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Tema 12: FORMACIÓN DE PROFESIONALES Y

ÉTICA DEL QUEHACER EDUCATIVO

Cuidar su propia formación (inicial y permanente) es la primera obligación ética de los


educadores.
Tanto la índole moral como la relacionalidad propias del fenómeno educativo imponen a los
educadores la necesidad de reflexión sobre la propia práctica profesional. Esta reflexión dará
origen a la redacción de los códigos deontológicos de los profesionales de la educación.

LA FORMACIÓN DE LOS PROFESIONALES DE LA EDUCACIÓN


Con la expresión “quehacer educativo” se alude a la tupida red de actividades que los
educadores llevan a cabo: la reflexión e investigación sobre su práctica, la elaboración de
materiales didácticos para los alumnos, las relaciones entre los compañeros y con las familias,
etc.
La primera de las obligaciones éticas de los profesionales es prepararse lo mejor posible para
realizar bien este trabajo.

Educar no es una técnica sino un arte, un saber hacer en el que se entrelazan conocimiento y
acción, por eso la formación no puede ser una tarea exclusivamente teórica sino que ha de
incluir también elementos prácticos. Es mucho más que transmitir unos contenidos que se
consideran importantes, implica también facilitar la adquisición de los hábitos intelectuales y
morales que necesitarán para seguir educándose a sí mismos a lo largo de la vida.

Para dedicarse con éxito al ejercicio de cualquier profesión es necesario poseer las condiciones
naturales requeridas para ellos y haber recibido una preparación específica. Las disposiciones
naturales han de cultivarse para que alcancen su máximo desarrollo funcional y se obtengan los
resultados deseados. No basta con tener condiciones y querer ser un buen educador para serlo de
hecho, sino que es necesario aprender, adquirir el oficio, para ser competente en el trabajo.
Algunas de las disposiciones naturales necesarias para dedicarse a la educación constituyen
rasgos del temperamento. Entre ellos cabe destacar: la madurez, salud psíquica y estabilidad
emocional; fortaleza para dominar el propio temperamento; capacidad de comunicación y de
escuchar; sentido de la justicia; paciencia; amplitud de miras, curiosidad intelectual y
disposición para seguir aprendiendo; amor a la verdad y a la libertad propia y de los demás;
autoridad para hacerse respetar; optimismo, alegría y buen humor; coherencia de vida, etc.

Los educadores deben abordar tres grandes ámbitos en el ejercicio de su profesión:


 Con la educación se procura que los alumnos alcancen un nivel adecuado de
conocimientos. Qué contenidos se transmiten y cuál es la mejor manera para que éstos sean
aprendidos.
 La educación se orienta asimismo a favorecer que los alumnos adquieran una serie de
destrezas y habilidades cognoscitivas y operativas. (hábitos intelectuales y prácticos)
 La educación ha de fomentar en los alumnos actitudes positivas hacia la verdad y el bien.

Cuando se establece la distinción entre teoría y práctica a modo de dicotomía, se comete el error
de olvidar que existe un modo de saber hacer inteligente y una posibilidad de acceder a la
teoría a través de la práctica.
Hoy se tiende a valorar más la práctica, pero en ocasiones se olvida que la práctica sola no
favorece necesariamente la formación que necesitan los profesionales de la educación, porque
solo cuando se reflexiona críticamente sobre lo que se está haciendo, es posible situar la propia
actividad en una perspectiva más amplia, dentro de un contexto general. Es entonces cuando
esta práctica puede ser educativa y no mera repetición técnica de rutinas pedagógicas
aprendidas.
ÁMBITOS QUE DEBE ABARCAR LA FORMACIÓN DE LOS EDUCADORES
La formación orientada a preparar a los futuros educadores para que puedan cumplir
adecuadamente las exigencias que plantea el ejercicio de su profesión comprende dos etapas: la
formación inicial y la permanente.
Tanto en la formación inicial como en la permanente, la formación profesional de los
educadores ha de abarcar cuatro grandes áreas:
 Formación científica.
 Los educadores deben ser competentes en el área de conocimiento que está más
directamente relacionada con el ejercicio de su trabajo. Han de recibir formación
sistemática que comprenda:
 Los contenidos de la materia que deberán enseñar
 Procedimientos y estrategias didácticas para poder transmitir la materia de la mejor
manera
 Los fines del sistema educativo, los contenidos del curriculum y los métodos de
evaluación adecuados
 El modo de desarrollar un pensamiento autónomo y crítico
 Estudios críticos de investigación pedagógica de carácter empírico y las teorías del
aprendizaje y las Ciencias Sociales aplicadas a la Educación
 Realizar periodos de prácticas supervisadas con un profesional experimentado, para que
puedan iniciarse en el ejercicio profesional y reflexionar sobre su modo personal de
llevarlo a cabo.

