Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Al morir Saúl, hacia 1010, David es ungido rey en Hebrón y reconocido como tal por
los clanes y las tribus del sur (Judá) (2 Sam 2, 1-3). En Hebrón reinará siete años y seis
meses (2 Sam 5, 5 Y 2, 11): durante este período importante, comenzarán a ponerse por
escrito algunas tradiciones. Esta redacción será la base de lo que más tarde se convertirá
en el “documento yavista”. Por ello, no es de extrañar que se recojan tradiciones
relativas a Abrahán e Isaac: el santuario de Mambré está muy cerca de Hebrón.
David, gracias a una política particularmente hábil, es reconocido por las tribus del
norte y recibe la unción como rey de Israel (2 Sam 5, 1-3). La unidad de este “reino
unido” está basada únicamente en la persona del rey; al final del reinado de Salomón,
saltará hecha pedazos: a partir de entonces, existirán dos reinos.
Ahora bien, el universalismo del reino de David tiene sin embargo su contrapartida en el
sincretismo (incluido. claro está. el sincretismo religioso). Es cierto que la fe en Dios se
mantiene firme; sin embargo. la antigua población jebusita continúa en Jerusalén:
aunque aceptó el nuevo culto de Yavé, es difícil imaginar que no hubiera introducido en
él algunas de sus prácticas.
Esta es, a grandes rasgos, la historia del siglo X, en el que domina completamente la
figura de David. Época dichosa en la que se veía el futuro del pueblo con optimismo,
pero al mismo tiempo que comienza a plantear problemas de fe de importancia capital.
Hablar de “documento” supone poder establecer sus límites. así como el momento de su
redacción.
Por lo que se refiere a los límites del documento y a pesar de que no reine una
unanimidad total en todos los detalles, podemos decir con la mayoría de los autores que
comienza en Gén. 2, 4b y se termina con el relato de Balaán (Núm 22; 24) al que se
debe añadir el relato del pecado de Israel en Baal Peor (Núm 25, 1-5). Si se aceptan
estos límites, el yavista se encuentra únicamente en el Tetrateuco, y para ser más
concretos en los libros del Génesis, Éxodo y Números. Esto quiere decir que este
documento no se continúa en los libros de Josué, Jueces y Samuel, aunque debemos
reconocer que esta hipótesis la defienden aún hoy día autores importantes. La llamada
tradición “de la conquista” parece situarse fuera de la perspectiva de este documento (si
exceptuamos algunos versículos de Números 32 cuya pertenencia a la tradición yavista
no es totalmente segura). Esta laguna parecía incomprensible. Por ello, algunos
exegetas, como G. van Rad, piensan que la promesa de Dios a Abrahán no se realiza
sino con la descripción de la instalación de las tribus en Canaán y que se narra en el
libro de Josué; esta es la base de la hipótesis del “Hexateuco”. Ahora bien, esta solución
se apoya más en perspectivas teológicas que en la crítica literaria del libro de Josué.
Parece. en primer lugar, que las tradiciones particulares de cada tribu o grupo de tribus
se han convertido desde hace ya un cierto tiempo en el patrimonio común de todas ellas.
Este fenómeno panisraelita de la tradición tomó cuerpo durante la época de los jueces y
en los reinados de Saúl y David.
Por otro lado, no hay indicios en el texto que nos hagan pensar en la existencia de los
dos reinos de Judá e Israel como realidades políticas distintas. Si esto es exacto,
debemos situar la redacción del documento durante la segunda mitad del reinado de
Salomón. En este sentido, debemos señalar que en Ex 5 el documento yavista parece
tomar partido contra la imposición de trabajos obligatorios a Israel del norte: la
situación que en este texto se evoca, más allá de las difíciles relaciones entre el faraón y
los escribas israelitas. nos sitúa más bien en el siglo X y en los problemas que señala 1
Re. 11-12.
Puede que situar el documento yavista en una época tan antigua parezca exagerado. Sin
embargo, si tenemos en cuenta los pueblos por los que el documento se interesa. nos
damos cuenta de que la fecha es correcta. Entre los enemigos vencidos por David, 2
Sam 8 cita los siguientes: los arameos, los moabitas. los--amonitas, los filisteos. los
amalecitas
y los edomitas. Ahora bien. todos estos pueblos se encuentran en nuestro documento de
manera particular: arameos (Gén. 24, 10}; moabitas (Núm 22; 24, 17; cf. Gén 19, 37-
38); amonitas (Gén. 19, 37·38); filisteos (Gén 26, 1-8; cf. Gén 10. 14); amalecitas (Ex
17, 8-15); edomitas (Gén 25, 23.30; cf. Gén 27, 39-40; Núm. 24, 18). Si a esto
añadimos que los cananeos (Gén 9, 25) se encuentran sometidos en la época de David y
que los imperios de Babilonia (Gén 11, 7·9) Y de Egipto (Ex 14, 13) han perdido su
grandeza, ninguna otra época corresponde mejor a esta situación como marco para la
redacción de la obra yavista que la del reinado de Salomón. Por otro lado. la lista de los
pueblos de Gén 10, 8-19.21.24-30 no hace más que describir el horizonte internacional
de los hombres del siglo
X.
Así, pues, el documento yavista nació en la segunda mitad del reinado de Salomón
(hacia 950) Pero todavía podemos precisar más: su autor es un judío que conoce la
institución monárquica y su ideología. En efecto, en la historia yavista de José, no es
Rubén el que aparece como primogénito v jefe de Jacob, sino Judá (Gén 37, 26; 44. 3,
16-34).
Por otro lado, las tradiciones que tienen como marco Hebrón-Mambré no se encuentran
más que en el yavista; ahora bien, éstas pertenecen al sur de Judá. Finalmente, los
orígenes de la tribu de Judá se encuentran narrados en Gén 38.
Por ello. podemos afirmar que fue en Judá y durante el reinado de Salomón, en el
momento en que comienzan a aparecer ciertos fallos en el imperio davídico. cuando el
yavista compuso su obra. El imperio existe y todavía tiene su fuerza. El pueblo de las
tribus puede confiar en su seguridad y mirar hacia el futuro con tranquilidad. Desde la
época de los jueces, se han producido grandes cambios tanto en el plano político como
en el económico y social. Como veremos más tarde, una de las principales cosas que el
yavista tenía que decir a sus contemporáneos consistía en recordar la responsabilidad
del soberano davídico y de su pueblo para con las otras naciones.