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¿Realmente puedes dejar atrás el pasado en una casa llena de almas
atormentadas?
Kiara siempre quiso una familia amorosa a la que pudiera cuidar. Nunca
pensó que la encontraría con los Falcone.
Nino y Kiara perdieron parte de sí mismos en su infancia traumática. Juntos
están intentando recuperar las piezas que faltan, pero no son las únicas almas rotas
en la mansión Falcone; Kiara teme que no todos puedan salvarse. Decidida a
proteger a su familia nueva y el futuro de sus sueños, se arroja en la misión de
ayudar a cada uno de ellos a su manera, incluso si eso significa acumular secretos.
Cuatro hermanos unidos por un vínculo inquebrantable forjado en su oscuro
pasado. Si uno de ellos cae, ¿todos lo harán?
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The Camorra Chronicles #4
Y acía en los brazos de Nino, abrumada por su confesión, nuestra
respiración entrecortada por… ¿hacer el amor? Hicimos el amor.
Nino me había dicho que me amaba, realmente me amaba, sin
emociones falsas, nada falso, solo amor.
Nino levantó mi mano y presionó un beso en mi muñeca.
—Tu pulso se aceleró de nuevo —dijo, contemplándome de cerca—. ¿Estás
bien?
Sonreí, no pude evitarlo. Se sentía como si me hubieran quitado un peso de
encima, como si todo lo que ni siquiera me había atrevido a soñar, y mucho menos 4
esperar, estaba de repente a mi alcance.
—Estoy feliz. Por un tiempo pensé que era algo en mí, algo intrínsecamente
malo conmigo, por qué no podía ser feliz, por qué me seguían pasando cosas malas.
Nino deslizó su pulgar sobre mi punto de pulso.
—La vida no funciona así. Las cosas malas no son el destino o el castigo de
un poder todopoderoso. A veces las cosas malas simplemente suceden.
Me encogí de hombros.
—Ahora lo sé, o creo que sí. Pero cuando era una niña, mi padre siempre me
culpaba a mí o a mi madre cuando algo salía mal, y también lo hacían mis hermanos
incluso cuando ellos se hubieran equivocado, y les creí. Si te dicen algo con la
suficiente frecuencia, llegas a aceptarlo como cierto. Cuando mi padre me golpeaba,
pensé que me lo merecía.
El cuerpo de Nino se tensó, sus ojos grises más agudos.
—Tu padre recibió lo que se merecía. Luca no le dio una muerte fácil.
Me apoyé sobre mi codo. Eso era nuevo para mí. Felix y Egidia siempre me
dijeron que a padre lo habían matado con una bala en la cabeza.
—¿Luca lo torturó?
Las cejas oscuras de Nino se fruncieron, sus dedos en mi muñeca tensándose
una vez más.
—¿No lo sabías?
Sacudí mi cabeza. Nadie se había molestado en contarme los detalles. No
estaba segura si era para protegerme, o porque pensaban que no tenía derecho a
saber siendo una simple niña. Apuesto a que mis hermanos lo sabían.
—Creí que Luca le disparó.
La boca de Nino se torció, algo oscuro y ansioso resplandeciendo en su
expresión.
—Le disparó al final, sí, pero antes de eso Luca hizo lo que mejor sabe hacer.
No estaba segura de cómo me sentía al saberlo. Mi padre no había sido un
buen padre o un buen hombre. Me había golpeado y me hizo sentir que no valía
nada, le había disparado a mi madre, pero aparte de Durant, que había destruido mi
inocencia, nunca deseé que sufriera.
—Respetas a Luca por eso. 5
Nino me miró sorprendido.
—Por supuesto. Luca destruyó toda una sede entera de moteros solo, los
cortó en pedazos y los despellejó. Le encanta la matanza personal, la matanza
cercana, y no le importa ensangrentarse las manos. Es fácil dar una orden de matar o
disparar a alguien desde lejos, pero matarlo cuando sientes su respiración
aterrorizada, cuando hueles su sudor frío, ves el terror en sus ojos, eso es algo
completamente diferente. Luca aplastó la garganta de su primo y su tío, ¿cuántas
personas podrían hacer eso? ¿No solo a nivel físico? Cuando Remo y yo todavía
estábamos huyendo y nuestro padre seguía vivo, a veces hablábamos de cómo
queríamos matarlo, y el sueño de Remo era hacerlo como Luca…
Por un momento solo me quedo mirando al hombre delante de mí. Luce tan
relajado, tan… accesible. No inofensivo, no amable, pero no tan monstruoso como
sus palabras lo hicieron sonar. Me recordaron su naturaleza. Tal vez por eso tenía los
tatuajes de llamas rugientes y los rostros gritando, como una advertencia de lo que
había debajo de su hermoso exterior.
—Eso suena como si Remo y tú admiraran a Luca.
—No lo llamaría admiración, pero es uno de los pocos hombres que podría
matarme, y no sería rápido ni limpio.
Toqué su pecho sobre la imagen tatuada de una calavera gritando que parecía
estar tragándose un cuchillo, sintiendo el tranquilo latido de su corazón, y
preguntándome si solo su pasado había convertido a Nino y Remo en lo que eran
hoy, o si siempre había estado en ellos. Savio también albergaba oscuridad. Incluso
Adamo había matado, y no estaba segura si realmente le molestaba o solo le
molestaba su falta de arrepentimiento.
¿Nuestros hijos albergarían la misma oscuridad? E incluso si lo hicieran, ¿qué
importaría? Los amaría de todos modos, a como amaba a Nino.
—¿Alguna vez tus hermanos te golpearon como lo hizo tu padre? —preguntó
Nino, desequilibrándome con el cambio de tema.
—Sí, padre ocasionalmente hacía que su tarea fuera disciplinarme. Son siete
y nueve años mayores que yo, así que… —consideré la expresión de Nino—. Nino
—dije en voz baja, pero con firmeza—. No quiero que los mates por lo que hicieron
cuando eran niños.
—Deben haber sido adolescentes, hombres de la mafia cuando te 6
disciplinaron. Hombres adultos, según nuestros estándares.
Me presioné contra él, toqué su mejilla y sacudí mi cabeza.
—No lo hagas. Prométeme que no los castigarás por mí.
La cara de Nino siguió siendo la hermosa máscara fría de siempre.
—¿Alguna vez te preguntaron cómo estabas aquí? ¿Les preocupó que pudiera
abusar de ti y violarte? ¿Hablaron remotamente contigo en nuestra boda, o desde
entonces?
Tragué. Intentaba no pensar en mi antigua familia. Todos los recuerdos
conectados a ellos solo llevaban el peso del dolor y la tristeza.
—Me felicitaron. —Solo podía recordar haberlos visto durante unos
segundos durante la recepción con champán cuando todos nos habían felicitado a
Nino y a mí por nuestro matrimonio, pero no recordaba mucho del día. Había estado
demasiado atrapada en mi terror. No me habían contactado desde entonces, y no era
tampoco porque fuera parte de la Camorra; apenas nos habíamos visto cuando
todavía era parte de la casa Rizzo.
—Prométeme que no los lastimarás. Debería ser mi decisión, no la tuya.
Nino dejó escapar un suspiro y asintió al final.
—No los lastimaré.
—Tampoco Remo. Y nadie más de la Camorra.
Una sonrisa pequeña tiró de la boca de Nino.
—De acuerdo.
Crucé los brazos sobre el pecho de Nino, escaneando su hermoso rostro.
Unos mechones de su cabello habían caído por su sien y los alejé suavemente y
luego pasé las yemas de mis dedos por el corte.
—¿Cómo te sientes? Han pasado muchas cosas en los últimos días.
—Remo puede manejarse por su cuenta, y no está solo. Fabiano se asegurará
que mi hermano mantenga sus emociones bajo control.
—No me refería a Remo yéndose. Me refería a tus emociones. ¿Te estás
acostumbrando a ellas?
—Después de la primera oleada, se calmó. Siento emociones, no siempre, no
todas, pero están ahí. 7
Besé a Nino suavemente.
—Siempre estaré aquí. Si me necesitas, te ayudaré.
Aun así, esperaba que Nino no tuviera otra crisis como esa de anoche,
especialmente ahora que Remo no estaba en casa para calmarlo.
—¿Cuándo volverán Remo y Fabiano? —No pedí detalles porque si Nino
quisiera compartir lo haría, pero hasta ahora había sido bastante hermético.
Suspiró.
—Con suerte en unos días, dependiendo del éxito de su misión.
—La curiosidad me atravesó, pero la hice retroceder.

—Sube a nuestra habitación —me dijo Nino, sorprendiéndome mientras


estaba acurrucada en el sofá de la sala de juegos. Habían pasado tres días de nuestra
conversación.
—¿Qué pasa? —le pregunté. Su expresión era tensa, tan cercana a la ira como
lo hubiera visto alguna vez. Dejé mi libro y me puse de pie, apoyando mis manos
contra su pecho—. ¿Se trata de Remo?
Remo y Fabiano se habían ido por casi una semana. Nino aún no había
revelado los detalles de su misión, solo que tenía algo que ver con la Organización.
Los ojos de Nino tenían un toque de cansancio.
—Te lo explicaré más tarde. Ahora necesito que vayas a nuestra habitación,
Kiara.
Fruncí el ceño, sintiendo que me estaban tratando como a una niña.
—No soy débil. Puedo manejar la mayoría de las cosas.
Tocó mi mejilla y me besó brevemente.
—Lo sé. Pero esto… —Sacudió la cabeza—. No estoy seguro si es algo que
deberías ver. —Mi pecho se contrajo. Solo había una cosa que definitivamente me
costaba manejar—. No preguntes —añadió Nino—. Ahora no.
Asentí a regañadientes, agarré mi libro y me dirigí a nuestra ala. El miedo se
instaló en mis huesos a medida que cerraba la puerta del dormitorio. ¿Qué había 8
hecho Remo?
El sonido de un auto deportivo yendo por el camino de la entrada llamó mi
atención y me acerqué a la ventana. Solo veía una parte muy pequeña del patio
delantero y no pude distinguir nada. A pesar de mi promesa a Nino, la curiosidad se
apoderó de mí y volví a salir, arrastrándome hacia la parte principal de la casa y
mirando a hurtadillas por una ventana que daba al camino de entrada. Me congelé,
mi pulso martillando furiosamente cuando vi a Remo entrando a la casa. Llevaba a
una mujer rubia, y ambos estaban completamente desnudos. La mujer colgaba sin
fuerzas del agarre de Remo, inconsciente o en estado de shock.
Mi garganta se apretó, mis manos comenzaron a temblar, y remanentes de
mis recuerdos oscuros carcomieron mi conciencia, queriendo explotar y abrumarme.
Así fue como Nino me encontró. Todavía inmóvil ante la ventana.
—Maldita sea —susurró. Tomó mi muñeca, sus dedos presionándose en la
carne suave. Su otra mano levantó mi barbilla, obligándome a encontrar su mirada—
. ¿Qué viste?
—Remo llevando a una mujer desnuda —dije sin tono.
Nino sacudió la cabeza.
—Ven —dijo, empujándome hacia nuestra ala. Me resistí, necesitando
respuestas.
—Nino, ¿qué está pasando?
—Te lo explicaré en nuestra habitación.
—No —siseé, saliendo de su agarre, respirando con dificultad—. Explícame
ahora.
Nino me contempló, con el brazo aún en alto, sorprendido por mi
vehemencia. Bajó la mano lentamente. Usualmente yo siempre intentaba obedecer,
seguir sus decisiones, pero con esto tracé una línea.
Nino lo había dicho él mismo; no se enojaría si declarara mi opinión.
—Remo fue al territorio de la Organización y secuestró a la sobrina de Dante.
Se suponía que se iba a casar con un lugarteniente ayer, pero Remo y Fabiano la
atraparon camino a la iglesia y la trajeron aquí.
Sacudí mi cabeza, incapaz de creer lo que estaba diciendo, y aún peor: cómo
lo explicó, como si me contara sobre el clima.
—¿Qué le hizo Remo? —Comencé a temblar, preguntándome si la había 9
sometido a los mismos horrores por los que yo había pasado. Me había empezado a
agradar Remo por lo que había hecho por Nino y sus hermanos, pero por esto no
podría perdonarlo… nunca.
Nino sostuvo mi muñeca una vez más, con más fuerza.
—Nada. Ahora ven.
—¿Nada? —pregunté incrédulamente, clavando los talones al suelo—. No se
parecía a nada. ¿Por qué estaba desnuda?
—Todavía no lo sé todo. Savio mencionó que Remo evitó que uno de
nuestros soldados la atacara y ahora está aquí. Eso es todo.
—¿Eso es todo? —espeté—. Entonces él no… él no… ¿la violó? —La
palabra se sintió como si miles de cucarachas se arrastraran por mi espalda y me
estremecí.
—No —respondió Nino—. Eso no es parte del plan de Remo.
—¿Estás seguro?
Nino dudó un instante y eso fue demasiado. Intenté pasar junto a él a toda
prisa, pero me agarró del brazo.
—No. Permíteme encargarme de esto.
—Déjame ir.
Nino sacudió la cabeza y me arrastró hacia nuestra habitación nuevamente,
ignorando mis protestas. No tuve más remedio que seguirlo. Para el segundo en que
estuvimos dentro, se paró frente a la puerta, bloqueándome el paso. Era la primera
vez que usaba su fuerza contra mí, y eso me enfureció sin razón.
—Quédate aquí hasta que hable con Remo.
—No dejaré que Remo lastime a una mujer como me han lastimado a mí —
susurré con dureza.
—No lo hará —dijo Nino simplemente, intentando tocar mi mejilla, pero
retrocedí un paso.
—Siempre supiste de su plan, ¿verdad?
—Sí, lo sabía. El secuestro está destinado a traernos a Scuderi a cambio de
Serafina.
Parpadeé para contener las lágrimas.
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—¿Serafina? ¿Mataste a Durant por lo que hizo, pero permitiste que tu
hermano secuestrara a una mujer inocente? —Mi voz se quebró, pero no dejé
resurgir los recuerdos del pasado; era más fuerte que eso.
Nino acunó mis mejillas. Siempre tan gentil cuando me manejaba, tan en
desacuerdo con las cosas que le hacía a los demás.
—Kiara, no es lo mismo. Conozco a Remo. No compares el destino de
Serafina con lo que te pasó. Créeme.
Estudié sus ojos, alentadores y suaves. Quería confiar en él y lo hacía, pero
no estaba segura de poder confiar en Remo, no alrededor de una mujer indefensa.
Estaba demasiado roto por dentro.
—Está bien —dije en voz baja—. Habla con Remo y dime exactamente lo
que diga. Necesito saber. No más secretos, por favor.
Nino me besó.
—Iré abajo y hablaré con él.
Asentí cuando dio un paso atrás y salió de la habitación. La cerradura hizo
clic en su lugar y mis ojos se abrieron de par en par, dándome cuenta lo que había
hecho. No podía creer que me encerrara.
Corriendo hacia la puerta, sacudí el pomo, pero no se movió.
Me paseé por la habitación, mis pensamientos zumbando. Nino me había
ocultado el plan de Remo para protegerme, pero también porque sabía que intentaría
disuadirlos. Sabía que Nino y Remo tenían poca moral, pero Nino tenía que darse
cuenta que lo que estaban haciendo estaba mal.
No estaba segura de cuánto tiempo pasó, pero me estaba agitando cada vez
más. Cuando la cerradura finalmente giró y la puerta se abrió, estaba a punto de
explotar.
—¿Por qué me encerraste?
Nino pareció como si mi ira lo sobresaltara.
—Sabía que estabas exaltada, y no quería que entraras en una confrontación
con Remo así.
Me di la vuelta, todavía enojada pero también conmovida, porque Nino
intentaba protegerme, cuidarme a su manera. Lo sentí detrás de mí antes de que
tocara mis hombros.
—No me encierres otra vez. No me gusta, me hace sentir impotente y 11
atrapada —le dije.
Los dedos de Nino se apretaron. Se inclinó y besó el hueco de mi cuello.
—No lo haré. —Hizo una pausa, eligiendo sus palabras cuidadosamente, lo
que a su vez despertó mis preocupaciones nuevamente—. ¿Tienes algo de ropa y un
camisón blanco para Serafina?
Alcé las cejas.
—¿Por qué un camisón blanco?
—Kiara. —La voz de Nino fue tensa, llevando el sordo por favor con ella.
Sus ojos me rogaban que confiara en él.
Confianza. Me acerqué a mi armario y saqué mi camisón plateado de un
cajón.
—Tengo esto.
Nino asintió y me lo quitó.
—Eso debería servir.
Reuní algunos vestidos largos, blusas y pantalones cortos, y luego dudé frente
a mi cajón de ropa interior. Era un poco asqueroso usar la ropa interior de otra
persona, pero supuse que Serafina preferiría eso a no usar nada en absoluto.
Nino aceptó todo.
—Prométeme que te quedarás en esta habitación y no la cerraré con llave. Me
aseguraré de que la chica esté a salvo, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. —Las palabras dejaron un sabor amargo en mi boca, como
una traición a la vieja yo, como si me estuviera fallando a mí misma. Era fácil
confiar en Nino cuando se trataba de mi bienestar.
Sin duda alguna, nunca me había hecho daño intencionalmente, pero Nino no
sentía lástima, incluso ahora. No por otros, nunca por otros.

Nino se fue por mucho tiempo. Y mi resolución de quedarme en la habitación


se desvanecía con cada segundo que pasaba cuando finalmente regresó, con un 12
profundo surco de disgusto entre sus cejas y gran parte de su cabello suelto de su
corta coleta como si hubiera pasado la mano por él con demasiada frecuencia.
—¿Qué está pasando? ¿Qué dijo Remo? ¿Y para qué necesita el camisón? —
pregunté de inmediato.
Nino cerró la puerta.
—Remo la mantendrá aquí por ahora. Piensa que está más segura en la
mansión.
—¿Más segura? Es una cautiva. ¿Quién dice que está a salvo tan cerca de
Remo?
Nino no dijo nada. Podía decir que no estaba contento con este desarrollo,
pero era leal a Remo, nada lo cambiaría jamás. Dudaba que Remo pudiera hacer
algo alguna vez que hiciera que Nino fuera en su contra.
—Tienes que detenerlo, si intenta propasarse con ella. Prométemelo —dije
con fiereza.
—Nada puede detener a Remo si está decidido, ni siquiera yo. Pero como
dije, no creo que tengas motivos para preocuparte por eso.
—¿Y si el Capo de la Organización no hace lo que Remo quiere? Entonces,
¿qué va a hacerle? —No sabía mucho sobre Dante Cavallaro, solo los rumores que
había escuchado cuando espiaba a Felix y Egidia hablar de la Organización, o las
pocas veces que Remo y Nino habían hablado sobre él en mi presencia. Parecía ser
un hombre lógico que basaba sus decisiones en hechos, no en emociones, y eso no
me hacía tener esperanzas por el destino de Serafina. Iba contra la lógica
intercambiar a una simple chica por un Consigliere, un hombre que llevaba los
secretos de toda la Organización, y probablemente del propio Cavallaro. Pero Remo
y Nino deben saber eso, lo que dejaba la pregunta: ¿Por qué Remo había secuestrado
de todos modos a la chica?
Nino abrió la correa de su reloj con dedos firmes, preparándose para la cama.
—Kiara, este es el juego de Remo. No ha sido tan comunicativo con la
información como suele serlo.
—¿Estás seguro? ¿O estás intentando protegerme otra vez?
Su rostro se cerró de golpe mientras ponía el reloj en la mesita de noche.
—Te estoy diciendo la verdad. Y debes recordar que esta guerra la empezó la
Organización. Atacaron nuestro territorio. Intentaron matarnos a todos, incluso a 13
Adamo. Remo no retrocederá y dejará que irrumpan en su territorio de esa manera.
Dante tendrá que pagar el precio por ello.
—Pero no lo hará —dije suavemente—. Una mujer inocente lo hará. —Nino
no me contradijo. Ojalá lo hubiera hecho—. ¿Y el camisón? No respondiste mi
pregunta. Si solo era para que Serafina tuviera algo para dormir, Remo no habría
pedido un color específico.
—Quiere que lo use mañana cuando grabe un video mensaje para su familia.
—Sus ojos sin emociones contemplaron mi rostro—. Pedimos pizza, ¿debería traerte
un poco?
Por un momento solo pude mirarlo. A veces tendía a olvidar cómo lidiaba
Nino con los asuntos, con qué facilidad podía apartar de su mente la parte sangrienta
del negocio porque simplemente no lo molestaba.
—No tengo hambre. Me voy a bañar. No me siento muy bien.
Nino no me detuvo cuando entré al baño, pero sus ojos me siguieron. Me
quité la ropa lentamente y me bañé. Cuando Nino me dijo que me amaba, pensé en
sacar el tema de tener hijos. Comencé a tomar la píldora antes de mi matrimonio
porque no estaba segura si podía arriesgarme a quedar embarazada como esposa de
Nino. Ahora sabía que un bebé y yo estaríamos a salvo en la mansión Falcone, bien
protegidos e incluso amados, pero este nuevo desarrollo con la sobrina de Dante
planteó nuevas dudas. Nino había descubierto recientemente sus emociones, y Remo
tenía una mujer encerrada en su ala.
Ningún hecho me hacía querer traer un bebé a este mundo… a esta casa.
Cerré el grifo y probé el agua con la punta de mis dedos antes de entrar. Nino
entró en el baño, sus ojos recorriendo mi cuerpo desnudo. No me escondí de él.
Había un anhelo en su mirada que fue directo a mi corazón. Me hundí en el agua,
estremeciéndome a la temperatura caliente.
—Puedes unirte a mí si quieres.
Nino se pasó la camisa por su cabeza y luego se quitó los pantalones y bóxer.
Los músculos y tatuajes coloridos que me habían asustado no hace mucho tiempo
ahora trajeron un calor familiar a mi vientre, pero fue solo un breve estallido. Estaba
demasiado desgarrada y agotada emocionalmente para estar dispuesta a ese tipo de
cercanía física, no especialmente cuando una mujer joven estaba demasiado asustada
en otra parte de la casa.
Nino se unió a mí en la bañera, luego abrió los brazos. Me acomodé hasta que
presioné mi espalda contra su pecho y me acurruqué entre sus fuertes brazos. Besó 14
mi garganta. Podía sentirlo poniéndose duro contra mi trasero, pero lo ignoré. Nino
mordisqueó mi hombro y su mano acarició mi rodilla, después se deslizó por mi
muslo, más y más alto hasta que lo detuve con un toque suave. Sentí sus preguntas
tácitas. ¿En serio no podía entender por qué no estaba de humor para el sexo?
—¿No te sientes culpable? —pregunté en voz baja.
Nino se echó hacia atrás, moviendo su mano de vuelta a mi rodilla y frotando
mi piel ligeramente.
—Kiara —dijo con cansancio—. No soy un hombre bueno. Tampoco soy un
hombre decente. No siento nada con respecto a otras personas, lo que me hace tan
bueno en lo que hago por la Camorra. Y sin importar lo que puedas esperar, eso no
cambiará.
Un pequeño escalofrío me recorrió la espalda. Nino no solo supervisaba las
finanzas de la Camorra, también era responsable de muchos actos de crueldad.
Fabiano no era el mejor torturador de la Camorra, incluso si era su Ejecutor oficial,
eso ya lo había descifrado ahora. Había visto pequeños destellos de los demonios de
Nino y Remo cuando habían lidiado con Durant, pero eso solo fue la punta del
iceberg.
—¿Aunque te preocupes por mí y tus hermanos?
—Sí —murmuró—. Pero ese es el alcance de mis sentimientos.
Tragué.
—¿Y los niños? ¿Te preocuparías por ellos?
Fue incómodo, pero me di la vuelta en la bañera para enfrentarlo.
Nino se quedó inmóvil. Me dio un golpecito en la barbilla de modo que tuve
que encontrar su mirada.
—¿Te refieres a nuestros hijos?
—Sí —respondí en voz baja. Su rostro permaneció impasible. ¿Podría alguna
vez amar a nuestros hijos?
—Estás tomando la píldora.
—Sí, lo hago. No estoy embarazada… solo me preguntaba.
Nino asintió. Deseé saber lo que estaba pensando, pero su rostro no revelaba
nada.
—No sé lo que sentiré por los niños. Pero creo que me preocuparía por ellos
como lo hago contigo. 15
Me incliné hacia adelante y lo besé suavemente, luego me retiré para girar y
relajarme contra él. Eso era suficiente por ahora. Mis pensamientos volvieron a
Serafina.
Debía estar aterrada, ¿cómo podría no estarlo? Había estado aterrada cuando
me entregaron a Nino, y tuve tiempo de prepararme para mi boda. Esta chica había
sido secuestrada por la fuerza, arrancada de su hogar, su familia. Lo que sabía sobre
los Falcones, sobre Las Vegas, probablemente era incluso peor de lo que me habían
dicho.
Después de todo, la Organización y la Camorra todavía estaban en guerra, y
después de este secuestro eso nunca cambiaría.
Me estremecí.
Nino acarició mi brazo.
—Kiara —dijo en voz baja—. No dejes que esto te arrastre al pasado.
—No lo hará, pero es difícil para mí soportar la idea del terror de la chica.
Sentí que Nino asintió, intentando comprender mi lástima, pero incapaz de
comprender el concepto.
No le importaba Serafina. No podía.
Uní nuestros dedos. Trataría de ser nuestra conciencia.
El agua pronto se enfrió y Nino me ayudó a salir de la bañera, después
procedió a secarme. Su toque dejó un hormigueo como siempre, pero no me permití
relajarme. Nos acomodamos en la cama, ambos desnudos, envueltos el uno en el
otro.
Nino todavía estaba excitado, pero no hizo ningún movimiento para iniciar
nuevamente la intimidad.
Me quedé dormida en los brazos de Nino, maravillada por el poder del amor.
A pesar de lo que sabía de Nino, de lo que era capaz, lo amaba.

16
N ino se movió y se desenredó de mí suavemente. Vi a través de mis
ojos entrecerrados que se vestía con una camisa negra y jeans, sin
decir nada.
Me lanzó una rápida mirada por encima del hombro antes de irse a grabar el
video. Al momento en que la puerta se cerró, salí de la cama y arrojé una bata sobre
mi camisón. Tenía una idea de dónde tendría lugar la grabación. Necesitaba ver a
Serafina con mis propios ojos.
Incluso más que eso, necesitaba encontrar una manera de ayudar a la chica sin
traicionar a mi nueva familia; porque eso era lo que eran los Falcone.
17
Me arrastré por el pasillo y me dirigí hacia la puerta que conducía al sótano.
—¿A dónde crees que vas?
Grité de sorpresa y salté lejos del cálido aliento en mi cuello.
Girándome, golpeé el pecho de Savio con fuerza.
Una sonrisa apareció en su rostro.
—Ouch —dijo, frotando el lugar con exageración.
—Estás de muy buen humor considerando que una chica está siendo torturada
en el sótano —dije, volviéndome e intentando continuar, pero Savio se interpuso en
mi camino.
La diversión desapareció de su expresión, lo cual era un evento raro. Savio
siempre sonreía o reía.
—Alguien siempre está siendo torturado —dijo burlonamente.
No podía creerle. Con Nino entendía por qué no le molestaba, esa era su
disposición emocional, pero Savio no tenía esa excusa.
Suspiró, pasándose una mano por su cabello oscuro como siempre
impecablemente peinado.
—La chica no está siendo torturada.
—¿Estás seguro de eso? —pregunté, intentando esquivar a Savio. Pero reflejó
mi movimiento.
—No puedo dejarte ir allí. Órdenes de Nino.
Enojada, pasé junto a Savio rápidamente. Su brazo me rodeó la cintura y me
levantó del suelo. La tensión me atravesó y contuve el aliento absolutamente
sobresaltada. Savio me cargó unos pasos, luego me bajó y me miró a los ojos.
—Vamos, sin ataques de pánico, ¿de acuerdo? Solo toqué tu cintura. No hay
peligro. —Tragué con fuerza—. Pégame otra vez, si eso ayuda.
—¿Qué? —pregunté, confundida, y mi pánico menguó.
Savio me dio su sonrisa arrogante.
—Sé que disfrutaste pegarme.
Sabía lo que intentaba, y en circunstancias diferentes podría haberme reído. 18
—Déjame pasar —le dije.
—No —dijo—. Si lo intentas de nuevo, te abrazaré.
—No me importa. —Una vez más intenté pasar junto a Savio y esta vez me
agarró por los hombros y me presionó contra la pared, sosteniéndome rápido. Me
retorcí, mi cuerpo tensándose, pero él no me soltó.
—Kiara, no te dejaré ir allí. Le di mi palabra a Nino. Ríndete. No quiero tener
que amarrarte. —Me estremecí ante su proximidad—. Mierda. —Suspiró—. Sabes
que jamás te haría daño, ¿verdad?
Lo miré a la cara, a sus ojos castaños que habían albergado recelo al principio
pero que ahora eran más suaves. Asentí bruscamente y comencé a relajarme en su
abrazo.
Me soltó y dio un paso atrás, luego pasó una mano por su cabello
nuevamente. Me observó entonces.
—En serio desearía haber estado allí cuando Nino y Remo lo desmembraron.
Sabía a quién se refería y me sorprendió su admisión. Savio y yo habíamos
comenzado con el pie equivocado, y a menudo todavía tenía la impresión de que le
molestaban las nuevas restricciones que mi presencia había traído.
Apoyó un hombro contra la pared junto a la puerta del sótano.
—Remo nunca lastimaría a una mujer inocente como tu tío te lastimó a ti.
No había indicio de duda en su voz.
—¿Cómo puedes estar seguro?
—Conozco a Remo —respondió Savio simplemente, por un momento
dejando caer su sonrisa arrogante otra vez.
Al igual que Nino, tenía una confianza inquebrantable en Remo. Resoplé,
deseando poder compartir sus convicciones.
—Quiero ir a la cocina, ¿si eso todavía está permitido?
Savio dio un paso atrás después de un momento de vacilación. Pasé junto a él
hacia la cocina. Me siguió como una sombra molesta.
Me giré hacia él. 19
—¿Acaso ahora también soy una prisionera en esta casa?
Savio alzó las palmas.
—Este es el juego de Remo, no el mío. Habla con él, si no te gusta lo que está
pasando. —Sonrió de una manera que sugería que no lo haría.
Quizás la sonrisa arrogante era su protección. Todos llevaban máscaras
diferentes, Nino su falta de emociones. Remo su ira, y Savio su arrogancia. Todavía
no estaba muy segura acerca de la máscara de Adamo, pero él también estaba
usando una, estaba segura de eso.
Me di la vuelta y continué hacia la cocina, preguntándome por qué estos
retorcidos hombres Falcone se abrían paso cada vez más en mi corazón.

Después de un desayuno rápido, me fui a la biblioteca, ignorando a Savio


deliberadamente, quien se inclinaba junto a la puerta del sótano, escribiendo en su
teléfono. No pasaría todo el día en la habitación mientras Remo hacía de captor, y
no podía dejar de pensar en Serafina.
Descansaba en el sofá cuando entró Nino. Para el momento en que vi la
mirada atormentada en sus ojos, supe que algo había salido terriblemente mal.
Dejando caer mi libro, me puse de pie y corrí hacia él, intentando suprimir mi
preocupación creciente.
—¿Estás bien?
Nino acunó mi rostro y me besó ferozmente, sorprendiéndome. Mi cuerpo se
encendió, respondiendo a la necesidad en su beso hasta que se tornó más caliente,
simplemente más. Me aparté de él, sacudiendo mi cabeza, incluso cuando mi cuerpo
palpitaba de deseo.
—Dime lo que pasó.
La mirada de Nino cayó hacia su antebrazo, donde sus dedos trazaban las
cicatrices. Frunció el ceño, el dolor y la tristeza reflejándose en sus ojos antes de que
la calma sin emociones los borrara por completo.
—Remo grabó un video en vivo para Cavallaro y la familia de Serafina, pero
su elección no fue la que Remo había previsto. —No había emoción en su voz, solo 20
esa calma aterradora.
Me alejé.
—¿No me digas que le dieron esa elección a Serafina?
Mis entrañas convulsionaron, retorciéndose más y más fuerte. Nino continuó
contemplándome con ese escrutinio tranquilo.
—Remo está jugando juegos mentales, pero Serafina es decidida. Eligió el
dolor, lo obligó a actuar frente a Cavallaro. —Su mirada parpadeó hacia las
cicatrices en su muñeca—. Eligió su muñeca para el corte… ella…
—¿Remo la cortó? —Di otro paso atrás y luego me di la vuelta—. Estoy
harta de esto. Hablaré con él. Alguien tiene que hacerlo.
Me apresuré hacia la puerta para enfrentar a Remo. Nino me pasó el brazo
por la cintura desde detrás y me abrazó con fuerza. Primero Savio, ahora él. La ira y
la frustración me inundaron, y la peor sensación de impotencia.
—Suéltame.
—Solo si prometes no ir con mi hermano.
Me retorcí en su agarre.
—Suéltame.
—No —dijo con firmeza.
Me giré y lo miré de reojo, tragándome el dolor.
—Prometiste nunca usar tu poder físico contra mí.
Sus brazos aflojaron un poco, pero no lo suficiente como para que yo
escapara, y una mirada de dolor cruzó su rostro.
—Te estoy protegiendo. Nunca usaría mi fuerza para causarte dolor, lo juro.
—Besó un lado de mi cabeza—. No me compares con tu tío. —Su voz sonó con una
nota de vulnerabilidad que me sorprendió tanto que me giré en su agarre para ver
mejor su rostro. Lucía impasible, pero sus ojos no.
—No lo hago —dije—. No te tengo miedo o a que me restrinjas así, pero me
hace sentir impotente y lo odio.
—Tu protección es siempre mi prioridad principal. Voy a hacerte sentir
incómoda si sirve para ese propósito.
21
Suspiré. No quería pelear con Nino. En su mente, su razonamiento tenía
sentido.

—¿Dónde está la chica? —pregunté a Nino, quien me siguió de cerca cuando


nos dirigíamos al ala de Remo. Mi pulso aún estaba acelerado por mi confrontación
con Remo, pero me alegré de haber logrado convencerlo de que me dejara visitar a
Serafina.
Nino hizo un gesto hacia una puerta a nuestra derecha y me detuvo antes de
que pudiera entrar.
—Ten cuidado. Las personas que se encuentran arrinconadas son peligrosas.
—No te preocupes. Todo estará bien.
—Lo sé. —Lo dijo de una manera que me hizo detenerme por el tono
acerado.
Llamé y, cuando no sonó ninguna protesta, giré la llave y entré.
Serafina estaba en la cama, con los ojos llenos de sorpresa. Era hermosa de
una manera angelical: Largo cabello rubio, ojos azules y piel pálida.
—Kiara Vitiello —dijo.
Mi nombre salió de sus labios, y prácticamente pude escuchar todas las
historias que había escuchado sobre mí. La gente susurraba sobre la boda sangrienta,
sobre lo que Remo y Nino habían hecho, sobre las razones de sus acciones.
—Ahora Kiara Falcone, pero sí, soy yo. —Nino permaneció detrás de mí
como si esperara un ataque en cualquier momento. Su preocupación me conmovió y
me molestó por igual. Dudaba que Serafina me hablara mientras él estuviera
presente. No tenía razones para confiar en mí, pero tenía un montón de razones para
desconfiar de él y sus hermanos—. No tienes que quedarte. Serafina y yo vamos a
hablar. No representa ningún peligro para mí —le dije a Nino.
No me estaba mirando, sus ojos calculadores estaban enfocados firmemente
en Serafina.
—Voy a quedarme. —Cerró la puerta tras él y se apoyó contra la pared para
ver todo—. Y si haces tan solo un movimiento hacia mi esposa, las consecuencias
serán muy desagradables. 22
¿Cómo podía decir algo así? Le di a Serafina una sonrisa avergonzada antes
de acercarme a Nino y presionar mis palmas contra su pecho. Él bajó la mirada hacia
mí, los restos de la dureza todavía en sus ojos.
—Es una mujer inocente, Nino. No deberías amenazarla, mucho menos
considerar lastimarla.
La expresión de Nino permaneció dura.
—No me importa quién es, hombre o mujer, culpable o inocente. Si
representa una amenaza para ti, le causaré la cantidad de dolor necesaria para que
retroceda.
Tragué ante su voz. Cuando Nino estaba a mi alrededor, hacía que fuera tan
fácil olvidar de lo que era capaz. Para mí era amoroso y gentil, pero no para los
demás.
—No quiero que la lastimes.
—Siempre respeto tus deseos, pero esto es algo que no te voy a prometer.
Protegerte es lo único que me importa. Mientras ella actúe en consecuencia, estará a
salvo de mí.
—Nino —intenté nuevamente. Sacudió la cabeza y dejó en claro que no sería
capaz de cambiar de opinión sobre el asunto. Me acerqué a Serafina, quien me
observaba como si fuera el enemigo. Probablemente era la única persona en esta
casa, a excepción de Adamo tal vez, que se preocupaba por su bienestar, pero
nuestra conversación mostró que no tenía intención de abrirse conmigo.
—Dudo que hayas venido a ofrecer tu ayuda. Eres leal a los Falcone —dijo al
final, sonando casi acusadora.
—Lo soy. Ellos son mi familia.

Al escuchar a Kiara decir que éramos su familia, mi pecho se sintió más


ligero y parte de la tensión desapareció. Me sonrió suavemente, aún cariñosa y
afectuosa a pesar de lo que a menudo presenciaba que hacíamos.
Había estado contento con nuestra familia, de que solo mis hermanos y yo 23
construyéramos una unidad de punto fuerte. No había visto la necesidad de
extenderlo, y aún no lo había considerado cuando me establecí al casarme con Kiara
por fines tácticos. Parecía imposible que alguien pudiera encajar en nuestra familia,
que alguien pudiera formar parte de nuestra vida y ganar nuestra confianza,
especialmente una mujer, pero Kiara nos había sorprendido a todos.
Encontró su lugar en nuestra familia a su manera tranquila y reflexiva, nos
aceptó a pesar de nuestras muchas fallas e intentaba mejorarnos de manera sutil. Que
nos considerara capaces de ser mejores hombres era algo que me llenaba de
satisfacción, incluso si sus intentos estuvieran destinados a fracasar.
Kiara se volvió hacia Serafina y se inclinó hacia ella. Di un paso en su
dirección. Sentarse tan cerca del enemigo era una tontería. ¿Qué le estaba diciendo a
Serafina? La vigilancia y la desconfianza eran los cimientos de mi naturaleza, pero
no podía imaginar que Kiara nos traicionara de ninguna manera. Ni siquiera quería
considerar la opción de que pudiera.
Después de su conversación, llevé a Kiara afuera y cerré la puerta.
—¿Qué le dijiste?
Kiara me miró, frunciendo el ceño.
—¿No confías en mí?
—Sí, lo hago —respondí en voz baja, luego acuné la parte posterior de su
cabeza, intentando recordarle que confiaba en mí lo suficiente como para tocarla
allí—. ¿Recuerdas la regla que establecimos al comienzo de nuestro matrimonio?
Sin mentiras. No me ocultes secretos, Kiara.
—Guardar secretos no es necesariamente mentir. Deberías saberlo, Nino.
Creo que tienes más secretos que yo.
Eso era cierto, pero no porque no confiara en Kiara con ellos.
—¿Quieres conocer todos los aspectos de nuestro negocio, todo lo que hago?
Sus pestañas revolotearon, la vacilación nublando su expresión. Kiara era
inteligente, conocía la naturaleza de mi trabajo, pero había una diferencia entre
conocerlo en general y conocer los detalles sórdidos.
—No, no creo que pueda soportarlo.
Eso es lo que pensé. Kiara era amable inherentemente, demostrado por su
insistencia en abstenerse de comer carne. Presionó su frente contra mi pecho,
buscando consuelo en mi cercanía como solía hacerlo. 24
—Solo le dije a Serafina que Remo tiene más en su interior de lo que parece,
y que ella tal vez podría llegar a él —comentó.
—Si crees que ella podría ser para él lo que tú eres para mí, estás olvidando
que la situación inicial de Remo es diferente a la mía. Empecé en terreno neutral. No
tenía ningún tipo de emoción por ti, ni positivas ni negativas, pero la opinión de
Remo sobre las mujeres está teñida de ira.
Kiara se echó hacia atrás.
—Eso no significa que no se pueda cambiar. Parece que se está
acostumbrando a mí, así que, ¿quién puede decir que no puede acostumbrarse a otra
persona?
No podía imaginar que Remo permitiera un vínculo emocional con una
mujer, e incluso aunque Kiara pudiera desearlo, no todos estaban destinados a
encontrar el amor. Yo todavía tenía problemas para comprender el concepto en sí,
para comprender sus muchos matices.
—Voy a nadar en la piscina. ¿Por qué no te unes?
—¿Estás intentando distraerme?
Lo hacía, pero eso no tenía importancia.
—Sí, y dijiste que querías aprender a nadar.
Su boca se curvó hacia abajo.
—Sé nadar… creo. Nunca fui muy buena y ha pasado casi una década desde
mi último chapuzón, pero no es algo que no puedas desaprender, ¿verdad?
Nunca desaprendí nada, pero sabía que el funcionamiento de mi cerebro era
diferente al de la mayoría de las personas.
—¿Por qué no ponemos a prueba tu teoría? —Sus ojos volvieron a la puerta
de Serafina—. Hiciste lo que pudiste. Por ahora está a salvo.
Kiara frunció los labios.
—¿Y su herida?
—Remo se encarga de eso, y él no la lastimará así de nuevo. Nunca tuvo la
intención de hacerlo en primer lugar. Reevaluará su táctica para adaptarse a su
personalidad volátil.
—Su táctica —dijo Kiara con desdén, luego dejó escapar un suspiro suave. 25
—Ven. Vamos a nadar.
Kiara me dio una pequeña sonrisa burlona.
—Solo quieres verme en bikini.
—Te prefiero desnuda. —Un sonrojo tiñó las mejillas de Kiara y pasé el
pulgar sobre este, siempre fascinado por las reacciones de su cuerpo a una simple
verdad—. Tengo mi traje de baño bajo mis pantalones. ¿Por qué no te cambias y me
adelanto para calentar?
Empujándose de puntillas, Kiara me besó y luego se alejó. Mi mirada la
siguió por un momento antes de que se asentaran en la llave en la puerta de Serafina,
preguntándome si era mejor ocultarla. Confianza. Era difícil de ganar e igual de
difícil de conservar. Me di vuelta, dejando la llave donde estaba, y bajé las escaleras.
Solo Savio seguía en el área común, descansando en el sofá, con una pierna sobre el
reposabrazos.
Ni levantó la vista cuando habló.
—¿Y cómo te fue? ¿Ya Kiara y la prisionera son mejores amigas por
siempre?
—Difícilmente —respondí—. ¿Dónde están Remo y Adamo?
—Remo fue a la cocina y Adamo está malhumorado en su habitación. —
Apartó los ojos de la pantalla—. Creo que podría rechazar el tatuaje.
—No lo hará.
Savio dejó su teléfono y se balanceó hasta sentarse.
—No estaría seguro si fuera tú. Se siente rebelde, quiere ser un hombre
mejor, o niño, lo que sea. Creo que podría usar la ceremonia de iniciación para hacer
una declaración. —Los labios de Savio se curvaron—. Vamos, no me digas que no
lo has considerado. Se está esforzando demasiado, si me preguntas. Es como
nosotros y no puede aceptarlo. Eso es todo. —Se puso de pie, se guardó el teléfono
en el bolsillo y luego se encogió de hombros—. No me oye y me estoy hartando de
escuchar sus quejas. Me voy a encontrar con Diego y Mick. No volveré hasta
después de la medianoche. Después de todo, tengo que llevarme a otra parte a mis
putas y no quiero a esas chicas en mi ala.
Continué hacia la piscina delantera, y entonces lo pensé mejor y me dirigí a
nuestra área recreativa con piscina. Después de desnudarme hasta quedar en traje de
baño, me zambullí y emergí al otro extremo del óvalo donde el flotador con forma 26
de flamenco de Savio se balanceaba en la superficie. Lo saqué de la piscina antes de
comenzar a nadar, aunque la piscina no era práctica para eso.
Un movimiento me llamó la atención en mi visión periférica, y dejé de nadar,
deteniéndome. Kiara caminaba hacia mí, con una toalla envuelta alrededor de su
cintura para proteger su modestia.
Su sonrisa era reservada cuando se detuvo en una tumbona y dejó caer su
toalla, revelando un bikini rojo.
Era una vista muy agradable, aunque sorprendente. Dudaba que fuera suyo
antes de convertirse en mi esposa. La pequeña parte inferior se sostenía en las
hermosas caderas de Kiara con dos lazos, y el material cubría solo la mitad de sus
nalgas redondas. La parte superior del bikini no cubría mucho más, dando una vista
tentadora de sus amplios senos.
Había estado hambriento de ella desde ayer y esto no estaba ayudando.
—Es nuevo. Lo pedí en línea. Pensé que podrías apreciarlo.
—Apreciarlo no es una palabra lo suficientemente fuerte para lo que tu
cuerpo me está provocando, Kiara —murmuré.
Se echó a reír, se dirigió hacia la piscina y se hundió en el borde,
sumergiendo las piernas en el agua. Estaba confortablemente cálida, incluso para
alguien con una mayor sensibilidad al frío como Kiara, por eso lo había elegido en
lugar de la piscina más profunda y cuadrada. Nadé hacia ella, incapaz de dejar de
admirarla, luego apoyé mis manos en el borde y me empujé fuera del agua para
robarle un beso. Ella respondió con un jadeo suave y abrió las piernas cuando
apliqué más presión con mis caderas, permitiéndome deslizarme entre ellas y
presionar mi erección contra su coño.
Kiara se apartó, con los ojos completamente abiertos a medida que buscaban
en nuestro entorno.
—No deberíamos hacer esto. Alguien podría vernos.
Los vecinos estaban demasiado lejos para vernos y mis hermanos disfrutarían
del espectáculo. No me importaba si alguien nos veía. En el pasado, me pareció
estimulante que la gente me viera teniendo relaciones sexuales, pero Kiara era más
conservadora debido a su educación. Robé otro beso y luego volví a sumergirme en
el agua. Antes de salir de entre las piernas de Kiara, le di un beso firme y
prolongado a la tela roja cubriendo su coño. Exhaló, después se mordió el labio, su
expresión llenándose con el mismo deseo que ardía en mi interior. 27
—¿Qué tan profundo es? —Hizo un gesto hacia el agua.
—La piscina tiene diferentes profundidades. Aquí llega a mi barbilla, así que
no podrás pararte, pero en la parte de atrás cerca de la cascada solo me llega hasta el
nivel del pecho, y por la escalera es bajo, pero se empina rápidamente.
Kiara se deslizó en el agua lentamente, aferrándose a la orilla con un agarre
feroz que le dejó los nudillos en blanco. Agarré su cintura.
—Te tengo. Me aseguraré que no te hundas.
Soltó el borde solo para aferrarme por los hombros con el mismo fervor. La
llevé a través del agua, flotando sobre su vientre, permitiéndole acostumbrarse a la
sensación, relajarse. Con el tiempo, Kiara comenzó a mover las piernas y podría
haber nadado sola, pero estaba reacio a soltarla. Una de mis manos se deslizó por su
cuerpo, deteniéndose en la curva de su trasero, antes de deslizar dos dedos por
debajo de la parte inferior de su bikini y comenzar a acariciarla. Estaba un poco
excitada.
—Nino —advirtió. Seguí frotando sus pliegues y clítoris, sumergiéndola
ligeramente en el agua de modo que se sintiera menos expuesta.
—Sigue nadando —le dije mientras frotaba su clítoris en círculos lentamente.
Sus ojos se movieron hacia mí con incertidumbre—. Nadie puede vernos. Pero si
quieres que pare, lo haré. —En realidad pensaba que lo disfrutaría si se lo permitía,
pero no empujaría a Kiara más allá de sus límites, no con su pasado hiriente. No dijo
nada y seguí tentándola hasta que pude sentir que se tornaba más resbaladiza. Las
patadas de Kiara se volvieron menos coordinadas y siguió tragando agua cuando
gemía—. Gírate.
Su brazo se cerró alrededor de mi cuello a medida que flotaba sobre su
espalda en mis brazos. Empujé la parte superior de su bikini a un lado con la boca y
tomé uno de sus pezones rosados mientras desliza un dedo dentro de ella.
Kiara dejó escapar un gemido asombrado.
—¿Se siente bien? —pregunté contra su pecho y luego lo atraje hacia mi
boca, mi pulgar girando en su coño.
—Sí —susurró, con los ojos fijos en mi cara a medida que chupaba su seno.
Entonces desvió la mirada con timidez.
—Mírame. Me excita si me ves darte placer.
Kiara sonrió lentamente, su respiración tornándose más profunda, y su 28
excitación aumentó rápidamente.
En ocasiones, sus ojos siguieron dirigiéndose a la mansión y me aseguré de
mantenerla distraída. Sus músculos comenzaron a temblar mientras sus dedos en mi
cuello se apretaron, y entonces, se tensó con un hermoso gemido.
—Sí —gruñí, moviendo mi dedo más rápido y chupando su pezón una vez
más.
Mi propia excitación palpitaba a través de mi cuerpo, convirtiendo mi traje de
baño en una prisión incómoda para mi polla. Cuando Kiara se relajó, alcé la cabeza
y besé su boca. Me dio una sonrisa embriagada de sexo. Seguí provocando su coño
incluso a medida que soltaba su cuerpo y ella se cernió ante mí. Siempre era muy
sensible después de su orgasmo, así que esto le traía placer adicional.
—¿Podemos tener sexo aquí?
Me detuve brevemente, sorprendido por su pregunta, y un poco preocupado
por la tendencia de su cuerpo a tensarse herméticamente.
Ella se sonrojó como si hubiera dicho algo malo. La atraje contra mí de modo
que sus piernas se envolvieran en mi cintura.
—Por supuesto, pero contrario a la creencia popular, el agua no es un
lubricante. Diluye el propio lubricante de tu cuerpo. Eso puede provocar molestias.
Kiara dejó escapar una pequeña risita, y después apretó los labios.
—Lo siento.
Alcé las cejas, intentando descubrir qué le pareció gracioso. Pensé que debía
advertirla y no hundirme en ella y causarle dolor, lo que podría llevar a recuerdos
desagradables.
—Tu charla sexual es un poco… extraña.
—Puedo hablar sucio, no te preocupes.
La curiosidad llenó sus ojos.
—¿En serio?
—Sí. Tiendo a ser un amante dominante y vocal. Pero pensé que sería mejor
atenuarlo para ti.
Su expresión cayó.
—Oh, claro… —Bajó los ojos y rio de nuevo, pero esta vez fue un sonido 29
tenso y sin alegría—. Supongo que nuestra vida sexual no es muy satisfactoria para
ti.
Fruncí el ceño.
—No dije eso. Disfruto del sexo contigo y solo hemos comenzado. Ya te
sentirás más cómoda y descubriremos tus límites juntos. —Solté mi agarre para que
así se hundiera más hasta que mi erección se presionara contra su centro, lo que la
hizo gemir suavemente—. ¿Te gustaría probar el sexo en la piscina ahora?
Ella asintió. Primero deslicé un dedo, después un segundo en su interior.
Estaba bastante apretada.
Como había sospechado, el agua no estaba ayudando. Nadé hacia el borde de
la piscina y saqué a Kiara antes de deslizar la parte inferior de su bikini a un lado y
besar su coño.
—Nino…
—Déjame ayudar a tu cuerpo. Quiero lamerte.
Empujé el flotador de flamenco a una posición donde cubría la mayor parte
de Kiara por si alguien miraba hacia la piscina desde la mansión. Luego pasé la
lengua por sus pliegues, saboreando los indicios de su excitación, pero no lo
suficiente. Eso cambiaría pronto. Kiara siempre era muy receptiva cuando devoraba
su coño.
—Mírame —dije, decidiendo probar cuánto de mi dominancia podía manejar,
y Kiara obedeció. Me tomé mi tiempo lamiendo sus labios externos y entonces, los
succioné en mi boca, uno tras otro, antes de usar la punta de mi lengua para jugar
con sus sensibles labios internos. Los dedos de Kiara se enredaron en mi cabello, sus
caderas balanceándose ligeramente, y el dulce sabor de su excitación se tornó más
prominente. Mi polla se sacudió cuando el jugo de Kiara se arremolinó en mi
lengua. Gemí contra ella—. Kiara, me encanta tu sabor. —Se estremeció cuando la
separé con los pulgares y volví a sumergirme, incluso más despacio que antes,
saboreando realmente su coño, pero pronto comenzó a apretarse, una señal segura de
su orgasmo inminente—. Aguanta. Será más intenso si luchas contra tu liberación
por un tiempo, créeme. —Ignoré su clítoris y me concentré en su abertura. Incluso
eso hizo temblar a Kiara—. Aguanta —dije de nuevo.
—No puedo —jadeó Kiara, su rostro retorciéndose de placer—. Se siente
demasiado bien.
Introduje dos dedos en ella suavemente y cuando mis labios finalmente se 30
cerraron alrededor de su clítoris un temblor la atravesó y gimió, sus manos tirando
de mi cabello con la fuerza suficiente para enviar una ola de placer a través de mi
cuerpo. Bombeé mis dedos dentro de ella rápidamente, disfrutando la forma en que
sus paredes se contrajeron alrededor con cada pulsación de su orgasmo.
—Mierda, estás tan mojada. —Empujé mi traje de baño hacia abajo antes de
ayudarla a regresar al agua, y Kiara se aferró a mí, con una pequeña sonrisa aturdida
en su rostro mientras la hundía en mi erección—. Iré despacio. Dime si sientes
molestias.
Me besó y me deslicé dentro de ella, sin sentir resistencia. Me detuve a
medida que me envainaba en ella. Kiara ya estaba presionándome, meciéndose de
manera alentadora, de modo que en realidad no había dudas sobre si sentía
incomodidad. Sosteniéndola por la cintura, comencé a hacerla saltar de arriba hacia
abajo sobre mi polla.
Kiara olvidó todo lo que nos rodeaba mientras la follaba, y tuve que
contenerme para no correrme cuando se frotó contra mí una y otra vez, sus paredes
cerrándose, echando la cabeza hacia atrás con un gemido sin aliento, corriéndose a
mi alrededor. Lamí el agua de su elegante garganta, disfrutando la sensación de su
pulso errático contra mi lengua.
Mis bolas se apretaron pero luché contra mi liberación apretando los dientes y
me salí de ella cuidadosamente.
Kiara me miró confundida.
—No te corriste.
—No en la piscina.
—Sé que tus hermanos han usado la piscina para sus actividades,
especialmente Savio. No me digas que nunca se corren, solo para mantener el agua
limpia. —Sus labios se curvaron y echó un vistazo alrededor.
—Lo hacen, pero con las prostitutas usan condones, y si reciben una mamada,
las mujeres tragan.
Kiara asintió levemente.
—Cierto. —Entonces inclinó la cabeza hacia arriba—. ¿Te gustaba que una
mujer hiciera eso?
—¿Una mamada?
—Sí. —Su voz fue apenas un susurro. ¿Había hombres que no disfrutaban la 31
sensación de una boca caliente? Acaricié su espalda con la palma de mi mano,
intentando evaluar su estado de ánimo. Parecía cohibida. ¿Era porque nunca me
había mamado? Nunca se lo había pedido, incluso si lo echaba de menos, porque era
obvio que tenía miedo de hacerlo.
—Sí, me gustaba —dije, optando por la verdad—. Vayamos adentro. Quiero
estar otra vez dentro de ti.
Kiara me siguió de regreso a la casa. Estaba tensa, pero al momento en que la
bajé a la cama y la besé, se relajó. Tracé sus muslos, luego levanté una de sus
piernas sobre mi hombro antes de hundirme en ella, saboreando el ritmo lento de sus
paredes abrazando mi polla.
—Perfecto —dije con voz áspera—. Esto es jodidamente perfecto, Kiara, así
que no te aferres al pasado, ni al mío, ni al tuyo.
La expresión de Kiara se iluminó con sorpresa y después una pequeña sonrisa
apareció antes de que mi siguiente empuje forzara un gemido de sus labios.
Aceleré gradualmente, empujándola aún más profundamente en la cama con
cada estocada. Cuando se estaba acercando, disminuí la velocidad nuevamente y me
levanté apoyándome en mis manos. Kiara hizo un pequeño sonido frustrado y
mantuve el ritmo tortuosamente lento, girando mis caderas, hasta que solo la estaba
provocando con la punta. Ella comenzó a retorcerse por fricción adicional. Me retiré
cada vez que llevó mi polla más profundamente en ella.
Se mordió el labio, los ojos llenos de necesidad.
—Nino, por favor…
Hundí mi punta en ella y luego me detuve. Sus ojos recorrieron mi cuerpo
hasta el punto donde nuestros cuerpos se encontraban y suspiró. A medida que
observaba, comencé a follarla una vez más lentamente. Kiara no apartó sus ojos de
la vista, y yo también bajé la cabeza para ver mi polla reclamando su coño, brillando
con sus jugos. Sosteniendo mi peso con un solo brazo, la abrí aún más amplio,
dándonos a ambos una vista aún mejor, luego acaricié la piel sensible de su muslo
interno mientras continuaba empujando despacio. Las yemas de mis dedos
acariciaron el pliegue entre su coño y muslo, después sus labios externos antes de
rodear su clítoris. Ella se apretó y gimió, pero aún no se había corrido.
—Frota tus pezones por mí.
Después de un momento de vacilación, Kiara tomó sus pezones entre sus
dedos y tiró ligeramente.
—Prueba tus límites. Tira tan fuerte como disfrutes. —Mi voz sonó áspera, 32
empapada por la tensión de contener mi orgasmo.
Kiara trabajó en sus pezones más fuerte y jadeó sorprendida y se apretó de
nuevo. Mis dedos en su clítoris aceleraron y también mis embestidas, y al final gritó,
temblando con la fuerza de su liberación, y mis bolas se sacudieron violentamente a
medida que me corría. Empujé más fuerte, excitado por la mirada de absoluta pasión
en el rostro de Kiara mientras seguía follándola mientras ella jugaba con sus tetas.
La puta perfección.
Me detuve y bajé hasta cubrir el pequeño cuerpo de Kiara. Ella dejó escapar
una risa asombrada.
—Eso fue increíble. Cada vez que creo que el sexo no puede mejorar, haces
algo nuevo y… simplemente wow.
Me reí ante el asombro inocente en su voz, levantando la cabeza para mirar su
rostro sonrojado.
—Créeme, Kiara, solo hemos comenzado.
A damo se había escondido principalmente en su habitación desde
que Remo había traído a Serafina a casa. Su iniciación era en tres
días y quería asegurarme que su estado mental actual no condujera
a una decisión de la que se arrepienta. Llamé a su puerta y no obtuve respuesta.
Sabía que Adamo estaba dentro y solo podía suponer que tenía los auriculares
puestos como tan a menudo pasaba. Empujé la puerta y lo encontré acostado en su
cama, escuchando música y mirando al techo. Cuando me vio, frunció el ceño y se
sentó, quitándose los auriculares.
—¿Has oído hablar de la privacidad?
33
Me fijé en el desorden en el suelo, la ropa arrugada, los platos sucios, las
botellas de Coca-Cola medio vacías con colillas de cigarrillos dentro de ellas.
—No se fuma en la casa. Conoces las reglas.
Adamo puso los ojos en blanco y me enseñó el dedo. Avancé hacia él y lo
agarré del brazo, poniéndolo de pie.
—Remo y yo te damos demasiado margen, Adamo. Pero no olvides quién
pone la comida en la mesa, quién paga por todo esto, quién se asegura que estés a
salvo. Muestra un poco de respeto o tendré que enseñártelo.
A Remo y a mí no nos gustaba castigar a Savio o Adamo con violencia, pero
Adamo estaba poniendo a prueba nuestra paciencia.
Adamo sobresalió la barbilla.
—¿Vas a probar algunos métodos nuevos de tortura en mí?
—No necesito probar métodos nuevos. He estado usando lo mismo durante
muchos años y son muy efectivos.
Adamo nunca había sido sometido a la tortura de nuestro padre, solo Savio,
Remo y yo. Era algo bueno, pero también lo debilitaba y lo convertía en un blanco
más fácil.
Sin embargo, ni Remo ni yo elevaríamos su tolerancia al dolor al torturarlo.
Adamo hizo una mueca.
—¿Los usas en la chica?
—No.
—¿Lo harás?
—No.
Como le había dicho a Remo, Serafina era una mujer inocente y no merecía la
elección que le había dado, o ser la víctima de mis talentos tan particulares.
—¿Puedes decir más que no? —masculló, intentando librarse de mi agarre.
No lo solté, apretando mi agarre.
—Puedo, y lo haría, si tus preguntas requirieran más que un simple “no”
como respuesta.
—Me siento mal por ella. Solo es una chica. ¿Por qué Remo quiere
lastimarla? —La insolencia había desaparecido de su voz y sonó como el niño al que
le leía Harry Potter. 34
Dejé caer mi mano y él se frotó el lugar, evitando mis ojos.
—No estoy seguro si quiere lastimarla —respondí. No creía que Remo
incluso supiera exactamente lo que quería con la chica.
Adamo resopló.
—Sí, claro. ¿Cuándo en la vida Remo no quiere lastimar a alguien?
—No quiere lastimarte, Adamo. Tú lo sabes.
—Sí…
—Tu iniciación es un día importante. Va más allá de la lealtad a la causa, a la
Camorra. Se trata de lealtad a nuestra familia, a Remo.
—¿Vas a convertir esto en un viaje de culpa para que así tome el juramento?
—La culpa es una noción irrelevante para mí, lo sabes.
Adamo dejó escapar una risa ahogada.
—Sí, lo entiendo. Para ti y Remo, y para Savio siempre que le convenga.
—¿Te sientes culpable por matar al soldado de la Organización?
Adamo se dejó caer sobre la cama y jugueteó con sus auriculares,
encogiéndose de hombros.
—Un poco.
—¿Un poco? ¿Qué significa eso?
—Sé que todos me ocultan algo sobre nuestra madre. Quiero saber de qué se
trata. Si tengo la edad suficiente para convertirme en un mafioso, tengo la edad
suficiente para eso, ¿cierto?
—Ahora no es el momento adecuado. No te preocupes por el pasado.
Adamo alcanzó un paquete de cigarrillos en su mesita de noche. Pareció
contenerse, dirigiendo sus ojos hacia mí y retirando su mano. Agarré el paquete y lo
metí en mi bolsillo trasero.
—¡Oye!
Levanté una ceja, retándolo a decir más. Compraría más cigarrillos. Aun así,
necesitaba el mayor desánimo posible para detener este hábito poco saludable.
—Responde a mi pregunta.
35
—Me siento culpable por no sentirme culpable.
Eso era completamente irracional.
Adamo gimió.
—Porque debería sentirme culpable, pero ¿por qué me molesto en explicarte
eso? —Inclinó la cabeza, haciendo que algunos de sus rizos cayeran en sus ojos—.
¿Cómo te aseguras de no lastimar a Kiara? No lo entiendo.
—Al monitorear sus reacciones y adaptar mi comportamiento en
consecuencia.
Sacudió la cabeza.
—Incluso tu matrimonio es lógica pura.
No lo era, ya no, pero ni Adamo ni Savio sabían de los cambios recientes que
había experimentado. No quería explicárselos a mis hermanos menores hasta que
estuviese seguro de su alcance y los entendiera mejor.
—¿Quizás te haría bien controlar tus emociones de vez en cuando? La lógica
podría ayudarte a navegar por tu inestabilidad emocional actual.
La cara de Adamo se frunció. Se echó de nuevo en la cama y volvió a ponerse
los auriculares. Ahogando mi frustración con su comportamiento irracional, me
volví y lo dejé a su mal humor.

—¿Te preocupa que Adamo rechace el tatuaje hoy? —pregunté a medida que
me recostaba en los brazos de Nino después del amanecer, trazando sus tatuajes y
las duras crestas de sus abdominales.
—No exactamente preocupado, no. Creo que entrará en razón.
Sacudí la cabeza y Nino se apartó para mirarme con el ceño fruncido.
—¿Te dijo algo? —Definitivamente había un toque de preocupación en su
voz. 36
—No —respondí—. Pero no creo que Adamo lo haga porque lo vea como la
opción razonable. Él no es así. Adamo se impulsa por las emociones. Se hará el
tatuaje porque los ama, a Remo, Savio y a ti, porque te es leal.
Nino asintió y su expresión se suavizó gradualmente antes de inclinarse para
presionar un beso en mi boca. Sonreí contra sus labios y toqué sus mejillas,
disfrutando la sensación de su barba contra mis palmas. Nos miramos a los ojos y
apenas pude resistirme a decirle a Nino que lo amaba nuevamente. Estaba
intentando aceptar sus emociones y no quería presionarlo. Todavía parecía un
milagro que lo hubiera dicho en absoluto, y con Nino sus acciones siempre hablaban
más fuerte que sus palabras.
—¿Estaré sola hoy en la mansión? Estoy segura que todos querrán estar allí
para Adamo, incluyendo a Fabiano.
—No —dijo Nino con firmeza—. Fabiano tendrá que cuidarte y asegurarse
que Serafina no cause problemas.
—Me siento mal por él. ¿No podrías haberle pedido a uno de tus soldados
que vigilara la mansión?
—Si solo fuera Serafina, sí, pero no tendré a nadie en quien no confíe
completamente solo contigo, especialmente porque podrías sentirte amenazada por
un guardia masculino con el que no estás familiarizada. —Nino me besó de nuevo,
su expresión dura—. Jamás arriesgaré tu bienestar, Kiara. No puedo perderte.
Tragué con fuerza, mi resolución escabulléndose como arena entre mis dedos.
—¿Tenemos tiempo para hacer el amor?
Nino respondió al moverse sobre mí y acomodarse entre mis piernas.

Fabiano vino poco antes de que los hermanos Falcone estuvieran a punto de
irse. Había esperado que trajera a Leona con él, pero estaba solo. Intentando sofocar
mis nervios al estar en su presencia por primera vez, envolví mis brazos alrededor de
Nino.
—Escríbeme tan pronto como puedas y me cuentas cómo fue.
Nino besó mi oreja.
—Fabiano es como un hermano. 37
Retrocedió y, con un gesto brusco hacia Fabiano, salió a donde sus hermanos
esperaban. La puerta se cerró, dejándonos a Fabiano y a mí solos en la sala de
juegos.
—Nino dijo que disfrutas tocando el piano. ¿Te ayudaría a relajarte?
Mis mejillas se calentaron.
—¿Mi miedo es tan obvio?
Los ojos azules de Fabiano se suavizaron.
—No pensé que estuvieras asustada, simplemente nerviosa. Sabes que estoy
aquí para protegerte. No tienes absolutamente ninguna razón para estar asustada o
nerviosa.
—Lo sé. Mi cerebro lo sabe, pero es como si mi cuerpo todavía estuviera
programado de una manera diferente. Estoy intentando trabajar en eso. ¿Tal vez hoy
es una buena oportunidad para hacer frente a mi miedo?
Fabiano me dio una sonrisa pequeña y metió las manos en los bolsillos.
—Entonces, ¿te gustaría tocar el piano?
—Me encantaría. ¿Pero no será demasiado aburrido para ti? Dudo que suelas
escuchar música clásica.
—Es cierto, pero no me importa.
Me dirigí hacia al ala que compartía con Nino, luego me detuve cuando
Fabiano caminó detrás de mí.
—¿Puedes caminar a mi lado? Sé que estás intentando mantenerte alejado de
mí, pero preferiría que estuvieras a mi lado.
—¿Así puedes echarme un ojo?
Fabiano no pareció enojado, solo curioso, cuando se acercó a mi lado y
seguimos adelante.
—Lo siento. —Me odiaba por las reacciones de mi cuerpo. Era difícil superar
un hábito.
—No tienes que disculparte. Nino me lo advirtió.
—Oh Dios, ¿qué te dijo?
—Me recordó que me importara tu espacio personal. Creo que también 38
podría haberme amenazado.
Mis ojos se abrieron con horror.
—Dudo que Nino te amenazara.
—Oh, lo haría, definitivamente si te concierne. Sacas el lado protector en él,
y no solo en él.
En nuestra sala de estar, me hundí en el piano.
—No me digas que te refieres a Remo.
Fabiano se dejó caer en el sofá y estiró las piernas delante de él.
—Ambos, tanto Remo como Savio. Es la forma en que te miran y actúan a tu
alrededor.
Puse mis dedos en las teclas del piano, pensando en las palabras de Fabiano.
Savio y Remo tenían cuidado en no tocarme. Parecían haberse acostumbrado a mi
presencia durante la cena.
Mis dedos comenzaron a bailar sobre las teclas con mente propia mientras
permanecía perdida en mis pensamientos. Pronto la tensión se desvaneció a medida
que las notas de la melodía se arremolinaban a mi alrededor. Era una canción nueva
en la que había estado trabajando durante unos días, una que supuestamente
abarcaría mis sentimientos hacia mi nueva familia. Al igual que mi canción para
Nino, al principio era oscura, arisca y errática, transmitiendo mi miedo e inseguridad
inicial, pero gradualmente calmándose. Todavía no les había dicho que tenía toda la
intención de crear una canción para cada hermano Falcone, y una vez que lo
conociera mejor, incluso para Fabiano.
El sonido de un tono de llamada me sacó de mi trance y mis dedos perdieron
el ritmo. Eché un vistazo hacia Fabiano quien miraba hacia abajo a su teléfono con
una sonrisa suave. Cuando levantó la vista, una expresión más contenida se hizo
cargo.
—¿Leona?
Frunció el ceño.
—¿Cómo supiste?
—La mirada en tu cara.
La precaución llenó los ojos de Fabiano y volvió a meter el teléfono en su
bolsillo.
39
—Está en la universidad. Está tomando cursos preparatorios.
—¿Eligió conseguir su Licenciatura en Justicia Criminal?
—Sí. Piensa que es lo más útil para sus estudios posteriores de derecho.
—Irónico, ¿no? Que esté tomando clases de justicia penal mientras está
involucrada con la Camorra.
—Será muy útil para la Camorra una vez que se gradúe de la escuela de leyes.
—¿Y eso es en cuánto tiempo, siete años?
Fabiano asintió.
—¿No se casarán para entonces y tendrán hijos? —Al momento en que
salieron las palabras, quise retractarlas. Fabiano y yo no nos conocíamos tan bien.
Era una pregunta que debería haberle hecho a Leona, no a él.
Pasaron unos segundos antes de que respondiera y su rostro lució casi tan
hermético como el de Nino al principio.
—Todavía no hemos discutido nuestro futuro en detalle.
Sintiéndome mal, decidí hacer las paces con Fabiano.
—¿Tienes hambre? Podría hornearnos muffins. No tardarán mucho.
Cuarenta minutos después saqué una bandeja de muffins de triple chocolate
con relleno de tarta de queso del horno.
—Huelen increíble —dijo Fabiano.
—Todavía están bastante calientes. De todos modos, podemos arriesgarnos a
un bocado. —Saqué tres platos.
Fabiano hizo un gesto a uno de ellos.
—No puedo dejarte ir con Serafina. Nino lo dejó muy claro.
Suspirando, puse un muffin en cada plato, luego puse uno de ellos a un lado
para que Remo pudiera llevarlo a Serafina más tarde. Con dos platos en la mano me
dirigí a la mesa y me senté frente a Fabiano.
—Espero que te guste.
Fabiano clavó el diente de inmediato.
—Perfecto.
—Es extraño que estemos sentados a esta mesa, comiendo muffins, cuando 40
fuimos criados para odiar a la Camorra. Pero los dos encontramos una familia aquí.
Fabiano me contempló.
—Para ser honesto, al principio sentí lástima por ti. Incluso antes de saber lo
que te pasó, pensé que vivir bajo un techo con los Falcone sería el final para una
chica como tú.
—¿Pensaste que iban a abusar de mí?
—No, pensé que no sabrían qué hacer contigo. Lidiar con alguien con tu
pasado requiere una paciencia que no pensé que Remo o Savio poseyeran. Nino sí,
pero no siente emociones, así que ese es un gran problema.
—Todos lo han intentado a su manera, y siento que mejora cada día.
—Ahora te ven como parte de la familia, así que has ganado.
Me mordí el labio inferior, preguntándome si era verdad. Nino, por supuesto,
¿pero el resto? No quería nada más que ser parte de su familia.
Todavía estábamos en la cocina cuando Remo, Adamo y Nino regresaron.
Nino me escaneó inmediatamente de pies a cabeza, lo que llevó a Fabiano a poner
los ojos en blanco y decir:
—Está en una pieza.
Nino se acercó, se inclinó y besó mi oreja.
—¿Estás bien?
Asentí.
—Hice muffins. Todavía están calientes. —Miré a Adamo, que parecía un
poco pálido—. Deberías comer uno. El chocolate te hará sentir mejor, créeme, y no
los hice muy dulces.
Me puse de pie, me dirigí a la bandeja y agrupé cuatro muffins en los platos,
luego se los entregué a cada hombre. Remo alzó la ceja.
—Sabes que odio las cosas dulces.
—¿Tal vez aún no has probado el tipo correcto de dulce? —Sin esperar su
respuesta, me acerqué a Adamo y le di el plato. Su antebrazo estaba envuelto con
una venda—. ¿Cómo te fue? —pregunté suavemente.
—Bien —respondió con un toque de alivio. Tal vez había llegado a un
acuerdo con todo ahora que fue iniciado.
41
Le entregué los dos últimos platos a Nino y Fabiano.
—¿Dónde está Savio?
—Con dos putas —contestó Nino, y asentí. No debería haberme sorprendido.
Remo y Nino solo comieron la mitad de sus prostres, y terminé el de Nino y luego
evité que Remo arrojara el suyo. Tomé el muffin a medio comer y le di un gran
mordisco.
—¿Te das cuenta que mordí eso antes?
—Y ahora lo estoy mordiendo. Para eso están los muffins.
Remo sacudió la cabeza. Por una vez, su rostro no tenía la asquerosa aspereza
que solía tener.
—Y dices que no te gustan las cosas dulces, Remo —dijo Fabiano con voz
burlona.
Remo y él intercambiaron una mirada que no entendí.
—Deja de joder, Fabiano.
A
petición de Remo temprano al día siguiente, fui a comprar ropa
para Serafina.
Nino estaba ocupado visitando un laboratorio de drogas
en el suburbio para hablar sobre el diseño de nuevas drogas y
Remo odiaba ir de compras, lo que dejaba a Savio con la tarea de jugar a la niñera.
Estaba comiendo uno de los muffins cuando se deslizó al volante de su
Ferrari.
—Si estás aburrida, no me importaría si vuelves a hornear.
42
Sonreí, feliz de que todos disfrutaran de mi cocina cuando en el pasado
apenas había tenido la oportunidad de intentarlo.
—¿Cuál es tu postre favorito?
—Red velvet.
—Entonces serán los siguientes.
Savio apartó los ojos del tráfico para darme una mirada curiosa, pero no dijo
nada.
—Tienes que girar allí a la derecha.
—Conozco a Las Vegas de memoria, no te preocupes.
—¿Incluso las boutiques?
—Me gusta la ropa bonita.
Incliné mi cabeza en acuerdo. Savio siempre estaba impecablemente vestido
y estilizado.
—Por cierto, tu nuevo estilo te sienta mucho mejor.
Me sonrojé, mirándome a mí misma. Había elegido un vestido veraniego rojo
con los hombros descubiertos y puntos blancos que terminaban sobre mis rodillas.
—¿Por el rojo?
—Eso y ya no estás escondiendo tu cuerpo. Con unas curvas como las tuyas,
era una maldita pena esconderlas debajo de esos vestidos amplios. —Me reí con
incertidumbre—. No te preocupes. No estoy intentando nada contigo —dijo con una
sonrisa—. Nino cortaría mis bolas en pedazos como un maestro Tataki. Y eres como
una hermanita para mí. No soy tan pervertido. —Me ardieron las mejillas, haciendo
que Savio riera y sacudiera la cabeza después de mirarme—. Que todavía puedas
sonrojarte así viviendo bajo un techo con mis hermanos y conmigo… —comentó.
No podía superar el hecho de que Savio me había comparado con una
hermanita. Eso me dejaba emocional y en realidad no quería llorar. Solo lo asustaría.
—En todo caso, sería la hermana mayor. Eres más joven que yo.
—Sí, pero tienes toda esa vibra de la hermana menor, necesitando protección,
siendo tan jodidamente pequeñita y todo eso.
—¿Jodidamente pequeñita? —repetí.
43
Savio volvió a reír y acercó el auto a una boutique.
—Vamos. No quiero pasar todo el día comprando contigo. Más tarde voy a
reunirme con Mick y Diego.
—¿Mick? Eso no suena muy italiano.
—Abreviatura de Miguel Ángel. Sus padres deben haber estado drogados con
algo cuando eligieron ese nombre.
Savio salió del auto y lo rodeó para caminar a mi lado. Con mis zapatos
planos, solo le llegaba al pecho, así que entendí su comentario de mi estatura
pequeña. Cuando avanzamos hacia la boutique, pude ver a un grupo de tres chicas
adolescentes mirando a Savio.
Por supuesto, él se dio cuenta y les guiñó un ojo, haciéndolas reír y luego
mirarme con culpa.
—¿Las conoces?
Savio arrastró sus ojos de vuelta a mí y sostuvo la puerta de la tienda.
—Fuimos a la escuela juntos.
—¿No fue extraño que abandonaras antes de tiempo?
Me dio una mirada extraña.
—¿Por qué? Era una pérdida de tiempo. Necesito ayudar a mis hermanos y
proteger los intereses de la Camorra. Nino me enseñó muchas veces en casa, y me
gradué. De todos modos estaba avanzado en la mayoría de las clases.
Entramos en la tienda y de inmediato la vendedora que me había atendido las
últimas veces apareció a nuestro lado. Después de una mirada nerviosa a Savio, me
sonrió.
—Tengo un par de piezas rojas nuevas que podría mostrarte.
—De hecho, necesito ropa para otra persona. —Hice una pausa—. Pero
también me probaré las piezas rojas.
Savio resopló y se dirigió a una de las sillas frente al vestuario, se dejó caer y
sacó su teléfono. La otra silla estaba ocupada por un hombre de mediana edad cuya
esposa probablemente se estaba vistiendo.
—Las pondré en un vestuario para ti —dijo la vendedora mientras pasaba
junto a mí con dos piezas rojas. Asentí distraídamente a medida que examinaba la
ropa por algo que podría gustarle a Serafina. No conocía a Serafina pero parecía del
tipo de mujer que no era tímida con su cuerpo. Tomando algunos pantalones cortos 44
y vestidos veraniegos así como blusas del estante, le pedí a la vendedora que me las
trajera en la talla que sospechaba que necesitaba Serafina. Luego me dirigí al
vestuario para probarme la otra ropa.
El primer vestido fue una compra instantánea. No estaba segura de la segunda
pieza, un mono entero con pantalones cortos ajustados y un top envolvente.
—¿Crees que esto es algo que le gustaría a Nino? —pregunté.
Savio alzó la vista, sus ojos recorriéndome. Entonces su mirada se dirigió al
espejo detrás de mí, dando una buena vista de mi trasero en los pantalones cortos,
pero no estaba concentrado en eso. Su habitual aire de arrogancia fácil se desvaneció
y me di cuenta del por qué. El hombre de mediana edad me estaba mirando, o más
bien mi trasero. Savio se volvió hacia el hombre.
—¿Qué tal si dejas de mirar y mantienes tus ojos en tu esposa?
El hombre apartó los ojos rápidamente, se levantó y caminó hacia el
vestuario, gritando:
—¿Ya casi terminas?
Savio puso los ojos en blanco.
—Te ves sexy. Estoy seguro que Nino lo aprobará a su manera lógica.
Mis labios temblaron y regresé al cubículo para volver a ponerme mi ropa.

