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FUNDACIÓN UNIVERSITARIA SAN ALFONSO

ESCRITOS PAULINOS
ASESOR: P. DANILO MEDINA
PARTICIPANTE: JESÚS MARÍA ORTIZ
FECHA: 27 DE OCTUBRE DE 2004
TRABAJO FINAL

SEGUIR A JESÚS DESDE LA CRISTOLOGÍA DE SAN PABLO

1. OBJETIVO: presentar algunos elementos de la cristología de San Pablo para


consolidar el seguimiento de Jesús en la vida religiosa.

2. CANTO: Vida (Enrique Ascoy)

Yo era u tipo relativamente bueno,


mejor dicho, yo era un pobre diablo más,
tenía llena la barriga, y la conciencia tan tranquila,
que llegué a sentirme bueno de verdad.

Hasta que un día tocando esta guitarra,


me hablaron de un tipo flaco y pelucón,
y de tanto ser contreras, yo que no quería
problemas, me metí en esta locura del Señor.

Coro:
Y fue allí donde comenzó la vida,
y la vida se decidió a vivir, y viviendo
se contruyó una historia, que tú ya sabes
de memoria, porque tiene algo de ti.

Me dio una fuerte cristianitis aguda,


tan aguda que jamás llegué a sanar,
y junto a otros desahuciados, nos conseguimos
un barco y nos fuimos a buscar la libertad.

Y somos felices juntos navegando,


a pesar de las tormentas de alta mar,
y un amor puro y sincero, que encontré
en un aguacero, me enseñó a decir:
¡te quiero de verdad!
3. ORACIÓN: Ef. 1, 3 – 10 (A DOS COROS)

“¡Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús nuestro Señor,


que nos ha bendecido en el cielo, en Cristo,
con toda clase de bendiciones espirituales!
En Cristo Dios nos eligió
antes de que creara el mundo,
para estar en su presencia santos y sin mancha.

En su amor nos destinó de antemano


para ser hijos suyos en Jesucristo
y por medio de él.
Así lo quiso y le pareció bien
sacar alabanzas de esta gracia tan grande
que nos hacía en el Bien Amado.

En él y por su sangre fuimos rescatados,


y se nos dio el perdón de los pecados,
fruto de su generosidad inmensa
que se derramó sobre nosotros.

Ahora nos ha dado a conocer,


mediante dones de sabiduría e inteligencia,
este proyecto misterioso suyo,
fruto de su absoluta complacencia en Cristo.

Pues Dios quiso reunir en él,


cuando llegara la plenitud de los tiempos,
tanto a los seres celestiales como a los terrenales”.

4. MIRANDO NUESTRA REALIDAD

“Siendo la última norma de la vida religiosa el seguimiento de Cristo según el Evangelio,


ésta ha de ser la regla suprema para todos los institutos” (P.C. n° 2)

Para compartir:
 ¿Por qué seguir a Cristo ha de ser la norma suprema del religioso?
 ¿En qué consiste el seguimiento de Cristo?
 ¿Qué dificultades se presentan para seguir A Cristo?

5. ILUMINACIÓN BÍBLICA: Filp. 3, 7 – 14


“Pero al tener a Cristo consideré todas mis ventajas como cosas negativas. Más aún, todo lo
considero al presente como peso muerto, en comparación con eso tan extraordinario que es
conocer a Cristo Jesús, mi Señor. A causa de él ya nada tiene valor para mí, y todo lo
considero como pelusas mientras trato de ganar a Cristo. Y quiero encontrarme en él, no
teniendo ya esa rectitud que pretende la Ley, sino aquella que es fruto de la fe de Cristo,
quiero decir, la reordenación que Dios realiza a raíz de la fe.

