Sunteți pe pagina 1din 78

LA UNIVERSIDAD EN EL

DESARROLLO REGIONAL

CRISTOBAL ARTETA RIPOLL

Ediciones AMAUTA
Edición preparada por
EDICIONES AMAUTA

Coordinación editorial: Homero Mercado C.

Levante de textos y diseño: Carmen Rosa Borras

Reservados todos los derechos.

EDICIONES AMAUTA
Apartado Aéreo 30035
Barranquilla - Colombia.
ISBN: 958-33-0110-8

Impreso en Colombia
Ediciones Amauta
Barranquilla, Noviembre de 1993
"¡Queridos estudiantes: es absolutamente necesario que ustedes se den cuenta
de que hay un contraste cada vez más violento entre las hermosas ilusiones que
nos hemos hecho todos, y lo que pasa realmente en esta Universidad…!

Nuestra vida cotidiana en la Universidad es una perversión grotesca de vuestra


libertad de aprender" (*).

(*) CLEAVELAND, Brad. Las luchas estudiantiles en el mundo. Carta a los


estudiantes. Berkeley, 1964, p. 29.
TABLA DE CONTENIDO
Pág.
1. LOS VALORES, FUNDAMENTO DE ACCIÓN EDUCATIVA

1.1. CONCEPTO DE VALOR


1.2. LA POLARIDAD DEL VALOR
1.3. EDUCAR PARA LA VIDA

2. LA AUTONOMLA LOCAL, LA ESCUELA Y EL MAESTRO

2.1. LA ESCUELA, PROYECTO CULTURAL


2.2. LA SUBVALOMCION DE LA EDUCACIÓN
2.3. LA FORMACIÓN DEL MAESTRO

3. LA CONSTITUCIÓN DEL 91, LA UNIVERSIDAD Y LA LEY 30

3.1. UN INSTRUMENTO DE CAMBIO


3.2. ASPECTOS DE LA NUEVA LEY

4. FUNCIONES DE LA UNIVERSIDAD

4.1. LADOCENCIA
4.2. LA INVESTIGACION
4.3. LA EXTENSIÓN

5. LOS POST-GRADO, UN CAMINO HACÍA LA INVESTIGA CION

5.1. EL DEBER SER


5.2. RELACIÓN POST-GRADO-INVESTIGACION
5.3. HISTORIA Y REALIDAD
5.3.1. Intentos previos
5.3.2. De ilusión a realidad
5.4. LAS PERSPECTIVAS DEL DESARROLLO

6. ELEMENTOS PARA UNA REFORMA ACADÉMICO- PEDAGÓGICA

6.1. APROXIMACIÓN A UN DIAGNOSTICO


6.2. PRINCIPIOS PARA UNA POLÍTICA
6.3. ESTRATEGLASPARA UNA REFORMA

7. LA UNIVERSIDAD DEL ATLANTICO EN LA REGIÓN

7.1. FUNDACIÓN Y CRISIS


7.2. LA NUEVA ERA DE LA INSTITUCIÓN
7.3. FRENTE A LA NUEVA LEY
7.4. LA UNIVERSIDAD DEL CARIBE
7.5. UN UDERAZGO NECESARIO

REFERENCLAS BIBLIOGRÁFICAS
NOTA INTRADUCTORIA

Este trabajo es el resultado de diálogos y discusiones sobre la Educación


Superior, realizados con colegas, estudiantes y dirigentes políticos a lo largo de mi
carrera universitaria.

Algunas de estas reflexiones han aparecido en diarios de circulación regional y


local, como El Heraldo y Diario del Caribe, y en la publicación del ICFES titulada:
"La Orientación Pedagógica en los programas de formación de docentes" (Santa
Fe de Bogotá, 1989).

Con estas inquietudes pretendemos aportar, desde la perspectiva regional, al


debate sobre la Universidad que queremos en el marco de los cambios y
transformaciones que están ocurriendo en la actual coyuntura política que vive el
país y que incidirán, por supuesto, en mejores posibilidades de desarrollo para la
costa Caribe colombiana en el plano económico, político y socio-cultural.

Agradezco a los colegas Homero Mercado, Elvira Chois y Jairo Parada, entre
otros, sus observaciones y comentarios sobre el contenido de este libro, muchos
de los cuales, fueron pertinentes al momento de puntualizar y precisar.
PROLOGO

El debate permanente sobre la educación, su sentido, su presente y su futuro, por


momentos se adormece y, a veces, en afortunadas ocasiones particulares, llena
espacios entre los académicos que, retomando viejas utopías, intentan, unos, solo
en el discurso, otros, más atrevidos, construir un nuevo mundo (¿académico?)
para el beneficio general y, por qué no, para el propio desarrollo.

Pensar la educación es pensar la sociedad, el mundo en que vivimos y el que


queremos vivir. Es pensar en el hombre y en los hombres; pensar en futuro, querer
transformar la vida para hacerla más humana.

En esas ocasiones afortunadas, la academia progresa y la sociedad se beneficia.

La Constituyente de 1991 tuvo la virtud de revivir las utopías, de hacer creer que
todo podría ser construido o engendrado, que el mundo era objeto <<oficial>> de
debate.

En la universidad colombiana se reabrió, aunque sólo parcialmente, la discusión


sobre sí misma, impulsada, además, por la primera mención constitucional a la
educación superior y a uno de sus atributos consustanciales: la autonomía
universitaria.

El debate se agitó al verse la necesidad de traducir en nueva normatividad legal la


idea de academia, en permanente proceso constructivo. Fue otra oportunidad que
tomó fuerza con gradualidad, propia de la inercia anterior, ganando aceleración al
llegar el momento de la reglamentación estatutaria de las instituciones de
educación superior. Allí nos encontramos.

El escrito que nos presenta el profesor Cristóbal Arteta se inscribe en este debate.
Muestra el afán por superar ese estado de inercia referido y avanzar. Es lo positivo
del momento.

Se trata entonces de un escrito ordenado que plantea una caracterización que


incursiona por los fundamentos de la acción educativa, pasa por la educación
superior y se concentra en una universidad -la Universidad del Atlántico- y en una
facultad -la facultad de Educación- para formular estrategias de progreso y
propuestas de integración regional universitaria. Son aspectos positivos del
escrito.

Quiero formular una simple adición a las consideraciones del autor:

El profesor burocratizado, sin pertenencia a la academia, desvinculado de los


reales intereses universitarios, vinculado laboralmente a la institución mas no a
sus objetivos, ¿es acaso el académico que contribuye a la formación del hombre,
del ciudadano, del científico, del artista, del pedagogo?

El problema no es local; tal vez se manifiesta con diversidad según el entorno


cultural, mas sus raíces trascienden las fronteras regionales.

¡Es la asfixia!

Es la asfixia intelectual que se une a la económica (más importante la primera que


la segunda).

Consecuencia en la mayoría: Pienso (más no importa), luego vegeto.

No importa que ejerza mi función de pensar y contribuir a la independencia de


otros, porque el uno y los otros estarán sujetos en la vida (presente y futura) al
pensamiento, convertido en mandato de aquellos "elegidos". Es otra manifestación
del mismo viejo problema. Ese ha sido el mensaje (¿la política?) que de mil y una
maneras ha recibido el universitario y ese mensaje ha sido "ley", y la "ley" es la ley,
y la iniciativa legislativa es, en primera instancia, del gobierno.

Las mil y una maneras están en la memoria de todo universitario: van desde la
imposición abierta (ya no se estila, creo), pasando por la subvaloración general
(política) de planteamientos alternativos, hasta la obstaculización de la función
docente como única labor válida del profesor. Ya ha entrado en la conciencia del
universitario que apremiado, además, por la estrechez material, decide en muchos
casos abandonar el campo y "vivir" su vida con tranquilidad, aunque con
frustración.

El universitario para ser universitario, requiere el ejercicio de la subvalorada


función de pensar, pensar en sí mismo, pensar en la sociedad y el mundo. El único
mandato admisible es el de la razón, y ella no es absoluta ni eterna. De ese
proceso (razón) sólo debe estar excluido aquel que quiera estar ausente (no será
académico ni político) y debe perfeccionarse (el proceso) con la consecuencia
práctica de la razón en construcción.

El universitario reclama, para poder existir en tal calidad, la independencia para el


análisis y la democracia para la consecuente aplicación. Es decir, reclama la real
autonomía.

Es claro que la falta de práctica del ejercicio de la autonomía ha deteriorado los


«órganos» encargados de desarrollarla: hay quienes se asustan con la simple
posibilidad del ejercicio y reclaman airados la autoridad del «elegido». Un breve
pero intenso período de calentamiento podrá superar la atrofia.
Ya iniciados en la discusión sobre autonomía, quiero precisar algunas
observaciones: La autonomía de los universitarios reside en el gobierno nacional.

Para corroborar lo anterior basta observar las funciones de los órganos de


dirección y su correspondiente composición. Se puede decir que la criticada (por
Cristóbal y por muchos) Ley 80/80 ha sido reproducida con una pequeña variante:
el Rector universitario ya no es de nombramiento directo del ejecutivo; ahora lo
nombran sus agentes en el Consejo Superior.

Cierto es que la discusión de ¡a política educativa se hace ahora en una especie


de Junta Directiva ampliada del 1CFES (me refiero al CESU), pero ello sólo
recomienda al ejecutivo que toma la decisión. Además, el CESU lo integran, con
abrumadora mayoría, representantes del sector privado de la educación y
delegados del ejecutivo. Ello permite incursionar, aunque sea brevemente, por otro
punto:

¿Esa política será para la educación superior en general, o sólo para el sector
público?

La autonomía universitaria le garantiza a la universidad privada la propia definición


de su rumbo. Por consiguiente, la definición del CESU (con sus ilustres
representantes del sector privado) y la adopción final por el ejecutivo constituye
mandato solamente para la institución del Estado.

La universidad debe ser escuela de democracia -dice en otros términos la


Constitución- y es de la esencia de la democracia, la participación en la decisión.
La Ley 30 concentra el poder en manos extrauniversitarías y excluye la
participación.

El sistema de acreditación, resaltado por Cristóbal como instrumento que permite


velar por la calidad de la formación impartida, se convierte en gaseoso cuando la
universidad privada es libre de acogerse o no a él.

Comparto con Cristóbal la calificación de avance legal referida al impedimento de


reducción presupuestal para la universidad pública. Ello frena la tendencia al
deterioro, evidenciada en los últimos años. Pero no debemos ser muy optimistas,
pues un aumento del 30% sobre el incremento del PIB, significa que dentro de
seis años la universidad pública recibirá un escandaloso crecimiento presupuestal
del 1%.

No es conveniente, tal vez, continuar abusando de la paciencia del autor. Admiro


su esfuerzo por la universidad y comparto muchos de sus planteamientos fue
contribuyen a hacer claridad sobre aspectos i éntrales de la vida universitaria.
Para terminar una última afirmación: podemos lograr el desarrollo académico en
las universidades, pero resta, aún, mucho camino por recorrer, y ese camino hay
que lucharlo contra enemigos que van desde la política imperante hasta nuestro
propio burocratismo.

Democracia participativa, como elemento fundamental de la autonomía aún no


lograda, es el primer factor para el avance.

Alfonso Conde Cotes


Profesor Asociado
Universidad Nacional de Colombia
1. LOS VALORES, FUNDAMENTO DE LA ACCIÓN EDUCATIVA

1.1. CONCEPTO DE VALOR

Los problemas económicos, políticos, socio-culturales e ideológicos de la sociedad


en que vivimos -que tantos análisis e interpretaciones han merecido- tienen su
más clara explicación, reflejo e incidencia en la angustia tixiológica que
fundamenta el quehacer humano.

En todas las sociedades se han realizado diagnósticos y estrategias para enfrentar


y erradicar los problemas de lo pobreza, el medio ambiente, el desempleo, la
desnutrición, la mortalidad, la inseguridad social, el analfabetismo, la drogadicción,
la corrupción, etc. y, en muchas de ellas, donde el hombre es el sentido de la
acción político-administrativa, los resultados han sido altamente positivos.

Desgraciadamente, la misma suerte no han corrido las cuestiones referidas a los


valores humanos. Ninguna o poca importancia han adquirido iniciativas, en el
desarrollo de proyectos y planes de gobierno, para conjurar su crisis. La triste
impresión que recibimos es que no se tiene conciencia plena de su existencia, o
de lo que significan para el desarrollo de la acción humana.

Desde la más remota antigüedad, son muchos los sentidos que se le han dado al
término valor. En este trabajo utilizamos el concepto de "valor" en un sentido
filosófico, como idea capital de la llamada "Teoría de los valores" o axiología; es
decir, como fundamento moral de las concepciones del mundo y de la vida.

El valor es consustancial al hombre, pero no por ello está fundado en el agrado o


desagrado, en el deseo o repugnancia, en la atracción o repulsión. Estas son
actitudes necesariamente ligadas al valor, pero que no pueden constituir su
esencia íntima.

Los valores no dependen de preferencias individuales. Ellos mantienen su forma


de realidad más allá de toda apreciación y valoración. Son autónomos con
respecto a toda estimación subjetiva y arbitraria y presentan siempre una relación
de polaridad que se expresa en el desdoblamiento de cada cosa Valente en un
aspecto positivo y negativo (bondad - maldad). Este elemento es lo que
comúnmente recibe el nombre de disvalor. La importancia de los valores radica en
que ellos definen el comportamiento, asignándole características bien definidas.
En los países de lengua española, los filósofos alemanes Sheler y Hartmann han
sido, tal vez, los más influyentes en las investigaciones axiológicas. Los valores
vitales, espirituales, religiosos, morales, estéticos y de conocimiento, han sido
objeto de sus profundas reflexiones. Pero, aún así, sus concepciones filosóficas
no han logrado la incidencia práctica necesaria para que los círculos asesores de
la cultura, w muy especialmente de la política educativa, implementen acciones de
desarrollo axiológico.
12. LA POLARIDAD DEL VALOR

Repensar en los valores, como fundamento de la acción humana, implica concebir


el mundo en que vivimos y al hombre que lo habita con la multiplicidad de
contradicciones que le son propias.

Es imposible pensar en una sociedad donde el accionar de sus hombres esté


orientado hacia una única dirección. Cada hombre tiene su propio paradigma, así
como los valores que lo sustentan. Con ese modelo, valor y normas ininteligibles,
vislumbra el futuro y actúa en consecuencia. Pero no podemos pretender que la
acción esté sólo sustentada en el lado positivo de la cosa valente al desdoblarse,
es decir, en la bondad, la justicia, lo sagrado, la verdad, etc...

No existe nada puro en la realidad. Todo tiene su contrario en interrelación


permanente. Lo positivo y lo negativo constituyen la unidad del valor. Bondad y
maldad, justicia e injusticia, lo sagrado y lo profano, verdad y mentira son polos
axiológicos opuestos, pero inseparables en el discurrir humano.

Valor y disvalor, en vez de extinguirse en la contienda de los opuestos, coexisten


en la dinámica cultural y en el vigor comunicativo de los pueblos. El contexto
cultural no sólo los origina, nutre y vivifica, sino que condiciona su desarrollo.

Como la lucha contradictoria, compleja y multifacética, común a todas las


sociedades humanas, impide la uniformidad y rigidez del comportamiento humano,
siempre la polaridad del valor estará presente, pues es connatural a su desarrollo.
Es imposible concebir una sociedad justa sin injusticias; bondadosa sin maldades;
sagrada sin profanaciones y partidaria de la verdad sin mentiras.

Esa afirmación, desde el paradigma de la lógica aristotélica, con su principio de


identidad, no pasaría de ser un absurdo; desde la perspectiva platónica de las
ideas, un contrasentido a su utopía en La República; desde el punto de vista de la
dialéctica hegeliana, sólo la realización del "espíritu universal" como movimiento
en el pensamiento humano y su posterior reflejo en la realidad; y desde la óptica
de la ortodoxia marxista, podría parecer una peligrosa justificación del statu-quo y
un buen pretexto para que la miseria filosófica de algunos dirigentes y políticos
encuentren argumentos en defensa de su inoperancia e incapacidad para
administrar el Estado.

En los límites de una filosofía que privilegie la inteligencia como Ética para la Vida,
es el Conocimiento y la aceptación de lo distinto lo que nos muestra receptivo
aquello que en apariencia no somos, v lo único que nos puede permitir el
enriquecimiento espiritual es la resolución del uno en el otro y la transformación
mediante el contacto con lo ajeno.
La posibilidad de un cambio profundo en la estructura axiológica de la sociedad,
requiere más de una estrategia educativa y cultural que del ejercicio coercitivo y
represivo del Estado y de sus instituciones fundamentales como el Ejército, la
Iglesia y la Escuela.

Si la historia de la humanidad no ha sido cosa distinta a la lucha por la superación


de la crisis de valores, la inversión de valores o la angustia axiológica, entonces,
es de suponer que la formulación y marcha de cualquier proyecto alternativo debe,
necesariamente, estar ubicado en la concepción del tiempo a la manera Platónica,
es decir, como "imagen móvil de la eternidad".

No olvidemos que, después de más de dos millones de años de evolución, la


especie humana, aún, no ha terminado plenamente su humanización, pues
subsisten, como vestigios, las tendencias de la irracionalidad.

Lo importante es procurar que, en la polaridad del valor, los espacios propios del
valente negativo -disvalor- sean cada vez más reducidos y estériles a la
proyección de su influencia.

1.3. EDUCAR PARA LA VIDA

La educación es la base del progreso tanto material como espiritual. Por esta
razón, un pueblo que no sea capaz de desarrollar en intensidad y extensión el
nivel educativo, no puede elevar sus índices de desarrollo industrial, agrícola,
comercial, minero y, mucho menos, crear los espacios que el espíritu requiere
para su feliz y pacífico desarrollo cultural, artístico, intelectual y ético.

Esa verdad de perogrullo, y su comprensión teórica, no es suficiente para alcanzar


metas, si no va acompañada de una voluntad política gubernamental que la
convierta en praxis permanente del quehacer administrativo en todas las épocas y
niveles. Pero no sólo se trata del reconocimiento discursivo de la importancia y
trascendencia de la educación en los planes de desarrollo nacional, como
aconteció durante el gobierno del doctor Belisario Betancur, ni simplemente del
aumento de la asignación presupuestal para crear colegios, escuelas y
universidades, ni del afán, sin más, de implementar planes de capacitación
docente que buscan "transformar" la calidad de la educación, ni generando
estatutos docentes impositivos y restrictivos para "neutralizar" la búsqueda de los
educadores de nuevas ideologías y salidas diferentes de los de la democracia
representativa. Lo trascendente es reconceptualizar nuestro sistema educativo de
conformidad con el tipo de sociedad que queremos, transformando la actual.

Sí queremos una sociedad justa y democrática, donde el ser humano pueda


realizarse plenamente gracias a la satisfacción de sus más urgentes y elementales
necesidades económicas, sociales, culturales, artísticas y espirituales, tenemos
que reestructurar nuestra educación no sólo para que se oriente hacia esos
objetivos, sino igualmente para que ella sea la base del comportamiento del ser
humano en la sociedad que contribuimos a transformar y en la que deseamos
construir.

A menudo, nos quejamos de los fracasados de la enseñanza media que


sueñan con los estudios superiores y no lo pueden lograr; de los egresados sin
posibilidades de trabajo y cuya perspectiva cierta es engrosar el ejército de
desempleados; de los planes y programas de estudios alejados de la realidad
nacional, departamental y local donde el niño o el joven reciben las enseñanzas de
los educadores que no hacen sino repetir lo que dicen los textos o lo que alguna
vez aprendieron de memoria; del estudiante perezoso que, a manera de banco,
acumula la poca y deformada información que recibe del profesor-transmisor y del
directivo que, a manera vegetal, pelecha en un cargo carente de iniciativas, ideas
y propuestas, dando la impresión de que la racionalidad no le pertenece.

En fin, enfrentamos un sistema educativo que ha agotado todas sus posibilidades


y que requiere una profunda y radical transformación.

Mientras nuestros dirigentes no comprendan, como se ha hecho en otras latitudes,


que la clave del éxito en materia educativa es Educar para la vida, cualquier
proyecto o propuesta de reforma no dejará de ser un "retoque cosmético" en el
rostro envejecido de nuestra sociedad, y el Ministerio de Educación Nacional, el
desfiladero de "la política sin dejar huellas".

Educar para la vida significa no sólo saber leer y escribir y obtener las bases e
ideas fundamentales de la ciencia para comprender el discurrir histórico del mundo
en que vivimos. Significa, sobre todo, capacitar al niño y al joven física y
mentalmente para el trabajo en el medio donde le toca desenvolverse; capacitarlo
para asimilar los valores fundamentales de la existencia: como el valor a la vida, la
libertad, la democracia y la justicia social como única manera de lograr la conducta
apropiada para el manejo de las relaciones sociales y familiares; despertar y
desarrollar la conciencia ética y estética en el futuro ciudadano para que,
valorando lo bello de nuestra literatura, de nuestras artes y de nuestros valores
culturales, se forme a sí mismo en tan nobles menesteres e irradie cultura a los
demás.

