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Revolución rusa

El término Revolución rusa (en ruso, Русская революция,


Rússkaya revolyútsiya) agrupa todos los sucesos que
Revolución rusa
condujeron al derrocamiento del régimen zarista imperial y a la
instauración preparada de otro, leninista republicano, entre
febrero y octubre de 1917, que llevó a la creación de la
República Socialista Federativa Soviética de Rusia. El zar se
vio obligado a abdicar y el antiguo régimen fue sustituido por
un Gobierno Provisional durante la primera revolución de
febrero de 1917 (marzo en el calendario gregoriano, pues el
calendario juliano estaba en uso en Rusia en ese momento). En
la posterior revolución de octubre, el Gobierno Provisional fue
eliminado y reemplazado con un gobierno bolchevique de
tendencia comunista conocido como el Sovnarkom. Consejo de obreros de la fábrica Putílov, que empleaba a
más de 35 000 personas y que constituyó uno de los
La Revolución de Febrero se focalizó, originalmente, en torno a
principales núcleos revolucionarios de Petrogrado, actual
Petrogrado (hoy San Petersburgo). En el caos, los miembros del
San Petersburgo
parlamento imperial o Duma asumieron el control del país,
formando el Gobierno provisional ruso. La dirección del Contexto del acontecimiento
ejército sentía que no tenían los medios para reprimir la Fecha 8 de marzo-8 de
revolución y Nicolás II, el último emperador de Rusia, abdicó. noviembre de 1917 (8
Los sóviets (consejos de trabajadores), que fueron dirigidos por meses)
facciones socialistas más radicales, en un principio permitieron Sitio Imperio ruso
al gobierno provisional gobernar, pero insistieron en una Impulsores Pueblo ruso
prerrogativa para influir en el gobierno y controlar diversas Influencias Comunismo, Socialismo,
milicias. La revolución de febrero se llevó a cabo en el contexto ideológicas de los Bolchevismo,
de los duros reveses militares sufridos durante la Primera impulsores Menchevismo
Guerra Mundial (1914-1918),1 que dejó a gran parte del Gobierno previo
ejército ruso en un estado de motín.
Gobernante Zar Nicolás II
A partir de entonces se produjo un período de poder dual, Forma de gobierno Monarquía constitucional
durante el cual el Gobierno provisional ruso tenía el poder del con poderes absolutos
Estado, mientras que la red nacional de sóviets, liderados por Gobierno resultante
los socialistas y siendo el Sóviet de Petrogrado el más Gobernante Vladimir Lenin
importante, tenía la lealtad de las clases bajas y la izquierda Forma de gobierno Estado socialista
política. Durante este período caótico hubo motines frecuentes,
protestas y muchas huelgas. Cuando el Gobierno Provisional
decidió continuar la guerra con Alemania, los bolcheviques y otras facciones socialistas hicieron campaña para detener el
conflicto. Los bolcheviques pusieron a milicias obreras bajo su control y los convirtieron en la Guardia Roja (más tarde, el
Ejército Rojo) sobre las que ejercían un control sustancial.

En la Revolución de Octubre (noviembre en el calendario gregoriano), el Partido bolchevique, dirigido por Vladímir Lenin, y los
trabajadores y soldados de Petrogrado, derrocaron al gobierno provisional, formándose el gobierno del Sovnarkom. Los
bolcheviques se nombraron a sí mismos líderes de varios ministerios del gobierno y tomaron el control del campo, creando la
Checa, organización de inteligencia política y militar para aplastar cualquier tipo de disidencia. Para poner fin a la participación
de Rusia en la Primera Guerra Mundial, los líderes bolcheviques firmaron el Tratado de Brest-Litovsk con Alemania en marzo de
1918.

Posteriormente estalló una guerra civil en Rusia entre la facción «roja» (bolchevique) y «blanca» (antibolcheviques) —esta
última contó con el apoyo de las grandes potencias—, que iba a continuar durante varios años, en la que los bolcheviques, en
última instancia, salieron victoriosos. De esta manera, la Revolución abrió el camino para la creación de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922. Pese a que muchos acontecimientos históricos notables tuvieron lugar en Moscú y
Petrogrado, también hubo un movimiento visible en las ciudades de todo el estado, entre las minorías nacionales de todo el
Imperio ruso y en las zonas rurales, donde los campesinos se apoderaron de la tierra y la redistribuyeron.

La Revolución rusa fue un acontecimiento decisivo y fundador del «corto siglo XX»2 abierto por el estallido del macroconflicto
europeo en 1914 y cerrado en 1991 con la disolución de la Unión Soviética. Objeto de simpatías y de inmensas esperanzas por
unos (Jules Romains la describió como «la gran luz en el Este» y François Furet como «el encanto universal de octubre»),
también ha sido objeto de severas críticas, de miedos y de odios viscerales.3 Sigue siendo uno de los acontecimientos más
estudiados y más apasionadamente discutidos de la historia contemporánea.4 5

Índice
Situación de Rusia antes de la revolución de 1905
Revolución de febrero de 1917
La dualidad de poderes
«El país más libre del mundo»
El Gobierno Provisional y los sóviets
Las crisis repetitivas
Las Jornadas de abril
Las Jornadas de julio
El aumento de la reacción
El levantamiento de Kornílov
Ebullición popular, explosión campesina y crecimiento de los bolcheviques
Octubre de 1917
La insurrección
El nuevo Gobierno
La naturaleza de Octubre
Inicios del régimen bolchevique
Situación económica a raíz de la Revolución de Octubre
Bolcheviques y campesinos: del malentendido al conflicto
Primeros combates de la Guerra Civil (otoño de 1917)
El problema de la coalición
Los primeros días de un nuevo Estado
La paz de Brest-Litovsk
La creación de la Checa
La disolución de la Asamblea Constituyente
La entrada en vereda de los competidores revolucionarios
El crecimiento generalizado de los riesgos
De la Guerra Civil a la NEP (1918-1921)
El Ejército Rojo contra el Ejército Blanco
Campañas contra las ciudades: el Ejército Verde
Minorías nacionales contra los rusos
Intervenciones extranjeras y guerra polaco-soviética
Terror Blanco contra Terror Rojo
Violencia alimentada desde abajo y desde arriba
Victoria y crisis del «comunismo de guerra»
La Rebelión de Kronstadt y la NEP
Consecuencias
Consecuencias culturales
Liberación de las costumbres y emancipación de la mujer
La lucha contra el analfabetismo y el acceso de las capas populares a la cultura
La Revolución y el arte
Consecuencias económicas y sociales
Consecuencias políticas y diplomáticas
Percepciones y recepción en el extranjero
Posterioridad y fin
Interpretaciones
Referencias
Bibliografía
Enlaces externos

Situación de Rusia antes de la revolución de 1905


Previamente a 1917, el antiguo Imperio ruso se regía bajo un régimen zarista,
autocrático y represivo desde hacía tres siglos cuando, en 1613, se instauró en el
país la dinastía Románov.

La abolición de la servidumbre promulgada en 1861 por parte del zar Alejandro


II fue la primera muestra de las fisuras del antiguo sistema feudal. Una vez
liberados, los antiguos siervos se desplazaron a las ciudades, convirtiéndose así
en mano de obra industrial.

A comienzos del siglo XX, el desarrollo de la industria rusa era cada vez mayor,
favoreciendo el crecimiento de las ciudades y una creciente efervescencia El zar Nicolás II y su familia.
cultural: el antiguo orden social se tambaleaba, agravando las dificultades de los
más pobres. Las industrias florecían y la creciente clase obrera se aglutinaba
principalmente en las ciudades, pero la prosperidad del país no había representado beneficio alguno para la mayoría de la
población.

La economía en su conjunto seguía siendo arcaica.6 El valor de la producción industrial en 1913 era dos veces y media menor
que el de Francia, seis veces menor que el de Alemania y catorce veces menor que el de Estados Unidos.7 La producción
agrícola continuaba siendo deficiente y la falta de transportes paralizaba cualquier intento de modernización económica.8 El PIB
per cápita en aquella época era inferior al de Hungría o al de España y, aproximadamente, suponía una cuarta parte del de Estados
Unidos.9 Además, el país estaba dominado sobre todo por capital extranjero, poseyendo este casi la mitad de las acciones
rusas.10 El proceso de industrialización fue violento y mal aceptado por los campesinos, que habían sido bruscamente
proletarizados. La clase obrera naciente, aunque numéricamente pequeña, se concentraba en las grandes zonas industriales, lo que
facilitó la creciente conciencia revolucionaria.11

El Imperio ruso seguía siendo un país esencialmente rural (el 85 % de la población vivía en zonas rurales). Si bien una parte de
los campesinos, los kuláks, se había enriquecido y constituido una especie de clase media rural con el apoyo del régimen; el
número de campesinos sin tierra había aumentado, creando así un auténtico proletariado rural receptivo a ideas revolucionarias.
Incluso después de 1905, un diputado de la Duma señaló que en muchos pueblos, la presencia de chinches y cucarachas en los
hogares se percibía como signo de riqueza.12

Tras la escolarización llevada a cabo unos años antes, algunos obreros habían
sido convencidos por los ideales marxistas y otros pensamientos revolucionarios.
Sin embargo, el poder zarista se mostró inmóvil. En los siglos XIX y XX, varios
movimientos organizados por miembros de todas las clases sociales (estudiantes
u obreros, campesinos o nobles) trataron de derrocar al gobierno sin éxito.
Algunos recurrieron al terrorismo y a los atentados políticos, convirtiéndose los
movimientos revolucionarios en objeto de dura represión, llevada a cabo por la
todopoderosa Ojrana, la policía secreta del zar. Muchos revolucionarios fueron
encarcelados o deportados, mientras que otros lograron escapar y unirse a las
San Petersburgo, capital del Imperio
filas de los exiliados. Desde esta perspectiva, la Revolución de 1917 es la ruso en aquella época y cuna de las
culminación de una larga sucesión de pequeñas revueltas. Las reformas tres revoluciones.
necesarias, que ni las insurrecciones campesinas, los atentados políticos y la
actividad parlamentaria de la Duma habían logrado, desembocaron en una
revolución impulsada por el proletariado.

En 1905, tuvo lugar una primera revolución tras la derrota rusa ante Japón en la guerra ruso-japonesa. El 22 de enero, se convocó
una manifestación en San Petersburgo para exigir reformas al zar Nicolás II, siendo esta duramente reprimida, en lo que se
conoce como el Domingo Sangriento. Se trató de un intento del pueblo ruso de liberarse de su zar y se caracterizó por los
levantamientos y la huelga por parte de los trabajadores y de los campesinos. Estos formaron los primeros órganos de poder
independientes de la tutela del Estado: los sóviets y, especialmente, el Sóviet de San Petersburgo.

Revolución de febrero de 1917


Las sucesivas derrotas rusas en la Primera Guerra Mundial fueron una de las
causas de la Revolución de Febrero. Cuando el país entró en guerra, todos los
partidos políticos se mostraron favorables a la participación en la contienda, con
la excepción del Partido Obrero Socialdemócrata, el único partido europeo junto
al Partido Socialista del Reino de Serbia que se negó a votar los créditos de
guerra, aunque advirtió que no trataría de sabotear la actividad bélica de la
nación. Tras el comienzo del conflicto y después de algunos éxitos iniciales, el
Ejército Imperial Ruso tuvo que soportar graves derrotas (en Prusia Oriental, en
particular). Las fábricas no se mostraron lo suficientemente productivas, la red Soldados rusos heridos en el
ferroviaria era ineficiente y el suministro de armas y alimentos al Ejército transcurso de la Primera Guerra
fallaba. En el Ejército, los partes batían todas las marcas: 1 700 000 muertos y Mundial y siendo transportados en
un carro tirado por caballos.
5 950 000 heridos; estallaron disturbios y decayó la moral de los soldados. Estos
soportaban mes a mes la incapacidad de sus oficiales —que llegó hasta el punto
de suministrar a unidades de combate munición no correspondiente con el calibre de sus armas— y el empleo de la intimidación y
los castigos corporales.

La hambruna se extendió entre la población civil y las mercancías comenzaron a escasear. La economía rusa, que antes de la
guerra contaba con la tasa de crecimiento más alta de Europa,13 se encontraba aislada del mercado europeo. El Parlamento ruso
(la Duma), constituida por liberales y progresistas, advirtió al zar Nicolás II de estas amenazas contra la estabilidad del Imperio y
del régimen, aconsejándole formar un nuevo Gobierno constitucional. El zar desoyó esta advertencia y perdió el liderazgo y el
contacto con la realidad del país. La impopularidad de su esposa, la emperatriz Alejandra —de origen alemán—, aumentó el
descrédito del régimen, hecho confirmado en diciembre de 1916 con el asesinato de Rasputin, asesor oculto de la emperatriz, por
parte del príncipe Félix Yusúpov, un joven noble.

Desde 1915-1916, proliferaron diversos comités que se hicieron cargo de todo aquello que el deficiente Estado ya no asumía
(abastecimiento, encargos, intercambios comerciales...). Junto a las cooperativas o los sindicatos, estos comités se convirtieron en
órganos de poder paralelos. El régimen ya no controlaba el «país real».14

El mes de febrero de 1917 reunió todas las características necesarias para una revuelta popular: invierno duro, escasez de
alimentos, hastío hacia la guerra... La revolución se inició con la huelga espontánea de los trabajadores de las fábricas de la
capital, Petrogrado, a principios de dicho mes. El 23 de febrero (8 de marzo según el calendario gregoriano),15 Día Internacional
de la Mujer, las mujeres de Petrogrado se manifestaron para exigir pan. Recibieron el apoyo de los obreros, encontrando estos una
razón para prolongar su huelga. Ese día, pese a que se produjeron algunos enfrentamientos con la policía, no hubo ninguna
víctima.

Los días siguientes, las huelgas se generalizaron por todo Petrogrado y la tensión
fue en aumento. Las consignas, hasta el momento más discretas, se politizaron:
«¡Abajo la guerra!», «¡Abajo la autocracia!».16 En esta ocasión, los
enfrentamientos con la policía se saldaron con víctimas en ambas partes.17 Los
manifestantes se armaron sustrayendo armas de los puestos de policía. Tras tres
días de manifestaciones, el zar ordenó la movilización de la guarnición militar de
la capital para sofocar la rebelión. Los soldados resistieron las primeras
tentativas de confraternización y mataron a muchos manifestantes. Sin embargo, Funerales por las víctimas de la
durante la noche, parte de una compañía se sumó progresivamente a los Revolución el 5 de abril de 1917 (23
de marzo según el calendario
insurgentes, que pudieron de esta forma armarse más convenientemente. Entre
juliano) en Petrogrado.
tanto, el zar, sin medios para gobernar, ordenó disolver la Duma y nombrar un
comité interino.

Todos los regimientos de la guarnición de Petrogrado se unieron a la revuelta. Fue el triunfo de la revolución. Presionado por el
Estado Mayor, el zar Nicolás II abdicó el 2 de marzo: «Se deshizo del imperio como un comandante de un escuadrón de
caballería».18 Su hermano, el gran duque Miguel Aleksándrovich, rechazó al día siguiente la corona. Fue el fin del zarismo y se
produjeron las primeras elecciones al sóviet de los trabajadores de la capital, el Sóviet de Petrogrado. El primer episodio de la
revolución se había saldado con más de un centenar de víctimas, principalmente manifestantes,19 mas la caída rápida e
inesperada del régimen, con unas pérdidas humanas relativamente pequeñas, suscitó en el país una ola de entusiasmo y un
sentimiento de liberación.

La dualidad de poderes
El periodo posterior a la abdicación del zar fue a la vez confuso y de entusiasmo entre la población. El Gobierno provisional
sucedió al zarismo rápidamente, mientras que la revolución ganaba profundidad y la masa de trabajadores y campesinos se
politizaba.

Los sóviets, nacidos de la voluntad popular, no se atrevieron a contradecir de primeras al Gobierno provisional, pese a su
inmovilidad y su actuación en la guerra.20 Sin embargo, el pequeño Partido Bolchevique, liderado por Lenin quien había vuelto
del exilio en Suiza en el mes de abril, fue quien impuso una radicalización estratégica, se hizo portavoz del creciente descontento
general y se convirtió en depositario de las aspiraciones populares, mientras que los partidos revolucionarios rivales se
desacreditaban entre ellos, alimentando así el peligro contrarrevolucionario.

«El país más libre del mundo»


La caída de la monarquía se sintió como una liberación sin precedentes. En Rusia se abrió un periodo de intensa alegría popular y
de fermentación revolucionaria. Un frenesí por hablar y exponer las ideas propias se instaló en todos los estratos sociales. Las
reuniones fueron diarias y los oradores se sucedían de manera casi interminable. Se multiplicaron los desfiles y las
manifestaciones. Decenas de miles de cartas, con direcciones y peticiones se enviaban cada semana desde todos los puntos del
territorio para dar a conocer el apoyo, las quejas o las reclamaciones del pueblo. Se dirigían principalmente al nuevo Gobierno
provisional y al Sóviet de Petrogrado.

Más allá de las expectativas inmediatas, lo que dominaba era el rechazo a toda forma de autoridad, lo que permitió a Lenin hablar
de la Rusia de aquellos meses como «el país más libre del mundo», como describió Marc Ferro:

En Moscú, los trabajadores obligan a su patrón a aprender las bases del futuro derecho obrero; en
Odesa, los estudiantes dictaban a su profesor el nuevo programa de historia de las civilizaciones; en
Petrogrado, los actores sustituyeron a su director de teatro y escogieron el próximo espectáculo; en el
ejército, los soldados invitaban al capellán a sus reuniones para que este diera sentido a sus vidas.
Incluso los niños menores de catorce años reivindicaban el derecho de aprender boxeo para hacerse
escuchar ante los mayores. Era el mundo al revés.21

Estas primeras semanas llenas de esperanza y generosidad fueron muy pacíficas,


tanto en las ciudades como en las zonas rurales. Ninguna represalia, oficial o
espontánea, se tomó contra los antiguos siervos del zar, teniendo incluso derecho
estos a trasladar su residencia o exiliarse. El Gobierno provisional abolió la pena
de muerte, ordenó la apertura de las prisiones, permitiendo el retorno de los
exiliados por cualquier motivo (incluido Lenin) y proclamó las libertades
fundamentales: de prensa, de reunión y de conciencia (en la práctica ya
Reunión de soldados rusos en
adquirida tras la Revolución de Febrero). El antisemitismo de Estado
Finlandia en marzo de 1917.
desapareció; la Iglesia Ortodoxa Rusa, bajo la tutela del Estado desde tiempos de
Pedro I el Grande, pudo reunir libremente un consejo que, en el verano de 1917,
restableció el Patriarcado de Moscú. En el ejército, la orden n.º 1, expedida por el Sóviet de Petrogrado, que contaba con la
mayoría de socialrevolucionarios y mencheviques, prohibió el acoso humillante de los oficiales a los soldados e instauró los
derechos de reunión, petición y prensa.22

Por último, la manifestación más clara de la emancipación de la sociedad civil fue, por supuesto, la creación espontánea de los
sóviets (consejos) de obreros, campesinos, soldados y marineros, que cubrieron en una semana la práctica totalidad del país. Estas
asambleas, que ya habían surgido en 1905, paliaron la escasez de organizaciones habituales en Occidente (partidos, sindicatos...)
debida a la represión zarista. Fueron órganos de democracia directa que pretendían ejercer un poder autónomo, y, ante la
posibilidad de que el Gobierno Provisional llevara a cabo una contrarrevolución, velaron por la preservación y la ampliación de
las conquistas de la Revolución de Febrero.

