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ÍNDICE.
Presentación. 3
Agradecimientos. 4
A. La comunicación en la creación de
una cultura organizacional. 34
B. La influencia de la cultura en la co-
municación de los individuos en la or-
ganización. 37
C. El papel de la comunicación en el
desarrollo cultural de la organización. 38
Conclusión. 74
Referencias bibliográficas. 75
Sobre el autor. 80
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Presentación.
El trabajo que aquí se presenta al lector tiene dos principales objetivos.
El primero es contribuir a remediar una carencia sentida aun en materia
bibliográfica en idioma español respecto del tema de cultura organizacional en
general. Existen algunos artículos y materiales diversos producidos por
académicos, consultores, educadores e interesados en el tema que trabajan en
países de habla hispana, cuya cantidad va en aumento pero que, sin embargo,
no se han reunido en número suficiente de libros y compilaciones. En este
sentido, y como consecuencia de lo anterior, carecemos de textos escolares y
profesionales con visiones que respondan más a la realidad de nuestros países
y organizaciones, y que resulten de utilidad y sean relevantes a los analistas y
usuarios prácticos de este tipo de conocimiento en nuestro ámbito.
Por otro lado, el tema de las culturas organizacionales (y sus conceptos afines
como culturas corporativas y empresariales) demanda de todos los que
trabajamos en alguna organización o que tenemos contacto con empresas e
instituciones en general, de una permanente reflexión acerca de cómo
revitalizarlas y transformarlas en entidades cuya modernidad esté a la altura de
la complejidad y dinamismo, incertidumbre y turbulencia del entorno actual y de
las necesidades de un desarrollo más armónico e integral al interior de cada
uno de nuestros países y del propio orbe. En este último sentido, Culturas
Organizaciones es un intento por esbozar un esquema conceptual y de
reflexión que oriente, organice y, en el mejor de los casos, permita evaluar
iniciativas, proyectos y acciones correctivas en materia de desarrollo cultural en
las organizaciones de los países de habla hispana y por qué no, si acaso del
resto del mundo.
A.N.
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Agradecimientos.
Agradezco en primer lugar, a mi colega José Lito García su invitación a
participar en esta colección que alberga las ideas de autores españoles y
mexicanos. Esfuerzos como el presente alientan el entendimiento y la
cooperación entre profesionales que resultan en una mejor comprensión tanto
de culturas nacionales afines pero con su identidad, historia y personalidad
propias; como de aquélla constituye la gran cultura de la comunidad
iberoamericana en su conjunto.
Abraham Nosnik O.
Julio de 2004.
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Desde el punto de vista del autor, y desde por lo menos fines de la década de
los setenta del siglo pasado, el estudio de las culturas organizacionales le
ofrecen a cada colaborador de una organización – ya sea ésta gubernamental,
empresarial o filantrópica – la oportunidad de reforzar su liderazgo y planear el
desarrollo efectivo de sus áreas a través de quienes integran los equipos de las
mismas. El refuerzo del liderazgo es una oportunidad en especial para aquellos
funcionarios, directivos y profesionales que ocupan puestos de jefatura y tienen
bajo su responsabilidad la integración y el mantenimiento de equipos de
trabajo.
Esta explicación coincide con los primeros modelos de ser humano que los
autores clásicos de la Administración sugirieron en un inicio. La conducta
organizacional con su doble herencia: por un lado, la racionalidad Weberiana y
por el otro, la optimización Tayloriana. Ambas ayudan a trazar el perfil de
estructuración y autoridad vertical diferenciada que constituye el estereotipo
autocrático atribuido en la historia de la Administración al periodo clásico.
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A partir de los años treinta del siglo veinte y hasta la mitad de la década de los
cincuenta, la Administración busca revalorar y promover la dignidad de la
persona humana en tanto colaborador en las organizaciones, y experimenta
como campo de estudio y acción pragmática en el mundo del trabajo con
nuevas formas de liderazgo que mostrará caminos para lograr objetivos y
metas a través de la capacidad del personal y no a pesar suyo.
SISTEMAS
Cerrados Abiertos
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Esta última conjetura, por supuesto, debe ser revisada cuidadosamente para
ver si existe una base empírica que la sustente como verdadera o que la refute,
en su caso, como falsa.