Tanto el proyecto de "Ley General de la Educación1', aprobado por la Honorable


Cámara de Representantes, el 14 de Diciembre de 1992, como la Ley 30 del 28 de
Diciembre de 1992, sobre Educación Superior, le brindan a la ética como cátedra y
a la axiología como subregión temática, el relieve que merecen. Esta ley, en su
artículo 129, dice: "La formación ética profesional debe ser elemento fundamental
obligatorio de todos los programas de formación en las instituciones de educación
Superior".
Valdría la pena, y buen servicio se le haría a la Nación y a las futuras
generaciones, si se pasa de la teoría a la práctica para que la Ética y la Axiología
dejen de ser un simple catálogo normativo y se conviertan en auténticas
reflexiones filosóficas sobre la conducta humana.

Este sería el mejor camino para que la existencia de valores espirituales, vitales,
morales, religiosos y de conocimientos, en sus aspectos positivos, le entreguen al
cumplimiento de las normas, leyes e imperativos categóricos, la moralidad que
dichos actos exigen. No hay otra posibilidad de superar la angustia axiológica tan
arraigada en los altos círculos oficiales, impregnados por significativos niveles de
corrupción, inmoralidad y violencia.
2. LA AUTONOMÍA LOCAL, LA ESCUELA Y EL MAESTRO

2.1 LA ESCUELA, PROYECTO CULTURAL

Sin lugar a dudas, las medidas adoptadas para devolverles a los municipios
colombianos su propia identidad y para intentar transformarlos en verdaderas
entidades prestadoras de servicios públicos, persiguen, primero que todo, atenuar
la crisis que padecen y la pérdida de credibilidad como células básicas de nuestra
organización político-administrativa. Lo importante es que muchas de las nuevas
políticas encuentren no sólo voluntades para materializarlas, tino, recursos,
infraestructuras y herramientas que impidan que, como tantas otras, se queden en
el papel.

Tal vez, la primera medida reformatoria en el campo político-administrativo de más


largo alcance se produjo mediante el acto legislativo N° 1 de 1986, que estableció
la elección popular de Alcaldes a partir de Marzo de 1988, y devolvió la autonomía
y democracia locales a los municipios, si alguna vez las tuvieron complementada
con la Ley 11 de 1986 "Estatuto Básico de la Administración Municipal", este acto
legislativo asegura que la comunidad participe activamente en el manejo de los
asuntos municipales, de tal manera que las Juntas de Acción Comunal, las
Sociedades de Mejoras y Recreación, de Defensa Civil y Usuarios se puedan
vincular al desarrollo y mejoramiento del municipio. Así mismo, corresponde a los
Concejos dividir a los municipios en Comunas para que la prestación y
administración de los servicios corran mejor suerte.

Pero la reforma constitucional de 1986, a pesar de haber contribuido, en parte, en


el proceso de autonomía municipal, no fue integral en todos los entes territoriales.
Fue la Constitución de 1991 la que, en su artículo 287, precisa con más claridad
los alcances de la autonomía para la gestión de sus intereses, al asignarles a las
entidades territoriales (departamentos, distritos, municipios y territorios indígenas),
los siguientes derechos: gobernarse por autoridades propias, ejercer las
competencias que les correspondan, administrar los recursos y establecer los
tributos necesarios para el cumplimiento de sus funciones y participar en las
rentas nacionales.

Si mediante la elección popular de Alcaldes y el referéndum local, como formas


dinamizadoras de la vida política, se les otorga a los ciudadanos el derecho de
decidir sobre aquellos asuntos que de manera directa les interesan, es apenas
lógico colegir que la Escuela debe desempeñar papel de primer orden, como
palanca de desarrollo y de afianzamiento de la democracia y autonomía
municipales.

Pero la escuela que tenemos difícilmente puede cumplir esa función, si no la


transformamos en un verdadero proyecto cultural. Sólo mediante una auténtica
política de capacitación y perfeccionamiento docente, podemos preparar a un
maestro distinto que sea capaz de no ser inferior a los nuevos retos que las
circunstancias imponen.

Pero la escuela, como proyecto cultural, debe dar cara a la realidad que la nutre y
da vida; debe estrecharse de tal manera con la comunidad que permita la
confluencia dialógica; y, en la toma de decisiones importantes, involucrar a todos
los sectores representados en los docentes organizados, consejos estudiantiles,
agremiaciones de padres de familia, juntas de Acción comunal o cívicas, la iglesia,
representantes de organismos no gubernamentales, artistas, periodistas, centros
de educación superior y demás organismos que, a juicio de una política educativa
bien diseñada, puedan participar en forma dinámica en el proceso-relación que
debe darse entre la escuela y el desarrollo comunitario.

La escuela debe asumir un papel protagónico en el rescate de la identidad cultural


de la comunidad, entendiendo que la cultura es el medio más eficaz de
comunicación y participación. Debe crear un espacio para socializar el
conocimiento, ponerlo en función de las necesidades de la población y dirigir su
accionar pedagógico hacia la construcción de un hombre nuevo, más sensible,
más humano, más reflexivo e independiente, con alta conciencia solidaria,
patriótica y seguro de sus grandes potencialidades dinamizadoras y
transformadoras.

¿Quién no sabe que nuestros barrios, nuestras comunidades por su modo de vida,
por sus problemas y dificultades, capturados por el individualismo, el egoísmo y la
insolidaridad, necesitan soluciones para su bienestar? ¿No es la escuela la más
indicada para formar en el niño los sentimientos de la convivencia, la solidaridad,
la justicia y el espíritu de sacrificio que lo hagan un ser preocupado por el presente
y el futuro social?

¿Es posible, sin políticas globales coherentes y bien estructuradas en materia


educativa, dar el gran salto hacia adelante...? ¿Será eso posible, sin acabar con el
clientelismo y la politiquería que tantos perjuicios causa a la educación en todos
los niveles?

Bien vale la pena reflexionar sobre esos interrogantes para lograr que la escuela,
como proyecto cultural, estimule, profundice y consolide la democracia y la
autonomía municipales.

2.2 LA SUBVALORIZACION DE LA EDUCACIÓN

Es de público reconocimiento intelectual que la educación es el único resorte


capaz de mover el desarrollo económico, político, social y propiamente cultural de
un pueblo. Por esta razón, en las democracias avanzadas, cuyos grandes
dirigentes tienen una clara y profunda comprensión del devenir histórico, la
educación ocupa lugar de primer orden en reflexiones y es fundamento axiológico
e infraestructural de las plataformas programáticas que conciben para agenciar la
acción gubernamental.

No existe un solo país desarrollado en el mundo que haya logrado un fuerte


desarrollo industrial, agrícola, minero y comercial con claras y benéficas
definiciones políticas sobre el desempleo, la desnutrición, la insalubridad, la
inseguridad social, los problemas de vivienda y de servicios públicos y que, al
propio tiempo, en sus planes de desarrollo económico-social, históricamente
considerados, aparezca la educación relegada al espacio de los trastos viejos y
sin ninguna importancia en la vida institucional. Por el contrario, es tan grande la
preocupación y el interés por la cuestión educativa que muy difícilmente
encontramos un inepto burócrata en sus niveles de dirección, ni las penurias
económicas acosándola permanentemente, ni paralizándose los centros
educativos por problemas salariales o por ausencia de maestros, ni improvisando
medidas ausentes de diagnósticos realizados por expertos o especialistas.

Estos problemas y sus efectos sólo son comunes en los denominados países
sub-desarrollados.

En Colombia, a pesar de que en los últimos tiempos el debate sobre los problemas
educativos ha alcanzado gran importancia, la educación sigue teniendo el carácter
de cenicienta en los planes gubernamentales. Es más lo que se opina sobre ella,
que lo que se hace para mejorar su calidad, para asignarle recursos económicos,
humanos y didácticos que permitan cambiarles la cara sucia y el cuerpo
deteriorado a los centros de enseñanza, y para establecer mecanismos que
garanticen la continuidad de las políticas nacionales y departamentales que se
trazan en materia de tanta importancia. No es posible que el cambio de Ministros o
de importantes funcionarios en el aparato estatal, implique el abandono de
políticas y el establecimiento de otras nuevas como si nada pasara.

A nivel departamental, la situación es todavía más aberrante, si se tiene en cuenta


que la politiquería y el clientelismo han terminado por imponerse con mucha más
facilidad en las Secretarías de Educación y en los demás organismos que
controlan la vida educativa local. Para comprender la magnitud del problema, solo
basta contabilizar el número de Secretarios de Educación que desfilan sin dejar
huellas, por los diferentes departamentos del país.

Ni siquiera el interés por mejorar los espacios locativos donde se imparte la


educación, preocupa a quienes corresponde la responsabilidad de dirigirla. Sobre
planes y proyectos que impliquen trascender la mera cotidianidad y que
comprometen los esfuerzos comunes y la voluntad del gobierno, nada se hace.

En nuestra concepción, un alto funcionario de la educación, a nivel nacional y


local, debe ser un constante protagonista y gestor de iniciativas y directrices
siempre novedosas y trascendentales que, a más de estimular y comprometer
voluntades, estimule el quehacer en las otras dependencias y entidades que, de
alguna manera, tienen que ver con el desarrollo educativo del país.

Es hora que la gestión del gobierno le dé a la educación la prioridad que merece,


tanto nacional como departamentalmente, para acabar, definitivamente, con la
subvaloración a que ha sido sometida en los planes de desarrollo, y convertirla en
la columna que armonice toda la estructura de las líneas políticas hacia lo
económico, lo social y cultural.

Si hoy no somos capaces de orientar correctamente la educación del pueblo,


adecuándola a las exigencias y expectativas del momento histórico, estaremos, tal
vez, sin proponérnoslo, convirtiéndola en "instrumento de su propia destrucción".

2.3. LA FORMACIÓN DEL MAESTRO

En los últimos tiempos, el debate sobre la educación en Colombia ha adquirido


nuevas y significativas dimensiones. Temas como los fines de la educación, la
calidad de la educación, la formación de maestros, la reforma educativa y las
propuestas del Movimiento

Pedagógico impulsado por FECODE, son abordados, en el análisis, con


profundidad y seriedad, no sólo por los educadores colombianos en Congresos,
Seminarios, latieres, Centros de Investigaciones y Microcentros, sino por las
máximas autoridades educativas nacionales, desde el M.E.N. y el I.C.F.E.S.,
pasando por las de menor rango en el ámbito departamental y regional. Todos han
mostrado un gran interés y estimulado la reflexión y discusión de la temática.

Uno de los tópicos que más ha concitado el pensamiento de quienes dirigen el


proceso educativo nacional, es la formación de maestros. Y no puede ser para
menos, pues no existe una sola cuestión de la i altura y la educación que no
desemboque necesariamente en este tema.

Es evidente que todos, de alguna manera, somos el resultado de la educación que


recibimos en la familia, la escuela y la universidad. En estas últimas, siendo el
maestro el protagonista principal, a él le corresponde gran parte de la
responsabilidad en la formación de los valores que poseemos y que definen
nuestro accionar; a él le debemos nuestro apoyo a la mentira o nuestro amor a la
verdad; la tolerancia o la intolerancia ante la injusticia social; la actitud voluntariosa
ante el trabajo, o la indolencia ante el mismo; la inclinación o no a la
deshonestidad. En fin, nuestro comportamiento ciudadano, es el resultado en gran
medida, del tipo de educación que recibimos en la escuela. Pero, ¿cómo romper el
círculo vicioso cuando los maestros, en alto grado responsables del futuro, son
parte de la misma cultura y fruto de la misma educación que ellos imparten?
¿Cómo logramos un maestro distinto, con un concepto del hombre para el trabajo,
la verdad, la honestidad, la libertad y lo que es más importante para el progreso y
el cambio?

¿Podemos lograrlo con un sistema educativo-"irracional, impositivo, arbitrario,


mecánico, repetitivo, dogmático, autoritario y formalista", donde no es el hombre,
como valor individual y social, lo prioritario?...

¿Con un sistema educativo profundamente tecnicista, que al decir de Francisco


Cajiao, ex-Rector de la Universidad Pedagógica Nacional, "le usurpa la identidad
profesional al educador y le determina todo lo que debe enseñar, cuándo, de
cuántas horas, en qué forma, en qué orden y donde el maestro no hace esfuerzos
por prepararse, no produce alternativas, escamotea las horas de trabajo, se pliega
a los dictados del currículo sin tener en cuenta las condiciones y las posibilidades
de sus alumnos, sujeta su capacitación a lo que el Estado le puede o le quiere dar
y descarga sus incompetencias en el niño con toda la violencia que ello implica".

Siendo las escuelas normales, los institutos pedagógicos y las Facultades de


Educación, centros de la formación deformada de los educadores - porque no
hacen sino reproducir lo que todos sabemos es un sin sentido-, ¿podrán
transformarse cualitativamente, sin que medie una reconceptualización del
sistema educativo colombiano?

Creo que aquí está la clave del gran salto hacia adelante. Es necesario hacer una
profunda y esencial revisión de nuestro sistema educativo, como parte de la
transformación social hacia una sociedad con una distribución de la propiedad, un
sistema jurídico-político y una organización de la producción y del trabajo basados
en los principios de igualdad y justicia social; con una democracia menos
restringida y formal, donde la más amplia participación popular a través de sus
organizaciones representativas, influyan en los destinos políticos, económicos,
sociales y culturales de la nación; donde la vida, la cultura y la libertad sean
declarados los más grandes e inalienables valores de la humanidad; una sociedad
que construya su propio camino, sin que las influencias ideológicas, políticas y
tecnológicas externas terminen imponiendo su voluntad y estrangulando su
soberanía e independencia; en suma, una sociedad profundamente humanitaria y
racional que se estructure alrededor del hombre, como valor individual, social e
histórico.

Sin este norte, no se le pueden trazar fines a la educación que permitan un nuevo
enfoque de su sistema. Sólo, y gracias a él, se puede diseñar un sistema
educativo menos impositivo y autoritario, más abierto y participativo, capaz de
contribuir a la formación de un hombre solidario, seguro de sí mismo y de ideales,
cuyo amor por la libertad lo haga altamente socializado, respetuoso del
pensamiento ajeno y en condición de decidir responsablemente sobre su propia
vida sin imposiciones y rigurosidades ajenas; con una gran capacidad de análisis
lógico-abstracta que, en sus más elementales niveles, propicie observar y
comprender la realidad objetivamente, sin deformaciones ni mentiras; que estimule
y desarrolle en forma permanente la creatividad ante el trabajo y a nivel de
soluciones a los problemas sociales, científicos y tecnológicos; con capacidad de
conjugar, en el terreno del trabajo práctico, lo asimilado intelectualmente; y, sobre
todo, que su amor por la razón, la libertad y la vida le implique reconocer al otro,
sin condenarlo a su supresión, oponiendo el saber a la barbarie.
3. LA CONSTITUYENTE DEL 91, LA UNIVERSIDAD Y LA LEY 30

3.1 UN INSTRUMENTO DE CAMBIO

El 27 de Mayo de 1990 fue un día de gran significación histórica para Colombia.


Ese día, el pueblo colombiano expresó masivamente en las últimas su voluntad
por tener una nueva constitución a través de una Asamblea Nacional
Constitucional.

La experiencia histórica nacional indicaba que habían sido pocas las reformas
constitucionales llevadas a cabo por asambleas constituyentes, siendo más
numerosas las adelantadas por Congresos.

Todas nuestras constituyentes han surgido para responder a circunstancias de


crisis y como alternativas de cambio y renovación. Pero no siempre ellas han
respondido fielmente a los objetivos y programas que sus promotores les han
trazado. Han sido tantas las dificultades, especialmente políticas con las que han
tropezado, que sus decisiones terminaron siendo vulnerables, o simplemente no
se transformaron en reales soluciones a los más agudos y graves problemas de
las mayorías nacionales. Entre otras cosas, porque a todas las ha identificado
como objetivo trascendental ruó la transformación real de la sociedad, sino la
solución a los problemas y dificultades del régimen vigente y de las fuerzas que
controlan y dominan. Así sucedió con la Gran Convención Nacional de Ocaña en
1828, con la Convención de Rionegro en 1.863, con el Consejo Nacional de De
legatarios en 1886, con la Asamblea Nacional Constituyente en 1905, con la
Asamblea Nacional de Colombia en 1910 y con la Asamblea Nacional
Constituyente en 1953.

Ninguna de ellas se convirtió en la solución de fondo-de la problemática nacional.


Sus medidas y decisiones, en la mayoría de las veces, sólo lograron maquillar las
arrugadas mejillas de la vieja sociedad. Sólo la de Rionegro mostró ímpetu
revolucionario y transformador, pero con una filosofía política preñada de
romanticismo y carente de objetividad en el análisis de las circunstancias de la
época que muy pronto la convirtieron en instrumento de la anarquía, la
insensibilidad social y la inestabilidad política.

Refiriéndome a la Asamblea Nacional Constituyente que debía realizarse en 1991,


en un artículo periodístico decía:

"Por los antecedentes históricos, por las condiciones internacionales, por los aires
de cambio y renovación que soplan en todo el territorio nacional y porque el
pueblo está decidido firmemente a ser protagonista de su propia historia, eligiendo
a sus más connotados dirigentes, la próxima Asamblea Nacional constituyente
debe ser no el camino, sino el instrumento que le permita al pueblo abrir el camino
al andar.
Ya basta de tanta demagogia y retórica que lo que ha hecho es crear varias
ilusiones. Los grandes problemas nacionales deben abordarse con la profundidad
que las soluciones requieren. La nueva Constitución Nacional debe reflejar los
cambios nacionales e internacionales de la época presente. Debe permitir una real
democracia, creando espacios para que el pueblo a través de sus propias
organizaciones se exprese en forma autónoma y libre frente a las grandes
decisiones nacionales; debe garantizar y asegurar verdaderamente la protección
de los derechos humanos tan pisoteados en nuestro país; debe dar paso a la
autonomía regional frente al excesivo centralismo; debe establecer las medidas
que hagan del Estado un instrumento de justicia social y bienestar comunitario.
Pero, sobre todo, debe establecer un nuevo sistema educativo que asegure la
educación para todos los colombianos en todos sus niveles y que, proyectada
hacia la formación de un hombre nuevo, se interese por la calidad de la educación
y por la formación de los docentes que la imparten.

Los proyectos gubernamentales sobre el particular han sido muy escuetos y


pobres. Definitivamente pareciera que la educación, y con ella la Universidad
colombiana, no se contara entre los grandes propósitos de la reforma. (Ver el
documento "Reflexiones para una nueva Constitución", preparado por el gobierno
del Presidente Gaviria). ¿Cómo es posible hablar de cambios y de progresos en la
vida económica, política y social, sin introducirlos en la base más sustancial de la
sociedad, como es la educación?

Las propuestas universitarias en esa dirección deben ser audaces y


revolucionarias. El Decreto Ley 080 de 1980, actualmente vigente, impide la
optimización de la Universidad colombiana y la hace presa de la politiquería y el
clientelismo, como plagas que la corroen en sus más profundos cimientos. No se
trata de construir una universidad apolítica y neutral. Al contrario, hay que
estimular que la verdadera política, la del servicio a la comunidad, llegue a la
Universidad.

La imposición de rectores decretada por el Decreto Ley OSO de 1980 debe dar
paso a la democracia directa ejercida por estudiantes y profesores, quienes deben
elegir democráticamente a las principales autoridades académico-administrativas
de la institución: rectores, vicerrectores y decanos.

Los organismos de poder interno deben asumir un papel más participativo en la


dinámica de la vida universitaria, limitando y controlando el excesivo autoritarismo
rectoral hoy vigente. No es posible que el Consejo Superior, los Consejos
Académicos y de facultades tengan más bien un carácter formal que investigue
permanentemente.

La autonomía universitaria y al inviolabilidad del domicilio de la Universidad, es la


única manera de evitar los desafuerzos de aquellos organismos del Estado que ni
vigilen ni controlan la buena marcha de la educación superior en Colombia, mas
bien la obstaculizan con medidas absurdas y lluvias de normas y decretos.

Hay que hacer posible una Universidad abierta al mundo, con excelentes y
provechosas relaciones de intercambio académico, cultural, científico e
investigativo. Los avances científicos y técnicos de otras latitudes hay que
integrarlos a nuestro sistema educativo. La retórica sobre el atraso de nuestro
sistema educativo y la presentación de cifras frías para justificarlo, como han
venido haciendo nuestras grandes autoridades educativas, deben permitir la
adopción de claras y radicales medidas de renovación y adaptación de
experiencias de los avanzados modelos educativos que más sirvan a nuestras
circunstancias y propósitos. No se trata de copiar o calcar. Hay que avanzar y,
para lograrlo, nada mejor que integramos a la producción intelectual de la época
en el mundo.

