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FORMAS Y ESENCIAS
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Es el problema. del "concepto" 1) . .El concepto-concebido
como lo que hay de común, universal y persistente en cada
clase de cosas-es lo único que nos permite formular proposi-
ciones universales sobre su realidad esencial. Sólo la ordenación
de los géneros .y las especies alcanza a destacar 10 que cada rea-
lidad tiene de común con otras y 10 que la delimita en su ser
propio. Si faltara esta ordenación toda definición se haría im-
posible: o las realidades permanecerían absolutamente separa-
das en su nuda individualidad o se confundirían en una uni-
dad sin límites. En ambos casos resultaría imposible el
conocimiento y la ciencia. Es, por tanto, necesaria una teoría
que nos permita descubrir el origen de los conceptos univer-
sales, sus relaciones recíprocas y su fundamento en la realidad.
Todos los problemas de la Lógica, de la Ontología y aun de
la Teología se hallan pendientes de ello. "La primera cuestión
es saber si los géneros y las especies son verdaderos o si son
sólo formados en el intelecto, nudos y vados". (Porfirio).
Las soluciones dadas a este problema se han reducido tra-
dicionalmente a tres. Dos de ellas -el realismo y el concep-
tualismo- otorgan a los "universales" algún género de reali-
dad, bien fuera del espíritu o en el espíritu mismo. La tercera
-el nominalismo- se la niega.
Husserl da por supuesto que la hipótesis realista que inter-
preta las ideas platónicas como la realidad de un mundo situado
en un "lugar celeste", más allá de las apariencias es insosteni-
ble en el estado actual de los conocimientos. El principio metó-
dico de la intuición le impide, por otra parte, admitir ninguna
hipóstasis metafísica. Obviado, así, el peligro de convertir el
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problema lógico en un problema cosmológico queda por' res01-
ver el que implica la disolución del problema lógico en un
problema causal psicológico. El conceptualismo moderno -re-
presentado especialmente por Locke- incurre en él. Suprimida
la realidad ontológica de las ideas, éstas quedan convertidas en
realidades psicológicas. Si no se hallan en el mundo "exterior"
no hay más remedio que buscarlas en la realidad "interior" de
la psique.
Pla~teado el problema en los términos tradicionales el
nominalismo tiene indudablemente razón. Los universales no
son seres "reales". Sólo una nueva consideración de las cosas,
él partir de la intencionalidad de la conciencia, nos permitirá
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necesarias. Basta para ello destacar sus notas comunes y reunir-
las bajo la significación de un nombre 1) .
. La Naturaleza produce cosas semejantes. El espíritu toma
ocasión de estas semejanzas para formar sus "ideas generales"
y sus nombres generales. El concepto de " hombre", por ejem-
plo, es un nombre general unido a una "idea generar.'. No
negamos a él mediante la formación de algo nuevo sino sepa-
rando de la "idea" compleja de Jaime, de María, de Isabel, lo
que es particular a cada una de ella y reteniendo 10 que les es
común. Separando de la idea de hombre su talla y algunas
otras propiedades y no reteniendo sino las de cuerpo, vida, sen~
timiento y movimiento espontáneo, formamos la "idea" que
se denomina " animal".
Hay en ello una cierta ficción y requiere, en ciertos mo-
mentos, extraordinaria habilidad. Piénsese si no en la " idea
aBstracta del triángulo" que ha de tener todo lo que es común
a todos los triángulos y nada de lo que les es particular. La
abstracción es una necesidad del espíritu humano y proviene de
su propia imperfección, de la imposibilidad -desde antiguo
reconocida- de llegar a una intuición perfecta. La " idea abs-
tracta" es un signo de la imperfección humana .
Con esta explicación, en apariencia, tan sencilla, desaparece
todo el " misterio" ·de que se ha hecho tanto ruido en la " Es-
cuela" .
1) No se olvida que " idea" es. para el empirismo inglés. todo con -
tenido sensorial de la conciencia . .
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"ideas" de cosas particulares que he percibido, de combinar-
las y separarlas de diversas maneras. Puedo imaginar un hom-
bre de dos cabezas o la parte superior de su cuerpo unida al
cuerpo de un caballo. Puedo considerar la mano, el ojo, la
nariz, uno tras otro, "abstractos" y separados del resto del
cuerpo. Pero sea cual fuere la mano o el ojo que imagino es
preciso que tengan una forma y un color particular. Del mis-
mo modo mi "idea" de hombre debe ser la "idea" de un hom-
bre blanco o negro o moreno, derecho o contrahecho, grande
o pequeño o de talla mediana. Me es igualmente imposible
formar la "idea abstracta" de un movimiento distinto del cuer-
po que se mueve y que no sea ni rápido, ni lento, ni curvilíneo,
ni rectilíneo. Una extensión que no sea tangible, ni visible, ni
rugosa, ni suave, ni blanca, ni negra, está fuera del alcance de
la concepción humana. Si tratamos de concebir un triángulo
que no sea isósceles, ni escaleno, que no tenga ni longitud de-
terminada, ni proporción de los lados, reconoceremos al punto
el absurdo de todas las nociones "escolásticas" que se refieren
a la "abstracción".
No existen pues "ideas abstractas" o generales propiamen-
te dichas ni en la realidad ni en el espíritu. Los "conceptos"
en sí mismos son una pura nada. Imposible representar o
concebir una cosa general. Cuando hay en el espíritu algo
más que una palabra es siempre una imagen concreta. El ob je-
to del pensamiento o de la imaginación no es nunca el hom-
bre, el caballo, el triángulo, sino un hombre, un caballo, un
triángulo singular y concreto.
Siendo ello así, ¿cómo explicar en un mundo de indivi-
dualidades concretas las palabras con un sentido genérico?
Obsérvese que el problema es radical porque, cama reconoce
Locke, todas las palabras -menos los nombres propios- tras-
pasan los límites de la individualidad. ¿Cómo es posible enton-
ces el uso inteligible de las palabras?
Para el nominalismo la cosa es clara. Aunque todas las
"ideas" sean concretas e individuales ello no significa que no
podamos llegar a la formulación de verdades generales. Cuando
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demostramos las propiedades del triángulo la " idea" presente
a nuestro' espíritu no es, como cree Locke, la " idea abstracta'"
de un triángulo que no sea más que triángulo -esa idea
de un triángulo " abstracto" que sea a la vez tedos los triángu-
los y ningún triángulo particular es una pura quimera, sino la
"idea" concreta de un triángulo particular. De ella podemos
sin embargo concluir a todos los demás triángulos si hemos
tenido la precaución de no emplear en nuestras premisas nada
que no sea verdad de un triángulo cualquiera. La demostración
es válida porque al desenvolverla sobre un triá,ngulo concreto
hacemos caso omiso de todas las propiedades que no interesan
a la demostración. La "atención" sitúa en primer plano las
propiedades que nos interesa destacar.
Nuestras " ideas" universales son, en realidad, imágenes
particulares ligadas a un término general que recuerda, con oca-
sión de la imagen presente, otras imágenes particulares que
asemejan en ciertos aspectos a ella. Cuando pronunciamos la
palabra caballo nos representamos inmediatamente la "idea"
de un animal blanco o negro, de un tamaño y una figura de-
t~rminados. Pero por la costumbre de aplicar ,este término a
animales de otros colores, figuras y tamaños, las imágenes de
aquéllos, aunque ausentes actualmente de la imaginaCIón son
fácilmente recordadas y nuestro pensamiento procede como si
estuviesen realmente presentes. Así la idea que despierta la
palabra general es la de uno cualquiera de los individuos de la
clase con las particularidades concretas de su individualidad.
Pero estas particularidades son consideradas sólo en cuanto per-
tenecen a la clase. Gracias al "hábito" (Hume) el espíritu
pasa fácilmente de imagen a imagen y ello nos permite des-
preciar los trazos individuales de cada una de ellas.
Stuart MIlI lleva la teoría a la última perfección. Ante
las ideas complejas de objetos concretos -únicas que nos es
dable concebir- podemos llevar "exclusivamente nuestra aten-
ción" sobre ciertas partes de ellas y dar a éstas, por nuestra
"atención exclusiva", el poder de determinar exclusivamente el
curso de nuestros pensamientos tales como la "asociación" los
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La. filosofía. de Husserl-5.
evoca subsiguientemente. Lo que más contribuye a este poder
es el empleo de signos y sobre todo de nombres. Creamos una
asociación artificial entre los atributOs comunes a un grupo de
ob jetos y una cierta combinación de sonidos articulados o
de signos, gráficos. Cua~do oímos aquéllos o vemos éstos, des-
pierta en nuestro espíritu la "idea" de un cierto objeto que
posee aquellos atributos y en esta ,"idea" sólo estos atributos
son sugeridos vivamente al espíritu, mientras que la conciencia
que tenemos del resto de la "idea" concreta, permanece débil.
