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IMRE LAKATOS

1. Las versiones del falsacionismo

La concepción de la ciencia de Imre Lakatos es ampliamente conocida como una


propuesta que continúa e intenta perfeccionar el proyecto de Popper. El propio Lakatos, en
varias ocasiones declaró tener una enorme deuda con Popper, de quien confiesa haber
extraído los núcleos centrales de su propia posición; ésta es la razón por la que
denominó “falsacionismo sofisticado” a su propuesta. Actualmente, sin embargo, es mucho
más frecuente referirse a la filosofía de la ciencia de Lakatos como la “metodología de los
programas de investigación científica”. Thomas Kuhn, generacionalmente más próximo a
Lakatos que Popper, es el otro pilar que sirve como antecedente de su obra. En los años
60, Popper y Kuhn mantuvieron una histórica controversia cuya influencia se hizo sentir en
el área epistemológica durante muchos años. Lakatos compartió con Kuhn la crítica al
falsacionismo de Popper al que ambos veían como una teoría de la ciencia
eminentemente normativa y apriorista, una teoría que resultaba finalmente desmentida por
los episodios de la historia real. Los científicos, de hecho, no proceden de acuerdo con
los cánones popperianos, por ejemplo no abandonan sus teorías cuando aparecen casos
refutadores sino que desarrollan una variedad de estrategias con el objeto de continuar
trabajando en el paradigma o programa de investigación con el que están comprometidos.

Lakatos emprendió su propuesta dentro del espíritu renovador que caracterizó la


filosofía de la ciencia desde las últimas décadas. Pero a diferencia de Kuhn no consideró
que había que abandonar el método falsacionista sino más bien ciertas versiones que
resultaban indefendibles por ser muy dogmáticas o ingenuas. Estableció, de acuerdo con
este criterio, una clasificación del falsacionismo que diferencia tres tipos: el falsacionismo
dogmático, el ingenuo y el sofisticado; lo que tienen en común es, fundamentalmente, la
tesis de que las hipótesis científicas no pueden justificarse ni total ni parcialmente, de
manera que el reemplazo de una teoría por otra se produce como consecuencia de las
refutaciones. Pero, las condiciones y las circunstancias en las cuales debe considerarse
refutada una teoría varían según la clase de falsacionismo que se adopte. Vale la pena
adelantar que estos distintos tipos de falsacionismo son más bien alternativas teóricas
contempladas por Lakatos y no pretenden ser descripciones auténticas y excluyentes de
las posiciones explícitamente adoptadas por Popper. La clasificación propuesta por
Lakatos es sobre todo una herramienta que le permiten analizar críticamente las ideas de

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Popper y reconstruir una suerte de trayectoria conceptual que culmina en la propia versión
lakatosiana del falsacionismo, que identifica con la versión sofisticada.

De acuerdo con Lakatos, el falsacionismo dogmático está representado por la


circunstancia de compartir con el empirismo la creencia en que puede haber una base
empírica firme integrada por los enunciados que describen directamente las experiencias
correspondientes y no requieren, en consecuencia, ninguna otra justificación. Pero, la
importante diferencia que lo separa del empirismo es la negativa a conceder valor alguno
a las inferencias inductivas. Por ese motivo, el falsacionismo dogmático rechaza toda
posibilidad de verificar, aun de manera parcial, las hipótesis universales de las que están
compuestas las teorías científicas. La firmeza de los enunciados de la base empírica
serviría, en todo caso, para refutar las hipótesis que no fueran compatibles con ellos.
Lakatos denomina dogmático este tipo de falsacionismo porque se apoya en tres
supuestos no sometidos a la crítica racional.

El primero de ellos es la creencia de que existe una demarcación neta entre la


esfera de las hipótesis teóricas y la base empírica; la segunda suposición dogmática es la
afirmación de que los enunciados básicos pueden ser concluyentemente verificados
mediante la experiencia, tesis a la que Lakatos, siguiendo a Popper, denomina
“psicologismo”. La tercera suposición expresa un criterio dogmático de demarcación que
surge como consecuencia natural de los otros dos. Este criterio establece que un cuerpo
de hipótesis es científico y no metafísico o pseudo- científico, si y sólo si cuenta con una
base empírica respaldada por la experiencia que permite la contrastación de las hipótesis
y su abandono definitivo en el caso de resultar refutadas.

