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El Ancho Mar de os Sargazos 1

…la muerte galopa en la prisión como un caballo blanco


la muerte luce en la sombra como los ojos de los gatos…

Aimé Cesaire, Las Armas Milagrosas.

Cuba, marzo de 1983. Hay mucha luz y todo resplandece, como en todo el Caribe, en las Antillas. Siente
una de pronto la voz del poeta Aimé Cesaire; la voz barroca de Alejo Carpentier; las palabras de Martí;
presiente la casa de Dulce María Loynaz; reverbera con los pasos de Lezama Lima y escucha el hastío de
Julián del Casal… al fondo, el mar inmenso cuando estalla contra el malecón, repite las voces de estos
poetas y un remolino en el pecho se acentúa.

Un cubano de amplia sonrisa y con un nombre inolvidable, Conrado, nos lleva a visitar las librerías de
La Habana. Por primera vez en mi vida puedo llenar un carro de supermercado con libros que poco a
poco iré leyendo. Entre todos los que he escogido, me enamoro a primera vista de uno: Ancho Mar de
Sargazos de Jean Rhys, una escritora inglesa que nació y creció en las Antillas.

Aquí en la isla todo deslumbra, las casas antiguas, los diferentes estilos arquitectónicos que parecen
formar parte de las novelas de Carpentier, la Bodeguita de en medio, la casa de Ernest Hemingway, las
filas de la gente comprando libros y colmando los carritos, la amabilidad y alegría de los cubanos, su
acercamiento cálido y hasta sus piropos. Nunca podré olvidar, por ejemplo la ternura de Conrado hacia
mí y el delicioso jugo de naranja del desayuno en el hotel habanero.

Ignoraba que el libro del que me había enamorado iba a acercarme a Cuba y a la cultura de los
afrodescendientes, tanto así, que para mí, el Caribe representa un mundo tan rico y fabuloso como lo es
la antigüedad clásica. Conforme transcurre el tiempo y leo y releo a Alejo Carpentier y a Jean Rhys
este amor se recalca, incrementa y crece. A mí también me subyuga el misterio de la santería, la
espiritualidad de origen africano tan presente en esta parte del mundo.

De vuelta a casa, tras una semana en Cuba, y luego de rogar para que me dejen pasar por el aeropuerto
con semejante cargamento de libros, me dispongo a hacer lo que más me gusta en la vida: leer. Esta
forma de vivir es mi viaje permanente, he viajado poco a otras tierras, pero tengo amigos escritores a
través de la lectura. Así que aquí empiezo un rito nuevo, el rito de penetrar en la mente magistral de
Jean Rhys, una autora olvidada, que a partir de la década de los setenta, empezó nuevamente a resurgir
ya que se realizaron numerosos estudios sobre su obra, en especial sobre el último libro que menciono
en este escrito.

Ancho Mar de Sargazos, novela que ocurre en las Antillas, Martinica, Jamaica, Dominica, tierra esta en


la que nació Rhys, está dividida en tres capítulos. En la primera parte, la niña y protagonista principal
de la novela, Antoniette Mason o Cosway, cuenta la historia de su madre, Bertha. Este personaje,
Bertha, lo tomó Rhys de la novela Jane Eyre, es un personaje menor que en Ancho Mar de los
Sargazos aparece como una figura principal, y en este primer capítulo se habla de su historia. Bertha
Mason es una mujer que enloquece y que su segundo marido mantiene encerrada en un cuarto
en Inglaterra. Parte de esta historia se narra precisamente en Jane Eyre.

El segundo capítulo del libro lo narra el marido de Antoniette Mason, quien se ha casado con ella por
conveniencia y se va a vivir con su esposa a una pequeña isla del Caribe, donde ella, la heredera de su
madre, cuenta con una pequeña hacienda. El nombre del marido nunca se menciona en la novela, mas
sí su apellido: Rochester. Este había acordado con el padrastro de Antoniette que él se haría cargo de
ella y de su fortuna. Es decir, que en adelante ella no podrá disponer de su herencia nunca más.

