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Introducción al pensamiento de
MARTIN BUBER
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Carlos Díaz
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CARLOS DIAZ
INTRODUCCION AL PENSAMIENTO DE
MARTIN BUBER.
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EMMANUEL
MOJN1ED
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Edición para uso interno del I.E.M.
Primera edición: Marzo de 1990
Segunda edición: Mayo de 1990
Tercera edición: Marzo de 1991
INSTITUTO EMMANÜEL MOUNIER
C/ Me lilla 10; B5 D
28005 MADRID
ÍNDICE
SELECCION DE TEXTOS........................................................... 13
• Pero Buber es desde luego judío, y esta perspectiva místico-política de raíz liber
taria se centra en una militancia sionista activa. En Gemeinschaft ("Comunidad") y en
Zion und die Jungend ("Sion y la juventud") aparecen los tres componentes básicos
de esta actitud: El componente nacional (salvación del pueblo), el componente social
(donde persona y comunidad se armonizan), y el componente religioso. He aquí las
palabras de Buber:
"La esencia del judaismo no radica en lo religioso ni en lo ético, sino en la uni
dad de ambos elementos... El principio nacional constituye lo material, el prin
cipio social es la tarea formal, ambos se unen en la idea de que hay que confi
gurar el pueblo como verdadera comunidad de hombres, como una comuni
dad sagrada. El nacionalismo como institución vital aislada y ei socialismo co
mo institución vital aislada le son igualmente extrañas al judío puro ". (Cfr: Bu
ber, M: Sionismo y universalidad. Ediciones Porteñas. Buenos Aires, 1978).
Buber, judío y socialista, defendía ye en 1928 la construcción socialista de Palesti
na. El socialismo político-religioso de raíz anarquista (tan distinto, en todo caso, al de
las socialdemocraclas europeas hoy vigentes, ajenas a cualquier pulso religioso y a
toda exigencia social profunda, burocratizadas en el Estado) se expresa para Buber
en el "sionismo espiritual", es decir, "en la idea viva dei mandato de Dios de una reali
zación del espíritu por medio de Israel". Al menos para Buber el socialismo religioso
de los sionistas cultos estaba animado por una profunda espiritualidad, por un anhe
lo de lo absoluto y de lo eterno. Semejante socialismo no podía arbitrarse mediante
medidas puramente tecnocráticas como hoy es la tónica, sino desde el interior de la
cosmovisión humanista, de ahí esta redonda aserción buberiana:
"Religión sin socialismo es espíritu desencarnado y en consecuencia tampoco
es verdadero espíritu; socialismo sin religión es carne desespiritualizada, por
ende tampoco verdadera carne".
Quien haya leído a Mounier encontrará aquí un mismo fondo común inspiracional,
aunque el último desde presupuestos cristianos. Como a Mounier, también el curso
de los días fue abriendo los ojos a Buber. Ante el devenir de los socialismos fácticos.
no tendrá más remedio que distinguir dolorosamente entre el "socialismo dominante"
(herr-schende Sozialismus) y el "socialismo religioso" (religióse Sozialismus). En
tre ambos se abrirá poco a poco -iy de qué forma en nuestros días!- una sima, des
viándose de ia originaria inspiración que consistía en poner el contenido del instante
(ei socialismo) en ei sentido de la eternidad (la fe). (Véase al efecto el serio estudio de
Abraham Schapira: "Werdende Gemeinschaft und die Vollendung der Welt. Martin Bu-
bers sozialer Utopismus. In "Pfade in Utopie". Verlag Lambert Schneider, Heidelberg,
1985).
Ni qué decir tiene que un socialista de raíz libertaria como Buber será además ene
migo frontal del centralismo estatalizador, del abuso de poder, dei jerarquismo en cual
quiera de sus manifestaciones. Por eso escribe:
"Todas las formas de poder tienen esto en común: Cada una de ellas posee
más poder de lo que demandan las condiciones dadas ’.
Para este personalista socialista y libertario, el Estado no es el mal, ni el poder es
de suyo la encarnación de lo maligno; lo impresentable son el estatismo y el poderío,
los abusos mismos. Pero el Estado no le sobra a Buber, a diferencia dei pensamiento
anarquista puro encarnado por un Kropotkin, al que reprocha desconocer el papel co-
munitarizante que podría ejercer un Estado interesado en la promoción y en la cola
boración con la sociedad civil. Sea o no verdadera la postura de Buber, nadie negará
que constituye uno de los nervios de la actual discusión filosoficopolrtica en torno al
poder. El Estado seria desde tales premisas et instrumento al servicio de una "socie
dad de sociedades", y en el límite el primer interesado en el nacimiento de una fami
lia humana. También en esta dirección caminará el pensamiento de Jacques Maritaín
por la misma fecha en la vecina Francia.
En todo caso, la utopía de la paz mundial exige la conversión de la persona: no
habrá sociedad humana compuesta por inhumanos.La revolución comunitaria, como
también pensará Mounier, precisa a la vez la revolución personal:
"Sólo cuando el hombre ha encontrado en sí mismo la paz -dice Buber- puede
ira buscarla en el mundo".
• No antes ni después, a la vez evidentemente. Y a tal efecto será absolutamente
Importante la tarea educativa, la pedagogía de los maestros lúcidos y vocacionados.
Martin Buber colaboró por ello en la Freie Jüdische Lehrhaus ("Escuela Libre Judía")
abierta en Frankfurten 1920, y refundada en 1933 por el propio Buber. Asimismo fundó
nuestro autor en 1949 la Hochschule für Lehrer des Volkes ("Universidad para los
maestros populares") dentro de la Universidad Hebrea de Jerusalén con objeto de ayu
dar a los nuevos inmigrantes judíos.
• Todo confluye así (y todo nacía a sí) en el 'Tú absoluto". Buber no funda, empe
ro, la relación con Dios en las direcciones emanadas de una "religión11 establecida
orgánicamente, ni en el culto o en la ley, sino en la "religiosidad". Por eso afirma en va
rios libros:
"El encuentro del hombre con Dios no radica en que él se encuentre con Dios,
sino en que experimente el sentido del mundo".
V este sentido ético-religioso que busca llegar a Dios desde la integralidad de la vi
da y del pensamiento lo halla a su vez en medio de los otros, en los prójimos y con
ellos, lo cual diferencia a Buber de ilustrados tales como Kant, que para su propia tris
teza exis-tencial buscaron y aún buscan una religión dentro de los límites de la mera
razón, empeño ilusorio y prometeicamente dramático.
• Concluyamos ya ta biografía intelectual de esta figura del personalismo, una fi
gura que no se limitó a escribir sino que sufrió los periodos más tremendos de la his
toria: Dos guerras mundiales, el poderío enloquecido de Hitler, la guerra de inde
pendencia de Israel, y las numerosas guerras israelitas ulteriores. Una figura, pues,
que sudó la historia y que no ignoró las profundidades de la caverna. En todo caso,
desde el más negro fondo de ella, buscó siempre, como el esclavo de la República de
Platón, salir hacia la luz emanada del Bien. Un texto tremendo titulado "Os llamo", es
crito en 1947 después de la segunda Guerra Mundial, da una ¡dea somera de lo que
fue la existencia buberiana:
"Os llamo, días de la edad temprana. Os llamo, oh mis amigos, que ascendéis
y os consagráis en tomo a mí. Os tengo ante mis ojos, como si aún estuvíéseis
vivos. Hundido hasta el cuello en la caverna del hoy, quiero veros y contempla
ros en torno a mi caverna, vuestra clara frente y el reir franco de vuestros labios.
¿Qué es io que cercenó y cercena de vosotros, días de mi infancia, ei mundo
de hoy? Esto: Que nos hemos atrevido a ser nosotros mismos y a hacer nues
tra propia obra en medio de un mundo cuyas leyes vitales son distintas a las de
nuestra vivencia y de nuestra creatividad...
Tenemos que verlo que ha ocurrido: Hemos traicionado nuestro ideal, hemos
castigado con mentiras nuestro atrevimiento, nos hemos arrastrado nosotros
mismos hacia el lado del mal.
Y todo eso nos ha defraudado, como de costumbre.
Hundidos en ia caverna hasta el fondo, busco con la vista la reviviscencia, la
segunda vuelta a la vida. Pero, mientras no reconozcamos que somos nosotros
mismos los que nos hemos arrojado a la caverna, eso no ocurrirá".
• Quien lea a Buber tendrá que recordar ineludiblemente tantos y tantos textos de
Mounier, Maritain, Nédoncelle, Scheler, Lévinas, Lacroix, Rosenzweig, Ebner, Marcel,
etc. No hay diez páginas de Bubér en que no aparezca de una u otra forma la oreja
de este grupo de pensadores contemporáneos centrados en la eminente dignidad del
ser personal. Quien se interese en tal dirección tendrá que hacer parada y fonda e n '
ellos, habrá de tratar asiduamente con ellos uno a uno, si es que no quiere pasar -co
mo nuestros coetáneos- por encima de ellos como quien pasa por encima de cadáve
res.
Por la profundidad y extensión de los conocimientos de Martin Buber, autoridad
espiritual de Occidente, cuyos saberes van desde la teología y la filosofía hasta la prácti
ca política, pasando por la sociología y la educación, aterrizando finalmente en la co
tidianidad de los kibbuz, cualquier selección de textos tan breve como la presente se
sabría de antemano llamado al más estrepitoso ridículo si no se hubiese acometido
con la máxima humildad y con el propósito introductor y propedéutico más elemen
tal. Mas si tan básica introducción se logra, y sobre todo si anima a algunos amigos a
continuar con su trato, entonces lo ridículo se tornará sublime para nosotros, y el es
fuerzo no se habrá visto frustrado. Mas diremos: Aunque nadie se beneficiase de es
tas páginas, habría que haberlas escrito. En ello depositamos nuestro alivio y nuestra
satisfacción.
Por lo demás, es menester editar antes o después a Buber, ciertamente un autor
difícil de verter al castellano. Pero la escasez de traducciones (algunas sorprendente
mente caprichosas) de obra tan extensa e intensa evidencia tan sólo, una vez más y
en toda su crudeza, el país en que vivimos. Si estamos en Europa ¿por qué no parti
cipamos al menos de sus más hermosas tradiciones, poniéndonos aunque sólo sea
un poquito a su altura en las mejores ediciones y repertorios bibliográficos?.
Con todo lo cual, amigos, no estamos pidiendo en modo alguno pestiños o peñazos
intratables con que aprobar oposiciones para funcionario de alguna oscura adjuntía
universitaria, no estamos clamando por ese tipo de cultura para encuadernar o para
contestar en un concurso, y menos aún para adornar las Cajas de Ahorro. Estamos
pidiendo cultura popular hecha por gente seria ai servicio del pueblo como Martin Bu
ber, y por eso decimos con Tomás de Iriarte en la fábula "El Mono y el Titiritero":
"Perdonadme, sutiles y altas musas,
las que hacéis vanidad de ser confusas.
¿Os puedo yo decir con mejor modo
que sin claridad os falta todo?".
Mientras tanto, y desde semejante perspectiva precisamente, quisiera yo dedicar
con la mayor simpatía este folleto recopilador al equipo rector del semillero de Ciudad
Reai, ese pedazo de Mancha que tiene forma intencional de corazón. Así pues, a Lo
renzo, Adriano, Pedro, Miguel, y Rafael. Si leer a Buber significa aprender a decir Tú
en el Nosotros primordial, esta lección no podía ser sino la vuestra, amigos. Gracias.
1. OBRAS DE BUBER TRADUCIDAS AL CASTELLANO.
1 . YO-TU-ELLO.
“Las palabras primordiales no significan cosas, sino que indican relaciones...
La palabra primordial Yo-Tú sólo puede ser pronunciada por el Ser entero.
La palabra primordial Yo-Ello jamás puede ser pronunciada por el ser entero.
No hay Yo en sí, sino solamente el Yo de la palabra primordial Yo-Tú y el Yo de la
palabra primordial Yo-Ello...
Cuando se dice Tú, quien lo dice no tiene ninguna cosa como objeto suyo. Pues
donde hay una cosa, hay otra cosa.
Cada Ello limita con otros; Ello no existe sino porque está limitado por otros Ellos.
Pero cuando uno dice Tú, no tiene a la vista cosa alguna. Tú no tiene confines..." (YT,
9-10).
"El Yo emerge, como un elemento singular, de la descomposición de la experien
cia primaria, de las vítales palabras primarlas Yo-que-te-afecto-a-tí (ich-wirkend-Du) y
Tú-que-me-afectas-a-mí (Du-wlrkend-ich) después de haber sustantivado e hipostasia-
do al verbo" (YT 24-24).
3. YO-TU.
"El niño nos ofrece una enseñanza más completa. Aquí percibimos claramente que
la realidad espiritual de las dos palabras primordiales del lenguaje nace de una reali
dad natural. La realidad de la palabra primordial Yo-Tú nace de una vinculación natu
ral; la realidad de la palabra primordial Yo-Ello nace de una distinción natural" (YT 27).
“El hombre se convierte en Tú a través del Yo" (YT,30>.
"El Tú viene a mí por la gracia (von Gnaden), no se le encuentra buscándole. Pero
el dirigirle la palabra primordial es un acto de mi ser; es, en verdad, el acto de mi ser.
El Tú me encuentra (begegnet mir). Pero yo entro en relación inmediata con él. De
este modo la relación es ser elegido y elegir, pasión y acción a la par. La acción del
sertotai suprime las acciones parciales y, por lo tanto, las sensaciones de acción, to
das ellas fundadas en el sentimiento de un límite.
La palabra primordial Yo-Tú sólo puede ser dicha con la totalidad del ser. La con
centración y la fusión en todo el ser nunca pueden operarse por obra mía, pero esta
concentración tampoco puede hacerse sin mí. Yo llego a ser en el tú; y llegando así a
ser, te llamo Tú (Ich werde am Du; Ich werdend spreche ich Du).
Toda vida verdadera es encuentro (Begegnung).
La relación con el Tú es directa. Entre el Yo y el Tú no se interpone ningún sistema
de ideas, ningún esquema, ninguna imagen previa. La misma memoria se transforma
en cuanto que emerge de su fraccionamiento para sumergirse en la unidad de la tota
lidad. Entre el Yo y el Tú no se interponen fines, ni placer ni prejuicio; y el deseo mis
mo se transforma, pues pasa de sueño a presencia. Todo medio es obstáculo. Sólo
cuando todo medio está abolido acaece el encuentro" (YT 16).
"La causalidad no pesa en el hombre a quien le está asegurada la libertad...
Toda gran cultura que abarca a un conjunto de pueblos reposa sobre un origina
rio fenómeno de relación, sobre una respuesta al Tú dada en su fuente, sobre un ac
to esencial del espíritu. Este acto, reforzado por la energía de generaciones sucesivas
que siguen la misma dirección, crea en el espíritu una concepción particular sobre el
cosmos. Sólo merced a este acto es el cosmos un mundo aprehendido, un mundo ho
gar, morada cósmica del hombre" (YT, 52-54)
"¿Cómo adquirirá conciencia de la libertad el hombre que vive en lo arbitrario?
Así como libertad y destino son solidarios, así arbitrariedad y fatalidad están liga
das la una a la otra. Pero libertad y destino se hallan solemnemente prometidos entre
sí, y una vez unidos componen el sentido de la vida...
Hombre libre es el que quiere sin la arrogancia de lo arbitrario.Cree en la realidad,
es decir, en el lazo real que une la dualidad real del Yo y del Tú...
Lo que ocurrirá no se asemejará a lo que su resolución imagina. Pero lo que ha de
acontecer no acontecerá si no está resuelto a querer lo que es capaz de querer. Le es
menester sacrificar su pequeño querer sin libertad, regido por las cosas y por los ins
tintos, a su gran querer que se aleja de la acción determinada para ir a la acción des
tinada...
El hombre que vive en lo arbitrario no cree, no se apresta al encuentro. Ignora la
solidaridad de la vinculación; sólo conoce el mundo febril del afuera y su febril deseo
de usarlo... No tiene un gran querer, y sí voluntad arbitraria. Es del todo Inepto para
el sacrificio, aunque llegue a hablar de él; se le reconoce por ese su no hacer nunca
concretas las palabras sobre sacrificios...
Pero el hombre libre... cree, se ofrece al encuentro. A su vez, el hombre arbitrario,
incrédulo hasta la médula, sólo ve en todas partes incredulidad y arbitrariedad, elec
ción de fines e invención de medios" (YT, 58-59).
"Es libre el hombre que, dejando de lado todas las causas, toma su decisión des
de el fondo mismo de su ser, se despoja de todos sus bienes y de sus ropas para pre
sentarse desnudo ante el Rostro. A ese hombre el destino se le aparece como una répli
ca de su libertad. El destino no es su límite, sino el cumplimiento. Libertad y destino
enlazados dan un sentido a la vida. A la luz de este "sentido”, el destino, ante la mira
da otrora aún tan severa, se suaviza al punto de parecerse a la Gracia misma" (YT,53).
4. NOSOTROS ESENCIAL.
"Cierto que el niño aprende a decir Tú antes de pronunciar el Yo; pero a las alturas
de la existencia personal hay que poder decir verdaderamente “Yo" para poder expe
rimentar el misterio del "Tú’1 en toda su verdad. El hombre que se ha hecho “ uno mis
mo" está ahí, también si nos limitamos a lo Intramundano, para algo, para algo se ha
hecho "él mismo": para la realización perfecta del Tú.
Mas ¿existe, a estas alturas algo paralelo en la relación con la pluralidad de los hom
bres, o tendría razón Heidegger en este caso?.
Lo que corresponde al Tú esencial en este plano del "uno mismo" lo denomino, en
la relación con una pluralidad de hombres, el “Nosotros" esencial. (Prescindo en este
contexto del "Nosotros" primitivo con el cual guardaría el "Nosotros” esencial la mis
ma relación que guarda el “Tú" esencial con el “Tú” primitivo).
El hombre que es objeto de mi mera solicitud no es ningún "Tú” , sino un “Él" o una
“ Ella". La multitud sin rostro y sin nombre en que estoy sumergido no es ningún “ No
sotros” , sino un "Se" (das Man).
Pero así como existe un "Tú” existe un "Nosotros".
Se trata de una categoría esencial en'nuestro estudio, que es menester aclarar. No
puede ser percibida, sin más, partiendo de las categorías sociológicas corrientes. Cier
to que en cualquier ciase de grupo puede surgir un "Nosotros", pero no puede ser
comprendido sólo en razón de la vida de ninguno de esos grupos. Entiendo por "No
sotros" una unión de diversas personas independientes, que han alcanzado ya la al
tura de la “ mismidad” y la responsabilidad propia, unión que descansa, precisamen
te, sobre la base de esta "mismidad” y responsabilidad propia y se hace posible por
ellas. La índole peculiar del “Nosotros" se manifiesta porque en sus miembros existe
o surge de tiempo en tiempo una relación esencial; es decir, que el “Nosotros” rige la
inmediatez óntica que constituye ei supuesto decisivo de la relación Yo-Tú. El "Noso
tros" encierra el “Tú” potencial. Sólo hombres capaces de hablarse realmente de Tú
pueden decir verdaderamente de sí “Nosotros".
Como hemos dicho, ninguna clase especial de formación de grupos podría servir
sin más como ejemplo del "Nosotros" esencial, pero en varias de ellas se puede señalar
con exactitud la variedad que favorece el nacimiento del “ Nosotros” . Por ejemplo, en
los grupos revolucionarios es más fácil que surja el “ Nosotros” cuando se trata de un
grupo que se propone como misión suya un largo y callado trabajo despertador e ilus
trador del pueblo, y en los grupos religiosos cuando persiguen una realización, nada
patética y llena de espíritu de sacrificio, de su fe dentro de la vida. En ambos casos
bastaría la admisión de un sólo miembro con afán de ostentación, que pretendiera
destacarse por encima de los demás, para que se hiciera imposible el nacimiento o la
subsistencia del "Nosotros".
No sabemos, ni en la historia ni en la actualidad, de muchos casos de “Nosotros”
esencial, en primer lugar porque es cosa rara y también porque la formación de los
grupos ha sido estudiada fijándose sobre todo en sus energías y en sus influencias, y
no en su interna estructura, de la que, sin duda, depende en alto grado la dirección
de las energías y el género de las influencias, aunque no, a menudo, su ámbito visible
y movible.
Para una mejor comprensión será conveniente recordar que, junto a las formas
constantes del "Nosotros" esencial, las hay también fugaces que merecen, sin embar
go, nuestra atención. Podemos citar, por ejemplo, el caso que se produce con la oca
sión de la muerte del caudillo destacado de un movimiento, donde por unos días sus
discípulos genuinos y sus colaboradores parecen unirse más estrechamente, dejan a
un lado todos los impedimentos y dificultades internas, y se muestran de una rara fe
cundidad o, por lo menos, conviven apasionadamente; o cuando, frente a una catástro
fe que parece inminente, se concierta el elemento realmente heroico de una comuni
dad, que prescinde de toda charla y agitación banales, abriéndose unos a otros y an
ticipándose al poder vinculador de la muerte común con una breve vida también
común" (QH, 104-106).
5. YO-ELLO.
"El hombre que dice Yo-Ello se coloca ante las cosas como observador, en vez de
colocarse frente a ellas para el viviente intercambio de la acción recíproca. Inclinado
sobre las cosas, con la lupa objetivadora de la mirada de miope, y ordenándolas una
a una en un panorama gracias al telescopio objetivador de su mirada de présbite, las
aísla para considerarlas sin ningún sentimiento de exclusividad, o las dispone en un
esquema de observación sin ningún sentimiento de universalidad" (YT, 31).
"Examinemos el conocimiento. Es en la contemplación recíproca donde el ser se
descubre ante quien quiere conocerlo. Lo que ha visto en la presencia, et hombre podrá
considerarlo como un objeto, compararlo con otros objetos, ubicarlo dentro de clases
de objetos, describirlo y analizarlo objetivamente. Pues sólo en calidad de ello puede
ser integrado en el conocimiento... Hay una manera de conocer que consiste en de
cir: “ He aquí lo que es, he aquí cómo se llama, ha aquí su lugar '. Lo que se ha con
vertido en Ello es dejado como Ello. Se lo experimenta, se lo utiliza en tanto que Elio;
se lo emplea para “orientarse” en el mundo, y luego para “conquistarlo”" (YT, 42).
"En el mundo del Ello tiene un dominio ilimitado la causalidad... El reino ilimitado
de la causalidad en el mundo del Ello, de importancia fundamental para el ordena
miento científico de la naturaleza, no pesa gravosamente en el hombre, porque el hom
bre no está restringido al mundo del Ello, y puede siempre orientarse hacia el mundo
de la relación... La causalidad no pesa en el hombre a quien le esté asegurada la liber
tad" (YT, 51-52).
6. LA “RELACION”.
"En el comienzo es la relación" (Im Anfang ist die Beziehung) (YT, 21).
“Al comienzo es la relación, como categoría del ser, una disposición de acogida,
un continente, una pauta para el alma; es el apriori de la relación, el Tú innato (das
eingeborene Du)M(YT, 29).
"No es verdad que el niño comience por percibir el objeto con el cual se pone en
relación. Al contrario, lo primero es el instinto de relación" (YT,24).
"El instinto de hacer de toda cosa un Tú es un instinto de relación cósmica, que, en
ausencia de un interlocutor viviente y activo, pero en presencia de su imagen y de su
símbolo, lo provee de su riqueza propia para dotarlo de acción y de vida" (YT,29).
"El presente... sólo existe si hay presencia, encuentro, y relación. La presencia na
ce cuando el Tú se torna presente... Los seres verdaderos son vividos en el presente,
la vida de los objetos está en el pasado" (YT,17).
"La relación es el único poder en virtud del cual el hombre es susceptible de vivir la
vida del espíritu.
El espíritu en su manifestación humana es una respuesta del hombre a su Tú... El
hombre vive en el espíritu cuando sabe responder a su Tú. Y puede hacerlo cuando
entra en la relación con todo su ser. Sólo en virtud de esa capacidad puede el hom
bre vivir la vida del espíritu.
Pero es aquí donde se levanta con toda su fuerza el destino propio del fenómeno
de la relación. Cuanto más vigorosa es la respuesta, tanto más se apodera del Tú, tan
to más hace de él un objeto. Sólo el silencio en presencia dei Tú -silencio de todos los
lenguajes, espera muda en la palabra indivisa, indiferenciada, que precede a la res
puesta formulada y verbal- deja ai Tú su libertad y permite al hombre establecer esa
relación de equilibrio en la que el espíritu no se manifiesta, pero está ahí. Una respues
ta, cualquiera que sea, encadena al Tú al mundo del Ello. Ésta es la melancolía del
hombre y su grandeza. Pues es así como nace el conocimiento, así es como, en me
dio de seres vivientes, se rea-liza una obra y nacen la imagen y el símbolo" (YT, 41).
'Tres son las esferas en que surge el mundo de la relación.
La primera es la de nuestra vida con la naturaleza. La relación es allí oscuramente
recíproca y está por debajo del nivel de la palabra. Las creaturas se mueven en nues
tra presencia, pero no pueden llegar a nosotros, y el Tú que les dirigimos llega hasta
el umbral del lenguaje.
La segunda esfera es la vida con los hombres. La relación es allí manifiesta y adop
ta la forma del lenguaje. Allí podemos dar y aceptar el Tú.
La tercera esfera es la comunicación con las formas inteligibles. La relación está allí
envuelta en nube es, pero se desvela poco a poco; es muda, pero suscita una voz. No
distinguimos ningún Tú, pero nos sentimos llamados y respondemos, creando formas,
pensando, actuando. Todo nuestro ser dice entonces la palabra primordial, aunque
no podamos pronunciar Tú con nuestros labios.
¿Pero qué derecho tenemos a integrar to inefable en el mundo de la palabra funda
mental?
En las tres esferas, gracias a todo lo que se nos torna presente, rozamos el ribete
del Tú eterno, sentimos emanar un soplo que llega a Él; cada Tú invoca el Tú eterno,
según el modo propia de cada una de las esferas" (YT.12).
"El yo de la palabra primordial (Grundwort) Yo-Tú es diferente del Yo de la palabra
primordial Yo-Ello.
El Yo de la palabra primordial Yo-Ello aparece como un ser aislado y adquiere con
ciencia de sí como de un sujeto (el sujeto del conocimiento práctico y de costumbre).
El Yo de la palabra primordial Yo-Tú aparece como una persona y adquiere con
ciencia de sí como de una subjetividad (sin genitivo dependiente).
La individualidad aparece en la medida en que se distingue de otras individualida
des.
La persona aparece en el momento en que se entra en relación con otras perso
nas.
La una es la forma espiritual de una separación natural; la otra, la de la unión na
tural...
La finalidad de la relación es el ser propio de la relación, es decir, el contacto con
el Tú. Pues en el contacto con un Tú, cualquiera que sea, sentimos pasar un soplo de
ese Tú, es decir, de la vida eterna.
Quien está en la relación participa en una realidad, es decir, en un ser, que no está
únicamente en él ni únicamente fuera de él. Toda realidad es una presencia en la que
participo sin poder apropiármela. Donde falta la participación no hay realidad. Allí don
de hay apropiación egoísta no hay realidad. La participación es tanto más perfecta
cuanto más directo es el contacto con el Tú.
El Yo es real en virtud de su participación en la realidad. Se torna tanto más real
cuanto más completa es su participación" (YT,61).
"La vida dialógica (dialogisches Leben) no es aquella en ia cual se está continua
mente entre personas, sino precisamente aquella otra en que con las personas con las
que se está se está verdaderamente. Vivir monológicamente (monologisch) no equiva
le a vivir en solitario, sino a no ser capaz de convertir en realidad esencial la sociedad
en que la persona se mueve conforme a su destino" (Z, 167).
"La subjetividad genuina sóio puede desprenderse dinámicamente, como la vibra
ción dei Yo en su verdad solitaria. También éste es el lugar donde nace y crece el de
seo de una relación cada vez más elevada, ei deseo de ta participación total en el ser.
En la subjetividad madura la sustancia espiritual de la persona.
La persona (Person) se torna consciente de sí misma como participante en ei ser,
como coexistente, y, por lo tanto, como ser. El individuo (Eigenwesen) adquiere con
ciencia de sí como siendo así-y-no-de-otro-modo. La persona dice: “Yo soy así". Pa
ra la persona "Conócete a tí mismo” quiere decir: conócete como ser; para el indivi
dúo significa: conoce tu particular modo de ser. La individualidad, ai distinguirse de
otros seres, se aleja dei ser verdadero...
La persona contempla su sí mismo (ihr Selbst), ei Individuo se ocupa de lo que es
suyo (befasst sich mit seinem Mein): mi particularidad, mi raza, mi creatividad, mi ge
nio.
El individuo no participa en ninguna realidad y no conquista realidad alguna. Se
delimita por relación a lo que no es él, y trata de apropiárselo lo más que puede me
diante la experiencia y el uso. Tal es su dinámica: El autodiferenciarse y ei apropiarse
(das Sichabsetzen und die Besitznahme), doble operación que ocurre en el interior del
Ello, en la no realidad. El sujeto que se toma a sí mismo como tal podrá apropiarse de
cuanto desee, pero no extraerá de ello sustancia; permanecerá tal cual es, como un
ser puntual, funcional, agente de experiencia y de utilización, y nada más. Ni su con
dición de ser extenso y complejo, ni su celosa “ individualidad” le ayudarán a ganar en
sustancia.
No hay dos especies de seres humanos, sino dos potos en el quehacer humano.
Ningún ser humano es puramente una persona, ninguno una individualidad pura,
ninguno completamente real, ninguno totalmente irreal. Cada cual vive en el interior
de un yo doble. Pero existen seres humanos en los cuales resulta tan preponderante
lo personal, que cabe llamarlos personas, y otros en quienes la individualidad es a tal
punto preponderante, que cabe llamarlos individuos. Entre aquéllos y éstos se juega
la verdadera historia.
Cuanto más el hombre, cuanto más la humanidad están regidos por la individuali
dad, tanto más se hunde en ta irrealidad el Yo. En tales épocas la persona lleva en el
género humano y en la humanidad una existencia subterránea, umbrátil, por así de
cirlo ilegítima, hasta que es llamada a la luz del día.
En la medida en que el ser humano es más personal, tanto más fuerte es en la hu
mana dualidad de su yo el Yo-Tú de la palabra fundamental.
¡Escuchad, portanto, esa palabra!
¡Cuán discordante es el Yo del Individualista! Puede movernos a una gran compa
sión cuando sale de una boca oprimida por la tragedia de una silenciada contradic
ción íntima. Puede golpearnos con su horror cuando sale de una violenta, brutal y
estúpida. Cuando sale de una boca vana y melosa nos parece penoso o desagrada
ble.
Quien pronuncia con mayúsculas el Yo separado revela el oprobio del espíritu uni
versal, así rebajado a esplritualismo.
iPero cuán legítimo y bello es el Yo tan vital, tan enérgico, de Sócrates! Es el Yo dei
diálogo infinito, y la atmósfera del diálogo le envuelve con su hálito por doquier, ya sea
en presencia de sus jueces, ya sea en la hora última de la prisión. Ese Yo vivía en la
relación con los seres humanos, relación que toma cuerpo en el diálogo. Creía en la
realidad de los hombres y a ellos se dirigía. Vivía con ellos en plena realidad y esa re
alidad no le abandonó. Su misma soledad no puede considerarse un abandono, y
cuando el mundo humano le obliga a callar, oye la voz de su démon...
...Y para tomar un ejemplo de) reino de la relación incondicional, ¡cuán poderoso
y pletórico hasta la evidencia es el Yo pronunciado por Jesús! Pues es el Yo de la re
lación Acondicionada en que ei hombre a su Tú le llama Padre (sein Du so Vater nennt),
de manera que él mismo es Hijo. Si aún dice Yo no puede querer decir más que el Yo
de la palabra fundamental sagrada, elevada por él hasta lo incondicionado. Si alguna
vez ensaya el aislamiento, su solidaridad es mayor; y sólo desde ella habla a los otros.
En vano procuraréis reducir ese Yo a una potencia autorrelativa, o reducir ese Tú a
una Inhabitación solipslsta, y en vano procuraréis despotenciar de él lo real, la rela
ción presencial: El Yo y el Tú subsisten, cada uno puede decir Tú y es entonces Yo,
cada uno puede decir padre y es entonces hijo, la realidad subsiste" (YT.62-65).
"Lo que el visionario extático llama unión es el dinamismo extasiador de la relación;
no es una unidad nacida en este instante del tiempo y en ei cual vendrían a fusionar
se el Yo y el Tú; es el dinamismo de la relación misma que viene a colocarse ante los
participantes en esta relación, inquebrantablemente fijados el uno ante el otro, y que
disimula a cada uno el sentimiento extasiado del otro" (YT, 83).
"Toda gran cultura que abarca a un conjunto de pueblos reposa sobre un origina
rio fenómeno de relación, sobre una respuesta al Tú dada en su fuente, sobre un ac
to esencial del espíritu. Ese acto, reforzado por la energía de generaciones sucesivas
que siguen la misma dirección, crea en el espíritu una concepción particular sobre el
cosmos" (YT,53).
7. EL “ ENTRE"
"A los sentimientos se les “tiene"; pero el amor ocurre. Los sentimientos habitan en
el hombre; pero el hombre habita en su amor. No es una metáfora, sino la realidad: El
amor no se adhiere al Yo haciendo del Tú un "contenido", un objeto, sino que está en
tre Tú y Yo. Quien no sepa esto, quien no lo sepa con todo su ser, no conoce el amor,
aunque atribuya al amor los sentimientos que experimenta, siente, goza o expresa. El
amor es una acción cósmica. Para quien habita en el amor y contempla en el amor,
los hombres se liberan de todo lo que les enlaza a la confusión universal; buenos y
malvados, sabios y necios, bellos y feos, todos, uno tras otro, se tornan reales a sus
ojos, se convierten en otros tantos Tú, esto es, en seres liberados, definidos, únicos;
los ve a cada uno cara a cara. De manera maravillosa surge de vez en cuando una
presencia exclusiva. Entonces puedo ayudar, curar, educar, elevar, liberar. El amores
responsabilidad de un Yo por un Tú (Liebe ist Verantwortung eines Ich für ein Dich):
En esto reside la igualdad entre aquellos que se aman, igualdad que no podría residir
en un sentimiento, cualquiera que fuese, igualdad que va del más pequeño al más
grande, del más dichoso, del más protegido, de aquel cuya vida entera se halla inclui
da en la de un ser amado, hasta aquel que toda su vida está clavado sobre la cruz de
este mundo porque pide y exige esta cosa tremenda: amar a todos los seres huma
nos" (YT, 19).
"-Hablas del amor como si fuera la única relación entre los humanos. Pero hablan
do con propiedad ¿puedes elegirlo como ejemplo único, si también existe el odio?
— En cuanto que el amor es “ciego", esto es, en cuanto que no aprecia la totalidad
de un ser, todavía no practica verdaderamente la noción primordial de relación. El odio
es, por su naturaleza, ciego; sólo se puede odiar una parte de un ser. Quien percibe
un ser en su totalidad y está constreñido a rechazarlo ya no se halla en el reino del
odio, sino en el de la limitación humana de la capacidad de decir Tú (Dusaqenkónnen).
Es Incapaz de decir la palabra primordial al otro ser humano que lo confronta. Esta
palabra envuelve coherentemente una afirmación del ser al que se dirige. Por eso está
obligado a renunciar a sí mismo o al otro. El poder de entrar en relación reconoce su
propia relatividad en esta barrera..." (YT, 20).
"Unicamente cuando el individuo reconozca al otro en toda su alteridad como se
reconoce a sí mismo, como hombre, y marche desde este reconocimiento al encuen
tro del otro habrá quebrantado su soledad en un encuentro riguroso y transformador.
Es claro que un acontecimiento semejante no puede producirse más que como un
sacudimiento de la persona como persona. En el individualismo, la persona, a causa
del vencimiento nada más que imaginario de su situación fundamental, se halla insta
lada en la ficción, por mucho que crea o pretenda creer que se está afirmando como
persona en el ser. En el colectivismo, al renunciar a la decisión y resolución personal
directa, renuncia a sí misma, En ambos casos es incapaz de irrumpir en el otro: sólo
entre personas auténticas se da una relación auténtica...
El hecho fundamental de la existencia humana no es ni el individuo en cuanto tal
ni la colectividad en cuanto tal. Ambas cosas, consideradas en sí mismas, no pasan
de ser formidables abstracciones. El individuo es un hecho de la existencia en la me
dida en que entra en relaciones vivas con otros individuos; la colectividad es un hecho
de la existencia en la medida en que se edifica con vivas unidades de relación. El he
cho fundamental déla existencia humana es el hombre con el hombre. Lo que singu
lariza al mundo humano es, por encima de todo, que en él ocurre entre ser y ser algo
que no ocurre parigualmente en ningún otro rincón de la naturaleza. El lenguaje no es
más que su signo y su medio, toda obra espiritual ha sido incitada por ese algo. Es lo
que hace del hombre un hombre. Pero siguiendo su camino el hombre no sólo se des
pliega, sino que también se encoge y degenera. Sus raíces se encuentran en que un
ser busca a otro ser en cuanto que este otro ser concreto, tratando de contactar con
él en una esfera común a los dos pero que sobrepasa el campo propio de cada uno.
A esta esfera, que ya está dada con la existen-cia del hombre en cuanto hombre, pe
ro que todavía no ha sido conceptualmente dibujada, la denomino la esfera del entre.
Constituye ella una protocategoría de la realidad humana, aunque es verdad que se
realiza en grados muy diferentes. De aquí puede salir esa "excluida alternativa genui-
na” de que hablábamos.
Para llegar a la intuición sobre la que definir el concepto dei “entre" tendremos que
localizarla relación entre personas humanas no como se acostumbra en el interior dé
los individuos o en un mundo general que los abarque y determine, sino, precisamen
te y de hecho, en el "entre”. No se trata de una construcción auxiliar ad hoc sino del
lugar y soporte reales de las ocurrencias interhumanas; y si hasta ahora no ha llama
do particularmente la atención se debe a que, a diferencia det alma individual y del
mundo circundante, no muestra una continuidad sencilla, sino que vuelve a constituir
se incesantemente al compás de los encuentros humanos; de ahí que lo que de dere
cho le correspondía se haya atribuido, sin ia menor cavilación, a los elementos conti
nuos alma y mundo.
Una conversación de verdad (esto es, una conversación cuyas partes no han sido
concertadas de antemano, sino que es del todo espontánea, pues cada uno se dirige
directamente a su interlocutor y produce en él una respuesta imprevista), una verda
dera lección (es decir, que no se repite maquinalmente, para cumplir, ni es tampoco
una lección cuyo resultado fuera conocido de antemano por el profesor, sino una lec
ción que se desarrolla con sorpresas por ambas partes), un abrazo verdadero y no de
pura formalidad, un duelo de verdad y no una mera simulación, en todos estos casos
lo esencial no ocurre en uno y en otro de los participantes, ni tampoco en un mundo
neutral que abarca a los dos y a todas las demás cosas, sino, en el sentido más pre
ciso, “entre11los dos, como si dijéramos, en una dimensión a la que sólo los dos tie
nen acceso. "Algo me pasa” , y cuando digo esto me refiero a algo concreto que pue
de distribuirse exactamente entre el mundo y el alma, entre el proceso “exterior" y la
impresión "interna", pero cuando otro y yo (empleando una expresión forzada pero
difícilmente mejorable con una perífrasis) "nos pasamos uno al otro” la cuenta no se
liquida como en el caso anterior, queda un resto, un como lugar donde las almas ce
san y el mundo no ha comenzado todavía, y este resto es lo esencial.
Podemos captar este hecho en sucesos menudos, momentáneos, que apenas s!
asoman a la conciencia. En la angustia momentánea de un refugio contra bombar
deos las miradas de dos desconocidos tropiezan unos instantes, en una reciprocidad
como sorprendida y sin conexión; cuando suena la sirena que anuncia el cese de la
alarma aquello ya está olvidado, y sin embargo “ocurrió” en un ámbito no más gran
de que aquel momento. En la sala a oscuras se establece entre dos oyentes descono
cidos, impresionados con la misma pureza y la misma intensidad por una melodía de
Mozart, una relación apenas perceptible y, sin embargo, elemental mente dialógica,
que cuando las luces vuelven a encenderse apenas si se recuerda.
Hay que guardarse muy bien de aducir motivos afectivos para la comprensión de
semejantes acontecimientos fugaces pero consistentes: lo que ocurre en estos casos
no está al alcance de los conceptos psicológicos porque se trata de algo óntico. Des
de estos sucesos menores, que ofrecen una presencia tan fugaz, hasta el patetismo
de la tragedia pura, irremisible, en la cual dos hombres de caracteres antitéticos, en
vueltos en una situación vital común, se revelan uno a uno, con una rotunda claridad
sin palabras, el antagonismo irreconciliable de sus existencias... En toda esta nutrida
escala la situación es accesible sólo ontológicamente. Pero no arrancando de la ónti-
ca de la existencia personal ni tampoco de la de dos existencias personales, sino de
aquello que trascendiendo a ambas se cierne “entre” las dos. En los momentos más
poderosos de la dialógica, en los que, en verdad “el abismo invoca al abismo” , se po
ne en evidencia que no es lo individual ni lo social, sino algo diferente, lo que traza el
círculo en tono al acontecimiento. Más allá de lo subjetivo, más acá de lo objetivo, en
el “filo agudo” en que el "Yo” y el “Tú" se encuentran, se halla el ámbito del “entre”.
Esta realidad, cuyo descubrimiento se ha iniciado en nuestra época, marcará en
las decisiones vítales de las generaciones venideras el camino que conduce más allá
del individualismo y del colectivismo. Aquí se anuncia la alternativa excluida cuyo co
nocimiento ayudará a que el género humano vuelva a producir personas auténticas y
a fundar comunidades auténticas.
Para la ciencia filosófica del hombre esta realidad nos ofrece el punto de partida
desde el cual podemos avanzar, por un lado, hacia una comprensión nueva de la per
sona y, por otro, hacia una comprensión nueva de ia comunidad. Su objetivo central
no lo constituyen ni el individuo ni la colectividad, sino el hombre con el hombre...
Podremos aproximarnos a la respuesta de la pregunta “¿qué es el hombre?" si acer
tamos a comprenderlo como el ser en cuya dialógíca, en cuyo "esiar-dos-en-recipro
ca-presencia1’ se realiza y se reconoce cada vez el encuentro del “ uno" con et “otro"
(QH, 145-151).
"Evidentemente el ámbito de lo interhumano (zwieschenmenschlichen) va mucho
más allá de la simpatía... La esfera de lo interhumano es la del cara a cara recíproco
(Einander-gegenüber); a su desarrollo le denominamos lo dialógico (das Dialogische).
Conforme a ello es del todo punto erróneo pretender entender los fenómenos inter
humanos como fenómenos psíquicos. Cuando, por ejemplo, dos seres humanos lle
van a cabo un diálogo cara a cara entonces se da allí de una forma eminente lo que
acaece en el alma del uno y del otro" (EZ, 274 y 276).
8. EL “DIALOGO”.
"En el terreno ético ha formulado Kant la máxima más importante de todas, a sa
ber, la de que no debería tratarse nunca al hombre como medio, sino que siempre se
ie debería tratar y pensar como fin en sí. Esta máxima está en el contexto de un tipo
de deber al cual corresponde la idea de la dignidad del ser humano. Nuestra reflexión
en este momento se remonta a otra parte y tiende hacia otra parte. Está pensada des
de la perspectiva de lo interhumano. El hombre no es antropológicamente existente
en su aislamiento, sino en la plenitud de ia relación entre et uno y el otro: sólo la ac
ción recíproca hace posible acceder a la idea de humanidad. A tal efecto, y en orden
a la realización de lo interhumano, es necesario, como ya se dijo, que en la relación
entre ser personal y ser personal no se inmiscuya la apariencia que todo lo echa a per
der; por ende, como ya se mostró también, es en segundo lugar necesario que cada
cual nombre y actualice al otro en su ser personal. La tercera condición básica en la
relación interpersonal es que ninguno de los participantes en el diálogo quiera impo
nerse ai otro. Que uno actúe descubriéndose ante el otro ya no está incluido entre es
tas condiciones mínimas básicas, si bien constituye un elemento adecuado para con
ducir a un grado más elevado de relación interpersonal.
Que cada ser humano lleve en su interior la peculiaridad de alcanzar su correcta
condición de persona a la manera peculiar y exclusiva de él mismo, eso es algo que
puede ejemplificarse con la imagen aristotélica de la entelequia, es decir, de la auto-
rreallzación innata, sólo que no debe olvidarse que se trata de una entelequia de la
obra de la creación. Por tanto sería erróneo hablar aquí solamente de individuación,
la cual significa solamente ei troquelado personal primeramente necesario en orden a
toda realización del ser humano. Por ende, lo esencial en última instancia no es el sí
mismo como tal, sino que el sentido creatural del ser humano se pleniflque permanen
temente como sí mismo. Y es precisamente lo interhumano lo que en su profundidad
realiza la función apertural entre los hombres, lo que confiere el apoyo necesario pa
ra el llegar a ser del hombre como sí mismo, el estar uno cabe el otro (das Einander-
Beistehn) en orden a la autorrealÍ2ación del ser humano conforme a la creación. So
lamente entre dos hombres, cuando cada uno de los otros se dirige al otro y mienta a
la vez lo más digno que precisamente le corresponde ai otro y sirve a la planificación
de la determinación sin querer imponer al otro algo relativo a la propia realización, so
lamente entonces se cumple de veras la excelencia de la humana condición" (EZ, 290-
292).
“¿Cuándo se convertirá la dialéctica del pensamiento en dialógica (wann die den-
kerische Dialektik zur Dialogik werden?) ¿cuándo se convertirá en un diálogo interper
sonal (Zwiesprache) seriamente reflexivo con hombres realmente presentes?". (Z, 180).
"¡Desdichado aquel que descuida decir las palabra primordial, y pobre de aquel
que para hablar emplea un concepto o una fórmula como si fuese un hombre!" (YT,
18).
"Recapitulemos las características del diálogo auténticamente tal.
En el diálogo auténtico se produce en plena verdad la conversión (Hinwendung)
hacia el compañero en cuanto que conversión dei ser. Cada interlocutor toma aquí co
mo verdadera existencia personal al compañero o compañeros de diálogo a que se
dirige. En este contexto, tomar a alguien por tal significa asimismo conceder en ese
instante al interlocutor la medida posible de la presencia. Tanto los sentidos como la
fantasía que les completan actúan solidariamente para presenciaiizar al otro en cali
dad de totalidad única, precisamente en calidad de esta persona concreta. El interlo
cutor, empero, no reduce al otro así presencializado a su condición de simplemente
veraz, sino que le toma como compañero suyo, lo cual significa que da testimonio, en
la medida que cabe testimoniar de él, de que es este ser distinto del mío. La auténtica
conversión de su ser al otro conlleva esta confirmación, esta aceptación. Naturalmen
te esto no significa en modo alguno ya un consentimiento; pero, aun cuando yo esté
enfrentado al otro, sin embargo siempre le aceptaré como correlato de un diálogo pu
ro, le diré sí como persona.
Por otra parte, cuando se produce un auténtico diálogo, el participante debe impli
carse a sí mismo. Y esto significa que ha de estar dispuesto a decir en todo momento
lo que piensa respecto del objeto del diálogo. Y esto a su vez quiere decir que deberá
traer a colación en todo caso la contribución de su espíritu sin recortarlo ni camuflar
lo. Hombres ciertamente muy honrados piensan no deberse atener en ei diálogo a de
cir en absoluto todo "lo que tienen que decir”. Pero en el ámbito de la gran fidelidad,
que constituye ia salsa del diálogo auténtico, aquello que yo tengo que decir tiene ya
en mí el carácter del querer llegar a ser dicho (des Gesprechenwerdenwollens), y yo
no podría desligarme de ello ni quedar personalmente fuera. Pues ello lleva ya consi
go, para mí inequívocamente, la característica que pone de relieve la pertenencia a la
vida comunitaria de la palabra. Allí donde la palabra dialógica se da en puridad ha de
concedérsele el derecho a hablar con franqueza. El habiar con franqueza, empero, es
exactamente la antítesis del parloteo (Ruckhaltlosigkeft aber ist das genaue Gegenteil
des Drauflosredens). Todo depende de la legitimidad del "lo que yo tengo que decir” .
Y, naturalmente, también tengo que ser consciente de lo que tengo que decir precisa
mente ahora, aunque no lo sepa verbalizar, para acogerlo en la palabra interior, y lue
go elevarlo a expresión oral. El decir es naturaleza y obra, germen y producto, y ha
de procurar siempre la unidad de todo ello allí donde se da d¡alógicamente, esto es,
en el ámbito de la gran fidelidad...
Allí donde el diálogo se lleva a efecto en su autenticidad entre interlocutores que se
dirigen uno al otro mirando hacía la verdad, se expresan sin recelos, y se liberan del
querer aparentar (Scheinenwollen), allí se producen unos frutos comunitarios memo
rables, aunque no se concreten en nada Inmediato. La palabra se enaltece progresi
va y sustancialmente entre seres humanos conmovidos y abiertos en su profundidad
por la dinámica de una elemental puesta en común (Mitsammenseins). Lo interhuma
no abre a lo antes clausurado (Das Zwischenmenschllche erschliesst das sonst Uners-
chiossene}...
Naturalmente no todos necesitan hablar en comandita para que se produzca un
diálogo auténtico; los que permanecen en silencio pueden ser especialmente impor
tantes al respecto. Pero todos deben de estar decididos a no echarse atrás cuando en
el curso del diálogo deba decirse lo qué tenga que decirse. De donde se deduce que
de antemano nadie podrá saber qué vaya a resultar exactamente: un diálogo auténti
co no puede ser dispuesto aprióricamente. Ciertamente existirá en él un orden funda
mental desde el comienzo, pero nada podrá ser preordenado, pues el camino a se
guir será el del espíritu, que descubrirá mucho de lo que deba decirse, por tanto no
antes de que allí acuda la llamada del espíritu.
Evidentemente,también es menester que todos los participantes, sin excepción, se
encuentren en condiciones de satisfacer y capacitados para cumplir ias condiciones
previas en orden a un diálogo puro. La pureza de este requisito queda cuestionada
cuando por ejemplo una pequeña parte de los presentes recibidos como tales por sí
mismos y por los demás ven cómo se les niega la participación activa11(EZ, 293-296).
IL- DIALOGO Y TU ETERNO
"La vida humana posee un sentido absoluto porque trasciende de hecho su propia
condicional ¡dad, es decir, que considera al hombre con el que se enfrenta, y con quien
puede entrar en una relación real de ser a ser, como no menos real que él mismo, y
lo toma no menos en serio que se toma a sí mismo. La vida humana toca con lo Ab
soluto gracias a su carácter dialógico, pues, a despecho de su singularidad, nunca el
hombre, aunque se sumerja en su propio fondo, puede encontrar un ser que descan
se del todo en sí mismo, y, de este modo, le haría rozar con lo Absoluto; el hombre no
puede hacerse enteramente hombre mediante su relación consigo mismo, sino gra
cias a su relación con otro "mismo” (Selbst). Ya puede ser éste tan limitado y condi
cionado como él; en la convivencia se experimenta lo ilimitado y lo Acondicionado.-.
Cuando el hombre reducido a la soledad no puede ya decir "Tú” al supuestamen
te “ muerto” Dios, lo que importa es que todavía pueda dirigirse ai desconocido Dios
vivo diciendo “Tú” con toda su alma a un hombre vivo conocido. Si ya no es capaz de
esto, todavía le queda sin duda la ilusión sublime que le ofrece el pensamiento desvin
culado, la de ser “el mismo" cerrado en sí, pero como hombre está perdido" (QH, 93-
94).
NLa verdadera comunidad no nace de que las gentes tengan sentimientos unos pa
ra otros (aunque no puede haberla sin ellos); nace de estas dos cosas: de que todos
estén unidos los unos a los otros por los lazos de una viviente reciprocidad" (YT, 46).
"La vida pública verdadera y la vida personal verdadera son dos formas de la rela
ción. Para que ellas nazcan y duren se requieren sentimientos que constituyen su con
tenido cambiante, en instituciones que son su forma constante; pero estos dos facto
res añadidos no crean aún la humana realidad; es menester un tercero, la presencia
central de Tú o, para decirlo con toda verdad, el Tú central acogido en la presencia"
(YT, 47).
"Las líneas de las relaciones, prolongadas, se encuentran en el Tú eterno (im ewi-
gen Du).
Cada Tú particular abre una perspectiva sobre el Tú eterno; mediante cada Tú par
ticular la palabra primordial se dirige al Tú eterno. A través de esa relación del Tú de
todos los seres se realizan o dejan de realizarse las relaciones entre elios: El Tú inna
to (das eingeborene Du) se realiza en cada relación y no se consuma en ninguna. Sólo
se consuma plenamente en la relación directa con el único Tú que, por su naturaleza,
jamás puede convertirse en Ello" (YT.73).
"Apartarse del mundo no es dirigirse a Dios; tener los ojos fijos sobre el mundo tam
poco acerca a Dios. Pero quien ve el mundo en Dios está en presencia de El. Decir “el
mundo por una parte, Dios por otra parte", es algo propio del lenguaje dei Ello. Pero
no excluir nada, no olvidar nada, incluirlo todo, el mundo entero, en el Tú, reconocer
al mundo su derecho y su verdad, no captar nada fuera de Dios, sino captar todo en
él, he aquí la relación plenificada (vollkommene Beziehung).
Los hombres no encuentran a Dios si permanecen en el mundo. No encuentran a
Dios si abandonan el mundo. Quien con su ser entero se dirige a encontrar a su Tú e
Implica en este Tú al ser entero del universo, ése ha encontrado a aquel que no pue
de ser buscado.
Ciertamente Dios es el “totalmente Otro” (das ganz Andere); pero es también el to
talmente Mismo (das ganz Seibe), el completamente presente. Ciertamente es el
“mysterium tremendum" que aparece y abate; pero también es el misterio de lo autoe-
vidente, más íntimo a mí que mi Yo.
Si averiguáis la vida de las cosas y del ser incondicionado llegaréis a lo insonda
ble; si negáis la vida de las cosas y del ser condicionado estáis ante la nada; si santi
ficáis esta vida encontráis al Dios viviente.
El sentido que el hombre tiene del Tú, cuando experimenta en las relaciones con
los Tú particulares la decepción de verlos transformados en Ello, aspira a ir más allá
de ellos -sin apartarse de ellos- para alcanzar el Tú eterno. Mas no como se busca a
una cosa; no hay, hablando propiamente, “búsqueda de Dios” , porque no hay cosa
alguna en la que no se le pueda encontrar. ¡Empresa necia y desesperada la del hom
bre que se aparta del camino de su propia vida para buscar a Dios!. Aunque se hubie
ra equivocado toda la sabiduría de la soledad y toda la virtud del recogimiento, no en
contraría a Dios. El hombre que busca a Dios anhela que sea el buen camino: En la
fuerza de este deseo se expresa su aspiración. Cada suceso relacional es un estrado
que le abre una panorámica sobre la única relación satisfactoria. Así, en cada suceso,
él no participa en el suceso de la relación única, pero también participa en ella (por
que la espera). Siempre esperando, pero sin buscar nada, sigue su camino; de ahí su
serenidad respecto de las cosas y esa manera que tiene de tocarlas, pues es para ellas
ayuda. Pero quien ha encontrado la relación verdadera no aparta su corazón de las
cosas, porque ahora todo le está dado de un solo golpe. Bendice todas las celdas que
le han albergado y todas las que le albergarán aún. Pues ese camino no es el térmi
no, sino el eterno medio del camino...
Se ha pretendido que el elemento esencial de la relación con Dios sería un senti
miento (lla m a d o sentimiento de dependencia y recientemente, en términos más pre
cisos, sentimiento creatural)...
Los sentimientos sólo son un acompañamiento al hecho metafísico y metapsíqui-
co de la relación, que ciertamente no se da en el ámbito anímico, sino entre el Yo y el
Tú1' (YT, 76-78).
"Una sola relación, la omniabarcante, permanece actual aun cuando se halle laten
te. Un sólo Tú tiene la propiedad de no cesar jamás de ser Tú para nosotros. Sin du
da, quien conoce a Dios también conoce el alejamiento de Dios y la angustia de la es
terilidad del corazón atormentado; pero no conoce la ausencia de Dios: sólo somos
nosotros los que no siempre estamos ahí...
Que se Invoque a Dios como un El o como un Ello, es siempre una alegoría. Pero,
cuando le decimos Tú, entonces es que el espíritu mortal llama con su verdadero nom
bre lo que es la verdad inquebrantada del mundo" (YT,93).
"¿En qué se diferencian de la magia la plegaría y el sacrificio? La magia pretende
lograr sus efectos sin entrar en la relación, y practica sus artificios en el vacío. Mas el
sacrificio y la plegaria se sitúan “ante el Rostro" en la consumación de la sagrada pa
labra primordial, que significa acción recíproca: Pronuncian el Tú, y luego oyen.
Querer entender la relación pura como dependencia es querer suprimir uno de los
portadores de la relación, y, al mismo tiempo, vaciar de realidad (entwirklichen) la re
lación misma" {YT, 80),
"En nuestra era la relación Yo-Ello, gigantescamente hinchada, ha usurpado prácti
camente sin oposición el dominio y la regla. El Yo de esta relación, un Yo que todo lo
posee, todo lo hace, todo lo logra, este Yo incapaz de decir Tú. incapaz de encontrar-
se con un ser esencialmente, este Yo es el señor de la hora. Esta personalidad cons
ciente que ha llegado a la omnipotencia, rodeada de todo el Ello, no puede natural
mente reconocer a Dios ni a ningún absoluto genuino que se manifieste a los hombres
como de origen no humano. Se interpone y nos priva de la luz del cielo.
Tal es la naturaleza de esta hora. ¿Y qué decir de la próxima?" (ED, 113).
"El arriba y el abajo están unidos entre sí. Quien quiera hablar con los hombres sin
hablar con Dios, verá cómo su palabra no se plenifica; pero quien desee hablar con
Dios sin hablar con los hombres, verá como su palabra conduce al error (geht in die
Irre)" (Z, 160).
"La respuesta que no responde a una palabra es una metáfora de la moral (Verant-
wortung, die nicht einem Wort antwortet, ist eine Metapher der Moral); fácticamente
sólo hay respuesta cuando existe la instancia ante la cual yo me responsabilizo, y la
"autorresponsabilidad" (“Selbstverantwortung’') solamente tiene realidad cuando el “sf
mismo” (“Selbst’1) ante el que yo me responsabilizo resulta visible en lo incondiciona
do. Pero quien ejerce la respuesta real, la dialógica, no necesita nombrar a quien pro
nuncia la palabra a la que él responde, pues le conoce en la sustancia de la palabra
que, afluyendo, adentrándose, adoptando el tono de una interioridad, mueve el co
razón de su corazón.Puede uno rechazar con todas sus fuerzas que “Dios" esté ahí,
pero entonces será a costa del carácter por así decir sacramental del diálogo" (Z, 164).
3. TEONOMIA Y AUTONOMIA
"Los hombres han dado muchos nombres a su Tú eterno. Cuando cantaban a aquel
al cual daban uno de esos nombres, era siempre en el Tú en quien pensaban; los pri
meros mitos fueron himnos de alabanza. Luego los nombres entraron en el lenguaje
del Ello; los hombres se han sentido más y más empujados a reflexionar sobre su Tú
eterno y a hablarle como a un Ello. Pero todos los nombres de Dios son santificados,
porque al pronunciarlos no solamente se habla de El, sino también se le habla.
Muchos hombres quisieran prohibir el empleo del vocablo Dios, porque se ha abu
sado de él demasiado. En verdad, es la más gravosamente cargada de todas las pa
labras que el hombre emplea, pero por esta misma razón es la más Imperecedera y la
más indispensable de todas.
¿Qué importan todas las divagaciones respecto de la esencia de Dios y de las ope
raciones de Dios (pues sobre ese punto no hay y no puede haber jamás sino divaga
ciones), en comparación con la verdad única de que todos los hombres que han in
vocado a Dios realmente han pensado en El?
Pues quien pronuncia la palabra Dios cuando está todo él lieno del Tú, cualquiera
que sea la ilusión que lo sostiene, se dirige al verdadero Tú de su vida, al que ningún
otro Tú limita y con el cual está en una relación que envuelve todas las otras.
Y también invoca a Dios todo aquel que tiene horror de este nombre y se cree sin
Dios cuando, con el impulso de todo su ser, se dirige al Tú de su vida, al Tú a quien
ningún otro limita" (YT, 73-74).
" “Sí -dije-, es la más abrumada de cargas de todas la palabras humanas. Ninguna
ha sido tan envilecida, tan mutilada. Precisamente por esta razón no puedo abando
narla. Generaciones de hombres han depositado la carga de sus vidas angustiadas
sobre esta palabra y la han abatido hasta dar con ella por tierra; yace ahora en el pol
vo y soporta todas esas cargas. Las razas humanas la han despedazado con sus fac
ciones religiosas; han matado por ella y han muerto por ella y ostenta las huellas de
sus dedos y de su sangre. iDónde podría encontrar una palabra como ésta para des
cribir lo más elevado!. SI escogiera el concepto más puro, más resplandeciente, del
santuario más resguardado de los filósofos, sólo podría expresar con él un producto
del pensamiento, que no establece vinculación alguna. No podría capturar la presen
cia de Aquel a quien se refieren las generaciones de hombres atormentados por el in-
fiemo y golpeando a las puertas del cielo. Es cierto, ellos dibujan caricaturas y les po
nen por título “Dios”; se asesinan unos a otros y dicen “en el nombre de Dios". Pero
cuando toda la locura y el engaño vuelven al polvo, cuando los hombres se encuen
tran frente a Él en la más solitaria oscuridad, y ya no dicen ‘Él, Él” , sino que suspiran
“Tú", gritan “Tú", todos ellos la misma palabra, y cuando agregan “Dios”, ¿no es aca
so al verdadero Dios al que imploran, al Unico Dios Viviente, al Dios de los hijos del
hombre? ¿Nos es Él acaso quien les oye? Y sólo por este motivo ¿no es la palabra
“Dios" la palabra de la súplica, la palabra convertida en nombre consagrado en todos
los idiomas humanos para todos los tiempos? Debemos estimar a quienes la prohíben
porque se rebelan contra la injusticia y el mal, tan prontamente remitidos a “Dios" en
procura de autorización. Pero no podemos renunciar a ella. iQué comprensible resul
ta que algunos sugieran permanecer en silencio durante algún tiempo respecto de las
“cosas últimas” , para que las palabras mal empleadas puedan ser redimidas! Mas no
han de ser redimidas así. No podemos limpiar la palabra “Dios” y no podemos devol
verle su integridad; sin embargo, profanada y mutilada como está, podemos levantar
la del polvo y erigirla sobre una hora de gran zozobra"" (ED, 13-14).
III.- EL COMPROMISO DE LA ACCION
"Hace sólo veinte años un jefe de una gran federación pudo decir con énfasis. “ No
sotros somos una comunidad, no un partido". Eso no se ha modificado radicalmente
desde entonces y en la misma proporción se han hecho más difíciles las condiciones
para una unificación. De ahí ha resultado a su vez el hecho lamentable de que se ha
yan desarrollado de modo insuficiente las relaciones de vecindad, de importancia fun
damental para la reestructuración social, aunque pueden registrarse no pocos casos
en que una aldea plenamente desarrollada y rica prestó abundante auxilio a una al
dea vecina y pobre y joven que pertenecía a otra federación. En estas circunstancias
resulta tanto más notable la lucha por la unificación, que se entabló especialmente en
la pasada década. Nadie que tenga corazón socialista puede leer el gran documento
de esta lucha, la recopilación hebraica “el kibbutz y la kwutza" (editado, o, mejor di
cho, compuesto, pues todavía no se ha publicado, por el difunto líder obrero Beri Kaz-
nelson), sin sentir una profunda admiración por la elevada pasión con la que luchan
aquí dos campos tras la verdadera unidad. Es de prever que la unificación no pueda
crearse de otro modo que a base de una nueva situación que la haga indispensable;
pero en la historia del esfuerzo por una renovación de la humanidad no se olvidará el
hecho de que hombres de la aldea hebraica lucharon y colaboraron de esta suerte pa
ra la formación de una communitas communitatum, y esto quiere decir: para la for
mación de una sociedad reestructurada" (CU, 187).
"La esperanza primordial de toda la historia se endereza a una auténtica comuni
dad del género humano, o sea a una comunidad de contenido comunitario en todos
los aspectos. Sería ficticio, engañoso, una mentira tan grande como el planeta, una
comunidad que no se edificara a base de una verdadera vida comunitaria de grupos
mayores o menores que vivieran o trabajaran juntos y a base de sus relaciones recípro
cas. Por lo tanto, todo depende de que la colectividad a cuyas manos pase el poder
sobre los medios de producción haga posible y fomente, en virtud de su estructura e
instituciones, la verdadera vida de ia comunidad de los diversos grupos, precisamen
te hasta que estos mismos pasen a ser los genuinos sujetos del proceso de produc
ción, de tal modo que la multitud así articulada y en sus miembros (las “comunas” de
diversa índole) sea tan poderosa como permita la explotación común por parte de la
humanidad; de tal modo que el dejarse representar centralista sólo llegue hasta don
de lo requiera imperativamente el nuevo orden. La cuestión del destino interno no tie
ne la forma de un dilema radical. Es la cuestión acerca de la línea de demarcación
legítima, que es preciso trazar siempre de nuevo, acerca de los muchos limites entre
sectores que hay que centralizar, entre la medida del gobierno y la de la autonomía,
entre la ley de la unidad y la exigencia de la comunidad. El incesante examen del es
tado de las cosas desde el punto de vista de la exigencia de la comunidad, expuesta
siempre a violación por parte del poder central, la guardia sobre ia verdad de los lími
tes, variable a tenor de las premisas históricas variables, incumbiría a la conciencia
espiritual de la humanidad, a una instancia peculiarísima, a la representación inco
rruptible de la idea viva...
Representación de ia idea digo; no de un principio rígido, sino de la figura viva que
requiere tornarse tangible precisamente en la materia viva de esta vida terrenal. Tam
poco la comunidad puede convertirse en dogma; también ella, cuando aparezca, tie
ne que satisfacer no a un concepto sino a una situación. La realización de la idea de
comunidad, como la de cualquier otra idea, no es algo que exista de una vez por to
das y con validez universal, sino que es siempre sólo una respuesta del momento a
una pregunta del momento.
A causa de este su sentido vital es preciso apartar de la idea de comunidad toda
sentimentalidad, toda exageración y exaltación. La comunidad no es nunca estado de
ánimo, y aun en el caso de que sea sentimiento es siempre sentimiento de una orga
nización. Comunidad es la organización interior de una vida común que conoce y abar
ca ei “cálculo" seco, el "azar” rebelde, la "preocupación" amenazante. Es comunidad
de aflicción, y sólo a partir de eso comunidad de espíritu; es comunidad de esfuerzo,
y sólo desde ahí comunidad de salvación. Aun aquella comunidad -la religiosa- que
llama señor al espíritu y salvación a su objeto, es sólo comunidad cuando sirve a su
señor en la realidad llana, ordinaria, escueta, una realidad que ella no se ha elegido,
que más bien, cabalmente, le ha sido impuesta; solamente cuando prepara el camino
hacia su objeto a través de la maleza de su hora intransitable. Ciertamente, lo que va
le no son las “obras", sino que vale la obra de la fe. La comunidad de fe sólo lo es ver
daderamente cuando es comunidad de labor.
Sin duda, la esencia genuina de la comunidad debe buscarse en el hecho -notorio
o Ignoto- de que tiene un centro. La génesis de la comunidad sólo puede compren
derse teniendo en cuenta que sus miembros están en relación común con el centro
superior a todas las demás relaciones: el círculo es trazado por todos los radios, no
por los puntos de la periferia. V la pristinidad dei centro no puede reconocerse si no
se reconoce como transparente hacia lo divino. Pero cuanto más terrenal, cuanto más
criatura! y cuanto más ligado se representa el centro, tanto más verdadero, tanto más
transparente es. Lo "social" pertenece a este ámbito. No como sección, sino como el
mundo de la verificación: aquel en que se acredita la verdad del centro. A los cristia
nos primitivos no les bastaba la comuna que estaba alejada del mundo o por encima
del mundo, y se iban al desierto para sólo tener comunidad con Dios y no padecer ya
ningún mundo perturbador. Mas se les hizo ver que Dios no quería que el hombre es
tuviera a solas con Él; y por encima de la santa incapacidad de la soledad creció la
orden fraternal. Por último, rebasando el dominio de San Benito, San Francisco con
certó la unión con todas las criaturas" (CU, 196-198).
"Qué cantidad de autonomía económica y política -puesto que necesariamente
serán a la vez unidades políticas y económicas- deberá concedérseles, es una cues
tión técnica que habrá que plantear y resolver siempre de nuevo, pero partiendo del
conocimiento (que está por encima de la técnica) de que la potencia interna de una
comunidad depende al propio tiempo de su potencia externa. Las relaciones entre
centralismo y descentralización son un problema que, como hemos dicho, no debe
tratarse como principio, sino como todo lo que afecta al comercio de la idea con la re
alidad, con el gran tacto del espíritu, ponderando la medida legítima sin cansarse nun
ca. Centralización sí, pero nunca más de lo que sea preciso según las condiciones de
lugar y tiempo; si la instancia llamada a trazar y a volver a trazar las líneas de demar
cación permanece alerta en su conciencia, la distribución entre la base y el vértice de
la pirámide será totalmente diferente de lo que es en la actualidad aun en Estados que
se llaman comunistas, o sea, que aspiran a la comunidad. En la estructura de socie
dad que yo me imagino, deberá haber también un sistema de representación; pero no
se traducirá, como los actuales, en pseudo-representantes de masas amorfas de elec
tores, sino en los representantes acreditados en el trabajo de las comunidades labo
rantes. Los representados estarán unidos con sus representantes, no como hoy en va
cua abstracción mediante la fraseología de un programa de partido, sino concreta
mente, mediante la actuación común y la experiencia común.
Pero lo más esencial es que el proceso de la formación de comunidades prosiga
en las relaciones de las comunidades entre sí. Sólo una comunidad de comunidades
podrá calificarse de ente comunitario.
El boceto que aquí be diseñado a grandes rasgos deberá agregarse a las actas dei
“socialismo utópico" hasta que la tempestad abra sus hojas. Así como no creo en la
“ incubación” de la nueva estructura de Marx, tampoco creo en la partenogénesis de
Bakunin desde el seno de la revolución. Pero creo en el encuentro de imagen y desti
no en la hora plástica" (CU, 200-201).
"En cada una de las pequeñas y grandes agrupaciones de que estaba compuesta
la gran sociedad, en cada una de esas comunidades y asociaciones, la persona hu
mana, a pesar de todas las dificultades y conflictos, se sentía pertenecer como en su
dan, se sentía afirmada y confirmada en su propia autonomía y responsabilidad fun
cionales.
Esto se ha modificado en ia medida en que el principio político centralista subyugó
ai central descentralista. Con todo, lo decisivo no fue que el Estado, especialmente en
sus formas más o menos totalitarias, debilitara y relegara cada vez más a las federa
ciones libres, sino que el principio político penetrara con su afán centralista en las fe
deraciones, transformara su estructura y su vida interna y de esta suerte politizara ca
da vez más a la sociedad misma. El hecho de que la sociedad se acomodara de tal
modo al Estado fue fomentado por la circunstancia de que, a consecuencia del desa
rrollo de la economía moderna con su caos organizado y de la lucha de todos contra
todos para tener acceso a ias materias primas y un sitio mucho más ancho en el mer
cado, en vez de los antiguos antagonismos entre los Estados aparecieron antagonis
mos entre las sociedades mismas. La sociedad individual, que ya no sólo se sentía
amenazada por los vecinos, sino también por el estado general de las cosas, no supo
encontrar otra salvación que sometiéndose totalmente al principio del poder centrali
zado; convirtió a ese principio, en las formas democráticas no mucho menos que en
las totalitarias, en el suyo propio. Por todas partes ya sólo importaba la organización
completa de ias fuerzas, la observancia indiscutible de las consignas, la imposición
del interés real o supuesto del Estado en toda la sociedad. Y con eso corre parejo un
desarrollo interno. En el caos enorme de la vida moderna, apenas paliado por el apa
rato de la economía y dei Estado que funciona con seguridad, el individuo se ase a lo
colectivo. La pequeña comunidad en que se hallaba incluido no puede ayudarle; sólo
pueden hacerlo -cree él- las grandes colectividades, y con harta satisfacción se deja
arrebatar la responsabilidad personal; lo único que quiere es obedecer. Y así se pier
de el bien más precioso: la vida entre hombre y hombre; las conexiones autónomas
pierden importancia, las relaciones personales se agostan, el espíritu mismo busca
empleo como funcionario. La persona humana se convierte de miembro de una cor
poración comunitaria en engranaje de la máquina de lo ‘'colectivo". Así como en ia
técnica degenerada el hombre está a punto de perder la sensación de la labor y de ta
medida, así pierde en la socialidad degenerada el sentimiento de comunidad, y eso
precisamente mientras está imbuido de ta ilusión de vivir completamente entregado a
su comunidad.
Una crisis de esta índole no puede subsanarse aspirando a volver a un punto an
terior del camino, sino tratando de dominar sin rebaja alguna la problemática presen
te. No podemos volver atrás, sólo podemos abrirnos paso. Pero sólo podremos abrir
nos paso a condición de saber a dónde queremos llegar.
Es evidente que debemos empezar estableciendo una paz vital que arrebate al prin
cipio político la soberanía sobre lo social. Y, una vez más, este primer objetivo no pue
de alcanzarse mediante artes de organización política, sino solo mediante una fuerte
voluntad de los pueblosde explotar y administrar conjuntamente el planeta Tierra, aten
diendo a los territorios, yacimientos de materias primas y poblaciones. Mas precisa
mente de ahí nos amenaza un peligro mayor que todos los anteriores: el de un centra
lismo planetario, ilimitado, que devore a toda comunidad libre. Todo depende de que
no entreguemos al principio polítíco la labor de explotar la tierra.
La explotación en común sólo es posible si es socialista. Pero si la cuestión del des
tino de la humanidad actual consiste en saber sí ésta podrá decidirse y educarse pa
ra una explotación socialista en común, io esencial de esta cuestión se refiere al so
cialismo mismo: cómo será ei socialismo en cuyo signo se logrará, si se logra, la ex
plotación en común por paite de la humanidad.
La ambigüedad de los conceptos utilizados es mayor aquí que en parte alguna. Se
dice, por ejemplo, que el socialismo es el paso del poder sobre los medios de produc
ción de manos de los empresarios a manos de la colectividad; pero todo depende de
lo que se entienda por colectividad. Si es lo que solemos denominar Estado, es decir
una institución en la cual una multitud esencialemte inarticulada deja que sus asuntos
sean llevados por una llamada representación, entonces en una sociedad verdadera
mente socialista eso se habrá modificado, sobre todo en el sentido de que los obreros
se sentirán representados por los titulares del poder sobre los medios de producción.
Pero ¿qué es representación? ¿Acaso la peor deficiencia de la actual sociedad moder
na no consiste precisamente en que nos dejamos representar demasiado? Y, en una
sociedad “socialista" ¿no sucederá que el pueblo se deje representar no sólo política
sino también económicamente, de suerte que imperará casi ilimitado el principio de
dejarse representar y, con él, la acumulación casi ilimitada del poder central? Pero, en
la medida en que un grupo humano se deja representar en la decisión sobre cuestio
nes comunes, sobre todo por representantes ajenos a él, en esa misma medida care
cerá de vida comunitaria, tanto menos contenido comunitario tendrá, puesto que la
comunidad - no la primitiva, sino la posible y adecuada para nosotros los actuales- sé
pone de manifiesto, sobre todo, en el común tratamiento activo de lo común, y no pue
de existir sin ese tratamiento" (CU, 193-196).
" “Solamente existe un medio: la transformación religiosa de las almas humanas” "
(León N. Tolstoí, "Diario” . 21 de marzo de 1896, citado por Buber al comienzo de la
obra que traemos ahora a colación).
“Todo socialismo cuyos límites son más estrechos que Dios y que el hombre es pa
ra nosotros demasiado poco" -Jeder Sozialismus, desen Grenze enger ist ais Gott und
der Mensch, ist uns zu wenig- (Leonhard Ragaz, igualmente citado en idéntico lugar
por Martin Buber)
"Religión sin socialismo es espíritu desencarnado, y en consecuencia tampoco es
verdadero espíritu;; socialismo sin religión es carne desespiritualizada, y en conse
cuencia tampoco es verdadera carne (Religión ohne Sozialísmuns ist entleibter Geist,
also auch nicht wahrhafter Geist, Sozialismus ohne Religión ist entgeisteter Leib, al so
auch nicht wahrhafter Leib). Por ende, el socialismo sin religión no percibe la interpe
lación divina, no responde a ella, y sin embargo ocurre que responde; pero la religión
sin socialismo percibe la interpelación y no responde' (Sozialismus ohne Religión ver-
nimmt die góttliche Ansprache nicht, er geht nicht auf Erwlderunh aus, und doch ges-
chleht es, dass er erwidert; Religión ohne Sozialismus vernimmt die Ansprache und er-
widert nicht) (UG, 284).
"Así como el allí falla cuando no responde al aquí, así también el luego cuando no
responde al ahora. La religión debe saber que es día laborable aquel que sacrallza y
desacraliza la devoción. Y el socialismo debe saber que la respuesta a la cuestión de
si el fin alcanzado es similar o disimilar al propuesto en su día depende de si fue o no
similar el medio utilizado respecto al fin propuesto y mediante el cual se alcanzó di
cho fin. Socialismo religioso significa que el hombre, en la concreción de su vida per
sonal, se toma en serio los hechos fundamentales de esta vida, a saber; Que Dios exis
te, que el mundo existe, y que el hombre mismo, esta persona humana (diese Mens-
chenperson) está ante Dios y en el mundo" (UG, 286).
1 Traducimos aquí íntegramente el diálogo que tuvo lugar en un encuentro entre jóvenes
educadores de Kibbuz y Martin Buber. En los últimos años de su vida, a comienzos de
los años sesenta, mantuvo Buber sustanciosos diálogos con miembros activos de los
Kibbuz en Jerusalén. Es uno de ellos, del año 1961.
ojos los grandes kibbuzim son aldeas que ofrecen a sus habitantes la posibilidad de
organizarse socialmente y de volver a dividirse en más pequeños kibbuz nacidos de
las relaciones sociales. Tal es el principio, no el marco como tal. ¿En qué medida es
un kibbuz todavía kibbuz cuando yo encuentro a un miembro de mí kibbuz al que no
conozco? El problema de la comunidad es una cuestión de la debida proporción en
tre individuo y sociedad.
AMRAN: En mi opinión toda la cuestión se endereza hacia el hecho de que tam
bién los miembros del gran kibbuz se acerquen entre sí, puesto que ellos son compo
nentes de una obra que ha de realizarse en común.
BUBER: La relación de los miembros de un gran kibbuz en orden a la realización
de un objetivo común no basta. De lo que se trata es de si existe contacto directo de
un ser humano con otro ser humano, y de si el dirigirme hacia el otro es realmente un
dirigirme hacia él, en su ser y en su ser tal como es. El mero tener un objetivo en común
no es suficiente para que esto se produzca. Cuando más allá de la construcción del
objetivo común se da también una relación recíproca de las personas entre sí, esto
confiere también al asunto una significación elevada, pero el objetivo como tal nunca
podrá sustituir a la relación interpersonal
(...) Como ejemplo quisiera referirme a la forma en que tienen lugar las relaciones
entre miembros de un paitido, que ciertamente comparten un objetivo común. La ma
yoría de las veces ellos no se encuentran en contacto inmediato, sino solamente en
contacto mediato. Lo que les vincula es el objetivo común, pero ei partido moderno ve
las relaciones personales incluso con desagrado, las entiende como molestas. Una
función política consiste en que ios que mandan tienen más poder del que necesitan
incondicionadamente. En el Estado, incluso en uno democrático, existe un exceso de
poder (...) De modo que a fin de que el ser humano no se pierda necesitamos gente
que no quede presa de lo colectivo, necesitamos una verdad no malamente sometida
a la politización (verpolitisierte).
NACHMAN: (...) A mí me atosiga el problema de ia excesiva cercanía, la presión
que padecen los componentes del kibbuz.
BUBER: Esto constituye sin duda un problema. Todavía lo recuerdo de hace vein-
te años, cuando fui visitando un kibbuz tras otro (lo que ahora, desgraciadamente, a
causa de mi mal estado de salud, ya no puedo hacer). Por una parte debe existir una
relación de las personas entre sí, pero no menos Importante por la otra parte es la dis
tancia. Cuando hay un "atosigamiento" de tal calibre que el ser humano ya no puede
contemplar a sus semejantes, esto impide la realización de la relación. Este es uno de
los principales problemas en la vida de un grupo. Hay en ello también aspectos prácti
cos que no vamos a discutir aquí, pero la base fundamental continúa siendo la rela
ción recíproca, la apertura del hombre a los demás"...
Vivir significa ser interpelado, tan sólo necesitaríamos planteárnoslo, solamente per
cibirlo (...) Cada uno de nosotros se esconde en una especie de coraza, de la que en
seguida no somos conscientes dada esa costumbre. Solamente existen instantes que
rompen esa coraza y abren el alma a la receptividad.
Lo dialógico se fundamenta también en la apertura del ser humano a las sorpre
sas. Mañana puedo tener un auténtico diálogo con una persona con ia que hasta la
fecha no había tenido ningún contacto.
MUKI: ¿Hay alguna posibilidad de educar para ei diálogo, para la apertura y la dis
ponibilidad conversacional? ¿Es posible, en su opinión, en calidad de educadores, de
sarrollar y despertar en los niños el encuentro?
BUBER: La relación entre el educador y el discípulo es de una peculiaridad espe
cial. Por su naturaleza no podría desarrollarse en el plano de la plena reciprocidad (zur
vollen Mutualitát) (...) En nuestro mundo existe la relación educativa no entre educa
dor y educando, sino entre el educador y varios educandos, y no hay que olvidar que
de tiempo en tiempo debe crearse completamente de nuevo una relación personal con
el educando, que es absolutamente irreemplazable. El educador ha de encontrar la
mayor cantidad de veces posibles muchas oportunidades en orden a establecer un
trato directo y exclusivo con este y aquel alumno, sea dentro de la clase o fuera de la
enseñanza. El educador debe abrir el alma del alumno -el punto principal siempre será
al respecto la relación precisamente para con este alumno concreto, en orden al cual
se establece el contacto, y que es un poco distinto a todos los restantes. Con uno y el
mismo medio no se puede abrir ei alma de cada alumno individual. Hay que conocer
sus circunstancias vitales, las de su familia, su pasado, y saber cómo hay que abrir
este alma individual. No existe ningún método capaz de hacer irrelevante este saber
individual. Por eso soy de la opinión de que la profesión de educador es la más difícil
y a la par la más elevada. Sólo que nuestra sociedad (en el mundo entero) todavía no
se ha dado cuenta de ello, toda vez que el mundo político está tan sobrevalorado y el
pedagógico tan arrinconado (...)
A mi me parece que ei espacio del método es muy limitado. Ciertamente la cosa no
marcha sin él, pero lo principal consiste en la relación especial para con este alumno
concreto, solamente para con él en su particularidad.
NACHMAN: ¿Puede en su opinión ser el kibbuz un vehículo para las masas?
BUBER: En sus orígenes el movimiento de los kibbuz fue muy selectivo. Se eligie
ron personas que estuvieran libres, dispuestas, y capaces para vivir de tal modo. Así
influyó en la diáspora el movimiento pionero. Tuvo por ende una fuerza de atracción
magnética en aquellos jóvenes que estaban dispuestos a vivir aquí de este modo. Y
así fue hasta que la Guerra Mundial hizo su aparición: La subida de Hitler al poder y
todo lo que eso conllevaba. Como consecuencia tuvo lugar un movimiento de masas
sin selección previa. Y entre nosotros no hubo ninguno al que se le hubiese cruzado
ni siquiera por la imaginación rechazar a estas masas inmigrantes. De ese modo
rompía la Guerra Mundial el principio electivo. Si en aquella época hubiésemos habla
do de inmigraciones selectas, todo ese diálogo hubiera ocurrido de una manera dis
tinta. Entonces era una cosa completamente evidente la comunidad de destino. Si nos
retrotraemos al momento histórico anterior a la inmigración de masas tendremos que
reconocer que entonces todavía era el tiempo para preparar el terreno a las masas.
(...) Yo no entiendo el kibbuz como un fin en sí. Entre los kibbuzim debe darse una
relación tal y como se da entre las personas dentro de cada kibbuz determinado. Y
esto no ha ocurrido porque los partidos se han convertido en lo que son. Y la politiza
ción ha absorbido bases vitales fundamentales.
Yo no defiendo ningún método, yo creo en las personas.
LEA: en nuestro trabajo educativo existe una tirantez entre la gran cantidad de sa
beres escolares que hemos de trasmitir a los niños, y los valores en cuya educación
queremos basarles: Confianza, reciprocidad, amor, sentido de lo común, etc. Existe
además un contraste entre el educador y su trabajo por una parte, y la dirección que
por la otra les proporcionan los padres.
AMRAM: Los niños de los kibbuz están juntos desde pequeños; parece como si al
llegar a una determinada edad estuvieran hartos de la sociedad en que viven.
MOSCHE: El currículum educativo no garantiza incondicionalmente al individuo su
plaza. Ocasionalmente este no garantizar resulta excesivo. Se espera del currículum
más de lo que puede dar. A veces se pide de la personalidad de los jóvenes una par-
ticipación que en general no pueden dar, o que aún no están en condiciones de dar.
BUBER: Todo esto que se está planteando pertenece en parte a un círculo temáti
co anteriormente discutido; La carencia de distinción entre lo social (Soziale) y lo in
terhumano (Zwischenmenschliche). ‘‘Cercanía’’ no quiere aún decir “relación’'. La so
ciedad infantil (Kindergesellschaft) es una disposición social que como tai no está he
cha para crear lo interhumano. Aquí comienza la tarea del educador. La vida del hom
bre sobre la tierra no tiene ningún valor sin relaciones interpersonales intactas (intak-
te). Un educador que lo sabe toma sobre sí un difícil trabajo, a saber, la tarea de abrir
las almas. En mi opinión, la tarea dei educador en el kibbuz es más difícil que en nin
guna otra parte. Cada situación es nueva y cada niño es un mundo nuevo. Y el edu
cador tiene que comenzar a enseñar cada día de nuevo. No existen patentes para ia
solución de los problemas y las cosas no se pueden dar por buenas así como así.
Cuando el educador está en posesión de una buena autoridad puede influir inclu
so en el hogar de los padres en caso de que la influencia paterna contradiga a lo de
seado. Del mismo modo que el médico de lo anímico no trata solamente al enfermo,
sino también a su mujer e hijos. Pues no solamente el hombre está enfermo, las rela
ciones mismas están enfermas. Un buen médico no se limita a tratar ta enfermedad
del miembro afectado sino al enfermo como ser humano, al enfermo como totalidad.
Las relaciones de los padres entre sí, sin proponérselo demasiado y sin esfuerzos es
peciales, influyen en los niños mucho más que cualquier otra educación consciente.
Pero las crisis son un componente integral de las relaciones entre los matrimonios.
Empero, las relaciones de hombre y mujer en general son uno de los mayores logros
de la cultura. Y lo principal es aquí, como en la educación, la confianza. No defiendo
ningún método, creo en las personas. Donde no hay personas no hay salida alguna.
MUKI: Muchos seres humanos han hecho (a experiencia del estar separado (Ab-
geschnittenseins). Algunos de mis discípulos conocen muchos momentos de separa
ción, ¿cómo puedo comunicarles la fe en ei “encuentro”, en lo dialógico? Conozco a
muchos que creen más en el aislamiento que en el encuentro. Aun cuando experimen
ten un instante de encuentro dialógico, no creen en él. ¿Cómo se puede despertar en
ellos la confianza, con el trasfondo del aislamiento que hoy caracteriza la política y la
sociedad?
BUBER: Yo no hablo de fe en el "encuentro", sino de confianza en este hombre de
terminado. Un chico de diez años no necesita saber nada de "encuentro" (Begegnung)
o de "relaciones mutuas interpersonales” (zwischenmenschlichen Wechselbeziehun-
gen). Pero en su contacto con el maestro debe tener el sentimiento de que puede con
tarle todo a aquel hombre. Lo principal es que tú, el educador, eres el hombre en quien
se puede confiar. Los alumnos deben ser convencidos a través de la prueba de la re
alidad: imuéstrasela a ellos!. (...)
No se puede apoderar de la vida el sentimiento trágico. Por esto digo siempre: Ha
cerlo mejor, donde siempre sea posible hacerlo mejor, pero no perfecto. A una reali
dad viviente se le tiene que dar crédito. En la medida en que crece una realidad dialógi-
ca, en esa misma medida se creerá en eila. En las ideas se puede creer o no. Pero
cuando estamos en presencia de una realidad, entonces casi no podrá por menos de
creerse en ella. Yo no soy un idealista, y no sé lo que son las ideas. Yo soy realista, y
sé de las entidades concretas, reales.
MUKI: ¿No existe ningún camino inmediato -más allá de la historia, el arte, etcéte
ra- para traer al alumno al conocimiento de la realidad (diatógica)?
BUBER: Ustedes hablan de enseñanza (Unterricht). Pero en cuanto ésta se dirige
a un “qué" ya no es educativa (erzieherisch). Cuando se dirige a un “cómo", entonces
es educativa. La educación (Erziehung) no es una cuestión de "qué”, sino de “cómo".
Cómo enseño a alguien, cómo alguien produce encuentro. Y esta es una tarea muy
importante. Pero, créame, incluso en el ámbito de la enseñanza técnica existe un
“cómo", aun cuando aparentemente allí no haya lugar alguno para “almas", para vi
vencias. Cuando e) maestro introduce al alumno en el mundo de la técnica, debería
este último descubrir en cada momento que lo principal es la humanización de la técni
ca, que las verdaderas relaciones interpersonales tienen su asiento precisamente en
el interior de la técnica (...).
D) Fe en el trabajo.
Hay dos clases de tiempo en la humanidad, el creyente y el increyente.
Bajo el término “creencia’' (Glaübigkeit) no entiendo la fe en algo determinado, si
no el sentido credencial en la vida, en ei i“a pesar de”! del corazón humano.
No se pueden distinguir por sus respectivos vocablos las épocas creyentes y las in-
creyentes. Existen épocas increyentes a las que gusta hablar de Dios. Existen asimis
mo épocas creyentes que silencian el misterio. De todos modos en algo sí que se las
puede diferenciar respectivamente: En las épocas creyentes trabajan los hombres gus
tosamente; del mismo modo que creen en la vida, creen también en su trabajo. Pero
en las épocas increyentes los hombres experimentan el trabajo como una coacción
insuperable. En las épocas creyentes descubren los hombres ia bendición que existe
en el interior de la Imprecación ‘‘con el sudor de tu frente"; en las increyentes olvidan
ia bendición y sólo saben de la imprecación.
La época en que vivimos puede reconocerse fácilmente como una época increyen
te.
Pero acá y allá se descubre en su masiva increencia una brecha.
Tal brecha constituyó la creencia en el trabajo del “segundo Alija", Aaron David
Gordon, y su fe en el valor y en el sentido cósmico dei trabajo, hasta el extremo de que
para él el trabajo llega a constituir el matrimonio del hombre con la tierra, del “Adán"
con su “Adana”.
Todo esto ha ocurrido en el silencio de este pequeño rincón de la tierra, y por otra
parte nadie se ha enterado de ello.
Pero el silencio de este pequeño rincón de ta tierra ya ha demostrado de vez en
cuando que posee, lenta y confiadamente, una fuerza operante en la lejanía.
¿Quién sabe? (1929)" (UG, 350-351).
APENDICE PARA FILOSOFOS.
"En todos los tiempos ha habido el presentimiento de que las profundas relaciones
mutuas entre dos esencias es algo primordialmente propio del ser (die gegenseitige
Wesensbeziehung zwischen zwei Wesen eine Urchance des Seins), precisamente tal
patrimonio aparece en escena por el hecho de que existen seres humanos. Y también
es algo que se ha presentido continuamente esto otro: que el hombre, precisamente
por entrar en este tipo de relación, se revela como hombre; que así llega a alcanzar la
valiosa participación en el ser a él reservada; y que, por tanto, el decir-Tú del Yo (das
Du-Sagen des Ich) está en el origen de todo irrepetible convertirse en ser humano (adíes
einzelnen Menschwerdens).
Este presentimiento se encuentra ya formulado, con la inmediatez de su peculiar
lenguaje, en una carta de Friedrich Heinrlch Jacobi de 1775 a un desconocido (men
cionado en una carta de Jacobi a Lavater de 1781). Allí se dice: “Abro mi ojo o mi oído,
extiendo mi mano, y siento inseparablemente en el mismo instante: Tú y Yo, Yo yTú.".
Expresado en el lenguaje de la intuición lo dice también Jacobi en uno de sus panfle
tos: “i Fuente de toda certeza: Tú eres y Yo soy!. Y la formulación madura reza así: “Sin
Tú es el Yo imposible” (1785) (aunque en un contexto de sentido completamente dis
tinto puede compararse con ese aserto este otro de Fichte en 1797: “La conciencia dei
individuo está acompañada necesariamente por otra, la conciencia del Tú, y sóio ba
jo esta condición es posible”).
Pero solamente medio siglo después Ludwig Feuerbach, pensador básicamente
distinto de Jacobi aunque influido por éi, llega a hacer de su conocimiento de la rela
ción entre Yo y Tú una tesis filosófica fundamental. Aunque al principio sólo mencio
nado en el frontispicio de su arquitectónica conceptual, se encuentra el aserto “la con
ciencia del mundo la alcanza el Yo a través de la conciencia del Tú", aserto con el que
se quiere empalmar el siguiente que no va más allá de Jacobi y que afirma que el ver
dadero Yo es “solamente el Yo al que se enfrenta un Tú, y lo mismo le pasa a cualquier
otro Yo frente al Tú". Poco después de aquella afirmación, empero, visiblemente su
mergido en una de esas olas de entusiasmo genial que van y vienen, escribir Feuer
bach sobre el “misterio de la necesidad del Tú para el Yo”, frase que presenta ya cla
ramente para él el carácter de validez definitiva y en la que se remansa, aunque sin in
tentar proseguir su investigación. “El hombre para sf es ei hombre (en el sentido ha
bitual -gewónlich-); el hombre con el hombre, la unidad del Yo y del Tú, es Dios”. Aquf
sf ha surgido ya el punto de partida definitivo del nuevo itinerario mental de Feuerbach,
aunque a la vez envuelto en lo indeterminado de una mala mística donde al filósofo ya
no le espera suelo válido. La frase en cuestión está dirigida, consciente o inconscien
temente, contra la intuición fundamental de Jacobi, que tras haber caracterizado en
la carta antementada al Tú como algo mundano (“Cuida de la propia existencia dei
otro, un Tú querido”), con el mismo Tú implora a Dios. A esta yuxtaposición (Zuelnan-
dersetzung) del Tú humano y divino no responde Feuerbach con la exigencia de una
renuncia radical ai concepto de Dios sino con ta sustitución de un reemplazo antro
pológico de Dios (mlt der Substitutlon eines anthropologischen GoOersatzes). Así que
en lugar de concluir como parecería exlgible "la unidad de Yo y Tú es el Hombre (en
sentido propio -eingentich-)", concluye en una construcción pseudomística a la que
ni él mismo ni nadie después de él ha podido conceder un contenido adecuado.
La desconexión de esta construcción, oponiéndose a la concepción que Feuerbach
tenia de la realidad, fue llevada a efecto poco tiempo después por el pensamiento de
Kierkegaard. La categoría de “ser el irrepetible'’ (der Einzelne sein), que ha puesto a
disposición de su época, debe entenderse en sentido estricto como el supuesto deci
sivo de la suprema relación entre esencias (die oberste Wesensbeziehung), pues Dios
"quiere al irrepetible, sólo con el irrepetible quiere trabar amistad" -da igual si ese irre
petible es alto o bajo, extraordinario o lamentable. Sin embargo, Kierkegaard, aunque
no a nivel de principios pero sí tácticamente, lleva aquí a efecto un considerable aco
tamiento. Ciertamente quiere Kierkegaard que el ser humano también se comporte co
mo irrepetible en su trato con el otro ser humano, pero la relación con éste no llega
nunca a ser una relación en sentido estricto, no puede llegar a serlo para Kierkegaard,
por muy fantásticamente que predique también el amor al prójimo. Cuando Jacobi in
formaba de su inmediatez en aquella carta suya, unificaba en una explosión sentimen
tal -cuya expresión (“¡Corazón! ¡Amor! ¡Dios!”) recordaba literalmente a ia respuesta
de Fausto a Gretchen, no se olvide que el Protofausto procede precisamente de aque
llas fechas- el Tú del otro y el de Dios, de donde evidentemente no quedaba erradica
do el peligro de un vago pasar de uno a otro (Ineinanderfliessens). En contraste extre
mo con ello, en et pensamiento existencial de Kierkegaard nunca el tú humano se con
vierte en divino, lo limitado nunca en lo ilimitado transparente. A partir de este “no”
queda planteada una gran cuestión a la posteridad, que pide una reflexión y una res
puesta tan desapasionada como libre. Pues con el abismo de sentido que se abre en
tre el Tú y el Tú amenaza con deteriorarse el sentido interno-de aquel descubrimiento
del 'Yo y Tú"; Lo mismo queda amenazado con el ateísmo pseudomístico que con una
piedad teísta entendida casi monádicamente.
Sólo setenta años después (aunque mientras tanto no deberíamos silenciar aque
lla frase de la obra de William James en The Witl to Belive, 1897, que dice: “Si somos
religiosos, et universo no es ya un mero Ello, sino un Tú; y esa relación posible entre
persona y persona, cabe aquí como posible”), cuando en la época de la primera Gue
rra Mundial se despertó con la experiencia de ias horas del Vesuvio el raro deseo de
contar con el pensar para el existir mismo, cosa a la que también se adhirió el filóso
fo sintomático, comienza otra vez el movimiento. Es muy sistemático que el primero
de los que renueven la perspectiva del Tú sea el neokantiano Hermánn Cohén en el in
vierno de 1917/18, próximo ya a su muerte, con el libro “La religión de ta razón a par
tir de las fuentes del judaismo" (1919). Hay que entender como una prolongación de
la línea de Jacobi el reconocimiento aquí presente de que "solamente el Tú, el descu
brimiento del Tú, me trae a mí mismo la conciencia de mi yo”, así como esa otra afir
mación de que "la personalidad es sacada a la luz del día por medio del Tú". Pero al
go no dicho hasta entonces en la filosofía adquiere voz cuando dice de la relación
recíproca entre el hombre y Dios, de su “correlación", que ella “no puede darse si an
teriormente no se da la correlación incluida de un hombre para con un hombre”.
Sin embargo no se distanció demasiado de Kierkegaard un sorprendente discípu
lo de Cohén, Franz Rosenzweig, que en aquel invierno estudió el manuscrito del libro
citado, “La religión de la razón”, que retuvo en su cabeza -sin que , naturalmente, es
tuviera influido por él de una manera central- cuando durante el verano siguiente co
menzó a escribir en las trincheras su obra “Estrella de redención" (Stern der Eriósung,
1921). Pero en la comprensión del Tú como un interpelado va considerablemente más
allá de Cohén la densa concreción del lenguaje conceptual de Rosenzweig. La inter-
pelabUidad esencial del Tú está ejemplificada para él en el “¿Dónde estás?” de Dios a
Adán, y a partir de esta pregunta añade el propio Rosenzweig: “¿Dónde está Tú se
mejante, autónomo, libremente situado frente al Dios oculto, en el cual debería descu
brirse a sí mismo como Yo?. De suerte que a partir de esta pregunta se avista intrabíbli-
camente un camino para aquel “Te he llamado por tu nombre. Tú eres mío”, con et
que Dios se manifiesta “como el autor y el inaugurador de todo ese gran diálogo en
tre Él y el alma", que constituye para nuestros efectos la contribución teológica más
Importante de Rosenzweig (Franz Rosenzweig debe ser aquí mencionado en conexión
con un círculo del que ahora destacamos especialmente a Hans Ehrenberg y a Eugen
Rosenstock).
En Febrero de 1919 estaba terminada la “Estrella de la redención". Pero en el mis
mo invierno y en la primavera siguiente escribió un maestro de escuela provinciano
austríaco y católico muy castigado por la enfermedad y por las depresiones, Ferdi-
nand Ebner, sus “Fragmentos pneumatológlcos” (pmeumatologischen Fragmente),
que luego incluyó en su libro “La palabra y las realidades espirituales” (Das Wort und
die geistiegen Realitáten, 1921). Ebner parte de la experiencia de la "soledad del yo”
(Icheinsamkeig) en aquel sentido existencial que ha alcanzado en nuestra época; esa
experiencia no es para él “nada originario", sino el resultado de la "clausura respecto
del Tú”. A partir de aquí, y siguiendo las huellas de Hamann, pero uniendo con más
fuerza las intuiciones de ambos, profundiza en el misterio del lenguaje como la posi
ción eternamente nueva de relación entre el Yo y el Tú. De forma directa se confiesa
lo mismo que Kierkegaard como un ser incapaz de encontrar al Tú en el ser humano.
Él mismo señaló ya en 1917 el peligro de perderse espiritualmente en ia conciencia de
esta “imposibilidad”, aunque la salvación la encuentra en la frase "No hay más que un
Tú único (ein einziges Du) y ése es Dios". Ciertamente también postula Ebner, como
Kierkegaard, que "el hombre no debe amar solamente a Dios, sino también a los se
res humanos", pero allí donde se trata de la peculiaridad de la existencia cualquier otro
Tú se le ocutta ante el de Dios. Si nosotros preguntamos aquí, como en Kierkegaard,
por lo que es valioso en última instancia, nos encontramos de nuevo ante aquel irre
petible que tiene en cuenta al mundo pero que en última instancia es acósmico, a aquel
que tiene en cuenta el amor al prójimo, pero que en última instancia se comporta sin
el hombre (anantropisch).
Y llegando a este lugar tengo ya que hablar de mí mismo. La pregunta por la posi
bilidad y la realidad de una relación dialógica entre el ser humano y Dios, por tanto de
una relación libre con el hombre en su diálogo entre cielo y tierra, cuyo lenguaje a
través de pregunta y respuesta constituye el acontecer mismo, el acontecer de arriba
hacia abajo y de abajo hacia arriba, se me había planteado ya en mi juventud. Espe
cialmente me había encontrado con ello como constituyente fundamental del propio
pensar desde la tradición hasidí, por lo tanto esa cuestión se me había planteado co
mo una de las más íntimas desde aproximadamente el 1905. En ia forma lingüística
de los escritos aparecidos muchos años después sobre el principio dialógico se en
cuentra ya por primera vez en el otoño de 1907, en la introducción a mi libro “Die Le
genda des Baalschem". Se trata aquí de la radical distinción entre el mito en sentido
estrecho (el mito de las mitologías) y la tradición (Legende). Se dice allí: “La tradición
es el mito de la vocación (Berufung). En et mito puro no existe la diferenciación res
pecto de la esencia... El propio héroe sólo está en un escalón distinto al de dios, no
frente a él; no son el Yo y el Tú... Ei dios del mito puro no llama (beruft), manifiesta
(zeugt); envía al manifestado (Gezeugten), el héroe. El Dios de la tradición llama: a los
profetas, a los santos... La tradición es el mito del Yo y dei Tú, del que llama y del lla
mado, de lo finito que va a lo infinito, y de lo infinito que necesita de lo finito". Así pues,
en este texto queda ejemplificada la relación dialógica en sus cumbres más aitas, pre
cisamente porque también en semejantes alturas perdura sin debilitarse la diferencia
ción esencial entre los participantes, pero incluso en tal cercanía se manifiesta asimis
mo la autonomía del ser humano.
A partir de esta situación donde se subraya la excepción, el exceptuar, el pensa
miento dialógico me fue llevando cada vez más seriamente hacia lo comunitario, ha
cia lo por todos experimentable. También aquí fue ocurriendo todo ello primeramente
en conexión con mi interpretación del hasidismo: En el prólogo -redactado en septiem
bre de 1919- al libro “Der grosse Magid und seine Nachfolge" (1921) se caracteriza a
ia doctrina judía como “situada completamente en la relación doble de hombre-Yo y
de Dios-Tú, en la reciprocidad, en el encuentro. Poco después de esto, en el otoño,
redacté el manuscrito, poco ágil todavía, de “Yo y Tú” (debería constituir originaria
mente la primera parte de una obra de cinco tomos, cuyo contenido había esbozado
en líneas muy generales en 1916, pero cuyo carácter sistemático me lo hacía visible
mente extraño).
Vinieron luego dos años en los cuales no pude trabajar casi nada, ni siquiera en lo
relativo a lo hasidí, y en donde no leí nada filosófico -con excepción del “Discurso del
Método”, que una vez más me había propuesto trabajar-. Por esto mismo sólo pude
leer más tarde las citadas obras de Cohén, Ebner, y Rosenzweig (como puede verse
entre otros lugares en ia carta a Rosenzweig de diciembre de 1921, fecha en ta que to
davía no conocía su libro). Todo esto se encuadra en ei curso de un proceso que yo
entendía entonces como de ascesis espiritual.Después de él pude ya acometer una re
dacción definitiva que estuvo terminada en la primavera del año 1922, después de que
hube expuesto el libro en enero y febrero de 1922 en un curso dedicado a “La religión
como actualidad" dentro de la Frele Judische Lehrhaus fundada y dirigida por Rosenz-
weig en Frankfurt a.M. Cuando hube escrito la tercera y última parte, rompí con mi as
cesis de lectura, comencé por ocuparme con fragmentos de Ebner (primero leí algo
en un cuaderno del “Brenner" publicado sobre el rostro, y luego le pedí el libro). El li
bro me mostró, como ningún otro hasta entonces, con una cercanía casi increíble, que
en aquel nuestro tiempo hombres de diversa condición y tradición se habían encon
trado en la búsqueda dei bien perdido. Cosa semejante me ocurrió pronto también por
otra parte.
Délos antepasados había conocido ya cuando era estudiante a Feuerbach y a Kler
kegaard, y una parte de mi vida había sido un sí y no respecto de ellos. A Jacobi le
conocí muy insuficientemente (hasta hace poco no le había leído detenidamente). Y
luego me rodeaba en el espíritu un número creciente de personas de las generacio
nes actuales en las cuales, aunque en desigual medida, fui a buscar lo que siempre
había constituido mi cuestión primordial. Trabé contacto con ellos ya en la distinción
que expuse en mi libro “Daniel" (1913) entre una actitud básica “orientadora” (“orlerv-
tlerenden"), objetivadora y cosecante (vergegenwártlgenden), y una actitud básica
“realizadora" (“realisierenden"), distinción que en su núcleo se solapa con la expues
ta en “Yo y Tú" entre la relación Yo-Ello y la relación Yo-Tú, solo que esta ya no se fun
da más tarde en la esfera de la subjetividad, sino en la dei “entre" de la esencia. Este
es, empero, el giro decisivo que tuvo lugar en una serie de espíritus durante la prime
ra Guerra Mundial. Ese cambio ha sido dado a conocer en su muy diferenciado sen
tido y ámbito, pero la comunidad fundamental y procedente del giro que se abría con
la nueva situación humana, esa no se puede desconocer.
Bajo este punto de vista hay que situar una serie de publicaciones, tanto entre las
obras propiamente dichas dei siguiente decenio, como de los trabajos del periodo mis
mo en que esa clarificación se estaba produciendo.
Del círculo de ñosenzweig salieron los libros de dos pensadores protestantes: “Dis-
putation I Fichte" (1923) de Hans Ehrenberg, y “Angewandte Seeienkunde” (1924) de
Eugen ñosentock, por el cual ñosenzweig, que conocía una primera redacción del
mismo, fue “decisivamente” influenciado al escribir su propio libro (véase también aho
ra el libro de Rosentock “Der Atem des Geistes”, 1951).
Dei ámbito de la teología protestante hay que citar ante todo ei libro de Frledrich
Gogarten “Ich glaube an den dreieinígen Gott” (1926), que quiere comprender la his
toria como “el encuentro del Tú y del Yo”, aunque también se atiene a la tesis de que
“la historia es la obra de Dios", de modo que por eso le falta en última Instancia a la
historia el carácter de encuentro, y del mismo autor “Glaube und Wlrklichkeit" (1926)
en que la tesis de que el encuentro dei Tú y del Yo es la realidad es tratada pura y sim
plemente como componente básico del protestantismo reformador. También hemos
de citarla obra de Kaii Heim “Glauben und Denken” (1931), que es un intento de sis
tematización global de lo teológico y de lo filosófico, en el cual queda totalmente re
saltada ta importancia concedida a la dirección pleniflcadora (“Si primeramente fue la
relación Yo-Ello, luego descubrimos el Tú... de este modo un vuelco aún más radical
entró en escena que cuando se produjo el descubrimiento de una nueva parte del murv
do o la apertura de nuevos sistemas solares. El todo del mundo espaciotemporal del
Ello, incluyendo todas las galaxias y nebulosas estelares de la Vía Lactea, ha sido con
templado con una nueva perspectiva"). También en los trabajos de Emil Brunner de
aquella época se incluye abiertamente nuestro problema.
La filosofía católica produjo entonces sobre todo el “Journal métaphysique” (1927)
de Gabriel Marcel, en el cual, empalmando con independencia con lo hasta entonces
dicho en alemán, la idea central es la misma, dejando al margen lo accesorio, sin que
pueda compararse en parte alguna con las experiencias elementales del pensador
católico Ebner, pues Marcel no se Interesa por las profundidades dei reino del lengua
je. Sin embargo, en mi opinión, el hecho de que en Marcel se repita aquella afirmación
fundamental del “Yo y Tú”, a saber, que el Tú eterno no puede por su esencia convert
irse en Ello, certifica renovada mente la universalidad del devenir espiritual, del que tra
ta este escrito sobre la Historia dei Principio D¡alógico.
Dentro de la filosofía “libre", es decir de aquella que ya no se sitúa como la de Des
cartes o Leibniz en una realidad de fe enraizada existencial mente, y de la cual por lo
tanto hay que excluir fundamentalmente la opción por la disyuntiva entre el trato con
el Tú condicionado o con el Tú Incondicionado, hay cuatro obras de esa época en el
trasfondo: La deTheodor Litt “Individuum und Gemeinschaft" (1924,1926), la de Karl
Lowtth “Das Individuum in der Rolle des Mitmenschen" (1928), la de Eberhard Grise-
bach “Gegenwart" (1928), y la de Karl Jaspers "Philosophie” II y III (1932) (...)
A este recuento filosófico final, que habría que haber continuado después, han se
guido veinte años, en los que han aparecido algunos trabajos considerables, especial
mente en la valoración de la nueva filosofía en territorios científicos tales como socio
logía, psicología, pedagogía, psicoterapia, medicina, que no vamos a entrar a ponde
rar. Sólo al comentario de una de estas obras, a una importante, naturalmente, no pue
do sustraerme, porque me permite una aclaración personal necesaria. Me refiero a la
“Dogmática de la creación" (1948)
En orden a su exposición de la “forma básica de humanidad" (Grundform der Mens-
chllchkeit) toma Barth en consideración, en el interior de la gran plenitud y potencia
de su pensamiento teológico, la herencia específica de un movimiento espiritual que
en los siglos dieciocho y diecinueve fue abierto por un idealista creyente pero no ecle-
síal y por un sensualista no creyente, y que en el siglo veinte encontró una expresión
en cierto modo considerable entre una parte no carente de importancia de creyentes
judíos. No se trata de que Barth se anexione esta corriente de pensamiento, como lo
hiciera antaño con una actitud casi ingenua Gogarten para el protestantismo reforma
dor: él busca, incluso en una esfera tan complicada como la teología, ejerciendo la por
el mismo enseñada “libertad del corazón”, hacer justicia al espíritu que sopla fuera del
cristianismo. De este modo hace suyos él por su parte, naturalmente con el mejor es
tilo reflexivo, nuestros conocimientos relativos a la distinción fundamental entre el Ello
y el Tú y al verdadero sentido del Yo en el encuentro; por otra parte, empero, no pue
de conceder gustoso que tamaña concepción de la humanidad pueda haber sido de
sarrollada en otro terreno que en el cristológico (Jesucristo como "el hombre para el
prójimo, y por ende la imagen de Dios” (ais "der Mensch für den Mttmenschen und al-
so das Bild Gottes"). Asegura, en efecto, que l a antropología teológica aquí, en su
propio terreno, y en la medida en que las lleva decididamente hasta el finai, llega a pro
posiciones que son completamente similares a aquellas por las que la humanidad ha
transitado, aunque por unos caminos completamente distintos (por ejemplo, con el
pagano Confucio, con el ateo L. Feuerbach, con el judío M. Buber), y pregunta con to
da razón: “¿Deberíamos por eso renunciar a semejantes proposiciones?", aunque por
otra parte quiere ‘ alegrarse con toda paz de que, en la linea general de nuestra inves
tigación y exposición, nos encontremos en una cierta concordia con los sabios de es
te mundo” (...)" (GDP, 301-318).
Carlos Díaz
Presentación.................................................................................. 5
Mounier nació en 1905, el mismo año que Sartre, tres años antes que Merleau-
Ponty. Era el menor respecto de Jean Lacroix, y ei mayor respecto de Paul Ricoeur.
Respecto de él yo era de una generación posterior. Debo incluso añadir que hasta la
Liberación no fue para mí más que un nombre, aunque ciertamente un nombre pres
tigioso. Añado también, porque es la verdad, que esta manera de inscribirme en su
órbita carece de importancia, aunque no para mí. Doy cuenta de ella para situar las
coordenadas de mi testimonio. Pero está claro que en toda esta historia yo no he si
do más que un tardío y un comparsa. Por ende os pido no deformar ni invertir la pers
pectiva: estoy obligado a hablar de Mounier desde mi punto de vista, pero este punto
de vista está destinado a hablar de él, de él y sólo de él.
Decía que su nombre me parecía prestigioso, y al mismo tiempo yo no podía lo
calizar un rostro tras ese nombre. En 1932 era yo demasiado joven como para intere
sarme por el nacimiento de la revista Esprit y leer su famoso programa "Rehacer el Re
nacimiento". Estas páginas ardientes, estas páginas escritas por una juventud que
Mounier describía (sin adularla) como "injusta, brutal, ingenua", como "rebelde para
las referencias y para las diferencias", ni siquiera pude leerlas en su reedición de 1935
en el manifiesto titulado "Revolución personalista y comunitaria". Sólo tuve contacto
con ellas durante mi clase de filosofía. Pero era el mejor momento para recibirlas. Pues
la clase de filosofía es la ocasión, la gran ocasión para una toma de conciencia. Si en
aquella época yo no hubiese escuchado la voz de Mounier no sentiría todavía hoy,
cualquiera que haya sido el camino recorrido, ciertos entusiasmos, ciertas aversiones.
Fue el primero en darme, como a tantos otros, yo no diría una sensibilidad política, si
no una sensibilidad moral en política.
(1) Conferencia dada en Caen el 6 de mayo de 1965 (y publicada en el Bultetin des Amis
d’Emmanuel Mounier, número 27, enero de 1966) por Henry Dumery, sin duda uno de
los filósofos contemporáneos más importantes, sobre el que cabe leer el libro de Juan
Martín velasco "La obra de Henry Duméry". Instituto Superior de Pastoral, Madrid, 1970.
Sus fórmulas de entonces continúan vibrando en mí. Contra La "tregua de angus
tias y miedos" apelaba a la "revolución", a la revolución que "surge de las profundida
des" y que rompe "la indiferencia". Y apelaba a la revolución él, Mounier, él, este me
nor de treinta años que hacía profesión conjunta de filosofía y de catolicismo, en nom
bre de lo espiritual. Juez del asombro, del estupor de los bien pensantes. Hasta Mou
nier, hasta este discípulo de Péguy e igualmente de Jacques Maritain, no se invocaba
lo espiritual más que para asegurar y conservar situaciones adquiridas. Mounier de
nomina a su movimiento "Esprit" no para adormecer, sino para inquietar, para "espan
tar" las tranquilidades, para hacer recular las complicidades. Su primer grito fue: "Ve
nimos a testimoniar en favor de bienes distintos a nuestras propiedades". Su segundo
grito era: "El desorden nos choca menos que la injusticia". Su tercer grito, su tercer es
tallido le seguía de cerca: "Dado un cierto grado de miseria y de servidumbre el hom
bre no puede alimentar pensamientos inmortales". Todo procedía del mismo lugar.
Yo aprendí de un golpe, aunque embarulladamente, que las nociones de derecha
y de izquierda en sentido político son cristalizaciones de naturaleza sociológica nun
ca insignificantes (como buenos apóstoles querían persuadirnos de ello), aunque hay
que deshacerlas y rehacerlas en su caso. Pues no se puede aceptar, protestaba Mou
nier, que "espiritual" y "reaccionario" sean sinónimos.
También aprendí que la deserción cívica es un crimen, que el rechazo de lo políti
co es la peor de las políticas y que, sin embargo, la política es una técnica, un medio,
y no un fin: el fin es el hombre, el acrecentamiento de las libertades, es la voluntad de
progreso y de sobrepasamiento.
Yo aprendí, en fin, que había que acercarse al marxismo con sangre fría, que el
sufrimiento de los proletarios pesa más duramente en el destino del mundo que las en
soñaciones de los falsos intelectuales, pero que poniéndose del lado del oprimido con
tra el opresor había que evitar un dualismo ingenuo. El desgarro de nuestra sociedad,
afirmaba Mounier, no es solamente horizontal, es vertical. El método marxista tiene
razón al remitirnos al análisis, a las situaciones concretas, a sus condicionamientos ri
gurosos. Nos libra de la elocuencia, nos salva de las coartadas metafísicas. Sin em
bargo, continuaba Mounier, no es un motivo para olvidar que el hombre tiene más re
lieve, más misteriotambién, que un mero nudo de relaciones socioeconómicas. El con
flicto de los intereses materiales, la lucha de clases son reales, pero expresan, reper
cuten en una relación más profunda. En este punto Mounier pensaba poco más o me
nos como Toynbee: El marxismo es una herejía cristiana. Del cristianismo tiene la vo
luntad de sobrepasar toda división. Pero lee como relaciones de fuerzas, por el exte
rior, lo que el cristianismo lee como relaciones de debilidades, como rivalidad de
egoísmo, por el interior.
Sea como fuere, no carece de consecuencias aprender todo eso a los diecisiete
años. Los acentos de Mounier nos liberaban de la timidez, del temor; nos invitaban a
crear, a actuar, no sin pensar, por otra parte. Pues como veremos el pensamiento es,
si no el motor, al menos el timón de la acción. Importa, ciertamente, cambiar el mun
do y no solamente contemplarlo; Marx había recordado y martilleado esta dura ver
dad. Pero la ciencia moderna aporta también por sí misma la prueba de que la acción
eficaz es aquella que procede de un pensamiento justo. De ahí la necesidad de una
reflexión ejercida, de una reflexión metódica, por una acción victoriosa.
Yo no sé si parecida enseñanza formulada hoy produciría el mismo efecto de cho
que. Pues los ambientes cristianos a los que en primer lugar se dirigía han evolucio
nado mucho -en parte , precisamente, por la influencia de Mounier. Pero yo recuerdo
que en aquella época la brusca aparición de este nuevo Saint-Simon, de un Saint-Si-
mon que no tachaba como el otro intencionadamente sus citas del Evangelio, hizo
algún ruido. Hay que haber vivido este sueño, esta cualidad de exaltación, para me
dir hasta qué punto la iniciativa, la lucidez de uno solo, es capaz de despertar por ella
misma a toda una generación. El cristianismo volvía a ser la religión de los pobres, lo
que fue en su origen, lo que no hubiera debido dejar de ser nunca, como lo hizo no
tar más tarde Simone Weil. Ya no estaba vinculado a estructuras de lo establecido, a
los prejuicios de un ambiente, al apetito de las clases dominantes, sino que reencon
traba lo que Mounier llamaba, y lo que también Alain llamaba, su exigencia revolucio
naria.
Aquellos de entre vosotros que han nacido en otras tradiciones, que han tenido
siempre la impresión de ser socialistas, laicos, y republicanos del mismo modo que se
es francés, ruso, o irlandés, de padre a hijo, no pueden sospechar lo que fue el senti
miento de liberación habido por muchos lectores de Mounier. Los ojos se abrían, las
paredes de un guetto se desvanecían. El joven católico se encontraba reintegrado con
pleno derecho en la ciudad. Recuperaba según la fórmula un poco ingenua la heren
cia de las dos Franelas, la de Juana de Arco, y la de los derechos del hombre. Hacía
más: admitía que Fourier, Proudhon, Marx, habían dicho algo que cuenta. Incluso que
maba las etapas: no se contentaba con desear una República pura y dura, sino que
entraba en el combate social. Quería modificar no una Constitución formal sino la con
dición fundamental del trabajo humano, la relación del hombre con el hombre. Antaño
Marc Sangnier, fundador de le Sillón, había hecho correr por los mismos ambientes el
mismo escalofrío. Pero el movimiento de aquel había conservado no sé qué de dema
siado sentimental. Con Mounier el realismo retomaba sus derechos. Una doctrina en
forma, una filosofía, Inspiraba y justificaba la acción. Dicho brevemente, Mounier no
era solamente el gran hermano, era el teórico, el pensador, y todo junto el desperta
dor, el entrenador. Era también el creyente que zarandea, junto con las tutelas, los sor
tilegios de la infancia, el creyente que en el seno de un mundo muy diferente al de la
cristiandad reclama conducirse como adulto, ejercer todas sus responsabilidades de
ciudadano, mezclarse con todos sus camaradas, incluso los incrédulos, para instau
rar, para inventar, una comunidad de hombres libres.
Me he extendido en esta primera manifestación del pensamiento de Mounier aun
que desearía presentárosla en persona. Pero tenía que hacerlo para mostraros el géne
ro de admiración que yo alimentaba respecto de él, mucho antes de conocerle. Esta
admiración no hizo sino crecer en la medida en que Mounier adoptaba sus posicio
nes valientes sobre el fascismo, el nacionalismo, el problema judío, la mujer, el arte, el
humanismo, etc.
Llega la guerra, la derrota. Desde hacía años Mounier era nuestro guía, nuestro or
gullo; era nuestra conciencia. Ante el menor acontecimiento nos habíamos habituado
a decir: ¿Qué piensa al respecto Mounier? Pero en la noche de la ocupación, tras la
prohibición de Esprit, ya no decíamos "¿qué piensa?", sino "¿qué hace?" Lo que hacía
era difícil de saberlo. En aquella Francia rota en dos, en aquella Francia extrañamen
te tabicada, incluso en zona libre, en aquella Francia en que la circulación de las no
ticias no se efectuaba mejor que la del reavituallamiento, no había ya sino individuos
o pequeños grupos para cultivar la independencia del juicio y la dignidad de sí mis
mo. Aquellos de entre nosotros que durante su juventud habían respirado, frecuente
mente entre maestros laicos, bastante jacobinismo como para no entrar en ningún do
ble juego, lograban orientarse sin demasiada dificultad. ¿Pero y los otros, todos los
demás? Aquellos que esperaban, aquellos que se resignaban, aquellos que seguían,
aquellos que se aprovechaban, aquellos que se adherían, aquellos que traicionaban...
el espectáculo que daba entonces el pueblo más inteligente de la tierra no tenía nada
de especialmente reconfortante. Creo de verdad que se les oculta actualmente a los
niños, a los adolescentes. Creo incluso que nosotros mismos lo hemos olvidado en
parte. Hubo tiempo sin embargo en que ya no tuvimos porvenir, porvenir previsible,
un tiempo en que el vecino no estaba seguro del vecino, un tiempo en que, controlan
do los nervios, se montaba un escándalo sólo por hacerlo, por ver qué pasaba, sa
biendo que costaría algo, tres veces nada pero muchas todo. En el límite está permi
tido preferir el régimen espartano de las cárceles a la vida muelle de las gentes que so
breviven porque se curvan. Este tiempo lo sitúo en 1941, incluso en 1942 (al menos en
su primera mitad) con la extensión o el angostamiento de las redes que substituía la
esperanza colectiva por la angustia individual. Entonces me preguntaba yo: "¿Dónde
está Mounier, qué hace?" Yo no dudaba de su actitud, de su reacción. Pero tenía ne
cesidad de saber cuál era su suerte, en qué consistía su acción.
El azar hizo bien las cosas. Un amigo de Estrasburgo replegado en Clermont, lue
go en Lyon, me contó incidentalmente, durante el verano del 42 si no me equivoco,
que Mounier, encarcelado por orden de Vichy, había hecho la huelga de hambre. Fal
taban los detalles. No se sabía si estaba liberado o si continuaba entre rejas. Sólo mu
cho después supe cómo había sido detenido e internado, iPero esa huelga de ham
bre qué ejemplo, qué símbolo! Esa huelga se le parecía. Y daban ganas de que se le
pareciera. Durante los dos últimos años de la ocupación, este acto ejemplar, este "ac
to frágil" (como él le calificara luego, con modestia) nos ayudó a vivir, a luchar. Varios
aquí presentes han sufrido infinitamente más que nosotros. Algunos creían en el cie
lo, otros no. Pero fue, es, y será siempre nuestra oportunidad y nuestro orgullo haber
aproximado y continuar frecuentando a los hombres que hicieron emerger, desde el
fondo del horror, una nueva dimensión del hombre. Pues ellos han hecho retroceder
los límites del sufrir, del soportar humano.
Y luego un día el milagro se produjo. En un París intacto o poco menos yo iba a
encontrar a Mounier. Yo estaba lleno de prejuicios favorables respecto a él, por su
puesto. En mi ingenuidad yo le imaginaba tenso, hirviente, piafante, a imagen de ese
estilo que informa sus escritos y que mezcla con la densidad y la complejidad una vi
vacidad alegre. Pues bien, nada de eso; Mounier no respondía al retrato que yo me
había construido. Mi primera impresión del encuentro ha quedado intacta. Lo que me
impresionó y dejó estupefacto fue la calma, la calma olímpica de Mounier.
Mounier no hablaba, o poco, escuchaba, Mounier no reía, sonreía. Mounier no se
exaltaba, se concentraba. Mounier no se ponía por delante, interrogaba, tenía curio
sidad respecto del otro. Mounier no hacía de reclamo ni para él ni para su revista,
quería informarse, aprender. En el fondo, una sola cosa le cautivaba, le apasionaba:
los problemas que se planteaban a su interlocutor, los problemas que*se planteaban
en el mundo en que su interlocutor evolucionaba. Su actitud no se olvida, por rara.
Desencumbrado respecto de sí, constantemente abierto, disponible. Mounier tenía dos
centros preponderantes de interés: el porvenir y los demás. Tenía el sentido del con
tacto, lo tenía espontáneamente, sin apoyar, sin escatimar, con una soltura en donde
no se veía virtud, sino encanto.
Este hombre muy ocupado, con el horario al minuto, tenía tiempo, se tomaba su
tiempo. En Paris existen muchas salas de redacción, muchos redactores jefe, grandes
redactores como se dice y como ellos mismos dicen. Pero si se les va a ver y se es re
cibido por ellos (lo que es un extraordinario favor) se conversa de los labios para afue
ra, y se finaliza en medio de la frase, de tal modo se cree que el principio del comien
zo termina la conclusión. Una visita causa siempre placer, ya sea cuando el visitante
aparece como cuando se retira. En este caso, el placer pasa invariablemente por el
segundo término. Nada de tal con Mounier. A veces pude concertar una cita con él,
otras no, o sorprenderle, o llevarle inopinadamente a un extranjero de paso: en su ofi
cina de la calle Jacob, Mounier recibía, Mounier, al recibir, era verdaderamente, ple
namente, receptivo. Esta feliz disposición podría no ser más que una dotación natu
ral, un don innato. Sí y no. Pues la afabilidad en Mounier no era la jovialidad satisfe
cha de derramarse. Era la atención inteligente, la atención ferviente, no sé qué tacto
del corazón y del espíritu que daba a cada uno, ante él, la gana de ser sí mismo, so
lamente sí mismo, sin forzar ni falsear nada.
Le estoy viendo. Era más bien grande, esbelto, vestido sin rebuscamiento, pero no
desdeñoso de una cierta elegancia. En el azul de sus ojos, se ha escrito tras su muer
te,, se reflejaba el color de los lagos de su Dauphine natal. Esta imagen poética no se
me había ocurrido a mí. Pero su mirada impresionaba: escrutaba al interlocutor y al
mismo tiempo traducía una vida interior intensa, a la par que parecía remontarse a las
lejanías. Había en Mounier simultáneamente -lo que parece contradictorio- una pre
sencia activa en lo que decía y en lo que escuchaba, una meditación personal que se
guía silenciosamente su curso, y también un poder de ensoñación, no de evasión, si
no de anticipación, de idealización.
Tenía igualmente una mezcla de seriedad y de ludismo. Se quejaba agradablemen
te de las dos arrugas que marcaban su rostro a cada lado de la boca, y que en su opi
nión le daban una inmovilidad tensa. Pero estos pliegues no eran arrugas, sino que
encuadraban la parte baja del rostro y le conferían una expresión asombrosa.
Cumplían un papel en todos los juegos de la fisionomía: en el reposo, para cercar con
gravedad lo que los labios tenían de carnoso, un poco como de enojoso, de un poco
infantil; en la conversación, para subrayar que esa buena sonrisa que abría unos ho
yuelos en las mejillas venía a terminar en dulzura al borde de los surcos de la reflexión,
del perpetuo trabajo sobre sí mismo. En todo caso, no había en esa ligera contracción
ni sarcasmo, ni burla, ni menosprecio. Mounier no manejaba la ironía que hiere. Bro
meaba, pinchaba. No buscaba, rehuía la importancia. Nunca le vi hacer ningún es
fuerzo por asombrar a su visitante, proferir ante él sentencias. Por el contrario, rompía
el personaje que se le quería prestar. A diferencia de tantos hombres de bien, que lo
saben y que quieren edificar, no dejaba caer en la conversación ninguna de esas pa
labras de sentido pesado que se enuncian con solemnidad y que se destinan a una
germinación con firma debajo.
Muchos le quedaron reconocidos por esta discreción, por esta reserva, o mejor,
por esta ausencia de proselitismo. Pues toda empresa sobre otro es impura. Un con
tacto, un intercambio, no son correctos y fructuosos sino cuando los que intercam
bian están en plano de igualdad. Una discusión con Mounier era aprovechable por na
tural, apacible, sin trampa. Ella comportaba, al lado de los tiempos fuertes, los tiem
pos muertos, los propósitos banales, la parte de inutilidad y de anécdota que hacen
que la amistad tenga el ritmo de la vida, su fervor y su pereza, su tensión y su aban
dono. Mounier sin pose, Mounier sin máscara, Mounier sin afectación. Mounier sin el
menor deseo de aparecer ni de dejar estupefacto, era el más vinculador, el más se
ductor. En una palabra, era un hombre que tomaba y que guardaba la medida del
hombre.
He pintado al Mounier de la conversación, del tú a tú. Quisiera ahora presentar al
gunos rasgos del Mounier jefe de equipo, del Mounier animador. Contaré cómo pre
sidía, no los comités de redacción, en los que yo jamás participé, sino esas sesiones
de investigación en común, de información, de crítica colectiva, que se tenían algunas
tardes en los locales de su revista.
Se nos invitaba a las 20’45 (con precisión de jefe de estación) ...Mounier llegaba
a las 21, explicando que en París hay que prever siempre que a uno se le escapen uno
o dos trenes de metro. Una decena de personas, un poco más, un poco menos, esta
ban previstas para cada discusión. Estas reuniones agrupaban generalmente a espe
cialistas sobre los asuntos más diversos. Al proponerlos, Mounier se instruía de los
problemas del día; se documentaba. Todo el arte consistía para él en elegir hombres
al efecto. Aquellos que en dos horas de reloj fuesen capaces de perfilar una cuestión.
Estábamos mal instalados, mal sentados, y mal iluminados. No había consumiciones,
ni se distribuían rondas de cigarrillos. Ningún ambiente de club, de salón; solamente
un ambiente de aula de clase. Dejando a un lado los simples testigos, los auditores del
tipo "florero" como yo, los invitados eran de marca. Durante las sesiones he visto des
filar psiquiatras, cirujanos, físicos, ingenieros, artistas, escritores, filósofos, teólogos,
juristas, periodistas, sindicalistas, etc, pero muy pocos hombres políticos...
Pero ¿qué hacía, qué decía Mounier en medio de su areópago? Quiero describir
esto, pues también allí la actitud de Mounier me parecía ejemplar. Mounier presidía;
presidía como presidente que preside, quiero decir que se esfumaba, que no hablaba
más que para dar la palabra, más que para volver a centrar o relanzar la discusión.
No solamente no se ponía en plan de vedette, sino que se abstenía de elevar la voz.
Intervenía con una palabra, con un gesto, con un parpadeo. Y tenía, pese a tan débi
les medios, una autoridad total.
¿De dónde le venía? ¿De su reputación? Sin duda. ¿De su maestría? Con toda se
guridad. Y más aún de su competencia, de su flexibilidad de espíritu -comprendía rápi
damente, discernía inmediatamente lo esencial-, del estado de su preparación. Pien
so que había debido reflexionar sobre cada tema debatido, que había orientado las
lecturas, acumulado las notas, las informaciones, antes de cada sesión. Aparentemen
te no se servía, o poco, de todo ello: estaba muy resuelto a dejar explicarse a los es
pecialistas y él se convertía en su alumno. Pero sabía lo bastante para dirigir la discu
sión, para presionar al interlocutor en orden a que aportase cosas nuevas, sólidas, y
para hacer callar sin ofenderle a ese interlocutor que no para, que se escucha al ha
blar. Para dominar intercambios tan variados necesitaba una vasta cultura, luces de
todo, antenas fijas y seguras. En ninguna circunstancia planteaba la cuestión que de
sentona, que hace sonreír. Y según creo es ya estar suficientemente informado el sa
ber descartar lo que no hay que decir. Nos asombraremos menos de su éxito respec
to de los que le rodeaban si tenemos en cuenta el número de libros, de revistas, inclu
so técnicas, también en lenguas extranjeras, que leía y de las que daba cuenta. Nun
ca siguió el camino de la facilidad. Sin un trabajo sostenido no habría estado al día,
no se habría sentido a la altura. Para aprender de los otros, para enseñar a los otros,
hay que constreñirse a aprender mucho por sí mismo.
Quiero señalar otra cosa de estos encuentros y coloquios. Al instituir este género
de discusión Mounier no perseguía necesariamente un interés inmediato, un fin
pragmático; por ejemplo, no se trataba de suministrar el material para su periódico.
No, el encuentro tenía su valor en sí, el valor de encuentro. Se encontraban gentes que
venían de todos los horizontes, de todos los ambientes, y que ejercían ias profesiones
y responsabilidades más diversas. Podían o no ponerse de acuerdo, pero se des
cubrían, se enseñaban mutuamente. En esta feria de ideas que es París he conocido
otros círculos, otras capillas. Pero yo nunca he encontrado después de Mounier esa
libertad de andadura, esa ausencia de prejuicios, esa insensibilidad para la tarjeta de
visita. Numerosas son las casas editoriales en que conviene tener el espíritu "de la ca
sa". Allí no había más que una regla: Cada uno, siendo lo que era, tenía que serlo, sin
más. Nadie le pedía más. Esto es quizá el verdadero compañerismo.
Yo tuve también la oportunidad de conocer a Mounier de una manera más íntima;
me había pedido que fuera a su casa algunos días antes de su muerte. Ignoro cómo
habrían evolucionado nuestras relaciones. Ese domingo de febrero o marzo de 1950
en que yo era su invitado así como Jean Lacroix, conservó toda su serenidad a pesar
de las primeras advertencias del mal que iba a llevárselo. Noté que en varias ocasio
nes se volvía hacia el pasado, que él desgranaba de recuerdos. En el parque de Cháte-
nay-Malabry, en que acogía a Jean Lacroix, le había saludado con un "Lugdunum 1o-
rever" ruidoso. Y me había explicado cómo debía a Lacroix el ser catedrático de filo
sofía. Lacroix había obtenido en Lyon una licenciatura de derecho, una licenciatura
en letras clásicas y un diploma de estudios en la universidad. Había aprobado la cáte
dra con éxito. A todos los jóvenes deseosos de entregarse a ias ideas y de actuar so
bre sus contemporáneos, Jacques Chavalier, profesor en la Facultad de Letras de Gre-
noble, le citaba como ejemplo. Mounier había entendido la recomendación; la había
seguido. Tras un año de preparación en París, se encontraba siendo catedrático de fi
losofía. Su alegría era inmensa, por haber marchado tras los pasos del pionero. Eso
le había realizado.
Pero aquel día Mounier no hablaba solamente de su pasado universitario. Evoca
ba la fundación de Esprit, los primeros combates, el primer boquete. Relataba la con
tinuación de preguerra, las dificultades durante la paz. Subrayaba los equívocos que
pesan sobre el anticomunismo, las posibilidades que el marxismo tiene o no tiene de
convertirse en escolástica. Contaba cómo había recibido la visita de una americana
convertida al catolicismo, muy poderosa en la prensa, prometida para altas funciones
diplomáticas. Aquella dama venía a persuadirle de que el deber de occidente era de
sencadenar una guerra preventiva, lanzar la bomba atómica antes de que el campo
contrario hubiese creado su propio arsenal nuclear. La misma dama había ido a con
versar con Frangois Mauriac y con otras personalidades. A Mauriac, parecía, se le
había cortado el aliento. Mounier simplemente había preguntado si esta dulce furia
guerrera era compatible con los sentimientos cristianos. La dama había quedado muy
contrariada. Se marchó con la convicción de que Mounier ya había traicionado, de
que pactaba con el mal, de que ella debía luchar contra él y contra los suyos hasta la
prueba de fuerza -pidiendo por él.
Tras estos golpes de sonda en el pasado más antiguo o más reciente, se declaró
presto a escapar cada vez más a las fluctuaciones, a la dispersión de la actualidad.
Deseaba que la parte de la filosofía y de los filósofos fuese mayor en su movimiento.
Este deseo coincidía con el de Paul Ricoeur. Lacroix volvía precisamente de Estras
burgo, donde había visto a Ricoeur. Este le había encargado un mensaje oral para
Mounier. Le recomendaba dar el paso al testimonio sobre la disposición a actuar, so
bre la adhesión demasiado pronta a formas de acción donde el compromiso podía de
venir complicidad. "Ya sé, ya sé", opinaba Mounier con un aire ensimismado. Es la últi
ma impresión que he conservado de nuestro amigo. Creo que se planteaba ante él un
caso de conciencia. Lo había expresado por otra parte en una editorial de febrero de
1950.
Esta editorial, titulada Fidelidad (las malas lenguas insinuaban que la palabra "fi
delidad" era un eufemismo, en lugar de la palabra viraje), es un testamento de hecho,
pues una muerte prematura le ha conferido en el plano de la doctrina un carácter de
última verba. Es un grito, un último grito, para estar del lado de los pobres y, al mis
mo tiempo, un esfuerzo por conservar la cabeza fría. La miseria, repetía Mounier, no
debe ser explotada, sino sobrepasada. Visto desde el distrito XVI, el materialismo
histórico es una "bestia horrible"; visto desde la Sorbona es un sistema discutible; vis
to desde el hotel Matignon es un "complot contra la seguridad del Estado". Pero visto
"desde Montreuil o desde Clichy, escribía Mounier, es la armadura de los reprobados".
Añadía; "Montreuil no es infalible, pero Montreuil está en el corazón del problema: re
chazamos la abstracción que omite el punto de vista de Montreuil... No, nuestra filo
sofía no quiere renunciar a esas malas frecuentaciones, nada le hará romper su alian
za con los reprobados". Recordaba asimismo el deber de un "discernimiento comba
tivo", único medio de no pagar demasiado caro el precio de la eficacia, único medio
también de sentir lo más viva "la mordedura de la injusticia".
Si no me engaño, Mounier murió con esta doble preocupación: La de la pureza,
la de la eficacia. Esta antinomia constituía para él el problema esencial. Necesitaba In
ventar una fidelidad nueva: La que hace realmente algo por el proletariado y que, sin
embargo, no amenaza a ninguno de los valores del hombre: la "seguridad", la "digni
dad social", el "coraje cívico y democrático", la "honestidad intelectual", la "libertad es
piritual". Estas preocupaciones agitaban ciertamente el pensamiento de Mounier en el
instante en que Ricoeur insistía en la primacía del testimonio. Mounier buscaba -Ri
coeur también, por lo demás- ser un testigo, no un testigo que paga con su persona,
un testigo que toma parte.
Algunos días después Mounier moría de una parada cardíaca durante su sueño.
Partía a los cuarenta y cinco años, a la edad en que otros esperan sus mejores años.
El me había enseñado que por regla general, no absoluta, importa tener las ideas an
tes de los treinta años; después, se las pone a prueba. Partía y seguía permanecien
do. Pues dejaba, con su obra, con el ejemplo de su vida, un tipo de actitud que se ofre
ce a ser retomada. Creyentes y ateos han acompañado sus restos mortales. Por sim
patía, con seguridad, pero también porque cada uno de los que estaban allí, en ese
cortejo al que flanqueaba un sol primaveral, deseaba secretamente tener una existen
cia tan plena. Los hombres aparecen como grandes cuando se les admira. Pero no
son verdaderamente grandes, no tocan lo profundo del alma, más que cuando uno se
inclina, en uno o en otro aspecto, a imitarles.
II
Introducción (Extracto)
No hay sino dos reglas para medir las cosas: el hombre y Dios. Parece que toda
filosofía debe tomar partido y centrar su visión del universo sobre el hombre o sobre
Dios, según que haga del uno o del otro "el principio, el fin y el medio de todo lo que
es"(1).
Es antropocéntrico todo sistema que se esfuerza desde el punto de vista teórico
por glorificar la naturaleza humana, y desde el punto de vista de la acción por reivin
dicar su libre y completo desarrollo. Cuando llegó Descartes esta doctrina acababa de
tener una magnífica expansión en el "humanismo flamígero" (humanisme flamboyant)
(2) del siglo XVI que renacía y cuyos discípulos tardíos, los libertinos, vivían aún.
(1) "Cuanto más comprendemos los individuos, tanto más comprendemos a Dios" (Etica, V,
p.24).
(2) Gilson, Doctrine cartésienne de la liberté et ia Théologie, París, Alean, 1913, p.196-197.
moral frecuentemente rigorista, en todo caso moral no de la salvación, sino de la per
fección.
Parecería, pues, que hubiera una antinomia irreductible entre estos dos términos:
el hombre y Dios. Si con esas premisas planteáis al hombre personal y libre ¿no sig
nificaría un límite a la omnipotencia del Absoluto? Si continuáis en esas premisas y
partís del Absoluto ¿no aboliría a la persona humana absorbiéndola? Podríamos ha
ber cortado el problema por supresión de uno de los dos términos, 'en dos direccio
nes extremas. Está claro que teocentrismo y antropocentrismo son entes de razón,
fórmulas cómodas cada una de las cuales oculta una infinidad de matices. Y no son
en menor medida dos polos del pensamiento, por lo que la cuestión a plantear es la
de si acaso no habría un término medio.
Este término medio ha sido sostenido durante el siglo XVI y durante la primera mi
tad del XVII por el gran movimiento histórico del humanismo cristiano, al que se podría
denominar mejor con el padre Bremond "humanismo eterno" (1) porque es un méto
do y un espíritu mucho más que una doctrina.
El problema que se había planteado ya al final del paganismo se plantea de nue
vo ahora que el paganismo recupera una nueva juventud con el Renacimiento: ¿pue
de -y en su caso cómo- concebirse un equilibrio justo (en el sentido adecuado, es de
cir, capaz de mantener la proporción, o, si se quiere la desproporción entre los térmi
nos) entre el hombre y Dios? Equilibrio ciertamente difícil y peligroso que el humanis
mo cristiano no llegará siempre a mantener; fuera de él, y en sus fronteras opuestas,
circulan dos corrientes contrarias: la primera, librepensadora, que ese humanismo no
llega a captar enteramente; la segunda, mística y fideista, que ha contribuido a exten
der (2). Pero tuvo al menos el mérito de buscar el equilibrio
Posee el humanismo cristiano en común con el humanismo naturalista esa sim
patía que le inclina hacia todas sus manifestaciones de la actividad humana. Pero la
cuestión que planteamos aquí es: ¿qué exalta en el hombre?
Según dicho humanismo cristiano el renacimiento naturalista se ha equivocado al
buscar al hombre en el exterior de él mismo, lugar en el que no se encuentra. El ver
dadero yo no es el yo de superficie, sino el hombre interior, o, por retomar los térmi
nos de un reciente proceso (3), noesanimus, es anima, el yo profundo. El primero,
el que se analiza con una delectación orgullosa y enfermiza, como un aislado, se agi
ta en la superficie del alma. Evanescente y contradictorio, agresivo y celoso, con fre
cuencia comediante, se aturde con diversos hechos: Imágenes, sensaciones, senti
mientos, ideas, silogismos. Es el yo quien busca todo para sí mismo por amor propio
(muy diferente del amor de nosotros mismos (4), el único yo odioso, esa costra exte-
(1) La lista de sus apelaciones sería interminable. Noüs Katharos (Plotino), cor irrequietum
(san Agustín), castillo interior (santa Teresa), corazón (Pascal), etc.
(2) Que es para ellos el dogma fundamental (y no el pecado original).
(3) Cfr. san Francisco de Sales, Bremond, op. cit, t. I, p.83, 100, 112
(4) Sobre la concepción humanista del pecado original, véase Masure, "L’humanisme
chrétien", Revue apologétique, 1923, 1924.
(5) Citado por Bremond, Op. cit, t.l, p.12
dad, de compasión, de humanidad en el más tierno sentido de esta palabra" (1). To
da la perspectiva ha cambiado: el orgullo ha dejado su lugar a la caridad.
Bajo esta nueva luz todas las fórmulas del humanismo adquieren un sentido nue
vo.
Conclusiones (Extractos)
El Descartes de la historia nos aparece notablemente diferente de este Descartes
simbólico imaginado por dos siglos de filosofía que buscaban en el pasado títulos de
nobleza para su "racionalismo": Se restablece ahora la continuidad entre este revolu
cionario y sus predecesores que, en definitiva, le proporcionan las grandes tesis que
él va a renovar mediante su genio.
¡Cuántas ignorancias y deformaciones ha habido que acumular para hacer de Des
cartes, pese a él mismo, el héroe de este gran drama: el liberador del pensamiento hu
mano! ¿Qué importan sus intenciones, su inspiración constante, qué importan los tex
tos mismos? Ignorándolos, se dirá que continúa "sin dudarlo la obra de los panteístas
y de los libertinos" (2); que "está inspirado por su espíritu, pero inspirado sin saber
lo, ignora hasta el nombre de la mayor parte de ellos, o, si les conoce, es para rene
gar de ellos y maldecirles con la muchedumbre" (3).
¿Qué importa que Locke haya sido anticartesiano, y que el siglo XVIII, sobre todo
Voltaire, no haya comprendido nada del pensamiento de Descartes, de quien no ha
publicado ni una sola edición del Discours? (4) "El siglo XVIII derivó del Discurso del
Método... Voltaire fue el sucesor de Descartes con el mismo título que Malebranche o
Espinoza pudieron serlo en otras dimensiones" (5).
Quiénes así opinan no solamente tienen contra sí el sistema, sino también las de
claraciones del propio Descartes. Desde luego, la táctica es simple, pero Descartes ya
la había previsto: "Ex hoc enim quod nonnuili aliquando loquantur ut veri boni, qui ta-
men sunt improbissimi hypocritae...cum, ex scriptis meis appareat, me ab atheismi le-
vissima etiam suspicione esse alienissimum, vultis, inde inferí me esse atheum, sup-
ponendo scilicet me esse hypocritam" (Ad Votium, VIII, p.174)’ ("Algunos enormes
hipócritas hablando como gente verdaderamente buena dicen que cuando de mis es
critos se deduzca que soy ajenísimo a la más mínima sospecha de ateísmo debéis in
ferir que yo soy un ateo, suponiendo que soy un hipócrita").
1. PANORAMA
Diario interior de los amigos de Esprit, 1 de noviembre de 1935 (1)
"...Si se busca el primer germen de nuestros grupos se le encontrará en ese núcleo
de cuatro chavales (quatre gargons) que durante un año, de la primavera de 1931 a
octubre de 1932, prepararon Esprit (que debía aparecer antes y no lo hizo por falta
de fondos, en abril de 1932, y que iba a llamarse a la sazón, tras laboriosas discusio
nes, Universo): Déléage, Galey, Izard y Mounier. Déléage había venido el tercero, Ga-
ley el cuarto. Déléage representaba la poesía -sólo publicaba poemas de cincuenta
páginas-, Izard la política, Mounier la doctrina, y Galey a Montparnasse, donde di
fundía su último descubrimiento: la secunda secundae (de santo Tomás). En el cur
so del año 1932 los cuatro se convirtieron en cinco con Ulmann, luego en siete, luego
en ocho, luego en diez. Mounier llegaba cada semana desde Saint-Omer donde en
señaba, en la ciudad más anacrónica de Francia, y no podía dispensarse bajo ningu
na excusa de las tardes de trabajo. Una quincena se encontraron en Font-Romeu en
agosto de 1932, y durante ocho días trabajaron desde las nueve de la mañana hasta
las ocho de la tarde sin interrupción. Hay que añadir que los cuatro continuaban des
de las nueve de la noche hasta la una o las dos de la madrugada redactando los re
sultados dei día (todo se cuestionaba por una simple coma). Mounier había pensado
desde ese momento agrupar a los lectores en un movimiento con el que los redacto
res de la revista estarían en contacto permanente. Izard, por vocación, veía sobre to
do este movimiento como un movimiento político. Hubo un tiempo de fluctuación; fi
nalmente la polarización se hizo como debía hacerse: La Tercera fuerza y los Ami
gos de Esprit (cuya constitución tuvo lugar en ei número 10, julio de 1933) se crea
ron en el mismo año, pasando la Tercera Fuerza a convertirse en un movimiento ne
tamente independiente de Esprit..."
(1) Extracto de una carta de Mounier dirigida a los amigos de la revista. Como todo lo
contenido en este epígrafe titulado "Fragilidad y ambición de Esprit", luego retomado en
el Bulletin des Amis d’E.Mounier, número 36, París octubre d^ 1970, reproducido por
nosotros ahora.
2. TRABAJAR EN UN DOBLE CAMPO
Advertencia, Esprit, 1 de julio de 1933.
"Después de dos años esta revista es la historia de nuestra amistad y de nuestra ju
ventud común. No sabemos bien qué parte corresponde allí a la decisión, a la elabo
ración, o a la orientación. El privilegio de nuestra amistad lo constituye el haberse anu
dado sobre una obra. Tal privilegio le confiere el deber de servir, por encima de sus
mismas preferencias, a las exigencias espirituales de esta obra.
Desde el comienzo hemos trabajado en un doble campo. En el mundo moderno
había a la vez que rehacer un alma e imponer un cuerpo. Toda la acción sería impo
tente, pensábamos nosotros, si no se apoyaba en una elaboración doctrinal y sobre
todo en una preparación espiritual continuas. De lo contrario, habríamos creído com
prometernos incompletamente si no hubiésemos entablado una lucha directa contra
el mundo que condenábamos.
De esta doble convicción han nacido, casi al mismo tiempo, una revista, hogar de
meditación, de investigaciones técnicas y de creación, Esprit, y un movimiento de ac
ción militante: la Tercera Fuerza. Ellos no se confunden. La Tercera Fuerza ha parti
do de los mismos principios espirituales que esta revista. Algunos de los colaborado
res de esta revista, a su vez, reconocen en la Tercera Fuerza el movimiento de acción
que responde lo más posible a sus deseos. Libre intercambio de amistades individua
les y de convergencias doctrinales sin servidumbres.
Sin embargo, a medida que una obra madura y empuja sus organismos en planos
diversos, se impone una distinción más precisa de las tareas, para el bien y la pureza
de cada uno.
La preocupación política no agota nuestro corazón.
Esa preocupación pesará fuertemente en los años venideros, durante la inmensa
muda, ya comenzada, de los regímenes políticos y sociales. Razón de más para que
algunos velen por el destino del hombre entero y se consagren a madurar esa revolu
ción espiritual sin la cual ninguna otra revolución tiene interés para nosotros. Que no
haya, una vez más, confusión en este punto. Todos nosotros queremos realizar hasta
el final lo que pide el espíritu. Pero los principios de la revolución espiritual no depen
den de las parcialidades y simplificaciones necesarias de la acción; deben desembo
car en la acción, aunque no pueden subordinarse a ella. La acción, por su parte, en
la medida en que se reclama del espíritu, debe someter sus medios a una purificación
constante, aunque pueda sentir la necesidad de tácticas, de consignas, y de adapta
ciones que no proceden de la misma competencia que la búsqueda de los principios
y de los estatutos.
A fin de que no haya ninguna confusión entre estos dos dominios, es bueno afir
mar una vez más que Esprit no es el órgano de expresión de ningún movimiento políti
co, y que si en cada país está en condiciones de mostrar su preferencia por alguno de
ellos, eso es en la medida en que son fieles a la línea espiritual que la revista se ha tra
zado. Preferir no es excluir, y en este laboratorio en que se intenta definir las posicio
nes fundamentales del orden de mañana es Indispensable que tanto las amistades ve-
ciñas en Francia como los movimientos paralelos en el extranjero encuentren aquí un
foco de investigación y de unión.
Esprit es una conversación dirigida. Allí solamente interpelamos a una cierta fami
lia de hombres, pero nos atenemos a la variedad de sus voces. Por razones de clari
dad política la Tercera Fuerza puede rechazar las tácticas y alianzas de alguna de en
tre ellas. Por razones de pureza doctrinal, Esprit puede ejercer una distinción pareci
da entre los elementos inevitablemente muy diversos de un movimiento de acción. La
revista como tal no está comprometida más que a través de sus colaboradores, más
en concreto por lo que publican en ella, y no más allá de lo que publican. La revista
puede desaprobar colaboraciones que ellos tengan por otras partes, no teniendo que
responder por lo mismo.
Tuvimos presente todo esto desde el comienzo. Habíamos decidido que la revista
y el movimiento de acción permaneciesen durante algún tiempo mezcladas para pres
tarse apoyo entre sí en su partida, y que Georges Izard, organizador de la Tercera
Fuerza, abandonara su título de redactor jefe de Esprit el día en que su movimiento
gozara de una existencia oficial y de una vida lo suficientemente fuerte como para ser
autónoma.
Y hoy lo ratificamos con esta declaración conjunta. Aunque hoy no se crea dei to
do que se puedan tomar, mantener y aplicar decisiones por exclusivas razones de je
rarquías espirituales. Se quiere que haya por debajo cosas inconfesables. Tanto peor,
empero, para los espíritus deformados. Para convencerles, nosotros solamente pode
mos ofrecerles el tono de amistad, y solo nos interesan aquellos a quienes ese espíri
tu no engaña".
I. Colaboración espiritual.
1. Este grupo expresa su inspiración fundante: Esprit no es un círculo de cultura,
sino un hogar de amistad: no aspira a amueblar ocios, sino a comprometer vidas.
Acostumbra por lo general a llamarse revista a la propiedad privada e impresa de
un pequeño número de hombres aislados en una capital, parapétada en una especia
lidad que ellos disponen para seres anónimos llamados lectores, en un compartimen
to de distracciones situado completamente aparte de las actividades esenciales de
éstos.
Esprit no es una propiedad, Esprit no es un papel impreso, Esprit no es una capi
lla, Esprit no es urbanita, Esprit no es entretenida. Esprit no es una revista.
Esprit es una comunidad. Como las comunidades cuya imagen quiere proponer,
debe vivir de los vínculos de la amistad personal y de los valores de la vida privada.
Nuestra agrupación no se desarrollará, pues, siguiendo las leyes de la propagan
da o del trabajo de masas. Tratará por doquier de anudar colaboraciones y amistades
de persona a persona, a fin de suscitar focos donde la cualidad de la devoción será
un título por lo menos igual a la competencia.
2. La vida de los grupos Esprit se organizará según las posibilidades y el fervor de
cada cual.
Como mínimo, consistirá en poner en relación, en una misma ciudad y en su ve
cindad, a aquellos que tienen en común al menos una simpatía firme por las ideas que
nosotros defendemos.
Lo más que se pueda, se constituirán en grupos de estudio con reuniones regula
res. Los temas de estudio se dejan a la libre vocación de cada grupo. En todo caso in
teresaría que supusieran una colaboración directa con el trabajo de la revista median
te: un estudio crítico de los números aparecidos, la preparación de los números veni
deros, sobre todo de los números especiales cuyos temas serán indicados con ante
rioridad, la búsqueda de colaboraciones nuevas.
3. Los amigos de Esprit no constituyen un partido intelectual destinado a la elabo
ración de un dogma común. Tratarán de reunir en una conversación dirigida, pero
abierta, a los aislados y a los representantes de los diversos grupos que trabajan pa
ralelamente a nuestro esfuerzo y que continúan, fuera de este cauce, su propia obra.
Se reencontrarán en un reconocimiento muy general de la primacía de lo espiri
tual, a saber, de la primacía de los valores de bondad sobre los valores de cultura, de
los valores de cultura sobre los valores biológicos, y de todos estos sobre los valores
materiales, jerarquía que para algunos se remontaría a lo alto de los valores religiosos,
sin que los otros se vean por ello molestados.
Se prestará la mayor atención a que la composición de un grupo no le haga apa
recer como el patrimonio de una formación existente. Por el contrario, se verá allí más
bien la ocasión de reunir hombres hasta entonces retraídos, a pesar de estar próxi
mos. Cada cual aportará al grupo lo que es, sin disimulos. Lucharemos así contra la
dispersión de los esfuerzos sin prestarse a la confusión.
Siendo la satisfacción y la facilidad los peligros permanentes del pensamiento de
un grupo cerrado, será bueno convocar frecuentemente a título de invitados a adver
sarios caracterizados de nuestras posiciones, con el fin de limpiar nuestras discusio
nes de los lugares comunes y de los prejuicios, para centrarlas en los debates esen
ciales.
A condición de respetar lo antementado, sobre todo en su composición, grupos
de estudio ya existentes podrán convertirse, por atribución sobreimpresa, en grupos
Esprit.
4. En fin, los Amigos de Esprit se mantendrán en estrecho contacto con los gru
pos políticos, sociales, profesionales o económicos que trabajan en nuestro sentido,
a fin de irradiar allí nuestro espíritu. De ahí beberán, por lo demás, este sentido con
creto de los hombres, de la vida y de la historia, sin que su actividad se arriesgue a
deslizarse insensiblemente desde el plano espiritual y humano en que nosotros nos
colocamos al plano estrictamente doctrinario y cultural que, aislado del primero, sería
una desviación.
6. NUESTRA ACCION
Diario interior de los Amigos de Esprit, 1 de noviembre de 1935.
"...La cuestión de saber si los amigos de Esprit debían conservar la forma actual o
firmar un pacto de colaboración permanente con grupos políticos determinados ha si
do planteada en Villeneuve (-periferia de París donde se reunió el congreso de Esprit
de 1935-). No ha sido difícil constatar que nuestra acción propia desbordaría conside
rablemente en el plano espiritual y cultural la finalidad de cualquier grupo político, y
que por tanto exige métodos, una atmósfera de amistad, un trabajo en profundidad
diferentes de los métodos y de la atmósfera que mueven la acción política como tal.