Como ya hemos sugerido, Lakatos no afirma que Popper haya defendido alguna
vez estos principios. Lakatos los menciona porque otros autores parecen habérselos
atribuido a Popper y sobre todo porque su formulación explícita le permite marcar, por
contraste, las características del falsacionismo efectivamente sostenido por Popper y las
ventajas de su propia concepción.

A juicio de Lakatos, los tres principios mencionados son falsos. Con respecto al
primero, la distinción entre lo teórico y lo observacional, piensa, como Popper, que todos
los términos y todos los enunciados son teóricos en la medida en que en cualquier acto de
percepción siempre hay involucradas teorías. Tomemos por caso el enunciado “hay una
taza de café sobre la mesa”, la comprensión de su significado va mucho más allá de lo

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que nuestros órganos de los sentidos nos informan, pues se requiere que conozcamos las
propiedades generales de ciertas clases de cosas, a saber qué es el café, una taza y una
mesa. De manera amplia puede afirmarse que poseemos “teorías” acerca del
comportamiento de tales objetos, teorías con las que ya contábamos al momento de
formular el enunciado.

Lakatos rechaza también el segundo supuesto, el psicologismo, porque, conforme


nuevamente a lo que ya había sostenido Popper, la verificación de los enunciados es una
cuestión de lógica, ya que sólo se los puede verificar comparándolos con otros enunciados
y no con los hechos, que corresponden a una categoría diferente.

Es evidente, entonces, que el tercer supuesto también tiene que ser rechazado,
porque si no existe una base empírica inconmovible y rigurosamente diferenciada de las
hipótesis teóricas, ningún criterio de demarcación entre las teorías científicas y las que no
lo son puede apoyarse en ella.

Como acabamos de ver, el mismo Popper criticó los supuestos que conformarían el
falsacionismo dogmático. Por ese motivo, por cuanto se trata de una posición meramente
hipotética, Lakatos la llamó también Popper0. Rechazados pues estos principios, las tesis
que Popper efectivamente sostuvo, especialmente en La Lógica de la Investigación
Científica, constituyen la teoría que Lakatos denomina “falsacionismo ingenuo” o “Popper1

Conforme al falsacionismo ingenuo el abandono del supuesto sobre una


diferenciación intrínseca entre las afirmaciones básicas y los enunciados teóricos hace
lugar a una distinción convencional: dado que todos los enunciados -de una u otra forma-
son teóricos, la elección de cuáles van a ser considerados "básicos" es una cuestión de
decisión metodológica. En cuanto a la atribución de un valor de verdad a estos enunciados
básicos, Popper sólo reconoce que la experiencia guarda con ellos una relación causal;
pero como se niega a admitir que la experiencia determine su verdad, sostiene que
también en este aspecto interviene una decisión convencional. Una afirmación llega a ser
un enunciado básico aceptado cuando los científicos resuelven que no necesita ulteriores
justificaciones.

De este modo, quedan reformulados las suposiciones del falsacionismo dogmático


con respecto a la existencia de enunciados observacionales firmemente establecidos. Y en
consecuencia, también el tercer supuesto, el criterio de demarcación, se reemplaza por

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cuanto ya no se exige que las teorías científicas dispongan de una base empírica
inalterable. En su lugar, se sostiene ahora que debe contar con una “base empírica”
compuesta por un conjunto de enunciados potencialmente falsadores de la teoría cuya
aceptación depende de una decisión convencional.

