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Isabel Allende - Pinochet sin odio

Hace muchos años me preguntaron si planeaba algún día escribir una novela sobre Pinochet.
Respondí que no porque como personaje Pinochet era insignificante. Debo retractarme: se puede
decir cualquier cosa sobre él salvo que es insignificante. El general Pinochet retuvo en sus garras a
Chile durante veinticinco años y todavía es la figura más influyente del país. Diez años después de
abandonar la presidencia, el viejo dictador aún mantiene al gobierno democrático como rehén.

Por ahora, sin embargo, el general Pinochet también está retenido. Se halla bajo arresto domiciliario
en una mansión de Londres, a la espera de una decisión final respecto de un pedido de extradición
por parte de un magistrado español, Baltasar Garzón, que lo ha acusado de crímenes de lesa
humanidad -genocidio, tortura y terrorismo- cometidos contra ciudadanos españoles en Chile. El
pedido de extradición encendió un debate en Gran Bretaña y Chile, y en todo el mundo occidental,
respecto de la sensatez y la legitimidad de llevar a juicio a ex gobernantes por violaciones de los
derechos humanos. Sin embargo, en lo que concierne a Augusto Pinochet, las cuestiones
intelectuales son discutibles. Al perseguir al general, armar un sólido caso legal y formular el pedido
de extradición, Garzón ya logró el saludable resultado de la ruina moral de Pinochet. De ahora en m
s, un hombre que tuvo la osadía de plantarse como el salvador de su nación ocupar un lugar al lado
de Calígula y de Idi Amin. Aunque Pinochet nunca llegue a estar frente a un tribunal, se ha hecho
justicia.

Antes de 1973 nadie hubiera podido imaginar una dictadura en Chile, una nación tan orgullosa de
sus instituciones democráticas que los chilenos nos autodenominábamos "los ingleses" de nuestro
continente. Entonces, ¨cómo llegó este soldado, que nunca se caracterizó por su inteligencia, su
cultura o su valor, a tener el poder absoluto? Así como en un momento crítico Adolf Hitler encarnó
las frustraciones y aspiraciones de millones de alemanes, Pinochet llevó a Chile por un camino que
muchos querían. Ni Hitler ni Pinochet podrían haber existido sin el consentimiento t cito o expreso
de millones de ciudadanos.

Un camino al socialismo

Durante mucho tiempo, Augusto Pinochet fue un símbolo de la brutalidad por la simple razón de
que fue y siempre ser relacionado con Salvador Allende, un ícono de la justicia social en los primeros
años de la década del 70. Allende fue el primer político marxista del mundo que alcanzó la
presidencia de un país en elecciones libres. En medio de la Guerra Fría, propuso "el camino chileno
hacia el socialismo", respetando la Constitución y todos los derechos de los ciudadanos. Su sueño
fue construir la especie de gobierno socialdemócrata que tienen hoy todos los países de Europa,
salvo España e Irlanda.

Salvador Allende era primo de mi padre; en una familia latinoamericana, eso lo convertía en mi tío.
Llegué a conocerlo mucho y lo quise con una mezcla de admiración y ansiedad. Aunque era un
hombre amable y con un buen sentido del humor, siempre sentí que era imposible vivir de acuerdo
con sus criterios y expectativas. Por su condición de médico, conocía a fondo las necesidades de los
pobres. Fue uno de los fundadores del Partido Socialista, y muy joven fue designado ministro de
Salud.

En 1970, después de tres intentos fallidos, Allende finalmente llegó a la presidencia en una elección
muy reñida. Fue un presidente en minoría, ya que había obtenido sólo el 36 por ciento de los votos.
E incluso entonces, su coalición, la Unidad Popular, estaba compuesta por varios partidos que rara
vez estaban totalmente de acuerdo en algo. Esa fue una debilidad política que iba a acechar a su
presidencia. Pero ése no era el problema mayor. Inmediatamente después de oficializados los
resultados de las elecciones, la CIA y la derecha chilena iniciaron una campaña de terror para
impedir que asumiera el cargo. Planearon el secuestro de René Schneider, el comandante en jefe
de las fuerzas armadas, con el propósito de provocar un golpe militar. Pero el plan fracasó, Schneider
fue asesinado, y Allende asumió la presidencia. El gobierno nacionalizó los bancos, muchas
industrias y las minas de cobre, que representaban la principal fuente de ingresos del país y estaban
en manos de capitalistas norteamericanos. En ese momento la oposición, respaldada por la CIA,
emprendió una serie de acciones con la intención de desestabilizar la economía. Y para peor, el
gobierno estaba paralizado por las luchas de poder dentro de la Unidad Popular.