Se ha decidido por ello conservar el carácter original de nuestros grupos. La suya
es una acción "concreta" y "realista" completamente distinta a la acción política. Aque
llos de nuestros amigos que a veces se ven desconcertados cuando se les pregunta:
"¿Qué hacéis vosotros en concreto?" deben comprender la obra considerable de tes
timonio, de formación espiritual y de educación que han de realizar fuera de las ac
ciones de masa y de fuerza. La discusión de Villeneuve ha contribuido a precisarlo no
tablemente.
1. 1789-1939
(1) Respuesta a la encuesta filosófica sobre "los conflictos actuales de las ideologías" llevada
a cabo por la Unesco en Cahiers de l’Unesco, P.H.S.W, 6-20 de ajDril de 1949.
Los debates modernos sobre la democracia embrollan inextricablemente los argu
mentos que expresan un ideal filosófico y aquellos que se reducen con evidencia (pe
ro no siempre a los ojos de sus autores) a la simple transcripción en términos de va
lor de una situación histórica dada. La claridad de la investigación quiere que se aís
len cuidadosamente las motivaciones filosóficas o morales que la democracia se ha
dado ella misma. Haciéndolas "posar", en el sentido químico del término, aparecerán
los juegos de las fuerzas históricas que ellas vienen a enmascarar 6in provecho pro
pio; se las verá reducirse a algunas direcciones básicas susceptibles de aclarar el con
junto del debate; se probará más seguramente su valor, habiéndole desgajado de las
circunstancias; en fin, se medirá más rigurosamente su relación con las situaciones
históricas en que habitual mente van a amalgamarse.
Entonces se apercibirá que no reina menos confusión en la fe democrática de un
liberal que en la de un antiliberal. La incapacidad en que ha vivido la democracia mo
derna para encontrar una filosofía coherente no es propia del pensamiento político.
Ella es un aspecto de la incapacidad en que aún está el hombre moderno para encon
trar una expresión satisfactoria y suficientemente unánime de su condición después
de que se ha dislocado la unanimidad de la cristiandad. Se habla comunmente de la
democracia, como si en Occidente no despertase más que una categoría de sentimien
tos, de fuerzas y de valores, aquellos que afirman la autonomía y la libertad individual
del ciudadano ante los poderes. Ahora bien, es evidente que la filosofía de la demo
cracia, desde hace dos siglos, oscila entre tres polos; el uno se refiere ciertamente al
conjunto de valores (y con ellos de ideas, de sentimientos y de fuerzas) que expresa
la palabra liberalismo, pero los otros dos tienen poca cosa que ver con él.
En lo que concierne al polo libertad, los espíritus se habitúan cada vez más en
Occidente a pensar la libertad como centralmente definida por una actitud de recha
zo, de protesta, una oposición al poder, cualquiera que sea el poder y cualquiera que
sea la forma de oposición. Se podrá ir a buscar bastante alto la formación de esta sen
sibilidad. No se remontará a César (querellándose ante los galos) ni a Cicerón (gimien
do en latín), pues inmediatamente Tácito nos presentaría a un germano tan ferozmen
te independíente como sus émulos. Pero es cierto que habría que buscar cómo las
constituciones del siglo XVIII han venido a conceder tanta cancha en su concepción
de la libertad a la defensa contra la usurpación, y no habría que olvidar la gran tradi
ción anarquista que informa los comienzos del movimiento socialista, igual que el li
beralismo impregnó los comienzos de la democracia. Alain, que fue el filósofo de la
Francia radical, definió ia democracia como ei régimen del "ciudadano contra los po
deres". "Todo io que limita y controla los poderes, escribía Alain, es democrático". El
control, es decir, la desconfianza organizada era para él la única estructura que la de
mocracia poseía en propiedad. Hoy vemos a Sartre definir el comportamiento funda
mental como un desgarramiento, una huida ante las amenazas del ser, y comprome
terse políticamente en una oposición muy clásicamente liberal frente a todos los tota
litarismos, a todos los poderes excesivos, apareciendo su concepción positiva del
vínculo social menos netamente. La palabra libertad ha desaparecido frecuentemen
te en Francia del lenguaje de la izquierda al que perteneció durante mucho tiempo.
Sin embargo la vemos aparecer en todos los movimientos que se oponen a una for
ma cualquiera de socialización (partido republicano de la libertad: derecho conserva
dor. La liberté de l’esprit: revista gaulista, etc). Contra la centralización técnica, con
tra la pesantez administrativa, contra la economía dirigida, contra el Estado, cüntra los
controles, por doquier, siempre, en este tipo de demócratas, la libertad está contra.
El carácter negativo y estéril de esta actitud está quizá menos marcado en un país
como los EEUU, aún en pleno lance de una economía expansiva y conquistadora co
mo lo fue la del siglo XIX europeo. Esta economía no ha tenido que romper, como la
economía europea moderna, las pesadas constricciones del aparato feudal y corpo
rativo. El ciudadano americano tampoco ha encontrado ante sí viejos estados consti
tuidos, toda la empresa ha partido en una especie de espacio vacío. Tampoco arras
tran los americanos en el fondo de ellos mismos los complejos infantiles de revuelta
de que los europeos están aún poseídos. Hay allí sin duda, a través del Océano, una
importante diferencia de acento respecto de la palabra libertad.
Pero en Europa, en el espesor mismo de su historia, libertad significa hoy dema
siado frecuentemente acrimonia, paso atrás, rechazo del porvenir volviendo a tomar
las buenas viejas costumbres, manos libres para la carrera individual del provecho o
de los puestos. Detrás de esta especie de reivindicación anárquica que para una cla
se de hombres señala dimisión de sus responsabilidades colectivas se tiene frecuen
temente el sentimiento difuso de que todo lo que viene de la sociedad o de la colecti
vidad no puede hacer más que introducir el desasosiego en la feliz armonía que nace
de los individuos, o, como decía un jurista francés, que "la ley es siempre un mal".
El lado positivo de este estado de espíritu se expresa entre aquellos que definen
sobre todo la democracia por la existencia y el respeto de una oposición. Pero de allí
al fetichismo de la oposición y a la fobia de la unanimidad hay un paso, o más bien
un salto. Alain le definía cuando escribe: "Lo más claro del espíritu democrático es tal
vez que es antisocial" (1). Dei espíritu “democrático" así concebido y desgraciadamen
te muy extendido no hay que esperar sino el desorden, la guerra y, en última instan
cia, la servidumbre por lasitud del desorden.
Del mismo modo que el pacifismo se corrompe apelando demasiado exclusiva
mente al miedo a arriesgar y a morir, se corrompe la democracia si se deja que en ella
se desarrolle peligrosamente esta identificación de la libertad para el rechazo. Los
regímenes totalitarios han introducido ciertamente otra mistificación en el lenguaje
político reemplazando la pretendida armonía automática de las libertades por la pre
tendida armonía automática del todo como todo. Pero han sucedido a la juventud so
bre todo en la medida en que a los valores de protesta han substituido los valores de
adhesión, visto que la libertad consiste en insertarse, en darse después de haberse
II
Muy malo sería que se creyese que la idea democrática no representa histórica
mente más que la exigencia de la libertad individual. Desde su origen es en su corazón
mismo una preocupación por la sociedad como un todo, al mismo tiempo que los
derechos del individuo. No es menester evocar a Rousseau, que con su teoría de la
voluntad general puede pasar con toda justicia no sólo por uno de los primeros ani
madores de la sensibilidad colectivista moderna, sino, en el límite y sobre la pendien
te peligrosa de sus fórmulas, como el temible explorador del camino que puede con
ducir de la democracia masiva a la democracia totalitaria. La idea de igualdad, que
domina al siglo XVIII republicano, matizada por la idea de fraternidad y de concor
dia (retomo el lenguaje de la época) no es, como a veces se ha aceptado, una idea
anarquizante sino una idea social en una primera caracterización. El signo "igual a"
une dos términos, no es concebible a través de un término aislado. Como máximo, la
idea de igualdad implica al menos tanto la reivindicación de quien quiere igualar (o no
ser sobrepasado), cuanto una afirmación de la unidad de la humanidad que empuja
hacia la reducción de las diferencias individuales excesivas o demasiado parapetadas:
la igualdad tiende a la formación de las masas. Para tener un sentido más vivo de la
diversidad de los individuos que latenida por los "Igualitarios", la tradición política anar
quista ha hecho olvidar, bajo las asociaciones llevadas a cabo por su nombre, que esa
diversidad era profundamente antiindividualista, con la única excepción de Stirner.
Kropotkin veía en el individualismo una "enfermedad infantil" de la anarquía, aportada
por algunos jóvenes rebeldes burgueses, de la que la anarquía se había liberado pron
to implantándose en el movimiento obrero. "La libertad de los individuos, escribía Ba
kunin, no es en absoluto un hecho individual, es un hecho, un producto colectivo" (1).
Y añadía: "Yo no soy verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos
que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres...Sólo me hago libre por la
libertad de los demás" (2). Al menos tanto como sobre la dignidad humana, la eman
cipación, y el espíritu de revolución, los anarquistas tenían fijo su pensamiento en la
búsqueda de una "ciudad armoniosa", como dirá más tarde, en contacto con ellos,
Péguy. El pueblo no es para Proudhon solamente un ente de razón o una construc-
III
No cabe prescindir de concepciones más modestas que las precedentes, que agru
paremos con el nombre de relativismo democrático. Más modestas por cuanto no
se reclaman de ningún valor de conquista e incluso se manifiestan adversarias de to
do dogmatismo político. Y sin embargo, tampoco se adhieren a las convicciones de
algunos de los hombres más afectos a las formas de la democracia liberal, aunque
muy abiertos a sus transformaciones, en la medida en que ella no avanza sino con mo
deración. Ellos definen la democracia como el régimen mismo del relativismo político
(Kelsen, Le Fur), el que permite ia coexistencia fecunda simplemente inevitable de los
contrarios, el régimen del pluralismo, de las vías medias (Duhamel), una policía ama
ble de los destinos solitarios e incoherentes (existencialistas). En un lenguaje más lite
rario, Camus ha hecho un elogio de la "modestia política", que es otra manera de ex
presar la misma actitud. Parece que estas concepciones no pueden ser ni las de un
proletariado que siente duramente la lucha de clases, ni las de una burguesía en ex
pansión, que prefiere temas de conquista, sino, si se puede decir, la penillanura
ideológica de un fin de época y de las clases medias que expresan el equilibrio relati
vo, a cubierto, escéptico, en que son abandonadas entre los grandes remolinos las re
giones calmadas del campo de batalla político y social".
(1) En el mismo número de Esprit (1 de diciembre de 1938) escribe también Mounier otro
artículo, "Las dos fuentes del prefascismo", donde dice: "en nuestras crónicas tratamos
de decir tanto lo que de menos malo nos parece que deben decidir los hombres del
poder, dado lo que son y lo que tienen entre manos, cuanto aquello hacia lo que podrían
o deberían orientarse los hombres de nuestro espíritu si ocupasen el poder. En el primer
caso cumplimos una función secundaria ralentizando tal vez (tal vez) con nuestra parte
de influencia una carrera que lleva hacia el abismo; en el segundo caso, orientamos una
acción, pero sin eficacia gubernamental inmediata, pues es bien cierto que siendo lo que
son los equipos dirigentes, no hay ninguna posibilidad de verles realizar lo que nosotros
quisiéramos de ellos. En cuanto a las soluciones técnicas de detalle, dado el lugar que
ocupamos, escapando a las sugestiones y a la prueba que nacen del solo ejercicio de
las funciones de gobierno, ellas no serían más que juego de intelectuales en los cuales
es más sano no perder nuestro tiempo.
Que quede bien claro: La única acción eficaz e inmediata de una revista de opinión como
la nuestra es la de formar espíritus y voluntades, aumentar la lucidez y la decisión de
aquellos que nos leen, a fin de que así fortalecidos ellos emprendan".
que ignoremos aún todos los paisajes que nos enseñará, y aunque no nos vea siem
pre unánimes en la apreciación de esos paisajes que pasan. Fuera de los partidos y
de las sectas no nos da ningún apuro reconocer en cualquier lugar a los que aceptan
con otras palabras las mismas exigencias de civilización que afirmamos aquí. Noso
tros tenemos como deber hacer que ellos se reconozcan entre sí, y que reconoz
can el principio de su unidad. Es en este sentido en el que entendemos que trabaja
mos aquí por una unión, fuera de toda confusión y de todo interés personal
Está fuera de duda que la conmoción política de septiembre, si bien ha levantado
ciertas barreras, ha hecho caer también en muchas otras. De una parte a otra, de un
ambiente a otro, los hombres se sienten súbitamente solidarios de la misma causa,
que rebasa sus querellas de la víspera. De todas partes se concitan desde hace dos
meses, en favor de múltiples iniciativas. En ellas se descubre que esta Francia des
compuesta está llena de hombres sólidos, honestos, dispuestos a entregarse a una
obra revolucionaria, aun cuando esta palabra les asombre. Pero veo no sin ansiedad
a esta buena voluntad, perjudicada por una especie de desfallecimiento profundo de
la voluntad, perderse en una lúcida impotencia, o carecer de la fuerza de imaginación
que acompaña a los comienzos creadores. Si tantos ímpetus se ven frenados, hay que
acusar mucho más a esta debilidad interna de la voluntad francesa, que al espíritu de
capilla, donde las resistencias ceden por doquier...Es preciso, pues, que los hombres
de buena voluntad den entrada lo antes posible a los hombres de voluntad. De lo con
trario, algunas hileras de alambre espino realizarán un día próximo la coalición de sus
añoranzas.
La unión a que debemos consagrarnos noes una unión de masas, sino una unión
de equipo, sobre todo de equipo representativo. No se zarandea a ia historia. Sólo
alguna coacción frenética podría hoy unir en un movimiento conjunto a los obreros
que ocupan las fábricas y a las clases medias a las que ellos espantan. Lo que es me
nester es que un pequeño número de hombres decididos, centralmente situados en
los cuadros vitales de la nación, y resueltos a poner entre paréntesis durante el tiem
po de salvación pública toda ortodoxia, todo particularismo, toda susceptibilidad al
margen de la salvaguarda de las garantías esenciales de la persona y de la dignidad
humana, se reencuentren y colaboren.
Se excluyen a sí mismos de tal encuentro:
Todos aquellos que por escepticismo o por miedo se hacen cómplices de una len
ta sumisión interior a los regímenes totalitarios (señalemos una vez más que con ello
no designamos una acción para la paz, sino una dimisión espiritual sistemática).
Todos los conservadores de los desórdenes establecidos que sostienen las oligar
quías financieras, las arrogancias de clase, del arrivismo político, de las demagogias
democráticas.
Removidos estos obstáculos, hay que añadir aún algunas notas a fin de prevenir
errores de ruta:
1. La unión que preconizamos no se hará entre los partidos. Los partidos ya no
representan a Francia. Lo que en ellos aún la expresa les desorganiza, como la made
ra viva hace estallar la corteza. Una unión no se hará más que entre hombres, frag
mentos de partidos, grupos libres, por el mismo movimiento que a los unos les habrá
puesto en guardia contra los partidos, y a los otros les habrá empujado fuera del par
tido al que se adherían. Al retardar el derrumbamiento de los grandes partidos se com
prime otro tanto las fuerzas de resurrección.
2. Esta unión no se constituirá por el acercamiento simbólico de algunos aislados,
intelectuales o militantes criticones, ni por la solidificación de un centrismo. Al princi
pio puede tener escasas fuerzas, pero en todo caso debe contar con una fracción no
table de todas las fuerzas sanas del país, sin ninguna exclusiva, y de las fuerzas vivas
existentes entre ellas.
3. La condición previa para esta unión es una voluntad inflexible de realizarla, sin
esperar a que esté madura. Ello comporta que se quiera fuertemente rehallar la uni
dad de la ciudad rota, que se oponga una coraza de impermeabilidad a toda tenta
ción fascista, que se esté presto a un valeroso esfuerzo de liberación respecto a las
formas establecidas. Ninguna "conversación" es útil fuera de estas tres resoluciones.
Falta por saber cuál sería el posible eje de este equipo.
Se nos pregunta si estamos por o contra la democracia, nosotros respondemos:
Estamos por la democracia que está por hacer, estamos contra la democracia que se
deshace.
No debemos disimular que el encuentro aparente de aquellos que defienden hoy
la democracia contra los fascismos encubre una profunda división de espíritu y de
táctica. El combate está abierto, y si no lo está lo abrimos aquí mismo, entre los
conservadores de la democracia liberal, parlamentaria y plutocrática, y los crea
dores de una democracia sincera y eficaz. Entre la democracia burguesa cosmopo
lita y la democracia popular nacional y universalista. Entre la caricatura y la realidad.
La caricatura de la democracia despierta hoy en Francia y fuera de Francia un inmen
so desengaño, un vago disgusto. Nuestro sentido mismo de la democracia debe
hacernos participar en este disgusto y orientarle en la dirección de una democra
cia verdadera, o de lo contrario, una vez más, hará madurar a un fascismo. Toda
timidez al respecto debe ser denunciada como proveedora de fascismo. Hacer soplar
el espíritu republicano, de acuerdo, pero hacerlo soplar primero entre los fariseos
de la República.
A fin de que nuestra posición sea clara respecto a la voluntad política francesa, la
resumiremos en algunos puntos con la máxima netedad posible.
Llamamos democracia a todo régimen que pone la preocupación por la perso
na humana en la base de todas las instituciones públicas.
Consecuencias:
1. Un régimen tal coloca a la cabeza de su Constitución un estatuto de la perso
na definiendo sus derechos y garantías esenciales contra toda arbitrariedad. A dife
rencia de la "Declaración de los derechos del hombre", que es un primer esbozo de
este estatuto, no toma a la persona del ciudadano como una individualidad aislada,
sino como una realidad concreta comprometida en un cierto número de situaciones
y de lugares comunitarios debiendo dar nacimiento a otros tantos estatutos jurídicos
concretos. Se opone así a la vez a una Constitución individualista y a una Constitución
totalitaria, y escapa a las exigencias colectivas defendidas por el socialismo o por los
fascismos.
2. Diseña sus instituciones, distribuye sus recursos, ordena sus iniciativas con la
preocupación constante de dar a todas las personas que componen la comunidad na
cional o cualquier otra comunidad pública los mejores medios de expresión y de de
sarrollo, ei máximum de responsabilidad, sobre la base del estatuto constitucional.
3. Para satisfacer a la primera exigencia se crea el Consejo supremo, organismo
consagrado a la guardia y a la jurisprudencia del estatuto constitucional defendiendo
a la nación contra los abusos de poder que vengan del ejecutivo, del legislativo, o de
cualquier otro origen.
4. Para satisfacer a la segunda exigencia:
- En el dominio cívico, en el que tiene competencia (política, social, económica),
da a los ciudadanos los instrumentos de una representación integral y eficaz; inte
gral, porque tiene en cuenta todas las fuerzas vivas de la nación y de todas las activi
dades de cada uno; eficaz, porque lucha contra la desviación o la traición de las vo
luntades públicas de sus mandatarios.
- En los dominios restantes, no sólo permite sino que fomenta lo más posible la
iniciativa, el juego, y la libertad que sea posible, sin lesionar el bien público.
Tomad vuestro antiparlamentarismo y toda esa desconfianza que se despierta en
vosotros después de varios años ante la decadencia progresiva de las democracias
existentes; confrontadlas a esas exigencias esenciales: si permanecen sólidas, pode
mos trabajar juntos en construir esta democracia aún embrionaria a la que llamare
mos, para fijar las ideas, democracia personalista. Si se tambalean estáis ya ganados
para el espíritu totalitario.
Estamos ahora suficientemente armados como para hacer en nuestra democracia
desfalleciente la operación quirúrgica necesaria sin estremecer los cimientos de la de
mocracia verdadera. Por eso tenemos que liberarnos, sin temer esta vez afectar a las
obras vivas, de un cierto número de vetusteces.
1. La democracia personalista no es el parlamentarismo tal y como funciona hoy.
Un diputado francés debe a la vez representar un programa ideológico cien veces
traicionado, los intereses de un partido, y además los interese generales de la nación,
los intereses locales que con máxima frecuencia no conoce sino de lejos, y una clien
tela electoral cada vez más exigente: O sea, que no representa a nadie, sino a una es
pecie de sórdida complicidad entre lo menos bueno de sí mismo y lo menos bueno
del país. Nuestras democracias necesitan una representación real, diversificada
en los intereses, garantía contra la corrupción y ia mentira.
Por otra parte, el Parlamento ha desbordado su poder sobre todos los poderes
orgánicos de la Nación, creando una hipertrofia tan mortal como la del Poder central,
el Poder financiero, o el Poder militar. Hay que restaurar el equilibrio de los pode
res en el Estado, la firmeza y la autonomía de los poderes extraparlamentarios
(ejecutivo, judicial, económico, educativo) que deben recibir estatutos nuevos.
En este sentido el antiparlamentarismo no es libertad en menor grado, es una
libertad efectiva y una garantía; no es una representación menor, es una repre
sentación sincera y multiplicada. Es hacia la creación de esto hacia donde hay
que dirigir la cólera antiparlamentaria, que es, a pesar de tantas confusiones, una
de las fuerzas morales de nuestra hora. O de lo contrario se precipitará hacia la
servidumbre.
2. La democracia no es la tiranía de la mayoría. No debemos disimular más que
cabe ser radlcalsocialista o librepensador y "fascista", según la manera en que se en
tienda imponer su concepción de la República o del pensamiento libre; que los parti
dos obreros y el sindicalismo, que nos aparecían en su realidad orgánica como uno
de los pilares populares esenciales del estado de mañana, se dejan ir hacia una sin
gular concepción del absolutismo mayoritario; que el número puede ser también tiráni
co, y no es más racional que la arbitrariedad de uno solo. La democracia es el régi
men de la mayoría, pero de la nación que ha tomado conciencia del interés ge
neral de la nación y sobre todo de las libertades minoritarias. Si no, la sedicente
democracia no es más que un fascismo enmascarado y vergonzoso.
3. La democracia personalista no es la anarquía individualista y liberal, el de
recho a hacer todo, el reino del desorden y de la incompetencia, el libre campo
para todas las oligarquías. Nuestra democracia no es neutra, está al servicio de
la persona. Es decir, que debe intervenir por métodos normales en periodos norma
les, por métodos excepcionales y dictatoriales si el peligro la amenaza:
a)Cada vez que un individuo o un grupo amenace la independencia material
o la libertad espiritual de uno o varios ciudadanos; así le reconocemos el derecho
a desmantelar la autoridad de los poderes financieros opresivos, de imponer a los par
tidos o a la prensa un estatuto interior conforme al estatuto de la persona, etc.
b) Cada vez que un individuo o un grupo, cediendo a su anarquía natural, re
húsa las disciplinas juzgadas necesarias por los cuerpos organizados de la na
ción para asegurar esta independencia material o esta libertad espiritual; por ejem
plo, para regular la prestación de trabajo, la exportación de los capitales, el control del
impuesto, o bien una propaganda no solamente contraria a la política actual del go
bierno (que es legítima), sino contraria al estatuto fundamental del Estado.
4. La democracia personalista no es la negación de las funciones de autoridad.
La democracia ha nacido contra el autoritarismo y arrastra una enfermedad de juven
tud: la desconfianza respecto de la función de autoridad. Ahora bien, cualquiera que
haya tenido que organizar un trabajo de la naturaleza que sea sabe que una delega
ción de autoridad de alguna duración está a la base de todas las empresas que
salgan bien.
El hombre es un animal creador, necesita tener ante sí, en todos los grados del tra
bajo, un campo de empresa, un margen de ensayo y error, con un riesgo pagado con
una responsabilidad rigurosa. El control es indispensable para garantizar el poder con
tra su propio arrastre: no debe impedir, como lo hace hoy, el ejercicio del poder. No
sotros tenemos que luchar con toda nuestra energía contra la mística del jefe, pe
ro debemos restaurar en la democracia, so pena de su acabamiento, la función
del jefe, que es un elemento esencial de una actividad eficaz. La democracia no
consiste en descorazonar a los jefes, en decapitar la nación, sino en generar en todas
las capas sociales élites de poder, y en vigilar, primero, para que no se atribuyan un
poder arbitrario sobre las personas apoyándose en el poder de que ellas disponen
por su servicio social; segundo, para que no cristalicen en clases cerradas.
La democracia que se nos ofrece defender es una aleación heterogénea en que
concurren junto con algunos elementos de democracia real las tiranías financieras, las
dictaduras de comités y de mayorías, los imperialismos autónomos en el Estado, el
desprecio de la competencia y la huida de las responsabilidades. Esta alianza, que
se descompone de día en día, tiene a otros para que la defiendan.
Franceses que queréis salvar en la democracia un sentido esencial de la libertad
y que teméis también secundar una "democracia" moribunda porque hasta el presen
te no la veis atacada más que por los enemigos de la libertad, ¡luchad contra vuestras
timideces, pues ellas podrían resultaros fatales!
Franceses a quienes las concesiones, las lasitudes y la ineficacia de la democra
cia liberal empujaban ya a dudar de los cimientos mismos de una democracia re
al,i paráos al borde de este entrenamiento!
(1) Aparecido en Polonia en la revista Odrodzeine, Varsovia 1948, número 19-180. Retomado
en Bulletin des Amis d’Emmanuel Mounier, número 41, mayo de 1973.
ayer pensaban blanco y hoy profesan negro, dando una idea ruin de la solidez de cier
tas convicciones. El sentimiento de que grandes fuerzas que escapan al control de los
individuos y a veces incluso de los Estados conducen la historia del mundo hace pe
sar sobre cada conciencia la sombra de esa fatalidad que atormentaba ya al pueblo
griego, y que la clara razón de los filósofos parecía haber disipado.
Si subrayo tantas condiciones exteriores al escepticismo, al hastío, al terror difuso
del porvenir que reinan hoy largamente en los pueblos de Europa, es porque sería In
justo no ver en todo ello más que signos de decadencia. Pocos siglos han sido tan
abrumadores para el hombre medio, ese que no manifiesta vocación especial por el
heroísmo, ni gusto particular por las grandes aventuras del poder. No cabe ejemplifi
car mejor esta nueva condición que evocando la Imagen del combatiente guerrero pa
ra un caballero de Luis XI, por ejemplo, y para un soldado de infantería de 1948. El
primero, como lo dice muy bien la expresión, combate "a pecho descubierto", "hace
frente" al enemigo que está delante de él, ante su mirada, teniendo el cielo raso por
encima de su cabeza mientras el campo que se extiende tras de él, a su derecha y a
su izquierda, es un campo unido. Pero hoy la aviación y la diversidad hostil de los pro
yectiles de toda índole han fatigado el cielo enemigo. La técnica de las cincuenta co
lumnas infiltra el adversario en todos los lugares. El guerrero moderno es un guerrero
acorralado. El hombre europeo moderno se siente un hombre acorralado.
También hemos visto florecer después de la Liberación una especie nueva y bas
tante buscada: la especie de los profetas negros. Ellos mismos gustan autodenomi-
narse apocalípticos. Curiosa idea, siendo el Apocalipsis un canto de triunfo y de cer
teza. Yo pienso que podrían encontrarse en todos los países después de Koestler y de
su "conjuración de los pesimistas", incluso entre ese pequeño grupo de sombríos jóve
nes, muy serios como todo italiano ligero, que en Florencia vaticina alrededor de Pa-
pini. Sólo mencionaré aquí a nuestras Casandras francesas. Los unos tienen un uni
forme bien conocido, aunque un poco pasado de moda, por todos aquellos que han
vivido el periodo de entreguerras, son los semisoldados del maurrasismo. Ellos reto
man el mito de las tres Erres. Renacimiento, Reforma, Revolución son para ellos las
tres etapas de la decadencia continua e infalible de una sociedad que ha abandona
do sus cuarenta reyes y su corporativismo. Los unos, políticos y violentos, desenfre
nados contra la IV República como lo estuvieron contra la III; los otros, nostálgicos y
conmovedores, perdidos en un sueño azul que les permitirían sus rentas, sus ocios, y
su complexión. Los terceros son más filósofos, así el señor René Guénon que hace dos
años denunciaba en nuestra civilización el reino mortal de la Cantidad, peligro que el
Señor Guénon nos parece en verdad subestimar cuando -él olvida decírnoslo- los sa
bios de toda laya reconocen cada vez más en el universo una textura matemática. Los
cuartos incluso son más teólogos aunque se trate de teólogos amateurs, como esos
dos politécnicos que en 1943, en un libro que causó sensación, pretendían fijar científi
camente la fecha del pecado original, y mostrar que después no solamente el hombre,
sino las especies animales mismas, están en regresión continua. Este gran ruido que
escucháis es Georges Bernanos anunciando con su propia voz de tempestad que la
civilización francesa toda entera está amenazada por los robots, es decir, por el mun
do salido del maqumismo. Un poeta que vivió en la India, Lanza del Vasto, forma en
pleno París una especie de comunidad gandhlsta, enseña que el hombre no tiene más
que cuatro necesidades a las que puede subvenir por sí mismo, pero se entrega a las
peores catástrofes cuando se abandona a la civilización. La tribulación despertada por
el descubrimiento de la bomba atómica, la descripción por los resucitados de los cam
pos de exterminio de lo que David Rousset ha llamado el universo concentracionario
han alimentado largamente después de tres años esta conciencia amarga de Europa.
¿Pero va Europa a abandonarse a esta conciencia amarga?
Una pequeña revista francesa, perdida en un rincón de provincia, publica este in
vierno, ciertamente con gran dificultad, un número especial: "Contra el espíritu de
catástrofe". ¡Bravo, pequeña revista! ¡Brote primaveral en pleno invierno! ¡Insolencia
de la juventud! Su signo no es el único. En el momento en que todo parece cegado
ante nosotros, en este invierno interminable de Europa, tan largo que los hombres co
mienzan a dudar de que esta vez llegue la primavera bien, la primavera modesta de
un poco de paz, de un poco de esperanza, y de días más largos favorables a las gran
des tareas, tenemos que organizar, yo no diría la conjuración de los optimistas, pues
no conozco nada tan triste como un optimista y frecuentemente tan peligroso, sino la
red de los hombres que esperan, o, más precisamente aún, puesto que no se trata de
soñar, el cuerpo franco de los combatientes del espíritu.
La primera regla de mi cofradía será que llevaremos en nosotros, sin evasión algu
na, toda la desolación de nuestro mundo. Pues el combatiente del espíritu, para estar
presto a luchar como un salvaje, debe estar quemado por la desesperación de aque
llos a los que él quiere arrancar de su desesperación. Por ello decía yo hace un mo
mento que no hay que minimizar la angustia de los hombres de nuestro tiempo. Si ella
es un signo de debilidad, si algunos se complacen en ella de manera morbosa, si está
en efecto entretenida por una cierta manera de ponerse al margen de las preocupa
ciones y de los trabajos de los hombres, ella no es solamente esta enfermedad social.
No confundamos los verdaderos combatientes del espíritu con aquellos que son inca
paces de participar en la miseria de los hombres, de sentir la fragilidad de toda vida,
de ser atravesados por las grandes inquietudes del hombre. Uno de los más bellos
cantos de esperanza que hayan sido escritos en lengua francesa es el Porche du
Mystére de la deuxiéme vertu de Péguy, y ahora sabemos que lo escribió en el col
mo del sufrimiento y de ia prueba.
Nuestra segunda regla ante la dificultad debe ser, como decía Descartes, dividirla
para resolverla mejor, en lugar de pintarrajearla con colores horrorosos para enloque
cer de miedo a nuestros vecinos y enloquecernos a nosotros mismos. Recientemente
he hecho una experiencia involuntaria. El azar que yuxtapone sobre nuestras mesas
(libros en sufrimiento) me ha hecho leer uno tras otro el panfleto de Bernanos contra
el mundo de la máquina, y un libro de Georges Friedmann consagrado a los métodos
de humanización del trabajo industrial que se elaboran en el mundo entero y en todos
los regímenes. La fatiga, la opresión, la monotonía, la mecanización, en suma todas
las amenazas que le vienen al hombre de la máquina, están tomadas por Friedmann
en un mundo real, con la voluntad de comprender y de triunfar, en lugar de blandir el
sable y de espantar. Bernanos ha escrito libros inolvidables y no es cuestión de que
lo olvidemos por el mero hecho de que escriba tantas tonterías d§sde hace tres años.
Pero yo debo dejar bien daro que 'taba un contraste sorprendente entre los gritos
inutles del panfletario, junco con los argumentos pueriles con que irataba de ¡ustiNcar-
los. por una parre, y. frente a ellos, este cuadro de lento y calmo airojam iento de la
razón que. escuchando los clamores pregunta ¿De qué se trata? V comienza su ta
rea paciente, analiza los problemas ensaya los remedios, exorciza el horror Cuando
veo a un hombre echarse a la selva para huir del mundo horrible de la técnica le gri
to ' i Aienclón. lleva usted consigo la más sabia, la más complicada de todas nuesiras
máquinas*1Y aunque se da la vuelta para oír, no comprende que yo le esté hablando
de su cuerpo
Nuesira tercera regla Pero para comprenderla traeré a colación un recuerdo mi*
irtar Cuando nuestras tropas en 1940 hubieron de padecer los primeros ataque en pi
cado. terribles para a moral del soldado Impotente, vimos llegar a nuestras unidades
una circular del estado mayor en la que yo reconocía (por primera vez) la marca de
una psicología segura, y que decía aproximadamente Nada es peor para un hombre
atacado que no hacer nada Eso rompe sus resortes Hay que hacer tirar a cualquier
precio a vuestros hombres contra los aviones que arremeten contra ellos A los avio
nes eso no les hará nada salvo por azar una vez entre diez mil Pero a vuestros hom
bres eso les hará soportar el golpe Ese es el hecho Se cita frecuentemente este apo
tegma histórico No hay necesidad de esperar para emprender Tal vez, pero es em
prender lo que hace esperar, y no hacer nada es lo que hace desesperar ¿Quienes
son aquellos que mantienen el sentido de la esperanza hoy en el mundo7 Casi exclu
sivamente aquellos de entre loe socialistas (o comunistas) y cristianos que tienen una
fe actuante Para ellos el mundo tiene un sentido y un sentido que depende del es
fuerzo del hombre Ellos tienen algo que hacer algo que no es ei mirar o et gemir De
ello les sera pedida cuenta y ellos se piden cuenta ya ante su conciencia Y porque
responden al mundo, el mundo les responde no están solos, en la medida en que un
hombre pueda estarlo Han sanado er mal del siglo porque han cogido con las manos
el mal del siglo y han jurado expurgarlo Aquí el libro de Friedmann abona nuestro ar
gumento El maquinismo no es ya una amenaza cuando, electo por efecto, se empren
de su doma Tal es el valor purtficador dei trabajo: demasiados libros desesperados
son libros improductivos
Se comprende que las sociedades ascendentes sean rebeldes a las crisis de amar
gura colectiva Encontramos desengañados entre los romanos del Bao Imperio, en-
tre los libertinos de la monarquía decadente, entre los románticas o los escepticos de
la burguesía declinante, pero no les encontramos entre los primeros cristianos, ni en
tre los burgueses de la alta época, ni en las jóvenes masas socialistas Ai lado de es-
las últimas hay que notar que una fuerte corriente se desarrolla actualmente en el pen
samlento católico para reaccionar contra el profetísmo moroso que estigmatizábamos
atrás Se vueive a poner en vigor, en Francia sobre todo, a los Padres de la Iglesia pri
mitiva. su sentido Triunfante del hombre su visión generosa de la historia, se rBcuer*
dan las parábolas sobre el Remo de Dios que crece lentamente entre nosotros, y que
excluyen que este mundo sea un asunto truncado que se deshace en su desencanto
Un renuevo de optimismo cósmico e histórico atraviesa numerosos trabajos teológi
eos Si los cristianos pueden ser levados por ellos a no alimentar una tentación románti
ca de las catacumbas a no poner cara larga a su tarea humana pueden entonces
darse entre ellos grandes mañanas para la conjuración del espíritu
(Tempe Presen*. 3 de agosta de 1945) (1)
Cuando se insiste sobre el valor ético de Ja preocupación por la eficacia, cuan
do se denuncian la acción debilitadora de un cierto "purismo" y todas ias desviacio
nes que contienen en germen, desde la incapacidad política hasta una especie perni
ciosa de Individualismo y de fariseísmo espirituales, se hacen necesarias algunas pre
cisiones.
Romper eJ divorcio entre el idealismo y et realismo
Siendo limitadora de cualquier verdad toda expresión, importa recordar siempre -
precisamente para salvar lo absoluto de la verdad- que no hay verdad e* presad a más
que en una perspectiva dada, en una cierta orientación del diálogo No conviene, cier
tamente, reprochar ai mundo contemporáneo en su conjunto si haber preferido una
pureza abstracta a la eficacia histórica, sino precisamente a los hombres que tienen
ia preocupación habitual y dominante de ios destines de lo espiritual En ei momento
en quo se preparan decisiones históricas de la más extrema gravedad es urgente reo
rientarías hacia el espíritu de decisión y de compromiso, hacia la idea de que. como
decía (y lo siento por ello) Hltler, en toda hipótesis vale más la verdad Imperfecta que
ninguna decisión en absoluto Sin embargo, es muy evidente que. si bien desde esta
perspectiva tenemos que lanzarnos hacia un sentido ai que el temperamento no nos
lanza todavía, tenemos el deber correlativo ante la inmensa ola de realismo que por
doquier sumerge ai mundo contemporáneo de denunciar i a barbarie de la eficacia a
todo precio Lanzándonos aquí y allá en sentido inverso para la misma obra Romper
el divorcio modal entra el idealismo y el realismo.
Una rectificación de actitud
Lo que deseamos promover en el londo, en esta parte de Ja opinión en que las mis
tificaciones Idealistas han invadido la preocupación espiritual, es una rectificación de
actitud Es menester que la preocupación por conseguir y escuchar inteligentemente
las vías de la historia reemplace las ingenuidades políticas o la hujda devoia de ia ac
ción Con esta actitud nada se simplifica al contrario Pues, en fin la solución mas efi
caz no se lee Inmediatamente en los datos, como ta suma de una adición de dos ci
fras. Lea cosas serían demasiado simples sj ser eficaz consistiese siempre en seguir
la historie desde el lado en que parece indinarse. El cálculo de eficacia comporta un
cálculo de vencimientos de los plazos Lo que es eficaz para un resultado final visto
con voluntad tai vez no lo sea para los resultados inmediatos de ta acción emprendi
da El cálculo de eficacia compone una elección de perspectivas No hay eficacia más
que al es eficacia para: lo que es eficaz para los fines de una política partlsana pueda
no serlo para los destinos de la nación o para el porvenir de toda una era de civllza-
ción Hay que optar
La preocupación por ta eficacia tal como ia entendemos no es pues el res litado a
todo precio sin que impone el resultado. Este es uno de tos precios que el hombre no
Cfr. Bulietm des Amis d’E. Mounier, 29, marzo de 196/ (Obviamente ei socialismo de
que hablaba Moumer no bene nada qi» ver con el actual 'socialismo* europeo, tipo
RSOE Adornas, a nuestra altura histórica sabemos q?ue Mounier concedió tambión
demasiado a) mtluio "óentilico* del socialismo mareista Mounier pese a todo, k> que
deseaba en ei fondo era un socialismo "metaizquierdista", un socialismo 'místico*) <N
del T >
DIBUJO Y PERSONALIDAD
la n rn Vels
ÍNDICE GENERAL
Prólogo 001-DYP
A modo de introducción 002-DYP
Teoría general sobre la "proyección" en los dibujos 003-DYP
Presentación del impreso. 003-DYP
Actitudes ante la prueba 004-DYP
La calidad de los dibujos 005-DYP
Resistencia negativa frente a la prueba 005-DYP
Los tipos "sensorial" y "racional" del Dr. Corman 005-DYP
Conducta durante la realización de la prueba 006-DYP
Aspectos a tener en cuenta en los DFH 007-DYP
Observaciones sobre la interpretación de los signos 008-DYP
001-DYP
P R O L O G O
"Dibujo y Personalidad" (Tests proyectivos gráficos) es una obra que recoge más de
40 años aplicando las pruebas llamadas de "lápiz y papel" en mis tareas de selección y
promoción de personal. Esta obra complementa, en cierto modo, mis otras obras ya
publicadas: "Escritura y Personalidad","La Selección de personal y el problema humano en las
empresas", "Diccionario de Grafología y de términos psicológicos y afines", "Manual de
Grafoanálisis" y "Grafología estructural y dinámica", etc..
Si bien, en un principio, me serví únicamente de la poca literatura que había sobre los
tests proyectivos gráficos, al ir con los años incrementando mi experiencia con la batería de
tests empleada en los exámenes de selección y promoción de personal, y en las entrevistas,
llegué a reunir muchas notas y observaciones, parte de las cuales desaparecieron en un
accidente de automóvil que sufrimos mi esposa y yo hace unos años.
Nuestro punto de partida fue, una pequeña estadística sobre 300 sujetos realizada en
1974. La estadística y los comentarios sobre esta prueba, quedaron en mi automóvil y
desaparecieron con el accidente. Posteriormente, inicié, otra estadística mucho más completa
en datos y número de sujetos examinados, pero no se llegó a realizar a causa de tener que
utilizar al personal colaborador en otras actividades más primordiales.
Los que hemos trabajado muchos años en la aplicación de estas pruebas proyectivas,
sabemos su importante valor psicológico, pero también conocemos el riesgo que este medio de
expresión ofrece a causa de los errores de interpretación en que se puede incurrir cuando no
se cotejan los resultados con la entrevista o con otros medios de psicodiagnóstico.
Por otro lado, los autores que se han ocupado de la aplicación de estas pruebas
proyectivas, generalmente han operado, en su mayoría, sobre enfermos psíquicos,
delincuentes, oligofrénicos, etc. y las interpretaciones de los signos gráficos correspondientes a
los dibujos, han sido vistas, en su mayoría desde el ángulo de la Psiquiatría, o de la Psicología
Clínica, es decir, buscando, principalmente, el lado enfermo o deficitario de los sujetos
testados, con fines terapéuticos. Por esta razón, aconsejamos al alumno o al lector, no
especializado, que se abstenga de etiquetar en evitación de graves errores.
Por mi parte, aunque he trabajado con sujetos normales, al menos con una normalidad
relativa (2), he incluido también algunas interpretaciones que hacen referencia a casos
patológicos al objeto que esta obra sea también útil a los psiquiatras y psicólogos clínicos.
En algunos casos aislados, al haberse aplicado la prueba a grupos variables entre 6,
12 y 30 sujetos a la vez, según los puestos de trabajo, nos hemos encontrado con individuos
que, al no poder controlar adecuadamente su emotividad o sus complejos internos pasaban,
durante el examen, de una conducta normalmente adaptada a una conducta inadaptada o de
fracaso. De todos modos, creo que esta obra puede ser útil a una gran mayoría de personas
interesadas en el estudio de la psicología humana.
Quiero aprovechar este prólogo para rendir homenaje de gratitud y admiración a la Dra.
Karen Machover, creadora del "Test de la pareja humana", cuya agudeza psicológica está hoy
mundialmente reconocida, así como a muchos otros investigadores que han continuado su
obra y la han enriquecido con nuevas aportaciones. A la mayor parte de ellos los hemos
consultado y los vamos a mencionar por orden alfabético: Dra. Ada Abraham, Anderson &
Anderson, John E. Bell, Biedma y D'Alfonso, Dr. L. Caligor, Dr. Louis Corman, Dr. F. Chamorro
Dr. Juan Ma. Escribano, J.H.Di Leo, Dra. Rocio Fernández, Florence Goodenough, Dra. E.
Grassano, E. Hammer, Dra. Elizabeth M. Koppitz, Dra. M.E. Romano, Dr.Thomas Mendaza,
Prof. M. Xandró y algunos otros que, en este momento no recuerdo.
En el aspecto de ayuda y consejo, ocupa un primer lugar mi amigo Don Fortunato Frías
que me confió, durante muchos años, con plena autonomía, la labor de Relaciones Humanas y
Selección de Personal de nuestra entidad bancaria y empresas filiales, así como otras ayudas,
no menos importantes, de mis compañeros Salvador Alemany, José Vila, Alfredo Morón, etc. y
la de mis colaboradores más directos: Pilar Gómez, Ana Espeja y otros colaboradores que, en
periodos aislados, trabajaron en mi Departamento de Selección. A todos ellos, mi
agradecimiento más profundo.
Como toda obra humana, estoy seguro que la presente tiene muchas imperfecciones y
quizás también muchos errores, pero no persigo otra finalidad que aportar mi granito de arena
al amplio campo del conocimiento psicológico y de la ayuda moral a toda persona que la
necesite.
El autor.-
0002-DYP
A MO DO DE INT R O DU C C IO N
Ch. Wolff
Estas diferencias de unos individuos a otros en el modo de ver un mismo objeto o una
serie de ellos, dependen de las vivencias y motivaciones, del archivo de experiencias, de la
cultura e imaginación, de la vocación y del gusto ético y estético de cada uno.
Cada persona proyecta, en su propio pensamiento sobre los hechos y las cosas, y en lo
que dice y hace, los recuerdos y experiencias vividas, sus deseos, sus temores, sus
sentimientos de agrado o desagrado, su estado de animo alegre, o deprimido, la confianza que
le ofrece su propio cuerpo y su autoimagen, es decir, la imagen que tiene de si mismo.
Si pedimos a una persona adulta que dibuje "una pareja humana", sin darse cuenta
conscientemente, es probable que, al hacerlo, deje la huella de muchos de sus problemas
profundos, de sus vivencias afectivas relacionadas con sus contactos familiares y sociales y
con la imagen de su propio cuerpo.
La ventaja de los tests proyectivos gráficos y muy especialmente del "Test de la pareja
humana", de Karen Machover, reside en el hecho de revelar con más prontitud que en otras
pruebas, el Rorschach, por ejemplo, el tipo de adaptación o el control adaptativo de cada sujeto
examinado.
Entre los tests proyectivos más utilizados en la selección y promoción de personal para las
empresas (Rorschach, T.A.T, Szondi, Test de las relaciones objetales, Wartegg, H.T.P., etc.), el
test de Machover o "Test de la pareja humana", ofrece alto interés, no ya por su facilidad de
aplicación y por su economía de tiempo en la interpretación, sino por la rapidez que pueden
captarse, cuando los hay, los deterioros de la personalidad. Por ejemplo, todo psicólogo sabe
que, en la medida que en un sujeto es forzada o rígida una actitud, sea en los dibujos, sea
oponiéndose a la prueba, su comportamiento es neurótico y su adaptación también. Por tanto,
un sujeto de este tipo tenderá a fracasar al menor conflicto con la realidad.
En los dibujos de las figuras, los fracasos de adaptación, se ofrecen a primera vista al
psicólogo experimentado, bien sea a través de la ubicación de los dibujos, en su mala
localización, en las desproporciones, en las distorsiones, en las lateralizaciones, en las
asimetrías, en la falta de cohesión (roturas), en la posición inclinada o de caída de las figuras,
en las estructuras empobrecidas o rígidas, en los sombreados o rayados, en los contornos
excesivamente repasados o sucios, en detalles aberrantes, etc.
Cuando el sujeto muestra una adaptación natural y espontánea, "un buen ajuste a la
realidad", los dibujos lo traducen y la actitud ante la prueba también. Los sujetos con buena
adaptación aceptan la prueba de buen grado y se dedican a la tarea del dibujo como inspirados
por la idea de hacer algo original. Las figuras guardan buena proporción entre sí y no se
observan discordancias importantes de tamaño o de proporción entre las partes y el todo de las
figuras. El trazado es limpio y, aunque haya algún retoque, el conjunto de las figuras da la
impresión de equilibrio, cohesión y unidad.
En algunos casos, el aspecto agresivo, distante o poco afectivo de algunos dibujos, se
intenta camuflar en la historia sobre la pareja con relatos en los que se magnifica a las figuras
dibujadas, dándoles un sentido psicológico distinto al expresado gráficamente. Por ejemplo,
destacando en la historia sobre el personaje dibujado, la cualidad de un carácter afable,
amoroso o empático, mientras que en el dibujo aparece una expresión fuertemente agresiva.
Los mecanismos de ocultación que operan en estos casos, intentan corregir, tapar o disimular
el efecto gráfico del dibujo. Con este modo de proceder, el sujeto intenta evitar que se rompan
o deterioren las relaciones que desea tener con su entorno.
En el caso de los exámenes de aptitudes para ocupar puestos de trabajo, el candidato que
obra de esta manera, intenta ocultar a los ojos del examinador -esto es muy humano- las
cualidades de carácter que él mismo reconoce como "no adecuadas" para el puesto que
solicita.
Otras veces, la cuestión puede ser más grave, si lo que el sujeto intenta ocultar, o teme
que se descubra, es la ineptitud para el puesto de trabajo o las "tendencias insanas" de su
personalidad. Este es el caso de una candidata al puesto de azafata y vendedora, que en el
Test de la pareja humana, dibuja la figura femenina con ropas muy "cerradas" y la casa y el
árbol, en otro test, con una cerca, además de otros signos que descubrí en el grafismo, como la
onda gráfica muy regresiva y angulosa, sobrealzada, apretada y vertical, con amplio
espaciamiento entre palabras, con la firma desplazada a la izquierda y abajo, la rúbrica
envolvente y con ángulos agudos a la izquierda, en fin un conjunto de signos negativos en
donde esta candidata demostraba su falta de sociabilidad y empatía.
El modo como cada sujeto toma posición en el papel (el papel es, simbólicamente, como
el marco ambiental donde se mueve el sujeto), nos ofrece una visión reducida, un "microfilm"
del modo como se mueve en su ambiente. La forma como actúa con el lápiz, la pluma o el
bolígrafo, es una representación viva de las reacciones del sujeto frente a situaciones nuevas e
inesperadas.
Puede avanzar sobre el papel, dibujando las figuras, de manera resuelta y confiada,
seguro y con aplomo, recurriendo a sus imágenes internas, reproduciendo en forma
convencional o "formalista", lo que está memorizando, tal como se lo han transmitido sus
sentidos, es decir, sin crear nada nuevo. En este caso, el sujeto demuestra su buena memoria
perceptiva, se siente "conservador", adicto a las normas, a las costumbres y principios
establecidos. Es un rutinario con buena memoria visual.
En otros casos, el sujeto intenta ocupar el máximo espacio de papel, pero avanzando a
trompicones, inseguro en el terreno en que se mueve. Quiere hacer algo grande y notorio pero
le faltan recursos para dar a las figuras la grandiosidad o magnificencia y el aire que desea y a
los contornos las formas correctas. Es el caso de los sujetos muy ambiciosos, cuyas
aspiraciones
están en desproporción con las propias posibilidades.
A menudo, nos encontramos con sujetos que intentan caricaturizar humorísticamente sus
problemas, dándoles una visión esquemática, inacabada, ridícula y desviada de sí mismos.
Estos sujetos, suelen evadirse de la responsabilidad de hacer algo serio y meritorio.
El "Test de la pareja humana", capta con relativa facilidad, la gran cantidad de ansiosos,
angustiados o neuróticos que tienen problemas de adaptación, problemas de fracaso con la
realidad o que defienden su elevada pero frágil dignidad a base de evasión, negatividad,
justificaciones anodinas, o intentos fallidos.
Dentro del amplio campo de los tests proyectivos gráficos, donde el Grafoanálisis es el
rey, el "Test de la pareja humana" puede considerarse como uno de los más útiles, a condición,
claro está, que la formación del psicólogo que aplique esta prueba tenga la adecuada
experiencia y dominio de la misma.
Sin embargo, aunque para los teóricos de la teoría el conocimiento de algo empieza
cuando se puede explicar mediante especulaciones filosóficas, o con apoyo de leyes o de
estadísticas, para mí, como hombre práctico, lo que siempre me interesa son los hechos, las
observaciones y cotejos, tengan o no un aval teórico o una ley en que apoyarse.
Acostumbrado, por el Grafoanálisis, a ver al ser humano "en movimiento", me resulta
difícil, a veces, localizarlo a través de leyes, clasificaciones, estadísticas y teorías, como si se
tratara de estudiar a un "fósil".
Para estudiar a cualquier sujeto, parto de la idea que el hombre y la mujer están en
constante cambio y los intento ver a través de su incesante movimiento, cuando andan, hablan,
gesticulan, escriben o hacen algo con las manos. El dibujo y la escritura tienen la ventaja de
ofrecernos los aspectos más vivos y dinámicos de cada personalidad, registrados por el propio
sujeto. Esta es una ventaja que ya han sabido apreciar gran número de psicólogos.
1. T E O R I A G E NE RA L
La tendencia a dibujar personas es una de las manifestaciones gráficas que observamos
en el niño cuando le entregamos una hoja de papel y un lápiz. La mayor parte de las veces,
antes de dibujar alguna otra cosa, dibujan monigotes. En este hecho se inspiró Florence
Goudenoug para realizar su test de inteligencia infantil mediante el dibujo de la figura humana,
realizado por los niños.
Basándose en el grado de perfección, en el equilibrio general y en la riqueza de detalles,
el test de Florence Goudenoug determina el grado de inteligencia infantil.
"Lo que cada cual dibuja -dice Portuondo- está íntimamente relacionado con sus impulsos,
ansiedades, conflictos internos y compensaciones características de su personalidad. La figura
dibujada es, en cierto modo, una representación o proyección de la propia personalidad y del
papel que desempeñe el sujeto en su propio ambiente".
Los dibujos de figuras humanas (DFH) ponen, de alguna manera en evidencia, las
preocupaciones, las preferencias, las necesidades o deseos reprimidos, las frustraciones, el
equilibrio o desequilibrio interior y la manera de conducirse o de elaborar el comportamiento de
cara a su ambiente. Nos indica también cual es la situación afectiva del momento, en relación
con el otro sexo, con su esfera profesional o con el entorno social y cuales son las razones
inconscientes que determinan sus reacciones, sus actitudes, sus posturas, etc., cuando el
sujeto se enfrenta consigo mismo o con sus problemas vitales.
El test de Karen Machover del dibujo de la figura humana (DFH), tiene la ventaja de
ofrecer economía de tiempo en su aplicación y fiabilidad en los resultados, al ser el propio
sujeto quien nos ofrece, gráficamente, una proyección directa de sí mismo y de sus posibles
complejos psicológicos. Por esta razón es una de las pruebas más utilizadas.
004-DYP
1.2 - A C TITU D A N TE LA P R U EB A
Los individuos sin problemas de adaptación y con una autoimagen positiva, es decir, con
plena confianza en si mismos, responden normalmente ante la prueba y comienzan la tarea de
los DFH sin ningún tipo de bloqueo, lo que quiere decir que la prueba no roza cuestiones que
se puedan referir a complejos con gran carga afectiva.
Se observa, en general, que las mujeres aceptan de mejor grado que loshombres el
desafío que se les hace para que demuestren su capacidad creadora dibujando la pareja
humana. La mayor parte de las féminas hacen lo posible por demostrar su buena disposición y
habilidad, tanto en los dibujos de la pareja como en el relato o historia sobre los DFH.
Por tanto, evadir la realización del DFH o del Test de la pareja humana, es un síntoma de
angustia ante la prueba de sí mismo, ante la inminencia de la revelación, no deseada, de
rasgos de personalidad que el sujeto no quiere que se descubran. Puede ser también que el
sujeto se defienda o tema un fracaso que no sabría aceptar.
Cuando el sujeto dibuja monigotes o figuras en forma de alambre (recurso de evasión del
problema), si se le insiste en que debe hacer el dibujo completo, muchas veces se logran
realizaciones más o menos buenas o logradas.
Cuando el nivel de calidad del dibujo es bajo y el nivel del C.I. (cociente de inteligencia)
está por encima de la media estadística, algunos autores sospechan la posibilidad de
perturbaciones en la adaptación del sujeto a su medio ambiente, pero según nuestra propia
experiencia con esta prueba, no siempre es así.
Tal como sugiere Enri Wallon, debemos considerar, con respecto a la facultad de la
expresión gráfica, tres niveles en la etapa de evolución:
a) El nivel "motor" que corresponde a sujetos que reaccionan a partir de excitaciones o
simples descargas motoras, produciendo garabatos o figuras deformadas o sin
cohesión. Este nivel corresponde a una primera etapa infantil.
b) El nivel "perceptivo" en que el sujeto es capaz de trasladar al papel aquellos objetos
que tiene delante de los ojos y que está percibiendo en determinado momento y
c) El nivel "representativo", que ya es mucho más evolucionado y permite al sujeto
reproducir objetos anteriormente percibidos y crear nuevos objetos tomando como
base otros objetos conocidos y memorizados.
Por tanto, si tenemos en cuenta estos niveles defendidos por Wallon, ser necesario
considerar en cada sujeto, no sólo su memoria visual, sino también el aprendizaje recibido
(estudios cursados y profesión ejercida)
Cuando el nivel de calidad de los DFH es superior al C.I., es posible que el sujeto se haya
desarrollado en medios artísticos o que busque una compensación a sus minusvalías
desarrollando sus cualidades como dibujante o artista. Karen Machover observó excelentes
dibujos en sujetos con facultades auditivas defectuosas.
La forma como cada sujeto ejecuta los DFH, no depende sólo, como hemos visto, del
grado de inteligencia. Influyen también los factores afectivos y el equilibrio de la personalidad
total. En algunos casos, observaremos que algunos DFH aparecen muy inferiores en calidad
de lo que los sujetos valen en realidad. Esto se puede deber a que, en el momento de la
prueba, han intervenido factores afectivos de inhibición. Por eso, es conveniente pedir a los
examinandos que dibujen cada personaje lo mejor que puedan. En determinados casos, no es
aconsejable juzgar la inteligencia a través de los DFH.
Los DFH inarmónicos o estructuralmente pobres, suelen darse en los siguientes casos:
a) el de los sujetos que, por estar muy inhibidos, reducen su dibujo a un monigote, a un
pulido esquema sin intensidad de vida, o a una figura de alambre.
b) el de los sujetos disléxicos o con fuerte carga depresiva que producen dibujos mal
lateralizados, por ejemplo, con predominio del lado derecho y torpeza en el modo de
resolver el lado izquierdo, o viceversa, o dibujando figuras incompletas. Este caso
puede darse también en ciertos "zurdos contrariados" o en sujetos con algún
padecimiento corporal, que muchas veces se niegan a hacer la prueba, sea por una
actitud de defensa inconsciente o para no proyectar las propias minusvalías.
"Cuando se observan estos dos tipos de dibujos --dice Corman--se tiene la impresión que
han sido realizados por personas diametralmente opuestas de carácter".
006-DYP
Por tanto, la reacción ante la prueba, equivale de alguna manera, a la actitud que toma el
sujeto ante toda dificultad u obstáculo que se interfiere en el camino de la realización de sí
mismo o de los objetivos o metas que el individuo anhela o se propone. La reacción ante la
prueba mide, pues, el nivel de la capacidad de recursos creativos y la fuerza de voluntad y de
imaginación que tiene cada sujeto para realizar un comportamiento adecuado a nuevas
situaciones.
007-DYP
1.5 - LO S A S P E C T O S A T E N E R EN C U EN TA EN LO S DFH.
a) el lugar que ocupa la ubicación de cada una de las figuras en la página (en elcentro,
en la parte superior, en la parte izquierda, en la derecha, en la parteinferior, las
figuras juntas o separadas, etc.)
b) el tamaño de las figuras (grande, mediano, reducido, una figura más grande que otra,
etc.)
c) la rapidez de los movimientos (rápidos, pausados, lentos, etc.)
d) la presión de los trazos que conforman la estructura de los DFH.
e) la solidez y estructura del trazado.
f) la espontaneidad y plasticidad de las figuras o la rigidez.
g) las proporciones de las partes del cuerpo.
h) la tendencia a omitir detalles en los DFH, por ejemplo, los ojos sin pupilas, la falta de
dedos en las manos, o dejar débiles unas zonas y otras reforzadas, etc.
i) la concentración de la atención del sujeto en la estructuración de una parte de las
figuras, quedando poco detalladas otras áreas de los DFH.
j) la actitud y posición de las figuras (en movimiento, en estado pasivo o inmóviles,
inclinadas, verticales, en posición invertida, pisando sobre una base sólida o en
posición flotante, etc.)
k) las distorsiones, las roturas o desconexión de unas partes de otras en los DFH, los
sombreados, la dificultad para dibujar ciertas áreas de las figuras, etc.
l) la comparación de una figura y otra en los DFH. Por ejemplo, más grande y detallada
la figura del propio sexo o viceversa. ¿Cuál de las figuras se realiza primero, la del
b) Zona de los brazos, de las piernas y de los pies, que representan los órganos de
movimiento, de acción y de contacto. A través del modo como el sujeto dibuja estas partes del
cuerpo en ambas figuras, podremos deducir el modo como el sujeto se enfrenta con su entorno
y la organización emotiva de su comportamiento.
c) El tronco, los hombros, el pecho y las caderas, que se identifican como el "almacén de
los instintos". Los dibujos de esta zona nos informan sobre los conflictos afectivo-instintivos a
través de los accidentes o anomalías que presentan los DFH en esta zona.
Como puede verse en esta obra, el test de Machover lo hemos experimentado junto con
otros, entre los que cabe mencionar: el "Test de los colores" de Lüscher, el "Test del árbol" de
Koch, el "Test del árbol y la casa", el test "Mis manos", el "Test desiderativo", el test
"Palográfico", el "Test psicodiagnóstico de Rorschach y otros tests proyectivos. Por supuesto,
he empleado siempre varios tests psicotécnicos adecuados a cada puesto de trabajo y en
todos los casos el Grafoanálisis. Por esta razón, puedo afirmar que los resultados del test de
Machover o "Test de la pareja humana", han sido siempre muy satisfactorios y orientativos,
aunque no al cien por cien de los casos, por lo que es recomendable utilizar otras pruebas
proyectivas para cotejar los resultados.
008-DYP
Es frecuente incurrir en el error de interpretar los signos aisladamente sin tener en cuenta
el conjunto, como si la personalidad de cada sujeto fuese una especie de "puzzle" que se
pudiera unir por piezas. La interpretación de un dibujo analizando los signos uno a uno como si
se tratara de un recetario de cocina, es un procedimiento absurdo que puede conducir a graves
errores.
"Hay --dice Koppitz-- quien consulta el significado de cada signo y sale con un diagnóstico
listo para llevar, sin considerar la figura total, sin tomar en cuenta el sexo, la edad, el estado
civil, el nivel de inteligencia, el "status" económico y social, las circunstancias que rodean la
vida del sujeto en el momento de la prueba e ignorando, además, las circunstancias en las que
realizó el DFH".
Sin embargo, salvo en el caso de dibujantes, pintores, escultores, etc., que pueden partir
de algún modelo estructural previo, más o menos socializado o convencional, en la mayor parte
de casos, cada DFH es una proyección de nuestros contenidos inconscientes en donde
liberamos, sin darnos cuenta, la expansión de nuestras tendencias más primitivas, los
conflictos internos y muchas de nuestras pulsiones inconscientes, más o menos dormidas,
reprimidas o bloqueadas.
Resumiendo: La Grafología descubre con mayor facilidad los aspectos caracterológicos,
siempre importantes en la selección y promoción de personal. Los tests proyectivos gráficos,
muy especialmente el "Test de Machover" o "Test de la pareja humana", descubren, con
relativa mayor facilidad, los conflictos internos de la personalidad profunda, útiles en la labor de
selección y promoción de personal, pero mayormente importantes en psicología clínica, en
psiquiatría y en criminología.
Conviene, a la hora de interpretar los DFH, tener en cuenta lo que puede haber en cada
dibujo achacable a un aprendizaje previo, a un dominio artístico de la tarea y separarlo de lo
que sea exclusivamente expresivo de la personalidad del individuo testado.
Normalmente, la mayoría de autores que han tratado el tema de los DFH, empiezan su
estudio haciendo referencia a los aspectos puramente simbólicos de los dibujos, tales como: la
ubicación de las figuras, el tamaño, el sexo, las proporciones de una y otra figura, los vestidos,
las posturas, las omisiones, los sombreados, las distorsiones o deterioros, las lateralizaciones,
etc.
Personalmente, quizás por mi deformación de psicólogo de la escritura, y por haber
aplicado los tests sobre personas normales, empiezo el estudio por el aspecto dinámico del
trazado, examinando primeramente la energía de los trazos, la dirección del trazado, la forma,
la rapidez y continuidad. Siguiendo a continuación, lo que podríamos llamar "accidentes del
dinamismo gráfico”: los sombreados, los retoques, las tachaduras, las roturas o soluciones de
continuidad, las borraduras, las transparencias, etc.
El resto de la obra, estudia lo que podríamos definir como la parte más simbólica y
proyectiva de los DFH. Dado que el terreno del simbolismo es extremadamente complejo, he
recogido, en muchos casos, la versión de varios autores de gran solvencia para dar
interpretación a lo que por no estar por mí suficientemente cotejado, he preferido que lleve el
aval de autores con larga experiencia y autoridad en la materia.
009-DYP
2 - LA PR ESIÓ N D EL TRAZADO
La presión del trazado en el dibujo, es para mi uno de los aspectos más importantes. La
presión que el sujeto ejerce sobre las líneas de los DFH, refleja el nivel de energía psíquica y
nerviosa fundamental, señala la potencia de los impulsos realizadores, el grado tensional de la
voluntad en el mantenimiento de las actitudes y de los objetivos a lograr y la firmeza y
resistencia frente a todo obstáculo, presión o dificultad.
De manera general, el grosor y la profundidad de los trazos está en relación con la fuerza
vital del sujeto: esta fuerza o vigor personal, puede estar controlada, si las figuras son
armónicas, bien organizadas y sin distorsiones. La fuerza vital puede ser impulsiva, destructiva
y violenta, si los DFH presentan anomalías, desproporciones, desorden o discordancias.
La presión de los trazos, fuerte, normal o débil, aparte de reflejarnos el nivel de energía
psíquica y nerviosa, puede darnos también información sobre el retraimiento y la conflictividad
(consigo mismo o con el entorno), así como preciosa información sobre el estado de la
sensibilidad nerviosa y psíquica del sujeto que realiza los DFH. Veamos el capitulo de la
presión en sus detalles:
2
- Deben interpretarse los DFH, en "sentido negativo", cuando presentan los siguientes signos:
a) Dibujos pobremente integrados o con múltiples fracasos en los intentos de estructuración.
b) Cuando los DFH presentan sombreados, transparencias, desproporciones o discordancias,
roturas o cortes en el dibujo de las parte del cuerpo, por ejemplo, un cuelloque no enlaza con
el tronco o unas manos cortadas a nivel de las muñecas.
c) Falta de coherencia en la organización de las partes del cuerpo o en los movimientos, por
ejemplo, unos pies orientados en distinta dirección a la del cuerpo, un pie en una dirección y el
otro en otra, ojos con estrabismo muy pronunciado, rasgos del rostro fuera de su lugar
correspondiente, etc.
d) Figuras pequeñas, inclinadas y ubicadas en el cuadrante izquierdo y bajo de la página. Aspecto
deshumanizado o siniestro en los DFH. Exceso de rigidez en la postura de las figuras.
Figuras excesivamente grandes que no caben en la página. Lateralizaciones. Omisión de partes
importantes de las figuras, etc. (Ver más detalles en el capitulo de "Los síndromes patológicos")
2.3 - DFH con trazo s flo jo s
Nivel de vitalidad por debajo de la media. La energía nerviosa y psíquica es más o menos
débil. El sujeto es más receptivo que activo. Escasa resistencia en la afirmación del Yo frente a
los demás. Se deja influenciar por las opiniones, por las presiones y circunstancias externas,
por los obstáculos, las dificultades, por las imposiciones u oposiciones de los demás.
Es frecuente en los DFH con trazos débiles, que el sujeto intente retocar algún desliz en la
configuración del dibujo, lo que se traduce en una corrección insistente de la anomalía
(repetición de trazos en una pequeña zona o área de los DFH)En estos casos, se debe
sospechar una dificultad, minusvalía o problema, físico o psíquico, en la parte retocada de la
figura. Estos retoques insistentes, suelen presentarse en la cara, los brazos, las manos, los
hombros, la zona de los órganos sexuales, en el aparato locomotor (piernas y pies), etc.
Según la zona donde se localicen los recargos de trazos o retoques, pueden deberse,
como algunos autores indican, a la inhabilidad gráfica, pero en muchos casos, estos fallos,
tienen un transfondo psicológico, es decir, o bien encierran sentimientos de culpabilidad,
desadaptación, o miedo a ser infravalorizado, o pueden deberse a verdaderos problemas en la
sociabilidad
del sujeto (retoques en la cara), a conflictos o problemas sexuales ( retoques en el área de los
órganos sexuales), a complejos de masturbación, o miedo al castigo por algo hecho con las
manos, si los retoques, cortes o roturas aparecen en las manos, etc.
En general, pueden ser tan negativos los DFH realizados con trazos tenues, leves,
inseguros y llenos de retoques, como otros que hubiesen sido hechos con trazos muy fuertes,
bruscos, brutales y desproporcionados. En el primer caso, la delicadeza puede ir mezclada con
una timidez, inseguridad e influenciabilidad morbosa que determinaría la incapacidad para
afirmarse y la "neurosis de fracaso".
Por tanto, una fuerte presión en el trazado, seguida de un buen control y organización de
la tarea a realizar, en este caso los DFH, es la expresión de un carácter enérgico, voluntarioso
y decidido apoyado por una buena vitalidad. El sujeto resiste eficazmente todo acontecimiento,
situación, obstáculo u oposición, toda presión externa, contraria a sus principios, a sus
necesidades y conocimientos o a los objetivos que se haya trazado. Esta interpretación es
tanto más justa, cuanto más neto, limpio y profundo es el trazado y cuanto más organizadas y
equilibradas sean las partes y el conjunto de las figuras dibujadas, lo que se traducir también
en una buena profundidad de pensamiento y autenticidad en los valores personales.
2.6 - DFH con líneas flo ja s, va cilan tes y frecu entem e nte rotas
Es propio de sujetos asténicos, débiles de espíritu y de carácter, con frecuentes titubeos y
vacilaciones que inhiben la acción y la decisión.
Las líneas débiles, con poca presión y vacilantes, hacen al sujeto permeable, vulnerable a
los acontecimientos e indefenso frente a las situaciones adversas o que requieren lucha. El
único recurso de estos sujetos, para mantenerse a flote en la vida, es la dependencia-sumisión.
Los bloqueos psíquicos a causa de la timidez, la inseguridad y la falta de energía, crea en ellos
la fuerte propensión a la angustia y a la ansiedad.
Si la vaguedad del trazado (flojedad o blandura) es importante, puede dar lugar a pérdidas
de atención, a olvidos, perturbaciones emocionales y coartatividad inoperantes, principalmente
si el sujeto se siente observado por un superior, de donde la deficiencia para ciertas tareas, a
causa de la frecuente pérdida de autodominio emocional. El sólo hecho de pensar que puede
"no quedar a la altura que desea" (la timidez genera orgullo interno), le inhibe anormalmente
ante los demás. Su renuncia a participar en reuniones, en seminarios de formación que
requieren examen, o en cualquier acto público, no es más que un mecanismo de defensa frente
a la propia inseguridad.
Los trazos débiles, vagos, tenues o restringidos son la expresión de la falta de vigor en
las funciones vitales. Sea por la misma debilidad o por represiones y frustraciones repetidas, el
sujeto que realiza con trazos delgados o tenues los DFH, se encuentra con falta de tono
muscular y nervioso, es decir, con falta de fuerza y de vigor en la voluntad para hacer frente a
las peripecias de la vida. Su sensibilidad y receptividad se acentúan y son pasivas. Por tanto,
su visión de los acontecimientos es bastante dramática, limitada y subjetiva. No soporta, sin
resentirse, cualquier reproche aparente, cualquier contrariedad u oposición sin sentirse dañado.
Su fragilidad, sus disgustos, su impotencia frente a lo adverso, sus lamentaciones, se ponen
fácilmente de manifiesto, así como su pusilanimidad, su evasión ante los conflictos y su
sentimiento de inseguridad y de impotencia.
Según M.T. Prenat, los dientes de sierra a la izquierda de los trazos, expresan el
"predominio de las percepciones internas (cenestesia) y de las resonancias intimas", es decir,
la prolongación del efecto de las impresiones recibidas. La voluntad predomina sobre el
sentimiento y produce el tipo pobremente integrado de Jaensch.
Los trazos con dientes de sierra a la derecha, según esta misma autora, reflejan el
predominio de las percepciones externas y determinan la impresionabilidad producida por los
estímulos recibidos del ambiente exterior. Se trataría, en este caso, de un tipo integrado o
sociable, pero con un espíritu critico acentuado.
Por tanto, según deducimos de las observaciones de M.T. Prenat, los sujetos con dientes
de sierra en el borde izquierdo de los trazos, dirigen la agresividad de sus reacciones,
principalmente hacia sí mismos (masoquismo) Y los sujetos cuyos DFH presentan melladuras o
dientes de sierra a la derecha, dirigen la agresividad hacia el exterior (sadismo)
Tomemos un ejemplo: el muchacho que está pasando de niño a adulto. Por un lado, tiene
aun sin liquidar el complejo de Edipo (amor y fidelidad a la madre) Por otro, quiere ser adulto,
desprenderse de la tutela de la madre, divorciarse de ella e independizarse. Ha centrado su
amor en una muchacha que le gusta, pero no tiene valor, ni suficientes recursos para
desprenderse de la tutela de la madre e independizarse. En esta situación, el muchacho se ve
obligado a soportar el dominio de la madre, a la cual ama y odia a la vez a causa de sus
exigencias.
Los DFH realizados con líneas rectas, tienden a dar a las figuras formas cuadradas o
rectangulares, lo que supone, salvo en raros casos, una adaptación pobre en la convivencia y
en el enfrentamiento con las peripecias de la vida. (Ver mas adelante, en el capitulo dedicado a
la FORMA el articulo "Los dibujos a base de cuadrados o rectángulos".
Si las líneas rectas de los DFH son delgadas, tenues o con poca presión, reflejo de una
vitalidad o libido débil, el sujeto se defiende, con su postura rígida, contra su vulnerabilidad
interna.
A veces, ciertas líneas, muy fuertes y alargadas, denuncian trastornos de tipo neurótico o
tendencias paranoides. La pesadez, grosor y apoyo excesivo de los trazos, señal de excesiva
fuerza motora, puede corresponder a sujetos maniacos o esquizofrénicos, pero para llegar a
conclusiones de este tipo, es necesario contar con un informe médico.
Cuando en los DFH los contornos externos están marcados con líneas fuertes y los
detalles internos con trazos débiles, cabe sospechar que el sujeto pone un muro entre él y su
entorno. O bien defiende su Yo de una vulnerabilidad o permeabilidad excesiva (exceso de
sensibilidad) tomando precauciones defensivas contra los choques dolorosos o posible
hostilidad, real o imaginada de su entorno; o bien posee un alto concepto de sí mismo (orgullo),
que le impide comunicarse abiertamente con "los cernícalos que le rodean" pues así considera
a sus semejantes.
2.12 - DFH con líneas de presión, form a, dim e n sió n y d ire c c ió n desco n tro la d a s
Dificultad para reprimir los impulsos. Agitación. Incapacidad para planificar las tareas.
Impulsividad. El sujeto pasa de la excitación que le produce cada estimulo interno o externo a
la reacción inmediata, sin que medie la reflexión. En todo caso, la reflexión puede venir a
posteriori de los hechos consumados. Este exceso de primariedad puede ser patológico. (Ver
más atrás el articulo: "DFH realizado a base de trazos bruscos, violentos, desproporcionados)
2.13 - DFH con presió n flo ja o va cila n te y fre cu e n te s áng ulo s en el d ib u jo de los
co n to rn o s
He observado estos signos en personas sumamente impresionables y poco integradas en
la convivencia social y profesional. Se trata, generalmente, de sujetos muy susceptibles,
puntillosos y egocéntricos, siempre con un sentimiento inseguro del propio valer. Suelen
interpretar de modo torcido o peyorativo cualquier observación critica que se les hace,
cualquier broma o comentario que alguien pueda hacer sin propósito de ofender o de atacar.
Cuando las figuras dibujadas son, en proporción, más altas que anchas, (figuras
alargadas), el prurito de la propia dignidad, el orgullo, tiene algo de enfermizo a causa de la
facilidad con que entran en el resentimiento, en los celos y el rencor.
En determinados casos, he observado este signo como un efecto del exceso de mimo y
prolongación del amamantamiento en la infancia, seguido de la frustración por la llegada de un
nuevo hermanito que le ha postergado o marginado en las atenciones de la madre. Esta
frustración infantil ha condicionado un "carácter anal", desconfiado, egoísta y egocéntrico. El
sujeto no intenta integrarse y adaptarse al mundo, quiere que sea el mundo quien se adapte a
él e intuya todas sus necesidades y deseos y los satisfaga.
En resumen: la presión o vigor de los trazos, debe relacionarse con el nivel de energía
psíquica y nerviosa, con la capacidad de afirmación, de voluntad realizadora y con la capacidad
de resistencia orgánica y psíquica que posee cada individuo.
El individuo que está dotado de mucho impulso, de mucha fuerza realizadora, de iniciativa,
de confianza en sí mismo y fuerte ambición, lo expresar, en los DFH, o en su grafismo, a través
de la presión en el trazado.
Por el contrario, los sujetos con bajo nivel de energía (libido débil), sea por causas de tipo
físico o psíquico, lo expresarán en sus DFH de líneas delgadas, tenues o débiles y más o
menos indecisas o vacilantes. Los ciclotímicos, los inestables y los impulsivos muestran un
trazado fluctuante en la presión.
010-DYP
LA D IR ECCIÓ N DE LO S TR A Z O S EN LO S DFH
La dirección predominante de los trazos. en los DFH, puede ser vertical, de arriba a abajo
o de abajo a arriba; horizontal, de izquierda a derecha o de derecha a izquierda; seguida o
interrumpida; decidida o vacilante; etc.
3[3] En la filosofía china y taoísta, el principio masculino es vertical, simétrico y dinámico y se representa
con un trazo vertical seguido, no roto. El principio femenino, se representa en forma de un trazo horizontal
roto o con un corte en el centro. El simbolismo de la verticalidad y horizontalidad, ha sido tratado con su
habitual ingenio, erudición, y humor filosófico, por Don Salvador de Madariaga, en su obra "Retrato de un
hombre de pie,", prologada por el ilustre psicólogo y psiquiatra Dr. Juan Rof Carballo.
Cuando los movimientos verticales se dirigen de abajo a arriba, el sujeto intenta
sublimizar o supercompensar, mediante la actividad mental o espiritual, aquellas necesidades,
tendencias o pulsiones que, por rechazo de la "censura", no puede expansionar o satisfacer de
un modo directo.
El predominio de movimientos horizontales, decididos y con buena presión, indican una
expansión libre y sin bloqueos afectivos, de las pulsiones, deseos y tendencias personales
(libido en progresión o "libido objetal")
Los trazos realizados desde arriba hacia abajo, mediante la flexión de la mano y del
antebrazo, reflejan el nivel de centralización inconsciente de las necesidades y tendencias en el
Yo. Todo movimiento en flexión, de arriba a abajo, sigue la dirección "de fuera hacia el propio
cuerpo".
Por tanto, no resulta extraño que los movimientos verticales, rectos y con buena presión,
reflejen la actitud de firmeza, resistencia y vigor en las posiciones tomadas. Del mismo modo
que reflejan suavidad, buena adaptación o flexibilidad y comprensión de carácter, cuando los
movimientos de flexión se curvan en los DFH armónicos y bien organizados.
Los movimientos de abajo a arriba, que exigen la extensión de los músculos de la mano y
del antebrazo, siguen la dirección del Yo hacia afuera y a lo alto. Si son curvos, flexibles, o no
violentos, el sujeto muestra en ellos su nivel de idealización, su capacidad para sublimizar sus
pensamientos y actitudes y su desarrollo o necesidad de desarrollo espiritual. Ahora bien,
cuando los movimientos de extensión son rectos, rígidos, acerados y en diagonal, en relación
con la página, el sujeto muestra su agresividad, su oposición, su rebeldía, su inconformismo.
En otro orden de cosas, a través de la forma o estructura de los DFH, podemos conocer
los intereses y preocupaciones más sobresalientes, el simbolismo de ciertos estados anímicos
y las deformaciones, los complejos o conflictos que preocupan al sujeto en relación con su
propio cuerpo, o en relación con su pareja o con el otro sexo.
Los psicólogos argentinos Carlos J. Biedma y Pedro G. D'Alfonso, en su obra "El lenguaje
del dibujo" (Editorial Kapelusz, 1960) describen algunos arquetipos relacionados con el aspecto
de la forma. Me he inspirado en estos autores para interpretar algunos elementos gráficos
generalmente utilizados en la estructuración de los DFH.
a) EL PUNTO, generalmente utilizado para señalar los ojos, las narices, los botones del
vestido, etc.. Para Biedma y D'Alfonso el punto puede ser un "signo de perplejidad, de duda, de
inseguridad o de confusión, a causa de su imprecisión". Nosotros lo interpretamos también
como una imperfección o incompletud que denota la falta de preparación del sujeto para
enfrentarse con los problemas que le plantea la vida.
b) LA LÍNEA RECTA, que se suele utilizar para enmarcar la cara, el tronco o las
extremidades. Nosotros, las líneas rectas, en los DFH, las interpretamos como signo de un
carácter escueto, firme, decidido, acostumbrado a abordar los problemas de manera
simplificada, atendiendo el conjunto esquemático y la síntesis de las cuestiones. Lo que se
traduciría también en una buena capacidad mental, desprovista de influencias sentimentales.
En sentido negativo podría interpretarse como falta de habilidad, como rigidez de carácter y
falta de consideración en la forma de tratar las cuestiones o asuntos de los demás, es decir,
como falta de tacto en las relaciones humanas (Ver más atrás "LA DIRECCIÓN DE LOS
TRAZOS EN LAS DFH")
c) LA LÍNEA CURVA. El predominio, más o menos constante, del empleo de las líneas
curvas en el trazado de los DFH, suele expresar una expansión adaptativa, un comportamiento
suave y empático en el que la palabra, el gesto y la acción, tienen un aire conciliador, es decir,
el sujeto tiene una comprensión tolerante, una actitud benévola y un ánimo optimista y
sociable.
En sentido negativo, los DFH trazados con líneas curvas flojas, mal coordinadas y con
distorsiones y desproporciones en el aspecto de las figuras, no sólo nos reflejar una carencia
de tono muscular y nervioso que llevar al sujeto a indolencia, a la ausencia de deseo o interés
por cualquier esfuerzo activo, a la dificultad para tomar iniciativas en la solución de los
problemas
vitales, sino que puede traducir también la claudicación fácil a la presión de otros y a dejarse
influenciar negativamente.
Cuantos más signos de distorsión, desproporción y falta de equilibrio se observe en los
DFH, tanto mayor ser n los desórdenes mentales y las cualidades neuróticas o psicóticas del
sujeto.
d) CUADRADOS O RECTÁNGULOS. Los DFH a partir de cuadrados o rectángulos para
estructurar la cabeza, el tronco o las partes movibles del cuerpo, signo ya estudiado más atrás
refleja, para Biedma y D'Alfonso, "una disposición regular, equilibrada y bien delimitada, la
capacidad de método, de organización y síntesis", es decir, la planificación de la actividad, la
prudencia, la seriedad, el autodominio (control de nervios y emociones) y la constancia
en los objetivos y en las posiciones tomadas.
En sentido negativo, los cuadrados o rectángulos en la estructuración de las figuras,
podríamos asimilarlo con el concepto popular de "cabeza cuadrada", es decir, expresa la
limitación del sujeto que no puede ir más allá de las rutinas adquiridas, de sus hábitos
profesionales, de su sistema de vida. En el modo de pensar del sujeto, la perseveración en sus
costumbres, en sus hábitos de vida, determina ciertos rasgos de carácter, como la tozudez, la
testarudez, la pertinacia, la intransigencia y la terquedad. Y es que, el sujeto, sólo se siente
seguro dentro de su esquema de vida y costumbres.
e) LÍNEAS CON CONCAVIDAD HACIA LA DERECHA. Los DFH donde los contornos
están dibujados con líneas cuya concavidad se dirige hacia la derecha y en el lado derecho de
las figuras, parece corresponder a tendencias, impulsos y necesidades que se orientan hacia
un contacto abierto y comunicativo con los demás (buena sociabilidad y empatia)
f) LÍNEAS CON CONCAVIDAD HACIA LA IZQUIERDA. Los DFH donde el lado
izquierdo de las figuras está realizado con trazos cóncavos, mirando a la izquierda expresan la
tendencia a recordar escenas o vivencias del pasado relacionadas con la madre o con etapas
de la vida infantil. Otra interpretación es la tendencia a "retener" a inhibir o reprimir, impulsos
primarios, deseos, tendencias o necesidades que podrían plantear al sujeto algún complejo de
culpabilidad o conflicto con el entorno. Como compensación a estos rechazos o represiones, el
sujeto evoca solamente experiencias, recuerdos, o escenas agradables. Entre otras
interpretaciones halladas en algunos casos, está la regresión, la tendencia inconsciente a
volver al claustro materno, al vientre de la madre.
g) LÍNEAS ONDULADAS. El empleo de líneas onduladas, de líneas serpentinas poco
afirmadas, es decir, blandas, inseguras y evasivas, corresponde, en sentido positivo, a una
actitud alegre y no comprometida, a un suave balanceo que escapa a toda actitud firme y
concreta. El sujeto evita toda actitud seria y solemne, toda tiesura y "formalidad", escapa a las
situaciones comprometidas utilizando bromas, chirigotas o salidas de escurridizo humor,
cambia fácilmente
de rumbo, sin dejar atrás ningún conflicto, roce o clara posición. Su carácter no es nunca igual,
pero deja una impresión agradable allí por donde pasa.
En sentido negativo, las líneas onduladas recuerdan a la serpiente astuta y sigilosa,
escurridiza, ambigua, que se evade con suma facilidad. Cuanto más débil e imprecisa es la
estructura de los dibujos (déficit de energía psíquica y nerviosa) la sensibilidad del sujeto es
tanto más vulnerable, tanto más impresionable y vacilante. La actitud de evasiva, es en este
caso, un mecanismo de defensa frente a la angustia, la ansiedad, los complejos de culpabilidad
y la propensión al sobresalto, al desequilibrio emocional.
No es raro, pues, la actitud flotante, la inestabilidad de ánimo, de humor y de voluntad, la
falta de seguridad en sí mismo y el miedo neurótico de estos sujetos a las situaciones
inesperadas, a las contingencias de fracaso, o a las situaciones reales o imaginadas de
culpabilidad.
h) LÍNEAS EN GUIRNALDA. La tendencia acusada a definir los contornos, o el interior de
los DFH, con líneas en forma de guirnalda, refleja, en general, una disposición abierta a las
impresiones más variadas, ya sea a los sentimientos y opiniones de los demás o a los
acontecimientos externos.
Cuando el trazado es débil (delgadez, poca presión en los trazos) el sujeto es
influenciable e indeciso, excesivamente dúctil e incapaz de mantener su propia individualidad e
independencia.
i) LÍNEAS EN ARCO . La notable existencia de arcos en los contornos o en el interior de
los DFH, en las partes de las figuras donde no es preciso, señala, en general, los gestos
defensivos de desconfianza y de salvaguarda del Yo. Los arcos, en zonas donde no son
necesarios, pueden reflejarnos la tendencia a la actitud encubierta, la elaboración de una
conducta en la que el sujeto oculta sus lados débiles y quiere presentarse en el exterior
ostentando un prestigio, unos m,ritos y cualidades insuficientemente respaldados por la
realidad.
013-DYP
1. El sombreado de la cara en los DFH. Karen Machover encontró esta anomalía en sujetos
con perturbaciones emocionales graves, dominados por la ansiedad y con un concepto muy
pobre de sí mismos. También este síndrome gráfico en delincuentes agresivos con tendencia al
robo.
Por nuestra parte, los sombreados en la cara sólo los hemos visto en sujetos con
problemas de adaptación social, faltos de confianza en si mismos, dos de ellos con problemas
infundados de celos sobre su "partenaire", incluso habiendo llegado a las agresiones físicas.
2. Sombreados del cuerpo y de las extremidades en los DFH. Suele ser indicio de
problemas psicosomáticos y ansiedad por el cuerpo. El sujeto tiende a estar observándose
continuamente, está al acecho de cualquier pequeña sensación o molestia que percibe en su
organismo. Su preocupación hipocondríaca por el propio cuerpo, su egoísmo y egocentrismo,
unido a su ansiedad, hace al sujeto fatigante para los que le rodean. Siempre está hablando de
sus síntomas de enfermedad, generalmente imaginados, fantaseados y preocupantes.
Requiere que los demás le estén escuchando constantemente y si sus excesivas
reclamaciones de atención no son satisfechas, se llena de mal humor, acude a la visita de
varios médicos, a veces más para sentirse escuchada, que para recibir un tratamiento, que no
seguir al pie de la letra.
3. Sombreados en los brazos . Los sombreados en los brazos, pueden estar en relación con
"sentimientos de culpabilidad" por algo realizado con las manos, como puede ser la
masturbación o la apropiación de algún objeto. Pueden indicar también complejos de culpa por
agresiones físicas a los demás.
Sin embargo, todas estas interpretaciones son relativas, lo único que podemos deducir
con certeza, es que cualquier sombreado es un síntoma de ansiedad y que, por ejemplo, como
dice la Dra. Koppitz, "el hecho que aparezcan sombreados en los DFH, no nos permite otra
cosa que sospechar, con relativa seguridad, que el sujeto padece angustia sobre alguna
actividad, real o fantaseada, relacionada con los órganos localizados en el área donde surge".
Los retoques, son fallos producidos por la inseguridad y torpeza del sujeto ante una tarea
que le cuesta realizar. Refleja, normalmente, una cierta inferioridad en el desarrollo de las
facultades perceptivas. Sin embargo, cuando los retoques aparecen en una zona o área
aislada y no en todo el conjunto, son indicadores de conflictos, problemas o preocupaciones en
relación con los órganos correspondientes al área donde se presentan.
Los retoques, pueden ser también el efecto de alguna depresión, o la aplicación minuciosa
y exigente de un Yo con un deseo de perfección exagerado.
El retoque, considerado como "un acto fallido", es un impulso inconsciente que intercepta,
momentáneamente, la idea de la tarea a realizar. Este tropiezo, fracaso o fallo, se puede
considerar como un efecto gráfico de un conflicto, como una representación inconsciente y
dolorosa de algún fallo personal relacionado con el lugar donde se ubica el retoque.
a) Las borraduras en los DFH. Suelen coincidir en individuos que miran el mundo y lojuzgan
a través de una libido desatendida o bloqueada, es decir, de una manera subjetiva,
condicionada y vivenciada según los problemas o distorsiones interiores. Algunos autores,
relacionan este signo con la neurosis compulsiva (inclinación a realizar determinados actos,
más o menos absurdos, empujado por potentes fuerzas inconscientes, a pesar de reconocer
consciente-mente su inutilidad e irracionalidad) Los niños pequeños, los esquizofrénicos, y los
retardados mentales, raramente intentan -según Machover- borrar lo que ya han dibujado.
b) Las manchas o borrones en los DFH. Los borrones o manchas de tinta, o de bolígrafo,
que se hacen en el papel, por sudor de la mano, descuido o torpeza, suelen reflejar estados de
insatisfacción consciente o de ansiedad debidos a impulsos sado-masoquistas que condicionan
la tendencia a la suciedad. La sensación de incompletud de estos sujetos, puede deberse a no
haber podido formar pareja o a que el partenaire no satisface afectivamente y sexualmente al
sujeto.
Las manchas acentuadas, en los DFH, en opinión de la Dra. Koppitz, pueden ser un
síntoma de amnesia. Según el sitio donde están situadas las manchas, se puede tener una
referencia sobre la localización del problema.
c) Las tachaduras en los DFH. Ciertos individuos tachan las figuras después de haber
realizado una parte de ellas. Este tipo de tachaduras está en correlación con complejos de
fracaso y falta de identificación consigo mismo, lo que motiva la angustia de la indecisión. El
sujeto intenta corregir con este acto lo que él cree incorrecto y teme se le juzgue de modo
distinto a como él quiere ser visto. Es importante saber si la figura tachada corresponde al
propio sexo del sujeto o al sexo contrario. Cuando se trata de tachaduras a la figura del propio
sexo, el sujeto denota su sentimiento de fracaso y la anulación de sí mismo, lo que trae
aparejado un empobrecimiento afectivo y de las facultades intelectuales. El sujeto consume
gran energía en sus conflictos internos. Estas anomalías en la autoimagen, en el concepto de
sí mismo, pueden dar lugar a una neurosis obsesiva o a un estado pre-psicótico por la
tendencia desintegrativa y de disociación del Yo.
Cuando la figura tachada corresponde al sexo contrario, señala problemas con este, o con
su pareja. Inconscientemente, el sujeto desea anular, eliminar, al sexo opuesto o a su pareja,
ya sea por tendencias homosexuales que sitúan al sujeto en inferioridad competitiva con la
mujer, ya sea porque la mujer es un obstáculo insoportable para su expansión afectiva y
sexual.
d) Las transparencias en los DFH. En las transparencias, las formas del cuerpo se ven a
través del traje o vestido. Según nuestra propia experiencia, hemos encontrado este signo en
sujetos con un C.I. bajo, es decir, con deficiencia en las facultades criticas frente a la realidad y
al medio ambiente. Es frecuente también en sujetos con sentimientos de inquietud, agitación
emotiva e incertidumbre (alto predominio del temperamento nervioso), propensos a la ansiedad
libremente flotante.
Los traumas edípicos, los conflictos internos y miedo agudo con respecto a la sexualidad
(complejos de castración), suelen estar presentes, así como ciertos estados de ambivalencia
(alternativas desagradables de miedo y esperanza, de inseguridad y fe, de duda e ilusión, etc.),
que reflejan la falta de confianza en sí mismo y hacen que el sujeto viva sobrecogido de
angustia y emita juicios muy subjetivos.
En el dibujo de las transparencias en los DFH, el sujeto puede actuar de dos modos
distintos:
a) dibuja primero la figura desnuda y luego la viste, indicando así sus represiones
sexuales
b) dibuja primero la figura vestida y luego insinúa, a través del traje o vestido, las
diferentes partes del cuerpo. En estos casos, el sujeto muestra una particular preocupación por
la parte del cuerpo donde está ubicada la transparencia. Generalmente, las transparencias se
localizan sobre los genitales y las piernas.
Cuando las transparencias se deben a los dedos de los pies, que se ven a través de los
zapatos, según Karen Machover, puede ser indicio de una "agresividad patológica".
En opinión de la Dra. Romano, las transparencias suelen encontrarse en "personas con
escasa capacidad técnica para el dibujo. Nosotros hemos observado la veracidad de esta
observación en bastantes casos, por lo que sugerimos el cotejo con otras pruebas y la técnica
de la entrevista a la hora de interpretar.
014-DYP
E L D IBU JO DE LA C A B EZ A
COMO ÓRGANO P R IN C IP A L DE LA S DFH
Cuando nos comunicamos con los demás, la cara y las manos es lo único que,
normalmente, descubrimos a nuestros interlocutores. Lo que memorizamos con mayor facilidad
de una persona, no es el cuerpo, sino el rostro, porque el rostro es lo más característico,
expresivo y representativo de cada individuo. De ahí que pongamos cierto, énfasis en el
estudio de los detalles que configuran la cabeza, que suele ser lo primero que se dibuja en los
DFH.
Los sujetos paranoides, los narcisistas, los vanidosos, etc. dibujan las cabezas grandes
como símbolo de la preponderancia que conceden a su propia persona. También ocurre con
los niños pequeños que dibujan la cabeza grande en sus monigotes. La ambición de todo niño
es ser grande, para poder hacer lo que hace papá, o lo que hace mamá.
2. Esm ero en d e ta lla r los rasgos de la cabeza en los DFH . Interés en cuidar la
apariencia personal, la imagen externa. Necesidad de compensar sentimientos de inferioridad
destacando valores reales o aparentes para sobresalir sobre los demás, intento tanto más
acusado, cuanto más grande o alta aparezca la figura que representa al sujeto. En general,
esta tendencia, es un mecanismo de defensa contra la inseguridad interior, muchas veces
compensada por el ensanchamiento del Yo en cualquier esfera. Exhibir una fachada, elaborar
una conducta beneficiosa en el exterior, es muchas veces un factor de éxito. De esto saben
mucho las mujeres y los políticos.
Cuando el dibujo de la figura del propio sexo se inicia en el cuadrante superior izquierdo, si
no hay anomalías en el detalle de los rasgos de la cabeza, ni en la estructura del contorno, el
sujeto se adapta y se integra normalmente a su medio, pero su actitud con relación al exterior,
ser generalmente pasiva, aunque intente destacar los rasgos faciales. Se tratar, posiblemente,
de un sujeto introvertido y algo tímido, con ciertas dificultades de socialización o contacto con
personas de ambientes sociales distantes del suyo.
Una cabeza grande, desproporcionada con relación al cuerpo y mal configurada, suele ser
la expresión, tanto en el caso de un hombre, como en el de una mujer, de una ambición
fracasada, de un intento fallido por destacar. Es una ambición contrariada, quizá porque el
sujeto ha intentado triunfar por encima de sus m,ritos y posibilidades. Es un signo de intento de
compensación a base de fantasías de rango y de importancia social, buscando una
superioridad ficticia, fantaseada, a través de la cual se dé salida a las frustraciones del Yo y a
tendencias reprimidas.
Se puede tratar también de sujetos con fuertes tendencia introspectiva, que huyen de la
realidad refugiándose en la fantasía o con un carácter pedante que verbaliza situaciones en las
que se siente protagonista de grandes hechos o historias fantaseadas (pensamiento mágico,
delirio de grandezas)
En otro orden de casos, las cabezas grandes y mal configuradas, se presentan a veces en
sujetos que tienen, frecuentemente, problemas en sus relaciones interpersonales a causa de
trastornos o disturbios de la personalidad. En éstos casos, la cabeza suele ser lo último que se
dibuja.
También hemos hallado éste signo en personas con cefaleas o dolores de cabeza
frecuentes y en individuos con dificultad de aprendizaje, o que han sido muy rígidamente
educados por un padre duro y castrante o por un educador excesivamente dominante y
autoritario. En todos los casos podemos entrever una necesidad de compensar los complejos
de inferioridad que oprimen y angustian al sujeto.
11. Cabeza d ibujada norm alm ente en co n tra ste con un cuerpo vagam ente
trazado o in c o m p le to . Simbólicamente, la cabeza es el órgano del pensamiento, mientras
que el cuerpo representa la fuerza vital y la acción sobre la realidad. Si la cabeza está
netamente detallada y el cuerpo se dibuja vagamente o se omite una parte del mismo, es
posible que como en el caso de un gran científico inglés, todo el valor del individuo se centre en
una supercompensación en la actividad intelectual.
El sujeto, en este caso, si no ha llegado a una supercompensación intelectual, como en el
caso citado, desarrollara su imaginación y fantasía como factores compensatorios de sus
minusvalías físicas o de sus complejos de inferioridad objetivos o subjetivos.
Este signo, también puede significar que el sujeto descarga sus tensiones internas, sus
frustraciones sexuales o la debilidad de su aparato locomotor (depende de la zona más
debilitada o cortada de los dibujos), sea en la comunicación escrita o fantaseada o
expansionando sus sentimientos de inferioridad o de vergüenza de sí mismo, en criticas a la
imperfección de los conceptos, opiniones, actos o proyectos de los demás, en cuyo caso los
dibujos presentarán signos de agresividad. La agresividad critica que no puede hacerse a sí
mismo por sus minusvalías físicas, se descarga proyectivamente sobre los demás en forma de
"mecanismo de defensa".
12. Cabeza, sim plem ente representada p o r un c irc u lo u o v a lo . Los niños, suelen
representar la cabeza trazando un círculo o un óvalo más o menos deformes. Y es que, el
círculo para los niños, está asociado con los estímulos sensoriales, con la alimentación, con el
lenguaje, con las emociones de agrado y con las funciones de desarrollo (Melanie Klein) El
adulto
que, en los DFH, señala la cabeza simplemente con un óvalo o circulo, refleja la dificultad que
tiene para integrarse en una vida social normal, es decir, nos expresa, simbólicamente, la
tendencia a refugiarse o a escapar hacia la fantasía infantil, hacia ideas tan amplias e infinitas
como inconcretas, sin limite ni cotejo con la realidad.
En algunos casos este signo se da en sujetos que ejercen o han ejercido la profesión de
verdugo, de basurero, de enterrador, etc., o ser un ex-carcelario, tener la piel negra o tener
cualquier cualidad moral o física que inferiorice --real o imaginariamente-- al individuo, de cara
a la sociedad.
015-DYP
El hecho, por ejemplo, que alguien dibuje una figura humana sin rostro, o indicada la
cabeza simplemente con un círculo u óvalo, omitiendo los órganos sensoriales que nos sirven
para contactar con el mundo exterior, en el mejor de los casos nos indicar una falta de interés
por la comunicación con los demás, por la convivencia con otros. Indica, además, que el sujeto
no recibe estímulos satisfactorios de su entorno y quiere aislarse. O bien sufre un complejo de
minusvalía orgánico relacionado con el rostro que le invita a evadir los contactos sociales por
no poder encontrar en la comunicación una compensación adecuada a sus complejos de
deficiencia o minusvalía.
Esta explicación justifica la importancia que debemos dar al dibujo de los "vestíbulos
sensoriales", es decir, a los rasgos faciales en el dibujo de los DFH.
3. Rasgos de la cara (ojos, nariz, boca, cejas, etc.) d ib u ja d o s suavem ente, sin
fuerza, sin v ig o r e xp resivo Suele ser signo de timidez, de inseguridad, de inhibición. El
sujeto se siente coartado fuera de su ambiente habitual, en presencia de extraños o ante
personas que representen autoridad, bien cuando trabaja, cuando es interpelado por un
superior o cuando es objeto de atenciones por parte de los demás. Generalmente, sus
reacciones demuestran una falta de adecuación a las personas y a las situaciones que pueden
poner en juego su necesidad de sentirse seguro, valorado y apreciado.
4. Hacer el ro stro sin rasgos fa c ia le s . Puede indicarnos, con signos de distorsión,
empobrecimiento, desproporciones y algunas otras anomalías, las dificultades del sujeto para
adaptarse a la realidad y, en casos graves, el carácter asocial del individuo. En cualquier caso,
y cuando esta anomalía va seguida de otros signos negativos, debemos pensar en cierta falta
de coherencia y armonía entre el modo de pensar, sentir y querer del sujeto y el de su entorno.
Prescindir de los rasgos faciales, es como ocultar el rostro, y ocultar el rostro, es una actitud
que puede tener muchos sentidos. Lo mismo puede deberse ésta anomalía a un "mecanismo
de defensa" motivado por deformaciones del rostro u otros complejos de minusvalía
relacionados con la cara, que a necesidad de ocultarse socialmente por alguna culpabilidad
real o fantaseada o por algo que avergüenza al sujeto.
5. H acer las cabezas ala rg a d a s . Algunos autores lo interpretan como signo de inmadurez
y de independencia frustrada. El sujeto necesita vivir en simbiosis, depender de otros en todo
cuanto se refiere a la propia afectividad, al ejercicio profesional, a la vida económica o moral. El
sujeto es incapaz de moverse con autonomía, necesita el consejo del sacerdote, del médico,
del jefe, o de alguna otra persona que le dé respaldo y seguridad. Tiene ansia o avidez de
aceptación, de ayuda y empatia. Este signo se da con alguna frecuencia en los niños y en los
adultos que aún no se han desprendido del complejo materno, es decir, en adultos con
necesidad de protección. Cuando el alargamiento de la cabeza es excesivo, puede ser un
indicador de una supervaloración del cerebro a causa de algún posible retraso mental.
Las cabezas de diseño poco claro, suelen ser realizadas por sujetos que tienen una
"autoimagen negativa" o por aquellos sujetos que son en extremo autoconscientes de alguna
minusvalía o complejo de inferioridad, por cuya timidez y falta de confianza en si mismos,
temen ser torpes, inseguros o indecisos en las relaciones sociales.
Cuando la cabeza es lo último que se dibuja, según Hammer y otros autores, se puede
deducir una actividad mental perturbada. Nosotros hemos encontrado este signo en sujetos
con sentimientos de inferioridad o minusvalía relacionados con el propio cuerpo, es decir, con
vergüenza del propio cuerpo en algún sentido (ser excesivamente gordo y bajito, tener las
piernas muy torcidas, ser jorobado, tener una motricidad torpe y lenta), etc..
016-DYP
LO S D E T A L L E S DE LA C A B E Z A Y DE LA CA RA EN LO S
DFH
EL CABELLO EN LOS DFH
La nariz y el cabello tienen un mismo simbolismo sexual, pero el simbolismo erótico del
cabello es más primitivo que el de la nariz. Las muchachas jóvenes y las no jóvenes, dedican
gran cantidad de atención y dinero al cuidado de su cabello para resultar atractivas, así como
también a la eliminación del vello en aquellas zonas, tapadas o no, que pueden afear su
cuerpo. Pero, si bien el pelo largo, en una mujer, aumenta su atractivo sexual y da cierta gracia
erótica a su figura, no ocurre lo mismo en el caso del varón. A los hombres les gustaba exhibir
su vello como distintivo de su virilidad. Al menos, así era, antes de feminizarse el varón y de
atarse el cabello en la nuca. De todos modos, la moda del cabello largo, de los "melenudos" y
de los "hippies", que tanto se extendió por los años sesenta, pasó a la historia por la dificultad
que, con sus melenas, tenían los jóvenes de entonces para encontrar empleo.
La excitación del cabello, tanto en un sexo como en el otro, suele aparecer en la edad
crítica o pubertad cuando surgen los primeros impulsos sexuales. Esta excitación, en la
pubertad, a veces alcanza un ímpetu abrumador seguido de los trastornos endocrinos propios
de esa edad. También suele coincidir este signo en infantes con una sexualidad precoz. Los
homosexuales, como ya puede suponerse, conceden mucha importancia al cabello, así como
los individuos que tienen sentimientos de insuficiencia sexual o dudas acerca de su
masculinidad.
2. Poner m ucho cabello, barba abundante y a cen tua r el bigote.
Es típico de los adolescentes o de adultos con poca madurez y poco dominio viril de las
situaciones. En otras palabras, los adolescentes que acentúan el cabello, la barba y el bigote
en los DFH, muestran su deseo de alcanzar fuerza y vigor varoniles, ser hombres libres y gozar
de independencia para no depender de la tutela paterna. Pero también puede señalar una
fantasía gráfica compensadora de un complejo de inferioridad sexual.
El modo como resuelve el varón el cabello de la figura femenina, suele ser un buen indicio
de cómo siente y vive el sujeto los atractivos femeninos.
En este, como en otros muchos casos parecidos, es necesario tener en cuenta todo el
dibujo y cotejar con otras pruebas o con la técnica de la entrevista, para determinar el
verdadero significado de los signos. Si actuamos de otro modo, podemos deslizamos
fácilmente por la vía que conduce al error.
Cuando la mujer presta un esmero detallista en el dibujo del cabello, seguido de otros
detalles de maquillaje, de cuidado y atención al vestido, etc. debemos deducir que sabe jugar
con su atractivo.
Los narcisistas y los homosexuales, suelen prestar bastante atención al dibujo del cabello.
017-DYP
E L D IB U JO DE LA F R E N T E EN LO S DFH
Algunos antropólogos y fisiólogos, están de acuerdo que la dimensión y estructura de la
frente podría indicar algún reflejo sobre las posibilidades del desarrollo de determinadas
facultades mentales (siempre a nivel orientativo auxiliar y con las debidas reservas)
La calidad de la actividad intelectual depende, sin embargo, de dos factores
importantes: a) la herencia; y b) el aprendizaje.
La aportación genética, en ciertos casos, es importante. Hay familias, como por ejemplo, los
Barraquer, en cirugía ocular y en el terreno artístico, y muy especialmente en la música, son
numerosos los casos de la influencia de los factores de herencia. De todos modos, creemos
que el aprendizaje, la cultura adquirida, es el factor más determinante del desarrollo intelectual.
a) Una fre n te alta y a n ch a , si coincide con un encuadre o marco de la cara y del resto de la
figura amplio, suele ser un indicador del desarrollo y probada eficacia y rendimiento intelectual,
propio de sujetos bien adaptados que tienden a desarrollar un "carácter oral".
b) Una fre n te alta y e s tre c h a , si el marco de la cabeza y del resto del cuerpo es también
estrecho (figura alargada), puede señalarnos el predominio de las facultades conceptivas sobre
las facultades realizadoras. En la realidad, los sujetos con una frente estrecha y alta, y cuerpo
delgado, suelen tener un comportamiento propio del "carácter anal". He aquí la diferencia
de estos dos tipos de caracteres:
El "carácter oral", viene de una fijación a la etapa oral del niño y representa una tendencia
inconsciente a buscar satisfacciones en todo lo que se relaciona con la "succión", con la
absorción de alimento y con todos los placeres que tienen como destino la boca y el aparato
digestivo: hablar, comer, beber, morder, devorar, fumar, besar, etc.. El sujeto de "carácter oral"
suele tener, positivamente, un comportamiento social flexible, comprensivo, adaptativo y
disponible. Cuando la actitud es negativa y proviene de una etapa oral infantil, en la que el
sujeto se ha sentido frustrado, el comportamiento refleja una fuerte ambición y avidez, una
fuerte necesidad de recompensa y de reconocimiento, la tendencia al odio y a la envidia,
seguido de una actitud agresiva, exigente y a veces tiránica (sentimientos sádico-orales
impulsados a eliminar lo malo e inaceptable).
El "carácter anal", proviene de la fijación del sujeto a la etapa infantil de "retención" de los
excrementos, de negación, de oposición. de resistencia a obedecer, etc.. Determina, según
Freud, tres tipos de comportamiento: a) un amor al orden que puede llegar hasta la pedantería
y a las exigencias de limpieza, aseo y pulcritud excesivas, o su contrario, la tendencia al
abandono y la suciedad; b) una tendencia excesiva al ahorro, a la tacañería, seguida de
parsimonia o lentitud en decidir gastos necesarios, lo que normalmente degenera en la
avaricia, en la obstinación, en la terquedad, en la "retención" de dinero o bienes materiales y en
la oposición violenta; c) la necesidad imperiosa de cuidar los bienes propios o patrimoniales,
desconfiando hasta de la propia familia, el apego rígido a las normas y principios, y la
perseveración en las actitudes tomadas.
c) Las arrugas o hen diduras h o rizo ntales de la fre n te . Si son bajas, se les atribuye un
pensamiento objetivo, observador, realista y previsor, propio de la madurez intelectual. Si son
altas, se puede deducir el predominio del hábito de pensar, sobre todo si la frente es alta y
estrecha, en cuyo caso el sujeto piensa más que realiza, de donde posibles olvidos,
distracciones o vacilaciones a la hora de afrontar los problemas prácticos.
Los ojos traducen, además, el grado de evolución de las personas, su degeneración, sus
enfermedades y sufrimientos, su salud, su vida y su muerte. Los ojos son la parte del cuerpo
más cantada por los poetas y son también los órganos más expresivos del cuerpo. Nuestros
sentimientos de agrado o desagrado los expresamos, antes que de otro modo, con los ojos.
Normalmente, cuando una persona nos agrada, la miramos más que cuando nos resulta
repulsiva o desagradable. Las personas afectuosas y las que están necesitadas de afecto,
miran más y lo hacen directamente a los ojos. Los sujetos orgullosos o aquellos cuya soberbia
les hace creer que se bastan a sí mismos, ponen con los ojos una barrera distanciante entre
ellos y los demás. Los orgullosos suelen mirar en torno a una órbita estrecha y muy cercana a
sí mismos (egocentrismo), Viven demasiado pendientes de sí mismos. Los individuos que
suelen faltar a la verdad, los mentirosos, desvían la mirada de sus interlocutores, esconden el
alma.
Los ojos, pues, son elementos importantes en el dibujo de la figura humana. Son rasgos
faciales relacionados con nuestro ser íntimo y con nuestra comunicación con los demás. Los
ojos, están también relacionados con la amplitud de nuestros conocimientos, con nuestra
cultura, con nuestra sensibilidad para apreciar matices, tanto en las personas como en los
objetos. Los ojos nos sirven para informarnos y conocer a los demás seres y cosas de nuestro
entorno y para vigilar los peligros que nos pueden venir de fuera.
Los ojos, dice la Dra. Koppitz, "son a veces depósitos de incertidumbre, de vacilación, de
temor. Pueden ser paranoides, o bizcos, en castigo de lo que han visto. El atractivo sexual de
los ojos, añade, se distingue cuando se les adorna con largas pestañas. Como espejo del alma,
los ojos pueden revelar una vida de autismo (de soledad) o de autoabsorción".
2. d ib u ja r o jo s cerrados o pequeños Las personas que dibujan los ojos pequeños y muy
juntos, no parece que miren y juzguen las cosas objetivamente, ni con demasiada amplitud
panorámica, es decir, suelen tener estrechez de miras y no aceptan sugerencias, consejos u
opiniones de los demás. Su desconfianza y su actitud defensiva, les inclina a rehuir, rechazar o
negar la evidencia de aquello que no conocen. Se trata, generalmente, de sujetos muy
individualistas, con función pensar introvertida, pusilánimes, muy preocupados por su
seguridad y por su deseo de independencia y no conectan suficientemente y con facilidad con
su entorno. Esta actitud introvertida y desconfiada, desarrolla en estos individuos la tendencia
al pesimismo, lo que les impide, generalmente, hacer algo bueno y espléndido, pues a menudo,
cuando les llega una oportunidad favorable, les falta confianza en si mismos y la dejan escapar.
Lo anteriormente expuesto debe confirmarse en otros signos, como por ejemplo, que los
ojos cerrados o pequeños coincidan con una cara alargada trazada con líneas poco seguras,
rasgos del rostro poco acentuados, cuerpo delgado y largo con piernas y pies mal
estructurados o con trazos débiles y una actitud rígida o pasiva en la actitud de las figuras.
4. O jos donde se om ite la pup ila La pupila es el elemento de visión del ojo. Por tanto,
dibujar los ojos sin pupila, parece indicar que el sujeto se limita a contemplar las cosas sin
emplear los ojos, en sentido critico, o como elementos de discriminación objetiva. "Vaga
percepción del mundo", dice Machover. Inmadurez emocional, propia de las tendencias
histéricas y egocéntricas. Cuando se pintan botones en la ropa, confirma la inmadurez, el
infantilismo, la dependencia materna y, a veces, la depresión.
Puede indicar también, según Hammer, sentimientos de culpabilidad por practicar el
"voyeurismo" (fisgar como alguna mujer se desnuda u observar a escondidas actos sexuales).
5. O jos d ib u ja d o s sin o rb ita o c u la r Omitir las órbitas, refleja, según Karen Machover y
otros autores, una apercepción limitada, parcial, incompleta, en los puntos de vista y en las
cuestiones. Este signo es propio de ciertas personalidades de tendencia paranoide. Sabido es
que los tipos paranoides, emplean generalmente los ojos como principal instrumento de
defensa. Para el paranoico, todo lo observado visualmente, adquiere un significado que se
relaciona exclusivamente con su Yo (egocentrismo - introyección). Esto explica que sólo pueda
vivir tranquilamente en "su mundo" y que sólo confíe en "sus ideas".
9. O m isión de los ojos Encontramos este signo en sujetos que estaban en paro y con
graves problemas económicos (dos casos), quizás en estos dos casos, estos sujetos
intentaban ocultar el problema de sentirse humillados socialmente. En ambos casos, estos
hombres habían tenido un rol profesional y social importante. Inconscientemente, no querían
mirar, ni ser vistos.
10. O jos que m iran de reojo Si el dibujo fu, realizado por una mujer, puede expresar
preocupación por detalles de su persona que pueden motivar comentarios críticos por el
maquillaje de los ojos. Según la expresión del rostro, puede tratarse de un gesto de picardía y
de habilidad para dibujarlo.
Si el dibujo presenta distorsiones y está mal construido, puede expresar suspicacia,
propensión a fantasear sobre la hostilidad o las malas intenciones de los demás. Posibles
tendencias paranoides.
En resumen: Los ojos, son los órganos que nos sirven como vía de conocimiento y de
orientación en nuestros deseos y necesidades y nos sirven como sistema de protección en
nuestras relaciones con el entorno, en nuestro caminar por la vida. Los ojos nos avisan de los
riesgos, amenazas o peligros que pueden atentar contra nuestra integridad física, moral o
espiritual. A través de ellos adquirimos cultura y formación profesional. Son también un medio
que nos permite recepcionar las manifestaciones afectivas de los demás y a la vez expresar las
nuestras. El poeta dirá que los ojos son las puertas del alma.
No es extraño, pues, que desde Machover, todos los autores hayan dedicado, más o
menos atención, a los ojos en el estudio de los DFH. Sin embargo, no nos cansaremos de
repetir, que por importantes que nos parezcan los signos correspondientes a los ojos, siempre
es necesario relacionar los signos aislados con el conjunto de las figuras, si queremos dar
interpretaciones ajustadas lo más posible a cada caso. Con los simbolismos, es fácil cometer
errores al etiquetar a las personas examinadas como neuróticas, psicóticas o con algún
problema sexual, moral o de comportamiento.
019-DYP
E L D IBU JO DE LA S C E J A S EN LO S DFH
En general, las cejas no tienen gran importancia psicológica en el dibujo de la figura
humana, es decir, en el test de Karen Machover.
1) Cejas dibujadas con una línea horizo ntal firm e . Puede ser un indicador de persona
con un comportamiento claro, conciso y reflexivo, pero según el vigor y precisión de los demás
rasgos del rostro, puede señalar también un carácter duro y varonil.
3) Cejas d e sce nden tes. Puede significar reflexión, especulación, cálculo, concentración de
la inteligencia en los objetivos a lograr (si los trazos son firmes) Podría indicar tendencia
depresiva, pesimismo, encogimiento de espíritu, si los trazos son débiles.
4) Cejas ascen d e n te s . Si los trazos son fuertes y están marcados de dentro a afuera,
podrían ser un indicador de fuerza de oposición y decisión, de combatividad, de optimismo
confiado. Si son débiles, intento débil de superarse a sí mismo.
5) Cejas cortas, pero bien c u rva d a s. Animo alegre, adaptación sin conflictos.
12) Cejas con pelo revuelto o enm araña do. Tendencias pasionales fogosas, raptus de
irritabilidad, carácter dominante y autoritario, pero sin mucho control y raciocinio en sus
palabras y en sus actuaciones. Emotividad incontrolada.
En resumen: Ninguno de los significados dados a las diferentes modalidades del dibujo de
las cejas se debe considerar aplicable, sin relacionarlo con el conjunto de la figura. Las cejas
son un signo aislado que carece de valor interpretativo, si no se le relaciona con los aspectos
globales de los DFH. Puede tener la misma significación que el pelo en cuanto al nivel de
energía y potencia de la libido.
020-DYP
LA S O R E JA S
Las orejas son los órganos de la cara que menos atención se les suele prestar en los
DFH. Sin embargo, las orejas ocupan un papel importante en la economía corporal y en la
orientación del cuerpo y del equilibrio. Este órgano, relativamente pasivo, en apariencia, puede
señalarnos tendencias de tipo paranoide, incluso reflejarnos, en los DFH, dificultades en este
órgano.
Al tener a veces las orejas un aspecto más bien poco estético, las mujeres, para darles
atractivo, les cuelgan pendientes.
La palabra, para estos individuos, tiene una fuerza psicológica mayor que en las personas
normales. El "sentido mágico" del dominio de la palabra, alcanza, en los defectuosos de oído,
una importancia atormentadora al sentirse impotentes frente a la posibilidad de ser
"dominados" o "atacados" desde el exterior. Al no poder oír suficientemente, estos sujetos
tienen la sensación de estar a merced de la hostilidad del entorno. Por esta razón, los
disminuidos en la audición, tienden a desarrollar sospechas, recelos, desconfianza,
susceptibilidad y otros rasgos de carácter propios de las personalidades paranoides.
Las orejas más grandes de lo normal, pueden ser un indicador de la tendencia a escuchar
a escondidas, secretamente, las conversaciones de otros para conocer la propia situación a
través de lo que dicen los demás.
Algunos autores relacionan las orejas grandes con la inflación del Yo, con la inafectividad,
el inconformismo, la actitud crítica agresiva, los celos y otras tendencias propias del
comportamiento poco integrativo. Las causas de esta conducta podrían proceder de estados de
ambivalencia, de luchas interiores entre impulsos contrarios: amor-odio, atracción-repulsión,
deseo-temor, etc.. Las orejas grandes, pueden estar en relación también con algún conflicto
homosexual pasivo.
5) O rejas pequeñas.
El dibujo de orejas pequeñas sin ningún detalle especial que las distorsione, se observa
en sujetos que proyectan en el dibujo su mismo tipo de oreja, pero sin ningún tipo de problema
auditivo apreciable o confesado. Sólo en uno de los sujetos examinados comprobamos un
exceso de sensibilidad auditiva (hipersensibilidad), pero se trataba de un individuo muy
nervioso y, por tanto, muy sensible también en otros aspectos.
En resumen: Las orejas, como órganos de la audición y del equilibrio del cuerpo, suelen
tener más importancia por las posibles anomalías que pueden reflejar, que por otros signos
caracterológicos. Reflejan las tendencias paranoides y los comportamientos poco integrativos,
así como determinadas alucinaciones relacionadas con la audición, y comportamientos
contradictorios solapados y vinculados a la sexualidad.
021-DYP
LA NARIZ EN LO S DFH
La nariz, bajo el punto de vista psicoanalítico, es menos importante que los ojos y las
orejas, pero es igualmente un símbolo sexual, por ser aparte del pene, la única protuberancia
del cuerpo en su línea media y, además, un órgano secretor. La nariz, pues, es un símbolo
fálico masculino que, en los varones, pone en evidencia los conflictos sexuales.
4) Nariz m uy larga
Cuando el dibujo de la nariz se alarga adquiriendo proporciones ridículas, puede
indicarnos alguna limitación, real o imaginada, en los valores personales o algún compleja de
impotencia sexual. Suelen dibujar narices excesivamente largas --dice Machover--, los
adolescentes que intentan afirmar su personalidad adoptando actitudes agresivas en su rol
masculino y que se sienten inadaptados dentro de su propio ambiente. También observó Karen
Machover este signo, en sujetos afectados de melancolía evolutiva.
En nuestra experiencia con sujetos normales, hemos visto más veces el efecto de la fatiga
y del nerviosismo, por la cantidad de pruebas aplicadas y por lo que el sujeto se juega como
aspirante a un empleo, que los efectos traumáticos o patológicos observados en los DFH por la
mayor parte de autores. Bien es cierto, que esta prueba es una de las últimas que aplicamos
en nuestra batería de tests y coge a los candidatos con una carga de fatiga importante.
En resumen: La nariz es un apéndice saliente, situado en la mitad vertical del rostro. Por
sus características de órgano secretor y saliente del cuerpo, se le atribuye un destacado
simbolismo sexual. La nariz es un aparato principalmente destinado a la oxigenación del
organismo y cumple una función muy vital, la de transportar aire limpio a los pulmones y
desalojar el anhídrido carbónico.
El desarrollo de la nariz es paralelo al desarrollo de la vitalidad y a la fuerza vital del
carácter. Esto hizo decir a un famoso escritor francés, que "todos los grandes hombres de
Francia eran hombres de grandes narices"
022-DYP
LA BO CA COMO EX P R ESIÓ N DE LA "ORALIDAD"
La boca, debemos considerarla como un órgano erógeno con variadas funciones. Es el
órgano de la palabra, de la nutrición y de ciertos placeres sensuales y sexuales. Con la boca
comemos, bebemos, hablamos, fumamos, mordemos (acto destructivo) y besamos (expresión
de cariño, de amor o amistad), etc. Pero la boca también se utiliza como estimulo importante de
la sexualidad.
Karen Machover y la Dra. Koppitz han observado este signo en esquizofrénicos simples,
en adultos histéricos emocionalmente superficiales y en deficientes profundos.
Las bocas dibujadas con pipas, cigarros, palillos u otros objetos, son símbolos de busca
de una mayor virilidad y expresa la necesidad que tiene el sujeto de ofrecer a los demás una
imagen de sus cualidades varoniles, de su fuerza física y moral, de su valor y prestigio,
atribuido a la posesión de un falo.
La boca, como cualquier otro rasgo del rostro o del cuerpo, no es por sí sola, demostrativa
de las cualidades del carácter. Pensemos siempre que el individuo es eso: indivisible. Es un
todo, no es la reunión separada de partes. A una persona se le puede transplantar un riñón, un
ojo, un corazón o cualquier otro órgano; pero con un riñón, un par de ojos, un corazón, una
boca y el resto de órganos del cuerpo, por separado, aún no se ha podido construir a una
persona. No hagamos de Frankestein, tengamos siempre en cuenta que cada persona es un
todo, es un "individuo", no es divisible. Para interpretar cada signo aislado, relacionemos esa
parte con el "todo", con el conjunto.
023-DYP
E L MENTÓN
El mentón es la zona de la cara que expresa con mayor rotundidad la energía y potencia
vital, la fuerza y solidez del carácter.
Un mentón ancho y cuadrado, dibujado con trazos seguros, sugiere siempre fuerza y
solidez de carácter, resistencia, tendencia a la imposición y al dominio o, simplemente,
brutalidad, según el grado de tensión y angulosidad que tenga el dibujo en esta zona.
1. M entón m uy exagerado
Si no tiene otros signos de fuerza en el trazado y en la actitud de la figura que avale su
fortaleza, se puede deducir un intento de compensación de sentimientos de debilidad y de
indecisión que empobrecen la personalidad. El sujeto puede fantasear con actitudes de orgullo,
de presunción o de importancia personal su minusvalía. De este modo, interpreta un tipo de
personalidad ficticia que compensa sus dolorosas deficiencias personales.
Si el DFH corresponde a una f,mina que dibuja así su propio sexo, indica lo mismo, pero
con un fuerte desarrollo del "dur" de Szondi y del "animus" de Jung. Si los trazos del dibujo son
débiles, puede expresar el deseo de sentirse protegida o amada por un hombre fuerte y
dominante.
Segunda Parte
024-DYP
E L C U E LL O
El cuello, en los DFH, suele ser un área donde se registran importantes conflictos, ya que
el cuello, simbólicamente, es el puente que enlaza la cabeza (centro regulador del Yo) con el
tronco y resto del cuerpo (órganos receptores y ejecutores de los impulsos procedentes del
cerebro) Por otro lado, así como la cabeza es la parte que aparece "desnuda", aunque más o
menos cuidada o maquillada, de cara al exterior, el resto del cuerpo se suele vestir para ocultar
las zonas erógenas y cubrir las costumbres y apariencias sociales.
En sentido psicoanalítico, el cuello enlaza el Yo con el Ello. El cuello es una vía de paso
entre las funciones cerebrales de control, de racionalización, de integración y sublimación,
propias de la cabeza, y el cuerpo, siempre cargado de impulsos y necesidades biológicas por
expansionar y por satisfacer.
Al tener el cuello ese papel de puente de enlace entre la cabeza y el resto del cuerpo,
cualquier anomalía que se perciba en esta zona, puede ser un indicador de perturbaciones,
bloqueos, estrangulación de impulsos, dificultades o problemas entre el Yo y el Ello o,
simplemente, indicio de trastornos asmáticos, de cardiopatías o fragilidad en cualquier otro
órgano o aparato localizable en esa área.
Por esta razón, no sólo se debe prestar atención a los accidentes gráficos del cuello y del
tronco, sino también al modo de tratar los hombros, los brazos y las manos, el área del aparato
sexual, las piernas y los pies. Como veremos después, las distorsiones o anomalías en el
dibujo del cuello, del tronco y sus apéndices, son indicadores de dificultades, de fragilidad, de
trastornos, etc. en la resolución de los conflictos entre la mente y las vivencias afectivas, o
entre el Yo y el Ello. Y, del mismo modo, como también veremos, los accidentes del dibujo en
las piernas y en los pies, suelen coincidir con problemas relacionados con la locomoción o con
conflictos derivados de las necesidades sexuales.
Bajo el punto de vista somático, algunos autores médicos han encontrado este signo en
personas con problemas en el aparato digestivo (dificultad para tragar los alimentos, globo
histórico, afecciones de la laringe, etc)
Un cuello estrechado y alargado, sin exageración, según la calidad del dibujo, puede ser
un signo de distinción en los modales, de elegancia e idealismo. Al sujeto le gusta sentirse
revalorizado. Si el trazado es enérgico, la revalorización del Yo va seguida de actitudes de
orgullo, arrogancia y pedantería que, a veces tienen como transfondo tendencias
homosexuales reprimidas. Suele darse en sujetos inclinados a la paranoia.
4. C uello de fo rm a trapezoidal
Los instintos, tendencias y necesidades pasan la "censura consciente" sin grandes
problemas en busca de su expansión, si el cuello no se estrecha demasiado a nivel del mentón.
Instintos fuertes, control débil.
5. C uello tria n g u la r
Cuando el cuello se ensancha a nivel del mentón y se estrecha en su enlace con el tronco,
el autocontrol, la "censura" actúa ocluyendo o frenando la expansión instintiva.
7. C uello m uy apretado
Dificultad de adaptación a las normas sociales. Estrangulación de impulsos afectivos e
instintivos.
En resumen: La forma y los accidentes gráficos del cuello, tienen gran importancia en el
análisis de la expansión instintivo-afectiva del sujeto. El cuello puede detectar los fallos y
luchas que el sujeto sostiene entre la cabeza (control) y el cuerpo (impulsos), entre el "ángel" y
la "bestia", entre el "freno" (conciencia racional y reflexiva) y el "acelerador" (pulsiones
instintivas en busca de expansión y satisfacción)
025-DYP
E L TRONCO
El tronco está relacionado con el Ello, es decir, con el almacén o depósito pulsional de la
personalidad. El Ello, es para Freud, "el reservorio primario de la energía psíquica. Desde el
punto de vista dinámico, el Ello puede entrar en conflicto con el Yo y el Super-Yo; desde el
ángulo genético, el Ello, es lo que hay en nosotros de impersonal y heredado, necesario para
la vida biológica, para la conservación y para la defensa de nuestro ser".
El tronco es lo más ligado a las capas más profundas del cerebro. Alberga todos los
instintos, pulsiones, necesidades y tendencias desarrolladas a partir de la gestación. El
contacto con el entorno, desde el momento del nacimiento, ir acomodando o reprimiendo,
mediante la educación y las experiencias agradables o desagradables, los impulsos más
primarios. Estos impulsos o pulsiones dinámicas inconscientes, viven en el Ello en pleno
desorden, sin ningún tipo de organización en el tiempo ni en el espacio y pueden proyectarse
en los DFH sobre cualquier área del cuerpo en forma de impulsos descontrolados, o
maquinales, en forma de fallos, de errores, de olvidos o de cualquier otro fenómeno dinámico
que pasa el control de la "censura", el control del Yo y del Super-Yo, a menudo en forma
perturbadora para la conciencia.
Las distorsiones, retoques, desproporciones, fallos y demás anomalías de los DFH son
siempre indicadores de algún fallo de la personalidad.
Siendo el tronco el depositario de los órganos vitales (corazón, pulmones, aparato
digestivo, y reproductor, etc.) y la base que sostiene la cabeza, los brazos (órganos de
expresión, agarre y rechazo) y las piernas y pies (órganos de la locomoción), cualquier
anomalía en el dibujo de esta zona del cuerpo, debe ser vista con interés.
Normalmente, con la edad y las incidencias de la vida, el tronco suele variar más que la
cabeza. Esta es la razón por la que con frecuencia vemos fragmentaciones,
esquematizaciones, cortes o interrupciones, sombreados, etc. al nivel de ciertas áreas,
especialmente en los hombros, en la zona del aparato sexual, en los brazos y las manos, etc.
No debemos tampoco olvidar la importancia de los senos en los DFH femeninos, ni los
retoques o insistencia de líneas, los vacíos interiores, las roturas, el modo de tratar el traje o el
vestido, los sombreados, etc. en la forma de dibujar el tronco.
Los hombros, por el hecho de ser el punto de arranque de los brazos y las manos
(órganos ejecutores del pensamiento), suelen tener, bajo el punto de vista clínico, un
significado especial.
4. T ronco cuadrado
Hacer el tronco cuadrado es, frecuentemente, un indicador de poca habilidad para el
dibujo. Suele darse en sujetos con inmadurez psicológica, incluso en deficientes mentales. Lo
hemos encontrado en adultos con un C.I. (cociente de inteligencia) por debajo de los doce
años.
026-DYP
LO S HOMBROS
Los hombros, por su forma y tamaño, suelen poner en evidencia el grado de masculinidad
o feminidad (predominio del " animus" o del " anima") de la persona testada.
Las asimetrías en los hombros, sobre todo cuando coinciden con otros signos de
perturbación (dibujos pobremente integrados, sombreados, figuras pequeñas e inclinadas,
manos, pies y órganos de la cara omitidos, etc.) son un indicador de fuertes desadaptaciones
sociales. La Dra. Koppitz, vio este signo en sujetos con enfermedades psicosomáticas, en
individuos que dirigían su hostilidad hacia sí mismos o hacia los demás, en casos de ansiedad
neurótica y, en general, en sujetos con desequilibrios y conflictos psíquicos.
Si es una fémina quien dibuja así los hombros en su propia figura, se puede deducir que
expresa de este modo sus tendencias viriloides, sus ansias de dominio. Suele ser el caso de
algunas mujeres "receptivo -frustradas" que no han llegado a sentir la necesaria satisfacción en
sus ansias de incorporar al Yo muchos de sus deseos y apetencias y por cuyo motivo
desarrollan reacciones agresivas de dominio y de rechazo. Este estado neurótico, se encuentra
muy frecuentemente entre las mujeres "feministas" exaltadas.
Cuando es el varón quién dibuja los hombros más anchos a la figura femenina, puede ser
un indicador de dependencia de la mujer (madre dominante o castrante), o un deseo de
sentirse apoyado y protegido por la fémina elegida como amiga o partenaire. En cualquier
caso, es un síntoma evidente de dependencia -sumisión, de necesidad de afecto, de apoyo y
consuelo en un hombre pasivo.
027-DYP
E L P EC H O Y LO S SEN O S
El pecho, cuando nos referimos al tórax, como ya queda indicado mas atrás al plantear el
simbolismo del tronco, refleja el nivel de fortaleza física. Sin embargo, en el dibujo de las
figuras femeninas, al ser el área donde se albergan los senos, esta zona del cuerpo puede
tener especial importancia, ya que los senos representan alimento, ternura, seguridad,
protección, placer erótico, etc.
El estudio psicoanalítico de los sujetos que padecen complejos de postergación o de
abandono, por ejemplo, ha mostrado que se trataba de individuos a los que la madre había
suspendido el pecho prematuramente. Estos sujetos suelen dibujar la figura de la mujer con
grandes pechos o sin ellos.
028-DYP
LA S C A D ER A S
Las caderas, como el tórax y los hombros, son un indicador del grado de masculinidad o
feminidad de las tendencias. Gregorio Marañón hablaba de mujeres "multíparas" cuando ,estas
tenían las caderas anchas. Por esta razón no podemos encontrar extraño que diversos autores
señalen tendencias homosexuales a los sujetos que dibujan la figura masculina con las
caderas y las nalgas grandes, principalmente si el tronco es redondeado y la cintura de avispa.
En los DFH, la cintura es simbólicamente la línea que separa los impulsos sexuales
primarios de la esfera de la sexualidad sublimada, es decir, del corazón y los sentimientos.
Cuando se aísla, se secciona o se corta esta zona mediante líneas, cinturones o con cualquier
otra excusa gráfica, es una señal de guerra entre la sexualidad primaria y la sexualidad
sublimada, entre la bestia y el ángel. Las pulsiones instintivas presionan por un lado y la ética
del Super-Yo por otro. Este signo se acentúa cuando el seccionamiento de la cintura va
acompañado de sombreados, retoques, líneas profundas, etc.
En algunos casos, el sujeto expresa, con este signo, que tiene problemas de control o de
rechazo del propio sexo, como ocurre en los homosexuales y en las lesbianas, en cuyo caso,
en la figura del sexo opuesto no suele haber la cintura seccionada, sino más bien cuidada.
029-DYP
Preocupación por la maternidad. Deseo de tener hijos. Hemos observado algún caso en
personas de ambos sexos en donde la figura femenina aparecía de perfil y con barriga de
embarazo. Cuando consultamos a estas personas manifestaron su deseo de paternidad. En
tres de los casos consultados, la pareja no podía tener hijos o, por causas desconocidas, no
habían llegado a tenerlos.
030-DYP
LO S B RA ZO S
Los brazos y las manos son las partes del cuerpo extensibles que sirven para acompañar
a las palabras y expresar, mediante gestos, nuestros deseos o nuestros estados afectivos, es
decir, lo que pensamos, sentimos y queremos. Los brazos y las manos son los órganos que el
cerebro utiliza para actuar, como por ejemplo, para alimentarnos, para entrar en contacto con
personas y objetos, para manipular los útiles de trabajo, para defendernos de los peligros
externos, etc. Sin las manos, nos seria imposible vivir si otras personas no nos facilitan, por
ejemplo, la alimentación necesaria. Necesitamos las manos para adecuar el medio ambiente a
nuestras necesidades de todo tipo, incluso para hacer el amor.
Los brazos y las manos son el principal medio de aprendizaje que nos permite evolucionar
y adquirir la madurez necesaria para ser adultos y mantener nuestra propia independencia y
nuestro equilibrio adaptativo.
Por estas razones, la omisión de los brazos y de las manos en los DFH, es casi siempre
un indicador de dificultades de integración, de incompletud en el desarrollo evolutivo y puede
darse lo mismo en sujetos depresivos o ansiosos, en personas en crisis profesional o
matrimonial, en crisis económicas o en sujetos con tendencia esquizoide o ya con claros
síntomas de esquizofrenia. Esto último requerirá diagnóstico médico.
Los brazos cortos y débiles, especialmente si faltan las manos o están poco indicadas, no
pueden reflejar gran confianza del sujeto en sí mismo, ni la posibilidad de una fácil y buena
autorrealización.
Con frecuencia, los brazos cortos, débiles y mal dibujados traducen una conducta inhibida
por una educación castrante, autoritaria y agresiva. El sujeto padece un sentimiento
inconsciente de la propia debilidad e impotencia frente a una realidad que no puede dominan
en la medida que desea y con respecto a la cual se halla como empobrecido.
En algunos casos, el sujeto renuncia o rechaza ser "líder", cuando debería serlo en razón
de su experiencia y conocimientos, pero tampoco renuncia a seguir escalando metas de
superioridad en sus conocimientos y experiencia para compensar de algún modo sus
complejos de inferioridad.
El brazo largo es, de algún modo, una extensión del cerebro en busca de contacto con el
entorno. Este impulso puede ser agresivo (impulso de prensión, de agarrar, de destruir) y
puede ser ofertante (impulso a entregarse, a unirse, a acariciar, etc.), lo que depender de la
actitud de las figuras y de la forma de las manos. Dos manos que se cogen amorosamente. No
es lo mismo que dos manos con dedos puntiagudos y un rostro agresivo
En las figuras quietas, la extensión de los brazos y de las manos, puede reflejar la
necesidad de agarrarse a algo o a alguien para sentirse seguro o protegido, pero también
puede señalar una ambición contenida por falta de confianza y seguridad en sí mismo.
Cuando a los brazos largos, pegados al cuerpo, se añade una nariz grande, la
inseguridad, la desconfianza, la timidez y las dificultades para la comunicación pueden ser más
evidentes. En algunos casos, dicen algunos autores, la masturbación excesiva puede ser la
causa responsable de la inhibición social y del miedo a la hostilidad de algunos individuos.
Esta poca disposición a actuar, esta reducción de los intercambios con el exterior, en el
sentido de "ir a la busca de...", o de "enfrentarse con...", supone que el sujeto espera que las
cosas se resuelvan por si solas, o que sean los demás los que las resuelvan o vengan a
proporcionarle lo que él desea o espera. Esta actitud de inhibición, determina una cierta
indiferencia frente a problemas, asuntos o situaciones que afectan a los demás pero que,
indirectamente, pueden afectarle también a sí mismo (no participación en asuntos de riesgo) Si
los trazos del dibujo son poco acentuados, ser claro indicador de falta de voluntad y debilidad
de carácter. El sujeto no hará ningún esfuerzo por dominar y dirigir el curso de los
acontecimientos.
Si, además, los ojos aparecen dibujados en blanco, sin pupilas, pueden señalar que esta
actitud inoperante y poco resuelta se debe, posiblemente, al fracaso en el intento de desarrollar
las aptitudes necesarias para un "ajuste" a las exigencias biológicas (complejos sexuales,
sociales o profesionales)
Si los brazos están dibujados de modo que las manos quedan a la espalda y no son
visibles, además de la tendencia del sujeto a evadirse de los problemas que le plantea la
realidad, racionalizando, más o menos el desinterés o la inhibición, puede indicar la angustia o
temor al fracaso personal. Esta fuga ante el enfrentamiento con los problemas, cuando estos
se presienten conflictivos, indican que el sujeto en determinadas situaciones, no sabría como
reaccionar. Inhibiéndose, salvaguarda su Yo de las contingencias y fracasos, de posibles
derrotas o pérdidas de prestigio ante los demás y ante sí mismo. Este mecanismo de defensa,
puede empujar al sujeto hacia el cultivo de un mundo ideal inexistente o utópico, como ocurre
con ciertos políticos y con sujetos obsesivo-compulsivos. También puede reflejar los complejos
de culpabilidad de algo hecho con las manos.
Las manos a la espalda y los brazos cruzados, es una actitud muy frecuente en los políticos.
Con esta actitud, reflejan una cierta ausencia, despegue o deseo de evasión, de las situaciones
problemáticas del momento.
10. DFH fem e nin o con brazos más largos que en el varón
Si el DFH ha sido realizado por un varón, puede indicar boda o relación por interés. Se da
este signo en sujetos que viven a expensas de la madre o de la mujer (dependencia materna).
En resumen: El dibujo de los brazos es uno de los signos que con mayor carga de sentido
psicológico hallamos en los DFH. Al ser los brazos y las manos los órganos ejecutores que
adaptan el mundo externo a las propias necesidades biológicas, sociales y profesionales, el
modo de tratar estos órganos en los DFH, nos indican el modo como influye el medio ambiente
en el sujeto y el modo como el sujeto influye sobre su medio ambiente.
031-DYP
L A S M A N O S
Las manos, como antes hemos comentado, son después de la cabeza, los principales
órganos externos del cerebro y los instrumentos de la acción. Son los órganos ejecutores del
pensamiento, los instrumentos destinados a proveernos del alimento necesario a nuestra
conservación, los instrumentos de aprendizaje que nos permiten manejar objetos, crear objetos
nuevos, atacar y defendernos frente a las contingencias del mundo que nos rodea.
En la manera de tratar en los DFH los brazos y las manos, se revelan importantes
aspectos de la personalidad, tales como: la manera de entrar en contacto con el entorno
(agresiva, cordial, generosa, tímida, coartativa, etc.); el grado de destreza y eficiencia en la
actividad; las aspiraciones; la confianza en si mismo; los complejos de culpabilidad
relacionados con las manos (apropiación ilegitima, masturbación, rotura de objetos que se
quiere ocultar, etc.); las cualidades artísticas y otros aspectos relacionados con el cuerpo, con
los sentimientos o con el espíritu.
Unas manos grandes las tenía el célebre revolucionario Pancho Villa, responsable de
centenares de asesinatos y de crímenes. También las tenía Adolfo Hitler. Y José Salín,
famosos por sus tendencias sanguinarias. Para estos dictadores, matar era más fácil que
persuadir. "Así como los dedos -dice Charlotte Wolff- se desarrollan paralelamente con la
inteligencia y son el índice de la mente consciente, la palma tiene un sentido atávico y refleja la
potencialidad de las tendencias subconscientes". La palma de la mano grande y la mandíbula
fuerte, grande y ancha, tienen el mismo significado: predominio instintivo, rudeza, carencia de
refinamiento moral, materialismo, primitivismo, brutalidad, etc.. Ambas características eran
comunes a estos dictadores históricos mencionados...
El puño cerrado con el pulgar metido hacia dentro (lo mismo en los dibujos de las figuras
que en un gesto) traduce una actitud de defensa de reserva, de terquedad y, según qué casos,
si el trazado es de presión débil, puede expresar timidez y tendencia a la claudicación. El
pulgar es representativo del Yo y de la conciencia de sí mismo, ocultarlo, es de algún modo el
deseo de preservar al Yo de un riesgo, de un peligro o amenaza. El pulgar hacia arriba, es
símbolo de vida, de ascensión, de éxito. El pulgar hacia abajo, es señal de muerte, de
hundimiento, de fracaso.
Si las manos sombreadas coinciden con los brazos pegados al cuerpo, la ansiedad de la
afectividad del sujeto es de tipo pasivo-defensivo, es decir, se caracteriza por la resistencia, por
la obstinación en sus actitudes y no admite ninguna clase de sugerencia o razonamiento
(actitud perseverativa). Este tipo de sujetos no es apto para tareas que exijan cambios rápidos
de actitud y adaptaciones continuas a nuevas realidades.
7. M anos con dedos, uñas y a rticu la cio n e s m arcadas con esm ero
Puede señalar la tendencia a realizar actos contra los propios convencimientos racionales,
como ocurre en sujetos con neurosis obsesivo-compulsiva.
Repitiendo estos actos sin sentido, les parece a estos individuos que atenúan o calman su
angustia neurótica. Por ejemplo: "Si salgo con el pie derecho a la calle, tendré un buen día". "Si
no piso ninguna raya del terrazo hoy no tendré jaqueca", "Tengo que lograr tres números
capicúa esta semana para que me toque la lotería y pueda comprarme un coche". "Si no limpio
cada media hora la cocina, me invadirán los microbios", etc.
El neurótico obsesivo-compulsivo -como digo en mi "Diccionario de términos psicológicos"-
lucha interiormente contra pensamientos indeseables, contra ideas e impulsos a realizar actos
absurdos, ritos conjuratorios, escrúpulos permanentes, dudas, aprensiones, etc.
Las manos con dedos donde se dibujan las uñas y las articulaciones, fueron vistos por
Karen Machover en algunos enfermos de esquizofrenia precoz. Nosotros pudimos comprobar
un caso, pero también encontramos este signo en personas que tenían dificultades en relación
con el cuerpo y donde las manos recibían un especial cuidado.
032-DYP
LO S DEDOS DE LA S MANOS
Los dedos de las manos, son representativos de la evolución de nuestra inteligencia, de
nuestra conciencia y de nuestro bagaje cultural. El pulgar y el índice, según la Dra. Wolff,
"dominan la zona radial y son dedos de la orientación con los que se construye el conocimiento
del entorno y así se desarrolla la conciencia y gradualmente la noción de la propia identidad."
El Dr. Vaschide, del Laboratorio de Psicología Patológica de la "Ecole des Hautes Etudes"
de Paris, refiriéndose a los dedos pulgar e índice dice: "Si la mano, en su conjunto, es el
sismógrafo de las reacciones emocionales, los dedos pulgar e índice son la expresión del
pensamiento".
Los dedos, en cuanto extremidades y puntos de contacto, son los órganos que, aparte de
los rasgos faciales, pueden expresar mejor nuestra actitud interna con relación a lo que puede
ser "tocado" o "manipulado" y los que pueden expresar con mayor espontaneidad el peso de la
culpabilidad por algo indebido, hecho con las manos. Y también pueden reflejar muy bien, la
inseguridad y el temor por algo investido de riesgo, que se debe hacer con ellas.
Los dedos, en los dibujos, pueden variar en cuanto a su forma, tamaño, dirección,
expresividad, etc. Pueden aparecer en forma de alambres, de pinchos, redondeados de
manera infantil, dispuestos en forma de p,talos o con trazos irreconocibles. Pueden tener un
carácter agresivo por sus puntas angulosas o aceradas; pueden ser largos en forma de lanza;
como garfios; muy sofisticados; Inexistentes, etc.. Un dedo puede sobresalir considerablemente
por su longitud, mientras que otro puede ser demasiado corto, quizá como expresión de
complejo de culpabilidad engendrado por las prácticas masturbatorias.
Los dedos de la mano, pues, especialmente el pulgar y el índice, son bastante expresivos
en los dibujos, aunque en la mayor parte de casos los dedos parecen todos iguales.
5. Dedos en fo rm a de pétalos
Suele ser un signo feminoide. Predominio del " anima". Comprobar con otros signos.
En resumen: Los dedos, en los DFH, tienen una clara significación psicológica, prueba de
ello es que los niños suelen hacer primero los dedos que la mano o los pies. El pulgar
escondido en el puño cerrado parece ser un indicador de un deseo inconsciente de regresión a
la infancia en busca de protección. Puede reflejar también cierta fatiga interna y deseo de
abandonar la lucha activa contra obstáculos y dificultades que el sujeto encuentra en su vida.
En este caso, la busca de protección seria un deseo de comodidad y de liberación de esfuerzos
que el sujeto no puede, o no desea, mantener. La ausencia del pulgar, puede estar relacionada
con estados de ansiedad o depresión. Por el contrario, los pulgares alzados, especialmente de
la mano derecha, según se mira la figura, puede expresar voluntad, sentimientos de
autoestimación fuertes, independencia de carácter y confianza en el propio éxito y en alcanzar
metas ambiciosas.
033-DYP
LA S P IER N A S Y LO S P IE S
Las piernas y los pies son los órganos que utilizamos para nuestros desplazamientos y
para aproximarnos a los objetos y a las personas de nuestro entorno. La forma como se
dibujan estos órganos o extremidades, expresan el modo como cada sujeto se "mueve" para
relacionarse con su ambiente, para satisfacer sus necesidades biológicas y de todo tipo y para
alcanzar objetivos de valor en el terreno social y profesional.
Por otro lado, son las piernas y los pies lo que nos permite "mantener una actitud" y
asegurar la estabilidad del cuerpo, es decir, "tocar bien de pies a tierra". Este hecho es el que
hizo pensar al psiquiatra alemán Erwin W. Straus, que "la situación básica que permite las
acciones morales, es la posición de pie".
Sea porque las piernas y los pies son la "base vital" donde se apoya nuestro cuerpo, sea
porque nos permite la facultad de movernos sobre el entorno, o por lo que significa mantener el
equilibrio y "tocar de pies a tierra, "tomar una actitud" frente a cuanto nos rodea, lo cierto es
que, en los dibujos de los pies y de las piernas se observan con frecuencia las fuentes de
conflictos internos, lo mismo si se relacionan con las necesidades sexuales, que con las
relaciones sociales, familiares y profesionales.
Ciertos individuos, afectados por problemas sexuales, tal como observó Karen Machover y
también nosotros, no logran pasar en sus dibujos más allá de la cintura, omitiendo el área que
pone en descubierto la zona en la que gravitan sus dificultades o sus complejos de impotencia
o minusvalía.
Otros individuos, a menudo descorazonados, deprimidos o con una timidez e inseguridad
castrante y tal vez con una neurastenia sexual más o menos importante, suelen dibujar las
figuras sentadas cuando no omiten las piernas y los pies (ver después "Figuras sentadas o
encogidas").
La Dra. Koppitz observó este signo en niñas que habían estado expuestas a ataques
sexuales de hombres mayores, expresando así su "miedo a sufrir un ataque sexual". También
la Dra. Machover, creadora del test, interpreta las piernas juntas y rígidas como "un rechazo a
la aproximación sexual".
2. D ib u ja r con las piernas cortadas
Las mutilaciones pueden ser agresiones al propio Yo o agresiones a los demás, si se
realizan sobre figuras que en los historiales sobre las mismas no se identifican con el Yo. Pero
también pueden ser un indicador del sentimiento de inseguridad del sujeto en su "caminar por
la vida", su falta de bases de apoyo, su complejo de abandono o su complejo de postergación.
La neurastenia sexual puede estar presente en este signo, en cuyo caso, la rabia hacia sí
mismo, el sentimiento de impotencia, puede ser proyectado hacia fuera en forma de criticas
hacia el entorno, negativismo, oposición y un sentimiento de insatisfacción permanente.
Kronfeld, cita el caso de un sujeto con tendencias fetichistas, que lograba excitaciones
sexuales provocadas por el fantaseo imaginativo de mujeres inválidas con muletas y abrigos de
pieles.
6. Pies en fo rm a de falo
Preocupaciones sexuales. Allí donde observemos rarezas o disturbios de carácter -decía
Freud-, podemos sospechar problemas sexuales. Esta afirmación de Freud, reza también con
todas las rarezas o anomalías en los DFH.
Bajo el punto de vista funcional, los pies corresponden a las funciones de propulsión y de
conducción del cuerpo, son el sostén y base del mismo y a ellos podemos asignarles la
seguridad y la estabilidad físicas, la confianza con que se pisa sobre el camino de la vida.
034-DYP
D IB U JO DE LA FIG U R A C O M PLETA
Cada sujeto testado, cuando dibuja una figura, hace una representación de sí mismo. Los
signos de "movimiento" y los de "contacto con el exterior", son los que se revisan con mayor
inter,s en los DFH.
Esta observación del dinamismo, de la movilidad de las figuras, es lo que más diferencia
unas personalidades de otras, sobre todo en el aspecto creativo y de lucha por la existencia.
El sujeto puede mostrarnos en la actitud del cuerpo, su confianza en sí mismo, su actitud
resuelta, su pasividad, su rigidez defensiva, sus conflictos y problemas con respecto a sí mismo
o con respecto al mundo que le rodea. Puede ofrecernos también, en las partes del cuerpo que
están escondidas u ocultas, omitidas o distorsionadas, sus complejos psíquicos, sus
preocupaciones por el propio cuerpo, sus dificultades de adaptación, etc.
Las personas que se han visto privadas de movimiento o de contacto con el exterior, sea
por enfermedades físicas, por reclusiones mentales o penales o por otras causas, suelen
proyectar en los DFH bien una expresión elaborada en su fantasía interior, bien, si no poseen
compensación imaginativa, recurren a plasmar una figura burda, vacía, vegetativa, etc. que
reduce la personalidad de las figuras al mínimo esencial.
Normalmente, se puede deducir el estado de ánimo del examinado a través de los DFH,
viendo su situación dentro del espacio gráfico. Si las figuras están erguidas y sólidamente
apoyadas sobre el suelo imaginario, el estado de ánimo es normal. Si están desplomadas o
inclinadas, con las piernas cortadas o sin base de apoyo, se puede sospechar estados de
angustia y ansiedad y la debilidad vital, y entre otros síntomas, la tendencia depresiva.
Con cierto grado de rigidez, puede indicar la tendencia a la exaltación del sentimiento de
sí mismo, del propio valer y del rango social o profesional. Esta actitud de orgullo le hace
pensar al sujeto que debe ser preferido a otros y que sus pensamientos encierran la única
verdad posible, basada en convicciones y en razonamientos subjetivos. El sujeto, siempre
encuentra pruebas en que apoyar sus afirmaciones y rebatir las opiniones de los otros. Esta
hipertrofia del Yo, que recuerda la postura corporal de los dictadores, por ejemplo, la de Hitler y
Mussolini, tiene su origen, según las teorías psicoanalíticas, en la privación objetiva o subjetiva
del amor maternal durante la infancia, detrás de la cual puede haber tendencias homosexuales
rechazadas. Este signo es propio de personalidades con tendencia paranoide, sobre todo si el
contorno presenta líneas angulosas, si el cuello es alto y la mirada fija.
En la rigidez de las figuras pueden darse los dos casos: a) la desadaptación neurótica, si
las figuras están quietas y con los brazos y las piernas pegados al cuerpo y los rasgos del
rostro con expresión pasiva, es decir, no agresiva; y b) la desadaptación psicótica, si las figuras
están erguidas, si son alargadas angulosas, si el cuerpo está orientado hacia la izquierda, si
tienen la mirada fija y agresiva y la actitud del movimiento, si lo tienen, es hacia la izquierda.
Por lo general, la rigidez en las figuras, es propia de sujetos que siguen patrones de
conducta rígidos impuestos por el Super-Yo, inspirados en formaciones o mecanismos
defensivos originados por la educación. El sujeto se escuda y se endurece en una conducta
protectora que le salva del peligro indeseable de ceder a pensamientos, actos o
comportamientos que pueden ser sancionados por la conciencia moral regida por el Super-Yo.
Todo lo que no está de acuerdo con sus normas y principios, con sus dogmas internos, es
rechazado, negado o combatido, prescindiendo del placer que podría experimentar o de la
utilidad práctica que cualquier acto lleve consigo.
El grado de rigidez de los dibujos, nos indicar si el sujeto es extremista en sus actitudes o
se conduce, en algunos casos, con cierta elasticidad.
La rigidez en las figuras, es para muchos autores y para nosotros mismos, un indicador de
un sistema de control emocional que enlaza, frecuentemente, con tendencias obsesivo-
compulsivas, coincidentes habitualmente con la "represión", con el distanciamiento afectivo o
emocional y con el desarrollo intensivo de la actividad intelectual compensatoria. En cualquier
caso, hay que pensar que, detrás de toda rigidez, hay un Super-Yo tiránico y castrante.
El sujeto habrá trabajado de manera ordenada y tranquila, sin dar muestras de inquietud,
inseguridad o desconfianza, cuando se entrega, sin extrañar lo inesperado de la prueba, a la
realización del dibujo, empezando por la cabeza y luego, siguiendo un orden topográfico, con el
resto del cuerpo de las figuras. Esta manera de proceder indica una buena adaptación, si lo
confirma el trabajo que el sujeto ha realizado. Esto quiere decir que el sujeto se acomoda a su
entorno ajustando su actitud, su comportamiento, a las circunstancias, tareas y limitaciones que
el medio ambiente le exige.
El sujeto puede realizar el dibujo de forma ordenada, pero dando a las figuras un aspecto
rígido, estático y duro, en cuyo caso nos muestra, acaso, un respeto a las normas, pero no una
adaptación espontánea y natural a su medio ambiente (ver más arriba lo indicado sobre las
figuras rígidas).
Algunos individuos, realizan los dibujos atendiendo por separados partes distantes
geográficamente de las figuras, por ejemplo: Hacen la cabeza y medio lado de la figura,
dedicándose por entero a los pies, siguen con las piernas del otro lado, pero al llegar a la
cintura se desplazan a los hombros para hacer los brazos y las manos, terminando por último
el tronco y el cabello, sin llevar un orden de sucesión. Suele darse esta anomalía en personas
con falta de coherencia y de lógica, con un pensamiento, caprichoso, inestable, y desintegrado.
Su labilidad mental y afectiva hace a estos sujetos difíciles de adaptarse a tareas que requieren
m,todo y disciplina, aunque suelen tener cierto éxito en profesiones libres poco sujetas a
organización y control.
En casos de sucesión muy desordenada, el sujeto padecer problemas cenestésicos y
sexuales que afectar n su vida emocional haciéndola conflictiva.
Finalmente, algunas raras veces, nosotros sólo hemos visto un caso, el dibujo se
comienza en forma invertida, primero se dibujan las piernas y los pies, luego el tronco y los
brazos y se deja la cabeza para último lugar. Deducimos por otras pruebas aplicadas y por la
entrevista, que se trataba de una persona sumamente desconfiada, cautelosa y con
abundantes signos de tipo paranoide.