Como el nombre no ha sido directamente asociado más que a
estos atributos puede evocarlos 10 mismo en una combinación
concreta que en otra cualquiera. En diversas realidades concre-
tas se repiten los mismos aspectos. Es posible, por tanto, re-
ferir la actividad de la atención a un aspecto o a un grupo de
aspectos de objetos diversos. A estos aspectos semejantes empal-
mamos un signo o. una palabra. Realizado el empalme la pala-
bra refuerza extraordinariamente la asociación. Mientras la
imagen concreta varía la asociación del nombre con los atribu-
tos que forman su significación convencional. se hace cada vez
más fuerte. El hábito de esta asociación agota toda la reali-
dad del concepto. Sólo existe él concepto mediante la pala-
bra. La generalización consiste, en último término, en una
tarea de rotulación.
EL REINO DE LO IDEAL
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negaclOn formal de la realidad psicológica de las ideas univer-
sales. Lo universal no es algo " real " ni fuera del pensamiento
ni dentro de él. Pero entonces se dirá : si las especies no son
nada en el mundo ni tampoco en el pensamie~to ¿qué son ?
¿Cómo podemos hablar de algo sin que este algo sea por lo
menos en "nuestro" pensamiento.
La objeción parte de un supuesto falso. Según él "ideal"
es lo que se halla en la conciencia -de ahí que se 10 denomine
" contenido de conciencia"-. " Real" 10, que no se halla en la
conciencia sino que la trasciende. De ahí la inclusión de lo
universal -desarraigado de la "realidad" tras la eliminación
de la hipóstasis platónica- en la psique que lo piensa.
El error es patente. Lo mismo ' es " real" lo que se halla
" en" la conciencia que lo que se halla " fuera" de ella. "Real"
es lo individual en todas sus formas, lo que existe ahora y
aquí. La "realidad" se define por la temporalidad.
Siendo ello así, es evidente que los universales no son ni.
pueden ser " reales" . En oposición a la temporalidad del ser
" real" ofrecen lo " ideal" como un ser intemporal. No haber
tenido en cuenta esta distinción es la falla común a todas las
teorías de la universalidad formuladas hasta ahora. Es preciso
por tanto restituir a la idea su sentido propio y originario. Ello
resultó ya de la crítica del psicologismo. Lo vimos con mayor
precisión al tratar de ddinir el sentido de las palabras por opo-
sición a la serie de actos psicológicos a través de las cuales las
formulamos . En la significación surgió lo ideal en la forma
de un contenido idéntico y hubimos de oponer el ser indivi-
dual al ser de la especie, el ser " real" al ser "ideal". Gracias a
éste el sentido de las palabras se nos hacía inteligible. En los
actos de mención aparece siempre aún en los casos en que nos
referimos a seres individuales, el "concepto" en su sentido más
estricto. Es lo que denomina Husserl "el reino del lagos" .
Gracias a él es posible formular palabras con sentido y poner-
nos de acuerdo sobre su identidad a través de los cambios. Toda
mención lleva implícita un "lagos" que le, presta un sentido
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unívoco. El individuo, en su expresión lógica, es especie tam-
bién.
Pero ahora el problema se plantea con mayor gravedad.
No se trata ya sólo de 10 idéntico implícito en toda signifi-
caClon. Como indicamos ya la mayoría de las palabras se
refiere a seres que no pueden ser objeto de la percepción sen-
sible 1). En ellas los universales, en su sentido estricto apa-
recen con toda nitidez y aspiran a realizarse, en actos de pleni-
tud intuitiva. Es preciso, por tanto, que tengan algún género
de realidad. Como veremos, la relación que media entre los
ejemplares empíricos de una especie y la especie misma en su
validez universal --entre las wsas rojas y la rojez, entre las
cosas triangulares y la triangularidad, entre las c'Osas bellas y
la belleza ...- es análoga a aquella que se establece entre el
contenido ideal, uno e idéntico, de la significación y la multi-
plicidad de los actos mediante los cuales aquélla halla su ex-
presión en la vida.
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Pero pueden serlo también las cosas "reales" e individuales. La
vida griega o la personalidad de Goethe, han sido, por ejem-
plo, "el ideal" de ciertas épocas y de determinadas personas.
La idealidad de la especie nada tiene que ver con 10 uno ni
con 10 otro.
El problema que se nos ofre.ce ahora es el mismo que se
planteó a Platón, entre la igualdad y la identidad. No es posi-
ble derivar la identi,d ad de la igualdad porque ésta presupone
aquélla. Toda igualdad es identidad más diferencia. No ,es
posible considerar las cosas iguales como generadoras de la
identidad específica puesto que sólo es posible llegar <t la com-
prensión de las cosas igua!€s previa la noción de la identidad.
Es la objeción de Platón contra los sofistas. Intentar derivar
la identidad de la igualdad o la semejanza es incurrir en un
drculo vicioso, aplazar el problema o dejarlo sin solución. La
comparación de las semejanzas nos llevaría a un regreso al infi-
nito y, por tanto a un probabilismo, es decir, en último tér-
mino, a un escepticismo. Es 10 que ocurre a todo empirismo.
El problema de la "abstracción" no es, pues, el problema
de la semejanza, sino el problema de la identidad. Es preciso
ver cuál es y cómo es posible la operación mental mediante
la cual llegamos al ser idéntico de la significación y a la iden-
tidad de los contenidos intuitivos ante los cuales la significa-
ción llega a la plenitud de la evidencia. De ello depende la
posibilidad del "lagos" en el pensamiento y en la realidad y
la fundamentación de la Lógica y de la Ciencia que se cimenta
en ella. Sólo de los contenidos ideales idénticos es posible pre-
dicar la verdad o el error, decir algo con sentido unívoco y
comprobarlo.
Estas entidades ideales no pueden hallarse en parte alguna.
Por definición no pueden ser "realidades" ni es en este mundo
ni en mundo alguno. No es posible que existan en un "lugar".
Esta afirmación radical de su "idealidad" pura califica a la
Filosofía de Husserl de "idealismo" en un sentido mucho más
extremo que el de Platón. Toda "realidad" resulta condicio-
nada en su existencia propla por la "idealidad" de la especie.
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Las espeCIes ideales condicionan la posibilidad mlsma de un
mundo con sentido.
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mente, la pierde de vista y la suprime sin prestarle una consi-
deración adecuada, sin darse cuenta de que todas sus afirma-
ciones la llevan necesariamente implícita --como la semejanza,
la igualdad-o En su lugar, de acuerdo con el método natura-
lista, introducen una serie de procesos hipotéticos que no apa-
recen jamás en la actitud espontánea de la conciencia. Si su
intento se limitara a formular una hipótesis sobre la forma-
ción genética de la idea en la conciencia no nos sentiríamos for-
zados aoponerle objeción alguna de principio. Pero su aspi-
ración no se limita a ello sino que pretende, mediante una
consideración genética y causal, disolver las estructuras lógicas
y ontológicas en el curso temporal de la psique y demostrar
que aquello que hallamos en la conciencia inmediata de un
modo evidente, en realidad no existe, es una simple ilusión que
es preciso "explicar" y reemplazar o por una realidad hipotéti-
ca, menos úStensible, pero sumisa a los imperativos del método
de la ciencia natural. Se cree obligado a somefer a los cuadros
de la Naturaleza aquello que por su constitución inmediata
se muestra rebelde a ellos.
La confusión nace del prejuicio según el cual todos los
fenómenos de conciencia deben sernas dados según el modelo
de la intuición sensible. Ello induce a resolver la significación
de las palabras universales y su plen,itud intuitiva, que sobre-
pasan aquélla y son, por tanto, "misteriosas" y problemáticas,
en los contenidos de la sensibilidad. Olvida que -com!Q vi-
mos al tratar de la significación- las sensaciones que se aso-
cian a la intención mental y le sirven de soporte no son aque-
llo que la palabra significa ni aquello que aspira a realizar en
la evidencia, que la intención mental transciende constante-
mente la capa superficial de la sensibilidad. Si no fuera así, si
las significaciones y los sentidos y su plenitud correlativa no
transcendieran las imágenes que llevan asociadas, no sería po-
sible el lenguaje ni su correcta intelección.
El equívoco que lleva consigo esta identificación de las
ideas con las imágenes impide distinguir entre los actos de la
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representación y los contenidos y objetos a los cuales los actos
se dirigen. Si todo 10 que ocurre en la conciencia es "idea" o
imagen -como resulta del empirismo de Locke y de las doctri-
nas que 10 siguen- pierde sentido hablar de la idea como idea
de "algo". La intencionalidad de la conciencia queda di:uelta.
El objeto de la actividad intencional se convierte en imagen o
"idea" y todas y cada una de las notas o aspectos, a través de
los cuales la realidad se nos revela se convierten en "partes rea-
les" d~ la objetividad. El objeto y sus aspectos sensoriales que-
dan reducidos a lo mismo. La atención exclusiva a las imáge-
nes y a las sensaciones sustrae a la conciencia su sentido y su
dimensión de profundidad. Queda destruída, por tanto, toda
posibilidad no sólo de un cumplimiento intuitivo sino tam-
bién de una intención significativa. Se confunden en un mismo
plano insignificante el cumplimiento y la mención. Toda in-
tención, referencia o esclarecimiento objetivo queda resuelto en
un puro fenomenismo de "ideas" sin significación, sin posibi-
lidad alguna de referencia de las unas a las otras ni de todas
a la unidad de un Cosmos.
