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Marxismo.

Impacto Inicial (Moradiellos).

Tiene su origen en el trabajo de Marx y Engels, los cuales construyeron su obra


influenciados sobre todo por la tradición filosófica alemana y el pensamiento económico
inglés. Estos construyen su unidad analítica frente a la necesidad de comprender la realidad
del contexto histórico, la industrialización europea, de dicho análisis Marx construyó su
teoría o pensamiento filosófico donde planteaba que, la utilización de las fuerzas
productivas, humanas y materiales, a partir de la necesidad de satisfacer las supervivencia.
La puesta en juego de las fuerzas productivas genera relaciones sociales características, la
combinación de esto factores determina la morfología de la sociedad (modo de
producción).

Además de la infraestructura económica, Marx analiza la existencia de una superestructura


jurídico/política/ideológica, que mediante mecanismos diversos (consenso y cohesión)
permiten la reproducción de las relaciones presentes en el modo de producción particular,
además lo que la condición material de los seres humanos determina la conciencia de clase.

A partir de la relación que se desarrollan entre los seres humanos y los medios de
producción así como de los bienes producidos, configura desigualdades sociales, que a
medida que se intensifican se tornan irreconciliables y conflictivas, y esta conflictividad de
clases es lo que se denominara como el motor de la historia.

Iggers.

La historia del marxismo como disciplina científica se caracteriza por una contradicción
fundamental, el de presentarse como una ciencia rigurosa en el sentido de las ciencias
naturales, pero desde una postura socio critica que rechaza el afán de objetividad como una
forma de positivismo, a pesa de presentase como una realidad dialéctica de la sociedad
humana, utiliza conceptos mecanicistas y en pate darwinistas.

En los países occidentales la crítica que el marxismo ejercía sobre las relaciones que se
daban en una moderna sociedad industrial le hacían muy atractivo para los historiadores,
sobre todo en el Reino Unido, al igual que su posicionamiento a favor de las capas sociales
más desfavorecidas, pero incluso en estos países el ideario marxista entra en una profunda
crisis. Las concepciones básicas en que se fundamentaba el marxismo se hallaban
profundamente ancladas en el siglo XIX y eran en parte compartidas por el mundo burgués
que era tan denostado por los marxistas, como era la fe en un crecimiento ilimitado basado
en el progreso técnico-científico y el afán por propagar la civilización europea occidental
por todo el mundo.

La deformación dogmática
Tras la muerte de Engels en 1895 tanto los pensadores como los dirigentes políticos de los
distintos partidos socialistas hallaron dificultades a la hora de interpretar las obras y las
ideas de Marx. A partir de este momento, el marxismo fue simplificado y sufrió dos tipos
de deformaciones:

• El “cientifismo”. Las ideas de Marx fueron consideradas un corpus doctrinal


cerrado y definitivo y no fueron desarrolladas con nuevas reflexiones filosóficas ni nuevas
investigaciones sobre la sociedad.

• El “economicismo”. Se reafirmó la primacía de los aspectos económicos,


descuidándose otros aspectos tratados en las obras de Marx.

Los principales teóricos de este marxismo empobrecido fueron Karl Kautsky en Alemania y
Jules Guesde, Paul Lafargue y Gabriel Deville en Francia. Aunque en la Segunda
Internacional varias corrientes (austromarxistas, revisionistas e izquierdistas) rechazaron
los planteamientos simplificadores, las versiones “kautskystas” y “guesdistas”, destinadas a
la difusión del marxismo entre las masas, fueron las que prevalecieron en el tránsito del
siglo XIX al XX

Esta tendencia economicista, de orientación más reformista que revolucionaria, se invirtió


gracias a Vladímir Ilich Lenin. Lenin reavivó los planteamientos originales de Marx en dos
líneas de trabajo:

• La utilización del materialismo histórico como método de investigación para la


comprensión de situaciones históricas concretas (en obras como La evolución del
capitalismo en Rusia o El imperialismo, estadio supremo del capitalismo).

