Cuidado del paciente en estado crítico
3 El cuidado de enfermería en
la reanimación cardiopulmonar
Introducción
El paro cardiorespiratorio es una situación fre-
cuente en los servicios de cuidado crítico. El
profesional de enfermería es parte esencial del
equipo durante la reanimación y debe contar
con un adecuado conocimiento y entrenamien-
to para garantizar una atención organizada, rá-
pida, oportuna, y adecuada, para actuar con la
seguridad y el liderazgo que exige la situación.
Mundialmente se han establecido pautas
de tratamiento que sirven como guía para una
adecuada secuencia de reanimación cardio-
pulmonar (RCP), y se caracterizan por su fácil
seguimiento e implementación. Estas guías se
basan en la literatura mundial y en las mejores
evidencias para recomendar los tratamientos
y técnicas más acertadas, por lo tanto el per-
sonal de salud necesita estar entrenado para
su aplicación en el momento en que sea ne-
cesario y ser consciente de la importancia de
una constante reevaluación y fortalecimiento
de los conocimientos y destrezas.
Las guías en reanimación propuestas por
la Sociedad Americana del Corazón (AHA, por
su sigla en inglés), enfatizan en la necesidad
del correcto aprendizaje e implementación de
las técnicas, habilidades y conocimientos en
reanimación cardiocerebropulmonar básica,
como base fundamental y como determinante
principal en las tasas de morbimortalidad de
los pacientes que se presentan con paro car-
diorespiratorio.[1]
El profesional de enfermería requiere con-
siderar el proceso de reanimación como parte
importante de su quehacer y ser consciente de
3
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
Ángela María Pulgarín T.
Sandra Patricia Osorio G.
Luz Estella Varela L.
la importancia de capacitarse de forma conti-
nua y de buscar herramientas para capacitar a
su personal auxiliar y de coordinar el equipo
de trabajo para obtener reanimaciones exito-
sas, con la mínima morbilidad y mortalidad
asociada.
Datos históricos de
la reanimación cardiopulmonar
Hace 3500 años se desarrolló el método de in-
versión más primitivo, en donde colgaban al
paciente por los pies y aplicaban presión al tó-
rax con objeto de asistir la espiración, con un
período de relajación que propone el tiempo
de inspiración.[2]
Desde entonces, se han desarrollado di-
ferentes técnicas para atender al paciente en
paro. En 1550 fue recomendado el uso de un
fuelle en víctimas de paro cardíaco para su asis-
tencia ventilatoria, en la edad media ya algunos
recomendaban la aplicación de la respiración
boca a boca en víctimas de ahogamiento.[2]
En 1767 se empieza hablar de un orden
lógico para llevar a cabo la reanimación. La
técnica manual de resucitación que ahora co-
nocemos se estableció en 1783, fué posterior-
mente modificada y desarrollada hasta con-
vertirse en la más exitosa de todas las técnicas
hasta el momento realizadas.[2]
Khun (Alemania, 1900) empieza a prac-
ticar la intubación por laringoscopia directa
en pacientes anestesiados; la desfibrilación
se descubre en 1899 y en 1890 se descubre la
epinefrina.[2]
23
 Cuidado del paciente en estado crítico
Negovsky (1962) quién había realizado va-
rias investigaciones en reanimación se reúne
con Peter Safar y otros para realizar un simpo-
sio internacional y es, en ese momento, don-
3
de se conceptualiza el sistema de reanimación
cardiopulmonar y cerebral, con aplicación de
métodos orientados a la protección cerebral
durante el paro circulatorio.[2]
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
La estandarización de los procedimientos
relacionados con la reanimación, inició en 1963
en Estados Unidos, por la AHA. En 1989 se creó
el Consejo Europeo de Resucitación y en 1992
se publicó la Guía de Resucitación Europea.[2]
En sus inicios, la pautas de reanimación en
la edad pediátricas fueron una adaptación de
las recomendaciones para el paciente adulto,
sólo hasta 1979 se aceptaron las primeras nor-
mas de Soporte Vital Básico Pediátrico y reani-
mación neonatal, en 1988 se hizo una publica-
ción sobre RCP pediátrica con el respaldo de
la AHA y la Academia Americana de Pediatría
(AAP).[3]
En el 2009, cuatro tendencias en resucita-
ción cardiopulmonar parecen tener el mayor
potencial para mejorar el pronóstico: los siste-
mas para la prevención del paro cardíaco me-
diante reconocimiento precoz de los signos de
alarma e intervención oportuna, conocidos en
algunos lugares como sistemas de atención de
respuesta rápida (SARR) y equipos de respues-
ta rápida (ERR); el cambio hacia una resucita-
ción orientada hacia el flujo sanguíneo enfa-
tizando la realización ininterrumpida de una
RCP de alta calidad con un papel limitado de
la ventilación; el papel creciente de la tecnolo-
gía que guía las intervenciones en resucitación
y mejora el proceso humano de toma de deci-
siones; y el empleo de hipotermia.[4]
En el 2010 la AHA publica nuevamente
las recomendaciones para la reanimación de
los diferentes grupos de edad, enfatizando
en la necesidad de una reanimación de alta
calidad. Retoma muchos de los elementos ya
publicados y de acuerdo a la evidencia sugie-
re cambios en cuanto a la frecuencia de com-
presión, profundidad de las compresiones y
en la secuencia de reanimación, pasando del
A-B-C al C-A-B dándole así a las compresiones
un papel determinante y prioritario en la re-
animación.[5]
Por otra parte, en las guías 2010 apare-
cen dos eslabones adicionales en la cadena
24
de reanimación, los cuidados post paro y la
educación.[5]
Detección oportuna del paciente en
riesgo de paro cardíaco en los sistemas
de atención de respuesta rápida
El paro cardíaco es una situación muy grave
durante la asistencia de los pacientes hospitali-
zados, aun en el paro presenciado, los riesgos
y complicaciones relacionados con la reanima-
ción han motivado la estructuración de guías
internacionales para su atención y protocolos
institucionales con el fin de brindar oportuni-
dad en las acciones y mejores resultados.
La prioridad del personal de salud en el
ambiente hospitalario es el monitoreo y se-
guimiento continuo del paciente que permita
advertir las posibilidades de presentar un paro
cardiorespiratorio.
Existe una propuesta mundial desarrolla-
da por el Instituto para el Mejoramiento de la
Salud (IHI, por su sigla en inglés) creado en
Cambridge (Massachusetts, 1991) como una
organización sin ánimo de lucro, dedicada al
estudio de conceptos innovadores para mejo-
rar la asistencia sanitaria con la implementa-
ción de programas como la Campaña 100.000
Lives Campaign, para reducir morbilidad y
mortalidad en los Estados Unidos, el cual pro-
pone para los hospitales la estructuración de
los SARR y los ERR.[6]
Los SARR son estructuras organizadas de
trabajo de un equipo de profesionales de las
instituciones de salud preparados y asigna-
dos para responder a las necesidades de aten-
ción urgente de los pacientes, que estando
hospitalizados, presentan alteraciones en sus
condiciones que obligan a pensar que pue-
den desencadenar una condición crítica que
ponga en riesgo su vida, es decir son equipos
para responder a las descompensaciones de
los pacientes antes que lleguen al paro car-
diorespiratorio, optimizando los recursos hu-
manos y técnicos con los cuales se cuenta a
nivel hospitalario.
El ERR corresponde al equipo humano de
profesionales entrenado y preparado para res-
ponder a las demandas de atención que hace
el personal de enfermería, quien es el que se
entera de primera mano de las alteraciones

de los pacientes por ser el único personal del
equipo de salud que se encuentra permanente
y continuamente con los pacientes.
Para lograr el objetivo se requiere capaci-
tar al personal en la estrategia y organizar el
equipo que compone los ERR en cada turno
diurno y nocturno de la institución, durante
todos los días del año.
La falla para reconocer de manera tempra-
na el deterioro en la condición clínica del pa-
ciente que pone en riesgo su vida, se denomi-
na “falla para rescatar” y no tiene que ver con
negligencia del personal sino posiblemente
con falta de capacitación, escaso entrenamien-
to, continua rotación por los servicios o so-
brecarga en el número de pacientes asignados
versus los que puede atender.[7]
El desarrollo de la estrategia en los servi-
cios, inicia cuando el personal realiza la valo-
ración del paciente y ante la evidencia de pa-
rámetros muy sencillos o “criterios de alerta”
que advierten que “algo no va bien” como:
aparición de taquicardia, taquipnea, desatura-
ción menor de 90%, dolor torácico de reciente
aparición o alteración del estado neurológico,
activa el sistema de llamado al SARR, la justifi-
cación es que cualquiera de estos signos pue-
den ser los pródromos de una de las 6H (hi-
poglucemia, hipoxia, hidrogeniones, hipovo-
lemia, hipotermia, hipo o hipercalemia) o las
6T (trauma, tóxicos, hemotórax, taponamien-
to cardíaco, trombosis pulmonar o trombosis
coronaria) causantes del paro, por lo que su
tratamiento oportuno podrá evitar la llegada
al paro cardiorespiratorio.
Fisiopatología del paro
cardiorespiratorio
Una vez se produce el paro, el personal de
enfermería debe conocer los aspectos fisio-
patológicos que se generan en el paciente y
tener claridad frente a los conceptos, procesos
y procedimientos necesarios para la atención
del paro de una manera ágil y efectiva.
