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INTRODUCIÓN ……………………………………………………………………………………………………….
CAPITULO I …………………………………………………………………………………………………………….
La presente investigación ha sido tomada como tema para desarrollar el trabajo de tesis,
previo a obtener el grado académico de Licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales y los títulos
de Abogada y Notaria.
De conformidad con tal artículo, “los nombramientos de jueces se deben de separar del
poder político. Los nombramientos de jueces se deben hacer basados en concursos públicos
para la provisión de las plazas”. Al seguir leyendo el artículo me interesó que en Guatemala, la
instancia política que nombra a los jueces es la Corte Suprema de Justicia.
Diversos barómetros de opinión y encuestas señalan que los ciudadanos guatemaltecos tienen
una percepción negativa de la justicia y consideran que en buena medida está politizada o no es
del todo independiente.
La situación política de los partidos políticos en Guatemala, durante los últimos años ha
contribuido posiblemente a presentar esa imagen de justicia en crisis.
A pesar de que el Organismo Judicial a través de diversos medios promociona su Misión, Visión y
Valores institucionales, la población guatemalteca piensa que hay una influencia política en este
Organismo de Estado.
Los pueblos a través de la historia han ejercido la función de juzgar, a través de las épocas, y en
las distintas culturas y sociedades. En tal sentido, resulta particularmente interesante considerar
la forma de elegir los jueces.
Desde la antigüedad en las diversas sociedades han existido los jueces, algunos de ellos
religiosos, como el caso de los jueces del pueblo de Israel. En esta clase de juez se establecieron
como requisitos: ser personas virtuosas, con temor a Dios y no avaras.
La judicatura en Roma era de carácter electiva, renovándose en forma anual y era gratuita, es
decir, los magistrados no recibían retribución alguna por su labor judicial, sino que era un honor
servir en la administración de justicia.
En la Edad Media el Estado se establece bajo la idea de que es el Rey quien elabora y aplica la
ley, y quien elige a los jueces y por delegación del Rey, son ellos los encargados de juzgar.
Durante la Revolución Francesa se dio paso a la idea de la separación de poderes, que era la
mejor forma de evitar los vicios del despotismo.
De la Revolución Francesa nace el juez que es considerado como la boca que pronuncia las
palabras de la ley. Estos jueces eran electos mediante el sistema de elección por medio de los
concursos por oposición. Posteriormente, cuando Napoleón Bonaparte ascendió al poder los
jueces eran nombrados por el Ministro de Justicia, entre licenciados en derecho con pasantías de
dos años en un despacho de abogado.
A partir del Siglo XIX se inicia la idea del juez funcionario; y la selección de éstos se impulsa
por medio del concurso y la oposición, unido a la exigencia de requisitos, como gozar de
buen concepto en el público y la moralidad.
El juez actual es la última designación que se puede exponer sobre el funcionario judicial al
presente.
Tradicionalmente el Poder Judicial se ha visto como el hermano menor de los otros dos
órganos del Estado, el Legislativo y el Ejecutivo; pero se debe de admitir que cada día se está
complejizando más la vida social y política de los pueblos, y a los tribunales se les demanda
una mayor intervención en las distintas esferas de la sociedad.
Algunos autores piensan, que el poder judicial está, o debería estar rompiendo la función
del juez funcionario, o burocratizado, y ejercer el papel que le corresponde dentro de un
Estado de Derecho Democrático, porque cada vez se requiere de jueces con una visión de
equilibrio entre la norma y el sentido social de esta; y que en consecuencia su selección debe
ser técnica, y con altos valores éticos, para responder a los retos y desafíos del nuevo siglo.
En cuanto al sistema de seleccionar a los Jueces del siglo XXI para el acceso a la función
judicial, ésta debería de ser por el concurso público de antecedentes y oposición,
fortaleciendo de esta forma la independencia interna y externa, que sumado a la
imparcialidad como resultante de la solvencia moral y apartidista de los concursantes, se
encuentre la clave del funcionamiento democrático de la jurisdicción.
Los retos actuales del Organismo o Poder Judicial, son que los jueces no sean solamente
técnicos que conocen el derecho, sino que deban ser conscientes de la nueva importancia
política de su función.
La nueva normativa entró en vigencia cuatro meses después de ser publicada en el Diario
Oficial, es decir, el 17 de noviembre de 2016.
Esta normativa se creó como Decreto 32-2016 del Congreso de la República de Guatemala,
Ley de la Carrera Judicial. En esta normativa se crea el Consejo de la Carrera Judicial, como
órgano rector. Este tendrá a su cargo las juntas disciplinarias encargadas de conocer,
sancionar y llevar un registro de las faltas administrativas por las que sean denunciados los
jueces y magistrados.
Los aspirantes a jueces de Paz o de Primera Instancia que quieran empezar la Carrera
Judicial, podrán hacerlo a través del proceso de selección de la Ley de la Carrera Judicial y su
posterior nombramiento por la Corte Suprema de Justicia.
1. El juez en la antigüedad
Los estudios sobre los jueces, suelen comenzar en la época medieval, con lo que
se prescinde de etapas anteriores, privándonos así de un conocimiento que tienen
indudable interés.
En efecto, hubo jueces en Israel, en la Grecia Clásica y, por supuesto en el
Imperio Romano. Se trata de tres modelos distintos: el juez religioso, el demócrata o
popular y el jurídico.
a) El texto más antiguo y conocido que trata de los jueces, sea, precisamente, el
“Liber Iodiciorum” del Antiguo Testamento, en el que se recoge la historia
del pueblo de Israel tras la muerte de Josué –el sucesor de Moisés- , en busca
de “la tierra prometida”, y al frente del cual, los judíos pusieron a “jueces”.
1
DE URBANO CASTRILLO, Eduardo, “El juez ético: el juez constitucional”; en Ventana Jurídica, No. 5 año III-
Vol.1. Enero-Junio 2005. San Salvador, El Salvador. Págs. 82-94.
Entre ellos tenemos a personajes de la talla de Débora, Gedeón o Sansón,
considerados personas de “perspicaz inteligencia, de una sabiduría fuera de
lo normal y de un intrépido valor” 2, en su misión de luchar contra los
enemigos del pueblo de Israel y de conducirlos en paz hacia la salvación.
Caudillos militares en época de guerra y jefes del ejecutivo en tiempos de
paz, los jueces de la Biblia eran hombres y mujeres “Inspirados por Dios”,
que como máxima autoridad del Estado, dirigen al pueblo, ejerciendo todas
las facultades menos la legislativa, pues el único legislador del Israel
primitivo era el propio autor del Código mosaico.