Algunos sujetos muestran en los dibujos irregularidades tan pronunciadas que hacen
pensar en una verdadera desorganización psicótica o en una gran dispersión de los procesos
mentales.
Cuando se puede observar la iniciación y marcha sucesiva de los dibujos durante las
pruebas, conviene anotar las veces que el sujeto vuelve sobre determinadas áreas para
modificar o insistir sobre las mismas. Esta observación debe hacerse discretamente para no
perturbar emocionalmente al sujeto en su tarea. El objetivo de esta comprobación es conocer la
intensidad de los conflictos en la zona donde se presentan los retoques.
035-DYP
E L T R A J E O V ES T ID O Y LO S ORNAM ENTOS
Un detalle importante en los DFH es el vestido o traje de las figuras. Desde el punto de
vista práctico y social, el traje o vestido tiene dos finalidades. Una es la de proteger al cuerpo
contra los elementos externos (frío, calor, rozaduras, etc.) y la otra es realzar la apariencia,
destacar la propia figura, bien por vanidad o por deseo de hacerse valer y respetar.
Es relativamente poco frecuente que, cuando se pide a un individuo que realice el dibujo
de una pareja humana, nos presente un desnudo. Generalmente, la mayor parte de figuras
tienen traje o llevan vestido. El modo como está tratada la vestimenta, puede resultar
ampliamente significativo, pero estudiemos, en primer lugar, los casos en que nos presentan
las figuras desnudas, sin ningún tipo de ropaje.
1. Figuras desnudas
El problema de base que suelen tener muchos sujetos al comenzar la prueba, es si se les
pide que dibujen la pareja humana vestida o desnuda. Algunos suelen preguntarlo al
examinador, reflejando con esta pregunta -según la Dra. Romano- "una gran preocupación por
su propio cuerpo". Nosotros hemos comprobado, en algunos casos, la vacilación inicial propia
de sujetos inseguros, faltos de confianza en sí mismos y con gran sensibilización al fracaso.
De todas maneras, según la armonía del dibujo y la descripción del mismo en la historia
sobre la pareja, se verá si se trata de un deseo de autenticidad y de sinceridad moderado en el
que se sublima el cuerpo como expresión estética o mística, o si se trata de una exhibición
audaz de tipo narcisista o de una actitud provocadora del sujeto frente a la persona que
analiza, principalmente si la analista es mujer y se destacan los órganos sexuales masculinos.
Los niños y los adolescentes, casi nunca dibujan figuras desnudas, quizá les falta ese
apoyo social para definirse en el rol que les gustaría desempeñar. Los órganos genitales,
especialmente los del varón, sólo aparecen en sujetos con instintos primitivos o en
esquizofrénicos. Rara vez los vemos en adultos normales. Para algunos autores, no recientes,
la representación de los desnudos en los DFH, está reñida con las normas del decoro.
Nosotros hemos observado varios casos que contradicen esta afirmación, por ejemplo, la antes
mencionada. Un desnudo estilizado, es decir, carente de exuberancias, de pliegues por
adiposidad o de posturas incitantes, no puede ser visto como erotizante por personas
normales. En cambio,
determinadas ropas o la manera de vestir a las figuras, pueden tener un alto poder erotizante.
Algunos niños pequeños con preocupaciones sexuales precoces, pueden dibujar figuras
desnudas con los atributos genitales, o bien dibujan sus monigotes con sombreros, anunciando
la tensión de su despertar fálico.
Los dibujos de figuras desnudas son frecuentes -dice la Dra. Romano- en estudiantes de
las Facultades de Bellas Artes. En este caso, se trata de un grupo de individuos que se debe
considerar aparte, desde el punto de vista psicológico.
3. D esnudos vacíos, dando la im p resión que c irc u la el aire p o r de n tro del cuerpo
La mayor parte de autores ven en este signo un indicador de tendencias homosexuales.
"Se ha discutido muchas veces --dice el Prof. Pellegrini-- , si los vestidos tuvieron
originariamente un carácter protector, sexual u ornamental. Carácter protector contra las
intemperies, los animales, las piedras, las púas etc.. Carácter sexual, por diferenciar
rotundamente a los varones de las hembras. Y porque en los pueblos civilizados, al menos
para las mujeres, predomina el carácter ornamental de las vestiduras. Ciertamente que, para
algunas mujeres, el vestido no esconde, sino que realza y magnifica los atractivos eróticos
convirtiéndose en el más poderoso afrodisíaco".
Los vestidos femeninos, tienen influencia excitante, si se insinúan los senos, las nalgas y
las piernas de una manera erotógena. Los zapatos de tacón alto, no sólo sobrealzan la figura,
sino que dan gracilidad y elegancia a las piernas y a los movimientos del cuerpo al andar. Y no
digamos lo que puede hacer un buen maquillaje y un peinado atractivo del cabello. "Todo lo
bueno es caro -decía una dama en una "boutique"-, hay vestidos más baratos, pero no son
bellos. No sé lo que gastaría en vestidos la princesa Diana, pero a su elegancia en el vestir
debería una buena parte de su éxito, sobre todo entre las mujeres".
En consecuencia: Todo adorno de la figura a través del vestido, expresa el gusto por la
"representación social", el deseo de llamar la atención, de atraer, de impresionar a los demás.
Este deseo o necesidad de "cultivar la fachada", de destacar el exterior del cuerpo, de poner en
relieve la personalidad externa, puede tener, y sin duda tiene, un impacto favorable a la
importancia personal, pero detrás del escaparate externo, puede esconderse, a veces, un
deseo de atrapar o un gusano que se retuerce.
Hay muchas personas que necesitan compensar con adornos externos del cuerpo, las
lagunas que pueden tener en cualquier área social, profesional o familiar. Y no hay duda que la
imagen corporal se puede aumentar o mejorar recurriendo a la ropa, al maquillaje, a las joyas u
otros adornos, es decir, cambiando la imagen del propio cuerpo.
Las personas que visten con mucho detalle o adornos los DFH, suelen tener tendencias
narcisista-exhibicionistas más o menos camufladas. El objetivo principal de algunas de estas
personas es lograr, a través de la atracción sexual, sea un gran tren de vida, sea satisfacer la
vanidad de sentirse importantes y destacar entre los demás. Este tipo de personas, son
superficialmente sociables, pues, su extraversión y sociabilidad está únicamente motivada por
un fuerte apetito de posesión y de dominio de la voluntad de los demás y no por un verdadero
interés generoso. El sujeto que cuida mucho de su cuerpo y de su imagen física, rara vez es
altruista y generoso.
Cuando se recarga la parte del tronco de las figuras, en sentido vertical, añadiendo al
vestido una hilera de botones, una corbata llamativa, una cremallera o cualquier otro añadido,
parece ser un indicador de alguna preocupación por el propio cuerpo o por la frecuente
irrupción de sentimientos de insuficiencia relacionados con esa zona. En algunos casos,
dependencia materna.
La preocupación somática se evidencia aún más, si la línea media donde se colocan los
adornos o detalles sobre el pecho y abdomen presenta retoques. Algunos sujetos neuróticos de
tipo obsesivo tienen una preocupación excesiva por su vestimenta, la cual tiene que ser
perfectamente adecuada a la idea que ellos tienen de la misma, de otro modo, se sienten
sumamente incómodos o desdichados. "Lo que realmente les preocupa a estos individuos -
dice Fenichel-- , no es su vestimenta, sino su bienestar físico que lo proyectan sobre la
vestimenta. La vestimenta para estos individuos, forma parte de su imagen corporal".
Cuando una de las figuras está mejor realizada y más cuidada en los detalles que la otra,
si se trata del DFH del mismo sexo que el autor o autora del dibujo, es indicador que esta
persona confía en su capacidad de seducción y en la influencia que puede ejercer sobre el
sexo opuesto. Esta persona se sobrevalora frente a su partenaire, si se trata de persona
casada.
Puede ser también un indicador de la tendencia al narcisismo del cuerpo, especie de
psico-infantilismo sexual donde el amor ha quedado fijado en el propio sujeto. A veces, ciertas
personas miran con una especial ternura fotografías o imágenes propias de tiempos pasados.
En esta tendencia puede verse la inclinación narcisista de tales personas que, como Narciso,
viven prendadas, enamoradas de su propia figura.
Cuando la figura que se cuida más es la del sexo contrario, puede verse en ese signo la
admiración que el sujeto siente por las personas del sexo opuesto y tal vez el complejo de
inferioridad que bloquea la comunicación abierta con el sexo admirado. Si se trata de una
mujer, puede estar indicando lo mismo o que en su inconsciente desea ser varón.
Hay sujetos que incluso hay que pedirles el dibujo porque no terminan nunca en su
excesivo afán de perfeccionamiento. Describen con gran minuciosidad detalles del vestido,
como pueden ser los botones, los pliegues del vestido, los rasgos de la cara o de cualquier otra
zona del cuerpo que sea de su predilección. Este tipo de minuciosidad, se da frecuentemente
en sujetos afectados por neurosis obsesivas que tienden a una forma de ritual, especie de
mecanismo mágico que representa, para ellos, una defensa inconsciente de riesgos o peligros
para su Yo.
La reiteración de detalles en los DFH, se presenta también en algunos psicasténico que
temen dejar algo olvidado y se afanan por subsanar ciertos detalles para que las figuras no
queden incompletas. Hay otro tipo de sujetos que hacen con amabilidad todo lo que se les pide
y que sienten placer por las tareas minuciosas y la repetición perfeccionista. Son sujetos
apegados a sus sentimientos, a sus deseos, a sus ideas, como las garrapatas a un animal.
La técnica de la entrevista y la utilización de otras pruebas proyectivas aclarar el sentido
psicológico de estos DFH.
Si las figuras tienen un tamaño reducido, suelen realizar este tipo de dibujos los sujetos
que reducen su campo de expansión o comunicación social, es decir, los introvertidos, bien sea
por tener un impulso vital deficiente o contenido, o por sublimación de la libido en intereses
intelectuales, estéticos o espirituales. También puede ser un indicador de que el sujeto se halla
pajo la presión de sus lagunas interiores o de algún complejo de inferioridad.
Dentro de los detalles de la vestimenta, está el caso de aquellos individuos que dibujan
rayas, dobladillo o pretina a los pantalones. Puede tratarse de un buen dibujante, si el resto de
la figura ha sido realizado con el mismo perfeccionamiento formal. El sujeto quiere demostrar
así su eficacia en su trabajo. Pero cuando el resto de la figura no está en proporción con el
perfeccionamiento que se quiere dar a esta parte del traje, se puede deducir que el sujeto
quiere destacar sus cualidades masculinas en forma ostentatoria (problemas profundos en
relación con su virilidad); o bien desea dar una buena imagen en el amor, en el trabajo, en los
deportes y en la vida social, si la figura no es rígida y tiene movimiento.
6. D ibujo de cin tu ro n e s
Cuando las mujeres dibujan en la figura de su propio sexo, pendientes, bolsos, peinetas y
otros adornos, expresan con ello su feminidad, el predominio del "ánima" en su comportamiento
sexual y social. Si la mujer coloca objetos masculinos en la figura del hombre y no coloca
elementos del "ánima" en su propia figura, puede evidenciar predominio del "animus".
Si es el hombre el que viste a la mujer con elementos propios del "anima", o los coloca en
su propia figura, puede ser un indicador de problemas de homosexualidad.
9. D ibujo de la corbata
La corbata, es una de las prendas que, en la figura masculina, tiene un acentuado
significado sexual, del mismo modo que lo tiene el escote, en los DFH femeninos. En muchos
casos, la corbata en los dibujos es un medio para hacerse distinguir, para llamar la atención
(coquetería del macho), propio de algunos individuos que gustan hacer "su reclamo". Por tanto,
la corbata en los DFH, no es sólo un adorno expresivo de nivel social.
El dibujo de corbatas en las figuras, suele presentarse con preferencia en adolescentes
como reflejo de su despertar sexual. Sin embargo, se puede presentar en todas las edades.
Para algunos autores, el dibujo de la corbata puede estar en relación con tendencias
homosexuales, cuando está dibujada con mucho esmero, con detalles y adornos. Nosotros no
hemos podido cotejar más que dos casos donde la homosexualidad era claramente manifiesta.
Bien es cierto que nuestros sujetos testados ya habían sido previamente cribados y
descartados de las posibles tendencias homosexuales.
Las corbatas muy llamativas, con volantes o levantadas, confirman las tendencias
homosexuales agresivas. Frecuentemente, la falta de libertad sexual y la dificultad para hallar
satisfacción a las apetencias sexuales, pueden impulsar a ciertos sujetos, más o menos
primarios, a tendencias sexuales perversivas. La desviación de la heterosexualidad puede
estar provocada por adultos desaprensivos que se valen de adolescentes en estados de
ansiedad, a los cuales pasan su perversión basándola en teorías pseudofilosóficas o
pseudoreligiosas, como ocurre en algunos colegios y en algunas sectas.
9.1.Corbata pequeña
Puede ser un indicador de sentimientos reprimidos de inferioridad orgánica. Es frecuente
que los individuos con preocupaciones sexuales, estas queden reflejadas en los DFH y con
mayor probabilidad en la corbata.
Los bolsillos que se instalan en el rea del vestido correspondiente al tronco o próximos a
la zona de los genitales, ya sea por su situación o por su función de "guardar", de "ocultar",
para los psicoanalistas es un claro simbolismo de la vagina femenina y presupone un indicio de
ciertas tendencias más o menos camufladas e inconscientes.
Como hemos dicho anteriormente, el tronco es, simbólicamente, el receptorio o
alojamiento que alberga las tendencias afectivas (región del tórax) y el área de las caderas y
los muslos el punto donde se localiza el aparato genital. Por tanto, no nos debe extrañar que
diversos autores, empezando por la creadora del test, Dra. Karen Machover, quieran ver en los
bolsillos la tendencia a "esconder los sentimientos" y ciertos complejos de culpabilidad, entre
ellos, el complejo de Edipo no liquidado, si los bolsillos se sitúan en el tórax a la altura de los
senos en la figura femenina.
Cuando los bolsillos van acompañados de una hilera de botones en sentido vertical y en el
centro del pecho, varios autores (Machover, Andersen & Andersen, Hammer, Bell y otros)
suelen ver un indicador de vinculación y dependencia a la madre. Esta dependencia, genera en
el adulto la inclinación a estar siempre buscando ayuda y apoyo de otras personas para tomar
decisiones, para llevar a cabo alguna acción o para mantener una cierta seguridad económica.
En ciertos casos extremos, la dependencia es oral, es decir, el sujeto vive
inconscientemente el deseo de volver a los brazos maternos con la boca aferrada al pezón, no
ya como fuente de satisfacción intensa, sino como deseo de recuperar la seguridad, de sentirse
protegido y exento de todo peligro, daño o riesgo (tendencia a la regresión).
Cuando las figuras han sido realizadas por un sujeto que demuestra mucha habilidad
como dibujante, este signo puede adquirir un significado especial. Algunos individuos intentan
disimular su torpeza saliendo del paso con bolsillos mal trazados, desnivelados, en vez de
dibujar los relieves correspondientes a los senos femeninos.
Los botones tienen la misión de "abrochar", de "cerrar" o "tapar" a la vista algo que se
quiere ocultar. No es extraño, pues, que se les dé interpretaciones tales como: "inseguridad",
"preocupación por algo interno", "ocultación de conflictos o de complejos", etc.
Normalmente, el vestido dibujado en las figuras, significa lo mismo que en las personas
reales. El vestido, no sólo sirve para cubrir el cuerpo con decoro y resguardarlo de los
accidentes externos y de las inclemencias del tiempo, sino que se aprovecha también, en
muchos casos, para representar el "status" o importancia social que se tiene o se desearía
tener. La mujer lo emplea también para destacar y como medio de captación y seducción.
El vestido, pues, es como la "fachada de la personalidad", como la carta de presentación
que jugamos en el exterior para hacernos valorar y admirar (también el hombre tiene su
vanidad y su coquetería). El arropamiento del cuerpo con trajes o vestidos más o menos
lujosos, no sólo representa lo que cada persona "quiere ser", la apariencia o cómo queremos
ser vistos, sino que oculta también muchas veces las cicatrices, defectos y minusvalías del
cuerpo, del mismo modo que los maquillajes y la cirugía estética, ocultan las arrugas y las
edades en la mujer.
Ciertos vestidos femeninos están destinados -y hoy más que nunca- a ejercer una
influencia erotizante (grandes escotes, minifaldas, aberturas de las piernas por los laterales
hasta las caderas, senos muy ajustados, etc.) Citamos, a este propósito lo que dice el
psicólogo norteamericano Wirdwistell: "Algunas mujeres "están siempre ocupadas en emitir
señales constantes que indican de manera insistente el mismo slogan: "soy una mujer... soy
una mujer... soy una mujer", que no exige nada del hombre que está a su lado, excepto su
total atención. Estas mujeres, están tan enfrascadas en el desempeño de su papel, que no
tienen ningún interés real en sus compañeros. Y los hombres que las rodean están allí porque,
en realidad, no les gustan las mujeres y consideran que es el lugar más seguro de la reunión.
En cambio, las mujeres realmente sexuales, pueden estar apartadas a un lado y con aspecto
poco interesante, pero cuando hablan con un hombre que las gusta, su rostro se ilumina y
hasta la postura de su cuerpo cambia y, el hombre que está con ella, siente de alguna manera
que él la ha hecho hermosa".
El dibujo del traje o del vestido, cuando expresa el deseo de aparentar socialmente,
conviene fijar la atención, si el dibujo es de un varón, en el modo de tratar la americana y en el
adorno de las partes altas del vestido, si se trata de una fémina, pues son estas zonas altas del
cuerpo las que reciben mas atención cuando el sujeto quiere poner su Yo en valor.
En cuanto a ciertas particularidades del ropaje, como pueden ser la corbata, los botones,
los bolsillos, los cinturones, etc., es algo aventurado buscar interpretaciones a estos detalles,
sin tener en cuenta el conjunto de signos, lo que expresa la figura completa y el resto de
pruebas aplicadas.
LA SITU A CIÓ N D EL D IBU JO EN LA PÁGINA
La situación de las figuras en el espacio gráfico, se corresponde simbólicamente con la
importancia que el sujeto tiene en el territorio social, profesional y familiar, es decir, refleja la
forma como influye en el sujeto el medio ambiente y como el sujeto influye sobre su medio.
El espacio vital, la cantidad de espacio que el sujeto ocupa y el modo como lo ocupa,
indica de alguna manera el modo como se desenvuelve en su entorno familiar, social y
profesional y cómo le influye el entorno en sus necesidades de expansión.
El espacio que ocupan las figuras en la página, tiene un especial significado. Si dividimos
esa página en cuatro partes iguales, las dos mitades de la izquierda representan las vivencias
del pasado, la infancia, los orígenes de muchas de nuestras actitudes, los recuerdos, la
dependencia del imago de la madre o de su sustituta ideal, es decir, el "regazo", el "refugio", el
"amparo", la "protección", etc. La ubicación de las figuras en esta rea de la izquierda, puede
ser un indicador, puede ir desde la actitud de desconfianza, reflexión cauta, introversión o
encogimiento del Yo, hasta la "regresión" a estadios infantiles, la fijación a la madre, la
necesidad de protección o las actitudes de retirada o evasión de la realidad.
El espacio de las dos mitades de la derecha, sobre todo cuando las figuras son grandes,
representa, simbólicamente, la marcha hacia delante, hacia el futuro, hacia el enfrentamiento y
confianza en la resolución de los problemas de contacto con las personas y las circunstancias
externas, la identificación con el imago del padre luchador y emprendedor, es decir, la actitud
viril, la expansión vital, la realización práctica de los deseos. Por tanto, la ubicación preferente
de las figuras en el espacio de la derecha de la página, si las figuras son grandes y trazadas
con vigor, coincidirán con una actitud madura y extravertida, con la confianza en el propio valer
y en la propia experiencia. El sujeto va del Yo al Tú o hacia "el objeto" 4[1] sin que
necesariamente su impulso sea únicamente comunicativo, sociable o altruista, pues lo mismo
puede manifestarse como una tendencia al disfrute de la vida, al buen humor, a la diversión o a
la ayuda a otros, que como ambición de extender el instinto o deseo de poder y dominio, el
deseo de gobernar y dirigir, la "avidez oral", la introyección del "objeto", etc. [2]
Por tanto, los DFH ubicados en el centro de la página, según sea su tamaño (grande o
pequeño); su orientación (mirando de frente, mirando a la derecha o hacia la izquierda, etc.) y
según sea su actitud (pasiva, rígida o en movimiento), la interpretación puede cambiar. Por
ejemplo:
037-DYP
Si la edad que tienen las figuras en el historial es mayor que la del sujeto, podría existir
alguna fijación a alguno de los padres (complejo de Edipo). Si las figuras están muy separadas
y la edad es la propia del sujeto, puede existir una actitud de aislamiento y el rechazo de la
comunicación por el criterio que cree que tienen los demás de sí mismo.
Poner distancia entre la propia figura y la del sexo contrario, es señal de desunión, de falta
de comunicación, de poca comprensión, de poco interés y amor por la pareja, especialmente,
si el dibujo del propio sexo, da la espalda al sexo contrario. Al menos, indicará la existencia de
problemas entre la pareja. Hay que tener en cuenta que los introvertidos suelen dar a las
figuras una distancia, entre si, mayor que los extravertidos, ya que estos últimos son más
abiertos, más espontáneos y necesitan más la comunicación.
Otra observación a tener en cuenta es que, los sujetos que conviven con algún familiar,
del sexo contrario, que está paralítico, inválido o en silla de ruedas, suelen también poner
distancia entre las dos figuras. Lo mismo ocurre con los homosexuales que distancian a la
figura contraria.
Cuando se trata de mujeres lesbianas, es la figura del varón la que se empequeñece y se
distancia.
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E L TAMAÑO DE LO S DFH
El tamaño de las figuras dentro de la página, está en relación con la actitud vital
(introversión - extraversión) y con el concepto autoestimativo, es decir, con el concepto que el
sujeto tiene de sí mismo y la importancia que cree tener o que desea tener en su medio
ambiente social y profesional.
Los neuróticos y deprimidos, los sujetos que se sienten disminuidos, postergados o con
complejo de abandono, suelen hacer las figuras pequeñas y sombreadas, con los pies
omitidos o cortados.
Por el contrario, los sujetos con tendencia paranoide, generalmente hacen las figuras
grandes y alargadas ocupando preferentemente la parte alta de la página.
Los DFH de tamaño pequeño realizados por mujeres, los hemos observado en
muchachas muy dependientes de los padres y en mujeres muy necesitadas de sentir apoyo,
seguridad y aprecio por parte de su pareja. En ambos casos, detrás de esa actitud de
dependencia, se ocultan frecuentemente algún complejo de inferioridad, inclusive complejos de
castración. Por esta razón, estas personas se encuentran incómodas fuera de su ambiente
habitual y sin la presencia de quienes representan el papel "protector", pues, en ambientes
extraños, se desenvuelven con bastante oclusión de ideas y de sentimientos de cara a la
comunicación.
Algunos extravertidos con tendencia "maniaca", parece que derraman las figuras sobre el
papel. Los DFH son, en este caso, altos y anchos, expresando así la hiperestimación de sus
deseos de grandeza y omnipotencia que atribuyen a sus palabras, como si la magia de su
imaginación les otorgara una especie de satisfacción narcisista que les diera fe y confianza en
la expansión de sus manifestaciones.
Algunos de estos individuos, sienten como una especie de necesidad de "hacer felices a
los demás" a base de elogios, regalos, ayudas y atenciones especiales a las personas con las
que entran en contacto. De este modo mendigan, a su vez, una reciprocidad que les haga
sentirse "importantes". Si esta compensación no llega o no es alcanzada en la medida
deseada, la frustración de tales sujetos, el amargo desencanto, puede traducirse en una
agresividad verbal más o menos directa y vengativa.
Si por la expresión del dibujo se detecta una exhibición fantaseada del ideal que el sujeto
tiene de si mismo, ser un indicador de que el sujeto reacciona frente a sus sentimientos de
menor valía o desadaptación. Esta reacción ser un intento de supercompensar los dolorosos
complejos de inferioridad recurriendo a fantasías mágicas. En otros casos, el sentimiento de
incapacidad para enfrentarse con los problemas que plantea la vida y realizarse, puede dar
lugar a que el sujeto adopte actitudes de hostilidad y de agresión frente a sus frustraciones de
trabajo, de amistad o de amor. En este caso, la figura del propio sexo puede aparecer con un
aspecto fuerte y amenazador, portando armas u objetos punzantes. Observamos dibujos con
esta particularidad en sujetos parados o despedidos de las empresas y en estudiantes
universitarios que estaban realizando tareas muy inferiores a su titulación.
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LA D IR ECCIÓ N EN Q U E MIRAN LA S FIG U R A S
Generalmente, las figuras dibujadas se las coloca de frente o de perfil. Cuando se las
coloca de perfil, la figura puede estar mirando a la derecha o mirando a la izquierda. Esta
orientación de los DFH es un indicador de las vivencias y tendencias predominantes en el
sujeto: En las figuras mirando a la izquierda, el sujeto nos muestra su interés por el pasado, su
memorización de las experiencias vividas, su introversión, sus vivencias infantiles y la influencia
de la imago materna.
Las figuras con perfil mirando a la derecha, nos muestran el interés por la comunicación
con el mundo externo, la actitud sociable, la extraversión, la actitud de lucha y enfrentamiento
con los problemas vitales, la ambición de "ser" y de "poseer", la superación, el camino hacia el
éxito y la imago del padre.
La izquierda representa "lo que se fue", las experiencias vividas, los recuerdos, las
imágenes anticipadoras de confianza o de peligro para el Yo, la reflexión coartativa o prudente
de cara a la acción. En cambio, la mirada de las figuras hacia la derecha, representan "lo que
se puede lograr", la iniciativa innovadora, lo que podemos cambiar y adaptar a nuestros
deseos para evolucionar, la voluntad al servicio de la acción y de la ambición y a menudo, el
afán de "poder" y "dominación" adleriano, la marcha hacia delante.
El dibujo de las figuras de perfil es más frecuente en los hombres que en las mujeres (63,4
% en los hombres y 34, 9 % en las mujeres, según nuestras estadísticas realizadas en 1974).
Cuando en la vida del sujeto, las tendencias y deseos se han visto seriamente
obstaculizadas o frustradas, puede producirse una "regresión", una marcha hacia atrás, hacia
estadios en donde el sujeto se ha sentido más "cómodo", más "protegido" contra los
problemas. Esta vuelta atrás, es como un repliegue, más o menos narcisista, en el que el
sujeto se recluye en las vivencias del pasado, en cuyo caso se observar el desplazamiento de
las figuras hacia la izquierda y abajo del papel, la pequeñez en el tamaño, muchos retoques,
borraduras en el propio rostro y otras anomalías en manos y pies.
Las figuras completas, vistas de frente, son un indicador inconsciente del modo como
cada sujeto ve y asimila el mundo que le rodea, cómo se siente valorado dentro de ese mundo
y cómo lo juzga. En tal sentido, la expresión del rostro y la actitud del cuerpo, serán los
principales indicadores. A través del dibujo del rostro y de la actitud postural del cuerpo, puede
verse el "rol" que juega el individuo dentro de su ambiente. El sujeto puede adoptar una actitud
comunicativa o desconfiada, una actitud ingenua, exhibicionista, defensiva, simuladora, de
madurez, de rechazo, de evasión, etc.
Así como los dibujos de perfil se dan más en el hombre que en la mujer, los dibujos de
frente son más frecuentes en las féminas. El 57'7 % de nuestros protocolos en que aparecen
figuras dibujadas de frente, corresponden a mujeres. En los DFH femeninos dibujados de
frente, con frecuencia, las manos aparecen colocadas en los bolsillos o a la espalda y las reas
sexuales separadas por líneas simulando faldas, por cinturones, adornos del vestido, blusas,
sweters u otros, indicando problemas sexuales o culpabilidad sexual inconsciente, pues, a
pesar de la libertad sexual existente hoy, persiste en el inconsciente, la etiqueta bíblica de la
"prohibición", bajo pena de expulsión del paraíso.
Como hemos dicho antes, la expresión de los rostros dibujados, la dirección de la mirada,
la actitud de movimiento o pasividad del cuerpo, el modo de tratar las manos y otros detalles,
nos reflejar n los problemas actuales que el sujeto tiene con su ambiente. Podemos deducir, a
pesar de algunos "actos fallidos" (retoques, intentos de corrección, sombreados, etc.), si el
sujeto se siente feliz, si le acompaña la desconfianza, la tristeza, la agresividad, el temor y
otras múltiples expresiones que cada sujeto puede proyectar inconscientemente en sus DFH.
040-DYP
En todos los DFH son normales las pequeñas desproporciones o desigualdades en las
diversas partes del cuerpo. Por ejemplo, en los ojos, cuando la figura es vista de frente, en las
manos, en los brazos, en las piernas, pies, etc.. Sin embargo, cuando la neurosis o los
conflictos en determinadas áreas del cuerpo están presentes en la personalidad del dibujante,
cuando este sufre dolencias o anomalías en determinada zona de su organismo, estas
afecciones psíquicas u orgánicas que producen malestar, suelen manifestarse en los DFH en
forma de deterioro, de debilitación, encogimiento, desigualdad o asimetría importante.
Cuando estas anomalías aparecen en el lado derecho de las figuras, los conflictos pueden
deberse a la relación del Yo con el trabajo, a la relación del Yo con el Tu o a la relación del Yo
con el otro sexo.
Cualquier forma de asimetría, distorsión o anomalía de un lado en relación con el otro en
los DFH, puede ser, cuando menos, un indicador de reacciones inadecuadas que disturbian al
sujeto en un área determinada de su personalidad y que pueden tener repercusión en las
relaciones del Yo con el otro sexo, en el trabajo o en la relación con los demás en la vida
social. Cualquier anomalía de un lado de la figura con respecto al otro, es reveladora de que
algo no va bien en la personalidad del autor del dibujo.
Hay que tener en cuenta que, muy frecuentemente, el aspecto externo del sujeto no
denuncia con facilidad sus estados psíquicos anormales. Las neurosis y otros conflictos están a
veces encubiertos, camuflados, tras los hábitos de educación o simulación de normalidad y tras
apariencias de lujo en el modo de vestir, pudiendo, incluso, pasar desapercibidos en las
entrevistas, si no se dispone de gran experiencia para detectarlos.
Los signos externos denunciadores de neurosis y conflictos, son con frecuencia los
siguientes: sudoración excesiva de las manos, sacudidas nerviosas involuntarias, tamborileo de
la mesa con los dedos de la mano, rascarse con frecuencia la nariz, adoptar posturas rígidas
del cuerpo, tener las manos con los dedos cruzados, tomarse las manos con los pulgares
escondidos, la aparición imprevista de tartamudez, los tic nerviosos, facilidad para sonrojarse y
un largo, etc.
Hay que tener en cuenta que las neurosis son actitudes de defensa y el sujeto que las
padece, busca inconscientemente una "seguridad". Por tanto, cuando alguna de estas
preguntas roza un complejo que se desea ocultar o un síntoma del cual el sujeto desea
liberarse, la reacción ante las preguntas puede ser inadecuada o la negación de lasmismas.
En cuyo caso, el sujeto no desea sentirse descubierto.
Las asimetrías se observan con frecuencia en los adolescentes de ambos sexos que
sufren tensiones y conflictos derivados de la "edad critica".
El problema psicológico es más grave, si el sujeto olvida dibujar detalles tan significativos
como el pelo, los ojos, la nariz, las manos, etc. en cuyo caso puede estar dentro de un estado
patológico profundo.
041-DYP
E L ENTORNO O A M BIEN TE Q U E RODEA A LA S
FIG U R A S
Algunos sujetos encuadran las figuras en un determinado entorno. Este entorno o
ambiente puede estar representado por un paisaje campestre a base de árboles y montañas;
puede ser una playa con o sin barcos a la vista, un camino solitario, la parada de un autobús,
dentro de una habitación representando una escena familiar, etc.
Para interpretar el ambiente donde se enmarcan las figuras se debe tener en cuenta dos
cosas:
a) La actitud de movimiento o quietud de las figuras. Las figuras pueden estar andando,
paseando; pueden estar de pie y quietas, sentadas en un banco, subiendo una montaña,
bajando por un camino, acostadas en la playa o al pie de un árbol, pueden estar de frente, de
perfil o de espalda, etc.
En algunos casos, el entorno dibujado, puede indicar la importancia que el sujeto concede
al aparato externo.
8[5] El "tipo persona", según Jun, es el sujeto que vive tiranizado por los principios morales, sociales o
religiosos, por las disciplinas y normas de trabajo, por las obligaciones contraídas (generalmente pocas,
pues las rehuye en la medida que le es posible) y cuya conducta quiere ser impecable, bien vista, digna y
profesionalmente encomiable.
En los DFH de adultos, rara vez se dibuja entorno a las figuras. Es más, cuando este
aparece, y las figuras están en movimiento, cabe pensar en una vida de fantasía demasiado
absorbente. A menudo, tales dibujos, presentan gran prolijidad de detalles y ello indica un gran
caudal de pensamiento ideativo, como compensación, quizás, a que el ambiente que vive el
sujeto pesa como un lastre sobre él y lo arrastra en forma de sentimiento de inferioridad. Pero
también puede suceder que el sujeto se sienta como un superhombre con respecto a los otros,
aunque no tenga un rol directivo dentro de su entorno.
En general, los adultos indican el entorno con una mera línea que sirve de soporte, de
suelo, en el que apoyan las figuras. En cambio, los niños y las personas inmaduras, suelen
enriquecer el entorno de las figuras.
En los adolescentes, dice Karen Machover, las figuras suelen aparecer en paradas de
autobús, en cruces de calles y en general en temas de transporte, como expresión de su
estado de ánimo inestable y transitorio.
Los que dibujan lunas, suelen ser sujetos absorbentes, pasivos, soñadores y
contemplativos, si las figuras no tienen movimiento. Si las figuras están quietas y algo
desplazadas a la izquierda del papel, se sienten vinculados a la madre o hacia lo materno y
femenino, hacia lo bohemio y poético y tienden hacia lo oscuro y enigmático.
9[6] Dibujar estos elementos de la naturaleza y del firmamento en el entorno de las figuras, no es
frecuente. Creemos que se debe a que la mayoría de nuestros jóvenes, al vivir inmersos en un mundo
muy mecanizado, artificial, cargado de aparatos eléctricos o electrónicos, saturados por la tecnología
moderna y sustituyendo el contacto directo con la naturaleza, por el gimnasio o el deporte en lugares
cerrados, llegan a olvidarse que existe el sol, la luna, las estrellas, los árboles, las montañas, los ríos y
otros elementos externos que pueden acompañar a sus DFH y por eso no los dibujan. En este sentido
nos diferenciamos mucho de nuestros abuelos.
Este olvido del entorno natural en el dibujo de los DFH, me recuerda la anécdota de un amigo nuestro,
hombre muy culto, conocedor profundo de toda la mitología griega y de los poetas y filósofos antiguos y
modernos. Se me quejaba un día que su nieto admiraba a Picasso, a Braque, a Kandinski, Matisse Miró y
otros artistas pintores y poetas de vanguardia; amaba también el jazz y el rock. Prefería beber el agua
embotellada, que acompañarle a beberla directamente del manantial de su finca. Era incapaz -y esta era
su amargura-, de aguantar entera cualquier obra de Bach, de Haendel, de Beethoven o Mozart. "Y ya ves,
me decía, no se trata de un muchacho inculto. Está de Profesor en la Universidad". Y es que, la diferencia
de gustos y de hábitos de vida es muy distinta entre los abuelos de antes, y los nietos de ahora.
Al comentar las respuestas de claro-oscuro (las Hd, en el test de Rorschach) hablo de los
dos caminos que pueden seguir las emociones. Si estas eligen su expansión a través del
sistema nervioso central, adquieren calidad motriz o psicomotriz y se traducen en impulsos,
gesticulación, palabras o acción. Pero si eligen, por h bito, el camino del sistema nervioso
vegetativo, se ahogan en el interior adoptando una expresión visceral, vascular o endocrina
que genera los estados de angustia y ansiedad, es decir, los estados de sufrimiento, de
inquietud, de inseguridad, etc. El dibujo de nubes sombreadas, se acerca mucho al significado
de las "Hd" de Rorschach y reflejan una forma de manifestar el sujeto cualquier tipo de temor,
amenaza o peligro, real o imaginario, presente, pasado o por venir.
Esta angustia o estado de ansiedad, puede diluirse, si las figuras están bien asentadas,
equilibradas y sin distorsiones.
La angustia representada por los sombreados en los dibujos, es como el dolor físico, una
señal de alarma cada vez que aparece un peligro. El sujeto puede hacer frente al peligro,
dominándolo, combatiéndolo o enfrentándose con él. Puede eludirlo camuflándose,
ocultándose o evadiéndose de él. Pero también puede recurrir a cualquier otro mecanismo de
defensa para liberarse de la angustia, tal como el desplazamiento, la sustitución, la
identificación, la realización imaginaria, la racionalización, etc.. Esto justifica el hecho de que en
la descripción de las historias sobre los personajes dibujados, no se corresponda, a veces, lo
que expresan las figuras con lo que se dice sobre ellas.
"De 5.000 examinados adultos, dice la Dra. Koppitz, el 87 % dibujó primero la figura de su
propio sexo. De 16 homosexuales manifiestos, 13 dibujaron primero el sexo opuesto. Ambos
hechos, sugieren que lo habitual es que un grupo no seleccionado de personas, dibuje primero
su propio sexo, y un grupo seleccionado de homosexuales dibuje primero el sexo opuesto". Sin
embargo, aclara la Dra. Koppitz, "ello no significa, evidentemente, que todo individuo que dibuja
primero el sexo opuesto, sea homosexual".
"He encontrado -sigue la Dra. Koppitz- las siguientes explicaciones para algunos de los
casos anteriormente citados: En los que la primera figura dibujada pertenecía al sexo opuesto,
se puede sospechar inversión sexual, confusión de la identificación sexual, intenso apego o
dependencia con respecto a otro individuo del sexo opuesto".
Nosotros hemos observado en 20 o más casos, que los individuos que estaban
fuertemente identificados con la madre y en clara dependencia de la misma, destacaban en la
fémina el dominio del mentón, ensanchaban los hombros y el tamaño de la figura femenina,
generalmente, era mayor que la del varón.
La homosexualidad, aún hoy, sigue siendo mal vista por un elevado número de personas
y esta es la causa por la que en muchos casos, no claros en el resultado de las pruebas, no
nos pareció correcto, en las entrevistas, preguntar directamente sobre esta cuestión a algunos
sujetos examinados. La incidencia de una homosexualidad oculta, en la mayor parte de
trabajos, suele ser mínima, si el sujeto mantiene un comportamiento discreto. Por otro lado,
siempre hemos sido partidarios de no llegar a conclusiones arriesgadas, como hacen algunos
autores. Colocar a una persona el cartelito de "homosexual", basándonos únicamente en
indicios tomados de las teorías psicoanalíticas, creemos que es una temeridad irresponsable,
sobre todo cuando nuestra experiencia, no es una experiencia clínica, sino una labor de
selección y de promoción de personal para los diferentes puestos de trabajo en las empresas.
Puede reflejar también escaso inter,s por lo humano o por las relaciones humanas. Es
frecuente en ciertos introvertidos, más interesados por los objetos concretos o abstractos, que
por las cuestiones sociales y humanitarias. Lo hemos podido comprobar en nuestra batería de
tests, concretamente en el "Test de intereses profesionales", por el bajo porcentaje en la
elección de profesiones humanitarias.
Normalmente, cuando las figuras están esquematizadas, se suele dibujar al varón con
líneas rectas y a la mujer con líneas curvas, aunque no siempre es así, sobre todo en el caso
de las figuras de alambre. (Ver otras interpretaciones en "Monstruos o figuras grotescas").
EN RESUMEN:
De una manera general, la figura que recibe más cuidados o se dibuja con mayor esmero
y atención en los detalles, suele ser aquella a la que el sujeto imparte mayor energía libidinal,
es decir, aquella que es fruto de su predilección, de su amor y admiración, la que atrae mayor
interés.
Las mujeres, suelen cuidar más el adorno de su propia figura que los hombres. Por eso,
en los DFH femeninos, observaremos, en la mayor parte de casos, un mayor cuidado en las
figuras que las representan. En la vida real, la mujer vive más pendiente de la peluquería, de
los maquillajes, de los vestidos y de la moda que el hombre. Por esta razón, carece de valor
psicológico que la mujer cuide más el dibujo de su propia figura que la de su opuesto.
Si la mujer descuida el dibujo de su figura y vemos que sabe dibujar, podemos deducir
que le falta seguridad en sus propios atractivos y renuncia al rol de seducción o influencia
sobre el sexo opuesto. Por el contrario, cuando la mujer dedica mucha atención y cuidado al
dibujo que la representa, nos está indicando la importancia que concede a su rol social como
mujer.
Para la mujer, realzar su belleza a través del peinado, del maquillaje, de los vestidos y de
las joyas es una necesidad que le impone la propia naturaleza. La hembra atrae, seduce,
cautiva y muestra así su "poder". El hombre combate, conquista, intenta ejercer su dominio,
pero en la ,poca actual, a veces muere en el intento y es la mujer la que decide.
En los juegos infantiles suelen diferenciarse los sexos. Los niños practican juegos rudos,
emiten gritos estridentes como los primitivos guerreros, esgrimen sables, pistolas y juguetes
agresivos, se revuelcan sobre el barro y se atacan los unos a los otros en sus representaciones
guerreras. En cambio, las niñas, rara vez se ensucian los vestidos, cuidan de su tocado, y
hasta ahora, pese a los cambios educacionales, siguen jugando con muñecas y haciendo el
papel de mamás.
Estos arquetipos o vivencias del inconsciente, difícilmente pueden ser borrados de los
genes hereditarios, pues constituye una herencia atávica que forzosamente seguir influyendo
en el comportamiento, a pesar de los esfuerzos de las feministas por reivindicar su derecho a
ser como el varón. La igualdad ante la ley y ante los derechos humanos es justo que la alcance
la mujer y que luche por ello, pero mientras el hombre tenga pene y la mujer vagina, la igualdad
no ser posible y no me refiero a la superioridad de un sexo sobre otro, que actualmente está a
favor de la mujer, sino al papel que, dentro de la Naturaleza, corresponde a uno y otro sexo.
043-DYP
E L MOVIMIENTO EN LA S FIG U R A S
En los DFH, debemos distinguir entre el contenido intencional, representado o manifiesto
(lo que hacen o representan las figuras, según la historia o descripción que el sujeto hace de
las mismas) y el contenido real, latente o estructural, que se refiere al modo como está
realizado el dibujo, que no siempre coincide con lo que explica el sujeto.
Normalmente, cada sujeto ha querido comunicar algo en su dibujo. Ese "algo", puede
estar relacionado con su rol familiar, social o profesional, con lo que el desea, con lo que el
"quiere ser" o "tener" y que, a veces, no tiene. Expresa también sus temores y preocupaciones
y sus conflictos emocionales en relación con su pareja, o consigo mismo. Todo esto, lo
podemos deducir del relato o historial que nos hace sobre la pareja.
Pero, una cosa es lo que el sujeto cuenta en su versión sobre las figuras dibujadas, y otra
cosa puede ser lo que expresan realmente sus DFH. Lo que el sujeto intenta representar en el
dibujo, puede hacerlo de dos maneras:
a) dando a las figuras aspectos quietos o de "flexión" (figuras quietas, encogidas,
sentadas, acostadas, con las piernas y los brazos pegados al cuerpo, etc.), y
b) dotando a las figuras de movimientos de extensión, es decir, en actitud de
desplazamiento, en posición erguida, con los brazos extendidos, andando, saltando, en actitud
agresiva, etc. .
En el primer caso, si las figuras no tienen movimiento, la actitud real del sujeto es pasiva,
sumisa, y puede estar impregnada de un tono depresivo o disfórico, de desilusión, de renuncia
o resignación.
Cuando las figuras están en movimiento, con rostro animado y los brazos y las piernas en
extensión, reflejan actividad, lucha por la vida, ambición, deseo de vivir, extraversión, etc.
Por tanto, una tarea importante, es aquella de cotejar las historias o relatos que el sujeto
hace de las figuras dibujadas y comprobar, si el tipo de quietud o de movimiento de las figuras,
se corresponde con la acción que a las mismas se les atribuye en cada historia.
Las disociaciones y contrastes de este tipo, son casi siempre fruto de mecanismos de
defensa inconscientes de tipo esquizoide, frente a ansiedades persecutorias, pero no en todos
los casos debemos ver un síndrome patológico en la divergencia de movimiento de las figuras.
Puede tratarse, algunas veces, de síntomas de incomprensión, desavenencia y conflictos en la
pareja.
La persona pasiva, suele sentir cierta aversión a todo esfuerzo extra por remontar
problemas, obstáculos y dificultades, puesto que combatir contra otros o contra la adversidad,
puede llevarle a situaciones incómodas que no desea tener. El sujeto no quiere moverse
peligrosamente en órbitas distintas a las que le son habituales y mucho menos enfrentarse con
coraje contra aquello o aquellos que le perjudican o le están defraudando.
No ser raro encontrar, en los sujetos que dibujan sus figuras quietas y encogidas (brazos
y piernas pegados al cuerpo), una actitud de expectativa, de desconfianza, incluso de rigidez
defensiva y lentitud de adaptación, fuera de los ambientes en que se sienten seguros.
Como en las respuestas del tests de Rorschach, las figuras quietas o en flexión, suelen
darse en sujetos con tendencia depresiva o en estado de regresión, como consecuencia de
una evolución defectuosa.
Las figuras trazadas con líneas firmes y seguras, sin distorsiones, dando a los DFH un
aspecto más o menos armónico y equilibrado, corresponden a sujetos sanos, dinámicos, con
gran vitalidad, optimismo, seguridad y confianza en resolver dificultades o situaciones
adversas. Este tipo de individuo, se marca objetivos y los cumple, resiste las presiones y
oposiciones con valor y es fiel a sí mismo.
Las figuras trazadas con líneas débiles, vacilantes, inseguras, con retoques frecuentes y
poco coherentes, aunque tengan movimiento, señalan a los sujetos débiles o enfermizos cuyos
recursos de energía se agotan pronto y por debilidad de carácter no pueden resistir los
embates de la vida y adoptan la actitud sumisa, claudicante y pasiva.
044-DYP
045-DYP
P O S T U R A S Y A C T IT U D E S DE LA S FIG U R A S
Las posturas de las figuras, indican generalmente, la actitud afectiva más frecuente del
sujeto frente a las personas de su entorno.
La Dra. Romano ha observado este signo en personas que huyen ante una tarea que no
desean realizar, que podría ser la misma prueba, en algún caso. El hecho de "dar la espalda",
sugiere alejarse de los demás, huir de algo que no gusta, de algo que no se quiere ver, o que
no se quiere participar, es un intento de ocultamiento. El origen de esta actitud puede estar, en
la ocultación de acciones o deseos, o en el miedo a ser acosado o atacado.
En cualquier caso, el sujeto tiene que cubrirse con el disimulo, la insinceridad o la
ocultación. Esto supone mantener un estado constante de precaución, de cautela, con respecto
al pensamiento y las maniobras ajenas, lo que supone vivir en una situación interna de alerta y
de tensión que le hace consumir gran cantidad de energía. Por esta razón, la capacidad de la
atención y concentración en los estudios o en el trabajo, puede sufrir mermas más o menos
importantes cuando se producen estos casos.
10[1] El término "objeto" en psicoanálisis, es todo cuanto está fuera del sujeto: tanto las personas como
los objetos externos.
11[2] Sobre el instinto o deseo de poder y dominio, tenemos variados ejemplos en el campo de la política,
tanto en España como en el resto de los países. El afán de regir y dirigir, de ocupar puestos de poder, tan
magníficamente descritos por Adler y por Bychowski, hace olvidar a ciertos políticos que la misión de los
"auténticos gobernantes" es resolver los problemas y dificultades de su país y no, exclusivamente, los
intereses propios y los de partido. Si algunos de ,estos políticos fueran más conscientes y consecuentes
con su "rol", en vez de gastar su tiempo y su energía en combatir a otros políticos y a los partidos rivales,
sin solucionar nada, tal vez, si dedicaran su atención a buscar acuerdos y colaboración para solucionar
los graves problemas existentes, posiblemente aumentaría su "credibilidad", su carisma, su liderazgo y
su posición ante sus electores.
12[31El complejo de castración y sus secuelas se descubre por los siguientes signos en los DFH:
• Empequeñecimiento y desplazamiento de las figuras hacia la izquierda y abajo (evasión, retirada,
huida, encogimiento).
• Omisión de la boca, de la nariz y de los ojos (culpabilidad, miedo a hablar, a ver, a meter la nariz).
• Manos seccionadas o no dibujadas (complejo de culpabilidad).
• Omisión de las piernas y de los pies (conflictos sexuales, angustia, inseguridad, sentimiento de
incompletud).
• Omisión del cuerpo. Se dibuja sólo la cabeza (perturbaciones emocionales, problemas de contacto,
angustia de castración).
El sujeto con complejo de castración, no funciona adecuadamente, tiene dificultades primero en la
escuela o academia, luego en la profesión. Está poseído por una "autoimagen negativa", por ideas
anticipadas de fracaso. Sólo puede hacer frente a los peligros o problemas de la vida ocultándose,
Si las figuras andan o pasean cogidas de la mano, puede ser un indicador de una
imaginación romántica, poética, con necesidades de tipo introversivo. Puede indicar también la
tendencia a proyectarse a sí mismo sobre cualquier persona o cosa por la que sienta
admiración. Si las figuras están bien resueltas, es indicio de un nivel estético, amoroso y ético
superior.
Cuando las figuras presentan anomalías, sombreados, distorsiones, desequilibrios, etc. el
deseo de expansionar y armonizar los afectos de amor, de amistad o de buen entendimiento,
pueden estar frustrados o en conflicto.
Hay que tener en cuenta "quien toma las manos a quién". Si es el hombre el que toma las
manos a la mujer, la figura protectora y quien lleva la iniciativa de posesión es el varón. Si el
dibujo está realizado por una mujer, y es el varón quien toma las manos de ella, esta quiere
sentirse acariciada, poseída y protegida como si fuera una gatita melosa. La expresión de los
rostros y el relato sobre las figuras lo confirmar.
Cuando el dibujo es de un hombre y es la mujer quien toma las manos del varón, este
expresa su deseo de apoyo y protección por parte de la mujer.
1.2. DFH donde la fig u ra fem enina se cuelga del brazo del v a ró n -
Si el dibujo está realizado por un hombre, es una clara expresión del deseo de dominar y
proteger a su partenaire (novia o esposa) Si es el hombre el que se cuelga del brazo de la
mujer, es que busca protección en ella, es decir, busca apoyo en la mujer. Puede desprenderse
de ,esta necesidad de apoyo un complejo de destete (retirada antes de tiempo o prolongación
excesiva del pecho de la madre). Las personas que sufren este complejo, se caracterizan por
un deseo de "posesividad exigente", por una gran sensibilidad a la frustración, por una avidez
excesiva y tiránica y por no querer desprenderse o renunciar a nada. Tienen miedo al
abandono y a la postergación, a sentirse marginados, a que no se les preste la suficiente ayuda
y atención. El sujeto quiere seguir dependiendo de la "imago interna" que tiene de la madre.
El complejo de destete, se da igualmente en el hombre que en la mujer y se revela por los
mismos signos. En la mujer, este signo puede indicar el "deseo de ser poseída" (Xandró).-
1.3. Figuras abrazándose
Los brazos y las manos, son los instrumentos u órganos externos de los que se sirve el
cerebro para manifestar el pensamiento, los deseos y la acción. Los brazos y las manos nos
permiten coger y retener las cosas que nos apetecen. El acto de abrazar, es de alguna
manera, rodear cariñosamente el cuerpo de otra persona aprisionándola como si la
quisiéramos retener a nuestro lado.
El dibujo de personas abrazadas, puede significar el deseo de retener a alguien (amigo o
partenaire) en un lazo amistoso de amor, incluso en forma de "posesión en exclusiva".
Si el sujeto que dibuja es casado, y la historia protagoniza al mismo dibujante, podemos
deducir una cierta armonía conyugal, un matrimonio armónico, feliz, bien avenido, o el deseo
de que se realice una relación amorosa positiva en la pareja. Si la historia no se corresponde
con el dibujo y el sujeto no se ha protagonizado en ella, puede ser un mensaje expresivo del
anhelo incumplido que tiene el sujeto de una unión feliz.
En la mayor parte de casos, hay que sospechar una actitud evasiva frente a la prueba. El
sujeto realiza una fuga frente a una situación que puede poner en ridículo su deseo de valía,
bien sea por temor a un fracaso que disminuya su deseo de "ser", de hacerse valer, o de
hacerse apreciar; bien por temor a no poder superar la nueva situación brillantemente. Recurre
al truco de la esquematización como medio de "salvar la situación" de modo airoso.
En el caso de dibujos originales, hay que reconocer cierto talento abstracto o quizá la
costumbre de esquematizar como medio de representación intelectual de contenidos
abstractos. Puede darse en sujetos dedicados a la publicidad o al arte. También puede ocurrir,
que el sujeto tenga una concepción abstracta, ya elaborada, sobre la vida de la pareja y
exprese de esta manera su forma de enfocar el amor y el matrimonio, en cuyo caso, lo más
probable es que sea un sentimental frustrado o fracasado.
De todos modos, creo oportuno citar aquí las tres etapas del desarrollo humano indicadas
por Henri Wallon con referencia a los "grafemas". Según Wallon, hay tres niveles en la etapa
evolutiva: a) el nivel "motor" que se refiere a las reacciones a base de excitaciones o de
simples descargas de la motricidad; b) el nivel "perceptivo" en que el sujeto es capaz de copiar
sobre el papel el objeto o modelo que tiene delante; y c) el nivel "representativo" en el que ya
hay una evolución intelectualizada que permite al sujeto reproducir objetos anteriormente
percibidos y crear en torno a ellos nuevos modelos o combinaciones de ellos.
EN RESUMEN:
Las posturas de las figuras en los DFH sugieren, normalmente, alguna clase de tensión
cinestésica o de movimiento. La expresión de los movimientos posturales y gestuales del
cuerpo, de la cabeza, de las manos, pies y piernas, nos proporcionan información acerca de
nuestra vida afectiva y de nuestro equilibrio psíquico y emocional.
Los dibujos que sugieren movimiento : figuras andando, corriendo, moviendo el cuerpo,
los brazos, las piernas y los mismos rasgos faciales, nos indican, de alguna manera, el impulso
a la actividad motora, el dinamismo, la necesidad de alcanzar la satisfacción o el alivio de las
tensiones, a través de la acción. Los sujetos inquietos e inestables, los hipermaníacos y los
coléricos, dibujan figuras más o menos dinámicas o en movimiento.
Por el contrario, las figuras quietas o inmóviles, con impresión de "rigidez”, corresponden a
individuos con hondos y serios conflictos que bloquean su capacidad de respuesta, la
adecuada reacción a ciertos problemas o acontecimientos externos, o a situaciones no
previstas. Esta barrera entre el sujeto y su entorno, no es otra cosa que una "coraza defensiva"
para protegerse contra la "inseguridad", coraza a veces sumamente frágil, a pesar de los
camuflajes con los que se intenta ocultar.
La rigidez de las figuras, es un indicador de la incapacidad que tiene el individuo para
cambiar de pensamiento o de actitud, cuando las condiciones o situaciones externas lo exigen.
La rigidez supone un modo de comportamiento inapropiado. Es, como hemos dicho antes, "una
coraza defensiva" que el sujeto interpone entre él y su mundo circundante para no perder "la
seguridad".
Por el contrario, la movilidad de las figuras, es la capacidad que tiene el sujeto para
moverse, adaptarse y cambiar de actitud, de acuerdo con las exigencias del entorno, sin
perder, necesariamente, su individualidad, sus convicciones internas. Este ajuste a la realidad,
supone una mente y una psique sanas, una descarga natural de las tensiones, incluida la
satisfacción sexual.
Las figuras sentadas o en flexión, suelen expresar un bajo nivel de energía o un estado de
agotamiento que impide al sujeto enfrentarse con resolución, ánimo y valor, a los problemas y
dificultades que tiene delante y que le presionan con más o menos angustia. Lo mismo
podríamos decir sobre las figuras inclinadas o que parece van a caer de lado, a las cuales
habría que añadir la sensación de "derrumbamiento moral o fracaso" que se desprende de esta
postura.
046-DYP
Cuando las figuras están desparramadas por la página de manera que no hay sitio para la
cabeza, los brazos o las piernas y los dibujos quedan incompletos por esta causa, es un
indicador siempre de inmadurez. Es como si el sujeto hubiese quedado "fijado" a etapas
anteriores de desarrollo que impiden la evolución mental y afectiva adecuada. Se observa en
estos individuos la persistencia de actitudes infantiles y del pensamiento mágico, por lo que no
encuentran fácilmente la adaptación, sin sufrimiento, a las necesidades de la vida adulta.
Estas deficiencias pueden ser causa de deterioros de conducta y dar lugar a tendencias
patológicas y delictivas.
Según la Dra. Koppitz "la pobre integración de las partes de las figuras puede ser un
indicador de tendencias predominantemente agresivas, sea por defensividad o por creer el
sujeto que el entorno le es hostil".
El significado de las figuras "rotas" o con partes mal integradas en las figuras, se
incrementa negativamente, si el dibujo presenta fuertes asimetrías en las extremidades, en
cuyo caso, la agresividad es tan impulsiva que el sujeto coordina difícilmente sus movimientos
(torpeza motriz, explosividad de carácter). Estos sujetos pueden volverse abiertamente
agresivos cuando los frustran.
Según Bender, las partes de las figuras cortadas o interrumpidas, por ejemplo, cuando no
empalma el cuello con el tronco o el tronco con las piernas, puede ser un indicador de
incapacidad para completar tareas y enlazar las ideas con los sentimientos y estos con los
impulsos instintivos o con la acción. La ansiedad y la incertidumbre, dificultan al sujeto para
encontrar salida a sus conflictos o situaciones interiores, lo que se traduce por una
comunicación inhibida, tartamudeada, en las manifestaciones afectivas.
047-DYP
L A S O MIS IO NE S
Las omisiones del cuerpo, dibujando sólo la cabeza, o las omisiones de partes del cuerpo,
como los brazos, las manos, los pies y algunos detalles del rostro, como puede ser la nariz, la
boca, las orejas, las pupilas, etc. se han interpretado por diversos autores como un indicador
de evasión de aquellas partes del cuerpo que producen al sujeto angustia o conflicto. El sujeto
no quiere enfrentarse a situaciones relacionadas con la parte o partes del cuerpo omitidas ante
las que no sabría como reaccionar.
Las omisiones, podemos considerarlas como un mecanismo de defensa inconsciente
frente a deficiencias orgánicas que para el sujeto son un "tabú o el reconocimiento de una
minusvalía". Las omisiones, pueden estar vinculadas a sentimientos de culpabilidad, a
obstáculos, problemas, conflictos o a simples minusvalías orgánicas. Detrás de las omisiones
puede haber también actitudes de pasividad o algún problema sexual camuflado.
1. OMISIÓN DEL CUERPO. SE DIBUJA SOLO LA CABEZA DE LAS FIGURAS -
Esta particularidad, sólo la hemos observado en un 3 % de nuestros protocolos. No puede
considerarse como un signo de normalidad en los adultos. Puede esconder alguna anomalía en
la esfera emocional o en las relaciones del sujeto con su entorno. Sin embargo, no nos ha sido
nunca fácil darle una interpretación general a este signo. Lo hemos encontrado como indicador,
a veces, del deseo inconsciente de eliminar al partenaire, decapitándole, o de eliminarse a sí
mismo ante fracasos importantes o problemas difíciles de aguantar. El sujeto puede querer
ocultar malformaciones físicas, deformidades del cuerpo u otros complejos físicos que crean
sentimientos de inferioridad.
Los conflictos emocionales, en los casos de omisión del cuerpo, pueden señalar también
complejos de castración, sentimientos de incompletud, problemas de rivalidad, conflictos con la
autoridad paterna, complejos de inferioridad físicos y otros. El sujeto puede no querer dejar ver
de sí mismo y de su partenaire más que la cabeza, que representa la apariencia social, con lo
que puede ocultar también problemas de convivencia en la pareja.
Cuando en ambas figuras el sujeto dibuja únicamente la cabeza, podría indicar que el
sujeto no se atreve a un fracaso mayor dibujando el resto del cuerpo. Por otro lado, el rostro, es
la parte física que más vemos y más recordamos. Por tal motivo, la interpretación debe
buscarse, como en el caso anterior, en el relato sobre las figuras o en otras pruebas
complementarias.
2. LA OMISIÓN DE LOS RASGOS DEL ROSTRO
En algunos casos, la cabeza de las figuras aparece sin rasgos fisiognómicos, como si las
figuras no tuvieran cara. En otros casos, la cara aparece como "tachada" o emborronada por
múltiples trazos. Puede ser un indicador de vergüenza por algo que le impide al sujeto "dar la
cara a la sociedad", por lo que evita toda relación o compromiso social. Se evade para
mantenerse libre de problemas o acusaciones, para protegerse de cualquier hostilidad hacia su
persona (complejo de culpabilidad profunda). Mientras dibuja, da la impresión que lo que está
haciendo lo realiza por control remoto, de un modo automático, sin poner ningún interés, como
disgregado o desconectado de su mundo circundante, lo que entraña aspectos ocultos que
sólo se descubrir n indirectamente.
Cuando la cara aparece tapada o emborronada con múltiples trazos, es como un acto de
destrucción del Yo. El sujeto puede sentir vergüenza de sí mismo y se autoelimina. También
puede haber otras causas que le inciten a autodestruirse.
3. OMISIÓN DE LOS OJOS
Los ojos reflejan, no sólo las vivencias intimas de nuestro ser, sino que son también
órganos importantes de comunicación social, a través de los cuales descubrimos nuestro
afecto, sinceridad y lealtad hacia los demás. Omitir los ojos, es desear un aislamiento,
ocultarnos de los demás, no querer mostrar nuestros sentimientos y quizá nuestras culpas.
Puede ser que el sujeto que omite los ojos quiera negar u ocultar sus problemas, evitar
enfrentarse al mundo, aislarse y refugiarse en la fantasía. Puede ser también que tenga el
hábito de mirar sin ser visto: voyeurismo, en cuyo caso es un complejo de culpabilidad por
haber fisgado ciertas escenas, ocultándose sigilosamente.
4. LA OMISIÓN DE LA BOCA
En los casos que hemos observado, los dibujos donde se omite la boca, pertenecían a
sujetos que ofrecían características pasivas de dependencia-sumisión, de obediencia y
resignación. También lo hemos observado en sujetos tímidos con falta de comunicación,
incluso en casos donde los demás perjudicaban sus propios intereses (falta de coraje para
defender los propios derechos). En cualquier caso, refleja una actitud claudicante: cumple la
voluntad de quien manda sin rechistar (ausencia de boca).
5. LA OMISIÓN DE LA NARIZ
Es un indicador de algún problema relacionado con la sexualidad y con el concepto de
"virilidad" o masculinidad, como puede ser la dificultad del sujeto para afirmar su personalidad y
rechazar las presiones externas (complejo de castración). Como en el caso anterior, es
también un signo de retraimiento, de ansiedad, de timidez, de sentimiento de impotencia o de
inoportunidad (el sujeto teme estorbar la concentración o intimidad de otros y se abstiene por
coartatividad o por temor a que los demás piensen que "quiere meter la nariz en los asuntos
ajenos)
Esta conducta medrosa y retraída, supone también escaso interés social y represión de la
agresividad. Sentimiento de culpa por la masturbación (angustia de castración) o posibilidad
también de deficiencias o defectos en los órganos sexuales, como podría ser tener un pene
pequeño, lo que impide al sujeto tomar iniciativas y avanzar con aplomo en los objetivos a
alcanzar.
Por ejemplo, los "voyeuristas", a menudo omiten los ojos o los dibujan cerrados. Los
individuos con conflictos sexuales, omiten o distorsionan las áreas correspondientes al área
sexual o a la nariz. Los sujetos infantiles o inmaduros con necesidades orales, omiten los
senos en la figura femenina o dibujan los pechos muy grandes. En un estudio realizado a
veteranos de la segunda guerra mundial a los cuales se les había amputado las piernas, se
comprobó que, en general, omitían las partes inferiores del cuerpo.
"Los comentarios sobre lo que más cuesta dibujar, las borraduras, los sombreados y el
aumento de grosor de los trazos o la menor presión del trazado en determinadas zonas,
apuntan en la misma dirección que las omisiones y las distorsiones" (Machover).
048-DYP
Para muchos individuos, el "principio regidor de la vida", no es el placer, tal como afirma
Freud, sino "la perfección". Al sentirse imperfectos, se sienten ridículos, grotescos, o monstruos
e, inconscientemente, hacen en el dibujo una proyección de cómo se ven a sí mismos.
EN RESUMEN:
Toda deformidad caricaturesca, es un ataque resentido al propio Yo que se puede
proyectar hacia los demás, es una expresión de descontento o de rechazo de sí mismo. Esta
insatisfacción, suele ser el efecto de un Super-Yo castrante que domina, sojuzga y mantiene al
Yo esclavizado por unas exigencias regresivas impuestas por la educación.
A través de los dibujos caricaturescos, el adulto vuelve a ser niño y recupera, según
Freud, "el derecho a pasar por alto las limitaciones impuestas por las exigencias de la lógica,
dando rienda suelta a su imaginación".
Los síndromes patológicos los hemos recogido a través de diversos autores que han
trabajado en el campo clínico, entre otros, la Dra. Karen Machover, creadora del "Test de la
pareja humana", Dra. E. Koppitz, E.F. Hammer, J.H. Di Leo, L. Corman, Ada Abraham, L.
Caligor, Dra. Romano, etc.
De acuerdo con estos y otros autores, se pueden considerar como signos patológicos los
siguientes:
e) Omisión de rasgos del rostro, de cuello, de manos, de pies, etc.; Dibujo de personas
con trajes acorazados o con escudos y en actitud defensiva; separación de las figuras
mediante líneas verticales o recuadros; dibujar solamente la cabeza y el cuello de las
figuras con expresión agresiva en la figura que representa al dibujante, una de las
figuras de espalda y andando en sentido contrario a la otra. Si coincide la figura que
da la espalda y "huye" con el sexo del dibujante, tiene distinto significado que si el
dibujante está representado por la figura quieta.
050-DYP
• Transparencias (se ve el cuerpo desnudo a través del vestido, olosórganos a través del
cuerpo).
• Ojos con mirada fija y agresiva, con boca enseñando los dientes.
En todos los casos, las interpretaciones se refuerzan si se detectan varios de estos signos
a la vez. En todo caso, si sólo se descubre alguno de los signos indicados, puede deducirse
que se operan en el sujeto reacciones disfóricas, ya sean esporádicas o permanentes. Según
la intensidad del signo, estas reacciones, serán más o menos perturbadoras del equilibrio del
sujeto.
051-DYP
LO S SIG N O S DE INHIBICIÓN EN LO S DFH
La "inhibición" es un proceso psíquico, voluntario o reflejo, en el cual se origina la
abstención, represión o detención de impulsos, deseos o inclinaciones a instancias del Super-
Yo, que puede ser más o menos rígido o tiránico con los "impulsos reprimidos".
La inhibición supone un retardo o suspensión de una función o el freno de una excitación.
Si aplicamos la inhibición a las funciones psíquicas y a la afectividad, este freno, oclusión o
represión, es un silencio impuesto a los deseos o necesidades de expansión, que hace difícil el
esfuerzo mental sostenido, el cual es frecuentemente perturbado por la fuerza de lo reprimido.
La inhibición disminuye la actividad psicomotriz y voluntaria y suele producir fallos de
memoria, de atención, de asociación de ideas, etc. El sujeto que padece inhibiciones psíquicas
importantes, se ve a veces reducido a la impotencia en situaciones más o menos tensionales y
estresantes, como pueden ser, por ejemplo, exámenes, acusaciones inesperadas, hablar en
público, etc. Las inhibiciones, suelen producirse a menudo como defensa frente a ansiedades
de tipo paranoide o depresivo. (Ver más detalles sobre este mecanismo psíquico en mi obra
"Diccionario").-
• Cara sombreada o excesivo detalle en los rasgos faciales y poco en las manos.
EN RESUMEN:
Ciertos individuos con tendencias compulsivas, tienen dificultad para acabar sus dibujos,
repasan las diferentes partes de las figuras una y otra vez, muchas veces ensuciando el dibujo
y dejándolo peor que estaba inicialmente. Esta búsqueda del perfeccionismo, nunca alcanzado,
refleja un escrúpulo enfermizo, una especie de tortura psíquica persistente, unida a un estado
de inquietud y duda que produce en el sujeto el miedo a hacer algo mal y a ser desvalorizado
por ello.
Otros sujetos impulsivos e inestables, hacen y dejan los dibujos de cualquier manera,
reflejando su falta de concreción, de organización, de precisión y previsión. Entre estos últimos
se encuentran algunos histéricos o histeroides con tendencias esquizoides.
052-DYP
L A S T EN D EN C IA S D E L IC T IV A S
En cuanto a las tendencias delictivas de algunos desadaptados sociales, la tendencia al
robo, es una de las más estudiadas. Por ejemplo, la Dra. Koppitz señala como posibles
tendencias al robo, los signos siguientes:
053-DYP
Si dividimos los DFH mediante una línea que separe las figuras en dos mitades o reas,
veremos en la mayor parte de casos, que una de las dos mitades es diferente de la otra, si el
dibujo está de frente.
Una mitad puede ser diferente de la otra en su dimensión, presión, forma, nitidez del
trazado, etc. hasta el extremo, a veces, de convertirse en una "asimetría" o desproporción más
o menos importante.
En general, todos los DFH acusan normalmente ligeras asimetrías entre la mitad derecha e
izquierda de las figuras. Sin embargo, en algunos casos, estas asimetrías o desproporciones
son muy acusadas y sintomáticas.
Sin llegar a la total simetría, que seria un signo patológico, tiene que haber entre la parte
izquierda y derecha de las figuras cierta concordancia para que el sujeto muestre un equilibrio
normal en sus funciones psíquicas y en su comportamiento. Todo signo de desproporción o
discordancia entre un hemisferio y otro, expresa la propensión, más o menos acusada, a que
escapen al control del sujeto, determinadas reacciones instintivas o emotivas.
Hay que observar también, mientras el sujeto dibuja, si su figura se construye de izquierda
a derecha (movimiento progresivo natural) o de derecha a izquierda, en cuyo caso el dibujo es
regresivo. En este caso último habrá que comprobar si el sujeto es zurdo.
Si el sujeto es de predominio derecho, el movimiento de derecha a izquierda indica una
fuerte tendencia regresiva de la personalidad que puede tener consecuencias patológicas
(Levy).
El psicofisiólogo francés Renato Zazzo, descubrió en sus investigaciones que los sujetos
con predominio del hemisferio izquierdo del cerebro y, por tanto, con mayor destreza en la
mano derecha, al dibujar las figuras de perfil, solían hacer el rostro mirando hacia la izquierda.
Por el contrario, los zurdos, en quienes dominaba el hemisferio derecho, y una mayor destreza
en la mano izquierda, dibujaban las figuras mirando hacia la derecha. Este curioso detalle, lo
hemos podido comprobar en algún caso, aunque también los sujetos no zurdos, suelen dibujar
figuras mirando hacia la derecha.
054-DYP
LA IN T ER P R ET A C IÓ N DE LA S H ISTO R IA S S O B R E LO S
DFH
Las historias o relatos, se refieren casi siempre, salvo raras excepciones, a dos
personajes, uno masculino y otro femenino, aunque se puede dar el caso que la pareja sea del
mismo sexo o que aparezca una tercera figura. En el caso del Test del árbol y la casa, que
también utilizamos en nuestra batería de tests proyectivos, al árbol se le asigna el rol masculino
y a la casa el rol femenino.
Cuando solicitamos al sujeto que nos haga una historia, sea del DFH o del " árbol" y la
"casa", le forzamos a elegir entre sus imágenes y vivencias, aquellas que mayor fuerza
emocional tienen y mejor representan sus estados interiores.
Como guía para la interpretación de las historias referentes a los DFH, debemos hacernos
las siguientes preguntas:
1. ¿Por qué el candidato ha elegido esta historia y no otra? El mecanismo de defensa en forma
de fantasías puede conducir al sujeto a enfatizar, glorificar, o darle categoría superior al
personaje con el cual se identifica. Pero también puede minimizar, criticar, disminuir su valor o
hacer una descripción ambivalente del personaje. Por tanto, hay que examinar cuidadosamente
las historias y valerse de la entrevista para aclararlas.
En las historias, la fantasía del sujeto puede mostrarnos a su Yo como un ser "fuerte",
"valiente", "constructivo", "esperanzado", "realizador", etc. Pero también puede darnos una
imagen de un ser "inhibido", "evasivo", "angustiado", "desorientado", "deprimido" o
"pasivamente resignado".
En resumen: Interesa conocer como ve el sujeto al héroe con el cual que se identifica y
cómo valora a su pareja o al sexo opuesto.
1. ¿Con qué héroe de su narración se identifica más o idealiza más? Lo mismo puede
ser la figura masculina que la femenina, independientemente del sexo del examinado.
2. ¿Qué relación existe entre los dos personajes? Pueden ser amigos, novios,
matrimonio, padre e hija, hermano y hermana, desconocidos, o personas del mismo
sexo.
3. ¿Qué relación existe entre cada personaje y su ambiente? Esta relación puede ser
social, profesional, deportiva, estudiantil, etc.
4. ¿Cuáles son las necesidades de cada personaje? Pueden ser económicas, sociales,
profesionales o de trabajo, afectivas, etc.
Tal como se indica en esta guía, conviene observar si los "héroes" de los relatos están en
buena relación con su ambiente, si dentro de su entorno se sienten seguros o inseguros,
triunfantes o fracasados, luchando o claudicando, felices o infelices; si confían en si mismos o
se ven pobres de recursos para enfrentarse a los problemas; si son optimistas o creen que
luchan inútilmente; si son dinámicos, activos y emprendedores o dejan pasar el tiempo
pasivamente sin afán de superarse; si se sienten frustrados en sus anhelos o tienen
esperanzas de futuro; etc.
La motivación de las historias, que viene indicado por el comportamiento del protagonista
principal y por sus necesidades orgánicas o psíquicas primordiales, ser un indicador del tipo de
necesidades que gravitan en cada individuo y el estado de satisfacción o insatisfacción en que
se encuentran estas necesidades. En las narraciones, queda frecuentemente reflejado cuales
son las necesidades más apremiantes (económicas, profesionales, morales o de
reconocimiento, amorosas, etc.) y con ellas el área donde se plantean los problemas que
abruman o no al sujeto.
En los casos que siguen, que pueden servir de orientación, hemos omitido, además de los
nombres los ejemplos gráficos por razones de confidencialidad:
CASO N° 1.- Fémina de 49 años, casada, con una hija también casada. Se dedica a sus
labores. Estudios elementales. Aficiones deportivas y grandes deseos de destacar socialmente.
Es la tercera de ocho hermanos, de los cuales sólo viven cuatro. El marido se dedica a
representaciones. Nos explica lo
Siguiente:
Durante su infancia vivió escenas muy violentas entre su padre y su madre. Su padre no
trabajó nunca, bebía mucho y llevaba a casa a sus amigotes. En la infancia vivió muchos
sustos. Una noche tuvo que saltar por la tapia para avisar a la Guardia Civil que su padre
quería matar a su madre. Odia a su padre porque hizo de su madre una mártir.
Un día, su padre vino a casa borracho e intentó agredir a su madre. Uno de sus hermanos
se lanzó sobre él y lo tiró al suelo, echándose sobre él. Ella le gritó: ¡mátalo!, ¡mátalo!”
La referida fémina, realizó un dibujo de la pareja humana (mujer en primer término, con
mayor tamaño que la figura del varón, en actitud agresiva y de espaldas a este, caminando
ambos en distinta dirección). Su relato sobre la pareja dibujada fu, el siguiente:
"Se trata de un hombre y una mujer. Son matrimonio. La edad de ella, unos 40 años y la
de él, unos 42. Han salido a pasear y han tenido una discusión. El se va por un lado, con cara
de machista triunfador y ella retorna a casa o se va casa de unos amigos. No son felices
debido al mal carácter de él, a su intransigencia, a sus reacciones impositivas y dominantes.
¿Cómo terminar la historia? Yo creo que deben separarse, a menos que él ceda y se comporte
de otra manera".
CASO N° 2.- Varón de 52 Años, casado, una hija. Se dedica a la venta, aunque su oficio
inicial es el de relojero. Es el menor de dos hermanos. Padre muy autoritario y castrante. Nos
dibuja una pareja en posición parecida a la anterior pero con cabeza y cuerpo más normales.
Las expresiones de los rostros son de enfrentamiento, de discusión. Dibuja los pies grandes en
ambas figuras y los brazos de la fémina más extendidos que los del varón. Hace la siguiente
historia de la pareja dibujada:
"Son novios y están discutiendo sobre un piso que desean adquirir para casarse. Ella es
oficinista y él Jefe de Ventas. Él tiene 25 años y ella 23. Desean casarse pronto. Son felices,
pero discuten con frecuencia debido a las posturas intransigentes y ambiciones excesivas de
ella, que sueña con una gran vida social y con grandezas. Él es más modesto y, en las horas
libres le gusta quedarse en casa y dedicarse a la investigación mecánica y perfeccionar cosas.
A ella le gusta salir. La historia terminar bien, aunque él tendrá que hacer muchos esfuerzos
para adaptarse a los caprichos y al carácter difícil de ella".
Como el lector habrá imaginado, el caso n° 2 corresponde al partenaire masculino
presentado como oponente del caso n° 1, es decir, se trata del marido. Como final de ambas
historias, diremos que el marido optó por marcharse al extranjero. Volvió al cabo de unos años.
Vivieron juntos una temporada y acabaron separándose definitivamente. Últimamente, ella
enfermó y, aún estando separados, él pasaba algunos días cuidándola y soportando lo "difícil"
de su carácter.
Ambas historias, son una viva proyección de los conflictos matrimoniales existentes entre
los dos contendientes. En ambos se da el caso de un padre frustrante, castrante, agresivo.
Pero, mientras la mujer "proyecta sus traumas infantiles" depositando en el marido sus
vivencias más amargas, sus experiencias dramáticas de la infancia., el esposo, también victima
de un padre muy dominante, exigente y agresivo, intenta canalizar por el lado humano y
positivo de la superación, aquellas heridas infantiles castrantes y minimizantes, dominando
objetos y perfeccionando cosas que le produzcan satisfacción, aún a costa de luchas interiores
y de renuncias importantes. Y, en efecto, ha logrado triunfar en su profesión y es un hombre
muy hábil y entendido en pequeña mecánica.
Es curioso observar como en esta pareja se cumple, en forma invertida, una de las
premisas freudianas, según la cual, generalmente se tiende a elegir como "partenaire" a
personas del sexo opuesto que, de algún modo, tienen algún parecido genético-caracterológico
con la figura paternal que representa mejor las necesidades inconscientes.
La mujer, en este caso, elige a un hombre que, de alguna manera, reúne las cualidades
psicológicas de la madre y sobre quien ella puede descargar su agresividad sádica. El marido,
por el contrario, hombre bonachón, paciente, resignado y más bien pasivo, elige como
"partenaire" a una mujer que satisface, inconscientemente, sus necesidades masoquistas.
Pero, ¿qué ocurre cuando los niveles de saturación de las necesidades han sido
desbordados? Se producen los mismos efectos que cuando se ha exagerado la satisfacción de
un apetito gastronómico. Además del malestar consiguiente, pueden producirse vómitos,
náuseas, ascos, repugnancias y desprecio a lo que antes era pura apetencia. Este matrimonio,
según confesión de ella siempre funcionó bien sexualmente. Pero acabados los momentos del
sexo, el fuerte deseo de dominio y control de esta mujer sobre su marido, la necesidad de
negar la dependencia de él, de someterlo y de descargar sobre él sus necesidades agresivas
sádicas, hacen que este hombre, dominado y controlado por la agresividad de su partenaire, se
sienta un simple instrumento al servicio de su pareja. Los ataques al marido, en el inconsciente
de esta dama, son una venganza sádica contra el padre, pero a la vez, hay un sentimiento de
envidia (envidia del pene). El ataque y el desprecio, son en esta mujer barreras o medios que
le sirven para mantener a raya los sentimientos depresivos y los sentimientos de culpabilidad,
ya que, "un objeto despreciado, no sólo se convierte en justificación para seguir atacándolo,
sino que no merece que se sienta culpa por él" (Segal).
El marido, por su parte, hombre paciente, pasivo y resignado, aguanta cuanto puede las
situaciones, pero cuando las agresiones han rebasado sus límites masoquistas de aguante y
resistencia, opta por aislarse en sus tareas de pequeña mecánica o por prolongar sus viajes
de negocio.
CASO N° 3.- Varón, 31 años, casado, dos hijos, Ingeniero Técnico Mecánico. Actualmente
trabaja como delegado de ventas de una casa de maquinaria. La empresa donde trabaja está
en plena suspensión de pagos. Contesta a un anuncio y es examinado para un empleo
bancario.
Dibuja una pareja completamente "rota" en los contornos, distorsionada, intentando subir a
un automóvil sin ruedas. Ocupando el espacio de la derecha se observa un edificio de siete
pisos completamente en estado de derrumbamiento. En los contornos de las figuras, no sólo
hay "roturas", sino también retoques frecuentes de líneas que dan un aspecto sucio a las
figuras y lo mismo en el automóvil y en la casa. La historia que hace sobre el dibujo es la
siguiente:
"Es mi esposa. Me recuerda el día que salimos con destino a un pueblecito, del cual era
yo Director de una empresa familiar. Estábamos recién casados. Tenemos 31 años yo, y 25
ella. Nos llevamos bien y me ha ayudado mucho a superarme. Nos ponen de mal humor las
discusiones familiares, aunque somos felices. Lo que más me ha costado dibujar es el coche".
En las pruebas realizadas, nos llama la atención el bajo C.I. (cociente de inteligencia) y el
simbolismo del dibujo en general. Temiendo algún deterioro de la personalidad, le aplicamos el
Test de Rorschach, a través del cual vemos la influencia depresiva que ejercen sobre el sujeto
los estímulos ambientales y el intento ineficaz de la inteligencia por ejercer un control sobre su
emotividad. A la vista de estos trastornos, le aconsejamos un tratamiento médico adecuado
que le ponga a flote. El sujeto no está en condiciones de afrontar un trabajo y aumentar con un
fracaso su actual deterioro.
CASO N° 4.- Varón, 21 años, estudiante. Vive con una mujer viuda de 40 años. Es el
mayor de 3 hermanos (los otros hermanos son féminas). Dibuja una pareja humana saliendo
de la iglesia en la que acaban de contraer matrimonio. Van del brazo y la mujer lleva un ramo
de flores. El DFH masculino representa a un hombre de unos 50 años, encogido y con
expresión atemorizada. El DFH femenino representa a una muchacha joven, erguida y de
amplio pecho, con expresión firme y decidida. Hace la siguiente historia de la pareja:
"Se trata de un marqués italiano que, durante la guerra, se casa con una aldeana de un
pueblo cercano a Nápoles. Presionado por la familia, abandona a la aldeana al terminar la
guerra y contrae matrimonio en Suiza con una condesa griega, de la cual enviuda. Siete años
más tarde, conoce en Paris a una estudiante de arquitectura (la misma carrera que hacia una
de sus hermanas) y se casa con ella. Al poco tiempo, se entera que su esposa es la hija de la
aldeana abandonada en Italia".
Después de una serie de preguntas durante la entrevista, nos explica que una de sus
hermanas, mujer muy atractiva y con mucho, éxito entre los hombres, estudia arquitectura. Esto
nos aclara el contenido incestuoso de la historia y la horrenda situación angustiosa que
produce en el sujeto la represión de los deseos sexuales hacia su hermana. Por otro lado, la
ternura excesiva recibida de la madre durante la infancia, por ser el único varón entre cuatro
hermanos, le ha inclinado a vivir con una mujer que le dobla la edad y que le hace de madre
protectora alimentando su narcisismo neurótico.
056-DYP
LA S P A LA B R A S R E F L E J A S EN LA S H ISTO R IA S
Otro aspecto interesante a tener en cuenta en los relatos o historias, en el Test de la
pareja humana y en otros tests proyectivos gráficos, es lo que llamamos en Grafología
"palabras afectivas" o "palabras reflejas", que afectan a los tres grandes aspectos de la onda
gráfica (*). Ciertas palabras en el texto de los relatos están cargadas de contenido emocional
para el sujeto que escribe.
Estas "palabras reflejas" se reconocen en el texto escrito por su especial fisonomía, por
haberse producido en las mismas algún aumento o disminución brusca de tamaño o ciertas
alteraciones o anomalías, como pueden ser, "retoques", "tachaduras", "distorsiones",
"sacudidas", etc..
En resumen: Interpretar las historias o relatos que se hacen sobre las figuras dibujadas,
es todo un arte que requiere amplios conocimientos y experiencia psicoanalítica. Y lo mismo
habría que decir con respecto a los fallos, errores, equivocaciones, los énfasis o mermas en
ciertas palabras o los accidentes de cualquier tipo observados en la onda gráfica.
Decía Emilio Mira y López --uno de los psicólogos más eminentes que ha tenido nuestro
país--, que "los exámenes grafológicos exigen mucho tacto, intuición y experiencia por parte de
los interpretadores, pues estos constituyen una especialidad en el campo psicotécnico. Puede
decirse, inclusive, que la Grafología vale lo que valen como psicólogos quienes la practican".-
"Toda intención -agrega el mismo Mira, en otro lugar -, supone una "in-tensión", un
movimiento neuro-muscular. Por tanto, todo propósito es expresado por el movimiento de los
nervios y los músculos que van a realizarlo".
Pero, si bien es cierto que tanto las historias como los movimientos gráficos que las
describen, pueden aportar datos muy interesantes sobre la personalidad del sujeto, incluyendo
sus problemas y conflictos, también es justo reconocer que sólo un estudio minucioso a base
de baterías de tests, morfopsicologia, técnica de la entrevista, etc. y una reflexión basada en
un estudio no precipitado, puede ponernos en disposición de emitir un psicodiagnóstico
acertado.
Y así muchos otros fenómenos relacionados con el hombre y su acontecer psíquico. Ante
esta complejidad de los factores internos y externos que influyen sobre nuestra personalidad
humana, el psicólogo debe ser consciente de la responsabilidad de sus conclusiones.
Y como palabras finales, diremos algo parecido a lo dijo el Prof. Eysenck en su obra
"Estructura y medición de la inteligencia"141(*).
Augusto Vels
EMMANUEL MOUNIER (II)
ANTONIO RUIZ
n°3
ANTONIO RUIZ
Edición para uso interno del I.E.M.
Prim era ed ició n : Noviembre de 1990
INSTITUTO EM M ANUEL MOUNIER
C/ MeJIila 10, 8? D
28005-MADRID
INDICE
1 .1 .- Autorretrato......................................................................................... 7
1.2.- Ser joven.......................................................................................................... 8
1.11.- Amistad............................................................................................................ 20
3.6.- Hospitalidad................................................................................................... 41
3.7.- Generosidad-avaricia................................................................................... 42
3.9.- Aislamiento.................................................................................................... 46
3.10.- Indiferencia..................................................................................................... 46
3.11.- Desconfianza................................................................................................. 47
3.12.- T risteza........................................................................................................... 47
3.16 - El riesgo.......................................................................................................... 51
3.20 - La libertad....................................................................................................... 54
1.1- Autorretrato
"Yo soy un montañés. Una mañana -sería maravillosa por todas las convergencias
y las sorpresas que la habrán hecho amanecer- os llevaré a un verdadero tago de mon
taña, cuando las rocas son una muralla de acero de las que cuelga la noche y cuan
do hacia el Poniente está ya el terciopelo y la animación tibia de un rostro viviente. Ya
veréis: ni una arruga en la superficie, una nitidez inhumana, pero el torrente ruge en
el fondo y, si miráis bien, en esta superficie no hay metal, ni espejo, sino la fina piel de
un ojo húmedo.
Si no fuera demasiado bello -y, por tanto, un poco pretencioso por mi parte el es
tablecer la similitud-, os diría que soy un poco de aquel agua. El más inseguro por tem
peramento, el más salvaje de gustos, soy, en resumidas cuentas, espontáneo, y he
cho para la contemplación distraída del cielo y de la tierra más que para los arranques
y los dogmatismos. Pero una linfa a la que no agria ninguna irritación, un linfático sen
tado en una butaca, una piel que no sabe moverse desde los ojos al mentón, desde la
boca a las orejas, y, sobre todo, un aspecto de estar poniendo siempre orden (mi es
critorio aparte: en esto es la naturaleza la que asoma). Y a os digo, un caleidoscopio:
agitadlo en todos los sentidos, siempre se producen figuras geométricas... Por aquí
debéis rodear si queréis llegar a Mounier, no el Mounier famoso, el Mounier que es un
pobre hombre como cad a cual, sino sencillamente Mounier o, mejor, Emmanuei, y no
el jefe de sección del personalismo.
-Ah!, al Mounier ordenador no lo aborrezco completamente; sí, es la iuz lo que le
gusta y no el reglamento; ya sabéis, la luz es la mirada y, ¿qué es lo que puede pedir
ayuda como ta mirada?, pero, en definitiva ese Mounier me molesta con sus gestos
correctos y, si queréis que os confiese un crimen, os diré que paso el tiempo ase
sinándolo en la sombra. No quiero conservar más que su mirada clara sobre un co
razón que los hombres me darán.. ." (1936, IV, 463-464).
"Lo que yo esperaba de la vida era encontrar personas... y sabía bien lo que esto
quería decir: encontrar ei sufrimiento. Siendo niño, de tos doce a los veinte años, yo
soñaba con lo que sueñan todos los niños por la noche antes de dormirse, o cuando
en los cam inos se llena uno de aire, de futuro y de esas canciones interiores. Ahora
bien, siempre era en el sufrimiento, me acuerdo muy bien: un accidente, una enferme
dad, un duelo, cuyo encuentro me imaginaba. Esto no disminuía de ninguna manera
la juventud, el frescor; por et contrario, me parecía que yo no podía figurarme la alegría
más que compartiendo el sufrimiento. No se trataba en absoluto de historias de cab a
llerías; sólo encontraba gusto por lo real en medio de estas circunstancias. El día, en
el momento de los ojos abiertos en que los sueños se retiran, era parecido..." (A Pau-
lette Ledercq, su futura esposa, 1 de septiembre de 1933, IV, 467).
"Bergson ha dicho que el arte era una manera virginal de pensar y de obrar. Inclu
so de mantener en sí mismo la llamita, la pequeña fuente que canta; una ilumina y cal
dea nuestar vida interior, la otra le da su frescor y su limpieza, su espontaneidad; ser
siempre ofensivo, agresivo con frecuencia ante la vida, abierto para recibir, compren
der, simpatizar, tenso para irradiar y darse, generoso, es decir, sobreabundante en
este doble movimiento de enriquecimiento y de expansión; en una palabra, crear siem
pre, en sí o fuera de sí, es el secreto de la juventud perpetua. La juventud, en este c a
so, se desarrolla con los años, que le aportan una plenitud cad a vez más rica. Y se lie
ga al umbral, a los ochenta y siete años, como el P. Pouget, amigo e inspirador de
Chevalier, o como su otro amigo, lord Halifax, con un frescor de alma que no conocen
nuestros veinticinco años balbucientes y titubeantes, o como Jam es: "No, no puedo
morir, pues empiezo a sentirme capaz sólo de vivir".
Esto no es filosofía... o bien es la mejor filosofía, la que parte de las reglas ocultas
dei alma donde se acurrucan, reconciliados, la verdadera Inteligencia y el amor..." (A
su hermana, Madeleine Mounier, 26 de noviembre de 1926, IV, 475).
"...Acabo de pasar dos horas con el amigo parisino de Georges. Hemos vuelto a
leer algunas de sus cartas en las que se expansiona con esa mezcla de travesura y de
pesimismo profundo que le hacía ser él mismo, con su visión dolorosa y apasionada
de la vida... -Esta conversación, este pasado removido, todas estas cosas palpitantes
de vida se iluminaban en el fondo de un pequeño café de la calle G ay-Lussac, en me
dio de unas personas anónimas cuyo cerebro está relleno de algunos billetes, una ba
rra de labios, el bridge de la tarde o el ligue del día siguiente. Cuanto más se vive, más
cerca de Pascal se vive: esta inquietud divina de las almas Insatisfechas, sólo cuenta
esto. Oh, los espíritus limitados, tas personas sentadas en una cátedra, en la tribuna,
en sus butacas, las personas satisfechas, los inteligentes, los u-ni-ver-si-ta-rlos...! Ya
ves, es necesario a cualquier precio que hagamos algo por nuestra vida. No lo que los
demás ven y admiran, sino la proeza que consiste en imprimir el infinito en ella" (A su
hermana, Madeleine Mounier, 12 de enero de 1926, IV, 486).
"...Se me olvidaba decirle, creo, que la tarde en que lo amortajé fui a escuchar Las
Bienaventuranzas de César Franck, mientras que cualquier otro espectáculo me
habría resultado insoportable... Ful al concierto como a una plegaria. Decirle lo que
sentí y comprendí en tres horas de tiempo me resultaría imposible. Como en un éxta
sis, con el alma desnuda como estaba aquella tarde, sentí pasar todo el problema hu
mano; tuve, se lo digo sin rodeos, como una alucinación de lo divino. El P. Franck me
había transmitido lo que él había ido a arrancar más allá de las estrellas.
Qué cierto es que ei sufrimiento nos abre los caminos de Dios. A pesar de lo irre
parable, estos días son de los más ricos; por adelantado, se los rechazaría; después
no se querría haber dejado de vivirlos..." (A Jacques Chevaiier, 25 de enero de 1928,
IV, 486-487),
"...Algunos días sabemos ser felices de una manera inconsciente y pueril: pero no
som os de los que esperan la felicidad de los acontecimientos, como una receta; esto
no es un sacrificio muy grande, pues sabemos muy bien que la felicidad no basta pa
ra ser felices.
Un día u otro hay que aceptar o querer la conversión que tenemos que hacer no
sotros, los cristianos hereditarios, de manera más violenta que cualquier otro; o acep
tar el prejuicio de la indiferencia, de descargarnos en cualquier momento del peso de
nosotros mismos, de esa exigencia obsesiva siempre herida que busca por todas par
tes un motivo siempre rechazado, y ser feliz con todos los hallazgos de la vida en nues
tra suerte, hasta llegar a las incómodas fecundidades del sufrimiento, porque la vida
sobrenatural florecerá cuando nosotros la aceptemos en solitario; o consentir con un
pequeño cristianismo de apaños y decepciones en el que nosotros nos embrollaremos
piadosamente en nuestros propios brincos.
Comprende que no se trata de austeridad en mí discurso, sino de sustituir una orien
tación del alma por otra hasta en la alegría. Hay mucho que corregir en cualquier vi
da, en la mía tanto como encualquier otra, y no nos quedamos fijos en un lugar más
que en la medida en que consentimos con ello. Si los acontecimientos que preparo se
resisten(l), estoy dispuesto a sacar tanto provecho de un exilio perpetuo en un pe
queño instituto de provincias como de una situación expuesta y activa; estoy dispues
to a guardar el tesoro aunque sea a través de las monotonías y las tristezas transfigu
radas. Péguy decía que la desesperación es el gran pecado porque la desesperación
(2) Mounier acaba de ser movilizado, lo que le obliga a renunciar a un sueño acariciado
largamente: la fundación en Chatenay de un lugar de convivencia de varios matrimonios.
Por otro lado, ha dejado atrás a su primera hija afectada por una enfermedad grave e
incurable, que la mantendrá en un coma profundo hasta su muerte unos años después.
obra. Yo intentaba volver a encontrar en las vivencias adolescentes, completamente
orientadas hacia lo imprevisible, el universo en que Francisca es la niña que posee
mos con toda nuestra alma en el paraíso (y qué importa si su sueño total se prolonga
un poco más o un poco menos), el universo en que debemos vivir nosotros, que per
sigue la eternidad y es presencia de Cristo, en el que todas nuestras decepciones dei
tiempo volverían inmediatamente a su sitio y todos los sufrimientos se transformarían
inmediatamente en ofrendas de alegría. Hacemos el ensayo a pequeños pasos. Sólo
nos queda ser cristianos a cuerpo descubierto, si no queremos zozobrar con todo..."
(A Paulette Mounier, su esposa, 17 de octubre de 1939, IV, 732).
"Para nuestros proyectos, existe el tiempo perdido: yo no recuperaré nunca este
retraso, no acabaré jamás este libro, etc., etc. Para ia fe y el abandono no hay más
tiempo perdido que el tiempo que yo pierdo porque le opongo ciertas negativas inte
riores (yo querría para tí Chatenay, yo querría para tí una Francisca sonriente, yo
querría para tí que no hubiera ningún despacho militar, yo querría para tí etc., etc.).
El menor desgarro que nosotros pongamos sin elocuencia vana, para fecundarlo, en
este inmenso crisol del Monte de los Olivos donde han venido a arremolinarse todos
los sufrimientos ofrecidos del mundo (y hay sin duda más de uno mal ofrecido), la me
nor molestia que nosotros soportemos en comunión con los que llevan algo parecido,
todo lo que ofrecemos a la esperanza nos traerá días más plenos que muchas situa
ciones que nosotros hemos soñado. El hecho de que no siempre sintamos su gracia
forma parte de su destino de momentos cristianos, que exigen su parte de tristeza y
de desolación... (A Paulette Mounier, su esposa, 10 de noviembre de 1939, IV, 734-
735).
"Bueno. La opinión de un médico es la opinión de un médico, ya lo sé. Y existen
milagros secretos. Pero cuando rechazamos cada día el milagro de la santidad, el úni
co que depende de nosotros, ¿cómo podemos pedir milagros gratuitos? Indudable
mente, es necesario que participemos de la permanencia de la Pasión en el tiempo,
en los hombres con los que me cruzo en la calle, en los burócratas de mi alrededor
que me exasperan y en esta mediocridad que deja instalarse en mí por otra cosa que
no sean artículos o "impulsos generosos". Yo no sé por quién trabaja esta carita po
bre y oscurecida, esta herida en nuestro costado que durará quizás años y años..." (A
Jéromine Martinaggi, 3 de marzo de 1940, IV, 751 - 752).
"...El último estado de Francisca ha creado una gran tristeza profunda que señalará
indudablemente el fin de mi juventud empírica. Pero la indesarraigabie esperanza se
agarra a sus últimos asideros y yo tengo la suerte de establecerme rápidamente en es
te estado, en el que uno se pregunta qué parte tiene el habitus cristiano, qué parte tie
ne la costumbre sin más y qué parte el temperamento. Y me inunda dulcemente una
nueva, una inmensa ternura hacia una niña herida, cuya imagen escondida sería nues
tra espera humana más hermosa para el más allá del tiempo..." (A Paul Fraisse, 8 de
marzo de 1940, IV, 752).
"...Qué sentido tendría todo esto si nuestra muchachita no fuera más que un peda
zo de carne hundido no se sabe dónde, un poco de vida accidentada y no esta blan
ca hostia que nos sobrepasa a todos, una infinitud de misterio y amor que nos des
lumbraría si lo viéramos cara a cara; si cada golpe más duro no fuera una nueva ele
vación, que es una nueva cuestión de amor cuando nuestro corazón empieza a estar
acostumbrado y adaptado al golpe precedente. Oyes la pobre voceclta suplicante de
todos los niños mártires del mundo y el pesar por haber perdido la infancia en el co
razón de millones de hombres que nos piden como un pobre a la vera del camino:
"Decidnos, vosotros que tenéis amor y las manos llenas de luz, vosotros queréis dar
también esto por nosotros".
Si no hacemos más que sufrir -experimentar, aguantar, soportar-, no resistiremos
y faltaremos a lo que se nos ha pedido. De la mañana a la tarde, no pensemos en es
te mal como algo que se nos quita, sino como algo que damos, para no desmerecer
de este pequeño Cristo que está en medio de nosotros, para no dejarle solo en el tra
bajo con Cristo...
...No quiero que perdamos estos días porque olvidaremos tomarlos por io que son:
días llenos de una gracia desconocida..." (A Paulette Mounier, su esposa, 20 de mar
zo de 1940, IV, 752-753).
"...Siento igual que tú un gran cansancio y una gran calma a la vez, siento que lo
real, lo positivo, es la calma, el amor de nuestra pequeña hija que la desborda, que sa
le de ella, vuelve sobre ella y nos transforma con ella; y siento que el cansancio se de
be solamente a que el cuerpo es muy frágil para esta luz y para todo lo que había en
nosotros de habituado, de "posesivo", con nuestra niña que se rompe lentamente pa
ra un amor más hermoso...
...Sólo nos queda ser lo más fuertes que podamos con la plegaria, el amor, el aban
dono y la voluntad de mantener la alegría profunda del corazón..." (A Paulette Mou
nier, su esposa, 11 de abril de 1940, IV, 753).
"...Nos encontramos en la misma encrucijada, como pobres niños, tan débiles co
mo siempre, con las piernas cansadas y el corazón fatigado y lloroso. Y la misma ma
no se pone sobre nuestro hombro, nos muestra toda la desgracia humana, todos los
desgarros de los hombres, los que odian, los que matan, los que hacen muecas -y los
que son odiados, los que son matados, los que son deformados por la vida y toda la
dureza de los propietarios-, y después nos muestra a esta niña totalmente llena de
nuestras imágenes sobre el futuro. Y esta mano no nos dice si nos la tomará o si nos
ia devolverá, pero, al dejarnos en la incertidumbre, nos dice: "Dadnos a esta niña por
ellos". Y dulcemente, juntos, corazón con corazón, sin saber si El la guardará o nos la
devolverá, vamos a dársela a El. Porque nuestras pobres manos débiles y pecadoras
no son suficientes para tenerla y porque sólo si la hemos puesto en sus manos tene
mos alguna posibilidad de encontrarla de nuevo, estamos seguros en cualquier caso
de que lo que ocurra a partir de ahora será bueno.
Así ocurre, ahora estamos en nuestra verdadera situación de cristianos.
Es muy hermoso ser cristianos por la fuerza y la alegría que esto da al corazón, por
la transfiguración del amor, de la amistad, de las horas y de la muerte. Y después, se
olvida la cruz y la noche de los Olivos . (A Paulette Mounier, su esposa. 12 de abril
de 1940, IV, 754).
"...Todos nuestros deseos de niño resisten, se desgarran, duelen: pero hay que de
cir con mucha claridad cuán fuertemente sentimos esos días en que entramos en nues
tra condición de hombres, con el sufrimiento transfigurado (el otro es feo, no es aquél)...
Uno de mis recuerdos más extraordinarios es el rostro con el que un día me anunció
X... la muerte de su hijo, de la que se había enterado hacía dos horas. Una especie de
alegría soberana sobre una conmoción total, pero que había dejado de ser conmo
ción, un rostro real y de simplicidad, de una simplicidad de niño pequeño. Ninguna
palabra sobre la alegría del sufrimiento cristiano hará comprenderla como haber vis
to una vez un rostro tal en un punto culminante de su destino. Pase lo que pase, éste
es el milagro que nosotros podemos hacer por nuestra pequeña, para merecer el mi
lagro que vendrá de todas formas puesto que lo pedimos con buena voluntad, sea el
milagro visible de la curación o el milagro invisible por el sacrificio de una fuente Infi
nita de gracia cuyas maravillas conoceremos un día. Nada se parece más a Cristo que
la Inocencia sufriente... (A Paulette Mounier, su esposa, 16 de abril de 1940, IV, 754-
755).
"...Mira cómo nos quieren. Mira la carta que me manda el bueno de Perroux. Yo le
he escrito especialmente porque guarda una gran fidelidad a san Francisco (su patrón)
y un corazón desbordante de generosidad.
¿Lourdes? ¿Lourdes? Estoy obsesionado con este nombre desde hace tres días.
Tener el corazón lo suficientemente sencillo para ponerse en comunión con todos los
que han creído en Lourdes. Si estuviera en la vida civil, creo que haría una locura y
que la llevaría a Lourdes para no razonar sobre ello, sin exigir el milagro material, si
no para ponerme en la fila y conocer en cualquier caso la alegría de ganar una niña
siempre enferma, la alegría de haber creído en la gratuidad de la gracia de Dios (y no
en su automatismo terapéutico), la alegría de saber que no se niega el milagro a quien
lo recibe por adelantado bajo sus formas crucificantes, incluso quizás en un plazo...
Sabes que Touchard tiene razón: Francisca está allí más presente que una niña en
cantadora y normal..." (A Paulette Mounier, su esposa, 17 de abril de 1940, IV, 755).
“...No hay nada que decir, sino que estemos más fuertemente que nunca unos con
otros. Vivimos contigo todos los minutos, ya lo sabes... La suerte de Francisca no es
ya un trueno en las esperanzas de verano, sino un eslabón fraternal de la gran des
gracia humana, sin la cual estaríamos un poco a la zaga.." (A Jacques Lefrancq, 11
de mayo de 1940, IV, 756).
"Presencia de Francisca. Historia de nuestra pequeña Francisca que parece desli
zarse por días sin historia.
El primer aprendizaje fue superar la psicología de la desgracia. Este milagro que
se rompió un día, esta promesa sobre la que se cerró ia ligera puerta de una sonrisa
tronchada, de una mirada distraída y de una mano sin proyectos, no, no es posible
que sea un azar, un accidente. "Le ha sobrevenido una gran desgracia": alguien ha ve
nido. era grande y no es una desgracia. No nos hemos echado sermones. No había
más que guardar silencio ante este joven misterio que poco a poco nos ha invadido
con su alegría. Me acuerdo de mis llegadas con permiso a Dreux. a Arcachon, con qué
angustia la última.. Sentía acercarme a esta cuna sin voz como a un altar, como a
algún lugar sagrado donde Dios hablaba como por un signo. Una tristeza penetrante
y profunda; profunda, pero ligera y transfigurada. Y alrededor de ella, una adoración,
no tengo otra palabra. Con toda seguridad, nunca he conocido de forma tan intensa
el estado de plegaria como cuando mi mano le decía cosas a esta frente que no res
pondía nada, cuando mis ojos se arriesgaban hacia esta mirada distraída, que lleva
ba lejos, lejos por detrás de mí, no sé que acto emparentado con ia mirada, un acto
que miraba mejor que la mirada. Misterio que sóio puede ser de bondad; me atreveré
a decir: una gracia demasiado grave, una hostia viva entre nosotros, muda como la
hostia, resplandeciente como ella. Estos últimos días leía a Bremond. Si toda plegaria
verdadera se fundamenta en la muerte de las potencias, sensibles, intelectuales y vo
luntarias, si la fina punta del alma del niño bautizado, como escribe no sé qué autor
espiritual, es puesta en el instante dei bautismo en comercio directo con la vida divi
na, ¿qué esplendores se ocultan en este pequeño ser que no sabe expresar nada a los
hombres? Le hemos deseado durante muchos meses que se marchara si tuviera que
quedarse así. ¿No es esto sentimentalismo burgués? ¿Qué quiere decir para ella “ser
infeliz"? ¿Quién puede decir que ella lo es? ¿Quién sabe si no se nos ha pedido que
guardemos y adoremos una hostia entre nosotros, sin olvidar la presencia divina ba
jo una pobre materia ciega? Mi pequeña Francisca, tú eres para mí la imagen de la fe.
Aquí abajo la conoceréis en enigma y como en un espejo...
...En esta historia, nuestra "desgracia" adquiría un aspecto de evidencia, una fami
liaridad aseguradora o, mejor, no es ésta la palabra, una familiaridad comprometedo
ra: una llamada que no denotaba ya fatalidad.
Uególa guerra y anegó nuestra desgracia en la gran calamidad común. Así sumer
gida, el peso se ha hecho más ligero. La guerra ha deparado a P. los momentos más
atroces de soledad y angustia en septiembre y en abril. Pero, a pesar de estos mo
mentos, esa guerra ha acabado de curarnos de la enfermedad de Francisca. Tantos
inocentes desgarrados, tantas inocencias pisoteadas; esta niña inmolada día a día
constituía quizás nuestra presencia en el horror del momento. No se puede solamen
te escribir libros. Es preciso que la vida nos arranque periódicamente de la estafa del
pensamiento, el pensamiento que vive sobre los actos y los méritos del otro.
Ahora que la amenaza de abril se ha alejado, ahora que parece que debemos con
tinuar juntos, Francisca, hija mía, sentimos que una nueva historia interviene en nues
tro diálogo: resistirnos a las formas fáciles de la paz firmada con el destino, seguir sien
do tu padre y tu madre, no abandonarte a nuestra resignación, no acostumbrarnos a
tu ausencia, a tu milagro; darte tu pan cotidiano de amor y de presencia, proseguir la
plegaria que eres tú, reavivar nuestra herida, puesto que esta herida es la puerta de la
presencia, permanecer contigo.
Quizás sea necesario que nos envidien esta paternidad titubeante, este diálogo inex-
presado, más hermoso que ios juegos habituales" (Conversaciones X, 28 de agosto de
1940, IV, 763-764).
"No es por su aspecto depresivo y por su fealdad, como se indignan algunos este
tas, por lo que el sufrimiento es un ingrediente esencial y como un revelador de la vi
da personal. Es porque resulta inseparable de las opciones exigentes en materias sun
tuosas, inseparable de la grandeza. También porque nos orienta hacia la interioridad,
mientras que la sensación o el conocimiento nos arrojan fuera de nosotros. "El hom
bre tiene rincones de su pobre corazón que no existen todavía, escribe Bloy, y donde
el dolor entra para que existan". Y también no conocemos más que aquello por lo que
sufrimos de alguna manera. Querer eliminar el sufrimiento de este mundo equivale a
querer suprimir el hombre y la civilización. Se comprende bastante bien que sea éste
el sueño de algunos hombres que sufren demasiado. Pero, fríamente, sólo los espíri
tus enteramente vacíos de experiencia espiritual pueden pensarlo" (Tratado, II, 564).
"Yo no he violado los artículos "n" y "n" de ias leyes que prohíben la difusión de es
critos clandestinos y una acción de propaganda ai servicio de una potencia extranje
ra tendente a afectar la moral de la población civil y del ejército. Pero tomar hoy posi
ción contra los que abandonan su dignidad ante la fuerza, su país a la tranquilidad y
lo sagrado a lo prestigioso debe, en buena lógica, implicar consecuencias. En toda
Europa el precio sería la prisión y la muerte y nosotros, ¿no escribiríamos más que
artículos y sólo pagaríamos con palabras? Cierta justicia perspicaz se manifiesta a
través de una acusación falsa. Y es en esta comunidad de dolor en la que Europa que
ma sus errores y sus crímenes en la que hay que situar este pequeño incidente perso
nal para darle alguna grandeza. El cristiano había llegado a ser un hombre que no iba
ya a prisión. La contraseña de los hombres que vinieron a hacer pesquisas era "Segu
ridad general". Seguridad general sobre los egoísmos y los miedos; sobre los benefi
cios y los apaños, sobre ia envidia y la pálida avaricia, seguridad general, sofocamien
to de todas las inquietudes personales. El cristiano se había instalado en la seguridad
general. Era bueno lo que no perturbaba los ritos, malo loque introducía una pizca de
inquietud, fuera para mal o para bien. Cuando se ha pasado diez años de la juventud
corriendo sin gran riesgo por los caminos de la virtud de la inseguridad, ¿por qué
habría que quejarse uno de recibir una visita un poco intempestiva de la seguridad ge
neral? Cuando el cristiano, sin que por esto ceda lo más mínimo ante no sé qué ar
caísmo primitivo, considere que en período de trastorno la prisión es uno de sus luga
res naturales y no la abominación de la desolación familiar, el espíritu cristiano habrá
encontrado la posición erguida...1' (Cuaderno de prisión, 27 de enero de 1942, IV, 826).
"A un hombre le hace falta haber conocido la enfermedad, la desgracia o la prisión"
(A sus padres, desde la prisión, 2 de febrero de 1942, IV, 830)
"Esta mañana, en la misa de nueve y media de San Sulpicio, detrás del coro, he te
nido una efusión de alegría y de plegaria hasta llorar, como no había sentido ninguna
desde que estuve en Lourdes. La grandeza de este día, algo así como lo que yo pensó
que sentiría la mañana de mi boda. Yo estaba allí, de pie entre otros, en el eje del co
ro. ¿Reposaba un destino sobre mí? Una gracia simbólica me había puesto en la exac
ta situación del cristiano. Yo no había podido confesarme y deseaba con fuerza co
mulgar, pero tenía et alma completamente disminuida y empañada de debilidad. Yo
sentía la adhesión de este destino físico que está unido a mi vida: timidez, torpezas,
monerías, todos los defectos del "alma delicada". Y mis pecados, los pecados lentos
e insulsos. Pero sentía todo el esplendor que caía sobre mí. Del altar venía la luz de
las vidrieras y la luz de ia eucaristía, que es verdaderamente la gloria de ia mañana; y
la luz de la mirada del joven sacerdote, concienzudo y recogido en la lectura de su mi
sa; a mi espalda, después del Sanctus, el coro y el órgano de la misa mayor que em
pezaba. Sí, era necesario ese día que yo fuera y me sintiera penitente y privado dei
consuelo de la mañana y que esta alegría que me arrancaba lágrimas naciera de un
corazón empañado que sentía la falta de transparencia que había en él como si fuera
un viejo vestido. Sentía un fuerte deseo de rezar con una oración de lo más mecáni
co. Quizás no he sentido nunca todavía con un corazón agitado por la gracia previ-
niertte la abundancia que puede traer la oración; y nunca he sentido que el Ave em
pujaba el Ave, lo llamaba, lo deseaba Incluso, lo engendraba amorosamente y hacía
de cada uno un ser nuevo en el mundo. Esto formaba parte quizás del impulso amo
roso que ha hecho surgir los milagros del Padre.
Dios mío, si llegara a arrastrarnos algún deseo de gloria es necesario que se sepa,
es necesario que los hombres nos vean como tú mismo nos verás el día del juicio y
que no multipliquemos el orgullo de nuestras vidas ¿n la mentira de la posteridad. Es
necesario que se sepa por nuestro propio testimonio que éramos vulgares, pequeños
entre los pequeños y más pequeños que cualquiera de los que yo pueda nombrar al
rededor de mí. Es necesario que se sepa que sólo tú has puesto alguna chispa en no
sotros y sólo la has hecho brillar porque somos Indiferentes al amor infinito que tú das
a cada uno, y que el azar es tu justicia.
Es necesario que lo sepan por cosas concretas: tal persona ha hecho esto, tal otra
ha hecho aquello, todas las venganzas que nos hacen a los grandes pecadores, ven
ganzas que deberíamos decir como si fuera un interrogatorio de hospital. Si las leye
ran, Incluso de estas palabras harían una virtud; que piensen en nuestra cobardía, en
mí cobardía, en caso de no exponer aquí por mí mismo el fárrago de mis debilidades
y mis faltas. Y si tienen la tentación de disminuir aún esta confesión, de atribuirla a los
escrúpulos de una conciencia elevada, que estén informados sobre nuestra cobardía
suprema: haber visto la santidad con ios ojos interiores de nuestra alma y no haber
ido a ella; y habernos evadido en la humildad y gemir en lugar de romper.
Es necesario que sepan esto, pero también es necesario, Señor, que sepan que to
do lo demás es obra tuya, pues, con todo, tenemos la mirada clara y el alma recta y
llevamos algo de tí. MI decisión de hace dos años es la consecuencia de lo que tú has
realizado en mí, a pesar mío y a veces con pequeños gestos míos, desde la mañana
de mi primera comunión. Ha sido y será necesario callarse, pues los hombres te igno
ran y te temen. Pero quiero que ni un solo día se pase sin que tú progreses en mí y sin
que tú seas mi mayoría en el fondo de mi corazón. Señor, quiero que estés de tal mo
do presente en la tarea, que tú mismo la rompas desde et interior si no está de acuer
do con tu voluntad.
Señor, que mis palabras lleguen hasta tí..." (Conversaciones VI, 9 de octubre de
1932, IV, 571-572).
"Me siento desgarrado por no poder dar un testimonio limpio de Cristo. Es una de
las servidumbres de este mundo. Héme aquí tirado en plena calle, condenado al tra
bajo sucio y ruidoso, al trabajo duro de barrio, yo que he tenido toda mi vocación in
terior enfocada hacia la vida eremítica, ala meditación, a la llama interior, a la vida pri
vada y a la amistad. Que Dios sea honrado con esta impureza y purifique mi corazón
de ella, pues éi me ha situado en los únicos trabajos de los que yo era digno" (Conver
saciones VI, 5 de noviembre de 1932, IV, 577).
"Preocupaciones. Tres o cuatro suscripciones por día son quizás mucho en esta
negra crisis. Pero realmente, ¿resistiremos? Siempre me siento profundamente resig
nado a volver a aceptar mañana el doloroso y pequeño puesto provinciano, sin llegar
a discernir qué parte ocupan en esta calma interior la serenidad natural y la obedien
cia sobrenatural.
¿Será necesario perder todo, no sólo la obra creadora, sino también la ternura hu
mana, y no tener nada para ofrecerte, Dios mío, más que una pobreza latente, las os
cilaciones desesperadas de un agua muerta? Demasiado talento y suntuosidad, me
decía ayer por la tarde Marie Gasquet. Tiene razón cíen veces. Y, sin embargo, toda
mi vocación interior se orienta hacia el despojamiento, hacia la simplicidad: quizás sea
necesario que los mismos acontecimientos la hagan crecer en mi vida (Conversacio
nes VI, 30 de noviembre de 1932, IV, 581).
“...La renuncia no es decir: "No, no" (creyendo que se hace bien al decir no), sino
decir: "No sé, me abandono, Dios mío, te lo pido, ya veremos, tú me harás ver, espe
remos, seremos sencillos al esperar, sin intentar las soluciones cuya luz sin rigidez hay
que merecer". La grandeza, la virtud de una solución no está en la dificultad, sino en
su fecundidad..." (A Paulette Mounier, su futura esposa, 18 de abril de 1934, IV, 619).
"Mi evangelio me enseña que nadie es más astuto que Dios, porque busca siempre
un camino hacia el corazón del más desesperante de los hombres. Mi evangelio,
además, es el evangelio de los pobres. Nunca me dejará satisfecho ante un solo ma
lentendido con aquellos que tienen la confianza de los pobres. Nunca me llevará a ale
grarme de aquello que puede dividir el mundo y la esperanza de los pobres. Esto no
es una política, ya lo sé. Pero es un cuadro previo a toda política y una razón suficien
te para rechazar ciertas políticas" (El envilecimiento no es rentable, respuesta a Ga-
raudy, marzo de 1950, IV, 209).
“...Quiero recordarle en primer lugar nuestra propuesta de tomar algunos contac
tos, de hacer algunos servicios y de entrar muy indignamente, pero de forma prácti
ca, en la acción colectiva de un sector obrero. Haciéndolo a la menor señal y de la for
ma que usted crea mejor. Yo insisto mucho en que encontremos juntos un medio de
entrar en el sufrimiento y en las luchas de los trabajadores... Aunque intentemos tra
bajar por la verdad y la justicia, no estaremos totalmente al lado de Cristo mientras no
tengamos roce con estos marginados a través de un trabajo común, al menos de vez
en cuando. Al trabajar en Esprit, yo debería estar de algún modo cerca de usted si yo
fuera hasta el final. No se crea que a! pedirle esto quiero pagar el diezmo de una bue
na conciencia; pero querría, junto con mi mujer, dar al menos un poco y prepararme
para el día en que quizás los acontecimientos nos empujen a darlo todo..." (Al padre
Depierre, 20 de marzo de 1950, IV, 941).
"Una sociedad más justa, hoy urgente, es para mañana una facilidad dada a un
mejor juego de las actividades humanas, con riesgos disminuidos. Como toda facili
dad, se convierte en el plano moral en un peligro de relajamiento. Es en este sentido
en el que nosotros denunciamos un humanismo del confort y de la abundancia mate
rial, y no en nombre de un ascetismo sistemático que, por establecer una norma co
lectiva, sería puramente exterior y sin valor formativo. Cuando afirmamos que el hom
bre se salva siempre por la pobreza, no queremos perpetuar hipócritamente la mise
ria, la miseria degradante. Queremos solamente significar que, una vez vencida la mi
seria, cada uno debe debe estar ligero de apegos y tranquilidad: cada uno debe co
nocer sus fu e ra s y su medida" (Manifiesto, I, 518)
1.9.- Inteligencia y fe
"La percepción de lo que llamaré la presencia real del ser y de los seres, de esta
presencia que es el misterio más conmovedor de la vida, toda la suerte del humanis
mo y de la humanidad con él se jugará en torno a su restauración o a su rechazo de
finitivo" (Revolución personalista y comunitaria, t, 168).
“El sentido del misterio no es en absoluto el amor ai misterio. Ni el gusto por las
gnosis y las sociedades secretas con las cosas. El misterio es tan banal y universal co-
mo la poesía: bajo cada luz, bajo cada gesto. Lo que no es banal es reconocerlo. El
misterio es la simplicidad, desde la mirada del niño a la línea de los trigales, es la for
ma más conmovedora de la grandeza. No es la ignorancia solidificada, el miedo pro
yectado en el camino, es la profundidad del universo" (Revolución personalista y co
munitaria, 1,170).
1.11.- Amistad
"Poco a poco descubriremos los repliegues del amor. El amor no es sólo la juven
tud encontrada de nuevo en una nueva infancia, ese objeto feliz tan alejado de los adul
tos y de sus malas maneras. Justamente en este momento... estoy instalado en su gra
vedad. -No hay que encontrar conmigo sólo algo de intacto y de nuevo! Te he conta
do alguna de las heridas que he recibido. Y además está esa herida ininterrumpida del
cristiano en el mundo, la de la soledad... Tiene que haber días en los que saltaremos
y sonreiremos con toda la frescura no forzada de nuestra juventud. Y también habrá
días más velados en los que nos sentiremos muy lejos, muy lejos en la vida. Y no es
momento de jugar a ser niños. El amor humano enseña muchas cosas sobre los ca
minos del amor de Dios..." (A Paulette Leclercq, su futura esposa, 13 de marzo de 1933,
IV, 592).
"...Sólo el amor de Dios no tolera competencia igual. Todas esas buenas personas
ridiculas: "Júrame que sólo me amas a m f, como si e! amor que algunas veces reali
zan un hombre y una mujer no fuera el logro de lo que debería ser nuestro amor pa
ra cada ser: ignorar la primera experiencia del verdadero amor es ignorar que el amor
multiplica ei amor y que hay que echarlo, desbordarlo fuera de nosotros...!" (A Paulet
te Leclercq, su futura esposa, 29 de agosto de 1933, IV, 608).
"...No tendrás más que pensar en esta vocación y en este don magníficos que son
de forma manifiesta la palabra-tipo de nuestras vidas, el tema de la conversación que
tendremos con Dios por la eternidad: conocer y aprender día a día el amor sin parti
ción. Esto se dará a cada instante, pues los acontecimientos, los tiempos, los espa
cios, las carnes y ias palabras se dividen sin cesar. Pero nosotros sabemos que el amor
no lleva cuentas, que el amor no es un notario, y que la igualdad se hará por el don
de sí, sin límites por una parte y por otra. Hay que ver esta altura y esta profundidad,
este centro y esta periferia para estar en paz...'1(A Paulette Leclercq, su futura espo
sa, 30 de enero de 1934, IV, 618).
"Se dice también sin razón que el amor identifica. Esto es cierto sólo de la simpatía,
de las afinidades electivas, en las que buscamos todavía un bien que asimilar, una re
sonancia de nosotros mismos en un semejante. El amor pleno es creador de distin
ción, reconocimiento y voluntad del otro en tanto que otro. La simpatía es todavía una
afinidad de la naturaleza, el amor es una nueva forma de ser. Se dirige al sujeto más
allá de su naturaleza, quiere su realización como persona, como libertad, cualesquie
ra que séan sus dones o sus desgracias, que no cuentan ya esencialmente a sus ojos:
el amor es ciego, pero es un ciego extra-lúcido.
Ai liberar a aquel al que llama, la comunión libera y confirma a aquel que llama. El
acto de amor es la certeza más fuerte del hombre, el cogito existencial irrefutable: Yo
amo, por tanto el ser es y la vida vale (la pena ser vivida). No me confirma solamente
por el movimiento en el cual yo lo planteo, sino por el ser que en él me da el otro. Sar-
tre no ha querido conocerla mirada del otro más que como una mirada que fija y pe
ga, su mirada como una intrusión que me despoja y me esclaviza. La mirada del otro
es, al menos, otro tanto desconcertante; tira por tierra mis seguridades, mis costum
bres, mi sueño egocéntrico y, aunque sea hostil, es ei más seguro revelador de mí mis
mo.
Así, la relación Interpersonal positiva es una provocación recíproca, una fecunda
ción mutua" (El personalismo, III, 455).
“...Y además, este espíritu de libertad, ¿no lo aprendemos cada uno en nuestro pro
pio matrimonio? Se habla generalmente del aprendizaje de la entrega en el matrimo
nio'. si ei amor ayuda, es lo más cómodo. El aprendizaje de la libertad profunda del
otro, amenazada por el mismo amor, me parece una de las experiencias más fuertes
de la vida conyugal..." (A Emie-Albert Niklaus, 6 de septiembre de 1938, IV, 705).
"...Lo importante en que un día no demasiado lejano nos dejen todos, arqueólogos,
revolucionarios, visitas, obligaciones y ganapanes, buscar el centro de nosotros mis
mos y... recogernos un poco en una zona no pisoteada adonde, hagan lo que hagan,
no puedan llegar todas sus suciedades y todos sus ruidos. Que nos dejen empezar
nuestra parte de vida eterna -no de tranquilidad, sino de edificación feliz. Tendo sed
de esto mucho más allá de lo que se pueda imaginar éstos días.. ." (A Paulette Leclercq,
su futura esposa, 29 de marzo de 1934, IV, 619).
"...Esta cosa estúpida con la que siempre se tropieza: no poder amar lo bastante
para convencer al milagro..." (A Paulette Leclercq, su futura esposa, 24 de abril de
1934, IV, 619).
“...Soy católico, ciertamente, y creo sin minimización. Pero quizás siento más do
lorosamente que los del exterior la paganización del inmenso rebaño católico. Estoy
convencido de que con él sólo no hay nada que hacer hoy: ha perdido demasiado el
sentido del heroísmo, del sacrificio, y el sentido mismo de la juventud del mundo (de
la esperanza, decía Péguy). Mis mejores amigos son Increyentes, o lo eran antes, sin
que hayan traicionado su condición anterior y la señal que les ha quedado impresa.
Sé incluso que según la teología de mi religión hay fuera de la Iglesia no sólo espléndi
das virtudes naturales, sino una presencia y una acción real de Cristo y de su gracia.
No es solamente un deseo mío, es el eje mismo de mi vocación (si es que podemos
llegar a descifrar una vocación en cada uno de nosotros) hacer trabajar juntamente a
unos y a otros: comunicar a los no cristianos una imagen menos gesticulante de la
práctica cristiana; obligar a los católicos o a los cristianos a dejar de vivir en compar
timentos estancos, replegados, no sobre su fe (que no puede ser un repliegue), sino
sobre una "proyección sociológica" de su religión con la que mezclan toda clase de fa
miliaridades burguesas, de exclusiones y de impurezas. No se trata, señor, de saber
si le invito o si le acojo: nosotros partimos juntos, en plena igualdad humana y si es
cierto que, en mi opinión, es más completa mi religión, así lo digo, usted discutirá es
to y, sobre todo, exigirá que dé testimonio de ello con mis actos. Pero Esprit dejaría
de cumplir su misión si usted, no católico, estando de acuerdo con nuestras posicio*
nes fundamentales, pudiera dudar de que tiene un lugar de primer orden en Esprit.
¿Cómo le diría con franqueza que no busco "ese deslizamiento insensible hacia el
catolicismo" que sería después de algún tiempo nuestro"único punto de vista"?
No se sorprenda si le digo que del lado católico recibo el mismo reproche de ca
llar con demasiada constancia lo que es esencial para un cristiano... y que encuentro
mucha más hostilidad por estejado que por el lado socialista...
Ciertamente yo rechazaré un artículo anticristiano, pero,¿sería esto jugar a sacrifi
car una mitad a la otra? El problema no es que estos dos grupos se mezclen en una
confusión estéril, sino que trabajen juntos en el cañamazo común, cada uno con sus
propios hilos...
Creo que hemos hecho más por el despertar del mundo cristiano que si nos hu
biéramos dejado barrer desde el principio por escándalos e injurias...
Mire bien la gran dificultad: llevar a los no creyentes a parajes cristianos en los que
siempre tienen miedo de ver llegar detrás a "los curas" y llevar a los cristianos a regio
nes que estiman peligrosas, con vientos demasiado duros y armadas contra ellos. Con
unos y con otros hay que usar alternativamente la violencia y la dulzura: cuando vea
la una, sepa que la otra no está lejos (A un suscriptor desconocido, 19 de septiembre
de 1934, IV, 630-631).
"...Gracias por recordarme que todo es cosa de caridad. Me ha pesado más de una
vez parecer que te anexionaba al cristianismo cuando yo quería expresar simplemen
te una cosa diciéndote "cristiano"; no reducir tus posiciones a las mías, sino decir ia
inmensa presencia de caridad que siempre he sentido en tí. Es ei pecado de los apósto
les. Pero no completamente (tú serías el primero en rechazar este fariseísmo al revés).
Pero es verdad en su mayor parte, demonios. Tú tienes el deber humano de hacerme
más cristiano. Creo en el valor y en la necesidad de la dirección; iy ni siquiera hay un
cura al que haya podido hacer amigo mío, al que haya tenido ganas de subir a la bar
ca de Mounier! Nuestros amigos no creyentes, que deseáis a Cristo tanto más violen
tamente que tantos" hermanos" nuestros acostumbrados, vosotros sois ios pobres des
pojados de la plenirud espiritual por los fariseos, como los otros pobres son despoja
dos de la seguridad material por los ricos: vosotros sois el cuerpo de Cristo, tú tam
bién, y si no contara con tu Indulgente benevolencia para relevarme de la faena, no
estaría muy seguro de no tener que limpiaren el otro mundo la suela de tus zapatos..."
(A Pierre-Aimé Touchard, 7 de marzo de 1936, IV, 660-661).
2.- LA REVOLUCION NECESARIA
"Hay por hacer todo un psicoanálisis de este individualismo cuyo lenguaje subli
mado en términos de libertad, autonomía y tolerancia ha encubierto un reino brutal de
competencias y de golpes de fuerza. El instinto subyacente se ha revestido con toda
la dignidad de la persona: la avaricia se ha revestido de prudencia; el egoísmo, de in
dependencia; los pequeños sentimientos de propietario se han presentado como do
minio de la acción. Hemos trazado hoy alrededor de nuestro sentido propio esta línea
de defensa y de susceptibilidad, la hemos consolidado tan bien, la hemos sensibiliza
do mediante todo un erizamiento de intereses y de emociones y hemos tomado todo
esto de tal modo como virtud, que será-necesarlo nada menos que una especie de re
velación nueva para hacer saltar el círculo...'1(Revolución personalista y comunitaria,
1,160).
"El personalismo no es un salvador del último minuto, destinado a reducir los mie
dos y a salvar los muebles. El personalismo le pide al hombre, en energía espiritual y
en sacrificios materiales, más que los regímenes temibles del fascismo y del comunis
mo" (Manifiesto, i, 647-648).
"Marx, en una época plagada de ideólogos, vio que una ideología, aunque fuera la
más virulenta en doctrina, no basta para desencadenar una toma de conciencia revo
lucionaria. Marx, y Pascal antes que él: hay que poner en movimiento la máquina. Los
acontecimientos han mostrado que una situación material no basta para ello, cuando
la espiritualidad se ha retirado de la revuelta: antes al contrario, la angustia de decaer
sin demasiada miseria empuja entonces a los oprimidos a refugiarse en el primer mer
cader o el primero que llegue y prometa comodidad; mientras que los parásitos de la
agitación llenan con sus impuras personas las avenidas de una revolución siempre di
ferida.
Tocamos este extraño nudo de la psicología de nuestro tiempo, en cuyo nivel nos
hemos situado voluntariamente. Algunos que pronuncian principios idénticos a los
nuestros, y los practican en varias materias, generalmente de orden privado, se nie
gan a reconocer la situación revolucionaria de la época en que estamos y atribuyen a
la turbulencia propia de la edad joven las conclusiones que nosotros sacamos de sus
principios. Otros, que se dicen revolucionarios, están agitados por humores diversos,
pero no llevan en ellos ni las riquezas espirituales, ni el Impulso de fe, ni esta adheren
cia de todo el ser a lo que profesan, cosas éstas que son las únicas capaces de un fu
turo. Entre los dos grupos el malentendido es constante. Dicen palabras en lugar de
comprometerse -o no se comprometen más que parcialmente- y en lugar de encon
trarse, pues la letra divide y sólo el compromiso vivifica. Estamos atrapados en una
mentira y en un malentendido de mil caras, extraños a nuestro hermano en el momen
to mismo en que pronunciamos ias palabras comunes de nuestra infancia, extraños
al adversario que no ataca en nosotros lo que defendemos y que combate lo que no
defendemos. Engañados por las palabras que hay ervtre nosotros para unirnos o pa
ra enfrentarnos, nunca seguros de que el amigo sea amigo y de que el enemigo sea
enemigo. Engañados por nosotros mismos, que no somos más que una de cada diez
veces el hombre de nuestros discursos y no siempre conscientes de esta inconsecuen
cia.
Et desorden primero en desde el punto de vista de una técnica revolucionaria, en
la Ifnea espiritual que hemos definido, no es, por tanto, el escándalo de los ideólogos:
que la proclamación de las ideas puras no esté en absoluto seguida por su efecto. Las
ideas en los hombres no son puras más que si son amadas, asimiladas, servidas en
almas personales, en cuyo fuego se han convertido. El desorden primero es que en
cada uno, revolucionarios y contrarrevolucionarios, se haya abierto un abismo entre
la palabra y a veces incluso entre los actos (pues hay también un verbalismo de la ac
ción) y el compromiso de la persona, abismo por el que avanzan la mayor parte sin
sospecharlo.
La prímerísima técnica espiritual consiste en llevar a unos y otros a una toma de
conciencia personal, no del mal en sí, o del mal público proyectado ante ellos y como
separado de ellos, más o menos recitado con una voz que ellos creen pura, sino de
su propia participación en el mal, de sus Incidencias en su comportamiento cotidia
no, de las mentiras virtuosas de sus palabras y de sus actos. Aquí está la primera re
volución sin la cual la otra no es más que comedia: no "revolución interior", sino revo
lución personal, que compromete en un bloque el comportamiento y la meditación in
terior; no 'toma de conciencia" abstracta y escolar en la que cada uno huye en la ino
cencia de un sistema, sino toma de mala conciencia personal, la única que cimen
tará una verdadera comunidad revolucionaria.
Llamamos revolución personal a este estilo que nace en cada instante de una
toma de mala conciencia revolucionaria, de una revuelta dirigida en primer lugar
por cada uno contra sí mismo, sobre su propia participación o su propia compla
cencia en el desorden establecido, sobre la separación que tolera entre aquello a
lo que sirve y aquello a lo que dice servir -y que se expande en un segundo mo
mento en una conversión continua de toda la persona solidaria, palabras, ges
tos, principios, en la unidad de un mismo compromiso" (Revolución personalis
ta y comunitaria, I, 327-328).
2.6.- Lo espiritual en la revolución
3.1.• Pacifismo
(3) Se refiere Mounier al Pacto de Munich, en el que Francia e Inglaterra dieron en 1938 vía
libre a la ocupación de Checoslovaquia por parte de Hitler. En contra de un cierto
pacifismo equívoco ampliamente extendido, Mounier vio en este pacto un gesto de
cobardía de las dos potencias europeas para con un pequeño país democrático que, por
lo demás, no conseguiría saciar las ambiciones nazis. El tiempo le dio la razón (N. del
editor).
da del desenlace, su vida se desarticula, se enloquece y en seguida se degrada. Al dro
garse con todas las buenas razones y con todos los bellos sentimientos, millares de
jóvenes franceses entre 1930 y 1940 gritaron en principio: "¡Viva la paz!"; después: "ÍLa
paz a cualquier precio!*1, "¡Cualquier cosa antes que la guerra!11, sin oir bajo su grito la
voz socarrona del instinto camuflado: "iCualquier cosa antes que mi muerte! iMi vida
acuaJquier precio!". El negocio se ventiló en Dunkerque, Auschwitz y Stalingrado. Unos
pocos han conservado la vida y otros han pagado su precio, mil veces su valor ".
"La debilidad común a todas estas actitudes se revela por la manera en que los
hombres reclaman hoy la paz. No quieren la paz, sino que la esperan y se han deja
do persuadir de que todo ocurre fuera de ellos, de que las combinaciones impenetra
bles y las fatalidades inflexibles deciden por encima de sus cabezas sobre la paz y so
bre la guerra y de que la paz les será dejada o la guerra les seá asestada sin tener ellos
la menor responsabilidad en el asunto. Si viene un hombre como Garry Davis(4), que
arremete contra las fatalidades, si se interroga y muestra ostensiblemente a todos que
un simple gesto de hombre puede desconcertar ya a las fuerzas, que decenas de au
dacias parecidas las obstaculizarían y que millares las paralizarían, si ocurre esto, sus
relaciones no son recibir esta lección ejemplar e interrogarse a su vez. Miran, aplau
den y le piden autógrafos. Los 15.000 espectadores del Velódromo de Invierno y su
estusiasmo no son despreciables y prueban que la atención está despertándose. Pe
ro si nada cambia en las voluntades, puede ser también una gran escena burlesca de
cobardía colectiva. Mi paz no es una edificación de los oídos, es una edificación de
las manos y del corazón.
En las condiciones actuales del alma francesa, el combate por la paz debe en pri
mer lugar cultivar sentimientos fuertes y obligar al compromiso mediante técnicas exi
gentes. Los dos son solidarios. No se desarrollan impunemente sentimientos sin raíces
y sin peso, del tipo de los que se suben a la cabeza sin fatigar ias piernas. Los senti
mientos débiles a los que hemos aludido, y que inclinan a la esclavitud, se apoyan en
unas condiciones de vida y en una situación histórica determinadas. Es iluso despre
ciados y peligroso alentarlos. Se neutralizan gradualmente. Pero no los venceremos
ciertamente multiplicando los corazones débiles ante el horror y los ideales apacibles.
Los sentimientos generosos se endurecerán mediante compromisos duros. Tenemos
más necesidad de movilizar las conciencias que de desmovilizarlas. Las técnicas harán
el papel de armadura y de tutor allí donde el contagio verbal o afectivo correría él ries
go por sí solo de alentar la efervescencia tibia de los sentimientos débiles" (Los equívo
cos del pacifismo, febrero de 1949, IV, 275-276 y 279-280).
"La guerra, para el cristiano, no comienza con la multiplicación de ia muerte, ni in
cluso con el uso de la violencia física, sino que se inserta entre la paz interiormente vi
vida y el odio interiormente asumido" (Los cristianos ante el problema de la paz, I, 786).
(4 ) Piloto del ejército norteamericano que había devuelto a su gobierno su pasaporte como
gesto pacifista y participó en un acto por la paz organizado por el partido comunista
francés en el Velódromo de Invierno de París (N. del editor)..
‘'La primera afirmación cristiana sobre la paz es que ésta no puede ser concebida
como un orden exterior extraño a la vida personal de aquellos a los que une, fabrican
do desde fuera y a pesar de ios individuos un hombre nuevo o una sociedad nueva,
por una especie de virtud automática de las instituciones" (Los cristianos ante el pro
blema de la paz, i, 787).
"La paz no es un estado débil: es el estado que pide a los individuos el máximo de
despojamiento, de esfuerzo, de compromiso y de riesgo. La exasperación de la indi
vidualidad es ei primer acto de guerra; la disciplina de la persona y el aprendizaje de
este movimiento de comprensión del prójimo (de caridad, dicen los cristianos), en el
que la persona sale de sí para desapropiarse en el otro, es el primero de los actos de
paz" (Manifiesto, 1,630).
'Todo pacifismo que sóio encuentra apoyo en el miedo a la muerte es un fermento
de descomposición que usurpa un prestigio inmerecido. El miedo a derramar la san
gre no es el respeto de la vida del otro. Este horror a la sangre derramada está hoy día
generalizado en hombres que no temen hacer anémica la sangre viviente, ni intoxicar
la ni infectarla a lo largo de los días y ias noches. Es ésta una de las hipocresías más
señaladas de nuestra época" (Tratado, II, 136).
"Ningún psicólogo ha encontrado jamás en el hombre más que aquello que previa
mente ha puesto en él o, si se quiere, lo que ha presentido en él, porque su decisión
de ser una cierta dase de hombre le había abierto o cerrado luces esenciales sobre el
hombre" (Traité, II, 11).
'Todo hecho psicológico es, por el contrario, un acontecimiento en primera perso
na y no puede ser formulado más que en primera persona. Es inseparable de una his
toria, de una afirmación, de una significación y de una valorización personales. Es es
to lo que ha comprendido el psicoanálisis o, mejor, lo que ha empezado a compren
der. Este ha visto la necesidad de unir la explicación con la historia y con las signifi
caciones acumuladas en el sujeto individual: la anamnesis busca en el curso tumul
tuoso de los efectos los temas directores y, detrás de los temas, los acontecimientos
individuales que en cada caso abren el sentido de una situación psicológica dada. Pe
ro ni Freud ni en muchos casos los freudianos han reconocido el papel de la afirma
ción y de la valorización. Es por esto por lo que el psicoanálisis ha vuelto a caer final
mente, en el terreno de la explicación, en un material de procesos en tercera persona
( -)
Así, la explicación psicológica no acaba, como la explicación física, en la unión cau
sal, en el establecimiento de relaciones objetivas, comprobadas desde fuera, entre ele
mentos o funciones. Es esencialmente una comprensión, la interpretación personal
por el observador de una significación personal. Los contenidos psicológicos son aga
rraderos sólidos donde se inserta la comprensión. Pero su ordenación o sistematiza
ción no nos hace entrar en la realidad específicamente psicológica. Puesto que esta
realidad es, desde el lado del objeto, un acto global, la comprensión que de ella hace
el observador no puede nacer más que de un acto global del mismo nivel. Si unos en
cadenamientos mecánicos o racionales saben transcribir con alguna aproximación
unos comportamientos aislados, sólo la persona conoce adecuadamente a la perso
na. La paradoja de la comprensión de un absoluto individual por otro absoluto indivi
dual sólo se resuelve en este acto de conocimiento directo de la persona por su seme
jante (Scheler). No es ni una "alienación" ni una "introyección", que harían de la per
sona un haber que se disuelve en una negación del otro o en una negación de sí. Es
una comunión o, recogiendo el sabroso retruécano de Claudel, un co-nacimiento del
cognoscente con el conocido. ¿Vuelve por tanto el horrible subjetivismo? Si es "subje
tivo" exigir un acto de comprensión personal para captar adecuadamente los actos
que vienen de la persona, o las palabras pierden su sentido al ser usadas, o no es me
nos ‘'subjetivo" por parte de un psicólogo de laboratorio afirmar la necesidad de órga
nos sensoriales intactos y de un juicio perceptivo sano para recibir las impresiones de
las cosas. Cada realidad exige un aparato del mismo nivel y un acto del mismo orden
que ella misma para llegar a ser objeto de nuestro conocimiento" (Tratado, II, 45-46).
"No se puede definir a la persona sin un futuro, y un futuro sin una valorización,
una finalidad querida. También aquí el psiquismo más elemental anuncia ya las for
mas del psiquismo superior. Un enfermo con afasia total como consecuencia de pro
fundas lesiones parecía incapaz de leer una palabra en un periódico. Un día cae ba
jo su mirada una esquela necrológica. La lee de un tirón: era la de su mejor amigo.
Otro enfermo con afasia motriz es incapaz de pronunciar nada; pero, siendo muy re
ligioso, recita impecablemente sus plegarias. Parece, por tanto, que unos trastornos
que se consideraba explicados por lesiones deben ser atribuidos a una baja conside
rable del umbral del interés (Tratado, II, 58).
"Mi carácter no es lo que yo soy en el sentido en que una instantánea psicológica
fijara todas mis determinaciones caducas, todos mis rasgos ya esculpidos. Es la for
ma de un movimiento dirigido hacia un futuro y entregado a un ser más. Es lo que
puedo ser más que lo que soy, mis disponibilidades más que mis haberes, las espe
ranzas que dejo abiertas más que ¡as realizaciones que he registrado. "Lo que es más
cierto de un individuo, y lo más él mismo, es su posible, que su historia no despeja
más que imparcial mente" (P. Valéry). Conocer un carácter es conocer y amar sus pro
mesas, no encerrarle en sus aristas. Por eso este conocimiento no está nunca agota
do, estando como está siempre arrastrado a esta profundidad que se abre ante nues
tra comprensión. Por eso nada resulta más odioso que esa manera perentoria que tie
nen algunos de desesperar de un hombre describiéndolo; lo que es incluso un medio
de desesperarlo, extremadamente común entre gentes que se han resignado a acos
tumbrarse unos a otros" (Tratado, II, 59-60).
“El carácter no es un hecho, es un acto. La unidad sintética del carácter no es
una resultante, es un esfuerzo vivo y este esfuerzo puede imponer su autoridad mu
cho más allá de lo que el común de los hombres se Imaginan como posible. Descar
tes pretendía ser el dueño de sus sueños: la medicina contemporánea nos afirma que
no es imposible. Incluso las estructuras que están próximas a la degeneración patológi
ca son, según algunos psiquiatras, maleables para un esfuerzo heroico de defensa del
yo: "Pocos individuos, escribe Kretschmer (y esto es naturalmente verdadero para to
dos los grupos) son exclusivamente esquizotímicos o ciclotímicos hasta el punto de
ser incapaces de adoptar a fuerza de trabajo, de buena voluntad y también de talen
to, una orientación intelectual en oposición con su estructura, por poco que las con
diciones externas lo exijan1'. Este dominio de la persona sobre los instrumnentos de su
destino se extiende lo suficientemente lejos alrededor de ella como para que incluso
los acontecimientos de nuestra vida vengan a veces a agruparse alrededor de noso
tros a imagen de nuestro carácter; en una amplia medida se puede decir que cada
uno tiene los acontecimientos que merece" (Tratado, II, 61-62).
"Ningún esquema dará cuenta jamás de las combinaciones infinitas que son
acuñadas por el inaccesible secreto Interior en cada psjquismo individual, sin abrazar
lo ni agotarlo nunca. Ese secreto brota de las dos grandes fuentes ocultas más allá de
la conciencia: los abismos del inconsciente orgánico y colectivo y ios abismos de la
transcendencia personal. El mundo está lleno de hombres oscuros que no llegan a
descifrar el enigma más misterioso que de costumbre que ha sido planteado sobre
ellos. Embarazados de sí mismos hasta la muerte, dialogan con sombras en una len
gua que asusta y los aísla. Hamlet corre tras una perplejidad que no es sólo impoten
cia y Adolfo no reconocerá jamás las voces de sus deseos y sus voluntades. Vere tu
es homo absconditus" (Tratado, II, 63).
"Pero la contradicción y la ambigüedad son, al hilo mismo de la experiencia, el
signo vivido de la existencia transcendente, de la existencia personal. Son los signos
inquietantes de una realidad que no puede expresarse por medios más simples. Le
dan su perspectiva profunda a la experiencia de la subjetividad. Le sugieren a la filo
sofía del psicólogo el mismo género de inducciones que los irracionales, los imagina
rios y las grandezas inconmensurables le proponen a la filosofía del matemático. Sólo
las construcciones del espíritu o sus captaciones superficiales sobre el existente con
ceden a la pereza o a la utilidad la luz desplegada y aseguradora de la idea clara. La
existencia no encuentra ni en las formas de la razón ni en los indicios de los sentidos
un lenguaje directo para comunicarse a nosotros. No puede entregarse más que indi
recta e insuficientemente, por una cifra cuya lectura no está nunca acabada para no
sotros y cuyo secreto es siempre huidizo. Por lo demás, no se trata de objetos, sino
de nosotros mismos, estos hombres vivos que somos. Si alguna vez una ciencia, por
muy compleja que se quiera, pero finita, pudiera dar razón de ellos, habría que admi
tir que la libertad no es sino un fantasma de la imaginación. Los poderes del mundo
no tardarían en ilustrar esta conclusión det conocimiento anexionando la ciencia del
carácter al arsenai de las técnicas de dominación. Pero la persona es un foco de liber
tad y por eso permanece oscura como ei corazón de la llama. Ai negárseme como sis
tema de nociones ciaras, se revela y se afirma como fuente de imprevisibilidad y de
creación. Al ocultarse al conocimiento objetivo me obliga, para comunicarme con ella,
a dejar la cámara de turista y a correr con ella un destino aventurero, de datos oscu
ros, caminos inciertos y encuentros desconcertantes.
Así, el objeto mismo dei conocimiento dei carácter lo excluye de los conocimientos
de tipo positivo sin excluirlo, por el contrario, del conocimiento. La caracteriotogía es
al conocimiento dei hombre lo que la teología es al conocimiento de Dios: una ciencia
intermedia entre la experiencia del misterio y la elucidación racional, a la que incum
ben las manifestaciones del misterio. Se podría llevar más lejos la analogía. La carac
terología positiva, que capta los tipos y las estructuras como aproximaciones al mis
terio personal, se destaca sobre el fondo negro de una caracterología negativa, como
ta teología positiva sobre la teología del no saber. Sólo ei compromiso personal en la
aventura total del hombre, su comprensión activa y amplia, le dan al candidato al co
nocimiento de los hombres la ignorancia sabia que le abre los accesos" (Tratado, II,
70).
"El aprendizaje de la comunidad es, por tanto, el aprendizaje del prójimo como per
sona en su relación con mi persona, lo que se ha llamado felizmente et aprendizaje del
tú.
No se trata ya de buscar el placer espontáneo, la diversión del estar juntos dis
trayéndose mutuamente de sí. Los individuos extraños a sí mismos, des personal iza
dos, gozan también estando juntos, ya sea para encontrarse los unos en los otros ya
sea para ocupar su alma vacante por la curiosidad, la irritación o los dramas frágiles
de las diferencias que les separan" (Revolución personalista y comunitaria, 1,192).
"El otro no empieza a ser un elemento de comunidad más que desde ei momento
en que se convierte para otra persona una segunda persona, es decir, desde el mo
mento en que es querido por ella como primera persona en relación con ella. Yo des
cubro a un hombre cuando súbitamente se levanta como un tú. Tu quoque, fili. Unos
hombres armados, desconocidos, extraños, que vienen por un acto banal, y de repen
te uno de ellos adquiere un rostro. Tu quoque. Una comunidad perfectamente espiri
tual daría este grito en cada encrucijada. La tercera persona sería eliminada. El voso
tros, es decir, la comunidad pensada colectivamente haciendo abstracción de mí mis
mo, apenas sería pensable (y sería indecente el vos de cortesía que intenta interponer
entre las personas un campo de resistencia social, una codificadión de los particula
rismos). No quedarían más que yoes y lúes, y un solo nosotros abarcando y unien
do una infinidad de predilecciones singulares.
La filosofía de la tercera persona se llama panteísmo, o filosofía de la inmanencia
pura. La inmanencia, en una comunidad personalista, es ia compenetración de per
sonas entre sí, que siguen siendo yo y tú; ella implica siempre una separación, un
aparte, un secreto del corazón. En el caso único de la relación de la persona creada
con el Tú absoluto, Dios, esta separación, única a su vez, se llama transcendencia.
La relación del yo con el tú es el amor, por el que mi persona se descentra de al
guna manera y vive en el otfo aunque poseyéndose e y poseyendo su amor. El amor
es la unidad de la comunidad como la vocación es la unidad de las personas. No
se añade a la comunidad posteriormente, como un lujo, sin él la comunidad no exis
te. Hay que ir más lejos: sin él, las personas no llegan a ser ellas mismas. Cuanto más
extraños me son los demás, más extraño me soy a mí mismo. Toda la humanidad es
una inmensa conspiración de amor volcada sobre cada uno de sus miembros. Pero a
veces faltan conspiradores.
Además no hay que confundir el amor con sus deformaciones. El amor no es la
consonancia, o la complacencia, o el agrado: todos conocemos esas parejas armo
niosas que se pudren en la mediocridad. La complacencia se juega entre individuos.
El amor apunta por encima del individuo a la Persona que llama, por encima de las
consonancias del azar o las diferencias de superficie que pueden seducir, pero no re
tienen. El amigo no pide al amado que io refleje, o lo consuele, o lo distraiga, sino que
sea él mismo de manera incomparable y que provoque un amor incomparable.
Toda la historia de la comunión humana es un podo un juego del amor y del azar.
Yo veo abajo a los más mediocres jugadores, sus asonancias, que ellos toman por
grandes obras, sus incompatibilidades de humor, de las que hacen montañas. Más
arriba, las verdaderas personalidades, que chocan entre sí porque no quieren en ab
soluto distenderse y acarician sus propiedades, inaptas a la renuncia mutua por falta
de costumbre de renuncia Interior. En la cima, el amor que ha vencido el azar. El mun
do de la Fidelidad. La Fidelidad no es, como sus deformaciones baratas, una seguri
dad confortable, o un gozo delicado de la pátina de los sentimientos. Es un humilde
conocimiento del tiempo que hace falta para crear una comunidad aunque sea de dos,
y esto nunca está acabado. Este nosotros personal lentamente edificado lo dispersa
la materia a cada instante en estados sin rostro; ella solicita los fervores despertados
por él hacia la multjtud anónima de sus tentaciones. Pero la Fidelidad reagrupa per
petuamente su obra. No es un golpe de fuerza del presente sobre el futuro. Es el de
sarrollo progresivo de un compromiso anudado más allá del tiempo y que no tiene su
ficiente tiempo para acuñarse. No tiene sitio más que en un mundo que cree en lo eter
no y pone el esfuerzo hacia la perfección por encima del placer provisional; no podría
ser ella misma más que siendo eterna; puede ampliarse: ¿pero puede renegar de sí
sin renegar de mí?
Se ve que sin la miseria del lenguaje sería superfluo hablar de filosofía personalis
ta y comunitaria. Quien se busca en solitario se vuelve maníaco o loco; quien busca
la comunidad por encima de las Personas, entre los solos individuos o las solas "per
sonalidades", no encuentra más que tiranía o desorden. Lejos de nivelar a las Perso-
ñas en un conformismo, la Comunidad no nace más que de la ruina de los conformis
mos" (Revolución personalista y comunitaria, 1.193 194).
"Esta vida personal no es una vida aislada. En su corazón la Persona encuentra el
amor y no se encuentra a sí misma más que perdiéndose en él. ¿Instinto social, soli
daridad? De ninguna manera. Se trata de otra cosa. Se trata de este milagro, la comu
nión de dos Personas. Solamente ahí, en ei descubrimiento de un Tú por un Yo y ei la
formación de un Nosotros personal, que supera estos términos, es donde elucidamos
el verdadero lazo social humano; ahí, porque nada viene a brutaiizar la unión: ni el
número, ni ei contrato, ni los intereses. Dos seres que se aman por estas profundida
des llegan a formar, con sus dos pesonas, una verdadera Persona nueva. Y cuando
hay muchas, cuando hay m i, sólo hay una verdadera comunidad si hay otras tantas
veces dos: tantas veces nosotros dos. Una comunidad y una Persona nueva que une
a personas por el corazón de sí mismas. No es una multitud" (Revolución personalis
ta y comunitaria, I, 237).
“Así, la primera preocupación del individualismo es centrar al individuo sobre sí; la
primera preocupación del personalismo es descentrarlo para establecerlo en las pers
pectivas abiertas de la persona.
Estas se afirman muy pronto. El primer movimiento que revela un ser humano en
la primera infancia es un movimiento hacia el otro: el niño de seis a doce años, al sa
lir de la vida vegetativa, se descubre en el otro, se percibe a sí mismo en actitudes di
rigidas por la mirada del otro. Sólo más tarde, hacia tos tres años, vendrá la primera
ola de egoísmo reflexionado. Cuando pensamos en la persona estamos influidos por
la imagen de una silueta. Nos situamos entonces ante la persona como ante un obje
to. Pero mi cuerpo es también este agujero del ojo abierto sobre el mundo olvidándo
me de mí mismo. Por experiencia interior la persona nos aparece también como una
presencia dirigida hacia el mundo y las otras personas, sin límites, mezclada con ellos,
en perspectiva de universalidad. Las otras personas no la limitan, sino que la hacen
ser y crecer. La persona no existe más que hacia el otro, no se conoce sino por me
dio del otro y no se encuentra más que en el otro. La experiencia primitiva de la per
sona es la experiencia de la segunda persona. El tú, y en él el nosotros, precede al
yo, o al menos lo acompaña. Es en la naturaleza material (y nosotros estamos parcial
mente sometidos a ella) donde reina la exclusión, porque un espacio no puede ser
ocupado dos veces. Pero la persona, por el movimiento que la hace ser, se expone.
De esta manera, es comunicable por naturaleza, es incluso la única que lo es. Hay que
partir de este hecho primitivo. Igual que el filósofo que empieza encerrándose en el
pensamiento no encontrará jamás una puerta abierta hacia el ser, también ei que em
pieza encerrándose en el yo no encontrará nunca el camino hacia el otro. Cuando la
comunicación se relaja o se corrompe yo me pierdo profundamente a mí mismo: to
das las locuras son un fracaso de la comunicación con el otro -el alter se convierte en
a lienusy yo me convierto, a mi vez, en extraño para mí mismo, en alienado-. Se podría
decir que yo no existo más que en la medida en que existo para el otro y, en el límite,
ser es amar.
Estas verdades son el personalismo mismo, hasta el punto de que es un pleonas
mo al designar la civilización que él persigue como personalista y comunitaria. Es
tas verdades expresan, frente al individualismo y at idealismo persistentes, que el su
jeto no se alimenta por autodigestión, que no se posee más que aquello que se da o
aquello a lo que se da y que no se construye la propia salvación en solitario, ni social
ni espiritualmente. El acto primero de la persona es, por tanto, suscitar con otros una
sociedad de personas cuyas estructuras, costumbres, sentimientos e instituciones, en
fin, estén marcados por su naturaleza de personas: sociedad cuyas costumbres em
pezamos sólo a entrever y esbozar'1(El personalismo, III, 453-454).
3 . 6 Hospitalidad
3.7.- Generosidad-avaricia
"Con este binomio tocamos quizás la más esencial de las determinaciones psíqui
cas. La materia es la exactitud misma, al menos a escala nuestra. Sus leyes casi rigu
rosas establecen en el universo esta buena economía de base que produce parejas
ordenadas. La vida introduce en ella las primeras costumbres de la abundancia: allí
donde la materia nivela, la vida hace rebotar; allí donde la vida no hace más que tro
car sobre un fondo que se agota siempre, y no se vuelve a constituir jamás, la vida, la
primera, crea, acumula y derrocha. Pero lo hace aún a ciegas. La persona da por pri
mera vez un sentido a esta sobreabundancia al iluminarla por la intención generosa.