Desde el punto de vista del autor, la administración del cambio es, de hecho,
una segunda parte o un desarrollo y avance de la etapa anterior: de los
sistemas administrativos. Sin un pensamiento sistémico es impensable el
cambio organizacional y viceversa: sin cambio es imposible concebir la vida de
un sistema. De hecho, la obra de Herrscher (2003) ya citada en este texto se
titula: Pensamiento Sistémico, caminar el cambio o cambiar el camino.
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Sin embargo, la metáfora de una Aldea Global sigue siendo adecuada para
comunicar que las organizaciones modernas son globales y que las
organizaciones globales, sin necesariamente ser grandes o tener presencia en
varios mercados y ámbitos del orbe o exportar, son aquéllas que han logrado
insertarse en una nueva lógica, la global, cuya modernidad fue articulada, por
lo menos en un principio, por la intuición del canadiense Marshall McLuhan que
veía en la paradoja de una aldea (proximidad) global (conciencia planetaria) el
carácter de la modernidad que ahora se nos impone.
Valdría la pena repasar algunas de las tendencias que desde hace tiempo
conocemos y que algunos de nosotros incluimos en nuestros análisis (Nosnik,
1988, 1989c) para tratar de entender con mayor claridad la naturaleza de la
complejidad organizacional que se intenta orientar a nuevos modelos
productivos.
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En enero de 1994 México amanece con dos noticias que marcan su condición
contradictoria como una economía crecientemente moderna (parte de las
llamadas “economías emergentes”) y una sociedad que enfrenta condiciones
de injusticia material y de oportunidades de desarrollo para casi la mitad de su
población, en especial, la indígena y la campesina. En esos inicios de año,
México se encontraba por un lado, con el primer día de la entrada en vigor del
Tratado Trilateral de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá y por el
otro, con una insurrección o movimiento guerrillero en el estado sureño de
Chiapas.
México como sociedad ha venido caminando la vía de la democracia electoral
fincada en un modelo “representativo” (autoridades federales, estatales y
municipales; y diputados y senadores como los legítimos representantes de la
ciudadanía que los elige libremente y de forma transparente y regular).
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Para algunos el año de 1915 marca el momento en que Henry Ford reinventa o
ayuda a perfeccionar la forma de organizar laboralmente a la fuerza laboral de
la sociedad industrial que hizo productiva la innovación tecnológica llamada
“línea de producción”. Al hacer posible que un chasis fuese moviéndose a lo
largo de esta línea de producción para que los trabajadores le ensamblaran
diversas autopartes y así confeccionaran un automóvil, la productividad
industrial aumentó dramáticamente su capacidad de: (a) masificar los bienes
materiales producidos en serie y con base en un estándar de manufactura
compatible con las necesidades de una gran población; (b) aumentar la
capacidad de adquisición (consumo) de bienes por parte de los obreros cuyos
salarios aumentaron al incrementarse las ventas de los productos generados
en grandes cantidades y finalmente, (c) generalizada la producción en serie,
hacer disponibles grandes cantidades de productos adquiribles por
consumidores.
Algunos sociólogos como Alain Touraine (1969) en Francia y Daniel Bell (1973,
1976, 1999) en los Estados Unidos nombran a este fenómeno como la
Sociedad Postindustrial, es decir, una forma novedosa e incomprendida aun
cabalmente en sus características únicas y diferentes a la sociedad industrial y
en las implicaciones que esta nueva forma de organización social conlleva a la
reconceptualización y prácticas productivas del trabajo.
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1. Tener una visión de largo plazo para poder establecer, a sus diferentes
niveles de acción, un proyecto institucional (empresarial, gubernamental
y/o filantrópico) coherente y confiable, así como una atención de corto y
mediano plazo a los recursos disponibles para poder crear las
condiciones realistas, viables, benéficas y deseables para dicho
proyecto.
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Es claro que el líder de mayor jerarquía y los líderes de cada nivel y área
funcional en la organización son figuras importantes en la creación del
patrimonio cultural de una organización. Baste por ahora decir que cada jefe
(director, gerente, administrador) en tanto líder influye de manera
desproporcionada respecto del peso que sus colaboradores lo hacen en su
ámbito de autoridad. Quizás no sea exagerado afirmar que el líder es la figura
más importante en tanto influye positiva y negativamente en su ámbito
organizacional y ello repercute directamente en la creación y desarrollo cultural
de las organizaciones.
Un punto más que vale la pena anotar es el que se refiere a los vehículos o
medios de manifestación cultural.