A pesar de los evidentes progresos logrados por el falsacionismo ingenuo, en


comparación con el falsacionismo dogmático, Lakatos considera que no alcanza a brindar
una caracterización totalmente adecuada de la ciencia. En primer lugar, contiene
excesivos componentes convencionalistas. Es cierto que el falsacionismo ingenuo
preconiza que cuando una teoría resulta incompatible con un conjunto de enunciados
básicos aceptados deberá considerársela refutada; pero, Lakatos no encuentra en el
falsacionismo ingenuo componentes que sirvan para moderar convenientemente el peso
de las decisiones convencionales. En efecto, la contrastación de las hipótesis científicas
requiere habitualmente que se descarte la participación de algún factor no considerado
que pudiera alterar las condiciones de los fenómenos que caen bajo la observación.
Cuando se trata de determinar la veracidad de una hipótesis sobre la trayectoria de un
planeta, por ejemplo, se espera que de ser correcta esa hipótesis permitirá hacer
predicciones sobre la posición del planeta en determinadas fechas y que esas
predicciones efectivamente se cumplirán. Si así no ocurriera la hipótesis, en principio,
debería considerarse refutada. Pero es necesario tener en cuenta que este esquema de
contrastación lleva implícito una serie de suposiciones, como por ejemplo, que los
instrumentos utilizados para realizar la observación y fijar la posición del planeta en un
cierto momento funcionan adecuadamente. Pero, también se acepta el supuesto de que
no hay ninguna fuerza que haya podido desviar el planeta de su trayectoria original. Los
filósofos de la ciencia denominan cláusula ceteris paribus a la que contiene todos los
supuestos de este tipo. Está claro, entonces, que ante una presunta refutación de la
hipótesis que se contrasta, cabe el recurso de invocar el incumplimiento de algunas de las
suposiciones incluidas en la cláusula ceteris paribus. Es decir, frente al incumplimiento de
una predicción sobre la posición del planeta, el astrónomo podría argumentar que no es la
hipótesis la que ha fallado y dudar, en todo caso, de la cláusula ceteris paribus: quizá
alguna fuerza no considerada alteró la órbita del planeta. En esas circunstancias,
naturalmente, lo que corresponde hacer es corroborar el cumplimiento de la cláusula
ceteris paribus. Pero aun así, la decisión que se tome no tiene garantizado su acierto. En
un caso como el que consideramos, el científico corre el riesgo de descartar una hipótesis
que era, en verdad, correcta; o, por el contrario, si persiste en sus dudas sobre la cláusula
ceteris paribus se arriesga a continuar sosteniendo una hipótesis falsa.

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Una situación como ésta se le presentó a los astrónomos cuando observaron que
el perihelio de Mercurio no coincidía con las predicciones derivas de la teoría de Newton.
Si hubieran actuado conforme a las pautas formuladas por el falsacionismo ingenuo
hubieran debido abandonar inmediatamente la teoría de Newton. Pero las anormalidades
en la órbita de Mercurio sólo fueron consideradas como refutaciones de la teoría de
Newton mucho tiempo después, a pesar de que la cláusula ceteris paribus estaba bien
corroborada. Este ejemplo indica por qué Lakatos pensaba que el falsacionismo ingenuo
no se adecua suficientemente a la historia de la ciencia. El curso de las teorías científicas
parece depender en mayor medida que lo conveniente de decisiones convencionales que
no están restringidas por ninguna consideración objetiva. Lakatos intentará, en
consecuencia, dar un paso más allá del falsacionismo ingenuo y proponer una nueva
versión de la posición falsacionista que sea capaz de superar esta clase de
inconvenientes.

2. El falsacionismo sofisticado
2.1. los principios del falsacionismo sofisticado

En diversas ocasiones, Lakatos subrayó que su concepción de la ciencia está


nutrida por las ideas de Popper. Llegó incluso a pensar que la forma más desarrollada del
falsacionismo, el falsacionismo sofisticado, estaba ya de hecho contenido en el
pensamiento de Popper aunque no aflorara completamente a la luz; por ese motivo, llama
a veces Popper2 al falsacionismo sofisticado. La nueva forma del falsacionismo surge de la
crítica de los errores en los que incurrían el falsacionismo dogmático y el ingenuo. Estos
últimos comparten ciertas premisas que a juicio de Lakatos deben ser desechadas:

1. Una contrastación es -o hay que procurar que sea- un enfrentamiento entre dos únicos
contendientes, la teoría y la experimentación.
2. El único resultado interesante de esa confrontación es la falsación y los únicos
verdaderos descubrimientos son las refutaciones de hipótesis científicas (Lakatos
1975, p. 228).