Sólo si respetamos y mantenemos intacta la estructura in-
tencional de la conciencia y reconocemos las imágenes sensibles
como simples aspectos de la objetividad será posible plantear
con rigor el problema de los universales y restituir a la idea
su sentido originario.
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en la percepción sensible, si bien atenuado. La imagen gené-
rica de Locke, -aparte de la imposibilidad manifiesta de lle-
gar a ella-, es fluctuante, imprecisa y vaga, pero no deja de
ser nunca individual. El triángulo que sirve de sustentáculo
a la demostración y del cual parto y al cual vuelvo en cada
uno de mis pasos, es siempre un triángulo singular. La teo-
ría de la "atención exclusiva" -formulada por Mill de acuer-
do con Hamilton-, aparte falsear el sentido mismo de la aten-
ción no disminuye en nada la dificultad. La nota destacada
por el esfuerzo de la atención sigue siendo individual. El hecho
de separarla no le otorga en absoluto el carácter de universali-
dad al cual aspira. La "atención exclusiva" a un contenido o
nota concreto -color, forma, perfume, nobleza, justicia ... -
de una ,cosa individual, no exime a ésta de individualidad.
No explica, por tantó, cómo la misma cualidad puede aparecer
en diversos . objetos permaneciendo intacta en su identidad.
Ningún acto de "atención" es apto para convertir un ser indi-
vidual-separado o no--en un ser universal.
Para demostrar el teorema de Pitágoras podemos poner ante
nuestros ojos un triángulo cualquiera -pintado en el encerado,
o dibujado en el papel, percibido o imaginado-. Los juicios
que formulamos no se refieren para nada a ninguna de las imá-
genes que se ofrecen ante nosotros ni es posible que hallen en
ninguna de ellas una aplicación exacta. No nos referimos a
ninguna de las imágenes del triángulo sino al triángulo per-
fecto, unidad específica que ' no se realiza plenamente en parte
alguna, única para la cual los juicios que formulamos adquie-
ren su plena validez. Lo que enunciamos de él, a partir de un
ejemplo cualquiera, se refiere a algo común a todos los trián-
gulos, percibidos o imaginados, a la idea universal del trián-
gulo, es decir, a la triangularidad. Ésta se halla contenida en
todos los triángulos y no se agota en ninguno de ellos. Todos
la "imitan" de un modo más o menos perfecto y "participan"
más o menos en su esencia. Ninguno la realiza en su plenitud.
La significación universal, contenida en el acto de referencia y
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comprobada en el acto de plenitud es aquello que constituye
la esencia pura de la triangularidad.
y 10 que de,cimos del triángulo puede aplicarse a todas las
ideas universales sin . excepción. Del mismo modo que todos
los triángulos participan y realizan parcialmente la idea de
triangularidad, las cosas bellas "participan" de la Belleza, las
rojas de la Rojez, los actos justos de la Justicia, los hombres
de la Humanidad . .. En todos ellos cabe distingu'lr clara-
mente 10 que aparece en el curso "real", inmanente de la con-
ciencia y el objeto ideal al cual los fenómenos hacen constan-
temente referenda. Las representaciones sensibles se convierten,
.mediante la intencionalidad, en singularizaciones o ejemplos
múltiples y diversos de la especie ideal única e idéntica en la
cual únicamente se realiza la objetividad. Ello no es sino un
caso particular de la dinámica fundamental de la conciencia.
Ya en la percepción sensible la objetividad trasciende los as-
pectos sensoriales. Aquí y allá es siempre una unidad men-
tal, una unidad en la multiplicidad. La unidad trascendente
es ahora la idea universal.
Husserl rechaza así, con plena conciencia, toda hipóstasis
ontológica o psicológica. Frente a la "realidad" evanescente se
limita a constatar la presencia indubitable de una realidad ideal
que, para evitar equívocos, denominaremos con más precisión,
objetividad: Las ideas son objetivas puesto que son t érmino
inequívoco de la intencionalidad de la conciencia y pueden ser
sujeto de posibles predicaciones verdaderas. Por oposición a
las significaciones ficticias, contradictoriás, contra el sentido
mismo de las palabras o aun sin sentido alguno, de las cuales
no puede afirmarse ni negarse nada, los objetos ideales existen
con plena efectividad. Podemos hablar con perfecta inteligen-
cia de ellos y predicar cualidades y determinaciones precisas,
afirmarlos o negarlos, fundamentar cadenas de razonamientos
y comprobarlas con la garantía de la evidencia. Si fueran me-
ras ficciones, no podríamos decir, con validez apodíctica, que
"el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cua-
drados de los catetos" o que" 16 es el cuadrado de 4" . Toda
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la Matemática ~ funda en ellos. No podemos negarlos sin
negar, al mismo tiempo, la validez de las proposiciones de esta
Clenpa.
Frente a 10 que existe " realmente", frente a la realidad
"real" los objetos universales son puros "irreales". posibili-
dades ideales. Su "irrealidad" es el supuesto ne-cesario para la
validez de las verdades de la Ciencia y de toda verdad en gene-
ral. Un factor " irreal" -plenamente objetivo- interviene en
lá estructura de la conciencia y de la realidad. La totalidad del
mundo y cada una de sus partes, se hallan sumergidas en una
estructura ideal que le presta sentido y consistencia. Si se in-
cendia una casa quedan destruídos todos sus elementos "rea-
les". Las formas geométricas implícitas en su estructura, per-
manecen intactas.
A la "realidad" .de lós hechos empíricos, individuales.
temporales, momentáneos - y a las proposiciones a posteriori,
meramente asertóricas a que dan lugar, se opone la "ideali-
dad" objetiva de las esencias- intemporales, universales, ne-
cesarias, idénticas- y los juicios apodícticos a priori que se
fundan en ellas .
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nido" del mismo modo que vemos un sonido o un color deter-
minados, tener 10 universal ante nuestra mirada de un modo
tan directo y tan inmediato como tenemos ante ella, en la
percepción, la realidad individual. La incapacidad para reali-
zar este tránsito es para Husserl simplemente una "ceguera
para las ideas".
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tUlClon análoga a la de las ideas platónicas, llegar a la for-
mulación de verdades necesarias relativas al mundo.
Previas estas aclaraciones generales, tratemos ahora de pre-
cisar algunas de las características peculiares de cada una de
las esferas que resultan de esta fundamental escisión del reino
de 10 ideal.
FORMAS CATEGORIALES
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En cada una de estas enunciaciones formulo relaciones obje-
tivas diversas en las cuales la flor se halla y en función de las
cuales se ofrece de una manera u otra: La proposición "A es B"
no aspira a poner ante mí la misma constelación objetiva que
" A o B" o "A y B" o "A de la cual B es la causa" o si "A
es Bes" . . . En todos estos casos y en otros muchos que no
es preciso enumerar, a las estructuras verbales significativas de
las proposiciones corresponden situaciones objetivas de la rea-
lidad. Hay estructuras singulares y plurales, substantivas y
adjetivas, determinadas e indeterminadas, de causa a efecto, de
principio a consecuencia. . . En tqdas ellas a la "materia" de
la percepción sensible se sobrepone la " forma" .
Los análisis de Husserl nos aproximan en este momento a
la clásica distinción entre "materia" y " forma" de las propo-
siciones lógicas. En toda proposición es preciso distinguir entre
aquello que pongo en relaóón y l.a re1aoCÍón misma que esta-
blezco. Mediante ello se hace posible formular leyes ' ''forma-
les" independientes de los contenidos a los cuales se aplican y
establecer una ciencia pura de las formas, de tal manera que
permaneciendo ellas idénticas los contenidos resulten intercam-
biables. Toda la Lógica simbólica, desde Aristóteles hasta nues-
tros días, se funda en la posibilidad de esta operación "forma-
lizadora". Para desarrollarla con rigor, basta substituir las rea-
lidades individuales por letras o por símbolos análogos. Si
enunciamos " A es B" , " A y B", " A o B" . . . las leyes que
formulamos y las consecuencias que llevan implícitas resultan
por la sola fuerza de la forma -vis formae- y son válidas
para todos los contenidos imaginables. A y B pueden ser
substituídas en ellas por cualquier cosa. La " materia" puede
serme dada en la percepción, en la memoria o en la fantasía. La
"forma" mediante la cual aquélla se articula y se organiza no
nos la ofrece la sensibilidad.
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tuye una de las mayores dificultades de la Epistemología tra-
dicional. Partiendo, con ésta, de un concepto rígido de la ob-
jetividad, según el cual. la "realidad" sólo nos es dada con
la "materia" de la percepción, se hace difícil explicar la co-
rrespondencia universal entre las relaciones que resultan de la
actividad categorial y el soporte sensitivo que le sirve de base.
¿ Cómo es posible que las categorías formales, independientes
de la sensibilidad amorfa, lleguen a coincidir 'con el objeto
al cual hacen referencia?
