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EL PIANO BLANCO

Lo colocaron en un ángulo de la habitación vacía, allí el piano blanco

parecía brillar como una joya, como si toda la luz que entraba por la

ventana le iluminase solo a él y dejase el resto de la habitación en la

oscuridad. Era un piano que nadie había tocado nunca, lleno de promesas

que esperaban ser rebeladas pero lo dejaron allí solitario y mudo y se

marcharon abandonando en sus teclas cientos de músicas por descubrir

Pasaron las semanas, los meses y después los años y nadie volvió a

acordarse de él. Poco a poco el polvo fue apagando la blancura que un día

el sol hizo brillar hasta que la casa se cerró para siempre dejándolo

abandonado a su soledad, condenado al silencio. Y sin embargo en las

noches de tormenta las cuerdas del piano vibraban sacudidas por el viento

que se filtraba a través de las rendijas de la ventana y entonces sus teclas

parecían emitir sollozos desconsolados porque aquel piano abandonado a

vivir sin música parecía estar vivo e irse muriendo poco a poco.

Fue precisamente una tarde en que el cielo amenazaba tormenta cuando

Eleonor pasó frente a la casa, aquel barrio de las afueras, era un lugar feo y

triste, y casi nadie transitaba por las calles, sin embargo era el camino más

corto hasta su casa y aunque no era su camino habitual las nubes cada vez
mas oscuras y abundantes la decidieron a atravesarlo. La lluvia la

sorprendió inesperadamente y con las ropas empapadas y las gotas de agua

resbalando por su cara, se refugió en el umbral de una de las puertas para

protegerse. Fue entonces cuando le pareció escuchar el sonido de un piano

tocando una melodía. Era una música triste y desgarradora, aquellas

extrañas notas parecían mezclarse con el agudo sonido de la lluvia para

elevarse después fundiéndose con el grave estruendo de los truenos.

Cuando la tormenta cesó se quedo un largo rato escuchándola como si

aquellas notas que parecían un llanto desconsolado la hubiera embrujado.

Solo pudo seguir camino cuando la música ceso de sonar al mismo tiempo

que el rugido de los truenos se apagaba en la lejanía.

Volvió a pasar por allí al día siguiente pero aunque se detuvo largo rato

bajo el portal de la casa, ya no volvió a escucharla.

Durante varias semanas Eleonor siguió pasando frente a la casa todos los

días con la esperanza de volver a oír aquella melodía que la tenia

obsesionada, pero el piano permanecía mudo y sólo el silencio se deslizaba

por la calle persiguiendo a las hojas que ya se desprendían de los árboles.

El otoño acababa de comenzar.

Cuando el invierno se acercaba Eleonor tomo la decisión de entrar en

aquella casa y conocer por si misma quien había tocado el piano de aquella

forma. La casa parecía abandonada pero quizás alguien viva aun allí,
alguien que debía sufrir mucho, alguien que sin duda necesitaba ayuda, y

expresaba este sentimiento a través del piano.

Y al día siguiente se encaminó hacia la casa. No le fue difícil entrar en ella,

la puerta del jardín estaba entornada, solo tuvo que empujarla y esta cedió

suavemente. La entrada daba a un corredor que se extendía ante sus ojos

largo y estrecho, varias puertas se alineaban a ambos lados y Eleonor fue

abriéndolas una a una a medida que avanzaba. Todas estaban vacías y las

telarañas que colgaban del techo y los suelos cubiertos de polvo denotaban

que nadie había vivido allí desde hacía mucho tiempo. Siguió avanzando

hasta encontrarse en una amplia sala y allí se detuvo mientras lanzaba una

exclamación de sorpresa. En medio de la habitación se encontraba un piano

de color blanco a pesar del polvo que lo cubría y aunque la estancia estaba

casi a oscuras el piano parecía iluminarlo todo.

Eleaonor sintió un escalofrió recorriendo su espalda. El piano ejercía una

poderosa atracción sobre ella, como si la estuviese invitando a sentarse en

la banqueta del pianista, colocar las manos sobre el teclado y empezar a

tocar. Eleonor se dio cuenta de que el piano la estaba llamando sin voz.

Aquel piano estaba vivo, no hablaba su mismo lenguaje pero sentía y sus

sentimientos no podían ser ignorados por más tiempo. La música estaba allí

incapaz de expresarse por si misma y necesitaba a alguien que la hiciese

vibrar. Sin dudar ni un momento y olvidando completamente que no sabia

tocar el piano se sentó frente a él y puso sus manos sobre el teclado, no


podía creer lo que estaba sucediendo pero sus manos empezaron a moverse

con gran agilidad desgranando acordes arpegios y escalas a veces lentos y

suaves, otras veces violentos y agudos en un lenguaje de sonidos que

hablaba de muchas cosas, de nostalgias y de alegrías, de amor y de odio, de

tristeza y de felicidad y Elonor siguió tocando y tocando como si alguien o

algo estuviese dirigiendo sus manos que parecían independientes a su

voluntad. Después de un tiempo se sintió cansada y quiso detenerse pero no

pudo, las yemas de sus dedos parecían no querer despegarse de las teclas.

Cuando después de un gran esfuerzo consiguió separarlas del piano las

manos le dolían terriblemente. Se apartó bruscamente de el y corrió hasta

alcanzar la puerta de salida pero mientras lo hacia le parecía que alguien

intentaba estirar de sus ropas por la espalda para detenerla. Siguió

corriendo sin parar de vuelta a su casa y allí se juró a si misma que jamás

volvería a aquel lugar que sin duda alguna estaba embrujado.

Pero cada noche aquella música la perseguía dentro de su cabeza, la oía

constantemente y no podía dejar de escucharla aunque lo intentaba. Y a

medida que los días pasaban la música se hacia más y más desesperada

hasta que comprendió que el piano agonizaba y necesitaba de sus manos

para no morir de tristeza, aquellas manos que no sabían tocar.

Y Eleonor volvió , otro día y tambien otro y otro, y cada vez se le hacia

mas difícil abandonar a aquel piano que se agarraba a ella


desesperadamente y no quería dejarla ir, como si toda la música dormida en

sus cuerdas deseara escapar y volar hacia el infinito de donde procedía.

Y a medida que Eleonor tocaba, el piano parecía recobrar vida a través de

sus manos, y ella cada día mas débil y exhausta tocaba y tocaba sin poder

parar, la música no tenia piedad de Eleonor y el piano tampoco.

Una tarde de invierno sus manos dejaron de tocar para siempre, cayendo

inertes sobre las teclas y la música ceso bruscamente.

Pasaron los días y las semanas y nadie supo lo que allí había ocurrido. La

casa estaba en las afueras de la ciudad, una casa olvidada y solitaria .Hasta

que pasado algún tiempo las autoridades locales decidieron derribarla.

Cuando la patrulla de derribo entro en su interior la encontraron

absolutamente vacía, el piano había desaparecido y en su lugar solo había

un montón de polvo y maderas rotas de color blanco. Cuando ya iban a

abandonar la habitación uno de los hombres del grupo s comento en voz

alta

- ¿No os parece oír la música de un piano? –

- Todos permanecieron en silencio intentando escuchar alguna nota

perdida en el aire…pero solo oyeron el gemido del viento que

penetraba por la rendija de la ventana entreabierta, de repente los

postigos se abrieron bruscamente y un ráfaga se llevó hasta la ultima

brizna de polvo y ceniza del montón apilado en un ángulo de la

habitación.
Aunque todos su compañeros aseguraron que era producto de su

imaginación, James sabia que no era así, él había escuchado una música, . y

tan convencido estaba que decidió volver a la casa antes de que fuese

derribada. No comprendía cual podía ser aquel misterio, y quería

averiguarlo. Y aunque no creía en fantasmas, aquella casa le había

producido una extraña sensación, desde el primer momento que entró en

ella.