La relación de tira y afloja entre Remo y Serafina estaba alcanzando


dimensiones inquietantes. En los últimos días había pasado más y más tiempo con la
chica y no era el único que se daba cuenta. Kiara intentaba sacarme información
cada vez que tenía la oportunidad, pensando que yo sabía lo que mi hermano tenía
en mente, pero por una vez Remo mantuvo sus motivos cuidadosamente ocultos.
Entré en la cocina, siguiendo el ruido de un sonido metálico y un tarareo,
justo cuando Kiara metía una bandeja para hornear en el horno. La cocina olía a lima
y cilantro, y algo más picante. La vista del culo de Kiara en pantalones cortos
apretados fue aún más atractiva. Caminando hacia ella, vi lo que parecían tacos. 45
Envolví mis brazos alrededor de ella desde atrás, besándole el cuello.
—Eso se ve bien. ¿Qué es?
—Enchiladas verdes. Espero que no estén demasiado picantes.
Agarré sus caderas, la giré y la alcé sobre las encimeras, luego me acomodé
entre sus piernas.
Antes de que pudiera pronunciar una protesta, la besé, mis dedos acariciando
sus muslos suaves. En los últimos días, mis propias emociones habían sido erráticas,
tal vez provocadas por la irracionalidad de Remo. La cercanía de Kiara siempre
aliviaba la presión en mi pecho hasta que sentía una calma familiar.
Savio entró, dejando escapar un resoplido.
—Está bien, solo para aclarar esto. Se me prohíbe cualquier tipo de sexo en el
espacio comunitario de la mansión, pero ¿ustedes lo están haciendo a plena luz del
día en nuestras encimeras de la cocina?
Kiara retrocedió, sus mejillas tornándose rosadas.
—Nos estábamos besando —le dije, sin molestarme en retroceder.
Savio se apoyó contra la encimera, con los brazos cruzados.
—Parece que eso no será todo. Algo hipócrita, ¿no?
Kiara empujó suavemente contra mi pecho, intentando hacerme salir de entre
sus muslos, pero me resistí.
—Nino.
—Si alguna vez traes a una chica con la que vayas en serio, también puedes
terminar así —dije.
Savio sonrió.
—Me tomo muy en serio mi sexo, ¿eso cuenta?
Kiara empujó contra mi costado y finalmente retrocedí de modo que pudiera
deslizarse de la encimera, evitando los ojos de Savio.
—El rubor te va muy bien con el rojo de tus pantalones cortos —le dijo
Savio.
Le envié una mirada de advertencia pero era inmune a mis amenazas.
Kiara comprobó las enchiladas, agachándose, y la mirada de Savio siguió el
movimiento de su trasero antes darme un pulgar en alto. 46
Avancé pero Kiara me ganó, girándose hacia él y apuñalándolo con el dedo
contra el pecho.
—Deja de mirar mi trasero.
Savio levantó las manos con una sonrisa.
—Está bien, pequeñita.
Kiara sacudió la cabeza, sonriendo. Fruncí el ceño, intentando entender lo
que estaba pasando entre ellos.
—Espero que encuentres a una chica agradable pronto que te enseñe algunos
modales —le dijo a Savio.
—No va a pasar. Tener una relación con una chica da demasiado trabajo.
Empiezan a pensar que pueden mandarte y hacerte demandas. Prefiero cuando las
chicas hacen lo que quiero.
—¿Cómo sabrías? ¿Alguna vez has tenido una relación?
—No necesito hacerlo. Míralos a Nino y a ti. Si una chica como tú, que ya es
jodidamente sumisa, puede tener a un chico como Nino totalmente envuelto en su
dedo, eso en realidad no me hace querer tener una relación. Me gusta mi libertad. —
Se apartó de la encimera y se dirigió a la puerta—. Llámenme cuando la comida esté
lista.
Kiara frunció el ceño tras él.
—¿Jodidamente sumisa? —Se volvió hacia mí—. ¿Estás de acuerdo con él?
Acaricié su garganta con la punta de mis dedos.
—No con esas palabras exactas, pero eres sumisa.
—Pensé que estaba mejorando.
—Y es cierto. Te enfrentaste a Remo y Savio. Fuera de la habitación no eres
sumisa por naturaleza.
Sus ojos se abrieron por completo y tragó con fuerza.
—¿Qué?
Acuné su barbilla, juntando nuestras frentes.
—No te gusta tener el control durante el sexo, incluso al principio cuando
intenté dejarte tenerlo. Solo te relajas si tomo la iniciativa, si no te doy opciones sino
que decido por nosotros. 47
Se mordió el labio, avergonzada.
—¿No es anormal teniendo en cuenta lo que me pasó…?
La besé.
—No, tenías miedo de sentirte a merced de alguien, de sentirte fuera de
control, pero confías en mí y sabes que puedes renunciar al control sin temor alguno
porque solo quiero darte el mayor placer posible.
Kiara dejó escapar un suspiro tembloroso, se lamió los labios y, por la
expresión de sus ojos, estaba excitada. El horno emitió un pitido, anunciando el final
del tiempo de cocción. Me incliné hacia Kiara, dejándola sentir mi erección.
—Más tarde —prometí.
Vi la pelea en la jaula del próximo oponente de Savio con Nino y sus
hermanos, a pesar de que hubiera preferido pasar la tarde con Serafina hablando.
Nino se negó a dejarme estar a solas con ella. Mis ojos comenzaron a cerrarse
a medida que descansaba mi cabeza contra el pecho de Nino.
Debo haberme quedado dormida porque de repente Nino me sacudió.
—Kiara, despierta.
Su voz sonó con una tensión que me tuvo completamente despierta. Observé
su expresión tensa. Estaba mirando a Adamo, no a mí.
—Adamo, lleva a Kiara al cuarto de pánico. Dispara a matar, sin hacer
preguntas.
—¿Qué pasa? —pregunté, sentándome, completamente confundida. Remo y
Savio estaban mirando sus teléfonos. Nino me puso de pie, me besó rápidamente y
luego me empujó hacia Adamo. No entendía lo que estaba sucediendo, solo que
debía ser malo a juzgar por la expresión aterradora de Remo.
Adamo me dio una sonrisa tensa mientras agarraba mi mano y tiraba de mí.
Estaba aferrando una pistola con la otra mano y su cuerpo vibraba lleno de tensión. 48
Apenas podía seguir el ritmo de Adamo.
—Adamo —jadeé—. ¿Qué pasa?
—Ahora no. —Me condujo por las escaleras hasta el sótano, luego a la última
puerta en el pasillo: Una cosa monstruosa hecha de acero.
Adamo tecleó el código y abrió la puerta. Empujándola, entró conmigo y
cerró la puerta nuevamente. Solo entonces me soltó.
—Mierda —suspiró.
Toqué su hombro para que me mirara. Al ver su rostro preocupado, mi
interior se retorció.
—¿Qué está pasando?
—La Organización atacó la mansión. Quieren liberar a Serafina.
—¿Están en las instalaciones?
Asintió brevemente, pasando una mano por sus rizos rebeldes.
—Debería volver y ayudar a mis hermanos.
Agarré su manga con fuerza.
—No me dejes aquí sola. —El cuarto de pánico estaba diseñado para
mantenernos a salvo, pero se sentía como una tumba de acero. El pánico comenzó a
arañar mi pecho a medida que sentía que las paredes se cerraban sobre mí y
comencé a temblar.
Adamo metió la pistola en su bolsillo y tomó mis hombros ligeramente.
—Está bien. Yo te protegeré. —Tragué con fuerza, mi garganta apretada—.
Kiara, mírame —dijo Adamo suavemente.
Lo miré, intentando concentrarme en sus ojos preocupados. Por alguna razón,
esta era la primera vez que me daba cuenta de lo alto que era, ya unos centímetros
más alto que yo. Después de algunas respiraciones profundas, me sentí mejor.
—Gracias.
Adamo bajó las manos y su atención volvió a la puerta de acero.
—Savio ya debería haber llegado con Serafina.
—¿Crees que les pasó algo?
—La Organización no lastimará a Serafina… —Adamo sacó su arma una vez
más—… y Savio puede cuidarse solo, pero a veces se confía demasiado. 49
—Ve si quieres. Estaré bien aquí —dije, incluso aunque quería que se
quedara. Si Savio lo necesitaba, no quería ser responsable de ninguna tragedia.
Adamo se mordió el labio inferior y se acercó a la puerta.
—Nino quiere que te proteja. Si me voy y te pasa algo… —Suspiró,
pareciendo desgarrado.
Señalé el estante lleno de cuchillos y pistolas.
—Puedo defenderme y nadie va a entrar aquí, ¿verdad?
—No, a menos que tengan el código. Ni Savio, ni Remo ni Nino se lo darán a
nadie, sin importar el tipo de tortura al que los sometan.
—Tú tampoco —dije.
Adamo pareció dudoso.
Me acerqué al sofá contra la pared y me hundí, estudiando los otros estantes
llenos de agua y comida, luego hacia la puerta dando a un pequeño baño. ¿Cuánto
tiempo podríamos sobrevivir aquí si alguna vez llegara a lo peor?
Aparté el pensamiento a un lado. Jamás le pasaría nada a Nino y sus
hermanos.
Adamo se sentó a mi lado, su mano con la pistola apoyada en su muslo. La
piel alrededor de su tatuaje de la Camorra ya no estaba roja.
Adamo siguió mi mirada.
—Lleva un poco de tiempo acostumbrarse. Ahora la gente en la escuela me
mira diferente, e incluso en la calle los extraños mantienen su distancia como si
pensaran que los mataría por mirarme de la manera incorrecta.
Asentí.
—¿Cómo van las cosas con Harper y tu antiguo grupito? ¿Intentó hablar otra
vez contigo?
Adamo evitó mis ojos, encogiéndose de hombros.
—La vi a solas un par de veces más, pero ya se acabó.
—¿Lo terminaste?
—Mis hermanos no lo saben. Promete no decirles. 50
Dudé. Parecía que Adamo necesitaba a alguien en quien pudiera confiar, y
este no era en realidad un secreto importante.
—Mis labios están sellados —le dije—. Pero ¿por qué querrías verla de
nuevo? ¿Pensé que te usó para conseguir drogas? Y te engañó con ese tipo…
—Mason.
Adamo frunció el ceño, apretando y soltando su mano, observando la forma
en que se flexionaban sus músculos. Cada día parecía crecer más. En momentos
como este no parecía tener catorce años.
—Ni siquiera me siento culpable.
—Está bien.
Adamo inclinó la cabeza hacia arriba con una sonrisa sombría, y por primera
vez vi su parecido con Remo.
—¿También está bien que solo regrese con Harper porque quería recibir otra
mamada y follármela, después de lo que me hizo? ¿Fingiendo que no sabía dónde
estaba Mason cuando fui yo quien lo mató?
Por un momento sus palabras me desestabilizaron por completo y sentí mis
mejillas ardiendo. Adamo se hundió contra el respaldo con una mueca.
—Lo siento, Kiara. No debí haber dicho eso. No quería perturbarte. Olvida lo
que dije. —Echó la cabeza hacia atrás y miró al techo.
—¿Por qué me perturbaría?
Adamo hizo una mueca.
—Porque… ya sabes…
—No soy tan frágil. No me voy a perturbar porque hables de sexo. —No dijo
nada—. Entonces, ¿te acostaste con Harper? —No podía creer que hubiera tenido su
primera vez con una chica que había jugado con él.
Un destello de vergüenza cruzó su rostro y mantuvo la mirada fija en el techo.
—Sí. Solo una vez. Pensé que me sentiría mejor. Como si le estuviera
cobrando de alguna manera, ¿sabes? Quería sacar algo de todo eso después de cómo
ella y Mason me engañaron.
—¿Pero no te sientes mejor?
51
Sacudió la cabeza.
—Lo odié, y ahora desearía no haberlo hecho.
—Mira el lado positivo. Savio ahora dejará de molestarte. —Intenté
levantarle el ánimo.
—No voy a decírselo a mis hermanos. Se suponía que debía mantenerme
alejado de Harper.
Antes de que pudiera decir más, la cerradura sonó. Adamo se puso de pie de
un salto, apuntando con su arma.
Nino se detuvo en el umbral, cuchillo en mano y cubierto de sangre. Se me
cayó el estómago y corrí hacia adelante, tocando su pecho.
—¿Estás bien?
Nino inclinó su cabeza hacia su hermano antes de encontrar mi mirada. Sus
ojos luciendo como espejos en blanco, duros como el acero.
—Estoy bien. La amenaza está contenida.
—¿Todos los atacantes están muertos? —preguntó Adamo.
—Aún no. Dejamos a dos para interrogarlos. ¿Quieres estar presente?
Adamo sacudió la cabeza bruscamente.
—Preferiría no…
Nino frunció el ceño momentáneamente pero asintió.
—Entonces lleva a Kiara a nuestra habitación.
—Nino —dije en voz baja, preocupada por su comportamiento.
Tocó mi mejilla, sus ojos permaneciendo distantes.
—Subiré pronto. Te quiero lejos del sótano cuando esté lidiando con los
prisioneros. —Asintió a Adamo—. Llévala arriba.
Adamo me tendió la mano.
—Vamos, Kiara.
Con una última y persistente mirada a Nino, deslicé mi mano en la de Adamo
y lo seguí. Me estremecí, haciendo que Adamo apretarse más fuerte.
Manchas de sangre cubrían el suelo. Había silencio en la casa. A petición 52
mía, Adamo me dejó sola en la habitación. Mis pensamientos desviándose hacia
Serafina, preguntándome si estaba bien. Debía estar devastada, teniendo sus
esperanzas aplastadas y ¿si alguien que conocía murió? ¿Su padre? ¿Prometido?
¿Hermano?
Me preparé para la cama incluso aunque mi ansiedad aumentó con cada
momento que pasó.
Tratar de concentrarme en un libro fue energía desperdiciada y con el tiempo
me acurruqué de lado en la cama, mirando la puerta, esperando que Nino volviera.
Era pasada la medianoche cuando finalmente entró, cerrando la puerta en
silencio y pareciendo sorprendido cuando me vio.
—Pensé que estarías dormida.
Me fijé en su ropa, ahora empapada de sangre, cuando antes solo había unas
pocas manchas, y sus manos estaban cubiertas en rojo. Me deslicé de la cama
lentamente, conteniendo mi repulsión. El cansancio inundaba los rasgos de Nino y
mi instinto protector desterró cualquier duda. Abrí la puerta del baño para él de
modo que no dejara marcas y pasó junto a mí. Abrí el grifo, llené el lavabo con agua
mientras Nino se desnudaba. Incluso parte de su pecho estaba manchado de rosa por
la sangre y un moretón comenzaba a formarse sobre el hueso de su cadera. Nino
hundió las manos en el agua y buscó un cepillo para restregarse.
Apoyé una mano sobre la suya.
—Permíteme.
Nino me contempló con el ceño fruncido.
—No tienes que hacer esto, Kiara. Sé que ver sangre te inquieta. No quiero
que te sientas incómoda.
Besé su bíceps.
—Quiero hacerlo.
Nino asintió y me permitió comenzar a limpiar sus manos y antebrazos con el
cepillo. Sus ojos nunca abandonaron mi rostro a medida que lo limpiaba en silencio.
Una vez que estuve satisfecha, drené el lavabo y lo llené con agua fresca y tibia,
luego tomé un paño, lo sumergí en el lavabo y lo llevé hasta el pecho de Nino. Soltó
un suspiro pequeño y la tensión abandonó su cuerpo mientras limpiaba la sangre de
su piel. Me apartó un mechón de cabello del hombro y trazó mi clavícula antes de
acunar mi cara. 53
Sonriendo, dejé caer el paño en el lavabo.
—Todo listo.
Me condujo de vuelta a la habitación donde nos acostamos en la cama.
—¿Me dirás qué pasó? —pregunté.
—El hermano de Serafina dirigió una misión de rescate muy mal ejecutada.
—¿Su hermano? ¿Está muerto? —Serafina amaba a su gemelo. Estaría
devastada si algo le pasaba.
—No, Remo decidió mantenerlo con vida y enviarlo de regreso con una
advertencia.
La desaprobación sonó claramente en la voz de Nino incluso cuando el alivio
me llenó. Serafina habría odiado a Remo si hubiera matado a su hermano.
—No estás de acuerdo con su decisión.
—No es lógica. Matar a un enemigo después de extraer información es la
táctica más efectiva.
—Creo que la guerra psicológica de Remo sigue una lógica diferente a la
tuya.
Nino sacudió la cabeza.
—Soy consciente de la utilidad de una guerra psicológica. Pero las emociones
de Remo se interponen en el camino y eso representa un riesgo para nuestra misión
y más aún, para ti.
—Estoy bien. No pasó nada.
—Pero podría haberlo hecho. Si Samuel hubiera planeado mejor su ataque, si
hubiera tenido el apoyo de Cavallaro o Mancini, podría haber causado un daño real.
¿Y si te hubieran capturado? Prometí que nunca dejaría que te pase nada.
Toqué su pecho.
—Nada va a pasarme.
—Si alguien alguna vez intenta lastimarte, lo desgarraré pedazo por pedazo,
tendón por tendón, hueso por hueso.
—Lo sé —susurré, y esperaba que nunca llegara a eso.
54
D os días después recibimos la noticia de uno de los hombres de
Grigory reportando que Samuel había regresado a Minneapolis.
—¿Cavallaro no lo verá como una señal de debilidad que le
hayamos enviado al imbécil de vuelta? —preguntó Savio mientras nos acomodamos
en la mesa del desayuno. Kiara estaba haciendo panqueques. Podía decir que estaba
escuchando con curiosidad.
—Mostrar misericordia no siempre demuestra debilidad —murmuró Adamo.
Savio sacudió la cabeza.
55
—¿Están seguros que es nuestro hermano? Tal vez lo intercambiaron por otro
bebé en el hospital después del nacimiento.
Me congelé a medida que mi pecho se contraía, recordando los días anteriores
y posteriores al nacimiento de Adamo. Miré mis cicatrices. Kiara dejó un plato lleno
de panqueques y un tazón con bayas en el centro de la mesa antes de sentarse cerca
de mí y tocar mi pierna.
Alcé los ojos de mi muñeca y encontré que Adamo y Savio me observaban
atentamente.
—Cavallaro sabe que no fue para mostrar misericordia. Sospechará que
tenemos motivos ocultos.
—El problema es que Remo no nos dice cuáles son sus jodidos motivos —
dijo Savio, luego se encogió de hombros y apiló panqueques en su plato—. Pero este
es su juego.
—¿No tienes hambre? —preguntó Kiara cuando no llené mi plato.
Asentí distraídamente y agarré algunos panqueques. Al probarlos, mi hambre
regresó y Kiara sonrió.
La puerta se abrió y Remo entró, solo en calzoncillos. Asintió y se dirigió a la
cafetera para servirse una taza.
—Uno de ustedes tiene que llevar el desayuno a Serafina.
—No voy a ser yo —dijo Savio—. Necesito prepararme para entrenar con
Diego y Gemma.
—Yo puedo hacerlo —sugirió Kiara.
Remo levantó una ceja hacia mí.
—Yo lo haré. No confío en el estado mental de la chica tan poco después de
ver a su hermano —dije.
—¿Por qué no subes tú mismo? —le preguntó Adamo a Remo.
Remo sorbió su café.
—No estoy de humor para verla.
No era eso. Enviando una mirada de desaprobación a mi hermano, me
levanté, agarré un plato con panqueques y salí de la cocina. Remo estaba perdiendo
el rastro a sus objetivos, lo cual era un problema importante. 56
En mi camino de regreso a la planta baja después de dejar los panqueques, me
encontré con Savio que ya estaba vestido con pantalones cortos de pelea.
—Escucha —comenzó, haciendo una mueca—. ¿Qué pasó en la cocina? Tu
expresión cuando mencioné el nacimiento de Adamo fue jodidamente aterradora.
Mis defensas se alzaron. Remo y yo habíamos intentado ocultar la mayoría de
los horrores del pasado a nuestros hermanos menores. Decirles todo no servía de
nada.
—Sabes tan bien como yo que no intercambiaron a Adamo.
Savio gimió.
—Vamos. Deja esa mierda. Sabes que fue una broma. No uses esta estupidez
de “no entiendo tus emociones” conmigo. Me di cuenta que cambiaste en las últimas
semanas. No soy ciego.
Fruncí el ceño.
—No es nada.
—Claro que sí —dijo—. No recuerdo lo que pasó, y tú y Remo lo hacen, pero
eso no significa que no quiera saber la verdad.
Savio ya no era un niño, ni mucho menos. Llevaba años luchando a nuestro
lado. Sabía que nuestra madre había intentado matarnos a todos, pero no lo que
sucedió después.
Me apoyé contra la pared.
—Los hombres de nuestro padre nos cosieron de modo que no nos
desangráramos. Después nos llevaron a casa donde nuestro padre esperaba con los
médicos de la Camorra. Dos de ellos nos atendieron a Remo y a mí, mientras que los
otros realizaban una cesárea inmediata en nuestra madre, sacando a Adamo de ella.
Savio me miró fijamente.
—¿Lo sacaron de ella contigo y Remo en la misma habitación?
Flexioné mi mano, observando mis cicatrices.
—Sangre es sangre. Padre pensó que nos haría más fuertes.
Savio tocó mi hombro y apretó.
—Maldición. Ese cabrón retorcido. Desearía que tú y Remo pudieran haberlo
matado.
57
—Lamentarse por el pasado…
—Es energía desperdiciada, lo sé —dijo Savio, entonces se apartó y se pasó
una mano por el cabello—. Mierda. Ahora realmente necesito darle una paliza a
alguien.
—Diego es un oponente decente.
—Lo es —dijo Savio—. Pero se supone que debo pelear primero con su
hermana. Requiere demasiada concentración no lastimar a Gemma seriamente.
Asentí. Entrenar con Kiara siempre resultaba mucho más estresante que
luchar contra mis hermanos, porque con ellos no tenía que tener cuidado en cada
movimiento. Si cometía un error, pagaba con dolor. Con Kiara, podría terminar
lastimándola seriamente.
—¿Adamo lo sabe?
—No, no sabe nada de lo que sucedió.
—Supongo que, ¿ni siquiera que nuestra madre está viva?
Sacudí mi cabeza. Adamo había estado en una fase difícil y parecía
imprudente cargarlo con el peso del pasado.
—Deberías decirle. Ya no es un niño pequeño, y esto también le concierne.
—Su teléfono sonó y lo sacó de su bolsillo—. Tengo que irme. Diego ya pregunta
qué me está tomando tanto tiempo. —Tecleó un mensaje y luego alzó la vista—.
¿Vas a venir más tarde al gimnasio? Me gustaría entrenar contigo y repasar posibles
movimientos para mi lucha en la jaula.
—Llevaré a Kiara. Necesito trabajar en sus habilidades defensivas.
—De acuerdo.
Vi a mi hermano irse, considerando lo que había dicho. Quizás tenía razón.
Adamo merecía saber la verdad sobre su nacimiento, y por qué Remo y yo
estábamos tan jodidos. Pero Remo estaba aún más volátil de lo habitual con Serafina
en la mansión, y Adamo también estaba al borde por la situación.
Cuando regresé a la cocina, solo Kiara estaba dentro, tarareando mientras
revolvía una masa rojiza en un tazón. Me sonrió por encima del hombro.
—¿Qué es eso? —pregunté.
—Estoy probando una receta de pastelitos red velvet. Quiero perfeccionarlos
para la pelea de Savio. Estoy convencidísima que después querrá algo dulce. 58
—Savio generalmente se endulza con una o dos putas.
Kiara frunció los labios.
—Bueno, tal vez a ellas también les guste un pastelito —comentó riendo, y
sacudiendo la cabeza. Mis propios labios temblaron al ver su alegría.
—Pensé que podríamos ir al gimnasio para entrenar en tu defensa. Después
del ataque a la mansión, creo que es absolutamente crucial que aprendas a
defenderte.
—¿Ahora? —preguntó Kiara, mirando la masa.
—Sí, Savio me pidió que entrenara con él más tarde.
—Está bien —dijo vacilante, y puso el tazón en la nevera—. Solo buscaré mi
ropa de gimnasia.
Kiara siempre estaba tensa cuando se trataba de su entrenamiento en defensa,
por eso decidí no decirle que planeaba que ella peleara con Savio. Él había
entrenado con la joven Bazzoli un par de veces y sabía cómo contenerse cuando se
enfrentaba a una mujer menuda.
Cuando Nino y yo entramos al gimnasio Falcone, ya podía escuchar los
sonidos de las peleas.
—¡Gemma, ten cuidado, por el amor de Dios! —gritó una voz familiar.
—Cállate, Diego. ¡Me sigues distrayendo!
El dojo apareció a la vista y con él la jaula de combate. Mis ojos se abrieron
por completo ante lo que vi.
Savio estaba dentro de la jaula con Gemma. La chica solo alcanzaba su pecho
pero se movía con una gracia y confianza que mostraban que estaba acostumbrada a
pelear. Aun así era una visión inquietante. Savio era musculoso y tenía cicatrices, y
esta chica intentaba darle un golpe en el costado, que él bloqueó.
—Si quieres lastimarme, tienes que ser más rápida, Kitty —se burló él. 59
Su rostro se puso aún más rojo e intentó darle una patada entre sus piernas.
Diego, que estaba agarrando la malla de la jaula, gritó:
—¡Gemma! ¡Basta de mierdas!
Savio se inclinó hacia ella, la levantó sobre su hombro y arrojó a Gemma
sobre su espalda. Ella dejó escapar un grito de sorpresa cuando colgó de cabeza
sobre su hombro mientras él la sostenía con un brazo sobre sus pantorrillas.
—¡Bájame! ¡Savio! —Se sacudió desesperadamente, pero Savio la tenía
atrapada.
Ella comenzó a golpear sus muslos con los puños y él se volvió hacia
nosotros con una sonrisa, ignorando a Gemma por completo. Por un momento,
pensé que le daría una nalgada porque era típico de Savio, pero no lo hizo.
—¿Cuántos años tiene? —pregunté a Nino, quien me llevó más cerca.
—Trece, creo.
Diego nos vio y miró de Nino a mí, su expresión cayendo ligeramente.
Quizás recordaba nuestro último encuentro cuando sugirió que yo era la conquista
más nueva de Savio. Intenté ignorar que él, así como Savio y Nino, solo llevaba
pantalones cortos de pelea. Todos esos pechos desnudos me estaban incomodando.
Él se enderezó y le tendió una mano a Nino, estrechándola. Luego me dio un
pequeño asentimiento.
—Señora Falcone.
Reprimí una sonrisa.
—¿Qué? ¿Ningún comentario de “buena presa” hoy? —gritó Savio. Gemma
ya había dejado de pelear e intentaba mantener la cabeza en alto.
Nino frunció el ceño a su hermano y después miró entre Diego y yo.
Diego le dio a Savio una mirada incrédula.
—Cállate.
Savio rio entre dientes y finalmente puso a Gemma de nuevo en pie. Ella se
balanceó ligeramente, luego entrecerró los ojos y lo empujó por el pecho, la
vergüenza inconfundible en su rostro.
—No vuelvas a hacer eso. No soy una niña. 60
Savio salió de la jaula, agarró una toalla y comenzó a secarse el pecho.
—Si tú lo dices, Kitty.
Gemma frunció el ceño a medida que lo seguía.
—Hola —murmuró a Nino y a mí. No estaba segura si su rostro estaba rojo
brillante por el esfuerzo o la vergüenza.
Eso no la hacía menos deslumbrante. A pesar de su actitud marimacho,
parecía una muñeca: Largo cabello oscuro, ojos verde oliva y un dulce puchero.
—Savio, ¿puedes ayudar por un rato con el entrenamiento de Kiara?
Mi corazón se hundió. Solo podía haber una razón por la que Nino quería a
Savio alrededor.
Savio me echó un vistazo y luego se encogió de hombros.
—Claro. —Le dirigió a Gemma una sonrisa condescendiente—. ¿Tal vez
tienes oportunidad contra Diego, Kitty?
Diego resopló.
—Ya quisiera.
Gemma hizo una mueca a su hermano mayor.
—Siempre te preocupa lastimarme, por eso voy a patearte el trasero.
Diego la empujó hacia la jaula y murmuró algo por lo bajo.
Seguí a Nino y Savio hacia el ring de boxeo, intentando no asustarme todavía.
Savio se balanceó sobre las cuerdas y las mantuvo abiertas para mí. Subí a
través de ellas y le envié a Nino una mirada ansiosa.
Sacudió la cabeza.
—Sé que no te gusta, Kiara, pero necesitamos progresar. Ahora más que
nunca. Si te niegas a luchar contra Remo, tendrás que lidiar con Savio.
—Es bueno saber que no soy tu primera opción —dijo Savio, guiñando un
ojo.
Le di una sonrisa temblorosa.
—Ponte en posición —dijo Nino. Podía decir que hoy no cedería.
Me enfrenté a Savio, tragándome mis nervios. ¿Siempre había sido así de alto
y musculoso? 61
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó, estirando los brazos.
Mi boca cayó.
—Yo… yo no…
—¿Me echabas un vistazo? Claro que sí.
Miré a Nino en busca de ayuda. Parecía un poco divertido.
—Mi hermano necesita una buena patada en el culo, tal vez puedas dársela.
—¿Lista? —preguntó Savio.
Asentí, pero al momento en que avanzó sobre mí, mis músculos comenzaron
a congelarse.
—Pequeña, esta es tu oportunidad de manosearme, no la desperdicies.
Lo miré con indignación. Estaba sonriendo engreído, pero cauteloso. Intenté
bloquear sus manos, pero fue demasiado rápido y fuerte, y entonces, estaba de
espaldas y él tenía mis muñecas sobre mi cabeza en una de sus manos, la otra mano
inmovilizándome por mi cintura.
Mi pecho se agitó y traté de empujarlo. Savio liberó mis muñecas sin
retroceder, todavía cernido sobre mí.
—Intenta alejarme.
Me estiré con manos temblorosas. Por alguna razón no podía tocar su pecho
desnudo. Savio se puso de pie de un salto y extendió su mano, poniéndome en pie.
—Kiara, sé que esto es difícil para ti, pero necesitamos condicionar tu
cerebro para que se descongele en situaciones como esa —dijo Nino.
Savio me contempló.
—De acuerdo. Probemos un enfoque diferente. Acércate.
Me indicó que avanzara hacia él hasta que nuestros pies casi se tocaron y tuve
que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo a la cara.
—Tienes un problema con mi cercanía, ¿verdad?
Asentí.
—Toca mi pecho.
Miré a Nino, que parecía pensativo. Savio se interpuso en mi línea de visión. 62
—Mantén tus ojos en mí. Nino, puede aguantarse. No me vas a agarrar la
polla, solo mi pecho.
Solté una carcajada y presioné mis palmas vacilantes contra el pecho de
Savio.
Por supuesto, pude sentir un sonrojo en mis mejillas. La boca de Savio se
torció, sus ojos dirigiéndose a Nino.
—¿Siempre se sonroja así cada vez que te toca? Debe estar a punto de
desmayarse cuando agarra tu polla.
Le di una palmada en el pecho, sin pensarlo.
Savio sonrió.
—¿Ves? ¿Fue tan difícil?
—No.
La diversión desapareció de la expresión de Savio.
—Muy bien. Ahora voy a envolver mis dedos en tus muñecas.
Savio me agarró como dijo. Me concentré en sus ojos, que sostuvieron mi
mirada fijamente.
—Voy a llevar tus manos por mi cuerpo. Tranquila, no por debajo de mi
cintura, y vas a intentar romper mi agarre o detenerme de otra manera. No importa
cómo. Me moveré lentamente, dándote suficiente tiempo para considerar tus
opciones. —Alzó una ceja—. ¿Lista?
—Sí.
Savio apretó su agarre y empujó mis palmas por sus pectorales hasta el
comienzo de sus abdominales. Mi mirada se dirigió hacia sus pantalones cortos.
—Quita tus ojos de mi pene. Él no es tu problema.
Resoplé, y eso pareció funcionar. Tiré del agarre de Savio pero él no se
movió. Sin pensarlo, me dejé caer, sorprendiendo a Savio. Sus manos se apretaron
para evitar mi caída y usé el impulso para levantar mi pierna y apuntarle una patada
en la ingle. En un movimiento increíblemente rápido, soltó una de mis manos y
bloqueó mi patada con la mano y levantó la rodilla. Me hizo volver a ponerme de
pie.
—No está mal. 63
Sonreí con orgullo.
—Ahora vamos a cambiar de lugares. Voy a poner mis manos sobre tu
cuerpo. De los hombros al culo o de las caderas a las tetas. ¿Qué prefieres?
Parpadeé como si hubiera hablado en un idioma extranjero.
—¿Qué?
Savio se acercó y curvó sus dedos sobre mis caderas lentamente.
—De esta forma y subiendo —explicó en voz baja. Tragué con fuerza,
habiéndome quedado completamente inmóvil. Me rodeó con los brazos de modo que
sus palmas descansaron sobre mis omóplatos, acercándonos aún más. Mi respiración
se aceleró a medida que estiraba el cuello para sostener su mirada—. O así y
bajando.
—La primera —dije.
Savio asintió y dejó caer las manos.
—Bien. Elige una palabra de seguridad.
—Palabra de seguridad…
—Esa palabra que las personas pervertidas usan porque deja de excitarlos. —
Sacudí la cabeza, sin saber si estaba al borde de un ataque de risa o un colapso
histérico. Tal vez ambos—. Elige una palabra. Una que seas reacia a usar. Solo
debes usar tu palabra de seguridad para detener nuestra simulación si realmente no
puedes soportar ni otro puto segundo de mi toque. Quiero que cruces tus límites.
—Está bien.
Savio inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Qué te haría sentir extremadamente incómoda? ¿Qué tal “chúpame el
coño”?
Apreté mis labios y me giré para mirar a Nino desesperadamente, pero él se
había ido. Savio me dio un empujoncito en la barbilla para que así lo enfrentara.
—Solo somos tú y yo, pequeña. Enfócate, ¿de acuerdo? Ahora voy a tocarte
las caderas y vas a decir “chúpame el coño” como palabra de seguridad. Para no
cambiará ni una maldita cosa, ¿entendido? Detenme de cualquier manera que se te
ocurra. ¿Lista?
Respiré hondo y luego asentí.
64
Savio descansó sus manos en mis caderas. Era extraño permitir esta cercanía.
Se deslizó hacia arriba lentamente, las yemas de sus dedos rozando mi
estómago por encima de la tela de mi blusa.
—¿Solo vas a dejar que te manosee? —preguntó Savio desafiante.
Agarré sus muñecas, intentando alejarlas, pero él siguió moviéndose más alto,
alcanzando mi caja torácica. Levanté las manos y bajé los codos, intentando
estrellarlos contra sus muñecas. Savio retiró las manos antes de que pudiera hacer un
daño real.
Asintió.
—Bien. Eso habría dolido.
Repetimos la misma simulación dos veces más.
—Cambiemos las cosas. Date la vuelta. —Lo hice. Savio se acercó
demasiado hasta el punto que en pude sentir su aliento en mi nuca—. ¿Ya estás
nerviosa?
—En realidad no.
—Entonces cambiemos eso. —Savio me sobresaltó cuando pasó un brazo
alrededor de mi cintura, presionando su palma contra mi vientre y uniendo nuestros
cuerpos al ras. Un sonido ahogado escapó de mis labios. Retorciéndome, intenté
liberarme, pero esta posición era definitivamente más desafiante para mí—. Piensa,
pequeña. Concéntrate en el presente.
Empujándome a través de la niebla de incomodidad, intenté patearle la
espinilla y luego estrellar mi codo contra su costado. No logré liberarme. Al menos,
Savio no pareció descontento con mi progreso.
—Creo que esto es suficiente por hoy —dijo Savio con el tiempo,
liberándome.
Me limpié mis manos sudorosas y temblando en mis pantalones cortos de
gimnasia.
—Gracias por ser paciente.
Savio se encogió de hombros.
—¿Qué tal si muestras tu agradecimiento con unos deliciosos pastelitos?
Sonreí. 65
—La masa red velvet está en la nevera.
Pareció sorprendido.
—Estás empezando a caerme muy bien, pequeña. —Su mirada se centró en
algo detrás de mí y vi a Nino dirigiéndose hacia nosotros—. Nino va a trabajar
conmigo ahora en la jaula.
Savio y yo salimos del ring de boxeo cuando llegó Nino. Envolvió su brazo
alrededor de mi cadera y me contempló inquisitivamente.
—¿Como te fue?
—Bien —respondí con orgullo.
—Probablemente tendrás que esmerarte esta noche, Nino. La inquieté con
mis manos mágicas.
Presioné mi frente contra el pecho de Nino a medida que reía.
—Eres imposible, Savio.
—Me han dicho cosas peores. —Asintió hacia la jaula—. Voy adelantarme y
calentaré mientras Nino se asegura que no me porté demasiado mal. —Con eso se
fue campante.
—Parecía que estabas tomando el enfoque de Savio realmente bien. Tal vez
abordé mal tu problema —dijo Nino.
—Savio fue muy paciente, y su humor ayudó a relajarme.
Nino asintió.
—Savio es muy bueno con las palabras y las mujeres.
Resoplé.
—Dudo que tenga que recurrir a las prostitutas si se molestara en usar su
encanto con las mujeres normales.
—Solo es vago. Rara vez se molesta en conquistar a las mujeres, pero cuando
lo hace, su tasa de éxito es impresionante. Podría hacerse cargo del trabajo de
Stefano sin problemas.
Mis labios se curvaron, pensando en el conquistador de la Camorra.
66
Nino me besó.
—Es bueno verte mejorar. Has llegado lejos.
Igual que tú.
—Oigan tortolitos, tengo una pelea que necesito ganar.
Nino me llevó a la jaula, sacudiendo la cabeza. Diego y Gemma habían
acercado unas sillas y esperaban que comenzara el espectáculo. Nino siguió a Savio
dentro de la jaula y me senté junto a Gemma, quien me dirigió una mirada curiosa.
Diego también me contempló por un momento. Supuse que a estas alturas ya
sabían todos los rumores. En el pasado siempre había sido mi mayor temor que la
verdad sobre la violación saliera a la luz, que me consideraran menos por eso, pero
ahora me alegraba que todos lo supieran. Era liberador.
Savio y Nino asumieron sus posiciones de lucha. Ambos se veían
impresionantes con sus expresiones enfocadas y músculos tensos.
—¡Empiecen! —gritó Diego.
Savio era el luchador menos contenido. Tentó y desafió a Nino con palabras y
expresiones. Pero eso no hizo que sus patadas y golpes fueran menos acertados.
Observé principalmente a Nino, la mirada ansiosa en su rostro, la forma en que cada
músculo estaba condicionado en modo lucha. Fue una pelea sorprendentemente
pareja. No estaba segura si era porque Nino se estaba conteniendo o porque Savio se
había convertido en un luchador igualmente letal. No estaba lo suficientemente
familiarizada con las peleas como para notarlo, y ambos no estaban dando el cien
por ciento porque no podían arriesgarse a herir a Savio pocos días antes de su pelea
en la jaula.
Eché un vistazo a Gemma, quien se inclinaba hacia delante en su silla, con
los brazos apoyados sobre las rodillas y los labios abiertos mientras seguía la pelea.
Podía decir que su enfoque estaba únicamente en Savio. Era obvio que estaba muy
enamorada de él, y eso me hizo sentir protectora con ella. Savio era todo un
mujeriego y, aunque dudaba que fuera tras una chica tan joven, me preocupaba que
ella saliera lastimada.
Al notar mi atención, la expresión de Gemma se tornó menos enamorada y se
recostó en la silla, cruzando los brazos.
Después del entrenamiento, Savio se quedó con Diego y Gemma mientras
que Nino y yo condujimos a casa. En el auto, toqué el muslo de Nino.
—Gemma está completamente loca por tu hermano. 67
Nino me miró de reojo antes de volver su atención al tráfico.
—¿Y eso te preocupa?
—Sí. Para Savio, las chicas son pura diversión sin sentido. En cambio ella es
joven y fácilmente influenciable.
—No puedes proteger a todos. Sé que eres sensible por lo que sucedió, pero
Savio no intentará nada con la chica Bazzoli.
—Por su edad.
—Eso, y porque Remo honra a los tradicionalistas entre nuestros seguidores y
los Bazzoli son tan tradicionales como pueden ser. Como las familias en la Famiglia.
Fruncí el ceño.
—¿En serio? Pero a Gemma se le permite pelear y no parece muy dócil.
—Cuando asumimos el poder, su padre le pidió a Remo su opinión sobre el
asunto. Remo dijo que sería bueno mostrarle a una niña cómo defenderse porque eso
también le aseguraría que pudiera enfrentarse a las insinuaciones antes del
matrimonio. Eso convenció a Bazzoli. Desde entonces, Gemma ha estado
aprendiendo a pelear. Aunque, Diego siempre está con ella. —Nino cubrió mi
mano—. Eres demasiado amable para este mundo, Kiara.
—No puedo evitarlo.
—No se supone que cambies. Es bueno que seas amable y afectuosa, e
inherentemente buena. Equilibra lo que somos mis hermanos y yo.
—Me haces sonar como si fuera una especie de santa. No soy tan buena.
Nino se detuvo en el camino de entrada de la mansión Falcone, apagó el
motor y me dio un beso en los nudillos.
—Dudo que haya alguien mejor que tú.
Lo dijo tan honestamente, como si fuera la verdad inagotable, que las
lágrimas brotaron de mis ojos. Intenté alejarlas antes de que Nino pudiera verlas.
Sus ojos se posaron en los míos y se inclinó hacia delante, acunó mi cabeza y me dio
un beso en la sien.
—Un día mataré a cada persona que te hizo sentir menos. Deberían rezar para
que tu amabilidad me detenga el tiempo suficiente.
Las mortales palabras no deberían haberme conmovido, no deberían sentirse 68
como la declaración de amor más romántica del mundo, pero con Nino lo hicieron.
M e uní a Remo en la terraza por la tarde. Todavía estaba
melancólico después de una pelea con Serafina durante una de
sus caminatas diarias esta mañana. Tenía las manos metidas en
los pantalones y estaba mirando a lo lejos. De pie junto a él, miré su rostro, la
cicatriz que su madre había causado, y el cruel giro de su boca.
Serafina me había dicho que sentía que se estaba perdiendo y no pude evitar
preguntarme si era lo mismo para Remo, y qué significaba eso para un hombre como
él.
—Di lo que tienes que decir —gruñó. Había tantas cosas que quería decirle,
69
cómo pensaba que estaba mal secuestrar a una mujer inocente, pero él lo sabía. Y en
el fondo me preguntaba si tal vez esta era la única oportunidad para que Remo
estuviera alguna vez cerca de una mujer, para que él superara el odio que lo había
guiado a través de los años, que todavía lo guiaba.
Quería decirle que necesitaba parar este juego de modo que pudiera ser fuerte
para sus hermanos, particularmente para Nino. Quería decirle que deseaba verlo
feliz algún día, incluso si él no creía en la felicidad.
Remo gruñó, la ira brillando en su rostro. Me agarró por los brazos y acercó
nuestros rostros.
—Di algo. No te quedes ahí parada con esa puta mirada triste. Es jodidamente
molesto.
No me aparté, a pesar de la tensión de mi cuerpo.
—¿Crees que Nino podría amar a un niño?
Remo me soltó con un tirón, sus ojos completamente abiertos a medida que
daba un paso atrás.
—¿Estás…?
—No —respondí en voz baja—. Pero quiero un bebé. Siempre quise ser
madre. Quiero sostener a un bebé en mis brazos, abrazarlo mientras duerme. Quiero
protegerlo y amarlo. Quiero darle a este bebé todo lo que nunca tuvimos. Si tan solo
puedo lograr una cosa en mi vida, entonces es eso. —Las lágrimas llenaron mis ojos.
Ni siquiera estaba segura de por qué le estaba diciendo esto a Remo. Tal vez porque
podía sentir que él estaba al borde de algo, algo mejor o mucho peor.
Remo se veía como si lo hubiera sacudido hasta la médula. El silencio se
extendió entre nosotros.
—Lo siento —dije eventualmente. Me di vuelta pero Remo me detuvo y se
inclinó, su expresión era feroz.
—Nino te ama. No entiendo cómo es posible. Pensé que la parte de él capaz
de esa mierda se perdió pero tú la sacaste a la superficie. No sé lo que puede o no
puede sentir, pero los niños que sean que crezcan en esta casa serán queridos,
estarán a salvo y tan jodidamente felices como pueden ser en nuestro puto mundo.
—Se enderezó—. Y contigo como madre, se ahogarán en amor y dulces, eso es
seguro.
Remo se volvió y me dejó allí de pie. Me envolví en mis brazos.
70
Nino me encontró así unos minutos después y me atrajo hacia él.
—Estoy bien —dije antes de que pudiera preguntar. Le sonreí y su ceño se
suavizó. Una vez que las cosas se hubieran calmado, una vez que Serafina estuviera
de vuelta en casa, le preguntaría a Nino si podíamos tener un bebé.

Después de seguir nuestra nueva rutina de nadar algunas rondas juntos en la


piscina, Nino y yo nos retiramos a nuestra habitación para cambiarnos. Vi a Nino
salir de sus pantalones cortos de natación, fijándome en sus musculosos muslos
tatuados, sus caderas estrechas con la deliciosa V conduciendo a su polla
endurecida. Se acercó a mí acechándome a medida que lo admiraba, sintiendo el
tirón familiar del deseo.
Nino me besó, tomando la iniciativa como siempre lo hacía. Me desabrochó
la parte superior y la parte inferior del bikini, que cayó en un montón húmedo en el
suelo, antes de llevarme hacia atrás hasta que caí en la cama. Se me subió encima, su
cuerpo fuerte presionándose en mí mientras capturaba mi labio inferior en su boca y
chupaba a medida que frotaba su erección contra mí, enviando una onda expansiva
de deseo a través de mí.
Mi mente divagó en la única cosa en la que había estado pensando a menudo
en los últimos días: Finalmente practicar sexo oral con Nino. Había tenido la
intención de hacerlo por un tiempo, pero siempre perdía el coraje. Por alguna razón,
no podía olvidar lo degradante y asqueroso que había sido darle una mamada a mi
tío. Él me había obligado hasta que sentí que me estaba ahogando, hasta que mi
garganta y mi boca estuvieron sensibles. Cada vez que consideraba complacer a
Nino con mi boca, las mismas imágenes horribles inundaban mi mente, seguidas de
una inquietante preocupación nauseabunda de que aún me sentiría degradada y sucia
cuando me arrodillara frente a él. Deseaba a Nino, cada parte de él. Amaba cómo me
daba placer con su boca y quería devolverle el favor.
—¿Kiara? —preguntó Nino en voz baja, retrocediendo, evaluando mi rostro.
Debo haberme quedado inmóvil debajo de él.
—Yo… quiero probarte en mi boca —le dije. Incluso expresar el deseo me
costó mucho. Se sintió mal decirlo, quererlo, y tuve miedo de que, a pesar de mi
deseo de hacerlo, las imágenes del pasado ganarían, que una pequeña parte de mi tío
permanecería en mi cerebro. 71
Al principio, Nino no dijo nada, pero pude ver por el breve destello de deseo
en su expresión que quería esto. Supuse que no debería haberme sorprendido.
Había estado en el extremo receptor de ese tipo de atención en el pasado, con
otras mujeres. Y me complacía con su boca casi a diario. Por supuesto que lo
querría.
—¿Probar mi polla? —preguntó con cuidado.
Sonrojándome, asentí.
—Quiero intentar darte… darte una mamada.
La cara de Nino se suavizó.
—Está bien. —Rodó fuera de mí y se acostó a mi lado—. Ven.
Me senté y me arrodillé junto a sus caderas, luego rodeé su eje con la mano.
—¿Quieres que te diga qué hacer?
Lo consideré.
—No sé si… si yo…
Nino me apretó el muslo suavemente.
—Tómate tu tiempo y si quieres parar, te detienes.
—No vas a empujarte por mi garganta… ¿verdad? —susurré, sintiendo una
oleada de vergüenza abrumándome.
—No voy a empujarme por tu boca a menos que quieras que lo haga.
Intentaré no moverme en absoluto.
—Está bien —dije en voz baja.
Lo froté por un momento, disfrutando de su sedosidad y sintiendo mi propia
excitación disparándose una vez más solo de tocarlo. Me encantaba el cuerpo de
Nino, la forma en que me hacía sentir, la forma en que podía hacerlo sentir.
Reuniendo mi coraje, bajé la cabeza y envolví la punta con mis labios, probándolo
por primera vez. Él se crispó y probé una pizca de salinidad. Alcé la vista,
encontrando a Nino observándome con un hambre descarada.
Envalentonada por su reacción y la necesidad de mi cuerpo, giré mi lengua
alrededor de su punta antes de comenzar a mover mi cabeza de arriba hacia abajo
lentamente, probando mis límites.
72
Nino me apartó el cabello y luego tocó mi cuello. Me quedé inmóvil,
alejándome lentamente, luchando contra las imágenes del pasado. Mi mirada se
dirigió a su rostro y, como siempre, encontré consuelo en su calma.
—Quería sujetarte el cabello para que así no te moleste. No voy a tirar de él y
no te empujaré hacia abajo —dijo Nino en voz baja, su pulgar frotando mi cuello.
—Lo sé —dije, porque lo sabía. Mi cuerpo reaccionaba antes que mi mente
pudiera ponerse al día.
Con una sonrisa pequeña, lo probé nuevamente, después pasé la lengua por su
punta, disfrutando de su suavidad, su aroma, su sabor. Todo avivó mi propio deseo y
podría haber llorado de alivio. Establecí un ritmo lento. Nino se mantuvo fiel a su
promesa, yaciendo completamente quieto debajo de mí. Solo su mano apretando las
sábanas indicaba lo mucho que luchaba por permanecer inmóvil.
Nino gimió, sus músculos tensándose. Apretó su mano sobre mi cuello y
luego la relajó rápidamente.
—Voy a correrme si sigues así.
Asentí y seguí chupando. Mi mente comenzó a zumbar cuando sentí sus
músculos temblando. Me tensé a medida que intentaba decidir si podía tragar, si
podía hacer esto por Nino.
—Kiara —gruñó otra advertencia.
No me alejé. Quería hacer esto, para desterrar los últimos fragmentos de mi
pasado. La mano de Nino tembló un segundo antes de que su cuerpo se tensara
fuertemente y entonces su erección se sacudió. Nino se corrió con un gemido bajo.
Hizo pequeños movimientos de balanceo mientras se derramaba dentro de mí. Por
un segundo me quedé congelada, esperando lo inevitable.
Que mi pasado demoliese mi presente, que mi cuerpo hiciera lo que había
hecho hace muchos años, vomitar, que la bilis subiera por mi garganta. La sensación
de asfixia, de ahogamiento mientras mi tío me sostenía en el lugar.
Pero nada de eso sucedió. Nino me acarició la espalda y tragué, seguí
bombeando y sentí una ola de realización. Era libre. Completamente libre.
Nino me puso encima de él como si fuera una muñeca. Me dio un golpecito
en la barbilla a medida que yacía tumbada sobre su fuerte pecho, sus ojos evaluando
los míos. Besó mi boca una vez, dos veces. 73
—¿Quieres que te traiga un vaso de agua?
Cada vez que pensaba que no podía amar más a Nino, mostraba este tipo de
consideración. Mis labios formaron una sonrisa.
—Di algo —dijo Nino con un toque de confusión.
—Te amo.
Nino me besó una vez más.
—Y yo te amo, Kiara. —Pasó su mano por mi espalda antes de palmearme el
trasero—. Pero no respondiste mi pregunta. ¿Quieres algo de beber?
—No —susurré. No sentía la necesidad de eliminar el sabor de Nino, en
absoluto.
Nino inclinó la cabeza, confundido por mi reacción e inseguro de qué hacer.
Y yo también, porque darle placer a Nino de esa forma me había excitado.
—Kiara —dijo—. En este momento no estoy seguro si estás en estado de
shock o si realmente estás de acuerdo con lo que hiciste…
Enterré mi nariz en su garganta y arqueé mis caderas en invitación silenciosa.
La mano de Nino en mi nalga se tensó brevemente antes de sumergir sus dedos entre
mis pliegues, encontrándome húmeda.
Su pecho se expandió debajo de mí mientras soltaba un suspiro tembloroso.
—Estoy más que bien —dije con una pequeña risa avergonzada.
Nino pasó sus dedos a lo largo de mi abertura ligeramente, agitando mi
necesidad por él nuevamente.
—Siéntate sobre mi cara.
Levanté la cabeza con los ojos completamente abiertos.
Sonrió, pero sus ojos resplandecían con deseo.
—Ven.
Me puse en posición sentada sobre el pecho de Nino. Sus ojos bajaron a mi
parte más privada a medida que sus manos se posaban en mis caderas y me
empujaba hacia adelante, alentador y hambriento. Con una sonrisa pequeña, aferré la
cabecera y me levanté, permitiendo que Nino me sostuviera por encima de su
cabeza. 74

Mi cuerpo todavía palpitaba con los restos de mi orgasmo cuando vi el


hermoso cuerpo de Kiara, contemplando sus senos ponerse firmes y su coño
goteando justo en frente de mi cara. Goteando por haberme chupado la polla. No
podía negarlo, había disfrutado enormemente con la boca de Kiara, especialmente
porque ella también lo había disfrutado.
Agarrando sus nalgas, empujé su coño hacia mi boca, saboreando su
excitación. Kiara me echó un vistazo, pero como siempre era demasiado cohibida
para mirar como sabía que quería.
Me aparté de su coño.
—Mírame.
Kiara sonrió tímidamente y luego gimió cuando chupé su clítoris ligeramente.
Sostuvo mi mirada y mi polla pronto se inundó de sangre, ansiosa por otra ronda. Un
sonido fuera de la ventana abierta me llamó la atención, pero seguí tentando a Kiara
con mi lengua, sin querer que se distrajera. Me tomó un momento escuchar los
indicios de una profunda voz masculina. Remo.
No estaba seguro de lo que estaba haciendo ahora y no me importaba. Por lo
que a mí respecta, podía escucharme, siempre y cuando Kiara no se enterara. Deslicé
un dedo dentro de ella a medida que movía mi lengua de un lado a otro,
manteniéndola ocupada. El cuerpo de Kiara se tensó y se balanceó hacia adelante,
hundiendo mi dedo aún más profundamente en su coño mientras lamía. Su gemido
resonó y vi su cabeza hacia atrás y sus pezones fruncidos. Al final se relajó,
temblando y jadeando. Agarré sus caderas y me di la vuelta para estar encima de
ella.
—Gírate sobre tu estómago.
Los ojos de Kiara se abrieron de par en par pero hizo lo que le pedí y presioné
su espalda, besando su cuello y omóplato mientras deslizaba mi polla entre sus
muslos.
—¿Esta posición está bien para ti? 75
—Creo que sí —murmuró, con expresión de confianza.
Embestí dentro de ella y gemí bajo en mi garganta. En esta posición, las
paredes de Kiara me apretaron aún más. Inclinando su cabeza de modo que pudiera
saborear su boca, impulsé mis caderas hacia adelante, mi pelvis estrellándose contra
su firme trasero a medida que la follaba. Nuestros cuerpos se frotaron entre sí y el
aroma tentador de Kiara me volvió casi loco de lujuria. Todavía la saboreaba en mi
lengua.
Kiara pronto levantó su trasero para igualar mis empujes, gimiendo
desesperadamente en mi boca cuando se deshizo por completo. Después de unas
cuantas estocadas más, exploté y Kiara se arqueó. Los dos caímos relajados y la
abracé con fuerza, besando la comisura de su boca.
—¿Soy demasiado pesado?
—Quédate —susurró—. Me encanta la sensación de tu cuerpo encima de mí.
Me hace sentir a salvo.
Uní nuestros dedos.
—Estás a salvo.
Su boca se alzó a los lados y sus ojos de ciervo sostuvieron los míos y
simplemente le devolví la mirada, sintiéndome absolutamente tranquilo.

76
E
Sonreí.
staba completamente exhausta después de hacer el amor y no me
moví incluso cuando Nino salió de mí.
—Podría comer algo. ¿Qué tal tú?

—Podría comer. —Me moví para ponerme de pie, pero Nino sacudió la
cabeza y salió de la cama.
—Quédate. Nos conseguiré algo, y luego podemos planear nuestra caminata
de mañana.
77
Me estiré sobre mi espalda, sintiendo como si cada músculo de mi cuerpo se
hubiera convertido en goma.
—Suena bien.
Nino se puso calzoncillos, y entonces, sus ojos recorrieron toda la longitud de
mi cuerpo desnudo en apreciación, y los dedos de mis pies se curvaron en deleite.
Salió de la habitación y me senté, amando el delicioso dolor entre mis piernas. Una
sonrisa alzó mis labios y no pude contenerla. Nunca había sido tan feliz en mi vida.
Me limpié en el baño y agarré la guía de senderismo para el área
metropolitana de Las Vegas y luego esperé a Nino. Pasaron treinta minutos y
todavía no había regresado.
Confundida, consideré ir tras él, pero no quería parecer una mamá gallina así
que ocupé mi mente leyendo las páginas del libro.
Pasó casi una hora antes de que Nino regresara con una bandeja llena de uvas,
cubitos de queso y pan. Lo dejó a mi lado en la cama. Pero podía decir que algo
había sucedido. Alcanzando una uva, esperé a que dijera algo. Se dejó caer a mi lado
y tomó un trozo de pan.
—¿Has decidido qué sendero te gustaría probar?
—En realidad, no. Estás más familiarizado con el área —dije—. ¿Por qué te
fuiste tanto tiempo?
Ver un rastro de vacilación en la cara de Nino fue más que preocupante.
—Me crucé con Remo.
—¿Y?
Los dedos de Nino se curvaron alrededor de mi muñeca.
—Tuvo relaciones sexuales con Serafina. —Me quedé helada—. Ella lo quiso
—agregó Nino.
Sacudí mi cabeza, incapaz de creerlo.
—Ahora que él se ha llevado su virginidad, su prometido no la querrá de
vuelta. Será rechazada. A menos que logre ocultar el hecho de alguna manera,
pero…
—Remo acaba de enviarles las sábanas ensangrentadas para burlarse de ellos
con la tradición de la Famiglia.
Aparté mi muñeca del agarre de Nino y me sal de la cama, demasiado agitada 78
para estar sentada. Nino sacó las piernas y también se puso de pie como si pensara
que iría en busca de otra confrontación con Remo.
—¿Qué demonios le pasa?
Nino me alcanzó. Pero estaba tan enojada que aparté su mano de un
manotazo. Bajó el brazo sorprendido.
—Lo siento —dije—. No debí haberte golpeado.
—Está bien, Kiara. Prefiero tu ira al terror.
—Aun así, no quiero lastimarte.
Nino sonrió levemente.
—No puedes, créeme. —Se acercó a mí otra vez y esta vez le permití tocar
mi cintura.
—¿Serafina está bien? ¿Necesita tratamiento médico?
Nino frunció el ceño.
—Ya te lo dije, ella quería el sexo.
—Pero fue su primera vez… con Remo de todas las personas. —Me
estremecí cuando imágenes indeseadas intentaron venir a mi mente.
—Remo no mencionó nada al respecto. Supongo que, dado su talento para
leer a las personas, adaptó sus avances sexuales de acuerdo con su inexperiencia y se
esforzó para que fuera agradable para ella.
Me eché a reír, presioné mi cabeza contra el pecho de Nino y cerré los ojos.
Todo sobre nuestra situación actual era surrealista, pero con los hermanos Falcone
no debería haber esperado nada más. Mañana, intentaría hablar con Serafina en
privado y me aseguraría que estuviera realmente bien, al menos en un nivel físico.
Solo podía imaginar su confusión interna al dormir con su captor y el
enemigo de su familia.
Nino acarició mi espalda.
—¿Kiara?
—Estoy bien. Ahora planifiquemos nuestra caminata de mañana. —Me
aparté y le di a Nino una sonrisa tensa.
El agarre de Nino en mi cintura se apretó, manteniéndome en el lugar. 79
—Serafina decidió perder su virginidad con Remo. Es su elección, así que no
tienes que sentir lástima por ella.
Nino no podía entenderlo.
—Fue su decisión acostarse con él, es cierto, y me alegra que haya podido
elegir, y no es por eso que siento pena por ella. Remo está jugando un juego y para
él esto podría no ser nada. Pero si ella decidió darle lo que le prometió a su
prometido, entonces, cualquier cosa que sienta por Remo no es simplemente nada.
Nino pensó en eso.
—No pudiste elegir, no cuando eras una niña y ni siquiera ahora. Sabías que
tendrías que acostarte conmigo en algún momento. Nada fue tu elección.
Mi garganta se apretó al darme cuenta del proceso de pensamiento de Nino.
Poniéndome de puntillas, acuné su cabeza.
—No te elegí el día de nuestra boda, porque no sabía entonces lo que sé
ahora. Si lo hubiera hecho, te habría elegido. Y desde nuestra primera vez, e incluso
antes de eso, todo fue mi elección, porque permitiste que así fuera, y por eso y por
cómo siempre me tratas bien, siempre te elegiré.
Nino presionó nuestras frentes entre sí, y tragó con fuerza.
—A veces siento que mis entrañas sufren una avalancha de emociones
cuando te miro, pero no me importa ahogarme en ello.

Después de nuestra caminata, me dirigí a la cocina para ver si teníamos algo


que pudiera convertir en un almuerzo adecuado, pero Nino y yo nos habíamos
olvidado de ir de compras.
La puerta de la cocina se abrió y, mirando por encima del hombro, vi entrar a
Remo. Cerré el refrigerador, considerando qué decir que no llevara a una pelea, de
modo que dije lo primero que se me pasó por la cabeza.
—Tenemos que ir de compras al supermercado. No tenemos nada para
almorzar.
Remo alzó las cejas, divertido porque pensara que era asunto suyo.
80
—Entonces pide algo.
—¿Cómo está Serafina? —pregunté intencionadamente.
Remo sonrió retorcidamente y se acercó hasta mí.
—No sabía que Nino se había convertido en todo un chismoso.
—Espero que la hayas tratado bien.
Remo se inclinó para que así estuviéramos al mismo nivel visual.
—Si quieres saber los detalles de cómo follo, entonces también tendrás que
compartir. Te mostraré mis cartas si me muestras las tuyas. —Su sonrisa se amplió
ante la expresión de mi rostro—. ¿No? Entonces lo que haga con Serafina no es
asunto tuyo. —Se dirigió hacia la puerta—. Si pides comida, también pide algo para
mí.
Tomé un folleto de un restaurante de sushi nuevo y pedí lo suficiente para
alimentar a todos en la casa. Después me dirigí al espacio común. Nino estaba
sentado en el sofá, hablando con alguien por teléfono.
—Lo tenemos bajo control. Una tregua no te da derecho a entrometerte en
nuestros asuntos. Cuida tus propios asuntos y ten la seguridad de que Cavallaro no
se molestará en atacar tu territorio en el futuro cercano. —Nino hizo una pausa—.
¿Por qué? —Me detuve ante la advertencia subyacente en su voz. Sus ojos se
posaron en mí—. Le preguntaré. —Bajó el teléfono—. Luca quiere hablar contigo.
Estaba sorprendida. Luca y yo nunca habíamos sido cercanos. Era el Capo y
un hombre aterrador, sin mencionar que teníamos muchos primos. Tragando con
fuerza, asentí y tomé el teléfono de Nino.
—Hola, ¿Luca?
—Kiara, ¿cómo estás?
—¿Cassio no te mantiene actualizado? Supuse que te informaba cada vez que
hablaba con Giulia por teléfono. —El esposo de mi prima era el lugarteniente de
confianza de Luca, así que era muy poco probable que partes de nuestras
conversaciones, al menos, no llegaran al oído de Luca.
Silencio. Mis palabras habían estado al borde de la insolencia, nada que un
hombre como Luca tolerara generalmente, pero resistí el impulso de disculparme.
Nino y Remo no aprobarían que me sometiera al Capo de la Famiglia.
—Soy consciente de que parece que te va bien en el territorio de la Camorra
—dijo Luca con firmeza—. Por supuesto que pido actualizaciones. Los Falcone 81
son… difíciles.
—¿Solo querías preguntar por mi bienestar? Estoy bien.
—El desarrollo reciente con la sobrina de Dante ha sido inquietante. Planteó
preocupaciones nuevas.
—No voy a contarte ningún detalle sobre Serafina. Remo y Nino saben lo que
están haciendo.
—Leal —dijo Luca con una risa seca—. No es por eso que quería hablar
contigo. Quiero que sepas que la Famiglia siempre te recibirá, si necesitas
protección. Te fallé una vez, pero esta vez deberías acudir a mí si algo te pasa.
Llama a Giulia y ella me informará en caso de que necesites ser discreta.
—Gracias, pero eso no será necesario.
—Quizás tengas razón, pero debías saberlo.
—¿Quieres hablar con Nino otra vez?
—No, ya todo está dicho. Adiós, Kiara. —Colgó y bajé el teléfono, todavía
sorprendida. Casi había sonado como si Luca se sintiera culpable por lo que me
había sucedido, cosa que no era su culpa. No podría haberlo sabido.
Nino tomó su celular, frunciendo el ceño con sospecha.
—¿Qué quería Luca? Tiende a olvidar los límites de su territorio.
—Me dijo que podía regresar a la Famiglia si necesitaba escapar de la
Camorra. Me dijo que la Famiglia me protegería.
—Ahora eres parte de la Camorra —dijo Nino con firmeza.
—Lo soy, y este es mi hogar.
Nino se relajó un poco. ¿En serio pensó que alguna vez consideraría regresar
a la Famiglia?
El timbre sonó.
—Pedí sushi para nosotros —le expliqué.
Nino bajó la mirada hacia su teléfono para comprobar la cámara en la puerta,
luego asintió y se dirigió hasta la puerta.
—Yo lo busco.
Regresó con tres bolsas y levantó una ceja curiosa.
82
—Ordené para todos. Nuestro refrigerador está vacío.
Nino dejó todo en medio de la mesa en la sala de juegos.
—Veré si puedo encontrar a Remo, ¿buscas a Adamo y Savio?
Con una inclinación de cabeza y una sonrisa, me dirigí hacia la parte de la
casa de Adamo. No había estado allí antes, pero era un poco más pequeña que las
otras tres y todo, excepto una puerta, estaba abierto y vacío. Me dirigí hasta ella y
llamé. No pasó nada por varios minutos hasta que finalmente Adamo abrió la puerta.
Una nube de humo flotó hacia mí y tosí. Adamo solo llevaba pantalones de chándal,
su cabello despeinado. Me fijé en el desorden detrás de él. Botellas y ropa sucia en
el suelo.
Solo un camino estrecho conducía desde la cama al escritorio y a la puerta.
—Oh, Kiara, hola —murmuró.
—Si quieres, puedo limpiarte la habitación —dije sin pensar.
Adamo miró por encima de su hombro y se frotó el cuello, considerando mi
sugerencia. Sacudió la cabeza y esbozó una sonrisa tímida.
—No, está bien.
Eso no se veía bien para mí, pero no era asunto mío.
—Pedí sushi para el almuerzo. Si bajas, podemos comer juntos.
—Me vestiré y luego bajo.
Despegando mis ojos del desastre, me di vuelta y me dirigí al ala de Savio.
Por alguna razón, estaba más nerviosa por entrar en su territorio ya que tenía la
sensación de que él era más privado que Adamo, y estaba preocupada por el estado
en que estaría su habitación. Si era peor que el lugar de Adamo, entonces le pediría a
Nino que enviara a los del control de plagas.
No fue difícil encontrar a Savio. La puerta de su habitación estaba abierta y
colgaba cabeza abajo de una barra que había colocado en el marco de la puerta,
haciendo abdominales. Se detuvo en el aire cuando me vio, y luego terminó dos
repeticiones más antes de agarrar la barra y balancearse de ella. Al igual que Adamo,
solo llevaba pantalones de chándal. En serio no entendía qué pasaba con los
hermanos Falcone y su aversión a usar camisas.
—¿Vienes a echar un polvo? —preguntó, levantando una ceja a medida que
alcanzaba un saco de pesas y lo apretaba entre sus rodillas antes de comenzar a
hacer flexiones en la barra. 83
—Ya quisieras —respondí con una sonrisa, intentando no quedarme mirando
el despliegue de desnudez y músculo.
—No, créeme, ya quisieras tú.
Sacudí mi cabeza ante su arrogancia. El alivio me llenó cuando vi que la
habitación detrás de él estaba impecablemente limpia, y todo era blanco y beige, con
mucho estilo.
—¿Estás buscando algo? —gruñó Savio entre flexiones.
—Solo estoy aliviada de que tu habitación esté más limpia que la de Adamo.
Savio resopló.
—Eso no es difícil. Vive en un maldito basurero.
En realidad no podía defender a Adamo con eso.
—Pedí sushi para todos.
Savio dejó caer la pesa y se puso de pie, alcanzando una toalla en el suelo.
—¿De qué clase?
—De la clase que te gustará —respondí con una sonrisa burlona.
Savio puso los ojos en blanco.
—Eso significa solo vegetales, ¿verdad?
Me encogí de hombros, me di vuelta y me dirigí hacia abajo. Si no pedían su
propia comida, tendrían que vivir con mis elecciones vegetarianas o morir de
hambre.
Cuando entré en la sala de juegos, Nino y Remo se sentaban en el sofá, así
que me hundí junto a Nino. Escaneando las cajas de sushi, tomé una y la puse a un
lado.
—¿Estás intentando sobornar a Serafina con sushi para que así suelte la sopa?
—preguntó Remo. Estaba de un humor extraño.
—Alimentarla no es sobornar.
Adamo y Savio se unieron a nosotros en ese momento, ambos aún sin camisa.
Sacudí mi cabeza. Se dejaron caer en el sofá frente a nosotros y alcanzaron los
palillos y las cajas sin decir una palabra.
—¿Qué tal si dejan las cajas en el medio para que todos podamos compartir? 84
—gruñó Remo.
Le eché un vistazo.
—Teniendo en cuenta que te metiste en los pantalones de la perra, estás de
mal humor —dijo Savio.
El rostro de Remo fulguró con ira.
—Esa es la jodida última vez que la llamas perra, ¿entendido?
Savio alzó una ceja e incluso Adamo se congeló con sus palillos contra sus
labios. Miré a Nino que estaba frunciendo el ceño a su hermano.
Todos lo habíamos escuchado. Eso era instinto protector en la voz de Remo.
—Vamos, se ganó el apodo —dijo Savio.
Remo se levantó, su cuerpo temblando con furia apenas contenida. ¿Qué le
pasaba?
—¿Qué? —preguntó Savio—. ¿Ahora quieres golpearme por una mujer? Es
tu prisionera y el enemigo, ¿o se metió bajo tu piel?
Remo le dio una sonrisa retorcida.
—Como si eso fuera a suceder alguna vez. Simplemente me cabreas. —Se
hundió como si no hubiera estado a punto de atacar a Savio hace un momento.
Tomé un maki de aguacate y me lo metí en la boca mientras los hombres
atacaban los rollos California y los rollos de verano. Seguí dirigiéndole miradas de
reojo a Remo, intentando descubrir lo que se le había metido, pero intentar
vislumbrar detrás de su máscara era una misión fallida.

