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Universidad Interamericana de Puerto Rico

Recinto Metropolitano
Facultad de Estudios Humanísticos
Escuela de Teología

Resumen explicativo sobre el capítulo 17: Limitaciones concretas del cristianismo

En Teología del pluralismo religioso. Curso sistemático de teología popular

De José María Vigil

28603- RELI 5650 – Pluralismo Religioso


Profesor: César A. Ramírez Hernández, PhD.
Ángel L. Soto Cora - M00391157
Introducción

El autor comienza comentando que el cristianismo siempre ha tenido ese “carácter de

absoluto”; por ser receptor, contenedor y único custodio de la verdad. Lo que le ha hecho

desarrollar cierto complejo de autoestima y superioridad bien marcado a lo largo de su

historia. Sin embargo, plantea que una religión que no conozca y reconozca sus limitaciones

y deficiencias, no está en la verdad total, ni preparada para un diálogo interreligioso con

madurez y sinceridad. Porque si el cristianismo quisiese dialogar con otras religiones, le es

necesario purificarse reconociendo sus propios límites, con una apertura a la

“complementariedad” que esas limitaciones reclaman respecto a las demás religiones. De esa

manera, el cristianismo podría aplicarse a sí mismo las críticas que hace a las demás

religiones sobre sus limitaciones. Por lo tanto, partiendo de la reflexión echa sobre la

hermenéutica de la sospecha, el autor plantea algunas conclusiones generales sobre las

limitaciones propias del cristianismo.

Por motivos de espacio, José María Vigil aborda con mayor interés y detalles solo dos de

esas limitaciones concretas, aunque también comenta brevemente sobre otras cuatro. Las dos

principales limitaciones concretas del cristianismo tratadas por el autor son: la dimensión

ecológica, y el patriarcalismo y la minusvaloración de la mujer. Y las otras cuatro que

presenta con brevedad son: el amor al poder, la legitimación de la dominación occidental,

entre los ricos y los pobres, y el complejo de superioridad.

La dimensión ecológica

Vigil comienza por mencionar que durante el proceso de nuestra formación cristiana

podemos recordar que el tema de la ecología ha brillado por su ausencia. Y que hasta hace

poco, la palabra misma (ecología) no había figurado en los libros de teología, diccionarios

 
teológicos, ni en las predicaciones. Durante prácticamente toda la historia del cristianismo,

éste ha estado ciego a la ecología.

Lynn White Jr., escribió el artículo Las raíces históricas de la crisis ecológica en 1967,

donde consideraba a la tradición judeo-cristiana como la culpable de la gran destrucción

histórica de la naturaleza. Fue una dura acusación que conmocionó el pensamiento teológico,

pero que desde entonces reconoció la dimensión ecológica. Se acusó al cristianismo de

considerar la naturaleza simplemente como un objeto, supeditado al ser humano dominador,

y de que ello ha conducido a la destrucción de la tierra, e indirectamente, del mismo ser

humano. Esto porque el cristianismo estaría siendo víctima de un exagerado

antropocentrismo, por lo que el ser humano se auto-entronizó en el centro de la creación

como fin absoluto de la misma, y a cuyo servicio entero de sometimiento está ordenado todo

el resto de la tierra y del universo.

De acuerdo al autor, el versículo en Génesis 1:28, ha sido interpretado como que todo fue

creado para ser puesto a los pies del ser humano, para que éste dominarse y sometiese,

utilizase y explotarse toda la creación, como dueño y señor, delegado plenipotenciario de

Dios mismo. Aquí Vigil comenta que el problema no son las citas bíblicas, “sino todo el

imaginario religioso de la Biblia, que fundamenta el antropocentrismo y posibilitó su

desarrollo ulterior en la cultura occidental”. Dice que “la lección, la alianza, la redención, la

salvación, la sobrevivencia eterna... son temas bíblicos ‘estrictamente humanos’, donde la

naturaleza sencillamente no existen, o son reducidos a mero escenario donde transcurre el

drama que protagoniza en exclusiva el ser humano”. En el marco cristiano, la aventura

ascética y mística de la santificación acontece estrictamente en la relación del ser humano

con Dios. Las criaturas no entran en esta relación, sino como competencia o tentaciones que

pueden apartarnos de Dios. Como si la naturaleza, el planeta y el universo no tuvieran



 
dimensión de salvación eterna para el cristianismo. El cristianismo ha estado veinte siglos

ciego a esta dimensión. Aunque ha habido algunas excepciones, como la de San Francisco

de Asís, quien posteriormente fuera nombrado como el patrón de la ecología.