Crea y da sin cálculo porque lleva en sí, si no el recurso para dar siempre más, sí al
menos el movimiento para ir siempre más lejos. Pero al mismo tiempo sabe por qué
da, a quién da y por qué sobreabundantemente. La generosidad es su virtud más rep
resentativa, parece como la imagen de una Infinitud creadora. Se tendría la tentación
de decir que la generosidad es más esencial aún que la afirmación en el montaje del
hombre, si la afirmación consciente no fuera necesaria para dar una raíz sólida a su
nacimiento.
La psicología encuentra la generosidad antes incluso de que ésta sea una virtud,
cuando no es todavía sino la mayor docilidad de un temperamento a las espontanei
dades de la vida personal. Existen seres que la han recibido como un don del cielo por
una especie de gracia vital. La generosidad comienza con la gentileza, esta pequeña
virtud de gran raza tan perdida en el mundo moderno. El egocentrismo es mínimo en
estos temperamentos. Poseen en estado innato esa liberalidad que es como la facili
dad con que el fruto se separa del árbol, el bien de su poseedor y el acto de su autor.
Ante las elecciones que les propone ia ocasión, van con una seguridad de gran clase
y una simplicidad de niños a aquellos que les cuestan el máximo y que dan el máxi
mo. Junto a tantas virtudes tensas y sin gracia, junto a tantas formas crispadas de he
roísmo y ascesis, parecen los embajadores sin alharacas de un mundo más verdade
ro y no menos exigente, pero juvenil y natural hasta en la inmolación. Su acción pro
duce el espectáculo de una especie de presencia real de la fecundidad. No son inven
tores impotentes, errando entre posibles, corriendo sin aliento tras una plenitud que
no alcanzarán jamás. ''Haces demasiadas cosas", le decía Cristo a Marta, que se des
hacía en atenciones. No prefieren la ebriedad de lo indeterminado a la modestia de lo
real. Pero no están, bajo pretexto de realismo, cerrados a la parte más bella de la re
alidad. Les gusta manejar las cosas, las verdaderas cosas existentes, a manos llenas,
y en la contemplación del mundo no se cansan de remover la suntuosidad del detalle:
evóquese la manera de Péguy, su minucia pródiga, su alegría de salvar en su Paraíso
desbordante el menor matiz, el menor objeto, la menor palabra. Klages opone esta
abundancia vital a la sequedad del espíritu y de la voluntad. Pero no se la puede re
ducir así a la profusión de un psiquismo que no ha roto con las plétoras elementales
det instinto. Memos visto que el instinto tiende a deslizarse en el hombre hacia el ego
centrismo y la pobreza de la repetición. La generosidad recibe del instinto una parte
de su savia. Pero en su movimiento impiica un dominio del instinto, una victoria sobre
su egoísmo y su rigidez impulsiva. Es inagotablemente múltiple, perpetuamente Inven
tiva y aventurera. Así, los generosos detestan los cálculos sobre los cuales reposan
nuestras costumbres de decencia: el toma y daca, la estricta reglamentación de los
movimientos del corazón, de la hospitalidad, de las relaciones humanas. Estos usos
fueron primitivamente un homenaje desclplinado a una cierta gracia de la vida social,
una técnica de flexibilización del egoísmo. Se han convertido, con la avaricia burgue
sa, en el código mismo de la muerte espiritual. El generoso es mal propietario y mal
ecónomo: prefiere dar a poseer, distribuir a acumular, dejar que las cosas vivan a con
servarlas, y estaría frecuentemente tentado de hacer virtudes de la extravagancia y la
prodigalidad a fuerza de ver honrar a su alrededor la mediocridad satisfecha y la eco
nomía sórdida. La generosidad hace al mundo a su imagen, más exactamente, des
cubre en él su imagen latente. Sin embargo, no cae en la Ilusión el impulsivo, del que
se dice que se da rápidamente, mientras que se debería decir que se entrega rápida
mente, por una especie de ligereza periférica, y no por el peso de una riqueza sobre-
abundantedel interior. La generosidad reconoce bajo el mundo pobre un mundo ge
neroso, lo ve por transparencia tras la miseria cotidiana, confía en él y no quiere tra
tar más que con él, sabiendo que al prestar generosidad se la suscita.
La avaricia de la que hablamos aquí es más radical que la avaricia del dinero. Es
una disposición estrecha del corazón, una "pobreza vital" (Prinzhorn), una ausencia
de espontaneidad y de liberalidad, una parsimonia original en la comunicación de sí.
Frecuentemente estos avaros esenciales son débiles, enclenques, "pobres hombres",
y si gastan poco es porque tienen poco: de ahí esa morosidad, especie de "pequeñas
tristezas, de pequeña avaricia moral y física perpetua" de la que hace Janet una ca
racterística frecuente de la astenia. Desvalorizan todas las cosas alrededor de sí y se
construyen un mundo mezquino para no ser aplastados por el poder desbordante del
mundo real. Además hay que clasificar aparte a ciertos angustiados. Estos ofrecen to
das las apariencias de la parsimonia, pero se ven arrojados a ella por un terror enfer
mizo al riesgo y la incertidumbre, y no por una estrechez radical del corazón: con fre
cuencia incluso la minucia puntillosa de su comportamiento práctico contrasta con
una vida de generosidad y entrega. Hipersensibles y no indiferentes, irresueltos hasta
en sus cálculos, ponen su pusilanimidad al servicio de una solicitud inquieta por el otro
con mucha más frecuencia que al servicio de su propia tranquilidad. Dejados aparte
estos casos, queda la avaricia esencial a la que nos referimos aquí, innumerables se
res, a los que. sin embargo, la vida no ha medido su prodigalidad, oponen a los hom
bres y a los acontecimientos una desconfianza tan radical que manifiesta una actitud
de rechazo hacia el ser en todas partes donde irradia; más que un rechazo, una pro
testa; más que una protesta, un resentimiento contra su generosidad creadora. Estas
personas reservan sus sentimientos, retienen sus actos, comprimen sus pensamien
tos. Débilmente emotivos, pues la emotividad expone y arrastra, son generalmente
inactivos y secundarios. No solamente viven a contrapelo del impulso espiritual, sino
que viven a contrapelo de la vida misma, pues, ai esbozar ya el movimiento del espíri
tu, la vida premia allí los riesgos de la generosidad. Uno de los méritos del freudismo
es haber mostrado que a través de todas las crisis de crecimiento desde el destete in
fantil, la vida sólo se expande allí donde una renuncia atrevida sabe aceptar la aven
tura de un futuro con el sacrificio de los sistemas adquiridos, o si se quiere -es la fórmu
la misma de la generosidad- la aventura de un ser-más en el sacrificio de un tener.
Cuando la avaricia vital rechaza este salto, nacen las múltiples formas de involuciones
afectivas: repliegue egocéntrico, narcisismo, rigidez, espíritu de reivindicación, etc.
La avaricia de dinero no es más que una de las fórmulas, y no la más frecuente, de
esta avaricia más general dei corazón. Se encuentra en los sentimentales de emotivi
dad débil (emotivos no activos secundarios) y se extiende a derecha e izquierda entre
ios secundarios, desde los apáticos hasta los flemáticos. La secundariedad, sosteni
da porta inactividad, los repliega sobre sí, los aparta de la preocupación por el otro y
consolida sus costumbres por la fuerza que da a las inercias del pasado, la descon
fianza que suscita ante el futuro y la sistematización que aporta a las rutinas. Los ava
ros de dinero están perdidos en la masa mucho más considerable de los avaros de sí.
Quizás es cierto, como afirman algunos escritores religiosos rusos, que su mal repre
senta el pecado original de Occidente, especialmente desde que la burguesía, de con
quistadora, se ha convertido en áspera, calculadora y mortalmente ordenada.
Et avaro de dinero es una excepción, una especie de monstruo. La vida nos ofre
ce una imagen mucho más banal de la avaricia esencial, fa del parsimonioso, del que
Toulemonde nos ha dejado un vivo retrato. Este tiene la pasión del orden: alinear, dar
brillo, tapar las botellas, enderazar los cuadros, alinear las simetrías. Gasta una ima
ginación desbordante en inventar nuevas adaptaciones, que no son precisamente in
venciones, sino acomodaciones a una vida menos arriesgada o al máximo rendimien
to: tal objeto estaría mejor colocado aquí, tal instrumento podría ser utilizado mejor,
tal disposición podría ser perfeccionada. Está siempre atento a no gastar en vano
ningún capital: ecónomo de cabo de velas y de cuerda, atento únicamente al ahorro
inmediato que satisface su disposición estrecha, aunque una economía más inteligen
te debiera sufrir finalmente por ello. De forma semejante, sufre por el derroch e social;
apaga las lámparas en los pasillos de los hoteles,y si queda algo de un plato en la me
sa, preferirá importunar a sus comensales a verlo perderse sin utilidad. Piensa de la
manera más seria en sacar partido de cualquier objeto usado, corre tras las oportuni
dades, aunque et placer de comprar barato le lance a hacer gastos inútiles. Es el com
prador odiado por los vendedores, el regateador infatigable, que teme siempre ser ro
bado, cliente típico de los Prisunic que no dejan ningún lugar a la sorpresa ni a la lo
cura. Regula de la misma manera hasta sus fantasías íntimas, poseído como está por
el miedo a lo imprevisto: insoportable viajero que se sobrecarga de información, de
horarios, de tarifas y de guías, verifica aisladamente sus notas y su dinero, discute con
los chóferes, con los botones de hotel, con sus vecinos de compartimento, siempre al
acecho de un gasto obligado o de un derecho desconocido.
Muchas personas justas y de orden se extrañarían si bajo su más noble máscara
se les descubriera el rostro horroroso de esta avaricia. Se estiman correctos con la vi
da porque no esperan nada de ella y no le piden privilegios extraordinarios. Esta mo
deración razonable es precisamente una conducta insensata en un mundo cuya tex
tura es promesa y sobreabundancia. Su misterio chorrea a su alrededor avances inau
ditos, proposiciones milagrosas, y ellos, para actuar, meten la nariz en reglamentos
de policía urbana. Sus relaciones de estricta equivalencia con el otro, su guardia cons
tante contra la espontaneidad, contra la sorpresa, contra el enigma, contra la aventu
ra, contra ei gesto loco que haría estallar su universo de calculadores hacen de ellos
algo más que enclenques: el producto más odioso, quizás, de la complicación de las
potencias de muerte en una civilización que las ha multiplicado bajo falsos nombres
al igual que las potencias de vida11(Tratado, II, 322-326).
"Cada hombre que con su sola mirada plantea delante de mí una pregunta, me lla
ma a la responsabilidad moral, sea que me solicite a una conversión espiritual por el
atractivo de su presencia, sea que, por su degradación, se porte como un reproche
viviente contra ia insuficiencia de mi propia irradiación. El tú está reservado, en inglés,
al diálogo del hombre con su Juez. La conciencia moral afronta de cara este juicio fra
ternal, no el siempre falseado e ilegítimo que los hombres hacen los unos de los otros,
sino el que los hombres son los unos para los otros. La buena conciencia, por el con
trario, huye de este cara a cara y disipa con solicitud el reproche en la Impersonalidad
del grupo1' (Tratado, II, 485).
"Un ser nuevo entra en el campo inmediato de mi vida y todo es vuelto a poner en
cuestión por esta sola presencia. Hasta su encuentro, yo me situaba en un cierto haz,
más o menos coherente, de disposiciones, creencias, costumbres y maneras de ser.
Mi reflexión sobre todas ellas se había gastado con la costumbre. Yo había dejado de
ver la mediocridad de las unas y las muecas de las otras. Yo estaba hecho a mi ros
tro, como algunos se hacen a su miseria o a su mugre. Más aún, yo reaccionaba vi
vamente cuando descubría en otros rasgos semejantes a los míos: si hubiera en el
mundo tanta generosidad y nobleza como bocas para gemir contra el egoísmo y la
depravación! Uno que reprocha al partido de frente el someter la religión o la patria a
una política, bajo pretexto de salvarlas, las anexiona ingenuamente a su propio parti
do. Pero héte aquí que una nueva mirada cae sobre mí. Desconcierta este orden som-
noliento. Yo me hago, pero esta vez en el sentido más lúcido de la palabra, self cons-
cious. Costumbres, tics, particularidades y creencias Implícitas se colorean bajo el so
lo efecto de esta mirada como un cliché bajo la acción del revelador. Hay miradas que
actúan lentamente, otras que te despojan de golpe. Las hay que operan de lejos, a
través de una carta o un libro. Esta acción reveladora no es la única. Tanto la mirada
de otro, cuando Ilumina nuestro relieve interior, como nuestra propia mirada cuando
se dirige sobre el otro, provocan una especie de estructuración de nuestras propor
ciones. Estas manías, estas mediocridades, estas preocupaciones, estos prejuicios
que yo tomaba en serio, héte aquí que al ser vistos en el otro se me aparecen como lo
que son, algo grotesco, o ai menos pintoresco psicológicamente. La maledicencia tie
ne generalmente razón en sus diagnósticos. ¿Por qué, entonces, nuestro juicio no es
siempre tan seguramente lúcido y mordiente como lo sabe ser en su uso externo? So
lamente ahí restablece las medidas verdaderas del hombre y ve sus pequeñeces co
mo io que son. iOh rldiculosíssimo éroel Kohler ha mostrado que en el caso de la ac
tividad inteligente el desvío es frecuentemente el camino más corto de un punto al otro:
todo ocurre como si el mundo físico nos forzara a romper la rigidez del instinto en los
dédalos que propone a ia ingeniosidad de la acción. Ocurre que, siguiendo un orden
análogo, el otro es el camino más corto que conduce desde mí mismo al conocimien
to de mí mismo. La conciencia aisiada es la afirmación ciega, rígida, masiva. El otro
es la interrogación que se levanta en el camino, el resorte déla ironía saludable. Solo,
yo me lleno con el estorbo de mi suficiencia y mis desperdicios. Pronto soy como un
libro escrito o como una siega hecha. El otro es lo inaudito que llega sobre este amor
tiguamiento a hacer oír su reproche o su llamada, a despertar con sus amenazas o
sus promesas mis poderes dormidos. Bajo el ácido de esta ironía, bajo la profusión
de estos avances, yo tomo de mí mismo una conciencia ridicula que es el comienzo
de la sabiduría. El sentido del ridículo es una aprehensión divertida de nuestra nada
como el enfado es su aprehensión sombría. Aplasta al débil, pero el fuerte le devuelve
la réplica con su propia ironía. La unión de estas dos ironías compone este humor atre
vido y modesto, situado entre la suficiencia y la humillación, y que mide una especie
de buena salud moral. No es solamente irónico: esta 'turbación deliciosa de mezclar
se con una vida desconocida", de la que habla Proust, es uno de los sentimientos más
conmovedores" (Tratado, II, 502-503).
3.9.- Aislamiento
3.10.- Indiferencia
3.11.- Desconfianza
"La desconfianza no es la lucidez que aparenta ser; es la cara que vuelve hacia ei
otro la avaricia. Frecuente en los psicoasténlcos, revela la enclenquez psíquica de éstos
más que su mala voluntad. En otros casos es indisponibilldad íntima y, propiamente
hablando, inhospitalidad del corazón. Para quien desconfía, el que se le pone delan
te, cualquiera que sea, el visitante, el pasajero, el mendigo, el proveedor, el vendedor,
el extranjero, en un enemigo o un Impostor posible. Cierra su puerta dos veces antes
que abrirla una sola vez a un sinsabor, cuenta las monedas con una especie de com
placencia insolente delante del chófer que acaba de traerle, pone trampas a sus cria
dos, rechaza a todos los pedigüeños para no ser engañado por uno solo, niega su ca
sa a quien no es de la región o-del círculo de los asiduos, aborda todo encuentro hu
mano como de sesgo y cargado de cálculos" (Tratado, II, 476).
“Pero la desconfianza habitual tiene un diagnóstico más grave que el de una reac
ción protectora elemental. No es solamente un espasmo del instinto, sino que es ya
una avaricia de hombre. La desconfianza niega al otro ese crédito de hombre a hom
bre que es una especie de homenaje anticipado a los efectos de la generosidad" (Tra
tado, II, 475-476).
3,12.- Tristeza
3.13.- Esperanza
3.15.- El afrontamicnto
3.16.- El riesgo
“La acción más modesta asume riesgos, y la naturaleza psicológica del riesgo es
la de ser una improbabilidad mucho más que una probabilidad. No hay acción sin una
brizna de locura, sin una sinrazón soberana que se burla de las razones. No discutáis
con el pusilánime: tiene razón en cada una de sus razones, pues la razón prevee to
do, salvo el milagro mismo del acto creador1(Tratado II, 426).
"La aspiración transcendente de la persona no es una agitación, sino la negación
de sí como mundo cerrado, suficiente, aislado en su propio surgir. La persona no es
el ser, es movimiento de ser hacia el ser y sólo es consistente en ei ser al que apunta.
Sin esta aspiración, se dispersaría (M ier-Frienfels) en 'sujetos momentáneos'.
Esta riqueza íntima de su ser le da una continuidad no de repetición, sino de so
breabundancia. La persona es lo “no-inventariable“ (G. Marcel). Yo la experimento sin
cesar como desbordamiento. El pudor dice: mi cuerpo es más que mi cuerpo; la timi
dez: yo soy más que mis gestos y que mis palabras; la ironía: la idea es más que la
idea. En mi percepción el pensamiento transtorna los sentidos, en el pensamiento la
fe transtorna la determinación, como la acción transtorna las voluntades que la produ
cen y el amor y los deseos que la despiertan. El hombre, decía Malebranche, es mo-
vimlento para ir siempre más lejos. El ser personal es generosidad. De esta forma fun
da un orden inverso a la adaptación y la seguridad. Adaptarse es reducir su superfi
cie amenazada y hacerse semejante a lo que es al precio de lo que puede ser. La vi
da en nosotros, sobre todo delante del peligro, no exige más que adaptarse, al precio
menos caro: es lo que se llama la felicidad. La persona arriesga y gasta sin mirar el
precio" (El personalismo, III, 466-487).
3.18.- El testimonio
"Es necesario acabar con las traiciones de la acción como con las traiciones del
pensamiento. Y que estemos resueltos desde el comienzo por dos principios.
El primero, que actuaremos por lo que somos tanto y más que por lo que hagamos
y digamos (...) Es la calidad de nuestro silencio interior la que irradiará nuestra activi
dad exterior, la acción debe nacer de la sobreabundancia del silencio.
(...) Hagámonos entender bien sobre el segundo principio. Nuestra acción no está
esencialmente dirigida al éxito, sino al testimonio" (Revolución personalista y comuni
taria, I, 151-152).
3.19.- La vocación
3.20.- La libertad
"...Como voy a ser padre dentro de un mes, ya ves, esto me da un sentimiento pa
ternal para la reventa que yo distribuyo en el universo. Y precisamente el ser casi pa
dre me da, además, una comprensión de la familia que no es extraña a tus preocupa
ciones. ¿Sabes el primer sentimiento que ha brotado en mí cuando me he dado cuen
ta de esta vida nueva que procede de mí? El sentimiento de la muerte. De mi muerte:
por esa vida yo pasaba ya a las filas de los que la vida rechazará después de haber
se apoyado en ellos. Y también en la muerte, por el sesgo de la fragilidad de la vida,
en este pequeño ser al que cualquier cosa, una gripe o una emoción, podría ya ani
quilar. Se dice que un nacimiento es la plenitud de un hogar, sí; pero es también su
aniquilación: desde que se haya separado de la madre, el niño se separará cada vez
más. Nueva persona, promesa exigente, está ahí para romper los hogares cerrados
contra los egoísmos mismos que segrega por la ternura y la entrega, es la eterna pro
testa de las vocaciones contra las sociedades.
Todo esto es bastante simple cuando la familia es odiosa y el niño está separado
moralmente de ella. Tú experimentas que eJ problema verdadero y difícil de la familia
es el de la familia unida, la lucha dei amor contra sí mismo, de la vocación centrífuga,
no digo contra ei egoísmo de ia familia, sino contra esa curvatura sobre sí mismo del
amor colectivo que nos hace tan difícil el romper los círculos de amigos y los hogares
de cariño cuando está en juego una verdadera vocación. No hay que estar demasia
do resentidos contra los que nos aman "a su manera", con sus deseos. Creen que nos
evitan sus titubeos o sus heridas mediante una conmovedora preocupación afectiva.
Hay que enseñarles dulcemente que nadie debe evitar los golpes y las heridas y que
solamente cuando los aceptamos llegamos a ser dignos de aquello que ellos quieren
de nosotros. Hay que enseñarles arespetar, no nuestra voluntad, sino, con nosotros,
las llamadas desconocidas que nos vienen de la vida o de Dios (yo no sé cómo dices
tú), que nos enriquecerán más que todos nuestros pequeños cálculos y todas nues
tras pequeñas previsiones" (A llly Karman, 2 de enero de 1938, IV, 695-696).
"...Has hecho bien abriéndome esa ventana interior. La comunión de dos seres
próximos es un estado intermitente separado por zonas apagadas y oscuras, y pe
riódicamente hay que reventar el sedimento que se inserta entre ellos y la misma pan
talla de los hechos, acontecimientos y cosas que parece unirlos. Es preciso que un
chorro de lavas profundas y ardientes funda este aluvión inerte de los días.
Y esta lava se llama verdad. El corazón y la verdad no marchan a la vez. Ocurre
que el odio, o simplemente la agresividad, es terriblemente más lúcido que el afecto
demasiado abandonado a su aire, El afecto es dulce y acomodaticio, dispuesto a la
componenda y a la ilusión que todo lo bendice. Le gusta dejarse mecer por un ronro
neo florido de palabras engañosas. Se convierte en un cadáver ambulante. Se esta
blecen los silencios y las constumbres de callarse juntos sobre las mismas cosas o de
intercambiar acerca de ellas las mismas palabras convenidas y usadas. Este vocabu
lario tiene el aspecto de vivir y de hacer vivir, pero en realidad se coagula lentamen
te y esclerosa las mismas fibras de la vida al segregar su tejido.
Es así como pienso que se secan muchos matrimonios sin darse cuenta. Nosotros,
que tenemos la suerte de conocer hogares vivos, sabemos cuánta vigilancia deben te
ner los mejores de ellos para no dejarse introducir entre 'tú y yo" esta película insen
sible, resultado de todos los silencios no aclarados, de todas las rebabas del corazón
y el lenguaje, de los recortes de todo lo que en nosotros no es personal, vigilante, lúci
do y amante.
La dificultad no es la misma en todas las situaciones. En una pareja dificultad es la
trivialidad de la vida cotidiana y la presión de la promiscuidad, que deftoran el milagro
de la vida. Entre padres e hijos el obstáculo es más bien la diferencia de experiencias,
a veces su alejamiento en el espacio, que hace más difícil aún su comunicación. Las
experiencias se comunican mal o demasiado deprisa. Se las deja Huir más o menos
perezosamente bajo las relaciones habituales y bajo las canciones recordadas desde
la infancia, agradables y fáciles. Si se continuara así interminablemente, se acabarla
por hablarse siempre de la forma más afectuosa del mundo, se seguiría sintiendo los
sentimientos más cálidos, pero en una especie de vacío, de ignorancia mutua y pro
funda, una especie de mentira vital.
Es aquí donde hay que volver a la verdadera naturaleza del afecto. Este no existe
para ser felices juntos, sino para ser más juntos. Es la ley de) más del crecimiento es
piritual y de ta verdad que hace daño, es el sacrificio que hace daño, la lucha que ha
ce daño. "Mi reino no es de este mundo" implica que la armonía no es de este mundo;
cualquier afecto demasiado armonioso, cualquier acuerdo demasiado constante, cual
quier dulzura demasiado sistemática, cualquier optimismo demasiado acomodaticio
están parcialmente tejidos de mentira.
Deberíamos medir la profundidad de los afectos por las alegrías mutuas que nos
damos, ciertamente, pero también, y no exagero, por las heridas que nos producimos.
Hay heridas inútiles, las que proceden del choque de los egocentrismos; está claro
que hablo de otras, de las que son necesarias para no vivir en la mentira y para des
pertarse mutuamente del sueño de la costumbre...
Lo que es grande es el deseo de amarse y la lucha por el amor. La transfiguración
del amor, la beatitud del amor la concede un milagro de vez en cuando.
Parece que estoy muy lejos de la vejez. Pero estoy muy cerca de tí; pues lo que
cuenta en una apertura como la que tú me concedes sobre tu experiencia de la vejez
no es el sujeto subjetivamente tomado, es la iluminación de un tú amado en su verda
dera dificultad bajo las ilusiones de la vida y del cambio. Y porque he sentido esta ilu
minación me he parado en ella y en la necesidad de mantenerla entre nosotros como
un clima de permanente afecto. Desde hace algunos años, el "honrarás a tu padre y a
tu madre" tiene para mí el sentido de una experiencia muy precisa. 'Tú los verás en
vejecer, tú vivirás una vida forzosamente desfasada de la suya, tanto más cuanto que,
además de la edad, el empuje hacia adelante que ellos te han dado con el sudor de
su esfuerzo te ha colocado en un ambiente y en un estilo de vida diferente del que ellos
vivieron en su juventud, del que ni siquiera se acuerdan, ni tienen una experiencia to
tal. Los medios de comunicación entre vosotros disminuirán no sólo con el espacio,
sino con la divergencia de vuestras vidas. Lo fácil sería continuar, como si no pasara
nada, pronunciando las palabras de tu infancia y dejando madurar bajo ese charloteo
una comunicación íntima sin reconocerlo nunca. Entonces dejarías que se establecie
se entre vosotros esa indiferencia, aunque fuese una indiferencia que canta y acaricia.
Ahora bien, la indiferencia es tratar al otro como a una cosa, aunque sea una cosa
agradable, y no tratarle por lo que él es. "Honrarás a tu padre y a tu madre", no les in
flingirás el deshonor de dejarlos a su aire, de consentir con aquello que ignoran de tí
y dejar que no tengan de tí más que una imagen artificial y falsa. Como la vida nacerá
entre vosotros de experiencias y problemas nuevos, no podrás dejar de hacerles daño
si quieres continuar manteniendo agarradas vuestras luchas desafinadas, pero este
mal es necesario para el alumbramiento de un nueco afecto, y es cien veces más res
petuoso y cariñoso que la falta de respeto del dejar pasar las cosas...
Dejemos entonces de mantener artificialmente esta primera forma de cariño nues
tro que ha cumplido su tiempo, que es hermosa en su tiempo, pero que más tarde sólo
es gesticulante, y establezcamos hoy esta cosa mucho más bonita y mucho más fuer
te: el cariño de un hombre en pie y de una mujer en pie por un hombre en pie, salido
de su trabajo y volviendo a ellos con el suyo. "Honrarás a tus padres" quiere decir que
les ayudarás a lograr esta transfiguración. A tí te es más fácil que a ellos, pues tú estás
empujado por la misma exigencia de la lucha que te ocupa cada dia, pero ios recuer
dos que ellos tienen no son todos de tu infancia y cuando piensan en tí no tienen las
manos llenas de tu infancia, como tampoco de tu vida actual, que se les escapa por
la distancia misma en su sustancia cotidiana. "Honrarás a tus padres", es decir, que
les ayudarás con tu juventud a vencer su vejez. No ies dejarás hundirse detrás de la
barrera de su debilitamiento, tú demolerás constantemente este muro que hay ante
eKos, en la medida en que esto depende de tus fuerzas..." (A su padre, 28 de abrü de
1943, IV. 883-885).
' Clásicos Básicos del Personalismo '
' i. » ■ *, * I - • ^ - . . V !* I * 1w \ ^ . s.
GABRIEL M ARCEL
U
UNA VIDA SENSIBLE A LO HUMANO.
"Nací en París, el 7 de Diciembre de 1889. Mi padre, uno, sin duda, de los hombres
mejor formados de su tiempo, había sido sucesivamente: Diplomático, Consejero de
Estado, Director de una Academia de Belias Artes, Administrador de la Biblioteca Na
cional y, aún, otras varias cosas.
Primero estudié en un Instituto y luego en la Soborna. Y cuando, ya allí, tuve idea
por primera vez de lo que podía ser la filosofía, comprendí que ella era quien me lla
maba. Pero también he de confesar que, por aquellas fechas, me atraían casi tanto
como ella el teatro y la música.
Nunca ponderaré lo suficiente la huella honda y clara que han dejado en mí los
grandes músicos, muy por encima de cualquier poeta. Es cierto que jamás he estu
diado música en sentido técnico y estricto. Sin embargo poseía una sensibilidad na
tural para ta armonía y también una indudable facultad para ia improvisación musical.
Creo que en el fondo, una y otra, han hecho sentir su presencia en mis incursiones
por eí campo de la filosofía y el teatro" (D.D. 8)
"Por lo que se refiere a mi conversión en el año 1929, resulta igualmente difícil de
cir algo concreto. Es incuestionable que en ello tuvo mucha parte el influjo de mi ami
go Charles Du Bos. Este influjo es mucho más considerable que el de Mauriac. Sin em
bargo, fue una carta de Mauriac la que finalmente me despertó la ocasión inmediata
para mi conversión. Mis intentos de entablar contactos más directos y estrechos con
los tomistas y, principalmente, con J. Maritain, quedaron siempre, en resumidas cuen
tas, estériles, prescindiendo de ta amistad e inclinación que profeso a ciertas persona
lidades concretas que forman este círculo de allegados a los dominicos..." (D.D. 11).
"Usted sabe que yo he sido educado sin ninguna religión y, por lo tanto, a partir
del momento en que empecé a pensar por mí mismo filosóficamente, he sido elevado
irresistiblemente a pensar en favor del cristianismo, es decir, a reconocer que tenía
que haber en el cristianismo una realidad extremadamente profunda, y que mi deber,
en cuanto filósofo, era buscar cómo esta realidad podría ser comprendida. Es en re
alidad un problema de inteligibilidad lo que entonces fue para mí. Era una época en
la que sometía mis escritos a Víctor Delvos y sentía por él una gran simpatía y me ayu
daba en esta búsqueda, pero me encontré durante varios años en esta situación ex
tremadamente singular de un hombre que cree profundamente en la fe de los demás,
que está perfectamente convencido de que esta fe no es ilusoria, sin reconocer la po
sibilidad o el derecho de aceptarla en absoluto" (E.P.M. 78 - 79).
"Como es natural, la Primera Guerra Mundial influyó notablemente en mi evolución
interna, aunque, debido a mi débil constitución, no fui llamado a filas. Me incorporé al
servicio de la Cruz Roja, y esta actividad me fue llevando a a considerar la guerra, no
tanto desde una perspectiva política, sino más bien desde una perspectiva existencial,
en sus efectos sobre la imagen moral de nosotros mismos, como seres vivientes. Es
casi seguro que aquí está el origen remoto de lo que mucho más tarde, una vez pasa
da ya la Segunda Guerra Mundial, me impulsó a escribir" (D.D. 9).
"En lo que se refiere a mi evolución interior, cobra importancia fundamental toda la
serie de problemas que traía consigo la resistencia y la colaboración francesa, por un
lado y los crímenes nazis y de los soviets, por otro, y lo mismo vale para los proble
mas que resultaban de las depuraciones políticas y de sus enmarañadas consecuen
cias.
Quiero añadir aquí que el influjo de ciertos poetas, entre los que figura ñilke en lu
gar destacado, llegó a ser muy poderoso a partir de 1937, aproximadamente. Los nu
merosos viajes al extranjero que emprendí desde 1947, la mayor parte con motivo de
alguna conferencia han contribuido mucho a dar a mi pensamiento un acento euro
peo y cosmopolita, cada vez más intenso.
En este sentido, es particularmente digno de destacarse mi primer contacto con la
Península Ibérica, que fue para mí un verdadero descubrimiento; en épocas anterio
res de mi vida, apenas me había fijado en ella.
Toda mi actuación está orientada a tantas y tan variadas fuerzas creadoras y críti
cas, que yo quisiera encauzar a la acción, pero sin perder de vista lo que constituye
el centro de mis anhelos: contribuir con mis débiles fuerzas a mejorar un mundo que
amenaza con perderse en el odio y la abstracción" (D.D. 12-13).
"Desde muy joven estuve sensibilizado por el problema de la justicia... Siendo niño
quedé muy impresionado por el caso DREYFUS; creo poder decir que este aconteci
miento marcó en mí una cierta actitud.
Por otra parte, la guerra de 1914, y las condiciones en las que se desarrolló han te
nido también sobre mí una profunda influencia y además he seguido con gran angus
tia la remilitarización...; lo cierto es que, a partir de un determinado momento, estas
preocupaciones constantes comenzaron a tomar cuerpo filosóficamente acentuándo
se no sólo durante la segunda guerra mundial, sino también en tiempos posteriores'
(E.R.M. 96 - 98)
“Y constaté cada vez con mayor claridad que el problema de la justicia era priori
tario, que era necesario, en cierto modo, darle la razón a Platón: Un estado que no
mantuviese la justicia en el lugar más alto, sería un estado degradado" (E.R.M. 102).
"Ciertamente, quisiera poder pensar que mi obra, cuya significación y valor son pa
ra mí objeto de una interrogación constante a medida que me aproximo al fin, haya
contribuido, por poco que sea, a la obra de la paz, que, a mi parecer, es la más pre-
ciada de todas. No basta decir que la paz es un bien; es necesario, sin duda, decla
rar que es la condición de todo bien verdadero, y creo que todos nosotros hemos de
rechazar hoy día con horror la idea de que la guerra tiene una fecundidad que le es
propia. La comprobación de los medios de exterminio de que dispone y que hemos
presenciado con espanto y desesperación, al menos habrá hecho aparecer con clari
dad el carácter radicalmente malo de la guerra; y eso en oposición a lo que dieron a
entender, si no Hegei y Nietzsche mismos, ai menos gran número de sus discípulos"
(D.D. 17-18)
"Pero debemos decir que esa paz no es impuesta ni propiamente hablando, con
quistada. No, más bien desciende como una brisa salvadora al final de una jornada
de intenso calor que va al encuentro de aquel que ha andado errante tanto tiempo,
que ha luchado tanto y, muy a menudo, contra sí mismo.
La inolvidable frase de Goethe, que ha llegado a ser desgraciadamente un tópico:
"Auf alien Glpfeln ist Ruhe" (En todas tas cimas hay paz), nos ofrece aquí su verdade
ro sentido. ¿Qué es en efecto la cima, sino precisamente ei lugar de la brisa, brisa que
procede de otra parte, pero que viene a rozar suavemente la frente calenturienta del
héroe como una bendición del más allá?" (D.D. 33).
“Cuando intento considerar mi desarrollo filosófico en su conjunto, me veo forzado
a confirmar que ha estado dominado por dos preocupaciones, que pueden a prime
ra vista parecer contradictorias, y de las cuales, una se ha vertido mucho más en mi
obra dramática que en mis ensayos especulativos, y la otra se ha expresado en el re
gistro metafísico, pero permaneciendo presente por lo menos en el fondo de todas mis
obras dramáticas. Esta última es lo que llamaría la existencia del ser; aquella, la obse
sión de los seres tomados en su singularidad y, al mismo tiempo, tomados en las mis
teriosas relaciones que les unen (...). He admitido, a priori, antes de haberlo constata
do, esta afirmación: cuanto más reconozcamos a ser individual como tal, estaremos
mejor orientados y encaminados hacia la comprensión del ser en cuanto ser1. (R.l. 192
-193). .
“Mi obra, tomada en su conjunto, me parece que puede ser comparada a un país
como Grecia que contiene a la vez un parte continental y una parte Insular. La parte
continental son los escritos filosóficos, aquí me encuentro de alguna manera cerca de
otros pensadores de nuestro tiempo como Jaspers, Buber y Heidegger. Las islas son
las obras de teatro.
¿Por qué esta comparación?. Pues bien, porque de la misma manera que para ac
ceder a las islas es necesario efectuar una travesía, así para acceder a la obra de tea
tro, la creación dramática, es necesario dejar la orilla. Es necesario que el sujeto refle
xionante se desprenda, de alguna manera, de sí mismo, que se olvide él mismo para
sumergirse, para absorberse en los seres que ha concebido y que intenta hacer vivir.
Y podríamos añadir que el elemento que une el continente y las islas en mi obra es
la música; es la música quien es verdaderamente la capa más profunda, es ella a quien
pertenece de alguna manera la primacía" (E.P.M. 543 - 55).
"Pienso que en realidad se ha afirmado lo mismo para ciertas circunstancias de ia
vida de Kierkegaard. Para mí, todo ha sido dirigido por la muerte de mi madre. Ha ha
bido una traumatización fundamental que ha hecho de mí, se puede ver con claridad
en las fotografías de esta edad hacia los 5 ó 6 años, un ser un poco fuera de sí, perdi
do, y entonces, un día en el Parque Monceau en un lugar que me acuerdo y que pue
do identificar, hemos hablado de la muerte con mi tía y le dije: pero ¿es que no pode
mos saber lo que devienen los seres que hemos perdido? Mi tía me ha respondido,
agnóstica y muy sincera, por cierto como ella era: 'No puedo responderte, no lo sa
bemos, estamos en una ignorancia completa'. Y yo le dije entonces, con firme afirma
ción: ieh bien moi, plustard je chercherai á savoirl (Pues bien, yo, más tarde, buscaré
para saberlo). Pienso que en realidad esta frase tiene un valor seminal" (E.A.G.M. 24).
"Albert Camus fue menos hombre de teatro que Sartre; tuve por él un gran afecto.
Vino a verme aquí mismo, en esta habitación, un día antes de su muerte. No era cris
tiano, yo le apreciaba y le quería. Era una personalidad fascinadora, angustiado por
el destino del hombre. Yo, en cambio, no soy existencialista, a pesar de lo que se ha
dicho y escrito sobre mí. Yo soy más bien un neosocrático. Mi pensamiento es inte
rrogativo, como mi teatro" (H.O. 29).
1.- EL HOMBRE CO M O FUNCION Y SU EXIGENCIA
ONTOLOGICA
90
13.- EL H O M BRE CONTRA LA UNIVERSALIDAD ABSTRACTA.
"Me parece evidente que el racionalismo lo ha falseado todo al introducir en las re
laciones humanas un elemento de abstracción que des personal iza a los seres, y que
la filosofía democrática o laica que es su expresión degradada representa una defor
mación, una perversión absoluta del pensamiento evangélico al que el espíritu de abSr
tracción le es radicalmente extraño. Nos damos cuenta de que, desde este punto de
vista, la idea de paternidad divina, que M. Brunschvicg juzga estar marcada por un
antropocentrismo infantil, toma por el contrarío un valor eminente, puesto que en re
lación a ella deviene pensable una comunidad humana y auténtica, efectiva, comuni
dad en lo existente; por el contrario, en el seno de una flosofía racionalista, cualquie
ra que sea, se desencarna hasta devenir un simple esqueleto lógico...1' (R.l.P. 14-15).
"Lo que es trágico, y vuelvo así otra vez a urvo de los temas más importantes de es
te pequeño libro, es que estas abstracciones no son inoperantes: encubren en sí po
sibilidades de desorden propiamente infinitas. Termino así como he comenzado: el
filósofo no puede contribuir a salvar al hombre de sí mismo más que denunciando im
placablemente y sin descanso los estragos causados por el espíritu de abstracción"
(H.C.H. 206).
"Pero se trata de otro punto sobre el que me parece necesario insistir, es el hecho
de que la fraternidad excluye el espíritu de abstracción y las ideologías en ias que ésta
tiende siempre a tomar cuerpo. Afirmo aquí lo que había dicho anteriormente sobre la
oposición entre igualdad y fraternidad. Podríamos decir que el espíritu de abstracción
conduce siempre a una cierta especie de segregación, la segregación de clase prac
ticada en los países comunistas es la misma que la segregación racial.
Pero ¿qué es la fraternidad sino el rechazo opuesto a toda forma de segregación?
Este rechazo, claro está, es en realidad ia cara negativa de una afirmación, la de lo
universal. Pero el peligro está siempre, como he dicho anteriormente, en que lo uni
versal se deseca o se degrada en pura relación abstracta y es justamente a esta de
gradación a la que se opone el espíritu de fraternidad" (D.H. 192).
"Podríamos decir, colocándonos, claro está, más allá de la religión propiamente di
cha, que este universal es la conciencia de participar ¡untos en una cierta aventura úni
ca, en un cierto misterio central e invisible del destino humano. Lo que me aproxima
a un ser, lo que me une efectivamente a él, no es en absoluto saber que podrá verifi
car y aprobar una adición o una división que habría hecho por mi cuenta, es más bien
considerar que ha atravesado como yo ciertas pruebas, que está sometido a las mis
mas vicisitudes, que ha tenido una infancia, que ha sido amado, que otros seres han
estado pendientes de éi y han esperado en él; es también el pensar que ha sido llama
do a sufrir, a declinar, a morir. Esta comunidad está unidad también a la experiencia
de la debilidad, pero esta debilidad cambia de naturaleza cuando se piensa como des
tino" (R.l. 14).
"Es necesario comprender que la universalidad se sitúa en la dimensión de ia pro
fundidad y no en la extensión. ¿Diríamos que no es accesible más que al individuo?
Pero he aquí todavía una noción terriblemente sospechosa. Debemos rechazar tanto
la atomización como la colectivización. Siguiendo la anotación inagotable de Gustave
Thibon, se encuentran los aspectos complementarios de un mismo proceso de des
composición, o mejor de necrosis.
No hay profundidad auténtica más que allí donde una comunión puede ser efecti
vamente realizada; nunca podrá serio entre los individuos centrados en ellos mismos
y, por consiguiente escierotizados, ni en el seno de la masa, del estado de masa. La
noción de intersubjetividad sobre ta que descansa mi última obra supone una apertu
ra recíproca sin la cual ninguna espiritualidad es concebible (...). Solamente en el se
no de grupos restringidos y animados de un espíritu de amor el universal puede efec-
tivamente tomar cuerpo. En esta perspectiva, es necesario rehabilitar la noción aris
totélica hoy desacreditada, y eso por las peores razones imaginables, en nombre de
igualitarismo que no se sostendrían ni un segundo ante la reflexión" (H.C.H. 202).
"Lo universal es el espíritu, y el espíritu de amor. En este punto, como en tantos
otros, es a Platón a quien debemos volver41(H.C.H. 12). "Lo universal es cómo el ele
mento en cuyo seno el espíritu encuentra su sustancia y toma su impulso" (E.M.G.M.
50).
"... no hay amor humano digno de este nombre que no constituya, en quien lo pien-
sa, a la vez una promesa y una simiente de inmortalidad; pero, por otra parte, no es
posible pensar este amor sin descubrir que no puede constituir un sistema cerrado,
que se supera en todos los sentidos, que exige en el fondo para ser plenamente él mis
mo una comunión universal fuera de la cual no puede satisfacerse, y es conducido, a
fin de cuentas, a corromperse y a perderse, y esta comunión universal no puede apo
yarse más que en el Tú absoluto" (H.V. 200-201).
"En este punto, urge alcanzar el camino que ha sido abierto por el más alto pensa
miento filosófico desde Sócrates y Platón, por una parte, y la más alta teorización re
ligiosa por otra; sin caer en un sincretismo imprudente tenemos el derecho y la obli
gación de realizar ciertas concordancias reveladoras entre las religiones superiores.
Todo profeta que habla contra lo universal debe de ser considerado un falso profeta.
Esto no es más que una Indicación previa, pues tendremos que preguntarnos más
concretamente sobre el tipo de universalidad que aquí cuestionamos. Sabemos con
certeza, cómo en los epígonos del hegelianismo, y quizá también en el Hegel del últi
mo período, esta noción de lo universal concreto ha degenerado1' (M.E.II 90).
"... todo pecado auténtico es pecado contra la luz o, en otro lenguaje, contra lo uni
versal11(M.E.I1162). "El verdadero espíritu de universalidad, que es el espíritu religioso
por excelencia, no se realiza más que por la creencia en la paternidad divina, en la
creencia en lo que he llamado la participación como hecho; la función de esta partici
pación por la fe en el orden religioso debe ser considerado como el verdadero primun
movens" (J.M. 86).
"Aquí encontramos con la noción secular del pecado tal como aparece en todos las
grandes tradiciones religiosas; entiendo el término pecado como orgullo, como hybris,
y en el fondo como una rebelión" (H.C.H. 75).
"... lo que es necesario decir, con toda nuestra alegría, es que tas sociedades con
postulados materialistas, cualesquiera que sean las formas con las que se orientan ha
cía una cierta exaltación colectiva, y en el fondo puramente animal, pecan radicalmen
te contra la intersubjetividad, la excluyen en principio, y es por esta misma razón por
la que extirpan hasta en sus mismas raíces la posibilidad de una libertad" (H.C.H. 24).
"... el pecado. Una de las desgracias de nuestro tiempo, es que el uso de esta pa
labra parece reservado a las predicaciones, que apenas les escuchan, y que, en efec
to no saben superar los límites de una retórica sin duda elocuente, pero que puede
parecer desprovista de toda inserción en los males, demasiado visibles, que sufrimos"
(H.C.H. 50).
"...¿cuál es el primer mandamiento ético al que debo adecuarme? Sin ninguna du
da, es el de no pecar contra la luz" (H.C.H. 128).
"Si no tengo conciencia de participar con los otros en el pecado, no puedo espe
rar comulgar con ellos en las experiencias que encaminan a la salvación" (P.l. 80).
"Sólo a través del recogimiento podemos reunir las fuerzas del amor y de la humil
dad susceptibles de contrapesar a la larga el orgullo ciego y cegador1(H.C.H. 76). "Es
a todos y cada uno, al filósofo incluido, (...) a quien incumbe preparar en el claro-os
curo de la meditación un porvenir aceptable y menos inhumano" (H.C.H. 76).
2.1.' EL ACCESO AL TU
"...el mundo de los otros se ilumina con una luz cada vez más intensa a medida que
el yo delucida mucho más y más heroicamente sus propias tinieblas" (P.l. 24).
"En realidad, el pensamiento en general es el “se"; y el IJse" es el hombre de la técni
ca, de la misma manera que es el sujeto de la epistemología, cuando ésta considera
el conocimiento como una técnica, y es, creo, el caso de Kant. Por el contrario, el su
jeto de la reflexión metafísica se opone esencialmente a! "se esencialmente no es
cualquiera el "man in the S t r e e t Toda epistemología que pretende fundarse en el pen
samiento en general, va hacia ia glorificación de la técnica y del hombre de ia calle
(democratismo del conocimiento al final el fracaso). Además, no hay que olvidar que
esta técnica es ella y que es ella también transcendente al plan donde reina el "n’im-
porte qui “. El "se" también es de lo degradado: pero admitiéndolo le creamos; vivimos
en un mundo donde esta degradación toma cada vez más la forma de una realidad"
(E.A. 182-183).
“El “se" puede en sí mismo no ser, rigurosamente hablando, definible. Y, sin embar
go, sus características distintivas saltan a la vista. En primer lugar, por definición, es
anónimo, sin rostro. Es de alguna manera incomprensible; no puedo cogerte, se me
escapa, es por esencia irresponsable. Es en un cierto sentido lo contrario de un agen
te. Su naturaleza (¿tiene una naturaleza?) Es algo contradictorio, como la de un fan
tasma. Se afirma como un absoluto, y es lo contrario mismo de un absoluto. Nada hay
más peligroso , y al mismo tiempo más difícil de evitar, que el confundirle con el pen
samiento impersonal. En realidad, el " s e " es un pensamiento "déchu” (caído), un no
pensamiento, una sombra de pensamiento" (R.l. 146).
"... tomemos el caso totalmente sencillo: el del transeúnte desconocido a quien me
dirijo para preguntarle por ejemplo por mi camino. Este transeúnte es tratado como
una pura fuente de inform£.ción; estaremos tentados, en primer lugar, a decir que no
hay diferencia aprecia ble entre el papel que le es así asignado y el de un anuario que
consulto” {O.H. 60).
“Por el hecho mismo de que el otro no sea tratado por mí más que como un reso
nador o un amplificador, tiende a devenir para mí una especie de aparato que puedo
o que creo poder manipular o del cual puedo disponer, me formo una idea y, cosa ex
traña, esta idea puede devenir un simulacro, un sustituto del otro a quien me veré con
ducido a referir mis actos y mis palabras" (H.V. 21).
"... cuando hablo de alguno en tercera persona, le trato como independiente, co
mo ausente, como separado" (J.M. 137). "En tanto que soy un repertorio puro (que me
trato como tal), no soy para mí más que un él" (J.M. 197). 'En tanto que me trato co
mo una esencia, como un tal, soy él para mí (...), en tanto que mantengo conmigo re
laciones triádicas (que me trato como objeto), permanezco en el plano de la naturale
za. Esto es particularmente claro en lo que se refiere a la muerte. Hay una manera de
pensar mi muerte que viene a decir “él morirá", es decir, en el fondo "la máquina se pa
rará" (J.M. 199).
"Sin duda, puedo hacer función de fuente de información, én tanto que soy alguien
determinado, un él, que tiene una historia, un conjunto de experiencias a su disposi
ción, cada una de las cuales puede ser liberada de su contexto, es decir en tanto que
no soy yo o más exactamente "je" (puesto que he mostrado que "je" me define por el
hecho de no ser un tal)(...).
Cuanto más conduzca esta información hacia algo exterior, tanto más fácilmente
podré responder a la cuestión o, aún más, a la distinción entre lo que sé (lo que pue-
do-aportar) y lo que no sé (lo que no puedo aportar); pero también el término será to
mado cada vez menos en su acepción verdadera, esencial" (J.M. 174).
"... este yo, aquí presente, tratado como centro de imantación, no se deja reducir
a un contenido específico que sería "mí cuerpo, mis manos, mi cerebro"; es una pre
sencia global" (H.V. 16).
"... será necesario tomar de alguna manera con cierta amplitud la noción del "soi"
(sí), del "soi-méme" (sí mismo) y reconocer que siempre, contrariamente a lo que han
creído muchos idealistas, y en particular los filósofos de la conciencia, "le soi" es una
condensación, una esclerosis y, quizá, ¿quién sabe? una especie de expresión apa
rentemente expiritualizada, expresión a la segunda potencia, no del cuerpo en el sen
tido objetivo, sino "mon corps" (mi cuerpo) en tanto que mío, en tanto que algo que
tengo" (E.A. 243).
"... cada uno de nosotros tiende a devenir prisionera de sí mismo'1(D.H. 191).
"... ¿debo caer en la ilusión infinitamente tenaz a la que cedo cada vez que me mi
ro como investido de privilegios indiscutibles que hacen de mí el centro de mi univer
so, y que a la vez considero a los otros sea como obstáculos a reducir o a voltear, sea
de nuevo como ecos amplificadores llamados a favorecer ni naturaleza complaciente
a mí mismo?. Esta Ilusión ta calificaría de egocentrismo moral (...) No nos es posible
escapar completamente, aquí abajo, al prejuicio por el cual cada uno de nosotros tlen-
‘ de a establecerse como centro alrededor del cual todo el resto gravita y no tiene por
función más que gravitar..." (H.V. 23).
"El yo está, sin duda, situado delante de este dilema: realizarse o huir. Allí donde
no se realiza, no puede más que experimentarse él mismo como un vacío abierto, in
soportable, y dei que es necesario protegerse cueste lo que cueste" (P. 1.122).
"... el individuo se deja de una manera legítima asimilar a un átomo que es arras
trado en un torbellino, o si se prefiere, a un simple elemento estadístico, porque la ma
yor parte de las veces no es más que un simple especimen entre otros muchos, por
que las opiniones que cree ser las suyas reflejan pura y simplemente las ideas recibi
das de su medio y transportadas por la prensa que lee a diario, de tal manera que no
es más que el anonimato dei "se1, en estado parcelado {...); lo propio de la persona
consiste, por el contrarío, en afrontar directamente una situación dada, y añadiré más,
en comprometerse efectivamente (...). Entendámoslo así: no se trata naturalmente de
concebir a la persona como una cosa distinta de esta otra cosa que sería el yo, como
una especie de compartimiento separado (...). La persona no puede tampoco ser mi
rada como un elemento o como un atributo del yo. Sería mejor decir que es una exi
gencia que seguramente toma nacimiento en lo que se me aparece como siendo mío
o como siendo yo, pero esta exigencia no toma conciencia de sí más que llegando a
ser una realidad: no puede de ninguna manera ser asimilada a una veleidad; afirma
remos que es del orden del "yo quiero" y no del "yo quería". Me afirmo como persona
en la medida en que asumo la responsabilidad de lo que hago y de lo que digo" (H.V.
24 - 25).
"... la persona no se realiza más que en el acto por el cual tiende a encarnarse (en
una obra, en una oración, en el conjunto de una vida), pero, al mismo tiempo, perte
nece a su esencia el no congelarse o cristalizarse definitivamente en esta encarnación
particular. ¿Por qué?, porque participa de la plenitud inagotable del ser de donde di
mana. Esto es ta razón profunda por la cual es imposible pensar en ta persona o en el
orden personal, sin pensar al mismo tiempo que está más allá de ella y de él una re
alidad supra-persona! que preside todas sus iniciativas, que es a la vez su principio y
su fin" (H V.31 - 32).
"Pero lo propio de estos valores es ser universales; y si dejamos de lado un instan
te el caso del artista propiamente dicho, que realiza una jurisdicción metafísica espe
cial, deberemos constatar que entre estos valores universales hay dos que se impo
nen ante todo a la razón: el valor de la verdad y el valor de la justicia." (H.V. 32 - 33).
"Cuanto más le trato como un tú, más cesa de ser para mí una colección o más
exactamente el que tiene una colección. Después de una conversación con B, he d e
bido de reconocer que es absurdo hablar de tú , y tomar así substanciaimente lo que
está en el fondo de la negación misma de toda substancialidad. En realidad yo obje
tivo, después de haberío aislado, un cierto aspecto de una experiencia que es la de la
intimidad; yo despego del seno del “nosotros", el elemento "no-yo" y lo llamo ei 'tú".
Automáticamente este elemento tiende a tomar forma de "él", y solamente en la medi
da en que logro revivir esta experiencia consigo resistir a esta tentación'1(J.M. 293 -
294).
"Cuanto más un ser es tú para mí, tanto menos tengo la tentación de confundirte
con su función" (J.M. 281).
"... todo juicio hecho sobre mí se hace sobre un él que por definición no puede coin
cidir conmigo; éste para quien soy tú va infinitamente más allá de estos juicios, inclu
so aunque se adhiera; él me abre, amándome, una especie de crédito " (J.M. 216).
"Recordemos en primer lugar lo que hemos dicho del objeto: es lo que no tiene en
consideración al yo, aquello para lo que no cuenta. Por el contrario, no me dirijo a la
segunda persona más que en cuanto que es mirada como susceptible de responder
me" (R.l. 48).
"Sin embargo, en el fondo, el tú es más esencialmente lo que puede ser invocado
por mí, que lo juzgado capaz de responderme" (J.M. 196).
"Sólo puede haber tú para quien se da, para quien da crédito, para quien cree. Esa
esperanza puede resultar defraudada únicamente en ia medida en que el tú sigue sien
do un él, de quien de algún modo me reservo el derecho de poder decir: '¡El misera
ble!’, él me ha engañado, él ha abusado de mi confianza. La posibilidad de la duda,
yo diría que de la abjuración futura, está directamente enlazada con lo ambiguo que
hay en semejante relación" (J.M. 276).
"Es cierto que los marxistas, declarados o no, ortodoxos o no, tratan de hacer pre
valecer la idea de que la intimidad es una categoría burguesa. Todo esto me parece
sencillamente absurdo, porque, como es el caso tan frecuente en Sartre, por ejemplo,
no se sabe o no se quiere distinguir entre lo normal y lo patológico. Ciertamente, pue
de haber una patología de la intimidad, cuando ésta se encierra en sí misma y de es
ta forma se convierte en exclusión y ceguera; pero la verdadera intimidad es otra co
sa muy distinta, ya que implica una llamada al otro, una esfera de todo lo que ese otro
puede aportar para el enriquecimiento de la vida interior. La hermosa palabra alema
na Etnklang' (Sonido interno) adquiere aqui todo su valor, y de hecho la música de
cámara en sus expresiones más elevadas, es la que, a mi parecer, traduce con la ma
yor fidelidad posible la exigencia de intimidad" (D O. 69, 70).
"Debo comprender la constante ilusión a la que me encuentro sujeto, siempre que
me considero a mí mismo como alguien que está dotado de privilegios indiscutibles,
que le constituyen en centro de su conducta y siempre que en los demás veo solamen
te obstáculos que he de superar o destruir o ecos amplificadores a los que invoco pa
ra lisonjear mi innato amor propio" (E.B.J. 156).
"El pensamiento de Sartre ha sido maléfico y corruptor. No el exístenciallsmo. La
idea misma de considerar el otro como una amenaza, -en 'Huís Clos’-, por ejemplo,
es llevar a los otros hombres a enemistarse permanentemente. En este sentido, el sar-
trismo puede tener algo que ver con las rebeldías actuales, en cuanto lucha absurda
entre generaciones. El ’otro’ aquí serían los de arriba, o los de abajo, los que prece
den o los que suceden, los que están con nosotros en el mismo infierno. Pero, ¿cómo
ignorar el amor y la caridad por encima de este odio? El otro' para el cristianismo es
algo que hay que am ar...” (H.O. 29).
"Quiero volver a emplear este término de intersubjetividad que he utilizado en va
rias ocasiones, y decir que efectivamente hay una cierta intersubjetividad entre el hom
bre y la naturaleza que nos rodea. No creo que podamos explicar de otra manera el
arte en su conjunto (...); en otros términos, la naturaleza, incluso aquí, no se presenta
como un objeto. Se presenta más bien como espíritu naciente. Por ello la Intersubjeti-
vldad es posible. Podéis ver que siempre he señalado la oposición entre crear y pro
ducir. Siempre he dicho que asimilarla creación a la producción es una aberración,
por la razón profunda de que la creación, me parece, implica siempre una cierta re
ceptividad. Pues bien, esta recéptibilídad, especialmente en el caso del artista, del
pintor, no es posible a no ser que haya una especie de coesse'; estoy obligado a uti
lizar este verbo, que es un término probablemente demasiado ambiguo, pero la pala
bra comunión es quizá demasiado precisa; en definitiva, una cierta manera ’d ’étre
avec’ (de estar con), de no estar separado...11(R.M.M.-1974, 390).
"¿Qué entendemos aquí por ideólogo, en oposición a filósofo propiamente dicho?.
Ideólogo es aquel espíritu que se deja sorprender por el engaño de las abstracciones
puras. Un ejemplo hará que se comprenda mejor lo que quiero expresar: la idea de la
igualdad -si dejamos de lado sus aplicaciones puramente matemáticas-, no puede se
ducir más que ai ideólogo. Un filósofo digno de este calificativo jamás podrá tomar en
serio la idea de igualdad aplicada a los seres humanos. No verá en ella más que una
'metabasis eis alio genos’, una trasposición ilegítima, porque los seres, considerados
en sí mismos, no pueden dar lugar a la operación que es la única que puede conferir
sentido a la noción de Igualdad. No es razonable decir que los hombres son iguales,'
ni que es de desear que lo sean algún día (cosa que por otra parte, tampoco tiene sen
tido alguno). Lo que es de desear es la instauración de un orden en el que cada indi
viduo tendría cierta superioridad sobre los demás. Pero Incluso esta forma de expre
sarse se presta a la critica, porque una fórmula tal implica también comparaciones y
debemos resistir ia tentación de comparar. Hablamos más bien de un mundo frater
no, en el que cada uno se alegre al encontrar en sus hermanos cualidades de las que
él mismo carece" (D. 20).
"... al suponer que lo que se llama la igualdad se puede instaurar en alguna parte,
esa igualdad no será duradera, porque cada uno de los individuos iguales intentará
elevarse por encima de los demás y, de ahí, surgirá un estado de tensión continua que
no es compatible con lo que podemos llamar paz. Por el contrario, esa tensión desa
parece si he aprendido a estimar valores que descubro en el prójimo y cuya ausencia
compruebo en mí" (D.D. 20-21).
"... la persona no se realiza más que en el acto por el cual tiende a encarnarse (en
una obra, en una acción, en el conjunto de una vida), pero al mismo tiempo es por
esencia el no inmovilizarse o cristalizarse definitivamente en esta encarnación particu
lar. ¿Por qué? Porque ella participa de la plenitud inagotable del ser de donde ella bro
ta. Ahí está la razón profunda por la que es imposible pensar en la persona o en el or
den personal, sin pensar al mismo tiempo en lo que está más allá de ella y de él, una
realidad supra-personal que preside todas sus iniciativas, que es a la vez principio y
fin" (H.V, 31 -32).
"Intentaré comprender cómo lejos de estar dotado de una existencia absoluta, soy,
sin haberlo inicialmente querido o sospechado; encarno la respuesta a la doble llama
da de seres que se han arrojado más allá de sí mismos, a una fuerza incomprensible
que no se expresa más que dando la vida. Soy esta respuesta primeramente informe,
pero que poco a poco, a medida que se va articulando, se reconocerá ella misma co
mo respuesta y como juicio" (H.V. 92).
"Algunas veces hemos dicho: 'La persona es vocación'; es verdad si restituimos al
término vocación su valor propio, que es el de ser una llamada o más concretamente
una respuesta a una llamada (.. .) Depende en efecto de mí que esta llamada sea reco
nocida como llamada y, en ese sentido, por muy singular que esto sea, es verdad de
cir que brota a la vez de mí y de fuera de mí; o más bien comprendemos en él la más
íntima conexión entre lo que es de mí y lo que es de otro, conexión nutritiva o cons
tructiva que no puede ser abandonada sin que el yo enferme y se incline hacíala muer
te" (H.V. 28).
"Pero este reconocimiento implica un oído, comparable a( del músico. Este oído no
es solamente una facultad, es un don. No vamos a imaginarnos que podamos hacer
economía del don, ni mucho menos de la vocación, la una y la otra son inseparables"
{P.S.T. 266).
“Me limitaré a remarcar que muy a menudo este rechazo toma forma del descuido;
es una incapacidad para poner el oido a una voz interior, a una llamada dirigida a lo
más íntimo de nosotros mismos" (E.A. 310 - 311).
"Creo que el término respuesta debería ser reservado a la reacción interior que sus
cita la llamada. El que pretende restringirnos olvida o finge olvidar que somos hom
bres (...) De una manera bastante misteriosa, la llamada nos restituye a nosotros mis
mos" (R.l. 73).
"El camino más directo y posible para llegar a pensar el misterio consiste quizá en
despejar la diferencia de registro espiritual que separa el objeto y la presencia. Aquí,
como siempre, conviene partir de ciertas experiencias totalmente sencillas e inmedia
tas, pero que el filósofo hasta el momento siempre ha tenido la tendencia de descui
dar. Podemos, por ejemplo, tener el sentimiento muy fuerte de que alguno que está
ahí en la misma habitación muy cerca de nosotros, aiguno'que vemos y escuchamos
y que podemos tocar, no está, sin embargo, presente, está infinitamente más lejos de
nosotros que cualquier ser amado que está a miles de kilómetros o que incluso no per
tenece a este mundo. ¿Qué es pues esta presencia? No sería exacto decir que no po
demos comunicarnos con este individuo que está ahí al lado de nosotros; él mismo no
es ní sordo, ni ciego, ni imbécil (...) Podríamos decir que es una comunicación irreal
(...); el otro se interpone entre mí y mi propia realidad, me convierte de alguna mane
ra en extranjero a mí mismo, no soy yo mismo cuando estoy con él" (M.E.I. 120-121).
'Todos sabemos que es posible en cada uno de nosotros encontrarse al lado de
seres que no están de ninguna manera presentes y, cosa extraña, lo están tan vez tan
to menos cundo que tenemos de ellos un conocimiento más pragmático; es decir, por
ejemplo, en cuanto que conocemos mejor y con anterioridad su reacción a tal o cual
palabra, o en cuanto que sabemos que dirá automáticamente tal respuesta (.. .) Por el
contrario, otros seres, a través de una mirada, una entonación, por la calidad misma
de su silencio, nos aporta un irrecusable testimonio de presencia. Estábamos juntos,
y este encuentro esta co-presencia ha dejado detrás de ella como una estela que la
prolonga" (D.H. 94 - 95).
"Un sujeto, es decir, un ser entendido en su calidad de existente... no es un ser pa
ra mí mas que en la medida que es una presencia, y esto quiere decir que, de una cier
ta manera, me alcanza ’par le dédans’ (por el interior) y se me presenta, hasta un cier
to punto, como interior a mí" (D.H. 8).
"... ei otro, cuando lo siento presente, me renueva de alguna manera interiormente;
esta presencia es entonces reveladora, es decir, me hace estar en plenitud ..." (M.E.I.
220).
"En un entrevista reciente, señalaba a título de ejemplo, el carácter misterioso que
se atribuye por ejemplo a la presencia de un ser que duerme cerca de nosotros, y es
pecialmente si es un niño. Desde el punto de vista de la acción, al menos en cuanto
que ésta se define en relación a una posible comprensión, este niño dormido y perfec
tamente desarrollado aparece como ’en notre pouvoir’ (en nuestro poder). Pero en la
perspectiva dei misterio, podríamos decir que justamente porque este ser está desar
mado , porque está a nuestra merced, es invulnerable o sagrado. Sin duda, no hay
señal de barbarle más característica y más irrecusable que la que consiste en no re
conocer esta invulnerabilidad. Aquí se encuentra la raíz de una metafísica de la hospi
talidad" (M.E.I. 232).
"Estoes aún más daro, si comprendemos que la intersubjetividad es una realidad
interior al sujeto mismo, que cada uno es para él mismo un nosotros, que no puede
ser así mismo más que siendo varios, y que el valor no es posible más que con esta
condición. Pero quizá es necesario en principio tener en cuanta que esta pluralidad
interior o ínter-subjetividad mantiene las relaciones más íntimas y las menos fácilmen
te explorares con la pluralidad extra-subjetiva. Los míos no sólo están representados
en mí, están en mí, hacen parte de mí mismo (la doble falsedad del monodismo: no
soy ni solus ni unus)" (P.l. 159).
"Para mí, el ’coesse’ es en efecto de suma importancia11(G.M. 87).
"Me he preguntado sobre el término de participación, y confieso que no me satis
face en absoluto,. Sería necesario, no obstante, encontrar una terminología, porque la
participación Implica una idea de parte (...) de divisibilidad en un campo donde la di
visión no puede ser pensada, cuando en el coesse', nada parecido sucede, es verda
deramente un ’co-estar', es 'estar con’ que quiere decir 'estar juntos’ o en el sentido
de intimidad, tener una intimidad con alguno" (G.M. 88).
"Una metafísica dei ser es una metafísica del somos, en oposición a una metafísi
ca del pienso" (M.E.I112).
"Digamos en un lenguaje más concreto: no me preocupo del ser más que en cuan
to que tomo conciencia más o menos distintamente de la unidad subyacente que me
une a los demás seres de los que presiento la realidad. Estos seres son a la luz de las
ideas que no se han filtrado todavía en el campo oscuro desde donde hemos intenta
do abrirnos un camino; diría que, ante todo, son mis compañeros de ruta o, tomando
el término inglés: ’wayfellow-creatures’ (compañeros de viaje)" (M.E.I119).
“Podríamos decir que ¡a intersubjetividad es el hecho de estar juntos en la luz" (P.l.
189).
“Pero quizá, en la medida en que tomo conciencia de esta llamada en tanto que lla
mada estoy obligado a reconocer que ésta llamada sólo es posible porque en ei fon
do de mí hay algo en mí de los demás, algo más interior a mí mismo que yo mismo"
(R.I. 93).
"La existencia, en sus modalidades superiores, no es separable de la intersubjetivi
dad" (P.l. 160).
"Nos damos cuenta que la intersubjetividad es traicionada en su misma esencia
cuando es traducida en un lenguaje de objeto o, lo que significa lo mismo, cuando re
currimos a categorías como la causalidad que justamente no son aplicables más que
a objetos y no a seres o a presencias" (D.H. 9).
"Entre generosidad y don, la relación es doble: por un aparte, la generosidad es
aquello por lo cual el don es posible; no es la causa o, más exactamente, no diríamos
nada preciso o significativo afirmando que es la causa. Sin duda sería más exacto de
cir que eila es alma. Sin embargo, la generosidad aparece como un don; esto quiere
decir en primer lugar, negativamente, que no es nada que pueda ser obtenido ni de
mí ni de otro. Pues no se obtiene más que a fuerza de insistencia y de tenacidad. Lo
que obtenemos es siempre un resultado del esfuerzo. Pero el don no es un resultado,
es un brote" (M.E.I1101).
"Cuando digo que la generosidad es el alma del don, no he querido decir de ningún
modo que es la causa, sino la esencia activa, que es cosa diferente" (M.E.II 127).
"La gratitud implica en primer lugar en el sujeto una conciencia intensa de su pro
pia receptividad; por eso está enteramente referida al otro, considerado como manan
tial beneficioso. Prefiero emplear aquí el término concreto de manantial, mejor que el
de causa" (D.S. 51).
"Podríamos decir que la intersubjetividad es el hecho de estar juntos en la luz; y
aquí, como siempre, es quizá procediendo negativamente como podemos acercarnos
a la esencia positiva hacia la cual tratamos de orientar nuestra reflexión. Si en presen
cia del otro estoy atestado de ’arriéres pensées' a mi costa, es evidente que no esta
mos juntos en la luz. Me hago sombra a mí mismo. De repente, cesa de estar presen
te y, recíprocamente, no puedo tampoco estar presente para él" (R.l. 189).
"No me parece que una cuestión como ésta: ¿Qué es un hombre libre?, pueda ser
discutida en abstracto, es decir sin una referencia a situaciones históricas, considera
das además en su máxima amplitud; porque está claro que lo propio del hombre es el
de estar en situación, verdad, que un cierto humanismo abstracto tiene siempre el ries
go de olvidar. Se trata, pues, de*preguntarse no por lo que es el hombre "en sí", en
cuanto esencia, loque no tiene quizá sentido, sino como, en la situación histórica que
es la nuestra y que debemos afrontar "hic et nunc", esta libertad es concebida y testi
moniada" (H.C.H. 17).
"... testimonios irrecusables nos permiten afirmar que ciertos seres, en cautividad,
es decir en las condiciones que implican una reducción máxima de lo que estamos
habituados a considerar como la independencia, han hecho sin embargo de su liber
tad una experiencia infinitamente más profunda que la que habían podido hacer en lo
que cada uno de nosotros llama la vida normal" (M.E. II 111).
"Nunca he dejado de pensar que este término de libertad no toma un sentido pre
ciso más que allí donde se trata dei desarrollo personal" (P.S.T. 226).
"En definitiva, decir "je suis libre" (soy libre) es decir: "Je suis moi" (soy yo)" (M.E.
II 115).
"... el orden ontológico no puede ser reconocido personalmente mas que por la to
talidad de un ser comprometido en un drama que es el suyo, a la vez que le desbor
da infinitamente en todos los sentidos; un ser al que le ha sido concedido el poder sin
gular de afirmarse o negarse, según que afirme el ser y se abra a él; o que lo niegue y
a la vez se cierre: pues en este dilema reside la esencia misma de la libertad" (E.A.
175).
"El único camino de acceso a la libertad es la reflexión del sujeto sobre sí mismo.
Esta reflexión me permite descubrir no ya que soy libre o que la libertad es un atribu
to del que estoy investido, sino más bien que "J’ai á étre libre" (tengo que ser libre), es
decir, que mi libertad está por conquistar. No podemos dejar de resaltar el íntimo pa
rentesco entre las dos fórmulas que he enunciado sucesivamente: "Je ne suis pas, j ai
á étre" (no soy, tengo que ser), "Je ne suis pas libre, j’ai á étre libre" (no soy libre, ten
go que ser libre) (D.H. 119 -120).
“En el fondo, y estoy cada vez más convencido, la libertad es una conquista. Si me
preguntan: ¿Es usted libre? No podría responder sí o no. Diría: soy un ser que aspira
a devenir libre, a pesar de las muchas dificultades, muchas servidumbres de las que
estoy seguro que aún no he sido capaz de liberarme; pero, a pesar de todo, hay en
mí esta aspiración; es incluso un poco más que una aspiración; este término es quizá
demasiado afectivo. Digamos esta exigencia. Hay una exigencia de libertad" (R.M.M.
1974.352).
"El hombre más libre es también el más fraternal. Pero esta fórmula no toma todo
su sentido más que si despejamos las implicaciones del término fraternal. El hombre
fraternal está unido a su prójimo, pero de tal manera que este enlace no sólo le enca
dena, sino que le libera de sí mismo. Así pues, lo que he intentado mostrar, es que es
esta liberación misma la que ante todo nos importa: pues cada uno de nosotros tien
de a devenir prisionero de sí mismo, no sólo de sus intereses, dé sus posiciones o sim
plemente de sus perjuicios, sino más esencialmente dé la disposición qué le lleva á
centrarse sobre sí, y a no considerarlo todo más que según su propia perspectiva. El
hombre fraternal, por el contrario, se enriquece de alguna manera de todo lo que en
riquece a su hermano, en razón de la comunión que existe entré ambos" (D.H. 191 -
192).
"El amor es esencialmente el acto de una libertad que afirma btra y que no es liber
tad más que por esta misma afirmación" (F.P. 97).
“La articulación de ia libertad y de la gracia ..., en un pensamiento cómo el mío, se
presenta como ei eje de la actividad espiritual" (P.l. 192).
"No me he cansado de repetir durante años que la libertad no es nada, que se ani
quila a sí misma en io que cree ser su triunfo si, en un espíritu de humildad absoluta,
no reconoce que está articulada a la gracia, y cuando digo la gracia, no tomo esta pa
labra en una acepción abstracta o laicista, se trata de la gracia del Oíos vivo" (H.C.H.
187).
"La libertad es de alguna manera el alma de nuestra alma (...) Estamos aquí en pre
sencia det misterio central de nuestro ser (...) Nuestra libertad es nosotros mismos"
(P.l. 78).
"Una filosofía digna de este nombre no puede ser más que una filosofía de la liber
tad y esto en un doble sentido. Por una parte, la libertad no puede ser pensada más
que por la libertad, el pensamiento que se da a la libertad misma por contenido. Por
otra parte, la libertad no puede ser pensada más que por la libertad, se crea o se cons
tituye ella misma al pensarse. Hay ahí una especie de círculo que ta reflexión debe re
conocer y que no tiene nada de vicioso" (P.1.19 - 20).
"Si no hay libertad no hay tampoco pensamiento, está claro que las condiciones
mismas del pensamiento y las de la libertad son, en cierto sentido, muy profundas 6
idénticas" (P.S.T. 67).
"La filosofía existencial es una libertad en acto" (B.S.F.P. 1937.176).
"U na concepción materialista consecuente es radicalmente incompatible con la idea
de un hombre libre o, más exactamente, en una sociedad gobernada por tales princi
pios, la libertad se mueve en su contra, no es más que la más engañosa de las mues
tras" (H.C.H. 22).
, "Siempre sería posible si se atiende a un modo de determinación objetiva, decir que
el tú es una ilusión. Pero observamos que el término mismo de esencia es en un ex
tremo ambiguo. Por esencia se puede entender o una naturaleza o una libertad. Es
propio de mi esencia en cuanto libertad poder conformarme o no con mi esencia en
cuanto naturaleza. Es propio de mi esencia poder no ser lo que soy; más sencillamen
te, poder traicionarme. No es la esencia en cuanto naturaleza lo que alcanzo en el tú.
En efecto, al tratarle como él, reduzco al otro a no ser más que naturaleza... Por el con
trario, al tratar al otro como tú, le trato y le entiendo como libertad y no sólo como na
turaleza. Todavía más; fe ayudo de alguna manera a ser libre, colaboro en su liber
tad... En cuanto libertad, él es verdaderamente otro" (E.A. 153 - 154).
3.- EL AMOR, LA FIDELIDAD, V LA ESPERANZA COM O
APROXIMACIONES A LA REALIDAD PERSONAL
3 .1 .- E L A M O R C O M O E X P E R IE N C IA D E P L E N IT U D .
"No es necesario proclamar con todas nuestras fuerzas que el amor humano no es
nada, qué se miente a sí mismo, si no va cargado de posibilidades infinitas (...) Esto
quiere decir exactamente que si este amor se centra en sí mismo, degenera en un nar
cisismo entre dos, se transforma en Idolatría y pronuncia sobre sí mismo una senten
cia de muerte1' (M.E. ti 157).
"... el amor, en el sentido más amplio y más concreto, el amor de un ser por otro
ser, parece tomar su punto de apoyo en lo Incondicional; continuaré amándote, suce
da lo que suceda" (D.H. 103)
"En primer lugar recordaré esta frase de uno de mis personajes: 'Amar a un ser es
decir: Tú no morirás". Pero, ¿cuál puede ser el sentido exacto o el alcance de tal afir
mación? Seguramente no puede reducirse a un deseo optativo, sino que tiene más
bien carácter de seguridad profética. Pero ¿sobre qué garantía puede reposar seme
jante seguridad? Desde el punto de vista del empirista o el positivista, no puede me
nos que juzgarse absurda; en efecto, ¿no está en contradicción formal con los datos
cíela experiencia? El ser que amo está expuesto a todas las vicisitudes a que están so
metidas las cosas, e indudablemente en la medida en que participa de la naturaleza
de las cosas, está sujeto a la destrucción" (M.E. 293).
"El que es amado de este modo se siente verdaderamente "llamado por su nom
bre", reconocido por un ser que le guarda y le salvará de una vez para siempre. En lu
gar del vacío, experimenta ia realidad de la "plenitud", recibe un "aflujo de ser", que
emana de tal gesto, de tal palabra; tiene así la experiencia más próxima de io que
podríamos llamar la gracia*' (H.P. 89).
"La oposición entre el deseo y el amor constituye una ilustración muy importante
de la oposición entre el tener y el ser. Desear, en efecto, es tener teniendo. El deseo
puede ser mirado a la vez como autocéntrico y como heterocéntrico (polaridad del sí
mismo y del otro). El amor trasciende la oposición del sí mismo y del otro en cuanto
que nos establecen el ser" (E.A. 220).
"El amor, en cuanto que es distinto del deseo, opuesto al deseo y subordinación
de sí a una realidad superior (...), es a mi juicio lo que podríamos llamar el dato on
tológico esencial" (E.A. 244)
"Lo que he llamado el peso ontológico de la experiencia humana, es la carga de
amor que soy capaz de recibir" (D.H. 110).
"El deseo es a la vez autocéntrico y heterocéntrico; digamos que se representa a él
mismo como heterocéntrico cuando es autocéntrico, pero esta representación es tam
bién una realidad. Pero sabemos que este plano de sí mismo y del otro puede ser tras
cendido: lo es en el amor y lo es en la caridad. El amor gravita alrededor de una cier
ta posición que no es ni la de sí, ni la del otro, en tanto que otro; es lo que he llamado
el tú" (E.A. 243).
"... yo no me comunico efectivamente conmigo mismo más que en la medida en
que me comunico con ei otro, es decir, donde éste llega a ser tú para mí, pues esta
transformación no puede realizarse más que gracias a un movimiento de espera inte
rior por la cual pongo fin a la contracción por la cual me irrito conmigo mismo y a la
vez me deforma" (R.l. 50).
"Pero la situación se transforma utilizando una distinción excelente del psiquiatra
genovés, el doctor Stocker, entre amor posesivo y ablativo. Parémonos un instante en
esta distinción: será conveniente decir que el amor posesivo es autocéntrico, mientras
que el amor ablativo es heterocéntrico. Alcanzamos aquí de alguna manera la famo
sa distinción del teólogo sueco Niygren, entre eros y ágape. Pero en la línea de mi
búsqueda, será necesario quizá añadir ésto: el amor humano (y esta palabra debe ser
tomada en una acepción bastante amplia para aplicarse también a la amistad, a la
“philia"), comporta una reciprocidad bastante profundas para que el heterocentrismo
sea doble, para que cada uno llegue a ser centro para et otro. Así se crea una unidad
que no es menos misteriosa que la que he hablado a propósito de la encarnación" (P.l.
186).
"Pero está claro que es en el amor donde vemos mejor borrarse la frontera entre el
en mí y el delante de mí; quizás incluso sería posible mostrar que, en efecto, ia esfera
de lo metaproblemático coincide con la del amor, que un misterio como ei del alma y
del cuerpo no es inteligible más que a partir del amor y que de alguna manera io ex
presa" (P.A. 59).
"... en el orden del amor y de fe fe no hay lugar ni para la deuda ni para el crédito.
Relaciones de acreedor no son en efecto concebibles más que entre seres que no man
tienen más que relaciones especializadas. Puedo endeudarme con mi panadero por
que no tengo con él más que una relación de comprador y vendedor. Pero allí donde
exista la verdadera amistad y el amor son verdaderamente los seres mismos en ia ple
nitud de su realidad personal los que están en relación mutua, las restricciones de al
guna manera contractuales caen por sí mismas, el don es total, absoluto, incondicio
nal" (R.H. (1923) 426).
"No puede haber un divorcio real entre el amor y la inteligencia. Ese divorcio se
consuma aparentemente sólo cuando la inteligencia se degrada o, si se me permite la
expresión, cuando se hace meramente cerebral; y, por supuesto, cuando ei amor se
reduce a un mero apetito carnal; allí donde el amor por un lado y la inteligencia por
otro alcanzan su más elevada expresión, no pueden dejar de encontrarse" (H.C.H. 7).
"Cuando yo hablo de algo en tercera persona, lo trato como independiente, como
ausente, como separado; mejor, lo defino implícitamente como exterior a un diálogo
en marcha que puede ser un diálogo conmigo mismo...; tenemos la tendencia a tratar
la realidad, el universo, como a un tercero con respecto ai diálogo que sostenemos
con nosotros mismos" (J.M. 141).
"El ser a quien yo amo no es de ninguna manera un tercero para mí... El está cada
vez más en el círculo con relación al cual -exteriormente al cual- se dan los terceros
que son los otros. Expresaría esto diciendo que no comunico efectivamente conmigo
mismo, sino en el medida en que comunico con el otro, es decir, en que el otro se con
vierte en un tú para mí" (R.l. 50).
"Amo tanto más auténticamente cuanto menos amo por mí, es decir, por lo que
puedo esperar del otro, y más por él mismo", pero ésta es una respuesta esquemáti
ca que implica todavía una noción demasiado dualista del amante y del amado. ¿La
verdad no residiría más bien en la comunidad cada vez más indivisible en el seno de
la cual yo y otro tendemos a fundirnos más y más perfectamente?" (M.E. 252).
"Amar a un ser, es esperar de él algo imposible de definir, de preveer; es, al mismo
tiempo, darle de alguna manera el medio de responder a esta espera. Por muy pa
radójico que pueda parecer, esperar es de alguna manera dar; pero lo inverso no es
menos verdadero: no esperar ya más es contribuir a la esterilidad del ser del que no
esperamos nada; es pues de alguna manera privarle, retirarle de antemano ¿de qué
exactamente, sino de una cierta posibilidad de inventar o de crear?; todo esto nos per
mite pensar que no podemos hablar de esperanza más que allí donde existe esta in
teracción entre el que da y el que recibe, esta conmutación es el sello de toda vida es
piritual" (H.V. 63).
"No podemos tener confianza más que en un 'tú", más que en una realidad suscep
tible de hacer función de 'tú", de ser invocado, de devenir un recurso. Pero está muy
claro que la seguridad aquí presupuesta no es en absoluto una convicción, va más allá
de lo que se me ha dado, es un fondo, una apuesta que, como todas las apuestas,
puede ser perdida" (M.E. II 80).
"Amar a un ser es darle un crédito, es considerarle por io menos no tanto por lo que
es, sino por lo que será. La alianza íntima del conocimiento y del misterio es como la
cara intelectual del am o r (E.M.G.M. 25).
"De esta suerte encuentra puesto, al lado de la fe, el amor. He dicho en otra parte
que el amor es la condición de la fe, y esto es verdadero en un cierto sentido. Pero no
es más que un aspecto. Creo que en realidad el amor y la fe no pueden ni deben di
sociarse. Cuando la fe deja de ser amor se congela en una creencia objetiva en una
potencia concebida más o menos físicamente; y, por otra parte, el amor que no es fe
(y que no posee la trascendencia del Dios amado) no es más que una especie de jue
go abstracto. Así como a la fe corresponde la realidad divina (que no puede pensarse
de otro modo en función de ella), así también corresponde al amor la perfección divi
na. Y la unidad de realidad y perfección en Dios, muy lejos de tener que entenderse
en el sentido de los antiguos intelectual istas ("ens realissimun"), no puede compren
derse sino en función de la unidad de fe y amor en que acabo de insistir. Dejo de creer
en Dios a partir del momento en que dejo de amar. Un Dios imperfecto no puede ser
real" (J.M. 65).
3 .3 E L V A L O R D E L A F ID E L ID A D C R E A D O R A
"Es un hecho de experiencia casi irrecusable, pero del cual es difícil dar una tra
ducción inteligible, que hay ciertos seres que se nos revelan como presentes, es de
cir, como disponibles cuando sufrimos, cuando tenemos necesidad de confiarnos a
ellos y que hay otros que no nos causan este sentimiento no obstante su posible bue
na voluntad. Se debe señalar inmediatamente que ta distinción entre presencia y no
presencia en ninguna forma se reduce a la oposición entre estar atento y estar dis
traído. El oyente más atento, el más concienzudo, puede darme la impresión de no
estar disponible; no me aporta nada, no puedo realmente hacerme un lugar en él mis
mo, cualesquiera que sean los servicios materiales con que pueda colmarme. En re
alidad hay una manera de escuchar que es una manera de dar; hay otra manera de
escuchar que es una manera de rehusarse: el don material, la acción visible, no es ne
cesariamente un testimonio de presencia (...) La presencia es algo que se revela inme
diata e irrecusablemente en una mirada, en una sonrisa, en un acento, en un apretón
de manos" (P.A.C. 71 - 72).
"... el ser disponible es aquel ser capaz de estar todo íntegro conmigo, cuando yo
lo necesito; el ser indisponible por el contrario, es aquel que parece operar en mí fa
vor una especie de atribución momentánea en el conjunto de los recursos de los que
pueda disponer. Para el primero, yo soy una presencia, para el segundo un objeto. La
presencia implica una reciprocidad que sin duda excluye toda relación de sujeto a ob
jeto o de sujeto a sujeto-objeto" (P.A.C. 72).
"... el verdaderamente disponible descubre por todas las partes a su alrededor es-
tas ocasiones fecundantes, como asideros de la corriente inagotable que atraviesa
nuestro universo" (H.V. 193). "Creo que la característica esencial de la persona es la
disponibilidad" (H.V. 27).
'El ser disponible se opone al que está ocupado o lleno de sí mismo; está por el
contrario, tendido hacia fuera de sí, preparado para consagrarse a una causa que le
supera y que al mismo tiempo hace suya" (H.V. 30).
"El alma más disponible es, por el contrario, la más consagrada, la más inte
riormente dedicada: está protegida contra la desesperanza, y contra el suicidio que
se parecen y que se comunican, porque sabe que no se pertenece a sí misma y que
el único uso enteramente legítimo que pueda hacer de su libertad consiste precisa
mente en reconocer que no se pertenece, es a partir de este reconocimiento como
puede obrar y crear1(P.A.C. 87).
"El sacrificio no puede ser justificado o incluso pensado, más que desde el punto
de vista de una ontología fundada en la intersubjetividad: si no fuera así, no sería más
que un engaño" (M.E. I1151).
"... toda vida contiene en sí una promesa de resurrección. El acto por el cual yo la
suprimo, implica quizá la pretensión sacrilega de interrumpir un cierto ciclo, o incluso
la voluntad de poner un término absoluto. Matar, es en primer lugar querer suprimir,
es tratar como sujeto de destrucción lo que es quizá en sí indestructible; es pues ver
daderamente un acto a la vez sacrilego, es necesario repetirlo, y profundamente ab
surdo" (M.E. I1164 -165).
"La paciencia con los demás consiste en confiar en un cierto proceso de crecimien
to y de maduración. Confiar: esto no quiere decir simplemente admitir teóricamente
sin intervenir, pues eso sería de hecho abandonar pura y simplemente a los demás a
ellos mismos^ Confiar aquí, es, me parece, aceptar de alguna manera este proceso,
favorecerle desde dentro. La paciencia parece, pues, indicar un cierto pluralismo tem
poral, una cierta paralización temporal de sí. Se opone radicalmente al acto por el cual
desespero dei otro" (H.V. 51).
"Sería interesante el preguntarse en esta perspectiva si la desconfianza hacia el otro
no está a menudo unida a cierta falta de seguridad interior, sin que por otra parte es
ta falta tome necesariamente conciencia de sí. Convendría además matizar mucho;
deberíamos en particular guardarnos de confundir la falta de seguridad con la modes
tia o con la humildad. Es cierto que casi siempre esta falta puede ser interpretada co
mo una especie de herida moral como consecuencia de una traumatización surgida
muy a menudo en ia infancia" (H.P. 89).
"... la humildad es (...) el don de iluminar en el interior las cosas ordinarias (...), don
cercano al alma popular y que se asemeja también a la mística'' (E.M. 248).
"Me parece que la diferencia entre la humildad y la modestia consiste precisamen
te en que ésta y sólo ésta puede ser un simple hábito natural o profano, mientras que
ta humildad propiamente dicha presupone una cierta afirmación de lo sagrado. Es en
esto en lo que la humildad se opone de una manera radical a la hybris (orgullo) que
es quizá esencialmente sacrilega1' (M.E. 86).
"Hablaba hace un momento de la humildad: me parece que en el plano filosófico,
una de las señales de mi obra habrá consistido en el hecho de que la humildad es con
cebida como un requisito para acercarse a la verdad (...). El orgullo no puede más que
extraviar al metafísico'1(E.E. 13-14).
"La humildad consiste en concentrar en el tú las ra2ones (el término es impropio)
por las que tú eres tú para mí; así se excluye la creencia en mis méritos y en su valor"
(J.M. 277).
"La noción de creación no se aplica solamente a los artistas, a los filósofos, a los
músicos; hay seres a los que se le han dotado para ser creadores, simplemente por
ejemplo en el plano del amor. Seres que viven según el sentido del prójimo, gente que
viven también como lo hemos llamado, el sentido de la admiración. Pienso que todos
estos seres contribuyen a menudo sin dudarlo, por muy modestamente que parezca,
a una especie de inmensa creación, la única cosa que puede verdaderamente dar un
sentido al mundo humano. En cuanto aquellos que no tienen ningún valor moral y que
sin embargo hacen buena música, por ejemplo el caso de Debussy, que era muy me
diocre como hombre y que ha hecho mucho daño a su alrededor, diría que estos des
de un punto de vista son creadores y desde otros no lo son" (E.A.J.M. 263 - 264).
"... me voy a referir a la experiencia específica de la creación del dramaturgo. La
virtud propia de esta creación, allí donde es auténtica, consiste en la exorcización det
espíritu egocéntrico. Pero, se me preguntará quizá ¿la comprensión concreta de sí no
es precisamente siempre egocéntrica? Responderé categóricamente que no; el ego
centrismo no es posible, por el contrario, más que para un ser que no se ha hecho
dueño de su experiencia, que no la ha asimilado verdaderamente (...) En tanto que
permanezco dominado por una preocupación egocéntrica, esta preocupación obsta
culiza la relación entre el yo y el otro y, por otro, hay que entender aquí la vida del otro"
(M.E. 1110-11).
4. EL TU ABSOLUTO Y LA EXIGENCIA DE
TRASCENDENCIA
"... un tema sobre el que he reflexionado mucho y que me parece muy grave des
de mi perspectiva es que el obrero, el hombre que está avocado a vivir en un taller, en
una fábrica, en un garaje tiende inevitablemente a concebir el mundo con relación a
este taller, a esta fábrica o a este garaje. Esto implica justamente una vida desacrali-
zada de este mundo" (cité 10).
“Decir que mi ser no se confunde con mi vida es afirmar esencialmente dos cosas.
La primera consiste en que no soy mi vida, que mi vida me ha sido dada y que en un
cierto sentido es humanamente impenetrable, es anterior a ella; es decir soy antes de
vivir. La segunda consiste en que mi ser es algo que está amenazado desde el mo
mento en que empiezo a vivir y que debo salvar; que mi ser es una puesta en juego y
que quizá el sentido esté ahí; desde este segundo punto de vista estoy no en otro la
do, sino más allá de mi vida" (E.A. 291 - 292).
"... me parece evidente que, en su conjunto, y será necesario ciertamente precisar
y matizar mucho más, el hombre tiende a alejarse de lo sagrado. Esto me parece ab
solutamente cierto. He insistido mucho, hace ya tiempo, en una conferencia que ha
sido recogida en "Etre et A v o if, sobre el hecho de que las técnicas, en cuanto tales,
se presentan como adheridas a la realidad objetiva, se sitúan en cierta manera en opo
sición a lo sagrado (...); lo sagrado se define por la trascendencia; como usted sabe
se ha abusado mucho de esta palabra. Se la ha empleado en'sentidos diversos y a ve
ces ambiguos, por ejemplo cuando hablamos de trascendencia horizontal, que a mi
juicio no dice gran cosa. Si la tomamos en su sentido auténtico, en tanto que opues
to a inmanencia, está claro que lo sagrado es lo trascendente. En este sentido, en tan
to que el hombre se encuentra cada vez más gobernado e incluso afectado por las
técnicas que él mismo ha inventado, tiende con toda seguridad a alejarse de lo sagra
do o de lo trascendente" (Cité 7).
"El hecho que domina hoy todos los demás en un plano que no es el del aconteci
miento, es decir de lo noticiable, es que la vida no es ya amada, pues, en el fondo na
da se parece menos al amor de la vida que el gusto enfermizo de la satisfacción Ins
tantánea (...); un cierto enlace nupcial entre el hombre y la vida ha sido roto. Es además
muy curioso constatar que esta ruptura parece haber coincidido históricamente con
ia constitución progresiva de la biología como ciencia. Esta ruptura se ha producido
por todas las partes donde un cierto sentido sobrenatural no ha sido preservado (...)
La cuestión que domina hoy todos los demás es saber cómo este enlace puede ser
reunido, cómo es posible realumbrar el amor de la vida en seres que no parecen de
ninguna manera ya sentirla" (H.C.H. 139 -140).
"Esto es fundamental en todo mi pensamiento, el misterio no es interpretado como
lo es entre los agnósticos, como una laguna del conocer, como un vacío que hay que
llenar, sino, por el contrario como una plenitud; diré más; como la expresión de una
voluntad, de una exigencia tan profunda que no se conoce a sí misma, que se traicio
na sin cesar forjándose falsas certezas, todo un saber Ilusorio con el que sin embargo
no puede contentarse, y que ella misma rompe al prologar el impulso al cual ha cedi
do para inventarlas. En este reconocimiento el misterio se trasciende, más bien que
no se satisface, el apetito de conocer, el 'Trieb Zum Wlssen" (el instinto de saber) que
está en la raíz de nuestra grandeza y también de nuestra miseria" (ñ.l. 198).
"El problema del ser no será, pues, más que una traducción en un lenguaje inade
cuado de un misterio que no puede ser dado más que a un ser "capable de recuille-
ment" (capaz de recogimiento), a un ser cuya característica central consiste quizá en
no coincidir pura y simplemente con su vida" (E.A. 170-171).
"Estaría tentado a decir que el misterio y el recogimiento son correlativos. No hay,
hablando propiamente, recogimiento frente a un problema, por el contrario, el proble
ma me introduce de alguna manera en un estado de tensión interior. Mientras que el
recogimiento me sitúa más bien en la serenidad" (E.A. 164).
"Grande es la tentación de confundir dos movimientos que nuestras metáforas es
paciales no nos permiten oponer claramente; esta crispación, esta contracción, este
repliegue sobre sí, que son inseparables del orgullo, que incluso le simbolizan, no
podrían ser confundidos con el retiro humilde que conviene al recogimiento y por don
de tomo contacto con mis bases ortológicas" (P.A.C. 76).
"Diría que esta experiencia (misteriosa) se presenta como una especie de estreme
cimiento en presencia de las grandes realidades misteriosas que confieren a toda la
vida humana un marco concreto: el amor, la muerte, el nacimiento de un hijo, etc. No
dudo en decir que toda emoción personalmente sentida al contacto de estas realida
des es algo como un embrión de experiencia filosófica..." (B.V.J. 185).
'Tú no te satisfarás por mucho tiempo en un mundo en el que el misterio haya de
saparecido. El hombre está hecho así y Jacques responde: ¿Qué sabes tú del miste
rio? - Abel: “créeme: el conocimiento destierra at infinito todo lo que cree abrazar, úni
camente el misterio reúne. Sin el misterio la vida sería irrespirable (...) Hay un mundo
más allá del ver, oir, tocar; el mundo en el que el alma se encuentra a sí misma, mun
do de las realidades metaempíricas, en el que la "objetividad" -ámbito de lo inventaria-
ble-, deja lugar al ámbito de las presencias, de las realidades personales, esencialmen
te dinámicas, relaciónales, d¡alógicas" (I.C. 46).
"Esto se refiere a la distinción central para mí y que me parece hay como presu
puesta en realidad en todo el conjunto de mis escritos filosóficos, aunque sólo en Oc
tubre de 1932 se formuló de manera expresa: Distinción de lo misterioso y de lo pro
blemático. Et problema es algo con que nos encontramos, que nos corta el paso.
Está entero ante mí. Por el contrario, el misterio es algo en donde me encuentro me
tido, cuya esencia, por consiguiente, es no estar entero en mí. Es como si en este con
texto, la distinción del "en mí" y del "ante mí" perdiesen su significación" (E.A. 169).
4.5- EL TU ABSOLUTO
"Hay entre Dios y yo la relación de una libertad a otra libertad. No puedo decir más.
Esta relación misma es envuelta por el acto de fe, a título de afirmación. Es decir, de
be haber entre Dios y yo una relación dei tipo del que el amor liega a constituir entre
los que se aman" (J.M. 58).
"Diría con satisfacción, dogmáticamente, que toda relación de ser a ser es perso
nal, y que la relación entre Dios y yo no es nada, si no es relación de.sera ser, a lo su
mo del ser "avec soi" (consigo mismo). La expresión extraña que me viene al espíritu
para traducir esto, es que, si un tú empírico puede ser convertido en un él, Dios es el
tú absoluto que no puede nunca devenir en un él. La ciencia no habla de lo real más
que entercara persona" (J.M. 137).
“He sentido muy vivamente estos días últimos la necesidad de precisar la noción
de lo que he llamado el Tú absoluto. Es necesario en efecto estar en guardia contra un
posible error y que consistiría en pretender encerrar a Dios, por así decirlo, en el círcu
lo de sus relaciones conmigo. En realidad, pensar en Dios, es pensar que no cuento
sólo para éi. Pero entonces la dificultad es evitar tratarse a sí mismo como un elemen
to que Dios tiene en cuenta. Es siempre en el fondo el mismo problema" (J.M. 265).
"Desde que Dios es tratado como un ESO metafísico sobre quien hacemos juicios
que van a ser unidos los unos con los otros, es ei caos. Pero ¿es necesario que Dios
sea Eso o no sea nada? Cuando escribía en otro tiempo "no hay verdad posible de
Dios", quería en fondo decir que no puede ser pensado como "Cela" (Eso). Pero en
tonces, ¿no retrocedemos en la pura subjetividad? Podemos al menos concebir que
esta conclusión no se impone al espíritu; subjetivo quiere decir contingente con rela
ción a un cierto objeto previamente puesto; pero aquí se trata de pensar en un orden
que trasciende la objetividad" (J.M. 254 - 255).
"... ¿hay un sentido en pretender que estoy en el error cuando mi "ser en el mun
do" se revela a mi como la expresión de una generosidad? A esta cuestión, el ateo res
ponde: en realidad, no hay nadie. Pero este tipo de respuesta o de pregunta no es
concebible más que allí donde verificaciones particulares son posibles; es decir, en el
campo donde se ejercen causalidades identificares, por ejemplo; si recibo una carta
o un paquete, debo poder remontar hasta la persona que me ha dirigido esta carta o
este paquete; hay aquí, en principio, anotémoslo, interpretación de la causalidad y de
la finalidad (...). Pero aquí, es decir, ailí donde se trata del estar en el mundo, estamos
justamente en lo no identificare (...) la libertad, es este no Identificable experimenta
do o aprehendido como tú absoluto. Quizá a decir verdad es una manera demasiado
abreviada de expresarse. Pero sería conveniente decir que este no identificable es vis
to en la luz que es saludada como una presencia" (M.E. I1127 -128).
"En tí por nosotros: entre éste tú y éste nosotros... ¿cuál es pues el enlace viviente?
¿No es necesario responder que el tú es de alguna manera la garantía de esta unidad
que une el yo mismo al yo mismo, o ya sea el uno al otro, o los unos a los otros? Es
más que una garantía que me aseguraría o confirmaría desde fuera una unidad ya
constituida: es el cimiento mismo que la funda" (H.V. 77).
"No pongo en duda en absoluto, claro está, que la reflexión cuando se ejerce so
bre ésta (la intersubjetividad) y sobre sus condiciones de posibilidad, vaya dirigida a
descubrir su fundamente ontológico que no puede ser más que el Tú absoluto, sin el
cual esta realidad invisible se disolvería en una multiplicidad inconsistente de aparien
cia transitoria" (M.V. 12).
"En verdad, ¿qué soy yo para pretender que no Te pertenezco? En efecto, si yo Te
pertenezco, esto no quiere decir: yo soy Tu posesión; esta misteriosa relación no se
sitúa en el plano del tener como sería el caso si Tú fueses una potencia finita. No so
lamente Tú eres libertad, sino que Tú me quieres, Tú me suscitas también a mí como
libertad, Tú me llamas para que me cree, Tú eres esta llamada misma. Y si yo me re-
huso a ella, es decir, a Tí, si me obstino en declarar que no pertenezco más que a mí
mismo, es tanto como si me emparedase; es como si me aplicase a estrangular con
mis manos esta realidad en cuyo nombre creo resistirte. Si ésto es así, reconocer que
yo Te pertenezco a Tí es reconocer que no me pertenezco a mí mismo más que con
esta condición; mucho más, que esta pertenencia es Idéntica y que se confunde con
la única libertad auténtica y plenaria, que puedo pretender: esta libertad es un don;
aún así es necesario que yo ta acepte; el poder que me es atribuido de aceptarla o de
rechazarla no es separable de este don, y hay para mí una manera de reivindicar la li
bertad que equivale a un rechazo y este rechazo, versando sobre aquello mismo que
lo hace posible, tiene los caracteres distintivos de la traición". (R.l. 117).
"... en el orden que nos interesa y es ei de la fe, no puede haber testimonio más que
del Dios vivo. El Dios del que hablan la mayoría de los teólogos, el que pretenden de-
mostranos la existencia, no puede dar lugar a ningún testimonio, y en esta medida
podríamos estar tentados a decir que no interesaría al creyente en cuanto tal. Este
Dios, que en definitiva es el que Pascal llama el Dios de los filósofos, se coloca en una
dimensión que no es ni puede ser la de la fe (...). Además, está claro que el mundo del
testimonio, al ser el de la libertad, es también fatalmente aquel que podemos recha
zar, aquel que puede devenir un falso testigo, es decir el del pecado" (M E. II 133 -
134).
'Todo esto, convengo en ello, permanece más aquí como propio de la revelación y
del dogma, pero al menos en una vía de aproximación, y como caminantes, como pe
regrinos en un camino difícil y sembrado de obstáculos, tenemos la esperanza de ver
brillar un día esa luz eterna que no ha dejado de alumbrarnos desde que estamos en
et mundo; esa luz sin la cual, podemos estar seguros, jamás nos hubiéramos puesto
en camino" (últimas palabras del "misterio del ser").
Clásicos Básicos del Personalismo
INTRODUCCION AL PENSAMIENTO DE
JOSE MANZANA
CARLOS DÍAZ
Edición para uso interno del I.E.M.
Primera Edición: Diciembre de 1990
INSTITUTO EMMANUEL MOUNIER
el Meiilla 10,8a D
29005-MADRID.
INDICE
{") Todos tosestudios aquí presentados a excepción de los números 2 y 9 se citan según
lapáginadel volumenXXVIII. 1981 , mayo-diciembre, deScriptorium Victoriense, arriba
mencionada, donde tían sido reeditados.
I. RAIZ PROMETEICA DEL HUM ANISM O ATEO
4. E l compromiso humano.
Ahora bien, ¿qué es lo que hace posible esta afirmación absoluta y en verdad del
otro? En otros términos*, ¿qué momentos están implicados y "acontecen" en esta afir
mación haciéndola posible y justificándola como afirmación absolutamente verdade
ra?
No se ven más que tres posibilidades: ia afirmación absoluta del otro sería una pu
ra actuación de mi libertad que -sin otra razón que su misma posición libre- afirmaría
absolutamente al otro, estaría fundamentada en la facticidad dada del otro; en el otro
aparecería o acontecería un momento de trascendencia vertical desde el que se daría
razón de mi afirmación absoluta del otro.
A) La pura libertad de mi decisión de respetar-amar al otro no da razón de esta
posición afirmativa, tai como vive la conciencia ética interpersonal, ni en su aspecto
fenomenológico ni en cuanto posición en la verdad. 1. Mi decisión de respetar-amar
ai otro es ciertamente libre y sólo tiene sentido si es libre, pero en la conciencia ética
es inmediatamente vivida con un esencial momento restrictivo de mi libertad. Este
momento restrictivo está, de aigún modo, localizado en la persona ajena, desde don
de me "sale al encuentro" como deber. El otro está ante mí como límite absoluto que
no puede ignorar y como exigencia absoluta que debo cumplir; ante mí está la tierra
sagrada que no debo hollar y la mano tendida que debo estrechar. 2. La pura libertad
de mi decisión tampoco justifica absolutamente -en su verdad- la (auto-) restricción
que me he propuesto en el ámbito de las relaciones interpersonales. La simple liber
tad de mf decisión justificaría igualmente una posible actitud y comportamiento "inde
centes" de desconsideración y destrucción de la persona ajena. Si el acto se justifica
por su libertad, quedarían Igualmente justificados el libre respeto a la vida humana y
su libre aniquilación, la decisión de una vida ai servicio del hombre y la máxima de vi
da -igualmente libre- de buscar el propio provecho o la realización de una ideología
por encima de cadáveres. Ambas resoluciones pueden ser igualmente libres y cohe
rentes consigo mismas y, por lo tanto, ambas estarían al mismo nivel ético humano.
B) Tampoco la desnuda realidad táctica del otro, que simplemente está ahí frente
a mi, puede dar razón del momento fenomenológico y autojustificattvo de la afirma
ción absoluta interpersonal. En efecto, esta afirmación es vivida en la conciencia ética
como algo que absolutamente debe ser, y una realidad táctica -mero "ser-así1- nun
ca puede ser principio de un deber ser. En su realidad fáctlca el otro no es más que
un complejo de carne, huesos y de actualidades anímlco-esplrftuaies; entre él y yo sólo
se establece un sistema funcional de acción-reacción, que, en cuanto conjunto funcio
nal, no es portador de nunguna "sujeción" absoluta por encima de la funcionalidad.
¿Por qué no puedo afirmarlo sólo en esta funcionalidad, esto es, en tanto en cuanto
funciona positivamente en mi vida? El otro no es más que yo mismo. ¿Por qué limitar
me ante él incluso en contra de mis intereses o Ideologías? ¿Por qué no puedo servir
me de él y utilizarlo como simple cosa u objeto? Incluso es posible que él no tenga
ningún grave Inconveniente o reparo en que yo lo utilice, con tal que él reciba afgo por
este "servicio". E s posible que se haya trazado como norma vivir Indigna y servilmen
te. Y, sin embargo, yo no debo absolutamente aceptarlo en estas condiciones.
Las relaciones interpersonales éticas se actualizan como convencimientos. Estoy
absolutamente convencido de que debo respetar-amar al otro. El convencimiento exi
ge que yo mismo me convenza. De ahí su esencial momento de libertad. Pero el con
vencimiento se distingue esencialmente de la simple decisión por el momento valioso
que me sale ai encuentro y me (con-)vence. Hay, por lo tanto, en el convencimiento
una necesaria implicación recíproca de libertad e "imposición": lo valioso me conven
ce en y por su afirmación libre por mi parte, y yo me convenzo por mi afirmación de
lo valioso. Esta implicación de libertad e imposición excluye como principio del con
vencimiento ético interpersonal la pura facticldad del otro (así como mi pura libertad
o la simple combinación de ambas). Una simple facticldad nunca puede aparecer co
mo algo absolutamente valioso-convincente. Una facticldad puede forzarme a cons
treñirme, pero nunca obligarme o convencerme. Lo fáctlco tendrá que ser admitido
como algo que simplemente está ahí, pero nunca deberá ser admitido -en cuanto sim
ple realidad fáctica- como algo que debe ser y yo debo afirmar como algo justifica
do.
C) Si se quiere dar razón de la conciencia ética del hombre, tal como es vivida y
debe ser justificada en las relaciones Interpersonales, será necesario, por lo tanto, ir
más allá de mi espontaneidad libre y del otro en su escueta facticldad. Este momento
'trascendente" debe ahora expiicltarse.
Desde el nivel de reflexión alcanzado es claro que aquello que, tras y sobre la per
sona humana individual, hace posible y justifica mi afirmación absoluta del otro no
puede ser algo perteneciente al orden fáctico, que, en cuanto tal, no es capaz de con
vencer a mi espontaneidad libre. Queda -ya por este concepto- eliminada la concep
ción de una energia o élan vital cósmico-divino que nos envolviese a todos y nos
impulsase a tal afirmación recíproca interhumana. No se ve cómo y por qué esta vida
cósmica, que necesariamente no sería en sí misma consciente y, por lo tanto, tampo
co estrictamente volitiva, puede irrumpir en el ámbito de la conciencia y libertad indi
vidual como absoluto deber ser y no como simple necesitación. Este punto es la “crux"
de toda concepción panteísta o monista (tanto de signo materialista como espiritua
lista) a la hora de fundamentar una actitud estrictamente ética. Debe además tenerse
en cuenta que en esta concepción quedaría lógicamente eliminada la espontaneidad
libre de la persona individual, al estar inmersa en la corriente cósmica por la que sería
realmente y en último término "movida". Ello privaría al momento de deber ser de to
do sentido lógico-espiritual.
Tampoco puede asentarse la afirmación absoluta del otro en un valor o legalidad
general abstractos. El valor y la legalidad éticos son sólo la abstracción irreal de ac
tualizaciones espirituales y sólo existen y son reales como posiciones afirmantes de
"alguien" que valora y legaliza. En el ámbito de las relaciones Interpersonales no me
sale al encuentro y me convence una legalidad o valor abstractos -ni siquiera el valor
del hombre en cuanto tal- sino la mismidad concreta-lndlvidual del otro. Mi comporta
miento ético interpersonal no se actualiza en la perspectiva de un mundo abstracto de
valores o legalidades, sino en la concreta comunidad de los hombres.
Ahora bien, según todo lo dicho hasta ahora, esta concreta comunidad de los hom
bres no puede ser principio de absoluto respeto-amor en cuanto complejo funcional
de libertades y facticidades. Tiene, por lo tanto, que admitirse que en la afirmación hu
mana interpersonal “acontece" y se hace patente -precisamente como fundamento sus
tentador de ia afirmación recíproca humana- una afirmación absoluta del hombre pro-
veniente "de arriba11. Esta afirmación dei hombre es la que me sale al encuentro y me
convence en mi afirmación del otro. Este sólo puede ser absolutamente afirmado por
mí, si es afirmado ‘'desde arriba" como algo que yo debo absolutamente respetar-amar.
La comunidad concreta de los hombres está "desbordada" por una pasión y afirma
ción del hombre superior y trascendente al hombre mismo. Esta afirmación del hom
bre -en cuanto absoluta- sólo puede tener como principio al Absoluto mismo. De ahí
que debe decirse que la comunidad humana está, en cuanto tal, posibilitada por la
afirmación del hombre individual-concreto por el Absoluto.
En la vida humana Interpersonal irrumpe, por lo tanto, el Absoluto, pero no como
manifestación y patentización de sí mismo, sino simplemente como afirmación abso
luta del hombre.
Desde esta perspectiva debe decirse que el hombre -en cuanto afirmado por el Ab
soluto- supera infinitamente al hombre. Ei hombre, en cuanto hombre, vive en la pre
sencia respetuosa-amorosa del otro, en quien -como término de afirmación del Abso
luto-, se hace a su vez presente el Absoluto. Puede, por lo tanto, decirse que el hom
bre en cuanto hombre vive en la presencia del Absoluto.
Todo depende ahora de explicitar esta presencia del Absoluto sin circunscribirlo
como cosa u objeto y de modo que haga posible una actitud auténticamente religio
sa. Con ello alcanzaremos el nivel más elevado y, al mismo tiempo, el límite definitivo
del teísmo filosófico.
6. E l A b s o lu to -D io s .
Negada como auténtica aprehensión del Absoluto toda idea en la que quedaría vi
sualizado, configurado, objetivado y relativizado a un sistema humano, no queda otra
posibilidad de acceso a ia realidad del Absoluto que la de pura presenciaiidad actua
lizada originariamente en el ámbito de la actuación espiritual consciente de sí misma
y de sus implicaciones.
Una Idea es algo por mí elaborado y poseído. De ahí que puedo superarla o negar
la. Una presencia es una Irrevocable donación que yo no puedo superar ni negar. Una
presencia no es algo que simplemente está ahí en desnuda facticidad, sino algo que
se afirma a sí mismo y me sale al encuentro. Una presencia es una llamada a la que
yo debo responder. De este modo está presente el tú humano ante el yo y de este mo
do ex-siste (sale al encuentro) el Absoluto para el hombre en la afirmación de rela
ciones interpersonales auténticamente humanas. El Absoluto no queda circunscrito en
una idea o fórmula. Es vivido como presencia actuante, precisamente en aquella pre
sencia interpersonal humana en la que me constituyo como sujeto moral y, por lo tan
to, como hombre. Esta presencia del Absoluto no es, por lo tanto, Inmediata. El abso
luto sólo se me hace presente en y por la presencia afirmativa del tú humano. No hay
una visión o intuición del Absoluto en sí mismo, sino sólo en la actualización de las re
laciones interpersonales. En ellas se manifiesta o "acontece" afgo que no es pura ac
tualización mundana, sino llamada trascendente y fundamentados de toda actualiza
ción ética Interpersonal. Esto es lo que significa que el Absoluto irrumpe en la vida hu
mana interpersonal como afirmación absoluta y trascendente del hombre.
Ahora bien, el Absoluto se presencializa en la vida Interpersonal justificándose a sí
mismo y afirmando la libertad del tú y del yo. Ello exige superar toda concepción neu
tra o impersonal del Absoluto (como simple ser absoluto o primer motor de una orde
nación cósmica) y afirmarlo como el Dios de la conciencia religiosa. El Absoluto que
me sale al encuentro en mi vida interpersonal es una presencia absoluta, ciertamente
inobjetivable, pero, en todo caso, no impersonal, precisamente por ser principio (au-
tojust'rficadorde sí mismo) déla absolutividad délas relaciones interpersonales. El Dios
del teísmo filosófico no es un Dios sin “rostro", aunque el único rostro que él me torna
es el rostro del hombre concreto que está ante mí. El rostro del tú humano e s el ros
tro manifestado de Dios, principio sustentador de toda personalización.
Esta es la posición -ciertamente incómoda- del teísmo filosófico, constantemente
acechado por el peligro de una reducción de Dios al hombre (ateísmo) y de una ob
jetivación de Dios (trascendentismo que, paradójica, pero necesariamente, conducirla
a una humanización de Dios y, por lo tanto, a un ateísmo). Frente a la comodidad del
ateísmo y del teísmo objetivamente tiene aquí la reflexión que someterse a su más du
ra ascesis: renunciar a toda conceptualización objetivante y afirmarse consecuente
mente como simple transparencia de la vida o actualización humana, cuyo "medio ab
soluto" de realización es ta presencia de Dios.
Desde esta perspectiva pierde su virulencia (aun dentro de la dificultad especulati
va insalvable) la cuestión de la inmanencia o trascendencia de Dios respecto al hom
bre. Dios, en cuanto presencia que hace posible ia vida humana, es trascendente por
ser el principio del ser-hombre, e inmanente e íntimo por ser aquello por lo que el
hombre se constituye como hombre. En todo caso, queda excluida la trascendencia
deísta (Dios como esencia suprema, creador de un mundo desligado de él) y la Inma
nencia panteísta. Dios es absolutamente trascendente por ser más intimo a mí mis
mo que mi misma Intimidad.
7. Teología negativa y presencia de Dios.
Esta afirmación de Dios desvanece la realidad entre Dios y el hombre en que vive
el ateísmo humanista contemporáneo. El hombre no tiene ante sf otro Dios que ei hom
bre mismo en su concreta individualidad, si bien no tomado en su desnuda facticldad
humana, sino en cuanto está absolutamente afirmado por Dios, quien, de esta forma,
se presenciallza en él. El único amor y servicio a Dios es el amor y servicio al hombre.
Este amor y servicio son religiosos y no simplemente humanistas, cuando se actua
lizan en una conciencia refleja de todas ias Implicaciones de la vida humana Interper-
sonal. El objeto (escolásticamente: objeto material o terminativo) del servicio, respeto
y amor del creyente y del ateo sería el mismo: la comunidad concreta de los hombres.
La diferencia estribaría solamente en la luz (objeto formal) en la que se actualizarla es
ta afirmación del hombre. Dios entraría en la vida del hombre como aquello que le ha
ce ser hombre, como medio absoluto de la vida humana. Queda, por lo tanto, total
mente desprovista de base y sentido la concepción de Dios como la enajenación del
hombre o como señor cuyo siervo es el hombre.
Tampoco es ya posible considerar a ia auténtica creencia religiosa como Impedi
mento a la realización de la tarea humana o como debilitación o desvio de la voluntad
de humanismo radical. El rostro de Dios vuelto al hombre es el rostro humano. El hom
bre no posee un Dios objetivo-conceptualizado que le comunique los preceptos del
obrar. A la hora de llevar a cabo la empresa humana y de configurar la vida mundana
Interpersonal debe actuarse sólo con criterios estrictamente humanos. Pero no de
be olvidarse que el hombre es más que una desnuda facticidad animal-terrena. Crite
rios estrictamente humanos no son sólo, por ejemplo, criterios económicos, ni fe-
noménicos-actuales. Detrás de estas motivaciones está la absolutividad del compro
miso humano y detrás de él Dios. El Dios Inobjettvo del teísmo filosófico no será "mor
tal" para la conciencia ética del hombre. El servicio al hombre podrá ser absolutamen
te sincero y sin rodeos. El hombre podrá ser amado por sí mismo y no será reducido
'degradado" a medio para nuestro amor a Dios, precisamente porque el hombre es la
presencia y el rostro, vuelto a nosotros, de Dios. La creencia religiosa no podrá ser
tampoco refugio de nuestra pereza o sostén de nuestra "mala fe". Dios no nos descar
ga de la responsabilidad de nuestros actos, ni paraliza el dinamismo creador huma
no. Bajo el pretexto de docilidad a un orden divino no se canonizará una situación hu
mana injusta, ni se contendrá el movimiento reformador. El humanismo posibilitado
por este teísmo no será, por lo tanto, un humanismo estático conservador. La presen
cia del infinito en el hombre es precisamente el motor de un progreso indefinido y la
absolutividad del compromiso humano no permite descansar en el servicio al hombre.
También es importante notar que, una vez actualizado el acceso a Dios no en el or
den de la explicación objetivo-conceptual, sino en el de la reflexión profundizados so
bre la vida humana, toda negación de Dios proveniente del positivismo lógico y del
cientismo quedará, en principio, cortada. La espectación "escatológica" científica y
técnica nunca borrarán la presencia de Dios en el hombre, mientras éste sea auténti
camente hombre, esto es. mientras haya un compromiso interpersonal absoluto. Tam
poco la instauración de una sociedad humana "perfecta", reconciliada consigo misma
y con la naturaleza eliminará esta apertura a la trascendencia. Más bien permitirá una
manifestación más plena de Dios al hacer posible una vida humana integral más libe
rada del lastre de la servidumbre natural y social.
La “genealogía" de la creencia en Dios reside en ia claridad refleja de la voluntad
de humanismo radical y total y no en la "mala fe", en una ordenación social Inhumana
o en el fondo oscuro de la dinámica subconsciente sensitiva. Desde ia perspectiva al
canzada podrá afirmarse -inviniendo la frase de Feuerbach- que Dios es el misterio del
hombre.
En este trabajo se ha querido esbozar -nada más que esbozar- lo que podría ser la
respuesta teísta al reto del humanismo ateo. Se ha intentado mostrar, sobre la base
del teísmo filosófico, que Dios entra en la vida del hombre en cuanto la trascendencia
interhumana "horizontal" -de hombre a hombre- está necesariamente sostenida por la
trascendencia "vertical" hacia Dios. El Dios del teísmo filosófico, ai que estrictamente
se ha ceñido este trabajo, ha aparecido como un Dios sin rostro o, más precisamen
te, como un Dios cuyo rostro es el rostro del hombre. Queda, sin embargo, abierta la
cuestión de si Dios ha mostrado en la historia su rostro propio. El límite definitivo del
teísmo filosófico sería, ai mismo tiempo, el punto de conexión más positivo e íntimo
con la conciencia religiosa cristiana, que vive en la presencia de Dios, manifestado en
Cristo. "A Dios nadie le ha visto nunca; el Unigénito-Hijo que está en ei seno dei Padre
nos lo ha manifestado" (Juan, 1,18). (Ateísmo contemporáneo y teísmo filosófico, pp.
265-283)
M A U R IC IO B L O N D E L
En su obra "El Ser y los seres", concibe Mauricio Blondel al conjunto de los seres
(entes) como un todo implicado entre sí y final mente referido a Dios como ed Ser auténti
co que realiza toda la positividad contenida en la "Idea-sentimiento" (que todos posee
mos) del Ser. La totalidad de lo real -con todo cuanto contiene: materia, vida orgáni
ca, psíquica y espirftual-personal- no es una mera estratificación estática, sino un in
menso movimiento "cósmico1" ascenslonal en busca de su "solidificación1' o "salifica
ción"1-la asecución de "su" ser- en Dios. Esta búsqueda del Ser es la ley inmanente y
constituyente: la "normativa" de todo lo real. Sólo desde esta "normativa" es posible
"entender1' a los seres (entes) que nos son dados en la experiencia humano-mundana.
P E D R O T E IL H A R D D E C H A R D IN
Toda la obra de Teilhard de Chardin puede ser considerada como una grandiosa
"prueba cosmológica'1de la existencia de Dios. En Blondel, ia afirmación de Dios es
taba cimentada en una fenomenología y reflexión filosófico-metafísica sobre el ente y
el Ser. Teilhard de Chardin nos presenta su obra capital, "El fenómeno humano", no
como un tratado füosófico-metafísico, ni menos aún como una investigación teológi
ca, sino simplemente como una "memoria científica". Teilhard de Chardin quiere apor
tar sólo una "fenomenología científica "de la realidad de la materia (previda) y de la vl-
da, taJ y como hoy día nos ss accesible en las ciencias positivas. Esta “fenomenología
positiva" debe abarcar sólo el fenómeno; pero también todo el fenómeno: la totalidad
de ia previda y de la vida, sin "recortes" apriorísticos que hagan imposible una "repre
sentación coherente y total" del fenómeno de lo real. Esta fenomenología no será cier
tamente una "metafísica'', aunque bien puede ser denominada "hiperfísica".
Ahora bien, a la hora de entender la totalidad del fenómeno de la previda y de la
vida, Teilhard de Chardin creyó llegar a la conclusión de que “la interpretación leal
de las adquisiciones nuevas de la ciencia y del pensamiento conduce legítimamente
no a un evolucionismo materialista, sino a un evolucionismo espiritualista. El mundo
que nosotros conocemos no se desarrolla al azar, sino que está estructuralmente do
minado por un Centro Personal de convergencia universal". Este Centro o Foco últi
mo de convergencia es lo que Teilhard de Chardin denomina ei "verdadero punto
Omega" o Dios, que, desde esta perspectiva, aparece como “Motor, Colector y Con-
solldador último y primero del movimiento evolutivo del universo en sus dos dimen
siones de cosmogénesis y de antropogónesis.
a . L a r a z ó n c o g n o s ce n te o te ó r ic a .
TV. V A L O R D E L A P E R S O N A E N E L M U N D O
A ) L a m e n t a l i d a d a n t ig u a .
C ) E l m e n s a je c r is t ia n o e n l a h is t o r ia .
D ) El Ser-Persona.
E ) L a d ig n id a d d e la p e rs o n a h u m a n a .
Üft
constitutivos de la personalidad: autoposlclón valiosa y transcendencia en la dobfe di
rección ante el Tú divino y humano.
F ) L a c o m u n id a d d e p e rs o n a s .
No es éste el lugar para poner de manifiesto cómo la afirmación del otro (en el sen
tido indicado) consituye el contenido nuclear de toda moralidad tal como la vive la
conciencia natural-cotidiana en el discernimiento entre el bien y el mal. La intención
de las reflexiones precedentes ha sido solamente explicitar la dimensión moral como
constituyente de la existencia humana en cuanto tal. Deben, sin embargo, destacarse
dos momentos de la afirmación moral del otro, necesarios para la radicación antro
pológica de la afirmación de Dios que pretendemos.
a) Uno de ellos ya ha aparecido. El contenido definitivo y terminal de la afirma
ción moral no es un mundo de valores que, en último término, remitiría a mi subjetivi
dad (dominadora) como fuente de valorización, sino el tú concreto-individual que me
sale al encuentro y cuya afirmación me constituye como existencia auténticamente hu
mana.
b) El segundo momento es el carácter incondicionado de la afirmación moral del
otro. Afirmar al otro incondicionalmente en su mismidad concreta-ind¡vidual, es afir
marlo independientemente de toda circunstancialidad sltuacional y, por lo tanto, con
exclusión de toda posible excepción. Incondicionado es, en este contexto, sinónimo
de categórico (según la terminología kantiana). Toda afirmación del otro según deter
minadas circunstancias condicionantes Implica, necesariamente, la no-afirmación del
otro en sf mismo (él permanece él mismo en toda circunstancialidad) y su mediati-
zación a algo ajeno a él (al contexto circunstancial, de cualquier orden que éste sea).
En cuanto este contexto circunstancial está forzosamente circunscrito por mis valora
ciones, la afirmación del otro sería, en este caso, real y definitivamente, una autoafir-
mación de mí mismo.
El nivel alcanzado por nuestra reflexión antropológica nos permite ahora abordar
la cuestión referente al modo de aprehensión de lo absoluto en las relaciones interper
sonales morales y su posible cu alificació n como Dios o, por lo menos, en línea de
convergencia con lo que la experiencia religiosa vive y entiende como Dios.
1. Lo absoluto no ha sido alcanzado al término de una dem ostración (en sentido
estricto) que le introduciría en el sistema de lo mundano, convirtiéndoio en un núme
ro más de sus condicionamientos inmanentes: como una causa más, aunque la "pri
mera".
2. La realidad de lo absoluto es aprehendida en la realización o actualización re
flexiva d e la existencia hum ana. El rostro del otro no funciona aquí como 'trampolín"
para saltar a lo absoluto (separado de él) sino él mismo (en la mismidad de su mira
da) es la "presencia" de lo absoluto.
3. Lo absoluto no ha sido, por lo tanto, aprehendido en una idea como término de
una actividad, ni siquiera apriorístico-necesaria de la razón. Lo absoluto aprehendido
en una idea serta "obra" de la razón (humana) que, por lo tanto, podría "dar razón" de
ella.
Este e s el momento esencial de la "destrucción" kantiana de ta teología natural. Es
ta "destrucción" ya había sido, en principio llevada a cabo por Descartes al destacar
que la "Idea" del inifintto era una "Idea" singular y única, esencialmente heterogénea a
las restantes ideas. Aun utilizando respecto al saber del infinito el termino "idea", ex
cluye Descartes explícitamente el carácter eidético de este saber. En primer lugar, en
la 'idea" del infinito el contenido (Ideatum) desborda constitutivamente y rompe el mar
co de toda "ideación"; en segundo lugar, la "idea" dei Infinito no puede ser resultado
de la actividad de la razón, ni algo que simplemente le sea "dado" o está "depositado"
en ella (idea innata) puesto que la '‘idea" del infinito es el acto originario en que la
razón, en cuanto tal, s e constituye. Podría decirse que el carácter esencial-constttu-
tlvo de la “idea" del infinito es no ser idea. Se comprende, por lo tanto, que Descartes,
al final de su tercera m editación m etafísica, deje tras sí el d iscu rso demostrativo as
cendente y supere la contem plación eldética para situarse en presencia en reveren
cia, afirmación y adoración de la "inmensa majestad" del infinito. Ello estaba necesa
riamente exigido e implicado en la dinámica constituyente de su reflexión metafísica.
El "principio de la inmanencia", inaugurado en la época moderna por Descartes y
recogido posteriormente por el idealismo alemán, conducía a una afirmación del ab
soluto en estricta tran scen d en cia respecto al sistema total de la razón. De hecho, tan
to en Descartes como en Kant y Fichte, la autolntelección de la razón, sobre todo en
su esencial dimensión moral, rompió (desde dentro y radicalmente) la "circularidad"
de la Inmanencia. El ateísmo o el panteísmo racionalista no son, ni lógica ni histórica
mente, conclusión necesaria del "principio de la inmanencia".
4. La aprehensión de lo absoluto en la experiencia-afirmación del otro, presente an
te mí en definitiva indubitabilidad y "objetividad", elimina de raíz la posible reducción
de la afirmación de lo absoluto a mera emoción, sentimiento o resultado de una valo
ración subjetivo-personai.
5. Ahora bien, el modo de aprehensión de lo absoluto, aquí propuesto, lleva consi
go una dura renuncia especulativa. Lo absoluto no se manifiesta o se hace presente
(por lo menos, por esta vía) en sí mismo, sino solamente en la presencia-experien
c ia del otro y co m o su afirm ación absoluta. No decimos nada sobre lo absoluto en
s í mismo. Sólo del hombre, si bien en su dimensión de profundidad en que, consl-
tuyéndose como hombre, supera infinitamente al hombre. En terminología escolásti
ca podría decirse que lo absoluto no se nos hace presente como “objetivo material"
(término directo de una intencionalidad aprehensiva) sino como "objeto formal" (aque
llo que hace posible la afirmación interpersonal moral). La negación de realidad al "'con
tenido" de esta aprehensión "formal" por no ser "objeto material-directo" coincidiría,
por ejemplo, con la negación de ia realidad de la luz (condición de posibilidad de la
visión de todos los objetos) porque nunca es aprehensible en sí misma, sino siempre
en cuanto "reflejada". En este contexto podríamos hablar de una aprehenslón-afirma-
ción de lo absoluto in obliquo. Recurriendo a una metáfora bíblica podría decirse que
lo absoluto sólo es aprehendido en "espejo y enigma" y que el desciframiento de este
enigma no viene dado en una mera teoría, sino en la praxis reflexiva de las relacio
nes morales Interpersonales.
6. Nos movemos, según lo indicado, en el ámbito de una consecuente teología ne
gativa", que, en modo alguno, debe ser entendida como una teología de negatividad.
a) No aceptar el predicado de personalidad para lo absoluto (porque la única per
sonalidad que conocem os y de la que podemos hablar es ia humana) no implica, des
de esta perspectiva, cometer el absurdo de reducir lo absoluto, principio de la perso
nalización humana, a una realidad neutra o categorlalmente inferior a la personalidad
humana.
b) Lo absoluto alcanzado por nuestra reflexión ni es continuación o extrapolación
de lo humano, ni lo vacía de "consistencia1' intrínseca. La manifestación y presencial!-
zación de lo absoluto consiste esencialmente en dar "consistencia1' incondiclonada a
lo humano. Lo absoluto y lo fundamentante absolutamente fundam entado com o en-
sí-mismo "consistente" y "afirmabie" están “frente a frente" en ab soluta alteridad. Lo
absoluto no se pierde en su manifestación, sino se "ab-suelve" (ab-solutus) en ella de
lo por él fundamentado en cuanto su manifestación fundamentante consiste en poner
a lo mundano como "conslstente-en-sí-mismo". La estricta trascendencia de lo abso
luto está, según ello, en último término, dada no tanto por su carácter de fundamen
tante, sino, ante todo, por la cualidad intrínseca de lo por él fundamentado. A la tras
cendencia del fundamento respecto a lo fundamentado se une aquí la trascendencia
abierta en la posición de un ente com o "separado" y alter
Con ello se abre la posibilidad de una afirmación de lo absoluto, desde el mundo,
sin relattvizarlo ni totalizarlo con lo mundano. Lo absoluto no es totallzable como tam
poco lo es et sujeto mundano en su relación interpersonal.
Las indicaciones precedentes abren la perspectiva en que lo absoluto, explicitado
en ta existencia humana, aparece en línea de convergencia co n lo que la experien
cia religiosa vive y entiende como Dios. El centro genético de esta convergencia es
la cualificación de lo absoluto como principio último posibilitador dei ser-hombre co
mo existencia interpersonal moral.
F) Humanismo "teológico".
Esta relación entre religión y cultura humana es. según me parece, una consecuen
cia ineludible de la infundamentalidad de la cultura en sí misma y de que el objeto ma
terial de la religión no es Dios en sí mismo, sino su presencia en el hombre o el hom
bre en cuanto presencia de Dios.
La razón decisiva de esta implicación recíproca esencial entre religión y cultura hu
mana es la identidad real de lo afirmado en la religión y en la cultura: El Absoluto-Dios
presenciallzado en el hombre (religión) o el hombre en cuanto presencia del Absolu
to-Dios (cultura). Religión y cultura coincidirían, por lo tanto, en la materialidad afir
mada (el hombre) y se diferenciarían solamente en la perspectiva o dimensión desde
la que esta materialidad es afirmada: en la religión, la intencionalidad primera es la
afirmación del Absoluto-Dios (si bien esta afirmación sólo es real como configuración
cultural); en la cultura, la intención primera es la afirmación y configuración de la vida
humana (si bien esta afirmación-configuración está sostenida en último término y con
cluye en la afirmación religiosa del Absoluto-Dios). La religión es, por lo tanto, la pro
fundidad de la cultura, así como la cultura es la realidad -no simplemente una con
clusión o exigencia necesaria- de la religión.
Según ello, a pesar de esta identidad de la materialidad afirmada por la religión y
la cultura permanece en pie su diferencia especfFlco-formai como actuaciones huma
nas.
La identidad material (última) y la recíproca implicación entre religión y cultura -de
modo que la cultura sea la realidad de la religión y la cultura, a su vez, encuentre su
fundamentación e Intencionalidad en la afirmación religiosa (la religión como profun
didad de la cultura)- puede parecer un confusionismo entre religión y cultura y una
m ezcolanza de lo sacro con lo profano. Algunos pueden echar de menos una diferen
ciación más neta y más amplia. Tai pretensión presupone, sin embargo, a nuestro en
tender, una concepción Inadecuada de lo que es la existencia humana. Precisamente
lo característico de ia existencia humana -por lo que se distingue de las meras co sa s
o de los simples seres vivientes (animales)* reside en su constitutiva apertura ai Abso
luto en sentido estricto. E l ex-sistir hum ano e s -Ipor s í m ism ol- un ' estar-fuera-de-
sí". ('Sentido de la religión para la existencia humana en su totalidad’, pp. 298-302}
* * *
No es posible detenernos en las perspectivas que desde la posición alcanzada se
abren a un humanismo auténtico y cristiano. Deben Indicarse, sin embargo.
El principio del humanismo es el hombre concreto-individual no cerrado en s í mis
mo, sino sólo subsistente en sí mismo en cuanto afirmado por el Absoluto. El princi
pio de la salvación cristiana e s Cristo como irrupción personal en la historia -con todo
lo que ello lleva consigo- de esta afirmación del hombre por el Absoluto. Con ello que
da, en su momento más agudo, superado el conflicto del principio de la salvación hu
manista y cristiana.
El cristiano puede y debe entregarse -confiadamente- a la tarea de configurar un
mundo humano cuyo principio estructurador sea la afirmación del hombre por sf m is
m o y en su m ism idad personal. Tal principio tiene como "garantía" la presencia mis
ma de Cristo entre los hombres. ('Salvación cristiana y conquista de la verdad del hom
bre’, pp. 306-312)
VIII.- APEND ICE PARA FILOSOFOS: APOR TACION D E LA
FILOSOFIA TRASCENDENTAL AL PENSAMIENTO
CONTEM PORANEO
La doctrina del mundo de los espíritus como imagen del Absoluto abre perspecti
vas fundamentales para la filosofía práctica. En lo que sigue se destacarán, de forma
asertiva y meramente indicativa, algunas de estas perspectivas. Estas indicaciones van
en algunos casos interpretativamente más allá de la letra de la filosofía práctica de Fi-
chte. La exposición y fundamentación precisas de estas implicaciones e interpretacio
nes desbordarían el marco de este artículo.
1. La teoría superior de la interpersonalidad abre la perspectiva de una ética orien
tada fundam entalm ente a la autorrealización del individuo. El Imperativo moral
consltiría, en última instancia, en una llamada a la autenticidad del sí mismo como
"subsistente reiacionalidad" al Absoluto: atiende a tí mismo, sé tú mismo, obra como
ninguno, sé único, entendido esta "unicidad" como el destino personal de cada indivi
duo por el que el Absol uto-Unico, Singulum de ser y de vida, se presenclallza en los
"Infinitos rayos" del "mundo de los espíritus" o "sistema" -"múltiple" y, al mismo tiempo,
"cerrado"- de los sujetos racionales”. El fin último de la razón es que cad a individuo
"sea y viva al Absoluto en su propia persona".
2. El Individuo, al no ser percibido en la vivencia indifereciada del "otro" en gene
ral, sino presencial izado "cara-a-cara“ y a la "luz" del Absoluto, no queda reducido a
"apariencia" (Schein), a algo en sí mismo "no-esencial"; tampoco es declarado me
dio para una finalidad superior a él mismo en su singularidad. Ningún ámbito de re
alidad, de esencialidades o valores se interpone -como lo “verdadero" o lo "bueno"- en
tre el individuo y el Absoluto. El fin último de la actualización moral es una realidad in
terpersonal: la comunidad de los yos y de los tús intersubjetivamente constituidos,
recíprocos y libres. E ste m undo de libres e s el único m undo a la medida d e la razón
y m anifestativo del Absoluto.
3. Un A bsoluto só lo formalmente ex-sistente no puede se r principio d e "confu*
sió n ' o de "paralización" del esfuerzo moral hum ano. El Absoluto confiere a la ac
tuación humana un nuevo sentido (Bedeutung) de profundidad. Tal Absoluto for
mal tampoco puede ser declarado principio últimamente "superador" o "conciliador"
de los conflictos humanos y de la miseria y tragedias de la historia.
El mundo de los espíritus queda puesto y afirmado en total autonomía y responsa
bilidad: "hay realmente fuera de Dios una libertad y una autodeterminación desde sí y
por sí". "La manifestación es absolutamente un [mundo de espíritus] libre por Dios y
en Dios; [...] un s í m ism o (Sich) como Dios mismo". "El fundamento de la subsisten
cia y de la libertad de la razón reside ciertamente en Dios, pero precisamente por ello
la razón e s efectivam ente subsistente y la libertad no e s una ap ariencia vacía".
Esta subsistencia de la manifestación del Absoluto conlleva el que todos los prin
cip io s, criterios y contenidos m ateriales de la actu ació n hum ana se encuentren
en el m undo de los espíritus, y sólo en él tengan que ser puestos de manifiesto y jus
tificados. La historia no es el proceso de autorrealización .del Absoluto ni su vida
"extrínseca". El Absoluto permanece absolutamente cerrado en sí mismo y la razón fi
nita no puede atribuirle ningún "predicado" por el que le introduzca en el devenir mun
dano.
4. Esta total responsabilidad de la razón finita deja a la mirada intelectual d esp e
jada y libre para una sin cera captación e intelección de la negatividad d e lo tácti
co y para la crítica de lo existente. E l lugar privilegiado en que esta crítica s e en*
cie n d e e s la m irada interpelante del otro presente ante mí en su singularidad.
5. La actuación moral acontece constitutivamente entre la particularidad de los In
dividuos en su entorno privado y la generalidad del mundo de los espíritus a cuya
constitución, como verdadera imagen del Absoluto, debe estar orientada. Ello implica
una insuperable tensión, que, a su vez, es expresión y consecuencia necesaria de la
tensión óntica de la razón como autoposiclón en el Absoluto. E l Absoluto no su p ri
me la tensión, inherente a la actuació n moral, entre la particularidad y la univer
salidad, sino, por el contrario, en cuanto "fundamento real de la pluralidad y contra
posición de los individuos" y "vínculo ideal entre todos ellos", la sostiene, confirien
do co n ello a la actu ació n moral el carácter y la "dignidad" de una "tarea indefini
da".
6. El camino a la realización del fin último de la actuación mora) -la "independencia
de toda razón"- tiene que abrirse por el trabajo en el establecim iento de un ám bito
real d e co m u n icació n e interacción no-represiva y positivam ente libre en "dar y
recibir'1. Esta libre interacción (W echselwirkung) es precisamente el modo específi
co de la existencia humana. Con ello se supera, por principio y definitivamente, tanto
el misticismo de una pretendida aprehensión Inmediata de lo "verdadero11y lo "bueno"
como el "imperialismo" del sujeto que se arrogase el privilegio de tal aprehensión.
7. Un Absoluto no dominable co n cep tu are y ex-sistente en la libertad de los indi
viduos no será repetitivo de sí mismo; se p resen cializar com o principio de "utópi
cas", in so sp echad am ente n u evas configuraciones d e la com unidad hum ana en
vistas a la realización de la libertad de todos. El ámbito en que estas Insospechadas
perspectivas se abrirán no podrá ser otro que el libre intercambio entre los individuos
racionales.
8. La "ex-sistencia viviente" (lebendiges Dasein) del Absoluto es el hombre o, más
precisamente, ei "gnera humano" o "sociedad humana". "El hom brees, en su raíz, em
pina; es imagen empírica del yo, el cual, a su vez, es imagen de Dios". El imperativo
m oral exigirá, por lo tanto, el establecim iento d e la s co nd icio n es reales d e una
co m u n icació n e interacción interpersonal y so cial en libertad; su finalidad última
será la instauración de una sociedad que en su em piria sea imagen efectiva del Ab
soluto. La afirmación de la libertad, si no quiere caer en la declamación vacía deberá,
por lo tanto, convertirse en la organización de la libertad. Frente a una ética d e in
tención y d e interioridad, ta ética de responsabilidad comunitaria y social de aquí re
sultante será la verdad del "querer'’ moral como "tránsito de ia idealidad a la realidad"
a través de la constitución de un "mundo" según el concepto de la libertad.
9. La intrínseca referencia det imperativo moral a la empiria y el hecho de que la re
flexión filosófica sólo alcance la formalidad de lo real conllevan un continuo recurso
a las c ie n cia s po sitivas com o constituyente de la actitud moral. Seriamente a través
de la investigación y la teoretlzación científica queda ia positividad de los contenidos
materiales dados en la experiencia natural operativam ente elaborada para una orga
nización de la sociedad según et principio de la moralidad. Tam bién en el terreno éti
co lo trascend ental remite a lo positivo-científico así como éste recibe de aquél su
sentido.
10. Por la referencia a los contenidos materiales dados en ia comunicación e inte
racción personal y social y por la Interacción de tales contenidos como “momentos"
de la ex-sistencia del Absoluto supera la filosofía práctica de Fichte todo lib eralis
m o del mero respeto, cualitativamente indiferente, al otro. ('La unidad de la doctrina
(superior) del saber y de la filosofía práctica en el pensamiento del último J. G . Fichte’,
pp. 384-388)
sv
INTRODUCCION AL PENSAMIENTO DE
MAURICE NEDONCELLE
J. L. VAZQUEZ BORAU
------------- C
n s tiu io
EMMANUEL
MOUNIER
______ C
Im prim e: Tórculo Artes G ráfica s S . L.
P la za de M azarelos 14 - Baixo
Santiago
D LG : C - 128/91
8. De la fidelité................................................................................ 18
9. Introduction á l’esthétique.......................................................... 19
W vw o l
V^fe*. £Cv*uu nA- y n u ts« & %£ %— v»,
U N IV E R S IT t DES SCIENCES H UM AINES
DE STRASBOU RO
fek VtVH*
la y que ya está de vuelta en su país. Muchas Gracias de nuevo por su libro y por
los estrados tan grandes de sus artículos. Ya le he escrito cuánto me han intere
sado y hecho reflexionar.
í) Amor-Comunidad-Institución.
En la sociedad actual hay que introducir la cultura del amor, la civilización de la per
sona, la convivencia y compenetración dalos espíritus por el amor, a los que tienen que
servir estructuras, leyes, modelos antropológicos y económicos de la existencia interper
sonal:
“Una Intervención del orden personal en los ciclos de ia sociedad natural modifica
profundamente la forma del progreso humano. Éste, cuando se le considera como es
pontaneidad vita) de la evolución, procede por ascensión y por decadencia. Pero la civi
lización que procede de una acción inteligente es simultáneamente, por una parte, más
precaria, pues deja de ser impulso fatal, y, por otra, más capaz de expansión indefinida,
pues el espíritu divisa desde ella directamente una meta eterna. El proceso cíclico de la
vida viene sustituido por una posibilidad de continuo mejoramiento, que es inherente a
la civilización humana, y manifiesta la superioridad de la comunidad racional sobre la co
munidad instintiva... La persona está siempre por encima y más allá de la sociedad na
tural; ella no tiene nunca, como meta, esta sodedad. Pero se sirve de la civilización co
mo de un medio para hacer nacer nuevos valores personales donde se expresen sus ac
tos comunitarios. Cuando, además de una obra del yo en la sociedad, hace acto de pre
sencia la obra amante de un 'nosotras', entonces lo que se ha dicho sobre el valor supre
mo de la conciencia es todavía más verdadero: el amor, súbitamente, da a la sociedad
más que recibe de ella e intenta penetraría para beneficio dejas personas" (Págs. 70-71).
"La persona está siempre por encima y más allá de la sociedad natural; no tiene por
fin nunca esta sociedad, pero se sirve de la civilización como de un medio... La filosofía
de Hegel, que subordina las conciencias humanas a la nación o al Estado, contradice el
orden de los valores implicado en una filosofía del amor personal" (Pág. 70).
i) El movimiento o espíritu personalista según Nédoncelle:
"La sabiduría consiste eri no esperar demasiado de la vida colectiva, por estar de
masiado próxima a los sobresaltos de la naturaleza y ser indigente espiritual mente. Con
serva o trasmite ciertas iniciativas personales gracias a las cuales se forma penosamen
te una civilización; pero demasiado frecuentemente las degrada... Es verdad que la ilu
sión de poder moderar la sociedad según el querer humano en el corto espacio de una
generación es muy tenaz en el hombre; pero no deja de ser una ilusión.Si el personalis
mo no puede ser patrón de ningún partido, puede suscitar un espíritu de equipo entre in
dividuos que pertenecen a vertientes diferentes de una misma organización económica
o social... El espíritu personalista consiste en descubrir sin cesar los conductos gracias a
los cuales la acción del hombre sobre las cosas no se opone ya a la puesta en valor del
hombre por el hombre. El papel urgente consiste en trabajar en esto, en lugar de ceder
a ta borrachera de las técnicas... Tal movimiento no se acaba, pero puede estimarse que
merece la pena recomenzar continuamente" (Pág. 266).
1. B I B L I O G R A F I A D E L A U T O R .
1930
1. "Romantlsme", bajo el seudónimo de Maurice Desbíens, en C a h iers d e la Q uizaine",
n. 3-4, 1930, págs 1-124.
1931
3. "A la recherche de Pascal” en Cahiers de la Nouvelle Journée, n. 19, París, Bloud-
Gay, 1931, págs. 178-184.
1932
4. "Le mouvement philosophique en Anglaterre", bajo el seudónimo de M, Desbiens, en
Cahiers de la Nouvelle Journés, n. 20, París, Bloud-Gay, 1932, págs. 180-192.
5. "Le mouvement philosophique en AJIemagne", bajo el seudónimo de M. Desbiens, en
Cahiers de la Nouvelle Journée, 22, París, Bloud-Gay, 1932, págs. 152-157.
6. "Le symbolisme verbal et lexercice de la pensée", bajo el seudónnimo de M. Desbiens,
en Revue Philosophique de la France et de l’étranger, 57,1932, págs. 432-463.
1934
7. La philosophie religieuse en Grande-Bretagne de 1850 á nos jours, París, Bloud-
Gay, 1934, págs. 202.
8. Introduction á l’étude de la médecine expérimentale, la. parte, deC. BERNARD, Ha-
tier, 1935. Prefacio y notas de M. NEDONCELLE.
9. "Pensée et réalité", en Cahiers de la Nouvelle Journée, 31, París, Bloud-Gay, 1935,
págs. 158-170.
10. "Le moyen age et la pensée chrétienne", en Cahiers de la Nouvelle Journée, 31, París,
Bloud-Gay, 1935.
11. La pensée religieuse de Friedrich von Hiigel, París. Vrin, 1935, págs 224.
1936
12. "inqulétudes mótaphysiques", en Cahiers de la Nouvelle Journée, 34, París, Bloud-
Gay, págs. 151-155.
1937
13. "L'acth/ité du mol et la pluralité du temps", en Cahiers de la Nouvelle Journée, 36,
París, Bloud-Gay, 1937, págs. 151-156.
14. Apologétique, bajo la dirección de M. BRILLANT y de M. NEDONCELLE, París, Bloud-
Gay, 1937.
15. Les le fons spirituelles du XlXe siécle, Parfs, Bloud-Gay, págs. 224.
1939
16."Le Deuxiéme Congrés des sociétés de phüosophie frangaises et de langue frangalse",
en Nouvelle revue apologétique, 66,1939, págs. 412-416, París.
17. "L’anglicanísme et le corps mystique", en Nouvelle revue apologétique, 66, 1939,
págs 656-671.
18. Apología pro vita sua, de J.H. NEWMAN, París, Bloud-Gay, 1939, prefacio y notas
de M. NEDONCELLE.
19. "La phüosophie religieuse de M. Blondei", en Sens chrétien, 1, 1939, págs. 103 ss.,
París.
20. "La souffrance, essai de réflexion chrétlenne", París, Bloud-Gay, 1939, págs. 64 ss.
21. "Le thomisme de J. Maritain", en ¿ens chrétien, 1,1939, págs. 230 ss., París.
1940
22. "Le silence de Dieu", en La vie spirituelle, suplemento, 62,1940, págs. 1941.
1941
23. "La guérison de Narcise", en Rencontres, n. 5, págs. 121-129, París.
24. Le rayaume de Dieu est parmi vous, de A. BACH, Bloud-Gay, 1941. Prefacio de
M.NEDONCELLE.
1942
25. La réciprocité des consciences, essai sur la nature de la personne, Aubler, París,
1942, págs. 332.
1943
26. La personne humaine et la nature, París, Presses Universitalres de France, págs.
157.
1945
27. "Le drame de la raison et de la foi dans les sermons universitaires de Newman", en
Eludes, 246,1945, págs. 66-83, París. Casi completamente incorporado en su Pre
facio de Sermons universitaires. Cfr, n. 65.
28. "La phiiosophie religieuse en Qrande-Bretagne", en L’année théologique, 6, 1945,
págs. 116-126, París.
29. Oeuvres philosophiques de Newman, Aubier, París, 1945. Introducción y notas de
M.NEDONCELLE. Cfr. 30
1946
30. La phiiosophie religieuse de Newman, Sostralib, Strasbourg, 1946, págs. 328. Con
tiene sustancial mente su prefacio de Las obras filosóficas de Newman. Cfr. 29.
31. Vers une phiiosophie de l’amour, Aubier, París, 1946, Págs. 178. Cfr, 80.
1947
32. "Amour personnet et dévouement collectif1, en Caritas, Strasburg, Settembre-Ottobre,
1947, p’gs. 6-10.
33. Newman, bienfacteur de deux Eglises, F.X.Le Roux, Strasbourg, 1947, págs.38.
1948
34. "La phiiosophie catholique au XXe siécle", en Ecciesia, 1948, París, págs. 552-555.
35. "Prosopon et persona dans l’Antiquité classique, essai de bilan linguistique", en Re
vue des ciences religieuses, 22, Strasbourg, 1948, págs. 277-299. Estracto Incor
porado en Explorations personna listes, págs. 147 ss. Cfr. n. 179.
36. "La slgnification du moi ideal", en Actes du Xe Congrés international de philosop-
hie, vol. II, North Holland Pub. Co., Amsterdam, 1948, págs. 912-914. Incorporado
en Vers une phiiosophie de l’amoür et de la personne, lia parte, cap.ll. Cfr. 80.
1949
37. “Ce que la morale ou la religión peuvent apporter á la psychanalyse" en Réflexions
sur la psychanalyse de J.LHERMITTE, J. BOUTONNIER, M. NEDONCELLE y VE-
RIÑE, Bloud-Gay, París, 1949, págs. 75-141. Extracto incorporado en Explorations
Personnalistes Cfr. n. 179.
38. "Les problémes moraux que souléve le traltement (di psicanalisi)", en o. c. n.37.
39. "L’indigence splrituelle du devenir coilectif et de son histoire" en Revue des sciences
religieuses, 23, Strasburg, 1949, págs. 302-315-Publicado de modo más comple
to en Philosophie de rhistoire. Recherches et dé b a ts. Cfr. 70. Esta forma com
pleta se encuentra igualmente en Vers une philosophie de 1’amour et de la per
sonne , Illa parte, cap V. Cfr. 80.
40. "La liberté se communique t elle?" en Actes du IVe congrés des sociétés de philo-
sophie de langue fran 9a is e , Neuchatel, 1949, págs. 111116. Incorporado en Vers
une philosophie de l'amour et de la personne, lia parte, cap.III. Cfr. 80.
1950
41. "Les données de la conscience et le don des personnes", en Giornale di M etafísica,
5, Genova, 1950, págs. 70 80. Incorporado en Vers une philosophie de l’amour
et de la personne , lia parte,~cap. II. Cfr. 80.
42. "Maurice Blondel et les équivoques du personnalisme" en Teoresi, 5, Messina, 1950,
págs. 123 132. Incorporado en Explorations Personna listes . Cfr. n. 179.
43. Le probléme de la souffrance de C. S. LEWIS, Desclée de Brouwer, París, 1950. Pre
facio de M. Nédoncelie.
1951
44. "L’atmosphére philosophique" en L ’ancien testament et les chrétiens, Le Cerf, París,
1951, págs. 54 78.
45. "Grande Bretagne et Mande.I. Catholicisme en Grande Bretagne et Mande depuls
1914: II. Eglises sé parees" en Tables genérales del Dictionnaire de théologie cat-
holique , Letouzey, París, 1951, coll. 1876 1892.
46. Trois aspects du probleme anglo catholique au XVlie siécle , Bloud Gay, París.
Págs. 114
1952
47. "Existe t II une récipocité des consciences en histoire?", en Actes du Vle congrés des
sociétés de langue fran£aise, PressesUniversitairesdeFrance, París, 1952, págs.
143147. Incorporado en Vers une philosophiede l’amour et de la personne, Illa
parte, cap. III. Cfr. 80.
48. “Les faits de conversión devant la réflexion chrétienne", en J ’ai rencontré le Dieu vi-
vant. Témoignages aves deux études sur la conversión , de M. NEDONCELLE
y R. GIRAULT, Editions de la revue des jeunes, París, 1952, págs. 11 40.
49. "Orient et Occident", en Revue des sciences reiigieuses, 26, Estrasburgo, 1952, págs.
69 77.
50. "La personne s’exprime t elle dans i'oeuvre d’art?, en Estética. Atti del Vil convegno
di studi filosofici cristiani tra professori, Liviana, Padova, 1952, págs. 223 232.
Incorporado y más desarrollado en Introduction á l’e sthétique, cap fll. Cfr.55.
51. "La philosophie de i'action et les philosophies de la personne", en Les études philo-
sophiques ,7, París, 1952, págs. 387 389. Incorporado en Explorations.Person-
nalistes , cfr. n. 179.
1953
52. De la fidélité , Aubier, París, 1953. Págs. 2o6.
53. “L'esthétique de John Keble", en Revue des sciences reiigieuses , 27, Strasburgo,
1953, págs. 17 39.
54. "L’influence de Newman sur les 'yeux de la foi’ de Rousselot", en Revue des scien
ces reiigieuses, 27, Strasburgo, 1953, págs.321 332.
55. Introduction á l ’esthétique, Presses Universitaires de France, París, 1953. Págs.124.
Cfr. 50. Traducido al castellano por B.S. Escudero de Arancilia, Troguel, Buenos Ai
res, 1966.
56. "Sur l’évolution de quelques métaphores relatives á la trascendance", en Actes du Xle
congrés international de philosophie , Editions E. Neuweiaerts, Louvain, 1953,
págs. 97103. Incorporado en forma resumida en Existe t II une phíosophle chréten-
ne? , ila parte, cap. IV. Cfr. 68.
1954
57. “Chronjque de théologie fondamentale", en Revue des sciences reiigieuses , 28,
Strargurgo, 1954, págs. 140 154.
58. "In memoriam". L’abbé Félix Klein , Bloud Gay, París, 1954, pág.32. Sin nombre de
autor
59. T ’intersubjectivité humalne est elle une image de la Trinité chez Saint Augustin?", en
Augustinus magister. Congrés international augustinien, vol.l, Études augusti-
niennes, París, 1954, págs. 595 602. Incorporado en Explorations personnalistes,
cfr. n. 179.
60. "Pensée et vie dans la transmissíon des doctrines philosophiques", en Actes du Vlle
congrés des sociétés de phiiosophie de langue frangaise , Presses Universitai
res de France, París, 1954, págs. 263 269. Incorporado en Vers une phiiosophie
de i’amour et de lá personne , Illa parte, cap. IV. cfr. 80.
61. “Une phiiosophie de la distance'’(J. PALIARD, en Les études philosophiques , 9,
París, 1954, págs.444 456. Incorporado en Intersubjectivité et ontologie , cfr. n.
204.
1955
62. "La quéte de l’amour: Tristan ou Parsifal?", en Verité et vie , 27, Humanités chrétien-
nes, Strasbourg, 1954 1955, págs. 22 26.
63. uLa formation morale de la jeunesse", por P. ARCHAMBAULT, Presses Universitaires
de France, París, 1955.
64. "La phiiosophie", en Cinquante ans de vie catholique frangaise, Fayard, París, 1955,
págs. 85 104.
65. Sermons universitaires . (Textes newmaniens) de J.H. NEWMAN, Desclée de Brou
wer, París, 1955. Introducción y comentarios de M. NÉDONCELLE. Cfr. 27,54.
66. "Les variations de Boéce sur la personne", en Revue des sciences religieuses ,29,
1955, págs. 201 238. Incorporado en Intersubjectivité et ontologie , cfr. n. 24.
1956
67. "Alterité, altération et aliénation dans la phiiosophie de Plotin", en Mélanges Octave
et Melpo M e rlie r, vol. II, Atenas, 1956, págs. 173 183. Incorporado en Explora-
tions Person na listes , cfr. n. 179.
68. Existe-t-il une phiiosophie chrétienne? , Fayard, París, 1956. Pags. 127. Traducción
castellana T.L.V., ¿Existe una Filosofía Cristiana? , Al Casal, Andorra, 1958.
69. "Fidelité", en Catholicisme, hier, aujourd'hui, demain. Encyclopédie publiée sous
la direction de G. Jacquem ent, vol. IV, Letouzey, París, 1956, coll. 1264 1269.