Su mandato no era vitalicio, ni hereditario ni estaba reservado a una
determinada tribu, siendo su origen social variado: Débora era profetisa;
Samuel levita; Elí, sacerdote; Gedeón, granjero….
Pero como ejercían la suprema magistratura, ya que podían convocar al
senado y decidir los temas a tratar en la Asamblea, la administración de
justicia recaía, realmente, en los ancianos de las tribus, correspondiendo a
los jueces la última palabra, cuando se les sometía el caso a su consideración.
En el Deuteronomio se definía al “juez probado”, el cual “equivale a un
hombre íntegro, a un hombre de carácter que, conociendo su función, aplica
la justicia sin torcerla por nada ni por nadie….Es firme como una roca, porque
sostiene la piedra angular de la sociedad, que es la justicia”.
Los jueces de la Biblia, con su carácter de profetas y estatus máximo, van
a dejar paso, a una administración de justicia más próxima al ciudadano y
que se ejercerá por personas sin esa consideración “heroica”, a los que
básicamente se exigirá experiencia pues se reclutarán entre los ancianos de
las tribus3.
Los primeros jueces como tales, serán, pues, jurados de edad avanzada,
cuyas decisiones se someten al control máximo de los “jueces”-Jefes de
Estado-, a los que nos hemos referido.
2
GOLDSTAIN DOM J. en “Los Jueces “hombres inspirados”, La Biblia, A.Testamento, Tomo II, pág.117 Bac,
Miñón SA, 1970.
3
DIMONT Max I. En “La constitución americana y la democracia israelita en los tiempos de los jueces”, Id.
pág.107.
b) Los jueces de la Grecia clásica, eran ciudadanos elegidos por sorteo y por un
año, a los que se otorgaba un billete con su nombre, con el cual entraban al
Tribunal y que devolvían al término del juicio, tras recibir su paga.
Sólo los ciudadanos libres podían ejercer los cargos, pero como las dietas
eran modestas, sólo los acaudalados podían permitirse dedicarse a servir dichos
cargos, lo cual fue produciendo unos núcleos de notables que acabarían
controlando estos puestos.
Sin embargo, la reelección automática estaba descartada, y la Asamblea
Popular y el consejo controlaban las magistraturas, pudiendo trasladar, destituir
y exigirles cuentas de su labor.
“Los tribunales populares, compuestos por numerosos jurados, eran
bastante parciales e impresionables por argumentos demagógicos” 4.
Podían decidir sobre la culpabilidad o inocencia del acusado, votando con
papeletas, pero para declararle inocente se requería papeleta unánime. La
ejecución de las condenas se dejaba a las partes (venganza privada) o al pueblo
(venganza colectiva).
Sólo posteriormente surgieron magistrados, desgajados de la jurisdicción
real que era penal y fiscal, pues la civil y los asuntos administrativos (cuestiones
privadas) se atribuían a los diversos colegios arbitrales.
La atribución de las concretas funciones jurisdiccionales y las normas de
funcionamiento de los tribunales, se establecían mediante autorización real 5.
c) Pero sin duda, la regulación más completa e interesante, era la existente en
el Derecho Romano en el cual el Magistratus era toda persona con autoridad.
En Roma, la iurisprudentia, elaborada con las respuestas de los
iurisprudentes a la casuística que producían los ciudadanos romanos, será el
elemento jurídico clave, antes que las leyes, de un pueblo que aportó una serie
de principios jurídicos, con fundamentos éticos, a la historia del derecho.
Es interesante hacer notar que, en su origen, la magistratura era electiva,
renovándose anualmente, gratuita, pues era un honor sin que llevara consigo
retribución alguna y que se nutría con la cooptación o propuesta de los
magistrados al Senado, de entre determinadas clases y familias nobles.
4
GSCHNITZER, Fritz “Historia social de Grecia”, pág.195, Akal/Universitario, 1981
5
BIANCHI BARDINELLI, R. “Historia y civilización de los griegos”, Vol.8 Ed. Icario, 1983.
Luego se fue democratizando y se exigieron determinadas condiciones de
elegibilidad, haber nacido libre, la edad, a partir de los veintisiete años y tener
la plena ciudadanía (lex Villia annalis del año 180 A.C.) 6 .
Desde el punto de vista jurídico, los pretores: urbano –para los
ciudadanos romanos– y peregrino –para los extranjeros– junto con los ediles
curules –ocupados de mercados, compraventa de esclavos y animales– van a
ser los verdaderos primeros jueces romanos. A los que se suman los de
provincias, municipios y colonias –praefecti, legati, etc.–
Su poder era muy grande. Porque podían dar edictos, decretos,
interdictos y actuar en el proceso y fuera de él, guiando a los litigantes y
celebrando juicios, sólo en horas diurnas, de forma oral, y con mayor o menor
publicidad, pues a partir del siglo V se celebraban en el secretarium, sala
separada con una celosía del pueblo, e incluso cubierta con un velo que sólo en
contadas ocasiones se levantaba, y en la que actuaba el magistrado junto a las
partes, los funcionarios y, excepcionalmente, algunas personas de relieve
político a quienes se concedía tal honor7.
A título de resumen de la historia romana en materia judicial, puede
decirse que experimentó una transformación desde la jurisprudencia religiosa a
la civil, de los jueces políticos a los jurisconsultos, y de la ley –Roma no fue un
Estado de ley sino de Derecho, pues apenas se contabilizaron ochocientas en
muchos siglos de existencia-8, a los principios jurídicos emanados de las
respuestas judiciales a casos concretos.
2) El juez medieval.
La formación de la Administración de Justicia se desarrolla, realmente, entre la
Baja Edad Media y principios del siglo XIX, con el impacto de las ideas de la
Ilustración y la Revolución Francesa, como hito separador de la nueva etapa, la
que discurre a lo largo del siglo XIX.
Es este un período en el que el Rey hace y aplica la ley, (la ley es quod
placuit regis –lo que agrada al príncipe tiene fuerza de ley-), si bien, poco a
6
FRANCISCI, Pietro de “Síntesis histórica del Derecho Romano”, pág.130, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid.
7
ALVAREZ SUAREZ, Ursicino en “Curso de Derecho Romano” Fascículo II, pág.186. IEP, Madrid.
