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Estos subsectores se dividen en agentes, que están integrados por organismos, que a su
vez se pueden desagregar sucesivamente hasta llegar al negociado.
Se incorporan a este concepto todas aquellas unidades de titularidad pública que aplican o
utilizan los principios rectores del mercado como elementos sustentadores de sus decisiones
económicas, y se les conoce como empresas públicas o sector público empresarial.
Actividades Actividades
Presupuestarias extrapresupuestarias
Gastos públicos Actividad empresarial
Operaciones
Ingresos públicos Gastos fiscales
Monetarias
Operaciones financieras
Legislación ordinaria
Operaciones
Regulación específica
No monetarias
Avales públicos
2. Atendiendo a su contractualidad:
Operaciones bilaterales: implican la realización de un movimiento de bienes o servicios
y un contrapuesto movimiento de fondos. Compra de bienes y servicios del sector público.
Operaciones unilaterales, también conocidas como transferencias: sólo suponen un
movimiento entre el sector público y el privado. Pueden ser:
Positivas: ingresos percibidos por unidades económico-privadas desde el sector
público sin contraprestación por ningún servicio, producto o capital. Subvenciones,
ayudas a familias numerosas.
Negativas: ingresos percibidos por el sector público de las unidades económico-
privadas sin contraprestación alguna, tanto de carácter voluntario como a las que tienen
lugar de manera coactiva, impuestos.
A diferencia de los gastos públicos estos índices recurren a la renta tanto individual
como colectiva
Índice Inconvenientes
Presión Fiscal o Nivel de Permite efectuar evaluaciones No sirve para establecer la
imposición : sobre la capacidad redistributiva participación del sector público en la
del sector público economía ya que:
IMPUESTOS TOTALES • Sólo proporciona información de los
PIB impuestos sin tener en cuenta la
existencia de otros ingresos públicos,
• Contabiliza siempre a los impuestos
en términos brutos
Carga Fiscal:
• Individual:
T
C= T = impuestos pagados
r r = renta ingresada por contribuyente
v = mínimos vitales que restamos de nuestros ingresos
T
C= s = subvenciones recibidas del sector público
r−v
T −s
C=
r−v
ACLARACIONES:
El hecho de que en la mayoría de las sociedades actuales el mercado sea tan relevante
como criterio de administración de los recursos no quiere decir que las decisiones económicas de
él derivadas sean tan elevadas a las desarrolladas por la actividad pública. Según las
contabilidades nacionales de estos países, la relación entre la actividad económica privada y la
pública, suele rondar el 50% respecto al total nacional.
Se plantea es: Porqué en los países en donde el sistema de precios o de libre mercado se
encuentra tan consolidado, exista un alto grado de intervención pública.
La razón de esto deriva del hecho de que el mercado competitivo, la propiedad privada de
los medios de producción y la libre iniciativa individual, por sí solos, como criterios, han sido
insuficientes para mantener la organización económica y para satisfacer las grandes aspiraciones
que tiene propuestas la sociedad. Estas finalidades que se definen como las funciones de la
HP se dividen según R. Musgrave, en 3 categorías:
Relativos al mercado:
Que no existan ningún tipo de barreras de entrada o salida al mismo.
Que en él se dé la transparencia absoluta:
• información completa
• sin ningún coste
Relativos a los agentes que en él intervienen:
Tanto demandantes como oferentes sean precio aceptantes
Las funciones de utilidad o producción de cada uno de ellos sean completamente
independientes.
Comportamiento racional: Que la maximización del beneficio y de la utilidad sean los
únicos motivos de intervención en el mercado.
Respeto total por las preferencias individuales de cada uno.
Relativos a los bienes y servicios intercambiados: Debe reunir cinco rasgos básicos:
Homogéneos.
Perfectamente divisibles.
Susceptibles de apropiación exclusiva mediante precio,
Son de consumo rival (es decir de oferta no conjunta) y
Ausencia total de efectos externos tanto en la producción como en el consumo.
Son necesidades sociales las que, sentidas a nivel individual por todos y cada uno de los
integrantes del colectivo social, son satisfechas por bienes y servicios públicos cuya producción
total cifra el consumo que tanto todos como cada uno hacen de los mismos de los que no se
puede excluir a nadie, ni siquiera por no pagar por ello.
Pigou, señalaba que en presencia de bienes y servicios que generan efectos externos, ya
sean en producción o en consumo, el mercado deja de ser el mecanismo que ajusta
automáticamente las preferencias individuales de los consumidores con las condiciones de
producción de los oferentes, dando lugar a producciones de equilibrio que resultan insuficientes
en unos casos y sobreabundantes en otros.
La distribución de la renta, entendida como el estado social al que el sistema llega tras
repartir el resultado del proceso de producción, es un fenómeno socioeconómico que se puede
considerar desde diversas perspectivas:
Distribución personal: División de la renta entre las personas o unidades familiares que
integran el colectivo social del sistema.
Distribución funcional: Cómo se adjudica el resultado del proceso productivo entre los
diferentes factores que han intervenido en el mismo (trabajo, capital...)
Distribución territorial: reparto desde una perspectiva espacial
Distribución intra o intergeneracional: reparto entre los integrantes de una misma
generación en el primer caso, y reparto entre cierto número de generaciones de una misma
realidad nacional.
Considerando la renta desde una perspectiva personal, suscita la idea de que la distribución
personal de la renta como resultado del libre mercado no es justa e equitativa como se requiere
sino completamente inaceptable desde el punto de vista social. No obstante, hay que tener
presente, que la consecución del objetivo justicia en la distribución, es algo ajeno al mercado;
por lo que no se le puede atribuir responsabilidad al respecto.
El mercado distribuye el resultado del proceso productivo entre los propietarios de los
distintos factores que en él intervienen, de acuerdo al grado en que cada uno de tales factores
participa en dicho proceso, es decir, de cuerdo únicamente a su productividad o capacidad de
generar output.
Del hecho de que el mercado es técnicamente incapaz de alcanzar una distribución
personal de la renta y la riqueza justa o equitativa no se deriva que el sector público aún con
criterios de actuación adicionales (coacción como instrumento y ausencia de lucro como
motivación) si lo vaya a conseguir, ya que hay que tener en cuenta 3 facetas distintas que
entrañan un juicio de valor en cada momento histórico:
Faceta ética
Política.
Económica.
Los gastos presupuestarios pueden afectarse a las tareas redistributivas de dos formas:
A través de las transferencias (movimiento o cesión de recursos sin contraprestación)
dirigidas directamente a los segmentos de población beneficiarios de tal política como
los pagos a familias numerosas o los sueldos de inserción social)
Alterando los precios relativos del mercado de aquellos servicios y bienes cuyos usos y
consumos tienen repercusión final de renta (educación y salud por ejemplo) financiando
mediante trasferencias a sus agentes productores.
Los ingresos, son los que ocasionan mayor tensión social y controversia entre los teóricos
porque es donde se incluyen todas las actuaciones tributarias.
La filosofía de estas opciones es muy distinta, mientras que con las subvenciones se trata
de atenuar las diferencias de renta de colectivos más afectados, las transferencias directas
descansan en la idea de que hay que respetar las preferencias individuales, pues es el propio
sujeto el mejor juez del bienestar individual, pues es quién mejor puede fijar el gasto y orientarlo
a sus carencias.
En cuanto a la utilización de los ingresos, no hay país civilizado que no se autoproclame
fiscalmente progresivo, en el sentido de que su cuadro de ingresos públicos detrae más de
quienes más tienen, a través de los impuestos progresivos sobre la renta y la riqueza. Asimismo,
un diseño adecuado del cuadro impositivo de un país permite a sus poderes públicos actuar sobre
la distribución personal de la renta y la riqueza. También alterar la distribución funcional con la
modificación de las presiones fiscales relativas al trabajo y al capital.
Todos los tributos que se pueda imaginar tienen consecuencias sobre estas formas de
distribuciones. En algunos, los efectos serán más intensos mientras que en otros tendrán una
incidencia menor, pero en cualquier caso el efecto redistributivo estará presente en cualquiera de
ellos.
Características:
1. Constituye un acto de previsión: estimación de los gastos y de los ingresos necesarios para
cubrirlos durante un periodo de tiempo determinado. El presupuesto se contrapone al término
cuenta. Cuenta: visión retrospectiva del presupuesto.
2. Equilibrio entre gastos e ingresos: los ingresos deben cubrir necesariamente los gastos de
un ejercicio, consecuencia de un equilibrio contable.
3. Regularidad en su confección: generalmente anual.
4. Se expresa en lenguaje contable: a través de las partidas de ingresos y gastos que
recoge.
5. Es una previsión normativa: obliga al Gobierno y a la Administración tanto política como
jurídicamente
Las cifras de gasto son conocidas como créditos presupuestarios, ya que actúan
como un crédito del que dispone la unidad pública correspondiente para cargar en él el coste de
las actuaciones que tenga encomendadas. Se clasifican en función de tres criterios:
Funcional o por programas: finalidades u objeto del gasto
Orgánico: responde al agente público que hace el gasto
Económico: manifiesta en qué se concreta el gasto
Esta se refiere a las unidades o agentes públicos que han de realizar el gasto. Se
agrupan en secciones presupuestarias. Pone de manifiesto la cantidad de recursos que
directa o indirectamente gestiona cada ministerio. La relevancia de la información que
proporciona es escasa. Ej.:
Casa de SM el Rey
Cortes Generales
Tribunal de Cuentas
Tribunal Constitucional
Consejo de Estado
Deuda Pública y todos los Ministerios
Expresa la finalidad y el objeto del gasto, se sustenta en que el principal valor del
presupuesto es la cantidad e interés de la información que es capaz de dar al ciudadano.
Es una de las mejores clasificaciones ya que proporciona de forma resumida y
comprensible una visión general de la cantidad de bienes y servicios que el estado
suministrará a la ciudadanía como contrapartida de los recursos que de ella obtiene. A
partir de la clasificación funcional propuesta por la ONU, el gasto se agrupa en nueve
grupos:
1. Servicios de carácter general
2. Defensa, protección civil y seguridad ciudadana
3. Seguridad, protección y promoción social
4. Producción de bienes públicos de carácter social
5. Producción de bienes públicos de carácter económico
6. Regulación económica de carácter general
7. Regulación económica de sectores productivos
8. Transferencias a otras Administraciones públicas nacionales y supranacionales
9. Deuda Pública
Cada uno de estos grupos funcionales engloba un número variable de funciones, que
a su vez se subdividen en subfunciones, las cuales bajo su titulo agrupan los distintos
programas a los que en concreto se destinan los diferentes créditos presupuestarios.
Capítulo Concepto
Remuneraciones pagadas por prestación de trabajo personal, tanto a
Operaciones corrientes
1 Gastos de personal
funcionarios como personal contratado o eventual.
Operaciones no Financieras
y otros imprevistos
de capital
Capítulo Concepto
Los que gravan la capacidad de pago como la renta y la riqueza (IRPF,
1 Impuestos directos
patrimonio, …)
Impuestos que gravan la transmisión onerosa de patrimonio, el
Ingresos corrientes
Operaciones no Financieras
2 Impuestos indirectos
consumo (IVA) o el tráfico exterior de mercancías
Ingresos de carácter contractual, es decir que existe una
3 Tasas y otros ingresos
contraprestación por parte del estado
Ingresos obtenidos sin contraprestación alguna de otros sujetos públicos
4 Transferencias corrientes
o privados para realizar operaciones corrientes (donación,…)
Percepciones derivadas de la titularidad pública de activos siempre que
5 Ingresos patrimoniales no procedan de la venta de los mismos (intereses, dividendos,
alquileres,…)
Enajenación de
Ingresos de
8 Activos financieros préstamos que en su día concedió el sector público y otros conceptos
similares
Ingresos obtenidos por la emisión de deuda pública a corto, medio o
9 Pasivos financieros
largo plazo, préstamos del exterior, …
4. EL CICLO PRESUPUESTARIO
Se entiende por ciclo presupuestario a las cuatro fases o etapas por las que
sucesivamente atraviesa el documento presupuestario para un determinado año. Se divide en 4
fases y por lo general la duración total del mismo es de 3 años
Se elabora un único documento que recoge la totalidad de las previsiones de gasto para el
estado y los órganos de la administración central que de él dependen, así como la previsión de los
recursos que se estima que se pueden obtener para dar cobertura a tales gastos.
El Poder Ejecutivo tiene la responsabilidad de su confección, aunque la mayor parte de las
tareas las asume el Ministerio de Hacienda. El Mº de Hacienda elabora el anteproyecto de
presupuestos a partir del que las unidades gestoras discuten y establecen sus propuestas y
confecciona un documento único que somete al veredicto de la citada Comisión.
El presupuesto se concibió como el mejor instrumento posible para limitar al máximo la
intervención pública en la vida social y económica del país.
El presupuesto contiene un conjunto de decisiones públicas para gobernar el curso de la
actividad económica, que están abiertas a la influencia de grupos e intereses sociales distintos.
Una vez que el presupuesto ha sido aprobado por el parlamento y se convierte en ley se
inicia a principios del año su ejecución.
Los gastos públicos no pueden ser sobrepasados salvo por circunstancias graves y
excepcionales, no ocurre igual en el caso de los ingresos, ya que los ingresos presupuestados de
carácter ordinario son meras estimaciones del nivel deseable que se debería alcanzar para
financiar los gastos ordinarios previstos por lo que sus cifras no se pueden tratar rígidamente y los
ingresos extraordinarios (deuda pública) tienen una situación análoga al caso de los gastos
extraordinarios y solo en circunstancias excepcionales el endeudamiento en el que puede incurrir
el Gobierno puede sobrepasar la cantidad aprobada por el Legislativo.
Esta fase se solapa temporalmente con la fase de ejecución. El control presupuestario tiene
dos finalidades:
Una política: justificar el mandato dado por el Legislativo al Ejecutivo
Económico-financiero: evitar despilfarros en la administración de los recursos.
En la mayoría de los países existen tres clases de control presupuestario, uno interno o
administrativo y dos externos: el judicial y el político.
Control administrativo: En España la Intervención General de la Administración del Estado
y la Inspección Tributaria se encargan del control administrativo que tiene como finalidad
informar al propio estado de cómo está cumpliendo el mandato otorgado por el Legislativo y
en qué medida se está desviando del mismo.
