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¿Me ayudas a dibujar?

La enseñanza del dibujo está determinada por los contextos histórico-culturales


y por las concepciones que en ellos imperan. Nosotros no escapamos a esta
realidad y no podemos plantearnos ofrecer una respuesta “verdadera” en lo que
concierne a este tema, sino respuestas que provengan del análisis de nuestra
circunstancia de vida y como tales, provisorias y discutibles. 

En vez de dar una respuesta me interesa problematizar el tema, y desde allí


plantearme los desafíos metodológicos, pensando en el niño de tres años. Yo
privilegio y lo asumo, una postura pragmática, donde la metodología es válida si
funciona, si es útil para lograr los objetivos que nos proponemos alcanzar. Por
esta razón me parece importante la reflexión acerca del dibujo como actividad
humana y humanizante, y como dice Eisner con objetivos contextuales y
objetivos esenciales.

Para pensar en los diferentes contextos donde se plantea el problema, les


contaré de un artista uruguayo, Walter Tournier, que se dedica a la animación.
Él me contaba con desesperación que sus alumnos, jóvenes de 20 años
aproximadamente, llegan a sus cursos y no saben dibujar. Para él, el dibujo ya
tendría que estar incorporado como el caminar o el hablar. Me decía con fervor:
“Dibujar es una habilidad humana que todos tenemos, ¡solo se trata de
entrenarla! No todos vamos a dedicarnos a la animación, o a profesiones cuya
herramienta sea el dibujo. Pero todos vamos a vivir en una cultura de la imagen,
sometidos y manipulados por aquellos que dominan los medios audiovisuales.”
¿Cómo pensar en el dibujo de este pequeño de tres años sin tener en cuenta que
ya estará pronto frente a una televisión o a una computadora que lo atiborrará
de imágenes? Saber dibujar, ¿Lo hará más crítico, más autónomo?

Por otra parte, recordemos la descripción de Howard Gardner sobre la


enseñanza del dibujo en China. En ella nos cuenta que el objetivo que los chinos
persiguen a través del dibujo es la incorporación de la tradición, el sentido de
pertenencia. Enseñándoles a sus niños una forma de dibujar enseñan una forma
de ver el mundo.

También en nuestra cultura occidental hemos enseñado con el dibujo, formas de


ver el mundo y formas de pensar. Por ejemplo, nosotros aún hoy, cuando
decimos que alguien sabe dibujar, pensamos en dibujar “objetos”
fotográficamente. Muchas veces para dominar el trazo proponemos una visión
que aísla, que segmenta, que parcela la realidad. Como hemos hecho con
nuestra ciencia positivista, y con nuestras asignaturas escolares. Enseñamos a
dibujar sólo lo que vemos, o más precisamente el concepto que tenemos de
aquello que queremos representar, priorizando más el significado que la forma y
la calidad. Heredamos un enfoque utilitario y racionalista del dibujo. En este
enfoque no interesan tanto las
cualidades que en arte hacen justamente al significado. Por otra parte y
siguiendo la ley del péndulo, a partir del auge de las teorías psicoanalíticas y de
las influencias de las vanguardias se dió lugar al dibujo libre, imaginario,
abstracto, muchas veces en antagonismo con el uso de técnicas.

Partiendo de estas posturas contradictorias podemos plantearnos que el dibujo


no tiene una finalidad única, sino que es una habilidad humana polivalente y
por lo tanto no podemos buscar respuestas metodológicas si no nos
preguntamos antes acerca de nuestros propios objetivos al propiciar que un
niño dibuje. ¿Qué es el dibujo?¿En qué se diferencia ese trazo llamado dibujo
del trazo llamado escritura? En cuanto a la escritura, no nos caben dudas de
nuestro deber de intervenir y guiar. Las letras, estos dibujos tan peculiares,
deben ser dibujados de tal forma que todos las podamos entender. Conforman
un código, producto de una
convención aceptada socialmente, cuya finalidad es la comunicación. Pero,
¿cuáles pueden ser en nuestra cultura los objetivos del dibujo?¿Dibujamos para
comunicarnos?