8
PANERO GUTIÉRREZ, Ricardo “La experiencia jurídica de Roma. Su proyección en el umbral del siglo XXI”,
pág.37.Tirant lo blanch, Valencia 1998.
poco, en su nombre y por delegación del monarca, serán los jueces quienes se
vayan ocupando de la función aplicativa.
Con todo, puede hacerse una diferenciación entre Inglaterra y el
continente, que deriva tanto de la evolución histórica de las relaciones Rey-
pueblo, como de la distinta naturaleza del derecho aplicado.
Y así, si bien en la Inglaterra medieval el Rey nombraba y separaba a su
libre arbitrio, a los jueces, tras la Carta Magna, en 1215, éstos empiezan a
dictar sentencias que resolvían en contra de los intereses del Monarca,
abriéndose camino, progresivamente, la idea de la independencia judicial, unos
incipientes derechos de los ciudadanos, aunque no fueran nobles, y, como
consecuencia, adquiriendo un prestigio, reconocido en sueldos elevadísimos y
una consideración a su poder, muy grande, porque el common law, como se
sabe, permite un mayor margen de maniobra que en el sistema continental, la
ley positiva9.
Ello contrasta con la diferente consideración del juez en las Monarquías
europeas continentales, en las cuales la dependencia política de la judicatura
fue muy superior, y el prestigio de los jueces y su consideración social muy
inferior al juez anglosajón, que desde el principio fue un juez de élite, bien
considerado profesional y socialmente, revestido de un estatus y boato
procesal, indudables.
En ello jugará también un papel importante, la distinta concepción del
papel de la ley y la jurisprudencia, debido a la evolución de las ideas y la
política, pues en el continente, el juez evolucionará –como veremos- a ser
considerado como “la boca que pronuncia las palabras de la ley”, con el fin de
maniatarle, dada la gran desconfianza que se le tenía. Todo lo contrario que en
los países anglosajones, en los cuales el juez más que un funcionario será
siempre un servidor de la Corona, que alumbra la ley, la interpreta conforme le
parece y decide sin más, obteniendo claro reconocimiento y aprobación social.
Existe, por tanto, una absoluta unión entre la función política y la de
administrar justicia, que, particularmente en el sistema continental, se traduce
en los siguientes rasgos principales, propios de la actividad jurisdiccional:
9
SERRA CRISTOBAL, Rosario “La libertad ideológica del Juez”, pág.18,Tirant lo blanch, 2004.
· Falta de clarificación del plano orgánico-funcional. Las continuas
influencias de lo político sobre la actividad judicial, con la intervención
permanente del Rey, de forma directa o a través de los más altos funcionarios
de su confianza, hacen imposible una estructura clara y bien delimitada de
funciones y competencias de la incipiente judicatura de la época.
· Justicia “retenida”. La cual se concreta en la facultad de “avocación” por
el Monarca de los asuntos que consideraba convenientes y en el
nombramiento de jueces “ad hoc”, en comisión o pesquisidores –éstos, en el
ámbito penal- para conocer de una determinada causa.
· Inseguridad jurídica absoluta. Se desconocía la ley aplicable, el juez que
intervendría en un pleito, qué órgano acabaría conociendo el recurso y, por
supuesto, no puede hablarse, apenas, de garantías procesales.
· Inexistencia de normas de procedimiento, suplidas por el “estilo” de los
respectivos jueces. La carencia de un cuerpo procesal hasta el siglo XIX, va a
hacer que sea el usus fori (usos del foro) y algunas decisiones del Consejo de
Castilla, quienes gobiernen el proceso, con notables diferencias entre unas
partes y otras del territorio nacional.
3) El juez de la Revolución Francesa.
El movimiento de ideas que pone en marcha la Revolución Francesa, parte de
la idea rusoniana de que el hombre es bueno por naturaleza y que son las
instituciones las que lo han corrompido.
Por otro lado, al defenderse un individualismo a ultranza, que confía a las
instituciones su felicidad, a través de un “pacto social” entre gobernantes-
gobernados, titulares de los derechos, se hace descansar en la “voluntad
general”, el fundamento de la ley democrática.
Esa nueva concepción de la sociedad, en la que “la voluntad general
tiene siempre razón” y los hombres son esencialmente iguales, postulará un
régimen político sin intermediarios –ROUSSEAU detestaba los partidos
políticos- que dará lugar a un cruento enfrentamiento entre Ejecutivo y
Legislativo –Directorio vs. Asamblea- con olvido del Judicial, reducido a la nada,
prácticamente.
Por eso, MONTESQUIEU pone a los Jueces en el lugar que cree les
corresponde, y que no es otro que el de ser “la bouche qui prononce les paroles
de la loi” (la boca que pronuncia las palabras de la ley), propiciándose su
elección popular y convirtiéndolos en meros aplicadores automáticos de la ley.
Se sustituye, pues, un sistema “en que los cargos judiciales eran como
regla general venales y excepcionalmente por comisión libre del monarca” 10por
otro, de elección.
El sistema duró poco, ya que fue eliminado por Napoleón, y la Ley 20-4-
1810 lo sustituyó por el de nombramiento por el Ministro de Justicia entre
licenciados en derecho con pasantía de dos años en un despacho de abogados
(el concurso u oposición, no llegó hasta el Decreto 13-2-1908).
En ese período turbulento de la Revolución Francesa –como dijera CARRÉ
DE MALBERG- “Al principio, la Asamblea Nacional de 1789 no vio en la función
jurisdiccional sino una función de aplicación de las leyes...la Constitución de
1791, aunque en apariencia y desde el punto de vista orgánico asigne la
dignidad de tercer poder a la Justicia, se (ha) atenido, en el fondo y desde el
punto de vista funcional, al concepto de los dos poderes“ 11.
El Juez, fuera de los dos verdaderos poderes en liza –Legislativo y
Ejecutivo–, aparece como un simple agente del Estado, que mecánicamente
debía aplicar la ley.
Se alumbra, pues, la idea del juez funcionario, cuya cristalización tendrá
lugar durante el liberalismo (siglo XIX) y que llega, posteriormente, hasta la II
Guerra Mundial en Europa, y 1978, en España, a lo largo del siglo XX.
4) El juez funcionario.
Los rasgos que definen al juez del siglo XIX, “el juez burócrata o
funcionario”, son: poco prestigio social, mala selección, escasa retribución,
intromisión política permanente en los nombramientos y ceses, y, como
consecuencia, carencia de una verdadera independencia.
