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DIPLOMADO DE HISTORIA CONTEMPORAÁ NEA DE VENEZUELA EN HONOR A

MANUEL CABALLERO

CARACAS 2011

ENSAYO N° 4

ESFUERZO REPUBLICANO, RESULTADO AUTOCRATICO

Tomás Palacios M.
Escuela de Psicología
Universidad Central de Venezuela

30 de Junio de 2011
Las líneas que a continuación se ofrecen están basadas en el texto titulado La instauración
de la “República Liberal Autocrática: 1830-1850”, que la Profesora Elena Plaza presentó en el 2°
Diplomado de Historia Contemporánea de Venezuela, y en el que aborda asuntos clave de dicho
periodo histórico.
Para la autora, ese periodo “…está signado por la refundación del Estado, la organización
del nuevo aparato estatal y el reinicio de la vida `en república´ “. (p. 1), procesos que surgen como
consecuencia de la separación del antiguo Departamento de Venezuela de la República de
Colombia. Pareciera así que en 1830 las élites criollas supervivientes de la guerra reafirmaban su
decisión de constituir una república en el territorio que había sido el de la Capitanía General de
Venezuela, decisión anunciada hacía entonces 20 años cuando encabezaron la ruptura del vínculo
colonial que los subordinaba a España.

El texto que tomamos como referencia identifica los principales argumentos que
esgrimieron para fundamentar sus posiciones quienes en el Departamento de Venezuela abogaban
por la separación de Colombia; se trató de argumentos que seguramente no aparecían por primera
vez en el debate pero que tomaron fuerza e importancia una vez terminada la guerra. Los
principales entre ellos fueron:
1. La ilegitimidad de origen de los procesos constituyentes mediante los cuales se creó la
República de Colombia, carácter ilegítimo que negaba un valor ideológico muy
importante en una republica: la representatividad,.
2. El resurgimiento de problemas de comunicación, de integración y de diferenciación
política que, se pensaba, se habían minimizado luego de la conformación de la unidad
político-administrativa que representó la Capitanía General de Venezuela.
3. La distorsión, por parte del Libertador, de los valores republicanos y liberales
4. El personalismo del Libertador, un rasgo que, según lo interpretaban sus críticos
venezolanos, le había llevado a usurpar el poder supremo de la república.
5. El incumplimiento –o extralimitación- que habría hecho el General Bolívar de los
acuerdos del año 1813 cuando fue autorizado por el Congreso neogranadino para
incursionar en el territorio venezolano. (ibíd. p. 2)

La separación venezolana de Colombia es la decisión cardinal que otorga su sentido al


periodo analizado por la profesora Plaza, en tanto constituye la reanudación de los procesos
políticos iniciados en 1810 a la vez que, por eso mismo, significa el rompimiento con la situación de
guerra que había prevalecido hasta poco antes. Lo que cobrará fuerza en los años inmediatos serán
los argumentos políticos y jurídicos –y con ellos, sus voceros, los bandos políticos- los cuales
deberán disputarle espacio al uso de la armas –y al bando de los militares- como razón última para
decidir el rumbo de la sociedad. Del mismo modo como ocurrió en ocasiones previas y seguirá