Una universidad aislada y atrasada no sirve a una sociedad siempre cambiante y


dinámica. La Universidad que necesita Colombia es la de la contemporaneidad
para que active y dinamice con sus investigaciones a la economía, a la cultura y a
la política, es decir, una Universidad que se convierta de hecho en un instrumento
real de progreso y desarrollo". (Ver El Heraldo, Suplemento Dominical, domingo 9
de Diciembre de 1990).

Las sesiones de la Asamblea Constituyente fueron clausuradas el 4 de Julio de


1991, día en que fue decretada, sancionada y promulgada la nueva Constitución
Política de Colombia.

La Carta Magna, en materia de educación superior, introdujo dos (2) artículos


fundamentales: el artículo 27, que "garantiza las libertades de enseñanza,
aprendizaje, investigación y cátedra" y el artículo 69, que concede la autonomía
universitaria, señala que, mediante ley, el Estado establecerá un régimen especial
para las universidades, fortalecerá la investigación científica, atraerá las
condiciones especiales para su desarrollo y facilitará los mecanismos financieros
que hagan posible el acceso de todas las personas aptas a la educación superior.

3.2 ASPECTOS DE LA NUEVA LEY

La promulgación de la Ley 30 del 28 de Diciembre de 1992, “por la cual se


organiza el servicio público de la Educación Superior", fue el resultado de un
cúmulo de disímiles iniciativas presentadas para definir los rumbos de la
Educación Superior en el país, en el período comprendido entre Mayo de 1991 y
Diciembre de 1992.

Las políticas de modernización del Estado colombiano y el desarrollo de la


apertura económica, exigían entre otras cosas:
1º) La formación de un recurso humano altamente calificado para la competencia.

2º) Superar la estructura legal de la Educación Superior del país, establecida


en el Decreto Ley 80/80, por no adecuarse a las nuevas realidades socio-'
políticas y a las expectativas nacionales.

3º) Responder a la anarquía reinante en la Educación Superior por la


implementación, durante más de una década, del mencionado decreto. El
desbarajuste de la educación superior se manifiesta en los siguientes hechos: más
de 230 instituciones de Educación Superior; Programas de pregrado y post-grado
con iguales contenidos y distintos nombres y viceversa; diferencias abismales en
el valor de las matrículas; proliferación irresponsable de universidades de garajes
en las regiones; inexistencia de reales controles que garanticen la suprema
inspección y vigilancia; cobertura deficiente, mala calidad y ausencia de
credibilidad en instituciones productoras i fe profesionales a tutiplén y dignos de
toda sospecha.

Es cierto que con la nueva ley no se van a resolver automáticamente todos los
problemas de la Educación Superior colombiana, pues, más allá de la letra, se
requiere vocación universitaria, voluntad y decisión política por parte de nuestros
gobernantes y de quienes tengan la responsabilidad histórica de dirigir los
destinos de la educación en el país. Pero nadie podrá negar que,
comparativamente con lo existente y a pesar de sus limitaciones, son muchas las
bondades y avances que contiene.

La ley establece diferencias claras entre las "instituciones técnicas" (facultadas


para "ofrecer programas de formación en ocupaciones de carácter operativo e
instrumental y de especialización en su respectivo campo de acción"), las
Instituciones Universitarias o Escuelas Tecnológicas (con licencia para "adelantar
programas de formación en ocupaciones, programas de formación académica en
profesiones o disciplinas y programas de especialización"), y las Universidades
(acreditadas "pura la investigación científica o tecnológica; la formación académica
en profesiones o disciplinas; y la producción, desarrollo y transmisión del
conocimiento y de la cultura universal y nacional" (Artículo 16, Ley 30/92)..

Un avance significativo fue el reconocimiento de la Autonomía Universitaria


(artículo 28 de la citada Ley), consagrada en el artículo 69 de la nueva
Constitución Política de Colombia. Antes, la única universidad en el país que
gozaba de alguna autonomía era la Universidad Nacional. Con la Ley 30 se le
entrega a todas las universidades el derecho a "darse y modificar sus estatutos;
designar sus autoridades académicas y administrativas; definir y organizar sus
labores formativas, académicas, docentes, científicas y culturales; otorgar los
títulos correspondientes; seleccionar a sus profesores y admitir a sus alumnos;
adoptar sus correspondientes regímenes y establecer, arbitrar y aplicar sus
recursos".
Aunque la autonomía universitaria en ningún país del mundo ha implicado
extraterritorialidad, se esperaba más plena, menos limitada y medrosa y con una
mayor participación comunitaria en los destinos de las instituciones. Pero el
manejo y la dirección terminó concentrándose en el Consejo Superior
Universitario, máximo órgano de dirección y gobierno de la universidad, que se
encargará de definir "las políticas académicas, administrativas y financieras;
designar y remover al Rector en la forma que prevean sus estatutos, aprobar el
presupuesto y darse su propio reglamento".

Enmarcada con la suprema inspección y vigilancia ejercida por el Gobierno


Nacional y la inmediata asesoría del Consejo Nacional de Educación Superior
(CESU), la autonomía tendrá que ejercerse con plena responsabilidad para evitar
los desmanes y desafueros de aquellas instituciones privadas interesadas más en
la economía y las ganancias que en la calidad de la educación que imparten.

También es muy importante el rol que la Ley 30 concede al Consejo Académico, al


permitirle decidir sobre el desarrollo académico en cuanto a programas
académicos, investigación, extensión y bienestar universitario, con lo cual
recupera el liderazgo de la vida académica institucional (Artículo 69).

El consejo Nacional de Educación Superior, CESU, será el encargado de las


políticas y planes para la marcha de la Educación Superior, la organización del
Sistema de acreditación y del Sistema de información, acción de nuevas
instituciones, suspensión de personerías jurídicas otorgadas a éstas, evaluación
de la calidad académica de los estudios que ofrecen y de sus programas (Artículo
36).

Este nuevo ente, integrado por dieciséis (16) funcionarios y sin nómina
burocrática, en los que se cuentan el Ministro de Educación Nacional, el Jefe del
Departamento Nacional de Planeación y el Rector de la Universidad Nacional de
Colombia, ejercerá la suprema inspección y vigilancia de la educación superior.
Anteriormente, esta función le correspondía al ICFES, organismo que con la nueva
ley tiene restringidas considerablemente, sus funciones.

Por primera vez en la legislación colombiana se crea el Sistema Nacional de


Acreditación y el Sistema Nacional de Información (artículos 53 y 56). El primero
persigue garantizar que las instituciones cumplan los más altos requisitos de
calidad y que realicen sus propósitos y objetivos. Con el segundo, será posible
establecer un Directorio Académico Público que le permitirá a las universidades
ofrecer, contratar y controlar, de acuerdo con sus necesidades, profesionales de la
más alta calidad.

El Sistema o Régimen Especial de Universidades Estatales organiza a éstas como


entes universitarios autónomos con patrimonio independiente y con facultades
para "elaborar y manejar su presupuesto, implementar la transferencia de
estudiantes, el intercambio de profesores, creación o fusión de programas
académicos y de investigación" (Artículo 57).

En medio de limitaciones y avances, tal vez, el logro más importante obtenido con
la Ley 30, está contemplado en el Título 111, Capítulo V -Del Régimen Financiero,
en donde se señala taxativamente que "las universidades estatales u oficiales
recibirán anualmente aportes de los presupuestos Nacional y de las entidades
territoriales que signifiquen siempre un incremento en pesos constantes, tomando
como base los presupuestos de renta y gastos vigentes a partir de 1993" (Artículo
86).

"A partir del sexto año de vigencia de la presente ley, el Gobierno Nacional
incrementará sus aportes pura las universidades estatales u oficiales, en un
porcentaje no inferior al 30% del incremento del PIB" (Artículo 87).

Si estas normas no se constituyen en letra muerta, se mermará la asfixia


económica, pues el incremento será siempre real y en un porcentaje tal, que será
posible avanzar hacia la financiación real de la universidad estatal colombiana.

Con todos sus vacíos y la imposibilidad de responder a tantos requerimientos y


distintos paradigmas político-filosóficos, la nueva ley, frente al autoritario Decreto
80 de 1980, representa un progreso considerable.
4. FUNCIONES DE LA UNIVERSIDAD

La Universidad debe desarrollar tres funciones básicas: la docencia, o transmisión


de la enseñanza al más alto nivel; la investigación, es decir, la generación de
nuevos conocimientos o de aquellos que se proponen desarrollar la ciencia y sus
aplicaciones, y la extensión de sus actividades culturales y científicas a la
sociedad de la cual hace parte y ha de servirle.

Estas funciones deben articularse dialécticamente en un proceso constante de


enriquecimiento mutuo. Ellas exigen de la institución que las promueve claridad de
propósitos, integración a un plan de desarrollo académico y un serio compromiso
con la sociedad y su destino histórico.

4.1 LA DOCENCIA

La Universidad colombiana ha vivido de espaldas al país real, porque no ha sido


capaz de definir una clara política científica e investigativa articulada a las grandes
urgencias y transformaciones de la economía, la política y la sociedad.

Nuestra Universidad no ha escapado a esta cruda realidad. Ayer, como hoy, se ha


preocupado más por la junción docencia, formando profesionales con mentalidad
de empleados, para quienes las cuestiones propias de la ciencia y la tecnología
despiertan ningún o muy poco interés. Es decir, la actividad docente se mantiene
alejada de la investigación, como si ésta fuera una actividad marginal que nada
tiene que ver con aquella

Es perentorio rediseñar los programas curriculares del pre-grado para que la


función docencia dé prioridad a la práctica científica y al adelanto tecnológico. Esta
tarea implica liquidar su falta de coherencia y desarticulación, el enciclopedismo
reinante, la superficialidad de sus relaciones y el excesivo apoyo en la exposición
oral tradicional por parte del profesor.

Para alcanzar un mejor nivel de calidad, ritmo y cobertura hay que reducirle el
espacio a la cátedra magistral en favor de un trabajo más activo e intenso del
estudiante en el aula, laboratorio o biblioteca y una conciencia participativa hacia
la investigación y actividades de extensión educativas y universitarias. Es hora de
orientar el trabajo educativo del pre-grado no sólo hacia la apropiación de
conocimientos, sino a la generación de nuevos, a través del quehacer
investigativo del estudiante, organizado, confrontado, rectificado y dirigido por el
profesor.

Las clases deben ser la oportunidad para acercar al estudiante a las líneas de
investigación que maneja la institución, y para permitir al profesor realizar una
labor docente muy próxima a sus intereses investigativos. Hay que romper con el
círculo vicioso: exposición del profesor-apuntes del estudiante-evaluación. Se
impone como necesidad implementar la clase-taller. Es muy buena alternativa
para alcanzar niveles de calificación académica, científica e investigativa
superiores.

No podemos seguir aferrados a la vieja y desgastada cátedra tradicional o


magistral que fomenta la pasividad del estudiante y la inercia del profesor, frente a
la actividad creativa e investigativa. Ni puede ésta, seguir siendo un intento de
preparación general obre el método y las técnicas investigativas o continuar
reducida a "tesis" de grado o, simplemente, idear proyectos de establecimientos
de monografías como requisitos para optar el título en algunas carreras. Más allá,
hay que activar el método en el pre-grado para liberar al estudiante de esquemas
y exigencias rígidas que constriñen su actividad académica y lo incapacitan para
enfrentar con algún rigor tareas investigativas.

El rediseño de la programación curricular, como fundamento de la función


docencia, debe entenderse como parte de una gran estrategia de Reforma
Académico-administrativa que precise los principios de la política académica y las
estrategias para su desarrollo. Esta es la única manera de señalarles derroteros a
los comités curriculares y lograr un trabajo coherente y sistemático desprovisto de
superficialidades.

Es la ausencia de principios y criterios, lo que no permite que los mencionados


organismos desarrollen un trabajo más esencial y dinámico en favor de nuevas
prácticas académicas. Aunque no debemos olvidar que dichos resultados están
inexorablemente unidos a la mentalidad de sus integrantes.

Al fin de cuentas, cada quien actúa y trabaja como piensa.

4.2. LA INVESTIGACIÓN

El progreso socio-económico y político del país, requiere una Universidad


vinculada al desarrollo científico y tecnológico. Capaz de contribuir al diseño de
estrategias de transformación y a la elaboración de propuestas sobre los grandes
temas de la problemática nacional, regional y local.

La Universidad colombiana no ha jugado el papel que en otras latitudes


geográficas han desempeñado los centros de educación superior. Nuestra
Universidad no ha estado de cara al futuro, porque se ha dedicado más a la
docencia, es decir, a la formación de profesionales poco interesados en la
investigación y en los adelantos de la ciencia y la tecnología. Las actividades
propias de la investigación científica han sido consideradas como artículos de lujo
y reducidas a círculos muy restringidos y dispersos de la comunidad universitaria.
Su relación con los sectores activos de la economía no se percibe, a diferencia de
los países desarrollados donde la investigación se piensa y proyecta de
conformidad con las necesidades de los sectores sociales y productivos y en
donde prácticamente no existe separación entre el laboratorio y las líneas de
producción.

Algunos indicadores, obtenidos de la "Encuesta de investigaciones en Progreso,


1985-1987", realizada por COLCIENCIAS, nos muestran las tendencias del
desarrollo de la investigación científica en las universidades colombianas y sus
potencialidades: entre 1985-1988, el número de investigaciones aprobadas y
financiadas por C0LC1ENC1AS se elevó a 531, de los cuales el 49%, es decir,
258, fueron llevadas a cabo por el sector universitario. De este total, 201
corresponden a las universidades del Estado y las restantes 57, a las privadas.

De los 201 proyectos de las universidades estatales, 144 fueron llevados a cabo
por sólo cuatro universidades: la Nacional 72, la del Valle 34, la de Antioquia 27y la
UIS 21.

La concentración de la actividad investigativa universitaria en el sector estatal,


también se presenta en el sector privado: la Universidad de los Andes obtuvo
aprobación para 28 proyectos, la Javeriana 13, la Jadeo Lozano 4 y la Pontificia y
Santo Tomás, 3 cada una.

Esta situación se explica por los procesos de institucionalización llevados a cabo


en el seno de esas universidades, que les ha permitido el establecimiento de
estructuras administrativas, políticas definidas de investigación y acumulación de
recursos calificados, tales como personal, equipos, conocimientos, sistemas ágiles
de información y comunicación, etc.

Sólo si la Universidad colombiana institucionaliza la investigación como su


actividad esencial, puede superar el abismo que la separa del desarrollo
productivo y tecnológico. Ya se han dado pasos muy importantes, como la
creación de la "Misión de Ciencia y Tecnología", adscrita al Departamento de
Planeación Nacional y la Ley 29 de 1990, "por la cual se dictan disposiciones para
el fomento de la investigación científica y el desarrollo tecnológico y se otorgan
facultades extraordinarias al Presidente".

COLCIENC1AS e ICFES son los institutos estatales que tienen a su cargo las
funciones de apoyo y fomento de la investigación en las Universidades. A ellos les
corresponde la definición de políticas generales e instrumentos legales, para
estimular las actividades investigativas y la formación de grupos de investigadores.

Las normas legales que determinan el papel de la investigación científica en el


sistema de Educación Superior, están contenidas en el Decreto 2281 de 1982, en
el Decreto 1600/88 que integró la Misión de Ciencia y Tecnología, en la Ley 29/90
y en la Ley 30 de 1992. El Decreto 2281, en uno de sus artículos, establece la
obligación de destinar el 2% de los ingresos totales de las universidades a la
creación de un fondo especial para la investigación. El incumplimiento de esta
norma legal, por la mayoría de los centros educativos, ha incidido negativamente
en el desarrollo de las actividades investigativas.

Como lo habíamos indicado anteriormente, las estadísticas de COLCIENCIAS


señalan una gran concentración de la dinámica investigativa universitaria en sólo
cuatro (4) centros de educación superior oficiales y dos (2) privados: Universidad
Nacional, Universidad del Valle, Universidad de Antioquia, Universidad Industrial
de Santander, Universidad de los Andes y Universidad Javeriana.

En las estadísticas del ICFES se percibe la misma situación. Para aprovechar los
recursos puestos a disposición de la investigación, por parte de este organismo,
es la Universidad del Valle la que más ha presentado y desarrollado
investigaciones: 83 de las 247 localizadas en el período 1982-1988. Le siguen la
Tecnológica del Magdalena, con 16; la de Antioquia, 11; la del Quindío, 11; la U1S,
8; ¡a de Córdova, 7; la del Tolima, 6; la de los Andes, 5; la de Sucre, 4 y la de
Nariño, 4.

Mientras en el sector universitario se presenta una relativa concentración de las


actividades investigativas, en el caso de las instituciones no universitarias que
reciben financiamiento del Fondo de Investigaciones Científicas y Proyectos
Especiales de COLCIENCIAS, por el contrario, se da una absoluta dispersión: en
el mismo período 1985-1988, hay 184 instituciones que realizan 273
investigaciones, de las cuales 158 han desarrollado cada una un proyecto.

La mayoría de dichos proyectos están orientados hacia la investigación de tipo


aplicado y sólo pocos muestran alguna preocupación en el área de ciencias
exactas, físicas y naturales por la investigación fundamental. Las demás áreas,
ciencias agropecuarias, de la salud e ingeniería y tecnología, han dejado de lado
este problema. Otra tendencia importante es la creciente participación en el
desarrollo de proyectos de investigación, de quienes han realizado estudios de
post-grados. Pero en cualquier caso, no existen unidades investigativas estables,
es decir, grupos de investigación permanentes que puedan conformar tradiciones
investigativas mediante un trabajo continuo y sostenido. Tal vez, porque la
investigación ha respondido a problemas específicos sectoriales, muy situados y
variables en el tiempo, y, consecuencialmente, no ha adquirido una trascendencia,
que permita una acumulación necesaria y esencial de conocimientos de los que
se pueda disponer para su utilización en otros sectores.

Desde Octubre de 1988, como resultado del Foro sobre política de ciencia y
tecnología, realizado con los auspicios de la Presidencia de la República, el
Ministerio de Educación Nacional y COLCIENCIAS, tanto este organismo como el
ICFES han venido implementando una serie de medidas tendientes a estimular las
actividades científicas y tecnológicas e incorporarlas a la vida económica, política
y social del país. Con el apoyo del 1CETEX, COLCIENCIAS se ha propuesto
impulsar planes concretos de capacitación y perfeccionamiento de actuales y de
futuros investigadores, partiendo deliberadamente de la identificación de
necesidades de formación de científicos en las diferentes áreas del conocimiento.

La participación de la Universidad de la Costa Norte colombiana en las actividades


investigativas financiadas por COLCIENCIAS e ICFES, es muy precaria. Sólo las
estadísticas de este último organismo, más no así las de COLCIENCIAS, señalan
tres universidades costeñas en la lista de los Centros de Educación Superior que
realizaron investigaciones financiadas, en el período 1982-1988. Son ellas la
Universidad Tecnológica del Magdalena con 16 proyectos, la Universidad de
Córdoba con y la Universidad de Sucre con 4. Todos ellos en el área de las
ciencias agropecuarias.

En las estadísticas no se relaciona una sola universidad privada de la Costa. La


Universidad del Atlántico, considerada por muchos como el primer ('entro de
Educación Superior en el Caribe, tampoco aparece en los "cuadros de honor" de
las estadísticas del ICFES y COLCIENCIAS para el período estudiado. Sin
embargo, en un anexo: "Proyectos en marcha durante 1989-1990", presentado por
el Departamento de Investigaciones, se indica la existencia de ocho (8) proyectos,
de los cuales cinco (5) son financiados por el ICFES y tres (3) por COLCIENCIAS
y se distribuyen así: tres (3) en el área de ciencias básicas, tres (3) en el área de
pedagógicas y dos (2) en el de humanidades.

En esas instituciones, al contrario de lo que sucede en otras universidades como


la Nacional, Antioquia y Valle, no existe una mayor diferenciación de los campos
de conocimientos ni una autonomía relativa de los grupos de investigación,
capaces de determinar una mayor dinámica en la presentación de proyectos. Al
decir de Jorge Chadrum en su estudio "Estructura Científica y Entorno Social",
sólo en la Universidad tecnológica del Magdalena es "perceptible una cierta
vocación hacia la especialización de la investigación fundamentada, en la relación
de las carreras ofrecidas con la especificidades regionales".