Hasta 1870, que se instaura el régimen de oposición, la cosa no empieza
a cambiar. En efecto, el sistema de selección va a tener una gran importancia
10
DIEZ PICAZO, Luis María “El sistema francés de acceso a la judicatura: selección y formación inicial”, p.43,
en El acceso a la Función Judicial. Estudio comparado. MFC-CGPJ, 2001.
11
CARRÉ DE MALBERG “Teoría general del Estado”,pág.653, FCE, México 1998
para propiciar la independencia y una mejora del estatus y respetabilidad de
los jueces.
El “juez funcionario”, es un juez con control ideológico, selección
endogámica y positivismo dogmático. Técnicamente resulta un “operador
legal-racional, un aplicador técnico del derecho”. Y éticamente con “notable
proclividad al integrismo religioso-moral”12. Se le presenta –basta ver las
conocidas ilustraciones de Daumier- todo vestido de negro, envuelto en un
ritual cuasi sacerdotal, administrando una justicia distante, monologante y
autoritaria, desde la intime conviction (firme convicción) en la que se ha
querido ver su refugio anticontrol, en materia de valoración de la prueba o en
el generoso uso de la prisión provisional.
En este período, las incompatibilidades brillaban por su ausencia, siendo
la “acumulación de cargos”, moneda común: los Magistrados de Consejos,
Audiencias y tribunales territoriales ejercían comisiones especiales y
desempeñaban cargos, al margen del judicial, tales como miembros o
Presidentes de Juntas como la de Sanidad, de Gremios, del “Honrado Concejo
de la Mesta”, gobernador de la real casa de Hospicio, etc. 13
Se suceden, igualmente, curiosas normas que tratan de aportar “ética” a
un estado de cosas, como el descrito. Y así, el Decreto CLXVIII de 3-6-1812
exigía, para ser nombrado juez, “gozar de buen concepto en el público, haberse
acreditado por su ciencia, desinterés y moralidad, ser adictos a la Constitución
de la Monarquía, y haber dado pruebas en las circunstancias actuales de estar
por la independencia y la libertad política de la Nación” (por cierto, no se exigió
ser Letrado, hasta el Decreto CII de 9-10-1812).
Otro decreto, éste de 6-10-1835, mandaba que no se propusiera para
jueces letrados y ministros togados más que a sujetos que tengan “además de
la probidad, pureza, fidelidad, buena fama, inteligencia y aplicación
indispensables, la experiencia y práctica que sólo se adquieren con el manejo
de los diferentes negocios forenses en sus diversas graduaciones”.
12
ANDRÉS IBAÑEZ, Perfecto “Ética de la función de juzgar” p.71, en Ética de las Profesiones Jurídicas,
Universidad Pontificia de Comillas, 2001.
13
MOLAS RIBALTA Pere “Los Magistrados de la Ilustración” p.32, CEC-BOE, Madrid, 2000.
El primer Reglamento del Tribunal Supremo de España e Indias, de 17-10-
1835, pedía a los Ministros del Tribunal ser “puntuales” en la asistencia diaria,
estar con “la mayor compostura y decoro”, tratar a todos con “la consideración
debida” y guardar en las deliberaciones “el comedimiento y la urbanidad “ que
requieren (Art.33).
El Real decreto de 29-12-1838, exigía como “requisito indispensable”
para los ascensos, gracias o promoción “la buena conducta moral y política del
interesado”, y el de 1-5-1844 consideraba “la moralidad, la rectitud y la
imparcialidad”, virtudes que siempre han formado parte de “la esencia de la
buena administración de justicia”.
Y para terminar esta breve muestra, la Real Orden “recomendando a la
Magistratura la necesidad de administrar pronta, recta e imparcial justicia” de
14-3-1863, indicaba que las “delicadas y augustas funciones” de jueces y
magistrados requiere “una laboriosidad incansable, un estudio continuo del
derecho, un celo jamás interrumpido y un ardiente amor a la justicia, virtud
primera y compendio de todas las virtudes”, y que para ello “el derecho y la
razón deben ser el único norte de los Jueces, impasibles como la ley misma;
porque el Magistrado es el órgano de la ley; es la ley que habla”, lo cual
conseguirán observando “la moralidad, la rectitud y la imparcialidad que,
unidas a la inteligencia, constituyen el buen desempeño de sus importantes
funciones”.
En esta interesante disposición se alertaba de los peligros de atender “al
espíritu de partido”, a “las insinuaciones de los poderosos”, a “la voz de la
amistad” o a “las lágrimas del pobre y desvalido”, recordando que no basta que
las decisiones sean justas, pues “es preciso que sean prontas, sin faltar a los
trámites y términos prescritos por las leyes; porque la justicia indebidamente
retardada se convierte en injusticia manifiesta” y dicha exigencia, está
reclamada, igualmente, por “el bien público” y ha de redundar “en pro del
buen nombre de los Jueces y Magistrados de la nación y de su merecido
prestigio, y del respeto, distinción y consideración que tanto han menester los
encargados de administrarla”.
La situación empieza a cambiar, lentamente, con la Ley provisional de
1870, porque aparece por primera vez un estatuto judicial, creándose un
verdadero cuerpo funcionarial, reclutado –principalmente– por oposición y
asegurándose la inamovilidad, sólo amenazada por causa de la responsabilidad
disciplinaria establecida en la ley.
A pesar del evidente progreso, había factores que dificultaban la
existencia de una verdadera independencia judicial:
- En cuanto al nombramiento, se exigía, además de 23 años y ser
licenciado “en Derecho Civil por una Universidad del Estado”, tener “certificado
de aptitud” y carencia de antecedentes que lo “hicieran desmerecer del
concepto público” (Art.110. ap.9 y 10 LO 1870).
- La destitución era posible “por no ser dignos de continuar ejerciendo las
funciones judiciales a causa de su conducta viciosa, comportamiento poco
honroso o habitual negligencia”, cláusula tan amplia, como se ve, que seguía
poniendo en manos del Poder Ejecutivo, la suerte de los jueces, ya que a ello,
se añadían cláusulas como “hechos que los hicieren desmerecer en el concepto
público” o “consideraciones de orden público muy cualificadas”.
Por otro lado, aunque la Constitución de 1869, estableciera,
enfáticamente en su Art.94, que “El ingreso en la carrera será por oposición” –
lo cual no era ninguna minucia, en un régimen que basaba el nombramiento y
los ceses en las afecciones/desafecciones políticas 14–, no se excluía el “cuarto
turno”, ya que el Rey, a propuesta del Consejo de Estado, podía nombrar hasta
la cuarta parte de magistrados de las Audiencias y del Tribunal Supremo.