Ya en la puerta y aunque estaba completamente solo, se sintió acompañado

de una presencia extraña que le invitaba a entrar. Se encaminó hacia la sala

que él recordaba completamente vacía y en un ángulo de la habitación vio

un piano blanco que brillaba como si una luz lo iluminase, una muchacha

muy joven estaba sentada frene a él y lo miraba con la cara tan blanca

como el mismo piano.

Te estábamos esperando.- le dijo- , añadiendo antes de que se recobrase de

su asombro - El piano me necesita para tocar su música y yo te necesito a

ti para que la escuches-

Y sin añadir una palabra comenzó a tocar y una extraña música que parecía

proceder de otro mundo llenó la habitación de una armonía nostálgica.

El tiempo volvió a paralizarse y cuando la muchacha dejó de tocar le dijo

escuetamente - Vuelve mañana te estaremos esperando -


Su voz era firme y segura pero sus ojos estaban vacíos de toda expresión y

james pensó que parecía muerta.

James regresó un día tras otro a la casa y nunca se cansaba de escucharla ni

de mirarla y solo regresaba a su casa cuando ella dejaba de tocar. La mujer

y la música parecían una sola unidad que no se podían separar la una de la

otra. Y sin embargo él deseaba ardientemente poseer a aquella desconocida

para él solo y llevársela de allí para siempre. Por eso una tarde tomó una

decisión y mientras la muchacha tocaba incansablemente él se acercó a ella

y la abrazó por la espalda con deseo de arrebatarla. Inmediatamente se

encontró abrazando el vacío y el piano enmudeció de repente emitiendo

estremecedor sonido final parecido al de un animal herido de muerte.

Y entonces el piano desapareció también ante sus ojos como si ambos se

hubiesen desvanecido en el aire. Y la habitación volvió a estar vacía.

James regresó todos los días a su cita con la mujer desconocida y su piano

pero ya no volvió a verlos ni a escuchar su música.

Aunque los amigos de James extrañados por su ausencia le buscaron

inútilmente por todas partes, a nadie se le ocurrió ir a la casa abandonada.

Cuando fueron al fin a derribarla lo encontraron allí, tendido en el suelo

sobre un montón de escombros y nadie pudo explicarse su extraña muerte.


La casa se derribo y al cabo de poco tiempo y en su lugar se edificó unos

modernos edificios de apartamentos que formaban parte de una

urbanización destinada a comercializar la zona. Pero nadie quiso vivir en

éllos porque se contaba que en los días de tormenta se escuchaba una

extraña música que nadie sabia de donde venia y que parecía volar hacia el

infinito hasta explotar en los rugidos de los truenos. Era el piano sollozando

por la pérdida de Eleonor mientras el espíritu de James seguía buscándola

por toda la eternidad.

EL DESPERTAR

La señora Robinson se acercó a John que subido una escalera intentaba

arreglar una lámpara suspendida en el techo del dormitorio.

- Debes irte enseguida, mi hijo vendrá dentro de un rato con los niños y

será mejor que no te encuentre aquí.-

El joven la miró y ella evitó la mirada, siempre se había preguntado porque

John venia a verla tan a menudo y con excusas se quedaba allí el mayor

tiempo posible. Aun a sabiendas que su presencia la confundía. Era un

hombre joven y atractivo y podía encontrar un lugar mejor para pasar el

rato, especialmente porque ella no podía ofrecerle más que amistad y

indudablemente él deseaba algo mas que eso. La señora Robinson había


conocido a muchos hombres a lo largo de su vida y sabía por experiencia lo

que estos querían de ella, por eso evitaba su mirada, porque podía leer

claramente el mensaje de sus ojos.

Le había conocido en la parada del autobús cercana. La señora Robinson

había ido de compras y volvía a su casa cargada de paquetes. John se

ofreció a ayudarla a llevarlos y cuando descubrieron que eran vecinos

entablaron una conversación que se repitió varias veces a lo largo de

sucesivos encuentros casuales, hasta convertirse en una amistad. Pero la

señora Robinsón no tardó mucho en comprender que John se hacía el

encontradizo para charlar con ella y también que no tenían nada en común,

ella era una artista que iba envejeciendo poco a poco entregada con pasión

a su creatividad, la misma pasión que antes les dedicó a sus muchos

amantes y mal viviendo en un mundo falto de sensibilidad en donde él por

el contrario, parecía sentirse perfectamente a gusto. No existía ningún lazo

común entre ellos a no ser que John busca de un encuentro sexual a todas

luces inexplicable dada la diferenciad edad que les separaba. La señora

Robinsón había sido una vez joven y muy bonita, años atrás no se hubiera

sorprendido en absoluto de que el buscase su compañía simplemente para

acostarse con ella, en aquel entonces casi todos los hombres la buscaban y

ella tampoco tenia demasiados perjuicios en aceptar a quien le gustara,

había sido una mujer vanguardista y sin prejuicios y había seguido viviendo

así durante toda su vida. Los años no la habían convertido en una mujer
conformista y convencional, pero con la edad había cambiado a los

hombres por el arte mas por cansancio y falta de interés que por

resignación. Sabia que era una mujer interesante, para los demás porque era

distinta a la mayoría de las mujeres de su generación, pero sabía también

que ese interés tenia ya poco que ver con los colores de su portada, sino

que se encontraba en el interior del libro de su vida y no le parecía que un

hombre tan joven y tan simple como John se entretuviese en leer las

paginas. Los hombres jóvenes de aquellas características buscaban otras

cosas en las mujeres mayores y ella no tenía dinero ni poder. Le gustaba

emplear una metáfora para describirse a si misma. “Soy una rosa

marchitándose pero aunque mis pétalos se deshojan poco a poco, aun

conservo mi olor- Y lo decía porque era muy consciente de los estragos que

el tiempo había causado en su cuerpo, estragos que ella intentaba ocultar

con relativo éxito: brazos y piernas flácidos, pechos algo caídos, pequeñas

arrugas enmarcando sus labios, pero sus ojos estaban llenos de luz que John

no veía porque buscaba algo que se estaba apagando día a día. Y entonces

la señora Robinsón sentía rabia, mucha rabia porque envejecer le parecía

injusto y le hubiera gustado recobrar sus colores para agradar a John como

siempre había agradado a todos. Su belleza formaba parte de su pasado de

su presente y de su futuro. No como otras mujeres mayores que ven en

pasado como algo irrepetible y el futuro como algo incierto, desperdiciando

así totalmente su presente.


Desde que conoció a John la señora Robinson sostenía una dura lucha

consigo misma, le hubiese gustado parar su pensamiento, aquella voz

insistente que no cesaba de hablar dentro de su cabeza porque esa voz no

era su amiga, no la consolaba ni la comprendía, no le daba ánimos, al

contrario intentaba ponerla en contra de todos y de todo. Era su peor

enemigo, había intentado ignorarla, pero... ¿como se puede ignorar algo

que no cesa de hablar y de hablar y de repetir…. “Estas envejeciendo, no te

hagas ilusiones, la belleza y la juventud pasaron ya, John jamás podrá verte

como eras, sino como eres, ríndete ante los hechos”.

Y la señora Robinson se rendía porquen la lucha que se había establecido

en su mente ella siempre perdía las batallas. No importaba a que lugar

fuese la voz siempre la acompañaba intentando arruinar su vida y

consiguiéndolo.

