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Abel Clemente Vázquez dedicó su vida al ministerio pastoral y al desarrollo de la teología reformada en México. Se graduó del Seminario Teológico Presbiteriano de la Ciudad de México en 1951 y obtuvo posgrados en Escocia y Estados Unidos. Sirvió como pastor en varias iglesias y ocupó cargos de liderazgo en la Iglesia Presbiteriana de México, incluyendo un periodo como moderador. También fundó dos presbiterios y promovió la educación teológica a trav
Abel Clemente Vázquez dedicó su vida al ministerio pastoral y al desarrollo de la teología reformada en México. Se graduó del Seminario Teológico Presbiteriano de la Ciudad de México en 1951 y obtuvo posgrados en Escocia y Estados Unidos. Sirvió como pastor en varias iglesias y ocupó cargos de liderazgo en la Iglesia Presbiteriana de México, incluyendo un periodo como moderador. También fundó dos presbiterios y promovió la educación teológica a trav
Abel Clemente Vázquez dedicó su vida al ministerio pastoral y al desarrollo de la teología reformada en México. Se graduó del Seminario Teológico Presbiteriano de la Ciudad de México en 1951 y obtuvo posgrados en Escocia y Estados Unidos. Sirvió como pastor en varias iglesias y ocupó cargos de liderazgo en la Iglesia Presbiteriana de México, incluyendo un periodo como moderador. También fundó dos presbiterios y promovió la educación teológica a trav
Leopoldo Cervantes-Ortiz Iglesia Presbiteriana Jesús de Nazareth 18 de mayo de 2008
Nacido en el estado de Veracruz, creció en Matamoros, Tamaulipas,
adonde fue un militante entusiasta del Esfuerzo Cristiano en sus años gloriosos, acerca del cual ofreció un emotivo testimonio en el número conmemorativo de El Faro del centenario de esa organización juvenil, en febrero de 1981. Allí habla de esa época con un sano y sólido mezclando por su formación eclesiástica. Hizo estudios normalistas para luego ingresar al Seminario Teológico Presbiteriano de la Ciudad de México (STPM) adonde fue discípulo de la pléyade de profesores que consolidaron esta institución. Se graduó en 1951. Su interés por la teología lo llevó a cursar estudios de posgrado en Escocia, donde escribió una tesis sobre la eclesiología de John A. Mackay, de quien se volvió un ferviente seguidor para consolidar su identidad reformada, y en Princeton, Estados Unidos. De Mackay tradujo en 1970 el libro El sentido presbiteriano de la vida, una obra clásica que resume el desarrollo de la tradición calvinista, aunque sobre todo para el ambiente anglosajón. En los años marcados por una fuerte polarización eclesiástica ejerció el pastorado en multitud de iglesias dentro y fuera del Distrito Federal, sobresaliendo su ministerio en las iglesias Príncipe de Paz, en los años cincuenta, y El Divino Salvador, en los años ochenta. Su estilo homilético expositivo e inferencial ha dejado escuela, particularmente a la hora en que acometía la predicación sobre el mensaje de libros completos de la Biblia. Además, ha desarrollado una amplísima tarea institucional en la estructura de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM), de la cual fue moderador entre 1984 y 1986 y, más tarde, secretario. Asimismo, en el departamento de Educación Teológica y en la Comisión de Puntos Constitucionales, por citar sólo dos espacios organizativos, además de haber ocupado todos los cargos en los escalafones presbiteriales y sinódicos. Su labor como canonista, valga la expresión, se ha manifestado, sobre todo, en la revisión de la Constitución, cuya última versión se ha publicado recientemente. Junto con otros pastores y líderes, fundó en 1969 el Presbiterio Azteca, vanguardia teológica y eclesial en un ambiente marcado por las disputas entre corrientes teológicas, y 20 años más tarde el Presbiterio Juan Calvino, constituyéndose ambas iniciativas en proyectos renovadores, pues en el caso del primer cuerpo eclesiástico, se realizaban, por ejemplo, encuentros teológicos denominados “liceos”, que intentaban acercar la teología a las iglesias y congregaciones y así contribuir a superar el lamentable existente entre las instituciones de formación y las comunidades. En este punto es obligado señalar la forma tan singular en que ha promovido a estudiantes y pastores jóvenes para ubicarlos en iglesias y congregaciones, así como su apoyo irrestricto para la superación teológica. Un excelente resumen de su experiencia pastoral y de su perspectiva sobre el arte de delegar responsabilidades fue publicado en la revista Continente Nuevo, en 1982. Entre 1991 y 1992 dirigió la revista Encuentro del Presbiterio Juan Calvino, un esfuerzo notable de difusión y comunicación. Sobra decir que la orientación teológica de estos dos cuerpos en gran medida ha dependido de su visión profética y de la forma en que concibe la labor ministerial, pastoral y teológica. De no ser así, estos organismos habrían sucumbido a los embates y acusaciones gratuitas