Al marido no le gusta el ambiente de los afrodescendientes y recela y desconfía de ellos, el deseo


empieza a irse y, desesperada, Antoniette le pide ayuda a su empleada de siempre, que la ha cuidado
desde niña, Christophine, una afrodescendiente que conoce todas las artes del obeah. Y aquí cabe citar
la definición de Diane Paton, quien al referirse a esta práctica espiritual explica que: "De hecho, una de
las cosas más interesantes e importantes del obeah es que se trata de algo en lo que casi nadie confiesa
creer o practicar,y aun así casi todo el mundo concuerda en que ha sido muy importante en
las sociedades del Caribe anglófono. Su importancia reside en la indeterminación de sus significados. Es
un término que por largo tiempo ha connotado un peligroso poder espiritual que ciertos individuos
pueden controlar y utilizar parapropósitos específicos. Significa también una conexión con la religión y
la cultura africanas, y usualmente se usa para describir las técnicas curativas y el manejo de lo
sobrenatural empleados por muchas religiones afrocaribeñas. Sin embargo, las personas aludidas en
estas prácticas por lo general niegan la práctica del obeah; para ellas se trata de "ciencia" u "obra
espiritual". En esta última acepción, el término obeah resulta un medio para estigmatizar, condenar y,
lo que es sumamente importante, criminalizar a muchas comunidades religiosas.[1]

Pese a todos los embrujos, el amor se va, se ha ido. Por otra parte, un supuesto hermanastro de
Antoniette, le escribe una carta al esposo hablándole horrores de su esposa y de su madre Bertha; es así
como Rochester empieza a desconfiar aún más de su esposa y del entorno que lo rodea y de los
sirvientes. El paisaje hermoso se convierte en una verdadera prisión. Una noche, Rochester empieza a
formularle preguntas a su esposa en relación con el pasado, quiere que ella le diga con certeza si su
madre está viva o muerta y si verdaderamente estaba demente.

Antoniette hace un esfuerzo y le cuenta la verdad a su marido; luego lo invita a beber y en la bebida
coloca el embrujo que Christophine ha preparado. El hombre enferma, tiene náuseas y se va por el
camino. Luego hace averiguaciones sobre Christophine con las autoridades de Jamaica y en
un informe le dicen que es una mujer peligrosa porque realiza prácticas de obeah, prácticas que se
castigan fuertemente. Rochester enfrenta a Christophine porque Antoniette, tras una noche de pasión,
ha quedado totalmente desencajada. Después de la discusión que tiene con esta, decide marcharse con
su mujer para Jamaica y más adelante regresan a Inglaterra, donde Antoniette pasa la vida encerrada en
una habitación, pues así lo ha decretado su marido. Este, por otra parte, empieza a llamarla Bertha con
el nombre de su madre, de manera que fusiona a las dos mujeres en el espectro de la locura. Se supone
que la dolencia es genética… ¿será posible determinarlo de una manera tan tajante en una realidad
donde impera el mandato patriarcal? Nunca llegó el amor, se trató de una venta, de la cosificación de
una mujer a quien se le arrebata la dote y queda a merced de su opresor.

Precisamente el tercer y último capítulo es narrado por Antoniette, quien, recuerda a su madre y su
época de niñez en Coulibri, en Jamaica, y rememora cuando los afrodescendientes, insurrectos les
quemaron la casa. En este capítulo ella logra escabullirse de su habitación y una noche, tras soñar con
un espectacular incendio, al despertar sabe cuál es la acción que va a ejecutar. Quemará la casa donde
vive y sí, el principio y el fin se cierran con la aniquilación, la locura y la muerte.

Si bien la crítica ha señalado que la novela de Rhys es poscolonial conviene detenerse en diferentes
aristas y facetas que están presentes en la obra. En primer término, es necesario hacer mención que
países como Jamaica y todos los territorios que conocemos como las Antillas, fueron colonia de
Inglaterra y de otras potencias europeas desde el siglo XVI. De manera que a partir de esa fecha, estos
países al igual que toda la América Latina va a vivir el proceso de un capitalismo dependiente, según lo
señala acertadamente Fernando Henrique Cardoso en su teoría sobre la dependencia.

La época que retrata Jean Rhys en su novela cumbre, es posterior a 1833, fecha en la que se promulga
en Inglaterra la Ley de Emancipación que declaraba oficialmente en libertad a los esclavos negros. En
una parte de esta novela, se habla concretamente de esta ley.