Aquella tarde rodeada de sus nietos se daba cuenta de que representaba un

papel que no era el suyo porque no lo había escogido, quería a aquellos

niños pero la señora Robinsón tenia la sensación de que se esperaba que su

vida fuese y la de otros porque a su edad ya debía vivir mas para los demás

que para su misma… ¡y era tan difícil ignorar un entorno donde todo lo que

se sale de lo normal produce incomprensión, escepticismo y rechazo.¡

Se preguntaba porque la gente tenía necesidad de pensar en bloque y las

ideas diferentes producen aislamiento, y aunque era una mujer con

personalidad definida que pensaba por si misma pero sabia tambien lo fácil
que podía ser auto engañarse, sugestionarse y en consecuencia sentirse muy

desgraciada. Y lo notaba especialmente cuando hablaba con gente de su

edad, que creían firmemente que habían llegado al límite de sus

posibilidades- la conocida frase “No hay nada que hacer, envejecemos

porque ha de ser así y a todo el mundo le sucede”.era tan contaminante que

envenenaba su espíritu. Por eso en aquel momento se sentía fuera de lugar,

aunque de ello no tenían ninguna culpa los niños. Los niños poseían la

fantasía que ella no había perdido con los años, eran almas afines y entre

ellos ya no era la abuela, titulo que la molestaba por su significado de

respetabilidad decrepitud en la mayoría de los casos, para ellos quería ser

simplemente una mujer sin edad. La misma que se rodeaba de artistas

movidos por precidas inquietudes entre los que no se sentía catalogada por

su fecha de nacimiento, porque allí nadie era viejo y nadie hablaba de sus

achaques, los verdaderos artistas vivan fuera del tiempo y de las apariencia,

no tendían tampoco sexo, ni condición social.

Solo estaban motivados por la creatividad y la imaginación. La

conversación nacía de un sentimiento común, el arte, que dejaba atrás las

miserias, ellos eran jóvenes siempre porque así lo creían, como los niños.

Cuando todos se fueron y se quedó sola volvió a pensa ren John, se

preguntó si lo deseaba sexualmente y tras una larga reflexión decidió que

no, había roto la cadena del sexo había ya tiempo y ahora se sentía liberada

de aquellas grilletes que la habían mantenido prisionera durante tantos


años, sin embargo cuando dejó de pensar comprendió que si lo deseaba y

mucho. El pensamiento volvía a jugar con ella, y para olvidar algo que no

comprendía se dirigió a su estudio y recomenzó a pintar el cuadro y había

empezó a pintar el día anterior. Allí entre los caballetes, las telas y las

pinturas el tiempo se detenía y la mente callaba.

El ruido de la puerta del jardín al cerrarse la devolvió a la realidad.

John había vuelto y recordó que la puerta de la entrada estaba abierta

Todavía no había entrado en la habitación y le pareció sentir sus brazos

alrededor de su cuerpo, aquellos brazos que jamás la había abrazado y hasta

le pareció percibir su aliento en la nuca en un beso que jamás le había dado,

pero era todo tan real que cuando le vió entra en la habitación se sintió tan

confundida como si realmente hubiese sucedido se preguntó si estaba

creando un nuevo cuadro en su imaginación, un cuadro sin colores ni

pinceles.

-He vuelto porque pensé que quizás necesitabas que te arregle la lámpara

esta noche- y al decirlo sonrió con los ojos.

- Gracias pero no era necesario, no necesito luz en la habitación para

dormir, suelo quedarme en el estudio pintando hasta altas horas de la

madrugada-

- Lo sé, pero vi que el coche de tu hijo no estaba ya aparcado en la puerta y

no me costaba nada acercarme-


Ella sabía que era una excusa y él sabía que ella lo sabía tambien. En

realidad los dos sabían muchas cosas de las que nunca hablaban y todas

aquellas palabras no dichas formaban una pared de cristal entre los dos,

transparente pero infranqueable-

- Pronto oscurecerá, será mejor que me ponga al trabajo lo antes posible-

-_De acuerdo, si no te importa yo seguiré pintando -

Pero la señora Robinson sabía que ya no podría pintar más, solo dar

retoques innecesarios a un cuadro que necesitaba de toda su inspiración

para ser resuelto, pero que en momento como aquel la inspiración

desaparecía y se alejaba hacia una dimensión desconocida. Un mundo de

existencia distinto al mundo supuestamente real… parecía que ella y John

jugaban dos papeles antagónicos en la misma obra que no podía tener un

final feliz porque no tenía un argumento lógico y no gustaría al público.

Pero ella sabía que podía cambiar ese argumento y convertirlo en su propia

obra, la que le gustase a ella y no a los demás. Podía entrar en el dormitorio

y pedirle que se quedase a pasar la noche con ella y el accedería porque lo

estaba deseando.

Dejó los pinceles a un lado y por primera vez después de tanto tiempo tomó

una decisión, actuaría según su corazón le dictara y olvidaría todo lo

demás. Ella siempre había vivido a la contra,

Con pasos lentos pero decididos se dirigió al dormitorio donde John estaba

enfrascado en su trabajo y pacientemente sin decir nada esperó a que este


terminase. Cuando John bajo los peldaños, lo esperó al pie de la escalera

sin moverse. El joven descendió y permaneció quieto junto a ella, con su

cuerpo rozando el suyo y ninguno de los dos habló. Entonces él rodeo su

cintura con sus brazos y ella el echó las suyos al cuello. Y de repente todo

comenzó a girar en un torbellino que los arrastró una contra otro en una

danza sin música y el sexo dormido durante tanto tiempo entre los pliegues

de la piel y las comisuras de los labios de la señora Robinson despertó de

repente en una entrega sin limites y ella ya no pensó mas, solo sintió y

ambos cayeron entrelazados sobre la cama sin poder separarse el uno del

otro. Después permanecieron juntos quietos y en silencio durante mucho

rato. La señora Robinson no se atrevía a moverse ni a hablar, para no

romper el encanto del momento que tambien les abrazaba. Sentía la presión

de la mano de John sobre su pecho desnudo, la voz de su cabeza tambien

permanecía en silencio por primera ve en mucho tiempo. Estaban allí en

cuerpo y alma sintonizando con el espacio y con la forma. John se había

dormido y ella apretándose contra su espalda tambien se durmió-

Cuando despertó por la mañana advirtió que John no estaba a su lado y le

encontró a faltar, le hubiera gustado que siguiera allí dándole calor.

- Quizás ha tenido que marchar.- pensó.- pero ya volverá.-

Y se sintió terriblemente feliz. Después se deslizó suavemente entre las

sábanas e se incorporó, caminó perezosamente hasta el cuarto de baño y

encendió la luz. En la superficie del espejo colgado en la pared una mujer


la miraba fijamente. Le costó reconocerse a si misma. Sus pechos volvían a

ser turgentes , sus piernas firmes y su cara tersa, entonces comprendió que

se estaba viendo a si misma del mismo modo que John la había visto

aquella noche. Joven y hermosa-

Cuando volvió al dormitorio miró el espacio vacío que antes había

ocupado el cuerpo de John y se preguntó si no habría sido todo un sueño

Pero eso importaba poco yaporque La señora Robinson se había

reconciliado con su cuerpo.

- Siempre podré verme a través de sus ojos soñando con él –

Y arrebujándose de nuevo entre las sábanas volvió a quedarse

profundamente dormida.
EL SILENCIO

-Si reproduces en el cuadro que pintas el color que sientes, entonces será

único, porque nace de tu inconsciente, que tambien es único y será tan

hermoso que todo el que lo mire deseará haberlo creado, pero lo habrás

creado tú y solo será tuyo. Quizás eso es lo único que de verdad posees,

esos colores y formas que imaginas, son los que existen en tu alma y la

hacen diferente a los demás y eso es bueno-

-¿Ser distinto a los demás es bueno?- preguntó Emma a su profesor de

dibujo mientras daba un retoque al cuadro que estaba pintando.

-Es lo mejor- contestó el hombre sin mirarla.