El paro cardiorespiratorio se define como
el cese abrupto y simultáneo de la ventilación
y perfusión sistémica. En algunos casos, pue-
de producirse paro respiratorio mientras el
corazón funciona durante algunos minutos y
luego sobreviene el paro cardíaco. También
Cuidado del paciente en estado crítico
puede iniciarse en un paro cardíaco y simul-
táneamente se presenta paro respiratorio. Es
importante establecer si el paciente está en un
paro respiratorio o cardiorespiratorio, para
ello es útil conocer las características clínicas
3
que lo determinan (tabla 3-1).
El colapso circulatorio desencadenado por
el paro cardíaco produce reducción significa-
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
tiva en el transporte de oxígeno a la célula. A
escala celular y en especial en el cerebro y en
el corazón, esta reducción produce cambio de
metabolismo aeróbico a anaeróbico.
El paro cardíaco puede ser primario cuan-
do se presenta como consecuencia de fibri-
lación ventricular, taquicardia ventricular o
asistolia; o secundario, como complicación
de tromboembolia pulmonar masiva, tapo-
namiento cardíaco, neumotórax a tensión,
obstrucción de las vías aéreas, apnea, anoxia
alveolar o estados de choque.
Tabla 3-1. Características clínicas del paro respi-
ratorio y del paro cardíaco.
Paro respiratorio
• Ausencia de paso de aire.
• No se oye flujo.
• Dificultad para insuflar aire.
• Incapacidad para toser.
• Escasa o nula expansión torácica.
• Tiraje supraclavicular e intercostal.
• Ausencia de ruidos respiratorios.
• Se manifiesta clínicamente como:
parada respiratoria: apnea, bradipnea.
Paro cardíaco
• Pérdida brusca de la conciencia.
• Ausencia de pulsos en las grandes arterias
(carótida, femoral, humeral).
Signos adicionales:
• Presencia de apnea o patrón respiratorio in-
eficaz.
• Cianosis, sobre todo en labios y zonas distales.
• Frialdad en las extremidades.
• Dilatación pupilar.
Modificado de: Sancho MJ, Loro N, Sancho MT. Actua-
ción y cuidado de enfermería durante la reanimación
cardiopulmonar básica en lactantes y niños. Enferm
Cardiol. 2003; 28(1): 44-8.a
25
 Cuidado del paciente en estado crítico
En el paciente pediátrico el paro es princi-
palmente de origen respiratorio, la hipoxia se
presenta como resultado de una serie de even-
tos que siguen una secuencia. Hay un período
inicial de respiraciones rápidas, si la hipoxia
3
continúa cesan los movimientos respiratorios,
la frecuencia cardíaca aumenta inicialmente y
luego comienza a disminuir, la presión arte-
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
rial (PA) aumenta discretamente, el tono neu-
romuscular disminuye gradualmente y el pa-
ciente ingresa al período denominado apnea
primaria.[8]
Si la hipoxia persiste el paciente desarro-
lla respiraciones profundas y jadeantes, la fre-
cuencia cardíaca (FC) continúa disminuyendo,
la PA comienza a reducirse y el paciente pierde
gradualmente el tono muscular y los reflejos.
La respiración se hace cada vez más débil has-
ta que presenta un último boqueo y entra en
apnea, no responde a estímulos y no vuelve a
hacer esfuerzos respiratorios espontáneos.[8]
La oxigenación y ventilación requieren
restablecerse tan pronto como sea posible.
Cuando se compara con el adulto, el pro-
nóstico del paro cardiorespiratorio (PCR) del
niño, suele ser peor debido a que en la mayo-
ría de los casos el niño lleva en hipoxemia un
largo período, lo que trae como consecuen-
cia el daño de diversos órganos. La causa más
frecuente de PCR en el adulto es primaria-
mente cardíaca abrupta, sin hipoxemia pre-
via. La supervivencia es del 40% en el adulto,
en pediatría del 10%.[3]
Causas de paro en el paciente crítico
Hipoxemia. Sea por insuficiencia ventilatoria
de causa central o neuromuscular, obstruc-
ción de la vía aérea o de origen pulmonar.
Alteración cardíaca. Por falla de bomba,
por ejemplo secundaria a isquemia o infarto
miocárdico, por trastornos eléctricos, bradi
y taquiarritmias que produzcan compromiso
hemodinámico y trastornos mecánicos que
obstruyen la circulación como el neumotórax
a tensión o el tamponamiento cardíaco.
Trastornos electrolíticos. En el paciente crí-
tico se observan graves alteraciones del ritmo
por trastornos en los niveles de potasio, mag-
nesio y calcio. Como parte de la RCP medirlos
26
precozmente y tratar empíricamente ante la
sospecha clínica.[9]
Transporte inapropiado de oxígeno. En el
transporte de oxígeno intervienen varios fac-
tores, el débito cardíaco, la hemoglobina y la
saturación de oxígeno.
Sea cual sea la causa, las consecuencias
siempre son las mismas lesiones celulares a
nivel del miocardio y cerebro por la interrup-
ción de la circulación de sangre oxigenada. A
las lesiones iniciales de anoxia se suman las
lesiones por reperfusión principalmente en
isquemia prolongada.
Intervenciones de enfermería durante
la reanimación cardiopulmonar
La reanimación cardiorespiratoria es un con-
junto de pautas estandarizadas de desarrollo
secuencial cuyo fin es sustituir y restaurar la
circulación y la respiración espontánea, con
el objetivo de garantizar una oxigenación ti-
sular suficiente en los órganos vitales.[10] El
proceso de reanimación supone el entrena-
miento del equipo de salud y el profesional
de enfermería hace parte fundamental del
proceso de reanimación y de la correcta reali-
zación de sus intervenciones en cada una de
las etapas, depende en gran medida el éxito
de la reanimación.
En cada una de las etapas, se sigue la se-
cuencia conocida tradicionalmente como el
“ABCD” de la reanimación, de acuerdo a las
recomendaciones de la AHA en el 2010, la se-
cuencia cambia su orden a CABD. Esta reco-
mendación se apoya básicamente en la eviden-
cia de que el inicio temprano de las compre-
siones torácicas, evita retrasos en la reanima-
ción y favorece la supervivencia de la víctima
del paro dado que las compresiones torácicas
proporcionan un flujo sanguíneo vital al cora-
zón y al cerebro.[5]
La secuencia recomendada para la reani-
mación es:
C. Circulación.
A. Vía aérea permeable.
B. Ventilación.
D. Desfibrilación. Anteriormente se incluía
ésta únicamente en el apoyo vital cardíaco
avanzado (AVCA), en la actualidad la desfi-
brilación temprana también se incluye en

el soporte vital básico (AVB) con el objeto
de optimizar las tasas de supervivencia.
Las maniobras de reanimación se aplican en
forma secuencial y comprenden maniobras de
evaluación, de sostén y de intervención. La re-
animación cardiopulmonar se realiza en tres
etapas:
• Soporte vital básico.
• Soporte vital avanzado.
• Soporte prolongado.
EL soporte vital básico incluye métodos que no
requieren una tecnología especial y que bus-
can mantener o recuperar la función circulato-
ria. Es el conjunto de maniobras que permiten
identificar si un paciente está en situación de
paro cardiorrespiratorio (PCR) y reemplazar
por medio de éstas las funciones respiratoria y
circulatoria sin ningún equipamiento específi-
co, hasta que la víctima pueda recibir un trata-
miento más cualificado. El principal propósito
es mantener una adecuada oxigenación para
proteger el buen funcionamiento de cerebro
y otros órganos.
Una vez realizadas las intervenciones en-
marcadas dentro del soporte vital básico y
tras no obtener una respuesta favorable en
el paciente, se continúa con el soporte vital
avanzado para reestablecer con equipos de
reanimación, la circulación espontánea y efi-
caz y combatir las consecuencias de la anoxia
cardiocerebral.
El apoyo vital avanzado es la continuación
del apoyo vital básico, se utiliza un equipo
auxiliar y técnicas especiales encaminadas a
reanudar la circulación espontánea y estabi-
lizar el aparato cardiopulmonar, restituyendo
el transporte óptimo de oxígeno, con drogas
intravenosas e infusiones de líquidos, moni-
torización electrocardiográfica y tratamiento
de arritmias de ser necesario con descargas
eléctricas.
El soporte avanzado incluye medidas orien-
tadas a la protección de la vía aérea como la
intubación orotraqueal, suministro de oxígeno,
instalación de accesos venosos, monitoriza-
ción, aplicación de medicamentos según los re-
querimientos y búsqueda de la causa del paro.
En el contexto de las unidades de cuidado
crítico se realiza la reanimación avanzada, ya
Cuidado del paciente en estado crítico
que se cuenta con el equipo necesario para
apoyar la reanimación a este nivel, no sin an-
tes aplicar los elementos de la reanimación bá-
sica que pueden ser suficientes para obtener
una respuesta favorable.
3
El apoyo prolongado se inicia una vez se
recupera la actividad eléctrica y la respiración
espontánea, tiene como finalidad reconocer la
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
etiología del paro y corregirla para evitar un
nuevo paro, se brinda soporte hemodinámico
y ventilatorio, se tratan las complicaciones de
la reanimación, la prevención de la falla mul-
tiorgánica y de manera muy especial se moni-
toriza y se brinda la terapéutica generada por
la reperfusión, conocida como síndrome de
reperfusión.