Lakatos sostiene que estas dos suposiciones no logran reconstruir apropiadamente


la ciencia real. La historia muestra que la ciencia es un interjuego de por lo menos dos
teorías en competencia, además de la experimentación; y que a los efectos del progreso
del conocimiento no sólo son importantes las refutaciones sino también las

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corroboraciones de las consecuencias empíricas de las teorías. Por este motivo, propone
reemplazar los anteriores supuestos por las siguientes versiones refinadas de los mismos
principios:

1'. "Las contrastaciones son, al menos, un triple enfrentamiento entre teorías rivales y
experimentación".
2' "Algunos de los experimentos más interesantes resultan, a primera vista, de la
confirmación más que de la falsación". (Ibid.1975, p. 228).

De acuerdo con estas consideraciones Lakatos elabora una concepción de la


ciencia que sigue concediendo un papel importante a las refutaciones, pero, en un marco
general que introduce importantes cambios a la versión del falsacionismo que ha
denominado ingenua. Un aspecto fundamental de la concepción de Lakatos es su
convicción de que nunca lo que se pone a prueba es una hipótesis aislada sino un
complejo teórico integrado no solamente por alguna hipótesis principal que pretende
explicar el fenómeno en estudio, sino también por un conjunto de proposiciones en las que
figuran las condiciones iniciales de la experiencia, las teorías interpretativas en las que se
basan los enunciados de observación y, muy especialmente, la presencia de una o más
teorías que rivalizan con la que se intenta contrastar. Dicho de otra forma, Lakatos
sostiene que la investigación científica no consiste meramente en conjeturar una teoría,
someterla a contrastación y reemplazarla por una nueva conjetura si se la ha considerado
refutada. En su lugar propone una unidad de análisis más amplia que la noción tradicional
de teoría a la que denomina programa de investigación científica (en adelante PIC).

2.2. La estructura de los programas de investigación científica

Un PIC se define como una sucesión de teorías emparentadas T1, T2, T3...Tn, que
se van generando una a partir de la otra. Comparten un conjunto de hipótesis
fundamentales que constituyen lo que Lakatos llama el núcleo firme del programa de
investigación. Su firmeza consiste en que los científicos que trabajan en el desarrollo del
programa consideran esas hipótesis irrefutables, es decir, adoptan la actitud de seguir
manteniendo las hipótesis del núcleo aunque las observaciones parezcan refutarlas. Es la
presencia de esas hipótesis que conforman el núcleo del programa el elemento que le
brinda continuidad. La astronomía ptolemaica podría describirse como un programa de
investigación que se mantuvo en vigencia durante muchos siglos y en cuyo núcleo se

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encontraban creencias tales como la hipótesis de que los cuerpos celestes giran alrededor
de la Tierra describiendo movimientos circulares.

Además del núcleo firme y compartido, cada una de las teorías sucesivas que
surgen en el desarrollo de un PIC posee un conjunto de otras hipótesis que Lakatos
describe como un cinturón protector, dado que cualquiera de ellas puede ser sacrificada
a fin de preservar las hipótesis del núcleo. En el caso del programa de investigación
ptolemaico, la introducción de hipótesis que hacían referencia a epiciclos cumplen este
papel de protección de las hipótesis fundamentales. En efecto, al proponer un epiciclo, los
astrónomos tratan de conciliar la hipótesis fundamental de que el movimiento planetario no
puede ser otro que el circular con el resultado de las observaciones que mostraban que se
apartaban de una trayectoria circular simple y constante, puesto que, en algunas
ocasiones, parecían detenerse, volver hacia atrás y luego retomar la dirección inicial. De
este modo, entonces, la hipótesis de que, en todo caso, el movimiento del planeta es una
combinación de trayectorias más complejas que la que se había propuesto inicialmente,
preserva la creencia fundamental de que el movimiento es circular.