De este sistema complementario, positivo en principio, si hubiera
respondido a las expectativas de la Exposición de Motivos de la Ley adicional a
la orgánica del PJ, de 1882, que la hacía descansar en la necesidad de contar
con la experiencia de Abogados y personas de reconocida competencia, se
14
El sistema de “depuraciones” en el que los puestos importantes –y menos importantes –en la
administración de justicia, eran parte del “botín “ del partido vencedor, fue la tónica del siglo XIX,
especialmente entre 1812 y 1868, como puede apreciarse en las obras de SAINZ GUERRA “La Administración
de Justicia en España 1810/1870”, Teudema, 1992;Marta LORENTE “Reglamento provisional y
administración de justicia 1833/1938...”; ALEJANDRO NIETO “Concepciones burocráticas y reformas
funcionariales”, Estudios Históricos sobre Administración y Derecho Administrativo, Madrid 1986 o
SERRANO GONZALEZ “Chocolate a la española: formación y afección de jueces en el siglo XIX”, Nápoles
1994.
siguieron, sin embargo, nefastas consecuencias. En efecto, fue calificado de
“práctica claramente clientelar”, con la que los sucesivos gobernantes se
dedicaban a “repartir y canibalizar el Estado, hacer jirones la administración
para contentar a sus militantes” 15, dando lugar a “abusos”, “particular
nepotismo”16, y origen de “favoritismos, postergaciones injustificadas y
desmoralización interna en la Judicatura” 17, todo lo cual llevó a su desaparición
y al establecimiento de la oposición, mediante Decreto de 30 de marzo de
1915, como exclusivo modo de ingreso en la carrera judicial.
Los años que siguieron, Dictadura, II República y Estado franquista,
ofrecieron un pasado de intensa politización y escasa mejora en los resultados
de la Administración de Justicia y en el alumbramiento de una judicatura más
independiente y mejor considerada. Por ello, no nos parece demasiado
interesante, profundizar en dicha etapa, que no es sino una continuación del
estado de cosas de la Restauración, en el que aparece el modelo de carrera
judicial funcionarial, con la diversificación de categorías en jueces y
magistrados de entrada, ascenso y término; nombramiento de los integrantes
de la cúspide judicial por el Gobierno; sistema de oposición, como modo
predominante de acceso; inamovilidad y antigüedad rigurosa para los ascensos;
corporativización en la Dictadura primoriverista con la creación del “Consejo
judicial”, integrado por la cúpula judicial, nombrada por el Ministerio de
Justicia que expedía la declaración de aptitud para los ascensos; jubilaciones
anticipadas de la gerontocracia judicial por la II República...
15
VARELA ORTEGA J. “Sobre la naturaleza del sistema político de la Restauración”, p.187, en AA.VV Nación y
Estado en la España Liberal, Editorial Noesis, 1994.
16
El Ministro GROIZARD había colocado, por el cuarto turno, hasta a nueve familiares y miembros de su
distrito electoral, de Don Benito, (Badajoz), según denunciara el diputado ovetense Sr.Uría (dato recogido
por VILLACORTA BAÑOS F. en “Profesiones y burócratas. Estado y poder corporativo en la España del siglo
XX” Ed. Siglo XXI, Madrid.
17
Eduardo DATO en el preámbulo del Dto. de 22-12-1902
18
Autores como José Carlos Chinchilla Coto, Carlos Gómez Martínez y María Luz Martínez Alarcón
denominan al juez en la actualidad como “el juez del siglo XXI”, el primero lo expone en la conferencia
dentro de la maestría judicial desarrollada en la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la
Universidad de El Salvador y el Consejo Nacional de la Judicatura, el 21 de septiembre del 2009,
apenas se esbozó a grandes rasgos sobre la historia del acceso a la judicatura,
desde la época de la nominación divina hasta la creación de modelos de
selección, Esta es la forma cómo ha evolucionado la figura del funcionario
judicial; pero –indudablemente–, en la actualidad, está dando un giro dentro
de los escenarios políticos de la sociedad. Tradicionalmente, el Poder Judicial se
ha visto como el hermano menor de los otros dos Órganos del Estado, el
Legislativo y el Ejecutivo; pero, se debe admitir que cada día se está
complejizando más la vida social y política de los pueblos, y a los tribunales se
les demanda una mayor intervención en las distintas esferas de la sociedad 19.
Algunos autores piensan, que el poder judicial está, o debería estar
rompiendo la concepción del juez funcionario, o burocratizado, y ejercer el
papel que le corresponde dentro de un Estado de Derecho Democrático,
porque cada vez se requiere de jueces con una visión de equilibrio entre la
norma y el sentido social de esta; y que en consecuencia, su selección debe ser
técnica, y con altos valores éticos, para responder a los retos y desafíos del
nuevo siglo.20
Uno de los perfiles para el Juez de la actualidad, o del siglo XXI, es el de
funcionar armónicamente en un Estado Constitucional de Derecho, con una
denominada: “La disyuntiva de las y los jueces en el siglo XXI: retos y desafíos para una justicia democrática y
efectiva. El segundo en la Revista IURIS, número 53/septiembre 2001, Madrid, en el artículo “Perfil de las
profesiones jurídicas. Los retos del juez del Siglo XXI: Su formación, la tercera autor en su obra “La
independencia judicial”, 1ª ed., editorial Solana e hijos – Artes Gráficos, Madrid, 2004, p. 232 expone que:
“por ese motivo, es preciso reivindicar un perfeccionamiento del sistema, que sin eliminarla, la actualice para
adecuarse a la nueva posición institucional del juez en el sistema constitucional actual. Y es que, en efecto, el
juez del siglo XXI, si bien continua sometido al imperio de la ley, requiere conocer bien la evolución
jurisprudencial, precisa de una formación consistente en cuestiones de derechos fundamentales y en general,
de constitucionalidad”.
19
RODRÍGUEZ MELÉNDEZ, Roberto, ¿Modelos de Justicia?, 1 edición, Talleres Gráficos UCA, 2008, p. 165
expone que los jueces tienen grandes retos a la hora de resolver, puesto que se presentan diversas
pretensiones, a la cuales el funcionario debe dar una respuesta como ejemplo de ello piden “que defiendan
nuestra libertad, que reduzcan las tensiones raciales, que condenen la guerra y la contaminación, que nos
protejan de los abusos de los poderes públicos y de nuestras tentaciones privadas, que impongan penas …
que compensen las diferencias entre los individuos, que resuciten la economía, que nos tutelen antes de
nacer, que nos casen, que nos concedan el divorcio , y si no, que nos sepulten, al menos que aseguren que se
paguen los gastos de nuestro funeral”.
