Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
El niño/a recibe una serie de daños (desamor, agresiones, desprecios, carencias, miedos, pérdidas,
etc.) entre los 0 y los 13 años.
el niño/a reprime (es decir, se "traga") instintiva e inadvertidamente sus emociones al respecto
(dolor, miedo, ira, odio, desamparo...) para no perder el supuesto amor de su familia, cuyos errores
minimiza o ni siquiera percibe (la idealiza).
el niño/a, a medida que crece, va olvidando la mayor parte de su dañino pasado (tal como se
olvidan los sueños), del que sólo quedan, como islotes, algunos recuerdos. Pero estos recuerdos
son sólo imágenes frías desprovistas de sus afectos asociados, que permanecen reprimidos.
a partir de la adolescencia, o tras algún suceso desencadenante en la edad adulta (relaciones de
pareja, relaciones sociales, estrés, frustraciones, pérdidas de cualquier tipo, etc.), el
sujeto comienza a mostrar extraños síntomas neuróticos (inseguridades, ansiedades, fobias,
obsesiones, agresividad, depresión, adicciones, etc.).
como el pasado ya está lejos y olvidado, nadie entiende nada. Los padres son ahora unos ancianos
"inocentes e inofensivos" que activan el sentimiento de culpa y el perdón forzado (es decir,
superficial y prematuro) por parte del hijo/a maltratado/a. Comienza así el calvario de la
psiquiatría y las malas terapias basadas en "culpar al enfermo", que encubrirán aún más, ahora con
argumentos pretendidamente "científicos" (3), las causas evidentemente biográficas del drama
íntimo del neurótico
1. Cierra los ojos. Sé ciega, mamá. Niega a toda costa lo mucho que sufriste en tu infancia.
Tu padre fue una buena persona o quizá un canalla, pero convéncete de que tu madre fue
una santa. Y, si no lo fue, simula que no te afectó, o que ya lo superaste (y perdonaste) todo,
o pregúntate qué tendrán que ver estas bobadas, "tonterías de psicólogos", con ese bebé que
tanto ansías. ¿No es cierto que vas a sacrificarte al máximo por él? ¿No hay un instinto
maternal (se dice) que va a iluminarte todo el tiempo? Convéncete de tu omnipotencia. Si
sufres cualquier problema grave (alcoholismo, depresión, trastorno de personalidad...), ni se
te ocurra pedir ayuda psicológica antes de tu maternidad. El mundo entero está de tu parte.
Todas las madres aman a sus hijos (eso dicen) y tú, no siendo menos que ellas, no tienes
nada que sanar, ni nada que aprender.
3. Congélate. Ya tienes tu bebé. Pero ese muñequito del que tanto esperabas, cuanto más
crece, resulta que más te pide, más te agobia, más te irrita, pues necesita de ti sin descanso
todo aquello que tú nunca recibiste de nadie (respeto, aliento, paciencia, ternura, libertad...).
Así que enfádate y aléjate de él. Trátalo con indiferencia. Déjalo que llore o rabie (ya se
cansará). No le dediques ningún tiempo libre (mejor disfrútalo con la vecina). Nunca le
escuches ni lo ampares. Ni se te ocurra acariciarlo o abrazarlo. Más bien grítale. Castígalo.
Frústralo sin piedad. Decepciónalo sin miramientos. Olvida a menudo su nombre. Lánzalo
a las fauces de su padre y/o jamás lo defiendas de los posibles abusos sexuales o violentos
de éste (o súmate a ellos)... También puedes dimitir como madre entregándote a
prolongadas depresiones, o a innumerables achaques hipocondríacos que te hagan ser el
centro de atención... Pero todo esto no una sola vez, ni dos, ni tres, sino siempre.
Continuamente. Durante años.
Castración/domino directos
5. Mutila en modo B (el de toda la vida). También puedes ser dominante, controladora,
asfixiante. Que las cosas se hagan sin cesar a tu manera. Gana siempre. Sé autoritaria e
inflexible. Ponle normas estrictas y prohíbele casi todo. Jamás pidas ni respetes su opinión.
