
estaba a punto de desmayarse del agotamiento.
Adamo me dio una mirada curiosa.
—¿Cómo está?
—Parece estar bien. Cansada, igual que los bebés. Están durmiendo ahora.
—Bebés —repitió Adamo con una sacudida de cabeza—. No puedo creer que
Remo tenga hijos. Tendré que verlos con mis propios ojos para poder asimilarlo.
Savio asintió, luego bostezó.
—Todavía no lo supero y he estado mirando a la muñequita y al pequeño
Remo durante horas.
—¿Muñequita? —pregunté con una sonrisa.
—¿Le echaste un vistazo a esa cara? Si pones a esa niña en un estante, nadie
se daría cuenta que no es una marioneta.
Fabiano se echó a reír.
—Mierda. Este… este es el día más extraño de mi vida, y he tenido un
montón de mierdas extrañas viviendo con ustedes, imbéciles.
—Fuiste responsable de al menos un cuarto de la mierda extraña, así que no
te hagas el santo —dijo Savio con una sonrisa.
Fabiano le mostró a Savio el dedo medio, que él devolvió. Adamo se echó a
reír, y luego se sujetó el costado con una mueca.
—La próxima patada en el culo va por mi cuenta —dijo Savio, empujando a
Adamo ligeramente.
—Si le patean el culo a alguien, entonces será a ti —respondió Adamo, parte
de la oscuridad desapareciendo de sus ojos.
Parpadeé rápidamente, intentando detener las lágrimas, pero sentí que me
habían quitado un peso de diez toneladas de mis hombros.
—Oh, vamos, no llores —dijo Savio con una mueca. 159
Leona puso los ojos en blanco y luego tomó mi mano.
—¿Estás bien?
—Solo estoy feliz.
—Cuando estoy feliz no lloro. En serio espero que no rompas a llorar cada
vez que Nino te da un final feliz.
Resoplé.
—Eres un idiota engreído —dijo Fabiano a Savio.
—Bueno, si todas las chicas comenzaran a llorar cuando las hago felices, Las
Vegas tendría su propio lago salado.
—Oh, cállate —dijo Leona con una risita—. Los orgasmos falsos no hacen
feliz a nadie. —Sus ojos se abrieron de par en par cuando las palabras salieron y me
eché a reír.
Por lo general, Leona era bastante contenida alrededor de los Falcone.
Fabiano la miró sorprendido y luego asintió apreciativamente. Había pasado
cada momento libre con los Falcone antes de conocer a Leona, pero debido a que
ella no estaba tan cómoda con la familia, sus visitas se habían vuelto menos
frecuentes. Tal vez esto cambiaría ahora que Leona parecía estar acostumbrándose a
ellos y que vivían a nuestro lado. Especialmente Remo todavía la asustaba. Tal vez
los bebés lo harían más accesible.
—Por lo general, te haría comer tus palabras, pero creo que a Fabiano no le
gustará si te muestro cómo se siente un orgasmo —dijo Savio.
—¿Ese tatuaje de toro te volvió aún más arrogante o se hundió mi tolerancia
a esas estupideces? —murmuró Fabiano.
Savio se encogió de hombros.
—A las señoritas les gusta.
—¿Qué? —pregunté—. ¿El tatuaje o tu arrogancia?
—Ambos —contestó Savio arrastrando la palabra, luego se puso de pie—. Es
tiempo de celebrar. Vamos a beber un trago.
—Remo todavía está en el hospital —le recordó Adamo.
Savio lo fulminó con la mirada.
160
—Remo está jodidamente bien. —Se dirigió hacia la barra y agarró una
botella de Brandy y varios vasos.
Después de dos tragos, me arrastré escaleras arriba, demasiado cansada para
quedarme despierta, incluso si me había prometido esperar a Nino. No había tenido
más que unas pocas palabras a las preguntas de Fabiano, de modo que supuse que
tendría que quedarse en el hospital con Remo por un tiempo.
Seguí girando y retorciéndome, incapaz de conciliar el sueño a pesar de
sentirme completamente exhausta. Al final, solo me tumbé de lado, mirando hacia la
puerta, como si eso hiciera que Nino regresara más rápido. Cuando la puerta
finalmente se abrió, me senté tan rápido que me dio vueltas la cabeza. Encendí la luz
y parpadeé contra el brillo hasta que al final Nino tomó forma. Nunca había
considerado que no regresaría porque no podía soportar la idea. Pero al verlo delante
de mí, me di cuenta de lo preocupada que había estado.
Nino cerró la puerta y avanzó hasta mí. No pude esperar. Salí de la cama y
volé a sus brazos, apretándolo contra mí casi desesperadamente.
—¿Estás bien?
Nino apartó algunos mechones de mi frente, luego me dio una sonrisa tensa.
—Remo está vivo y sanará por completo, así que sí, estoy bien.
—Me sentí tan aliviada cuando escuché que lograron sacarlo.
Nino asintió.
Evalué su rostro. Parecía exhausto y en sus ojos, descubrí una mirada que me
recordó a la que había tenido cuando tuvo su episodio. Había pasado por mucho.
—¿Por qué no vienes a la cama? ¿Necesitas dormir, o tienes que regresar al
hospital?
—Remo está aquí. No habría querido quedarse en un hospital. Está estable y
sanará mejor rodeado de personas en las que confía. De lo contrario, siempre estará
atento y no se relajará. —Nino me besó lenta y dulcemente—. ¿Estás de acuerdo con
que los niños estén en la mansión?
La confusión me inundó. Nino sabía cuánto amaba a los niños.
—Por supuesto. ¿Por qué no lo estaría? Amo a los niños.
Nino inclinó su cabeza, sus dedos moviéndose hacia mi garganta, sobre mi
pulso.
161
—No estaba seguro si eso te perturbaría viendo que aún no estás embarazada.
Sacudí mi cabeza, ignorando la forma en que mi estómago se apretó.
—Creo que es maravilloso que ahora tengamos niños en esta casa. Será
bueno para Remo, para todos ustedes. ¿Cómo podría resentir a otra persona por
tener hijos solo porque todavía no los tengo? No mejoraría mi situación. No puedo
esperar para verlos crecer. —Hice una pausa—. Se quedarán aquí, ¿verdad?
Serafina y Remo tenían mucho que resolver. No estaba segura de lo que
Serafina sentía por él, pero Remo nunca la había superado.
—Remo jamás los dejará ir. Le dio a Serafina una opción, y ahora ella la ha
tomado. No hay vuelta atrás. No lo permitirá. —Nino miró su reloj—. Creo que
debería volver a Remo. Alguien debe vigilarlo.
—Te ves exhausto. Déjame vigilarlo.
—Tengo que hacerlo —murmuró Nino, y lo entendía. Casi había perdido a su
hermano—. Hay un sofá en la habitación. Si quieres, puedes dormir allí.
—Eso suena como un buen plan. Quiero estar cerca de ti.
Nino me dio un beso en la frente.
—Y yo te necesito cerca. El problema de tener emociones es que te das
cuenta de lo mucho que puedes perder.
—No me perderás ni a mí ni a Remo, ni a nadie más.
Nino entrelazó nuestros dedos y me llevó a la habitación donde yacía Remo.
La ira me atravesó cuando vi a Remo en la cama. La mayor parte de su
cuerpo estaba cubierto de vendajes y las partes que no, estaban magulladas. Tenía el
cabello pegado a la cabeza con sangre. Aun así, su pecho subía y bajaba.
Nino y Remo habían hecho cosas peores a sus enemigos, pero ninguno de
ellos me importaba, solo me importaba mi familia.
—Es fuerte. Y esto solo lo hará más fuerte.
No lo dudaba, especialmente ahora que tenía hijos que proteger. Remo se
alzaría, como Nino y él se habían alzado después de que su madre hubiera intentado
matarlos. Mientras los hermanos se tuvieran entre sí, prevalecerían.
162
N ino y yo nos quedamos dormidos en el sofá de la habitación de
Remo y, como siempre, Nino despertó al amanecer. Mientras Nino
revisaba a su hermano, me di una ducha rápida antes de bajar para
preparar el desayuno para nuestra nueva y más grande familia.
Las cosas con Serafina seguían siendo extrañas, no tanto entre ella y yo, sino
definitivamente con los hombres Falcone. Le tomaría tiempo acostumbrarse a esta
nueva vida.
Después del desayuno, ayudé a Serafina a mantener entretenidos a los
gemelos. Habíamos extendido una manta en el piso de la sala de juegos y habíamos
163
creado juguetes a partir de cosas comunes como frascos llenos de garbanzos secos
que funcionaron como un sonajero, sartenes y cucharas de madera para que Nevio
pudiera hacer ruido.
—Tendremos que ir de compras pronto. Los niños y tú necesitan muchas
cosas.
Serafina suspiró.
—Dejé todo atrás.
Tenía el presentimiento de que no solo se refería a cosas materiales. Desde
que llegó, me había estado preguntando cómo había logrado salvar a Remo, pero
tenía la sensación de que todavía no estaba lista para discutir los acontecimientos.
Nevio comenzó a buscar uno de los libros ilustrados y lo alcancé, luego miré a
Serafina para pedirle permiso. Ella asintió con una sonrisa antes de pasar la página
del libro que le estaba mostrando a Greta. La niña me había ignorado
principalmente, excepto por algunas miradas tímidas. Nevio era todo lo contrario. Él
rio cuando lo alcé sobre mi regazo y alcanzó mi cabello.
—Cuidado. Le gusta tirar.
Aparté mi cabello y luego lo presioné contra mi cuerpo de modo que se
sentara derecho antes de abrir plenamente el libro de imágenes frente a su cara.
Nino entró en la habitación. Había estado cuidando a Remo toda la mañana.
Nevio estaba parloteando felizmente y no pude evitar sonreír ante sus
payasadas adorables.
—Remo acaba de despertar.
Serafina se fue rápidamente a ver a Remo mientras Nino y yo vigilamos a sus
bebés. Empecé a cantar una canción que mi madre me había cantado cuando era una
niña, y para mi alivio calmó a Greta. Todavía me miraba críticamente, pero
definitivamente estaba hipnotizada por el canto.
Sin embargo, Nevio solo tenía ojos para los tatuajes de Nino y palmeó el
antebrazo de Nino con entusiasmo. Seguí cantando y meciendo a Greta a medida
que veía a Nino con Nevio. Fue hermoso ver cuán paciente y tranquilo lucía Nino
con Nevio, quien rebotaba y agarraba su piel como si pudiera arrancarle los tatuajes.
Soltó un chillido encantado, haciendo que Greta se inclinara hacia él, con una
sonrisa vacilante.
Mi corazón estaba a punto de explotar por la ternura.
Savio entró y sacudió la cabeza al vernos.
164
—No me digas que también quieres algunos de ellos.
Nino me echó un vistazo y luego miró a su hermano, quien pareció darse
cuenta de que algo estaba pasando. Un breve destello de realización en su rostro se
desvaneció bajo su máscara habitual de niño bonito.
Savio se inclinó sobre Greta.
—Hola muñequita…
Antes de que pudiera advertirle, la cara de Greta se arrugó y comenzó a llorar,
esas mejillas regordetas suyas poniéndose rojas. Savio se enderezó de golpe,
levantando las manos.
—Vamos, muñequita, las chicas nunca lloran cuando me ven.
Le di una mirada de reproche.
—La próxima vez no te inclines sobre ella.
—Creo que Nevio necesita un nuevo pañal —dijo Nino.
La boca de Savio se curvó.
—De acuerdo. Popo y niñas llorando. Esa es mi señal para irme.
—Puedo cambiar su pañal —dije, levantándome cuidadosamente con Greta
en mi brazo. Se había calmado ahora que Savio estaba fuera de la vista.
Nino me dio una sonrisa irónica.
—Creo que he cambiado más pañales que tú.
—Adamo —supuse.
Asintiendo, Nino se levantó con Nevio y juntos entramos en el baño de
visitas que guardaba algunos pañales, luego pusimos una toalla en el suelo.
—Necesitamos comprar todo para los bebés, y preparar una habitación para
ellos.
—Eso es lo que dijo Remo —murmuró Nino.
Le sonreí a Greta, acariciando su brazo. Miraba a Nino quien intentaba
desnudar a un Nevio retorciéndose.
—No tienes que preocuparte por tu hermano, Greta. Nino va a tener mucho
cuidado con él.
Nino me miró por encima del hombro. 165
—Es bueno que hables con ella y no uses balbuceos infantiles como hacen
algunas personas.
—Sabía que lo aprobarías —dije con una carcajada.
Nino asintió antes de volver su atención a Nevio, cuyas piernas sostenía en
una mano para detener las patadas.
—Serás la mejor madre del mundo —murmuró Nino. Me mordí el labio,
observando como Nino finalmente sacaba el pañal de Nevio y lo arrojaba a la
basura—. Tendrás un hijo, o tantos como quieras, Kiara. Lo harás. —Nino levantó la
vista, y la determinación en sus ojos calmó mi mente ansiosa como siempre.
—Lo sé.
Remo era un paciente difícil, lo cual no era una sorpresa. Nunca le había
gustado verse débil frente a otros, ni siquiera frente a mí. Adamo tampoco me lo
hizo mucho más fácil. La primera vez que lo revisé la mañana después de haber
llevado a Remo a casa, no estaba en su cama, descansando, sino afuera fumando.
—La nicotina es un veneno. Tu cuerpo tiene que gastar recursos adicionales
para limpiar esas toxinas que deberías usar en su lugar para curar tus heridas —le
dije.
Él levantó la vista. Su rostro todavía estaba hinchado, de modo que era difícil
leer su expresión.
—Lo que no te mata te hace más fuerte, ¿verdad?
Fruncí el ceño ante su tono amargo.
—Necesito echar un vistazo a tus heridas. —Señalé su antebrazo—. Deberías
haberte mantenido las vendas puestas. Estás arriesgándote a que la suciedad entre en
tus heridas de quemaduras.
Adamo tomó otra larga calada de su cigarrillo antes de aplastarlo debajo de su
zapatilla.
—Estoy bien.
—No lo estás. Ahora déjame revisarte. Sugeriría que vayamos adentro.
—Deberías cuidar a Remo, no a mí.
—Lo hice, y él se está recuperando, pero también necesitamos que tú sanes.
—Adamo se puso de pie y me siguió—. No te culpes por lo que le sucedió a Remo
—añadí mientras lo conducía hacia la enfermería que habíamos amueblado hace
unos meses. 168
—¿A quién más debería culpar? Dejé que me atraparan. Jamás habrían
conseguido a Remo sin que eso pasara.
No lo contradije.
—Concentra tu ira en cosas que en realidad puedes cambiar. Concéntrate en
hacerte más fuerte, en tomar decisiones más sabias…
—¿En vengarme?
—Eso también —respondí en voz baja—. Hiciste que C.J. te cubriese cuando
desapareciste en esa carrera contra las claras órdenes de Remo…
—No —dijo Adamo con dureza—. Déjala fuera de esto. Ella no sabía a
dónde iba. Le pedí que fingiera que estaba conmigo, eso es todo.
Contemplé a Adamo por mucho tiempo.
—¿Qué está pasando entre tú y ella?
—Nada —murmuró, apartando la vista.
—Nada no la haría guardar secretos por ti. Estás pasando mucho tiempo con
ella. Si es para que así puedas conseguir más experiencia, es comprensible, pero no
lo conviertas en más que eso, Adamo. La gente siempre intenta ganar algo al estar
cerca de nosotros, y una prostituta de uno de nuestros establecimientos ciertamente
no será la excepción.
Adamo me ignoró a favor de mirar su herida.
No me reveló los detalles de su relación con C.J. Tendría que hablar con ella
yo mismo.
Esa tarde me dirigí al Sugar Trap, sabiendo que C.J. tenía un turno. Asentí a
Jerry como saludo cuando entré.
—¿C.J. está en su habitación?
—Sí, pero está con alguien. Deberían terminar en diez. Solo reservó treinta
minutos.
Asentí y me dirigí hacia la habitación, luego esperé inclinándome frente a la
puerta. Como dijo Jerry, la puerta se abrió diez minutos después frente a C.J. y un
hombre de mediana edad con gafas y una barriga prominente. Se me hizo como un
vendedor de seguros, o algo similar, con una mujer embarazada en casa quien no
querría ni intentarlo con él estando en el último trimestre.
169
Su rostro se puso rojo cuando me vio y se excusó rápidamente. C.J. me
observó con incertidumbre. Me aparté de la pared y caminé hacia ella.
Ella retrocedió, aferrando una toalla alrededor de su cuerpo. Entré en su
habitación y cerré la puerta, luego me fijé en las sábanas revueltas de la cama
ovalada y el condón en el suelo.
C.J. lo recogió y lo desechó, después habló sin mirarme:
—Puedo hacer que alguien cambie las sábanas y tomar una ducha rápida si no
te importa esperar.
—No estoy aquí por sexo. Tengo esposa.
Inclinó la cabeza hacia arriba, tensa.
—No lo sabía. En serio, no lo hacía. Solo quería ayudarlo.
Me acerqué más.
—¿Qué no sabías?
Tragó con fuerza.
—Que iría a esa carrera… solo quería ayudar.
—¿A dónde pensaste que iría? Tendría que ser algún lugar que
desaprobáramos o no tendría que pedirte que lo cubras.
Su pulso martilleaba en su garganta, su pecho agitándose con miedo
creciente.
—No pregunté. Adamo siempre dice que es mejor si sé lo menos posible para
así no tener problemas contigo.
Estudié su rostro de cerca, intentando detectar si estaba mintiendo. Su mirada
se posó en mi pecho.
—Levanta la vista. —Ella alzó los ojos. Estaba asustada, pero no percibí
ningún engaño—. ¿Qué está pasando entre tú y Adamo? La verdad —exigí.
—Viene a hablar, al principio solo habla…
—¿De qué?
Ella parpadeó.
—Sobre la escuela, sobre Harper, sobre las carreras, de hecho cualquier cosa.
Nunca de negocios, lo juro.
170
Asentí.
—Sigue.
—Pero luego dormimos juntos. Pensé que eso era lo que debía hacer.
—Tienen sexo, está bien, pero eso no es todo.
—Cuando tenemos relaciones sexuales, no se queda solo por el acto.
Hablamos de antemano y luego después, y… —Sus mejillas se pusieron rojas—. Y
a veces nos acostamos en los brazos del otro. Es menos como una relación de trabajo
y más como amigos con beneficios.
Estreché mis ojos.
—¿Por qué estás haciendo esto? Si crees que puedes sacar algo de eso, es
mejor que tengas cuidado.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—No lo estoy usando. ¿Por qué no me gustaría pasar tiempo con él? Me
compensan por pasar tiempo con él como lo hago con cada cliente, y él es amable y
considerado, y disfruto estar con él. —Su rostro se puso aún más rojo.
—Entonces solo estás haciendo esto porque el sexo con mi hermano es
agradable para ti y te permite tener menos clientes desagradables.
Miró hacia otro lado.
—Sí.
—De acuerdo. No tengo ningún problema con eso, pero no cruces ninguna
línea, C.J., ¿entendido? —Asintió levemente—. Adamo podría necesitarte ahora más
que nunca, así que cuídalo bien.
Me fui, satisfecho con mis hallazgos.
No me importaba si Adamo solo se follaba a C.J., incluso si sus sesiones más
largas costaran una fortuna. No es que mis hermanos y yo no hubiéramos utilizado
los servicios de nuestras prostitutas.
Por supuesto, nunca tuvimos que pagar tanto porque no las mantuvimos
alrededor por horas. Si Adamo necesitaba el tiempo adicional, podría tenerlo. En su
estado mental actual, me alegraba cualquier cosa que lograra distraerlo. Las pocas
conversaciones que había tenido con él desde que había sido liberado despertaron
mis preocupaciones. Su angustia y rabia me recordaban los primeros días de Remo.
Y no pensaba que Adamo pudiera lidiar con eso como lo hizo mi hermano mayor. 171
Por el contrario, podría destruir a Adamo.
Kiara estaba aún más entusiasmada con la Navidad que el año anterior,
prácticamente rebotando de alegría a medida que decoraba toda la casa y horneaba
para nosotros.
La presencia de Greta y Nevio, aunque la hacía darse cuenta de lo mucho que
deseaba tener hijos propios, también la mantenía distraída. Esos dos daban mucho
trabajo, y Kiara ayudaba a Serafina gustosamente mientras Remo tenía que sanar.
