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CENS n 42

Profesora Liz Magali Castellano


1er año.
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LENGUA
Selección de lecturas y actividades
(1º año)

1er año.

Profesora Liz Magali Castellano

CENS 42
Alumno:

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CENS n 42
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1er año.
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Kamala, la niña salvaje


En 1921, un misionero británico halló en una cueva de la India a una niña que vivía con lobos y que
debía tener entonces alrededor de ocho años.El misionero la llevó a su escuela, la llamó Kamala y junto con
su esposa comenzó a cuidarla y educarla.

Kamala poseía características "no humanas". Tenía una forma muy particular de alimentarse: antes
de empezar a comer olfateaba la comida, despedazaba con facilidad grandes trozos de carne cruda y
fibrosa, sin recurrir a la ayuda de las manos; para beber también olfateaba el agua o la leche y luego la
bebía a lengüetadas parada en cuatro patas. No sólo se paraba en sus cuatro miembros sino que para
desplazarse se arrastraba sobre las rodillas con las manos o corría gateando; le resultaba imposible
sostenerse erguida en posición vertical: las articulaciones de las caderas y las rodillas se habían adaptado
tanto a la marcha en cuatro patas que no podían extenderse de pronto para permitirle caminar en posición
erguida.

Kamala tenía un régimen de vida típicamente crepuscular y nocturno: de día se metía en rincones
cara a la pared; al caer la noche comenzaba a manifestarse activa: se levantaba y empezaba a gatear.

En los primeros tiempos se le había oído un solo tipo de señal sonora; una especie de aullido.
Cuando se la encontró, Kamala no llevaba ropa y en la misión se negaba a usarla.

El misionero y su esposa, que observaban a la niña en forma permanente, no notaron en ella


durante los primeros cuatro meses de su estadía, indicio alguno de conciencia, pensamiento y emoción.

Los dos esposos hicieron grandes esfuerzos para modificar las características de Kamala: le
hablaban constantemente aunque no obtuvieran respuesta, la habituaron al régimen de vida diurno y para
ayudarla a mantenerse erguida la mujer le hacía masajes en el cuerpo, sistemáticamente.

El aprendizaje de Kamala fue muy lento: se logró por primera vez después de tres años una
silenciosa respuesta: ante una pregunta de la esposa del misionero, movió afirmativamente la cabeza. Emitió
los primeros sonidos que significaban "sí" y "no" a fines del tercer año de su vida en la misión. Luego
aprendió la palabra "arroz". A los cinco años de educación, Kamala poseía un vocabulario de treinta
palabras.

Formuló la primera frase coherente cuando tenía trece: un día en que la mujer del misionero volvía
de un largo viaje, la niña gritó "llegó mamá", corrió velozmente en cuatro patas y se puso luego de pie,
caminando a su lado.

Al año siguiente Kamala hizo evidentes progresos en su desarrollo y en su dominio del habla; con
bastante frecuencia pronunciaba palabras sueltas y frases cortas y sencillas. Le gustaba jugar con otros
niños y aprendió a reconocer gran cantidad de las cosas que tenía.

Murió cuando hacía nueve años que la habían encontrado.

Para ese entonces, había aprendido a comer alimentos cocidos, a llevar vestido, a caminar erguida,
a entender el lenguaje simple, a gustar de los otros niños y a expresar varios tipos de emoción.

Kamala nunca alcanzó un nivel normal para su edad, pero hizo grandes progresos, especialmente
luego de haber cobrado gran cariño a la mujer del misionero.

(Adaptado de "El niño y la sociedad", de Frederick Eikin.)


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ERROR ORTOGRÁFICO VENDIÓ A RED DE NARCOTRAFICANTES

Caracas. Un error gramatical dejó al descubierto la presencia de una poderosa red de


narcotraficantes enclavada en una ciudad venezolana fronteriza con Colombia, donde
mantienen camuflados no menos de 1940 kilos de cocaína a la espera de buscar una
modalidad que les permita trasladar la droga a los Estados Unidos, según confirmaron fuentes
policiales.

Esta red, con tentáculos en algunos de los cárteles colombianos, logró falsificar la firma del
canciller venezolano, Miguel Ángel Burelli Rivas, y forjar documentos oficiales para exportar
cocaína camuflada en 110 bultos de libros religiosos. Sin embargo, cometieron el
imperdonable error de escribir "combenio" en lugar de "convenio" en el documento oficial de
Cancillería que falsificaron, y que aclaraba "no deben ser alterados los estados normales en
que se entregan los empaques a la Aduana para la exportación e importación de libros
eclesiásticos".

EL TARTAMUDO

El tartamudo llegó al curso a fines de mayo. Cuando entró por primera vez, parecía muerto de
miedo. Se sentó al final de todo, y chau. Nadie le dio ni cinco de bolilla.

Lo mirábamos como a un bicho raro, por su timidez, por cómo se vestía, por su manera de hablar.
Nunca dejaba de ser “el recién llegado”. Y lo llamábamos “el Tarta”. Lo teníamos marginado del grupo, salvo
-claro está - para pedirle favores, los deberes, golosinas en el recreo, y otras cosas de último momento. O
cuando nos faltaba uno para el equipo de fútbol, porque encima de tartamudo era medio chueco. Pero, si
estábamos parejos, era él el que quedaba afuera, o que jugaba de suplente ... y, por supuesto, nunca
entraba a la cancha, porque nadie quería salir para hacer el cambio.

Cuando lo usábamos, se le iluminaba la cara de contento. Sonreía feliz y era capaz de olvidarlo todo
por hacernos un favor. El Tarta nos sirvió para hacerle las mil y una cargadas a profesores, directivos y
compañeros.

Un día le colgamos un cartelito en la espalda, y lo hicimos pasear por todo el Colegio, incluso por la
sala de los profesores. El cartel decía:“ Si el estudio es salud, que estudien los enfermos. “

El Tarta caminaba mirándonos de reojo, sintiéndose cómplice, como queriéndose ganar nuestra
amistad. No sé que habrán sentido los demás, pero en mi caso, sentí lástima.