Esta clase de modificaciones en el cinturón protector son las que marcan la


transición de una teoría del programa de investigación a otra. Este proceso se reproduce
continuamente mientras haya científicos que sigan investigando en el marco del programa.
Lakatos, como Popper, da por descontado que la investigación científica es una actividad
sin término. Esta situación es la consecuencia de la improbabilidad de acertar con
hipótesis que describan adecuada y completamente las leyes que rigen los fenómenos
naturales. Se advierte aquí la filiación falsacionista de Lakatos porque, en definitiva, cada
una de las teorías que componen un programa de investigación está destinada a ser
abandonada cuando la observación resulte incompatible con ella; y esto es lo que
normalmrente sucede. Recuérdese que cada una de esas teorías está integrada por las
hipótesis del núcleo más las que conforman el cinturón protector, de manera que cuando
se opera algún cambio en este último, en un sentido estricto se la ha abandonado. La
refutación de una teoría es, por tanto, algo completamente diferente de lo que sería la
refutación del programa; podría decirse, más bien, que es lo opuesto porque es
precisamente el reemplazo de una teoría por otra la que permite continuar el desarrollo del
programa.

Además de su estructura morfológica integrada por el núcleo y el cinturón


protector, el programa cuenta con reglas de funcionamiento que aseguran un desarrollo

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permanente del conocimiento; tales reglas son denominadas "heurísticas". Lakatos
distingue dos tipos: una heurística negativa, que nos dice lo que se debe evitar, y una
heurística positiva, que indica el camino que debe seguirse para el desarrollo del
programa. La heurística negativa prohíbe expresa la decisión de no considerar refutadas
las hipótesis del núcleo firme y ante cualquier discordancia de las observaciones con la
teoría, preferir, como ya hemos indicado, hacer responsable al cinturón protector. La
heurística positiva, en cambio, consiste en un conjunto de reglas que indican cómo
modificar, sustituir o inventar nuevas hipótesis del cinturón protector para resguardar el
núcleo firme y asegurarse de que el programa sigue progresando. El cometido de la
heurística positiva es dar cuenta de las anomalías y procurar convertirlas en ejemplos
corroboradores. Pero esta no es su función más importante; la tarea fundamental de la
heurística positiva es orientar la investigación hacia el descubrimiento de hechos nuevos,
aunque puede ocurrir que al mismo tiempo vaya anticipando y "digiriendo" las anomalías
que genera. La riqueza de la heurística positiva se manifiesta, pues, en su política creativa
que privilegia el desarrollo teórico, mientras que la evidencia empírica desempeña un rol
más bien subsidiario. Lakatos se refiere a este fenómeno como la "autonomía" de la
ciencia teórica, la cual estimula constantemente el desarrollo de los recursos necesarios
para el crecimiento del programa. La propuesta de epiciclos para ajustar la teoría
astronómica a las observaciones ejemplifica, una vez más, el funcionamiento del programa
de investigación ptolemaico: una vez introducido ese recurso, los científicos que
trabajaban en el programa contaban con una fuerte sugerencia acerca de cómo continuar
ajustándolo. Su tarea consistiría, entonces, en calcular las condiciones particulares del
nuevo epiciclo propuesto, pero, de algún modo, sabía de antemano qué es lo que debía
hacer para mantener el programa. Por ese motivo, Lakatos sostiene que la heurística
positiva anticipa las soluciones que habrán de proponerse para enfrentar las anomalías
que se le presentan al programa.

Estas anomalías dejan de ser un accidente mortal para las teorías, como podría
inferirse de las premisas del falsacionismo dogmático y el falsacionismo ingenuo, y pasan
a ser el motor de la investigación científica. En realidad, los programas de investigación
científica conviven con las anomalías, más aun, viven gracias a ellas. Lakatos afirma, en
efecto, que las teorías nacen refutadas y se desarrollan en un océano de anomalías,
porque, lo más frecuente es que, desde el principio ninguna conjetura científica se
acomoda completamente a los hechos.