- ¿Y si siendo diferente soy mala? ¿Tambien sería bueno?-

- Lo que es bueno para ti a veces puede ser malo para otro, solo tú conoces

el alcance de tus actos. Debes esforzarte en ser diferente pero mejor.

-¿En la vida también?-

- En todo. La vida solo vale por la diferencia, ser igual a otro aunque el otro

sea un genio es no haber vivido por ti mismo, o sea no vivir-


-¿Y es mejor ser malo que no vivir?-

El profesor miró a su joven alumna un poco confuso. Aquella muchacha no

le hacía preguntas corrientes, era muy curiosa, como todas las personas

inteligentes, pero demasiado joven para asimilar algunos conceptos

todavía. Se dijo a si mismo que debía ser prudente.

-Debes saber elegir tu la diferencia entre lo que es bueno para ti o para lo s

demás-

-¿Y como podré saber esa diferencia?-

-Eso te lo dirá tu propio corazón, pídele que te hable y escucha lo que él te

diga. El profesor se puso muy serio de repente.

-Pero no escuches a tus pensamientos, esa voz insistente y machacona que

nunca deja de hablar en nuestra cabeza. Permanece en silencio y entonces

sabrás lo que has de hacer-

- ¿El silencio habla?-

-No, eres tu la que habla, pero sólo podrás escucharte en el silencio-

Aquellas palabras parecieron contentar a la niña que se sintió feliz, porque

había aprendido algo nuevo y lo que ella deseaba mas en este mundo era

aprender. Pero cuando la clase terminó, esperó a que todos sus compañeros

se hubieran marchado para acercarse de nuevo a su profesor y hacerle otra

pregunta.
-¿Y me podría usted decir como voy a encontrar ese silencio? Hay ruidos

por todas partes, incluso por la noche en mi casa se oyen los coches que

pasan por la carretera-

El hombre volvió a mirarla de nuevo confundido. Verdaderamente aquella

niña hacía preguntas algo extrañas que a veces resultaban muy difíciles de

contestar, pero tuvo una repentina inspiración.

-No debes buscar nada, el silencio te buscará a ti- añadiendo después

- A veces, incluso lo encuentras cuando estas rodeado de gente -

-¿Aunque estén hablando y haciendo ruido?-

Por un momento el profesor deseó que su alumna no fuese tan brillante y

dejase de hacerle preguntas. Temía no estar a la altura de sus respuestas.

Era un hombre inteligente y bondadoso pero no eres sabio y reconocía que

él mismo aun tenía mucho que aprender y no quería que sus ideas la

confundieran-

- Ese silencio del que te hablo no tienen nada que ver con el ruido exterior.

Es un silencio interno y consiste simplemente en estar en paz contigo

mismo, entonces hay silencio aunque todos hablen a tu alrededor.

Cuando la niña salió de la clase se sintió aliviado, aunque algo preocupado.

No sabía hasta que punto ella podía haberle entendido, al fin y al cabo solo

tenía 13 años, era casi una niña.


A partir de aquel día, Emma buscó el silencio y estuvo muy atenta a lo que

sentía y experimentaba. Las clases de pintura del profesor Jones eran un

tanto originales, y por ello no tenía demasiados alumnos, pero el profesor

Jones eso no tenía demasiada importancia porque le interesaba mas la

calidad que la cantidad. Sus alumnos tampoco eran chicos y chicas

corrientes y por eso asimilaban sus enseñanzas ávidamente. De hecho el

profesor era un buen profesor. No quería enseñar nada, solo que cada uno

de ellos encontrase su propio camino en la pintura y también en la vida.

Solo intentaba proporcionarles herramientas útiles para ayudar, por eso les

hacia reflexionar mucho sobre lo que iban pintando porque sabía que si

pintaban de un modo genuino su vida tambien lo sería.

- Poca técnica pero mucha practica y sobre todo imaginación.Ya tendréis

tiempo de aprender la técnica de los grandes maestros, lo más importante

ahora es que las encontréis a vuestro modo, después vosotros mismos seréis

tambien maestros en todo lo que hagáis-

Emma continuó yendo a clases de pintura con mucho interés

Le gustaba experimentar las formas y los colores, siempre creía que podía

hacerlo mejor y esto era precisamente lo que el profesor aconsejaba, no

ponerse nunca un límite.


- El cielo es el limite - solía decir, porque estaba seguro de que el Arte era

la conexión suprema con esa dimensión desconocida que no se ve pero que

se intuye. Había que encontrar el Cielo en la Tierra.

- Todas las almas pintan siguiendo sus impulsos sin preocuparse demasiado

de si sus pinturas sin buenas o malas- decía

-No hay calificación para la creatividad, no puede compararse a nada, solo

tiene que ser autentica y para ello hay que practicar mucho-

Pero Emma era una excepción, entre los demás y por eso se cuestionaba

las cosas. Es afán de saber podía ser bueno o malo: bueno si las preguntas

servían parea evolucionar… malo si ante la dificultad se perdían solo en las

ideas.

-Ideas y practica, sobre todo práctica, ninguna idea puede interrumpir el

esfuerzo y el deseo de crear – seguía diciendo el profesor añadiendo

- El deseo de mejorar puede ser frenado por la impaciencia. Sed pacientes,

y un día os sentiréis plenamente satisfechos de vuestros esfuerzos, aunque

no consigáis ser los mejores, seréis lo mejores para vosotros mismos. Ser

paciente y trabajar mucho-

Pero Emma no sabia esperar, era impaciente por naturaleza y se torturaba si

no podía conseguir plasmar en el papel lo que su imaginación ya había

pintado por su cuenta.

Una noche Emmano podía dormir, había dejado un cuadro inacabado en el

estudio y sus deseos de terminarlo eran tantos que le impedían conciliar el


sueño. Aquella idea fue lo que la impulsó a saltar de la cama de madrugada

y salir de su casa intentando no hacer ningún ruido para no despertar a sus

padres y sus hermanos. Ya en la calle se asustó un poco. Vivía en un

pueblo pequeño y tranquilo pero en el camino empedrado de las calles

todas las sombras de las casas proyectadas bajo la luces de las farolas s le

perecían gigantes malignos intentaban atraparla en cada esquina, pero

continuó caminando porque su deseo era mas poderoso que su miedo .

Ya en la puerta de entrada cogió la llave del lugar donde el profesor solía

guardarla escondida y entró.

Cuando encendió la luz de la sala lo primero que vio fue su cuadro y le

pareció que la llamaba insistentemente. Fue una atracción mutua, el cuadro

deseaba acabar de nacer y la necesitaba tanto como a ella darle la vida para

vivir.

Se puso a pintar sin vacilar, sus trazos eran firmes y seguros, sabia lo que

estaba haciendo porque era lo que sentía tenía que hacer. No pensaba, ni

siquiera veía, sus manos trazaban las líneas instintivamente como si se

moviesen por si mismas y una fuerza superior las moviese.

Y entonces escuchó el silencio que había estado esperando durante tanto

tiempo y el silencio le habló sin palabras y le dijo muchas cosas. Al fin

supo quien era y que había venido a hacer en este mundo. Desaparecieron

las dudas y las preguntas, solo existía el Ahora, aquel ahora pintado en su

cuadro febrilmente, entregada apasionadamente a su trabajo y eso era lo


que debía hacer en cada instante de su vida, entregarse al momento

presiente, un momento expandido que abarcaba el pasado, el presente, y el

futuro. Y Emma fue feliz, tan inmensamente feliz como un humano puede

serlo, había trascendido su propia forma y ya era una sola presencia con el

cuadro que estaba pintando. El cuadro era ella y ella era el cuadro.