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El proceso de creación de una cultura se da, entre otras causas, por efecto de
la ética personal del fundador de la organización. Por supuesto que no todos
los aspectos de la ética de la persona que funda una empresa u otro tipo de
institución son relevantes a su proyecto productivo de largo plazo. Sin
embargo, y por el contrario, el proyecto mismo de largo plazo sí está influido
por quienes los crean y su visión preñada de valores. El hecho mismo de
fundar un proyecto organizacional implica resaltar un problema productivo que
debe resolverse, y tanto el déficit que significa aun no contar con tal proyecto
como la oportunidad de crearlo para aprovechar sus beneficios, contienen
juicios de valor y valores que fundamentarán lo sostenible en el tiempo y lo
sustentable para la sociedad de la propia iniciativa de emprender el proyecto
mismo.
En segundo lugar, debe existir un análisis de cuáles son los valores que quien,
o quienes, fundaron la organización dejaron más huella y son funcionales para
institucionalizarlos como guías productivas del proyecto productivo. ¿Cómo se
entienden estos valores en tanto principios de acción y qué orden jerárquico
tendrán?, son cuestiones que también deberán atenderse. En este sentido, es
de mucha utilidad permitir, si vive aun y es posible entrevistarla, que la persona
fundadora exprese y comunique estos valores en sus propios términos: usando
su propio lenguaje y explicando el impacto de estos valores en la organización
según su propia experiencia.
Aquí se vive una especie de fragmentación cultural que va en contra del propio
concepto de comunidad expresado en la definición de cultura organizacional,
anteriormente.
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Desde el punto de vista del presente autor existen cuando menos cinco
actividades que ilustran y tipifican cómo la comunicación ayuda a caminar los
primeros pasos de una cultura en toda empresa u organización gubernamental
y/o de la sociedad civil:
Habrá que recordar las palabras con que Maccoby, en un tono de frustración,
termina su referencia a Carlzon y evidencia el daño, quizás irreparable, que las
actitudes de un líder pueden causar a una naciente cultura de servicio de una
importante empresa. Dice literalmente: "Now he is a venture capitalist helping
budding companies. And SAS has lost its glitter" (Ahora él, Carlzon) es un
inversionista de capital de riesgo que apoya a compañías que recién inician. Y
SAS perdió su brillo).
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El segundo apartado parte del supuesto que la base del patrimonio cultural de
la organización ya existe. Por lo tanto la pregunta de investigación a responder
es: ¿cómo influye la cultura en los individuos de la organización, en sus líderes
y equipos?
Desde el punto de vista del presente autor, existen dos grandes categorías en
las que se dividen las capacidades de dirección de los líderes en el trabajo
organizacional: estilo autocrático y estilo participativo. La hipótesis fundamental
consiste en sugerir que “el estilo gerencial es un reflejo de la cultura
organizacional” (aunque lo contrario también es cierto: los estilos gerenciales
de líderes poderosos de la organización pueden marcar el estilo de cómo hacer
las cosas en la propia organización). El estilo gerencial se entenderá para fines
de la presente explicación como el conjunto de actitudes y comportamientos
que integran el desempeño de un jefe para conducir a su equipo al logro de
resultados. Este logro de resultados tiene como fundamento y fuerza, y, a su
vez, refleja las creencias, valores y principios de acción de la empresa o
institución, sobre todo aquellos que se refieren al trato a la persona humana de
los colaboradores de la misma.
Los estilos gerenciales autocráticos son evidencia, en caso de marcar el estilo
de liderazgo predominante de la organización, de que la cultura del lugar no
considera importante ni le otorga mayor valor al proceso de comunicación. De
hecho, se puede entender un estilo autocrático como el que de forma
consistente omite exhibir una comunicación clara, abierta y efectiva entre el jefe
y su respectivo equipo de colaboradores, y por extensión, con pares, jefes,
clientes, proveedores, etc. Un jefe autocrático: (a) establece los objetivos del
equipo de trabajo que dirige sin tomar en cuenta la opinión, intereses legítimos
(derivados del puesto y la función que ocupan), habilidades, experiencia y
conocimientos de sus colaboradores; (b) no permite que sus colaboradores, ya
establecidos los objetivos del equipo, los revisen, enriquezcan, ajusten y
modifiquen, además de establecer las metas que les corresponden a nivel
individual; y por último, (c) no le interesa retroalimentar al equipo ni buscar la
retroalimentación de éste, en cuanto a la calidad y cantidad de resultados
obtenidos a la luz de los objetivos previamente impuestos por él.
