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Con un 5% de crecimiento anual promedio del PBI entre 2000 y 2017, el Perú se ha destacado

como uno de los líderes de desempeño económico en América Latina durante este siglo,
incluso en períodos de crisis internacional. Gracias a ello y a sus políticas públicas, ha
alcanzado importantes logros sociales como reducir la pobreza monetaria a menos de la mitad
entre 2004 (58.7%) y 2016 (20.7%), y ubicarse como uno de los países que más redujo la
desnutrición crónica entre menores de cinco años, pasando de afectar a la cuarta parte de
niños y niñas en 2000, al 13% en 2017. En el último lustro, y en un contexto de menor
crecimiento después del período de bonanza, han continuado los avances sociales, pero a un
ritmo más lento de reducción de la pobreza y de otras brechas importantes. Los retos para
sostener el desarrollo social se hicieron especialmente evidentes en 2017, cuando se
retrocedió frente a la pobreza (de 20.7 a 21.7%), tanto rural como urbana. Esta situación no
sólo es resultado del menor crecimiento económico, sino también de un crecimiento que se
hace menos inclusivo en años recientes, como lo evidencia el Índice de Desarrollo Inclusivo del
Foro Económico Mundial (2018). Las limitaciones para traducir el crecimiento en inclusión han
incidido en menores avances en el desarrollo: según Naciones Unidas, entre 2012 y 2017 el
país se mantuvo en la misma posición del ranking mundial del Índice de Desarrollo Humano,
mientras vecinos como Bolivia, Brasil, Colombia y Ecuador escalaban posiciones. Como en
cualquier país, la política social es clave para asegurar que el crecimiento sea inclusivo y
contribuya al desarrollo sostenible y el ejercicio de derechos. En el Perú, este ámbito de las
políticas se renovó significativamente con la creación del MIDIS en 2011 y con la
implementación de la Estrategia Nacional de Desarrollo e Inclusión Social (ENDIS) a partir de
2013. Estos permitieron ordenar y orientar las políticas sociales, y registraron destacados
logros entre las poblaciones más excluidas del país, especialmente en las áreas rurales, donde
reside poco más de la quinta parte de la población nacional. Hoy, sin embargo, existen diversas
razones para reanudar el proceso de renovación, buscando ampliar gradualmente los alcances
de las políticas hasta atender a toda la población en situación de exclusión, no sólo a los más
pobres en áreas rurales (aunque sin dejar de priorizarlos). Además de la urgencia de recuperar
el carácter inclusivo del crecimiento y el ritmo acelerado de reducción de brechas, es preciso
abordar los cambios y nuevas tendencias que enfrentan los peruanos y peruanas (revelados
por el Censo de 2017), a la vez que cumplir nuevos compromisos del Estado, como los
objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y las metas de la Política General del
Gobierno a 2021. Se requiere de una renovada Política Nacional de Desarrollo e Inclusión
Social (PNDIS) con mirada de largo plazo, que permita enfrentar la exclusión social de manera
más integral y asegurar el cumplimiento de los derechos sociales y económicos de todas y
todos. Al mismo tiempo, una política que permita construir el capital humano necesario para
mejorar nuestra competitividad y productividad, sentando las bases para el crecimiento
futuro. Finalmente, conscientes de los retos institucionales y políticos del país, la PNDIS a 2030
también debe promover el protagonismo ciudadano y de los gobiernos locales y regionales en
el desarrollo social, lo cual permitirá fortalecer la gobernabilidad democrática y formular
intervenciones más apropiadas para cada territorio. Con estos fines en mente, la PNDIS a 2030
plantea cuatro grandes objetivos, priorizando a la población en situación de pobreza o
vulnerabilidad, pero apuntando al ejercicio de derechos de todos y todas.

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