La consecuente crisis económica alcanzó proporciones asombrosas. El índice de inflación trepó al


350 por ciento en medio de la escasez de toda clase de productos, desde alimentos hasta repuestos
para m quinas sumamente necesarias. Los obreros y los campesinos respondieron ocupando
fábricas y establecimientos rurales. Surgieron grupos armados tanto de la derecha como de la
izquierda.

Muerte en La Moneda

Sorprendentemente, a pesar de este panorama sombrío, la Unidad Popular obtuvo m s votos en las
elecciones parlamentarias de 1973. Frente a eso, la oposición resolvió que la desestabilización
económica, política y social no era suficiente para terminar con Allende. Eran necesarias medidas
más drásticas. Con el país en plena agitación, Salvador Allende decidió recurrir a un plebiscito. Tenía
pensado anunciarlo el 10 de septiembre, según le notificó a Pinochet (por entonces comandante de
las fuerzas armadas), pero el general le pidió que lo aplazara hasta el 12. El presidente no llegó a ver
ese día. El 11 de septiembre se produjo el golpe militar que dejaría una marca profunda en el alma
de Chile. Salvador Allende se quitó la vida en el palacio presidencial que ardía en llamas.

Aquella mañana salí de mi casa temprano. Las calles estaban prácticamente vacías, lo que me hizo
pensar que los choferes ómnibus estaban otra vez en huelga. Luego vi vehículos militares, tanques,
y grupos de soldados fuertemente armados. Como mi auto no tenía radio, fui a la casa de una amiga
que vivía cerca para escuchar las noticias. Mi amiga estaba muy afligida. Su esposo, que era profesor,
había ido a la escuela donde enseñaba y ella no había vuelto a saber de él. Para entonces todas las
estaciones de radio, salvo una, habían sido silenciadas por los militares. Fuimos con mi amiga al
centro a buscar a su esposo y así fue como terminé presenciando el bombardeo del palacio de La
Moneda. Escuché las últimas palabras de mi tío en una radio portátil que había llevado mi amiga.
Lloramos tomadas de la mano mientras Salvador Allende serenamente se dirigía al país y
pronunciaba un discurso histórico que m s tarde fue transmitido y publicado en todo el mundo. Tras
declarar que jamás renunciaría a su cargo, Allende se negó a abandonar el país en un avión que le
ofrecieron los generales. Fue una decisión acertada, y no sólo porque su heroica muerte confirmó
su lugar en la historia. Si hubiese aceptado el ofrecimiento militar de irse al exilio, sabemos ahora,
Pinochet lo habría hecho matar durante el vuelo. "Matando a la perra se acaba con las crías", dijo
Pinochet.

Hasta poco antes del golpe de Estado, Pinochet era un oscuro general del Ejército. Había sido
ascendido al rango de comandante en jefe de las fuerzas armadas por el propio Allende hacía tan
sólo tres semanas, tras la renuncia del general Carlos Prats por presiones de la oposición. Prats
recomendó a Allende que designara a Pinochet, afirmando que era un soldado leal y que se podría
confiar en él para hacer respetar la Constitución. (Después Prats, que terminó exiliándose en la
Argentina, fue asesinado allí por orden de Pinochet.)

El miedo como forma de vida

Pinochet fue el último que se sumó a la insurrección, después de la Marina, la Fuerza Aérea, y la
policía. La junta militar que pronto iba a comandar abolió el Congreso, amordazó la prensa,
suspendió las garantías constitucionales y comenzó la eliminación sistemática de la izquierda. La
derecha brindaba con champagne mientras los izquierdistas huían para salvarse y el resto de la
población estaba sumido en la perplejidad.

Pinochet persiguió a líderes obreros y estudiantiles, a políticos, intelectuales, artistas y periodistas,


así como a todos aquellos que habían formado parte del gobierno de la Unidad Popular. La represión
m s cruel se registró contra las clases bajas, durante mucho tiempo consideradas por los militares
como el principal terreno de cultivo del marxismo. El pueblo era castigado por haberse atrevido a
desafiar a aquellos que siempre habían tenido el poder político y económico. Miles de chilenos
fueron detenidos; otros encontraron asilo en embajadas o escaparon a través de las fronteras,
mientras que muchos simplemente desaparecieron. En todo el país fueron instalados centros de
tortura y campos de concentración. Cientos de presos fueron arrojados al mar desde aviones -tras
ser despanzurrados para asegurar que se hundirían- o hechos volar en pedazos o aplastados por
topadoras. El miedo se convirtió en una forma de vida. En gran parte del mundo se alzaron voces de
protesta, porque el experimento socialista de Salvador Allende había generado mucha simpatía,
pero Washington apoyaba la dictadura de Pinochet.

