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Este gesto hace que volvamos a preguntamos ¿Qué hacemos para detener la violencia antes de
que seamos una cifra más? Una pregunta que lanzamos ahora.
Es importante considerar que estos y los recientes acontecimientos no son hechos aislados ni fruto
de la decisión de individuos equivocados, sino que están vinculados a órdenes sociales más
amplios de desigualdad que desembocan en ciclos de violencia. Esta violencia nos toca a todas y
todos de diversas maneras e intensidades, de acuerdo con nuestra condición en tanto jóvenes,
mujeres, indígenas, empobrecidos, desplazados, migrantes y una lista larga.
Nos hemos dado cuenta que en los últimos dos sexenios, los presupuestos se han incrementado
en materia de seguridad, las políticas públicas se han enfocado en la vigilancia y el control de la
sociedad. El dolor y la impunidad son parte del contexto nacional y estatal, a éstos, el Estado
responde con más militarización y apertura de cárceles. Sólo este año, de acuerdo con el Plan
Estatal de Desarrollo se presupuesta construir seis cárceles más en vinculación con la Iniciativa
privada y aumentar la policía estatal preventiva.
La violencia se intensifica y se expande cada vez más, al punto que ante nuestros ojos pareciera
normalizarse. No podemos olvidar que en dos décadas fueron asesinadxs 54 estudiantes en
Puebla; tampoco dejamos de ver, los incontables casos de acoso al interior de la Universidad en
Ingeniería Química, Comunicación, Antropología Social, Psicología, Filosofía, Derecho y Ciencias
Sociales, Contabilidad, la Escuela de Artes o la prepa 2 de Octubre. Nos encontramos en el dolor
de la herida abierta por Ayotzinapa y las 14 compañeras universitarias de la BUAP.
Entonces, nos preguntamos si las respuestas están en pedir más seguridad, patrullaje, tecnologías
de vigilancia, o es momento de encontrarnos y reflexionar otros caminos. Consideramos que NO
podemos concentrar nuestros esfuerzos y confiar nuestra integridad en manos de las políticas
ineficientes y además ostentosas presupuestalmente, que en lugar de garantizar nuestra libre
movilidad nos limita a la constante persecución y observación militar.
Denunciemos el acoso sexual, el hostigamiento de las autoridades y sus grupos porriles, las
violaciones sexuales, la simulación de las elecciones internas o todo tipo de violencia que nos
lastima.