Cuando lo agarraron, trataron de hacerle cantar por todos los medios quiénes eran los responsables
de la “piolada”. Sabían que en Tarta no era un chanta como nosotros. Pero el Tarta se mantuvo mudo. No
contó nada. Al final, le hicieron firmar el libro de disciplina a él.

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Entonces, lo esperamos a la salida del colegio y le dijimos:

- Che, Tarta, ¿ vossos tarado o te hacés ?

- Que-que voy a a ser ta-tarado.

- Y entonces ¿por qué te aguantás todas? ¡Encima dejas que te reten por nuestra culpa!

El Tarta nos fue mirando a uno por uno. La risa se le fue borrando de la cara y al final se quedó muy
serio, en silencio ...

- ¿U-u-ustedes no me qui-quieren más?

- ¿Qué decís, Tarta, estás loco? ¡Si gracias a vos nos morimos de risa!

El Tarta se quedó un rato en silencio. Después uno dijo:

- Che, Tarta, te quedaste callado ...

- Yo-yo sé que u-u-ustedes me to-toman pa-para la cargada. Pe-pero peor sería que no me
tutuvieran en cuanta pa-para na-nada. U-u-ustedes están en grupo. Pe-pero ¿saben lo que es estar so-solo?

En el grupo se hizo un gran silencio. No nos animábamos a abrir la boca. Entonces el Tarta siguió
como hablando consigo mismo:

- A-a mí no me tienen co-como a-amigo. Me ti-tienen pa-para la cargada. Y ybueno ...pa-para algo
hay que ser. Cu-cuando hay un día que no-no me cargan, e-estoy más so-solo que cu-cuando me cargan.
No-no sé ... La-la cosa es así.En realidad, todos estábamos tan solos como el Tarta. Si estábamos en
grupo, lo único que nos unía eran las cargadas... Pero todavía no nos dábamos cuenta de eso.

Entonces, uno de los chicos le puso una mano en el hombro y le dijo:

- Vení con nosotros esta tarde, Juan Pedro - por primera vez lo llamábamos por su nombre.

- Sí ... - insistió otro - vení con nosotros que tenemos un partido con la otra escuela y vas a jugar de
titular, de delantero, como a vos te gusta.

Al Tarta - perdón - a Juan Pedro se le iluminaron los ojos y le bailaba la sonrisa de un lado para el
otro. No sabía si era otra cargada o esta vez iba en serio...

Lo cierto es que desde aquel día, con sus actitudes, Juan Pedro nos ayudó a descubrir cuáles eran
las cosas que realmente nos unían, y también nos enseñó cuánto bien y cuánto daño podíamos hacer
cuando nos juntábamos. De a poco, en el curso algo comenzó a cambiar…

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PATIO DE TARDE

A Toby le gusta ver pasar a la muchacha rubia por el patio. Levanta la cabeza y remueve un poco la
cola, pero después se queda muy quieto, siguiendo con los ojos la fina sombra que a su vez va siguiendo a
la muchacha rubia por las baldosas del patio.

En la habitación hace fresco, y Toby detesta el sol de la siesta; ni siquiera le gusta que la gente ande
levantada a esa hora, y la única excepción es la muchacha rubia. Para Toby la muchacha rubia puede hacer
lo que se le antoje. Remueve otra vez la cola, satisfecho de haberla visto, y suspira.

Es simplemente feliz, la muchacha ha pasado por el patio, él la ha visto un instante, ha seguido con
sus grandes ojos avellana la sombra en las baldosas. Tal vez la muchacha rubia vuelva a pasar.

Toby suspira de nuevo, sacude un momento la cabeza como para espantar una mosca, mete el
pincel en el tarro y sigue aplicando la cola a la madera terciada

Julio Cortázar

EL CONTRABANDISTA

Todos sabían que era indiscutiblemente un contrabandista. Era incluso célebre por ello. Pero nadie
había logrado jamás descubrirlo y mucho menos demostrarlo. Con frecuencia, cruzaba de la India a Pakistán
a lomos de su burro, y los guardias, aun sospechando que contrabandeaba, no lograban obtener ninguna
prueba de ello. Transcurrieron los años y el contrabandista, ya entrado en edad, se retiró a vivir
apaciblemente a un pueblo de la India. Un día, unos de los guardias que acertó a pasar por allí se lo
encontró y le dijo:

- Yo he dejado de ser guardia y tú de ser contrabandista. Quiero pedirte un favor. Dime ahora,
amigo, qué contrabandeabas.

Y el hombre repuso:

- Burros.

El Maestro dice: Así el ser humano, en tanto no ha purificado su discernimiento, no logra ver la realidad.

USAR LA IMAGINACIÓN

Cuenta una leyenda que en la Edad Media un hombre de moral intachable fue injustamente acusado
de haber asesinado a una mujer. En realidad el verdadero autor era una persona muy influyente del reino, y
por eso se procuró un chivo expiatorio para encubrir al culpable.

El hombre fue llevado a juicio, ya conociendo que tendría nulas chances de escapar a la horca. El
Juez, también complotado, cuidó no obstante dar todo el aspecto de un juicio justo; por ello dijo al acusado:

-Conociendo tu fama de hombre justo dejaremos en manos de Dios tu destino; vamos a escribir en dos
papeles separados las palabras Culpable e Inocente. Tú escogerás uno, y será la mano de Dios la que
decida tu destino.

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Por supuesto el juez había preparado dos papeles con la misma leyenda «Culpable», y la pobre
víctima, aun sin conocer los detalles, se daba cuenta de que el sistema propuesto era una trampa. No había
escapatoria.

El Juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados. Este respiró profundamente,
agarró uno de los papeles y llevándolo a su boca lo tragó rápidamente. Sorprendidos e indignados los
presentes le reprocharon airadamente: «¿Pero qué hizo?, Y ahora, ¿Cómo vamos a saber el veredicto?»

