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A partir de la relación que se desarrollan entre los seres humanos y los medios de
producción así como de los bienes producidos, configura desigualdades sociales, que a
medida que se intensifican se tornan irreconciliables y conflictivas, y esta conflictividad de
clases es lo que se denominara como el motor de la historia.
Iggers.
La historia del marxismo como disciplina científica se caracteriza por una contradicción
fundamental, el de presentarse como una ciencia rigurosa en el sentido de las ciencias
naturales, pero desde una postura socio critica que rechaza el afán de objetividad como una
forma de positivismo, a pesa de presentase como una realidad dialéctica de la sociedad
humana, utiliza conceptos mecanicistas y en pate darwinistas.
En los países occidentales la crítica que el marxismo ejercía sobre las relaciones que se
daban en una moderna sociedad industrial le hacían muy atractivo para los historiadores,
sobre todo en el Reino Unido, al igual que su posicionamiento a favor de las capas sociales
más desfavorecidas, pero incluso en estos países el ideario marxista entra en una profunda
crisis. Las concepciones básicas en que se fundamentaba el marxismo se hallaban
profundamente ancladas en el siglo XIX y eran en parte compartidas por el mundo burgués
que era tan denostado por los marxistas, como era la fe en un crecimiento ilimitado basado
en el progreso técnico-científico y el afán por propagar la civilización europea occidental
por todo el mundo.
La deformación dogmática
Tras la muerte de Engels en 1895 tanto los pensadores como los dirigentes políticos de los
distintos partidos socialistas hallaron dificultades a la hora de interpretar las obras y las
ideas de Marx. A partir de este momento, el marxismo fue simplificado y sufrió dos tipos
de deformaciones:
Los principales teóricos de este marxismo empobrecido fueron Karl Kautsky en Alemania y
Jules Guesde, Paul Lafargue y Gabriel Deville en Francia. Aunque en la Segunda
Internacional varias corrientes (austromarxistas, revisionistas e izquierdistas) rechazaron
los planteamientos simplificadores, las versiones “kautskystas” y “guesdistas”, destinadas a
la difusión del marxismo entre las masas, fueron las que prevalecieron en el tránsito del
siglo XIX al XX
El más claro ejemplo de esta deformación cientifista y utilitarista del pensamiento marxista
es la obra titulada La historia del partido comunista (bolchevique) de la URSS, redactada
por una comisión -de la que formó parte el propio Stalin- y aprobada por el comité central
del PCUS en 1938. En ella se aprecian claramente las dos desviaciones apuntadas:
La visión de la historia concebida en la época de Stalin permaneció casi intacta durante los
mandatos de Nikita Kruschev y Leonid Brézhnev. De hecho, el propio Kruschev llegó
afirmar en 1956: «Los historiadores son peligrosos. Son capaces de poner todas las cosas
patas arriba. Hay que vigilarlos».
“Una buena enseñanza de la Historia debe crear la convicción del inevitable fracaso del
capitalismo […] y que en todo, en el ámbito de las ciencias, de la agricultura, de la
industria, de la paz y de la guerra, el pueblo soviético marcha a la cabeza de las demás
naciones, que sus importantes acciones no tienen igual en la Historia. […] Es importante
insistir sobre las guerras y los problemas militares para sostener el patriotismo soviético1”.
Por otra parte, si bien se reconoce de forma generalizada que el hito fundamental del
desarrollo de la corriente historiográfica marxista británica fue la fundación de la revista
Past and Present, no existe acuerdo en torno al tema del origen y las influencias
intelectuales de la tendencia. Varios historiadores han estudiado este tema, llegando a
conclusiones distintas.
Raphael Samuel analizó la historiografía marxista británica desde 1880 hasta 1980, en The
British Marxist Historians, y llegó a la conclusión de que la tradición historiográfica
marxista fue desarrollándose progresivamente, en contacto con diversas influencias:
Un tercer teórico, Richard Johnson, estudió en Culture and the Historians la ensayística
histórica británica. Afirmó que la tradición historiográfica marxista surgió como
consecuencia del interés que se generalizó tras la Segunda Guerra Mundial entre los
historiadores socialistas (marxistas y no marxistas) por estudiar la influencia de los aspectos
culturales en la Historia. Diversos historiadores, como Hill, Hilton, Hobsbawm o
Thompson, participaron de esta tendencia, alejándose de las explicaciones históricas
tradicionales marxistas, de carácter más economicista. El nuevo enfoque historiográfico
recibió la denominación de “marxismo cultural” o “culturalismo”.
Con el paso de los años, Past & Present se convirtió en una de las revistas líderes en los
estudios históricos, contribuyendo notablemente al desarrollo de la historia social y de la
sociología histórica.