Cuando dejo de pintar ya no volvió a mirarlo mas, sabía que estaba

terminado, dejo los pinceles cuidadosamente encima de la mesa y los

limpió esmeradamente con un paño húmedo. Después rendida de cansancio

se estiró en uno de los sofás del aula de clase y se quedo profundamente

dormida, entregada completamente al sueño reparador como antes se había

entregado a su pintura, en cuerpo y alma.

A la mañana siguiente el profesor que siempre llegaba el primero a las

clases vio el cuadro destapado en medio de la sala y se sorprendió mucho,

pero al observarlo fijamente comprendió lo incomprensible. Todo en el

lienzo, el color, el volumen, la proporción, el relieve, las formas, respiraba

vida, el cuadro vivía por si mismo, nada sobraba ni faltaba. Era un cuadro

perfecto. Emma de una forma u de otra había estado allí y había obrado el

milagro. No se cuestionó como había podido suceder. Habían cosas que no

podían ser explicadas pero eran mas reales que lo supuestamente real y

sonriendo comenzó a preparar sus utensilios de pintura esperando que los


alumnos comenzasen a llegar. Se sentía profundamente orgullosos de

Emma, no solo había aprendido a pintar sino que había aprendido a vivir.

Emma despertó en su cama y miró su habitación preguntándose como

podía estar allí…aquel sueño que había tendido había sido tan real….Se

vistió rápidamente y se dirigió a la Escuela de Arte y una vez delante de su

cuadro tambien comprendió : había conseguido crear algo vivo y sus

pensamientos fueron idénticos a los de su profesor al verlo. De una manera

u de otra ella había estado allí.

Luego aparto a un lado el caballete que sostenía su cuadro y se puso a

preparar un nuevo lienzo cuya blancura resplandecía en el deseo de ser

pintada. Y una nueva idea cruzó su mente. Aquel cuadro aun seria mejor

que el otro, solo tenia que escuchar el silencio de su alma, entregarse a el y

dejarse guiar.

Y se entregó al momento en cuerpo y alma mientras daba las primeras

pinceladas a su nueva obra.


LAS CUATRO PUERTAS

Cada noche pasaba por la misma calle y se detenía en la misma esquina

frente a la misma casa, la única que permanecía iluminada, la miraba

siempre a distancia como si su proximidad la asustase, aunque nunca se

acercaba a ella. Se preguntaba porque las luces de las ventanas de aquella

casa no se apagaban y sin embargo nunca había visto salir ni entrar a nadie.

Cada noche una voz interior le decía – entra - pero ella nunca obedecía a

aquella voz aunque lo deseaba intensamente. Sol tenía miedo, un miedo

irracional a lo desconocido que poco a poco se fue transformando en un

deseo cada día más y más. Sabía que el día que se venciera su miedo

entraría en la casa.

Y ese día llegó y Sol se encontró llamando al timbre de la puerta de entrada

que se abrió por si misma. Una vez dentro nadie vino a preguntarle que
quería y se halló completamente sola en una gran sala brillantemente

iluminada, sin embargo no habían lámparas suspendidas del techo ni

colgadas en las paredes, la luz surgía de todos los rincones y esquinas de la

habitación y era tan intensa que casi la deslumbraba. Lentamente sus ojos

se fueron acostumbrando a aquella intensidad y descubrió cuatro puertas a

ambos lados de las paredes, dos a cada lado, sobre ellas se leía claramente

un enorme rotulo pintado en letras negras. El primero decía SALA DE

HABLAR y el segundo SALA DE ESCUCHAR. En el tercero leyó SALA

DE HABLAR Y ESCUCHAR y en el cuarto simplemente se leía SALA

DEL SILENCIO.

Sol se sorprendió mucho al leerlas, y le pareció como una invitación

personal con un propósito desconocido, hacia mucho tiempo que no podía

comunicarse con nadie y tenía muchas cosas que decir, así pues y ya que

había llegado hasta allí, no le iba a faltar el ánimo para continuar

indagando. Esta vez no vaciló ni un instante, si en aquella sala se podía

hablar ella hablaría, lo necesitaba.

Cuando entró vio a una mujer de edad indefinida sentada en una gran

butaca en el centro de la sala vacía, parecía como si hubiese estado

esperándola desde hacia tiempo. La mujer la invitó a entrar con un gesto

amable y le indicó un lugar para sentarse frente a ella. Sol le obedeció,

aquella mujer le inspiraba confianza y al tomar asiento tuvo la sensación de


que allí podría por fin liberarse del gran fardo de palabras inexpresadas,

que le pesaban dentro del alma y sin siquiera esperar a que ella le hablase

dijo

- He entrado aquí porque he leído que en este lugar se puede hablar y yo

quisiera hacerlo -

-Puedes empezar cuando quieras y explicar cuanto quieras, yo estoy aquí

para eso, para escucharte-

Sol no se preocupó de analizar lo extraño de aquella situación, no iba a

desperdiciar encontrar a alguien que le escuchase, era una oportunidad casi

única y comenzó a hablar, primero en voz baja pero cuando tuvo la

seguridad de que no sería interrumpida aumento gradualmente el volumen

de su voz.

- Todo el mundo dice saber quien soy, todo el mundo parece saberlo menos

yo. Todo el mundo conoce mi apariencia pero nadie conoce mi esencia, ni

siquiera yo porque pienso cosas extrañas, como por ejemplo que todos

vamos por el mundo con los ojos vendados aunque los tengamos abiertos y

cuando la venda cae los cerramos de golpe porque nos ciega la luz del sol.

y caminamos, caminamos pero en realidad no vamos a ningún sitio. Intento

comunicar esto a los demás pero es inútil, nadie me escucha, nadie escucha
a nadie y entonces me pregunto.¿por qué pienso? A veces me parece que lo

que pienso ni siquiera son mis propios pensamientos sino lo pensamientos

de otro que esta dentro de mi cabeza e intenta obligarme a pensar lo que

quiere, y aunque intento no escucharle no puedo dejar de oírle –

Hizo una pausa, esperando un comentario de aprobación o una réplica,

todos sus pensamientos habían surgido anárquicamente, como si habiendo

estado reprimidos durante tanto tiempo quisieran hacerlo a la vez, pero

sólo escuchó silencio. La mujer permanecía frente a ella con la misma

sonrisa en el rostro y parecía invitarla a proseguir. Continuó hablando.

-A veces siento que debo cambiar, pero me parece que no voy a cambiar

nunca, esta tortura es tan larga como mi vida y mi vida cada vez es mas

corta y tengo menos tiempo para vivirla. Yo soy mi mayor obstáculo, mi

peor enemigo, ese Yo con el que no quiero identificarme pero que tiene

tanto poder pobre mí que me ahoga y me frena. Pero… ¿por qué no puedo

dejar de luchar contra mi misma? Quizá la rendición final sea el camino.

quizás la búsqueda sea lo que me impide llegar.

Pero en realidad no sé donde quiero estar, sólo se que no quiero estar aquí,

porque no me gusta nada lo que veo, ni siquiera me gusto a mi misma.

Quizás debo aceptarme como soy, pero me es muy difícil y ya empiezo a

estar cansada. Me digo quizás todo cambie mañana, pero siempre es

mañana, nunca es hoy, ¿quizás el hoy es lo único que tengo y el cambio es


absurdo porque todo es como debe ser? Todo son preguntas, nunca hay

respuestas- se calló para tomar aliento y después continuó.

No supo nunca cuantas horas pasó allí hablando, pero cuando salió de la

habitación se sentía tan ligera como si tuviera alas y en lugar de caminar

volaba. Pensó que volvería a la noche siguiente y visitaría la sala numero 2

porque después de haberse librado de aquel peso de palabras prisioneras en

su alma hasta sentía deseos de saber que podían contar otras personas

seguramente tan necesitadas como ella de expresarlas.