 Formación pedagógica.
El sentido común y la experiencia ordinaria no son suficientes a la hora de educar.
Esta formación pedagógica ha de abarcar aspectos instrumentales, técnicos, didácticos,
cuestiones organizativas y de orientación, etc.
La educación es una tarea compleja, en la que no es posible aplicar automáticamente una serie
de pautas de conducta preestablecidas, sino que cada profesional ha de desarrollar su propia
concepción de lo que constituye una buena práctica, y para ello es necesario haber recibido
preparación y reflexionar sobre la propia experiencia.
Los medios didácticos tienen una función instrumental en el contexto educativo y, si el
educador no quiere ir a la deriva, debe ser consciente de que éstos han de estar orientados
siempre hacia la consecución del fin educativo y subordinados a él.

 Formación humanística.
Las Humanidades se ocupan del análisis de lo que se distingue al hombre del resto del mundo:
lenguaje, pensamiento, libertad, creación artística, sociedad, etc...; el hombre se toma a sí
mismo como materia de estudio y contempla los aspectos más importantes de su existencia
tratando sobre las grandes cuestiones que han preocupado a todas las generaciones.
Entre las Humanidades ocupa un lugar destacado la Filosofía (entendida como ejercicio de la
reflexión filosófica). La Filosofía es un modo de reflexión que ayuda al ser humano a orientarse
en la vida y a tomar postura ante el mundo; le facilita razonar correctamente, con lógica; otorga
unidad y consistencia al pensamiento e insta a examinar críticamente las propias convicciones y
prejuicios.

 Formación moral.
Toda acción humana libre es una actividad que la persona realiza porque quiere, sin estar
obligada a obrar de esa manera. Cuando alguien actúa libremente es dueño de sus actos, ya que
su conducta tiene como origen y causa la decisión autónoma de su voluntad; ha de responde de
su acción ante quien le pida cuentas y ante sí mismo.
No hay acciones libres que sean, en sentido estricto, moralmente neutras o indiferentes y, por lo
tanto, todos los ámbitos en los que se presentan al ser humano varias posibilidades son
susceptibles de evaluación desde la perspectiva moral.
Existe un “gravamen moral específico” que caracteriza a la tarea educativa, porque la
educación se orienta esencialmente al perfeccionamiento humano, deja huella en el espíritu.
La formación de los educadores debe incluir una preparación moral específica, exigida tanto
por la naturaleza de la tarea que realizan, como por la ejemplaridad que se espera de quienes se
dedican a ella. No es suficiente que el profesor posea conocimientos de Ética, sino que debe
sentirse interpelado a actuar éticamente.
El conocimiento moral abarca tres grandes ámbitos:
 la información moral; el conocimiento de las normas morales que son aceptadas
mayoritariamente en una sociedad
 las creencias, valores y actitudes; las disposiciones que inclinan a una persona a actuar
de una determinada manera
 el juicio moral; el modo correcto de razonar en orden a la toma de decisiones en el
ámbito moral
El educador además de conocer lo que es bueno debe esforzarse en hacer el bien, y estar
preparado para educar moralmente a sus alumnos porque lo quieran o no transmiten valores.

LOS CÓDIGOS DEONTOLÓGICOS COMO REGULADORES NORMATIVOS


DEL QUEHACER EDUCATIVO
La deontología significa etimológicamente ciencia sobre los deberes.
El origen se debe al filósofo J. Benthan, quien utilizó el término deontology para referirse a un
ámbito de la filosofía dedicado al estudio de los deberes que debían seguirse para alcanzar el
ideal utilitarista. El sentido en que se usa el término deontología en la actualidad se opone al que
tiene en la filosofía utilitarista, pues engloba posturas éticas que se centran en el deber en sí
mismo, y no en función de la lógica del máximo beneficio.
La deontología es el conjunto de deberes, principios y normas éticas que rigen la práctica de
una profesión o actividad determinada, y que suelen ser enunciados en códigos deontológicos
mediante los cuales los profesionales autorregulan su conducta ética en el ejercicio profesional.
Se trata de un tipo particular de “ética aplicada”, no imputable a todo el mundo. Tanto el fin de
la actividad como el proceso para lograrlo aparecen vinculados a la reflexión moral.

Los códigos deontológicos aparecen principalmente en las profesiones “de ayuda” y en general
en aquéllas orientadas de forma inmediata hacia las personas. Tanto la deontología como la
ética del quehacer docente comparten una idea fundamental: el ejercicio de la profesión
educativa no está exento de valoración moral; es decir; no todo está permitido y no se puede
educar de cualquier forma.