Nino y yo nos acomodamos en mi piano por la tarde para tocar juntos. Se


había convertido en un ritual que disfrutaba muchísimo, y algo que intentábamos
incorporar a nuestras rutinas diarias.
Nino comenzó a tocar una melodía suave, apenas audible, frunciendo el ceño
en concentración. No estaba segura si era porque estaba intentando enfocarse en la
música o darle sentido a sus emociones. Apoyé mi cabeza contra su brazo,
escuchando la melodía que creó. Me encantaba escuchar a Nino, porque su música
siempre reflejaba los sentimientos que no podía entender o que no podía expresar. 85
La música fluyó más fuerte, un staccato desigual. Inundó mi cuerpo, envolvió mi
corazón, cada fibra hasta que mi pulso se aceleró, viviendo lo que la melodía
intentaba transmitir.
—¿Estás preocupado por Remo? —susurré.
Nino contempló sus dedos sobre las teclas con una expresión calculadora,
como si no confiara en ellos para mostrar sus verdaderos sentimientos.
—Remo es demasiado emocional. Deja que cualquier cosa que sienta lo
consuma. Él y Adamo son similares en ese sentido. Hasta ahora, Remo ha disfrutado
principalmente con la ira y el odio… pero lo que sea que lo conecte con Serafina, no
puede persistir y me preocupa que pueda volcarlo.
—Remo te tiene de apoyo —dije, apoyando la barbilla en el hombro de Nino.
El ceño cedió. Nino y Remo habían sobrevivido a tanto juntos que esto también lo
superarían.
Sonreí cuando vi la disposición en la sala de estar en nuestra ala. Nino había
comprado un televisor y lo había colocado frente al sofá. La pequeña mesa estaba
llena de salsas, papas fritas, palitos de verduras, sushi y los pastelitos favoritos de
Leona: frambuesa con glaseado de queso crema.
El timbre sonó en la parte principal de la casa. Me apresuré hacia la sala de
juegos y cuando llegué, Fabiano y Leona ya estaban esperando. Los hombres verían
peleas y carreras mientras Leona y yo tendríamos un tiempo de chicas. La abracé y
ella sonrió, luciendo tan emocionada como yo. Con un gesto, dejamos a los hombres
a su suerte.
—Espero que ayer hayas tenido un cumpleaños maravilloso —comenté
animada. Le había enviado un mensaje de texto a Leona, felicitándola de parte de
Nino y de mí, y hoy era nuestra noche para celebrar un poco.
—Fabiano y yo tomamos un desayuno tardío en una linda cafetería no muy
lejos de nuestro apartamento, y por la noche, fuimos a nuestra parada favorita e
hicimos un picnic allí. Fue realmente romántico.
Sonreí, después señalé su collar, una hermosa cadena de oro con un colgante
de diamantes.
86
—¿Regalo de Fabiano?
Tocó el collar y se mordió el labio.
—Sí. Apuesto a que cuesta una fortuna. ¿Cómo voy a competir con eso para
su cumpleaños en noviembre?
—Fabiano no espera que le compres nada caro.
Ella se encogió de hombros.
—Lo sé. Me dio una tarjeta de su cuenta bancaria, pero siempre me siento
extraña usándola. Aunque ya ni siquiera importa. Fabiano está pagando tanto por la
universidad como por todo lo demás. Jamás podré devolverle el dinero.
—No quiere que le devuelvas el dinero. Solo te quiere a ti.
Leona se sonrojó y no dijo nada. Entonces vio los pastelitos.
—¿Has horneado mis favoritos?
—Espero que te gusten. Es la primera vez que pruebo esta receta. El glaseado
que probé estaba delicioso.
Nos acomodamos en el sofá, hombro con hombro, y encendí el televisor.
—Elegí Jane Eyre, The Devil Wears Prada y After You.
—Eso es tan genial. Ni siquiera recuerdo la última vez que vi una película
romántica. Fabiano las odia y se niega a mirarlas conmigo, sin importar lo mucho
que le suplique.
—Nunca le pido a Nino que las vea conmigo —dije con una risita, tomando
un trozo de sushi—. En realidad, no le gusta la ficción o las películas. Prefiere los
documentales y ese tipo de cosas.
—Con él lo entiendo. Realmente no entendería todas las cosas emocionales,
pero Fabiano podría si quisiera.
Me encogí de hombros. No le había contado a Leona sobre el desarrollo
reciente de Nino, sobre cómo me había dicho que me amaba y lo decía en serio, que
ya no tenía que simular las emociones por mí. Parecía algo tan personal que
compartirlo habría parecido una traición.
Leona mojó un palito de zanahoria en el hummus de camote que había hecho,
luego su mirada se dirigió al techo como si estuviera mirando algo por encima de
nosotros.
—Se siente extraño que tengamos una noche de chicas mientras otra chica 87
está encerrada en la habitación de Remo en algún lugar del piso superior.
—Tiene su propia habitación —le dije, como si eso mejorara las cosas.
Leona alzó una ceja y ambas comenzamos a reír. Leona se cubrió los ojos,
sacudiendo la cabeza y su sonrisa cayó.
—En serio no puedo creer que esta sea la realidad. Mi vida siempre ha sido
diferente, pero ahora ha alcanzado un nuevo nivel de rareza.
Me puse seria.
—Lo sé. Pero Serafina está bien, considerando todo lo que está sucediendo.
Ojalá pudiera estar aquí con nosotras, pero Remo y Nino nunca lo permitirían.
Leona asintió.
—Fabiano me advirtió que no hablara con Remo al respecto. Dice que su
Capo está un poco tenso en este momento.
—Lo está. Las cosas con Serafina son complicadas.
Leona inclinó la cabeza, contemplándome con una mirada confusa.
—¿Complicadas cómo?
Me mordí el labio.
—No lo sé. Creo que podría haber sentimientos involucrados en ambos lados.
Leona se atragantó.
—¿Crees que Remo Falcone siente algo por una mujer?
Alcancé la botella de Sauvignon Blanc que Nino me había abierto y nos serví
a Leona y a mí una cantidad generosa. Leona no conocía a Remo tan bien como yo;
no es que realmente lo conociera.
—Quizás me equivoco, pero… solo olvídalo. No hablemos de eso. —Levanté
mi copa y Leona chocó la suya contra la mía.
Me giré al televisor. Mis propios ojos desviándose ocasionalmente hacia el
techo, preguntándome qué estaría haciendo Serafina y sintiéndome culpable, pero al
final la cantidad de alcohol que consumimos Leona y yo me hizo olvidar todo lo
demás.
No estaba segura de qué hora era cuando Nino y Fabiano entraron en la
habitación.
Leona y yo seguíamos sentadas hombro contra hombro, sien contra sien, 88
apenas capaces de sostener nuestras copas. The Devil Wears Prada se reproducía en
la pantalla, pero apenas notaba algo, demasiado ebria. Dos botellas de vino vacías
cubrían la mesa.
Nino y Fabiano intercambiaron una mirada antes de acercarse a nosotras.
Nino recogió el control remoto del piso donde lo había dejado caer hace media hora,
pero no pude recuperarlo porque mi cabeza nadó al segundo en que miré hacia
abajo. Apagó la televisión mientras Fabiano intentaba poner a Leona en posición de
pie. Finalmente se rindió y la levantó en sus brazos. Con una sonrisa hacia mí y un
gesto hacia Nino, se la llevó cargada. Leona me dio un pequeño gesto antes de cerrar
los ojos con una mirada enferma.
Nino se dejó caer a mi lado y retiró la copa de vino de mi mano suavemente
antes de levantar mi cabeza y escanear mi rostro. Sonreí, no pude evitarlo.
—¿Cuánto has bebido?
Asentí hacia las botellas vacías y luego gemí cuando mi visión nadó.
Nino tocó mi frente y luego se levantó.
—Espera aquí. No te muevas. Te traeré Coca-Cola para beber. Podría ayudar.
—No te vayas —dije arrastrando las palabras.
Nino dudó, después destapó una de las botellas de agua que habíamos
ignorado y me la tendió. Solo me quedé mirando, demasiado cansada para siquiera
levantar mi brazo. Nino se acuclilló ante mí y me llevó la botella a los labios.
—Da sorbos pequeños. No quiero que te ahogues.
Hice lo que me pidió, todo el tiempo observando su rostro sereno y hermoso.
—Al principio, tu belleza casi me aterroriza. Toda esa belleza fría y los
tatuajes… era casi demasiado para asimilar.
Con una pequeña sonrisa divertida, Nino bajó la botella.
—Bebiste demasiado. Tengo que llevarte a la cama.
—Lo digo en serio. —Busqué a tientas los botones de su camisa y al final
deshice algunos—. Este, al principio me aterrorizaba bastante. —Señalé el cráneo
tragando la espada—. Y el que está en tu espalda… ese también.
—Un ave fénix alzándose de las llamas es algo positivo, ¿no? —preguntó
Nino con curiosidad.
89
—Muéstrame.
—Lo has visto muchas veces —dijo Nino suavemente.
—Muéstrame.
Se puso de pie y se desabrochó la camisa, luego se la quitó antes de darse la
vuelta.
Me puse de pie tambaleante y tuve que agarrar las caderas de Nino para
estabilizarme.
—Ahora creo que es hermoso. —Tracé las intrincadas plumas anaranjadas
del pájaro fantástico, su pico entreabierto, sus feroces ojos oscuros, las garras rojas.
Parte del tatuaje desaparecía en la cinturilla de Nino. Estiré la mano e intenté
desabotonarle los pantalones, pero fallé con mis dedos inestables. Las manos de
Nino vinieron en mi ayuda y finalmente pude tirar de ellos hacia abajo, revelando la
larga cola ardiente del fénix y las llamas furiosas de las que había escapado. Cubrían
sus nalgas.
Tragué con fuerza a medida que trazaba los músculos de Nino, la forma en
que parecían hacer que sus tatuajes cobraran vida cuando él se movía. Mis manos se
deslizaron sobre cada centímetro de su espalda y después sobre su firme trasero.
Presionándome más cerca, besé el omóplato de Nino y luego extendí la mano,
tocando su pecho, después bajé hasta que mi mano se curvó alrededor de su
erección.
Solté un suspiro bajo, mi frente presionándose contra la piel de Nino mientras
lo bombeaba. Su respiración se tornó más profunda y su familiar aroma almizclado
envió una ola de deseo a través de mi neblina borracha. Se giró lentamente, sin
dejarme más opción que soltarlo. Me dejé caer nuevamente en el sofá, dejándome a
la altura de los ojos con su eje.
El pecho de Nino se agitó cuando me incliné hacia adelante y lo llevé a mi
boca. Cualquier duda que tuviera se evaporó de su rostro y poco a poco comenzó a
empujar ligeramente en mi boca, sin apartar sus ojos de mí. Tampoco podía quitarle
los ojos de encima, la forma en que sus abdominales se flexionaban con cada
movimiento de sus caderas, su expresión intensa. No pensé que alguna vez me
cansaría de admirar a este hombre.

90
No recordaba cómo me metí en la cama. Solo que después de que Nino se
corrió, quiso devolverme el favor, pero entonces me desmayé. Una lengua suave se
deslizó a lo largo de mi pliegue y me arqueé hacia la boca familiar, dándome cuenta
de lo que me había despertado. Miré para encontrar a Nino, gloriosamente desnudo,
tendido entre mis piernas, con la cabeza enterrada en mi regazo. Su lengua y labios
desterraron los últimos restos de sueño, enviando oleadas de placer a cada
centímetro de mi cuerpo.
—Nino —dije con voz áspera, abriéndome más, desesperada por más, pero
Nino no obedeció.
Le encantaba prolongar mis orgasmos hasta que casi temblaba con la
necesidad de correrme.
Sus ojos me inmovilizaron con una mirada dominante, sus dedos apretándose
en mis caderas para evitar que me frotara contra él.
—No. Aún no. Vamos a estirar esto.
Dejé de luchar contra él, rindiéndome a la delicada tortura de Nino. La forma
en que me guiaba hacia el borde del abismo, me hizo desesperar por la caída, solo
para hacerme retroceder. Estaba jadeando, gimiendo, completamente desahuciada.
—Feliz cumpleaños, Kiara —gruñó a medias antes de finalmente empujar
dos dedos dentro de mí, golpeando ese punto dulce con el que nunca me atreví a
soñar. Entonces, me chupó el clítoris y exploté.
Mi visión se iluminó con estrellas, mis músculos se apretaron y grité, en serio
grité por primera vez, perdiendo el control, y fue glorioso.
—Ese es el primero —dijo Nino en voz baja, besando el interior de mi
muslo—. Uno de tantos.
Se mantuvo fiel a su promesa. Antes del desayuno, Nino me dio varios
orgasmos más con su lengua, dedos y pene, hasta que estaba completamente saciada
y hambrienta.
—Esa es una excelente manera de despertar —dije con una risa avergonzada
cuando Nino me llevó a la cocina para prepararme el desayuno. A pesar de su breve
protesta, lo ayudé. Porque en realidad, cocinar no era una tarea para mí.
—He hecho planes para esta noche. Arreglé que el Chengdu abra
exclusivamente para nosotros de modo que podamos disfrutar de nuestra comida y el
concierto de tu pianista favorito, sin interrupción.
Casi dejo caer el batidor que había usado para batir los huevos para la tostada 91
francesa.
—¿Conseguiste que venga a Las Vegas y toque para nosotros?
Nino asintió a medida que cortaba los mangos en franjas precisas.
No podía moverme. Dejando el batidor, envolví mis brazos alrededor de Nino
con fuerza y luego besé su boca.
—Ese es el mejor regalo que podría imaginar.
—Eso es lo que pensé —dijo Nino con una sonrisa de complicidad.
—Me estás malcriando.
Habíamos cenado en el restaurante varias veces desde que nos casamos y
había sido espectacular cada vez, y ahora que nuestra comida estaría acompañada de
música hermosa, solo podría ser perfecto.
La expresión de Nino se endureció brevemente.
—Te doy lo que debería haber sido tuyo todo el tiempo: lo que quieras.
Sacudí mi cabeza, dejando escapar un suspiro estremecido. Con manos
temblorosas, volví a mi tarea de revolver los huevos.
—En serio tienes que dejar de ponerme tan emocional.
—No. Me gusta ver la felicidad en tu cara. Es como si la sintiera yo mismo.
Realmente no había nada que pudiera decir a cambio, así que solo sonreí.

92
R emo finalmente decidió enviar de regreso a Serafina después de dos
meses. Si hubiera actuado de acuerdo con nuestro plan original, la
habría devuelto hacía mucho tiempo, pero con los planes de mi
hermano siempre sucedía lo mismo. Sin embargo, esta vez, con Serafina, debería
haber escuchado mi consejo para variar. Las cosas entre ellos progresaron en una
dirección peligrosa. Y él lo sabía tan bien como yo.
Sentado en el sofá, saqué mi teléfono y marqué el número de Luca. Kiara
estaba tocando una canción nueva, una melodía errática y malhumorada. Me
pregunté si reflejaba sus sentimientos por la decisión de Remo de enviar a Serafina
de regreso, pero debería sentirse aliviada. Después de todo, había estado 93
absolutamente reacia al secuestro desde el principio.
—Nino, ¿qué quieres?
Luca nunca se molestaba con formalidades. Tenía suerte de que hubiera
convencido a Remo de que la guerra con la Famiglia era lo último que
necesitábamos en este momento.
—Tenemos un regalo para ti.
Silencio.
—¿Un regalo? —La sospecha sonó en la voz de Luca.
—Pronto tendremos a Scuderi. Dante acordó intercambiarlo por su sobrina
mañana mismo.
—Mierda. No puedo creer que su loco plan en realidad haya funcionado. Tu
hermano y tú son tan astutos como locos.
Mis labios se apretaron.
—No llamé para que analizaras mi personalidad. Quiero invitarte a ti y a tu
hermano, y para lo que me importa incluso a las hermanas Scuderi, a unirse a
Fabiano en el desmembramiento de Rocco Scuderi.
—Es una oferta generosa —dijo Luca cuidadosamente—. ¿Qué esperas a
cambio?
Sonreí, reclinándome.
—Nada. Al menos no en estos momentos. Pero si alguna vez nos acercamos a
ti y te pedimos un favor, agradeceríamos que recordaras que hicimos esto.
—De acuerdo. Apuesto a que tus favores no son para cobardes.
—No eres ni remotamente cobarde.
Luca soltó una risa profunda.
—Tendré que hablar con mi hermano. Te llamaré en un par de minutos.
—No tardes demasiado. Tendrán que volar hasta aquí.
—No te preocupes. —Luca colgó.
Dejé mi teléfono en mi regazo y vi a Kiara mientras tocaba la misma
secuencia por tercera vez, descontenta con su creación. Los bajos zumbidos del
piano reverberaban en mi pecho y cuando sus dedos se movieron más rápido y las
notas sonaron más altas, sonando casi enojadas, mi pulso se aceleró. 94
Cada canción que Kiara creaba rebosaba de emociones. Tenía los ojos
cerrados, esas pestañas oscuras revoloteando contra su piel suave. Al igual que su
música, Kiara era una obra de arte y siempre arrancaba las emociones de los
rincones más oscuros de mi alma.
Menos de cinco minutos después, Luca volvió a llamar, pero esperé a que la
última nota de la canción de Kiara se desvaneciese antes de molestarme en contestar.
—Matteo y Romero están preparando todo para su vuelo. Participarán en la
última gran despedida de Scuderi.
La sorpresa me invadió.
—¿No vendrás?
—Odio al hombre y ciertamente disfrutaría cortar algunos pedazos de él, pero
mi hermano y Romero tienen un incentivo más fuerte.
—¿Y las hermanas Scuderi?
—Aria y Lily son demasiado bondadosas para ese tipo de cosas, y Gianna no
puede soportar ver sangre.
—Dile a Matteo y Romero que se reúnan con nosotros en el Sugar Trap, y
será mejor que se den prisa. Fabiano está ansioso por lidiar con su padre.
Luca rio sombríamente.
—Apuesto a que sí. Solo puedo imaginar lo cabreado que están Remo y tú de
nunca haber tenido la oportunidad de destrozar a tu maldito padre.
Mi agarre en el teléfono se apretó.
—Se rumora que tu padre tampoco obtuvo el final que merecía. Estoy seguro
que si hubiera sido por ti y por Matteo, su fallecimiento hubiera sido menos abrupto
y más creativo.
—Eso está en el pasado —dijo Luca con voz tajante.
—Es cierto y ahora tienes una esposa e hijos hermosos que cuidar, lo que
hace que nuestra cooperación sea aún más importante.
—Mi familia permanece al margen de esto. Y si esa fue una amenaza velada,
Falcone, será mejor que elijas tus palabras con más prudencia la próxima vez. No
soy el único con personas para proteger.
—No fue una amenaza, solo un recordatorio, Luca. No tenemos intención de 95
atacar a tu familia, y estoy seguro que tú tampoco atacarás a nuestra familia.
Después de todo, mi esposa es tu prima y Fabiano es tu cuñado.
—Eso podría ser cierto, pero con mucho gusto vadearía su sangre y la de cada
hijo de puta en las Vegas para proteger a mi familia, y será mejor que lo recuerdes.
—Debidamente anotado —dije—. Pero lo mismo se puede decir de Remo y
de mí. Protegemos a nuestra familia. Ahora suficiente de las amenazas innecesarias.
Hoy es un día de celebración.
Terminé la llamada y seguí escuchando a Kiara tocar. Cuando terminó, se
giró para mirarme.
—¿Van a torturar hasta la muerte al padre de Fabiano?
Su voz sonó cuidadosamente controlada, carente de emoción, lo cual era
inusual para Kiara y me mostró cuán difícil era el tema para ella.
—No, yo no. Fabiano lo hará, y Matteo y Romero se unirán a él.
Kiara se masajeó las manos en el regazo.
—¿Pero estarás presente?
Me levanté del sofá y me dirigí hacia ella.
—Levántate.
Kiara lo hizo sin dudarlo, mirándome con curiosidad. Me hundí en el banco y
la puse en mi regazo, presionando un beso en su nuca antes de apoyar mis dedos en
las teclas del piano.
—Necesito asegurarme que Scuderi no muera demasiado rápido. Se requiere
mi experticia. —Kiara se estremeció y examiné su hermoso rostro, esos expresivos
ojos oscuros, siempre tan amables y gentiles. Enterré mi nariz en sus suaves rizos—.
Soy un monstruo, Kiara. Con o sin emociones, siempre seré así. Me gusta lastimar.
Me gusta romper a otros, lento o rápido. Si esperas que eso cambie, solo te harás
daño.
Kiara apoyó los dedos sobre las teclas del piano junto a los míos y comenzó a
tocar la canción que había escrito para mí. Después de un momento, me uní.
Cuando el último acorde se alejó flotando, volvió la cabeza hacia mí y besó
mi mejilla y luego la comisura de mi boca.
—Te amo exactamente como eres. Y tal vez eres un monstruo, pero eres mi
monstruo. 96
Envolví mis brazos alrededor de ella.

—Todavía no puedo creer que la esté enviando de regreso. No pensé que


continuaría con eso —dijo Kiara a la mañana siguiente cuando nos preparábamos en
nuestro baño. Se cepillaba el cabello y me miró en el espejo mientras me recortaba
la barba.
—Tenía que suceder. Tenemos a Dante donde lo queríamos. Nos quedamos
con Scuderi y él se queda con Serafina.
—Nino, no puedes creer que en realidad será tan fácil como eso.
La conexión de Remo con Serafina era definitivamente inquietante e intensa.
—Remo está decidido a liberarla.
Kiara dejó el cepillo, se dio la vuelta y se apoyó contra la encimera de
mármol.
—¿Qué se supone que significa eso?
Sacudí mi cabeza. La mente de Remo funcionaba de manera muy diferente a
la mía.
Kiara suspiró, luciendo preocupada.
—Promete tener cuidado. No te lastimes. No me gusta la idea de que te
reúnas con la Organización, especialmente cuando Remo no es él mismo y Fabiano
estará desenfocado porque pondrá las manos en su padre.
Bajé mi rasuradora eléctrica y toqué la cara de Kiara.
—Lo tenemos bajo control, confía en mí. Volveremos pronto y luego las
cosas volverán a ser como eran antes del secuestro.
Kiara sonrió extrañamente y me besó.
—Bien.
—Savio y Adamo se asegurarán de que estés a salvo.
La besé una vez más y después bajamos las escaleras hacia donde Remo,
Fabiano y Serafina estaban subiendo al auto. Kiara se puso rígida al verlos a todos. 97
No estaba seguro de qué la había hecho reaccionar de esa manera. Serafina estaba
vestida con su vestido de novia roto y parecía pálida, tal vez era eso. Apreté la mano
de Kiara pero ella no reaccionó, solo observaba a Serafina meterse en la parte trasera
de nuestro SUV. Serafina le dio a Kiara una sonrisa pequeña, quien levantó la mano
para despedirse. No entendía lo que estaba sucediendo entre ellas. No se conocían lo
suficiente como para estar tristes por la separación.
Remo frunció el ceño y cerró la puerta.
—Nino, ¿tomarás asiento junto a Serafina?
Asentí.
Kiara envolvió sus brazos alrededor de sí misma. Toqué su brazo.
—Todo estará bien. Pronto terminará todo.
Kiara miró a Remo detrás de mí antes de encontrar mi mirada.
—En serio espero que tengas razón.
Presioné otro beso en su boca cuando Savio y Adamo salieron a la entrada.
—¿Cómo es que siempre me dejan fuera de la diversión? —preguntó Savio—
. Me habría encantado patear algunos traseros de la Organización.
—No vamos a patear traseros de la Organización. Vamos a intercambiar a
Serafina por Scuderi, eso es todo —dije.
Adamo y Savio intercambiaron una mirada que no pude leer, y entonces
Savio dijo:
—Aún más divertido que estar atrapado jugando a la niñera.
—No necesito una niñera —dijo Kiara suavemente.
—Estás protegiendo nuestra mansión en caso de que Cavallaro tenga algo
planeado.
—¿Qué tal si dejas los chismes y te subes al auto? —gritó Remo desde el
asiento del conductor.
—Regresa a salvo —susurró Kiara, poniéndose de puntillas y besando mi
boca.

98
Se suponía que todos debíamos encontrarnos en Sugar Trap después del
intercambio. Fui el primero en llegar y asentí a Jerry, que estaba limpiando el bar.
—Hola, Nino.
Seguí a nuestras habitaciones privadas en la parte de atrás donde dejé mi rifle,
y luego llamé a Matteo.
—Hola Falcone, ¿tienen al bastardo? —preguntó Matteo como una especie de
saludo.
—Lo tenemos. ¿Cuánto les falta para llegar aquí?
—No mucho. Aterrizamos hace treinta minutos. Tal vez quince minutos. No
podemos esperar. Después de la obra maestra que tú y Remo crearon con ese
malnacido de Durant, estoy jodidamente ansioso por mostrarles cómo lo hacemos en
Nueva York.
—Tal vez aprenda algo nuevo.
—Lo dudo, conociendo lo jodidamente retorcidos que son ustedes los
Falcone.
También lo dudaba.
—Nos vemos. —Colgué y salí de la habitación de atrás, después continué
hacia el frente, pero Fabiano se cruzó en mi camino.
—Remo está en el bar y está de un puto mal humor. —Estaba arrastrando a
su padre por las esposas y me dio un breve asentimiento mientras llevaba al hombre
a nuestro sótano insonorizado.
Desde que mis emociones comenzaron a regresar, me había dividido entre la
apreciación y la frustración. Las emociones cuestan mucha energía; comprenderlas,
lidiar con ellas, no solo soportarlas.
Sabiendo lo mucho más emotivo que era Remo, estimaba que tendríamos un
momento difícil por delante a medida que lidiaba con la partida de Serafina.
Llamé a Kiara cuando Remo se dirigió al sótano para ayudar a Fabiano con
su padre. Solo le envié un mensaje corto para que así supiera que todo había salido
según lo planeado.
—¿Nino? ¿Estás bien?
—Por supuesto. Estoy en el Sugar Trap con Remo y Fabiano. Estamos
esperando a Matteo y Romero de modo que podamos comenzar.
99
—¿Cómo está Remo? —preguntó Kiara vacilante.
Pensé en cuánto decirle. Kiara se preocupaba fácilmente y no quería que se
inquietara por el arrebato de Remo.
—Está tenso.
—¿Cuándo vuelves a casa?
—No antes de la medianoche. Esto llevará tiempo. —Incluso aunque la
policía en Las Vegas y casi toda Nevada estaba en nuestra nómina, no hablábamos
en detalles de nuestros asuntos por teléfono. Siempre existía la posibilidad de que el
FBI se involucrara.
—Está bien —dijo Kiara—. Intentaré esperarte despierta.
—No tienes que hacerlo.
—Pero quiero.
El calor familiar que solo Kiara podía evocar se extendió en mi pecho.
—Está bien —dije en voz baja—. Pide a Savio y Adamo que te lleven afuera,
si quieres.
Colgué. Hablar por teléfono siempre me inquietaba porque tenía problemas
para evaluar el estado de ánimo de las otras personas con solo escuchar su voz, y
con Kiara necesitaba conocer sus emociones más que nadie. Sería demasiado fácil
lastimarla por accidente.
Con otras personas, mis emociones aún estaban reprimidas de forma segura.
Y no estaba seguro si quería que cambiara. Llegar a un acuerdo con mis emociones
al lidiar con Kiara y mis hermanos ya era bastante desafiante.

100
D ebo haber dormido toda la noche, porque Nino estaba en la cama
conmigo cuando desperté y el sol ya estaba saliendo. Parpadeando
aún medio dormida, me giré en el brazo de Nino. Sus párpados se
abrieron lentamente y, como siempre, el gris de sus ojos envió una ola de calma a
través de mí.
Pasé mis dedos por su cabello más largo en la parte superior de su cabeza,
amando la sensación sedosa. Nino dejó escapar un suspiro pequeño y luego rodó
sobre su espalda, y puse mi cabeza sobre su pecho.
—¿Todo salió bien?
101
Era extraño preguntar esto, considerando que estábamos hablando del final
doloroso de un hombre.
—Scuderi está muerto. Remo y Fabiano lo mataron juntos.
—Fabiano realmente los considera sus hermanos.
—Sí, pero nosotros también.
—Entonces, ¿lo han perdonado por todo lo que pasó con Leona? —Parecía
imposible que Remo y Fabiano en realidad se hubieran enfrentado en un combate a
muerte. Me alegraba no haber tenido que verlo.
—Remo lo consideró una traición y yo también, pero mi punto de vista sobre
las cosas cambió —dijo Nino lentamente—. Le dimos a Fabiano una elección
imposible, una que no deberíamos haberle dado, ahora me doy cuenta de eso, y tal
vez también Remo.
—Elegir entre los seres queridos es cruel.
Nino inclinó la cabeza con el ceño fruncido.
—No puedo imaginar que me den esa opción…
Se me puso la piel de gallina.
—Nunca llegará a eso.
—Lo sé.
La mirada en los ojos de Nino envió un pequeño escalofrío por mi espalda.
Besó mi frente y luego se sentó.
—Necesito organizar una pelea a muerte para Remo.
—¿Qué? —solté bruscamente, tropezando fuera de la cama detrás de él—.
¿Por qué?
Entonces comprendí. Remo no podía lidiar con su agitación emocional. La
única forma en que sabía cómo hacerlo era causando y recibiendo dolor, derramando
sangre y matando.
—No puedes permitir eso.
Nino se pasó una camisa por la cabeza y se peinó con los dedos.
—No me dejará convencerlo de lo contrario. Lo intenté.
Me vestí a toda prisa y seguí a Nino escaleras abajo hasta la cocina.
Habló con Roger por teléfono, el hombre dueño de la arena de lucha, 102
mientras yo preparaba el desayuno. Se me hizo un nudo en el estómago a media que
escuchaba a Nino discutir los detalles de la próxima pelea. Remo iba a luchar contra
dos oponentes a la vez, lo que era una locura absoluta incluso para sus estándares.
—Esto es una locura —dije, cuando Nino terminó la llamada.
Nino suspiró.
—Es Remo.

En los días que siguieron a la brutal pelea de Remo, actuó casi como al
principio, pero a veces había una mirada de anhelo en sus ojos que no había estado
allí antes. No podía evitar preguntarme cómo le estaría yendo a Serafina con su
familia.
Estaba tocando el piano cuando alguien golpeó contra las ventanas francesas.
Al levantar la vista, vi a Adamo con la capucha del suéter puesta sobre su
cabeza y un cigarrillo colgando de su boca. Le indiqué que entrara. Nunca tomaba la
ruta directa a través del corredor contiguo, siempre iba a través del jardín para
fumar. Entró después de deshacerse del cigarrillo y luego se quitó la capucha. Su
cabello medio cubría sus ojos pero vi que estaban rojos.
—¿Estás bien?
—¿Puedo escucharte tocar?
—Claro —contesté y comencé a tocar la canción en la que estaba trabajando.
Adamo se dejó caer en el suelo junto al piano y miré el tatuaje de la Camorra en su
antebrazo. Las preguntas ardieron en mi lengua pero las contuve. Ya me diría lo que
le molestaba si le apetecía hacerlo. Girándome de él, me concentré en la canción.
Era para Remo y casi estaba lista. Quería escribir canciones para Adamo y Savio de
aquí a Navidad, y darles a cada uno su canción como regalo. Tenían todo lo que el
dinero podía comprar, de modo que quizás apreciarían el regalo.
Había estado tocando la canción dos veces cuando Adamo me interrumpió en
un susurro oscuro.
—Nino me habló hoy de nuestra madre. —Me quedé helada. Adamo levantó 103
la vista, sus ojos llenos de miseria—. ¿Sabías?
Tragué con fuerza, me levanté y me dirigí hacia él antes de hundirme en el
suelo a su lado.
—Nino me contó lo que pasó. Tuvo que hacerlo por su estado emocional.
Adamo asintió.
—¿Por qué no me lo dijeron antes?
—Querían protegerte. La verdad es difícil de soportar.
—No puedo creer que haya intentado matar a mis hermanos.
—Y a ti. Te habría matado al quitarse la vida.
Adamo asintió.
—No lo entiendo. Quiero entenderlo. —Me miró.
—Algunas cosas están más allá de la comprensión. —Cubrí su mano con la
mía.
—Sigue viva. Pensé que murió hace años. Yo… no sé cómo me siento al
saber que está en alguna parte.
No supe que decirle. Era difícil imaginar cómo se sentía Adamo. ¿Cómo me
sentiría si de repente descubriera que mi padre no estaba muerto sino encerrado en
una institución mental?
—Le he dicho tantas mierdas a Remo porque simplemente no entendía cómo
podía ser así, pero ahora lo entiendo.
—Algunas cosas nos cambian, y sin importar lo mucho que intentemos
olvidar el pasado, algunas cosas simplemente se quedan con nosotros.
Adamo envolvió sus brazos sueltamente alrededor de sus piernas y me miró
con una sonrisa pequeña.
—Me alegra que seas parte de nuestra familia. Nunca me juzgas cuando te
hablo.
—No tengo derecho a juzgarte a ti ni a nadie.
Adamo se echó a reír.
—Eso no impide que la mayoría de la gente diga juicios todo el tiempo.
—Lo sé —dije en voz baja, recordando cómo me habían juzgado por la
traición de mi padre en la Famiglia, y cuántos todavía me juzgaban por ser víctima 104
de Durant. Muchas personas intentaban darle sentido a algo como eso al culpar a la
víctima. Ahora lo entendía.
—Ahora eres parte de la Camorra. Ya nadie te juzgará abiertamente —dijo
Adamo.

A principios de diciembre comencé a decorar nuestra ala y las áreas


principales de la mansión así como el jardín con luces navideñas, adornos y
guirnaldas. Savio y Adamo habían comprado un árbol de Navidad y lo instalaron en
la sala de juegos a petición mía.
—Esta es la primera vez que tenemos un árbol de Navidad en… mierda… ni
siquiera recuerdo cuánto tiempo —dijo Savio mientras se paraba frente al árbol alto.
Adamo asintió.
—Creo que tenía seis o siete años, y Remo consiguió ese feo árbol de plástico
plateado.
—La estúpida cosa casi nos quema a todos porque el cable estaba roto —dijo
Savio con una sonrisa.
—Sí. —Adamo también se echó a reír e intercambiaron una mirada divertida.
Mi corazón se hinchó.
—¿Me ayudarán a decorarlo? —Señalé la caja con adornos y guirnaldas.
Savio miró a Adamo, y luego ambos asintieron.
—¿Qué recibimos a cambio?
—¿Galletas? —sugerí.
—Es un trato.
Adamo frunció el ceño.
—No entiendo cómo puedes soportar todas esas cosas dulces. Y me llamas
marica.
Savio le enseñó el dedo.
—Los malditos cigarrillos probablemente chamuscaron tus papilas gustativas. 105
Empujé la caja hacia ellos.
—Oigan, concéntrense en la tarea en cuestión. ¿Puedes buscarme la escalera,
Adamo?
Se fue a toda prisa al almacén, regresó con la escalera y la dejó frente al
árbol.
—¿Qué tal si ustedes dos decoran la parte inferior mientras yo me encargo de
la parte superior?
Subí la escalera. Se tambaleó y Adamo la estabilizó rápidamente.
—Puedo sostenerla mientras estás allá arriba.
—Gracias. —Subí más, intentando decidir cómo organizar todo.
Savio resopló.
—Yo recibo galletas y Adamo recibe el botín.
Miré entre él y Adamo, cuyo rostro se estaba poniendo rojo.
—¿Qué?
Savio hizo un gesto hacia mi trasero.
—Adamo chequeó tu trasero. Parece disfrutar de la vista.
—Yo no… —Adamo miró a su hermano fulminante y luego me sonrió
disculpándose—. Quiero decir… no chequeé tu trasero… pero está bien, tu trasero
quiero decir…
Savio rio a carcajadas.
—Oh, por Dios, cállate —soltó entre risas—. En serio te faltan un par de
huevos. Kiara sabe que tiene un buen culo. Creo que todos podemos estar de
acuerdo en eso.
—Me alegro que mi esposa cumpla con tus requisitos —dijo Nino arrastrando
las palabras desde la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa en su rostro.
Parpadeé y mis hombros comenzaron a temblar a medida que luchaba con la
risa y casi me caigo de la escalera. Adamo intentó estabilizarme y agarró mis
caderas y rozó mi trasero brevemente. Me soltó de inmediato y Nino ya estaba a mi
lado.
—Lo siento —dijo Adamo rápidamente. 106
—Está bien. Gracias por tu ayuda.
—Buena atrapada —dijo Savio—. La próxima vez es mi turno de sostener la
escalera.
Adamo siseó algo por lo bajo, haciendo que Savio sonriera aún más.
Vi a los dos hermanos alejarse, discutiendo.
Nino contempló el árbol y luego me tomó por la cintura.
—Si Savio o Adamo hacen o dicen algo que te molesta, díselo.
Sacudí mi cabeza.
—No me importa, en serio. Al principio, no estaba segura de cómo manejar a
Savio. Ahora me he acostumbrado a su sentido del humor.
Nino me dio una sonrisa pequeña.
—Me alegra que te lleves tan bien con mis hermanos, incluso con Remo.
—Son mi familia y me preocupo por ellos.
Nino me rodeó con un brazo y me apretó contra su pecho.
Por la forma en que me miró, finalmente reuní mi coraje.
—Estaba pensando que… tal vez puedo dejar de tomar la píldora el próximo
año.
La realización se asentó en el rostro de Nino.
—¿Quieres quedar embarazada?
—Sí. Siempre quise ser madre. Sé que llevamos casados solo ocho meses,
pero puede llevar un tiempo, así que… —De repente me preocupé por haberlo
mencionado. Las cosas con Remo todavía eran difíciles después de todo.
La cara de Nino se congeló con sorpresa. Después besó mi boca.
—Si eso es lo que quieres, entonces trataremos de tener un bebé.
—¿En serio?
Presioné mi cara contra el pecho de Nino, sonriendo.
Nino tomó la parte posterior de mi cabeza y murmuró:
—Pero necesitas saber algo sobre mí antes de decidir tener a mi hijo.
107
Me alejé en seguida.
—¿Qué quieres decir?
Los ojos de Nino reflejaron vacilación.
—Incluso antes de lo de mi madre, no era del todo normal. He tenido déficits
emocionales desde el principio.
Contemplé a Nino con curiosidad.
—¿Eras aislado?
—Eso, y tenía problemas para entender y leer las emociones de otras
personas. Era un niño tranquilo y me estresaba cuando tenía que lidiar con
multitudes. Prefería pasar horas resolviendo problemas matemáticos.
—¿Alguna vez te hicieron pruebas?
Nino sacudió la cabeza.
—¿Te refieres para alguna forma de Asperger o algo similar?
Asentí. Parte de lo que describió Nino podría estar asociado con algo por el
estilo.
—No veo cómo eso habría cambiado las cosas para mí. Mi deficiencia
emocional se convirtió en una ventaja, y no era tan obvio antes del incidente con mi
madre.
—Está bien —dije en voz baja—. ¿Y te preocupa que un niño podría heredar
tu condición?
—Es posible. Podríamos hacer una prueba.
Toqué el pecho de Nino.
—No, aceptaré y amaré a nuestro hijo pase lo que pase. Esto es parte de quién
eres y si un niño lo hereda, así es como debe ser.
Nino me miró durante mucho tiempo y luego inclinó la cabeza, levantando mi
mano y presionando un beso en mi muñeca.

108
M i mente había estado repasando mi última conversación con
Kiara durante los últimos dos días e incluso cuando subí a la
jaula para mi entrenamiento de pelea con Remo, todavía estaba
en el primer plano de mi mente. Siempre supe que el matrimonio eventualmente
conduciría a tener hijos. Quería que llevaran el apellido Falcone para vivir y en este
momento era el único de mis hermanos que tenía una mujer capaz de convertirse en
una buena madre. No tenía ni una sola duda de que Kiara sería una madre
maravillosa y cariñosa.
Remo se metió en la jaula. Parecía ansioso por pelear. Estaba distraído y
Remo aterrizó algunos golpes fuertes en mi costado y estómago a los primeros 109
minutos antes de que usara una abertura y clavara mi rodilla contra su riñón. Dio un
salto hacia atrás con un gemido, luego dio una patada giratoria, que apenas pude
evitar.
—¿Qué carajo te pasa?
Levanté la palma de mi mano para detener la pelea.
—Es Kiara.
Remo frunció el ceño.
—¿Es por lo de ayer?
—¿Ayer?
La confusión se mostró en la cara de Remo.
—Me pidió que entrene con ella, me hizo perseguirla por la casa.
Kiara se estaba volviendo más segura. Era tranquilizador saber que realmente
se estaba tomando en serio su entrenamiento en pelea.
—Supongo que es porque quiere poder defender a los futuros niños.
Remo entrecerró los ojos y se recostó contra la malla de la jaula.
—Entonces, ¿está embarazada?
—Aún no. Dejará de tomar la píldora en enero.
—Me dijo que quiere hijos.
Mis cejas se alzaron.
—¿Habló contigo?
Se encogió de hombros.
—Tuve el presentimiento de que estaba preocupada si estaría bien con los
niños en la mansión.
Miré a mi hermano, la cicatriz en su rostro y sus antebrazos. Cicatrices por
defender a nuestros hermanos y a mí contra nuestra madre. Luego las cicatrices en el
resto de su cuerpo, muchas que sufrió en el tiempo que estuvimos escondidos, peleas
que pusieron comida en nuestra mesa.
—¿Y estás bien?
Me dio una sonrisa irónica, que le devolví.
—Si alguien puede ser una buena madre, entonces es Kiara —dijo—. Es 110
como una jodida mamá gallina, incluso conmigo. —Sacudió la cabeza.
A Kiara le encantaba cuidar a los demás.
—Nuestros hijos tendrán la suerte de tenerla como madre.
—También serás un buen padre. Incluso cuando no sentías ni una puta cosa,
lograste criar a Adamo y Savio conmigo, y mira lo bien que resultaron, las pequeñas
mierdas esas. —Sonrió torcidamente—. La casa es lo suficientemente grande
incluso si decides tener diez hijos.
—¿Quizás también tengas hijos en algún momento?
El rostro de Remo se cerró de inmediato.
—No, no tengo la paciencia necesaria para una mujer. Soy mejor follándome
a las putas.
Estreché mis ojos hacia él a medida que pensaba. Ambos sabíamos que había
una mujer que no podía olvidar. Traerla a colación habría llevado a un desacuerdo
para el que no estaba de humor.
Remo se alejó de la malla.
—¿Qué hay de esa pelea que me prometiste?

Preparé mi máquina de tatuaje en una de las habitaciones vacías de Savio, sin


querer que Kiara escuchara el sonido de la aguja.
Cuando todo estuvo en su lugar, me senté y apoyé mi brazo izquierdo sobre la
mesa frente a mí y encendí la máquina. Savio se inclinó en la puerta y observó en
silencio mientras comenzaba a delinear el nombre de Kiara en mi muñeca sobre las
cicatrices y en medio de las llamas, luego agregué algunas notas musicales antes de
comenzar a llenar cada letra con tinta.
—Nunca pensé que una chica podría importarte —dijo Savio—. Y ahora
estás tatuando un nombre en tu piel.
Levanté la vista brevemente de mi trabajo.
—No creo que hubiera llegado tan lejos con ninguna mujer, excepto Kiara.
Es tan… —Ni siquiera podía encontrar la palabra correcta para describir a Kiara 111
correctamente, y rara vez me quedaba sin palabras.
—Sí —murmuró Savio—. Esa chica hace que sea jodidamente difícil que no
te guste, y puse mucho esfuerzo al principio. Todo por nada. —Me lanzó una
sonrisa—. Es la única chica con la que hablo más de unas pocas oraciones sin
conseguir al menos una mamada como recompensa. —Alcé una ceja—. ¿Celoso? —
preguntó.
—Los celos requieren un aspecto de inseguridad. Sé que Kiara es solo mía.
—Y la gente me llama arrogante.
Volví a la tarea, suspirando.
—He estado pensando en hacerme otro tatuaje.
—Supongo que no es el nombre de una chica —comenté secamente.
Savio resopló.
—Todavía no ha nacido la chica que me pondrá la correa.
—¿Qué tipo de tatuaje tienes en mente?
Savio sonrió.
—La cabeza de un toro.
—¿Dónde? —pregunté sospechosamente. Conociendo a Savio, tenía una
buena idea de dónde querría ese tipo de tatuaje. Una esquina de la boca de Savio se
curvó—. Eso va a ser bastante doloroso.
Savio me dio una mirada de “y qué”.
—Puedo lidiar con el dolor.
—¿Agregarás un piercing para completar la imagen?
—No, no estoy tan interesado en perforarme la polla.
—Puedo comenzar a dibujar algunas imágenes y tú puedes decidir cuál
prefieres. Si quieres que el tatuaje cubra toda la pelvis y la parte inferior del
abdomen, necesitaremos algunas sesiones para hacerlo.
—Lo sé. Fui testigo de la progresión de tu obra de arte, ¿recuerdas?
—Debería advertirte que un tatuaje en esa área podría detener tus actividades
recreativas durante un par de semanas, o al menos hacerlas bastante incómodas.
—Ya veremos. 112
Sacudiendo mi cabeza, volví a trabajar en mi tatuaje. Quería terminarlo hoy
para sorprender a Kiara con él como una especie de regalo de Navidad anticipado.

Me levanté justo después del amanecer para cocinar y hornear todo para la
Víspera de Navidad.
Esta era nuestra primera Navidad juntos y quería que fuese especial. Dejé que
la masa del Panettone subiera mientras dejaba todo listo para el cordero asado. No
tenía mucha experiencia preparando carne. Nino y sus hermanos amaban el cordero,
así que quería sorprenderlos con ello. Después de llamar a Giulia y desearle una
feliz Navidad, me puse a trabajar. Afortunadamente, podría darme algunos consejos
para garantizar el éxito de mi esfuerzo en la cocina.
Era casi la hora de la cena y me había puesto un vestido de noche rojo hasta
el suelo y estaba poniendo y decorando la mesa del comedor cuando entró Nino,
vestido con pantalones negros ajustados y una camisa de vestir negra con los
botones superiores desabrochados, dejando a la vista sus tatuajes coloridos. Sus ojos
contemplaron la mesa con las velas rojas, las servilletas doradas y los cubiertos.
—Debiste haber pedido ayuda a uno de nosotros. Es demasiado trabajo —
murmuró a medida que pasaba una mano por mi costado hasta que se posó en mi
cadera—. Y te ves absolutamente impresionante.
Me encogí de hombros, sonriendo.
—Me encanta cocinar y decorar, así que no me parece ningún trabajo. Y
gracias, también te ves muy bien.
—Tengo algo para ti. Parte de tu regalo de Navidad.
No estaba segura si Nino era el tipo de persona que da regalos. Él y sus
hermanos en realidad no habían celebrado la Navidad en los últimos años, al menos
de ninguna manera tradicional.
Nino estiró su brazo izquierdo y se subió la manga, revelando un tatuaje
nuevo: Mi nombre en medio de notas musicales. 113
Me quedé sin aliento mientras contemplaba el hermoso arte entintado.
—¿Cuándo te hiciste esto?
—Esta mañana. Estabas ocupada cocinando, así que aproveché la
oportunidad.
Me estiré para trazar las letras y luego me detuve. Si Nino lo había tatuado
apenas esta mañana, la piel todavía debía estar sensible.
—Está bien, puedes tocarlo.
—No quiero lastimarte.
Nino sonrió con ironía.
—Kiara, no es nada.
Asintiendo, tracé muy ligeramente la piel debajo del tatuaje, intentando
mantener mis emociones bajo control. Me había maquillado y no quería arruinarlo
con lágrimas.
—Gracias. Es un regalo maravilloso. Sé lo importante que son tus tatuajes
para ti, y tener mi nombre en tu piel con los de tus hermanos… significa mucho.
Nino acunó mi rostro y presionó un suave beso en mis labios.
—Tú y mis hermanos son todo lo que importa en esta vida. Te quiero cerca
en todo momento, incluso si es solo de nombre.
Parpadeé.
—No me hagas llorar.
Él frunció el ceño.
—No tengo intención de hacerte llorar.
—Lo sé. —Me reí y solté un suspiro—. ¿Qué hora es? Se supone que
Fabiano y Leona llegarán a las seis.
—Todavía tenemos quince minutos. —Metió la mano en el bolsillo trasero de
sus pantalones y sacó un paquete muy pequeño—. Este es tu segundo regalo.
Lo tomé y abrí la caja de terciopelo, revelando unos pendientes con un gran
rubí rojo en el centro y pequeños brillantes a su alrededor.
—Son maravillosos.
—Déjame —dijo Nino, sacándolos y poniéndolos en mis oídos. 114
—¿Y?
—Perfecta.
—Espera un segundo —le dije, después avancé rápidamente hacia el bar
donde había puesto el regalo de Nino. Era bastante pesado, así que me alegré cuando
se lo entregué a Nino. Podía ver curiosidad en sus ojos—. Desenvuélvelo.
Nino arrancó el papel de envoltura, revelando un libro encuadernado en cuero
de anatomía.
—Es una edición de coleccionistas de 1925 con imágenes dibujadas a mano
para todas las partes del cuerpo… —Esperaba que fuera algo que le gustara a Nino.
Cada vez que estábamos juntos en la biblioteca, Nino solía sentirse atraído por los
libros de medicina.
Nino comenzó a hojear el libro lentamente, sus ojos revoloteando a medida
que escaneaba las páginas con los dibujos. Cuando finalmente levantó la vista, su
expresión estaba llena de entusiasmo.
—Es perfecto. No puedo esperar para leerlo y compararlo con los libros más
nuevos de anatomía.
Reprimí una carcajada. Solo Nino podría estar emocionado por algo así. Nino
me besaba dulcemente cuando sonaron unos pasos.
—¿Huelo carne? —preguntó Savio, entrando, seguido de Remo y Adamo,
todos ellos vistiendo camisas para variar.
Sonreí. Pronto Fabiano y Leona también se unieron a nosotros, trayendo vino.
Abracé fuertemente a Leona.
—¿Cómo está tu madre?
—Mejor. Será dada de alta del hospital en dos días. Nunca sabe cuándo parar
—dijo Leona con un suspiro pequeño. Habría querido celebrar con su madre por una
vez, pero después de una sobredosis casi fatal, quedó atrapada en el hospital una vez
más.
Capté a Fabiano intercambiando una mirada exasperada con Remo, que
Leona captó mientras los conducía hacia la mesa.
—No entiende por qué todavía intento ayudar a mi madre, pero de todos
modos la ayuda por mí.
Toqué su brazo. 115
—Porque quiere verte feliz.
Todos nos acomodamos alrededor de la mesa, y como era de esperar, el
cordero fue lo más destacado para los hombres. Disfruté viendo a todos más que la
comida real. Fue maravilloso tener a mi nueva familia en una mesa, celebrando
juntos, y no pude evitar preguntarme si el año que viene en este momento, también
tendría un bebé para cuidar.
Después de la cena, llevé a todos a la sala de estar en mi ala con Nino, luego
me instalé en el piano.
—¿Por qué no se paran alrededor del piano?
Todos lo hicieron, confundidos del por qué los había traído aquí.
—Compuse piezas musicales para cada uno de ustedes. Todavía no son
perfectas y podrían cambiar con el tiempo, pero creo que no son tan malas teniendo
en cuenta el tiempo limitado que tuve —dije rápidamente.
Nino apretó mi hombro.
—Tu música siempre es espléndida.
—Esta es para ti, Remo. —Comencé a tocar la melodía tumultuosa,
centrándome únicamente en las teclas y mis dedos, sin atreverme a mirar la reacción
de nadie.
Cuando finalmente me arriesgué a echar un vistazo, los brazos de Remo se
cruzaban sobre su pecho y se apoyaba contra el piano con una expresión
indescifrable.
Tragué con fuerza.
—Esta es para ti, Savio.
Era una melodía tranquila, juguetona, solo ocasionalmente subestimada por
tonos más oscuros. Savio asintió con aprobación cuando sonó la última nota.
—Sueno divertido y sexy. Lo has clavado, Kiara.
Adamo puso los ojos en blanco.
—Ahora tú, Adamo. —Esta había sido la más difícil. Recientemente Adamo
había estado callado y pensativo, pero no quería que su melodía fuera atormentada,
así que decidí basarla en los sentimientos que evocaba en los demás. Fue una
melodía suave, una que te hacía querer relajarte frente a un fuego con una copa de 116
vino.
—Es tan genial que puedes crear algo así —dijo Adamo.
Sentí que me ardían las mejillas y me encogí de hombros, después me aclaré
la garganta antes de mirar a Fabiano y Leona.
—Creé solo una melodía para ustedes dos.
La sorpresa cruzó sus caras.
—¿También creaste algo para nosotros? —preguntó Leona.
—Pertenecen a esta familia —respondí, luego toqué la última melodía.
Leona se mordía el labio cuando terminé, se acercó y me abrazó con fuerza.
Savio señaló a Nino.
—¿Y qué hay de Nino? ¿No recibe una canción?
—Ha tenido su canción desde hace un tiempo.
—¿Por qué no la tocas? —preguntó Fabiano.
Le di a Nino una mirada inquisitiva. Sin decir una palabra, se acercó a mí y le
hice espacio en el banco de modo que pudiera sentarse. Podía sentir los ojos de
todos sobre nosotros cuando comenzamos a tocar, nuestros dedos trabajando juntos
sin interponerse en el camino del otro, nuestros muslos tocándose. La calidez de
Nino y su mera presencia me dieron una nueva confianza al tocar esta canción
personal. Nada importaba en ese momento excepto nosotros dos.
Sonó la última nota y nuestros ojos se encontraron. Sonreí, preguntándome
cómo sonaría esta melodía si le añadiera un tercer acorde, uno para nuestro futuro
hijo.
Cuando finalmente me volví hacia el resto de nuestra familia y capté un brillo
oscuro en los ojos de Remo, un indicio de preocupación parpadeó en mi vientre. Le
di una sonrisa, lo que solo hizo que me diera su propia versión retorcida a cambio.

117
E stábamos sentados en los sofás, cenando pizza, cuando noté la forma
en que Adamo comenzó a inquietarse. Su expresión me hizo
suponer que diría algo para volver a molestar a Remo. Durante las
últimas semanas desde Navidad, mi hermano mayor había estado sorprendentemente
contenido, tal vez como un favor a Kiara, pero estaba destinado a terminar.
Estaba embotellando lo que sea que lo molestaba, probablemente Serafina.
Adamo finalmente se sentó y contempló a Remo.
—¿Por qué no me dices dónde está oculta nuestra madre?
118
Kiara se puso rígida a mi lado, su mano con el pedazo de pizza flotando
frente a sus labios abiertos. Ella, como el resto de nosotros, se volvió hacia Remo.
Su expresión era preocupante, su boca se retorcía cruelmente, sus ojos
resplandecían con la ira desenfrenada que lo había consumido casi a diario en el
pasado.
Savio clavó su codo en el costado de Adamo.
—Cállate.
—No —dijo Adamo—. Quiero saber.
—No importa dónde está. Bien podría estar en el infierno por todo lo que nos
concierne —gruñó Remo.
Adamo decidió ignorar el tono de advertencia de mi hermano. Este niño había
probado nuestra paciencia toda nuestra vida, pero esta vez realmente debería saber
cuándo parar.
—¿Por qué no podemos visitarla? Tengo derecho a conocerla. También es mi
madre. Quiero llegar a conocerla.
Remo se puso de pie, su cuerpo temblando.
—Es la mujer que intentó matarte a ti y al resto de nosotros. ¿Es alguien a
quien quieres conocer?
—Quizás cambió. ¿Quizás podrían haber curado lo que sea que estaba mal
con ella?
—Lo único malo con ella es que es una psicótica perra asesina. No merece
tomar otro maldito aliento —gruñó Remo.
—Eso fue hace mucho tiempo —dijo Adamo en voz baja—. Tal vez cambió.
—Es una maldita perra loca que quiere vernos a todos muertos porque somos
hijos de nuestro jodido padre. Para ella, somos la encarnación del mal, Adamo,
¿cuándo te lo meterás en la puta cabeza?
Savio no dijo nada, solo se quedó mirando con una expresión oscura su
teléfono.
Agarré el antebrazo de Remo y apreté fuerte. Cuando me fulminó con la
mirada, le dije:
—Siéntate, Remo.
Kiara estaba observando todo con los ojos muy abiertos y preocupados. 119
Remo me sacudió de encima y se dirigió hacia el saco de boxeo.
Me volví hacia mi hermano menor, suspirando.
—Adamo, no es la madre que estás esperando que sea. Cualquier cosa que
estés esperando encontrar en ella, no lo harás, créeme.
Las palabras se sintieron pesadas en mi lengua. Hablar de nuestra madre
nunca era fácil para mí. La mayoría de las veces, intentaba olvidar que ella existía…
todavía existía ahora debido a mi debilidad y la de Remo.
Remo comenzó a patear y golpear la bolsa, golpes duros y enojados que
llenaron cada momento de silencio.
—Ella también fue una víctima, ¿no? —dijo Adamo en voz baja—. Tuvo que
casarse con nuestro padre y soportar su crueldad.
Adamo no sabía nada sobre la crueldad de nuestro padre o los retorcidos
juegos mentales de nuestra madre. Había una razón por la cual Remo era tan bueno
en la guerra psicológica. Savio había sido demasiado joven para experimentarlos, y
cuando tuvo la edad suficiente para poder recordarlos, Remo ya podía mantener a
raya a nuestros padres. Ambos habían temido a mi hermano como el diablo.
—No tuvo que hacerlo. Eligió casarse con nuestro padre. Al inicio, lo
comprometieron a otra persona, pero nuestra madre lo había puesto en su mira y
simplemente, lo consiguió —dijo Remo.
—¿Rompieron el compromiso? —preguntó Savio con curiosidad.
—La chica a la que originalmente se le prometió huyó supuestamente. Remo
y yo sospechamos que tuvo un accidente desafortunado. Nuestra madre tiene toda
una vena despiadada.
Adamo frunció el ceño ante sus manos cruzadas sobre su regazo.
—La gente puede cambiar —dijo obstinadamente.
—Maldición —dijo Savio con una mirada fulminante—. ¿Por qué no puedes
aceptar que no va a ser una buena mami que te abrazará y te dirá que siempre deseó
poder regresar el pasado? Ese es todo un cliché jodidamente ridículo que nunca
sucederá.
Adamo se puso de pie.
—Entonces pueden dejarme verla para que así pueda descubrir qué clase de
perra sin corazón es. ¿Cuál es el problema? 120
Savio se levantó y se guardó el teléfono en el bolsillo.
—¿Quizás Nino y Remo no quieren que veas su puta cara antes de que
aplasten su cráneo?
Adamo pareció sorprendido.
—¿Van a matarla?
Remo dejó de golpear el saco y nos miró por encima del hombro con una
mirada que hizo que Kiara contuviera el aliento bruscamente. Respiré hondo,
intentando controlar el retorcijón en mis entrañas, una sensación como si el ácido los
estuviera carcomiendo.
—Algún día, sí —dije sin emoción.
—No pueden —susurró Adamo.
Savio sacudió la cabeza.
—Me largo. Tal vez me consigo un pedazo de culo en alguna parte que me
pueda distraer de esta mierda.
Adamo miró a Kiara en busca de ayuda, pero ella no dijo nada. Toqué su
muslo suavemente, sabiendo que estaría de acuerdo con Adamo dada su naturaleza
amable.
—Esta discusión ha terminado —dijo Remo.
—Pero…
—Adamo —dije bruscamente. Remo no estaba en estado de ánimo para ese
tipo de argumento.
Adamo resopló, luego se dio la vuelta y se alejó.
—Incluso a kilómetros de distancia, esa perra todavía es capaz de arruinar
todo —murmuró Remo.
—No siempre. La mataremos.
La mirada compasiva de Kiara se movió entre mi hermano y yo.
—Lo haremos —concordé. Remo y yo nos miramos a los ojos. Era algo que
habíamos estado diciendo durante años y aún no habíamos podido hacerlo.

121

Nos acostamos temprano después de que Adamo mencionara el tema de


visitar a su madre. Remo permaneció abajo para destruir el saco de boxeo mientras
Nino se duchaba como si pudiera lavar los recuerdos de su madre. Sabía que no
funcionaba. Intenté lavar a Durant de mi piel con tanta frecuencia que mi carne
había quedado roja y dolorida por el restriego.
Cuando Nino finalmente salió del baño completamente desnudo, con el
cabello todavía húmedo, me senté con las piernas cruzadas en la cama esperándolo.
Mi plan para hablar con él se evaporó cuando Nino avanzó hacia mí lentamente, ya
cada vez más duro a medida que se inclinaba sobre mí empujándome hacia atrás.
Sus labios se estrellaron contra los míos, más duros de lo esperado, más duros que
nunca antes, mientras sus dedos se deslizaban entre mis piernas, empujándose por
debajo de mis bragas y comenzando a acariciarme.
Me puse rígida por la sorpresa ante su lado menos contenido de él en la cama
y Nino se puso rígido de inmediato, sus ojos evaluando los míos con preocupación.
Enredé mis dedos en su cabello y le devolví el beso para mostrar que solo
estaba aturdida. Nino me besó con fuerza y después hundió dos dedos. Sus ojos
nunca dejaron los míos a medida que me reclamaba. Esto no era hacer el amor.
Estaba alimentado por sus emociones erráticas, fuertes y rápidas. El cuerpo de Nino
me enjauló a medida que me presionaba contra el colchón, y me entregué a él
alegremente, incluso cuando agarró mis muñecas con una de sus manos y las empujó
sobre mi cabeza.
Ni un destello de incomodidad entró en mi mente. Mirar a los ojos de Nino
siempre le aseguraba que no estaba angustiada y que podía confiar en él
absolutamente. Le permitía controlarme porque podía decir que sentía que estaba
perdiendo el control de sus emociones, tal vez incluso de sí mismo.
Después de que ambos nos corrimos, me tumbé sobre mi espalda, mis brazos
aún sobre mi cabeza a pesar de que Nino ya las había soltado y se acostaba a mi
lado. Desde que había dejado de tomar la píldora cada vez que Nino entraba dentro
de mí, me sentía monumentalmente diferente, importante, lo cual era ridículo, pero
maravilloso al mismo tiempo. 122
El pecho de Nino seguía agitado mientras fruncía el ceño hacia el techo. Se
volvió hacia mí lentamente, acariciando mis muñecas y antebrazos hasta que los
volví a bajar. Sus ojos se llenaban con una pregunta inequívoca.
—Estoy bien.
Nino no dejó de fruncir el ceño.
—¿Te molestó que te retuviera?
—No, sabía que nunca harías nada con lo que me sintiera incómoda. —Me
apoyé en su fuerte pecho, luego agarré su brazo y besé el lugar donde estaba tatuado
mi nombre en su muñeca—. ¿Prefieres este tipo de sexo?
Nino inclinó la cabeza, entrecerrando los ojos pensativamente.
—No, no en general. Al menos, no contigo. Disfruto del sexo suave y lento
contigo tanto como lo hice con esto.
—Igual yo. No pensé que me gustaría, pero supongo que contigo me gusta
todo lo que hacemos.
Nino me dio una sonrisa pequeña.
—Tenemos mucho por descubrir.
Me reí.
—¿Hay algo que no hayas hecho?
—No, he explorado cada acto sexual en el que estaba remotamente
interesado.
Por un segundo, sentí la necesidad de pedir detalles, pero luego decidí que era
mejor si no lo supiera todo.
—¿Eso te molesta? —preguntó Nino.
Había pensado en ello. Cuando C.J. me dijo que se había acostado con Nino,
me molestó brevemente, pero eso desapareció rápidamente. Nino probablemente se
había acostado con todas las prostitutas en los burdeles de la Camorra, no es que le
hubiera preguntado.
—No, en realidad no. Sé que ahora eres mío y eso es todo lo que importa.
—Nunca he sido de nadie más, Kiara. Las mujeres de mi pasado, ni siquiera
las veía. Estaban allí, pero bien podrían no haber estado. Solo estás tú, todo lo que
nunca he sentido es solo por ti. 123
Apoyé mi barbilla sobre su pecho, cerrando mis ojos.
—Esto es demasiado perfecto. Siempre estoy esperando que suceda algo
malo y me lo quite todo. Parece demasiado bueno.
Nino tomó la parte posterior de mi cabeza.
—Nadie va a quitártelo. No lo permitiré. Mataré a cualquiera que se atreva a
destruir lo que tenemos.
Estuvimos en silencio por un rato. Todavía quería hablar con Nino sobre
Adamo, incluso aunque eso significara romper el momento.
—¿Puedo decir algo con respecto a tu madre?
Nino se puso rígido.
—Por supuesto, siempre puedes decir lo que tienes en mente.
Levanté la cabeza, necesitando ver su expresión. Lucía perfectamente neutra,
sin emociones, la hermosa máscara fría que usaba con tanta frecuencia.
—Tal vez Remo y tú deberían reconsiderar cómo manejan el deseo de
Adamo de ver a su madre. —Los ojos de Nino fulguraron y continué rápidamente—:
Sé que te preocupa cómo lo manejará, pero si le permiten vivir con una fantasía de
cómo podría ser, eso podría causar más daño que dejarle ver la verdad. No pueden
ocultarle esto. Ha sido un hombre de la mafia por casi seis meses y ha estado
intentando hacer lo que Remo y tú esperan de él. Ya no es un niño. Si quiere ver a su
madre, deberían darle la oportunidad. No es solo la decisión de ustedes dos.
La expresión de Nino se cerró por completo, sus ojos del frío mercurio que
recordaba al principio de nuestra relación.
—Remo jamás lo permitirá. Quiere proteger a Adamo y Savio de nuestra
madre.
—¿Savio la ha visitado alguna vez?
—No, nunca quiso hacerlo. Prefiere vivir en el presente y no habitar en el
pasado.
Me pregunté si era cierto. Si Savio en realidad podía pasar tan fácilmente de
algo tan inquietante. Había sido muy joven entonces, pero vivió en la misma
mansión con su madre hasta que todos se mudaron a Inglaterra.
—Nino —dije suplicante—. Si no le dan la oportunidad, siempre se
preguntará cómo es. Lo atormentará. 124
Nino se apartó de mí.
—Si la ve, si la conoce, lo atormentará por igual. Es retorcida y
manipuladora, y… —Negó con la cabeza—. Kiara, no te involucres en esto. No es
asunto tuyo.
Mi pecho se contrajo por su tono cortante, por sus palabras. Me alejé de él,
sentándome rápidamente y poniéndome de pie. Necesitaba lavarme la cara con agua
fría para contener la emoción a pesar de que sabía que era inútil. Las lágrimas
brotaron de mis ojos y las parpadeé mientras me apresuraba hacia el baño. ¿No es
asunto mío? Lo hizo sonar como si no fuera parte de la familia, como si no tuviera
derecho a serlo.
No llegué lejos cuando Nino me alcanzó. Me agarró por la cintura y me
sostuvo, su pecho presionado contra mi espalda.
—No huyas de mí —murmuró—. No quise decir eso.
—Entonces, ¿qué quisiste decir? —pregunté con voz cruda.
Nino me abrazó con fuerza y soltó un suspiro.
—Eres parte de esta familia, de la familia que somos ahora. Lo que sucedió
en el pasado, no quiero que manche lo que tenemos. No quiero que mi madre esté en
tu mente, que ocupe ni una sola de tus preocupaciones. Es mi carga, no la tuya.
—Pero te amo y somos familia, así que llevamos nuestras cargas juntos. Tú
llevas las mías. Todavía lo haces, todos los días.
—No eres una carga, nunca. —Guardó silencio por un momento—. Hablaré
con Remo, pero tomará mucho más convencerlo para que acepte.
—No debería ser su decisión. Remo, Adamo, Savio y tú deberían decidir
como hermanos y discutir el asunto. Esto no es un asunto de Capo, es más que eso.
Nino apoyó su frente contra mi cabello.
—Esto siempre será asunto de Remo porque se siente responsable. Esa es su
carga.