• La recuperación de la praxis revolucionaria, del activismo político. En su obra ¿Qué


hacer? perfiló el modelo de un partido revolucionario capaz de luchar contra la autocracia
zarista; y en El estado y la revolución definió la estrategia de la toma del poder, que
implicaba la dictadura del proletariado. No obstante, no se limitó al ámbito teórico. Al
contrario, puso en ejecución sus ideas dirigiendo el partido bolchevique en la Revolución
de Octubre que consiguió movilizar a las masas y apoderarse del Estado ruso en 1917.
Logró eliminar a los partidos rivales, vencer al ejército blanco y rechazar las presiones
exteriores entre 1917 y 1921. Y entre 1921 y 1924 trabajó en la reparación de los estragos
de la guerra civil y en la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Tras la muerte de Lenin se desencadenaron luchas de facciones para apoderarse de la


dirección del partido bolchevique, que terminaron con el triunfo de Stalin, que incrementó
el terror policíaco, impuso la colectivización agraria y construyó la industria pesada.

Desde entonces, el “marxismo-leninismo” se convirtió en un sistema ideológico


instrumentalizado políticamente para justificar la dictadura del partido-estado. Y este
propósito de legitimar las acciones gubernamentales llevó a una regresión del marxismo. La
era stalinista se caracterizó por una vuelta a la desviación “cientifista”. Los distintos
teóricos intentaron presentar el materialismo histórico como una ciencia exacta, capaz de
establecer leyes que permitiesen conocer el pasado y prever el futuro, lo que limitó su
desarrollo.

El más claro ejemplo de esta deformación cientifista y utilitarista del pensamiento marxista
es la obra titulada La historia del partido comunista (bolchevique) de la URSS, redactada
por una comisión -de la que formó parte el propio Stalin- y aprobada por el comité central
del PCUS en 1938. En ella se aprecian claramente las dos desviaciones apuntadas:

• La estricta utilización de las ideas principales marxistas, como la lucha de clases,


para la interpretación de los acontecimientos y los procesos históricos.

• La manipulación premeditada (voluntaria o forzada) de la historia, que se adapta a


las necesidades políticas del “presente” de los gobernantes. Ejemplos de esta tendencia son
la valorización de los dirigentes de la revolución bolchevique o de las actuaciones
posteriores de Lenin y Stalin, o la crítica a los líderes de la oposición de este último (como
León Trotsky o Nikolái Bujarin, entre otros).

La visión de la historia concebida en la época de Stalin permaneció casi intacta durante los
mandatos de Nikita Kruschev y Leonid Brézhnev. De hecho, el propio Kruschev llegó
afirmar en 1956: «Los historiadores son peligrosos. Son capaces de poner todas las cosas
patas arriba. Hay que vigilarlos».

La enseñanza de la Historia en la URSS también fue controlada por el Partido Comunista y


tuvo una orientación doctrinaria y propagandística. Una Instrucción oficial de 1934 dirigida
a los historiadores soviéticos ponía claramente de manifiesto la línea pedagógica que los
profesores de Historia habían de seguir:

“Una buena enseñanza de la Historia debe crear la convicción del inevitable fracaso del
capitalismo […] y que en todo, en el ámbito de las ciencias, de la agricultura, de la
industria, de la paz y de la guerra, el pueblo soviético marcha a la cabeza de las demás
naciones, que sus importantes acciones no tienen igual en la Historia. […] Es importante
insistir sobre las guerras y los problemas militares para sostener el patriotismo soviético1”.

La historiografía marxista británica


Características y orígenes

De forma paralela al relanzamiento de la corriente de los Annales tras la Segunda Guerra


Mundial, en el contexto histórico de la Guerra Fría, la historiografía marxista comenzó un
período de gran expansión en Gran Bretaña. El hito fundamental de tal proceso de
crecimiento fue la fundación en 1952 de la revista Past and Present, promovida por un
grupo de historiadores de inspiración marxista, al que pertenecían el arqueólogo Veré
Gordon Childe, el medievalista Rodney Hilton, el modernista Christopher Hill, el
contemporanista Eric J. Hobsbawm y un economista que había sido maestro de la mayoría
e introductor del marxismo en la Universidad de Cambridge: Maurice Dobb. A su lado
colaboraron historiadores y profesionales de las ciencias sociales.