En el mundo que nos presenta esta autora antillana y de padres ingleses, se mezclan las culturas: la
inglesa, la española y la francesa, de manera que el lenguaje se combina con palabras que provienen de
dichos países, así como el patois, que es la fusión de las lenguas africanas con el francés. A pesar de la
mezcla de lenguas, la escritura de Rhys no llega a lo barroco, como lo hace en décadas posteriores, Alejo
Carpentier.
Dado que la novela parte de un conocimiento verdadero y cercano de la cultura negra, es necesario
señalar que la familia de Rhys participó de la venta de esclavos, práctica común en esa tierra durante
ese periodo. Ella, la autora, por su parte siempre quiso ser negra. No obstante, esa contradicción radical
va a estar presente en la novela que se analiza y algunos fragmentos son dignos de mención.

En el primer capítulo, por ejemplo, Antoniette cuenta su relación con una niña negra, Tia, con la que
jugaba; al final, luego de que la casa de Coulibri es incendiada, corre hacia ella con el propósito de
encontrar ayuda, mas recibe una filosa pedrada en la cabeza que la deja en cama durante varias
semanas. "Mientras corría, pensé: "Iré a vivir con Tia y seré como ella." No abandonar Coulibri. No
marcharse. No. Cuando estuve cerca de ella, vi la piedra puntiaguda en su mano pero no la vi lanzarla.
Tampoco la sentí, sólo algo húmedo que me caía por la cara. La miré y vi contraerse su rostro cuando
rompió a llorar. Nos miramos fijamente, yo con sangre en la cara, ella con lágrimas en la suya. Era como
si me mirase a mí misma, como en un espejo."

Aquí se da el reconocimiento del otro o más bien de la otra, pero no es posible vencer el odio que genera
la antigua esclavitud, así como las relaciones de desigualdad y de subordinación que se mantienen aun
cuando ya los negros han sido libertados. Tia nunca podrá ver a Antoniette como su amiga.

Y aquí me detengo por unos instantes, para citar al intelectual y poeta Aimé Cesaire, quien junto con
Franz Fannon aportaron postulados imprescindibles para comprender la relación entre colonizador y
colonizado. En la obra intitulada Discurso sobre el colonialismo, Cesaire señala lo siguiente: Me toca
ahora plantear una ecuación: colonización = cosificación. Oigo la tempestad. Me hablan de progreso, de
"realizaciones", deenfermedades curadas, de niveles de vida por encima de ellos mismos. Yo, yo hablo
de sociedades vaciadas de ellas mismas, de culturas pisoteadas, de instituciones minadas, de tierras
confiscadas, de religiones asesinadas, de magnificencias artísticas aniquiladas, de extraordinarias
posibilidades suprimidas.

Y es que el encuentro entre Rochester, que representa a los civilizados europeos y Antoniette, quien
pese a ser blanca, es una criolla, una mujer que ha crecido en Jamaica y que ha adoptado costumbres de
los negros, entre ellas los rituales del obeah, no es sino la dinámica del colonizador que pone de rodillas
a su víctima, le roba su dignidad y la devasta. La sensación que experimenta ella de no pertenecer, la
hará crecer con un sentimiento deinseguridad y de desclasamiento, en especial porque durante una
época en que, tras la muerte su padre, Cosway, su madre queda en la más absoluta pobreza y tal hecho
sirvió para que los negros los llamaran "cucarachas blancas".

Como bien lo apunta Cesaire, en la obra ya citada, el colonialismo destruye y desgarra a las gentes
colonizadas, desmantela sus economías y sus formas de vida, con el único propósito de producir unos
cuerpos y subjetividades dóciles a la acumulación de riqueza. Pero, además, señala un punto
fundamental, el del "ensalvajamiento" de la Europa colonizadora y la "bestialización" del colonizador. Y
en esta novela, vemos esta realidad cumplirse ante nuestros ojos. Porque, si partimos del hecho que
la conquista y posterior colonización de América es un trauma, una herida todavía presente en la psique
de los habitantes, ¿no es cierto que la opresión para quien la vive es una forma de locura? ¿Y no es
cierto, asimismo, que quienes perpetran estos actos también pueden ser calificados como dementes?