El Gobierno Provisional y los sóviets


La Duma eligió un Gobierno provisional encabezado por Mijaíl Rodzianko, un exoficial del zar del Partido Octubrista,
monárquico y rico terrateniente. Desde el 15 de marzo, la dirección de dicho Gobierno fue tomada por Gueorgui Lvov, un liberal
progresista del Partido Democrático Constitucional.

Por ello, pese a que la revolución había sido encabezada por los obreros y los soldados, el poder estaba en manos de un Gobierno
provisional dirigido por políticos liberales del Partido Democrático Constitucional (llamado KD o Kadete), el partido de la
burguesía liberal. Mas, en realidad, era preciso transigir con los sóviets. En las ciudades y pueblos, con el anuncio de la
revolución en la capital, se formaron sóviets al tiempo que los notables que regían en nombre del zar fueron destituidos. Desde
principios de marzo, los sóviets ya estaban presentes en las principales ciudades,
y en abril y mayo se extendieron a las zonas rurales. Los sóviets eran unas
asociaciones donde los trabajadores acudían a discutir sobre la situación y al
mismo tiempo un órgano de gobierno.

El programa del Sóviet de Petrogrado recogía el firmar la paz de manera


inmediata y poner fin así a la Primera Guerra Mundial, otorgar la propiedad de la Los integrantes del Gobierno
tierra a los campesinos, la implantación de la jornada laboral de ocho horas y el Provisional Ruso.
establecimiento de una república democrática. Este programa resultaba
inaplicable para la burguesía liberal que asumió el poder tras la
revolución, que no firmó la paz, ni revisó la propiedad de las tierras
ni acortó la jornada laboral.

Además, el Gobierno consideró (así como parte de los dirigentes de


los sóviets y de los partidos revolucionarios) que solo la futura
Asamblea Constituyente elegida por sufragio universal tenía
derecho a decidir sobre la propiedad de la tierra y el sistema social.
Pero la ausencia de millones de votantes, que se encontraban
combatiendo en el frente, retrasó la celebración de las elecciones
(sobre todo porque el Gobierno continuaba con la guerra). La
Asamblea del Sóviet de Petrogrado en 1917.
realización de las reformas fue continuamente aplazada sine die. La
situación llegó hasta tal punto, que el Gobierno se abstuvo de
proclamar oficialmente la República antes de septiembre. Tomó así el riesgo de decepcionar peligrosamente a la población. Por
añadidura, no podía gobernar sin el apoyo de los sóviets, que contaban con el respaldo y la confianza de la gran masa de
trabajadores.23

Los sóviets estaban dominados por los socialistas, los mencheviques y socialrevolucionarios. Los bolcheviques, a pesar de su
nombre —en ruso, «mayoritarios»—, eran una minoría. Por aquel momento, los sóviets, incluido el de Petrogrado, demostraron
un apoyo moderado al Gobierno provisional y no continuaron reclamando las reformas más radicales, lo que obliga a matizar la
noción habitual de «dualidad de poderes». La confluencia entre el Sóviet de Petrogrado y el Gobierno provisional cristalizó en la
figura de Aleksandr Kérenski, socialrevolucionario, vicepresidente del Sóviet de Petrogrado y ministro de Justicia y Guerra.

Casi todos los revolucionarios, especialmente los de la escuela marxista, creían que la revolución proletaria era prematura en un
país económicamente atrasado y rural.24 En su opinión, Rusia solo estaba preparada para una revolución burguesa, ya que el
proletariado era demasiado débil y muy reducido. La revolución debía limitarse primeramente a las tareas que el análisis marxista
asignaba a la revolución burguesa, cumplidas por la Revolución Francesa en 1789: el fin del feudalismo y la reforma agraria.
Desde este punto de vista, los sóviets se concebían como «fortalezas proletarias» ubicadas en el corazón de la «revolución
burguesa»25 dedicadas a velar por la realización de las reivindicaciones populares, y posteriormente, preparar la transición al
socialismo, además de prevenir una posible contrarrevolución monárquica o la ruptura con la burguesía.

Pese a ello, esto no respondió a la urgencia que las masas exigían para ver colmadas sus aspiraciones. Los partidos
revolucionarios corrían el peligro de incurrir en el mismo descrédito popular que el Gobierno provisional.

Las crisis repetitivas

Las Jornadas de abril


A pesar de la voluntad popular de poner fin a la guerra, la participación en la Primera Guerra Mundial no varió. En abril, la
publicación de una nota secreta del Gobierno a sus aliados, diciendo que no pondría en peligro los tratados zaristas y que
continuaría con la guerra, provocó la ira entre los soldados y los trabajadores.26 Las manifestaciones a favor y en contra del
Gobierno causaron los primeros enfrentamientos armados de la revolución y precipitaron la renuncia del ministro de Relaciones
Exteriores, el historiador Pável Miliukov, del KD. Los socialistas moderados entraron a continuación en el Gobierno, con el
apoyo de la mayoría de los trabajadores, que creían que así podrían ejercer presión para poner fin a la guerra.

Al mismo tiempo, poco después de su regreso a Rusia, Lenin publicó sus Tesis de abril. Continuando con los argumentos
expuestos en El imperialismo, estado supremo del capitalismo, afirmó que el capitalismo había entrado en «fase de putrefacción»
y que la burguesía ya no era capaz, en los países recientemente industrializados, de asumir el papel revolucionario que ya había
desempeñado en el pasado. Para él, solamente se podría detener la guerra y asegurar las conquistas de la Revolución de Febrero
dando todo el poder a los sóviets. Lenin se negaba a prestar cualquier tipo de apoyo al Gobierno provisional y exigió la
confiscación de las tierras y su posterior redistribución entre los campesinos, el control obrero sobre las fábricas y la transición
inmediata a una república de sóviets.

Estas ideas eran muy minoritarias en el propio seno de los bolcheviques, que se mantenían en una línea común de apoyo al
Gobierno, llegando el periódico Pravda, dirigido por Stalin y Mólotov, a hablar públicamente de la reanudación del trabajo y la
vuelta a la normalidad. Pero con el colapso económico y la guerra en curso, las ideas del partido bolchevique, dirigido por Lenin
y por Trotski a partir de verano, fueron ganando influencia. A principios de junio, los bolcheviques ya eran mayoría en el Sóviet
de Petrogrado de diputados de obreros y soldados.

Las Jornadas de julio


En los primeros meses de 1917, la guerra provocaba un rechazo inferior al de la
incapacidad del zar para llevarla con eficacia, unido a la crueldad y la
negligencia de los oficiales. El «derrotismo revolucionario» llegó a ser
impopular en el propio partido bolchevique. Muchos, y no solo en la élite
burguesa rusa, esperaban una explosión patriótica y jacobina contra la Alemania
del Káiser, algo así como lo que sucedió tras la caída de la monarquía francesa
en 1792, que llevó a la victoria de Valmy y la derrota del enemigo. El ministro
de Guerra, Aleksandr Kérenski, un buen orador y muy popular, fue elegido para
encarnar ese arranque en los planos nacional y revolucionario. Infantes de marina revolucionarios
de la flota imperial rusa durante el
Por otra parte, la consignas a favor de la paz comenzaban a ser más frecuentes en verano de 1917.
la retaguardia que en el frente, donde los soldados solían ver a los obreros como
privilegiados, y detestaban que se pusiera en tela de juicio la utilidad de los
sacrificios que llevaban soportando desde que estalló el conflicto. De hecho, una gran mayoría de los rusos se mostraban a favor
de una paz negociada, sin anexiones ni indemnizaciones, pero muchos estaban también dispuestos a dar una oportunidad a una
última ofensiva militar.27

Sin embargo, entre febrero y julio, el cansancio y la impopularidad hacia la guerra fueron ganando terreno, así como la
propaganda pacifista. La continuación de la guerra creaba una situación muy criticada, ya que era imposible instaurar la jornada
laboral de ocho horas sin perjudicar a la producción bélica, o tratar de convocar elecciones para formar la Asamblea
Constituyente teniendo millones de soldados en el frente.

El fracaso militar de la Ofensiva Kérenski, puesta en marcha a principios de julio, provocó una decepción general. Tras algunos
éxitos iniciales debidos al general Alekséi Brusílov, el mejor comandante en jefe ruso de la Gran Guerra, el fracaso se hizo
patente y los soldados se negaron a situarse en primera línea de combate. El Ejército entró en descomposición, las deserciones se
multiplicaron, las protestas en la retaguardia se acrecentaron y la popularidad de Kérenski comenzó a degradarse.28
Los días 3 y 4 de julio, se conoció el fracaso de la ofensiva, y los soldados
situados en la capital, Petrogrado, se negaron a regresar al frente. Reunidos con
los obreros, se manifestaron para exigir que los dirigentes del Sóviet de
Petrogrado tomaran el poder. Desbordados por la situación, los bolcheviques se
manifestaron en contra de un levantamiento prematuro, argumentando que era
demasiado pronto para derrocar al Gobierno provisional: los bolcheviques
solamente eran mayoritarios en Petrogrado y Moscú, mientras que los partidos
socialistas moderados mantenían una influencia importante en el resto del país.
Dispersión de una muchedumbre
Preferían dejar que el Gobierno prosiguiera con sus actividades para demostrar
reunida en la Nevsky Prospekt de
así su incapacidad para gestionar los problemas suscitados tras la revolución: la
Petrogrado. Julio de 1917.
firma de la paz, la jornada de ocho horas y la reforma agraria.

El aumento de la reacción
La represión, sin embargo, se cernió sobre los bolcheviques: Trotski fue encarcelado, Lenin se vio obligado a huir y a refugiarse
en Finlandia y el periódico bolchevique Rabochi i Soldat (Obrero y Soldado) fue prohibido. Los regimientos de artilleros que
habían apoyado la Revolución de Febrero se disolvieron, siendo enviados al frente en pequeños destacamentos, al tiempo que los
obreros eran desarmados. 90 000 hombres tuvieron que abandonar Petrogrado; se encarceló a los «agitadores» y se restauró la
pena de muerte, abolida en febrero. En el frente, la reanudación de las hostilidades se inició tras la repentina libertad otorgada por
la Orden n.º 1 en febrero. Así, el 8 de julio, el general Kornílov, que comandaba las operaciones del frente sudoriental, dio la
orden de abrir fuego de ametralladora y artillería contra los soldados que abandonaran el frente. Desde el 18 de junio al 6 de julio,
la ofensiva en este frente se saldó con 58 000 muertes, sin éxito.

La reacción aumentó, con el zarismo levantando la cabeza; produciéndose pogromos en las zonas rurales. El socialrevolucionario
(eser) Kérenski sucedió a Gueorgui Lvov, demócrata constitucional (kadete), al frente del Gobierno provisional tras las Jornadas
de Julio, pero fue perdiendo progresivamente la consideración de las masas populares y parecía incapaz de contener el
crecimiento de la reacción.

El levantamiento de Kornílov
El general Lavr Kornílov fue nombrado nuevo comandante en jefe por Kérenski. Aunque el Ejército se descomponía, Kornílov
encarnaba la vuelta a la disciplina férrea anterior: en abril, dio órdenes de disparar a los desertores y de mostrar los cadáveres con
señales en las carreteras, amenazó con penas severas a los agricultores que osaran tomar los dominios señoriales. Kornílov,
renombrado monárquico, era en realidad un republicano indiferente a la restauración del zar, y un hombre del pueblo (hijo de
cosacos y no aristócrata), lo que era raro en aquella época entre la casta militar. Ante todo nacionalista, deseaba la continuación
de Rusia en la guerra mundial, ya fuera bajo la autoridad del Gobierno provisional o sin él. Mucho más bonapartista o incluso
prefascista que monárquico,29 no se convirtió tan rápidamente en la esperanza de las antiguas clases dirigentes, nobleza y alta
burguesía, y de todos aquellos que anhelaban un retorno al orden, o simplemente un castigo severo a los bolcheviques derrotistas.

En las fábricas y en el Ejército, el peligro de una contrarrevolución fue tomando forma. Los sindicatos, donde los bolcheviques
eran mayoría (pese a la represión), organizaron una huelga que fue seguida de forma masiva. La tensión aumentaba poco a poco,
con la radicalización de los discursos de los diferentes partidos. Así, el 20 de agosto, ante el Comité Central del Partido KD, su
líder, Pável Miliukov, dijo: «El pretexto lo proporcionarán los motines producidos por el hambre o por la acción de los
bolcheviques, en todo caso la vida empujará a la sociedad y a la población a contemplar la inevitabilidad de una cirugía.» La
Unión de oficiales del ejército y de la marina, organización influyente en la parte superior del cuerpo del Ejército ruso y
financiada por la comunidad empresarial, pidió el establecimiento de una dictadura militar. En el frente, el capitán Muraviov,
miembro del Partido Social-Revolucionario, formó varios batallones de la muerte y aseguró que «estos batallones no están
destinados a ir al frente, sino a Petrogrado, donde ajustarán cuentas con los bolcheviques».30
A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado,
enviando tres regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado, con el
objetivo de aplastar los sóviets y las organizaciones obreras para devolver a
Rusia al contexto bélico. Ante la incapacidad del Gobierno Provisional para
defenderse, los bolcheviques organizaron la defensa de la capital. Los obreros
cavaron trincheras y los ferroviarios enviaron los trenes a vías muertas,
provocando que el contingente se disolviera.

Las consecuencias del intento de golpe fueron importantes: las masas se


rearmaron, los bolcheviques pudieron salir de su semiclandestinidad y en julio,
los presos políticos, incluido Trotski, fueron puestos en libertad por los
marineros de Kronstadt. Para sofocar el golpe, Kérenski solicitó la ayuda de
todos los partidos revolucionarios, aceptando la liberación y el rearme de los
bolcheviques. Perdió el apoyo de la derecha, que no le perdonaba el haber
sofocado el intento de golpe, pero sin obtener al tiempo el de la izquierda, que lo
consideraba demasiado indulgente en cuanto a las represalias hacia los
cómplices de Kornílov, y mucho menos el apoyo de la extrema izquierda Aleksandr Kérenski, líder del
bolchevique, en la que Lenin, desde su escondite, dio la orden de no apoyar a Gobierno Provisional Ruso.
Kérenski y de limitarse a luchar contra Kornílov.

Ebullición popular, explosión campesina y crecimiento de los bolcheviques


Poco a poco, los obreros y los soldados se fueron convenciendo de que no
podía haber una reconciliación entre el antiguo modelo de sociedad defendido
por Kornílov y el nuevo. El golpe y la caída del Gobierno Provisional, que dio
a los sóviets la dirección de la resistencia, fortaleció y reforzó la autoridad y la
presencia en la sociedad de los bolcheviques. Su prestigio iba en aumento:
apremiados por la contrarrevolución, las masas se radicalizaron y los
sindicatos se alinearon con los bolcheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de
Petrogrado ya era mayoritariamente bolchevique, escogiendo a Trotski como
su presidente el 30 de septiembre.
Reunión bolchevique con Lenin a la
Todas las elecciones fueron testimonio del crecimiento bolchevique: así, en las derecha de la imagen.

elecciones de Moscú, entre junio y septiembre, el PSR pasó de 375 000 a


54 000 votos, los mencheviques de 76 000 a 16 000 y el KD de 109 000 a
101 000 sufragios, mientras que los bolcheviques aumentaron de 75 000 a
198 000 votos. El lema «Todo el poder para los sóviets» fue utilizado más allá
del ámbito bolchevique, siendo usado por obreros del PSR o por los
mencheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado y otros 126 sóviets
votaron una resolución en favor del poder soviético.

La revolución continuaba y se aceleraba, especialmente en las zonas rurales.


Durante el verano de 1917, los agricultores adoptaron medidas, tomando las
tierras de los señores, sin esperar a la prometida reforma agraria y retrasada de Manifestación de obreros armados y la
forma constante por el Gobierno. El campesinado ruso, de hecho, regresó a su Guardia Roja en Petrogrado en 1917.
larga tradición de grandes levantamientos espontáneos (los bunts), que ya
habían marcado el pasado nacional, como las revueltas protagonizadas por
Stenka Razin en el siglo XVII o Yemelián Pugachov en tiempos de Catalina II. No siempre violentas, estas ocupaciones masivas
de tierras fueron a menudo el escenario de levantamientos espontáneos donde las propiedades de los maestros eran quemadas,
llegando ellos mismos a ser maltratados o asesinados. Estos inmensos levantamientos campesinos, sin duda los más importantes
de la historia europea, consiguieron que las tierras se compartieran sin que el gobierno condenara ni ratificara el movimiento.
Sabiendo que la «repartición negra» (nombre de la antigua organización naródnik Repartición Negra) estaba cumpliéndose en sus
pueblos, los soldados, de origen mayoritariamente campesino, desertaron en masa con el fin de poder participar a tiempo en la
nueva distribución de las tierras. La acción de la propaganda pacifista y el desaliento tras el fracaso de la última ofensiva del
verano hicieron el resto. Las trincheras se vaciaron poco a poco.

Así, los bolcheviques, a los que todavía se los calificaba en junio como «insignificante puñado de demagogos»31 controlaban la
mayor parte del país. Desde junio de 1917, en una sesión del 1.er Congreso Panruso de los Sóviets, Lenin ya había anunciado
abiertamente —durante una célebre discusión con el menchevique Irakli Tsereteli— que los bolcheviques estaban dispuestos a
tomar el poder, pero que por el momento sus palabras no habían sido tomadas en serio.32

Octubre de 1917
En octubre de 1917, Lenin y Trotski consideraron que había llegado el momento de terminar con la situación de doble poder. La
coyuntura les era oportuna por el gran descrédito y el aislamiento del Gobierno provisional, ya reducido a la impotencia, así como
por la impaciencia de los propios bolcheviques.

La insurrección
Los debates en el seno del Comité central del Partido bolchevique con el objetivo de que este organizara una insurrección armada
y tomara el poder eran cada vez más intensos. Algunos en torno a Kámenev y Zinóviev consideraban que todavía había que
esperar, porque el partido ya estaba asentado en la mayoría de los sóviets, y se encontraría, según su opinión, aislado en Rusia y
en Europa si tomaba el poder de manera individual y no dentro de una coalición de partidos revolucionarios. Lenin y Trotski
consiguieron superar estas reticencias internas y el Comité aprobó y pasó a organizar la insurrección que Lenin fijó para la
víspera del 2.º Congreso de los Sóviets, que debía reunirse el 25 de octubre.