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ocurriendo en el futuro de la nación que buscaba consolidarse, se produjeron serios esfuerzos por
brindar legitimidad a las decisiones que se habían tomado; una medida estratégica que los
sectores venezolanos partidarios de la separación de Colombia adoptaron a este respecto fue la
convocatoria a un proceso constituyente aprovechando un llamado del Libertador, a la sazón,
Presidente de Colombia, para que los ciudadanos emitieran sus opiniones respecto al
establecimiento de un nuevo pacto social (ibíd. p.5). Es interesante resaltar la similitud que guarda
este proceso y los actos que realizó el Jefe Civil y Militar del Departamento de Venezuela, General
José Antonio Páez, con los que tuvieron lugar en 1810: desconocimiento –aparentando obediencia-
de la autoridad entonces legítima con base en la invocación tanto de la soberanía como de razones
de carácter existencial para la sociedad, establecimiento de un gobierno de facto e intento
consiguiente de convertirlo en uno de juris. En ambos casos, la autoridad objeto de
desconocimiento era de carácter personal (el Rey, el Libertador) y en lo que superficialmente
podría tomarse como una ironía de la historia se revela, más bien, una lógica histórica y política
férrea así como el peso de intereses de clase y en no menor medida, personales que parecían no
poder mostrarse abiertamente. Para insistir sobre lo peculiar de las acciones emprendidas tómese
en cuenta lo siguiente: en Venezuela, lo adversarios de Bolívar consideraron que lo actuado tenía
una legitimidad que provenía del derecho a rebelarse contra una tiranía –así calificaban al gobierno
del Libertador- y a la vez fundamentaban jurídicamente sus decisiones en una Circular emitida por
este mismo gobierno mediante, como señalamos más arriba, se convocaba a los pueblos a
pronunciarse.
El resultado más significativo de las acciones separatistas fue la creación de una situación
distinta a la precedente y ello obligó a las élites venezolanas a desplegar un llamativo conjunto de
iniciativas políticas, militares y jurídicas, dentro de las que se debe destacar la convocatoria del
Congreso Constituyente del cual salió la Constitución de 1830 y cuyos preceptos debían orientar la
elección, organización y funcionamiento del gobierno de la así renacida República de Venezuela.
Los dirigentes de esta república se encontraron con el hecho de que sus prioridades no las definían
ellos autónomamente –como debía ser al ejercer de modo pleno su recién ganada independencia-
sino que en gran medida, tales prioridades venían impuestas por un poder ajeno: las
circunstancias, no menos imperiosas que aquel poder del cual se habían separado. Grosso modo,
el país se encontraba casi destruido, la economía postrada, la población dispersa y severamente
disminuida, el aparato estatal apenas existía y como corolario, estaba inserto en un entorno
internacional en el que las clases dirigentes depositaban sus esperanzas de encontrar ayuda para

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reconstruir el país sobre bases modernas pero al cual previamente debían pagar deudas y obtener
reconocimiento diplomático. Debido a lo anterior, y con un sentido de realidad muy nítido, los
pasos iniciales de la república fueron encaminados a organizar territorial y políticamente el país, la
hacienda pública nacional y el cuerpo diplomático; por supuesto, hubo más pero estos fueron los
estimados como de mayor urgencia y utilidad.
Ahora bien, para el periodo objeto de estos comentarios conviene destacar la existencia de
una seria falta de población -que no era considerada sólo desde el punto de vista demográfico-
sino primordialmente de lo que pudiera llamarse un déficit sociológico. En efecto, se tenía la
convicción de que faltaba gente para poblar el país, para levantar la actividad económica, para
ocuparse de las labores gubernamentales, etc., pero no bastaría para ello cualquier clase de gente
era preciso fomentar la inmigración y cuando se hablaba de inmigración se pensaba en los
europeos no en los de otras latitudes, por ejemplo, las latinoamericanas. Atraer europeos tendría
la triple ventaja de tener gente para poblar, con capacitación en oficios muy estimados y
necesarios y, como si con lo anterior no fuera suficiente, “educados en la vida republicana”, es
decir, preparados para comportarse como ciudadanos; así, al decir de la profesora Plaza, “…el
fomento de la inmigración se convirtió en una de las políticas más importantes para el Estado,
sobre la cual se cifraron grandes esperanzas.” (ibid. p. 25). También se adelantaron otras medidas
de políticas públicas orientadas a modernizar el componente social de la república, entre otras, el
impulso de la educación política de la sociedad (estímulos y mecanismos para la difusión de las
informaciones relativas a la marcha de los asuntos públicos, a las doctrinas políticas y el fomento
de la deliberación y creación de opinión); la abolición progresiva de la esclavitud –asunto
particularmente espinoso en virtud de sus repercusiones económicas, ideológicas y sociales; la
incorporación de los indígenas tanto a la sociedad, la economía y a la ciudadanía.
Nos interesa considerar, en esta última parte de este breve escrito, una pregunta que nos
ha sugerido la lectura del texto de la profesora Plaza: si tal como la autora expone entre 1830 y
1850 se desplegaron tan admirables como sostenidos esfuerzos por sentar de manera firme las
bases de un régimen republicano , ¿por qué su producto sociopolítico característico fue un sistema
de gobierno autocrático? Lejos de nuestra intención responder del todo esta interrogante; nos
limitaremos a presentar algunas consideraciones que estarían vinculadas con su respuesta.