A medida que avanzó la Navidad, tanto Remo como Adamo estuvieron
mejor, y la mayoría de sus heridas externas se habían curado. Estábamos sentados en
la sala de juegos, discutiendo cómo organizar algunas carreras futuras, teniendo que
volver a los negocios a pesar de los eventos. Stefano insistió en mantener su
territorio fuera del asunto en los próximos meses mientras intentaba establecer su
gobierno. Sus hombres habían sufrido suficientes pérdidas y otro ataque de la
Organización podría desmoralizarlos. Necesitaba parecer fuerte si quería convencer
a sus escépticos y enemigos.
—No me gusta —gruñó Remo—. No quiero que Cavallaro piense que nos ha
impactado.
Savio se encogió de hombros.
—¿Qué nos importa lo que piense ese imbécil? Pronto pagará por esa mierda
que montó.
—Debería pagar ahora mismo —dijo Adamo, trazando las cicatrices de
quemaduras en su antebrazo.
—La venganza lleva tiempo. Tenemos que pensar en nuestros próximos
movimientos con cuidado y no entrar en esto cegados por la furia.
Remo me fulminó con la mirada, pero sabía que tenía razón. Estaba cabreado,
más en beneficio de Adamo que en el suyo; sin mencionar que no perdonaría a la
Organización por tratar a sus hijos como menos solo porque eran suyos.
—Estoy de acuerdo con Nino —dijo Savio con firmeza—. Prefiero golpearlo
fuerte de modo que no pueda levantarse nunca más que apuntar a un golpe rápido. 172
Remo se echó hacia atrás con un suspiro. En última instancia era su decisión.
A pesar de ser Capo, a menudo escuchaba lo que teníamos que decir.
Serafina entró con los gemelos en sus brazos.
—¿Pueden vigilarlos?
Remo se enderezó, mirando a Serafina como siempre lo hacía: con un toque
de confusión y anhelo. No estaba seguro si él estaba inseguro en cuanto a sus
propios sentimientos o los de ella.
Serafina se encontró con mi mirada.
—¿Puedes tomar a Nevio?
Me puse de pie de inmediato y lo tomé. Nevio intentó agarrar mis tatuajes
nuevamente, con los ojos muy abiertos y la boca abierta como si los estuviera
viendo por primera vez.
Serafina se acercó a Remo y después de que mi hermano le hablara a su hija
en voz baja, tomó a Greta. Nada en Remo era delicado, ni ahora ni nunca, y jamás lo
había escuchado hablar antes en ese tono. Savio y Adamo me dieron miradas
inquisitivas mientras me sentaba una vez más. Remo agitó un sonajero frente a la
cara de Greta cuando se unió a nosotros y se dejó caer a mi lado. La mirada en sus
ojos a medida que veía a su hija me dio una mejor comprensión de por qué Kiara
quería tanto a los niños. Hablaba de un amor altruista e incontaminado que era raro
en nuestro mundo.
—Supongo que es el final de mis días de prostitución en la casa —se quejó
Savio.
Remo levantó la vista de Greta, entrecerrando los ojos.
—No quiero ni a una maldita puta cerca de mis hijos.
Greta lloró por la dureza en su voz, y los labios de Remo se apretaron. Logró
calmarla rápidamente otra vez.
Nevio comenzó a masticar mi dedo índice. Aún no tenía dientes, así que no
podía hacer ningún daño real. Greta se acomodó pacíficamente en el hueco del brazo
de Remo con el tiempo y observó todo con esos grandes ojos.
Adamo le dio un pequeño saludo y ella lo observó en silencio mientras Nevio
intentaba arrastrarse de mi regazo. Lo dejé descubrir el sofá, sosteniéndolo por la
cintura cada vez que se acercaba demasiado a caerse.
173
—Va a ser un pequeño DEC, ya puedo decirlo —dijo Savio.
La boca de Remo se crispó mientras veía a su hijo intentar zambullirse del
sofá.
—He practicado con los DEC criándote a ti y a Adamo.
Savio sonrió, recostándose contra el sofá y estirando los brazos.
—Estoy seguro que he sido toda una delicia —dijo y asintió hacia Adamo
quien se encorvaba a su lado—. Pero él tiene DEC escrito en toda la frente y PEA en
toda la entrepierna.
—Vete a la mierda —dijo Adamo, pero no pareció tan enojado como lo había
estado en el pasado. A duras penas pareció importarle la broma. Remo me envió una
mirada significativa; por supuesto que él también lo había notado. Adamo estaba
creciendo más rápido de lo esperado.
—¿No vas a reprenderlo por usar “mierda” delante de tu preciosa
descendencia?
Remo acarició el brazo de Greta.
—Al crecer en esta casa, mis hijos probablemente dirán “mierda” antes que
nada.
—O podría intentar enseñarles algunas palabras más interesantes… —
reflexionó Savio, intercambiando una mirada con Adamo, quien sacudió la cabeza
con una pequeña risa.
—Si uno de mis hijos dice coño, polla o pene como primera palabra, te
enviaré a Kansas City para ayudar a Stefano a controlar a su gente, ¿entendido?
—Podrían aprenderlo de alguien más.
Remo levantó las cejas y Savio sonrió.
—Kansas City, Savio.
Suspiró.
—En serio que ya no hay diversión en esta casa.
174
—¿H as oído? —pregunté con entusiasmo mientras me
dirigía hacia Leona. Estaba sentada en su terraza con
un libro en su regazo. Me encantaba poder ir a visitarla
cuando quisiera, ahora que la valla entre las casas había sido derribada—. Remo le
pidió a Serafina que se case con él. Bueno, en realidad no fue una pregunta, pero con
Remo era de esperarse.
Leona levantó la vista y asintió con una sonrisa tensa.
—Sí, Fabiano lo mencionó. ¿Cuándo van a casarse?
Me dejé caer en la silla a su lado, confundida por su estado de ánimo. 175
—En mayo, después del primer cumpleaños de los gemelos. No puedo
esperar para organizar todo. Será asombroso. ¿Me ayudarás?
Leona asintió nuevamente.
—Seguro. —Capté el indicio de incertidumbre en su rostro y me detuve.
—¿Está todo bien?
—No es nada… quiero decir, es ridículo. Yo… —Sacudió la cabeza—. Estoy
siendo estúpida, ignórame.
—No —dije, inclinándome hacia delante—. ¿Es porque quieres que Fabiano
te pida que te cases con él?
—No… quiero decir, tal vez. Hemos estado juntos durante dos años, lo cual
no es mucho considerando los estándares normales, pero sé cómo son las cosas en su
mundo, incluso en la Camorra, que no es tan conservadora. Y Fabiano creció en la
Organización y ellos siguen siendo muy tradicionales, así que solo me pregunto qué
lo está frenando.
—Tal vez solo está esperando el momento adecuado.
Leona miró el brazalete adornando su muñeca.
—¿Y si se dio cuenta que quiere una mujer italiana? Fabiano es tradicional en
muchos aspectos, así que tal vez decidió que no soy apta para convertirme en su
esposa, una Scuderi.
—Ahora estás siendo ridícula —la regañé con suavidad—. Fabiano te ama.
Es obvio por la forma en que te mira. E incluso te consiguió esta mansión. Solo dale
tiempo. Te preguntará eventualmente.
—Consiguió esta mansión porque quiere estar cerca de sus hermanos por
elección —dijo Leona suavemente.
Hermanos por elección, ese era el término perfecto para Fabiano y los
Falcone. Le di a Leona una mirada de reprensión.
—Y porque quiere que ustedes dos tengan suficiente espacio el uno para el
otro y una familia.
—Probablemente tienes razón, y en realidad debería centrarme en mis clases
y no preocuparme por casarme.
Sonreí.
Leona se quedó mirando a lo lejos y luego sonrió. 176
—¿Qué tal una despedida de soltera? Una noche entre chicas donde, por una
vez, nos emborrachemos ridículamente y nos divirtamos.
Lo consideré.
—Nunca he ido de fiesta.
Los ojos de Leona se abrieron por completo.
—Tenemos que cambiar eso.
—¿Te han permitido ir de fiesta?
Leona rio.
—Bueno, Fabiano estaba conmigo cada vez que iba a un club. Es un gran
bailarín.
—Podríamos llevar a Serafina a un club, bailar, beber y divertirnos. Solo
seríamos nosotras, porque las amigas de Serafina están en Minneapolis, así que… —
Me detuve. En realidad, no había hecho amigos en Las Vegas, no es que lo hubiera
intentado y simplemente no había salido a conocer gente nueva. A Leona y a mí nos
encantaba pasar tiempo juntas, y tenía el presentimiento de que pronto Serafina sería
una parte importante de nuestro grupo unido.
—¿Crees que puedes convencer a Nino y Remo para que te dejen ir de fiesta?
—No creo que les importe, si ignoras el aspecto de la seguridad. Eso será un
problema. Insistirán en que tengamos guardias, y realmente no confían en muchas
personas a nuestro alrededor.
—No es una despedida de solteras si uno de nuestros hombres está allí.
—Sí, tal vez Savio y su amigo Diego podrían protegernos.
—Eso podría funcionar. Intentaré convencer a Fabiano, y tú trabaja tu magia
en Nino y Remo. ¡Serafina no puede saber de antemano!
Suspiré. Convencer tanto a Remo como a Nino no sería fácil.
Leona y yo hablamos sobre la última serie que vimos hasta que finalmente
me fui para que así Leona pudiera leer un poco más y porque quería trabajar en una
nueva pieza de piano.
Fui al baño porque me dolía un poco la cabeza. Al abrir el cajón de píldoras,
me congelé cuando vi mi alijo de pruebas de embarazo. Agarré algo para mi dolor
de cabeza rápidamente. Teníamos una despedida de soltera y una boda por
organizar, no había tiempo para obsesionarse con mis problemas. Nino tenía razón, 177
necesitaba relajarme.
Después de tomar una píldora, me instalé en mi piano y comencé a tocar,
perdiéndome en la música como siempre.
Sonó un golpe, haciéndome saltar, y la melodía murió en un gemido bajo.
Adamo estaba de pie frente a la ventana francesa, con un cigarrillo en la
mano. Sonreí y le indiqué que entrara. Después de dar una última calada a su
cigarrillo y pisotearlo en el suelo, abrió la puerta y entró.
—No olvides recoger la colilla más tarde o Nino tendrá tu trasero —le dije
con una sonrisa.
Adamo asintió, sin sonrisa, nada. Sombras se extendían bajo sus ojos cuando
se acercó al piano y se dejó caer a mi lado en el banco. Cuando no dijo nada,
comencé a tocar de nuevo, intentando suprimir mi torrente de preguntas queriendo
escapar a toda prisa. Habían pasado meses desde su captura, y su cuerpo se había
curado y cicatrizado. Pero se había vuelto más hermético.
Después de que la melodía terminara, el silencio cayó sobre nosotros hasta
que no pude soportarlo más.
—Te vas muy seguido.
—Estoy con C.J.
Me mordí el labio.
—¿En el Sugar Trap?
—Allí y en su apartamento.
Adamo tenía quince años. C.J. al menos veintiocho.
—¿Están juntos? —pregunté, intentando evitar el juicio en mi voz de modo
que Adamo no volviera a cerrarse.
Sus ojos se alzaron hacia los míos, y una sonrisa irónica levantó sus labios.
Todavía recordaba sus sonrisas sinceras y amables de antes.
—Somos amigos con beneficios.
Parpadeé, luego asentí, sin saber qué decir a eso. Mi lado protector me hacía
preguntarme qué sacaba ella de eso. C.J. parecía agradable, pero ¿por qué saldría
con un adolescente sin razón alguna?
Serafina entró con Greta y Nevio, y entonces se detuvo cuando me vio con
Adamo. Él se levantó. 178
—Hola, de todos modos tengo que irme. —Sin decir una palabra más, salió,
sin llevarse la colilla consigo.
Me levanté, frunciendo el ceño, la recogí y arrojé a la basura junto a mi piano
que estaba reservada para papeles con mis garabatos.
—¿Sigue sufriendo por lo que pasó? —preguntó Serafina.
Asentí. Me había dado cuenta que Adamo a menudo evitaba la presencia de
Serafina. Cuando él estaba cerca de ella, Adamo era amable, pero se aseguraba de
irse la mayor parte del tiempo.
—¿Quieres que me encargue de Nevio?
Serafina me lo entregó y le sonreí ante su rostro sonriente.
—Quería preguntarte si quieres venir cuando vaya a comprar el vestido de
novia. —Todavía no estaba segura si éramos amigas. Tal vez pensaba que solo
estaba siendo amable porque me sentía obligada, y aunque eso podría haber sido
cierto al principio, honestamente me agradaba Serafina, no solo porque era una
madre estupenda, sino también porque era amable y dura, y amaba a Remo.
—Sí, por supuesto —respondí—. ¿Te importaría si Leona viene?
—Me encantaría que esté allí. Aunque, no estoy segura si ella querría, porque
no la conozco tan bien.
—Aún no, pero todos somos familia, así que tarde o temprano lo harás. Y no
puedo esperar para buscarte un vestido. Estoy muy emocionada de planear esto por
ti.
Serafina rio.
—Mi última boda tardó dos años en planearse y nunca sucedió, pero esta vez
solo tenemos meses.
—¿Te preocupa que no sea un asunto lo suficientemente grande?
Serafina sacudió la cabeza, meciendo a Greta suavemente, quien se estaba
retorciendo.
—No, Remo y yo no queremos nada grande. Solo una boda familiar, nada
lujoso.
—Eso es perfecto. ¿De qué sirve tener cientos de invitados que apenas
conoces?
El rostro de Serafina se iluminó. 179
—¿Verdad?
Apenas pude contenerme y evitar preguntarle lo que quería hacer para su
despedida de soltera. Reprimí el impulso. Eso tenía que ser una sorpresa.
Nino, Fabiano y Remo al final acordaron con que fuéramos a bailar; por
supuesto, bajo ciertas condiciones. Los tres se quedarían en casa y cuidarían a los
gemelos mientras lleváramos a Savio, Adamo y Diego con nosotras. Y, por
supuesto, mantenernos en contacto a través de Savio en caso de que alguien
necesitara intervenir, lo que no sucedería. Ya era abril y solo faltaba un mes para la
boda, así que ya era hora de que finalmente fuéramos a nuestra despedida de soltera.
Serafina, Leona y yo nos preparamos juntas en el tocador de Leona mientras
los hombres se quedaban en la mansión Falcone. Había comprado un minivestido
ajustado para la ocasión que hacía que mi sangre latiera más rápido por los nervios
de usarlo junto a los tacones rojos a juego.
Leona sacudió la cabeza.
—Los hombres van a tropezarse entre ellos para bailar contigo.
Mis ojos se posaron sobre Leona en pantalones cortos, una blusa ajustada y
tacones altos, y Serafina en un minivestido brillante.
—Creo que les será difícil elegir.
Nos reímos y chocamos nuestras copas. Habíamos terminado una botella de
vino espumoso mientras nos preparábamos y ya estábamos sintiendo un buen
zumbido.
Serafina se bebió el vino restante y dejó la copa con un tintineo.
—Vamos a mostrarles a nuestros hombres por qué es mejor que nos aprecien.
Leona sonrió y sacudí mi cabeza con una risita.
—Después de todo, decidirán no dejarnos salir —dijo Leona—. Fabiano es
súper celoso. No le gustará esto.
—Lo superará —dijo Serafina.
—¿Remo es celoso? —pregunté con curiosidad. 180
Serafina se encogió de hombros.
—Dijo que mataría a cualquiera que me toque, así que supongo que sí.
Leona puso los ojos en blanco.
—Los hombres de la mafia son muy posesivos.
—Lo son —coincidí. Nino en realidad nunca había mostrado celos, pero
nunca había tenido razón para hacerlo.
Encontramos a nuestros hombres con Savio y Adamo en la sala de juegos,
tomando bebidas.
—Mierda —exclamó Savio cuando nos vio, dejando su vaso. Ya estaba
vestido para la ocasión. Pantalones ajustados de color azul oscuro y una camisa de
vestir blanca aún más ajustada que mostraba su cuerpo musculoso. Tendría más
problemas para defenderse de las admiradoras que nosotras—. Adamo, estamos
jodidos. Solo podemos renunciar a este trabajo.
Los otros hombres se volvieron, y sus reacciones fueron una mezcla de
sorpresa boquiabierta y ceños desaprobadores; Adamo y Savio los primeros, Remo,
Nino y Fabiano los últimos.
—¿Qué demonios es esa cosa que llevas puesta? —me preguntó Savio.
—Es un vestido —respondí, sonrojándome.
—Sé cómo se ven los vestidos y no es así. Eso es como el hijo ilegitimo de
una camiseta y un pañuelo —dijo Savio.
Ignorándolo, le di a Nino una sonrisa esperanzadora y él se acercó y tomó mi
cintura antes de susurrarme al oído:
—No te embriagues demasiado. Quiero meterme debajo de ese vestido y
enterrar mi cara entre tus piernas esta noche. Quiero que pienses en mi lengua en tu
coño cuando bailes más tarde… que imagines lo duro que te corres cuando te lamo,
y lo volverás a hacer, esta noche, si te mantienes lo suficientemente lúcida.
Mis mejillas se calentaron y tuve que reprimir una risa avergonzada. Nino se
apartó, luciendo tan fresco como una lechuga.
Savio dejó escapar un silbido bajo.
—Tu cara combina de maravilla con el color de tu vestido. —Pensé en
estrangularlo con la correa de mi bolso—. ¿Cómo carajo se supone que evitaremos
que los hombres se abalancen sobre ellas? Va a ser un trabajo de mierda. 181
—Si alguien toca a Kiara, me llamas de inmediato, Savio.
—Nino —comencé con una pequeña risita—. No vas a arruinarle la
despedida de soltera de Serafina matando a nadie.
Nino me contempló con esa calma estoica que decía que nada de lo que dije
lo haría cambiaría de opinión.
—Hoy solo los capturaré. Los mataré mañana.
—Eso suena razonable —dijo Serafina poniendo los ojos en blanco.
Leona estaba ocupada aplacando a Fabiano de cualquier modo sobreprotector
en el que se encontraba. Solo Remo parecía sorprendentemente tranquilo. Me dio
una sonrisa torcida y besó a Serafina con fiereza. La mirada que ella le dirigió
después me habría hecho sonrojar aún más si no estuviera con la cara roja.
—Las vigilan de cerca, ¿entendido? —le dijo Remo a sus hermanos después
de separarse del beso.
Savio suspiro.
—Déjame adivinar, me vas a enviar a Kansas si no lo hago, ¿verdad?
—Si tienes suerte —dijo Remo.
Nino acarició mi trasero ligeramente.
—Recuerda lo que te dije.
—El Cosmos es el mejor club en Las Vegas en este momento —dijo Savio
mientras estacionaba en el callejón.
Leona, Serafina y yo nos sentábamos en el asiento trasero del SUV mientras
Adamo y Savio formaban el frente.
—¿Alguna vez has estado en un club, Adamo? —pregunté con curiosidad.
Adamo miró hacia atrás.
—Seguro. Unas pocas veces.
Savio asintió hacia el frente. 182
—Ahí están Mick y Diego.
Todos salimos del auto y nos dirigimos hacia los hombres esperando. Como
Savio, iban vestidos con pantalones ajustados y camisas de vestir que acentuaban
sus cuerpos musculosos. Diego y Mick perdieron la compostura por un momento al
vernos.
—Les daré un segundo más para controlar sus jodidas pollas o les patearé el
culo —dijo Savio.
Diego y Mick apartaron los ojos de inmediato. Diego era el más fornido de
los dos, de hombros anchos, todo un luchador, mientras que Mick parecía un
corredor, alto, con más músculo fibroso. Savio estrechó cada mano brevemente
antes de asentir hacia nosotras.
—Leona, la chica de Fabiano, Serafina es la esposa de Remo, y Kiara, la
esposa de Nino. ¿No creo que tenga que decir más?
Diego nos dio una sonrisa educada. Su mirada tenía problemas para no
desviarse por debajo de nuestras caras. Adamo se nos acercó.
—Hola.
Les estrechó las manos y luego metió la suya en los bolsillos de sus jeans
negros y comprobó nuestro entorno. Al final del callejón, vimos parte de la fila
esperando para entrar.
—Entonces, ¿cómo hacemos esto? —preguntó Diego, arremangándose.
—¿Uno contra uno? —sugirió Mick, haciendo lo mismo.
Savio entrecerró los ojos pensando. Sus mangas ya estaban enrolladas.
Leona me envió una mirada inquisitiva.
—Arremángate, Adamo —dijo Savio.
Adamo resopló pero hizo lo que se le pidió. Las miradas de Diego y Mick
cayeron sobre el tatuaje quemado en su antebrazo y la expresión de Adamo se tornó
sombría.
—La mayoría de la gente sabe que esto significa que es mejor que se
mantengan alejados de nosotros —explicó Savio, indicando su tatuaje.
—Tácticas de miedo —dijo Serafina con una sonrisa.