20
CHINCHILLA COTO, José Carlos, Op., Cit., p. 14, expone que el juez de la actualidad necesariamente debe
contar para su realización con una gran capacidad para poder cumplir su función al de los tiempos y con una
solidez que legitime su quehacer hasta convertir a la administración de justicia en una institución y Poder
Estatal que garantice un acceso democrático real a la justicia, es decir una justicia Democrática, efectiva,
humanista y comprometida con su rol y función social.
democracia fuerte y desarrollada; en el entendido que deberá contar con una
Constitución que garantice los derechos y libertades de todos; pero que de
igual forma, constituya límites al poder. Por tanto, con toda razón se dice, que
los jueces –al interior de una sociedad democrática–, son considerados como la
«piedra angular» de la democracia; puesto que son los intérpretes de la ley y la
Constitución. Los jueces tienen en sus manos el poder de controlar al Órgano
Legislativo –a través de la facultad de inaplicar una ley–, bajo la facultad que se
conoce como control difuso de la constitucionalidad. También, en el caso de los
magistrados de la Corte de Constitucionalidad–en el tema guatemalteco–, en
general, su misión primordial es la dotar de contenido práctico los principios y
valores que se encuentran enunciados en la Constitución.
En cuanto al sistema de selección de los Jueces del siglo XXI para el
acceso a la función judicial, ésta debería ser por el concurso público de
antecedentes y oposición, fortaleciendo de esta forma la independencia
interna y externa, que sumado a la imparcialidad–como resultante de la
solvencia moral y apartidista de los concursantes–, es donde se encuentra la
clave del funcionamiento democrático de la jurisdicción. Ahora bien, es
necesario recalcar, que no solamente es el impulso de los concursos y de la
oposición, la fórmula que dará el éxito del sistema judicial; sino que deberán
cambiarse las estructuras judiciales, en el sentido de romper con el
verticalismo, para generar una horizontalidad jurisdiccional. En líneas
anteriores se expuso cómo las dictaduras –ocupando la meritocracia–, tenían
un Poder Judicial débil y domesticado, al grado que en esos países fue
necesario iniciar una profunda reflexión autocrítica, hasta lograr las
motivaciones efectivas para impulsar la democratización del sistema judicial.
Cuando se alcanzan tales niveles de motivación, ya que no se trata de personas,
sino de abatir las estructuras que condicionan las actitudes humanas; en
consecuencia, es pertinente modificar el tipo de organización del Organismo
Judicial, para que no existan jerarquías entre los jueces sino diferente
competencias.
En conclusión, se puede asumir que el Juez del siglo XXI, deberá
“ajustarse al nuevo modelo de sociedad y de legitimación que requiere.
Probablemente el viejo sistema de selección burocrático deba ser actualizado
para tener en cuenta la nueva función «política» de los jueces. Por eso se ha
invocado la legitimidad social del Organismo Judicial y se ha propuesto un
cambio para configurar un perfil de juez que, por formación jurídica y por
criterio de selección, responda más al de un profesional apegado a la
dimensión contenciosa del Derecho, que le permita responder con solvencia,
por ejemplo, a su condición de garante de los derechos fundamentales de las
personas y, en todo caso, proporcionando tutela a las demandas que se le
plantea. De acuerdo con la Constitución y la ley, no sólo según la ley, como, con
especial despropósito jurídico, se ha llegado afirmar.”30. Esto equivale a decir,
que ante los retos actuales del Poder Judicial, es necesario que los jueces no
sean solamente técnicos que conocen del derecho, sino que deban ser
conscientes de la nueva importancia política de su función.31
2. La función judicial y su legitimidad democrática
b) Haber ejercido el cargo de Juez de Paz por lo menos durante cuatro años;
c) Pertenecer a la Carrera Judicial, ya sea por evaluación del desempeño o por ingreso al
servicio mediante convocatoria y posterior aprobación del programa de formación inicial.
El Consejo de la Carrera Judicial realizaba las pruebas que consideraba oportunas entre las que se
encontraban pruebas jurídicas, pruebas psicométricas, publicaciones para que la población en general se
enterara de la nómina de candidatos que pretendían ascender y se pronunciaran sobre su honorabilidad,
entrevistas con los Consejeros y análisis del informe que se solicitaba a la Junta de Disciplina Judicial.
Al concluir esta fase el participante debería someterse al programa de formación inicial para
aspirantes a Jueces de Primera Instancia, el cual impartía la Unidad de Capacitación Institucional y tenía una
duración de seis meses como mínimo para que una vez aprobado pasara a formar parte del banco de recursos
humanos de la Secretaría de la Corte, para optar a la plaza de Juez de Primera Instancia.
3.9 Decreto 32-2016 del Congreso de la República de Guatemala, Ley de la Carrera Judicial
Con fecha veintinueve de junio del dos mil dieciséis, el Congreso de la República de
Guatemala aprobó el Decreto 32-2016, Ley de la Carrera Judicial, la cual entraría en vigencia
cuatro meses después de su publicación en el Diario Oficial. Dicha Ley cobro vigencia, el 27 de
noviembre de 2016.
Durante la discusión de la aprobación de esta nueva Ley de la Carrera Judicial, se
tomaron en cuenta los aportes del Ministerio Público y de la Comisión Internacional contra la
Impunidad en Guatemala (CICIG) y se homologaron dos propuestas presentadas en el año 2015,
una de diputados y una de magistrados del Organismo Judicial.
En el artículo 1 de esta ley, se decreta “la carrera judicial establece el sistema que regula
el ingreso, permanencia, promoción, ascenso, traslados, prestaciones, capacitación y formación
profesional inicial y continua, evaluación del desempeño, régimen disciplinario y mecanismos de
exclusión, así como otras situaciones del sistema de carrera judicial de los jueces y magistrados,
cualquiera que sea su categoría, con el fin de garantizar su dignidad, estabilidad, independencia,
imparcialidad, responsabilidad y excelencia profesional en el ejercicio de su función jurisdiccional”
Como principios rectores de la carrera judicial, se establecen en el artículo 2 de dicha
norma legal “independencia, idoneidad, capacidad, objetividad, imparcialidad, integridad,
estabilidad, transparencia, publicidad, especialidad, meritocracia y ética. Constituyen enfoques de
política judicial la perspectiva de género y la multiculturalidad”.