Es muy importante que el personal reac-
cione de una manera rápida pero sin apresu-
rarse y cumpla paso a paso cada una de las
indicaciones, cerciorándose de que sean reali-
zadas correctamente, de lo contrario podrían
ocurrir errores en la secuencia que pueden
llevar al fracaso en la reanimación.
Esquema CABD
Ante la sospecha de paro en el paciente, evi-
denciado en el monitor, es necesario corro-
borar el estado de los cables de monitoreo
los cuales deben estar conectados adecuada-
mente, si se encuentran bien, realizar un con-
tacto firme con el paciente llamándolo con
tono fuerte y claro y colocando las manos en
su hombro y tórax para confirmar expansión
torácica. Acción que se realiza en segundos y
con una respuesta rápida ante la alarma del
monitor.
Activar el sistema de respuesta y activar el
código azul y llamar al equipo de emergencias
o al médico encargado de la unidad en ese
momento.
Posteriormente se debe proceder a con-
vocar el personal asignado para tal procedi-
miento y realizar todos los procedimientos
con la mayor calma y organización posible, sin
olvidar dar aviso a la familia del paciente de la
situación actual.
Una vez se ha dado aviso de la situación
se asegura una posición adecuada al pacien-
te, que facilite el desarrollo de todas las ac-
tividades, en decúbito supino y ubicar una
27
 Cuidado del paciente en estado crítico
tabla firme en la espalda antes de iniciar las
maniobras.
C. Circulación
Es el primer paso de la secuencia de reanima-
3
ción. Durante la reanimación básica, la ausen-
cia de pulso indica paro cardíaco y necesidad
de practicar compresiones torácicas.
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
El pulso debe tomarse durante 5 a 10
segundos, también evaluar si existen o no
signos de circulación como respiración, tos
o movimiento, por lo que si un paciente no
respira, no se mueve, no presenta y no se le
palpa pulso iniciar maniobras de compresión
torácica.
El lugar indicado para la evaluación del
pulso es la arteria carótida, aplicando presión
suave a fin de no colapsar la arteria.
En ausencia de pulso iniciar las compre-
siones torácicas, las cuales se deben realizar
en la mitad inferior del esternón (a nivel de
las tetillas), con los brazos en relación de 90
grados con respecto al tórax del paciente,
evitando doblar los codos (figura 3-1), deben
deprimir como mínimo 5 cm de acuerdo a las
recomendaciones del 2010. Se entrelazan los
dedos de las manos y se realiza el masaje con
el talón de la mano, se recomienda una fre-
cuencia de al menos 100 compresiones por
minuto para lograr el restablecimiento de la
circulación espontánea y la supervivencia con
adecuada función neurológica; es importante
permitir la expansión entre cada compresión.
En la actualidad se habla de una relación de 30
compresiones por 2 ventilaciones en presen-
cia de uno o dos reanimadores.[5]
Figura 3-1. Técnica del masaje en el adulto.
28
En la reanimación avanzada las interven-
ciones que tienen que ver con la circulación
están relacionadas con lograr un adecuado
acceso para la aplicación de líquidos y medica-
mentos. Durante la reanimación avanzada es
imprescindible contar con un acceso venoso.
Es responsabilidad del personal de enfer-
mería garantizar un acceso venoso permeable.
Para ello se puede recurrir a la canalización de
venas periféricas del mayor calibre posible re-
curriendo de ser necesario en primer lugar a
las venas de la fosa antecubital, por ser las de
mayor calibre, recorrido más constante y las
más cercanas a la circulación central. No obs-
tante, cualquier vena periférica puede ser útil,
la indicación para optimizar el tiempo entre
preparación y aplicación es inyectar el medica-
mento sin diluir e impulsarlo (en adultos) con
20 mL de solución salina elevando la extremi-
dad durante 10 segundos.[11]
El mensaje –marco de las recomendacio-
nes para RCP y cuidados cardíacos de emer-
gencia– es que los reanimadores requieren
centrar sus esfuerzos en proporcionar RCP de
calidad reduciendo al mínimo las interrupcio-
nes relacionadas con la ventilación, la desfibri-
lación, la aplicación de fármacos o la valora-
ción del pulso.
Consideraciones en pediatría. En pediatría
el pulso se evalúa durante 10 segundos, en el
menor de un año se busca en la región bra-
quial y en los mayores de un año en la caró-
tida. Si no hay signos de circulación, el pul-
so no se encuentra presente o la frecuencia
cardíaca es menor de 60 latidos por minuto
y hay signos de hipoperfusión, iniciar com-
presiones torácicas, para ello ubicar al niño
en posición supina en una superficie firme,
colocar los dedos sobre la mitad inferior del
esternón, tomando como referencia un tra-
vés de dedo por debajo de la línea interma-
milar (figura 3-2); si hay dos reanimadores se
prefiere la técnica de los dos pulgares ubi-
cándolos por debajo de la línea intermami-
lar y dejando las manos alrededor del tórax
(figura 3-3).
En el mayor de un año de acuerdo con el
tamaño del niño se ubica la base de una de las
dos manos sobre la mitad inferior del esternón
(entre la línea intermamilar y la escotadura es-
ternal evitando comprimir sobre el apéndice

Figura 3-2. Técnica para las compresiones
torácicas en lactantes con un solo reanimador.
Figura 3-3. Técnica para las compresiones
torácicas en lactantes con dos reanimadores.
xifoides) comprimir 4 cm en el lactante y 5 cm
en el niño de su diámetro anteroposterior del
tórax (figura 3-4).
La relación compresión ventilación es de
30:2 con un solo reanimador y 15:2 con dos
reanimadores; es necesario aclarar que el re-
cién nacido la relación es de 3:1; durante el
minuto de asistencia se deben proporcionar
por lo menos 100 compresiones por minuto.[5]
La vía intraósea en pediatría es una exce-
lente alternativa cuando no se consigue una
periférica en el tiempo establecido. Su utilidad
se basa en que la cavidad medular de los hue-
Cuidado del paciente en estado crítico
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
Figura 3-4. Técnica para las compresiones
torácicas en niños mayores de un año.
sos largos está ocupada por una rica red de
capilares que drenan a un gran seno venoso
central, que no se colapsa ni siquiera en si-
tuación de RCP. El profesional de enfermería
debe contar con un entrenamiento específico
para lograr este tipo de acceso.
Intervenciones de enfermería. Las acciones
del personal de enfermería deben estar orien-
tadas a la prevención del paro y la detección
oportuna del riesgo del mismo. Esto exige una
valoración detallada y continua, como primer
paso del proceso de atención de enfermería.
El personal de enfermería requiere valorar
periódicamente los pulsos, llenado capilar,
saturación de oxígeno, presencia de cianosis
central y periférica, y proporcionar monitori-
zación electrocardiográfica continua en busca
de arritmias ocasionadas por trastornos hidro-
electrolíticos.
También evaluar ritmo e intensidad de los
pulsos. La palpación debe hacerse de forma
simétrica, a la misma altura en los miembros
superiores e inferiores. Evalúe en los neona-
tos una frecuencia cardíaca no mayor de 155
a 160 lpm, en el niño mayor que no supere
120 lmp y en el adulto una frecuencia mayor
de 60 lpm. En cuanto al llenado capilar eva-
lúe si es mayor de 2 a 3 s (signo de bajo gas-
to), color, temperatura de la piel, humedad,
sudoración profusa.
Auscultar al paciente y analizar la frecuen-
cia cardíaca, la cual está sujeta a variaciones
según la edad y sexo, ritmo (taquicardias su-
29
 Cuidado del paciente en estado crítico
praventriculares y bloqueos AV congénitos) y
si la intensidad en los ruidos cardíacos son las
normales.
Es necesario realizar una vigilancia conti-
3 nua del registro electrocardiográfico para eva-
luar ritmos que indiquen mejoría o empeo-
ramiento de la situación y estar atentos a los
posibles goteos de medicamentos necesarios
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
para mantener un adecuado ritmo.
Cuando se establece la situación de paro,
es fundamental la coordinación del equipo de
acuerdo a los protocolos establecidos en cada
institución.
Una vez se inicia la reanimación avanza-
da se garantizarán dos accesos vasculares de
buen calibre para la aplicación de líquidos y
medicamentos.
A. Vía aérea
De acuerdo a las guías del 2010, la vía aérea
ocupa el segundo lugar en la secuencia de re-
animación y se elimina la secuencia de “obser-
var, escuchar y sentir la respiración” que se apli-
caba una vez se permeabilizaba la vía aérea.[5]
Tras aplicar 30 compresiones, abrir la vía
aérea y aplicar dos ventilaciones.[5]
En la reanimación básica se busca per-
meabilizar la vía aérea del paciente, extraer
cualquier cuerpo extraño verificando que haya
respiración, de encontrar secreciones abun-
dantes se procede a aspirar la cavidad oral.
Si no hay trauma encefalocraneano (TEC)
o cervical se coloca una de las manos en la
frente del paciente y la otra en el mentón, se
extiende suavemente la cabeza hacia atrás y se
eleva el mentón.