El testimonio de la historia del cristianismo muestra claramente que los pueblos de la

cultura occidental cristiana han jugado un papel enormemente destructivo para la vida del

planeta. Ninguna otra cultura ha hecho tanto daño a la naturaleza. En primer lugar, la

desforestación masiva del planeta. Como por ejemplo, para la explotación exhaustiva de la

madera, dejando a los bosques sin capacidad de auto regenerarse, lo que provoca la continua

desaparición de especies. Segundo, la explotación de grandes minas para la extracción de

metales preciosos, por lo que se procesan grandes volúmenes de tierra con procedimientos

venenosos, lo que produce mayor destrucción y contaminación irreversible. Tercero, la

construcción de grandes cantidades de represas de gigantescas dimensiones, lo que altera el

equilibrio ecológico de los cuerpos de agua y del subsuelo. Cuarto, la instalación de sistemas

de producción industrial y de transporte, basado en la quema de combustibles fósiles que

contaminan la atmósfera y que destruyen la capa de ozono. Lo que provoca la lluvia ácida

que daña la vegetación y perjudica la vida animal. Además de la inmensa cantidad de

industrias contaminantes que producen desperdicios tóxicos no-biodegradables. Todo esto

ha provocado el cambio climático por el efecto de invernadero. Una amenaza global de

descalabro ecológico irreversible.

Sin embargo, todo esto no ha sido realizado por todos los pueblos de la tierra. Ha habido

pueblos con una sabiduría oriental, que ve en las plantas y los animales la presencia de la

manifestación multiforme de Dios. Culturas que no han destruido su medio ambiente y tienen

en común elementos y dimensiones ecológicas que sus religiones incluyen en su

cosmovisión. Sus religiones no han sido ajenas a la conservación de la naturaleza que estas

 
culturas han propiciado. Por el contrario, el cristianismo no ha sabido inspirar una actitud

“verde”. Teológicamente, se trata de un punto ciego del cristianismo. Donde el exagerado

antropocentrismo ha sido un error producto de esa ceguera.

El patriarcalismo y la minusvaloración de la mujer

La relación entre el cristianismo y la mujer ha sido una de las contradicciones más grandes

en la historia de la humanidad. La situación de la mujer en el cristianismo es lamentable, y

se puede decir que nunca cómo hoy la conciencia de la mujer en el ámbito cristiano estuvo

tan alta y tan firme, presentando una crítica tan seria a la situación social y eclesial.

En la tradición judeo-cristiana, el patriarcalismo aparece ya en las primeras páginas de la

Biblia, cuando leemos que Dios creó al ser humano como varón primero, y después creó a la

mujer de una costilla del varón para que fuera su ayuda idónea. Durante dos mil años, este

relato ha marcado profundamente la mentalidad de los millones de hombres y mujeres que

han pertenecido a la corriente religiosa y cultural judeo-cristiana, y en ellos ha inculcado con

la fuerza cultural más potente (la religiosa) la inferioridad de la mujer. Cómo es posible que

una religión que se dice revelada pueda errar en un asunto tan grave y tan trascendental a

toda la vivencia religiosa personal, colectiva e institucional…

En la práctica de Jesús hubo un comportamiento “feminista” que rompió los esquemas del

ambiente cultural en relación con la mujer. Pero pronto luego de su muerte, se impulsó la

exclusión de la mujer de la vida pública ministerial de la Iglesia y toda su historia pasó a ser

enteramente masculina. No se trató sólo de una exclusión del poder, sino de la

conceptualización inferior y negativa de que ha sido objeto la mujer. Lógicamente, esta

historia también tiene sus excepciones. Pero éstas sólo confirman una regla omnipresente.

Ahora bien, tampoco se pueden ignorar los condicionamientos históricos. Como por ejemplo,

 
que la existencia del óvulo de la mujer fue comprobada científicamente tan reciente como en

1827.

Por otro lado, las limitaciones culturales de las sociedades pre-científicas son también

condicionamientos culturales que no pudieron dejar de influir en la gestación de la relación

misma de las religiones, y del cristianismo que analizamos en este momento. Por ejemplo, la

virginidad física de la madre de Jesús. Esta no era fundamentalmente una afirmación sobre

María, sino sobre su hijo Jesús: si lo que fue concebido en su seno no provenía de

"conocimiento de varón" alguno, entonces no podía provenir sino de Dios; de esa forma la

virginidad física de María fungía como prueba de la filiación divina de Jesús.