Si en el desarrollo de proyectos de investigación en la universidad colombiana,


como lo recogen las estadísticas, es creciente la participación de quienes han
realizado estudios de post-grado, es entonces lógico admitir que la indigencia de
la función investigación en la universidad costeña tiene que ver con la poca
intervención de ésta en el desarrollo de estudios avanzados. De 584 programas en
el país, en el período 1979-1987, Bogotá concentró el 58%, Medellín el 15% y Cali
el 11%; Cartagena y Barranquilla sólo obtuvieron el 3.2% y el 2.7%,
respectivamente.

Por otro lado, es difícil establecer una relación directa entre el acrecentado
centralismo político administrativo y la concentración de la actividad investigativa
en las cinco principales universidades del interior del país, debido a la relativa
autonomía de cada institución para estimular los procesos, organizar el sistema y
fundamentar la infraestructura.
Además, los organismos financiadores ofrecen por igual los recursos y establecen
las normas, requisitos y exigencias a que deben someterse las distintas
universidades del país en materia de investigación. Aunque está claro que el
tratamiento que le da el listado colombiano a la universidad de provincia es
discriminatorio. Los planificadores de las entidades estatales encargadas del
fomento y coordinación de las actividades investigativas tienden, en general, pero
más con relación a la provincia, a identificar "lo caro con lo bueno".

La asignación de recursos no se adecua a la política y estrategia alternativa que


COLCIENC1AS e ICFES ha diseñado para dar el "salto a la calidad". Es necesario
considerar las diferencias económicas, sociales y culturales regionales, los
diversos tipos de instituciones, sus funciones y la naturaleza de las tareas
investigativas que cada una de ellas puede realizar.

Ojala, y al lado de la preocupación por establecer una política científica y


tecnológica y porque cada universidad asuma la investigación como
responsabilidad académica y social, se entienda que es necesario, además,
superar la tradicional escasez de recursos en que se mueve la universidad
colombiana, tanto para realizar las labores propias de la docencia como para
hacer frente a las responsabilidades de investigación.

Si en la asignación de recursos sólo se privilegia el prestigio y la tradición


investigativa, es posible que se logre un resultado puntual. Pero al limitarse la
acción a algunas instituciones y grupos de investigación, se genera el
desestímulo, se impide que la función investigación sea determinante en el
quehacer académico de las universidades de provincia y se inhiben los efectos
multiplicadores, tan necesarios para acelerar los procesos de institucionalización y
la aparición de patrones de crecimiento sostenido en las actividades científicas del
país.

Hay que darles continuidad y profundidad a las acciones, pues "la ciencia
contemporánea exige grandes medios, complejos instrumentos y las instituciones
deben propender por la disponibilidad de todos los recursos para ordenar la
actividad según estas características".

4.3. LA EXTENSIÓN

La calidad de una universidad y de la educación que ella imparte, se mide por el


grado de desarrollo alcanzado en la docencia, la investigación y la extensión.
Estas funciones requieren de una interacción constante y permanente. La
universidad que sólo hace docencia y da un tratamiento marginal a la investigación
y a la extensión, se niega como importante instrumento del progreso científico y
tecnológico de la sociedad donde está inserta.
Tanto la investigación como la extensión, para su real funcionamiento, deben
institucionalizarse y ocupar un lugar muy especial e importante en la estructura
académica-administrativa de la Universidad.

La función extensión enriquece la vida universitaria y la proyecta hacia la


sociedad. Hace a ésta partícipe de sus modelos teóricos, sus adelantos científicos,
tecnológicos y de sus reflexiones conyunturales sobre aquellas propuestas o
temas de gran interés ciudadano. Su incidencia sobre los procesos de cambio y
transformaciones es significativa y, a veces, decisiva. Pero, es igualmente
importante la manera como la comunidad influye sobre la Universidad, unas veces
convalidando sus valores y conocimientos científicos, otras veces, haciendo que
retome el rumbo perdido o míe rectifique sus desviaciones.

Pensar en teoría y praxis la formación de un profesional comprometido seriamente


con las soluciones de los problemas comunitarios, significa estrechar las
relaciones Universidad-Comunidad lidiante el real vínculo de la extensión. En la
comunidad debe hacer presencia activa y efectiva la Universidad, mediante la
educación continuada y a distancia, los seminarios de estudio, de conocimientos e
investigación, los cursos especializados, las consultorios jurídicas, las asesorías
técnicas y científicas, los servicios de laboratorios y farmacéuticos, los programas
de alfabetización y médico-asistenciales, las manifestaciones folclóricas, artísticas
y culturales, las prácticas docentes y profesionales en centros educativos,
industriales y en instituciones sociales de carácter oficial y privado. Todas estas
ramificaciones de la extensión actúan como correas de transmisión y le entregan a
la universidad nuevas experiencias, posibilidades y las potencialidades de un
mayor y armónico desarrollo.

La extensión como vínculo entre la universidad y la sociedad es, igualmente, el


medio más apropiado para que la docencia y la investigación irradien sus efectos.

La función extensión debe implicar el concepto de un Educador-investigador líder


de su comunidad, capaz de asimilar sus necesidades, sentimientos y contribuir a
la solución de sus problemas. Un maestro universitario altamente calificado debe,
así mismo, poseer un agudo sentido crítico, en condiciones de asimilar el saber
popular y transmitir el saber científico, en una dinámica de confrontación
permanente con la realidad para contribuir a orientar sus transformaciones.

La universidad debe ganar credibilidad y prestigio entre la comunidad extendiendo


hacia ella su influencia, pero con entidad, categoría y dialógicamente. El único
criterio de excelencia para definir el nivel de una universidad, es la interacción
entre la docencia que imparte, la investigación que realiza y las actividades
programáticas que desarrolla.
5. LOS POST-GRADO, UN CAMINO HACIA LA INVESTIGACIÓN

Los estudios de post-grado en Colombia fueron institucionalizados en época muy


reciente.

Después de algunos intentos normativos como la Ley 65 de 1963, el Decreto 1297


de 1964 y el Decreto 2306 de 1968, que introdujeron algunas disposiciones
parciales con respecto a la reglamentación de los programas de post-grado en el
país, el Gobierno Nacional, a través de la Reforma de la Educación Superior
(Decreto 80 de 1980), el Decreto Reglamentario 3658 de Diciembre 24/81 y la Ley
30 del 28 de Diciembre de 1992, por la cual se organiza el servicio público de la
Educación Superior y se derogan todas las disposiciones contrarias,
especialmente las contenidas en los Decretos Leyes 80 y 81 de 1980, determinó
las políticas generales de la formación avanzada o de post-grado como una de las
modalidades de la educación post-secundaria.

En dichas normas se definen claramente los conceptos de Especialización,


Maestría, Doctorado y postdoctorado, como variantes de la Educación Superior.

La Especialización conduce al título de Especialista y busca el perfeccionamiento


de la misma profesión, es decir, aumentar cualitativamente su capacidad de
ejercicio. Se diferencia del programa de Educación Continuada y Permanente,
porque éste, a pesar de capacitar para ciertas habilidades y destrezas, aumentar
los conocimientos y actualizarlos, no conduce a títulos.

La Maestría, el Doctorado y el Post-doctorado, por su nivel, tienen una


connotación académica muy clara: están orientados hacia la capacitación
científico-investigativa, porque su fundamento y ámbito es la investigación. Tanto
la Maestría, primer nivel en la formación de investigadores en el campo del saber,
como el Doctorado, nivel más avanzado, exigen del estudiante una mayor
dedicación, un mínimo de unidades de labores académicas y una exigente
investigación o tesis individual, capaz de producir nuevos conocimientos y
contribuir a la formación del investigador.

El plan de estudios de la Maestría, el Doctorado y el Post-doctorado, se desarrolla


mediado por actividades de investigación y la tesis de grado debe constituir un
aporte original a la ciencia o a sus aplicaciones.

5.1. EL DEBER SER

La existencia y el desarrollo de estudios avanzados en una institución superior,


permite la formación de núcleos de investigadores y la posibilidad de constituir
escuelas de optimización académica que aseguren continuidad y tradición
científica.
Mal se podría, entonces, pensar en una política de post-grado para una
universidad donde éstos sean la continuación de los programas de pre-grado o,
simples cursos de actualización para facilitar el ejercicio de la profesión.

Los programas de post-grado no pueden constituirse en simples apéndices, no


bien integrados, de la vida académica de la Universidad. Deben ser la proyección
de su desarrollo vital, integrándose en sus efectos al pre-grado para optimizarlo y
fortalecerlo, pero evitando que los vicios de lo viejo incidan sobre lo nuevo y que lo
mejor de sus resultados se escape o se reciba por reflejos. Más que capacitar o
especializar a algunos profesionales, los post-grado deben permitir al centro
Educativo vivir intensamente nuevas experiencias académicas e investigativas
que le posibiliten, para sí misma y en beneficio de su propio nivel, un trabajo de
formación avanzada cada vez mejor y de mayor proyección.

Los post-grados deben ser aprovechados para estimular y activar el método en el


pre-grado, de tal manera que éste pueda, por un lado, liberar al estudiante de
esquemas y exigencias rígidas que constriñen su actividad académica y, por el
otro, entregarle las herramientas que le permitan enfrentar con rigor actividades
investigativas de gran significación, que no se malogren en los viejos estantes de
las bibliotecas y sin opción alguna de ser proyectadas socialmente. Si la relación
pre-grado y post-grado no es activa y dinámica, poco favor se le hace al
mejoramiento institucional y a la función investigación, como determinante del
quehacer universitario y como la gran palanca del desarrollo económico, político,
social y cultural del país, la región y la ciudad.

Post-grado e investigación deben ser integrados, real y no sólo formalmente, a las


exigencias de un Plan de Desarrollo Científico y Tecnológico que comprometa
amónicamente todos los esfuerzos, voluntades e iniciativas de los recursos
humanos calificados con los que cuenta el Alma Mater. Dada la orientación
definida de los post-grados hacia la investigación y las características propias del
método del trabajo investigativo, es conveniente la existencia de condiciones más
flexibles para que la relación administrativa de los post-grados con el conjunto de
la estructura universitaria, no restrinjan su normal desarrollo y para que se creen
espacios suficientes hacia la búsqueda sin precipitación ni angustia de alternativas
de desarrollo. Pero, por encima de todo, es imprescindible y absolutamente
necesario que la relación con el sistema administrativo de la investigación sea
estrecha y armoniosa, de tal manera, que permita el desarrollo conjunto de
políticas y estrategias. Sin duda, ello redundará en la calidad académica de la
institución y en el fortalecimiento y desarrollo de su actividad investigativa.

Si la investigación es el fundamento y, a su vez, ámbito de los estudios de post-


grado, se requiere la creación de un auténtico y propicio clima para el desarrollo
de las actividades investigativas. Esto sólo es posible, apropiando los recursos
económicos que establece la ley y que sean necesarios para tales propósitos,
diseñando creativamente una política de estímulos e incentivos, de fortalecimiento
de la capacidad infraestructural, de desarrollo de proyectos y programas
articulados a las líneas de investigación diseñadas y de máximo aprovechamiento
de los convenios interinstitucionales para ganar y asimilar experiencias y
resultados positivos.

Fortalecer la capacidad infraestructura! significa capacitar y perfeccionar los


recursos docentes, bibliográficos y los elementos básicos para el trabajo práctico,
como laboratorios o centros de experimentación. La dotación bibliográfica debe
ser suficiente y especializada, más allá de su disponibilidad marginal, y exige el
establecimiento de los mecanismos para lograr el acceso a otros centros
bibliográficos y de acopio informativo y documental de la ciudad, la región, la
nación y el mundo.

5.2. RELACIÓN POST-GRADO – INVESTIGACIÓN

El empalme que existe entre los estudios avanzados y la función investigación en


la universidad colombiana, es ajustado y dinámico.

Las estadísticas recogen una conexión directa entre los programas de post-grado
ofrecidos y la concentración de las actividades investigativas, siendo cada vez
más creciente el número de investigadores post-graduados.

La concentración de la investigación en sólo seis universidades: -Nacional, Del


Valle, Antioquia, UIS, Andes y Javeriana-, se corresponde con el ofrecimiento de
estudios avanzados. Entre 1975 y 1988 la cifra general de programas de post-
grado subió de 154 a 684 y la población estudiantil, en el período 1979-1987,
alcanzó un total de 5.247 alumnos. Bogotá, Cali y Medellín, ciudades de mayor
desarrollo en el país, concentraron el 84% del número total de programas. El 16%
restante se lo distribuyeron las demás ciudades, especialmente Manizales con el
4.1%, Bucaramanga con el 5.4%, Cartagena con el 3.2% y Barranquilla con el
2.7%, porcentaje éste que correspondía exclusivamente a la participación de la
universidad privada.

Esta breve información sobre los programas de formación avanzada en el país,


manifiesta cómo la Costa y particularmente Barranquilla, a pesar de su mayor
desarrollo económico y poblacional con respecto a otras ciudades, tiene un índice
de participación muy bajo en el ofrecimiento institucional de programas de post-
grado. Y la principal universidad oficial de la Costa Norte, UNIATLANTICO, hasta
hace poco, estuvo al margen del desarrollo de políticas de estudios avanzados en
el país.

Para superar, en gran parte, las dificultades que presenta la función investigación
en la universidad costeña y muy especialmente en Barranquilla, es necesario la
implementación práctica de un discurso coherente donde se señalen las
prioridades para avanzar y que, sobre todo, tenga como fundamento una férrea y
sólida voluntad de acción que estimule el esfuerzo y cree los espacios y
condiciones para el desarrollo de las actividades investigativas.

Una acción concreta en esa dirección, es el estímulo al impulso de estudios


avanzados o de post-grado en la región, de tal manera que respondan a las
exigencias y necesidades de nuestro desarrollo económico, político y social. Ojala,
muy pronto, conozcamos el estudio que, por solicitud de los gobernantes de la
Costa, adelanta la Unidad Técnica del CORPES sobre el estado de la
investigación en las universidades costeñas. Ese diagnóstico y las
recomendaciones pertinentes serían un buen aporte para el diseño de proyectos
académicos de estudios de post-grado. Sobre todo, porque una de las exigencias
fundamentales para dar la aprobación a las solicitudes de estudios avanzados, es
el desarrollo de líneas de investigación que aseguren la continuidad del trabajo
investigativo.

Esta exigencia es importante, lástima que sólo adquiere carácter frente a la


universidad pública, pues lo pierde o se debilita frente a la universidad privada,
convirtiéndola, muchas veces, en fábrica de profesionales sin las excelentes
calidades académicas que deben caracterizar a los post-graduados.

El comportamiento del Estado colombiano no puede seguir siendo discriminatorio.


Las exigencias tienen ue ser por igual. No es posible que, mientras a la diversidad
pública se le bloquea la solicitud de licencia de funcionamiento de un programa
académico de pre-grado o de especialización, por ejemplo, a la privada le concede
todas las garantías y prerrogativas ara que multipliquen sus ofertas académicas.
Da la impresión de que lo único que prima en la política oficial es el factor
económico. A la Universidad pública hay que cerrarle las puertas de nuevos
programas, porque significan mayor erogación para el presupuesto nacional. A la
privada, por el contrario, hay que abrírselas porque pueden autofinanciar sus
programas y hacerlos más lucrativos, aumentando el número de estudiantes
admitidos a costa de la calidad en la docencia y la investigación.

Por fortuna, las nuevas normas reglamentarias de la Educación Superior en


Colombia, como resultado de la Constitución de 1991, abrieron más espacios y
vías de desarrollo a la universidad oficial.

Somos partidarios de una exigente política educativa en materia de post-grado,


tanto para la universidad oficial como para la universidad privada. Todo post-grado
debe responder a interrogantes surgidos de estrategias apropiadas para enfrentar
problemas actuales, vitales y proyectados a un mejor futuro de nuestra sociedad; y
las tesis de grado aportes significativos en esa dirección, es decir, reales trabajos
de investigación al servicio del país.
La idea de que el título de Especialista, Magíster o Doctor sólo sirve para ascender
en el escalafón y aumentar las entradas por concepto de primas o bonificaciones,
hay que acabarla definitivamente.

Los estudios avanzados son importantes si sirven para ampliar la cobertura de las
actividades investigativas, profundizar su nivel y estrechar más los lazos de la
universidad con la nueva Colombia que se quiere construir.

A la Universidad costeña le corresponde apurar el paso, abriendo nuevas y


mejores perspectivas di desarrollo institucional. Sus principales enemigos, el
inveterado déficit presupuestal y las viejas y desuetas prácticas clientelistas-, la
acechan permanentemente e impiden acciones audaces y transformadoras. Pero
hay que atreverse...

Para avanzar, estrechar y hacer más dinámica la relación de los post-grado con la
investigación en la Universidad del Atlántico, es necesario que en la
reestructuración administrativa de ésta, la administración de la investigación no
siga canales relativamente independientes de los de la administración de los post-
grados.

La falta de coordinación hay que superarla para que la acción y sus resultados
sean recíprocos. La investigación como "ámbito y fundamento" de los estudios de
post-grado debe alentar su desarrollo, de tal manera, que respondan a las
exigencias y necesidades de nuestro desarrollo económico, político y socio-
cultural. Los post-grado son una buena estrategia de estímulo al progreso de la
investigación científica en la Universidad.

5.3. HISTORIA Y REALIDAD

No creemos equivocamos al afirmar que el desarrollo de los estudios avanzados


o de post-grado en la Universidad del Atlántico, constituyen la obra de gobierno
académico de mayor contenido, proyección y significado lograda en lo que va
corrido de la presente década.

Iniciados en firme el 8 de Octubre de 1990, en medio del escepticismo general,


proyectan ya sus logros positivos en el campo de la cualificación profesional y la
investigación científica. Pero antes de referirnos a éstos, es conveniente,
imprescindible y necesario rescatar para la memoria histórica los hilos conductores
del proceso. Al fin y al cabo, más rica y provechosa es la historia si los propios
actores y protagonistas de los acontecimientos se atreven a escribirla, evitando las
preferencias o antipatías personales, los supuestos asociados a la pertenencia del
grupo, a teorías antagónicas de interpretación o a creencias morales, religiosas o
filosóficas.
5.3.1. Intentos previos. El primer intento para desarrollar post-grado en la
Universidad del Atlántico surge, siendo rector de la institución, el doctor José
Lacorazza Várela, quien a dirigió durante dos períodos: desde el 12 de Diciembre
de 1968 hasta el 29 de Julio de 1971, y, posteriormente, entre el 22 de Agosto y el
31 de Diciembre de 1974.

Después de algunos propósitos fallidos para implementar estudios avanzados en


su primera administración, el doctor Lacorazza Várela gestionó un convenio con la
Universidad Nacional de Colombia para el desarrollo de un programa de post-
grado en Matemáticas. Mediante acuerdo N° 026 de Diciembre 28 de 1974, el
Consejo Directivo de la Universidad acordó establecer el convenio, y mediante
acuerdo N° 027 de Diciembre 28 de 1974, se reglamentó la organización de
dichos estudios, los cuales, infortunadamente, no se realizaron.

Posteriormente el doctor Antonio Vallejo Morales, Rector entre Abril 30 de 1979y el


1º de Mayo de 1981, firmó con la misma institución el contrato N° 176 del 18 de
Noviembre de 1980, para ofrecer cursos teóricos y prácticos con miras a realizar
estudios de post-grado en Física. Este convenio corrió la misma suerte que el
anterior.

Entre el 21 de Mayo de 1981 y el 21 de Septiembre de 1982, dirigió la Universidad


el doctor Eduardo Santos Ahumada Ariza, quien firmó dos convenios: uno con la l
Universidad Nacional de Colombia, para implementar programas de post-grado en
Matemáticas, y otro el 9 de Junio de 1982, con la Universidad Pedagógica
Nacional, para llevar a efecto un post-grado en Docencia Universitaria. El primero
logró desarrollarse parcialmente y con él se graduaron cinco especialistas en
Matemática Avanzada: 3 de la Universidad del Atlántico y 2 de la Universidad del
Magdalena. El segundo fue implementado con 26 docentes de la Universidad del
Atlántico, uno de la Universidad del Norte y uno de la Universidad Metropolitana; y,
de los cuales, se titularon 25, después de múltiples dificultades e inconvenientes.

La administración de Ernesto Camargo Ciodaro (Diciembre 31/86 -Enero 19/89)


gestionó dos convenios interinstitucionales para la implementación de estudios
avanzados. Uno con la Universidad del Valle para "el desarrollo de un Post-grado
en Química", cuyo original aparece firmado sólo por José Rizo Otero, Rector de
dicha institución, con fecha 25 de Abril de 1988. Otro con la Escuela Superior de
Administración Pública -ESAP- para el impulso de la Especialización en
Administración Pública, firmado en Febrero de 1988, siendo Director de la entidad
Marino Tadeo Henao.