125

Remo no se sentó. Se paseó por la sala de juegos, de un lado a otro, de ida y


vuelta, como un animal enjaulado. La ira primitiva en sus ojos solo enfatizaba la
impresión.
—Que la vea. Es su decisión. Necesita madurar y que siempre lo consientan
no le está ayudando —dijo Savio. Por una vez, guardó su teléfono y lo apagó para
que así pudiéramos hablar de esto, incluso si ya había hablado la mayor parte del
tiempo. Remo no había pronunciado ni una sola palabra.
Adamo frunció el ceño a Savio, pero no dijo nada.
—Kiara también lo cree —dije.
—Sabía que Kiara era la razón por la que sugeriste esta reunión —dijo
Remo—. Es una entrometida. Le hace falta aprender a mantenerse al margen de los
asuntos de otras personas.
—Somos su familia. Quiere ayudar —dije simplemente. Kiara me dio una
sonrisa pequeña. Insistí en que estuviera aquí para la reunión porque su presencia
generalmente llevaba a discusiones más civilizadas.
Remo me desestimó, no de humor para razonar.
—Por favor —dijo Adamo.
Remo se puso rígido. Odiaba esas palabras. Si las escuchabas miles de veces
a lo largo de los años y las ignorabas en todo momento, con el tiempo se tornaban
contaminadas, una señal de rendición y debilidad.
Savio se encogió de hombros.
—Por el amor de Dios, que la vea. Necesita entenderlo.
Asentí.
—Remo.
Mi hermano me miró durante mucho tiempo y en sus ojos vi cada dolor y
arrepentimiento compartido, cada momento de nuestra infancia retorcida que
queríamos olvidar, nuestra inocencia robada y nuestra confianza rota. Me obligué
desde lo más profundo a convertirme en acero, no permití que los sentimientos
tumultuosos agitándose en mi interior burbujearan a la superficie.
Remo asintió.
126
—Es un error, pero no te detendré.
Los labios de Adamo se separaron y miró entre mi hermano y yo como si no
pudiera creer que Remo de hecho hubiera estado de acuerdo. También me
sorprendió.
—No irás solo —dijo Remo—. No la conoces como nosotros. No quiero que
tenga la oportunidad de retorcer tu mente.
Adamo resopló.
—No soy estúpido.
No lo era, pero desafortunadamente Adamo quería que la gente lo quisiera
por lo que era, siempre desesperado por la aprobación. La terrible experiencia con
Harper y Mason lo había demostrado, y que siguiera viendo a C.J. también lo hacía.
Adamo había madurado en los últimos meses, pero no lo suficiente.
—No cuenten conmigo. No quiero verla. Nunca más —dijo Savio,
levantándose—. Por lo que a mí concierne, puede pudrirse en ese puto manicomio
hasta el final de los días. No me importa para nada. ¿Terminamos con esto? Quiero
salir con Diego.
Asentí porque Remo estaba fulminando el jardín con su mirada. Savio dudó,
luego sacudió la cabeza y se alejó. Kiara lo vio irse.
Remo se volvió hacia mí, su expresión áspera.
—Uno de nosotros debería ir con él. —Flexionó su mano—. Iré.
—No —dije de inmediato—. Debería hacerlo. Puedo manejarlo. —La última
vez que Remo y yo la habíamos visto fue cuando nos hicimos cargo de Las Vegas.
Nuestra madre había logrado convencer a Cosimo, que había hecho de Capo en ese
momento, de dejarla vivir en la mansión como una reina destronada. Ese había sido
un encuentro breve y, sin embargo, algo que nos había atormentado durante mucho
tiempo.
—Podría ir —dijo Kiara.
Remo y yo dijimos “no” a la vez.
—¿Por qué no? —preguntó Kiara, acercándose—. Está en un hospital, muy
vigilada. No vamos a estar a solas con ella. Puedo apoyar a Adamo, porque no estoy
tan involucrada emocionalmente como tú. ¿En serio crees que es una buena idea si
alguno de ustedes está allí?
127
No quería que Kiara estuviera cerca de nuestra madre, pero tenía razón. Remo
perdería el puto control con nuestra madre. Él y yo habíamos estado discutiendo
cómo matarla durante años, pero nunca teníamos el coraje necesario. Me acerqué a
Kiara y tomé su cadera.
—Siempre eres indulgente y compasiva. Me preocupa cómo vas a manejarlo.
Kiara inclinó la cabeza hacia arriba, resuelta.
—Sé lo que ella les hizo a todos ustedes. No sentiré pena por ella.
Sacudí mi cabeza.
—No te quiero en una habitación con ella.
Kiara suspiró.
—¿Y qué hay de Fabiano? No sentirá lástima por ella sin importar lo que
diga o haga, y es capaz de hacer lo que sea necesario en caso de que intente algo.
—Es una buena idea. Le preguntaré.
—Maldita sea, es un gran error, eso es todo lo que voy a decir —dijo Remo—
. Y un día también lo verán.
L
es digo que es un jodido error.
Las palabras de Remo todavía sonaban en mi cabeza claras
y fuertes mientras nos deteníamos frente a la institución mental.
Adamo y Fabiano salieron. Nino y yo nos quedamos en el auto.
—¿Vendrás con nosotros? —pregunté a Nino.
Originalmente, Fabiano y Adamo estaban destinados a hacer la visita solos, y
luego Adamo me preguntó si me uniría a ellos y entonces Nino, por supuesto,
insistió en venir también.
128
Un músculo en la mandíbula de Nino se flexionó y durante mucho tiempo
solo miró adelante antes de dar un breve asentimiento.
—No te quiero cerca de ella.
—Fabiano y Adamo hablarán con ella. Me quedaré atrás. No puede
lastimarme.
Nino abrió la puerta del auto y lo seguí. Un hombre con una corta barba gris,
cabello gris y una bata blanca nos esperaba en los escalones. Desde el exterior
parecía una mansión normal, pero al mirar más de cerca descubrí rejas frente a
muchas ventanas y el jardín detrás del edificio estaba separado del camino de
entrada por una valla alta. El doctor caminó hacia Nino y le estrechó la mano.
—No creo que nos hayamos conocido. Soy el nuevo psiquiatra en jefe, doctor
Mitchell.
Nino apenas reaccionó.
—¿Dónde estará teniendo lugar la reunión?
—Pensé que los jardines serían una buena opción. El clima es agradable y los
otros habitantes están en la cafetería almorzando, así tendrán privacidad.
—Dirija el camino —dijo Nino.
El doctor Mitchell miró de Nino a nosotros, vacilante, luego se volvió y nos
condujo al interior de la mansión. No estaba segura de lo que esperaba, algo más
parecido a una prisión tal vez, y me sorprendió gratamente.
Dentro, el piso era de piedra estéril y las paredes estaban pintadas en un
amarillo tenue, probablemente por sus cualidades relajantes.
—Ya está esperando afuera —informó el doctor Mitchell.
—¿Sola? —preguntó Nino bruscamente.
—Con sus cuidadores.
Las cejas de Fabiano se alzaron. Estaba tenso, cauteloso. Nino y él estaban
armados con pistolas y cuchillos. A Adamo no se le permitió llevar nada porque a
Nino le preocupaba que su madre pudiera ponerles las manos encima.
Llegamos a un jardín vasto y el médico señaló hacia un banco. Una mujer con
de cabello corto y oscuro estaba sentada con un hombre grande frente a unos
arbustos. El comportamiento de Nino cambió de inmediato, una tensión en sus
músculos y expresión, un despertar de algo oscuro y primitivo que me preocupó.
Fabiano también se dio cuenta y tocó el antebrazo de Nino brevemente, haciendo
que se encontrara con su mirada. 129
—Nino, ¿qué tal si Adamo y yo nos adelantamos y tú esperas aquí?
Nino asintió y se volvió hacia el médico.
—Puede irse, también el cuidador.
El doctor Mitchell parecía que no estaría de acuerdo, pero entonces lo pensó
mejor y señaló al cuidador para que se acercara.
Adamo y Fabiano se dirigieron lentamente al banco. Finalmente, solo Nino y
yo nos quedamos al principio del camino, mirando hacia el banco. Fabiano se
detuvo justo delante de él. Adamo habló con su madre y luego se sentó a su lado.
Nino avanzó unos pasos más cerca, su cuerpo inundado de tensión. Nos
detuvimos a una buena distancia, fuera del alcance del oído, pero lo suficientemente
cerca como para ver las cicatrices de quemaduras en los brazos de la mujer.
Cicatrices de cuando había intentado matar a sus hijos al cortarles las muñecas y
quemarlos vivos.
Ella se dio la vuelta, fulminándonos con la mirada por encima del hombro, y
mi aliento se quedó atascado en mi garganta. Sus ojos eran grises como los de Nino.
Nino tomó su arma pero toqué su mano. Su mirada voló hacia la mía, extraña
y odiosa, pero más que eso: atormentada.
—Hoy no —susurré—. Deja que Adamo tenga este momento.
Nino asintió y bajó la mano. Enlacé nuestros dedos, apretándolos para
mostrarle mi apoyo.
La señora Falcone siguió mirándonos, aunque principalmente a mí.
Su atención inquebrantable me puso nerviosa. Algo en ella era demasiado
intenso.
Adamo siguió su mirada y dijo algo, lo que la hizo asentir y volverse hacia él.
Solté un suspiro tembloroso. Nino observaba todo de cerca, sus ojos ardiendo
de odio que generalmente solo veía en el rostro de Remo.
Fabiano hizo una señal con el tiempo y Nino señaló al cuidador que esperaba
en la puerta.
La señora Falcone nos miró una vez más cuando Adamo y Fabiano
regresaron.
130
Me alegré cuando estuvimos en el auto, y también Nino. Arrancó el auto de
inmediato y nos alejó a toda prisa.
—¿Y? —pregunté suavemente.
—Fue agradable, un poco confundida. Me llamó Remo varias veces —dijo
Adamo. Nino se estremeció y el auto se desvió brevemente.
—Oye —dijo Fabiano, inclinándose hacia adelante—. ¿Quieres que
conduzca?
Nino lo ignoró, sus dedos apretándose alrededor del volante.
—¿Y tú qué piensas, Fabiano? —pregunté.
Se encogió de hombros, su mirada todavía en la parte posterior de la cabeza
de Nino.
—Algo en ella lucía fuera de lugar, y no me refiero solo a que está loca.
Adamo estaba mirando por la ventana lateral con una expresión perdida.
—¿Quieres visitarla de nuevo? —le pregunté.
Nino soltó un pequeño sonido pero no hizo ningún comentario.
—No lo creo. Fue extraño verla. Pensé que sentiría algo, pero es una
extraña… la palabra “madre” está vacía para mí.
A pesar de sus palabras, pude escuchar el anhelo subyacente en su voz, el
deseo de más, una conexión que nunca podría ser.
Podía decir que el encuentro aún ocupaba los pensamientos de Nino un día
después, mientras estábamos acostados. No estaba en su calma habitual y no había
dormido en toda la noche el día anterior. Había una inquietud subyacente que me
tenía preocupada. Remo se había ido a trabajar en el Sugar Trap cuando salimos
para la visita, y aún no había regresado a la mansión. Él también tenía mi estómago
revuelto con preocupación. Primero el asunto con Serafina, ahora esto. Remo
siempre estaba tanteando el borde de un abismo peligroso. Tenía el presentimiento
de que un pequeño empujón podría enviarlo al límite.
Estudié los tatuajes coloridos de Nino, deteniéndome en la figura sombría en
medio de las furiosas llamas en la parte superior de su brazo y el nombre de Remo
formándose en las brillantes brasas.
—Esto le dará tranquilidad a Adamo. Ahora todos pueden seguir adelante.
Nino se volvió hacia mí, sus ojos sin emoción alguna. Ahora que sabía lo 131
diferentes que se veían cuando mostraba emociones, verlos así siempre me afectaba
profundamente.
—Ninguno de nosotros tendrá paz mientras ella esté allí.
—Finge que no está allí. No puede salir del hospital, así que no tienes que
preocuparte por ella. Está en el pasado, Nino.
—Está allí, siempre en el fondo de nuestras mentes.
Suspiré.
—Lo sé, pero es porque Remo y tú la mantienen allí alojada, porque la tratan
como un asunto inacabado. Haz las paces con el hecho de que está viva, que no la
matarás, y entonces podrás seguir adelante.
Nino frunció el ceño como si lo que sugerí fuera imposible.
Besé su barbilla barbuda.
—Deja el pasado atrás para que así podamos avanzar hacia nuestro futuro.
Queremos un bebé, queremos una familia propia, no permitamos que tu madre
arruine eso.
Nino acunó mi cabeza y me atrajo para un beso duro. Se tornó más suave
poco a poco, hasta que se apartó.
—¿No vas a tener una ovulación pronto?
Reprimí una carcajada. Nadie como Nino para conocer mi ciclo mejor que yo.
—Creo que sí.
Nino me besó otra vez y sus dedos se deslizaron delicadamente sobre mi
cuerpo, aligerándolo con deseo y cuando finalmente hicimos el amor, se sintió
diferente; incluso si eso no tenía sentido. Pero al mirar el rostro de Nino, me di
cuenta que sintió lo mismo porque finalmente se sintió como si Nino quisiera un
bebé tanto como yo.
Nino se retorció y se sacudió dormido, despertándome. Estaba teniendo una
pesadilla. Encendí la lámpara de noche. Los sonidos de angustia eran familiares y
cuando toqué su hombro, esperé lo peor, otro episodio como el que había tenido
antes. Me preparé cuando Nino despertó de golpe. Me miró fijamente por varios
minutos, sus ojos confundidos y agonizantes antes de que comprendiera lentamente
y la tensión desapareciera.
—A veces pienso que he llegado a aceptar mis emociones, y entonces pasa 132
esto y solo quiero que me devuelvan la calma —murmuró.
—Lo sé —dije suavemente—. Pero te alegrarás por tus emociones cuando
abraces a tu hijo por primera vez.
—Me alegro por mis emociones cuando te miro.
El amor estalló en mi corazón y me acurruqué contra Nino una vez más,
descansando mi mano sobre el tatuaje de mi nombre en su antebrazo. Comencé a
cantar en voz baja y poco a poco el pulso de Nino disminuyó bajo la punta de mis
dedos. Sus labios se presionaron contra la parte superior de mi cabeza y apagó las
luces. Mi voz se hizo más tranquila a medida que el cansancio me arrastraba y,
finalmente, me quedé dormida con el pulso calmado de Nino latiendo bajo mi toque.
A medida que pasó el año, las cosas se calmaron para nosotros. El interés de
Adamo por nuestra madre disminuyó lentamente. La había visitado un par de veces
más. Sin embargo, su última visita había sido hace más de dos meses y su estado de
ánimo había mejorado considerablemente en general, lo cual era bueno para él, pero
también bueno para Remo.
Mi hermano mayor finalmente parecía haber conquistado su obsesión con
Serafina, incluso si definitivamente no la había olvidado. Parte de él probablemente
todavía esperaba que ella volviera con él. El problema con mi hermano era que si
dejaba entrar a alguien en su corazón, era un hijo de puta leal y nunca lo dejaba salir
otra vez.
Kiara estaba decorando toda la casa para nuestra segunda Navidad juntos y
horneando casi todo el día. Nuestros congeladores ya estaban apilados con galletas
navideñas.
La miré mientras trabajaba en mi computadora en el sofá de la sala de juegos,
terminando los últimos detalles para la próxima gran carrera. Estaba reorganizando
las esferas del árbol por tercera vez, con la frente fruncida.
Era una estrategia de distracción. Habíamos estado durmiendo juntos sin
protección durante once meses y todavía no estaba embarazada. Al principio, se 133
había hecho una prueba de embarazo todos los meses, pero en los últimos tres meses
se había detenido, o al menos no me lo había contado.
No estaba seguro de cómo menguar su tristeza.
Poniendo la computadora portátil a un lado, me puse de pie y me dirigí hacia
ella. Tomé un adorno de su mano y lo devolví a su lugar anterior en el árbol.
—Se veía bien allí.
Kiara suspiró y me dio una sonrisa pequeña.
—Lo sé.
Toqué su mejilla.
—Te estás presionando demasiado. Por eso no está funcionando hasta ahora.
Intenta relajarte, olvidarte de que no estás usando anticonceptivos.
—Lo estoy intentando. Sé que lleva más tiempo con algunas personas,
especialmente si sienten estrés, y quiero tanto esto que me obsesioné. Fue ridículo lo
decepcionada que estuve cuando tuve mi período después de que solo habíamos
estado tratando de quedar embarazados durante unas pocas semanas…
—Tenemos tiempo —le dije.
Unos pasos atravesaron la casa y Remo irrumpió dentro, luciendo
completamente trastornado. Savio estaba unos pasos detrás de él, y su expresión
oscura activó mis campanas de alarma interior.
—¿Qué pasa?
Remo pateó el saco de boxeo con tanta fuerza que el gancho gimió y un poco
de yeso cayó al suelo.
—Cavallaro envió un jodido asesino a Kansas. Mató a Russo —dijo Savio.
Kiara estaba confundida.
—Nuestro lugarteniente en Kansas —le expliqué, intentando comprender las
sensaciones apoderándose de mí; hasta que finalmente me di cuenta que era ira—.
¿Stefano lo sabe? —pregunté a Savio. Remo no parecía que estuviera de humor para
hablar.
Savio sacudió la cabeza, echando un vistazo a Remo con cautela.
—No, nos acabamos de enterar, y Stefano está fuera buscando una presa
nueva. —Se acercó a mí—. ¿Debería hablar con él? 134
—No —gruñó Remo—. Mierda, tú y él se odian entre sí.
—No podría importarme menos el puto Stefano. Es él quien no puede
soportar que alguien sea más bonito, sin mencionar que más exitoso con las mujeres
que él —dijo Savio con una sonrisa engreída.
—Hablaré con él —dije—. Ninguno de los dos está en condiciones de decirle
a alguien que perdió a su hermano.
Remo asintió.
—Volaré a Kansas City de inmediato para mostrar presencia. Vienes
conmigo, Savio.
—¿Cuándo volverán? —pregunté.
—Mañana. No quiero irme de Las Vegas por mucho tiempo ahora mismo, no
cuando Cavallaro descubrió sus jodidas bolas.
Me volví hacia Kiara.
—Haré que Fabiano venga a vigilarte. —Adamo no volvería a casa de la
escuela por otras tres horas y Kiara necesitaba protección. Le envié un mensaje
rápido a Fabiano y, como siempre, llegó cinco minutos después.
—Me están empezando a gustar estos nuevos arreglos de vivienda —dijo
Fabiano con una sonrisa a medida que entraba, pero se puso serio al ver nuestras
expresiones—. ¿Qué?
—Cavallaro mató a nuestro lugarteniente de Kansas.
—Maldición —gruñó Fabiano—. Ese imbécil. ¿Quieren contraatacar? —Sus
ojos encontraron los de Remo, porque si alguien se embarcaba en una loca misión de
venganza, ese sería mi hermano.
Remo desplegó sus dientes.
—Todavía no, pero lo haremos, confía en mí. Contraatacaremos.
—¿Puedes proteger a Kiara mientras busco a Stefano?
Fabiano asintió.
—¿Qué tal si vienes a mi casa? Quiero entrenar un poco en mi gimnasio.
135
Kiara asintió.
—Por supuesto. ¿Cuándo estará Leona en casa?
—En unas dos horas. Hoy no tiene muchos cursos.
Kiara y Leona se habían acercado aún más desde que Fabiano había
comprado la villa junto a la nuestra y era nuestro nuevo vecino. Los propietarios
anteriores habían vendido la casa después de cierto convencimiento de Remo. Besé
a Kiara brevemente y luego salí a buscar a Stefano. No sería bueno si se enterara por
alguien más. La noticia de lo sucedido ya se estaría extendiendo como un incendio
forestal entre nuestros hombres y era solo cuestión de tiempo antes de que los
Capitanes de Kansas llamaran a Stefano para darle sus condolencias y ponerse en su
buena voluntad.
Tomé mi nuevo auto deportivo Tesla y conduje hasta el apartamento de
Stefano en la Franja. Raramente me dirigía hacia aquí. Los turistas y los anuncios de
bufets y bebidas baratas no eran de mi agrado.
Salí de mi auto y dejé mi llave con el botones, luego entré y pasé junto al
conserje.
—¿Señor? Señor, no puede entrar aquí sin registrarse primero conmigo. —
Me detuve frente al elevador y presioné el botón, después me volví hacia el conserje
con sobrepeso tropezando hacia mí, su cara estaba roja y tenía el botón de alarma en
la mano. Había estado aquí solo una vez antes y había habido otro conserje—.
Necesito pedirle que me siga a mi escritorio y se registre conmigo —dijo, intentando
sonar autoritario y fallando miserablemente. Su otra mano se movió hacia el spray
pimienta unido a su cinturón.
—Si sacas eso, te romperé cada uno de tus dedos y vaciaré toda la botella en
tu cara —dije con calma—. Mi nombre es Nino Falcone. Ahora regresa a tu
escritorio y vuelve al trabajo.
El hombre dio un paso atrás. Entré en el ascensor y subí al último piso. Al
llegar a la puerta de Stefano, golpeé el puño contra el marco.
Sonaron unos pasos que luego se detuvieron. Abrió la puerta, vestido solo
con calzoncillos y sosteniendo una Glock. La sorpresa cruzó su rostro.
—¿Nino? ¿Qué haces aquí?
—¿Puedo entrar?
Stefano metió su arma en la cinturilla y abrió la puerta por completo. Entré en 136
su sala de estar abierta. Una chica salió corriendo de la habitación, aferrando su ropa
contra su cuerpo.
—Parece joven. ¿Es mayor de edad?
Stefano frunció el ceño.
—Por supuesto. Siempre me aseguro que lo sean. Es la regla número uno. —
Me estudió con ojos sospechosos y oscuros—. Por lo general, una visita a casa de
uno de ustedes no significa nada bueno. No violé ninguna regla, así que espero que
mis alfombras persas permanezcan limpias.
Asentí.
—Cavallaro atacó Kansas City y mató a tu hermano.
Stefano me miró fijamente como si no estuviera seguro de haberme
escuchado, luego se acercó al sofá y se dejó caer. Sus manos se cerraron en puños
lentamente. Le di un momento y encontré a la chica en el dormitorio. Se había
vestido.
—Vete y no vuelvas.
Ella parpadeó.
—¿Qué…?
—Vete. Solo te folló por tu trabajo —le dije. Agarró su bolso y pasó
corriendo sin decir una palabra. Stefano ni siquiera levantó la vista.
—Remo y Savio se dirigen hacia allí ahora mismo, lidiando con las
consecuencias, pero tendrás que unirte a ellos.
Stefano miró a su alrededor.
—Supongo que ahora tendré que mudarme a Kansas City.
—Sí —dije—. Eres el siguiente en la fila. Kansas City necesita un
lugarteniente nuevo.
—Dante intentará matarme también ahora que ha probado sangre.
—Sí, Dante lo intentará.
Stefano rio entre dientes y se levantó.
—Los hombres de mi padre no me aceptarán fácilmente. Hay una razón por
la que trabajaba para ti como Conquistador. Es en lo que soy bueno.
—Los hombres de tu padre aceptaron a tu hermano. 137
—Apenas. Soy más joven, y no soy muy popular allí por lo que he hecho.
—No importa. La Camorra no lleva una democracia. Si Remo te declara
lugarteniente, sus Capitanes y soldados lo aceptarán, y si no lo hacen, pagarán las
consecuencias. Solo debes preocuparte por hacer feliz a un hombre y ese es Remo, y
hasta ahora, has hecho un buen trabajo.
—Hacer un buen trabajo follando a las chicas y haciendo que se enamoren de
mi es algo muy diferente a dirigir a los hombres.
—Lo es, y sobresaldrás en esto último porque no quieres decepcionarnos.
Stefano hizo una mueca.
—Volaré a Kansas hoy mismo.
Asentí y me fui. Este asesinato causaría problemas. Mis hermanos y yo
tendríamos que mantenerlo contenido, mostrar a nuestros lugartenientes que esto era
una cosa de una sola vez. La mayoría era leal hasta el hueso, al menos a Remo, pero
nuestro territorio era vasto y era imposible controlarlo todo absolutamente, incluso si
Remo lo quería. Había personas entre nuestros hombres que podrían unirse a un
motín, hombres que se habían ocultado cuando Remo había conquistado nuestro
territorio sin piedad, que tuvieron miedo de hablar en ese entonces. Tal vez ahora se
volverían más atrevidos. Y eso me daría la oportunidad de eliminarlos.
Cualquiera que pensara que podría quitarnos nuestro territorio se encontraría
con la crueldad total de nuestra naturaleza. La Camorra era nuestra. Nosotros
éramos la Camorra. Éramos Las Vegas. Incluso éramos el Oeste, y siempre sería así.

138
S
avio, Remo y yo estábamos en nuestro avión de camino a salvar a
Adamo, que había sido capturado por la Organización.
Tal vez deberíamos haber esperado otro golpe. Como Stefano
había dicho: Dante había probado sangre. El asesinato exitoso de uno de nuestros
lugartenientes lo había hecho atrevido. Terminar la gran carrera en Kansas City a
pesar del ataque reciente había sido arriesgado, pero también una señal necesaria.
Una que nos podría costar a Adamo.
Nunca debió haber participado en esa carrera. Se lo habíamos prohibido, pero
Adamo era un niño en muchos aspectos. Deberíamos habernos asegurado que no 139
tuviera la oportunidad de acercarse ni remotamente a Kansas. No deberíamos haber
confiado en que estaba con C.J. en Sugar Trap. Fue tanto culpa nuestra como si fue
suya. Estábamos destinados a protegerlo.
Remo se sentaba encorvado en su asiento. Acabábamos de abordar el avión
pero ya estábamos en el aire. No teníamos tiempo que perder.
Savio me miró.
—¿Crees que podemos rescatarlo?
No sabíamos dónde ocultaba la Organización a Adamo, e incluso si lo
descubríamos, Dante tendría el lugar fuertemente resguardado. De todos modos,
intentaríamos una emboscada y probablemente nos costaría la vida. Mi pecho se
contrajo al pensar en las lágrimas de Kiara cuando me fui, su voz temblorosa cuando
me pidió que tuviera cuidado y volviera a ella.
No quería nada más, pero si no intentaba salvar a Adamo, no podría vivir
conmigo mismo, ni mis hermanos. Lo salvaríamos o moriríamos en el intento. En
realidad, no había otra opción.
El ruido del avión se desvaneció en el fondo hasta que solo escuché los gritos.
La pena era un concepto extraño para mí. Cuando causaba dolor a otras
personas, me daba satisfacción descubrir las formas más efectivas de alcanzar
cualquier meta que me hubiera propuesto. Los gritos no me perturbaban, nunca lo
hacían. Pero al ver a Adamo siendo torturado en la pantalla de nuestra computadora
portátil, al escuchar sus gritos por los altavoces, mi interior pareció encogerse.
Recordé haberlo sostenido cuando era un bebé, recordé haberlo remendado cuando
era un niño pequeño y se lastimaba.
Remo estaba temblando, su rostro una mezcla de angustia y furia. No sentí
nada excepto un vacío que se extendía más y más hasta que solo había frío. Sin
emociones, sin dolor, nada. La tranquilizadora calma del pasado.
Remo tenía razón, necesitábamos ver el sufrimiento de Adamo, de modo que
así supiéramos lo que estaba en juego. Habíamos visto y hecho cosas peores, y no
solo lo presenciamos en una pantalla desde lejos. Pero esto… esto cortó
profundamente.
Una mujer rubia apareció a la vista, deteniendo la tortura, protegiendo a 140
Adamo.
Serafina Mione.
Remo se tensó y su expresión se detuvo por completo de una manera que
nunca lo hizo. Como si esta fuera la revelación que había estado esperando.
Savio me lanzó una mirada preocupada.
—Mierda.
—¿Remo? —pregunté, cuando él siguió mirando la pantalla.
Me ignoró y levantó su teléfono. Tenía el presentimiento de que sabía a quién
estaba llamando, y más que eso, lo que iba a hacer.
Sacudí mi cabeza pero él no me vio, sus ojos solo para Serafina.
—Dante, te daré lo que realmente quieres. Mañana por la mañana estaré en
Minneapolis y me intercambiaré por Adamo. —Savio dio un paso más cerca,
articulando: ¿qué demonios?—. Es a mí a quien quieres ver arder, no a mi hermano,
y tendrás tu oportunidad. —El alivio apareció en la cara de Remo y supe que Dante
había aceptado el trato. El Capo de la Organización quería a Remo, no a Adamo—.
Entendido. —Con una sonrisa extraña, Remo bajó el teléfono.
—Remo, te matarán —dijo Savio.
Remo asintió y se encontró con mi mirada.
—Me cortarán, me desollarán, me quemarán, me cortarán la polla y luego tal
vez me matarán.
—Remo, esto es una locura.
—Tal vez. Pero es lo que va a pasar, Nino. Mi decisión es definitiva.
Remo se dejó caer en el asiento y Savio se inclinó hacia mí.
—No podemos permitir esto. Remo tiene que dejar de sacrificarse a sí
mismo. Lo necesitamos.
Tragué con fuerza. Nunca había estado separado de Remo por más de unos
pocos días.
Habíamos sobrevivido solo porque nos teníamos el uno al otro. Me hundí
frente a él, con la esperanza de hacerlo entrar en razón, incluso si nunca hubiera
funcionado en el pasado.
Remo sacudió la cabeza. 141
—No pierdas tu tiempo.
Me puse de pie, demasiado inquieto para sentarme. Savio estaba encorvado
en su asiento y me acerqué a él. Levantó la cabeza con una risa oscura.
—Maldita sea. Esa pequeña mierda siempre me irritó los nervios. Pero ver a
esos imbéciles cortarlo y quemarlo… quiero aplastarles las putas cabezas.
—Un día lo haremos.
—Sí, pero primero van a destrozar a Remo en pedazos —dijo Savio. Se pasó
una mano por el cabello y me miró—. Eres un jodido genio, ¿no tienes idea de cómo
solucionar este desastre?
Remo estaba mirando por la ventana del avión, con las cejas fruncidas y una
determinación feroz en su rostro.
—No creo que Remo lo permita.
Remo era el Capo más fuerte que había. Sin él, la Camorra seguiría siendo
una colección de idiotas luchando por el poder; sin él, Las Vegas todavía estaría en
manos de hombres indignos. Remo era Las Vegas. Remo era la Camorra.
Remo era un líder nato.
Yo no. Nunca quise serlo.
Los Camorrista me seguirían porque me temen, por su lealtad inquebrantable
a nuestra familia, pero no por mí.
Sin embargo, no tendrían otra opción si no encontraba una manera de sacar a
mi hermano de las garras de la Organización.
Remo había dicho que necesitaba aceptar su decisión, pero cuando vi a Remo
siendo arrastrado hacia un automóvil de la Organización, me di cuenta que era algo
que nunca podría hacer.
No descansaría hasta haber matado a todos los soldados de la Organización
de la manera más cruel posible por llevarse a Remo. Mataría a Dante al final para
que así pudiera presenciar a un hombre tras otro sufrir por su error, para que así
viviera con pesar y culpa, hasta que finalmente lo matara. Sería un acto de
misericordia después de lo que tendría que soportar de antemano. 142
Adamo gimió de dolor cuando Savio y yo lo llevamos a nuestro auto.
—No… no dejes que se lleven a Remo. —Los autos detrás de mí ya se
alejaban llevándose a mi hermano con ellos.
—Lo salvaremos —dije automáticamente porque no podía imaginar que fuera
de otra manera.
Savio me envió una mirada inquisitiva pero lo ignoré. Necesitábamos alejar a
Adamo de aquí lo antes posible para poder ver sus heridas.
Su piel quemada era de un color rojo enojado y se infectaría rápidamente si
no se trata adecuadamente.
—¿Es un corte limpio? —le pregunté mientras lo subíamos al asiento trasero.
Adamo parpadeó hacia mí, aturdido—. No importa —añadí. Palpé su brazo
cuidadosamente, por lo menos sin sentir ningún hueso sobresaliente.
Savio y yo nos metimos en la parte delantera del auto y nos alejamos a toda
velocidad. Savio condujo tan rápido como el tráfico nos permitió llegar a nuestro
avión rápidamente.
—Nos quedaremos cerca, ¿verdad? —preguntó Savio, dirigiéndome una
mirada ansiosa—. De modo que podamos encontrar una manera de ayudar a Remo.
Asentí lentamente, aunque no estaba seguro de lo que podíamos hacer.
Cuando llegamos al avión y estuvimos a salvo en el aire, llamé a Fabiano.
Contestó después del primer timbre.
—¿Kiara está bien? —pregunté de inmediato. Todos los Camorristas estaban
en alerta máxima. Aun así, necesitaba asegurarme que ella estuviera bien.
—Sí, pero está preocupada, los dos lo estamos. ¿Tienen a Adamo?
Eché un vistazo hacia mi hermano menor que yacía de espaldas en el asiento
bajado, con el rostro pálido y sudoroso.
—Lo tenemos. Necesita tratamiento médico, por eso tengo que hacer esto
breve.
—¿Qué hay de Remo? —gruñó Fabiano, y mi garganta se tensó.
—Se entregó como había querido hacer.
—¡Mierda, mierda! —exhaló Fabiano—. Mierda. 143
—Volveremos y nos quedaremos en Kansas por el momento, intentando
pensar en algo.
—Déjame unirme. Déjame ayudar. Necesitamos salvar a Remo.
—Tienes que proteger a Kiara. Savio y yo intentaremos pensar en algo con el
lugarteniente de Kansas.
—De acuerdo. La llevaré de vuelta a la mansión —dijo Fabiano en voz
baja—. Kiara solo quiere unas palabras rápidas.
—Pásamela.
—Nino —susurró Kiara desesperadamente—. Por favor, ten cuidado. Todos
ustedes tengan cuidado. Son mi familia.
—Estaremos a salvo.
Mi garganta se apretó y colgué, necesitando mantener la cabeza despejada.
Me dirigí a Adamo y Savio.
Savio estaba hablando con él en voz baja y levantó la vista cuando me detuve
junto a ellos.
—Tenemos que limpiar tu herida y tratar tu brazo roto. Va a ser doloroso.
Adamo dejó escapar una risa ahogada, los ojos inyectados en sangre.
—Puedo lidiar con el dolor.
Asentí, observando su rostro ensangrentado, el corte en su brazo, la
quemadura. Su cuerpo hablaba un lenguaje claro de la tortura que había tenido que
soportar. Pero sus ojos me mostraban que había dejado más que heridas físicas.

Bajé el teléfono, mi corazón corriendo en mi pecho. Tenían a Remo. Me tapé


la boca con la mano y le devolví el teléfono a Fabiano. Por una vez su cara no lucía
controlada. Podía ver su preocupación, su dolor, y eso fue demasiado.
Me incliné y grité: 144
—Tienen que salvarlo. Nino no puede estar sin Remo… están destinados a
permanecer juntos.
Fabiano puso una mano gentil en mi espalda.
—Todos necesitamos a Remo.
Asentí. El hombre que me había asustado más que cualquier otra cosa, era lo
que mantenía a esta familia unida.
—Nino pensará algo… maldita sea. —Fabiano suspiró—. Debería estar allí
con ellos. Todo esto comenzó porque Remo quiso darme a mi padre.
—Eso no es cierto. Remo habría seguido con el secuestro de todos modos,
pero, por supuesto, también quería darte la oportunidad de hacer lo que nunca pudo
hacer.
—Matar a mi padre.
Leona entró con una bandeja llena de comida que debe haber encontrado en
la nevera. La casa segura siempre se mantenía abastecida con comida y agua en caso
de que surgiera una emergencia. Era una casa pequeña e incauta en un barrio de
clase media.
—¿Qué pasó? —le preguntó a Fabiano.
—Remo se intercambió por Adamo. La Organización lo tiene. Ellos… —Se
quedó mirando su tatuaje de la Camorra. Su manzana de Adán se balanceó. Leona
me lanzó una mirada sorprendida, después se acercó a la mesa del comedor y dejó la
bandeja lentamente. Tomó el hombro de Fabiano. No dijo nada, ni palabras de
consuelo, porque ¿qué se podía decir?
La Organización tenía a Remo. Su enemigo, el hombre que secuestró y
deshonró a la prometida de otro hombre, la sobrina de Dante.
Quería mantener la esperanza, pero por una vez solo sentí temor.
—Nino y Savio van a atacar el territorio de la Organización.
Fabiano asintió.
—No descansarán hasta que hayan salvado a Remo o sepan que está muerto.
E incluso entonces no se detendrán.

145

Cuando llegamos a la mansión Russo en Kansas City, Stefano nos esperaba,


luciendo como si no hubiera dormido desde que su hermano fue asesinado por los
hombres de Dante Cavallaro. Savio y yo soportábamos a Adamo, quien estaba
demasiado exhausto para caminar solo.
—Preparé una habitación y uno de mis médicos está a la disposición en caso
de que necesites ayuda —dijo Stefano con un breve asentimiento. Se había hecho
cargo oficialmente como lugarteniente hace solo dos días y su territorio ya estaba
alborotado. Era su batalla para luchar. Si quería el respeto de sus hombres, tendría
que ganárselo solo.
Pusimos a Adamo en una de las habitaciones, luego nos mudamos al salón de
licores con Stefano donde nos acomodamos en los asientos de cuero.
—Uno de mis Capitanes ha estado expandiendo a sus informantes, intentando
conseguir toda la información sobre quién organizó el ataque en la carrera.
La boca de Savio se curvó.
—¿En serio crees que eso es algo que nos importa un carajo ahora mismo?
Tenemos que salvar a nuestro hermano.
Stefano tomó un sorbo del brandy y nos dio una sonrisa con los labios
apretados.
—Si me dejas terminar, verás que es relevante. Nino, mi hombre me dijo que
no lograron aplastar a todas las ratas cuando Remo y tú reclamaron el poder.
Algunas ratas dejaron el barco hundiéndose antes de que pudieran atraparlas, y
aparentemente encontraron un nuevo hogar en la Organización.
Mis ojos se entrecerraron. Remo y yo habíamos intentado matar a todos los
hombres leales a nuestro padre y a aquellos que no eran leales a nadie más que a sí
mismos, pero el caos había reinado en los primeros meses de nuestro tiempo en Las
Vegas. Habíamos desperdiciado recursos capturando a nuestra madre y dejando que
hombres más importantes se nos escaparan de las manos. Sin embargo, habíamos
cazado a la mayoría de ellos en los meses siguientes.
—¿Quién fue?
—Un grupo de hombres que siguieron a los hermanos Eneide.
—Carmine —murmuré. Remo había cortado la garganta de Cosimo por 146
desfilar como Capo por un tiempo, pero Carmine había huido rápidamente—.
¿Lideró el ataque?
—Fue parte del ataque. No tienen voz ni voto en la Organización. Son
tolerados, pero nadie confía en los traidores.
—La mayoría de la información que tienen debe estar desactualizada,
¿verdad? Cambiamos mucho desde que reclamamos el poder —dijo Savio.
Asentí lentamente. No representaban una amenaza para nuestro poder, pero
podían demostrar ser una espina en nuestros costados. Tendríamos que arrancarlos
con el tiempo.
—Si estás planeando un golpe contra Cavallaro, quiero participar. Mis
hombres están furiosos por la muerte de mi hermano. Y para ser honesto, algunos
porque ahora soy su jefe. Quieren sangre, y yo quiero dársela, y preferiblemente no
la mía.
—¿No quieres vengar a tu hermano? —preguntó Savio, bebiendo el brandy.
—Quiero venganza, créeme —respondió Stefano con una sonrisa sombría—.
Por mi hermano, y por estar atrapado en este jodido infierno del que hice todo lo
posible por escapar.
Savio resopló.
—¿Prefieres seguir siendo nuestro Conquistador que gobernar sobre Kansas?
—¿Qué? ¿Si prefiero follarme a las mujeres que me adoran en la ciudad del
pecado que estar dando órdenes por ahí a hombres anticuados con dos veces mi edad
que piensan que saben todo y más en esta ciudad aburrida? ¿Tú qué crees?
—Creo que debes concentrarte en la tarea en cuestión —dije con firmeza—.
Quiero información sobre cada lugar posible donde pudieron llevar a mi hermano.
Quiero información sobre cada sede de clubes moteros en el territorio de Cavallaro.
Stefano tomó un sorbo de su whisky, sacó su teléfono y llamó a sus capitanes.
Savio y yo estudiamos el mapa del territorio de Dante que Fabiano nos había
preparado. No podíamos descansar hasta que hubiera un plan para salvar a nuestro
hermano.

147
Savio y yo habíamos estado intentando encontrar una opción viable para
salvar a Remo toda la noche, pero con nuestra información limitada sobre su
paradero no teníamos mucho con qué trabajar. Adamo había sido enviado con
nuestro avión a Las Vegas, donde estaría más seguro que estando tan cerca del
territorio de la Organización. Necesitaba sanar, física y emocionalmente antes de
involucrarse en cualquier pelea.
Mi teléfono sonó y el número del Sugar Trap apareció en la pantalla. Era
inusual que me llamaran cuando podían hablar con Fabiano, que estaba más cerca,
así que respondí.
—¿Qué pasa? Estamos ocupados.
—Lo sé, lo siento, jefe. Una mujer clamando que era Serafina llamó y pidió
hablar con usted específicamente, dijo que era urgente.
Mi cerebro tardó un momento en procesar sus palabras.
—¿Te dio su número?
—Sí.
—Entonces dámelo.
Terminé la llamada y me tomé un momento para enderezar mis
pensamientos.
—¿Qué está pasando? —preguntó Savio.
—Serafina intentó contactarme. Quiere que la llame enseguida.
Savio se hundió lentamente.
—¿Crees que quiere decirnos que él… está muerto?
Me quedé mirando mi celular.
—No lo sé. Tal vez nos harán escuchar cuando lo maten. —Enrosqué una de
mis manos en un puño, intentando concentrarme en los músculos de mis dedos, en
su flexión, en lugar de los martilleos en mi pecho, la tensión de mi garganta. Mi
mirada se demoró en mis cicatrices y contuve el aliento por la nariz.
Savio cerró los ojos y apretó la boca.
—Los cazaré a todos, a cada maldito cabrón.
Después de otra respiración profunda, marqué el número de Serafina,
intentando encontrar mi calma, pero mi interior parecía retorcerse y girar. 148
Para el momento en que ella respondió, le pregunté:
—¿Está muerto?
Savio presionó las palmas de sus manos contra sus sienes, sus ojos reflejando
el mismo miedo del que me creía incapaz.
—Todavía no —dijo con firmeza.
Savio y yo aterrizamos con el helicóptero donde debíamos encontrarnos con
Serafina. Le di al piloto la señal para mantener todo preparado para el despegue
inmediato en caso de que fuera una trampa.
—No confío en ella —dijo Savio, escaneando nuestro entorno, arma en
mano.
—Yo tampoco.
Savio asintió.
—Es una trampa en la que estoy dispuesto a entrar si hay una pequeña
posibilidad de que recuperemos a Remo.
Un automóvil se estacionó, una limusina Mercedes con vidrios polarizados.
Salí del helicóptero y lo mismo hizo Savio, apuntando nuestras armas hacia el auto.
La puerta del conductor se abrió y Serafina salió con una pistola en la mano.
Le indiqué a Savio que se quedara cerca del avión mientras me dirigía hacia el auto.
Su cañón estaba dirigido hacia mí, pero yo tenía mejor puntería.
Ella me miró y luego echó un vistazo a Savio antes de suspirar, bajando su
arma y avanzando hacia el lado del pasajero. Me quedé unos pasos atrás, aún
receloso de sus intenciones. Savio apareció detrás de mí, como de costumbre,
terrible siguiendo órdenes.
—¿Van a ayudarme? ¿O quieren que Remo muera? —siseó Serafina,
observándonos.
Me acerqué un paso más y miré dentro del auto: Descubriendo a mi hermano,
cubierto de sangre. Envainé mi arma. Estaba inconsciente, cortado, magullado y
golpeado, pero respirando. Metí mis manos debajo de sus brazos y Savio agarró sus
piernas. Teníamos que llevarlo a un hospital rápidamente.
Sonó un chillido agudo. La tensión atravesó mi cuerpo ante el sonido
inesperado y mi cabeza se disparó de golpe hacia la fuente del ruido. Un bebé, una 149
niña a juzgar por su ropa rosa y su cabello más largo y ligeramente rizado. A su
lado, un segundo bebé se despertó en su asiento, un niño pequeño con ojos oscuros,
casi negros.
Los ojos de Remo. Mi mirada se movió entre el niño y la niña, gemelos;
ambos hijos de Remo, sin duda.
Savio inhaló bruscamente a mi lado.
—Mierda. Son de Remo.
Remo era padre. Yo era tío. Dos nuevos Falcone. Kiara estaría extasiada de
tenerlos en la mansión.
Miré hacia Serafina que parecía congelada. Algo había cambiado en su
postura. Estaba tensa, protectora, lista para saltar si nos atrevíamos a hacer algo con
sus hijos.
No tenía que preocuparse. Nunca más.
Remo comenzó a temblar en mi abrazo.
—Rápido —dije y Savio se puso en movimiento, ayudándome a llevar a
nuestro hermano al helicóptero.
Lo pusimos en el piso del helicóptero y me agaché a su lado, tocando su
garganta.
—Le preguntaré a Serafina si necesita ayuda con los bebés —dijo Savio,
aturdido.
—Hazlo.
—Vienen a casa con nosotros, ¿verdad?
Miré a Savio.
—Es donde pertenecen.
Savio se volvió y se dirigió hacia Serafina mientras yo revisaba el pecho de
Remo por si tenía costillas rotas, encontrando dos, luego revisé sus brazos. Cortes
cubrían su piel, algunos abriendo heridas viejas, otros creando nuevas.
Suspiré. Esta era la primera vez que Remo estaba tan indefenso. Lo até a una
intravenosa rápidamente para compensar la pérdida de sangre que había sufrido.
Había comprobado cada centímetro de su cuerpo en busca de lesiones cuando
Savio y Serafina aparecieron frente al helicóptero, cada uno con un bebé.
150
Savio me tendió al niño y lo tomé. Sus ojos oscuros me miraron fijamente,
trayendo recuerdos de criar a Adamo. Serafina y Savio entraron con la niña y luego
se acomodaron en el banco opuesto con los bebés. No estaba seguro de cómo me
sentiría por un bebé. Siempre me había preocupado por mis hermanos, y me
preocupaba por Kiara, pero no sabía si sentiría lo mismo por un bebé. Sin embargo,
al ver a esos bebés pareciéndose tanto a Remo, como Adamo cuando era un bebé,
sentí una abrumadora sensación de protección.
Remo nunca consideró tener hijos, pero los protegería con todo lo que tenía,
desde este día hasta su muerte. Me arrodillé junto a él otra vez, sintiendo su pulso,
necesitando la seguridad de que su corazón todavía estaba latiendo.
No lo dejaría morir.
T uve que ahogar un jadeo cuando vi a Adamo. Algunos soldados lo
llevaron a la mansión y Fabiano soportó su peso mientras entraba
cojeando a la sala de juegos. Su hombro estaba enyesado y su
antebrazo cubierto de vendas. Su rostro estaba hinchado y magullado, y la vista
envió una punzada de preocupación a través de mí, pero nada, absolutamente nada,
me preparó para la mirada en sus ojos. Siempre habían sido cálidos, suaves, pero
ahora lucían atormentados, oscuros, ásperos, y una vez más no pude evitar fijarme
en lo parecido que Adamo se veía a Remo en ese momento.
—No necesito tu ayuda —murmuró Adamo y se liberó del abrazo de
Fabiano. 151
—No seas estúpido. Estás jodidamente mal. —Fabiano intentó alcanzar a
Adamo de nuevo, pero arremetió con su brazo ileso.
—¡No! —rugió, tropezando y cayendo de rodillas, jadeando dolorido.
Di un paso hacia Adamo pero Fabiano levantó la mano, con la palma hacia
afuera, sacudiendo la cabeza.
Leona se asomó en la puerta, y la expresión de sorpresa en su rostro podría
haber sido mía. Este no era el Adamo que conocíamos.
—Adamo… —susurré.
Levantó la vista lentamente y por un momento pensé que estaba llorando,
pero sus ojos lucían casi febriles con angustia.
—¿Quieres saber qué es lo que está realmente mal? ¡Que estoy aquí y Remo
está en sus putas manos! Nunca debió haberse intercambiado por mí. Debiste
haberlo detenido.
—No se puede detener a Remo. Haría cualquier cosa por ti y tus hermanos.
Absolutamente todo. Con mucho gusto sacrificará su vida si eso significa que tú
puedes vivir.
Adamo rio sombríamente, todavía arrodillado frente a nosotros.
—No solo lo van a matar. Van a destrozarlo. —Comenzó a rasgar sus
vendajes, empujando a Fabiano hacia atrás, cuando intentó detenerlo, y finalmente
su antebrazo apareció a la vista. La mitad del tatuaje de la Camorra estaba
quemado—. ¡Van a enviarlo al infierno, y solo estamos aquí esperando que ocurra!
El pecho de Fabiano se agitó a medida que veía a Adamo.
—Nino y Savio pensarán en algo.
—Será demasiado tarde entonces. Será jodidamente tarde —gruñó Adamo—.
Si matan a Remo, volveré y los mataré.
Envolví mi cintura con mis brazos, dándome cuenta de que acababa de
presenciar a Adamo perdiendo su inocencia. Tal vez estaba obligado a suceder. No
sonaba como un adolescente enojado pronunciando amenazas vacías, sonaba como
un hombre con una misión, y eso más que nada me asustó.
Fabiano tomó el hombro de Adamo.
—Si matan a Remo… —Tragó con fuerza, su boca en una línea dura—. Si
matan a Remo, lo cual no harán, entraremos juntos al territorio de la Organización y 152
mataremos hasta el último hombre responsable de esto.
Adamo sonrió sombríamente.
—Podríamos destruir a la Organización, y podrías convertirte en
lugarteniente de Chicago bajo el gobierno de la Camorra.
Fabiano pareció como si Adamo hubiera perdido por completo la razón.
Agarró su brazo bueno y lo alzó.
—Ven. Te llevaremos a la cama. Estás agotado.
Adamo no se resistió y los vi dirigirse hacia el ala de Adamo.
Tragando con fuerza, cerré los ojos. Un toque suave me hizo abrirlos
nuevamente.
—Dios mío —susurró Leona—. Lo que sea que sucedió con la
Organización… lo rompió.
Sacudí mi cabeza.
—No lo romperá. Lo hará más fuerte como lo hicieron sus hermanos. Dante y
la Organización crearon otro enemigo.
Leona pareció dudosa.
—¿En serio crees que no atormentará a Adamo?
—Lo atormentará durante mucho tiempo, tal vez siempre, pero lo superará
con el tiempo. —Estaba convencida de ello, pero tenía miedo del tiempo que le
tomaría llegar a ese punto.
—Pero no será el mismo —dijo Leona.
—Ya no es el mismo.
Respiré hondo, necesitando distraerme, no solo de mi preocupación por el
estado mental de Adamo, sino también por Nino y Savio, y sobre todo por Remo. Si
la Organización lo mataba, rompería a Nino. Conduciría a la Camorra a la guerra,
sea lógico o no. Vengaría a su hermano de la manera más cruel posible. No estaba
segura si el hombre en el que Nino se convertiría después seguiría siendo el hombre
que había llegado a amar.
—Voy a cocinar el espagueti favorito de Adamo. ¿Me ayudas?
Leona asintió y juntas nos dirigimos a la cocina y comenzamos a trabajar en
tenso silencio. 153
Llamé a la puerta de Adamo, el aroma picante del ajo arremolinándose en mi
nariz. Mi estómago estaba demasiado anudado para considerar comer algo.
—Adelante.
Empujé la puerta y entré, llevando una bandeja con un tazón de espagueti
aglio e oglio.
—Hice tu pasta favorita.
Adamo yacía sobre las sábanas, en pantalones de chándal, revelando la parte
superior de su cuerpo magullado. Su antebrazo con el tatuaje quemado estaba
expuesto como si lo hubiera estado mirando antes de que golpeara.
Adamo, se sentó torpemente.
—Gracias.
Me abrí paso por el estrecho pasillo de ropa sucia y coloqué la bandeja sobre
sus piernas.
—¿Me puedo quedar?
—Seguro —respondió Adamo. Levantó el tenedor y comenzó a comer—.
Está bueno.
—Me alegra que te guste. —Me quedé mirando las marcas azuladas sobre sus
costillas, su pómulo hinchado, el ojo quemado de su tatuaje de la Camorra—. Estoy
segura que Nino puede arreglarlo de alguna manera.
Adamo levantó la vista y luego siguió mi mirada.
—No, servirá como un recordatorio.
Asentí, a pesar de que dudaba que él necesitara un recordatorio adicional de
lo que había sucedido. Lo vería en sus sueños por mucho tiempo. El pasado era un
enemigo difícil de vencer.
—Nunca entendí lo que significaba sentirse impotente —dijo cuando terminó
de comer, mirándome con ojos enojados—. Estaba en sus manos y podían hacerme
lo que sea que quisieran. Estaba a su merced.
La bilis viajó por mi garganta cuando recordé ese sentimiento, estando a
merced de otro.
—Lo siento —murmuró Adamo. 154
—No —dije con firmeza—. Ya dejé de huir del pasado. Soy lo
suficientemente fuerte como para soportarlo.
Adamo asintió.
—Nunca más quiero volver a sentirme indefenso. Nunca más dejaré que
llegue tan lejos de nuevo. —Adamo miró su tatuaje—. Siempre pensé que mis
hermanos eran unos jodidos alarmistas al insistir en que entrene y pelee lo más
posible. Pensé que estaban intentando ser molestos, de mostrarme quién era el jefe;
incluso después de que la Organización atacara la Arena de Roger e intentara
matarnos a todos, no lo entendí, en realidad no, porque mis hermanos estuvieron allí
para protegerme. Siempre lo estuvieron. Me han protegido toda mi vida. Tenían que
hacerlo, porque era débil, porque no quería reconocer lo que era.
—Eras un niño.
—Pero ya no lo soy —dijo Adamo con dureza—. E incluso entonces podría
haber sido más fuerte si lo intentaba. Remo y Nino ya habían luchado por sus vidas
cuando eran niños, e incluso Savio entendió lo que se necesitaba para sobrevivir.
Aprendió lo necesario para asegurarse que todos sobreviviéramos. Pero yo no lo
hice porque no quería, y por eso, por mi egoísmo, Remo va a morir, y jamás me lo
perdonaré. Tampoco Nino, Savio y Fabiano.
Toqué la mano de Adamo.
—Por supuesto que lo harán.
—¡No deberían! —rugió, sorprendiéndome tanto que me puse de pie, lejos de
su furia. Adamo me miró fijamente con los ojos muy abiertos y angustiados, luego
bajó la cabeza y comenzó a reír suavemente, sacudiendo la cabeza—. Solo vete,
Kiara. Vete.
—Intenta dormir un poco, Adamo. Tu cuerpo y mente han pasado por mucho.
Necesitas tiempo para sanar. Date el tiempo.
Adamo no reaccionó, y no pude ver su rostro porque su cabello lo escondía
de mi vista. Aun así, me volví hacia él una vez más antes de salir.
—Remo no morirá. Simplemente no lo hará.
Cerré la puerta, luego me apoyé contra ella y cerré los ojos, dejando caer las
lágrimas.
Limpié toda la casa y cociné varios lotes de galletas y muffins, el plato
favorito de todos, después puse todo en los dos congeladores nuevos en el sótano.
Recogiendo un paño de cocina, comencé a secar las bandejas para hornear que había 155
lavado.
La puerta de la cocina se abrió y Fabiano entró, su expresión atrapada entre
sorpresa y alivio.
—¿Qué pasa?
—Nino me envió un mensaje.
Dejé caer todo y caminé hacia Fabiano, temblando de miedo.
—Serafina lo contactó. Dice que rescató a Remo.
—¿Está vivo?
Fabiano asintió lentamente, casi hipnotizado.
—Así parece. No sé los detalles. De hecho, no sé nada. El mensaje de Nino
fue breve, al grano como siempre, y no respondió cuando le pedí más información.
¿En serio podría ser? ¿Serafina había ayudado a Remo? ¿Pero cómo?
—¿Deberíamos decirle a Adamo?
Fabiano sacudió la cabeza.
—Está inestable. Si Serafina mintió y esto resulta ser una especie de trampa
retorcida, no quiero levantar sus esperanzas, solo para aplastarlas más tarde.
Tenía razón, pero Adamo necesitaba ver la luz al final del túnel, la necesitaba
más que nadie. Aun así asentí. Tenía mi celular en la mesa de la cocina, por si Nino
intentaba ponerse en contacto conmigo. Siempre se concentraba en su misión y solo
contactaba con Fabiano para darnos los detalles que necesitábamos. Así es cómo era
Nino. Nunca perdía el tiempo con mensajes o llamadas telefónicas si había una tarea
importante por delante.
Fabiano, Leona y yo nos sentamos en el sofá de la sala de juegos, sin hablar,
esperando, siempre esperando.
—Conociste a Serafina mejor que todos nosotros, ¿en serio crees que salvó a
Remo? —le preguntó Leona a Fabiano. Había estado intentando leer un libro para
sus clases, pero podía decir que estaba demasiado distraída, como el resto de
nosotros. Yo había estado contando los segundos desde que Fabiano me había dicho
de Serafina y Remo. Mientras más atención prestaba al tiempo, más lento pasaba.
Fabiano se pellizcó el puente de la nariz, luciendo exhausto.
—Maldita sea, no lo sé. La conocí de niña. Era buena para imponer su 156
voluntad y era leal. ¿Pero sacar a Remo de la cámara de tortura de Cavallaro y
ponerlo a salvo?
Me estremecí al pensar en lo que le habían hecho a Remo. Adamo ya estaba
bastante herido y no fue él quien secuestró a Serafina.
El teléfono de Fabiano sonó y todos nos tensamos. Lo tomó de la mesa, sus
ojos azules escaneando el mensaje rápidamente. Su expresión se iluminó de alivio.
—Lo tienen. Lo traerán a Las Vegas.
Cubrí mi boca, dejando escapar una risa atónita.
—¿Qué hay de Serafina?
—Nino no la mencionó, pero si ayudó a Remo a escapar, no puede regresar a
la Organización.
Fabiano abrazó a Leona y soltó un fuerte suspiro. Sonreí y me puse de pie,
dándoles tiempo. Fabiano amaba a Remo como un hermano. Había tratado de ser
fuerte, pero tenía tanto miedo por Remo como yo.
Corrí escaleras arriba hacia la parte de la mansión de Adamo, sintiendo que
podía volar. Remo viviría. Solo podía imaginar lo que Nino debe sentir ahora.
Golpeé mi puño contra la puerta y Adamo la abrió, pareciendo asustado.
—¿Está…?
Las lágrimas brotaron de mis ojos y sonreí.
—Nino y Savio lo rescataron.
—¿Vivo? —susurró Adamo, dando un paso atrás, comenzando a temblar.
—Sí. Serafina lo salvó. Estará aquí pronto.
Adamo y yo nos miramos el uno al otro y luego simplemente lo abracé.
Hizo una mueca, pero antes de que pudiera retroceder, me abrazó aún más
fuerte, tan fuerte que debe haberlo lastimado.
Pasaron varias horas antes de que finalmente llegara un automóvil. Fabiano
se apresuró hacia la puerta mientras yo corría escaleras arriba para buscar a Adamo.
Estaba en la ducha.
—¡Están aquí! —grité. 157
—¡Ya bajo!
Regresé corriendo escaleras abajo, tomé un desvío más allá de la biblioteca
donde Leona se había escondido para leer en paz. Abrí la puerta a toda prisa.
—¡Están aquí!
Sin esperar su respuesta, me apresuré hacia la parte principal de la casa,
escuchando la voz de Savio.
—¿Cómo está? —pregunté, luego me congelé por completo, incapaz de creer
lo que estaba viendo.
—Nino lo llevó al hospital —respondió Savio, pero no lo estaba mirando a él.
Serafina estaba parada en la sala de juegos con dos bebés en brazos, gemelos
y sin duda los hijos de Remo. Tenían sus ojos y cabello, y el niño incluso sus rasgos
faciales. Por un momento estaba segura de estar imaginando cosas.
Leona apareció detrás de mí y su boca cayó abierta. Definitivamente no era
mi imaginación. Remo era padre. Eran los bebés más lindos que hubiera visto en mi
vida.
Esos oscuros ojos expresivos te atraían como una polilla a la llama.
La niña comenzó a llorar, su cara poniéndose roja y su gemelo comenzó a
retorcerse en el brazo de Serafina ante el sonido.
—Necesito alimentarlos y cambiarles los pañales. Después necesitan un lugar
para dormir —dijo Serafina, mirándonos con incertidumbre. Intenté imaginar cómo
se sentía, volviendo al lugar donde la habían tenido cautiva, a las personas que la
habían arrancado de su familia y la trataron como al enemigo.
Savio y Fabiano tampoco parecían saber qué hacer.
Le di una sonrisa a Serafina, esperando tranquilizarla.
—¿Estaría bien si te llevo a la habitación en la que estuviste la última vez?
No quiero abrir las otras habitaciones en el ala de Remo. ¿O preferirías quedarte en
mi ala con Nino?
Serafina me dio una sonrisa irónica.
—Me quedaré en el ala de Remo.
Ayudé a Serafina a instalarse en el dormitorio y preparé la fórmula que había
traído. Mientras sostenía al niño, Nevio, en mis brazos y lo alimentaba, mi anhelo
por un hijo propio regresó con una fuerza tan feroz que me tomó por sorpresa. Con 158
suerte, las cosas ahora encajarían.
Dejé a Serafina y a los niños, incluso si me habría encantado ver dormir a los
bebés, y bajé las escaleras. Savio, Adamo, Fabiano y Leona estaban en la sala de
juegos en los sofás, todavía en estado de shock por la nueva incorporación al clan
Falcone.
Me dejé caer junto a Leona. Savio echó la cabeza hacia atrás y pareció que
estaba a punto de desmayarse del agotamiento.
Adamo me dio una mirada curiosa.
—¿Cómo está?
—Parece estar bien. Cansada, igual que los bebés. Están durmiendo ahora.
—Bebés —repitió Adamo con una sacudida de cabeza—. No puedo creer que
Remo tenga hijos. Tendré que verlos con mis propios ojos para poder asimilarlo.
Savio asintió, luego bostezó.
—Todavía no lo supero y he estado mirando a la muñequita y al pequeño
Remo durante horas.
—¿Muñequita? —pregunté con una sonrisa.
—¿Le echaste un vistazo a esa cara? Si pones a esa niña en un estante, nadie
se daría cuenta que no es una marioneta.
Fabiano se echó a reír.
—Mierda. Este… este es el día más extraño de mi vida, y he tenido un
montón de mierdas extrañas viviendo con ustedes, imbéciles.
—Fuiste responsable de al menos un cuarto de la mierda extraña, así que no
te hagas el santo —dijo Savio con una sonrisa.
Fabiano le mostró a Savio el dedo medio, que él devolvió. Adamo se echó a
reír, y luego se sujetó el costado con una mueca.
—La próxima patada en el culo va por mi cuenta —dijo Savio, empujando a
Adamo ligeramente.
—Si le patean el culo a alguien, entonces será a ti —respondió Adamo, parte
de la oscuridad desapareciendo de sus ojos.
Parpadeé rápidamente, intentando detener las lágrimas, pero sentí que me
habían quitado un peso de diez toneladas de mis hombros.
—Oh, vamos, no llores —dijo Savio con una mueca. 159
Leona puso los ojos en blanco y luego tomó mi mano.
—¿Estás bien?
—Solo estoy feliz.
—Cuando estoy feliz no lloro. En serio espero que no rompas a llorar cada
vez que Nino te da un final feliz.
Resoplé.
—Eres un idiota engreído —dijo Fabiano a Savio.
—Bueno, si todas las chicas comenzaran a llorar cuando las hago felices, Las
Vegas tendría su propio lago salado.
—Oh, cállate —dijo Leona con una risita—. Los orgasmos falsos no hacen
feliz a nadie. —Sus ojos se abrieron de par en par cuando las palabras salieron y me
eché a reír.
Por lo general, Leona era bastante contenida alrededor de los Falcone.
Fabiano la miró sorprendido y luego asintió apreciativamente. Había pasado
cada momento libre con los Falcone antes de conocer a Leona, pero debido a que
ella no estaba tan cómoda con la familia, sus visitas se habían vuelto menos
frecuentes. Tal vez esto cambiaría ahora que Leona parecía estar acostumbrándose a
ellos y que vivían a nuestro lado. Especialmente Remo todavía la asustaba. Tal vez
los bebés lo harían más accesible.
—Por lo general, te haría comer tus palabras, pero creo que a Fabiano no le
gustará si te muestro cómo se siente un orgasmo —dijo Savio.
—¿Ese tatuaje de toro te volvió aún más arrogante o se hundió mi tolerancia
a esas estupideces? —murmuró Fabiano.
Savio se encogió de hombros.
—A las señoritas les gusta.
—¿Qué? —pregunté—. ¿El tatuaje o tu arrogancia?
—Ambos —contestó Savio arrastrando la palabra, luego se puso de pie—. Es
tiempo de celebrar. Vamos a beber un trago.
—Remo todavía está en el hospital —le recordó Adamo.
Savio lo fulminó con la mirada.
160
—Remo está jodidamente bien. —Se dirigió hacia la barra y agarró una
botella de Brandy y varios vasos.
Después de dos tragos, me arrastré escaleras arriba, demasiado cansada para
quedarme despierta, incluso si me había prometido esperar a Nino. No había tenido
más que unas pocas palabras a las preguntas de Fabiano, de modo que supuse que
tendría que quedarse en el hospital con Remo por un tiempo.
Seguí girando y retorciéndome, incapaz de conciliar el sueño a pesar de
sentirme completamente exhausta. Al final, solo me tumbé de lado, mirando hacia la
puerta, como si eso hiciera que Nino regresara más rápido. Cuando la puerta
finalmente se abrió, me senté tan rápido que me dio vueltas la cabeza. Encendí la luz
y parpadeé contra el brillo hasta que al final Nino tomó forma. Nunca había
considerado que no regresaría porque no podía soportar la idea. Pero al verlo delante
de mí, me di cuenta de lo preocupada que había estado.
Nino cerró la puerta y avanzó hasta mí. No pude esperar. Salí de la cama y
volé a sus brazos, apretándolo contra mí casi desesperadamente.
—¿Estás bien?
Nino apartó algunos mechones de mi frente, luego me dio una sonrisa tensa.
—Remo está vivo y sanará por completo, así que sí, estoy bien.
—Me sentí tan aliviada cuando escuché que lograron sacarlo.
Nino asintió.
Evalué su rostro. Parecía exhausto y en sus ojos, descubrí una mirada que me
recordó a la que había tenido cuando tuvo su episodio. Había pasado por mucho.
—¿Por qué no vienes a la cama? ¿Necesitas dormir, o tienes que regresar al
hospital?
—Remo está aquí. No habría querido quedarse en un hospital. Está estable y
sanará mejor rodeado de personas en las que confía. De lo contrario, siempre estará
atento y no se relajará. —Nino me besó lenta y dulcemente—. ¿Estás de acuerdo con
que los niños estén en la mansión?
La confusión me inundó. Nino sabía cuánto amaba a los niños.
—Por supuesto. ¿Por qué no lo estaría? Amo a los niños.
Nino inclinó su cabeza, sus dedos moviéndose hacia mi garganta, sobre mi
pulso.
161
—No estaba seguro si eso te perturbaría viendo que aún no estás embarazada.
Sacudí mi cabeza, ignorando la forma en que mi estómago se apretó.
—Creo que es maravilloso que ahora tengamos niños en esta casa. Será
bueno para Remo, para todos ustedes. ¿Cómo podría resentir a otra persona por
tener hijos solo porque todavía no los tengo? No mejoraría mi situación. No puedo
esperar para verlos crecer. —Hice una pausa—. Se quedarán aquí, ¿verdad?
Serafina y Remo tenían mucho que resolver. No estaba segura de lo que
Serafina sentía por él, pero Remo nunca la había superado.
—Remo jamás los dejará ir. Le dio a Serafina una opción, y ahora ella la ha
tomado. No hay vuelta atrás. No lo permitirá. —Nino miró su reloj—. Creo que
debería volver a Remo. Alguien debe vigilarlo.
—Te ves exhausto. Déjame vigilarlo.
—Tengo que hacerlo —murmuró Nino, y lo entendía. Casi había perdido a su
hermano—. Hay un sofá en la habitación. Si quieres, puedes dormir allí.
—Eso suena como un buen plan. Quiero estar cerca de ti.
Nino me dio un beso en la frente.
—Y yo te necesito cerca. El problema de tener emociones es que te das
cuenta de lo mucho que puedes perder.
—No me perderás ni a mí ni a Remo, ni a nadie más.
Nino entrelazó nuestros dedos y me llevó a la habitación donde yacía Remo.
La ira me atravesó cuando vi a Remo en la cama. La mayor parte de su
cuerpo estaba cubierto de vendajes y las partes que no, estaban magulladas. Tenía el
cabello pegado a la cabeza con sangre. Aun así, su pecho subía y bajaba.
Nino y Remo habían hecho cosas peores a sus enemigos, pero ninguno de
ellos me importaba, solo me importaba mi familia.
—Es fuerte. Y esto solo lo hará más fuerte.
No lo dudaba, especialmente ahora que tenía hijos que proteger. Remo se
alzaría, como Nino y él se habían alzado después de que su madre hubiera intentado
matarlos. Mientras los hermanos se tuvieran entre sí, prevalecerían.

162
N ino y yo nos quedamos dormidos en el sofá de la habitación de
Remo y, como siempre, Nino despertó al amanecer. Mientras Nino
revisaba a su hermano, me di una ducha rápida antes de bajar para
preparar el desayuno para nuestra nueva y más grande familia.
Las cosas con Serafina seguían siendo extrañas, no tanto entre ella y yo, sino
definitivamente con los hombres Falcone. Le tomaría tiempo acostumbrarse a esta
nueva vida.
Después del desayuno, ayudé a Serafina a mantener entretenidos a los
gemelos. Habíamos extendido una manta en el piso de la sala de juegos y habíamos
163
creado juguetes a partir de cosas comunes como frascos llenos de garbanzos secos
que funcionaron como un sonajero, sartenes y cucharas de madera para que Nevio
pudiera hacer ruido.
—Tendremos que ir de compras pronto. Los niños y tú necesitan muchas
cosas.
Serafina suspiró.
—Dejé todo atrás.
Tenía el presentimiento de que no solo se refería a cosas materiales. Desde
que llegó, me había estado preguntando cómo había logrado salvar a Remo, pero
tenía la sensación de que todavía no estaba lista para discutir los acontecimientos.
Nevio comenzó a buscar uno de los libros ilustrados y lo alcancé, luego miré a
Serafina para pedirle permiso. Ella asintió con una sonrisa antes de pasar la página
del libro que le estaba mostrando a Greta. La niña me había ignorado
principalmente, excepto por algunas miradas tímidas. Nevio era todo lo contrario. Él
rio cuando lo alcé sobre mi regazo y alcanzó mi cabello.
—Cuidado. Le gusta tirar.
Aparté mi cabello y luego lo presioné contra mi cuerpo de modo que se
sentara derecho antes de abrir plenamente el libro de imágenes frente a su cara.
Nino entró en la habitación. Había estado cuidando a Remo toda la mañana.
Nevio estaba parloteando felizmente y no pude evitar sonreír ante sus
payasadas adorables.
—Remo acaba de despertar.
Serafina se fue rápidamente a ver a Remo mientras Nino y yo vigilamos a sus
bebés. Empecé a cantar una canción que mi madre me había cantado cuando era una
niña, y para mi alivio calmó a Greta. Todavía me miraba críticamente, pero
definitivamente estaba hipnotizada por el canto.
Sin embargo, Nevio solo tenía ojos para los tatuajes de Nino y palmeó el
antebrazo de Nino con entusiasmo. Seguí cantando y meciendo a Greta a medida
que veía a Nino con Nevio. Fue hermoso ver cuán paciente y tranquilo lucía Nino
con Nevio, quien rebotaba y agarraba su piel como si pudiera arrancarle los tatuajes.
Soltó un chillido encantado, haciendo que Greta se inclinara hacia él, con una
sonrisa vacilante.
Mi corazón estaba a punto de explotar por la ternura.
Savio entró y sacudió la cabeza al vernos.
164
—No me digas que también quieres algunos de ellos.
Nino me echó un vistazo y luego miró a su hermano, quien pareció darse
cuenta de que algo estaba pasando. Un breve destello de realización en su rostro se
desvaneció bajo su máscara habitual de niño bonito.
Savio se inclinó sobre Greta.
—Hola muñequita…
Antes de que pudiera advertirle, la cara de Greta se arrugó y comenzó a llorar,
esas mejillas regordetas suyas poniéndose rojas. Savio se enderezó de golpe,
levantando las manos.
—Vamos, muñequita, las chicas nunca lloran cuando me ven.
Le di una mirada de reproche.
—La próxima vez no te inclines sobre ella.
—Creo que Nevio necesita un nuevo pañal —dijo Nino.
La boca de Savio se curvó.
—De acuerdo. Popo y niñas llorando. Esa es mi señal para irme.
—Puedo cambiar su pañal —dije, levantándome cuidadosamente con Greta
en mi brazo. Se había calmado ahora que Savio estaba fuera de la vista.
Nino me dio una sonrisa irónica.
—Creo que he cambiado más pañales que tú.
—Adamo —supuse.
Asintiendo, Nino se levantó con Nevio y juntos entramos en el baño de
visitas que guardaba algunos pañales, luego pusimos una toalla en el suelo.
—Necesitamos comprar todo para los bebés, y preparar una habitación para
ellos.
—Eso es lo que dijo Remo —murmuró Nino.
Le sonreí a Greta, acariciando su brazo. Miraba a Nino quien intentaba
desnudar a un Nevio retorciéndose.
—No tienes que preocuparte por tu hermano, Greta. Nino va a tener mucho
cuidado con él.
Nino me miró por encima del hombro. 165
—Es bueno que hables con ella y no uses balbuceos infantiles como hacen
algunas personas.
—Sabía que lo aprobarías —dije con una carcajada.
Nino asintió antes de volver su atención a Nevio, cuyas piernas sostenía en
una mano para detener las patadas.
—Serás la mejor madre del mundo —murmuró Nino. Me mordí el labio,
observando como Nino finalmente sacaba el pañal de Nevio y lo arrojaba a la
basura—. Tendrás un hijo, o tantos como quieras, Kiara. Lo harás. —Nino levantó la
vista, y la determinación en sus ojos calmó mi mente ansiosa como siempre.
—Lo sé.

Estaba intentando no ser entrometida, pero estaba absolutamente curiosa por


saber cómo había ido el primer encuentro de Remo con sus hijos. Como de todos
modos estaba ansiosa por verlo, agarré un plato con un sándwich y me dirigí a su
habitación a la hora del almuerzo. Después de tocar, entré sin esperar una respuesta.
Remo se sentaba al borde de la cama, la transpiración reluciendo en su frente y su
expresión tensa. Me apresuré a su lado y dejé el plato.
—¿Qué estás haciendo? Se supone que debes descansar —dije, intentando
hacer retroceder a Remo. Incluso herido era demasiado fuerte.
—No estoy postrado en cama.
—Estás siendo irrazonable, eso es lo que eres —lo regañé—. Ahora acuéstate
o traeré a Nino. Tal vez él te atará a la cama o te dejará inconsciente con
analgésicos.
La boca de Remo se retorció.
—¿Estás preocupada por mí?
—Remo. Acuéstate, por favor.
—Porque dijiste por favor —masculló, y se acostó lentamente, sus piernas
todavía a medio camino de la cama.
—¿Necesitas ayuda?
166
—No —respondió con firmeza y luego se arrastró lentamente sobre la cama
hacia la cabecera a pesar del evidente dolor que sentía—. ¿Feliz?
—Sí —dije suavemente—. Mucho. —Le sostuve la mirada, sin decir nada
más, porque en realidad, no tenía que hacerlo. Remo era perceptivo. Tragando con
fuerza, tomé el plato y se lo entregué—. Te conseguí Pastrami porque es tu
sándwich favorito.
—Debes haber estado realmente preocupada si pusiste carne en mi sándwich
—dijo, después dio un mordisco y asintió apreciativamente—. Nino habría estado
bien sin mí, con el tiempo, ¿lo sabes verdad? Te tiene a ti. No se habría derrumbado.
Sacudí mi cabeza y me hundí en el borde de la cama.
—Esa no es la única razón por la que estaba preocupada. Como dije, somos
familia, y te habría extrañado.
Remo dio otro mordisco.
—Espero que no te pongas más emocional una vez que estés embarazada. —
Me tensé brevemente y luego me relajé. Remo suspiró—. Esto de la charla
emocional no es lo mío, Kiara.
—Lo sé. Me ocuparé de tu aspereza y tú tendrás que lidiar con mi
emocionalidad, así son las cosas. —Miré a Remo—. No puedo creer que tengas dos
hijos.
—¿Esta es tu forma de preguntarme cómo fue conocerlos?
Mis mejillas se calentaron.
—¿Soy tan obvia?
—No eres la mejor en juegos mentales.
—No quiero serlo. —Me encogí de hombros—. Estoy feliz por ti. Nevio y
Greta son los bebés más lindos que he visto nunca. No puedo esperar para verlos
crecer en esta casa.
La realización se asentó en los ojos de Remo.
—Es un jodido milagro, ¿no? Y un poco irónico… —Entonces dejó escapar
una risa oscura—. La mujer que me odia me dio dos hijos.
—Serafina no te odia, Remo. Ni siquiera lo hizo cuando todavía estaba
cautiva en estas paredes, y no lo hace ahora. —La expresión de Remo se cerró y le
dio otro mordisco a su sándwich—. Descansa un poco —añadí de nuevo, y me puse 167
de pie.
Me fui, dándole a Remo algo de tiempo para descansar, incluso aunque sin
duda intentaría otro intento de escape pronto. Nada de lo que hicieran Nino o
cualquier otra persona mantendría a Remo en cama por mucho tiempo.

Remo era un paciente difícil, lo cual no era una sorpresa. Nunca le había
gustado verse débil frente a otros, ni siquiera frente a mí. Adamo tampoco me lo
hizo mucho más fácil. La primera vez que lo revisé la mañana después de haber
llevado a Remo a casa, no estaba en su cama, descansando, sino afuera fumando.
—La nicotina es un veneno. Tu cuerpo tiene que gastar recursos adicionales
para limpiar esas toxinas que deberías usar en su lugar para curar tus heridas —le
dije.
Él levantó la vista. Su rostro todavía estaba hinchado, de modo que era difícil
leer su expresión.
—Lo que no te mata te hace más fuerte, ¿verdad?
Fruncí el ceño ante su tono amargo.
—Necesito echar un vistazo a tus heridas. —Señalé su antebrazo—. Deberías
haberte mantenido las vendas puestas. Estás arriesgándote a que la suciedad entre en
tus heridas de quemaduras.
Adamo tomó otra larga calada de su cigarrillo antes de aplastarlo debajo de su
zapatilla.
—Estoy bien.
—No lo estás. Ahora déjame revisarte. Sugeriría que vayamos adentro.
—Deberías cuidar a Remo, no a mí.
—Lo hice, y él se está recuperando, pero también necesitamos que tú sanes.
—Adamo se puso de pie y me siguió—. No te culpes por lo que le sucedió a Remo
—añadí mientras lo conducía hacia la enfermería que habíamos amueblado hace
unos meses. 168
—¿A quién más debería culpar? Dejé que me atraparan. Jamás habrían
conseguido a Remo sin que eso pasara.
No lo contradije.
—Concentra tu ira en cosas que en realidad puedes cambiar. Concéntrate en
hacerte más fuerte, en tomar decisiones más sabias…
—¿En vengarme?
—Eso también —respondí en voz baja—. Hiciste que C.J. te cubriese cuando
desapareciste en esa carrera contra las claras órdenes de Remo…
—No —dijo Adamo con dureza—. Déjala fuera de esto. Ella no sabía a
dónde iba. Le pedí que fingiera que estaba conmigo, eso es todo.
Contemplé a Adamo por mucho tiempo.
—¿Qué está pasando entre tú y ella?
—Nada —murmuró, apartando la vista.
—Nada no la haría guardar secretos por ti. Estás pasando mucho tiempo con
ella. Si es para que así puedas conseguir más experiencia, es comprensible, pero no
lo conviertas en más que eso, Adamo. La gente siempre intenta ganar algo al estar
cerca de nosotros, y una prostituta de uno de nuestros establecimientos ciertamente
no será la excepción.
Adamo me ignoró a favor de mirar su herida.
No me reveló los detalles de su relación con C.J. Tendría que hablar con ella
yo mismo.
Esa tarde me dirigí al Sugar Trap, sabiendo que C.J. tenía un turno. Asentí a
Jerry como saludo cuando entré.
—¿C.J. está en su habitación?
—Sí, pero está con alguien. Deberían terminar en diez. Solo reservó treinta
minutos.
Asentí y me dirigí hacia la habitación, luego esperé inclinándome frente a la
puerta. Como dijo Jerry, la puerta se abrió diez minutos después frente a C.J. y un
hombre de mediana edad con gafas y una barriga prominente. Se me hizo como un
vendedor de seguros, o algo similar, con una mujer embarazada en casa quien no
querría ni intentarlo con él estando en el último trimestre.
169
Su rostro se puso rojo cuando me vio y se excusó rápidamente. C.J. me
observó con incertidumbre. Me aparté de la pared y caminé hacia ella.
Ella retrocedió, aferrando una toalla alrededor de su cuerpo. Entré en su
habitación y cerré la puerta, luego me fijé en las sábanas revueltas de la cama
ovalada y el condón en el suelo.
C.J. lo recogió y lo desechó, después habló sin mirarme:
—Puedo hacer que alguien cambie las sábanas y tomar una ducha rápida si no
te importa esperar.
—No estoy aquí por sexo. Tengo esposa.
Inclinó la cabeza hacia arriba, tensa.
—No lo sabía. En serio, no lo hacía. Solo quería ayudarlo.
Me acerqué más.
—¿Qué no sabías?
Tragó con fuerza.
—Que iría a esa carrera… solo quería ayudar.
—¿A dónde pensaste que iría? Tendría que ser algún lugar que
desaprobáramos o no tendría que pedirte que lo cubras.
Su pulso martilleaba en su garganta, su pecho agitándose con miedo
creciente.
—No pregunté. Adamo siempre dice que es mejor si sé lo menos posible para
así no tener problemas contigo.
Estudié su rostro de cerca, intentando detectar si estaba mintiendo. Su mirada
se posó en mi pecho.
—Levanta la vista. —Ella alzó los ojos. Estaba asustada, pero no percibí
ningún engaño—. ¿Qué está pasando entre tú y Adamo? La verdad —exigí.
—Viene a hablar, al principio solo habla…
—¿De qué?
Ella parpadeó.
—Sobre la escuela, sobre Harper, sobre las carreras, de hecho cualquier cosa.
Nunca de negocios, lo juro.
170
Asentí.
—Sigue.
—Pero luego dormimos juntos. Pensé que eso era lo que debía hacer.
—Tienen sexo, está bien, pero eso no es todo.
—Cuando tenemos relaciones sexuales, no se queda solo por el acto.
Hablamos de antemano y luego después, y… —Sus mejillas se pusieron rojas—. Y
a veces nos acostamos en los brazos del otro. Es menos como una relación de trabajo
y más como amigos con beneficios.
Estreché mis ojos.
—¿Por qué estás haciendo esto? Si crees que puedes sacar algo de eso, es
mejor que tengas cuidado.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—No lo estoy usando. ¿Por qué no me gustaría pasar tiempo con él? Me
compensan por pasar tiempo con él como lo hago con cada cliente, y él es amable y
considerado, y disfruto estar con él. —Su rostro se puso aún más rojo.
—Entonces solo estás haciendo esto porque el sexo con mi hermano es
agradable para ti y te permite tener menos clientes desagradables.
Miró hacia otro lado.
—Sí.
—De acuerdo. No tengo ningún problema con eso, pero no cruces ninguna
línea, C.J., ¿entendido? —Asintió levemente—. Adamo podría necesitarte ahora más
que nunca, así que cuídalo bien.
Me fui, satisfecho con mis hallazgos.
No me importaba si Adamo solo se follaba a C.J., incluso si sus sesiones más
largas costaran una fortuna. No es que mis hermanos y yo no hubiéramos utilizado
los servicios de nuestras prostitutas.
Por supuesto, nunca tuvimos que pagar tanto porque no las mantuvimos
alrededor por horas. Si Adamo necesitaba el tiempo adicional, podría tenerlo. En su
estado mental actual, me alegraba cualquier cosa que lograra distraerlo. Las pocas
conversaciones que había tenido con él desde que había sido liberado despertaron
mis preocupaciones. Su angustia y rabia me recordaban los primeros días de Remo.
Y no pensaba que Adamo pudiera lidiar con eso como lo hizo mi hermano mayor. 171
Por el contrario, podría destruir a Adamo.