El Poder Judicial elabora una cuenta de la gestión del Ejecutivo sobre el presupuesto
aprobado en la que se cifran las desviaciones respecto a lo aprobado en su día por el
Legislativo, en España esta función la desempeña el Tribunal de Cuentas.
El control político que desempeña el Parlamento recibe el nombre de descargo del
Ejecutivo porque es el Parlamento quien libera del mandato correspondiente otorgado a la
Administración del Estado una vez ésta rinde cuentas ante él de lo que ha sido la realización
del presupuesto aprobado.
Las respuestas a estas interrogantes han sido invariables desde finales del siglo XVIII hasta
los años 30 del siglo XX e incluso en muchas de sus facetas actualmente pervive la ideología
presupuestaria que determina que el Poder Legislativo o Cámara Baja de representantes otorga
un mandato expreso al Ejecutivo en el que le señala las actividades a ejecutar, le cifra el coste
máximo que pueden alcanzar y le indica la procedencia de los recursos con los que financiarlas,
ajustando la forma y el lenguaje de dicho mandato a la necesidad de verificar si la ejecución del
mismo se ha cumplido o no en todos sus términos. Sus principales principios informantes son: los
políticos, los contables y los económicos.
Los economistas clásicos fijaron unos principios que políticamente permitieran un mayor
control de las intervenciones del Ejecutivo en la economía, asentados en la concepción
decimonónica del parlamentarismo democrático del momento formularon los siguientes principios
políticos:
Estos son la traducción a la técnica contable de las exigencias que imponen los principios
políticos:
Acoplados con los principios políticos y contables, desde una perspectiva económica, los
criterios normativos por los que ha de regirse el Presupuesto de Estado son:
Limitación del gasto Contención severa del quehacer del estado mediante la limitación de los gastos
1
público públicos
Neutralidad La financiación de los gastos públicos debe hacerse mediante gravámenes que
2
impositiva no discriminen a nadie ni a nada
De equilibrio Conocido como la “regla de oro”. Los gastos presupuestarios habían de ser
3
presupuestario anual financiados en su totalidad por ingresos públicos de carácter ordinario
El endeudamiento excepcional del sector público sólo debe ser utilizado para
De autoliquidación de financiar gastos públicos de inversión que por sí mismos sean capaces de
4
la deuda generar recursos suficientes como para hacer frente a la devolución del
principal y al pago de sus intereses
continuó de nuevas formulas presupuestarias, cuyo meta en común era la ruptura total del
idealismo democrático liberal, que conlleva a un espectacular crecimiento del gasto público
asociado al sostenimiento de un generoso Estado del Bienestar.
1. INTRODUCCIÓN
Pago Beneficio
Voluntario Estimados con criterios actuariales, dándose una
Planes Seguro relación entre las primas pagadas y las
Privado prestaciones recibidas
Obligatorio para Las cantidades garantizadas por las diversas
todos los contingencias no guardan relación con la
trabajadores cotización, debido a que estas actuaciones
Seguro Público públicas son además de mecanismos de
previsión, programas de ahorro obligatorio y
un instrumento de política redistributiva
2.2 Destinatarios
ambas cuotas y el coste de las prestaciones a las que el trabajador tiene derecho, dándose
un reparto de tal coste entre patronos y empleados. Por ser un sistema de ingresos públicos
afectados, se establecen dos modalidades alternativas a la relación cotización/prestación:
Sistema de capitalización. La SS va invirtiendo las cotizaciones que
continuadamente va recaudando en activos sin riesgo. Para, llegado el momento de
satisfacer la prestación, realizar el pago con cargo a la acumulación producida y los
rendimientos generados por la inversión. Si la tasa de rendimiento anual es igual al
tipo de interés de mercado, el sistema deviene en un procedimiento absolutamente
justo.
Inconvenientes:
Exige cotizaciones elevadas para constituir un fondo de cierta cuantía
Puede afectar negativamente a los mercados de capitales
Las inversiones en las que se colocan las cotizaciones recaudadas están
sujetas a riesgo
Sistema de reparto. La SS utiliza las cotizaciones recaudadas en el periodo para dar
cobertura financiera a las prestaciones que ha de satisfacer a lo largo del mismo. El
trabajador cotiza para satisfacer las necesidades de las clases pasivas presentes, no
necesidades futuras. Es importante con este sistema los factores económicos y
demográficos.
Inconvenientes:
Al estar afectado por las cotizaciones presentes e indirectamente por los
salarios del año, los trabajadores cuando llegan a la edad de jubilación
reciben prestaciones relacionadas con las cotizaciones de los que para
entonces se encuentren activos ocupados, que pueden ser más altas o
bajas que las que satisficieron
El envejecimiento de la población y aumento de la esperanza de vida
refuerzan la visión negativa que se tiene del traslado de la carga total hacia
las generaciones y activos futuros.
En el Sistema Universal los beneficiarios son toda la población, por tanto las prestaciones
recibidas no guardan relación con lo aportado en su día, serán bastante reducidas,
garantizando un nivel mínimo de subsistencia, pero el grado de redistribución es máximo.
En el Sistema Profesional las prestaciones a recibir depende del criterio que se adopte
para cubrirlas, pueden ser:
El criterio de compensación. Atiende a:
Si el sistema es de capitalización: cubre financieramente a cada individuo
en función de las cantidades cotizadas a lo largo de su vida activa
Si el sistema es de reparto: la cuantía es en función de sus últimos
salarios percibidos como activo.
Sea cual sea la modalidad de cobertura financiera, las diferencias de renta
personal siguen existiendo después de la jubilación, pues la pensión guarda una
relación directa con lo que cada uno fue aportando mientras estuvo activo.
El criterio de redistribución. Las prestaciones recibidas serán comunes para
todos los integrantes de una misma generación, puesto que, lo que se hace es
repartir los fondos acumulados entre todos los integrantes del grupo que se jubila
en el periodo. No existen diferencias de renta personal en el momento de la
jubilación.
El derecho a percibir una pensión monetaria por cualquiera de los conceptos que se han
incluido entre las prestaciones habituales de los programas de cobertura social (desempleo,
jubilación, invalidez viudedad y orfandad) es equiparable a una prestación privada susceptible
de ser provista óptimamente por el mercado, pues:
Hecho en el que los protagonistas están identificados e individualizados:
Aseguradores que corren con la cobertura de los riesgos
Asegurados
La prestación y su precio está definidos en el contrato de seguro, consistente en que el
asegurado satisface las primas contractuales que dan derecho a las percepciones del
periodo de disfrute, existe una equivalencia entre el sacrificio en que se incurrió en el pago
de las primas y la utilidad derivada de la percepción de la pensión
Esta prestación y su precio son fruto de la libre concurrencia de oferentes y demandantes en
el mercado de seguros
La prestación se caracteriza por su rivalidad en consumo y la aplicación del principio de
exclusión
Los rendimientos percibidos por los planes privados de pensiones son sensiblemente
inferiores a las aportaciones que previamente hay que ir haciendo al fondo, siendo los costes la
razón principal de la falta de equivalencia. En esos costes hay que incluir los costes
administrativos y de gestión del propio fondo, las comisiones de mercado satisfechas a
vendedores y otros intermediarios, los beneficios distribuidos o acumulados y los impuestos
satisfechos. La diversificación de los productos puestos en el mercado por las entidades
aseguradoras, se considera positivo porque induce a los “productores” a adaptar sus planes de
pensiones a las necesidades de los demandantes, pero es también una desventaja desde el
punto de vista de los costes de gestión de las entidades, como desde el punto de vista del
demandante, pues le supone un esfuerzo recabar la información necesario sobre las distintas
posibilidades o un coste adicional por asesoramiento.
El riesgo moral consiste en que, por la existencia de un seguro contra una determinad
contingencia, se reduzca el interés y cuidado por parte de los asegurados para poner de su
parte todo lo necesario para que la contingencia no aparezca. En el caso de los planes privados
de pensiones, las incertidumbres son:
El momento de su jubilación
El tiempo que vivirá tras jubilarse
El riesgo moral lo provoca el momento de jubilarse, pues cuanto mejor sea el plan
suscrito mayor será la proporción de ingresos de trabajo que sustituye la pensión devengada, y
por lo tanto, menores serán los incentivos para permanecer activo en el puesto de trabajo.
Al prolongarse la vida laboral, se aumenta también las aportaciones y por tanto la futura
pensión, la cuestión que se plantea es, si este aumento de pensión es lo suficientemente
considerable para compensar los pagos de cotizaciones adicionales que se van a hacer. Visto
así, el elemento clave es la magnitud de la pensión. Es de suponer que si las pensiones de
jubilación dependen de lo cotizado en los últimos años como activo, el trabajador se ve
empujado a trabajar durante más tiempo sobre todo, aquellos trabajadores cuyas retribuciones
sean menores. Aunque lo que determina la oferta de trabajo individual es exclusivamente la
remuneración y la cuantía de la cotización. Estas hipótesis parten de la base que el colectivo de
trabajadores es homogéneo, lo que llevan a unas conclusiones alejadas de la realidad. Otro
elemento importante es la acumulación de patrimonio a lo largo de su vida como activo, y la
edad del trabajador.
Las actuaciones de la SS reducen la intención de ahorro de los individuos, pues por tener
garantizada la cobertura de sus necesidades más previsibles, ven menos necesidad de
prevenirse respecto al futuro. Esto lleva a una reducción de la propensión margina al ahorrar
(reducción de lo que aumentaría el ahorro si aumentase la renta) y el consiguiente
decrecimiento de la formación de capital del sistema, lo que comprometería el crecimiento y el
bienestar social futuro. Esta línea argumental parte de la suposición que el individuo toma sus
decisiones de consumo y ahorro sobre la base de que no consumiendo parte de la renta que
gana a los largo de su vida activa, se asegurará la financiación de su consumo durante su vida
pasiva. Debido a la acción conjunta de tres efectos distintos que tiene la SS en este
razonamiento, altera la cuantía del ahorro del sujeto a lo largo de su vida como activo. Son:
Efecto Sustitución de Riqueza o pérdida de ahorro privado por la existencia de un seguro
social no compensado con ahorro público. La certeza de tener una cobertura futura a cambio
de las cotizaciones presentes, llevará a los trabajadores a ver estas cotizaciones como un
plan obligatorio de ahorro. La SS no capitaliza la corriente de aportaciones, las aplica a la
cobertura de las necesidades de las clases pasivas presentes, no existe ningún ahorro público
que permita compensar las pérdidas ocasionadas por la no acumulación de planes privados.
Efecto Jubilación o aumento del ahorro individual por la previsible mayor duración del
período vital de jubilación. Como la cobertura de la SS induce a los trabajadores a jubilarse
antes, el trabajador tendrá menos tiempo como activo para acumular fondos, y muchos más
tiempo como pasivo para consumirlos, por lo que necesariamente habrá de reservar para el
futuro mayor proporción de su renta ganada mientras dure su período laboral
Efecto Herencia o aumento del ahorro individual para acumular riqueza para traspasarla a
la siguiente generación, compensando la redistribución intergeneracional que realiza el
sistema de reparto de la SS
situadas en la escala social deben recibir en función de sus necesidades y no según lo que en
su día pudieron aportar.
Los problemas actuales que afectan a un sistema de cobertura social como el vigente en
nuestro país pueden dividirse en dos grandes bloques:
Desde una perspectiva económica: elevadas tasas de desempleo, cusa principal del
desequilibrio financiero del sistema, ya que provoca mayor necesidad de prestaciones a la
vez que ocasiona una disminución de las cotizaciones recabadas. Además de un
envejecimiento de la población resultado de la acción conjunta de la caída de la tasa de
natalidad y del mayor horizonte de vida, con lo que el coeficiente de dependencia (nº de
personas que sostiene cada ocupado) a largo plazo puede dar lugar al colapso del
funcionamiento del sistema.
La única vía de financiación propia con que cuenta el sistema son las cotizaciones, tanto de
los trabajadores como de las empresas, esta necesidad de contar con mayores recursos,
hace que los costes laborales de las empresas aumenten.
Los ingresos públicos son un conjunto de recursos de distinta naturaleza que obtiene
el sector público del sistema económico para dar cobertura a sus intervenciones. Destaca el
impuesto.
Clasificación según Seligman atendiendo al grado de libertad que tienen los que han de
pagarlo:
Tributo: ingresos públicos de carácter coactivo obtenidas por el estado para contribuir
a la financiación de las actividades públicas. Modalidades de tributos:
Impuesto: Es la principal fuente de ingresos públicos de todos los países que cuentan
con un mínimo de desarrollo social y económico.
2.1 Conceptualización
Sujeto Activo: Quien detenta el Poder Fiscal para imponer el impuesto: Estado, gobiernos
regionales, ayuntamientos.
Sujeto Pasivo: Persona física o jurídica, pública o privada, nacional o extranjera, que
incurre en los supuestos previstos por la norma reguladora del impuesto y que por ello
debe cumplir obligaciones formales y materiales que determina aquella.
Objeto Material: Son las prestaciones personales y los pagos tributarios en especie
(servicio militar obligatorio) esta transferencia en la actualidad se concibe como una
transferencia monetaria.
Causa (2 posiciones):
Desde el punto de vista del Derecho: que entiende que esta es la Ley, pues el
Poder Legislativo es el único que puede establecer limitaciones a la libertad y a la
propiedad individual.
Desde el punto de vista de la Economía Financiera, el Impuesto es la
necesidad de recabar los recursos precisos para el desarrollo de las actividades
públicas.
Fines: Todo impuesto tiene dos finalidades no excluyentes entre sí:
Recaudatoria o contributiva: Obtener fondos para el desempeño de funciones
Ordenatoria: Modificación de conducta social y económica de los individuos y
colectivos
Naturaleza: Dos modalidades:
Obligatoriedad con que se establece su cumplimiento
Ausencia de contraprestación por el mero hecho de satisfacerlo
Definición conceptual: según F. Neumark: Impuesto “Obligación coactiva y sin
contraprestación de efectuar una transmisión de valores económicos a favor del estado o
de los entes menores a él subrogados en virtud de lo establecido por una disposición legal
que, además, es la que regula las condiciones en que tal prestación ha de concretarse”
Para establecer un impuesto lo primero que debe hacer el estado es señalar, cuál
va a ser la manifestación de capacidad económica que servirá de excusa para
establecerlo. Los índices expresivos de capacidad económica susceptibles de convertirse
en objeto imponible son: La renta, la riqueza o patrimonio, el consumo u otras
operaciones de renta… Posteriormente enunciar las distintas circunstancias de la
capacidad económica elegida y que justificarán el pago de dicho impuesto. Por
ejemplo, si elegimos la renta como objeto imponible, su hecho imponible será “la
obtención de renta”.
