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Billie Worth

“Sólo quiero deshacerme de eso. De todo eso”. Por tercera vez en el día, Billie Worth explicó sus sentimientos.

No estaba deprimido ni era melodramático. Con paciencia y en silencio explicó los hechos. Una de sus primeras
memorias consistía en haber visto a una actriz en la televisión. Cuando caminaba, rozaba su falda con la mano,
de forma que parecía que estaba bailando. Él había tratado de imitar esa manera de caminar, para deleite y
aplauso de su madre. Durante años, su padre había estado preso por falsificación. Cuando tenía 6 años, Billie
descubrió que jugar con pistolas de corcho y naves espaciales como los otros niños le producía una cefalea
intensa. Prefería una muñeca Barbie que otra niña había tirado a la basura, y elegía a sus compañeros de
juego, en tanto le era posible, entre las niñas de la colonia de su misma edad. Al jugar a la casita insistía en
que una de ellas fuera “el papá”.

Siendo un bebé, su hermana de seis años, Marsha, había muerto de meningitis. La madre de Billie había
conservado la habitación de Marsha justo como estaba en el momento en que murió. Algunas de las tardes
más alegres de su niñez las pasó poniéndose los vestidos de Marsha y sentado en la cama de su hermana con
su Barbie. En ocasiones, al tiempo que deseaba ser una niña, pretendía ser Marsha. Siguió metiendo los pies
torcidos a la fuerza en los zapatos negros de piel de la niña hasta mucho tiempo después de que dejaran de
quedarle. En los primeros años de su adolescencia, más o menos a la edad en que los adolescentes comienzan
a pensar con seriedad en torno a si mismos, se dio cuenta del hecho de que él era una niña. “De pronto me
percaté de que la única cosa masculina que tenía eran estas cosas asquerosos entre mis piernas”, le dijo
mucho más tarde a uno de sus médicos. Refiriendo asma crónica, persuadió a un médico para que le
concediera permiso de no participar en la clase de gimnasia en secundaria y preparatoria. Aunque era un buen
nadador, la repugnancia que sentía por los vestidores le impidió hacer una prueba para entrar al equipo. Cursó
taquigrafía y economía del hogar (cuatro semestres de cada una). Se unió al club de ciencias, que era el club
más asexual que pudo encontrar. Un año después ingresó a un proyecto en la feria de la ciencia en relación
con el uso de distintas levaduras para la preparación de pan.

Cuando tenía 16 años, compró su primer sostén y sus primeras pantaletas con el dinero que había ganado
cuidando niños. Cuando se los puso por primera vez, percibió que parte de su tensión se desvanecía. Aunque
en ocasiones se llevaba puesta su ropa interior a la escuela, no comenzó a vestirse con ropa de mujer con
seriedad hasta que ingresó a la universidad. Puesto que vivía fuera del campus tenía privacidad suficiente para
experimentar con faldas, blusas y maquillaje.

Un médico solidario le recetó estrógenos, y en el primer año cambió la ortografía de su nombre y comenzó a
vivir como mujer. Dos años después de salir de la universidad, Billie solicitó una cirugía para reasignación de
sexo. Ella había tenido varios amantes varones homosexuales—experiencias que no le eran satisfactorias
debido a que no se consideraba homosexual. “No soy un hombre homosexual; considero que soy una mujer
heterosexual”. Para ese momento, gracias a las hormonas, tenía mamas pequeñas pero bien desarrolladas;
su pene y sus testículos “sólo se atraviesan en el camino”.

Deseaba deshacerse de ellos, y le dijo el médico que la atendía que si fuera necesario se sometería a la cirugía
en México.

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