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Como se anotó en el primer capítulo del libro, autores como Daniel Bell (1973,
1976, 1999) y John Naisbitt (1985) han estudiado las tendencias de la
Sociedad Postindustrial. También se identificaron varias de estas tendencias
entre las cuales está la “Sociedad de la Información”.
Por otro lado, el trato cada vez mejor a la clientela o a los usuarios (clientes
internos) constituye un valor agregado que podemos ofrecer como ventaja
competitiva en los mercados y nichos donde se ubica nuestra organización. Por
lo tanto, “servicio” en su primer sentido se refiere a la especialidad o giro de la
empresa. “Servicio” en su segundo sentido, se refiere a un elemento central de
la estrategia de liderazgo organizacional en tiempos de competencia acentuada
(mayor número de proveedores en función de una base única de clientes,
consumidores, ciudadanos y beneficiarios) y por lo tanto, mayor escasez de
recursos, que enfatiza la necesidad de un trato cada vez mejor y más
diferenciado tanto a clientes internos como externos (ver Wiersema, 1996).
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“El tema del desarrollo, afirma el fallecido poeta y ensayista mexicano Octavio
Paz, está íntimamente ligado al de nuestra identidad: ¿quién, qué y cómo
somos? Repetiré que no somos nada, excepto una relación: algo que no se
define sino como parte de una historia”. (Paz, 1970: 14) En este sentido, el
análisis y las categorías que sugiero en seguida no buscan descubrir la esencia
cultural de las organizaciones. Lo que se pretende es formular un modelo que
nos permita evaluar, en su devenir, los desarrollos culturales más importantes
de cualquier organización en su historia y vida institucionales.
Por otro lado, se toma de la obra del filósofo húngaro avecindado en Inglaterra
Imre Lakatos (1922-1974) La Metodología de los Programas Científicos de
Investigación (Lakatos, 1975) su descripción de progreso científico, o cambio
progresivo en ciencia, la cual complementa la explicación de las ocho etapas
evolutivas de una cultura organizacional. Los criterios lakatosianos pueden
ayudar a mostrar los avances y/o retrocesos que suceden en la vida
institucional de una organización a medida que cambian las etapas culturales
por las que atraviesa la misma.
Finalmente, Culturas organizacionales muestra e incorpora algunos criterios
administrativos y organizacionales desde la perspectiva del papel de las
habilidades gerenciales en la explicación evolutiva del tema. Esta tercera parte
toma en cuenta los elementos de creación y consolidación cultural de las dos
primeras partes, respectivamente, del presente texto.
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Un núcleo cultural.
Uno o más valores centrales.
Una población o segmento focal dentro de la organización.
Un tipo de liderazgo funcional a cada etapa cultural.
Un criterio de cambio cultural.
Los procesos de soporte de la estrategia de cambio cultural.
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Por el contrario, una teoría degenera cuando predice hechos que no suceden o
no predice lo que de hecho se observó, y los científicos defienden este desfase
entre la teoría y la realidad de forma ad-hoc, es decir, con ocurrencias o
explicaciones de momento para poder salvar a la teoría de su refutación. Una
teoría se considera estancada cuando no genera nuevas visiones acerca de lo
que intenta explicar (pobreza teórica) y tampoco ofrece nuevos datos acerca de
la realidad que estudia (pobreza empírica).
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Erik H. Erikson fue una de las figuras del movimiento psicoanalítico mundial
más eminentes. Emigró a los Estados Unidos y realizó estudios acerca del
desarrollo humano que llegaron a ejercer gran influencia. Se cuenta entre sus
logros teóricos haber descubierto, acuñado y descrito el proceso de “crisis de
identidad”.
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Cuadro 3.2. Las actitudes positivas del modelo de Erikson y los valores
centrales de desarrollo cultural de las organizaciones.
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Descritos los elementos que dan identidad a cada etapa del desarrollo cultural
de las organizaciones, se muestra en el siguiente cuadro las variables de cada
una de ellas.