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Las modificaciones que sufren las hipótesis del cinturón protector pueden afectar
cualquier clase se suposiciones. La estrategia sofisticada contempla incluso la posibilidad
de someter a crítica la teoría interpretativa u "observacional" a la luz de la cual se habían
aceptado los enunciados “básicos” refutadores. Tal teoría puede llegar a tener un nivel
teórico tan alto como el de la teoría sustantiva que se investiga. Lakatos ilustra esta
situación con el relato de las circunstancias relativas a la contrastación de la hipótesis de
Prout sobre el peso atómico de los elementos químicos.

La teoría afirmaba que todos los átomos están compuestos de hidrógeno y de este
modo los pesos atómicos de todos los elementos químicos homogéneos tienen que poder
ser expresados en números enteros. Sin embargo, el químico Stas demostró que el peso
atómico del cloro puro era 35.5, y en ese caso la teoría de Prout quedaba refutada. La
controversia entre los defensores del programa de Prout y quienes se atenían al
experimento de Stas se prolongó durante un siglo, hasta que finalmente se resolvió a favor
de Prout en 1915. La estrategia metodológica seguida por los proutianos fue la de someter
a crítica la teoría que subyacía al procedimiento de purificación de los elementos químicos
cuyo peso atómico se trataba de establecer. Esta teoría señalaba que si se aplican a un
gas una serie de procedimientos de purificación especificados, que en este caso sumaban
17, lo que se obtiene será cloro puro. Los partidarios de las ideas de Prout preferían dudar
de la pureza de la sustancia resultante de la aplicación de dichos procedimientos. Más
tarde los químicos les dieron la razón porque descubrieron que la sustancia en cuestión
estaba constituida por dos isótopos de cloro con pesos atómicos diferentes, de tal manera
que su peso combinado no daba por resultado un número entero.

Este ejemplo muestra claramente que, en algunas ocasiones, al menos, los


criterios para el mantenimiento o el abandono de una teoría no son tan simples como el
falsacionismo ingenuo sugiere. Exhibe, también, características que hacen plausible la
propuesta de Lakatos en cuanto a la conveniencia de utilizar una unidad más amplia que
el concepto de teoría tradicional, esto es, una unidad que incluya el desarrollo temporal de
las hipótesis científicas, como es el caso de los programas de investigación.

Es oportuno señalar, al respecto, que Lakatos hizo notar explícitamente un


paralelismo entre su concepto de programa de investigación y la noción de paradigma
formulada por Kuhn, aunque los resultados de la aplicación de sus respectivas tesis
brinden caracterizaciones, en buena medida contrapuestas, de la empresa científica.

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3. La dinámica de los programas de investigación

Es importante advertir que los PIC no son sólo unidades más amplias que las
teorías científicas tal como se las entendía tradicionalmente. En este último sentido, las
teorías científicas se presentan fundamentalmente como entidades abstractas compuestas
por proposiciones sistemáticamente conectadas por relaciones lógicas. Un PIC, en
cambio, incluye mucho más que eso; es un proceso en el que se desenvuelven las
investigaciones científicas. Mientras que una teoría es, por así decirlo, un conjunto de
ideas cristalizadas de cierta forma, un programa de investigación es algo que en todo
momento está cambiando y esto es un rasgo esencial. El programa subsiste mientras su
desarrollo signifique un progreso; y de acuerdo con Lakatos, un programa se halla en una
fase progresiva cuando frente al descubrimiento de ciertas anomalías que afectan una
teoría T que integraba el programa, se ha propuesto una nueva teoría T’ que cumple las
siguientes condiciones:

• T' tiene más contenido empírico que T, es decir predice nuevos hechos que son
improbables a la luz de T o incluso prohibidos por T.
• T' explica los aciertos logrados por T, es decir, T’ conserva todo el contenido no
refutado de T.
• Alguna parte del contenido empírico excedente de T' está corroborado.

En contraste, un programa se encuentra en una etapa regresiva o está estancado


si su desarrollo teórico queda rezagado con respecto a su desarrollo empírico, esto es,
cuando sólo puede brindar explicaciones con posterioridad a la consideración de hechos
descubiertos por casualidad o anticipados por un PIC rival.