Se creó un Comité Militar Revolucionario en el seno del Sóviet de Petrogrado, siendo dirigido por Trotski, presidente del mismo.
Se componía de obreros armados, soldados y marineros. Aseguraba el apoyo o neutralidad de la guarnición militar de la ciudad y
la preparación metódica de la toma de los puntos estratégicos de la ciudad. La preparación del golpe se hizo prácticamente a la
vista de todo el mundo, ya que todos los planes que se ofrecieron a Kámenev y Zinóviev se podían encontrar disponibles en los
periódicos, y el propio Kérenski solamente esperaba que el enfrentamiento final terminara con la situación.33

La insurrección se puso en marcha en la noche del 6 al 7 de noviembre (24 y 25 de octubre según el calendario juliano). Los
sucesos se desarrollaron sin apenas derramamientos de sangre. La Guardia Roja bolchevique tomó, sin resistencia, el control de
los puentes, de las estaciones, del banco central y de la central postal y telefónica justo antes de lanzar un asalto final al Palacio
de Invierno. Las películas oficiales posteriores elevaron estos sucesos al rango de heroicos, pero en realidad los insurgentes solo
tuvieron que hacer frente a una resistencia débil. De hecho, entre las tropas acuarteladas en la ciudad, solamente algunos
batallones de cadetes (junkers) apoyaron al Gobierno Provisional, mientras que la inmensa mayoría de los regimientos se
pronunciaron a favor del levantamiento o se declararon neutrales. En total, hubo cinco muertos y varios heridos.34 Durante el
levantamiento, los tranvías continuaron circulando, los teatros con sus representaciones y las tiendas abrieron con normalidad.
Uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX había tenido lugar sin que prácticamente nadie lo tuviera en cuenta.35

Si un puñado de partisanos había podido tomar el control de la capital ante un Gobierno Provisional que ya nadie apoyaba, el
levantamiento debía en ese momento ser ratificado por las masas. Al día siguiente, el 25 de octubre, Trotski anunció oficialmente
la disolución del Gobierno Provisional en la apertura del 2.º Congreso Panruso de los Sóviets de Diputados de Obreros y
Campesinos, con 562 delegados presentes, de los cuales, 382 eran bolcheviques y 70 del Partido Social-Revolucionario de
Izquierda).36
Sin embargo, algunos delegados creían que Lenin y los bolcheviques habían
tomado el poder ilegalmente, y alrededor de cincuenta abandonaron el
congreso.37 Estos, socialistas revolucionarios de derechas y mencheviques,
crearon al día siguiente un «Comité de Salvación de la Patria y de la
Revolución».38 Este abandono del congreso se vio acompañado por una
resolución improvisada por parte de León Trotski: «El 2.º Congreso debe ver que
la salida de los mencheviques y de los socialrevolucionarios es un intento
criminal y sin esperanza de romper la representatividad de la asamblea cuando
las masas intentan defender la revolución de los ataques de la
contrarrevolución.39 Al día siguiente, los sóviets ratificaron la creación de un
Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom), constituido en su totalidad por
bolcheviques, como base del nuevo gobierno, a la espera de la celebración de
una asamblea constituyente. Lenin se justificó al día siguiente ante el
representante de la guarnición de Petrogrado de la siguiente manera: «No es
nuestra responsabilidad si los socialrevolucionarios y los mencheviques han
abandonado el congreso. Nosotros les habíamos propuesto compartir el poder
[...] Hemos invitado a todo el mundo a participar en el gobierno».40 Proclama del Comité Militar
Revolucionario de Petrogrado
anunciando la deposición del
El nuevo Gobierno Gobierno Provisional.
En las horas siguientes, varios decretos sentaron las bases del nuevo régimen.
Cuando Lenin hizo su primera aparición pública, fue ovacionado y declaró:
«Vamos a proceder a la construcción del orden socialista».

En primer lugar, Lenin anunció la abolición de la diplomacia secreta y la propuesta a todos los países beligerantes en la Primera
Guerra Mundial de entablar conversaciones «con miras a una paz justa y democrática, inmediata, sin anexiones y sin
indemnizaciones».

Luego, se promulgó el Decreto sobre la Tierra: «las grandes propiedades territoriales quedaron abolidas inmediatamente, y sin
indemnización alguna». Otorgaba a los sóviets de campesinos la libertad de hacer lo que consideraran, ya fuera socializar la tierra
o repartirla entre los campesinos pobres. El texto confirmaba una realidad ya existente, ya que los campesinos ya habían
aprovechado esas tierras durante el verano de 1917. Con esta medida, los bolcheviques consiguieron una neutralidad benevolente
por parte de los campesinos, al menos hasta la primavera de 1918.

Por último, se nombró un nuevo Gobierno, denominado Consejo de Comisarios del Pueblo o Sovnarkom. Dicho gobierno aplicó
otras medidas, como la abolición de la pena de muerte (a pesar de la reticencia de Lenin, que consideraba esta pena
indispensable), la nacionalización de los bancos (el 14 de diciembre), el control obrero sobre la producción, la creación de una
milicia obrera, la soberanía e igualdad de todos los pueblos de Rusia, su derecho de autodeterminación, incluida la separación
política y el establecimiento de un estado nacional independiente,41 la supresión de cualquier privilegio de carácter nacional o
religioso, etc. En total, se realizaron las treinta y tres reformas que el Gobierno Provisional había sido incapaz de realizar en ocho
meses de mandato.

En 1871, los obreros parisinos habían tomado el poder en la conocida como Comuna de París. Esta primera experiencia de
«dictadura del proletariado» (tal y como Friedrich Engels la calificó)42 había acabado con la matanza de 10 000 a 20 000
miembros de la comuna y con deportaciones en masa. Con el poder controlado en Petrogrado, Lenin y Trotski sabían que no
podrían mantener ese poder sin el apoyo de países industriales como Alemania, Francia e Inglaterra; por lo que esperaban
mantenerse más que los setenta y dos días que duró la Comuna de París.43
La naturaleza de Octubre
Desde las primeras horas del 7 de noviembre hasta la actualidad, varios medios calificaron la Revolución de Octubre como un
golpe de Estado de una minoría determinada y organizada que tenía como objetivo dar «todo el poder a los bolcheviques»44 y no
a los sóviets. L'Humanité, el principal periódico socialista francés, titulaba «Golpe de Estado en Rusia que lleva a Lenin y a los
"maximalistas" al poder».

El historiador Alessandro Mongil observa además que en los años siguientes, los mismos bolcheviques no dudaban en hablar
entre ellos acerca de su «golpe de octubre» (oktyabrski perevorot).45 En su autobiografía, Trotski utilizaba los términos
«insurrección», «toma del poder» y «golpe de Estado».46 Rosa Luxemburgo, comunista alemana, también habló del «golpe de
Estado de octubre».47

Marc Ferro considera que octubre es desde el punto de vista técnico un golpe de Estado, pero que no se explica en el contexto de
ebullición revolucionaria general en todo el país y en toda la sociedad. Las fuerzas populares han dado por lo menos un apoyo
tácito a la empresa bolchevique contra un gobierno impotente y ya desacreditado:

A los activistas revolucionarios de 1917, octubre apareció como un golpe de Estado contra la
democracia, como una especie de golpe llevado a cabo por una minoría que fue capaz de tomar el
poder y mantenerlo. Juicio excesivo, ya que en el II Congreso de los Sóviets, reunido en plena
insurrección, hubo una mayoría de los bolcheviques, así como representantes socialrevolucionarios y
mencheviques, junto a los futuros líderes del Estado soviético, Lenin, Trotski, Kámenev, Zinóviev,
siendo elegidos dirigentes del Presidium. [...] El juicio de los nuevos opositores, mencheviques,
populistas y anarquistas, es igualmente parcial en el sentido de que los bolcheviques cumplieron con
las prioridades que tras seis meses de lucha y dilaciones, las clases populares exigían: que los jefes
militares, los terratenientes, los ricos, los sacerdotes y otros «burgueses» fueran permanentemente
expulsados de la Historia. Por el contrario, es innegable que, al haber participado en la insurgencia y
ayudado a los bolcheviques a tomar el poder, los soldados, los marinos y los obreros creían que el
poder pasaría a los sóviets. Ni por un momento imaginaron que los bolcheviques, en su nombre,
conservarían el poder solamente para ellos y para siempre.48

Nicolas Werth, refiriéndose a las «paradojas y los malentendidos de octubre», resume de la siguiente manera los debates y la
oposición, a menudo no sin segundas intenciones y con un sesgo ideológico:

Para la primera escuela histórica que podría llamarse «liberal», la Revolución de Octubre fue un golpe
impuesto por la violencia en una sociedad pasiva, resultado de una hábil conspiración tramada por un
puñado de fanáticos disciplinados y cínicos, carentes de toda base real en el país. Hoy en día, casi todos
los historiadores rusos, así como la élite culta y los dirigentes de la Rusia postcomunista hicieron suya
la vulgata liberal. Privada de toda profundidad social e histórica, la Revolución de Octubre en 1917 fue
un accidente que desvió de su curso natural a la Rusia prerrevolucionaria, una Rusia rica, laboriosa y en
el camino a la democracia [...]. Si el golpe de Estado bolchevique de 1917 fue un accidente, entonces el
pueblo ruso ha sido una víctima inocente. Teniendo en cuenta esta interpretación, la historiografía
soviética ha intentado demostrar que Octubre fue el resultado lógico, previsible e inevitable, de un
itinerario liberador iniciado por las «masas» conscientemente unidas al bolchevismo. [...] Rechazando
tanto la divulgación liberal como la marxizante, un tercio de la historiografía actual ha tratado de
«desideologizar» la historia, de comprender, como Marc Ferro, que afirma: "el levantamiento de
octubre de 1917 pudo ser un movimiento de masas en el que solo unos pocos participaron". [...]
Por lo tanto, según este historiador, lejos de «simplismos» liberales o marxistas:

La Revolución de octubre de 1917 aparece como la convergencia momentánea de dos movimientos:


una toma del poder político, resultado de la cuidadosa preparación de la insurrección de un partido
radicalmente diferente, por sus prácticas, su organización y su ideología, del resto de actores de la
revolución; una gran revolución social, multiforme y autónoma [...] una inmensa revuelta campesina en
primer lugar, [...] el año 1917 [fue] un paso de una gran revolución campesina, [...] de una profunda
descomposición del ejército, integrado por unos diez millones de soldados campesinos movilizados
durante tres años en una guerra cuyo sentido no comprendían [...], un movimiento reivindicativo obrero
específico, [...] y un cuarto movimiento que abogaba por la emancipación de las nacionalidades y
pueblos alógenos [...]. Cada uno de estos movimientos tenía su propia temporalidad, su dinámica
interna, sus aspiraciones, que obviamente no podían ser reducidas a eslóganes bolcheviques ni a la
acción política del partido [...]. Durante un breve, pero decisivo momento —a finales de 1917— la
acción de los bolcheviques, activa minoría política en medio del vacío institucional, entró en
consonancia con las aspiraciones de muchos, aunque a medio y largo plazo, los objetivos de unos y
otros fueran distintos.

De acuerdo con su conclusión, en octubre de 1917, «momentáneamente, el golpe de Estado político y la revolución social
chocaron de frente, antes de divergir hacia décadas de dictadura».49

Inicios del régimen bolchevique


Al tomar el poder en Petrogrado, Lenin y Trotski no tenían intención de construir el socialismo solo en Rusia, subdesarrollada y
atrasada. Esperaban ser la primera victoria obrera de una serie de revoluciones en los países industrializados de Europa —la
llamada revolución mundial— que permitiría a la revolución sobrevivir. Esa fue la razón principal por la que en la denominación
del nuevo estado que se crearía en 1922, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, por primera vez en la historia de Rusia,
no figuraría el nombre de Rusia. Se basaban, en particular, en Alemania, la primera potencia industrial del continente y hogar del
movimiento obrero más fuerte y con la organización más antigua del mundo. Trotski dijo en el 2.º Congreso de los Sóviets que
aprobó la revolución: «O bien la Revolución rusa aumentará el torbellino de la lucha en Occidente, o los capitalistas de todos los
países asfixiarán nuestra revolución».

Sin embargo, no fue hasta un año después, cuando una ola revolucionaria estalló en Alemania (desembocando en la Revolución
de Noviembre) y en Hungría (donde se instauró la República Soviética Húngara, dirigida por Bela Kun y que perduró por 133
días). En la vecina Finlandia, la revolución fue derrotada en marzo de 1918, en el transcurso de una Guerra Civil, donde el «terror
blanco», con ayuda de Alemania, dejó 35 000 muertos. En enero de 1919 los socialdemócratas alemanes pidieron ayuda a los
Freikorps para reprimir la revolución obrera, siendo asesinados Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, dirigentes espartaquistas.
Entre 1919 y 1920, otros países como Italia experimentaron huelgas insurrectas. En otros lugares, como en Francia, el Reino
Unido o los Estados Unidos, se produjo una ola de huelgas y manifestaciones que no desembocaron en ningún intento
revolucionario.

La oleada revolucionaria, más tardía de lo previsto, terminó por retroceder, y el poder bolchevique permanecía aislado como en
sus primeros días. Los bolcheviques se enfrentaban en solitario a los inmensos problemas de una Rusia en explosión, donde su
toma solitaria del poder no disfrutaba de una aprobación unánime.

Situación económica a raíz de la Revolución de Octubre


La Primera Guerra Mundial había sangrado Rusia, y se llevó gran parte de sus suministros. En las zonas rurales, no había
posibilidad de comprar bienes de consumo por el grano, y los agricultores ya habían dejado de suministrar a las ciudades, incluso
antes de la Revolución de Febrero. Ya el Gobierno Provisional de Kérenski había procedido a requisar forzadamente las
existencias de alimentos para garantizar el suministro de las ciudades, donde la hambruna se había presentado. Al llegar al poder
los bolcheviques, intentaron abandonar estas prácticas impopulares, pero por el empeoramiento de la salud y la situación
económica, se vieron obligados a utilizarlas de nuevo.

La producción industrial se había visto socavada por la guerra, las huelgas y los cierres patronales. Incluso antes de la llegada de
los bolcheviques al poder, ya había caído en tres cuartas partes.50 La situación económica, evidentemente, no mejoró tras la
invasión de la rica Ucrania por las tropas alemanas, ni tras el embargo impuesto a Rusia en 1918 por las grandes potencias
(Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania y Japón), ni por el comienzo de la Guerra Civil.

Por otra parte, Lenin y Trotski, fascinados por el dirigismo económico militarizado establecido por el Estado Mayor de Prusia en
Alemania, deseando devolver a los obreros al trabajo siguiendo métodos similares, con el objetivo de poder tener las cosas de
cara ante una hipotética contrarrevolución.51 Sin embargo, muchos trabajadores no querían renunciar a sus conquistas y volver a
los enormes esfuerzos exigidos por el autoritarismo y la guerra. La coerción sobre ellos se convirtió en inevitable.52

La situación se estaba deteriorando drásticamente, provocando en unos meses la práctica desaparición de toda actividad
económica en el país. En enero de 1918, la ración media de trigo en las grandes ciudades correspondía a tres libras por mes. Las
empresas debieron cerrar, los obreros no encontraban lo suficiente para comer, bandas de saqueadores vagaban por el campo en
busca de alimentos y destacamentos de desertores se enfrentaban al ejército.

Bolcheviques y campesinos: del malentendido al conflicto


Uno de los primeros decretos del gobierno bolchevique fue la ratificación de la abolición efectiva de las grandes propiedades de
tierras, dejando a la iniciativa de los agricultores la repartición o socialización de la tierra. El Decreto sobre la Tierra entraba en
ruptura con el programa bolchevique, que preveía la nacionalización de la tierra.

Para algunos, se trata de una maniobra de los bolcheviques: hábilmente, repitieron durante varios meses parte del programa del
Partido Social-Revolucionario, que estos últimos habían sido incapaces de poner en práctica. Marca también un malentendido
entre los bolcheviques y los campesinos. Los primeros pretendían aplicar un colectivismo integral, mientras que los segundos
aspiraban a la extensión y multiplicación de la pequeña propiedad. Pero con este hecho, los campesinos solo fueron
coyunturalmente seducidos por el partido de Lenin, que se mantuvo ante todo como colectivista, urbano y obrerista.

Por el otro lado, los bolcheviques, siempre favorables a las nacionalizaciones, reconocieron que no tenían ni la voluntad ni los
medios para imponer sus preferencias a los campesinos. Lenin afirmó:

No podemos ignorar la decisión de la base popular, a pesar de que no estamos de acuerdo con ella...
Debemos dar a las masas populares una entera libertad de acción creativa... En definitiva, la clase
campesina debe obtener la seguridad firme de que los nobles ya no existen en los campos, y hace falta
que los mismos campesinos decidan todo y organicen su existencia.

De hecho, para los bolcheviques, la reforma agraria era lo que se encontraba en el orden del día y no la construcción de una
sociedad socialista, que parecía imposible en un país tan pobre. Conscientes de que no podían gobernar sin el apoyo de las masas
rurales, la gran mayoría del país, los bolcheviques convocaron del 10 al 16 de noviembre un congreso campesino. A pesar de la
presencia de una mayoría socialrevolucionaria hostil a los bolcheviques, este último ratificó el Decreto sobre la Tierra y apoyó al
nuevo gobierno, consagrando la unión entre el proletariado urbano y el campesinado.
Así, en los dificilísimos meses que precedieron al Tratado de Brest-Litovsk, el nuevo poder había conseguido evitar el peligro de
enfrentarse a las masas rurales, teniendo en cuenta que tenía que hacer frente a la hostilidad de los monárquicos, de los liberales y
de la mayor parte de los grupos socialistas. Pero el régimen heredó el catastrófico problema de abastecimiento de las ciudades,
que ya había derribado a Nicolás II y a Kérenski. La necesidad de hacer pedidos de cereales para sobrevivir traía consigo el
germen de un grave conflicto con el campesinado. Los sóviets organizaron en la primavera de 1918 destacamentos de
trabajadores, destinados a llevar a cabo las requisas en el campo, la llamada prodrazviorstka. La violencia era frecuente en sus
métodos y en la resistencia campesina,53 produciendo a su vez un descenso significativo de la producción agrícola.
Posteriormente, los Blancos, a pesar de proclamar el libre comercio, también se vieron obligados a recurrir a las requisas
forzadas.

Primeros combates de la Guerra Civil (otoño de 1917)


Si la revolución fue un éxito en Petrogrado, la tentativa de tomar Moscú del 28 de octubre al 2 de noviembre se encontró con una
violenta resistencia. Los bolcheviques ocuparon el Kremlin, pero los dirigentes locales de su partido dudaron y firmaron una
tregua con la autoridad socialrevolucionaria de la ciudad antes de evacuar el edificio. Las tropas gubernamentales aprovecharon
la oportunidad de ametrallar a los trescientos miembros de la Guardia Roja y obreros desarmados que abandonaban el edificio,
siguiendo órdenes del alcalde socialrevolucionario Vadim Rúdnev.54 Hizo falta una semana de combates encarnizados antes de
que los bolcheviques, conducidos por el joven Nikolái Bujarin, finalmente se apoderaran del Kremlin y tomaran el control de la
ciudad. Sus opositores, socialrevolucionarios y monárquicos, dirigieron una represión sangrienta.