En esta obra de ficción pueden apreciarse diferentes formas de dominación. Por un lado está la
supremacía de una raza sobre otra, por otra parte, se da la subyugación debido al carácter dependiente
de las islas del caribe respecto a los centros de poder metropolitano. Pero también está presente, y de
una manera muy notoria, la desigualdad entre hombres y mujeres, propia del patriarcado. Se puede
observar en diferentes momentos y escenas que los hombres, Mason y Rochester, son quienes deciden
encerrar a sus respectivas mujeres; son ellos quienes controlan todo lo relacionado con las posesiones y
la riqueza. A ellos se les entregan las dotes tanto de Bertha como Antoniette. Y ambos deciden
considerarlas locas y encerrarlas. La locura es una herida, una herida más, además del trauma de la
opresión colonial.
Sin embargo, también aparece otro poder, un poder que no está autorizado, no es reconocido y es
castigado, es el poder del obeah que ostentan los negros, en este caso la empleada Christophine. Pero
como se trata del poder del "otro", este sí es un poder que se condena, se castiga.

Habría que agregar también la contradicción insalvable entre el punto de mira occidental y el que
presenta la cultura negra, con sus dioses, su espiritualidad y sus ritos. Para los negros la noción de
"Inglaterra" les resulta irreal, mas para un inglés como Rochester, estas islas son "irreales".

1985. San José, cualquier día lluvioso es ideal para sentarse a leer reposadamente, y es así como una
tarde oscura, acaricio, todavía sin leer, el libro intitulado María La Noche de Anacristina Rossi. Empiezo
a perderme entre las páginas, viajo a una realidad que me toca y me traspasa, la autora me remite a la
década del setenta, cuando todos los jóvenes de aquel momento íbamos a tomar el poder con la
imaginación. Y trazo en mi mente una urdimbre y siento que el personaje protagónico de esta primera
novela de Rossi, guarda elementos comunes con Antoniette. Pero calma, me digo, es tan solo una
intuición que debo ver si se cumple tras la lectura de esta obra que me ha realmente fascinado.

María la Noche, cuya portada evoca una flor, la reina de la noche que crece en buena parte de los
jardines de este país, contiene una simbología que remite necesariamente a una lectura erótica, como
erótica es toda la narración con la que esta autora hechiza a los lectores.

La novela está estructurada a partir de los recuerdos de Mariestela. Un día de tantos, esta joven es
depositada en Londres. Es su padre quien ejecuta tal acción. Al igual que en la novela de Rhys, la joven
protagonista pertenece al sector privilegiado de la sociedad en un país eminentemente agrícola, igual
que las antiguas colonias de las Antillas. Se trata de una antigua colonia, de un país donde impera el
capitalismo dependiente, también.

Precisamente la época en que se publica María La Noche, 1985, en Costa Rica y en toda la América
Latina se impulsan las reformas estructurales, se dejan de lado todas las políticas propias del estado de
bienestar y se recortan los presupuestos destinados a la inversión social. Aquí, en esta coyuntura, las
políticas las traza el Fondo Monetario Internacional y otros organismos semejantes, así como las que
dicta el gobierno de los Estados Unidos.

En contraposición con esa realidad, en la que poco a poco se irá imponiendo la ley del mercado y de los
sectores financieros, la joven Mariestela surge como una voz proclive a la resistencia, representa en sí
misma "el otro camino".

Cabe decir que la novela María La Noche simbolizó en 1985 la obra más atrevida que se haya publicado
en Costa Rica; después, en décadas posteriores, habría que examinar la novela Teoría del Caos de
Alexander Obando, pero eso ya es una tarea que podría realizar quien escribe en el futuro.