Kiara estaba aún más entusiasmada con la Navidad que el año anterior,
prácticamente rebotando de alegría a medida que decoraba toda la casa y horneaba
para nosotros.
La presencia de Greta y Nevio, aunque la hacía darse cuenta de lo mucho que
deseaba tener hijos propios, también la mantenía distraída. Esos dos daban mucho
trabajo, y Kiara ayudaba a Serafina gustosamente mientras Remo tenía que sanar.
A medida que avanzó la Navidad, tanto Remo como Adamo estuvieron
mejor, y la mayoría de sus heridas externas se habían curado. Estábamos sentados en
la sala de juegos, discutiendo cómo organizar algunas carreras futuras, teniendo que
volver a los negocios a pesar de los eventos. Stefano insistió en mantener su
territorio fuera del asunto en los próximos meses mientras intentaba establecer su
gobierno. Sus hombres habían sufrido suficientes pérdidas y otro ataque de la
Organización podría desmoralizarlos. Necesitaba parecer fuerte si quería convencer
a sus escépticos y enemigos.
—No me gusta —gruñó Remo—. No quiero que Cavallaro piense que nos ha
impactado.
Savio se encogió de hombros.
—¿Qué nos importa lo que piense ese imbécil? Pronto pagará por esa mierda
que montó.
—Debería pagar ahora mismo —dijo Adamo, trazando las cicatrices de
quemaduras en su antebrazo.
—La venganza lleva tiempo. Tenemos que pensar en nuestros próximos
movimientos con cuidado y no entrar en esto cegados por la furia.
Remo me fulminó con la mirada, pero sabía que tenía razón. Estaba cabreado,
más en beneficio de Adamo que en el suyo; sin mencionar que no perdonaría a la
Organización por tratar a sus hijos como menos solo porque eran suyos.
—Estoy de acuerdo con Nino —dijo Savio con firmeza—. Prefiero golpearlo
fuerte de modo que no pueda levantarse nunca más que apuntar a un golpe rápido. 172
Remo se echó hacia atrás con un suspiro. En última instancia era su decisión.
A pesar de ser Capo, a menudo escuchaba lo que teníamos que decir.
Serafina entró con los gemelos en sus brazos.
—¿Pueden vigilarlos?
Remo se enderezó, mirando a Serafina como siempre lo hacía: con un toque
de confusión y anhelo. No estaba seguro si él estaba inseguro en cuanto a sus
propios sentimientos o los de ella.
Serafina se encontró con mi mirada.
—¿Puedes tomar a Nevio?
Me puse de pie de inmediato y lo tomé. Nevio intentó agarrar mis tatuajes
nuevamente, con los ojos muy abiertos y la boca abierta como si los estuviera
viendo por primera vez.
Serafina se acercó a Remo y después de que mi hermano le hablara a su hija
en voz baja, tomó a Greta. Nada en Remo era delicado, ni ahora ni nunca, y jamás lo
había escuchado hablar antes en ese tono. Savio y Adamo me dieron miradas
inquisitivas mientras me sentaba una vez más. Remo agitó un sonajero frente a la
cara de Greta cuando se unió a nosotros y se dejó caer a mi lado. La mirada en sus
ojos a medida que veía a su hija me dio una mejor comprensión de por qué Kiara
quería tanto a los niños. Hablaba de un amor altruista e incontaminado que era raro
en nuestro mundo.
—Supongo que es el final de mis días de prostitución en la casa —se quejó
Savio.
Remo levantó la vista de Greta, entrecerrando los ojos.
—No quiero ni a una maldita puta cerca de mis hijos.
Greta lloró por la dureza en su voz, y los labios de Remo se apretaron. Logró
calmarla rápidamente otra vez.
Nevio comenzó a masticar mi dedo índice. Aún no tenía dientes, así que no
podía hacer ningún daño real. Greta se acomodó pacíficamente en el hueco del brazo
de Remo con el tiempo y observó todo con esos grandes ojos.
Adamo le dio un pequeño saludo y ella lo observó en silencio mientras Nevio
intentaba arrastrarse de mi regazo. Lo dejé descubrir el sofá, sosteniéndolo por la
cintura cada vez que se acercaba demasiado a caerse.
173
—Va a ser un pequeño DEC, ya puedo decirlo —dijo Savio.
La boca de Remo se crispó mientras veía a su hijo intentar zambullirse del
sofá.
—He practicado con los DEC criándote a ti y a Adamo.
Savio sonrió, recostándose contra el sofá y estirando los brazos.
—Estoy seguro que he sido toda una delicia —dijo y asintió hacia Adamo
quien se encorvaba a su lado—. Pero él tiene DEC escrito en toda la frente y PEA en
toda la entrepierna.
—Vete a la mierda —dijo Adamo, pero no pareció tan enojado como lo había
estado en el pasado. A duras penas pareció importarle la broma. Remo me envió una
mirada significativa; por supuesto que él también lo había notado. Adamo estaba
creciendo más rápido de lo esperado.
—¿No vas a reprenderlo por usar “mierda” delante de tu preciosa
descendencia?
Remo acarició el brazo de Greta.
—Al crecer en esta casa, mis hijos probablemente dirán “mierda” antes que
nada.
—O podría intentar enseñarles algunas palabras más interesantes… —
reflexionó Savio, intercambiando una mirada con Adamo, quien sacudió la cabeza
con una pequeña risa.
—Si uno de mis hijos dice coño, polla o pene como primera palabra, te
enviaré a Kansas City para ayudar a Stefano a controlar a su gente, ¿entendido?
—Podrían aprenderlo de alguien más.
Remo levantó las cejas y Savio sonrió.
—Kansas City, Savio.
Suspiró.
—En serio que ya no hay diversión en esta casa.

174
—¿H as oído? —pregunté con entusiasmo mientras me
dirigía hacia Leona. Estaba sentada en su terraza con
un libro en su regazo. Me encantaba poder ir a visitarla
cuando quisiera, ahora que la valla entre las casas había sido derribada—. Remo le
pidió a Serafina que se case con él. Bueno, en realidad no fue una pregunta, pero con
Remo era de esperarse.
Leona levantó la vista y asintió con una sonrisa tensa.
—Sí, Fabiano lo mencionó. ¿Cuándo van a casarse?
Me dejé caer en la silla a su lado, confundida por su estado de ánimo. 175
—En mayo, después del primer cumpleaños de los gemelos. No puedo
esperar para organizar todo. Será asombroso. ¿Me ayudarás?
Leona asintió nuevamente.
—Seguro. —Capté el indicio de incertidumbre en su rostro y me detuve.
—¿Está todo bien?
—No es nada… quiero decir, es ridículo. Yo… —Sacudió la cabeza—. Estoy
siendo estúpida, ignórame.
—No —dije, inclinándome hacia delante—. ¿Es porque quieres que Fabiano
te pida que te cases con él?
—No… quiero decir, tal vez. Hemos estado juntos durante dos años, lo cual
no es mucho considerando los estándares normales, pero sé cómo son las cosas en su
mundo, incluso en la Camorra, que no es tan conservadora. Y Fabiano creció en la
Organización y ellos siguen siendo muy tradicionales, así que solo me pregunto qué
lo está frenando.
—Tal vez solo está esperando el momento adecuado.
Leona miró el brazalete adornando su muñeca.
—¿Y si se dio cuenta que quiere una mujer italiana? Fabiano es tradicional en
muchos aspectos, así que tal vez decidió que no soy apta para convertirme en su
esposa, una Scuderi.
—Ahora estás siendo ridícula —la regañé con suavidad—. Fabiano te ama.
Es obvio por la forma en que te mira. E incluso te consiguió esta mansión. Solo dale
tiempo. Te preguntará eventualmente.
—Consiguió esta mansión porque quiere estar cerca de sus hermanos por
elección —dijo Leona suavemente.
Hermanos por elección, ese era el término perfecto para Fabiano y los
Falcone. Le di a Leona una mirada de reprensión.
—Y porque quiere que ustedes dos tengan suficiente espacio el uno para el
otro y una familia.
—Probablemente tienes razón, y en realidad debería centrarme en mis clases
y no preocuparme por casarme.
Sonreí.
Leona se quedó mirando a lo lejos y luego sonrió. 176
—¿Qué tal una despedida de soltera? Una noche entre chicas donde, por una
vez, nos emborrachemos ridículamente y nos divirtamos.
Lo consideré.
—Nunca he ido de fiesta.
Los ojos de Leona se abrieron por completo.
—Tenemos que cambiar eso.
—¿Te han permitido ir de fiesta?
Leona rio.
—Bueno, Fabiano estaba conmigo cada vez que iba a un club. Es un gran
bailarín.
—Podríamos llevar a Serafina a un club, bailar, beber y divertirnos. Solo
seríamos nosotras, porque las amigas de Serafina están en Minneapolis, así que… —
Me detuve. En realidad, no había hecho amigos en Las Vegas, no es que lo hubiera
intentado y simplemente no había salido a conocer gente nueva. A Leona y a mí nos
encantaba pasar tiempo juntas, y tenía el presentimiento de que pronto Serafina sería
una parte importante de nuestro grupo unido.
—¿Crees que puedes convencer a Nino y Remo para que te dejen ir de fiesta?
—No creo que les importe, si ignoras el aspecto de la seguridad. Eso será un
problema. Insistirán en que tengamos guardias, y realmente no confían en muchas
personas a nuestro alrededor.
—No es una despedida de solteras si uno de nuestros hombres está allí.
—Sí, tal vez Savio y su amigo Diego podrían protegernos.
—Eso podría funcionar. Intentaré convencer a Fabiano, y tú trabaja tu magia
en Nino y Remo. ¡Serafina no puede saber de antemano!
Suspiré. Convencer tanto a Remo como a Nino no sería fácil.
Leona y yo hablamos sobre la última serie que vimos hasta que finalmente
me fui para que así Leona pudiera leer un poco más y porque quería trabajar en una
nueva pieza de piano.
Fui al baño porque me dolía un poco la cabeza. Al abrir el cajón de píldoras,
me congelé cuando vi mi alijo de pruebas de embarazo. Agarré algo para mi dolor
de cabeza rápidamente. Teníamos una despedida de soltera y una boda por
organizar, no había tiempo para obsesionarse con mis problemas. Nino tenía razón, 177
necesitaba relajarme.
Después de tomar una píldora, me instalé en mi piano y comencé a tocar,
perdiéndome en la música como siempre.
Sonó un golpe, haciéndome saltar, y la melodía murió en un gemido bajo.
Adamo estaba de pie frente a la ventana francesa, con un cigarrillo en la
mano. Sonreí y le indiqué que entrara. Después de dar una última calada a su
cigarrillo y pisotearlo en el suelo, abrió la puerta y entró.
—No olvides recoger la colilla más tarde o Nino tendrá tu trasero —le dije
con una sonrisa.
Adamo asintió, sin sonrisa, nada. Sombras se extendían bajo sus ojos cuando
se acercó al piano y se dejó caer a mi lado en el banco. Cuando no dijo nada,
comencé a tocar de nuevo, intentando suprimir mi torrente de preguntas queriendo
escapar a toda prisa. Habían pasado meses desde su captura, y su cuerpo se había
curado y cicatrizado. Pero se había vuelto más hermético.
Después de que la melodía terminara, el silencio cayó sobre nosotros hasta
que no pude soportarlo más.
—Te vas muy seguido.
—Estoy con C.J.
Me mordí el labio.
—¿En el Sugar Trap?
—Allí y en su apartamento.
Adamo tenía quince años. C.J. al menos veintiocho.
—¿Están juntos? —pregunté, intentando evitar el juicio en mi voz de modo
que Adamo no volviera a cerrarse.
Sus ojos se alzaron hacia los míos, y una sonrisa irónica levantó sus labios.
Todavía recordaba sus sonrisas sinceras y amables de antes.
—Somos amigos con beneficios.
Parpadeé, luego asentí, sin saber qué decir a eso. Mi lado protector me hacía
preguntarme qué sacaba ella de eso. C.J. parecía agradable, pero ¿por qué saldría
con un adolescente sin razón alguna?
Serafina entró con Greta y Nevio, y entonces se detuvo cuando me vio con
Adamo. Él se levantó. 178
—Hola, de todos modos tengo que irme. —Sin decir una palabra más, salió,
sin llevarse la colilla consigo.
Me levanté, frunciendo el ceño, la recogí y arrojé a la basura junto a mi piano
que estaba reservada para papeles con mis garabatos.
—¿Sigue sufriendo por lo que pasó? —preguntó Serafina.
Asentí. Me había dado cuenta que Adamo a menudo evitaba la presencia de
Serafina. Cuando él estaba cerca de ella, Adamo era amable, pero se aseguraba de
irse la mayor parte del tiempo.
—¿Quieres que me encargue de Nevio?
Serafina me lo entregó y le sonreí ante su rostro sonriente.
—Quería preguntarte si quieres venir cuando vaya a comprar el vestido de
novia. —Todavía no estaba segura si éramos amigas. Tal vez pensaba que solo
estaba siendo amable porque me sentía obligada, y aunque eso podría haber sido
cierto al principio, honestamente me agradaba Serafina, no solo porque era una
madre estupenda, sino también porque era amable y dura, y amaba a Remo.
—Sí, por supuesto —respondí—. ¿Te importaría si Leona viene?
—Me encantaría que esté allí. Aunque, no estoy segura si ella querría, porque
no la conozco tan bien.
—Aún no, pero todos somos familia, así que tarde o temprano lo harás. Y no
puedo esperar para buscarte un vestido. Estoy muy emocionada de planear esto por
ti.
Serafina rio.
—Mi última boda tardó dos años en planearse y nunca sucedió, pero esta vez
solo tenemos meses.
—¿Te preocupa que no sea un asunto lo suficientemente grande?
Serafina sacudió la cabeza, meciendo a Greta suavemente, quien se estaba
retorciendo.
—No, Remo y yo no queremos nada grande. Solo una boda familiar, nada
lujoso.
—Eso es perfecto. ¿De qué sirve tener cientos de invitados que apenas
conoces?
El rostro de Serafina se iluminó. 179
—¿Verdad?
Apenas pude contenerme y evitar preguntarle lo que quería hacer para su
despedida de soltera. Reprimí el impulso. Eso tenía que ser una sorpresa.

Nino, Fabiano y Remo al final acordaron con que fuéramos a bailar; por
supuesto, bajo ciertas condiciones. Los tres se quedarían en casa y cuidarían a los
gemelos mientras lleváramos a Savio, Adamo y Diego con nosotras. Y, por
supuesto, mantenernos en contacto a través de Savio en caso de que alguien
necesitara intervenir, lo que no sucedería. Ya era abril y solo faltaba un mes para la
boda, así que ya era hora de que finalmente fuéramos a nuestra despedida de soltera.
Serafina, Leona y yo nos preparamos juntas en el tocador de Leona mientras
los hombres se quedaban en la mansión Falcone. Había comprado un minivestido
ajustado para la ocasión que hacía que mi sangre latiera más rápido por los nervios
de usarlo junto a los tacones rojos a juego.
Leona sacudió la cabeza.
—Los hombres van a tropezarse entre ellos para bailar contigo.
Mis ojos se posaron sobre Leona en pantalones cortos, una blusa ajustada y
tacones altos, y Serafina en un minivestido brillante.
—Creo que les será difícil elegir.
Nos reímos y chocamos nuestras copas. Habíamos terminado una botella de
vino espumoso mientras nos preparábamos y ya estábamos sintiendo un buen
zumbido.
Serafina se bebió el vino restante y dejó la copa con un tintineo.
—Vamos a mostrarles a nuestros hombres por qué es mejor que nos aprecien.
Leona sonrió y sacudí mi cabeza con una risita.
—Después de todo, decidirán no dejarnos salir —dijo Leona—. Fabiano es
súper celoso. No le gustará esto.
—Lo superará —dijo Serafina.
—¿Remo es celoso? —pregunté con curiosidad. 180
Serafina se encogió de hombros.
—Dijo que mataría a cualquiera que me toque, así que supongo que sí.
Leona puso los ojos en blanco.
—Los hombres de la mafia son muy posesivos.
—Lo son —coincidí. Nino en realidad nunca había mostrado celos, pero
nunca había tenido razón para hacerlo.
Encontramos a nuestros hombres con Savio y Adamo en la sala de juegos,
tomando bebidas.
—Mierda —exclamó Savio cuando nos vio, dejando su vaso. Ya estaba
vestido para la ocasión. Pantalones ajustados de color azul oscuro y una camisa de
vestir blanca aún más ajustada que mostraba su cuerpo musculoso. Tendría más
problemas para defenderse de las admiradoras que nosotras—. Adamo, estamos
jodidos. Solo podemos renunciar a este trabajo.
Los otros hombres se volvieron, y sus reacciones fueron una mezcla de
sorpresa boquiabierta y ceños desaprobadores; Adamo y Savio los primeros, Remo,
Nino y Fabiano los últimos.
—¿Qué demonios es esa cosa que llevas puesta? —me preguntó Savio.
—Es un vestido —respondí, sonrojándome.
—Sé cómo se ven los vestidos y no es así. Eso es como el hijo ilegitimo de
una camiseta y un pañuelo —dijo Savio.
Ignorándolo, le di a Nino una sonrisa esperanzadora y él se acercó y tomó mi
cintura antes de susurrarme al oído:
—No te embriagues demasiado. Quiero meterme debajo de ese vestido y
enterrar mi cara entre tus piernas esta noche. Quiero que pienses en mi lengua en tu
coño cuando bailes más tarde… que imagines lo duro que te corres cuando te lamo,
y lo volverás a hacer, esta noche, si te mantienes lo suficientemente lúcida.
Mis mejillas se calentaron y tuve que reprimir una risa avergonzada. Nino se
apartó, luciendo tan fresco como una lechuga.
Savio dejó escapar un silbido bajo.
—Tu cara combina de maravilla con el color de tu vestido. —Pensé en
estrangularlo con la correa de mi bolso—. ¿Cómo carajo se supone que evitaremos
que los hombres se abalancen sobre ellas? Va a ser un trabajo de mierda. 181
—Si alguien toca a Kiara, me llamas de inmediato, Savio.
—Nino —comencé con una pequeña risita—. No vas a arruinarle la
despedida de soltera de Serafina matando a nadie.
Nino me contempló con esa calma estoica que decía que nada de lo que dije
lo haría cambiaría de opinión.
—Hoy solo los capturaré. Los mataré mañana.
—Eso suena razonable —dijo Serafina poniendo los ojos en blanco.
Leona estaba ocupada aplacando a Fabiano de cualquier modo sobreprotector
en el que se encontraba. Solo Remo parecía sorprendentemente tranquilo. Me dio
una sonrisa torcida y besó a Serafina con fiereza. La mirada que ella le dirigió
después me habría hecho sonrojar aún más si no estuviera con la cara roja.
—Las vigilan de cerca, ¿entendido? —le dijo Remo a sus hermanos después
de separarse del beso.
Savio suspiro.
—Déjame adivinar, me vas a enviar a Kansas si no lo hago, ¿verdad?
—Si tienes suerte —dijo Remo.
Nino acarició mi trasero ligeramente.
—Recuerda lo que te dije.

—El Cosmos es el mejor club en Las Vegas en este momento —dijo Savio
mientras estacionaba en el callejón.
Leona, Serafina y yo nos sentábamos en el asiento trasero del SUV mientras
Adamo y Savio formaban el frente.
—¿Alguna vez has estado en un club, Adamo? —pregunté con curiosidad.
Adamo miró hacia atrás.
—Seguro. Unas pocas veces.
Savio asintió hacia el frente. 182
—Ahí están Mick y Diego.
Todos salimos del auto y nos dirigimos hacia los hombres esperando. Como
Savio, iban vestidos con pantalones ajustados y camisas de vestir que acentuaban
sus cuerpos musculosos. Diego y Mick perdieron la compostura por un momento al
vernos.
—Les daré un segundo más para controlar sus jodidas pollas o les patearé el
culo —dijo Savio.
Diego y Mick apartaron los ojos de inmediato. Diego era el más fornido de
los dos, de hombros anchos, todo un luchador, mientras que Mick parecía un
corredor, alto, con más músculo fibroso. Savio estrechó cada mano brevemente
antes de asentir hacia nosotras.
—Leona, la chica de Fabiano, Serafina es la esposa de Remo, y Kiara, la
esposa de Nino. ¿No creo que tenga que decir más?
Diego nos dio una sonrisa educada. Su mirada tenía problemas para no
desviarse por debajo de nuestras caras. Adamo se nos acercó.
—Hola.
Les estrechó las manos y luego metió la suya en los bolsillos de sus jeans
negros y comprobó nuestro entorno. Al final del callejón, vimos parte de la fila
esperando para entrar.
—Entonces, ¿cómo hacemos esto? —preguntó Diego, arremangándose.
—¿Uno contra uno? —sugirió Mick, haciendo lo mismo.
Savio entrecerró los ojos pensando. Sus mangas ya estaban enrolladas.
Leona me envió una mirada inquisitiva.
—Arremángate, Adamo —dijo Savio.
Adamo resopló pero hizo lo que se le pidió. Las miradas de Diego y Mick
cayeron sobre el tatuaje quemado en su antebrazo y la expresión de Adamo se tornó
sombría.
—La mayoría de la gente sabe que esto significa que es mejor que se
mantengan alejados de nosotros —explicó Savio, indicando su tatuaje.
—Tácticas de miedo —dijo Serafina con una sonrisa.
—Las necesitaremos —murmuró Savio—. ¿Probablemente van a querer 183
bailar solas?
Me encogí de hombros, sin haberlo pensado mucho.
—Queremos divertirnos juntas y no tenerlos pegados a nuestras caderas toda
la noche —dijo Serafina.
—De acuerdo —dijo Savio—. Bailaremos cerca de ustedes, pero si los chicos
se ponen demasiado manoseadores, cada una de ustedes tendrá que bailar con uno de
nosotros para que así los imbéciles piensen que son nuestras novias.
—Son más jóvenes que nosotras —dijo Leona.
Savio le dirigió una sonrisa arrogante.
—Apenas, y no lo aparentamos. —Tenía razón.
Parecían hombres adultos, no adolescentes, endurecidos por lo que habían
visto y hecho, y con una confianza generalmente reservada para los hombres
mayores.
Savio le hizo una señal a sus amigos.
—Vamos.
Nos dirigimos juntos al final del callejón y pasamos la fila hacia los dos
gorilas, unos hombres altos y tatuados. Savio les dio un gesto cortante y ellos nos
dejaron pasar.
—¿Este club pertenece a la Camorra? —pregunté a Diego porque era el más
cercano a mí.
La sorpresa cruzó su rostro, luego el orgullo.
—Todos los clubes en Las Vegas lo hacen. Los Falcones echaron a los rusos
y a los clubes moteros cuando reclamaron el poder.
Savio se volvió brevemente y sonrió. Diego le devolvió la mirada.
Un duro bajo golpeando todo mi cuerpo nos recibió dentro del club.
Todo relumbraba con una luz rosada y el techo parecía hecho de miles de
cristales que arrojaban la luz de regreso. El club estaba absolutamente lleno de
personas bailando, atrapados en la esclavitud de la música. Me fijé en todo, la forma
en que todos parecían perderse en el bajo, algunos de ellos con los ojos cerrados. La
gente rara vez entendía lo que la música me hacía, pero en este momento, en este
club, todos eran esclavos de la melodía.
184
La emoción burbujeó en mí y mi pulso se aceleró, atrapada en la magia del
ritmo rápido. Serafina me lanzó una sonrisa, y Leona también pareció extasiada. Nos
dirigimos al bar y pedimos un Cosmopolitan para cada una de nosotras.
—Esto es genial —gritó Serafina por encima del ruido.
Asentí, sorbiendo mi bebida, asimilando todo. Savio, Adamo, Diego y Mick
estaban en el otro extremo del bar, fingiendo estar en una noche de chicos, y tal vez
para extraños parecía convincente, pero veía la concentración y la cautela en sus
caras.
Les di la espalda, tomé otro sorbo y comencé a saltar al ritmo de la música.
Pronto las tres estábamos zumbando con la necesidad de bailar, así que bebimos más
rápido.
—Aquí vienen —gritó Leona.
Seguí su mirada y vi a un grupo de tres tipos dirigiéndose a nosotras. Muy
bien vestidos, sonriendo. Estaba intentando encontrar una buena manera de
decepcionarlos. Pero Serafina fue más rápida. Sacudió su cabeza hacia ellos y
levantó un dedo, luciendo como la princesa de hielo por la que me dijo que era
conocida en el pasado. Los hombres se detuvieron, sin saber si Leona y yo
compartíamos la opinión de Serafina. Sacudí mi cabeza igualmente y al final se
alejaron.
Le di a Serafina una sonrisa de agradecimiento.
—No creí que sería tan fácil mantenerlos alejados.
Serafina sacudió la cabeza.
—Volverán más tarde una vez que hayan tomado más bebidas.
Nos abrimos paso hasta la pista de baile y comenzamos a bailar juntas,
sonriéndonos entre nosotras. Alcé los brazos, giré y me retorcí, dejando que la
música guiara mis movimientos. Pero intentar ignorar las miradas de los hombres de
los alrededores pronto se volvió difícil, y me di cuenta que varios de ellos bailaban
cada vez más cerca de nosotras, de modo que Leona, Serafina y yo tuvimos que
construir un círculo aún más estrecho. Pronto la presencia de dos chicos detrás de
mí, la forma en que intentaban bailar conmigo, se volvió abrumadora. Les sacudí mi
cabeza, pero sonrieron como si pensaran que solo necesitaban esforzarse más.
Serafina fulminó con la mirada a un chico detrás de ella y le gritó algo; por la
expresión de su rostro, nada agradable.
Leona empujó el pecho de un chico cuando se acercó demasiado. 185
Uno de los chicos detrás de mí bailó aún más cerca y alcanzó mi cadera.
Empujé su mano enseguida, mi pulso acelerándose.
—No. Vete.
Me frunció el ceño ante mi reprensión. Por la forma en que brillaban sus ojos,
era evidente que estaba ebrio. Dio un paso más cerca y trató de llevar nuestros
cuerpos al ritmo de la música. Pero una figura alta lo apartó del camino y por un
momento pensé que era Savio. Entonces vi los rizos. Adamo se enfrentaba al tipo
como lo hacían Savio y Diego con los admiradores de Leona y Serafina. Mick
permaneció unos pasos atrás, vigilando al público en general.
Adamo gritó algo y el chico retrocedió. Después de eso, Adamo bailó cerca
de mí mientras Diego bailaba con Leona y Savio con Serafina. Le sonreí a Adamo,
quien se movía fácilmente con la música y él me dio una pequeña sonrisa a cambio.
Serafina y Savio tenían su propia batalla de baile privada y parecían disfrutarla a
fondo y Leona también sonreía, a pesar de que Diego parecía tenso bailando cerca
de ella.
Con el tiempo, mi vejiga pidió alivio, así que me incliné hacia Adamo.
—Necesito ir al baño.
—Iré contigo —gritó en respuesta. Hicimos un gesto a Savio quien asintió.
Adamo me agarró de la mano y nos abrimos paso entre la multitud hasta
llegar a la parte de atrás donde se encontraban los baños. La música era un latido
lejano que aún reverberaba en mi cuerpo, pidiéndome que volviera y me pierda de
nuevo en ella. Por supuesto, había una multitud frente al baño de las chicas, lo que
significaba al menos una espera de diez minutos. Realmente deseé haber ido antes
porque no estaba segura de poder esperar tanto.
Adamo sacudió la cabeza.
—Eso es ridículo. —Me arrastró hacia el baño de hombres.
—¿Qué estás haciendo?
—Nos ahorro tiempo. —Empujó la puerta y entramos—. Mejor cierra los
ojos hasta que te diga que los abras otra vez.
Apreté mis ojos cerrados, solo brevemente vislumbrando las espaldas de los
hombres frente a los urinarios. Dejé que Adamo me guiara, intentando ignorar el
hedor penetrante, hasta que me detuvo con un suave toque en mis hombros.
—Todo despejado. 186
Al abrir los ojos, me encontré frente a una cabina abierta. Entré y cerré la
puerta, luego consideré mis opciones. Tocar cualquier parte del inodoro estaba fuera
de lugar, de modo que comencé a arrancar papel higiénico para construir mi nido de
pájaro personal. Era extraño orinar rodeada de voces masculinas riendo y
jactándose, e incluso sus ruidos corporales eran más fuertes que los de cualquier
chica que haya escuchado alguna vez. Cuando terminé, dude.
—¿Adamo?
Sin respuesta. Suspirando, abrí la puerta, intentando no ver nada que
realmente no quería ver. Adamo no se veía por ninguna parte. Al salir de la cabina,
varios tipos me miraron. Si ocurriera lo mismo en el baño de chicas, todos
comenzarían a gritar, pero a estos muchachos parecía no importarles que yo
estuviera allí mientras orinaban en los urinarios. Manteniendo mis ojos al frente, fui
rápidamente al lavabo y me lavé las manos, preguntándome a dónde demonios se
había ido Adamo.
Me dirigí a la puerta y salí al pasillo pobremente iluminado. La fila de las
chicas apenas se había movido. Vi un cabello castaño familiar más abajo en el
pasillo. Adamo hablaba con dos chicos y uno de ellos le entregó una bolsa pequeña
y transparente mientras Adamo le devolvía algo. Mi corazón se hundió, dándome
cuenta de lo que tenía que ser.
Adamo me miró y se excusó rápidamente apresurándose hacia mí,
metiéndose algo en el bolsillo.
—Kiara, pensé que las chicas necesitaban más tiempo en el baño.
—El baño de hombres en realidad no te hace querer quedarte mucho tiempo.
Adamo asintió, pareciendo atrapado. Pasó una mano por sus rizos rebeldes.
—Escucha, por favor no le digas a nadie. No soy adicto ni nada así, solo me
ayuda a olvidar lo que pasó. Sin la hierba, no podría dormir en absoluto por las
noches.
—¿Solo hierba? —pregunté. Ya era bastante malo, pero había muchas
opciones peores que podía consumir.
—Solo hierba —respondió—. No quería que lo vieras, ni ponerte en una
posición en la que tengas que ocultarle un secreto a Nino. No se lo dirás a mis
hermanos, ¿verdad?
Sus ojos me rogaron, y recordando las miradas atormentadas que solía 187
mostrar con tanta frecuencia ahora, asentí.
—No lo haré, pero promete intentar pararlo por completo. Habla sobre lo que
sucedió, tal vez eso ayude.
Adamo asintió pero podía decir que no lo haría.
—Volvamos antes de que Savio sospeche.
Regresamos a la pista de baile y Adamo comenzó a bailar de inmediato
dándome una sonrisa desafiante. Dejando de lado mis preocupaciones, le devolví la
sonrisa y bailé con él. Leona reía de algo que dijo Diego y Serafina sostenía una
botella de champán en la mano. Tomó un gran trago y luego me la ofreció. La agarré
y la eché hacia atrás, dejando que el líquido burbujeante se llevara mi preocupación.
Definitivamente no estaba lúcida cuando volvimos a la mansión. Leona era la
única que aún podía caminar por sí misma, siendo más moderada cuando se trataba
del alcohol… a excepción de su fiesta de cumpleaños. Adamo me sacó del auto con
un gruñido y me llevó cargada al edificio mientras Savio sostenía a Serafina.
—¿Un poco de ayuda? —gritó, cuando entramos en la sala de juegos.
—¿No se suponía que debían vigilarlas y no dejar que quedaran peor que una
cuba? —preguntó Remo.
Me reí cuando apareció Nino y con un pequeño ceño me apartó de Adamo.
—Tu esposa es como una jodida furia cuando intentas quitarle su botella de
champán. No quería que me arrancara los ojos o pateara mis bolas —dijo Savio.
—¿Dónde están Greta y Nevio? —preguntó Serafina arrastrando las palabras.
Miré a Nino con una sonrisa tonta.
—Arriba, dormidos, como pronto tú lo estarás —dijo Remo.
—No quiero dormir —dijo Serafina.
Savio gimió y Adamo se fue, sacudiendo la cabeza.
Me reí de nuevo.
—No estoy a favor de que me vomiten durante el sexo, Ángel —dijo Remo.
Nino puso los ojos en blanco y comenzó a alejarse. Lo último que escuché
fue a Serafina murmurando algo sobre el estilo perrito.
188
Nino me llevó a nuestra habitación y traté de darle una sonrisa seductora. Sus
cejas se fruncieron.
—Te pedí que permanecieras lúcida. No lo hiciste. Tendrás que vivir con las
consecuencias.
—Nino —murmuré indignada.
Sacudió la cabeza y me desnudó, luego a sí mismo. Intenté envolver mis
piernas alrededor de sus caderas cuando se unió a mí en la cama, pero me dio la
vuelta suavemente de modo que mi espalda se presionó contra su pecho.
—A veces odio tu control…
Nino se rio entre dientes y besó mi cuello.
—Es tan difícil para mí como lo es para ti, pero debemos asegurarnos que te
comportarás la próxima vez.
T ener una boda pequeña en nuestros círculos era un paso en falso
social, especialmente si un Capo se casaba, pero me alegró que
Remo y Serafina hubieran elegido mantenerlo familiqr. Hizo que los
preparativos fueran menos complicados, particularmente las medidas de seguridad.
Por supuesto, habría sido aún menos complicado si Remo no hubiera elegido invitar
al gemelo de Serafina.
—No confío en él —comenté en voz baja mientras Remo se vestía en una de
las habitaciones de invitados en mi ala. Se suponía que no debía ver a Serafina antes
de la ceremonia. Kiara y Serafina fueron realmente inflexibles al respecto. Kiara se 189
había excedido asumiendo toda la organización de la decoración, la comida, la
selección de canciones y todo lo demás.
Remo abrochó el último botón de su camisa de vestir negra.
—Yo tampoco, pero Samuel haría cualquier cosa por su hermana. Veo cuán
cercanos son ya Nevio y Greta, incluso aunque todavía son pequeños. Serafina y
Samuel han formado un vínculo toda su vida. No hará nada que pueda lastimarla.
—Supongo que tú tampoco, lo que hace que esto sea un riesgo después de
todo.
Remo sonrió torcidamente.
—Tienes razón. No pondré ni una mano sobre Samuel a menos que ataque a
Serafina, lo cual no hará. Pero sé que nada te detendrá si consideras que Samuel es
una amenaza para cualquiera de nosotros.
Asentí tenso. Dejar que el enemigo no solo entrara a nuestra ciudad, sino a
nuestra casa, no era algo con lo que me sintiera cómodo y si Samuel actuaba fuera
de lugar, pagaría el precio por ello. Lo habría matado la última vez que lo
capturamos, si no hubiera sido por el veto de Remo.
Eché un vistazo hacia los jardines donde Kiara había establecido un arco con
flores blancas, ahora estaba extendiendo pétalos en un camino desde la casa. Apenas
había tenido un momento de descanso en las últimas semanas, siempre cuidando a
los gemelos, la boda, a cada miembro de esta familia, y aunque disfrutaba
haciéndolo, esa no era la única razón.
Habíamos estado intentando embarazarnos durante mucho tiempo sin éxito
alguno. Pensé en mencionar el tema de ver a un médico y decidí esperar hasta que
terminaran las festividades y tuviéramos un poco de paz.
Adamo se unió a ella afuera para fumar. Suspiré y luego me volví hacia
Remo, quien metía el pequeño paquete con el anillo de Serafina en su bolsillo.
—Todavía me preocupa cómo lo tomará Adamo. Samuel estaba entre sus
torturadores.
Un odio familiar ardió en los ojos de Remo.
—Lo sé. Jamás perdonaré al imbécil, pero le permitiré vivir por Serafina y
que esté aquí.
Mi teléfono sonó. Era un mensaje de Fabiano.
190
—Están aquí.
—Entonces baja y mantenlo absolutamente vigilado.
Asintiendo, me dirigí afuera. Cuando llegué al arco, Fabiano y Samuel
estaban cruzando las instalaciones Scuderi hacia nuestro jardín. El comportamiento
de Samuel cambió, volviéndose aún más vigilante cuando me vio.
Lamentablemente, no alcanzó su arma. Kiara había desaparecido de vista y volvería
pronto. La idea de tener a Samuel cerca de mi esposa no me sentaba bien.
Fabiano me dio una breve inclinación de cabeza y luego le dijo algo a
Samuel, quien sacudió la cabeza y señaló un lugar a una buena distancia junto a un
lado del arco donde se detuvo, sin apartar los ojos de mí ni un momento. Él y
Fabiano parecían distantemente relacionados, aunque no lo estuvieran. Ambos
famosos en la Organización por lo rubio que eran.
Nuestros ojos se encontraron y vi el mismo entusiasmo en su rostro como el
que yo sentía, un deseo de terminar esto hoy, de una vez por todas, pero por Remo
me contendría. En mi visión periférica, noté que Kiara se acercaba en mi dirección
con los gemelos en sus caderas. Se veía hermosa con un vestido veraniego rojo y su
cabello oscuro cayendo por sus hombros, y los bebés en sus brazos. Su rostro
resplandecía de felicidad, una visión que siempre me conmovía, incluso en los días
en que el vacío del pasado llenaba mi pecho.
Savio estaba a unos pasos detrás de ella, metiéndose la camisa en los
pantalones y fulminando a Samuel con la mirada. Me encontré con Kiara a mitad de
camino y le quité a Nevio, quien se retorció y giró, queriendo caminar como
siempre. Kiara sonrió y sus ojos se dirigieron hacia Samuel.
—¿Crees que quiere ver a su sobrina y sobrino?
—No lo dejaremos cerca de los niños sin Serafina y Remo presentes —le
dije.
Kiara asintió.
—Supongo que es lo mejor.
Nevio dejó escapar un chillido enojado cuando no lo bajé.
—No —dije con firmeza—. Si te calmas, te dejaré en el suelo.
Los ojos de Nevio fulguraron con ira y comenzó a llorar. Ignorando su
berrinche, Kiara y yo nos dirigimos hacia el arco.
191
—En serio prefiero el silencio de la muñequita —murmuró Savio y luego dio
un empujoncito ligero en el vientre de Nevio cuando se detuvo a nuestro lado—.
¿Qué tal si dejas de llorar, DEC?
—Tienes suerte que Remo no escuchó eso —dijo Kiara con desaprobación.
Savio había estado llamando a Nevio dolor-en-el-culo por un tiempo. Nevio
definitivamente era el niño más exigente.
Pude sentir la mirada de Samuel sobre nosotros y me volví hacia él. Miraba
de Nevio a Greta, pero su expresión permaneció perfectamente resguardada. Ese era
el gen Cavallaro.
Savio hizo una mueca.
—Mierda. Tenía muchas ganas de aplastarle la cara. No puedo creer que esté
parado aquí en nuestro puto jardín, en nuestra puta ciudad después de lo que su
familia y él le hicieron a Adamo y Remo.
Remo podría perdonar a Samuel por su propia tortura; lo consideraba un
juego justo, pero no Adamo. Eso fue un error por el que Cavallaro pagaría un día.
—Tal vez es un primer paso hacia la paz —comentó Kiara, intentando poner
una flor blanca en los rizos de Greta. Greta seguía todo curiosamente con sus ojos.
Savio resopló, sus ojos ardiendo con odio.
—Jamás habrá paz entre la Camorra y la Organización.
Kiara me echó un vistazo, y aunque no me gustó la mirada esperanzada en
ellos, me gustaba mucho menos mentirle a mi esposa.
—Tiene razón. —Ya era bastante difícil mantener la paz con la Famiglia.
Luca cancelaría la tregua al momento en que nos acercáramos a Cavallaro.
Greta buscó la flor a tientas, la agarró con sus pequeños dedos y se la metió
en la boca.
—Cuidado —siseó Savio.
—Son comestibles, no te preocupes —dijo Kiara y se echó a reír. Parte de la
flor se asomaba entre los labios carnosos de Greta. Sus ojos pasaron de Kiara a
Savio, luego a mí y a Nevio.
Los ojos de Kiara volvieron a la mansión una vez más donde Leona la estaba
saludando.
—Creo que se requiere mi presencia. ¿Puedes tomarla? 192
Las cejas de Savio se arquearon.
—Nunca la he cargado. Llorará.
—Inténtalo —le dije. Greta había estado observando a Savio con más interés
estas últimas semanas, más dispuesta a tolerar su naturaleza tranquila que mi
enfoque más reservado.
Savio se inclinó para estar a la altura de los ojos de Greta, quien todavía tenía
dos pétalos pegados a su boca.
—Muy bien muñequita, ahora voy a cargarte. No llores. —Kiara la sostuvo
hacia él y Savio la tomó con cuidado, y después la cargó contra su pecho. Los ojos
de Greta se habían ensanchado pero aún estaba callada.
—No estoy seguro que me guste la expresión de tu cara —murmuró Savio.
Se inclinó para recoger otra flor y la sostuvo frente a la cara de Greta—. Ten, toma
otro aperitivo.
Con una risa, Kiara se apresuró hacia Leona. Greta también se comió esa flor
y luego miró a Savio, se sacó los dedos de la boca y tocó la barbilla de Savio.
Savio suspiró, su boca curvándose con desdén.
—Tengo saliva de bebé en mi cara, lo más destacado de mi día.
—También tienes un pétalo en tu barba —le dije.
Savio me dio una mirada absolutamente sufrida.
—Trabajé tan duro para ganar mi crédito callejero. Esto podría arruinarlo
todo.
Alcé las cejas.
—Si ese tatuaje de toro no arruinó tu reputación, nada lo hará.
Savio me sonrió.
—Simplemente no puedes aceptar que a las señoritas les guste.
—Para ser honesto, no podría importarme menos. —Nevio dejó escapar otro
chillido y se retorció en mi agarre, decidido a bajar al suelo.
—Pronto necesitaremos una correa para él —dijo Savio.
—Quiero verte ponerle una correa a Nevio cuando Remo esté cerca.
—Ese niño solo dará problemas. —Savio echó un vistazo a Greta quien se 193
chupaba sus dedos—. ¿Tengo razón, muñequita?
Ella sonrió sin dientes, con un pétalo pegado a su lengua. Intentó quitárselo y
comenzó a babear. Savio sacó el pétalo rápidamente. Y Greta agarró su mano y
comenzó a masticar su dedo. Me dio una mirada.
—Sin comentarios obscenos —le advertí.
Savio resopló.
—No soy tan jodidamente depravado como para hacer ese tipo de broma con
muñequita alrededor, créeme.
—Ya veremos. Nevio y ella no siempre serán bebés. Algún día serán
adolescentes.
Savio sacudió la cabeza.
—Muñequita, promete mantenerte alejada de tipos como yo.
—Dudo que cualquier hombre con un toque de cordura se atreva a acercarse a
la hija de Remo.
—Y si algún imbécil lo hace, le cortaré la polla en pedazos y se la daré de
comer —gruñó Remo cuando se detuvo a nuestro lado. Una de sus cejas se alzó
cuando vio a Greta en el brazo de Savio y el pétalo todavía pegado a su barba
oscura—. Veo que usaste tu encanto en mi hija.
Savio le mostró una gran sonrisa.
—Las mujeres me aman.
Greta hizo un gesto con las manos hacia Remo, quien sonrió y la apartó de
Savio. La besó en la frente y luego miró a Samuel, quien nos observaba. La
expresión de Remo se endureció, sus ojos llenándose de desprecio.
—Me sorprende que tengas suficiente moderación para no cortarle la
garganta —dijo Savio asintiendo hacia el hermano de Serafina.
Nevio se retorció nuevamente, cada vez más enojado. Comenzó a patear,
preparándose para el segundo ataque de gritos del día.
—Es suficiente.
Los ojos de Remo se dispararon hacia nosotros.
—Nevio, escuchaste lo que dijo Nino. Suficiente.
Nevio dejó de retorcerse. 194
—Bien —le dije—. Ahora que te estás comportando, puedes correr. —Lo
dejé en el suelo. Una sonrisa le dividió el rostro y entonces salió corriendo,
tambaleándose como un borracho directo hacia Samuel.
—Mierda —gruñó Remo.
—Lo buscaré. —Corrí detrás de Nevio y lo atrapé antes de que alcanzara a su
tío.
De todos modos, Samuel no lo había estado mirando. Sus ojos entrecerrados
estaban sobre Remo, y cuando me enderecé a solo unos pasos de él, se fijaron en mí.
Le devolví la mirada estable.
Una sonrisa fría estiró sus labios.
—Mirándote a los ojos, no entiendo cómo Fina puede permitir que sus hijos
estén cerca de ti. No tienes emociones, ¿verdad? —No dije nada, solo lo contemplé
fríamente a medida que Nevio se retorcía en mis brazos una vez más—.
Probablemente podrías matarnos a todos, incluso a los bebés, sin pestañear y luego
tomar un pedazo de ese pastel de bodas mientras aún estás cubierto de nuestra
sangre.
Sonreí.
—Podría matarte ahora mismo y comer mi pastel sin ensuciar mi ropa.
Los ojos de Samuel fulguraron con entusiasmo.
—Nino —dijo Kiara, interponiéndose entre Samuel y yo—. Serafina, estará
lista pronto, ¿por qué no tomas tu lugar junto al arco? —Luego se volvió hacia
Samuel—. Hola, Samuel. Estoy segura que tu hermana estará muy feliz de verte. Te
echa de menos.
Las cejas de Samuel se fruncieron, pero él inclinó la cabeza cortésmente.
Kiara tomó mi mano y me condujo hacia el arco.
—Sé que no te agrada, pero hoy se trata de Serafina y Remo, no de derramar
sangre.
—No es cuestión de agrado. Él representa una amenaza y casi mata a mis
hermanos.
—Una boda se trata de unir a las personas, así que ignóralo por favor.
Le di una sonrisa pequeña que tenía la intención de tranquilizarla, a pesar de
que mi interior anhelaba violencia y venganza.
195
—No tienes que preocuparte, Kiara. No haré ningún movimiento contra él.
Estoy en esto para el largo plazo.
Kiara se puso de puntillas para poder besarme. Nevio dejó escapar otro
chillido, haciéndola reír.
—Es hora de que tu mamá y tu papá se casen. Espero que te portes bien.
—Las posibilidades son escasas. Es una combinación fatal de Remo, Savio y
Adamo.
Kiara inclinó la cabeza.
—¿Nada de ti?
Miré hacia Greta, a quien Remo llevaba cargada.
—Greta es como yo.
—Lo sé, y también Remo, ¿verdad?
Asentí. Remo y yo no habíamos hablado de eso, pero era demasiado
perceptivo para no darse cuenta.
La ceremonia de la boda transcurrió sin incidentes y Serafina estuvo muy
feliz por la presencia de su gemelo, lo que hizo que mi hermano también estuviera
feliz. Ver a Remo contenido era una experiencia rara, así que intenté hacer las paces
con la asistencia de Samuel. Ya habría suficiente tiempo para matarlo después una
vez que Serafina se hubiera acostumbrado a estar sin él.
No pasé por alto los ojos furiosos de Adamo cuando vio a uno de sus
verdugos. No había discutido cuando Remo y yo le habíamos preguntado si estaba
bien que Samuel asistiera. Me dirigí hacia él, mientras Serafina y Remo hablaban
con Samuel.
Adamo permanecía de pie a un lado, fumando. Remo y yo habíamos dejado
de intentar poner fin a este hábito. Tenía casi dieciséis años, edad suficiente para
decidir por sí mismo. Dando otra calada, apartó los ojos de Samuel cuando me vio.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Seguro —murmuró. Después apagó el cigarrillo en su antebrazo donde las
cicatrices de quemaduras estropeaban su tatuaje. 196
Agarré su muñeca con fuerza para detenerlo.
—¿Qué estás haciendo?
Adamo frunció el ceño.
—Con los niños corriendo por ahí, no quiero dejar colillas en el suelo.
—Adamo —dije con fuerza—. ¿Qué demonios estás haciendo? —Tiré su
brazo hacia mí, comprobando la quemadura pequeña. Había marcas similares en
toda su piel quemada. Lo miré a los ojos, pero él simplemente me devolvió la
mirada.
—No es que sienta mucho. De todos modos, la piel allí está prácticamente
muerta.
Lo solté, mirando por encima del hombro hacia los demás. Nadie miraba en
nuestra dirección.
—Esto tiene que parar.
—¿Por qué? ¿No escuchaste? La piel está entumecida. No importa.
—Sí importa —gruñí—. ¿Esto es porque Samuel está hoy aquí? Debiste
haber dicho algo. Remo no le habría permitido entrar a la ciudad si hubiéramos
sabido que lo estás pasando mal.
Adamo volvió a mirar a Samuel.
—No lo estoy pasando mal. Es bueno que él esté aquí. Tal vez pueda haber
paz.
La mirada en sus ojos no era la de alguien que quisiera paz. Me acerqué aún
más.
—Adamo, si necesitas ayuda, siempre puedes venir a nosotros. Sabes que
moriríamos por ti.
—Lo sé —dijo Adamo—. Remo casi lo hizo, ¿recuerdas?
Se escuchó una risita alegre y vimos a Nevio tambaleándose hacia nosotros,
cayendo dos veces antes de que finalmente chocara con las piernas de Adamo.
Adamo sonrió y le revolvió el cabello.
—Hola, pequeño.
197
Era extraño verlo así, ya no era el niño que siempre fue para mis hermanos y
para mí, sino un adulto enojado y cansado. Tan similar al Remo adolescente que me
preocupó.
Nevio levantó los brazos y Adamo sacudió la cabeza.
—Ve con Nino.
Alcé a Nevio y lo sostuve con un brazo. Adamo hizo un gesto hacia el arco.
—Kiara está intentando hacernos ir. ¿Por qué no te adelantas? Necesito ir al
baño.
Estreché mis ojos, teniendo el presentimiento de que no se uniría a nosotros
pronto.
Decidí darle el espacio que necesitaba y me dirigí hacia mi esposa y los
demás. Cuando me detuve junto a ellos, Kiara me miró preocupada.
—¿Todo bien?
Asentí, sin querer cargarla con esto. Tenía suficiente lidiando con sus asuntos
por sus problemas para concebir.
—Ha estado retraído —dijo Fabiano, observando a Adamo.
Savio hizo una mueca.
—Cambió.
Adamo desapareció en el interior de la mansión. Debía contarle a Remo sobre
el nuevo hábito de Adamo de quemarse. Sin embargo, Remo tenía cierta forma de
lidiar con los problemas que podrían no ayudar en la situación de Adamo.
Ocultarle un secreto tanto a él como a Kiara no era algo que me gustaba
hacer, pero tal vez era lo mejor hasta que supiera exactamente a qué nos
enfrentábamos.

Un par de días después de la boda, Serafina, Leona y yo nos servimos unas


copas de champán y nos acomodamos en las tumbonas. Todavía nos quedaban 198
algunas botellas de la boda y ahora que Fabiano había pedido la mano de Leona,
teníamos motivos para celebrar.
—Todavía no puedo creer que me haya pedido que me case con él —susurró
Leona, sonriendo al anillo de diamantes en su dedo.
—La boda pareció motivarlo —dijo Serafina con una sonrisa.
Alcé mi copa.
—Ves, te dije que preguntaría.
Dentro de la primera hora comenzamos nuestra segunda botella, y de alguna
manera terminamos hablando de sexo. El alcohol ayudó a reducir nuestras
inhibiciones, aunque Serafina era definitivamente la que menos problemas tenía para
discutir esos asuntos, lo cual no era tan extraño teniendo en cuenta con quién estaba
casada; al estar cerca de Remo todo el tiempo, simplemente te desensibilizabas.
—¿Cuál fue el lugar más extraño donde has tenido sexo? —preguntó Serafina
por encima de su copa, sus ojos brillando con picardía.
Leona lo consideró con los labios fruncidos.
—¿La jaula de lucha en el gimnasio de la Camorra? ¿O tal vez en el auto de
Fabiano en nuestra colina favorita?
Serafina tomó un sorbo.
—La jaula de lucha, eso suena emocionante. —Se llevó su labio inferior entre
sus dientes con una sonrisa pequeña. Tenía el presentimiento de que Remo pronto
tendría otra razón por la que amaría la jaula.
—¿Y tú? —le pregunté, sintiéndome achispada y cálida.
—Durante nuestras carreras en el cañón, en la piscina, en un ascensor, en el
callejón detrás del Sugar Trap… pero mi favorito fue aquí en los jardines —dijo con
una pequeña risa.
—Eso no es muy atrevido —dijo Leona.
Serafina me dio una sonrisa de disculpa, y me pregunté qué significaba.
—Cuando todavía era una rehén, Remo y yo nos enredamos debajo de la
ventana de tu habitación, mientras Nino y tú…
La boca de Leona se abrió y llevó una palma sobre ella con una risita.
Una vergüenza sagaz me invadió.
—¿En serio? 199
Serafina asintió levemente.
—Oh Dios, ¿qué escuchaste? —Negué con la cabeza—. No, no me digas.
Qué vergonzoso.
—Creo que los que deberían estar avergonzados son Remo y Fina por
espiarlos —dijo Leona con una sonrisa.
—Como si Remo se avergonzaría de eso —murmuré. Le di un empujón a la
rodilla de Serafina—. ¿Cómo puedo enfrentarlo nuevamente sabiendo que nos
escucharon?
—Fue hace mucho tiempo —dijo Serafina y chocó su copa con la mía—. Y
por lo que escuché, eres una chica afortunada. —Se rio de mi expresión. ¿Había
escuchado cuando Nino me había lamido?
—¿Le gusta viajar al Hemisferio Sur? —preguntó Leona, con las mejillas
sonrojadas incluso mientras se reía.
Bebí el resto de mi champán.
—¿A Fabiano y Remo no? —respondí, intentando hacerlas pagar, pero no
eran tan tímidas en estos temas como yo, especialmente Serafina.
—Oh, a Remo le encanta.
—También a Fabiano —comentó Leona con una sonrisa conspiradora.
Me recosté sobre la tumbona y miré al cielo. Estaba dividida entre la risa y la
mortificación.
Serafina me dio un empujón en el muslo.
—Vamos. No hay razón para estar avergonzada. Es bueno que tengamos
hombres que saben cómo hacernos felices, ¿verdad?
—Cierto. —Me senté.
Serafina sonrió.
—Está bien, te contaré sobre otro lugar para distraerte.
—Juro que si Remo y tú tuvieron sexo en nuestra cama, me volveré loca.
Ella sacudió su cabeza.
—Tuvimos sexo en el flamenco de Savio.
Me eché a reír. 200
—Siempre me he preguntado cómo funciona eso —reflexionó Leona—.
Realmente no pueden estar los dos a la vez en él sin que la cosa se dé vuelta…
Serafina volvió a llenar nuestras copas, vaciando la botella. Afortunadamente
había una tercera en la nevera esperándonos. Tenía el presentimiento de que
necesitaría más alcohol.
—Está bien, tuvimos una forma de sexo allí. Es realmente cómodo relajarse
en esa cosa con los pies sumergidos en la piscina mientras un chico está metiendo la
lengua en tu piscina.
El champán salió disparado de mi nariz cuando medio resoplé medio reí, mi
piel calentándose.
—¡Demasiada información, Fina!
Leona se aferrada al borde de su tumbona para no caerse a medida que reía y
derramaba alcohol por todas partes.
—¿Savio lo sabe? —preguntó Leona.
—Dudo que le importe —dije—. Por lo que he escuchado, el flamenco ha
visto demasiado.
Serafina se encogió de hombros.
—Lo limpiamos después, así que…
Me tapé los ojos con la mano, incapaz de creer el giro que había tomado
nuestra conversación. Hace unos años, algo así habría sido imposible para mí.
—¿Y tú, Kiara? ¿Cuál es el lugar más extraño donde tuviste sexo?
Miré a Serafina a través de mis dedos y luego los bajé lentamente, enviándole
una sonrisa avergonzada. Pasé los dedos por el borde del cristal mientras
contemplaba lo poco que había hecho hasta ahora. De momento, no nos habíamos
aventurado a salir de nuestra habitación muy a menudo.
—Nos enredamos una vez en el vestuario de la Arena de Roger, y en la
piscina —dije—. Pero eso es todo. Creo que Nino se está conteniendo por mí.
Serafina frunció los labios.
—Entonces tendrás que demostrarle que quieres ser más aventurera. En
realidad puedo recomendarte hacerlo en algún lugar de la naturaleza o probar el
flamenco.
Empujé mi copa hacia ella. 201
—Necesito más alcohol.
Habíamos terminado la tercera botella y habíamos avanzado a un aguardiente
de menta que Serafina había descubierto en algún lugar en la parte trasera del bar
cuando los hombres nos encontraron. Para entonces estábamos completamente
ebrias.
Remo llevaba a Greta y Nevio, y arqueó las cejas cuando nos vio.
—Veo que encontraron el alijo secreto de aguardiente de Savio.
Tomé un trago de mi vaso y me estremecí por el sabor.
—Es repugnante. Sabe como a pasta de dientes. —Entonces reí, y Serafina y
Leona se unieron.
—Eso no les impidió vaciar la botella, por lo que veo —dijo Nino,
levantando la botella de aguardiente.
Fabiano se acercó a Leona y la ayudó a ponerse de pie. Ella cayó en sus
brazos, sonriendo.
—Hablamos de viajar al Hemisferio Sur.
Fabiano frunció el ceño y miró a Remo y luego a Nino, quien se encogió de
hombros.
—Tal vez el año que viene.
Serafina y yo nos echamos a reír.
—Espero que vayas al Hemisferio Sur más de una vez al año —bromeó
Serafina.
La comprensión cruzó el rostro de Fabiano y arqueó una ceja.
—Vamos, Leona. Estoy de humor para viajar.
Remo sacudió la cabeza. Nevio estaba balbuceando y riendo, decidido a
divertirse incluso si no tenía idea de lo que estaba pasando. Greta, como siempre,
observaba todo con su escrutinio silencioso.
—Creo que debería intentar hacer que nuestros pequeños monstruos se
duerman. ¿Probablemente estás jodidamente cachonda después de toda la charla
sexual? —dijo Remo y le dio a Serafina su sonrisa torcida.
Ella se puso de pie, se balanceó y luego logró llegar a su esposo y gemelos.
202
—También estoy de humor para viajar un poco al Hemisferio Sur.
Desaparecieron y me tambaleé poniéndome de pie, pero volví a caer en la
silla. Nino se acercó y le sonreí. Mis ojos recorrieron todo su cuerpo lentamente, la
forma en que su camisa abrazaba sus músculos y mi núcleo se tensó por la
necesidad. Nino se inclinó sobre mí y me agarró por la cintura para ponerme de pie.
Me aferré a su cuello y lo besé. Me respondió pero se contuvo; así que me aparté.
—Te deseo.
Evaluó mis ojos.
—Estás muy ebria.
—Siempre te deseo. No necesito estar sobria para eso. Esta no es nuestra
primera cita —bromeé. Lo agarré a través de sus pantalones, amasándolo
ligeramente y sintiéndolo endurecerse bajo mi toque.
La boca de Nino se torció.
—Veo que el alcohol reduce tus inhibiciones.
—¿Te molesta si soy así? —pregunté y no dejé de frotarlo, disfrutando lo
rápido que me respondía, lo ansioso que estaba por mí.
Nino se acuclilló, dejándome sin otra opción que liberarlo.
—No, me alegro que finalmente tengas la confianza suficiente para decir lo
que quieres y actúes según tus deseos.
Envolvió un brazo alrededor de mi cintura y se inclinó más cerca a medida
que su otra mano se deslizaba por debajo de mi falda y comenzaba a acariciarme. Ya
estaba mojada y ardiendo por él. Miré hacia la casa, preguntándome cuánto de esto
sería visible desde las ventanas. Esta parte del área de la piscina no estaba tan oculta
como la piscina misma. No vi a nadie pero el riesgo permaneció ahí. Sin embargo, la
mayor parte estaría cubierta por la amplia espalda de Nino. Nino siguió mi mirada.
—¿Debería parar y continuar adentro?
Sacudí mi cabeza rápidamente.
—No.
Su boca se torció y empujó dos dedos en mi interior lentamente. Jadeé por el
delicioso estirón cuando se hundió dentro de mí.
—Fina me dijo que ella y Remo nos escucharon teniendo sexo una vez —dije
entre gemidos, curiosa por la reacción de Nino y sorprendida cuando él solo asintió. 203
—Lo sé. Remo me lo dijo, y los escuché a través de la ventana abierta.
Mis ojos se abrieron por completo.
—¿Sabías que estaban escuchando y no te detuviste?
—No me importaba, pero sabía que a ti sí, así que no te lo dije.
—Oh Dios, por favor patea el trasero de Remo la próxima vez que intente
algo así.
Nino volvió a llenarme.
—Le haré saber tus sentimientos al respecto.
Gemí, luego sacudí la cabeza.
—No… no, no lo hagas. Prefiero que olvide que sucedió alguna vez.
Nino asintió, sus ojos enfocados en sus dedos, y mis dedos comenzaron a
curvarse ante su mirada hambrienta. Mi liberación me golpeó ferozmente y mis
brazos se rindieron. Caí sobre la silla, gimiendo y riendo, completamente abrumada
y cada vez más mareada.
La cabeza de Nino apareció sobre mí.
—Creo que eso es todo por ahora.
—¿Qué hay de ti?
—Mañana —murmuró y me levantó suavemente. Asentí atontada contra su
pecho, y luego mi visión se volvió negra.

204
T enía el dolor de cabeza de mi vida. Cada vez que la luz se
encontraba con mis ojos, un dolor agudo atravesaba mi cerebro.
Sosteniendo mi sien, salí a trompicones de la habitación.
Nino ya se había ido, supuse que por su nado matutino ya que eran las diez.
Cuando entré en la cocina, Serafina estaba encorvada sobre la mesa, pareciendo una
zombi. Apenas levantó la vista y me dio una sonrisa débil.
Intenté devolver el gesto pero solo logré hacer una mueca. La boca de Remo
se dibujó en su sonrisa torcida. Nevio y Greta estaban ocupados recogiendo los
205
cubos de comida en los platos delante de ellos.
Caminé hacia la cafetera y me serví uno grande y negro. Por una vez sin leche
ni azúcar. Avanzando hacia la mesa, me aferré a mi taza como si fuera mi
salvavidas. Nunca me había sentido así y definitivamente nunca más volvería a
beber tanto. Se sintió bien soltarse ayer, pero hoy a la mañana siguiente…
Nevio dejó escapar un chillido feliz cuando me senté y lloriqueé ante la
punzada que el sonido causó en mi cerebro.
—Shhh —murmuró Serafina, medio suplicante.
Remo rio entre dientes.
—Ustedes dos parecen un par de muertas vivientes. —Ninguna de las dos
reaccionó—. Espero que no esperes que haga el desayuno. No sé cocinar y no tengo
intención de aprender hacerlo.
Levanté la vista.
—Quizás deberías.
—No, esa es la ventaja de ser Capo —dijo y luego sonrió peligrosamente—.
Serafina mencionó que finalmente te contó sobre nosotros escuchándolos.
—Remo —siseó Serafina, luego gimió y se tocó la cabeza—. Te dije que no
lo mencionaras. No debí haberlo hecho.
Mis mejillas se calentaron e hice una mueca.
—No hables de eso.
Remo se inclinó hacia delante.
—La próxima vez te daré una señal para que sepas lo que está pasando.
Levanté un dedo de advertencia.
—No te atrevas. Mantén tu nariz fuera de mi habitación.
Remo habría dicho algo más para avergonzarme mucho más.
Afortunadamente, Savio, Nino y Adamo fueron llevados a la cocina por el aroma del
café y todos se acomodaron alrededor de la mesa.
Nino me miró atentamente.
—¿Cómo te sientes?
—Horrible.
206
Nino me contempló un momento más.
—Causa y efecto.
—En serio te amo, pero eso hace que quiera golpearte con una cuchara.
La sorpresa brilló en los ojos de Nino.
—Mantengan su mierda de dominatriz en su habitación, ¿de acuerdo? —dijo
Savio demasiado fuerte.
—¿Puedes bajar el tono? —murmuró Serafina.
Savio sonrió.
—¿Qué? ¿No me digas que te duele la cabeza? —Esta vez habló aún más
fuerte.
—¿No vamos a desayunar? —preguntó Adamo después de un momento.
—Nuestra cocinera residente tiene resaca —dijo Remo.
—Haré tortilla —dijo Nino y se levantó. Le envié una sonrisa de
agradecimiento. Remo intentaba alimentar a Greta con puré de zanahorias mientras
Nevio se alimentaba a sí mismo. Odiaba cuando alguien intentaba darle de comer
con una cuchara, así que eventualmente nos dimos por vencidos y mejor poníamos
una selección de verduras en cubos, carne y fruta frente a él de modo que pudiera
elegir qué comer.
Tomando un sorbo de mi café, observé a Remo con Nevio y Greta, lo
paciente que era incluso cuando Nevio actuaba como un pequeño monstruo. Remo
notó mi mirada y levantó las cejas, y yo solo sonreí. No le gustaba cuando la gente
veía su lado más suave.
Unos minutos más tarde, Nino se acercó con una enorme sartén llena de
huevos revueltos.
—Pensé que comeríamos tortilla —dijo Savio.
—Si no estás satisfecho con la comida provista, puedes cocinar por ti mismo
—dijo Nino arrastrando las palabras.
Savio extendió su plato.
—Veo que esta mañana todos estamos de mal humor.
Reprimí una carcajada, luego hice una mueca. A pesar de mi protesta, Nino
también puso algo en mi plato. 207
—Necesitas comer.
Suspiré, después tomé la cuchara y me llevé un bocado a la boca.
Todo sabía rancio esta mañana.
Después de devolver la sartén vacía a la estufa, Nino dejó un analgésico y un
gran vaso de jugo de manzana frente a mí.
—Esto podría ayudar.
Se hundió a mi lado.
Nino me apretó suavemente el muslo y me obligué a tomar los analgésicos y
un gran trago de jugo por mi garganta.
—¿A qué hora llegaste anoche a casa? —le preguntó Nino a Adamo.
Sombras oscuras se extendían bajo sus ojos y olía ligeramente a humo y
cerveza.
—Alrededor de las cuatro.
—Mañana tienes escuela. No quiero que vuelvas a salir toda la noche.
—Es casi el final del año escolar. Las vacaciones comenzarán pronto. No es
que algo emocionante esté sucediendo —murmuró Adamo, aferrándose a su taza de
café—. Savio está de fiesta todo el tiempo.
—Savio no está en la escuela y nunca se emborracha tanto —dijo Remo
bruscamente. Greta se le quedó mirando con la boca manchada de puré, ignorando la
cuchara que Seraina le tendía.
—Savio también es mayor de edad —dijo Savio, poniendo los ojos en
blanco—. Hombre, te ves como una mierda, incluso peor que nuestras dos bellezas
de allí.
—Solo me divertí un poco —dijo Adamo a la defensiva.
Nino frunció el ceño.
—Puedes divertirte, pero tienes que conocer tus límites y no cruzarlos
constantemente.
Serafina y yo intercambiamos una mirada. No habíamos dado el mejor
ejemplo anoche, pero era solo la segunda vez que nos emborrachábamos.
—Está bien —se quejó Adamo, levantando mis sospechas. Por lo general, era 208
más conflictivo con estos asuntos.
Remo entrecerró los ojos. Greta se inclinó hacia adelante y agitó sus manos
intentando alcanzar uno de los pedazos de aguacate de Nevio. Nevio lo levantó y lo
extendió para que Greta pudiera agarrarlo. El pedazo se desmoronó entre sus manos,
pero Greta se llevó el puré verde a la cara y se metió los dedos en la boca.
—No puedo soportar tanta ternura —susurré.
Los labios de Savio se curvaron.
—Creo que los modales en la mesa ya no importan.
Serafina puso los ojos en blanco y luego besó la cabeza de Greta.
—¿Prefieres comer lo que tiene Nevio?
Greta no respondió y cuando Remo le tendió un trozo de zanahoria al vapor,
lo tomó y se lo metió en la boca, luego sonrió. Al final del desayuno, tanto Nevio
como Greta tenían comida por toda la cara y el cabello, pero parecían saciados y
felices.
Después de eso, Nino y Remo se fueron a una reunión con Stefano que estaba
en la ciudad mientras Serafina y yo tratábamos de limpiar el desorden que los niños
habían causado mientras ellos jugaban en su manta en el piso.
Me recosté contra la encimera y los observé, cómo interactuaban,
compartiendo sus juguetes pacíficamente, cómo Nevio se calmaba cuando solo
estaban Greta y él.
El anhelo constante en mi interior se hizo más prominente y lo aplasté.
Algunas cosas tomaban tiempo.

Ya estábamos a mediados de junio cuando fui a nadar. Había llegado a amar


meterme en una sesión de ejercicios en la piscina temprano en la mañana como
Nino, además que me ayudaba a relajarme.
Al ver a Adamo solo, apoyado contra la pared, me acerqué a él.
Los ojos de Adamo lucían casi febriles a medida que me acomodaba a su 209
lado. Supuse que acababa de regresar de donde sea que hubiera pasado la noche.
Había estado aún más retraído desde la boda. Tal vez ver a Samuel le había hecho
algo después de todo. Tomó otra calada de su cigarrillo antes de mirarme. Le tomó
varios segundos a su mirada enfocarse completamente en mí; había tomado algo. La
mirada en sus ojos solo podía ser de drogas y no pensaba que fuera solo hierba.
—¿Adamo?
—¿Sí? —gruñó.
—¿Qué pasa? Puedes decirme, sabes que puedes confiar en mí.
Él asintió hacia las cicatrices de quemaduras en su antebrazo. Era la primera
vez que lo veía con mangas cortas en un buen tiempo y mi estómago se apretó
cuando vi las cantidad de pequeñas quemaduras de cigarrillos que no habían estado
antes allí.
—No puedo olvidarlo. Sueño con eso todas las noches. Sobre la impotencia,
la agonía, y lo peor, el odio desenfrenado en sus ojos. Querían destruirme de la
manera más brutal posible solo porque era un Falcone.
Mi garganta se secó. Esta probablemente era la primera vez que lo admitía en
voz alta.
—Porque sabían que eso rompería a Remo.
Adamo asintió.
—A veces me sorprendo mirando a los ojos de Fina solo para invocar los
recuerdos de ese día. Son como los de Samuel y lo suficientemente cercanos a los de
Dante.
Oh, Dios. ¿Qué se suponía que debía decir a eso? Adamo evitaba a Serafina
pero por esta razón no lo esperaba.
—¿Por qué intentas recordar?
—¡Porque no puedo olvidar! Me da una sensación de control cuando elijo el
momento en que surgen los recuerdos.
—Entiendo —susurré.
Tiró el cigarrillo.
—Pensé que era diferente. Traté de decirme que sí, que lo era, pero no lo soy.
—¿A qué te refieres?
—Quiero venganza. Quiero hacer que sangren, incluso si sé que no va a 210
cambiar nada, solo conducirá a más violencia, a más miseria. —Se pasó una mano
temblorosa por el cabello.
—¿Qué tomaste?
—¿Qué?
—Estás drogado —dije en voz baja.
Pude ver sus defensas alzándose. Adamo había aprendido a ocultar secretos, y
me preocupaba cuántos se escondían detrás de su máscara.
Adamo se enderezó.
—Nadie en la Camorra me vendería drogas, Kiara. ¿Cómo podría estar
drogado?
—Te vi comprar algo de esos tipos en el club.
Sacudió la cabeza.
—Eso fue cosa de una sola vez. Cuando descubrieron quién era, se negaron a
venderme nada.
Probablemente era cierto, pero ahora de cualquier manera me estaba
mintiendo. Había tomado algo.
—Adamo, tus hermanos te aman. —Me levanté y tomé su brazo—. No dejes
que lo que pasó te rompa. No dejes que te cambie. Eres el hombre más amable que
conozco.
—¡No soy amable! —Me agarró de la parte superior de los brazos con mucha
fuerza, sus ojos fulgurando con desesperación incluso aunque lucieran
desenfocados. Si no conseguía las drogas de la Camorra, las únicas otras opciones
eran la Bratva, el Cartel o un club motero local, y eso era una locura absoluta. Las
Vegas estaba firmemente en manos de la Camorra. Significaba que tendría que
conseguir sus suministros cuando se le permitía competir en otros estados—. No soy
amable —repitió, apretando aún más los dedos.
—Estás lastimándome.
La mirada de Adamo se dirigió a sus manos y se apartó de mí de golpe,
sacudiendo la cabeza una y otra vez.
—Lo siento. Estoy arruinando todo. —Retrocedió lentamente, con una
expresión de culpa en su rostro y luego se dio la vuelta, salió corriendo y 211
desapareció en la esquina de la casa.
Le había jurado a Adamo que nuestras conversaciones serían confidenciales.
Por eso se había abierto a mí. ¿Podía ocultarle esto a sus hermanos y a todos los
demás? ¿Debería?
Cerré mis ojos. Esperaría unos días antes de tomar una decisión.

Al día siguiente, me dirigía a nadar, pero me congelé en el umbral del espacio


comunitario, sorprendida de encontrar a Nino en la sala de juegos con los gemelos.
Pensé que ya estaría nadando sus vueltas. Tal vez Serafina le había pedido que
vigilara a los gemelos mientras se preparaba. Me detuve en la puerta. Estaba sentado
en el sofá con Nevio a su lado. Greta tambaleaba cerca, sus ojos oscuros clavados en
el libro en el regazo de Nino. Se aferraba a la rodilla de Nino, todavía no tan firme
en sus piernas como su gemelo.
Nevio ya había perdido interés en las páginas y estaba palmeando los tatuajes
de Nino nuevamente, balbuceando con obvio deleite.
Nino observaba a Greta de cerca. Ella intentaba echar un vistazo al libro, pero
era demasiado pequeña hasta que Nino llevó el libro en su dirección, lo que a su vez
hizo que Nevio se sintiera infeliz, provocando un grito de advertencia que bien
podría conducir a una sesión de gritos en toda regla.
—Si te alzo, Nevio y tú pueden ver el libro —explicó Nino con calma. Greta
lo miró con esos enormes ojos suyos, derritiendo mi corazón con su adoración
evidente.
Nino bajó los brazos, moviéndose lentamente para darle tiempo antes de
deslizar una mano por debajo de su trasero cubierto de pañal mientras la otra le
sostenía la espalda. La levantó del suelo, con los ojos centrados en su rostro como si
le preocupara que ella comenzara a llorar en cualquier momento. Durante mucho
tiempo, Remo había sido el único al que aceptaba. Ahora que a Savio se le había
permitido sostenerla, parecía que había llegado a confiar en los hombres de esta
familia. Permaneció callada y su expresión dejó en claro que todavía no estaba
demasiado entusiasmada con la situación. Nino la acunó en su brazo y señaló el
libro. Por supuesto, Nevio inmediatamente se subió también encima de él, y
mientras los observaba, tanto Greta como Nevio se acomodaron en el regazo de
Nino a medida que él les explicaba en voz baja las imágenes. Mi corazón se sintió
tan lleno que no estaba segura de cómo no explotó, y pronto unas lágrimas traidoras 212
se reunieron en mis ojos.
Serafina apareció a mi lado y me abrazó.
—También tendrás esto pronto. Nino y tú merecen ser padres.
Asentí y no me atreví a decir nada por miedo a chillar. Tal vez era hora de
dejar de fingir que todo estaría bien y hacer una cita con el médico. Por alguna
razón, tenía miedo de descubrir qué estaba mal, si algo estaba mal. La idea de que
tuviera algo que ver con mi pasado me aterraba.