Algunos historiadores del grupo inicial siguen en la actualidad ligados con la revista. Hill
es presidente de la Past & Present Society. Y Hilton y Hobsbawm son director y
vicedirector del comité editorial. Su trabajo colectivo en la revista ha persistido en el
tiempo al margen de las diferencias políticas. De hecho, la cohesión del equipo editorial se
mantuvo pese a que algunos de sus representantes (entre ellos, Hilton, Hill o Thompson)
abandonaron el Partido Comunista como consecuencia de la invasión soviética de Hungría
en 1956 y del fracaso de la oposición a esta por parte del Partido, y el grupo de
historiadores se resintió.
Los principales temas abordados en la revista han sido la Historia Moderna, la de Gran
Bretaña y la de Europa. Aunque en su origen, los números aparecieron con periodicidad
bimestral, posteriormente la revista se hizo trimestral. En la actualidad, ya han sido
publicados más de 200 números.
Estructuralismo y culturalismo
En 1946 Maurice Dobb publicó la obra Studies in the Development of Capitalism. En ella,
estudió y amplió el planteamiento marxista del origen y el desarrollo del modo de
producción capitalista. Ello dio inicio a un debate sobre la transición del feudalismo al
capitalismo que analizó aspectos económicos, sociológicos, filosóficos e históricos, y
promovió el desarrollo de conceptos como relaciones y modo de producción,
(infra)estructura y lucha de clases.
De cualquier forma, el estudio este tema no ha sido únicamente abordado por marxistas, ni
comenzó tras la publicación de la obra de Dobb. La citada transición fue objeto de análisis
de distintos economistas (como el propio Adam Smith, en La riqueza de las naciones) o
sociólogos (como Saint-Simon, Durkheim en La división del trabajo social, o Weber en La
ética protestante y el espíritu del capitalismo). En la actualidad, el nacimiento del
capitalismo sigue siendo un tema interesante para los investigadores de las distintas
ciencias sociales, marxistas o no, especialmente por sus implicaciones políticas.
• Origen según Henri Pirenne. El historiador belga situaba el origen del capitalismo
en el siglo XII europeo, cuando la producción de manufacturas comenzó a dirigirse al
mercado y una clase de mercaderes, ávida de acumular riqueza, desarrolló el comercio
exterior a gran escala.
Dobb criticó las definiciones del “espíritu del capitalismo” y del “capitalismo como
comercio”, porque, en su opinión, eran demasiado generales y no ilustraban adecuadamente
el desarrollo histórico de los últimos siglos. Y se quedó con la marxista porque creía que
explicaba mejor el fenómeno analizado y porque, además, consideraba el estudio de
aspectos sociales y económicos (al tratar sobre el modo y las relaciones sociales de
producción). A partir de esta definición marxista, desarrolló la suya.
El historiador británico creía, no obstante, que no era suficiente relacionar una época
histórica concreta (los siglos bajomedievales y modernos) con el modo de producción
(capitalista). Pensaba que era más adecuado realizar un estudio “dinámico” del proceso
histórico que llevó al origen del capitalismo y a la sustitución del modo de producción
feudal por el capitalista; un análisis que tuviese en cuenta tanto los períodos de estabilidad,
en los que se producían modificaciones graduales y continuas del modo de producción,
como aquellos de revolución social, en los que los cambios se aceleraban, alterando
bruscamente el curso de los acontecimientos y marcando la transición a un nuevo modo de
producción. Dobb afirmaba que el motor de dichos cambios era la estructura social de
clases y, en concreto, la lucha entre las dominantes y las dominadas en el marco del modo
de producción.
De acuerdo con estas premisas teóricas, Dobb expuso su propia interpretación sobre el
origen del capitalismo y la relación entre el modo feudal y el capitalismo. Situó el inicio de
la era capitalista en Inglaterra y lo dató en la segunda mitad del siglo XVI y en los primeros
años del XVII, cuando se formó una clase burguesa mercantil capitalista, propietaria de los
medios de producción, que comenzó a contratar a trabajadores asalariados para lograr
incrementar la producción (putting-out system) y poder beneficiarse del comercio a gran
escala.
• El segundo fue la revolución industrial a finales del siglo XVIII y principios del
XIX.
En resumen, Dobb concluyó que las causas de la sustitución del modo de producción feudal
por el capitalista fueron:
A diferencia de las corrientes antes explicitadas, no hay una institución que sea el referente
de la producción marxista. Si bien líderes del Partido Socialista, como Juan B. Justo,
Alfredo autores individuales y con enfoques divergentes entre sí” (Ibíd.150) Aisladamente
los historiadores de izquierda se agruparon y agrupan en torno a algunas publicaciones
como “Pasado y presente”, “La rosa blindada”, “Cuadernos de Cultura”, “Taller”, “El
Rodaballo Revista de política y cultura” y “Razón y Revolución” o a instituciones o centros
de investigación independientes de los ámbitos universitarios.