Si pretendemos referir las categorías al mundo de la rea-
lidad, de la misma manera que le atribuímos las cualidades
sensibles -colores, sonidos, perfumes .. . - el problema no
tiene solución. No las hallaremos jamás en ella ni será posible
encontrar explicación alguna a la coincidencia de sus articula-
.ciones ideales con lo dado en la sensación. De ahí la negación
de su " objetividad" y la necesidad de buscar a la correspon-
d~ncia que, a su pesar, existe, una Teoría que la explique.
Así. los empiristas tratan de explicarla mediante la reducción
de aquéllas a la ley de "asociación de "ideas". Las estructuras
ideales se generan en el curso de las sensaciones y surgen de
ellas. Los racionalistas las consideran como "ideas innatas"
anteriores e independientes de todo contacto COn la realidad
sensorial y necesitan, para explicar su validez objetiva, de una
"armonía preestablecida". La Filosofía transcendental. a par-
tir de Kant, intenta llegar a la solución del problema mediante
la admisión de una estructura categorial de la conciencia, a
partir de la cual. la actividad sintética del juicio elabora las
sensaciones y construye con ellas la arquitectura de la obje-
tividad. En cualquiera de los tres casos las articulaciones for-
males pertenecen a la dinámica de la conciencia "subjetiva"
y su "objetividad" se hace problemática o queda a merced de
una hipótesis metafísica de imposible comprobación.
La originalidad de Husserl - y una de sus doctrinas más
fecundas- consiste en el reconocimiento de la consistencia ob-
jetiva de las formas. Para ello no necesita recurrir a una hipó-
tesis metafísica más o menos problemática. Le basta insistir en
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la estructura intencional de la conciencia y en el nuevo con-
cepto de objetividad que de ella resulta 1). Las relaciones y
las articulaciones ideales que mentan los juicios de la Lógica
formal son, por definición, objetos y hallan su plenitud ante
la presencia efe<:tiva de los objetos a los cuales se refieren. Las
formas nos son dadas en su presencia originaria, ni más ni
menos que los demás contenidos de la representación. Como
todos los contenidos de la vida de la conciencia dependen de
los actos y se constituyen mediante ellos. Pero del mismo
modo que los objetos de la percepción sensible no se agotan
en los actos que los constituyen, los contenidos formales no
se agotan en los actos de la vida intelectual. Al lado de la
intuición sensitiva que nos es dada en la per,cepción, es pre-
ciso reconocer una intuición categorial o intele.ctual. Al lado
de los acto_s de intención significativa tenemos, aquí como ,
allá, actos de plenitud intuitiva en los cuales el ser nos es dado
en su realidad plena. En éstos como en aquéllos nos halla-
mos en presencia. inmediata del Ser. La realidad queda encua-
drada en un marco categorial.
Las cosas son y existen de diversas maneras. Entre la pre-
sencia "ideal" y la presencia "real" no hay ninguna medida
común. No es posible por tanto, hablar de una coincidencia
o de una discrepancia entre las formas categoriales y las per-
cepciones que les sirven de base. Percepciones y categorías per-
tenecen a dos dimensiones diferentes del Ser y son entre sí
inconmensurables. Las formas categorial es no son una "cuali-
dad" de los objetos -como el color o el sonido, que sea preci~ o
añadir al resto de sus cualidades, ni aspiran a " coincidir" con
ellas. Se limitan a determinar el obje'to en otro sentido, en
otra forma y dentro de otra dimensión. Pierde todo sentido
el problema de la Epistemología tradicional. La realidad sen-
sible no concuerda nunca con las formas lógicas ni es posible
que sea de otro modo. Se limita a constituir la base sobre la
cual aquéllas organizan su articulación ideal. La actividad
1) Vid. Cap. n.
96
formal no modifica en nada la base sensorial sobre la cual se
funda y sin la cual no podría existir. Si la modificara en
algún modo no surgiría una relación categorial sino un nuevo
contenido sensorial deformado. Cambiaría la estructura sen-
sible. Nada se le añadiría que la trascendiera. La forma cate-
gorial no la elabora ni la construye, ni interviene para nada
en su naturaleza específica. No la forma ni la informa ni la
deforma. La deja intacta. Se limita a · establecer sobre ella un
nuevo sentido. La objetividad de las estructuras ideales, su
manera .específica de ser y de existir, consiste simplemente y
agota toda su realidad en el hecho de darse a la conáencia
de una manera peculiar.
La diferencia entre la sensibilidad y el intelecto no consiste
tampoco en el hecho de que la primera sea intuitiva y el
segundo discursivo. En ambos se da, como hemos dicho, la
oposición entre el pensamiento "vacío" y la plenitud intui-
tiva. Una vez más: la inferencia discursiva -fundada en los
juicios y en sus articulaciones lógi-cas -no es la forma ori-
ginaria de la verdad -como lo han creído todas las escuelas
desde Aristóteles-. Sólo es posible hablar de la verdad o de
la falsedad del juicio en tanto que €ste es apto para comprobar
sus concatenaciones en la intuición inmediata. No es necesario
ni posible reducir la sensibilidad al intelecto -como lo in-
tenta el racioI1,alismo- ni el intelecto a la sensibilidad -de
acuerdo con el · empirismo-o Todos los actos del espíritu -
sensibles o intelectuales- son aptos para conducirnos a la evi-
dencia y, por tanto, a la verdad. No necesitan para ello sino
alcanzar el objeto al cual sus significaciones se orientan y po-
nerlo ante el sujeto en su ser originario. La verdad no se define
por la relación entre el sujeto y el predicado. Ésta, como cual-
quier otra mención, simple o compleja, presupone el fenómeno
primario de la verdad, la presencia del ser en su originalidad
intacta ante el sujeto que se dirige a él. Pronunciar un juicio
sobre algo no es sino una nueva forma irreductible de men-
cionarlo o de situarme ante ello.
97
L a filoeofia de Russerl-7.
Claro es que los contenidos objetivos correlativos de los
actos intelectuales se presentan ante mí de una manera diversa
que los . contenidos sensoriales correspondientes a los actos de
percepción. Ello se colige claramente de 10 que llevamos dicho.
En la percepción la confrontación intuitiva se realiza de una
manera directa. Los actos mediante los cuales nos son dados
no necesitan de otros actos ni de otros contenidos que les sir-
van de cimiento. Son actos "de un solo grado" y de "una
sola articulación". A pesar de toda la complejidad de sus pun-
tos de vista y perspectivas, los objetos nos son dados de golpe.
El árbol que tengo ante mí 10 veo " de una vez" . Cada una
de las miradas sucesivas mediante las cuales lo contemplo no
es un acto "de segundo grado" que se funde en el anterior.
Son actos sucesivos que se fundan en la unidad del todo. En
los actos de intuición categorial la presencia del objeto no
se realiza de una manera tan simple. No se dan nunca por sí
solos ni aparecen de una vez. Las relaciones de "parte y todo" ,
de " antes y después" , de "derecha e izquierda" , de "disyun-
ción" o "conjunción", presuponen las percepciones a las cuales
se aplican y de las cuales se predican. Necesitan de un acto y de
un contenido sensibles que constituyan su base y sobre los cuales
se inserten. Las articulaciones categorial es se prenden sobre
las percepciones. Son actos de "segundo grado" que necesitan
de un fundamento. Los actos de intelección se fundan siempre
sobre las percepciones como la cosa fundamentada sobre aquella
que le sirve de cimiento.
ESENCIAS MATERIALES
9R
una esenda. Los hechos empíricos pueden ser objeto de una
elaboración metódica que, mediante un procedimiento induc-
tivo, nos lleve al establecimiento de leyes o tipos de una validez
más o menos general. Todas las leyes de la ciencia natural
se basan en generalizaciones de esta Índole y son, por tanto,
en su misma generalidad, contingentes. Su formulación nos da
grados diversos de probabilidad. No es posible que nos ofrezca
nunca una proposición necesaria. Su validez es función de la
experiencia y depende del caudal de experiencia que nos es
dable poseer en un momento dado. A este tipo pertenecen la
mayoría de las nociones relativas a las "cosas". Todas las cosas
se hallan incluídas en tipos generales, sujetas a leyes con más
o menos precisión. Esta determinación es suficiente para dis-
tinguirlas y ordenarlas entre sí, de tal manera que no se con-
funda una silla con una mesa o un pájaro con un avión. Estas
generalidades de base inductiva no adquieren nunca la digni-
dad de esencias.
Al lado de las generalidades empíricas e independiente-
mente de ellas la doctrina de las esencias descubre estructuras
universales y necesarias de la realidad.
La esencia es, como hemos visto, en primer lugar el objeto
universal frente a la realidad individual y a diferencia del
número infinito de los casos particulares posibles. Si yo digo
de dos cosas que son verdes hay en esta determinación la afir-
mación de una identidad a través de los cambios. El verde
que atribuyo a cada una de ellas puede ser diferente y variar
a merced de los cambios temporales. Lo verde es siempre idén-
tico a sí mismo y es la condición de la posibilidad de todas
y cada una de sus realizaciones empíricas. No evoluciona, no
cambia, no nace, no muere. Su constitución eterna constituye
la posibilidad permanente de atribuciones indefinidas. Se puede
repetir indefinidamente y aparecer o desaparecer con plenitud
mayor o menor en la multiplicidad de individuos concretos.