El 12 de noviembre, el nuevo poder hizo fracasar la tentativa de reconquista de Petrogrado llevada a cabo por Kérenski y los
cosacos del general Krasnov. Por su parte, el Gran Cuartel general (la stavka) del Ejército ruso anunció el 31 de octubre su
voluntad de marchar sobre Petrogrado «con el objetivo de restablecer el orden». Reunido de nuevo por los dirigentes del Partido
Social-Revolucionario, Chernov y Gots, pero abandonado por sus tropas, el Estado Mayor debió huir el 18 de noviembre.

En las semanas siguientes, miles de junkers (cadetes) y funcionarios como Kornílov, huido, se reunieron en la República del Don.
Se formó el Ejército de Voluntarios, dirigido por el general zarista Mijaíl Alexéyev. Reprimió con sangre los levantamientos
obreros de Rostov del Don y Taganrog, el 26 de noviembre y el 2 de enero, pero fue desmembrado por la guerrilla de la Guardia
Roja llegada a modo de refuerzos desde las dos capitales. Al conocer la derrota de los blancos, Lenin creyó que podía exclamar, a
1 de abril de 1918, que la Guerra Civil había terminado.

Otros combates se llevaron a cabo en Kubán, donde el poder de los sóviets se trasladó a Krasnodar. En cuanto a la sublevación de
los cosacos del Ural, se saldó con un fracaso. En el frente rumano, el ejército se dividió en destacamentos blancos, que se unieron
al ejército de los blancos de Denikin, y en regimientos rojos.

El problema de la coalición
El 2.º Congreso de los Sóviets había aprobado el nombramiento de un gobierno compuesto exclusivamente de bolcheviques, pero
para muchos activistas bolcheviques, esta solución no era aceptable. El día después del levantamiento, casi todos los delegados
del congreso de los sóviets votaron a favor de una resolución del menchevique Yuli Mártov, apoyada por el bolchevique
Lunacharski, donde se pedía al Consejo de Comisarios del Pueblo que se ampliara con representantes de otros partidos
socialistas.

Después de acalorados debates en el seno del partido bolchevique, que lo pusieron al borde de la escisión (varios dirigentes
dimitieron para denunciar el rechazo a una coalición expresado por Lenin, Zinóviev, Kámenev, Rýkov y Noguín). Lenin, en
minoría, se vio obligado a transigir: se negaba a continuar con las negociaciones para formar una coalición con los socialistas,
pero estaba de acuerdo en pactar con el Partido Social-Revolucionario de Izquierda, pasando varios miembros de dicho partido a
formar parte del gobierno en diciembre de 1917.
Los primeros días de un
nuevo Estado
Se comparten diversas opiniones sobre
los primeros días tras el cambio de
poder en octubre de 1917:

Para algunos, fue el comienzo de una


dictadura. Máximo Gorki escribió el 7
de diciembre de 1917: «Los
bolcheviques se han colocado en el
El Sovnarkom durante el periodo de coalición entre bolcheviques y
Congreso de los Sóviets tomando el
socialrevolucionarios de izquierda. 1918.
poder por sí mismos, no por los
sóviets. [...] Esto es una república
oligárquica, la república de algunos comisarios del pueblo».55

La mañana después del 7 de noviembre, se prohibieron siete periódicos en la capital.56 Se trata, según Victor Serge, de siete
periódicos que defendían abiertamente la resistencia armada contra el «golpe de fuerza de los agentes del Kaiser.» Los socialistas
conservaron su prensa. Según Victor Serge, la prensa legal menchevique desapareció en 1919, la de los anarquistas hostiles al
régimen en 1921 y la de los socialrevolucionarios de izquierda en julio de 1918 a raíz de su rebelión contra los bolcheviques.

Pero los bolcheviques se habían pronunciado, antes de asumir el poder, a favor de la libertad de prensa, incluido Lenin,57 y este
giro no fue aceptado por muchos bolcheviques.58 Marc Ferro considera que «contrariamente a la leyenda, la abolición de la
prensa burguesa y de las publicaciones socialrevolucionarias no viene ni de Lenin ni de las altas esferas del partido bolchevique»,
sino que «es el público en forma de insurgencia popular».59

De modo que prácticamente la totalidad de los funcionarios de Petrogrado se declararon en huelga para protestar contra el golpe
de Estado, pasando las listas públicas a denunciar a aquellos que se niegan a servir al nuevo poder. El 10 de diciembre, los líderes
del KD, que se habían puesto al frente de la resistencia armada al gobierno bolchevique, fueron declarados en estado de
arresto.60

Otros creen que la clemencia fue lo que caracterizó a los primeros días del régimen soviético.61 Los ministros del Gobierno
provisional fueron detenidos y liberados rápidamente. La mayor parte había participado en la Guerra Civil en el bando Blanco. El
general Piotr Krasnov, que se había levantado a raíz de la Revolución de Octubre, fue puesto en libertad junto con otros oficiales,
tomó las armas contra el régimen soviético en contra de su palabra y pasó a liderar el Ejército Blanco en los meses posteriores.

Para Nicolas Werth, el nuevo poder llevó a cabo una reconstrucción autoritaria del Estado en detrimento de los órganos de poder
que surgen espontáneamente en la sociedad civil: los comités de fábrica, las cooperativas que reemplazaban a los sindicatos o
sóviets, meros instrumentos vacíos pero ya infiltrados en el sistema y subordinados a él. «En un par de semanas (finales de
octubre de 1917-enero de 1918), "el poder desde abajo", "el poder de los Sóviets", que se había desarrollado de febrero a octubre
de 1917 [...] se convierte en un gran poder, a raíz de los procedimientos burocráticos o autoritarios. El poder de la sociedad al
Estado, y del Estado al partido bolchevique».62

La paz de Brest-Litovsk
Al tomar el poder en Rusia, los bolcheviques tenían la esperanza de que se produjera un levantamiento revolucionario en Europa.
Este no se produjo, y la paz prometida en octubre pasó a ser una necesidad absoluta para satisfacer las demandas del ejército y de
los campesinos. Se trataba al mismo tiempo de firmar la paz, de negociar la política expansionista territorial de los Gobiernos
burgueses, pero sin que pareciera que se claudicaba ante los Imperios centrales.
Se firmó un armisticio el 15 de diciembre y los debates sobre la paz comenzaron
el 22 de diciembre, siendo comandada la delegación rusa por Trotski, que hizo
publicar todos los tratados secretos y acuerdos sobre cambios territoriales
alcanzados previamente entre ambas potencias. Las exigencias alemanas fueron
enormes: Polonia, Lituania y Bielorrusia debían pasar a estar bajo ocupación
alemana. Se inició así un acalorado debate en el seno del partido bolchevique,
donde se confrontaban tres posiciones. Unos, como Bujarin, defendían la
necesidad de una guerra revolucionaria, Lenin opinaba que había que dar el
brazo a torcer, y Trotski, que venció en la votación con nueve votos a favor por
siete en contra, propuso rechazar la firma de una paz que conllevara cambios
territoriales pero que sí que había que declarar el fin de la guerra.

Como respuesta, el ejército alemán lanzó una ofensiva el 17 de enero, avanzando


rápidamente en Ucrania. La posición de Lenin, favorable a la firma inmediata de
la paz, fue ganando adeptos dentro del partido, pero los alemanes endurecieron
las condiciones del tratado de paz.

El 9 de febrero de 1918, la República Popular Ucraniana firmaba el Tratado de


Cambios territoriales tras el tratado
Brest-Litovsk entre los Imperios Centrales y Ucrania por el que los Imperios
de Brest-Litovsk.
Centrales reconocían la soberanía de Ucrania. El 3 de marzo de 1918, los
bolcheviques firmaron el Tratado de Brest-Litovsk, por el cual Rusia perdía el
26 % de su población, el 27 % de su superficie cultivada y el 75 % de su producción de acero y de hierro. La situación económica
de la joven república soviética, ya agravada por una guerra mortuoria que había durado cuatro años, se presentaba desesperante.

La creación de la Checa
El 20 de diciembre de 1917, se fundó la «Comisión extraordinaria de lucha contra el sabotaje y la
contrarrevolución» (en ruso: VChK o Vecheká), comúnmente conocida como Checa. Sus acciones
no tenían ninguna base legal ni judicial (el decreto fundacional no se hizo público hasta después de
la muerte de Lenin) y había sido concebida como un instrumento provisional de represión
independiente de la justicia. Era dirigida por un comité de cinco miembros (tres bolcheviques y dos
socialrevolucionarios) presidido por Féliks Dzerzhinski. Entre los «saboteadores» y enemigos
previstos por el decreto figuraban el KD, los socialrevolucionarios de derecha, periodistas,
huelguistas... De repente, la Checa multiplicó los llamamientos a la delación y a la constitución de
Checas locales. Fundada con 100 funcionarios (entre los que estaban Menzhinski y Yagoda), ya
contaba con 12 000 en julio de 1918. Al llegar a Moscú, se instaló en Lubyanka, el 10 de marzo de
1918, con 600 miembros. En julio ya contaba con 2000. A partir de esta fecha, los efectivos Emblemas de la
policiales de los bolcheviques fueron superiores a los de la Ojrana de los tiempos de Nicolás II. Checa: la espada y
el escudo.
Según Pierre Broué, la Checa no comenzó verdaderamente a funcionar hasta marzo, momento en el
que se produjo la ofensiva alemana, y la represión se desplegó en toda su magnitud en verano de
1918, tras la insurrección de los socialrevolucionarios de izquierda de Moscú y una serie de atentados contra los dirigentes
bolcheviques, entre los que se encontraban Moiséi Uritski, asesinado el 30 de agosto, y el propio Lenin, gravemente herido por
Fanya Kaplan, ejecutada sumariamente poco después. Los dirigentes bolcheviques, asegurando inspirarse en el ejemplo jacobino
de la Revolución francesa, decretaron el «terror rojo» para oponerse al «terror blanco». En los seis primeros meses de 1918, hubo
veintidós ejecuciones realizadas por la Checa. En los seis últimos, la cifra aumentó hasta 6000.
Victor Serge estima que la creación de la Checa, con sus procedimientos secretos, fue el peor error del poder bolchevique. Señala,
sin embargo, que la joven república vivía bajo un «peligro mortal» y que el terror blanco precedió al rojo. Precisa que
Dzerzhinski temía los excesos de las Checa locales y que muchos chequistas fueron fusilados por ello.

Isaac Steinberg, comisario del pueblo de Justicia y miembro del Partido Social-Revolucionario de Izquierda, relata en sus
memorias que mientras intentaba frenar las acciones ilegales de la Checa a principios de 1918, exclamó delante de Lenin: «¿Para
qué un Comisariado de Justicia? Llamémoslo Comisariado del exterminio social, la causa será entendida.» A lo que este
respondió: «Excelente idea, tal y como yo veo la cosa. Desgraciadamente, no podemos llamarla así.»63

La disolución de la Asamblea Constituyente


Reclamada por todos los programas de los partidos revolucionarios desde el siglo XIX, la Asamblea Constituyente Rusa fue
elegida en noviembre de 1917. Aunque obtuvieron un 25 % de los votos y un gran éxito en las grandes urbes, los bolcheviques
resultaron una fuerza minoritaria, con 175 de los 707 diputados de la asamblea. Los campesinos prefirieron votar a los socialistas-
revolucionarios. Según palabras de Jacques Baynac,64 los resultados de las elecciones indicaron que el país no quería de forma
mayoritaria un Gobierno afín a la Revolución de Febrero ni uno de la Revolución de Octubre. Sin embargo, no hubo revolución
alguna en enero o julio de 1918. La represión y la Guerra Civil contribuyeron a ello.

Víktor Chernov, socialrevolucionario, resultó elegido presidente de la asamblea, con un total de 246 votos frente a los 151 de
Mariya Spiridónova, socialrevolucionaria de izquierda apoyada por los bolcheviques. La disolución de la Asamblea
Constituyente por la Guardia Roja se produjo inmediatamente después de su primera reunión, el 19 de enero de 1918. Aunque la
mayoría de la población permaneció indiferente ante este golpe de fuerza, veinte manifestantes que protestaron contra la
disolución de la asamblea resultaron muertos: Máximo Gorki, que acudió a su funeral, los calificó como mártires de una
experiencia democrática de apenas unas horas que se llevaba esperando durante cientos de años.

El marxista Charles Rappoport comentó: «Lenin actuó como un zar. Al disolver la Asamblea Constituyente, Lenin creó un
horrible vacío a su alrededor, que provoca una terrible guerra civil sin fin y prepara un futuro terrible».65 También escribió: «La
Guardia Roja de Lenin y Trotski han fusilado a Karl Marx».66

Según Martin Malia: «La disolución de la Asamblea Constituyente es considerada a menudo como el crimen supremo de los
bolcheviques contra la democracia, exactamente igual que el golpe de fuerza de octubre, algo que es absolutamente cierto. Pero lo
que no se destaca a menudo es que esta asamblea apenas habría estado capacitada para gobernar frente a los desórdenes de la
época. Trotski exageraba cuando afirmaba que la asamblea no era más que un fantasma del Gobierno Provisional: estaba
dominada por los mismos partidos que habían sido incapaces de controlar la situación en febrero de 1917, y como tal, fue privada
de cualquier apoyo militar o administrativo.»67

La entrada en vereda de los competidores revolucionarios


A partir del 9 de enero de 1918, se comenzó a plantear el traslado de la capitalidad y del gobierno a Moscú, mientras que las
negociaciones de paz con los alemanes se encontraban en desarrollo en Brest-Litovsk. El traslado del Gobierno, efectivo en
marzo, se debió a la posibilidad de que los barrios obreros de Petrogrado, sufridores de hambre y exasperados, se levantaran de
nuevo, pero esta vez contra el poder surgido en la Revolución de Octubre. Las ofensivas alemanas y blancas no influyeron en esta
decisión. Igualmente, los bolcheviques buscaban demostrar a sus opositores que su poder podía sobrevivir lejos de su Petrogrado
de origen.

El 27 de marzo de 1918, la Checa comenzó a ocuparse de los delitos de prensa, recrudeciendo considerablemente la censura
sufrida por la prensa no bolchevique.
El 11 y el 12 de abril, una ola de represión antianarquista sacudió Moscú: 1000 hombres de las tropas especiales atacaron su sede,
arrestando a 520 personas y ejecutando sumariamente a otras 25. A partir de este episodio, los anarquistas comenzaron a ser
calificados oficialmente de «bandidos». Dzerzhinski advirtió que aquella operación no era más que un comienzo.

La recuperación del Partido Social-Revolucionario de Izquierda y de los anarquistas inquietaba al poder: en aquellos lugares
donde todavía se celebraban elecciones locales libres, estos obtenían más de la mitad de los votos. Como reacción, entre mayo y
junio de 1918, 205 periódicos socialistas se cerraron y la Checa disolvió por la fuerza decenas de sóviets socialrevolucionarios o
mencheviques, los cuales habían sido elegidos legalmente. El 14 de junio de 1918, los mencheviques y los socialrevolucionarios
de izquierda fueron expulsados del comité panruso de los sóviets, pasando a estar formado este solamente por bolcheviques. El 16
de julio, el periódico de Máximo Gorki, La Nueva Vida, fue prohibido por la policía política.

En las ciudades, la situación alimentaria continuaba siendo explosiva. Los bolcheviques no pudieron más que retomar las
retenciones obligatorias efectuadas por destacamentos armados de ciudadanos, algo que provocó que los campesinos se
levantaran contra el poder urbano, al mismo tiempo que se alejaban del partido aquellos a quienes el Decreto de la Tierra había
acercado a las posiciones bolcheviques. Cientocincuenta revueltas campesinas fueron reprimidas en toda Rusia en julio de 1918 y
en decenas de ciudades la Checa y algunos miembros de la Guardia Roja cargaron las marchas del hambre, fusilando a los
huelguistas y disolviendo las reuniones populares.

El cierre patronal de las fábricas nacionales se convirtió en un nuevo medio de represión de las huelgas. El 20 de junio de 1918,
como medida de represalia por el asesinato del responsable bolchevique Vladímir Volodarski, ochocientos líderes obreros fueron
arrestados en Petrogrado en apenas dos días y su sóviet disuelto. El 2 de julio, los obreros respondieron con una huelga general,
pero fue en vano.

Rechazando estos actos, así como el Tratado de Brest-Litovsk, que interpretaban como una capitulación ante el imperialismo
alemán, los revolucionarios de izquierda rompieron a su vez con el Gobierno bolchevique en marzo de 1918. El 6 de julio de
1918, trataron de revivir la guerra contra Alemania asesinando al embajador del Reich, el conde Wilhelm von Mirbach-Harff. Ese
mismo día intentaron asaltar la sede de la Checa en Moscú.

El crecimiento generalizado de los riesgos


Para enero de 1918, el experimento revolucionario ya había conseguido sobrevivir más que la Comuna de París de 1871. En los
meses siguientes, los peligros se acumularon y la Rusia soviética se encontraba cercada por todas partes, al tiempo que sus
convulsiones internas sociales y políticas se agravaban.

Después del tratado de Brest-Litovsk, los países de la Triple Entente decretaron el embargo a Rusia y desembarcaron tropas para
impedir una victoria alemana total en el este. Los japoneses y posteriormente los estadounidenses intervinieron así en
Vladivostok a principios de abril de 1918, mientras que los británicos lo hacían en Múrmansk y Arjángelsk. En el mismo
momento, los turcos penetraron en el Cáucaso y amenazaron Bakú, al tiempo que, a pesar del tratado de Brest-Litovsk, los
alemanes intentaron aprovechar su ventaja: colaboraron con el aplastamiento de la revolución en Finlandia (guerra civil
finlandesa), y retomaron durante el verano las operaciones militares en los países bálticos y en Ucrania, que someten y confían a
un gobierno monárquico títere y represivo. La secesión en mayo de las Repúblicas del Cáucaso (Georgia, Armenia y Azerbaiyán)
acentuó la confusión (véase República Democrática Federal de Transcaucasia).

Paralelamente, en abril y mayo, la Legión Checoslovaca formada por antiguos presos y desertores del Ejército austrohúngaro,
niega su disolución, y se rebela contra los bolcheviques. Dueños de la zona de los montes Urales y del Transiberiano, así como de
todo el oro del banco imperial de Rusia, tomado en Kazán, los checoslovacos apoyaban a los socialrevolucionarios del comité de
los ex constituyentes que formaron el 8 de junio un contragobierno en Samara.
Simultáneamente, los ejércitos blancos se levantaron en mayo por todo el país, en particular en la zona del río Don, en torno a los
cosacos de Krasnov, aliado del general Denikin, y en Siberia alrededor del almirante Kolchak, quien instaló una autoridad zarista
en Omsk. En todos los territorios que controlaban, el terror blanco cayó de golpe sobre las poblaciones campesinas insumisas, los
judíos, los liberales, y los elementos revolucionarios más diversos. Trotski obtuvo contra estos ejércitos las primeras victorias
importantes del joven Ejército Rojo: en julio en Tsaritsyn y a comienzos de agosto en Kazán.

