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La percepción suele ser confundida con la realidad. Sin perjuicio de ello, por lo general la
percepción sobre un estado de cosas no siempre se condice con lo que ocurre en la realidad. Un
buen ejemplo de esto lo encontramos en el problema público de la delincuencia e inseguridad
ciudadana en nuestro país.
Por lo general la gravedad de este problema es percibido por la ciudadanía de una forma que no
necesariamente converge con lo que los indicadores sobre delincuencia confirman y que más bien
describen a Chile como un país con índices delincuenciales moderados o bajos. Ahora bien, en lo
que dice relación con la percepción de la corrupción sucede justamente lo contrario. La percepción
sobre este problema público ha sido más bien positiva, ya que tanto local como
internacionalmente se percibe a Chile como un país con baja corrupción.
En efecto, Chile está muy bien posicionado en los rankings de corrupción y transparencia (ver
Corruption Perception Index de Transparencia Internacional - puesto 24 en el año 2016 de entre
176 países o Encuesta de corrupción 2016 de Libertad y Desarrollo), sin que ello implique que en la
realidad exista más corrupción y opacidad en nuestros mercados y el Estado de lo que nuestra
percepción colectivamente recoge cada año. Es cosa de ver los casos de corrupción privada y
pública que han sacudido Chile en los últimos años (financiamiento irregular de la política - Penta,
SQM -, Caval, colusiones en la industria del pollo o del papel tissue, Carabineros, Milicogate,
Odebrecht, entre otros).
Esta percepción positiva muchas veces condiciona la manera en que empresas nacionales y
extranjeras se aproximan a este problema en nuestro país, que tienden a promover contextos
organizacionales donde se minimiza los graves riesgos legales, económicos y de pérdida de
reputación que la corrupción puede gatillar para sus operaciones comerciales.
El riesgo asumido se hace aún más evidente para personas jurídicas que caen dentro del alcance
extraterritorial de Leyes como el Foreign Corrupt Practices Act (FCPA) de los Estados Unidos o el
UK Bribery Act del Reino Unido, que establecen elevadísimas multas para sus infractores, que por
ejemplo, perfectamente podría confirmarse para el caso de una de las tantas empresas chilenas
que cotizan en la bolsa de Nueva York.
En este sentido, cobra gran importancia para los directores y gerentes de empresas chilenas con
presencia internacional y de multinacionales con operaciones en Chile, el no dejar que esta
percepción reinante en los rankings relaje de alguna manera la observancia de medidas
organizacionales internas para hacerse cargo de esta problemática, tales como mecanismos
internos efectivos de control (como la protección al whistle-blower o informante interno), la
consolidación de registros contables precisos y fidedignos, e investigaciones periódicas internas.
Rafael Pastor
Escuela de Derecho