A la hora de configurar cualquier tributo es importante considerar los siguientes
aspectos:
La delimitación de su hecho imponible. Se efectúa de dos formas distintas.
Una Positiva: Son los supuestos de fijación del impuesto, es decir, cuando
nace la obligación de tributar. Si consideramos el objeto imponible del IVA,
que según la Ley es el Consumo, la redacción de su hecho imponible incluye
como supuesto de sujeción a gravamen a las entregas de bienes y
prestaciones de servicios por parte de empresarios y profesionales. Ejemplo:
Cuando un almacenista entrega al pastelero harina para elaborar sus
productos.
Una negativa: Aquellos actos, hechos o supuestos, que no quedan sujetos a
gravamen, por entenderse que no forman parte del objeto imponible.
Ejemplo: Al cumplir la edad de jubilación, una persona decide vender su
negocio y las existencias que posee a otra persona; esta situación no estaría
sujeta a gravamen, por entenderse que el comprador obtiene estos
elementos no para consumirlos, sino para continuar con la actividad. Para
aclarar la situación se establece de forma expresa en la ley lo que en ningún
caso queda sujeto a gravamen por entenderse implícitamente que no forma
parte del objeto imponible.
Las exenciones. Se definen como disposiciones introducidas por el legislador en el
ordenamiento tributario, con la finalidad de que categorías, actos o negocios
plenamente sujetos al mismo queden liberados por completo de tributación efectiva.
(política social, incentivos económicos, la enseñanza, etc…). Se distingue entre:
No sujeción: El legislador dice que no constituye el hecho imponible.
Exención: El legislador dice que una cosa estando sujeta, está exenta de
tributación.
Su consideración temporal. Se refiere al momento en que nace la obligación
tributaria o devengo del impuesto, es decir, dado que no todos los impuestos son
iguales su exigibilidad puede establecerse al inicio de producirse el hecho, en un
momento intermedio o después de producirse el mismo.
Su consideración espacial. Se refiere a que la redacción legal del hecho
imponible, debe explicar con toda nitidez los límites geográficos de la exigencia
tributaria (ámbito, estatal, regional o municipal).
Elementos Personales:
Sujeto pasivo: persona física o jurídica pública o privada, nacional o no, a quien
corresponde el cumplimiento de las obligaciones que el tributo comporta.
Dependiendo de cuál sea la modalidad del impuesto éste puede tener dos tipos de
destinatarios:
Contribuyente: soporta de manera efectiva la carga económica que el
tributo conlleva por ser los titulares de la capacidad económica que el
impuesto en cuestión tiene establecida como su objeto imponible
Sujeto pasivo: son los que asumen todas las demás obligaciones formales
que el impuesto comporta (declaraciones, liquidaciones, etc.)
Ejemplo: en el caso del IVA, por un lado está el titular de la capacidad sujeta a
gravamen y contribuyente (consumidor), y por otro quien ha de hacer frente a las
obligaciones formales con Hacienda, el sujeto pasivo (vendedor). El nexo de unión
entre ambos es la traslación de la carga impositiva que tiene lugar a través del
precio de la entrega de los bienes o de la prestación del servicio
Sujeto Activo: Es aquel que tiene facultad para exigir el pago del impuesto. El
único que posee dicha facultad es el Estado, aunque puede delegarlo a las
Entidades Autónomas y a las Entidades Locales. Por ejemplo: el IVA y el IRPF son
de regulación estatal, mientras que el Impuesto sobre el Patrimonio es de
regulación autónoma.
Cuota tributaria:
Los diferentes impuestos que cabe considerar pueden ser directos o indirectos, reales o
personales, periódicos o accidentales, "ad valorem” o unitarios y, también, en función del
índice de capacidad elegido como objeto imponible de los mismos.
todos los años), mientras que el que grava al consumo (el IVA) solo tiene lugar cuando se
produce la operación sujeta a gravamen (una entrega de un bien o una prestación de
servicios).
Un gravamen es "ad valorem" cuando su base imponible viene cifrada en términos de
valor (unidades monetarias)
Se considerará unitario (también denominado de suma fija o a tanto alzado) cuando la
base imponible viene cifrada en magnitudes diferentes al valor (peso, volumen,...etc.)
Por su parte, la Renta ha sido hasta hace poco considerada como el índice de capacidad
de pago más idóneo y adecuado para la consecución de las distintas finalidades del Sistema
Fiscal y, en consecuencia, el principal criterio de capacidad contributiva con el que debía
regirse cualquier sociedad que aspirase a ser reconocida como civilizada y mínimamente
desarrollada. Esto es debido a que la renta es un índice de reparto objetivamente cuantificable
y subjetivamente referible a su receptor, ya que su cifrado se basa en el cálculo contable de
los distintos flujos que afluyen al individuo. Por otra parte se trata de una medida de
Capacidad de Pago que, además de permitir la articulación del gravamen en torno a las
circunstancias personales del contribuyente, se ajusta notablemente bien a las exigencias
impuestas por los grandes Principios Impositivos (Suficiencia, Flexibilidad, etc.)
Finalmente y por lo que respecta al Gasto hay que decir que se trata de un índice de
capacidad de pago probablemente tan antiguo en la historia como el Patrimonio, aunque los
fundamentos normativos de su presencia en los actuales sistemas fiscales se reconozcan en
los planteamientos formulados hace algo más de 300 años por Hobbes, según el cual, los
ciudadanos han de ser gravados, no en función de lo que tienen o producen, que en definitiva
no es sino el reflejo de lo que aportan al fondo común, sino en función de lo que detraen de
tal fondo de bienes y servicios que el colectivo es capaz de generar, es decir, en función de lo
que consumen o, más exactamente, de lo que gastan.
Uno de los problemas más antiguos de cualquier sociedad, es el de cómo repartir entre
sus integrantes el coste de aquellas actividades emprendidas en beneficio de todos y de las
que nadie se beneficia particular o especialmente. Esta cuestión es conocida entre los teóricos
de la economía y las finanzas públicas como el problema del reparto de la carga tributaria
o, también, como el de la distribución formal de los costes públicos.
El coste de las actuaciones emprendidas en beneficio de todos debe ser atendido por
cada uno en su justa parte, siendo ello válido para todo tipo de colectividad, así como para
todos aquellos gastos no divisibles en que las mismas incurran. Ahora bien, el hecho de que
estemos de acuerdo en que todos tenemos que contribuir a lo que en justicia nos
corresponde, no resuelve cuál ha de ser el criterio conforme al que efectuar tal reparto de
obligaciones, ya que mientras, por una parte, la exigencia fundamental es el de que sea justo
y equitativo, todos y cada uno de nosotros tenemos nuestra propia y particular idea de lo que
ha de entenderse como justo y equitativo a estos efectos.
Una solución podría ser la aplicación del criterio de la igualdad absoluta de todos
los ciudadanos ante la financiación de las actividades públicas, pues ello permitiría establecer
una fórmula de reparto muy simple: dividir el coste total de las mismas entre el número total
de ciudadanos, siendo el resultado de tal cociente lo que cifraría las aportaciones individuales.
Esta forma de cuantificar la participación individual en los gastos colectivos además de una
interpretación muy tosca y radical de la igualdad, es un criterio de distribución de cargas
fuertemente contestado debido a su absoluta falta de equidad.
Los dos criterios que los teóricos han venido manejando desde los tiempos de las
primeras formulaciones de los economistas Clásicos para la distribución de la carga tributaria,
son:
Principio del beneficio: criterio de reparto de la carga tributaria que se basa en que
debe existir una equivalencia entre los impuestos que se pagan y las prestaciones que se
reciben por el sector público, y descansa en un concepto conmutativo de la Justicia que trata
Los marginalista italianos de las primeras décadas del S. XX fueron los que mejor
justificaron los alcance y contenidos de este principio. Mazzola, fue el primero en establecer,
que el reparto adecuado de las cargas fiscales pasaba porque cada individuo satisficiera un
precio-impuesto igual o equivalente a la utilidad marginal derivada de los servicios públicos.
No obstante, esta solución no es automática como ocurre con el mercado y los bienes
privados porque el impuesto viene determinado por un plan presupuestario, por lo tanto, la
única solución para mantener tal equivalencia es que el Estado, de forma unilateral, intente
aproximarse a las preferencias individuales y subjetivas de los ciudadanos en la provisión de
bienes y servicios públicos.
Todos los ciudadanos son demandantes de bienes y servicios públicos, estos B y S públicos
forman parte del esquema de preferencias individuales de las personas.
La renta individual es el mejor índice del consumo de bienes y servicios públicos por parte
de cada sujeto. Para De Viti, los bienes públicos pueden verse de dos ópticas:
Tienen un valor instrumental (son factores de producción)
Son B y S complementarios de otros bienes y servicios de producción privada. Este
planteamiento permite establecer una relación directa entre la renta individualmente
obtenida y la utilización o consumo de bienes y servicios públicos.
Conclusión:
Como mejor se da satisfacción al Principio Impositivo del Beneficio es a través de la
Imposición Progresiva sobre la renta, al hacer equivaler el impuesto al precio, con la
imposición progresiva lo que está consiguiendo es una discriminación de “precios” (o
impuestos) de los servicios públicos que no a todos satisfacen en igual medida. Sólo es
practicable cuanto mayor es la elasticidad de demanda de los bienes o servicios públicos, más
concentrados se encuentren los beneficios o utilidades en sus consumidores y menores sean
los costes de recaudación, dejando reducida su aplicación al ámbito de las tasas y
contribuciones especiales, se trata de dos tributos, coactivos de naturaleza contractual y
carece en ellos la dimensión redistributiva. El problema radica en que para poder hacer eso
debe conocerse la demanda de bienes públicos, pero, como ya sabemos, no se conocen (no
hay incentivos a revelar preferencias al no haber rivalidad ni exclusión). Por lo tanto una
imposición de este tipo sólo puede resolverse a través del proceso político.
La Equidad vertical, que es la que exige que las personas que estén en iguales
condiciones económicas sean tratadas tributariamente igual.
La Equidad horizontal, que impone que los desiguales tengan un trato tributario
desigual y ajustado a las desigualdades existentes entre ellos.
Los primeros enunciados de este principio se remontan al S. XVI, debido al alto grado
de reconocimiento entre los teóricos sólo dos cuestiones han suscitado polémica en él:
Cuáles son los indicadores expresivos de dicha capacidad, se plantea la cuestión de cómo
apreciar la capacidad de pago en los individuos. Debería ser el nivel de bienestar de las
personas, pero como sabemos, éste es difícil de medir, sencillamente porque no es
observable. Por lo tanto se utilizan aproximaciones:
la renta
el consumo
la riqueza
Conclusión:
En este principio el gasto público debe distribuirse entre los contribuyentes en función
de su posición económica, es decir, los que tienen mejor posición económica deben pagar más
impuestos. Conlleva una redistribución entre individuos en la que los peor situados obtendrán
un residuo fiscal positivo y los mejor situados tendrán un residuo fiscal negativo. Si
identificamos la capacidad de pago de una persona con su renta, este principio establece que
el gasto público debe ser financiado por los individuos en función de su renta. En general los
impuestos basados en la renta son distorsionadores, por lo que este principio conducirá a
asignaciones ineficientes, aunque las ganancias de equidad de su aplicación compensan las
pérdidas de eficiencia que conlleva. En realidad utilizar la renta como base de imposición
plantea un problema de equidad, ya que no se toma en cuenta el esfuerzo realizado para
obtener esa renta. Este principio hace recaer la financiación del SP sobre quienes tienen
preferencias más fuertes por los bienes producidos (y para financiar sus gustos necesitan
trabajar más y obtener más renta) y exime de financiar los gastos colectivos a quienes
prefieren un bien no producido como el ocio (y por tanto trabajan menos y tienen menos
renta)
El hecho de que el impuesto sea un pago coactivo que el sujeto a de efectuar sin que
por ello obtenga contraprestación alguna, provoca en él toda suerte de modificaciones en su
conducta y en la organización de sus actividades con la finalidad de minimizar la carga que
legalmente le corresponde soportar mediante la traslación de la mayor proporción de ella que
sea posible hacia otros agentes. A medida que tales modificaciones se generalizan, se pone en
marcha una larga y compleja secuencia de efectos económicos, que de manera directa e
indirecta afectan al consumo, al ahorro, a la productividad, al nivel de empleo y a las distintas
variables macroeconómicas, terminando por modificar: la distribución de la renta, la eficiencia
de la asignación de los recursos y la estabilidad económica del sistema
Incidencia Impositiva a la parte de la Teoría General del Impuesto que indaga, con
las herramientas y la lógica del razonamiento propias del Análisis Económico, cuáles son los
agentes del sistema que, de manera real y efectiva, soportan la carga que comporta el
impuesto que se esté considerando, así como en qué proporción se distribuye entre ellos,
pudiendo definirse como el estudio de los cambios resultantes en la renta real
disponible asociados a una modificación impositiva. De lo que en definitiva se trata es
de considerar las modificaciones que experimentan la renta real y los precios relativos del
sistema, como consecuencias finales de una larga y compleja cadena de efectos económicos
que la propia alteración impositiva desencadena.
El estudio de la incidencia impositiva puede llevarse a cabo desde las siguientes cuatro
perspectivas:
Espacial, que se centra en la distribución territorial de la renta.
Temporal, que desarrollada en términos dinámicos y no de estática comparativa, indaga
en los efectos redistributivos entre las distintas generaciones de una misma realidad
nacional supranacional.
Funcional, que es la perspectiva desde la que se estudian los efectos redistributivos de
las alteraciones impositivas en lo que a los distintos componentes de la renta se refiere
(salarios, beneficios, intereses, etc.).
Personal, cuya atención se centra en la redistribución de la renta que entre perceptores
de ella pertenecientes a distintos estratos poblacionales.