Las características principales de la historiografía marxista británica fueron las siguientes:

• Reacción contra los vicios cientifistas y utilitaristas de la historiografía marxista


soviética.

• Superación del determinismo economicista (infraestructura) y valoración de factores


típicos de la superestructura (sociales, políticos, jurídicos, culturales, ideológicos,
religiosos, etc.).

• Desarrollo de estudios sobre un tema común: los orígenes, el desarrollo y la


expansión del capitalismo, teniendo en cuenta sus cambios económicos y también sociales.

• Realización de estudios empíricos con el apoyo de métodos de otras ciencias


humanas.

• Preocupación común por el estudio teórico del concepto marxista de la lucha de


clases.

• Desarrollo de la teoría de la determinación de clases, que defiende la importancia


capital de la lucha de clases en la Historia.

• Desarrollo de una nueva perspectiva histórica: la “historia desde abajo” o la


“historia de abajo a arriba”, centrada en las experiencias, acciones y luchas de las clases
bajas (el pueblo llano, los campesinos, la clase trabajadora) en oposición a la historia de las
clases dirigentes o las élites.

• Participación en la formación en Gran Bretaña de una conciencia política socialista


y democrática.

Por otra parte, si bien se reconoce de forma generalizada que el hito fundamental del
desarrollo de la corriente historiográfica marxista británica fue la fundación de la revista
Past and Present, no existe acuerdo en torno al tema del origen y las influencias
intelectuales de la tendencia. Varios historiadores han estudiado este tema, llegando a
conclusiones distintas.

Raphael Samuel analizó la historiografía marxista británica desde 1880 hasta 1980, en The
British Marxist Historians, y llegó a la conclusión de que la tradición historiográfica
marxista fue desarrollándose progresivamente, en contacto con diversas influencias:

La influencia de los historiadores democráticos radicales y liberales, como los Hammond.


•El influjo de los historiadores socialistas no marxistas, como G.D.H. Cole o R.H. Tawney.
•La influencia del inconformismo protestante (especialmente apreciable en algunos de los
principales historiadores marxistas británicos, como Hill o Thompson).
• El contacto con otras corrientes intelectuales y políticas, como el anticlericalismo o
el progresismo.
Eric Hobsbawm, al contrario que Samuel, afirmó en The Historians’ Group of the
Communist Party que la tradición historiográfica marxista comenzó con la formación del
grupo de historiadores del Partido Comunista, justo después del fin de la Segunda Guerra
Mundial (1946). La iniciativa fue promovida por especialistas, como Maurice Dobb,
Christopher Hill, Victor Kiernan, John Saville, Eric Hobsbawm o Rodney Hilton, de
distintas generaciones, comprometidos intelectual y políticamente por las consecuencias de
la guerra, la oposición al fascismo y la pertenencia activa al Partido Comunista, y unidos
por la ideología marxista y la voluntad de estudiar de forma organizada la Historia y de
divulgarla a través de estudios individuales y proyectos conjuntos.

Hobsbawm reconocía únicamente la influencia previa de Dona Torr, periodista e


historiadora británica, conocedora erudita del marxismo, que participó en la fundación del
Partido Comunista en 1920 y promovió la publicación de escritos marxistas (tanto textos de
Marx y Engels, como estudios sobre el marxismo y el movimiento obrero). Torr no
participó directamente en la fundación del grupo, pero se sumó a él y puso su
apasionamiento, trabajo, experiencia y conocimientos a disposición de los demás
historiadores.