70. “L’indigence spirituelle du devenir collectif et de son histoire", en Phiiosophie de l’his-
toire. Recherches et débats , París, 1956, págs. 123 140. Articulo más Completo
que cfr. 39. Ver n. 80.
71. "Je et Tu", notas editadas en colaboración con J. PUCELLE, en Vocabulaire techni-
que et critique de la phiiosophie, A. LALANDE, 7a. ed., Presses Universitaires de
France, París, 1956, págs. 1239 1241.
72. "La spiritualité de Newman d ’aprés ses poésies", en Revue des sciences religieuses
, 3o, Strasburg, 1956, págs. 27 41.
1957
73. "Le défaítisme des noveaux théologiens britanniques " en Revue des sciences reli-
gieuses , 31, Strasburgo, 1957, págs. 169 180.
74. "Du role de l'oubli de soi dans la formation de la personne d ’aprés ñosmini",en Atti
del Congresso Internazionale di filosofía A. R osm ini. Sansoni, Florencia, 1957,
págs. 925 933. Incorporado en Intersubjectivité et ontologie , cfr. n. 204.
75. "La fuite de l'oeuvre devant son créateur", en Actes du IXe congrés des sociétés de
philosophie de langue franQaise , Presses Universitaires de France, París, 1957,
págs. 263 269. Incorporado en Vers une Philosophie de l’amour et de la person
ne, Illa, parte, cap. II. Cfr. 80.
76. Le message des a rts , de A. BOUGIER, Bloud Gay, 1957. Prefacio de M. NÉDONCE
LLE,
77. "Personnalisme" en l’ Encyclopédie francaise, 19, Société nouvelle de l'Encydopédie
f ranga ¡se, París, 1957,19.08 14 19.10 6. Incorporado en Vers une philosophie de
l’amour et de la personne, conclusión, págs. 235 269. Cfr. 80.
79. "La structure esthétlque du portrait des Arnolfini de Jean Van Eyck", en Revue d ’es*
teétique , 10, París, 1957, págs. 145 165. Incorporado en Conscience et logos,
págs. 79 107. Cfr. 100.
80. Vers une philosophie de l’amour et de la personn , Aubier, París, 1957. Págs. 274.
1958
81. Newman: pensées choisies , de D. GORCE, Lethielleux, París, 1958. Prefacio de M.
NÉDONCELLE.
82. "Newman et le développement dogmatique", en Revue des sciences relígieuses, 32,
Strasburg, 1958, págs. 197 213.
83. "Philosophie de la religión", en Philosophy in the Mid Century , ed. de R. Klibansky,
vol. III, La Nuova Italia, Florencia, 1958, págs. 189 222.
1959
84. "Allocution prononcée á l’ouverture du colloque du centre de recherches d'histoire des
religions", en Courants religieux et humanisme á la fin du XVe et au début du
XVIe siécle , Presses Universitaires de France, 1Ú959, págs. 1 3.
85. "Chronique de philosophie religieuse", en Revue des sciences religieuses , 33, Stras
burgo, 1959, págs. 65 82.
86. "Croyance, confiance et fot", en Les études philosophiques , 14, París, 1959, págs.
163 172.
87. “La notion de personne dans l'oeuvre de saint Anselme", en Spicilegium. Beccense,
I, Vrln, París, 1959, págs. 31 43. incorporado en Intersubjectivité et orrtotogie , cfr.
n. 204.
88. "Quelques aspects de la causalité chez Bergson", en Bergson et nous. Actes du Xe
congrés des sociétés de philosophie de langue franQaise , Colín, París, 1959,
págs. 255 260. Extracto incorporado en Explorations Personnalistes, cfr. n. 179.
1960
89. "Aliocution d'ouverture" du Colloque sur l'ecdésíologie au XIXe. siécle, en Revue des
sciences reiigieuses, 34, n.2,3,4,1960, págs.7 10.
90. “Un ctiemin philosophique vers Dieu", en Tijdshríft voor Philosophie, 22, Lovaina,
1960, págs. 425 440. Incorporado en Conscience et logos, págs. 110 138. Cfr.
100.
91. “Las diversidades de Newman", en Orbis catholicus, I, Barcelona, 1960, págs. 193
216.
92. "Principe de correspondence et principe de correctlbllité", en La philosophie et ses
problémes. Recuil d'études de doctrine et d ’histoire offert á Mgr Jolivet, Vltte,
París, 1960, págs. 435 456. Incorporado en Conscience et logos, págs. 193 220.
Cfr. 100.
1961
93. "Bultmann ou l’individualisme eschatologique", en Ephemerides theologicae lova-
nienses , 37, Lovaina, 1961. págs. 579 596. Igualmente en Foi et réflexion philo
sophique. Mélanges Franz Gregoire , Gembloux, Lovaina, 1961, págs. 195 212.
94. “Communication intellectuelle et communication personnelle", en Actes du Xlle
congrés international de philosophie, vol IV, Sansón!, Florencia, 1961, págs. 227
231. Incorporado en Conscience et logos , págs. 27 40. Cfr. 100.
95. "Les equivoques de la réflexion philosophique", en Giornale di M etafísica, 16, Geno
va, 1961, págs. 1 16. Incluido en Conscience et logos , parte II, cap.l.
96. "De l'expérience esthótique á l’expérience religieuse", en II problema d e ll’esperien-
za re lig io sa , Morcelliana, Brescia, 1961, págs. 115 119. Incorporado en Conscien
ce et logos , págs. 109 118. Cfr. 100.
97. "Histoire et dogme de Blondei ou l'exlgence de tradition active", en Giornale d i Meta
física , 16, Genova, 1961, págs. 576 590. Incorporado en Intersubjectivité et on-
tologie , cfr. n. 204.
96. "Nature et conscience personnelle", en Les études philosophiques, 16,1961, págs.
238 241. Incorporado en Conscience et logos , págs. 63 69. Cfr. 100.
100. Conscience et logos, horizons et méthodes d ’une phiiosophie personnaliste ,
Editions de I’Epi, París, 1961. Págs. 240, Cfr. 79,86,90, 92,94, 95, 96, 98,106,116.
1962
101. "Gilson" (Étienne), en Catholicisme, hier, aujourd’hui, demain. Encyclopédie pu
bliée sous la direction de G. Jacquem ent, vol. V, Letouzey, París, 1962, col. 26
28.
102. "Guitton" (Jean), en Catholicisme, hier, aujourd’hui, demain. Encyclopédie pu-
bliée sous la direction de G. Jacquem ent, vol. V, Letouzey, París, 1962, col. 424
426.
103. "Hugel" (Friedrich von), en Catholicisme, hier, aujord’hui, demain. Encyclopédie
publiée sous la direction de G. Jacquem ent, voi. V, Letouzey, París, 1962, col.
1005.
104. "Inge" (William Ralph), en Catholicisme, hier, aujord’hui, demain. Encyclopédie
publiée sous la direction de G. Jacquem ent, vol. V, Letouzey, París, 1962, col.
1263.
1963
121. "Allocution prononcée á l’ouverture du colioque du centre de recherches d'histoire
des religions", en Rome et le christianisme dans la région rhénane, Presses Uni-
versitaires de France, París, 1963, págs. 1 4.
122. "Le moi d'apresles pensáes de Pascal", en Pascal, textes du tricentenaire, Fayard,
París, 1963, págs. 35 49. Incorporado en Intersubjectivité et ontologie , cfr. n.
204.
123. "La mutation du pouvoir technique et le probléme de la responsabilité moraíe", en
Potere et responsabilité, Morcelliana, Brescia, 1963, págs.284 286. Incorporado
en Personne humaine et nature, apéndice. D r. 128.
124. L ’homme et la connaissance de Dieu, de I. Trethowan, Editions de l’Epi, 1963. Pre-
. fació de M. NÉDONCELLE.
125. "Le probléme psychologique de la priére", en Ecclesia , París, 1963, págs. 19 25.
126 "Textes inédits de Blondel sur Pascal, étude documentaire", en Revue des sciences
religieuses, 37, Strasburgo, págs. 150 160.
127. "Y a t il une expérience en métaphysique", en Revue de synthése, 3a. serie, 1963,
págs. 446 449. Incorporado en el "prefacio para la nueva edición" de Personne hu
maine et nature . Cfr. 128.
128. Personne humaine et nature, étude logique et métaphysique, Aubier, París, 1963,
Págs. 172.
1964
129. "James" (William), en Catholicisme, hier, aujourd’hui, demain. Encyclopédie pu-
bliée sous la direction de G. Jacquement, vol. VI, Letouzey, París, 1964, col. 303
307.
130. "Kleble" (John), en Cathoiicisme, hieer, aujourd’hui, demain. Encyclopédie pu-
bliée sous la direction de G. Jacquem ent, voí.VI, Letouzey, Paré, 1964, col. 1386
1490.
131. Lettres i sa niéce de F. VON HÜF GEL, Aubier, París, 1964. Prefacio de M.NÉDON-
CELLE.
132. "Moderníté de Newman", en Recherches et débats, 50, París, págs. 93 99; 101103.
133. "Newman et Blondel: la théologie des développements doctrlnaux", en Newman Syu-
dien, vol. VI, Glock Lutz, Nürnberg, págs. 249 262.
134. "Les restrictions du passó dans rhistoire", en L’homme devant Dieu, mélanges of-
ferts au R.P.H. de Lubac, vol. III, París, 1964, págs. 249 262.
1965
135. "L'apologia de Newman dans rhistoire de l’autobiographie de la théologie", en Inter-
pretation der Welt, Festschrift für Romano Guardini zum 80 Geburtstag, Im
Echter Veriag, Würzburg, 1965, págs. 571 585.
136. “Rassegna newmaniana", en Filosofía , XVI, fase. 3, Torino, 1965, págs. 543 546. In
corporado en La pensée religieuse en Anglaterre et en Italie, cfr.n. 147.
137. Lettres á la fran^aise, de J.PERRIN, Lyon, 1965. Prefacio de M.NÉDONCELLE.
138. "Le moi du Christ et le mol des hommes á la lumiére de la réprocíté des conscien
ces’1, en Problémes actuéis de Christologie, Desclée de Brouwer, París, 1965,
págs. 201 226. Cfr. n. 174.
139. "Mythe et vérité dans rhistoire des personnes", en La verité: Actes du XII congres
des sociétés de philosophie de langue fran^aise, vil.II, Nauwelaerts, Lovaina,
1965, págs. 55 68. Incorporado en Explorations Personnalistes, cfr. n. 179.
140. “Remarques sur l'expression de ia personne en grec et en latin">en Revue des scien-
cés reiigieuses, 4o, Strasburgo, 1965, págs. 34 47. Incorporado en Explorations
Personnalistes, págs.148 ss.,cfr. n.179.
141. Théologie et philosophie ou les métamorphoses d’une servante", en Concilium, n.
6, París, págs. 93 102. Incorporado en Intersubjectivité et ontologie, cfr. n. 204.
Traducción española en Concilium n. 6,1965.
142. "Troís approches d ’une phiiosophie de i’Esprit: Lavelle, Le Senne, Nabert", en Filo
sofía, 16, Torino, 1965. Incorporado en Explorations Personnalistes, cfr. n. 179.
143. "Réponse á l’enquéte sur la phiiosophie", en Giornale di Metafísica , 2o,. Genova,
1965, págs. 614 617. Incorporado en Explorations Personnalistes, cfr. n. 179.
144. "Allocution d’ouverture" para el coloquio del Centro Recherche d’Histoire des Reti-
gions sobre Réincarnatio et vie mystique en Afrique noire, P.U.F., París, 1965.
145. Relatíon et débats sur le rapport M. Nédoncelle, del simposium de ei Arbresle,
1961, recogido y presentado por H. Bouessé y F.J. Latour.
1966
146. "La genése reciproque des consciences et l’éternité", en Tempo e eternitá nella con-
dizione umana , Morcelliana, Brescia, 1966, págs. 309 313. Incorporado en Ex
plorations Personnalistes, cfr. n. 179.
147. "La pensée religieuse en Angleterre et en Italie", en Revue des sciences religieuses,
40, Strasburg, 1966, págs. 48 73;
148. "Le nom prope peut il simuler la pensée?", en Le langage, Actes du XIII congrés
des societés de phiiosophie de langue frangaise, Neuchatel, 1966, págs. 35 38.
Incorporado en Explorations,Personnalistes, cfr. n. 179.
149. "Martin Madan (1726 1790), théologien de la polygamie", en Revue de droit cano-
nique, 16, Strasburgo, 1966, págs. 276 297.
1967
150. "Une lettra inédite de Newman sur la matiére et l'esprit", en Revue des sciences re
ligieuse, 41, Strasburgo, 1967, págs. 39 62.
151. "Newman", en el Dictionaire de théologie catholique, Letouzey, París, 1967, cdl.
3301 3304.
152. "Lavalle, Le Senne", en The new Catholic Encyclopaedia, Washinton, 1967.
153. "Démythisatlon et conception eschatologique du mal", en Le mythe de la peíne, Au
bier, París, 1967, págs. 195 222. Corresponde al cap. Vi I de Le chrétien a ppartient
á deux mondes, Cfr. n. 174.
154. "Surquelques conditions d'une ontologie personnaliste", en Giornale di Metafísica,
Genova, 1967, fase. 2 3, págs 213 218.
155. "Simples réflexions sur l’intelligence des documents", en Melto , III, n. 1 2, Kasllk
(Líbano), 1967, págs.39 59.
156. "Newman Théologien des abus de 1'Eglise", en Oecumenica 1967, Güterslon, 1967,
págs. 116 134.
157. "Newman selon Bremond ou le procés d’un procés", en Entretiens sur Henri Bre-
mond, bajo la dirección de J. Dagens y M. NÉDONCELLE, Ed. Mouton, París La
Haya, 1967, págs. 43 59.
158. Le caractére, de ü. MARQUET, Aubier, París, 1967. Prefacio de M.NÉDONCELLE.
1968
159. "Le masque et la personne: du téátre á la vie", en Bulletin de l’Association Guilla li
me Budé , 4a. serie, n. 1, París, 1968, págs. 21 31. Incorporado en Intersubjecti-
vité et ontologie, cfr. n. 204.
160. "Pourquoi Cain a t il tué?", en Science et E sprit, Montreal, XX, Fase. 2,1968, págs.
165 170.
161. "L’erreur nécessaire á la vérité du portraít est elle un mensonge?", en Actes du V
Congres international d’Esthétique, Amsterdam, 1964, publicado bajo la super
visión de Jan Aler, Amsterdam, 1969, págs. 705 707. Incorporado en Explorations
Personnalistes, Cfr. n. 179.
162.'The Revival of Newman Studies, Some reflexions", en Downside Reviev, t. 86., Bath,
1968, págs. 385 394.
163. "Nouveauté et évdution", en Evoluzione e Storia Umana, Morcelliana, Brescia,
1968, págs. 329 332. Incorporado en Explorations Personnalistes, Cfr. n. 179.
164. "Le chrétien appartient á deux mondes", en Carmel,4o.fasc., Marsiglia, 1968, págs.
241 245. Incorporado en Explorations Personnalistes, Cfr. n. 179.
1969
165. “L'irruption du nom prope dans la priére et la reflexión", en L’analisi del linguaggio
teoiogico: II nome di Dio, Aubier, Roma París, vol. 1,1969, págs. 341 354. incor
porado en Explorations Personnalistes, Cfr. n. 179.
166. "Entre Íes deux guerres...", en Revue de Sciences religieuses, n. 3-4, Strasburgo,
1969, págs. 273 279.
167. "Les éléments auditifs et le probléme du langage dans í'aliégoríe de la cáveme", en
Pensiero mítico, metafísica, analisi deli’esperienza, Morcellianaa, Brescia,
1969, págs. 6 73. Incorporado en Explorations Personnalistes, Cfr. n. 179.
170. "Dialectique et dialogue dans la réciprocité des consciences", en La Dialectique ,
P U F., París, 1969, págs. 248 251. Incorporado a Explorations Personnalistes,
Cfr. n. 179.
171. "Lee F. e Lee F.G.", en Catholicisme, hier, aujourd’hui, demain. Encyclopédie,
fascículo 28, Letouzey, París, col!. 186 188.
172. “L'humour d'Erasme et l'humour de Thomas More11, en Srinium Erasmianum, Brill,
Leiden, 1969, págs. 547 568.
173. "Remarques sur les rapports de présence et de causalité psichiques ", en Omaggio
a V. La Via, Universidad de Catania 1969, págs. 219 226. Estrado incorporado a
Explorations Personnalistes, Cfr.n. 179.
1970
174. Le chrétien appartient á deux mondes, Editions du Centurión, París, 1970, Págs.
270, Cfr. n. 138, 153.
175. "Les données auditives et le probléme du langage dans l’ailegorie de la cáveme", en
Revue des Sciences Reiigieuses, n. 1-2,1970, págs. 165 178. Retoma el artículo
ya citado en el n. 167.
176. Le rythme, un intrus dans l’église? de M. WACKENHEIM, París, 1970. Prefacio de
M. NÉDONCELLE.
177. "Une lettre inédite de F. von Hügel á William James", en Filosofía , noviembre 1970.
178. "Les sources sensibles et axiologiques de l'affirmation religieuse", en The Problem
of God, Meredith Press, U.S.A. incorporado en Explorations Personnalistes, Cfr.
n. 179.
179. Explorations Personnalistes, Ed. Montaigne, Aubier, París, 1970. Págs. 300. Cfr.
ns. 35 - 37- 42- 51- 59 - 67 - 86 -108 -109 -139 -140-142 -143 -146 - 148 -154 - 161-
163-165-167-170 -173 -178. En este volumen aparece incluso un extracto de un
artículo de juventud del autor: "Esquisse d'un vdontarisme idealiste".
1971
180. "Chronique newmanienne", en Revue des sciences reiigieuses, t. 45, n. 1, 1971,
págs. 78 89.
181. "Les equivoques des notions d événement et de temps dans le langage religieux", en
el Coloquio Théologie de l’histoire. Herméneutique et eschatoiogie, publicado
por E. CASTELLI, Aubier, Roma París, 1971, págs. 29 44. Incorporado en Intersub-
jectivité et ontologie, cfr. n. 204.
182. "La relation á autrui", en Carmel, n. 5, 1971, págs. 4 18. Incorporado en Intersub-
jectivité et ontologie.
183. "Fidelité et célibat consacré", en Sacerdoce et célibat. Etudes historiques et théolo-
giques , publicados por J. COPPENS, Gembloux Louvain, 1971, págs. 673 691.
184. "Doutes relatifs á l'autonomie philosophique et á l'hétéronomie religieuse", en Filo
sofía e religione, Actas del XXV Congreso del Centro de Estudios Filosóficos de
Gallarate, Morcelliana, Brescia, 1971, págs. 286 294. Incorporado en Intersubjec-
tivité et ontologie.
185. "Groupe et personne: réflexion philosophique", en Les groupes infórmeles dans
l’Eglise, Strasbourg, 1971, págs. 129 147. Incorporado en Intersubjectivité et on
tologie.
186. "Phiiosophie de la religión", en Contemporary Philosopy, A Survey. La Philosop-
hie contemporaine. Chroniques, editado por R. Kllbanshy, vol. IV, La Nuova Ita
lia Editrice, Firenza, 1971, págs. 170 213.
187. "Interiorité et vie spirituelle", en Oictionnaire de sp irltu allté , publicado bajo la direc
ción de A. Rayez, Beauchesne, París, 1971, cdl. 1889 1903.
188. Prefacio a Lesabus de l’E glised’aprés Newman de R. BERGERON, Desclée, Mon-
treal París, 1971, págs. 912.
189. Prefacio a Lettresde G. Tyrrell á H. Bremond, presentadas y anotadas por A.LOUIS
DAVID, Aubier, París, 1971, págs. 7 18.
1972
190. "Communication et interprétation dutémoignage", en Letém oignage, Actas del Co
loquio de Roma 511 de enero 1972, publicadas bajo la dirección de E. CASTELLI,
Aubier, Roma París, 1972, págs. 279 290.
191. "Le heurt initial dans la rencontre des personnes", en Begegnung , Beitráge zu einer
Hermeneutik des theologischen Gespráchs, hegs, von M. SECKLER, Graz, Verlag
Styria, 1972, págs! 23 30. Incorporado en Intersubjectivité et ontologie.
192. "Communicabilité et communication des consciences", en Giornale d i Metafísica ,
t. XXVIII n. 1,1972, págs. 1 11.
193. "De l’inspiration artistique comme chemln vers la trascendance", traducción española
en Aisthesis , Santiago de Chile, n. 7,1972, págs. 23 24.
194. "De ta foi comme connaissance dans l’histoire de la phiiosophie occidentale: genése
d'un sens ¡ntersubjectif11, en Sritti in onore di Cario Giacon , Ediz. Antenore, Pa-
dova, 1972, págs. 583 600. Incorporado en Intersubjectivité et ontologie.
1973
195. "De létre comme relation primordiale des étants", traducción italiana en la Rivista di
Filosofía neoscolastica , t. LXV, n.1, 1973, págs. 3 16. In orporado en Intersub-
jectivrté et o n to lo g ie .
196. "L’étre est il la valeur ultime?; Comunicación para el XXVIII Convenio del Centro de
Estudios Filosóficos de Gallarate, sobre Ontologia e assiologia , 6-8 septiembre
1973. Incorporado en Intersubjectivité et o nto lo gie .
197. "La finitude de la conscience", en Teoresi. t. XXVII! n. 1 2. 1973, págs. 25 44. Incor
porado en Intersubjectivité et ontologie.
1974
198. “Culture et personne'*, Comunicación para el XVI Congreso de ias sociedades de fi
losofía de lengua francesa sobre La culture, Reims 3 6 septembre 1974. Incorpo
rado en Intersubjectivité et ontologie.
199. "A quoi est due l'apparence impersonnelle de la conscience?", Contribución a Mis-
celia nea di Scrrtti in memoria di Santino Cara mella, Palermo 1974, págs. 225
238.1ncorporado en Intersubjectivité et ontologie.
200. "Le sacré et la profanation", Comunicación para el coloquio sobre Le sacré, dirigido
por E! CASTELLI, 511 enero 1974. Incorporado en Intersubjectivité et ontologie.
201. "L'unltó de l’intellect et la pluralité des personnes: actualité d ’un débat medieval", en
Communication poúr le Congrés International du VIle centenaire de saint Tilo
mas d ’Aquin, Roma Nápoles 17 24 abril 1974. Incorporado en Intersubjectivité et
ontologie.
202. "La réfutation des averroistes par saint Thomas d ’Aquin", en Rivista di Filosofía
neoscolastica, t. LXVI, 1974, n. especial del VII centenario. Incorporado en Inter-
subjectivité et ontologie.
203. "L’intersubjectivité d ’apres Buber et Levinas", Contribución a Mélanges en honor det
Profesor André Néher. Incorporado en Intersubjectivité et ontologie. Le defi per-
son na liste, Nauwetaerts, Louvain París, 1974. Págs. 383. Cfr. ns. 61 66 74 87 97
122 141 159 181 182 184 185 190 191 192 193 194 195 196 197 198 199 20Ó 201
202 203. Contiene también un artículo inédito: "La causalité ¡ntersubjective".
Introducción al pensamiento de
JACQUES MARITAIN
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II.- U N F I L Ó S O F O C R I S T I A N O , E N D I Á L O G O C O N E L
M U N D O .............................................................................................. 7
I I I . - S E L E C C I Ó N D E T E X T O S ........................................................... 11
111.3.- M U N D O P O L IT IC O :............................................................... 26
111.4.- D IO S :....................................................................................... 38
111.5. F IL O S O F IA :........................................................................... 42
IÍI.5.2. Metafísica............................................................... 43
111.5.6. Estética................................................................... 47
I.- REFERENCIA DE LA BIBLIOGRAFIA U TILIZAD A PARA
ESTA SELECCION.
PBC ..... "Persona y Bien común", Desclée de Brouwer, Buenos Aires, 1948.
111.1.2. Individuo-persona.
"Una persona es un centro de libertad puesto frente a las cosas, al universo, al mis
mo Dios; dialoga con otra persona, comunica con ella entendiendo y amando. La noción
de personalidad, por muy compleja que sea, es ante todo de orden ontológico. Es una
perfección metafísica y sustancial que, en el orden operativo, se abre y se desenvuelve
en valores psicológicos y morales.
La primera raíz metafísica de la personalidad es lo que se llama la subsistencia. Es
ta presupone una naturaleza (sustancial) individual o singular (es decir, dotada, en la línea
misma de la naturaleza o de la esencia, del summum de actuación y de determinación),
y lo que ella significa propiamente, en cuanto da al orden de lo creado, su última perfec
ción, es que esta naturaleza, por el hecho de estar dotada de subsistencia, no puede co
municar con ninguna otra naturaleza sustancial en el acto mismo de existir; está, si así
puede decirse, absolutamente cerrada sobre sí misma respecto a la existencia. Mi perso
na existe antes de obrar, y posee su existencia, como su naturaleza, de una manera ab
solutamente propia e incomunicable. (...)
La subsistencia es para la naturaleza como el sello ontológico de su unidad. Y cuan
do esa naturaleza es completa (un alma separada no es persona) y, sobre todo, cuando
es capaz de poseerse a sí misma, de tomarse de la mano por la inteligencia y la volun
tad, en suma , cuando pertenece al orden espiritual, entonces la subsistencia de tal na
turaleza se llama personalidad". (GS, p.365-366)
"La persona ¿no es por ventura el yo? Mi persona ¿no es por ventura yo mismo? El
ser humano está situado entre dos polos: Uno material, que en realidad no atañe a la per
sona verdadera, sino más bien a la sombra de la personalidad o a eso que en sentido es
tricto del término llamamos individualidad; y otro polo espiritual que concierne a la ver
dadera personalidad. Et polo material es el individuo, y el espiritual, en cambio, ia perso
na, fuente de libertad y de bondad". (PBC, p.35)
"iLa persona humana! Un ser infeliz, una criatura a quien el universo entero amena
za, y parece dispuesto a destruir, pretende ser por su parte otro universo, pretende ser
una persona. Y lo es. Lo es, en la raíz metafísica de la personalidad. Pero en sujetos tan
corporales como espirituales; en individuos que comparten una misma naturaleza es
pecífica; que son opacos a la propia mirada, y son sumisos a la condición del movimien
to, la raíz metafísica de la personalidad, hundida en el ser, sólo puede manifestarse me
diante una conquista progresiva, de su propia realidad, conquista de sí misma, por sí mis
ma, que ella debe cumplir en el tiempo. El hombre debe ganar su personalidad, como ga
na su libertad; y le cuesta muy cara. En el orden de la acción, no llega a ser persona, si
no consigue que las energías racionales, las virtudes y et amor determinen su curso a la
impetuosa multiplicidad que lo habita; si no consigue que imprima en él, libremente, el
sello de su radical unidad ontológica. En ese sentido, unos conocen y otros no, la verda
dera personalidad y la verdadera libertad". (PFPH, pi 28-129)
'Tales son los dos aspectos metafísicos del ser humano: Individualidad y personali
dad, con su fisonomía ontológica propia. Notemos bien que no se trata de dos cosas se
paradas. No hay en mí una realidad que se llame mi persona y otra realidad que se lla
me mi individuo. El mismo ser, todo entero, es individuo en un sentido y persona en otro.
(...)
H 1.1.3. E s p ír it u e n c a m a d o .
I I 1.1.5. Trascendencia.
"En ciencia, metafísica o religión, el hombre que pregunta "¿qué es la verdad?", co
mo en el caso de Pílalos, no es un hombre tolerante, sino un traidor a ta especie huma
na. Hay tolerancia real y auténtico no sólo cuando un hombre está firme y absolutamen
te convencido de su verdad, o de lo que mantiene como tal, sino cuando, al mismo tiem
po, reconoce el derecho a existir de los que niegan su verdad, le contradicen y expresan
su peculiar opinión, no porque se encuentren desligados de la verdad, sino porque la bus
can a su manera y, ademásI porque respeta en ellos la naturaleza y la dignidad huma
nas, los recursos y las fuerzas del entendimiento y la conciencia que les capacitan poten
cialmente para alcanzar la verdad que aman, si algún día la perciben." (UF, p.45)
"Lo que faltó desde hace cuatro siglos al bien temporal de los hombres ha sido sim
plemente la filosofía cristiana. En su lugar surgieron una filosofía separada y un humanis
mo inhumano, un humanismo destructor de! hombre porque quiso centrarse sobre el
hombre y no sobre Dios. Hemos cerrado el círculo, y tenemos ahora ante los ojos el an
tihumanismo sangriento, el irracionalismo y el esclavismo feroces, en los cuales, al fin, el
humanismo racionalista viene a expirar. Si el mundo no ha de zozobrar en la barbarie,
un nuevo humanismo tendrá que surgir ahora a la luz, y su tarea será, ante todo, una ta
rea de integración, de incorporación viviente y purificadora."(BaST, 100-101)
"Este nuevo humanismo, sin común medida con el humanismo burgués y tanto más
humano cuanto no adora al hombre, sino que respeta, real y efectivamente, la dignidad
humana y reconoce derecho a las exigencias integrales de la persona, lo concebimos
orientado hacia una realización social-temporal de aquella atención evangélica a lo hu
mano que debe no sólo existir en el orden espiritual, sino encarnarse, tendiendo al ideal
de una comunidad fraterna. Si reclama de los hombres el sacrificarse, no es al dinamis
mo o al imperialismo de la raza, de la clase o de la nación sino a una mejor vida para sus
hermanos y al bien concreto de la comunidad de las personas humanas. La humilde ver
dad de la amistad fraterna ha de pasar a costa de un esfuerzo constantemente difícil y de
la pobreza al orden de lo social y de las estructuras de la vida común. Por ello, tal huma
nismo es capaz de engrandecer al hombre en la comunión, y por ello no podría dejar de
ser un humanismo heroico." (Hl,p.18)
"Será necesario, para ello, que el sentido trágico de la vida y e) sentido de la gran
aventura humana se reencuentren y se penetren mutuamente; que el espíritu de Europa
y el espíritu de América cooperen en una común buena voluntad. No creemos que el pa
raíso es para mañana. Pero la obra a que estamos llamados, la obra que será preciso per
seguir, con tanto más valor y esperanza cuanto que a cada instante será traicionada por
la debilidad humana, deberá tener por objetivo, si queremos que la civilización sobrevi
va, un mundo de hombres libres, penetrados en su sustancia profana por un cristianis
mo real y viviente, un mundo donde la inspiración del Evangelio oriente la vida común
hacia un humanismo heroico." (CD,p.108-109)
"De hecho, sin embargo, los períodos humanistas, en los diversos ciclos de la cul
tura, ¿no se presentan en oposición con los períodos heroicos? ¿No aparecen como de
cadencia de éstos en lo humano o como revancha de lo humano sobre ellos, como re
pulsa más o menos general de lo sobrehumano?¿Acaso el humanismo será compatible
con el heroísmo y con los momentos creadores, ascendentes y verdaderamente orgáni
cos de la cultura, sólo cuando aparezca implicado en un dinamismo histórico en el que
subsista inconsciente de sí y oculto a sí mismo, y en el que el propio dolor cierre sobre sí
los ojos y se soporte en ignorancia, ignorándose entonces el hombre para sacrificarse a
algo más grande que él? ¿Acaso el humanismo no puede tener valor por sí y significarse
a sí mismo, significando al mismo tiempo sus propios postulados, más que en los mo
mentos de disipación de energía, de disociación y de descenso, en los que, por recurrir
una vez a esta oposición de términos, la "cultura" se hace "civilización", en que el dolor
abre los ojos sobre sí y ya no es soportado? ¿Acaso el hombre no puede saberse él mis
mo sino cuando renuncia a sacrificarse a algo más grande que él? Pululando en esa "anar
quía de los átomos" de que habló Nietzsche, humana y demasiado humana, la decaden
cia ¿es, en aquel sentido, un fenómeno humanista?
Pudiera ser que la respuesta resultase menos sencilla de lo que parece a cierto fácil
aristocratismo. Pudiera ser que ciertas formas del heroísmo permitieran resolver esta apa
rente contraposición. Preténdenlo el heroísmo comunista, por la tensión revolucionaria y
el titanismo de la acción; el heroísmo budista, por la piedad y la renuncia a la acción. Otro
heroísmo lo pretende por el amor. Particularmente significativo a este respecto es el ejem
plo de los santos humanistas, como ei admirable Tomás Moro. Pero ¿atestigua solamen
te que humanismo y santidad pueden coexistir o también que puede haber un humanis
mo nutrido en las fuentes heroicas de la santidad? Un humanismo desprendido y cons
ciente de sí mismo, que conduzca al hombre al sacrificio y a una grandeza verdadera
mente sobrehumana; porque entonces el dolor humano abre los ojos y es soportado con
amor, no en la renuncia a ta alegría, sino en una sed y desbordamiento de alegría.
¿Puede darse ahí un humanismo heroico? Según lo entiendo,respondo que sí."
(Hl,p.14-15).
III.3.1. Capitalismo, fascismo, comunismo.
"El espíritu objetivo del capitalismo es un espíritu de exaltación de las potencias ac
tivas e inventivas, del dinamismo del hombre y de las iniciativas del individuo, pero es
también un espíritu de odio a la pobreza y de menosprecio del pobre; el pobre no existe
más que como instrumento de producción que rinde, no como persona. Por su parte,
además, el rico no existe más que como consumidor (para el lucro dei dinero que sirve a
esa misma producción), no como persona: y la tragedia de un mundo así es que, para
sostener -y desarrollar- al monstruo de una economía usuraria, será preciso tender a to
dos los hombres, consumidores, o ricos; pero entonces, si ya no hay pobres o instrumen
tos, toda esa economía se paraliza y muere; y muere también, como se ve en nuestros
días, si no hay bastantes consumidores en acto para hacer trabajar a los instrumentos."
(Hl.p.127)
“La ilusión propia del maquiavelismo es la ilusión de! éxito inmediato. La duración
de la vida de un hombre o, mejor, la duración de la actividad del príncipe, del hombre
político delimita el espacio de tiempo máximo requerido por lo que llamo ei éxito inme
diato. El éxito inmediato es éxito para un hombre, no para un-Estado o una nación, de
acuerdo con la duración propia de las vicisitudes de los estados o naciones (...).
Cuanto más ganan en perfección y en despiadada eficacia las técnicas de opresión,
de mutuo espionaje generalizado, el trabajo forzoso, las deportaciones y destrucciones
masivas propias de los Estados totalitarios, más difícil resulta, al mismo tlempo.toda ten
tativa de cambiar o superar desde fuera esos gigantescos robots maquiavélicos... Con to
do, no poseen una gran fuerza interna duradera; su enorme aparato de violencia es la
prueba de su humana debilidad interna. El trabajo que consiste en quebrar la libertad y
la conciencia humana, al engendrar por doquier ei miedo y la inseguridad, es en sí mis
mo un proceso de autodestrucción del cuerpo político. ¿Cuánto tiempo puede, pues, du
rar el poder de un Estado que se hace más y más gigantesco en lo concerniente a las
fuerzas exteriores o técnicas y más y más enano en lo que concierne a las fuerzas inte
riores humanas y realmente vitales? Desempeñará durante algunas generaciones la ta
rea que se le ha permitido o asignado. Pero dudo que pueda enraizarse en la duración
histórica de las naciones". (HE.p.73)
“En virtud de un automatismo reflejo, no humano, sino mecánico, el comunismo sus
cita y fomenta reacciones defensivas de tipo fascista o racista y éstos suscitan y fomen
tan a su vez las reacciones de defensa comunistas, de suerte que estas dos fuerzas mul
titudinarias crecen simultáneamente una frente a otra; una y otra haciendo del odio una
virtud; una y otra al servicio de la guerra, guerra de naciones o guerra de clases; una y
otra reclamando para la comunidad temporal el amor mesiánico con que debe ser ama
do el reino de Dios; una y otra, sometiendo al hombre a un humanismo inhumano, el hu
manismo ateo de la dictadura del proletariado, el humanismo idolátrico de César o el hu
manismo zoológico de la sangre y de la raza.'1(Hl,p.296)
“Para el filósofo de la historia, y a condición de dar la debida importancia a la dura
ción, el totalitarismo racista o fascista en sus diversos tipos se muestra como una fatali
dad histórica que en realidad atrae el comunismo o infortunios históricos de dimensiones
equivalentes, porque, aunque reacciona contra aquél con éxitos inmediatos que hieren la
imaginación, es incapaz de elevarse por encima de él y de descubrir la forma verdade
ramente humana que reclama ei movimiento de la historia; descubriendo que no se reali
zará sino por un esfuerzo del espíritu y de la libertad que supere el determinismo de las
fuerzas materiales de la evolución.1' {Hi,p.301)
"En definitiva, y para presentar ciertas actitudes típicas en su estado puro, hay un
positivismo de derecha, que obra como si no fuera verdad que el hombre viene de Dios
y participa de Dios; suprime a Dios, a fuerza de despreciar al hombre. Hay un idealismo
de izquierda que obra como si no fuera verdad que el hombre viene de la nada y partici
pa de la nada; excluye al creador para divinizar al hombre. Las tendencias opuestas, cu
ya dirección indican estos dos límites ideales, explican no pocas contradicciones de la
historia moderna; el fascismo deriva de ia primera; el comunismo de la segunda. Uno y
otro, por lo demás, se llaman realistas y no hay duda de que su poder de realización políti
ca es grandioso. Pero es trágico; y no tiene en sí mismo salida. Un realismo que no tiene
en cuenta sino a pesar suyo lo que hay de más profundo en el hombre, no pude ser en
definitiva sino un pseudorreaiismo." (Hl,p.244)
"El cristiano reprocha al marxista una concepción falsa, a la vez materialista y místi
ca, del trabajo; le reprocha el no ver en el trabajo más que el esfuerzo productivo, trans
formador de la materia y creador de valores económicos y el hacer de él, por otro lado,
no sólo una alta dignidad, lo que es muy cierto, sino la más alta dignidad del ser huma
no; su esencia misma. Le reprocha también una concepción falsa del conflicto de dases.
Que las clases existen y existen sin unidad orgánica entre ellas; que están, portal causa,
en conflicto (es un hecho debido a la estructura capitalista); y que es preciso resolver es
te conflicto: son cosas en que el cristiano y el marxista están de acuerdo.
Pero ¿cómo resolver este conflicto? Para el marxista, por una guerra material que
haga del proletariado una potencia militar, una Jerusalén de la Revolución, voluntaria
mente apartada de la comunión con el resto de los hombres, que aplaste y aniquile a la
otra clase.
Para el cristiano, por una guerra espiritual, por una lucha social y temporal en que
han de participar todos aquellos a quienes une un mismo ideal humano y que en sí mis
ma ya implica la superación del conflicto planteado.
Para el cristiano, lo que une y enlaza a quienes han de trabajar en una renovación
temporal del mundo es, ante todo,-sean cuales fueren la dase, la raza, o ia nación a que
pertenezcan-, una comunidad de pensamiento, de amor y de voluntad, la pasión de una
obra común por realizar; comunidad, no material-biológica, como la de la raza, o mate
rial-sociológica, como la de la clase, sino verdaderamente humana." (HI,p.252-253)
"Entre esta familia espiritual atea y la Iglesia existen cosas comunes: reclamación,
para el mundo del trabajo, de condiciones de existencia realmente conformes a la justi
cia, que es cuestión de praxis que hay que poner en obra, pero también (a los ojos de ia
Iglesia aunque no a los de Marx), es cuestión de exigencia moral que hay que reconocer;
una visión clara de los perjuicios de la adoración del beneficio, la conciencia de que un
régimen económico y social que se ha vuelto totalmente deshumanizador debe ser trans
formado desde su base, sin hablar de todas las condenaciones que antiguamente efec
tuaron los Concilios contra la usura y de la vieja idea medieval, que en mi opinión sigue
siendo verdadera, de que la fecundidad dei dinero es cosa contra natura.11(IC,p. 175-176)
"El comunismo puede ser considerado como una herejía cristiana, la última y más
radical herejía. Es universalista como una iglesia. Y energías cristianas son, pero entera
mente laicas, las que propaga entre sus militantes. El comunismo confía la transforma
ción del hombre en ta revolución colectiva, y sólo para la vida presente. Su ateísmo es un
resentimiento moral y religioso contra la transcendencia divina...Y mientras, los católicos
comprenden, no sin ansiedad, que a ellos, ya que tienen en sí palabras de vida eterna,
correspondería tender la mano a los comunistas a fin de atraerles al terreno de la verdad
religiosa y de la caridad redentora." (PBC.p.102 ss.)
“La concepción det régimen de civilización o de orden temporal que nos parece res
ponder a las exigencias de la razón presenta tres caracteres típicos. El primero es el
carácter comunal, motivado por el fin propio y específico de la ciudad y de la civilización,
que es un bien común; pero este bien común difiere de la simple suma de bienes indivi
duales, y está por encima de los intereses del individuo en cuanto éste es parte del todo
social. Es un bien común material y moral al mismo tiempo, porque consiste en la recta
vida terrestre de la multitud congregada, y porque los componentes del todo civil son per
sonas humanas.(...)
Pero el bien temporal, por lo mismo que es temporal, no es un fin último: está orde
nado a un bien mejor, al bien intemporal de la persona, a la conquista de su perfección y
de su libertad espiritual. En la justa concepción dei régimen temporal, eso da motivo a un
segundo carácter: el personaIismo.{...)
El tercer carácter de la concepción cristiana de la ciudad está determinado por ese
encaminamiento de la vida terrestre hacia su propia superación, el cuai niega valor de fin
último a la vida temporal y hace de ella un momento de nuestro destino (...) Tal es lo que
puede llamarse carácter peregrina i. (...)
Pero eso no significa que la civilización temporal sea exclusivamente un medio pa
ra alcanzar la vida eterna; es un fin intermedio, un fin infravalente, y en tal carácter recla
ma para sí una dignidad que no debe negársele. Esa misma dignidad invalida el pretex
to de que esta vida es un valle de lágrimas, cuando se pretende que el cristiano debe re
signarse por eso a la injusticia y tolerar la condición servil y la miseria de sus hermanos.
La concepción cristiana de la ciudad tiende por sí misma a introducir en este vaiie
de lágrimas tales mejoras que hagan posible la felicidad terrestre de la multitud congre
gada, un felicidad relativa, pero real. Su objeto a realizar es una estructura buena y visi
ble del todo social, un estado de justicia, amistad y prosperidad que facilite a cada per
sona el cumplimiento de su destino; y exige que ia ciudad terrestre esté organizada de
tal modo, que en ella se reconozca efectivamente el derecho de sus miembros a la exis
tencia, al trabajo y a la perfección de sus personas en cuanto personas." (PFPH,p.194-
201 )
"La concepción del régimen de civilización o del orden temporal que nos parece fun
dado en razón tiene tres caracteres típicos: ante todo, es comunitario, en el sentido de
que, para él, el fin propio y especificador de la ciudad y de la civilización es un bien común
diferente de la simple suma de los bienes individuales, y superior a los intereses dei indi
viduo en cuanto éste es parte del todo social. Este bien común es, esencialmente, la rec
ta vida terrenal déla multitud reunida, de un todo constituido por personas humanas: que
es, por ello, a la vez material y moral.
Pero además y por ello mismo, ese bien común temporal no es fin último. Está or
denado a algo mejor: al bien intemporal de la persona, a la conquista de su perfección y
de su libertad espiritual.
Por ello, la justa concepción del régimen temporal tiene un segundo carácter: es per
sonalista, entendiendo por tal que es esencia! al bien común temporal el respetar y ser
vir los fines supratemporales de la persona humana.
En otros términos, el bien común temporal es fin intermedio o infravalente; tiene
su especificación propia, por lo que se distingue del fin último y de los intereses eternos
de la persona humana. Pero en su especificación misma se envuelve su subordinación a
ese fin y a esos intereses de los que recibe sus normas. Tiene su consistencia propia y su
bondad propia, pero precisamente a condición de reconocer esta subordinación y no
erigirse en bien absoluto." (Hl,p.146-147)
"Creemos que el ideal histórico de una nueva cristiandad, de un nuevo régimen tem
poral cristiano (...) implica una concepción profano-cristiana y no sacro-cristiana de lo
temporal.
Así habrán de ser sus notas características, al mismo tiempo, opuestas a las del li
beralismo y del humanismo inhumano de la edad antropocéntrica, e inversas a las que
hemos advertido en el ideal histórico medieval del sacrum imperium; habrán de respon
der a lo que pudiera ser llamado un humanismo integral o teocéntrico.(...)
Primera nota característica: (...) se volvería a una estructura política que implique
un cierto pluralismo,(...) Por oposición a las diversas concepciones totalitarias del Esta
do actualmente en uso, nos ocupamos de la estructura de una sociedad pluralista, cu
ya unidad orgánica comprenda una diversidad de agrupaciones y estructuras sociales
que encarnen libertades positivas. (...) La sociedad civil no se compone únicamente de
Individuos sino de sociedades particulares formadas poreilos; y una ciudad pluralista re
conocerá a estas sociedades particulares una autonomía tan amplia como sea posible,
diversificando su propia estructura interna según las conveniencias típicas de su natura
leza^...)
La segunda nota característica del régimen temporal que consideramos $e refiere
a lo que se podría denominar una concepción cristiana del Estado profano o laico; sería
una afirmación de la autonomía de lo temporal a título de "fin intermedio o ¡nfravalente",
conforme a las enseñanzas de León XIII que declaran suprema en su orden a la autori
dad del Estado.
La tercera nota característica de una nueva cristiandad concebible sería, juntamen
te con esta insistencia en la autonomía del orden temporal, una insistencia en la extrate
rritorialidad de la persona respecto a los medios temporales y políticos.
(...) Al mito de la fuerza ai servicio de Dios sustituye et de la conquista o de realiza
ción de la libertad.(...) No de la simple libertad de elección del individuo, según la con
cepción liberal (lo que no es sino el comienzo o la raíz de la libertad); tampoco de la li
bertad de grandeza y de poderío del Estado, según la concepción imperialista o dictato
rial; sino, ante todo, de la libertad de autonomía de las personas que se confunde con la
perfección espiritual de éstas.
Cuarta nota característica de nuestra nueva cristiandad. Es el hecho de hallar en ia
base de la autoridad y de la jerarquía de las funciones temporales (trátese de la autori
dad política o de otras especies de autoridad social) una cierta paridad de esencia entre
el dirigente y el dirigido, es decir, una paridad esencial en la común condición de hom
bres consagrados ai trabajo. (...)
Finalmente quinta y última característica (...) sería la Idea -no estoica ni kantiana,
sino evangélica- de la dignidad de la persona humana y de su vocación espiritual, y del
amor fraternal que se le debe. La obra de la ciudad sería realizar una vida común aquí
abajo, un régimen temporal verdaderamente conforme con esa dignidad, esa vocación y
ese amor. Estamos de ello bastante lejos para saber de cierto que no costará poco tra
bajo. Es una obra ardua, paradójica y heroica; no hay humanismo de la tibieza.(...) Mas,
si es absurdo esperar de la ciudad que haga a todos los hombres, tomados individual
mente, buenos y fraternales unos para otros, se le puede y se le debe pedir, y esto es otra
cosa, que tenga ella misma estructuras sociales, instituciones y leyes buenas e inspira
das en el espíritu de amistad fraterna." (Hl,p. 179-219)
"Lo que en todo caso es cierto es que el tránsito a una nueva cristiandad supone
cambios mucho más profundos que los que de ordinario sugiere la palabra revolución. Y
aquí surge una cuestión muy importante: la de las dimensiones internas de estos cam
bios. Consisten, en una palabra,en producir una refracción efectiva del Evangelio en el
orden cultural y temporal.
Son cambios en el régimen de la vida humana a la vez interiores y exteriores, que
han de realizarse tanto en el corazón como en la ciudad y en sus instituciones, y que in
teresan al mismo tiempo, aunque por diferentes motivos, el dominio de lo social y visible
y el dominio de lo espiritual, moral e invisible, pero sobre todo el dominio de lo espiritual."
(Hl,p.229)
"La idea de una renovación cristiana del orden temporal se opone también a la con
cepción politicista, que es, propiamente, la corrupción de la política. Con la palabra "po-
liticista" quiero expresar una concepción que consiste, no sólo en considerar la conquis
ta de los poderes públicos por un partido o la conquista del poder político por una clase
como lo esencial de una 'transformación substancial" del régimen de civilización, sino,
penetrando más, en considerar lo político como puramente técnico; se estima, pues, la
actividad política y social como una actividad amoral en sí misma; y los hechos sociales,
como simples hechos físicos particulares a los que basta aplicar leyes puramente técni
cas, puesto que nuestra conducta privada queda sometida a las reglas de la moral per
sonal. (...)
Pero (...) el dominio de lo político y social es por sí mismo un dominio, no tan sóio
técnico, sino ante todo y esencialmente humano, es decir, ético o moral.Las obras de ar
te que el hombre en él realiza son, en sí, intrínsecamente humanas y morales. Las virtu
des políticas y sociales tienen un carácter esencialmente moral... La vida social, por su
propia naturaleza, requiere ser urdida con arreglo a las mismas leyes de integridad, de
justicia y de amor al prójimo que rigen la construcción moral de nuestra personalidad."
(Hl.p.230-232)
"El cristiano debe esforzarse todo lo posible por realizar en este mundo (...) las ver
dades del Evangelio. Jamás se esforzará bastante en ello. Jamás se consagrará bastan
te a hacer progresar las condiciones de la vida terrena y a transfigurarla. (...)
Mas si lo que acabamos de decir es exacto, el fin que se propone el cristiano en su
actividad temporal no será hacer de este mundo mismo, el reino de Dios, sino hacer de
este mundo, según el ideal histórico reclamado por las diferentes edades y, sí así puede
decirse, por sus propias mutaciones, el lugar de una vida terrenal verdadera y plenamen
te humana, es decir, seguramente llena de desfallecimientos, mas también llena de amor;
y cuyas estructuras sociales tengan por medida la justicia, la dignidad de la persona hu
mana, el amor fraterno." (Hl,p.123)
“El cristiano, en verdad, jamás se resigna. Su concepción de la ciudad aspira por sí
a un mejoramiento del valle de lágrimas que proporcione a la multitud congregada un bie
nestar terrestre, relativo, pero real; una existencia buena y viable del conjunto, un estado
de justicia, de amistad y de prosperidad que haga posible a cada persona el cumplimien
to de su destino; exige que la ciudad terrenal esté dispuesta de tal suerte que reconozca
efectivamente el derecho de sus miembros a la existencia, al trabajo y at desarrollo de su
vida personal." (Hl.p.150)
"La historia es impura y nocturna; es la historia del mal mezclada al bien y más fre
cuentemente que el bien, la historia de una humanidad desgraciada en marcha hacia una
liberación sumamente misteriosa, y de los avances hacia el bien que se realizan a través
del mal y de los malos medios.
El cristiano está en la historia; por lo mismo que está llamado a dar allí testimonio
de un mundo suprahistórico al cual pertenece, no quiere servirse sino de medios bue
nos: he aquí ya medios buenos arrastrados a un contexto en que los medios malos pre
dominan y en riesgo de arrastrar elios mismos tras sí, por accidente, a ese contexto. Pues
en cuanto un hombre ha puesto en el mundo una acción, sabe, sin duda, lo que ha que
rido hacer, pero ya no sabe ni lo que ha hecho ni para qué ha servido.
Ese hombre, si teme a Dios, no debe servirse sino de medios buenos en sí mismos;
debe además preocuparse del contexto para procurar que tenga posibilidades de ser lo
menos malo posible. Pero después de esto, ¡quédese tranquilo! El resto es cosa de Dios.
El temor a mancharse por entrar en el contexto de la historia es un temor farisaico.
No es posible tocar la carne del hombre sin ensuciarse los dedos. Ensuciarse los dedos
no es ensuciarse el corazón."(Hl,p.265-266)
"Ante dificultades tan grandes como las que acabo de indicar pudiera ocurrir que
nuestros "cives praeclari" sintieran la tentación de limitarse a una actividad temporal tam
bién, pero superior a las divergencias de los partidos políticos (...), quiero decir al cam
po estrictamente limitado de la defensa temporal y de los intereses religiosos y de las li
bertades religiosas, sin preocuparse de más. Tal actividad es ciertamente necesaria, in
dispensable; pero no es suficiente. Exige imperiosamente la actuación del cristiano, pe
ro éste no puede limitarse a ella. El cristiano no puede hallarse ausente de ningún domi
nio de la conducta humana, en todas partes es preciso. Tiene que trabajar a la vez -en
cuanto cristiano- en el plano de la acción religiosa (indirectamente política) y -en cuanto
miembro de la comunidad espiritual- en el piano de la acción propia y directamente tem
poral y política." (Hl.p.277)
"Pero a través de estas ilusiones, una verdad sagrada se hizo sensible en los cora
zones; es que es preciso que las energías del Evangelio pasen a la vida temporal de los
hombres; es que la buena nueva anunciada para abrir el cielo y la vida eterna, exige tam
bién transformar la vida de las sociedades terrestres en el mismo seno de sus miserias y
sus contradicciones; es que hay en el mensaje evangélico implicaciones políticas y socia
les que a toda costa deben desplegarse en la historia. (...)
La dura lección nos ha enseñado que el Reino de Dios no es para la historia terres
tre, pero al mismo tiempo hemos adquirido conciencia de esta verdad crucial: que es ne
cesario que aquel se prepare enigmáticamente en los dolores de la historia presente."
(CD,p. 51-52)
"Una de las grandes obras del Concilio ha sido despertar definitivamente la concien
cia cristiana a lo que se le exige en el orden temporal. El desprecio dei mundo es un vie
jo lugar común del que los santos comprendieron bien el verdadero sentido, pero del que
se han sacado las peores consecuencias durante demasiado tiempo y por parte de de
masiadas personas que han tenido una resignación indigna ante el mal y una indiferen
cia indigna en cuanto al testimonio que et cristiano debe dar en la tierra respecto a la jus
ticia y al Evangelio." (IC.p.129)
"Creo que Juana de Arco (...) es por excelencia la santa y patraña de la misión tem
poral del cristiano; dicho de otra forma, ta santa y patrona del laicado cristiano, ya que
esta misión temporal es asunto de los laicos, que tienen que llevarla bajo su iniciativa y a
su cuenta y riesgo a condición que en su colaboración con ios hombres de todas las
creencias así como de todas las naciones en una obra común temporal, conserven en su
corazón una fe tan pura, total y absoluta como la de Juana. Advirtamos que en ta obra
temporal en cuestión no se trata de conseguir la felicidad del hombre de la tierra. En una
civilización cada vez más deshumanizada por la tecnocracia, puede ocurrir que esta obra
temporal, de cuya necesidad hemos tomado conciencia finalmente hoy en día, llegue jus
tamente en nuestra edad histórica a compensar los grandes males y evitar las grandes
destrucciones que amenazan al mundo." (IC,p.324-325)
"La sociedad política, requerida por la naturaleza y realizada por la razón, es la más
perfecta de las sociedades temporales. Es una realidad concreta y enteramente humana
que tiende a un bien concreto y enteramente humano : el bien común.(...) La justicia es
la condición primera de la existencia del cuerpo político, mas la amistad es su misma for
ma animadora. Pues tiende a una comunión realmente humana y libremente realizada.
Vive de la abnegación y la entrega de personas humanas." (HE,p.24)
"El bien común no es solamente la suma de las ventajas y de los servicios públicos
que la organización de la vida común presupone, tales como un régimen fiscal sano,una
fuerza militar suficientemente potente, el conjunto de leyes justas, buenas costumbres y
sólidas instituciones que dan a la vida política su estructura, la herencia de sus grandes
recuerdos históricos, de sus símbolos y sus glorias, de sus tradiciones vivas y sus teso
ros culturales. El bien común implica asimismo la integración sociológica de todo lo que
hay de conciencia cívica, de virtudes políticas y de sentido de la ley y de la libertad, de
actividad, de prosperidad material y riqueza espiritual, de sabiduría hereditaria que actúa
inconscientemente, de rectitud moral, justicia, amistad, felicidad, virtud y heroísmo en la
vida individual de los miembros del cuerpo político en la medida en que todas esas co-
sas son, en cierto modo, comunicables y retornan a cada miembro ayudándote a per
feccionar su vida y su libertad de persona y constituyen en su conjunto la buena vida hu
mana de la multitud. "(HE,p.25-26)
"El Estado no es la suprema encarnación de la Idea, como creía Hegel. No es una
especie de superhombre colectivo. El Estado no es más que un órgano habilitado para
hacer uso del poder y la coerción y compuesto de expertos o especialistas en el orden o
el bienestar públicos; es un instrumento al servicio del hombre. Poner al hombre al servi
cio de ese instrumento es una perversión política. La persona humana en cuanto indivi
duo es para el cuerpo político, y el cuerpo político es para la persona humana en cuan
to persona. Pero el hombre no es modo alguno para el Estado. El Estado es para el hom
bre." (HE,p.27)
"Nosotros, por el contrario, pensamos que la política, por muy amplia que sea en
ella la parte dei arte, necesariamente es por su esencia, una rama especial de la ética: por
que está ordenada hacia el bien común, el cual es un bien esencialmente humano; un
bien, no sólo material, sino también y principalmente moral, y que supone la justicia y pi
de ser durable, y, por tanto fomentar en el hombre el bien y las virtudes. Y ia política, si
por su esencia es cosa moral, y dado el estado de hecho en que la humanidad se encuen
tra, para no desviar y para alcanzar un suficiente punto de madurez, reclama ser ayuda
da y fortalecida por todo lo que el hombre en su propia vida social recibe de la revelación
evangélica y de la palabra de Dios que actúa en éi.'1(BaST, p.104)
"Lo que decimos, y esto era ya lo que enseñaba Aristóteles, es que el saber político
constituye una rama especial del saber moral, no la que se refiere al individuo, ni ia que
se refiere a la sociedad doméstica, sino precisamente la que se refiere de un modo es
pecífico al bien de los hombres reunidos en ciudad, al bien del todo social; este bien es
un bien esencialmente humano y por lo tanto se mide, ante todo, en relación con los fi
nes del ser humano, e interesa a las costumbres del hombre en cuanto ser libre que ha
de usar de su libertad para sus verdaderos finés." (Hl, p.232-233)
"Una vez que el hombre haya comprendido que en la verdad de las cosas la políti
ca surge de la moral porque su fin es el bien humano de ia comunidad; una vez que ha
ya comprendido que la vida política debe conformarse al derecho natural y, según las
condiciones propias de su objeto temporal, a la ley evangélica, verá al mismo tiempo que
querer la justicia y el derecho en política es querer Una gran revolución que sustituya a la
política del poder para los amos, hombres, Estados o naciones, la política del bien común;
el pueblo mismo debe velar como principalmente interesado." (CD, p.60)
"Hay otra clase de racionalización de la vida política: racionalización, no artística o
técnica, sino moral. Esta se funda en el reconocimiento de los fines esencialmente huma
nos de la vida política y de sus resortes más profundos: la justicia, la ley y la amistad
recíproca.. Y significa también un esfuerzo incesante para aplicar las vivas y móviles es
tructuras del cuerpo político al servicio del bien común, de la dignidad de la persona hu
mana y del sentido del amor fraterno; para someter a la forma y determinaciones de la
razón que estimula la libertad humana el enorme condicionamiento material, a la vez ma
terial y técnico, y el pesado aparato de intereses en conflicto, de poder y coerción inhe
rente a la vida social; y para fundamentar la actividad política, no en lo que en realidad
implica una mentalidad infantil -ia ambición, los celos,el egoísmo, el orgullo y el engaño,
las reivindicaciones de prestigio y de dominación transformadas en reglas sagradas de
un juego trágicamente serio-, sino en un conocimiento adulto de las más íntimas necesi
dades de la vida de la humanidad, de las exigencias reales de la paz y el amor y de las
energías morales y espirituales del hombre."(HE, p.74)
"En las épocas de tinieblas y de conmoción general, la peor tentación para la huma
nidad es la de renunciar a la razón moral. La ñazón no debe jamás abdicar. La ética re
aliza una tarea humilde, pero magnánima, llevando la mutable aplicación de inmutables
principios morales hasta el seno de las angustias de un mundo desgraciado, en tanto
conserve en él un vislumbre de humanidad." (HE, p.75)
"¿Cuál sería el contenido de la carta moral, del código de moralidad política y social
de que hablo y cuya validez está implicada en el pacto fundamental de una sociedad de
hombres libres? Una carta semejante se referiría, por ejemplo, a los puntos siguientes:
derechos y libertades de la persona humana; derechos y libertades políticas; derechos
sociales y libertades sociales, con las correspondientes responsabilidades; derechos y
deberes de las personas en la sociedad familiar;libertades y obligaciones de ésta respec
to del cuerpo político; derechos y deberes mutuos de los grupos y del Estado; gobierno
del pueblo, por el pueblo y para el pueblo; funciones de la autoridad en una democracia
política y social, obligación moral, que vincula en conciencia, respecto a las leyes justas
y de la Constitución que garantiza las libertades del pueblo; exclusión del recurso a la vio
lencia o a los golpes de Estado en una sociedad que sea verdaderamente libre y esté re
gida por leyes cuyo cambio y evolución dependa de la mayoría popular; igualdad huma
na, justicia entre las personas y el cuerpo político, justicia entre el cuerpo político y las
personas, amistad civil e ideal de fraternidad, libertad religiosa, tolerancia mutua y respe
to mutuo entre las diversas comunidades espirituales y escuelas de pensamiento, abne
gación cívica y amor a la patria, respeto de su historia y de su herencia y comprensión
de las variadas tradiciones que han contribuido a crear su unidad; obligaciones de cada
persona respecto del bien común del cuerpo político y obligaciones de cada nación res
pecto del bien común de la sociedad civilizada, y necesidad de tomar conciencia de la
unidad del mundo y de la existencia de una comunidad de pueblos.'1(HE, p.132)
111.3.7. H a cia una solidaridad universal.
"La verdadera religión es sobrenatural, descendida del cielo con aquel que ha hecho
la gracia y la verdad. No es del hombre, ni del mundo, ni de una civilización, ni de una
cultura, ni de la civilización, ni de la cultura; es de Dios. Transciende toda civilización y
toda cultura. Es la suprema bienhechora y animadora de las civilizaciones y de las cultu
ras y, por otra parte, es en sí misma independiente de ellas, libre, universal, estrictamen
te universal, católica.11(RC, p.24)
"Debe observarse ante todo que el ateísmo declarado no es la única forma de resis
tencia a tas ordenaciones divinas de “impiedad" en el antiguo sentido de la palabra; ni la
única forma de negación práctica de Dios. Hay un ateísmo que declara que Dios no exis
te y que hace su Dios de un ídolo, y hay un ateísmo que aunque declara que Dios exis
te, hace de Dios mismo un ídolo, porque niega por sus actos, ya que no por sus pala
bras, la naturaleza y los atributos de Dios y su gloria; invoca a Dios pero sólo como un
genio protector ligado a la gloria de un pueblo o de un Estado contra todos los demás o
como un demonio de la raza."(HI, p,301-302)
"El ateísmo "positivo y absoluto" tiene su origen en una experiencia moral sui gene*
ris que rechaza toda trascendencia decidida en la opción primera misma en la cual toma
forma ia vida moral. Desde ese momento la idea misma del bien honesto está intrínseca
mente viciada o desorganizada, golpeada por una contradicción íntima, pues ella devie
ne ta idea del bien honesto tomado como excluyendo a Dios. Un ateo absoluto puede or
denar su vida al bien por el bien, pero de ese modo ordena su vida a un cadáver o a un
ídolo del bien honesto, al bien en tanto que excluyeme del Bien." (AD.p.11-112)
"Yo veo que mi ser está en principio sujeto a la muerte, y después que depende de
la naturaleza entera, de! todo universal del que soy una parte; y que el ser-con-la-nada
que es mi ser implica, para ser, el ser-sin-la-nada, esa existencia absoluta que he perci
bido confusamente desde el comienzo como envuelta en mi intuición primordial de la
existencia... y finalmente, puesto que el todo universal no existe por sí mismo, es menes
ter que el ser-sin-la-nada exista aparte de él: Hay un Todo distinto, separado,un Ser dis
tinto, trascendente, autosuficiente, no conocido en sí mismo y activante de todos los se
res, que es el Ser-sin-nada, es decir, el Ser por sí." (AD, p.14)
"Las vías son pruebas, pero las palabras "prueba" o' demostración" pueden ser mal
entendidas. Probar o demostrar es, en la acepción corriente,convertir en evidente io que
no lo era de suyo. Pero, por una parte, Dios no se ha hecho evidente por nosotros, El no
recibe de nosotros y de nuestros argumentos una evidencia que le faltara, pues la exis
tencia de Dios que no es inmediatamente evidente para nosotros, es inmediatamente evi-
dente en sí,..Por otra parte lo que nuestros argumentos convierten en evidente para no
sotros no es Dios mismo, sino su testimonio contenido de los vestigios, sus signos o sus
"espejos" aquí abajo. Nuestros argumentos no nos proporcionan la evidencia de la exis
tencia divina misma o del acto de existir que está en Dios y que es Dios mismo -como si
se pudiera tener la evidencia de su existencia sin tener la de su esencia-. Sólo nos dan la
evidencia de que la existencia divina debe ser afirmada, (...)
Resumiendo: Lo que probamos cuando probamos la existencia de Dios es algo que
nos sobrepasa infinitamente, a nosotros y a nuestras ideas y a nuestras pruebas..-El pro
cedimiento por el cual la razón demuestra que Dios existe coloca a la razón misma en
una actitud de adoración natural y de admiración inteligente. Y así las palabras "prueba"
y "demostración" cuando se trata de la existencia de Dios, deben entenderse (y así se en
tienden espontáneamente) con otras resonancias distintas a las del uso corriente, en un
sentido no menos fuerte en cuanto a la eficacia racional, pero más modesto en lo que nos
concierne y más reverencial en lo que concierne ai objeto...Así las cosas, lo mismo nos
da decir "prueba" o"demostración" o "vía", pues todas estas palabras son sinónimos en el
sentido que acabamos de decir." (AD,p.20-22)
“Dios es amor, es el amor; acabo de decir que en cierto sentido la razón habría po
dido descubrir esta verdad, la más alta que pueda alcanzar por sí solo. Sí; pero no lo hi
zo. Fue necesario el socorro de la revelación judío-cristiana.(...) Y esa verdad sobrenatu
ral, y esa experiencia, conducen a la razón a comprender el sentido de esta paiabra:Dios
es amor, mientras contiene una verdad revelada de orden natural, en cuanto afirma que
en Dios amar es idéntico a existir. El signo más resplandeciente de la gloria divina, en
cuanto nuestra razón pueda alcanzarla, consiste en que el amor, -(...)- sea en Dios idénti
co a la esencia misma y a la existencia misma de Dios. En ese sentido el Amor es su Nom
bre por excelencia; es su Nombre evangélico." (BaST,p.73)
“Pero la voluntad primordial por la que Dios quiere que 'lodos los hombres se sal
ven y lleguen al conocimiento de la verdad"... no es una simple veleidad... Pero ese que
rer primordial de la bondad infinita, en virtud del cual, no teniendo en cuenta más que a
sí misma y dejando al margen toda consideración, quiere que todos nuestros actos sean
buenos y que nos salvemos todos, es un saber condicional y puede frustrarse. ¿Cómo
puede frustrarse? Por las Iniciativas aniquiladoras de esa libertad creada que Dios mis
mo ha hecho, y a la cual El mismo decidió dejar campo libre en el gobierno del mundo.
Cada vez que el hombre hace el bien, no sólo se cumple sobre la tierra la voluntad ante
cedente de Dios, sino también su voluntad consecuente." (DPM,p130-132)
En el Acto puro hay unidad absoluta, integridad absoluta de naturaleza, individuali
dad absoluta (es decir, perfección de la naturaleza en el último grado); hay subsistencia
idéntica a la esencia: puesto que la subsistencia da a la esencia el apropiarse la existencia
y la esencia divina es precisamente su propia existencia, esos tres términos son en Dios
absolutamente idénticos.En El está el pensamiento en estado puro, y lo que necesaria
mente sigue al pensamiento, el amor, la libertad; hay la posesión de sí por sí mismo en
el estado puro, pues su existencia es su propia intelección y su amor: no sólo existe, pues,
y se posee a sí mismo por la intelección y por ei amor, como los espíritus creados; para
El, espíritu increado, existir es poseerse así." (GS,p.368-369)
"Jamás hemos dicho, ni pensado, ni dado la menor ocasión de pensar enormidad
como la siguiente, a saber, que Dios es "un ideológo contemplador de esencias, indife
rente a esas singularidades que son los seres de carne y hueso"; nunca hemos profesa
do et desdén por la realidad concreta, el desprecio de la acción, ni afirmado ta "bajeza
de la acción" ni juzgado que las personas y sus actos carecen de Importancia y que pa
san mientras que el mundo dura; ni estimado que "para ir a Dios debemos ladear con el
pie y definitivamente todos esos seres individuales a los cuales está mezclada nuestra vi
da, todo lo que comporta y promete una resurrección de la carne, todo lo que hemos de
abrazar, en nuestro pensamiento y en nuestro corazón de hombres y de cristianos, con
una comprensiva caridad." (GS,p.720)
III.5.- FILOSOFIA.
"La filosofía, considerada en sí misma, está por encima de la utilidad. Sin embargo,
por esta misma razón, es lo más necesario a los hombres. Les recuerda la suprema uti
lidad de aquellas cosas que no tratan con medios, sino con fines. Porque los hombres no
sólo viven de pan, vitaminas y descubrimientos tecnológicos; viven de valores y realida
des que están por encima del tiempo y merecen ser conocidos para su propio interés. Se
nutren de ese invisible alimento que mantiene la vida del espíritu y que hace a los hom
bres conscientes no de tal o cual medio para su vida, sino de las mismas razones para
vivir, y sufrir, y esperar." (UF,p.20)
"Pienso que la filosofía es obra de la razón y como tal está fundada sobre las eviden
cias naturales y no sobre la fe; mas pienso también que la razón misma, que no es un
mundo cerrado, sino abierto, no cumple bien sus obras más elevadas y no alcanza su
propia plenitud, sino cuando está ayudada y vivificada por las luces que vienen de la fe."
(BaST,p.100)
"Los filósofos se llamaban antiguamente sabios. Fue Pítágoras quien, fijándose en
que la sabiduría conviene propiamente sólo a Dios, y queriendo, por consiguiente, ser lla
mado no sabio, sino amigo de la sabiduría, propuso el primero la palabra filosofía. (...)
No es una sabiduría infusa que se dé al hombre como una luz sobrehumana; tam
poco es una sabiduría espontánea e irreflexiva (como por ejemplo, el sentido común de
los animales, o la sabiduría de los simples), una sabiduría que posea el hombre como un
puro Instinto de ia naturaleza: Es la sabiduría del hombre como hombre, la sabiduría que
conviene al hombre como consecuencia det trabajo de su razón; y precisamente por es
ta causa, tal sabiduría es adquirida con tanto trabajo y de una manera tan precaria, que
los que pretenden llegar a ella deben mejor llamarse filósofos que sabios.
Ta! es la noción que de la filosofía nos proporciona la etimología misma de la pala
bra y el lenguaje corriente. Un filósofo es un hombre humanamente sabio. Y aquel que se
titule filósofo, queda por el mismo hecho obligado a comunicar a los demás hombres,
acerca de tos grandes problemas que a éstos les preocupan, la más alta luz de la razón
humana." (IF.p.9-10)
"La filosofía es el conocimiento científico que mediante la luz natural de la razón con
sidera las primeras causas o razones más elevadas de todas las cosas; o de otro modo:
el conocimiento científico de las cosas por las primeras causas, en cuanto éstas convie
nen al orden natural.” (IF,p.87)
"La filosofía es la más elevada de las ciencias humanas; es verdaderamente un sa
biduría. Las otras ciencias (humanas) están sometidas a ella en el sentido de que las juz
ga, las dirige y defiende sus principios. En cambio, ella es libre con respecto a las cien
cias y no depende de ellas sino como de los INSTRUMENTOS de que echa mano."
(IF,p.100)
"La filosofía no se funda en la autoridad del sentido común tomado como consenti
miento general o como un instinto común de la humanidad; deriva sin embargo dei sen
tido común, si se lo considera como la inteligencia de los primeros principios inmediata
mente evidentes.
Es superior al sentido común, como ei estado perfecto o "científico" de un conoci
miento verdadero es superior al estado imperfecto o "vulgar" de este mismo conocimien
to. Sin embargo, la filosofía puede ser accidentalmente juzgada por el sentido común."
(lF,p.116)
I I I . 5 .2 . M e t a f ís ic a .
"Al ponerse a estudiar al hombre, aborda la filosofía un objeto que, en razón de una
de las partes que lo integran, sobrepasa al mundo corporal o mundo de la naturaleza sen
sible. Puede, pues, y debe remontarse más alto, y ya que su objeto propio es el SER de
las cosas, debe ella estudiar este ser de una manera absolutamente universal, y tal como
se puede encontrar no sólo en las cosas visibles, sino también en las cosas que existen
sin ser corporales, sensibles y movibles, es decir, de las cosas puramente espirituales.
Ese es el objeto de la filosofía o sabiduría por excelencia, llamada filosofía primera o me
tafísica." (IF.p.152)
"La ciencia, en general, abarca, en efecto, dos grandes dominios, el de la sabiduría,
que conoce las cosas por las causas primeras y por las razones supremas del ser, y et
de la ciencia en el sentido estricto, que conoce las cosas por las causas segundas o los
principios próximos. La metafísica es una sabiduría, es la sabiduría pura y simple del or
den natural, del orden accesible de suyo, a la sola razón. Las filosofía de la naturaleza es
sabiduría bajo cierto aspecto porque su objeto son los primeros principios y las primeras
causas en un orden dado, en el orden de la naturaleza corporal.
Bajo et nombre de Filosofía agruparemos de consiguiente dos clases de sabiduría:
sabiduría pura y simple y sabiduría bajo ciertos aspectos: metafísica y filosofía de la na
turaleza." (GS,p.87)
Es también muy cierto que en nada sirve la metafísica al entendimiento de la cien
cia experimental.(...) En esto radica su grandeza: lo sabemos desde hace algunos millo
nes de años. Inútil, como es, decía el viejo Aristóteles, no sirve para nada, pues está por
encima de toda servidumbre: inútil porque es supraútil, buena en sí y para sí. (...) La me
tafísica exige una cierta purificación de la inteligencia; supone también una cierta purifi
cación del querer y que se tenga el valor de adherirse a lo que no sirve, a la verdad inútil.
Nada es, sin embargo, más necesario al hombre que esta inutilidad. Hemos menes
ter, no de verdades que nos sirvan, sino de una verdad a la cual sirvamos (...) La inútfl
metafísica entroniza el orden de la inteligencia especulativa y práctica. Ella devuelve al
hombre su equilibrio y su movimiento, que consiste, como es sabido, en gravitar con su
cabeza en medio de las estrellas, hollando la tierra con sus plantas. Ella le descubre en
toda la extensión del ser los valores auténticos y su jerarquía. Ella centra su ética y sitúa
en la justicia el universo de su conocimiento, asegurando los límites naturales, la armonía
y la sabiduría de las diversas ciencias: lo cual importa mucho más al ser humano, que la
más lujuriante proliferación de la matemática de los fenómenos. (...)
La metafísica nos sitúa en io eterno y absoluto, nos traslada del espectáculo de las
cosas al conocimiento de razón, -más firmé en sí mismo y más seguro que las certidum
bres matemáticas, aunque menos a nuestro alcance-, a la ciencia dei invisible mundo de
las perfecciones divinas descifradas en sus reflejos creados.
La metafísica no es un medio, es un fin, un fruto, un bien honesto y deleitable; un
saber del hombre libre, el saber más libre y más naturalmente real, el ingreso en los ocios
déla gran actividad especulativa donde la inteligencia respira a sus anchas, colocada so
bre la cima de las causas."(GS,p.23-25)
"Esta (ia filosofía política humanista) se reconoce en los rasgos sobre los cuales he
Insistido más arriba: derechos inalienables de la persona, igualdad, derechos políticos
del pueblo, puesto que ei régimen político supone el consentimiento de aquél, y los man
datarios gobiernan como vicarios suyos; primado absoluto de las relaciones de justicia y
de derecho en la base de la sociedad, ideal, no de guerra, de prestigio o de poder, sino
de mejoramiento y de emancipación de la vida humana, y de fraternidad. Para esta filo
sofía, la obra política es, por excelencia, una obra de civilización y de cultura; tiende an
te todo a procurar el bien común de la multitud, de tal suerte que la persona concreta, no
sólo en una categoría de privilegiados, sino en la masa entera, llegue realmente a la me
dida de independencia que conviene a ta vida civilizada, y que asegure, a la vez, las ga
rantías económicas del trabajo y de la propiedad, los derechos políticos, las virtudes cívi
cas y la cultura del espíritu.
La filosofía democrática vive del incesante trabajo de invención, de crítica y de rei
vindicación de la ciencia individual, vive de él y moriría si no viviera también del incesan
te don de sí que debe corresponder; contra ia pendiente natural de la imaginación de los
hombres se opone a que los dirigentes se consideren y sean tenidos por una raza supe
rior, y quiere, sin embargo, que la autoridad de éstos sea respetada, sobre un fundamen
to jurídico. No admite que el Estado sea un poder trascendente que reúne en él toda au
toridad, impuesto desde arriba sobre la vida humana; quiere que órganos autónomos que
gocen de una autoridad proporcionada a su función emanen espontáneamente de la co
munidad civil y de la tensión entre sus diversas actividades, y que el Estado -controlado
por la nación- no sea más que el órgano de regulación más elevado, cuyo objeto es el
bien común tomado en lo que interesa a la totalidad como tal." (CD,p.76-77)
"La filosofía de la historia se puede considerar como una especie de aplicación final
del conocimiento filosófico a lo singular, a ese singular por antonomasia que es el curso
de los acontecimientos humanos y el desenvolvimiento de la historia." (FH,p.26)
"Y desde luego en ciertos períodos de la historia lo que prevalece y predomina es el
movimiento de degradación, y en otros períodos es ei movimiento de progreso. Mi pun
to de vista es que ambos existen al mismo tiempo, en una u otra medida." (FH^p.54)
"La ambivalencia de la historia puede verse en el desarrollo del Imperio Romano, o
en el abrazo mutuo postconstantiniano entre la Iglesia y el Estado, o en las varias fases
de revolución industrial, o en el presente reino de la ciencia fisicomatemática y de la tec
nología..." (FH,p.59)
"La historia es impura y nocturna; es la historia del mal mezclado al bien y más fre
cuentemente que el bien, la historia de una humanidad desgraciada en marcha hacia una
liberación sumamente misteriosa y de ios avances hacia el bien que realiza a través det
mal y de los malos medios.
El cristiano está en la historia; por lo mismo que está dispuesto a dar allí testimonio
de un mundo suprahistórico al cual pertenece, no quiere servirse sino de medios bue
nos: he aquí ya medios buenos arrastrados a un contexto en que los medios malos pre
dominan y en riesgo de arrastrar ellos mismos tras sí, por accidente. Pues en cuanto un
hombre ha puesto en el mundo una acción, sabe, sin duda, lo que ha querido hacer, pe
ro ya no sabe ni lo que ha hecho ni para qué ha servido." (Hl,p,265-266)
"El asunto primordial, desde el punto de vista de la existencia de la historia, no es
tener éxito; el éxito nunca perdura. Lo fundamental es haber estado allí, haber estado pre
sente, , y esto es indeleble.11(FH,p.60)
"Debemos decir entonces que la justicia y la rectitud ( y ésta es la ley que deseo re
calcar) tienden en sí mismos a la preservación de las sociedades humanas y a su éxito
real; y que la injusticia y el mal tienden en sí mismos (dejando a un lado lo que concier
ne a fas condiciones físicas) a la destrucción de las sociedades y, a la larga, a su fraca
so real." (FH,p.65)
III.5.5. Filosofía práctica : L a M oral.
"No hay orden moral entre las hormigas, como tampoco lo hay entre las estrellas; el
camino que han de seguir les está trazado de antemano. Pero nosotros, por el simple he
cho de saber el sentido de la palabra ser y de la palabra porque, y a causa de que nues
tra mente es capaz de todo el cielo (y mucho más que el cielo) henos aquí perdidos an
tes de dar el primer paso; obligados a descubrir nuestro camino, y a deliberar acerca de
nuestro fin. Siendo así, ¿en qué consiste ese bien absoluto que no podemos no querer?
A nosotros corresponde investigarlo; de modo que, por buenas o por malas, todos so
mos metafísicos, y cuando se nos presenta la necesidad de elegir, aparece la moral."
(PFPH,p.107)
"La ciencia práctica que tiende a procurar ei bien simple y puro del hombre es la
moral o ética. El hecho de tener como objeto propio, no la perfección de las obras ela
boradas y producidas por el hombre, sino la bondad o la perfección misma del hombre
que opera, o bien det libre uso que hace de sus facultades, hace que sea propiamente la
ciencia dei "OBRAR", la ciencia de los actos humanos (del agible como se dice, es de
cir, del libre uso de nuestras facultades).
La ética es práctica en el grado en que puede serlo una verdadera ciencia propia
mente dicha, ya que enseña no sólo las reglas supremas aplicables de lejos, sino también
las reglas próximas aplicables a los actos particulares.
Al mismo tiempo tiende esta ciencia, no ya a tal o cual fin secundario, sino al fin su
premo (el bien absoluto del hombre), es decir a la causa más elevada del orden práctico:
es, pues, una ciencia filosófica. Es pura y simplemente la filosofía práctica " (IF,p.229-
230)
"El bien moral no es un trascendental; significa cierto analogado particular del bien
ontológico: significa lo que es bueno en un cierto orden especial, el orden de la realiza
ción del ser humano teniendo en cuenta el uso de su libertad y la persecución de su pro
pio destino. No creo que el paso del bien metafísico o trascendental al bien moral se
efectúe por una simple particularización lógica; supone la irrupción de un dato nuevo, su
pone la experiencia moral, si bien sigue siendo ontológico en su naturaleza por ser un
bien ontológico particularizado." (LfFM,p.42)
"O al contrario, emplearemos científicamente nuestra razón para el bien de nuestra
vida; las ciencias que así adquiramos serán PARA PROCURAR POR LA ACCION EL
BIEN DEL HOMBRE (orden de las ciencias prácticas) Y si una ciencia práctica preten
de regular las acciones del hombre mediante los principios supremos, esa ciencia tendrá
por fin aquello que es el principio supremo en el orden práctico, a saber EL BIEN ABSO
LUTO DEL HOMBRE (bien absoluto naturalmente cognoscible); y tendremos LA FILO
SOFIA PRACTICA, llamada también moral o ética.
Muchas ciencias prácticas existen fuera de la moral; la medicina, por ejemplo, que
procura la salud de los hombres. Pero estas ciencias no buscan el bien puro y simple (so
berano bien), sino que van tras un bien particular del hombre; no proceden, ni se desen
vuelven guiadas por los principios supremos, y por eso no son filosofía. La ética o la mo
ral es la única ciencia práctica que merezca el nombre de filosofía." (IF,p.124)
"En realidad ios principios de la moral no son ni teoremas, ni ídolos, sino reglas su
premas de una actividad concreta dirigida a una obra que ha de realizarse en circunstan
cias determinadas mediante regias más inmediatas y, en definitiva, mediante las reglas
de la virtud de la prudencia nunca trazadas de antemano, que aplican los preceptos éti
cos a los casos particulares en el medio ambiente de una voluntad concretamente recta.
No pretenden devorar la vida humana; existen para construiría.
La política, en particular, tiende al bien común del cuerpo social: ésta es su medida.
Ese bien común es, como indicábamnos hace un instante, un bien principalmente moral;
y por eso es incompatible con todo medio intrínsecamente malo. Mas, por lo mismo que
representa la recta vida común de una multitud de seres débiles y pecadores, exige tam
bién, que para lograrlo se sepa aplicar el principio del mal menor y tolerar ciertos males
cuya prohibición acarrearía males mayores. En una palabra, la política no se ocupa de
entes abstractos; el bien y el mal de que se ocupa se hallan encarnados en energías históri
cas de una intensidad, una duración y una amplitud concreta determinadas. Frente a las
fuerzas que actúan en la escena de la historia, no tiene que apreciar tan sólo la verdad o
la falsedad de tos valores que representan consideradas en si mismas y en estado abs
tracto, en su significación intemporal. Tiene que apreciar además la energía de reali
zación histórica y el coeficiente de porvenir que aportan." (HI,p.234-235)
"No hay que olvidar que la norma universal, en todo acto verdaderamente moral tie
ne que ser hecha individual por ei movimiento de interiorización prudencial que la inte
gra a la persecución singular de los fines personales del sujeto." (LíM.p.174)
"Finalmente, si los hombres con frecuencia hacen mal uso de la moral es también
porque no tienen bastante en cuenta otra verdad moral que es una verdad de primer or
den: que la moral exige que apliquemos sus reglas a nuestra propia conducta, pero no
pide que las venguemos en la persona de otro cuando a ellas ha faltado: esta es misión
del Juez eterno y, en cierta medida muy imperfecta, de los jueces y de los educadores
humanos, no es misión de cada uno de nosotros. (...)
Debemos juzgar del valor moral de los actos humanos realizados por los demás. No
debemos callarnos, ¡debemos denunciar a voces la injusticia! Pero no somos los encar
gados de administrar la retribución divina. Cristo, que aorrecía el pecado, era amigo de
tos pecadores." (HI,p.238-239)
III.5.6. Estética
"Así pues, el arte pertenece al orden práctico, regula la obra que se va a producir,
prescindiendo del uso que hagamos del libre albedrío y teniendo sólo en cuenta la ma
nera como la obra debe ser ejecutada. El arte, pues, dice relación al hacer, al ejecutar,
(o corno se dice, a lo factible, "poieton"). (IF,p,227)
"El único criterio de la obra de arte es la autoridad con que se impone, agrade o no,
y que sólo depende de ia profundidad a que eJ artista haya podido bajar en su explora
ción rigurosamente solitaria del mundo sensible." (Cn,p.64)
"Santo Tomás, que tenía tanta sencillez como sabiduría, definía lo bello como lo que
agrada a ta vista, id quod visum placet. Estas cuatro palabras dicen todo lo necesario:
una visión, es decir, un conocimiento intuitivo, y un goce. Lo bello es lo que da gozo,
no cualquier gozo, sino el gozo en el conocer; no el gozo propio del acto de conocer, si
no un gozo que sobreabunda y desborda de este acto a causa del objeto conocido. Si
una cosa exalta y deleita al alma por el solo hecho de darse a su intuición, es cosa bue
na para aprehenderla, es bella." (AE.p.31)
"Lo mismo que la unidad, la verdad y el bien, la belleza es el ser mismo tomado ba
jo un cierto aspecto, es una propiedad del ser; no es un accidente sobreañadido al ser,
ni añade al ser más que una relación de razón: es un ser mismo tomado como capaci
dad de deleitar por su sola intuición una naturaleza intelectual. Y así toda cosa es bella,
al menos bajo una cierta relación. Y como el ser está presente en todas las cosas y en to
das ellas es distinto, lo mismo la belleza está difundida por todas las cosas, y en todas es
varia. Lo mismo que et ser y los demás trascendentales, la belleza es esencialmente análo
ga, o sea que se dice a título diverso, sub diversa ratione, de los diversos sujetos de los
cuales se dice; cada especie de ser es a su manera, es buena a su manera, es bella a su
manera." (AE,p.39-40)
"El arte en general tiende a hacer una obra. Pero algunas artes tienden a hacer una
obra bella, y en eso difieren esencialmente de todas las demás. La obra para la cual tra
bajan todas las demás artes se halla a su vez ordenada a la utilidad del hombre; es, por
lo tanto, un punto medio y está toda entera contenida en un género material determina
do. La obra en que trabajan las bellas artes está ordenada a la belleza; y en tanto que
obra bella es ya un fin, un absoluto, se basta a sí misma; y si en tanto que obra a hacer
es material y está contenida en un género determinado, en tanto que bella pertenece al
reino del espíritu, y se sumerge en la trascendencia y en la infinidad del ser.
Las bellas artes se destacan así en el género ''arte11, como el hombre se destaca en
el género “animal". Y lo mismo que el hombre, son a la manera de un horizonte en ei que
vendrían a tocarse la materia y el espíritu." (AE,p.43-44)
"A decir verdad, el artista posee las reglas y no es poseído por ellas, no está o bli
gado por ellas, sino que es él quien obliga, mediante ellas, a la materia y a ia realidad; y
en ocasiones, en los instantes supremos en que la operación del genio se asemeja en ei
arte a los milagros de Dios en la naturaleza, el artista obrará no contra las reglas, pero sí
fuera y por encima de ellas, según una regla más alta y un orden más escondido.,"
(AE,p.52)
"En nuestros dias se confunde fácilmente ei don natural con el arte mismo, sobre
todo si está recubierto de un disfraz fácil y de un decorado voluptuoso. El don natural no
es sin embargo nada más que una condición previa al arte, o si se quiere un esbozo (in-
cohatio natura lis) del hábito artístico. Esta disposición innata es evidentemente indis-
pensable; pero sin una cultura y una disciplina que los antiguos querían fuese larga, pa
ciente y cabal, jamás pasará a ser arte propiamente dicho. El arte procede así de un ins-
titnto espontáneo, como el amor, y debe ser cultivado, como la amistad. Porque, como
ésta, es una virtud." (AE,p.55)
"Si todas las facultades de deseo y de emoción del artista no son radicalmente rec
tificadas y exaltadas en la línea de la belleza, cuya trascendencia e Inmaterialidad son so
brehumanas, la vida humana y el traqueteo de los sentidos, y la rutina del arte mismo en
vilecerán en su concepción. Es menester que el artista ame, que ame lo que hace, de
suerte que su virtud sea en verdad, en palabras de San Agustín ordo amoris; de suerte
que la belleza se le haga connatural, y se entrañe en él por la afección, y que su obra sal
ga de su corazón y de sus entrañas a la par que de su espíritu lúcido. Este recto amor es
ta regla suprema.
Pero el amor presupone la inteligencia; y sin ella nada puede hacer, y, al tender a lo
bello, tiende a lo que puede deleitarla." (AE,p.62)
“Radical necesidad del aite en la ciudad humana: "Nadie, dice Santo Tomás siguien
do a Aristóteles, puede vivir sin delectación. Por eso aquel que está privado de las delec
taciones espirituales pasa a las carnales".
El arte eneña a los hombre las delectaciones del espíritu, y porque él mismo es sen
sible, y adaptado a la naturaleza de ellos, puede muy bien conducidos a algo más noble
que él (...); y de muy lejos, sin proponérselo, prepara a la raza humana a la contempla
ción, cuya delectación espiritual excede a toda delectación, y que parece ser el fin de to
das las operaciones de los hombres; pues, ¿para qué los trabajos serviles y el comercio,
sino para que el cuerpo, siendo así provisto de las cosas necesarias para la vida, esté en
el estado que se requiere para la contemplación?." (AE,p.100)
“Añado que siempre se sirve a un amo, y que no son los diablos los menos exigen
tes de los señores. Al prohibir al hombre el perseguir otro fin que et arte mismo, se le asig
na positivamente, quiéraselo o no, un fin último, un dios: el Arte en persona. Se lo liga así
a una religión, y mucho más tiránica que la verdadera. Se lo entrega al clericalismo estéti
co, que es por cierto uno de los más perniciosos clericalismos.
Un Gide se nos presenta constantemente coartado, afectado, preso y rasguñado por
las alambradas de convenciones implacables, nunca libre, nunca gratuito. Siempre aco
sado por la moral. A cada vuelta de la esquina he aquí que se le presenta una elección
moraf, va a ser puesto en la obligación de optar: pronto ¿tiene que huir? ¡huir allá! ¡Qué
tormento!
El artista que consiente en ser hombre, que no tiene miedo de la moral, que no te
me a cada segundo perder la flor de la ingenuidad, ése es quien goza de la verdadera
gratuidad del arte. Es como es, sin cuidado de su aparecer; afirma sí tiene ganas de afir
mar, cree, ama, elige, se da, sigue su inclinación y su fantasía, descansa, se divierte, jue
ga." (AE.p.127)
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Clásicos Básicos del Personalismo
'O
Introducción al pensamiento de
PAUL RICOEUR:
Esperanza militante y creatividad reflexiva
Existencia y Voluntad...................................................... 13
1.- Corporalidad, desproporción y fragilidad....... ....... ............ 13
Conocimiento y acción...................................................... 32
6.- Esfuerzo y conocimiento........ ............................................... 32
TR/TN: Temps et récit I, II, III. Seuil, París, 1983, 1984, 1985. (Traducidos
los volúmenes I y II:La configuración del tiempo en el relato
histórico, La configuración del tiempo en el relato de ficción.
Cristiandad, Madrid, 1987. Trad. de A. Neira. Prólogo de M.
Maceiras).
Así mismo uno puede preguntarse si la posibilidad se aplica aún a mí mismo en tanto
me determino algo. El lanzamiento del proyecto ¿no me arrancará acaso de la potencia
elevándome al acto?. La expresión: determinarse ¿no es acaso en tal sentido esclarece-
dora?. Ligándome, por ejemplo a través del juramento o la promesa ¿no se extingue toda
indeterminación y con ella toda posibilidad?.
Y sin embargo, como nos lo enseñará enseguida el análisis de la angustia, la
posibilidad de la indecisión sólo se esclarece por la posibilidad más fundamental, que
inauguro por la decisión misma. Justamente, para prevenir una grave ilusión hemos
inaugurado la descripción de la decisión por la del proyecto, es decir, el objeto de la
decisión, y no por la reflexión sobre mí que decido, para no perder de vista que el querer
es antes que todo impulso, lanzamiento, salto, es decir, esto, '‘generosidad". Ahora bien,
el proyecto...abre posibilidades en el mundo por el compromiso que lo liga. En tanto no
proyecto nada, no labro en lo real posibilidad alguna. Nuestra invitación del proyecto nos
invita entonces a buscar ante todo la posibilidad del yo que abro al decirme y no la que
pierdo al decirme.
Al determinarme, no sólo doy fin a una confusión previa, sino que inauguro una via
para ser el que soy; esta vía es mi porvenir, y mi posible, lo posible implicado por el
proyectó de mí mismo. ¿Bajo qué relación soy entonces posible a partir de mis propias
decisiones?. Ante todo, bajo la relación de los gestos del cuerpo que realizarán esta
posibilidad. Decirse es proyectarse a sí mismo en vacío como tema de conducta
propuesta a la obediencia del cuerpo. Lo posible que soy, en tanto proyecto una acción
posible, se encuentra en la avanzada que hago sobre mi cuerpo. Esta posibilidad de mí
mismo está entonces en relación con el poder que el proyecto simultáneamente despierta
y encuentra en mi cuerpo. Es potencia de obrar, en tanto el porvenir de mi cuerpo es
ante todo posible antes de ser real (al mismo tiempo que, como lo hará comprender la
inteligencia del voluntario, bajo otra relación lo real precede siempre a lo posible).
Pero yo soy posible en otro sentido: con relación a la realidad por-venir no sólo de
mi cuerpo sino también de mi duración y de las decisiones que eventualmente he tomado.
Cada decisión tomada desvela un porvenir posible, abre ciertas vías, cierra otras,
ofrecidas como una trayectoria posible para las decisiones ulteriores. La potencia
instituida en el yo por el proyecto se encuentra por lo tanto siempre delante de dicho yo,
como poder corporal de realizar y poder ulterior de decidir.
Tal es la posibilidad del yo no reflexionada explícitamente que resulta puesta en juego
cada vez que formo un proyecto. Dicha posibilidad significa que lo que seré no se
encuentra ya dado, sino que depende de lo que realizaré, mi poder-ser está suspendido
de mi poder-hacer...
... Yo, que puedo hacer, yo que puedo ser. Momento de recogimiento que se reduce
a una conciencia más cerrada de la acción proyectada. Cuanto más me ligo, y cuanto
más potencia tengo, más posible soy. Sólo afirmo mi poder-ser confirmándolo a través
de los actos. Mi posibilidad es ante todo mi potencia ejercida.
... En suma, en tanto que la reflexión sobre el poder-ser permanece empeñada en el
ejercicio de la decisión es una reflexión no angustiada. Por ello la oposición entre el ser
de la conciencia como poder-ser, y el ser de las cosas como ser comprobado, no nos
parece surgir del mismo plano del análisis que el tema de la angustia de la libertad. Esta
oposición se puede constituir por completo en el marco de una reflexión sobre la libertad
comprometida, en el poder-ser en ejercicio en la determinación de sí mismo. Por ello
aplazamos el estudio de la hiperrefiexión angustiada que pone en juego la temporalidad
de la elección y la dimensión propiamente existendal de la libertad." (VI, 75-78)
"Culpabilidad no es sinónimo de falta. Todo nuestro espíritu reflexivo protesta contra
semejante identificación, que viene a destruir las tensiones esenciales características de
la conciencia de culpa. Dos son las razones que nos inducen a pensar ese modo de reducir
la culpa a la culpabilidad: en primer lugar, la culpabilidad considerada aisladamente,
estalla en varias direcciones: en la dirección de una reflexión ético-jurfdica sobre la
relación entre penalidad y responsabilidad; en la dirección de una reflexión ético-reli
giosa sobre la conciencia delicada y escrupulosa, y, finalmente, en la dirección de una
reflexión psfquico-teológica sobre el infierno de una conciencia acusada y condenada. Es
decir, que la noción de culpabilidad implica estas tres posibilidades divergentes: una
racionalización penal, al estilo griego; una interiorización y refinamiento de la conciencia
ética, al estilo judío, y una sensación consciente de la miseria del hombre bajo el régimen
de la Ley y de las obras legales, al estilo de Pablo. Ahora bien, es imposible comprender
a primera vista el lazo que puede vincular estrechamente estos tres aspectos de la
culpabilidad, que se oponen sistemáticamente de dos en dos: la racionalidad de los
griegos contra la religiosidad de los judíos y cristianos; la interioridad de la “piedad" contra
la exterioridad de la ciudad o de la salvación por la gracia; y el antilegalismo paulino
contra la ley de los tribunales y contra la Ley de Moisés." (FC;259)
"La conciencia culpable está cerrada en primer lugar por su condición de conciencia
aislada que ha roto la comunión de los pecadores. Ahora bien, esa "separación” se efectúa
en el acto mismo por el cual toma sobre sí y sólo sobre sí todo el peso del mal. En segundo
término, y de una manera aún más secreta, está cerrada por una oscura complacencia
en su propio mal, por la que se hace verdugo de sí misma. En este sentido, la conciencia
culpable no es ya tan sólo conciencia de esclavitud, sino que es, en realidad, esclava: es
ta conciencia sin la promesa." (FC;3Ó2)
"...es imposible analizar filosóficamente el concepto de culpa sin mencionar este
hecho tan intrigante como embarazoso para el hombre reflexivo, a saber: que sólo pudo
manifestarse el sentido último de la culpa a la luz de los grandes contrastes que puso de
relieve el primer pensador apasionado de la cristiandad: justificación por la práctica de
la ley y justificación por la fe; gloriarse y creer; obras y gracia. Cualquier intento por atenuar
estos contrastes equivale a desvirtuar el sentido de la culpa.
Desvirtuaríamos ampliamente la paradoja paulina si interpretásemos esta pedagogía
como un proceso de crecimiento tranquilo desde la infancia hasta la edad adulta. La
infancia a que aquí se refiere Pablo es la esclavitud de la ley., y el pedagogo aquí es la ley
de la muerte. Por lo tanto, no debemos representarnos el paso de un régimen al otro como
un proceso de desarrollo, sino que se trata más bien de una inversión por exceso...
Esta pedagogía basada en el exceso, en la sobreabundancia, que sabe sacar de la
abundancia del pecado la sobreabundancia de la gracia, no está al alcance de nadie.
Nadie puede traduciría en técnica práctica, pretendiendo pecar generosamente para
atraerse la sobreabundancia de la gracia. Sólo después de pasada la cosa, sólo después
de liberada la conciencia, es cuando reconoce ésta los caminos tortuosos de su liberación
a través del laberinto ético en que vivió como esclava. Pero no le es dado invertir este
proceso paradójico e irreversible, no le es dado convertirlo en tal o cual técnica mediante
la cual se pudiese cultivar el pecado como semillero de gracia. Semejante satanismo sería
el colmo de la sofistería y de la sofisticación en el campo de la ética, ya que equivaldría
a que el hombre continuase "gloriándose" de sí mismo y por sí mismo, como hacía en
tiempos del rito y de la Ley." (FC;305)
"Acaso el colmo de lo trágico consista en que ia promoción de un valor exija, al
parecer, la destrucción de su portador (cfr. M. SCHELER)....La indiferencia con que mira
el curso de los acontecimientos los valores humanos, el carácter ciego de la fatalidad
desempeñan el papel de la moira griega, la cual se convierte en kakós daímon desde el
momento en que se enfrentan y contrastan las relaciones de valor y de persona con las
relaciones de orden causal. El héroe representa ese punto de intersección, ese nudo
trágico que dice el mismo M. Scheler, en que la ceguera del orden se transforma en
hostilidad del destino: lo trágico siempre es personal, pero revela al mismo tiempo una
especie de tristeza cósmica que refleja la trascendencia hostil de que es víctima el héroe.
Y como el héroe es el ministro de esa enemistad aparente del principio de las cosas, como
él es el que "retarda" la marcha y el que precipita el desenlace de la acción trágica, da la
impresión de que la necesidad ciega es una intención hostil entremezclada con la del
héroe clásico.
He aquí por qué siempre queda abierta ia puerta a la visión trágica al margen de
toda reconciliación lógica, moral o estética." (FC;467-468)
Cuando Ricoeur plantea las relaciones entre el mito bíblico y el mito trágico, señala
que en la tradición cristiana nos encontramos con una tercera figura que podría superar
a ambos. Sería la figura del "Siervo doliente" (Cfr. el segundo Isaías en los cuatro cantos
del Siervo de Yahvé: 42,1-9; 49,1-6; 50,4-11; 52, 13-53; 12), el cual convertiría el sufrimien
to, el mal padecido, en una acción capaz de rescatar el mal cometido:
“...revela una posibilidad totalmente nueva: y es que et sufrimiento, aceptado
voluntariamente, adquiere sentido dentro de la insensatez del escándalo. Según la
concepción jurídica y penal de la vida, el sufrimiento debía ser efecto de la culpabilidad.
Pero el sufrimiento de los inocentes redujo a cenizas ese esquema de ia retribución; el
pecado y el sufrimiento están separados por un abismo de irracionalidad; entonces es
cuando viene el sufrimiento del "Siervo doliente" a establecer la conexión entre el
sufrimiento y el pecado, pero en un nivel distinto del nivel de la retribución. Pero lo trágico
del "Siervo doliente" está por encima de la tragedia griega del héroe.
Por supuesto que no faltan 'teologías juridicistas", las cuales interpretaron el sufri
miento de sustitución como un recurso supremo para salvaguardar la ley de ta retribución.
Según este esquema, el sufrimiento-don sería el precio con el que la misericordia
compensaría a la justicia. Dentro de esta mecánica, que equilibra los atributos divinos, la
justicia y la misericordia, vemos que esa nueva cualidad det sufrimiento ofrecido volunta
riamente queda reabsorbida de nuevo en la ley cuantitativa de la retribución. En realidad
de verdad es el sufrimiento-don el que carga sobre sí el sufrimiento-escándalo, inviniendo
así la relación entre culpabilidad y sufrimiento. Conforme a la ley antigua, la culpabilidad
debía producir el sufrimiento-castigo; en cambio, ahora el sufrimiento que escapa a la ley
de la retribución, el sufrimiento insensato y escandaloso, se enfrenta con el mal humano
y se hace cargo de los pecados del mundo. Fue preciso que apareciese un sufrimiento
que se saltase el juridicismo de la retribución y se sometiese voluntariamente a la ley de
hierro para suprimirla al mismo tiempo que la cumplía. En una palabra, se necesitaba
pasar por una etapa de sufrimiento absurdo, la etapa de Job, para tender el puente entre
la sanción y la generosidad. Solo que en ese caso la culpabilidad ocupa otro plano distinto,
pasando del plano del juicio al de la misericordia." (FC;469)
"¿Existe en alguna parte una síntesis de la felicidad y del carácter? sin duda ninguna;
y esa síntesis es la persona. La persona es ei sí mismo que faltaba a la conciencia en
general -correlato recíproco de la síntesis del objeto-, al "yo" del "yo pienso" kantiano.
Pero sería un grave error considerar que esa síntesis se nos da, se nos comunica
por sí misma en la inmediatez entre el yo y el yo. La persona es también una síntesis
proyectada, una síntesis que se capta a sí misma en la representación de una tarea, de
un ideal de la persona. El yo, más que algo que se vive, es algo que se contempla. Yo me
atrevería a decir que la persona no es todavía conciencia de sí para sí, sino sólo conciencia
de sí en la representación del ideal del yo." (FC;88)
"...nuestra reflexión se mantendrá en el plano formal; pues si bien se liberó del
formalismo trascendental, fue para entrar en un formalismo práctico, que es el formalismo
de la idea de persona.
Ante todo precisa establecer que la persona es, en primer lugar, una proyección que
yo me represento y que me propongo como algo opuesto a mí, y que esa proyección de
la persona es la síntesis realizada, al estilo de la cosa, pero de una manera absolutamente
irreductible.
Esa proyección es lo que yo llamo humanidad, y no me refiero a la colectividad de
todos los hombres, sino a la cualidad humana del hombre; no a la enumeración exhaustiva
de los individuos humanos, sino a la significación comprensiva de lo humano, capaz de
orientar y regular un catálogo de los humanos." (FC;89)
"En la forma de la persona me propongo una síntesis de distinto género [al de la
objetividad]: la síntesis de una finalidad de mi acción que fuese al mismo tiempo una
existencia. Al decir finalidad o fin, se entiende, consiguientemente, un término al que se
subordinan todos los medios y todos los cálculos sobre los medios, o, mejor, un fin en sí
mismo, es decir, que posee valor por sí mismo, sin subordinación a ningún otro. Y al
mismo tiempo una existencia tangible, comprobable, o, mejor todavía, una presencia con
la que entramos en relaciones de comprensión mutua, de intercambio, de trabajo, de
compañía." (FC;90)
"Kant hace a este respeto unas observaciones sumamente instructivas...la persona
es "una existencia que posee en sí misma un valor absoluto", y también: "un fin objetivo,
es decir, una cosa cuya existencia es un fin en sí". Esta síntesis de la razón y de la existencia
en la idea de "fin en si11la enuncia Kant en la siguiente proposición, que es la más precisas
de cuanto acabo de citar: "La naturaleza racional existe como fin en sí".
... Por consiguiente, si la persona es ante todo el ideal de la persona y, más
concretamente, la síntesis de la razón y de la existencia, del fin y de la presencia, tiene
que haber algún medio de remontar esta idea a la vivencia real que es la que la constituye.
Esta síntesis de la persona se constituye, se forja, en un sentido moral específico,
que Kant llamó con el nombre de "respeto". Así aparece una analogía sorprendente entre
la situación de respeto en la filosofía práctica de Kant y la situación de la imaginación
trascendente en su filosofía teórica. De la imaginación trascendental convergen los dos
polos del entendimiento y de la receptividad. Paralelamente, también del respeto procede
la síntesis de la persona como objeto ético. Luego veremos cómo el respeto es la síntesis
subjetiva frágil de una "desproporción".
Sigamos, pues, a Kant de la mano por un breve trayecto, reservándonos ei derecho
de ampliar a continuación la perspectiva cerradamente moral de su análisis del respeto
... Lo mismo que la imaginación trascendental era et tercer término, el cual era
homogéneo simultáneamente a la sensibilidad y al entendimiento, así también el respeto
es un "intermediario" paradójico, el cual pertenece a la vez a la sensibilidad -es decir, en
este caso, a la facultad de desear- y a la razón -es decir, aquí a ia potencia obligante, que
procede de la razón práctica-. La imaginación era la condición de la síntesis en el objeto,
el respeto es la condición de la síntesis en la persona.
...Aunque el objeto del respeto es una cosa clara, a saber: la humanidad de la
persona, pero en sí mismo es esa cosa oscura que Kant llama móvil a priori, del que sólo
podemos hablar cotejando términos opuestos, pero sin mostrar su verdadera unidad.
Después de haber demostrado que la razón pura sólo es práctica a condición de eliminar
la facultad de desear... pues bien, después de haber demostrado eso, hay que establecer
que la razón sólo puede ser práctica a base de influir en la facultad de desear." (FC;92)
"...sólo a través del odio y de la hostilidad podemos percibir la estructura intersub
jetiva del respeto que constituye la diferenciación de las conciencias; sólo a través de la
incomprensión y de la mentira puede revelamos la estructura original de la palabra la
identidad y la "alteridad" de las conciencias; y lo mismo puede decirse de la triple exigencia
del poseer, del poder y del valer, que descubrimos a través de la avaricia, de la tiranía y
de la vanagloria. En una palabra, siempre se trasluce lo originario al trasluz de lo
degenerado." (FC;160)
El alma
“...el hombre resulta situado por su edad. La edad es uno de los modos de la
estrechez constitutiva que hemos resumido en el término general de necesidad. Esto
significa dos cosas:
Por una parte, la edad que tengo en este momento es absolutamente comparable
con la parcialidad durable de mi carácter: sólo es una parcialidad en curso de evolución
y una parcialidad que me emparienta con los individuos de mi generación y no con los
de mi clase caracteriológica. De ella puede afirmarse lo mismo que hemos afirmado de
la manera finita del carácter: nada humano me es extraño, pero el destino de mi edad es
el de encontrar todos los motivos de mis decisiones y todos los poderes de acción por el
lado elegido por esta edad, con una elección que de alguna manera está dada y resulta
extraña a mi elección. Quiero lo que quiero en el estilo del adolescente, del adulto, o del
viejo, y tal estilo es la limitación invencible de mi poder de libertad. La edad es un destino
como el carácter; como este, no sólo es una prohibición que me excluye de tal o cual
fórmula de vida, sino asimismo una probabilidad: cada edad se orienta en cierto sentido
y abre de acuerdo a cierto ángulo el repertorio de valores y poderes; en esos límites finitos
se abre el campo de una libertad infinita.
Pero la edad que tengo en este momento es una instantánea tomada a partir de mi
trayectoria de vida; es como la derivada primera de mi acrecentamiento vital; la experien
cia específica que debemos aquí extraer es la misma designada por los términos de
crecimiento y envejecimiento; ciertamente, a esta duración no la puedo vivir en bloque:
toda visión panorámica es una proyección espacial y en tal sentido insustituible: pero
tengo la experiencia del tiempo vital. En esta experiencia confusa del crecer y envejecer
veo varios aspectos; señalo ante todo el sentido ascendente o descendente de este
''ímpetu" de vida: a gusto lo llamaría la derivada segunda de mi edad según asciende hacia
el "acmé" [período de vigor máximo en la vida de un individuo, raza o especie] o descienda
partiendo de él. Por otra parte, esta experiencia es muy compleja: si globalmente la
marcha hacia la madurez es la gran elevación de mi existencia cada edad, como hemos
dicho, es en ciertos sentidos, un “acmé" relativo, cada edad es la elevación hacia un
horizonte de valores y poderes que tienen en sí mismos su perfección. Pero con relación
a esos "acmé" relativos, la cumbre de la madurez es como el "acmé" absoluto y la vida es
el inexorable movimiento de elevación hacia la madurez y de descenso hacia la vejez.
Señalemos un rasgo más de ese "ímpetu” de la infancia a la vejez: su ritmo, mejor aún,
su tempo"; sólo resulta absurdo con relación a las nociones físicas de velocidad y
aceleración afirmar que la vida no tiene la misma velocidad en todas las edades. El ritmo
me hace prestar especial atención al carácter inexorable del tiempo que padezco por el
solo hecho de vivir.
En tal sentido, diríamos del tiempo vita! lo que la organización nos invita a decir de
la vida en general: el tiempo es a la vez un problema resuelto y una tarea. Por una parte,
es una "pasión del alma": la conciencia no engendra ya su "ímpetu" temporal, su elevación,
su declinar, su ‘lempo" y tampoco engendra el orden y el equilibrio que la sostiene en el
espacio. Y sin embargo, por otra parte, la duración avanza por la decisión: ella es la
dimensión de mis proyectos, que arrastran detrás de ella los recuerdos. No cabe ninguna
duda: en cierto sentido el ímpetu de la libertad es constitutivo de la duración, pero, al
mismo tiempo, el ímpetu de lo involuntario vital me revela la duración como situación
fundamental de mi libertad.
Tal es lo involuntario absoluto del crecimiento: estar con vida implica el rapto
despiadado del tiempo vital. Pero esta experiencia confusa exige ser mediatizada: es así
como una psicología genética presta sus conceptos fundamentales, y entre ellos hemos
puesto en primer lugar a la noción del desenvolvim iento. Las leyes de dicho desenvol
vimiento son el índice objetivo de esta experiencia del crecer y el envejecer que llevo junto
a mi libertad." (VI, II; 66-68)
"1. Un análisis más cuidadoso del dolor nos enseña que dicho dolor no es lo contrario
del placer dentro de un mismo género, sino que es heterogéneo respecto a él.
2. La pareja placer-dolor no es la última palabra del anhelo vital: otras tendencias,
con frecuencia discordantes entre sí vienen a complicar el esquema, bastante claro del
placer y el dolor. Si bien lo útil y lo nocivo no plantean cuestiones nuevas con relación al
placer y al dolor, otro tanto ocurre con lo agradable y lo desagradable: parece, con todo,
que el gusto por lo fácil constituye una dimensión original de ia motivación conducida
por el cuerpo, el examen de las funciones entrelazadas y sobre todo de las tendencias
surgidas del hábito dará algún crédito a esta interpretación.
3. Pero, curiosamente, otra serie de observaciones nos llevará a dar un valor positivo
a lo d ifíc il: aquí la psicología sensualista resulta derrotada por ciertas intuiciones de ia
psicología medieval, la clásica y la nietzscheana que consideramos difícil cuestionar.
4. Todo nos conduce a pensar que no hay un querer vivir central respeto del cual las
diferentes tendencias serían especies subordinadas: a nivel humano, la vida es sin duda
un entramado de exigencias heterogéneas y revela valores discordantes...
... El mal es contrario del bien. Está claro: cada valor positivo tiene un contrario con
ei cual forma un género. Al amparo de esta evidencia se forma un juicio prematuro: el
dolor es lo contrario del placer. En efecto, el placer ¿no es acaso el que revela el bien y
el dolor el que revela el mal?...
... Primero, ei placer está subordinado a una actividad de asimilación que tiende a
una realidad congénere; el placer señala el hallazgo feliz y anuncia la fusión de la cosa
y el viviente en la intimidad del gozo. Segundo, el placer sucede en el ciclo de la necesidad
a una falta que nace de la indigencia profunda del viviente y que es su verdadero contrario;
dicha falta afecta al viviente en su indivisión y sólo es el local secundariamente. Tercero,
la actividad de asimilación que precede al placer es de carácter impulsivo y no reflejo:
puede quedar suspendida, controlada, y asumida por la voluntad.
El dolor es incomparable con el placer y ninguno de los tres rasgos antes mencio
nados podría parecer como su contrario. Ante todo, el dolor está primero con relación a
una actividad de defensa que tiene por función rechazar lo extraño y hostil a la vida; nada
hay ante ella que pueda compararse con la necesidad que precede al placer. La
afectividad precede aquí a la actividad. Segundo, de manera alguna es comparable a una
falta, a un vacío; se expresa una agresión muy positiva, una amenaza para el organismo.
Así mismo, es por esencia local, diferenciado como el acto, al que se encuentra estrecha
mente ligado y que se distingue de él desde el punto de vista anatómico y fisiológico. Se
sitúa, pues, en otra línea de experiencia que ei placer; tiene su propio contrario, la cesación
del dolor, que sólo es un placer por contraste, un placer de relajamiento, que resulta
absorbido poco a poco en la neutralidad afectiva. Tercero, ia acción que sucede al dolor
es incomparable con la acción que precede al placer; se trata de una re-acción de tipo
reflejo y no de una pre-acción de tipo impulsivo; realiza plenamente el esquema excita
ción-reacción con el cual con frecuencia se ha confundido a la acción entera. Por ello el
dominio del cuerpo en el dolor no tiene el mismo sentido que el dominio del cuerpo en la
necesidad: el mismo hombre que puede cargar con el hambre no puede evitar gritar si
se le tortura; depende de su voluntad el suspender o consumar el movimiento naciente
hacia el alimento; si ia voluntad fascinada por la imaginación cede, nos encontramos ante
un verdadero desfallecimiento de la voluntad (que por otra parte no se trata de juzgar
moralmente). Por el contrario, bajo los golpes, las picaduras, las quemaduras, las heridas,
las descargas eléctricas, etc., la tarea de la voluntad no es la de suspender o consumar
una impulsión, sino a lo más la de sobreponerse lo mejor posible a un reflejo extraño a
su imperio; puede acaso frenarlo y contenerlo, si se encuentra en el trayecto ordinario de
una acción voluntaria; de tal manera cierta represión dei grito, de la gesticulación, o de
la mímica es posible en la medida en la que la mecánica neuro-muscular permita
responder al órgano. Pero si el reflejo escapa y explota, nos encontramos no ante una
voluntad seducida, sino ante una voluntad frustrada. Más que vencido, el hombre resulta
destrozado. Ei hombre torturado no es verdaderamente responsable de sus gritos.
Pero la Imaginación transforma profundamente esta situación, instituyendo una
similitud estrecha entre el dolor anticipado y el placer anticipado. Si el placer imaginado
se llama deseo, el dolor imaginado se llama temor. Pero mientras el deseo prolonga la
necesidad que anticipa el placer, el temor invierte las relaciones de precedencia entre la
acción y el encuentro doloroso. El temor puede parecer y prevenir a la amenaza como la
necesidad y el deseo precedían y buscaban al placer. De tal manera, la imaginación
asimila el temor a un deseo negativo y dicho temor revela al dolor como un mal, es decir,
como lo contrario de un bien.
... Pero la heterogeneidad del placer y el dolor subsiste en la raíz de esos dos
movimientos contrarios. Finalmente, un placer y un dolor restan incomparables en su
espesor afectivo. El deseo está sostenido por una necesidad vivida que se eleva desde el
cuerpo y que no es asimilable a un dolor; es una privación que reclama una plenitud y un
placer positivo. La necesidad resulta saciada, el deseo queda vaciado de su substancia
y se desvanece; un deseo alimentado sólo por la imaginación es artificial, adulterado,
sofisticado; es el vano deseo de la conciencia desgraciada. Al contrario, el temor no está
llevado por ei cuerpo de la misma manera que el deseo, no hay necesidad negativa que
brinde a la repulsión la necesidad orgánica del apetito; es la imaginación -una imaginación
que, ciertamente, es carnal por su materia- la que lleva todo el peso del temor; ese carácter
imaginativo es la condición natural del temor cuando anuncia una alteración del deseo
por separación de la necesidad afectiva.
Esta heterogeneidad profunda del placer y el dolor es esencial a una psicología de
la voluntad: pues, aunque contrarios, esos dos motivos restan incomparables; el placer,
con su propio contrario que es la privación; el dolor, con su propio contrario que es el
cero del dolor: por eso, al mismo tiempo, puedo experimentar el placer y el dolor: ¿quién
no ha disfrutado una buena comida o un espectáculo agradable sufriendo un furúnculo,
un dolor de muelas o un callo en el pie?. El placer y el dolor no son contrarios dentro de
la misma pareja afectiva homogénea; ninguna aritmética afectiva puede decirme si el
placer que pondrá fin a tat privación valdrá la pena que costará su obtención. El placer
negativo al cesar de sufrir un dolor de muelas, que el frió vendría a irritar ¿vale acaso la
pena renunciar al placer positivo de tomar una bebida helada en una calurosa tarde de
verano?. El placer y el dolor no forman parte de la misma serie que permitiría una
clasificación homogénea. Son cualitativamente distintos uno de otro. Queda pues,
excluida la cuantificación relativa de una escala de intensidad en la que representarían
los dos polos.
De manera que la oposición de valor positivo y negativo resta una pura forma: sólo
significa que et placer y el dolor pueden participar de la misma evaluación, que se prestan
a la misma operación de motivación afectiva con signos contrarios. Pero la heterogenei
dad del placer y el dolor, en cuanto a su materia afectiva, anuncia ya que la vida comporta
diversas dimensiones de valor, e introduce en la raíz de la elección una ambigüedad
esencial que reside en el principio de la vacilación ."(VI, 122-128)
5.- Una libertad solamente humana
"Se debe recordar una deuda con Kant: no hay problema ético, no hay problema
político, si no tenemos en cuenta desde el mismo comienzo un principio de mutualidad
de persona a persona; me atrevo a decir que el problema de la libertad y tal vez, ante
todo, el de la dignidad, es planteado en primer lugar por la segunda persona: tu libertad,
tu libertad vienen primero. El reconocimiento de otra libertad, la posición de otro alguien
que tiene tanto valor como el que yo tengo, son actos primitivos que no pueden provenir
de ninguna otra co sa ... La libertad ética no es pretensión que provenga de mi y se oponga
a todo control: es más bien una demanda dirigida hacia mi y que proviene del otro:
¡Permíteme existir frente a tí como tu igual!. La dignidad es la demanda de libertad al nivel
de la segunda persona. No sería cuestión de tratar la persona en mí como un fin en sí
mismo si yo no cumpliera este requerimiento con referencia a la otra persona. En ese
sentido, soy mi propio vecino porque soy el vecino de mis vecinos. Por consiguiente, la
libertad ya no es extensión de mi intento de eludir el control o evitar la coacción. Es una
extensión de mi reconocimiento del derecho del otro a existir.
Pero esta noción de la persona -de la segunda persona si la expresión no es
tautológica- continúa siendo un concepto práctico y normativo. No se puede observar la
persona desde fuera, ni sentirla desde adentro. 'Tratamos" a alguien como una persona;
la persona es una forma de actuar, no de conocer. Nadie puede afirmar que la persona
es un fin, debemos hacer que sea así.
Esta manera de introducir la libertad sobre la base de la dignidad, y la dignidad sobre
la base del concepto práctico de la persona, nos permite relacionar directamente el
concepto de valor...también aquí debemos rechazar una dicotomía engañosa: o el
concepto de valor sigue siendo puramente metafísico, como una idea platónica, o bien
se debe derivar del concepto conductista del "reforzador". Me parece que la idea es valor
de la condición de posibilidad para la coexistencia de varias personas, para la mutualidad
de seres libres. La "justicia" no es una entidad celestial: es la regla para arbitrar demandas
que se oponen. Por consiguiente, depende de la idea de que tu libertad precede [a] la
mía. El primer "valor" es que el otro existe como persona. En ese sentido, no es nada más
concreto, es el "rostro" del otro como dice E. Levinas, el que me dice: "no me mates", y,
en términos más positivos: "ámame: soy otro tú". (EC, 147-148)
"¿De modo que renunciando a una cosmología de la libertad, que la haría aparecer
como un momento de la naturaleza, renunciamos acaso también a toda "noción" de
libertad?. De ninguna manera. Precisamente aquí es donde consideramos que la feno
menología husserliana es capaz de relevar a las antiguas cosmologías. Hemos adoptado
los enfoques de Husserl sobre la pluralidad de "regiones" del ser y de ontologías
regionales; la reglón conciencia y la región naturaleza comportan nociones propias,
"primitivas" para hablar como Descartes. La eidética de la voluntad elaborada al comienzo
de la presente obra ya suponía una ontología regional. Pero dicha ontología no implica
de manera alguna un platonismo, sino que constituye el campo de las significaciones
comprendidas a partir de algunos ejemplos o incluso a partir de uno solo, aunque fuera
imaginario; de manera alguna supone que tales nociones tengan una existencia análoga
a la existencia y que se ordenen en cosmos. Por otra parte hay que señalar que las
nociones de naturaleza y las nociones de conciencia, aunque pertenezcan a regiones
diferentes, participan de un campo constituido por significaciones comunes, tales como
ser, real, posible, objeto, propiedad, relación, etc...Pero dichas significaciones no forman
una región de ser, sino una ontología formal, es decir, el conjunto de determinaciones
contenidas en la idea de objeto de pensamiento en general. Tales nociones no prejuzgan
sobre la diferencia entre ef ser como naturaleza y el ser como conciencia; no prejuzgan
sobre ei tipo de relación entre estos seres; en particular, no exigen que dichos modos de
ser deban coordenarse ni afirman que poseen la misma dignidad, como si fueran dos
absolutos que entablaran una relación fortuita" (VI, I, pp. 211 ss.)
"...La filosofía es ética, pero la ética no es puramente moral. Si seguimos este empleo
spinoziano de la palabra ética, debemos decir que la reflexión es ética antes de convertirse
en una crítica de la moralidad. Su fin es captar el Ego en su esfuerzo por existir, en su
deseo de ser. Una filosofía reflexiva encuentra y quizá salva aquí la idea platónica de que
la fuente del conocimiento es en sí misma Eros, deseo, amor, y la idea spinoziana de que
es conatus, esfuerzo. Este esfuerzo es un deseo, porque jamás se satisface; pero este
deseo es un esfuerzo, porque es la posición afirmativa de un ser singular y no simplemente
una falta de ser. Esfuerzo y deseo son las dos caras de la posición de Sí en la primera
verdad: yo soy." (FREUD, 53/43)
"Ahora estamos en situación de completar nuestra proposición negativa -la reflexión
no es intuición- mediante una proposición positiva: la reflexión es la apropiación de
nuestro esfuerzo por existir y de nuestro deseo de ser, a través de las obras que atestiguan
ese esfuerzo y ese deseo; por eso la reflexión es más que una simple crítica del
conocimiento y más aún que una simple crítica del juicio, reflexiona sobre el acto de existir
que desplegamos en el esfuerzo y el deseo." (FREUD, 53-54/44)
"...Esta es la raíz última de nuestro problema: reside en esta conexión primitiva entre
el acto de existir y los signos que desplegamos en nuestras obras; la reflexión debe
convertirse en interpretación, porque no puedo captar este acto de existir más que en
signos dispersos en el mundo. Por eso una filosofía reflexiva debe incluir los resultados,
métodos y premisas de todas las ciencias que intentan descifrar o interpretar los signos
del hombre.
Esta es la raíz del problema hermenéutico, en su principio y en su máxima
generalidad. Está planteado en primer término, por la existencia de hecho del lenguaje
simbólico que reclama la reflexión, pero también, en sentido inverso, por la indigencia de
la reflexión que reclama la interpretación: planteándose a sí misma, la reflexión comprende
su propia impotencia para superar la abstracción vana y vacía del "yo pienso" y la
necesidad de recuperarse a sí misma descifrando sus propios signos perdidos en el
mundo de la cultura. Así la reflexión comprende que, en primer lugar, ella misma no es
ciencia, que necesita, para mostrarse, recapturar en sf misma los signos opacos,
contingentes y equívocos que están dispersos en las culturas en las que arraiga nuestro
lenguaje." (FREUD, 54/44)
Motivo y causa
"Volvemos a partir de la dualidad entre los dos universos del discurso: el discurso
sobre la acción y el discurso sobre el movimiento, así como de las implicaciones
epistemológicas de la oposición entre motivo y causa...¿Podemos contentarnos con esta
coexistencia pacífica de dos discursos?. Podemos hacer objeciones de tres tipos: en el
plano descriptivo, tanto lingüístico como fenomenológico ¿es sostenible la oposidón
motivo/causa?, ¿no se ha identificado demasiado motivo con razón de..., es decir, con
"racionalizaciones"?, ¿Acaso no hay, por el otro extremo del abanico, motivos que son
causas? (por ejemplo la expresión: ¿qué le ha empujado a...?), ¿No se ha descuidado el
aspecto de disposición que se atribuye a la experiencia de deseo y, más aún, a la
emoción?. Aquí el motivo es también causa...
Segunda objeción: ¿qué decir cuando se invoca ei psicoanálisis?. Aquí la motivación
profunda impone separar sentido y conciencia de sentido, al mismo tiempo que se
confunde motivo y causa. ¿No habrá que decir entonces que los límites del análisis
lingüístico y los de la fenomenología son los mismos?.
Tercera objeción: esta crítica llevada a cabo en lo que se refiere al motivo exige una
crítica simétrica en lo concerniente a la causa. ¿Es la causalidad lo que se cree que es
dentro de la oposición motivo-causa?. Se sigue suponiendo una definición humeana de
la causa (identificación separada de la causa y del efecto, lazo contingente entre causa
y efecto). ¿Es el único tipo de causalidad?. ¿Acaso ta experiencia de "estar dispuesto a"
no invita a poner el acento en otro tipo de causalidad, la causalidad teleológica?, es decir,
¿una explicación a la que el orden es un factor de su propia producción?...Si la explicación
teleológica es una especie de causalidad, entonces la oposición motivo/causa no es
satisfactoria.
Es mucho más urgente establecer una correlación entre las descripciones en el nivel
del lenguaje ordinario y las explicaciones en el nivel teleológico. Esta correlación permitiría
entonces articular los dos discursos: la fenomenología lingüística de ta acción y la
explicación teleológica de los sistemas de acción intencional.
Se podría trazar entonces un puente entre la filosofía de la acción, con su doble
constitución fenomenológica y lingüística, y las ciencias de la acción, gracias a ta
explicación teleológica. La sugerencia es tan importante que, llegado el momento propon
dré volver al Kant de la tercera Crítica, de la critica del juicio teleológico, para establecer
dicho paso de las ciencias empíricas y causales al discurso de la acción." (DISA 23-24)
7.- E l símbolo da que pensar
Mito y símbolo
"...el hombre que habla en símbolos es ante todo un recitante, y transmite una
abundancia de sentido de la que dispone tan poco que es ella la que le da qué pensar;
es la densidad del sentido múltiple lo que solicita su inteligencia; y la interpretación
consiste menos en suprimir la ambigüedad que en comprenderla y hacer explícita su
riqueza." (FREUD, 56/46)
"...la validez de los enunciados filosóficos no puede ser arbitrada por una teoría del
lenguaje concebida como sintaxis; la semántica de la filosofía no pasa íntegra a una lógica
simbólica.
Estas proposiciones relativas al discurso filosófico no permiten decir positivamente
lo que es positivamente un enunciado filosófico; sólo el ser dicho podría justificar
enteramente al decir. Por lo menos podemos afirmar que el lenguaje indirecto, simbólico,
de la reflexión puede ser válido, no porque sea equívoco, sino aunque sea equivoco."
(FREUD, 61/50)
"El peligro para el filósofo (y digo para el filósofo, no para el poeta) consiste en llegar
demasiado aprisa, en perder la tensión, en diluirse en la riqueza simbólica, en la
abundancia del sentido. No es que reniege de las descripciones de la problemática; vuelvo
a decir que los símbolos apelan a la interpretación por su estructura significante, por ese
movimiento de reenvío del sentido que les es inmanente. Sólo que la explicación de tal
movimiento de reenvío exige la triple disciplina de desasimiento, la antitética y la dialéctica.
Es preciso dialectizar el símbolo a fin de pensar conforme al símbolo; y sólo así resulta
posible inscribir la dialéctica dentro de la propia interpretación y regresar a la palabra
viva. Esta última fase de la reapropiación es la constituye el paso a la reflexión concreta.
Volviéndose a la escucha del lenguaje es como la reflexión pasa a la plenitud del habla
simplemente oída.
... No digo al habla inicial, inmediata, al enigma espeso, sino a una palabra aclarada
mediante todo el proceso dél sentido. Por eso la reflexión concreta no conlleva concesión
alguna a lo irracional, a la efusividad. La reflexión vuelve a la palabra pero sigue siendo
reflexión, es decir, intelección del sentido; la reflexión se convierte en hermenéutica, y no
hay otra forma de poder llegar a ser concreta sin dejar de ser reflexión. La segunda
ingenuidad no es la primera ingenuidad, ya que es postcrftica y no ya precrftica; es una
docta ingenuidad." (FREUD, 477-478/433)
Voluntad de sospecha y voluntad de escucha
Verdad y mentira.
El "sodius" y el projimo.
"... Me gustaría que quedase claro de una vez para siempre el tema del mal político,
que acabamos de desarrollar, no constituye ni mucho menos un "pesimismo" político ni
justifica ningún "derrotismo" político. Las etiquetas pesimistas y optimistas deben prescri
birse por otra parte en la reflexión filosófica; el pesimismo y el optimismo son humores y
sólo importan a la caracteriología; aquí no tienen ningún lugar. Pero, sobre todo, la lucidez
ante el mal del poder no puede separarse de una reflexión total sobre la política; pués
bien, esta reflexión revela que la política no puede ser el lugar del mal mayor más que en
virtud de su lugar eminente en la existencia humana. La extensión del mal político está
hecha a la medida de la existencia política del hombre; más que cualquier otra, una
meditación sobre el mal político que lo relacionase con el mal radical tiene que ir
indisociablemente unida a una meditación sobre el significado radical de la política. Toda
condenación de la política como mala es en sí misma mentirosa, malévola, depravada, si
deja de situar esta descripción en la dimensión del animal político. El análisis de lo político,
como racionalidad en marcha del hombre, no queda abolido, sino continuamente
presupuesto en la meditación sobre el mal político. Por el contrario, el mal político no es
serio mas que por ser el mal de esa racionalidad, el mal específico de esa magnitud
específica." (HV; 241)
“...Por otra parte, no es menos cierto que la discusión es una necesidad vital para el
Estado; la discusión es la que puede evitar los abusos. La democracia es la discusión.
Por tanto, es preciso que de una manera o de otra se o rg a n ic e esta discusión; aquí es
donde se plantea la cuestión de los partidos o del Partido único. Lo que puede abogar
en favor del pluralismo de los partidos es que ese sistema no sólo ha reflejado las tensiones
entre los grupos sociales, determinadas por la división de la sociedad en clases, sino que
a d e m á s ha ofrecido una organización a la discusión política en cuanto tal; ha tenido por
tanto una significación "universal" y no sólo "burguesa". Un análisis de la noción de partido
con el único criterio económico-social me parece por tanto peligrosamente corto y
propicio para fomentar la tiranía. Por eso hay que juzgar las nociones de partidos múltiples
y de partido único no sólo desde el punto de vista de la dinámica de las clases, sino
también desde el punto de vista de las técnicas de control del Estado. Tan sólo una crítica
del poder en el régimen socialista podría hacer progresar esta cuestión; pero esa critica
no se ha hecho todavía a fondo.
No sé si el término liberalismo" político puede salvarse del descrédito; quizá lo haya
comprometido definitivamente su vecindad con el liberalismo económico. Lo cierto es
que, desde algún tiempo, la etiqueta "liberal" tiende a construir un delito a los ojos de los
social-fascistas en Argelia y en París, con lo que recobra su antigua juventud.
Si es posible salvar la palabra, podría decir muy bien lo que tiene que decir: que el
problema central de la política es la libertad, tanto si el Estado fundamenta la libertad
por su racionalidad, somo si la libertad limita ias pasiones del poder por su resistencia."
(HV; 249-250)
rtM rt l i f t v i r v '\. *V
XAVIER ZUBIRI
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Ildefonso Murilloi
IN S T IT U T O IE/H/HANUIEIL /H O U N IC C
ILDEFONSO MURILLO
0. INVITACION................................................................................... 5
0.3. La realidad...........................................................................................8
0.5. Dios.................................................................................................... 12
6. EPILOGO SOCIO-POLITICO...................................................................86
INVITACION
El filósofo Xavier Zubirí ha sido víctima del desprestigio más implacable en las
últimas décadas. Se le acusa de falta de compromiso socio-político, de cultivar un
pensamiento "blanco". Sus juegos mentales sólo serían aptos para entretener a gente
ociosa. Cultivaría una filosofía ajena a las preocupaciones y a los intereses del hombre
que se afana en el tiempo y el espacio por construir un futuro más feliz, en lucha contra
problemas más o menos difíciles y, a veces, insuperables. Deseo creer que esto ha
sucedido sólo por desconocimiento y no por malevolencia.
En unas oposiciones universitarias a una cátedra de filosofía de la religión, uno de
los candidatos se excusó ante el tribunal examinador de no haber aludido a Zubiri con
palabras despectivas: "No me interesa ese filósofo reaccionario1'. El famoso Diccionario
de Filosofía Contemporánea, dirigido por Migue! Angel Quintanilla, le dedica poco más
de media columna sin firma. La razón de ese menosprecio es Insinuada en las últimas
cuatro líneas: "En los medios académicos y extraacadémicos de la filosofía más conser
vadora española y sobre todo en Madrid goza de gran prestigio. Su influencia sobre las
corrientes más vivas de la nueva filosofía actual es prácticamente nula" (1). El agravio
comparativo parece indudable cuando se advierte que la exposición de Carnap ocupa
cuatro columnas y la de Lénin nueve.
Si todas esas acusaciones fuesen verdaderas, entonces no valdría la pena presentar
una selección de sus escritos en esta colección de "Clásicos Básicos del Personalismo".
Pero la mejor manera de desmentirlas es el conocimiento directo de su filosofía.
No pertenezco al círculo de los que fueron sus amigos y discípulos. Me he acercado
desde fuera, tras una exploración detenida de otros universos filosóficos. Y encuentro en
él un pensamiento sistemático donde se pueden alojar concepciones éticas, sociales y
políticas que no tienen nada que ver con una aceptación pasiva de situaciones Injustas o
indignas del hombre. Buena prueba de ello es la trayectoria intelectual de Ignacio
Ellacuría, uno de los creadores de la filosofía iberoamericana de la liberación, asesinado
durante el año 1989 en El Salvador.
Esta breve selección de textos no quiere ser más que una invitación a su lectura.
El criterio que me ha guiado, a la hora de seleccionarlos, ha sido el de ofrecer una
iniciación a los temas fundamentales de su filosofía en relación con el problema del
hombre.
Su filosofía se convierte de este modo en arma defensora frente a los peligros que
nos amenazan y en equipamiento intelectual para la construcción de un futuro digno del
hombre.
0.2 La intelección sentiente
Deliberadamente rechaza Zubiri toda crítica del saber como fundamento previo al
estudio de lo real. No hay prioridad intrínseca ni del saber sobre la realidad ni de la realidad
sobre el saber, ya que el estudio de la realidad contiene muchas afirmaciones sobre el
saber y viceversa. Por lo cual una investigación acerca de las posibilidades del saber no
puede llevarse a cabo y de hecho nunca se ha llevado a cabo sin mediar alguna
conceptuación de ia realidad.
Los animales actualizan las cosas reales como estímulos. El proceso sentiente se
agota en sí mismo (2). No actualizan las cosas reales como realidad. El hombre, en
cambio, sí lo hace. Es lo que le caracteriza. Somos animales de realidades.
0.3 La realidad
Las cosas reales, sin exceptuar al hombre, son sistemas de notas. Al hablar de
"notas", Zubiri se refiere a todo lo que constituye una cosa: partes integrantes, composi
ción química, facultades de su psiquismo, propiedades, etc. Como sistema unitario de
notas, cada cosa real tiene acciones y pasiones. Lo estructural, en que la primacía la tiene
el todo unitario y no los elementos que lo integran, no es incompatible con lo dinámico.
El universo constituiría un enorme, milenario proceso evolutivo del que ha emergido el
hombre.
Para el análisis de las cosas reales, se acuñan una serie de expresiones: nota,
momento, sustantividad, actualidad, actuidad, respectividad, cosmos, mundo, realidad,
ser, trascendental, de suyo, esencia, talidad, forma de realidad, modo de realidad, dar
de sí, materia, dimensión, etc. Algunas de estas expresiones son neologismos. Otras, la
mayoría, no lo son. Exponer aquí el sentido de todas ellas exigiría un espacio del que no
disponemos. Prefiero que sea el mismo Zubiri, luego, en la selección de textos, quien lo
haga, al menos respecto a las más básicas.
4 S o b re la e s e n c ia , p. 104.
El hombre es persona por lo que Zubiri llama suidad. Pero nadie puede ser suyo
si antes no es algo de suyo, es decir, algo real, y si no pertenece a ese tipo peculiar de
realidad que se caracteriza fundamentalmente por estar dotado de un sentir intelectivo,
en cuyo ámbito se despliegan todos sus actos, o, lo que significa lo mismo, por ser animal
de realidades. Que el hombre es suyo quiere decir que se encuentra como una totalidad
respecto de todo lo demás y de sí mismo, que se posee a sí mismo como realidad.
Porque el hombre, gracias a su inteligencia, es suyo frente a todas las otras cosas
reales y frente a sí mismo, su modo de implantación en la realidad es ser un absoluto
relativo. La expresión "absoluto relativo" indica que el hombre está suelto de las cosas
6 D esarrollos m ás am p lio s de lo ahf expuesto, en distintas etapas de elab oración, pueden hallarse en
lo s libros S ie te e n s a y o s d e a n tro p o lo g ía filo só fic a y S o b re el hom bre.
reales en cuanto reales, pero este modo absoluto de implantación en la realidad es un
carácter cobrado. Cobrar es ejecutar acciones frente a todas las cosas: las cosas
apersonales, las demás personas y hasta las mismas notas de mi propia sustantividad
personal. No somos Dios. Necesitamos a las otras cosas para realizarnos.
El problema del "frente a" le,hace a Zubiri descubrir en la persona humana lo que
llama su dimensión teologal. Ha dedicado meticulosas investigaciones al análisis de esta
dimensión. La realidad humana envuelve un enfrentamiento inexorable con la ultimidad
de lo real. Llega a afirmar que somos problema de Dios porque, nos agrade o no, estamos
religados al poder de lo real y, en definitiva, a la realidad fundamento.
7 E l h o m b re y D io s , p . 52.
Su lenguaje, alejado de ios intereses Inmediatos, de las luchas políticas y sociales,
aun cuando escribe sobre el hombre, nos puede aburrir o desconcertar. Sin embargo sus
escritos antropológicos penetran agudamente dentro del enigma de la persona humana
concreta. Y no quiero sugerir con esto que su filosofía sólo sirva para mejorar nuestro
saber acerca del hombre. Sus ideas antropológicas pueden fundamentar también una
praxis transformadora del individuo y de la sociedad, en que el realismo no hace renunciar
a la utopía como alimento que nutre la esperanza de los pobres y humillados.
0.5 Dios
El hombre no es como las demás cosas. Por ser una realidad estrictamente
personal, sus actos no se agotan en lo que son, actos siempre y sólo sobre determinadas
cosas, sino que en ellos va tomando posición respecto de la realidad. Soy una realidad
constitutivamente abierta que tengo que hacer mi Yo desde ia realidad en que soy
persona. Y en una de sus dimensiones, esa realidad se manifiesta como un poder que
aparece como el fundamento último de mi vida. La realidad tiene un carácter fundante
que hace al hombre una realidad reljgada. Lo religante es el poder de lo real.
La persona humana, por tanto, es una realidad sólo relativamente absoluta, pues
no hace su ser desde sí misma, sino desde el poder de lo real, at que está religada. Zubiri
repite una y otra vez que esto es un hecho. En la religación tenemos experiencia del poder
de lo real: de algo que desborda las cosas reales y las personas concretas en que se hace
presente.
Zubiri desarrolla con amplitud su concepción del acceso del hombre a Dios en su
obra póstuma El hombre y Dios. No se contenta con hablar de! fundamento último de lo
real. Fiel a las inquietudes manifestadas en algunos de sus primeros escritos ("En torno
al problema de Dios", etc.), pone a toda su filosofía madura en conexión con sus intereses
teológicos.
8 E l ho m bre y D io s, p. 32S.
9 E l h o m b re y D io s, p. 344.
0.6 Selección de textos
Pues bien, el lapso 1932-1944 es en sentido riguroso y estricto una etapa de mi vida
intelectual. Mis reflexiones filosóficas han respondido en ese lapso a una inspiración
común difícil de definir, pero fácil de percibir.
La filosofía se hallaba determinada antes de esa fecha por el lema de la filosofía de
Husseri: zu den Sachen selbst, "a las cosas mismas". Ciertamente no era ésta la filosofía
dominante hasta entonces. La filosofía venía siendo una mixtura de positivismo, de
historicismo y de pragmatismo apoyada en última instancia en la ciencia psicológica. Un
apoyo que se expresó como teoría del conocimiento. Desde esta situación, Husseri, con
una crítica severa, creó la fenomenología. Es una vuelta de lo psíquico a las cosas mismas.
La fenomenología fue el movimiento más importante que abrió un campo propio al filosofar
en cuanto tal. Fue una filosofía de las cosas y no sólo una teoría del conocimiento. Esta
fue la remota inspiración común de la etapa 1932-1944: la filosofía de tas cosas.
La fenomenología tuvo así una doble función. Una, la de aprehender el contenido
de las cosas. Otra, la de abrir el libre espacio del filosofar frente a toda servidumbre
psicológica o científica. Y esta última función fue para mí la decisiva. Claro está, la
influencia de la primera función es sobradamente clara no solamente en mí, sino en todos
los que se dedican a la filosofía desde esa fecha.
Pero mi reflexión personal tuvo, dentro de esta inspiración común, una inspiración
propia. Porque ¿qué son las cosas sobre las que se filosofa? He aquí la verdadera cuestión.
Para la fenomenología las cosas eran el correlato objetivo y ideal de la conciencia. Pero
esto, aunque oscuramente, siempre me pareció insuficiente. Las cosas no son meras
objetividades, sino cosas dotadas de una propia estructura entitativa.
A esta investigación sobre las cosas, y no sólo sobre las objetividades de la
conciencia se llamó indiscernidamente ontología o metafísica. Así la llamaba el propio
Heidegger en su libro Sein und Zeit. En esta etapa de mi reflexión filosófica ia concreta
inspiración común fue ontología o metafísica.
Con ello la fenomenología quedó relegada a ser una inspiración pretérita. No se
trata de una influencia -por lo demás, inevitable- de la fenomenología sobre mi reflexión,
sino de la progresiva constitución de un ámbito filosófico de carácter ontológico o
metafísico. Una inspección, aunque no sea sino superficial, de los estudios recogidos en
el volumen Naturaleza, Historia, Dios hará percibir al menos avisado que es ésta la
inspiración común de todos ellos. Era ya una superación incoativa de la fenomenología.
Por esto, según me expresaba en el estudio “Qué es saber', lo que yo afanosamente
buscaba es lo que entonces llamé lógica de la realidad. Recojo todos estos trabajos en
el presente volumen como testimonio de una etapa concluida.
A esta etapa ha seguido, pues, una nueva. Porque ¿es lo mismo metafísica y
ontología? ¿Es lo mismo realidad y ser? Ya dentro de la fenomenología, Heidegger atisbó
la diferencia entre las cosas y su ser. Con lo cuai la metafísica quedaba para él fundada
en la ontología. Mis reflexiones siguieron una vía opuesta: el ser se funda en la realidad.
La metafísica es el fundamento de la ontología. Lo que la filosofía estudia no es ni la
objetividad ni el ser, sino la realidad en cuanto tal. Desde 1944 mi reflexión constituye una
nueva etapa: la etapa rigurosamente metafísica.
En ella recojo como es obvio, las ideas cardinales de la etapa anterior, es decir de
los estudios ya publicados en este volumen. Pero estas ideas cobran un desarrollo
metafísico allende toda objetividad y allende toda ontología.
Tarea que no fue fácil. Porque la filosofía moderna, dentro de todas sus diferencias,
ha estado montada sobre cuatro conceptos que, a mi modo de ver, son cuatro falsas
sustantivadones: el espacio, el tiempo, la conciencia, el ser. Se ha pensado que las cosas
están en el tiempo y en e¡ espacio, que son todas aprehendidas en actos de conciencia
y que su entidad es un momento del ser. Ahora bien, a mi modo de ver, esto es inadmisible.
El espacio, el tiempo, la conciencia, el ser no son cuatro receptáculos de las cosas, sino
tan sólo caracteres de las cosas que son ya reales, son caracteres de la realidad de las
cosas, de unas cosas, repito, ya reales en y por sí mismas...
Frente a estas cuatro gigantescas sustantivacíones del espacio, del tiempo, de la
conciencia y del ser, he intentado una idea de io real anterior a aquéllas. Ha sido el tema
de mi libro Sobre la esencia (Madrid, 1962): la filosofía no es filosofía ni de la objetividad
ni dei ente, no es fenomenología ni ontología, sino que es filosofía de lo real en cuanto
real, es metafísica. A su vez, la intelección no es conciencia, sino que es mera actualización
de lo real en la inteligencia sentiente. Es el tema del libro que acaba de aparecer,
Inteligencia sentiente (Madrid, 1960).
De esta suerte el presente libro, Naturaleza, Historia, Dios, es una etapa no tan
sólo superada, sino asumida en esta metafísica de io real, en que desde hace treinta y
cinco años me hallo empeñado. Es, repito, la etapa determinada por ia inspiración común
de lo real en cuanto real. Es una etapa rigurosamente metafísica. En ella me he visto
forzado a dar una idea distinta de lo que es la intelección, de lo que es la realidad y de lo
que es la verdad." "Prólogo a la traducción inglesa", en Naturaleza, Historia, Dios, pp.
13-17.
2. E L PUN TO D E PARTIDA: N U EST R A SITU A CIO N IN T E L E C T U A L
Con todo ello, en efecto, no se ha dado sino el primer paso que la situación misma
impone: la entrada del hombre en sí mismo para ver con claridad 'dónde está'. No es en
modo alguno evidente que el hombre posea entonces la energía suficiente para mante
nerse a solas consigo mismo y no huir de sí. Por esto, la salvación de la vida intelectual,
no depende tan sólo, ni tan siquiera primariamente, de la inteligencia misma. La ciencia,
decíamos, nació tan sólo cuando se produjeron las posibilidades que permitieron su
existencia. El hombre tuvo que poner en juego algo que le llevó a conocer. Y este algo
plantea el problema más hondo de la existencia. El desarraigo de la inteligencia actual no
es sino un aspecto del desarraigo de la existencia entera. Sólo lo que vuelva a hacer
arraigar nuevamente a la existencia en su primigenia raíz puede restablecer con plenitud
el noble ejercicio de la vida intelectual....
Al tratar de enfrentarse con las dimensiones radicales de la situación en que se
halla, la inteligencia se encuentra consigo misma (por un proceso bien distinto del
cartesiano), y se ve envuelta en una serie de cuestiones que le plantea su propia situación:
a) El problema de la positivización del saber es un problema que se cierne sobre
toda forma de saber positivo y sobre toda realidad positiva. Y al moverse en esta línea, la
inteligencia no se ve simplemente arrojada de una región de esta realidad a otra, ni de un
modo de saber positivo a otro, sino que, abarcando en su mirada todo lo positivo, hace
de ello objeto de una consideración transpositiva o trascendental. Es un saber que no es
de esto o de lo otro, sino de todo, pero de otra manera. No es un saber más entre tos
otros saberes, sino una nueva especie de saber.
b) El problema de la desorientación en el mundo nos llevará análogamente a una
consideración de las diversas formas del mundo y de visión del mundo, no para brincar
de una a otra, ni para complacernos en la simple contemplación de un museo o tipología
de concepciones del mundo y de la vida, sino para abarcarlas a todas en una considera
ción, por así decirlo, transmundana, transcendental a su modo.
c) El problema de la ausencia de vida intelectual nos llevará, finalmente, a una
consideración de la inteligencia que abrace todas las formas posibles de su ejercicio, no
para decidir por una con preferencia a las otras, sino para esclarecer la índole de la función
intelectual en cuanto tal. Una especie de consideración transintelectual o trascendental.
A poco que se reflexione, se verá entonces que, bajo una u otra forma, en su radical
soledad, no en una soledad abstracta, sino en la soledad concreta de su situación real,
la inteligencia, al ejercitar esta faena de entrar en sí misma, está justamente moviéndose
en diracción a tres ¡deas fundamentales. La positivización del saber conduce a la idea de
todo cuanto es, por el mero hecho de serlo, es decir, a la ¡dea del ser. La desorientación
del mundo lleva a esclarecer la idea del mundo en cuanto tal. La ausencia de vida
intelectual nos descubre la índole de la inteligencia en cuanto tal, esto es, la vida teorética.
Al hacerlo, la inteligencia se halla ejercitando una auténtica vida intelectual, en un mundo
de problemas perfectamente orientado, con las realidades todas en su más honda y total
concreción.
No otra cosa es la filosofía. La filosofía es simplemente 'saber transcendental’. No
creo necesario insistir en que este adjetivo no envuelve la menor alusión a la terminología
idealista...
Lo difícil del caso es que la filosofía no es algo hecho, que esté ahí y de que baste
echar mano para servirse a discreción. En todo hombre, la filosofía es cosa que ha de
fabricarse por un esfuerzo personal. No se trata de que cada cual haya de comenzar en
cero o inventar un sistema propio. Todo lo contrario, Precisamente, por tratarse de un
saber radica! y último, la filosofía se halla montada, más que otro saber alguno, sobre una
tradición. De lo que se trata es de que, aun admitiendo filosofías ya hechas, esta
adscripción sea resultado de un esfuerzo personal, de una auténtica vida intelectual. Lo
demás es brillante 'aprendizaje' de libros o espléndida confección de lecciones 'magis
trales'. Se pueden, en efecto, escribir toneladas de papel y consumir una larga vida en
una cátedra de filosofía, y no haber rozado, ni tan siquiera de lejos, el más leve vestigio
de vida filosófica. Recíprocamente, se puede carecer en absoluto de 'originalidad’ y
poseer, en lo más recóndito de sí mismo, el interno y callado movimiento del filosofar.
La filosofía, pues, ha de hacerse, y por esto no es cuestión de aprendizaje abstracto.
Como todo hacer verdadero, es una operación concreta, ejecutada desde una situación.
¿Cuál es hoy esta situación? Difícil responder a esta pregunta. Toda situación se acusa
en ciertos problemas planteados por la oculta inestabilidad e inconsistencia que subyace
en su fondo. Ya hemos visto que, partiendo de la ciencia, se llega a tres ideas: el ser, el
mundo y la teoría. Sobre ellas ha de vivir la ciencia, y constituyen desde antiguo el objeto
de la filosofía. Pero la filosofía actual se debate en torno a estas tres ideas. Ser, mundo y
teoría son el título de tres grandes problemas o Inquietudes intelectuales, no tres ideas ya
hechas y terminadas.
Estos tres problemas se hallan planteados, en la filosofía actual, por tres realidades,
que constituyen, a no dudarlo, el contenido más rea! del hombre de hoy...
"En un maravilloso ensayo decía mi maestro Ortega que la Filosofía había vivido de
dos metáforas: la primera es justamente esta metáfora griega: el hombre es un trozo del
universo, una cosa que está ahí. V sobre ese su carácter de estar ahí se funda y se apoya
ese otro carácter suyo del saber. Saber es que las cosas impriman su huella en la
conciencia humana; saber es impresión. Ahora bien: Descartes corta el vínculo que une
el saber a lo que el hombre es y convierte al saber en el ser mismo der hombre; mens
sive animus, decía. El ’animus’ o 'spiritus’ se ha convertido en 'mens1, en saber.
¿Es sostenible esta situación filosófica? ¿Hasta qué punto constituye el saber
verdadero el ser auténtico del hombre? En otros términos: ¿en qué estriba la unidad entre
el ser, el espíritu y la verdad? Esta es la cuestión central que habría que plantear a Hegel.
En realidad, Hegel olvida un momento elemental del pensamiento, y es que todo
pensamiento piensa algo. A este momento, por el cual el pensamiento piensa algo de, es
a lo que se ha bautizado, en época reciente, con el nombre de intencionalidad (Husseri).
Todo pensamiento es pensamiento de algo. Ahora bien: esto, que momentáneamente ha
podido aparecer alguna vez como solución del problema no solamente no es su solución,
sino que es su desplazamiento.
No me basta, en efecto, con decir que todo pensamiento piensa algo de. El
pensamiento, por lo pronto, es una actividad entre las varias que el hombre posee, y
podría acontecer que no sea ese ’de\ ese genitivo, un carácter primario del pensamiento,
sino que el de se encontrara en el pensamiento, porque caracteriza a la sustancia entera
del hombre. Tal vez porque el hombre no puede ser centro del universo, no consiste aquél
en otra cosa sino en proyectar a éste frente a sí, y no dentro de sí, como Hegel pretendía.
A consecuencia de esto, el pensamiento es también pensamiento de algo. En este
momento de constitutiva excentricidad del ser humano, estaría concretamente fundado
su carácter existencial. Ex-sistere quiere decir tener subsistencia fuera de las causas. No
son las cosas las que existirían fuera del pensamiento, sino el pensamiento quien existiría
fuera de las cosas (Heidegger).
El hombre como luz de las cosas
De esta suerte, tal vez ha llegado la hora en que una tercera metáfora, también
antigua, imponga, no sabemos por cuánto tiempo, su feliz tiranía. No se trata de
considerar la existencia humana ni como un trozo del universo, ni tan siquiera como una
envolvente virtual de él, sino que la existencia humana no tiene más misión intelectual que
la de alumbrar el ser del universo; no consistiría el hombre en ser un trozo del universo,
ni en ser su envolvente, sino simplemente en ser la auténtica, la verdadera luz de las cosas.
Por tanto, lo que ellas son, no lo son más que a la luz de esa existencia humana.
Lo que (según esta tercera metáfora) se 'constituye' en la luz no son las cosas, sino su
ser; no lo que es, sino el que sea; pero, recíprocamente, esa luz ilumina, funda, el ser de
ellas, de las cosas, no del yo, no las hace trozos míos. Hace tan sólo que 'sean'; en phótí,
en la luz, decían Aristóteles y Platón, es donde adquieren actualmente su ser verdadero
las cosas.
Pero lo grave del caso está en que toda luz necesita un foco luminoso, y el ser de
la luz no consiste,
en definitiva, sino en ¡a presencia dei foco luminoso en la cosa iluminada.
¿De dónde arranca, en qué consiste, en última instancia, la última razón de la existencia
humana como luz de las cosas? No quisiera responder a esta pregunta, sino simplemente
dejarla planteada, y dejarla planteada para, con elia, haber indicado que el primer
problema de la Filosofía, el último, mejor dicho, de sus problemas, no es la pregunta
griega: ¿Qué es el ser?, sino algo, como Platón decía, que está más allá del ser.
Fecundidad filosófica de la melancolía
Ahora bien, la intelección tiene distintos modos, esto es, hay distintos modos de
mera actualización de to real. Hay un modo primario y radical, la aprehensión de lo real
actualizado en y por sí mismo: es lo que llamo aprehensión primordial de lo real. Su estudio
es por esto un análisis riguroso de ias ideas de realidad y de intelección.
Pero hay otros modos de actualización. Son los modos según los cuales lo real está
actualizado no solamente en y por sí mismo, sino también entre otras cosas y en el mundo.
No se trata de 'otra actualización’ sino de un despliegue de su primordial actualización:
es por esto reactualización. Como la intelección primordial es sentiente, resulta que estas
reactualizaciones son también sentientes. Son dos: el logos y la razón, logos sentiente y
razón sentiente. El conocimiento no es sino una culminación de logos y razón....
Instalados en la realidad
Hoy estamos innegabiemnte envueltos en todo el mundo por una gran oleada de
sofística. Como en tiempos de Platón y de Aristóteles, también hoy nos arrastran
inundatoriamente el discurso y la propaganda Pero la verdad es que estamos instalados
modestamente, pero irrefragablemente, en la realidad. Por esto es necesario hoy más que
nunca llevar a cabo el esfuerzo de sumergirnos en lo real en que ya estamos, para arrancar
con rigor a su realidad aunque no sean sino algunas pobres esquirlas de su intrínseca
inteligibilidad." Inteligencia sentiente, pp. 9-15.