Pero le es indiferente el hecho de repetirse o no, de aparecer
o desaparecer. La esencia es el " qué" de cada objeto. Su consis-
tenda necesaria, aquello .que hace que un objeto sea 10 que
99
es y se distinga de cualquier otro, con independencia de sus
manifestaciones empíricas y de sus modifioaciones acciden-
tales.
Lo mismo que las formas, no consiste en una propiedad
particular de las cosas. Revela también una nueva dimen:;ión
original del Ser, una forma irreductible de la existencia. Su
existencia no es anterior a su manera de existir sino que se
identifica con ella y no es, en último término, otra cosa que
una forma de constituirse el ser en la dinámica intencional de
la conciencia.
100
terminadas cualidades son necesarias para que otras sean po-
sibles. La idealidad de la esencia consiste en la invariancia de
esta conexión 1) .
No hay color sin extensión ni sonido sin altura. Por
mucho que cambien los colores y los sonidos, no dejarán de
ser sonido y color si la extensión y la altura subsisten. Si
desaparecen éstas, dejan de existir aquéllos. Un objeto mate-
rial puede ser mayor o menor, tener una superficie, un volu-
men y una forma determinados. Su magnitud, su forma y
su volumen pueden variar indefinidamente. No es posible la
existencia de una cosa material sin forma, volumen, superficie
y magnitud. Si faltara alguno de ellos -si no ocupara ningún
lugar ni tuviera forma alguna- no sería ya un objeto ma-
terial. Si elimino la extensión el objeto material desaparece.
Las manifestaciones de ésta pueden variar al infinito. En una
u otra forma pertenecen a la esencia de la materia. Y esto no
sólo para las cosas de este mundo sino, de una manera general,
para cualesquiera cosas de cualquier mundo posible o imagi-
nable, en el cual la materia exista.
101
non. Sin modificar ésta puedo realizar toda suerte de supo-
siciones imaginarias. La realidad del objeto permanece intacta.
Si la modifico en lo más mínimo elimino el objeto mismO.
La esencia es aquello que permanece idéntico a través de todas
las modificaciones. Los predicados accidentales del obj eto pue- .
den 'Variar sin límites sin que la existencia de éste se halle en
peligro. Los predicados esenciales no pueden sufrir la menor
variación. Hallar una esencia es inquirir tras las variaciones
la unidad idéntica. Tal es en síntesis el mecanismo de la "abs-
tracción ideatoría".
102
a las otras. No es una generalidad de hecho. No es tampoco la
necesidad que comporta la deducción analítica de la Lógica
pura. Las leyes de la Lógica son puramente "formales" y
afectan sólo a las estructuras formales de los objetos indepen-
dientemente de su contenido material. Las relaciones de depen-
dencia en que la esencia se funda se refieren al contenido ma-
terial específico de cada zona de la objetividad. La trama de
estas dependencias necesarias organiza las esencias en una cone-
xión jerárquica de géneros y especies que dan sentido y cohe-
rencia a cada una de las esferas de la realidad. A las verdades ·
universales y necesarias que nos permiten formular las formas
categoriales en relación a todo "objeto en general". se añaden.
en virtud de las conexiones esenciales. verdades universales y
necesarias sobre el contenido material de cada objeto particular
y de cada constelación o región de objetos. Toda cosa tiene
su propia esencia y la conexión entre las esencias establece entre
las cosas conexiones esenciales. regiones del Ser. presididas por
categorías materiales que las encuadran.
No sólo esto: las articulaciones esenciales. las dependencias
que establecen y las intuiciones a que dan lugar constituyen la
base fundamental de todo el edificio del conocimiento. Incluso
las verdades formales y las ·deducciones a priori que derivan
de ellas. hallan en último término su fundamento en cone-
xiones esenciales. Existen relaciones esenciales de las cuales
dependen y en las cuales se fundamentan los procesos formales
de la Lógica deductiva. Del mismo modo que los objetos de
la realidad tienen una estructura inviolable que constituye su
"esencia material". los términos del juicio y las conexiones de
los razonamientos tienen una conexión de dependencia nece-
saria que no es. en¡ última instancia. otra cosa que una "esen-
cia formal".
El imperativo d~ evidencia lleva ya a Descartes a la afir-
mación de que todo conocimiento consiste en la captación de
las "naturalezas simples" y en su rigurosa composición. Las
"naturalezas simples" son aprehendidas por intuición. Su or-
ganización lógica se realiza graclas a la deducción. Pero la
103
deducción se desarrolla mediante una serie de enlaces y los
enlaces necesarios no son ni pueden ser, a su vez, otra cosa
que "naturalezas simples" que se ofrecen ante nosotros me-
diante una intuición infalible. La ciencia se reduce en su inte-
gridad a la intuición de naturae simplices. Husserl acentúa to-
davía, mediante su doctrina de las esencias, la función de la
evidencia en el proceso de la deducción racional. La deducción
formal no consiste en otra cosa que en un proceso de reducción
a evidencias primarias a través de una serie de conexiones y
procesos evidentes a su vez por sí. La conexión necesaria de
estos enlaces obedece a la existencia de una· estructura esencial
que los define. La conclusión de un silogismo, por ejemplo,
se funda en la esencia formal de sus premisas. En ella es
aprehendida con evidencia. Cada paso de la deducción es una
intuición de esencias. Mediante ella nos es posible concluir
de una serie' de términos evidentes por sí mismos a una verdad
que no 10 es por sí. La intuición categorial halla, así, su fun-
damento último en la intuición de esencias y el proceso de-
ductivo que se cimenta en aquélla en el hecho de la evidencia
.inmediata de conexiones esenciales. De la misma manera que
las realidades se hallan encuadradas dentro de ciertos límites
infranqueables, las estructuras formales poseen una arquitec-
tura interna fuera de la cual pierden su validez y dejan, sim-
plemente, de existir. La intuición esencial se halla al principio
y al fin de todo proceso racional y de todos y cada uno de
los pasos de la razón.
De este modo, la evidencia del ser define el campo de 10
racional. Racional es todo lo que puede ser comprobado me-
diante la presencia inequívoca. Ya en la percepción sensible
se halla implícita, por tanto, la razón. El manantial último
del cual procede toda afirmación racional es la "visión" inme-
diata del ser dado en la intencionalidad de la conciencia. Ver
las cosas en su presencia originaria es la única justificación ra-
zónabh~ de toda aserción posible.
El cambio fundamental realizado por el análisis fenome-
nológico de la conciencia lleva consigo, por tanto, un cambio
104
·correlativo de la noción del Ser y una rectificación esencial 10
mismo del realismo ingenuo que da por supue.s ta una exis-
tencia del mundo anterior a la conciencia que 10 piensa, que
del idealismo que ve en la realidad del mundo una construc-
ción lógica del espíritu pensante. En uno y otro caso la reali-
dad resulta de un esquema presupuesto -la "realidad en sí"
para el primero, la "racionalidad perfecta" para el segundo.
Para la Fenomenología el Ser se revela simplemente por su
presencia, no es sino el correlato de la vida intuitiva de la
conciencia y halla su definición en la noción misma de evi-
dencia. El "ser en sí" es pura "mitología". Carece de sentido
hablar de una problemática correspondencia con su realidad
ignota. No 10 tiene tampoco hablar de la correlación con un
mundo racional construído por el sujeto de acuerdo con las
leyes de la Lógica analítica o sintética. La trascendencia del
mundo no resulta de un sistema lógico de relaciones y cate-
gorías. Se revela simplemente ante mí en el acto de la intui-
ción, por la presencia directa y originaria del mundo ante la
conClenCla.
De ahí resulta que la concatenación lógica que, mediante
un proceso analítico o sintético, refiére las consecuencias a los
principios y fundamenta aquéllas en éstos, no es sino un caso
particular, una estructura específica, entre las múltiples estruc-
turas posibles de la Razón. Es la estructura de la ciencia mate-
mática que ha servido de prototipo a la deducción racional.
De ella han tomado su modelo todas las formas de expli-
cación propias de la Física moderna y, por tanto, de las Cien-
cias de la naturaleza en general. Los objetos matemáticos y la
esencia de la materia exigen aquellos métodos. Unos y otros
requieren la inferencia mediata para llegar a la verdad de sus
articulaciones. Pero en ambos la concatenación discursiva no
es sino el instrumento para llegar de una manera eficaz a la
plenitud intuitiva. Para ambas el conocimiento no consiste ni
puede consistir, en último término, en otra cosa que en la
. visión del ser. El ámbito del pensamiento racional es infini-
tamente más amplio de 10 que supone el prejuicio matemati-
105
zante. Es posible concebir y existen, en efecto, al lado del
pensamiento discursivo, otras estructuras de la razón en su
uso formal y en su uso material. El campo 'de la Lógica, el
de la Ciencia y el de la realidad a la cual aspiran ambas se
amplía enormemente. La intuición la define, en última ins-
tancia y constituye su único límite. A ella es preciso referir
toda construcción deductiva y toda articulación formal como
a su última base necesaria y suficiente.