Un tercer teórico, Richard Johnson, estudió en Culture and the Historians la ensayística
histórica británica. Afirmó que la tradición historiográfica marxista surgió como
consecuencia del interés que se generalizó tras la Segunda Guerra Mundial entre los
historiadores socialistas (marxistas y no marxistas) por estudiar la influencia de los aspectos
culturales en la Historia. Diversos historiadores, como Hill, Hilton, Hobsbawm o
Thompson, participaron de esta tendencia, alejándose de las explicaciones históricas
tradicionales marxistas, de carácter más economicista. El nuevo enfoque historiográfico
recibió la denominación de “marxismo cultural” o “culturalismo”.

La revista Past and Present

El hito fundamental del proceso de crecimiento de la corriente historiográfica marxista


británica fue la creación en 1952 de la revista Past and Present. La creación fue promovida
por el grupo de historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña (CPGB), encabezado
por Maurice Dobb, Rodney Hilton, Christopher Hill, Eric Hobsbawm y John Morris (a
quien se le reconoce un protagonismo principal en la organización inicial de la revista).
No obstante, no fue una revista limitada a los estudios marxistas históricos. De hecho,
publicó trabajos de historiadores no marxistas afines o con intereses investigadores
comunes y acogió en su consejo de redacción a historiadores no marxistas (como Lawrence
Stone) y a sociólogos y antropólogos.

Sus principales objetivos fueron:

• Criticar los estudios históricos no marxistas.

• Explicar las transformaciones sociales a lo largo de la Historia.

Con el paso de los años, Past & Present se convirtió en una de las revistas líderes en los
estudios históricos, contribuyendo notablemente al desarrollo de la historia social y de la
sociología histórica.

Algunos historiadores del grupo inicial siguen en la actualidad ligados con la revista. Hill
es presidente de la Past & Present Society. Y Hilton y Hobsbawm son director y
vicedirector del comité editorial. Su trabajo colectivo en la revista ha persistido en el
tiempo al margen de las diferencias políticas. De hecho, la cohesión del equipo editorial se
mantuvo pese a que algunos de sus representantes (entre ellos, Hilton, Hill o Thompson)
abandonaron el Partido Comunista como consecuencia de la invasión soviética de Hungría
en 1956 y del fracaso de la oposición a esta por parte del Partido, y el grupo de
historiadores se resintió.

Los principales temas abordados en la revista han sido la Historia Moderna, la de Gran
Bretaña y la de Europa. Aunque en su origen, los números aparecieron con periodicidad
bimestral, posteriormente la revista se hizo trimestral. En la actualidad, ya han sido
publicados más de 200 números.

Estructuralismo y culturalismo

En el período de entreguerras el italiano Antonio Gramsci y el húngaro Georg Lukács


(autor de la obra Historia y conciencia de clase) encabezaron la crítica al marxismo
cientifista, poniendo en duda:

• El determinismo económico en la explicación histórica marxista (afirmando la


importancia de aspectos de la superestructura, como la conciencia de clase, los sistemas de
ideas).
• La concepción mecánica de la relación entre la infraestructura y la superestructura
(que negaba la capacidad humana para intervenir en la Historia).
Las críticas fueron el germen de una nueva visión del marxismo, la “culturalista”, que sería
desarrollada por el marxismo británico y que presenta las siguientes características básicas:
• Concedía importancia a la superestructura en la explicación de la historia.
• En contra del determinismo económico, defendía que la conciencia individual y
colectiva puede convertir al hombre en un sujeto activo en la historia, a la hora de
enfrentarse a los problemas de su tiempo.
Tras la aparición de esta nueva corriente, el historiografía marxista siguió desarrollándose
en líneas diferentes: la estructuralista y la culturalista.
Neomarxismo estructuralista
La línea neomarxista estructuralista presenta los siguientes rasgos generales:
• Inspiración en los planteamientos de Louis Althusser.
• Interés historiográfico común: analizar y explicar los mecanismos y factores de los
cambios de modos de producción.
• Importancia de las fuerzas productivas, las relaciones sociales y la lucha de clases
en la evolución histórica (en los cambios de los modos de producción).
• Rechazo del determinismo económico puro para justificar los cambios históricos.
• Devaluación de la influencia del hombre sobre la historia.
• Refuerzo del carácter científico del marxismo (restándole valor a los aspectos
ideológicos-filosóficos, que no son considerados científicos).
• Valoración de la política como elemento regulador de las relaciones sociales.
• Idea común: la historia tiende al surgimiento del comunismo y la sociedad sin
clases.
Entre los representantes de esta corriente, podemos destacar a Maurice Dobb, Paul Sweezy,
Robert Brenner, Guy Bois e Inmanuel Wallerstein.
Neomarxismo culturalista
La línea neomarxista culturalista o humanista presenta las siguientes características
generales:
• Rechazo de la idea marxista de que la sociedad determina la ideología o conciencia
social.
• Atención especial por la lucha de clases:
• Alejamiento del determinismo económico para explicar la lucha de clases.
• Valoración de la importancia de la conciencia social sobre la lucha de clases.
• Concepción de la lucha de clases como una lucha de dominación no solo
económica, sino también social y cultural.
• Importancia del concepto de cultura popular (conjunto de tradiciones y valores
populares).
• Valoración de la influencia del hombre sobre la evolución histórica.
• Suma de aspectos políticos, culturales, sociales e ideológicos a los económicos en la
explicación de las relaciones sociales de producción.
• Análisis de abajo a arriba (la conciencia individual y colectiva del hombre puede
influir en la lucha social, y manifestarse políticamente bajo diversas formas de resistencia
más o menos violentas).
Su principales representantes fueron E. P. (Edward Palmer) Thompson, Christopher Hill,
George Rudé, Eric Hobsbawm, Eugene Genovese, Carlo Ginzburg, Giovanni Levi o Carlo
Poni.

El debate sobre la transición al capitalismo

El origen del debate y Maurice Dobb

El debate sobre el capitalismo.

En 1946 Maurice Dobb publicó la obra Studies in the Development of Capitalism. En ella,
estudió y amplió el planteamiento marxista del origen y el desarrollo del modo de
producción capitalista. Ello dio inicio a un debate sobre la transición del feudalismo al
capitalismo que analizó aspectos económicos, sociológicos, filosóficos e históricos, y
promovió el desarrollo de conceptos como relaciones y modo de producción,
(infra)estructura y lucha de clases.

De cualquier forma, el estudio este tema no ha sido únicamente abordado por marxistas, ni
comenzó tras la publicación de la obra de Dobb. La citada transición fue objeto de análisis
de distintos economistas (como el propio Adam Smith, en La riqueza de las naciones) o
sociólogos (como Saint-Simon, Durkheim en La división del trabajo social, o Weber en La
ética protestante y el espíritu del capitalismo). En la actualidad, el nacimiento del
capitalismo sigue siendo un tema interesante para los investigadores de las distintas
ciencias sociales, marxistas o no, especialmente por sus implicaciones políticas.

Explicaciones previas sobre el origen del capitalismo.

Dobb comienza su estudio del capitalismo recuperando varias explicaciones sobre su


origen:

• Origen según Werner Sombart y Max Weber:

• Sombart creía que el origen estaba en el espíritu empresarial emprendedor burgués.


• Weber pensaba que el origen radicaba en la ideología protestante (especialmente,
calvinista-puritana), que impulsó la búsqueda de ganancias.

• Origen según Henri Pirenne. El historiador belga situaba el origen del capitalismo
en el siglo XII europeo, cuando la producción de manufacturas comenzó a dirigirse al
mercado y una clase de mercaderes, ávida de acumular riqueza, desarrolló el comercio
exterior a gran escala.

• Origen según Karl Marx.

• El capitalismo como modo de producción surgió cuando los propietarios de los


medios de producción contrataron a trabajadores libres para elaborar productos a cambio de
un salario, quedándose las plusvalías de la comercialización de las mercancías a modo de
beneficio.

• Marx y Engels reconocieron la existencia de una relación entre el capitalismo y el


espíritu de expansión económica de los siglos XVI y XVII. Y señalaron algunos factores
que promovieron el tránsito del feudalismo al capitalismo: la existencia de una tradición
comercial previa (fundamentalmente medieval), la influencia de la ideología protestante, la
expansión geográfica mundial del mercado comercial (con la correspondiente
competitividad empresarial a nivel particular e incluso estatal) y el desarrollo del sistema
colonial de explotación económica.