Si existe la sospecha de TEC o trauma ra-
quimedular traccionar la mandíbula, mante-
niendo neutral la columna cervical, colocando
las manos a cada lado de la cabeza, apoyando
los codos sobre una superficie, sujetando los
ángulos del maxilar inferior y elevándolos con
ambas manos desplazando la mandíbula hacia
adelante.
En la reanimación avanzada se pretende
mantener una vía aérea óptima mediante la uti-
lización de un equipo adicional para lograr una
adecuada oxigenación y ventilación artificial.
En este proceso se utilizan dispositivos
como las cánulas orofaríngeas, nasofaríngeas,
tubos orotraqueales, mascarillas faciales y bol-
30
sas autoinflables para ventilación con presión
positiva.
Es recomendable el uso de oxígeno y en
cuanto sea posible medir la saturación arterial
del mismo por pulsioximetría, suministrar una
fracción de oxígeno inspirado (FIO2) para con-
seguir saturaciones entre 94% y 98% y evitar el
daño por la hiperoxia.[5]
El método de elección para la apertura y
aislamiento definitivo de la vía aérea es la in-
tubación orotraqueal, dado que asegura pro-
tección contra el paso de cuerpos extraños al
árbol bronquial, disminuye el riesgo de bron-
coaspiración, facilita la ventilación artificial, la
administración de volúmenes corrientes se-
leccionados, la aspiración de secreciones y la
administración de fármacos en el caso de que
no sea posible conseguir una vía venosa.[11] El
tubo laríngeo o el tubo traqueoesofágico y la
mascarilla laríngea son alternativas aceptables
a la ventilación con bolsa mascarilla o a la in-
tubación orotraqueal.[5]
La intubación necesita realizarse tan pron-
to como sea posible y en cuanto esté dispuesto
el personal capacitado y el equipo necesario e
interrumpiendo el mínimo tiempo posible las
compresiones torácicas. En las guías de la AHA
2010 se enfatiza en el uso de la capnografía
para confirmar y vigilar la calidad de RCP, po-
sición de tubo endotraqueal y recuperación.[5]
El personal de enfermería requiere garan-
tizar el mantenimiento de la permeabilidad de
la vía aérea, antes y después de la intubación,
para ello una de las principales actividades es la
aspiración de secreciones. Cada aspiración no
debe durar más de 10 segundos y es necesario
preoxigenar por un periodo breve con oxígeno
al 100%.[2]
Consideraciones en pediatría. Está muy
claro que el principal eslabón en la RCP en
pediatría en un contexto diferente al del hos-
pitalario está en la prevención de eventos que
puedan llevar al niño al paro.
Durante el despeje de vía aérea en pedia-
tría es necesario realizar la maniobra frente
mentón, colocando una mano abierta sobre la
frente sujetándola firmemente y manteniendo
el cuello en posición neutra en lactantes, en ni-
ños en extensión ligera-moderada. El occipucio
prominente del lactante predispone a una lige-

ra flexión del cuello cuando se coloca el niño
en una superficie plana, por lo que se debe
asegurar que se mantenga en posición neutra.
Levantar el mentón con la punta de los
dedos, maniobra que debe realizarse con mu-
cho cuidado para no cerrar la boca del niño
o comprimir los tejidos blandos que pudieran
obstruir la vía aérea.
En los niños con riesgo cervical se reali-
zará elevación o subluxación mandibular en
donde el reanimador se colocará a la cabe-
cera del niño y colocando sus manos en el
ángulo de la mandíbula, la levantará y despla-
zará hacia delante. Esta maniobra es útil pero
exige la presencia de varios reanimadores ya
que la persona colocada a la cabecera del pa-
ciente no puede hacer otras maniobras como
la ventilación.
Otra maniobra es la tracción mandibular
colocando una mano en la frente igual que en
la maniobra frente-mentón pero evitando la
extensión de la misma. Se introducirá el dedo
pulgar de la otra mano en la boca colocán-
dolo detrás de los incisivos centrales mien-
tras que los dedos índice y medio sujetan el
mentón, y a continuación se traccionará de la
mandíbula hacia arriba. Tener en cuenta que
cuando se vaya a hacer la ventilación es nece-
sario sacar el dedo pulgar de la boca, mante-
niendo la elevación de la mandíbula con los
otros dedos.
En la reanimación avanzada las considera-
ciones en la edad pediátrica apuntan hacia la
anatomía de la vía aérea pediátrica. La lengua es
relativamente más grande lo que dificulta la vi-
sualización de las cuerdas vocales, la enfermera
requiere conocer este aspecto para darle al pa-
ciente una posición que facilite la intubación.
El paciente pediátrico tiene una epiglotis
más ancha y flácida, las cuerdas vocales se si-
túan en una posición más anterior, por lo que
es necesario disponer de una valva del larin-
goscopio recta en recién nacidos y lactantes.
El anillo cricoides es la porción más estre-
cha de la vía respiratoria de los niños meno-
res de 8 años, dada esta estenosis anatómica
el tubo orotraqueal queda puesto en forma
segura a la altura del anillo cricoides sin que
se filtre el aire. Esa es la razón por la cual no
requieren tubos con balón de neumotapona-
miento.[12] No se recomienda el uso rutinario
de la presión cricoidea porque puede impedir
Cuidado del paciente en estado crítico
la ventilación o la colocación de dispositivos
avanzados de vía aérea.[5]
Intervenciones de enfermería. La interven-
ción fundamental del profesional de enferme-
3
ría es evitar llegar a la situación de paro para lo
cual valorará los pacientes de forma continua
para identificar signos y síntomas que sugieran
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
una situación de riesgo.
En caso de paro la permeabilización de la
vía aérea y el mantenimiento de la misma es
el segundo paso para garantizar una adecua-
da atención y cuidado del paciente durante la
reanimación.
El personal de enfermería es quien duran-
te la reanimación básica permeabiliza la vía
aérea, mediante las técnicas y maniobras ade-
cuadas, cuando se hace necesario progresar
hacia la reanimación avanzada es imprescin-
dible que conozca ampliamente el uso de los
dispositivos que se utilizan durante esta fase
de la reanimación y que haya verificado con
anticipación su adecuado funcionamiento.
La intubación siempre requiere ser reali-
zada por personal médico entrenado, la en-
fermera asistir el procedimiento. Antes de la
intubación disponer el equipo necesario, te-
niendo en cuenta que es responsabilidad del
personal de enfermería revisar diariamente
y a primera hora, que el carro de paro este
completo y que todos los elementos cumplan
con los criterios necesarios de funcionamien-
to, esterilidad, limpieza y desinfección, según
corresponda, adicionalmente revisar las fechas
de vencimiento.
El equipo que el personal de enfermería
debe disponer para la intubación incluye, la-
ringoscopio con valvas curvas y rectas, cánu-
las orofaríngeas, tres tubos endotraqueales de
diferente tamaño, uno dependiendo del peso
del paciente, uno de un número por encima
y otro de un número por debajo del tubo ini-
cialmente requerido. También disponer de
jeringa para inflar el balón de neumotapona-
miento y elementos para la fijación si la edad
lo requiere; por otro lado, asegurar la moni-
torización de FR, SaTO2, que permita eviden-
ciar el estado del paciente y la respuesta a las
intervenciones.
Otra función importante en este proceso es
la aspiración de secreciones, dado que durante
las maniobras de RCP la vía aérea superior se
inunda de contenido gástrico o de secreciones
31
 Cuidado del paciente en estado crítico
y todo esto genera dificultad o resistencia a
la entrada de aire o a la posibilidad de que el
paciente haga una broncoaspiración. Utilizar
una sonda de succión de acuerdo al pacien-
te y realizar dicho procedimiento procurando
3
los periodos de oxigenación y recuperación,
teniendo en cuenta preoxigenar 50 segun-
dos previos, la sonda se utiliza según la edad
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
(sondas 5 a 8 Fr en neonatos y 9 a 16 Fr en
niños pequeños), con una succión que puede
ir desde 20 a 50 mm Hg según el tamaño del
paciente. Cada aspiración no debe durar más
de 10 segundos.
El personal de enfermería debe garanti-
zar una posición que facilite la intubación.
El paciente necesita permanecer en decúbito
supino, en una posición respiratoria neutra.
En lactantes o niños pequeños colocar un pe-
queño rollo debajo de los hombros para evitar
la flexión del cuello y la obstrucción de la vía
respiratoria.
Una vez colocado el tubo, el personal de
enfermería lo fija a la cara utilizando la inmo-
vilización de acuerdo al protocolo de cada uni-
dad y registrar a cuantos centímetros se fija e
infla el balón. Posteriormente se ventila al pa-
ciente y se comprueba la perfecta colocación
del tubo, auscultando bilateralmente los rui-
dos respiratorios y a nivel del epigastrio para
confirmar ausencia de movimientos de aire en
la cámara gástrica, observar los movimientos
de la pared torácica al ventilar y valorar el es-
tado del paciente.
Una vez verificada la adecuada colocación
del tubo agilizar la toma de radiografía de tó-
rax, para comprobar la ubicación del tubo 2 a
5 cm por encima de la carina.
Se procede a instalar el ventilador mecá-
nico y se realizan los registros correspondien-
tes en la historia clínica, continuando con la
valoración continua.