acerca de su supuesto liberalismo y laxitud doctrinal. Tampoco debe olvidarse que ser vanguardia implica el pago de un alto precio en términos institucionales y de política interna. En ese sentido, ha sido irrestricto su apoyo a los ministerios femeninos y a la praxis de una teología reformada siempre dispuesta a dialogar y transformarse para ser más eficaz. Ha participado en diversos congresos, coloquios y consultas internacionales, entre los que es preciso citar el ya legendario Congreso Presbiteriano Latinoamericano de 1963 sobre La naturaleza y misión de la Iglesia, de 1963, en Bogotá, Colombia, organizado por la Comisión de Cooperación Presbiteriana de América Latina (CCPAL), antecedente inmediato de la Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina (AIPRAL), de la cual fue presidente a fines de los años 90, logrando que en la reunión ordinaria de 1997, en Debrecen, Hungría, fuera recibida como el capítulo latinoamericano de la Alianza Reformada Mundial (ARM). El congreso de 1963 fue un evento pionero, un verdadero parteaguas, en el surgimiento de la teología protestante latinoamericano, llevado a cabo justamente en los años del Concilio Vaticano II y de los albores de las teologías contextuales. Su colaboración con la ARM fue intensa, pues participó en varias reuniones y consultas patrocinadas por este organismo. Un ejemplo de ello fue la reunión de AIPRAL con el tema Teología y culturas, llevada a cabo en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en 1995. Su pasión por la Biblia, demostrada mediante su enorme capacidad oratoria y creatividad homilética, como ya se ha mencionado, lo llevó a colaborar en la Sociedad Bíblica de México, que dirigió por varios años y le permitió realizar diversas iniciativas de traducción y difusión de las Sagradas Escrituras, dentro y fuera de México. Es particularmente memorable el proyecto que desarrolló durante la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano, en Puebla, en enero de 1979. Nunca dejó de apoyar cuanta solicitud se le presentaba para aportar materiales bíblicos gratuitos para la evangelización. Por supuesto, no faltó la oposición que enfrentó, por ejemplo, cuando una iglesia quiso enjuiciarlo oficialmente en el Presbiterio Azteca porque las Sociedades Bíblicas Unidas publicaron la Biblia con los libros deuterocanónicos, olvidando (si es que lo sabían sus acusadores) ¡que la primera edición de la Biblia de Casiodoro de Reina, en 1569, los incluye! Pueden mencionarse varias de sus iniciativas teológicas, como fue el caso, en el ámbito institucional, una infinidad de congresos teológicos y de estudio (muchos de los cuales se echan de menos en la actualidad), la Academia Mexicana de Teología Reformada (su sueño dorado), más recientemente el Centro de Estudios Teológicos y de Ciencias de la religión “Karl Barth”, en el seno del STPM, y en el campo ecuménico, la Facultad Latinoamericana de Teología Reformada, en la cual participó al lado de otros insignes presbiterianos como los doctores Alfonso Lloreda y Benjamín Briseño, en los años 60. Además, fue el impulsor de la revista Pensamiento Reformado Hoy, en sus dos etapas. Entre 1994 y 1998 fue rector del STPM, siendo su periodo uno de los más fructíferos de la historia, debido a que, por mencionar un par de casos, se instituyeron varias cátedras con los nombres de insignes dirigentes presbiterianos, a las cuales se invitaron a teólogos y teólogas de renombre mundial. Más tarde se hizo cargo de la división de estudios de posgrado y del Centro de Estudios ya mencionado. En resumen, sus tareas pastorales, teológicas e institucionales han dejado y siguen dejando una profunda huella en la vida del presbiterianismo mexicano, en medio de momentos difíciles, porque vaya que los ha habido, prácticamente en cada década de su ministerio, y han creado toda una línea de acción que debe ser recuperada y seguida por las nuevas generaciones de creyentes, estudiantes, pastores y teólogos, hombres y mujeres, que deseen, verdaderamente, aplicar en su vida cotidiana los principios y valores de una teología genuinamente reformada. Si se me permite una nota personal, puedo decir que, sin haber estado nunca en alguna de sus clases formales, aprendí más de la fe, la Biblia y la teología reformada en sus inolvidables sermones, particularmente aquel que dedicó a exponer íntegramente el contenido del libro de Josué, ¡en escasos 45 minutos! A él le debemos, varias generaciones, la pasión por reencontrar, valorar, practicar y divulgar las virtudes de la teología reformada, aquella que se gestó de diversas formas y con matices propios en Francia, Suiza, Alemania, Holanda, Escocia y Estados Unidos, hasta llegar a ser parte integral de nuestra fe calvinista, ahora ya autóctona, propia, latinoamericana y mexicana. Sigamos pues en el camino hacia ser un auténtico pueblo con mentalidad teológica. Enhorabuena, doctor Clemente, ¡y muchos más días de éstos!