El origen del modo de producción capitalista para Maurice Dobb.

Dobb criticó las definiciones del “espíritu del capitalismo” y del “capitalismo como
comercio”, porque, en su opinión, eran demasiado generales y no ilustraban adecuadamente
el desarrollo histórico de los últimos siglos. Y se quedó con la marxista porque creía que
explicaba mejor el fenómeno analizado y porque, además, consideraba el estudio de
aspectos sociales y económicos (al tratar sobre el modo y las relaciones sociales de
producción). A partir de esta definición marxista, desarrolló la suya.

El historiador británico creía, no obstante, que no era suficiente relacionar una época
histórica concreta (los siglos bajomedievales y modernos) con el modo de producción
(capitalista). Pensaba que era más adecuado realizar un estudio “dinámico” del proceso
histórico que llevó al origen del capitalismo y a la sustitución del modo de producción
feudal por el capitalista; un análisis que tuviese en cuenta tanto los períodos de estabilidad,
en los que se producían modificaciones graduales y continuas del modo de producción,
como aquellos de revolución social, en los que los cambios se aceleraban, alterando
bruscamente el curso de los acontecimientos y marcando la transición a un nuevo modo de
producción. Dobb afirmaba que el motor de dichos cambios era la estructura social de
clases y, en concreto, la lucha entre las dominantes y las dominadas en el marco del modo
de producción.
De acuerdo con estas premisas teóricas, Dobb expuso su propia interpretación sobre el
origen del capitalismo y la relación entre el modo feudal y el capitalismo. Situó el inicio de
la era capitalista en Inglaterra y lo dató en la segunda mitad del siglo XVI y en los primeros
años del XVII, cuando se formó una clase burguesa mercantil capitalista, propietaria de los
medios de producción, que comenzó a contratar a trabajadores asalariados para lograr
incrementar la producción (putting-out system) y poder beneficiarse del comercio a gran
escala.

Dobb señaló dos momentos clave en la historia del capitalismo:

• El primero lo situó en las revueltas de la Inglaterra del siglo XVII, un período de


transformaciones sociales y políticas en el que la nueva clase social capitalista se convirtió
en la clase dominante del nuevo modo de producción, desplazando a los detentadores del
poder económico y social del orden anterior.

• El segundo fue la revolución industrial a finales del siglo XVIII y principios del
XIX.

En cuanto al modo de producción feudal, Dobb lo definió como un modo de producción


basado en la relación socio-económica de servidumbre de la clase dominada
(fundamentalmente campesina) hacia los señores feudales. Situó su crisis en el siglo XIV y
su final en el siglo XVII, tras las citadas revueltas inglesas. Dobb comentó que las causas
de la desintegración progresiva del feudalismo fueron inherentes al propio modo de
producción: la necesidad creciente de ingresos de los señores les movió a incrementar la
presión y las demandas sobre los campesinos, lo que conllevó la marcha progresiva de los
trabajadores a las ciudades con el consecuente abandono de los campos, y el descenso de la
productividad. Esta tendencia, iniciada en el siglo XIV, afectó en distinta medida a los
señores feudales en función de diversos factores. Entre ellos, señaló la realización o no de
concesiones económicas a los trabajadores (como la remuneración en metálico por el
trabajo), el grado de presión sobre ellos, la mayor o menor fuerza de la oposición
campesina, el poder militar o político de los señores, o la voluntad real de reforzar la
autoridad señorial o por debilitarla. Dobb concluyó afirmando que el declive del feudalismo
se debió a su ineficacia como modo de producción, y que las causas de la crisis y el final de
este orden se hallaban en las relaciones económicas de explotación entre la clase dominante
y la dominada.