Ninguno de los mencionados convenios logró desarrollos prácticos. Ni siquiera en


las actas de las convulsionadas reuniones del Consejo Académico de la época se
les menciona. Tal vez porque no eran prioritarios dentro de la política académica
de la época. Quizás porque las dificultades de una Universidad en permanentes
conflictos y huelgas de profesores, trabajadores, estudiantes y aún con directivos,
impedían que el organismo directriz de la Academia destinara un espacio temporal
al debate, discusión e impulso de las sustanciales acciones transformadoras de la
cultura institucional. Pero la más probable causa de la desidia y el abandono del
proyecto, fue la entrega total de la gestión universitaria a la politiquería y al
clientelismo para la caza de votos, durante la contiendo electoral que debía
realizarse el 14 de marzo de 1988 para elegir concejales, diputados y el primer
alcalde popular de la ciudad.

Frente a las desacertadas prácticas políticas de la época, siendo entonces Decano


de la Facultad de Riendas de la Educación, en un artículo aparecido el Sábado 12
de Marzo de 1988 en el periódico 'Diario del Caribe", bajo el título: "Uniatlántico:
de centro educativo a comando político, -me preguntaba: "¿Qué hacer? Es el
interrogante obligado y necesario. ¿Callar por lealtad administrativa?... Es un
comportamiento indigno de quien ha entregado gran parte de su vida a la causa
académica y universitaria. ¿Callar por temor a ser declarado interino y quedar a
merced de los caprichos del señor Rector?... Es mitigar la sed de un futuro
universitario mejor, con las mal entendidas bondades del presente. ¿Ganar libre y
autónomamente una opinión de denuncia de los desatinos e inmoralidades? ... Es
el comienzo de una gran cruzada para desterrar del seno educativo las prácticas
propias de otras esferas sociales. Es iniciar el ya basta, que debe prender en la
conciencia estudiantil y profesoral para construir un digno destino universitario,
para que el reino de la verdad prevalezca ante tanta mentira y falsedad, para que
la torpeza académica y científica con aires de excelencia ceda el paso a la
optimización, para que la investigación lejos de ser inalcanzable pretensión por la
ausencia de políticas, se convierta en vibrante y palpitante realidad, para que las
prácticas de extensión universitaria vinculen Universidad y Sociedad como
elementos de un sólo y único proceso. En fin, para que la Universidad deje de ser
lo que es hoy: un comando político y se convierta en un foro abierto a la cultura, la
ciencia y la academia, en centro formador de los cuadros directivos de la
economía y la política y en el gran procesador de estrategias de investigación para
impulsar el desarrollo nacional, regional y local como ya lo han logrado otras
Universidades.

No empecemos mañana, pudiéndolo hacer hoy".

Fue una lástima no empezar.

El doctor Ernesto Camargo Ciodaro, por divergencias sobre el manejo de la


política pro-construcción de la Ciudadela Universitaria con el gobernador del
departamento, doctor Edgardo Sales Sales, fue relevado del cargo. En su
reemplazo fue designado Álvaro Asthon Giraldo (Enero /89). Como siempre ocurre
con los cambios de dirección universitaria, no hubo continuidad en las bondades
de los propósitos académicos. El nuevo Rector aplicó el aforismo "borrón y cuenta
nueva", aunque no lo ejecutó frente a las viejas, desuetas y cuestionadas
prácticas políticas, pues éstas, como voraz plaga, continuaron arrasando los
barrenados cimientos de la cultura universitaria.

En política administrativa, no continuar lo bueno que \otros inician o hacen es la


manera mezquina de \enterrar un privilegio o de magnificar nuestras [acciones. El
doctor Asthon prefirió este camino para iniciar por su cuenta y riesgo un
reencuentro con el establecimiento de los post-grados en la Universidad.

La primera acción en esa dirección fue la creación del Departamento de Post-


grado, mediante Acuerdo Nº 005 de Mayo 18 89. Posteriormente, mediante
Resolución de Rectoría Nº 000439 de Junio 30'89, fue nombrada una comisión
para "organizar y coordinar el Departamento de Post-grado", integrada por los
docentes Cristóbal Arteta Ripoll, Daniel Villanueva Torregrosa, José Daza Ramos,
Edgardo Panza Mejía, Fabián Botero Plata y Nancy Rodríguez Maldonado, quien
nunca se integró al trabajo de la comisión.

El resultado final del trabajo de la Comisión fue la elaboración del proyecto de


acuerdo por "el cual se reglamentan los estudios de post-grado en la Universidad
del Atlántico" y que fue aprobado por el Consejo Superior. (Acuerdo Nº 013 de
Agosto 12/90).

Los intereses burocráticos por la dirección del nuevo organismo y las intrigas de
siempre, impidieron que la comisión continuara su labor y diseñara la política
general de estudios avanzados para la Universidad del Atlántico. Más bien, se
desintegró con posterioridad al nombramiento del primer Director del
Departamento de Estudios Avanzados, el autor de este libro, cuya designación se
hizo mediante Resolución de Rectoría Nº 000640 de Septiembre 29 de 1989.

Partir de cero y avanzar en medio de dificultades administrativas, financieras e


infraestructura! es superiores a las de hoy, fue muy difícil, sobre todo cuando se
estaba frente a la inexistencia de estrategias de desarrollo claramente definidas y
de paradigmas educativos articulados a un concepto y a un modelo de
Universidad a implementar para la región.

Sin embargo, se logró un trascendental hecho histórico para la vida académica de


nuestra institución: la firma del Convenio Marco de Cooperación Académica entre
la Universidad Nacional y la Universidad del Atlántico, el 29 de Marzo de 1990,
siendo aún rector de la institución Álvaro Asthon Giralda. Para la misma época, se
firmó con la Universidad Pedagógica otro convenio para "promover el desarrollo
académico, la investigación científica y tecnológica, la formación y la información
universitarias", siendo rectora de esta institución la doctora Graciela Amaya de
Ochoa.
La experiencia nos había demostrado que no bastaba la simple firma de convenios
para arrancar. Se requería algo más: vocación universitaria, un amplio horizonte
académico y una férrea voluntad y decisión políticas.

5.3.2. De ilusión a realidad. Seis meses después de la firma del convenio con la
Universidad Nacional y sólo 14 días después del nombramiento del doctor Pedro
Falco González como nuevo Rector, se firmaba en el Salón Julio Enrique Blanco,
el primer proyecto específico en el marco de dicho convenio para iniciar los post-
grados.

MAESTRÍA EN HISTORIA: El inicio académico del programa arrancó el día 8 de


Octubre/90, tras el desarrollo de unos cursos preselectivos y de nivelación.

Arrancar no fue nada fácil. A los directivos del programa en la Universidad


Nacional, les correspondió sortear los recelos y escepticismos que existían como
consecuencia de los frustrados intentos para establecer en Armenia la Maestría en
Historia, mediante convenio Universidad Nacional-Universidad del Quindío.

En la Universidad del Atlántico, ni siquiera los profesores de historia estaban


realmente convencidos de que el proyecto se transformaría en realidad. Muy
pronto se unieron al coro de los profesionales de la crítica sin fundamento. Al
unísono repitieron el discurso: no hay condiciones infraestructura! es para la
investigación. No existen líneas de investigación. No tenemos calificados recursos
docentes post-graduados, ni el acervo bibliográfico suficiente, ni dinero para
obtenerlos. ¿Por qué agregar una carga más a la pesada situación financiera de la
Universidad?

Para los directivos de Uniatlántico (Rector, Vice-rector Académico y Director del


Departamento de Post-grado) la gran inquietud era cómo iniciar sin la existencia
de un estudio de factibilidad económica que garantizara el autofinanciamiento del
programa.

Por fortuna, muy pronto llegamos a la conclusión que nos impediría mirar hacia
atrás: si pensamos en la calidad, para ninguna universidad oficial del país es
posible la autofinanciación total de un post-grado, realizado mediante convenio y
con la imposibilidad de aportar docentes.

Nos quedó sólo una alternativa: o claudicar, o salir en medio del mar de
dificultades para ganar con la experiencia académica e investigativa de la
Universidad Nacional y crear los condiciones, diseñar las líneas, cualificar los
recursos docentes y aumentar los bibliográficos.

Salimos y ganamos. Los egresados de la primera promoción avanzan en el trabajo


de tesis. Todas son ^investigaciones sobre aspectos fundamentales de la historia
del Caribe colombiano. Temas como: Poblamiento y lealtades políticas en la
Provincia de Cartagena, 1774-1830; La esclavitud en Santa Marta, 1789-1851; El
Estado soberano del Magdalena 1857-1886; El Estado soberano de Bolívar:
aspectos administrativos y política; Iglesia y sociedad en Barranquilla, 1886-1932;
El desarrollo del empresariado en Barranquilla: 1915-1945, entregarán en su
desarrollo final una visión estructural de la historia del Caribe colombiano.

Los de la segunda promoción trabajan sobre proyectos de investigación,


igualmente interesantes, para la construcción teórica de la historia costeña, tales
como: La oposición conservadora en el Dpto. del Atlántico durante la República
Liberal 1930-1946; El movimiento Gaitanista en Barranquilla, 1930-1948; Los
inmigrantes árabes en Barranquilla y su inversión en la ciudad en la primera mitad
del siglo XX; Las Sociedades de Artesanos en la Costa Atlántica en la segunda
mitad del siglo XIX; El desarrollo urbano de Barranquilla 1920-1957; Criminalidad
y control social en la provincia de Santa Marta 1800-1920; La familia en San
Andrés y Providencia y Santa Catalina 1912-1953, entre otros.

La Maestría en Historia se ha ganado ya un espacio por el prestigio de que goza


en toda la Costa.

ESPECIALIZACION EN ADMINISTRACIÓN PUBLICA. Este programa fue posible


gracias a la firma del convenio, nuevamente, con la Escuela Superior de
Administración Pública -ESAP- el día 16 de Noviembre de 1990, siendo aún
director de la Escuela Marino Tadeo Henao.

El ICFES le concedió licencia de funcionamiento mediante Resolución N° 002890


de Octubre 2/91. El programa persigue preparar los cuadros directivos de la
administración pública en el ámbito regional y local, procurando mejorar la
eficiencia, ofreciendo referencias teórico-metodológicas para los estudios básicos
de acciones y proceso de la administración pública que faciliten la comprensión de
sus tendencias y conductas en lo político, organizacional y económico.

De la primera promoción terminaron sus estudios académicos 31 estudiantes, de


los cuales 21 recibieron el título de Especialistas en Administración Pública, el
pasado 29 de Marzo/93. La segunda promoción cuenta con 34 estudiantes y debe
terminar el próximo 17 de Septiembre de 1993.

Los ensayos como requisito para optar al título de Especialista en Administración


Pública se orientaron \hacia las siguientes líneas de investigación: Reorganización
administrativa de entidades locales o regionales; Planeación del desarrollo;
Ordenamiento territorial; Medio ambiente; Planeamiento estratégico situacional de
las empresas de servicio público; Gestión pública municipal: desarrollo
institucional, relaciones intergubernamentales; Finanzas y presupuesto en la
región y el municipio; Participación ciudadana y control de gestión municipal y
regional.
En esta primera etapa, la Universidad ha proporcionado al sector público
profesionales especializados en la toma de decisiones frente a las políticas
públicas, la gestión municipal y departamental, cuya labor en la región habrá de
contribuir a los cambios institucionales necesarios para la modernización y
democratización de las diversas instancias del Estado y su racionalización técnica
y económica.

MAESTRÍA EN INGENIERÍA QUÍMICA. El proyecto específico para implementarla


fue firmado con la Universidad Nacional el 13 de Mayo de 1992 y los estudios
académicos se iniciaron el 4 de Septiembre de 1992.

El programa de Maestría se ofrece con énfasis en las áreas de procesos


catalíticos y procesos de polimerización. La primera se orienta hacia el diseño y
producción de catalizadores, simulación y análisis de reactores y procesos
catalíticos; la segunda, dirige su atención a la síntesis y transformación de
materiales poliméricos, tanto en sus aspectos fundamentales como en los
relacionados con el proceso industrial, su diseño, simulación y análisis.

La pretensión de las universidades firmantes del convenio es la de formar personal


especializado en la investigación, desarrollo y aplicación de los procesos químicos
acordes con las exigencias de la tecnología e innovaciones científicas recientes.
Especialmente está dirigido a profesionales de la Ingeniería de la Costa Atlántica,
la cual concentra una fracción importante de la industria química colombiana.

A pesar de las grandes expectativas creadas en la Costa Atlántica con la


implementación del programa, fue muy reducido el número de profesionales de la
Ingeniería Química inscritos para aspirar a los estudios de la primera promoción.
Tal vez debido a las exigencias académicas e investigativas del programa, que
requiere de la dedicación exclusiva del estudiante, y a las dificultades económicas
para financiar los Estudios.

Con la experiencia ganada y el grado de credibilidad y aceptación del programa,


deben superarse las dificultades para el desarrollo de la segunda promoción.

ESPECIALIZACION EN CIENCIAS FÍSICAS. El convenio específico se firmó el 13


de Mayo/92 y el programa académico inició actividades el día 5 de Octubre/92 con
21 estudiantes.

El plan de estudios de la Especialización contempla una sólida formación teórica y


experimental en el área de la física; una formación complementaria orientada a
mejorar el desempeño de la docencia; un "Trabajo Dirigido" destinado a fomentar
la habilidad para resolver problemas de dotación instrumental de los laboratorios
de enseñanza y un examen integral en el cual el estudiante debe demostrar, tanto
en la parle teórica como en la parte experimental, el dominio de conocimientos y la
comprensión unificada de los principios fundamentales de la física, su
interpretación y aplicación.

El trabajo dirigido constituye el núcleo principal de la actividad investigativa. Con el


fin de fomentar la actitud para diseñar y desarrollar experimentos básicos de física
con recursos de fácil adquisición, el estudiante debe diseñar y construir un equipo
de laboratorio que contribuya al desarrollo de la infraestructura de los laboratorios
de física.

En síntesis, el programa de post-grado persigue: contribuir al mejoramiento del


nivel y calidad de la enseñanza de las instituciones educativas de la región,
ofrecer la posibilidad de elevar y actualizar los conocimientos en física y brindar
una formación básica en investigación científica en esta área.

MAESTRÍA EN EDUCACION-PSICOPEDAGOGIA. Tara el desarrollo de este


programa, la Universidad del Atlántico firmó un convenio con la Universidad de
Antioquia, el 7 de Julio de 1992, siento rector de esta institución el doctor Luís
Pérez Gutiérrez, y mediante Resolución Nº 002292 de Septiembre 14/92, el ICFES
le concedió licencia de funcionamiento.

Pe 52 estudiantes inscritos para la primera promoción, sólo calificaron 19, de los


25 que debían ser admitidos, para iniciar estudios académicos el día 16 de
Febrero 93.

El macroproyecto de investigación de la Maestría tiene romo columna vertebral la


integración del niño, con retardo en el desarrollo, al aula regular.

Como lo señalan los referentes teóricos del macroproyecto: "La tarea de lograr la
integración no es fácil... el problema que más dificulta el éxito de la integración lo
constituyen las actitudes negativas hacia las personas limitadas a quienes se les
sigue considerando «minusválidas», incapaces, ciudadanos de segunda clase o,
lo que es peor, se pasa por alto su dignidad y derechos como personas".

La Maestría, primer programa de Psicopedagogía con énfasis en la problemática


de la integración que se abre en la Costa Atlántica, persigue generar y cualificar
procesos de investigación interdisciplinaria que le permitan a la escuela
replantearse, transformarse, cualificarse y comprometerse en la búsqueda de
alternativas pedagógicas que mejor respondan a las necesidades básicas del
aprendizaje, independientemente de las condiciones de los alumnos en el campo
físico, intelectual, social, económico o de cualquier otra clase.

La reflexión en los procesos de investigación permitirá descubrir que "la


integración no sólo beneficia al niño con necesidades especiales... el mayor
beneficiado será el sistema escolar al cualificarse con ambientes, metodologías y
prácticas más adecuadas, humanas v tolerantes". La finalidad es contribuir para
que la Escuela se constituya en espacio de una educación integral para todos.

ESPECIALIZACION EN PROYECTOS DE DESARROLLO. Es el segundo


programa que se abre mediante convenio con la Escuela Superior de
Administración Pública -ESAP-.

Las labores académicas se iniciaron el 1º de Octubre de 1993, con 36 estudiantes.


Con una duración de dos períodos académicos y modalidad semiescolarizada,
tiene como objetivos: capacitar adecuadamente los recursos humanos necesarios
para abordar las fases de un proyecto de desarrollo; contribuir a la consolidación
de los procesos de desarrollo a través de la formación de especialistas con
conocimientos y destrezas específicas en proyectos económicos, de inversión
social y ambiental o en aquellos que muestren externalidades positivas para la
promoción socioeconómica; y suministrar herramientas teóricas y técnicas para la
formulación, evaluación, instrumentalización y puesta en marcha de proyectos que
consulten las realidades de la nación, la región y el municipio.

El programa es de gran significación en el marco de las políticas de modernización


del Estado y fundamental para formar en el sector público profesionales
cualificados en la formulación, evaluación, gerencia y control de proyectos de
desarrollo.

ESPECIALIZACION EN ENSEÑANZA DE LAS CIENCIAS NATURALES. Es


el primer post-grado con recursos propios que ofrece la Universidad del
Atlántico.

El ICFES le concedió licencia de funcionamiento mediante Acuerdo N° 186 del 28


de Junio de 1993. Su duración es de tres (3) semestres académicos con
modalidad semiescolarizada y su objetivo central es el perfeccionamiento en el
ejercicio docente de los profesionales que laboran en las áreas de físico, biología y
química.

Con este joven programa la institución da un paso importante en la consolidación


de los estudias avanzados y abre las posibilidades de implementar nuevas
alternativas con recursos propios hacia otras áreas del conocimiento.

ESPECIALIZACIONES EN ESTADÍSTICA MATEMÁTICA AVANZADA. El proyecto


específico para desarrollar los dos programas con la Universidad Nacional, se
firmó el 23 de Agosto de 1993 y las actividades académicas se iniciarán el próximo
17 de Enero de 1994.

Con el primer programa se persigue desarrollar habilidades en los profesionales


para que puedan utilizar la metodología estadística como herramienta investigativa
en su propia área de trabajo.
El segundo, tiene como principales objetivos preparar especialistas en el dominio
de la Matemática, sus técnicas y métodos más recientes y capacitar docentes en
la enseñanza de la Matemática avanzada a nivel universitario.

5.4. LAS PERSPECTIVAS DEL DESARROLLO

La dirección de la Universidad es consciente del desarrollo que han adquirido los


estudios de post-grado en la institución.

En escasos tres (3) años, se han superado las metas previstas en la Estrategia
General de Desarrollo (1991 1995), logrando lo que suponíamos debíamos
alcanzar en 1994.

En la presente etapa es urgente darles más entidad a las post-grados,


consolidando el proceso, solucionando los problemas propios del desarrollo
referidos a la estructura organizativa, reglamentación, manejo financiero y espacio
para aulas, laboratorios, cubículos para docentes-investigadores, sala de
conferencias y laboratorio de informática.
Así mismo, es perentorio definir la relación estructural con el Centro de
Investigaciones y proyectar más y de mejor manera los efectos de nuestros post-
grado hacia los programas de pre-grado con iniciativas que concluyan en su
fortalecimiento y cualificación.

Las perspectivas de los estudios avanzados son ciertas y claras: fortalecimiento


de los convenios interinstitucionales y post-grado con recursos propios. En
desarrollo de la autonomía universitaria, contemplada en la nueva Ley de
Educación Superior, nuestros esfuerzos se seguirán orientando por los factores de
pertinencia y calidad.

En el marco global de la estrategia sólo tendrán cabida aquellas propuestas y


proyectos que se configuren como alternativas ante las necesidades básicas del
desarrollo regional y local en todos sus aspectos centrales y que tengan como
fundamento y ámbito para su desarrollo la actividad investigativa, la infraestructura
requerida y los recursos docentes y bibliográficos apropiados.

El espacio y el reconocimiento con que ya cuentan nuestros post- grados en la


región se deben, fundamentalmente, a su calidad. Mantenerla y profundizarla es
una sana directriz, si aspiramos a que los estudios tengan un futuro sólido y lleno
de realizaciones en el campo investigativo.

Con los criterios de pertinencia y calidad fortaleceremos y ampliaremos los


convenios existentes con la Universidad Nacional, la Universidad de Antioquia y la
Escuela Superior de Administración Pública-ESAP-.
Con los mismos criterios, se firmó un convenio de cooperación académica con la
Universidad del Valle para una Maestría en Química y se proyecta la firma tic otros
con importantes instituciones de Educación Superior en el país.

En lo que respecta a post-grados autónomos, el horizonte inmediato debe ser


orientado hacia especializaciones en Historia Regional, Metodología de la
Enseñanza del Español y Metodología de la | Enseñanza de la Filosofía.