Salí del baño, lista para acostarme donde Nino ya me estaba esperando.
—Kiara.
La voz de Nino sonó apagada y me hizo girar hacia él. Se sentó en la cama
lentamente, sus ojos fulgurando con algo feroz y áspero, algo aterrador. Seguí sus
agudos ojos hasta la parte superior de mis brazos y sentí que el color desaparecía de
mi rostro.
Adamo debió haberme agarrado aún más fuerte de lo que pensé, teniendo en
cuenta las huellas azuladas floreciendo en mi piel.
Nino salió de la cama, su cuerpo tenso y depredador cuando avanzó hacia mí.
Trazó mis magulladuras con la punta de sus dedos, haciéndome preguntar cómo
podía su toque ser tan gentil cuando había un destello asesino en sus ojos.
—¿Quién hizo esto?
—Nino —comencé, sin saber qué decirle, cómo decirle nada sin romper la
confianza de Adamo, y preguntándome si tal vez no había otra forma de salvar al
hermano Falcone más joven.
—¿Quién te lastimó? —gruñó Nino, y la furia en sus ojos, aunque no dirigida
a mí, envió una punzada de miedo a través de mí.
—No es nada. —Sonreí, incluso cuando mi rostro se sentía rígido por la
emoción forzada.
Alcancé mi albornoz, desesperada por ocultar los moretones y desterrar la 213
brutalidad de la expresión de Nino, pero él no lo haría. Curvó sus dedos alrededor de
mi mano, deteniéndome.
—¿Quién te lastimó?
Sus ojos me clamaban que revelara la verdad, pero ¿con qué resultado?
—No quiso lastimarme. Fue un accidente…
Tragué con fuerza porque la boca de Nino dibujó una sonrisa aterradora.
—¿Un accidente? —Acunó mi cara, besando mi boca dulcemente,
amorosamente—. ¿Quién lo hizo? ¿No confías en mí?
Confiaba en Nino con mi vida, sabiendo que estaba a salvo con él, pero con la
misma certeza sabía que nadie más lo estaba en estos momentos.
—No lo quiso hacer. Está sufriendo.
—Adamo —susurró Nino, cerrando los ojos, y la gentileza desapareció de su
rostro. Soltó mis mejillas y salió de la habitación a toda prisa.
—¡Nino! —Me tambaleé tras él, pero estaba corriendo demasiado rápido—.
¡Nino, no lo hagas!
Adamo no estaba en su habitación, que lucía aún más desordenada que en el
pasado. Sin detenerse, Nino se dio la vuelta y bajó corriendo las escaleras. Me las
arreglé para alcanzarlo cuando se detuvo por un momento en la puerta de la sala de
juegos. Savio estaba estirado en el sofá, y Adamo también por una vez, viendo una
pelea en la pantalla grande.
Remo miró desde donde estaba golpeando el saco de boxeo.
—¿Qué carajo…?
No llegó más lejos. Nino avanzó hacia Adamo, que estaba tendido en el sofá,
lo agarró por el cuello y lo arrojó al suelo.
—¡Nino, no lo hagas! ¡Por favor! —Corrí hasta él, intentando detenerlo. Nino
estaba arrodillado sobre Adamo, con los dedos clavándose en su garganta, y una
expresión de brutalidad en su rostro. Los músculos de su espalda desnuda se
flexionaban, haciendo que el fénix y las llamas cobren vida.
—¿Lastimaste a Kiara? —le gruñó Nino a Adamo.
Remo vio mis moretones. Y preguntó con dureza:
—¿Nino? 214
La cabeza de Adamo se puso roja bajo el asimiento de Nino. No hizo ningún
movimiento para defenderse, solo miró a su hermano con los ojos llenos de miseria,
casi desesperado por que Nino terminara lo que había comenzado. Quizás Remo
también lo vio, porque por un instante su expresión parpadeó con una mirada que
solo mostraba cuando se mencionaba a su madre.
Luego agarró el hombro de Nino y tiró.
—Nino, para la mierda.
Nino no soltó su agarre hasta que Savio agarró su otro brazo y tanto él como
Remo lo arrancaron. Nino soltó a Adamo y dejó que Remo lo pusiera de pie
mientras Savio revisaba a su hermano menor.
—¿Estás bien?
Adamo no reaccionó. Solo se quedó en el suelo, masajeándose la garganta.
Sus ojos se posaron en mí, fijándose en mis brazos, y una vez más su expresión se
retorció con culpa.
—Lo siento, Kiara.
—Lo sé —dije suavemente. Me dirigí hacia Nino, cuyo hombro Remo
todavía estaba agarrando con fuerza, y toqué su pecho. Después de varios
momentos, Nino apartó su mirada de Adamo y me observó, y como siempre, la ira
desapareció a favor de algo gentil—. Estoy bien, ¿de acuerdo? Adamo no quiso
lastimarme.
—¿Qué pasó? —nos preguntó Remo a su hermano y a mí.
Adamo se incorporó lentamente y, vigilando de cerca a Nino, se atrevió a
ponerse de pie.
—Fue un accidente.
Nino dio un paso en su dirección.
—Esa es una excusa que alguien que no ha peleado la mayor parte de su vida
podría usar, alguien que no está familiarizado con la violencia y el dolor. Pero tú,
como yo, no causas dolor por accidente, Adamo.
—No todo el mundo es tan bueno para provocar dolor como tú, para controlar
cómo lo impartes —murmuró Adamo.
—Quiero saber qué pasó —espetó Remo, obligándome a encontrar su dura 215
mirada.
Nino se movió entre nosotros, alejando a Remo.
—Es suficiente —dije, pasando junto a Nino para mirar a Remo—. Nino,
sabes que Remo no me hará daño.
Remo sonrió sin humor.
—¿Por qué Adamo dejó moretones en tu brazo?
Adamo me contempló con temor, temiendo lo que revelaría. ¿Cuáles serían
las consecuencias? Remo había dejado en claro que no toleraría que Adamo tomara
drogas, pero Adamo lo hizo, y no solo eso, las estaba consiguiendo de nuestros
enemigos; no podía ser de otra manera.
—Esa puta mirada que están compartiendo, no me gusta ni un poco —gruñó
Remo, tocando mi brazo para atraer mi atención hacia él.
—Fue un accidente.
Nino soltó un pequeño sonido desde el fondo de su garganta, mirándome
como si lo estuviera traicionando.
—Estupideces —dijo Remo—. Uno de ustedes va a escupir la maldita verdad
o perderé mi puta mierda, en serio.
Sonaron unos pasos y apareció Serafina con los gemelos en sus brazos.
Frunció el ceño ante la escena frente a ella.
—Mejor vete. Tenemos algo que discutir —dijo Nino y Remo asintió.
Los ojos de Serafina pasaron de mí a Adamo, quien le dedicó una sonrisa
pequeña, y en lo único que pude pensar era en que la miraba para recordarse la
tortura que había sufrido. Ella se volvió con una última mirada inquisitiva a Remo y
se fue.
—La maldita verdad, ahora —me dijo Remo.
—Te lo dije todo.
La boca de Remo se tensó e intercambió una mirada con Nino, quien
permanecía completamente inmóvil.
—Kiara —dijo Remo en advertencia—. Sigo siendo Capo, y quiero
escucharte decir la verdad.
—No diré más de lo que dije. Si quieres conseguir más información de mi 216
parte, tendrás que usar tus elegantes habilidades de tortura.
—Sí, claro, con esos malditos ojos de ciervo mirándome como un cachorrito
roto. Sabes tan bien como yo que Nino y yo no podemos lastimar ni un solo de tus
rizos rebeldes.
Sabía que Nino no podía lastimarme, y siempre sospeché que Remo al menos
dudaría antes de lastimarme, pero escucharlo admitir que era incapaz de infligirme
dolor me llenó de calidez. Pensar que me había aterrorizado convertirme en una
Falcone, de mi matrimonio con Nino, cuando ello me había dado a un hombre que
me amaba, y hermanos que significaban más para mí que mis parientes
consanguíneos. Y ahora, esos hermanos estaban a punto de atacarse unos a otros.
Savio parecía desconcertado por todo.
Remo caminó hacia Adamo.
—Entonces tú tendrás que abrir tu puta boca en su lugar.
—Te lo dije. Fue un accidente. Si no me crees, ¿por qué no terminas lo que
Danilo comenzó y quemas el resto de mi tatuaje? —Adamo empujó su antebrazo
hacia Remo. La parte superior del tatuaje con el mango del cuchillo y parte del ojo
había desaparecido, reemplazado por cicatrices de quemaduras nudosas. Le daba al
resto del ojo un aspecto triste y caído.
Remo se puso rígido.
—Me hiciste un juramento. Me debes la verdad.
—Remo te salvó dos veces, Adamo, tal vez deberías estar agradecido —dijo
Nino con frialdad.
Dolía ver a los hermanos así, verlos lastimándose. No estaba segura si la
verdad los ayudaría. No podía imaginar cómo podría hacerlo. Que Adamo
consumiera drogas pondría a Remo en una posición imposible, especialmente si mis
sospechas eran ciertas.
—Tal vez no debería haberme salvado —dijo Adamo enojado, luego empujó
a Savio, agarró las llaves del auto en la banqueta y salió corriendo.
—¿Qué carajo? —exclamó Savio.
Remo y Nino me observaron y mi estómago se hundió.
—¿Tiene algo que ver con las quemaduras de cigarrillo? —me preguntó
Nino. 217
Remo y Savio lo miraron fijamente.
—¿Qué quemaduras? —gruñó Remo.
Savio se dejó caer sobre el reposabrazos del sofá.
Nino tomó mis brazos.
—Kiara.
Cerré mis ojos.
—No ha superado lo que sucedió con la Organización. Sueña con eso y está
buscando una salida para todo. —No mencioné los ojos de Serafina, sin querer
hacerla sentir culpable.
—Ha vuelto a las drogas —dijo Remo en voz baja. Por supuesto, lo
descubriría.
Lo miré y asentí. Nino sacudió la cabeza, frustrado.
—Quiero respuestas —dijo Remo—. ¿Qué quemaduras de cigarrillo, y de
dónde saca Adamo las jodidas drogas?
—Atrapé a Adamo apagando un cigarrillo en su antebrazo. Afirma que no lo
siente por el tejido cicatricial —explicó Nino.
—Mierda —murmuró Savio.
La expresión de Remo era aterradora, llena de furia y determinación fría.
—¿Quién le está vendiendo las drogas? —La intensidad de su mirada me
hizo estremecer.
—No lo sé. Me dijo que nadie en la Camorra le vendería.
Nino y Remo intercambiaron una mirada.
—Tal vez la Bratva.
—¿En serio creen que sería tan estúpido para acercarse a nuestros enemigos?
—preguntó Savio.
—Las drogas hacen que la gente haga cosas estúpidas —gruñó Remo—. Tal
vez conoce a personas en las carreras que lo ayudan.
—¿Qué vas a hacer?
—Vamos a encontrar a las personas que le venden las drogas y matarlos — 218
dijo Nino simplemente.
—¿Y con Adamo?
—Nos aseguraremos que se quede en su habitación y se detenga de una vez
con esa mierda. No dejaré que arruine su vida con drogas —dijo Remo—. Prefiero
encerrarlo hasta que esté limpio antes de que muera por esa mierda.
—Iré a buscarlo. Conozco algunos lugares donde le gusta pasar el rato, pero
comenzaré con el lugar de C.J —dijo Savio, poniéndose de pie y saliendo.
Serafina asomó la cabeza nuevamente, luciendo preocupada. Llevaba a Greta.
—¿Puedo entrar?
Remo asintió, aún fulminando el suelo con la vista.
—Greta está un poco quisquillosa. No quiere dormir. Parece que necesita
cercanía esta noche. —Serafina examinó el rostro de Remo—. ¿Por qué no la cargas
un rato? Nevio acaba de quedarse dormido y me preocupa que lo despierte.
Remo volvió a asentir lentamente, y se acercó a su esposa. La besó y luego
tomó a Greta, quien se aferró a él inmediatamente. Serafina susurró algo, pero Remo
sacudió la cabeza. Ella tocó su brazo brevemente y luego volvió a subir.
—Vamos —me murmuró Nino. Antes de que nos fuéramos, vi a Remo
estirarse en el sofá con Greta tendida en su pecho, sonriendo radiante hacia él con
sus enormes ojos. Él sonrió y le acarició la espalda—. Estará bien —dijo Nino en
voz baja a medida que me alejaba.
—Lo sé. ¿Y tú?
—También lo estaré. Adamo estará bien. Nosotros lo ayudaremos. Una vez
que sus distribuidores estén muertos y él esté limpio, podemos hacer algo con
respecto a los recuerdos.
Nos acomodamos en nuestra cama, yo de espaldas y Nino inclinando sobre
mí, sus ojos recorriendo mis brazos. Se inclinó y besó mis moretones.
—No puedo soportar verte lastimada.
—Estoy bien, Nino. Me duele más verlos a tus hermanos y a ti discutiendo.
Así que, por favor, no te enojes con Adamo.
—No lo estoy. Ya no. Mis hermanos y yo siempre estaremos allí el uno para
el otro. Nada cambiará eso. Remo no lo permitirá, y yo tampoco.

219
—E ntonces, ¿qué? ¿van a mantenerme encerrado aquí para
siempre? —dijo Adamo—. ¿Un cautivo en mi propia
casa? —Desde que Savio lo había traído a casa hace dos
noches, habíamos estado muy atentos a nuestro hermano menor y ya mostraba
síntomas de abstinencia. Movimientos erráticos, transpiración y dedos temblorosos.
Debía haber estado tomando esa mierda por más tiempo del que nadie esperaba.
—Te quedarás aquí hasta que estemos seguros que estás limpio —dije con
calma.
220
Adamo me fulminó con la mirada.
—¿Por qué al menos no puedo quedarme en mi habitación?
—Porque no hay barras frente a tu ventana y no queremos tener que
instalarlas.
Adamo sacudió la cabeza, mirando alrededor de la habitación en el ala de
Remo. Era donde Remo solía mantener a Serafina.
—Esto es ridículo. No pueden tratarme así.
Remo se abalanzó a él y lo enfrentó.
—Sabes muy bien lo que le haría a cualquier otro soldado que usa drogas y
no me dice dónde las consiguió, así que tal vez deberías cerrar la puta boca.
—Si nos dices quién te dio las drogas, facilitaría las cosas.
—¿Para quién? —Adamo se cruzó de brazos con una sonrisa amarga.
Remo soltó un fuerte suspiro y luego su sonrisa se volvió peligrosa.
—Muy bien, entonces no nos digas. Simplemente hablaremos con C.J. y le
preguntaremos. Pasaste mucho tiempo con ella. Supongo que ella sabe bastante.
Adamo palideció.
—No, déjala fuera de esto.
La sonrisa de Remo se amplió aún más.
—No puedo hacer eso. Teniendo en cuenta que soy su Capo, debería haberme
contado todo pero no lo hizo. Eso es traición.
—¡No! —gritó Adamo y se arrojó sobre Remo, apuntándole con un puñetazo.
Remo lo bloqueó, retorció su brazo y lo arrojó de cara al suelo, después se
arrodilló sobre su espalda.
—Nunca más levantes tu puño contra mí.
—Jódete —gruñó Adamo, su cara poniéndose roja.
—Adamo —dije en un tono implorante a medida que me agachaba ante él—.
Tienes que parar esto. Las drogas te están destruyendo. Remo y yo solo queremos
ayudarte.
—No lastimen a C.J., lastímenme a mí.
—Tengo el presentimiento de que lastimarte no nos acercará más a la verdad, 221
¿cierto? —murmuré—. El dolor no te hará hablar más.
—Jamás lo intentaste. Simplemente hazlo.
Remo lo soltó y se levantó con un gruñido.
—Cállate. Sabes que no te torturaremos.
—¿Por qué no pueden dejarme tomar mis propias decisiones? Si quiero
arruinar mi vida con drogas, entonces déjenme.
Remo lo fulminó con la mirada.
—No te dejaré, nunca. Torturaré a cualquiera para obtener información sobre
esos cabrones que te vendieron esa mierda. Quiero que vuelvas a ser quien eras.
—No lo haré —dijo Adamo en voz baja, rodando sobre su espalda—. No hay
nada que puedan hacer al respecto. Ya no soy él, tal vez nunca lo fui.
Remo tragó con fuerza, su boca apretándose en una línea dura. Se inclinó
sobre Adamo, agarrando su antebrazo con las quemaduras.
—Entonces conviértete en alguien más fuerte. No les des poder a esos
cabrones que te torturaron incluso después de terminar. Enójate, sé brutal, me
importa un carajo, pero saca la puta tortura de tu cabeza. Sigue adelante. Eso es solo
el pasado.
Adamo sonrió de forma extraña.
—Si fuera tan fácil, Nino y tú no seguirían actuando como si nuestra madre
no estuviera viva.
Remo se enderezó de golpe. Estaba al borde. Agarré su hombro.
—Adamo, hay dos opciones. Decirnos quién te vendió las drogas o Remo y
yo le preguntaremos a C.J.
Adamo me fulminó con la mirada, pero la preocupación parpadeó en sus ojos.
Tal vez Adamo pensaba que era como nosotros, se había vuelto como nosotros, pero
todavía era más amable de lo que Remo y yo seríamos alguna vez.
—No nos mires así —dijo Remo en voz baja—. No toleraré que lidies con
traficantes potencialmente peligrosos que podrían usarte y a tu adicción a las drogas
para vengarse de nosotros, de nuestra familia.
Adamo resopló.
Remo dio un paso hacia él nuevamente pero se detuvo. 222
—¿Estás seguro que no les darías los códigos de seguridad si no te vendieran
las drogas que anhelas tan desesperadamente? ¿Puedes mirarme a los jodidos ojos y
jurar que no actuarías imprudentemente por otro subidón? ¿Puedes hacerlo? —Remo
rio sombríamente cuando Adamo permaneció en silencio—. Eso es lo que pensé. No
arriesgaré las vidas de Greta y Nevio, ni las de Serafina, Savio, Kiara o Nino… ni la
tuya. Nunca. Si tengo que torturar a una puta para que así me des la información que
necesito, lo haré sin un maldito remordimiento. —Después asintió hacia mí—. Y
créeme, Nino ni siquiera parpadeará desmembrando a alguien para garantizar la
seguridad de Kiara.
Adamo se sentó despacio.
—Jamás revelaría nuestros códigos. Ni siquiera por las drogas.
—Dinos quién te vendió la mierda.
Adamo bajó los ojos.
—Están estos muchachos en las carreras. Se llevan cosas para sí mismos. Les
pago el doble de modo que también compren para mí.
—¿Saben quién eres? —preguntó Remo.
Adamo asintió.
—Todo el mundo sabe quién soy.
Remo se dio la vuelta y salió enfurecido.
—Nombres, y si sabes, dónde encontrarlos —exigí.
—Kay y Josh. Siempre se quedan con el equipo principal de la carrera en el
campamento.
Le tendí la mano a Adamo y él la tomó. De nuevo en pie, suspiró.
—En serio intenté mantenerme alejado de las drogas, pero la hierba… mejoró
las cosas y luego uno de estos tipos dijo que la heroína lo haría aún más fácil…
—Nada que valga la pena es fácil, Adamo. Tienes razón, Remo y yo a veces
todavía luchamos con el pasado, pero seguimos adelante porque tenemos personas
que confían en nosotros, y tú también. Confiamos en ti. Te necesitamos como parte
de nuestra familia, así que enfrenta tus miedos sin las drogas. —Adamo no dijo
nada—. Ahora voy a encerrarte. Más tarde, cuando alguien esté aquí para vigilarte,
podrás moverte por la casa.
Se hundió en la cama y me fui. Remo todavía estaba en el pasillo cuando salí, 223
apoyado contra la pared y luciendo una expresión asesina.
—Tendremos que sentar un ejemplo. Meterles en la cabeza a las personas que
tienen que dejar de venderle esa mierda.
—Deja que Fabiano y yo nos encarguemos. Quédate aquí con tus hijos.
Vigila las cosas.
—¿Todavía crees que Samuel podría usar la información que reunió mientras
estuvo aquí para la boda? ¿Para un ataque?
Sacudí mi cabeza.
—Creo que no arriesgará nada con su hermana cerca, pero creo que deberías
quedarte aquí. Sé que crees que tienes que protegernos a todos, pero Fabiano y yo
podemos encargarnos de esto.
A Remo no le gustó, pero tenía que pensar en sus gemelos y tenía que dejar
de arrojarse de cabeza en cada conflicto. Podía ver lo duro que tomó la adicción a
las drogas de Adamo.
—Está bien —dijo lentamente—. Pero asegúrate que todos reciban el
mensaje. —Lo miré y él desplegó sus dientes en una risa áspera—. Sí. Harás eso.
—Iré a buscar a Fabiano y le diré a Kiara que me voy, luego partiremos.
Crucé los jardines hasta la casa de Fabiano. Leona estaba tendida en una de
las tumbonas y leyendo. Se sentó en seguida cuando me vio acercarme.
—¿Pasó algo?
—Necesito a Fabiano para una misión.
—Está en el gimnasio, entrenando.
Asentí pero antes de entrar, dije:
—Serafina, Savio y los gemelos están en la piscina. ¿Por qué no te unes a
ellos?
La sorpresa cruzó su rostro.
—Lo haré, gracias.
Asentí y entonces me dirigí a la sala de estar. La casa de Fabiano era más
pequeña que la nuestra y no tenía alas, pero aún era un edificio enorme. El gimnasio
estaba al final del pasillo y cuando entré, Fabiano estaba haciendo pesas en la banca.
—¿No deberías estar más vigilante? 224
—Reconocí tus pasos. —Puso la barra de pesas en la rejilla de seguridad
sobre su cabeza, luego se sentó y se limpió el sudor de la cara y el pecho—.
¿Adamo?
Asentí.
—Nos dio nombres.
—¿Cuándo quieres salir? —preguntó Fabiano a medida que se levantaba.
—Tan pronto como sea posible.
—¿Remo vendrá?
—No, debería quedarse aquí y vigilar las cosas.
—¿Cuánto tiempo nos iremos?
Siempre eficiente cuando se trataba de una misión, eso es lo que apreciaba de
Fabiano.
—Toda la noche, tal vez dos. El campamento está establecido actualmente
cerca de Sacramento.
—De acuerdo. Dame quince minutos para tomar una ducha rápida y empacar
algunas cosas.
Con un breve asentimiento, volví a nuestra mansión para buscar a Kiara. La
encontré en su piano pero no estaba tocando nada, solo frunciendo el ceño ante sus
dedos en las teclas. Me senté a su lado.
—¿Qué pasa?
—Nada —respondió lentamente, después me dio una sonrisa pequeña.
Acaricié la parte superior de su brazo con los moretones. No decía la verdad.
Dado su ciclo, se suponía que tendría su período hace dos días. Habíamos dormido
juntos esta mañana y definitivamente no había sangrado.
—Tengo que irme a Sacramento para encargarme de algunas cosas.
—¿Adamo te dijo quién le vendió las drogas?
—Lo hizo. —No dije más y Kiara no preguntó, simplemente asintió. Sabía lo
que tenía que pasar.
—¿Cómo está?
225
—Lo encerramos en la habitación segura. Solo se le permitirá salir si Savio o
Remo están cerca para vigilarlo.
—¿En serio es necesario?
Llevé su muñeca a mi boca y la besé.
—No sabemos cuánto tiempo lleva Adamo tomando heroína. O qué más ha
usado. Podríamos descubrirlo en Sacramento, pero si su adicción es grave, lo cual
me temo que es, podría hacer algo estúpido intentando conseguirlas.
—Realmente espero que pueda superar esto.
—Lo hará. —Estudié sus ojos buscando alguna pista de que Kiara me
necesitaba—. ¿Estarás bien?
—Por supuesto. Tienes que encargarte de esto. Estaré bien. Lo estoy.
La besé lentamente, intentando decidir si debía pedirle a Savio que fuera en
mi lugar.
—Estoy bien —dijo con firmeza—. Ve. Arregla las cosas.
Vi a Nino y Fabiano alejarse y luego regresé a la casa. Serafina estaba en la
terraza con los gemelos y Leona, y Remo y Savio estaban en la sala de juegos,
discutiendo sobre Adamo. Por un momento consideré salir, para distraerme del
pensamiento persistente que me retrasaba por dos días. Solo dos días.
Mi período se había retrasado solo por dos días y, sin embargo, no podía
dejar de pensar en ello, incluso si nunca había significado nada en el pasado. Quería
que significara algo, que significara que finalmente estaba embarazada. En algún
momento, simplemente tenía que funcionar. Tenía que hacerlo. Me toqué el vientre
y sacudí la cabeza.
Cruzando el vestíbulo de entrada, me encerré en el baño de visitas con una de
mis pruebas de embarazo de mi alijo. Diez minutos después, me quedé mirando la
pequeña ventanilla mientras la decepción rompía mi corazón en pequeñas astillas.
No estaba embarazada, otra vez. 226
Me sentí enferma y desesperada. Intentando contener las lágrimas, salí a
trompicones del baño de visitas y me dirigí a la sala de juegos para prepararme una
bebida en el bar. Apenas bebía licor fuerte a veces, pero justo en ese momento
quería adormecer mi tristeza.
Afortunadamente, Savio y Remo ya no estaban allí. Probablemente se habían
unido al resto en la terraza.
Alcanzando la primera botella en la que pude poner mi mano, me serví un
vaso generoso y logré bajar la mitad antes de comenzar a toser. Las lágrimas
finalmente estallaron y no estaba segura si eran por el alcohol o por el vacío en mi
pecho, esta sensación aplastante de que lo único que más quería no vendría fácil
para mí, o en absoluto.
Remo apareció a la vista, saliendo del jardín. Me limpié los ojos rápidamente
y me alejé corriendo, queriendo ahogarme en mi miseria, pero sus pasos sonaron
detrás de mí y con el tiempo dejé de escapar porque era inútil de todos modos. Remo
nunca se rendía y estaba cansada de correr. Sollozando, me apoyé contra la pared y
me deslicé hacia el piso lentamente. Sus piernas aparecieron a la vista, pero no dijo
nada. Podía imaginármelo observándome.
—Como odias las manifestaciones de emociones explícitas, deberías irte.
Solo empeorará desde aquí. —Soné amargada, incluso para mis propios oídos.
Remo se dejó caer frente a mí, sosteniendo mi vaso medio lleno. Escaneó mi
cara y miró la prueba de embarazo en mi mano. Ni siquiera me había dado cuenta
que todavía la estaba aferrando como un recuerdo de mi incapacidad para concebir.
Se la tendí para que así pudiera ver el resultado.
—Uno pensaría que sería más fácil con el tiempo. La decepción después de
que tus esperanzas han volado demasiado alto una vez más. —Remo tomó un sorbo
de mi bebida, luego lo arremolinó en el vaso—. Eso era mío.
—Lo dejaste allí abandonado. Es un ron Don Papa de edición limitada que
cuesta una fortuna. No voy a dejarlo allí para que Adamo pueda profanarlo en una
jodida Cuba Libre.
Solté una carcajada y extendí la mano.
—Necesito otro sorbo.
Remo me entregó el vaso y tomé un gran trago, estremeciéndome por la
fuerza del alcohol.
227
—Mierda, sería un pésimo desperdicio de un buen ron. Odias el licor fuerte.
—Sí —dije y devolví la bebida a Remo—. Pensé que ayudaría.
Remo sonrió.
—¿Cuándo ha ayudado el alcohol con algo?
—Puede ayudarte a olvidar.
—Durante unas horas, pero te permite chocar aún más fuerte cuando vuelves
a recordarlo.
Me mordí el labio, sabiendo que tenía razón. Adamo había estado intentando
hacer frente a todo de la misma manera y podía ver a dónde lo había llevado.
—Lo hemos intentado durante tanto tiempo.
Remo inclinó la cabeza en consideración. No había lástima en sus ojos, lo
cual era bueno, y la razón por la cual me encantaba hablar con Remo.
—¿Nino es infértil?
Parpadeé, inmóvil, después de todo este tiempo, aturdida por la franqueza de
Remo.
—No lo sé, pero no creo que sea él. Es mi culpa. Solo lo sé en el fondo. Algo
está mal conmigo. Tal vez no merezco ser feliz. Primero mis padres, luego Durant y
ahora esto… —Comencé a jadear a medida que la desesperación y la tristeza se
agolpaban en mi pecho. No podía creer que hubiera dicho esas palabras en voz alta.
Me habían estado atormentando durante mucho tiempo.
—Kiara, para.
No podía. Remo me agarró del tobillo, sorprendiéndome. Mi cabeza se alzó
bruscamente. Rara vez me tocaba. Tragué con fuerza mientras me enfocaba en su
rostro.
—No es culpa de nadie, y no hay nada jodidamente mal contigo, ¿entendido?
—Es injusto —susurré desesperadamente.
Remo se bebió el ron restante.
—La vida es jodidamente injusta. Quiere aplastarte, pero no puedes dejar que
la perra gane. Tienes que obligarla a jugar según tus reglas.
—Lo haces sonar tan fácil, pero para mí no lo es. Tú eres fuerte. Nadie podría
obligarte a hacer nada. 228
Remo se inclinó hacia adelante, apretando mi tobillo.
—¿Sabes cuántas personas se atreven a decirme la verdad a la cara? ¿Cuántos
no se cagan en los pantalones cuando están solos conmigo?
Sacudí mi cabeza. Supuse que no eran muchos. Serafina, sus hermanos y
Fabiano… incluso Leona aún desconfiaba del Capo de la Camorra.
—Eres fuerte a tu manera, Kiara. Y eres una Falcone. El mundo es tuyo. Si
quieres un hijo, tendrás uno.
Me reí.
—Sé que eres poderoso, pero algunas cosas están fuera de tu control. No
puedes secuestrar a uno.
—Si Nino es infértil puedes tener mi esperma para que quedes embarazada.
Me ahogué.
—¿Hablas en serio?
Levantó una ceja.
Sacudí mi cabeza.
—En realidad estás hablando en serio. ¿Crees que Fina estaría de acuerdo con
que seas donante de esperma?
—Somos familia. Quiero que Nino y tú cumplan tu deseo, y Serafina lo
entendería.
—Eso no funcionará si soy yo.
—Hay todo tipo de mierda que los médicos pueden hacer hoy en día. Nino y
tú deberían hacerse un chequeo. Una vez que sepan cuál es el problema, pueden
encontrar una solución.
—Quizás no haya solución.
—Siempre la hay. Pueden adoptar. De todos modos, podría no ser la peor
idea del mundo teniendo en cuenta lo mal que estamos Nino y yo.
—Eso es por su infancia.
—Créeme, parte de ello es heredado. —Su boca se curvó como si recordara
todas las cosas que habían hecho a lo largo de los años.
229
—He estado pensando en la adopción. —Miré a Remo—. Pero no quiero que
los niños sean menos porque no son parientes consanguíneos.
—La única jodida sangre que me importa es la de los hijos de puta que
tratarán menos a tus hijos por una maldita estupidez como el ADN, y solo porque
me bañaré en ella después de cortarles la garganta.
Crucé el pequeño espacio entre nosotros y abracé a Remo por primera vez en
mi vida.
—Gracias —susurré—. Eres como desearía que mis hermanos pudieran haber
sido. No me importa lo que la gente diga de ti, te amo como un hermano.
Remo se congeló, luego tocó mi espalda ligeramente pero no dijo nada a
cambio; no es que hubiera esperado que lo hiciera.
Me aparté, aclarándome la garganta y limpiándome los ojos. Remo se puso de
pie y me tendió la mano.
—Vamos. Unámonos a los demás en la piscina.
Tomé su mano y le permití que me levantara.
—No estoy usando traje de baño.
—Entonces ve a cambiarte. Iré a ver si Adamo está de ánimos para dejar su
malhumor.
Me contempló un momento más, después tomó la prueba de embarazo
descartada y se alejó.
Solté un suspiro largo, sintiéndome un poco mejor. Remo tenía razón. No
tenía sentido compadecerme de mí misma.

Diez minutos después llegué a la piscina, vestida con mi bikini rojo y un


vestido veraniego encima. Serafina y Leona estaban en el agua, cada una empujando
a un gemelo alrededor de la piscina en pequeñas carrozas de unicornio que Serafina
les había pedido.
Savio estaba tendido perezosamente en una de las tumbonas, su traje de baño
tan peligrosamente bajo, mostrando la mitad superior de ese odioso tatuaje de toro.
Savio se alzó las gafas de sol con una sonrisa. 230
—No puedes quitar tus ojos de mi minotauro, ¿verdad?
Hice una mueca.
—Todavía no puedo creer que dejaras que Nino tatuara esa cosa en tu piel.
Savio bajó la mirada a sus abdominales y luego levantó la cinturilla y miró
por debajo.
—Deberías ver el resto. Creo que cambiarías de opinión.
Mis mejillas se sonrojaron. Una bola de agua voló hacia la cabeza de Savio y
la bloqueó con su antebrazo.
—¡Oye!
—Compórtate —advirtió Serafina.
Savio cruzó los brazos detrás de la cabeza, luciendo demasiado satisfecho
consigo mismo.
—Te encanta irritarnos, ¿verdad? —pregunté con una pequeña risa.
—Es más divertido de lo que esperaba.
Me quité el vestido y me metí en la piscina rápidamente, incómoda en mi
pequeño bikini con hombres alrededor que no eran Nino.
Savio volvió a bajar las gafas de sol.
—¿Qué tal si nos horneas algunas de esas deliciosas galletas de chocolate
blanco y macadamia?
—Pensé que ibas a deshacerte de ese goloso lado tuyo en algún momento.
¿Cómo puedes atiborrarte con toda esa mierda azucarada? —preguntó Remo
mientras avanzaba a la piscina en bañador. No había señal de Adamo.
Savio se encogió de hombros.
—Lo necesito para poder darle algo de azúcar a las mujeres.
Bufé mientras me dirigía hacia Leona, Serafina y los gemelos.
—Eres absolutamente imposible. ¿En serio funcionan esas líneas baratas?
—No —respondió Remo al mismo tiempo que Savio dijo—. Sí.
Remo lo desestimó.
—Lo que sea. Me sorprende que no hayas escogido tatuarte una puta piruleta 231
en lugar de ese toro sobre tu polla. Enviaría un mensaje claro.
—Las chicas con las que estoy saben qué hacer con mi polla. No necesitan
una piruleta para recordárselos, y si son tan descerebradas, les daré indicaciones.
—Pero necesitas un toro para recordarte ser un animal en la cama, ¿o qué?
Remo también se hundió en la piscina. Leona y Serafina habían notado mis
ojos rojos, pero les di una sonrisa brillante, sin querer preocuparlas.
—No te preocupes. No necesito que me lo recuerden —dijo Savio. Su
teléfono sonó y lo alzó de la pequeña mesa junto a su tumbona.
Cuando cambié con Leona empujando el flotador de Greta, Remo se unió a
mí.
—¿No quiso salir? —pregunté.
—Está de mal humor. La desintoxicación es una mierda.
Leona se unió.
—Si necesitas que hable con él, lo haré. He pasado por muchas cosas con mi
madre, así que lo entiendo.
Los ojos de Remo se dirigieron hacia ella. Leona se sonrojó pero sostuvo su
mirada por una vez.
—¿Por qué no? —dijo Remo finalmente—. Cuéntale algunas historias de
terror, estoy seguro que has pasado por muchas.
—Sí, definitivamente.
Greta sonrió radiante a Remo.
—Papá —dijo con esa voz aguda y linda. Remo la sacó del flotador y ella
sonrió.
—¿Quieres estar cerca de mí, hmm? —La presionó contra su pecho y vadeó
por el agua. Pareció mucho más contenta así que en el flotador. Nevio, por otro lado,
estaba levantando una tormenta con sus pequeños pies y exprimiendo con toda su
fuerza el cuello del unicornio.
Serafina lo empujaba de un lado a otro con una sonrisa. Nadé hacia ella y
Nevio mientras él gorgoteaba de alegría. Presioné mi dedo mojado contra su nariz,
haciéndolo chillar de risa. Leona se sentó en el borde de la piscina, luciendo
relajada, tal vez por primera vez sin que Fabiano esté cerca.
232
—Con esos pulmones, el niño podría ser el cantante principal de Nine Inch
Nails —dijo Savio a medida que avanzaba hasta el borde de la piscina, arrastrando
su flotador de flamenco detrás de él.
—Esa cosa se queda fuera de la piscina —dijo Serafina.
Savio empujó el flotador hacia el agua.
—Oblígame. —Se zambulló, salió del agua y se subió sobre la atrocidad
rosada. Con sus piernas a horcajadas sobre el largo cuello del flamenco, se estiró y
suspiró.
—Siento el impulso irresistible de usar uno de los cuchillos de Remo para
darle un final cruel al flamenco —susurró Serafina en mi oído. Reprimí una
carcajada. Savio nos lanzó una mirada sospechosa cuando Serafina le dirigió una
expresión inocente.
Pasamos las siguientes dos horas en la piscina y me sentí mucho mejor
después.
Cuando regresé a la habitación después de cenar esa noche, y me acurruqué
sola en nuestra cama, la decepción me atrapó una vez más.
Extrañaba a Nino horriblemente en ese momento. Me había quedado medio
dormida cuando mi teléfono sonó. Era cerca de la medianoche y cuando revisé el
mensaje sonreí a pesar de mis ojos ardientes.
Buenas noches, Kiara. Volveré pronto. Te amo.
Nino no era fanático de los mensajes, especialmente no para transmitir sus
sentimientos. Era la primera vez que me enviaba un mensaje de texto diciendo que
me amaba. Respondí rápidamente.
También te amo, y desearía poder dormirme en tus brazos.
No estaba segura por qué Nino me había enviado esas palabras, o si tal vez
alguien había mencionado mi colapso lagrimal, y no importó. Me alegré por el
gesto, sabiendo que él estaría concentrado en otra cosa en este momento, algo que
requería que apagara todas sus emociones.
Sosteniendo el teléfono en mi mano, cerré los ojos nuevamente.

233
A la noche siguiente, estaba horneando un pan de plátano cuando
Nino entró en la cocina.
Mi estómago estalló de alivio al verlo, luego mi estado de
ánimo cayó al darme cuenta que tenía que decirle que no había vuelto a funcionar.
Nino vino directamente hacia mí y me abrazó por detrás, besando mi mejilla y
cuando giré la cabeza, mis labios.
—Funcionará. Tenemos tiempo.
—¿Cómo lo sabes? —Dudaba que Remo se hubiera escabullido para decirle 234
al segundo en que Nino entró en la mansión.
—Tu expresión, y sé que es más o menos el momento de tu ciclo, y
normalmente te haces la prueba.
Suspiré.
—Es imposible ocultarte secretos.
—No es necesario.
—¿Estás enojado?
Nino frunció el ceño.
—¿Por qué estaría enojado? Como dije, tenemos tiempo. Tendremos un bebé
eventualmente. Y no es que ninguno de los dos tenga la culpa. Esto no es algo que
podamos afectar.
Presioné mi rostro en su camisa, empapándome en su aroma reconfortante.
—Estoy enojada. Estoy muy enojada.
Nino se quedó inmóvil.
—¿Con quién?
—No con nadie, nunca contigo, en realidad ni siquiera conmigo. Maldita sea,
estoy tan enojada y ni siquiera tiene sentido.
Las cejas de Nino se habían alzado ante mi maldición.
—Quizás necesitas desahogarte.
—Tomé medio vaso de ron Don Papa. Y no ayudó.
—Déjame adivinar. Remo te dijo que bebieras.
Sonreí.
—No, de hecho me dijo que no beba. Al menos no del alcohol caro.
Nino sacudió la cabeza con una risa, pero luego volvió a ponerse serio y
presionó nuestras frentes.
—Quizás solo necesitas desahogar tu ira. Podríamos entrenar, pelear un poco.
Siempre me siento mejor después de hacerlo.
—¿Por qué no? No puede doler, ¿verdad?
—Debería doler —dijo Nino.
235
Sacudí mi cabeza.
—Cierto.
Nino me besó de nuevo, y luego se apartó.
—¿Podemos ir ahora o tienes que quedarte por el pan?
Lo revisé. Estaba hecho y solo necesitaba enfriarse. Saqué la bandeja del
horno rápidamente antes de seguir a Nino fuera de la cocina.
—El pan de plátano está listo —llamé cuando pasamos por la sala de juegos
donde Savio estaba trabajando en su portátil. Tal vez disfrutaría un bocado esta
noche. Greta se sentaba a su lado en el sofá como una hermosa muñeca y miraba con
curiosidad la pantalla, no el libro ilustrado en su regazo. El chillido encantado de
Nevio resonó afuera seguido de la voz más profunda de Remo. Parecía estar
persiguiendo a su hijo por el jardín.
—Espero que lo que sea que estés haciendo sea apto para los ojos de un niño
—le dijo Nino a Savio.
Savio levantó la vista hacia nosotros y luego miró a Greta.
—Solo reviso nuestras estadísticas de apuestas. Y no es que Greta pueda leer
nada. ¿Verdad, muñequita?
Greta lo miró con una sonrisa torcida y mi corazón simplemente se derritió.
—En serio te adora —dije suavemente.
Savio le dirigió a Greta una sonrisa.
—Las chicas me aman, ¿verdad?
Ella solo sonrió. Nino acarició mi espalda y finalmente aparté mi mirada de
ellos.
Savio guardó su computadora portátil y le preguntó a Greta:
—¿Por qué no revisamos ese pan de plátano? Tal vez puedo meterte un trozo
en la boca antes de que la insoportable de tu madre se queje por un poco de azúcar.
—Escuché eso —murmuró Serafina a medida que entraba, vestida en bikini,
fulminando a Savio con la vista.
Él se encogió de hombros.
—Lo siento, muñequita, hice lo mejor que pude. —Se alejó despidiéndose 236
mientras Serafina alzaba a su hija y besaba su mejilla sonrosada.
Me dio una sonrisa alentadora y supe que Remo ya le había contado, no es
que de todos modos hubiera permanecido en secreto.
—Nos vamos al gimnasio —dijo Nino y entonces me arrastró a nuestra
habitación, por lo cual me alegré. No quería volver a hablar sobre la prueba
negativa.

—¿Se encargaron de las cosas en Sacramento? —preguntó Kiara a medida


que conducía el Tesla por el camino de entrada.
—Sí, encontramos a los hombres que le dieron las drogas a Adamo —
respondí. Kiara asintió, contemplándome con esa tranquila preocupación suya. A
menudo le preocupaba cómo me afectaban estos actos de brutalidad y tal vez era
bueno que pensara que podían hacerlo. Pasé el pulgar sobre sus nudillos.
—No ha salido de la habitación. Remo tampoco me dejó visitarlo.
—No deberías verlo sin uno de nosotros presente. En esta etapa de la
desintoxicación, bien podría tornarse violento para alcanzar su objetivo.
Ella sacudió su cabeza.
—Adamo no me haría daño.
Miré la parte superior de sus brazos y los moretones ya desvaneciéndose
intencionadamente, y cuando Kiara siguió mi mirada, suspiró.
—No quiso hacerlo.
—Y tampoco querría hacerlo otra vez. Solo estará concentrado
decididamente en conseguir otra dosis. Y eso es peligroso. No te acercarás a él sin
uno de nosotros, Kiara. Esa es mi última palabra al respecto.
Asintió lentamente.
—¿Cuánto tiempo le tomará estar limpio? 237
—Es difícil de decir. Depende de la persona, de la gravedad de la adicción, de
su comprensión del problema y de su determinación para combatirlo. La fuerza de
voluntad es la clave.
—Adamo la tiene. Es un Falcone.
Sonreí, pero no estaba asociado con ninguna emoción edificante.
—La fuerza de voluntad no será el problema, pero no estoy seguro que
Adamo comprenda la magnitud de su problema, y eso resulta en una falta de
determinación para combatirlo.
—Lo ayudarás.
—Lo haré. Lo haremos, pero es una pelea que no podemos luchar por él. Solo
él puede ganarla.
Llegamos al gimnasio diez minutos después y luego de ponernos la ropa de
entrenamiento, Kiara y yo entramos al ring de boxeo. Kiara había ganado fuerza
para ese momento en nuestro matrimonio, no solo mentalmente sino también
físicamente. No estaba seguro que ella se diera cuenta de cuánto. La ayudé a ponerse
unos guantes de boxeo, y me dio una mirada curiosa.
—Ambos los usaremos para hacer algunos ejercicios. Creo que hoy necesitas
un entrenamiento más activo. —También me puse guantes; suavizarían aún más mis
golpes—. ¿Lista?
Asintió y respiró hondo. Aunque no aflojó la tensión en su cuerpo.
Kiara había estado reprimiendo su frustración por su incapacidad para
concebir e intentaba distraerse, pero en algún momento iba a ser demasiado.
Levanté mis manos.
—Izquierda, derecha. Izquierda, derecha. Rápido.
Kiara conectó los golpes instruidos contra mis palmas enguantadas,
frunciendo el ceño.
—En realidad quiero entrenar otra cosa.
—Está bien —dije asintiendo, y me puse en posición, con los puños en alto.
Fingí un ataque, que Kiara evitó y luego apuntó un golpe hacia mis costillas. Sin
molestarme en bloquear su golpe, le permití el puñetazo. Necesitaba liberar sus
emociones y no era sensible al dolor, al menos no a la cantidad que Kiara podía
provocar. 238
Aterrizó otro golpe contra mi estómago.
—¡Detenlo! —jadeó. La miré fijamente—. Deja de permitirme ganar. Quiero
que pelees conmigo. Deja de contenerte. —Intentó golpearme otra vez; y esta vez la
bloqueé con el puño, no con el codo, lo que la habría lastimado.
—Si no me contengo, te lastimaría seriamente.
La ira parpadeó en sus ojos. No tenía sentido.
—¡No soy una desvalida! ¡No soy una desvalida!
Sus golpes se tornaron desenfocados, alimentados por sus emociones
desbordantes, y bloqueé cada uno de ellos.
—No dije que lo fueras —dije con calma, pero eso solo pareció enfurecerla
aún más.
—¡Pero me tratas como una! ¡Para! ¡Solo para! —Ahora estaba gritando.
No estaba seguro de qué hacer con su comportamiento irracional. Comenzó a
golpear mis puños levantados una vez más.
—Devuélveme el golpe, así puedo pelear.
—Kiara —intenté de nuevo.
Ella no se detuvo.
—No soy una desvalida. No soy una desvalida…
No podía golpearla, así que le permití los puñetazos contra mi pecho hasta
que solo se apoyó contra mi piel, dejando escapar un sollozo. Se dejó caer al suelo y
yo también me arrodillé, y me quité los guantes rápidamente para luego atraerla a mi
regazo, abrazándola con fuerza.
—Me siento tan impotente, desvalida. Solo quiero un bebé.
—Lo sé —murmuré contra su cabello.
—Odio sentirme impotente otra vez. Como si todo estuviera fuera de mi
control… pensé que nunca más volvería a ser así. Lo odio. Lo odio mucho. ¿Y sabes
qué es lo peor? Que me pregunto si la violación le hizo algo a mi cuerpo, algo que
me impide quedar embarazada. —Tomó aire entrecortadamente—. A Durant le
habría encantado eso. Prácticamente puedo ver su sonrisa triunfante, sabiendo que
incluso muerto todavía arruina mi vida.
Me aparté y empujé su barbilla hacia arriba hasta que sus ojos llorosos se 239
encontraron con los míos.
—Kiara, detente. Durant sufrió. Sufrió por lo que hizo. Pagó por lo que hizo,
e incluso si nunca será suficiente en comparación con lo que te hizo, al final fue un
hombre destrozado. Pero tú, Kiara, no estás rota. Tendrás una vida maravillosa y
cumplirás tu deseo. Confía en mí, un día tendrás a tu bebé. No te presiones. Aún eres
joven. Tenemos tiempo.
Me dio un beso empapado.
—Pero no quiero esperar.
Acaricié su mejilla, limpiando algunas lágrimas.
—Haremos una cita con el médico. ¿De acuerdo? Lo averiguaremos y luego
encontraremos una solución.
—Está bien —susurró.
H abía pasado una semana desde que descubrimos que una de las
trompas de Falopio de Kiara estaba bloqueada. Podía ser resultado
de la violación o de una enfermedad de transmisión sexual no
tratada. Siempre había usado condones con las mujeres con las que había estado en
el pasado y había hecho una prueba antes de comenzar a tener relaciones sexuales
con Kiara.
Después de la conmoción inicial, Kiara pareció estar bien, ya que había
vuelto a ser la encargada de la casa.
240
Estaba inclinado en el marco de la puerta y la veía cocinar un lote de galletas
de plátano para niños pequeños sin azúcar que Serafina había aprobado.
Se congeló con una galleta contra su boca cuando me vio. Con una sonrisa,
dio un mordisco, luego se dirigió hacia mí y levantó la galleta. Tomé un bocado a
pesar de mi disgusto por todas las cosas dulces.
—¿Qué piensas?
—No está mal.
Kiara frunció los labios.
—No son muy dulces. Los plátanos son el único edulcorante que utilicé.
—Estoy seguro que Serafina apreciará el esfuerzo.
Kiara tomó otro bocado y luego se encogió de hombros.
—Me gustan.
La agarré por la muñeca suavemente, haciendo que me diera una mirada
exasperada.
—Nino, estoy bien, honestamente. Al principio fue difícil, saber que es mi
culpa.
—No es tu culpa —gruñí.
—Que la causa yace en mi cuerpo —se corrigió—. Pero podría haber sido
peor. Es solo una trompa bloqueada. Podrían haber sido ambas cosas o algo más que
habría hecho que concebir sea naturalmente imposible, pero tal como está, aún
podría funcionar sin ninguna ayuda adicional.
—Si le damos tiempo —le dije.
—Sí, y estoy intentando ser paciente. Estoy en buen camino, y tal vez
funcione en unos meses o años, y si no…
—Funcionará.
Ella asintió.
—Estoy aliviada de que finalmente sepamos qué es. El no saber fue peor que
el diagnóstico.
Acerqué su muñeca a mi boca y presioné un beso en su pulso.
—Sabes, estaba pensando en hacerme un tatuaje allí. Tu nombre.
Me congelé con mis labios contra su piel suave, mi mirada encontrándose con 241
sus ojos amables.
—Es un lugar muy tierno, muy doloroso.
—Está bien. Sé que tendrás cuidado.
—No quiero causarte dolor. No lo haré.
—Entonces deja que tu tatuador lo haga, el que te hizo partes de los tatuajes
en tu espalda.
—No —dije con firmeza—. No permitiré que nadie te ponga la mano encima,
que te lastime. Tendría que matarlo.
Las cejas de Kiara se fruncieron.
—Eso es un poco extremo.
—No dejaré que nadie te cause dolor.
Me miró fijamente.
—Quiero ese tatuaje. Es mi elección. Con mucho gusto soportaré el dolor.
—Déjame pensar en un diseño, algo hermoso —dije en voz baja.
Se puso de puntillas.
—Mientras no sea un toro.
Mis labios se torcieron.
—Eso no fue mi idea.

Kiara se sentó frente a mí y estiró el brazo. Desinfecté la piel de su antebrazo,


todavía reacio a tatuarla. Sabía que el tatuaje se vería hermoso en ella, pero el
proceso sería más que un poco desagradable.
—¿Estás segura?
—Sí, lo estoy —respondió.
Saqué el diseño preparado del tatuaje. Los ojos de Kiara se abrieron por
completo al verlo a medida que presionaba la plantilla sobre su piel para transferirla.
Con tatuajes delicados, siempre era mejor no tatuarse sin una plantilla como guía. 242
—¿Una rosa?
—Una rosa roja con espinas.
—¿Por qué?
—Una rosa representando tu belleza, roja porque me encanta cómo se te ve el
color y las espinas porque incluso la rosa más bonita debería tenerlas. No las tenías
al principio, pero volvieron a crecer.
Kiara se mordió el labio inferior y luego sonrió.
—Es hermoso. ¿Pero qué hay de tu nombre?
Fruncí el ceño. Por alguna razón, se sentía sacrílego poner mi nombre en la
piel perfecta de Kiara, incluso si una parte posesiva de mí estaba inmensamente
complacida con la idea.
—Podría agregarlo en uno de los pétalos o muy pequeño a lo largo del tallo.
—No —dijo Kiara con firmeza—. Deja que tu nombre sobresalga del tallo.
Porque fuiste tú quien me ayudó a cultivar esas espinas, a florecer. Eras la tierra.
Asentí, sin decir nada, mi lengua repentinamente pesada en mi boca.
Centrándome en la tarea en cuestión, transferí el diseño de la plantilla a la
piel de Kiara y luego agregué mi nombre en cursiva cuidadosamente. Una vez que
terminé, alcancé la máquina.
—Ya que es complejo y multicolor, tomará más tiempo. No puedo
apresurarme o no será tan hermoso como debería ser.
—Entiendo. Tómate tu tiempo.
Nunca había estado nervioso antes de hacer un tatuaje. Esta vez lo estaba.
Respirando profundamente, apoyé la aguja en la piel de Kiara. Ella contuvo el
aliento rápidamente y se tensó.
Levanté la vista brevemente, midiendo su expresión.
—Hazlo.
Continué, revisando a Kiara ocasionalmente. Sus ojos estaban humedecidos y
mi pecho se apretó al verlo.
—Está bien —susurró.
Nunca antes me había molestado causarle dolor a alguien. Me concentré en el
tatuaje, en la tarea. El dolor tendría que valer la pena. Este tenía que ser mi mejor 243
trabajo.
Kiara no merecía nada menos.
Cuando terminé, dejé la máquina y me permití admirar mi trabajo por un
segundo. La rosa era delicadamente hermosa, cada pétalo, cada espina hablaba de
elegancia.
—Oh, Nino —dijo Kiara maravillada—. Es tan hermoso. No puedo creer lo
real que se ve, lo vívidos que son los colores. Gracias.
—Gracias por llevar mi nombre en tu piel para que el mundo lo vea. —Tenía
suficiente consciencia para saber cómo me percibía la mayoría de la gente. Me
tenían miedo, no solo por ser de la Camorra, o porque era un Falcone, sino por lo
que era. Kiara logró ver más en mí, partes de mí que no conocía antes de que entrara
en mi vida.
Kiara se inclinó hacia delante y me besó.
—¿Qué tal el dolor? —murmuré, incluso cuando había tantas otras cosas que
quería decir en ese momento.
—Vale la pena —respondió.
A principios de agosto, le permitimos a Adamo más libertad, pero aun así lo
vigilábamos.
Ya no mostraba signos de abstinencia, pero las cosas podían desmoronarse
rápidamente, de modo que uno de nosotros siempre se mantenía cerca, incluso si eso
lo molestara.
—¿Cuándo dejarán de vigilarme? —preguntó un día durante nuestro
entrenamiento en el gimnasio—. Mi cumpleaños es pronto. No quiero niñeras
cuando vaya con C.J.
—Ya veremos —dije y le di una patada en su costado, explotando su mala
defensa.
Él gruñó y saltó hacia atrás.
—Hice todo lo que me pidieron.
244
—Lo sé, es por eso que hemos sido complacientes contigo recientemente. —
Adamo me dio una mirada dudosa. Conseguí otro golpe, esta vez un puño en las
costillas. Se tambaleó hacia atrás, frotando el lugar—. Necesitas mejorar. Tomar
drogas destrozó tu concentración y resistencia.
Remo entró, no con pantalones cortos de combate, sino vestido con sus
habituales jeans negros y camiseta. Me detuve. Adamo intentó usar mi distracción
pero en realidad necesitaba ser más rápido para tener éxito. Barrí sus piernas y lo
empujé al suelo. Aterrizó con fuerza y maldijo.
—¿Qué pasa? —pregunté cuando Remo se detuvo frente al ring de boxeo.
—Jerry llamó. Uno de los fulanos pensó que podía dar una paliza a una de
nuestras chicas.
Por lo general, nuestros gorilas, Fabiano o uno de los ejecutores inferiores
manejaban este tipo de cosas.
—¿Quién?
Los ojos de Remo se dirigieron a Adamo.
—C.J.
Adamo se puso de pie.
—¿Cómo está?
—Nuestro médico la está revisando en el Sugar Trap. Me dirijo hacia allí
ahora mismo para discutir el asunto con el imbécil abusivo. —La boca de Remo se
torció—. Pensé que querrías unirte.
Adamo salió del ring inmediatamente y lo seguí.
—Cambiémonos primero. Unos minutos más no importan —dije.
Adamo parecía que iba a protestar y luego asintió.
Veinte minutos después nos detuvimos frente a nuestro establecimiento.
Adamo fue el primero en salir del auto y se apresuró a entrar en el prostíbulo. Remo
y yo lo seguimos a un par de pasos detrás. En la zona del bar se habían reunido
algunas putas, discutiendo los acontecimientos. Todavía era temprano, y la mayoría
de los clientes llegarían más tarde en el día cuando comenzaban los shows de
striptease. Aun así, no sería bueno tener a las prostitutas cotilleando en el bar. Eso
era malo para los negocios.
—Vayan a sus vestuarios, o hablen en sus cuartos traseros —ordené. Las 245
mujeres se fueron rápidamente, no antes de darle a Adamo sonrisas pequeñas.
Jerry salió de detrás de la barra.
—¿Dónde está? —exigió Adamo.
—En su habitación habitual —respondió Jerry, pero Adamo ya se apresuraba
en esa dirección.
Remo sacudió la cabeza.
—¿Dónde está el imbécil?
—Hice que Snake lo llevara al sótano.
—¿Estaba borracho? —pregunté.
Jerry sacudió la cabeza.
—Solo había tomado un par de cervezas. No sé lo que pasó.
—Hablemos con C.J. —le dije a Remo.
Nos dirigimos por el pasillo. La puerta de la habitación de C.J. estaba
entreabierta y ella se sentaba al borde de la cama. Adamo tomaba su hombro. Un
doctor estaba esperando. El atisbo a humo de cigarrillo flotaba en el aire y un
cenicero con algunos trozos con borde de lápiz labial descansaba en la mesita de
noche. Teníamos una estricta política de no fumar en nuestro establecimiento, pero
hoy decidí reducir la holgura con C.J.
C.J. se dio vuelta cuando nos escuchó entrar a Remo y a mí. Uno de sus ojos
comenzaba a hincharse, al igual que la parte superior izquierda de su frente, y su
labio estaba roto. También se estaba frotando el cuello.
—Conmoción cerebral y contusiones —dijo el médico.
Asentí.
—¿Qué pasó? —exigió Remo, lo que llevó a Adamo a acercarse a C.J.
Le levanté las cejas.
C.J. dejó escapar un suspiro.
—No es uno de mis clientes. Lee se encarga de él generalmente. Le paga más
para poder golpearla y humillarla de otras maneras. —La boca de C.J. se curvó con
asco.
—Eso no es parte de los servicios que se supone que deben ofrecer —le dije.
246
—No lo hago. Lee lo hizo. Necesitaba el dinero extra, pero no estaba allí
cuando él apareció, así que decidí aceptarlo. Le dije de antemano que no hacía esas
cosas y aceptó reservarme para lo estándar.
—Supongo que cambió de opinión —dijo Remo en voz baja.
C.J. lo miró brevemente y luego se miró las manos.
—Sí. Una vez que empezamos —dijo, evitando la mirada atenta de Adamo—
. Comenzó a hacer demandas. Le dije que no me iba el sexo anal, pero no le
importó.
Adamo se tensó.
—¿Te obligó?
C.J. sacudió la cabeza.
—Lo intentó. Me empujó contra la pared. Ahí es donde conseguí el
hematoma en la frente. Me tapó la boca para que no pudiera gritar. Lo mordí. Se
enojó aún más y me golpeó dos veces. Caí de rodillas y le mordí la polla. Eso
terminó todo. —C.J. nos contempló a mí y a Remo—. Me dijiste que podía decidir
lo que hacía y no tengo sexo anal —dijo a la defensiva.
—Es tu elección. Me importa una mierda —dijo Remo.
—¿Dónde está Lee?
C.J. se encogió de hombros.
—No la he visto todavía. Ha estado extraña desde que regresó al trabajo.
Lee había trabajado para nosotros en el pasado, pero cuando quedó
embarazada, le prohibimos trabajar como prostituta y desapareció sin decir una
palabra para aparecer nuevamente hace un par de semanas, preguntándonos si podía
comenzar a trabajar para nosotros nuevamente.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó C.J.
Adamo se agachó frente a C.J. con una sonrisa amarga.
—El imbécil pagará, lo prometo.
Remo sonrió sombríamente.
—Oh, lo hará.
—Quiero hacerlo —dijo Adamo enseguida.
247
—No tienes que hacerlo —dijo C.J. de inmediato, tocando su brazo. Él se
puso de pie y dio un paso atrás.
—Pero lo haré.
—Muy bien, entonces vamos a poner esto en marcha —dijo Remo, ya con el
ansia familiar sonando en su voz. Me preguntaba por qué había involucrado a
Adamo en esto. ¿Esperaba que esto ayudara a Adamo a lidiar con su propia tortura?
No estaba seguro que funcionaría para él como lo había hecho para nosotros. Adamo
no era el chico bueno que deseaba ser, pero definitivamente tampoco era como
Remo y yo.
Estudié la cara golpeada de C.J., la forma en que se mordía el labio.
—¿Por qué no te vas a casa? Toma un taxi y deja que Jerry lo pague de la
caja registradora.
Me fui, siguiendo a mis hermanos al sótano. Para el momento en que
entramos en la habitación con el fulano, Adamo saltó y golpeó su cara con fuerza.
Remo agarró a Adamo y tiró de él, pero el entusiasmo en los ojos de Remo dejó en
claro que lo aprobaba por completo.
—Oye. No tan rápido. Primero tenemos que hablar con el caballero.
Adamo se volvió hacia Remo con una mirada incrédula, pero luego vio la
sonrisa de Remo y asintió.
El hombre se mantuvo inmóvil, de pie y tapándose la nariz sangrante.
—¿Qué carajo? ¿Es así como tratan a los clientes? Su maldita puta me
mordió la polla.
Bajamos la mirada hacia su entrepierna. No llevaba pantalones.
—Debe tener una puntería muy buena para morder algo tan pequeño —
comentó Remo.
La cara del hombre se puso aún más roja.
—¿Cómo te atreves? ¡Esta fue la última vez que me follo a una de sus
asquerosas putas!
No era uno de nuestros apostadores y nunca habría lidiado con nosotros de
otra manera que no fuera por el uso de los servicios de nuestras chicas. Era evidente
que no entendía lo que éramos y quiénes éramos.
—Eso es absolutamente correcto —dijo Remo, con la sonrisa lunática que
había hecho su reclamo de poder más fácil de lo que debería haber sido para alguien 248
de su edad.
El hombre se quedó quieto como un conejo que se da cuenta que se había
burlado del lobo.
—Hablaré con la policía.
Adamo resopló.
—¿Qué tan estúpido eres?
—Obviamente no se da cuenta de cuántos problemas tiene encima —dijo
Remo amablemente—. ¿Qué tal si le mostramos?
Adamo asintió con una sonrisa sombría. Sacó un cigarrillo y lo encendió,
luego dio una calada. Los ojos de Remo brillaron con ira, entonces Adamo sacó el
cigarro de su boca.
—¿Te gusta humillar a las chicas?
Vi como Adamo avanzaba hacia el hombre que soltó una risa incierta.
—¿Cuántos años tienes, niño?
Adamo tomó otra calada de su cigarrillo y se detuvo justo en frente del
hombre, luego se echó a reír. Se calló y miró la punta brillante con el ceño fruncido.
—¿Qué demonios es esto? ¿Qué diablos te pasa? —gritó el hombre.
Remo y yo intercambiamos una mirada. Adamo nunca había torturado a
nadie, y no lo habíamos obligado.
—Todo —murmuró Adamo, después agarró al hombre por el cuello y
presionó el cigarrillo contra su polla. Las cejas de Remo se arquearon y di un paso
más cerca porque el hombre estaba sacudiéndose violentamente, gritando
estridentemente. Tenía al menos veintitrés kilos más que Adamo. Pero Adamo
retrocedió antes de que el hombre pudiera golpearlo y dejó que el imbécil cayera al
suelo, agarrándose la polla.
Adamo frunció el ceño y su pecho se agitó. Me di cuenta que no haría más
por hoy y Remo también.
—¿Qué tal si ahora nos divertimos todos? —dijo Remo. También agarró al
hombre por el cuello y lo estrelló de cara contra la pared. El sonido de su nariz
rompiéndose fue seguido por gritos apagados.
Adamo levantó una mano temblorosa, empujó el cigarrillo en su boca y lo 249
encendió de nuevo, luego dio una calada profunda. Dejé que Remo se encargara del
tipo por ahora y fui a Adamo.
—¿Estás bien? No tenías que hacerlo. Remo y yo podemos encargarnos de
estas cosas.
—Lo sé —dijo Adamo más allá del cigarrillo—. Pero quería hacerlo. —Se
encontró con mis ojos y no estuve seguro de qué tipo de reacción esperaba.
—Lo hiciste bien para ser la primera vez.
Adamo se echó a reír.
—Quiero hacer más.
Remo levantó la vista del hombre en el suelo.
—Siéntete libre de sacártelo de adentro.
Adamo sacudió la cabeza rápidamente y dio otra calada, luego se quitó el
cigarro de la boca y por un momento estuve seguro que lo volvería a presionar
contra su propia piel. En cambio, lo dejó caer sobre el piso de piedra y lo aplastó.
—¿Puedo ir con C.J.?
Miré a Remo quien se encogió de hombros, pero pude ver preocupación en
sus ojos.
—No rompas nuestra confianza —le dije.
—No lo haré —dijo Adamo, después sin volver a mirar al fulano, salió del
sótano.
—¿Te quedarás allí todo el día o me ayudarás?
Me moví hacia el fulano.

Quince minutos después, sonó un golpe. Remo gruñó, levantando la vista del
hijo de puta en el suelo. Se había cabreado consigo mismo. No estaba seguro si
Remo quería matarlo o mantenerlo con vida. Quizás no se conocía a sí mismo.
Tomé una toalla y me limpié las manos antes de dirigirme hacia la puerta
para abrirla. Jerry esperaba allí. Sus ojos parpadearon brevemente hacia mi camisa 250
salpicada de sangre y luego rápidamente hacia mi cara, intentando no mirar a Remo
y al hombre en el piso.
—Saqué algo para botar y escuché unos maullidos en el contenedor de
basura. ¿Puedes revisar? Creo que un gato podría haber dejado a sus gatitos allí. O
tal vez alguien dejó a sus cachorros indeseados. Me preocupa que los transeúntes se
pongan curiosos si no nos ocupamos de eso.
—¿Te das cuenta que pedirles a tus jefes que hurguen en la basura no te dará
puntos de bonificación? —murmuró Remo ya alejándose del imbécil.
Agarrando otra toalla, comenzó a limpiarse, pero su camisa como la mía era
un desastre. Teniendo en cuenta que estábamos a punto de buscar entre la basura,
eso no era un problema.
Los ojos de Jerry se movieron entre Remo y yo.
—Umm… necesito atender la barra. No tengo un cambio de ropa, pero estoy
seguro que puedo resolver algo.
Remo abrió la puerta todo el camino, pasando junto a mí y le dio a Jerry una
buena vista del desastre sangriento dentro de la habitación. Jerry retrocedió
rápidamente, palideciendo a pesar de los años trabajando para nosotros.
—No orines tus pantalones —murmuró Remo—. Nosotros nos encargamos.
Jerry regresó al bar mientras Remo y yo nos dirigíamos hacia la puerta
trasera.
—Si encontramos gatitos o cachorros, no le menciones nada a Kiara. Insistirá
en que los conservemos. No quiero que nuestra casa se convierta en un jodido
zoológico.
Nos detuvimos frente a los contenedores de basura y escuchamos.
—No escucho nada —dije.
Remo entrecerró los ojos hacia los contenedores de basura.
—No me sorprendería si se asfixiaron allí a estas alturas. Hace calor y está
cargado. —Con un suspiro, se acercó a un contenedor de basura y yo subí los
escalones del otro. La mayor parte de la basura estaba en bolsas de plástico negro,
pero algunas botellas y restos de comida acababan de ser arrojados al interior.
—Mierda —gruñó Remo a medida que movía una bolsa de basura a un
lado—. ¿Cómo es que gobierno sobre el jodido Oeste y todavía tengo que poner mis
manos sobre tomates podridos? 251
Abrí la boca para darle una respuesta y aparté una bolsa cuando un pequeño
pie humano me llamó la atención. Me congelé por un momento, sin estar seguro si
mi mente me estaba jugando una mala pasada, luego me puse en acción. Agarré otra
bolsa, arrojándola detrás de mí.
—¡Remo!
Agarré al bebé, que yacía inmóvil entre la basura. Solo estaba vestido con
calzoncillos sucios. Presionando el pequeño cuerpo contra mi pecho, salté los
escalones y me arrodillé en el suelo. Remo ya estaba allí.
—¡Maldición! ¿Está respirando?
Sacudí la cabeza a medida que metía el dedo en la boca del bebé, limpiándolo
de posibles objetos que pudieran entrar en sus vías respiratorias una vez que
comencé la RCP.
Remo estaba gruñendo en el teléfono:
—Necesitamos que vengas en este maldito segundo. Encontramos un bebé en
la basura. No está respirando.
Acuné al bebé en mis manos y soplé cuidadosamente en el pequeño cuerpo.
Por suerte, el bebé respondió rápidamente. Si todavía había estado haciendo
sonidos no hace mucho tiempo, no había estado sin aire durante mucho rato.
Cuando su pequeño pecho comenzó a moverse y comenzó a respirar por sí
solo, me volví hacia Remo, quien me estaba observando con una mezcla de furia
asesina y evidente preocupación.
—Necesito toallas frías y alguien debería buscar fórmula para bebés lo antes
posible.
Remo se giró y volvió a entrar. Saqué al bebé de los calzoncillos sucios,
viendo que era un pequeño hombrecito, luego me enderecé con él en mi brazo.
Estaba de camino a nuestra oficina cuando Remo regresó corriendo, sosteniendo
toallas. Le quité una y después me dirigí al interior de la habitación, puse al niño en
el sofá y comencé a limpiarlo con la tela fría.
—Está sobrecalentado, deshidratado y desnutrido. Tenemos que llevarlo al
hospital. Nuestros propios médicos no tienen la experiencia necesaria.
Remo asintió.
—De acuerdo. Lo llevaré y me aseguraré que los médicos y las enfermeras
hagan su trabajo, y mantengan sus narices alejadas de nuestro puto negocio y 252
después de eso hablaré con la madre del niño.
Solo una puta había estado embarazada en el último año: Lee. Cuando
regresó, Lee nos dijo que había dado a su hijo en adopción. Había comenzado a
trabajar nuevamente para pagar su adicción a la heroína.
—Puedo llevarlo al hospital —le dije.
Remo tomó mi hombro mirando del bebé a mi cara.
—Vas a ir a casa y hablarás con Kiara. —Miré al niño en mis brazos,
dándome cuenta de lo que Remo estaba diciendo sin decirlo en realidad. Asentí
lentamente y se lo entregué a Remo, quien lo sostuvo cuidadosamente contra su
pecho—. Te esperaré en el hospital y me aseguraré de que esté protegido.
Con una última mirada al bebé sucio en el brazo de Remo, me di vuelta y me
fui a casa.
T arareaba mientras cocinaba un lote de chile vegetariano con patata
para mañana y no me volteé cuando la puerta se abrió detrás de mí.
Pensar que en el pasado me habría tensado, temiendo lo peor, me
hizo sonreír por lo lejos que había llegado.
Unos brazos me rodearon y Nino besó mi garganta, luego mi mejilla. Me
volví en su abrazo para mirarlo. Algo en su expresión, un destello de vacilación, me
hizo dejar la cuchara y volverme hacia él por completo. ¿Le había pasado algo a
Adamo? Había estado mejorando, ¿verdad? ¿O solo había sido una pretensión?
253
—¿Qué pasa?
—Una de las prostitutas quedó embarazada y cuando Remo se enteró, le
prohibió trabajar. Regresó hace un par de semanas, diciendo a todos que había dado
al bebé en adopción. Hoy Jerry escuchó unos maullidos provenientes de la basura.
Pensó que un gato había dado a luz a sus gatitos en los contenedores de basura…
Mi corazón ya estaba apretándose fuertemente con la realización.
—Jerry nos dijo a Remo y a mí porque todavía tenía que trabajar en la barra.
Encontramos un bebé, de unas pocas semanas, desnutrido y deshidratado.
Tragué con fuerza.
—Arrojó a su bebé a la basura.
—No lo cuidó bien ni siquiera antes. Remo lo ha llevado al hospital. Nos está
esperando.
Parpadeé hacia Nino, entendiendo lo que estaba sugiriendo. Respiré
profundamente, las lágrimas brotando de mis ojos y comencé a temblar. Nino
frunció el ceño, la preocupación cruzando su rostro.
—Sé que quieres quedar embarazada, dar a luz a nuestro hijo, pero…
Lo interrumpí con un beso desesperado, acunando su rostro, llorando.
—Amaré a este bebé con todo mi corazón. Gracias, muchas gracias.
—Fue idea de Remo. —Nino presionó su frente contra la mía por un
momento—. Vámonos.
Asentí lentamente, pero no podía moverme, estaba demasiado abrumada. ¿En
serio esto estaba sucediendo? ¿Y debería incluso sentirme tan feliz como lo hacía?
Después de todo, algo horrible había pasado. Apagué la estufa, respirando
profundamente otra vez.
—¿Kiara? —preguntó Nino suavemente.
—Vamos —respondí, apretando su mano.