Dalton, que es la que establece que la carga de un impuesto sobre una mercancía se reparte
entre oferentes y demandantes en la proporción existente entre las elasticidades de oferta y
demanda del bien gravado, y que sólo en los casos extremos de elasticidades de oferta o
demanda infinitas o nulas, es cuando tiene lugar la incidencia del 100% sobre uno de los dos
lados del mercado.
3.1 Introducción
La última cuestión que ocupa la Teoría General del Impuesto es la del coste de
eficiencia del tributo o problema del exceso de gravamen, íntimamente ligado al de la
incidencia impositiva, es que los costes en que se incurre por cumplir las obligaciones
tributarias van más allá del volumen de recursos que el estado detrae a los contribuyentes al
recaudar los impuestos, pues el establecimiento y pago de los impuestos, distorsiona las
decisiones de los agentes sociales y altera las condiciones en las que se desarrollan las
actividades económicas, al final, las pérdidas de utilidad provocadas por la introducción del
impuesto son superiores a las pérdidas relacionadas con la capacidad económica.
Un ejemplo: Supóngase a un individuo que, todos los días, antes de retirarse a su casa, tiene
la costumbre de tomarse un par de cervezas en una cervecería concreta; supóngase además
que, por la razón que sea, el estado establece un impuesto ad valorem del 10% al consumo
de cervezas, girándolo a los minoristas de la misma. Ante este hecho, nuestro sujeto, que no
está dispuesto a pagar un céntimo más en concepto de impuestos que no sea aquello que no
le quede otro remedio, decide prescindir por completo de sus cervezas.
Características
Directo: Tiene como objeto de gravamen la capacidad de pago, que es la renta obtenida,
es recaudado a través de censos (relación nominativa de contribuyentes) en períodos
previamente establecidos
Grava la renta neta: Definida la renta, esta se computa en términos netos una vez
deducidos los gastos en los que se incurre para obtenerla.
Personal: El impuesto se construye, ordena y gradúa teniendo en cuenta al contribuyente y
sus circunstancias.
General: Aspira a gravar las rentas de cualquier índole.
Subjetivo: Se contemplan las circunstancias que concurren en el obligado a satisfacer el
impuesto y se gradúa en función de ellas mediante mínimos exentos de tributación,
minoraciones personales en la base imponible, escalas de tipos impositivos progresivas,
correcciones familiares en la cuota, etc.
Recurrente: Su hecho imponible se reproduce periódicamente.
Impuesto de elevado potencial recaudatorio que mejor se ajusta a las dos exigencias
implícitas en la equidad tributaria tanto vertical como horizontal y el más idóneo desde la
perspectiva de la flexibilidad impositiva. Su incorporación en los ordenamientos tributarios ha
sido posible tras intensos debates entre los distintos actores del quehacer financiero público.
Para entrar en vigor en una Sociedad, es necesario que se verifiquen dos condiciones
importantes:
Una Administración desarrollada para acceder al cálculo de la renta nacional y, un amplio
repertorio de medios legales y de recursos materiales y humanos cualificados.
El convencimiento de un amplio consenso social, de que la renta es el índice más adecuado
para medir la capacidad contributiva individual. Esto implica la aceptación generalizada de la
intervención pública en el ámbito privado y personal.
Es el impuesto que mejor se ajusta a la “Equidad impositiva” y requiere de un entorno
social suficientemente desarrollado y de un amplio consenso sobre que el coste de las
actuaciones públicas se puede repartir entre la ciudadanía mediante la renta obtenida por cada
uno.
A la hora de considerar los elementos cualitativos del impuesto, se bebe prestar atención
a dos cuestiones:
Debe delimitarse con precisión el concepto de renta sobre el que se asienta el impuesto.
Cuáles son las manifestaciones económicas que dan contenido operativo al objeto imponible
(qué clases de rentas integran la renta objeto de tributación).
Concepto de renta en términos fiscales (R. Haig): “es el valor monetario del
aumento neto de pode económico personal entre dos momentos de tiempo”. Más tarde, Simons
la definió con fines estrictamente tributarios como: “valor monetario del aumento neto de la
capacidad de consumo de un individuo durante un periodo de tiempo determinado”. Siendo
este el concepto que prevalece en los impuestos de la mayoría de los países desarrollados.
Conocida como concepto extensivo de renta o concepto HS de renta. Y = C W, en la que Y
representa a la renta del individuo, C su consumo y W la variación experimentada por su
patrimonio Lo que realmente gradúa la carga del impuesto son todas aquellas entradas o
ingresos que se traduzcan o puedan traducirse en consumo del ejercicio, ya sean:
Flujos (rendimientos)
Cualquier otro tipo de acrecentamiento neto de la capacidad económica obtenido a lo largo
del período como consecuencia de no aplicarlo en consumo y ahorrar (variación de
patrimonio).
Los requisitos básicos de implantación son comunes en cualquier país desarrollado. Pero
sus planteamientos de configuración, presentan dos planteamientos extremos:
Una concepción analítica del impuesto. Considerar las fuentes generadoras de
rendimientos que componen la renta total (una finca agrícola, un inmueble urbano…)
Un impuesto sintético sobre la renta. Considera la cuantía de renta, que de manera global,
afluye al individuo a lo largo del periodo.
No son las fuentes generadoras de rendimientos las que poseen capacidad de pago o de
afrontar cargas tributarias, sino únicamente las personas, la renta extensiva o HS es la
magnitud que permite cifrar dicha capacidad en los individuos, y de acuerdo a su concepción es
posible configurar un impuesto justo y eficiente.
Por lo que obtenemos dos rentas distintas, en el primer caso el impuesto gravaría la
renta nacional, mientras que en el segundo caso, el impuesto alcanzaría la renta mundial.
A pesar de que el criterio de residencia sea el más adecuado para procurar evitar que
alguna renta se quede sin gravar, tiene ciertos inconvenientes:
El impuesto gravará todas las rentas obtenidas por los residentes en el territorio en el que
se aplique el impuesto, pero esto no quiere decir que se graven la totalidad de las rentas
generadas dentro del mismo.
El problema conocido como la doble imposición, que tiene lugar cuando una renta es
objeto de gravamen por dos o más impuestos personales; fenómeno que puede producirse
tanto dentro de los límites nacionales como en el ámbito internacional.
impuesto está sujeto a ambos criterios lo que da lugar a que dentro de un mismo país pueden
existir dos formas distintas de sujeción al impuesto: la obligación personal y la obligación real.
Por Obligación personal quedan sujetos al mismo todas las personas físicas residentes en
el territorio del estado considerado por la totalidad de las rentas por ellas obtenida y con
independencia del país en que las mismas se hayan generado (renta mundial). La adopción
de esta modalidad de contribuir, obliga a los diferentes estados a suscribir “Tratados y
Convenios Internacionales para evitar La doble Imposición”.
Por Obligación real quedan sujetos al impuesto las personas físicas que, no residiendo en
el país que se esté considerando, en él obtengan algún tipo de rentas. Estos sujetos tributan
exclusivamente por aquellas rentas que se generen dentro de los límites
geográficos de dicho país.
Es posible, tal y como ocurre en la actualidad en España y en algún otro país de Europa,
implantar dos impuestos personales que gravan la renta: uno que sólo afecta a los residentes
en el país y otro que únicamente afecta a las rentas obtenidas por los no residentes.
Estas circunstancias, junta a otras no tan relevantes tienen como consecuencia el que
en la regulación del contribuyente, al impuesto se le planteen una serie de inconvenientes:
Exige tener que graduar el impuesto no sólo en función del número de personas
dependientes que tenga el individuo a su cargo, sino también en función de las diferentes
circunstancias por las que estos atraviesan (si son mayores o pequeños, si tienen alguna
discapacidad, si tienen empleo remunerado por pocos ingresos, etc.).
En caso de que el individuo esté incorporado en una unidad familiar en la que exista más de
un perceptor de rentas, se contemplarán procedimientos de atribución individual para
aquellas rentas que sean comunes a más de uno de los integrantes.
Tiene como resultado un elevado número de sujetos pasivos, lo que implica una gran
cantidad de declaraciones y liquidaciones que hacen más complejo y costoso el control y la
gestión del gravamen.
La mayoría de los sistemas tributarios se han decidido por el individuo como unidad
contribuyente del impuesto (elemento personal del impuesto) debido a que:
Se evita el crecimiento del porcentaje a aplicar sobre las rentas que se produciría si se
gravara a la unidad familiar en su conjunto.
La tributación individual será menos desincentivadora del trabajo de la mujer que la
tributación conjunta, puesto que se gravará a esta segunda percepción con un porcentaje
más reducido que si tributara conjuntamente con la de su cónyuge.
A la hora de configurar el impuesto, dos son las cuestiones que han de solventarse: la
elección del mecanismo que permita adecuar la carga del impuesto a la situación familiar del
individuo y en qué medida ha de reducirse la carga del Impuesto conforme van aumentando las
cargas familiares.
Una vez elegido el mecanismo de adecuación de las cargas, hay que determinar cómo
hay que reducirlas a medida en que aumenten las cargas familiares, se puede optar por dos
alternativas: La reducción uniforme o la no uniforme. Sí es uniforme, que es el caso más
frecuente, han de establecerse los criterios por los que cifrarán tales reducciones el caso más
frecuente es la reducción uniforme que tiene como criterios más habituales:
En función de la clase de dependencia unas reducciones de carga por hijo y otras por
ascendientes.
En función de la capacidad de obrar, se establecen reducciones por miembros de la
familia con limitaciones físicas o psíquicas… que además con compatibles con otras
reducciones de carácter familiar de las que el sujeto se pudiese beneficiar.
En función de la existencia de retribuciones a los dependientes y de sus cuantías
El cálculo de la Base imponible empieza tomando por un lado los rendimientos o flujos, y
por otro, las alteraciones patrimoniales; a continuación se cifra cada uno de ellos de acuerdo a
los procedimientos que en su caso proceda, y por último, se suman todos algebraicamente con
sus respectivos signos (ya que los rendimientos y alteraciones pueden ser positivas como
negativas), obteniendo así a su resultado.
En el ámbito fiscal se utiliza en concepto de renta se alude a una magnitud que cifra el
poder económico del sujeto y cuyos contenidos son tanto flujos de ingresos a lo largo del
ejercicio, como alteraciones experimentadas por su patrimonio, ambos afectan a su poder
económico y por ello a su capacidad contributiva.
Este concepto de renta así entendida se estructura teniendo en cuenta los criterios más
relevantes al definir las clases de rentas según la regularidad y las fuentes en su obtención y
darán como resultado la base del impuesto.
Clases:
Cualquiera de estas categorías están definidas además por los demás criterios de
clasificación de las rentas sujetas a gravamen, criterio de atribución, criterio de sujeción
territorial y criterio de soporte material.
El rendimiento es el producto o utilidad dado por una cosa en relación con lo que consume o
cuesta.
El ingreso es la entrada de una determinada cantidad de algo –generalmente dinero- en la
posesión de alguien. Lo que equivale a decir que el rendimiento es algo así como la parte
aprovechable del ingreso.
El gasto uso o consumo de una cosa que inevitablemente se pierde, desaparece o se destruye
al usarla.
Rendimiento se diferencia de Ingreso: se trata de dos voces en las que una (ingreso)
incluye en su significado al de la otra (rendimiento). La diferencia entre éstos es el gasto en
que se incurre para obtener dicho ingreso. Lo que se computa en la base imponible del
impuesto no son los ingresos que proceden de diversas fuentes (el capital o el trabajo) y fluyen
hacia el contribuyente a lo largo de un año, sino la diferencia entre estos y los diferentes gastos
en que necesariamente el individuo incurre para obtenerlos, es decir se computa sobre la renta
neta.
Cuando en el ámbito fiscal se reputa a un rendimiento de regular se está aludiendo a dos
circunstancias distintas: por un lado, que procede de un ingreso que fluye hacia su perceptor de
manera uniforme, sin cambios bruscos (regular) y por otro, que es recurrente; es decir, tiene
lugar con intervalos de tiempo regulares o se producen en fases o ciclos que se repiten.
El computo a efectos de rendimientos regulares se realiza sobre el sumatorio de los
flujos recurrentes de ingreso que obtiene el contribuyente a lo largo del año procedentes de
diversas fuentes, una vez minorados los gastos en que se ha incurrido para obtenerlos.
Cómputo parcial: Se computa en la base imponible del ejercicio tan sólo una determinada
proporción del rendimiento irregular señalada por la administración. Este procedimiento
carece de fundamento teórico, se utiliza en España desde varios años.
Anualización del rendimiento irregular: Consiste en dividir el rendimiento irregular
obtenido entre el número de años en que se ha generado, el resultado se añade a los
rendimientos regulares y se somete a tributación ordinaria, el resto del rendimiento irregular
se sujeta a tributación específica a un tipo impositivo previamente establecido.
Promediación móvil: el impuesto se aplica a la renta promedio del año considerado y de
varios años anteriores.
Promediación móvil a tipo fijo: Se efectúa la promediación no con los rendimientos o
bases sino con los tipos medios de gravamen, con las cuotas del periodo de promediación
divididas por bases de igual ámbito temporal.
Promedio simple y opción de nuevo cálculo: Se liquida anualmente con independencia
de la regularidad o irregularidad de la renta, y al final de un período prefijado, si el
contribuyente lo desea, puede recalcularse el impuesto sobre la base del período amplio,
devolviéndose lo pagado en exceso de años anteriores.
Promedio acumulativo: Se establece el primer año en vigor del impuesto y a partir de él,
cada año, se suma la renta a la de los anteriores y se somete a una tarifa previamente
elaborada que cifra la cuota a pagar por ese período plurianual. La cuota de cada año se va
deduciendo restando al impuesto global lo pagado en años anteriores
Cómputo parcial: Se computa en la base imponible del ejercicio tan sólo una determinada
proporción del rendimiento irregular señalada por la administración. Este procedimiento
carece de fundamento teórico, se utiliza en España desde varios años.
En caso de tensiones alcistas de los precios en forma constante, estos problemas exigen
pronunciarse sobre tres alternativas distintas:
Elegir un nuevo índice de capacidad de pago.
Ensayar una nueva definición de renta fiscal.
Establecer una serie de ajustes correctores en el concepto de renta.