Contrariamente a la primera sala, la sala numero 2 estaba abarrotada de

gente. Sol se sentó entre los concurrentes y se dispuso a escuchar junto a

todos los demás, eso era lo que, en la puerta de la entrada, la misma mujer

del día anterior le había dicho, ella ya había tenido la oportunidad de

expresarse, ahora debía dársela a otros. Así pues durante mucho rato

escuchó historias pensamientos y preocupaciones de gentes de distintas

edades, razas e ideología y condiciones sociales distintas.

Muchas de aquellas historias y opiniones le parecieron absurdas e incluso

estúpidas, otras la indignaron profundamente y algunas la conmovieron e

interesaron pero aunque muchas veces estuvo tentada de replicar y

contradecirles no lo hizo, el darse cuenta de cuan necesitados estamos


todos de ser escuchados le hizo comprender que ejercitar la paciencia era

tambien un modo de enriquecerse así misma.

Cuando salió de allí había llegado a una conclusión bastante simple pero

muy profunda. Expresar era bueno para aprender a escuchar y escuchar era

bueno para comprender. Así pues todo el proceso de búsqueda se resumía

a estas tres acciones. Expresar, escuchar y comprender. Pero un proceso

que seguía un orden estricto, por eso las salas estaban numeradas y debían

visitarse una detrás de otra.

Volvió al día siguiente porque necesitaba un intercambio de ideas,

comprendía que ya estaba preparada para escuchar a los demás y esperaba

que los demás tambien estuvieran preparados para escucharla a ella. La

sala numero 3 la intrigaba mucho. Se preguntaba si sería una sala

concurrida por mucha gente dispuesta a dialogar entre si o por el contrario

solo encontraría a una sola persona para entablar un dialogo privado. La

experiencia le había le había demostrado que cuantas mas personas reunían

para hablar mas difícil era entenderse entre ellas y confiaba en encontrar

un solo interlocutor. Antes de entrar en la sala, la misma mujer sin edad

vino a su encuentro siempre sonriente y le dijo:


Quiero advertirte que esta es la prueba mas difícil de todas si quieres

aprobar este curso de comunicación entre almas. Expresar los sentimientos

es relativamente fácil y se experimenta una gran satisfacción al hacerlo,

escuchar a los demás en una oratoria pública tampoco es demasiado difícil,

pues la intervención de los asistentes interrumpirían las historia que allí se

cuenta y esto indignaría a la audiencia. Pero aquí es distinto, solo hay un

solo dialogante y debéis respetaros mutuamente en plena libertad, no hay

contrincantes y por tanto no hay vencedores ni vencidos. Es la máxima

prueba de la comunicación, si uno de los dos abusa de su tiempo o pierde

la paciencia e interrumpe al otro la prueba no será satisfactoria, el curso se

habrá perdido y no habrá opción para entra a la sala numero 4 que es el

lugar donde se reparten los diplomas merecidos.

Sol comprendió entonces que se estaba sometiendo a una prueba

importante que ella misma había elegido. Su necesidad de comunicación

nunca podría llevarse a cabo sin contar con la necesidad de comunicación

de los demás.

Cuando entró en la sala una sola persona la esperaba, estaba de espaldas y

cuando se dio la vuelta le reconoció. Era un antiguo amigo suyo con el que

nunca había tenido nada en común. No comprendía que clase de diálogo

podría mantener con alguien a quien nada interesaban sus ideas y


viceversa, aquello probablemente se convertiría en un lucha, un

intercambio de energías dispuestas a alimentarse a una de otra o en un

aburrido monologo para quien consiguiese ganar el enfrentamiento. Pero

recordó que aquello no debía convertirse en una lucha por tener la razón,

sino en un ejercicio de intentar comprender al otro y se dispuso a

escucharle pacientemente, interesándose en sus palabras.

Al cabo de un rato de hablar su interlocutor calló sorprendido al no haber

sufrido un una sola interrupción en su larga disertación y entonces Sol se

dispuso a intervenir y exponer su punto de vista. Al ser si sus ideas

completamente antagónicas no fue tarea fácil escucharse mutuamente sin

replicar o contradecir, pero ambos habían entrado en una dinámica de

respeto mutuo que les fue envolviendo poco a poco porque los dos tenían

una finalidad en común para la que estaban allí, aprender a comunicarse.

Cuando dejaron la sala numero 3 sus ideas seguían siendo las mismas pero

al intercambiarlas ambos habían ampliado un poco sus horizontes

añadiendo nuevos conocimientos a las mismas, así pues y aun sin

convencerse, los dos se habían vuelto un poco mas sabios.

A la salida la mujer sonriente de siempre fue a despedirla por primera vez.


- Has pasado la prueba y ya no hace falta que vuelvas mañana, puedes ir

ahora directamente a la sala numero 4-

Sol se sorprendió un poco pero como no se sentía cansada y si muy

satisfecha de la conversación que había mantenido, se dijo a si misma que

ya estaba preparada para recoger su diploma imaginario y aprobar su curso

de comunicación.

Entró en la sala numero 4 con una gran sonrisa dibujada en los labios, pero

en cuanto la puerta se abrió se encontró en la misma calle de siempre, en la

misma esquina y mirando la misma casa. ¿Qué había podido ocurrir? Ella

no podía haberse imaginado todo aquello pero… El miedo la estremeció

¿y si todas aquellas visitas a la casa no hubieran existido nunca? ¿Y si todo

hubiera sido fruto de su imaginación?. Sin embargo y cuando se serenó un

poco observó que algo si había cambiado, la casa siempre iluminada estaba

ahora completamente a oscuras y en nada se distinguía de las otras casas

de la calle.

Y de repente llegó el silencio, un silencio absoluto, en el que el

pensamiento se detuvo y ya no hubo mas necesidad de escuchar, ni de

pregunta ni de expresar, y el silencio se convirtió en respuesta y la

respuesta era que no había ninguna pregunta, solo el silencio del presente.

Y la casa también desapareció en él.


EL TREN

Aquella estación de tren era tan pequeña como el pueblo que le daba

nombre y poca gente se apeaba en ella porque casi nadie la conocía, sin

embargo era un pueblo muy bonito perdido entre montañas. A Helen le

gustaba ir a la estación y sentarse en el único banco del andén, dejando

pasar las horas mientras esperaba pacientemente la llegada de algún tren, lo

que sucedía muy de tanto en tanto porque muy pocos pasaban por allí.

Helen estaba enferma, los médicos no le habían dado ninguna esperanza de

salvación. Cuando lo supo aceptó su destino como siempre había vivido,

con resignación, pero eso era solo apariencia, en el fondo sentía un gran

resentimiento y frustración por haber nacido para apenas sobrevivir y

decidió que los pocos años de vida que le quedaban los pasaría sentada en

el banco de aquella estación viendo pasar los trenes e imaginando que


algún día subiría a alguno de ellos y se iría muy lejos, escapando de su

destino.

Aunque eran solo sueños había soñado tanto con ellos que muy en el fondo

de su alma se había encendido una pequeña llama de esperanza, la

esperanza de que algún día un tren la llevara a algún lugar donde no

existiera la enfermedad, la pobreza y la muerte. Por eso no dejaba de ir a la

estación un día tras otro, y nadie se sorprendía de verla allí porque todos

comprendían que ver pasar los trenes era su única distracción.

Aquella mañana Helen llegó a la estación a la hora de siempre y se dispuso

a esperar sentada en su banco, el sol le acariciaba la cara y entornó los ojos,

pero un tren que acababa de llegar se los hizo abrir nuevamente y casi no

pudo dar crédito a lo que veía, los vagones estaban pintados de rosa y azul

y por las ventanillas asomaban las caras de muchos niños y niñas riendo y

chillando, todos parecían contentos y felices. Uno de ellos le gritó

alegremente.