Como una garantía de estabilidad en el artículo 3 dicha ley establece “Los jueces y
magistrados, cualquiera que sea su categoría, sólo podrán ser removidos o suspendidos en el
ejercicio de sus funciones en los casos y mediante el procedimiento que determina la presente
Ley”.
Como órgano responsable de la carrera judicial, en el artículo 4 de dicho cuerpo legal se
establece “El órgano rector de la carrera judicial es el Consejo de la Carrera Judicial, el cual gozará
de independencia funcional en el desempeño de sus atribuciones. El Consejo de la Carrera Judicial
será de carácter permanente y en sus funciones podrá auxiliarse por la Junta de Disciplina Judicial,
la Junta de Disciplina Judicial de Apelación, la Supervisión General de Tribunales, la Escuela de
Estudios Judiciales y la Unidad de Evaluación del Desempeño Profesional. E! Consejo de la Carrera
Judicial podrá auxiliarse por otras unidades administrativas que estime convenientes. El Consejo
de la Carrera Judicial y sus órganos deberán fundamentar cualquier informe, concepto o decisión
respecto a ingreso, permanencia, ascensos, traslados, recomendaciones, sanciones, destituciones
y demás situaciones que afecten a los miembros de la carrera judicial. Para asegurar la
transparencia y la rendición de cuentas, todas sus actuaciones, incluyendo la celebración de
audiencias y sesiones, serán públicas”.
En cuanto a la integración del Consejo de la Carrera Judicial dicha ley establece en su
artículo 5 “La carrera judicial es administrada y regida por un Consejo que se integrará de la
siguiente manera: a) Un representante titular y un suplente, electos por el Pleno de la Corte
Suprema de Justicia que no integren la misma; · b) Un magistrado titular y un suplente, electos por
la Asamblea General de Magistrados de la Corte de Apelaciones y otros tribunales colegiados de
igual categoría; e) Un juez titular y un suplente electos por la Asamblea General de Jueces de
Primera Instancia; d} Un juez titular y un suplente electos por la Asamblea General de Jueces de
Paz; e) Un titular y un suplente experto en administración pública; f) Un titular y un suplente
experto en recursos· humanos; g) Un titular y un suplente con Licenciatura en Psicología”.
Como atribuciones del Consejo de la Carrera Judicial, en el artículo 6 de dicha ley se
establecen los siguientes: “a) Efectuar la convocatoria relacionada con los concursos de oposición
para el ingreso a la carrera judicial y ascensos;”.
De conformidad con el artículo 14 y literales c) y d); los jueces de primera instancia y los
jueces de paz forman parte de la carrera judicial.
De conformidad con el artículo 15 de dicha ley, el ingreso a la carrera judicial se hará por
una de las formas siguientes: “a) Mediante nombramiento de la Corte Suprema de Justicia para el
caso de los jueces de paz y jueces de primera instancia”.
En cuanto al reingreso a la carrera judicial el artículo 16 dispone “Los jueces que hayan
ingresado al Organismo Judicial por medio del sistema de carrera judicial, y que no hayan sido
reelectos como magistrados, podrán ser nombrados como jueces, atendiendo a su especialidad y a
su categoría anterior en la judicatura, en el marco de las convocatorias correspondientes y
siempre que haya disponibilidad de plazas. Para el efecto deberán cumplir con los requisitos
siguientes: a) No haber sido sancionados por falta grave o gravísima y haber aprobado
satisfactoriamente las evaluaciones de desempeño profesional practicadas; y, b) Someterse a los
cursos de actualización a cargo de la, Escuela de Estudios Judiciales, así como a las evaluaciones
especiales que disponga practicar el Consejo de la Carrera Judicial previo a su nombramiento”.
En cuanto a los requisitos para los aspirantes a juez o magistrado cualquiera que sea su
categoría, el artículo 17 dispone que “deberán reunir los requisitos que establece la Constitución
Política de la República de Guatemala”.
El procedimiento de ingreso de jueces a la carrera judicial, se encuentra establecido en los
artículos 18 al 21 de dicha ley, los cuales declaran lo siguiente: “Articulo 18. Convocatoria a
concursos por oposición para el ingreso de jueces a la carrera judicial. Corresponde al Consejo de
la Carrera Judicial, convocar los concursos por oposición para el ingreso a la carrera judicial de
jueces con base en la elaboración de un diagnóstico previo, que permita determinar el número,
categoría y competencia de las plazas vacantes dentro del Organismo Judicial, atendiendo además
a criterios de pertinencia cultural y lingüística. La convocatoria se publicará tres veces en el Diario
de Centro América y en dos de los diarios de mayor circulación en todo el país, con una antelación
no menor a veinte días de la fecha prevista para el concurso. La convocatoria deberá indicar: los
requisitos legales, culturales, educacionales y formales que deben llenar los aspirantes, incluyendo
la referencia a los documentos que acrediten la carencia de antecedentes penales, sanciones
administrativas impuestas por los órganos disciplinarios de las instituciones del Estado en que
haya laborado, las que correspondan al ejercicio de la profesión liberal y, en su caso. constancia
extendida por la Contraloría General de Cuentas de que no tiene reclamación o juicio pendiente
como consecuencia del cargo o cargos desempeñados anteriormente. Asimismo, la convocatoria
deberá especificar el plazo, lugar y horario d:ietiro de las bases del concurso y de recepción de
solicitudes, así como toda otra dofu'1'fntación que el Consejo de la Carrera Judicial estime
pertinente. Artículo 19. Verificación de requisitos. El Consejo de la Carrera Judicial verificará, en
cada caso, el cumplimiento de los requisitos exigidos por la presente Ley y elaborará la lísta de
aspirantes que hayan cumplido con los mismos. Posteriormente, notificará a los interesados su
decisión y dentro de los quince (15) días siguientes de realizada la última notificación, la lista será
publicada en el Diario de Centro América y como mínimo en dos diarios de mayor circulación en
todo el pals. Dentro del plazo de ocho (8) días contados desde el día siguiente al de la última
publicación, cualquier persona podrá presentar al Consejo de la Carrera Judicial, información
debidamente fundamentada y documentada respecto a los aspirantes a jueces, quienes contarán
con el plazo de ocho (8) días para aportar las pruebas de descargo pertinentes. El Consejo de la
Carrera Judicial realizará la investigación correspondiente, pudiendo solicitar la información que
estime pertinente y resolverá en el plazo de ocho (8) días. Contra dicha resolución no procede