Ventajas
Es el Impuesto que más de adecúa a las exigencias inherentes de la Equidad Tributaria.
Ofrece una contrastada suficiencia recaudatoria y una gran capacidad de incrementación.
Es el instrumento tributario de Estabilización Automática por excelencia.
Se trata de uno de los Impuestos que menor exceso de gravamen generan.
Su mala prensa, sobre todo de las modificaciones en los distintos sistemas tributarios,
han dado lugar a dos importantes consecuencias:
No se consiga un gravamen general sobre la renta extensiva, por las diferencias de trato
fiscal, tanto a contribuyentes como a las clases de rentas, contribuyendo a:
Erosionar su base imponible, haciéndola cada vez menos “extensiva”.
Hacer tremendamente compleja su articulación legal.
Para mantener su importancia relativa en el conjunto de ingresos público y frente a los
problemas enunciados sólo ha habido una solución: el exacerbamiento de la tarifa, con lo
que paulatinamente se gravaba a menos contribuyentes y menos rentas.
1. CONCEPTO Y NATURALEZA
1.2 Características
Existe una controversia sobre si debe o no existir un impuesto que tenga como
objeto de gravamen al beneficio de las sociedades de capital.
Negación: dice que los sujetos pasivos (sociedades y entidades) carecen de capacidad
contributiva, ya que esta es una cualidad que se identifica con el poder económico de
las personas físicas y argumenta que las sociedades de capital son meros conductores
de capacidad económica (renta) hacia las personas físicas (socios), en modo algunos les
corresponde soportar un gravamen que sostiene en una potencialidad de la que
carecen. Ha sedo reputado de endeble, por contradictorio, ya que niega la capacidad de
afrontar cargas tributarias a las sociedades de capital, sobre la base de que ello es algo
de los seres humanos, y sin embargo reconocer jurídicamente a tales entidades la
capacidad de obrar y de ser titulares de derechos y obligaciones, como si de cualquier
persona física se tratase.
Doble tributación: Coincidencia en el ordenamiento tributario de dos impuestos
personales sobre la renta, (una obtenida por la personas jurídicas y otro obtenida por
las personas físicas) tiene como resultado que los beneficios repartidos por las
sociedades son doblemente gravados, primero como parte del beneficio de la sociedad y
luego como renta del capital mobiliario en el impuesto sobre la renta de las personas
físicas del socio o accionistas. Esta doble tributación puede inducir a los consejos de
administración a no distribuir beneficio, aumentar las reservas financieras, lo quedará
lugar a su vez:
Alejará las grandes decisiones sobre el funcionamiento de la sociedad y el control
de la misma de los socios, otorgará un poder casi absoluto a sus gestores y altos
directivos.
Sí este incremento en las reservas de recursos financieros alcanza cierta
importancia, podría conducir a una utilización ineficiente de los mismos, o, a su
aplicación en colocaciones que tengan como fin hacer prevalecer la posición de la
empresa en el mercado, mediante la creación de barreras de entrada a
potenciales competidores o dificultando el normal funcionamiento de las
empresas ya existentes.
Respecto a la financiación, ya que como en el cálculo de la base del impuesto, los
intereses de los capitales ajenos invertidos (financiación ajena) en la empresa es
deducible como gasto, mientras que el capital propio no, las empresas se endeudaran
para obtener ventajas fiscales, provocando de este modo ser más vulnerables a
situaciones de crisis y a oscilaciones de los mercados financieros.
Al gravar a empresas constituidas como sociedades de capital y dejar fuera a las
empresas individuales, el tributo afectará en la asignación de capital del sistema.
La teoría del privilegio: la forma asociativa con fines mercantiles surge (s. XV) como
un privilegio que concedía el soberano o las corporaciones de las ciudades-estado, por lo
que como tal privilegio comportaba el pago de una compensación específica. Hoy en día
las sociedades mercantiles no constituyen privilegio alguno y ni siquiera son objeto de
concesión pública, sino una manera de acometer la realización de actividades
económicas a la que todo el mundo pueda acceder. Aunque también es cierto que la
sociedad mercantil implica ciertas ventajas para los socios que no poseen las empresas
individuales.
El tributo además de un instrumento recaudatorio, ha de considerarse también como un
medio para mejorar la asignación de los costes sociales. En las sociedades
actuales existen una serie de bienes servicios que son atendidos públicamente, de las
mismas se beneficia, en principio, toda la sociedad, no es menos cierto que las grandes
corporaciones son especial y particularmente beneficiarias de ellas, por lo que parece
lógico que también contribuyan a su financiación. Las actividades desarrolladas por
estas sociedades son una de las principales causas de no pocos de los inconvenientes
que afectan al bienestar de toda la colectividad, como el caso típico del deterioro medio
ambiental, causa de que el sector público haya de incurrir en ciertos gastos que
parecería razonable que fueran financiados principalmente por tales sociedades.
Existe una capacidad de pago especial manifestada en la tenencia de participaciones
en sociedades de capital, por un lado las sociedades obtienen mejores resultados que
las mismas actividades realizadas por los accionistas de manera individuales y por otro
la condición de accionista es algo sólo al alcance de personas físicas pertenecientes a los
estratos más altos de la distribución persona de la renta, por lo que tributar la
retribución al capital aportado a las sociedades con un impuesto específico incrementa la
progresividad general del sistema impositivo en su conjunto.
Separación de las personalidades de la sociedad y del socio. Existencia de
personalidades distintas (Jurídica y Física) no es meramente teórica sino real, y que en
el caso de las grandes corporaciones, la propiedad tiene poco que ver con el control de
la sociedad, gestionada generalmente por profesionales o socios de la misma, por lo que
sus decisiones escapan al control del resto de los socios. La independencia de las
decisiones de la entidad de la voluntad de sus propietarios es otra razón para que el
estado aplique un impuesto que grave la renta de la sociedad que además de aportar
recursos a las arcas públicas actúa como un medio de regulación social para evitar
empresas de gran magnitud y/o monopolios.
La base imponible del impuesto de sociedades viene dada por el beneficio contable-
fiscal obtenido por la entidad en el período impositivo. La cuantificación de esta base puede
hacerse mediante estimación directa como por procedimientos indiciarios o tanto
alzado. En cuanto a la cuantificación directa, se toma como punto de partida resultado de
la cuenta de Pérdidas y Ganancias (beneficio contable) de la entidad, a continuación se
establece una serie de ajustes que tras su aplicación se convierte el beneficio meramente
contable en un beneficio contable-fiscal o beneficio tributable.
Las distintas normativas reguladoras del impuesto aceptan como válidos los ingresos
contabilizados por las entidades y que han sido registrados de acuerdo a criterios técnico-
contables al uso. Su cómputo afecta tanto a ingresos regulares como irregulares (no
presenta problemas de sobreimposición en el ejercicio que se perciben, como ocurre en el
IRPF ya que el tipo de gravamen es fijo y no progresivo pudiéndose incluir dentro de la
base imponible), atípicos o derivados de actividades no habituales, transitorias o, incluso
ajenas a su objeto social.
Las partidas de gasto son comúnmente objeto de algún tipo de ajuste fiscal, porque
son las más numerosas En principio y con carácter general, la deducibilidad de los gasto
suele estar condicionada a la necesidad de incurrir en ellos para el normal desarrollo de las
actividades de la empresa. En cuanto a partidas de gasto que más frecuentemente son
objeto de ajuste fiscal, cabe reseñar las tres siguientes:
Previsiones y provisiones. Las dotaciones para previsiones no son admitidas como
gasto deducible, habiendo de ser tratadas como reservas o recursos propios a efectos
del impuesto en caso de que la empresa las hubiese dotado. Las dotaciones cuyo objeto
sea cubrir gastos que sean indeterminados en cuantía o a la fecha de su realización,
serán plenamente deducibles.
Existencias. En el caso de estabilidad de precios, los elementos patrimoniales que
componen el circulante de la entidad no suelen plantear problemas de valoración, pero
en el caso, mucho más común, de que a lo largo del ejercicio los bienes de circulante
vean cambiar sus precios, la correcta valoración de los inventarios exige saber cuándo
se ha adquirido cada unidad y ajustar al precio actual las valoraciones habidas desde el
momento de su entrada en almacén. Como este procedimiento implica gran
complejidad, los sistemas de contabilidad de los distintos países vienen recurriendo a
diversos métodos para valorar los inventarios ya consolidado, entre los que destacan el
FIFO, el LIFO y el NIFO. Alternativamente, también se puede aplicar el coste medio
ponderado de tales elementos.
El método FIFO (first in, first out) implica valorar las salidas de productos del
almacén de acuerdo con el precio de coste más antiguo de entre las existencias.
Si los precios suben, es obvio que el beneficio de la entidad tendrá dos
componentes: uno, la diferencia entre el precio de coste originario de la
mercancía vendida y el coste actual de la misma, y otro, el beneficio efectivo o
real. Por tanto, si al calcular la base se acepta este método de valoración,
estaremos aumentándola ficticiamente a costa de una infravaloración (a precios
actuales) de las existencias de inventarios.
El método LIFO (last in,first out) supone valorar los inventarios según el último
precio de coste, por lo que recoge las variaciones en el nivel absoluto de los
precios y no las confunde con la renta.
El método NIFO (next in, first out) supone valorar las salidas de almacén al
precio de reposición de las existencias, por lo que amplifica aún más, en épocas
de rápidos incrementos en los precios, los efectos ya indicados del método LIFO.
Depreciación de activos fijos. El desarrollo de la actividad de la empresa implica una
merma continuada en el equipo de capital productivo de la entidad que tiene tres
posibles causas:
la obsolescencia
el uso
el envejecimiento del mismo
Por lo que, con el fin de mantener su capacidad productiva en el tiempo, la entidad ha
de ir reponiendo tal pérdida de capacidad a medida que se vaya produciendo. Tal
reposición es lo que denominamos amortización. Puesto que el impuesto de
sociedades es un gravamen que aspira a gravar la renta neta de las mismas, por lo
tanto las cantidades destinadas a la amortización de los bienes de capital han de tener
la consideración de gastos deducibles en el cómputo de la base del tributo. Esto
presenta dificultades debido a que cifrar la exacta depreciación experimentada en el
ejercicio por la capacidad productiva de la empresa pasa por:
Saber con absoluta certeza cuál es la vida útil o duración productiva de todos y
cada uno de los elementos que componen el capital productivo de la entidad.
Conocer la intensidad con la que cada uno de los tres factores de depreciación
antes enumerados influye en cada uno de los elementos integrantes de tal equipo
de capital.
La mayor parte de los ordenamientos suelen recurrir a métodos de carácter
aproximativo, los cuáles descansan en el cálculo medio de la vida probable de los
diferentes activos. A tal fin, la regulación del impuesto suele ir acompañada de unas
tablas elaboradas por la administración tributaria en las que se establece, para cada
activo, su vida útil estimada, así como el coeficiente (porcentaje) máximo de
amortización anual , que son los elementos que los distintos sistemas manejan para el
cálculo de las cuotas de amortización, los cuáles son:
El sistema de amortización lineal, que reparte por igual el valor de la
depreciación durante la vida útil del activo.
El de amortización progresiva, que es el que acumula en los últimos años de
vida útil del elemento las mayores cuotas de amortización.
El de amortización degresiva acumula en los primeros años las mayores
cantidades de amortización. Este a su vez conoce dos variantes introducidas por
R. Musgrave:
el método del saldo decreciente doble, en el que en el primer año se
deduce el doble de la parte que correspondería con el método lineal,
aplicándose este mismo porcentaje a la cantidad que quedase por
amortizar en cada año sucesivo, y
el método de suma de los dígitos de los años de vida, en el que el
porcentaje a aplicar en cada período resulta de dividir los años que
quedan por amortizar por la suma de los dígitos de los años de vida del
activo.
La amortización fiscal ordinaria se efectúa teniendo en cuenta el coste inicial de los
activos. Sólo en casos muy excepcionales, como el de utilizar a la amortización como un
incentivo fiscal a la inversión en momentos muy concretos, se considera la posibilidad de
utilizar el coste de reposición como base del cálculo de las cuotas de amortización fiscal.
En la medida en que la obsolescencia sea previsible, los empresarios tenderán a acortar
los períodos de vida útil atribuida a sus bienes de equipo y a acelerar los ritmos de
amortización, a fin de que las cuotas de amortización estén por encima de las de
depreciación efectivamente experimentada por el equipo de capital. Si la obsolescencia
Este sistema supone la desaparición total del impuesto de sociedades, ya que lo que
en él se hace es que el socio integre en su base el dividendo percibido (beneficio
distribuido) postergando la tributación sobre el beneficio no distribuido al momento en que
el accionista enajene sus participaciones en la sociedad y obtenga la correspondiente
ganancia (o pérdida) de capital. Supone el distinto valor que tendrán las acciones en el
momento de su venta o transmisión respecto al de su adquisición, tiene como causa
fundamental la cantidad de beneficio que la sociedad haya dejado de repartir entre ambos
momentos; lo que no deja de ser harto discutible.
Los dos grandes problemas que en la actualidad tiene planteados el tributo son el de
la subcapitalización y el de los precios de transferencia.
En relación entre una sociedad y uno de sus socios o alguno de sus familiares,
cuando el capital de la entidad está escasamente repartido y hay un socio o alguno más,
pero siempre en número reducido, que detenta una gran parte del mismo, la finalidad de
tales operaciones no suele ser otra que la de encubrir el abono, por parte de la sociedad,
de remuneraciones de carácter especial a estos socios “preferentes” o “distinguidos”. Tales
pagos se camuflan como retribuciones por la prestación de determinados servicios y/o a la
cesión de ciertos elementos patrimoniales, siempre por un valor muy superior al que tales
prestaciones o cesiones tendrían entre partes independientes entre sí; de manera que,
formalmente, se respetan tanto los compromisos societarios como las normas legales en
vigor.
Pero la vinculación que más preocupa a las actuales administraciones fiscales son los
precios de transferencia, que es la que tiene lugar entre distintas unidades
pertenecientes a un mismo grupo de sociedades, sobre todo, cuando los mismos tienen
lugar en el contexto de las relaciones económicas internacionales. Las transacciones que se
producen entre empresas de un mismo grupo no se valoran de acuerdo a los precios que
rijan en el mercado, sino de acuerdo a otros criterios que la dirección del grupo estima más
adecuados de cara al logro de los múltiples y variados objetivos que tiene planteados su
gestión. Surgen así los denominados precios de transferencias internas, o precios de
transferencia a secas.