Las referencias deontológicas más significativas son:


En la educación formal y no formal; el Código deontológico de docentes y pedagogos, centrado
en la profesión docente, auspiciado por el Consejo General de los Ilustres Colegios de Doctores
y Licenciados en Filosofía y Letras, de 1996 y el Código deontológico de la profesión docente,
desarrollado por el Colegio de Pedagogos y Psicopedagogos de Madrid en 2010, así como los
Criterios para una deontología del docente del Consejo Escolar de Cataluña, de 1992.
En la educación no formal; destaca el Código Deontológico del Educador/a Social, de 2004,
promovido por la entonces Asociación Estatal de Educación Social. Este Código define el
conjunto de normas que orientan la acción y la conducta profesional, que ayudan a los
educadores en el ejercicio de su profesión y mejoran la calidad del trabajo que se ofrece a la
ciudadanía.
En el plano internacional; destacan la Declaration on Professional Ethics y la Recommendation
Concerning the Status of Teachers de la UNESCO de 1966.

Los códigos deontológicos absorben los diversos ámbitos del proceso educativo y fijan
diferentes niveles de compromiso, se mueven en el terreno de la confianza y no de la denuncia
penal.
LA ÉTICA EN LOS ESPACIOS EDUCATIVOS VIRTUALES
La velocidad de tecnificación de los entornos educativos virtuales ha sobrepasado a la reflexión
filosófico-educativa sobre los mismos. Son espacios predominantemente tecnológicos de
interacción entre personas, y por tanto también ético, que genera un ethos particular.
El yo-digital se desarrolla a partir de la presencia o participación en blogs, chats, redes sociales
y profesionales, foros de todo tipo, práctica de juegos on-line, elección del identificador de
correo electrónico, etc. Es el “rostros digital” que una persona muestra cuando interactúa en el
mundo virtual. Una dimensión de la personalidad que es su proyección al ciberespacio.
Se trata de prácticas sociales cada vez más extendidas, para las que es necesario educar a las
jóvenes generaciones, contando con la dificultad añadida de que suelen ser precisamente los que
están más familiarizados con el uso de esas tecnologías.

El desarrollo de la “competencia digital” es preceptivo en el currículo, tanto en la Educación


Primaria como en Secundaria. Esta competencia consiste en disponer de habilidades para
buscar, obtener, procesar y comunicar información, y para transformarla en conocimiento.
Incluye utilizar las TIC extrayendo su máximo rendimiento a partir de la comprensión de la
naturaleza y modo de operar de los sistemas tecnológicos en el mundo personal y sociolaboral,
así como el adecuado desarrollo del yo-digital.

La “ética docente en los espacios virtuales” hace referencia tanto a la preparación de los
educadores para interactuar responsablemente con los alumnos en entornos virtuales, como a la
formación que imparten acerca del modo correcto de comportarse en esos entornos. En este
sentido es necesario diferenciar dos ámbitos de presencia del docente.
 Espacios que son frecuentados por niños y jóvenes, que no son reconocidos como
educativos. En ellos el docente debe seguir siendo un referente educativo, enseñando a
relacionarse adecuadamente y avisando de los peligros que pueden tener en la red.
 Espacios reconocidos como educativos, que generalmente son gestionados por un
administrador con alguna responsabilidad educativa. En un contexto educativo las normas
de uso las suele fijar el administrador y conviene conocerlas para desarrollar unas
relaciones adecuadas en el entorno virtual y lograr el máximo aprovechamiento de los
recursos.

Los docentes no pueden ser ajenos a las diversas formas de violencia y tecnoadicciones que se
han desarrollado en los entornos virtuales. Es necesario enseñar que libertad va unida a
responsabilidad.
Se sintetizan a continuación una serie de normas básicas o netiquetas (pautas de
comportamiento aceptadas y compartidas por los usuarios, adecuadas a los espacios virtuales)
aplicables a cualquier medio virtual:
 No olvidar el rostro, la persona con la que se interactúa es una persona real como uno
mismo, no un Nick o un perfil
 La conducta en el ciberespacio sigue a la conducta en la vida real.
 Escribir en mayúsculas equivale a gritar.
 Es una señal de cortesía la rapidez con la que se contestan los mensajes y también lo es
respetar el tiempo que cada persona se toma para hacerlo.
 Es bueno resaltar lo positivo cuando se hace uso de espacios sociales virtuales.
 Respetar la privacidad y la propiedad intelectual de las personas.
 Cuando algo resulte molesto, tratar de reaccionar con calma y sin violencia.

El papel de los docentes es también importante para no exagerar el potencial educativo de las
tecnologías. En muchos casos la utilización de las tecnologías sigue colocando al alumno en una
situación de receptor pasivo de información.
Cambian los medios, pero no la pedagogía. Lo importante es el alumno, sus intereses y la mejor
forma de llegar a ellos, hay que tener tacto para saber cuando la tecnología puede ser una
barrera y cuando puede ayudar en el quehacer docente.

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