El poder bolchevique se vio enfrentado al mismo tiempo a las rebeliones campesinas y obreras y a la insurrección de los
socialrevolucionarios de izquierda en Moscú el 6 de julio. Estos reaparecían con terrorismo revolucionario: después del
bolchevique Vladímir Volodarski el 20 de junio y el embajador Wilhelm von Mirbach-Harff el 6 de julio, fue el general Hermann
von Eichhorn, comandante en jefe alemán en Ucrania, quien murió en una de sus acciones el 30 de julio en Kiev. Posteriormente,
el 30 de agosto, mientras que el jefe de la Checa de Petrogrado, Moiséi Uritski, era asesinado, en Moscú, Fanni Kaplán disparó a
Lenin, hiriéndolo; fue ejecutada sumariamente tres días después. El 3 y 5 de septiembre, exasperada, la Checa puso en marcha el
«terror rojo». Millares de presos y de sospechosos fueron masacrados a lo largo de toda Rusia. Comenzaba así la guerra civil
entre los bolcheviques y el resto de fuerzas.

De la Guerra Civil a la NEP (1918-1921)


La guerra civil rusa no enfrentó solamente al joven Ejército Rojo contra los
«ejércitos blancos» monárquicos apoyados por los ejércitos extranjeros. Su
violencia extrema no se debió tampoco al impacto entre el «terror blanco» y el
«terror rojo». Se trató de una guerra de los campesinos contra las ciudades y
contra toda autoridad exterior al pueblo y al campo. Así fue como el «Ejército
Verde», constituido por campesinos que rechazaban los reclutamientos forzados
y los requerimientos, se enfrentó al Ejército Rojo y a los blancos.

A estos combates se sobrepusieron un importante conflicto de generaciones (los


jóvenes campesinos decepcionados de las ciudades o los ejércitos deseosos de
desembarazarse de la tutela de la familia patriarcal, convirtiéndose en los agentes
más determinantes de la revolución en el campo),68 la acción de las minorías
nacionales que procuraban emanciparse de la vieja tutela rusa, la intervención de
ejércitos extranjeros (como la de la nueva Segunda República Polaca en la
guerra polaco-soviética), o incluso las tentativas de los revolucionarios
Desarrollo de la guerra civil rusa.
antibolcheviques. Pero las expectativas de los opositores socialrevolucionarios, Territorios bajo control bolchevique
del comité de los ex constituyentes, mencheviques, o incluso de los anarquistas en 1918; países que obtuvieron su
en un tiempo dueños de Ucrania durante la Revolución majnovista, jamás se independencia durante el conflicto;
hallaron en situación de prevalecer. Mediante las reuniones, la fuerza o la máximo avance de las fuerzas
blancas
represión, los bolcheviques impusieron su hegemonía sobre la revolución, como
los Blancos sobre la oposición a la revolución.

Confusa y caótica, la Guerra Civil Rusa se caracterizó por la desintegración del Estado y de la sociedad bajo la acción de fuerzas
centrífugas. La victoria bolchevique significó, en una Rusia arruinada y exhausta, la reconstrucción de un Estado bajo la
autoridad de un partido único sin rivales ni enemigos y dotado de un poder absoluto. En particular, se forjó un nuevo Estado
policial en torno a la Checa en el transcurso de la Guerra Civil y del terror rojo.

Todo ello en detrimento de los sueños de las Revoluciones de Febrero y de Octubre, que habían rechazado toda autoridad y visto
confirmarse la autonomía de una sociedad civil, en lo sucesivo muy duramente magullada, agotada y de nuevo sometida al poder.

El Ejército Rojo contra el Ejército Blanco


El 23 de febrero de 1918, Trotski fundó el Ejército Rojo. Organizador enérgico y competente, buen orador, atravesó el país a
bordo de su tren blindado y voló de un frente al otro para restablecer por todas partes la situación militar, galvanizar las energías y
desplegar un esfuerzo enorme de propaganda destinada a los soldados y las masas. Restableció el servicio militar y aplicó una
disciplina de hierro hacia los enemigos y los desertores.

A pesar de las reacciones negativas de numerosos viejos bolcheviques, Trotski no vaciló tampoco en reciclar por millares a los
antiguos oficiales zaristas. Catorce mil de ellos (el 30 % del total) aceptaron servir al nuevo poder a veces por fuerza (su familia
respondería por su lealtad, en virtud de la «ley de rehenes»), pero también en nombre de la continuidad del Estado y de la
salvación de un país amenazado por la anarquía y el desmembramiento. Estaban flanqueados por comisarios políticos
bolcheviques que vigilaban su acción.

El Ejército Rojo controlaba solamente un territorio del tamaño del antiguo Principado de Moscú cercado de todas partes, pero
contaba con la ventaja de su superior disciplina y organización, de su posición central, de formar un bloque cohesionado, de
disponer de ambas capitales —Moscú y Petrogrado— y de las mejores carreteras y vías de ferrocarril. Los Blancos de Kolchak,
Yudénich, Denikin o Wrangel se encontraban divididos e incapaces de coordinar sus ofensivas. Principalmente, no tenían nada
que ofrecer a la población salvo la vuelta a un antiguo régimen unánimemente detestado, la restitución de las tierras a los antiguos
propietarios, la negativa a toda concesión a las minorías nacionales y los pogromos antisemitas responsables de cerca de 150 000
muertos.69 Las masas finalmente dejaron ganar a los bolcheviques, aunque los golpes violentos tampoco faltaron entre ellas y
estos últimos.

Campañas contra las ciudades: el Ejército Verde


Tanto el Ejército Rojo como los Ejércitos Blancos sufrieron las acciones de guerrillas campesinas. El llamado Ejército Verde
estaba compuesto por campesinos que rechazaban el reclutamiento en ambos ejércitos, las requisas forzadas y la restitución de las
tierras a los antiguos propietarios de bienes inmuebles deseada por los Blancos.

Los desertores de ambos ejércitos, extremadamente numerosos, fueron un vivero esencial del Ejército Verde. En 1919-1920,
había no menos de tres millones de desertores de los cinco millones de reclutas del Ejército Rojo; entre la mitad y dos tercios
consiguieron escapar de las búsquedas, detenciones y de la reintegración forzada en el ejército, reuniéndose con frecuencia los
combatientes verdes en los bosques.70 Los Blancos generalmente fusilaban a los desertores sin otro proceso.

Después de la derrota de los Blancos a finales de 1920, la paz volvió realmente a Rusia solamente en 1921-1922, tras el
aplastamiento de las grandes rebeliones campesinas como la conducida por el socialrevolucionario Antonov en Tambov a
mediados de 1921, la destrucción de los ejércitos verdes (tiempo atrás dueños de territorios inmensos, como en Siberia oriental,
donde controlaron hasta un millón de km²) y el compromiso de la NEP (marzo de 1921), aprobada por el régimen bolchevique y
los campesinos.

Minorías nacionales contra los rusos


Desde finales de 1917, animadas por el «decreto de las nacionalidades», que preveía la posibilidad de separarse de Rusia,
Finlandia y Polonia proclamaron su independencia. En Ucrania, la Rada (consejo) de Kiev le confió desde 1917 al socialista y
nacionalista Symon Petlyura la constitución de un ejército nacional, y rompió con Moscú tras la Revolución de Octubre. En las
elecciones para elegir una asamblea constituyente, los mencheviques obtuvieron la mayoría de los votos en Georgia, proclamando
la independencia y constituyendo un gobierno internacionalmente reconocido, incluso por Moscú, en 1920: la República
Democrática de Georgia, dirigida por Noe Jordania. Por el contrario, Letonia votó en un 72 % por los bolcheviques. Los letones
tenían una numerosa presencia en la Guardia Roja, el Ejército Rojo y la Checa. Sin embargo, los países bálticos ya se habían
independizado en el transcurso de la Primera Guerra Mundial.71
Numerosos en todos los partidos y movimientos revolucionarios, los judíos eran
abusivamente relacionados con los bolcheviques por la contrarrevolución. Los
Ejércitos Blancos o el Ejército Petlyura realizaron pogromos antisemitas
sistemáticos y a gran escala, de una violencia mortífera y sin precedente, para
entonces, en la historia europea. El número de muertos asciende a cerca de
150 000, a los que se deben añadir numerosas violaciones, robos y vandalismos.
En cuanto a los bolcheviques, situaron el sionismo y el bundismo fuera de la ley.

Los Blancos negaban toda concesión a las minorías y combatían tanto a los
ejércitos nacionales como a las tropas bolcheviques. Entre 1920 y 1922, por su Los dirigentes de la República
montañesa fundada durante la
parte, el Ejército Rojo invadió Asia Central, Armenia, Georgia e incluso
Guerra Civil. Rusia se descomponía
Mongolia, y reforzó la influencia ruso-soviética sobre estos territorios. Sin ir en decenas de gobiernos más o
más lejos, la República Popular de Mongolia, satélite de la URSS, se fundó en menos efímeros, mientras que
1924. Los cosacos, que constituían el núcleo duro del antibolchevismo, fueron innumerables campesinos volvían a
deportados en bloque y vieron suprimidos sus privilegios. la autarquía.

En Ucrania, el Ejército Rojo también se volvió contra sus antiguos aliados, los
anarquistas del ejército de Néstor Majnó: a partir de finales de 1920, atacó brutalmente la experiencia inédita majnovista. Este
movimiento campesino de masas había conseguido dotarse de un ejército insurrecto capaz de hacer frente durante tres años a la
vez a fuerzas austro-alemanes, a los Blancos de Denikin y Wrangel, al ejército de la República Nacional Ucraniana dirigida por
Petlyura y al Ejército Rojo.

Intervenciones extranjeras y guerra polaco-soviética


Afectados por el Tratado de Brest-Litovsk, ejércitos occidentales y japoneses intervinieron primeramente para impedir la
desaparición total del frente oriental (mediados de 1918). Tras la derrota de Alemania, su intervención tomó un carácter más
hostil hacia la revolución y el régimen bolchevique, apoyando y dotando de armamento a los Blancos por miedo al contagio
bolchevique. De 1918 a 1920, la Rusia roja se vio sometida a un drástico embargo por parte de las potencias capitalistas. Sin
embargo, las derrotas de los Blancos y la simpatía de las clases populares de su país con respecto a la Revolución rusa obligaron a
las grandes potencias a abandonar. Así, el motín de la flota francesa estacionada en el mar Negro, orquestado por André Marty y
Charles Tillon, contribuyó en marzo de 1919 a que el Gobierno francés renunciara a proseguir la lucha. Para el historiador
Orlando Figes, «las promesas de ayuda aliada eran simplemente palabras en el aire. El compromiso de las potencias occidentales
jamás proporcionó gran cosa desde un punto de vista material y sufrió siempre de una falta de intención muy clara».72

En 1920, la joven Segunda República Polaca invadió Rusia para establecer sus fronteras más allá de la línea Curzon. El
contraataque victorioso del Ejército Rojo llenó de esperanza a los bolcheviques: la toma de Varsovia abriría el camino de Berlín y
permitiría exportar la revolución por las armas. Pero el 15 de agosto de 1920, el «Milagro del Vístula» permitió al general
Piłsudski repeler la invasión. Percibiendo al Ejército Rojo como un ejército eminentemente ruso y no revolucionario, los obreros
polacos apoyaron decididamente a Piłsudski.

Terror Blanco contra Terror Rojo


La Rusia zarista tenía la tradición más fuerte de Europa en cuanto al uso de la violencia social y política, agravada por el
«brutalización» de la sociedad durante la Primera Guerra Mundial.73 A partir de mediados de 1917, la explosión revolucionaria,
hasta entonces muy poco violenta, se tradujo entre los campesinos rebelados en la matanza de cierto número de terratenientes y el
saqueo de sus residencias. La guerra civil que estallaba iba a servir de válvula de escape para muchos rencores fruto de siglos de
opresión social, a los miedos de las antiguas élites privilegiadas, o a los reglamentos personales de cuenta. Practicantes del
terrorismo individual desde el siglo XIX, los revolucionarios como los miembros del Partido Social-Revolucionario no hicieron
más que reutilizar las mismas armas contra los bolcheviques (Fanni Kaplán, red de Borís Sávinkov). Rojos y Blancos rivalizaban
en declaraciones incendiarias y se mostraban preparados para la violencia radical.

Los Blancos se enajenaron rápidamente las poblaciones encarcelando y masacrando sistemáticamente a nacionalistas,
demócratas, judíos, sindicalistas, revolucionarios moderados y, por supuesto, bolcheviques, sin olvidar a simples sospechosos,
abatidos ante la menor duda. Restituyeron las tierras a los antiguos propietarios de bienes inmuebles y no vacilaron en quemar o
destruir pueblos enteros, siendo sometidos los campesinos a castigos corporales humillantes. Sus tropas a menudo se
desacreditaban desde su llegada a fuerza de violaciones y pillajes, mientras que muchos jefes multiplicaban los actos de
arbitrariedad y mostraban un modo de vivir fastuoso y libertino.74

El aparato policial bolchevique, dotado de poderes arbitrarios muy extensos, experimentó un desarrollo enorme. Aunque Trotski
hubiera deseado un proceso público de Nicolás II, Lenin y una parte del Politburó decidieron en secreto la ejecución sumaria de
la familia imperial. Pretextando la aproximación de los Blancos, esta se efectúa la noche del 17 al 18 de julio de 1918 en
Ekaterimburgo. Detenciones, fusilamientos en masa, tomas de rehenes e internamientos en campos se convirtieron en prácticas
comunes. La cuestión de saber si los campos abiertos por la Checa durante la guerra civil anticiparon o no al Gulag estalinista se
mantiene abierta.

Según el historiador británico George Leggett, aproximadamente 140 000 personas perecieron a causa del Terror Rojo.75
Mencheviques, anarquistas, social-revolucionarios, liberales o demócratas fueron perseguidos y puestos fuera de la ley por miles,
así como Blancos y nacionalistas, o incluso pacifistas tolstoianos, sionistas, bundistas etc., junto a muchos cuyos orígenes
sociales o su marginalidad bastaban para convertirlos en sospechosos. En 1922, el Estado soviético organizó el procesamiento de
los líderes social-revolucionarios encarcelados; varios acusados fueron condenados a muerte y ejecutados y otros deportados. El
19 de febrero de 1919, la revolucionaria Mariya Spiridónova, arrestada tras la insurrección social-revolucionaria de izquierda en
julio de 1918, fue condenada por «locura» e internada de diciembre de 1920 a noviembre de 1921 en un centro psiquiátrico. No
obstante, con posterioridad escribió que «durante la época soviética, las cimas del poder, los viejos bolcheviques, Lenin incluido,
cuidaron de mí y, aislándome del desarrollo de la lucha, siempre de modo muy vigoroso, tomaron al mismo tiempo medidas para
que jamás se me humillara.»76

La Iglesia ortodoxa rusa, que se situó activamente del lado de la reacción (hubo popes delatores que pudieron ser responsables de
numerosas ejecuciones sumarias),77 sufrió miles de detenciones, ejecuciones, expoliaciones y destrucciones con el fin de
erradicar no solo de su potencia anterior, sino también las creencias religiosas. Se calcula que entre 1917 y 1918 fueron
asesinados 20 mil sacerdotes.78

Todos los contendientes, en diversa medida, utilizaron los mismos métodos de represión: internamiento de adversarios militares y
políticos en campos, toma de rehenes (el primer decreto referente a rehenes fue promulgado por el general Niessel, comandante
de la misión militar francesa en Rusia)79 y ejecuciones sumarias. Según Peter Holquist «el joven Estado de los Sóviets y sus
adversarios recurrieron de igual forma a los instrumentos y métodos que habían sido elaborados durante la Gran Guerra».80
Nikolái Melkínov, uno de los principales miembros del gobierno de Antón Denikin, subrayó en sus memorias que la
administración blanca «había aplicado [...] en sus territorios una política profundamente soviética».81

Hasta el breve gobierno social-revolucionario de Samara, a menudo considerado como uno de los beligerantes más moderados,
utilizó este tipo de medidas. Al respecto, el historiador británico Orlando Figes anota: «aunque las libertades de expresión y de
reunión, así como la libertad de prensa fueron restablecidas, era difícil respetarlas en las condiciones de una guerra civil y las
prisiones de Samara estuvieron pronto llenas de bolcheviques. Iván Maiski, el ministro menchevique de trabajo, contó un total de
4000 detenidos políticos. Las dumas y los zemstvos municipales fueron restablecidos, y los sóviets, como órganos de clase,
excluidos de la vida política».82
Asimismo, los demócratas constitucionales liberales se resignaron a soluciones dictatoriales allí donde mantenían el control, pero
con excepciones: así en Crimea mantuvieron un régimen constitucional y parlamentario que preservaba las libertades y hasta
esbozaba una tímida reforma agraria.83

Por otro lado, ninguno de los ejércitos quiso dejar tras de sí elementos sospechosos o peligrosos. Así, los combatientes
anarquistas del ejército de Néstor Majnó respetaron más a la población civil, perdonando y liberando a los simples combatientes
hechos prisioneros, pero eliminaron en su retirada a muchos oficiales, personas nobles, burgueses, kuláks o popes, mientras
tribunales populares surgidos espontáneamente se encargaban también de juzgar y castigar a los implicados en las matanzas del
Terror Blanco.84

Violencia alimentada desde abajo y desde arriba


Según Sabine Dullin, «los organismos de represión creados por los bolcheviques dejaban un gran margen de acción a la iniciativa
popular».85 Las Checas locales se mostraban con frecuencia más radicales que la central. Marc Ferro insiste en el hecho de que
el pequeño partido bolchevique no contaba con los medios para suscitar la violencia generalizada que experimentó Rusia durante
la guerra civil y que los leninistas a menudo reivindicaron y asumieron la violencia popular espontánea para dar la impresión de
que ellos controlaban la situación, así como para canalizarla e instrumentalizarla para su provecho.86

Lo mismo realizaban sus enemigos, así el muy controvertido jefe nacionalista ucraniano Symon Petlyura pareció verse
desbordado por el antisemitismo visceral de sus tropas: habría permitido los pogromos, pese a haber intentado frenarles, pero no
los ordenó (su papel exacto sigue siendo muy debatido).

