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Sociedad Forum de
Psicoterapia
Publicado en la revista nº057
Autores: Casas Dorado, Ana Isabel - Pedano, Miguel Martín - Espeleta, Susana
Para citar este artículo: Casas, A., Pedano, M., Espeleta, S. (Febrero, 2018) Debate sobre la colonización emocional. Foro de
Psicoterapia de la Sociedad Forum de Psicoterapia. Aperturas Psicoanalíticas, 57. Recuperado
de: http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0001007&a=Foro-sobre-la-colonizacion-emocional-Sociedad-Forum-de-Psicoterapia
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Imaginemos una madre con una historia vincular de abandono que le ha llevado a
defenderse procediendo de un modo aparentemente autosuficiente (apego
evitativo) y muy desconectado a nivel emocional. Cuando interacciona con su hija
desaprueba que esta se aleje de su característico modo de pensar: “hay que ser
autosuficiente”. ¿Esta madre es consciente de que está “Colonizando” a su hija?,
no, ella motivada por su necesidad de protegerla le inculca un modo de evitar
sentimientos que fueron penosos para ella, pero al no poder reconocer su
subjetividad el proceso de individuación queda anulado. Por su parte la parte
Colonizada no es consciente de este proceso ni de su propia experiencia
subjetiva, y por supuesto cree que lo que dice el otro es adecuado.
Méndez, concordando con todos los participantes del Foro, considera que el
objetivo es conseguir que el paciente alcance una mayor libertad de ser, y por lo
tanto de pensar, sentir y actuar. En ese sentido Carlos Habif desde su grupo de
trabajo en Córdoba (Argentina) está investigando los modos deconstruir con los
pacientes Colonizados un vínculo terapéutico que cree un espacio intersubjetivo
diferente, donde su individualidad tenga lugar. Para él es evidente que la actitud
del terapeuta tiene un papel fundamental y que el proceso se juega no sólo en
mostrar lo que sucede, sino fundamentalmente en propiciar experiencias
vinculares diferentes por liberadoras. Ahondando en esta
idea Jeanette Dryzun considera que para ello el terapeuta debe permitir y
fomentar una posición protagonista y activa en el paciente como parte de ese
clima de libertad que debe caracterizar al encuentro.
Era el caso de una paciente que consultaba, entre otros motivos, por la frustración
que sentía al no haber podido "tener la misma cantidad de hijos que su madre".
Vimos que presentaba ya en su infancia cuadros febriles muy intensos que
aparecían y desaparecían abruptamente, al irse y retornar su madre del trabajo. El
hecho de conectar con ese rol, que entre otras cosas mostraba un gran trastorno
en el apego, (la madre logró ir a trabajar sólo una vez al mes), le permitió
constatar la fuerza de esas proyecciones, así como la relevancia que habían
tenido en sus dificultades. También el trabajo con los sueños fue de mucha
utilidad, ya que en ellos afloraban contenidos que le permitían acceder
paulatinamente a una versión más compleja de su historia vincular, cuestionando
la visión idealizada de la misma (imágenes con mucha carga de agresividad,
asociaciones con historias de niños muertos, maltratados...). Dejó de necesitar ir
todos los días a la casa de sus padres y de “subirse a la falda de su madre” ("tú lo
necesitas", era la expresión de ésta). La fibromialgia de la madre se agravó
mucho, y le diagnosticaron cáncer. La paciente no pudo menos que sentir que uno
de los factores desencadenantes había sido el cambio en la relación, tanto interno
como externo. El punto crucial para mí fue poder mantener la identificación
consigo misma, mantenerla - digamos- en su propia piel, “en sus propios zapatos”,
a pesar del dolor y la culpa que le producía ese "abandono".