El diseño de proyectos en el campo de las Maestrías debe estar determinado por


el desarrollo de líneas de investigación en la institución y de condiciones propias
de la infraestructura investigativa, de recursos bibliográficos y docentes altamente
calificados.

Nuestro interés en materia de estudios avanzados dista mucho de cualquier


intento por convertir a la institución en productora de post-grados a tutiplén.
Pertinencia y calidad deben ser nuestras divisas.
6. ELEMENTOS PARA UNA REFORMA ACADÉMICO-PEDAGÓGICA

La Facultad de Educación debería ser el espacio apropiado para gestar las


políticas y estrategias de una exigente reforma académico-pedagógica para la
institución, en virtud del gran número de especialistas y Magíster en docencia
universitaria, administración educativa y evaluación educativa; y, además, por
suponer que allí los saberes específicos y pedagógicos, la formación ética y
cultural adquieren un gran equilibrio.

Pero la crisis que ha marcado su desarrollo histórico lo ha impedido, y la Facultad


misma exige cambios sustanciales que posibiliten articularse a las
transformaciones de la Universidad en su conjunto.

Una propuesta en ese sentido plantea la necesidad de un diagnóstico, el


señalamiento de unos principios y guías para la acción, y el desarrollo de unas
estrategias.

He aquí algunas ideas para su análisis, discusión y enriquecimiento, buscando con


ellas, más bien, estimular las inteligencias y voluntades de estudiantes y
profesores, y canalizarlas para derrotar la resistencia al cambio.

Se resisten al cambio los directivos que divorcian el discurso teórico de la realidad


práctica y manejan, sin vocación, escrúpulos y pulcritud, la vida universitaria;
quienes utilizan la crítica como mecanismo de defensa para ocultar las flaquezas y
debilidades de su propio comportamiento intelectual y no como herramienta para
corregir errores y rectificar rumbos; quienes frente a la crisis son espectadores
pasivos que ni dicen ni hacen; quienes esperan la decisión administrativa para
poder aportar ideas, iniciativas y acciones; quienes dicen lo que se debe hacer
pero, al mismo tiempo, se convierten, con sus acciones, en obstáculos de
cualquier reforma o progreso; en fin, quienes sé nutren de la institución y no
acompañan su reflexión de las necesarias acciones transformadoras.

6.1. APROXIMACIÓN A UN DIAGNOSTICO

Somos conscientes de la crisis actual de la Facultad di Educación, principalmente,


en dos direcciones fundamentales: la baja calidad académica y pedagógica de sus
programas y la ausencia de reales alternativas y voluntad de cambio para superar
las dificultades hasta convertirla en uno de los más importantes centros
formadores de docentes en el país y el primero de la Costa.

El primer aspecto es reflejo de la crisis educativa nacional que abarca todos sus
niveles y del cual no escapa ninguna de las Facultades de Educación del país,
como quedó consignado en las conclusiones de los Seminarios sobre Formación
de Docentes realizados, con el auspicio de la subdirección académica del ICFES,
entre Marzo y Junio de 1987.
La calidad académica no es superable en forma aislada, al margen de una
reconceptualización de todo nuestro sistema educativo que mire hacia una
sociedad más justa y democrática donde el hombre pueda realizarse
integralmente. Mientras ello se logra, nos corresponde implementar las
innovaciones que sean necesarias para mejorar lo que tenemos, aún con las
grandes limitaciones que pesan sobre nuestro quehacer, tales como: crónica crisis
financiera de la institución que impide el desarrollo de la docencia, la academia y
la investigación; la actual estructura administrativa que exige rápidas y urgentes
adecuaciones; la ausencia de un coherente marco normativo a nivel docente y
dicente que establezca objetivos, derechos, deberes, responsabilidades e
incentivos para la capacitación, la docencia y la actividad investigativa; los
vicios clientelistas en la selección del personal docente; la falta de efectivos
mecanismos de selección del estudiante que ingresa a la Facultad, sus precarias
condiciones de existencia y las dificultades en que nuestro educador debe
desarrollar su actividad por razones infraestructurales y las que gravitan sobre su
nivel de vida, además, de la ineficiencia del sistema educativo mismo que nos
entrega productos ya moldeados para su posterior "formación”.

Las características que adquieren mayor relieve y que en su conjunto configuran la


crisis, son las siguientes:

1. Nuestros actuales programas tienden a dar más importancia al saber específico


de las ciencias básicas y menos al saber pedagógico, a la formación ética y
cultural y al desempeño práctico del estudiante, lo cual genera la tendencia a la
formación profesional como biólogo, lingüista, geógrafo, historiador, matemático,
físico, etc., que como docente. Ello se debe a la poca importancia del componente
pedagógico en los pía de estudio y al relieve que adquieren las otras orean del
saber, y, además, a la falta de identidad del fui profesional como pedagogo, tal
vez, porque se presume que todo aquel que esté dispuesto a enseñar algo ya es
maestro.

Es posible pensar que una de las mayores dificultades para lograr tal identidad es
que la mayoría de nuestros alumnos no ha sido formada para ser maestros en los
niveles de primaria y debido, igualmente, a la carencia de un cuerpo docente
altamente especializado en el campo de la pedagogía que aporte ideas e
iniciativas en la reestructuración curricular y planes de estudio. Mientras no
establezcamos claros y precisos requisitos de ingreso a los estudiantes de
Educación y no valoremos el trabajo en investigación pedagógica y su aplicación
práctica, poco avanzaremos en la lucha por optimizar la academia y la pedagogía
en la Facultad.

2. Otro hecho indiscutible es que nuestros programas marchan de espaldas a la


realidad socio-económica, política, cultural y propiamente educativa de la región.
La docencia absorbe nuestro quehacer, mientras la investigación apenas la
insinuamos como posibilidad. No basta que exista formalmente un Centro de
investigaciones con unos funcionarios y unas asignaturas para enseñar a
investigar. Es además necesario y perentorio que la Universidad potencialice todo
su sistema de investigaciones para proveer a las personas en formación y a los
docentes en capacidad investigativa de recursos, medios y orientaciones
necesarias a través de una política que defina claramente cuáles son las líneas
prioritarias para realizar investigación, entendiendo que nuestra Facultad, por su
razón de ser, debe privilegiar el campo socio-educativo.

Necesitamos investigar, y conocer las condiciones y necesidades del medio


socioeducativo en que está inserta nuestra Facultad para plantear la apertura de
programas con nuevas orientaciones que respondan a las exigencias del
desarrollo regional, racionalizando y cualificando los denominados programas
tradicionales con los que actualmente contamos. Como bien lo anotaron los
decanos en el Seminario al comienzo aludido, mientras no existan estudios serios
sobre saturación de programas no se puede plantear su supresión.

3. Al lado de las dificultades en la investigación y como parte del mismo proceso,


la experimentación pedagógica se ha convertido en pretensión inalcanzable. No
tenemos experiencias en esa dirección porque nada se ha hecho para lograrlo. El
Instituto Pestalozzi, que debería ser nuestro laboratorio experimental, a duras
penas sólo sirve para que nuestros alumnos-maestros realicen sus prácticas
docentes como requisito curricular.

Es bueno anotar que no sólo se trata de conformar equipos para la elaboración de


programas experimentales o de estimular las iniciativas individuales, sino que es
necesario contar con recursos económicos suficientes para las consultas,
investigaciones y experimentaciones que se requieran. La asimilación de
experiencias ya realizadas en otras Facultades de Educación, puede servir a
nuestros propósitos y contribuir a la conversión del Instituto anexo en verdadero
centro de experimentación pedagógica, educativa y didáctica.

4. La Práctica Docente se reduce a un evento curricular de segundo orden, como


requisito formal dentro del proceso de formación del futuro* educador, cuando ella
debería ser el eje de la formación y la base fundamental de la reflexión teórica y
esencia del aprendizaje. Si la docencia es fundamentalmente un quehacer
práctico, que se desarrolla en contextos sociales complejos y disímiles de un lugar
a otro, la Práctica Docente exige la máxima de nuestras atenciones para darle un
carácter integral que le permita al estudiante y a nuestros docentes construir el
conocimiento pedagógico sobre el acontecer pedagógico mismo y no sobre
marcos teóricos que muchas veces no tienen nada que ver con nuestra propia
realidad educativa. No se trata de estimular y caer en el practicismo al margen de
la teoría pedagógica, sino de concederle a la práctica el lugar que le corresponde
en la formación docente.
5. La relación de nuestra Facultad con las diferentes instituciones educativas
departamentales son muy espontáneas y esporádicas, supeditadas, en muchos
casos, a actividades particulares e iniciativas individuales sin que exista una
política institucional que evite que se firmen convenios que no se cumplen o se
cumplieron mal. Unas veces por la ineficiencia di-funcionarios sin calidades para
ocupar cargos de importancia en la educación; otras veces, por el absurdo celo de
evitar influencias en el feudo que se domina por temor a ser desplazado.

Con las Escuelas Normales del Departamento y el SENA no existe ningún tipo de
contacto. Con el Centro Experimental Piloto y el Fondo Educativo Regional apenas
se ha intentado sin lograrlo, a pesar de las propuestas que en varias
oportunidades se han presentado y que tienen como finalidad contribuir a la
capacitación de los educadores de enseñanza oficial primaria y secundaria.
Con la Secretaría de Educación el divorcio es más acentuado, si se tiene en
cuenta que es la entidad que debe estrechar más sus lazos con la Facultad.

Todo esto indica el profundo aislamiento en que conviven los diferentes


organismos educativos del Atlántico y la necesidad de políticas institucionales
constantes y no casuísticas que eviten que las iniciativas de carácter individual y
grupal reciban el rechazo de funcionarios ineptos.

6. Otro hecho preocupante de nuestros programas de formación de docentes es el


bajo nivel académico y pedagógico de muchos de nuestros profesores muy poco
interesados en su propia formación. Parece que el creerse acabados como
profesionales, las dificultades económicas del medio y la envolvente y asfixiante
crisis de valores que nos agobia, han terminado por imponer el descuido y la falta
de interés en nuestro propio desarrollo científico, académico y cultural.

Institucionalmente tampoco existe una política definida \en materia de capacitación


y perfeccionamiento que coadyuve a superar las dificultades. La oficina encargada
de trazar orientaciones en esa dirección fue suprimida porque sus funcionarios no
cumplían con sus funciones y se habían burocratizado. Semejante despropósito,
es como pensar que, por la ineptitud de un rector, debe desaparecer la Rectoría
como institución dentro de la Universidad.

No sólo debe estimularse la autocapacitación bien orientada y definir criterios de


selección para quienes aspiren a estudios de post-grado, sino, igualmente,
elaborar propuestas de apertura de Especialización y Magíster en aquellos
campos del saber específico y pedagógico que estudios muy bien concebidos nos
indiquen. Mientras tanto, es necesario consolidar y ampliar la cobertura del
convenio interinstitucional de cooperación académica con la Universidad de
Antioquia y desarrollar o renovar el existente con la Universidad Pedagógica
Nacional.
Muchos egresados no han podido vincularse a la docencia por la estrechez del
mercado laboral debido más a la política de congelación de plazas decretada por
el gobierno que a su normal saturación. No significa esto que la Facultad debe
continuar matriculando y graduando masivamente Licenciados como si nada
ocurriera. Es necesario adelantar estudios serios que indiquen la apertura de
programas con nuevas orientaciones, perfeccionar y cualificar los existentes y
racionalizar el ingreso de nuevos estudiantes, implementando una profunda
renovación curricular más acorde con nuestras necesidades.

6.2. PRINCIPIOS PARA UNA POLÍTICA

Para orientar correctamente los esfuerzos de profesores, estudiantes y directivos


hacia la reforma académico-pedagógica de la Facultad, es necesario indicar los
principios que han de iluminarla.

A) La Facultad como parte integrante de una Universidad creadora de cultura.

La Universidad no puede dedicarse sólo a impartir academia, repitiendo lo ya


trillado. Tiene que asumir como una de sus principales funciones la impostergable
tarea de revolucionarse para crear ciencia y cultura, pensando en un educador
diferente con una formación integral para la vida y para los cambios que una
sociedad cambiante siempre plantea.

Hay que comprometer a la institución en una profunda renovación curricular que


permita avanzar en la tarea de rescatar nuestros valores culturales y tematizar
críticamente nuestra tradición, para que se convierta en un verdadero proyecto
cultural inserto en los procesos de cambios y reformas de nuestra historia.

Su existencia no puede marginarse de los hechos políticos que actualmente


conmueven los cimientos de nuestra estructura económico-social.

B) Más que un lugar para la enseñanza y la formación de docentes, nuestra


Facultad debe ser un Centro de Investigación Pedagógica.

La docencia y la investigación deben relacionarse de tal manera que se


enriquezcan y fortalezcan recíprocamente. La primera está referida al intercambio
de información sobre los diferentes campos del saber, y la segunda, como el
proceso capaz de generar nuevos conocimientos sobre los fenómenos que deben
ser explicados racionalmente para el logro de propósitos y objetivos claramente
definidos.

Para que la relación docencia-investigación deje de tener un sentido prospectivo y


se convierta en lo expresión de acciones concretas, se requiere una política
institucional de fomento del desarrollo dé la actividad investigativa, de apropiación
de recursos económicos e infraestructura necesarios para avanzar, y de creación
de ambientes y espacios propicios a los docentes en capacidad de investigar.

La actividad investigativa dentro de la Facultad debe girar fundamentalmente en


tomo a lo pedagógico y socio-educativo, que permita enriquecer permanentemente
el discurso pedagógico, la búsqueda de nuevas metodologías y posibilidades de
respuesta a los retos que plantean las necesidades y exigencias [de nuestro
desarrollo.

C) La educación para la vida docente exige la integración del saber pedagógico y


los contenidos teóricos de los saberes específicos con la actividad práctica.

La clave del éxito de una Facultad de Educación es EDUCAR PARA LA


DOCENCIA INVESTIGANDO. De allí la necesaria interrelación entre los diferentes
componentes del plan de estudios, de tal manera que la práctica docente sea el
espacio permanente Lara experimentar y observar el discurrir de la teoría
pedagógica que se enseña y discute. A lo largo de todo el semestre y de todo el
programa, la integración debe ser una constante y dar sentido al quehacer de la
Facultad.

D) La interdisciplinariedad entre los diferentes componentes de los programas


acaba con el predominio de uno de ellos.

El diagnóstico realizado ha señalado la baja incidencia e importancia del


componente psicopedagógico en nuestros programas. La interdisciplinariedad
entre los contenidos específicos, el saber pedagógico, la práctica docente y la
actividad investigativa deben adquirir la preeminencia necesaria en los planes de
estudio y los programas curriculares.

E) El permanente devenir de los procesos sociales y educativos, nos plantea la


innovación como constante.

No sólo se trata de la búsqueda permanente de nuevas tendencias, métodos,


modelos educativos y experiencias pedagógicas para adecuarnos a la dinámica
del cambio. Se trata igualmente de nuestra propia voluntad de innovación para
cambiar y hacer que otros lo logren y desarrollar propuestas alternativas diferentes
de las que tenemos, pero cualificando y perfeccionando éstas. Sólo la innovación
permanente contribuye a formar un docente crítico y autónomo frente a la
sociedad, la cultura y el mundo.

F) La Facultad debe proyectarse hacia la comunidad para estrechar sus lazos y


servirse mutuamente.

La proyección hacia la comunidad no sólo puede lograrse mediante campañas


educativas y culturales, igualmente, procesando y discutiendo los temas
educativos y pedagógicos de intereses comunitarios y de la escuela e impulsando
programas especiales de extensión científica y cultural.

Si la Facultad se interesa por los problemas del medio social donde está inserta,
da paso a la formación integral de un docente más comprometido con su realidad.

G) La Facultad debe convertirse en herramienta importante de la transformación


cualitativa de la educación en la Costa Norte.

Marginados de debates nacionales sobre la calidad de la educación, el movimiento


pedagógico, relación ciencia-pedagogía, etc., nos hemos convertido en
espectadores pasivos de un proceso cuya naturaleza requiere de ideas, iniciativas
e inteligencias.

Avanzar en la superación de la crisis de nuestros programas, requiere en gran


medida, de nuestra vinculación al diálogo controvertido que se ha venido
estimulando en el seno del magisterio colombiano y que ha contado con la
participación de las principales autoridades educativas nacionales. En esa medida
se amplía el horizonte de la función social y pedagógica de la Facultad.

H) El trabajo interdisciplinario en equipos es el complemento del trabajo individual.

Con la precariedad de recursos existentes y las dificultades propias en que cada


quien debe desplegar su actividad, la única manera de superamos es mediante el
trabajo en equipos que nos permita aunar voluntades, aglutinar esfuerzos y
disponer de un mayor número de energías físicas, financieras e intelectuales para
avanzar en las estrategias que se vayan a desarrollar.

Está demostrado que el trabajo individual sólo es importante en la medida en que


sea el complemento del trabajo colectivo, si pensamos en grandes propósitos para
alcanzar significativamente metas en la investigación y la práctica pedagógica.
Además, no podemos damos el lujo de desperdiciar esfuerzos cuando la magnitud
de los problemas amenaza con devorar nuestras posibilidades de desarrollo
cualitativo.

I) La investigación adquiere sentido y trascendencia si se articula con las


políticas de desarrollo regional y local.

La Facultad no puede continuar siendo una ínsula en el marco general de las


políticas para el desarrollo socioeconómico, político y cultural de la nación. Como
región de la infraestructura educativa, le corresponde plantearse el reto de
coadyuvar el proceso incidiendo con ideas en las alternativas de solución a los
problemas, mediante propuestas de investigación que miren hacia la
transformación cualitativa de la educación y de la pedagogía en el país.
Si la educación es palanca fundamental para el progreso, los centros encargados
de formar educadores deben ser los más motivados en la búsqueda incesante de
caminos para llegar a él.

Es lastimoso y lamentable que nunca sepamos qué pasa \en las esferas oficiales,
específicamente en los organismos encargados de planificar, estimular e impulsar
las políticas para el desarrollo regional y, muy especialmente, lo que se ha
diseñado en materia educativa.

Por ese camino equivocado, nunca llegaremos a desprendernos del concepto en


que se nos tiene: que somos entes aislados del contexto regional.

No hay otra alternativa: o morir víctimas de nuestra inercia o vivir al compás de la


dinámica que se imprima a las transformaciones que nuestra sociedad requiere.

6.3. ESTRATEGIAS PARA UNA REFORMA

La aproximación al diagnóstico y los principios para una política, fundamentan e


iluminan las acciones inmediatas tendientes a superar los problemas y mejorar la
calidad educativa, y pedagógica de los programas para convertirla en la Facultad
líder de nuestra estructura organizativa y en el primer centro formador de docentes
de la Costa Norte colombiana.

Para el logro de esos objetivos, las más importantes estrategias serían las
siguientes:

I) Como la actual estructura académica de la Facultad no garantiza organicidad


como base para responder a los retos de un Proyecto Pedagógico, es
impostergable su transformación, de tal manera que sea la pedagogía la esencia
que dé vida y vertebre su quehacer en la Universidad.

Con la creación de la Facultad de Ciencias Humanas y sus Departamentos


Académicos y de Servicios, hay que ir creando las condiciones para que los viejos
programas de Licenciatura se "integren y asimilen progresivamente a los nuevos
programas académicos que se ofrezcan" (Historia, Geografía, Filosofía,
Antropología, etc.), tal como lo establece la Ley 30 de 1992 en el parágrafo 1, del
artículo 25.

De esta manera, se logra una mayor racionalización de recursos, la


interdisciplinariedad en la cátedra, una mejor coordinación y planificación del
trabajo académico y un mejor impulso a la razón de ser y función esencial de la
Facultad como formadora de docentes.

II) La creación del Fondo Rotatorio que le permita a la Facultad el manejo de


algunos recursos económicos para el desarrollo de los programas de
mejoramiento académico y pedagógico, debe ser parte de la racionalización y
política presupuestal que la Universidad trace.

III) Rediseñar la estructura curricular de la Facultad de acuerdo con fundamentos


filosóficos y científico-investigativos, procurando la mejor armonía y relación entre
el saber pedagógico propiamente dicho, los contenidos teóricos de los saberes
específicos, la práctica docente y la investigación educativa. A la urgencia de esta
tarea deben convocarse los Sub-comités Curriculares para que armónicamente
sincronicen el trabajo que es necesario desarrollar en esa perspectiva, de
conformidad con planes operativos de trabajo. La serie de propuestas que al
respecto existen, debe ser el punto de partida de la urgente reestructuración
curricular.

IV) Al lado del fortalecimiento del saber pedagógico específico se debe asumir en
la Universidad el liderazgo para la actualización de todos nuestros docentes y
conformar equipos interdisciplinarios de reflexión e investigación pedagógica, para
el impulso y puesta en marcha de seminarios, cursos especiales de actualización y
programas de pedagogía universitaria y docencia investigativa.