-Es muy sencillo -respondió el hombre- Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el
que me tragué.

Finalmente debieron liberar al acusado.

BROMISTA RECHAZADO

– Estamos empantanados – le dijo el agente Longshot al Dr. J. L. Quicksolve–. Este tendría que
ser un caso rápido. Tenemos un sospechoso en el lugar. Tenemos el motivo. ¡Pero no tenemos el
arma!

– Cuénteme la historia completa – dijo el Dr. Quicksolve.

– Asesinaron a un hombre en el circo. Era un trapecista. Nuestro sospechoso es un payaso que


fue rechazado por una de las mujeres del número de los elefantes. Al parecer, lo rechazó por el
trapecista. El payaso estaba celoso y le disparó desde atrás de uno de los camiones del circo –
explicó el oficial Longshot.

– ¿Dice que atraparon al payaso en el lugar? – preguntó el Dr. Quicksolve.

– Sí, lo vieron vendiendo globo unos minutos antes de que sonara el disparo. Un par de
personas se fijaron detrás del camión y encontraron al payaso parado cerca del cadáver. Al tipo le
dispararon con una pistola de calibre pequeño, probablemente un Derringer, ¡pero no pudimos
encontrarla! La gente que lo encontró dijo que el payaso no tenía nada encima. Lo revisamos en el
lugar mismo: nada. Sacamos los perros para buscar el arma. Incluso nos fijamos sobre el camión,
pero no pudimos encontrar el arma. Por lo que puedo ver, no hay modo de que pudiera librarse del
arma. Tuvimos que dejarlo en libertad.

– Tal vez el arma estaba un poco más lejos de lo que usted pudo ver, cuando llegó allí – dijo
Quicksolve.

¿A qué se refería el Dr. Quicksolve?

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VERDAD OSCURECIDA

– Tenía más o menos un metro ochenta. Cabello castaño, ojos azules, y una pequeña cicatriz
en la mejilla izquierda.

La empleada del pequeño negocio rural estaba describiendo al hombre que, según decía, había
entrado esa mañana al negocio para robar.

Parada allí junto al Dr. J. L. Quicksolve estaba la sargento RebekahShurshot, que dijo:

– Cuéntenos exactamente lo que ocurrió, paso a paso.

– Bueno, este tipo entró por la puerta. Fue hasta ese exhibidor de anteojos de sol, junto a la
puerta, y se probó varios pares mientras yo atendía a un par de clientes, una dama que compró
una revista y un muchacho que quería caramelos. Cuando no quedaba nadie, el hombre se acercó
con un par de anteojos de sol puestos y me preguntó que tal le quedaban. Le dije que bien.
Entonces dijo que los llevaría, con un paquete de cigarrillos. Cuando me di vuelta para tomar los
cigarrillos, extrajo una pistola, y me dijo que se trataba de un asalto. Me dijo que le diera el dinero,
así que lo hice. Después salió corriendo y se metió en un auto azul. No pude distinguir la patente,
pero salió por el camino de entrada y después tomó hacia el oeste. Entonces llamé a la policía –
les dijo la empleada.

– Parece que hay una falla en esta historia – aseguró el Dr. Quicksolve.

¿Qué estaba mal en la historia?

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En los cuentos que siguen faltan algunos verbos. Se trata de completar los espacios en blanco, usan do los
verbos que figuran entre paréntesis, en el tiempo verbal adecuado.

El dueño del higueral (cuento folklórico argentino)

En Valle Hondo (vivir) ......................... un viejo avaro y refunfuñón que (tener) ...................

un hermoso higueral. A menudo, los chicos de la zona, traviesos y glotones, (ir) ................ a robar higos y a
darse unos buenos festines.

Al ver que sus higos (desaparecer) ................................ , el viejo (decidir) ....................hacer guardia
todos los días hasta tarde en la noche, armado con una escopeta.

Cuando los chicos se (enterar) ......................... , (planear) ....................... darle un susto al viejo para
vengarse y poder seguir comiendo los deliciosos higos de su quinta.

En una noche de las que llaman de lobos, tres de los chicos más valientes se (cubrir) .............

................. con unas sábanas blancas y se (encaminar) .............................. hacia la quinta. (caminar)

............................... en el más profundo silencio cuando (ver) ........................... que el viejo los estaba
acechando. Entonces, con voz de ultratumba (hablar) .............................el primero:

Ánima delantera, trépate a la higuera.

Al oírlo, el viejo (retroceder) ..........................unos pasos. Entonces (decir) ........................... el


segundo:

Antes, cuando éramos vivos,(comer)………………. de esos higos.

El susto del viejo (crecer) ........................... .

Entonces, el tercero (decir) .............................. , con la voz más ahuecada todavía:

Aura, que somos finaos,(comer)…………………… los más rajaos.

Al oír esto último, el viejo ya no (tener) .................. dudas de que se (tratar) ....................... de las mismitas
almas, y tirando la escopeta, (comenzar) ....................... a correr a todo lo que (dar) ................

Las “ánimas” (comer) ........................ a gusto y el viejo no (volver) ........................ a aparecer por ahí
durante toda su vida.

Adaptación de “El dueño del higueral" en Jijena Sánchez, Rafael.

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"Los cuentos de Mama Vieja", Buenos Aires, Huemul, 1976.

Dónde y cómo el diablo perdió el poncho (cuento folklórico uruguayo)

Un negro quería aprender a tocar la guitarra. Alguien le (aconsejar) .......................que se


(colocar) .................... debajo de la higuera un día de Viernes Santo, y que en un solo día podría aprender si
así lo hacía.