B. Ventilación
A nivel hospitalario la ventilación se puede
realizar con dispositivos como la cánula oro
faríngea y bolsa-válvula-mascarilla (BVM), pro-
pios de la reanimación avanzada, es necesario
formar un sello entre la mascarilla y la cara,
colocando el pulgar y el índice de la mano que
tenga más cerca de la cabeza del paciente so-
bre el borde de la mascarilla y el otro pulgar
de la otra mano sobre el borde inferior de la
32
mascarilla, los demás dedos de la mano colo-
cados cerca del cuello del paciente, siguiendo
el contorno de los huesos de la mandíbula, y
elevar la mandíbula, realizando inclinación de
la cabeza-elevación del mentón para abrir la
vía aérea.
En las nuevas guías del 2010 se ha dado
prioridad a las compresiones torácicas en vez
de la ventilación, a tal punto que si el reanima-
dor no tiene suficiente entrenamiento o no es
experto debe concentrarse en las compresio-
nes y no dar ventilaciones.
Cuando se van a realizar las ventilacio-
nes, se realizarán dos insuflaciones por cada
30 compresiones en presencia de uno o dos
reanimadores del paciente adulto, en el caso
de tener dispositivo avanzado se realizará
una ventilación cada 6 a 8 s a razón de 8 a
10 ventilaciones/min, éstas deben realizarse
de forma asincrónica con las compresiones
torácicas; cada ventilación debe durar un se-
gundo procurando una elevación visible del
tórax.[5]
En el proceso de ventilación evitar el ries-
go de insuflación gástrica, las ventilaciones
deben hacerse lentamente, con el mínimo de
volumen corriente para lograr una adecuada
expansión. De igual manera tener en cuenta
el riesgo de regurgitación, broncoaspiración
y neumonía posterior a las maniobras. De
no obtener una expansión torácica visible, se
procede a mejorar la posición del paciente en
cuanto a la cabeza y mentón se refiere y des-
cartar obstrucción de la vía aérea.
La idea de la reanimación avanzada es op-
timizar la ventilación iniciada en la reanima-
ción básica evitando la ventilación excesiva,
mediante el aporte de oxígeno y la utilización
de medios adecuados.
Antes de intubar al paciente ventilar con
bolsa autoinflable, adaptada a una máscara fa-
cial y a una fuente de oxígeno a la mayor con-
centración posible, dada la progresiva hipoxe-
mia e hipoxia tisular generada durante el paro
cardiorespiratorio.
Cuando se ventila con mascarilla es impor-
tante verificar el sello hermético para evitar fu-
gas e hiperventilación. También considerarse
que si la vía aérea no está permeabilizada el
gas puede pasar al estómago.
En el proceso de intubación se recomien-
da utilizar el registro cuantitativo de la onda

de capnografía en el paciente adulto, median-
te un detector de dióxido de carbono (CO2)
exhalado o un detector esofágico con el fin
de confirmar y monitorizar la colocación del
tubo endotraqueal y evaluar con qué calidad
está siendo realizada la RCP. La capnografía
también se ha utilizado como un tipo de mo-
nitorización fisiológico, para detectar el resta-
blecimiento de la circulación espontánea.[5]
Una vez el paciente es intubado, se co-
necta la bolsa autoinflable a este dispositivo
o a otros dispositivos alternativos para la vía
aérea según cada caso y se inicia la ventila-
ción a una frecuencia de 10 respiraciones por
minuto y se continúa con las compresiones
torácicas evaluando respuesta.
En las guías del 2010 se ha dado mucha
importancia a la práctica de la monitorización
fisiológica para optimizar la calidad de la RCP
y detectar el restablecimiento del paciente.
Consideraciones en pediatría. Si han pasa-
do 10 segundos y el niño no responde y no
respira o sólo jadea o boquea, y no se encuen-
tra pulso, iniciar con compresiones torácicas
(también vigente en pediatría).
En cuanto a la relación de las ventilacio-
nes, son dos ventilaciones por cada 30 com-
presiones cuando hay un solo reanimador y
dos ventilaciones por cada 15 compresiones si
existen dos reanimadores, teniendo en cuenta
realizar una ventilación cada 6 a 8 segundos (8
a 10 ventilaciones/min).[5]
En el soporte vital avanzado pediátrico
también se recomienda la monitorización de
la capnografía para confirmar la posición del
tubo endotraqueal y evaluar y optimizar la ca-
lidad de las compresiones torácicas.
Para evitar los riesgos de la exposición a al-
tos niveles de oxígeno, ajustar la dosis de oxí-
geno inspirado una vez recuperada la circula-
ción espontánea, con el fin de mantener una
saturación de oxihemoglobina arterial igual o
superior al 94% pero inferior al 100%, y con
ello disminuir el riesgo de hiperoxia.
Debido a que la principal causa de paro
en los neonatos es la asfixia se ha conservado
la secuencia de la reanimación ABC con una
relación de una ventilación por cada tres com-
presiones, excepto cuando la causa del paro
es cardíaca.
Cuidado del paciente en estado crítico
Para evaluar la pulsioximetría, se coloca la
sonda en la extremidad superior derecha (la
muñeca o palma de la mano), en el caso de
neonatos nacidos a término, es preferible la
reanimación con aire, en lugar de hacerlo con
3
oxígeno al 100%. El oxígeno debe regularse
mezclando oxígeno y aire.
La ventilación con presión positiva se su-
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
ministra con una presión suficiente para que
se logre el aumento de la frecuencia cardíaca o
la expansión del tórax, procurar no excederse
en ella para no provocar lesión pulmonar en
el prematuro.[2,5]
La frecuencia respiratoria variará con la
edad:[13]
• 30 a 40 respiraciones por minuto en re-
cién nacidos.
• 20 a 25 respiraciones por minuto en lac-
tantes.
• 15 a 20 respiraciones por minuto en niños.
De forma general puede hablarse de tres ta-
maños de bolsa: modelo lactantes con una
capacidad de 250 mL, modelo infantil con ca-
pacidad de 450 a 500 mL y modelo adulto con
capacidad de 1.600 a 2.000 mL.[13]
Intervenciones de enfermería. Mantener el
carro de paro dotado y en óptimas condicio-
nes con el material médico quirúrgico nece-
sario de acuerdo a la edad del paciente en
cuanto máscaras, bolsas de oxigenación, cá-
nulas orofaríngeas. De igual manera realizar
una valoración de la FR y signos de dificultad
respiratoria como utilización de músculos
accesorios, disbalance y expansión tóraco-
abdominal, aleteo nasal, tirajes, disminución
del murmullo vesicular y taquipnea, así como
alteraciones en el estado de conciencia y
cianosis; todo acompañado de la utilización
de una fuente de oxígeno al sistema de ven-
tilación y el monitoreo continuo de la FR y
SaTO2.
Indagar sobre el horario de la última in-
gesta para prevenir la broncoaspiración, por
ello es necesario aspirar previamente al pa-
ciente y estar atentos en el momento de in-
tubación orotraqueal si el paciente presenta
náuseas o vómito para aspirar rápidamente,
tanto el contenido gástrico como las secrecio-
nes bronquiales.
33
 Cuidado del paciente en estado crítico
D. Desfibrilación
Los desfibriladores externos automáticos son
dispositivos que permiten practicar la desfi-
brilación de forma segura. Es un dispositivo
portátil que se utiliza para estimular eléctrica-
3
mente el corazón, mediante choques eléctri-
cos que sincronizan el corazón poniendo fin
a una arritmia.[5]
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
En la actualidad se recomienda la desfi-
brilación temprana, aplicando una descarga
en tres minutos o menos después del colap-
so, y es por ello que se recomienda el uso del
desfibrilador externo automático (DEA) a ni-
vel hospitalario, sobre todo en aquellas zonas
donde el personal no posee el entrenamiento
suficiente para su uso.
El inicio de la reanimación y el uso del
DEA, si está disponible, a nivel extrahospi-
talario, debe iniciarse ante un paro cardíaco
presenciado, de manera lógica iniciarse con
compresiones torácicas y utilizar el DEA lo an-
tes posible. Cuando el paro no ha sido presen-
ciado debe iniciarse la RCP hasta verificar el
ritmo, en este caso se recomienda realizar las
maniobras durante un minuto y medio a tres,
antes de iniciar la desfibrilación, cuando se
cuenta con dos o más reanimadores, se deben
realizar las maniobras mientras se prepara el
desfibrilador. Una vez el paciente se encuen-
tre monitorizado, no transcurrir más de 3 mi-
nutos entre la fibrilación ventricular (FV) y la
descarga.
Las nuevas recomendaciones en cuanto
al protocolo de descargas no presentó nin-
gún cambio y sigue vigente el hecho de rea-
lizar una descarga frente al protocolo de tres
descargas escalonadas para el tratamiento del
paro cardíaco por FV, puesto que hasta el mo-
mento existen pocas evidencias de que una
segunda o tercera descarga tenga un benefi-
cio adicional para el paciente y por otro lado
es recomendable reanudar la RCP inmediata-
mente después de una descarga.[5]
En cuanto a las descargas eléctricas se in-
dica que las descargas de ondas bifásicas con
similares niveles de energía o aún menores
que las descargas monofásicas de 200 J, tienen
un efecto igual o con mayor éxito a la hora
de eliminar una FV. No obstante el nivel ópti-
mo de energía para la primera descarga no ha
sido protocolizado, así como tampoco se ha
podido establecer una clara evidencia frente
34
a si es mejor el dispositivo de ondas mono o
bifásicas.