El dibujo como acción o conducta implica coordinar la mano con la mirada.


Pero aún esta mirada es compleja:¿Qué miramos cuando dibujamos? ¿Lo que
ven nuestros ojos o la imagen mental que formamos a partir de un cúmulo de
sensaciones y emociones? Dibujar es por lado, una forma de plasmar lo
percibido de la realidad, de organizar los datos de los sentidos. Es por otro lado,
dar forma a otras realidades de nuestra psiquis, no percibidas por los sentidos.
Como bien lo han planteado los artistas de las vanguardias, el trazo permite
dibujar lo que no se puede ver. O como dicen los balineses, quien entra en
contacto con la belleza a través de la creación artística entra en contacto con el
Todo (Dios). O sea, que el dibujo no cumple únicamente el fin de comunicarnos,
sino de constituirnos como seres humanos, de explorar nuestra imaginación y
de nutrirla, de alimentar nuestro espíritu a través de la armonía, de crear
símbolos que se originan en un inconsciente colectivo, de brindarnos la
posibilidad de dar forma, de crear. Como decía Arno Stern, el dibujo (y la
expresión plástica) es el pulmón por el oxigenamos nuestro psiquismo. Decimos
que alguien sabe dibujar cuando sus trazos están coordinados armoniosamente
con la imagen mental que quiere representar. Pero esas imágenes mentales no
se forman solamente a partir de estímulos visuales, sino a partir de infinitas
sensaciones táctiles, sinestésicas, auditivas, emocionales. Y sólo dibujando
abiertos al fluir de toda esa memoria de vida se enriquece el trazo.

No es posible dibujar imaginativamente sin el cultivo de una actitud sensible


hacia el mundo interior. A su vez esta actividad se nutre de la técnica y de la
capacidad de observación. Un niño que vive el dibujo con pasión dibuja sus
personajes imaginarios haciendo uso de todas las observaciones y técnicas que
puede ir incorporando: texturas, sombras, líneas de fuga, de movimiento,
puntos de vista, etc.

Podríamos decir que el dibujo articula conocimientos que provienen del mundo
interior y exterior y esa articulación, tan peculiar de cada ser humano, conforma
un rasgo de su identidad. Cada uno de nosotros tiene o puede tener una forma
peculiar de dibujar.

Esta característica, que se fortalece tanto en el trabajo espontáneo y en la


observación, en la experimentación y en el aprendizaje de técnicas, es la que me
parece más importante en nuestro contexto de avasallamiento de la
interioridad.

Para mí en este momento histórico, la importancia del dibujo tiene que ver con
el desarrollo de la individuación, de la capacidad de ser un ser único, que da una
organización propia al caos de los estímulos y que bien desarrollado se
transforma en una herramienta importante en la conformación de un psiquismo
sano y creativo.

Pero recordando a Tournier, vemos que si no intervenimos, este proceso en


algún momento se detiene. ¿En qué momento?¿Cómo intervenir? A partir de las
observaciones realizadas por varios estudiosos del desarrollo, en los primeros
años de vida el dibujo está relacionado con aspectos sensorio motrices. Para
Arno Stern, el niño dibuja no lo que ve con sus ojos sino lo que su memoria
corporal imprime en el gesto.