El consejo era mal intencionado porque se cree que en ese día (florecer) ................... la higuera y
que el que se pone debajo de ella a contemplar su florecimiento, (enloquecer) .................... Pero el negro
no tuvo miedo y se (colocar) .......................debajo de la higuera. Entonces se le (aparecer) ...................... el
diablo y le dijo:

- Yo te (enseñar) ...................... a tocar la guitarra y para el Viernes Santo del año próximo ya sabrás
tocarla a la perfección.

El trato fue que a cambio de la enseñanza que el diablo le daría, él le (entregar) .................. su alma.
El diablo le (decir) ....................al negro:

- Tenés que meter las manos en un hormiguero y decir tres veces “por mi alma, que es del diablo,
quiero tocar mi guitarra”.

También le dijo que al año siguiente lo esperaría en el primer cruce de caminos que
(encontrar) .......................y que ahí debía entregarle el alma porque ya sabría tocar la guitarra.

Por más esfuerzos que el negro hizo no (poder) ..................... aprender a tocar la guitarra.

El Viernes Santo del año siguiente el negro se marchó en busca de un cruce de caminos.
(querer) .......................... encontrarse con el diablo para pedirle explicaciones. Caminó y caminó y como no
(encontrar) .............................ningún cruce fue a parar a un lugar lejano y apartado. Cansado se sentó en
una cabeza de vaca a rasguear su guitarra.

En eso, el diablo se le apareció vestido con un poncho, pues (hacer) ..................... mucho frío.
Cuando lo vio al negro, le pidió que le (entregar) ..........................el alma, tal como (pactar) ..........................
El negro, furioso porque el diablo lo (engañar) ......................... , lo corrió con el facón y lo
(agarrar) ......................... de una de las puntas del poncho. Como el poncho (ser) ...........

......... muy viejo, al tirar de él, el negro se quedó con el poncho en la mano. Y así fue como “el diablo perdió
el poncho”.

Por eso, cada vez que alguien habla de un lugar lejano y al que es difícil llegar, cuando le (preguntar)
........................... dónde queda, dice:

- Y... es por donde el diablo perdió el poncho.


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Adaptación de “Dónde y cómo el diablo perdió el poncho”

enJijena Sánchez, Rafael. "Los cuentos de Mama Vieja", Buenos Aires, Huemul,
1976.

EL ORIGEN MITOLÓGICO DEL MUNDO

Cuenta la mitología que, antes de la creación del mundo, existía el Caos, el agua, la tierra y el aire,
o sea, los elementos que conforman al mundo estaban revueltos. Poco a poco estos elementos se fueron
separando y se formó la Tierra y el Cielo.

En esta época el mundo, estaba poblado por divinidades terribles: los titanes y los cíclopes. Los
titanes eran gigantes, con una extraordinaria fuerza, y los cíclopes eran seres salvajes con un sólo ojo en
medio de la frente.

Sobre el universo reinaba Cronos o el Tiempo, quien tomó por esposa a la reina Rhea, sobre su
felicidad pesaba una amenaza, a Cronos le habían predicho que sería destronado por uno de sus hijos y que
este sería el dios soberano del mundo, fue entonces que decidió comerse a sus propios hijos. Se apoderaba
de ellos, apenas nacidos y se los comía sin piedad alguna.

Un día nació el pequeño Zeus, jamás Rhea había tenido un hijo tan bello, acongojada por el destino
que le esperaba al pequeño decidió salvarlo. Cogió una pesada piedra y la envolvió entre paños y
meciéndola como si fuera un niño se la entrego a su esposo Cronos. Era la hora de la cena y Cronos tenía
mucha hambre, tomó el envoltorio de manos de Rhea y en la penumbra de la noche se tragó la piedra y los
paños.

Rhea tomó a su hijo y huyó con él, protegida por las sombras de la noche. Llegó a la isla de Creta
donde ya había pensado refugiarse, ya que sus habitantes sentían hacia ella una gran veneración. Caminó
hasta el centro de la isla y un espeso bosque se internó en una gruta profunda, sus paredes estaban
cubiertas de fresca hiedra.

- Querida hiedra—suplicó la diosa

- Extiende tus ramas y oculta la entrada—la hiedra empezó a crecer hasta ocultar la entrada de la cueva.

Rhea llamó después a las ninfas del bosque y les confió a su hijo – cuiden de él – les recomendó,
besó la cabeza del niño y se marchó.

Las ninfas le prepararon una cuna de oro y acostaron al niño, después llamaron a Amaltea, que era
una cabra blanca, para que lo amamantara. Las abejas destilaron una dulce miel para el recién nacido; as
palomas le llevaron en su pico la ambrosía, el alimento de los inmortales y un águila de alas inmensas, era la
portadora del néctar, la bebida de los dioses.

Una de las ninfas, le fabricó al niño una pelota de oro, que al lanzarla al aire brillaba. Cuando Zeus
lloraba o gritaba, llamaban a los sacerdotes, los "coribantes", que danzaban a la entrada de la cueva
golpeando sus espadas contra sus grandes escudos de cobre, este ruido hacía que Cronos no oyera los
gritos del niño.

Así Zeus creció sano y fuerte, llegando a la edad adulta. Se hizo pasar por un sirviente y le
administró a su padre Cronos un poderoso medicamento mezclándoselo en el vino, esto hizo que Cronos

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vomitara y así fue como los hermanos de Zeus salieron de nuevo al mundo, al igual que la piedra: Poseidón,
Hades, Vesta, Hera y Démeter.

Se unieron los tres hermanos: Zeus, Poseidón y Hades contra su padre Cronos y los titanes. Zeus
también llamó en su ayuda a los cíclopes.

Terminadas estas grandes guerras los tres hermanos se repartieron las diferentes regiones del
Cosmos, a Hades le correspondió reinar en las entrañas de la tierra, dios de los funerales y la muerte. A
Poseidón, le correspondió reinar sobre el mar y todas sus criaturas y a Zeus el dominio del cielo. Desterraron
a los titanes y establecieron su morada en la cima del Monte Olimpo.