El general reformó la Constitución para proclamarse presidente. Su deseo de legitimidad es una de


las tantas paradojas de su carácter. En las primeras fotografías que aparecieron de él usaba anteojos
oscuros y se lo veía con los brazos cruzados y estirando el mentón en una caricatura del típico
dictador latinoamericano. M s tarde cambió la imagen, vistió trajes impecables y se deshizo de los
siniestros anteojos oscuros.

Primeros años

Su padre fue Augusto Alejandro Pinochet Vera, nacido en Valparaíso en 1891, quien a sus catorce
años trabajó para la firma comercial Williamson Balfour, luego fue funcionario en una sociedad
aduanera y además se desempeñó como bombero. Su madre fue Avelina Ugarte Martínez,
santiaguina, quien estudió en un colegio de monjas desde los nueve años, la que tras perder a su
padre y casarse de nuevo su madre, se trasladó a Valparaíso.Pinochet realizó sus estudios en su
ciudad natal, primero en el Seminario San Rafael, luego en el Instituto Rafael Ariztía de Quillota, en
el Colegio de los Sagrados Corazones de Valparaíso y finalmente, en la Escuela Militar del Libertador
Bernardo O'Higgins. Su ingreso a esta institución no le fue fácil, fue rechazado dos veces; la primera
por su corta edad y la segunda por no cumplir con los requisitos mínimos. A pesar de no tener
ancestros militares, su vocación lo llevó a postular por tercera vez, siendo finalmente admitido e
ingresando el 11 de marzo de 1933,5 a los 17 años de edad.

El 30 de enero de 1943, Pinochet contrajo matrimonio con María Lucía Hiriart Rodríguez quien era
hija de Osvaldo Hiriart Corvalán, abogado, senador, político radical y ministro del Interior en 1943,
y de Lucía Rodríguez Auda.El padre en un principio se opuso al matrimonio por considerar que eran
muy jóvenes y que la casta militar (mal vista socialmente en esa época) no pertenecía a las elevadas
esferas sociales a la que pertenecía dicha familia, sin embargo, se impuso finalmente la voluntad de
Lucía Hiriart. Ellos darían origen a una familia de cinco hijos, tres mujeres y dos hombres: Lucía,
Jacqueline, Verónica, Augusto y Marco Antonio.

El curso de su ascendente carrera tuvo diferentes destinos. Como alférez estuvo en Concepción,
subteniente y teniente en la Escuela de Infantería en San Bernardo en Santiago y recién ascendido
al grado de capitán, fue destinado a Iquique por un período prolongado, durante el cual estuvo a
cargo del campo de detención de Pisagua en la época de vigencia de la Ley de Defensa Permanente
de la Democracia.Viajó a Ecuador en una misión militar que tenía por objetivo organizar la Academia
de Guerra de aquel país, y llevó consigo a su familia.7 Al volver a Chile, después de tres años de
permanencia, Ecuador entregó al mayor Pinochet y los demás integrantes de la misión la
condecoración Abdón Calderón.

Tras una destacada carrera en el arma de Infantería del Ejército, alcanzó el grado de general de
Brigada y se desempeñó como comandante en jefe de la Sexta División. En 1970 fue promovido a
general de División.

Pinochet durante la Parada Militar de 1971.

Tras el asesinato del comandante en jefe René Schneider por sectores vinculados a la CIA
estadounidense para evitar la llegada al gobierno de Salvador Allende, el general Carlos Prats fue
designado al mando de la comandancia en jefe del Ejército de Chile. Con Carlos Prats, Pinochet
llegaría a establecer una relación muy cercana. Prats lo consideraba un soldado ciento por ciento
apolítico y profesional, por lo que fue uno de sus más cercanos colaboradores, siendo considerado
por varios generales como el segundo de Prats.Fidel Castro visitó Chile durante veintitrés días a
partir de noviembre de 1971 y Pinochet fue designado como representante del ejército durante la
prolongada visita del mandatario cubano. La visita de Castro a Chile provocó que la CIA incrementara
sus acciones para desestabilizar económicamente al gobierno de Allende.

En enero de 1972 fue jefe del estado mayor del ejército, que era el segundo cargo en importancia
en la institución.10 La oposición al gobierno de la Unidad Popular, más los propios desaciertos de
éste, condujeron a una extrema polarización política de la sociedad, también dada por el auge del
comunismo de la época, llegando a su punto culminante en 1973. Prats apoyaba la legalidad
constitucional y, por lo tanto, sostenía al gobierno de Salvador Allende. Pero esa opinión no era
compartida por muchos militares, desarrollándose el 29 de junio el llamado «tanquetazo»,
protagonizado por el Regimiento Blindado N° 2, al mando del coronel Roberto Souper. Este intento
de sublevación fue sofocado por Prats y sus generales más cercanos, Pickering, Sepúlveda y
Pinochet.