—Las necesitaremos —murmuró Savio—. ¿Probablemente van a querer 183
bailar solas?
Me encogí de hombros, sin haberlo pensado mucho.
—Queremos divertirnos juntas y no tenerlos pegados a nuestras caderas toda
la noche —dijo Serafina.
—De acuerdo —dijo Savio—. Bailaremos cerca de ustedes, pero si los chicos
se ponen demasiado manoseadores, cada una de ustedes tendrá que bailar con uno de
nosotros para que así los imbéciles piensen que son nuestras novias.
—Son más jóvenes que nosotras —dijo Leona.
Savio le dirigió una sonrisa arrogante.
—Apenas, y no lo aparentamos. —Tenía razón.
Parecían hombres adultos, no adolescentes, endurecidos por lo que habían
visto y hecho, y con una confianza generalmente reservada para los hombres
mayores.
Savio le hizo una señal a sus amigos.
—Vamos.
Nos dirigimos juntos al final del callejón y pasamos la fila hacia los dos
gorilas, unos hombres altos y tatuados. Savio les dio un gesto cortante y ellos nos
dejaron pasar.
—¿Este club pertenece a la Camorra? —pregunté a Diego porque era el más
cercano a mí.
La sorpresa cruzó su rostro, luego el orgullo.
—Todos los clubes en Las Vegas lo hacen. Los Falcones echaron a los rusos
y a los clubes moteros cuando reclamaron el poder.
Savio se volvió brevemente y sonrió. Diego le devolvió la mirada.
Un duro bajo golpeando todo mi cuerpo nos recibió dentro del club.
Todo relumbraba con una luz rosada y el techo parecía hecho de miles de
cristales que arrojaban la luz de regreso. El club estaba absolutamente lleno de
personas bailando, atrapados en la esclavitud de la música. Me fijé en todo, la forma
en que todos parecían perderse en el bajo, algunos de ellos con los ojos cerrados. La
gente rara vez entendía lo que la música me hacía, pero en este momento, en este
club, todos eran esclavos de la melodía.
184
La emoción burbujeó en mí y mi pulso se aceleró, atrapada en la magia del
ritmo rápido. Serafina me lanzó una sonrisa, y Leona también pareció extasiada. Nos
dirigimos al bar y pedimos un Cosmopolitan para cada una de nosotras.
—Esto es genial —gritó Serafina por encima del ruido.
Asentí, sorbiendo mi bebida, asimilando todo. Savio, Adamo, Diego y Mick
estaban en el otro extremo del bar, fingiendo estar en una noche de chicos, y tal vez
para extraños parecía convincente, pero veía la concentración y la cautela en sus
caras.
Les di la espalda, tomé otro sorbo y comencé a saltar al ritmo de la música.
Pronto las tres estábamos zumbando con la necesidad de bailar, así que bebimos más
rápido.
—Aquí vienen —gritó Leona.
Seguí su mirada y vi a un grupo de tres tipos dirigiéndose a nosotras. Muy
bien vestidos, sonriendo. Estaba intentando encontrar una buena manera de
decepcionarlos. Pero Serafina fue más rápida. Sacudió su cabeza hacia ellos y
levantó un dedo, luciendo como la princesa de hielo por la que me dijo que era
conocida en el pasado. Los hombres se detuvieron, sin saber si Leona y yo
compartíamos la opinión de Serafina. Sacudí mi cabeza igualmente y al final se
alejaron.
Le di a Serafina una sonrisa de agradecimiento.
—No creí que sería tan fácil mantenerlos alejados.
Serafina sacudió la cabeza.
—Volverán más tarde una vez que hayan tomado más bebidas.
Nos abrimos paso hasta la pista de baile y comenzamos a bailar juntas,
sonriéndonos entre nosotras. Alcé los brazos, giré y me retorcí, dejando que la
música guiara mis movimientos. Pero intentar ignorar las miradas de los hombres de
los alrededores pronto se volvió difícil, y me di cuenta que varios de ellos bailaban
cada vez más cerca de nosotras, de modo que Leona, Serafina y yo tuvimos que
construir un círculo aún más estrecho. Pronto la presencia de dos chicos detrás de
mí, la forma en que intentaban bailar conmigo, se volvió abrumadora. Les sacudí mi
cabeza, pero sonrieron como si pensaran que solo necesitaban esforzarse más.
Serafina fulminó con la mirada a un chico detrás de ella y le gritó algo; por la
expresión de su rostro, nada agradable.
Leona empujó el pecho de un chico cuando se acercó demasiado. 185
Uno de los chicos detrás de mí bailó aún más cerca y alcanzó mi cadera.
Empujé su mano enseguida, mi pulso acelerándose.
—No. Vete.
Me frunció el ceño ante mi reprensión. Por la forma en que brillaban sus ojos,
era evidente que estaba ebrio. Dio un paso más cerca y trató de llevar nuestros
cuerpos al ritmo de la música. Pero una figura alta lo apartó del camino y por un
momento pensé que era Savio. Entonces vi los rizos. Adamo se enfrentaba al tipo
como lo hacían Savio y Diego con los admiradores de Leona y Serafina. Mick
permaneció unos pasos atrás, vigilando al público en general.
Adamo gritó algo y el chico retrocedió. Después de eso, Adamo bailó cerca
de mí mientras Diego bailaba con Leona y Savio con Serafina. Le sonreí a Adamo,
quien se movía fácilmente con la música y él me dio una pequeña sonrisa a cambio.
Serafina y Savio tenían su propia batalla de baile privada y parecían disfrutarla a
fondo y Leona también sonreía, a pesar de que Diego parecía tenso bailando cerca
de ella.
Con el tiempo, mi vejiga pidió alivio, así que me incliné hacia Adamo.
—Necesito ir al baño.
—Iré contigo —gritó en respuesta. Hicimos un gesto a Savio quien asintió.
Adamo me agarró de la mano y nos abrimos paso entre la multitud hasta
llegar a la parte de atrás donde se encontraban los baños. La música era un latido
lejano que aún reverberaba en mi cuerpo, pidiéndome que volviera y me pierda de
nuevo en ella. Por supuesto, había una multitud frente al baño de las chicas, lo que
significaba al menos una espera de diez minutos. Realmente deseé haber ido antes
porque no estaba segura de poder esperar tanto.
Adamo sacudió la cabeza.
—Eso es ridículo. —Me arrastró hacia el baño de hombres.
—¿Qué estás haciendo?
—Nos ahorro tiempo. —Empujó la puerta y entramos—. Mejor cierra los
ojos hasta que te diga que los abras otra vez.
Apreté mis ojos cerrados, solo brevemente vislumbrando las espaldas de los
hombres frente a los urinarios. Dejé que Adamo me guiara, intentando ignorar el
hedor penetrante, hasta que me detuvo con un suave toque en mis hombros.
—Todo despejado. 186
Al abrir los ojos, me encontré frente a una cabina abierta. Entré y cerré la
puerta, luego consideré mis opciones. Tocar cualquier parte del inodoro estaba fuera
de lugar, de modo que comencé a arrancar papel higiénico para construir mi nido de
pájaro personal. Era extraño orinar rodeada de voces masculinas riendo y
jactándose, e incluso sus ruidos corporales eran más fuertes que los de cualquier
chica que haya escuchado alguna vez. Cuando terminé, dude.
—¿Adamo?
Sin respuesta. Suspirando, abrí la puerta, intentando no ver nada que
realmente no quería ver. Adamo no se veía por ninguna parte. Al salir de la cabina,
varios tipos me miraron. Si ocurriera lo mismo en el baño de chicas, todos
comenzarían a gritar, pero a estos muchachos parecía no importarles que yo
estuviera allí mientras orinaban en los urinarios. Manteniendo mis ojos al frente, fui
rápidamente al lavabo y me lavé las manos, preguntándome a dónde demonios se
había ido Adamo.
Me dirigí a la puerta y salí al pasillo pobremente iluminado. La fila de las
chicas apenas se había movido. Vi un cabello castaño familiar más abajo en el
pasillo. Adamo hablaba con dos chicos y uno de ellos le entregó una bolsa pequeña
y transparente mientras Adamo le devolvía algo. Mi corazón se hundió, dándome
cuenta de lo que tenía que ser.
Adamo me miró y se excusó rápidamente apresurándose hacia mí,
metiéndose algo en el bolsillo.
—Kiara, pensé que las chicas necesitaban más tiempo en el baño.
—El baño de hombres en realidad no te hace querer quedarte mucho tiempo.
Adamo asintió, pareciendo atrapado. Pasó una mano por sus rizos rebeldes.
—Escucha, por favor no le digas a nadie. No soy adicto ni nada así, solo me
ayuda a olvidar lo que pasó. Sin la hierba, no podría dormir en absoluto por las
noches.
—¿Solo hierba? —pregunté. Ya era bastante malo, pero había muchas
opciones peores que podía consumir.
—Solo hierba —respondió—. No quería que lo vieras, ni ponerte en una
posición en la que tengas que ocultarle un secreto a Nino. No se lo dirás a mis
hermanos, ¿verdad?
Sus ojos me rogaron, y recordando las miradas atormentadas que solía 187
mostrar con tanta frecuencia ahora, asentí.
—No lo haré, pero promete intentar pararlo por completo. Habla sobre lo que
sucedió, tal vez eso ayude.
Adamo asintió pero podía decir que no lo haría.
—Volvamos antes de que Savio sospeche.
Regresamos a la pista de baile y Adamo comenzó a bailar de inmediato
dándome una sonrisa desafiante. Dejando de lado mis preocupaciones, le devolví la
sonrisa y bailé con él. Leona reía de algo que dijo Diego y Serafina sostenía una
botella de champán en la mano. Tomó un gran trago y luego me la ofreció. La agarré
y la eché hacia atrás, dejando que el líquido burbujeante se llevara mi preocupación.
Definitivamente no estaba lúcida cuando volvimos a la mansión. Leona era la
única que aún podía caminar por sí misma, siendo más moderada cuando se trataba
del alcohol… a excepción de su fiesta de cumpleaños. Adamo me sacó del auto con
un gruñido y me llevó cargada al edificio mientras Savio sostenía a Serafina.
—¿Un poco de ayuda? —gritó, cuando entramos en la sala de juegos.
—¿No se suponía que debían vigilarlas y no dejar que quedaran peor que una
cuba? —preguntó Remo.
Me reí cuando apareció Nino y con un pequeño ceño me apartó de Adamo.
—Tu esposa es como una jodida furia cuando intentas quitarle su botella de
champán. No quería que me arrancara los ojos o pateara mis bolas —dijo Savio.
—¿Dónde están Greta y Nevio? —preguntó Serafina arrastrando las palabras.
Miré a Nino con una sonrisa tonta.
—Arriba, dormidos, como pronto tú lo estarás —dijo Remo.
—No quiero dormir —dijo Serafina.
Savio gimió y Adamo se fue, sacudiendo la cabeza.
Me reí de nuevo.
—No estoy a favor de que me vomiten durante el sexo, Ángel —dijo Remo.
Nino puso los ojos en blanco y comenzó a alejarse. Lo último que escuché
fue a Serafina murmurando algo sobre el estilo perrito.
188
Nino me llevó a nuestra habitación y traté de darle una sonrisa seductora. Sus
cejas se fruncieron.
—Te pedí que permanecieras lúcida. No lo hiciste. Tendrás que vivir con las
consecuencias.
—Nino —murmuré indignada.
Sacudió la cabeza y me desnudó, luego a sí mismo. Intenté envolver mis
piernas alrededor de sus caderas cuando se unió a mí en la cama, pero me dio la
vuelta suavemente de modo que mi espalda se presionó contra su pecho.
—A veces odio tu control…
Nino se rio entre dientes y besó mi cuello.
—Es tan difícil para mí como lo es para ti, pero debemos asegurarnos que te
comportarás la próxima vez.
T ener una boda pequeña en nuestros círculos era un paso en falso
social, especialmente si un Capo se casaba, pero me alegró que
Remo y Serafina hubieran elegido mantenerlo familiqr. Hizo que los
preparativos fueran menos complicados, particularmente las medidas de seguridad.
Por supuesto, habría sido aún menos complicado si Remo no hubiera elegido invitar
al gemelo de Serafina.
—No confío en él —comenté en voz baja mientras Remo se vestía en una de
las habitaciones de invitados en mi ala. Se suponía que no debía ver a Serafina antes
de la ceremonia. Kiara y Serafina fueron realmente inflexibles al respecto. Kiara se 189
había excedido asumiendo toda la organización de la decoración, la comida, la
selección de canciones y todo lo demás.
Remo abrochó el último botón de su camisa de vestir negra.
—Yo tampoco, pero Samuel haría cualquier cosa por su hermana. Veo cuán
cercanos son ya Nevio y Greta, incluso aunque todavía son pequeños. Serafina y
Samuel han formado un vínculo toda su vida. No hará nada que pueda lastimarla.
—Supongo que tú tampoco, lo que hace que esto sea un riesgo después de
todo.
Remo sonrió torcidamente.
—Tienes razón. No pondré ni una mano sobre Samuel a menos que ataque a
Serafina, lo cual no hará. Pero sé que nada te detendrá si consideras que Samuel es
una amenaza para cualquiera de nosotros.
Asentí tenso. Dejar que el enemigo no solo entrara a nuestra ciudad, sino a
nuestra casa, no era algo con lo que me sintiera cómodo y si Samuel actuaba fuera
de lugar, pagaría el precio por ello. Lo habría matado la última vez que lo
capturamos, si no hubiera sido por el veto de Remo.
Eché un vistazo hacia los jardines donde Kiara había establecido un arco con
flores blancas, ahora estaba extendiendo pétalos en un camino desde la casa. Apenas
había tenido un momento de descanso en las últimas semanas, siempre cuidando a
los gemelos, la boda, a cada miembro de esta familia, y aunque disfrutaba
haciéndolo, esa no era la única razón.
Habíamos estado intentando embarazarnos durante mucho tiempo sin éxito
alguno. Pensé en mencionar el tema de ver a un médico y decidí esperar hasta que
terminaran las festividades y tuviéramos un poco de paz.
Adamo se unió a ella afuera para fumar. Suspiré y luego me volví hacia
Remo, quien metía el pequeño paquete con el anillo de Serafina en su bolsillo.
—Todavía me preocupa cómo lo tomará Adamo. Samuel estaba entre sus
torturadores.
Un odio familiar ardió en los ojos de Remo.
—Lo sé. Jamás perdonaré al imbécil, pero le permitiré vivir por Serafina y
que esté aquí.
Mi teléfono sonó. Era un mensaje de Fabiano.
190
—Están aquí.
—Entonces baja y mantenlo absolutamente vigilado.
Asintiendo, me dirigí afuera. Cuando llegué al arco, Fabiano y Samuel
estaban cruzando las instalaciones Scuderi hacia nuestro jardín. El comportamiento
de Samuel cambió, volviéndose aún más vigilante cuando me vio.
Lamentablemente, no alcanzó su arma. Kiara había desaparecido de vista y volvería
pronto. La idea de tener a Samuel cerca de mi esposa no me sentaba bien.
Fabiano me dio una breve inclinación de cabeza y luego le dijo algo a
Samuel, quien sacudió la cabeza y señaló un lugar a una buena distancia junto a un
lado del arco donde se detuvo, sin apartar los ojos de mí ni un momento. Él y
Fabiano parecían distantemente relacionados, aunque no lo estuvieran. Ambos
famosos en la Organización por lo rubio que eran.
Nuestros ojos se encontraron y vi el mismo entusiasmo en su rostro como el
que yo sentía, un deseo de terminar esto hoy, de una vez por todas, pero por Remo
me contendría. En mi visión periférica, noté que Kiara se acercaba en mi dirección
con los gemelos en sus caderas. Se veía hermosa con un vestido veraniego rojo y su
cabello oscuro cayendo por sus hombros, y los bebés en sus brazos. Su rostro
resplandecía de felicidad, una visión que siempre me conmovía, incluso en los días
en que el vacío del pasado llenaba mi pecho.
Savio estaba a unos pasos detrás de ella, metiéndose la camisa en los
pantalones y fulminando a Samuel con la mirada. Me encontré con Kiara a mitad de
camino y le quité a Nevio, quien se retorció y giró, queriendo caminar como
siempre. Kiara sonrió y sus ojos se dirigieron hacia Samuel.
—¿Crees que quiere ver a su sobrina y sobrino?
—No lo dejaremos cerca de los niños sin Serafina y Remo presentes —le
dije.
Kiara asintió.
—Supongo que es lo mejor.
Nevio dejó escapar un chillido enojado cuando no lo bajé.
—No —dije con firmeza—. Si te calmas, te dejaré en el suelo.
Los ojos de Nevio fulguraron con ira y comenzó a llorar. Ignorando su
berrinche, Kiara y yo nos dirigimos hacia el arco.
191
—En serio prefiero el silencio de la muñequita —murmuró Savio y luego dio
un empujoncito ligero en el vientre de Nevio cuando se detuvo a nuestro lado—.
¿Qué tal si dejas de llorar, DEC?
—Tienes suerte que Remo no escuchó eso —dijo Kiara con desaprobación.
Savio había estado llamando a Nevio dolor-en-el-culo por un tiempo. Nevio
definitivamente era el niño más exigente.
Pude sentir la mirada de Samuel sobre nosotros y me volví hacia él. Miraba
de Nevio a Greta, pero su expresión permaneció perfectamente resguardada. Ese era
el gen Cavallaro.
Savio hizo una mueca.
—Mierda. Tenía muchas ganas de aplastarle la cara. No puedo creer que esté
parado aquí en nuestro puto jardín, en nuestra puta ciudad después de lo que su
familia y él le hicieron a Adamo y Remo.
Remo podría perdonar a Samuel por su propia tortura; lo consideraba un
juego justo, pero no Adamo. Eso fue un error por el que Cavallaro pagaría un día.
—Tal vez es un primer paso hacia la paz —comentó Kiara, intentando poner
una flor blanca en los rizos de Greta. Greta seguía todo curiosamente con sus ojos.
Savio resopló, sus ojos ardiendo con odio.
—Jamás habrá paz entre la Camorra y la Organización.
Kiara me echó un vistazo, y aunque no me gustó la mirada esperanzada en
ellos, me gustaba mucho menos mentirle a mi esposa.
—Tiene razón. —Ya era bastante difícil mantener la paz con la Famiglia.
Luca cancelaría la tregua al momento en que nos acercáramos a Cavallaro.
Greta buscó la flor a tientas, la agarró con sus pequeños dedos y se la metió
en la boca.
—Cuidado —siseó Savio.
—Son comestibles, no te preocupes —dijo Kiara y se echó a reír. Parte de la
flor se asomaba entre los labios carnosos de Greta. Sus ojos pasaron de Kiara a
Savio, luego a mí y a Nevio.
Los ojos de Kiara volvieron a la mansión una vez más donde Leona la estaba
saludando.
—Creo que se requiere mi presencia. ¿Puedes tomarla? 192
Las cejas de Savio se arquearon.
—Nunca la he cargado. Llorará.
—Inténtalo —le dije. Greta había estado observando a Savio con más interés
estas últimas semanas, más dispuesta a tolerar su naturaleza tranquila que mi
enfoque más reservado.
Savio se inclinó para estar a la altura de los ojos de Greta, quien todavía tenía
dos pétalos pegados a su boca.
—Muy bien muñequita, ahora voy a cargarte. No llores. —Kiara la sostuvo
hacia él y Savio la tomó con cuidado, y después la cargó contra su pecho. Los ojos
de Greta se habían ensanchado pero aún estaba callada.
—No estoy seguro que me guste la expresión de tu cara —murmuró Savio.
Se inclinó para recoger otra flor y la sostuvo frente a la cara de Greta—. Ten, toma
otro aperitivo.
Con una risa, Kiara se apresuró hacia Leona. Greta también se comió esa flor
y luego miró a Savio, se sacó los dedos de la boca y tocó la barbilla de Savio.
Savio suspiró, su boca curvándose con desdén.
—Tengo saliva de bebé en mi cara, lo más destacado de mi día.
—También tienes un pétalo en tu barba —le dije.
Savio me dio una mirada absolutamente sufrida.
—Trabajé tan duro para ganar mi crédito callejero. Esto podría arruinarlo
todo.
Alcé las cejas.
—Si ese tatuaje de toro no arruinó tu reputación, nada lo hará.
Savio me sonrió.
—Simplemente no puedes aceptar que a las señoritas les guste.
—Para ser honesto, no podría importarme menos. —Nevio dejó escapar otro
chillido y se retorció en mi agarre, decidido a bajar al suelo.
—Pronto necesitaremos una correa para él —dijo Savio.
—Quiero verte ponerle una correa a Nevio cuando Remo esté cerca.