El Olimpo es la montaña más alta de Grecia y está situada entre Macedonia y Tesalia, coronada por
nubes, donde existe la eterna primavera, el aire es siempre tibio y la luz brilla con toda su pureza.

El alimento de estos dioses era la ambrosía y la bebida era el néctar. Este alimento y bebida
recreaban los sentidos, embalsamaban los aires, daban la juventud y la dicha y aseguraban la inmortalidad.

Desde su trono de marfil, Zeus gobernaba, cuando algún suceso lo contrariaba, el dios montaba en
cólera y una gran cantidad de nubes invadía el cielo, ocultando la cima del Olimpo, lanzaba sobre la tierra
descargas de lluvia, relámpagos y sonoros truenos.

Disminuida la ira del dios, el viento se calmaba y aparecía la ninfa Iris, mensajera divina, colocando
en la bóveda del cielo su banda de siete colores: el arcoiris, anunciando así el buen tiempo.

"EL ORIGEN DEL PUEBLO MAPUCHE"

En el inframundo de bajo de la aguas, moraba Kai-kai-filu, la serpiente enemiga. Un día sus


aguas comenzaron a subir. En los cerros que tienden a los mundos de arriba,vivía Tren-tren, serpiente
amiga de la tierra seca, quien aconsejó a las gentes subir a las montañas.

El agua subía y subía. Pero los cerros también. Algunos no pudieron salvarse. Son peces
,son rocas. Quienes estuvieron más cerca del fuego solar en la cima de la montaña o sea mas cerca del sol ,
cobrizos quedaron. Los que se salvaros hicieron sacrifícios; el agua se calmó: las montañas también se
calmaron.

Quienes se salvaron, bajaron de los cerros, se esparcieron por la mapu (tierra),y


poblaron los valles. Así nacieron los mapuches ,la "gente de la tierra"

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"Los aborígenes de la Argentina" de Guillermo.E.Magrassi.

"Versos sencillos"

XLIV

Tiene el leopardo un amigo

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en su monte seco y pardo;

yo tengo más que el leopardo

porque tengo un buen amigo.

Tiene el conde su abolengo,

tiene la aurora el mendigo;

tiene ala el ave: ¡yo tengo

allí, en México, un amigo!

Tiene el señor presidente

un jardín con una fuente,

y un tesoro en oro y trigo;

tengo más, tengo un amigo.

José Martí

Carta de un león a otro

Perdón, hermano mío, si te digo

que ganas de escribirte no he tenido;

no sé si es el encierro, no sé si es la comida,

o el tiempo que ya llevo de esta vida.

Lo cierto es que el zoológico deprime,

y el mal no se redime sin cariño.

Si no es por esos niños

que acercan su alegría

sería más amargo todavía.

A ti te irá mejor, espero,

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viajando por el mundo entero,

aunque ese domador, según me cuentas,

te obligue a trabajar más de la cuenta.

Tú tienes que entender, hermano,

que el alma tiene de villano:

al no poder golpear a quien quisiera

descarga su poder sobre las fieras.

Muchos humanos

son importantes

silla mediante,látigo en mano.

Pero, volviendo a mí, nada ha cambiado

aquí desde que fuimos separados;

hay algo, sin embargo,

que noto entre la gente;

parecen que miraran diferente.

Sus ojos han perdido algún destello

como si fueran ellos los cautivos;

yo sé lo que te digo,

apuesta lo que quieras

que afuera tienen miles de problemas.

Caímos en la selva, hermano,

y mira en qué piadosas manos;

su aire está viciado de humo y muerte

y ¿quién, anticipar, puede su suerte?

Volver a la naturaleza,

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sería mayor riqueza:

allí podrían vivir libremente

y no hay ningún zoológico de gente.

Cuídate, hermano, yo no sé cuando;

pero ese día ... ¡viene llegando!

Chico Novarro

Otoño en Mendoza

No es lo mismo el otoño en Mendoza

hay que andar con el alma hecha un nido,

comprenderle el adiós a las hojas

y acostarse en un sueño amarillo.

Tiene el canto que baja la acequia

una historia de duendes del agua,

personajes que un día salieron

a poblarnos la piel de tonadas.

La brisa traviesa se ha puesto a juntar

suspiros de nubes cansadas de andar.

Esta lluvia que empieza en mis ojos

no es más que un antojo de la soledad.

Es posible encontrar cada nombre

en la voz que murmuran los cerros,

el paisaje reclama por fuera

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nuestro tibio paisaje de adentro.

Con la tarde, volver en gorriones

a morirlos de abrazo en el nido,

y tener un amigo al costado

para hacer un silencio de amigo.

La noche nos dice al llevarse el sol,

que siempre al olvido lo inicia el adiós.

Para quien lo ha vivido en Mendoza

otoño son cosas que inventó el amor.

Pocho Sosa

Damián Sánchez

¡Tierra!
de MAITE ALVARADO

En:"Yo viajé con Colón", de Alvarado, Maite, Plus Ultra, Bs. As.

El 11 de octubre se sucedieron sin cesar señales de tierra: cañas, un palito labrado, aves, hierbas.
Pero aquel palito labrado con extraños signos que no podíamos descifrar indicaba que la tierra que se
acercaba estaba habitada... ¡Las Indias!

No podía contener la emoción. Imaginaba pueblos de ricas vestiduras bordadas en piedras preciosas
y construcciones rodeadas de árboles exóticos que encerraban oscuros altares oliendo a incienso.

En algún momento, la Pinta, que iba adelante, hizo señal de haber avistado tierra.Ya a las diez de la
noche, el almirante; que vigilaba el horizonte en el castillo de proa, había visto una luz a lo lejos, pero dudó
de sus ojos. Tantos espejismos se habían sucedido en los últimos días que prefirió guardar silencio hasta
cerciorarse.

Rodrigo de Triana fue quien dio la señal desde la Pinta. Los marineros, como era de costumbre,
cantamos el "Salve". Había un movimiento incesante en cubierta, se hacían bromas, que algunos recibían
mal, tensos como estaban después del largo insomnio. El almirante no abandonaba el catalejo.