El 21 de agosto una manifestación conformada por esposas de generales se inició frente a la casa
del general Prats, a la que llegaron también varios oficiales de civil a protestar contra él. Fue
insultado y apedreado, y al deshacer la manifestación los Carabineros, ésta se volvió a organizar.
Llegaron al lugar Pinochet, Allende y sus ministros. Todos fueron abucheados. Deprimido y
desilusionado, Prats pidió, primero por intermedio de Pinochet, luego directamente, que los
generales reafirmaran su lealtad hacia él; como sólo unos pocos lo hicieron, resolvió renunciar a la
comandancia en jefe.

Para su sucesión, el comandante le recomendó a Allende a Pinochet, decisión que fue aceptada por
el mandatario.Para ese entonces, las medidas del gobierno de la Unidad Popular había provocado
la polarización del país en partidarios y opositores, siendo declarado el «grave quebrantamiento del
orden constitucional y legal de la República» por el acuerdo de la Cámara de Diputados del 22 de
agosto de 1973. El día 23 de agosto, a las 17:00 se reunieron Allende, Prats y Pinochet en el Palacio
de la Moneda. Al finalizar el encuentro, Pinochet fue nombrado comandante en jefe.Para esa fecha,
varios miembros de las Fuerzas Armadas preparaban un golpe de Estado. Los líderes del movimiento
eran el comandante de la Fuerza Aérea Gustavo Leigh y el vicealmirante José Toribio Merino, este
último amigo de la infancia de Pinochet. Además contaban con el apoyo de la CIA y el gobierno de
Richard Nixon.

El golpe tenía como base los planes de contrainsurgencia, para el caso de que una sublevación
sobrepasase a las fuerzas de orden (Carabineros). Este plan consistía en que el país estaba dividido
en diferentes secciones, y para cada una se establecía un plan para actuar contra la posible
insurgencia. Este plan sería la base prima para los golpistas, que sólo tuvieron que adaptarlo a las
nuevas circunstancias.

El problema central en el momento era el Ejército, pues si bien la mayoría de los generales prestaban
su apoyo, el tanquetazo demostró que era necesario el apoyo del comandante en jefe del ejército,
y nadie sabía con certeza cuál era el pensamiento de Pinochet, pues jamás se le había visto
inclinación política (excepto el tradicional anticomunismo de guerra fría).

El 7 de septiembre los generales fijaron la fecha del golpe el 11 de septiembre a las 6 de la mañana
en Valparaíso.13 14 15 Al día siguiente fue enviado el general Arellano para hablar con Pinochet,
quien al enterarse de la situación manifestó su descontento con el Gobierno, mas no declaró su
apoyo al golpe.La mañana del 9 de septiembre Allende se reunió con el Comandante en Jefe y otros
generales. Allí les explicó que pretendía anunciar un plebiscito para salir de la situación. Pinochet le
habría respondido que “eso cambia toda la situación… Ahora va a ser posible resolver el conflicto
con el parlamento”.

Fue la última vez que se vieron los dos protagonistas del golpe. Ese mismo día, Pinochet se reunió
con Leigh, el contralmirante Sergio Huidobro y el capitán de navío Ariel González para averiguar la
posición del Ejército. Con ello, el que parecía hasta entonces un vacilante y dubitativo Pinochet
finalmente se sumó al complot.17 El general se hizo inubicable para el gobierno y envió a su familia
a un recinto militar a modo de protección en caso de que algo marchara mal durante el
derrocamiento.

El 11 de septiembre

Artículo principal: Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973

Bombardeo del Palacio de La Moneda en Santiago de Chile durante el Golpe de Estado.El día 10 de
septiembre Pinochet mandó a su esposa y a sus hijos más pequeños a la Escuela de Alta Montaña,
en Río Blanco, Los Andes, dirigida por uno de sus amigos.Al día siguiente Pinochet llegó a las 7:40 al
Comando de Telecomunicaciones del Ejército, en el que se mantuvo durante el resto del golpe. Allí
se organizaron las redes de comunicaciones con las demás ramas de las Fuerzas Armadas,
especialmente con Leigh, que se encontró en la Academia de Guerra Aérea, y con Patricio Carvajal,
que fue el coordinador de todo el golpe.