A primera vista, esta voluntad parece algo imposible porque se trata de la estructura
del acto intelectual mismo y por tanto de algo anterior a toda volición. Sin embargo, existe
esa voluntad. Porque la verdad real no es sólo un comienzo de un proceso intelectual
sino un principio de todo acto de inteligencia de ese proceso.
Si no fuera más que comienzo, la verdad real pertenecería tan sólo a un remotísimo
pasado.. Pero siendo principio, la verdad real está siempre presente: todo acto de un
proceso intelectual está apoyado en la presencia misma de la verdad real. La realidad,
en efecto, nos está presente en ia aprehensión primordial y en todo el proceso intelectivo
de muchas maneras, y una de ellas es ’en hacia’.
Entonces la realidad misma en su verdad real nos lanza a 'idear’, englobando en
este vocablo ’idear’ todos los múltiples tipos de proceso intelectivo que el hombre tiene
que ejecutar {concebir, juzgar, razonar, proyectar, etc.), y la verdad real que nos lanza a
idear abre eo ipso el ámbito de dos posibilidades. Una, la de reposar en las ideas en y
por sí mismas como si fueran el canon mismo de la realidad; en el límite, se acaba por
hacer de ias ideas la verdadera realidad. Otra es la posibilidad inversa, la de dirigirse a
la realidad misma, y tomar las ideas como órganos que dificultan o facilitan hacer cada
vez más presente la realidad en la inteligencia. Guiada por las cosas y su verdad real, la
inteligencia entra más y más en lo real, logra un incremento de la verdad real.
El hombre tiene que optar entre estas dos posibilidades, es decir, tiene que llevar
a cabo un acto de voluntad: es la voluntad de verdad. La verdad es ciertamente un
momento constitutivo de la intelección en cuanto tal; pero lleva Inexorablemente a la
voluntad de verdad, precisa y formalmente porque la realidad actualizada en la aprehen
sión primordial es realidad ’en hacia’. De esta suerte la voluntad de verdad se funda en
la verdad real.
Ahora bien, esta voluntad de verdad adopta dos formas distintas según sea la
posibilidad por la que opte. Si opta por la primera, tenemos la voluntad de verdad de
ideas. Si opta por la segunda, tenemos la voluntad de verdad real.
La voluntad de verdad real quiere más presencia de realidad en el hombre. Por esto
la voluntad de verdad real es la condición precisa del logro de verdades reales, si no de
las elementales o simples, sí por lo menos de las verdades fundadas en éstas. La verdad
real, como decía, es ciertamente un carácter de la realidad en cuanto actualizada en la
inteligencia. Pero la índole de esta actualización hace inexorable la voluntad de verdad.
Ahora bien, en cuanto término de voluntad de verdad, la posesión de la verdad real
envuelve esencialmente no sólo la presencia de lo real sino también eo ipso la realización
de posibilidades m(as. Es, en efecto, una opción por la posibilidad de verdad real a
diferencia de la posibilidad de meras ideas. Y como toda volición, esta opción entre
posibilidades es una apropiación por parte mía, es decir, envuelve mi propio ser.
¿Cómo lo envuelve? No ciertamente porque la verdad real consista o esté fundada
en mi propio ser; antes bien, es mi ser el que está fundado en esta verdad. La voluntad
de verdad reai envuelve mi ser no como expresión auténtica de éste, sino configurándolo
por apropiación de las posibilidades que la verdad real ofrece.
En su aparente simplicidad, la verdad real está henchida de inmensas posibilidades
no sólo de intelección de cosas sino de realizaciones de mi propio ser. En su voluntad de
verdad real, el hombre por tanto se apropia la posibilidad de verdad que le ofrece la
realidad, y se entrega a esta verdad, esto es, hace de ella la figura de su propia realidad.
En la entrega a la verdad real acontece ’a una' la presencia de realidad y la realización
de mi propio ser en entrega a aquella verdad. La voluntad de verdad real es así la unidad
radical del proceso intelectivo in actii exercito.
Esta unidad tiene distintos caracteres, porque las posibilidades que la verdad real
ofrece son a su vez distintas según sea la índole de la realidad. No me refiero, natural
mente, a que el hombre pueda tomar actitudes distintas ante una misma realidad según
sean ios intereses de su vida, sino a algo previo, a los modos según los cuales ta realidad
se me hace presente. Estos modos son distintos. Con lo cual resulta ser también distinta
la unidad radical del proceso intelectivo en la voluntad de verdad real.
Presencia de la realidad como realidad-objeto
'Cósa-realidad y 'cosa-sentido'
Entiendo por realidad de algo el que estas notas pertenezcan a la cosa 'de suyo’,
es decir, que no sean tan sólo signos de respuesta. Así, para un perro, el calor 'calienta',
es decir le impone un modo de conducta: acercarse, huir, etc. Pero para nosotros,
hombres, ante todo el calor 'es caliente'. Sus caracteres le pertenecen 'de suyo’. Y por
esto al estar así aprehendido 'de suyo’ el calor tiene lo que llamaré la formalidad de lo
real. No es meramente estimulante.
Las cosas reales tienen multitud de notas, y esta multitud forma una unidad. Pero
esta unidad no es aditiva: la cosa no es verde, más pesada, más caliente, etc., sino que
es una unidad intrínseca. Es lo que llamamos sistema. ¿En qué consiste una unidad
sistemática?
Toda nota es en la cosa una ’nota-de’. ¿De qué? De todas las demás. La glucosa
tiene una realidad propia, pero en cuanto está en mi organismo es 'glucosa-de" este
sistema que llamamos organismo. Este momento del 'de' es un momento no conceptivo
sino real; diré que es un momento físico en el sentido de real a diferencia de conceptivo.
Pues bien, el ’de’ expresa la unidad de las cosas.
Y esta unidad es justo lo que constituye un sistema. En el ’de’ es en lo que consiste
el sistema en cuanto tai. La realidad última y primaria de una cosa es ser un sistema de
notas. Este ’de’ Impone a cada cosa un modo propio de ser 'de’ todas las demás. Es lo
que expresamos diciendo que cada nota tiene una posición perfectamente definida dentro
del sistema.
El sistema tiene así una sistematización. Esta sistematización es cíclica y no lineal.
Si fuera lineal la nota finai no sería nota de todas las demás. El sistema lo es de todas las
notas en forma cíclica, esto es en forma clausurada.
Y ahora es el momento de repetir que este ’de’ es un momento físico de la cosa
real. El ’de’ pertenece a la cosa 'de suyo', es por tanto un momento de su realidad.
Estas notas de una cosa real son de dos tipos: unas se deben a la actuación de
unas cosas sobre otras. Son las que llamo notas adventicias. Pero hay otras que no
proceden de esta actuación sino que pertenecen a Ja cosa por lo que ésta es ya ’de suyo'.
Son ’sus’ notas. Por esta razón las llamo notas formales. Este carácter de 'su' constituye
el modo propio como esta cosa es 'una’:
La unidad está modalizada en cada cosa. Y a este modo según el cual cada cosa
es una, es a lo que llamo constitución. Todas las notas de un sistema son por tanto
constitucionales . Pues bien, en virtud de este carácter constitucional de cada nota real,
el sistema de notas posee lo que yo he llamado suficiencia constitucional.
La sustantívidad
El sistema real cuyas notas tienen por tanto suficiencia constitucional posee en su
virtud un cierto carácter autónomo en la línea de la constitución: es lo que yo llamo
sustantividad. La suficiencia constitucional es la razón formal de ia sustantividad.
Por tratarse de notas reales, estas notas califican al sistema mismo, es decir, a la
cosa real, de un modo peculiar. Las notas no son simplemente de tal o cual contenido,
sino que cada nota es una forma de realidad. El color verde es la forma virídea de ser
real. Y tomado el sistema entero como unidad constituida, esta unidad es lo que llamo
forma de realidad. Así, las notas que tiene un ser vivo se reducen a elementos físico-quí
micos. Sin embargo el ser vivo tiene una forma de realidad propia porque es distinta de
la de un astro o de la de una piedra. La vida es una forma de realidad, no es una fuerza
o un elemento.
Por otro lado, en virtud de esta forma de realidad, el sistema pertenece a la realidad
de un modo propio. Es el modo de implantación en la realidad. Así, personaes un modo
de estar implantado en la realidad distinto del modo como loestá, por ejemplo,una piedra
o un perro. No confundamos, pues, forma y modo de realidad, aunque muchas veces
use los dos vocablos indiscriminadamente cuando lo que quiero decir no requiere esta
distinción.
En definitiva, todo lo real, sea nota elemental o sistema sustantivo, tiene dos
momentos. El momento de tener tales notas; es la talidad, Y el momento de tener forma
y modo de realidad; es un momento que técnicamente llamaría transcendental, pero
designando con este vocablo no un concepto sino un momento físico, como diré
enseguida.
Toda cosa real por su momento de realidad es 'más’ de lo que es por el mero
contenido de sus notas. El momento de realidad, en efecto, es numéricamente idéntico
cuando aprehendo varias cosas unitariamente. Lo cual significa que el momento de
realidad es en cada cosa real un momento abierto. Es ’más’ que las notas, porque está
abierto a todo lo demás. Es la apertura de lo real." El hombre y Dios, pp. 18-23.
Pero estos dinamismos no solamente están apoyados los unos sobre los otros,
formando un dinamismo unitario, sino que además de organizados tienen algo más.
Tienen una estricta unidad metafísica de enorme riqueza. Y, efectivamente, el dinamismo
consiste, repito de nuevo, en dar extáticamente de sí.
Ahora bien, este dar extáticamente de sí no consiste en que una potencia pase al
acto ni en forma de potencia activa, ni de potencia pasiva. Eso es una historia mucho
más elemental, pero que no nos sirve aquí de gran cosa, porque los dos términos de
potencia y acto, según he señalado, resultan muy equívocos. ¿Qué se entiende por acto?
¿Se entiende por acto el acto propio de una potencia? ¿O se entiende la acción propia
de un sistema complejo de sustantividad? ¿Y por potencia qué se entiende?
No se trata de un acto respecto de una potencia, sino de algo mucho más radical
y más unitario, y en lo que se despliega efectivamente la riqueza insondable de lo real en
tanto que real.
Hay ciertamente, en primer lugar, en este dinamismo, en el dinamismo ya tomado
en el Universo entero, un paso de la potencia at acto. El caso típico es la variación.
Pero hay en segundo lugar un dinamismo a fuerza justamente de variar. Efectiva
mente: se producen unas sustantividades que integran la variación, y entonces el
dinamismo afecta a la forma no de un paso de la potencia al acto, sino de un desarrollo
de unas virtualidades. Es el caso de la generación y de la vida.
Además, no hay solamente esto sino que, en tercer lugar, la vida a fuerza de
desarrollarse puede dar lugar a un dinamismo de orden superior, que es la potenciación.
La potenciación no consiste en el paso del desarrollo de unas virtualidades a unos actos.
Consiste en la producción de las virtualidades mismas. Y ésa es la e v o lu c ió n . La
potenciación es anterior a todas las virtualidades y a todos sus actos, y al carácter incluso
del acto virtual que pudiera tener: es justamente la producción misma del sistema de
virtualidades.
Y esta suidad de la persona, precisamente para poder serlo, tiene que tener un
momento de la realidad, momento que es la realidad constituida en común: eso es la
sociedad talitativamente. Transcendentalmente es la realidad en común.
Y sólo desde este punto de vista se puede entender, a mi modo de ver, el último
aspecto del dinamismo, que es el dinamismo histórico, a saber: como un tipo, como la
constitución de un nuevo tipo de mundo. La realidad se mundifica en diversos tipos.
Aquí nos encontramos con una especie de seriación que es más bien gradual y de
orden metafísico, en que se va pasando de la mera diversificación de las variaciones a
una mismidad de la realidad que es sí misma, a la realidad que se abre en la mismidad
a ser una suidad, a la realidad que se convierte en un estatuto de com u nid a d , y se
convierte en un tipo de mundo distinto para cada uno en épocas distintas de la historia.
Dinamismo de la realidad en tanto que realidad
Ahora bien, estas grandes etapas no son ciertamente las etapas de una gran
realidad -lo he dicho varias veces, y lo vuelvo a repetir una vez más-, no se trata de que
una cosa que fuese el Todo vaya pasando por estas vicisitudes. No. Es algo completa
mente distinto.
Cada uno de estos pasos acontece en primer lugar solamente en las c o s a s reales.
La unidad respectiva es la sede de la causalidad. Y en la respectividad de las cosas, de
las unas con las otras, acontece lo que he descrito acerca de la realidad en tanto que
realidad, pero en cada una, y solamente en cada una de las cosas reales.
Y, en segundo lugar, no solamente acontece en cada una de las cosas reales, sino
que acontece a la vez en millones de cosas reales. Millones de seres vivos, millones de
personas, millones de formas sociales en las que ciertamente acontece lo que aquí acabo
de exponer.
En todas estas vicisitudes de la realidad, que más que vicisitudes son estructuras
internas de la realidad en tanto que real, lo que encontramos es justamente esto: la realidad
dando de sí en tanto que realidad.
Por esto hay que decir que todo este dinamismo no afecta a la sustancia sino a las
estructuras, a la realidad sustantiva.
Y hay que añadir que esta realidad tiene como momento suyo interno el ser
dinámica. Y ser dinámica no consiste en ser inestátlca, ni en algo superior. Consiste pura
y simplemente en ser activa por sí misma
Cuarto: activa y dinámica por sí misma, esta realidad a medida que va dando cada
vez más de sí va siendo cada vez más realidad. No hay duda ninguna de que es cada
vez más realidad. Lo cual no quiere decir que sea realidad más perfecta -eso es otra
historia-. Pero innegablemente, insisto, es más realidad. Sin duda, es más imperfecta la
realidad de un viejo que la de un hombre maduro, pero es más realidad.
Y todo este dinamismo de la realidad no consiste en otra cosa sino en que la realidad
es por sí misma, por ser activa, cada vez más realidad. Y lo es dando de sí. Lo que ocurre
es que el dar de sí tiene justamente un límite. Este límite es la intrínseca caducidad
dinámica de lo real en tanto que real.
Conclusión
Quería tratar en este estudio mío no sólo de unos cuantos dinamismos sueltos muy
importantes en el mundo, y cada uno de ellos muy interesante por sí mismo. Me importaba
hacer ver cómo todos ellos constituyen una unidad interna, y además intrínseca, que es
el dinamismo intrínseco, multivalente pero perfectamente claro, de la realidad en tanto
que realidad. Una realidad que comienza por estar y no hace más que variar, que entra
en sí justamente haciéndose misma; que a fuerza de ser misma se abre a la suidad, que
se estatuye en forma de comunidad y se estructura en la forma de un mundo. Hasta un
cierto momento y un cierto límite solamente, porque la realidad es caduca, porque tiene
un límite en su propia realidad.
La realidad como esencia es una estructura. Una estructura constitutiva, pero cuyos
momentos y cuyos ingredientes de constitución son activos y dinámicos por sí mismos."
Estructura dinámica de la realidad, pp. 321-327.
4. LA PERSONA HUMANA
"El hombre es una realidad cuya índole tiene dos aspectos esenciales. Es, en primer
lugar, una realidad con caracteres bien determinados. Gracias a ellos la realidad que tos
posee es humana. Pero estos mismos caracteres plantean otro problema esencial. Es que
el hombre no sólo tiene caracteres diferentes a los de otras realidades, sino que por la
propia índole de aquellos, el hombre es una realidad que esencialmente tiene que ir
haciéndose. Es decir, hay que examinar dos cuestiones: qué es ser hombre, y cómo se
es hombre. No son dos cuestiones independientes, pero tampoco son idénticas. Habrá
que examinarlas, pues, sucesivamente." El hombre y Dios, p. 15.
"El hombre es una realidad sustantiva, esto es, un sistema clausurado y total de
notas constitucionales psico-orgánicas. Una de ellas es la inteligencia, esto es, la apre
hensión de todo y de sí mismo, como realidad. Es, a mi modo de ver, la esencia formal
de la inteligencia. Esta inteligencia es formal y constitutivamente sentiente: primaria y
radicalmente, aprehende lo real sintiendo su realidad.
Gracias a esta inteligencia sentiente, el hombre se comporta con todas las cosas
reales, y consigo mismo, no sólo por lo que determinadamente son en sí mismas, sino
que se comporta con todo por ser real y en cuanto es real: vive de la realidad. Es anim al
de realid ad es.
Entonces, una cosa es clara: la realidad humana, en tanto que suya, está constituida
como suya 'frente al todo de lo real’. En este sentido, en tanto que realidad, la realidad
humana es 'absoluta”, suelta de toda otra realidad en cuanto realidad. Pero lo es de un
modo meramente relativo: es relativamente absoluta.
Esta realidad humana, como toda realidad, tiene eso que llamamos su ser. El ser
no es la realidad, sino algo fundado en ella, por tanto algo ulterior a su realidad: es una
46
reactualización de ia realidad." "La dimensión histórica del ser humano", en R ealitas I, p.
12.
a) A nim al personal
En el caso del hombre no es así. Un hombre que cae lo hace conforme a la ley de
la gravitación exactamente igual que la piedra. Pero hay una diferencia, a saber, que es
inexorable que se nos diga qué forma de realidad tiene la caída de ese hombre: ¿ s e ha
caído por azar, ha sido asesinado, etc ? En su caída el hombre se comporta y actúa no
sólo desde el punto de vista de las cualidades físico-químicas y psico-orgánicas que
posee, sino que se comporta con todo ello, pero respecto de su propio carácter de
realidad.
Aquí, realidad no es algo que no hace más que darse por supuesto, sino que es
algo en vista de lo cual son ejecutadas las acciones. Y es que efectivamente la realidad
humana es para mí mismo no sólo un simple sistema de notas que 'de suyo' me
constituyen, sino que es ante todo y sobre todo la realidad que me es propia en cuanto
realidad, es decir es mi realidad, mi propia realidad. Y en su virtud soy una realidad que,
como forma de realidad, no solamente soy ’de suyo’ (en esto coincido con todas las demás
realidades), sino que además soy 'mío'. Tengo una realidad que es mía, cosa que no
acontece a la piedra.
El hombre tiene como forma de realidad esto que he llamado su id ad , el ser 'suyo'.
Esto no sucede a las demás realidades. Todas las demás realidades tienen de suyo las
propiedades que tienen, pero su realidad no es formal y explícitamente su ya . En cambio,
el hombre es formalmente suyo, es suidad. La suidad no es un acto ni una nota o sistema
de notas, sino que es la forma de la realidad humana en cuanto realidad: ejecute o no sus
acciones, la realidad humana es como realidad algo formalmente anterior a la ejecución.
Suidad y personeidad
Personeidad y personalidad
Si llamamos personeidad a este carácter que tiene la realidad humana en tanto que
suya, entonces las modulaciones concretas que esta personeidad va adquiriendo es a lo
que llamamos p e rso n a lid a d . La personeidad es la forma de realidad; la personalidad es
la figura según la cual la forma de realidad se va modelando en sus actos y en cuanto se
va modelando en ellos. Añado esta última precisión porque la personalidad no está
constituida por una serie de caracteres psíquicos (tonto, listo, tardo, irascible, introvertido,
etc.). Todos estos caracteres pertenecen innegablemente a la personalidad, pero son
personalidad no en cuanto caracteres psíquicos y orgánicos sino en tanto que determinan
y mpdulan la forma de realidad, la personeidad.
"Ahora bien, para precisar todavía más el carácter de esta forma de realidad,
recordemos lo que decía a propósito del hombre como ser viviente. El viviente está
caracterizado por una independencia y control respecto del medio; es su modo de
implantación en el cosmos. Esta independencia del medio es distinta según el grado de
vida y la forma del viviente.
Pues bien, en el caso del hombre hay frente al medio de su vida algo más que mera
independencia. El viviente está implantado en la realidad según un modo preciso: formar
parte de ella. Pero el hombre es suyo, es su realidad 'propia' frente a toda realidad real
o posible, incluso si la admitimos, frente a la realidad divina.
De ahí la gravedad de todo acto. La cosa real aprehendida como tal nos impone
que determinemos frente a ella una manera concreta de ser absoluto. Esta gravedad como
rasgo de mi persona es lo que he solido llamar la inquietud de la vida. No es la mera
inquiescencia propia de la vida como un decurso, sino que la inquietud consiste en no
saber bien el modo concreto de ser absoluto. El hombre no solamente va realizando una
serie de actos por las propiedades que personalmente tiene, sino que el hombre va
definiendo en todo acto suyo aquel modo preciso y concreto según el cual en cada instante
de su vida es un absoluto relativo. La inquietud es el problematismo de lo absoluto.
"La filosofía clásica decía que realidad es el modo supremo de ser: sería el ser real,
el esse reale. Pero no es así. No hay realidad porque haya ser, sino que hay ser porque
hay realidad. Por tanto no hay esse reate sino realitas in essendo, 'realidad siendo’....
Esto supuesto, hemos conceptuado ya lo que es la forma y modo de realidad
humana en y por sí misma: animal de realidades y animal personal. Ahora hemos de
conceptuar en qué consiste la actualidad de esta forma y modo de realidad en el mundo,
esto es, qué es el ser de la realidad humana, qué es el ser del hombre.
El Yo no consiste en ser sujeto de sus actos, sino que es un modo de ser, un modo
de actualidad mundanal de lo relativamente absoluto. No es que Yo soy relativamente
absoluto, sino que por el contrario lo relativamente absoluto ’es' Yo. Yo no es sujeto de
sus actos; utilizando aunque sea indebidamente estas frases predicativas diré más bien
que Yo no es sujeto sino predicado: esta realidad soy Yo. Es lo que expresamos cuando
decimos 'Yo mismo’. Es el ser de la persona. El Yo es por esto el ser de lo relativamente
absoluto, y puede llamársele ser relativamente absoluto.
El hombre tiene este modo absoluto de ser aún en las formas más modestas de
enfrentamiento con lo real. Porque con cada cosa la persona se posee a sí misma, en
esto consiste la vida. Y por tanto cada cosa impone un modo de autoposesión, un modo
de configurar su realidad relativamente absoluta. En su virtud, este modo configurado es
mundanalmente una manera de ser relativamente absoluto.
Abierto a la aprehensión de lo real como real, tengo que hacer algo que antes de
ser persona me hubiera sido imposible hacerlo. Hasta ahora como animal tenía hambre
y comía una manzana. Ahora, en cambio, siento el hambre y la manzana como realidades.
Y comiendo ia manzana 'me’ como una manzana. Este momento del ’me’ es una
actualización de mi realidad respecto de toda realidad en cuanto tal: es un modo de
actualización mundanal de mi realidad personal: es la primera manera de la apertura
formal, la apertura en forma 'medial', a lo absoluto del ser.
Pero llega un momento en que este oscuro ’me’ cobra un carácter más preciso y
fuerte, y mi realidad sustantiva no actúa en forma medial sino en forma activa. El ser así
determinado no es ya sólo un ’me’ sino algo más radical: es un ’mf. Es mi hambre, mi
manzana, mi acto de comer, etc. Ahora la persona actualiza mundanalmente el ser
absoluto en forma más expresa y radical: soy ’mP respecto de todo lo demás.
Pero la cosa no termina ahí. Llega un momento en que el ’mf cobra un nuevo y
aún más preciso carácter: no soy tan sólo ’mP sino algo más, soy Yo. Aquí se actualiza
con máxima explicitud mi ser personal en cuanto mi realidad es relativamente absoluta.
Es la máxima manera de determinar mundanalmente mi ser relativamente absoluto.
En definitiva, 'me, mí, Yo’ son tres maneras distintas de actualización mundanal de
mi realidad sustantiva. Estas tres maneras no sólo son distintas sino que, en primer lugar,
cada una se funda en la anterior. No podría 'ser mí' realidad si no fuera fundado en que
soy 'me'. Soy mío, en cuanto ser, a lo largo de todo lo que 'me soy’ por así decirlo.
Igualmente nadie podría ser Yo sino siendo un ’mf y fundado en serlo. Por eso se ha
forjado la expresión ’yo mismo’. En segundo lugar, no sólo cada una de estas maneras
se funda en la anterior, sino que esta manera anterior se conserva en la siguiente como
momento intrínseco y formal suyo. El 'Yo’ es siempre y sólo el Yo del mí\ de un ’mí que
se es’. A potiori llamaré ai ser de mi realidad sustantiva, Yo.
Yo y realidad
De lo cual resulta que mi persona está determinada como absoluta por los demás
absolutos. Modulación es, pues, codeterminación de mi modo de ser absoluto. Y esta
codeterminación es justo lo que llamo dim ensión: mide, con el respecto a los demás, mi
modo de ser absoluto. Como esta dimensión de mi realidad sustantiva se afirma en el
acto de ser Yo, resulta que la dimensión de mi realidad es eo ipso una dimensión del Yo,
una dimensión del ser humano.
El phylum tiene tres caracteres. Es, ante todo, pluralizante: la especie no es una
suma de individuos iguales, sino que, por el contrario, la especie es una realidad primaria
previa que se pluraliza en individuos. En segundo lugar, la especie es héticamente
continuante; en su virtud, los individuos conviven. Finalmente, la especie es prospectiva,
es prospección genética." "La dimensión histórica del ser humano", en R e a lita s I, pp.
16-17.
Dimensión individual
Pero de esa diferencia hay que hacer una observación, a saber, que los demás no
son simplemente 'diferentes'. Son algo distinto: los demás son 'diversos'. Son diferentes
pero dentro del mismo phylum , esto es, dentro de la misma especie. Los diversos son
diferentes, pero dentro de la misma versión: son diversos... Diversidad es diferencia dentro
de la misma versión....
Todo hombre es suyo, y su ser es ser Yo. Pero este Yo está determinado de un
modo propio respecto de los Yos de las otras personas. Y este modo tiene un carácter
sumamente preciso: es esa dimensión según la cual el 'Yo' es un ’yo' respecto de un 'tú',
de un 'él o ellos', etc. El Yo como actualidad mundanal de mi real ¡dad- sustantiva tiene
esa dimensión respecto de las demás personas, que llamamos ’ser-cada-cual’: el Yo tiene
el carácter dimensional de ser ’yo': es la ’cada-cualidad' del Yo. La suidad del Yo está
allende toda 'cada-cualidad’.
Dimensión social
"El reflujo del esquema filético sobre cada uno de los miembros del phylum no
termina aquí {dimensión individual). El esquema que en mí poseo, y que es un momento
no adicionado a mi realidad sino un momento constitutivo de ella, es un esquema en virtud
del cual mi realidad está vertida desde sí misma a los demás vivientes del phylum . No es
un momento de diversidad interpersonal sino un momento de versión según el cual mi
realidad está vertida desde sí misma a los diversos vivientes del phylum . Es una versión
individual de co n v iv e n cia . Y es una estructura que radica en, y emerge de, las estructuras
psicoorgánicas que como sustantividad poseo. Pero esto necesita alguna precisión
mayor.
Ante todo, repito, esta convivencia es resultado de una versión a otra realidad del
mismo p h y lu m ; no hay versión de un hombre a un caballo, por ejemplo. Lo más que
puede suceder es que el hombre incorpore libremente a su vida a otros animales no
humanos, pero nada más. La convivencia, genéticamente constituida, es una convivencia
con los demás animales de realidades en cuanto tales, es decir, a la convivencia pertenece
formalmente el momento de realidad. Yo no convivo con los demás porque sean
bipedestantes, porque tengan determinada facies, etc., sino convivo porque son 'realida
des' bipedestantes, de tal facies, etc. Hay una convivencia tan só!o con los otros en tanto
que realidades. Es lo que les falta a los animales domésticos o domesticados: estos
animales no conviven con el hombre en cuanto éste es realidad, pero el hombre se los
incorpora a su vida en tanto que ellos son reales.
Pues bien, la convivencia de un hombre con los demás hombres en tanto que
realidades es lo que formalmente constituye la sociedad humana, en el sentido más
amplio pero también más radical del vocablo. Este momento de realidad es el carácter
esencial de toda convivencia social humana. Los animales ciertamente conviven entre sí
y forman o pueden formar grupos más o menos coherentes hasta lo que muy impropia
mente ha solido llamarse ‘sociedades animales’. No son sociedades sino meras agrupa
ciones fundadas en el carácter signitivo de ciertos estímulos animales. Pero esta versión
estimúlico-signitiva no es convivencia social, no es sociedad, porque le falta la formalidad
de realidad.
Ante todo, el hombre como ejecutor de sus acciones es agente de sus acciones.
Las acciones son en primera línea actuaciones de mis potencias y de mis facultades. Es
menester insistir en que toda acción es propia del sistema sustantivo entero en que cada
hombre consiste. No hay acciones tan sólo de sentir, tan sólo de Inteligir, tan sólo de
querer, etc. Toda acción, repito, está ejecutada por el sistema entero con todas sus notas.
Lo que sucede es que en este sistema accionante alguna, o algunas notas, pueden
predominar diversamente sobre otras. El sistema sustantivo entero en acción tiene sus
predominancias. Decir que alguna nota no interviene con una actuación positiva no
significa que no forme parte de la acción sino que constituye algo así como un Vano’. Por
tanto interviene en la acción. Porque ser un vano es justo una intervención real.
Si comparamos el sistema entero a la superficie de un gran estanque, diremos que
cada acción es como una ondulación de la superficie líquida entera. Esta ondulación tiene
sus crestas y vanos, variando ambos en el curso de la acción. Cada acción es ante todo
una actuación del sistema entero de crestas y vanos, esto es, de las notas todas del
sistema. Es siempre actuación de las notas como potencias y facultades, en predominio
variable.
El hombre es asf, ante todo, agente de sus actos, o lo que es lo mismo es el agente
de su vida: se posee a sí mismo por la actuación de sus potencias y facultades.
Actor
Pero el hombre no ejecuta sus acciones solamente como agente de ellas. La vida
del hombre no es solamente la vida que él ejecuta sino que es a la vez, y intrínsecamente,
en algún aspecto, la vida que le ha caído en suerte, por así decirio. Según la zona temporal,
según el marco social, según el modo peculiar de la individualidad que le ha sido dada,
el hombre vive en el perfil de un contexto ya parcialmente trazado. Es el cuadro de una
vida que antes de ejecutar sus acciones como agente, y precisamente para poder
ejecutarlas, le ha sido dado. La vida no empieza en el vacío sino en determinado contexto
vital.
Podemos también incluir en este contexto, parcialmente por lo menos, fenómenos
tales como la vocación, etc. La vocación no es forzosamente algo meramente natural
como lo son las potencias y las facultades, sino que es ante todo un contexto vital.
Entonces el hombre ciertamente ejecuta sus acciones como agente de ellas, pero
también ’a una’ como actor de ellas. El hombre, a la vez que agente de su vida, es actor
de su propia vida. La persona es en cierto modo el gran personaje de su vida.
Autor
Ejecutando las acciones como agente, actor y autor de ellas, es como el hombre
realiza su vida personal. En esta realización se realiza, pues, como persona, esto es, va
cobrando realidad como relativamente absoluto. Entonces surge la cuestión esencial:
¿por qué en sus acciones la realidad personal absoluta lo es tan sólo relativamente? Y,
¿cómo se hace el hombre persona en sus acciones? He aquí lo que hemos de investigar.
Realidad cobrada
Esto supuesto, estar con las cosas tiene una ambigüedad esencial que es menester
disipar. El hombre hace su vida con las cosas. Este ‘con’ no es un momento añadido a
la realidad humana, una especie de relación extrínseca, sino que es un momento que
intrínseca y formalmente pertenece a la persona justamente como absoluta. El hombre
no es que empiece por ser absoluto, y que luego trate de configurarse en unas cosas,
sino que el hombre no es efectivamente realmente absoluto más que viviendo con las
cosas en sus acciones. Vivir es estar en sus acciones con las cosas.
Y aquí salta la ambigüedad: hay dos preposiciones en esta frase 'con' y 'en’. No e
mera construcción sintáctica sino que se trata de dos momentos esencialmente distintos
en toda acción humana. Preguntamos, en efecto, ¿dónde estamos, nosotros hombres,
real y efectivamente al ejecutar una acción personal? Aparentemente, la cuestión está ya
resuelta: estoy en este país, en esta casa, con unos amigos, etc. Pero ¿es esto formalmente
exacto para ios efectos de nuestro problema?
La verdad es que estamos entre estas cosas, es decir, estamos ’con’ ellas. Pero no
es sólo esto, ni es esto lo primero. Ciertamente no estamos jamás sin cosas; esto sería
imposible. Pero lo esencial es que con estas cosas donde estamos es en la realidad. Toda
acción humana, precisamente porque su término accional tiene formalmente un momento
de realidad, en donde está es justamente en esa forma de realidad (que en el caso extremo
ha sido adoptada). Repito: estamos con las cosas, pero donde estamos con ellas es en
la realidad. La misión de las cosas es hacernos estar en la realidad.
No es lo mismo estar ’con’ y estar ’en'. Aquello con lo que estamos es lo que nos
hace estar en la realidad. En definitiva, vivir es poseerse a sí mismo como realidad estando
con las cosas en la realidad. Y este estar es lo que configura nuestra propia forma de
realidad. No podemos estar en la realidad sino con las cosas reales, y en su virtud, las
cosas reales tienen, para los efectos de nuestro problema, la misión por así decirlo de
vehicular ’la’ realidad. En cada acción, pues, la persona humana tiene su posición ’en’ la
realidad.
El hombre se funda en la realidad como realidad. Sólo según este momento de la
realidad puede el hombre ser persona. El ’frente a’ no es sino un aspecto de la
fundamentalidad de la realidad. Y entonces se nos plantean cuatro cuestiones:
I. En qué consiste este fundarse la persona humana en la realidad.
II. Cuál es la estructura de esta fundamentalidad.
III. Cómo acontece esta fundamentalidad.
IV. El problematismo de la fundamentalidad." El hombre y Dios, pp. 75-81.
a) Proceso de capacitación
El Yo, en efecto, no lo es sino como acto de la persona realizada con las cosas
entre las que vive. (Aquí, cosas en el sentido más vulgar del vocablo: cosas materiales,
las demás personas y hasta mi propia realidad ’de hecho'}, Y vivir consiste justamente en
poseerse a sí mismo como realidad en el todo de lo real.
De donde resulta que viviendo con estas cosas que me rodean en mis situaciones,
sin embargo, donde estoy en todo acto es en la realidad. El hombre vive con las cosas,
pero con ellas está en la realidad, vive de la realidad. La realidad no es una especie de
piélago en que se hallan sumergidas las cosas reales, sino que es un carácter vehiculado
por cada una de ellas, pero que 'físicamente’ excede de ellas. De ahí, que afirmarse en el
todo de la realidad es un acto que se lleva a cabo con las cosas concretas que me rodean
en cada situación.
Pero estas cosas son precisamente aquellas para las que mis potencias y facultades
están capacitadas. De donde resulta que mi Yo está en la realidad, pero según sus
capacidades... La realidad sustantiva humana no es absoluta en abstracto, sino que es
una 'capacidad de ser absoluta’. El Yo es un acto de mi intrínseca 'capacidad de lo
absoluto’.
De aquí la corrección que, a mí modo de ver, necesita introducirse en la metafísica
de Aristóteles. Para Aristóteles toda realidad es enérgeia, es acto. Pero, salvo la realidad
del Theós, toda realidad es para Aristóteles la enérgeia, el acto, de una dynamis, de una
potencia, esto es, el acto de lo que'potencialmente puede ser.
Pues bien, aun dejando de lado que Aristóteles no distingue entre ser y realidad,
pienso, que en ei caso del Yo, el Yo es un acto, es una enérgeia, pero no de mis propias
potencialidades, sino de mis propias capacidades. Por esto, el Yo no sólo es ’asf, sino
que no puede serlo más que según un ’asf. Como la historia es proceso de capacitación,
resulta que la historia confiere al Yo la capacitación para ser absoluto.
Este acto, esta enérgeia, está procesualmente determinado. La historia es un
proceso metafísico de capacitación. Esto es, cada momento de mi capacitación no sólo
viene después del anterior, sino que se apoya, se funda en él. Y se funda no sólo como
en un estadio antecedente, sino como un estadio internamente cualificado.
c) Etaneidad
Pues bien, cada hombre, por razón de su 'realidad histórica’, tiene edad; en
cambio, el ser humano, el Yo, como determinado por la edad, es etáneo. Etaneidad, en
el sentido que aquí estoy dando al vocablo, no es edad. No hay edad del Yo, pero hay
etanpidad del Yo. Etaneidad es la dimensión radical histórica del Yo. La etaneidad es un
momento intrínseco de la figura temporal del Yo: es la última concreción histórica de él.
El Yo, el ser humano es, como todo ser, actualidad. Pues bien, la forma concreta
de la actualidad del Yo es etánea. El Yo es relativamente absoluto, por serio ’así, esto es,
según mi capacidad de ser absoluto, y según esta capacidad soy absoluto en una figura
temporal etáneamente determinada. El tiempo, como figura modal del ser, es, en el caso
del ser humano, su etaneidad. Por esto, digamos recíprocamente: la actualidad etánea
del Yo es mi modo de ser absoluto....
Todos los hombres, pues, afirman el carácter absoluto de su realidad en esa
actualidad que es su ser, su Yo. Y como la realidad tiene edad, el Yo la afirma de un modo
estricta y formalmente etáneo. Esta etaneidad es ei ser metafísico de la historia, la
actualidad histórica del ser humano. Es lo que la historia aporta ai ser de cada uno de los
hombres incursos en ella: su actualidad etánea.
Eri efecto, además de las propiedades formales que emergen 'naturalmente’ de las
sustancias que la componen, la sustantividad humana tiene otras cuya raíz no es una
'emergencia' sino una 'apropiación': la apropiación de posibilidades. En tal caso, el
momento subjetual de la realidad humana cobra un carácter singular. Por un lado, esa
realidad es, como cualquier sustancia, sujeto de las propiedades que posee por razón de
las sustancias que la componen. Pero por otro, no está "por-bajo-de" sus propiedades,
sino justamente al revés, está "por-encima-de" ellas, puesto que se las apropia por
aceptación.
En su virtud, yo diría que en este aspecto no es hypokeímenon, sino más bien
hyper-keímenon, algo no sólo sub-stante, sino también supra-stante. Es decir, es sujeto,
pero no en el sentido de que esas propiedades broten de su naturaleza y le sean inherentes
como "sujeto-de" ellas. La virtud o la ciencia, por ejemplo, no son unas notas que el hombre
tiene por su naturaleza, al igual que el talento o la estatura, o el color natural de los ojos.
En el hombre, antes de su decisión libre hay talento, pero no hay virtud ni ciencia; es
"sujeto-de" talento y de color, pero no es "sujeto-de1'virtud o ciencia.
Virtud y ciencia son sólo dos posibilidades de vida y de realidad humana a
diferencia de otras, del vicio y de la practiconería, por ejemplo. Para 'tenerlas1, el hombre
tiene que elegir entre esas posibilidades y apropiárselas. Por tanto, respecto de ellas no
está en condición de ’sujeto-de’ ellas, sino de sujeto determinante de ellas; es suprastante.
En cuanto suprastante, la sustantividad humana es tal que por su intrínseca
constitución se halla excediendo del área de sus sustancias y no de una manera
cualquiera, sino de un modo sumamente preciso, a saber, por hallarse 'naturalmente’
inmerso en 'situaciones1que forzosamente ha de resolver por decisión, con la vista puesta
en diversas posibilidades. Ciertamente también otras realidades, por ejemplo los anima
les, están en situaciones y por tanto están también en cierto sentido lato 'sujetos-a'...
enfermedades, etc. Pero en el caso del hombre la situación es tal que tiene que resolverla
por decisión.
Por esto es por lo que excede el área de sus sustancias, y por io que decimos que
es 'sujeto-a’ por excelencia. Solamente es 'sujeto-de' una vez que se ha apropiado sus
posibilidades; por ejemplo sólo es sujeto de virtud o de ciencia cuando se ha hecho
científico o virtuoso. En este aspecto, la sustantividad no sólo es distinta de la subjetuali-
dad, sino que es fundamento de ésta; la sustantividad es el fundamento de ser 'sujeto-a’,
y ser 'sujeto-a’ es el fundamento de ser 'sujeto-de'.
Los griegos no hablaron más que de propiedades, distinguiéndolas sólo por su
contenido, pero no observaron que antes que por su contenido, las propiedades se
distinguen por el modo mismo de ser propias: unas lo son por 'naturaleza', otras por
'apropiación’. Lo primero se da en las sustantividades meramente sustanciales, lo
segundo en las sustantividades superiores.
La realidad sustantiva cuyo carácter 'físico' es tener necesariamente propiedades
por apropiación, es justo lo que yo entiendo por realidad moral. Lo moral en él sentido
usual de bienes, valores y deberes, sólo es posible en una realidad que es constitutiva
mente moral en el sentido expuesto. Lo moral es a su modo algo también 'físico'.
c) Justificación de los actos humanos
Las decisiones que toma esta realidad moral plantean inmediatamente la cuestión
de si los actos decididos están justificados o no. Los actos del hombre tienen o necesitan
justificación. Hay, pues, que esclarecer la condición de los actos humanos en tanto que
justificables. Lo cual plantea, por lo pronto, tres cuestiones: el hecho mismo de la
justificación, qué es la justificación y qué es lo que se justifica....
El hombre, a diferencia del animal, no se limita a ajustar con justeza su organismo
al medio ambiente sino que entre la realidad externa y su propia realidad, el hombre
interpone inexorablemente una posibilidad que establece el tipo de ajustamiento; es decir,
hace la justeza, y al hacerla tiene que justificarla (iustifacere). Es la justificación.
La justificación no es sólo la dependencia del ajustamiento respecto de una
posibilidad, sino que implica la preferencia de una posibilidad entre otras. Esta preferencia
se inscribe en el carácter con que las posibilidades mismas solicitan al hombre en virtud
de su interna cualidad. Esta cualidad transciende del contenido de la posibilidad concreta.
La posibilidad siempre se presenta como buena o como mala, con lo que la justificación
pende del bien.
Y esas acciones, que así están justificadas, no lo están precisamente por razón de
su contenido sino por lo que tienen de acción vital, por lo que tienen de autoposeslón. Es
decir, porque en ellas se dibuja la figura con que el hombre perfila su propia personalidad
dentro de su realidad de persona. La justificación, el carácter de bueno o de malo, es
formalmente algo que afecta a la vida en cuanto vida, a la figura misma de la personalidad.
Es el problema mismo de la realidad moral.
Encontrábamos en la justificación que algo es justificado cuando otorga su prefe
rencia a lo bueno. Ni qué decir tiene que aquí la palabra bueno no se entiende como
opuesta a malo, porque la preferencia por el mal también es un modo de justificación.
Como quiera que sea, por un lado nos encontramos con una preferencia por lo bueno,
que puede ser en sf mismo malo, pero que yo por un acto mío lo decreto bueno, es decir,
porque lo prefiero; pero por otro lado nos encontramos con que aquello que es el sujeto
primario de la justificación es precisamente la persona en su personalidad.
Si atendemos al último momento, a saber, que aquello que se justifica es la acción,
el acto vital como definltorio de la personalidad, io justificado aparece como sujeto de
justificación, es aquello que se justifica. En cambio, cuando hablamos de la cualidad
buena o mala de aquel carácter que constituye el momento solicitante de una posibilidad,
entonces bueno y malo no se refieren al sujeto, sino a la cosa a la que el sujeto tiende, a
la cosa que ei sujeto prefiere.
c) El ámbito de lo moral
Estos dos momentos son dispares, pero no van separados. El problema moral
estriba, por lo pronto, en la forma y punto en que esos dos momentos o caracteres sean
uno. Es decir, en que la persona vaya dirigida efectivamente a aquellas posibilidades que
sean buenas o malas. Y es que lo moral no es, pura y simplemente, un decreto sobre lo
bueno y sobre lo malo, ni es ia constatación de que una persona esté o no ordenada, sino
que el problema moral está en qué es esa ordenación. En la ordenación estriba, dicho
externamente, la unidad estructural de lo que llamamos lo moral. Pero ¿qué se entiende
por ordenación y en qué consiste?
Puede pensarse -es ta primera respuesta- que la ordenación a lo bueno o a lo malo
consiste en el deber. El deber representaría la ordenación. Y en tanto sería el hombre una
realidad moral en cuanto es sujeto de deberes. Esta sujeción es lo que formalmente
constituiría el carácter moral del hombre.
Ahora bien, esto no es lo primero. En primer lugar, como queda dicho, el ámbito
de lo moral es más amplio que el ámbito de lo debido. Junto a la moral del deber está,
por lo pronto, la moral del consejo: hay unas cosas que son mejores que otras, sin que
esto signifique que se esté obligado a hacer las mejores. Será cierto que sin un mínimo
de deber no hay moralidad, pero el ámbito de lo moral exorbita ese carácter de lo debido.
Más aún, el carácter exorbitante de lo moral respecto de lo debido se halla en que la
mayoría de las acciones del hombre no tienen nada que ver con deberes ni con consejos...
Lo moral, pues, es más amplío que el deber.
De ahí que pueda pasarse, y debe pasarse, a un estrato más hondo que el del
deber. Ese ámbito más amplio es el de lo bueno y lo malo. Es la segunda respuesta. El
deber remite al bien, y el bien exorbita el ámbito del deber. Incluso de las acciones
llamadas moralmente indiferentes ha de decirse que están inscritas entre esas dos
realidades del bien y del mat. No puede decirse, por ejemplo, que las acciones de un
perro sean moralmente indiferentes. El deber remite al bien, y aquello será moral en cuanto
el hombre se mueve constitutivamente dentro de la diferencia entre el bien y et mal. Esto
es verdad, pero pende de que se diga que la preferencia del hombre está moviéndose
entre lo bueno y lo malo, en la diferencia entre to bueno y lo malo.
Ahora bien, toda diferencia de contenido se mueve en una línea previa, que la hace
posible. Si se quiere precisar en qué consiste esa linea previa en la que se inscribe la
diferencia entre lo bueno y lo malo, habría que decir que la palabra 'bien’ tiene varios
sentidos. Se trata en nuestro caso de un bien o de un mal moral, no de una adecuación
de orden físico. Y así nos encontramos con que el deber nos remite al bien, y el bien nos
remite a la estructura moral del hombre, en tanto que el hombre está ordenado a moverse
entre et bien y el mal, en cuanto que él, por su propia y real constitución, es efectivamente
moral y que, precisamente por serlo, puede tener y tiene que tener eso que se llama la
antítesis del bien y del mal.
En este sentido, sólo eri este sentido, debe decirse que hay moral no porque hay
bien y mal, sino justamente al revés: que hay bien y mal porque hay moral, y solamente
entonces tiene sentido plantearse el problema de la diferencia entre lo bueno y lo malo.
No es el bien y el mal directa y primariamente lo que funda lo moral, sino la dimensión
moral del hombre en tanto que realidad. El hombre como realidad moral: ésta es la línea
previa del bien y del mal.
Así, ei deber se funda en el bien y el bien y el mal se fundan en el carácter de realidad
moral que tiene efectivamente el hombre. Sólo así tiene el hombre, como realidad moral,
la figura de moralidad concreta. Se plantean por ello cuatro cuestiones distintas, que
representan el resultado del planteamiento del problema: En qué consiste formalmente el
carácter de realidad moral que tiene el hombre. En qué consiste eso que llamamos bien
y mal. En qué consiste y por qué el que haya bienes debidos, es decir, el deber. Cuál es
la estructura concreta de lo moral en un hombre....
d) Moral y felicidad
"Se es hombre haciéndose en las propias acciones agente, actor y autor de ellas.
Por sus acciones el hombre está con las cosas reales, pero con ellas donde está es en la
realidad. 'Las’ cosas reales no son 'la' realidad; son solamente vectores de ésta. Estando
en la realidad es como el hombre se hace realidad personal, una realidad relativamente
absoluta. La realidad es desde este punto de vista el fundamento último, posibilitante y
impelente de mi realidad personal.
Esta fundamentalidad de lo real es lo que constituye el poder de lo real, la
dominancia de lo real en tanto que real. Y esta dominancia domina mi realidad personal
no por causalidad sino por apoderamiento. Este apoderamiento es lo que formalmente
constituye lo que he llamado religación.
La religación es la realidad apoderándose de mí. Y esta religación no es un vínculo
material, sino mera dominancia de apoderamiento, de un poder de lo real actualizado en
mi intelección sentiente. Por tanto, la religación actualiza en mi mente el perfil del poder
de lo real que de mí se ha apoderado. La religación, en efecto, es primariamente algo no
conceptual sino físico, es algo experiencial; en segundo lugar es manifestativa del poder
de de lo real; pero es enigmática porque no nos hace ver en qué consiste la diferencia y
la unidad de 'esta’ realidad (la de cada cosa) y 'la' realidad.
El hacerse persona es ia experiencia manifestativa de un poder enigmático. Lo real
del poder está actualizado como algo enigmático. Y como este poder es un fundamento
de mi realidad personal, resulta que el hacerme persona en mis acciones es algo
problemático. Este problematismo se muestra como inquietud, como voz de la conciencia,
y como volición de verdad rea!. Esta verdad tiene los tres momentos de ostensión, fidelidad
y efectividad. Por tanto la inquietud que me dicta la voz de la conciencia es voluntad de
verdad real enigmáticamente aprehendida. Por consiguiente hemos de ir buscando.
Hacerse persona es búsqueda. Es en definitiva buscar el fundamento de mi relativo ser
absoluto. Toda búsqueda es problemática cuando lo buscado es enigmático." El hombre
y Dios, pp. 108-109.
5.1 Problematismo de la reafidad-fundamento
"El hombre está hoy más necesitado que nunca de atender a !a verdad real. Es una
voluntad de verdad que quiere descubrir cada vez más verdad real, esto es, más
manifestación, más seguridad, más efectividad de lo real. Y esta verdad real es real en
todos los modos de realidad, entre ellos según el 'hacia’. Estamos, pues, lanzados 'hacia':
en y por la verdad real, hacia lo real mismo.
Precisamente por esto el hombre tiene que adoptar alguna forma de realidad entre
otras posibles. Y esto no es sólo una obligación sino un hecho; no sólo ei hecho del que
el hombre está necesitado, sino el hecho constitutivo de la realidad personal del hombre.
En cada uno de sus actos el hombre está ejecutando una volición de verdad real. En ella
tiene que adoptar una forma de realidad. Esta forma es, pues, optativa.
Por tanto la voluntad de verdad real se plasma en búsqueda. ¿Búsqueda de qué?
Búsqueda de cómo se articulan las cosas reales en ’la' realidad para poder optar por una
forma de realidad. Necesitamos averiguar cuál es la manera como se articula en cada
cosa ’su’ realidad con ’la’ realidad. Y ésta es la fundamentalidad en que se fundamenta
mi realidad personal en la realidad, en la realidad fundamento." El hom bre y Dios, pp.
107-108.
"El hombre no sólo no es nada sin cosas sino que necesita que le hagan hacerse
a sí Tnismo. No le basta con poder y tener que hacerse, sino que necesita el impulso para
estar haciéndose. Y este impulso es intrínseca y formal versión al poder de lo real. El
hombre no es realidad personal sino estando pendiente del poder de lo real... La persona
no está simplemente vinculada a las cosas o dependiente de ellas, sino que está
constitutiva y formalmente religada al poder de lo real.
Esto no es una mera conceptuación teórica sino que es un análisis de hechos. La
religación es ante todo un hecho perfectamente constatable. No sólo esto, sino que ia
religación es algo que afecta al todo de mi realidad humana desde mis más modestos
caracteres físicos hasta mis más elevados rasgos mentales, porque lo que está religado
al poder de lo real no es uno o otro aspecto de mi realidad sino que es mi propia realidad
personal en todas sus dimensiones, porque según todas es como me hago persona. La
religación es pues un hecho no sólo constatable, sino un hecho total, integral. Finalmente,
la religación es algo básico y radical. La religación es la raíz misma de esta realidad
personal mía. No sólo es hecho constatable y total, sino que es ante todo y sobre todo
hecho radical. La religación, por tanto, no es una función entre mil otras de la vida
humana sino que es la raiz de que cada cual llegue a ser física y realmente no sólo un Yo
Sino mi Yo.....
Me encuentro pues religado a la realidad en su poder. La religación es religación
al poder de lo real. El hombre es relativamente absoluto precisa y formalmente porque
está religado a la realidad como poder. La fundamentalidad acontece en religación al
poder de lo real.
Esta unidad del poder de lo real y de la religación es justo... el apoderamiento." El
hombre y Dios, pp. 92-93.
c) El problema de Dios
"En la religación somos llevados a hacer nuestro Yo. En segundo lugar, somos
llevados físicamente, esto es, no se trata de una marcha meramente conceptual, sino de
una marcha real y física de nuestra persona. En tercer lugar, somos llevados físicamente,
pero de un modo problemático. La religación es la experiencia misma del problematismo
de nuestro ser; es un problema físicamente problemático. Ahora bien, este problema físico
es justo lo que es preciso explanar ahora: es el problema de Dios.
Justificar la realidad de Dios no es montar razonamientos especulativos sobre
razonamientos especulativos, sino que es la explanación intelectiva de la marcha efectiva
de la religación. Es una explanación intelectiva: por tanto no puede menos de envolver
un momento de fundamentación. Es la explanación de una experiencia que estamos
experienciando físicamente: por tanto tiene siempre esa resonancia de problema, propia
del carácter de la vida personal.
Esta explanación intelectiva la llevamos a cabo en varios pasos." El hom bre y Dios,
pp. 134-135.
a) Primer paso
"Mi Yo, mi ser, es algo que se configura respecto de la realidad en que estoy y en
(a que me muevo. Se configura mi ser no sólo respecto de las cosas cualitativamente
determinadas, sino respecto de estas cosas en cuanto reales. En otras palabras, el Yo
'es' frente a toda realidad sea ella cualquiera: piedra, prójimo, Dios mismo. Frente a toda
realidad en cuanto realidad soy Yo quien soy. En su virtud, el ser del hombre, su Yo, es
un ser 'absoluto'. Absoluto porque es mío, y porque está determinado en función de 'la'
realidad sim pliciter.
Este ser absoluto que es el Yo, es, sin embargo, algo cobrado. En su virtud, diremos
que el Yo es el ser 'relativamente absoluto'. Relativamente, porque es un ser cobrado;
pero absoluto en el sentido que acabamos de explicar. Y como lo cobrado es absoluto
resulta que el hombre está radicalmente inquieto en la vida. Y como esta inquietud se
halla constitutivamente inscrita en mi realidad en cuanto realidad, resulta que es esta
realidad la que clama en aquella inquietud. Este clamor es la voz de la conciencia. La
voz de la conciencia es el clamor de la realidad camino del ser absoluto. La realidad se
me hace presente como noticia en la voz de la conciencia.
He aquí el primer paso de nuestra explanación: la vida personal del hombre consiste
en poseerse haciendo su Yo, su ser, que es un ser relativamente absoluto, un absoluto
cobrado." El hombre y Dios, p. 137.
b) Segundo paso
"El hombre no sólo vive ’en’ la realidad y 'desde’ la realidad, sino que el hombre
vive también ’por’ la realidad. La realidad no es sólo última y posibilitante, es también
impelente. La realidad, decía, es aquello ’con' que et hombre hace su Yo, su ser absoluto.
Y lo hace porque la estructura de este 'con' consiste en ser 'en, desde y por1, esto es,
porque la realidad es última, posibilitante y impelente.
De ello resulta que la realidad no es una especie de 'objeto' a que se refiere mi
persona, sino que es el fundamento mismo de mi ser absoluto: la realidad es un poder,
el poder de lo real... Pero poder es la dominancia de lo real en cuanto real. La realidad
es dominante, es poder, pura y simplemente por ser real. Y la dominancia de este poder
es, en nuestro caso, el poder de hacernos ser absolutos. La dominancia es dominancia
de fundamentalidad de mi Yo absoluto.
¿Cómo domina? No es, desde luego, una especie de fuerza física, porque es un
poder y no una causa. Pero sin embargo la realidad es principio formal determinante...
Este singular carácter se ser algo 'físico’ sin ser ‘fuerza’ es justo lo que acontece en la
esencia de la religación. Por esto es por lo que la religación es algo físico y no es, sin
embargo, mera vinculación.
Religado al poder de lo real como último, posibilitante y Impelente, me hallo
físicamente determinado por él en mi ser absoluto. Lo que nos determina físicamente es,
pues, ’la’ realidad. 'La' realidad es lo que 'me hace ser Yo’. El ser absoluto es cobrado
por la determinación física del poder de lo real como algo último, posibilitante y impelente.
He aquí el segundo paso de nuestra explanación." El hombre y Dios, pp. 138-140.
c) Tercer paso
"El carácter de realidad no sólo es ’más’ que lo que cada cosa real concretamente
es, sino que es en cada cosa real aquello que determina mi ser relativamente absoluto
en cuanto absoluto. El poder de lo real, a pesar de no ser un poder que esté fuera o por
encima de las cosas reales concretas, es sin embargo un poder de 'la' realidad en cuanto
realidad; es algo ’más’ que el poder de las realidades concretas, pues en cada cosa
concreta, por modesta que sea, yo me estoy determinando ante ’la' realidad como tal: es
justo la raíz de mi ser absoluto.
’La’ realidad tiene un poder físico. Lo cual quiere decir que cada cosa real vehicula
un carácter y un poder que no está agotado en la realidad de las cosas concretas que,
como reales, tienen poder sobre mí. El ’más’ es un momento constitutivo del poder de
lo real: el poder de lo real es el poder de lo real en todo su ’más’.
Como momento de las cosas y como determinante del Yo, el poder de lo real es
’más’ que la realidad y que el poder de cada cosa real concreta. Cada cosa real lleva
físicamente en su realidad el carácter y el poder de 'la' realidad sim pliciter: he aquí el
tercer paso de nuestra explanación." El hombre y Dios, pp. 143-144.
d) Cuarto paso
"La marcha 'hacia' el fundamento del poder de ¡o real no sólo es problemática, sino
que el problema mismo tiene un carácter muy preciso. La marcha, en efecto, es real y
física. De ahí que el problematismo sea un estricto 'tanteo’. La marcha es una marcha en
tanteo. La religación, por tanto, reviste la forma concreta de un tanteo. Pero es un tanteo
que se refiere al poder de lo real en cuanto real. Es, en cada paso suyo, un intento de
'probación’. Pues bien, 'probación física de realidad’ es justo lo que a mi modo de ver
constituye la esencia misma de lo que llamamos 'experiencia'.
a) Experiencia fundamental
Pues bien, la experiencia fundamental, esto es, la experiencia del fundamento del
poder de lo real por la ruta que intelectivamente lleva a Dios, es eo ipso Dios experienciado
como fundamento, es experiencia de Dios. Y como en virtud de la experiencia fundamental
el fundamento del poder de lo real, según acabamos de ver, pertenece en una o en otra
forma a la persona misma, resulta que Dios, al ser !a realidad-fundamento de este poder,
descubierta por la persona y en la persona al realizarse como persona, no es algo
meramente añadido a la realidad personal del hombre, como algo yuxtapuesto a ella. No
se trata de que haya persona humana 'y además' Dios. Precisamente porque Dios no es
trascendente a las cosas, sino trascendente en ellas, precisamente por esto las cosas no
son sim pliciter un no-Dios, sino que en algún modo son una configuración de Dios ad
extra.
Como plasmación de la religación que es, la religión tiene siempre una visión
concreta de Dios, del hombre y del mundo. Y por ser experiencial, esta visión tiene
forzosamente formas múltiples: es la historia de las religiones. Pero la historia de las
religiones no es catálogo o museo de formas coexistentes y sucesivas de religión. Porque
aquella experiencia es, a mi modo de ver, experiencia en tanteo. Por tanto, pienso que la
historia de las religiones es la experiencia teologal de la humanidad tanto individual como
social y histórica, acerca de la verdad última del poder de lo real, de Dios.
En esta experiencia se inscribe el cristianismo. El cristianismo es religión y, por
tanto, una plasmación de la religación, una forma como el poder de lo real, y, por tanto,
su fundamento, Dios, se apodera (en el individuo, en ia sociedad y en la historia)
experiencialmente del hombre. El poder de lo real, decía, consiste en que las cosas son
reales ’en’ Dios. Pues bien, para el cristianismo este 'ser reales en Dios’ consiste en ser
deiform es. Las cosas reales son, decía. Dios ad extra; para el cristianismo este ad extra
es 'ser como Dios'.
Esta deiformidad admite modos y gradas diversos, pero siempre son modos y
grados de una estricta deiformidad. De ahí que el apoderamiento en que la religación
consiste sea concretamente deiformidad. La forma de ser humanamente Dios es serlo
deiformemente. El hombre es una proyección formal de la propia realidad divina; es una
manera finita de ser Dios....
A mi modo de ver, es la esencia del cristianismo. Antes que ser religión de salvación
(según se repite hoy como si fuera algo evidente) y precisamente para poder serlo, el
cristianismo es religión de deiformidad. De ahí que el carácter experiencial del cristianismo
sea la suprema experiencia teologal, porque no cabe mayor forma de ser real en Dios que
serlo deiformemente.
En primer lugar el hombre: qué es ser hombre y cómo el hombre se hace persona.
A este problema ha respondido un concepto esencial y fundamental: la religación. El
hombre se hace persona religado en su ser mismo al poder de lo real en tanto que real,
como último, posibilitante y impelente.
Las urgencias nos apremian. La vida es corta. ¿Vale la pena gastar nuestro precioso
y escaso tiempo en leer a Zubiri? Creo que sí. Puede proporcionarnos una cura de rigor
y realismo, sin obligarnos a renunciar a nuestros ideales o utopías. Su filosofía, por extraño
que parezca, ofrece un fermento eficaz de renovación sociopolítica.
Pues Zubiri concibe la historia como tarea moral, lo cual implica un discernimiento
de.las.posibilidades en la situación concreta en que vivimos. Además la naturaleza abierta
de la realidad humana permite un incremento constante de nuestras posibilidades en
orden a la perfección. Y del horizonte de ese incremento no han de excluirse 'las
posibilidades máximas de la sociedad y de la historia" (10).
INTRODUCCION AL PENSAMIENTO DE
EMMANUEL LEVINAS
INTRODUCCION AL PENSAMIENTO DE
EMMANUEL LEVINAS
--------c
íNsmuro
EMMANUEL
MOUMER
________ C
Impreso en papel reciclado
2.1. Levinas.................................................................................................. 8
3. SELECCION DE TEXTOS......................................................................19
3.4. Totalidad.................................................................................................29
3.5. Infinito.....................................:.............................................................. 33
4. NOTA FINAL.................................................................................................38
1.1. Escritos de Levinas
A lo largo del presente trabajo, en las citas, las obras principales de Levinas estarán
representadas por las siglas que se detallan. De esta manera intentamos simplificar el
apartado dedicado a notas, que sigue a cada uno de los cuatro capítulos que vamos a
estudiar.
La propuesta levinasiana se nos ofrece, a tal efecto, como una alternativa suma
mente interesante, sin perder de vista los presupuestos de su pensamiento, que son los
de su fe judfa, que le hacen ver al hombre y a la sociedad desde el Sinaí, y sentirse obligado
a fecundar de moralidad la historia.
Judío ferviente y erudito, a la vez que filósofo, este autor se nos presenta con una
intensa vida que se reparte también sus densos escritos como podremos apreciar en el
trabajo que nos ocupa.
Los trabajos asumidos por Levinas en los años posteriores a la segunda guerra
mundial son la prueba de la progresiva identificación entre su propia vida y eí judaismo,
con la tarea de la filosofía, a la que se dedicará no sólo como "judío filósofo", sino como
"filósofo judío". Como hombre que 'Viene de otro país, más lejano y más extraño, cuya
vida viene dominada por el presentimiento y el recuerdo del horror nazi" (DL, 124).
De 1946 a 1964 dirige la Escuela Normal Israelita oriental de París. A! mismo tiempo,
enseña filosofía en el Collége Phílosophique que dirigía J. Wahl. De 1964 a 1967 enseña
en la Universidad de Poitiers. Los seis años siguientes en la de París-Nanterre, y desde
1973 ejerce su actividad docente en la Sorbona, donde fue llamado por F. Alquié. Tras su
jubilación en 1976 permaneció como profesor honorario de esta universidad hasta 1984.
El trabajo de estos últimos años le otorga el reconocimiento y el prestigio internacional,
del que hoy disfruta.
Una mirada de conjunto a. la obra de Levinas nos permite distinguir en ella dos
bloques temáticos claramente diferenciados. El primero y más extenso abarcaría la
producción filosófica propiamente dicha. El segundo, los escritos referidos al judaismo.
A su vez, en el primer bloque, encontramos dos grupos de publicaciones: las dedicadas
a otros filósofos (especialmente Husserl y Heidegger) y aquellas en las que Levinas expone
su propio pensamiento.
Los escritos sobre el judaismo pueden también subdividirse en otros dos grupos:
ensayos sobre el judaismo y comentarios bfblicos-talmúdicos.
Los ensayos sobre el judaismo surgen al final de esta época (coincidiendo con el
fin de la segunda guerra mundial), aunque son todavía escasos y de marcado carácter
polémico.
Los tres tipos de escritos se desarrollan de forma independiente, lo cual nos impide
hablar, en este momento, de un proyecto único por parte de su autor.
1 Cir. U. VAZQUEZ, El discurso sobre Dios en la obra de E. LEVINAS. Madrid 1982, 8-10. J.L.
MARION, en G. GONZALEZ, E. Levinas: humanismo y ética. Madrid 1987, 11-17.
2.2.2. Segundo período ( 1950-1979)
En esta etapa continúa también los trabajos sobre filósofos o literatos, trabajos que
reunirá en el volumen titulado "Noms Propres" (1975).
En 1963 '’Difficile Liberté" (Essai sur le Judaisme) recogerá los escritos de Levinas
dedicados al subtitulo de la obra.
Las "Quatre Lectures Talmudiques" (1968) y "Du Sacre au Saint" (1977), nos
introducen en la lectura bíblica peculiar que Levinas realiza y nos permiten entrever la
relación mutua que en su obra mantendrán la escritura bíblico-talmúdica y la investigación
filosófica. Esta interrelación, ausente en las etapas anteriores, alcanza en este período
una fuerte compenetración.
Las obras filosóficas dpi período anterior dejan pendiente una cuestión de suma
importancia: aclarar el sentido de la ética. Es en los últimos escritos donde Levinas nos
dice abiertamente que "el único punto firme que puede asegurarnos un un suelo
propiamente ético sigue siendo Dios", tal y como se puede apreciar en las obras que a
continuación se van a señalar:
Estas oposiciones deberán entenderse por una parte, como los polos extremos
donde se sitúan las alternativas de una investigación filosófica en permanente tensión con
la mayor parte de la tradición occidental y, por otra, vislumbraremos en ellas la tensión
interior que la obra de Levinas muestra, entre el enunciado de la intención que la anima,
los caminos y métodos para alcanzarla y los resultados obtenidos en cada caso. El propio
Levinas nos confiesa que sus escritos están marcados por el "jadear del que busca" (AE,
X). Pasamos a continuación á esbozar a grandes rasgos, cada una de ellas:
La cuestión de Dios será para Levinas inseparable de la filosofía, pero en ésta tal
cuestión no deberá aparecer como tal, puesto que si Dios pudiera formar parte directa
mente del discurso filosófico no sería infinito. Pero, por otra parte, si Dios no pudiera
decirse filosóficamente "de otra manera’1no sería encontrable por la racionalidad humana.
La "otra manera" que Levinas busca es tan ajena ai discurso teológico de la filosofía
occidental como al discurso religioso. Su investigación se interpreta a sf misma como un
intento de decir el sentido de la “Huella" de Dios en el hombre, intento que no se identifica
con los conceptos teológicos clásicos:
“En esta obra que no busca restaurar ninguno de ios conceptos arruinados, la
destitución y ia dessituación del sujeto no quedan sin significado: después de
la ‘muerte' de un cierto dios que habita en los trasmundos, la sustitución del
rehén descubre ia huella (escritura impronunciable) de éste que siempre ya
pasado, siempre él, no entra en ningún presente, y a quien no convienen más
los nombres que designan seres, ni los verbos donde resuena su esencia, sino
que, pronombre, indica con su sello todo lo que puede llevar un nombre"(AE,
233).
Las otras características recibirán de esta intención fundamental que quiere inves
tigar "la otra manera1'de decir de Dios, su unidad y comprensión.
3.1. EL OTRO
Como hemos podido apreciar "Autrui" se reviste del ropaje de la máxima altura y,
a la vez, de la más hiriente miseria; Jo cual nos hace interrogarnos por esta relación
señalada: ¿Por qué si Autrui es el absolutamente otro (con claras connotaciones divinas),
se nos ofrece también como otreidad humana?.
El nombre de Dios aparece en Levinas con un matiz más ético que teológico. Más
que antropomorfizar a Dios, teomorfiza al hombre. "Atrui" no es Dios, se parece a Dios:
"La teología trata imprudentemente, en términos de ontoiogía la idea de ia
relación entre Dios y la creatura (...) también se enfrenta a la dificultad de
comprender que un ser infinitó linde o tolere algo fuera de él o que un ser Ubre
hunda sus raíces en lo infinito de Dios" (ñ).
7 O.C., 16
8 o .c ., 269.
Según esta perspectiva de discontinuidad ética Autrui posibilita una relación de
separación, una no-Jimitación dei yo, a la vez que impide la conversión del yo en un "alter
ego" equitativo.
La alteridad de Autrui es la del "absolutamente otro" (9). Por eso nunca se da de
forma definitiva, ni en persona ni noemáticamente, sino sólo en la manifestación irreduC'
tibie del cara-a-cara yóico, en su presencia-ausencia:
"Una relación cuyos términos no forman una totalidad sólo puede producirse,
pues, en la economía general del ser como tránsito del Yo al Otro, como cara
a cara, como perfilando una distancia en profundidad -la del discurso, de la
bondad, del Deseo- irreductible a aquello que la actividad sintética del enten
dimiento establece entre los términos diversos -mútuamente- que se ofrecen
a su operación sinóptica" (10J.
9 o .c „ 9.
10 ibid .
12 C fr. o .c ., 188.
13 o .c ., 50.
"El Tú verdadero no es el Amado, desligado de los otros. Se presenta en otra
situación (...) es el tercero que asiste herido al diálogo amoroso" f14).
Después de todo lo expuesto hemos de concluir este apartado diciendo que los
textos levinasianos no nos ofrecen un desarrollo claro y preciso del término otro, aunque
sí podemos afirmar que en líneas generales se acentúa bastante la dimensión de altura,
la consideración del "Otro absolutamente Otro"
Y, lo que es más importante, queremos poner de manifiesto que esta imprecisión
no es una deficiencia en la obra de Levinas, sino que por el contrario se nos ofrece como
la clave de su pensamiento, o, siendo más precisos, la clave de la ética por él postulada.
Ya que en la medida que el Otro se nos ofrece con rasgos inabarcables e indefinibles, en
esa misma medida la ética que postulemos no será nunca susceptible de someterse de
forma reduccionista a un conjunto de normas, a un cierto orden que lo tiene todo previsto.
Será en cambio una ética abierta a la tensión del misterio y por lo tanto una ética dei
respeto y de la responsabilidad.
3.2. EL ROSTRO
El tema del Rostro junto con el del Otro es uno de los más frecuentes en la obra de
Levinas. Por eso a continuación trataremos de precisar en qué consiste y para qué sin/e
el fenómeno del Rostro.
Para Levinas Rostro y huella expresan la realidad de Dios presente-ausente, siendo
el rqstro el concreto humano. Por eso:
"El rostro está expuesto, amenazado, como invitándonos a un acto de violencia.
Al mismo tiempo, el rostro es lo que nos impide matar" (El, 90).
15 O.C., 91.
16 o.c„ 90.
17 o.c., 96.
18 E . L E V IN A S , L'ontoloaie esl-elle fo n d am e n tale ?. Revue de M étaphysique et de M oraje, 56 (1951) 98.
" la diferencia entre la desnudez del rostro que se vuelve hacia mí y el
desvelamiento de la cosa iluminada por su forma no separa simplemente los
modos de conocimiento. La relación con el rostro no es conocimiento de
objeto. La trascendencia del rostro es a la vez su ausencia de este mundo en
el que entra el destierro de un ser, su condición de extranjero, de despojado
o de proletario'' (TI, 47).
El decir comporta siempre un dicho. Es una necesidad del mismo orden que la que
impone una sociedad con sus leyes, sus instituciones y sus relaciones sociales. Por eso:
"Delante del rostro no me quedo contemplándolo, le respondo. El decir es una
manera de saludar al otro, pero saludar al otro es ya una manera de responder
de él. Es difícil callarse en presencia de alguien; esta dificultad tiene su
20 o.c., 144-145.
fundamento último en esa significación propia del decir, sea cual sea lo dicho“
(Ei, 93).
21 o.c., 90.
22 ¡bid.
3.3. EL "HAY1
Cuando Ph. Nemo pregunta a Levinas (Cfr. El, 45) de qué trata el libro que escribió
en el "Stalag" titulado "De l’Existence á l'Existant", Levinas le responde que esta obra
intenta presentar lo que él llama el "¡I y a" ( el "hay") y continúa diciendo en el mismo lugar:
"7/ y a’ para mí es el fenómeno del ser impersonal:‘H’. Mi reflexión sobre este
tema arranca de recuerdos de la infancia. Dormimos solos, los mayores siguen
la vida; el niño siente el silencio de su habitación como ‘susurrante’" (23).
Así pues, el "il y a" es el ser o existir sin existentes imaginables, lo que permanece
cuando en una reducción se llega a la nada. Por eso lo hemos traducido por el "hay".
El hay es el vaciado de los seres, la presencia de la ausencia de lo existente.
Existencia sin existentes y:
"El horror de la noche en tanto que experiencia dei hay no nos revela pues un
peligro de muerte, ni siquiera un peligro de dolor. Punto esencial de todo este
análisis. La nada pura de la angustia heideggeriana no constituye el hay. Horror
de ser opuesto a la angustia de la nada; miedo de ser y no, en absoluto, del
ser; ser presa, estar entregado a algo que ño es un 'algo'. La noche, disipada
con el primer rayo del sol, el horror de la noche ya no se define. El 'a¡go' aparece
‘nada “ (DEE, 103).
El hay se nos presenta como el hecho anónimo de estar siempre presente, sin sujeto
y sin tiempo, por lo que es vivencíado como la tragedia de la soledad y del insomnio que
ningún gozo consigue superar:
"No se trata de un ‘algo’ que permanezca, sino de la atmósfera misma de
presencia, que puede aparecer ciertamente a posteriori como un contenido
pero que, originalmente, es el acontecimiento impersonal, a-sustantivo de la
noche y dei hay. Es como una densidad del vacío, como un murmullo del
silencio. No hay nada, pero hay ser, como un campo de fuerzas. La oscuridad
es el juego mismo de la existencia que se jugaría incluso si no hubiera nada.
Es precisamente para expresar esta situación paradójica que introducimos el
término ‘hay’" (24).
23 O.C., 45.
24 o .c ., 104,
margarita diez
3.4. LA TOTALIDAD
La categoría totalidad se estructura en torno a dos puntos fundamentales: ontología
y totalidad histórica.
Levinas considera que la filosofía occidental es y ha sido siempre ontología. Incluso
cuando ha querido superar el ontologismo, ha seguido siendo ontológica, puesto que lo
único que consigue es topar con un nuevo concepto de ser:
"La filosofía occidental ha sido muy a menudo una ontología: una reducción
de lo Otro al Mismo, por mediación de un término medio y neutro que asegura
la inteligencia del ser.
Esta primacía del Mismo fue ia lección de Sócrates. No recibir nada del Otro
sino lo que está en mí, como si desde toda ta eternidad yo tuviera lo que me
viené de fuera. No recibir nada o ser libre. La libertad no se parece a la
caprichosa espontaneidad del libre albedrío. Su sentido último reside en esta
permanencia en el Mismo, que es Razón" (TI, 13).
"La relación con el ser, que funciona como ontologfa, consiste en neutralizar
el ente para comprenderlo o para apresarlo. No es pues una relación con lo
Otro como tal, sino la reducción de lo Otro al Mismo. Tal es la definición de la
libertad: mantenerse contra lo Otro a pesar de la relación con lo Otro, asegurar
ia autarquía de un Yo. La tematización y la conceptualización, por otra parte
inseparables, no son una relación de paz con el Otro, sino supresión o posesión
del Otro" (TI, 16).
"La identificación del Yo, -la maravillosa autarquía del yo- es el crisol natural
de esa transmutación del Otro en Mismo. Toda filosofía es una egoiogía para
emplear ei neologismo husserliano (...) Esta identificación exige la meditación.
27 ibid.
Nuestro tiempo convencido del valor de la no-violencia carece de una reflexión seria
sobre la pasividad y sobre una cierta debilidad que no es cobardía sino la condición de
que el yo pueda mantenerse sin ser tratado como un simple envés de la finitud, o como
una totalidad cerrada. Por ello:
31 o.c., 366.
32 ibid.
"El humanismo del sien/o sufriente -la Historia de Israel- invita a una nueva
antropología, a una nueva historiografía, y, quizá, con el final del "triunfalismó'
occidental, a una nueva historia" (Cfr. DL, 2243).
3.5. EL INFINITO
"Ciertamente de las cosas también tenemos ideas; pero la idea de infinito tiene
esto de excepcional: que su ideatum supera a su idea. La distancia entre idea
e ideatum no equivale, para la idea de infinito, a la distancia que separa en las
otras representaciones el acto mental de su objeto" (34).
"No es que la conquista desafía mis poderes demasiado débiles, sino que ya
no puedo poder: la estructura de mi libertad (...) se invierte totalmente. Aquí
se establece una relación no con una resistencia muy grande, sino con el
absolutamente Otro -con la resistencia de lo que.no tiene resistencia- con la
resistencia ética. Es ella la que abre la dimensión misma del infinito" (36).
La relación totalidad e infinito propuesta por Levinas, que nos ha hecho plantearnos
la ruptura de la totalidad ortológica, no nos induce a un enfrentamiento dialéctico: infinito
contra totalidad. Tampoco se nos presenta como disyuntiva: el infinitq^o la totalidad.
Traspasando ambos planteamientos, nuestro autor va más allá, pretende una relación
integradora: totalidad e ("y") infinito, relación que para ser fiel a los análisis seguidos se
nos presenta discontinua y asimétrica:
35 íbicf.
36 o .c ., 248.
37 o .c ., 249.
"La exterioridad, como esencia del ser, significa ia resistencia de la multiplici
dad social a la lógica que totaliza lo múltiple (...) -romper con el existir
panorámico del ser y con la totalidad en la que se produce- permite compren
der el sentido de lo finito, sin que su limitación en el seno de lo infinito exija
una incomprensible caída de lo infinito (...). Plantear el ser como exterioridad
es percibir lo infinito como el Deseo de lo infinito, y por ello comprender que
la producción de lo infinito invoca la separación" (TI, 268).
3.6. LA RESPONSABILIDAD
La presencia del Otro en su Rostro detiene ia negatividad del yo. Esta detención es
una inversión de la conciencia que no puede alcanzar al Otro con las manos vacías. El
yo, ávido poseedor de un mundo, se trueca en donador del mundo poseído.
Esta relación que es don, generosidad, se abre una vez más en el discurso.
Así pues, la presencia del otro no limita la libertad del yo, sino que:
PSICOLOGIA HUMANISTA
PSICOLOGIA HUMANISTA
M U ID
EMMANUEL
MOUNIEQ
Impreso en papel reciclado
1. REFERENCIA BIBLIOGRAFICA...........................................................5
3. INTRODUCCION..................................................................................... 11
seno de una familia judía hondamente religiosa. Este ambiente haría que uno de
los elementos más influyentes a lo largo de su vida fuesen las lecturas del Antiguo
Testamento. Fromm mismo se reconoce como el hijo único aislado y mimado; educado,
en definitiva, bajo la Influencia de un ambiente fam iliar emocionalmente inestable y
sobreprotector, que le condicionó su interés por el comportamiento humano.
El suicidio de una joven amiga de la famiiia, con el expreso deseo de ser enterrada
con su padre, recientemente fallecido, impresionaría la mente del adolescente Fromm,
agudizando más su interés por la Psicología. De igual modo sus acostumbradas conver
saciones sobre asuntos políticos con un empleado socialista de su padre le abrirían el
interés sobre cuestiones de índole social, como también reconoce él mismo. Sus inquie
tudes y preocupaciones le pondrán en contacto con las ideas de Freud y Marx, decidién
dole a utilizar la ciencia para resolver sus dudas en la comprensión de distintos fenómenos
individuales y sociales.
Instalado en Nueva York, abre una consulta privada como psicoterapeuta (pese a
carecer de licencia); más tarde, llegaría a desempeñar una destacada plaza en el Instituto
Internacional de Investigaciones Sociales, en dicha ciudad, hasta 1939. Éste es el período
en que poco a poco irá consolidando sus hipótesis, desviándose de la ortodoxia freudiana,
hacia un enfoque con menor hincapié en los aspectos instintivos, dando un mayor relieve
a factores socioculturales en sus planteamientos.
Y así, en 1941 publicará su más célebre obra: El miedo a la libertad (Escape from
freedom), gracias a la cual se dará a conocer extensamente. Asimismo, esta publicación
le acreditará para que se le nombre miembro del Consejo Superior de la Facultad de
Brennington, donde continuará colaborando hasta el año 1950.
Para entonces ya se había casado con Hanny Gurland, tras el divorcio de su primera
esposa, en 1944. Posteriormente, continuará sus colaboraciones como "lecturer" en las
Universidades de Columbia, Michigan y Yale, y, también será becado por el Instituto de
Psiquiatría W illiam Alanson White de Nueva York.
En 1947 publica otra de sus obras más leídas: Etica y Psicoanálisis (Man for
himself); donde deja constancia de su planteamiento "naturalista" ético.
Una vez que hubo superado la crisis que habría de suponerle la muertede su
segunda esposa, se casará con Annis Freeman en 1953.
VIKTOR FRANKL.
Viktor Frankl nace en Viena, el 26 de marzo de 1905, en una familia judía que le
procuró una infancia segura y confiada, si bien con la guerra se vería en la necesidad de
mendigar con sus dos hermanos.
Terminada ésta, realizó sus estudios de secundaria, mostrando inclinación por (as
Ciencias Naturales y la Filosofía. Frankl evoca cómo a sus trece años replicó a su profesor
de Historia Natural cuando éste exponía a la clase que el fenómeno de la vida no era, a
la postre, más que un fenómeno de oxidación. ¿Cuál era, entonces, el sentido de la vida?
Asimismo, el suicidio de un condiscípulo suyo, hallado con una obra de Nietzsche
consigo, le reafirmó en que el absurdo de una vida sin sentido conduce a la desesperación.
A principios de 1942 contrajo matrimonio con su novia Tilly; sin embargo a finales
de ese mismo año la Gestapo les arresta y pronto son deportados. Frankl sufrirá lo que
ha denominado su "experimentum crucis", es decir, dos años y medio de internamiento
continuo en Auschwítz, Dachau y Theresienstadt, entre otros campos de concentración
(no siendo nada más que el número 119.104). Su amarga experiencia le perm itió poner
a prueba dramáticamente sus tesis, sufriendo la muerte de su esposa, padres y hermano.
En los meses de su internamiento pudo asistir clandestinamenté a sus compañeros, en
sesiones de terapia colectiva, a pesar de las extenuantes jornadas en el Lsger, que le
llevaron a pesar menos de 40 kgs. De igual manera encontró tiem po y ánim o para
reescribir a escondidas una copia del original Psicoanálisis y Existencialismo (Árrtliche
Seelsorge) que le había sido confiscado al confinarle y que publicó en 1946, dedicándolo
a la memoria de Tilly.
La ansiada liberación te llegó el 27 de abril de 1945. Regresa a Viena y reemprende
su labor médica en el Polidínico Vienés.' Frankl mantuvo en imprenta el terrible relato de
su experiencia (Ein Psycholog eriebt das Konzentrationslager), pues pretendía publi
carlo anónimo.
En 1947 se casa con Eleonore Schwindt. Y un año más tarde obtiene su graduación
en Filosofía con la publicación de La presencia ignorada de Dios (Der unbewusste
Gott).
Desde 1951 a 1955 realiza una serie de conferencia radiofónicas para la emisora
vienesa Rot-Weiss-Rot. Más adelante funda con O. Pótzl la Sociedad Médica Austríaca de
Psicoterapia, siendo su presidente. En 1961 es invitado por Q. Ailport para pronunciar
conferencias en torno a la Logoterapia en la Universidad de Harvard, actividad que
continuará realizando por todo el mundo.
ROBERT OPPENHEIMER
Desde hace décadas, tal configuración viene dada a tenor de una orientación
pragmática, donde nada vale sino por su eficiencia y rendimiento,y, ante la que parece
diluirse cualquier otra alternativa axiológica. En esta sociedad, tecnificada y burocratiza
da, los fines ya no planifican el cómo de su desarrollo, sino que los medios, cada vez más
mecanizados, se justifican por sí solos.
Por todo lo antes mencionado, se espera haber justificado la elección de las obras
de Erich Fromm y Viktor Frankl, (sin demérito de figuras como F.J. Bugental, Charlotte
Bühler, Ruth Cohn, Igor Caruso, Kurt Goldsteln, Abraham Maslow, Royo May, Cari Rogers,
Erikson entre otros), escogiendo unos textos, confiando que permitan una fecunda
complementación en la búsqueda de cordura y sentido para el hombre contemporáneo.
4. ERICH FROMM O LA BUSQUEDA DE CORDURA.
Habitualmente los hombres de cada sociedad creen que el modo de existencia suyo
es natural e inevitable. Apenas ven otras posibilidades y, en verdad, tienden a creer que
un cambio básico en su modo de existencia llevaría al caos y a la destrucción. Están
seriamente convencidos de que su modo de vida es ei debido, sancionado por los dioses
o por las leyes de la naturaleza, y que la única alternativa a la continuación de la forma
particular en que viven es la destrucción. Esta creencia no es simplemente el resultado
del adoctrinamiento; está enraizada en la parte afectiva del hombre, en la estructura de
su carácter, que es moldeada por todas Jas circunstancias sociales y culturales de modo
tal que siente la necesidad de hacer lo que tiene que hacer, por lo que su energía se
canaliza de modo que sirva a la particular función que debe cum plir como miembro de
una sociedad determinada. Por esta misma razón -que las estructuras del pensamiento
están enraizadas en las estructuras del sentimiento- las estructuras del pensamiento son
tan persistentes y tanto resisten a! cambio. (PSH, 14-15.)
La premisa era que tener una opinión es una cosa, y otra tener una convicción. O
para expresarlo de otro modo, cualquiera puede adquirir una opinión, así como puede
aprender un idioma extranjero o una costumbre de otro país, pero las opiniones
enraizadas en la estructura caracterológica de una persona, respaldadas por la energía
contenida en su carácter, son tas únicas opiniones que se convierten en convicciones.
Las ideas, no obstante, son fáciles de aceptar si la mayoría las proclama, tienen un efecto
que en gran parte depende de la estructura de carácter de una persona en una situación
crítica, (...) La estructura de carácter decide qué clase de ideas elegirá un hombre y
determ ina tam bién la fuerza de la idea escogida. (CHA, 57.)
Lo que vale para et individuo vaie también para la sociedad. Esta jamás es estática:
si no crece decae; si no trasciende el statu quo hacia lo mejor, se desvia hacia lo peor.
A menudo tenemos, la gente que conforma una sociedad o como individuos, la ilusión de
que podríamos estar quietos y no alterar la situación dada en uno u otro sentido. Esta es
una de las ilusiones más peligrosas. En el momento en que nos detenemos comienza la
decadencia. (RE, 27.)
Quien sea impresionado moralmente por el poder nunca tendrá espíritu crítico y
no será jamás un carácter revolucionario. El carácter revolucionario es capaz de decir
"no". O para expresarlo de otro modo, el carácter revolucionario es una persona capaz
de desobedecer. Es alguien para quien la desobediencia puede ser una virtud. (CHA, 70
a 72.)
¿Por qué se inclina tanto el hombre a obedecer y por qué le es tan difícil
desobedecer? (...) En verdad, poco importa cuál es el poder ai que obedezco. Es siempre
una institución, u hombres, que utilizan de una u otra manera la fuerza y que pretenden
fraudulentamente poseer la omnisciencia y la omnipotencia. Mi obediencia me hace
participar del poder que reverencio, y por ello me siento fuerte. (...)
Para desobedecer debemos tener ei coraje de estar solos, errar y pecar. Pero el
coraje no basta. La capacidad de coraje depende del estado de desarrollo de una persona.
(SDOE, 15.)
Para nuestra finalidad bastará decir ahora que el carácter autoritario es la estructura
caráeteralógica de una persona cuyo sentido de fuerza e identidad se basa en una
subordinación simbólica a las autoridades, y al mismo tiempo en una dominación
sim biótica de los sometidos a la autoridad. Ello equivale a decir que la persona autoritaria
se siente fuerte cuando se puede someter y ser parte de una autoridad que (...) es inflada
y endiosada, y cuando al mismo tiempo tal persona puede hincharse incorporando a
aquellos sometidos a su autoridad. Trátase de un estado de simbiosis sado-masoquista
que le proporciona un sentimiento de fuerza y un sentimiento de identidad. (CHA, 58-59.)
Hay otra razón por la que es tan difícil atreverse a desobedecer, a decir "no'1a la
autoridad. Durante la mayor parte de la historia humana ia obediencia se identificó con
la virtud y la desobediencia con el pecado. La razón es simple: hasta ahora, a lo largo de
la mayor parte de la historia, una minoría ha gobernado a una mayoría. Este dom inio fue
necesario por el hecho de que las cosas buenas que existían sólo bastaban para unos
pocos, y los demás debían conformarse con las migajas. (...)
Por ello la obediencia que sólo nace del miedo de la fuerza debe transformarse en
otra que surja del corazón del hombre. El hombre debe desear, e incluso necesitar
obedecer, en lugar de sólo temer la desobediencia. Para lograrlo, la autoridad debe asumir
las cualidades del Sumo Bien, de la Suma Sabiduría; debe convertirse en Omnisciente.
Si esto sucede, la autoridad puede proclamar que la desobediencia es un pecado y la
obediencia una virtud; y una vez proclamado esto, los muchos pueden aceptar la
obediencia porque es buena, y detestar la desobediencia porque es mala, más que
detestarse a sí mismos por ser cobardes. (SDOE, 16-17.)
que, está totalmente desconectada del mundo exterior Pero el fanático ha dado
con ta solución que lo pone a salvo de la psicosis manifiesta. Ha elegido una causa, no
importa cual sea ésta: política, religiosa, o cualquier otra, y vive para endiosaría. Ha
convertido esta causa en un ídolo. (...)
Y sin embargo hasta ahora las probabilidades de que surja esa acción anticipato
rio-racional son escasas. No porque no haya posibilidad para ese desenlace en las
circunstancias, si se las examina con realismo, sino porque de ambos lados hay una
barrera de prevenciones hecha de clisés, ideologías ritualistas e incluso una buena dosis
de simple desequilibrio, que impide a la gente -conductores y conducidos- ver sana y
realistamente los hechos como son, separar los hechos de las ficciones y, como conse
cuencia, reconocer que hay soluciones distintas a la violencia. (PSH, 20.)
Esbozaré en las páginas siguientes aiglinas de las formas más importantes del
pensamiento patológico en materia de política y relaciones internacionales, desde que es
de vital importancia que tengamos un método depurado con el que podamos entender
ios acontecimientos políticos contemporáneos.
Hablando en un plano más teórico, el fanático puede ser definido como una persona
altamente narcisista, que está desvinculada dei mundo exterior. (...) Se ha construido para
sí mismo un ídolo, un absoluto, al cual se entrega completamente, pero del cuaf él mismo
constituye una parte. En consecuencia, actúa, piensa y siente en nombre del ídolo, tiene
la ilusión de "sentir*1, de la excitación interior, aunque no tiene un sentimiento auténtico.
(...) Es un apasionado en su sumisión idolátrica y en su grandiosidad, pero frío en su
incapacidad.para la vinculación y el sentimiento genuinos. (PSH, 33 a 41.)
La palabra conciencia se utiliza para expresar dos fenómenos que son muy
distintos entre sí. Uno es la "conciencia autoritaria", que es la voz internalizada de una
autoridad a la que estamos ansiosos de complacer y temerosos de desagradar. La
conciencia autoritaria es lo que la mayoría de las personas experimentan cuando
obedecen su conciencia. (...) Distinta de la conciencia autoritaria es la “conciencia
humanística"; ésta es la voz presente en todo ser humano e independiente de sanciones
y recompensas externas. La conciencia humanística se basa en el hecho de que como
seres humanos tenemos un conocimiento intuitivo de lo que es humano e inhumano, de
lo que contribuye a la vida y de lo que la destruye. Esta conciencia sirve a nuestro
funcionam iento como seres humanos. Es la voz que ríos reconoce a nosotros mismos, a
nuestra hum anidad. (SDOE, 13.)
La persona enajenada, (...), no puede ser sana. Puesto que se siente a sí misma
como una cosa, como una inversión que puede ser manipulada por él mismo o por otros,
carece del sentido del yo, carencia que crea honda ansiedad. (...) La persona enajenada
se siente inferior siempre que se cree en desacuerdo con los demás. Como su sentido del
valor se basa en la aprobación como recompensa de la conformidad, se siente natural
mente amenazado en su apreciación del yo y en su autoestima, por cualquier sentimiento,
idea o acto que pudiera sospecharse que es una desviación. (...) En consecuencia, tiene
que esforzarse hasta el extremo para adaptarse, para ser aprobado, para tener éxito. No
es te; voz de la conciencia la que le comunica fuerza y seguridad, sino la sensación de no
haber perdido el íntim o contacto con ei rebaño. (PSC, 172.)
Un espectro anda al acecho entre nosotros y sólo unos pocos lo han visto con
claridad. No se trata del viejo fantasma del comunismo o del fascismo, sino un nuevo
espectro: una sociedad completamente mecanizada, dedicada a la máxima producción
y al máximo consumo materiales y dirigida por máquinas computadoras. En el consi
guiente proceso social, el hombre mismo, bien alimentado y divertido, aunque pasivo,
apagado y poco sentimental, está siendo transformado en una parte de la maquinaria
total. Con la victoria de la nueva sociedad, el individuo y ia privacidad desaparecerán, los
sentimientos hacia los demás serán dirigidos por condicionamiento psicológico y otros
expedientes de igual índcrie, (...) Quizá el aspecto más ominoso de lo anterior sea hoy que
parecemos perder el control de nuestro propio sistema. Cumplimos las decisiones que
los cálculos de nuestras computadoras elaboran para nosotros. Como seres humanos no
tenemos más fines que producir y consumir más y más. No queremos nada ni dejamos
de querer algo. Las armas nucleares amenazan con extinguimos y la pasividad -que
nuestra exclusión de las decisiones responsables genera- con matarnos internamente.
¿Cómo ocurrió? ¿Cómo llegó el hombre, en la cúspide de su victoria sobre la naturaleza,
a ser prisionero de su propia creación y a estar en grave peligro de destruirse a sí mismo?
¿No hay otra alternativa que elegir entre el industrialismo gerencial capitalista y el
comunista? ¿No podemos construir una sociedad industrial en que el individuo mantenga
su rol como miembro activo y responsable, que controle las circunstancias, más bien que
ser controlado por ellas? ¿Son realmente incompatibles la abundancia económica y la
plena realización del hombre? (SDOE, 85.)
¿Qué clase de hombre requiere por tanto nuestra sociedad para poder funcionar
bien? Necesita hombres que cooperen dócilmente en grupos numerosos, que deseen
consumir más y más, y cuyos gustos estén estandarizados y puedan ser fácilmente
influidos y anticipados. Necesita hombres que se sientan libres e independientes, que no
estén sometidos a ninguna autoridad o principio o conciencia moral y que no obstante
estén dispuestos a ser mandados, a hacer lo previsto, a encajar sin roces en la máquina
social; hombres que puedan ser guiados sin fuerza, conducidos sin lideres, impulsados
sin meta, salvo la de continuar en movimiento, de funcionar, de avanzar. El industrialismo
moderno ha tenido éxito en la producción de esta clase de hombre: es el autómata, el
hombre enajenado. (CHA, 9-10.)
Los individuos de la sociedad y (o) las diferentes clases o sectores que existen en
su seno tienen que comportarse de manera que puedan funcionar en el sentido requerido
por el sistema social. (...) En otras palabras, la función del carácter social consiste en
moldear y canalizar la energía humana dentro de una sociedad determinada a fin de
que pueda seguir funcionando aquella sociedad. (PSC, 71-72.) (...) el hombre debe
superar la enajenación, que lo convierte en un impotente e irracional adorador de ídolos.
En la esfera psicológica eso significa que debe vencer las actitudes pasivas y orientadas
mercantilmente que ahora lo dominan, y elegir en cambio una senda madura y productiva.
Debe volver a adquirir un sentimiento de ser él mismo; debe ser capaz de amar y de
convertir su trabajo en una actividad concreta y llena de significado. Debe emerger de
una orientación materialista y alcanzar un nivel en donde los valores espirituales -amor,
verdad, justicia- se conviertan realmente en algo de importancia esencial. Pero cualquier
tentativa de cambiar sóto una sección de la vida, la humana o la espiritual, está condenada
al fracaso. En verdad, el progreso que tiene lugar en una sola esfera atenta contra el
progreso de las otras esferas.
Mediante la aplicación del principio del cambio simultáneo en todas la esferas de
la vida, debemos pensar en los cambios económicos y políticos necesarios para vencer
el hecho psicológico de la enajenación. (CHA, 14-15.)
Decir que una sociedad carece de salud mental Implica un supuesto discutible
contrario a la actitud del relativismo sociológico que sustentan hoy la mayor parte de
los sociólogos científicos, los cuales postulan que una sociedad es normal por cuanto que
funciona, y que la patología sólo puede definirse por relación a la falta de adaptación del
individuo al tipo de vida de su sociedad.
Hablar de una "sociedad sana" presupone, una premisa diferente dei relativismo
sociológico. Unicamente tiene sentido si suponemos que puede haber una sociedad que
no es sana, y este supuesto, a su vez, implica que hay criterios universales de salud mental
válidos para ia especie humana como tal y por los cuales puede juzgarse ei estado de
salud de cualquier sociedad. (PSC, 18.)
Hoy nos encontramos con personas que obran y sienten como si fueran autómatas;
que no experimentan nunca nada que sea verdaderamente suyo; que se sienten a sí
mismas totalmente tal como creen que se las considera (...) De esas personas pueden
afirmarse dos cosas. Una es que padecen un defecto de espontaneidad e individualidad
que puede considerarse incurable.
Pero hay también personas cuya estructura caracterológlca, y por tanto, sus
conflictos, difieren de los de la mayoría, de suerte que los remedios que son eficaces para
ia mayor parte de sus prójim os no les sirven de nada. Entre este grupo encontramos a
veces personas de integridad y sensibilidad superiores a tas de la mayoría, e incapaces
por esta razón de aceptar los tópicos culturales, al mismo tiempo que no son suficiente
mente saludables y fuertes para vivir abiertamente "contra corriente". (PSC, 20 a 23.)
El hombre deprim ido siente dentro de sí una especie de vacío, como si estuviera
tullido, como si le faltara algo para la actividad, como si no pudiera moverse correctamente
por carencia de algo que lo mueva. Entonces, cuando incorpora algo, puede evitar por
un rato el sentimiento de vacío, de invalidez, de debilidad, y siente: pero soy alguien,
tengo algo, no soy una nada. Uno se llena de cosas para desplazar el vacío interno. Eso
es el hombre pasivo, que sospecha que él es poco, y que borra esa sospecha mientras
consume, y se vuelve homo consumens. (AV, 21.)
Sin fe, sordo a la voz de la conciencia, con inteligencia manipuladora, pero con
poca razón, se siente aturdido, inquieto e inclinado a elevar a la categoría de líder a
quienquiera que le ofrezca una solución total. (PSC, 173-174.)
Pero el hombre no está hecho para ser una cosa, y pese a todas las satisfacciones
que pueda aportar el consumo, las fuerzas vitales del hombre no podrán mantenerse
permanentemente inactivas. Tenemos una sola opción, la de dom inar la .máquina,
convirtiendo la producción en un medio y no en un fin, utilizándola para el desarrollo del
hombre, pues en caso contrario las energías vitales reprimidas se manifestarán en formas
caóticas y destructivas. El hombre preferirá destruir la vida antes que m orir de hastío.
La actitud del hum anism o norm ativo se basa en el supuesto de que aqui, como
en cualquier otra ocasión, hay soluciones acertadas y erróneas, satisfactorias e insatis
factorias, del problema de la existencia humana. Se logra la salud mental si el hombre
llega a la plena madurez de acuerdo con las características y las leyes de la naturaleza
humana. Et desequilibrio o la enfermedad mentales consisten en no haber tenido ese
desenvolvimiento. Partiendo de esta premisa, el criterio para juzgar la salud mental no es
el de la adaptación del individuo a un orden social dado, sino un criterio universal, válido
para todos los hombres: el de dar una solución suficientemente satisfactoria al problema
de la existencia humana. (PSC, 20.)
El hombre ha sido seducido fácilmente -y aún io es- a aceptar una forma particular
de ser hombre como su esencia. En la medida en que esto ocurre, el hombre define su
humanidad en función de la sociedad con la que se identifica. Sin embargo,' aunque esa
ha sido la regla, ha habido excepciones. Siempre han existido hombres que vieron más
allá de las dimensiones de su sociedad -y aun cuando puedan haber sido tachados de
necios, o de criminales en su tiempo, constituyen la lista de los grandes hombres por lo
que concierne al registro de la historia de la humanidad- y que trajeron a la luz algo que
puede calificarse de universal mente humano y que no se identifica con lo que una
sociedad particular supone que es la naturaleza humana. (RE, 64.)
Este concepto de naturaleza humana difiere mucho del sentido en que se usa
convencional mente la expresión "naturaleza humana". (...) El hombre es su propia
creación, por decirlo así. Pero así como sólo puede transformar y m odificar los materiales
que le rodean de acuerdo con la naturaleza de los mismos, sólo puede transformarse a
sí mismo de acuerdo con su propia naturaleza. Lo que el hombre hace en ei transcurso
de la historia es desenvolver este potencial y transformarlo de acuerdo con sus propias
posibilidades. (...) Ningún orden social determinado crea esas tendencias fundamentales,
pero sí determina cuáles han de manifestarse o predominar entre ei número ilim itado de
pasiones potenciales. (PSC, 19.)
Algunos antropólogos y otros estudiosos del hombre han pensado que el hombre
es infinitamente maleable. (...) El hombre, en realidad, puede hacer casi todo o, tal vez
mejor, el orden social puede hacer del hombre casi todo. El “casi" es importante. Si bien
el orden social puede hacer cualquier cosa del hombre (...), no puede hacerlo sin que se
presenten ciertas consecuencias que emanan de las condiciones mismas de la existencia
humana. (...) Si el hombre fuese infinitamente maleable, no existirían las revoluciones;
tam poco habría cambios, pues una cultura dada habría conseguido someter al hombre
a sus patrones sin resistencia de su parte. Pero siendo relativamente maleable, el hombre
ha reaccionado siempre protestando contra las condiciones que hicieron demasiado
drástico o intolerable el desequilibrio entre el orden social y las necesidades humanas.
(RE, 68-69.)
Aunque es cierto que el hombre puede adaptarse a casi todas las circunstancias,
no es una hoja de papel en blanco sobe la que escribe su texto la cuitura. Necesidades
como las de felicidad, armonía, amor y libertad son inherentes a su naturaleza; y son
también factores dinámicos del proceso histórico que, si se frustran, tienden a producir
reacciones psíquicas y a crear, en definitiva, las mismas condiciones adecuadas para los
impulsos originarios. (PSC, 73.)
Es cierto, desde luego, que el hombre, a diferencia del animal, da pruebas de una
maleabilidad casi infinita: así como puede comer casi todo, vivir en cualquier clima y
adaptarse a éi, difícilmente habrá una situación psíquica que no pueda aguantar y a la
que no pueda adaptarse. (...) Difícilmente habrá una situación psíquica en la que el
hombre no pueda vivir, y difícilmente habrá algo que no pueda hacerse con él y para lo
cual no pueda utilizársele. Todas estas consideraciones parecen justificar el supuesto de
que no hay nada que se parezca a una naturaleza humana común a todos los hombres,
y eso significaría que en realidad no existe una especie "hombre", salvo en el sentido
fisiológico y anatóm ico. (PSC, 23.)
Contra este uso reaccionario del concepto de naturaleza humana, los liberales,
desde el siglo XVIII, han señalado la maleabilidad de esa naturaleza y la influencia decisiva
que sobre ella ejercen los factores ambientales. Aunque esto es cierto y muy importante,
ha conducido a muchos sociólogos a suponer que la constitución mental del hombre es
una hoja de papel en blanco en la que escriben sus respectivos textos la sociedad y la
cultura, y que por sí misma no tiene ninguna cualidad intrínseca. Esta suposición es tan
insostenible, y exactamente tan destructora del progreso social, como la opinión opuesta.
El problema consiste en inferir el núcleo común a toda la especie humana de todas las
innumerables manifestaciones de la naturaleza humana, tanto normales como patológi
cas, según podemos observarlas en diferentes Individuos y culturas. La tarea consiste,
además, en reconocer las leyes inherentes a la naturaleza humana y las metas adecuadas
para su desarrollo y despliegue. (PSC, 18-19.)
Pero la afirmación acerca de la maleabilidad del hombre requiere una lim itación.
Toda form a de comportamiento que no sirva al desarrollo y ia perfección del hombre,
exige su precio. (...)
Pero los modos como pueden ser satisfechas las necesidades psíquicas son
muchos, y la diferencia entre los distintos modos de satisfacción equivale a la diferencia
entre grados diversos de salud mental. Si una de las necesidades básicas no ha sido
satisfecha, la consecuencia es la enfermedad mental; si es satisfecha de manera insatis
factoria -teniendo en cuenta el carácter de la existencia humana- la consecuencia es la
neurosis (ya manifiesta, ya en forma de un defecto social mente modelado.) (PSC, 62-63.)
Podemos decir que muchos hombres serían capaces de desarrollar formas crea
doras, pero se encuentran hasta tal punto bajo la presión de la sociedad -bajo lo que
Heidegger llama das man (el "uno cualquiera")- que no tienen el ánimo necesario para
ser sf mismos y para crear algo por sí mismos. De hecho, éste es ei triste comentario
respecto de nuestra sociedad, que no permite al hombre realizar las cualidades creadoras
que ie son inherentes. (AV, 111.)
¿Qué conocim iento podemos obtener para responder a la pregunta sobre qué
significa ser hombre? La respuesta no puede seguir la pauta que a menudo han tomado
otras respuestas: que ei hombre es bueno o es malo, que es amoroso o destructivo,
crédulo o independiente, etc. (...) Todas estas cualidades y muchas otras son diferentes
posibilidades de ser hombre. En efecto, todas están dentro de cada uno de nosotros.
Percatarse plenamente de la propia humanidad significa percatarse de que, como dijo
Terencio, "Homo sum, humanl nihil a me allenum puto1’ (Hombre soy, y nada humano me
es ajeno); de que cada quien lleva dentro de st a toda la humanidad -al santo como al
crim inal- (...) (RE, 66-67.)
Pero los argumentos de las dos partes nos dejan desconcertados. (...) ¿Supondría
mos que tú y yo y la mayor parte de los hombres corrientes son lobos disfrazados de
corderos, y que nuestra "verdadera naturaleza" se manifestará una vez que nos hayamos
liberado de las inhibiciones que nos han impedido hasta ahora obrar como bestias? (...)
¿Supondremos que la respuesta más sencilla es que hay una minorfa de lobos que viven
entre una mayoría de corderos? Los lobos quieren matar y los corderos quieren imitados.
(...) Esta explicación parece admisible, pero aún deja muchas dudas. ¿No implica que
hay dos razas humanas, por así decirlo, ia de los lobos y la de los corderos? (...) O,
después de todo, quizá es erróneo el dilema. ¿Quizá el hombre es a la vez lobo y cordero,
o ni lobo ni cordero? (...)
Está orientado esencialmente hacia el pasado, no hacia el futuro que odia y teme.
Con esto se relaciona su anhelo de certidumbre y seguridad. Pero la vida nunca es segura,
nunca es previsible, nunca es controlable, (...) Lo opuesto a la orientación necrófila es la
orientación biófila; su esencia es el amor a la vida, en contraste con el amor a la muerte.
Como la neorofilia, la biofilia no está constituida por un rasgo único, sino que representa
una orientación total, todo un modo de ser. Se manifiesta en los procesos corporales de
una persona, en sus emociones, en sus pensamientos, en sus gestos; la orientación biófila
se expresa con todo el hombre. (...)
Quizá ei factor más notorio que debiera mencionarse aquí es el de una situación
de abundancia contra escasez, tanto económica como psicológicamente. En la medida
en que la mayor parte de la energía del hombre se emplee en la defensa de la vida contra
ataques, o para no m orir de hambre, el amor a la vida se atrofia y se fomenta la necrofilia.
Otra condición social importante para el desarrollo de la biofilia es la abolición,de la
injusticia. (...) Me refiero a una situación social en que una clase social explota a otra y
le impone condiciones que no le permiten el despliegue de una vida rica y digna; o en
otras palabras, cuando no se le permite a una clase social participar con otras en la misma
experiencia básica de vivir; en último análisis, con la palabra injusticia me refiero a una
situación social en que el hombre no es un fin en sf mismo, sino que se convierte en medio
para los fines de otro hombre.
Resumamos lo que estas consideraciones nos dicen acerca de las cuestiones con
que empezamos. En primer lugar, en cuanto al problema de la naturaleza del hombre,
llegam os a la conclusión de que la naturaleza o esencia del hombre no es una sustancia
específica, como el bien o el mal, sino una contradicción que tiene sus raíces en las
condiciones mismas de la existencia humana. Ese conflicto requiere por sf mismo una
solución, y fundamentalmente sólo hay la solución regresiva y la progresiva. (...) En todo
nivel nuevo a que llegó el hombre, aparecen contradicciones nuevas que le obligan a
continuar la tarea de encontrar soluciones nuevas. Este proceso sigue hasta que el
hombre llegue a la meta final de ser plenamente humano y de estar en com pleta unión
con el mundo. (CH, 141.)
Al hombre no se le puede definir, por cierto, como una mesa o como un reloj, pero
tam poco es totalm ente indefinible. Podemos decir algo más sobre él, y no sólo que no es
una cosa sino un proceso viviente. El aspecto más importante para una definición del
hombre es que éste, con su pensamiento, puede ir más allá de la mera satisfacción de
sus necesidades. El pensamiento no es sólo para él, como para el animal, un simple medio
que permite obtener los bienes deseados, sino también un instrumento para descubrir ia
realidad de su propio ser y del mundo circundante, independientemente de las preferen
cias y aversiones. (AV, 222-223.)
Creo que puede resolverse el dilema, definiendo la esencia del hombre no como
una cualidad o una sustancia, sino como una contradicción inherente a la existencia
hum ana. Se encuentra esta contradicción en dos series de hechos: 1) El hombre es un
animal, pero su equipo de instintos, en comparación con el de todos los demás animales,
es incom pleto e insuficiente para asegurarle la supervivencia a menos que produzca los
medios para satisfacer sus necesidades materiales y cree lenguaje y herramientas. 2) El
hombre, como los demás animales, tiene inteligencia que le permite usar procesos
mentales para conseguir objetivos inmediatos, prácticos; pero el hombre tiene otra
cualidad mental de la que carecen los animales. Tiene conocimiento de sí mismo, de su
pasado y de su futuro, que es la muerte; de su pequeñez e impotencia; conoce a tos otros
como otros: como amigos, como enemigos o como extraños. El hombre trasciende toda
la vida del otro porque es, por primera vez, consciente de la vida de sf mismo. (CH, 134
a 136.)
Como sucede con todas las experiencias humanas, las palabras son insuficientes
para describir la experiencia. De hecho, en la mayor parte de las veces las palabras, por
el contrario, la oscurecen, la desplazan y acaban por destruirla. Con demasiada frecuen
cia, mientras se habla del amor, del odio o de la esperanza, se pierde contacto con aquello
de lo que se supone que hablábamos. La poesía, la música y otras formas de arte son
con mucho los medios más adecuados para describir la experiencia humana porque son
precisos y evitan la abstracción y la vaguedad de las formas gastadas que se toman por
representaciones idóneas de dicha experiencia.
No obstante, a pesar de estas serias limitaciones, no es Imposible expresar la
experiencia de sentimientos con palabras no poéticas. Resultaría, en verdad, imposible
si el interlocutor no compartiese en ninguna forma la experiencia de la que se habla. (RE,
22-23.)
Hay una manera, una manera desesperada, de conocer el secreto: es el poder que
le hace hacer lo que queremos, sentir lo que queremos, pensar lo que queremos; que le
transform a en una cosa, nuestra cosa, nuestra posesión. (AA, 37.)
Hay, empero, otra senda para conocer el secreto del hombre; esta senda no es la
dei pensamiento sino la del amor. Amor es penetración activa de la otra persona, en la
que el deseo de conocer se apacigua con la unión.
El conocim iento psicológico puede ser una condición para lograr el conocim iento
total en el acto de amor. Debo reconocer a la otra persona y a mi mismo objetivamente
para poder ver su realidad, o, más bien, para poder superar las ilusiones, la imagen
irracionalmente deformada que tengo de él. Si conozco a un ser humano tal como es, o
si en verdad sé lo que no es, entonces podré conocerlo tal vez en su esencia última,
mediante el acto de amor. (CHA, 104 a 106.)
Deseo mencionar aquí un punto más relacionado con la diferencia que existe entre
conocer cosas y conocer al hombre. Puedo estudiar un cadáver o estudiar un órgano, y
es una cosa. Puedo usar mi intelecto y, por supuesto, también mis ojos, como asimismo
mis máquinas y aparatos, para proceder al estudio de esta cosa. Pero si deseo conocer
a un hombre, no puedo estudiarlo de ese modo. Puedo intentarlo, naturalmente, y luego
escribiré algo sobre la frecuencia de tal o cual conducta sobre la proporción de tal o cual
característica. Gran parte de la ciencia de la psicología se relaciona con ello, pero de este
modo trato al hombre como una cosa. Sin embargo, el problema al que se dedican los
psiquiatras y psicoanalistas, y aquel que tendría que preocupamos a todos -comprender
a nuestro prójim o y a nosotros mismos- es el de comprender a un ser humano que no es
una cosa. Y el proceso de esta comprensión no puede ser efectuado apelando al mismo
método con el que se alcanza el conocimiento de las ciencias naturales. El conocimiento
del hombre es posible sólo en el proceso de relacionarse con él. (...) Y tam poco
podemos agotar nunca la descripción de una personalidad, de un ser humano en su plena
Individualidad; pero sf la podemos conocer en un acto de empatia, en un acto de
experiencia total, en un acto de amor .Creo que estas son las limitaciones de la psicología
científica, en la medida en que tiende a la plena comprensión de los fenómenos humanos
en térm inos de Ideas o palabras. (CHA, 95-96.)
¿En qué se diferencia el hombre del animal? No es en la posición erecta. Eso existía
ya desde mucho antes de los monos, bastante antes de que se desarrollara más ei cerebro.
Tampoco es por la utilización de herramientas, sino por algo decisivamente nuevo, por
una cualidad totalmente distinta: la autoconciencia. También el animal tiene una concien
cia, una conciencia de objetos, sabe que esto es una cosa y eso otra. Pero cuando surgió
el hombre, mostró una conciencia distinta y nueva, la conciencia de sí mismo: el hombre
sabe que él es y que es otra cosa, distinta de la Naturaleza, distinta también de los otros
hombres. Tiene ia vivencia de sí mismo, está consciente de que piensa, de que siente. En
el reino animal no existe -por lo que sabemos- nada análogo. Esto es lo específico que
hace que el hombre sea hombre. (AV, 37-38.)
Podemos definir al hombre como el animal que puede decir "yo", que puede tener
conciencia de sí mismo como entidad independiente. El animal, por estar dentro de la
naturaleza sin trascenderla, no tiene conciencia de sí mismo, no necesita un sentimiento
de identidad. El hombre, apartado de la naturaleza, dotado de razón y de imaginación,
necesita formarse un concepto de sí mismo, necesita decir y sentir: "Yo soy yo". A causa
de que no es vivido, sino que vive, a causa de haber perdido la unidad originaria con la
naturaleza, tiene que tom ar decisiones, tiene conciencia de sí mismo y de su vecino com o
personas diferentes, y tiene que ser capaz de sentirse a sí mismo como sujeto de sus
acciones. (...) únicamente después de concebir el mundo exterior como cosa separada
e independiente de sí mismo, adquiere conciencia de sí como ser diferente, y una de las
últimas palabras que aprende a usar es ‘'yo", con referencia a sí mismo. (PSC, 57.)
Y querría mencionar brevemente lo que muchos conocen: hay dos caminos, dos
posibilidades, para estudiar el problema del hombre desde el punto de vista psicológico.
La psicología académica estudia actualmente el hombre ubicándose en general en el
punto de vista de la investigación de la conducta, o -como también se dice- en el
Conductismo. Esto quiere decir que sólo se estudia io que se puede ver y observar
inmediatamente, lo que es directamente visible, y por lo tanto también medible y pesable,
pues lo que no se puede ver y observar de un modo inmediato, no se puede naturalmente
medir ni pesar, al menos con suficiente exactitud.
Desde el punto de vista del psicoanálisis, en todo el proceso que hemos descrito
no nos interesa en primera línea, y por cierto no exclusivamente, averiguar cómo se
comporta un hombre desde un enfoque totalmente exterior, sino qué motivos, qué
intenciones tiene, y si éstos son conscientes o inconscientes. Preguntamos por la calidad
de su comportamiento. (...) No ve sólo lo que se le ofrece directamente, sino que en lo
ofrecido y lo observado ve algo más, algo del núcleo de la personalidad que está actuando
en ese caso y cuyas conductas constituyen sólo una de sus expresiones, una manifesta
ción, siempre teñida, sin embargo, por la personalidad total. No hay ningún acto dei.
comportamiento que no sea un gesto de lo más específico del hombre, y por eso nunca
hay en última instancia dos actos de comportamiento que sean idénticos, como no hay
dos hombres que sean idénticos. (AV, 15 a 18.)
La experiencia humanista consiste en que nada humano es ajeno a uno, .que "yo
soy tú", que un ser humano puede comprender' a otro ser humano porque los dos
participan en tos mismos elementos de la existencia humana. Esta experiencia humanista
sólo es plenamente posible si ampliamos nuestra esfera de conocimiento. Nuestro
conocim iento se lim ita habrtualmente a lo que nos permite conocer la sociedad a la cual
pertenecemos. Las experiencias humanas que no encajan en ese marco, son reprimidas.
De ahí que nuestra conciencia representa principalmente nuestra sociedad y nuestra
cultura, mientras que nuestro inconsciente representa al hombre universal que hay en
cada uno de nosotros. La ampliación del conocimiento en sí mismo, que trasciende la
conciencia e itumlna la esfera de lo inconsciente social, te permitirá al hombre experim en
tar en sí mismo todo lo de la humanidad; (...) (CH, 107.)
Hay una dificultad especial que muchos psiquiatras y psicólogos tienen que vencer
para aceptar fas ideas del psicoanálisis humanístico. Todavía siguen dentro de las
premisas filosóficas del materialismo el Siglo XIX, que suponía que todos los fenómenos
psíquicos importantes tienen que tener sus rafees en (y ser producidos por) procesos
somáticos o fisiológicos correspondientes. (...) En la teoría que aquí presentamos, no
hay sustratos fisiológicos correspondientes a las necesidades de relación, trascenden
cia, etc. El sustratum no es un sustratum físico, sino la personalidad humana total en su
interacción con el mundo, con la naturaleza y con el hombre: es la práctica humana de
la vida tal como resulta de las condiciones de la existencia humana. (PSC, 65.)
Estas consideraciones nos llevan ai problema de la libertad del hombre. ¿Es libre
el hombre para elegir el bien en cualquier momento dado, o no tiene tal libertad de elección
porque es determ inado por fuerzas interiores y exteriores a él? (CH, 145.)
Resultará claro ahora que podemos emplear el concepto "libertad" en dos sentidos
diferentes. En uno, la libertad es una actitud, una orientación, parte de la estructura.del
carácter de la persona madura, plenamente desarrollada, productiva; en este sentido,
puedo hablar de un Individuo "libre" como hablo de un individuo amable, productivo,
independiente; la libertad en este sentido no se refiere a una elección especial entre dos
acciones posibles, sino la estructura de carácter de la persona en cuestión; y en este
sentido el individuo que "no es libre para elegir el mal" es el individuo completamente libre.
El segundo sentido del concepto libertad es el que hemos usado principalmente hasta
ahora, a saber, la capacidad de elegir entre alternativas opuestas; pero alternativas que
implican siempre la elección entre el interés racional y el irracional de la vida y su desarrollo
contra el estancamiento y la muerte; cuando se usa en este segundo sentido, el hombre
m ejor y peor no son individuos libres para elegir, mientras que el problema de la libertad
de elección existe precisamente, para el hombre corriente con inclinaciones contradicto
rias. (CH, 156.)
Para que la razón humana se manifieste activamente, no debe estar dominada por
pasiones irracionales. La inteligencia sigue siendo inteligencia, aunque se la emplee para
fines moral mente malos. La razón, en cambio, el saber sobre la realidad tal como es, y
no como querríamos verla para que resulte útil a nuestros fines, sólo actúa en la medida
en que sean superadas las pasiones irracionales, es decir, en tanto que el hombre se
vuelva verdaderamente hombre y sus conductas ya no estén determinadas fundamental
mente por la fuerza im pulsora de las pasiones irracionales. (AV, 229.)
El hombre nace como una extravagancia de ia naturaleza, (...). Tiene que encontrar
principios de acción y de decisión que reemplacen los principios del instinto. Tiene que
buscar un marco de orientación que le permita organizar una imagen congruente del
mundo como una condición para obrar congruentemente. Tiene que luchar no sólo contra
los peligros de la muerte, el hambre y el daño corporal, sino contra otro peligro
específicamente humano: la locura. (...) El ser humano, nacido bajo las condiciones que
estamos describiendo, enloquecerla en verdad si no encontrara un marco de referencia
que le permita en alguna forma sentirse en el mundo como en su hogar y eludir la
experiencia dei desamparo, desorientación y desarraigo absolutos. Existen muchas
maneras por las que el hombre encuentra solución a la tarea de permanecer vivo y
conservarse sano. Algunas son mejores que otras y algunas son peores. Con "m ejor'' se
quiere decir una manera que conduzca a una fuerza, claridad, alegría e independencia
mayores, y con "peor" justam ente lo opuesto. (RE, 68.)
El hombre es más fuerte cuanto más plenamente toca o se relaciona con la realidad.
Pero mientras sólo es un borrego y su realidad, en esencia, no es más que la ficción
creada por su sociedad para manipular más provechosamente a los hombres y las cosas,
es débil como hombre. Cualquier cambio en los patrones sociales hace que se cierna
sobre él una viva inseguridad e, incluso, la locura, porque toda su relación con la realidad
está viciada por la realidad ficticia que se le presenta como verdadera. Cuanto más logre
captar ta realidad por sí mismo y no como un dato que la sociedad le proporciona, tanto
más seguro se sentirá porque dependerá mucho menos del consenso y, por tanto, se
verá tanto menos amenazado por el cambio social. (RE, 70-71.)
5. VIKTOR FRANKL, O LA BUSQUEDA DE SENTIDO.
Cada época tiene sus neurosis y cada tiempo necesita su psicoterapia. En realidad,
hoy no nos enfrentamos ya, como en tiempos de Freud, con una frustración sexual, sino
con una frustración existencial. El paciente típico de nuestros días no sufre tanto, como
en los tiempos de Adler, bajo un complejo de inferioridad, sino bajo un abismal complejo
de falta de sentido, acompañado de un sentimiento dé vacío, razón por la que me inclino
a hablar de un vacío existencial. (AVE, 9.)
Pero una psicoterapia que quiera dirigirse al hombre tiene por fuerza que hacerse
cargo de la voluntad de sentido, muy en consecuencia con esa sentencia dé Nietzsche,
que dice: "Quien tiene un 'porqué’ para su vida, soporta casi siempre el ’cóm o’; así es en
verdad, sólo que yo diría sin restricciones: soportar cualquier cómo. (IPH, 94.)
Lo que queremos, lo que nos hace falta no es sólo et dinero, gracias al que podamos
vivir, sino en primer lugar aigo por lo que podríamos vivir: lalgo que dé un sentido a nuestra
vida!
Por consiguiente, no existe sólo un hambre de pan sino con toda seguridad también
existe hambre de sentido. Y esto se tiene demasiado poco en cuenta también en el estado
de bienestar de hoy en día. (LAE, 276.)
En cierto sentido, el vacío existencial puede ser considerado como una neurosis
sociógena. Sin duda, nuestra sociedad industrializada está en condiciones de satisfacer
todas las necesidades humanas, y su compañera la sociedad de consumo, está incluso
en condiciones de crear nuevas necesidades que satisfacer; pero la necesidad más
humana -la necesidad de encontrar y hacer realidad un sentido en nuestras vidas- se ve
frustrada por esta necesidad. Con el despertar de la Industrialización, la urbanización
tiende a desarraigar al hombre de sus tradiciones y a alienarlo de aquellos valores que se
trasmiten por tradición. Comprensiblemente, la generación joven es la que se ve más
particularmente afectada por el sentimiento de carencia de sentido. (LAE, 284.)
De otra parte, la pregunta del sentido de la vida viene provocada no sófo por la
frustración de necesidades inferiores sino también, obviamente, por la satisfacción de
dichas necesidades, por ejemplo en el marco de la "sociedad de la opulencia". No
andamos descaminados si en esta aparente contradicción contemplamos una afirmación
de nuestra hipótesis, según la cual la voluntad de sentido es una motivación su i generis,
que ni puede reducirse a otras necesidades ni derivarse de ellas (...). (AVE, 17.)
De por sí, el sentimiento de falta de sentido no constituye una neurosis, por lo menos
en el sentido clínico estricto. Si ha de considerársela como neurosis, sería más bien como
neurosis sociógena. (VS, 16-17.)
Vivimos en una época en la que está muy extendida la sensación de falta de sentido.
En nuestro tiempo, la educación tiene que preocuparse no sólo de proporcionar unos
conocimientos, sino por afinar !a conciencia, de forma que el hombre tenga un oído lo
suficientemente fino como para escuchar la exigencia latente en cada situación. En una
época en la que los Diez Mandamientos parecen haber perdido para muchos su validez,
et hombre debe ser capaz de percibir los diez mil mandamientos que están ocultos en las
diez mil situaciones con que le enfrenta ia vida. Con ello, no sólo le parecerá que su vida
está más llena de sentido, sino que también estará inmunizado contra el conform ism o y
el totalitarism o, las dos consecuencias del vacío existencial; pues, pues una consciencia
despierta le hará resistente, de forma que no se rendirá ante ninguna de estas actitudes.
(PAT, 23.)
Así pues, hoy más que nunca la educación es educación paraJa responsabilidad.
Vivimos en una sociedad de abundancia, pero esta abundancia no lo es sóio de bienes
materiales, es también una abundancia de información, una explosión informativa. (...)
Nos acosan estímulos e incentivos de todas clases. (...) Si el hombre en medio de todo
este torbellino de estímulos quiere sobrevivir y resistir a los medios de comunicación de
masas, debe saber qué es o no lo importante, qué es o no lo fundamental; en una palabra,
qué es io que tiene sentido y qué es lo que no lo tiene. (PID, 107.)
Hoy día, esta voluntad de sentido del hombre se ve frustrada a escala mundial. Un
número creciente de personas están obsesionadas por un sentimiento de falta de sentido
-"insignificancia1', absurdidad-, que a menudo va acompañado del sentimiento de vacío
o, como yo mismo suelo decir, de un "vacío existencial" (...), Dicho sentimiento se
manifiesta principalmente por el aburrimiento a la apatía. Si el aburrimiento revela una
falta de interés por el mundo, la apatía manifiesta ausencia de iniciativa para hacer algo
en el mundo, para cambiar alguna cosa en el mundo. (LAE, 283.)
El vínculo natura) que existe entre ei hombre y su trabajo profesional, como campo
para una posible realización creadora de valores y para cumplimiento único e insustituible
de su propia vida, sufre no pocas veces una desviación por obra de las condiciones de
trabajo imperantes. (...)
Claro está que en tales condiciones, no es posible concebir el trabajo sino com o
medio para un fin, como medio para ganarse el sustento indispensable pará vivir. La
verdadera vida del hombre, en estos casos, empieza cuando termina el trabajo profesional
y comienza el tiem po libre (...) (PE, 173-174.)
El hombre que padece esta frustración existencial no sabe de nada con lo que poder
llenar su vacío existenciaI, como yo )e llamaría. Decía Schopenhauer que la humanidad
oscila entre dos polos: la necesidad y el aburrimiento. Pues bien, hoy día nos da más que
hacer, incluso a nosotros los neurólogos, el aburrimiento que la necesidad (..)
El tedio puede ser realmente, como dice et lenguaje corriente, "mortal"; de hecho
aseguran algunos autores que los suicidios no tienen en fin de cuentas otro origen, sino
ese vacío interior, que se corresponde con to que nosotros hemos ttamado frustración
existencial; (...)
Hoy gozan todas estas cuestiones de una especial actualidad. Vivimos en una
época de "automatización" creciente y esto trae consigo un peligroso aumento de tiem po
librp. Porque tener tiem po libre no quiere decir solamente libre de algo, sino también libre
para algo, y ei hombre existencialmente frustrado se encuentra con que no sabe cómo
ha de llenarlo. (IPH, 50 a 53)
Si quisiéramos conocer las principales formas, bajo las que clínicamente se nos
presenta la frustración existencial, se habría de citar, entre otras, la neurosis de falta de
ocupación (...). Y en este sentido se han de entender tas crisis de los jubilados y
pensionistas (...).
Dei mismo modo que la crisis de los pensionistas viene a ser algo así como una
neurosis de falta de trabajo, pero permanente y continua, así también hay una neurosis
de falta de ocupación, ésta fluctuante y periódica; me refiero a las neurosis dominicales,
una depresión que acomete a aquellos que se hacen conscientes del vacío de su vida,
sólo cuando descansan los domingos de su actividad y trabajos diarios, y entonces
aparece en ellos ei vacío existencial. (IPH, 55-56.)
La depresión no sólo depende de que uno esté en paro o no, sino más bien de que
uno considere su vida carente de sentido o no. En una palabra, no sólo existen estómagos
vacíos sino también existe un vacío interior, y éste existe tanto sin trabajo como con
trabajo, por consiguiente, existe a pesar dei trabajo, es más, a veces incluso existe a través
del trabajo, (LAE, 276-277.)
Pero así como los directivos tienen tanto trabajo que no les queda tiem po para
respirar, y mucho menos para encontrarse a sí mismos, en cambio, sus mujeres tienen
demasiado poco que hacer y demasiado tiempo de ocio. No saben en qué emplear tantas
horas libres y, por supuesto, desconocen mucho más aún el modo de emprender algo
por propia iniciativa. Recurren entonces para aturdir su vacia interior, a la bebida, los
chismes y el juego (...)
El horror vacui -la angustia del vacío- no se da sólo en el ámbito físico, sino también
en el psicológico vis a tergo del vertiginoso aumento de la motorización.
Desde el punto de vista psiquiátrico, lo importante no es que uno sea joven o viejo;
no importa la edad que se tenga; lo decisivo es la cuestión de si su tiempo y su conciencia
tienen un objeto, al que esa persona se entrega, y si ella misma tiene la sensación, a pesar
de su edad, de vivir una existencia valiosa y digna de ser vivida; en una palabra, si es
capaz de real izarse interiormente, tenga la edad que tenga. (PAT, 61.)
¡Qué traidor o al menos que tentador resulta ese dicho de moda de la realización
y de la consumación de sí mismo! (...) Consumación del propio yo y actualización de las
propias posibilidades, no son, en suma, finalidad en sí mismas, y por ello solamente a un
hombre que ha malogrado el sentido real de su vida se le ocurre concebir la realización
de sí mismo, no como un efecto resultante, sino como una finalidad. (...) Resumiendo:
consumación y realización de sí mismo son el resultado de la consumación de un sentido
y de la realización de un valor, y así podemos comprender qué tergiversación de las cosas
significa el obrar como si ia consumación de un sentido y ta realización de un valor fuesen
simples medios para lograr el fin de la consumación de sí mismo y de la realización de
si mismo. (IPH, 66-67.)
Por otro lado, difícilmente se puede superar la patología dei espíritu d e l tiempo,ia
neUrosis colectiva de la humanidad, si no es apelando a la. libertad y al sentido de
responsabilidad; mas a lo largo de varios decenios se ha venido predicando que el hombre
no era más que un producto de la herencia y del medio ambiente, (...) Hace ya tiem po
que la Psicoterapia se ha contaminado de la neurosis colectiva que aflige a la humanidad,
de esa neurosis colectiva -cada vez más difundida- que encontramos a cada paso bajo
la forma de frustración existencial del hombre moderno. Y la humanidad tom ó el desquite
haciéndose cóm plice de su neurosis colectiva; mas una Psicoterapia sólo podrá enfren
tarse con la frustración existencial, con el nihilismo de la vida, en el momento en que se
libere del nihilismo doctrinal, de la concepción homunculística del hombre. (IPH, 129.)
Pero, después de esta ojeada a la patología del "espíritu del tiempo", ya es hora de
que nos preguntemos a nosotros mismos: ¿Qué se entiende por "sentido"? Esta palabra
se usa aquí en sentido absolutamente "a ras de suelo", en cuanto que se refiere a lo que
una situación concreta significa para una persona concreta, (...) De hecho, cada situación
vital con la que tenemos que enfrentarnos nos plantea una demanda, nos plantea una
cuestión, a la que nosotros tenemos que responder haciendo algo en relación con la
situación indicada. (LAE, 285.)
El sentido no sólo debe sino que también puede encontrarse, y su búsqueda guia
al hombre ia conciencia. En una palabra, la conciencia es el órgano del sentido. Podría
definírsela como la capacidad de rastrear el sentido único y singular oculto en cada
situación.
Ei sentido ha de ser encontrado, pero no puede ser producido. Lo que puede ser
producido es un sentido subjetivo, o una simple sensación de sentido o... el absurdo. Así
se comprende que el hombre que no es ya capaz de encontrar un sentido a su vida, como
tam poco de inventarlo, busque la manera de refugiarse de su creciente sentim iento de
falta de sentido ya en ei absurdo, ya en un sentido subjetivo. (PID, 102.)
El sentido de la vida es subjetivo en cuanto que no hay sentido para todos, sino
que para cada uno tiene un sentido distinto la vida; pero el sentido de que estamos
hablando no puede ser solamente subjetivo: no pude ser mera expresión y mera reflexión
de mi ser, como es un espejo, (...)
Ahora bien, el sentido de la vida no sólo es subjetivo, sino también relativo: es decir
que está en relación con una persona y con la situación en que está metida y se encuentra
esa persona.
"Vida" no significa algo vago, sino algo real y concreto, que configura el destino de
cada hombre, distinto y único en cada caso. Ningún hombre ni ningún destino pueden
compararse a otro hombre o a otro destino. Ninguna situación se repite y cada una exige
una respuesta distinta ; (...). Cada situación se diferencia por su unicidad y en todo
momento no hay más que una respuesta correcta at problema que ia situación plantea.
(HBS, 78-79.)
Incluso en este caso el hombre está ante una tarea muy concreta y personal, aunque
sólo fuera la de llevar a térm ino el sufrimiento recto, integro de un destino auténtico. (...)
Ahora bien, ¿con qué derecho nos atrevemos a decir que la vida nunca deja de
tener sentido para todos y cada uno? Esta afirmación se basa en el hecho de que el
hombre es capaz de transformar en servicio cualquier situación que, humanamente
considerada, no tiene ninguna salida. De ahí que también en el sufrimiento se dé una
posibilidad de sentido.(...)
Porque así es, efectivamente: lo que importa es cómo se soporta el destino, cuando
ya no se tiene poder para evitarlo. Dicho de otra forma: cuando ya no existe ninguna
posibilidad de cambiar de destino, entonces es necesario salir al encuentro de este destino
con la actitud acertada. (...)
Intentemos ahora dar una respuesta a la pregunta de por qué el sentido que el
sufrimiento ofrece al hombre es más elevado de cuantos podamos imaginar. Pues bien,
algo se debe a que los valores de actitud demuestran ser más excelentes que ios valores
creadores y vivenciales, en cuanto que el sentido del sufrimiento es superior, dimensio
nalmente considerado, al sentido del trabajo y al sentido del amor, (...)
Por todo lo expuesto resulta claro que la posibilidad de realizar obras creadoras,
es decir, de apoderarse del destino mediante la actuación correcta, garantiza la primacía
frente a la necesidad de aceptar al destino con la actitud correcta, es decir, frente a la
necesidad de realizar los válores de actitud. Brevemente: aunque la posibilidad de sentido
que entraña el sufrimiento es, según la categoría de los valores, superior a la posibilidad
de sentido creador, es decir, por mucho que corresponda al sentido del sufrimiento la
primacía, la prioridad recae sobre el sentido creador. (AVE, 93 a 96.)
Pero quiero dejar bien claro que el sufrimiento de ninguna manera es necesario
para encontrar sentido. En lo que yo insisto es únicamente en que el sentido es posible
incluso a pesar del sufrimiento. Sufrir innecesariamente es sin duda masoquismo, más
bien que heroísmo. (VS, 249.)
Estas tesis fundamental de la logoterapia no es sólo una hipótesis, sino que ha sido
reafirmada empíricamente por toda una lista de prolijos y metódicos proyectos de
investigación. Pues se ha comprobado que, en la vida, se puede encontrar sentido
básicamente y en form a totalmente independiente del sexo, edad, cociente intelectual,
grado de cultura, estructura de carácter y ambiente de una persona y se ha podido
comprobar que el hombre puede encontrar sentido independientemente de que sea
religioso o no y, en el caso de que lo sea, también independientemente de la confesión
religiosa a la cual pertenezca. (VS, 230.)
El mundo no es, como señala el gran filósofo existencial Kart Jaspers, un manuscrito
escrito es clave que hemos de descifrar; no, el mundo es más bien una crónica personal
que hemos de dictar. Y esta crónica es dramática, ya que día a día la vida nos plantea
preguntas, somos interrogados por la vida y hemos de responder. (...) Por lo que se refiere
a las respuestas, no me canso de decir que tan sólo podemos responder a la vida
respondiendo con nuestras vidas. Responder a la vida significa ser responsables de
nuestra vida. (PH, 121-122).
Pero aquí surge ya la problemática real del valor. Pues ahora se pregunta: ¿quién
tiene la capacidad e Incluso, ante todo y en primer lugar, el derecho de determinar el
sentido de la vida psíquica (...), y de indicar el camino? ¿Estamos autorizados y llamados
a ayudar cuando a los psiquiatras, (...) se nos impone toda la indigencia mental y la falta
de orientación cosmovisiva de nuestros enfermos? ¿No confundimos, entonces, ei límite
entre ai psiquiatra y el sacerdote?
Ideas de este tipo no son en absoluto nuevas; sin embargo, importará seguirlas con
nitidez metódica para conservar en sus consecuencias prácticas aquella honradez
ideológica, (...). Evidentemente, esto les resulta fácil a aquellos pslcoterapeutas que por
su unión personal en la praxis psicoterapéutica pueden ser al mismo tiempo médicos y
dirigentes ideológicos, poniendo conscientemente su acción psicoterapéutica al servicio
de su convicción religiosa o de su visión política. Pero precisamente aquí se pone de
manifiesto el peligro específico que trae consigo cualquier psicoterapia conscientemente
evaluadora, el peligro de que la acción médica supere sus límites, así como el de que el
médico, en el marco de su tratamiento, imponga sobre el enfermo su visión personal dei
mundo. (...)
Sin embargo, por otra parte, se presentan cada vez con más urgencia las reivindi
caciones de incluir conscientemente la visión dei mundo y las valoraciones en la acción
psicoterapéutica. (...)
Por tanto vemos claramente y con insistencia cuán necesario es, en la psicoterapia,
una toma de posición ideológica conscientemente evaluadora y, por otro lado, tenemos
que preguntarnos si ésta es posible, es decir, permitida desde el punto de Vista de aquella
honradez ideológica y nitidez metódica que anteriormente habíamos planteado como
presupuesto. Frente al dilema: necesidad de una valoración e imposibilidad de la
imposición, llegamos de esta forma a una situación problemática que, apoyándose en
la fórmula histórica de Kant, se puede expresar de la manera siguiente: ¿Es posible la
psicoterapia como psicoterapia evaluadora? Y, ¿cómo es posible la psicoterapia en
cuanto psicoterapia evaluadora? (LAE, 21-22.)
Existe, sin embargo, una solución a este -dilema, pero sólo una, concreta y
determinada. Para comprenderla, nos basta con remontamos a aquel hecho antropoló
gico originario, a aquel hecho fundamental de la existencia humana que nos servía de
punto de partida: ser hombre, decíamos, es ser-consciente-y-responsable. El análisis
existencial no se propone, en efecto, otra cosa que llevar al hombre a la consciencia de
este su ser-responsable. Se trata de hacer que comprenda y viva esta responsabilidad
inseparable de su propia existencia. (...), lo que se propone precisamente el análisis de
la existencia es llevar al hombre a un terreno en que, por sí y ante sí, por la conciencia de
su propia responsabilidad, sea capaz de penetrar él mismo hasta ia comprensión de sus
deberes propios y peculiares y descubrir el sentido genuino de su vida, sentido que deja
de ser anónimo para convertirse en algo único e irreemplazable. (PE, 318-319.)
Pues bien, tampoco las contradicciones existentes entre las distintas imágenes del
hombre que proponen las diferentes escuelas psicoterapéuticas pueden ser vencidas y
superadas, a no ser que avancemos hasta situamos en la dimensión inmediatamente
superior; en otras palabras, mientras permanezcamos en esas dimensiones inferiores
dentro de las cuales hemos proyectado al hombre en primer lugar, no será posible
alcanzar un concepto unificado.
No hay ninguna psicoterapia sin una concepción del hombre y sin una visión del
mundo. (...) No dudamos en afirmar que la psicoterapia que se tiene por libre de valores,
en realidad no es más que ciega a los valores.
Y es ciega á los valores si es carente de espíritu; pues, así como hubo una psicología
sin psiqué, hoy sigue habiendo una psicología sin espíritu. Pero precisamente la psicote
rapia debe evitar este peligro, de lo contrario renuncia a una de sus armas más
Importantes en la lucha por la salud psíquica y la curación del paciente. (LAE, 64.)
Preocuparse por algo así como el sentido de la existencia humana, dudar de tal
sentido o incluso hundirse en la desesperación ante la supuesta falta de sentido de la
existencia, no es un estado enfermizo, un fenómeno patológico. (...) Es cabalmente la
preocupación por el sentido de la existencia lo que caracteriza al hombre como tal -no
existe un solo caso de un animal preocupado por tales cuestiones- y no podemos reducir
esto humano (más aún, precisamente lo más humano del hombre) a un simple "dema
siado humano", calificándolo, por ejemplo, de debilidad, de enfermedad, de síntoma, de
complejo. (...)
Pero no es sólo que la frustración existencial esté lejos de ser algo patológico, sino
que lo mismo cabe decir (...) de la voluntad misma de sentido. Esta voluntad, esta
pretensión humana de una existencia Nena, hasta el máximo posible, de sentido, es en sf
misma tan poco enfermiza que puede -y debe- movilizársela como factor terapéutico.
Conseguir este objetivo es uno de los propósitos primordiales de la logoterapia (...).
Algunas veces no se trata tan sólo de movilizar la voluntad de sentido, sino de despertaría
a la vida allí donde ha sido resquebrajada, permanece inconsciente, o ha sido reprimida
o desplazada. (AVE, 90 a 92.)
Freud estampó la siguiente frase en una de sus cartas: "...En el momento en que
uno se pregunta por el sentido y el valor de la vida es señal de que se está enfermo, porque
ninguna de estas dos cosas existe de forma objetiva; lo único que se puede conceder es
que se tiene una provisión de libido insatisfecha." Personalmente, me niego a creer esta
afirmación. Considero que no sólo es específicamente humano preguntarse por el sentido
de la vida, sino que es también propio del hombre someter a crítica este sentido. (AVE,
27-28.)
Por tanto, el hecho de poner sobre el tapete el problema del sentido de la vida no
debe interpretarse nunca, en modo alguno, como síntoma o expresión de algo enfermizo,
patológico o anormal en el hombre; lejos de ello es la verdadera expresión del ser humano,
de más humano en el hombre. (...) Le está reservado al hombre como tal, y exclusivamente
a él, el enfocar su propia existencia como algo problemático, experimentar todo el
carácter cuestionable de su ser. (PE, 60.)
Desde hace décadas conocemos esta actitud que siempre pretende desenmasca
rar, que siempre cree poner en evidencia, que siempre aspira o está preparada para
presentar todo lo mental y creativo como "en última instancia nada más que mera"
sexualidad o ambición de poder o cualquier otra cosa; esa orientación de investigación
que ya no ve nada auténtico sino sólo algo que está "detrás": libido, sentimiento de
inferioridad, necesidad de estima, etc. (...) A semejantes orientaciones de investigación
no les importa juzgar -en nuestra opinión de forma incompetente- sino condenar, se
presentan, como medios de una tendencia devaluadora que hace un sigfo actuaba en el
materialismo, más tarde en el relativismo y en el psicologismo intentando quitar valor a
las cosas -del mismo modo que los diversos colectivismos modernos intentan quitar al
hombre la dignidad (junto con su libertad)-. (LAE, 43-44.)
El psicologismo puede ser explicado, pues, como el medio de que se sirve una
tendencia de desvalorización. Con lo cual una corriente de investigación por él dominada
deja de ser expresión de entrega cognoscitiva a una cosa. (PE, 55.)
Desenmascarar puede ser realmente necesario, pero tiene un límite que no han de
sobrepasar, y es el límite de lo auténtico; ni tiene otro sentido que ei de servir de medio
para conservar lo auténtico, más aún para separarlo de lo que no lo es y hacer que de
este modo aparezca lo auténtico en toda su pureza. Porque donde se ha hecho et
desenmascaramiento una finalidad en sí misma, donde ya no queda, digamos, nada santo
ni intangible para el psicólogo, allí se ha reducido el desenmascaramiento a simple medio
para lograr un fin, pues entonces esta tendencia está al servicio de los intereses de la
tendencia a desvalorizar. (...) entonces viene a parar el desenmascaramiento en cinismo
y, finalmente, él mismo se convierte en máscara: la máscara del nihilismo. (IPH, 94.)
Sin embargo, y como jamás me canso de repetir, el desenmascaramiento ha de
detenerse en el punto en el que el psicoanalista se enfrenta con ló que ya no puede ser
desenmascarando, debido, sencillamente, a que es auténtico.
Lo único que habría que preguntarse es por qué este desenmascaramiento resulta
tan atractivo. (...) Al parecer, por aJgún extraño motivo, les resulta grato que se les diga
que el hombre no es más que un simple mono, campo de batalla del ello, él yo y el super
yo, simple pelota de juego de los instintos, producto de procesos de aprendizaje, víctima
de condicionamientos y circunstancias socioeconómicas que reciben el nombre de
complejos. (...)
Con todo, hay una cosa que no debemos olvidar: aunque Ja frustración existencial
no presenta, de por sí, un factum patológico, es muy posible que llegue a serlo, es decir,
la frustración no es obligatoriamente, pero sí facultativamente, de tipo patógeno: puede
desembocar en neurosis, pero no es necesario y, a la inversa, una neurosis puede
fundamentarse en una frustración existencial, en la duda o en la desesperación en casos
concretos referidos al sentido personal de una existencia, pero no es su fundamento
necesario. (...)
Dentro de este contexto deseo señalar que la dimensión humana -o bien, como es
designada también en logoterapia, la dimensión noológica- va más allá de la dimensión
psicológica y es más elevada; pero ser más "elevada" significa tan sólo que abarca e
incluye a la dimensión más baja. (...) La condición única del hombre, su entidad humana,
no se halla en contradicción con et hecho de que, en cuanto a sus dimensiones
psicológicas y biológicas, sigue incluido en la escala animal. (PH, 21.)
Lo espiritual no es sólo una dimensión propia del hombre, sino que es la dimensión
especifica de éste. Aunque la dimensión espiritual representa la dimensión específica del
hombre, sin embargo no se trata , por lo que a ella se refiere, de la única dimensión del
hombre, puesto que el hombre es una unidad y una totalidad corporal, psíquica y
espiritual. (LAE, 68.)
Bajo la palabra espíritu hay que entender la dimensión de los fenómenos espec^
camente humanos. En oposición al reduccionismo, la logoterapia se niega a re d im io s a
fenómenos subhumanos o bien reducidos a estos. (...)
De hecho, la existencia humana tiende siempre más allá de sí mlsmp uende siempre
hacia un sentido. Desde esta perspectiva, la existencia humana no afana por el placer
o por el poder, ni tampoco por la autorrealización, sino más bie.i por el cumplimiento de
un sentido. (AVE, 111-112.)
El reduccionismo tiene razón dentro de sus límites. Pero sólo dentro de ellos. Su
peligro es el pensamiento unidimensional. Este pensamiento priva de la posibilidad de
encontrar un sentido. La afirmación de que el sentido de una estructura excede los
elementos de que ésta se compone, significa en definitiva que el sentido está localizado
en una dimensión más elevada que los elementos. Así puede ocurrir que el sentido de
una serie de acontecimientos no se encuentre en la dimensión de éstos. (...) Con otras
palabras, lo que se echa de menos es la sinopsis, la visión de sentido más elevado o más
profundo de los acontecimientos (...) (...) Pero también el científico debería ser consciente
de la unidimensionalidad ficticia que adopta y permanecer abierto a otras dimensiones
más elevadas. Si lo hace es señal de sabiduría. Porque la sabiduría se puede definir como
un saber que es consciente de sus límites. (HD, 17.)
Para ser exactos, más que sustituir la "psicología profunda" (...), la psicología
superior aquí auspiciada pretende complementarla (...); de hecho, esta psicología más
completa centra su atención en los fenómenos específicamente humanos. (...) (LAE, 283.)
La Antropología que sirve dé base a la Psicoterapia no tiene, hoy por hoy, nada
que ver con una concepción o imagen del hombre verdadero, sino con la imagen de un
hombre a quien ella concibe, en mayor o menor grado, como la resultante de un
paralelogramo de composición de fuerzas, cuyas componentes se llaman Yo, Ello y
Super-yo, o bien como un producto cuyos factores son: instintos, herencia y mundo
entorno; este producto no es un hombre, sino un homúnculo. (IPH, 128-129.)
Esto es una caricatura, un retrato que desfigura y deforma la verdadera imagen de)
hombre, pues (...) en lugar de la primaria orientación del hombre a un sentido se ha puesto
su pretendida determinación por los instintos, y en lugar de su tendencia a los valores,
que tan característica es del hombre, se ha puesto una tendencia ciega al placer. (IPH,
106.)
Lo que importa más bien es que nosotros los médicos nos separemos de una
imagen anticuada del hombre según la cual vemos en la psique un "aparato" y un
"mecanismo", y en la psique enferma algo que tenemos que reparar como una máquina.
Quien se comporta como médecin technlcien, lo único que prueba es que ve en el enfermo
a un homme machine. En cambio, el medicus humanus percibe al homo patiens, ve
detrás de ta enfermedad al hombre que sufre. Y percibe lo humanlssimum: la voluntad de
sentido, “la lucha por el sentido", que no se detiene ni tampoco debe detenerse ante el
sufrimiento; pues tenemos que distinguir entre sufrimiento y desesperación. Un sufrimien
to, una enfermedad puede ser incurable; pero el paciente sólo desespera en el momento
en que ya no puede ver sentido en el sufrimiento. La tarea de ta cura de almas médica
consiste en hacer emerger un sentido. (LAE, 256.)
(...) A quien encuentra un sentido a su vida, esto le ayudará más que cualquier otra
cosa para superar las dificultades exteriores y los sufrimientos interiores. De esto se
deduce lo importante que es, desde el punto de vista terapéutico, ayudar al hombre a
encontrar un sentido a su existencia, así como despertar en él el afán de encontrar una
razón de ser. Para ello se necesita, sin duda, una imagen del hombre diferente a la que
concebían las antiguas escuelas de la terapéutica psíquica, (...) (PAT, 36.)
Aquí, más bien, nos podría ayudar una psicoterapia basada y enraizada en una
genuina imagen humanista del mundo y los hombres. Podremos medir nuestras fuerzas
con el nihilismo actual únicamente si podemos enfrentarlo a un humanismo, y no a
cualquiera de esos "homunculismos" que no ven en el hombre al hombre mismo, no lo
ven realmente humano (...) (VS, 127)
IQué cinismo se oculta tras este concepto de la psicoterapia como técnica, como
psicotécnicaf ¿O acaso no es esto como si pudiéramos introducir al médico en calidad
de técnico después de haber considerado al paciente, al hombre enfermo, como una
especie de máquina? Sóio un "hombre máquina" tiene necesidad de un 'médico técnico".
<PID, 14.)
Sea como fuere, se le presenta como una víctima de las circunstancias, cuando en
realidad es él quien crea tales circunstancias, por lo menos quien las organiza y, si es
necesario, las modifica.
Pero últimamente se ha visto que todos estos intentos de tratar el problema del
hombre a partir de estos dos aspectos están destinados a fracasar, ya que )o esencial del
hombre, el ser humano como tal, no admite estos intentos de aproximación; no se le
puede analizar, y mucho menos cambiar, por esta vía. No olvidemos qué en la imagen
que nos hacemos del hombre se prescinde tanto de lo que hay de humano en él, que
hablamos de la persona como un producto, como si el comportamiento humano'fuera el
resultado de un paralelogramo de fuerzas cuyos componentes son precisamente la
herencia y el ambiente. (PAT, 168.)
Pero, volviendo una vez más al complejo de vacuidad; ¿es que podemos acaso dar
hoy un sentido al hombre existencialmente frustrado? Podemos darnos por contentos si
al hombre de hoy no se le ha arrebatado ya este sentido en virtud de un adoctrinamiento
reduccionista" (AVE, 29.)
Hoy düa los pacientes se dirigen al psiquiatra porque dudan del sentido de su vida,
o porque desesperan indüso de que puedan encontrar ese sentido, propiamente hablan
do, nadie puede quejarse hoy de que le falte sentido a la vida. Basta sólo lanzar una mirada
al horizonte para advertir que, aunque es cierto que nosotros nadamos en la abundancia,
hay otros que están hundidos en la necesidad. Disfrutamos de libertad, pero ¿dónde está
la responsabilidad hacia los demás? (AVE, 116.)
El mundo va de mal en peor. (...) No está en buen estado. Pero ustedes tienen que
comprender que como médico no puedo estar satisfecho-con ello.
El mundo está enfermo, pero su mal es curable. Una literatura que rechace ser una
"medicina" y colaborar en la lucha contra la enfermedad del espíritu de nuestro tiempo,
no es una terapia, sino una señal, un síntoma de la neurosis colectiva que se une a todo
lo demás. Si el escritor no es capaz de inmunizar al lector contra la desesperación,
entonces tiene que abstenerse de hablar sobre ella. (IPH, 92.)
INTRODUCCION AL PENSAMIENTO DE
TEILHARD DE CHARDIN
v^1
-
Fernando Riaza
INTRODUCCION AL PENSAMIENTO DE
TEILHARD DE CHARDIN
Primera edición: Agosto de 1992.
INSTITUTO EMMANUEL MOUNIER.
C/Melilla, 10, 8® D. 28005 - MADRID.
Tlfno: (91) 4731697.
■ TORCULO ■
Artes Gráficas
Mazar elos, 14 Baixo 15703 Santiago
D L . C - 124-91
INDICE
P resentación..........................................................................................5
V. La Etica de lo P ersonal................................................................. 32
1. Semblanza.
Pierre Teilhard de Chardin (Oreines 1881 - New York 1950, jesuíta y paleontólogo
es un original e influyente pensador señalado entre otros méritos por haber construido
una imagen del Universo que trata de sintetizar en un evolucionismo generalizado, el
puesto central de la persona humana y la visión cristiana de un Dios creador y consuma
dor de la humanidad redimida. Su concepción es, en parte, la de un explorador, no sólo
de yacimientos fósiles, sino del futuro de la humanidad. A causa de esta segunda actitud
tendrá que inventar conceptos y palabras en las que puedan caber los futuros desarrollos
del Universo tal como hoy tenemos conciencia del mismo.
2.3. Por una parte la persona humana está radicalmente incluida en un Universo
en evolución, en un Universo que se va construyendo - la "Cosmogénesis"-. Esta inclusión
-decididamente en contra de la inclusión aleatoria de Jacques Monod- no hace de la
persona humana una excepción ni una anomalía en el proceso universal del Cosmos, sino
una etapa, en cierto modo buscada, del desarrollo del Universo.
Por otra parte, una vez descubierto el lugar que en su visión global tiene del hecho
personal, todo el futuro no sólo de la Humanidad, sino también dei universo todo, gravita
sobre este hecho personal, en el que se entrecruzan los caminos evolutivos.
2.4. Ante un pensamiento tan poderoso y tan lanzado hacia el futuro, muchas de
las ideas e inercias habituales de los teóricos de la evolución, del desarrollo histórico de
la humanidad o de la ética son sacudidas por el impulso dinámico de esta nueva forma
de pensar.
Al querer introduciren ese duro mundo cultural que forman las ideas "generalmente
admitidas" sus audaces conclusiones todavía no consagradas por la práctica ni la
experiencia, se ha sentido múltiplemente rechazado por teólogos y filósofos, por biólogos
y físicos, por moralistas y sociólogos. Al no ser nada de esto y tratar de sintetizar ¡deas
de todos estos campos de estudio ha encontrado ei rechazo de unos saberes muy seguros
de sí mismos, en los que no caben los ensayos novedosos mientras no respeten reglas
convenidas.
"Salvemos a la Humanidad", Pekín,11 nov. I936 (en Ciencia y Cristo, edición citada
pp. 153-175) [167-191] (1)
Y sobre todo: “Esbozo de un universo personal" Pekin, 4 mayo 1936 (en La Energía
Humana ed. citada pp. 59-100), [67-114].
"El Fenómeno espiritual" Pacifico, marzo 1937, (Ibid. 101-122, esp. 109-114)
[115-139] [esp.125-131].
"La Centrología" Pekín 13 diciembre 1944 (en La Activación da la Energía, ed. citada
pp.89-117 [103-134]), también importante para una visión estructural de la persona
humana.
Estas obras pueden servir de clarificación de algunos de los textos que aquí se
aducen y de ampliación de no pocas de estas ideas.
3. Observaciones criticas
1 La paginación puesta en segundo lugar se refiere a la edición francesa, tal como se indica
en la Nota bibliográfica.
1955. Después su pensamiento, en parte por la dificultad de comprensión, en parte por
las críticas recibidas, fue siendo menos conocido hasta llegar casi a colapsarse su estudio.
3.2. Este hecho, negativo sin duda para ei conocimiento de sus audaces concep
ciones, puede ser aprovechado como forma de acercamiento crítico más sereno, sobre
todo en lo que se refiere al ser humano y a su condición personal. Teilhard se puede situar
en pleno derecho entre los clásicos del personalismo.
3.3. Como muestra de esas líneas críticas que hoy se han consolidado respecto a
su pensamiento podemos afirmar que
El ímpetu que mueve este intento grandioso es el de conseguir esa unidad dinámica
y dialéctica mente-materia y hombre-cosmos por la que se han esforzado tantas filosofías.