No le dejes disfrutar de sus juegos, amigos, libertades. Reprime sus emociones. Castígalo
injusta o desproporcionadamente. Pégale a menudo. Aterrorízalo con gritos furiosos (mejor
esgrimiendo algún cuchillo o tijeras). Insúltalo (ya sabes: imbécil, hijo de puta, saco de
mierda...). Repítele lo inútil que es. Ponte tú misma como ideal de todo. Ensalza a sus
hermanos. Avergüénzalo en público y en privado. Nunca te conformes con sus notas
escolares. Cuestiona todo lo que hace. Minimiza sus logros. Búrlate de sus
fracasos. Intimídalo con amenazas y chantajes... Puedes hacerlo personalmente o permitir
que lo haga tu socio, el "padre de tu hijo", ese experto en toqueteos, voyeurismos,
bofetones, golpes, patadas, estrangulamientos y palizas... Pero recuerda: no basta con
hacerlo una, dos, tres veces. Hacedlo siempre. ¡Con entusiasmo!
6. Invade. Nada de respeto a su intimidad. Ningún miramiento con sus tiempos y espacios
privados. Que no haya pestillo en su habitación. Entra siempre sin llamar (la casa es tuya).
Remueve secretamente en sus cajones. Entrométete en sus conversaciones. Opina en todos
sus asuntos. Toma decisiones por él sin su permiso e incluso sin su conocimiento.
Persíguelo por teléfono, facebook, whatsapp.... Abrúmalo a todas horas con tus necesidades
y problemas. Exhíbele sin pudor tus desdichas con tu socio, vuestras violencias, llantos,
actividades sexuales, borracheras, drogas, amantes... Conviértelo por la fuerza en tu
pañuelo, tu falso amigo, tu bastón, tu novio incestuoso, tu cómplice de enredos, tu
intermediario... Que sea tu objeto, tu opio, tu retrete, tu esclavo... Él se dejará hacer porque
depende a vida y muerte de ti, porque se lo comerá la culpa si no lo hace, porque le aterra
perder tu amor ilusorio... Y además ya aprendió que la única persona importante del mundo
eres tú. ¿Quién osaría dudarlo?
8. Niégalo todo. Siempre que tu hijo se atreva a enfrentarse a ti, te cuestione, se enfade
contigo, etc., niégalo todo. ¡Siempre! Pase lo que pase, jamás comprendas nada, jamás te
disculpes por nada, jamás des tu brazo a torcer. Muy al contrario, muéstrate muy dolida u
ofendida, dale una bofetada, llora con desconsuelo, profiere vituperios y amenazas,
denúncialo a tu socio, llama al psiquiatra o la policía.... ¡Es tu ego o tu hijo! Si lo haces
bien, él volverá a dudar de sí mismo, renegará de sus percepciones y sentimientos, creerá
que tú tienes -como siempre- toda la razón y que él es, una vez más, culpable y
desagradecido... Un miserable mal hijo. Esto aumentará su desesperación y acelerará la
gravedad e inminencia de sus trastornos psíquicos.
10. Lávate las manos. Tu trabajo ya está hecho. Has conseguido devastar a tu hijo,
etiquetarlo, empujarlo a terapias interminables e incluso medicarlo o ingresarlo con
frecuencia en centros de salud o "rehabilitación". Has logrado obstaculizar su desarrollo,
prolongar su infantilismo, impedir su seguridad en sí mismo, su confianza en el mundo, su
capacidad de amar, su alegría, su estabilidad emocional, sus aspiraciones en la vida, su
potencial de éxito, su destino... Su alma está ahora llena de diablos devoradores: miedos,
culpas, iras, ansiedades, tristezas, violencia, autodesprecio, confusión, parálisis, delirios...
Incluso repetirá con sus hijos lo mismo que aprendió de ti. ¡Enhorabuena! Ahora ya sólo te
queda "preocuparte mucho" por su supuesto "trastorno" (¡ay, esos genes traviesos, esas
neuronas malvadas, esos feos aprendizajes!). Pide ayudas al gobierno. Comparte tu caso en
las redes sociales. Funda o súmate a asociaciones de "padres afectados"... Y, sobre todo,
nunca te canses de repetirle lo rarito que fue siempre, los disgustos que te sigue dando y lo
mucho que lo quieres. ¡Esto es importante! Así te asegurarás de que nunca, jamás, tu hijo
pueda recuperarse. Al menos, a tu lado.
***