- Hola, ¿por que no subes? - Helen vaciló unos instantes, nunca nadie la

había invitado a subir a un tren y mucho menos a uno como aquel, pero la

niña seguía sonriéndole insistiendo

- Anda sube, deprisa que el tren va a arrancar -

Helen se levantó de golpe - y sin pensarlo dos veces subió al vagón

La niña la invitó a sentarse a su lado y empezó a hablar sin esperar a que

ella dijese ni una palabra.


-Hola me llamo Mary y estos son mis compañeros de viaje-

El tren arrancó segundos después y Helen vio desde la ventanilla como el

pueblo iba quedándose atrás, entonces se atrevió a preguntarle;

- ¿Y quienes sois vosotros?-

- Somos una fase de la vida que se llama infancia, venimos de una escuela

donde nos han enseñado a leer y a escribir y algunas cosas más-

Helen también había aprendido algunas cosas en el colegio cuando era niña

y sintió curiosidad por saber si eran las mismas.

- ¿Y que os han enseñado allí?- preguntó de nuevo.

- Ah pues hemos aprendido, matemáticas, geografía, historia, literatura,

gramática, ciencias…todo eso…pero ahora ya estamos preparados para

llegar a la siguiente estación donde nos van a enseñar muchas mas, todas

muy necesarias para nuestra próxima fase como seres humanos adultos,

según nos han dicho-

- ¿Y tenias tambien tiempo para a jugar después de aprender tantas cosas?-

La niña la miro con asombro y su cara se ensombreció

- Bueno yo hubiese preferido jugar después de la escuela, pero cuando

llegábamos a casa había que hacer deberes para poder cenar enseguida e

irse pronto a la cama porque al día siguiente había que levantarse

temprano.-

- ¿Y a todos estos niños les ha pasado lo mismo?-


- A todos, porque hemos tenido la suerte de nacer en casas que pueden

pagar esos colegios. Hemos sido muy afortunados. Me han dicho que hay

niños pobres pero no se que harán ellos ni me interesa, a mi me han dicho

que soy muy afortunada y que no me preocupe de los que no lo son -

Helen se quedó pensativa, aquella niña no debería tener mas de 10 años y

no parecía hablar como una niña, pensó que su infancia fue muy diferente,

pero que aunque no pudo recibir tan buena educación, ni ir a colegios tan

caros, al menos tuvo tiempo para jugar.

Cuando llegaron a la próxima estación todos los niños bajaron del tren, y

Helen bajó con ellos, no conocía en que lugar se encontraba ahora pero

aquel andén se parecía mucho al de su pueblo. La niña que había hablado

con ella le dirigió un último saludo con la mano, parecía muy contenta pero

no parecía una niña de verdad, le recordaba a una muñeca que se vendía en

las tiendas, muy bonita pero sin vida propia.

Helen se sentó en un banco muy parecido al suyo mientras los veía

desaparecer calle abajo y siguió esperando un nuevo tren pero mientras lo

hacía notó como su resentimiento contra la vida había disminuido un poco.

El próximo tren no llegó hasta horas mas tarde y era muy distinto al

anterior, llegó con música, una música vibrante que envolvió todo el andén

y llenó a Helen de alegría haciéndole recordar que todavía era joven. Por

las ventanillas asomaban las cabezas de adolescentes que reían y bailaban y


en una de ellas vio a Mary haciéndole señas. La sorprendió mucho como

había cambiado, se había convertido en una chica muy bonita, aunque sus

ojos seguían manteniendo el brillo de una infancia que se desvanecía por

momentos.

- Sube, sube...no te quedes ahí parada –

Helen subió, estaba contenta porque su amiga había vuelto y aunque no

entendía nada de lo que estaba sucediendo lo importante es que ella volvía

a estar allí.

- ¿Qué te parece nuestro nuevo tren? - le preguntó muy animada.- ¿A que

es fantástico? –

Helen dio un rápida mirada a los graffiti de las paredes y las luces

intermitentes de colores colgadas en el techo, la música era tan estridente

que era casi imposible oír lo que le decía, pero se lo imaginaba por sus

expresivos gestos. Mary casi la empujó arrastrándola con ella y ambas se

sentaron en un pequeño rincón del vagón, el mismo que donde se habían

sentado hacia quizás horas, días, meses, años…Helen no quiso pensar pero

evidentemente el tiempo pasaba mucho mas deprisa para Mary que para

ella.

- Este es el tren de nuestra adolescencia, nos va a llevar a la Universidad a

prepararnos para el futuro- y levantando los brazos, dio una fuerte

exclamación de júbilo.

- ¿Y cual es ese futuro Mary?.


- Ah pues no se…supongo que acabar una carrera, casarme y tener hijos, lo

que todo el mundo suele hacer, vaya... ¿Por qué no? ¿Qué otra cosa hay?

- ¿Pero eso es lo que tú quieres? -

Mary pareció algo molesta y tardó un poco en contestar.

- Bueno no exactamente, yo quería ser bailarina, eso del baile se me da

muy bien, sabes? - e inició un pirueta en el aire - pero mis padres me lo

han quitado de la cabeza, dicen que es muy difícil ganar d inero con el baile

y que lo mas importante es la pasta...

- ¿Pero tu piensa lo mismo que ellos? – A helen le parecía muy difícil que

una chica tan joven no tuviera esperanzas y sueños, ella siempre había

pensado que el dinero solo era importante parta los viejos.

- Pues claro, si no estaría metida en este tren, me hubiera ido haciendo

auto-stop `por ahí con unos cuantos bohemios sin un céntimo a pasar

hambre - y añadió seriamente - este es el tren que todo el mundo quiere

coger, el tren que lleva a un lugar seguro, estable, cómodo y con suerte

hacerse rico. Es el tren de la vida.-

-¿Quieres decir que todo el mundo está obligado a cogerlo?-

-Bueno, todo el mundo no, solo los que quieren vivir bien y sin problemas

y sobretodo no estar marginados en una sociedad que se basa en el dinero y

en las norma establecidas. Es el mejor tren -

-¿Por qué? – siguió preguntando atónita.


La cara de Mary estaba un poco contraída, Elena se estaba poniendo muy

pesada con aquellas preguntas.

-Bien pues no sé…porque el dinero dicen que da la felicidad y con él

puedes comprar muchas cosas bonitas que hacen la vida mas agradable y

porque si…y además- aquel argumento le pareció definitivo- porque todo

el mundo lo dice.-

Helen empezó a compadecer a aquella muchacha que antes había

envidiado.

- Mira ya hemos llegado – gritó Mary con entusiasmo. Todos bajaron

atropelladamente. Helen lo vio nuevamente desaparecer a lo lejos, parecía

muy contenta vestida a la ultima moda y se dio cuenta de que todos lo

jóvenes del aquel tren llevaban el mismo estilo de ropa y de peinado hasta

tal punto que en la distancia le era difícil distinguir a Mary de los demás.

La estación también era casi idéntica a la anterior, en aquel extraño

recorrido todas las estaciones parecían iguales, pero su frustración y su ira

habían disminuido mucho.

Tuvo que esperar al día siguiente a que llegase el próximo tren. Pasó la

noche allí, durmiendo en el único banco de una estación desierta y sin

nombre. Aquella vez el tren llegó silencioso, tanto que Helen no le escuchó

acercarse. De pronto lo vió frente a si y cuando sus puertas se abrieron

solo Mary asomó su rostro a la ventanilla para indicar a Helen que subiese.
Le costó reconocer en ella a la adolescente llena de vida que la había

saludado alegremente el día anterior, estaba muy envejecida y el brillo de

sus ojos se había apagado, de hecho nadie en aquel vagón parecía

demasiado feliz, a todos sus ocupantes se les veía decepcionados y de mal

humor como si algo les hubiera fallado. Se sentaron en el lugar de siempre

y también como siempre Mary empezó a hablar antes de que Helen le

preguntase nada.