—Ese niño solo dará problemas. —Savio echó un vistazo a Greta quien se 193
chupaba sus dedos—. ¿Tengo razón, muñequita?
Ella sonrió sin dientes, con un pétalo pegado a su lengua. Intentó quitárselo y
comenzó a babear. Savio sacó el pétalo rápidamente. Y Greta agarró su mano y
comenzó a masticar su dedo. Me dio una mirada.
—Sin comentarios obscenos —le advertí.
Savio resopló.
—No soy tan jodidamente depravado como para hacer ese tipo de broma con
muñequita alrededor, créeme.
—Ya veremos. Nevio y ella no siempre serán bebés. Algún día serán
adolescentes.
Savio sacudió la cabeza.
—Muñequita, promete mantenerte alejada de tipos como yo.
—Dudo que cualquier hombre con un toque de cordura se atreva a acercarse a
la hija de Remo.
—Y si algún imbécil lo hace, le cortaré la polla en pedazos y se la daré de
comer —gruñó Remo cuando se detuvo a nuestro lado. Una de sus cejas se alzó
cuando vio a Greta en el brazo de Savio y el pétalo todavía pegado a su barba
oscura—. Veo que usaste tu encanto en mi hija.
Savio le mostró una gran sonrisa.
—Las mujeres me aman.
Greta hizo un gesto con las manos hacia Remo, quien sonrió y la apartó de
Savio. La besó en la frente y luego miró a Samuel, quien nos observaba. La
expresión de Remo se endureció, sus ojos llenándose de desprecio.
—Me sorprende que tengas suficiente moderación para no cortarle la
garganta —dijo Savio asintiendo hacia el hermano de Serafina.
Nevio se retorció nuevamente, cada vez más enojado. Comenzó a patear,
preparándose para el segundo ataque de gritos del día.
—Es suficiente.
Los ojos de Remo se dispararon hacia nosotros.
—Nevio, escuchaste lo que dijo Nino. Suficiente.
Nevio dejó de retorcerse. 194
—Bien —le dije—. Ahora que te estás comportando, puedes correr. —Lo
dejé en el suelo. Una sonrisa le dividió el rostro y entonces salió corriendo,
tambaleándose como un borracho directo hacia Samuel.
—Mierda —gruñó Remo.
—Lo buscaré. —Corrí detrás de Nevio y lo atrapé antes de que alcanzara a su
tío.
De todos modos, Samuel no lo había estado mirando. Sus ojos entrecerrados
estaban sobre Remo, y cuando me enderecé a solo unos pasos de él, se fijaron en mí.
Le devolví la mirada estable.
Una sonrisa fría estiró sus labios.
—Mirándote a los ojos, no entiendo cómo Fina puede permitir que sus hijos
estén cerca de ti. No tienes emociones, ¿verdad? —No dije nada, solo lo contemplé
fríamente a medida que Nevio se retorcía en mis brazos una vez más—.
Probablemente podrías matarnos a todos, incluso a los bebés, sin pestañear y luego
tomar un pedazo de ese pastel de bodas mientras aún estás cubierto de nuestra
sangre.
Sonreí.
—Podría matarte ahora mismo y comer mi pastel sin ensuciar mi ropa.
Los ojos de Samuel fulguraron con entusiasmo.
—Nino —dijo Kiara, interponiéndose entre Samuel y yo—. Serafina, estará
lista pronto, ¿por qué no tomas tu lugar junto al arco? —Luego se volvió hacia
Samuel—. Hola, Samuel. Estoy segura que tu hermana estará muy feliz de verte. Te
echa de menos.
Las cejas de Samuel se fruncieron, pero él inclinó la cabeza cortésmente.
Kiara tomó mi mano y me condujo hacia el arco.
—Sé que no te agrada, pero hoy se trata de Serafina y Remo, no de derramar
sangre.
—No es cuestión de agrado. Él representa una amenaza y casi mata a mis
hermanos.
—Una boda se trata de unir a las personas, así que ignóralo por favor.
Le di una sonrisa pequeña que tenía la intención de tranquilizarla, a pesar de
que mi interior anhelaba violencia y venganza.
195
—No tienes que preocuparte, Kiara. No haré ningún movimiento contra él.
Estoy en esto para el largo plazo.
Kiara se puso de puntillas para poder besarme. Nevio dejó escapar otro
chillido, haciéndola reír.
—Es hora de que tu mamá y tu papá se casen. Espero que te portes bien.
—Las posibilidades son escasas. Es una combinación fatal de Remo, Savio y
Adamo.
Kiara inclinó la cabeza.
—¿Nada de ti?
Miré hacia Greta, a quien Remo llevaba cargada.
—Greta es como yo.
—Lo sé, y también Remo, ¿verdad?
Asentí. Remo y yo no habíamos hablado de eso, pero era demasiado
perceptivo para no darse cuenta.
La ceremonia de la boda transcurrió sin incidentes y Serafina estuvo muy
feliz por la presencia de su gemelo, lo que hizo que mi hermano también estuviera
feliz. Ver a Remo contenido era una experiencia rara, así que intenté hacer las paces
con la asistencia de Samuel. Ya habría suficiente tiempo para matarlo después una
vez que Serafina se hubiera acostumbrado a estar sin él.
No pasé por alto los ojos furiosos de Adamo cuando vio a uno de sus
verdugos. No había discutido cuando Remo y yo le habíamos preguntado si estaba
bien que Samuel asistiera. Me dirigí hacia él, mientras Serafina y Remo hablaban
con Samuel.
Adamo permanecía de pie a un lado, fumando. Remo y yo habíamos dejado
de intentar poner fin a este hábito. Tenía casi dieciséis años, edad suficiente para
decidir por sí mismo. Dando otra calada, apartó los ojos de Samuel cuando me vio.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Seguro —murmuró. Después apagó el cigarrillo en su antebrazo donde las
cicatrices de quemaduras estropeaban su tatuaje. 196
Agarré su muñeca con fuerza para detenerlo.
—¿Qué estás haciendo?
Adamo frunció el ceño.
—Con los niños corriendo por ahí, no quiero dejar colillas en el suelo.
—Adamo —dije con fuerza—. ¿Qué demonios estás haciendo? —Tiré su
brazo hacia mí, comprobando la quemadura pequeña. Había marcas similares en
toda su piel quemada. Lo miré a los ojos, pero él simplemente me devolvió la
mirada.
—No es que sienta mucho. De todos modos, la piel allí está prácticamente
muerta.
Lo solté, mirando por encima del hombro hacia los demás. Nadie miraba en
nuestra dirección.
—Esto tiene que parar.
—¿Por qué? ¿No escuchaste? La piel está entumecida. No importa.
—Sí importa —gruñí—. ¿Esto es porque Samuel está hoy aquí? Debiste
haber dicho algo. Remo no le habría permitido entrar a la ciudad si hubiéramos
sabido que lo estás pasando mal.
Adamo volvió a mirar a Samuel.
—No lo estoy pasando mal. Es bueno que él esté aquí. Tal vez pueda haber
paz.
La mirada en sus ojos no era la de alguien que quisiera paz. Me acerqué aún
más.
—Adamo, si necesitas ayuda, siempre puedes venir a nosotros. Sabes que
moriríamos por ti.
—Lo sé —dijo Adamo—. Remo casi lo hizo, ¿recuerdas?
Se escuchó una risita alegre y vimos a Nevio tambaleándose hacia nosotros,
cayendo dos veces antes de que finalmente chocara con las piernas de Adamo.
Adamo sonrió y le revolvió el cabello.
—Hola, pequeño.
197
Era extraño verlo así, ya no era el niño que siempre fue para mis hermanos y
para mí, sino un adulto enojado y cansado. Tan similar al Remo adolescente que me
preocupó.
Nevio levantó los brazos y Adamo sacudió la cabeza.
—Ve con Nino.
Alcé a Nevio y lo sostuve con un brazo. Adamo hizo un gesto hacia el arco.
—Kiara está intentando hacernos ir. ¿Por qué no te adelantas? Necesito ir al
baño.
Estreché mis ojos, teniendo el presentimiento de que no se uniría a nosotros
pronto.
Decidí darle el espacio que necesitaba y me dirigí hacia mi esposa y los
demás. Cuando me detuve junto a ellos, Kiara me miró preocupada.
—¿Todo bien?
Asentí, sin querer cargarla con esto. Tenía suficiente lidiando con sus asuntos
por sus problemas para concebir.
—Ha estado retraído —dijo Fabiano, observando a Adamo.
Savio hizo una mueca.
—Cambió.
Adamo desapareció en el interior de la mansión. Debía contarle a Remo sobre
el nuevo hábito de Adamo de quemarse. Sin embargo, Remo tenía cierta forma de
lidiar con los problemas que podrían no ayudar en la situación de Adamo.
Ocultarle un secreto tanto a él como a Kiara no era algo que me gustaba
hacer, pero tal vez era lo mejor hasta que supiera exactamente a qué nos
enfrentábamos.
204
T enía el dolor de cabeza de mi vida. Cada vez que la luz se
encontraba con mis ojos, un dolor agudo atravesaba mi cerebro.
Sosteniendo mi sien, salí a trompicones de la habitación.
Nino ya se había ido, supuse que por su nado matutino ya que eran las diez.
Cuando entré en la cocina, Serafina estaba encorvada sobre la mesa, pareciendo una
zombi. Apenas levantó la vista y me dio una sonrisa débil.
Intenté devolver el gesto pero solo logré hacer una mueca. La boca de Remo
se dibujó en su sonrisa torcida. Nevio y Greta estaban ocupados recogiendo los
205
cubos de comida en los platos delante de ellos.
Caminé hacia la cafetera y me serví uno grande y negro. Por una vez sin leche
ni azúcar. Avanzando hacia la mesa, me aferré a mi taza como si fuera mi
salvavidas. Nunca me había sentido así y definitivamente nunca más volvería a
beber tanto. Se sintió bien soltarse ayer, pero hoy a la mañana siguiente…
Nevio dejó escapar un chillido feliz cuando me senté y lloriqueé ante la
punzada que el sonido causó en mi cerebro.
—Shhh —murmuró Serafina, medio suplicante.
Remo rio entre dientes.
—Ustedes dos parecen un par de muertas vivientes. —Ninguna de las dos
reaccionó—. Espero que no esperes que haga el desayuno. No sé cocinar y no tengo
intención de aprender hacerlo.
Levanté la vista.
—Quizás deberías.
—No, esa es la ventaja de ser Capo —dijo y luego sonrió peligrosamente—.
Serafina mencionó que finalmente te contó sobre nosotros escuchándolos.
—Remo —siseó Serafina, luego gimió y se tocó la cabeza—. Te dije que no
lo mencionaras. No debí haberlo hecho.
Mis mejillas se calentaron e hice una mueca.
—No hables de eso.
Remo se inclinó hacia delante.
—La próxima vez te daré una señal para que sepas lo que está pasando.
Levanté un dedo de advertencia.
—No te atrevas. Mantén tu nariz fuera de mi habitación.
Remo habría dicho algo más para avergonzarme mucho más.
Afortunadamente, Savio, Nino y Adamo fueron llevados a la cocina por el aroma del
café y todos se acomodaron alrededor de la mesa.
Nino me miró atentamente.
—¿Cómo te sientes?
—Horrible.
206
Nino me contempló un momento más.
—Causa y efecto.
—En serio te amo, pero eso hace que quiera golpearte con una cuchara.
La sorpresa brilló en los ojos de Nino.
—Mantengan su mierda de dominatriz en su habitación, ¿de acuerdo? —dijo
Savio demasiado fuerte.
—¿Puedes bajar el tono? —murmuró Serafina.
Savio sonrió.
—¿Qué? ¿No me digas que te duele la cabeza? —Esta vez habló aún más
fuerte.
—¿No vamos a desayunar? —preguntó Adamo después de un momento.
—Nuestra cocinera residente tiene resaca —dijo Remo.
—Haré tortilla —dijo Nino y se levantó. Le envié una sonrisa de
agradecimiento. Remo intentaba alimentar a Greta con puré de zanahorias mientras
Nevio se alimentaba a sí mismo. Odiaba cuando alguien intentaba darle de comer
con una cuchara, así que eventualmente nos dimos por vencidos y mejor poníamos
una selección de verduras en cubos, carne y fruta frente a él de modo que pudiera
elegir qué comer.
Tomando un sorbo de mi café, observé a Remo con Nevio y Greta, lo
paciente que era incluso cuando Nevio actuaba como un pequeño monstruo. Remo
notó mi mirada y levantó las cejas, y yo solo sonreí. No le gustaba cuando la gente
veía su lado más suave.
Unos minutos más tarde, Nino se acercó con una enorme sartén llena de
huevos revueltos.
—Pensé que comeríamos tortilla —dijo Savio.
—Si no estás satisfecho con la comida provista, puedes cocinar por ti mismo
—dijo Nino arrastrando las palabras.
Savio extendió su plato.
—Veo que esta mañana todos estamos de mal humor.
Reprimí una carcajada, luego hice una mueca. A pesar de mi protesta, Nino
también puso algo en mi plato. 207
—Necesitas comer.
Suspiré, después tomé la cuchara y me llevé un bocado a la boca.
Todo sabía rancio esta mañana.
Después de devolver la sartén vacía a la estufa, Nino dejó un analgésico y un
gran vaso de jugo de manzana frente a mí.
—Esto podría ayudar.
Se hundió a mi lado.
Nino me apretó suavemente el muslo y me obligué a tomar los analgésicos y
un gran trago de jugo por mi garganta.
—¿A qué hora llegaste anoche a casa? —le preguntó Nino a Adamo.
Sombras oscuras se extendían bajo sus ojos y olía ligeramente a humo y
cerveza.
—Alrededor de las cuatro.
—Mañana tienes escuela. No quiero que vuelvas a salir toda la noche.
—Es casi el final del año escolar. Las vacaciones comenzarán pronto. No es
que algo emocionante esté sucediendo —murmuró Adamo, aferrándose a su taza de
café—. Savio está de fiesta todo el tiempo.
—Savio no está en la escuela y nunca se emborracha tanto —dijo Remo
bruscamente. Greta se le quedó mirando con la boca manchada de puré, ignorando la
cuchara que Seraina le tendía.
—Savio también es mayor de edad —dijo Savio, poniendo los ojos en
blanco—. Hombre, te ves como una mierda, incluso peor que nuestras dos bellezas
de allí.
—Solo me divertí un poco —dijo Adamo a la defensiva.
Nino frunció el ceño.
—Puedes divertirte, pero tienes que conocer tus límites y no cruzarlos
constantemente.
Serafina y yo intercambiamos una mirada. No habíamos dado el mejor
ejemplo anoche, pero era solo la segunda vez que nos emborrachábamos.
—Está bien —se quejó Adamo, levantando mis sospechas. Por lo general, era 208
más conflictivo con estos asuntos.
Remo entrecerró los ojos. Greta se inclinó hacia adelante y agitó sus manos
intentando alcanzar uno de los pedazos de aguacate de Nevio. Nevio lo levantó y lo
extendió para que Greta pudiera agarrarlo. El pedazo se desmoronó entre sus manos,
pero Greta se llevó el puré verde a la cara y se metió los dedos en la boca.
—No puedo soportar tanta ternura —susurré.
Los labios de Savio se curvaron.
—Creo que los modales en la mesa ya no importan.
Serafina puso los ojos en blanco y luego besó la cabeza de Greta.
—¿Prefieres comer lo que tiene Nevio?
Greta no respondió y cuando Remo le tendió un trozo de zanahoria al vapor,
lo tomó y se lo metió en la boca, luego sonrió. Al final del desayuno, tanto Nevio
como Greta tenían comida por toda la cara y el cabello, pero parecían saciados y
felices.
Después de eso, Nino y Remo se fueron a una reunión con Stefano que estaba
en la ciudad mientras Serafina y yo tratábamos de limpiar el desorden que los niños
habían causado mientras ellos jugaban en su manta en el piso.
Me recosté contra la encimera y los observé, cómo interactuaban,
compartiendo sus juguetes pacíficamente, cómo Nevio se calmaba cuando solo
estaban Greta y él.
El anhelo constante en mi interior se hizo más prominente y lo aplasté.
Algunas cosas tomaban tiempo.
Salí del baño, lista para acostarme donde Nino ya me estaba esperando.
—Kiara.
La voz de Nino sonó apagada y me hizo girar hacia él. Se sentó en la cama
lentamente, sus ojos fulgurando con algo feroz y áspero, algo aterrador. Seguí sus
agudos ojos hasta la parte superior de mis brazos y sentí que el color desaparecía de
mi rostro.
Adamo debió haberme agarrado aún más fuerte de lo que pensé, teniendo en
cuenta las huellas azuladas floreciendo en mi piel.
Nino salió de la cama, su cuerpo tenso y depredador cuando avanzó hacia mí.
Trazó mis magulladuras con la punta de sus dedos, haciéndome preguntar cómo
podía su toque ser tan gentil cuando había un destello asesino en sus ojos.
—¿Quién hizo esto?
—Nino —comencé, sin saber qué decirle, cómo decirle nada sin romper la
confianza de Adamo, y preguntándome si tal vez no había otra forma de salvar al
hermano Falcone más joven.
—¿Quién te lastimó? —gruñó Nino, y la furia en sus ojos, aunque no dirigida
a mí, envió una punzada de miedo a través de mí.
—No es nada. —Sonreí, incluso cuando mi rostro se sentía rígido por la
emoción forzada.
Alcancé mi albornoz, desesperada por ocultar los moretones y desterrar la 213
brutalidad de la expresión de Nino, pero él no lo haría. Curvó sus dedos alrededor de
mi mano, deteniéndome.
—¿Quién te lastimó?
Sus ojos me clamaban que revelara la verdad, pero ¿con qué resultado?
—No quiso lastimarme. Fue un accidente…
Tragué con fuerza porque la boca de Nino dibujó una sonrisa aterradora.
—¿Un accidente? —Acunó mi cara, besando mi boca dulcemente,
amorosamente—. ¿Quién lo hizo? ¿No confías en mí?
Confiaba en Nino con mi vida, sabiendo que estaba a salvo con él, pero con la
misma certeza sabía que nadie más lo estaba en estos momentos.
—No lo quiso hacer. Está sufriendo.
—Adamo —susurró Nino, cerrando los ojos, y la gentileza desapareció de su
rostro. Soltó mis mejillas y salió de la habitación a toda prisa.
—¡Nino! —Me tambaleé tras él, pero estaba corriendo demasiado rápido—.
¡Nino, no lo hagas!
Adamo no estaba en su habitación, que lucía aún más desordenada que en el
pasado. Sin detenerse, Nino se dio la vuelta y bajó corriendo las escaleras. Me las
arreglé para alcanzarlo cuando se detuvo por un momento en la puerta de la sala de
juegos. Savio estaba estirado en el sofá, y Adamo también por una vez, viendo una
pelea en la pantalla grande.
Remo miró desde donde estaba golpeando el saco de boxeo.
—¿Qué carajo…?
No llegó más lejos. Nino avanzó hacia Adamo, que estaba tendido en el sofá,
lo agarró por el cuello y lo arrojó al suelo.
—¡Nino, no lo hagas! ¡Por favor! —Corrí hasta él, intentando detenerlo. Nino
estaba arrodillado sobre Adamo, con los dedos clavándose en su garganta, y una
expresión de brutalidad en su rostro. Los músculos de su espalda desnuda se
flexionaban, haciendo que el fénix y las llamas cobren vida.
—¿Lastimaste a Kiara? —le gruñó Nino a Adamo.
Remo vio mis moretones. Y preguntó con dureza:
—¿Nino? 214
La cabeza de Adamo se puso roja bajo el asimiento de Nino. No hizo ningún
movimiento para defenderse, solo miró a su hermano con los ojos llenos de miseria,
casi desesperado por que Nino terminara lo que había comenzado. Quizás Remo
también lo vio, porque por un instante su expresión parpadeó con una mirada que
solo mostraba cuando se mencionaba a su madre.
Luego agarró el hombro de Nino y tiró.
—Nino, para la mierda.
Nino no soltó su agarre hasta que Savio agarró su otro brazo y tanto él como
Remo lo arrancaron. Nino soltó a Adamo y dejó que Remo lo pusiera de pie
mientras Savio revisaba a su hermano menor.
—¿Estás bien?
Adamo no reaccionó. Solo se quedó en el suelo, masajeándose la garganta.
Sus ojos se posaron en mí, fijándose en mis brazos, y una vez más su expresión se
retorció con culpa.
—Lo siento, Kiara.