El garabato, es la expresión gráfica de una conexión a nivel orgánico que no


depende de la relación con lo visual. Poco a poco, el niño comienza a relacionar
sus trazos con objetos, aunque estos no tengan visualmente ningún parecido. En
este momento, el trazado adquiere una riqueza inaudita, que muchos artistas de
las vanguardias supieron valorar. El niño va adquiriendo poco a poco la noción
de representación. Al principio en forma absolutamente libre a nivel de forma y
de lugar en el espacio e incluso en la relación con el color y luego cada vez con
mayor exigencia de verosimilitud, hasta que alrededor de los ocho o nueve años
empiezan a producirse los grandes problemas a nivel del dibujo, la disociación
entre el acto de dibujar y la emoción y los abandonos en la práctica. En nuestra
sociedad son pocos los niños que pueden seguir sintiendo el placer de dibujar, y
el poder contar con el dibujo como una forma de expresión y creación, después
de los 10 años.
Para evitar esta pérdida ¿cómo y cuándo intervenir? Creo que las intervenciones
pueden ser muy variadas a lo largo de todo este proceso. Cuando el niño
comienza a dibujar, crear un ambiente propicio como sostenía Lowenfeld sería
la mejor intervención. Pero, ¿qué es un ambiente propicio? No es simplemente
un espacio con determinados materiales sino que se caracteriza por el
significado que el docente, los padres y la institución atribuyen a la actividad.
Imaginemos una institución donde dibujar simplemente por placer tenga
relevancia individual y social. La actitud del adulto es muy importante. El adulto
sería el que logra establecer el punto de ansiedad óptimo, como dice Pichon
Riviere, para todo aprendizaje. Un respeto y una libertad necesarias para la
introspección, y a la vez un clima de estímulo a la indagación, una sutil actitud
de asombro frente a lo nuevo, a la invención, un acento en los aspectos lúdicos
del juego de dibujar. Una confianza y una actitud alerta en cuanto a
proporcionar nuevos desafíos, Una actitud de entusiasmo y de disfrute por el
proceso y por el resultado. Pero también puede este mismo adulto empezar a
hacer del niño un observador. Puede enseñarle a mirar el dibujo de las
nervaduras de una hoja, el dibujo de las ondas de una piedra cayendo al agua,
las sombras de los cuerpos, las formas de las nubes, las líneas de la mano. Un
adulto que disfruta con el dibujo logrará que sus niños disfruten también con los
grandes artistas y actuará con una co-conciencia  maravillándose frente a un
retrato de Rembrandt y un abstracto de Miró. Junto a sus niños dejará volar su
imaginación frente a cada una de estas joyas y luego se preguntará el cómo y el
porqué de las diferencias. A su vez este adulto puede empezar a sembrar un
interés por comprender el lugar del dibujo en nuestro mundo. Puede acercar a
los niños a la comprensión del proceso de creación de un dibujo animado, de un
comic, de un logo.

Enseñarles a los niños a hacerse preguntas acerca de los dibujos que aparecen
en los diarios, en la publicidad. También este adulto dará en su planificación un
lugar importante a los dibujos de los niños en la ambientación de los espacios
que ellos usan. En decoraciones de salones, de cuadernos, en realización de
escenografías, en diarios escolares, en todo tipo de actividad donde se busque
enriquecer los sentimientos de pertenencia e identidad. Sueño con una escuela
(y sobre todo un liceo) donde podamos mirar las paredes y saber quien los
habita.

Si un niño se detiene por una dificultad, “quiero hacer un auto, pero no sé”, este
adulto deberá indagar en primer lugar a qué se debe la dificultad. En general en
el niño de tres años, la dificultad puede estar relacionada con inseguridad, falta
de autoestima, temor y el docente puede de muchas formas transmitirle
confianza, sin hacer las cosas por él.

Para terminar citaré nuevamente a Howard Gardner: “Antes de la edad escolar


cualquier tipo de formación artística formal parece innecesaria. Los niños
pequeños están soberbiamente dotados para aprender del mundo de los objetos
y de las personas y pueden hacer descubrimientos importantes sin necesidad de
intervención de adultos, si se exceptúa lo que atañe al apoyo y provisión de
materiales.(…) Las modalidades de conocimiento intuitivas operarán sin
necesidad de nada excepto de ricas oportunidades.

Sólo en el caso de niños especialmente precoces en la producción artística o en


aquellos contados y raros niños que no quieren o no son capaces de emprender
ninguna actividad artística visual, recomendaría cualquier tipo de intervención
especial.”

El trazo de Arno Stern. Lo indecible en el


latido de lo humano

Arno Stern- Peter Lindbergh

Un uso sencillo del pincel y los colores para dar forma a un


rasgo de identidad universal, sin juicios, sin palabras y a lo
largo de toda la especie humana.