En cuanto al Terror Blanco, los roles de la ideología, la violencia espontánea y la orquestada «desde arriba» por las autoridades
siguen siendo muy discutidos. Así, según Nicolas Werth, «el Terror Blanco no fue nunca organizado sistemáticamente. Fue, casi
siempre, fruto de acciones de destacamentos descontrolados que escapaban de la autoridad de un comandante militar que trataba,
sin éxito, de llevar a cabo el gobierno. [...] En la mayoría de las ocasiones estamos ante una represión policial del nivel de un
servicio de contraespionaje militar».87 Otros historiadores consideran, por el contrario, que la ideología (especialmente la
asimilación del comunismo a los judíos y el fantasma de un complot «judeobolchevique») tuvo un papel importante en el proceso
del terror dirigido desde arriba.88 Según el historiador estadounidense Peter Holquist: «si bien es cierto que los movimientos
antisoviéticos sintieron menos la necesidad de justificar sus acciones, es completamente claro que sus actos violentos, lejos de ser
arbitrarios o fortuitos, fueron por el contrario calculados. [...] Los prisioneros de guerra eran escogidos por los jefes blancos, que
ponían de lado a aquellos a los que consideraban como indeseables e irrecuperables (los judíos, los bálticos, los chinos y los
comunistas) y los mandaban ejecutar todos juntos».89

Posiblemente los generales blancos se vieron más desbordados aún que los bolcheviques por la violencia de sus partidarios sobre
territorios vastos donde su autoridad era limitada. El general Piotr Wrangel describe en sus memorias la anarquía que reinaba
sobre el inmenso territorio controlado por Antón Denikin cuando se puso al frente en marzo de 1920: «el país era dirigido por
toda una serie de pequeños sátrapas, comenzando por los gobernadores para acabar por cualquier suboficial del ejército [...] la
indisciplina de las tropas, el desenfreno y la arbitrariedad que reinaba no eran un secreto para nadie [...] El ejército, mal
abastecido, se alimentaba exclusivamente de la población, gravada con una carga insoportable».90

Sin embargo, es incontestable que las altas autoridades blancas recurrieron también al terror. La «conferencia especial» presidida
por Denikin tomó en marzo de 1919 la decisión de condenar a muerte a «toda persona que haya colaborado con el poder del
Consejo de Comisarios del Pueblo». El servicio de propaganda del gobierno de Denikin hizo correr numerosos rumores durante la
guerra sobre la existencia de complots judíos.91 El general Roman Ungern von Sternberg, apodado «el barón sanguinario», fue
sin duda aquel que fue más lejos en sus acciones. En su famosa «orden n.º 1592», dirigida a sus ejércitos en marzo de 1921,
ordena en su artículo 9 «exterminar a los comisarios, a los comunistas y a los judíos con sus familias».92
A su vez, numerosos jefes de guerra y los aventureros sacaron provecho del hundimiento de la autoridad en Rusia para realizar
pillajes, masacres y autoproclamarse dirigentes de territorios más o menos vastos. Otros se alistaron a los ejércitos regulares por
oportunismo. El atamán Nikífor Grigóriev constituyó así una milicia formada por soldados, desplazados y mercenarios que se
puso sucesivamente al servicio de Symon Petlyura, del Ejército rojo y de los Blancos, sin renunciar en ningún momento a las
matanzas y a los pillajes. Grigóriev acabó siendo asesinado por Néstor Majnó y sus seguidores, con los que se había aliado
brevemente.

Tras la derrota de los blancos, los levantamientos campesinos antibolcheviques experimentaron su apogeo. Numerosos segadores
fueron asesinados, y los bolcheviques y sus seguidores hostigados, cuando no torturados.93 La respuesta del Ejército Rojo fue
despiadada, con centenares de pueblos íntegramente deportados, miles de insurgentes fusilados, mujeres e hijos de partisanos
secuestrados o asesinados y el uso de armamento químico por parte de Mijaíl Tujachevski para sofocar la Rebelión de Tambov.94

Tras la victoria final bolchevique, el terror represivo se redujo, pero el aparato policial se mantuvo intacto.

Victoria y crisis del «comunismo de guerra»


La guerra radicalizó espectacularmente al régimen. Para dirigir la guerra total contra los enemigos, el gobierno de Lenin procedió
a nacionalizar la práctica totalidad de los comercios, la banca, la industria y el artesanado. Las viviendas de las clases
acomodadas fueron colectivizadas, entrando así los apartamentos colectivos en la vida de los rusos. Mientras la moneda se hundía
y el país vivía del trueque y de salarios pagados en especie, el régimen instauró la gratuidad de las viviendas, los transportes, del
agua, de la electricidad y de los servicios públicos, todos ellos en manos del Estado. Ciertos bolcheviques llegaron a soñar con
abolir el dinero, o por lo menos limitar drásticamente su uso. El «comunismo de guerra» (término creado a posteriori, aparecido
tras el final de la guerra civil) que había surgido por las difíciles circunstancias, pasó a ser un medio útil para guiar a Rusia hacia
el socialismo.

El poder instauró también un potente dirigismo sobre la economía y los obreros. Para hacerlo, no vaciló en restablecer una férrea
disciplina en las fábricas o en hacer reaparecer prácticas deshonrosas como el salario a destajo, la libreta de trabajo, el cierre
patronal, la retirada de las cartillas de racionamiento y la detención y deportación de los dirigentes de huelgas. Centenares de
huelguistas fueron fusilados. Los sindicatos fueron depurados, bolcheviquizados y transformados en correa de transmisión del
sistema, las cooperativas absorbidas y los sóviets transformados en entidades vacías. En 1920, Trotski generó una vasta
controversia proponiendo la «militarización» del trabajo. En el campo, destacamentos armados procedieron violentamente a
realizar requisiciones forzadas de cereales para abastecer a las ciudades y al Ejército Rojo.

El poder realizó asimismo un enorme esfuerzo para alfabetizar y proporcionar educación a la población, al tiempo que dirigía sus
esfuerzos propagandísticos sobre los soldados y las masas populares. Animó la efervescencia artística y puso a los creadores
vanguardistas al servicio de la revolución, lo que generó una vasta producción de obras y carteles que contribuyeron a la adhesión
colectiva a los bolcheviques.95

Estas políticas salvaron al régimen, pero contribuyeron al enorme descontento popular y al hundimiento radical de la producción,
de la moneda y del nivel de vida. La economía era una ruina y la red de transportes había sido destruida. El mercado negro y el
trueque florecieron.96 La desigualdad institucional del racionamiento en favor de los soldados y los burócratas suscitó protestas
populares. Las ciudades perdieron población, con multitud de obreros y ciudadanos hambrientos que regresaron al campo. Moscú
y Petrogrado perdieron de esta forma la mitad de su población, mientras que la clase obrera se descomponía: menos de un millón
de activos en 1921, frente a los tres millones de 1917.

Entre 1921 y 1922, la hambruna, unida a una grave epidemia de tifus, acabó con la vida de millones de campesinos rusos.

La Rebelión de Kronstadt y la NEP


Hastiados por el monopolio del poder adquirido por los bolcheviques, así como por la violencia y la represión desplegadas en el
campo o contra los obreros huelguistas, los marinos de Kronstadt se rebelaron en marzo de 1921 y exigieron la vuelta al poder de
los sóviets, elecciones libres, libertad del mercado nacional y el fin de la policía política. En la práctica la insurrección consistió
en la disolución del sóviet de Kronstadt y el nombramiento de un «comité revolucionario provisional» en su lugar.97 Su
levantamiento fue repelido por Trotski y Tujachevski.

Al mismo tiempo, el poder puso a los mencheviques fuera de la ley, reprimió las últimas grandes olas de protestas obreras y
empezó una campaña violenta de «pacificación» contra los campesinos insurrectos. El X Congreso del Partido, celebrado a la vez
que ocurría la insurrección de Kronstadt, abolió también el derecho de tendencia en el seno del Partido por la instauración del
«centralismo democrático».

Pero ante el callejón sin salida del «comunismo de guerra» y el hundimiento de la economía, Lenin decidió volver de manera
limitada y provisional al capitalismo de mercado: se adoptó la Nueva Política Económica (NEP) en el mismo congreso. Esta
liberalización económica permitió enderezar la economía.

Consecuencias

Consecuencias culturales

Liberación de las costumbres y emancipación de la mujer


Tras la guerra civil, tuvo lugar un cambio muy importante en las costumbres sexuales. La crítica marxista a la familia burguesa ya
había conducido a los bolcheviques a modificar la legislación concerniente al divorcio, el matrimonio y la interrupción voluntaria
del embarazo.98 En 1922, la homosexualidad se vio despenalizada.99 A lo largo de la década de 1920, el deseo de acceder a una
sexualidad más libre puso en marcha un movimiento social calificado por Wilhelm Reich de «revolución sexual». Impuesto por
las bases, no tuvo tantos apoyos por parte de los responsables del régimen, y progresivamente fue perdiendo importancia.100

Más generalmente el poder bolchevique, en particular bajo el impulso de Aleksandra Kolontái, tomó medidas importantes para
mejorar el estatus social de la mujer. Además de las legislaciones en materia de costumbres, una serie de decretos comenzaron a
reconocer desde finales de 1917 el derecho de las mujeres a la jornada de 8 horas, el de negociar el importe de los salarios, la
preservación del empleo en caso de embarazo, posibilidad de asegurar cuidados a sus hijos durante las horas de trabajo, así como
derechos políticos idénticos a los hombres. Se fomentó el trabajo de las mujeres, tanto desde una perspectiva emancipadora (el
régimen declaró que «encadenada al hogar, la mujer no podía ser igual al hombre») como para paliar el déficit de mano de obra
provocado por la guerra y las hambrunas.101

La lucha contra el analfabetismo y el acceso de las capas populares a la cultura


Dado que la RSFS de Rusia, al final de la guerra civil, contaba con decenas de miles de huérfanos, se procedió a crear
comunidades educativas con niños de todas las edades a cargo de maestros voluntarios, educándolos en el espíritu socialista. En
la misma época, se abolieron los grados en el ejército y las reglas académicas en el arte. La gramática y la ortografía se
simplificaron y la lucha ideológica contra los prejuicios y las convicciones de origen religioso alcanzaron su apogeo.

El régimen inició rápidamente un importante esfuerzo en materia de instrucción pública. Bajo la dirección de Anatoli
Lunacharski, el comisariado del pueblo para la instrucción publicó un decreto declarando la apertura de un «frente contra el
analfabetismo» el 10 de diciembre de 1919. El alcalde de Boulogne-Billancourt, el socialista André Morizet, en un resumen de su
viaje a la Unión Soviética afirmó: «podemos pensar lo que queramos de los jefes del bolchevismo. Podemos criticar sus métodos,
condenar sus actos en general o en detalle [...]. Pero hay un punto en el que me parece imposible que no aprobemos
unánimemente sus esfuerzos, que no apreciemos sin reservas los resultados ya obtenidos: en materia de instrucción pública».102
Desde el comienzo de 1918, el régimen impone el triple principio de laicidad, gratuidad y obligación de la educación. El número
de escuelas pasó de 38387 en 1917, a 52274 en 1918 y 62238 en 1919. Asimismo, el presupuesto de educación pasó de 195
millones de rublos en 1916 a 2914 millones en 1918.103 Se crearon alfabetos nacionales para las nacionalidades sin escritura, al
tiempo que se creaban comisiones de instructores.104 Debe considerarse además que este incremento presupuestario se produjo
en un contexto de posguerra y de escaso desarrollo económico de las repúblicas integrantes de la Unión Soviética, lo que derivaba
en carencias en el material escolar y en el profesorado, lo que explica la mediocridad de la instrucción en los primeros años del
régimen.

La Revolución y el arte
Las consecuencias de la revolución se dejaron sentir igualmente en el arte.105 Desde finales del siglo XIX, Rusia se abrió a las
nuevas corrientes artísticas que se desarrollaban en Europa: el impresionismo (con pintores como Leonid Pasternak y Constantin
Kousnetzoff), el fovismo (con Mijaíl Lariónov o Natalia Goncharova) y el cubismo (con Vladímir Burliuk). Otras corrientes
emergieron en Rusia, como el supremacismo, que proclamaba la supremacía de la forma pura en la pintura. En la poesía, Nikolai
Gumilev inició en 1911 el acmeísmo. El estreno de la ópera futurista Victoria sobre el sol, de Alekséi Kruchónyj y Velimir
Jlébnikov se produjo el 3 de diciembre de 1913 en San Petersburgo.

Tras la Revolución de Octubre, si bien los bolcheviques prohibieron las obras abiertamente hostiles hacia el régimen, el nuevo
poder no dio sin embargo directivas en materia de arte; Trotski declaró: «el arte no es un dominio donde el Partido deba ser
líder»106 y animó el florecimiento de las corrientes de vanguardia. Según el historiador del arte Jean-Michel Palmier, «hay pocos
países que dedicasen tanto dinero a las bellas artes, al teatro, a la literatura o a la pintura como la URSS en el período más difícil
que conoció. Mientras que el hambre reinaba y la contrarrevolución levantaba la cabeza sobre todos los frentes -interior y
exterior-, la joven república de los sóviets gastaba sumas enormes para desarrollar el arte —y ni siquiera como instrumento de
propaganda—.107

Desde los primeros días posteriores a la Revolución de Octubre, el gobierno bolchevique puso en marcha una serie de medidas
destinadas a asegurar la preservación, el inventario y la nacionalización del patrimonio cultural nacional.108 La colección privada
del comerciante y mecenas Serguéi Shchukin fue requisada para abrir el «primer museo del arte occidental». Vasili Kandinski fue
nombrado director del Museo de la Cultura Artística, creado en 1919, y abrió una veintena de museos fuera de la capital. Aquí
todavía, las penurias limitaban las ambiciones del régimen. Por falta de créditos para la reconstrucción, la inmensa mayoría de los
proyectos innovadores de arquitectura no pudieron efectuarse.109

El nuevo entorno político y cultural favoreció el nacimiento de corrientes nuevas y de debates de escuelas. Según Anatole Kopp,
«dentro de esta nueva visión, es posible distinguir dos orientaciones, de hecho dos vanguardias: una vanguardia esencialmente
formal, que, a pesar del recurso a formas de expresiones inéditas, no asignará al arte una misión nueva, y una vanguardia social y
políticamente consciente, que intentará, a la luz del marxismo, poner a las técnicas artísticas al servicio de la transformación de la
humanidad».110 Los miembros de esta última corriente, los partidarios del alumbramiento de una nueva «cultura proletaria», se
reagruparon en el seno de la Proletkult, que tuvo su primer congreso en 1920. Este grupo efectuó rápidamente una agresiva
campaña contra los «compañeros de camino» del partido y todo lo que se apartaba del «arte proletario»,111 pero no obtuvo
medidas políticas del aparato estatal.112 A finales de la década de 1920, Iósif Stalin se apoyó sin embargo en las teorías de la
Proletkult para reprimir a los artistas e imponer la línea del realismo socialista.

Consecuencias económicas y sociales


La Revolución y el establecimiento del nuevo régimen provocaron transformaciones sociales profundas en la URSS. Las viejas y
feudales estructuras de la Rusia zarista se desvanecieron sin dejar sitio a una economía de mercado, generando la elaboración de
nuevas relaciones sociales que fueron objeto de interpretaciones diversas.
Según Nicolas Werth, 13 millones de rusos perecieron de forma violenta entre
1914 y 1921: 2,5 millones por la Gran Guerra, la guerra civil y las matanzas de
los terrores blancos, rojos o verdes, 5 millones por el hambre y más de 2,5
millones por la epidemia de tifus.113 Según el demógrafo ruso A. G. Volkov, la
población de Rusia disminuyó en siete millones entre 1918 y 1922, cifra de la
que habría que retirar a los emigrados (estimados en dos millones por el
demógrafo) y la diferencia de 400 000 entre las entradas y salidas de presos y de
fugitivos, para acabar en una cifra de 4 500 000 muertos durante la guerra civil, Rusos partiendo al exilio en un
es decir, un poco más del 3 % de la población.114 La mayoría de las víctimas vagón plataforma.
pereció fuera de los campos de batalla, por falta de cuidados adecuados o de
alimento. «La sociedad rusa salió de la guerra más arcaica, más militarizada,
más campesina».113

La gran mayoría de las antiguas élites (clero, nobleza y burguesía —esta ya más frágil que en Occidente— y una parte de los
intelectuales) desaparecieron o se exiliaron. Con la nueva era, esta «gente del pasado» y sus hijos comenzaron a ser vigilados y
discriminados en el acceso a la vivienda, al trabajo o a la universidad, o incluso privados del sufragio, si bien este era simbólico.
Muchos posteriormente fueron liquidados durante la Gran Purga estalinista. Cerca de dos millones de rusos blancos (no todos
monárquicos ni rusos en realidad) se exiliaron o fueron desterrados. En 1922, un decreto les desposeyó en bloque la nacionalidad
rusa. Esta masiva situación de nuevos apátridas motivó la creación del pasaporte Nansen por parte de la Sociedad de Naciones.

En el campo, el partido estaba subrepresentado. Se introdujeron disposiciones constitucionales que dieron al voto obrero y urbano
un peso abiertamente superior al voto campesino. La clase campesina fue una de las únicas que habían mantenido una autonomía
bastante fuerte en relación a un Estado muy autoritario que se forjó durante la guerra civil. Los campesinos obtuvieron el reparto
de tierras que esperaban desde generaciones (aunque debido a su fuerte crecimiento demográfico, ganaron por término medio
únicamente entre 2 y 3 hectáreas de tierra cada uno). Pero muchos pudieron comprobar que «la tierra no se come» (Lenin): los
millones de pequeñas explotaciones dispersas eran poco rentables e imposibles de modernizar. Bestias negras de los bolcheviques
durante la guerra civil, los kulaks (campesinos supuestamente ricos, de hecho solo un poco más acomodados y dinámicos que la
media) salieron beneficiados de una medida presumiblemente perjudicial, y se beneficiaron de la instauración de la NEP, antes de
sufrir la dekulakización a partir de 1930.

Muchos hombres del pueblo, exobreros, empleados o campesinos, se vieron beneficiados del crecimiento del partido-estado y de
su burocracia (cuyo notable desarrollo115 ya angustiaba a Lenin y Trotski). Entrando en esta o en el Ejército Rojo, adquirieron
posiciones de poder y privilegios inesperados para ellos bajo el Antiguo Régimen. La burocracia se convirtió también en un
refugio privilegiado de la pequeña burguesía teóricamente venida a menos.116 Esta «plebenización del partido»117 servirá de
base social al advenimiento ulterior de Iósif Stalin, nombrado secretario general del PCUS el 3 de abril de 1922.

Consecuencias políticas y diplomáticas


El primer resultado de esta revolución fue la caída del régimen zarista, dejando vía libre para la toma del poder por los
bolcheviques. Según Nicolas Werth, «una revolución popular y plebeya profundamente antiautoritaria y antiestatal trajo al poder
al grupo más dictatorial y más partidario del estatismo».

Según varios historiadores, las bases del Estado policial leninista se habrían puesto antes incluso del estallido de la guerra civil en
agosto de 1918, con tanta o más represión sobre otros partidos revolucionarios y sobre ciertos movimientos populares que sobre
los partidos «burgueses» o las fuerzas monárquicas.118 Este punto de vista es rechazado por ciertos historiadores, como Arno
Mayer que, en una obra reciente, sostiene que la política represiva del régimen soviético fue esencialmente el producto de
presiones internas (la violencia de la contrarrevolución) y externas (la reacción de las potencias internacionales frente a la toma
del poder de los bolcheviques).119
Para Marc Ferro, la lucha por el poder simplemente no opuso a los partidos entre sí. De hecho, en el momento de la Revolución
de Febrero, los partidos políticos, los sindicatos, las cooperativas y los sóviets eran formas rivales de organización, en
competencia para representar y dirigir la sociedad civil. Los sóviets y los partidos se entendieron para subordinarse o eliminar a
sindicatos, comités de fábrica o cooperativas. Luego, desde antes de la Revolución de Octubre, los partidos acordaron infiltrarse e
instrumentalizar los sóviets. Al final, uno de los partidos eliminó al resto.120

Otro resultado inmediato fue la firma del tratado de Brest-Litovsk, y el desmantelamiento parcial del Imperio ruso. Luego vino la
creación, en 1922, de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

La guerra civil dejó al país agotado, arruinado por numerosos años, y bajo la dirección de un partido único cada vez más
monolítico (supresión del derecho de tendencia en marzo de 1921), que empleó a la policía y el ejército para suprimir a todas las
fuerzas organizadas de oposición.