—Lo sé —dije suavemente. Me dirigí hacia Nino, cuyo hombro Remo
todavía estaba agarrando con fuerza, y toqué su pecho. Después de varios
momentos, Nino apartó su mirada de Adamo y me observó, y como siempre, la ira
desapareció a favor de algo gentil—. Estoy bien, ¿de acuerdo? Adamo no quiso
lastimarme.
—¿Qué pasó? —nos preguntó Remo a su hermano y a mí.
Adamo se incorporó lentamente y, vigilando de cerca a Nino, se atrevió a
ponerse de pie.
—Fue un accidente.
Nino dio un paso en su dirección.
—Esa es una excusa que alguien que no ha peleado la mayor parte de su vida
podría usar, alguien que no está familiarizado con la violencia y el dolor. Pero tú,
como yo, no causas dolor por accidente, Adamo.
—No todo el mundo es tan bueno para provocar dolor como tú, para controlar
cómo lo impartes —murmuró Adamo.
—Quiero saber qué pasó —espetó Remo, obligándome a encontrar su dura 215
mirada.
Nino se movió entre nosotros, alejando a Remo.
—Es suficiente —dije, pasando junto a Nino para mirar a Remo—. Nino,
sabes que Remo no me hará daño.
Remo sonrió sin humor.
—¿Por qué Adamo dejó moretones en tu brazo?
Adamo me contempló con temor, temiendo lo que revelaría. ¿Cuáles serían
las consecuencias? Remo había dejado en claro que no toleraría que Adamo tomara
drogas, pero Adamo lo hizo, y no solo eso, las estaba consiguiendo de nuestros
enemigos; no podía ser de otra manera.
—Esa puta mirada que están compartiendo, no me gusta ni un poco —gruñó
Remo, tocando mi brazo para atraer mi atención hacia él.
—Fue un accidente.
Nino soltó un pequeño sonido desde el fondo de su garganta, mirándome
como si lo estuviera traicionando.
—Estupideces —dijo Remo—. Uno de ustedes va a escupir la maldita verdad
o perderé mi puta mierda, en serio.
Sonaron unos pasos y apareció Serafina con los gemelos en sus brazos.
Frunció el ceño ante la escena frente a ella.
—Mejor vete. Tenemos algo que discutir —dijo Nino y Remo asintió.
Los ojos de Serafina pasaron de mí a Adamo, quien le dedicó una sonrisa
pequeña, y en lo único que pude pensar era en que la miraba para recordarse la
tortura que había sufrido. Ella se volvió con una última mirada inquisitiva a Remo y
se fue.
—La maldita verdad, ahora —me dijo Remo.
—Te lo dije todo.
La boca de Remo se tensó e intercambió una mirada con Nino, quien
permanecía completamente inmóvil.
—Kiara —dijo Remo en advertencia—. Sigo siendo Capo, y quiero
escucharte decir la verdad.
—No diré más de lo que dije. Si quieres conseguir más información de mi 216
parte, tendrás que usar tus elegantes habilidades de tortura.
—Sí, claro, con esos malditos ojos de ciervo mirándome como un cachorrito
roto. Sabes tan bien como yo que Nino y yo no podemos lastimar ni un solo de tus
rizos rebeldes.
Sabía que Nino no podía lastimarme, y siempre sospeché que Remo al menos
dudaría antes de lastimarme, pero escucharlo admitir que era incapaz de infligirme
dolor me llenó de calidez. Pensar que me había aterrorizado convertirme en una
Falcone, de mi matrimonio con Nino, cuando ello me había dado a un hombre que
me amaba, y hermanos que significaban más para mí que mis parientes
consanguíneos. Y ahora, esos hermanos estaban a punto de atacarse unos a otros.
Savio parecía desconcertado por todo.
Remo caminó hacia Adamo.
—Entonces tú tendrás que abrir tu puta boca en su lugar.
—Te lo dije. Fue un accidente. Si no me crees, ¿por qué no terminas lo que
Danilo comenzó y quemas el resto de mi tatuaje? —Adamo empujó su antebrazo
hacia Remo. La parte superior del tatuaje con el mango del cuchillo y parte del ojo
había desaparecido, reemplazado por cicatrices de quemaduras nudosas. Le daba al
resto del ojo un aspecto triste y caído.
Remo se puso rígido.
—Me hiciste un juramento. Me debes la verdad.
—Remo te salvó dos veces, Adamo, tal vez deberías estar agradecido —dijo
Nino con frialdad.
Dolía ver a los hermanos así, verlos lastimándose. No estaba segura si la
verdad los ayudaría. No podía imaginar cómo podría hacerlo. Que Adamo
consumiera drogas pondría a Remo en una posición imposible, especialmente si mis
sospechas eran ciertas.
—Tal vez no debería haberme salvado —dijo Adamo enojado, luego empujó
a Savio, agarró las llaves del auto en la banqueta y salió corriendo.
—¿Qué carajo? —exclamó Savio.
Remo y Nino me observaron y mi estómago se hundió.
—¿Tiene algo que ver con las quemaduras de cigarrillo? —me preguntó
Nino. 217
Remo y Savio lo miraron fijamente.
—¿Qué quemaduras? —gruñó Remo.
Savio se dejó caer sobre el reposabrazos del sofá.
Nino tomó mis brazos.
—Kiara.
Cerré mis ojos.
—No ha superado lo que sucedió con la Organización. Sueña con eso y está
buscando una salida para todo. —No mencioné los ojos de Serafina, sin querer
hacerla sentir culpable.
—Ha vuelto a las drogas —dijo Remo en voz baja. Por supuesto, lo
descubriría.
Lo miré y asentí. Nino sacudió la cabeza, frustrado.
—Quiero respuestas —dijo Remo—. ¿Qué quemaduras de cigarrillo, y de
dónde saca Adamo las jodidas drogas?
—Atrapé a Adamo apagando un cigarrillo en su antebrazo. Afirma que no lo
siente por el tejido cicatricial —explicó Nino.
—Mierda —murmuró Savio.
La expresión de Remo era aterradora, llena de furia y determinación fría.
—¿Quién le está vendiendo las drogas? —La intensidad de su mirada me
hizo estremecer.
—No lo sé. Me dijo que nadie en la Camorra le vendería.
Nino y Remo intercambiaron una mirada.
—Tal vez la Bratva.
—¿En serio creen que sería tan estúpido para acercarse a nuestros enemigos?
—preguntó Savio.
—Las drogas hacen que la gente haga cosas estúpidas —gruñó Remo—. Tal
vez conoce a personas en las carreras que lo ayudan.
—¿Qué vas a hacer?
—Vamos a encontrar a las personas que le venden las drogas y matarlos — 218
dijo Nino simplemente.
—¿Y con Adamo?
—Nos aseguraremos que se quede en su habitación y se detenga de una vez
con esa mierda. No dejaré que arruine su vida con drogas —dijo Remo—. Prefiero
encerrarlo hasta que esté limpio antes de que muera por esa mierda.
—Iré a buscarlo. Conozco algunos lugares donde le gusta pasar el rato, pero
comenzaré con el lugar de C.J —dijo Savio, poniéndose de pie y saliendo.
Serafina asomó la cabeza nuevamente, luciendo preocupada. Llevaba a Greta.
—¿Puedo entrar?
Remo asintió, aún fulminando el suelo con la vista.
—Greta está un poco quisquillosa. No quiere dormir. Parece que necesita
cercanía esta noche. —Serafina examinó el rostro de Remo—. ¿Por qué no la cargas
un rato? Nevio acaba de quedarse dormido y me preocupa que lo despierte.
Remo volvió a asentir lentamente, y se acercó a su esposa. La besó y luego
tomó a Greta, quien se aferró a él inmediatamente. Serafina susurró algo, pero Remo
sacudió la cabeza. Ella tocó su brazo brevemente y luego volvió a subir.
—Vamos —me murmuró Nino. Antes de que nos fuéramos, vi a Remo
estirarse en el sofá con Greta tendida en su pecho, sonriendo radiante hacia él con
sus enormes ojos. Él sonrió y le acarició la espalda—. Estará bien —dijo Nino en
voz baja a medida que me alejaba.
—Lo sé. ¿Y tú?
—También lo estaré. Adamo estará bien. Nosotros lo ayudaremos. Una vez
que sus distribuidores estén muertos y él esté limpio, podemos hacer algo con
respecto a los recuerdos.
Nos acomodamos en nuestra cama, yo de espaldas y Nino inclinando sobre
mí, sus ojos recorriendo mis brazos. Se inclinó y besó mis moretones.
—No puedo soportar verte lastimada.
—Estoy bien, Nino. Me duele más verlos a tus hermanos y a ti discutiendo.
Así que, por favor, no te enojes con Adamo.
—No lo estoy. Ya no. Mis hermanos y yo siempre estaremos allí el uno para
el otro. Nada cambiará eso. Remo no lo permitirá, y yo tampoco.
219
—E ntonces, ¿qué? ¿van a mantenerme encerrado aquí para
siempre? —dijo Adamo—. ¿Un cautivo en mi propia
casa? —Desde que Savio lo había traído a casa hace dos
noches, habíamos estado muy atentos a nuestro hermano menor y ya mostraba
síntomas de abstinencia. Movimientos erráticos, transpiración y dedos temblorosos.
Debía haber estado tomando esa mierda por más tiempo del que nadie esperaba.
—Te quedarás aquí hasta que estemos seguros que estás limpio —dije con
calma.
220
Adamo me fulminó con la mirada.
—¿Por qué al menos no puedo quedarme en mi habitación?
—Porque no hay barras frente a tu ventana y no queremos tener que
instalarlas.
Adamo sacudió la cabeza, mirando alrededor de la habitación en el ala de
Remo. Era donde Remo solía mantener a Serafina.
—Esto es ridículo. No pueden tratarme así.
Remo se abalanzó a él y lo enfrentó.
—Sabes muy bien lo que le haría a cualquier otro soldado que usa drogas y
no me dice dónde las consiguió, así que tal vez deberías cerrar la puta boca.
—Si nos dices quién te dio las drogas, facilitaría las cosas.
—¿Para quién? —Adamo se cruzó de brazos con una sonrisa amarga.
Remo soltó un fuerte suspiro y luego su sonrisa se volvió peligrosa.
—Muy bien, entonces no nos digas. Simplemente hablaremos con C.J. y le
preguntaremos. Pasaste mucho tiempo con ella. Supongo que ella sabe bastante.
Adamo palideció.
—No, déjala fuera de esto.
La sonrisa de Remo se amplió aún más.
—No puedo hacer eso. Teniendo en cuenta que soy su Capo, debería haberme
contado todo pero no lo hizo. Eso es traición.
—¡No! —gritó Adamo y se arrojó sobre Remo, apuntándole con un puñetazo.
Remo lo bloqueó, retorció su brazo y lo arrojó de cara al suelo, después se
arrodilló sobre su espalda.
—Nunca más levantes tu puño contra mí.
—Jódete —gruñó Adamo, su cara poniéndose roja.
—Adamo —dije en un tono implorante a medida que me agachaba ante él—.
Tienes que parar esto. Las drogas te están destruyendo. Remo y yo solo queremos
ayudarte.
—No lastimen a C.J., lastímenme a mí.
—Tengo el presentimiento de que lastimarte no nos acercará más a la verdad, 221
¿cierto? —murmuré—. El dolor no te hará hablar más.
—Jamás lo intentaste. Simplemente hazlo.
Remo lo soltó y se levantó con un gruñido.
—Cállate. Sabes que no te torturaremos.
—¿Por qué no pueden dejarme tomar mis propias decisiones? Si quiero
arruinar mi vida con drogas, entonces déjenme.
Remo lo fulminó con la mirada.
—No te dejaré, nunca. Torturaré a cualquiera para obtener información sobre
esos cabrones que te vendieron esa mierda. Quiero que vuelvas a ser quien eras.
—No lo haré —dijo Adamo en voz baja, rodando sobre su espalda—. No hay
nada que puedan hacer al respecto. Ya no soy él, tal vez nunca lo fui.
Remo tragó con fuerza, su boca apretándose en una línea dura. Se inclinó
sobre Adamo, agarrando su antebrazo con las quemaduras.
—Entonces conviértete en alguien más fuerte. No les des poder a esos
cabrones que te torturaron incluso después de terminar. Enójate, sé brutal, me
importa un carajo, pero saca la puta tortura de tu cabeza. Sigue adelante. Eso es solo
el pasado.
Adamo sonrió de forma extraña.
—Si fuera tan fácil, Nino y tú no seguirían actuando como si nuestra madre
no estuviera viva.
Remo se enderezó de golpe. Estaba al borde. Agarré su hombro.
—Adamo, hay dos opciones. Decirnos quién te vendió las drogas o Remo y
yo le preguntaremos a C.J.
Adamo me fulminó con la mirada, pero la preocupación parpadeó en sus ojos.
Tal vez Adamo pensaba que era como nosotros, se había vuelto como nosotros, pero
todavía era más amable de lo que Remo y yo seríamos alguna vez.
—No nos mires así —dijo Remo en voz baja—. No toleraré que lidies con
traficantes potencialmente peligrosos que podrían usarte y a tu adicción a las drogas
para vengarse de nosotros, de nuestra familia.
Adamo resopló.
Remo dio un paso hacia él nuevamente pero se detuvo. 222
—¿Estás seguro que no les darías los códigos de seguridad si no te vendieran
las drogas que anhelas tan desesperadamente? ¿Puedes mirarme a los jodidos ojos y
jurar que no actuarías imprudentemente por otro subidón? ¿Puedes hacerlo? —Remo
rio sombríamente cuando Adamo permaneció en silencio—. Eso es lo que pensé. No
arriesgaré las vidas de Greta y Nevio, ni las de Serafina, Savio, Kiara o Nino… ni la
tuya. Nunca. Si tengo que torturar a una puta para que así me des la información que
necesito, lo haré sin un maldito remordimiento. —Después asintió hacia mí—. Y
créeme, Nino ni siquiera parpadeará desmembrando a alguien para garantizar la
seguridad de Kiara.
Adamo se sentó despacio.
—Jamás revelaría nuestros códigos. Ni siquiera por las drogas.
—Dinos quién te vendió la mierda.
Adamo bajó los ojos.
—Están estos muchachos en las carreras. Se llevan cosas para sí mismos. Les
pago el doble de modo que también compren para mí.
—¿Saben quién eres? —preguntó Remo.
Adamo asintió.
—Todo el mundo sabe quién soy.
Remo se dio la vuelta y salió enfurecido.
—Nombres, y si sabes, dónde encontrarlos —exigí.
—Kay y Josh. Siempre se quedan con el equipo principal de la carrera en el
campamento.
Le tendí la mano a Adamo y él la tomó. De nuevo en pie, suspiró.
—En serio intenté mantenerme alejado de las drogas, pero la hierba… mejoró
las cosas y luego uno de estos tipos dijo que la heroína lo haría aún más fácil…
—Nada que valga la pena es fácil, Adamo. Tienes razón, Remo y yo a veces
todavía luchamos con el pasado, pero seguimos adelante porque tenemos personas
que confían en nosotros, y tú también. Confiamos en ti. Te necesitamos como parte
de nuestra familia, así que enfrenta tus miedos sin las drogas. —Adamo no dijo
nada—. Ahora voy a encerrarte. Más tarde, cuando alguien esté aquí para vigilarte,
podrás moverte por la casa.
Se hundió en la cama y me fui. Remo todavía estaba en el pasillo cuando salí, 223
apoyado contra la pared y luciendo una expresión asesina.
—Tendremos que sentar un ejemplo. Meterles en la cabeza a las personas que
tienen que dejar de venderle esa mierda.
—Deja que Fabiano y yo nos encarguemos. Quédate aquí con tus hijos.
Vigila las cosas.
—¿Todavía crees que Samuel podría usar la información que reunió mientras
estuvo aquí para la boda? ¿Para un ataque?
Sacudí mi cabeza.
—Creo que no arriesgará nada con su hermana cerca, pero creo que deberías
quedarte aquí. Sé que crees que tienes que protegernos a todos, pero Fabiano y yo
podemos encargarnos de esto.
A Remo no le gustó, pero tenía que pensar en sus gemelos y tenía que dejar
de arrojarse de cabeza en cada conflicto. Podía ver lo duro que tomó la adicción a
las drogas de Adamo.
—Está bien —dijo lentamente—. Pero asegúrate que todos reciban el
mensaje. —Lo miré y él desplegó sus dientes en una risa áspera—. Sí. Harás eso.
—Iré a buscar a Fabiano y le diré a Kiara que me voy, luego partiremos.
Crucé los jardines hasta la casa de Fabiano. Leona estaba tendida en una de
las tumbonas y leyendo. Se sentó en seguida cuando me vio acercarme.
—¿Pasó algo?
—Necesito a Fabiano para una misión.
—Está en el gimnasio, entrenando.
Asentí pero antes de entrar, dije:
—Serafina, Savio y los gemelos están en la piscina. ¿Por qué no te unes a
ellos?
La sorpresa cruzó su rostro.
—Lo haré, gracias.
Asentí y entonces me dirigí a la sala de estar. La casa de Fabiano era más
pequeña que la nuestra y no tenía alas, pero aún era un edificio enorme. El gimnasio
estaba al final del pasillo y cuando entré, Fabiano estaba haciendo pesas en la banca.
—¿No deberías estar más vigilante? 224
—Reconocí tus pasos. —Puso la barra de pesas en la rejilla de seguridad
sobre su cabeza, luego se sentó y se limpió el sudor de la cara y el pecho—.
¿Adamo?
Asentí.
—Nos dio nombres.
—¿Cuándo quieres salir? —preguntó Fabiano a medida que se levantaba.
—Tan pronto como sea posible.
—¿Remo vendrá?
—No, debería quedarse aquí y vigilar las cosas.
—¿Cuánto tiempo nos iremos?
Siempre eficiente cuando se trataba de una misión, eso es lo que apreciaba de
Fabiano.
—Toda la noche, tal vez dos. El campamento está establecido actualmente
cerca de Sacramento.
—De acuerdo. Dame quince minutos para tomar una ducha rápida y empacar
algunas cosas.
Con un breve asentimiento, volví a nuestra mansión para buscar a Kiara. La
encontré en su piano pero no estaba tocando nada, solo frunciendo el ceño ante sus
dedos en las teclas. Me senté a su lado.
—¿Qué pasa?
—Nada —respondió lentamente, después me dio una sonrisa pequeña.
Acaricié la parte superior de su brazo con los moretones. No decía la verdad.
Dado su ciclo, se suponía que tendría su período hace dos días. Habíamos dormido
juntos esta mañana y definitivamente no había sangrado.
—Tengo que irme a Sacramento para encargarme de algunas cosas.
—¿Adamo te dijo quién le vendió las drogas?
—Lo hizo. —No dije más y Kiara no preguntó, simplemente asintió. Sabía lo
que tenía que pasar.
—¿Cómo está?
225
—Lo encerramos en la habitación segura. Solo se le permitirá salir si Savio o
Remo están cerca para vigilarlo.
—¿En serio es necesario?
Llevé su muñeca a mi boca y la besé.
—No sabemos cuánto tiempo lleva Adamo tomando heroína. O qué más ha
usado. Podríamos descubrirlo en Sacramento, pero si su adicción es grave, lo cual
me temo que es, podría hacer algo estúpido intentando conseguirlas.
—Realmente espero que pueda superar esto.
—Lo hará. —Estudié sus ojos buscando alguna pista de que Kiara me
necesitaba—. ¿Estarás bien?
—Por supuesto. Tienes que encargarte de esto. Estaré bien. Lo estoy.
La besé lentamente, intentando decidir si debía pedirle a Savio que fuera en
mi lugar.
—Estoy bien —dijo con firmeza—. Ve. Arregla las cosas.
Vi a Nino y Fabiano alejarse y luego regresé a la casa. Serafina estaba en la
terraza con los gemelos y Leona, y Remo y Savio estaban en la sala de juegos,
discutiendo sobre Adamo. Por un momento consideré salir, para distraerme del
pensamiento persistente que me retrasaba por dos días. Solo dos días.
Mi período se había retrasado solo por dos días y, sin embargo, no podía
dejar de pensar en ello, incluso si nunca había significado nada en el pasado. Quería
que significara algo, que significara que finalmente estaba embarazada. En algún
momento, simplemente tenía que funcionar. Tenía que hacerlo. Me toqué el vientre
y sacudí la cabeza.
Cruzando el vestíbulo de entrada, me encerré en el baño de visitas con una de
mis pruebas de embarazo de mi alijo. Diez minutos después, me quedé mirando la
pequeña ventanilla mientras la decepción rompía mi corazón en pequeñas astillas.
No estaba embarazada, otra vez. 226
Me sentí enferma y desesperada. Intentando contener las lágrimas, salí a
trompicones del baño de visitas y me dirigí a la sala de juegos para prepararme una
bebida en el bar. Apenas bebía licor fuerte a veces, pero justo en ese momento
quería adormecer mi tristeza.