Es posible que le faltara una categorización suficiente para abordar el problema, pero lo
que si hay que afirmar es que lo ha tratado de resolver a escala universal, con una
universalidad físico-biológica más que metafísica.
e) Por fin, Teilhard figura entre los más grandes profetas actuales de las esperanzas
humanas. Remontando su pensamiento muy por encima de lo cotidiano de las personas
y de los pueblos ha buscado denodadamente todos los motivos por ios que tenemos que
mirar esperanzadamente al futuro. La "unanimidad humana", la "simpatía universal" que
ve crecer por doquier y de la que busca razones que se remontan al origen de la vida
sobre la Tierra, es un ejemplo de esta actitud optimista, irrenunciablemente optimista del
futuro de la Humanidad. Lo mismo puede decirse de su Idea del "amor". Liberado de los
límites estrechos del instinto y del individuo, las páginas que ha dedicado a considerarlo
como una potencia cósmica, merecen ser citadas entre las más renovadoras de la ética.
Lo cierto es que su pensamiento, decididamente personalista, quedará inscrito entre ios
intentos de impedir que la concepción de la persona humana se quede en el ámbito
exclusivo de la conciencia individual y de la sociedad, y se haga coextensiva con el
desarrollo histórico de la humanidad y aún del universo.
1. Las traducciones españolas de las obras de Teilhard de Chardin de que están
tomados los textos, asi com o las abreviaturas utilizadas, son:
Etre plus. Directives extraites des écrlts publiés ou inédits du Pére, de sa corres-
pondence et de ses notes. París, Seuil 1968.
Cartas de Egipto. Prólogo del R.P. Henride Lubac. Miembro del Instituto de Francia.
Trad. de Julio Cerón. Madrid 1967.
c) Y ahora (¡exactamente ahora!) los seres que han llegado de repente a ser
conscientes de ser cada día un poco más conscientes por efecto de "coreflexión".
Parece que la persona humana* con su aparición en la Tierra marca uno de estos
cambios de estado. Antes de ella, por io que podemos juzgar, no había más que
"bosquejos de personas" o incluso, tomando la Vida lo más lejos posible, bosquejos de
individuos en la Naturaleza. ¿Dónde situar la unidad, tan difusa como es, en la Planta o
en el Polímero? Después, al correr el tiempo, los ensayos se regularizan. Las asociaciones
de células se anudan en grupos más precisos. Se dibujan movimientos y reacciones de
conjunto. En los animales superiores el psiquismo está ya a flor de personalidad. Y, sin
embargo, falta todavía una propiedad fundamental, aun al mono más "inteligente": la
posibilidad de la consciencia en replegarse sobre sí misma. La reflexión, ese paso brusco,
total, de lo difuso a lo puntiforme, marca y define el advenimiento de un estado de
conciencia absolutamente nuevo. Con ella irrumpe el Pensamiento, y la Vida "hominizada"
toma, por segunda vez, posesión de la Tierra.
3 Teilhard distingue entre una energía "tangencial" que estudia la física y una energía "radial"
que se manifiesta en la persona (N. del E.)
término de una trayectoria solitaria y divergente; coincide (sin confundirse) con el punto
de confluencia de una Multitud humana tendida, reflexiva y unanimizada libremente sobre
sí misma. En fin (y aun cuando esta perspectiva tiene algo de fantástica), si, en verdad,
por su parte pensante, la Materia vitalizada converge, por fuerza hemos de imaginar,
correspondiendo al punto de Reflexión noosférico, algún fin absoluto del Universo en el
polo del hemisferio cuya bóveda nos encierra. Hasta nueva orden, ia Astronomía moderna
no duda en considerar la existencia de una especie de Atomo primitivo en el que se reuniría
la masa entera del mundo sideral llevado unos miles de millones de años atrás. Resulta
curioso que la Biología, simétricamente en cierto sentido a esta unidad física primordial,
extrapolada hacia el extremo (y esta vez hacia adelante), nos lleve a una hipótesis análoga:
la de un Foco universal (le llamo OmegaK no ya de exteriorización y de expansión físicas,
sino de interiorización psíquica, hacia donde la Noosfera (4) terrestre en vías de concen
tración (por complexificación) parece destinada a llegar dentro de algunos millones de
años (5). Espectáculo asombroso, sin duda, éste de un Universo fusiforme, cerrado en
sus dos puntas (detrás y delante) por dos cimas de naturaleza inversa.]. GZH. París 4 de
agosto de 1949. pp. 125-126 [154-156]
4 Y si existe, o se preparan otras en el espacio estelar, toda Noosfera, cada cual a su tiempo.
5 Computada en la cantidad media de evolución reconocida para los géneros o ias familias de
Mamíferos pre-humanos, la vida de un grupo zoológico tan formidable como la Humanidad
debería ser de varias decenas de millones de años. Pero aqui, vayamos con cuidado. En el
Arbol de la Vida, el "género humano” no se comporta como un simple ramo de hojas, o
como una simple rama, sino como una inflorescencia; y, por tanto, su evolución pudiera ser
mucho más corta de lo que pensamos. Y aún más: por el estado de in-arreglo orgánico en
que todavía se halla a nuestros ojos la Noosfera, razonablemente podemos concluir que, al
cabo de un millón de años de existencia, el Hombre acaba de surgir justamente de su fase
embrionaria.
Y en efecto, sea que consideremos la aparición inicial de los centros vivos a partir
de sus segmentos disyuntivos, o que sigamos, en el interior de los centros fíléticos (6),
el aislamiento gradual de lo nuclear en el seno de lo periférico, ya sea que observemos el
paso reflexivo del núcleo al eucentrismo (7) personal, bien sea, por último, que extrapo
lemos los efectos, sobre el Hombre, de la Hominización, el sentido y el significado del
movimiento observado se mantienen. En el transcurso del Tiempo (del que puede,
exactamente igual que la Centrocomplejidad, proporcionarnos una medida absoluta), la
Personal -considerado en cantidad tanto como en calidad- asciende continuamente en el
Universo.
Desde ese punto de vista, el apretamiento irresistible, que nos obliga cada vez más
a compenetrarnos mutuamente sobre la superficie cerrada de nuestro planeta, no tiene
nada que pueda inquietarnos. No es más que una manifestación, más colosal que las
demás, de las fuerzas cósmicas que desde siempre trabajan para unificar y profundizar
el mundo a fuerza de complicarlo.]. "La Centroiogía" Pekín, 13 dic. 1944, en &£, pp. 107-108
[124-125]
Tal es, en efecto, la perspectiva que nos impone, poco a poco, la distribución
metódica en los diversos planos y los diversos azimuts del Pasado, de los seres que nos
han precedido. De igual manera que el polvo de las estrellas, correctamente situado en
la bóveda celeste, toma hoy, a ojos de los astrónomos, la figura de inmensas espirales en
movimiento, así, las miríadas de seres que llamamos la Vida tienden a disponerse,
siguiendo una ley muy sencilla de concentración psíquica, terminándose, en el instante
presente del Mundo, en el Hombre, A partir del Hombre, descendiendo hacia los orígenes,
ia consciencia para desanudarse, difuminarse hasta hacerse imperceptible. Hacia el
Hombre, al remontar el eje de los tiempos, la espontaneidad se despierta, se organiza y,
finalmente, se vuelve reflexiva, emergiendo en lo "Personal".
No describiré, una vez más, este proceso cuya objetividad, puesta en duda todavía
por muchos (por puro hábito mecanicista, según creo), me parece tan evidente como la
mayor parte de las grandes hipótesis corrientemente aceptadas por la Ciencia moderna.
Lo que se relaciona directamente con mi tema es buscar lo que este hecho experimental
nos sugiere en cuanto a la contextura profunda de la Materia del Universo.
En un primer análisis, la condensación de la realidad cósmica en personalidad
humana parece expresar una ley de formación universal. Por razones de utilidad y de
método perfectamente legítimas, la Física se ha aplicado, sobre todo, a seguir los
fenómenos en ei sentido en que se descomponen o se atomizan. El hecho evolutivo viene
a recordarnos que el movimiento principal de ío Real es una síntesis en el curso de la cual
lo plural se manifiesta bajo formas cada vez más complejas y organizadas, yendo
acompañado cada grado ulterior en la unificación por un crecimiento de conciencia
interna y de libertad. En el seno de la Duración completa la multiplicidad indiferente e
inerte no existe. Hay, sin duda, secundariamente, cenizas muertas. Pero por sí, origina
riamente, el polvo, en todos su grados, es un índice de vida naciente. Un primer múltiplo
seguido de una primera unificación. En todos ios estadios sucesivos de la Consciencia
se reconstruye una pluralidad nueva para permitir una síntesis más elevada: así puede
expresarse la ley de recurrencia en la que estamos prendidos.
Para traducir esta condición general de nuestra experiencia, se podría decir que el
Universo se no presenta como afectado por una curvatura convergente hacia donde la
sustancia de todas las cosas se encuentra gradualmente forzada’ Pero para comprender
precisamente en qué consiste esta curvatura dei medio que nos rodea, es necesario partir
de nosotros mismos e Investigar lo que significa la Ley de concentración universal aplicada
al análisis de nuestra propia personalidad.
8 So pena de incurrir en un contrasentido, no hay que olvidar que el autor se sitúa en el plano
de lo que nos aparece cuando miramos el Universo y no en el plano ontoiógico. El mismo
lodice más de una vez. Ver, por ejemplo, en este mismo tomo (pág.175): "Así comprendida,
observémoslo, la conservación de lo Personal no implica, de ninguna manera (sino todo lo
contrario), una identidad "ontológica" entre lo inconsciente y lo autoconsciente. Aunque
sujeta a una ley 'cuántica", la personalización continúa siendo, esencialmente, una
transformación evolutiva; es decir, continuamente generadora de algo totalmente nuevo.
"Tanto de Materia para tanto de Espíritu, tanto Múltiple para tanto de Unidad; nada se pierde
mientras que todo se crea." He aquí únicamente lo que se afirma (N. del E.)
IV. INDIVIDUO Y PERSO N A - PLURALIDAD Y DOLO R - D IA LEC TIC A
D E LA FELICID A D .
[Así adquirió cuerpo el mundo de la Materia -suma de Multitudes cada una de las
cuales flota en el seno de una Multitud más sutil que ella misma, pirámide lentamente
elevada, cuyos flancos no se hacen visibles más que a partir de un cierto estrechamiento
de aristas, mientras que su base, indefinidamente desplegada, se baña en la Nada.
Por haber comprendido esta génesis del Espíritu, es por lo que nos escandalizamos
de encontrar tan inestable la energía inmaterial de los vivientes, tan fácil hacer morir las
almas (11). La simplicidad psíquica, tai y como nosotros la conocemos, nace de la
Multitud. Florece sobre la complicación orgánica, soberanamente numerosa y soberana
mente venida. Proporcional a ia Multitud sobrepasada que se abriga en su seno, tal
simplicidad corresponde inexorablemente a una aptitud máxima del ser para descompo
nerse. El alma se crea a fuerza de materialidad agrupada y coordenada. Se halla ligada
a un summum de complejidad disuelta y dominada. He aquí por qué se convierte en
extremadamente frágil, a medida que se afina, en los animales, hasta que en el hombre,
bruscamente, las generatrices innumerables del espíritu se funden en un punto tan
perfecto que su soldadura, incapaz de deshacerse, llega a desprenderse y a subsistir,
inmortal, aún después que el haz inferior del cuerpo se desanuda y se desparrama.
A pesar de lo cual -precisamente por ello-, no representa el término más simple que
descubrimos en la Creación.
10 Cuando el P. Teilhard precisa su pensamiento sobre las relaciones del espíritu y de la materia
no afirma que la materia se convierte en espíritu, sino que el espíritu nace sobre la
complejidad de la materia.
11 Se trata aquí del alma en el sentido escolástico de la palabra, que comprende el alma
vegetativa (plantas) y el alma sensitiva (animales).
¿Qué quiere decir esto, sino que está hecha para la unión que simplifica a los seres,
aunque parece que los complica?
Si es cierto, por tanto, que toda Multitud (armonizable) es la nada de algo más bien
simple que ella, superior, que puede y quiere nacer de su cohesión, puesto que a nuestro
alrededor subsiste todavía una complejidad más rica que aquella de la que ha nacido
nuestro pensamiento: la complejidad de las almas; esto demuestra que es posible una
espiritualidad más acabada que la nuestra. Por encima de la depuración y de la
condensación de cualquier virtud material en la substancia que reflexiona y que abstrae
está la concentración esperada de todos los pensamientos en un solo Espíritu y en un
solo Corazón.
[ LA PENA DE PERSONALIZACION
Mi respuesta a esta pregunta, la más angustiosa que hay para el espíritu humano,
será la siguiente: en el Universo que he considerado, el Problema del Mal no solamente
12 Letras griegas en el Apocalipsis designan a Cristo, principio y fin del Universo. El es la cabeza
del cuerpo místico, es el que unifica tas almas. Es esta concepción la que inspira los párrafos
precedentes.
no constituye una dificultad especial, sino que encuentra su solución teórica más
satisfactoria e incluso un esbozo de solución práctica.
A) La Pena de Pluralidad
No hay que insistir para recordar qué duramente hace estragos esta ley del plural
en el Mundo de los cuerpos. Pero es útil para nuestra tesis hacer rememorar qué
claramente se extiende el ámbito físico-moral del Universo personalizado. Miremos a
nuestro alrededor. Entre la multitud de seres vivos que se cruzan hay, primero, un gran
número de almas hechas para unirse -almas que se aportarían la una a la otra el
complemento beneficioso que les falta- y que no se conocerán nunca. ¿A qué azares
terribles condicionan los encuentros que hacen la dicha de nuestras vidas?... En el
pequeño número de uniones con éxito existe enseguida la dificultad insuperable de
mantener el contacto exterior de las vidas. Muy frecuentemente, los que más se aman,
apenas reunidos, son separados uno del otro por el mismo azar que los había acercado.
En los casos excepcionales, incluso, en los que está asegurada, apaciblemente, la
presencia, ¡qué de dificultades y qué de riesgos en los desarrollos del contacto interior;
los laberintos en los que nos oímos sin poder encontrarnos, los atolladeros en los que uno
tropieza, los caminos que divergen, las almas que, una en la otra, pierden su caminol...
Y, en fin, si, por el colmo del éxito, llega uno at corazón dei otro, ¿no queda esta última
barrera de los espíritus que, por próximos que estén, no llegan nunca a ser enteramente
transparentes uno al otro, porque no son todavía, porque no pueden, antes de la
consumación final, estar interiorizados uno en el otro? Uniones fracasadas, uniones rotas,
uniones Inacabadas, ¡qué de desventuras, qué de peripecias y, poniéndonos en el mejor
de los casos, qué de oscuridades y de alejamiento aún en las uniones más perfectas!
B) La Pena de Diferenciación
Como si no fuera bastante para nosotros tener que soportar desórdenes y exterio
ridad ligados a la pluralidad residual del Mundo, nos encontramos con una segunda causa
de sufrimiento en el esfuerzo mismo que tenemos que hacer para escapar a este estado
múltiple. Aparece aquí una condición profunda de la Evolución, en la que se unen, todavía
confusamente para nuestros espíritus, las leyes de la Físico-Química y las de la Físico-
Moral: la unificación es un trabajo. En un sentido muy auténtico, como decíamos más
arriba, la Pluralidad está equilibrada con la Unidad. Y, sin embargo, esta vuelta al equilibrio
es una ascensión laboriosa que no se opera más que superando una verdadera inercia
ontológica. Oe donde, en la Vida, hasta en sus formas más sublimadas, hay una
inclinación continua a detenerse o incluso a ir hacia atrás. La Duración asciende.
C) La Pena de Metamorfosis
Hay que volver siempre a este punto importante que hemos tocado ya, a propósito
de la formación y de la consumación de la Persona: ninguna realidad física puede crecer
indefinidamente sin llegar a la fase de un cambio de estado. Durante un período más o
menos largo, las cosas varían simplemente, sin dejar de ser parecidas a ellas mismas. Y
después, en un momento dado, se hace necesaria una transformación completa de los
elementos para que la magnitud acceda a un nuevo ámbito en el que la progresión sea
posible. La energía de Personalización, en la que hemos creído discernir el resorte esencial
de la Evolución, encuentra, aparentemente, este tipo de discontinuidad en el curso de su
desarrollo. Legados a un cierto límite de concentración, los elementos personales se
encuentran frente a un umbral que hay que franquear para entrar en la esfera de acción
de un centro de orden más elevado. No solamente les hace falta, en este instante,
arrancarse a la inercia que tiende a inmovilizarlos, sino que ha llegado, para ellos, el
momento de abandonarse a una transformación que parece arrebatarles todo lo que
habían adquirido ya. No pueden crecer más sin cambiar. Y viene entonces la agonía de
perderse en la masa monstruosa de la Humanidad que nos espera, o la, mayor todavía,
de escapar, por la lenta o rápida disolución del cuerpo, a la totalidad del cuadro
experimental en el que hemos nacido.
Los muertos, la Muerte, son, y sólo son esto, puntos críticos sembrados en el camino
de la Unión. ¿No medimos en esta solución tan sencilla todo el valor explicativo de la
hipótesis.en la que nos hemos situado? En la perspectiva de un Universo Personal, no
solamente el Problema del Mal, bajo su forma más aguda, encuentra su respuesta natural,
ligada a una estructura optimista del Universo, sino que esta interpretación teórica deja
entrever un remedio y una salida a la pena del Mundo. ]. "Esbozo de un universo personal"
4 de mayo de 1936, en EH pp.92-96. [105-108]
[1. Centración. primero. No sólo desde el punto de vista físico sino también desde
el intelectual y moral, el hombre no es Hombre más que a condición de cultivarse. ¡Y no
solamente hasta los veinte años!... Para ser plenamente nosotros mismos, debemos
trabajar durante, toda nuestra vida en organizamos, es decir, en introducir más orden,
más unidad en nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestra conducta. Aquí está todo
el programa, todo el interés (iy también todo el esfuerzo!) de la vida interior con su
inevitable dirección de avance hacia objetos cada vez más espirituales, cada vez más
elevados... Cada uno de nosotros, durante esta primera fase tiene que retornar y repetir,
por sí mismo, el trabajo general de la Vida. Ser, es primeramente hacerse y encontrarse
a sí mismo.
Para ser nosotros mismos en plenitud, decía, nos vemos forzados a ampliar la base
de nuestro ser, es decir, a unirle "el Otro". Pero este movimiento de expansión, una vez
comenzado con un pequeño número de afectos privilegiados, ya no se detiene: nos
arrastra insensiblemente, de forma cada vez más próxima, a círculos de radio cada vez
mayor. En el Mundo de hoy esto es particularmente claro. Sin duda que el Hombre, desde
siempre, ha sido vagamente consciente de pertenecer a una sola y grande Humanidad.
Pero, con todo, sólo en las generaciones actuales este sentido social confuso comienza
a adquirir su significado real y pleno. A lo largo de los diez últimos milenios (periodo
durante el cual la civilización se ha acelerado bruscamente) los hombres, sin reflexionar
demasiado, se han abandonado a las múltiples fuerzas, más profundas que cualquier
guerra, que poco a poco los acercaban entre sí. Pero en estos momentos nuestros ojos
se abren y comenzamos a percibir dos cosas. Primera, que en el molde estrecho e
inextensible representado por la superficie de la Tierra, bajo la presión de una población
y bajo la acción de lazos económicos que no cesan de multiplicarse, ya no formamos
más que un solo cuerpo. Segunda, que en este cuerpo nuestros pensamientos, a causa
del establecimiento gradual de un sistema uniforme y universal de industria y de ciencia,
tienden más cada vez a funcionar como las células de un mismo cerebro. Y ¿qué otra
cosa es esto sino que, al continuar esta transformación su línea natural, ya podemos
prever el momento en que los hombres sabrán lo que es desear, esperar, amar todos
juntos la misma cosa al mismo tiempo, como movidos por un solo corazón?
La conclusión de este doble fenómeno, externo e interno, rio es sino esta: lo que la
vida demanda, en fin de cuentas, que hagamos para ser es que nos incorporemos y nos
subordinemos bajo una Totalidad organizada de la que somos, cósmicamente, las
parcelas conscientes. Un centro de orden superior nos espera -ya está apareciendo- no
sólo a nuestro lado sino más-allá y más-arriba de nosotros mismos.
No es sólo desarrollarse a sí mismo ni aun sólo darse a otro igual a sí, sino conducir
y someter la vida a alguien más grande que nosotros.
Dicho con otras palabras, primero Ser, después Amar, y finalmente Adorar.
He aquí en último análisis, la triple beatitud que la teoría nos permite prever a partir
de las leyes de la Vida.]. "Reflexions sur te bonheur". conferencia en Pekín, el 28 de
diciembre de 1943, en Reflexions sur le bonheur. Inédlts et Temoianaaes. pp. (61-64).
Traducción personal.
1. Para ser feliz, primeramente, hay que reaccionar contra la tendencia al menor
esfuerzo, que nos lleva bien a quedarnos en el sitio, bien a buscar preferentemente la
renovación de nuestras vidas en la agitación exterior. No hay duda de que es necesario
echar profundas raíces en realidades materiales, ricas y frágiles, que nos rodean. Pero es
el trabajo por nuestra perfección interna -intelectual, artística, moral- el que nos espera
para llevar a término la felicidad. Decía Nansen que lo más importante de Ea vida es
encontrarse a sí mismo. El espíritu construido laboriosamente a través y más allá .de la
Materia-Centración,
2. Para ser feliz, en segundo lugar, hay que reaccionar contra el egoísmo que nos
empuja, bien a encerrarnos en nosotros mismos, bien a someter a los demás a nuestro
dominio. Hay una forma de amar, mala y estéril, por la que en vez de entregarnos, lo que
buscamos es el poseer. Y aquí reaparece, en el caso de la pareja o del grupo, la ley del
mayor esfuerzo que también regulaba el camino interno de nuestro desarrollo. El solo
amor beatificante es el que se manifiesta por un progreso espiritual realizado en común,
Descentración.
3. Y para ser feliz -para ser del todo feliz, en tercer lugar- es necesario, de una
manera o de otra, directamente o por medio dé intermediarios gradualmente ampliados
(una investigación, una empresa, una idea, una causa...) transportar ei interés último de
nuestras existencias en la marcha y el éxito del Mundo que nos circunda.]. “Reflexions
sur le bonheur". 28 de diciembre de 1943, en Reflexions sur le bonheur. pp. [67-68].
Traducción del editor.
[El Amor "hominizado" se distingue de cualquier otro amor porque el "espectro" de
su cálida y penetrante luz se ha enriquecido maravillosamente. No solamente la atracción
única y periódica con vistas a la fecundidad material, sino una posibilidad, sin límite y sin
reposo, de contacto por el espíritu mucho más que por el cuerpo: antenas infinitamente
numerosas y sutiles que se buscan entre los más delicados matices del alma; atracción
de sensibilización y de perfeccionamiento recíproco, en la que la preocupación por salvar
la especie se funde gradualmente en la embriaguez, más amplia, de consumar, entre dos,
un Mundo. Hacia el Hombre, a través de la Mujer, es en realidad el Universo el que avanza.
Toda la cuestión (la cuestión vital para la Tierra...) es que se reconozcan.
[Me parece que es una obligación fundamental para el hombre, extraer de sí mismo
y de la tierra todo lo que ella pueda dar, y esta obligación es tanto más apremiante cuanto
que ignoramos absolutamente los límites, quizá todavía lejanos, que Dios ha puesto a
nuestro conocimiento y a nuestras potencias naturales. Crecer y realizarse lo más posible,
tales la ley inmanente del ser. No puedo creer que Dios, al abrirnos ias perspectivas de
una Vida más divina, nos haya dispensado de proseguir, incluso en su plano natural, la
obra de la Creación. Me parece que sería 'tentarle" dejar al mundo seguir su curso, sin
tratar de dominarlo y de comprenderlo mejor. Hay que esforzarse por disminuir la muerte
y el sufrimiento. Hay que hacer progresar en su sentido el dogma revelado, por medio de
una crítica más profunda de la verdad: Me atrevería casi a decir que la fe religiosa sólo
es legítima en una Humanidad que realiza constantemente un apoyo tal sobre lo
Desconocido, que cualquier otra Divinidad distinta a Nuestro Señor adorado, aparecería,
si, cosa que es posible, permaneciese todavía oculta... ¡Sería una objeción a lá verdad de
la Iglesia poder reprocharla que hace perezososI...]. "Carta a Margarita Teillard-Chambon
d e s d e septiembre de 1916'' enQ E pp 150-151, [161-162]
[La moral ha nacido ampliamente como una defensa empírica dei individuo y de
la sociedad. Desde que seres inteligentes han empezado a encontrarse en contacto, y en
consecuencia, en fricción, han sentido la necesidad de guardarse contra sus mutuas
usurpaciones. Y desde que se ha encontrado, con el uso, una organización que garanti
zase casi a cada uno lo que le era debido, este mismo sistema ha experimentado la
necesidad de garantizarse contra cambios que vendrían a remover de nuevo las
soluciones admitidas y a quebrantar el orden social establecido. La Moral ha sido
comprendida principalmente hasta aquí como un sistema fijo de derechos y de deberes
que intenta establecer entre individuos un equilibrio estático y que se preocupa por
mantener a éste por medio de una limitación de las energías; es decir, de la Fuerza.
Esta concepción reposaba, en último análisis, en la idea de que cada ser repre
sentaba en el Mundo una especie de término absoluto, cuya existencia se trataba de
proteger contra toda invasión exterior. Esta concepción se transforma de arriba abajo si
se reconoce, como acabamos de hacerlo, que el Hombre sobre la Tierra no es más que
un elemento destinado a perfeccionarse cósmicamente en una conciencia superior en
formación. Entonces, el problema planteado a la Moral no es el de conservar y proteger
al individuo, sino guiarlo de tal manera en ia dirección de sus perfeccionamientos
esperados que la "cantidad de Personal", todavía difusa en la Humanidad, se desprenda
con plenitud y seguridad. El moralista era, hasta aquí, un jurista o un equilibrista. Se
convierte en el técnico y el ingeniero de las energías espirituales del Mundo. La Moral más
elevada será, en adelante, la que sepa desarrollar mejor, hasta sus límites superiores, el
Fenómeno natural. No proteger, sino desarrollar ias riquezas individuales de la Tierra,
despertándolas y haciéndolas converger.
a) No es, finalmente, bueno más que lo que contribuye a los aumentos progresivos
del Espíritu en la Tierra.
c) Es, finalmente, lo mejor aquello que asegure su más alto desarrollo a las potencias
espirituales de la Tierra.
Está claro que estas tres reglas modifican o completan de una manera Importante
la idea que nos hacemos del bien y de la perfección.
Estas perspectivas parecerán locas a los que no ven que la Vida es, desde sus
orígenes, tanteo, aventura y peligro. Crecen, sin embargo, como una idea irresistible, en
el horizonte de las nuevas generaciones. El porvenir le pertenece, pero con la condición:
que, a la misma velocidad que ellas, suba en el cielo del porvenir, para alumbrarías, un
centro explícito de atracción y de iluminación.]. "El fenómeno espiritual" Pacífico, marzo
1937, en EhL PP 114-117 [131-134]
VI. LA PERSONA Y EL AVANCE DEL ESPIRITU COMUN
21. Poder amar al Universo e s la condición para poder entregarme a sus fuerzas
de avance.
[Os asombra esta perspectiva. Pero eso quiere decir que, bajo una de sus múltiples
formas, os sigue teniendo ofuscados la ilusión materialista, como ha ofuscado a la mayoría
de los panteísmos. Casi Invenciblemente, nos imaginamos al gran Todo bajo la figura de
un Océano inmenso en el que vienen a desaparecer los hilillos del ser individual. Es el
Mar en el que se disuelve el grano de sal, el Fuego en el que la paja se volatiliza... Unirse
a El equivale por tanto a perderse. Pero es que justamente esta imagen es falsa, quisiera
poder gritar yo a los Hombres, y contraria a cuanto he visto aparecérseme de más claro
en el curso de mi despertar a la fe. No, el Todo no es la inmensidad enrarecida, y por
tanto disolvente, en la que buscáis su imagen. Sino que por el contrario es como nosotros
esencialmente él un Centro, con las cualidades propias de un centro. Ahora bien, ¿cuál
es la única manera que tiene un centro de formarse y nutrirse? ¿Acaso descomponiendo
los centros inferiores que caen bajo su dominio? De ningún modo, sino reforzándolos a
su propia imagen (13). Su manera propia de disolver consiste en unificar más aún. Para
la mónada humana, fundirse en el Universo quiere decir verse superpersonalizada.
13 Lo que equivale a decir que la verdadera unión (o sea, la unión espiritual o síntesis) diferencia
los elementos que aproxima. No se trata de una paradoja, sino de la ley de cualquier
experiencia. ¿Dos seres que se aman tienen alguna vez una conciencia más viva de cada
uno de ellos que cuando se hallan sumergidos el uno en el otro?
a dibujárseme en la actualidad en el Cosmos una esfera superior de lo Personal y de las
relaciones personales, comienzo a sospechar que ciertas atracciones y direcciones de
naturaleza intelectual podrían muy bien envolverme y hablarme.
Una Presencia no es nunca muda.]. "Como yo creo" Pekín 28 oct. 1934, en CYC
pp. 26-127 [137-138]
[¿Por qué trabajo misterioso de tanteo y de selección se está formando, desde los
más remotos orígenes humanos, este núcleo, a la vez aditivo e irreversible, de instituciones
y puntos de vista, al que nos ajustamos al nacer, y que cada uno de nosotros contribuye
a engrosar, más o menos consciente e infinitesimalmente, a lo largo de nuestra vida? ¿A
qué se debe el que una invención o una idea entre mil "prenda", crezca y, finalmente, se
fije inalterablemente en Dato, o Consensus. humano?... No sabríamos decirlo. Pero el
hecho mismo de que bajo las oscilaciones culturales analizadas por un Spengler o un
Toynbee suban sin pausa la marea de un Weltanschauung común, la perfección gradual
de un Sentido de la Historia y siempre en el mismo sentido, en eí seno de la Noosfera,
digo que este hecho material es incontestable. Hay descubrimientos técnicos (el Fuego,
lo Nuclear...) y hay iluminaciones intelectuales (los derechos del Individuo, la realidad de
una Cosmogénesis...) que, una vez realizados o acontecidos, ya son para siempre. Y el
haber humano acumulado de este modo en el curso del tiempo nada tiene de común con
un residuo inerte (un “múltiplo común menor") depositado lentamente por la experiencia
de los siglos. Representa una fuerza viva que impregna y completa, en la esencia misma
de la humanidad, cada nueva parcela de sustancia humana que aparece.
No. En manera alguna es exacto, como todavía se sigue diciendo, que lo Humano
empiece en cero en nosotros con cada nueva generación. Por el contrario, la verdad es
que, por el efecto acumulado de la correflexión, cada vez parte, en una vuelta de espiral
superior, sobre un Mundo constantemente mejor arreglado y mejor comprendido ortoqe-
néticamente.
[Se nosdice que, embriagada por sufuerza, la humanidad corre hacia su perdición,
que va a quemarse en el fuego imprudentemente encendido por ella misma. Me parece,
por el contrario, que por la bomba atómica, es la guerra la que puede hallarse en vísperas
de ser doble y definitivamente mueila. Muerta primero (esto cada uno de nosotros lo
entrevé y lo espera) en su ejercicio por el propio exceso de las fuerzas de destrucción que
tenemos entre las manos, y que van a hacer imposible toda lucha. Pero sobre todo muerta
(y en esto pensamos menos) radicalmente en nuestros corazones, porque, en compara
ción de las posibilidades de conquista que la ciencia nos descubre, las batallas y los
heroísmos guerreros no deberán parecemos muy pronto más que cosas fastidiosas y
caducas. Porque acaba de ofrecérsenos un objetivo auténtico, un objetivo que no
podemos alcanzar más que apuntalándonos todos a la vez en un esfuerzo común; en el
porvenir nuestras actividades no pueden ya sino acercarse y converger en una atmósfera
de simpatía: de simpatía, bien digo, porque es, inevitablemente, empezar a amarse el
mirar todos juntos, apasionadamente, una misma cosa. Al abrirnos una salida biológica,
"filética", hacia lo alto, ei choque que parecía haber de consumar nuestra pérdida, tiene
por resultado el orientarnos, el dinamizarnos y, finalmente (dentro de ciertos límites), el
unanimizarnos. La era atómica: era no de la destrucción, sino de la unión en la
investigación. Por eso, a pesar de su aparato militar, las recientes explosiones de Bikini
vendrían a ser la señal de la venida al mundo de una humanidad interior y exteriormente
pacífica. Anunciarían el advenimiento de un Espíritu de la Tierra. ]. "Algunas reflexiones
acerca de la repercusión espiritual de la bomba atómica" Etudes (Parts) septiembre de
1945 en £ tL p . 181 [186]
Del amor, en general (¡y con qué refinado análisis!), no consideramos más que la
cara sentimental: las alegrías y las penas que nos proporciona. Con el fin de determinar
las causas últimas del Fenómeno humano, me veo conducido aquí a considerar su
dinamismo natural y su significación evolutiva.
El amor, con todos sus matices, no es ni más ni menos que el rasgo marcado
directamente sobre el corazón del elemento gracias a la Convergencia psíquica del
Universo sobre sí mismo.
14 "Fontal", derivado de fuente o manantial; es decir, la energía cósmica fundamental (N. del
T.)
nuestro poder de amar se desarrolla hasta abrazar a la totalidad de los hombres y de la
Tierra? ). EH 1938-1940, pp. 316-319 [292-294]
29. La form idable fuerza creadora del amor está en expansión en la Noosfera.
[ La función del amor. -En un Mundo cuya fórmula es “hacía la Personalización por
medio de la Unión", resulta evidente que las fuerzas de amor adquieren un lugar
preponderante, puesto que el amor es precisamente ei vínculo que acerca y une a las
personas entre sí.
Y he aquí por qué -única entre todas las energías del mundo- se muestra capaz de
llevar hasta su término la Personalización cósmica, fruto de la Centrogénesis. Decíamos
que la unión personaliza con una condición: que los centros por ella agrupados se
acerquen entre sí, no ya de cualquier modo -obligado y oblicuo-, sino espontáneamente,
centro a centro; es decir, amándose.
Ahora bien, estas propiedades de fondo, estas condiciones sina qua non, que nos
obliga a postular y a presumir en la estructura del Mundo que nos rodea la continuación
de una Evolución ahora ya hominizada, ¿cuántas y cuáles son?
Sin estas condiciones, decía, todo deja de moverse al nivel del Hombre. Con ellas,
por el contrario, nada me parece amenazar ya gravemente en nosotros el interés, es decir,
el ímpetu de la invención y de ia investigación. El Mundo se hace habitable para el
pensamiento. Pero, justamente, ¿es suficiente para el Mundo, tal como lo concebimos,
ser simpiemente respirable, es decir, mostrarse capaz de mantener en sí, sea como sea,
en un grado cualquiera, el gusto por la Vida? O más bien, para ser plenamente coherente
sobre sí, este mundo que nos rodea, ¿no ha de poder parecemos plenamente suculento?
Por extraño que parezca, aquí se descubren la necesidad y la importancia que para
definir nuestro Universo con relación a otras formas de Universo imaginables, tiene el
determinar lo que se podría denominar su "coeficiente de activancia". es decir, la aptitud
más o menos grande que posee para excitar los centros de actividad refleja que encierra.
Teóricamente, en virtud de lo que he dicho antes, se concibe una escala de activancias
(con tal de que sean positivas), cada una de las cuales puede bastar para hacer viable el
Mundo. Pero, en la práctica, ¿no hay algún sentido secreto que nos advierte, por el
contrario, de que en la realidad vivida de la acción sólo un valor es aceptable, un solo
valor en verdad capaz de satisfacernos, a saber: el mayor de todos (relativamente a lo
que nosotros somos)? No quiero meterme aquí en el análisis o en la defensa de este
optimismo, muy especial, que no pretende en modo alguno que nos hallemos en el mejor,
sino tan sólo (icosa muy distinta!) en el más "activante" de los mundos posibles. ¿Puedo
tan sólo hacer observar que tenemos acaso aquí el medio de pronosticar cuál vaya a ser,
en su aspecto más general, la evolución religiosa del Mundo de mañana? Desde el punto
de vista estrictamente "noodinámico" (15), en el que me he situado en estas páginas,
puede decirse que la competencia histórica de las místicas y de las creencias, en el
esfuerzo que hace cada una de ellas por invadir la Tierra, no expresa sino un largo tanteo
del alma humana en busca de una visión del Mundo en que poder sentirse más
sensibilizada, más libre, más activa que en otra alguna. Esto no es decir sino que aquella
fe está destinada a triunfar, en fin de cuentas, que se revelará capaz de activar al Hombre
más que ninguna otra. Y he aquí cómo (al margen de cualquier otra consideración
filosófica o teológica) el Cristianismo emerge decididamente en cabeza con su extraordi
nario poder de inmortalizar y de personalizar en Cristo, hasta hacerla amable, la totalidad
temporo-espacial de la Evolución.]. "El rebote humano de la evolución" Saint-Germain-
en-Laye, 23 de Septiembre de 1947, flevue des questions scientifiques. 20 de abril 1948,
en PH. 253-256 [264-265]
{SUPER-HUM ANIDAD
V, sin embargo, hay que dar el paso. Pues, en verdad, lo espiritual puro es tan
impensable como lo material puro. Igual que, en un sentido, el punto geométrico no existe,
pero hay tantos puntos estructuralmente diferentes como métodos para engendrarlos a
partir de diversas figuras (centro de una esfera, cúspide de un cono, foco de una elipse,
etc.), así, todo espíritu saca su realidad y su naturaleza de un tipo particular de síntesis
universal. Por "puro" que sea, más puro es si corona y expresa una génesis. Cuanto más
elevado está un ser en el tiempo, más reúne en sí, en su ángulo sólido, una mayor
complejidad más íntimamente unificada. La realidad del Espíritu-Materia se traduce
inevitablemente y se confirma en una estructura del Espíritu (16).
34. Uega Teilhard, por analogía efe los principios que rigen el mundo físico y
biológico, a enunciar un principio genera/ de "conservación de lo personal”,
entendido esto como ¡a energía fundamental del desarrollo del Universo.
Presupuesto, resumen y corolario, todo junto, de los puntos de vista más arriba
propuestos sobre la Energía Humana, un principio de valor universal parece desprenderse
de nuestra experiencia externa e interna del Mundo, al cual podría darse el nombre de
"Principio de conservación de lo Personal".
[Y, sin embargo, ¿no hay un caso, según todos opinan -un caso al menos-, en el
que se descubra una coherencia primaria, básica, que ligue la estructura objetiva del
mundo no ya sólo a las formas lógicas de nuestro entendimiento, sino a ciertas propen
siones primordiales de nuestra sensibilidad? Por naturaleza (y a pesar de ciertos vértigos
que acontecen esporádicamente en ei interior de lo reflexivo), toda conciencia, cuanto
más cerebralizada se halle, ¿no se orienta invenciblemente hacia el set más bien que
hacia el no-ser? ¿Y no acontece esto hasta tai extremo que sin esta prioridad concedida
indiscutiblemente y desde siempre por todos los vivientes a la Vida sobre la Muerte no
concebiríamos ni siquiera la posibilidad física de una Evolución?
Pues bien: visto y admitido esto (aludo al hecho de una irresistible tendencia de la
Weltstoff a ser más bien que a no ser), ¿cómo darnos cuenta de que inmediatamente se
plantea una cuestión ulterior, es decir, la de saber si eso que confusamente llamamos
"preferencia por el ser" no se revelaría, al ser analizado (en el caso de lo Reflexivo), como
un vector psicológicamente complejo formado por varios componentes primarios, a ia
acción de los cuales no podría escaparse conciencia primarla alguna, sean cuales fueren
las modalidades individuales de su temperamento? Mas precisamente la idea de ser, en
el idioma universal humano, ¿designa cualquier forma de supervida? O, más bien,
¿significará el término (análogamente, en todos los casos) ser para siempre y emerger
del todo?... He aquí algo sobre lo que me parece esencia! atraer la atención no de los
metafísicos, sino de los físicos, insistiendo sobre la desactivación radical de la Energía
que en el término de la filogénesis en curso implicaría para el Hombre la previsión, sea
de un aniquilamiento total, sea tan sólo de una situación disminuida.
En un segundo tiempo (hoy), he aquí que poco a poco se despierta ante la idea de
qüe esta ultraevolución le unifica sobre si mismo.
En un tercer tiempo (mañana), ¿no puede prever se seriamente que irá dándose
cuenta (con una conciencia cada vez más aguda) del hecho de que esta convergencia
biológica no es interesante, en verdad, más que si al término de su operación salva
irreversiblemente y en su totalidad la esencia lentamente destilada de lo Reflexivo y de lo
Correflexivo?
Como un minero sorprendido por una explosión en la galería y que se tiende sin
esperanza de hallar camino libre al aire, el Hombre (cuanto más Hombre es) no podría
continuar por más tiempo ultracerebralizándose a capricho de la Evolución y sin pregun
tarse si el Universo, arriba, se halla abierto o cerrado, es decir, sin plantearse la cuestión
definitiva (la cuestión de confianza...) de saber si la luz hacia la que la Humanidad dirige
su deriva por autod¡aposición de sí misma significa, en efecto, un acceso al aire libre o
bien si corresponde tan sólo a una claridad momentánea de la noche, yen este caso me
atrevo a jurar que no tenemos más salida sino decláranos en huelga frente a la Naturaleza
y detenernos.
[Reunidos entre sí y con otros muchos, estos diversos indicios me parece consti
tuyen una prueba científica seria de que el grupo zoológico humano (en conformidad con
la ley universal de centro-complejidad), lejos de derivar biológicamente a través de una
individualización desencadenada, hacia un estado de granulación creciente, o tal vez de
orientarse (por medio de la astronáutica) hacia un sustraerse a la muerte mediante una
expansión sideral, o sencillamente de declinar hacia una catástrofe o hacia la senescencia,
se dirige en realidad, mediante la ordenación y convergencia planetarias de todas las
reflexiones elementales terrestres, hacia un segundo punto crítico de Reflexión, colectivo
y superior: un punto más allá del cual (precisamente porque es critico) no podemos ver
nada de manera directa; pero también un punto a través del cual podemos pronosticar
(conforme he explicado) el contacto entre el Pensamiento, nacido de la involución sobre
sí de la trama de las cosas, y un foco trascendente "Omega", principio a la vez
irreversibilizante, motor y colector de esta involución.]. Resumen o Postfacio. "La esencia
del Fenómeno humano", Roma 28 deoct. de 1948, en FH. de V1-1938-- VI-1940, pp. 367
[341]
[Comunismo, fascismo, nazismo, etc., todas esas corrientes mayores en las que
termina por confluir la multitud de agrupaciones deportivas, escolares, sociales, son
condenadas muy frecuentemente como una vuelta a condiciones gregarias primitivas.
Error. La Vida no ha conocido nunca nada, nada podía conocer comparable a estos
movimientos de masas que, para producirse, exigen un nivel homogéneo de conciencia
y una extrema rapidez de comunicaciones. Antaño los Hunos y los Mongoles invadieron
Europa como un cataclismo. No era más que una inundación o una avalancha dirigidas.
Hoy, por primera vez en la Historia del Mundo, se manifiesta la posibilidad de masas
reflexivas. El Fenómeno humano ha dejado ya la escala del individuo para propagarse en
lo inmenso. No es, pues, la repulsión, sino más bien ia atracción mutua de los elementos
la que domina la evolución de la Noosfera. Y ninguna fuerza de cohesión conocida por
la Física ha sido, sin duda, tan poderosa como aquélla. Pero ¿conduce esta atracción,
como yo pretendía, hacia una personalización?...
Siento la gravedad del momento presente para la Humanidad tanto como cual
quiera, y me siento menos inspirado que nadie para predecir el porvenir. Y, sin embargo,
un instinto desarrollado al contacto con el gran Pasado de la Vida me dice que la salvación
está para nosotros en la dirección misma del peligro que nos asusta tanto. Si verdadera
mente (como parece) la unificación social de la Tierra es el estado hacia el que nos arrastra
la Evolución, esta transformación no podría ir contra el resultado más claramente obtenido
por esta misma Evolución en el curso de los tiempos, a saben el aumento de la conciencia
y de las libertades individuales. Como cualquier otra unión, la colectivización de la Tierra,
bien llevada, debe sobreanimarnos en un alma común. ¿No nos sucede ya que sentimos,
por rápidas bocanadas, los torbellinos precursores del gran soplo que se levanta? ¿En
qué época del Mundo va a poder un ser vivir minutos de exaltación más tangibles que el
Hombre de hoy? Como viajeros cogidos en una corriente, nos gustaría volver atrás.
Imposible y fatal maniobra. La salvación para nosotros está en ir adelante, más allá de
los rápidos. Sin retroceso; pero con una mano segura en el timón y una buena brújula.
¿En qué signos reconoceremos, en cada momento, los escollos a evitar y el camino
a seguir? Precisamente aplicando a nuestra marcha, en la medida en que ésta es libre,
la ley fundamental de la unión. Para no equivocarnos de camino en nuestro viaje hacia el
porvenir, no tenemos más que orientarnos constantemente en el sentido de una mayor
personalización, ya individual, ya colectiva.
[Una solución aproximada del Problema del Mal era la última prueba a la que
podíamos someter el valor de la hipótesis expuesta en el curso de este Ensayo. Me parece
poder concluir ahora que ta hipótesis es correcta y que satisface a la condición que
poníamos, al empezar, para que una perspectiva del Mundo fuese verdadera: hacer el
Universo totalmente coherente con relación a sí mismo.
No una Metafísica, repitámoslo, sino una Ultrafísica. Y, sin embargo, también esto
es lo que me queda por decir, una Mística y una Religión.
Hasta aquí no hemos escrito esta palabra. Pero los que me hayan seguido en el
curso de estas páginas no habrán dejado, desde hace mucho tiempo, de pronunciarla.
Como cualquier otra forma de adhesión a una esperanza cósmica, la doctrina del Universo
Personal tiene, precisamente, los caracteres de universalidad y de fe, que son, en el gran
sentido de la palabra, la definición de la Religión. Pero, además, la Religión que introduce
se presenta con dos caracteres asociados que parecían tener que oponerse siempre, para
su mutuo detrimento, en las construcciones religiosas: personalismo y panteísmo.
Me explico.
El cristianismo no espiraba primero más que a poder amar, amar siempre e hiciera
lo que hiciera, al mismo tiempo que actuaba. Y ahora se da cuenta de que puede amar
actuando, es decir, unirse directamente al centro divino mediante su propia acción,
cualquiera que sea la forma de esta acción.
En él toda actividad, si se me permite esta expresión, "se amoriza". ¿Qué otra cosa
podía ocurrir teniendo en cuenta que el Universo debe conservar su equilibrio?
[Por fin comenzamos a darnos cuenta de ello. Por el mismo hecho de que, al
reflejarse sobre sí, la Cosmogénesis tiende cada vez más rápidamente a tomar, a partir
de lo Humano, los caracteres de una auto-evolución, toda progresión ulterior del Universo
en dirección de la complejidad-consciencia máxima exige en lo sucesivo que el Hombre
se sienta incitado interiormente por una voluntad cada vez más firme de avanzar: voluntad
que no desanime la perspectiva final de una muerte total, sino que, por el contrario,
desencadene hasta en su fondo alguna gran pasión.
Ahora bien: el universo abierto, el universo ardiente, que exige nuestra Acción para
poder funcionar hasta el final, ¿no es precisamente lo que llega a ser para nosotros el
mundo de la Física moderna a partir del momento en que, bajo la figura crística, se
enciende un foco real de personalización irreversible en el polo supremo de su reagrupa
ción?
Aquí, sin duda, y como siempre, acción acarrea reacción. Es imposible pensar en
el Cristo "evoiutor" sin tener que repensar por ello en toda la Crlstología...]. "La trama del
Universo" A la altura de Santa Elena (viaje de Nueva York a Ciudad de el Cabo) 14 de
julio de 1953 en Af. p. 328 [404-405]
[Dicho de otro modo, un conflicto aparente entre dos Imágenes, la una vertical y la
otra horizontal, de Dios.
He aquí, de forma esquematizada -estoy cada día más convencido de ello-, la fuente
profunda de los malestares religiosos por los que atravesamos.
Resulta fácil ver tas inmensas ventajas que presentaría, para el porvenir de la energía
humana, semejante transformación de la Antropogénesis, a la que se consideraría
idéntica, a fin de cuentas, a una Cristogénesis. Se acabarían, por un lado, las ansiedades
de una adoración insatisfecha y dividida. Se acabarían, por otro lado, las angustias de
un despertar reflexivo en un mundo cerrado y ciego. Y, en lugar de estas sombras, habría
una gran luz.
“En verdad, cuanto más se reflexiona sobre esta notable armonización y resonan
cia, sobre un cierto eje humano cristiano, de las diversas componentes principales (físicas
y psíquicas) de una Cosmogénesis que nadie puede ya en lo sucesivo negar seriamente,
tanto más se siente uno inclinado a pensar que el acontecimiento característico de nuestro
tiempo, en lugar de ser (como todavía se suele decir) la decadencia de Dios en nuestros
espíritus y en nuestros corazones, se anuncia al contrario como un renacimiento inaudito
de Aquél, en el universo, en forma de amor-energía, al amparo y en el seno de una materia
que se ha convertido para nosotros en la sede de una expresión de un Evolutivo
convergente.
17 El autor recoge aquí la doctrina de San Ireneo que tan querida le era: Dios eleva al hombre
por grados al curso de la historia. "Era preciso que primero fuera creado el hombre, que
luego creciera, que después se hiciera hombre, que más tarde se multiplicara, que a
continuación cobrara fuerzas, y que luego llegara a la gloria y que, llegado a la gloria, viera
a su Maestro" (Dflmo-straniñn lib. IV, cap. 38) (N.del E.)
solamente un mundo que consigue sobrevivir, sino un mundo que se enciende e inflama"].
"Reflexiones sobre ta probabilidad científica", París, Pascua, 25 de marzo de 1951, en AE
pp. 240-242 [289-290]
[Vayamos un poco más lejos. En este sujeto de conjunto, formado por todos los
hombres a la vez y subordinado a Cristo en el Interior del "Cuerpo místico", hay (nos lo
dice San Pablo) funciones, órganos diferentes. ¿Qué parte nos imaginamos que es la más
especialmente encargada de sublimar, de espiritualizar el trabajo general de progreso y
de conquista? Los contemplativos y los "orantes", sin duda. Pero también los enfermos y
los que sufren. Por naturaleza, por complexión, los que sufren se encuentran como
arrojados fuera de sí mismos, empujados a emigrar fuera de las formas presentes de la
Vida. ¿No están, por tanto, por el mismo hecho, predestinados, elegidos, para el trabajo
de elevar al Mundo, por encima del placer inmediato, hacia una luz cada vez más alta?
A ellos corresponde tender más explícita y más puramente que los demás hacia lo Divino.
A ellos corresponde hacer respirar a sus hermanos que trabajan, como mineros, en ias
profundidades de la materia. Así, justamente, los que llevan en sus cuerpos debilitados el
peso del Mundo en movimiento, por una hermosa revancha de la Providencia, son los
factores más activos de ese progreso que parecía sacrificarles y triturarles.
45. [Y de este modo quedará constituido el complejo orgánico Dios y Mundo -el
Pleroma-,realidad misteriosa que no podem os decir que sea más hermosa que
Dios por si sólo (puesto que Dios podía prescindir del Mundo), pero que
tampoco podem os imaginar absolutamente gratuita, absolutamente accesoria,
sin que la Creación resulte incomprehensible, la Pasión de Cristo absurda , y
nuestro esfuerzo desprovisto de todo interés.
Como una inmensa marea, el Ser habrá dominado ei temblor de los seres. En el
seno de un Océano aquietado, pero en el cual cada una de sus gotas será consciente de
seguir siendo ella misma, habrá concluido la extraordinaria aventura del Mundo. El sueño
de toda mística, el eterno sueño panteísta, habrán encontrado su plena y legitima
satisfacción. Erit in ómnibus omnia Deus.j. "Mi Universo" Tientsin, 25 de marzo de I924,
en CC. p. 107 [114]
46. La persona individual no se tiene porque perder en lo universal colectivo, sino
ultrapersonalizarse en lo universal-personal, en Omega.
En mi opinión, la razón de los frácasos sufridos desde hace .un siglo por la
Humanidad en su esfuerzo por organizarse, no hay que buscaría en alguna imposibilidad
de naturaleza, inherente a la operación intentada, sino en el hecho de que las tentativas
de agrupamiento se prosiguen inviniendo el orden natural de los factores de la unión
entrevista. Me explico:
Pero una vez admitido, esté punto de partida vicia, hasta hacerla impracticable,
toda la marcha siguiente de la operación. En un proceso de síntesis, el carácter impreso
finalmente a los términos unificados es, necesariamente, el mismo que caracteriza el
principio activo de la unión. El cristal geometriza, la célula anima la materia que se le
aproxima. Si el Universo tiende, finalmente, a convertirse en algo, ¿cómo guardaría en él
lugar para alguno? Si la cima de la evolución humana se considera como de naturaleza
impersonal, los elementos que la aceptan verán, inevitablemente, a despecho de todos
los esfuerzos contrarios, decrecer su persalidad bajo su influencia. Y esto es, exactamente,
lo que sucede. Servidores del progreso material o de las entidades raciales, por mucho
que se esfuercen en la libertad son fatalmente aspirados y asimilados por los determina
mos que construyen. Sus propios mecanismos los mecanizan. El verdadero Karma hindú.
Y entonces, para dirigir los resortes de la Energía Humana, no queda más que el uso de
la fuerza bruta; la fuerza que, muy lógicamente, se quisiera hoy que empezáramos a
adorar de nuevo.
Pero esto es una traición ai Espíritu, al mismo tiempo que un error grave en técnica
humana. En un sistema formado por elementos conscientes, no puede haber cohesión
más que a base de inmanencia. No la fuerza por encima de nosotros, sino el Amor, y, por
tanto, para comenzar, la existencia reconocida de un Omega que haga posible un Amor
universal.]. "La energía humana". Pekín, 20 de octubre de 1937, en EtL PP- 163-165
[186-188]
Clásicos Básicos del Personalismo
INTRODUCCION AL PENSAMIENTO DE
JEAN LACROIX
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ANTONIO CALVO
ANTONIO CALVO
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iNsmrno
EMMANUEL
MOUN1EQ
_______________ C
■ TORCULO ■
Artes Gráficas
Mazarelos, 14 Baixo 15703 Sartliago
A. Apuntes biográficos............................................................................ 7
B. Bibliografía básica...................................................................11
C. Selección de textos.............................................................. 13
1. La Persona...................................................... ..................... 13
1.7. Culpabilidad-Responsabilidad....................................................... 45
2. La Familia................................................................................................49
2.2. La entrega......................................................................... 50
3. La P o lítica ................................................................................................53
3.8. Universalismo................................................................................. 66
5. R azón y fe ............................................................................................... 81
5.2. El infierno........................................................................................ 83
6.4. Et diálogo......................................................................................... 88
7. POSCRIPTUM................... ...................................................... 91
Jean Lacroix nació en Lyon, (Francia), el 23 de diciembre de 1900 en el seno de
una familia tradicionalista. Realiza sus primeros estudios en una escuela de la parroquia
"Saint-Pierre "(1905-1911), y los secundarios en el pensionado "Saint Thomas d'Aquin" en los
al rededores de Lyon (I9II-I9I4). A los 15años asiste al externado "Saint Joseph", una escuela
privada de los jesuítas, donde realiza tos primeros estudios de filosofía (1914-1917), pero es
obligado por sus padres a estudiar derecho en la Facultad Católica de Lyon, donde
consigue las licenciaturas en derecho y economía política y en letras clásicas -griego y
Iatin-(I9I7-I920). En 1921 prepara un "Diploma de estudios superiores" filosófico-jurídico
sobre "Teoría de la soberanía en santo Tomás y Suarez".
A los treinta años se casa con Marguerite Arthaud, de esta unión nacerán cinco
hijos.
"Podría decirse que Lacroix fue a Esprit en los medios intelectuales, dada su
condición de catedrático de la Universidad de Lyon, lo que Mounier fue al movimiento en
su conjunto. El reconocimiento de Mounier de la relevancia de Lacroix en los ambientes
académicos es total y eufórico (C.Diaz, en Acontecimiento, oct, I986, pp 67-71).
‘...Todos estuvimos de acuerdo en pensar (esta era por otra parle la idea de
Mounier), que era preciso dejar la revista a los más jóvenes, sin quererles regentar. Todo
el mundo estuvo igualmente de acuerdo en proponer a Doménach, uno de mis antiguos
estudiantes lioneses, al que he seguido estando muy vinculado".
«Recibía más de mil libros cada año: en el diario hablaba de unos doce a quince,
estaba obligado a dejar al lado estudios muy valiosos. Casi nunca he juntado varios libros
en un mismo artículo. Para una sola obra el trabajo del filósofo exige, por término medio,
alrededor de cincuenta horas: elegir el libro del que se va a hablar, leerlo tomando notas
para sacar lo esencial, rehacer muchas veces la crónica para no sobrepasar la longitud
habitual. Es menester también reconstruir el pensamiento del autor, reorganizarlo breve
mente, y descubrir su lógica interna para facilitarla comprensión, presentarlo de la manera
más clara y evitando, en lo posible, los términos técnicos".
Desde hace treinta y seis años, he tenido una correspondencia que me apasiona
y que, a menudo, ocupa mi mejor tiempo....a menudo obreros o gente corriente sin
formación filosófica me escribían para decirme que no comprendían todo y que necesi
taban explicaciones.
No soy un guía, sino uno del conjunto. Con personas muy diferentes hemos llegado
a un intercambio interpersonal que ha creado en nosotros una profunda y especial
amistad. He dado mi última crónica como carta, porque quería dar las gracias a todos
los que me han escrito y con los que he mantenido inmejorables relaciones. Les debo
mucho: me han apartado de las abstracciones puras, han desarrollado en mí el sentido
de la verdadera filosofía, que es reflexión sobre lo vivido, es decir, sobre la historia de
cada individuo y sobre la de la humanidad.'
«...En lo que concierne a la política, soy, a grandes rasgos, como Mounier. Tal vez
me interesa y me ha interesado siempre más directamente. Pero, jamás he hecho, ni lo
deseo, política en activo, si puede hablarse así. Antes que nada, hago filosofía política.
Lionés, casado con una llonesa, pertenezco, (¡pertenecemos!) a una familia tradiciona-
lista. A los dieciocho años, en Í9I8, como todos los estudiantes de derecho de esta época,
pertenecía a la "Action fran9a¡se", lo que apenas me duró dos años. De este error pasajero
creo haber guardado tanto el sentido del Estado, como una cierta irritación contra toda
forma de "democracia cristiana". He leído a Proudhon siendo muy joven, ya he dicho en
mi "Itinéraire spirituel' cuánto le debía, así como a Péguy, aunque con respecto a este
hoy en día tengo mis reservas. Soy "socialista", sin duda alguna, si por tal se entiende,
más que una doctrina cerrada, una tendencia Nunca he pertenecido a ningún "partido"
(a los dieciocho años frecuentaba la "Action frangaise", pero nunca me inscribí en ella).
Emanaba de este hombre una exigencia de rigor cálida (Robert Jourdan). Emma
Gounot resalta "la importancia que concedía al derecho (que no hay que confundir con
legalismo) y a las instituciones, como medio de defender a la persona y, al mismo tiempo,
como mediación necesaria para encarnar los valores en la sociedad".
Artículos citados.
Jean Lacroix et la pensée socialiste. Boulletin des Amis d' E.Mounier. n 72, octubre
de 1989, par Jean-WiHiam Lapierre.
Así pues, la persona no es algo dado, sino un deber ser, como el amor, que es una
invocación a si mismo o a otro con objeto de hacerse. (SD.79) La persona es ese misterio
de la invocación, respuesta a una llamada
La individualidad es un hecho metafísico que hace que yo soy tal y no tal otro. La
persona no puede desarrollarse sin recibir fundamentalmente lo que le da el individuo.(LP
27)
Lo público y to privado.
Los individuos son voluntades autónomas que tienen el poder de contratar entre
ellos y de fundar grupos que puedan seguir siendo privados....El hombre que contrata
así es un ser ensimismado, aislado, separado de su entorno, encerrado en su supuesta
libertad. Su relación con la naturaleza es tan individual como su relación con los otros
hombres. Todo individuo está constituido en sí mismo, como una persona autónoma y
privada, antes de toda relación con los otros.
La relación con los otros es para nosotros una constante amena2a, pero sin esta
relación no existimos.
La confesión, ese acto pleno del hombre, es a la vez privada y pública. Los hombres
están unidos en tanto en cuanto se confiesan los unos a los otros. La confesión es creadora
de la comunidad humana (CD 50).
Dios y la mirada.
El hombre no puede vivir bajo la mirada continua de otro. Si Dios fuera el otro, esta
alteridad radical, que es fuente de heteronomía, el hombre debería emprender una lucha
terrible por su liberación. La muerte de Dios sería la condición de la vida del hombre.
Nietzsche tendría razón. Pero el verdadero Dios no es una especie de espectador
imparcial en el sentido de Adam Smith, de cuyo cara a cara un día experimentaría la
necesidad de esconder algún secreto de mi ser. Él no es uno más igual que yo, no está
a mi lado o en frente de mi como otro cualquiera. No tiene nada de espectador y mucho
menos de mirón. Lo que debe ser exorcizado aquí es ia categoría de otro. La noción de
mirada evoca la de alteridad y lo enteramente otro, io exterior. Así, se ha llegado a imaginar
a Dios en el espacio, a confundir la transcendencia con la exterioridad espacial. Pero,
aquí se trata de una mirada que no me vida, que no me espacializa, que ni siquiera me
contempla, que me penetra hasta lo más íntimo de mi mismo, que me suscita y que me
ama. Esta creación de amor, esta suscitación en la caridad, esta presencia por la que soy
y me juzgo, he ahí la mirada divina. Tampoco se puede decir que me sea interior,
exactamente, si no hay interioridad más que en relación a una exterioridad, al menos
virtual. Tampoco se le descubre en sí mismo por una especie de mirada interior distinta
de él. El yo se pierde cuando quiere mirarse o mirarle, pero se encuentra como una
potencia animadora y responsable cuando se compromete en una acción y crea una
obra. Ser, para el hombre, es participar en el acto divino que le hace ser.
Nosotros nos miramos, es decir, nos vivimos en el espacio. Sin embargo, la mirada
no es solamente lo que nos hiela y nos viola, sino también la que nos promueve y da
coraje. Sartre ha descuidado la mirada de amor, que no es sólo de posesión, sino de
promoción. Estamos situados los unos en relación a los otros en una reciprocidad de
perspectivas, que explica todas nuestras máscaras y hace su verdad relativa. La relación
a otro crea un doble movimiento de interiorización y de exteriorización que es la
respiración de la persona (CD 60).
El derecho.
Es menester mantener ese espacio en el que se ejerce la libre decisión del sujeto
en todas partes Por eso, no hay que tener nostalgia de las categorías liberales.
Los que denuncian toda socialización como un golpe a los derechos subjetivos y
a las libertades individuales deberían ser lógicos hasta el final; condenar ta justicia penal
y pedir la vuelta a la venganza privada y a la vendetta. Así como no hay catolicismo que
no sea social, ni otra economía que la social, no hay, evidentemente, derecho que no sea
social.
Todavía tiene que surgir una sociedad en la que sus necesarios condicionamientos
faciliten, en lugar de dificultar, la expansión de las personas.(CD 65)
1.2. La Apertura.
La persona, suponiendo en ella la individualidad psico-fisiológica, tiene además
otra tendencia, una tendencia al don de sí, a la comunión con el otro y ios otros, que
puede ir hasta el sacrificio del individuo.
La plegaria.
La oración a sí mismo.
La oración a Dios.
La boca debe hablar de la abundancia del corazón, ésto es la palabra. Jesús reenvía
constantemente al corazón, a la fuente de la libertad, a la soledad que se opone al
aislamiento y realiza la comunión con Dios y los hombres al mismo tiempo.(LP 43)
La vocación.
El amor.
Los seres singulares no producen el amor, es el amor el que los produce. Las
personas humanas no son más que por, para, y en ia humanidad. No hay hombre fuera
de la humanidad. Esa es la verdad madre del personalismo. Amar es quererse como
persona, es decir, como relación: el amor es ordenación al otro (PA1144-145)..
Lo que ante todo caracteriza al amor es su plena conciencia de la personalidad dei
otro. Es el sentido del otro.
Lo que efectivamente nos revela el amor es que no existimos más que en función
del otro, y que el mundo no existe más que para quienes, al menos, son dos. El hombre
es una relación, y una relación con el otro. El elemento fundamental del amor es el
desinterés, es decir, la afirmación del valor absoluto del que se ama.
Subordinándonos al otro, el amor nos abre, por decirlo así, una perspeclivá
universal. No se trata de la perfección cerrada de dos seres, sino de su comúri
participación en una realidad superior a través de la cual pueden verdaderamente ser.
Amar no es mirarse el uno al otro, sino mirar juntos lo mismo, y avanzar en la misma
dirección. La finalidad del amor es constituir a las personas. Amor de sí y amor al prójimo
se condicionan mutuamente. Amar es hacerse cada vez más uno mismo, sin jamás
dejar de ser dos.
Progresar en la verdad o comunicarse cada vez más con toda ia humanidad son
expresiones idénticas. En el diálogo es donde se forman las ideas. La verdad no es más
que una cierta forma de nuestro diálogo con el universo.
Por el diálogo nos hacemos sin cesar. Los objetos son separados y exclusivos. Las
conciencias son recíprocas. La reciprocidad consiste en vivir ios unos y los otros en un
intercambio y un enriquecimiento naturales. "La conciencia, escribía Gabriel Madinier, es
una conciencia que dialoga. Las conciencias son reciprocas. Se hacen verdaderas en
conjunto. La adquisición de la verdad es una empresa colectiva'1(LP.I23).
Lucidez y participación.
En la raíz del ser hay un hecho: hay oposición y lucha. La agresividad forma parte
del ser del hombre. El diálogo se esfuerza por sublimarla, pero no la destruye.
No es fácil no ser nunca un falso monedero, aceptar con cualquiera que sea un
afrontamiento real. Pero sin este esfuerzo siempre renovado sólo hay guerra, complicidad
o indiferencia, es decir, rechazo de relaciones reales (LP 124).
Todo diálogo verdadera consiste en reconocer a otro como un otro, líbre, subsis
tente en sí mismo, un alter ego, otro yo mismo, persona también e igual en dignidad.
El reconocimiento en todo hombre, a priori, como un ser de derecho, que tiene
capacidad e incluso, en cierto sentido, vocación jurídica, es esencial. Practicar cualquier
forma de racismo, es rehusar el diálogo y destruir el personalismo (LP 125).
La idea de coexistencia pacífica es tan falsa respecto a los individuos como respecto
a los pueblos. No se trata de coexistir, sino de dialogar. Las coexistencias son monólogos
yuxtapuestos. La vida no es coexistencia, sino enfrentamiento. Y el enfrentamiento implica
un riesgo, por una parte, grave y serio; pero también una virtud infinitamente fecunda,
puesto que postula la esperanza de transformarse los unos a los otros, los unos por los
otros (carta de J.Lacroix, en "Perspectivas del Hombre", de R.Garaudy, Fontanella,
Barcelona, 1970, pp 180-185).
1.4. E! conocimiento.
La reflexión.
Pensar es ser. La fuente más clara, más neta, la más profunda, la mejor tal vez, de
las bases del origen personalista: Cogito ergo sum. El "yo pienso'1es en el cartesianismo
el origen más evidente de la persona, el que orienta todos los proyectos del personalismo
en el devenir humano. Para comprenderlo hay que partir de la duda. Estudiar al hombre
y su naturaleza es descubrir, ante todo, el significado de la duda como el ejercicio
necesario y fundamental del libre arbitrio de la persona.
Se puede dudar de todo conocimiento o percepción del mundo, pero, sea cual
quiera que sea el objeto del pensamiento, este pensamiento, verdadero o falso, es real en
cuanto que pensado, aunque me equivoque, yo soy el que piensa. Y pensar es ser. En
otras palabras, descubriéndose en su pensamiento, el individuo toma conciencia de sí
mismo como de una persona. "En su esencia, la duda, la inevitable duda, es ia condición
primera de toda afirmación personalista". La duda, en efecto, representa uno de los casos
heroicos de la voluntad, lo cual es el fundamento del cartesianismo.
Con el hombre aparece un hecho nuevo: vivir y volver sobre su vida, pensar y volver
sobre su pensamiento. Y el pensamiento, que gracias al signo se desdobla, no lo hace
para contemplarse, sino para juzgarse: la reflexión es normativa. El Cogito, decíamos,
no es sólo metafísico, sino también moral: es la obligación de asumirse.
Una filosofía del sujeto debe ser forzosamente una filosofía de la libertad; si
tenemos que remontarnos a la duda cartesiana como origen necesario de todo persona
lismo, es debido a que es la más profunda experiencia de la libertad y el advenimiento
mismo de la persona. Soy libre si no estoy obligado por el objeto, es decir, si tengo frente
a él el poder de suspender mi juicio; domino al mundo si tengo la capacidad de negarlo.
Esta es la significación de la duda cartesiana que aparece, ante todo, como una heroica
decisión tomada por la voluntad para elevarse del mundo corporal al mundo espiritual y
alcanzar la plena espiritualidad del espíritu.(MEP 125)
La duda cartesiana tiene por fin separarnos de todo dogmatismo, entendido como
una adhesión inmediata y espontánea al contenido de la representación. El dogmatismo
deKsentido común es la adhesión ingenua e inmediata del sujeto al objeto.(MEP 131)
Ei Cogito nos revela que ia esencia del espíritu es conocerse; es conciencia de sí.
El Cogito propiamente humano sólo puede tener los caracteres de la temporalidad
humana: no es tanto posesión inmediata como lenta y difícil conquista. Es et conocimiento
en movimiento de un sujeto que siempre se afirma y continúa afirmándose porque nunca
se posee inmóvil. El tiempo, esta especie de jadeo tras el ser, impide la presencia total de
la persona ante sí misma.
La creencia.
Unir dos términos y construir una relación no es creer, sino juzgar. Hay diferencia
entre el simple juicio y la creencia: esta no exige solamente el querer, además de la
inteligencia, sino el ser en su totalidad.
Para que haya creencia es necesario que este juicio se integre a nuestro ser total,
a nuestra personalidad integral. La conciencia tiene necesidad de adherencia a lo real,
que está asegurada por la espontaneidad de la creencia. En verdad que el espíritu vive
en un clima de afirmación: existe una especie de fe elemental en sí mismo, de confianza
en sí, de afirmación primera de sí mismo, que se expresa en la multiplicidad de nuestras
creencias y hasta en la duda metódica.
Sólo pueden leer en el gran libro del mundo aquellos que tienen confianza en sí
mismos. La primera de las virtudes, la que condiciona todas ias demás, es la
esperanza, y, ante todo, la esperanza en sí mismo. La caridad bien entendida empieza
por uno mismo. Y esta especie de caridad, de creencia elemental en sí mismo es la que
se propone aclarar el filósofo. Por ésto, es verdad que la virtud propia del metafísico es
la esperanza y que la negación de la filosofía se llama desesperación, ya que es negación
del hombre. Filosofar es hacer explícito lo que implica la adhesión a sí mismo. Esta
es la razón por la que el método de reflexión es un método de implicaciones. Cualquier
meditación filosófica tiene por fin establecer que esta adhesión a sí mismo supone e
implica una adhesión a Dios, que esta creencia explícita y elemental en sí misma supone
e implica una creencia explícita y deliberada en Dios. Cualquier pensamiento y cualquier
acto conducen a Dios. Querer encontrar y dar un sentido al mundo sin pasar por este
estadio reflexivo es pura contradicción. He aquí por qué el hombre del sentido no puede
ser más que el hombre de la reflexión. Así se comprende que toda auténtica metafísica
es una metafísica de la conciencia feliz, o más exactamente de la alegría: pues la desgracia
de la conciencia no es más que la negación de la adhesión al Ser, es decir, de la filosofía.
Y esta alegría es propiamente la que acompaña a la humildad, virtud que expresa nuestra
condición ontológica, nuestra relación con el ser. La conciencia filosófica es la conciencia
humilde, es decir, la que no se humilla, sino que se sitúa. La humildad es la verdad de
nuestras relaciones con Dios, decía San Benito. Así, el itinerario del conocimiento es
más complejo de lo se imagina un limitado racionalismo Es lo que queremos significar
cuando afirmamos que es, en realidad, un itinerario de la creencia. Pues la creencia es
la indivisión del espíritu. Creer es comprometerse en su totalidad. Es adherirse
totalmente a sí mismo, a los demás, al mundo y a Dios. La creencia pertenece a la
persona misma.
Saber es siempre introducir el sujeto en el objeto, arriesgar una hipótesis, una idea
en los hechos y creer en ella. Todo conocimiento es una mezcla de ciencia y de fe, una
creencia, creer es propio del hombre.
Más allá del pensar, del sentir y del actuar, existe el ser que piensa, que siente y
que quiere; y es necesario remontarse hasta él para comprender sus múltiples reacciones,
intelectuales o sensibles.
Pensar, lo mismo que actuar o sentir, es rechazar el término medio. Todas estas
facultades complementarias son modalidades del ser concreto, que las créa y las utiliza.
La creencia es, pues, la unidad de nuestro ser que piensa, siente y actúa. Situar la
inteligencia en el conjunto del devenir humano no es renegar de sus propias leyes: el
pensamiento llamado nocional es esencial a la creencia. La persona para realizarse debe
atravesar la naturaleza. Creer no es evadirse del mundo para refugiarse en cualquier
subjetividad, sino esforzarse en descubrir su sentido. El creyente es un sujeto concreto,
una conciencia que progresa en la verdad participando en ella. El único conocimiento
auténtico es esta reflexión progresivamente Intuitiva que no puede pasarse sin el objeto
en el mismo momento en que más lo domina. Afirmar que ei conocimiento verdadero no
es evasión, ni espectáculo, sino compromiso -compromiso en el tiempo y en la eternidad
es afirmar que es creencia. La conversión es la verdadera respuesta a la duda. Decir
que todo conocimiento, aún el más objetivado, es creencia, es afirmar que proviene
siempre de una experiencia singular; no existe pensamiento impersonal. Es en la
experiencia personal donde es preciso buscar el principio de objetividad: esta obtiene
todos sus elementos de la experiencia personal por un acuerdo entre las diferentes
experiencias individuales.
La fe no tranquiliza; da sed de algo más; aspira a una claridad que no posee. Pero
sería un error imaginarse que aspira solamente a hacerse más clara y más distinta, y que
en algún otro mundo las verdades de fe se convertirán en verdades de razón. Lo que
quiere no es reintegrar en ella la claridad del conocimiento abstracto, sino conseguir la
perfección de la unión, de la cual ella es un comienzo. Por más oscura que sea, la fe
está m ás penetrada de luz que la razón pura: no puede reclamar la claridad sin
desconocer su propio valor. El sentido último de una verdad se mide por su capacidad
de transformación del ser. Y ésto es verdad en todo saber. La verdad, por mediación de
la idea y del acto, llama a mi ser y lo transforma. La actividad laboriosa está inmersa en
el corazón mismo del espíritu y no se puede pensar sin obrar: no existe conocimiento sin
experiencia y la filosofía no es, en definitiva, otra cosa que la transformación por el
espíritu del acontecimiento en experiencia. Dicho de otra manera, todo saber es, en
proporciones variadas, creencia, y su valor último es personal, es decir, que se mide por
la profundidad de conversión que obra en el individuo y en la humanidad.
No hay moral sin transmisión de costumbres, del mismo modo que tampoco hay
ciencia sin constancia de los fenómenos, sólo existe seguridad - relativa- para el sujeto,
cuando este sabe hasta qué punto puede confiar en los demás y en la naturaleza, y ésto
sólo es posible en la medida en que existen leyes -físicas y sociales-: La libertad empieza
con la posibilidad de la previsión.
La verdadera creencia, que es, a la vez, personal y comunitaria, sólo empieza con
la reflexión, es decir, después de esta pausa que se llama duda. En realidad, todo el
progreso del pensamiento humano consiste en elevarse de la creencia automática
-credulidad o vértigo mental, que consiste en la supremacía de la vida espontánea sobre
la vida reflexiva y hace imposible toda dialéctica, puesto que es la definición misma del
dogmatismo más vulgar-, a la creencia personal por medio de la duda.
La creencia es encuentro: encuentro del hombre con la verdad y con los demás
hombres. Creer es, a la vez, devenir y ser. Tanto el conocimiento de cualquier individuo
como et de la humanidad es historia; la temporalidad, la historicidad, son constitutivas
de la creencia. Pero, si no fuera más que proyecto temporal, la idea misma de verdad
perdería todo sentido: creer es experimentar en la esperanza, dentro de la historia, un
más allá de la historia. El creyente cree, ante todo, en una tarea: para él la persona y
la humanidad están por hacer. También es un ser de progreso, puesto que es un ser
de esperanza: los hombres se realizan necesariamente en su travesía de la naturaleza y
por una aventura mundana. No se puede creer en nada, si no se cree, primera e
indisolublemente, en sí mismo y en la humanidad, si no se realiza uno mismo en su
comunidad con los demás hombres. Creer es esperar e intentar que todos los hombres
sean personas los unos para los otros, y realizar las condiciones mundanas y
supram undanas de esta reciprocidad de conciencias.
Ciertamente nunca descubrimos más que verdades particulares; pero ¿qué valor
tendrían si no reconociéramos en ellas la presencia y la inmanencia de la Verdad? Una
dialéctica puramente temporal pierde todo sentido y toda significación. Lo absurdo no es
lo que carece de explicación, sino de sentido. Creer es siempre creer en un sentido.
No se comprende cómo la conciencia humana podría dejar de ser alguna vez una
conciencia inquieta, es decir, una conciencia creyente. Lo que sí cabe pensar es una
alegría cada vez más completa a medida que la intención fundamental de nuestro ser se
vaya realizando.
Verdad y amor.
La verdad sin amor sólo es una abstracción irreal, un ídolo mona!; el amor sin
verdad no es más que una vibración superficial de la sensibilidad, destructora incluso de
las personas a las que pretende amar. Si hubiera que definir en una palabra el espíritu
cristiano, diríamos que se caracteriza por la unión indisoluble del sentido de la verdad y
del sentido del amor. Si la verdad puede definirse como ei bien de la inteligencia, es un
deber estricto para el que la posee comunicarla. Puesto que el amor nos lleva a querer y
realizar el bien de nuestro semejante, a servirte, y puesto que la verdad es el bien de la
inteligencia, se sigue evidentemente, que cuanto más amor tengamos, más tendencia
tendremos a dar a un ser razonable como el hombre lo que es su mayor bien, el bien
mismo de su razón: la verdad. Pertenece a la esencia de la verdad, por tanto,
comunicarse.
Pero ¿cómo transmitirla? Todo el error viene de imaginarla verdad como una cosa
que se puede poseer y comunicar. Pero la verdad no es una cosa que se transmite de
espíritu a espíritu, como se transmite un objeto material de mano en mano. La espiritua
lidad auténtica es el deseo de ser poseído por ia verdad. Para et hombre la verdad no
es un objeto de posesión definitiva, sino una búsqueda indefinidamente progresiva. Sin
duda, en sí misma la verdad es una y absoluta, pero ponernos nosotros en el lugar del
Uno y del Absoluto es propiamente el pecado contra el espíritu. Todo conocimiento es un
conocimiento aproximado: nosotros nunca podemos poseer la verdad, sino tener puntos
de vista cada vez más cercanos a ella. La naturaleza misma de ta verdad, su infinita
trascendencia a nuestra atención, es la que exige la multiplicidad de enfoques que
podemos tener de ella. Faltamos con demasiada frecuencia al amor en nuestro deseo de
imponer lo verdadero, como consecuencia de una falsa concepción de la verdad. Maurice
Btondei decía: "sólo por la diversidad y ia multiplicidad pueden ser imitadas y asimiladas
la simplicidad y la unidad perfectas".(PA 128-133).
La verdad es un ser, lo que significa que no podemos tenerla, poseerla como una
cosa. Pero a este ser nos acercamos por conquistas sucesivas. El espíritu tiene necesidad
de ta letra para encarnarse. Tal es la condición humana, extraordinariamente compleja;
se engaña de igual manera destruyendo la letra al buscar el espíritu, como matando el
espíritu al identificarlo con la letra.
Para el cristiano, en efecto, ia verdad no es una abstracción, sino una Persona que
ha creado por amor a otras personas destinadas a quererse y a amarle. "Yo soy el Camino,
la Verdad y la Vida ". Así desaparece la antinomia fáctica. "Se hace un ídolo de la Verdad,
escribe Pascal; porque la Verdad fuera del amor no es Dios, sino un ídolo que no hay que
amar, ni adorar". El cristiano es aquel que, en comunión con las otras personas, utiliza la
fórmula para progresar siempre en la verdad y en el amor. Así también, hay más que una
filosofía, toda una actitud espiritual en la fórmula de san Agustín: verum faceré se ipsum.
Hacerse verdadero a sí mismo. El que se conforma con conocer ia verdad puede no ser
transformado desde dentro; la verdad puede ser para él una cosa que tendrá la tentación
de imponer a los demás, a pesar de ellos. Pero aquel que deviene verdadero él mismo,
que se hace verdadero, comulga de ser a ser y va haciendo progresivamente adecuadas
sus relaciones con el Ser y con los demás seres. Cuando quiero imponer la verdad a otro,
me arriesgo a alejarla; pero, si me hago verdadero a mi mismo, mis relaciones con él se
vuelven verdaderas también, porque hacerse verdadero es situarse exactamente en
relación al mundo, a los otros, y a Dios.
El pensamiento y la acción.
No es sólo relación del hombre con la naturaleza, sino relación del hombre con la
humanidad. El trabajo, a la vez que salva al hombre de la condición de animal, fe impide
la de espíritu puro. Es la condición propia del espíritu encamado.
Por ahí se explica la unión íntima entre el trabajo y la alegría. No hay trabajo sin
alegría; esta nace de la acción transformadora, de la obra acabada, de la creación. Toda
sociedad que compromete ta alegría en el trabajo, que disocia la obra del obrero, y, por
tanto, la alegría de la pena, es una sociedad intrínsecamente mala, que corre hacia su
destrucción. La unión de la obra y la alegría es característica del trabajo humano, es decir,
no deshumanizado. Trabajar es hacerse al hacer una obra, perfeccionarse al perfec
cionar el mundo.
La ley del trabajo implica que e) hombre no puede llegar a ser auténticamente él
mismo, si no es por mediación del mundo y a través de la naturaleza. Sin duda, el espíritu
es superior a todo lo que hace, pero sólo puede saberlo después de su obra: se reconoce
a sí mismo gracias a su obra. Para ser, hay que encarnarse, realizarse, insertarse en una
materialidad, poner frente a sí mismo una obra en la que se reconoce(PA 83-128)
Dimensión personal.
El hombre está amenazado, por et hecho mismo de ser capaz de pensar, de tener
de sí mismo un conocimiento solamente en idea, puramente formal, completamente
imaginario, y, a fin de cuentas, irreal. El trabajo, sin embargo, nos fuerza a un conoci
miento real de nosotros mismos por medio de las cosas humanizadas: "las lecciones de
las cosas" son siempre lecciones de humildad. La persona humana si no está sujeta de
lleno al trabajo, amada en su trabajo, está en grave riesgo de volverse un ser abstracto,
cercano a las explotaciones idealistas. Y esto es porque la persona es primeramente
afrontamiento, y es necesario enfrentarse a las cosas para conocerse.
Dimensión comunitaria
El trabajo es siempre, desde sus formas más elementales, colaboración. Y ahí nos
dice una dimensión esencial del ser humano, ser de diálogo y de comunión. El trabajo
no tiene su fin en la obra, y mucho menos en cualquier obra: el producto fabricado debe
detener una utilidad económica, es decir, ser un bien humano y satisfacerlas necesidades
déla humanidad. Crea entre los hombres relaciones reales y. si puede decirse, realizantes.
Puesto que el trabajo produce una unión entre los hombres, es un verdadero principio
de fraternidad. Trabajar como un hombre es, por tanto, trabajar socialmente en una
economía organizada, y no en una economía de competencia, es decir, de guerra. El
derecho de trabajar, escribe Vialatoux, no es, en absoluto, un derecho a una libertad
individual del trabajo, sino a una libertad personal, que implica una organización social,
para crecer déla individualidad a la personalidad. El derecho al trabajo es así, en el sentido
más fuerte de la expresión, un derecho social.
Parece que todo nos lleva hoy hacia una civilización dei trabajo, es decir, hacia una
civilización en donde el trabajo sería la categoría económica y social dominante. Una
civilización del trabajo primeramente implica una economía del trabajo.
Una civilización del trabajo es, a la vez, una civilización de la revancha del esclavo,
de la conquista prometeica del mundo, y de los condicionamientos de la libertad humana.
Así, toma un inmenso valor polémico, económico, político e incluso espiritual. El trabajo
no es solamente relación del hombre con la naturaleza, sino relación del hombre
con el hombre por medio de la naturaleza: también está esencialmente unido a la
justicia. Hoy importa sobre todo trabajar para que la masa de subdesarrollados alcance
un nivel humano.
Nosotros pensamos que la categoría deí político es esencial al hombre. Hay en toda
sociedad tensiones nacidas del conflicto entre el sentido de lo universal, que requiere la
gerencia de los intereses colectivos y la cerrazón que provoca el enraizamiento de los
grupos. De ahí la necesidad del poder. Por tanto, si se acepta nuestro análisis de la
noción de trabajo, hay que reconocer que es propio de la naturaleza misma de una
civilización del trabajo tener como inevitable la presencia del Estado. Las dos grandes
fuentes de relaciones políticas entre los hombres son: el trabajo y ia familia. El hombre de
Estado se convierte en el organizador de las relaciones del trabajo, el que se esfuerza en
conciliar el proyecto de su nación con los de otras naciones a la vista de una economía
interfuncional para el beneficio común de la humanidad. La política se pone al servicio
de los individuos y de ias naciones "económicamente débiles", a fin de hacer coincidir lo
más posible la humanidad en extensión con la humanidad en comprensión, y permitir a
todos el mayor desarrollo de su personalidad. Una ciencia comprometida y militante,
basada en lo real, teórica y práctica a la vez, tendería así a la realidad de esta economía
del género humano, que Fran$ois Perroux ha llamado "economía de todos los hombres
y de todo hombre". Sin desconocer una jerarquía de las funciones, haría desaparecer la
distinción de clases, al menos, en el actual sentido del término.
Trabajo y liberación.
De la seriedad al tedio.
La Fuerza
La persona se constituye por una cierta dialéctica de ia fuerza, del derecho, y del
amor. (PA 7)
Creemos que ni la fuerza, ni el derecho, ni el amor son suficientes para crear una
sociedad, y que sólo una cierta dialéctica de las relaciones de la fuerza, del derecho, y
del amor puede establecer una verdadera comunidad humana y fundar ia paz, ese estado
de gracia de ias naciones. (PA,14)
Todo derecho expresa una cierta relación de fuerzas. Y no es suficiente decir que
el derecho sin la fuerza es ineficaz: hay que afirmar que no existe. Por fuerza es necesario
entender primeramente la fuerza biológica, el impulso vital.
Nada humano podría subsistir que el hombre no esté dispuesto en cada momento
a defender con su vida.(PA 15)
El derecho.
Las fuerzas, incluso las biológicas, no podrían ser las mismas en un animal y en un
ser que tiene capacidad jurídica. El derecho es, en primer tugar, el poder de organizar
las fuerzas en lugar de dejar que las fuerzas se organicen por sí mismas: nace siempre
de una vuelta sobre sí misma de la fuerza o de una contradicción entre las diversas
tendencias. En sí misma la fuerza es inconsciente. No toma conciencia de sí misma más
que en esa vuelta sobre sí, o en esta parada propiciada por el reencuentro de otra fuerza.
Y este primer estado de equilibrio es, a la vez, la condición y el efecto de una justicia
superior. Se podría decir que el derecho es el estado de contraste máximo de las fuerzas
inconscientes. (PA 22)
El derecho es ante todo, lo que pone orden. Y este poner orden es al mismo tiempo
una revelación de cada uno a sí mismo y una unión a los otros, es completar a cada uno
en su relación con el otro. El derecho es la fuerza creadora de la vida al servicio del orden
a realizar.
El simple análisis psicofisioiógico establece que en toda fuerza humana hay una
capacidad de reflexionar én todos los sentidos del término, y esta capacidad de reflexión
no es, en definitiva, otra cosa que el signo de la presencia en ella de un orden moral
transcendente al que debe contribuir tomando conciencia de sus límites, es decir,
conociéndose.
Et amor.
El hombre del amor tiene su propia tentación: corre el riesgo siempre de ser el
hombre evadido. El gran peligro del momento, sobre todo para los cristianos, es el de
una especie de sobrenaturalismo desencarnado, que está dispuesto a sacrificar la fuerza,
que desconoce el papel del derecho y se imagina que todos los problemas se resuelven
por testimonios de amor. El amor auténtico se reconoce precisamente en el hecho de
que asume la realidad integral, quiere informarla por completo y se expresa por eso
mismo en una sucesión de actos temporales. El utopista, al que nosotros hemos llamado
ei hombre evadido, comete una petición de principio: supone la paz realizada entre los
hombres, cuando se trata de crearla. En otros términos, rechaza la fuerza y el derecho,
confiándose enteramente al amor y queriendo emplear sólo medios pacíficos, es decir,
enteramente puros. Se evade así de la condición humana, que consiste en vivir en estado
de guerra. La raíz de toda guerra es un disentimiento moral, es el mal. Cualquiera que
sea ei origen histórico y la razón metafísica, hay entre todos los hombres solidaridad en
el mal. Nosotros no tenemos ni el derecho ni el poder de huir de esta solidaridad. Ahora
bien, emplear medios únicamente pacíficos es evadirse, es rehusar su condición humana
y no entender la historia. (PA 31)
Hemos mostrado que el derecho está inspirado en el amor y ei respeto. Si, a pesar
de todo, parece otra cosa, es porque el amor no se puede obligar a la humanidad. El
amor es libre y proviene de una decisión libre y particular de la persona. El personalismo
debe mostrar cómo el amor unifica sin confundir. Su característica propia es querer
siempre, cada vez más, al otro como otro, es decir, en su diferencia. Amar verdaderamente
es permitir y decidir no emplear en ia relación con el ser amado los medios del poder. Es
exponerse, puesto que el amor puede no ser correspondido. Es necesario saber que la
vida humana es alegría por el objetivo, pero sufrimiento también para alcanzarlo.(LP, 119)
1.7. Culpabilidad-Responsabilidad.
La culpabilidad moral no se refiere al pecado, sino a la falta, y concierne a la
humanidad entera, religiosa o no.(FC 56)
Ambivalencia de la culpabilidad
Para Schopenhauer ei único acto libre y responsable es aquel por el que nosotros
nos elegimos. Yo, por mi parte, preferiría decir que hay una presencia de la eternidad en
el tiempo, y que la elección de sí mismo se hace en el interior de nuestra historia personal,
en las condiciones de espacio y del tiempo, aunque conserva un carácter transcendente.
Pero cualquiera que sean las formas, sigue siendo cierto, como ya lo había visto Platón,
que de lo que en definitiva somos responsables es de nosotros mismos: el verdadero
acto libre del hombre es aquel por el que se elige, pero en el transcurso de la
duración. El problema de la culpabilidad está así unido a la historia sobrepasándola por
completo, supone una concepción del tiempo. "La primera categoría de la conciencia
histórica no es el recuerdo, sino el anuncio, la espera, la promesa1'decía Hegel. Magnífica
fórmula que me gustaría matizar: no se puede oponer el recuerdo y la promesa, el
problema es unirlos y realizar de ese modo un relativo dominio del tiempo. El hombre no
vive ni en la eternidad ni en el instante, sino en la duración, que une el pasado con el
porvenir y con el presente. Esta unión se realiza por medio de la memoria que vuelve a
llamar al pasado y mantiene la identidad personal, y por la imaginación que representa
el porvenir y permite al hombre, que proyecta el futuro, proyectarse al mismo tiempo más
allá de sí mismo. Pero memoria e imaginación no están separadas, no se puede evocar
el pasado más que reconstruyéndolo, imaginándolo; si se vive realmente el futuro, si se
quiere hacerlo presente, se le evoca de alguna forma, de tal manera que Nietzsche decía
que la verdadera memoria, es memoria del porvenir. El hombre es ese ser capaz de
imaginar su pasado y de recordarse su futuro. La culpabilidad está en este nudo, que es
el de la creación del hombre por el hombre. El sentimiento de culpabilidad produce el
encargarse de sí por sí mismo, acompaña esta responsabilidad por nosotros que es
efectivamente el honor del hombre. .. Todo examen de conciencia vuelto hacia el recuerdo
de las faltas cometidas es peligroso. Abandona toda creación y se pierde en una especie
de contemplación del mal por el mal que no puede ser otra cosa que pasividad,
destrucción, obsesión y, más allá del desespero, desesperación.
La verdadera culpabilidad, aquella que comunica con todos los otros para trans
formar todo, es ciertamente el vínculo humano más profundo, la fuente de toda sociabi
lidad.(FC 85)
1.8. La moral. Autocreación.
La verdadera moral no piensa inmediatamente en la ley: es sobre todo, a la vez y
por el mismo movimiento, esfuerzo de creación y esfuerzo de comunión, contacto íntimo
consigo mismo, con los otros y con Dios. La más alta moralidad no consiste en la
obediencia a la ley, sino en una unión de personas: es comunión perfecta, amistad de los
hombres entre ellos y con Dios. La renovación moral no es resultado de una iey más
rígida, sino de una mayor práctica de la amistad y de la fidelidad personales.
La ética de la ley implica que el mundo y el hombre están hechos. La étic£6el amor
que están también por hacer. Es una ética de la creación. Tener esta actitud moral es
admitir que Dios nos asocia a su creación, que el universo y nosotros tenemos un devenir
que depende parcialmente de nosotros. El mundo y nosotros seremos diferentes según
nuestra acción. Y esta acción imprevisible, siempre por descubrir e inventar, es una acción
propia: cada uno se descubre a sí mismo creándose.
Si cada persona tiene una vocación, su realidad no puede residir más que en la
respuesta que da a esa llamada que Dios le hace oír perpetuamente llamándole por su
nombre. La ética evangélica está fundada sobre el ser, y no sobre la norma. El moralismo
es antimetafíslco, nos lleva a la ley, mientras que la metafísica nos conduce al ser. La ética
del am ores la única moral metafísica. La moral es la creación de sí por sí mismo. (PA
46-48)
2. LA FAMILIA.
En una gran sociedad podemos elegir nuestros compañeros, y con frecuencia nos
aprovechamos de ello para hacer capillitas. En las pequeñas, por el contrario, no existe
la elección: todo el mundo es nuestro vecino, o, más exactamente, nuestro prójimo.
Esta es sin duda una de las razones profundas por las que la familia es el aprendizaje
de todas las virtudes humanas. Tendemos excesivamente a considerar las diversas
sociedades como obra nuestra: sólo deseamos los mayores deberes cuando los hemos
escogido. Así se pierde poco a poco el sentido social. El deber familiar es el que no se
elige, es el que sorprende por su novedad siempre renovada, y el que recrea perpetua
mente a la persona poniéndola a prueba. El que ha sido formado por la institución familiar
sabe que todo progreso supone un orden preexistente: está maduro para la verdadera
acción social.
Lo que nunca debe temerse es et grupo fuerte y poderoso, sino el grupo único. El
hombre de una sóla comunidad, aunque sea la familia, rápidamente hace de lo relativo
un absoluto; y no existe peor perversión. En una familia auténtica existe una experiencia
de lo humano tan profunda que obliga, por su propio dinamismo, a superar todo lo que
es cerrado para comunicar con la humanidad entera.
La lección de la familia es la de que, para dar a luz y crear, es preciso superar las
aposiciones y volver a hacerse uno. Entregándose al otro uno se hace más ser y crea
otros seres. La participación integral en el misterio familiar es la entrega total, la entrega
en carne y en espíritu, por la cual el hombre y la mujer, reconociéndose mútuamente,
superan en lo posible su división y se acercan al máximo a este andrógino ideal, al mismo
tiempo que realizan su plena virilidad y su plena feminidad.
2.2. La entrega
Es el fundamento del matrimonio porque es la única solución del problema de la
comunicación de las conciencias y de su reciprocidad. Todo grupo humano donde el
amor y la amistad no mantengan las construcciones jurídicas mediante una circulación
incesante de vida está en vias de desaparición. La familia es hacedora de sociabilidad
porque es hacedora de unidad y de vida (FF 179-184).
La entrega es la mejor manifestación del hombre, porque expresa todo lo que hay
en él de querido y de sufrido, su grandeza y su flaqueza, o, si se prefiere, su mérito y su
culpa.
Rousseau decia que el contrato social estaría disuelto de derecho si se diera el caso
de que "pereciera en el Estado un sólo ciudadano al cual se hubiera podido socorrer, si
se mantenía en prisión equivocadamente a un sólo ciudadano, si se perdía un sólo
proceso por obra de una injusticia evidente" (De la economía política, Oeuvres, t. IV, p.
373). Añadamos que el contrato queda disuelto, además, es decir, que la sociedad es
injusta, falseada, no solamente cuando uno de sus miembros es víctima de una injusticia
grave, no reconocida como tal, sino también cuando una fracción o fracciones más o
menos importantes de la nación se ven privadas de los bienes esenciales disponibles. Es
injusta una sociedad que niega a algunos de sus miembros salud, alojamiento, dinero o
cultura: en tal caso, les mantiene en servidumbre, lo cual representa la destrucción misma
del lazo social. (EN 45)
3.1. Escribir la historia.
La persona siempre tiene tres dimensiones: Una dimensión política, que es, en
primer lugar, rechazo de la alienación. Sin participación en la política no hay encarnación
verdadera. La persona es más realista que idealista. Su compromiso es voluntad de vivir
y de pensar con los otros para mejorar continuamente la sociedad: su regla es pensar
como se vive y vivir como se piensa. La dimensión política entraña otra que podemos
llamar la dimensión histórica. De ella depende que la historia tenga un sentido. El sentido
histórico llama y reclama el sentido del futuro. Si la dimensión política implica una
dimensión histórica es porque esta habla de una dimensión espiritual que la envuelve:
si persigue siempre su desarrollo es porque encuentra dentro de sí un más allá que la
llama.
Este objetivo no puede, o mejor, no debe ser otro que la comunión mayor posible
con los otros. El sentido de la historia debe de ser una 'plena transparencia de unos a
otros" decía Rousseau. La verdadera conciencia es la que se confiesa a las otras
conciencias.
La historia no tiene fin, pero es necesario que esta aspiración conduzca siempre a
una mayor perfección y unión de la humanidad. Ella exige el conocimiento del presente
para la realización de los medios mejor adaptados al momento en que se vive, con la
mirada puesta en utilizarlos para un futuro siempre mejor.
Esto que llamamos propiamente historia no es más que la elección para nuestra
vida de un sentido y de una significación. No existe alternancia de lo inmanente y de lo
trascendente, sino presencia en lo inmanente de un trascendente que toma para nosotros
figura de absoluto bajo las dos formas en que se manifiesta: la necesidad lógica y la
obligación moral. El tiempo sólo tiene significación por la presencia en él de lo eterno.
Para un ser puramente histórico, la historia no existiría. Sólo una dialéctica de la
inmanencia y de la trascendencia, del tiempo y de la eternidad, permite salvar la total
historicidad del hombre, a la vez que da a su historia terrestre un término que no es una
muerte, sino una resurrección. Sólo una escatología (vivirla historia como historia de la
salvación) puede salvar integralmente todos los momentos del tiempo y conferir a cada
uno su plenitud. Sólo la resurrección de todo lo vivo puede dar un sentido al proceso
histórico del mundo, un sentido que tiene una medida común con el destino de la
persona.(MEP 82-83)
3.3. El fracaso.
La situación de fracaso ocupa un lugar primordial en la elaboración primitiva del
psiquismo. El yo no puede desarrollarse sino a condición de afrontar lo que le rodea, y
este afrontamiento se realiza necesariamente de manera conflictual. El sentimiento de
frustración, la experiencia afectiva del fracaso, es una condición necesaria de la evolución
normal de la persona. Organizar la propia vida, o la de otros, con la mirada puesta
obsesivamente en evitar todo fracaso, es perjudicial. Todas las situaciones del mundo son
caducas y la tarea de cada hombre es forjarse una personalidad capaz de asumir
cualquier situación y darle una respuesta adecuada en cada caso.fEF 41}
El hombre, ciertamente, puede llegar a ser una "pasión inútil ', pero sólo en el caso
de que su deseo de eternidad proceda de un deseo de evasión. La única manera de
superar el fracaso consiste en triunfar sobre el tiempo y dominarlo, y tanto es así que el
problema filosófico del fracaso se reduce, en definitiva, al problema de las relaciones entre
el tiempo y la eternidad.
La alienación.
La felicidad.
Bajo ese punto de vista, la religión aparece como una especie de psicoanálisis
integral, que quiere regular la función temporalizante religándola a la eternidad. La
experiencia cristiana auténtica es la experiencia de la eternidad en el tiempo, de una
presencia de la eternidad que abre ei tiempo dándole una dimensión vertical y abre la
historia dándole un sentido.
De todas maneras, ei fracaso sólo puede ser superado por un salvador que se
exponga a él completamente. El drama humano -y quizás también divino- consiste en que
uno tiene que haber bebido el cáliz hasta la hez y haber conocido hasta su último límite
el abandono y la muerte, para ser verdaderamente capaz de amar. Así pues, el fracaso
tiene un sentido tan profundo para el cristianismo como para que haya debido asumirlo
el propio Dios: para triunfar de la muerte ha sido necesaria, nada menos, que la muerte
de Dios.
Hay fracasos que ningún lenguaje puede traducir. Los fracasos absurdos anuncian
"la nada para la que ya no hay exégesis". La virtud exigida en este caso tiene un hermoso
nombre: se llama Paciencia, y cuando es verdadera paciencia no es solamente pasiva,
sino una fuerza de resistencia, una voluntad de "resistir1.
El ser de la transcendencia, que brilla, sin embargo, en lo más hondo del fracaso,
no puede ya ser nombrado. Sóio existe entonces un "silencio de plenitud". Sólo él se
muestra respetuoso frente a esta experiencia del absurdo y la sinrazón que algunos
hombres han vivido hasta llegar al más absoluto desamparo. Más alia de todos los
desesperos está la desesperanza, que sólo los que jamás la conocieron se atreven a
condenar... Y puesto que en definitiva tenemos que apostar y tomar partido, debemos
optar por el sentido contra la sinrazón para seguir esperando, aunque sea contra toda
esperanza. Pero debemos confesar que, llevadas las cosas a estos extremos, se trata,
efectivamente, de una opción, es decir, de esa fe desnuda que Alain definía como una
voluntad de creer sin pruebas y hasta en contra de las pruebas.(EF 149-150)
Pero la utopia propiamente dicha es imaginar que toda violencia pueda desapare
cer de ias relaciones humanas. La verdad bajo la forma del bien común dei grupo no se
impone directamente a los hombres por su sola evidencia. Requiere la mediación de lo
político. La política, en su esencia, es la voluntad de realizar, en cuanto sea posible, la
filosofía entre los hombres. Su paradoja consiste en utilizar para ello la violencia. La
violencia es, en efecto, lá negación de todo valor y de toda norma, la animalidad y la
naturaleza en el hombre. Lo propio del derecho es poner esta antirrazón al servicio de la
razón, esta injusticia al servicio de la justicia. La fuerza, si se quiere, es la violencia de la
sociedad. Esta especie de retorno de la violencia contra sí misma, que es lo constitutivo
de la política, es a un tiempo la obra más admirable y la más difícil y peligrosa del hombre.
La más admirable, puesto que el hombre no puede renunciar a racionalizar lo menos
racional en él: la violencia, la voluntad de poder. La vida política es, en suma, la mediación
concreta que permite al hombre postularse como ser racional. El hombre-ciudadano se
alza, en efecto, de la individualidad y de ia particularidad a la universalidad de la razón:
ya no desea su bien, sino el bien común. Pero esta racionalidad, en cierto modo, viene
impuésta al hombre: el hombre no se hace razonable sino por temor ante la razón, que
se le presenta primeramente en forma de coacción externa. Se llega a ser concretamente
racional por obediencia a la ley. También es la más peligrosa, pues la razón puede
someterse a la violencia en lugar de ser elfa la que se someta a esta. Por eso es la política
el lugar en que se cometen las mayores faltas contra la humanidad. Todo pecado es, en
el fondo, político.(HM 113)
Si no hay una autoridad superior para arbitrar los proyectos económicos de cada
pais, éstos no pueden evitar chocar unos con otros, sacrificando a los más débiles y
produciendo, cuando menos, un terrible dispendio. Un Plan de Desarrollo Mundial es
el único esquema que puede oponerse a los dispendios y a tas guerras.(HM 115)
Sigue siendo cierto que en nuestra sociedad el Estado, que debería ser árbitro,
apenas es otra cosa que el consejo de administración de la clase dirigente.
Es necesario comprender y vivir que los hombres no forman parte de ningún capital,
en absoluto. Son otra cosa y mucho más. Son la fuerza creativa, lo que F.Perroux llama
el recurso por excelencia, es decir, el potencial último de las energías, por una parte, y
por otra de las necesidades y deseos.
Una economía sana sería la que no buscara tanto alguna forma d e 1pleno empleo",
como el pleno desarrollo de todos y de cada uno. La autoridad entonces retomaría todo
su sentido, se expresaría en un poder que arbitraría las tensiones, pero no sufriría la
presión continua de los poderes que mueve la voluntad de poder (Polltique et économle.
Cahiers de l’ISEA, n^ 1 , janvier, París, 1974).
La economía clásica ha sido una economía de'mercado. Pero llevó mucho tiempo
comprender que economía de mercado significaba ciencia de las cosas que elimina al
hombre.
La expansión de las firmas revela la capacidad que tienen las grandes unidades
para crear en su beneficio el ambiente propicio a su desarrollo.
Economía de necesidades.
Es natural admitir que todos deben alcanzar por lo menos la satisfacción de las
necesidades primordiales y esenciales. Pero el mayor mal consiste en que esta satisfac
ción necesaria no respondería a los más profundos deseos, incluso si todas estas
necesidades fuesen satisfechas por todos, la angustia humana no haría sino crecer. El
verdadero drama reside en que nuestra sociedad es destructora de los deseos Los
destruye radicalmente, o más bien los pervierte, reduciéndolos cada vez más a uno sólo:
el de la satisfacción de los mismos deseos, lo que es absurdo y contradictorio.
Ei hombre nos ha parecido Deseo de sí y del otro, Deseo de sí con y por el otro,
Deseo del otro con y por sí. Esto, que Rousseau llama amor de sí, es lo que hay de universal
en sí mismo y en el otro. Pero lo universal se encarna de diferente manera en cada
uno: la persona es una perspectiva singular sobre el universo. En el sentido fuerte
que le da Lévinas, el amor de otro es reconocimiento irreductible de su alteridad. Pero es
un hecho constante e indubitable que este Deseo de ser y de hacer ser puede desviarse:
hay maneras de ser que destruyen el ser más que lo expresan. Los deseos, a menudo,
contradicen al Deseo, se oponen entre ellos, devienen unilaterales, particulares, y por eso
mismo idolátricos. Cualquiera que sea el origen, religioso, metafísico, puramente empíri
co, en la humanidad hay, lo que Kant llamaba un mal radical, que desvia la bondad original
del hombre sin anularla: este mal se llama violencia. Este mal es inherente al mismo
Deseo. Hay mal en la humanidad, los que protestan son los primeros en reconocerlo. De
esta constatación sólo puede concluirse una norma: es menester conocer este mal y
estudiar sus manifestaciones en un momento de la historia para luchar contra él y contra
ellas. No es verdad que este mal se impondrá siempre a los hombres de una manera
necesaria e ineluctable. Ya lo hemos dicho: la espera, para nosotros, camina junto a la
esperanza.
Siempre se puede progresar, el Deseo humano continuamente puede mejorar
sus realizaciones porque es Deseo de razón. La razón es lo que libera no sólo como
facultad de medios, sino también como facultad de fines. (DD)
Al sostener que la economía es una ciencia del hombre se afirma al mismo tiempo
que es una ciencia del valor, una ciencia axioiógica. Nosotros hemos insistido en la
manifestación de este valor, es el deseo. Sólo se poseen objetos: querer poseer a un
hombre, querer poseer su trabajo, utilizarlo de la manera que sea porque se tiene
necesidad de él es convertirlo en objeto, es tratarlo como una cosa. Respetarlo en su
dignidad de hombre a través de todas las relaciones económicas supone tratarlo como
una persona. Los verdaderos deseos son los que resultan expresión y manifestación del
Deseo, que permanece hasta en la agresividad y la contiene o la transforma, del Deseo
que es nuestra propia esencia, es decir, deseo del otro en su alteridad y su diferencia. En
este sentido, puede, efectivamente, hablarse de participación. Ocurre que el Deseo radical
es deseo de razón, vale decir, búsqueda de una verdad concreta que subtiende y realiza
la comunión de los hombres: tener el deseo del otro es hacerse verdadero o, para retomar
la fórmula agustlnlana, verum faceré se ipsum. No existe solamente el "mercado", sino
también la donación, la disposición, la colaboración, etc. No hay economía sin
proyecto, pero el proyecto económico no es una fuerza pura: es moralizado desde ei
interior, y su "moralidad" consiste precisamente en su virtualidad política, es decir, en su
aptitud para insertarse en la plena expansión de la sociabilidad humana. Por citar todavía
una frase de Perroux: más allá del equilibrio no hay regulación sin referencia a los valores.
Perroux afirma asimismo que el pleno desarrollo del Recurso humano (del hombre y de
todos los hombres) es el único criterio objetivo para evaluar los objetivos, ia finalidad y el
nivel de las realizaciones de cualquier economía.
El error de la escuela clásica consistió en eliminar toda una parte de lo real para
hacerlo más claro y mejor organizado. Pero no se organiza científicamente eliminando la
mayor parte de lo que se quiere sistematizar.
Es toda ia realidad la que debe ser afrontada sabiendo que depende en parte del
proyecto humano, que economía y tiempo están ligados y que, en consecuencia, aquella
siempre se transformará en función de los proyectos y el progreso humano. El objetivo
aatcanzar es ei de una economía de todo el hombre y de todos los hombres. (Economía
y Axioiogía,art. cit)
3.8. Universalismo.
"En adeíante nada será, nada es ya, a escala de una sóla nación (1944)
"Lo que falta (a nuestro gobierno) es un proyecto firme y lúcido, una política; todo
dejar ir es un dejar ir hacia la esclavitud y la guerra ...Una de las características de las
democracias occidentales, el signo mismo de su sumisión, es el divorcio que han dejado
instituir entre el lenguaje y el acto: la guerra puede brotar en todo momento cuando se
habla sin decir nada" (marzo de 1951 p.328).
"No se vive para no batirse, sino para realizarlas razones de vivir..., hoy la tentación
de preferir la injusticia, ante la monstruosidad de la guerra moderna, es grande...el
chantaje de la guerra para mantener el estado de cosas actual sería la peor de ias
htpocresias"(p.329-330)
"El siglo XX quizas se caracterice por la sacudida de las masas, sobre todo asiáticas.
No hay solamente en los paises un retraso de las clases inferiores en relación a las
superiores, sino un inmenso retraso de la mayor parte de la humanidad en relación a los
paises llamados civilizados. La promoción de las masas es, por tanto, el esfuerzo de
cientos de millones de hombres por recuperar su retraso y conseguir el mismo nivel
humano. Por razones evidentes, y también porque toda concienciación se hace en un
primer momento como negación y oposición, esta sacudida toma en principio la forma
de una explosión nacionalista. Pero la significación profunda es otra.
"La cuestión para los revolucionarios (franceses) no puede ser pegarse incondicio
nalmente al partido comunista, sino al movimiento de emancipación de los proletarios y
de las naciones proletarias...Cuando la ayuda económica no sea distribuida para tener
atrapado al adversario, sino en función de necesidades reales. Cuando el esfuerzo de
todos sea razonablemente solicitado según los grandes polos de desarrollo, una espe
ranza brillará para la humanidad. Utopía, se dirá.
La coexistencia pacífica entre las grandes potencias, que no excluye las guerras
localizadas entre pequeños estados vasallos interpuestos, no es otra cosa que la prolon
gación de la guerra fria, si no se transforma en cooperación internacional.
(...) La autonomía de los grupos de base contra el poder de las burocracias públicas
o privadas; el reparto del trabajo; la igualdad délos sexos; el pluralismo cultural y el respeto
a los derechos de las minorias etno-linguísticas; una enseñanza que no reserve el
adiestramiento en nuevas técnicas a una élite tecnocrática, y rechace, en consecuencia,
todo elitismo aunque fuese republicano; el combate contra esta nueva división de clases
que la jerga de nuestros enarcas modernizadores llama la sociedad dual; el libre acceso
a los medios de información y de expresión contra su monopolización por los poderes
del dinero; la participación de los trabajadores en el beneficio y control de ia gestión de
las empresas; el federalismo, contra los nacionalismos anacrónicos, comenzando por los
Estados Unidos de Europa; relaciones internacionales fundadas sobre la cooperación y
no sobre la hegemonía.
El Hombre democrático.
No hay democracia sin laicidad, al menos sin esa forma de laicidad que ha sido
introducida por el cristianismo en el mundo, y que consiste esencialmente en separar el
poder temporal y el poder espiritual. Por su vínculo estrecho con el respeto a la persona,
ia democracia obliga a situar exactamente a su nivel cada orden de nuestros pensamien
tos.
La culpabilidad penal.
Vivir es entablar relaciones múltiples con los demás hombres, es producir sin cesar
grupos variados. La democracia respeta a esos grupos. Por eso comienza en la familia,
en la escuela, en el taller, en la comuna. La descentralización es su primera exigencia.
Esos grupos suponen a la vez el entendimiento y ia lucha, lo que Kant llamaba la
"insociable sociabilidad" del hombre.
No hay grupo humano sin videncia primitiva y esfuerzo de racionalidad. Quizas
algún dia existan sociedades sin clases, pero no podrá haberlas sin tensiones. La
tentación del poder es suprimir esas tensiones o hacer como si no existieran. Por el
contrario, la democracia es el régimen que las reconoce, e incluso organiza sus medios
de expresión. Ser demócrata es, pus, admitir que la lucha es fuente de progreso y
esforzarse por orientarla hacia el concurso y ei diálogo, es decir, hacia la confrontación
de las palabras en lugar del intercambio de golpes; pero, también, esforzárse por hacer
el diálogo auténtico, controlando las desigualdades y las mentiras de la lucha que lo
prepara y lo hace posible.(CD 124)
La libertad de palabra para todo hombre es mucho más que la libertad política.
Significa que la esencia del hombre es el verbo y que la democracia es el régimen más
humano, porque, en definitiva, es ia palabra la que decide y la que reina. El demócrata
es el hombre de la palabra. La democracia pertenece a ese alto grado de la vida personal
y social que es la creencia, y esa creencia, por su obstinación y su perseverancia, debe
"fatigarla duda del pueblo", por tomar una expresión de Jaurés. Es la filosofía en ensayo
y en ejercicio entre los hombres, el demócrata es un filósofo a la plena luz del dia, en el
cual el optimismo de la voluntad triunfa perpetuamente, por deber de fe, contra el
pesimismo de la inteligencia.
La noción de cultura.
Toda cultura supone dos elementos unidos que expresan los dos aspectos del
espíritu, que por un lado es pasivo, receptivo, y por otro, activo y creador. La cultura es,
en principio, recibida. Marca la debilidad del hombre y tiene por objetivo remediarla.
Culturizar a alguien es transmitirle un conjunto de instrumentos y de medios, variables,
por otra parte, según los tiempos y lugares. Esta necesidad de educación es la refutación,
de hecho, del individualismo: manifiesta que el individuo no es suficiente por sí mismo y
que para existir culturalmente necesita de un concurso externo.
La sociedad es pobre porque no gasta más en educación. Pero, más allá de los
problemas económicos, está la realización de un derecho más esencial, porque la cultura
es, en cada uno, el alumbramiento de su humanidad. Por la cultura, en definitiva, es
por lo que todos los hombres llegan a ser humanos, aquello por lo que la humanidad en
comprensión coincide con la humanidad en extensión...
Especialización.
El miedo a la especialización es, sin duda alguna, el significado más neto de la falta
de cultura. Lo contrario de la cabeza bien llena no es la cabeza bien hecha, sino la cabeza
vacía. No existe separación entre ia memoria y la razón...El recuerdo no es una facultad
autónoma: es una función del espíritu, y por tanto refleja el grado de unificación y de
organización de la inteligencia. Una mala inteligencia es signo de una personalidad
todavía informe o en vias de disgregación: todo olvido es, en primer lugar, olvido de sí
mismo. La organización mnemónica es el reflejo de la organización espiritual.
Nuestra cultura descansa enteramente en esta idea de que puede existir una
especie de método universal, válido en sí mismo, independientemente de toda aplicación.
Pero esto sigue siendo idea de una sabiduría sin contenido. No existe sabiduría sin
contenido, cultura sin experiencia, y método sin doctrina: ei método no es más que la
doctrina en crecimiento. Y es por esta razón por la que todo método acaba perdiendo su
primera fecundidad. No podemos progresar más que creando nuevos instrumentos: la
inteligencia humana no es una llave maestra; hay que forjar una llave para cada cerradura.
Una cultura está ligada directamente a todo aquello que el hombre descubre,
inventa, conquista y realiza; y, si no es así, esa cultura es una burda mixtificación.
En realidad, este peligroso error sobre la cultura tiene su origen en una falta de
lógica, de reflexión filosófica que debemos sacar a la luz: es la confusión de las nociones
de generalidad y de universalidad. Lo general es lo que conviene a la mayor parte de los
individuos de una clase; se opone a lo universal que significa lo que pertenece a todos.
Ahora bien, entre la mayor parte y la totalidad no hay sólo una diferencia de grado, sino
de naturaleza. La generalidad es del orden empírico: es constante sin ser necesaria. Tiene
grados y debe Interpretarse en extensión. La universalidad, al contrario, concierne a la
totalidad, que no puede jamás ser agotada por suma. Y no puede interpretarse en
extensión, sino en comprensión. Están sólo en una experiencia singular, pues, donde se
puede descubrir lo universal; y sólo en la especialidad se puede descubrir la totalidad.
Así comprendemos que toda auténtica cultura puede ser universal, sin dejar de ser
personal. Además ¿qué es una persona, sino una perspectiva singular sobre el universo?
Lo singular no es más que el eco del orden total en un ser original: lo universal está presente
en todas partes, para aquél que sabe descubrirlo. El hombre de las generalidades no halla
jamás lo esencial. Es cierto que no basta ser especialista para descubrirlo, pero al menos
es una condición necesaria.
4.8. Crisis de civilización.
La crisis de la cultura es, ante todo, una crisis de civilización. Porque ya no hay
civilización que pueda informar toda nuestra vida y todos nuestros pensamientos, es por
lo que las diferentes especialidades están, no sólo sin lazos exteriores, sino incluso sin
unión interna, sin un significado común.(...) la verdadera cultura nos aparece no como
algo impersonal y general, sino como una cosa singular y universal: es la síntesis de todas
las adquisiciones y dei espíritu humano en nuestro provecho. La cultura resulta esencial
mente de un conocimiento, de una experiencia o de una obra que dan juicios. Cultivarse
es aprender a juzgar constantemente. No hay cultura sin referencia a una metafísica.
Ahora bien, no se puede juzgar nada sin tomar partido y, quiérase o no, sin tomar partido
sobre todas las cosas. El hombre cultivado es, pues, aquél que, maestro de su técnica,
sabe situarla en el universo humano y orientarla hacia su verdadero fin. La cultura es
aquello por lo que llegamos a transcender sobre lo que nos individualiza, lo que nos
especifica, lo que nos distingue y nos opone, no para perdernos en el otro, sino para
situarnos en el universo. La conciencia cultivada es una conciencia que se sitúa.
Lo universal concreto no puede alcanzarse más que bajo una forma personal y
singular. Con la cultura el hombre se une al mundo y comulga con el hombre. La verdadera
inteligencia es un valor de comunión universal que va junto al amor. En la base de toda
cultura hay, pues, una generosidad esencial que empuja hacia el desarrollo de sí mismo
y del otro, hacia la edificación mutua de las personas. La educación de una persona es
una extraordinaria paradoja: emplea la sujeción al sen/icio de la libenad, y su verdadero
triunfo consiste en llegar a hacerse inútil, elevando a la persona de una heteronomía
radical a una autonomía relativa. El niño debe llegar a convertirse en un ser capaz de
responderse a sí mismo. Toda educación válida tiene por finalidad hacer de cada hombre
una conciencia.(EN 15-16)
Solamente la persona que ha adquirido una memoria, que ha sido dotada por la
escuela de una memoria, puede, como se dice corrientemente, "mantener su palabra" y
convertirse en promesa, porque para ella recordar un juramento no significa solamente
acordarse de que lo hizo en el pasado, sino también que debe cumplirlo en el porvenir.
Así es como la verdadera memoria de la nación está viva en sus escuelas. Y nada hay de
contradictorio, al contrario, en que esa memoria esté en su juventud, si pensamos que,
en todos los sentidos de la palabra, la juventud es indiscutiblemente la promesa del pais.
"La primera categoría de la conciencia histórica, decía también Hegel, no es el recuerdo,
sino el anuncio, la espera, la promesa‘'.(EN 25)
La gran idea es ia de que el niño es el padre del hombre; esta idea ha puesto de
manifiesto plenamente la Importancia fundamental, primordial de la educación. Lo que
debemos, pues, enseñar a los niños es que la tradición es una memoria escogida y
una fidelidad creadora.
Los maestros no son solamente los servidores de la nación, sino también los
servidores de la verdad. Y ésa es, en fin, la razón de que no pueda haber cultura sin
diálogo.(EN 31-37).
5. R A Z O N Y FE.
Aplicar a Dios la noción de existencia es un acto tan impío y tan falso como
imaginarse a Dios a nuestra imagen... Entre dos humanos que no tienen la experiencia de
Dios, el que la niega puede estar más cerca de ál... Es así enorme la importancia de la
dialéctica negativa con respecto a los elementos groseros de la idea de Dios.(EA 57)
El misterio de la naturaleza sólo existe para quien la considera como intéprete, signo
y ya sacramento de la presencia e intención de Dios. Si los sacramentos cristianos no son
solamente espirituales, si obligatoriamente componan signos materiales, es porque ia
naturaleza ha de ser asociada al destino humano. Es demasiado simple definir al hombre
como sujeto y ai mundo como objeto; se comprende como libertad, pero se explica como
naturaleza. (HM 134-135)
Ei trabajo que se impone, ante todo, es lo que podría llamarse pastoral .de la
inteligencia. No puede estudiarse seriamente una doctrina fuerte y profunda sin experi
mentar su atracción. Para que este peligro sea no sólo reducido en la mayor medida, sino
descartado, se necesita una doble condición. La vanguardia intelectual debe estar en
estrecha unión con el pueblo cristiano del que forma parte. La teoría cristiana es una
praxis. El perfeccionamiento de la fe no es el resultado del esfuerzo intelectual de algunos,
sino de la práctica de todos.
Estar sano, por fin, es vivir las relaciones humanas, estar directamente en contacto
con los otros y en comunidad espontánea con ios otros.(CC 44-57)
5.2. El in fie rn o
Los hombres constituyen una familia única, una humanidad. El pecado original es
la humanidad en cuanto rechaza su propia condición. El hombre es intersubjetividad
vertical, es decir, que existe solamente en su relación con Dios, pero esta intersubjetividad
está falseada por el pecado, puesto que el hombre quiere sustraerse a Dios y tiende
plenamente a ser autónomo, según la tentación original y permanente: "Seréis como
dioses; conocedores del bien y del mal" (Génesis 3,5). Al mismo tiempo, se falsea
igualmente la intersubjetividad horizontal, puesto que, por una parte, los hombres no son
nada sin sus relaciones mútuas, y, por otra, en su "personalidad base ", se rechazan entre
sí. El pecado original es pues, una actitud de toda la humanidad original que, al rechazar
a Dios, se divide a sí misma y se convierte en una torre de Babel, una relación de
agresividad contra sí misma, contra los demás y contra Dios.
Jesús ha dicho y repetido que todos los hombres eran sus hermanos. Puesto que
todos son hermanos del Hijo, son también hijos del Padre, de Dios. La revelación es así
diálogo entre Dios y el hombre. La fe cristiana es la puesta en práctica del amor de Dios
y del amor de los hombres puesto que están esencialmente unidos. Cristo ha dicho
repetidamente que sólo había dos mandamientos, el primero amar a Dios y el segundo
amar al prójimo y que ios dos hacen uno sólo.
Cristo une las tres formas de oración. La Trinidad está relacionada fundamental
mente con la Encarnación. Dios hecho hombre es el ejemplo de un Dios inquieto, en el
sentido más fuerte dei término, por la salvación del hombre. Entre la Revelación y la
Encarnación la unión es absoluta. El amor es comunión universal e implica la inmanencia
del Verbo en cada uno. La Encarnación es la Revelación realizada y vivida. Jesús
transforma para los hombres su concepción de Dios, haciéndola pasar por la regla
de oro del amor al prójimo. Dios será para nosotros lo que nosotros hayamos sido para
otros. Sin empuje hacia Dios la humanidad deviene mala e inconsistente, sin amor a las
hombres el culto de Dios deviene una odiosa carencia.
Plantear así el problema es admitir que ha habido una desviación primitiva, un giro,
una falta, si queremos, que ha orientado mal a los hombres. Los cristianos lo llaman
pecado original y no originario, lo que significa que no es de naturaleza, sino de la historia.
¿Qué es lo que ha intervenido para dirigir a la humanidad por una vía de desdichas?
Los pensadores más profundos y diversos responden que es la institución de la propiedad.
Nadie ha pretendido jamás decir que la propiedad en sí sea mala. Lo que se ha
denunciado de diversas maneras con el nombre de propiedad es un cierto instinto de
posesión, un deseo de dominar, de poseer a otros. Un esfuerzo en definitiva, para reducir
a los otros ai estado de objeto y renegar así de la fe personalista.(PAI 78)
6.3. Lo universal.
La libertad de cada uno existe sólo por la libertad de todos. Tal es la significación
de la palabra. La palabra es al mismo tiempo interpelación a los otros y don de sí.
Mantener la palabra, como suele decirse, es la propia humanidad. Lo misterioso es que
estemos sometidos a tendencias impersonales y que la conciencia de sí se busque
replegándose en uno mismo. Lo subjetivo es lo inter-subjetivo. La palabra no tiene su
punto de partida en el monólogo, sino en el diálogo. Yo no puedo ser yo, más que por la
ayuda de los demás. En cada momento una conciencia no es capaz de acrecentar su ser
más que si entra en diálogo con otra conciencia. Yo me descubro a mí mismo y a ios
demás en y por la palabra. Por esencia, el lenguaje no es de uno, sino de varios: es algo
que se realiza entre varios, manifiesta el ser relaciona! del hombre. Cualquier monólogo
es, por naturaleza, algo descabellado, escribe Eugenio D’Ors. Yo soy un ser que sólo es
para sí a través de los demás.
6.4. EL diálogo.
Esta fe personalista que se manifiesta de todas las formas en que los hombres se
entregan los unos a los otros, es vivida incluso por aquellos que la niegan. Es un Cogito
radical cuya negación supone aún la afirmación y que supone ese querer originario del
que hemos partido. Si es que es verdad que el hombre no se piensa más que en tanto
que se quiere. La encontramos en todas las acciones y pensamientos de ios hombres.
No hay ni saber ni acción sin este consentimiento y este asentimiento, sin esta
adhesión que es la parte que la persona añade al juicio y al acto: si no somos libres para
sentir, lo somos al menos para consentir. El compromiso no es sólo político, sino total.
Es ese don pleno de la persona que es siempre libre. Esta afirmación originaria puede
llamarse acto de fe, quitando a esta expresión toda significación religiosa.
La raíz de toda fe, y por eso hay que actuar siempre para ser sincero, es esa fe
fundamental en el espíritu, ese eterno ausente que sólo se puede descubrir en las obras
y a partir de las obras. El hombre no puede querer otra cosa que sí mismo y su realización,
si entendemos por sí su individualidad propia y la humanidad que la constituye: no escapa
a su vocación aun cuando la eluda.
Si estas páginas las lee con atención uno sólo de vosotros y le sirven en su camino
de personalización, de fraternidad, habrá valido la pena hacerlas. Las ofrezco a mi querida
compañera Tere; a mis hijos: Maite, Toño y Silvia; a mis padres: Manuel y Quiteria y a
todos los amigos, que con su amor concreto, encarnado y activo me ayudan a ser; y a
vosotros, que dais sentido al esfuerzo. Todos somos, dice Lacroix, porque somos queridos
personalmente, por Dios y por los demás.
Clásicos Básicos del Personalismo
---------- C
mmo
EMMANUEL
MOMED
r
Impreso en papel reciclado.
Artes Gráficas
Mazarelos, 14 Baixo 15703 Santiago
D L 0 124-91
INDICE
1. Zurück zu Scheler!........................................................................................ 7
3. Circunstancia intelectual............................................................................... 9
8. «Ontica» de io divino.................................................................................. 67
En la situación de penuria filosófica que nos caracteriza hemos devolver a los clásicos.
Esta vuelta se impone cuando se pierde el sentido de lo fundamental y las capacidades
creativas de una generación yacen exangües. No $e trata de una actitud regresiva, que
pretenda establecer relaciones de escuela o dependencia. No se está diciendo que «cual
quier tiempo pasado fue mejor»; se trata sólo de encarar mejor el futuro. Damos un paso
atrás, hacia fuentes clásicas que «vitaminicen» nuestra anemia filosófica, que nos condena
a la inautenticidad y al tópico, carentes como estamos de recursos y potencia para
enfrentarnos con los problemas de nuestro tiempo. Robustecidos así, en la perenne morada
de algún clásico, podemos volver con energía a emprender nuestra tarea y cumplir nuestro
destino histórico.
Scheler es uno de los autores a los que merece la pena volver, cuyo estudio puede
resultar particularmente fecundo. Su reflexiones y análisis en el campo ético y en ei ámbito
de la realidad humana, en sus interioridades psicológicas y en sus realizaciones sociales y
culturales ofrecen una enorme cantidad de materiales de gran profundidad que no han sido
suficientemente aprovechados. La crisis de nuestro tiempo tiene especiales repercusiones
en el campo moral (politeísmo axiológico) y en lo referente al hombre (proclamación de la
muerte del hombre, fin de sujeto, etc ). Éste es un nuevo estímulo para recuperar a Scheler,
uno de los grandes en campo ático y antropológico que nos puede servir como base (una
entre otras) para encarar a la altura de los tiempos nuestro incierto futuro.
«Hoy nos parece fabuloso que hace treinta años fuese menester pasar tantos apuros
y empinarse de tal modo sobre la punta de los pies para entrever en utópica lejanía algo que
vagamante mostrase ser y sentido (Ortega se refiere con estas palabras al neokantismo de
Marburgo que él conoció bien de cerca). La gigantesca innovación entre ese tiempo y el
nuestro ha sido la 'fenomenología" de Husserl. De pronto, el mundo se cuajó y empezó a
rezumar sentido por todos los poros. Los poros son las cosas, todas las cosas, las lejanas
y solemnes -Dios, los astros, los números-, lo mismo que las humildes y más próximas -las
caras de ios prójimos, los trajes, los sentimientos triviales, el tintero que eleva su cotidiana
monumentalidad delante del escritor. Cada una de seas cosas comenzó tranquila y resuel
tamente a ser lo que era, a tener un modo determinado e inalterable de ser y comportarse,
a poseer una "esencia", a consistir en algo fijo o, como yo digo, a poseer una "consistencia"
(. . .)
»B afán sempiterno de la fiosofía -Ja aprehensión de las esencias- se lograba, por fin,
en la fenomenología de la manera más sencila. Fácil es comprender la embriaguez del
primero que usó esta nueva óptica. Todo en su derredor se henchía de sentido, todo era
esencial, todo definible, de aristas inequívocas, todo diamante. El primer hombre de genio,
Adán del nuevo Paraíso y como Adán Hebreo, fue Max Scheler,»(1)
En los años del Gymnasium tuvo lugar, a los trece años, su primera conversión al
catolicismo, más formal que sincera, sin mayores consecuencias. Realiza sus estudios
universitarios en Munich (1893-94), Berlín (1894-95) y, sobretodo, en Jena (desde 1895 hasta
su doctorado en 1897).
En 1898 contrae matrimonio civil con Amelia von Dewitz-Krebs, una divorciada 7 años
mayor que él; un matrimonio desgraciado que dura unos diez años y que repercutirá
negativamente en su carrera docente. En 1901 es nombrado docente privado en Jena y tiene
lugar su decisivo encuentro con Husserl en Halle durante una reunión de tos Kantstudien.
Con motivo de la l.-Guerra Mundial realiza una labor de publicista a favor de Alemania,
con misiones para el ministerio bávaro de Asuntos Exterioires. Por este trabajo se le ha
acusado improcedentemente de germanista, ya que, pese al provincianismo que expresa
en esta época en alguna de sus obras, sus concepciones son diametralmente opuestas a
cualquier clase de racismo y, además, él mismo rechazó al final de su vida ese compromiso.
La insatisfacción y pobreza que produce el positivismo hace sentir a finales del siglo
XIX la necesidad de volver a los clásicos: de ahí la llamada neokantiana Zuruck zu Kant!.
Florece el neokantismo de Heildelberg (Escuela de Badén) y, sobre todo, de Marburgo: M.
Cohén, P Natorp y E. Cassirer devuelven a la filosofía la exigencia de rigor sistemático al
estilo kantiano.
Pero, entre tanto, han surgido nuevos problemas planteados por las nuevas ciencias
humanas, especialmente la Historia, que requieren un acercamiento comprensivo capaz de
interpretar ios datos; y por la crisis de fundamentos de la física, que impide verla ya como
un saber antropológicamente neutro y dotado de objetividad absoluta. Es necesaria una
nueva síntesis. Entre los pensadores que expresan esta necesidad y comienzan a apuntar
nuevos caminos, y que tuvieron influencia en Max Scheler, merecen especial atención
Dilthey, Eucken y Husserl.
El contacto con Düthey tiene lugar en Berlín. Dilthey considera que las ciencias del
espíritu requieren unafundamentación autónoma de las «Naturwissenschaften». El concepto
básico de esas ciencias es el de vida, referido a la vida específicamente humana. A diferencia
de las ciencias naturales, que buscan explicar, la ciencias del espíritu buscan \acomprensión.
Así, la psicología, la ciencia elemental del espíritu, no se fundan en la sensación sino en la
vivencia (Erlebnis), en la que la vida se presenta como una conexión en ia que las diversas
ciencias del espíritu adquieren su fundamentación. El mundo del espíritu requiere categorías
específicas, por lo que el ideal de comprensión recupera la teleología y lleva a la necesidad
de la hermeneútica del material histórico a la búsqueda de su sentido.
ñ. Eucken es el único profesor del que se puede decir que fue maestro de Scheler
Eucken sostiene un vitalismo en el que distingue un grado inferior, natural y biológico de ía
vida y un estrato superior, noológico, en el que la vida alcanza independencia y posesión de
sí. Naturaleza y libertad se dan conectadas y jerarquizadas, lo que ofrece posibilidades de
directrices éticas. Al hombre enraizado en la naturaleza se le ofrece como tarea propuesta
a su acción alcanzar la libertad, aunque sin perder este enralzamiento.
La puesta entre paréntesis afecta a todos los componentes extraños al fenómeno por
influencias históricas, sociológicas, educativas; pero también a todos los elementos fácticos
y existenciales concretos de un fenómeno. El fenómeno objeto de la intuición es una
esencialidad pura, dotada de una validez apriórica, independiente de la inducción empírica.
1. Beitráge zur Feststellung der Beziehungen zwischen den logischen und ethis-
chen Prinzipien (1899), pp. 9-160.
5. Ethik. Eine kritische übersicht der Ethik der Gegenwart (1914), pp. 371-409.
Vol. II: Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, (Bern 1980, 5.- ed.), 659
págs. (Citado: FEW.)
Vol. III: Vom Umsturz der Werte, (Bem 1972, 5.- ed.), 451 págs.
7. Die Psychologie der sogenannten ñentenhysterie und der rechte Kampf gegen
das Übel (1913), pp. 293-309.
9. Der Burgeois - Der Burgeois und die religiósen Máchte - Die Zukunft des
Kapitalismus. DreiAufsátze zum Problem des kap'rtalistischenGeistes (1914), pp.
341-395.
Vol. IV: Politischpadagogische Schriften, (Bern 1982), 717 págs.
1. Der Genius des Krieges und der Deutsche Krieg (1915), pp. 7-250.
7. Poiitik und Kuitur auf dem Boden der neuen Ordnung (1919), pp. 499-514.
2. Vom Wesen der Philosophie und der moralischen Bedingung des phiiosophis-
chen Erkennens (1917/18), pp. 61-99.
4. Die christliche Liebesidee und die gegenwártige Welt. Ein Vortrag (1917), pp.
355-401.
Vol. VI: Schriften zur Soziologie und Weltansschauungslehre, (Bonn 1986, 3.- ed.), 457
págs. Recoge diversos artículos agrupados temáticamente, escritos en muy distintos mo
mentos de ia biografía de Scheler. Recogemos sólo los títulos mayores:
1. Wesen und Formen der Sympathie (1913,1922), pp. 7-258. (Citado WFS.)
Vol. VIII: Die Wissensformen und die Geseilschaft, (Bern 1980, 3.- ed.), 538 págs.
Vol. X: Schríften aus dem NachlaB. Band I: Zur Ethik und Erkenntnisiehre, (Bonn 1986, 3.-
ed.), 583 págs.
B. Lehre von den drei Tatsachen (1911 -12), pp. 431 -502.
Vol. XI: Schríften aus dem NachlaB. Band II: Erkenntnisiehre und Metaphysik, (Bern 1979),
296 págs.
Vol. XII: Schriften aus dem NachlaB. Band III: Philosophische Antropologie, (Bonn 1987),
382 págs.
6. Altern und Tod (Vorlesung 1923/24: Das Wesen des Todes), pp. 251 -327.
Sociología del saber, trad. de J. Gaos, Madrid, 1935 (GW VIII, 1).
Ética, trad. de H. Rodríguez Sanz, 2 vols, Buenos Aires, 1948, 2.? ed. (GW II).
Esencia y formas de la simpatía, trad. de J. Gaos, Buenos Aires, 1957, 3.- ed.
(GW VII, 1).
El puesto del hombre en el cosmos, trad. de J. Gaos, Buenos Aires, 1968, 7.-
ed. (GW IX, 1; la traducción es de la versión abreviada publicada en 1927).
Amor y conocimiento, trad. de A. Klein, Buenos Aires, 1960 (GW VI, 1 -algunas
partes- y I, 2).
El santo, el genio, el héroe, trad. de E. Tabernig, Buenos Aires, 1961 (GWX, 5 y
III. 3).
Conocimiento y trabajo, trad. de N. Fortuny, Buenos Aires, 1969 (GW Vil, 2).
Repertorios bibliográficos.
-HARTMANN, Wífried: Max Scheler. Bibliographie, StuttgartBad Cannstatt,
Fromann, 1963.
-FRINGS, Manfred S.: Bibiiography (1963-1974 of Primary and Secondary
Literature, in M. S. FRINGS (ed), Max Scheler (1874-1928) Centennlal Essays,
The Hague, Martinus Nijhoff, 1974.
Los bienes son por su esencia cosas valiosas. Dice Kant que siempre que la bondad
o maldad moral de una persona, de un acto de voluntad, de una acción, etc, la hacemos
depender de su relación con un mundo real de bienes -o males- existentes, hacemos
dependertambiénla bondad o maldad de la voluntad de la existencia particular y contingente
de ese mundo de bienes, y, al mismo tiempo, del conocimiento de ese mundo (...). Así pues,
toda modificación en ese mundo de bienes modificaría también el sentido y el significado
de «bueno» y «malo». Y como ese mundo de bienes se halla comprendido en la constante
modificación y en el movimiento de la historia, resulta que el valor moral de la voluntad y del
ser humanos tendría que participar también del destino reservado a ese mundo de bienes.
La aniquilación de ese mundo de bienes anularía la idea misma del valor moral. Toda ética
se basaría en consecuencia en la experiencia histórica, en la que se nos manifiesta ese
cambiante mundo de bienes y evidentemente no podría tener más que una validez empírica
e inductiva. Con ello estaría dado sin más el relativismo en la ética. Pero además todo bien
está incluido en el nexo causal de las cosas reales. Todo mundo de bienes puede, por lo
tanto, ser destruido parcialmente por las fuerzas de la naturaleza o de la historia. Si el valor
moral de nuestra voluntad dependiese de él, habría de resultar afectado con ello. Y sería
también dependiente de las contingencias implicadas en el curso causal real de las cosas y
de los acontecimientos. Pero esto es, como vio con razón Kant, evidentemente absurdo.
Estaría totalmente excluida en tal caso toda dase de crítica dei mundo de bienes
existente en cada caso (...). Pero, por el contrario, no cabe duda de que continuamente, no
sólo ejercemos la crítica de ese mundo de bienes, por ejemplo, de que distinguimos entre
arte auténtico e inauténtico, entre cultura auténtica y pseudocultura, entre el Estado como
es y como debería ser, etc., sino que también tributamos la más alta estima moral a personas
y seres humanos que en ocasiones destruyeron un mundo de bienes existentes y pusieron
en su lugar ideales de reconstrucción diametral mente opuestos al mundo de bienes existen
tes en su época.
(...) Y io mismo puede decirse de toda ética que quiere establecer un fin -ya sea un
fin del mundo o de la humanidad, o un fin de la aspiración humana o el llamado «fin último»-
con relación al cual se mida el valor moral dei querer. Toda ética que proceda de ese modo
rebaja los valores bueno y malo necesariamente a valores meramente técnicos para ese fin.
Los fines sólo son en sí mismos fines legítimos si la voluntad que los pone o ha puesto es
una buena voluntad. Esto vale para todos los fines, puesto que vale para la esencia del fin,
con total Independencia de qué sujeto realiza la proposición de fines; vale también para
eventuales fines «dwinos». (FEW 32-33, t.e. 1/(35-37.)(5)
Indico aquí (los) supuestos (...) que, expresados o no, son la base de la doctrina
kantiana. Se pueden reducir a las siguientes proposiciones:
3 sToda ótica material es necesariamente ética del éxito, y sólo una ética formal puede
reclamar la disposición de ánimo o el querer conforme a esa disposición como portadores
originarios de los valores bueno y malo.
5.- Toda ética material es necesariamente heterónoma y sólo la ética formal puede
fundamentar y afianzar la autonomía de la persona.
6. 5 Toda ética material conduce a la mera legalidad del obrar, y sólo la ética formal
puede fundamentarla moralidad det querer.
5 Cito en primer lugar laspáginasdelas GM, según lassiglasindicadas en la bibliografía. En segundo lugar,
con la indicación t.e., las páginas de ia traducción española indicada en la misma bibliografía, siempre
que sea disponible y sin que esto signifique que siga esa traducción española.
7.-Toda ética material coloca a la persona al servicio de sus propios estados o de las
cosasbienes extrañas; sólo la ética formal puede descubrir y fundamentar la dignidad de la
persona.
B.s Toda ética material debe, en último término, colocar el fundamento de las valora
ciones éticas en ei egoísmo instintivo de la organización de la naturaleza humana, y sólo la
ética formal puede fundamentar una ley moral independiente de todo egoísmo y de toda
peculiar organización de la naturaleza humana, ley generalmente válida para todo ser
racional. (FEW 30-31, t.e., I/32-33.)
1.3. Existen contenidos o materias del conocimiento y del querer enteramente a priori.
Entre ellos destacan las cualidades de valor
Al desechar Kant con pleno derecho toda ética de bienes y de fines, desecha -también
con pleno derecho- toda ética que quisiera basar sus resultados sobre la experiencia
inductiva, llámese histórica, psicológica o biológica. Toda experiencia sobre lo bueno y lo
malo, en este sentido, presupone el conocimiento esencial de qué sea bueno y malo.
Cuando pregunto qué consideran los hombres aquí y allí bueno y malo, cómo se han
originado esas opiniones, cómo se ha despertado la intuición moral y por qué sistemas de
medios opera la buena y la mala voluntad, todas estas preguntas que sólo pueden respon
derse mediante la experiencia en el sentido de la «inducción», tienen en general sentido en
cuanto hay conocimiento ético de esencias. (FEW 66, t.e. I/79.)
...las esencias y sus conexiones son «dadas» de forma «previa» a toda experiencia (de
ese tipo) o también están dadas a príori, y las proposiciones que, por su parte, encuentran
en ellas su cumplimiento, son a príori «verdaderas». (...)
Para tos conceptos que son a prlorl porque se cumplen en ta intuición de esencias,
sirve de criterio que al intentar definirlos caemos irremisiblemente en un circulus in definen-
do; para proposiciones (a prior i vafe conno criterio) que en el intento de fundamentarlas
caemos irremisiblemente en un circulus in demostrando.
Los contenidos aprióricos, por tanto, pueden ser únicamente mostrados (mediante.la
aplicación de estos criterios). Pues tampoco este procedimiento, así como el de «delimita
ción» -en el se muestra lo que la esencia todavía no es- es capaz nunca de demostrar o de
deducir de alguna forma, sino que es sólo un medio, al margen de todos los demás, de hacer
ver o de «manifestar* esos mismo contenidos. (...)
De lo dicho resulta con toda claridad que el dominio de lo «a priori evidente» no tiene
lo más mínimo que ver con lo «formal», y que la contraposición «a priori»-«a posteriori»
tampoco tiene lo más mínimo que ver con la contraposición «formal»-«material». Mientras
que la primera diferencia es absoluta y se funda en la diversidad de los contenidos que se
cumplen en los conceptos y las proposiciones, la segunda es totalmente relativa y al tiempo
se refiere únicamente a los conceptos y proposiciones según su generalidad. Así, por
ejemplo, las proposiciones de la lógica pura y las proposiciones aritméticas son igualmente
a priori (tanto los axiomas como las consecuencias). Pero esto no impide que las primeras
sean «formales» en relación a las segundas, y las últimas materiales en relaciona las primeras.
Pues para que las últimas se cumplan es necesario un plus de materia de intuición. (FEW
67-72, t.e. 1/83-89.)
2. La ética material de los valores
Tan poco como tos nombres de los colores hacen referencia a simples propiedades
de las cosas corporales -aunque en ia concepción natural del mundo los fenómenos de color
se observan la mayoría de las veces sólo en cuanto hacen de medios de diferenciación de
las diversas unidades corpóreas-, tan poco los nombres que designan los valores se refieren
a meras propiedades de las unidades dadas como cosas, que nosotros llamamos bienes.
Así como puedo hacerme presente como dado un rojo como un mero quale extensivo, por
ejemplo, en un color puro del espectro, sin concebirlo como el revestimiento de una
superficie corpórea, sino sólo como superficie o como espacialidad en general, asimismo
me son en principio accesibles también los valores como agradable, encantador, amable y
también amistoso, distinguido, noble, sin que me ios represente como propiedades de cosas
o de seres humanos. (...)
Es seguro, por ejemplo, que los valores estéticos correspondientes a las palabras
amable, encantador, sublime, bello, etc., no son meros términos conceptuales que hallen su
cumplimiento en las propiedades comunes de las cosas portadoras de esos valores. Esto
lo muestra ya el hecho de que si intentamos apoderarnos de esas «propiedades comunes»
no nos queda nada entre las manos. Sólo cuando colocamos las cosas bajo otro concepto,
que no sea un concepto de valor, como cuando preguntamos por las propiedades comunes
de los jarrones o de las flores encantadoras o de los caballos nobles, se da la perspectiva
para indicar tales propiedades comunes. Así pues, los valores de este tipo no son definibles.
A pesar de su indudable «objetividad», ya han de habérsenos dado en las cosas, para
designar esas cosas como «bellas», «agradables», «encantadoras». Cada una de estas
palabras comprende bajo la unidad de un concepto de valor una serie cualitativamente
graduada de manifestaciones de valor, pero no propiedades indiferentes de valor que sólo
por su constawnte coexistencia nos procuran la apariencia de un objeto valioso inde
pendiente.
Lo mismo puede decirse de los valores que pertenecenalaética. El que unser humano
o una acción sean «distinguidos» o «vulgares», «valientes» o «cobardes», «puros» o «culpa
bles», «buenos» o «malos» no nos resulta manifiesto simplemente por rasgos constantes de
esas cosas y procesos que podamos señalar, ni consiste en absoluto en tales rasgos. En
ciertas condiciones, basta una única acción o un único ser humano para que podamos
aprehender en él la esencia de esos valores. En cambio, todo intento de señalar un rasgo
común ajeno a la esfera de los valores para los buenos y los malos, por ejemplo, conduce
no sólo a un error del conocimiento en sentido teórico, sino también a un engaño moral de
la peor clase. Siempre que se ha imaginado lo bueno y lo malo ligado a distintivos
característico exteriores al ámbito de los valores mismos, sean disposiciones señalables
corporales o anímicas, sea la pertenencia a una posición o partido, y en esa medida se haya
hablado de los «buenos y justos» o de los «malos e injustos» como de una clase objetiva
mente determlnabte y definible, ahí se ha caído necesariamente en una especie de «fariseís
mo», que toma a los posibles portadores del «bien» y sus rasgos comunes (como meros
portadores) por tos valores mismos en cuestión por la esencia de los valores, a los que sirven
sólo como portadores. (...)
2.2. Independencia de los valores respecto del ser (de sus portadores empíricos) y
prioridad del dato del valor sobre el contenido empírico
Todos los valores (también los valores «bueno» y «malo») son cualidades materiales,
que tienen una determinada ordenación mutua en el sentido de «alto» y «bajo»; y esto
independientemente de la forma de ser en que aparecen, sea por ejemplo que están ante
nosotros como cualidades puramente objetivas o como miembros de relaciones de valor
(por ejemplo, ei ser agradable o bello de algo), o como momentos parciales de bienes, o
como valor que «una cosa tiene».
Esta independencia última así establecida del ser de los valores respecto de cosas,
bienes y circunstancias se manifiesta nítidamente en una serie de hechos. Conocemos un
estadio de la captación del valor en el que se nos da et valor de una cosa con mucha claridad
y evidencia, sin que se nos dé el portador de ese valor. Así por ejemplo, un hombre nos
resulta desagradable y repulsivo, o agradable y simpático, sin que seamos capaces de
indicar en qué reside esto; así también, aprehendemos un poema o cualquier obra de arte
durante largo tiempo como «bella», «fea», como «noble» o «vulgar* sin saber ni por asomo
en qué propiedades det contenido representativo reside esto; y así también resulta un lugar,
una habitación, «agradable» y «desagradable», lo mismo la estancia en un lugar, sin que nos
sean conocidos los portadores de esos valores. Esto es aplicable en igual medida a los real
físico y lo real psíquico. Ni ta experiencia del valor, ni ei grado de la adecuación y la evidencia
(adecuación en su sentido pleno más evidencia es su «autodadidad» -Selbstgegebenheit-)
se muestra dependiente de la percepción de la experiencia de aquellos valores. También la
significación del objeto, «lo que» él es a ese respecto (si, por ejemplo, un hombre es más
«artista» o más «filósofo»), puede oscilar a discreción, sin que oscile con ello para nosotros
su valor. En tales casos se revela muy claramente hasta qué punto son los valores inde
pendientes en el ser de sus portadores. (...)
Nos parece, pues, que el matiz valioso de un objeto (ya sea recordado, esperado,
representado o percibido) es lo más primario que nos llega de aquel objeto, como también
que el valor del todo en cuestión, del cual es miembro o parte, constituye e l«médium» en el
cual desarrolla aquel objeto su contenido de imagen o su significado conceptual. El valor de
ese objeto es lo que abre la marcha; es el primer «mensajero» de su peculiar naturaleza. Aun
donde el objeto todavía es indistinto y confuso, puede ya el valor estar claro y distinto. (...)
En consecuencia, es claro que las cualidades de valor no varían con las cosas. Así
como el color azul no se torna rojo c uando se pinta de rojo una bola azul, tampoco los valores
y su orden resultan afectados porque sus depositarios cambien de valor. El valor de la
amistad no resulta afectado porque mi amigo demuestre falsía y me traicione. Ni tampoco
la nítida diversidad cualitativa de las cualidades de valor resulta Impugnada porque sea muy
difícil con frecuencia decidir cuál de los valores cualitativamente diversos corresponde a una
cosa. (FEW 39-41, t e. I/45-47.)
En primer término, cabe aquí el hecho esencial de que todos los valores -estéticos,
éticos, etc.- se escinden en valores positivos y negativos (como queremos decir por
simplicidad). Esto pertenece a la esencia de los valores y es verdad independientemente de
que nosotros podamos sentir exactamente las peculiares antítesis de valores (es decir, los
valores positivos y negativos), como bello-feo, bueno-malo, agradable-desagradable, etc.
(FEW 99-100, t.e. 1/123.)
b) Axiomática de las relaciones del ser con los valores positivos y negativos
Vienen a cuento ahora los «axiomas» ya descubiertos en parte por Franz Brerrtano,
que fijan a priori la relación del ser con valores positivos y negativos. Son los siguientes:
Acto seguido las conexiones que valen a priori para la relación y del deber ideal y
que regulan su relación al ser justo y ser injusto. Así es todo ser de algo debido (positivo)
justo; todo ser de algo que no debe ser injusto; todo no-ser de algo debido injusto; todo
no-ser de algo que no debe ser justo.
Pertenecen a este lugar además las conexiones de que el mismo valor no puede ser
positivo y negativo, pero todo valor no negativo es positivo y todo valor no positivo es
negativo. Estos principios no son una suerte de aplicaciones del principio de contradicción
o de tercio excluido, pues no se trata en absoluto de relaciones entre proposiciones a las
que esos principios se refieran, sino de conexiones de esencia. Pero tampoco son las mismas
conexiones de esencias que existen entre el ser y el no-ser, como si se tratara aquí
simplemente del ser y no-ser de los valores. Más bien estas conexiones existen entre los
valores mismos, con total independencia de si son o no son(6).
así, sólo las personas pueden ser (originariamente) buenas y malas moralmente, y
todo lo demás sólo respecto a las personas; por mediato que pueda ser ese «respecto». Las
disposiciones de la persona, en cuanto varían en dependencia (según reglas) de la bondad
de la persona se llaman virtudes; vicios, en cuanto varían de pendientemente de su maldad.
También los actos de voluntad y las acciones son sólo buenas o malas en la medida en que
son aprehendidas conjuntamente en ellas personas activas.
Por otra parte, nunca puede por ejemplo ser una persona «agradable» o «útil». Estos
valores son antes bien esencialmente valores de cosas y sucesos. V, al revés: no hay cosas
y sucesos moralmerrte buenos y malos.
6 Las conexiones indicadas fundan una teoríadel valor puramente formal, que se sitúa ai lado de la lógica
pura (formal) y de la ciencia de objetos en general. (Nota de Scheler)
Del mismo modo, todos los valores estéticos son esencialmente en primer lugar
valores de objetos; en segundo lugar, valores de objetos cuya posición de realidad está (de
alguna forma) suspendida, y que por tanto están presentes como «apariencia», o bien que,
como por ejemplo en el drama histórico, el fenómeno de realidad es contenido parcial del
objeto de la apariencia «plásticamente» dado; en tercer lugar, valores que corresponden a
objetos sólo a causa de su plasticidad intuitiva (a diferencia de su mero «ser pensado»).
Los valores éticos en general, por el contrario, son, en primer lugar, valores cuyos
portadores (originariamente) nunca pueden estar dados como «objetos», ya que esencial
mente caen del lado de la persona (y el acto). Pues nunca nos puede estardada una persona
como objeto, y de la misma forma ningún acto. En cuanto «objetivamos» de alguna forma a
un ser humano, necesariamente se nos escapa de la vista el portador de valores morales.
Estos son, en segundo lugar, valores que adhieren esencialmente a portadores dados
como reales; nunca a meros objetos imaginativos (aparienciales). Incluso dentro de una
obra de arte, por ejemplo, de un drama en el que comparecen, han de estar sus portadores
dados «como» portadores reales (al margen del hecho de que estos portadores dados «como
reates» sean parte del objeto estético imaginario).
Así como bueno y malo tienen como portadores esencialmente a personas, los valores
«noble» y «vulgar» (o «miserable») refieren esencialmente a «seres vivos». Es decir, estas dos
importantes (...) categorías de valor son esencialmente «valores de la vida» o «valores
vitales». Por eso, no son, por una parte, propios sólo de los seres humanos, sino también
de animales, plantas, de todos los seres vivos; por otra parte, sin embargo, nunca son propios
de cosas, como los valores de lo agradable y lo útil. Los seres wVos no son «cosas», menos
aún cosas corpóreas. Ellos representan una clase de unidad categoría/ última. (FEW
103-104, t.e. 1/127-129.)
Un orden propio dei conjunto del reino de los valores reside en que éstos en su relación
mutua poseen una«jerarquía», en virtud de la cual un valor es «más alto» o «más bajo» que
otro. Esto, como la diferencia de valores «positivos» y «negativos», reposa en la esencia de
los valores mismos y vale simplemente para los «valores conocidos» por nosotros.
Por el contrario, apríórico es aquel «preferir* que tiene lugar directamente entre los
valores mismos -independientemente de los «bienes». (...) Así pues, el «ser más alto de un
valor» no nos es «dado» «antes» del preferir, sino en el preferir. (...)
Por otra parte, tampoco ha de decirse que el «ser más alto» de un valor «significa»
sólo que es el valor que «ha sido preferido». Pues si bien el ser más alto de un valor comparece
«en» el preferir, ese ser más alto es sin embargo una relación que reside en la esencia de los
valores en cuestión. Por eso la «jerarquía de ios valores» es algo en sí mismo absolutamente
invariable, mientras que las «reglas de preferencia» en la historia son por principio variables
(una variación que es todavía muy diversa de la aprehensión de nuevos valores). (...)
Según esto, es claro que la jerarquía de los valores no puede ser nunca deducida o
derivada. Cuál es el valor más alto es algo que se aprehende siempre mediante el acto de
preferir y postergar. Hay a este respecto una intuitiva «evidencia de la preferencia», que no
puede ser sustituida por ningún tipo de deducción lógica.
Así parecen los valores ser tanto más «artos» cuanto más duraderos son; igualmente,
tanto más altos cuanto menos participan de la «extensión» y divisibilidad; también, tanto
más altos cuanto menos fundados en otros valores están; tanto más altos también, cuanto
«más profunda» es la «satisfacción» ligada a su aprehensión emocional; finalmente, también
son tanto más altos cuanto menos relativa es su aprehensión sentimental a la posición de
determinados portadores esenciales del «sentir emocional» (Fühlen) y del «preferir».
a) Extensión
El saber popular de todos los tiempos enseña que los bienes duraderos son preferibles
a los pasajeros y cambiantes. Pero para la filosofía este «saber popular» es sólo un
«problema». Pues si se trata de «bienes» y se entiende por «duración» la magnitud del tiempo
objetivo en que esos bienes existen, ese principio tiene poco sentido. Cualquier «fuego» y
cualquier «agua», cualquier accidente mecánico puede por ejemplo destruir una obra de arte
del más alto valor; cualquier «gota hirviendo» -como dice Pascal- puede anular la salud y la
vida del más sano; ¡cualquier «teja» puede apagar ia luz de un genio! i La «breve existencia»
no puede con seguridad eliminar nada de la altura de valor de la cosal (...)