Por su parte, el capitalismo no se desarrolló hasta que el feudalismo entró en estado


avanzado de desintegración. Para Dobb, la revolución capitalista comenzó a principios del
siglo XVII cuando algunos productores agrícolas y manufactureros acumularon capital, se
dedicaron al comercio y organizaron la producción de forma capitalista, invirtiendo
beneficios en el pago de asalariados para incrementar la producción y en la mejora de los
medios de producción (acumulación de propiedades agrícolas y avances metodológicos o
tecnológicos).

En resumen, Dobb concluyó que las causas de la sustitución del modo de producción feudal
por el capitalista fueron:

• la aparición de las luchas y revueltas en la Inglaterra del Seiscientos, en las que el


modo de producción y el orden social feudal fueron depuestos;

• Y el desarrollo de las relaciones capitalistas en la agricultura y en la industria


manufacturera, que dio origen al modo de producción capitalista.

La historiografía marxista en Argentina

A diferencia de las corrientes antes explicitadas, no hay una institución que sea el referente
de la producción marxista. Si bien líderes del Partido Socialista, como Juan B. Justo,
Alfredo autores individuales y con enfoques divergentes entre sí” (Ibíd.150) Aisladamente
los historiadores de izquierda se agruparon y agrupan en torno a algunas publicaciones
como “Pasado y presente”, “La rosa blindada”, “Cuadernos de Cultura”, “Taller”, “El
Rodaballo Revista de política y cultura” y “Razón y Revolución” o a instituciones o centros
de investigación independientes de los ámbitos universitarios.

Dentro de los historiadores con un pensamiento marxista se pueden mencionar, entre otros,
a Milcíades Peña, Leonardo Paso, Rodolfo Puiggrós, Juan José Hernández Arregui, Ernesto
Laclau, Juan Carlos Garavaglia y Carlos Sempat Assadourian. A los estudios de Historia
económica desde una visión marxista se dedicaron los ingenieros Roberto Ortiz, Adolfo
Dorfman y Horacio Giberti. Aunque está ligado al periodismo y la literatura, las obras31 de
Osvaldo Bayer se corresponden con una «Historia de izquierda». Rodolfo Puiggrós inicia
su producción en la década del `40, algunas de sus obras son: v“Historia crítica de los
partidos políticos argentinos”, “La época de Mariano Moreno”, “Rosas el pequeño”,
“Historia económica del Río de la Plata”, “De la colonia a la independencia”. Campione
sostiene que Puiggrós luego de abandonar el Partido Comunista en 1946 “Representó el
entronque del marxismo con una visión nacional-popular que reivindicaba activamente al
peronismo, viéndolo como un paso hacia la consumación de una revolución socialista”.

En la década del `50 empezará su labor Jorge Abelardo Ramos. Su obra “Revolución y
contrarrevolución en Argentina” desarrolla la contradicción nación vs. imperialismo. Al
igual que otros autores de la época, Ramos indaga sobre la existencia de una «burguesía
nacional» que fuera el motor de la revolución nacional contra el imperialismo o de un
sector militar que encabezara el proceso de transformación hacia un «nacionalismo criollo».
Considerado un autor polémico, de amplia repercusión en los años `60- `70, para Campione
la producción de Ramos carecía de “una verdadera preocupación por la investigación
histórica” ya que “el análisis del pasado es en él sólo un instrumento para el objetivo de
discusión y adoctrinamiento político, y la propensión por el trabajo con fuentes y el rigor
metodológico tienden a cero”.

Un reconocido historiador de esta corriente es Milcíades Peña. A diferencia de Puiggrós y


Ramos, que abogaban por un «nacionalismo popular», acusaban a la izquierda argentina de
no comprender la «problemática nacional» y veían al peronismo como una tendencia
revolucionaria hacia el socialismo, Peña, vinculado al trotskismo, mantiene el punto de
vista de clase y fundamenta desde allí la revolución socialista. Autodidacta y alejado de los
ámbitos académicos “desarrolla tempranamente la línea de la historia económica y social
sin abandonar la historia política, procura avanzar en una historiografía basada en la
orientación marxista, con una conceptualización independiente, sin adscribirse ni a la
historia oficial ni a su impugnación revisionista; emprende investigación propia, incluso
con apoyo de métodos cuantitativos, a pesar de sus condiciones de aislamiento y su
carencia de formación académica; mantiene su postura militante, sin por eso visualizar al
tratamiento de la historia como un mero «instrumento» al servicio de aquella. También es
destacable su búsqueda del cruce de la historia con las disciplinas de las Ciencias Sociales,
principalmente la sociología y la economía, encuentro que en nuestro país se hallaba en
pañales por aquellos años, no sólo dentro del marxismo” (Ibíd. 157)