Afortunadamente, Savio y Remo ya no estaban allí. Probablemente se habían
unido al resto en la terraza.
Alcanzando la primera botella en la que pude poner mi mano, me serví un
vaso generoso y logré bajar la mitad antes de comenzar a toser. Las lágrimas
finalmente estallaron y no estaba segura si eran por el alcohol o por el vacío en mi
pecho, esta sensación aplastante de que lo único que más quería no vendría fácil
para mí, o en absoluto.
Remo apareció a la vista, saliendo del jardín. Me limpié los ojos rápidamente
y me alejé corriendo, queriendo ahogarme en mi miseria, pero sus pasos sonaron
detrás de mí y con el tiempo dejé de escapar porque era inútil de todos modos. Remo
nunca se rendía y estaba cansada de correr. Sollozando, me apoyé contra la pared y
me deslicé hacia el piso lentamente. Sus piernas aparecieron a la vista, pero no dijo
nada. Podía imaginármelo observándome.
—Como odias las manifestaciones de emociones explícitas, deberías irte.
Solo empeorará desde aquí. —Soné amargada, incluso para mis propios oídos.
Remo se dejó caer frente a mí, sosteniendo mi vaso medio lleno. Escaneó mi
cara y miró la prueba de embarazo en mi mano. Ni siquiera me había dado cuenta
que todavía la estaba aferrando como un recuerdo de mi incapacidad para concebir.
Se la tendí para que así pudiera ver el resultado.
—Uno pensaría que sería más fácil con el tiempo. La decepción después de
que tus esperanzas han volado demasiado alto una vez más. —Remo tomó un sorbo
de mi bebida, luego lo arremolinó en el vaso—. Eso era mío.
—Lo dejaste allí abandonado. Es un ron Don Papa de edición limitada que
cuesta una fortuna. No voy a dejarlo allí para que Adamo pueda profanarlo en una
jodida Cuba Libre.
Solté una carcajada y extendí la mano.
—Necesito otro sorbo.
Remo me entregó el vaso y tomé un gran trago, estremeciéndome por la
fuerza del alcohol.
227
—Mierda, sería un pésimo desperdicio de un buen ron. Odias el licor fuerte.
—Sí —dije y devolví la bebida a Remo—. Pensé que ayudaría.
Remo sonrió.
—¿Cuándo ha ayudado el alcohol con algo?
—Puede ayudarte a olvidar.
—Durante unas horas, pero te permite chocar aún más fuerte cuando vuelves
a recordarlo.
Me mordí el labio, sabiendo que tenía razón. Adamo había estado intentando
hacer frente a todo de la misma manera y podía ver a dónde lo había llevado.
—Lo hemos intentado durante tanto tiempo.
Remo inclinó la cabeza en consideración. No había lástima en sus ojos, lo
cual era bueno, y la razón por la cual me encantaba hablar con Remo.
—¿Nino es infértil?
Parpadeé, inmóvil, después de todo este tiempo, aturdida por la franqueza de
Remo.
—No lo sé, pero no creo que sea él. Es mi culpa. Solo lo sé en el fondo. Algo
está mal conmigo. Tal vez no merezco ser feliz. Primero mis padres, luego Durant y
ahora esto… —Comencé a jadear a medida que la desesperación y la tristeza se
agolpaban en mi pecho. No podía creer que hubiera dicho esas palabras en voz alta.
Me habían estado atormentando durante mucho tiempo.
—Kiara, para.
No podía. Remo me agarró del tobillo, sorprendiéndome. Mi cabeza se alzó
bruscamente. Rara vez me tocaba. Tragué con fuerza mientras me enfocaba en su
rostro.
—No es culpa de nadie, y no hay nada jodidamente mal contigo, ¿entendido?
—Es injusto —susurré desesperadamente.
Remo se bebió el ron restante.
—La vida es jodidamente injusta. Quiere aplastarte, pero no puedes dejar que
la perra gane. Tienes que obligarla a jugar según tus reglas.
—Lo haces sonar tan fácil, pero para mí no lo es. Tú eres fuerte. Nadie podría
obligarte a hacer nada. 228
Remo se inclinó hacia adelante, apretando mi tobillo.
—¿Sabes cuántas personas se atreven a decirme la verdad a la cara? ¿Cuántos
no se cagan en los pantalones cuando están solos conmigo?
Sacudí mi cabeza. Supuse que no eran muchos. Serafina, sus hermanos y
Fabiano… incluso Leona aún desconfiaba del Capo de la Camorra.
—Eres fuerte a tu manera, Kiara. Y eres una Falcone. El mundo es tuyo. Si
quieres un hijo, tendrás uno.
Me reí.
—Sé que eres poderoso, pero algunas cosas están fuera de tu control. No
puedes secuestrar a uno.
—Si Nino es infértil puedes tener mi esperma para que quedes embarazada.
Me ahogué.
—¿Hablas en serio?
Levantó una ceja.
Sacudí mi cabeza.
—En realidad estás hablando en serio. ¿Crees que Fina estaría de acuerdo con
que seas donante de esperma?
—Somos familia. Quiero que Nino y tú cumplan tu deseo, y Serafina lo
entendería.
—Eso no funcionará si soy yo.
—Hay todo tipo de mierda que los médicos pueden hacer hoy en día. Nino y
tú deberían hacerse un chequeo. Una vez que sepan cuál es el problema, pueden
encontrar una solución.
—Quizás no haya solución.
—Siempre la hay. Pueden adoptar. De todos modos, podría no ser la peor
idea del mundo teniendo en cuenta lo mal que estamos Nino y yo.
—Eso es por su infancia.
—Créeme, parte de ello es heredado. —Su boca se curvó como si recordara
todas las cosas que habían hecho a lo largo de los años.
229
—He estado pensando en la adopción. —Miré a Remo—. Pero no quiero que
los niños sean menos porque no son parientes consanguíneos.
—La única jodida sangre que me importa es la de los hijos de puta que
tratarán menos a tus hijos por una maldita estupidez como el ADN, y solo porque
me bañaré en ella después de cortarles la garganta.
Crucé el pequeño espacio entre nosotros y abracé a Remo por primera vez en
mi vida.
—Gracias —susurré—. Eres como desearía que mis hermanos pudieran haber
sido. No me importa lo que la gente diga de ti, te amo como un hermano.
Remo se congeló, luego tocó mi espalda ligeramente pero no dijo nada a
cambio; no es que hubiera esperado que lo hiciera.
Me aparté, aclarándome la garganta y limpiándome los ojos. Remo se puso de
pie y me tendió la mano.
—Vamos. Unámonos a los demás en la piscina.
Tomé su mano y le permití que me levantara.
—No estoy usando traje de baño.
—Entonces ve a cambiarte. Iré a ver si Adamo está de ánimos para dejar su
malhumor.
Me contempló un momento más, después tomó la prueba de embarazo
descartada y se alejó.
Solté un suspiro largo, sintiéndome un poco mejor. Remo tenía razón. No
tenía sentido compadecerme de mí misma.
233
A la noche siguiente, estaba horneando un pan de plátano cuando
Nino entró en la cocina.
Mi estómago estalló de alivio al verlo, luego mi estado de
ánimo cayó al darme cuenta que tenía que decirle que no había vuelto a funcionar.
Nino vino directamente hacia mí y me abrazó por detrás, besando mi mejilla y
cuando giré la cabeza, mis labios.
—Funcionará. Tenemos tiempo.
—¿Cómo lo sabes? —Dudaba que Remo se hubiera escabullido para decirle 234
al segundo en que Nino entró en la mansión.
—Tu expresión, y sé que es más o menos el momento de tu ciclo, y
normalmente te haces la prueba.
Suspiré.
—Es imposible ocultarte secretos.
—No es necesario.
—¿Estás enojado?
Nino frunció el ceño.
—¿Por qué estaría enojado? Como dije, tenemos tiempo. Tendremos un bebé
eventualmente. Y no es que ninguno de los dos tenga la culpa. Esto no es algo que
podamos afectar.
Presioné mi rostro en su camisa, empapándome en su aroma reconfortante.
—Estoy enojada. Estoy muy enojada.
Nino se quedó inmóvil.
—¿Con quién?
—No con nadie, nunca contigo, en realidad ni siquiera conmigo. Maldita sea,
estoy tan enojada y ni siquiera tiene sentido.
Las cejas de Nino se habían alzado ante mi maldición.
—Quizás necesitas desahogarte.
—Tomé medio vaso de ron Don Papa. Y no ayudó.
—Déjame adivinar. Remo te dijo que bebieras.
Sonreí.
—No, de hecho me dijo que no beba. Al menos no del alcohol caro.
Nino sacudió la cabeza con una risa, pero luego volvió a ponerse serio y
presionó nuestras frentes.
—Quizás solo necesitas desahogar tu ira. Podríamos entrenar, pelear un poco.
Siempre me siento mejor después de hacerlo.
—¿Por qué no? No puede doler, ¿verdad?
—Debería doler —dijo Nino.
235
Sacudí mi cabeza.
—Cierto.
Nino me besó de nuevo, y luego se apartó.
—¿Podemos ir ahora o tienes que quedarte por el pan?
Lo revisé. Estaba hecho y solo necesitaba enfriarse. Saqué la bandeja del
horno rápidamente antes de seguir a Nino fuera de la cocina.
—El pan de plátano está listo —llamé cuando pasamos por la sala de juegos
donde Savio estaba trabajando en su portátil. Tal vez disfrutaría un bocado esta
noche. Greta se sentaba a su lado en el sofá como una hermosa muñeca y miraba con
curiosidad la pantalla, no el libro ilustrado en su regazo. El chillido encantado de
Nevio resonó afuera seguido de la voz más profunda de Remo. Parecía estar
persiguiendo a su hijo por el jardín.
—Espero que lo que sea que estés haciendo sea apto para los ojos de un niño
—le dijo Nino a Savio.
Savio levantó la vista hacia nosotros y luego miró a Greta.
—Solo reviso nuestras estadísticas de apuestas. Y no es que Greta pueda leer
nada. ¿Verdad, muñequita?
Greta lo miró con una sonrisa torcida y mi corazón simplemente se derritió.
—En serio te adora —dije suavemente.
Savio le dirigió a Greta una sonrisa.
—Las chicas me aman, ¿verdad?
Ella solo sonrió. Nino acarició mi espalda y finalmente aparté mi mirada de
ellos.
Savio guardó su computadora portátil y le preguntó a Greta:
—¿Por qué no revisamos ese pan de plátano? Tal vez puedo meterte un trozo
en la boca antes de que la insoportable de tu madre se queje por un poco de azúcar.
—Escuché eso —murmuró Serafina a medida que entraba, vestida en bikini,
fulminando a Savio con la vista.
Él se encogió de hombros.
—Lo siento, muñequita, hice lo mejor que pude. —Se alejó despidiéndose 236
mientras Serafina alzaba a su hija y besaba su mejilla sonrosada.
Me dio una sonrisa alentadora y supe que Remo ya le había contado, no es
que de todos modos hubiera permanecido en secreto.
—Nos vamos al gimnasio —dijo Nino y entonces me arrastró a nuestra
habitación, por lo cual me alegré. No quería volver a hablar sobre la prueba
negativa.
Quince minutos después, sonó un golpe. Remo gruñó, levantando la vista del
hijo de puta en el suelo. Se había cabreado consigo mismo. No estaba seguro si
Remo quería matarlo o mantenerlo con vida. Quizás no se conocía a sí mismo.
Tomé una toalla y me limpié las manos antes de dirigirme hacia la puerta
para abrirla. Jerry esperaba allí. Sus ojos parpadearon brevemente hacia mi camisa 250
salpicada de sangre y luego rápidamente hacia mi cara, intentando no mirar a Remo
y al hombre en el piso.
—Saqué algo para botar y escuché unos maullidos en el contenedor de
basura. ¿Puedes revisar? Creo que un gato podría haber dejado a sus gatitos allí. O
tal vez alguien dejó a sus cachorros indeseados. Me preocupa que los transeúntes se
pongan curiosos si no nos ocupamos de eso.
—¿Te das cuenta que pedirles a tus jefes que hurguen en la basura no te dará
puntos de bonificación? —murmuró Remo ya alejándose del imbécil.
Agarrando otra toalla, comenzó a limpiarse, pero su camisa como la mía era
un desastre. Teniendo en cuenta que estábamos a punto de buscar entre la basura,
eso no era un problema.
Los ojos de Jerry se movieron entre Remo y yo.
—Umm… necesito atender la barra. No tengo un cambio de ropa, pero estoy
seguro que puedo resolver algo.
Remo abrió la puerta todo el camino, pasando junto a mí y le dio a Jerry una
buena vista del desastre sangriento dentro de la habitación. Jerry retrocedió
rápidamente, palideciendo a pesar de los años trabajando para nosotros.
—No orines tus pantalones —murmuró Remo—. Nosotros nos encargamos.
Jerry regresó al bar mientras Remo y yo nos dirigíamos hacia la puerta
trasera.
—Si encontramos gatitos o cachorros, no le menciones nada a Kiara. Insistirá
en que los conservemos. No quiero que nuestra casa se convierta en un jodido
zoológico.
Nos detuvimos frente a los contenedores de basura y escuchamos.
—No escucho nada —dije.
Remo entrecerró los ojos hacia los contenedores de basura.
—No me sorprendería si se asfixiaron allí a estas alturas. Hace calor y está
cargado. —Con un suspiro, se acercó a un contenedor de basura y yo subí los
escalones del otro. La mayor parte de la basura estaba en bolsas de plástico negro,
pero algunas botellas y restos de comida acababan de ser arrojados al interior.
—Mierda —gruñó Remo a medida que movía una bolsa de basura a un
lado—. ¿Cómo es que gobierno sobre el jodido Oeste y todavía tengo que poner mis
manos sobre tomates podridos? 251
Abrí la boca para darle una respuesta y aparté una bolsa cuando un pequeño
pie humano me llamó la atención. Me congelé por un momento, sin estar seguro si
mi mente me estaba jugando una mala pasada, luego me puse en acción. Agarré otra
bolsa, arrojándola detrás de mí.
—¡Remo!
Agarré al bebé, que yacía inmóvil entre la basura. Solo estaba vestido con
calzoncillos sucios. Presionando el pequeño cuerpo contra mi pecho, salté los
escalones y me arrodillé en el suelo. Remo ya estaba allí.
—¡Maldición! ¿Está respirando?
Sacudí la cabeza a medida que metía el dedo en la boca del bebé, limpiándolo
de posibles objetos que pudieran entrar en sus vías respiratorias una vez que
comencé la RCP.
Remo estaba gruñendo en el teléfono:
—Necesitamos que vengas en este maldito segundo. Encontramos un bebé en
la basura. No está respirando.
Acuné al bebé en mis manos y soplé cuidadosamente en el pequeño cuerpo.
Por suerte, el bebé respondió rápidamente. Si todavía había estado haciendo
sonidos no hace mucho tiempo, no había estado sin aire durante mucho rato.
Cuando su pequeño pecho comenzó a moverse y comenzó a respirar por sí
solo, me volví hacia Remo, quien me estaba observando con una mezcla de furia
asesina y evidente preocupación.
—Necesito toallas frías y alguien debería buscar fórmula para bebés lo antes
posible.
Remo se giró y volvió a entrar. Saqué al bebé de los calzoncillos sucios,
viendo que era un pequeño hombrecito, luego me enderecé con él en mi brazo.
Estaba de camino a nuestra oficina cuando Remo regresó corriendo, sosteniendo
toallas. Le quité una y después me dirigí al interior de la habitación, puse al niño en
el sofá y comencé a limpiarlo con la tela fría.
—Está sobrecalentado, deshidratado y desnutrido. Tenemos que llevarlo al
hospital. Nuestros propios médicos no tienen la experiencia necesaria.
Remo asintió.
—De acuerdo. Lo llevaré y me aseguraré que los médicos y las enfermeras
hagan su trabajo, y mantengan sus narices alejadas de nuestro puto negocio y 252
después de eso hablaré con la madre del niño.
Solo una puta había estado embarazada en el último año: Lee. Cuando
regresó, Lee nos dijo que había dado a su hijo en adopción. Había comenzado a
trabajar nuevamente para pagar su adicción a la heroína.
—Puedo llevarlo al hospital —le dije.
Remo tomó mi hombro mirando del bebé a mi cara.
—Vas a ir a casa y hablarás con Kiara. —Miré al niño en mis brazos,
dándome cuenta de lo que Remo estaba diciendo sin decirlo en realidad. Asentí
lentamente y se lo entregué a Remo, quien lo sostuvo cuidadosamente contra su
pecho—. Te esperaré en el hospital y me aseguraré de que esté protegido.
Con una última mirada al bebé sucio en el brazo de Remo, me di vuelta y me
fui a casa.
T arareaba mientras cocinaba un lote de chile vegetariano con patata
para mañana y no me volteé cuando la puerta se abrió detrás de mí.
Pensar que en el pasado me habría tensado, temiendo lo peor, me
hizo sonreír por lo lejos que había llegado.
Unos brazos me rodearon y Nino besó mi garganta, luego mi mejilla. Me
volví en su abrazo para mirarlo. Algo en su expresión, un destello de vacilación, me
hizo dejar la cuchara y volverme hacia él por completo. ¿Le había pasado algo a
Adamo? Había estado mejorando, ¿verdad? ¿O solo había sido una pretensión?
253
—¿Qué pasa?
—Una de las prostitutas quedó embarazada y cuando Remo se enteró, le
prohibió trabajar. Regresó hace un par de semanas, diciendo a todos que había dado
al bebé en adopción. Hoy Jerry escuchó unos maullidos provenientes de la basura.
Pensó que un gato había dado a luz a sus gatitos en los contenedores de basura…
Mi corazón ya estaba apretándose fuertemente con la realización.
—Jerry nos dijo a Remo y a mí porque todavía tenía que trabajar en la barra.
Encontramos un bebé, de unas pocas semanas, desnutrido y deshidratado.
Tragué con fuerza.
—Arrojó a su bebé a la basura.
—No lo cuidó bien ni siquiera antes. Remo lo ha llevado al hospital. Nos está
esperando.
Parpadeé hacia Nino, entendiendo lo que estaba sugiriendo. Respiré
profundamente, las lágrimas brotando de mis ojos y comencé a temblar. Nino
frunció el ceño, la preocupación cruzando su rostro.
—Sé que quieres quedar embarazada, dar a luz a nuestro hijo, pero…
Lo interrumpí con un beso desesperado, acunando su rostro, llorando.
—Amaré a este bebé con todo mi corazón. Gracias, muchas gracias.
—Fue idea de Remo. —Nino presionó su frente contra la mía por un
momento—. Vámonos.
Asentí lentamente, pero no podía moverme, estaba demasiado abrumada. ¿En
serio esto estaba sucediendo? ¿Y debería incluso sentirme tan feliz como lo hacía?
Después de todo, algo horrible había pasado. Apagué la estufa, respirando
profundamente otra vez.
—¿Kiara? —preguntó Nino suavemente.
—Vamos —respondí, apretando su mano.
Me senté en el sofá con Leona y Serafina mientras los gemelos jugaban entre
ellos en el suelo.
No podía dejar de mirar a Alessio mientras bebía de su botella, descansando
pacíficamente en el hueco de mi brazo.
Era un bebé pequeño con brazos escuálidos y un rostro casi de elfo,
demasiado delgado.
—Trabajaremos en esas mejillas regordetas, ¿cierto? —murmuré mientras
acariciaba su suave mejilla y luego continuaba hasta su cabello. Me observaba en
silencio. Incluso si sus momentos quisquillosos daban mucho trabajo, los prefería a
sus momentos tan tranquilos, porque siempre me preocupaba que fueran una señal
de las cosas que ya había tenido que soportar a una edad tan corta.
Serafina lo arrulló suavemente y tiró de sus pequeños pies.
—Me dan ganas de tener otro. —Nevio arrojó un bloque de madera, luego
otro, sonriendo como si fuera un gran logro—. Pero le daré unos años más —agregó.
Nevio continuó arrojando cosas—. O tal vez incluso más.
Leona rio.
—No puedo creer que quieras más después de dar a luz gemelos.
—Bueno, no estoy muy entusiasmada con el trabajo de parto. No te perdiste
nada —me dijo Serafina y luego hizo una mueca—. No debí haber dicho eso.
Sacudí mi cabeza.
—No, está bien. Me encantaría dar a luz, incluso si es doloroso, pero estoy
perfectamente feliz con Alessio. Sin importar cómo vino a nosotros. Es nuestro hijo. 264
—Lo es —murmuró Serafina y me dio un beso en la mejilla—. Y serás una
madre increíble.