Durante el acontecimiento, Pinochet, que se mantuvo en contacto radial con Carvajal, se mostró
autoritario. Tanto Leigh como Carvajal pretendían apresar a Allende, pero la intención de Pinochet
era desterrarlo de inmediato. No aceptó retrasos ni dilataciones. Sin embargo, retrasó el bombardeo
a la Moneda para sacar a las mujeres, en contra de lo que deseaba el general Leigh.Artículo principal:
Muerte de Salvador AllendeTras horas de enfrentamientos y bombardeos, La Moneda fue
finalmente asaltada y ocupada por el Ejército, momento en el que falleció Salvador Allende. De
acuerdo a diversos testigos presenciales, Allende se habría suicidado con el fusil AK-47 que le había
regalado Fidel Castro.

Esta versión ha sido aceptada mayoritariamente, incluyendo a sus familiares,19 A las 6:00 PM, hora
local, los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y de Orden se reunieron por primera vez en
la Escuela Militar para realizar el juramento que dio inicio a 16 años y medio de dictadura militar.

Dictadura (1973-1990)

Artículo principal: Régimen Militar

Augusto Pinochet, en su calidad de presidente de la Junta Militar de Gobierno (formada por él


mismo, como comandante en jefe del Ejército; el almirante José Toribio Merino, comandante en
jefe de la Armada; el general Gustavo Leigh, comandante en jefe de la Fuerza Aérea, y el director
general de Carabineros César Mendoza) asumió el poder. A partir de órdenes dictadas a través de
cadena nacional de radio y televisión proscribió los partidos políticos, disolvió el Congreso, restringió
los derechos civiles y políticos y ordenó la detención de los máximos líderes de la Unidad Popular,
declarándola ilegal. Pinochet fue nombrado presidente de la República por los demás integrantes
de la Junta de Gobierno el 17 de diciembre de 1974. Inmediatamente Pinochet llamó al general
Manuel Contreras para que organizara la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), organismo
represivo del Estado que violará sistemáticamente los Derechos Humanos durante su existencia.

A diferencia de la mayor parte de las naciones latinoamericanas, antes del golpe de estado de 1973
Chile había tenido una larga tradición de civilidad democrática y apego al estado de Derecho. Las
intervenciones militares en asuntos de política eran muy escasas (por ejemplo, el llamado «ruido de
sables» de 1924), pero de todos modos existentes. Se podría decir que las Fuerzas Armadas, hasta
esa fecha, actuaron con debida obediencia, y no deliberantes.

La oposición de la ciudadanía al gobierno se iba haciendo cada vez más notoria. Debido a lo cual
algunos sectores políticos aprovechando la situación, y junto con la voluntad y apoyo financiero de
Estados Unidos, buscaron en los militares chilenos una salida a los problemas causados por las
políticas socio-económicas del gobierno de Allende, consideradas negligentes y populistas, cuyo
plan de Gobierno incluía medidas de redistribución de bienes y servicios, que resultaron tanto
ineficientes en su propósito como poco convenientes para los sectores económicos, ya que además
lograron desabastecer al país. Allende había triunfado con el 36% de los votos frente al casi 35% del
candidato de derecha Jorge Alessandri (aunque contaría con el apoyo para su elección de la
Democracia Cristiana con el 28%, en su ratificación en el Congreso). La política económica del
gobierno de Allende, que apuntaba hacia una planificación central, involucraba el traspaso a manos
del Estado chileno de la propiedad de muchas compañías claves, especialmente las mineras, de
capitales estadounidenses. La respuesta del gobierno de Pinochet fue promover el desarrollo de un
mercado menos protegido, según sus propias palabras «...tratar de hacer de Chile un país de
propietarios y no de proletario».

Augusto Pinochet junto a su esposa Lucía Hiriart.

Una de las características del régimen militar de Pinochet fue el apoyo que le brindó su esposa y
Primera Dama de la Nación, Lucía Hiriart Rodríguez de Pinochet, quien hizo constantes apariciones
públicas y además creó las llamadas Damas de color, que son agrupaciones de mujeres de sociedad
que realizan labores benéficas mediáticas a sectores de escasos recursos. Se crean numerosos
centros benéficos con mujeres uniformadas de un solo color. Lucía Hiriart es reconocida
internamente como una mujer de carácter fuerte y dominante y muy temida en los círculos internos
del gobierno por la influencia y poder que logra desde las espaldas de su marido. En los colegios y
liceos del país se instaura la Canción Nacional con la restitución de los antiguos versos militares,
presentes en su composición original, "Vuestros nombres valientes soldados....." y se asignan horas
en los recreos para enseñar a los alumnos a hacer marchas militares al son de himnos militares.

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