Estos precios de transferencia, aún cuando estén exclusivamente diseñados con fines
gerenciales, terminan alterando sustancialmente los resultados contables de las entidades
que componen el grupo, y por ello, la información patrimonial y financiera sobre la que
descansa tanto la distribución de beneficios a los socios, como el cifrado de las bases del
impuesto en dichas sociedades; siendo esto último lo que realmente preocupa a las
administraciones fiscales nacionales.
Los problemas asociados a esta forma de valorar tal tipo de operaciones han venido
ganando en complejidad e implicaciones en las dos últimas décadas, debido por un lado, la
proliferación de grupos empresariales de carácter multinacional, que han venido a sustituir
a numerosas empresas y grupos de sociedades “nacionales” con actividad transnacional, y
por otro, el espectacular desarrollo experimentado por el comercio internacional a lo largo
de este período, y que ha devenido en el fenómeno popularmente conocido con la
expresión globalización de la economía.
Partimos del supuesto de que los grupos multinacionales de sociedades, tratan de explotar
en su propio beneficio las numerosa diferencias socioeconómicas e institucionales existentes
entre los distintos países en que operan (legislación aduanera, normas y usos mercantiles,
sistemas tributarios, cantidad y cualificación de la oferta de trabajo, etc.), llegamos a la
conclusión de que la finalidad de las transferencias internacionales es hacer llegar
artificialmente, a través de un bien diseñado entramado de domiciliaciones internacionales y
transferencias internas, la mayor cantidad posible de beneficios y otras utilidades a aquellas
sociedades del grupo domiciliadas en países en los que, interesa al grupo que se pongan
formalmente de manifiesto y que pueden ser:
Aquél o aquéllos en los que la presión fiscal sea más reducida; que es la elección que se
hará cuando lo que se pretenda por encima de todo sea minimizar los impuestos a
satisfacer por el grupo en su conjunto
Aquél en el que esté domiciliada la matriz o sociedad principal del grupo; que es la
elección que se hará cuando lo que se pretenda sea fortalecer la posición del grupo en
bolsa o en otros mercados financieros.
Aquél o aquéllos en los que los socios o accionistas principales -aquéllos a los un poco
antes hemos calificado como preferentes o distinguidos- tengan fijada su residencia a
efectos fiscales, en el que por lo general no existen impuestos de naturaleza personal o,
si existen, son más nominales que otra cosa.
También pesan factores como las posibilidades que el o los países elegidos ofrezcan
para repatriar beneficios sin penalización, la seguridad de que el país elegido sea de los que
no suministran información financiera a países terceros (paraísos fiscales), el grado de
protección que en ellos se da a las inversiones financieras o, incluso, la tranquilidad social y
estabilidad política que disfrutan.
La mayoría de los países han ido arbitrando disposiciones para atajar las
consecuencias que para sus respectivos ordenamientos tributarios, y sus correspondientes
recaudaciones impositivas, tiene los efectos de los precio transferencia. Una solución,
bastante común, en el derecho interno de los distintos países dote de las atribuciones
suficientes a sus correspondientes autoridades tributarias para ajustar unilateralmente
los precios de transferencia. En este sentido, un buen número de países, entre los que se
encuentra España, se han pronunciado porque su normativa tributaria imponga
explícitamente, en caso de que exista algún tipo de vinculación, o cuando menos en caso
de precios de transferencia, el principio conocido por su denominación estadounidense
«arm’s length» (léase: precios de plena competencia), que exige que, independientemente
de la relación que existe entre quienes la realizan, cualquier transacción ha de valorarse
contablemente de acuerdo a los precios que para ella se establecerían entre partes
independientes en un mercado libre.
6.2 La subcapitalización
Consecuencias:
Deja a la sociedad que lo protagoniza sin los fondos necesarios para hacer frente de
manera efectiva a sus eventuales responsabilidades ante terceros.
Reduce la recaudación tributaria del país en el que está domiciliada la entidad que la
práctica, pues los intereses de los capitales ajenos para la financiación de las actividades
de la entidad, suelen tener la consideración de gasto deducible en el cifrado de la base
imponible del IS, mientras que el recurso a los fondos propios no.
La recaudación impositiva también se ve perjudicada por el hecho de que las
aportaciones de capital, tanto si son por suscripción como si lo son por ampliación,
suelen ser objeto de gravamen, por lo que camuflarlas como préstamos supone una
forma de evadir tales tributos.
En cuanto a las posibilidades que tienen las administraciones tributarias para hacer
frente a este problema, lo primero que han de considerarse son las posibilidades efectivas
de detectar que el mismo se está produciendo de manera generalizada. En cuanto a la
solución a adoptar, ésta pasa con toda generalidad por la negación unilateral de la
naturaleza de préstamo a esta operación, considerándola a todos los efectos como una
aportación de capital; cosa tampoco sencilla igualmente, ya que si hay algo arbitrario es
determinar si la cifra de capital social de una entidad es suficiente, insuficiente o excesiva
para su normal desarrollo. En estos casos, lo que los ordenamientos suelen hacer es
recurrir a un procedimiento «objetivo», que consiste en la definición de unos límites a la
relación endeudamiento ajeno/endeudamiento propio que, una vez rebasados por la
prestataria, permitan calificar como ajenos los recursos allegados, y consiguientemente,
conviertan automáticamente a los intereses correspondientes al exceso del endeudamiento
en dividendos satisfechos.
Introducción
Objeto imponible desde una perspectiva estrictamente económica, hay que tener en
cuenta que la riqueza de una persona en un momento determinado viene dada por el valor
de la totalidad de los bienes y derechos de los que en ese instante es titular y que, además,
son susceptibles de generarle ingresos monetarios o en especie. Renta y patrimonio son
dos variables económicas distintas, que cifran manifestaciones diferentes de capacidad
contributiva, que están claramente vinculadas entre sí, pues la renta económica que es
una magnitud flujo siempre tiene que tener una variable fondo como procedencia salvo que
proceda del trabajo, y la riqueza, como variable fondo que es sólo puede acrecentarse
mediante renta afluida a ella.
El patrimonio objeto de gravamen debería incluir toda clase de activos poseídos por el
individuo: inmuebles, derechos de contenido económico (p. ej. los derechos consolidados de
los planes de pensiones), bienes de producción, existencias, bienes de consumo duradero,
activos financieros, etc., A pesar de que desde un punto de vista económico, el capital
humano pueda ser considerado como equivalente a otras formas de riqueza más
convencionales, en la práctica, debido a la incertidumbre de los rendimientos de trabajo
futuro en lo que a su cuantía y duración se refiere, y a la inexistencia de un mercado en el
cual tal modalidad de capital pudiera ser negociado, ningún ordenamiento fiscal incorpora o
ha incorporado en el pasado a esta forma de riqueza al objeto imponible del impuesto sobre
el patrimonio neto.
Además de la exclusión del capital humano, y debido a lo antieconómico que puede llegar a
ser su tributación, es habitual eximir de tributación a aquellos bienes de uso doméstico o
personal más difícilmente controlables y que, además, menos recaudación pueden aportar,
como es el caso de los que integran el fiscalmente conocido como ajuar doméstico, o
bienes de consumo duradero (electrodomésticos) y otros bienes de uso personal como las
joyas e indumentaria, excluyendo del mismo en todo caso a los inmuebles y automóviles.
También quedan exentos de gravamen los derechos consolidados de los planes de pensiones
como incentivo a esta forma de ahorro o, asimismo, los elementos patrimoniales de la
naturaleza que sea cuando se encuentren afectados al desarrollo de una actividad
empresarial o profesional y ésta constituya la principal fuente de renta de su titular.
Tres son los ámbitos en los que tradicionalmente se ha venido discutiendo acerca de
la idoneidad de que este impuesto figure en los ordenamientos tributarios: el de la
equidad, el de la eficiencia y el de su gestión
Inconvenientes
Las diferentes posibilidades de conocimiento, imputación y valoración que cada tipo de
elemento patrimonial tiene, que abocan a un gravamen desigual e injusto,
transformándose con demasiada frecuencia en un defectuoso y criticable gravamen sobre
la propiedad inmueble solo porque ésta es de fácil localización y valoración.
Aún tratándose de un impuesto sobre el patrimonio éste se satisface con renta y no con
patrimonio.
Eficiencia Económica no hay argumentos sólidos a partir de los que se pueda concluir,
en positivo o negativo, acerca de sus efectos sobre la oferta de trabajo, y que si bien con
frecuencia se le atribuyen efectos «productivistas», en el sentido de que su mera
presencia en el ordenamiento tributario induce a los propietarios de cualquier clase de
capital a utilizarlo productivamente a fin de obtener de él como mínimo lo que ha de
satisfacerse por el impuesto. Asignación eficiente en relación con los conocidos efectos
renta y sustitución, que en lo que respecta al efecto sustitución, y bajo la hipótesis de
que el impuesto encarece la adquisición de patrimonio respecto al consumo por reducir la
rentabilidad efectiva de los activos poseídos, su presencia, el contribuyente será propenso
a sustituir patrimonio por consumo presente, que es el que está abaratado en términos
relativos, o dicho en términos más simples, le inducirá a desahorrar y a consumir más. En
lo que al efecto renta, estas mismas hipótesis llevan a pronosticar en el contribuyente el
comportamiento opuesto al del efecto sustitución. Dado que en el futuro el impuesto
seguirá reduciendo la rentabilidad del patrimonio poseído, dándose una acumulación de tal
pérdida de rentabilidad por la continuidad en el tiempo del gravamen en cuestión, el
sujeto, con el fin de mantener las mismas posibilidades de consumo que en el presente,
tendrá que contar con un patrimonio paulatinamente mayor, o continuamente creciente si
se prefiere, por lo que habrá de aumentar su ahorro tanto en el presente como en los
sucesivos años en los que el impuesto esté vigente.
Administración y gestión tributarias no es un impuesto cuya pretensión sea la
redistribución interpersonal del patrimonio, pues se satisface principalmente con los
rendimientos derivados del mismo, ni tampoco que persiga grandes recaudaciones que
posibiliten la realización de ambiciosos proyectos de gasto público, pues aún siendo un
gravamen nominalmente progresivo sus tipos impositivos son espectacularmente
reducidos. La razón fundamental de su existencia radica en el papel que juega o
puede jugar como figura complementaria de otros tributos.
Presenta como principal diferencia respecto al que grava el patrimonio neto el que
éstos articulan su hecho imponible, (no en torno a la titularidad del patrimonio como aquél),
en su enajenación gratuita. Estos impuestos surgen a lo largo del S. XVIII, cuando los
administradores públicos caen en la cuenta que el fallecimiento de una persona que en vida
ha sido propietario de un patrimonio, sobre todo si éste era de naturaleza inmueble,
brindaba una oportunidad para poner al día el valor del mismo -desactualizado por el
transcurso del tiempo-, pues habiéndose de repartir entre sus herederos, eran éstos
precisamente los más interesados en que los distintos elementos que componían la masa
hereditaria estuviesen justamente valorados. Con el fin de no evidenciar las auténticas
razones del nuevo impuesto y, para diferenciarlo de de otros tributos patrimoniales con los
que habría de coexistir, en lugar de vincular el nacimiento de la obligación tributaria a la
titularidad de patrimonio, la sujeción a gravamen se asentó en la enajenación o transferencia
gratuita de la propiedad del patrimonio, al fallecimiento de su titular. De esta forma, lo que
se conseguía era rebajar la presión fiscal psicológica del impuesto, facilitando su
cumplimiento.
En España, el primer impuesto de este tipo que se implantó fue la denominada Manda
Pía Forzosa (manda: legado o disposición en un testamento) creada en la primera época del
reinado de Fernando VII para cubrir las necesidades más perentorias de los damnificados por
la Guerra contra Napoleón; este gravamen, tras dos siglos, ha llegado a nosotros como
Impuesto sobre las Sucesiones y Donaciones.
Modalidades
Los impuestos sobre el caudal relicto gravan el valor neto actualizado del total del
patrimonio que se transmite, independientemente del reparto que de él se efectúe; se trata
un tributo de carácter real, que aprovecha la ocasión que le brinda la transmisión del
patrimonio de una persona hacia sus herederos para gravar la totalidad de su riqueza
personal, haciendo responsables del mismo a estos últimos en función de la parte que, de tal
masa hereditaria, a cada uno le corresponda. Por su parte, el impuesto sobre las porciones
hereditarias grava personal y progresivamente el valor de lo que a cada heredero le
corresponde de la masa hereditaria total; es decir, esta variante trata de gravar
progresivamente el incremento patrimonial experimentado por el heredero como
consecuencia de la transmisión lucrativa.
NOTA ACLARATORIA
Ambas poseen ventajas e inconvenientes:
El gravamen sobre el caudal relicto es un impuesto más fácil de gestionar por la
administración que el que grava las porciones hereditarias, pues mientras que en el que
grava el caudal relicto sólo hay que controlar una liquidación tributaria y comprobar una
única valoración patrimonial, en el que grava las porciones hereditarias es preciso hacer
un seguimiento a tantas liquidaciones y valoraciones como partes se hayan hecho de la
herencia.
A igualdad de masa hereditaria, el impuesto sobre el caudal relicto es un tributo mucho
más potente en términos de recaudación que el de porciones hereditarias, ya que el
primero se gira sobre el valor de la masa hereditaria total, mientras que con el impuesto
sobre la porciones, dado que presentarán bases imponibles menores y, además, existen
tantos mínimos exentos como porciones haya, el resultado no será otro que un tipo
efectivo de gravamen, aplicado a la totalidad de la masa patrimonial transmitida, mucho
más reducido.
El principal inconveniente que ofrece un impuesto sobre el caudal relicto frente a los que
gravan las porciones hereditarias es que, por tratarse de un impuesto de carácter real
que grava el patrimonio sin considerar para nada a su destinatario, es mucho menos
equitativo; mientras que los impuestos sobre porciones hereditarias, al poder graduar la
progresividad del tributo tanto de acuerdo a la cuantía de la base como de otras
circunstancias personales de su destinatario (parentesco con el causante y patrimonio
preexistente a la herencia), tiene muchas más posibilidades de ajustar la carga impositiva
total a la verdadera capacidad de pago de cada uno de los herederos y, por ello, ser
mucho más sensible a las situaciones de infortunio económico.