Carlos Habif abre otro foco muy interesante en este debate, las propias
Colonizaciones del terapeuta en relación a sus creencias y teorías. Así, se
pregunta qué nos sucede cuando vivimos las mismas como “la verdad” y de qué
manera esto nos impide dar al paciente derecho a la duda o la réplica. Como ya se
menciona en el artículo que es objeto de nuestra discusión, los terapeutas
fácilmente podemos Colonizar a nuestros pacientes con nuestras propias
opiniones y valores, algo que por supuesto buscamos prevenir:
A veces hay intervenciones en las que el terapeuta desvela sus valores y
opiniones personales, pues entiende que de una manera u otra el paciente los va
a captar o porque decide no ocultarlos. Siendo así, lo más conveniente es que se
plantee una especie de debate en el que tanto el paciente como el terapeuta sean
meros participantes, habiendo por lo tanto muchas posiciones legítimas y ninguna
ideal. (Teoría y técnica de la colonización emocional: una introducción. Hugo
Bleichmar y Susana Espeleta. Aperturas Nº 54)
La mente del terapeuta debe ser puesta constantemente en revisión, no solo sus
contenidos sino su forma de interpretar el mundo, sus propios modos implícitos de
relacionarse, no solamente con el otro sino también con sus propias teorías –
creencias. Preguntas útiles que un terapeuta podría hacerse serían: Más allá de
creer en mis ideas, ¿cuál es el nivel de adhesión a las mismas?, ¿lo hago como si
fueran verdades irrefutables o como una manera personal de entender un
fenómeno?, ¿cuánta seguridad me brinda el aferrarme dogmáticamente a ellas?,
¿puedo darme cuenta del poder que tienen sobre mí las teorías que he ido
incorporando o yo mismo estoy Colonizado por ellas?, ¿puedo tolerar la
incertidumbre?, ¿cómo transmito a mi paciente lo que le estoy diciendo?, ¿permito
que pueda disentir conmigo?”. Es decir, más allá del contenido de mi intervención,
¿mi tono y mi manera de transmitirlo es acorde a un objetivo terapéutico de
Descolonización?
A su modo de ver tener abierta la imagen del paciente como alguien capaz de
hacer cambios nos posibilita la transmisión de una “esperanza razonable”, tan
fundamental como la empatía y la aceptación incondicional a la que estamos
acostumbrados.
Era una familia que exigía total identificación entre sus miembros y, en el caso de
mi paciente, sumisión a sus necesidades, incluso a las más personales de
cuidado. La paciente iba desde su casa a la de su madre para, por ejemplo,
“arreglarle la cara”. No se había casado con quien quería sino con quien a la
familia le parecía bien y ninguna de estas cosas se las había cuestionado. Vino
por dificultades graves en la relación con su marido y porque se sentía mal en el
ámbito laboral, como una niña, a pesar de una formación y titulación
excelentes. Fue un proceso muy lento. Recuerdo el primer día que pudimos
hablar de la posibilidad de pensar (en este caso de hacer) las cosas de forma
diferente a su familia. Mi paciente estaba hablando de que ella no hacía la tortilla
exactamente igual que su madre y yo lo enfatice: “Claro, tú haces la tortilla así, tu
madre hace la tortilla de otra manera”. Esto quedó como ejemplo y años más
tarde seguíamos hablando de la “tortilla” cuando había alguna diferenciación
conquistada. Pensar en esta paciente también me ha llevado a recordar las
enormes dificultades por las que pasamos. En un momento en que ella tomó una
decisión rompedora para la familia y para sí misma, cayó en depresión. Tuvo que
ser tratada con medicamentos (aunque poco tiempo), felizmente salió reforzada
de todo aquello.
En este caso podemos intuir sin embargo la necesidad de control por parte del
Colonizado para satisfacer sus propios deseos egoístas. Es la posesividad, el uso
del otro y el egocentrismo extremo que venimos comentando. Podríamos entonces
pensar que la agresividad es un elemento nuclear del proceso de Colonización y
por lo tanto considerar que la violencia de género es su más extendida
variante. José Antonio Méndez, sin embargo, considera que la agresividad no es
lo más representativo del proceso de Colonización ni se refiere este
primordialmente a la violencia de género. Apunta, que si bien siempre hay un daño
psicológico para el Colonizado, que ve limitada su capacidad de reflexión
autónoma y por consiguiente su independencia, la agresividad puede llegar a estar
completamente ausente. Por parte del Colonizador, Méndez recalca más bien su
necesidad de control, arraigada en peculiares motivaciones inconscientes según el
caso.
P – Preocupada, cuando ella me dice esas cosas…, cosas que no son verdad…
después no me lo quito de la cabeza, le doy vueltas…, no puedo ni dormir…
T - ¿Quizás cuándo no sabes qué hacer, qué solución dar, o no entiendes por qué
dice esas cosas…, te preocupas mucho, tanto que casi que te sientes asustada o
empiezas a tener algún miedo?
T – Pienso que cuando te sientes asustada por ella y por que le vaya mal en la
vida…, quizás en esos momentos tú misma temes que te esté yendo mal como
madre, no estar haciéndolo lo bastante bien…, casi todas las madres nos
exigimos mucho… Pienso, que así preocupada por ella, sin dormir bien a veces,
quizá tú misma te sientas frágil, y lo frágil que tú te sientes es la misma fragilidad
que no quisieras que tuviera ella, pero que ves en ella.