—Teniendo en cuenta que nunca tuve una madre buena o incluso decente, me
pregunto cómo seré una buena madre —dijo Leona, tocando la cabeza de Alessio
suavemente.
—Tampoco tengo un modelo a seguir. Mi madre fue débil, y luego murió, y
mi tía siempre me vio como una carga. Criaré a Alessio como habría querido ser
criada, con amor y cuidado.
—¿En dónde carajo está? —gruñó Remo. Nos reuníamos en el área común
para discutir la desaparición de Adamo.
—No está con C.J., eso está claro. Fue la primera persona que comprobé.
Diego dijo que Gemma le preguntó a algunas de sus amigas que conocen a la gente
con la que Adamo se junta ocasionalmente, pero nada —dije. Kiara caminaba de un
lado a otro en la terraza con Alessio atado al arnés frente a su pecho, intentando
hacerlo dormir, pero podía decir que estaba escuchando—. Creo que debemos
considerar la opción muy válida de que haya encontrado a alguien que le venda
heroína y que ahora esté durmiendo la euforia —agregué.
—Si la compró a las personas equivocadas, podría estar muerto. O lo matan o
le venden drogas de baja calidad que estén cortadas con veneno para ratas o
cualquier otra mierda. Podría estar tendido en una zanja con una sobredosis ahora
mismo —gruñó Remo. Y siguió frotando su pulgar de ida y vuelta por las cicatrices
en su muñeca.
—Hiciste todo lo posible para protegerlo.
—Quizás solo esté en la carrera. Sabes que quería correr este fin de semana y
estaba cabreado cuando no se le permitió hacerlo —dijo Savio, con un brazo
apoyado contra la barra.
—Alguien de la cuadrilla nos lo habría dicho —dije.
—No si Adamo logró colarse de nuevo como la última vez.
Remo se acercó a su saco de boxeo y lanzó una fuerte patada.
—¿Te refieres a la vez en que fue capturado por la puta Organización? —
exhaló, luego aferró la bolsa con fuerza.
Savio me dio una mirada que dejó en claro que había terminado de intentar
convencer a Remo.
—Su campamento está cerca en este momento. Al noreste de L.A. Podríamos
ir allí y comprobar —dije.
275
Remo gruñó.
—Se escondería de nosotros.
—De todos modos podríamos intentarlo.
Remo asintió lentamente.
—Pero si el idiota la cagó, si realmente metió esa mierda en sus venas otra
vez, será mejor que me detengas o esta vez podría darle una jodida paliza.
Savio se apartó del bar y se dejó caer en el sofá.
—Supongo que eso significa que tendré que quedarme y jugar a la niñera, en
sentido figurado y literal.
—Fabiano y tú. Tenemos suerte de que viva en la casa de al lado.
—Como si la suerte tuviera algo que ver con eso. El cirujano plástico de antes
casi se caga en sus pantalones cuando Remo habló con él.
—Tuvo suerte de que no lo matara simplemente, así que ahí lo tienes —
murmuró Remo.
Salí a decirle a Kiara. Por la expresión de preocupación en su rostro ya lo
sabía.
—¿Te vas a buscar a Adamo?
—Tengo que hacerlo. Este niño… él… —Negué con la cabeza y acaricié el
cabello de Alessio.
—Encuéntralo. Ayúdalo —dijo Kiara—. Estaremos bien. Tal vez lo
encuentres antes de que su tarta se ponga rancia.
—Creo que deberías comértelo hoy. Su cumpleaños habrá terminado cuando
lo encontremos y sospecho que no se merecerá una recompensa.
Kiara frunció los labios.
—Es su pastel de cumpleaños.
Serafina se sentaba en la hierba y los gemelos estaban en la pequeña piscina
para bebés que les había comprado, pero miraba hacia nosotros.
—Podemos hornear algo fresco una vez que regrese. Nino tiene razón, el pie
de limón no durará mucho.
276
Cuando Remo se unió a nosotros afuera, ella lo miró y su rostro reflejó la
misma preocupación que había visto en el de Kiara.
Remo y yo ya no solo éramos responsables de nuestros hermanos, teníamos
esposas e hijos. Me miró cabreado, pensando lo mismo y ansioso por patear el
trasero de Adamo. No estaba seguro de qué hacer con Adamo, cómo manejarlo. Si
no fuera él, la solución habría sido clara: Tortura, luego muerte.
—No sé qué hacer con él si está drogado otra vez —dijo Remo cuando nos
sentamos en el auto, listos para salir.
—Lo resolveremos. Podemos intentarlo nuevamente. Encerrarlo más tiempo
esta vez.
Remo arrancó el auto.
—¿Y si no es suficiente?
No dije nada, porque por una vez no pude pensar en otras opciones.
Estaba tumbada en el sofá junto a Alessio, intentando descansar después de
una noche de insomnio. Alessio estaba durmiendo profundamente ahora. Pero a
pesar de mi cansancio no podía conciliar el sueño. Me encantaba tanto ver su dulce
rostro. Nino y Remo se habían ido por un día y aún no habíamos tenido noticias
suyas, lo cual no era inusual considerando que Nino despreciaba los mensajes
innecesarios.
Mi teléfono sonó en la mesa a mi lado. Y girándome torpemente, lo alcancé,
intentando no despertar a Alessio. El nombre de Adamo apareció en la pantalla.
Contesté de inmediato, sorprendida de que me llamara.
—¿Dónde estás? Te horneé un pastel para tu cumpleaños ayer, pero
desapareciste. Estamos preocupados por ti. —Esperaba que no hubiera celebrado su
decimosexto cumpleaños solo. Tal vez Savio tenía razón y lo había pasado en las
carreras, tal vez con amigos que hubiera hecho allí, pero ¿por qué Remo y Nino aún 277
no lo habían encontrado?
—Kiara… —La palabra sonó arrastrada.
—Adamo, ¿qué pasa? ¿Dónde estás? —pregunté, sentándome con cuidado.
—Con mi madre… fui hasta allí para verla…
La conmoción me invadió. Pensé que Adamo la había sacado de su mente
como sus hermanos parecían haberlo hecho. ¿Por qué la había visitado, y en su
cumpleaños nada menos?
—¿Y ahora? ¿En dónde estás ahora? ¿Todavía en el hospital?
—Nah… —respondió en voz baja, con un toque de vacilación en su voz,
como si no me estuviera contando todo—. No me quedé mucho tiempo… no está en
sus cabales… está…
—Adamo, ¿por qué no vienes a casa? Toma un taxi. No conduzcas. Estás
borracho, ¿verdad? —No podía estar lejos. La institución mental estaba en las
afueras de Las Vegas.
Adamo se echó a reír. Fue un sonido suave y abatido.
—Borracho y drogado.
Comencé a pasear por la habitación, poniéndome cada vez más nerviosa.
—¿Quieres que te recoja?
—No se lo digas a mis hermanos —dijo rápidamente.
No había forma de que sus hermanos no se enteraran. Después de todo habían
sospechado su recaída.
—No lo haré. Puedo recogerte sola. Me llevaré un auto. Hay suficientes para
elegir.
—¿Cuándo fue la última vez que manejaste un auto?
No había conducido un automóvil en años, solo durante las lecciones de
manejo cuando todavía estaba en la escuela.
—Adamo, dime dónde estás. Déjame ayudarte. —Miré a Alessio que estaba
moviendo los dedos mientras dormía. Si fuera solo yo, no habría dudado en conducir
el automóvil, incluso si no tenía experiencia. Sin embargo, no me arriesgaría con
Alessio en el mismo auto, y no podría dejarlo con Serafina. Tenía que cuidar a los
gemelos, que ya eran suficiente trabajo, especialmente Nevio. Leona estaba en el
campus, y Savio y Fabiano no podían cuidar a un recién nacido. 278
—No conducirás tú sola. Enviarás a alguien, ¿verdad? —dijo
miserablemente.
—No —mentí incluso aunque me sentía mal, pero no podía conducir por
mucho que quisiera, y tal vez Adamo necesitaba a alguien que pudiera transportarlo
si se desmayaba.
—Escapó —dijo.
—¿Quién escapó? —La conversación me estaba confundiendo. Con mi falta
de sueño, simplemente no podía seguir el ritmo.
—Pensé que sería lindo verla en mi cumpleaños. Era agradable. Me dijo que
estaba bien si necesitaba escapar de la realidad de vez en cuando. Se quedó a mi
lado mientras conseguía una solución.
La ira burbujeó.
—Adamo, ¿quién escapó? —Una sospecha horrible estaba echando raíces en
mi cabeza. No quería darle espacio para crecer. No podía ser.
—Nuestra madre, escapó. Hoy. Se fue. No sé a dónde fue.
Fruncí el ceño, intentando entender lo que estaba diciendo y preguntándome
cuánto de ello era el resultado de sus drogas.
—Pensé que la habías visto en el hospital. No puede irse de allí. Remo ha
dado órdenes claras… —Una sensación de temor se estaba apoderando de mí.
—Dio las órdenes de que solo uno de nosotros podíamos sacarla.
Cerré mis ojos.
—¿La ayudaste a salir del hospital?
—Sí… estaba llorando y disculpándose. Pensé que podríamos… no sé… no
quería que muriera. —Soltó un suspiro tembloroso—. Pero me usó. Huyó mientras
yo llenaba el auto. No sé a dónde fue. No está en sus cabales. Maldita sea, Kiara.
Soy un idiota.
Adamo estaba a la deriva y buscaba un ancla, pero seguía buscando en los
lugares equivocados cuando un refugio seguro siempre lo esperaba en estas paredes.
—Ven a casa —insté—. Todos estamos preocupados por ti.
—Remo y Nino jamás me perdonarán por liberarla.
279
—Por supuesto que lo harán. Te aman. Atravesarían el infierno por ti, solo
regresa a casa. Todo estará bien. —Pero no estaba segura que fuera cierto. Remo y
Nino odiaban y temían a su madre por igual. Era la espina en su costado, la atadura a
su pasado cruel y la gasolina que podía alimentar el fuego de su monstruosidad—.
Déjame ayudarte. Déjame recogerte —añadí.
—No. —Su voz ya se estaba desvaneciendo como si estuviera bajando su
teléfono—. Tendré que encontrarla. Tendré que… tengo que… así Remo y Nino me
perdonarán.
—¡Adamo!
Se cortó la comunicación. Intenté devolverle la llamada, pero él la rechazó.
Alessio despertó con mi grito y comenzó a llorar. ¿Qué se suponía que debía hacer?
R emo y Nino eran los hombres más fuertes que conocíamos, pero
había una cosa con el poder de destruirlos aún después de todos
estos años. Su madre. Serafina lo sabía tan bien como yo. Teníamos
que protegerlos a ellos y a nuestras familias a cualquier precio, pero ¿cómo?
Serafina y yo nos sentamos en el sofá de la sala de estar, vigilando a Greta y
Nevio mientras jugaban en el suelo. Acunaba a Alessio suavemente en mis brazos,
con la esperanza de hacerlo dormir.
—Tenemos que encontrar una manera de atraparla antes de que descubran lo
280
que pasó —dijo con ferocidad.
—El hospital ciertamente los alertará pronto. Surgirá algo, o uno de los otros
médicos querrá confirmarlo, y Remo recibirá la llamada.
Serafina sacudió la cabeza, frunciendo el rostro con desesperación.
—¿En qué estaba pensando? ¿Cómo pudo creer siquiera una palabra de lo
que dijo después de lo que hizo a sus hermanos?
—No había nacido cuando pasó. Para él es un escenario abstracto que no
puede comprender, pero ella estaba allí frente a él, llorando y rogando. Era real y él
quería ayudarla. Ya sabes por lo mucho que está pasando.
—Por lo que le hizo mi familia.
La miré a los ojos, preguntándome si había notado cómo Adamo la usaba
para recordarse el pasado. No pensé que fuera consciente del alcance de sus luchas
internas, tal vez ninguno de nosotros lo sabía. Adamo se había convertido en un
maestro en ocultar su adicción, sus batallas.
—Tenemos que protegerlos —susurré. Era ridículo, nosotras intentando
proteger a Remo y Nino, pero en este caso necesitaban protección.
—Fabiano es el único que puede ayudarnos.
Tracé la línea del cabello de Alessio suavemente mientras lo sostenía en mi
brazo.
—Es leal a Remo. No será fácil convencerlo de que vaya a espaldas de Remo.
Serafina resopló.
—No es traición si protege a Remo de sí mismo.
—Tengo el presentimiento de que ellos no lo verán así.
—¿Qué hay de Nino? Basa su decisión en la lógica. Apuesto a que estaría de
acuerdo con nuestro plan de involucrar a Fabiano.
—Tal vez. —Nino había llegado muy lejos del hombre que conocí hace más
de dos años atrás. Todavía tenía problemas con las emociones, reconociéndolas,
sintiéndolas, mostrándolas, pero estábamos en un buen camino, o lo habíamos
estado. La idea de que esto pudiera retrasarlo me aterrorizaba. Cuando no había
conocido a Nino de ninguna otra manera, su falta de emociones había sido tolerable.
Ahora sabía cómo podría ser si de hecho las sintiera. Y no pensaba que pudiera
sobrevivir a las emociones falsas de su parte nunca más—. Pero es diferente en lo
que respecta a su madre.
281
—Fabiano es nuestra única oportunidad. Es eso o decirle a Remo y Nino.
Serafina y yo nos miramos a los ojos, y los suyos como los míos se llenaron
de lágrimas.
—Llamaré a Fabiano. Tenemos al menos dos horas antes de que nuestros
maridos vuelvan.
Nos habían enviado un mensaje de texto indicando que no habían encontrado
a Adamo y volverían pronto.
Marqué el número de Fabiano. Contestó después del segundo timbre.
—¿Qué pasa, Kiara?
—¿Puedes venir? Serafina y yo necesitamos hablar contigo. Por favor no les
digas a Remo y a Nino.
Hubo un momento de silencio en el otro extremo.
—Estaré allí en cinco minutos.
Se mantuvo fiel a su promesa y entró a la sala exactamente cinco minutos
después, con los ojos tensos por la aprensión, y una mano en su arma como si
esperara una emboscada.
Alessio ya estaba dormido en mi regazo. Nevio y Greta seguían sentados en
su manta en el suelo y jugaban con bloques de madera multicolores.
—¿Cuál es el problema? ¿Pasó algo? —preguntó Fabiano con urgencia.
Serafina y yo intercambiamos una mirada y Fabiano hizo una mueca—. Esa mirada
no es un buen augurio. ¿Qué pasa?
Serafina se le acercó y tomó su brazo. Habían sido amigos cuando eran niños
y en los últimos meses la tensión entre ellos después del secuestro finalmente había
menguado.
—Tienes que jurar que no le dirás a Nino o Remo lo que te vamos a decir.
No, a menos que te lo pidamos.
Fabiano dio un paso atrás, su expresión endureciéndose, de modo que
Serafina tuvo que bajar su mano.
—Ya traicioné a Remo una vez y nunca más lo volveré a hacer.
—No es traición si los estás ayudando.
—Le debo la verdad a mi Capo. Le debo lealtad.
—¿Crees que Kiara o yo haríamos algo para traicionar a nuestros maridos? 282
—siseó Serafina, acercándose a Fabiano. Aún pareciendo un ángel, se las arreglaba
para verse feroz—. Eres el único que puede ayudarnos a salvarlos.
—¿De qué? —preguntó Fabiano, poniéndose atento y tenso, listo para entrar
en guerra y proteger a sus hermanos por elección.
—De ellos mismos —susurré—. Por favor, Fabiano. Necesitamos tu ayuda.
—Entonces, díganme cuál es el problema.
—Primero tienes que jurar que no vas a decirles —insistió Serafina.
—Eso no va a suceder, Serafina.
Serafina lo fulminó con la mirada y luego se volvió y se acercó a Greta y
Nevio, quienes habían dejado de jugar a la llegada de Fabiano.
Fabiano captó mi mirada, su expresión inquisitiva.
—Kiara.
Suspiré y puse a Alessio en su cuna antes de enfrentar a Fabiano. ¿Qué
opción teníamos? Necesitábamos su ayuda. Serafina asintió levemente con los labios
apretados por la preocupación.
—Su madre se ha escapado del hospital.
Los ojos de Fabiano se abrieron de par en par, y luego sacudió la cabeza.
—Imposible. Remo dio al personal instrucciones claras. Nunca se atreverían
a ir contra él.
—Les dio instrucciones para permitir que solo un hermano Falcone la
liberara.
Fabiano frunció el ceño, después comprendió.
—¡Mierda! —gruñó, haciendo que Greta soltara su bloque de madera y
comenzara a llorar. Cerró la boca de golpe y murmuró por lo bajo—. ¿Qué carajo le
pasa a ese niño? Primero las putas drogas, ahora esto.
Serafina acunó a su hija en sus brazos y, como siempre, Greta se calmó
rápidamente.
Fabiano suspiró y luego miró hacia mí.
—¿Te das cuenta que Remo y Nino no descansarán hasta que la atrapen?
Me incliné sobre Alessio, quien estaba profundamente dormido, un bebé tan 283
tranquilo cuando no tenía hambre. Me dolía el corazón pensar que se había vuelto
así porque en sus primeras semanas sus gritos habían sido ignorados o castigados
con dolor.
—No si la atrapas antes que ellos.
Fabiano se congeló.
—¿Quieres que la cace?
—Cazarla y matarla —respondió Serafina a medida que volvía a poner a
Greta con Nevio, quien había comenzado a chocar los bloques entre sí.
¿Matarla? No habíamos hablado de eso. Serafina me dio una mirada de
dolor.
—Kiara, no me mires así. Sabes tan bien como yo que ella siempre los
atormentará mientras viva. Incluso ahora, cuando finalmente son felices, logra
arruinar todo de nuevo. Quiero que se vaya de sus vidas de una vez por todas.
Quiero que el pasado termine para que así podamos centrarnos en el futuro, en
nuestra familia. La quiero muerta.
Serafina era la esposa de Remo de principio a fin. Amaba feroz y
brutalmente, y protegía a sus hijos y a Remo sin descanso. Asentí un poco, incluso
aunque mi estómago se revolvió pensando que estaba decidiendo sobre la vida de
alguien. Pero no había límite en cuanto a la longitud que recorrería para asegurarme
de que Alessio y Nino estuvieran a salvo. No había intervenido cuando Remo había
matado a la madre biológica de Alessio, ¿verdad?
—¿Quieren que la mate? —preguntó Fabiano lentamente y luego rio
sombríamente—. Remo jamás me lo perdonaría. Ni en un millón de años si le quito
esa muerte a Nino y a él. Su maldito medio hermano mató a su padre antes de que
Remo pudiera hacerlo. No le haré eso a Remo. Si alguien acaba con esa mujer, serán
los hermanos Falcone, no yo.
Cerré mis ojos. Fabiano no cedería sobre el tema.
Serafina se dirigió hasta él.
—Ya no se trata solo de ellos. Tienen hijos. Nos tienen a nosotras. Tienen
que ser padres y maridos.
—Créeme, si no se encargan ellos, no serán hombres con los que querrán
vivir.
Serafina sacudió la cabeza, y luego se dio la vuelta, dándonos la espalda y
dejándose caer lentamente junto a sus hijos. 284
No dije nada, aterrorizada por la reacción de Nino cuando se enterara.
Fabiano se me acercó, apoyando las manos sobre el borde de la cuna.
—¿Cómo está Alessio?
—Subiendo de peso y las quemaduras se han curado. —Me encontré con su
mirada—. ¿Quieres hijos?
Fabiano sonrió, pero sus ojos lucían preocupados.
—Primero, Leona y yo tenemos que casarnos el próximo año… si eso todavía
funciona.
—¿Crees que Remo y Nino seguirán persiguiendo a su madre para entonces?
—No podía imaginar estar sin Nino por tanto tiempo. Incluso si volviera a casa de
vez en cuando, su vida estaría dedicada a la persecución y no a nuestra familia.
—No lo creo, pero podría complicar la planificación y todo lo demás.
Supongo que tendremos que esperar a su reacción. —Se pasó una mano por el
cabello, su boca tensándose. Estaba tan preocupado por su reacción a las noticias
como nosotras. Los conocía, los había conocido mucho antes que Serafina y yo.
Fabiano se acercó a Serafina y los gemelos y se arrodilló a su lado.
Serafina no miró en su dirección, con los hombros rígidos. Fabiano le entregó
a Greta un bloque de madera tras otro, que ella tomó después de un momento de
consideración y los apiló. Nevio, por supuesto, se levantó y se tambaleó hacia
Fabiano, con los ojos clavados en el arma en su funda.
Fabiano atrapó las manos ansiosas de Nevio.