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Alrededor de las 2 de la mañana pudimos ver con claridad aquella tierra. Amainamos las velas y nos
detuvimos a observarla, dilatando la llegada en espera del amanecer.

Pero nadie descansó. Intercambiábamos opiniones sobre cómo serían sus habitantes, cómo nos
recibirían, qué riquezas nos aguardaban. Algunos cantaban suavemente; otros, habían enmudecido y no
despegaban la vista de aquella luz tambaleante.

El día fue llegando poco a poco, con más lentitud que de costumbre, iluminando tenuemente el
borde de aquella isla dormida y silenciosa.

Cuando aclaró, vimos con nitidez un grupo de hombres que se movían nerviosamente
señalándonos. Guanahaní acababa de despertar de un sueño de siglos.

Con lentitud nos acercamos a la isla, desde cuyas playas nos contemplaba aquel ramillete de gente
desnuda, ahora inmóvil, más asombrada que nosotros.

El almirante y los dos Pinzón se acercaron a la costa en una barca armada, portando varias
banderas. Los nativos no se asustaron ni hicieron ademán de defenderse.

Una vez en tierra, rodeados de árboles, frutos de las más variadas y extrañas especies y abundante
agua, tomó Colón posesión de la isla, dejando testimonio escrito de ello ante la mirada sorprendida y
respetuosa de sus genuinos dueños, aquello indios que durante tantos años la habían habitado. ¡Qué lejos
estaban ellos de imaginar que, a partir de aquel momento, su destino se vería forzado a torcer el rumbo para
unirse irremediablemente a otra civilización!

El rezo de la tía Paulina

Por Juan Draghi Lucero

Doña Paulina Moyano viuda de Aracena vivía en el Pueblo Viejo, en un “sitiecito” que había
heredado de sus mayores y que cuidaba con todo su esmero de criolla hacendosa.
Allí estaba el horno que levantó su padre con tan buena mano que entregaba un pan dorado al caldearse
con muy poca jarilla, porque tenía la justa medida en lo alto y ancho, y la tronera y la boca chica para
conservar el calor.
Allí se alzaban las dos piezas de adobones, con frente a la calle y otra que miraba al norte para
beneficiarse con el calorcito del sol de invierno, y el ancho corredor que protegía de la lluvia y de los
solazos del verano; el alto parral encatrado sobre el patio, que no sólo refrescaba toda la casa, sino que
producía tanta uva que alcanzaba para el gasto de la familia en verano, más numerosas "cuelgas" que
pendían de piolines de rollizos del techo del corredor, y sus tres o cuatro botijones de chicha, que para
febrero daba alegría beber, con su frescor picantito y burbujeante y súmele de yapa una botija de arrope. El
resto de la pequeña heredad se iba en huerta abundosa sombreada con higueras, "duraznitos de la Virgen"
y otros frutales que, cuidados con buena mano, daban grandes rindes cosecheros, aparte de "las plantillas"
de albahaca, romero, poleo, ruda, cilantro, orégano, cedrón, manzanilla, y otras yerbas de paladar para la
sabrosa comida criolla y los tes curativos. Como regalo final, un jardincito lleno de aromas y colores.
En cañizos puestos al sol, secaba doña Paulina orejones, descarozados, higos, peras, membrillos y otras
frutas para el largo invierno, aparte de tres colmenas criollas que le brindaban miel para endulzar el "mote"
de trigo.
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Ni un pedacito de tierra se perdía, porque la hacendosa criolla le hallaba acomodo a todo, y hasta los yuyos
servían para que pastaran la yegua y su potrillo.
Para el año del cólera Dios le llevó a su marido y a dos niñitos pero el terrible azote no paró ahí sino que, al
abatir a sus dos hermanos mayores, la señaló como única salvadora de once sobrinos que como langostas
le cayeron buscando su amparo. Todo el santo día se lo pasaban los muy tragones "Tía, tengo hambre, tía,
déme pan", y tanto aturullaban con lo de tía que hasta sus dos hijos que le quedaron también acabaron por
llamarle tía". -Dos hijitos me dejó Dios -decía la pobre- y no sólo me llevó al marido, sino que me llovieron
once sobrinos, trece con mis dos hijos, y quince con dos ahijados de mi comadre Ruperta, que en gloria
esté.
Quince bocas que mantener, quince cuerpecitos que vestir y todavía tirando con los quebrantos que azotan
a los pobres. Diga usted que, por suerte, dos compadres que vivían en la Ciénaga del Tulumaya caían de
cuando en cuando con una media oveja, un costillar de novillo, amén de quirquinchos, huevos de avestruz
y alguna bolsa de la-na y otras atenciones que llegaban como bendiciones del Cielo.
Pero, ¡parar la olla todos los días que amanece!... Y qué olla, Señor. Si le cabían dos baldes de agua, tres
zapallos de los grandes, un montonaje de papas, diez tumbas dobles y la cuarta parte de una arroba de
harina. ¡Todo iba a parar a las dieciséis barrigas que, ¡todavía!, quedaban con hambre! Y éste era el cuento
de nunca acabar. ¡De todos los días, Señor!