Además, la revolución esperada por los bolcheviques en los países capitalistas no se efectuó. En Alemania, las masas populares
no apoyaron mayoritariamente la tentativa espartaquista de Rosa Luxemburgo, y la represión continuó. En Hungría, Béla Kun
dirigió durante 133 días la República Soviética Húngara antes de ser desalojado por una invasión rumana. La oleada
revolucionaria fluyó desde 1920 en Italia, abriendo la puerta al éxito posterior del fascismo. Países industrializados tan
importantes como Estados Unidos, el Reino unido y Francia experimentaron huelgas y manifestaciones, a veces violentas, pero
que en ningún momento sacudieron los cimientos sociales o gubernamentales.

La creación en Moscú de la III Internacional (Komintern), en 1919, fue una consecuencia directa de la Revolución de Octubre.
Fue disuelta por Stalin en 1943 sin haber conseguido nunca conducir una revolución victoriosa. De forma inmediata, entre 1919 y
1921, se sucedieron rupturas y escisiones entre partidos socialdemócratas y partidos comunistas que dejaron al movimiento
obrero y sindical duraderamente dividido y debilitado frente a las fuerzas conservadoras y fascistas.

La misma Rusia quedó aminorada y aislada, cercada por un «cordón sanitario» de pequeños Estados (los países bálticos, Polonia,
etc.). El nuevo régimen debió conquistar lentamente su reconocimiento internacional. Debió esperar a 1922 para ser reconocido
por Alemania (convertida en su aliada de hecho por los acuerdos de Rapallo), luego en 1923 por la China de Sun Yat-sen, en 1924
por Gran Bretaña, Francia y la Italia fascista, en 1933 por los Estados Unidos, antes de entrar tardíamente en la Sociedad de
Naciones en 1934.

El régimen instaurado por los bolcheviques a menudo ha sido calificado de «comunista», aunque para Karl Marx el comunismo
corresponde a una sociedad que responde a la divisa «De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades».121
En 1918, sin embargo, Lenin no repudiaba la idea de cambiar el nombre del partido a partido comunista, ni a fundar en 1919 la
Internacional Comunista (se trataba de escoger un nombre que se desmarcase de la socialdemocracia, que había sido
mayoritariamente favorable a la guerra).

Percepciones y recepción en el extranjero


La Revolución de Febrero de 1917 fue leída por los occidentales con arreglo a la Gran Guerra en curso, y en general sin gran
conocimiento de las realidades rusas.

Las democracias de la Triple Entente (Francia y el Reino Unido) se libraron de un gravoso aliado como Nicolás II, ya que la
continuidad de la autocracia zarista entraba en contradicción con su propia propaganda sobre la «guerra de derecho». La prensa
(sometida a censura o autocensura) no dio noticia del creciente y robusto rechazo que la guerra despertaba en la opinión rusa. La
revolución se interpretó de forma contraria, como una voluntad popular de llevar la guerra hasta el fin con un gobierno más
competente.122
No hubo consciencia de la amplitud de la rebelión social. El historiador
monárquico Jacques Bainville se expresaba así en L'Action française: «hace falta
que la renovación rusa no se haga lo que hasta aquí no quiso ser, una
revolución».123 El socialista nacionalista Gustave Hervé escribió: «¡Qué son
Verdún y el Marne mismo al lado de la inconmensurable victoria moral que han
alcanzado los aliados en Petrogrado!».124

Sin embargo, en septiembre de 1917, el motín de los soldados rusos de La


Courtine en el Lemosín hubo de ser sofocado por fuerzas francesas, dejando
varios muertos. Se sucedieron huelgas importantes y prácticamente
insurreccionales que apelaban abiertamente al ejemplo de los sóviets de
trabajadores de Rusia en abril de 1917 en Leipzig, en mayo-junio en Leeds y en
agosto en Turín. En Italia o incluso en España, país no beligerante, aparecieron
pintadas con «viva Lenin», más por rechazo simbólico a la guerra y las
condiciones sociales que por un conocimiento efectivo del programa
Caricatura antibolchevique aparecida
bolchevique.125 No obstante, el patriotismo obligó a que ninguna tentativa
en el New York Herald en 1919.
revolucionaria se efectuara antes del fin de la Gran Guerra.

Varias delegaciones oficiales fueron a Rusia en tiempos del gobierno provisional


y descubrieron la amplitud de la revolución. Volvieron de allí en ocasiones estremecidas, como fue el caso de los socialistas
franceses Albert Thomas y Marcel Cachin, el ministro laborista inglés Arthur Anderson o la feminista británica Emmeline
Pankhurst. Un puñado de extranjeros presentes en Rusia se adhirió activamente a la Revolución de Octubre, como el futuro
historiador y periodista estadounidense John Reed, o el filósofo cristiano francés Pierre Pascal. En marzo de 1919, André Marty y
Charles Tillon dirigieron el motín de la flota francesa en mar Negro contra la intervención. Ciertos prisioneros de guerra de los
Imperios centrales, convertidos al bolchevismo durante su cautividad en Rusia, se hicieron propagadores de la revolución al
regresar a sus países, como es el caso del yugoslavo Josip Broz Tito.

La Alemania de Guillermo II dejó a diversos revolucionarios exiliados en Suiza, entre los que estaba Lenin, atravesar su territorio
para volver a Rusia, considerando que el pacifismo contribuiría a la retirada de Rusia del conflicto. Ya en esta época circulaba en
Rusia y Occidente la idea de un Lenin «agente alemán», o incluso el rumor de que los «maximalistas» (traducción inexacta
difundida del término bolcheviques) estaban financiados por «el oro alemán». La Revolución de Octubre fue percibida
inicialmente solo como una peripecia política después de mucha otras, y ni la Entente ni las potencias centrales creían que el
nuevo poder fuera duradero. Tras el tratado de Brest-Litovsk (contra cuya ratificación votó el SPD en el Reichstag), el Kaiser
pasó a ser un objetivo y paradójico aliado de un régimen bolchevique interesado en jugar a divisiones «interimperialistas» y en no
añadirse un enemigo más. La Entente intervino primeramente sobre el territorio ruso para evitar la desaparición del Frente
Oriental, siendo el reproche principal hecho a los bolcheviques su «traición» a la alianza. Tras el armisticio de Compiègne de
1918, fue la revolución como tal lo que se empezó a combatir.

El pacifismo y la crisis económica de la posguerra, así como el rechazo a ver una revolución fracasada, suscitaron simpatías
fuertes y activas en las capas populares de Europa hacia la Revolución de Octubre. Los excesos del Terror Rojo fueron ignorados,
negados, minimizados o justificados como una respuesta simple al Terror Blanco.

En Francia, la Revolución rusa se ha interpretado al prisma de la memoria de la Revolución francesa de 1789: los bolcheviques
son asimilados así a los jacobinos, Aleksandr Kérenski a la Gironda, los blancos a los vandeanos, León Trotski a Lazare Carnot,
etc. Un historiador simpatizante con el proceso ruso como Albert Mathiez trazó desde 1920 la analogía entre Maximilien
Robespierre y Lenin, el Terror Rojo y el Terror de 1793.126 El poeta André Bretón no fue el único que leyó también la
Revolución rusa como una revancha de la fracasada Comuna de París. Pero la «gran luz en el Este» (título de una obra de Jules
Romains) no fue acogida tan bien por todo el mundo. La clase media se vio afectada por la pérdida del empréstito ruso, que Lenin
dejó de reconocer a comienzos de 1918. El anticomunismo era muy fuerte entre los socialistas fieles a la «vieja escuela» en el
momento del congreso de Tours de 1920, entre los anarquistas, entre ciertos intelectuales humanistas hostiles hacia los métodos
de los bolcheviques (por ejemplo Romain Rolland, amigo de Gorki) y por supuesto entre las derechas. Desde 1919, un cartel
célebre estigmatiza al bolchevique «el hombre con el cuchillo entre los dientes».

En Estados Unidos, el red scare o el miedo a los «Rojos» marcó los años inmediatos de posguerra y contribuyó a las reacciones
autoritarias, puritanas y xenófobas (los emigrantes fueron percibidos como portadores potenciales del «virus» bolchevique) que
marcaron la década de 1920. En Alemania, Hungría e Italia las fuerzas conservadoras, nacionalistas o fascistas, a veces aliadas
por un tiempo a socialdemócratas como Gustav Noske en Berlín, pelearon para reprimir violentamente el «bolchevismo» (una
palabra por otra parte elástica, bajo la cual acabó por incluirse abusivamente a todo partidario de un cambio social, incluso
cualquier adversario). En 1919, el miedo y el odio al bolchevismo y a la Revolución de Octubre, de sus transformaciones y de su
posible extensión desempeñan un papel para nada despreciable en la formación de las ideologías y de los movimientos fascistas
de Benito Mussolini en Italia y de Adolf Hitler en Alemania.

En los países colonizados, la Revolución de Octubre también suscitó esperanzas importantes. En 1920, en Bakú, los bolcheviques
convocaron un «congreso de los pueblos de Oriente» (del 1 al 8 de septiembre) que intentaba ejercer de unión entre los
nacionalismos de los colonizados y el movimiento comunista mundial.

Posterioridad y fin
La ruina económica y moral que sucedió a la guerra civil dejó paso a una élite de burócratas, que en el mismo seno del partido
bolchevique van a conseguir imponerse al frente del país. Para eso, debieron deportar y masacrar a todos sus opositores, tanto
«contrarrevolucionarios» como revolucionarios. Millares de militantes comunistas, entre los que estaba la mayoría de la «vieja
guardia» bolchevique, héroes de octubre y de la guerra civil, fueron de esta forma deportados y posteriormente fusilados. Los más
célebres de estos fueron humillados y desacreditados en público en el momento de los procesos de Moscú en 1936-1938.

Para asentar su poder, y también para hacer olvidar el muy limitado papel que desempeñó en la Revolución de Octubre, Iósif
Stalin se propuso también liquidar, en el momento de la Gran Purga de 1936-1938, a toda una generación de militantes, cargos
políticos y económicos, militares, escritores e incluso policías que conocían la situación previa a 1917, la revolución y la
posterior guerra civil. En 1930, la mitad de los cargos del Estado y hasta de la policía había servido bajo el antiguo régimen.127
La «generación de 1937» que los reemplazó gracias a las purgas, conoció únicamente a Stalin y le debía todo: fue esta
nomenklatura sin pasado revolucionario la que dirigió en lo sucesivo la URSS hasta casi su disolución.

El régimen «totalitario» de Stalin terminó de asfixiar los ideales de la Revolución de Octubre. Desde mediados de la década de
1930, restableció un cierto número de valores deshonrados en tiempos de Lenin y Trotski: exaltación de la familia y de la patria
«socialistas», restauración de títulos militares como el grado de mariscal, venta libre de vodka por el Estado, academicismo en el
arte, rusificación forzada de las minorías y «chauvinismo de la Gran Rusia», antisemitismo oficial cada vez menos disimulado...
La Segunda Guerra Mundial acabó con esta evolución, La Internacional dejó por ejemplo de ser el himno soviético en 1943, y los
grados y los uniformes del Antiguo Régimen fueron espectacularmente restablecidos.

Muy poco sensible al internacionalismo de los primeros dirigentes bolcheviques, Stalin abandonó toda idea de exportar la
revolución mediante la Komintern. En su opinión, esta debía extenderse solo gracias al Ejército Rojo, bajo control estricto de
Moscú y como una extensión del imperio soviético. Fue lo que ocurrió a partir de 1939 con las anexiones permitidas por el Pacto
germano-soviético (mediante las que la URSS recuperó los territorios perdidos en el momento de la guerra civil rusa) y a
continuación con la victoria de 1945.

Todos estos hechos fueron caracterizados por León Trotski como el «Termidor» de la Revolución rusa (comparación con la
reacción que siguió a la caída de Robespierre durante la Revolución francesa). El símil presenta, no obstante, ciertos límites. En
efecto, la era stalinista se señala también por una vuelta, contra los campesinos, a los métodos del «comunismo de guerra».
Coincide también con una época de purgas sin precedentes. Por otra parte, el advenimiento de Stalin significó también una
reactivación espectacular de la transformación económica de Rusia, pudiéndose hablar de la «segunda revolución» de 1930:
nacionalización íntegra de las tierras y plan quinquenal, que sacó bruscamente a la URSS del atraso. Todo ello al pesado y
disimulado precio de millones de víctimas, consecuencia de la ambición totalitaria del poder estatal.

Interpretaciones
Las causas de esta «degeneración» han sido explicado de diversas formas. Para los anarquistas, se debió a los principios
«autoritarios» del partido bolchevique. Para otros, como ciertos liberales, se inscribe en las mismas ideas de Karl Marx. Para un
cierto número de marxistas no bolcheviques, Lenin cometió el fatal error de querer poner en marcha una revolución obrera en un
país masivamente campesino y sobrestimó las potencialidades revolucionarias en los países occidentales. Para los comunistas
marxistas antileninistas, como los comunistas consejistas, los bolcheviques instauraron de golpe un capitalismo de Estado y se
burlaron de los principios comunistas y marxistas.

Ya desde esa época hubo comentarios sobre los acontecimientos de octubre y de la guerra civil, con marxistas como el teórico
Karl Kautsky o la revolucionaria Rosa Luxemburgo que criticaron la naturaleza del partido bolchevique y su organización
leninista (que el mismo Trotski había denunciado como un peligro ya en 1904). En su opinión, la asimilación abusiva del partido
al pueblo, su desprecio por la democracia y su culto a la violencia transformaron las purgas y la dictadura impuestas por las
circunstancias en un sistema permanente. El poder del partido sobre el proletariado sustituyó de forma duradera al poder de los
sóviets y de la clase obrera. Se señaló también su carácter jerarquizado, centralizado, militarizado y monolítico que provocó una
concentración de todos sus poderes dictatoriales en manos de un pequeño grupo en la cúspide (el Politburó, fundado en 1917)128
y más tarde, en manos de un solo hombre. Este análisis crítico se repitió en la década de 1930 por un cierto número de antiguos
compañeros de la Revolución de Octubre, como Boris Souvarine, pionero en la crítica al estalinismo.129

Para Trotski y los trotskistas, las causas de la dictadura totalitaria debían buscarse en el nacimiento de la burocracia, así como en
el aislamiento de la revolución en un país pobre y poco desarrollado. Puede no obstante subrayarse que precisamente en ningún
país rico e industrial estalló una revolución «marxista» en todo el siglo XX, sino en países agrarios o subdesarrollados (China,
Vietnam, Etiopía, Mozambique, etc.). Por otro lado, ninguno de los regímenes que apelaba a una revolución comunista evitó el
orientarse con rapidez hacia una dictadura policial y burocrática, lo que puede explicarse en parte porque la inmensa mayoría de
los movimientos comunistas eran satélites de Moscú y por la influencia de Stalin y la URSS en esos países, tanto en materia
militar como económica o política.

La Segunda Guerra Mundial dio paso a la Guerra Fría, enfrentando al Bloque del Este y a Occidente (principalmente Estados
Unidos) con una carrera armamentística que nunca desembocó en un conflicto directo, hasta la disolución de la Unión Soviética
en 1991.