—No.
Esa era una palabra a la que Nevio no era muy aficionado y su rostro se
frunció con un grito indignado. Fabiano rio entre dientes, lo agarró y lo catapultó por
encima de su cabeza.
—Un día serás Capo, jovencito, pero hasta entonces escucharás muchos “no”.
Serafina se volvió hacia ellos, sonriendo levemente a pesar de las lágrimas
corriendo por sus mejillas. Greta gateó hacia ella y se acomodó en su regazo.
Sintiéndome sentimental, levanté a Alessio, despertándolo. Gimió suavemente,
parpadeando hacia mí. Presioné un beso en su mejilla y lo acuné contra mi pecho.
—Voy alimentarlo. 285
Me fui, dirigiéndome a la cocina. Todavía no había razón para entrar en
pánico. Tal vez Nino y Remo se encargarían de la desaparición de su madre mejor
de lo que esperábamos. Habían madurado mucho desde que vine a vivir con ellos.
El pasado era solo eso, el pasado. ¿Cierto?
Los ojos de Serafina tenían la misma inquietud que yo sentía. Era un milagro
que hombres como Remo y Nino pudieran amarnos en primer lugar, que pudieran
controlar a los demonios que los tenían apresados. Ahora temía que este pudiera ser
el punto de inflexión para ambos. Un catalizador que podría apagar su humanidad.
Todos nos reunimos en el camino de entrada para despedirlos.
—Volverás tan a menudo como sea posible, ¿verdad?
Nino bajó la cabeza.
—Sí. Esto terminará pronto. —Quería encontrar consuelo en la calma gris de
sus ojos, pero lucían cautelosos y fríos. 288
—No te pierdas a ti mismo en la persecución —le rogué—. Te necesitamos.
Nino me contempló y luego a Alessio durmiendo contra mi pecho en su
arnés.
—Me perdí hace muchos años y todavía me sigo encontrando todos los días.
Toqué su pecho, sintiendo el latido constante de su corazón contra mi palma,
intentando encontrar calma y consuelo en él. Hoy no funcionó.
—¿Volverás a mí como el hombre que eres ahora o como el hombre que eras
cuando nos conocimos? —Lo amaba, siempre lo amaría incluso si volvía a ser el
hombre sin emociones del pasado, simplemente no podría no amarlo.
Nino pasó su pulgar por mi mejilla.
—Volveré a ti.
Tragué con fuerza, agradecida de que cumpliera su promesa de no mentirme
y al mismo tiempo deseando que lo hubiera hecho.
—Y nosotros te esperaremos. Por favor, regresa pronto. Te amo tanto.
—Y yo te amo, sin importar cómo regrese. —Nino besó mi boca y luego besó
la frente de Alessio antes de darse la vuelta y dirigirse hacia el auto.
La expresión de Serafina era una mezcla de ira y desesperación mientras
hablaba con Remo, pero él negó con la cabeza una vez más, agarró su rostro casi
bruscamente y la besó. Luego se arrodilló y se inclinó para ponerse a la altura de los
ojos de Nevio y besar su frente. Se enderezó, se acercó a Savio quien sostenía a
Greta y también la besó en la frente. Entonces Remo asintió hacia Savio, quien
regresó el gesto con una expresión determinada.
Se fueron entonces. Solté un jadeo ahogado y cerré los ojos. Alguien tomó mi
hombro y encontré a Fabiano a mi lado.
—Kiara, superarán esto. He vivido tantos horrores con ellos, peleé tantas
batallas, enfrenté a tantos enemigos, personas que pensaron que podían vencernos,
pero Remo y Nino todavía están de pie y esas personas no lo están.
—Sé que saldrán de esto como los vencedores que son —dije con firmeza—.
Pero me preocupa lo que necesitarán hacer para llegar allí.
—Nada que valga la pena es fácil o se logra sin pelear —murmuró Fabiano.
Asentí, luego miré a Serafina y vi la misma determinación. Estábamos 289
dispuestas a pelear porque lo que teníamos lo valía todo.
E n los primeros días, Remo y Nino regresaron todas las noches y se
fueron antes del amanecer nuevamente. A medida que extendieron
su radio de búsqueda, se mantuvieron alejados por más tiempo.
Parecía imposible que fueran a encontrar a su madre. Podría estar en cualquier lugar.
Tal vez en México, tal vez en territorio de la Organización, tal vez en otro
lugar. Era un fantasma, los había estado atormentando de una forma u otra durante
tanto tiempo.
—Han estado buscando durante tres semanas, deberíamos decirles que se den
290
por vencidos —dijo Serafina una noche en la mesa del comedor.
—No escucharán —dijo Savio, levantando la vista brevemente de su celular.
Fabiano asintió.
—Él tiene razón. Es lo único en lo que Nino no escucha la lógica. Ninguno
puede hacerlo.
Remo y Nino no solo buscaban a su madre. Adamo también había
desaparecido. Nada los haría renunciar a su esfuerzo.
Leona entró con un gran plato de espagueti con salsa de tomate. Por una vez
había cocinado. Fabiano y ella pasaban la mayor parte del tiempo en la mansión
ahora que Remo y Nino estaban cazando.
—No lo entiendo. ¿Por qué tienen que atraparla? Deberían alegrarse que se
haya ido. ¿Qué importa si comienza una nueva vida en otro lugar? Comprendo los
problemas con las madres locas, pero tal vez deberían dejarlo en paz —dijo ella.
Savio le quitó el cucharón y llenó varios platos.
—¿Tu madre loca intentó matarte? ¿Quemarte? —Leona sacudió la cabeza
levemente, con un sonrojo apoderándose de su garganta y mejillas, borrando sus
pecas—. Entonces no sabes ni mierda.
—Savio, no le hables así a Leona —espetó Fabiano. Se miraron entre sí,
ninguno de los dos dispuestos a retroceder. Los hombres y sus batallas por el
dominio eran algo que nunca comprendería. No ayudaba que la tensión hubiera
aumentado por los acontecimientos recientes.
Leona levantó la mano.
—No, está bien. No es asunto mío. No tengo derecho a meter mi nariz en los
asuntos de tu familia.
—Tú también eres de la familia —dijo Serafina, intentando poner un babero
alrededor del cuello de Nevio.
Savio suspiró y asintió.
—Fabiano lo es, tú también lo eres.
Fabiano inclinó la cabeza y luego tocó la cadera de su novia. Leona se
sonrojó de un rojo aún más oscuro y llenó el plato de Fabiano, luego el suyo.
Greta y Nevio ya habían comenzado a rellenar sus lindas caritas con su
comida, la primera llevando su babero sin protestar, el segundo embarrando un
aguacate por toda su ropa. 291
Comí un poco de la pasta, pero en realidad no podía concentrarme en la
comida ni en nada más que la idea de que mi período se había retrasado por más de
dos semanas.
Alessio estaba dormido en su cuna arriba. Así que me puse de pie, empujando
mi silla hacia atrás.
—¿Qué pasa? —preguntó Serafina preocupada.
—Nada. Solo necesito ir al baño. ¿Puedes vigilar el monitor del bebé por mí?
Todas las cabezas asintieron y le entregué el monitor a Serafina, quien intentó
atraer mi atención, obviamente preocupada. Evitando la mirada sospechosa de
Fabiano, avancé al baño de visitas rápidamente y me encerré.
Miré el cajón con las pruebas de embarazo. Me hundí en la tapa del inodoro
lentamente, considerando si valía la pena. ¿Debería hacer la prueba y arriesgarme a
que mis esperanzas se vieran aplastadas, o simplemente esperar?
Respirando hondo, abrí el cajón y saqué una prueba. Ni siquiera estaba segura
de cuántas de ellas había usado desde que Nino y yo comenzamos a intentar
embarazarme. Pero esta vez era diferente. Tenía a Alessio y en las pocas semanas
desde que se convirtió en parte de nuestra familia, había llegado a amarlo tanto. Era
mi hijo.
La sangre era completamente irrelevante. Incluso si la prueba era negativa, no
sería como las últimas veces, porque ya tenía un hijo al que amar.
Veinte minutos después cerré los ojos, dejando caer la segunda prueba al
suelo y comencé a reír suavemente. El mismo resultado que el primero. Sonó un
golpe.
—¿Kiara? ¿Estás bien? —preguntó Leona.
Respiré profundamente otra vez, me lavé las manos y abrí la puerta. Ella
escaneó mi cara, después se fijó en las dos pruebas en el piso.
—Estoy embarazada —susurré, y al escuchar esas palabras la realidad de la
situación de hecho se asentó en mi interior. Por primera vez una prueba era positiva,
incluso dos de ellas.
Después de todo este tiempo, todas las lágrimas y obsesiones, finalmente
estaba embarazada. Como si tener a Alessio, me hubiera liberado, hubiera eliminado
algún tipo de bloqueo.
292
—Oh, Kiara —dijo Leona y me abrazó con fuerza—. ¿Llamarás a Nino?
Sacudí mi cabeza.
—Primero necesito ver a un médico. Asegurarme que sea realmente cierto.
No quiero aplastar sus esperanzas si es una falsa alarma. Remo y él ya tienen
suficiente carga gracias a su madre.
Leona me dio una sonrisa comprensiva.
—Mañana tengo cursos, pero podría saltarlos si necesitas ayuda.
Apreté su mano.
—Gracias, pero no deberías saltarlos. Savio nos llevará a mí y a Alessio
mañana a un pediatra para un chequeo. Hay un ginecólogo en el mismo edificio.
Leona sonrió.
—¿Volverás a la mesa?
—¿Puedes mantenerlo en secreto por ahora? ¿Incluso de Fabiano?
—Lo intentaré. Sin embargo, no soy la mejor ocultándole secretos. Es
demasiado atento.
—Eso no es algo malo —le dije con una sonrisa.
Regresamos a la mesa. Serafina, Savio y Fabiano me miraron con curiosidad
pero solo sonreí. Debajo de la mesa, presioné mi palma contra mi vientre,
preguntándome si era cierto en realidad.
Serafina me devolvió el monitor del bebé.
—Toma.
—Gracias. —Alessio todavía estaba tendido sobre su espalda, durmiendo
profundamente. ¿Será que pronto se convertiría en un hermano mayor?
Después del chequeo de Alessio, que salió bien, Savio quiso ir al garaje
subterráneo. Pero presioné el botón del piso debajo del nuestro.
—Aún necesito ir a otro médico.
—Está bien —dijo lentamente. Su expresión se tornó dolida cuando vio que 293
nos dirigíamos al ginecólogo—. ¿En serio?
Le di una mirada aguda y puse el portabebés de Alessio en el mostrador de
recepción del consultorio. Savio miró a su alrededor con el ceño fruncido como si
estuviera preocupado de que uno de sus amigos pudiera atraparlo en un lugar como
este, o tal vez una de las chicas con las que dormía.
—Necesito ver al médico —dije a la recepcionista.
—¿Tienes cita? —preguntó ella, apenas levantando la vista de la pantalla de
su computadora.
—No, yo…
—¿Cuánto tiempo has vivido en Las Vegas? —preguntó Savio fríamente.
La cabeza de la mujer se alzó de golpe con el ceño fruncido.
—¿Qué?
Se apoyó en el mostrador y estiró su brazo con el tatuaje, y una sonrisa en su
rostro que erizó los vellos de mi cuello.
—Su apellido es Falcone, Kiara Falcone. Ahora dile al médico que se apure,
no tenemos todo el día.
La chica pareció despistada. Sin embargo, la otra recepcionista se levantó de
inmediato.
—Le pediré que te vea de inmediato.
—¿Eso era necesario? —susurré.
Savio se encogió de hombros.
—No me gustó el tono que usó contigo.
Dos horas después, sabíamos que los hombres en esta habitación no sabían de
ningún otro traidor sobreviviente y que de hecho habían encontrado un hogar en
territorio de la Organización a cambio de información. La mayor parte ya estaba
desactualizada porque habíamos cambiado nuestras rutas de entrega y la mayoría de
los laboratorios después de hacernos cargo, pero no todos.
Remo, Adamo y yo nos apoyamos contra la pared del corredor por un
momento después de que termináramos, intentando recobrar la compostura. Adamo
había observado principalmente, pero había visto un destello de emoción ocasional
en sus ojos.
—No puedes usar drogas. No solo porque se ve mal delante de nuestros
soldados, sino también porque esa mierda te destruye la cabeza. Te convertirá en un
peligro para ti y para los demás. Y no permitiré que eso suceda —dijo Remo.
Adamo asintió.
—Lo sé. Y sé lo que tiene que pasar para poder superar esto. Necesito estar
lejos de ti, en alguna parte donde nadie me proteja. Aquí siempre sé que vendrán a
salvarme, que estoy a salvo sin importar lo que haga.
—¿Y dónde sería eso? Estás a salvo en todas partes de nuestro territorio a
menos que te declare lo contrario, e incluso entonces, nadie te tocaría por miedo a
mi ira —gruñó Remo.
—Lo sé. Por eso creo que deberías enviarme a Nueva York durante un año,
para trabajar bajo el gobierno de Luca.
Remo se apartó de la pared y empujó a Adamo contra ella.
—¿Estás loco?
Adamo captó mi atención, esperando razonar conmigo no Remo.
—Solo por un año. Si tengo que trabajar con Luca, sé que no puedo esperar
misericordia. No será indulgente conmigo, si le dices que no lo sea. Es tan
jodidamente cruel como tú, pero no le importo en absoluto.
—Pero le importa la paz, Adamo —dije—. Y sabe que Remo te vengará, 316
incluso si él fue quien te envió a Nueva York.
—Si me matara, pero no lo hará. Aunque sí me castigará y me obligará a
mantenerme en línea. Ahí solo seré un soldado. Ahí necesito seguir las reglas. Aquí
siempre seré tu hermano menor.
—Si Luca te atrapa usando drogas, te torturará —dijo Remo con una sonrisa
dura—. Y esta vez Serafina no estará allí para interferir. Estarás sujeto a su regla y
Luca no tolera objeciones.
—Lo sé. Pero aquí no voy a cambiar, porque no tengo que hacerlo.
—Estoy pensando que tal vez simplemente debería dejar de ser tan indulgente
contigo. —Remo agarró la garganta de Adamo y acercó su rostro al de nuestro
hermano.
—Podrías, pero no lo harás. Y tienes a tus hijos, y Nino también. Tengo
dieciséis. Soy lo suficientemente mayor como para decidir. Envíame a Nueva York.
—Adamo tiene razón —dije con firmeza—. No podemos castigarlo. No lo
haremos. Luca lo hará. Lo tratará como a cualquier soldado. Será un mafioso entre
muchos. Al menos por un año. Tal vez será suficiente.
Remo retrocedió lentamente.
—No sabes a lo que estás accediendo al estar bajo el gobierno de Luca, sin
mencionar que dudo que esté de acuerdo.
—¿Por qué no? Hay paz entre nosotros, y Dante me ha torturado. Luca odia a
Dante. Tal vez espere más información sobre él.
—Si estalla la guerra, serás el primero al que matará.
—Seré el primero en saber si estalla la guerra, y tú mismo lo dijiste, Luca
tiene mucho que perder, ¿verdad?
—Así es —dije en voz baja—. Como nosotros. —Tenía que ir a Kiara. Esto
ya había tomado demasiado tiempo—. Remo, pregúntale a Luca.
Remo me miró durante mucho tiempo y luego hizo una mueca.
—Maldita sea. Esta es una jodida locura de mierda, y debería saberlo. —
Empujó un dedo en el hombro de Adamo—. Pero le preguntaré a Luca, y mierda,
espero que te las arregles mientras él sea tu Capo.
—Siempre serás mi Capo. Solo trabajaré con él durante un año.
317
Remo rio con dureza.
—Sí, también será mejor no decirle eso a la cara. Luca te daría una paliza.
Me di la vuelta y los dejé. Adamo tenía razón. Necesitaba estar lejos de
nuestra protección, de Las Vegas. El apellido Falcone lo protegía aquí, y tal vez esa
era la raíz del problema.
A lessio estaba dormido en su cuna cuando entré en la habitación,
con los brazos estirados a ambos lados, y sus pequeños dedos
cerrados en un puño suelto. Me incliné sobre él, maravillándome
de lo apacible que parecía, inafectado por los acontecimientos del día. Acaricié su
mejilla y luego me aparté rápidamente al ver la sangre cubriendo mis dedos, manos
y todo.
Fui al baño donde encontré a Kiara, sumergida en la bañera, luciendo
exhausta y pálida. Sin embargo, sonrió al verme. Empecé a quitarme la ropa
ensangrentada y la dejé caer al suelo. 318
—Tienes que tener cuidado con tus vendajes —dijo Kiara.
Busqué en el cajón una envoltura de plástico que tenía a mano para ese tipo
de ocasión y la envolví en mis muñecas. No aguantaría mucho, pero era mejor que
nada. Las suturas resistirían aunque estuvieran húmedas.
Una gran cantidad de cosas por decir pasaron por mi mente al ver a mi esposa
mirándome con preocupación, pero parecía imposible ponerlas en palabras.
—¿Puedo unirme?
Kiara sacudió la cabeza con una carcajada.
—Por favor.
Eché un vistazo a mi cuerpo cubierto de sangre, y luego me metí en la bañera
y me hundí en el agua tibia. Se puso rosa de inmediato, pero a Kiara no pareció
molestarle.
Se acercó a mí con una esponja y comenzó a limpiarme la cara suavemente,
después mi garganta y hombros. Contemplé a esta mujer, tan llena de amabilidad y
amor, limpiándome después de que mi pasado casi la matara, después de que llegué
a ella cubierta con la sangre de los hombres que había torturado y asesinado para
dejar el pasado en paz.
—¿Qué pasa? —susurró, mientras pasaba la esponja por mis abdominales.
—Te amo más que a mi vida.
Kiara tocó mi pecho y me besó.
—El pasado es el pasado. No nos enfrascamos en él, ¿verdad?
—Kiara —murmuré—. Lo que pasó hoy, debes decirme si tienes problemas
para lidiar con eso. Estoy acostumbrado a la oscuridad, puedo lidiar con ella, pero si
necesitas ayuda adicional, házmelo saber. No dejes que esta sea tu carga.
Kiara sonrió con tristeza.
—No lo será. Sé que puedes lidiar con la oscuridad, pero yo también. He
vivido en la oscuridad. La he vivido sin nadie allí para salvarme. Estaba sola con mi
miedo, con todo. Pero hoy no, porque te tengo a ti, y siempre me salvarás. Y porque
tengo esta familia, que se protege entre sí hasta la muerte. Puedo lidiar con esto,
Nino, porque lo bueno supera a la oscuridad. Hoy incluso más que ayer. —Solté un
suspiro. Kiara se inclinó cerca, sus labios casi tocando los míos—. Quiero centrarme 319
en el futuro, no en el pasado. Eso es lo que me enseñaste, y tenemos muchas razones
para mirar hacia el futuro. Estoy embarazada. Me enteré hoy antes de que todo eso
sucediera.
Me congelé, contemplando a Kiara, a la alegría en sus ojos.
—¿Estás segura?
—Hoy fui al médico. Tengo seis semanas. Alessio será pronto un hermano
mayor. —La atraje contra mí, sin importarme mis vendajes, sin importarme la
quemadura en mi brazo donde la bala me había rozado. La besé ferozmente y
presioné mi palma contra su vientre—. ¿Estás feliz? —susurró.
Mi corazón se aceleró, intentando ubicar las sensaciones en mi cuerpo, pero
quedándose corto.
—Siento tantas cosas en este momento, pero viendo la alegría en tus ojos, sí,
estoy feliz.
Kiara apoyó su frente contra la mía y nos quedamos así hasta que nuestra piel
se arrugó. Después de secarnos, nos dirigimos a la habitación y nos acostamos,
envueltos en el brazo del otro.
—¿Tienes un nombre en mente? —pregunté después de un rato.
Kiara sacudió la cabeza.
—No sabemos si es niño o niña. Pero me gustaría que elijas el nombre esta
vez. Ya escogí el nombre de Alessio.
—Encontraré un hermoso nombre para nuestro bebé. —Escuché la
respiración de Kiara y luego agarré su muñeca, necesitando sentir su pulso.
—¿Estás de acuerdo con que ella se haya ido? —preguntó Kiara suavemente
después de unos minutos de silencio—. Remo y tú habían dudado tanto tiempo en
matarla, y ahora está muerta.
—No me arrepiento de que esté muerta, solo de que Remo y yo no lo
hiciéramos antes. Mientras estuvo viva, siempre representó ese dolor persistente en
lo más profundo de nuestras cabezas. Ahora se ha ido de una vez por todas. El
pasado puede descansar finalmente.
Traducción
LizC
Diseño
JanLove
339