Quiero conocerlo; quiero probar el poder de su resurrección y tener parte en sus


sufrimientos; y siendo semejante a él en su muerte, alcanzaré, Dios lo quiera, la
resurrección de los muertos. No creo haber conseguido ya la meta ni me considero un
«perfecto», sino que prosigo mi carrera hasta conquistar, puesto que ya he sido conquistado
por Cristo. No, hermanos, yo no me creo todavía calificado, pero para mí ahora sólo vale lo
que está adelante, y olvidando lo que dejé atrás, corro hacia la meta, con los ojos puestos en
el premio de la vocación celestial, quiero decir, de la llamada de Dios en Cristo Jesús”.

Para reflexionar:
 ¿Quién es Jesús para San Pablo?
 ¿Qué implica reconocer a Jesús al estilo de Pablo?

6. SECUENCIA TEMÁTICA

6.1 EL JESÚS DE SAN PABLO

San Pablo se encontró con Cristo resucitado en el camino de Damasco. De perseguidor de


la Iglesia se convirtió en servidor de Jesús que lo “apresó” (Filp 3, 12). Este es el
significado fundamental de su experiencia cristológica (Hch 9, 3, 9; 22, 6 – 11; 26, 12 –
18). El apóstol de los gentiles recibió del Señor una revelación que lo consagró auténtico
testigo de Cristo resucitado al igual que los Doce apóstoles. Por consiguiente, Dios lo llamó
para (según él) “revelar en mí a su Hijo, para que lo anunciase entre los gentiles” (Gal 1,
16).

Este Cristo conocido por San Pablo es un Cristo resucitado, celestial, pero también
histórico: “nacido de mujer” (Gal 4, 4), hijo de David (Rom 1, 3), un ser que vivió en el
tiempo “en una carne semejante a la del pecado” (Rom 8, 3), que “tomó la condición de
esclavo” y “se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Filp 2, 6 – 11). Sin
embargo, San Pablo no distanció nunca al Jesús de la gloria del Jesús de la historia. Aunque
aparentemente se nota más énfasis en el primero.

6. 2 CRISTO EN LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA DE SAN PABLO

En los primeros versículos de la carta a los Efesios San Pablo describe el maravilloso plan
salvífico que tiene su origen en la iniciativa del Padre que se revela y hace realidad en
Cristo y que se desarrolla en nosotros mediante la acción dinámica, vital y vivificante del
Espíritu (Cfr. Ef 1, 3-14).

Cristo es el Hijo de Dios, no sólo en el sentido de se elección divina y su dedicación


completa al plan redentor del Padre, sino también por “ser de condición divina” (Filp 2, 6).
Jesucristo, Hijo de Dios, nos libera por su sangre e inicia la nueva alianza (Ef1, 17). La
realización concreta de la obra rendentora se tiene en la pasión, muerte y resurrección de
Jesús (Rom 4, 25). No sólo la muerte, también la resurrección tiene valor redentor. Cristo
resucitado por el Padre (1 Tes 1, 10) ha recibido el poder de una vida nueva que Él, a su
vez, nos comunica (2 Cor 13, 4-5).

Esta comunicación de la vida trae consigo la reconciliación con Dios, que llega a ser
nuestra paz (Ef 2, 14), el perdón de los pecados (Col 1, 14) la redención de adquisición, que
no es otra cosa que la liberación que Dios mismo hace de nosotros (1Cor 1, 30).

Junto con la redención se nos comunican, por Cristo, la sabiduría en el sentido de


conocimiento para la vida, conocimiento activo y además la inteligencia para tener un
conocimiento más profundo y experiencial de la revelación del “misterio de Dios” (Ef 1, 9)
que consiste en “recapitula todas las cosas en Cristo” (Ef 1, 10). Él es el vínculo, el centro
del universo, tanto en su creación, porque todo fue creado por Él y para Él (Col 1, 16), con
su nueva creación: Él es el que redime. En una palabra, Cristo es cabeza de todas las cosas
y da al universo y a todo lo que en Él existe, sentido, valor, unidad y armonía. En síntesis se
puede afirmar que la teología de San Pablo es cristocéntrica.