V) Convocar a la dirección de la Universidad para que estimule e impulse el


proceso de autoevaluación institucional que nos permita la mejor identificación de
las necesidades institucionales y específicamente las de nuestra Facultad. Es
urgente pasar del discurso teórico, como justificación, a la realización práctica de
la estrategia.

VI) Le corresponde al Centro de Investigaciones de la Universidad diseñar un


programa de investigación y reflexión pedagógica con líneas bien definidas, de tal
manera que respondan a las exigencias de la pedagogía y a las necesidades del
desarrollo regional y local.

En esta dirección, es necesario fomentar el Seminario investigativo como


herramienta útil para estimular una mentalidad investigativa, entre profesores y
estudiantes; asignar los suficientes recursos financieros y, en lo posible, buscar el
apoyo de ^instituciones internacionales para el desarrollo de la investigación
pedagógica, y plantear propuestas de post-grado, surgidas de problemas de
investigación \como resultado de la acción de los grupos de reflexión qué han de
crearse en la Universidad.

VII) Si efectivamente estamos interesados en optimizar la vida universitaria, es


imprescindible el respeto a los concursos de méritos, no sólo para proveer los
cargos docentes, sino igualmente, los de dirección académica en la Facultad.

VIII) Es urgente revisar los criterios inadecuados para seleccionar a los aspirantes
a nuestros programas. Para ello, conviene valerse de un "grupo de especialistas
que elabore una propuesta sobre pruebas para explorar aptitudes, intereses,
capacidades, vocación, etc., con destino a los aspirantes". Igualmente deben
favorecerse, en la selección, a los estudiantes de escuelas normales (bachilleres
pedagógicos) y a aquellos con una alta experiencia docente.

IX) Conformar un equipo de especialistas que, conjuntamente con los Sub-comités


Curriculares, revisen los currículos de los programas nocturnos y los adecuen a
las necesidades y expectativas de quienes en ellos se forman, introduciendo
cambios en la metodología utilizada y, si es posible, desescolarizando algunas
asignaturas para mejorar su calidad académica.

X) La Facultad y el Departamento de Post-grado deben definir la necesidad de


abrir nuevos programas de post-grado, de conformidad con la "realidad
ocupacional, las necesidades regionales y las posibilidades de la Institución". Así
mismo, conviene conformar un grupo de expertos para estudiar los "niveles de
saturación de Licenciados por campos de formación" e introducir las políticas de
racionalización y cualificación a que haya lugar.

Mientras no existan estudios serios sobre el particular y nuevas alternativas, no


puede lanzarse como estrategia la supresión de los denominados programas
tradicionales.

XI) Es inaplazable la integración de la Facultad de Educación de la Universidad del


Atlántico con las Secretarías de Educación, los denominados Centros
Experimentales Pilotos, las Escuelas Normales y demás centros formadores de
docentes en la ciudad, mediante actividades conjuntas y políticas de servicios con
funciones bien definidas y claras responsabilidades, a fin de erradicar el
desconocimiento recíproco que existe entre tales Instituciones. En lo posible,
procurar la firma de convenios que comprometan, más allá del discurso teórico, a
las partes interesadas. Un camino hacia la negación del divorcio actualmente
existente, es el impulso de un programa conjunto para darle organicidad a los
propósitos.

XII) Dentro de la nueva estructura orgánica de la Universidad, ajustada a la Ley


30, es conveniente crear y organizar el Centro de Perfeccionamiento Docente. La
capacitación y perfeccionamiento docente debe ir más allá de nuestra propia
circunstancialidad, proyectándola en lo posible hacia el magisterio de enseñanza
oficial del Departamento, sin pretender convertirla en un sistema de financiación
fácil de nuestra Institución, pero, eso sí, en la negación como comercio de créditos
para ascenso en el escalafón docente. Una política en este sentido no puede
aislarse en su dinámica de la necesaria discusión con la Secretaría de Educación
y el Centro Experimental Piloto del Atlántico.

XIII) Es urgente convocar a la discusión, por áreas de formación, para introducir


cambios fundamentales en el tipo de educación e instrucción que impartimos, y en
los modelos y métodos de enseñanza y aprendizaje para que la actividad del
estudiante, bajo la guía y orientación del profesor, convierta la clase en talla
permanente de reflexión y el aula en verdadero espacio de reflexión y formación
pedagógica. Hay que estimular esta metodología para que el futuro educador la
reproduzca en su comunidad de trabajo.

Si el contexto donde desarrollamos nuestra labor no es ética y culturalmente


pedagógico, mal podremos formar educadores.

XIV) Estimular y dar mayor impulso a la dinámica cultural y científica invitando a


nuestros claustros a grandes científicos e investigadores sociales y escritores de
gran importancia y trascendencia en el concierto de la pedagogía, la ciencia y las
letras en nuestro país.

Para tal efecto, es necesario elaborar una programación especial que racionalice
esfuerzos y establezca claros objetivos a los eventos que se programen.

XV) Como parte de la política de mejoramiento académico y pedagógico de


nuestros programas, es urgente integrar una comisión interdisciplinaria que
conceptualice sobre el estado de nuestra hemeroteca, y, conjuntamente con el
director general de la biblioteca, elabore un estudio de factibilidad para enriquecer
nuestro paupérrimo acervo bibliográfico, que le permita a docentes y discentes
complementar sus estudios e investigaciones. Los diagnósticos adelantados
indican el estado lamentable en que se encuentran nuestra biblioteca y las
hemerotecas de las Facultades en comparación con otros Centros de Educación
Superior del país.
7. LA UNIVERSIDAD DEL A TLANTICO EN LA REGIÓN

7.1. FUNDACIÓN Y CRISIS

La Universidad del Atlántico es la primera universidad oficial del Caribe


colombiano.

Fue fundada mediante ordenanza Nº 24 del día 3 de Junio de 1941, con el nombre
de Instituto de Tecnología del Atlántico, adscrito al entonces Museo del Atlántico,
institución constituida (Ordenanza Nº 35 de 1940), gracias a la inspiración
intelectual del ilustre filósofo barranquillero Julio Enrique Blanco. Su objetivo:
formar ingenieros químicos, químicos farmacéuticos y técnicos químicos.

El Instituto representó el primer momento, y la Institución Politécnico del Caribe


(Ordenanza N° 36 del 14 de Junio de 1945) el segundo, hacia la creación definitiva
de la Universidad del Atlántico, como tal, mediante ordenanza Nº 42 del 15 de
Junio de 1946. Al lado de Julio Enrique, su gran fundador, merecen mención
especial por sus acciones de apoyo, Rafael Tovar Ariza y Femando Cepeda y
Roca.

El Instituto debía responder a las necesidades del sector productivo de la ciudad


formando profesionales calificados en el marco de una cultura integral de todo
cuanto sirviese para enaltecer la dignidad humana, lógica, ética y estéticamente.

Para Julio Enrique Blanco, el sentido de su proyecto era el de trascender los


estrechos límites parroquiales de nuestra cultura. Reunir todo cuanto de universal
el entendimiento humano es capaz de abarcar. Pensar en lo que se extiende a
todo el universo y a todos los humanos en todas las épocas históricas de su
desarrollo. Ser el espacio natural confortable de toda producción del espíritu, aún
de aquella que sólo está engendrada como posibilidad.

Desde sus mismos orígenes, la Universidad fue bien pensada. Como cúspide de
la pirámide educativa debía responder a las exigencias de un sistema unificado y
desarrollar las ciencias y las tecnologías en el marco de la cultura universal para
superar las divergencias regionales y locales y su diversificación por razones
geográficas, étnicas, económicas y/o socioculturales.

La historia parece indicar que el filósofo-fundador no tuvo buenos continuadores,


capaces de mantener incólume la filosofía de su proyecto educativo y orientar sus
acciones transformadoras en esa dirección.

Muchos extraviaron el camino y perdieron el rumbo. El mismo filósofo-fundador, a


manera de premonición lo había advertido.
En epístola a Luís López de Mesa, escrita el 10 de Enero/47 desde Galopa
(Atlántico), se mostraba preocupado por la suerte que habían corrido sus
proyectos para contribuir a la educación de sus conciudadanos.

Refiriéndose a ello y cómo su modelo implicaba la desinflación del politicastro,


-decía-: "Y los roedores se dieron así con mayor ahínco a la tarea sorda, cuando
no sórdida de carcomer tras socavar mi obra, hasta dejarla en la miseria en que
ahora se encuentra. Y yo me he quedado,... en ese estado de ánimo que fluctúa
entre la tristeza y la alegría, la amargura y la consolación... quizás desconcertado,
quizás estupefacto..."

Era necesaria la trascendencia filosófica para advertir la reducción a la


mediocridad de un proyecto recién fundado y la incidencia negativa que pudieran
tener los vicios y prácticas que la clase política realiza en otras esferas del dominio
público.

La Universidad nació en crisis, porque crítica ha sido siempre la existencia de la


sociedad que la engendró.

Finalizada la década del 80 era común, entre la comunidad universitaria, el


argumento de que su crisis había taladrado el fondo. Y no era para menos, pues la
penuria financiera presentaba un déficit presupuestal que bordeaba los $3.500
millones de pesos, sin que existiera la menor posibilidad de superarlo. Los dineros
que la nación enviaba mensualmente ni siquiera alcanzaban para cubrir los gastos
de funcionamiento de la institución, mucho menos para permitir la adecuación de
bibliotecas, hemerotecas, laboratorios, mapotecas, etc. Esta situación parecía
insuperable, porque el gobierno en vez de plantear una política de
refinanciamiento, aplicaba medidas de austeridad y de recorte presupuestal que
parecía estuvieran encaminadas a buscar la desaparición de Uniatlántico por falta
de recursos económicos.

Administrativamente, la incapacidad para orientar los destinos de la institución


hacia la superación de la crisis era manifiesta. Muy difícilmente se encontraban en
los altos niveles administrativos, funcionarios capaces que respondieran a
las exigencias y necesidades apremiantes de la institución.

Sumidos en la inercia, ineficacia e incompetencia, sin planes concretos, ni


objetivos generales y específicos definidos, haciendo lo que la marcha de la
institución, a carrera forzada, les indicaba. Reducían sus funciones, que debían
ser ricas e intensivas en iniciativas y proyectos, al ajetreo del burócrata, cuya
actividad no iba más allá de los rígidos límites que imponía el viaje a Bogotá en
busca de un anticipo, la firma de una que otra resolución amonestando al
subalterno, ordenando una nómina, un traslado, una cuenta, atendiendo al político
de turno para un empleo o cupo en la Universidad, al profesor o al empleado que
le prometieron pago el Lunes, o el Martes, pero que ya no era posible por la
misma razón de siempre. A fin de cuentas, las funciones siempre tenían como
marco de referencia lo doméstico, lo intrascendente, lo casuístico; todo aquello
que sólo requería de una pobre y muy limitada actividad mental.

La mediocridad del nivel administrativo se acrecentaba más por la carencia de


estructuras y técnicas modernas adecuadas para hacer más ágil y fructífero el
procesamiento de datos e información de la administración. Así, la improvisación,
los recursos arcaicos, las costumbres irracionales determinaban que la
administración, en lugar de estar al servicio de la academia, operaba más bien
como costoso estorbo.

Académicamente, la situación era y sigue siendo preocupante, más, por ser la


academia la vida de la Universidad. Las condiciones infraestructurales para su
desarrollo, muy débiles: carencia de laboratorios, de bibliotecas, de hemerotecas,
de archivos, ausencia de actividades culturales regulares y de extensión
universitaria. Inexistencia de políticas y ni siquiera preocupación en los cuerpos
directivos por desarrollar coherentemente un plan que estimulara y desarrollara la
producción académica. Nuestros directivos parecía que entendieran por academia
el simple ejercicio de la docencia. La investigación científica y tecnológica y la
función extensión ni siquiera teóricamente eran concebidas por ellos como
necesidad. Lo poco que en este sentido se hacía, se debía más al esfuerzo y
sacrificio de algunos profesores, que a las condiciones que institucionalmente se
ofrecían.

Otras actividades imprescindibles y complementarias para el desarrollo de la


academia como publicaciones científicas, revistas, semanarios, simposios,
conferencias, foros, etc., eran casi inexistentes Nuevamente, sólo la iniciativa
aislada de algunos profesores y estudiantes permitía esporádicamente y con
algunas limitaciones, desarrollar algunos de esos actos para controvertir y
estimular el análisis de temas de interés cultural o científico.

De cualquier manera, no existió mayor preocupación por mantener, con interés y


compromiso, una publicación seria y periódica capaz de expresar el pensamiento
científico y cultural de la región y la institución.

La vieja revista STVDIA (vocablo latino donde la V es la grafía latina del fonema U,
y que significa "colección de ensayos o estudios: Trabajos cuyos autores los
consideran apenas como preparatorios, al menos para presentarlos con modestia
ante el mundo científico y de las bellas artes"), fundada en Octubre de 1955 por el
ilustre escritor samario, exdecano de las Facultades de Economía y Ciencias
Jurídicas, doctor Rodrigo Noguera Barreneche Diazgranados, perdió su
continuidad, y la mayoría de las veces en que fue reeditada, careció de las
características que le imprimió su fundador: la calidad de sus temas y el rigor
científico-estético-literario.
Esta deprimente situación de la academia conducía a la apatía, a la
desmoralización, al desconcierto, al rutinarismo y al repeticionismo estéril. La
criticidad y la creatividad como esenciales factores de poder académico habían
desaparecido de nuestras aulas. Nuestros estudiantes se habían convertido en
simples transeúntes hacia la obtención de un título para ofrecer su fuerza de
trabajo en el fuertemente crecido ejército de reserva.

Ayer como hoy, la situación de la academia sigue siendo inquietante y exige una
profunda reforma para ponerla al tenor de los cambios y transformaciones de la
vida nacional y regional.

A pesar de que en sus 52 años de vida los diagnósticos han mantenido una
relación de continuidad por la abundancia de las identidades y la escasez
de diferencias, hoy puede mostrar con orgullo una sólida tradición académica;
buenos pergaminos en su función docente; un gran número de profesionales
calificados, vinculados al sector productivo, público y docente, en la nación, la
región y la localidad; una influencia relativa en Barranquilla y el Caribe colombiano,
en un espacio cada día más restringido, debido a la pérdida de credibilidad y a la
creciente competencia de otras instituciones de educación superior, igualmente
interesadas en proyectar su efecto y poder académico en la región.

Pero en el campo de la investigación científica, lo reiteramos, la altivez


desaparece, pues en su largo trasegar es muy poco y pobre lo que puede mostrar.
Salvo resultados aislados y sin mayor proyección e impacto en la vida nacional, la
primera, más importante y sustancial función de la vida universitaria ha sido
víctima de la desidia oficial y de la política institucional

7.2. LA NUEVA ERA DE LA INSTITUCIÓN

Los cambios ocurridos en el país, recién iniciada la década del 90, representan
para el Departamento y la I ciudad, modificaciones sustanciales en las prácticas
de la vida política local, las cuales, muy pronto se van a ver reflejadas en la vida
de la Universidad del Atlántico.

Nombrado Gobernador del Departamento Arturo Sarabia Better, por el recién


elegido Presidente César Gavina, designa en el cargo de Rector de la institución a
Pedro Falco González, mediante Decreto Nº 000331 I de Agosto 31/90.

Por los anuncios del doctor Sarabia en su discurso de posesión, -al señalar que la
Universidad del Atlántico le correspondía como cuota burocrática el entonces
representante a la Cámara, doctor Abel Francisco Carbonell- todo parecía indicar
que continuaríamos aferrados al pasado y a la tradición del clientelismo y la
politiquería local.
Por fortuna no fue así. La salida del doctor Sarabia de la Gobernación, por su
aspiración a la Cámara de Representantes, permitió que el Presidente Gavina
encargara del primer cargo del Departamento al doctor Arnold Gómez, quien se
desempeñaba como Secretario Privado del mandatario saliente.

La cultura clientelista institucional esperaba un cambio en la Rectoría o la noticia


de que la Universidad del Atlántico seguía siendo cuota política del doctor
Carbonell. Pero el doctor Gómez sorprendió a todos en su discurso al anunciar
que la Universidad no entraba en el reparto burocrático y que sería manejada con
criterio académico. Hoy, entre el asombro y la incredulidad y a pesar de que el
primer Gobernador del Departamento elegido por voto popular, doctor Gustavo
Bell Lemus, siguió la línea de su antecesor al no entregar la Universidad como
cuota burocrática a ningún sector político, es muy reducido el grupo dé
académicos que está realmente convencido de que sean sólo razones de
formación académica y manejo universitario las que pesen en la continuidad y
nombramiento de rectores al frente de Uniatlántico.

Pero, independientemente de las justificadas e injustificadas prevenciones y de


que el manejo que se le ha dado a la Rectoría, sea parte de una estrategia política
coyuntural, es obligación de la comunidad académica impedir que en el marco de
la autonomía universitaria las viejas influencias de la politiquería y el clientelismo
locales incidan en la suerte y destino de la institución.

No hay otra manera de avanzar por camino seguro. Sobre todo, hoy, cuando es
muy amplio y generalizado el comentario de que las cosas en la Universidad están
cambiando.

Recién iniciada la década del 90, desde la perspectiva del tecnicismo financiero la
Universidad estaba quebrada, pues acumulaba una deuda correspondiente al 60%
de su presupuesto y una insuficiencia presupuestal del 30%. Es decir, la institución
debía 3.500 millones de pesos y para poder funcionar en ese año necesitaba
1.800 millones más de lo asignado.

La estrategia de saneamiento financiero implementada, ha reducido la deuda al


10% y la insuficiencia presupuestal representa, igualmente, sólo el 10% de su
presupuesto. Los gastos de funcionamiento mermaron en el año 92 en 450
millones de pesos, como consecuencia de los ajustes en la planta de personal y
su reducción en 120 cargos. A los abogados embargantes se les cancelaron
aproximadamente 940 millones de pesos y el desangre financiero por nuevos
embargos ha sido frenado por la política de concertación desarrollada.

Hoy, los salarios se cancelan con alguna normalidad y la Universidad puede hacer
pequeñas inversiones en el mejoramiento de la planta física y de sus laboratorios;
por primera vez en su historia, la Universidad cuenta con una Estrategia General
de desarrollo para el quinquenio 1990-1995 que le permite orientar cada una de
sus acciones en los campos académico, administrativo y financiero. Las
viejas carreras iniciaron el primer semestre de 1993 con nuevos planes de estudio
que no se reformaban desde hacía más de 10 años; el surgimiento de nuevas
facultades y programas: Facultad de Ciencias Básicas y Ciencias Humanas,
carreras de Ingeniería Mecánica, Ingeniería Industrial, Biología Marina y
Licenciatura en Básica Primaria. La Universidad tenía muchos años que ni
avanzaba en esa dirección; el desarrollo de estudios avanzados o de post-grado:
Maestrías en Historia, Ingeniería Química y Educación-Psicopedagogía,
Especializaciones en Ciencias Físicas, Administración Pública y Proyectos de
Desarrollo mediante convenios interinstitucionales. Además, la Especialización en
Enseñanza de Ciencias Naturales que será implementada con recursos propios, a
más de otras perspectivas y posibilidades; el montaje del centro de informática con
la proyección de laboratorios en las distintas unidades académicas; la creación del
sello editorial Universidad del Atlántico para la difusión de las más valiosas
producciones intelectuales de la localidad; la fundación de "Gaceta Universitaria" y
el resurgimiento de la revista especializada "Ensayos de Economía" para la
divulgación del pensamiento científico y universitario; la proyección de la
Universidad con ¡a puesta en marcha de programas de extensión en los
municipios del Departamento y la propuesta de extender y descentralizar
administrativamente sus programas y unidades académicas.

Es una síntesis de buenas realizaciones, logradas en el marco de una amplia


democracia y el respeto de las divergencias políticas, religiosas y culturales. Pero
aún así, estamos lejos de la Universidad que necesita el país, la región y la ciudad
para afrontar, responsablemente y con seriedad académica, los retos que implica
la autonomía universitaria consagrada en la nueva Ley 30 de 1992 por la cual "se
organiza el servicio público de Educación Superior".

Nunca antes como en la presente década, las condiciones que brindan la


Universidad y su entorno habían sido tan propicias para avanzar. Frente a ellas,
existe voluntad y vocación de servicios, pero nos desorientamos y tropezamos con
las dificultades en el laberinto de la negociación y/o la concertación
intrascendente. ¿Negociar para qué?, es la pregunta. ¿Para lograr los grandes
objetivos contemplados en las estrategias de desarrollo? O, por el contrario, ¿para
ir en contravía de los más sentidos intereses de la comunidad?