A los 20 años de edad Arno Stern debe hacerse cargo de un grupo de


huérfanos de la II Guerra Mundial.  Sin formación ni experiencia de
ninguna índole, un día cualquiera los pone a dibujar de forma libre. No
puede anticipar el giro que este sencillo acto le dará a su vida.
Cuarenta años después, sus descubrimientos respecto al dibujo infantil
lo llevarán a recorrer el mundo buscando la comprobación de lo que ha
intuido con la experiencia en su taller en París, lo que finalmente dará
origen al planteamiento de su teoría de La Formulación.
Letra Urbana entrevistó a este ser cálido y maravilloso desde
el Closlieu, su taller en París.
¿En qué consiste eso que usted llama La Formulación?

Antes de contestar esta pregunta hay que decir cuáles son las
condiciones para que se produzca lo que llamo La Formulación.  También
hay que definir lo que es un trazo en el contexto de La Formulación, y
distinguir entre el trazo para la comunicación y aquél que se aleja de
ella.

La Formulación es algo desconocido, algo totalmente nuevo, de lo cual


no se sabía nada antes que existiera el malort, el Closlieu, o sea, el
encuentro y taller que lo hicieron posible.
La Formulación se distingue del arte, porque el arte cumple una función,
en el arte se transmite algo y se crea algo y, en La Formulación no
acontece esto. Lo que se produce en el malort no nace de una intención,
sino de una necesidad muy profunda del individuo, necesidad que le es
inherente y desconocida, orgánica. El trazo es la marca orgánica que
define un rasgo de identidad universal. Hay que definir lo que es un trazo
en el contexto de La Formulación, y distinguir entre el trazo para la
comunicación y aquél que se aleja deella.

Después de la II Guerra Mundial, abrí en París un taller para que los niños
pudieran pintar en unas condiciones especiales.  Se trataba entonces, y
sigue siendo, un cuarto cerrado, sin vista hacia afuera, ni de afuera hacia
adentro. Es importante que los niños entran sin nada en la mano y
también salen sin tener algo en la mano. No es necesario estar en
silencio, pero nunca se habla sobre el trazo.  Además, y esto es muy
importante, aquí viene gente de todas las edades, desde los tres hasta
los sesenta o setenta años, que conforman de manera aleatoria un
grupo, y se encuentran una vez por semana durante un año por lo
menos, o por muchos años.
Arno Stern en el Closlieu

En el Closlieu cada persona está en una situación particular nunca antes


experimentada. En estas condiciones, donde no hay nada escrito, donde
nadie dice lo que tiene que hacer el otro, se desarrolla un clima libre y
natural.
En La Formulación hay algo más allá del lenguaje y de la
comunicación: lo indecible. ¿Qué nos puede decir sobre esto? 

Eso imposible de decir antecede al ser humano y lo acompaña toda la


vida.  Es exactamente lo que se manifiesta a través de La Formulación y
no puede contextualizarse.