Referencias
extremos.
1.
3. El historiador Eric Hobsbawn escribió: "La
La Première Guerre mondiale Revolución de Octubre fue universalmente
reconocida como un suceso que conmocionó al
aggrave les facteurs de fragilité mundo." en La era de los extremos, Complexe, 2003,
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précipitent la désagrégation du 4. Debate sobre la Revolución de 1917 (http://www.esp
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p://www.wsws.org/en/special/1917/lectures.html)
2. Esta expresión fue popularizada por el historiador 6. Marc Ferro,La Révolution de 1917, Aubier, Paris,
británico Eric Hobsbawn en su obra La era de los 1967, p. 36.
7. René Girault y Marc Ferro, De la Russie à l’URSS. 569348_2____43/R%C3%A9volution_russe_de_191
L’histoire de la Russie de 1850 à nos jours, Nathan, 7.html#s43), encyclopédie Encarta.
1989. 27. Marc Ferro (con Jean Ellenstein), La Révolution
8. Marc Ferro,La Révolution de 1917, Aubier, Paris, d’Octobre, L’Humanité en Marche, Éd. des Burins,
1967, p. 39. 1972.
9. 3593 dólares per cápita en Rusia en 1913 y 13 327 28. John Keegan, La Grande Guerre, Perrin, 1989.
dólares en EE. UU. 29. John Keegan, La Grande Guerre, op. cit., et Marc
10. Richard Pipes, La Révolution russe, PUF, 1993, p. Ferro, Nazisme et communisme. Deux régimes dans
71. le siècle, Hachette, coll. «Pluriel», 1999, p. 16.
11. León Trotski, «Particularités du développement de la Cependant, selon Robert O. Paxton, Referencia
Russie.» En Histoire de la révolution russe. 1. vacía (ayuda), Le fascisme en action, Seuil, p. 196.
Février, Paris, Éditions du Seuil, 1950, pp. 39-52. 30. Jean-Jacques Marie, La Guerre civile russe, p. 17.
12. François-Xavier Coquin, La Révolution russe, PUF, 31. León Trotski, «Marée montante.» (http://www.marxist
coll. «Que sais-je?», 1974, p. 14. s.org/francais/trotsky/livres/hrrusse/hrr36.htm) En
13. Para la década de 1890, Richard Pipes afirma: «la Histoire de la révolution russe.
productivité industrielle russe s'est accrue de 126 32. Michel Heller et Aleksandr Nekrich, L’Utopie au
pour cent, le double du taux de croissance allemand pouvoir, op. cit., p. 25. Marc Ferro, d’après le compte
et le triple de celui des États-Unis». Traducción: «La rendu des débats, précise qu’en «revendiquant le
productividad industrial rusa aumentó en un 126 %, pouvoir pour son parti, très minoritaire, Lénine ne
el doble de la tasa de crecimiento de Alemania y tres provoqua pas l’indignation des députés mais un
veces mayor que la de los Estados Unidos». La immense éclat de rire». La Révolution de 1917, op.
Révolution russe, op. cit., p. 72. cit., p. 473.
14. Roger Portal, La Russie de 1894 à 1914, Paris, 33. 1917, documental emitido en el canal Arte el 7 de
Centre de documentation universitaire, 1966, p. 78. noviembre de 2007.
15. Hasta el año 1918, Rusia utilizó el calendario juliano, 34. Richard Pipes, La Révolution russe, op. cit., p. 457.
cuyas fechas iban trece días por detrás a las del 35. Richard Pipes, La Révolution russe, op. cit., p. 463-
calendario gregoriano. 464.
16. Jean Elleinstein, D’une Russie à l’autre, vie et mort 36. Marc Ferro añade que «no deberíamos dar mucha
de l’URSS, Éditions Sociales, 1992, 68 p. significación a estas cifras». La Révolution de 1917,
17. Louis Aragon et André Maurois, Les Deux Géants. op. cit., p. 849.
Histoire des États-Unis et de l’URSS de 1917 à nos 37. Jean-Jacques Marie, Lénine, Paris, Balland, 2004, p.
jours. Tome 3: Histoire de l’URSS de 1917 à 1929. 215.
Tome 4: Histoire de l’URSS De 1929 à nos jours, 38. Jean-Jacques Marie, Lénine, p. 217.
Paris, Éditions du Pont Royal, 1963, p. 30.
39. Marc Ferro, La Révolution de 1917, op. cit., p. 851.
18. Marc Ferro, La Grande Guerre, 1914-1918,
Gallimard, coll. «Idées», Paris, 1969, p. 318. 40. Lénine, Œuvres complètes, tome 35, p. 36.
19. Richard Pipes afirma: «le nombre total des blessés et 41. Michael Löwy, «La révolution d’Octobre et la
des morts [de la Révolution de Février] se situait question nationale: Lénine contre Staline.» (http://ww
entre 1300 et 1450 dont 169 tués». La Révolution w.europe-solidaire.org/spip.php?article2507) Critique
russe, op. cit., p. 284. communiste, n° 150, automne 1997. (En francés.)
20. Michel Heller et Aleksandr Nekrich, L’Utopie au 42. «Regardez la Commune de Paris. C’était la dictature
pouvoir. Histoire de l’URSS de 1917 à nos jours, du prolétariat.» Engels, préface à La Guerre civile en
Calmann-Lévy, coll. «Liberté de l’esprit», Paris, 1985, France de Karl Marx, citado por Kostas Papaioannou
p. 22. en Marx et les marxistes, Flammarion, 1972, p. 223.
21. Marc Ferro, La Révolution d’Octobre, L’Humanité en 43. Marc Ferro, La Révolution de 1917, op. cit., p. 307.
marche, Éd. du Burrin, 1972, p. 49. 44. Título de un capítulo de la obra de Hélène Carrère
22. Marc Ferro, La Révolution de 1917, Albin Michel, d'Encausse, Lénine, Fayard, 1997.
1997, pp. 94-95. 45. Alessandro Mongili, Staline et le stalinisme,
23. Léo Figuères, Octobre 17. La révolution en débat, Casterman, 1995.
éditions Le Temps des cerises, Paris, 1995, p. 253. 46. León Trotski, Ma vie, Gallimard, coll. «Folio», Paris,
24. Esta tesis encuentra su origen en el discurso de los 2004, pp. 403-408.
mencheviques rusos y en los análisis del teórico 47. Rosa Luxemburgo, La Révolution russe, op. cit., p.
marxista alemán Karl Kautsky. Rosa Luxemburgo, La 15.
Révolution russe, Éditions de l’Aube, coll. «l’Aube 48. Marc Ferro (junto a Jean Elleinstein), La Révolution
poche essai», 2007, pp. 8-9. d’Octobre, L’Humanité en Marche, Éd. du Burin,
25. Marc Ferro, «Pourquoi Février? Pourquoi Octobre?», 1972, p. 95.
en La Révolution d’Octobre et le Mouvement ouvrier 49. Nicolas Werth, «Paradoxes et malentendus
européen, EDI, Paris, 1967, p. 17. d’Octobre», en El libro negro del comunismo, Robert
26. «Les thèses d’avril de Lénine et la chute de Laffont, 1997, pp. 49-51.
Milioukov» (https://web.archive.org/web/2008042404 50. Nicolas Werth, L’URSS de Lénine à Staline, Que
1435/http://fr.ca.encarta.msn.com/encyclopedia_761 Sais-Je?, 1998, p. 17.
51. Nicolas Werth comenta: «Étant donné le retard habían renunciado al terror [...] Aún en noviembre de
économique de la Russie, le passage économique 1918, Lenin pretendía no sin razón, lo siguiente:
au communisme ne se fera pas, contrairement aux «procedamos a las detenciones pero no recurramos
prévisions de Marx, par le «dépérissement» de l’État, al terror» particularmente contra los hermanos
mais au contraire, par le contrôle étatique sur toutes enemigos». Ver también Pierre Broué, «Les débuts
les sphères de l’économie.» Histoire de l’Union du régime soviétique et la paix de Brest-Litovsk» (htt
soviétique de Lénine à Staline, PUF, coll. «Que sais- p://www.marxists.org/francais/broue/works/1963/00/b
je?», 1998, p. 17. Il ajoute que les Bolcheviks roue_pbolch_5.htm), en Le Parti bolchevique (http://
n’avaient pas de programme économique précis, www.marxists.org/francais/broue/works/1963/00/brou
s’inspirant dès lors de l’exemple allemand, et que e_pbolch.htm); o Edward Hallett Carr, La Révolution
dans l’état où ils trouvent l’industrie, l’autogestion eût russe.
été catastrophique. 62. Nicolas Werth, L'URSS de Lénine à Staline, Que
52. Boris Souvarine, Staline. Aperçu historique du sais-je?, 1995, p. 8.
bolchevisme, Plon, 1935, sobre los primeros días del 63. Isaac Steinberg, In the Workshop of the Revolution,
régimen. Rinehart, 1955, p. 145.
53. Nicolas Werth, Histoire de l’Union soviétique de 64. La Terreur sous Lénine, Le Livre de Poche, 1998.
Lénine à Staline (1917-1953), op. cit., p. 18. 65. La Vérité, 26 janvier 1918.
54. Jean-Jacques Marie, La Guerre civile russe, 1917- 66. Le Journal du peuple, 24 janvier 1918.
1922, p. 19.
67. Martin Malia, La Tragédie soviétique. Histoire du
55. Nóvaia Zhizn, 7 de diciembre de 1917. socialisme en Russie, 1917-1991, Seuil, p. 158.
56. Marc Ferro, La Révolution de 1917, 1967, p. 863. Asimismo, de acuerdo con Moshe Lewin: «las
Los periódicos fueron: Rech [La Palabra], periódico fuerzas que habían apoyado al Gobierno Provisional
del Partido Democrático Constitucional que siguió no fueron capaces de producir un equipo dirigente en
publicándose con otros nombres hasta 1918; Dien enero de 1918 como no lo fueron en septiembre de
[El Día], de tendencia liberalburguesa y financiado 1917.», Le Siècle soviétique, Fayard, p. 359.
por los bancos; Bírzhevka o Birzhevýie Viédomosti 68. Nicolas Werth, Histoire de l'URSS de Lénine à
[La Gaceta de la Bolsa], diario burgués fundado en Staline, op. cit., 1998.
1880 en dirigido a comerciantes. Según Nicolas
Werth, algunos de ellos serían socialistas, algo que 69. Nicolas Werth, Le Livre Noir du Communisme,
discuten Marc Ferro y Victor Serge. En La Révolution Robert Laffont, p. 95.
russe, op. cit., Richard Pipes califica a Dien de 70. Nicolas Werth, «Un État contre son peuple», Le Livre
periódico menchevique y habla de la prohibición de noir du communisme, op. cit., p. 106.
Nashe óbscheie delo, «totalmente antibolchevique» 71. Marc Ferro, Les tabous de l'Histoire, 2005.
de Nóvoie Vremia, «de derechas» (p. 479). Añade
72. Orlando Figes, La révolution russe. La tragédie d'un
además «la mayor parte de los periódicos prohibidos
peuple, Robert Laffont, 2007, p. 708.
reaparecieron rápidamente bajo nombres
diferentes». 73. George Mosse, De la Grande Guerre au
totalitarisme. La brutalisation des sociétés
57. «Par le passé […] Lénine s’était fait alors le chantre
européennes, Hachette, Pluriel.
de la liberté de la presse […] moins de trois mois
plus tard, il oublie ce texte intitulé «Comment assurer 74. Voline, La Révolution inconnue. Russie 1917-1921,
le succès de l’Assemblée constituante?». Une fois le Belfond, 1986.
pouvoir acquis, il est devenu hostile et à la presse 75. v, The Cheka: Lenin's Political Police, Oxford
libre, et à la Constituante». Hélène Carrère Clarendon Press, 1981.
d'Encausse, Lénine, Fayard, 1998, p. 350. Lénine 76. Carta del 13 de noviembre de 1937 recogida en
répond ainsi le 7 novembre aux SR de gauche qui Maria Spiridonova, terroriste et victime de la Terreur,
protestent contre l’interdiction de journaux bourgeois: V. L. Lavrov, 1996 (reproducida en Les cahiers du
«N'avait-on pas interdit les journaux tsaristes après le mouvement ouvrier, n°3, pp. 89-92).
renversement du tsarisme?».
77. El anarquista Voline muestra en La Révolution
58. Iouri Larine propose ainsi au comité exécutif central inconnue (Belfand, 1986, p. 593) [1] (http://kropot.fre
une motion réclamant l’abolition des mesures contre e.fr/Voline-revinco.htm) el proceso de un sacerdote
la liberté de la presse, motion qui n’est rejetée qu’à ucraniano culpado de delator por la comunidad de su
deux voix près. pueblo.
59. Marc Ferro, La Révolution de 1917, 1967, p. 863. 78. «20,000 priests were executed during first two years
60. El decreto de arresto de los jefes de la guerra civil after the October Revolution, hundred of 60,000
contra la revolución (Pravda, n° 23, 12 de diciembre churches still worked in 1920.» (http://www.interfax-re
(29 de noviembre) de 1917) declara que «Los ligion.com/?act=news&div=13550) (25 de enero de
miembros de los organismos dirigentes del partido 2017).
KD son merecedores de ser arrestados y llevados 79. Jean-Jacques Marie, De l'inventeur du «décret des
ante los tribunales revolucionarios». otages" (http://pagesperso-orange.fr/cermtri.3/caribo
61. Arno Joseph Mayer, Les Furies: Violence, ost1/crbst_61.html).
vengeance, terreur, aux temps de la révolution 80. Peter Holquist, op. cit., p. 191.
française et de la révolution russe, pp. 215-219: «Si
81. Peter Holquist, op. cit., p. 193.
no había "pruebas" de una resistencia implacable a
la toma de poder, los bolcheviques probablemente
82. Orlando Figes, La Révolution russe. 1891-1924: la année, la France renforce sa
tragédie d'un peuple, Éditions Denoël, 2007, pp. 713-
répression et criminalise
714.
83. Larousse de la Grande Guerre, 2007, dir. por Alain l'avortement.
Cabanes, p. 326. El exministro de justicia Vladímir
Dmítrievich Nabókov, padre del escritor Vladímir
Nabókov, fue uno de los autores de la tentativa. , Alain Blum, Naitre, vivre et mourir en URSS, Payot,
Paris, 2004, p. 173.
84. Según Voline, participante activo de la Majnóvschina,
en La Révolution inconnue, op. cit., p. 580: «Tous 99. Dan Healey, Homosexual Desire in Revolutionary
ceux que l'on savait être des ennemis actifs de la Russia The Regulation of Sexual and Gender
paysannerie et des ouvriers étaient voués à la mort. Dissent, Chicago, Londres: The University of
De gros propriétaires fonciers et des koulaks périrent Chicago Press, 2001, p. 392.
en grand nombre.» Describe (p. 593) la persecución, 100. Radu Clit, La Sexualité collective: de la révolution
el proceso popular y la ejecución de un sacerdote, bolchevique à nos jours, Paris, Éditions du Cygne,
convencidos por el testimonio de los aldeanos de 2007.
haber denunciado a varias decenas de personas a 101. Marc Ferro, «Octobre, tournant dans l'histoire de
los blancos, quienes los habían fusilado. l'émancipation de la femme.» En La Révolution de
85. Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, La Découverte, 1917, pp. 354-355.
coll. «Repères», p. 8. 102. André Morizet, Chez Lénine et Trotsky, Édition La
86. Marc Ferro, Des soviets au communisme Renaissance du Livre, 1919. Voir aussi reproduction
bureaucratique, Julliard, 1980, introduction. du témoignage dans Les Cahiers du CERMTRI, n°
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Movement.» En Soviet Studies, 1980, pp. 58-83; Civil des instituteurs non russes. Leur nombre est passé à
War in South Russia, 1919-1920: The Defeat of the vingt-sept en 1920. André Morizet, op. cit.
Whites, 1977. Véase también Moshe Lewin, «The 105. «La culture et l'art au lendemain de la révolution
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89. Le Siècle des communismes, Éditions de l'Atelier, ouvrier, n° 37, primerr trimestre de 2008.
«Points Seuil», 2004, pp. 190-191. 106. Referencia vacía (ayuda), León Trostki, La politique
90. Citado por Jean-Jacques Marie, La Guerre civile du parti en art (http://www.marxistsfr.org/francais/trots
russe, 1917-1922, p. 88. ky/livres/litterature/litteraturecp7.htm), 1924.
91. Peter Kenez, Civil war in South Russia, 1919-1920, 107. Jean-Michel Palmier, «Histoire de l'art et marxisme.»
pp. 173-174. En Esthétique et marxisme, UGE-10/18, 1974.
92. Léonid Youzévofitch, ibid, p. 224. 108. Jean-Michel Palmier in Sur l'art et la littérature,
93. «Lorsqu'ils [les insurgés] capturent des soldats de recueil de textes de Lénine, volume 3, UGE-10/18,
l'Armée rouge, ils séparent les communistes des 1976, p. 245.
autres et laissent les premiers nus dehors, dans le 109. Jean-Michel Palmier. En Sur l'art et la littérature,
froid, jusqu'à ce qu'ils meurent gelés […]. Quant aux recueil de textes de Lénine, volume 1, UGE-10/18, p.
hommes des détachements de réquisition capturés, 81.
les paysans leur découpent le ventre, leur arrachent 110. Anatole Kopp, «Avant-garde.» En Art Russe,
les intestins, leur remplissent le ventre de paille ou Encyclopaedia Universalis éditeur, 1977, p. 530.
de foin et plantent sur la victime un écriteau
proclamant "réquisition terminée!"». Jean-Jacques 111. Kirinov, miembro de la Proletkult:
Marie, La Guerre civile russe, p. 200.
94. Nicolas Werth, «Un État contre son peuple.» En Le En el nombre de nuestro futuro,
Livre noir du communisme, Robert Laffont, 1997. quemaremos a Rafael,
95. Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, op. cit., «3700
destruiremos los museos y
affiches sont ainsi créées pendant la guerre civile».
96. Nicolas Werth, Histoire de l'URSS de Lénine à plantaremos las flores del arte.
Staline, op. cit., la moitié du ravitaillement urbain en
1920 est assurée par le marché noir.
97. La vérité sur Kronstadt (http://www.marxists.org/franc 112. León Trotski mantuvo polémicas importantes contra
ais/4int/prewar/1938/vanzler.htm) los miembros de la Proletkult, véase La politique du
98. parti en art (http://www.marxistsfr.org/francais/trotsky/
livres/litterature/litteraturecp7.htm), 1924.
À la fin de l'année 1920, le 113. Nicolas Werth, coll. «Que sais-je?», op. cit., p. 22.
gouvernement bolchevique 114. A. G. Volkov, citado por Jean-Jacques Marie en La
autorise l'avortement. La même guerre civile russe, 1917-1922, p. 6.
115. Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, op. cit., p. 19,
menciona que el 40 % de la población de las dos
capitales está empleada en la burocracia para 1920. Gotha (http://www.marxists.org/francais/marx/works/1
116. Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, op. cit., p. 19, 875/05/18750500a.htm), 1875.
muestra que el nuevo «Estado obrero» se construyó 122. Marc Ferro, L'Occident devant la révolution russe,
paradójicamente con burócratas de origen intelectual 1969.
o pequeño burgués. La pequeña burguesía 123. Jacques Bainville, «Journées révolutionnaires à
representaba el 57 % de los ejecutivos de los sóviets Pétrograd.» En L'Action française, 17 de marzo de
de provincias. 1917.
117. Marc Ferro, Des Soviets au communisme 124. Chronique du XXe siècle, Ed. Chroniques, «Le tsar
bureaucratique, Julliard, 1980. abdique face à la révolution de Février», p. 221.
118. Nicolas Werth, «Un État contre son peuple.» En Le
125. Pierre Broué, Histoire de la IIIe Internationale,
Livre noir du communisme, Robert Laffont, 1997.
Fayard, 1999.
119. Arno J. Mayer, Les Furies : Violence, vengeance,
126. L'importance de la mémoire de la Révolution
terreur aux temps de la Révolution française et de la
française dans l'accueil et l'interprétation de 1917 a
révolution russe, Fayard, 2002. Según el autor: «La
été soulignée par le livre de François Furet, Le Passé
Terreur est interactive, et l'on peut affirmer sans
d'une Illusion, Robert Laffont, 1995.
risque que dans le sillage des révoltes de 1789 et de
1917, il n'y aurait pas eu de terreur si la résistance 127. Nicolas Werth, «Que reste-il de la révolution
intérieure et extérieure ne s'était montrée aussi d’Octobre?» (https://web.archive.org/web/200906052
opiniâtre et aussi intransigeante», p. 86. 22410/http://www.humanite.fr/2007-11-07_Tribune-lib
re_Que-reste-t-il-de-la-revolution-d-Octobre) Tribune
120. Marc Ferro, Des soviets au communisme
libre dans L’Humanité, 7 de noviembre 2007.
bureaucratique. Les mécanismes d'une subversion,
op. cit., passim. 128. USSR: Communist Party: 1917-1952 (Politburo) -
Archontology.org (http://www.archontology.org/nation
121. «Dans une phase supérieure de la société
s/ussr/cpsu/politburo1.php)
communiste, quand auront disparu l'asservissante
subordination des individus à la division du travail et, 129. Boris Souvarine, Staline. Aperçu historique du
avec elle, l'opposition entre le travail intellectuel et le bolchevisme, Plon, 1935, toujours réédité et utilisé,
travail manuel [...], alors seulement l'horizon borné du reprend explicitement en bonne part les thèses du
droit bourgeois pourra être définitivement dépassé et jeune Trotsky, de Karl Kautsky et de Rosa
la société pourra écrire sur ses drapeaux «De Luxembourg pour décrire les continuités entre le
chacun selon ses capacités, à chacun selon ses bolchevisme d’avant 1917, celui de la révolution et
besoins!» Karl Marx, Critique du programme de de la guerre civile, et l’ère stalinienne.

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León Trotski, Histoire de la révolution russe, 2 vol., 1930, rééd. Éditions du Seuil, 1950.
Nicolas Werth, 1917: la Russie en révolution, Gallimard, coll. «Découvertes», 1997.
Enlaces externos
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