Treinta minutos después, entrábamos en la habitación del hospital. Remo se


cernía sobre un pequeño bebé acostado en su cuna conectado a máquinas pitando y 254
un tubo introducido por su nariz. Estaba hablando en voz baja al niño a medida que
acariciaba su brazo. Los ojos del bebé estaban completamente abiertos y observaban
a Remo.
—Finalmente —dijo, mientras se enderezaba y con una última mirada al bebé
vino hacia nosotros. Su mirada se posó en mis mejillas llenas de lágrimas y una
pizca de suavidad cruzó su rostro que rara vez mostraba al mundo exterior—. Tiene
unas cinco semanas de vida. Dicen que podemos llevarlo a casa mañana mismo si
insistimos.
—¿No alertarán a las autoridades? —pregunté a medida que me acercaba a la
cuna y me inclinaba sobre el niño. Su cabello era suave y castaño miel, y sus ojos
eran azulados.
Sabía que eso a menudo cambiaba durante el primer año de un niño.
—Somos las putas autoridades en esta ciudad —dijo Remo.
Mis ojos se posaron en la etiqueta con el nombre en la cuna. Niño. Falcone.
Tracé el nombre, sintiendo mi garganta apretarse una vez más a medida que
veía por encima de mi hombro. Tanto Nino como Remo me estaban observando.
—No sabía qué nombre querías para él, pero su apellido fue fácil —dijo
Remo.
Me apresuré hacia él y arrojé mis brazos alrededor de su cintura. Tocó la
parte posterior de mi cabeza brevemente.
—No me importa si el mundo te odia, te defenderé de todos ellos.
—Me importa un carajo si el mundo me odia mientras las personas que me
importan no lo hagan —dijo Remo, desenredando mis brazos de su cintura—. Ahora
cuida a tu hijo.
Le di a él y a Nino una sonrisa llorosa, y luego me detuve.
—¿Y si la madre pregunta por él?
Cualquier gentileza anterior desapareció de las caras de Nino y Remo. Un
pasado compartido que llevaba al presente.
Los ojos de Remo fulguraron con odio y angustia, y nuevamente deseé que
alguien hubiera protegido a esos niños Falcone cuando más lo necesitaron.
—Lo arrojó al basurero como basura. Lo dejó por muerto cuando debería
haberlo protegido, cuando debería haberlo mantenido a salvo hasta su último 255
maldito aliento. No es su madre. Tú lo eres, porque en estos pocos segundos que lo
conoces ya lo amas más que ella.
Nino cerró los ojos por un momento y cuando se encontró con mi mirada,
lucieron controlados y tranquilos, pero capté el resplandor de la emoción.
—¿Cuándo es su cumpleaños?
—Lo averiguaré. Me dirijo al Sugar Trap ahora mismo para hablar con ella.
Jerry me dijo que estaba en su habitación con un fulano cuando revisó.
Agarré el antebrazo de Remo.
—No la mates.
La expresión de Remo reflejaba una crueldad y un odio absoluto.
—Arrojó a su propio hijo al basurero mientras se follaba a un fulano y ¿crees
que merece vivir?
Pasé el pulgar por las cicatrices entrecruzadas en su muñeca y su cara se tornó
aún más aterradora, si eso era posible. Nino puso sus manos sobre mis hombros.
—Kiara. Deja que Remo se encargue de esto.
—Quizás no merece vivir, pero quizás tampoco merece la muerte. Escúchala,
luego júzgala. Debe haber otras opciones además de matarla. Su muerte no cambiará
nada, ni para el bebé ni para ti.
Remo se liberó de mi agarre.
—Te respeto, pero a veces tu amabilidad te ciega ante la jodida verdad.
Acércate a él y mira su estómago, luego repite lo que acabas de decir.
El miedo se instaló en mis huesos, y me inmovilizó. No a Nino, quien se
acercó a la cuna, subió su minúscula bata y se quedó muy quieto, muy peligroso y
cuando sus ojos se posaron en mí, supe que la mujer moriría.
—Tiene dos quemaduras de cigarrillo en el estómago.
Remo me contempló, su boca retorciéndose cruelmente, y alzó una ceja.
—Por favor, averigua todo lo posible sobre él.
—Elige un nombre para él porque estoy jodidamente seguro que no llevará el
nombre que la puta que intentó matarlo le dio. —Remo salió y cerró la puerta de
golpe, haciéndome saltar. Me uní a Nino junto a la cuna y miré al niño.
—Nadie volverá a lastimarte. Nadie se acercará jamás —prometí, acariciando 256
su pequeña cabeza y luego su mejilla, preguntándome si alguien le había mostrado
amor hasta ahora. Se me rompió el corazón y, al mismo tiempo, algo más feroz y
oscuro se alzó en mi pecho.
Nino besó el costado de mi cabeza.
—Te dije lo mismo poco después de casarnos.
—Lo sé, y mantuviste tu promesa desde entonces. ¿Protegerás a nuestro hijo
como me proteges a mí?
—Daría mi vida por ti y por él.
Mi corazón ya estaba lleno de amor por el pequeño bebé que apenas conocía,
pero me pregunté qué sentiría Nino. Para él era difícil formar vínculos emocionales
y supuse que le tomaría tiempo llegar a amar a nuestro hijo, como le había tomado
tiempo amarme.
—¿Cómo deberíamos llamarlo? —preguntó Nino eventualmente.
—Siempre quise nombrar a mi hijo Alessio, pero ¿tú qué quieres?
Nino sacudió la cabeza.
—Nunca consideré tener hijos, no como tú. Creo que Alessio es un nombre
fuerte que encaja en nuestra familia.
—Entonces, ¿Alessio?
Él asintió y me incliné sobre nuestro hijo y besé su frente.
—Alessio Falcone, bienvenido a tu familia.
Nino frotó mi espalda suavemente a medida que contemplaba al pequeño
bebé. Un pequeño rasguño estropeaba su mejilla izquierda y la froté suavemente.
—Tal vez se cortó con algo en la basura —dijo Nino neutralmente—. Tiene
suerte que las bolsas no le cubrieran la cabeza y lo asfixiaran.
Tragué con fuerza.
—Ahora estás a salvo.
Una enfermera entró para un chequeo quince minutos después, y se relajó
cuando me vio, probablemente aliviada de que Remo se hubiera ido, pero su estado
solo duró hasta que notó a Nino apoyado contra la pared, observando todo con ojos
vigilantes.
257
—Hola —dijo vacilante. Sonreí—. ¿Ustedes son…?
Nino se apartó de la pared.
—Somos los padres del niño.
La enfermera parpadeó, la confusión reflejándose en su rostro.
—Pero… —Nino levantó una ceja con una expresión que envió un pequeño
escalofrío por mi espalda. La enfermera asintió rápidamente—. Por supuesto.
Correcto. —Se movió hacia la cuna y Nino también se acercó a ella, haciéndola
ponerse rígida—. Solo voy a quitar los tubos para que puedan intentar alimentarlo
con un biberón, si está bien.
Nino asintió bruscamente.
—Sigue.
La enfermera fue cuidadosa y gentil con Alessio, pero él comenzó a llorar
cuando ella le sacó los tubos de alimentación de la nariz y mi corazón se rompió al
escuchar sus lamentos, incluso si era por algo necesario. No podía dejar de
imaginarme con qué frecuencia había llorado en el pasado, con qué frecuencia esos
gritos habían quedado sin respuesta o incluso habían sido castigados.
—Te traeré una botella —dijo la enfermera.
Para el momento en que se fue, descansé mi palma muy suavemente sobre el
pecho de Alessio, intentando mostrarle que estaba aquí.
—Shhh. Estás a salvo. Tu papá y yo te protegeremos.
Pude ver la sorpresa en el rostro de Nino a medida que reflexionaba sobre su
nuevo rol: Un padre.
—¿Tal vez puedes intentar ser menos aterrador con la enfermera? —dije
suavemente.
Nino tomó mi mano y presionó un beso en mi muñeca.
—No me importa si está asustada. Necesita conocer su lugar y comprender
las consecuencias si algo le sucede a Alessio.
La enfermera volvió a entrar, robándome la oportunidad de responder. Puse
mis ojos en blanco, con una pequeña sacudida de cabeza. Nino ya estaba enfocado
en la mujer. Al igual que Remo, veía a casi todos como intrusos.
Tomé la botella que me dio.
258
—Gracias. —Alessio parecía más pequeño que los bebés que había visto
hasta ahora.
La enfermera permaneció cernida a mi lado.
—Podemos encargarnos de esto —dijo Nino arrastrando las palabras—. Te
llamaremos si necesitamos algo.
Con eso se dio la vuelta y se fue sin decir una palabra más.
—¿No puedo lastimarlo por sus heridas? —pregunté.
Nino sacudió la cabeza.
—Las quemaduras no son tan recientes.
Respirando hondo, levanté a Alessio cuidadosamente y lo presioné contra mi
pecho, y se sintió perfecto… como si estuviera destinado a pasar; él, Nino y yo,
convirtiéndonos en una familia.
—Tal vez es el destino —susurré espesamente—. Todos hemos
experimentado horrores en nuestro pasado, pero juntos crearemos un futuro
hermoso.
Nino acarició mi cabello, sin decir nada, solo sonriendo. Él no creía en el
destino ni en nada parecido.
—Intenta darle la botella, ve si tiene hambre.
Pasé la mamila sobre su pequeña boca y él la abrió, comenzando a succionar
ansiosamente. Mis ojos se clavaron en su hermoso rostro. Succionaba tan rápido que
apenas respiraba en medio del proceso. Retiré la botella unos centímetros.
—Shhh. La tendrás. No tan rápido.
—Probablemente sea porque tuvo que pasar hambre en el pasado. Tenemos
que mostrarle que siempre conseguirá lo que necesita a partir de ahora.
Asentí, incapaz de decir nada. Alessio movió sus labios, queriendo la mamila
nuevamente y la volví a meter despacio, asegurándome que no se ahogara.
Nino y yo nos quedamos en el hospital con Alessio durante la noche,
asegurándonos que tuviera todo lo que necesitaba y que estuviera bien protegido.
Después de las protestas iniciales, dos enfermeras rodaron una cama a la habitación
de modo que pasáramos la noche en el lugar… después que Nino tuviera una
conversación con ellas. La empujé justo al lado de la cuna para poder vigilar a
Alessio mientras yacía acostado en la cuna. Nino se deslizó a mi lado pero no se 259
acostó. Mantuvo la vigilia, con la espalda apoyada en los barrotes del reposacabezas.
Alessio se removió mucho y lloró un par de veces más, pero siempre se
calmaba cuando sintía nuestro toque o tomaba leche. A menudo me sorprendí
acostada despierta, escuchando la respiración suave de Alessio, intentando
asegurarme que él todavía estaba allí, siendo aún de Nino y mío. Nino no durmió en
absoluto. Cada vez que despertaba, sus ojos estaban abiertos, vigilando,
protegiéndonos.
—Duerme, Kiara —murmuró finalmente—. Me aseguraré que ustedes dos
estén a salvo.
Sabía que lo haría.
A la mañana siguiente, Alessio fue dado de alta del hospital. Como
Remo había dicho, nadie intentó evitar que lo lleváramos a casa.
Era realmente nuestro hijo; nadie lo conocería de ninguna otra
forma. Nino había arreglado un asiento de bebé para el SUV de modo que
pudiéramos transportar a Alessio de manera segura, y me senté en el asiento trasero
a su lado para calmar a nuestro bebé. Comenzó a llorar al momento en que Nino
encendió el auto y finalmente logré calmarlo cantando para él y presionando la
palma de mi mano contra su pecho de forma tranquilizadora.
El teléfono de Nino volvió a sonar. Había recibido varios mensajes desde 260
ayer, y me preguntaba si algunos de ellos eran de Remo, informándole sobre la
madre biológica de Alessio. Tal vez era egoísta y cobarde, pero no estaba segura de
querer saber qué le había hecho Remo.
Leona y Serafina me habían enviado varios mensajes de texto, felicitándome
y no podía esperar para mostrarles a nuestro hijo.
Nuestro hijo. Todavía no podía superar lo maravilloso que se sentía pensar
eso, decir eso. Sin importar que no fuera de nuestra sangre y nunca lo sería. Era
nuestro.
Nino abrió las puertas presionando el botón y condujo por el camino de
entrada hacia la mansión.
—Esta es tu casa, Alessio.
Nino y yo salimos del auto y luego levantó con cuidado a Alessio de su
asiento.
Nuestro bebé se veía tan pequeño en comparación con Nino, tan frágil. Mi
corazón se sintió increíblemente lleno al ver a Nino sosteniendo a Alessio, siendo
cuidadoso y gentil con él.
—¿Quieres llevarlo adentro? —preguntó en voz baja.
Asentí, porque incluso si ver a Alessio en los brazos de Nino hacía que mi
corazón cantara, lo quería tener cerca, quería oler su dulce aroma a bebé, sentir su
calor y acariciar su suave mejilla. Nino me lo entregó y lo presioné contra mi pecho.
Sus pequeños dedos se apoyaron contra mi piel y fue la mejor sensación del
mundo. Nino apoyó su mano en mi espalda.
—Vamos. Entremos para que pueda conocer al resto de su familia.
Asentí, pero no pude dejar de mirar la corona de cabello castaño miel de
Alessio.
Le encantaba estar cerca de mí y siempre se calmaba cuando sentía mi calor,
y yo disfrutaba la sensación de su pequeño cuerpo contra el mío. Le sonreí a Nino,
delirantemente feliz.
Nino me sonrió en respuesta.
—No has estado tan feliz en mucho tiempo.
—Siempre he sido feliz contigo, pero esto lo hace aún más perfecto.
Cuando entramos en la sala de juegos, todos ya estaban esperando.
261
Fabiano y Leona, Serafina y Remo con los gemelos, e incluso Savio y
Adamo. Serafina se levantó y se acercó a mí.
—Oh, es tan lindo.
—Lo es —concordé.
Nevio se tambaleó hasta mí, curioso como siempre y agarró mis rodillas.
Señaló con uno de sus pequeños dedos hacia arriba a Alessio.
—¿Quieres verlo?
Un asentimiento corto. Nino lo levantó y lo sostuvo cerca de mí. Nevio
inclinó la cabeza, asimilando todo con sus ojos oscuros.
—Alessio será el mejor amigo de Greta y tuyo, Nevio.
—Se meterán en problemas juntos, eso es seguro —dijo Remo cuando se
acercó con Greta, quien tenía tanta curiosidad por el recién llegado como su
hermano, pero no tan audaz.
—¿Ves, Greta? —murmuró Remo—. Ahora no eres la persona más pequeña
de esta casa. Tenemos que enseñarte cómo patear traseros para que Nevio y tú
puedan proteger a Alessio.
Savio resopló.
—Buena suerte. Esa niña no tiene ni un solo hueso agresivo en su cuerpo. De
ninguna manera pateará el trasero de nadie.
Remo fulminó con la mirada a su hermano.
—Le enseñaré.
Tenía que estar de acuerdo con Savio, lo cual no sucedía muy a menudo.
Greta era tímida, gentil y prudente, y dudaba que fuera a cambiar con el tiempo. No
todos querían pelear, y estaba bien, incluso si Remo estuviera en desacuerdo.
—Si ella no quiere pelear, Alessio y Nevio la protegerán —dije, presionando
un beso en el suave cabello de Alessio. Los demás también se reunieron alrededor
de Alessio y de mí, y se los mostré a todos.
—Hola, Alessio —dijo Fabiano con una sonrisita—. Finalmente, otro niño de
ojos azules en esta familia.
—Podrías empezar a trabajar en niños de ojos azules —sugirió Remo con una
sonrisa torcida.
Los ojos de Fabiano se abrieron alarmados, y Leona sacudió la cabeza 262
rápidamente.
—Todavía no —dijo ella. Intercambiaron una mirada y se rieron.
—Creo que ahora hay más que suficientes bebés en esta casa —dijo Savio.
La boca de Remo se torció.
—Ya veremos.
—Oh, hombre —dijo Adamo. Puse los ojos en blanco y él me dio una sonrisa
pequeña, una que me recordó a las del pasado—. Pero, sí es lindo.
—Sé que lo es —dije.
Nevio y Greta aún seguían curiosos, considerando al recién llegado. No podía
esperar a que fueran mayores y jugaran juntos en el jardín.
Alessio comenzó a retorcerse y a lloriquear suavemente, chasqueando los
labios.
—Tienes hambre, ¿verdad?
—¿Quieres que le prepare una mamila? —preguntó Serafina de inmediato.
Asentí, sonriendo.
—Eso sería genial.
Le entregó a Nevio a Nino y luego se alejó rápidamente.
—No puedo creer que alguien arroje un bebé a la basura —dijo Leona con
incredulidad, acercándose.
Remo y Nino intercambiaron una mirada oscura.
—Está demasiado delgado y tiene quemaduras de cigarrillo en el estómago
—dijo Nino—. Y la puta ni siquiera recordaba su cumpleaños.
—Lo dio a luz en el apartamento de un maldito traficante que se folló a
cambio de drogas y no lo llevó al médico hasta unos días después.
Mi garganta se apretó a medida que contemplaba a Alessio. Nino había
mencionado brevemente que tendríamos que elegir el cumpleaños de nuestro hijo,
pero parecía algo tan monumental para decidir que aún no habíamos tomado una
decisión.
Leona sacudió la cabeza con ojos vidriosos.
263
—Mierda —murmuró Savio—. Hemos hecho algunas locuras, pero
maldición, arrojar un bebé a la basura, quemarlo, eso es jodidamente retorcido.
—Ahora está a salvo —dijo Remo.
—Y en unos cuantos años, será lo suficientemente fuerte como para
defenderse por sí mismo —agregó Fabiano.
—Serás tan fuerte como tu padre y tus tíos —le dije a mi hijo.

Me senté en el sofá con Leona y Serafina mientras los gemelos jugaban entre
ellos en el suelo.
No podía dejar de mirar a Alessio mientras bebía de su botella, descansando
pacíficamente en el hueco de mi brazo.
Era un bebé pequeño con brazos escuálidos y un rostro casi de elfo,
demasiado delgado.
—Trabajaremos en esas mejillas regordetas, ¿cierto? —murmuré mientras
acariciaba su suave mejilla y luego continuaba hasta su cabello. Me observaba en
silencio. Incluso si sus momentos quisquillosos daban mucho trabajo, los prefería a
sus momentos tan tranquilos, porque siempre me preocupaba que fueran una señal
de las cosas que ya había tenido que soportar a una edad tan corta.
Serafina lo arrulló suavemente y tiró de sus pequeños pies.
—Me dan ganas de tener otro. —Nevio arrojó un bloque de madera, luego
otro, sonriendo como si fuera un gran logro—. Pero le daré unos años más —agregó.
Nevio continuó arrojando cosas—. O tal vez incluso más.
Leona rio.
—No puedo creer que quieras más después de dar a luz gemelos.
—Bueno, no estoy muy entusiasmada con el trabajo de parto. No te perdiste
nada —me dijo Serafina y luego hizo una mueca—. No debí haber dicho eso.
Sacudí mi cabeza.
—No, está bien. Me encantaría dar a luz, incluso si es doloroso, pero estoy
perfectamente feliz con Alessio. Sin importar cómo vino a nosotros. Es nuestro hijo. 264
—Lo es —murmuró Serafina y me dio un beso en la mejilla—. Y serás una
madre increíble.
—Teniendo en cuenta que nunca tuve una madre buena o incluso decente, me
pregunto cómo seré una buena madre —dijo Leona, tocando la cabeza de Alessio
suavemente.
—Tampoco tengo un modelo a seguir. Mi madre fue débil, y luego murió, y
mi tía siempre me vio como una carga. Criaré a Alessio como habría querido ser
criada, con amor y cuidado.

Los otros hombres y yo nos apartamos a la sala contigua de la sala de juegos,


que solía ser la oficina de nuestro padre, pero ahora solo albergaba nuestro ring de
boxeo y la mesa de billar, así como parte de nuestro gabinete de licores. Con nuestra
familia expandiéndose, necesitaríamos más espacio en la sala de juegos, que
lentamente se estaba convirtiendo en una sala común general para todos nosotros.
Remo levantó un vaso.
—Por el nuevo papá. —Todos tomamos de nuestras bebidas y Adamo siseó
ante la fuerza del alcohol.
—Me sorprende que la hayas matado —dijo Adamo con el ceño fruncido a
medida que todos nos hundíamos en los sillones dispuestos en semicírculo.
—Me habría sorprendido que no lo hiciera —dijo Fabiano, intercambiando
una mirada con Remo—. Se merecía la muerte.
Savio sacudió la cabeza.
—¿Qué se suponía que debía hacerle? ¿Dejarla ir? ¿Entregarla a la policía?
En realidad, no había opción.
Adamo se encogió de hombros.
—Podría haber trabajado en uno de nuestros otros establecimientos.
—Por un lado, causaría discordia entre las prostitutas si una de ellas fuera 265
conocida como una asesina de niños. En segundo lugar, no quería que causara
ningún tipo de problema a Alessio en el futuro —dije.
—Lo entiendo —murmuró Adamo—. Pero todavía estás cabreado con
nuestro medio hermano por matar a nuestro padre, y aun así le quitaste a Alessio la
oportunidad de matar a su madre o conocerla.
Mencionar a Growl alrededor de Remo nunca era una buena idea. Mis
sentimientos personales hacia nuestro medio hermano eran indiferentes, pero no
quería otra pelea entre Remo y Adamo. Ya nuestra madre había causado suficiente
discordia entre ellos. Me incliné hacia adelante, entrecerrando los ojos.
—Ella no es su madre. Kiara lo es. Alessio jamás descubrirá que no es de
nuestra sangre.
Remo se bebió su bebida.
—Desde este día en adelante, este niño es un Falcone. Cualquiera que se
atreva a decirle algo diferente tendrá que lidiar con las consecuencias.
Le di a Remo una sonrisa de agradecimiento. Mentirle a la familia no era algo
que a Remo o a mí nos gustara hacer, pero esto era para beneficio de Alessio.
Descubrir la naturaleza de su verdadera madre no haría nada bueno, solo traería
dolor.
—Tendrás que decidir su cumpleaños —me recordó Remo.
Si fuera por mí, simplemente habría elegido una fecha aleatoria a principios
de julio. Alessio nunca sabría que tal vez no sea el día en que nació, y en el largo
plazo de una vida, unos días más o menos en realidad no eran importantes. Sin
embargo, Kiara necesitaba tiempo para considerar las fechas posibles.
—¿Sabes quién es su donante de esperma? —preguntó Savio.
Los labios de Remo se curvaron.
—Estuvo sin protección con varios clientes en el pasado, no se sabe quién la
dejó embarazada, y como dije antes, no importa.
—Podría ser importante por alguna enfermedad genética —dijo Savio.
—La puta que lo dio a luz era adicta. Consumió drogas cuando estaba
embarazada. Los médicos nos advirtieron que podría tener efectos a largo plazo,
llevar a Alessio a tener déficit de concentración o tener una predilección por las
drogas. 266
Adamo se hundió aún más en su silla. Había regresado de ver a C.J. como
prometió, y no había tomado ninguna droga a pesar de no estar bajo supervisión. Tal
vez estaba en el camino correcto. Esperaba que Kiara y yo no tuviéramos que ver a
Alessio a través de algo similar en el futuro.
—Pero esto también fue un buen recordatorio de que todavía tenemos asuntos
que atender —dijo Remo en voz baja, sosteniendo mi mirada con la mirada familiar
de odio en sus ojos.
—Así es. Tal vez es hora.
—¿Quieres matar a nuestra madre? —preguntó Adamo preocupado.
—Se merece la muerte —respondí, intentando sonar sereno y tranquilo a
pesar del caos en mi pecho.
—Esa no es solo tu decisión —dijo Adamo—. También es mi madre y la de
Savio.
—No me importa si la matan. De todos modos, está muerta para mí. Pero no
quiero involucrarme en eso. No quiero volver a verla nunca más, ni viva ni muerta
—murmuró Savio, llenando su vaso nuevamente.
Remo comenzó a pasearse por la habitación. El silencio cayó sobre nosotros a
medida que lo observábamos, sabiendo que estaba a punto de estallar.
—Intentó matarnos a todos, Adamo. Aún nos mataría si tuviera la
oportunidad. Enferma o no, es peligrosa. No estuviste ahí. No, realmente.
—No es la misma mujer que era. No tienes derecho a matarla sin todo nuestro
consentimiento —insistió Adamo.
Remo se inclinó, acercando su rostro al de Adamo.
—¿En serio crees que la conoces? No seas ingenuo. Sigues confiando en las
personas equivocadas.
Adamo sobresalió la barbilla. Levanté una mano antes de que esto pudiera
salirse de control.
—No tenemos que decidirlo hoy. Ahora mismo, tengo que ayudar a Kiara
con Alessio, y tu cumpleaños es pronto, Adamo. Después de eso, tendremos otra
discusión y encontraremos una solución.
—No decidiremos hoy —admitió Remo, enderezándose—. Pero solo hay una
solución. 267

Kiara mecía a Alessio suavemente contra su pecho mientras nos dirigíamos a


nuestra habitación. Era antes de nuestra hora habitual de dormir, pero Kiara no había
dormido mucho y anoche nada en absoluto.
La sorpresa inundó su rostro cuando vio la cuna plegable junto a nuestra
cama.
—Esta mañana Remo y Serafina salieron de compras para Alessio.
Consiguieron esto y algunas otras cosas para la habitación del bebé.
—Tendré que agradecerles mañana —dijo Kiara a medida que pasaba los
dedos por la cuna blanca. El interior era de un azul suave con nubes blancas—.
¿Dónde vamos a poner su habitación?
—Pensé que la habitación de al lado tendría sentido mientras todavía sea
joven, y supongo que querrás que duerma en nuestra habitación las primeras
semanas.
Kiara me dio una sonrisa de disculpa.
—En realidad, sí. ¿Está bien para ti?
Me acerqué a ella, acariciando su garganta y mirando al pequeño bebé
durmiendo contra su pecho.
—¿Por qué no lo sería? Nos necesita ahora. Después de lo que ha
experimentado, necesita aprender a confiar, y sé que tenerlo aquí te hará feliz.
Ella asintió, sus ojos llenándose de tanto amor que a veces todavía me pillaba
desprevenido.
Suspirando, se volvió hacia la cuna y dejó a Alessio con cuidado, luego se
inclinó sobre él y solo lo observó. Presioné un beso en la coronilla de su cabeza.
—Tomaré una ducha rápida.
—Está bien —susurró.
Cuando salí diez minutos después, Kiara se había puesto un camisón y estaba
acostada de lado, vigilando a Alessio. Había quitado los barrotes del costado de la
cuna frente a la cama y le acariciaba el vientre suavemente.
268
Me metí en la cama detrás de ella y me presioné contra su espalda. Ella soltó
un pequeño suspiro.
—A veces tengo miedo de que desaparezca si cierro los ojos, y que todo esto
resulte ser un sueño.
—No lo es —murmuré contra su cuello—. Y nada lo alejará de nosotros. Es
nuestro. ¿Has elegido su cumpleaños?
Kiara soltó un suspiro pequeño.
—He estado pensando en eso todo el día. Parece incorrecto decidir algo así
por una persona pequeña.
—No tenemos forma de averiguar su fecha de nacimiento.
—Lo sé, y creo que deberíamos decir que nació el primero de julio. Es el
comienzo de un nuevo mes, un nuevo comienzo. La posibilidad de nuevas aventuras
… —se fue callando—. Sé que estoy dando demasiado significado a una simple
fecha, pero siento que necesita un día especial.
—Eso suena bien. Entonces, el primero de julio.
Ella asintió.
—Siempre estaré agradecida con Remo y contigo por traerlo a esta familia.
Muchos hombres en nuestros círculos no querrían un hijo que no fuera de su sangre,
especialmente el hijo de una prostituta. Insistirían en tener un heredero.
Paseé mis dedos de ida y vuelta por su brazo esbelto.
—Alessio es mi heredero, Kiara. Sea de sangre o no. A Remo y a mí no nos
importa. Acogimos a Fabiano y se ha convertido en nuestra familia. Y no puedo ver
cómo importaría que su madre biológica fuera una prostituta. No tiene nada que ver
con él. Crecerá para ser un Falcone.
—Mira a todos en esta casa. Todos nuestros pasados tienen horrores de
alguna forma o sombra, pero de alguna manera nos hemos unido. A veces tengo
miedo de que nos alcancen. Es demasiado perfecto, demasiado bueno.
Sacudí mi cabeza.
—El pasado es solo eso. Solo puede alcanzarnos si lo permitimos, y no lo
haremos.
Kiara sonrió, y con esa hermosa imagen apagué las luces. Creía en las
palabras que acababa de decir, incluso si Remo y yo todavía estuviéramos atados a
nuestro pasado a través de nuestra madre. 269
Esa era nuestra debilidad y no contaminaría a nuestra familia.
A pesar de la falta de sueño que implicaba un recién nacido, Kiara
parecía brillar con energía y felicidad mientras cuidaba a Alessio.
Apenas dormía más de dos horas seguidas, un bebé inquieto y
nervioso que necesitaba mucha atención. Esa probablemente era la razón por la que
su madre biológica lo había quemado. Algunas personas nunca deberían considerar
tener hijos, muy diferente a Kiara, que tenía un suministro interminable de
paciencia, no solo para Alessio sino para todos.
Mientras Kiara preparaba una mamila para él, lo acuné sobre mis muslos. Ya
estaba chillando, desesperado por comer. 270
—Está bien, Alessio. Tu mamá te traerá tu leche pronto. —Levanté su camisa
suavemente, comprobando las dos marcas de quemaduras en su vientre. Todavía
estaban rojas pero curando—. ¿Puedes darme el ungüento? —pregunté a Remo, que
había estado pateando el saco de boxeo, el cual se negó a sacar de la sala de estar a
pesar de las pistas no tan sutiles de Kiara y Serafina.
Deteniendo su asalto, agarró el tubo de la mesa, se hundió a mi lado y me
entregó el ungüento. Puse un poco en mis dedos y lo froté entre ellos, de modo que
no se sintiera demasiado frío y luego lo extendí sobre las heridas de Alessio. Detuvo
el lloriqueo solo moviendo la boca como si ya estuviera succionando la mamila.
—No puedo creer lo jodidamente pequeño que es —dijo Remo, apoyando su
dedo en la palma de Alessio—. Nevio y Greta ya tenían cinco meses cuando los vi
por primera vez, y yo pensaba que eran diminutos.
Cuando terminé con sus quemaduras, me alejé y Alessio volvió a quejarse
inmediatamente, así que seguí frotando su vientre con el pulgar. Kiara apareció con
el biberón y estaba a punto de entregarle a Alessio porque se había encargado de la
alimentación y casi todo lo demás hasta ahora, ansiosa por ser madre finalmente,
pero sacudió la cabeza.
—Tu turno.
Le quité la botella y se acomodó en el reposabrazos. Para el momento en que
apoyé la mamila en los labios de Alessio, comenzó a succionar ansiosamente, pero
seguí acariciando su vientre, ya que parecía calmarlo. Remo se puso de pie y me
apretó el hombro, luego salió al jardín.
—¿Qué ves cuando lo miras? —preguntó Kiara, pasando sus dedos por mi
cabello de la manera en que siempre disfrutaba.
Contemplé al niño pequeño en mi regazo, la forma en que se aferraba al
biberón como si se lo pudieran quitar en cualquier momento, las marcas rojas en su
vientre, la forma en que respondía al toque gentil.
—A ti. Te veo a ti.
Kiara inclinó la cabeza con una expresión curiosa.
—¿A mí? No se parece a mí.
—Eso no es lo que quise decir —dije, intentando poner en palabras lo que
sentía porque eso era lo que Kiara de hecho había estado preguntando—. Te veo a ti
porque necesita protección y cuidado como tú cuando me fuiste dada. Te veo a ti
porque él significa que eres feliz. Veo tu amor. Es por eso que voy a amarlo como
terminé amándote. Ya sabes, me lleva algo de tiempo. 271
—Lo sé, y tus palabras ya son más de lo que esperaba. —Se inclinó hacia
adelante y besó mi mejilla.

Cuando lo llevamos a la cama cerca de las siete de la noche, envolví mis


brazos en Kiara desde atrás, acariciando su cuello. No habíamos tenido intimidad
desde que Alessio se había unido a nuestra familia. Kiara no podía relajarse con él
en la misma habitación y todavía no quería dejarlo solo. Presioné mi erección contra
su espalda baja y ella lanzó un suspiro pequeño y me miró por encima del hombro.
—No puedo con él en la misma habitación.
—Lo sé —murmuré y levanté el monitor del bebé—. Podemos dejarlo aquí y
aun así asegurarnos que esté bien. —Se mordió el labio, dividida entre su necesidad
de protegerlo y su necesidad de cercanía física. Acaricié su costado—. Ponte tu
nuevo vestido rojo pero sin bragas y baja al piano. Trae tu chal de seda roja. Te
estaré esperando.
Kiara asintió.
Me di vuelta y bajé las escaleras. Después de poner el monitor del bebé en
una mesa auxiliar a todo volumen, me hundí en el banco frente al piano. Mi polla
estaba tensa contra mis pantalones. Deseaba a Kiara de una manera que no creía
posible. Al estar con una mujer durante un par de años, habría pensado que me
cansaría de su cuerpo, su olor, su sabor, pero estaba lejos de eso.
Comencé a tocar la canción que había creado con Kiara hasta que escuché el
sonido de unos tacones. Kiara bajó las escaleras con su elegante vestido rojo hasta
las rodillas y los zapatos de tacón a juego, aferrando el chal de seda roja en una
mano. Parecía curiosa y ansiosa a medida que se acercaba a mí. No dejé de tocar
hasta que estuvo a mi lado.
—No —le dije cuando estaba a punto de sentarse junto a mí en el banco.
Kiara frunció el ceño. Le quité el chal de los dedos y se lo llevé a la cara—. ¿Puedo
cubrir tus ojos?
La sorpresa brilló en sus ojos oscuros, seguido por un destello de emoción.
—De acuerdo.
Anudé el chal cuidadosamente en la parte posterior de su cabeza. 272
—Solo quiero que sientas y para que eso funcione tenemos que limitar tus
sentidos —dije con voz áspera.
Kiara soltó un pequeño suspiro, temblando. Cerré la tapa sobre las teclas y
luego levanté a Kiara en el piano. Ella jadeó. Agarré un tacón y lo apoyé en el borde
elevado del piano, luego hice lo mismo con su otro pie de modo que terminara
sentada frente a mí con las piernas abiertas. La falda fluida se reunió entre sus
muslos, cubriéndola.
—Mantén tus piernas así —ordené.
Kiara asintió, su respiración ya se profundizándose. Agarrando el dobladillo
de su falda, la levanté y la reuní alrededor de su cintura, dejando su coño desnudo a
mi vista. El deseo corrió por mis venas, al verla abrirse para mí, sus pliegues rosados
ya brillando con su lujuria. Me incliné hacia adelante y pasé la nariz por la pequeña
cicatriz blanca en la parte interna de su muslo y luego inhalé. Kiara se estremeció.
—¿Nino? —La necesidad y un toque de inseguridad resonaron en su voz.
Alcé la vista, y encontré sus mejillas enrojecidas.
—Acuéstate —murmuré y lo hizo—. Relájate. Siente. Escucha.
Empujé su falda aún más alto y después la acerqué más hasta que su coño se
cernió sobre el borde, tentador y provocador. Levanté la tapa nuevamente y presioné
la tecla La. La nota baja reverberó en el piano y, vi la piel de Kiara erizándose. Pude
sentir el zumbido en todas partes, incluso en su coño. Volví a tocar la nota baja, pero
esta vez besé su rodilla y arrastré mi lengua por su pantorrilla y rodeé su tobillo con
la punta antes de volver a subir y tocar la siguiente nota en el piano.
Kiara respiró más rápido, sus senos elevándose con cada inhalación, sus
pezones frunciéndose contra la tela lujosa, y su excitación aumentó. Seguí con esta
pequeña estimulación, tocando las dos notas más bajas una y otra vez mientras
besaba y lamía sus pantorrillas y tobillos hasta que estaba jadeando.
—Vas a gotear sobre el piano —dije con voz cruda, inclinándome hacia
adelante y lamiendo la gota bajando por la perfecta nalga de Kiara.
Ella se arqueó con un pequeño gemido.
—Nino, por favor.
—Relájate. Escucha. Siente —le dije.
Toqué una nota nueva más alta y lamí su muslo interno hasta el hueco entre
su muslo y su coño, después inhalé nuevamente y mi propia excitación casi me hizo 273
renunciar a mi plan. Mierda. Quería sumergirme, devorar su coño y luego
enterrarme dentro de ella.
—Nino, por favor solo…
—¿Solo qué? ¿Qué quieres? —Lamí sobre su cicatriz, luego chupé la piel en
mi boca y volví a tocar la nota baja. Los músculos del muslo de Kiara se contrajeron
contra mis labios.
—Nino…
—Di lo que quieres.
—Quiero que me lamas —admitió.
—Bien. —Presioné mi boca contra su coño y lamí, largo y lento como la nota
La. Cuando mis dedos encontraron las notas más altas, golpeándolas cada vez más
rápido, agité mi lengua sobre su clítoris. Se tensó y tocando la nota La una vez más,
chupé su clítoris entre mis labios y se corrió en mi boca, arqueándose sobre el piano,
una diosa en tela roja y piel blanca contra la laca negra.
Cerrando los ojos, me permití sentir la música, degustando el sabor de Kiara.
Perfecta.
Al retroceder, volví a cerrar la tapa y entonces abrí mi cremallera, y saqué mi
polla. Agarrando sus caderas, la atraje hacia abajo hasta que sus pies encontraron el
piso y terminó recostada contra el piano con su coño flotando sobre mi polla.
—Dobla las piernas. —Lo hizo y mi punta se presionó contra sus pliegues.
Gimiendo, intentó bajar aún más pero mi mano en su cadera la sujetó con fuerza—.
Todavía no. —Froté mi punta gruesa a lo largo de los labios de su coño empujando
su clítoris cada vez. Ella jadeó y mi propia respiración se tornó irregular. No podía
resistir más—. Móntame.
Se hundió, sus dedos aferrándose a la tapa del piano detrás de ella a medida
que se empalaba en mi longitud. Comenzó a mover sus caderas, de arriba hacia
abajo, girando al mismo tiempo, persiguiendo el placer mientras me llevaba al borde
de mi propio control mientras la observaba. Alcanzando el chal, tiré de él. Los ojos
de Kiara ardían con lujuria y necesidad, y se balanceó aún más rápido contra mí.
Nuestros ojos se sostuvieron, sus labios entreabriéndose en un pequeño grito y se
apretó alrededor de mí, inclinándome al borde con ella. Siguió balanceándose contra
mí incluso cuando la acerqué a mi pecho hasta que finalmente se corrió relajándose
encima de mí.
—Vaya —suspiró—. No pensé que la música pudiera ser erótica. 274
—Cuando se trata de ti, todo puede ser erótico —dije arrastrando las palabras
mientras seguía dejando besos apreciativos a lo largo de su pecho y garganta.

—¿En dónde carajo está? —gruñó Remo. Nos reuníamos en el área común
para discutir la desaparición de Adamo.
—No está con C.J., eso está claro. Fue la primera persona que comprobé.
Diego dijo que Gemma le preguntó a algunas de sus amigas que conocen a la gente
con la que Adamo se junta ocasionalmente, pero nada —dije. Kiara caminaba de un
lado a otro en la terraza con Alessio atado al arnés frente a su pecho, intentando
hacerlo dormir, pero podía decir que estaba escuchando—. Creo que debemos
considerar la opción muy válida de que haya encontrado a alguien que le venda
heroína y que ahora esté durmiendo la euforia —agregué.
—Si la compró a las personas equivocadas, podría estar muerto. O lo matan o
le venden drogas de baja calidad que estén cortadas con veneno para ratas o
cualquier otra mierda. Podría estar tendido en una zanja con una sobredosis ahora
mismo —gruñó Remo. Y siguió frotando su pulgar de ida y vuelta por las cicatrices
en su muñeca.
—Hiciste todo lo posible para protegerlo.
—Quizás solo esté en la carrera. Sabes que quería correr este fin de semana y
estaba cabreado cuando no se le permitió hacerlo —dijo Savio, con un brazo
apoyado contra la barra.
—Alguien de la cuadrilla nos lo habría dicho —dije.
—No si Adamo logró colarse de nuevo como la última vez.
Remo se acercó a su saco de boxeo y lanzó una fuerte patada.
—¿Te refieres a la vez en que fue capturado por la puta Organización? —
exhaló, luego aferró la bolsa con fuerza.
Savio me dio una mirada que dejó en claro que había terminado de intentar
convencer a Remo.
—Su campamento está cerca en este momento. Al noreste de L.A. Podríamos
ir allí y comprobar —dije.
275
Remo gruñó.
—Se escondería de nosotros.
—De todos modos podríamos intentarlo.
Remo asintió lentamente.
—Pero si el idiota la cagó, si realmente metió esa mierda en sus venas otra
vez, será mejor que me detengas o esta vez podría darle una jodida paliza.
Savio se apartó del bar y se dejó caer en el sofá.
—Supongo que eso significa que tendré que quedarme y jugar a la niñera, en
sentido figurado y literal.
—Fabiano y tú. Tenemos suerte de que viva en la casa de al lado.
—Como si la suerte tuviera algo que ver con eso. El cirujano plástico de antes
casi se caga en sus pantalones cuando Remo habló con él.
—Tuvo suerte de que no lo matara simplemente, así que ahí lo tienes —
murmuró Remo.
Salí a decirle a Kiara. Por la expresión de preocupación en su rostro ya lo
sabía.
—¿Te vas a buscar a Adamo?
—Tengo que hacerlo. Este niño… él… —Negué con la cabeza y acaricié el
cabello de Alessio.
—Encuéntralo. Ayúdalo —dijo Kiara—. Estaremos bien. Tal vez lo
encuentres antes de que su tarta se ponga rancia.
—Creo que deberías comértelo hoy. Su cumpleaños habrá terminado cuando
lo encontremos y sospecho que no se merecerá una recompensa.
Kiara frunció los labios.
—Es su pastel de cumpleaños.
Serafina se sentaba en la hierba y los gemelos estaban en la pequeña piscina
para bebés que les había comprado, pero miraba hacia nosotros.
—Podemos hornear algo fresco una vez que regrese. Nino tiene razón, el pie
de limón no durará mucho.
276
Cuando Remo se unió a nosotros afuera, ella lo miró y su rostro reflejó la
misma preocupación que había visto en el de Kiara.
Remo y yo ya no solo éramos responsables de nuestros hermanos, teníamos
esposas e hijos. Me miró cabreado, pensando lo mismo y ansioso por patear el
trasero de Adamo. No estaba seguro de qué hacer con Adamo, cómo manejarlo. Si
no fuera él, la solución habría sido clara: Tortura, luego muerte.
—No sé qué hacer con él si está drogado otra vez —dijo Remo cuando nos
sentamos en el auto, listos para salir.
—Lo resolveremos. Podemos intentarlo nuevamente. Encerrarlo más tiempo
esta vez.
Remo arrancó el auto.
—¿Y si no es suficiente?
No dije nada, porque por una vez no pude pensar en otras opciones.
Estaba tumbada en el sofá junto a Alessio, intentando descansar después de
una noche de insomnio. Alessio estaba durmiendo profundamente ahora. Pero a
pesar de mi cansancio no podía conciliar el sueño. Me encantaba tanto ver su dulce
rostro. Nino y Remo se habían ido por un día y aún no habíamos tenido noticias
suyas, lo cual no era inusual considerando que Nino despreciaba los mensajes
innecesarios.
Mi teléfono sonó en la mesa a mi lado. Y girándome torpemente, lo alcancé,
intentando no despertar a Alessio. El nombre de Adamo apareció en la pantalla.
Contesté de inmediato, sorprendida de que me llamara.
—¿Dónde estás? Te horneé un pastel para tu cumpleaños ayer, pero
desapareciste. Estamos preocupados por ti. —Esperaba que no hubiera celebrado su
decimosexto cumpleaños solo. Tal vez Savio tenía razón y lo había pasado en las
carreras, tal vez con amigos que hubiera hecho allí, pero ¿por qué Remo y Nino aún 277
no lo habían encontrado?
—Kiara… —La palabra sonó arrastrada.
—Adamo, ¿qué pasa? ¿Dónde estás? —pregunté, sentándome con cuidado.
—Con mi madre… fui hasta allí para verla…
La conmoción me invadió. Pensé que Adamo la había sacado de su mente
como sus hermanos parecían haberlo hecho. ¿Por qué la había visitado, y en su
cumpleaños nada menos?
—¿Y ahora? ¿En dónde estás ahora? ¿Todavía en el hospital?
—Nah… —respondió en voz baja, con un toque de vacilación en su voz,
como si no me estuviera contando todo—. No me quedé mucho tiempo… no está en
sus cabales… está…
—Adamo, ¿por qué no vienes a casa? Toma un taxi. No conduzcas. Estás
borracho, ¿verdad? —No podía estar lejos. La institución mental estaba en las
afueras de Las Vegas.
Adamo se echó a reír. Fue un sonido suave y abatido.
—Borracho y drogado.
Comencé a pasear por la habitación, poniéndome cada vez más nerviosa.
—¿Quieres que te recoja?
—No se lo digas a mis hermanos —dijo rápidamente.
No había forma de que sus hermanos no se enteraran. Después de todo habían
sospechado su recaída.
—No lo haré. Puedo recogerte sola. Me llevaré un auto. Hay suficientes para
elegir.
—¿Cuándo fue la última vez que manejaste un auto?
No había conducido un automóvil en años, solo durante las lecciones de
manejo cuando todavía estaba en la escuela.
—Adamo, dime dónde estás. Déjame ayudarte. —Miré a Alessio que estaba
moviendo los dedos mientras dormía. Si fuera solo yo, no habría dudado en conducir
el automóvil, incluso si no tenía experiencia. Sin embargo, no me arriesgaría con
Alessio en el mismo auto, y no podría dejarlo con Serafina. Tenía que cuidar a los
gemelos, que ya eran suficiente trabajo, especialmente Nevio. Leona estaba en el
campus, y Savio y Fabiano no podían cuidar a un recién nacido. 278
—No conducirás tú sola. Enviarás a alguien, ¿verdad? —dijo
miserablemente.
—No —mentí incluso aunque me sentía mal, pero no podía conducir por
mucho que quisiera, y tal vez Adamo necesitaba a alguien que pudiera transportarlo
si se desmayaba.
—Escapó —dijo.
—¿Quién escapó? —La conversación me estaba confundiendo. Con mi falta
de sueño, simplemente no podía seguir el ritmo.
—Pensé que sería lindo verla en mi cumpleaños. Era agradable. Me dijo que
estaba bien si necesitaba escapar de la realidad de vez en cuando. Se quedó a mi
lado mientras conseguía una solución.
La ira burbujeó.
—Adamo, ¿quién escapó? —Una sospecha horrible estaba echando raíces en
mi cabeza. No quería darle espacio para crecer. No podía ser.
—Nuestra madre, escapó. Hoy. Se fue. No sé a dónde fue.
Fruncí el ceño, intentando entender lo que estaba diciendo y preguntándome
cuánto de ello era el resultado de sus drogas.
—Pensé que la habías visto en el hospital. No puede irse de allí. Remo ha
dado órdenes claras… —Una sensación de temor se estaba apoderando de mí.
—Dio las órdenes de que solo uno de nosotros podíamos sacarla.
Cerré mis ojos.
—¿La ayudaste a salir del hospital?
—Sí… estaba llorando y disculpándose. Pensé que podríamos… no sé… no
quería que muriera. —Soltó un suspiro tembloroso—. Pero me usó. Huyó mientras
yo llenaba el auto. No sé a dónde fue. No está en sus cabales. Maldita sea, Kiara.
Soy un idiota.
Adamo estaba a la deriva y buscaba un ancla, pero seguía buscando en los
lugares equivocados cuando un refugio seguro siempre lo esperaba en estas paredes.
—Ven a casa —insté—. Todos estamos preocupados por ti.
—Remo y Nino jamás me perdonarán por liberarla.
279
—Por supuesto que lo harán. Te aman. Atravesarían el infierno por ti, solo
regresa a casa. Todo estará bien. —Pero no estaba segura que fuera cierto. Remo y
Nino odiaban y temían a su madre por igual. Era la espina en su costado, la atadura a
su pasado cruel y la gasolina que podía alimentar el fuego de su monstruosidad—.
Déjame ayudarte. Déjame recogerte —añadí.
—No. —Su voz ya se estaba desvaneciendo como si estuviera bajando su
teléfono—. Tendré que encontrarla. Tendré que… tengo que… así Remo y Nino me
perdonarán.
—¡Adamo!
Se cortó la comunicación. Intenté devolverle la llamada, pero él la rechazó.
Alessio despertó con mi grito y comenzó a llorar. ¿Qué se suponía que debía hacer?
R emo y Nino eran los hombres más fuertes que conocíamos, pero
había una cosa con el poder de destruirlos aún después de todos
estos años. Su madre. Serafina lo sabía tan bien como yo. Teníamos
que protegerlos a ellos y a nuestras familias a cualquier precio, pero ¿cómo?
Serafina y yo nos sentamos en el sofá de la sala de estar, vigilando a Greta y
Nevio mientras jugaban en el suelo. Acunaba a Alessio suavemente en mis brazos,
con la esperanza de hacerlo dormir.
—Tenemos que encontrar una manera de atraparla antes de que descubran lo
280
que pasó —dijo con ferocidad.
—El hospital ciertamente los alertará pronto. Surgirá algo, o uno de los otros
médicos querrá confirmarlo, y Remo recibirá la llamada.
Serafina sacudió la cabeza, frunciendo el rostro con desesperación.
—¿En qué estaba pensando? ¿Cómo pudo creer siquiera una palabra de lo
que dijo después de lo que hizo a sus hermanos?
—No había nacido cuando pasó. Para él es un escenario abstracto que no
puede comprender, pero ella estaba allí frente a él, llorando y rogando. Era real y él
quería ayudarla. Ya sabes por lo mucho que está pasando.
—Por lo que le hizo mi familia.
La miré a los ojos, preguntándome si había notado cómo Adamo la usaba
para recordarse el pasado. No pensé que fuera consciente del alcance de sus luchas
internas, tal vez ninguno de nosotros lo sabía. Adamo se había convertido en un
maestro en ocultar su adicción, sus batallas.
—Tenemos que protegerlos —susurré. Era ridículo, nosotras intentando
proteger a Remo y Nino, pero en este caso necesitaban protección.
—Fabiano es el único que puede ayudarnos.
Tracé la línea del cabello de Alessio suavemente mientras lo sostenía en mi
brazo.
—Es leal a Remo. No será fácil convencerlo de que vaya a espaldas de Remo.
Serafina resopló.
—No es traición si protege a Remo de sí mismo.
—Tengo el presentimiento de que ellos no lo verán así.
—¿Qué hay de Nino? Basa su decisión en la lógica. Apuesto a que estaría de
acuerdo con nuestro plan de involucrar a Fabiano.
—Tal vez. —Nino había llegado muy lejos del hombre que conocí hace más
de dos años atrás. Todavía tenía problemas con las emociones, reconociéndolas,
sintiéndolas, mostrándolas, pero estábamos en un buen camino, o lo habíamos
estado. La idea de que esto pudiera retrasarlo me aterrorizaba. Cuando no había
conocido a Nino de ninguna otra manera, su falta de emociones había sido tolerable.
Ahora sabía cómo podría ser si de hecho las sintiera. Y no pensaba que pudiera
sobrevivir a las emociones falsas de su parte nunca más—. Pero es diferente en lo
que respecta a su madre.
281
—Fabiano es nuestra única oportunidad. Es eso o decirle a Remo y Nino.
Serafina y yo nos miramos a los ojos, y los suyos como los míos se llenaron
de lágrimas.
—Llamaré a Fabiano. Tenemos al menos dos horas antes de que nuestros
maridos vuelvan.
Nos habían enviado un mensaje de texto indicando que no habían encontrado
a Adamo y volverían pronto.
Marqué el número de Fabiano. Contestó después del segundo timbre.
—¿Qué pasa, Kiara?
—¿Puedes venir? Serafina y yo necesitamos hablar contigo. Por favor no les
digas a Remo y a Nino.
Hubo un momento de silencio en el otro extremo.
—Estaré allí en cinco minutos.
Se mantuvo fiel a su promesa y entró a la sala exactamente cinco minutos
después, con los ojos tensos por la aprensión, y una mano en su arma como si
esperara una emboscada.
Alessio ya estaba dormido en mi regazo. Nevio y Greta seguían sentados en
su manta en el suelo y jugaban con bloques de madera multicolores.
—¿Cuál es el problema? ¿Pasó algo? —preguntó Fabiano con urgencia.
Serafina y yo intercambiamos una mirada y Fabiano hizo una mueca—. Esa mirada
no es un buen augurio. ¿Qué pasa?
Serafina se le acercó y tomó su brazo. Habían sido amigos cuando eran niños
y en los últimos meses la tensión entre ellos después del secuestro finalmente había
menguado.
—Tienes que jurar que no le dirás a Nino o Remo lo que te vamos a decir.
No, a menos que te lo pidamos.
Fabiano dio un paso atrás, su expresión endureciéndose, de modo que
Serafina tuvo que bajar su mano.
—Ya traicioné a Remo una vez y nunca más lo volveré a hacer.
—No es traición si los estás ayudando.
—Le debo la verdad a mi Capo. Le debo lealtad.
—¿Crees que Kiara o yo haríamos algo para traicionar a nuestros maridos? 282
—siseó Serafina, acercándose a Fabiano. Aún pareciendo un ángel, se las arreglaba
para verse feroz—. Eres el único que puede ayudarnos a salvarlos.
—¿De qué? —preguntó Fabiano, poniéndose atento y tenso, listo para entrar
en guerra y proteger a sus hermanos por elección.
—De ellos mismos —susurré—. Por favor, Fabiano. Necesitamos tu ayuda.
—Entonces, díganme cuál es el problema.
—Primero tienes que jurar que no vas a decirles —insistió Serafina.
—Eso no va a suceder, Serafina.
Serafina lo fulminó con la mirada y luego se volvió y se acercó a Greta y
Nevio, quienes habían dejado de jugar a la llegada de Fabiano.
Fabiano captó mi mirada, su expresión inquisitiva.
—Kiara.
Suspiré y puse a Alessio en su cuna antes de enfrentar a Fabiano. ¿Qué
opción teníamos? Necesitábamos su ayuda. Serafina asintió levemente con los labios
apretados por la preocupación.
—Su madre se ha escapado del hospital.
Los ojos de Fabiano se abrieron de par en par, y luego sacudió la cabeza.
—Imposible. Remo dio al personal instrucciones claras. Nunca se atreverían
a ir contra él.
—Les dio instrucciones para permitir que solo un hermano Falcone la
liberara.
Fabiano frunció el ceño, después comprendió.
—¡Mierda! —gruñó, haciendo que Greta soltara su bloque de madera y
comenzara a llorar. Cerró la boca de golpe y murmuró por lo bajo—. ¿Qué carajo le
pasa a ese niño? Primero las putas drogas, ahora esto.
Serafina acunó a su hija en sus brazos y, como siempre, Greta se calmó
rápidamente.
Fabiano suspiró y luego miró hacia mí.
—¿Te das cuenta que Remo y Nino no descansarán hasta que la atrapen?
Me incliné sobre Alessio, quien estaba profundamente dormido, un bebé tan 283
tranquilo cuando no tenía hambre. Me dolía el corazón pensar que se había vuelto
así porque en sus primeras semanas sus gritos habían sido ignorados o castigados
con dolor.
—No si la atrapas antes que ellos.
Fabiano se congeló.
—¿Quieres que la cace?
—Cazarla y matarla —respondió Serafina a medida que volvía a poner a
Greta con Nevio, quien había comenzado a chocar los bloques entre sí.
¿Matarla? No habíamos hablado de eso. Serafina me dio una mirada de
dolor.
—Kiara, no me mires así. Sabes tan bien como yo que ella siempre los
atormentará mientras viva. Incluso ahora, cuando finalmente son felices, logra
arruinar todo de nuevo. Quiero que se vaya de sus vidas de una vez por todas.
Quiero que el pasado termine para que así podamos centrarnos en el futuro, en
nuestra familia. La quiero muerta.
Serafina era la esposa de Remo de principio a fin. Amaba feroz y
brutalmente, y protegía a sus hijos y a Remo sin descanso. Asentí un poco, incluso
aunque mi estómago se revolvió pensando que estaba decidiendo sobre la vida de
alguien. Pero no había límite en cuanto a la longitud que recorrería para asegurarme
de que Alessio y Nino estuvieran a salvo. No había intervenido cuando Remo había
matado a la madre biológica de Alessio, ¿verdad?
—¿Quieren que la mate? —preguntó Fabiano lentamente y luego rio
sombríamente—. Remo jamás me lo perdonaría. Ni en un millón de años si le quito
esa muerte a Nino y a él. Su maldito medio hermano mató a su padre antes de que
Remo pudiera hacerlo. No le haré eso a Remo. Si alguien acaba con esa mujer, serán
los hermanos Falcone, no yo.
Cerré mis ojos. Fabiano no cedería sobre el tema.
Serafina se dirigió hasta él.
—Ya no se trata solo de ellos. Tienen hijos. Nos tienen a nosotras. Tienen
que ser padres y maridos.
—Créeme, si no se encargan ellos, no serán hombres con los que querrán
vivir.
Serafina sacudió la cabeza, y luego se dio la vuelta, dándonos la espalda y
dejándose caer lentamente junto a sus hijos. 284
No dije nada, aterrorizada por la reacción de Nino cuando se enterara.
Fabiano se me acercó, apoyando las manos sobre el borde de la cuna.
—¿Cómo está Alessio?
—Subiendo de peso y las quemaduras se han curado. —Me encontré con su
mirada—. ¿Quieres hijos?
Fabiano sonrió, pero sus ojos lucían preocupados.
—Primero, Leona y yo tenemos que casarnos el próximo año… si eso todavía
funciona.
—¿Crees que Remo y Nino seguirán persiguiendo a su madre para entonces?
—No podía imaginar estar sin Nino por tanto tiempo. Incluso si volviera a casa de
vez en cuando, su vida estaría dedicada a la persecución y no a nuestra familia.
—No lo creo, pero podría complicar la planificación y todo lo demás.
Supongo que tendremos que esperar a su reacción. —Se pasó una mano por el
cabello, su boca tensándose. Estaba tan preocupado por su reacción a las noticias
como nosotras. Los conocía, los había conocido mucho antes que Serafina y yo.
Fabiano se acercó a Serafina y los gemelos y se arrodilló a su lado.
Serafina no miró en su dirección, con los hombros rígidos. Fabiano le entregó
a Greta un bloque de madera tras otro, que ella tomó después de un momento de
consideración y los apiló. Nevio, por supuesto, se levantó y se tambaleó hacia
Fabiano, con los ojos clavados en el arma en su funda.
Fabiano atrapó las manos ansiosas de Nevio.
—No.
Esa era una palabra a la que Nevio no era muy aficionado y su rostro se
frunció con un grito indignado. Fabiano rio entre dientes, lo agarró y lo catapultó por
encima de su cabeza.
—Un día serás Capo, jovencito, pero hasta entonces escucharás muchos “no”.
Serafina se volvió hacia ellos, sonriendo levemente a pesar de las lágrimas
corriendo por sus mejillas. Greta gateó hacia ella y se acomodó en su regazo.
Sintiéndome sentimental, levanté a Alessio, despertándolo. Gimió suavemente,
parpadeando hacia mí. Presioné un beso en su mejilla y lo acuné contra mi pecho.
—Voy alimentarlo. 285
Me fui, dirigiéndome a la cocina. Todavía no había razón para entrar en
pánico. Tal vez Nino y Remo se encargarían de la desaparición de su madre mejor
de lo que esperábamos. Habían madurado mucho desde que vine a vivir con ellos.
El pasado era solo eso, el pasado. ¿Cierto?

Después que Fabiano le hubiera enviado a Remo un mensaje de texto


indicando que Nino y él necesitaban volver a casa lo más rápido posible, esperamos.
Fabiano y Serafina todavía estaban en el piso con los gemelos y yo estaba tendida en
el sofá con Alessio en mi pecho cuando Remo y Nino regresaron. Al momento en
que nos vieron, se quedaron en silencio. Las cejas de Nino se fruncieron cuando vio
a Fabiano y luego sus ojos se movieron hacia mí. Mis ojos estaban rojos y también
los de Serafina.
—¿Qué está pasando? —preguntó Remo a Savio, quien había estado sentado
en el sofá durante la última hora, reflexionando sobre lo que le habíamos dicho.
Antes de que Savio pudiera responder, Nino se acercó a mí mientras yo me sentaba
cuidadosamente para no despertar a Alessio.
—¿Kiara? ¿Ha sucedido algo?
Me puse de pie, luego uní mi mano con la de Nino. Serafina permaneció en el
suelo con los gemelos, contemplando a Remo como si fuera una bomba de relojería.
Fabiano se puso de pie y yo me estremecí, temiendo lo que vendría.
—Tu madre escapó del hospital. No sabemos dónde está —dije.
Los dedos de Nino se aflojaron, algo inquietante destellando en sus ojos, y su
mirada se dirigió a Remo, quien estaba congelado excepto por la expresión de su
rostro. Se veía como el hombre al que había tenido miedo al principio.
—¿Qué? —La palabra reverberó con la promesa de castigo, con puro odio sin
filtro.
—Adamo fue a visitarla y ella lo engañó para que la sacara. Y cuando él no
estaba prestando atención, huyó.
—Todavía no puedo creer esta mierda —susurró Savio. No estaba tan
conmocionado como sus hermanos. Incluso aunque le habían contado sobre los 286
acontecimientos de ese fatídico día, que él al menos no podía recordarlos.
Remo cerró las manos en puños y bajó la cara para mirar al suelo con los
hombros temblorosos. Nino aún no se había movido. La expresión de su rostro no
era menos inquietante que la de Remo.
—¿En dónde está Adamo ahora?
—No lo sé —respondí, sin apartar los ojos de la bella y fría cara de Nino—.
Él quería atraparla para que así lo perdonaran.
Nino dejó escapar un resoplido ahogado.
—¿Qué van a hacer ahora? —preguntó Savio.
—Atraparla. Matarla —dijo Remo en voz baja mientras observaba a Greta y
Nevio en el suelo. Se arrodilló y tocó sus cabezas.
—¿Van a cazarla? —Toqué el pecho de Nino.
—Tenemos que hacerlo.
—Podría cazarla y traérselas —sugirió Fabiano, y podría haberlo abrazado.
Aun así, mi alivio duró muy poco al ver las expresiones de Nino y Remo.
—No, esta vez no, Fabiano —dijo Nino.
Remo se inclinó hacia adelante y besó a sus gemelos, después se tambaleó
para ponerse de pie.
Atrajo a Serafina contra él, quien apretaba los labios.
—Tiene que morir.
—Lo sé —dijo ella.
—¿Cuándo se irán? —pregunté.
Nino miró a su hermano.
—Inmediatamente.
Remo suspiró.
—Aún podría estar cerca. No quiero darle tiempo para que abandone nuestro
territorio o se acerque a viejos contactos.
Serafina miró a Remo.
—¿Viejos contactos? 287
—Cuando asumimos el control, matamos a la mayoría de los hombres de
nuestro padre y a los hombres que se consideraban dignos de gobernar sobre la
Camorra, pero no los atrapamos a todos. Algunos de esos cobardes escaparon.
Pensamos que estaban en México o en Europa, pero encontraron refugio en territorio
de la Organización.
—Primero deberíamos ir al hospital psiquiátrico, revisar sus cosas —dijo
Nino. Sonaba frío, efectivo y sus ojos carecían de emoción.
—¿Quieres que vaya? —preguntó Savio en voz baja.
—Tú y Fabiano se quedan aquí y vigilan —dijo Remo.
Serafina sacudió la cabeza.
—Remo.
—No —gruñó—. Esto termina ahora. Lo terminaremos de una vez por todas.
—Tomaré algunas cosas —dijo Nino. Tomando a Alessio, lo seguí hasta la
habitación. Metió algunas ropas en una mochila, luego otro cuchillo y una pistola
adicional al cuchillo bowie y la pistola atada a su pecho. Tomé su brazo y lo miré.
Una batalla ardía en sus ojos, frío contra dolor, odio con amor, luego nada más—.
No te preocupes —dijo simplemente.
—¿Cómo puedo no hacerlo?

Los ojos de Serafina tenían la misma inquietud que yo sentía. Era un milagro
que hombres como Remo y Nino pudieran amarnos en primer lugar, que pudieran
controlar a los demonios que los tenían apresados. Ahora temía que este pudiera ser
el punto de inflexión para ambos. Un catalizador que podría apagar su humanidad.
Todos nos reunimos en el camino de entrada para despedirlos.
—Volverás tan a menudo como sea posible, ¿verdad?
Nino bajó la cabeza.
—Sí. Esto terminará pronto. —Quería encontrar consuelo en la calma gris de
sus ojos, pero lucían cautelosos y fríos. 288
—No te pierdas a ti mismo en la persecución —le rogué—. Te necesitamos.
Nino me contempló y luego a Alessio durmiendo contra mi pecho en su
arnés.
—Me perdí hace muchos años y todavía me sigo encontrando todos los días.
Toqué su pecho, sintiendo el latido constante de su corazón contra mi palma,
intentando encontrar calma y consuelo en él. Hoy no funcionó.
—¿Volverás a mí como el hombre que eres ahora o como el hombre que eras
cuando nos conocimos? —Lo amaba, siempre lo amaría incluso si volvía a ser el
hombre sin emociones del pasado, simplemente no podría no amarlo.
Nino pasó su pulgar por mi mejilla.
—Volveré a ti.
Tragué con fuerza, agradecida de que cumpliera su promesa de no mentirme
y al mismo tiempo deseando que lo hubiera hecho.
—Y nosotros te esperaremos. Por favor, regresa pronto. Te amo tanto.
—Y yo te amo, sin importar cómo regrese. —Nino besó mi boca y luego besó
la frente de Alessio antes de darse la vuelta y dirigirse hacia el auto.
La expresión de Serafina era una mezcla de ira y desesperación mientras
hablaba con Remo, pero él negó con la cabeza una vez más, agarró su rostro casi
bruscamente y la besó. Luego se arrodilló y se inclinó para ponerse a la altura de los
ojos de Nevio y besar su frente. Se enderezó, se acercó a Savio quien sostenía a
Greta y también la besó en la frente. Entonces Remo asintió hacia Savio, quien
regresó el gesto con una expresión determinada.
Se fueron entonces. Solté un jadeo ahogado y cerré los ojos. Alguien tomó mi
hombro y encontré a Fabiano a mi lado.
—Kiara, superarán esto. He vivido tantos horrores con ellos, peleé tantas
batallas, enfrenté a tantos enemigos, personas que pensaron que podían vencernos,
pero Remo y Nino todavía están de pie y esas personas no lo están.
—Sé que saldrán de esto como los vencedores que son —dije con firmeza—.
Pero me preocupa lo que necesitarán hacer para llegar allí.
—Nada que valga la pena es fácil o se logra sin pelear —murmuró Fabiano.
Asentí, luego miré a Serafina y vi la misma determinación. Estábamos 289
dispuestas a pelear porque lo que teníamos lo valía todo.
E n los primeros días, Remo y Nino regresaron todas las noches y se
fueron antes del amanecer nuevamente. A medida que extendieron
su radio de búsqueda, se mantuvieron alejados por más tiempo.
Parecía imposible que fueran a encontrar a su madre. Podría estar en cualquier lugar.
Tal vez en México, tal vez en territorio de la Organización, tal vez en otro
lugar. Era un fantasma, los había estado atormentando de una forma u otra durante
tanto tiempo.
—Han estado buscando durante tres semanas, deberíamos decirles que se den
290
por vencidos —dijo Serafina una noche en la mesa del comedor.
—No escucharán —dijo Savio, levantando la vista brevemente de su celular.
Fabiano asintió.
—Él tiene razón. Es lo único en lo que Nino no escucha la lógica. Ninguno
puede hacerlo.
Remo y Nino no solo buscaban a su madre. Adamo también había
desaparecido. Nada los haría renunciar a su esfuerzo.
Leona entró con un gran plato de espagueti con salsa de tomate. Por una vez
había cocinado. Fabiano y ella pasaban la mayor parte del tiempo en la mansión
ahora que Remo y Nino estaban cazando.
—No lo entiendo. ¿Por qué tienen que atraparla? Deberían alegrarse que se
haya ido. ¿Qué importa si comienza una nueva vida en otro lugar? Comprendo los
problemas con las madres locas, pero tal vez deberían dejarlo en paz —dijo ella.
Savio le quitó el cucharón y llenó varios platos.
—¿Tu madre loca intentó matarte? ¿Quemarte? —Leona sacudió la cabeza
levemente, con un sonrojo apoderándose de su garganta y mejillas, borrando sus
pecas—. Entonces no sabes ni mierda.
—Savio, no le hables así a Leona —espetó Fabiano. Se miraron entre sí,
ninguno de los dos dispuestos a retroceder. Los hombres y sus batallas por el
dominio eran algo que nunca comprendería. No ayudaba que la tensión hubiera
aumentado por los acontecimientos recientes.
Leona levantó la mano.
—No, está bien. No es asunto mío. No tengo derecho a meter mi nariz en los
asuntos de tu familia.
—Tú también eres de la familia —dijo Serafina, intentando poner un babero
alrededor del cuello de Nevio.
Savio suspiró y asintió.
—Fabiano lo es, tú también lo eres.
Fabiano inclinó la cabeza y luego tocó la cadera de su novia. Leona se
sonrojó de un rojo aún más oscuro y llenó el plato de Fabiano, luego el suyo.
Greta y Nevio ya habían comenzado a rellenar sus lindas caritas con su
comida, la primera llevando su babero sin protestar, el segundo embarrando un
aguacate por toda su ropa. 291
Comí un poco de la pasta, pero en realidad no podía concentrarme en la
comida ni en nada más que la idea de que mi período se había retrasado por más de
dos semanas.
Alessio estaba dormido en su cuna arriba. Así que me puse de pie, empujando
mi silla hacia atrás.
—¿Qué pasa? —preguntó Serafina preocupada.
—Nada. Solo necesito ir al baño. ¿Puedes vigilar el monitor del bebé por mí?
Todas las cabezas asintieron y le entregué el monitor a Serafina, quien intentó
atraer mi atención, obviamente preocupada. Evitando la mirada sospechosa de
Fabiano, avancé al baño de visitas rápidamente y me encerré.
Miré el cajón con las pruebas de embarazo. Me hundí en la tapa del inodoro
lentamente, considerando si valía la pena. ¿Debería hacer la prueba y arriesgarme a
que mis esperanzas se vieran aplastadas, o simplemente esperar?
Respirando hondo, abrí el cajón y saqué una prueba. Ni siquiera estaba segura
de cuántas de ellas había usado desde que Nino y yo comenzamos a intentar
embarazarme. Pero esta vez era diferente. Tenía a Alessio y en las pocas semanas
desde que se convirtió en parte de nuestra familia, había llegado a amarlo tanto. Era
mi hijo.
La sangre era completamente irrelevante. Incluso si la prueba era negativa, no
sería como las últimas veces, porque ya tenía un hijo al que amar.
Veinte minutos después cerré los ojos, dejando caer la segunda prueba al
suelo y comencé a reír suavemente. El mismo resultado que el primero. Sonó un
golpe.
—¿Kiara? ¿Estás bien? —preguntó Leona.
Respiré profundamente otra vez, me lavé las manos y abrí la puerta. Ella
escaneó mi cara, después se fijó en las dos pruebas en el piso.
—Estoy embarazada —susurré, y al escuchar esas palabras la realidad de la
situación de hecho se asentó en mi interior. Por primera vez una prueba era positiva,
incluso dos de ellas.
Después de todo este tiempo, todas las lágrimas y obsesiones, finalmente
estaba embarazada. Como si tener a Alessio, me hubiera liberado, hubiera eliminado
algún tipo de bloqueo.
292
—Oh, Kiara —dijo Leona y me abrazó con fuerza—. ¿Llamarás a Nino?
Sacudí mi cabeza.
—Primero necesito ver a un médico. Asegurarme que sea realmente cierto.
No quiero aplastar sus esperanzas si es una falsa alarma. Remo y él ya tienen
suficiente carga gracias a su madre.
Leona me dio una sonrisa comprensiva.
—Mañana tengo cursos, pero podría saltarlos si necesitas ayuda.
Apreté su mano.
—Gracias, pero no deberías saltarlos. Savio nos llevará a mí y a Alessio
mañana a un pediatra para un chequeo. Hay un ginecólogo en el mismo edificio.
Leona sonrió.
—¿Volverás a la mesa?
—¿Puedes mantenerlo en secreto por ahora? ¿Incluso de Fabiano?
—Lo intentaré. Sin embargo, no soy la mejor ocultándole secretos. Es
demasiado atento.
—Eso no es algo malo —le dije con una sonrisa.
Regresamos a la mesa. Serafina, Savio y Fabiano me miraron con curiosidad
pero solo sonreí. Debajo de la mesa, presioné mi palma contra mi vientre,
preguntándome si era cierto en realidad.
Serafina me devolvió el monitor del bebé.
—Toma.
—Gracias. —Alessio todavía estaba tendido sobre su espalda, durmiendo
profundamente. ¿Será que pronto se convertiría en un hermano mayor?

Después del chequeo de Alessio, que salió bien, Savio quiso ir al garaje
subterráneo. Pero presioné el botón del piso debajo del nuestro.
—Aún necesito ir a otro médico.
—Está bien —dijo lentamente. Su expresión se tornó dolida cuando vio que 293
nos dirigíamos al ginecólogo—. ¿En serio?
Le di una mirada aguda y puse el portabebés de Alessio en el mostrador de
recepción del consultorio. Savio miró a su alrededor con el ceño fruncido como si
estuviera preocupado de que uno de sus amigos pudiera atraparlo en un lugar como
este, o tal vez una de las chicas con las que dormía.
—Necesito ver al médico —dije a la recepcionista.
—¿Tienes cita? —preguntó ella, apenas levantando la vista de la pantalla de
su computadora.
—No, yo…
—¿Cuánto tiempo has vivido en Las Vegas? —preguntó Savio fríamente.
La cabeza de la mujer se alzó de golpe con el ceño fruncido.
—¿Qué?
Se apoyó en el mostrador y estiró su brazo con el tatuaje, y una sonrisa en su
rostro que erizó los vellos de mi cuello.
—Su apellido es Falcone, Kiara Falcone. Ahora dile al médico que se apure,
no tenemos todo el día.
La chica pareció despistada. Sin embargo, la otra recepcionista se levantó de
inmediato.
—Le pediré que te vea de inmediato.
—¿Eso era necesario? —susurré.
Savio se encogió de hombros.
—No me gustó el tono que usó contigo.

