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2 Pedro 3:17b
Madurez cristiana no es necesariamente que tengas años de creyente; o que llegues a ser un gran
predicador; o que tengas muchos dones; o que puedas sanar a los enfermos. Madurez tiene que ver
esencialmente con tu carácter cristiano en tu relación con Dios y los demás.
Un cristiano de más años puede no ser espiritual, no porque le haya faltado el tiempo para ello, sino
porque durante los años de su vida cristiana no ha dejado que el Espíritu Santo le transforme.
Un cristiano puede retroceder en ciertos aspectos de su vida, sin perder el terreno que ha ganado…
La carne puede controlar sus acciones durante el período de retroceso, pero cuando vuelve al Señor
no tiene que empezar necesariamente el proceso de crecimiento otra vez.
En el Nuevo Testamento encontramos una familia de palabras en el original griego que son
traducidas igualmente como madurez o perfección.
Lee los siguientes pasajes, y anota cuáles son los temas que está tratando el apóstol al mencionar las
palabras madurez o perfección.
a. Efesios 4:13: hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios,
a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
Aquí vemos que la madurez tiene que ver con la unidad cristiana basada en una fe y un
conocimiento experimental de Cristo. La madurez se demostrará en tus relaciones con los otros
cristianos. Si no puedes vivir en unidad con tus hermanos, estás mostrando inmadurez.
Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también
os lo revelará Dios.
La madurez (perfección), te hará mirar siempre hacia adelante, a la meta de la gloria con Dios, sin
fluctuar ni detenerte por los problemas en tu vida cristiana. Tampoco estarás envaneciéndote por
tus triunfos pasados, ni lamentándote por las cosas tristes del ayer.
c. Hebreos 5:12:
Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva
a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales
que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.
Una señal de madurez es el conocimiento de la Palabra de Dios. Pero no sólo haber leído mucho la
Biblia, o escuchado sermones y estudios, sino el haberse apropiado la verdad de Dios en la
conciencia, y asimilado en la experiencia y conducta.
d. Hebreos 5:14:
pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los
sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
La madurez también es saber usar la verdad bíblica, de tal manera que uno no tenga que estar
dependiendo como un niño de los demás para tomar decisiones. Es haber aprendido a aplicar los
principios bíblicos a las situaciones de la vida diaria. Es saber discernir entre lo bueno y lo malo, a
diferencia del niño, a quien hay que enseñarle los rudimentos de la moral y la ética.
Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el
modo de pensar.
Madurez implica no dejarte llevar por las emociones ni exaltar sólo los dones espectaculares, sino
reconocer el uso que Dios ha señalado para cada uno de los dones en la iglesia, y procurar usarlos de
tal manera que sean de verdadera edificación, y no simples fuegos artificiales.
Este concepto debe extenderse a todos los aspectos de tu vida cristiana, desterrando todo tipo de
exhibicionismo.
Dijimos al comienzo de esta lección que la madurez y el equilibrio siempre van juntos.
Esto es importante porque muchas veces los creyentes recalcan tanto ciertos aspectos de la
enseñanza de la Palabra de Dios, que descuidan o llegan a anular otros aspectos de ella. El resultado
es una vida desequilibrada, que no es una vida saludable.
Veamos algunos aspectos de la vida cristiana en los que debe haber equilibrio. Al estudiarlos, pide
que el Espíritu Santo te revele si necesitas corregir algunas cosas en tu propia vida.
- 1Tesalonicenses 5:23. Aunque las cosas espirituales son las más importantes, como creyente
sigues siendo espíritu, alma y cuerpo, y cada parte del ser que Dios te ha dado debe ser guardado
irreprensible. Por eso no debes descuidar:
a. Tu espíritu, alimentándolo y ejercitándolo con la Palabra de Dios, la oración, la adoración y la
comunión con la iglesia del Señor, templo del Espíritu Santo.
Tu mente, creación maravillosa de Dios, necesita ser alimentada con la Palabra de Dios, pero
también con el conocimiento de las “cosas del hombre” (1 Corintios 2:11).
Tus emociones necesitan expresarse en una forma sana y natural. El amor humano y la alegría
tienen su lugar en la experiencia del hijo de Dios; sólo deben estar controlados por la Palabra y el
Espíritu.
Tu voluntad necesita ser ejercitada continuamente para cumplir con las demandas de Dios, pero
también en las tareas y responsabilidades de la vida diaria en el mundo. La voluntad no es anulada
por la fe y la dependencia de Dios; por el contrario, la Palabra de Dios continuamente apela a
nuestra voluntad al exhortarnos. El “dominio propio” o “templanza” como fruto del espíritu humano
implica esfuerzo (Gálatas 5:23).
2. Eclesiastés 3:1-8.
(Eclesiastés 3:1)
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
(Eclesiastés 3:2)
(Eclesiastés 3:3)
(Eclesiastés 3:4)
(Eclesiastés 3:5)
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse
de abrazar;
(Eclesiastés 3:6)
(Eclesiastés 3:7)
tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
(Eclesiastés 3:8)
Al dedicamos a las cosas de Dios, no debemos descuidar el tiempo que debemos dedicar al hogar y
la familia; el estudio; el trabajo; las relaciones sociales, el descanso, etc., porque aunque “no somos
del mundo”, como dijo Jesús, sí estamos en el mundo (Juan 17:15-18).
Debemos dedicar tiempo para las casas espirituales pero también debemos tener “los pies en la
tierra”.
El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está
en él;
Recuerda que el primer y más grande mandamiento es: “Amarás a tu Dios con todo tu corazón, y
con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente”, y ello te debe llevar a orar, alabarle
y adorarle. Pero no olvides el segundo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27), y eso
te debe llevar a actuar en amor y en bien de tu prójimo, quienquiera que sea.
Es una contradicción en sí mismo un cristiano que pretende amar y adorar a Dios, y pasa tiempo
sirviendo al Señor, pero que es indiferente al sufrimiento humano; más aún si muestra indiferencia o
desamor para con los de su propia familia en la fe o de sangre.
1 Corintios 14:20