La tía Paulina se encomendaba a todos los Santos y les hacía “mandas” a las ánimas milagrosas
para medio, medio pasarlo bien y lo cierto es que lo iba pasando, a la rastra, sí señor, pero avanzaba ¡a los
pujidos! por el azaroso camino de la vida.
De los quince bocones que la llamaban tía, siete eran mujeres y ocho varones. Lo cierto es que las
mujercitas la ayudaban más y la hacían rabiar menos: eran más caseras, serviciales y sumisas. Los
muchachos, por ser muchachos, tenían el Demonio dentro. Salían a la calle, andaban a las pedradas, con
otros traviesos por el Zanjón; se entraban a huertas ajenas a dañar los frutales y no volvían a la casa sino a
la hora de la comida, con hambres atrasadas. Si era de verlos caer en hileritas con los ojos hundidos de
tantas ganas de comer que traían...
A todos los quería por igual la pobre tía Paulina, aunque el potro de Goyo la sacaba de sus casillas con sus
tupidas picardías, sus payasadas que hacían reír a los otros muchachos y las travesuras más endiabladas
y tapaditas.
A todos los quería ella por igual, aunque a veces se quejaba de tan pesadas cargas. Ella era tejendera y
con su telar lograba dar fin a hermosos ponchos, frazadas, mantas, chalinas y matras con tan buena mano
que sus trabajos eran muy solicitados por los ricos. Sus sobrinas hilaban la lana de oveja y de guanaco con
mayor o menor habilidad y era de ver a cinco niñitas dando vueltas a sus torteritas para ir llenando los
husos con el hilo recién torcido. Dos de los varones también hilaban, pero en seguida se sentían "hombres"
y abandonaban la tarea para pedir trabajos más rudos que nunca terminaban. El caso es que la pobre de la
tía Paulina siempre andaba rabiando por la falta de hilazón para sus labores de tejendera.
Se reencontraba al sentarse frente a su telar para seguir con placer la trabazón de los hilos y ajuste de la
malla, según lo requiriera el caso, hasta terminar con rara habilidad los adornos con los hilos teñidos de
diversos colores para dar forma cabal a su obra admirable. Ella sabía estilizar a la vinchuca en forma tal
que el odiado insecto ennoblecía su presencia en el arte por la rara habilidad de su mano agraciada. La
tejendera y su telar se entendían.
Pero así como entregada a su obra de tejendera ella se concentraba hasta el extremo de olvidar a sus
tremendos problemas, así, en dejando su telar conllevante, ella era desviada por los infinitos puntazos de la
vida en combate. Y se distraía... Se distraía la pobre...
Es que las mil contrariedades para gobernar a tanto bribón la llevaban por los caminos de las cavilaciones,
¡se le tupía la cabeza! Y más con el mal que la iba avanzando, del que la curandera le dijo que era el "mal
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acoquinante de la mollera".
Para el día del Patrón Santiago, en que todos los vecindarios concurrían a la iglesia de Loreto a rendir
homenaje al que manda los temblores, ella formaba parte de la procesión y con su vela encendida seguía a
los demás... Sí, hasta que por la calle San Martín se apartaba de su fila y tomaba sola, solita, por la
Alameda, rezando y encomendándose a los santos. ¡Si tenía que venir el señor cura o el sacristán a
enderezarla y encaminarla por el buen camino y la pobre, toda azorada, volvía a su fila al son de sus
devotos rezos y tupidos pedimentos al Cielo.
¿Y para el último temblor? Si eso fue cosa de risa, aunque la ocasión era de lamentos y arrepentimientos
ante la cólera celeste. A eso de las dos de la madrugada se sintieron fuertes remezones de tierra que
levantaron en vilo a los mozos y viejos de Mendoza. Ganar la calle en cueritos y sin parar en detalles
porque las casas se caían, fue cosa de un santiamén... Y salió la tía Paulina con la tracalada de sobrinos a
la rastra y, como todos, ellos también se hincaron en el medio de la calle y, alzando los ojos al cielo y
golpeándose el pecho, clamaban:
-¡Misericordia, Señor que tiembla! Misericordia, Señor que tiembla!
Y esto era un rogar que se elevaba de todas las calles doloridas, pero al rato la pobre tía Paulina, llevada
por sus incontables sinsabores, desdobló el clamor en: -¡Miseritiembla, Señor, qué cordial! ¡Miseritiembla,
Señor, qué cordial!-. Al fin todo se volvió una viva risión y la pobre tuvo que ganar su casa más que corrida
y a los quejidos con su tan desvariada cabeza...

-Si tengo que ir a la botica de Sicardi por un remedio para mi pobre seso... -decía.

Y así iban pasando los tiempos. Unas temporadas mejores y otras con más atrasos.

Cuando llegaba el verano con sus calores y quemantes vientos Zonda, tanto para dispararle a las
noches pesadas como a las voladoras vinchucas, salían todos a dormir bajo el ancho corredor. La tía
Paulina tendía su colchón en el medio y, a su izquierda, dormían, todas juntas en un amplio colchón de mil
trapos y recortes, las siete muchachas. A su derecha, en un solo colchón de chalas, los ocho muchachos.
Su mayor cuidado es que no se escapara ningún bribonazo a la calle a travesear de noche, a aprender
sospechosas picardías.
Y los muy pícaros, si había luna, se entretenían en tirarles hondazos a los pericotes que andaban por sobre
los varillones del parral encatrado y, si acertaban, la risión y algazara era general y aquello se volvía un
celemín. Y si no eran las tensiones de ratones y pericotes parraleros, no faltaba uno, el más tentado, que le
hacía cosquillas a otro y éste se reía y pateaba y revolvía las chalas del desvencijado colchón y arrastraba
a sus compañeros a la revuelta y aquello se volvía un hervidero de sopapos y refregones, coronados por
sonorosas conllevantes carcajadas...
Si a la pobre tía ya no le quedaba más remedio que levantarse a los quejidos por los dolores de cintura,
abarajar el rebenque y aquietarlos a rebencazos a los muy tentados...
Otra vez era una solitaria y tapujada risita que reventaba como por encanto en el colchón chalero de los
muchachos y esta porfiada risión se iba agrandando en risitas contenidas y acababa no sólo por ganar a
toda la cama de los varones, sino que se pasaba, por sobre la pobre tía, a la cama más mesurada de las
muchachas. Sólo levantándose la pobre vieja con don rebenque en alto lograba contener a tan desatadas
risas. Otras veces un brusco ruido, tan anónimo como pícaro, quebraba repentinamente el silencio
precursor del sueño y, como era premeditado, todos reventaban a la vez en carcajadas ingobernables.
Jesús, por Dios! La pobre vieja, quejándose de tanta zafaduría, se levantaba para andar a los rebencazos,
pero los muy pícaros se protegían sabiamente bajo ponchos y mantas y más era el ruido que el castigo!
Otras picardías sacaban a relucir los tentados, pero esto no es de importarse... Si no había noche que no
hicieran una de las suyas. Ah, muchachos... Y pensar que no eran mal intencionados en maldades, ¡era la

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vida en flor que retozaba en ellos!... Una vez era Goyo, el tentado de la risa que "no podía aguantarla", y
comenzaba a largarlas de a puchos hasta que toda la camada se sentaba y le hacía procesión reidera...