Savio esperó afuera de la puerta mientras la doctora hacía su chequeo, y


después no pude quitarme la sonrisa de la cara. Salí, haciendo que Savio se
enderezara de inmediato desde donde se apoyaba contra la pared.
—¿Es el padre? —preguntó la doctora. 294
Los ojos de Savio se abrieron alarmados.
—No —respondí rápidamente, entonces sonreí y nos despedimos.
Savio esperó hasta que estuvimos en el ascensor antes de preguntar:
—¿Estás embarazada?
Asentí a medida que tomaba a Alessio del portabebés porque había
comenzado a llorar. Para el momento en que lo presioné contra mi pecho, se calmó
como siempre. Savio agarró el portabebés.
—Mierda, pronto la mansión quedará invadida por estos pequeños monstruos.
—Estás exagerando.
—Si uno de ellos resulta ser como Nevio, estamos condenados, eso es todo lo
que digo. —Me reí. Nevio era un niño muy activo, muy ruidoso, todo lo contrario de
su hermana—. Si le dices a Nino, regresará de inmediato, y no creo que se vaya de
nuevo. Si le dices que no quieres que se vaya, no lo hará. Sabes que lo tienes
envuelto alrededor de tu meñique.
El ascensor se detuvo y nos dirigimos hacia el Porsche Panamera.
Como ya teníamos tres niños en la familia, algunos de los autos deportivos
habían sido intercambiados por vehículos con un poco más de espacio.
—Sé que se habría quedado si se lo pedía, pero él necesita hacer esto.
—Tal vez Leona tiene razón, ¿sabes? —murmuró Savio—, tal vez sea lo
mejor que haya desaparecido, de ese modo ninguno de nosotros tiene que matarla.
Con un poco de suerte, terminará con su propia vida. —La mirada de Savio se alejó
de mí, evaluando los autos estacionados a nuestra derecha, y se puso tenso—. ¡Entra
al auto!
Estaba a punto de sacar su arma cuando cinco hombres saltaron desde detrás
de los otros autos. Dos de ellos lo agarraron por detrás, impidiéndole sacar el arma.
Me tambaleé hacia atrás cuando Savio estrelló la parte posterior de su cabeza contra
la cara de uno de sus atacantes, quien lo soltó con un gruñido. Savio dio una patada
alta contra la barbilla de otro, haciendo que su cabeza volara con un crujido
repugnante. El hombre cayó al suelo inmóvil.
Me di la vuelta, presionando a Alessio contra mi pecho y corrí de regreso al
elevador.
Los sonidos de la lucha me siguieron y luego pasos. ¿Qué se suponía que 295
debía hacer? Llamar a la policía estaba fuera de discusión, pero necesitaba conseguir
ayuda para Savio.
Fabiano era la única opción, pero no podía dejar a Fina y a los gemelos solos.
Mi mente tropezó con cada pensamiento, incapaz de aferrarse a uno. No me atreví a
mirar hacia atrás y de repente me arrojaron un líquido, empapándome. Goteó por mi
cabello, mi cuello, sobre la cabeza de Alessio y su enterizo, haciendo que comenzara
a llorar.
—¡Alto! —ordenó una mujer—. Detente o arderás. —Era una voz melódica y
suave. Una destinada a palabras relajantes y canciones de cuna.
Respiré profundamente, y luego el hedor a gasolina me obstruyó la nariz,
congelándome y mirando a Alessio con horror. Él también estaba cubierto de
gasolina.
Me di la vuelta lentamente para mirar a unos ojos grises. Como los de Nino,
pero a diferencia de él, los de ella no me dieron ninguna sensación de calma.
La señora Falcone tenía una botella medio vacía en una mano y un
encendedor en la otra.
—¡Paren la mierda o el bebé y la chica arderán! —gruñó uno de los atacantes.
Savio sostenía a otro hombre por el cuello. Sus ojos se dirigieron a mí, luego
a su madre, y soltó al hombre lentamente, deslizando su cuchillo fuera de su pecho.
El hombre cayó al suelo, con los ojos muy abiertos y sin vida, y pronto la sangre se
extendió a su alrededor. Solo tres hombres seguían de pie, dos de ellos sangrando, el
tercero ahora apuntando con un arma a Savio. El hombre con el arma golpeó a Savio
en la cabeza, haciendo que se doblara y cayera al suelo.
Alessio comenzó a llorar una vez más y mi balanceo no hizo nada para
calmarlo.
La señora Falcone me sonrió.
—¿Eres Kiara Vitiello? ¿Y este debe ser tu hijo?
Aferré a Alessio protectoramente contra mí, dando un paso atrás. Las
imágenes de lo que le había hecho a sus hijos se formaron en mi cabeza, y
despertaron terror en mis entrañas.
—¿Qué quiere?
Ella señaló hacia una limusina negra.
—Dirígete hacia allá. —Su boca se retorció en una sonrisa demasiado 296
amplia—. Por favor.
Temblando por el miedo, me acerqué al auto y luego me metí en el asiento
trasero. Savio fue arrojado a un segundo auto. La señora Falcone se metió en el
asiento del pasajero del auto en el que estaba y uno de los hombres tomó el volante.
El grito de Alessio resonaba con dureza en el espacio pequeño.
Intenté limpiar la gasolina de la cabeza de Alessio pero se aferraba a él.
Comencé a tararear, frotando su espalda. Sin embargo, Alessio siguió lloriqueando,
su carita enrojecida.
La señora Falcone frunció la boca.
—Haz que se detenga.
—Shhh —arrullé contra la sien de mi hijo.
—Detenlo.
—Lo estoy intentando.
—¡Detenlo! ¡O yo lo haré! —chilló, girando en su asiento y mirándonos con
los ojos completamente abiertos.
Me congelé, mi agarre sobre Alessio apretándose, pero él también se había
quedado completamente callado, como si pudiera sentir el peligro en el que
estábamos. Besé su frente a pesar de la gasolina, sin apartar los ojos de la señora
Falcone.
Ella asintió una vez, luego se volvió hacia el parabrisas.
—He esperado mucho tiempo por este momento.
—Por favor —susurré—. No hagas esto. Puedes comenzar una vida nueva.
Miró por encima del hombro.
—No quiero una vida nueva. Todo lo que quiero es terminar lo que comencé,
¿no lo entiendes?
La determinación febril en sus ojos me hizo estremecer. Y presioné mi
mejilla contra la cabeza de Alessio.
—No tienes que tener miedo. No te lastimaré a ti ni a él, si mis hijos hacen lo
que digo. Él no es de Nino, ¿verdad?
Tragué con fuerza.
297
—Lo adoptamos.
—Bien, entonces ustedes dos pueden vivir. —Todo en lo que podía pensar
era en el bebé en mi vientre, el bebé de Nino. ¿Qué haría ella si descubría que estaba
embarazada del hijo de su hijo?
Intenté no entrar en pánico. Solo se transferiría a Alessio y lo haría llorar
nuevamente.
Remo y Nino encontrarían una manera de salvarnos.

Estábamos de camino a casa después de cuatro días en la carretera y sin un


rastro de nuestra madre.
—Nuestras esposas e hijos nos necesitan —dije nuevamente, porque Remo
estaba peligrosamente silencioso desde que lo había convencido de que regresara a
la mansión por unos días. Agregué—: No tenemos ni una pista, Remo. Quiero que
se vaya tanto como tú, pero no podemos pasar cada segundo persiguiéndola, no
como en el pasado.
—Cada momento que está ahí fuera es un momento en el que puede arruinar
todo. La conoces.
—Yo… —El sonido de mi teléfono me impidió decir más. Era el número de
Kiara. Contesté de inmediato—. ¿Pasó algo?
—Hola, Nino —dijo una mujer y me tomó un momento reconocer la voz y mi
interior se congeló—. Sé que no hemos hablado en mucho tiempo, pero solo te
llamo para decirte que tenemos a tu Kiara y su bebé. No sé si te importa, pero creo
que tal vez sí, así que si quieres verla viva, Remo y tú regresarán a casa ahora
mismo.
Remo desaceleró el auto, observando mi expresión.
—¿Nino?
La voz de mi madre sonó tranquila:
—Dile a Remo que Kiara y el bebé están cubiertos de gasolina y si él no se 298
comporta, tendré que dejarlos arder. Les estaremos esperando.
Colgó y solo pude quedarme mirando a mi celular. Imágenes del pasado, de
llamas hambrientas devorándose las cortinas, se deslizaron por mi mente, seguidas
de la horrible comprensión de que hoy podría no ser yo quien ardiera en llamas, sino
peor, Kiara y Alessio.
—Nino, di algo.
—Nuestra madre tiene a Kiara y Alessio. Los matará si no volvemos a casa.
El teléfono de Remo sonó y contestó, diciendo de inmediato:
—Fabiano, ¿qué carajo está pasando? —Mi hermano cerró los ojos, con el
pecho agitado—. Lleva a Fina y a los gemelos a la habitación de pánico en tu
mansión si tienes tiempo. Tal vez nuestra madre no sabe de ellos. —Remo asintió—.
Déjalos entrar. No te arriesgues a que lastime a Kiara o Alessio.
Remo abrió los ojos y me miró. Todavía estaba aferrando mi teléfono en mi
mano.
—Tenemos que salvarlos —dije con voz áspera—. Ayúdame a salvarlos.
Remo agarró mi nunca y me abrazó.
—Nunca tendrías que pedirme algo así. Nunca. Los salvaremos, y si alguien
termina en llamas hoy, seremos nosotros. —Retrocedió entonces, con los ojos
duros—. Sé que es mucho pedir ahora, pero controla tus emociones lo más que
puedas. Si queremos salvarlos, necesito que seas el asesino sociópata, no el esposo o
padre, ¿entendido?
Asentí.
—Los mataré a todos.
—Tú y yo lo haremos. —Apretó el acelerador y nos llevó de vuelta a casa.

Las puertas se abrieron y en el camino de entrada, encontramos tres autos que


no pertenecían allí. Dos hombres resguardaban frente a la entrada. Los reconocí de
inmediato como Carmine, el hermano menor de Cosimo, y junto a él otro de los
antiguos perros falderos de nuestro padre.
Remo y yo salimos, y Carmine nos apuntó con su arma con una amplia 299
sonrisa.
—El viento ha cambiado, ¿no?
La boca de Remo se curvó.
—Tu hermano rogó y lloró como una niñita antes de que lo matara. Pensar
que un marica como él se había atrevido a llamarse a sí mismo Capo siquiera por un
segundo hace que quiera clavar un cuchillo en mi cerebro para así poder cortar la
parte que lo recuerda.
El rostro de Carmine se puso rojo.
—Tú… vas a morir hoy.
—Así como tú —dije con calma. Había aumentado de peso sobre todo en la
barriga y su cabello había retrocedido.
—Entren —ordenó—, pero primero nos dan sus armas. No olviden que la
mujer y el bebé arderán en un abrir y cerrar de ojos si intentan algo.
Remo y yo nos quitamos las fundas y se las dimos a Carmine, quien fulminó
a Remo con la vista.
—¡Entren, ahora!
Entramos en la mansión con ellos apuntando sus armas a nuestras espaldas.
Busqué en los corredores contiguos por más atacantes, pero no vi ninguno.
Remo solo podría haberse encargado de los hombres que nos tenían a punta
de pistola y juntos no habríamos tenido ningún problema, pero no podíamos
arriesgarnos mientras Kiara y Alessio estuvieran en manos de nuestra madre. Las
imágenes tortuosas del pasado seguían lamiendo mi conciencia como llamas
hambrientas, esperando desterrar el aquí y el ahora. Con pura fuerza de voluntad, las
obligué a retroceder.
Mi corazón se aceleró cuando llegamos a la sala de juegos. Kiara estaba
sentada en el sofá y acunaba a Alessio contra su pecho. Tenía el cabello pegajoso y
el hedor a gasolina flotaba en el aire. Mis entrañas se contrajeron. Solo le di un
pequeño asentimiento, recordando las palabras de Remo. Savio yacía en el suelo,
sangrando por una herida en la cabeza, y mirándome aturdido. No descubrí ninguna
otra herida. Si las cosas se reducían a ello, aún se las arreglaría para pelear
decentemente a pesar de su lesión. Las manos de Fabiano estaban atadas a su
espalda y estaba arrodillado junto a otros dos ex Camorrista. Remo lo miró y asintió
levemente. 300
Serafina y los gemelos estaban en la habitación de pánico.
Y entonces la vi, la mujer que había destruido la pequeña inocencia que
Remo y yo habíamos poseído de niños. En cuestión de un momento se movió junto
a Kiara y levantó el encendedor.
—Van a dejar todas tus armas, o ambos arderán.
—Tomamos sus armas —dijo Carmine, la transpiración reluciendo en su más
entrada línea del cabello. Los gritos de su hermano hace tantos años atrás no serían
nada en comparación con lo que Remo y yo le haríamos hoy por amenazar a las
personas que debíamos proteger.
Nuestra madre sacudió la cabeza con una sonrisa benevolente.
—No, no, no lo hiciste. Conozco a los hijos de Benedetto.
—También somos tus hijos —gruñó Savio, rodando sobre su espalda y
tocando la mancha de sangre seca en el costado de su cabeza con una mueca.
Ella lo ignoró.
—Un disparo también podría incendiar a Kiara y a su hijo. Una pequeña
chispa y todo entrara en llamas, ¿en serio quieren arriesgarse? ¿Escuchar sus gritos
agonizantes?
Remo me miró, esperando contradecirla, pero no pude. No con absoluta
certeza y el fuego se extendería demasiado rápido. No podía arriesgarme a esto, no
podía arriesgarme a que Kiara y Alessio quedaran consumidos por las llamas. Remo
y yo nos agachamos y tomamos las armas atadas a nuestras pantorrillas.
—Ahora cuidado —dijo madre—. Saben lo insoportable que es quemarse
vivo. No puedo imaginar cómo se sentiría morir de esa manera.
—Tal vez hoy lo descubras —dijo Remo, con los ojos llenos de odio.
Dentro de mí había silencio, una quietud aterradora, solo interrumpida por
estallidos de lo que podía asumir que era miedo, miedo a perderlo todo. No mi vida.
No me importaba eso.
Carmine nos quitó las armas con una sonrisa desagradable y luego retrocedió
hacia los otros hombres.
—¿Qué les prometiste para que cumplieran tus órdenes? —pregunté.
301
Madre sonrió.
—Dinero. Poder. Venganza.
—Poder —resopló Remo—. ¿En serio creen que mis hombres los seguirán?
Se reirán de sus lamentables caras y luego las aplastarán. E incluso si por un golpe
de suerte logran tomar el poder, no lo tendrán por mucho tiempo. Luca limpiará el
piso con pendejos como ustedes y simplemente reclamará a la Camorra para sí
mismo.
—Ya veremos —dijo Carmine. Obviamente era el líder de los traidores
restantes. El hecho de que hubieran elegido a un hombre como él solo demostraba lo
débiles que eran.
—Ayúdenlo a ponerse de pie —dijo madre, indicando a Savio.
Un hombre mayor, uno de los viejos capitanes de mi padre, agarró el brazo de
Savio para ponerlo de pie.
Savio arrojó la cabeza hacia adelante, rompiéndole la nariz al hombre con la
frente.
—Jódete, maldito hijo de puta. —El hombre se tambaleó hacia atrás,
agarrándose la nariz, después levantó la pistola y apuntó directamente a la cabeza de
Savio. Mi propio cuerpo entró en modo de lucha, pero me obligué a quedarme
quieto.
Nuestra madre agitó el encendedor.
—Se los dije. Arderán.
Miré a Kiara y Alessio. Ella estaba acariciando su espalda, con su mirada
sobre mí.
No estaba llorando, solo observándome con absoluta certeza de que podía
salvarlos, y lo haría, sin importar el precio. Esos ojos amables me habían ayudado a
derribar partes de las paredes del pasado y hoy aplastaría al resto.
Quizás no sobreviviría; no importaba, siempre que me llevara a mi madre y a
esos traidores conmigo de modo que Kiara y Alessio pudieran vivir en paz.
Savio se puso de pie tambaleándose y avanzó hacia nosotros, cojeando
ligeramente. No tenía una herida de bala o cuchillo en la pierna, así que esperaba
que solo hubiera sido un tobillo torcido.
—¿Dónde está Adamo? —preguntó madre, abriendo el encendedor, haciendo
que Kiara se estremeciera y yo diera un paso adelante. Madre sonrió ante la llama 302
anaranjada antes de que su mirada se clavara en la mía y luego en Remo. Su
expresión, llena de emoción maníaca, había atormentado muchas de las pesadillas de
mi pasado.
—Desapareció después de que lo engañaras para que te ayude.
—Pobre niño —canturreó—. Es tan débil, tan perdido. No es como ustedes o
Benedetto. —Volvió a contemplar la llama parpadeante del encendedor y cada fibra
de mi cuerpo se tensó. No alcanzaría a Kiara a tiempo si madre apoyaba la llama en
su cabello o su ropa. Sus ojos se tornaron ansiosos una vez más—. ¿Y qué hay de
esos hijos y esposa tuya, Remo? ¿Dónde están? —Las fosas nasales de Remo se
dilataron—. Todo el mundo sabe acerca de esa chica secuestrada y esos gemelos que
se parecen a ti —continuó—. Especialmente el niño. Tu viva imagen. Tu sangre
contaminada.
Remo le dirigió una sonrisa amplia, llena de oscuridad maníaca.
—Ya me conoces, ¿no? ¿En serio crees que alguna vez podría tener una
mujer en mi vida sin matarla?
Madre inclinó la cabeza y cerró la tapa del encendedor.
—¿La mataste?
—A ella y a esos niños inútiles.
Madre lo contempló atentamente, pero por la expresión en el rostro de Remo,
incluso yo habría creído que sus palabras eran ciertas si no supiera lo que Serafina y
sus gemelos significaban para él.
—¿Por qué no nos mojas con gasolina? De esa manera puedes garantizar que
no actuaremos fuera de lugar y puedes dejar que Kiara y Alessio se vayan —dije
cuidadosamente.
La risa de madre era femenina, demasiado aguda, demasiado falsa.
—Oh no, no. No dejaré que el pasado se repita. Ella se queda. Te
comportarás mientras ella lo haga. No quieres que salga lastimada, ¿verdad?
Tragué con fuerza, intentando suprimir la necesidad de atacar, de impartir el
dolor que se merecía.
—Tenemos que darnos prisa —dijo Carmine, mirando a Remo. Mi hermano
parecía estar imaginando todas las formas en que podía romper al hombre que tenía
delante—. No sabemos si no alertaron a sus soldados. Todos los jodidos mafiosos de
la ciudad seguirán sus órdenes mientras vivan.
303
Madre lo miró indignada y suspiró antes de sonreírnos.
—Está bien, así es como será, muchachos. Quiero que se corten las muñecas,
¿de acuerdo?
Savio resopló.
El rostro de Remo se transformó en una máscara de furia absoluta.
—Debí haberte matado justo después de que te sacaran a Adamo. Padre no
me habría detenido. Simplemente habría encontrado a una nueva mujer para
aterrorizar.
Sostuve la mirada sorprendida de Kiara y ella sacudió la cabeza, pidiéndome
que no actuara según las demandas de mi madre, pero esa no era una promesa que
pudiera cumplir, porque mi vida no importaría sin ella.
Madre sonrió.
—Y yo debí haberte matado de primero, mientras dormías, pero no sabía lo
fuerte que eras. Ahora sí, hijo mío.
—¡No me llames así! —gruñó.
Nos echó un vistazo a Savio, a mí y luego a Remo al final.
—Esto pudo haber terminado hace muchos años. Debe terminar de esta
manera, ¿no lo ven?
Solo podía mirar a Kiara que estaba aferrando a nuestro hijo con lágrimas en
los ojos, y el amor en su rostro me alentó, me dio paz y seguridad. Viviría sin
importar el precio.
Madre abrió la tapa del encendedor y di un paso adelante.
—¡No! —gritó—. Ahora, los tres se cortarán las muñecas. Esperaré hasta que
se desmayen antes de quemar la mansión y sus cuerpos en ella. Si no lo hacen, la
quemaré a ella y al bebé justo delante de ustedes y de todos modos, haré que mis
hombres les disparen.
Carmine y los hombres intercambiaron miradas, obviamente no conformes
con el plan hasta ahora. ¿No se habían dado cuenta de lo loca que estaba nuestra
madre?
—Aun así, los quemarás. Al momento en que nos desmayemos, los matarás
—dije sin tono alguno.
Nuestra madre sacudió la cabeza con una sonrisa suave.
304
—No, no, ella es una víctima como yo, y el niño no es tuyo, así que también
puede vivir. Chicos, ustedes tienen que irse, pero no ellos, ¿no lo ven?
Savio la miró con disgusto.
—Mierda, si hubiera sabido lo jodidamente loca que estás, te habría matado
yo mismo.
—¿Ven? —dijo—. Está en ti como lo está en ellos, como lo estaba en tu
padre. —Nos contempló. Hizo un gesto a Carmine, quien le dirigió una mirada
incrédula, luego él me devolvió el cuchillo—. O se cortan las muñecas ahora mismo,
o los quemaré. Contaré hasta tres.
Kiara comenzó a llorar suavemente, meciendo a Alessio.
Llevé la hoja a mi antebrazo, y entonces corté horizontalmente, sin apartar los
ojos de Kiara.
—¡No! —jadeó, pero era la única forma, y lo sabía.
—Bien —canturreó madre—. Ahora la otra. —Rasgué la otra muñeca,
sintiendo el líquido tibio deslizándose por mis palmas y luego por mis dedos antes
de caer al suelo. No hubo dolor, ni miedo, nada, solo la determinación de salvar a mi
esposa e hijo.
—Dos —contó madre—. Savio, Remo.
Eché un vistazo a mis hermanos y les tendí mi cuchillo para que lo tomaran,
sintiéndome vacío por dentro, y al mismo tiempo lleno de terror como nunca antes,
no por mí, sino por Kiara y Alessio.
Remo agarró el cuchillo con un gruñido, y sosteniendo mi mirada cortó sus
muñecas y mis hombros se hundieron.
—Mierda —suspiró Savio, cerrando los ojos.
Los ojos de Fabiano brillaban a medida que apretaba los labios. Podía verlo
trabajando en sus ataduras, pero por su mirada de desesperación no estaba
progresando.
—Uno —advirtió madre.
Savio abrió los ojos, le arrebató el cuchillo a Remo y cortó sus muñecas.
Le di una mirada agradecida antes de que bajara la vista hacia la sangre
corriendo por sus manos. Deseé que no tuviera que compartir esta experiencia con
nosotros.
305
E
sto no estaba pasando. No podía ser.
Tomé aire pero no llegó a mis pulmones. Observé el
charco de sangre extendiéndose en el suelo, goteando de las
venas de los hombres que se habían convertido en mi familia.
Todos ellos sacrificando sus vidas para que Alessio y yo pudiéramos vivir,
pero no podía dejarlos, no podía permitirlo. Remo tenía a Serafina y los gemelos que
necesitaban un padre y un esposo, y Savio era demasiado joven, necesitaba tener la
oportunidad de encontrar lo que nosotros teníamos: alguien a quien amar y que lo
306
amara. No le quitaría eso. La señora Falcone señaló a uno de los hombres.
—Ahora tráeme ese cuchillo.
—Queremos el resto de nuestro dinero. No somos tus soldados, recuerda eso.
La señora Falcone solo sonrió.
—Hay mucho dinero en la guantera del automóvil. Es tuyo. Ahora tráeme ese
cuchillo. —Había cerrado el encendedor, pero no tardaría en abrirlo de nuevo.
Remo rio sombríamente y se limpió el sudor de la frente, esparciendo sangre
por toda su cara.
—Te engañó. No tiene más dinero. ¿O acaso te lo mostró?
Los hombres intercambiaron miradas.
—Ni una palabra más —advirtió la señora Falcone, levantando el encendedor
una vez más—. He tenido suficiente tiempo para esconder dinero antes de que
llegaras a Las Vegas.
Una sombra en el rabillo del ojo captó mi atención, y por el breve destello de
reconocimiento en el rostro de Nino, él también lo había visto. Alguien cruzaba el
jardín desde la mansión de Fabiano.
—Queremos nuestro dinero. Lo necesitamos para establecer el control.
Dijiste que podrías conseguir varios millones.
—Es una perra mentirosa —gruñó Remo.
—¡No me llames así! —chilló.
La boca de Remo se curvó.
—¿Acaso mis ojos te recuerdan a padre? —Sonrió—. Oh, sí lo hacen, ¿no?
No resultó ser el príncipe que esperabas, ¿verdad? ¿Valió la pena matar a su
prometida para convertirte en la abeja alfa?
—Tú… tú… —jadeó, acercándose a Remo, respirando con dificultad. Se
estaba burlando de ella, alejándola de mí.
Y entonces, todo sucedió demasiado rápido. Adamo irrumpió a través de las
ventanas francesas y chocó contra la espalda de su madre, agarrando con fuerza la
mano con el encendedor y al mismo tiempo clavándole un cuchillo en el estómago.
Sus ojos se abrieron de par en par y ambos cayeron al suelo.
Por un momento, el silbido en mis oídos fue el único sonido, luego los gritos
atravesaron la dichosa cacofonía. 307
Nino se abalanzó hacia mí. Uno de los hombres se interpuso en su camino
con un arma levantada. Salté y pateé su espinilla al mismo tiempo que disparaba. La
bala atravesó la parte superior del brazo de Nino, pero entonces cayó sobre el
hombre, rompiéndole la pierna con una patada en la rodilla antes de agarrarlo por la
parte posterior de la cabeza y estrellar su cara contra su rodilla. El hombre cayó a su
lado, gorgoteando. Nino tomó el arma, alzando la barbilla del hombre.
—Te rompí la mandíbula. Aun así, espero que puedas gritar. —Agarró los
dedos del hombre y tiró de ellos hacia atrás, haciéndole gritar con voz ronca—. No
son los mejores gritos que he escuchado, pero lo serán. Más tarde. —Se enderezó,
pasando por encima del hombre. Remo y Savio habían noqueado a los otros
hombres y estaban liberando a Fabiano.
—¿Estás bien? —preguntó Nino, acunando mis mejillas con sus manos
ensangrentadas y besando mi mejilla, mi frente, mi sien y luego mis labios antes de
presionar un beso en la cabeza de Alessio.
Asentí aturdida.
—Pero tú no. Necesitas un médico. —La mirada de Nino no lucía tan
centrada como de costumbre. Agarré su mano ensangrentada y la apreté. La sangre
seguía saliendo de los cortes. Presioné su herida en la muñeca, pero el rojo en la
parte superior de su brazo se extendía rápidamente—. Nino, necesitas tratar esto.
Nino todavía me miraba como si le preocupara que desaparecería en el aire en
cualquier momento.
—Me llevará mucho tiempo desangrarme por una laceración en la muñeca de
esta profundidad.
—Nino —gruñó Remo, arrodillándose junto a su madre que estaba tendida en
el suelo en un charco de sangre, con el cuchillo de Adamo todavía clavado en su
vientre. Estaba jadeando por aire. Adamo se sentaba entre su sangre, con el pecho
agitado. Savio se encorvó a su lado; estaba pálido. El golpe en la cabeza y la pérdida
de sangre estaban pasándole factura.
—Ve —le susurré a Nino—. Ve con Remo.
Nino soltó mi mano y se dirigió hacia sus hermanos lentamente. Todos
estaban cubiertos de sangre, aún perdiéndola por los cortes en sus muñecas.
Fabiano se tambaleó hacia mí, sangrando por un corte en la frente que no
había estado allí antes.
308
—Tenemos que sacarte de esa ropa y lavar la gasolina.
Asentí, pero no podía apartar la vista de los cuatro hermanos reunidos
alrededor de su madre. Remo curvó su mano alrededor del mango del cuchillo, y
luego Nino cerró sus propios dedos alrededor. Remo miró a Adamo, quien asintió
tambaleante, y después a Savio quien inclinó la cabeza en acuerdo. Luego, Remo y
Nino cambiaron el ángulo del cuchillo y lo clavaron el resto del camino. Su madre
se sacudió, y entonces la tensión abandonó su cuerpo, y el alivio me inundó. Aferré
a Alessio aún más cerca de mí, exhalando lentamente.
Remo aferró el hombro de Nino, dijo algo, luego saltó y desapareció en el
jardín, irrumpiendo hacia la mansión de Fabiano.
Nino se puso de pie tambaleándose y caminó hacia mí. Su expresión era
hermosa y helada, apagada de sus emociones, y tal vez era lo mejor en este
momento. Adamo cerró los ojos de su madre y dejó caer la cabeza hacia atrás,
mirando hacia el techo.
Nino tomó mi brazo.
—Remo se dirige a la habitación de pánico para comprobar a Serafina y los
gemelos —dijo sin emoción alguna. Mis ojos observaron el rastro de sangre
conduciendo a la terraza. Nino me apretó la mano y miré hacia sus muñecas, aún
goteando sangre—. Tienes que ducharte, deshacerte de la gasolina —instó.
Hice un gesto a Fabiano.
—Fabiano, Adamo, consigan vendajes. Tenemos que hacer vendajes de
presión para detener el sangrado hasta que lleguen los médicos.
Fabiano bajó el teléfono que había estado usando para alertar a los médicos
de la Camorra y salió corriendo.
—Kiara —murmuró Nino—. Tienes que ducharte.
Lo miré a los ojos, determinada y preocupada. Me di cuenta que, no se
relajaría hasta que yo lo hiciera.
—Si dejas que Fabiano y Adamo cubran tu herida y la de Savio.
Después que Savio se hubiera puesto de pie, se dejó caer sobre el
reposabrazos del sofá y se miró fijamente las manos, una de ellas aferrando la otra
muñeca mientras la otra seguía sangrando.
Fabiano regresó con dos botiquines de primeros auxilios y empujó uno contra
el pecho de Adamo. 309
—Levántate y ayuda. Ahora.
Adamo se puso en pie tambaleante y, con una última mirada a su madre, se
acercó a Savio. Fabiano hizo que Nino se sentara pero sus ojos grises solo estaban
sobre mí.
—Estamos bien. También tienes que estar bien —dije, luego subí las
escaleras rápidamente y entré en nuestro baño principal.
Alessio había dejado de llorar a medida que lo mecía. Para el momento en
que entré en la ducha con él, cuando el agua tibia cayó sobre nosotros, comenzó otra
vez. Comencé a tararear mientras intentaba lavar la gasolina de nuestro cabello y
piel. Pronto mis sollozos rompieron la melodía y tuve que parar.
—Shhh, Alessio, shhh. Todo está bien ahora.
Nos llevó diez minutos limpiarnos, no solo de la gasolina sino también de la
sangre pegándose a nuestra piel. Cuando cerré el grifo, me congelé. Nino se sentaba
en el borde de la bañera y observaba todo con una expresión atormentada.
Estaba cubierto de sangre de la cabeza a los pies.
Se levantó lentamente, agarró dos toallas y me entregó una para que así
pudiera envolver a Alessio en ella. Una vez que lo envolví, se lo entregué a Nino y
luego me sequé. Los ojos de Nino se posaron en los míos. Sus vendajes ya se
estaban tornando rosados.
—Necesitas suturarte.
Nino suspiró.
—Casi te pierdo hoy. Lo siento, Kiara.
—¿Por qué lo sientes? Fue tu madre. Te cortaste las muñecas para salvarnos a
Alessio y a mí.
—Prometí protegerlos, mantenerlos a salvo, pero hoy te fallé. Nunca más lo
haré. Nunca dudaré en matar a alguien que considere una amenaza.
Toqué la mejilla de Nino y nos empujó a Alessio y a mí contra él.
—No podrías haber sabido lo que pasaría. No es tu culpa, Nino.
Asintió lentamente y besó la parte superior de mi cabeza.
—¡Los médicos están aquí! —gritó Fabiano. 310
Me alejé.
—Ve abajo. Haz que te cosan.
Nino sacudió la cabeza.
—No me iré de tu lado.
Avancé a la habitación suspirando y me puse un vestido, luego vestí a Alessio
con un enterizo.
—Espero que los vapores de la gasolina no hayan llegado a sus pulmones.
—Dejemos que el médico lo revise primero.
Nino tomó mi mano y me llevó de vuelta abajo. Todos se habían reunido en
la sala de juegos una vez más, incluso Serafina. Tenía los brazos envueltos alrededor
de la cintura de Remo a medida que uno de los médicos se ocupaba de su herida. Sus
ojos estaban rojos por el llanto. El segundo médico estaba atendiendo a Savio, quien
se había tendido en el sofá solo en sus calzoncillos, presionando una bolsa de
guisantes congelados contra su cabeza. Su ropa empapada de sangre yacía en el
suelo junto a él.
Fabiano estaba hablando con el tercer médico y nos lo envió al momento en
que llegamos. Después de que el médico echara un rápido vistazo a Alessio, Nino se
dejó caer en el otro sofá y luego extendió las muñecas para que el médico pudiera
atenderlas. Acuné a Alessio contra mí y entonces fui hasta Fabiano, tocando su
hombro.
—Gracias, Fabiano. —Fabiano asintió tenso—. ¿Dónde están los cuerpos?
—Arrastré a su madre hasta fuera. Carmine y los otros hombres todavía están
vivos. Nos ocuparemos de ellos más tarde para averiguar lo que saben.
Asentí y me acerqué a Remo.
Serafina me abrazó con fuerza.
—Estoy tan contenta de que Alessio y tú estén bien.
Tragué con fuerza, dándome cuenta que casi había perdido a su esposo
porque Remo habría dado su vida por mí, por Nino, por nuestro hijo, y el bebé del
que ninguno de ellos sabía aún.
—¿Greta y Nevio están bien? —le pregunté.
—Están arriba en su habitación, jugando. Pensaron que Remo estaba cubierto 311
de pintura. No entienden lo que pasó.
—Bien —susurré, luego me aparté y me volví hacia Remo. Las lágrimas
brotaron de mis ojos cuando me encontré con su mirada, y las palabras se atoraron
en mi garganta. Él asintió antes de que yo dijera algo, sus ojos oscuros y enojados,
pero también suaves de alguna manera. Remo, el enigma constante—. Gracias —
solté apenas.
—No tienes que agradecerme, no por eso. Lo hice por ti, por Nino, por todos
nosotros.
—Lo sé. —Lo abracé—. No solo nos salvaste a Alessio y a mí.
Remo me frunció el ceño y me toqué el vientre. Exhaló, mirando a Nino
quien me observaba pero no podía ver mi mano.
—¿Todavía no lo sabe?
—Aún no he tenido tiempo de decirle. Pero lo haré esta noche.
Remo asintió, entonces soltó otro fuerte suspiro.
—¿Terminaste? —preguntó al médico—. Tengo que destrozar a alguien.
Retrocedí y avancé al sofá, arrodillándome junto a Savio. El doctor lo estaba
suturando y los ojos de Savio estaban cerrados. Se abrieron cuando toqué su
hombro. A pesar de todo, me dio una sonrisa engreída, y aunque no llegó a sus ojos,
me alegré de verla.
—¿Has venido a toquetearme mientras estoy demasiado débil para pelear
contigo?
Me ahogué en una risa llorosa, sacudiendo mi cabeza.
—Gracias. Muchas gracias. —Inclinándome sobre él, besé su mejilla.
La sorpresa y luego la ira cruzaron su rostro.
—Se suponía que debía protegerte y terminé haciendo que nos capturaran.
—Había demasiados atacantes. Hiciste todo lo que pudiste. Derribaste a dos,
Savio. —Toqué su muñeca vendada ligeramente—. Y esto… esto… —Tragué con
fuerza.
—Ahora todas las chicas pensarán que soy un chico emo que se cortó las
muñecas. Supongo que aprenderé lo buenas que son las chicas emo en la cama —
dijo y sonrió. Empujé su hombro ligeramente—. ¿Cómo está Alessio? 312
Miré a mi hijo. Se había quedado dormido nuevamente. Esa era la belleza de
los recién nacidos, todavía no veían el mundo como nosotros. No recordaría este día.
—Bien.
—¿Y el bollo en el horno?
Sonreí suavemente.
—A salvo.
Hizo un gesto detrás de mí.
—Deberías ir con él.
Miré por encima del hombro y encontré a Nino vigilándome. Asintiendo, me
puse de pie y me acerqué a él. Se levantó enseguida, quitándose al doctor de encima
que intentaba abrocharle el vendaje en su segunda muñeca.
—Todos estamos a salvo, y ella finalmente está muerta. Esto ha terminado —
le dije.
Nino tocó mi mejilla.
—No exactamente. Ahora interrogaremos a los sobrevivientes y
descubriremos si hay otros escondiéndose en alguna parte. Tenemos que encontrar
hasta el último traidor, ahora más que nunca.
Acaricié su barba.
—No tardes mucho. Te necesitamos.

Dudé, dividido entre la necesidad de destruir a estos hombres que se habían


atrevido a amenazar a mi familia, quienes habían irrumpido en mi casa. Tenían que
morir, y tenían que sufrir antes de eso, pero quería estar allí para Kiara.
Ella sonrió, acariciando la espalda de Alessio distraídamente.
—Está bien. Necesitas hacer esto para que todos estemos a salvo. Solo date 313
prisa.
Me incliné y la besé lentamente.
—Descansa.
Ella sacudió su cabeza.
—Cocinaré algo. Todos necesitamos algo de comida reconfortante hoy. —
Retrocedió y su ropa limpia volvió a mancharse con mi sangre, al igual que sus
mejillas y manos.
Serafina se acercó y rodeó a Kiara con un brazo.
—Me quedaré con ella y Alessio. Ayuda a Remo a acabar con ellos.
Me giré y bajé al sótano donde habían llevado a los traidores.
Mi cuerpo no se sentía tan fuerte como siempre. La pérdida de sangre había
dejado su huella, pero no lo suficiente como para evitar que hiciera esto. Remo
esperaba en el pasillo del sótano.
—¿Te unes a mí?
—Por supuesto.
Remo evaluó mi cara, pero no estaba seguro de lo que estaba buscando.
—Fabiano está recogiendo a Leona del campus en caso de que haya otros
esperando su oportunidad de golpearnos nuevamente y Savio necesita permanecer
acostado por su conmoción cerebral, así que solo somos nosotros dos.
—No —retumbó una voz ronca desde las escaleras. Tanto Remo como yo
miramos a Adamo bajando los escalones, todavía cubierto de sangre como nosotros.
Avanzó hasta nosotros lentamente, con los ojos inyectados en sangre y llenos
de culpa.
—Quiero ayudarlos. Quiero compensar lo que hice… de alguna manera…
yo… —Tragó con fuerza—. Lo siento. Lo siento mucho.
La boca de Remo se contrajo en una línea apretada y asintió.
—¿Puedes perdonarme?
Miré a mi hermano menor y lo agarré del brazo, levantando su camisa,
revelando los pinchazos.
—¿Estás drogado?
314
Adamo miró hacia otro lado.
—No realmente, tuve la última dosis ayer.
Remo dejó escapar un gruñido bajo.
—Maldita sea, Adamo. Maldita sea todo. Debería matarte ahora mismo.
Adamo asintió y luego se encontró con mi mirada.
—Si algo le hubiera sucedido a Kiara o Alessio, yo… nunca me habría
perdonado a mí mismo. Probablemente de todos modos no lo haga.
—Lamentarse es perder el tiempo, también lo es la culpa, así que deja de
perder el tiempo. Úsalo en algo útil, como desintoxicarte y decidir quién quieres ser
en lugar de revolcarte en la autocompasión y desear ser alguien que obviamente no
eres —dije bruscamente. Hoy no tenía paciencia con él, no después de lo que casi
tuve que presenciar.
—Lo estoy intentando —dijo Adamo.
—Comencemos con esto. Quiero destrozar a esos cabrones —gruñó Remo.
Entramos en la habitación insonorizada donde los cuatro hombres
sobrevivientes habían estado encerrados. Uno de ellos miraba con los ojos
completamente abiertos al techo, los otros tres se acurrucaban contra las paredes, las
piernas y las manos atadas.
Me acerqué al imbécil inmóvil y lo empujé con la punta del pie.
—Tuvo suerte —dije—. Su final fue moderadamente indoloro.
—Debo haber pateado su garganta con demasiada fuerza —dijo Remo con
una sonrisa torcida, luego se enfrentó a los traidores—. Ahora, ¿quién quiere ir
primero? ¿Algún voluntario? —Agarró a Carmine por el cuello y lo arrastró al
centro de la habitación—. ¿Qué tal tú, Carmine? Queremos encargarnos de ti aún
cuando estemos llenos de adrenalina y enojo, ¿verdad?
—Por favor —suplicó Carmine.
Me reí entre dientes, sacudiendo mi cabeza a medida que sacaba mi cuchillo.
—Hoy no puedes decir por favor. Si lo intentas de nuevo, te cortaré la lengua.
—¿Listos? —preguntó Remo.
Deslicé la punta de mi cuchillo bajo la uña del pulgar de Carmine.
—Siempre. 315
—Listo —dijo Adamo.

Dos horas después, sabíamos que los hombres en esta habitación no sabían de
ningún otro traidor sobreviviente y que de hecho habían encontrado un hogar en
territorio de la Organización a cambio de información. La mayor parte ya estaba
desactualizada porque habíamos cambiado nuestras rutas de entrega y la mayoría de
los laboratorios después de hacernos cargo, pero no todos.
Remo, Adamo y yo nos apoyamos contra la pared del corredor por un
momento después de que termináramos, intentando recobrar la compostura. Adamo
había observado principalmente, pero había visto un destello de emoción ocasional
en sus ojos.
—No puedes usar drogas. No solo porque se ve mal delante de nuestros
soldados, sino también porque esa mierda te destruye la cabeza. Te convertirá en un
peligro para ti y para los demás. Y no permitiré que eso suceda —dijo Remo.
Adamo asintió.
—Lo sé. Y sé lo que tiene que pasar para poder superar esto. Necesito estar
lejos de ti, en alguna parte donde nadie me proteja. Aquí siempre sé que vendrán a
salvarme, que estoy a salvo sin importar lo que haga.
—¿Y dónde sería eso? Estás a salvo en todas partes de nuestro territorio a
menos que te declare lo contrario, e incluso entonces, nadie te tocaría por miedo a
mi ira —gruñó Remo.
—Lo sé. Por eso creo que deberías enviarme a Nueva York durante un año,
para trabajar bajo el gobierno de Luca.
Remo se apartó de la pared y empujó a Adamo contra ella.
—¿Estás loco?
Adamo captó mi atención, esperando razonar conmigo no Remo.
—Solo por un año. Si tengo que trabajar con Luca, sé que no puedo esperar
misericordia. No será indulgente conmigo, si le dices que no lo sea. Es tan
jodidamente cruel como tú, pero no le importo en absoluto.
—Pero le importa la paz, Adamo —dije—. Y sabe que Remo te vengará, 316
incluso si él fue quien te envió a Nueva York.
—Si me matara, pero no lo hará. Aunque sí me castigará y me obligará a
mantenerme en línea. Ahí solo seré un soldado. Ahí necesito seguir las reglas. Aquí
siempre seré tu hermano menor.
—Si Luca te atrapa usando drogas, te torturará —dijo Remo con una sonrisa
dura—. Y esta vez Serafina no estará allí para interferir. Estarás sujeto a su regla y
Luca no tolera objeciones.
—Lo sé. Pero aquí no voy a cambiar, porque no tengo que hacerlo.
—Estoy pensando que tal vez simplemente debería dejar de ser tan indulgente
contigo. —Remo agarró la garganta de Adamo y acercó su rostro al de nuestro
hermano.
—Podrías, pero no lo harás. Y tienes a tus hijos, y Nino también. Tengo
dieciséis. Soy lo suficientemente mayor como para decidir. Envíame a Nueva York.
—Adamo tiene razón —dije con firmeza—. No podemos castigarlo. No lo
haremos. Luca lo hará. Lo tratará como a cualquier soldado. Será un mafioso entre
muchos. Al menos por un año. Tal vez será suficiente.
Remo retrocedió lentamente.
—No sabes a lo que estás accediendo al estar bajo el gobierno de Luca, sin
mencionar que dudo que esté de acuerdo.
—¿Por qué no? Hay paz entre nosotros, y Dante me ha torturado. Luca odia a
Dante. Tal vez espere más información sobre él.
—Si estalla la guerra, serás el primero al que matará.
—Seré el primero en saber si estalla la guerra, y tú mismo lo dijiste, Luca
tiene mucho que perder, ¿verdad?
—Así es —dije en voz baja—. Como nosotros. —Tenía que ir a Kiara. Esto
ya había tomado demasiado tiempo—. Remo, pregúntale a Luca.
Remo me miró durante mucho tiempo y luego hizo una mueca.
—Maldita sea. Esta es una jodida locura de mierda, y debería saberlo. —
Empujó un dedo en el hombro de Adamo—. Pero le preguntaré a Luca, y mierda,
espero que te las arregles mientras él sea tu Capo.
—Siempre serás mi Capo. Solo trabajaré con él durante un año.
317
Remo rio con dureza.
—Sí, también será mejor no decirle eso a la cara. Luca te daría una paliza.
Me di la vuelta y los dejé. Adamo tenía razón. Necesitaba estar lejos de
nuestra protección, de Las Vegas. El apellido Falcone lo protegía aquí, y tal vez esa
era la raíz del problema.
A lessio estaba dormido en su cuna cuando entré en la habitación,
con los brazos estirados a ambos lados, y sus pequeños dedos
cerrados en un puño suelto. Me incliné sobre él, maravillándome
de lo apacible que parecía, inafectado por los acontecimientos del día. Acaricié su
mejilla y luego me aparté rápidamente al ver la sangre cubriendo mis dedos, manos
y todo.
Fui al baño donde encontré a Kiara, sumergida en la bañera, luciendo
exhausta y pálida. Sin embargo, sonrió al verme. Empecé a quitarme la ropa
ensangrentada y la dejé caer al suelo. 318
—Tienes que tener cuidado con tus vendajes —dijo Kiara.
Busqué en el cajón una envoltura de plástico que tenía a mano para ese tipo
de ocasión y la envolví en mis muñecas. No aguantaría mucho, pero era mejor que
nada. Las suturas resistirían aunque estuvieran húmedas.
Una gran cantidad de cosas por decir pasaron por mi mente al ver a mi esposa
mirándome con preocupación, pero parecía imposible ponerlas en palabras.
—¿Puedo unirme?
Kiara sacudió la cabeza con una carcajada.
—Por favor.
Eché un vistazo a mi cuerpo cubierto de sangre, y luego me metí en la bañera
y me hundí en el agua tibia. Se puso rosa de inmediato, pero a Kiara no pareció
molestarle.
Se acercó a mí con una esponja y comenzó a limpiarme la cara suavemente,
después mi garganta y hombros. Contemplé a esta mujer, tan llena de amabilidad y
amor, limpiándome después de que mi pasado casi la matara, después de que llegué
a ella cubierta con la sangre de los hombres que había torturado y asesinado para
dejar el pasado en paz.
—¿Qué pasa? —susurró, mientras pasaba la esponja por mis abdominales.
—Te amo más que a mi vida.
Kiara tocó mi pecho y me besó.
—El pasado es el pasado. No nos enfrascamos en él, ¿verdad?
—Kiara —murmuré—. Lo que pasó hoy, debes decirme si tienes problemas
para lidiar con eso. Estoy acostumbrado a la oscuridad, puedo lidiar con ella, pero si
necesitas ayuda adicional, házmelo saber. No dejes que esta sea tu carga.
Kiara sonrió con tristeza.
—No lo será. Sé que puedes lidiar con la oscuridad, pero yo también. He
vivido en la oscuridad. La he vivido sin nadie allí para salvarme. Estaba sola con mi
miedo, con todo. Pero hoy no, porque te tengo a ti, y siempre me salvarás. Y porque
tengo esta familia, que se protege entre sí hasta la muerte. Puedo lidiar con esto,
Nino, porque lo bueno supera a la oscuridad. Hoy incluso más que ayer. —Solté un
suspiro. Kiara se inclinó cerca, sus labios casi tocando los míos—. Quiero centrarme 319
en el futuro, no en el pasado. Eso es lo que me enseñaste, y tenemos muchas razones
para mirar hacia el futuro. Estoy embarazada. Me enteré hoy antes de que todo eso
sucediera.
Me congelé, contemplando a Kiara, a la alegría en sus ojos.
—¿Estás segura?
—Hoy fui al médico. Tengo seis semanas. Alessio será pronto un hermano
mayor. —La atraje contra mí, sin importarme mis vendajes, sin importarme la
quemadura en mi brazo donde la bala me había rozado. La besé ferozmente y
presioné mi palma contra su vientre—. ¿Estás feliz? —susurró.
Mi corazón se aceleró, intentando ubicar las sensaciones en mi cuerpo, pero
quedándose corto.
—Siento tantas cosas en este momento, pero viendo la alegría en tus ojos, sí,
estoy feliz.
Kiara apoyó su frente contra la mía y nos quedamos así hasta que nuestra piel
se arrugó. Después de secarnos, nos dirigimos a la habitación y nos acostamos,
envueltos en el brazo del otro.
—¿Tienes un nombre en mente? —pregunté después de un rato.
Kiara sacudió la cabeza.
—No sabemos si es niño o niña. Pero me gustaría que elijas el nombre esta
vez. Ya escogí el nombre de Alessio.
—Encontraré un hermoso nombre para nuestro bebé. —Escuché la
respiración de Kiara y luego agarré su muñeca, necesitando sentir su pulso.
—¿Estás de acuerdo con que ella se haya ido? —preguntó Kiara suavemente
después de unos minutos de silencio—. Remo y tú habían dudado tanto tiempo en
matarla, y ahora está muerta.
—No me arrepiento de que esté muerta, solo de que Remo y yo no lo
hiciéramos antes. Mientras estuvo viva, siempre representó ese dolor persistente en
lo más profundo de nuestras cabezas. Ahora se ha ido de una vez por todas. El
pasado puede descansar finalmente.

Cuando entré en la sala de juegos alrededor de las siete de la mañana 320


siguiente, cualquier rastro del ataque de ayer había desaparecido. Me fijé en los
pisos y sofás limpios. El olor a limpiador y desinfectante de cuero flotaba en el aire,
desapareciendo la sangre y la gasolina.
Las ventanas francesas estaban abiertas. Adamo estaba sentado en la terraza,
con los brazos alrededor de las rodillas. Me acerqué a él y me hundí en el suelo a su
lado.
Sombras se extendían bajo sus ojos y sus manos estaban rojas.
—¿Limpiaste todo?
Asintió sin mirarme.
—Tenía que hacerlo. Era lo menos que podía hacer.
—Deberías haber dormido. Ayer fue duro para todos nosotros.
Finalmente se volvió hacia mí. Evalué sus ojos en señal de drogas, pero
lucían despejados.
—No necesitaba descansar. No fui yo quien tuvo que cortarse las muñecas.
—Miró mis vendajes y luego la herida en mi bíceps donde una bala me había
rozado—. Ni me dispararon.
—Sanará —le dije. Estas heridas no eran nada con lo que no pudiera lidiar.
Los recuerdos se quedarían conmigo y me atormentarían, pero también se
desvanecerían con el tiempo.
—Maldita sea, lo siento tanto. Por todo —susurró Adamo.
Tomé su hombro.
—Aprende de tus errores, Adamo. Eso es todo lo que pido.
—Ni siquiera puedo mirar a Fina y Kiara. Por mi culpa, casi lo pierden todo.
—Es el pasado.
Adamo suspiró.
—¿Estarás bien con lo que hiciste? ¿Apuñalar a nuestra madre? —pregunté.
—La habría matado. Justo entonces, quería hacerlo. No lo hice porque sabía
que Remo y tú necesitaban hacerlo. —Hizo una pausa—. ¿Cierto?
Matar a nuestra madre siempre había colgado como una Espada de Damocles
sobre la cabeza de Remo y la mía. Ahora que estaba muerta, me daba cuenta que el
hecho en sí había sido más fácil de lo que pensaba. Tal vez por lo que nuestra madre 321
casi le había hecho a Kiara y Alessio. Esa fue la última gota.
—Necesitábamos hacerlo, y ahora se ha ido.
Remo salió y se sentó a nuestro lado.
—Finalmente, se ha ido.
Adamo lo miró.
—Lo…
—Lo sé —dijo Remo—. Y me importa una mierda la frecuencia con la que te
disculpes, eso no cambia ni una maldita cosa. Pruébate a ti mismo. Muéstranos que
aprendiste de tus errores.
—Eso es lo que dijo Nino.
—Es un jodido genio, así que escúchalo. —Remo olió la ropa de Adamo—.
Ahora date una ducha.
Después de un momento de vacilación, Adamo se levantó y se fue.
Remo me observó.
—Te ves tranquilo.
—Así como tú —dije. Esa era la parte sorprendente.
—Lo estoy, y luego no —dijo. Flexionó sus muñecas vendadas—. En un
momento siento tanta rabia que apenas puedo evitar enloquecer de ira. Y luego
siento alivio. Se ha ido de una vez por todas.
—Así es. La matamos. Ahora podemos seguir adelante.
Remo sonrió sardónicamente y asintió hacia su muñeca.
—Dejó su marca. Después de todos estos años, casi consiguió lo que quería.
Y no era la única marca que dejó.
—No lo hizo y no lo hará. Nosotros prevalecimos.
—Es lo que hacemos —dijo Remo. Evaluó mi cara—. ¿Cómo está Kiara?
—Bien. Mejor de lo que pensé que estaría.
—Porque consiguió el futuro que esperaba con ansias.
Asentí.
—Así como nosotros. 322

Abracé a Adamo con fuerza.


—Te extrañaré. Compórtate en Nueva York, ¿de acuerdo? Luca es estricto.
Adamo asintió y luego retrocedió.
—Vendré a visitarlos en verano para la boda de Fabiano, y cuando des a luz
al niño.
—¿Niño? —pregunté con curiosidad.
—Eres de niños. No puedo verte con una hija. Nos metiste en cintura.
Me reí de su evaluación.
—De acuerdo. Ya veremos. Todavía es muy pronto para saberlo. ¿Vendrás a
casa para Navidad?
—No lo sé. Eso es solo apenas en tres meses. Siento que en realidad debería
intentar hacerme útil en Nueva York para agradecer a Luca por acogerme.
Remo resopló.
—No lo está haciendo por la bondad de su corazón, créeme. Querrá algo a
cambio y pronto, y no es como si estuvieras viviendo en su casa.
—Probablemente compartirás un pequeño apartamento con millones de
cucarachas —dijo Savio con una sonrisa. Adamo le enseñó su dedo medio el cual
Savio le devolvió.
Adamo se subió a un automóvil con Remo que lo llevaría al aeropuerto, pero
no lo acompañaría a Nueva York. Adamo no quería llegar con un Capo y lo
entendía. Quería probarse a sí mismo.
Nino envolvió su brazo alrededor de mis hombros mientras los veíamos
alejarse y luego regresamos al interior.
—Será extraño sin él —dije. 323
Nino suspiró.
—A Remo aún no le gusta. Es difícil para él dejarlo así, pero creo que es lo
mejor para Adamo. —Nos detuvimos en la cuna de Alessio—. Luca no castiga
injustamente. Tenemos que confiar en eso.
—Creo que Adamo aprenderá a manejarse solo —dije. Alessio abrió los ojos
y me incliné y lo saqué, presionándolo contra mi pecho—. Quizás también sea
bueno para la paz. Podría estrechar nuestro vínculo con la Famiglia.
Nino asintió pensativo. En realidad esperaba que la tregua se mantuviera, no
solo porque me permitía hablar con Giulia y visitarla ocasionalmente. Significaba
que estábamos más seguros.
—Me muero de hambre —dijo Savio cuando se acercó al sofá y se dejó
caer—. ¿Qué tal una pizza vespertina?
Resoplé.
—¿Hay algo como eso?
—Solía haberlo —dijo Savio, levantando una ceja. Al igual que Remo y
Nino, había dejado de usar vendajes sobre sus muñecas hace un par de días. Los
cortes brillaban con un rojo furioso en sus muñecas. Nino los cubriría con tatuajes
una vez que sanaran las heridas. Los ojos de Savio captaron los míos y me dio una
sonrisa sardónica.
—Entonces pide pizza. Estoy segura que Remo se morirá de hambre una vez
que regrese —dijo Serafina mientras entraba con Greta. Nevio se tambaleó hacia
Savio, quien se levantó del sofá y recogió el menú de pizza. Nevio lo siguió como
una sombra.
Savio miró por encima del hombro.
—Se parece un poco a esas espeluznantes muñecas asesinas de las películas
de terror por la forma en que me acecha y sonríe con su pequeña sonrisa maníaca de
Remo.
Serafina pareció indignada.
—No digas eso.
Observando a Nevio que se aferraba a su pierna, Savio sacó su teléfono y
pidió pizzas. Cuando colgó, sacudió la cabeza hacia Nevio, y entonces de todos
modos lo levantó.
324
—Me hiciste pipí. No lo he olvidado y no perdonaré.
Me acerqué a él.
—¿Y ya has tenido suerte con las chicas emo?
Savio intentó evitar que Nevio tocara las cicatrices.
—Nah. Aún no lo he intentado. Necesito unos días más para recuperarme y
darlo todo. No me gusta decepcionar a las mujeres.
Me preguntaba si lo que pasó le afectó más de lo que dejaba ver. Levantó los
ojos y sacudió la cabeza con una sonrisa.
—No me mires así, Kiara. Cuida de Nino, Alessio y el pan en tu horno. Soy
más resistente que las malas hierbas. Voy a follar hasta sacarme los recuerdos de
mierda directamente del cerebro. Eso siempre funciona.
—Mierda —dijo Nevio con deleite.
Los ojos de Savio se abrieron de par en par y luego se echó a reír. Serafina se
acercó y le pellizcó el brazo.
—No puedo creer que una de sus primeras palabras sea mierda.
—No es solo culpa de Savio —razonó Nino con una sonrisa—. Remo
también tiene una inclinación por la palabra.
Serafina asintió a regañadientes, y después soltó un suspiro exasperado.
Savio le tendió a Nevio a Serafina.
—Toma, agarra tu pequeña muñeca asesina.
—¡Mierda! —gritó Nevio, haciendo que Greta sonriera donde estaba sentada
en el suelo.
Abrió su boca. Y Savio se acercó a ella y se agachó.
—Oh no, muñequita. Esa palabra no es para ti.
Resoplé y comencé a mecer a Alessio una vez más y luego se lo entregué a
Nino.
Fabiano y Leona se unieron a nosotros como lo habían hecho casi todas las
noches en las últimas dos semanas desde el ataque. Nos habíamos acercado más que
antes, si eso era posible, y disfruté al darme cuenta que un día horrible había traído
algo bueno para nosotros.
325
Alessio dormía en su cuna mientras el resto de nosotros nos acomodábamos
en los sofás de la sala de juegos. A pesar de lo que había sucedido en estos muros, el
bien de muchas otras tardes aún superaba todo. Nino me rodeó con el brazo a
medida que comíamos nuestra pizza, escuchando a Fabiano y Leona mientras
deliberaban si querían un gran banquete o una pequeña reunión en el jardín.
Sonreí para mí misma, rodeada por mi familia. Presioné mi palma contra mi
vientre y después de un momento Nino cubrió mi mano con la suya. Valía la pena
luchar por esto. Todos los días, cada hora, cada minuto.
G
reta y Nevio corrían por el jardín de la mano. Nevio estaba a la
cabeza como siempre, tirando de su hermana. Sus risas viajaron
hasta la piscina donde Kiara, Alessio y yo estábamos disfrutando
de una cálida tarde de abril.
Kiara sonrió y le dijo a Alessio:
—Pronto podrás correr con ellos.
Alessio estaba sentado en su tiburón flotante que se veía como si la cosa fuera
a tragárselo por completo. Le dio a Kiara una sonrisa desdentada. Lo empujé a 326
través del agua porque a dos semanas de su fecha probable de parto, Kiara no tenía
mucha movilidad. Solo se apoyaba contra el borde y observaba todo con una
expresión feliz.
Remo y Serafina descansaban en las tumbonas, vigilando a sus hijos.
A veces me preguntaba cómo habrían sido las cosas si mis hermanos y yo
estuviéramos solos. ¿Habríamos seguido adelante con la misma facilidad?
Con los niños y el embarazo de Kiara, el futuro se hizo mucho más fuerte que
el pasado. Todavía nos esforzábamos por garantizar el éxito de la Camorra, pero
intentábamos pasar el mayor tiempo posible con nuestra familia. Savio había
asumido más responsabilidades, lo que nos permitió a Remo y a mí tiempo libre
adicional.
Kiara tomó aire bruscamente y acunó su vientre bajo la superficie del agua.
—¿Qué pasa?
Ella sacudió su cabeza.
—Contracciones falsas.
Empujé el flotador hacia ella y tomé su hombro.
—¿Estás segura?
—Sí —respondió con una risa pequeña—. El dolor no ha cambiado. Sigue
siendo esa presión extraña.
—El parto en el agua podría ser menos doloroso, pero tendrás que limpiar la
piscina cuando hayas terminado —dijo Remo.
Serafina le dio una palmada en el hombro.
—Eres imposible.
Remo le dio una sonrisa torcida.
—Créeme, limpiar la piscina será mi principal prioridad después de dar a luz
—dijo Kiara, poniendo los ojos en blanco.
—Ven. Vamos a sacarte del agua —dije, levantando a Alessio de su flotador
y presionándolo contra mi pecho. Sosteniendo la mano de Kiara, la saqué de la
piscina. Presionó una palma contra su vientre al dar un paso tras otro.
—Soy tan lenta. Me encanta estar embarazada, pero ya estoy contando los
días hasta que él esté aquí.
327
Fabiano y Leona vinieron desde su casa, ya en traje de baño. Su boda estaba
programada para finales de mayo.
—Aria me llamó —dijo Fabiano, sentándose en una tumbona—. Adamo está
bien. Trabaja duro y finalmente ha aprendido a mantener la boca cerrada.
Remo sacudió la cabeza.
—Si la gente comienza a pensar que Adamo le tiene más miedo a Luca que a
mí, tendré que hacer una jodida declaración sangrienta para aclarar las cosas.
—Eres su hermano. Sería horrible si te temiera —dijo Kiara, sentándose
lentamente sobre una silla. Leona fue hasta ella y tocó su vientre.
—Todavía eres temido como un lunático en la Famiglia, no te preocupes —
dijo Fabiano.
Serafina se levantó.
—Iré a ver a los niños. Nevio ha estado muy callado. Apuesto a que está
tramando algo.
—Lo más importante es que Adamo está limpio —dijo Kiara—. No puedo
esperar a que vuelva a casa.
Remo y yo intercambiamos una mirada. Si bien nos alegrábamos que Adamo
hubiera encontrado la estructura que necesitaba, no estábamos seguros que una vez
en Las Vegas no volviera a los viejos hábitos.
Leona se acercó a mí y acarició la mejilla de Alessio.
—Hola, hombrecito. —Echó un vistazo a Kiara—. Me encantan sus mejillas
regordetas.
Kiara sonrió con orgullo. Era principalmente gracias a su cuidado paciente
que nuestro hijo había ganado tanto peso. Mantenía a todos los miembros de esta
familia bien alimentados.
—¿Por qué no lo cargas? —pregunté a Leona y le entregué a Alessio.
Ella lo acunó contra su pecho, luciendo preocupada.
—¿Y si lo dejo caer?
—¿Por qué lo dejarías caer? No es tan pesado —murmuró Remo.
Las mejillas de Leona se pusieron rojas y Fabiano arrojó una de las latas de
Coca-Cola vacías cubriendo la mesa a la cabeza de Remo.
328
Remo alzó la pierna y la bloqueó con el pie.
—Malditos sean tus reflejos rápidos —dijo Fabiano, sacudiendo la cabeza.
—Más rápidos que los tuyos.
—Seguro.
Serafina regresó con los gemelos. Su cara estaba sonrojada. Después de
dejarlos en el suelo, levantó un marcador permanente.
—Esto es lo que encontré en la mano de Nevio. Estaba pintando las uñas de
Greta con él.
Remo se incorporó y se volvió hacia Nevio.
—¿Lo hiciste?
Nevio asintió torpemente, intentando contener una sonrisa y fracasando.
Greta extendió sus manos, mostrando sus uñas negras. Sus dedos también
estaban cubiertos de marcador.
Serafina le dio a Remo una mirada significativa.
Él levantó a Nevio en su regazo.
—No pintes a tu hermana.
Nevio hizo un puchero y señaló el tatuaje de la Camorra de Remo y luego mi
piel tatuada.
—Gueta tene datú.
Kiara se ahogó con una carcajada y la cubrió con una tos. Me acerqué a ella y
la rodeé con mis brazos por detrás, con los dedos extendidos sobre su vientre.
—Greta es demasiado joven para un tatuaje y tú también —dijo Serafina con
severidad.
Nevio miró a Remo.
—Tu madre tiene razón. No quiero que vuelvas a tocar ese marcador.
Nevio asintió levemente, con travesuras destellando en sus ojos.
Acunando a Alessio contra su pecho, Leona se sentó junto a Fabiano en la
tumbona.
Ambos estaban hablando con Alessio.
—Si Alessio y Massimo resultan como Nevio, temeré por nuestra cordura — 329
murmuré contra la cabeza de Kiara. Pero ella parecía que no podía imaginar nada
mejor.
—Mientras sean felices, yo soy feliz —dijo.
Nuestros ojos se encontraron, y tuve que estar de acuerdo. Mientras Kiara y
nuestros hijos fueran felices, yo también lo sería.

Alessio rodó sobre su estómago y se puso de rodillas, después se apoyó en


sus manos, empujando su trasero en el aire. Con solo diez meses, ya estaba
empeñado en comenzar a caminar. Con su trasero en el aire, miró hacia arriba, sin
saber cómo enderezarse. Me sonrió cuando me vio mirando y mi corazón explotó de
amor.
—¡Nino! —llamé. A dos días de mi fecha probable de parto, tenía problemas
para levantarme del sofá sin ayuda, y mucho menos agacharme para recoger a
Alessio.
Nino se apresuró a entrar en la sala de juegos, con alarma en su rostro.
—¿Contracciones?
Sacudí mi cabeza, acariciando mi vientre.
—Massimo parece bastante contento allí dentro. En realidad espero que
venga pronto. Siento que voy a estallar en cualquier momento.
Nino se acercó lentamente y vio a Alessio todavía en su posición incómoda.
Lo alzó y lo levantó sobre su cabeza, para deleite de Alessio. No era un bebé muy
vocal, definitivamente no tan ruidoso o bullicioso como Nevio.
—Estaba intentando pararse —le dije. Nino se acercó al sofá, se dejó caer a
mi lado y dejó a Alessio sobre su trasero entre sus piernas. Extendió los dedos y
Alessio se aferró a ellos con sus pequeñas manos. Nino tiró un poco y al final,
Alessio se puso de pie con las piernas temblorosas y luego dio un par de pasos
inestables.
330
Sosteniéndose sobre las piernas de Nino, le dio otra sonrisa desdentada.
—Eso es bueno —dije. Nino acarició el cabello de Alessio y nuestro chico lo
contempló con esos ojos azul océano.
—¿Has cambiado de opinión sobre el parto en casa? —preguntó Nino en voz
baja.
Me incliné y besé su mejilla.
—No, y no lo haré. Quiero un parto natural.
—Simplemente no veo por qué no deberíamos usar las opciones que la
medicina moderna nos puede ofrecer. Hemos evolucionado desde la edad media.
Me reí.
—Sé que no te gusta, pero no quiero dar a luz en un hospital. Quiero estar en
casa, rodeada de personas en las que confío. Este es el lugar más seguro para mí y
para el bebé.
Nino me dio una mirada que dejó en claro lo infeliz que estaba por mi
decisión.
—El aspecto de la seguridad es realmente el único beneficio.
Desde el incidente con su madre, Remo también había obligado a los dueños
de la otra casa vecina a vender. Esa mansión era ahora el nuevo gimnasio de la
Camorra y el centro de seguridad en Las Vegas, lo que significaba que siempre
teníamos a un gran número de Camorrista cerca.
—El doctor dijo que está bien. He tenido un embarazo saludable, tenemos un
bebé saludable. Todo estará bien. Sé que puedo manejarlo.
—Lo sé —murmuró Nino, luego se inclinó y besó mi sien antes de tocar mi
vientre.
Nevio entró a toda prisa en la sala de juegos, blandiendo un marcador
permanente en su pequeño puño, y riéndose como un pequeño lunático. Sonreí. Su
cabello oscuro estaba absolutamente alborotado y solo estaba vestido con
calzoncillos. Toda la parte superior de su cuerpo estaba cubierta de garabatos,
probablemente dd marcador permanente. Se tambaleó hasta detenerse frente a
nosotros, sonriendo primero a Alessio y luego a Nino. Después clavó su dedo contra
su propio pecho antes de señalar el brazo tatuado de Nino con el marcador
permanente.
—Datú —exclamó.
331
Cubrí mi boca con mi mano.
—Oh, Savio está en tantos problemas.
Nino alcanzó el marcador y lo apartó suavemente de la mano de Nevio, quien
lo fulminó con la mirada y dijo:
—¡No!
—Nevio, compórtate —dijo Nino con firmeza, dejando el marcador sobre la
mesa.
Nevio hizo un movimiento hacia él. Nino sacudió la cabeza y el niño dejó
caer el brazo con un puchero.
Savio entró tambaleándose, respirando con dificultad, cargando a Greta,
quien se aferraba a su conejo de peluche blanco.
—¿Dónde está el pequeño diablillo?
Uno de los brazos de Greta también estaba cubierto con marcador
permanente.
Nino sacudió la cabeza.
—Te dije que dejaras de mirar tu teléfono.
Los ojos de Savio se fijaron en la parte superior del cuerpo de Nevio.
—Mierda. —Echó un vistazo a Greta quien contemplaba con curiosidad su
brazo pintado—. Deberías haberlo delatado.
Greta miró a su tío con esos grandes ojos suyos.
—Serafina te va a patear el trasero —susurré, sofocando la risa.
—Tal vez la próxima vez no me pedirá que juegue a la niñera para que ella y
Remo puedan hacerlo.
Savio se acercó hacia nosotros furibundo y la sonrisa de Nevio se volvió
traviesa.
—No te atrevas a correr de nuevo.
Savio puso a Greta de pie y ella se dirigió de puntillas hacia nosotros y se
subió al sofá. Nevio retrocedió lentamente y luego se dio la vuelta, riendo. Savio
saltó sobre el otro sofá y alcanzó a Nevio en dos grandes zancadas, metiendo al niño
bajo su brazo como un saco de papas.
332
Se volvió hacia nosotros, con un gemido.
—¿Vigilan a Greta mientras intento limpiar al DEC?
—¡No! —exclamó Nevio, luchando.
Savio le sonrió.
—Sí, me escuchaste bien. Hora del baño. Sé cuánto amas una buena
restregada.
Nevio comenzó a gritar.
Savio me miró.
—¿Qué tal si dices que fue tu culpa?
Alcé las cejas.
—No quiero que me culpes por esto.
—Vamos, Kiara, nadie se enojará con la mujer embarazada.
—Si yo fuera tú, comenzaría a restregar pronto. Remo y Serafina regresarán
de su cita en aproximadamente dos horas. Tengo el presentimiento de que esto
tomará tiempo —dijo Nino arrastrando las palabras, inspeccionando el brazo pintado
de Greta.
Savio desapareció con Nevio debajo de su brazo.
Nino levantó a Alessio y lo colocó entre Greta y él. Ella le tendió su juguete
de peluche a Alessio, quien lo agarró y lo apretó contra su pecho, después se lo llevó
a la boca y le mordió la oreja. Nino acarició la cabeza de Greta.
—No puedo creer que pronto habrá cuatro niños en esta casa, que tendremos
dos niños. Hace un año ni pensaba que tendríamos un bebé tan rápido.
Los ojos de Nino se encontraron con los míos.
—Te mereces la felicidad, y eso es lo que tendrás.
—Tú también.

Tres días después, di a luz a Massimo en una habitación de invitados de 333


nuestra mansión con la ayuda de Serafina y Nino, el parto en casa que siempre había
soñado.
Todo el dolor quedó olvidado cuando me maravillé con el pequeño niño en
mi pecho, con su cara arrugada. Era un bebé grande con ojos castaños y cabello
castaño oscuro.
Serafina besó mi mejilla.
—Es hermoso, Kiara. —Estaba cubierta de sudor y sangre, pero estaba
sonriendo. Nino estaba de pie junto a la cama, observando a la comadrona que nos
había apoyado, solo con frecuencia mirando hacia mí y Massimo.
—¿Por qué no intentas ver si la agarra? —preguntó Serafina.
Massimo ya se estaba retorciendo hacia mi pecho y hacía pequeños
movimientos de succión. Serafina me ayudó y después de algunos intentos,
finalmente se agarró.
La comadrona se fue quince minutos después y poco después también
Serafina. Nino se inclinó sobre mí entonces, besando mi frente.
—Eres tan fuerte, Kiara. —Levanté la mirada de Massimo y le sonreí a Nino.
Cubrió la espalda de Massimo suavemente con su palma—. Siempre había
condenado a las personas que aceptaban su miedo, que no luchaban contra él. Nunca
había entendido el concepto del miedo, no en todo su potencial. Había sido un
concepto abstracto para mí durante la mayor parte de mi vida, y al principio, cuando
comencé a sentir cosas por ti, esperé que el miedo no estuviera entre ellos. Pero
entonces, el año pasado y hoy nuevamente, lo sentí, miedo a perderte.
—No lo hiciste y no lo harás —le dije—. Alessio, Massimo y yo, jamás te
dejaremos.
Nino me apartó el cabello de la frente sudorosa.
—Lo sé. He llegado a apreciar el miedo porque me mostró lo que está en
juego, lo que no perderé, lo que no permitiré que nadie destruya. —Sus ojos estaban
llenos de fría determinación y la promesa de violencia—. Remo y yo tenemos más
que perder ahora que en el pasado, y nada que valga la pena viene sin un precio, sin
una pelea. Pero estamos dispuestos a luchar, a dar nuestra sangre y derramar la de
nuestros enemigos. Por un tiempo nos contentamos con lo que hemos logrado y
pensamos que somos invencibles, pero no lo somos. Todavía no, pero lo seremos.
Tú y nuestros hijos siempre estarán a salvo, sin importar el precio. 334
—Bésame —susurré, y él lo hizo, suavemente pero lleno de intención.
—Voy a buscar a Alessio para que pueda conocer a su hermano —murmuró
Nino después de un momento.
Se enderezó y con una última mirada persistente a Massimo y a mí, se fue.
Acaricié la espalda de mi hijo a medida que él intentaba beber. Nino regresó con
Alessio apoyado en la curva de un brazo y lo apoyó en el borde de la cama.
—Este es tu hermano, Alessio —dijo Nino, señalando a Massimo mientras
bajaba a Alessio sobre la cama.
Alessio observaba con grandes ojos curiosos.
Levanté el brazo y pasé un dedo por su mejilla.
—Ahora eres un hermano mayor. —Mis ojos captaron el tatuaje de la rosa en
mi muñeca—. Tendrás que agregar sus nombres. —Toqué el antebrazo de Nino
donde los nombres de nuestros hijos ya estaban tatuados en su piel—. Tu fe me dio
fuerzas.
Cuando intenté convencerlo de que no se hiciera un tatuaje con el nombre de
Massimo antes de dar a luz, insistió en que no nos pasaría nada a ninguno de los dos,
que no lo permitiría, y le creí.
Nino sacudió la cabeza a medida que envolvía un brazo alrededor de mi
hombro.
—No es fe, solo determinación brutal. Nunca pondré tu vida o la de ellos en
manos del destino. Doblegaré el destino a mi voluntad, como Remo y yo siempre lo
hemos hecho.
—Te amo.
—Y yo te amo.
Alessio buscó a Massimo y Nino le mostró cómo acariciar cuidadosamente la
espalda de su hermano. Sacudí mi cabeza, aún incapaz de creer que esto fuera real.
—Teniendo en cuenta que nuestro matrimonio solo estaba destinado a traer
paz temporal, esto es… increíble.
Nino acunó mi mejilla y señaló su corazón.
—Trajo paz aquí, y una que durará más que cualquier tregua entre la Camorra 335
y la Famiglia.
—También me diste paz —susurré, luego descansé mi cabeza contra su
hombro—. A mí y a mis hijos.
Savio Falcone tiene algunas reglas
innegociables cuando se trata de chicas.
Tienen que ser jodidamente ardientes.
Abrir sus piernas sin mucha ayuda.
Y largarse tan pronto como termine la
diversión. Preferiblemente sin ninguna queja o
lágrimas.
Con su actitud relajada de chico malo, un
apellido que gobierna sobre Las Vegas y un cuerpo para morirse, las chicas siempre
han estado a disposición de Savio.
Desafortunadamente, la chica más sexy de Las Vegas viene con un precio que 336
Savio no está dispuesto a pagar. Para que Savio consiga a Gemma, tendría que cerrar
el trato y poner un anillo en su dedo. Sentar cabeza está fuera de discusión, sin
importar lo ardiente que sea el culo esperando en el altar.
Gemma Bazzoli se enamoró de Savio desde el primer momento en que se
encontró cara a cara con su sonrisa arrogante, pero para él siempre fue la molesta
hermanita de su mejor amigo… hasta que sus curvas duramente ganadas le llaman la
atención.
Pero a Savio le gusta lo sencillo, y Gemma es todo lo contrario. Cuando es
prometida a otro hombre, Gemma se resigna al hecho de que el hombre que ha
querido toda su vida, no la quiere lo suficiente.
Savio tiene que decidir cuánto trabajo está dispuesto a invertir, porque doblar
las reglas a su estilo habitual podría no ser suficiente para conseguir a la chica que
atormenta sus sueños húmedos.

The Camorra Chronicles #5


Cora Reilly es la autora de la serie Born in Blood Mafia, Camorra Chronicles
y muchos otros libros, la mayoría de ellos con chicos malos peligrosamente sexy.
Antes de encontrar su pasión en los libros románticos, fue una autora publicada
tradicionalmente de literatura para adultos jóvenes.
Cora vive en Alemania con un lindo pero loco Collie barbudo, así como con
el hombre lindo pero loco a su lado. Cuando no pasa sus días soñando despierta con
libros sensuales, planea su próxima aventura de viaje o cocina platos muy picantes
de todo el mundo.
A pesar de su licenciatura en derecho, Cora prefiere hablar de libros a leyes
cualquier día.

Born in Blood Mafia Chronicles: 337


1. Luca Vitiello
2. Bound by Honor
3. Bound by Duty
4. Bound by Hatred
5. Bound by Temptation
6. Bound by Vengeance
7. Bound by Love
8. Bound by the Past

The Camorra Chronicles:


1. Twisted Loyalties
2. Twisted Emotions
3. Twisted Pride
4. Twisted Bonds
5. Twisted Hearts
6. Próximamente
Moderación
LizC

Traducción
LizC

Corrección, recopilación y revisión


Bella’ y LizC
338

Diseño
JanLove
339

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