Una vez realizada la descarga si existe rit-
mo en el paciente se continúan las maniobras
durante dos minutos para mejorar la respues-
ta final del paciente; si el paro no fue presen-
ciado o el paciente lleva más de 4 a 5 minutos
en él, deben darse cinco ciclos de 30 compre-
siones por dos ventilaciones antes de aplicar
la descarga.
No existen recomendaciones definitivas
acerca de la energía para los intentos poste-
riores a la descarga inicial; sin embargo, des-
de el 2005 se dice que si la FV no cesa con
la desfibrilación inicial, los niveles de energía
posteriores requieren ser iguales o más altos
que el inicial.[2,5]
En cuanto a la posición de los parches se
recomienda la posición anterolateral de los
electrodos, considerando las tres alternati-
vas (anteroposterior, anterior-infraescapular
izquierda, anterior-infraescapular derecha)
teniendo en cuenta las características del pa-
ciente y colocando los parches sobre el tórax
desnudo del paciente en cualquiera de las
posiciones.
Las posiciones anteroposterior y anterola-
teral para colocar los parches son las utilizadas
en los pacientes con marcapasos y desfibrila-
dores implantados, teniendo en cuenta de no
colocar lo parches o palas directamente sobre
el dispositivo implantado.
Para el tratamiento de la fibrilación auricu-
lar se recomienda utilizar de 120 a 200 J con
un dispositivo monofásico, se inicia con una
descarga de 200 J.
Generalmente las otras arritmias supra-
ventriculares como el flúter auricular requie-
ren menos energía; suele ser suficiente con
una descarga de 50 a 100 J con un dispositivo
monofásico o bifásico.[5]
La taquicardia ventricular (TV) estable de
los adultos se revierte con ondas tanto bifá-
sicas o monofásicas a dosis iniciales de 100 J,
de no encontrarse ninguna respuesta se pue-
de aumentar la dosis de manera escalonada.
No se recomienda sea utilizada la cardiover-
sión sincronizada para el tratamiento de la FV
o la TV sin pulso o polimórfica, ya que no es
probable que el dispositivo detecte las ondas
QRS y la descarga no sea aplicada. Estos ritmos

generalmente requieren la aplicación de altas
dosis de energía no sincronizada.[5]
En el momento de la descarga utilizar la
dosis de energía (de 120 a 200 J) recomenda-
da por el fabricante, y si no se conoce la dosis
máxima del desfibrilador.
La técnica del golpe precordial solo está
indicada en la TV presenciada, monitorizada e
inestable, y por ningún motivo practicarse en
paros no presenciados.
Teniendo en cuenta los conceptos ante-
riormente mencionados se concluye que el
personal de enfermería necesita conocer los
principales aspectos relacionados con la des-
fibrilación para asistir este procedimiento de
manera adecuada cuando se requiera.
Consideraciones en pediatría. Desde el año
2000 se autorizó el uso del DEA en los niños
de ocho años y mayores que pesaran más de
25 kg y actualmente se recomienda en los ma-
yores de un año, utilizar paletas pediátricas
hasta los 10 kg o hasta el año de edad, colocar
las paletas en posición adecuada previa utiliza-
ción del gel conductor e identificar el ritmo en
el cual se encuentra el paciente.
Las últimas guías recomiendan que para
desfibrilar niños entre uno y ocho años de
edad, debe ser empleado un sistema de ate-
nuación de la descarga para dosis pediátricas,
si se dispone de él. Si no se dispone de él em-
plear un DEA estándar. En lactantes (menores
de un año) es preciso utilizar un desfibrila-
dor manual, de no poder acceder a este será
necesario utilizar un DEA con un sistema de
atenuación pediátrico, de no disponerse de
ninguno de los anteriores dispositivos, puede
utilizarse un DEA sin un sistema de atenuación
de dosis.
Desafortunadamente no existen datos
acerca de la energía óptima a utilizar en la
descarga del paciente pediátrico, pero se re-
comienda para la desfibrilación inicial utilizar
una dosis de 2 a 4 J/kg de ondas mono o bifási-
cas, sin embargo para efectos de entrenamien-
to se inicia con una dosis de 2 J/kg y descar-
gas posteriores de al menos 4 J/kg, e incluso
niveles de energía más altos, sin exceder los
10 J/kg.[5]
Intervenciones de enfermería. Previa lo-
calización de los cables de monitoreo elec-
Cuidado del paciente en estado crítico
trocardiográfico, blanco a la derecha (no en
región infra clavicular derecha donde va la
paleta del desfibrilador) negro a la izquierda
(región infra clavicular izquierda) y rojo en
abdomen o muslo izquierdo, monitorice al 3
paciente para identificar su ritmo cardíaco,
la presencia de bradicardia absoluta o bradi-
cardia relativa, valorar la frecuencia cardíaca,
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
tensión arterial, perfusión, estado de con-
ciencia y diaforesis.
Utilice las paletas de 8 a 10 cm en adultos,
niños mayores de 10 kg o mayores de un año y
paletas pediátricas para lactantes menores de
10 kg o menores de un año.
El personal de enfermería debe mantener
el desfibrilador siempre conectado a una fuen-
te de energía, y corroborar su funcionamiento
periódicamente, con el objetivo de que sus
baterías no fallen en el momento menos in-
dicado, vigilar permanentemente el ritmo en
el cual se encuentra el paciente para conocer
la mejoría o empeoramiento del estado eléc-
trico del corazón, estar atentos y preparados
para la infusión o administración de medica-
mentos coadyuvantes en la recuperación del
ritmo cardíaco teniendo en cuenta el tipo de
paciente bajo su supervisión.
Vigilar que en el momento de la descarga
nadie toque la cama del enfermo, comprobar
la presencia de pulsos femorales y carotídeos;
también aplicar y repartir uniformemente el
gel en las paletas, cargarlas y graduar la car-
ga eléctrica, estar atentos a su correcta locali-
zación, una colocada a la derecha de la parte
superior del esternón justo debajo de la claví-
cula, nunca sobre los electrodos de monitoreo
que contienen una parte metálica que puede
quemar la piel del paciente, la otra se ubica
inmediatamente fuera del pezón izquierdo, en
el quinto espacio intercostal izquierdo, línea
axilar anterior. En mujeres no colocarla sobre
la mama, preferiblemente en la línea axilar me-
dia, tener cuidado con el oxígeno y la hume-
dad del suelo, para evitar accidentes ocupacio-
nales, avisar cuando la carga esté lista para que
el personal pueda retirarse oportunamente de
la cama, verificar después de cada descarga el
ritmo cardíaco del paciente, si las paletas se
cargan y no se utilizan, es necesario apoyarlas
en el equipo y descargar apretando el botón
de disipación, nunca hacerlo colocándolas en
35
 Cuidado del paciente en estado crítico
contacto con el aire por el riesgo de generar
accidentes de quemaduras eléctricas.[14]
3
Atención del paciente en
la fase de la reperfusión
Los estados de isquemia o hipoperfusión oca-
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
sionan una disminución del aporte de oxígeno
hasta alcanzar un nivel crítico donde el con-
sumo se hace dependiente de dicho aporte,
creándose a nivel celular un estado conocido
como deuda de oxígeno, anunciando el meta-
bolismo anaeróbico; dependiendo del tiempo
de isquemia se incrementa el daño celular has-
ta la muerte; pero si se establece la reperfu-
sión tisular antes del daño letal, la célula pue-
de reaccionar recuperándose completamente,
o por el contrario, incrementando la lesión
previa a la reperfusión, lo que se conoce como
injuria posreperfusión.
Alrededor del 20% de los pacientes que re-
cuperan un ritmo cardíaco efectivo tras las ma-
niobras de RCP son dados de alta del hospital
sin secuelas neurológicas significativas,[15] en-
tre un 60% y 75% fallecen,[16] algunos de ellos
como consecuencia de un nuevo episodio de
PCR, otros por el cuadro que dió origen a la
misma y otros por secuelas de la PCR, particu-
larmente en el cerebro.[17]
Parte de estos daños son causados por
la hipoperfusión y otros ocurren o se agra-
van tras la recuperación del latido cardíaco
efectivo, por una perfusión cerebral inade-
cuada durante la hiperemia que se produce
inmediatamente después, esto como conse-
cuencia de los radicales libres generados en
la hipoxia, la liberación de aminoácidos ex-
citantes, los cambios del calcio que pueden
producir daño mitocondrial y apoptosis o
muerte celular programada.
Varias causas pueden generar la patogenia
de la reperfusión, la falla en la reperfusión, la
injuria por reperfusión, la intoxicación cere-
bral por metabolitos isquémicos y la coagu-
lopatía. Entre los objetivos posresucitación
contemplados en las guías de la AHA de 2010
para RCP y ACE, se encuentran implementar
un sistema que abarque las múltiples discipli-
nas de la salud que actúe de forma integrada,
estructurada y completa. El tratamiento debe
abarcar cuidados neurológicos y cardiopulmo-
36
nares, al igual que el monitoreo mediante la
realización de un electroencefalograma a los
pacientes en coma, en búsqueda de convulsio-
nes producto del paro cardiorespiratorio, aun
cuando esto puede ser difícil en el paciente
con hipotermia y bloqueo neuromuscular.