6. 3 NUESTRA VIDA EN CRISTO

Las relaciones del religioso con Jesús, San Pablo las expresa de diversas maneras como:
“revestir a Cristo” (Gal 3, 27); “Cristo en nosotros” (Rom 8, 10); “ser de Cristo” (Gal 3,
29); “según Cristo” (Col 2, 8); “a causa de Cristo” (Filp 3, 7); “por medio de Cristo” (Rom
1, 8); “en orden a Cristo” (Rom 6, 3); “con Cristo” (Col 3,3). De todas las fórmulas la
principal es “en Cristo” y sus sinónimas: “en el Señor” y “en Cristo Jesús”, que aparecen
164 veces en las cartas paulinas.

Por el bautismo el cristiano se encuentra en un nuevo ámbito de vida, contrario al de la


carne, es decir, del hombre dejado a sus propias fuerzas y dominado por el egoísmo. Está
bajo el influjo y dominio de Cristo. Él vive en el cristiano. Entre éste y Jesús existe una
íntima unión en el ser y en el quehacer. Hay una orientación en el vivir “en Cristo” hacia la
plenitud de “estar con Cristo” (Filp 1, 23).

La vida del religioso es una vida en comunión (koinonía) con Cristo (1 Cor 1, 9). En esta
unión con Cristo, la cruz de Cristo actúa como un poder presente (Gal 6, 12. 14); se
experimentan los padecimientos de Cristo (2 Cor 1, 5 – 7), sus tribulaciones (Col 1, 24), la
muerte de Jesús (2 Cor 4, 10). En otras palabras toda la vida de Jesús (2 Cor 4, 10 – 11).
Jesús significa para San Pablo la vida (Filp 1, 21). Cristo se convierte en cierto sentido, en
sujeto de todas las acciones del cristiano: “vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive
en mí...” (Gal 2, 20).

6. 4 SEGUIR A JESÚS

Ser discípulo es, ante todo, estar cerca del Maestro para seguirlo en el anuncio de la Buena
Nueva. Para ello es importante tener presente los ideales y las metas de Jesús. Él trabajó por
la liberación del hombre. Al trabajar por lo que trabajó Jesús, como la forma más auténtica
de seguirlo, tenemos que respetar dos valores supremos para Él: el ser humano y el
precepto del amor y rechazar el pecado y el egoísmo, que son las fuentes de todas las
opresiones.

No seguiremos a Jesús como religiosos si no trabajamos por la construcción de un mundo


más justo y fraterno que, si bien no agota la liberación de Cristo, es parte, expresión y
exigencia de la misma. No podemos realizar dicho seguimiento olvidando la obra de Jesús
en relación con la sociedad. La misión principal que trae consigo nuestra consagración
religiosa es la de continuar trabajando por esa liberación por la cual se esforzó y murió
Jesús.

La lucha por la transformación del mundo en el espíritu de las bienaventuranzas (G.S. n°


72) pasa por el camino de la muerte y la resurrección. En la segunda carta a los Corintios,
San Pablo expresa admirablemente esto cuando describe las tribulaciones por las que
atraviesa todo aquel que prosigue la obra redentora y liberadora de Jesús: “llevando
siempre en el cuerpo el suplicio mortal de Cristo, para que la vida de Jesús se manifieste en
nuestro tiempo... sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos
resucitará” (2 Cor 4, 10 – 14).

7. COMPROMISOS

Teniendo presente lo anterior se invita a cada participante a realizar un compromiso


concreto para fortalecer su seguimiento de Cristo.

BIBLIOGRAFÍA

CHARPENTIER, Etienne. Para leer el Nuevo Testamento. Estella (Navarra) : Verbo


Divino, 1994. págs. 172

MESTER, Carlos. Pablo apóstol. Un trabajador que anuncia el Evangelio. Colección Biblia
n° 63. Quito : Verbo Divino, 2000. págs.165
LEVORATTI, Armando J. y Otros. Comentario bíblico latinoamericano. Nuevo
Testamento. Estella (Navarra) : Verbo Divino, 2003. págs. 1220

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