¿Cómo funciona este taller? ¿Podemos inferir que es como una


clase? ¿Ha encontrado gente que se resiste o se rehúsa a
pintar? 
No, aquí no hay clases. Esta es una condición importante. En una clase
todos los integrantes tienen la misma edad, todos son iguales; y el taller,
el malort, lo componen personas de diferentes edades.
En el Closlieu cada persona está en una situación particular nunca antes
experimentada. En estas condiciones, donde no hay nada escrito, donde
nadie dice lo que tiene que hacer el otro…En el taller cada uno pinta
para sí mismo pero dentro del grupo. Nadie mira el trabajo del otro
porque cada uno está ocupado en su grafismo, sin estrés, sin
competición, sin juicio. Tampoco hay resistencia porque no soy un
maestro, no impido nada.
Descríbanos por favor su función dentro del taller.
No soy un espectador, no soy un observador, me ocupo sirviendo,
ayudando a los niños y a los adultos en lo que requieran.  Me veo a mi
mismo como un sirviente. Por ejemplo, si un niño está pintando un
cuadro muy grande, muy amplio, y no alcanza, le facilito un banquito
para llegar más alto o le llevo otro pedazo de papel para que amplíe su
trazo. Mi función es complacer a los niños en lo que necesiten. Estoy
atento, sin interferir en lo que están haciendo.
Usted le da gran importancia al asombro de los niños. ¿Cuál ha
sido la especial percepción que ha tenido para abrir la brecha y
profundizar en los análisis del simbolismo, en la semiología de la
expresión?
No se trata de simbolismo, no tiene nada que ver con semiología ni con
análisis; es a otro nivel donde pasan las cosas. Lo importante aquí es
saber de dónde viene este trazo, de dónde se desarrolla.  Esto sucede en
la memoria orgánica de cada ser.
En este almacenamiento de la memoria se encuentran las huellas del
origen de los organismos, que existían antes del nacimiento y que tienen
que ver con el programa genético.
El dibujar, el pintar,  ¿es nato en cada uno de los elementos de
la tribu?  ¿Es la memoria? ¿Dónde se prefiguran estos
antecedentes? ¿Es lo connatural?
Encontré que, en el taller, todos los niños expresan lo mismo,
independientemente de su origen y de donde viven.

Cuando se observan estos trazos de las selvas de Perú o Guatemala, del


desierto de Mauritania, de Australia o de París, no se pueden distinguir
unos de otros o adivinar quiénes los realizaron.Me preguntaba si eso
tiene algo a ver con las condiciones de vida y el medio o no, y quería
saber si niños viviendo en otras partes expresan las mismas cosas u
otras diferentes.  Nadie podía responderme. Busqué tribus en diferentes
partes del mundo que no tenían contacto con la civilización, niños que
nunca fueron a la escuela o recibieron instrucción.  Necesitaba saber
cómo se manifestaba y surgía ese trazo en ellos. Se había vuelto una
obsesión.

Encontré seres puros, sin experiencia, niños inocentes, vírgenes. Que


nunca habían hecho un trazo.  Insisto: eran seres puros y se
manifestaron como tales.   Observé en ellos los mismos grafismos, los
trazos que universalmente aparecen y se repiten en el malort. Yo no
descubrí nada. Ellos me enseñaron lo que se ha convertido en la
comprobación de La Formulación: Cuando se observan estos trazos de
las selvas de Perú o Guatemala, del desierto de Mauritania, de Australia
o de París, no se pueden distinguir unos de otros o adivinar quiénes los
realizaron.
La Formulación es un sentimiento universal, es la misma fuente para
todos. Für alle Menschen  gleich.  
¿Podría usted explicar qué relación hay entre La Formulación y
la imaginación?
La imaginación no existe.  Cuando hablamos de La Formulación nos
referimos a una necesidad interna del ser humano y ésta no tiene nada
que ver con la imaginación. Si habláramos de imaginación tendríamos
que decir que hay seres humanos que tienen mayor o menor nivel de
imaginación.  En el malort no  hacemos distinción entre niños, si unos
son más dotados que otros. Para nosotros todos tienen la misma
capacidad.  
¿Cómo se da la relación del trazo con las palabras?
No hay ninguna conexión, son dos manifestaciones totalmente
diferentes. Normalmente cuando un niño está pintando y llega un adulto,
le interrumpe y le pregunta ¿qué estás dibujando?, y el niño tiene que
explicarle al adulto lo que quiere expresar. Entonces el niño comienza a
pensar que tiene que hacer algo para los demás y no para sí, que lo que
está pintando debe ser comprensible para el adulto.  Eso no es lo que se
busca. En realidad, tiene que ser entendible únicamente para quien
realiza el trazo. En el malort, en el taller, nadie obliga al niño a explicar
nada y el niño no tiene necesidad ni está condicionado a buscar la
aprobación del adulto.
Arno Stern