La AHA en el 2010 traza los siguientes ob-
jetivos posparo cardíaco:
• Optimización de la función cardiopulmo-
nar y la perfusión de órganos vitales tras el
restablecimiento de la circulación espon-
tánea.[6]
• Traslado/transferencia a un hospital o uni-
dad de cuidados intensivos apropiado que
disponga de un sistema completo de trata-
miento posparo cardíaco.[6]
• Identificación y tratamiento del síndrome
coronario agudo (SCA) y otras causas re-
versibles.[6]
• Control de la temperatura para optimizar
la recuperación neurológica.[6]
• Anticipación, tratamiento y prevención
de disfunciones multiorgánicas, lo que
incluye evitar la ventilación excesiva y la
hiperoxia.[6]
Como se había mencionado, el objetivo prin-
cipal es proporcionar un tratamiento, que
incluya un entorno multidisciplinario y com-
pleto, que le permita al paciente que acaba
de pasar por un paro cardiorespiratorio, vol-
ver a la normalidad con un estado funcional
normal.
Si las condiciones del paciente, siembran
la sospecha de un síndrome coronario agu-
do (SCA) el paciente necesita transferencia a
un centro con especialización cardiovascular,
donde se le pueda realizar coronariografía y
tratamientos coronarios (de tipo quirúrgico
o intervencionismo) y monitoreo hemodiná-
mico, es decir que se le inicie tratamiento al
paciente posparo oportunamente, incluyendo
la hipotermia, con el fin de garantizar la reper-
fusión en el paciente.
Los pacientes después de la resucitación re-
quieren un entorno de cuidado intensivo, con
monitorización electrocardiográfica continua
y capacidad de soporte cardiovascular. Los
pacientes que recuperan pronto la concien-
cia (habitualmente tras desfibrilación precoz)

pueden mantenerse casi siempre con respira-
ción espontánea. El resto necesita ventilación
mecánica durante un período variable. En to-
dos se hará electrocardiograma de 12 derivacio-
nes y pruebas bioquímicas completas.[18]
Corregir siempre los desequilibrios hi-
droelectrolíticos: para ello se determinan re-
petidamente y se tratan de modo agresivo las
alteraciones en las concentraciones séricas de
potasio, magnesio, calcio y sodio. Valorar la
conveniencia de revascularización en caso de
cardiopatía isquémica y la indicación de profi-
laxis antiarrítmica en determinados casos.
Es importante mantener una minuciosa
monitorización hemodinámica y tratamiento
de las alteraciones circulatorias, evitar la hi-
potensión y garantizar la normoventilación
y normoxia en los pacientes comatosos. Para
ello se monitoriza la saturación arterial de O2
y preferiblemente la PCO2 en el aire espirado,
prescribiendo el régimen de asistencia respira-
toria que permita cumplir este objetivo. Evitar
especialmente la hiperglucemia e hipertermia.
Si el paciente lo requiere y su situación lo per-
mite, se administran analgesia y sedación. Se
utiliza preferentemente propofol, cuya rápi-
da eliminación facilita la posterior evaluación
neurológica.
Otras medidas propuestas como hipoter-
mia moderada, enfriamiento cerebral selecti-
vo, hipocapnia o mantenimiento de coma bar-
bitúrico no han demostrado suficientemente
su eficacia. La aplicación de bicarbonato pue-
de asociarse a efectos negativos: desviación
desfavorable en la curva de disociación de la
hemoglobina, sobrecarga de sodio, acidosis
intracelular paradójica y aumento de los re-
querimientos ventilatorios.
La hipotermia es una forma muy efectiva
de reducir los requerimientos metabólicos,
permite a los tejidos resistir mayores interva-
los sin oxígeno o flujo sanguíneo mediante la
disminución de los requerimientos energéti-
cos. Cuando una parada cardíaca ocurre en
presencia de hipotermia, son posibles buenos
resultados incluso tras períodos prolongados
sin flujo y prolongados esfuerzos de resuci-
tación. Por estas razones los investigadores
han sido tentados durante décadas por la idea
de inducir la hipotermia durante la parada
cardíaca. Diversos estudios experimentales
realizados en modelos animales de parada
Cuidado del paciente en estado crítico
cardíaca apoyaron el concepto de que la hipo-
termia durante la parada cardíaca es efectiva
para minimizar el daño, ya que promueve un
mejor funcionamiento miocárdico y cerebral
tras la resucitación;[19] sin embargo, hay im- 3
portantes dificultades logísticas que limitan la
aplicación de la hipotermia durante el paro
cardíaco, aunque se han considerado factibles
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
soluciones sencillas como la aplicación rápida
de suero salino frío.
Dos ensayos clínicos aleatorizados han de-
mostrado que los pacientes que persisten co-
matosos tras la resucitación del paro cardíaco
se benefician de un período de 12 a 24 ho-
ras de hipotermia a una temperatura interna
entre 32°C y 34°C. Estos estudios, junto con
datos preclínicos sólidos y muchos otros en-
sayos clínicos más pequeños, han aportado la
evidencia requerida por muchas autoridades,
incluidas las redactoras de las más recientes
pautas en RCP y cuidados cardiovasculares de
emergencia, para recomendar el empleo clíni-
co de la hipotermia tras resucitación.[20]
Aunque los dos ensayos clínicos antes
mencionados realizaron intensos esfuerzos
para el enfriamiento de superficie, que incluía
la circulación de aire frío o el uso de bolsas
de hielo, la evidencia de su utilidad ha esti-
mulado el interés por desarrollar enfoques
tecnológicos más convenientes no sólo para
el enfriamiento externo, sino también para el
enfriamiento interno mediante dispositivos in-
travasculares.
Actualmente hay una firme tendencia ha-
cia un más amplio uso de la hipotermia tras
resucitación con esfuerzos por iniciarla lo
antes posible, idealmente durante el propio
paro cardíaco. Se cree que la hipotermia ade-
más tiene otros efectos favorables, con res-
puestas tisulares adaptativas, que pueden im-
plicar la activación de vías de supervivencia y
la modulación de la inflamación.[21]
Evaluación del pronóstico
neurológico
La gravedad del cuadro neurológico que sigue
a la RCP depende de la duración de la isque-
mia, de lo adecuado de la RCP, de la situación
cardíaca preexistente y de la situación hemo-
37
 Cuidado del paciente en estado crítico
dinámica tras la resucitación. Los pacientes
que están menos de 12 horas en coma tienen
habitualmente buena recuperación, mientras
que los que siguen en coma una semana rara
3
vez recuperan la conciencia y suelen quedar
en estado vegetativo.
Tienen buen pronóstico los que tardan
menos de 25 min en recuperar latido espon-
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
táneo, mantienen una presión arterial sistólica
mayor o igual a 90 mm Hg y están reactivos
o presentan movimientos espontáneos de las
extremidades.
Muchos pacientes presentan importante
deterioro neurológico en las primeras horas
tras la recuperación del latido cardíaco espon-
táneo. Algunos estudios han puesto de mani-
fiesto la imposibilidad de predecir con certeza
quiénes van a presentar un déficit neuroló-
gico irreversible en la evaluación precoz. Las
convulsiones o mioclonías no han mostrado
correlación con el pronóstico a largo plazo.[22]
Se ha comprobado el valor pronóstico
de la evaluación clínica mediante la escala de
coma de Glasgow (CGS) entre los días dos
y seis. Algunos signos clínicos de deterioro
neurológico como son la ausencia de reflejo
pupilar o corneal, la ausencia de reflejos ocu-
locefálicos, la disminución de la respuesta mo-
tora flexora al dolor, o una escala de Glasgow
menor de 5, tienen valor en la predicción de
coma irreversible.[23]
El 50% de los pacientes que no se recu-
peran del coma post-PCR fallecen dentro de
los primeros tres días y de éstos, el 50% se
identifican por los signos clínicos de tronco
cerebral.[23]
La evaluación clínica al tercer día permi-
te identificar a la mitad de los pacientes que
no van a recuperarse del coma. Un patrón de
electroencefalograma (EEG) maligno a partir
de las 48 horas se asocia siempre a no recupe-
ración del coma.
El profesional de enfermería debe recono-
cer las situaciones que incrementan el riesgo
de coma irreversible. Además, incluir en los
planes de cuidado de los pacientes en el pos-
paro, una estrecha valoración neurológica,
que incluya la valoración del nivel de concien-
cia mediante la aplicación de la escala de coma
de Glasgow, el tamaño pupilar y su reacción a
la luz, reflejos y respuesta a estímulos, convul-
siones u otros signos que permitan establecer
38
el estado neurológico y el impacto del paro a
este nivel.
Atención de la familia durante
el proceso de reanimación
El cuidado de enfermería a los pacientes en es-
tado crítico, se basa en el abordaje holístico y
se aproxima a las definiciones propuestas por
diferentes autores, como Leininger, que con-
templa a la persona de manera global e inclu-
yen en el cuidar, los componentes culturales,
tanto personales como del entorno.[24]
La RCP, es una actividad crítica que ocurre,
en la mayoría de los casos, de forma súbita e
inesperada, pero no excluye esta perspectiva
teórica, en la que la familia requiere de una
adecuada atención.
Inevitablemente en el momento de la
RCP la comunicación con la familia es un as-
pecto complejo de controlar, los familiares se
enfrentan a una situación de incertidumbre
que les genera un alto impacto emocional y
el profesional de enfermería requiere priori-
zar la atención inmediata del paciente hasta su
estabilización o muerte teniendo en mente la
comunicación a la familia sobre lo que ha ocu-
rrido, el tratamiento y el pronóstico.