Pero el principio de que los valores más altos (no los bienes) se dan por necesidad
esencial también fenoménicamente, en relación con los más bajos, como duraderos, afirma
algo totalmente distinto. La «duración» es naturalmente en primer lugar un fenómeno
temporal absoluto y cualitativo, que no representa en absoluto tan solo la falta de una
«sucesión», sino que es igualmente un modo positivo de cómo los contenidos llenan el
tiempo, igual que la sucesión. Lo que llamamos duradero (en relación con otra cosa) puede
ser relativo, pero la duración misma no es relativa, sino absolutamente diferenciada del hecho
de la «sucesión» (o del cambio) como fenómeno. Y es duradero un valor que contiene en sí
el fenómeno de poder existir a lo largo del tiempo -independientemente por completo del
tiempo que exista la cosa que lo porta. Y esta «duración» pertenece ya al «ser valioso de
algo» específicamente determinado. iAsí, por ejemplo, cuando realizamos el acto de amor
a una persona (motivados por su valor de persona)! Entonces está incluido tanto en el valor
al que nos dirigimos, como en el valor vivido del acto de amor el fenómeno de la duración
y por eso también de la persistencia de ese valor y de ese acto. Contradiría a una conexión
esencial tener una actitud interior que correspondiera por ejemplo a la frase: «te quiero
ahora», o «un determinado tiempo». Y esta conexión esencial existe - indiferentemente dei
tiempo que dure tácticamente el amor real a la persona real en ei tiempo objetivo. Si
encontramos algo así como que en la experiencia fáctica no se cumple aquella conexión del
amor a la persona con la duración, de forma que llega un tiempo en que «ya no amamos» a
la persona, entonces nos cuidamos de decir a ese respecto: «me he desilusionado, no he
amado a la persona; se trataba por ejemplo de una comunidad de intereses etc. lo que
tomaba por amor»; o: «La persona real (y su valor) me ha desiusionado». Pues pertenece a
la esencia de auténtico acto de amor ser «sub specie quadam aeterni». (...) Algo agradable
sensiblemente que gozamos, o el «bien» correspondiente, puede durar todo lo mucho o
poco que se quiera (en el tiempo objetivo); e igualmente ei sentir emocional de eso
agradable. Igualmente pertenece a la esencia de ese valor el que, porejemplo, frente al valor
de la salud y con mayor motivo al valor del conocimiento, nos es dado «como cambiante»;
y esto en cada acto de su aprehensión. (...)
Los valores más bajos son al mismo tiempo esencialmente «los más fugaces», los
valores más altos son al mismo tiempo valores «eternos».
b) Divisibilidad
También es indudable que los valores son tanto «más altos» cuanto menos divisibles
son -esto significa al mismo tiempo cuanto menos han de ser divididos en ia participación
de muchos en ellos. (...) Asíes porejemplo un trozo de tela -más o menos-el doble de valiosa
que la mitad de la pieza. La magnitud del valor se rije aquí según la magnitud de su portador.
En el extremo opuesto se encuentra a este respecto, por ejemplo, la «obra de arte», que es
de entrada «individible» y respecto de la cual no puede haber un «trozo» de obra de arte. De
lo dicho resulta esencialmente excluido que el mismo valor del tipo de lo «sensible agradable»
pueda ser emocionalmente sentido -y disfrutado- por una pluralidad de seres sin división de
su portador y con ello del valor mismo. Por ello se da el «conflicto de intereses» respecto de
la tendencia a la realización de esos valores así como de su disfrute en la esenc/a de este
tipo de valores -prescidiendo por entero de la cantidad de bienes disponibles (que sólo entra
en consideración para el valor social de la economía de los bienes materiales). Pero esto
significa también que pertenece a la esencia de estos valores el separar a los individuos que
los perciben y no unidos.
Los valores de lo «santo se comportan por el contrario de manera muy distinta -por
mencionar aquí en primer lugar la oposición más extrema; lo mismo los valores del
«conocimiento», de lo «bello», etc., y los sentimientos espirituales que les corresponden. En
ellos, con la participación en la extensión y con la divisibilidad, falta la necesidad de dividir
a sus portadores cuando han de ser sentidos y vividos por una pluralidad de seres. Una obra
de cultura espiritual puede ser disfrutada y sentida simultáneamente por tantos como se
quiera. Pues pertenece a la esencia de los valores de este tipo ser partícipables ilimitada
mente sin ninguna división ni disminución (aunque este principio resulta relativamente
aparente por la existencia del portador de ese valor y de su materialidad, por la limitación
del posible acceso a su portador, por ejemplo, la compra de libros, inaccesibilidad al portador
material de la obra de arte). Sin emba.rgo, nada une a los seres tan inmediata e íntimamente
como la común adoración y veneración del «Sanio», que según su esencia excluye un
portador material -aunque no un símbolo del mismo. (...) Por mucho que haya podido haber
separado a los seres humanos lo que en la historia se ha tenido como santo (por ejemplo,
las guerras de religión y las disputas confesionales), reside en la esencia de la intención
hacia lo santo eI que une y vincula. Toda posible división reside aquítan solo en süss/mdo/os
y técnicas -no en ello mismo.
c) Fundamentación
Digo que el valor del tipo B «funda» el valor de tipo A si un determinado y concreto
valor A puede estar dado tan solo en ia medida en que algún valor del tipo B está ya dado;
y esto por ley de esencia. Entonces el correspondiente valor «fundante», es decir, aquí el
valor B, es también el valor «más alto». Así, el valor de lo «útil» está fundado en el valor de lo
«agradable». Pues lo «útil» es el valor que se muestra ya en la intuición Inmediata -sin
razonamiento- como medio para lo agradable, por ejemplo, el valor de las «herramientas».
Sin algo agradable no habría nada «útil». (...)
d) Satisfacción
e) Relatividad
En este sentido de las palabra «relativo» y «absoluto», afirmo que es una ley esencial
el que los valores dados en la intuición inmediata «como más altos» son también aquellos
que en el sentir emocional y preferir mismo (y no, portante, sólo mediante la reflexión) están
dados como los valores más cercanos a ios valores absolutos. (...)
Así pues, es la característica esencial (y más originaria) del «valor más alto» el que es
el menos «relativo»; y del valor «superior» el que es el valor «absoluto». Las otras conexiones
de esencia se basan en ésta. (FEW 104*117, t.e. 1/129-145.)
En primer lugar, resalta como una modaiidad claramente delimitada la serle axiológica
de lo agradable y desagradable (yaAristóteles la señala en su triple división del hedú, el
khrésimon yelkalón). A esta serie corresponde ia funció n del sentir sensible (co n s us modos,
el gozar y el padecer); y, por otro lado, le corresponden los estados de sentimiento de los
«sentimientos sensoriales», el placer y el dolor sensibles. Hay en ésta (como en toda
modalidad) un valor de cosa, un valor de función y un valor de estado.
Como una segunda modalidad de valor resalta el conjunto de valores del sentir vital.
Los valores de cosa de esta modalidad -encuanto que son valores del yo- son todas aquellas
cualidades que se engloban en la oposición de lo «noble» y lo «vulgar» (o también de lo
bueno en la especial pregnancia de la expresión en que se equipara a lo «fuerte y capaz», y
no se opone a lo «malo moral» sino alo «vil»). Como valores consecutivos (técnicos y valores
de símbolo) corresponden a estos valores todos aquellos situados en la esfera de significa
ción del «bienestar», y que están subordinados a lo noble e innoble; como estados
pertenecen a esta serie todos los modos del sentimiento de la vida (por ejemplo, el
sentimiento de la vida «ascendente» y «descendente», de la salud y la enfermedad, de la
edad y de la muerte, sentimientos como «agotado», «vigoroso», etc ); como respuestas
reactivas acordes con estos sentimientos están el alegrarse y entristecerse (de un cierto
tipo); como respuestas reactivas instintivas están la «valentía», el «miedo», el impulso de
venganza, la cólera, etc. (...)
Se distingue de los valores vitales como una nueva unidad modal del reino de los
valores la de los «valores espirituales». Comportan ya en sí en el modo de su estar dados
una separación e independencia propia frente a la esfera global del cuerpo y del mundo
circundante y se anuncian como una unidad en la que existe la clara evidencia de que los
valores vitales «deben» subordinarse a ellos. Los actos y funciones en los que los aprehen
demos son funciones del sentir espiritual, del preferir espiritual y del amor y odio, que se
diferencian de las funciones y actos vitales de igual nombre, tanto de forma puramente
fenomenológica como también mediante su legalidad propia (que es irreductible a cualquier
legalidad «biológica»).
Estos valores, según sus tipos principales, son: 1. los valores de lo «bello» y lo «feo»
y el conjunto del ámbito de los valores puramente estéticos; 2. Los valores de lo «justo» y
de lo «injusto», -objetos que son ya «valores» y que son totalmente distintos de lo «correcto»
e «incorrecto», es decir, adecuación a una ley, y que constituyen el fundamento fenoménico
último para la idea del orden jurídico objetivo, en cuanto independiente de la idea de la «ley»
o de la idea del estado y de la idea fundada en ella de la comunidad vital (tanto más de toda
legislación positiva); 3. Los valores del «puro conocimiento de la verdad», que (a diferencia
de la «ciencia» positiva orientada por el fin de dominar el fenómeno) trata de realizar la
filosofía. Según esto, los «valores de la ciencia» son consecutivos a los valores del
conocimiento. Los valores consecutivos (técnicos y simbólicos) de los valores espirituales
en general son los así llamados «valores de la cultura», que según su naturaleza pertenecen
ya a la esfera de valor de los bienes (por ejemplo, tesoros del arte, instituciones científicas,
legislación positiva, etc.). Como correlatos de estado, estos valores tienen la serie de
aquellos sentimientos que, como por ejemplo en la alegría y tristeza espiritual (a diferencia
del estar vitalmente «contento o descontento»), se caracterizan fenoménicamente porque
no aparecen simplemente en el «yo» como sus estados por medio «en primer lugar» de que
el cuerpo comparezca como el cuerpo de esta persona, sino de que comparecen inmedia
tamente en el fenómeno por medio de su estar dados. También varían estos valores
independientemente del cambio de los estados de la esfera del sentimiento vital (y, natural
mente, con mayor motivo, délos estados de sentimiento sensible); yes que varían inmedia
tamente en dependencia de la variación de los valores de los objetos mismos según leyes
propias.
Finalmente pertenecen a estos valores especiales respuestas reactivas como «gus
tan*, «disgustar», «aprobar», «desaprobar--, «respeto y desprecio», «tendencia a la retribu
ción» (a diferencia del impulso vital de venganza), «simpatía espiritual», que funda por
ejemplo la amistad, etc.
Los valores consecutivos de los valores santos de la persona (tanto técnicos como
simbólicos) son las cosas valiosas y las formas de veneración dadas en parte en el culto, en
porte en los sacramentos. Estos valores son verdaderos «valores de símbolo» y no meros
«símbolos del valor». (FEW 122-126, t.e. 1/151-157.)
Aquí se plantea la cuestión de qué peculiaridad poseen los valores «bueno» y «malo»
respecto de los restantes valores y cómo están vinculados esencialmente con ellos. (...)
Es un primer error de Kant negar que haya valores materiales «bueno» y «malo». Pero
existen valores materiales claramente perceptibles emocionalmente de una clase propia -no
se intenta construir. Nada es aquí definible, como en todos los fenómenos últimos de valor.
Aquí sólo podemos exhortar a mirar exactamente lo que en el sentir emocional experimen
tamos inmediatamente de un mal y un bien. Pero podríamos ciertamente preguntar por las
condiciones del aparecer de estos valores materiales últimos, e igualmente por sus porta
dores esencialmente necesarios y por su rango; también por el tipo peculiar de reacción
ante su estar dado. (...)
El valor «bueno -en sentido absoluto- es entonces aquel valor que según una ley de
esencia aparece en el acto de realización de aquellos valores que (para el nivel'de
conocimiento del ser que lo realiza) es ei más alto; el valor «malo» -en sentido absoluto- es
por el contrario aquel que aparece en el acto de realización del (valor) más bajo. Relativa
mente bueno y malo, sin embargo, es el valor que aparece en el acto dirigido de una valor
más alto o más bajo -considerado desde el punto de partida del valor respectivo. Esto
significa que, puesto que el ser más alto de un valor se nos da en el acto del «preferid -el
ser más bajo en el acto del «postergar»-, moral mente bueno es el acto realizador de un valor
que coincide con el valor «preferido», según la materia de valor a la que se orienta
intencionalmente, y que rechaza el que se «posterga»; malo es el acto que, según la materia
de valor a la que se dirige intencional mente, rechaza el valor preferido y coincide con el valor
postergado. Lo «bueno» y lo «malo» no consisten en esa coincidencia y esa oposición; pero
son ciertamente criterios esencialmente necesarios de su ser.
En segundo lugar, el valor «bueno» es aquel valor que adhiere alos actos de realización
que, dentro del nivel axiológico más alto (o el más alto), realiza el valor positivo, a diferencia
del valor negativo; el valor «malo», el que se adhiere al acto realizador del valor negativo.
Así pues, existe la conexión que Kant niega de «bueno» y «malo» con los restantes
valores; y con ello existe también la posibilidad de una ética material, que es posible
determinar gracias a la jerarquía de los restantes valores. Para cada esfera material de valor,
sobre la que dispone el conocimiento de un ser, hay una ética material totalmente determi
nada, en la que se pueden indicar las correspondientes leyes de preferencia objetivas entre
los valores materiales.
III. El criterio para «bueno» (y «malo») consiste en esa esfera en la coincidencia (en
la oposición) dei valor en ia intención de la realización con el valor preferido, o
en la oposición (en la coincidencia) con el valor postergado. (FEW 45-48, t.e.
1/53-56.)
3.2. Los valores mora/es no pueden quererse por sí mismos, sino que aparecen en los
actos de realización de los otros valores
No obstante, Kant tendría razón en un punto. Está excluido por ley de esencia que las
materias de valor «bueno» y «malo» lleguen a ser por sí mismas materias del acto realizador
(«querer»). Quien, por ejemplo, no quiere hacer bien a su prójimo -pero de forma que le
interesa la realización de ese bien- sino sólo aprovechar la ocasión para «ser bueno» o para
«hacer el bien», ése no es verdaderamente «bueno» ni hace de verdad el «bien», sino que es
una especie de fariseo, que quiere sólo aparecer como «bueno» ante sí mismo. El valor
«bueno» aparece cuando realizamos el valor positivo más alto (dado en el preferir); aparece
en el acto de voluntad. Justamente por esto no puede ser nunca materia de ese acto de
voluntad. Se encuentra por así decir «a la espalda» de ese acto, y esto por necesidad esencial;
por tanto, nunca puede estar en la intencionalidad de ese acto. En la medida en que Kant
niega, por una parte, que haya un bien material que pueda ser también materia del querer,
tiene razón; tai materia es siempre y necesariamente un valor no moral. Pero, por otra parte,
en la medida en que pretende cubrir lo «bueno» con ei concepto del deber y de lo conforme
al deber y dice entonces no obstante que para ser bueno se debería hacer el «bien» por
razón de sí mismo, esto es, el deber «por deber», cae él mismo en ese fariseísmo. (FEW
48-49, t.e. 1/56-57.)
3.3. Portadores de valores morales
Hay que rechazar decididamente la afirmación de Kant de que bueno y malo adhieren
originariamente sólo a los actos de la voluntad. Más bien, lo que solo originariamente puede
llamarse «bueno» y «malo», es decir, aquello que porta el valor material «bueno» y «malo»
previa e independientemente de todos los actos singulares, es la «persona», el ser de la
persona misma, de forma que, desde el punto de vista de los portadores, podemos definir
exactamente: «bueno» y «malo» son valores de la persona. (...)
En segundo lugar, sin embargo, son también portadores de los valores específica
mente morales, no los actos singulares concretos de la persona, sino las direcciones de su
«poder» (Konnen) moral -del poder respecto del poderrealizar los ámbitos, diferenciados por
las clases últimas de cualidades de valor, del deber ideal-, que, en cuanto consideradas como
conteniendo valores morales, se llaman «virtudes» y «vicios». (...)
Sólo en tercer lugar son los actos de una persona portadores del «bien» y del «mal»,
y entre ellos también los del querer y actuar. (...) Aquí resaltamos tan sólo que es de nuevo
una unilateral ¡dad infundada de la construcción kantiana el mencionar entre los actos tan
sólo a los actos de voluntad. Existe una multitud de actos que no son en absoluto actos de
voluntad y, sin embargo, son portadores de valores morales. De este tipo son por ejemplo
el perdonar, el mandar, el obedecer, el prometer y muchos otros más. (FEW 49-50, t.e.
1/58-59.)
Toda clase de eudemonismo práctico, que -como vimos- tiene que convertirse
necesariamente en hedonismo, pues son los sentimientos sensibles (los más superficiales)
los que prácticamente se producen con más facilidad, tiene su fuente en la infelicidad del
hombre en su estrato central. Siempre que un ser humano está insatisfecho en sus estratos
más centrales y profundos, sutenderadquiere \aactitud a sustituir en cierto modo ese estado
insatisfactorio por una intención tendencial al placer, y además al placer del estrato respec
tivamente más periférico, es decir, del estrato de sentimientos que se producen con más
facilidad. La misma intención tendencial al placer es ya un signo de infelicidad interior
(desesperación) o -según el caso- de desgracia interior o miseria, de descontento interior y
tristeza, de un sentimiento vital que señala la dirección hacia la «decadencia de la vida». De
esta forma, el desesperado en su centro «busca» felicidad en contactos humanos siempre
nuevos; y el que está cansado de la vida (piénsese en la búsqueda creciente de satisfacción
4.1. Los actos de la vida emocional que nos abren al mundo de los valores
Sólo la definitiva eliminación del viejo prejuicio de que el espíritu humano se agola de
alguna forma en ei opuesto de «razón» y «sensibilidad» o que se debería reducir todo a la
una o la otra, posibilita la construcción de una ética material a priori. Este dualismo
fundamentalmente falso que fuerza a desconocer q malinterpretar la clase peculiar de un
ámbito entero de actos, ha de desaparecer de toda consideración del terreno de ia ética. La
fenomenología del valor y la fenomenología de la vida emocional ha de ser considerada
como un ámbito totalmente autónomo de objetos y de investigación independiente de la
lógica. (...)
Los estados sentimentales y el sentir son por lo tanto radicalmente diversos: aquellos
pertenecen a los contenidos y fenómenos, éstos a las funciones de su aprehensión. (...)
La naturaleza de todos los sentimientos específicamente sensibles es el ser estados.
(...) El sentimiento no está aquí originalmente referido a algo objetivo, como cuando, por
ejemplo, «siento la belleza de los montes nevados a la luz del crepúsculo». O también: un
sentimiento está ligado con un objeto mediante asociación, percepción y representación.
Hay ciertamente estados sentimentales que no parecen primariamente referidos a ningún
objeto; sólo debo entonces buscar la causa que los producen. Pero en ninguno de estos
caso el sentimiento se relaciona por sí mismo con el objeto. No recibe nada, ni se «mueve»
frente a nada, ni en él nada en él «viene a mi encuentro». No le es inmanente en sí en modo
alguno ningún «mentan» ni ningún estar orientado. (...)
Totalmente diversos de estos enlaces son los del sentir intencional con aquello que
en él se sÍente(B). Este enlace está presente en todo sentirle valores. Aquí existe un originario
relacionarse, dirigirse del sentir a algo objetivo, a valores. Este sentir no es un estado muerto
o un estado de cosas que puede admitir enlaces asociativos o ser referido a ellos, o que
puede ser «signo», sino que es un movimiento con una meta concreta (...). Se trata de un
movimiento puntual que partiendo del yo se dirije al objeto o que adviene al yo, en el que
algo me e$ dado y hace su «aparición». Este sentir tiene por tanto exactamente ia misma
relación a su correlato de valor que la «representación» con su «objeto» -justamente la
relación intencional. Aquí no se une externamente el sentir inmediatamente, sea con su
objeto, sea con un objeto mediante la representación (...), sino el sentir se dirije originaria
mente a una clase propia de objetos, justamente los «va/ores». El «sentir» es por tanto un
acontecimiento lleno de sentido y por eso capaz de «cumplimiento» y «no-cumplimiento».
(...)
De las funciones emocionales hay que distinguir las vivencias que se constituyen sólo
sobre el funcionamiento de aquéllas como un nivel más alto de la vida emocional e
intencional: esto es el «preferir» y «postergar», en las que captamos la jerarquía de los valores,
su ser más alto y más bajo. (...) El preferir pertenece todavía a la esfera del conocimiento
del valor, no a la esfera tendencia). Esta clase, las vivencias del preferir, son de nuevo
intencionales en sentido estricto, están «orientadas» y dan sentido; pero las englobamos con
8 Scheler distingue en nota tres esp e cie s del sentir intencioal: el sentir intercio nai de los sentim ientos de
estad o : Sufrir, gozar, e tc.; el sentir de caracteres aním ico so am bientales em ocion ales objetivos, com o la
tranquilidad de un río, la serenidad del cielo o la tristeza de un p a isaje; finalm ente, el sentir valores, como
ag radab le, bello, bueno, etc. Sólo en este tercer sentido tiene el sentir, a d m ásd e l carácter intencional, un
función cognoscitiva, que falta en los otros dos. (N otada! Editor.)
la clase del amar y odiar como «actos emocionales» en oposición a las funciones intencio-
naJes del sentir.
Amar y odiar finalmente constituyen el nivel más alto de nuestra vida emocional. Aquí
nos encontramos lo más alejados de todo estado. (...) El hecho de que oigamos con
frecuencia que el amor y el odio han de contarse entre los «afectos», junto con la ira, la cólera
y el enojo o también entre los «estados sentimentales», esto puede explicarse sólo por la
extraordinaria incultura de nuestro tiempo y la total ausencia de investigaciones fenomeno-
lógicas respecto de todas estas cosas. Se podría oponer que amor y odio serían lo mismo
que el preferir y el postergar. No es así. En el preferir se da siempre en la intención al menos
una pluralidad de valores sentidos. No así en el amor y odio. En ellos puede estar dádo
también un solo valor. (...) Hay que rechazar que el amor y el odio sean una clase de
reacciones de respuesta al ser más alto y más bajo de los valores sentidos en el preferir.
Frente a las reacciones de respuesta (por ejemplo, la venganza) designamos amor y odio
como actos «espontáneos». En el amor y el odio nuestro espíritu hace algo mucho más
grande que «responder» a valores ya sentidos y eventuaJmente preferidos. Amor y odio son
más bien actos en los que el ámbito de los valores (a cuya existencia está ligado también el
preferir) accesibles al sentir de un ser experimenta una ampliación o una restricción (...).
Cuando hablo de «ampliación» y «restricción» del ámbito de los valores que le está dado a
un ser, naturalmente no me refiero ni porasomo a una creación o producción, o destrucción
de los valores por medio del amor y del odio. Los valores no pueden ser creados ni
destruidos. Existen independientemente de toda organización de seres espirituales determi
nados. Pero quiero decir que al acto de amor no le es esencial el dirigirse como respuesta
al valor sentido o preferido, sino que este acto juega más bien el papel propiamente
descubridor en nuestra captación dei valor -y sólo ese papel-, que representa en cierto modo
un movimiento, en cuyo decurso resplandecen y se iluminan nuevos y más altos valores
todavía totalmente desconocidos para el ser en cuestión. El amornos/gue portanto al sentir
del valor y al preferir, sino que los precede como un puro pionero y guía. En esta medida, le
corresponde una actividad «creadora», no ciertamente para el valor existente en sí, pero sí
para el círculo y el conjunto de valores emocionalmente aprehensibles y preferibles por un
ser en un caso dado. Portanto, toda ética se cumpliría en el descubrimiento de las leyes del
amor y el odio, que sobrepasan a las leyes del preferir y a las leyes entre las cualidades de
valor que corresponden a aquellas en relación con su nivel de absolutez, aprioridad y
originariedad. (FEW 261 -266, t.e. II/27-33.)
4.2. Conocimiento mora/, vida moral y ética filosófica
El asiento propio de todo a priori del valor (también del moral) es el conocimiento dei
valor y la intuición del valor que se constituye en el sentir, preferir y en último término en el
amar y odiar, así como la intuición de las conexiones de los valores, de su «ser más alto y
más bajo», es decir, el «conocimiento moral». Este conocimiento tiene lugar en funciones y
actos específicos, que son diversos toto coeio de todo percibir y pensar y que constituyen
el único acceso posible al mundo de los valores. (...)
Sobre este conocimiento del valor (o en el caso especial de conocimiento del valor
moral) con su contenido apriórico propio y su propia evidencia se funda el querer moral y
el comportamiento moral en general, de forma que el querer en cuestión (o el correspon
diente tender en general) se dirije primariamente a la realización de un valor dado en esos
actos. Y sólo en la medida en que ese valor está dado de hecho en la esfera del conocimiento
moral, es el querer un querer moralmente clarividente, a diferencia del querer «ciego» o,
mejor, del impulso ciego. (...)
Pero, si toda conducta moral se cimenta sobre la intuición moral, del mismo modo
toda ética debe por otra parte remitirse a los hechos que residen en el conocimiento moral
y a sus relaciones aprióricas. Digo «remitirse», pues el conocimiento y la intuición moral no
son en si mismos «ética». Ética es, más bien, tan sólo la formulación en juicios de lo que está
dado en la esfera del conocimiento moral. Y es ética filosófica cuando se limita al contenido
apriórico de lo dado con evidencia en el conocimiento moral. El querer moral debe abrirse
paso fundamentalmente, no en absoluto mediante ia ética -por la que evidentemente ningún
ser humano se hace «bueno»- sino mediante el conocimiento y la intuición moral. (FEW
87-88, t.e. 1/106-108.)
1 .sA diferencia de todos los otros sentimientos está dado como extendido y localizado
en determinadas partes del cuerpo. (...)
5.- El sentimiento sensible es por esencia puntual, carente de duración y sin conti
nuidad de sentido. (...)
6.9 El sentimiento sensible es, de todos los sentimientos, el que resulta menos
perturbado por la aplicación de la atención a él. (...)
El sentimiento vital participa ciertamente del carácter extendido total del cuerpo sin
por ello poseer una especial extensión y un lugar «en él». La placidez y la incomodidad,
sentimiento de salud u enfermedad, por ejemplo, agotamiento o frescura no pueden ser
determinados según su localización y su lugar de modo análogo a como cuando pregunto:
¿dónde te duele?, ¿dónde sientes placer?, ¿cuánto se extiende ese dolor?, ¿es penetrante
o punzante? (...)
Mientras que los sentimientos sensibles aparecen como estados más o menos
muertos, ei sentimiento vital tiene siempre el carácter funcional e intencional. (...) En el
sentimiento vitaJ sentimos nuestra vida misma, es decir, se nos da en ese sentir su «ascenso»,
su «decadencia», su enfermedad y salud, su «peligro» y su «futuro». (...)
Los sentimientos puramente anímicos se destacan a su vez del nivel de los sentimien
tos vitales de ia manera más nítida. El sentimiento anímico no se convierte en un estado o
una función del yo por el hecho de que yo atraviese fenoménicamente el dato corporal y
capte el cuerpo como «mío», es decir, como perteneciente al yo (anímico). Es originalmente
una cualidad del yo. Un profundo sentimiento de tristeza no participa de ninguna forma en
la extensión que, por ejemplo, se encuentra siempre en un vago sentirse bien o mal. (...)
La persona es justamente aquella unidad que existe para actos de todas ias posibles
diversidades esenciales -en cuanto que esos actos se piensan como realizados. Por tanto,
que los diversos sujetos lógicos de las especies esencialmente distintas de actos (que son
diversos en cuanto sujetos, por lo demás idénticos de esas diversidades de actos) pueden
estar únicamente en un unidad de forma -en cuanto que se reflexiona sobre su «ser» posible
y no sólo sobre su esencia- esto se establece tan sólo cuando decimos: pertenece a la
esencia de la diversidad de actos estar en un persona y sólo en una persona.
6.2. Carácter inobjetivable de la persona y sus actos (a diferencia de/ yo psíquico y sus
funciones que sí se pueden objetivados, p. ej. en la psicología)
Si un acto no es nunca objeto, con mayor motivo no lo es jamás la persona, que vive
en la ejecución de sus actos. La única y exclusiva forma de su darse es, antes bien, tan solo,
su misma ejecución de actos (también ia ejecución del acto de su reflexión sobre sus actos)
- su ejecución de actos en la que al tiempo se vivencia a sí misma viviendo. O bien, cuando
se trata de otra persona, (su darse es) la co-ejecución de sus actos, o la aprehensión (por
coejecución) posterior o previa de ios mismos. Tampoco en tal coejecución (o pre- y
post-ejecución) de los actos hay nada de objetivación.
Si, por tanto, se entiende -como es corriente* por psicología una ciencia de «sucesos»
-accesibles a una observación, descripción y explicación-, y, por cierto, de sucesos que se
presentan en la percepción interna, entonces todo lo que merece el nombre de aero, así
como la persona, son ya por ese motivo totalmente transcendentes a la psicología. (FEW
386-367, t.e. 11/176.)
6.3. Así como el ser vivo en general tiene como correlato un medio ambiente o mundo
circundante, la persona tiene como correlato un mundo
Así como a la idea del acto corresponde esencialmente la idea del objeto, y a todas
las clases esenciales de actos les corresponden esencialmente clases esenciales de objetos,
por ejemplo, a la forma del acto de la percepción interna y externa le corresponde la forma
de ser de lo psíquico y lo físico, y a los actos vitales le corresponde esencialmente un «mundo
circundante», de la misma forma a la persona (como esencia) le corresponde un mundo
(como esencia). (FEW 381, t.e. H/171.)
7.1. La unicidad moral de la persona: esencia axiológica persona/, plenitud individuai del
deber y la idea de la «salvación» personal
Pero se necesita aún una definición más rigurosa de lo que entendemos aquí por
esencia de valor individual-personal.
Si a diferencia de Kant y Simmel, que parten directamente de) deber, de val ¡dez general
el primero, individual el segundo todo deber se convierte ya en sí mismo en un auténtico
deber moral porque se funda en la intuición de valores objetivos y, en este caso, en el bien
moral, también existe entonces la posibilidad de la intuición evidente de un bien, en cuya
esencia objetiva y contenido valioso se encuentra la referencia a una persona individual, y
en la que el deber que le pertenece resulta como una «llamada» a esa persona y a ella sólo,
con Indiferencia de si esa misma «llamada» se dirige o no a otras. Esta es la visión del valor
esenc/a/ de mi persona -en lenguaje religioso: la Imagen de valor que el amor de Dios, en
cuanto dirigido a m/' tiene de mí, bosqueja delante de mí y trae ante mí-: ese peculiar
contenido valioso individual, sólo sobre el cual se constituye la conciencia del deber
individual; es decir, ello es conocimiento evidente de un bien-en-sí, pero justamente de un
«bien-en-sí para mí». (...)
... Si el acto por el que se llega a descubrir la esencia valiosa ideal de una persona es
la plena comprensión de esa persona fundada en el amor, esto vale lo mismo para el
descubrimiento de aquella esencia realizado por uno mismo o por otro. El más alto amor de
sí es en consecuencia ei acto por el que la persona alcanza la plena comprensión de sí misma
y con ello la intuición y aprehensión emocional de su salvación. Pero es igualmente posible
que otra persona me muestre el camino de mi salvación por la mediación de un amor al
prójimo plenamente comprensivo; que me indique, pues, mediante el amor que me tiene,
más auténtico y profundo que ei que me tengo yo a mí mismo, una idea más clara de mi
salvación de la que yo mismo puedo apropiarme. (...)
Ahora bien, ¿cómo se comportan los valores de validez genera/ y las normas válidas
en general derivadas de ellos respecto de la esenciavaliosa personal y del deber fundado
en ella? (...) Todos los valores de validez general (para personas), en relación con el valor
más alto, la santidad de ia persona, y con el bien más alto, «la salvación de la persona
individual», representan tan sólo el mínimo de valores, de forma que su no reconocimiento
y no realización impiden alcanzar en todo caso su salvación; pero no encierran en sí todos
ios posibles valores morales, por medio de cuya realización se alcanza aquella. Todo engaño
respecto de los valores de validez general y todo comportamiento contrario a las normas
derivadas de ellos es, por tanto, malo o condicionado por el mal. Pero su correcto
conocimiento y reconocimiento y la obediencia a sus normas no es en absoluto y sin más
el bien positivo, que sólo se da con piena evidencia cuando incluye la salvación individual-
personai.
De ahf que la correcta relación de universalismo del valor e individualismo del valor
se preserva tan sólo cuando cada sujeto moral individual somete a un especial cuidado y
cultivo moral las cualidades de valor que sólo él aprehende, sin olvidar desde luego los
valores de validez general. Esto no sólo vale para Individuos singulares, sino también para
los individuos colectivos espirituales, por ejemplo, círculos culturales, naciones, pueblos,
estirpes, famlias. Es decir, se nos ofrece este importante Intuición: \a plenitud y multiplicidad,
por ejemplo, de los tipos populares y nacionales del ideal moral de vida no es, en absoluto,
una objeción contra la objetividad de los valores morales, sino una consecuencia esencial
del hecho de que sólo la visión conjunta y la compenetración de ios valores morales de
validez general con los válidos Individualmente otorga la plena evidencia de lo bueno en
sí. (...) La regla kantiana, porejemplo, pretende que una máxima estaría justificada solamente
si puede ser en cualquier momento de la vida principio de una legislación general, es decir,
extendida a cualquier momento de la vida. (...) Hemos de rechazar expresamente este
axioma. Antes bien, cada momento en la vida de una evolución individual representa al
mismo tiempo la posibilidad de conocimientos de valores y conexiones axiológicas total
mente determinados y únicos y, en correspondencia con ellos, la exigencia de tareas y
acciones morales que no se pueden repetir nunca y que, en el nexo objetivo del orden de
valores moral existente en sí, están en cierto modo predeterminadas para ese momento y
que, de no realizarse, se pierden necesariamente para siempre. Sólo la visión de conjunto
de los valores de validez general en el tiempo con los valores «históricos» concretos, la actitud
simultáneamente de una visión panorámica permanente sobre el conjunto de la vida y un
oído sensible para la «exigencia de la hora», totalmente singular, capacita para dar la total
evidencia respecto del bien-en-sí. Por tanto, una consecuencia esencial de los valores
morales de esencia(9) y de las tareas que les corresponden, es. no sólo la plenitud y
pluralidad de los valores morales de individuos, pueblos y naciones, sino también la
pluralidad y plenitud de las morales y sistemas culturales históricamente cambiantes y que
los sistemas de moral racionalistas rechazan por principio. Y justo porque pertenece a la
esencia de los valores en sí existentes el que puedan realizarse plenamente tan solo a través
de una pluralidad de individuos singulares y colectivos y solo a través de una pluralidad de
niveles de desarrollo históricos concretos, la existencia de esta diferencia histórica de las
morales no es ninguna objeción a la objetividad de los valores morales, sino por el contrario
una exigencia necesaria. E, inversamente, la tendencia limitada a unlversalizar los valores y
las normas ha sido la concecuencia de esa subjetivización de los valores, que también
efectuó Karrt. En la misma medida en que los valores morales no pueden abstraerse de la
historia positiva ni de su mundo de bienes, en esa misma medida les es esencial la
«historicidad» de su aprehensión (y del conocimiento de su jerarquía y de sus leyes de
preferencia) como la historicidad de su realización o su realización en una posible «historia».
Es decir, tan erróneo es el relativismo, que hace abstraer los valores de los bienes históricos,
9 V alo res m o rales de esencia se refiere a ios valores propios de la e se n cia de la persona individual. C f. lo
dicho al principio de esto s párrafos ssobre la e se n cia individual. (Nota del Ed itar.)
sea que los considere productos de la historia o surgidos de su mecanismo, como radical
mente errónea es la idea de que se podría dar la total plenitud del reino de los valores y de
la jerarquía enque consiste en un individuo, un pueblo, una nación o en un lugar de la historia.
SI los valores de cosa como tal son más altos que los valores de estado (por ejemplo,
del bienestar), del mismo modo los valores de la persona como tal son más altos que los
valores de cosa, por ejemplo, ios valores espirituales de la persona son más altos que los
valores espirituales de cosa. Aunque la ausencia de intención del querer de la persona hacia
su propio valor es la primera condición fundamental de su posible valor táctico, su valor
sigue siendo ei vaior de los valores; la glorificación de la persona y en último término de la
persona de personas, es decir, la glorificación de Dios, sigue siendo el sentido moral de todo
«orden» moral. La comunidad y la historia tienen siempre sobre sí, como última medida, la
idea de hasta qué punto dan al puro valor del ser del máximo de las personas más valiosas
(como mostraremos, persona singular y persona común) un fundamento de su existencia y
de su vida. (...)
La ética ha de aferrarse al personalismode los valores, para el cual todo sentido último
de la comunidad y de la historia reside justamente en que éstas representan condiciones
para que puedan descubrirse y actuar libremente en ellas unidades personales valiosas.
7.4. El valor de la persona aparece cuando ésta no lo busca expresamente: la vida moral
como autotranscendencia
En ningún lugar implica el personalismo ético, al que nos ha llevado nuestra investi
gación, un carácter más acusadamente divergente de las corrientes éticas actuales, que en
el puesto que asigna al ser y devenir de la individualidad de la persona como portador de
valor moral. El valor personal es para nosotros en sí mismo el más alto nivel como tal de
todas las clases de valor, cuyos portadores son el querer, el hacer, las propiedades de la
persona, y que son en rango superiores a tos valores de cosa o de estado. Tampoco el
«querer» de la persona puede ser nunca mejor o peor que la persona, de cuyo querer se
trata. Al mismo tiempo, sin embargo, cada persona es -como he mostrado* Justamente en
la misma medida, en cuanto es pura persona, persona individual y, por eso, un ser único
distinto de cualquier otro, y análogamente su valor es un valor individual único. (Y esto vale,
por descontado, tanto de la persona sin g la r como de la persona común, por ejemplo, el
pueblo griego o romano.) Según esto, para cada persona hay, más allá del bien objetivo de
validez general (y del contenido de deber que se deriva de él), un bien de validez individual
no menos objetivo y originariamente irrtuible, para cuya aprehensión recurrimos a la
«conciencia» en el pleno sentido de la palabra.
Todos los portadores últimos de valor moral son, según esto, no sólo en su ser, sino
también en su valord/stfnfosy desiguales, en la misma medida en que se los concibe como
puras personas. Toda suposición de su igualdad axiológica (y de la igualdad de obligación
que deriva de ahí) es, por consiguiente, o una pura ficción, o resulta (correctamente en este
caso) sólo de la referencia a un círculo especial de tareas fundado en la idea del bien
generalmente válido. «Respecto a» ese círculo de tareas, por ejemplo, «como» sujetos
económicos, «como» portadores de derechos y deberes ciudadanos, etc., pueden y deben
«ser considerados» como iguales en determinados casos (que es objeto de Investigación
especial). En el «ideal» moral, por consiguiente -sin perjuicio de la serie de normas de validez
general que surge de ia idea del valor de la persona en general-, cada persona debería
comportarse éticamente de manera distinta y axiológicamentediversa de toda otra persona,
bajo circunstancias orgánicas, psíquicas y externas, por lo demás, iguales. Con esto no se
ha decidido todavía si y hasta qué punto la diversidad existente en sí y la diversidad axiológica
de las personas puede sernos dada o «comprobada» en general. Si no fuera posible, existiría
en todo caso aquella diversidad ante la idea del Dios que todo lo sabe y todo lo ama.
Precisamente «delante de Dios» tenemos que pensara las personas y sus valores individua
les como verdaderamente diversas y no aceptar una pretendida «igualdad de las almas ante
Dios», que algunos consideran -sin razón, según nos parece- como doctrina del cristianismo
histórico. Como resultado de nuestras investigaciones, puede valer el principio: los seres
humanos han de hacerse tanto más Iguales, y por eso «ser considerados» iguales en valor,
cuanto más bajos y relativos en la escala del orden de los valores son los bienes y las tareas,
en relación alos cuales selostoma como sujetos de posesión -para aquéllos- yde obligación
-para éstas. Dicho en lenguaje popular, la aristocracia «en el cielo» excluye tan poco la
democracia «en la tierra», que puede ser que incluso la exija. Si ia satisfacción de las
necesidades impulsivas es, según sus grados de urgencia, una condición, no para el ser,
pero sí para la manifestación de las personas espirituales, individuales y de diverso valor en
sí mismas (en actos, hechos y obras), del mismo modo los bienes y las tareas correspon
dientes a las necesidades más urgentes, según los casos, deben ser para los seres humanos
cada vez más iguales, es decir, más iguales justamente para que la diversidad que tienen
respecto a los valores absolutos o menos realth/os dei ser, así como de sus capacidades
axiológlcamente superiores respecto de bienes y tareas más altos no queden ocultas ni
encubiertas. (FEW 499-500. t.e. 11/313-314.)
7.6. Persona singular y persona común. El ámbito de la reía cionalidad y socialidad humana
Así como la persona halla toda vivencia psíquica sobre el fondo simultáneo de una
corriente de tales vivencias, y cada objeto de la percepción externa sobre el fondo y como
«parte» de una naturaleza inacabable espacio-temporal, del mismo modo se da ella a sí
misma, en la vivencia de sí y también en cada una de sus ejecuciones de actos, como
miembro de una comunidad de personas englobante de algún tipo (...). Esta vivencia de su
necesaria pertenencia a una esfera social en general aparece éticamente en la correspon
sabilidad de la acción común de la .misma; y, respecto dei posible carácter efectivo de la
comunidad en general, aparece en el reproducir las vivencias de otro y el experimentar Junto
con otro, en el sentir lo mismo que otro y en el sentir con el otro, como actos básicos de la
percepción interna dei otro. Puesto que, en una cierta dase de actos, le es esencial la
intención a la posible comunidad y dada junto con la naturaleza de los mismos actos, al
menos el sentido de la comunidad y su posible existencia no es un supuesto que quede
reservado a mera comprobación empírica. Más bien ese supuesto esta ligado con ei sentido
de una persona con el mismo carácter esencial y originario que aquellos del mundo exterior
e interior. (...)
Así, cada uno se percibe, no sólo como sobre un fondo y al mismo tiempo como
•miembro» de una totalidad de conexiones vivenciales centradas de alguna forma, y que en
su distensión temporal sollama «historia», yen su simultaneidad se llama unidad social, sino
que se da también como sujeto moral en esa totalidad siempre además como «coactuante»,
«prójimo» (Mitmensch) y como «corresponsal e» del conjunto de lo moralmente relevante
en esa totalidad. (...)
7.7. No toda unidad social es una persona común. Niveles de socialidad humana
Después de lo dicho es evidente que no todas las clases de unidades social es han de
ser llamadas personas comunes (siempre que designemos con la expresión «social» la
asociación más general y más indiferenciada de hombres).
Hay una teoría de todas las posibles unidades sociales esenciales en general, cuyo
pleno desarrollo y posterior aplicación a la comprensión de las unidades sociales fácticas
(matrimonio, famiia, pueblo, nación, etc.) constituye el problema fundamental de una
sociología filosófica y el presupuesto de toda ética social. (...) Para fundamentar ahora más
profundamente al concepto de persona común basta que aquí indiquemos al menos los
principios de clasificación de toda doctrina de la esencia de lo social y su resultado principal.
El primero de estos principios consiste en ias esencialmente diversas clases de ser-junto-
con-otro y de ia convivencia, en las que se constituye el tipo respectivo de unidad social; el
segundo consiste en el tipo y rango de los valores, en cuya dirección los miembros de ia
unidad social miran «conjuntamente», para de acuerdo con ellos actuar juntos según normas.
Como todos los conceptos y principios esenciales no-inductivos, tampoco estas unidades
y conexiones de esencia se realizan nunca pura y plenamente en el dato fáctico de
experiencia, pero sirven, como presupuesto simultáneo de la posibilidad objetiva de ese
dato de experiencia, para su comprensión. (FEW 515, t.e. 11/331-332.)
Aquella unidad social que se constituye (simultáneamente) por medio del llamado
contagio, carente de comprensión, y de la imitación involuntaria. Entre los animales se llama
«rebano» y entre los seres humanos se verifica en ia «masa». También la masa tiene respecto
de sus miembros una realidad propia y una legalidad propia del actuar. (FEW 515, t.e. il/332.)
Me refiero al caso del mero contagio afectivo. Así vemos que la jocundidad de un
cabaret o de una fiesta «contagia» a las personas que llegan y que acaso estaban todavía
tristes, pero que son «arrastradas» por esta jocundidad. (...) El mismo caso se da cuando
una serie de gentes se contagia por el tono de lamentación de alguno de los presentes, como
sucede con frecuencia entre las ancianas, cuando una de ellas relata su aflicción, mientras
las otras empiezan a llorar a lágrima viva. Esto no tiene, naturalmente, lo más mínimo que
ver con la compasión. Ni existe una intención afectiva dirigida a la alegría o al dolor del otro,
ni participación alguna en sus vivencias. Antes bien es característico del contagio tener lugar
pura y simplemente entre estados afectivos, y no presuponer en general ningún saber de la
alegría ajena. Así, porejemplo, puede darse el caso de advertir sólo posteriormente que un
sentimiento de tristeza en que uno se encuentra descansa en un contagio procedente de
una reunión visitada antes. En esta tristeza no hay nada que indique este origen; únicamente
por medio de raciocinios y de inferencias causales se pone en claro de dónde procede. (...)
El proceso del contagio tiene lugar involuntariamente. (...) Ei sentimiento surgido por
contagio contagia a su vez por el Intermedio de la expresión y de la imitación, de suerte que
también crece el sentimiento contagioso; éste contagia a su vez, etc. En todos ios casos de
excitación de masas, incluso en la llamada «opinión pública», es singularmente estarecipro-
cidad dei contagio que va acumulándose, lo que conduce al desbordamiento del movimien
to colectivo emocional y al hecho peculiar de que la «masa» en acción sea arrastrada tan
fácilmente más allá de las intenciones de todos los individuos y haga cosas que nadie
«quiere» y de la que nadie «se hace responsable». (...)
Sólo un caso más intenso -por así decir, un caso límite del contagio es la auténtica
unificación afectiva (o identificación) del yo propio con un yo individual ajeno. Es un caso
límite en tanto que aquí, no sólo se tiene un determinado proceso afectivo ajeno inconscien
temente por un proceso propio, sino que se identifica literalmente el yo ajeno (en todas sus
actitudes fundamentales) con el yo propio. También es aquí la identificación tan involuntaria
como inconsciente. (WFS 25-29, t.e. 32-35.)
7.7.2. La comunidad vital
Mientras que en nivel social esencial de la masa no existe ningún tipo de solidaridad,
pues el individuo singular no existe aquí en absoluto como vivencia y, por lo tanto, no puede
ser solidario con ningún otro, en la comunidad vital existe una determinada forma de
solidaridad, que a diferencia de otras formas superiores (veáse lo que sigue) se puede llamar
solidaridad sustituíbie. Nace sobre la base del hecho de que las vivencias dei individuo están
realmente dadas como tales, pero varían en su decurso y contenido de forma puramente
dependiente de las variaciones de la vivencia común. Ciertamente aquí al individuo le son
dadas sus vivencias como individuales, pero sólo sobre la base de un acto especial de
singularización, que en cierto modo le pone fuera del todo de la comunidad. Esta «solidari
dad» significa que toda responsabilidad -en la medida en que es vivida- se constituye sólo
sobre la vivencia de la corresponsabilidad respecto del querer, actuar, obrar del todo de la
comunidad. Por esto justamente el individuo es aquí por principio «sustituíbie» por otro
individuo, según leyes de acuerdo con una estructura -fija o cambiante, según los casos- de
formas que corresponden a los diversos ámbitos del quehacer vital de la comunidad y que,
según los casos, se llaman casta, clase, dignidad, función, profesión, etc.
Mientras que todavía podíamos explicarnos la unidad de la masa con el auxilio de los
principios de asociación y sus derivados a base de un complejo sensorial común de
estímiios, esto es del todo imposible en la comunidad vital. Ésta representa una unidad
sobresingular vital y orgánica, que posee, como toda unidad de esta esencia, objetiva y
subjetivamente, es decir, considerada en la forma de la percepción interna y extema, una
unidad y una legalidad (formalmente) amecánica. No obstante, la comunidad vital está lejos
de ser una unidad persona/, es decir, un persona común. Es verdad que en ella vive uno y
el mismo tender y oponerse orientado a metas con una estructura determinada del preferir
y postergar involuntario e inconsciente respecto de valores y metas tendere ¡ales, en la forma
de costumbres tradicionales, usos, culto, indumentaria, etc., pero no una voluntad unitaria
y moralmente dotada de plena responsablidad para proponerse fines y capaz de elección,
como es propio en todo caso de una persona. Según esto, sus valores -Incluso aquellos que
ella vive como tales (especialmente en el lenguaje natural del pueblo o en su especial
dialecto), como aquellas de los que es portadora- pertenecen todavía a la clase de los valores
de cosa y no a los va/ores de persona.
7.7.3. La sociedad
Por otra parte, la sociedad es una unidad de personas singulares mayores de edad
y autoconscientes, a diferencia de la comunidad vital, que comprende también al os menores
de edad (y a los animales domésticos dependientes del hombre). Portanto, mientras que la
forma de unidad personal en general no aparece en absoluto en la masa ni en la comunidad
vital, aparece ya del todo en la sociedad; pero aparece exclusivamente como persona
singular, de forma que en la sociedad toda persona vale lo mismo -y además en cuanto
persona singular, que hace referencia a las modalidades de valor que por naturaleza no unen,
sino que separan y son relativas y sensibles: los valores de lo agradable (sociedad como
asociación) y de lo útl (sociedad como portadora de la civilización). Los «elementos» de la
sociedad no son, con todo, individuos en el sentido de la persona Individual espiritual, antes
definida, sino originariamente iguales e iguales en valor, pues son tomados en consideración
en cuanto tales «elementos», no en virtud de su contenido material individual, sino sóío en
virtud de su carácter formal como personas singulares en general. La diferencia individual
yen valor surge en la sociedad y entre sus elementos tan sólo a partir de los diversos valores
de producción de los individuos en la dirección axiológica de los valores correlativos a la
sociedad de lo agradable y de lo útil.
De las clases esenciales de unidad social mencionadas hasta ahora, masa, sociedad,
comunidad vital, hay que distinguir ahora una cuarta y suprema clase con cuya característica
se comenzó este capítulo: la unidad de las personas singulares, independientes, espiritua
les individuales «en» una persona común, independiente, espiritual, individual. Esta unidad
es, a la vez, aquella de la que hemos afirmado que constituye, ella y sólo ella, el núcleo y lo
totalmente nuevo del auténtico pensamiento del cristianismo primitivo de la comunidad y
que fue descubierto históricamente sólo en él - un pensamiento sobre la comunidad que
reúne de modo peculiartsmo el ser y el valor propio inderogables del «alma» (concebida de
forma creacionista) y de la persona (frente a la antigua teoría de la corporación y a la idea
judía dei «pueblo»), con el pensamiento, fundado en la idea cristiana del amor, de la
solidaridad de la salvación de todos en el «corpus christianum» (frente a todo ethos de la
«sociedad» meramente social que niega esa solidaridad moral). (...)
¿Cuáles son los rasgos más generales que diferencian a una persona común de las
otras clases de realidad comunitaria impersonal? Un primer rasgo es que la persona común
es originariamente unidad de un centro de actos espirituales -y no es primariamente una
unidad de lugar (territorio), o de tiempo (tradición), o de descendencia (sangre); tampoco
es la unidad de un fin común, cuyo establecimiento presupone ya como existente un centro
de actos así especificado con valores y metas especiales, pero sin determinar todavía
ninguna realidad común en general. En segundo lugar, para ser persona común, la unidad
social ha de estar dirigida a bienes de naturaleza de todas las clases modales básicas de
valores y, por tanto, no sólo a bienes de un tipo entre esos valores, en cualquier orden
conforme a su individualidad. Por tanto, es propio de la persona común poseer aquella
Independencia en el ser y aquella superioridad del querer, llamada soberanía, frente a todas
tas unidades sociales particulares dirigidas sólo a una especie de valor, tanto los de la
sociedad como los de la comunidad vital. Sólo en la medida en que es soberana en este
sentido, es una auténtica persona con un mundo de valores comunes propio y su propia
jerarquía. (...)
Hemos hallado, pues, como notas esenciales de una persona común el que ésta
-como centro espiritual concreto de actos- tiene que abarcar los bienes de todas las clases
de valores, así como las unidades sociales fácticas de todas las formas esenciales de unidad
social. No se sigue de aquí que no pueda haber más que una clase de persona común. Lo
único que se dice con ello es que los valores comunes supravitales, según su rango, están
ordenados, de entre las unidades sociales en general, tan sólo a la persona común y no, por
tanto, a la sociedad ni a la comunidad vital; y que la persona común se dirige de alguna
forma a todas las clases de valores y ha de poseer una conciencia propia de ellos y una
consideración a los mismos. Con ello no está todavía decidido qué clase de valores ha de
realizar preferentemente un determinado tipo de persona común. Esto último funda, sin
embargo, una posible y ulterior diferenciación esencial en la idea de la persona común. (...)
a) Simpatía(10)
10 Scheler realiza en W FS una cuid ad o sa crítica de la equiparación histórica de la sim patía (pero tam bién
del am or) con form as inferiores de interrelación, com o la proyección, el contagio o la unificación afectiva,
que aq u í no podem os recoger. A sí pu es, téngase en cuenta que al hablar de sim patía y am or se e s á
hablando de fenóm enos esencialm ente diversos e irreductibles a aq u ellas. (Nota del Editor)
11 E sto s com ponentes primeros (‘Verstehen", "Nachfühien" y "Nachleben") son funciones puram ente
co gnoscitivas, que noshacen presente el estado afectivo dei otro y constituyen la condición-de que la
sim patía pueda d a rse; pero ella, en cuanto tal, no consiste en e sa s funciones. (Nota del Editor.)
12 Para lo s p u n to s 3 y 4 v e r e l apartado 7 .7 .1 . de esta selección de textos. (Nota del Editor.)
1. Un padre y una madre están junto al cadáver de su hijo querido. Sienten juntos «el
mismo» sufrimiento, «el m ism o dolor. Esto no significa que A siente este sufrimiento y B lo
siente también, y además saben que lo sienten -no, es un sentir-uno-con-otro. La pena de B
no es en modo alguno «objetiva» para A, como, por ejemplo, lo es para el amigo C, que se
agrega a los padres y «les» tiene compasión o «de su dolor». No, los padres la sienten «uno
con otro» en el sentido de un sentir-uno junto con el otro, de un vlvenciar-uno junto con el
otro, no sólo «el mismo» contenido de valor, sino el mismo movimiento emocional en
dirección a él. El «sufrimiento» como contenido de valor y el sufrir como cualidad de función
es por tanto uno y el mismo. (...)
b) Amor
En primer lugar, el amor y el odio no se distinguen como si el odio fuese sólo el amor
a la no-existencia de una cosa. El odio es, por el contrario, un acto entítativo, en cuanto que
está dado inmediatamente un disvalor exactamente como en el acto del amor lo está un
valor posftrvo. Pero, mientras que el amor es un movimiento que va del valor más bajo al
más alto y en que resplandece por vez primera en cada caso el valor más alto de un objeto
o de una persona, el odio es un movimiento contrario. Con esto está ya dado sin más el que
el odio se dirige a la posible existencia del valor inferior (que como tal es un valor negativo)
y a la eliminación de la posible existencia del valor superior (quea su vez es un valor negativo).
El amor se dirige, por el contrarío, a la posición del posible valor superior (que es en sí un
valor positivo), o a la conservación del mismo, y a la eliminación del posible valor inferior
(que es en sí un valor moralmente positivo). El odio no es, por tanto, en absoluto, un mero
«cerrarse» al entero reino de los valores; está por el contrario ligado con un efectivo dirigir
la mirada al posible valor más bajo. (...)
Puede decirse que el genuino amor abre los ojos del espíritu para valores siempre
más altos del objeto amado; hace verlos y no hace de ningún modo «ciego» (como dice un
refrán absurdo, que al pensar en el amor piensa manifiesta me rute tan sólo en la pasión
impulsiva sensible). Lo que hace «ciego» no es nunca al amor en la emoción empírica, sino
los impulsos sensibles que siempre le acompañan y que traban y limitan efectivamente el
amor. Por el contrario, es este «abrir los ojos» exclusivamente una consecuencia del amor
(...). Pero él mismo no es ninguna «busca» de nuevos valores en el objeto amado. Todo lo
contrario. Semejante andar buscando valores «más altos» sería sin duda un signo de una
efectiva falta de amor. (...)
...En el amor en cuanto tal no existe en absoluto un querer modificar el objeto amado.
Es enteramente justo el que se diga: amamos (por ley esencial) a las realidades, por ejemplo,
a un ser humano, como son. (WFS150-161, t.e. 201 -215.)
8. «Ontica» de lo divino
Del mismo modo que en todos los dominios del conocimiento, el ser y el objeto están
dados al hombre antes que el conocimiento del ser y tanto más en ei modo y manera como
ese conocimiento liega a él, así también los objetos de la esencia de lo «divino» pertenecen
ante todo a lo primariamente dado de ia conciencia humana misma. En virtud de los actos
religiosos naturales ve, piensa y siente ei hombre, en principio en todo y por todo lo que le
es dado como existencia y esencia, que se le abre (se le «revela») un ente que posee al
menos dos determinaciones esenciales: es un ente absoluto y es santo. Por múltiple que
sea este ente santo absoluto en las religiones primitivas y desarrolladas, tiene en todo caso
estas determinaciones. Siempre se le da como «ente absoluto», esto es, como un ente que
está absolutamente por encima de todo otro ente (incluso del yo mismo que lo piensa) en
capacidad de «ser», y del cual es, por ello, absolutamente dependiente el hombre, como
todo lo demás, en su existencia total. No se construye, infiere o imagina el «ente absoluto»
desde una dependencia incondicionada sabida o sentida primero (ésta siempre podría
fundarse en la debilidad del hombre en cuestión, en una provisión demasiado escasa de
energía de la voluntad, en un desarrollo personal o histórico demasiado pequeño de sus
facultades, etc.), la que ie resulta visible en un ente determinado. Y no sólo él mismo se
encuentra dado como absolutamente dependiente de este ente absoluto, de este ente que
se funda y «descansa» sólo en sí mismo, sino también todo el resto del ente -sin previo
examen inductivo de su ser y sus cualidades-, y él mismo sólo como parte de este ente
contingente. Justamente esta absoluta inclusión de sí mismo en la esfera del ente relativo
(...) es extremadamente característica para la comprensión religiosa de esta primera deter
minación fundamental de io divino. (...)
«Revelar» quiere decir también aquí -como en todas partes- lo contrario de Imaginar,
inferir, abstraer. Significa que, al hacerse el ser absoluto de un objeto calificado como
13 Agradezco a Agutín Serrano de Maro sus indicaciones parala selección de isxtos de esta sección (Nota
del Editor.)
«divino», por sí y desde sí, «diáfano», «transparente» en un objeto empírico del ser relativo,
sólo por esta diafanidad y transparencia hace resaltar al objeto en cuestión entre todos los
demás objetos de la existencia relativa. Asi como la ventana de una casa sólo resalta de la
serie de ventanas restantes porque un hombre se asoma a ella, el objeto finito sólo llega a
ser «especial» y «santo»porque simboliza el ente absoluto. Aunque la idea metafísica del ens
a se coincida también así con ía primera determinación religiosa de lo divino, sin embargo
la vía de conocimiento de ambas es fundamentalmente distinta. El acto religioso correlativo
admite un ente que se manifiesta, que se presenta a sí mismo (en otro); el acto metafisico
de conocimiento le sale al encuentro espontáneamente mediante operaciones lógicas. La
relación que se encuentra en el «revelarse» es una relación que pertenece a la clase de las
relaciones simbólicas e intuitivas: dei ser signo (objetivo) de algo, del indicar de un objeto
a otro objeto, eventualmente y en formas superiores de revelación, del anunciarse, comuni
carse, expresarse. (...)
También la «dependencia» del mundo respecto al ser absoluto que se revela así se da
sólo en el acto religioso; no es una dependencia lógica objetiva u objetiva causal, como
corresponde a las relaciones de fundamento-consecuencia, causa-efecto. Se funda más
bien en la evidente actividad del «obrar», que entra como estado fenoménico Irreductible en
todas las relaciones causales concretas que percibimos; pero en este caso está caracteri
zada porque Dios = ens a se aparece como lo absolutamente activo, fuerte y poderoso, y
todo lo demás como lo absolutamente pasivo y producido, y además aparece como un
producto en que se encuentra de nuevo lo activo dinámica y simbólicamente. En el simple
enlace causal objetivo de dos acontecimientos o cosas (por medio de sus actividades) no
se muestra la causa de ningún modo en el efecto; no se puede ver sólo por el efecto cuái
es su causa; tiene que preceder una experiencia Inductiva del vínculo C y E, si se quiere
inferir C de E, y C ha de ser más que «cualquier» causa. Otra cosa ocurre en et acto religioso,
que aprehende el ente finito y contingente como «criatura» de lo divino sobrepoderoso o (en
el monoteísmo) «omnipotente». Aquí aparece la crialuridad de la criatura Impresa de
antemano como nota fenoménica; remite, pues, en una relación simbólica al creador y lo
refleja de un modo en cada caso uniateral, inadecuado. Asítambién entran, ciertamente, en
el contenido de las vivencias religiosas las relaciones de fundamento-consecuencia y
causa-efecto. Pero son relaciones vividas, no pensadas, y son relaciones que siempre son
ala vez relaciones simbólicas. Porestonose puede hablar aquí de conclusiones metafísicas.
En diversa forma -que corresponde en cada caso en parte a la elevación y pureza de la
religión, en parte a los distintos atributos de Dios- «se expresa Dios» en los acontecimientos
de la naturaleza -la naturaleza entera es su campo de e x p re s ió n así como en un rostro
humano se expresa la alegría o la tristeza en la sonrisa o en las lágrimas, o se manifiesta, se
muestra en ella, como potente y activo. (...)
3. Los actos religiosos no pueden por ello ser meros y cualesquiera deseos, necesi
dades, añoranzas o equipararse con ellos, puesto que ellos apuntan intencional mente a un
dominio esencial de objetos completamente diverso, como son las especies de objetos
empíricos e «ideales». Pues todos los llamados deseos, necesidades, añoranzas apuntan
completamente a clases de objetos empíricos -si bien frecuentemente a objetos que no
existen o que no pueden existir en absoluto; pero, sin embargo, que, como todas las cosas
ficticias, se constituyen a partir de tales objetos y de sus características (14).
5. Los actos religiosos obedecen a una legalidad, que es por sí autónoma, que, por
tanto -por más que los actos aparezcan sólo en ciertas constelaciones de vida anímica
empírica y en situaciones externas de experiencia-, no se puede conceptualizar desde la
causalidad empírica psíquica. Esta legalidad es de tipo noético, no de tipo psicológico. Con
ello también son los actos religiosos esenc/a/mente distintos de todas las necesidades
humanas que determinan una producción fantasiosa de cosas ficticias.
6. Puesto que los actos religiosos no son procesos psíquicos que se constituyan y
destruyan en nosotros según leyes naturales psíquicas -obedeciendo a lo más en su
nacimiento, desarrollo y muerte a una finalidad biológica o sociológica-, tampoco son meras
subespecies o combinaciones de otros grupos de actos intencionales noéticos: como los
actos lógicos, éticos, estéticos, etc. Ciertamente el significado que se «da» en el acto religioso
puede a su vez ser materia para la formación de conceptos, juicios y razonamientos lógicos,
además para la aprehensión de valores, para estimaciones y enjuiciamientos de valor éticos
o estéticos. Pero esto no significa que ei pleno significado dei acto religioso «proceda» del
significado posible de esos grupos de actos noéticos de otra especie. Antes bien, para estos
actos religiosos hay una materia •dada». (VEM 242-243 -No hay traducción española).
14 Sesehabla-ensentidoe8tr¡cto-deneces¡dades,deseos,anoranzas"religiosos",entoncessetiene perfecto
derecho a hablar de ello Sin embargo, se presupone ya entonces el acto religioso, por el que viene dada
la idea del bien del quetenemos necesidad. La necesidad es "religiosa" justamente cuando es necesidad
del objeto del acto religioso. Esto es completamente distinto de, al revés, remitir el acto religioso a una
"necesidad", que no es "religiosa", sino habría surgido de maera análoga acto religioso aúna "necesidad1,
que no es "religiosa", sino habría surgido de maera análoga todas las necesidades. (Nota de Scheler)
10. Todo ser humano realiza necesariamente el acto religioso
Puesto que el acto religioso es una dote esencial necesaria del alma espiritual humana,
no se puede plantear en absoluto la cuestión de si tal acto es realizado o no por un ser
humano. Sólo puede plantearse la cuestión de si tai ser humano encuentra o no el objeto
adecuado a él, el correalto de idea al que pertenece esencialmente, o de si apunta a un
objeto y lo afirma como santo y divino, como bien axiológico absoluto, que contradice su
esencia, pues pertenece a la esfera de los bienes finitos y contingentes.
Existe la ley de esencias: todo espíritu finito cree o en Dios o en un Idolo. Y de ahí se
sigue la regia religiosa pedagógica: el modo de evitar la llamada increencia no es conducir
externamente al ser humano a la idea de la realidad de Dios (sea por medio de pruebas o
de persuasión), sino la vesicación, posible con toda seguridad, en la vida especial de cada
hombre y de cada dase de tales hombres, de que él, en el lugar de Dios, es decir, en ia esfera
absoluta de su dominio de objetos que se le «da» como esfera, habría puesto un bien finito
•de que habría, como queremos decir, «idolizado» ese bien, de que (como los antiguos
místicos decían) se habría «enamorado» de ese bien. Por tanto, al conducirá un ser humano
a la desilusión de su ídolo, después de haberle mostrado mediante un análisis de su vida
«sus ídolos», ie conducimos espontáneamente a la idea de la realidad de Dios. (VEM 261 -262
-No hay traducción castellana.)
¡fVZtfl'iTV.7**'!V X V i t t te-','!?::
Clásicos Básicos del Personalismo
TRADICION LIBERTARIA
FELIX GARCÍA
Edición para uso interno del I.E.M.
28005 - MADRID
INDICE
III. PROUDHON............................................................................. 9
1. La propiedad................................................................................... 9
4. Mutualismo ....................................................................................12
7. El ideal anarquista......................................................................... 19
1. Libertad.......................................................................................... 22
3. Poder y opresión........................................................................... 27
7. Revolución .....................................................................................35
V. KROPOTKIN ............................................................................38
1. El anarquism o................................................................................ 38
2. La m o ra l.......................................................................................... 42
5. La revolución ..................................................................................50
1. Libertad y autoridad.....................................................................56
4. El colectivismo ................................................................................62
2. Libertad de experimentación..........................................................70
3. Revolución integrad......................................................................... 72
Hay un primer criterio que he venido defendiendo desde que empecé a publicar
trabajos sobre el anarquismo, y de eso hace ya muchos años. Sólo incluyo en una
antología anarquista a todos aquellos que han sabido reivindicar al mismo tiempo la total
Independencia individual, que nunca acepta ninguna imposición exterior y se rebela
permanentemente contra cualquier intento de opresión, y la más consecuente solidaridad
con todos los seres humanos. Si prescindimos de cualquiera de las dos dimensiones,
perdemos lo más valioso y perdurable del anarquismo. No soy tan ingenuo como para
no saber que han sido muchos los pensadores que se han movido próximos a los círculos
libertarios o anarquistas y que han sido individualistas radicales, negando cualquier
posibilidad de trabajo organizado y solidario para cambiar la sociedad. También sé que
es frecuente ver su nombre y sus textos incluidos en estudios o antologías sobre el tema.
Reconozco igualmente que leerlos sigue siendo un sano ejercicio para profundizar en
ciertas ideas básicas del anarquismo. Pero a pesar de todo, creo que no hay que contar
con ellos cuando se debe hacer una antología del pensamiento anarquista más genuino.
1. La propiedad
"Si tuvieras que contestar a la siguiente pregunta: «¿Qué es la esclavitud?», y
respondiera en pocas palabras «Es el asesinato», mi pensamiento se aceptaría desde
luego. No necesitamos de grandes razonamientos para demostrar que el derecho de
quitar al hombre el pensamiento, la voluntad, la personalidad, es un derecho de vida y
muerte, y que hacer esclavo a un hombre es asesinarlo.
■'El hombre todo lo ha creado menos la materia misma. Y respecto a esta materia
sostengo que no puede tenerse más que la posesión y el uso, con la condición permanente
del trabajo, por et cual únicamente se adquiere la propiedad de los frutos.
Está pues resuelto el primer punto: la propiedad del producto, aun cuando sea
concedido, no supone la propiedad del medio; no creo que esto necesite demostración
más amplia. Hay completa identidad entre el soldado poseedor de los materiales que se
le confían, el pescador poseedor de las aguas, el cazador poseedor de los campos y los
montes y el cultivador poseedor de la tierra. Todos ellos son, si se quiere, propietarios de
los productos, pero ninguno es propietario de sus instrumentos. El derecho al producto
es indivjdual, exclusivo; el derecho al instrumento, al medio, es común.11
Qué es la propiedad. PF, pag. 72s.
2. La explotación económica
"De igual modo que en otro tiempo el colono tenia el campo por la munificencia del
señor, hoy debe el obrero su trabajo a la benevolencia y a las necesidades del propietario;
es lo que se llama un poseedor a título precario. Pero esta condición precaria es una
injusticia porque implica una desigualdad en ia remuneración. El salario del trabajador
no excede nunca de su consumo ordinario y no le asegura el salario del mañana, mientras
que el capitalista halla en el instrumento producido por el trabajador un elemento de
independencia y de seguridad para el porvenir.
"Divide et impera: divide y vencerás; divide y llegarás a ser rico; divide y engañarás
a los hombres, seducirás su razón y te burlarás de la justicia. Aislad a los trabajadores,
separadlos uno de otro y es posible que el jornal de cada uno exceda del valor de su
producción individual; pero no es esto de lo que se trata. El esfuerzo de mil hombres
actuando durante veinte días se.ha'pagado igual que el de uno solo durante cincuenta y
cinco años; pero este esfuerzo dé mil ha hecho en veinte días lo que ei esfuerzo de uno
solo, durante un millón de siglos, no lograría hacer. ¿Es equitativo el trato? May que insistir
en la negativa una vez más. Cuando habéis pagado todas las fuerzas individuales, dejáis
de pagar la fuerza colectiva; por consiguiente, siempre existe un derecho de propiedad
colectiva que no habéis adquirido y que disfrutáis injustamente."
Qué es la propiedad. PF, pag. 82.
3. De la desigualdad a la igualdad
"Todos los trabajos no son igualmente fáciles. Algunos exigen una gran superioridad
de talento e inteligencia, superioridad que determina un mayor precio. El artista, el sabio,
el poeta, el hombre de Estado, son apreciados en razón de un mérito superior, y este
mérito destruye toda igualdad entre ellos y los demás hombres. Ante las manifestaciones
elevadas de ia ciencia y del genio, desaparece la ley de igualdad. Y si la igualdad no es
absoluta, no hay tai igualdad. Del poeta descendemos al escritor insignificante; del
escultor, al cantero; del arquitecto, al albañil; dei químico, al cocinero, etc. Las capacida
des se dividen y subdividen en órdenes, en géneros y en especies. Los talentos superiores
se relacionan con los inferiores por otros intermedios. La humanidad ofrece una extensa
jerarquía en la que se aprecia al individuo en comparación y se determina su valor por la
opinión que alcanza lo que produce.
"En una sociedad de hombres, las funciones son distintas unas de otras. Deben,
pues, existir capacidades también diferentes. Además, determinadas funciones exigen
una mayor inteligencia y facultades sobresalientes y, para realizarlas, existen individuos
de un talento superior.11
Qué es la propiedad. PF, pag. 91 ss.
“Algunos filósofos, amantes de la nivelación, afirman que todas las inteligencias son
iguales y toda la diferencia que hay entre ellas proviene de la educación. Estoy muy lejos,
lo confieso, de tener esa opinión que, por otra parte, conduciría a un resultado comple
tamente contrario al que se propone. Porque si las capacidades son iguales, cualquiera
que sea su intensidad, las funciones más repugnantes, más viles y despreciadas, no
pudiendo obligarse a nadie a su ejecución, habían de ser las mejor retribuidas, lo cual
repugna a la igualdad tanto como al principio a cada uno según sus obras. Dadme, por
el contrario, una sociedad en la que cada talento esté en relación numérica con las
necesidades y en que no se exija a cada productor más de lo que su especialidad le
permita producir, y respetando escrupulosamente la jerarquía de las funciones deduciré
de ella la igualdad de las fortunas."
Qué es la propiedad. PF, pag. 94s.
“He afirmado antes que el médico no puede ser peor retribuido que cualquier otro
productor, que no debe quedar por bajo de la igualdad no me detendré a demostrarlo.
Pero ahora añado que tampoco puede elevarse por cima de esa misma igualdad, porque
su talento es una propiedad colectiva que no ha pagado y de la que siempre será deudor.
Así como la creación de todo instrumento de producción es el resultado de un esfuerzo
colectivo, el talento y la ciencia de un hombre son producto de la inteligencia universal y
dé una ciencia general lentamente acumulada por multitud de sabios, mediante el
concurso de un sinnúmero de industrias inferiores. Aun cuando el médico haya pagado
a sus profesores, sus libros, sus títulos y satisfecho todos sus gastos, no por eso puede
decirse que ha pagado su talento, como el capitalista tampoco ha pagado su finca y su
palacio con el salario de sus obreros. El hombre de talento ha contribuido a producir en
sí mismo un instrumento útil, del cual es coposeedor, pero no propietario. A un mismo
tiempo existen en él un trabajador libre y un capital social acumulado. Como trabajador
es apto para el uso de un instrumento, para la dirección de una máquina, que es su propia
capacidad. Como capital no se pertenece, no debe explotarse en su beneficio, sino en el
de los demás hombres."
Qué es la propiedad. PF, pag. 106s.
"El artista, el sabio, el poeta, reciben su justa recompensa sólo con que la sociedad
les permita entregarse exclusivamente a la ciencia y al arte. De modo que en realidad no
trabajan para ellos, sino para la sociedad que les ha instruido y les dispensa de otro
trabajo. La sociedad puede en rigor pasarse sin prosa, ni versos, ni música, ni pintura;
pero no puede estar un soto día sin comida ni alojamiento.
Es indudable que el hombre no vive sólo de pan. Vive también, según el Evangelio,
de la palabra de Dios, es decir, debe amar el bien y practicarle, conocer y admirar lo bello,
contemplar las maravillas de la naturaleza. Mas para cultivar su alma es preciso que
comience por mantener su cuerpo. (...) Cuando la sociedad, fiel al principio de la división
del trabajo, encomienda a uno de sus miembros una labor artística o científica, haciéndole
abandonar el trabajo común, le debe una indemnización por cuanto le impide producir
industrial mente; pero nada más. Si el designado pidiera más, la sociedad, rehusando sus
servicios, red uciría sus pretensiones a la nada. Y entonces, obligado para vivir a dedicarse
a un trabajo para el cual la naturaleza no le dio aptitud alguna, el hombre de talento
conocería su imperfección y viviría de un modo miserable. (...)
Hasta que el pueblo, después de haber deliberado sobre la cuantía de los salarios
de todos los artistas, sabios y funcionarios públicos, no haya expresado su voluntad,
juzgando con conocimiento de causa, la retribución de Mlle. Rachel y de todos sus
compañeros será una contribución forzosa, satisfecha perla violencia para recompensar
el orgullo y entretener el ocio. Sólo porque no somos libres ni suficientemente instruidos,
es hoy posible que el trabajador pague las deudas que el prestigio del poder y el egoísmo
del talento imponen a la curiosidad del ocioso, y que suframos el perpetuo escándalo de
esas desigualdades monstruosas, aceptadas y aplaudidas con entusiasmo por la pobla
ción,
La nación entera y sólo la nación paga a sus autores, a sus sabios, a sus artistas y
a sus funcionarios, cualquiera que sea el conducto por que reciban sus ingresos. ¿Con
arreglo a qué base debe pagárseles? Con sujeción a la de igualdad."
Qué es la propiedad. PF, pag. 108ss.
4. Mutualismo
“Pero... ¿cuál será la fórmula de esta ecuación? Después de todo lo dicho, ya
podemos entreverla: debe ser una ley de cambio, una teoría de MUTUALIDAD, un sistema
de garantías que resuelva las formas antiguas de nuestras sociedades civiles y comercia
les, y que satisfaga a todas las condiciones de eficacia, de progreso y de justicia que ha
12
señalado ta crítica; una sociedad no sólo convencional, sino real; que cambie la división
parcelaria en instrumento de ciencia; que suprima la servidumbre de las máquinas y
prevenga las crisis de su aparición; que haga de la competencia un beneficio, y del
monopolio una garantía de seguridad para todos; que, por la fuerza de su principio, en
vez de pedir crédito al capital y protección al Estado, someta al trabajo el capital y el
Estado; que por la sinceridad del cambio, cree una verdadera solidaridad entre los
pueblos; que, sin prohibir la iniciativa individual ni el ahorro doméstico, devuelva cons
tantemente a la sociedad tas riquezas que la apropiación retira; que por este movimiento
de entrada y salida de los capitales, asegure la igualdad política e industrial de los
ciudadanos, y por un vasto sistema de educación pública, elevando siempre su nivel,
favorezca la igualdad de las funciones y la equivalencia de las aptitudes; que, por la
justicia, el bienestar y la virtud, renovando la conciencia humana, asegure la armonía y
el equilibrio de las generaciones; una sociedad, en fin, que, siendo organización y
transición a la vez, se salve de lo provisional, garantice todo y no comprometa nada..."
Sistema de las contradicciones económicas, vol. II, p.
357
5. El principio federativo
“El contrato político no adquiere toda su dignidad y moralidad sino bajo la
condición: 1e, de ser sinalagmático y conmutativo; 2-, de estar encerrado, en cuanto a
su objeto, dentro de ciertos límites, condiciones ambas que se supone que existen bajo
el régimen democrático, pero que aun en este régimen no son las más de las veces sino
ficticias. ¿Puede acaso decirse que en una democracia representativa y centralizadora,
en una monarquía constitucional y censataria y mucho menos en una república comunista
como la de Platón, sea igual y recíproco el contrato político que une al individuo con el
Estado? ¿Puede decirse que ese contrato, que toma a los ciudadanos la mitad o las dos
terceras partes de su soberanía y ta cuarta de sus productos, esté encerrado dentro de
justos límites? ¿No sería más verdadero decir, cosa que la experiencia sobradas veces
confirma, que en todos esos sistemas es el contrato exorbitante, oneroso, puesto que
carece de compensación para una más o menos considerable parte de ciudadanos, y
aleatorio, puesto que el beneficio prometido, ya de suyo insuficiente, dista de estar
asegurado?
Para que el contrato político llene la condición de sinalagmático y conmutativo que
lleva consigo la idea de democracia; para que encerrado dentro de prudentes límites sea
para todos ventajoso y cómodo, es indispensable que el ciudadano, al entrar en la
asociación: 1-, pueda recibir del Estado tanto como le sacrifica; 2-, conserve toda su
libertad, toda su soberanía ytoda su iniciativa en todoloque no se refiere al objeto especial
para que se ha celebrado el contrato y se busca la garantía del Estado. Arreglado y
comprendido así el contrato político, es lo que yo llamo una federación."
El principio federativo, p.119-121
"En eso está toda la ciencia constitucional que voy a resumir en tres proposiciones:
1?. Conviene formar grupos, ni muy grandes ni muy pequeños, que sean respecti
vamente soberanos y unirlos por medio de un pacto federal.
2S. Conviene organizar en cada Estado federado ei gobierno con arreglo a la ley
de separación de órganos o de funciones; esto es, separar en el poder todo lo que sea
separable, definir todo lo que sea definible, distribuir entre distintos funcionarios y órganos
todo lo que haya sido definido y separado, no dejar nada Indiviso, rodear por fin la
administración pública de todas las condiciones de publicidad y vigilancia.
3-. Conviene que en vez de refundir los Estados federados o las autoridades
provinciales y municipales en una autoridad central, se reduzcan las atribuciones de ésta
a un simple papel de iniciativa, garantía mutua y vigilancia, sin que sus decretos puedan
ser ejecutados sino previo el visto bueno de los gobiernos confederados y por agentes
puestos a sus órdenes, como sucede en la monarquía constitucional, donde toda orden
que emana del rey no puede ser ejecutada sin el refrendo de un ministro."
El principio federativo, p.129.
"Del mismo modo que, desde el punto de vista político, pueden confederarse dos
o más Estados independientes para garantizarse mutuamente la integridad de sus
territorios o para la protección de sus libertades, bajo el punto de vista económico cabe
confederarse, ya para la protección recíproca del comercio y de la industria, que es la
que se llama unión aduanera, ya para la construcción y conservación de las vías de
transporte, caminos, canales, ferrocarriles, ya para la organización del crédito, de los
seguros, etc. El objeto de esas confederaciones particulares es sustraer a ios ciudadanos
de los estados contratantes a la explotación capitalista y bancocrática, tanto de dentro
como de fuera; forman por su conjunto, en oposición ei feudalismo económico que hoy
domina, lo que llamaré federación agrícolaindustrial.
6. Opresión y sumisión
"¡Oh, personalidad humana! ¡Cómo es posible que durante sesenta siglos hayas
caído en esta abyección! Tú te dices santa y sagrada, pero no eres más que la prostituta
infatigable, gratuita, de tus criados, de tus monjes y de tus militarotes. ¡Lo sabes y lo
sufres! Ser gobernado es ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, regla
mentado, encasillado, indoctrinado, sermoneado, fiscalizado, estimado, apreciado, cen
surado, mandado por seres que no tienen ni titulo, ni ciencia, ni virtud.
Ser gobernado significa, en cada operación, en cada transacción, ser anotado,
registrado, censado, tarifado, timbrado, tallado, cotizado, patentado, licenciado, autori
zado, apostillado, amonestado, contenido, reformado, enmendado, corregido. Es, bajo
pretexto de utilidad pública y en nombre del interés general, ser puesto a contribución,
ejercido, desollado, explotado, monopolizado, depredado, mistificado, robado; luego, a
ia menor resistencia, a la primera palabra de queja, reprimido, multado, vilipendiado,
vejado, acosado, maltratado, aporreado, desarmado, agarrotado, encarcelado, fusilado,
ametrallado, juzgado, condenado, deportado, sacrificado, vendido, traicionado y, para
colmo, burlado, ridiculizado, ultrajado, deshonrado. ¡He aquí el gobierno, he aquí su
moralidad, he aquí su just¡c¡a! ¡Y pensar que hay a nuestro lado demócratas que
pretenden que el gobierno es bueno; socialistas que sostienen, en nombre de la libertad,
de ta igualdad, de lafraternidad, esta ignominia; proletarios que presentan su candidatura
a la presidencia de la República! ¡Hipocresía!"
Ideal general de la revolución en el siglo XiX. NDNA,
p. 88s.
He aquí por qué, hasta nuestros días, incluso ias revoluciones más emancipadoras
y todas tas efervescencias de la libertad han llegado constantemente a un acto de fe y de
sumisión al poder; todas las revoluciones no han servido más que para reconstituir la
tiranía: no exceptúo ni la constitución del 93 ni la del 1848, las dos expresiones más
avanzadas, pese a todo, de la democracia francesa.
Lo que ha posibilitado esta predisposición mental y hecho durante tan largo tiempo
invencible la fascinación es que, como continuación de ia analogía supuesta entre la
sociedad y la familia, el gobierno se ha presentado siempre a los espíritus como el órgano
natural de la justicia, el protector del débil, el conservador de la paz. Por esta atribución
de providencia y de alta garantía, el gobierno echa raíces en los corazones, así como en
las inteligencias. Forma parte del alma universal, la fe, la superstición.íntima e invencible
de los ciudadanos. Sí un día llega a debilitarse, se dice de él como de la religión y de la
propiedad: no es la institución lo que es malo, sino el abuso. No es el rey quien es malvado,
sino sus ministros: «Ah, si el rey supiese...»
"No veo por qué yo mismo habría de someterme a la ley. ¿Quién me garantiza la
justicia, la sinceridad? ¿De dónde me viene ella? ¿Quién la ha hecho? Rousseau enseña
en términos propios que, en un gobierno verdaderamente democrático y libre, el ciuda
dano, al obedecer a la ley, no obedece más que a su propia voluntad. Ahora bien, la ley
ha sido hecha sin mi participación, pese a mi disentimiento absoluto, pese al perjuicio
que me ha hecho sufrir. El Estado no trata conmigo, no cambia nada, me roba. ¿Dónde
está, pues, el vínculo, vínculo de conciencia, vinculo de razón, vínculo de pasión o de
interés, que me obligue?
Pero ¿qué digo? ¿Leyes a quien piensa por sí mismo y no ha de responder más
que de sus propios actos, leyes a quien quiere ser libre y se siente hecho para el devenir?
Yo estoy presto a hacer tratos, pero no quiero ieyes; no reconozco ninguna ley; protesto
contra todo orden que busque un poder de pretendida necesidad para imponerse a mi
libre arbitrio. ¡Leyes! Sabemos lo que son y lo que valen. Telas de araña para los poderosos
y los ricos, cadenas que ningún acero podría romper para los pequeños y los pobres,
redes de pesca entre las manos del gobierno.
Decís que se harán pocas leyes, que serán simples, buenas. Nueva concesión, i El
gobierno se declara culpable si confiesa así sus pecados!
"La soJución ha sido hallada, gritan los intrépidos. Que todos los ciudadanos tomen
parte en el voto y no habrá entonces poder que se les resista, ni seducción que les
corrompa. Así pensaron, al día siguiente de febrero, los fundadores de la República.
¿Pero qué significan para mí, una vez más, todas estas elecciones? ¿Necesito yo
mandatarios más que representantes? Y puesto que es preciso que yo haga uso de mi
voluntad, ¿no podré expresada sin la mediación de nadie? ¿Me tendré que arrepentir,
siendo que yo estoy más seguro de mi mismo que de mi abogado?
Se me dice que ya está bien, que es imposible que yo me ocupe de tantos intereses
diversos, que, después de todo, un consejo de árbitros cuyos miembros hubieran sido
nombrados por todos los votos del pueblo promete una aproximación a la verdad y al
derecho muy superiores a la justicia de un monarca irresponsable representado por
ministros insolentes y magistrados cuya inmovilidad, como la del príncipe, está fuera de
mi alcance.
Pero, en primer lugar, no veo que haya que hacerlo a ese precio; ni siquiera veo
que haya que hacerlo. Ni siquiera la elección o el voto más unánimes resuelven nada.
Después de sesenta años que practicamos uno y otro a todos los niveles, ¿qué es lo que
hemos resuelto? ¿Qué es lo que, siquiera, hemos definido? ¿Qué luz ha obtenido el pueblo
en sus asambleas? Aun cuando se le hiciera reiterar, diez veces al año, su mandato,
renovar incluso todos los meses sus oficiales municipales y sus jueces, ¿añadiría eso un
céntimo a su bolsillo? ¿Estaría, al acostarse cada noche, más seguro de que al día
siguiente tendría de qué comer, de qué alimentar a sus hijos? ¿Podría siquiera dar fe de
que no vendrían a prenderle y a meterle en la cárcel?
7. El ideal anarquista
“La idea capital decisiva de esta revolución, ¿no es en efecto más autoridad, pero
no en la Iglesia, ni en el Estado, ni en la tierra, ni en el dinero?
Más autoridad quiere decir algo que jamás se ha visto ni comprendido; quiere decir
acuerdo del interés de cada uno con el interés de todos, identidad de la soberanía colectiva
y de la soberanía indiviaual.
'Todo se prepara hoy para esta restauración solemne; todo anuncia que el reinado
de la ficción pasó y que ia sociedad va a entrar en la sinceridad de su naturaleza. El
monopolio se hinchó hasta igualarse al mundo; y un monopolio que abarca el mundo, no
puede permanecer exclusivo; es preciso que ser republicanice o que reviente. La
hipocresía, la venalidad, la prostitución y el robo forman el fondo de la conciencia pública;
y a no ser que la humanidad aprenda a vivir de lo que ia mata, es preciso creer que la
justicia y la expiación se acercan...
"Pues entonces, ¿quién soy yo y que es lo que me llama a publicar esta obra en
este momento? Yo soy un buscador apasionado de la verdad y un acérrimo enemigo de
las viciadas ficciones que utiliza el orden establecido, un orden que se ha beneficiado de
todas las infamias religiosas, metafísicas, políticas, jurídicas, económicas y sociales de
todos los tiempos, afín de brutalizar y esclavizar al mundo. Soy un amante fanático de la
libertad. La considero el único medio ambiente en el que pueden desarrollarse y realizarse
la inteligencia, la dignidad y la capacidad humanas. No quiero decir esa libertad tolerada
a medias y regulada por el estado, porque ésa es una mentira constante y no representa
más que el privilegio de unos pocos cimentado en la servidumbre de los demás. Tampoco
me refiero a esa libertad egoísta, individualista, baja y fraudulenta que proclama la escuela
de Jean-Jacques Rousseau y todas las demás escuelas del liberalismo burgués, que
consideran los derechos de todos, representados por el estado, como un límite a los
derechos de cada Individuo; necesariamente, siempre termina reduciendo a cero los
derechos individuales. No, yo me refiero a la única libertad que merece ese nombre, la
libertad que implica el desarrollo total de todas las capacidades materiales, intelectuales
y morales en cada uno de nosotros; la libertad que no conoce otras restricciones que las
impuestas por las leyes de la propia naturaleza. En consecuencia, no existe, hablando
estrictamente, restricciones ya que estas leyes no nos son impuestas por cualquier
legislador desde fuera o por encima de nosotros. Estas leyes son subjetivas, inherentes
a nosotros mismos; constituyen la mismísima base de nuestro ser. En vez de tratar de
abolirías, tenemos que ver en ellas la condición real y la causa efectiva de nuestra libertad:
esa libertad de cada hombre que no encuentra una limitación en la libertad de otro
hombre, sino la confirmación y la extensión de sí misma. Me refiero a la libertad triunfante
sobre la fuerza bruta y lo que siempre ha sido la verdadera expresión de esa fuerza, el
principio de autoridad. Me refiero a la libertad que destrozará los ídolos en el cielo y en
la tierra y que construirá un nuevo mundo para la humanidad en solidaridad sobre las
ruinas de todas las iglesias y de todos los estados.
En una palabra, rechazamos toda legislación, toda autoridad y todos los poderes
privilegiados, sancionados, oficiales y legales, aunque provengan del sufragio universal,
convencidos de que esto sólo puede servir para beneficio de una minoría dominante de
explotadores contra los Intereses de la inmensa mayoría sometida a ellos.
Es en este sentido que somos todos anarquistas."
El imperio knouto-germánico y la Revolución Social
SD., pp. 271s.
Ser libre significa ser considerado y tratado como tal por todos los semejantes. La
libertad de cada individuo es únicamente el reflejo de su propia humanidad, o su derecho
humano a través de la conciencia de todos los hombres libres, sus hermanos y sus iguales.
Sólo soy verdaderamente libre cuando todos los seres humanos, los hombres y las
mujeres, son igualmente libres. La libertad de los demás hombres, lejos de hegar o limitar
mi libertad, es, por el contrario, su premisa necesaria y su confirmación. Es la esclavitud
de los otros hombres la que levanta una barrera a mi libertad o, lo que significa lo mismo,
es su bestialidad la que es la negación de mi humanidad. Porque mi dignidad como
hombre, mi derecho humano, que consiste en negarme a obedecer a cualquier otro
hombre y a determinar mis propios actos en conformidad con mis convicciones, está
reflejada en la conciencia igualmente libre de todos y confirmada por el consenso de toda
la humanidad. Mi libertad individual, confirmada por la libertad de todos, se extiende al
infinito.
2. Solidaridad y justicia
"Toda moralidad humana, (...) toda moral colectiva e individual reposa esencial
mente en el respeto humano. ¿Qué entendemos por respeto humano? Es el reconoci
miento de la humanidad, del derecho humano y de la humana dignidad de todo hombre,
cualquiera que sea su raza, su color, el grado de desenvolvimiento de su inteligencia y
de su moralidad misma. Pero si ese hombre es estúpido, malvado, despreciable, ¿puedo
respetarlo? Claro está, si es todo eso me es imposible respetar su villanía, su estupidez y
su bestialidad; éstas me disgustan y me indignan; contra ellas en caso de necesidad
tomaré las medidas más enérgicas, hasta malario si no me queda otro medio de defender
contra él mi vida, mi derecho o lo que me es respetable y querido. Pero en medio del
combate más enérgico y más encarnizado, y en caso de necesidad mortal contra él, debo
respetar su carácter humano. Mi propia dignidad de hombre no existe más que a ese
precio. Por consiguiente, si él mismo no reconoce esa dignidad a nadie, ¿se le puede
reconocer en él? Si él es una especie de animal feroz o, como sucede algunas veces, peor
que un animal, reconocer en él el carácter humano, ¿no sería caer en la ficción? No,
porque cualquiera que sea su degradación intelectual y moral actual, si no es orgánica
mente un Idiota, ni un loco, en cuyo caso será preciso tratarlo no como un criminal, sino
como un enfermo, si está en plena posesión de sus sentidos y de la inteligencia que la
naturaleza le ha deparado, su carácter humano, en medio mismo de sus más monstruosas
desviaciones, no existe menos de una manera muy real en él, como facultad', siempre
viviente, capaz de elevarse a la conciencia de su hum anidadpor poco que se efectúe
un cambio radical en las condiciones sociales que lo hicieron tal como es."
Federalismo, socialismo y antiteologismo, OCIIl,
p.149s.
Esta justicia, que es tan universal y que, sin embargo, debido a los abusos de la
fuerza y a la influencia de la religión, todavía nunca ha prevalecido en el mundo de la
política, de la ley o de la economía, debe servir como base para el nuevo mundo. iSin ella
no hay libertad, ni república, ni prosperidad, ni paz! Por tanto debe presidir todas nuestras
resoluciones a fin de que podamos cooperar eficazmente para establecer la paz.
Esta justicia nos pide que tomemos en nuestras manos la causa del pueblo, tan
miserablemente maltratada hasta ahora y que exijamos en su nombre la emancipación
social y económica, junto con ia libertad política. (...) Lo que les pedimos es que se
proclame una vez ese gran credo de la Revolución Francesa: que cada hombre tiene
derecho a los medios materiales y morales para el desarrollo de su completa humanidad,
un principio que, creemos, se traduce en el siguiente mandato. Organizar una sociedad
de tal manera que cada individuo dotado de vida, hombre o mujer, pueda encontrar
medios lo más iguales posibles para el desarrollo de sus distinta capacidades y para su
utilización en el trabajo."
Federalismo, socialismo y antiteologismo, SD. p. 141 s.
3. El poder y la opresión
"Nada es tan peligroso para la moral privada del hombre como el hábito del mando.
El hombre mejor, el más inteligente, el más desinteresado, el más generoso, el más puro,
se echa a perder infaliblemente y siempre en ese oficio. Dos sentimientos inherentes al
poder producen siempre esa desmoralización: el desprecio de las masas populares y la
exageración del propio mérito.
Esto nos explica por qué desde el comienzo de la historia, es decir, desde el
nacimiento de los estados, el munDO de la política ha sido siempre y continúa siendo aún
el teatro de la pillería y del sublime bandidismo, bandidismo y pillería por lo demás
altamente honrados, puesto que son ordenados por el patriotismo, por la moral trascen
dente y por el interés supremo del estado. Eso nos explica por qué toda la historia de los
estados antiguos y modernos no es más que una serie de crímenes repulsivos; por qué
reyes y ministros presentes y pasados, de todos los tiempos y de todos los países;
estadistas, diplomáticos, burócratas y guerreros, si se les juzga desde el punto de vista
de la simple moral de la justicia humana, han merecido cien, mil veces, ia horca o las
galeras; pues no hay horror, crueldad, infame transacción, impostura, robo cínico, saqueo
desvergonzado y sucia traición que no hayan sido o que no sean cotidianamente
realizados por los representantes de los estados, sin otra excusa que esta palabra clásica,
a la vez tan cómoda y tan terrible: ila razón de estado!"
Federalismo, socialismo, antiteologismo, OCIII,
p.13Gs.
5. Nacionalismo y federalismo
"El estado no es la patria; es la abstracción, la ficción metafísica, mística, política y
jurídica de la patria. Las masas populares de todos los países aman profundamente a su
patria, pero ese es un amor natural, real. El patriotismo det pueblo no es una idea, es un
hecho. Y el patriotismo político, el amor al estado, no es la expresión fiel de ese hecho:
es una expresión distorsionada por medio de una abstracción falaz y simple en beneficio
de una minoría explotadora.
"El pueblo eslavo progresista debe darse cuenta de que ya ha pasado la hora de
flirtear con la ideología eslava y que no hay nada más absurdo y peligroso que meter
todas las aspiraciones del pueblo en el estrecho marco de un nacionalismo espúreo. La
nacionalidad no es un principio humanitario; es un hecho histórico y local que general
mente debe ser tolerado junto a otros hechos reales e inofensivos.
Todo pueblo, por más pequeño que sea, tiene su propio carácter específico, su
estilo de vida, su lengua, su manera de pensar y de trabajar; y precisamente este carácter,
este estilo de vida, constituyen su nacionalidad que es la suma de su vida histórica, de
sus aspiraciones y circunstancias. Todo pueblo, al igual que todo individuo, es por fuerza
lo que es y tiene el derecho inalienable a ser él mismo. Esto constituye el supuesto derecho
nacional. Pero, si un pueblo un individuo viven de una cierta manera, eso de ningún modo
significa que tiene el derecho, lo que no sería beneficioso para nadie, de considerar su
nacionalidad o su individualidad como un principio absoluto y exclusivo, ni tampoco
deben estar obsesionados por ello. Por el contrario, cuanto menos preocupados estén
por sí mismos y cuanto más concentrados estén en la idea general de la humanidad, más
vital, más coherente y más profundo pasa a ser el sentimiento de nacionalidad e
individualidad."
Estado y Anarquía, SD, p. 416.
2. Que los Estados Unidos de Europa no podrán formarse jamás con los Estados
tales como están constituidos hoy, vista la desigualdad monstruosa que existe entre sus
fuerzas respectivas. (...)
4. Que ningún Estado centralizado y burocrático y por eso mismo militar, aunque
se llame republicano, podrá entrar seria y sinceramente en una confederación internacio
nal. Por su constitución, que será siempre una negación abierta o enmascarada de la
libertad en el interior, constituirá por necesidad una declaración permanente de guerra,
una amenaza contra la existencia de los países vecinos. (...)
5. Que, por consiguiente, los adherentes de la Liga deberán tender con todos sus
esfuerzos a reconstruir sus patrias respectivas a fin de reemplazar en ellas la antigua
organización fundada de arriba abajo sobre la violencia y sobre el principio de autoridad,
por una organización nueva que no tenga otra base que los intereses, las necesidades y
las atracciones naturales de los pueblos, ni otro principio que la federación libre de los
individuos en las comunas, de las comunas en las provincias, de las provincias en las
naciones, en fin, de éstas en los Estados Unidos de Europa primero y más tarde del mundo
entero.
8. Del hecho de que un país haya constituido parte de un estado, aunque se hubiera
agregado libremente a él, no se desprende de ningún modo la obligación de quedar
asociado siempre a ese estado. Ninguna obligación perpetua puede constituir autoridad
entre nosotros, y no reconoceremos nunca otros derechos y otros deberes que los que
se fundan en la libertad. El derecho de la libre reunión y de la secesión igualmente libre
es el primero, el más importante délos derechos políticos; sin él la confederación no sería
más que una centralización enmascarada. (...)
10. (...) La Liga, precisamente porque es la Liga de la paz y porque está convencida
de que la paz no podrá ser conquistada y fundada más que en la más íntima y completa
solidaridad de los pueblos, en la justicia y en la libertad, debe proclamar altamente sus
simpatías hacia toda insurrección nacional contra toda opresión, sea extranjera, sea
indígena, siempre que esa insurrección se haga en nombre de nuestros principios y en
el interés tanto político como económico de las masas populares, pero no con la intención
ambiciosa de fundar un poderoso estado.
11. La Liga hará una guerra incondicional a todo lo que se llama gloria, grandeza
y potencia de los estados. A todos esos falsos y maléficos ídolos a que han sido inmolados
millones de víctimas humanas, opondremos las glorias de la inteligencia humana, que se
manifiestan en la ciencia, y de una prosperidad universal fundada en el trabajo, en la
justicia y en la libertad. (...)
Federalismo, socialismo y antiteologismo, OC.III,
pp. 59-62
6. Ciencia y educación
"Toda educación racional no es, en el fondo, más que la progresiva inmolación de
la autoridad en beneficio de la libertad, siendo el fin último de la educación formar hombres
libres y llenos de respeto y amor por la libertad de los demás. Así, el primer día de la vida
escolar, si los niños van a la escuela cuando son muy pequeños, cuando apenas están
empezando a balbucear algunas palabras, debe ser el de la máxima autoridad y de una
ausencia casi total de libertad. Pero el último día debe ser el de la máxima libertad y la
abolición absoluta de todo vestigio del principio animal o divino de la autoridad.
La verdadera escuela para el pueblo y para todos los hombres hechos es la vida.
La única gran autoridad omnipotente, a la vez natural y racional, la única que podemos
respetar, será la del espíritu colectivo y público de una sociedad fundada en el respeto
mutuo de todos sus miembros.
Dios y el Estado, DE, p. 37 ss.
"Para que los hombres sean morales, es decir, hombres completos en el pleno
sentido de la palabra, son necesarias tres cosas: un nacimiento higiénico, una enseñanza
racional e integral acompañada de una educación fundada en el respeto ai trabajo, a la
razón, a la igualdad y a la libertad, y un medio social donde cada individuo, disfrutando
de su plena libertad, fuera realmente, de derecho y de hecho, igual a todos los demás.
¿Existe ese medio? No. Por consiguiente hay que fundarlo. Si en el medio que existe
se llegara incluso a fundar escuelas que dieran a sus alumnos la enseñanza y la educación
tan perfectas como pudiéramos imaginar, ¿se llegarían a crear hombres justos, libres,
morales? No, pues al salir de la escuela se encuentran en medio de una sociedad que
está dirigida por principios muy contrarios, y, como la sociedad es siempre más fuerte
que los individuos, no tardaría en dominarlos, es decir, en desmoralizarlos. Y además la
fundación de tales escuelas es imposible en el medio social actual, pues la vida social
abarca todo, invade ias escuelas lo mismo que la vida de las familias y de todos los
individuos que forman parte de ella.
Los maestros, los profesores, los padres, son todos miembros de esta sociedad,
todos más o menos embrutecidos o desmoralizados por ella. ¿Cómo darían a los alumnos
lo que les falta a ellos mismos? Sólo con el ejemplo se predica bien la moral y, al ser la
moral socialista contraria a la moral actual, los maestros, necesariamente dominados por
esta última, harían delante de sus alumnos todo lo contrario de lo que les predicarían."
La educación integral, EAE, p. 56s.
"¿Cuál es, pues, esa curiosidad imperiosa que lleva al hombre a reconocer el mundo
que le rodea, a perseguir con una infatigable pasión los secretos de esa naturaleza de
que es él mismo, sobre la tierra, el último y más completo resultado? ¿Esa curiosidad es
un simple lujo, un agradable pasatiempo o bien una de las principales necesidades
Inherentes a su ser? No vacilamos en decir que de todas las necesidades que constituyen
su propia naturaleza, esa es la más humana, y no se hace realmente hombre, no se
distingue efectivamente de todos los animales de las otras especies más que por esa
inextinguible sed de saber. Para realizarse en la plenitud de su ser, hemos dicho, el
hombre debe reconocerse y no se reconocerá nunca realmente en tanto que no haya
reconocido realmente la naturaleza que le rodea y de la cual es producto. A menos, pues,
de renunciar a su humanidad, el hombre debe saber, debe penetrar con el pensamiento
todo el mundo visible, y sin esperanza de poder llegar nunca hasta el fondo, profundizar
siempre más la coordinación y las leyes, porque nuestra humanidad no existe más que
a ese precio. Le es preciso reconocer todas las regiones inferiores, anteriores y contem
poráneas a él todas las evoluciones mecánicas, físicas, orgánicas, químicas, geológicas,
en todos los grados de desenvolvimiento de la vida vegetal y animal, es decir, todas las
causas y condiciones de su propio nacimiento y de su existencia, a fin de que pueda
comprender su propia naturaleza y su misión sobre esta tierra su patria y su teatro único,
a fin de que este mundo de la ciega fatalidad pueda inaugurar el reino de ia libertad.
Tal es la tarea del hombre: es inagotable, es infinita y muy suficiente para satisfacer
los espíritus y los corazones más ambiciosos. Ser instantáneo e imperceptible en medio
del océano sin orillas de la transformación universal, con una eternidad ignorada tras sí
y una eternidad desconocida ante él, el hombre pensante, el hombre activo, el hombre
consciente de su humana misión permanece altivo y en calma en el sentimiento de su
libertad que conquista por sí, iluminando, ayudando, emancipando, revelando en caso
de necesidad el mundo a su alrededor. He aquí su consuelo, su recompensa y su único
paraíso."
Federalismo, socialismo y antiteologismo, OCIII, p.
121S.
7. Revolución
Las ideas formuladas en estas páginas sólo pueden realizarse de forma efectiva
gracias a un movimiento revolucionario. Una gran masa de agua tarda más de un día en
romper un dique; las aguas de la inundación crecen lenta, imperceptiblemente. Pero una
vez que se alcanza el máximo de presión, el colapso es súbito y el dique desaparece en
un abrir y cerrar de ojos. Entonces podemos distinguir dos actos sucesivos; el segundo
es consecuencia del primero. Así pues, en primer lugar, ocurre la lenta transformación de
las ideas, las necesidades, las motivaciones para la acción que germinan en el seno de
la sociedad; y después da comienzo, cuando esta transformación ha avanzado lo
suficiente como para pasar a la acción. Se da entonces un cambio de rumbo brusco y
decisivo -la Revolución- que es la culminación de un largo proceso de evolución, la súbita
manifestación de un cambio largamente preparado y, en consecuencia, inevitable.
Su labor es aún más merecedora de aplauso por cuanto ellos no verán los frutos
de sus sacrificios; pero pueden estar seguros de que su labor no se perderá. Nada en
este mundo se pierde jamás; las más diminutas gotas de agua forman los océanos.
En cuanto a mí, mi querido amigo, estoy demasiado viejo, demasiado enfermo y...
¿debo confesarlo?... demasiado desilusionado para participar en esta tarea. He decidido
retirarme definitivamente de la lucha y pasaré el resto de mis días en una intensa actividad
intelectual que, espero, será útil.
Una de las pasiones que ahora me absorben más es una curiosidad insaciable;
habiendo reconocido que ha triunfado el mal y que no lo he podido evitar, estoy decidido
a estudiar su evolución lo más objetivamente posible.
i Pobre humanidad! Es evidente que podrá salir de este inmenso remolino única
mente con una revolución social gigantesca. Pero ¿cómo puede llevarse a cabo semejante
revolución? Jamás la reacción internacional europea ha sido tan formidable contra
cualquier movimiento popular. La represión se ha convertido en una nueva ciencia
sistemáticamente enseñada en las escuelas militares de todos los países. Y, para romper
esta fortaleza fuerte e impenetrable, sólo contamos con las masas desorganizadas. Pero,
¿cómo organizarías cuando les importa tan poco su propio destino que resulta difícil
saber, o poner en efecto, ias únicas medidas que pueden salvarla? Aún queda la
propaganda; aunque sin duda de algún valor, puede tener muy poco efecto [en las
presentes circunstancias] y, si no hay otros medios de emancipación, la humanidad se
corromperá diez veces antes de poder salvarse."
Carta a Elísée Rectus, SD, p. 433s.
V.KROPOTKIN
."Mientras va elaborándose así una nueva filosofía, un nuevo enfoque del conoci
miento humano en su conjunto, podemos advertir también que se halla en proceso de
formación una concepción distinta de la sociedad, muy diferente de la que hoy prevalece.
Bajo el nombre de anarquismo, surge una nueva interpretación de la vida pasada y la
presente, que da al mismo tiempo una previsión del futuro, concebidas ambas con el
mismo espíritu que la mencionada interpretación de las ciencias exactas. El anarquismo
aparece, por tanto, como parte integrante de una filosofía nueva, y por eso los anarquistas
coinciden en tantos puntos con los .pensadores y poetas más notables de los últimos
tiempos.
No hay duda, por tanto, de que a medida que el pensamiento humano se libera de
ideas inculcadas por minorías de sacerdotes, militares y jueces, que pugnan todos por
asentar su dominio, y de científicos pagados para perpetuarlo, surge una concepción de
la sociedad en la que ya no hay sitio para esas minorías dominantes. Una sociedad que
ha de entrar en posesión del capital social acumulado por el trabajo de generaciones
precedentes, organizándose a sí misma para utilizar este capital en interés de todos y
constituyéndose por sí, sin reconstituir el poder de las minorías dominantes. Incluye en
su medio una variedad infinita de capacidades, temperamentos y energías individuales:
no excluye a nadie. Pide, incluso, lucha y enfrentamiento; porque sabemos que los
períodos de enfrentamiento (en tanto se decidieron libremente sin que el peso de la
autoridad constituida forzara la balanza) fueron los períodos en los que el genio humano
supo volar más alto y logró objetivos más sublimes. Reconociendo como un hecho los
derechos iguales de sus miembros a los tesoros acumulados en el pasado, no reconoce
ya división alguna entre explotadores y explotados, gobernantes y gobernados, domina
dores y dominados, y busca establecer una compatibilidad segura y armoniosa en su
seno: no sometiendo a todos sus miembros a una autoridad a la que fingidamente se
supone representante de la sociedad toda, ni intentando imponer la uniformidad, sino
impulsando a todos los hombres a desarrollar la libre iniciativa, la acción libre, la
asociación.
En cuanto al método que sigue el pensador anarquista, difiere por completo del
que siguieron los utópicos. El pensador anarquista no recurre a concepciones metafísicas
(como «derechos naturales», «deberes del Estado», y demás) para determinarlo que son
a su juicio las condiciones óptimas para lograr la máxima felicidad de los seres humanos.
Sigue, por el contrario, la vía trazada por la moderna filosofía de la evolución. Estudia la
sociedad humana como es hoy y fue en el pasado; y, sin atribuir a la humanidad en su
conjunto o a individuos aislados, cualidades superiores que no poseen, considera la
sociedad mero agregado de organismos que intentan hallar los mejores medias de
combinar las necesidades del individuo con la de cooperar en beneficio de la especie. La
estudia así e intenta descubrir sus tendencias, antiguas y presentes, sus crecientes
necesidades, intelectuales y económicas, con el solo objetivo de señalar qué dirección
sigue el movimiento evolutivo. Diferencia las necesidades y tendencias reales de las
asociaciones humanas de los accidentes (falta de conocimiento, migraciones, guerras,
conquistas) que han impedido que estas tendencias llegaran a afirmarse. Y concluye que
las dos tendencias más destacadas de toda nuestra historia, aunque inconscientes a
menudo, han sido: primero, la tendencia a integrar el trabajo para la producción de todas
las riquezas en común, de modo que al fin resulte imposible discriminar la parte de la
producción común debida a cada individuo independiente; y segundo, la tendencia hacia
la máxima libertad del individuo para perseguir cuantos objetivos sean beneficiosos para
él y para la sociedad en su conjunto. El ideal anarquista es pues un simple resumen de
io que considera la nueva fase de la evolución. No se trata ya de una cuestión de fe, sino
de un análisis científico."
El comunismo anarquista su base y sus principios.
FRi, p.46ss.
. "Se ha dicho a menudo que los anarquistas viven en un mundo de sueños futuros
y que no ven las cosas que suceden hoy. Las vemos demasiado bien, y con sus auténticos
colores, y por eso nos lanzamos hacha en mano al bosque de prejuicios que nos cerca.
(...) Por eso el anarquismo, cuando lucha por destruir la autoridad en todos sus
aspectos, cuando exige la abolición de leyes y la desaparición det mecanismo que sirve
para imponerlas, cuando rechaza toda organización jerárquica y propugna el acuerdo
libre, lucha también por mantener y ampliar el precioso núcleo de costumbres sociales
sin las cuales no puede existir ninguna sociedad humana o animal. Pero en vez de
propugnar que esas necesarias costumbres sociales se mantengan por ia autoridad de
unos pocos, exige la acción continua de todos para su mantenimiento.
Pero no sería justo calificar tal concepción de Utopía, porque tal vocablo Implica
hoy en nuestro idioma la idea de algo que no puede llevarse a la práctica. (...) Pero no
puede aplicarse a una concepción social como el anarquismo que se basa en un análisis
de tendencias de una evolución presente ya en la sociedad y en inducciones que parten
de ahí respecto al curso futuro; aquellas tendencias que fueron, como hemos visto,
durante miles de años, la vía principal de crecimiento de hábitos y costumbres sociales,
científicamente llamadas derecho consuetudinario, y que se afirman de modo cada vez
más patente en la sociedad moderna.
De hecho, cada nueva religión toma sus principios morales de la única reserva real
de moralidad: los hábitos morales que crecen con los hombres en cuanto se unen para
vtvir juntos en tribus, ciudades o naciones. No es posible sociedad animal alguna sin que
aparezcan ciertos hábitos morales y apoyo mutuo e incluso autosacrificio por el bienestar
común. Estos hábitos son condición, necesaria para el bien de la especia en su lucha por
la vida; la cooperación de los individuos es un factor mucho más importante en la lucha
por el mantenimiento de la especie que la tan cacareada filosofía de la lucha de los
individuos entre sí por los medios de vida. Los «más aptos» en el mundo orgánico son los
que se acostumbran a vivir en sociedad; y la vida social implica necesariamente hábitos
morales. En cuanto ai género humano, ha desarrollado durante su larga existencia en su
medio un núcleo de hábitos sociales, de hábitos morales, que no desaparecerá mientras
existan sociedades humanas. Y así pues, pese a la influencia en sentido contrario que
actúan hoy por nuestras relaciones económicas actuales, sigue existiendo el núcleo de
nuestros hábitos morales. La ley y la religión sólo los formulan y procuran imponerlos
sancionándolos."
El comunismo anarquista: su base y sus principios,
FRI, pp. 78s.
. "Hemos visto el tipo de moralidad que hoy incluso va tomando forma en las ideas
de las masas y de los pensadores. Esta moral no impondrá mandatos. Rechazará de una
vez por todas la idea de modelar a los individuos de acuerdo con una idea abstracta, lo
mismo que rechazará mutilarlos con la religión, la ley o el gobierno. Dejará al hombre
individual plena y perfecta libertad. Será sólo un simple registro de datos y hecho, una
ciencia. Y esta ciencia dirá al hombre; «Si no eres consciente de la fuerza que hay dentro
de ti, si tus energías sólo son las suficientes para mantener una vida incolora y gris, sin
impresiones fuertes, sin alegrías profundas, pero también sin profundos pesares, enton
ces, atente a los simples principios de una justa igualdad. En las relaciones de Igualdad
hallarás probablemente el máximo de felicidad posible para tus débiles impulsos.
«Pero si sientes en tu interior el vigor juvenil, si quieres vivir, si quieres gozar de una
vida plena, perfecta y desbordante, es decir, conocer el supremo gozo que pueda desear
un ser vivo, sé fuerte, sé grande, sé vigoroso en todo cuanto hagas.
«¡Lucha! Luchar es vivir y cuanto más encarnizada la lucha, más intensa la vida.
Entonces habrás vivido; y unas horas de esa vida valen años gastados vegetando.
«Lucha para que todo pueda vivir esa vida rica y desbordante. Y no dudes de que
en esta lucha hallarás un gozo superior al que pueda proporcionarte cualquier otra cosa.»
. "Sin embargo, si las sociedades no conocieran más que ese principio de igualdad,
si cada uno, ateniéndose at concepto de equidad mercantllista, se guardara en todo
momento de dar a los otros algo más de lo que ellos reciben, sería la muerte inevitable
de la sociedad.
Y esto se produce.
(...) El impulso moral del deber que todo hombre ha sentido en su vida y que se ha
intentado explicar por todos los misticismos, el deber no es otra cosa que una superabun
dancia de vida, que pide ejercitarse, darse; es al mismo tiempo ia conciencia de un poder.
Toda energía acumulada ejerce presión sobre ios obstáculos colocados ante ella.
Poder obras es deber obrar. Y toda esa obligación moral, de la cual se ha hablado y
escrito tanto, despojada de toda suerte de misticismo, se reduce a esta verdadera
concepción: La vida no puede mantenerse sino a condición de esparcirse.
«La planta no puede impedir su florecimiento. Algunas veces, florecer, para ella, es
morir. iNo importa, la savia sube siempre!; concluye el joven filósofo anarquista.
La importancia de esta distinción podrá ser apreciada fácilmente por todo aquél
que estudie la psicología de los animales, y más aún, la ética humana. El amor, ia simpatía
y el sacrificio de sí mismos, naturalmente, desempeñan un papel enorme en el desarrollo
progresivo de nuestros sentimientos morales. Pero la sociedad, en la humanidad, de
ningún modo se ha creado sobre al amor ni tampoco sobre la simpatía. Se ha creado
sobre la conciencia -aunque sea instintiva- de la solidaridad humana y de la dependencia
recíproca de los hombres. Se ha creado sobre el reconocimiento inconsciente o semi-
consciente de la fuerza que la práctica común de la ayuda mutua presta a cada hombre;
sobre la dependencia estrecha de la felicidad de cada individuo de la felicidad de todos,
y sobre los sentimientos de justicia o de equidad, que obligan al individuo a considerar
los derechos de cada uno de los otros como iguales a sus propios derechos."
El apoyo mutuo, p. 14s.
. "De tal modo, atribuir el progreso industrial del siglo XV a la guerra de todos contra
uno significa juzgar como aquél que sin saber las verdaderas causas de la lluvia la atribuye
a la ofrenda hecha por el hombre al ídolo de arcilla. Para el progreso industrial, lo mismo
que para cualquier otra conquista en el campo de la naturaleza, la ayuda mutua y las
relaciones estrechas sin duda fueron siempre más ventajosas que la lucha mutua.
Sin embargo, cada vez que se hacía una tentativa por volver a este venerado
principio antiguo, su idea fundamental se extendía. Desde el clan se prolongó a la tribu,
de la federación de tribus abarcó la nación y, por último -por lo menos en el ideal-, toda
la humanidad. Al mismo tiempo, tomaba gradualmente un carácter más elevado. En el
cristianismo primitivo, en las obras de algunos predicadores musulmanes, en los primiti
vos movimientos del período de la Reforma y, en especial, en los movimientos éticos y
filosóficos del siglo XVIII y de nuestra época se elimina más y más la idea de venganza o
de la "retribución merecida": ‘bien por bien y mal por mal". La elevada concepción: "No
vengarse de las ofensas" y el principlo:"Da al prójimo sin contar, da más de lo que piensas
recibir1. Estos principios se proclaman como verdaderos principios de moral, como
principios que ocupan más elevado lugar que la simple "equivalencia'1, la imparcialidad,
la fría Justicia, como principios que conducen más rápidamente y mejor a la felicidad.
Incitan al hombre, por esto, a tomar por guía, en sus actos no sólo el amor, que siempre
tiene carácter personal o, en el mejor de los casos, carácter tribal, sino la concepción de
su unidad con todo ser humano, por consiguiente, de una igualdad de derecho generai
y, además, en sus relaciones hacia los otros, a entregar a los hombres, sin calcular la
actividad de su razón y de su sentimiento y hallar en esto su felicidad superior.
En la práctica de la ayuda mutua, cuyas huellas podemos seguir hasta los más
antiguos rudimentos de la evolución, hallamos, de tal modo, el origen positivo e indudable
de nuestras concepciones morales, éticas, y podemos afirmar que el principal papel en
la evolución ética de la humanidad fue desempeñado porla ayuda mutua y no por la lucha
mutua. En la amplia difusión de los principios de ayuda mutua, aun en la época presente,
vemos también la mejor garantía de una evolución aún más elevada del género humano."
El apoyo mutuo, pp. 214s.
4. La ley y la justicia
. "El espíritu de rutina que nace de la superstición, la indolencia y la cobardía, ha
sido en todas las épocas el principal apoyo de la opresión. En las sociedades humanas
primitivas fue aprovechado por sacerdotes y jefes militares. Estos perpetuaron costum
bres útiles sólo para ellos y lograron imponerlas a toda la tribu. Mientras este espíritu
conservador pudo explotarse para afirmar al jefe en su usurpación de la libertad del
Individuo, mientras las únicas desigualdades entre los hombres fueron obra de la
naturaleza y no se incrementaron masivamente por la concentración de poder y riqueza,
no hubo necesidad de leyes ni del formidable aparato de los tribunales de justicia y de
las penas siempre crecientes para hacerlas cumplir.
Pero a medida que la sociedad fue dividiéndose en dos clases hostiles, persiguien
do, una, asentar su dominación sobre la otra y la otra eludirla, comenzó el conflicto. Tuvo
entonces el conquistador que apresurarse a asegurar los resultados de sus acciones de
forma permanente, intentó ponerlos por encima de toda discusión, hacerlos sagrados y
venerables por todos los medios a su alcance. Apareció la ley bajo Ea sanción de)
sacerdote, y la maza del guerrero se puso a su servicio. Su oficio fue hacer inmutables
las costumbres ventajosas para la minoría dominante. La autoridad militar se encargó de
asegurarla obediencia. Esta nueva función fue una garantía más del poder del guerrero;
ahora no sólo tenía simple fuerza bruta a su sen/icio; era el defensor de la ley.
Sin embargo, si ia ley no representase más que una colección de normas útiles a
los dominadores habría resultado difícil asegurar su aceptación y obediencia. Así, los
legisladores mezclaron en un código las dos corrientes de costumbres de las que hemos
hablado, ias máximas que representan principiosde moral y de unión social nacidas como
resultado de la vida en común, y los mandatos destinados a asegurar existencia externa
a la desigualdad. Las costumbres absolutamente esenciales para la existencia de la
sociedad, se entremezclan hábilmente en el código con usos impuestos por la casta
dominante, exigiendo ambas el mismo respeto de la mayoría. (...)
Esta era la ley; y ha mantenido su carácter doble hasta el presente. Nació de desear
la dase dominante dar permanencia a costumbres impuestas por ella en beneficio propio.
Su carácter es la hábil combinación de costumbres útiles a la sociedad, costumbres que
no necesitan iey alguna para asegurar su respeto, con otras costumbres sólo útiles a los
dominadores y perjudiciales a la masa del pueblo, mantenidas tan sólo por el miedo al
castigo.
Como el capital Individual, que nació del fraude y la violencia y se desarrolló bajo
los auspicios de la autoridad, ia ley no tiene derecho alguno a que los hombres la respeten.
Nació de la violencia y la superstición y se estableció en interés del mero consumidor, el
sacerdote y el explotador, y debe ser destruida del todo para que el pueblo rompa sus
cadenas."
Ley y autoridad, FRII, p. 34s.
. "Constantemente se nos habla de los beneficios que proporcionan Jas leyes, y del
efecto benéfico de las penas, pero ¿han intentado alguna vez ios que esto dicen colocar
en un platillo de la balanza los beneficios atribuidos a leyes y penas y en el otro el efecto
degradante de tales penas sobre la especie humana? ¡Basta que calculemos todas las
malas pasiones despertadas en el género humano por los atroces castigos que antes se
aplicaban en nuestras calles! El hombre es el animal más cruel que hay sobre la tierra.
¿Y quién ha saciado y desarrollado los crueles instintos desconocidos incluso entre los
monos, sino el rey, el juez y los sacerdotes, armados con la ley, por la que se arrancaba
la piel a tiras, se echaba agua hirviendo en las heridas, se descoyuntaban los miembros,
se aplastaban los huesos y se serraba a los hombres por medio para mantener su
autoridad? Calculad el torrente de depravación desatado en la sociedad humana por la
«delación», apoyada por los jueces y pagada en metálico por los gobiernos, con el pretexto
de ayudar al descubrimiento del «delito». Entrad en fas cárceles y estudiad en qué se
convierte un hombre cuando le privan de la libertad y le encierran con otros seres
depravados, hundidos en el vicio y la corrupción que chorrea de los mundos mismos de
nuestras prisiones actuales. Recordad que cuanto más se reforman estas prisiones, más
detestables se hacen. Nuestras modernas cárceles modelo son cien veces más abomina
bles que las mazmorras medievales. Considerad, por último, cuánta corrupción, cuánta
depravación mental impone a los hombres ia idea de obediencia, esencia misma de la
ley; la idea del castigo; de que la autoridad tenga derecho a castigar, a juzgar sin tener
en cuenta nuestra conciencia ni la consideración de nuestros amigos; de la necesidad de
verdugos, carceleros e informadores: en una palabra, de todos los atributos de la ley y la
autoridad. Si consideráis todo esto, coincidiréis sin duda con nosotros en que una ley
que aplica penas es una abominación que ha de dejar de existir.
Los máximos apoyos del delito son la ociosidad, la ley y la autoridad; leyes sobre
la propiedad, leyes sobre el gobierno, leyes sobre penas y delitos; y autoridad que se
encarga de fabricar tales leyes y aplicarlas.
¡Abajo las leyes! ¡Abajo los jueces! Lalibertad, la igualdad y la comprensión humana
práctica son las únicas barreras efectivas que pueden oponerse a los instintos antisociales
de algunos de nosotros."
. "Hasta hoy las instituciones penales, tan caras a los abogados, han sido un
compromiso entre la idea bíblica de venganza, ia creencia medieval en el demonio, la
idea del poder del terror de los abogados modernos y la de la prevención del crimen por
medio del castigo.
No deben construirse manicomios para substituir a las cárceles. Nada más lejos
de mi pensamiento que idea tan execrable. El manicomio es siempre cárcel. Lejos también
de mi pensamiento esa idea, que los filántropos airean de cuando en cuando, de que
debe ponerse la cárcel en manos de médicos y maestros. Lo que los presos no han hallado
hoy en la sociedad es una mano auxiliadora, sencilla y amistosa, que les ayude desde la
niñez a desarrollar las facultades superiores de su inteligencia y su espíritu; facultades
éstas cuyo desarrollo natural han obstaculizado o un defecto orgánico o las malas
condiciones sociales a que somete la propia sociedad a millones de seres humanos. Pero
si carecen de la posibilidad de elegir sus acciones, los individuos privados de su libertad
no pueden ejercitar estas facultades superiores de la inteligencia y el corazón. La cárcel
de los médicos, sería mucho peor que nuestras cárceles presentes. Sólo dos correctivos
pueden aplicarse a esas enfermedades del organismo humano que conducen al llamado
delito; fraternidad humana y libertad. {...)La cárcel no impide que se produzcan actos
antisociales. Multiplica su número. No mejora a los que pasan tras sus muros. Por mucho
que se reformen, las cárceles seguirán siendo siempre lugares de represión, medios
artificiales, como los monasterios, que harán al preso cada vez menos apto para vivir en
comunidad. No logran sus fines. Degradan la sociedad. Deben desaparecer. Son super
vivencia de barbarie mezclada con filantropía jesuítica.
El primer deber del revolucionario será abolir las cárceles: esos monumentos de la
hipocresía humana y de la cobardía. No hay porqué temer actos antisociales en un mundo
de iguales, entre gente libre, con una educación sana y el hábito de ayuda mutua. La
mayoría de estos actos ya no tendrían razón de ser. Los restantes serían sofocados en
su origen.
5. La revolución
. «Todo lo que afirmáis es muy correcto», dicen a menudo quienes discuten nuestras
posiciones. «Vuestro ideal de comunismo anarquista es excelente y su realización
produciría en efecto el bienestar y la paz en la tierra; ¡pero qué pocos lo desean, qué
pocos lo comprenden y qué pocos tienen la abnegación necesaria para trabajar por su
advenimiento! Sólo sois una pequeña minoría, unos débiles grupos diseminados aquí y
allá, perdidos en medio de una masa indiferente; y el enemigo con el que os enfrentáis
es terrible, bien organizado, posee armas, capitales e instrucción. La lucha que habéis
emprendido está por encima de vuestras fuerzas.»(...)
Poco importa que, en cuanto a la cantidad, seamos minoría: iia cuestión no es esa!
iLo importante es saber si las ideas del comunismo anarquista se adecúan a la evolución
que en este momento se está produciendo en el espíritu humano, sobre todo en los
pueblos de raza latina! Pero acerca de esto no puede haber duda alguna. La evolución
no se produce en ei sentido del autoritarismo; se produce en el sentido de la más completa
libertad del individuo, del grupo productor y consumidor, de la comuna, del agrupamien-
to, de la federación libre. La evolución no se produce en el sentido del individualismo
propietario, sino en el sentido de la producción y el consumo en común. (...)
Sin embargo, los hombres hablan a menudo de etapas por las que hay que pasar,
y proponen que luchemos por conquistar lo que consideran la posición más próxima y
sólo luego seguir el avance hacia lo que reconocen como ideal más alto.
Pero creo que razonando así interpretamos mal el verdadero carácter del progreso
humano y acudimos a una comparación militar inadecuada. La humanidad no es una
bola que rueda, ni siquiera una columna en marcha. Es un todo que evoluciona
simultáneamente en la multitud de millones que la componen. Y si deseamos una
comparación debemos elegirla preferentemente en las leyes de la evolución orgánica y
no en las de un cuerpo orgánico en movimiento.
Así pues, los que trabajan para desarticular esas tácticas anticuadas, los que saben
estimular el espíritu de iniciativa de individuos y grupos, los capaces de crear un
movimiento en sus relaciones mutuas y una vida basada en los principios del libre
entendimiento, los que entienden que la variedad, el conflicto incluso, es vida, y la
uniformidad, muerte, trabajarán todos no para los siglos futuros sino, ardorosamente,
para una revolución inmediata, en nuestra propia época."
Anarquismo: su filosofía y su ideal. FR|, pp. 158ss.
. Siempre germinarán nuevas formas de vida durante una revolución sobre las
ruinas de las formas viejas, pero no habrá nunca gobierno capaz de darles expresión
mientras esas formas no hayan adquirido un perfil definido durante el propio trabajo de
reconstrucción, que debe desarrollarse en miles de puntos al mismo tiempo. Es imposible
legislar para el futuro. Lo único que podemos hacer es vislumbrar vagamente sus
tendencias esenciales y despejarle el camino.
Por último, nuestros estudios de las etapas preparatorias de todas las revoluciones
nos llevan a ta conclusión de que ni una sola de ellas nació en los parlamentos ni en ningún
otro cuerpo representativo. Todo empezó en el pueblo. Y ninguna revolución ha apare
cido con armadura completa, ninguna revolución nació como Minerva de la cabeza de
Júpiter, con todas sus armas, en un'día. Todas tuvieron sus períodos de incubación,
durante los cuales las masas fueron muy lentamente empapándose del espíritu revolucio
nario, se hicieron más audaces, empezaron a albergar esperanzas y, paso a paso, salieron
de su primitiva Indiferencia y de su resignación. Y el despertar del espíritu revolucionario
siempre se produjo de tal modo que, al principio, personas aisladas, profundamente
conmovidas por ia situación existente, protestaron contra ella de forma independiente.."
Ciencia moderna y anarquismo, FRI, pp. 213s.
. "Reconocer y proclamar de viva voz que cada uno, cualquiera haya sido su
etiqueta en el pasado, cualesquiera sean su fuerza o su debilidad, sus aptitudes o su
incapacidad, posee ante todo el derecho a vivir, y que la sociedad tiene el deber de dividir
entre todos sin excepción los medios de existencia de que dispone. iReconocerlo,
proclamarlo y actuar en consecuencia!
Obrar de manera tal que, desde el primer día de la revolución, el trabajador sepa
que una nueva era se abre ante él: que a partir de ese momento nadie estará obligado a
acostarse bajo los puentes, junto a los palacios; a estar en ayunas mientras haya
alimentos; a tiritar de frío junto a las tiendas de abrigos de piel. Que todo pertenezca a
todos, tanto en la realidad como en los principios; que por fin en la historia se produzca
una revolución que piense en las necesidades del pueblo antes de enseñarle cuáles son
sus deberes.
Tomar posesión, en nombre del pueblo sublevado, de los depósitos de trigo, de las
tiendas atiborradas de vestimentas, de tas casas habitables. No despilfarrar nada,
organizarse de inmediato para llenar todos los vacíos, atender todas las necesidades,
satisfacer todas las necesidades, producir, ya no para dar beneficios a nadie, sino para
que la sociedad viva y se desarrolle."
La conquistan'el pan., MZ, p. 80
6. Comunismo libertario
. "Durante miles y miles de años la producción del alimento era una carga, casi un
castigo para la humanidad. Pero ya eso no es necesario. Si os hacéis vosotros mismos
el suelo y en parte la temperatura y la humedad que cada cosecha requiere, veréis que
la producción del alimento anual de una familia, en condiciones racionales de cultivo,
necesita tan poco trabajo, que casi puede hacerse como un mero cambio de ejercicio. Si
os ocupáis en labrar con ayuda de vuestros vecinos, en vez de levantar altas tapias para
ocultaros a su vista, si utilizáis lo que ya nos ha enseñado la experiencia y llamáis en
vuestra ayuda a los inventos de la ciencia y el arte, que jamás dejan de responder al
llamamiento (mirad, si no, lo que se ha hecho en el ramo de guerra), os quedaréis
sorprendidos ante la facilidad con que podréis extraer del suelo un alimento rico y variado.
Admiraréis la cantidad de conocimientos útiles que los hijos adquirirán al lado de sus
padres, el rápido crecimiento de su inteligencia y la facilidad con que se harán cargo de
las leyes de la Naturaleza animada e inanimada.
Tened las fábricas y los talleres cerca de las huertas y tierras de labor, y trabajad
en unas y otras alternativamente. No refiero a esos vastos establecimientos donde se
funden los metales en grande escala y deben situarse en lugares determinados, sino a la
innumerable variedad de talleres y fábricas que son necesarios para satisfacer la infinita
variedad de talleres y fábricas que son necesarios para satisfacer la infinita variedad de
gustos de los pueblos civilizados. No a esas fábricas en las que los niños pierden hasta
su apariencia de seres humanos en la atmósfera de un infierno industrial, sino a aquellas
ventiladas, higiénicas y, por consecuencia, económicas, en las cuales la vida humana se
tiene en más valor que las máquinas o el deseo de aumentar las utilidades, y cuyos
modelos, aunque limitados, se van encontrando en varias partes: fábricas y talleres hacia
tos que los hombres, ias mujeres y los niños no se verán arrastrados por el hambre, sino
atraídos por el deseo de encontrar una ocupación en armonía con sus inclinaciones, y
en donde, ayudados por el motor y la máquina, elegirán el ramo de actividad que más
les satisfaga.
. Que esas fábricas y talleres se construyan, no para hacer negocios vendiendo cosas
inútiles y nocivas a los esclavizados africanos, sino para satisfacer las necesidades
desatendidas de millones de europeos, y entonces os maravillará el ver con qué facilidad
y en qué poco tiempo pueden cubrirse nuestras exigencias de vestidos y de miles de
artículos de lujo, desde el momento en que la producción se encamine a satisfacer
verdaderas necesidades y no a engordar a los accionistas con crecidos dividendos, o a
derramar el oro en el bolsillo de los directores o iniciadores en grande."
Campos, fábricas y talleres, p. 148
. "Los anarquistas no pueden admitir, como los colectivistas, el que una remunera
ción proporcional a las horas de trabajo dedicadas por cada individuo a la producción
de bienes pueda ser el ideal social, ni tan siquiera una aproximación a ese ideal. Sin entrar
aquí a discutir en qué medida el valor de cambio de cada mercancía puede hoy medirse
realmente por el volumen de trabajo necesario para su producción (habrá que dedicar al
tema un estudio independiente), digamos que el ideal colectivista nos parece simplemente
irrealizable en una sociedad que se ha visto empujada a considerar los medios básicos
de producción como propiedad común. Tal sociedad tendría que abandonar por com
pleto el sistema salarial. Creemos imposible que ei individualismo mitigado de la escuela
colectivista pudiera coexistir con el comunismo parcial implícito en la tenencia en común
de tierras y máquinas; a menos que lo impusiese un gobierno poderoso, mucho más
poderoso que todos los que existen en la época actual. Este sistema salarial de hoy
procede de la apropiación de los medios de producción por unos pocos; fue la condición
necesaria para el crecimiento de la producción capitalista actual; y no puede sobreviviría,
aunque se intentase pagar al trabajador el valor completo de su producto, y se substitu
yese el dinero por bonos-horas-de-trabajo. La posesión en común de los medios de
producción implica disfrute común de los frutos de esa producción comunitaria; y sólo
consideramos posible una organización equitativa de la sociedad abandonando todo
sistema salarial, y cuando todos, contribuyendo al bienestar común en la medida plena
de su capacidad, disfruten también de la reserva común de la sociedad para la satisfacción
más amplia posible de sus necesidades.
«Que cada uno coja del montón lo que necesita; podemos estar seguros de que en
los graneros de nuestras ciudades habrá suficiente alimento como para alimentar a todo
el mundo hasta el día en que la producción libre emprenda su nuevo camino. En las
tiendas de nuestras ciudades hay suficiente vestimenta como para vestir a todo el mundo,
amontonadas sin vender, en medio de la miseria general. También hay suficientes objetos
de lujo como para que todo el mundo escoja según su propio gusto.»
1. Libertad y autoridad
"Así pues, afirmada la igualdad entre los hombres y la autonomía de la razón
individual, cada uno de vosotros ha de ser necesariamente su dios, su rey; su todo
La tendencia social ha sido siempre la misma, mermar la autoridad, discutiría, limitarla y,
en conclusión, suprimirla. Todo io que se limita, se niega, ha dicho no sé quién, y la
autoridad viene negada desde que el primer hombre se rebeló contra ella, arrancándole
en sus esfuerzos sucesivos, hoy un atributo, mañana un elemento, al día siguiente una
función. Luzbel, el sublime rebelde, llega a encarnarse en todos los hombres y a triunfar.
"Pero la libertad no puede existir realmente en toda plenitud sin otro principio que
le es correlativo: la igualdad. Y digo que no puede existir sin ésta porque organizándose
los hombres para realizar todos sus fines humanos, la libertad pierde su carácter primitivo,
no en cuanto se refiere al absolutismo de su esencia, sino en aquello que se relaciona con
el ejercicio de la misma, puesto que en su origen se manifiesta insolidaria, antisocial y
antihumana, como sucede en los pueblos salvajes, y en su desenvolvimiento progresivo
se torna solidaria, eminentemente social y humana, como acontece aunque lentamente
en todos los pueblos a donde la civilización ha llegado, cosas todas que suponen un
principio de justicia que juntamente con el de la libertad constituye ei fundamento de todo
organismo.
La íntima relación que entre la libertad y la igualdad existe, me obliga a tratar ambas
a un mismo tiempo.
“Podría atribuirse a impurezas déla realidad lo que es la insania del principio mismo
y afirmar, no obstante todas las experiencias en contrario, la posibilidad de regirse por
las decisiones de las mayorías. V en este supuesto nos toca demostrar, aun a trueque de
hacer monótono este trabajo, la falsedad de ia pretendida ley en todos los aspectos.
Afírmase por los mantenedores de esta pretendida ley que las mayorías, o más bien
las pretendidas mayorías, gozan de ilimitaión en sus derechos, y la práctica prueba
ciertamente su aserto.
Sin embargo, las leyes casi nunca se cumplen; la mayoría de los hombres las
esquivan; los más enérgicos las repudian. ¿En qué consiste esto? En la imposibilidad de
comprender en una o en varias leyes la inmensa variedad de los intereses, de las
costumbres y de las condiciones. Cada individuo, cada colectividad, tiende a diferenciarse
produciéndose de distinto modo; mientras que fa ley trata de uniformarlos y obligarles a
obrar y conducirse de una misma manera. Los intereses comunes no pueden ser
reglamentados uniformemente, porque la comunidad no es nunca tan estrecha que no
suponga fraccionamiento y serie, divergencia y oposición. Para que la identidad de los
intereses se verifique, es necesario que, viniendo de abajo, se establezcan relaciones de
solidaridad voluntaria y espontáneamente de individuo a individuo, de grupo a grupo, de
forma que alcancen a comprender en una resultante más o menos definida todos los
miembros sociales. Entonces, en esta organización seriada de ias partes, cada una de
éstas habrá conservado su sello especial y su personalidad, esto es, toda su libertad. La
rebelión, falta de verdaderos motivos determinantes, dejará de producirse, tanto más
cuanto que aquella organización no sería por su naturaleza misma inmutable, sino el
producto consciente de la voluntad de sus componentes en cada momento de tiempo y
en cada lugar manifestada. Pero este procedimiento es precisamente el opuesto a la regla
de las mayorías, como que se genera en la personalidad iibre y en ella tiene su asiento,
y por tanto constituye la negación rotunda del derecho de legislar atribuido a aquellas."
La ley del número, p. 39ss.
Es así como el Anarquismo será superado. Y cuando hablo del Anarquismo y digo
que bulle en muchos cerebros algo incomprensible para el mundo que muere, y que se
presiente más allá de la Anarquía un sol, que nace porque en la sucesión del tiempo no
hay ocaso sin orto, es del Anarquismo doctrinario, que forma escuela, que levanta capillas,
que edifica altares. Sí; más allá de este momento necesario de la bancarrota de las
creencias, está la amplia síntesis anarquista que recoge de todos los particularismos
afirmados, de todas ias tesis filosóficas, de todos los avances formidables de la común
labor Intelectual, las verdades establecidas bien comprobadas, por cuya demostración
toda lucha es ya imposible. Esta síntesis amplísima, expresión acabada del Anarquismo
que abre sus puertas a todo lo que llega del mañana y a todo lo que queda firme y fuerte
del ayer y se reafirma en el embate del hoy que escudriña lo desconocido, esta síntesis
es la negación terminante de toda creencia.
No es menester gritar: ¡Abajo las creencias! Ellas perecen a sus propias manos. La
creencia es un obstáculo al conocimiento, como la fe. Y en el rebullir inquieto de cuantos
nos decimos anarquistas, las creencias fracasan. No lo ocultemos. Que cada uno arroje
de sí la vieja dogmática de sus opiniones, los amores de su predilección filosófica y,
lanzando el espíritu por los anchos senderos de la investigación sin trabas, llegue a la
concepción del Anarquismo consciente, viril, generoso, que no riñe sino con los conven
cionalismos y con los errores y tiene tolerancia para todas las ideas, pero que no acepta,
ni aun a título provisorio, sino aquello que esté bien comprobado.
Ya no se dirá a nombre del Anarquismo: ¡No más allá! La justicia absoluta, revivida
en el dogma que muere, no será sino la meta indeterminada que cambia según se
desenvuelve la mentalidad humana. Y no caeremos de nuevo en el extraño y singular error
de fijar un límite, por lejano que sea, al progreso de las ideas y de las formas de convivencia
social.
"Es menester aniquilar el prurito teorizante, dar garrote vil a todos los exclusivismos:
a! dogma, al espíritu sectario. ¿Autoliberación se ha dicho? Pues es preciso liberarse de
los principios de escuela, de los errores de método, de los vicios de estudio. Todo es
verdad fuera de cualquier particularismo doctrinal. (...) Llevemos tan allá como quepa en
los espacios de nuestra mentalidad la supremacía del hombre, su propio yo como eje de
toda la existencia; que habituados a la vida servil, somos incapaces de comprender que
todo se deriva de nosotros mismos y que el más hermoso ideal de todos los ideales es
aquel que formulamos al afirmar que la labor de los siglos y de las generaciones no es
para los hombres más que una: ia de superarse a sí mismos. Vayamos tras el hombre
nuevo, trepemos animosos por los abruptos riscos; que la fe, sin embargo, no nos ciegue
hasta el punto de olvidar que no hay un término para el desenvolvimiento humano; que
el ideal se aleja tanto más cuanto más a él nos aproximamos; que la cima, en fin, es
Inaccesible, Pero abramos de par en par las puertas de nuestro entendimiento, reuniendo
en una amplia síntesis el contenido de la aspiración suprema, de la cual no son más que
elementos componentes todas esas parciales doctrinas que parecen dividir a las falanges
que preconizan una sociedad libre. El desarrollo integral de la personalidad, el anarquis
mo sin prejuicios, sin particularismos, tal es la expresión genérica, universal, positiva, de
tantas y tantas al parecer divergentes tesis de nuestros jóvenes, de nuestros precursores
y de nuestros propagandistas."
Ideario, p. 68
4. El colectivism o
"Figuraos una sociedad nueva. Los llamados poderes públicos han sido abolidos
y el principio de autoridad se ha esfumado. El mandato y al obediencia no existen: todo
es voluntario, acatamiento, mutuo apoyo, recíproco respeto. La autoridad es materia de
cambio, cada cual acepta como le parece conveniente, del mismo modo que aceptamos
hoy día los preceptos de higiene, la opinión de los especialistas, etc. Todos los hombres
son libres, libremente se trabaja, libremente se cambia, libremente se contrata. La
propiedad privada de la tierra, de las fábricas, de las minas, ha sido sustituida por la
posesión en común. Cada cual, individuo o grupo, usa libremente de cuanto necesita
para producir, cambiar y consumir. El arte y la ciencia son del dominio general. Todo se
ha socializado.
“El colectivismo está completamente de acuerdo con la ciencia. La tierra libre para
el agricultor libre; la fábrica libre para el Industrial libre; el elemento de trabajo libre siempre
para el productor libre. Sea la libertad el instrumento universal que resuelva todos los
problemas de la vida, así en el individuo como en la sociedad. Sea la asociación o el
contrato federativo, por otro nombre, quien resuelva todos los conflictos de la libertad.
Sea, en último término, la solidaridad quien nos defienda contra todas las alteraciones de
las leyes naturales.
"No se trata de que la masa popular resuelva de plano los asuntos comunes
mediante deliberaciones y acuerdos que implicarían una especie de gobierno directo. No
se trata tampoco de asambleas, reunidas como quiera, que impongan a todo ei mundo
sus decisiones. Trátase, al contrario, de que procediendo de tos simple a lo compuesto,
de lo definido a lo indefinido, de lo homogéneo a lo heterogéneo, ios hombres se
inteligencien por el común acuerdo libre para todos los fines de la vida colectiva. Contratos
y series de contratos es todo lo que sustituiría a las deliberaciones de las asambleas
actuales, de los congresos y de los gobiernos. Interpretar el anarquismo en el sentido de
una serie de asambleas populares que discuten todos los asuntos y toman acuerdos que
se convierten en mandatos, es un error carísimo sin otra explicación posible que el
desconocimiento del asunto.
Rotas todas las trabas, todos los diques que en la antigüedad viciaban el medio
social de desarrollo biológico y torcían ia evolución del progreso humano, esclavizando
al hombre y fomentando el antagonismo y la guerra de los Intereses, restituida la
naturaleza humana a su estado de libre manifestación y de desenvolvimiento, surge
brillante y poderosa la armonía y la fraternidad de los hombres y los intereses, y se realiza
sin violencia el perfeccionamiento evolutivo de la sociedad y del individuo por la doble
compensación de la lucha por la existencia y la cooperación para la lucha. Por la primera
el estímulo necesario a la multiplicación de los productos entra en noble lid y le da a la
sociedad medios abundantes para satisfacer ampliamente sus necesidades morales,
intelectuales y materiales. Por la segunda, se asocian las fuerzas y se conserva la energía
y se encamina al bien común, evitando la perversión de la lucha y haciendo converger
los opuestos estímulos a un mismo fin, el de mayor bienestar posible mediante el menor
esfuerzo necesario. ¡Fruto magnífico de la libertad y de la asociación, verdaderas
manifestaciones de las fuerzas centrífuga y centrípeta del organismo social!"
La Nueva Utopía, FML, p. 252s.
5. Evolución y revolución
Por ello, la necesidad y la fatalidad del progreso humano no son cosa de cada
momento, sino materia de tendencia, de fin, de idealidad que realizar. Y así es como la
evolución, si bien tiene realidad unitaria en tiem po y espacio indetermlndos, varía en cada
instante y en cada lugar determinados.
Por atavismo, por educación, somos propensos a la violencia. Por error o por
cortedad de vista atribuimos a la violencia las más excelsas virtudes revolucionarias.
Acabamos de sustituirlos medios al fin. Y naturalmente, la fuerza acaba en ídolo, olvidados
de que por la violencia se han afirmado y constituido todos los poderes y todas las tiranías.
La evolución social tiene por órgano a los hombres; ellos constituyen el medio en
que aquélla se desenvuelve, y así como los fenómenos naturales dependen de las fuerzas
en que liunen su origen, así las revoluciones humanas dependen de los seres vivientes
por cuya mediación se realizan. Si se centuplica una fuerza cualquiera, claro es que al
obrar aquélla centuplicará o su poder o su rapidez. Pues si los hombres que trabajan por
el progreso centuplican sus nobles esfuerzos y su actividad, es asimismo evidente que el
resultado será o cien veces mayor o cien veces más próximo.
Es, pues, la revolución un momento fatal de la evolución, un momento que se
produce a pesar de todos los antagonismos y oposiciones, pero tanto más próximo cuanto
más pronto se destruyan aquellos antagonismos y oposiciones. (...)
La evolución es lenta o es rápida según las circunstancias, los lugares y los tiempos;
la evolución vence todas las resistencias, y porque las vence produce las revoluciones,
esas revoluciones de las ideas que entrañan algo esencial y no esas otras pretendidas
revoluciones que sólo conducen a una mayor agravación del cesarlsmo omnipotente de
los gobiernos. La evolución y la revolución son, en fin, una misma cosa y quien de
evolucionista se precie ha de ser necesariamente.
Soy, pues, revolucionario porque soy evolucionista; quiero la evolución con todas
sus consecuencias; quiero la revolución que modifique sustancial mente las condiciones
en que al presente vivimos, la revolución que nos dé la libertad, toda la libertad, y la
igualdad completa de condiciones económicas; quiero la revolución que, dando de mano
a todas las formas del poder y de la desigualdad social, permita organizar a los pueblos
sobre la base de la solidaridad humana, quiero, en resumen, la revolución que nos
emancipe política, social y económicamente y entiendo, queridos amigos, que esta
grandiosa revolución de un porvenir próximo, debemos quererla todos."
Evolución y revolución, FML, p. 72ss.
"Y esfuerza que aceptemos las cosas como son, y que, aceptándolas, no flaquee
muestro espíritu. En el momento crítico en que todo se desmorona en nosotros y alrededor
de nosotros; cuando nos penetramos de que no somos ni mejores ni peores que los
demás; cuando nos convencemos de que el porvenir no se encierra en ninguna de las
fórmulas que aún nos son caras, de que la especie no se conformará jamás a ios moldes
de una comunidad determinada, llámese A o llámese 6; cuando nos cercioremos, en fin,
de que no hemos hecho más que forjar nuevas cadenas, doradas con nombres queridos,
en este momento decisivo es menester que rompamos todos los cachivaches de la
creencia, que cortemos todos los ataderos y resurjamos a la independencia personal más
firme que nunca.
¿Dejaremos que nos aplaste la pesadumbre de todo lo atávico que resurge, con
nombres sonoros, en nosotros y alrededor de nosotros?
Erguirse firme, más firme que nunca, poniendo la mira más allá, siempre más allá
de una concepción cualquiera, revelará ai verdadero luchador, al revolucionario de ayer,
de hoy y de mañana. Sin arrestos de héroe, es menester pasar impávido a través de las
llamas que consumen la mole de los tiempos, arriesgarse entre las maderas que crujen,
los techos que se hunden, los altos muros que se desploman. Y detrás no quedarán sino
cenizas, informes escombros que habrán aplastado la mala hierba. Para los que vengan
después no restará más que una obra sencilla; liberar el suelo de obstáculos sin vida."
La bancarrota de las creencias, FML, p. 104s.
V II.D IE G O A B A D DE S A N T IL L A N
"La anarquía, gobierno del hombre por sí mismo, es decir, negación del gobierno
de unos hombres por otros, es un Ideal de liberación, el más universal y el más lógico de
la especie humana. Desde que el bípedo implume comenzó a pensar y comprender, el
anhelo de libertad fue uno de los resortes de acción, de luchas y de progreso. No
habríamos salido aún de las cavernas sin ese impulso fundamental mente fisiológico. Cada
época, cada ambiente, cada conglomerado, le dio un nombre, un contenido, más o menos
concreto, objetivos determinados, no por ilusorios y precarios a veces menos íntimamente
sentidos.
La anarquía es el nuevo nombre del viejo ideal humano del progreso. No trae de
nuevo, de esencialmente nuevo, otra cosa que la clarificación de conceptos, la concreción
de razones, el examen más profundo de las causas de la miseria y de la esclavitud de los
pueblos. Pero ese resultado es hijo de la época, de las adquisiciones y conquistas previas,
de la mayor cultura, del grado de enriquecimiento mental a que ha llegado la humanidad
en las últimas centurias."
Ideal y táctica, AR, p. 247s.
El anarquismo es una denominación nueva, tan sólo desde mediados del s. XIX,
de una actitud moral y de una concepción humanista básica; defiende la dignidad y la
libertad del hombre en cualesquiera que sean las circunstancias; puede manifestarse sin
cubrirse o definirse con esa palabra que dio origen a tantas discusiones, hostilidades y
martirios. Y en el fondo interesaría poco que la voz desapareciese, porque con elia no
desaparecería su esencia, su anhelo, su mensaje."
Estrategia y táctica, p. 143s.
"Nuestra razón de ser como individuos y como movimiento está en nuestra posición
ante el principio de autoridad, en nuestra afirmación perenne del respeto a la libertad de
todos y cada uno. (...)
Creemos que una buena parte de las gentes no está con nosotros por ignorancia;
pero ta mayoría no lo está por ta educación recibida, porque no comprende nuestras
aspiraciones, porque no tiene la misma sensibilidad que nosotros, el mismo desarrollo
del sentido de la libertad, de la independencia, la misma comprensión de la justicia.
La otra ruta es menos espectacular: quiere hacer del hombre, de sus necesidades
y de sus aspiraciones, la medida de todas las cosas; quiere el ensayo y la experimentación
en el campo económico y social; quiere la libertad hasta para equivocarse, para errar;
quiere una forma de vida no capitalista fundada en asociaciones libres de productores y
de consumidores libres; rechaza todo absolutismo porque sostiene que no hay verdades
absolutas, indiscutibles, y por consiguiente, no hay hombres, partidos o clases que estén
ungidos con el óleo santo de la infalibilidad; quiere un revolución en la moral, en las
costumbres, en las instituciones y quiere iniciar esa revolución desde hoy mismo, como
hoy mismo se siembra la semilla de ia que puede surgir el árbol frondoso mañana. En
una palabra, esta solución edifica única y exclusivamente sobre le hombre y su libertad,
para que tome en sus manos y sea responsable de su destino. Se trata de elegir."
Estrategia y táctica, p. 51 s.
3. Revolución integral
"Si hemos de comenzar la nueva vida como minoría, cuanto antes mejor. La semilla
de hoy es el árbol de mañana. Lo que hoy se comienza en pequeño, en circunstancias
poco propicias, tendrá más dificultades para desarrollarse, pero si lleva en su seno un
germen vital, sano, no será sofocado por la hostilidad ambiente, como no se ha podido
sofocar la ideología libertaria, no obstante los ensañamientos feroces de todos los
gobiernos.
Justamente este hombre nuevo es el que tenemos nosotros por misión crear, el que
nosotros debemos comenzar por esculpir en nosotros mismos. Al marxismo le basta
contar con el materialismo histórico, con la fuerza de las realidades económicas. A
nosotros, no. Nosotros no conoceremos la tierra de promisión de la anarquía más que si
logramos crear hombres capaces de vivirla. Y no lo podremos crear si no estamos
nosotros ya espiritualmente en camino, por lo menos, de demostrar que no hacen faJta
amos ni tiranos, que sabemos vivir como hombres libres y dignos de la libertad."
El ideal y la metodología anarquista, AR, p. 57
"Ya hemos dicho cuán poco nos sugiere la idea de una revolución catastrófica,
que no ha sido previamente anunciada por una transmutación de valores éticos y sociales
y por una multitud de instituciones y de relaciones libertarlas entre los hombres. Si ia
revolución no se ha hecho efectivamente antes de las incidencias finales de la violencia
popular que destruya los últimos obstáculos, los últimos baluartes, aun triunfantes en la
batalla saldremos vencidos como anarquistas, porque los acontecimientos de una con
tienda bélica no tienen la virtud de mejorar, sino, en todo caso, de empeorar a los hombres,
despertando en ellos pasiones e instintos ancestrales.
Los hombres esclavos hoy no adquirirían el espíritu de libertad por el arte mágico
de una lucha armada de unas semanas o de unos meses contra otros esclavos que
defenderían los Intereses de los privilegiados. Los insociables de hoy, los elementos
antisociales no se convertirían en ángeles al día siguiente de esa revolución soñada como
una palingenesia universal. Seguirían siendo aproximadamente los mismos, si no peores.
Por otra parte, las instituciones no se mantienen sólo y siempre por la fuerza; se
mantienen también por el hábito, por las costumbres. Un aparato de dominio tiene más
base en el sentimiento de obediencia que en las ansias de mando. Muchas instituciones
actuales del régimen capitalista y estatal dejarían automáticamente de existir si la
desobediencia fuese mayor, si el acatamiento no fuera tan general.
En nuestra impotencia para desobedecer, para resistirnos hoy mismo, con un poco
de energía a las solicitaciones e imperativos del régimen en que vivimos, soñamos con el
advenimiento de una revolución mestánica, que nos redimirá hasta de los propios
pecados de la cobardía, de la falta ..dé iniciativa y de la servidumbre voluntaria."
El ideal y la metodología anarquista, AR, p. 67
Esa aspiración no es lo que nos distingue, sin embargo, en tanto que revoluciona
rios; porque un ideai de bienestar lo tienen todos los movimientos sociales y ninguno
rechaza la abundancia de medios de vida y ei acceso a ellos de todos los seres humanos,
al menos teóricamente. Lo que nos distingue es nuestra condición de anarquistas, que
anteponemos a la abundancia; pues, al menos como individuos, preferimos la libertad
junto al hambre, a la hartura junto a la esclavitud y la abyección.1'
El organismo económico de la revolución, p. 205.
"Idea de infinitud, la anarquía es el eterno más allá, ei espíritu que salta por sobre
todas las barreras; pero como cada época y cada ambiente circunscriben las conquistas
maduras y posibles, la utilidad y la razón máxima de los anarquistas está en saber
polarizar en ellos tas luchas en torno a esas adquisiciones. De lo contrario, nuestra gran
causa, variable en su contenido concreto según la época, la cultura y las condiciones
materiales de la vida de los pueblos, sería ocioso platonismo sin ningún objetivo práctico.