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Es por ello que los valores centrales del núcleo cultural de esta etapa son la
autonomía y la capacidad. La autonomía se refiere a que el individuo ya ha
introyectado la necesidad de logro y se ha responsabilizado por orientarse a sí
mismo independientemente de las exigencias directas recibidas de su medio
ambiente laboral o del líder que es su jefe inmediato. En segundo lugar, la
capacidad de realizar la tarea se refiere, en especial, a cumplir con las
responsabilidades de su puesto en la forma requerida. Esta segunda
característica se explica, pues, en términos de la calidad del trabajo. No es
suficiente querer y poder lograr las metas y objetivos del puesto (autonomía)
sino realizar las tareas que cumplen dichas metas y objetivos con la calidad
requerida (capacidad).
En el punto anterior se debe ser muy claro: no existe una garantía en el sentido
de que una actitud crítica frente al trabajo o los procesos productivos, una
actitud de experimentación, lleve necesariamente a mejores prácticas, más
exitosas y efectivas. Sin embargo, el contrario siempre se cumple: sin una
actitud crítica de ensayo y eliminación de errores no se pueden mejorar la
productividad organizacional.
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Si bien es cierto que mencionamos en la primera etapa que cada jefe, en tanto
líder, debe permitir la revisión de los objetivos de su colaborador con referencia
al puesto que ocupa, en el tercer momento cultural se hace de la revisión de los
objetivos una prioridad fundamental. El objetivo trascendente de esta etapa del
desarrollo cultural es que se revise de manera minuciosa y paciente el rumbo
de la organización y sus diferentes unidades productivas: desde la dirección
general hasta el puesto del colaborador con menor estatus y poder, pasando
por los diferentes niveles de áreas y equipos.
Desde esta perspectiva, una diferencia importante entre los estilos autocrático
y participativo de liderazgo es el manejo de la variable “comunicación”.
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Los líderes de culturas efectivas no esperan que el nivel superior defina las
metas y objetivos para ellos poder actuar, ellos mismos ayudan a establecer
objetivos retadores para toda la organización.
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No ven en los obstáculos razones para abandonar las metas establecidas, sino
aprenden de los obstáculos y renuevan su proyecto hasta lograrlo. Las
experiencias de fracaso las reconceptualizan como de aprendizaje necesarias
para poder triunfar y crecer personalmente con los triunfos. Ven en la
frustración, el tiempo de reflexión que deben dedicar a cuestionar sus motivos y
enriquecer sus planteamientos y, por último, siempre encuentran en el
ambiente motivos para entusiasmarse de manera realista en el puesto y con las
tareas que les ha tocado desempeñar. Los líderes emprendedores, pues, son
agentes de cambio en la organización: lo buscan, lo apoyan, lo estudian y
analizan, y por arriba de cualquier cosa, lo generan para beneficio suyo y de los
demás.
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Por otro lado, Peter F. Drucker, figura destacada y escritor prolífico en las áreas
de gerencia (en inglés, “management”) y prospectiva social y económica,
afirma en su obra Las Nuevas Realidades (Drucker, 1989) que una tendencia
cada vez más presente y visible en nuestra época es una creciente pluralidad
en la sociedad que nos ha tocado vivir: el nuevo pluralismo.
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La cultura ecológica incorpora una dimensión muy importante que casi nunca
se toma en cuenta en las actividades institucionales: la herencia a las futuras
generaciones. Como occidentales, estamos acostumbrados a encontrar
nuestra motivación laboral a corto plazo: pensamos aun en la maximización de
las inversiones en términos de tasas de retorno eficientes en tiempo. El largo
plazo es una realidad ajena y poco motivante en la cultura productiva
occidental. Es excepcional la organización que piensa seriamente en sus
objetivos y que busca alcanzarlos en veinticinco o treinta años. Los
occidentales no realizamos esfuerzos colectivos cuya gratificación y resultados
los obtengamos en función de lo que significa la herencia a la siguiente
generación.
la autoridad moral que se requiere para exigir de sus colaboradores este estilo
de trabajo.
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Conclusión.
El estudio de las culturas organizacionales ha despertado desde hace algún
tiempo un gran interés en el medio profesional mexicano e iberoamericano,
tanto de especialistas como de individuos de muy diversa formación.
Desafortunadamente, en la actualidad aun los autores y analistas de este tipo
de procesos en nuestros países son pocos.
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(Hay traducción al castellano.)
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Teissier, Julio Ernesto (1988) Ya Nunca Más, México en 1989, México, D.F.:
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Waterman, Robert H. (1987) The Renewal Factor, New York: Bantam Books.
(Hay traducción al castellano.)
Sobre el Autor.