En los años `60 - `70, en el marco de la creciente politización, la Historia afianzó como
componente de la lucha política. Historiadores marxistas como Arico, Laclau, Sempat
Assadourian ó Garavaglia, formaron parte de los debates respecto de los modos de
producción - formación económico social en Latinoamérica, dado que “La caracterización
de las sociedades latinoamericanas se erigía en un tema de debate de indudable repercusión
sobre el «el tipo de revolución» que se postulaba para el subcontinente o los distintos países
de América Latina”.

También en las décadas citadas se destaca como miembro de esta corriente a Leonardo
Paso “intelectual del P.C.” quien se dedicó a la investigación histórica y presidió el “Ateneo
de Estudios Históricos Manuel Belgrano”. Dedicado a estudiar variadas etapas históricas,
pero sin avanzar sobre el siglo XX, publicó gran cantidad de obras. Respecto de la
historiografía en los ámbitos académicos Campione menciona dos instituciones: el Centro
de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO) y el Programa de Estudios sobre la
Sociedad Argentina (PIMSA). El primero surge durante la dictadura de Onganía con la
dirección de Miguel Muráis. En ella participan, entre otros, Silvia Sigal, Inés Izaguirre,
Eliseo Verón, Darío Cantón, Francisco Delich, Beba Balvé, Roberto Jacoby, Nicolás Iñigo
Carrera y Juan Carlos Marín. Su objetivo es “instalar en la investigación en Ciencias
Sociales el cuerpo teórico de Marx” (Ibíd. 181) combinando la rigurosidad científica con la
«pasión militante», basada en una metodología marxista, este grupo “Desarrolla una
historia escrita no ya «sobre» sino «desde» el punto de vista de las clases explotadas, en un
trayectoria que se prolonga hasta la actualidad” (Ibíd. 181). El PIMSA se orienta al estudio
de la trayectoria de la clase obrera “combinan el estudio del movimiento social argentino en
décadas pasadas, con el análisis de su trayectoria en el presente y el pasado reciente”.
Componen este grupo Nicolás Iñigo Carrera, María Celia Cotarelo, Roberto Tarditti, Jorge
Podestá, Fabián Fernández, entre otros.

Desde los 90 se han conformado nuevos grupos que, excluidos de los ámbitos académicos,
se vnuclearon en torno a publicaciones. Por ejemplo la revista “Taller” fue generada POR
Pablo Pozzi y participan un grupo de historiadores que desarrollan métodos de historia oral
para estudiar, básicamente, a la clase obrera y organizaciones populares, sus trabajos siguen
la línea de los History Works-shops de los historiadores marxistas británicos, con influencia
de la historiografía radical norteamericana. Otro grupo está formado a partir de la revista
“Razón y Revolución” que aparece por primera vez en 1995.

Respecto de la línea marxista de investigación histórica Campione destacará que “Los


historiadores de izquierda forman parte de un conjunto de esfuerzos signados por cierta
dispersión y a veces superposición de actividades, en la que cada pequeño grupo tiene su
revista, su centro de estudios, convoca sus propios jornadas, encuentros, organiza cátedras
libres. La circulación entre grupos y entidades, y algunos esfuerzos de carácter integrador,
tienden a producirse con frecuencia creciente, pero sin constituir todavía un campo
identificable, capaz de darse un estrategia, una política articulada que oponer a las que
cuentan, en mayor o menor medida, con el visto bueno de los poderes existentes”(Ibíd.
187).

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