Dentro de los historiadores con un pensamiento marxista se pueden mencionar, entre otros,
a Milcíades Peña, Leonardo Paso, Rodolfo Puiggrós, Juan José Hernández Arregui, Ernesto
Laclau, Juan Carlos Garavaglia y Carlos Sempat Assadourian. A los estudios de Historia
económica desde una visión marxista se dedicaron los ingenieros Roberto Ortiz, Adolfo
Dorfman y Horacio Giberti. Aunque está ligado al periodismo y la literatura, las obras31 de
Osvaldo Bayer se corresponden con una «Historia de izquierda». Rodolfo Puiggrós inicia
su producción en la década del `40, algunas de sus obras son: v“Historia crítica de los
partidos políticos argentinos”, “La época de Mariano Moreno”, “Rosas el pequeño”,
“Historia económica del Río de la Plata”, “De la colonia a la independencia”. Campione
sostiene que Puiggrós luego de abandonar el Partido Comunista en 1946 “Representó el
entronque del marxismo con una visión nacional-popular que reivindicaba activamente al
peronismo, viéndolo como un paso hacia la consumación de una revolución socialista”.
En la década del `50 empezará su labor Jorge Abelardo Ramos. Su obra “Revolución y
contrarrevolución en Argentina” desarrolla la contradicción nación vs. imperialismo. Al
igual que otros autores de la época, Ramos indaga sobre la existencia de una «burguesía
nacional» que fuera el motor de la revolución nacional contra el imperialismo o de un
sector militar que encabezara el proceso de transformación hacia un «nacionalismo criollo».
Considerado un autor polémico, de amplia repercusión en los años `60- `70, para Campione
la producción de Ramos carecía de “una verdadera preocupación por la investigación
histórica” ya que “el análisis del pasado es en él sólo un instrumento para el objetivo de
discusión y adoctrinamiento político, y la propensión por el trabajo con fuentes y el rigor
metodológico tienden a cero”.
En los años `60 - `70, en el marco de la creciente politización, la Historia afianzó como
componente de la lucha política. Historiadores marxistas como Arico, Laclau, Sempat
Assadourian ó Garavaglia, formaron parte de los debates respecto de los modos de
producción - formación económico social en Latinoamérica, dado que “La caracterización
de las sociedades latinoamericanas se erigía en un tema de debate de indudable repercusión
sobre el «el tipo de revolución» que se postulaba para el subcontinente o los distintos países
de América Latina”.
También en las décadas citadas se destaca como miembro de esta corriente a Leonardo
Paso “intelectual del P.C.” quien se dedicó a la investigación histórica y presidió el “Ateneo
de Estudios Históricos Manuel Belgrano”. Dedicado a estudiar variadas etapas históricas,
pero sin avanzar sobre el siglo XX, publicó gran cantidad de obras. Respecto de la
historiografía en los ámbitos académicos Campione menciona dos instituciones: el Centro
de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO) y el Programa de Estudios sobre la
Sociedad Argentina (PIMSA). El primero surge durante la dictadura de Onganía con la
dirección de Miguel Muráis. En ella participan, entre otros, Silvia Sigal, Inés Izaguirre,
Eliseo Verón, Darío Cantón, Francisco Delich, Beba Balvé, Roberto Jacoby, Nicolás Iñigo
Carrera y Juan Carlos Marín. Su objetivo es “instalar en la investigación en Ciencias
Sociales el cuerpo teórico de Marx” (Ibíd. 181) combinando la rigurosidad científica con la
«pasión militante», basada en una metodología marxista, este grupo “Desarrolla una
historia escrita no ya «sobre» sino «desde» el punto de vista de las clases explotadas, en un
trayectoria que se prolonga hasta la actualidad” (Ibíd. 181). El PIMSA se orienta al estudio
de la trayectoria de la clase obrera “combinan el estudio del movimiento social argentino en
décadas pasadas, con el análisis de su trayectoria en el presente y el pasado reciente”.
Componen este grupo Nicolás Iñigo Carrera, María Celia Cotarelo, Roberto Tarditti, Jorge
Podestá, Fabián Fernández, entre otros.
Desde los 90 se han conformado nuevos grupos que, excluidos de los ámbitos académicos,
se vnuclearon en torno a publicaciones. Por ejemplo la revista “Taller” fue generada POR
Pablo Pozzi y participan un grupo de historiadores que desarrollan métodos de historia oral
para estudiar, básicamente, a la clase obrera y organizaciones populares, sus trabajos siguen
la línea de los History Works-shops de los historiadores marxistas británicos, con influencia
de la historiografía radical norteamericana. Otro grupo está formado a partir de la revista
“Razón y Revolución” que aparece por primera vez en 1995.