La tía lo llamaba, enérgica y amenazante -¡Goyo, callate la boca!- ¿Yo, tía? ¡Pero si estaba
durmiendo...! Será Mamerto. -¿Yo? ¡Callate, cara de sapo! -¡Callate vos, matuasto! -Y comenzaba la
sopapeadera hasta que volaban las chalas del colchón... Nuevamente la pobre tía se levantaba a los
quejidos y ponía remedio "con ño rebenque". Mientras tendían las camas, uno de los más pícaros se
agenciaba una larga caña con gancho en la punta y a eso de la medianoche esa caña, manejada por
habilidosa y silenciosa mano, se alzaba y ganaba las alturas del techo e iniciaba un sabio tanteo por los
tirantes que sostenían la caña y barro de la techumbre. La tal caña iba y venía hasta que encontraba una
"cuelga" de uvas y allí era el habilidosísimo trabajo para enganchar a oscuras la pitilla que unía a los dos
racimos ya pachangos. Sacar limpiamente el piolín del clavo y hacer descender las "cuelgas" por sobre la
cabeza de los durmientes era obra muy fina, pero lo conseguía el habiloso, más no alcanzaban a llegar
muy abajo los racimos porque los otros, que se hacían los dormidos y la roncaban desparejamente, de un
salto se ponían de pie y, a manotazos y empujones, se arrebataban las "cuelgas" y se tragaban los granos
a montones. Había atorados, toses de atragantados, risas, insultos... La cama se revolvía en la oscuridad y
no pocas veces embadurnaban con granos reventados a la pobre tía. Ya levantaba el grito la descalabrada
vieja y tras amenazarlos recurría a... Bueno: ¡al rebenque!
La tía Paulina aparte de ser ¡tan buena! era rezadoraza. Rezaba y hacía rezar a todos los de la casa antes
de almorzar, al principiar la cena y, sobre todo, al acostarse. Ella, siempre al medio y prevenida entre
muchachas y muchachos, iniciaba el Padre Nuestro y obligaba a todos a seguirla. Cuando ella rezaba
parecía salir al gozoso encuentro de todas las bienaventuranzas del Cielo, pero en un oscuro rincón
cavilaba el Mandinga y le recordaba, una por una, las mil preocupaciones que la incordiaban.

Ya todos aquietados por su elevación a las celestes alturas y puestos de rodillas en la


desparramada cama veraniega, comenzaba la tía con suma unción religiosa -Padre Nuestro que estás en
los cielos...
-Padre Nuestro que estás en los... -seguían las diferenciadas voces
-Santificado sea tu Nombre... -Santificado sea el... -continuaban raleándose cada vez más los
acompañantes. -Vénganos el tu reino. Hágase, Señor, tu voluntad... -Hágase, Señor... -apenas respondía
una que otra voz, jaqueada por la atracción onírica y cortada por el bostezo. Y la pobre, solitaria ya en el
rezar, iba entrando al lleno de sus renovados problemas diarios. Se iba y se iba por los ásperos caminos
del eterno bregar y... lo primero era acordarse de sus pobres gallinitas. Así: -Bartolina, ¿le distei de comer a
las gallinas?
-Sí tía, y traje la que se pasó a la vecina. -...así en la tierra como en el cielo... ¡Dorotea! ¿te acordaste de
echarle agua a la reseca batea?
-Si tía y ya no gotea. -El pan nuestro de cada día dánosle hoy... A ver vos ¡Ruperto! Echalo al corral al
potrillo que anda suelto... -Se levantaba el nombrado a los rezongos y medio cumplía lo mandado-. Y
perdonanos nuestras deudas así como nosotros... Vos, Goyo moledera, ¿le echaste agua a la destiladera?
-Le eché agua de la acequia, con media penca partida para asentar la greda. -...perdonamos a nuestros
deudores.. ¡Vos, Mamerta! ¿atrancaste bien la puerta? -Sí, tía, y a la llave le di dos vueltas! -Y no nos dejes
caer en la tentación... ¡A ver, vos Baltazar!, ¿Que hacís que no te oigo rezar?...; más líbranos, Señor, de
todo mal. Amén.
Y: -¡Amén! -respondían todas las voces semidormidas y se oía el ruido de las chalas al echarse a dormir
los muchachos soñolientos.

Pero la tía Paulina, creyente hasta el martirio, seguía hilvanando sus sentidas oraciones, seguida
apenas por alguna de las muchachas. Los pícaros varones, entregados ya al profundo sueño, roncaban
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ruidosamente. La noche de extramuros apagaba los rumores. Rezos y recomendaciones de trabajos


domésticos iban acallándose hasta terminar en un murmullo religioso de la santa mujer, que porfiaba por
comprender al Cielo en sus afanes de criar a tanto desvalido niño...
¡Ah, tiempos del Tiempo! El Ángel del Buen Descanso abría sus alas inmensas, acariciantes, para amparar
a aquella mujer, tan santa, tan humilde... Tía Paulina, tu nombre se olvida en la selva de los nombres
olvidados, pero si hay algo que premie la bondad y el sacrificio de los simples, ¡tú estarás en lo más
resplandeciente de la Gloria Escondida!

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