El gravamen sobre las porciones fomenta o es favorecedor de la dispersión del
patrimonio, ya que la carga que comporta siempre será más reducida cuanto menor sea
el valor de la porción que se hereda, por lo que la equidad del sistema en su conjunto se
verá favorecida, ya que son los legados personales los que mayor responsabilidad tienen
en la consolidación y perpetuación de la desigualdad patrimonial de los individuos.
Actualmente es más frecuente el impuesto sobre las porciones hereditarias que el que
grava el caudal relicto, una alternativa realmente efectiva consistiría en no inclinarse de
manera exclusiva por ninguna de las dos y aplicar ambas a la vez. Se establecería un
impuesto proporcional sobre el caudal relicto y, una vez efectuado el reparto de la masa
hereditaria entre los herederos, otro progresivo sobre las porciones hereditarias, lo que
llevaría a una estructura de la imposición sobre las herencias que descansaría en los dos
tributos, concediendo, un mayor peso al que grava las porciones por ser de naturaleza
personal. Esta hipotética alternativa exigiría, además de gravar las donaciones con un
impuesto sobre ellas de igual cuantía (que su tipo de gravamen fuese igual a la suma de
los dos impuestos sobre las transmisiones mortis-causa) así como que se gravase la
adquisición patrimonial gratuita de las personas morales o entidades privadas sin fines de
lucro mediante un equivalente tributario.
Acusarle de ser una carga tremendamente regresiva, pues el mismo hace tributar a
herencias consistentes en activos tales como la vivienda y los enseres familiares que el
cónyuge causante deja al cónyuge supérstite o a sus hijos, que bien pueden ser
menores, o también, a herencias percibidas por personas con baja capacidad de
Raquel Porteros Cifuentes 7
Hacienda Pública y Sistemas Fiscales Tema 8
Deriva de una perspectiva ética del estudio de la redistribución, dado que lo que este
Impuesto grava son capacidades contributivas no generadas por su beneficiario que,
pueden ir destinadas a individuos que ya poseen cantidades considerables de riqueza,
por lo que, adicionalmente, cumple una función de control social de la propiedad en
tanto el mismo contribuya a limitar la acumulación de patrimonio en pocas manos.
Dicho en otros términos, dado que la sucesión hereditaria es el principal factor de
concentración de riqueza, un impuesto que tenga a tal tipo de transmisiones por
objeto imponible, y de manera más concreta un impuesto sobre las porciones
hereditarias, sería lo único coherente con la pretensión de redistribuir más
igualitariamente la riqueza total del país.
Desde el punto de vista de las ventajas que ofrece a la gestión y administración
tributaria pues si se tienen las suficientes garantías de no defraudación, la valoración
efectuada con motivo de la sucesión es una cómoda y barata manera de actualizar
valores patrimoniales para la administración tributaria, y que actuando así, todos los
años pasaría por los registros patrimoniales de la administración una porción nada
desdeñable del total del patrimonio mundial de los residentes y del ubicado en el país
de los no residentes que, en ausencia del impuesto, difícilmente se comprobarían, lo
que en definitiva se traduce en un mejor control fiscal de los patrimonios individuales.
Configuración
La base imponible viene dada por el valor de cambio o valor de mercado de los
elementos objeto de transmisión, aplicándosele luego a ésta un tipo de gravamen fijo, que
da como resultado un impuesto proporcional del que, ha de responder el destinatario del
elemento patrimonial transmitido, o aquél resulta como beneficiario.
Su presencia de este tributo en los ordenamientos actuales no está cuestionada en por
nadie, ello a pesar de tratarse de un impuesto tan patrimonial como el que grava el
patrimonio neto o el de las transmisiones. Se defiende su mantenimiento sobre el más que
sorprendente argumento del cierre de la imposición indirecta, según el cual, al igual que
existe una imposición indirecta que grava el consumo general mediante la tributación de las
operaciones propias del tráfico mercantil, otras aplicaciones de renta menos habituales pero
que no por ello dejan de poder de manifiesto capacidad económica (transmisión de
inmuebles entre particulares, constitución onerosa de ciertos derechos..etc.), que constituye
lo que jurídicamente se conoce como actos de tráfico civil, también deben de tener su
correspondiente exacción tributaria. Desde su misma aparición, estos impuestos han venido
desempeñando una importante y variada función ordenatoria, que va desde las actuaciones
registrales y de control patrimonial, hasta la de solemnizar o dar garantías públicas a ciertos
actos y negocios jurídicos. Su gran capacidad recaudatoria y bajo coste administrativo
Raquel Porteros Cifuentes 9
Hacienda Pública y Sistemas Fiscales Tema 8
5.1 Preliminar
Para la propiedad inmueble las autoridades fiscales han ideado un nutrido y variado
repertorio de exacciones que van, desde impuestos a las licencias (de habitabilidad por),
pasando por toda suerte de cánones, tasas y contribuciones. En lo que se refiere a los
primeros, el más común de todos ellos suele definirse como un impuesto objetivo y real, que
grava el valor neto de los inmuebles poseídos mediante un tipo de gravamen fijo y que, por
lo general, incluye en su objeto imponible a los inmuebles con total independencia de su
uso, ya sea bien de uso (vivienda) o como elemento productivo (fábrica, granja, local
comercial..), y tanto si son urbanos como si son rústicos, por más que los efectos
económicos que en cada caso pueden derivarse difieren notablemente entre si.
La posibilidad de fijarse en los valores de mercado de los inmuebles, bien sea el precio
de adquisición o el que el inmueble tenga en el momento de devengo del impuesto. No
obstante la objetividad del criterio, éste presenta dos inconvenientes:
Utilizar con carácter general la información relativa al valor de las compra-ventas de
inmuebles que pueden tener lugar en un determinado período de tiempo es algo
escasamente riguroso.
Hay que tener en cuenta que, aunque para los inmuebles que hayan sido objeto de
transacción recientemente su precio de mercado puede ser un criterio de valoración
razonable, para inmuebles que en algún tiempo -que, en ocasiones, tampoco
necesita ser mucho- no se han intercambiado en el mercado, su precio de
transacción última no puede decirse que sea una valoración adecuada.
Capitalizar el importe del arrendamiento que el inmueble es capaz de generar, lo que
exigiría considerar tanto los arrendamientos efectivamente obtenidos como los
5.3 Valoración
Inconvenientes
El elemento esencial para que el impuesto funcione es el catastro, cuya elaboración es
tremendamente costosa y precisa de continuas revisiones para no quedar
desactualizado.
La descentralización de las competencias en lo que al impuesto se refiere, debido a ella,
no resulta de aplicación uniforme en todo el territorio nacional, lo que puede ser causa
de deslocalizaciones, tanto de residentes como de empresas, lo que puede ser una
fuente continua de conflictos interjurisdiccionales y agravios comparativos, sobre todo si,
como ocurre en muchos países (España entre ellos), además de estos recursos, los
ayuntamientos cuentan con subvenciones reconocidas en el Presupuesto del Estado.
Pero es desde la óptica de la equidad desde la que el impuesto recibe la más numerosas
y más contrastadas críticas:
Aunque el impuesto grava la propiedad inmueble independientemente del uso que a la
misma se dé, no ocurre otro tanto con las posibilidades de traslación de la carga que el
mismo comporta, pues mientras que en el uso residencial el impuesto lo soporta
íntegramente el propietario, el inquilino, o se lo reparten entre ambos; en el caso del
inmueble como factor de producción (fábrica, despacho profesional, local de
negocios...etc.) el impuesto, en tanto un coste más de la actividad, se traslada hacia
adelante en los precios del output de la misma.
Por un lado, el tributo grava el valor catastral de los inmuebles sin tener en cuenta otras
consideraciones (es real y objetivo), y por otra parte, que la mayoría de los inmuebles de
carácter residencial son adquiridos mediante créditos hipotecarios a largo plazo, durante
un amplio período de tiempo el impuesto está gravando al propietario por el valor íntegro
del inmueble, cuando lo que de hecho éste posee es el valor del impuesto menos el
crédito hipotecario pendiente.
Al tratarse de un impuesto objetivo y real en vez de personal y subjetivo la relación
propiedad/capacidad de pago es bastante difusa, ya que no puede tomar en cuenta
hechos y circunstancias tales como:
Que la vivienda es un bien de primera necesidad, por lo que su oferta es muy poco
dinámica y su demanda respecto al precio notablemente rígida o muy poco elástica,
lo que se traduce en que sean los ciudadanos de menores rentas los que, de
manera continuada además, han de destinar una mayor proporción de su renta a
atender su necesidad de tal bien, lo que incluye al impuesto correspondiente.
En muchos casos, puede ocurrir que el valor de un inmueble refleje la capacidad
económica que tuvo su propietario en el pasado, pero no la que tiene en el
presente. Tal es el caso de los inmuebles en los que residen personas de edad
avanzada, los cuáles fueron adquiridos cuando éstos formaban parte de la
población activa y tenían hijos, lo que les permitía, y a la vez les obligaba, a tener
viviendas de unas determinadas características que, en el presente, pueden ser,
incluso, causa de penalización fiscal.
La pretendida relación entre el impuesto pagado y las mejoras experimentadas por el
entorno en donde está ubicada, caso de producirse, dista de ser algo en sí mismo justo o
Raquel Porteros Cifuentes 12
Hacienda Pública y Sistemas Fiscales Tema 8
equitativo, en cualquier ciudad son las zonas donde se encuentran las viviendas de los
más pobres y, por ello, con menor valor y que satisfacen un menor impuesto, las que
requieren mayores atenciones y gasto de sus autoridades municipales. Pero es que
además, aún aceptando que las actuaciones municipales revaloricen la propiedad
inmobiliaria allí donde se llevan a cabo, lo que no está nada claro es que la revalorización
experimentada por los inmuebles afectados, no es ya que sea proporcional, es que
siquiera guarde relación alguna con el valor inicial del inmueble o, incluso, con el
crecimiento experimentado por el impuesto que sobre él se gira.
6. LA LEVA DE CAPITAL
La leva de capital ha sido una modalidad de imposición sobre la riqueza a la que han
recurrido los sistemas fiscales de algunos países europeos en los períodos inmediatamente
posteriores a las dos grandes conflagraciones bélicas del Siglo XX, en los que los volúmenes
de deuda pública en circulación (conocida como Deuda de Guerra) exigía formas
excepcionales de financiarlos. Se trata de un impuesto que, carece de efectos sobre el
Raquel Porteros Cifuentes 13
Hacienda Pública y Sistemas Fiscales Tema 8
Los impuestos que tienen al consumo como objeto imponible son uno de los tres
pilares sobre los que se asienta el grueso de su recaudación tributaria (las otras dos son el
IRPF y las Cotizaciones a la Seguridad Social). Gravamen creado por Alfonso XI para
subvenir a las necesidades financieras que le surgieron como consecuencia del sitio y toma
de Algeciras en 1342 y que, con denominaciones varias, llego a la Reforma Tributaria de
1845, que fue el hito que marcó, en la Historia Financiera de España, la ruptura definitiva
con el sistema de imposición del Antiguo Régimen que aún pervivía en nuestro país. Tan
antigua pervivencia en el ordenamiento tributario se debe a su gran capacidad recaudatoria
y a su gestión económica. Entre sus inconvenientes: su falta de equidad y su distorsión
sobre los precios del mercado.
Principales elementos
Se trata de impuestos "ad valorem" de carácter proporcional, en los que, para calcular
la cuota, basta con aplicar de manera fija un determinado porcentaje al precio de la
operación sujeta.
Al ir el tributo implícito en el precio del bien a lo largo de las sucesivas etapas por el
que el mismo va atravesando hasta llegar al consumidor, en caso de que se exporte y el
bien sea adquirido al final del mismo por un consumidor residente en otro país, el precio
satisfecho por éste llevará implícito, como mínimo, el efecto piramidal ocasionado por el
impuesto de ventas del país exportador hasta llegar a la frontera. Estos impuestos sobre
4.1 Antecedentes
El IVA fue ideado y propuesto por el empresario y consejero fiscal Carl F von
Siemens, en 1918, al gobierno alemán como alternativa al impuesto monofásico sobre las
ventas que dos años antes éste había implantado en ese país. Unos años después, en 1952,
el alto funcionario del Ministerio de Finanzas francés Maurice Lauré, con el fin de incentivar
las inversiones empresariales en equipo y de limitar las distorsiones en los precios
ocasionadas por la imposición plurifásica sobre las ventas, propuso la sustitución del
entonces vigente impuesto plurifásico, por un IVA de gestión más sencilla gracias a un
procedimiento de aplicación, denominado crédito del impuesto, y que es con el que se
Los impuestos sobre las ventas tratan de gravar proporcionalmente el valor final de
los bienes o servicios que los consumidores adquieren, es decir, el valor de los mismos una
vez han finalizado su recorrido a través de todas las fases que componen sus respectivos
procesos de producción y comercialización. Se consigue aplicando un impuesto
proporcional en todas y cada una de las fases del proceso productivo pero girándolo
exclusivamente sobre lo que en cada una de ellas se incrementa el valor del producto
respecto a la anterior, en la intención de que la suma de todos estos gravámenes sobre los
sucesivos incrementos de valor equivalgan, al final del proceso, a gravar el valor final del
producto.
Ventajas
Se gira sobre una magnitud cierta y real -el precio de mercado de la transacción-
La delimitación del sujeto pasivo del impuesto es simple. Son sujetos pasivos aquéllos
que efectúen las transacciones de consumo (entregas de bienes y prestaciones de
servicios) en el desarrollo de una actividad económica.
No precisa de un tipo impositivo muy elevado para conseguir grandes recaudaciones.
A pesar de ser un impuesto que se aplica en todas y cada una de las fases del proceso
lineal de producción y distribución de los bienes y servicios de consumo, el impuesto
carece de efecto piramidal.
Sea cual sea la fase del proceso lineal de producción en la que la transacción tiene
lugar, posibilita saber, en todo momento y con absoluta certeza, qué es lo que es precio
de la transacción y qué es lo que es carga impositiva asociada a ella, lo que permite
que los ajustes fiscales en frontera que hayan de practicarse en cumplimiento del
principio de destino sean automáticos.