Usted descubrió La Formulación con los niños ¿Son los niños los
que nos enseñan a los adultos? ¿Son los niños nuestros
maestros?
Para mí no hay diferencia entre un niño de cinco o alguien de cincuenta
años, la necesidad de hacer arte está en cualquier ser humano
independientemente de la edad. Pero, es importante recordar,  que
estoy hablando exclusivamente del taller o Closlieu.
Pero, ¿qué pasa cuando ya hubo una interacción? En el niño hay
una pureza, una inocencia, pero ¿qué pasa con el adulto que ya
tuvo una educación o una experiencia previa?
Un adulto puede liberarse de cualquier influencia cultural si lo desea.
Para el niño es más difícil porque ha recibido muchas enseñanzas que le
hicieron daño. 
¿Considera usted que la escuela empobrece la creatividad? ¿Qué
les dice en el taller para crear las condiciones del dibujo
espontáneo?
Sí, eso es verdad. Todo lo que ha aprendido el niño hasta ahora es un
peligro para la espontaneidad. Los niños no necesitan enseñanzas.  Los
niños sólo necesitan jugar.Lo que ha aprendido el niño hasta ahora es un
peligro para la espontaneidad. Los niños no necesitan enseñanzas.  Los
niños sólo necesitan jugar.
En el taller no hay instrucción. El niño solamente necesita el cuarto
cerrado, no necesita nada más. Se elimina todo lo que es una educación
formal, por ejemplo, la teoría o la educación del arte son un obstáculo.
¿Este trabajo libre es terapéutico? ¿Libera la creatividad?
No es terapia, el malort no es un lugar de terapia ni terapéutico… Pero
cuando entra al taller, el niño ya no necesita terapia.
¿Cree que La Formulación se puede extrapolar, llevándola a
campos como el cine, la creación libre de pequeños guiones, o
una narrativa abierta sin interferencia?
No, este trabajo no se puede transmitir o transferir sin razón porque
pasa sin razón.   Aquí pasan cosas que no son posibles fuera del malort.
No he conocido creaciones que muestren referentes del miedo
en la prehistoria sino de supervivencia, ¿quiere decir que
nuestros niños y sus más antiguos antepasados crean, crearon
sin el miedo?, ¿ que el miedo es por experiencia a posteriori?
¿Miedo? Los niños no tienen miedo en el malort. Aquí encuentran el
paraíso, aquí no hay problemas ni dificultades, no hay miedo. Cada niño
se siente bien consigo mismo.
Es como un pequeño paraíso…

¡Más bien como un gran paraíso!  El niño hace una experiencia doble: se
fortalece su personalidad y tiene un encuentro con los demás sin juicio,
sin competencia, sin estrés. La competencia hace que los niños sufran
en nuestra sociedad

Fuera del malort, ¿hay un choque para el niño con su ambiente,


quizás con el colegio o con sus padres?
Si, cuando un niño se siente bien, también es diferente en todos los
aspectos que un niño infeliz.  Un niño que es feliz de todas maneras va a
chocar.
¿Qué experiencias nuevas le sorprenden? ¿Qué cosas hay como
descubrimiento cada día en el taller?
La Formulación no ha cambiado, pero los niños han cambiado.Hace
algunos años, cuando los niños  llegaban almalort querían jugar. Hoy no
quieren jugar, hoy no juegan,  hoy producen y esperan recompensa por
su trabajo.  Esa es la educación de hoy.
Entre 1950 y ‘80 tuvieron educación artística en las escuelas, clases de
dibujo, donde les enseñaron perspectiva, proporciones, etc.  Después
llegó otro tipo de educación artística, con ayuda de los museos, unas
fórmulas que bloquean la mirada del niño. Hace algunos años, cuando
los niños  llegaban al malort querían jugar. Hoy no quieren jugar, hoy no
juegan,  hoy producen y esperan recompensa por su trabajo.  Esa es la
educación de hoy. Los niños tienen que volver a jugar, los niños tienen
que volver a ser niños.
Estamos llegando al final de la entrevista y queremos
preguntarle algo un poco más personal. ¿Cómo va a celebrar su
próximo cumpleaños? Porque, para un niño como usted,
queremos dejarle solo una velita en su torta, pues ya todas nos
las  ha regalado cada día en cada niño y en estas generaciones,
nos ha dado optimismo, libertad y saber.
¿Por cumplir 90 años? (risas)  Es increíble, ¿no? Quiero vivir muchos años
más porque todavía tengo mucho trabajo por hacer.  Pero en realidad, ya
que ustedes me preguntan ¿que deseo? Deseo que se vendan muchos
de mis libros en muchos países… que sean traducidos y vendido en todo
el mundo.
Yo no he conocido un ser humano realmente como usted,  es
increíble que haya seres tan puros y que todavía s se mantengan
puros y tan inocentes proyectándose…
Sí, eso tiene que ver con mi experiencia y mi juventud juntos (risas).