La determinación del carácter progresivo o regresivo de un programa afecta de


manera decisiva su continuidad. Es obvio que cuando un programa se encuentra en una
fase progresiva, los científicos que investigan en su ámbito se sienten alentados para
proseguir su desarrollo. Esta es, sin duda, una actitud racional y esa situación permite
comprender por qué Lakatos objetaba un exceso de convencionalismo en el falsacionismo
ingenuo. Dentro de los límites del falsacionismo ingenuo la decisión de aceptar una
refutación o descartarla aduciendo que probablemente la refutación fuera aparente porque
no se cumplían las condiciones de la cláusula ceteris paribus, por ejemplo, resulta, en
cierto modo, arbitraria. Es cierto que para el falsacionismo sofisticado la resolución de
considerar irrefutables las hipótesis del núcleo firme también tiene carácter convencional,

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pero esa actitud no puede considerarse arbitraria si va acompañada por la evidencia de
que el programa muestra un desarrollo progresivo.

También vale la pena señalar, en este punto, los motivos que tenía Lakatos para
valorizar positivamente el papel de las corroboraciones, a diferencia de la actitud que al
respecto adopta el falsacionismo ingenuo. Si sólo las refutaciones tuvieran importancia, no
cabría hablar de etapas progresivas dentro de un programa de investigación. Hemos visto
que el progreso adquiere plena dimensión cuando al menos una parte del contenido
empírico aportado por una nueva teoría resulta corroborado. Esto también explica el
interés de los científicos por seguir desarrollando el programa.

Consideraciones semejantes pueden hacerse a propósito de la comparación de


programas de investigación rivales. A pesar del ya mencionado paralelismo que Lakatos
señala entre sus programas de investigación y los paradigmas kuhnianos, hay un aspecto
en el cual las tesis respectivas difieren radicalmente. Mientras de acuerdo con Kuhn una
vez finalizado el fragor de la lucha revolucionaria, toda la comunidad científica que trabaja
en la disciplina se subordina al paradigma triunfante, según Lakatos dos o más programas
de investigación rivales pueden coexistir durante mucho tiempo en tanto cada uno de ellos
muestre signos de progreso. Pero si así no ocurre, si un programa permanece estancado y
resultan inútiles los esfuerzos de los científicos que lo han adoptado para encarrilarlo
nuevamente en una senda progresiva, es natural que lo abandonen a favor de otro
programa de investigación que prometa progreso.

4. Historia Interna e Historia Externa

Como hemos sugerido al principio de este capítulo, uno de los referentes de la


filosofía de Lakatos es Kuhn. Entre los aspectos en los que se advierte la influencia del
autor de La estructura de las revoluciones científicas, en la formulación del falsacionismo
sofisticado se destaca una fuerte valoración de la necesidad de tomar en cuenta la historia
de la ciencia. Ya habíamos mencionado también que Lakatos atribuye al falsacionismo
ingenuo un divorcio con la manera efectiva en que se desenvolvió la historia de la ciencia.
Justamente, el esfuerzo de Lakatos se encamina a proponer una metodología falsacionista
que resulte más acorde con la historia real de la ciencia. Pero al mismo tiempo es
conciente de que no puede haber una narración de los episodios de la historia de la
ciencia completamente libre de todo compromiso filosófico. Una filosofía de la ciencia
muestra su riqueza y potencia explicativa en función de su capacidad para ofrecer una

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reconstrucción racional adecuada de la historia real. Del mismo modo, la historia de la
ciencia se apoya en la filosofía, en la medida en que los datos que toma en cuenta el
historiador son seleccionados e interpretados a la luz de alguna filosofía, aun cuando el
historiador no tenga conciencia completa de este hecho: "Una historia sin ningún sesgo
teórico es imposible", de allí que historia de la ciencia y filosofía de la ciencia son
mutuamente dependientes. La filosofía suministra los cánones normativos que orientan la
tarea del historiador: la búsqueda, interpretación y selección de los hechos. El filósofo, por
su parte, toma en cuenta los episodios reales -metodológicamente interpretados- a fin de
dar una explicación racional de la marcha de la ciencia. Si esto es así, toda filosofía de la
ciencia deviene en una teoría de la racionalidad científica. La relación estrecha entre las
dos disciplinas está sintetizada en la conocida paráfrasis lakatosiana de Kant: "La filosofía
de la ciencia sin historia de la ciencia es vacía; la historia de la ciencia sin filosofía de la
ciencia es ciega".