Antes de detenerme en el análisis, conviene presentar algunos conceptos de Hélén Cixous, feminista
francesa, quien lanza una crítica al pensamientobinario machista, que se refiere fundamentalmente a
los siguientes opuestos: actividad/pasividad; sol/luna; cultura/naturaleza; padre/madre;
cabeza/corazón y así en adelante. Y cabe citar, asimismo, la siguiente apreciación que de ella expresa
Toril Moi: Todo su proyecto ideológico se puede resumir como un intento de deshacer
esta ideología logocéntrica: proclamar a la mujer como fuente de vida, poder y energía, y dar la
bienvenida a un lenguaje femenino que derribe estos esquemas binarios machistas en los que
logocentrismo y falocentrismo se alían en su lucha por oprimir y silenciar a las mujeres.[2]

Este punto de vista, contrario al logocentrismo es lo que revela Anacristina en esta su primera novela.
Precisamente el personaje femenino, Mariestela va a empezar a derribarle a Antonio esta lógica binaria
y lo enfrentará entre otras realidades, con la sensualidad, con la posibilidad, por ejemplo, de saber que
existen otros contextos que no se pueden vislumbrar por medio de la fría razón.

Antonio, por ejemplo, desde que ve por primera vez a Mariestela en un bar, tiene una alucinación y la
ayuda, pues percibe que la van a asesinar. A lo largo de muchos capítulos estas alucinaciones se van a
presentar, y es que Mariestela, desde su niñez ha sido objeto de un conjuro, y vivió, entre otras
circunstancias, la experiencia del vudú. La experiencia la va a evocar Mariestela como un ritual
sangriento, cuando hombres blancos y una mujer, blanca, también practican el sacrificio sangriento
de niños. Porque en la práctica del vudú se realizan sacrificios, algunos de ellos para limpiar; en otros,
para castigar. De manera que la sangre, en esta obra, es un símbolo especial, de muerte y, de la misma
manera, de vida.

Mariestela hace que Antonio se enfrente a diferentes realidades, como por ejemplo con la opción de
vivir una relación triangular, al hacer que conviva con ella y su amiga Octava. Asimismo, lo hará
probar las drogas y vivir una relación homosexual. En realidad, en esta novela está presente
la sexualidaden su forma más libre y rupturista, aquí, "las perversiones" rompen con todo.

Antonio representa al joven exitoso que está escribiendo un libro sobre economía y quien se enfrenta a
diferentes tesis de teóricos como Sraffa, Carlos Marx, Keynes y demás.

Precisamente, Inglaterra, país donde se desarrolla esta novela, ponía en boga en esa época todas las
políticas neoliberales impulsadas por Margaret Tatcher y Ronald Reagan. En ocasiones, en los diálogos
entre Mariestela y Antonio se trasluce la necesidad de hallar una nueva teoría englobadora a la manera
de Carlos Marx. ¿Será posible? Por cierto, la novela es rica en alusiones teóricas del campo de
la economía. Una lectura puede hacerse desde esa perspectiva; sin embargo, no es esta la apuesta que
persigo, aunque ciertamente, sería hermoso hallar en una novela un personaje basado en Sraffa que
cuente la entrañable amistad entre este y Antonio Gramsci…

En medio de este mundo que transcurre entre la academia, la relación triangular y las diferentes dudas
y obsesiones que va experimentando Antonio, Mariestela, a la manera de un contrapunto, le narra su
vida en la provincia de Limón, en el caribe costarricense.

Las descripciones del paisaje y de la vida de los pobladores están colmadas de belleza y de sobresaltos;
se evidencia en estos segmentos la economía bananera dependiente de las metrópolis, en especial de los
Estados Unidos, con la presencia de la United Fruit Company, así como la dura realidad que enfrentan
los finqueros exportadores, entre ellos su abuelo y su padre.

De inusual ternura y encantamiento verbal es la relación de Mariestela con los animales, en especial con
la yegua Flicka. De igual manera, la relación que de niña establece con el personaje que llama Negro, es
muy sobrecogedora. Este hombre es quien establece una relación con los hombres y la mujer blanca
para practicar el vudú.

No obstante, uno de los capítulos más impactantes lo constituye el papel de su madre y la relación de
amor y odio que se establece entre ellas. Es justamente a través de su madre que la niña va a vivir la
experiencia del vudú. A partir de esta experiencia, la madre se ensañará con la hija. Para explicarlo en el
lenguaje del psicoanálisis, la protagonista pasa del orden imaginario al simbólico en medio de un
trauma, un dolor, una herida de la que da cuenta la novela.