Del carácter y sentido de la concertación, dependen, en gran parte, las bondades


de la autonomía y el nuevo futuro de la institución.

7.3. FRENTE A LA NUEVA LEY

El 28 de Diciembre de 1992 fue promulgada la Ley 30, "por la cual se organiza el


servicio público de la Educación Superior" en Colombia.
La nueva estructura legal que derogó todas las disposiciones contrarias
contenidas en los Decretos - Leyes 80 y 81 de 1980, representa, sin lugar a
dudas, un gran paso hacia adelante al introducir diferencias fundamentales y
esenciales entre las instituciones técnicas profesionales, las universitarias, o,
escuelas tecnológicas y las universidades propiamente dichas; al reconocer la
autonomía universitaria, consagrada en el artículo 69 de la Constitución Política de
Colombia; al permitir al Consejo Académico decidir sobre el desarrollo de
programas académicos, investigación, extensión y bienestar universitario; al crear
el Sistema Nacional de Acreditación y el Sistema Nacional de Información y al
establecer, por primera vez en la historia legal de este país, un régimen financiero
que persigue la financiación de la universidad estatal colombiana.

Estos seis aspectos, a mi modo de ver, constituyen "la clave" que marca las
diferencias de fondo entre lo viejo y lo nuevo y que le permitirán a la Universidad
colombiana, si existe voluntad y decisión política, cumplir con la prestación de un
servicio con calidad capaz de formar integralmente colombianos en el campo
profesional e investigativo, convertir a la educación en factor de desarrollo
científico, cultural, económico, político y ético y de promoción de la unidad
nacional, la descentralización, la integración regional y la cooperación
interinstitucional.

La Universidad Estatal del Caribe Colombiano debe prepararse concientemente,


afrontar los retos contenidos en la nueva ley y asumir la transformación de sus
obsoletas estructuras para adecuarlas a las nuevas realidades.

Es un proceso que exige, en primer lugar, responsabilidad y el compromiso serio


de aunar esfuerzos y voluntades, sin exclusivismos, para la ruptura de continuidad
con la tradición y el pasado, de la misma manera, una decidida y, a su vez, flexible
dirección institucional que, sin impedir que se desarrolle el discurso retórico
cargado de fatuidad, populismo y demagogia, sea capaz de garantizar que el
nuevo Estatuto General, que habrá de adoptarse, sea una síntesis, bien acabada,
de las mejores propuestas en el terreno académico.

Efectivamente, según la nueva ley, todas sus disposiciones constituyen el estatuto


básico u orgánico y las normas que han de aplicarse para la creación,
organización y funcionamiento de las instituciones estatales u oficiales de
Educación Superior; y a ellas implica ajustarse el Estatuto General y los
reglamentos internos que a cada institución le toca expedir (Artículo 61).

Le corresponde al Consejo Superior Universitario, máximo órgano de dirección y


gobierno de la Universidad, expedir o modificar los estatutos y reglamentos de la
institución, además de definir las políticas y organización académica,
administrativa y de planeación, designar y remover al rector en la forma que
prevean sus estatutos, aprobar y darse su propio presupuesto y velar porque la
marcha de la institución esté acorde con las disposiciones legales, el estatuto
general y las políticas institucionales (Artículo 65).

Al Consejo Académico, otro organismo de dirección, entre sus funciones, y, en


concordancia con las políticas trazadas por el Consejo Superior, le toca decidir
sobre el desarrollo de programas académicos, investigación, extensión y bienestar
y diseñar las políticas frente al personal docente y estudiantil (Artículo 69).

El Estatuto General de cada universidad debe señalar las funciones que puedan
delegarse en el Rector y reglamentar su designación, requisitos y calidades
(Parágrafo artículo 65 y artículo 66).

La nueva ley, al concentrar en el Consejo Superior Universitario los elementos


más significativos de la autonomía universitaria (Artículo 28), reclama de la
comunidad académica la exigencia para que los miembros de dicho organismo
posean suficiente formación y vocación universitaria, una clara visión de la
Universidad, su sentido, su dimensión y trascendencia y plena responsabilidad por
las acciones u omisiones que puedan desarrollar en cumplimiento de las funciones
establecidas.

Como se podrá colegir, en el marco de la autonomía universitaria y del Sistema


Nacional de Acreditación y del Sistema Nacional de Información, será interesante
la competencia entre las universidades por cumplir con los más altos requisitos de
calidad, realizar sus propósitos y objetivos y divulgar información para orientar a la
comunidad sobre la calidad, cantidad y características de las instituciones y de sus
programas.

Si la Universidad Estatal del Caribe colombiano, transforma y adecua sus políticas


y viejas estructuras, orientada por los criterios de pertinencia, calidad y el principio
del ejercicio libre y responsable de la crítica, de la cátedra y del aprendizaje,
estará dando pasos firmes, decididos y satisfactorios para animar y estimular
dicho proceso. Este será muy significativo si las prácticas investigativas, de
extensión y de servicio social se imponen.

La Universidad del Atlántico debe disponerse a liderar esta causa, utilizando lo


mejor de sus recursos y sin esperar que, por falta de creatividad e iniciativas, los
agentes no representativos de la comunidad de intereses académicos ganen el
espacio con las veleidades del pensamiento.

7.4. LA UNIVERSIDAD DEL CARIBE

La Universidad del Atlántico es la única institución de educación superior en el


Departamento y la más grande en población estudiantil y tradición académica en
la Costa Caribe colombiana. Alberga en su seno, jóvenes estudiosos de bajos
recursos económicos procedentes de los Departamentos de Bolívar, Magdalena,
Córdoba, Sucre, Cesar y La Guajira. De los 9.736 estudiantes matriculados en
Enero de 1992, a la ciudad de Barranquilla le correspondió el 47%; al
Departamento del Atlántico, el 19%; a Bolívar, el 11%; a Magdalena, el 8%; a
Sucre, el 4%; a Cesar, el 3%; a Córdoba, el 3%; a La Guajira, el 1% y a otras
regiones, el 4%. Es decir, si se excluye la participación de Barranquilla, el conjunto
de la región aportó el 53%.

Esas cifras, y la gran influencia que ejerce en la geografía costeña, indican que no
es sólo una Universidad del Departamento del Atlántico, sino de toda la Costa
Norte del país. Razón suficiente para ocupar un sitio de privilegio en las políticas
económicas y planes educativos implementados por el Gobierno Nacional en el
terreno de la educación.

Es tal vez comprensible que, en el pasado reciente, por su crisis de dirección y las
correspondientes secuelas de desgreño administrativo y dificultades en sus
principales ^funciones académicas, % el Gobierno Nacional mirara con mucho
desdén y mostrara poco interés en resolver los problemas financieros del Alma
Mater. Pero, hoy, las cosas son distintas. La Universidad vive intensamente,
aunque con dificultades, tiempos de recuperación integral.

Las estrategias desarrolladas por la Universidad para afrontar sus problemas, en


lo que va corrido de la presente década, la han convertido en la fortaleza estatal
de la educación superior en el Caribe colombiano.

En la misma medida en que ha ido resolviendo su crisis administrativa, académica


y financiera, ha ido recuperando los espacios que ocupó antes de perder el rumbo
que se trazó su fundador, como consecuencia de la desidia oficial y las prácticas
antiuniversitarias del "politicastro".

Su influencia en la región y su aceptación como casa de estudios superiores era


muy pobre, débil y sólo mediatizada por la escasez casi absoluta de medios
pecuniarios para estudiar en instituciones privadas.

Hoy el panorama es diferente. La institución se proyecta y las condiciones de


credibilidad y confianza en ella aumentan considerablemente. La firma de
convenios con algunos municipios para brindar asesorías y desarrollar programas
de extensión cultural y académica debe ir creando las mejores condiciones, en el
ámbito de las relaciones, para que su vinculación al desarrollo económico, político
y sociocultural deje de ser una frase de cliché y se transforme en verdadera
realidad.

El primer paso hacia la vinculación con el desarrollo lo da la Universidad


conformando equipos interdisciplinarios (Economistas, Administradores de
Empresas, Arquitectos, Abogados, etc.) para realizar estudios serios sobre la
evolución histórica de la economía costeña y su organización en el marco de la
acumulación de capitales. Sobre todo porque los existentes son muy generales y
limitados, carentes de la profundidad requerida para proyectar con suficiente
claridad las políticas y estrategias de transformación.

Es una labor que se dificulta por la insuficiencia de estadísticas confiables en los


centros indicados para ello. Las que posee el Departamento Nacional de
Planeación, el DAÑE, el ICFES y demás oficinas de planeación nacional y
universitarias, no llenan suficientemente las expectativas de los investigadores.

Sin embargo, el esfuerzo que en esta década se hace desde entidades como el
CORPES, por ejemplo, muy pronto entregarán excelentes resultados. La
Universidad debe vincularse activa y dinámicamente a este proceso.

Si en el marco de la planeación estratégica universitaria, la Universidad adquiere


un compromiso real y práctico, más allá de la simple teorización, con los planes de
desarrollo regional es posible encontrar alternativas y salidas favorables a la plena
y mejor utilización de los recursos y, sobre todo, de las grandes potencialidades
energéticas y mineras de la Costa Atlántica; lo mismo que a su marcado y
considerable retraso industrial frente a la región Andina ya que sólo presenta
índices de participación importantes en las capitales de los Departamentos de
Bolívar y Atlántico.

En este proceso interesante, los post-grados y las actividades que de ellos se


desprendan, pueden jugar un papel de primer orden, si sus resultados, centrados
en líneas de investigación regional, se canalizan y aprovechan conscientemente.
El reto es impostergable. La regionalización real se inició y debe continuar con la
descentralización académica y administrativa, mediante un proyecto futurista de
apertura de programas académicos en los puntos neurálgicos del desarrollo
regional y que mejor respondan a sus exigencias.

Si la investigación es la función más sustancial de la Universidad y la docencia su


fundamento cotidiano y permanente, las prácticas de extensión, comunicación e
información universitarias constituyen su realidad.

En la extensión se manifiesta la vida universitaria y adquieren desarrollo sus


innovaciones.

7.5. UN LIDERAZGO NECESARIO

Las transformaciones que actualmente se operan en el mundo contemporáneo, y


muy especialmente en América Latina, imponen desafíos y exigen redefinir las
funciones y finalidades mismas de nuestra sociedad.

El reto está en la necesidad de dimensionar más adecuadamente el crecimiento y


el progreso reorientando las políticas y haciéndolo descansar fundamentalmente
en la actividad científica y el desarrollo de la técnica nacional hacia un estilo de
desarrollo propio y cada día más integral.

Una estrategia orientada a promover la actividad en ciencia y tecnología, requiere


de personal capacitado para la investigación que no sólo tenga a su cargo la
producción científico-tecnológica en sí misma, sino a su vez, la responsabilidad de
formar las generaciones de relevos que le den continuidad al proceso. Sin
investigadores formados científicamente no es posible asimilar e incorporar las
innovaciones que se producen fuera de nuestro país y mucho menos generar
ciencia y técnica.

La gran responsabilidad en este proceso es de la Universidad, la que por sus


mismas características y funcionalidad convierte la actividad científica en el
elemento clave de su dinámica al proyectarse en la comunidad, estudiar sus
problemas y plantearles soluciones racionales y reales.

En Colombia son muy pocas las universidades que han centrado sus esfuerzos en
el impulso y mejoramiento de aquellos programas y actividades encaminadas a
estimular la praxis investigativa, a definir y dirigir las líneas de investigación de
acuerdo con los planes de desarrollo y las políticas de innovación y cambio.

La inveterada crisis de dirección administrativa, académica y financiera como


resultante de políticas oficiales ha cercenado esas posibilidades.

La Universidad del Atlántico no ha escapado a tan dura realidad. A pesar de los


avances y logros alcanzados en lo que va corrido de la presente década y de ser
la institución de Educación Superior de mayor tradición académica en toda la
Costa, estamos lejos de ser la Universidad donde la investigación fundamenta y
facilita el proceso de enseñanza-aprendizaje y que le permita orientarse, participar
y contribuir a las exigencias que reclama un plan nacional para el desarrollo en
ciencia y tecnología.

El progreso socio-económico y político de la región Caribe colombiana, requiere


de una Universidad líder que, como espacio cultural, sea capaz de contribuir al
diseño de estrategias de desarrollo articuladas a un programa de acción científico,
tecnológico y cultural. Para cumplir esta misión, nuestra institución debe definir e
implementar una clara política académica que responda a las grandes urgencias
de la nación, la región y el municipio.

La primera Universidad oficial del Caribe colombiano no puede continuar viviendo


de espaldas a la realidad. Su preocupación por la función docencia, no debe
conducir a formar profesionales con mentalidad de empleados, para quienes las
cuestiones propias de la ciencia y la tecnología despiertan ningún o muy poco
interés. La actividad docente no debe seguir alejada de la investigación, como si
se tratara de una actividad marginal que nada tiene que ver con aquella. Por el
contrario, debe dar prioridad a la actividad científica y al adelanto y desarrollo
tecnológico y cultural.

El discurso institucional debe referirse menos al diagnóstico y más a la elaboración


de políticas y estrategias en esa dirección, marginando la actividad política
contestataria, y ubicando la verdadera esencia de la política, es decir, el servicio y
los intereses científicos y culturales de la comunidad, en el centro de la práctica
académica.

Es esencial y necesario preservar la institución para la investigación científica y


como espacio de desarrollo cultural. Lo primero implica trabajar con urgencia en la
vía que conduzca a sentar las bases para la constitución de grupos de
investigación que la Universidad pueda mostrar orgulloso. Lo segundo exige
darles contenido y dimensión a las políticas de extensión y de educación
continuada, tanto remuneradas como solidarias, creando, mediante acuerdo, el
ente administrativo que gerencie, oriente y centralice iniciativas, programas,
acciones y estrategias. Una función tan importante no puede esparcirse, sin
control alguno, en las distintas unidades académicas.

En este proceso, los estudios avanzados son significativos. Pero se requiere algo
más: una clara política sobre investigaciones, la aprobación real, sin más
demoras, de los recursos económico-financieros para impulsarla y una dirección
con suficiente autoridad académica en este campo y capacidad para implementar
la reestructuración del viejo sistema de investigaciones y su relación con el
Departamento de Post-grado, programar seminarios permanentes, talleres sobre
prácticas y actividades investigativas y, sobre todo, canalizar las iniciativas y
actividades individuales hacia la creación de los grupos de investigación científica
en el seno de las Facultades.

Además, el liderazgo de la Universidad del Atlántico en la región, reclama su


transformación en sitio de privilegio para la reflexión, la generación de propuestas
sobre los grandes temas de la problemática nacional, regional y local, y, como lo
anoté anteriormente, la conformación de equipos interdisciplinarios para los
estudios de factibilidad y el diseño de los grandes proyectos que se requieran para
impulsar el desarrollo económico, político y sociocultural de la Costa Caribe
colombiana, el Departamento del Atlántico y su capital.

Por ello, es exigencia, de primer orden, asimilar y asumir con responsabilidad las
políticas contenidas en el Plan de Desarrollo Regional elaborado por el Consejo
Regional de Planificación de la Costa Atlántica -CORPES -.

El objetivo central del Plan es convertir a la Costa en una región exportadora, en el


contexto de un nuevo modelo de desarrollo, y el de favorecer con criterios
redistributivos, a la población con menor acceso al consumo social de bienes y
servicios y con menores posibilidades y oportunidades de progreso social,
educativo y político.

De otro lado, el Plan de Desarrollo Regional persigue el establecimiento de


condiciones de convivencia social y tolerancia política, mediante el desarrollo de
un proyecto cultural que implique respeto a la diversidad de opiniones y, además,
opciones a través de unas políticas de desarrollo educativo y académico, cuyos
lineamientos más significativos son:

 Incorporar el desarrollo social y educativo como componente fundamental de


los programas de crecimiento económico.

 Adecuar el sistema educativo, como vehículo transmisor, preservador y


dinamizador de los valores culturales regionales, para que sirva a los intereses de
la Costa Atlántica y del país. A este respecto, los medios de comunicación asumen
una responsabilidad social complementaria.

 Dinamizar el sector educativo, en todos sus niveles, desde el pre-escolar hasta


la formación superior, fomentando un sentido de excelencia y calidad, acorde con
los demás propósitos del Plan de Desarrollo Regional y con las demandas de la
vida moderna y del desarrollo.

 Estimular la investigación científica como parte de A / cultura regional y meta


de los esfuerzos educativos.

 Establecer y proyectar las bases y mecanismos fundamentales para aumentar


la capacidad científica y tecnológica de los recursos humanos y de las
instituciones de la región, mejorando en todos los niveles educativos la
preparación y actitud hacia lo científico-tecnológico.

 Impulsar la formación de líderes para el desarrollo social con identidad cultural


clara y mentalidad empresarial.

Si logramos desarrollar ese proyecto pedagógico, científico y cultural durante la


presente década, caracterizada por una significativa dinámica de cambios, la
Universidad podrá alcanzar el protagonismo y, liderazgo intelectual que le
corresponde.

Encontramos el camino extraviado. Pero ello no basta. Más importante, aún, es no


desviarse y avanzar a paso firme y decidido.

La Costa y Barranquilla necesitan de una gran Universidad pública capaz de


liderar los procesos que vinculan los adelantos del conocimiento científico y
tecnológico con la producción en la región; una Universidad protagonista de la
reflexión para lanzar opiniones científicas sobre los grandes tópicos de la
educación, el desarrollo y la política; en fin, de muí Universidad, orgullo de la
Costa, como dinámico proyecto de cultura y ciencia.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BERKELEY, BERLÍN Y OTROS. Las luchas estudiantiles en el mundo. Buenos


Aires: Galerna, 1969.

BURTON, Clark. El sistema de Educación Superior. México: UNAM, 1992.

COLOMBIA. MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. LEY SO DE DICIEMBRE


28/92. Barranquilla: Publicaciones Universidad del Atlántico, 1993.

CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE COLOMBIA 1991. Santa Fe de Bogotá: ESAP,


1991.

ESCOTET, M. Visión de la Universidad del Siglo XXI: dialéctica de la misión


universitaria en - una era de cambios. Caracas: Unesco-Cresalc. 1991.
Vol. 5.

FEDERACIÓN DE ESTUDIANTES. Universidad de Córdoba. Manifiesto de


Córdoba. Argentina. 1918.

FLOREZ, Rafael. Pedagogía y verdad. Medellín: Seduca, 1989.

FRONDISI, Risieri. ¿Qué son los valores? México: Fondo de Cultura Económica,
1981.

-------. Valor, estructura y situación. Diánoia, Universidad Nacional de México,


1972.

GUTIÉRREZ G1RARD0T, Rafael. Universidad y sociedad. En: Argumentos.


Bogotá, 1986.

ICFES. La formación y capacitación del docente en Colombia. Memorias. Santa Fe


de Bogotá, D.C., 1989.

------. La orientación pedagógica en los programas de formación avanzada.


Santa Fe de Bogotá, D.C., 1989.

MAYOR, Federico. La nueva universidad iberoamericana. Congreso Internacional


de Universidades. Madrid, 1992.

MENDOZA, Alberto. Universidad: Pedagogía y política. Bogotá: Tercer Mundo,


1988.

MEN. Aporte a la construcción de un nuevo orden social. Santa Fe de Bogotá:


Acción educativo cultural. 1988.
MISIÓN DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA. Estructura científica, desarrollo
tecnológico y entorno social. Bogotá: MEN. DND. 1990

MOSQUERA MESA, Ricardo. La Universidad ante los reíos ~ del futuro. Santa
Fe de Bogotá: UNAL, 1989.

MOLINA, Gerardo y Darío ACEVEDO. Testimonio de un demócrata. Medellín:


Universidad de Antioquia, 1991.

ORTEGA Y GASSET, José. Misión de la Universidad. Madrid: Revista de


Occidente, 1930.

PALACIOS, M. Estrategias para la Educación Superior año 2000. Contribuciones a


un debate público. Bogotá: ICFES. Memorias, Tomo III. 1990.

PARADA, Jairo. La economía de la Costa Atlántica y la Educación Superior. En:


Revista Institucional CUC. Barranquilla. En-Dic, 1991.

PÉREZ GUTIÉRREZ, Luís. Nuevos estilos de Universal de Pensadores políticos


colombianos. Cámara de Representantes. Santa Fé de Bogotá, D.C, 1993.

-------. Universidad: Transformación o decadencia. Medellín: Universidad de


Antioquia, 1989.

PETERS, R. S. Filosofía de la Educación. México: Fondo de Cultura Económica,


1977.

RAYMOND, Ruyer. La filosofía del valor. México: Fondo de Cultura Económica,


1974.

ROA SUAREZ, Hernando. La investigación científica en Colombia, hoy. Santa Fe


de Bogotá: Guadalupe, 1979.

S-ar putea să vă placă și