Cristina Minski / Traducción del alemán

LA FAMILIA STERN O EL JUEGO DE APRENDER


Hace ya años, el hallazgo de la figura de Arno Stern y su "Juego de
pintar" me suscitó mucho interés.  Indagué en su extensa e intensa labor de
toda una vida (aún activa a sus casi 90 años). Logré concertar en 2008 un
encuentro con su amigo y discípulo español Miguel Castro y tuve la ocasión,
junto a una compañera, de visitar como observadora silenciosa su taller en
Bilbao durante la actividad de una sesión.

Lenta e inconscientemente, el legado de toda esa experiencia que Arno


Stern ofrece a la humanidad, ha continuado latente en mí haciendo su
camino silencioso, como hibernando. Hasta que recientemente, sin saber
cómo ni por qué, despertó un día con una vitalidad impaciente, como una
necesidad imperiosa.

Devoré vídeos de las conferencias de Arno en cualquiera de las lenguas en


que lograse mínimamente defenderme, deshojé páginas web, así como otra
documentación que se iba ramificando sin límite. Me empapé.
Pero esas ramificaciones me condujeron a su descendencia; especialmente
a su hijo André Stern y también a su pequeño nieto Antonin.

Entonces mi interés se incrementó invadiéndome de saludables dudas, de


conexiones múltiples con mis propias experiencias personales-profesionales,
de replanteamientos sobre todo lo que implica al aprendizaje en el ser
humano... Y continué indagando en la saga Stern.

Un factor crucial seguía alimentando mi creciente curiosidad: el hecho de ir


viendo desvelarse la coherencia natural y espontánea - es decir, no
buscada, teorizada, dogmatizada o predeterminada -, con la que esta
familia se ha conducido (y conduce) a lo largo de tres generaciones.
Ofreciendo unos testimonios que - si bien no son panacea de nada ni tienen
la más mínima intención de serlo -, incitan, cuando menos, a replantearse
la educación de arriba abajo.

El libro de André Stern "Yo nunca fui a la escuela" (publicado en francés,


alemán y español), es todo un nido de reflexiones. André, como su
hermana Eléonore, jamás pisó una escuela. Tampoco tiene títulos oficiales;
simplemente ha dedicado su vida a jugar. Y... habla cinco idiomas, es
músico (guitarrista), compositor, lutier (constructor de instrumentos),
escritor, conferenciante, periodista, ha sido nombrado director de la
iniciativa "Des hommes pour demain" por el investigador en neurología
avanzada Prof. Dr. Gerald Hüther; es el iniciador del movimiento "Ecología
de la Educación" y director del Instituto Arno Stern (Laboratorio de
observación y preservación de las disposiciones espontáneas del niño).
Además de sus variadas implicaciones en el mundo de las artes escénicas,
etc., etc., etc.

Sin el recorrido vital de Arno Stern, su "Closlieu", la "Formulation" y el "Jeu


de peintre"; sin la labor y empatía de su esposa Michèle Arella, difícilmente
se puede comprender el devenir de sus descendientes. En estemodus
vivendi de los Stern hay una absoluta aceptación de las disposiciones y
dotaciones naturales del ser humano y un dejarlas fluir sin miedos ni
pretensión alguna. Hay, ademas, determinados aspectos clave: juego
espontáneo, curiosidad y entusiasmo.