La obra de Rossi se desarrolla a través de veinticinco capítulos. Para mí, el mayor acierto de la novela lo
constituye el haber dejado abandonada la escritura falocéntrica propia de la escritura masculina; lo
cierto es que su verbo crece y se extiende, se abre, se ramifica, golpea, presenta mundos sensuales y
sexuales nunca explorados en la literatura costarricense. Si bien, Mariestela representa la vitalidad
femenina en contraposición con la pasividad femenina de Antoniette en Ancho Mar de los Sargazos, hay
algunos momentos en que a Mariestela la invade el llanto, la pasividad y el desaliento. Mariestela
representa el descubrimiento a través de los sentidos, de la sensualidad, en contraposición con el
mundo académico y erudito de Antonio.

Pero, me pregunto ahora, ¿cuál fue, en síntesis, la urdimbre que tracé en relación con estas dos
muchachas criollas, separadas en el tiempo, pertenecientes ambas a una clase social alta pero que en el
trayecto ambas son dos seres absolutamente desposeídos?
Debo decir que no quiero que se muera ninguno de los dos personajes femeninos, y es aquí donde
empieza mi propio rito. ¿Qué rasgos comunes tengo yo con ellas? ¿Por qué razón ambas me son tan
familiares y cercanas? Si las pierdo, me digo, si se desvanecen, me quedaría desolada, como Unamuno,
esperando que a la vuelta del tiempo, estos personajes vuelvan a aparecer.

Aquí inicio mi propio ritual y me abandono también a la locura. He viajado al fondo del inconsciente
también yo, he llegado a la puerta oscura, me he quedado perpleja y como mujer activa y pasiva y en
ocasiones doliente, sé por qué estas dos mujeres se adentran en mi piel. Cierto que la voz del
inconsciente es la de la madre, es el susurro, la simiente, ¿es que acaso mi madre es una herida que
atraviesa la psique personal y el inconsciente colectivo?

Permito, por lo tanto, que ambas vengan a mostrarme el camino del inconsciente. A Mariestela todavía
nadie le ha descubierto el hemisferio izquierdo de su cerebro, es todavía una muchacha en formación
que experimenta en la novela cierto desdén por la academia. Tal y como sucede con Antoniette, se
supone que muere, pues quienes le practicaron el hechizo durante la infancia vuelven a aparecer bajo
otras formas. Muere, dicen, a causa de un terrible conflicto pasional.

Tanto Mariestela como Antoniette viven en su infancia la muerte de un caballo, símbolo de nobleza,
emblema también del camino, de la gallardía y el poder. Algo pierden ambas en la infancia: el amor de
la madre. La madre de Antoniette muere; y la de Mariestela se transforma en una profundamente
destructiva.

No obstante, el proceso que vive Mariestela es de individuación, logra vivir, experimentar y disfrutar de
su vida sexual. Antoniette, en cambio vive determinada por la enfermedad de su madre, tanto así que
Rochester la llama Bertha en lugar de Antoniette; ella nunca logra cortar las ataduras con la madre y
con la locura. Tampoco con la postración que este conjuro le impone.

Mariestela aparece al principio de la novela viviendo en una cueva, llora, guarda silencio, esa cueva
representa el útero materno… sale de la caverna y encuentra el camino de la libertad. Sin embargo, me
pregunto, ¿este es el inicio o el final de la novela?

Rochester no evoluciona, pero aunque el personaje Antonio sí lo hace, la "existencia" de estas dos
mujeres, me permiten vislumbrar una realidad de predominio masculino, tanto que me pregunto si la
locura de Antoniette no será una forma de defensa frente a un orden dominante y aplastante.

Habría que hablar aquí de diversas formas de dominio: el del colonizado, el de la desigualdad entre
hombres y mujeres, el de la fría razón en contrapartida con vidas femeninas que brotan de la tierra de
manera excelsa, vibrante, pero que son avasalladas por una noción de poder y de superioridad
masculinas.

Y para concluir, hago propios algunos pensamientos de Hélene Cixous, quien dice que escribir para una
mujer es una acto de des-censura por medio del cual recupera su propias fuerzas, se adueña de su
cuerpo, de su sexualidad y de sus órganos. Y es que solo así, apropiándose de la totalidad del ser se logra
concebir un tejido, una urdimbre, una trama desde la propia feminidad.

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