106
pe<:uliaridades individuales. El teorema de Pitágoras no funda
su validez en las características propias del triángulo que he-
mos dibujado en el encerado. Depende exclusivamente de la
presencia ante nosotros de una esencia universal y necesaria, a
la cual puedo dirigirme, a través del ejemplo, en un acto de
pensamiento puro y puedo comprobar mediante un acto de ple-
nitud intuitiva. El ejemplo que sirve de base a la intención es
absolutamente indispensable a ésta. No es posible la mención
ni.la intuición de esencias sino a través de una percepción. Co-
mo en el caso de las formas categorial es, la intención mental en
la cual la intuición se realiza es un acto de "segundo grado" que
necesita de un fundamento. Pero el objeto individual no entra
en la constitución del objeto ideal ni es miembro de ella como
ocurre con las esencias formales. A diferencia de ellas, la inten-
ción se desvía, toma una dirección oblicua, el ejemplo origi-
nario queda fuera del foco de la conciencia y deviene un objeto
marginal. La esencia fundada en la percepción la trasciende en
algún modo. El acto intencional de la conciencia se aparta de él
como la trayectoria del salto del trampolín que lo impulsa.
107
sería violentar su calidad específica y desfigúrar su aspecto
concreto y vivo. Las realidades todas del mundo en el cual
vivimos se determinan por esencias de este tipo. Para expre~
sarlas en conceptos adecuados es preciso atenernos a su tipo
de existencia y tomarlas estrictamente tal como se nos dan.
Las cosas son sólo amarillas o verdes, altas o bajas, redondas
o cuadradas, calientes o frías, pesadas a ligeras .. , de una
manera aproximada y dentro de ciertos límites. Todas las
clasificaciones de los grandes naturalistas -Linneo, Cuvier ... -· -
se basan en la delimitación descriptiva de esencias de esta na-
turaleza. En oposición a ellas las ciencias matemáticas operan
mediante conceptos exactos. Los conceptos matemáticos -rec-
~a, cuadrado, círculo, pentágono ... - y las leyes e hipó-
tesis de la Física -ondas electromagnéticas, color, gravita~
ción ... - requieren y exigen exactitud y precisión. Es posible
y aún necesario antes de llegar a ' ellas, estudiar los colores,
los sonidos, las formas del espacio y del tiempo, en su esencia
concreta y vivida. Nunca coincidirán éstas con los arquetipos
que ' de ellos nos dan la Geometría o la Física. Las realidades
del mundo y de la vida escapan a los esquemas de la ciencia
exacta. Sólo es posible describirlas mediante nociones morfo~
lógicas.
Las esencias exactas -"ideas" en el sentido kantiano-
tienen siempre una consistencia de "segundo grado" y se fundan
en esencias inexactas -"eidos"-, en un sentido muy pare-
cido, con todas las reservas que hemos señalado-, a las ideas
platónicas-o Las segundas SOn el resultado de un proceso
de "ideación" mediante el cual se hace posible la captación
de sus dependencias necesarias. Las primeras, de un proceso de
"idealización" mediante el cual, a partir de aquéllas y por un
proceso de aproximación al límite, la comparación de una
serie de "eide" y la percepción de una gradación de matices
que se aproximan sin cesar a un término "ideal" sin jamás
alcanzarlo, nos permite llegar gradualmente a la determinación
de h "idea". El triángulo ideal, la blancura ideal, la bondad
ideal,. son en su pureza, paradigmas a los cuales se aproximan
108
con mayor o menor plenitud sus realizaciones concretas. Se
trata de límites "ideales" inasequibles a la intuición inme-
diata. En relación a ellos lo aprehendido en la intuición vale
sólo como un valor aproximado.
Así resulta -que las esencias morfológicas, propias de las
realidades vividas, constituyen siempre la base para llegar a
la formulación de esencias exactas. A partir de la esencia del
color concreto percibimos una serie de matices y grados que
se aproximan, en una serie indefinida al color ideal del cual
participan. El color ideal al cual "aspiran" no es el género
color sino un límite ideal al cual el género se aproxima. Hay,
por tanto, una cierta primacía de las esencias morfológicas sobre
las exactas, de los "eide" sobre las " ideas", de la realidad
vivida sobre la l'ealidad de la ciencia exacta. Las hipótesis y
las leyes científicas son el resultado de la "idealización" de la
realidad concreta. En ella toman su origen y a ella necesitan
constantemente recurrir para comprobar su validez. No sólo
esto: la descripción del mundo concreto con toda su "inexac-
titud" será siempre el fundamento de todo conocimiento cien-
tífico por ser el manantial del cual brotan los " principios" en
que se cimenta el conocimiento filosófico. Por ambos motivos
las Ciencias "exactas" se fundan siempre en ciencias " inexac-
tas" . El mundo de la percepción es anterior, en el orden onto-
lógico... a los esquemas ideales de aquéllas. Éstos sólo adquie-
ren sentido por su referencia a aquél.
La distinción entre ciencias que manipulan conceptos idea-
les y las que manejan conceptos morfológicos es esencial. Las
primeras -de las cuales es modelo la matemática pura- se
refieren a multiplicidades" definidas". Las segundas -las cien-
cias morfológicas particulares y la Fenomenología en su úl-
timo fundamento filosófico -hacen referencia a multiplici-
dades "indefinidas". Las primeras, a partir de un número fi-
nito de conceptos y proposiciones -definiciones y axiomas-
determinan analíticamente, mediante una deducción rigurosa,
la totalidad de su esfera. La consecuencia lógica -el principio
de no contradicción- es para ellas el único criterio de verdad.
109
No sólo las matemáticas, en sentido estricto pertenecen a ellas.
También la realidad física es para el físico un territorio ce-
rrado y sujeto, en principio, a deducción. Para las segundas
es imposible, por definición, agotar por una deducción conse-
cuente, a partir de un sistema de axiomas, la totalidad de lo
dado. La Lógica formal no es para ellas de utilidad alguna.
Se hallan obligadas a describir sus objetos de un modo minu-
cioso y a perseguir sus contornos ateniéndose a los datos de
la intuición.
Esta distinción no tiene nada que ver con la que hemos
establecido antes entre las generalidades empíricas, obtenidas
mediante la inducción, y las necesidades esenciales, a las cuales
nos lleva la "ideación". Ambas pueden ser aproximadas y exac-
tas. Al lado de las "esencias" aproximadas se dan "tipos"
empíricos aproximados y junto a las "idealizaciones" de las
esencias -"ideas"-. se constituyen "tipos ideales" a los cuales
tienden las "cosas" y las leyes inductivas referentes a ellas.
Los "tipos" ideales que manejan las ciencias de la naturaleza
-el átomo, los elementos puros . .. - 110 se dan nunca en
la naturaleza. Tampoco la Mujer ideal. La diferencia de los
"tipos" y las "esencias" no se refiere para nada a su exactitud
o inexactitud sino a la necesidad o accidentalidad de la cone-
xión de sus notas. A las ciencias empíricas -reales o "idea-
les"- se oponen, por su actitud y su método, las ciencias
eidéticas, relativas a esencias.
110
y situaciones de tal índole que la presencia o ia ausencia de
los unos es totalmente "independiente" de la de los otros. Estas
realidades " independientes" existen y subsisten por sí mismas.
La presencia, la ausencia y las variaciones de los conteni-
dos "independientes" son contingentes y libres. Ninguna ley
necesaria los rige. Persisten intactos aunque otros contenidos
concomitantes varíen indefinidamente y aunque desaparezcan.
Pueden cambiar el timbre y la altura de un sonido sin que el
sonido desaparezca, la forma y el color de un objeto material
sin que el objeto deje de existir. El timbre y el color son obje-
tos "dependientes". La existencia del objeto material en el cual
aquéllos se dan es "independiente". Existe y subsiste por si
aunque varíen todos los objetos que tiene en torno. Un árbol,
una montaña son contenidos "independientes" . El sonido, la
extensión, el timbre, son contenidos dependientes.
.
Ahora bien: el conocimiento de esta "dependencia" o "in-
dependencia" de los contenidos objetivos no halla su funda-
mento en la inducción empírica ni en la observación de lo~
casos particulares. Basta un solo ejemplar de un objeto cual-
quiera para darse inmediatamente cuenta de ella. No es una
verdad de hecho que halle su fundamento en la generalización
de la experiencia, como 10 son, por ejemplo, las leyes que
formula la física experimental. No significa que nos sea po-
sible o no " representarnos" un contenido con o sin el otro
o que o 10 podamos "pensar" de otra manera, sino que no
puede "ser" de otro modo. Pertenece a la naturaleza misma
de los objetos, a su manera específica de aparecer y de ser. Se
trata de una -correlación absolutamente necesaria que no de-
pende de ninguna circunstancia subjetiva. Las cosas son así en
sí mismas y no pueden dejarlo de ser. No es posible separar la
altura del sonido. No es que yo no me lo pueda representar.