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En el caso de la historia de la formación de la nación venezolana, al igual que otros y a
pesar de ciertas apreciaciones en contrario, la guerra ha sido un paréntesis dentro de un largo
conflicto de índole política. Política entendida en la doble acepción que plantea Manuel García-
Pelayo1: por una parte, escogencia entre opciones valorativas de amplio alcance, modos de
organizar la sociedad y de distribuir el poder, y por la otra, lucha por la posesión y conservación de
dicho poder. En efecto, la decisión de las élites coloniales caraqueñas de aprovechar los sucesos
ocurridos en España en 1808 para romper los vínculos de subordinación con la Corona española
representó un asunto eminentemente político que derivó en una confrontación armada: es decir,
ante la imposibilidad de dirimir por vías no violentas el conflicto que representaban la opción
republicana y la opción monárquica, se desató un enfrentamiento armado.

Así, terminada la gran guerra era de esperar que siguiera un periodo de paz y de
estabilidad para reasumir el esfuerzo de construir la sociedad de acuerdo con el proyecto de los
que salieron victoriosos; sin embargo, los sectores dominantes se vieron ante la formidable
situación de tener que reconstruir el país en medio de condiciones no sólo de ruina material y
humana sino de inestabilidad. ¿Por qué entonces la estabilidad era tan difícil de alcanzar? Un
elemento importante a tener presente es el siguiente: al inicio de la guerra el sector dirigente del
la sociedad –vale decir, los blancos criollos- no contaban con una fuerza armada propia; de hecho,
tal vez ningún sector la tenía. El cuerpo armado más importante entonces era la milicia, de estirpe
española pero –y esta es una diferencia importante desde el punto de vista sociopolítico- al
finalizar la guerra y como producto de la misma, existía un sector de la sociedad armado y con
identidad e intereses propios del cual no podría decirse que estaba subordinado a una clase o
sector social específico sino que con no poca autonomía buscaba ocupar un lugar de importancia
dentro del juego político que comenzaba a desarrollarse con cada vez mayor fuerza a partir del
aseguramiento de la Independencia y de la República, lo cual se inició a mediados de la década de
1820.
Una de las consecuencias de esta situación fue que el incipiente sector armado (sobre todo
oficiales medios y altos) formados durante la guerra y muchos de ellos sin otro oficio ni experiencia
distinta a la de guerrear resultaron convertidos en actores políticos, es decir, participantes clave en
los procesos de toma de decisiones en la sociedad, todo ello sin tener otros recursos para
participar en dichos procesos decisionales que su fuerza y sus armas, es decir, los recursos no
políticos por excelencia. No eran repúblicos, no se veían a sí mismos como ciudadanos civiles, la

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Idea de la política. Reeditado en el Cuaderno N° 1 de la Fundación Manuel García-Pelayo. Caracas.
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guerra – a pesar haber sido cruenta- les había permitido disfrutar de privilegios, de libertad, de un
sentido de igualación y de importancia a los cuales difícilmente estaban dispuestos a renunciar o a
ser despojados. Visto así el asunto, podríamos pensar que la guerra creó un nuevo sector social
que obligo a un reacomodo, a un reajuste en la constelación de posiciones que ocupaban los
grupos previamente existentes y que por su índole, forzosamente, era un actor que participó
políticamente con lo único que tenía para usar en este campo: la amenaza del uso de la fuerza y
muchas veces su uso efectivo. Esta condición especial se puede notar a lo largo de la vida pública
de alguien como Simón Bolívar: una persona con un talento político por encima del de sus
semejantes que encontró su máximo escenario de gloria en el terreno de las victorias militares
pero cuyo talento militar al parecer no impresionaba a muchos de sus contemporáneos y
competidores. Mientras duró la situación de guerra logró imponerse a sus adversarios por la
supremacía principalmente por sus dotes como político pero cuando la guerra no era ya el
contexto dominante, paradójicamente, el prestigio y la autoridad de Bolívar se eclipsaron; el caso
de sus pares fue exactamente el contrario: talentosos en lo militar y subordinados durante la
guerra, se impusieron y predominaron en un escenario que no era confrontación armada y los
talentos que se les demandaban no eran los que exhibían. Fueron Páez, Mariño, los Monagas,
Soublette, Julián Castro y los demás, justamente, los protagonistas y creadores de la República
Autocrática.

Tomás Palacios M.
Escuela de Psicología
Universidad Central de Venezuela

30 de Junio de 2011

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