Pero además, la historia de la ciencia funciona como un tribunal de apelación para


confrontar y evaluar filosofías rivales; en estos casos constituye una especie de "base
empírica" para la contrastación, lo cual permite elegir la metodología más adecuada.
Ahora bien, no todos los episodios de la historia real integran la reconstrucción racional del
historiador. Al respecto, Lakatos se vale de una distinción conocida en la época a la que
da un sentido muy particular, la demarcación entre historia interna e historia externa. La
historia externa o empírica abarca los factores psicológicos y sociales que posibilitan e
inciden en el desarrollo del conocimiento. La historia interna o normativa comprende los
aspectos lógico-matemáticos y empíricos de las teorías o programas de investigación;
además, establece los criterios y las reglas que rigen la actividad científica, es la historia
"objetiva" de la ciencia. La demarcación entre lo interno y lo externo no es absoluta sino
relativa, depende de los cánones metodológicos que establece cada filosofía. Para un
filósofo de la ciencia, lo primario y fundamental es la historia interna; ella constituye el
contenido de la reconstrucción racional, mientras que la historia externa es secundaria,
periférica e irracional. La historia interna determina, además, cuál es el campo de
jurisdicción de la historia externa y, en este sentido, la condiciona:

"Que un experimento sea crucial o no, que una hipótesis sea altamente probable o no a la
luz de la evidencia disponible, que una problemática sea progresiva o no, no depende lo más
mínimo de la autoridad, las creencias o la personalidad de los científicos. Tales factores
subjetivos no tienen ningún interés para la historia interna" (Lakatos 1987a, p. 39).

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Dado que la demarcación es trazada desde la filosofía, puede darse el caso de
que un mismo hecho sea considerado parte de la historia interna por un historiador,
mientras que otro lo relegue al campo de la historia externa. Por ejemplo, para un
falsacionista sofisticado, la predicción de hechos nuevos en el sentido de que constituyen
una nueva clase de hechos, de tipo diferente a los conocidos previamente, forma parte de
la historia interna. La actitud de algunos inductivistas frente a la misma situación, es
distinta, pues lo que consideran relevante es el aumento de la confirmación de una
hipótesis por el acrecentamiento de los casos favorables; de manera que no es en
absoluto relevante si los hechos que confirman la teoría fueron descubiertos antes o
después de la formulación de la ley, ya que lo que cuenta es el apoyo inductivo o lógico de
la evidencia empírica. En consecuencia, la circunstancia de que un hecho que confirma
cierta hipótesis pertenezca o no a una clase ya conocida, es relegado por el inductivista al
dominio de la historia externa.

No obstante, la historia interna no es exhaustiva, por lo contrario, debe ser


complementada por la historia empírica, que da cuenta de aquellos hechos que no pueden
ser explicados en términos de la historia interna. Ello se debe a que los hombres no
actúan siempre de manera racional y aun cuando lo hicieran, no en todos los casos
interpretan correctamente sus propias acciones; a veces se equivocan en los juicios que
formulan e incurren en una "falsa conciencia". Sin embargo, la preeminencia de la historia
interna está fuera de toda discusión y es tan fundamental que Lakatos concede al
historiador internalista no solamente la facultad de interpretar los hechos acaecidos de
acuerdo con sus esquemas conceptuales, sino también la libertad de modificarlos
intencionalmente, si fuera necesario, para que encuadren en la reconstrucción racional
que está emprendiendo. Y para ejemplificar esta posibilidad señala que sería apropiado
suponer que Bohr había concebido la idea del spin del electrón en 1913, aun cuando
sabemos que para esa fecha Bohr nunca había utilizado ese concepto, si tal suposición
encaja de manera natural y lógica en la descripción del programa de investigación
atómica. Por ese motivo, Lakatos considera que, en todo caso, basta con que el
historiador aclare en una nota a pie de página cómo ocurrieron efectivamente los hechos.

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