En sí mismo no puede existir.
Las características de un objeto "concreto" o " indepen-
diente" pueden variar en mil formas. Esta variación se rea-
liza siempre dentro de -ciertos límites: los límites que le señala
su constitución esencial. Traspasar estos límites haría im-
111
posible su existencia. Ellos constituyen las condiciones nece-
sarias de ·su posibilidad.
En este sentido la "existencia" depende de la "esencia",
la realidad de la posibilidad. No tal como lo concibe el racio-
nalismo, como un mundo ideal, subyacente. que hace posible
este mundo real --el universo platónico-. La realidad y la
posibilidad se dan en el mismo mundo. Pero en este mundo
-yen un mundo cualquiera- existe una estructura a priori
el conocimiento de la cual es indispensable y constituye el
fundamento de cualquier otro conocimiento.
112
males que derivan de una Combinatoria fundada en el principio
de no-contradicción.
Las categorías formales, fundamento de toda posibilidad
y de toda objetividad, no constituyen un género superior del
cual se deduzcan por determinación específica las categorías
materiales de cada una de las regiones. Entre las categorías for-
males y las materiales no existe ninguna medida común. La
forma trasciende toda generalidad. Las categorías materiales
que definen las regiones -la Naturaleza como naturaleza, la
Conciencia como conciencia, la V ida en tanto que vida, la
Historia en tanto que historia . . . - no son casos particulares,
determinaciones específicas de las nociones y formas comunes
a todo objeto en general. Las categorías de la Lógica formal
no nos dicen nada respecto a cada una de las regiones que se
hallan encuadradas en su estructura universal. Para pasar a
cada una de ellas es necesaria la consideración directa de sus
esencias materiales propias y específicas.
Como en la Filosofía aristotélica la clasificación de las
esencias en géneros y especies delimita el dominio de la reali-
dad. Los géneros superiores -las categorías materiales- las
encuadran. Pero esta ordenación no es suficiente para determi-
nerla en su plenitud concreta. Los géneros y las especies son
por sí elementos "abstractos", "inseparables". U na clasifica-
ción de los colores o de las intensidades de los sonidos no cons-
tituye un dominio de la realidad. Para determinar una esfera
de la existencia es preciso que las categorías se proyecten sobre .
un dominio de objetos " separables", "concretos", individuales
-materia, vida, animalidad, sociedad, historia . .. - . Ella
resulta entonces de la confluencia y la mutua delimitación de
las esencias que la definen . El mundo animal, la realidad ma-
terial, la conciencia, la vida, la historia. " son, en su indivi-
dualidad "concreta", la única base posible para la constitu-
ción de una esfera de la realidad. A estos ' dominios .. delimi-
tados por la trama de una estruCtura ·esencial, los denomina
Husserl " regiones ontológicas".
También en esto las resonanClas aristotélicas son obvias.
113
La filosofía de Husserl-S.
Cada región está constituída por una conexión de géneros
superiores -categorías- a partir de las cuales es posible
realizar, mediante una jerarquía de géneros y especies, todas las
especificaciones necesarias para llegar a la delimitación de indi-
vidualidades concretas. La interdependencia funcional de los
géneros superiores caracteriza y encuadra la región. Definirla
no es otra cosa que destacar estos géneros y la dependencia en
que se hallan. Así, la esencia de la naturaleza -la mejor
definida desde Galileo y Descartes- tiene en su base una serie
de propiedades esenciales -extensión, movimiento, espacio,
tiempo, causalidad-o Ellas constituyen su realidad esencial.
Para cada dominio es poSIbLe y necesario hallar y definir con
precisión las esencias genéricas que 10 hacen posible.
114
la función de las Ciencias eidéticas en relación con las ciencias
particulares. No es necesario ni tiene sentido alguno el intento
racionalista de reducir todas las verdades empíricas a las ver-
dades eidétícas o deducirlas de ellas. Las leyes naturales resultan
siempre de la observación de los hechos individuales y parti-
cipan de la contingencia de éstos. No es posible que lleven su
certeza más allá de un cierto grado de probabilidad. Su con-
tingencia no se halla condicionada por nuestra limitación o
ignorancia. Pertenece a la esencia misma de los hechos y de las
leyes inductivas que se fundan en ellos. Carece de sentido toda
deducción racional del universo ~n el sentido de Leibniz o
en el sentido de Hegel. Los hechos y las esencias son irreducti-
bles y permanecen, por tanto, eternamente separados. Las for-
mas y las esencias se limitan a ser las condiciones de la posibi-
ljdad de aquéllos, los límites dentro de los cuales se mueven.
Todos los seres particulares se hallan encuadrados en formas
universales que constituyen su esencia y su sentido y los definen
a diferencia de los demás. El ser" cada ser, su estructura irre-
ductible y definitoria es lo que hace posible que en cada uno
de los dominios ocurran hechos diversos y múltiples, que a cada
dominio ontológico se subordine una realidad empírica. La
Ciencia empírica que de ahí resulta trata de determinar, dentro
de los límites de la contextura esencial que le es propia y sin
salir del cuadro formal de las categorías que condicionan todo
ser, las conexiones facticias, las concatenaciones causales, las
variaciones y peripecias de su curso temporal.
Previa la definición de las condiciones ontológicas que
definen todas y cada una de las esferas de la realidad, la cien-
cia empírica puede plantear sus problemas con conciencia clara,
saber exactamente lo que se propone hacer, y organizar, de
acuerdo con ello, sus dispositivos y sus métodos. El progreso
de la Física moderna sólo fué posible gracias a la clara deli-
mitación de las categorías que definen su objeto, realizada a
partir del Renacimiento. La desorientación y las "crisis" pe-
riódicas de las demás Ciencias-de la Psicología, de la Socio-
logía, de la Historia-proceden del error naturalista, del em-
115
peño de aplicar la ontología propia de la naturaleza a todas
las regiones de la realidad. Sólo una Ontología regional ade-
cuada puede llegar a ser para cada una de €llas el fundamento
inconmovible que haga posible "el camino seguro de una
ciencia"
116
Llegamos, en conclusión, a la clara delimitación de dos
dominios: el de la realidad ideal y el de la realidad "real", y
dentro de aquél a la de dos esferas perfectamente destacadas.
A los "hechos" se oponen las "ideas"-a las ciencias fácticas
las ciencias eidéticas-y a la intuición categorial que tiene por
objeto las categorías formales, la intuición de las esencias ma-
teria1es-cuyo objeto es la estructura material de la realidad.
La Ontología formal y la serie de las Ontologías regionales
absorben el dominio de 10 "ideal".
Ahora bien: las categorías formales dependen, en último
término, de la forma pura de "objeto en general", en un sen-
tido muy parecido al kantiano, objeto sin determinación al-
guna y apto para recibir todas las determinaciones posibles.
Estas formas generales de la objetividad-concebida como una
simple X-son aplicables a todos los objetos y a todos los
dominios del ser-de omnia re scíbile-y dan lugar a un sis-
tema de verdades "analíticas". Las categorías materiales, defi-
nitorias de cada región, son exclusivas de ella y hacen posible,
dentro de sus límites, la formulación de verdades "sintéticas".
La Ontología formal está C'Onstituída por la Lógica--en el sen-
tido de la Logística de las escuelas inglesa o vienesa- y la
Matemática pura. Las Ontologías materiales o regionales com-
prenden la Geometría y todos y cada uno de los dominios de
la realidad.
Con Aristóteles y a diferencia de Kant las esencias no sur-
gen de las formas del juicio ni es posible deducirlas de la
Lógica tradicional ni de la Lógica de las ciencias modernas
(Cohen, Natorp). Pertenecen a la contextura del ser, no a
las formas del conocimiento. Sin embargo, a pesar de todas
las analogías se diferencian fundamentalmente de la Ontología
aristotélica y de la que resulta del racionalismo de los siglos
XVII y XVIII: no se refieren a ninguna realidad "noumé-
nica". Se limitan a constatar, dentro de los límites de la con-
ciencia, las formas generales de la objetividad y la dependen-
cia esencial de los objetos en cada una de las esferas de la
existencia.
117
De la misma manera que Galileo formuló la Ontología
regional de la Naturaleza, constituída, en lo esencial, por la
estructura de la matemática pitagórica e hizo posible, mediante
su análisis a priori, la organización metódica y el progreso
maravilloso de la Ciencia natural en los tiempos modernos, es
preciso delimitar las estructuras esenciales, las dependencias ne-
cesarias que constituyen el objeto de cada una de las demás
ciencias. No haber llegado a formularlas ha sido la causa de
su desorientación y de su desconcierto. Por falta de una Onto-
logía propia la Psicología, la Historia, la Sociología, por ejem-
plo, han intentado constituirse como ciencias particulares bajo
el modelo de las ciencias físico-matemáticas. El naturalismo,
con todas sus graves consecuencias, ha resultad;o de la aplica-
ción de las categorías de aquéllas a todos los dominios de la
realidad y de la ciencia. Su fracaso, a pesar de todas sus con-
quistas parciales, ha sido evidente.