El equipo de salud necesita estar sensibi-
lizado frente a la responsabilidad con la co-
municación en esta fase, el personal de enfer-
mería debe lograr un adecuado acercamiento
con la familia y actuar como puente con el
resto del equipo interdisciplinario, para que
la familia tenga una información completa y
clara frente a la situación. La comunicación y
la información a la familia es un acto ético del
cuidador, es un deber del personal de salud y
un derecho de las familias.
Gestión de enfermería
en la reanimación
Ante la inmensa responsabilidad que tiene
el hospital con el individuo, su familia y la
comunidad, y teniendo en cuenta la comple-
jidad en el cuidado de la salud, los avances
científicos y técnicos, ha tenido que incluir
los conceptos de gerencia, dirección y admi-
nistración en todas las instituciones de salud

y en todos sus servicios; el servicio de cui-
dado intensivo no es ajeno a esta tendencia,
en especial cuando es un servicio donde se
tratan pacientes con enfermedades de alta
complejidad, equipos de última tecnología y
situaciones cada vez más complejas, que re-
quieren de un personal altamente calificado
y cualificado capaz de ofrecer los mejores ser-
vicios de salud basados en la ética, la huma-
nización del cuidado, buena comunicación,
alta capacidad técnico científica, control de
situaciones de estrés y eficiente utilización
del tiempo y los recursos.
El profesional de enfermería en el servicio
de cuidados intensivo debe procurar llevar a
cabo los cuatro roles para lo cual está formado
en cuanto asistencia, docencia, investigación,
gerencia y administración.
Para cumplir con todos estos papeles ne-
cesita valerse de estrategias gerenciales y ad-
ministrativas que lleven al personal a su cargo
a ofrecer excelentes servicios en todas y cada
una de las acciones y situaciones; para ello es
necesario individualizar los procesos y proce-
dimientos y abordar cada uno de ellos de ma-
nera independiente e integral.
Dentro de todos los procesos y procedi-
mientos que se dan en la UCI, la reanimación
cerebrocardiopulmonar, es quizás uno de los
más importantes, sin dejar de reconocer que
todas las unidades de las instituciones pres-
tadoras de salud requiere estar en completa
capacidad de auxiliar a un individuo en situa-
ción de paro cardiorespiratorio.
Entre las funciones del profesional de en-
fermería de la UCI se encuentran la selección
y evaluación del personal, la capacitación
continua sobre las últimas tendencias en re-
animación y los SARR, proveer y mantener en
buen funcionamiento el material y equipo
necesario, elaborar un inventario del mate-
rial y fármacos disponibles, participar en los
equipos del hospital en la conformación del
código azul, organizar, desarrollar y divulgar
los protocolos de reanimación dentro del
personal de enfermería, participar en el regis-
tro e investigación de los sucesos de interés
relacionados con la reanimación o respuesta
del equipo y del paciente, evaluar acciones,
actitudes y aptitudes en el personal y tomar
correctivos entre otras.
Cuidado del paciente en estado crítico
Resumen de las intervenciones
y funciones generales de
enfermería durante la RCP
Tal como se ha mencionado el papel del pro- 3
fesional de enfermería durante las reanimacio-
nes es determinante e inicia con la gestión y
adecuada disposición de los elementos nece-
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar
sarios que incluye la realización, actualización,
difusión y puesta en marcha de los protocolos
de reanimación de las diferentes unidades e
instituciones.
Una vez se presenta el evento del paro, el
profesional de enfermería es parte fundamen-
tal del equipo de reanimación, sus acciones
deben ser realizadas de manera correcta, orga-
nizada, rápida, y a su vez actuar como líder del
proceso de reanimación.
Después de la reanimación el profesional
de enfermería requiere orientar sus accio-
nes al cuidado posreanimación, aspecto de-
terminante en el pronóstico y bienestar del
paciente.
Las funciones generales del personal de
enfermería podrían agruparse en aquellas
relacionadas con la gestión, las acciones du-
rante la reanimación y los cuidados post paro
(tabla 3-2).
Conclusiones
Es importante que el profesional de enferme-
ría se encuentre en la evaluación posterior, en
donde se mida cuál es la tasa de supervivencia
de las víctimas del paro cardíaco, utilizando
estos resultados para documentar el efecto de
los procedimientos realizados en el proceso
de reanimación; esto contribuye al desarrollo
de los sistemas de atención de respuesta rápi-
da a nivel institucional para evitar complica-
ciones derivadas de demoras en la respuesta
del personal e incluso muertes inmerecidas.
El éxito en el proceso de reanimación de-
pende de muchos factores dentro de los cua-
les se encuentra la formación y entrenamiento
del equipo de reanimación, de la existencia de
materiales y equipos rápidamente accesibles,
y de la coordinación en las actuaciones del
equipo de reanimación, en cuyo grupo tiene
una gran importancia la participación activa y
oportuna del profesional de enfermería.
39
 Cuidado del paciente en estado crítico

Tabla 3-2. Funciones generales del personal de enfermera en la RCP.

Gestión de los elementos y procesos necesarios para la reanimación

Carro de paro
• Mantenimiento del carro y todos sus equipos, fármacos y material en óptimas condiciones de funcionamiento.
3 • Cardiodesfibrilador y aspirador adecuadamente cargados, así como los laringoscopios y las valvas necesarias para
la intubación orotraqueal teniendo en cuenta el tipo de pacientes que se atienden en el servicios.
• Tener en óptimas condiciones los tubos orotraqueales necesarios.
El cuidado de enfermería en la reanimación cardiopulmonar

• Evaluar constantemente las fechas de vencimiento de los fármacos, soluciones y material estéril que se encuentre
en el carro. Mantener el carro siempre dispuesto para cualquier emergencia, así como su libre tránsito por el
servicio.
• Velar por el mantenimiento y buen funcionamiento de fuentes de oxígeno y de aíre.
Nota. La enfermera debe realizar diariamente la revisión del carro de paros teniendo en cuenta los aspectos mencio-
nados y dejar un registro escrito de este proceso, al igual reportar y solicitar oportunamente el arreglo o sustitución
por fallas de cualquier equipo que así lo requiera
Enseñanza y capacitación
• Educación continuada y actualización de los conceptos de acuerdo a estándares internacionales. Capacitación al
personal auxiliar.
• Elaboración, actualización y difusión de protocolos.
• Asignación de actividades de acuerdo a los protocolos establecidos, para facilitar un trabajo en equipo organizado
y responsable durante la reanimación.
Funciones generales durante la reanimación
De acuerdo a la secuencia de reanimación del CABD, el profesional de enfermería debe hacer una adecuada asig-
nación de las funciones y velar por su correcto cumplimiento. Las funciones generales de las cuales es responsable
son:
• Asegurar una adecuada posición en decúbito supino para las compresiones torácicas.
• Monitorizar al paciente en cuanto PA, FC, FR, ECG, SaTO2.
• Permeabilizar líneas venosas con catéter de buen calibre.
• Verificar y preparar (de acuerdo a las asignaciones) medicamentos de forma ágil y segura, teniendo en cuenta los
correctos en su aplicación, vía, dosis, dilución, registro, valoración de la respuesta.
• Programar y regular los volúmenes de las soluciones a aplicar, marcarlas, registrarlas.
• Tomar muestras de laboratorio, marcarlas, registrarlas, asegurar el envío al banco de sangre o al laboratorio
clínico.
• Preparar aspirador y realizar succión de secreciones orotraqueales.
• Registro minuto a minuto de todos los eventos y aplicación de medicamentos.
• Dar información al líder del código azul acerca del estado y evolución del paciente, describir en qué forma se halló
e informar intervenciones realizadas hasta el momento.
• Retirar ropa al paciente para el monitoreo y el masaje cardíaco.
• Ubicación de la tabla en la parte posterior del tórax para dar eficacia al masaje cardíaco y asegurar el paciente en
la unidad.
• Ubicar el carro de paro adecuadamente de manera que no obstaculice el libre tránsito del personal y permita el
desarrollo del procedimiento.
• Preparar equipos de intubación orotraqueal si es el caso, de igual manera el ventilador teniendo en cuenta el tipo
de paciente que se está reanimando.
• Preparar las fuentes de oxígeno, aire y succión, asegurar los conectores del tubo al ventilador.
• Preparar con gel conductor las paletas del cardiodesfibrilador.
• Realizar un registro detallado que incluya, hora de inicio de la reanimación, hora de finalización, procedimientos
e intervenciones realizadas, respuesta del paciente.
Fase post-reanimación
• Estabilización del paciente, acomodación en la unidad de cuidado intensivo o unidad indicada para su tratamien-
to posterior.
• Monitorización continua del paciente de variables hemodinámicas y fisiológicas: PA, FC, FR, SaTO2, ECG, gasto
urinario, glucemia, gasto cardíaco.
• Reconocimiento de la causa del paro para realizar planes de cuidados de enfermería enmarcadas en la misma y de
esta manera disminuir el riesgo una nueva situación de paro.
• Valoración neurológica estrecha y correlación de las respuestas neurológicas con el pronóstico.
• Cuidados encaminados a la recuperación de la causa que llevó a la condición de paro.
• Información, educación y atención de la familia del paciente.

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