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¿Conviene impartir la inteligencia emocional como asignatura?

La definición de inteligencia emocional nace a partir de la necesidad de dar respuesta a la


interrogante: ¿por qué hay personas que se adaptan de mejor manera que otras a diferentes
circunstancias de la vida cotidiana? Según sus autores, la inteligencia emocional está formada
por metahabilidades que pueden ser clasificadas en cinco competencias: Conocimiento de las
propias emociones, Capacidad para controlar emociones, Capacidad de motivarse a sí mismo,
Reconocimiento de emociones ajenas y Control de las relaciones. Dentro de esta perspectiva
Goleman destaca la conciencia emocional, el autocontrol, la motivación, la empatía y la
habilidad social como cinco elementos determinantes del desarrollo de la inteligencia
emocional. Por otro lado, para Peter Salovey y John Mayer, la inteligencia emocional se
relaciona con la habilidad para percibir, con precisión, valorar y expresar emociones; para
acceder y/o generar sentimientos; para entender la emoción y el conocimiento emocional y
para regular emociones que, a su vez, promueven el crecimiento emocional e intelectual de
quien las experimenta.

La educación emocional mantiene como objetivo primordial el desarrollo de competencias


emocionales, definiendo a éstas como el conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades
y actitudes necesarias para la formación de la conciencia, así como para comprender, expresar
y regular, de forma apropiada, los fenómenos emocionales. La educación emocional se maneja
como un ciclo continuo y permanente que desea desarrollar el conocimiento sobre las propias
emociones y las de los demás con objeto de capacitar al individuo para que adquiera
comportamientos que tengan presente los principios de prevención y desarrollo humano. En
otros términos, la educación emocional podría considerarse como el proceso educativo
continuado, tendente al logro de una personalidad rica y equilibrada, que posibilite la
participación activa y efectiva en la sociedad. Educar las emociones desde la infancia se torna
cada vez más importante y necesario ante una de las situaciones más serias y complicadas a las
que se puede enfrentar un niño o adolescente en su centro educativo. Enseñarles a manejar
sus pensamientos, a tranquilizar su mente, a cuidar sus emociones, a aumentar su autoestima,
a ser más empáticos y a ser emocionalmente más inteligentes podría evitar muchas
situaciones de acoso. "Nos hemos preocupado fundamentalmente del desarrollo cognitivo y
conductual de los niños, olvidando el aspecto emocional, que tanta importancia tiene para su
vida y para las relaciones con los demás. Además, educar la inteligencia emocional mejora el
rendimiento escolar y da lugar a hombres y mujeres más felices, eficientes, capaces de
afrontar con más optimismo y fortaleza los contratiempos", señala la doctora y terapeuta
Marisa Navarro. Como todo aprendizaje, supone atención y coherencia, y para ello la escuela
tiene que estar en consonancia con lo que se transmite a los niños en el hogar. "Si queremos
niños emocionalmente sanos, empezaremos por el hogar, y buscaremos colegios que
potencien esos valores, actividades extraescolares que desarrollen sus habilidades y amigos
que les hagan crecer como personas", añade.

A mi parecer y desde la perspectiva que manejo en mi institución la educación debe preparar


para la vida, o dicho de otra forma, toda educación tiene como finalidad el desarrollo
humano6. La inclusión de competencias emocionales en la educación superior universitaria,
permitiría cumplir esta finalidad. No obstante, se desarrollan las competencias genéricas como
objetivos transversales. Sin embargo, éstas requieren que los estudiantes, antes, desarrollen
competencias emocionales como la conciencia emocional; comprensión emocional que
fomenta la empatía para trabajar, por ejemplo, el área de trabajo en equipo y liderazgo. Por
otra parte, según diversos estudios que avalan esta problemática en las instituciones de
educación superior universitaria, existe la necesidad de incorporar las competencias
emocionales en la formación de los estudiantes de pregrado, debido a que la falta de éstas
evidencia futuros profesionales con un alto nivel intelectual, pero carentes de habilidades
sociales y emocionales que les permitan un desarrollo profesional de manera integral. A partir
de este planteamiento, se pueden identificar las siguientes causas y efectos que presenta la
educación universitaria, que hace necesaria la educación emocional como intervención en el
curriculum.

El desarrollo de la comprensión emocional o la inteligencia interpersonal es lo que permite


trabajar eficazmente con otras personas. Así, la conciencia emocional me permite conocerme,
comprenderme y actuar conscientemente. La comprensión emocional me permite conocer,
comprender, vincularme y actuar positivamente con otros. Su implementación y desarrollo a
través de un programa curricular, pueden conseguir herramientas importantes en los futuros
profesionales, especialmente en profesionales de carreras que deben valerse con el dolor del
ser humano. Finalmente, hablar de inteligencia emocional como asignatura en la formación
académica supone un cambio favorable, tanto en los docentes como en el estudiantado,
respecto de su función y utilidad tanto en el ámbito profesional como personal, sobre todo
cuando son estas competencias las que añaden valor a los profesionales y a las organizaciones
que se integrarán a futuro.

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