Es preciso que las ciencias empíricas tomen· conciencia de
sí mismas, que conoz·can el sentido y la contextura esencial de
aquello que estudian, la estructura íntima y a priori que lo
define y lo separa de cualquiera otra forma de la objetividad .
Sólo 10 conseguirán si toman por base una Ontología que de-
termine las categorías propias de su esfera de conocimiento.
118
del mundo ni partimos precipitadamente de una separación
entre la "realidad" y la '''apariencia''. El positivismo parte de
"un tipo" de objetividad-la que es objeto de la ciencia na-
tural-y dando por supuesto sin más que la "verdadera reali-
dad" se agota en ella declara el resto, sin más consideración,
simple apariencia. La Fenomenología no presupone nada ni
otorga a ningu'na esfera del ser una posición privilegiada. No
reduce ni trata de explicar las unas por las otras-ni la ma-
teria por el espíritu, ni el espíritu por la materia, ni la "rea-
lidad" por los valores, ni los valores por la "realidad". Se
limita a constatarlas en su perfil propio y a describir con escru-
pulosidad la manera peculiar coma. en cada una de ellas se ofre-
ce en la esfera de la Conciencia la trascendencia del Ser.
Formular las estructuras de cada región ontológica ha sido
uno de los objetos primordiales de la nueva Filosofía. Los
primeros discípulos de Husserl se consagraron de un modo
especial a la investigación de cada uno de los diversos domi-
;. ilÍos de la realidad. Para realizarlo no es necesario sino reducir
la existencia individual. en su múltiple evanescencia, tal como
·,nos es dada en cada esfera, a las condiciones esenciales que la
· hacen posible, reducir su "realidad" a las formas esenciales,
decir lo que cada cosa, en último término, es o no es, determi-
nar por intuición directa y en forma rigurosamente descrip-
~ tiva, el "eidos" de cada una de las esferas, reducir cada una de
'ellas al a priori que 10 cimenta.
~ A esta reducción la denomina Husserl "reducción eidética".
"Llevarla a cabo, en todas y cada una de las esferas de la reali-
dad individual es el primer paso hacia la actitud fenomenoló·
· gica pura, que si bien comienza con ella, no halla en ella-
como veremos-su forma definitiva.
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RESUMEN
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hecho de que de ellas puedan derivar previsiones sobre los fe-
nómenos que se deslizan a través del espacio y del tiempo. Si
s1.1poniendo la verdad de la teoría electromagnética de la luz
llegamos a obtener leyes que permitan prever los fenómenos
en el tiempo y el espacio, la teoría es viable, su verdad se halla
bien fundada. En el caso contrario, no. La verdad depende de
la eficacia para obtener aplicaciones ciertas. La validez de las
tesis científicas depende de su eficacia -pragmatismo-, en un
simple "como si" -Vaihinger-, tiene un valor meramente
instrumental, de "comodidad" -Poincaré- o de simple "eco-
nomía del pensamiento" -Avenarius, Mach-~ La ciencia no
añade nada a la realidad inmediata de la sensación. Se limita
a ser el instrumento mental mediante el cual ordenamos y po-
nemos a nuestro servicio la "experiencia inmediata". No hay
máli verdad ni otra realidad que la realidad vista e intuída. La
realidad se agota en la "experiencia pura"-James.
Este empirismo radical-derivado de Hume-tiene ahora
para nosotros un interés excepcional. Frente a la pura cons-
trucción conceptual del idealismo neo-kantiano insiste en la
necesidad de atenernos a aquello que nos es inmediatamente
dado. Husserl acepta íntegramente esta exigencia. No otro es
,el punto de partida y de llegada de la investigación fenomeno-
lógica. Pero el positivismo se precipita lamentablemente al afir-
mar de un modo exclusivo el carácter intuitivo e inmediato de
las percepciones sensoriales. Consecu'encia de esta precipitación
es el carácter relativo, transitorio y subjetivo que atribuye ne-
cesariamente a todo conocimiento y a toda realidad. La sen-
sación es, en efecto, 10 más variable, flúido y pasajero que
. .
quepa Imagmar.
El idealismo "salva las apariencias" y con ello, la reali-
dad y la ciencia. Pero la ciencia y la realidad se reducen a un
sistema de conceptos construí dos mediante la actividad del in-
telecto. No es intuíble ni visible. Sólo es posible pensarla. El
empirismo reduce la realidad a la intuición inmediata. Pero
mata la ciencia o la reduce a un instrumento útil a la actividad
121
vital en un momento y lugar determinados, lo cual es una
nueva forma de aniquilarla.
La Fenomenología que-de acuerdo con "el principio de
los principios"-no quiere dejar de ser intuitiva en ninguno
de sus pasos, pero aspira a un rigor, a una precisión y a una
validez apodíctica, necesita fundarse en la intuición; pero no
puede satisfacerse con 10 que le ofrece la intuición sensible.
Así, Husserl, entre una intuición sensible, vaga e indecisa, par-
ticular y contingente y una construcción intelectual, rigurosa,
universal y necesaria, pero siempre hipotética, halla en la in-
tuición "eidética" el fundamento de una doctrina de la verdad
y de la realidad al propio tiempo intuitiva y rigurosa, fundada
en la eyidencia pero en una evidencia apodíctica, universal y
necesarIa.
Aristóteles afirma la necesidad de la evidencia para las pro-
posiciones últimas. La Fenomenología exige mucho más. La
evidencia es necesaria a todo pensamiento y a toda proposi-
ción. La necesitan aÚn las más concretas, complejas y de de-
talle. Es la confrontación del pensar en cada uno de sus actos
con la 'cosa a que se refiere; la confirmación del pensamiento
por la intuición. Este regreso de los conceptos a la intuición
es necesario para toda la obra del conocimiento. Lo es ya-
como lo vió Aristóteles-porque la obra del conocimiento dis-
cursivo presupone conceptos básicos de los cuales arranca y en
los cuales asienta su fuerza de convicción. Toda conclusión
supone premisas y éstas derivan en último término, de unos,
pocos axiomas primitivos e indemostrables. Lo es también por-
que aun los conceptos derivados y secundarios tienen un sen-
tido o una significación y sólo es posible comprobar su pre-
tendida validez mediante la presencia del objeto que mencio-
nan. Toda conceptuación necesita una comprobación intuitiva.
Es necesario no dar un paso sin la plena gárantía de la evi-
dencia-videncia-inmediata. Una vez más es preciso atenerse
a lo que se ve, a lo que aparece y dentro de los límites en que
aparece, no salir de la "apariencia", limitarse a los "fenó-
menos" en su realidad intacta.
122
Con esto llegamos al final de la primera etapa en la tarea
de restauración propuesta. La realidad ha recobrado su estruc-
tura y lás ciencias su jerarquía. El pensamiento se levanta so-
bre la realidad y alude a ella mediante una articulación de
"conceptos" cuya significación es preciso comprobar. Los con-
tenidos puros de la significación y su concatenación ordenada
constituye el "reino del logos". La Lógica pura, en el sentido
de la Lógica tradicional. y 10 que denomina Husserl Gramática
lógica pura se consagran a ellos. Sólo quedan excluí das de su
dominio las palabras y las proposiciones "sin sentido". Todas
aquellas que 10 poseen, aunque su significación sea absurda,
contradictoria o "contrasentido" son objeto de su considera-
ción. Sólo pueden aspirar a una comprobación intuitiva las
que previamente se sometan al principio de no-contradicción.
Lo posible es condición de 10 real. Esta comprobación puede
tener lugar, en primer término, por la presencia de la realidad
"física" que nos ofrece la percepción. Ella es el paradigma de
toda verdad y de toda realidad. Sobre su base se levanta el
reino de las esencias que la delimita, la encuadra y la sobre-
pasa. Las esencias formales, fundadas en el concepto puro de
objeto en general, determinan todas las formas posibles de la
objetividad. Todo 10 que pretenda ser algo necesita someterse
a ellas. Excluye, por tanto, toda significación que no tenga
un sentido racional, 10 absurdo y 10 contradictorio, y da lugar
a una Ontología for-mal concebida de un modo análogo a la
Logística de las escuelas de Cambridge y de Viena. Es la Ma-
thesis universalis de Descartes y Leibniz llevada a la plenitud
de su realización. Previa la sumisión a sus categorías inviola-
bles, las esencias materiales separan y delimitan regiones múl-
tiples del Ser. Cada una de ellas tiene modos diversos de ser
y de existir. El ser no puede predicarse ni significa 10 mismo
para cada una de ella. El mundo se despliega ante nosotros en
su múltiple y rica plenitud. D eterminar las categorías funda-
mentales de cada región es el objeto de las Ontologías regio-
nales. Las ciencias particulares-incluída la Psicología natura-
lista--orientan sus métodos y sus pesquisas hacia la determi-
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nacl0n de las realidades empmcas que fluyen bajo los arcos
seguros de las esencias. La realidad empírica y las ciencias que
la escudriñan se hallan así encuadradas en un marco ontoló-
gico a priori y hallan en él su fundamento inconmovible.
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