recurso administrativo alguno. Artículo 20. Evaluación y elegibilidad. El Consejo de la Carrera
Judicial remitirá a la Escuela de Estudios Judiciales fa lista de aspirantes que hayan cumplido los
requisitos y hayan superado la etapa de auditoría social que garantice la honorabilidad de los
aspirantes. Para dictaminar ante el Consejo de la Carrera Judicial sobre la idoneidad de los
aspirantes, la Escuela de Estudios Judiciales practicará las pruebas objetivas técnicas,
psicométricas y jurídicas. Luego de recibidos los resultados de las pruebas practicadas por la
Escuela de Estudios Judiciales, el Consejo de la Carrera Judicial realizará entrevistas personales
basadas en criterios técnicos, objetivos y transparentes para complementar los procesos de
evaluación antes señalados. Concluido el proceso de evaluación, el Consejo de la Carrera Judicial
elaborará la lista de aprobados como elegibles para recibir el curso de formación inicial en la
Escuela de Estudios Judiciales, el cual durará como mínimo un periodo de ocho meses. Los
métodos, técnicas, modalidades, contenidos, criterios de aprobación y valoración de los cursos de
formación inicial se desarrollarán en el reglamento de esta Ley. La Escuela de Estudios Judiciales
elaborará la lista de aspirantes que hubiesen aprobado el curso de formación inicial y lo remitirá al
Consejo de la Carrera Judicial, el cual notificará a los aspirantes los resultados del proceso. Los
aspirantes que no fuesen aprobados dispondrán de tres días, más el término de la distancia,
contados a partir de la notificación de los resultados, para solicitar una revisión ante la Escuela de
Estudios Judiciales, acompañando los medios de prueba que consideren pertinentes. La revisión
deberá ser resuelta dentro del plazo de tres días de formulada la solicitud. Si la resolución de la
Escuela de Estudios Judiciales fuera desfavorable, los aspirantes podrán recurrir ante el Consejo de
la Carrera Judicial, dentro del plazo de tres días contados a partir de la última notificación, y éste
solicitará a la Escuela de Estudios Judiciales que dentro del plazo de tres días, rinda informe
circunstanciado acompañado de la documentación pertinente. El Consejo de la Carrera Judicial
resolverá dentro del plazo de tres días posteriores a la entrega del informe circunstanciado. Contra
dicha resolución no procede recurso administrativo alguno. Artículo 21. Nombramiento de jueces.
Los aspirantes que hayan superado el procedimiento antes descrito, se considerarán elegibles a las
convocatorias de vacantes mediante concurso de oposición para juez de paz. Atendiendo al orden
descendente a partir de la calificación más alta de la lista de elegibles remitida por el Consejo de
la Carrera Judicial, la Corte Suprema de Justicia nombrará a los jueces de paz destinados a llenar
las plazas vacantes que existan o las nuevas judicaturas que fuesen creadas. Para que proceda el
nombramiento de los aspirantes aprobados, deberán presentar declaración patrimonial conforme
a la Ley de Probidad y Responsabilidades de Funcionarios y Empleados Públicos. Los jueces
nombrados tomarán posesión dentro del mes siguiente de haber prestado la protesta respectiva”.
En cuanto a la renovación de nombramientos de jueces, el artículo 22 de la ley establece:
“Vencido el período de funciones de los jueces, la Corte Suprema de Justicia renovará su
nombramiento, cuando su desempeño haya sido satisfactorio de acuerdo con la evaluación de
desempeño profesional practicada por la Unidad de Evaluación del Desempeño del Consejo de la
Carrera Judicial”.
En cuanto a la preferencia para las vacantes el artículo 24 de esta ley establece: Para la
provisión de las plazas vacantes y de las que se crearen conforme a ley en las categorías de juez, el
Consejo de la Carrera Judicial convocará a concursos por oposición, teniendo preferencia: a) Los
jueces de la misma categoría y especialidad que soliciten el traslado y reúnan los requisitos
establecidos en esta Ley para los traslados. b) Los declarados elegibles mediante el procedimiento
de ingreso a la carrera judicial, en los casos de judicatura de paz. e) Los jueces que hayan servido
en la categoría inmediatamente inferior y en la misma especialidad a la del cargo que deba
llenarse y que reúnan las condiciones establecidas en esta Ley para el ascenso. d) Los jueces
suplentes nombrados conforme lo previsto en la presente Ley”.
En relación a los ascensos, el artículo 25 de esta ley establece: “Se considera ascenso el acto por el
cual un juez o magistrado pasa a desempeñar un cargo judicial de competencia diferente por
razón de categoría o instancia según lo establecido en esta Ley. El Consejo de la Carrera Judicial,
convocará a concursos por oposición para los ascensos indicando los requisitos que correspondan
y considerará criterios preferentes para la selección: la evaluación del desempeño profesional
satisfactoria, la especialidad y los méritos. Serán ascendidos en su orden quienes hayan obtenido
mejor calificación en la evaluación; de tener una misma calificación quien hubiere ingresado con
anterioridad a la carrera judicial; y, si aun así resultaré en empate quien hubiere aplicado para el
puesto en primer lugar. El reglamento de esta Ley regulará expresamente esta materia”.
En lo relacionado a traslados y permutas, el artículo 26 del Decreto 32-2016 establece:
“Los jueces y magistrados solo podrán ser trasladados por las causas siguientes: a) Previa
audiencia, por razones de serv1c1o calificadas mediante resolución motivada del Consejo de la
Carrera Judicial; b) Por solicitarlo así el interesado y sí a juicio del Consejo de la Carrera Judicial ha
acumulado méritos en el ejercicio del cargo, tenga una causa justificada y el traslado no sea
inconveniente para el servicio de la administración de justicia. En todos los casos deberá
garantizarse previamente la compensación económica de los gastos de traslado y tomar en
consideración el plazo necesario para realizar el traslado en función de la distancia. Se prohíbe
expresamente el traslado de jueces y magistrados como medida disciplinaria. Mediante la
permuta los jueces y magistrados de igual categoría y salario pueden voluntariamente solicitar el
intercambio de sus respectivos puestos al Consejo de la Carrera Judicial, el cual calificará la
solicitud siempre que no afecte las necesidades del servicio y, mediante resolución motivada,
decidirá sobre la permuta solicitada. En todos los casos de traslados y permutas, se atenderá a la
especialidad en el ramo en que se desempeñen”.