¿Qué hace un niño cuando lo dejamos tranquilo? - pregunta al auditorio


André Stern en una de sus conferencias. Y responde: ¡juega! Y si  lo que el
niño hace cuando se le deja en paz es jugar y continúa jugando si no se le
interrumpe, cabría preguntarse que, tal vez, esa actividad tenga una
pertinencia y una importancia para el niño.
Lo extraño es que no se plantee todo el mundo esta cuestión; sin embargo
es sorprendente que todo el mundo esté dispuesto a interrumpir la
ocupación del juego para imponer el aprendizaje.
Y continúa preguntando: ¿Qué pasaría si dejásemos a un niño jugar durante
toda la vida; durante 42 años, por ejemplo? ¿Cómo saldría? ¿Sería un
salvaje, un analfabeto, asocial, vago?
Eso es lo que yo he vivido y no soy ninguna de esas cosas, sin embargo,
continúo a mis 42 años jugando como el primer día. 
Todas las grandes cosas nos ocurren porque hemos sentido curiosidad y nos
hemos entusiasmado por ellas. O dicho de otra manera, cuando conducimos
al niño hacia lo que consideramos importante para su formación,
paralelamente le impedimos practicar aquello que le conduciría a lo mismo
directamente, es decir, el juego.
Y termina recomendando:
Cuanto más jueguen ustedes, menos les enseñarán y más aprenderán.

En este vídeo "Educar fuera de los senderos escolares", también aparecen


los Stern (aprox. min. 3.35).

Recientemente se ha estrenado en Austria y Alemania una película


documental titulada "Alphabet (miedo o amor)" dirigida por el
austriacoErwin Wagenhofer. En ella, André y su niño, entre otros, son
protagonistas. También el español Pablo Pineda, al que el síndrome de
Down no le ha impedido convertirse en actor y licenciado universitario.
Parece que el film debe de abrir una significativa brecha entre los
verbos educar (del latín ex-ducere: sacar de dentro, extraer)
e instruir (instruere: enseñar, adoctrinar desde fuera).

Ante unos sistemas educativos demasiado generalizados en los que prima lo


cuantitativo sobre lo cualitativo, la inmediatez sobre los procesos naturales,
la forma sobre el fondo, el "parecer" sobre el "ser", lo racional en
detrimento de lo intuitivo, las programaciones preestablecidas sobre las
necesidades del individuo o el mercantilismo competitivo sobre la naturaleza
humana; cabría considerar la conveniencia de poner muchas cosas en duda,
muchas. Y acercarnos al reencuentro de las necesidades de nuestra especie.

Arno Stern llama la atención sobre el hecho de que hoy nos preocupemos


de todo lo que se destruye en nuestro entorno medioambiental, pero -
advierte -, hay que preocuparse también mucho de lo que está amenazado
en el interior del ser humano. 
Y añade: “Es importante, para su equilibrio, que la persona tenga la
posibilidad de escapar a la vigilancia de su razón para entregarse a un acto
no intencional."

Este dejarme llevar siguiendo durante semanas la estela Stern (Stern en


alemán significa estrella), me ha sumergido en un juego guiado por
elentusiasmo y la curiosidad  para el que no había urgencias ni objetivos
previos. Y he sentido que de los múltiples documentos y conferencias de
Arno y su hijo, se desprendía la necesidad y el deseo de difundir sus
experiencias vitales inseparables de su trabajo. De darlo a conocer y
compartirlo con otros sin cansarse de repetir frases como: "Yo no vendo
nada". "Yo no hablo de cómo hay que vivir, no es mi función, no soy
consejero familiar". "Esto no es un método, un recetario o una guía de
anticonformismo, se trata de un testimonio."...

Pero resulta que sus testimonios, sin la menor intención de convertirse en


modelo a reglar o institucionalizar, implican repensar - y mucho -, los
conceptos de educación y de vida que generalmente manejamos.

Cuando alguien comienza a leer "Yo nunca fui a la escuela", no es difícil que
piense: Claro, pero André se crió en un contexto muy favorable, eso no
sirve para otros. 

¡Por supuesto que no sirve para otros!, porque los otros somos otros,
muchos otros diferentes. Pero eso también lo aclara André Stern en su libro.

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