El IVA se trata de un impuesto que hace muy difícil su evasión, pues cualquier
empresario querrá que sus proveedores le facturen correctamente, que luego él deducirá
del que, repercute a sus clientes. Por lo que se refiere al tipo de gravamen, advertir que el
hecho de que haya de ser fijo no quiere decir que necesariamente haya de ser único,
pueden establecerse tipos de gravamen distintos en función del bien o servicio al que se
refiera la transacción sujeta a gravamen, lo que permite hacer tributar a tipos reducidos, o
muy reducidos incluso, al consumo de bienes y servicios de primera necesidad o de
satisfacción preferente, mientras que el consumo de artículos superfluos, o cuando menos
prescindibles, puede ser gravado a tipos impositivos más elevados.
regulación legal del impuesto suele establecer lo que se conoce con el nombre de regla de
prorrata, la cual responde a la expresión:
[Operaciones con derecho a deducción/total de operaciones] x 100, con lo que, el sujeto
pasivo únicamente se estará deduciendo el IVA soportado en las adquisiciones en el
porcentaje en que se encuentren las operaciones que originan el derecho a la deducción
respecto al total de las realizadas.
Existen otros impuestos que gravan sólo ciertos consumos conocidos como
consumos específicos o impuestos selectivos al consumo, también conocidos como
accisas, que en España son conocidos como impuestos especiales.
En España, a finales del siglo XIX destacaron el Impuesto sobre Alcoholes, que
gravaba la producción y circulación de alcoholes, el Impuesto sobre el Azúcar, que
gravaba la producción de azúcares de todas clases, y el Impuesto sobre la Achicoria,
que gravaba la elaboración de achicoria y demás sucedáneos del café o del té.
Son cuatro los propósitos o finalidades “extrafiscales” a los que se dice que supeditan
su presencia en ordenamiento impositivo:
Incidir en la demanda de bienes marcadamente suntuarios con intención de contribuir
al logro de la finalidad redistributiva (influir en la demanda de bienes de lujo)
Ser un instrumento de las actuaciones asignativas en el caso de las necesidades
indeseables, gravando para ello el consumo de bienes de carácter nocivo (disminuir las
necesidades indeseables, modificando el comportamiento de los individuos: impuestos
sobre el tabaco…)
Colaborar al racionamiento de ciertos consumos en casos de escasez de oferta.
Recabar Ingresos tributarios afectados, conseguir recursos impositivos destinados
exclusivamente a determinadas actividades públicas.
5.2 Características
Son impuestos indirectos, que tienen como objeto de gravamen una manifestación
indirecta de capacidad contributiva y su carga se transmite a su destinatario (su
consumidor final) a través de la repercusión impositiva en el precio de los bienes o
servicios objeto de gravamen.
Son impuestos reales, se sustentan en una manifestación de capacidad vinculada
exclusivamente a las cosas o bienes determinantes de su exacción, no existiendo en
ellos nada que les asocie a persona alguna, salvo, claro está, el propio consumo (no
tienen en cuenta la situación personal de los individuos)
En su estructura no pueden incluirse elementos tendentes a subjetivizar su carga, es
decir, no se puede modular la carga del tributo en función de las circunstancias
personales y familiares que recaen en el contribuyente, tratándose en consecuencia de
impuestos objetivos.
Son impuestos de devengo instantáneo u ocasional, frente a los de devengo
periódico. Lógicamente, esta característica se deriva del carácter indirecto de estos
impuestos.
Los impuestos sobre consumos específicos pueden definirse como impuestos que
recaen sobre la circulación de determinados bienes, de naturaleza indirecta, carácter real,
objetivos y de devengo instantáneo.
Hay veces en las que la oferta de algún o algunos bienes es por completo
insuficiente para atender la demanda habitual de los mismos, dando lugar entonces a una
situación de escasez generalizada que, caso de perdurar en el tiempo y dependiendo del
tipo de bienes de que se trate, pueden derivar en conmociones sociales de consecuencias
impredecibles. Este tipo de situaciones se ha venido afrontando históricamente de dos
formas distintas:
Mediante controles administrativos directos de los mercados, concretados en un sistema
de precios intervenidos para los bienes escasos
Mediante impuestos selectivos al consumo de los bienes que escaseaban.
Entendemos como tributos que penalizan los consumos indeseables los que inciden
en la demanda de estos productos para tratar de minorar su consumo mediante la
elevación artificial de su precio, por ejemplo, los que gravan el consumo de bebidas
alcohólicas.
Dentro de los bienes y servicios susceptibles de ser consumidos, existen una serie de
ellos en los que concurren tres características:
Ser de consumo masivo
El control de su proceso de producción y comercialización es relativamente sencillo
Elasticidad de demanda/precio normal
Que los hace especialmente idóneos para ser objeto de gravámenes específicos, pues
con ellos se tienen garantizada una recaudación tributaria realmente sustanciosa con un
coste de gestión notablemente reducido.
Los tributos o ingresos públicos derivados del Poder Fiscal del estado están
integrados por tres modalidades distintas: los impuestos, las tasas y las contribuciones
especiales.
Tasa ingreso público coactivo (tributo), cuyo hecho imponible consiste en la utilización a
título particular o privado de un dominio público, así como la prestación de servicios públicos
que se refieran, afecten o beneficien directamente al contribuyente y sujeto pasivo de las
tasas, con la circunstancia de que tales servicios son de solicitud y recepción obligatoria
para quien las satisface y en ningún caso pueden ser prestados o realizados por el sector
privado.
Se trata de unos ingresos derivados del Poder Fiscal que el Estado detenta; se trata de
ingresos tributarios o tributos.
En algunos casos, como el de la utilización privativa de un dominio público es más o
menos perceptible la voluntad de incurrir en el supuesto de sujeción al tributo por parte
de quien ha de satisfacer la tasa, en la gran mayoría de los supuesto se trata de servicios
“prestados” por alguna unidad pública que nadie, por si mismo al menos, solicitaría que
se le prestasen, sino que se trata de un consumo que la administración obliga a los
contribuyentes a hacer, y que además no puede ser realizada por ningún otro agente que
no sea una unidad del sector público. Es por esto que su hecho imponible se produce
conjuntamente, a instancias de quien la paga (contribuyente), que es quién solicita la
prestación pública correspondiente, y de la Administración, que es la que obliga a
consumir la prestación que ella misma presta.
Tipos de de tasa:
Tasa de financiación era una fuente de ingreso que se destinaba a financiar
actividades de las unidades públicas que prestaban los servicios que daban lugar a las
tasas
Tasa fiscal
En cualquiera de los tres casos estamos ante tres tributos, esto es, ante prestaciones
coactivas en las que, por encima de cualquier otra consideración, prevalece la finalidad de
contribuir a la financiación de las actividades públicas. Esta primera y esencial característica
es la que obliga a que su implantación y existencia esté supeditado a un acto legislativos
expreso (aprobación de una ley específica), ya que en las sociedades democráticas cualquier
limitación de la libertad individual o amputación del patrimonio personal sólo es válida si
está respaldada por el pertinente pronunciamiento del Poder Legislativo en ese sentido.
2. LA DEUDA PÚBLICA
Al igual que cualquier otra unidad económica del sistema, el sector público puede
obtener los fondos que estime oportunos mediante la venta de títulos-valores en los
mercados de capitales nacionales o internacionales. Deuda Pública modalidad de ingreso
público por cuenta de capital, instrumentalizada mediante un contrato de préstamo entre un
organismo público (generalmente el Estado, pero no necesariamente él) y otro agente
económico del sistema, en virtud del cual, la unidad pública se compromete al pago
periódico de unos intereses y a la eventual devolución del capital prestado, caso de que la
deuda contraída tenga carácter amortizable, es indispensable la formalización del contrato
de préstamo con el prestamista, requiriéndose que dicha formalización se documente en un
título-valor. No hay que confundir Deuda Pública con el endeudamiento del sector público,
que además incluye el diferimiento de los pagos del sector público frente a los que con él
contratan, los pasivos de las cajas e instituciones públicas de crédito, así como por los
avales efectuados sobre operaciones realizadas por otros sujetos del sistema.
Definición:
Deuda Pública «contrato unilateral de derecho público, por el que una de las partes
(persona física o jurídica, pública o privada, nacional o no) entrega al estado u otro ente
público una determinada cantidad de dinero, comprometiéndose éste a satisfacer unos
intereses periódicos y a la eventual devolución del principal, caso de que en las condiciones
del préstamo esté estipulada su amortización».
Clasificación
Atendiendo a la moneda en la que se cifra el empréstito y el pago de los
intereses:
Deuda pública interna o nacional, dirigida al mercado interno de capitales que
se contrata en la divisa nacional
Deuda pública externa o exterior, dirigida a los ahorradores de otros países y
que implica el pago de intereses y devolución del principal en divisa extranjera.
Atendiendo al ente público que la emite:
Deuda pública del estado
Deuda pública local, emitida por entes públicos territoriales subrogados al
estado (ayuntamientos, comunidades autónomas e instituciones análogas).
Deuda pública de los organismos autónomos del estado.
Atendiendo a la duración del empréstito:
Deuda a corto plazo:
Cubre los déficits temporales de caja que se producen como consecuencia de la
ejecución no sincronizada de los ingresos y gastos públicos
Permite al estado actuar sobre el tipo de interés a corto
Deuda a medio plazo
Deuda a largo plazo:
Deuda amortizable, que ha de devolverse en plazo y fecha prefijados
Deuda perpetua que no obliga al estado a la devolución del principal y que
actualmente ha caído totalmente en desuso.
En España, estas tres clases de títulos se concretan en los Pagarés y las Letras del
Tesoro, con plazos de amortización que oscilan entre los 6 y los 18 meses, componen la
deuda a corto plazo; los Bonos del Tesoro, que por lo general tienen un plazo de
amortización inferior a los cinco años, constituyendo así la deuda a medio plazo y las
Obligaciones del Estado con un plazo de amortización superior a los cinco años y que
conforman la deuda a largo plazo.
Deuda pública singular: cuando el contrato de préstamo se lleva a cabo con un solo
sujeto, o varios que actúan en consorcio
Deuda pública general: los títulos de deuda se ofertan en el mercado general de
capitales para su libre contratación.
Deuda pública nominativa, en cuyos títulos figura siempre la identificación del
acreedor, siendo únicamente éste el que puede percibir los intereses y obtener la
devolución del principal
Deuda pública al portador, en cuyos títulos no consta identificación alguna y, por
ello, es al tenedor del título a quien se abonan ambos conceptos
Siendo en última instancia el motivo para hacerlo de una u otra forma la relación
que exista entre el capital desembolsado, los intereses devengados y el interés del
mercado de capitales.
Conversión de la deuda reducción unilateral por parte del Estado del tipo de interés
devengado por la deuda con el consentimiento de los acreedores, los cuáles, o bien aceptan
la rebaja del interés, o bien se procede a la devolución del capital suscrito en su día;
entendiéndose por lo tanto que una conversión ha tenido éxito cuando los tenedores de
títulos aceptan en su mayoría la conversión propuesta.
Han de darse dos condiciones para que el Estado pueda proceder a una conversión
de la deuda viva:
Una de naturaleza jurídica, consiste en que la deuda sea convertible, lo cual se
resuelve en las condiciones de emisión y suscripción que es donde se explicita tal
posibilidad.
Las conversiones no vienen siendo muy frecuentes por dos razones bien distintas:
Porque se trata de un repudio parcial encubierto de las obligaciones del Estado, ya que
el crédito público descansa en buena medida sobre el respeto a los compromisos
adquiridos.
Dado que las emisiones de deuda tienden se hacen cada vez a más corto plazo, no hay
tiempo material para que a lo largo de su período de existencia se produzcan
alteraciones de los tipos de interés lo suficientemente perdurables como para que el
estado pueda proceder a una conversión.
El sector público puede utilizar el sistema de precios para alcanzar los objetivos
sociales, materializándose a través de
Actividad pública empresarial unidades públicas productoras de bienes y servicios
destinados a los mercados correspondientes.
Intervenciones normativas de obligado cumplimiento en actividades o sectores
económicos concretos y/o en los precios que en ellos rigen.
Además existe la idea de que está integrado por empresas de gran dimensión de
planta y nutrida plantilla de empleados de la que es titular exclusivo el estado, que es quien
fija sus objetivos y controla su funcionamiento y resultados. Esta idea no refleja la realidad
actual
Mediada la década de los 80 del Siglo pasado se llevó a cabo una política de
privatizaciones por la que una gran parte de las empresas públicas pasaron a depender de
grupos económicos o inversores privados, tanto nacionales como extranjeros.
El DRAE entiende por privatizar: «transferir una empresa, un bien o una actividad
pública al sector privado», lo que, ciñéndonos a las empresas públicas, incluye como
privatización las siguientes operaciones:
La venta de una empresa pública a otra privada (caso de SEAT, que fue vendida a
VOLKSWAGEN) o a un grupo empresarial privado. Las corporaciones públicas vendidas a
sus propios trabajadores.
La venta en bolsa de una parte de las acciones de una empresa pública sin que ésta
deje de estar bajo control público.
La venta de parte de los activos de una empresa pública (terrenos, edificios,
concesiones, plantas de producción, o una filial) sin vender formalmente ésta.
Existen estudios comparativos cuyos resultados favorables lo son tanto para las
empresas privadas como para las empresas públicas e incluso con muy escasa
diferencia entre ambas.
Que una buena parte de los casos de empresas públicas que operan con pérdidas se
corresponde a las que producen bienes y servicios con “precios políticos”, precios fijados
de acuerdo a criterios ajenos al coste de producción de tales bienes y servicios en
cumplimiento de ciertos objetivos socioeconómicos impuestos exógenamente, por lo que
en ellas carece de sentido aplicar la ecuación: pérdidas = ineficiencia.
Que los estudios en cuestión también muestran empresas privadas o grandes grupos
empresariales privados que presentan pérdidas reiteradas. Las empresas públicas
operan con niveles análogos de rentabilidad que las privadas con las que se las
habitualmente se las compara; lo que fundadamente permite dar por sentado que sus
gestores están sujetos a similares sistemas de control y de incentivos que los del sector
privado.