Sobre esta otra limitación concreta del cristianismo, Vigil comenta que no hace falta citar

los textos bíblicos anti feministas, ni los comentarios de afamados teólogos sobre la poca

valoración de la mujer para decir que la participación sacramental también discrimina sin

excepción (porque los sacramentos son siete... para los hombres, para las mujeres son seis).

Las iglesias protestantes y evangélicas han compartido en los últimos siglos las mismas

prácticas misóginas de la historia del cristianismo en su conjunto. Pero en la actualidad hace

tiempo que muchas de ellas se están abriendo a la incorporación de la mujer a todos los

ministerios y a su participación en la distribución del poder en todas sus formas. Una religión

o una Iglesia que discrimine a la mujer por ser mujer ya no es creíble ni aceptable.

Otras limitaciones

El amor al poder

La Iglesia Católica, la institución occidental más antigua de la humanidad y que ha

cumplido dos milenios, sigue mostrándose fuerte dentro de su propia estructura como en sus

mejores tiempos. Como heredera del imperio romano, la Iglesia hizo suya también la herencia

 
del derecho romano, y el amor al poder absoluto y vertical. Éste amor al poder y esta

impenetrabilidad ante el espíritu de la democracia hacen a la Iglesia católica y el cristianismo

en general sumamente propensos a la alianza con las fuerzas sociales más conservadoras;

como los concordatos con los gobiernos, alianzas explícitas con la derecha y con el poder del

dinero, y una oposición visceral a todo lo que es renovación social o nuevas corrientes de

pensamiento.

La legitimación de la dominación occidental

El "occidente cristiano" es reconocido como el centro del que han partido hacia el resto

del mundo las mayores conmociones sociales: cruzadas, invasiones, conquistas, expansión

comercial e industrial, colonizaciones, neocolonialismos, revoluciones... dominación y

explotación de otros pueblos, en suma, aunque no todos estos hechos han sido "eclesiásticos"

directamente imputables a la religión, sino también al poder civil, muchos de tales hechos

han estado legitimados y hasta inspirados de una u otra manera por el espíritu del

cristianismo.

Entre los ricos y los pobres

En el cristianismo, por una parte ha amado y servido con amor a los pobres, y a la vez se

llevado muy bien con los que han explotado a los pobres; los que fabrican la pobreza y la

miseria. A las iglesias cristiana les faltó valor para no haberse acomodado a la esclavitud y

al “capitalismo", y se ha llevado mal con los movimientos revolucionarios, y con los

levantamientos de los pobres. Su opción ha sido claramente por los ricos y no por los pobres.

La causa de los pobres es una contradicción dentro de la Iglesia, ya que la opción por los

pobres es la característica más central del Dios judeocristiano.



 
Complejo de superioridad

El cristianismo (y la Iglesia Católica en particular), es conocido y reconocido también en

el mundo por su conciencia de superioridad, de poseer la revelación suprema, de ser la

religión absoluta, la realización máxima de la presencia de Dios en el mundo, frente a la cual

las demás religiones sólo son reparaciones o lejanas semejanzas. Sin embargo, el Concilio

Vaticano II quiso empezar una nueva etapa y abrir el camino a un despojamiento de estas

actitudes de la Iglesia Católica.

Conclusión

El cristianismo debe reconocer su limitación y debe pedir perdón por los daños causados

a la naturaleza, y debe asumir una nueva actitud de conversión para sí mismo y de denuncia

para los causantes de la depredación ambiental actual. También debe realizar una relectura

de su capital simbólico: teológico y bíblico, comenzando por una crítica que saque a la luz y

haga notar las dimensiones antiecológicas de su patrimonio, y que desarrolle teológicamente

los elementos que puedan aportar a una corrección significativa sobre este tema. Se debe

capacitar a los nuevos cristianos, teólogos y espirituales en el campo de la ecología para

reparar el daño causado, para evitar daños mayores, y así tener reverencia hacia la naturaleza.

Del otro lado, si en otro tiempo la mujer pudo ser minusvalorada, marginada y hasta

excluida y ello contó, no sólo con el consentimiento social sino con una consecuente

legitimación ideológico-religiosa, la evolución de la conciencia humana, del pensamiento y

de la misma religiosidad, registran hoy un ascenso tal de la conciencia de la dignidad igual

de la mujer que salta por encima de un posible aval del magisterio de turno. La igualdad de

la mujer (al margen de todo igualitarismo o extremismo) es una evidencia que ha pasado de


 
ser dimensión evidente e ineludible de la comprensión humana y de una vivencia religiosa.

Se puede decir en general, que las mujeres contemporáneas sienten que no pueden aceptar

un cristianismo que de alguna manera vincule o legitime la desigualdad de la mujer, aunque

la autoridad suprema religiosa eclesiástica pretendiera legitimar esa desigualdad como

"querida por Dios", o "aceptada por Jesús". La participación de la mujer en el servicio

teológico a la comunidad cristiana y la aparición de un poderoso movimiento de teología

feminista o teología desde la perspectiva de la mujer, son los mejores síntomas de que esta

situación tiene los días contados en cuanto a su reversión fundamental.

Los que se ha hecho en este capítulo es simplemente subrayar que estas limitaciones del

cristianismo, ponen en entredicho las concepciones mágicas y absolutistas de la verdad del

cristianismo en concreto o de cualquier religión en general. Estas limitaciones globales y

estructurales de las religiones son, en alguna medida, la prueba de su no absoluticidad.

Reflexión

Concuerdo con el autor en gran parte de sus argumentos en este capítulo. En términos de

que el cristianismo evangélico tradicional, no habla de ecología ni la enseña, y que por el

contrario ha avalado posturas teológicas donde el ser humano ha planteado la creencia de que

tiene derecho “legal” de utilizar los recursos naturales del planeta a su gusto y para su

conveniencia, sin la menor consideración al derecho que tienen también los otros seres vivos

de la creación. Sin embargo, difiero de algunos otros de sus argumentos. Como por ejemplo,

cuando dice que “La elección, la alianza, la redención, la salvación, la sobrevivencia eterna…

son temas bíblicos estrictamente ‘humanos’, donde la naturaleza y el cosmos sencillamente


 
no existen, o son reducidos al escenario donde transcurre el drama que protagoniza en

exclusiva el ser humano".

Si el autor habla por su convicción, o habla en sentido figurado como si ese argumento

fuera una interpretación generalizada del cristianismo sobre el contenido bíblico, pareciera

ser entonces que el autor o el cristianismo desconocen el contexto de Levítico capítulo 25,

donde se explican las instrucciones de la ley del año de reposo para la tierra y el año del

jubileo. En dicha ley, Yahveh instruye al pueblo de Israel que durante seis años tiene la

libertad de sembrar la tierra y recoger sus frutos. Pero le ordena al pueblo que el séptimo año

tienen que darle descanso a la tierra, por el que tendrán prohibido sembrar la tierra y podar

su viña. Tienen que dejar que sus animales se alimenten libremente del producto de la tierra,

así también como ellos; que sólo podrán comercializar por el alimento necesario para

consumo, no para generar ganancia comercial. Esta ley no sólo tiene la función de dejar

descansar la tierra y los animales de su trabajo, sino que la tierra se fertilice de forma natural,

para que luego de ese año la tierra y los animales se hayan recuperado y puedan ser eficientes

y productivos para el próximo ciclo de seis años. ¡Esto es ecología! Debemos recordar que

Yahveh formó al pueblo de Israel con muchos propósitos, entre los cuales estaba el dar

testimonio a las demás naciones de la tierra que ellos servían al Dios Todopoderoso y Creador

del universo, y para con ese testimonio enseñar a todas las naciones de la tierra sobre cómo

honrar, agradar y servir a Dios.

Lamentablemente, la Iglesia cristiana en su empeño por rechazar el judaísmo y a los

judíos, ha desarrollado un antisemitismo que no les permite reconocer que Dios primero se

reveló al pueblo hebreo dándoles a ellos el patrimonio de las Sagradas Escrituras. Donde

entrega las leyes y las normas de conducta que mantendrían la tierra funcional para el

beneficio de todos los seres vivos. Eso es ecología; pero el cristianismo no ha querido

 
reconocerlo de las Escrituras planteando que todas las leyes del Antiguo Testamento son

leyes judías no aplicables a los gentiles y extranjeros. Como si Dios hiciera acepción de

persona, lo que va en contra de todo postulado Escriturar.

Excluyendo lo anterior, entiendo que el autor sí hace lo propio con la reflexión a la que

invita a los cristianos a hacer sobre su teología y postura, en relación a la consideración y

protección de la flora, fauna, y otros recursos del planeta.

Referencias bibliográficas

Vigil, José M. “Limitaciones concretas del cristianismo”. En Teología del pluralismo


religioso: Curso sistemático de teología popular, 257-278. Córdoba: Ediciones El
Almendro, 2005. 

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