- ¿Sabes? Nos han engañado. Todos lo han hecho, nos dijeron que seriamos

felices, que el mundo sería nuestro y nada de eso ha ocurrido - se

interrumpió para mirarla fijamente - ¿Te parezco una mujer feliz?

Antes de que Helen respondiese continuó hablando y ella comprendió

que lo necesitaba

- Acabé la carrera con éxito pero no encontré trabajo, no había

oportunidades para chicas con carreras brillantes en un mundo en crisis.

Pero si encontré a un hombre que me quería y aunque no se parecía en nada

al hombre de mis sueños era rico y todos me decían que con él nunca

tendría problemas y viviría rodeada de comodidades y me casé con él.

Me dediqué a mi familia y a mis hijos esperando que a su lado quizás mis

sueños se realizaran. Pero no fue así y entonces me adapté a él para poder

soportar una convivencia cómoda pero monótona y aburrida. Y ¿sabes?

tampoco los hijos llenaron mi existencia vacía. Esa es otra mentira que nos

han contado, cuidar a un niño ocupa mucho tiempo y yo apenas tuve para
mi, pero ahora son ya adultos y se han convertido en unos extraños que

nada tienen en común conmigo y me siento completamente sola - de pronto

su cara se iluminó - A veces cuando voy al cine o al teatro y veo bailar a

los actores me acuerdo de mis sueños de adolescencia y pienso que yo

debía haber seguido mis impulsos y no escuchar a nadie porque nadie podía

vivir mi vida por mi. La vida es una gran mentira y yo me la creído pero

ahora ya es demasiado tarde para volver atrás. No hay tren de regreso su

voz estaba llena da amargura. Helen se atrevió a intervenir.

-¿Y adonde va este tren? - Mary no la miro siquiera cuando contesto.

- A la jubilación y si hay suerte pasaremos nuestra decadencia en casa junto

a la familia, pero si no nos quieren iremos al asilo a esperar la muerte y eso

será lo mas probable, cuando ya no se rinde no hay un lugar parea los

viejos, se les aparta y se les olvida hasta que mueren -

Helen no supo que decir, pensó que quizás ella no tenía futuro pero no

envidiaba nada a Mary el suyo.

- Aun puedes escapar- se atrevió a decirle - quédate conmigo en esta

estación.

- ¿Y crees que puedo hacer eso? Abandonar a mi familia y que todo el

mundo me señale con el dedo? Además mi edad nadie querrá ya darme un

trabajo, se me considera demasiado vieja y sin experiencia en el mundo

laboral- sonrió tristemente- ni siquiera podría ya bailar porque mis huesos


no son flexibles como antes- Pero su sonrisa se heló en sus labios cuando el

tren se detuvo. Había llegado a su destino.

Ambas bajaron del vagón sin decirse ni una sola palabra más. Mary la

abrazó fuertemente, eran conscientes de que aquella era la última vez que

se veían

- No hagas como yo - susurró Mary en su oído - elige tu destino, no dejes

que nadie lo haga por ti, todavía estas a tiempo - Después se separaron y

Mary desapareció en silencio con los demás.

Elena la vio alejarse y se puso a reflexionar, ella nunca se sentiría frustrada

por el tiempo perdido porque no tenía tiempo alguno que perder. Y

entonces todo su rencor y su ira desaparecieron. Se sentó en el banco de

aquella estación tan parecida a las demás y volvió a quedarse

profundamente dormida.

Cuando despertó se encontró en la estación de su pueblo como si nunca se

hubiera movido de allí y se preguntó si todo habría sido solo un sueño.

Después se levantó y comenzó a caminar despacio hacia su casa, una gran

sonrisa iluminaba su cara, había decidido que ya no volvería a esperar a

ningún tren…caminaría sola sin importarle cuan largo corto fuese el

camino.
EL SILENCIO

-Si reproduces en el cuadro que pintas el color que sientes, entonces será

único, porque nace de tu inconsciente, que tambien es único y será tan

hermoso que todo el que lo mire deseará haberlo creado, pero lo habrás

creado tú y solo será tuyo. Quizás eso es lo único que de verdad posees,

esos colores y formas que imaginas, son los que existen en tu alma y la

hacen diferente a los demás y eso es bueno-

-¿Ser distinto a los demás es bueno?- preguntó Emma a su profesor de

dibujo mientras daba un retoque al cuadro que estaba pintando.

-Es lo mejor- contestó el hombre sin mirarla.

- ¿Y si siendo diferente soy mala? ¿Tambien sería bueno?-

- Lo que es bueno para ti a veces puede ser malo para otro, solo tú conoces

el alcance de tus actos. Debes esforzarte en ser diferente pero mejor.

-¿En la vida también?-


- En todo. La vida solo vale por la diferencia, ser igual a otro aunque el otro

sea un genio es no haber vivido por ti mismo, o sea no vivir-

-¿Y es mejor ser malo que no vivir?-

El profesor miró a su joven alumna un poco confuso. Aquella muchacha no

le hacía preguntas corrientes, era muy curiosa, como todas las personas

inteligentes, pero demasiado joven para asimilar algunos conceptos

todavía. Se dijo a si mismo que debía ser prudente.

-Debes saber elegir tu la diferencia entre lo que es bueno para ti o para lo s

demás-

-¿Y como podré saber esa diferencia?-

-Eso te lo dirá tu propio corazón, pídele que te hable y escucha lo que él te

diga. El profesor se puso muy serio de repente.

-Pero no escuches a tus pensamientos, esa voz insistente y machacona que

nunca deja de hablar en nuestra cabeza. Permanece en silencio y entonces

sabrás lo que has de hacer-

- ¿El silencio habla?-

-No, eres tu la que habla, pero sólo podrás escucharte en el silencio-

Aquellas palabras parecieron contentar a la niña que se sintió feliz, porque

había aprendido algo nuevo y lo que ella deseaba mas en este mundo era

aprender. Pero cuando la clase terminó, esperó a que todos sus compañeros

se hubieran marchado para acercarse de nuevo a su profesor y hacerle otra

pregunta.
-¿Y me podría usted decir como voy a encontrar ese silencio? Hay ruidos

por todas partes, incluso por la noche en mi casa se oyen los coches que

pasan por la carretera-

El hombre volvió a mirarla de nuevo confundido. Verdaderamente aquella

niña hacía preguntas algo extrañas que a veces resultaban muy difíciles de

contestar, pero tuvo una repentina inspiración.

-No debes buscar nada, el silencio te buscará a ti- añadiendo después

- A veces, incluso lo encuentras cuando estas rodeado de gente -

-¿Aunque estén hablando y haciendo ruido?-

Por un momento el profesor deseó que su alumna no fuese tan brillante y

dejase de hacerle preguntas. Temía no estar a la altura de sus respuestas.

Era un hombre inteligente y bondadoso pero no eres sabio y reconocía que

él mismo aun tenía mucho que aprender y no quería que sus ideas la

confundieran-

- Ese silencio del que te hablo no tienen nada que ver con el ruido exterior.

Es un silencio interno y consiste simplemente en estar en paz contigo

mismo, entonces hay silencio aunque todos hablen a tu alrededor.

Cuando la niña salió de la clase se sintió aliviado, aunque algo preocupado.

No sabía hasta que punto ella podía haberle entendido, al fin y al cabo solo

tenía 13 años, era casi una niña.


A partir de aquel día, Emma buscó el silencio y estuvo muy atenta a lo que

sentía y experimentaba. Las clases de pintura del profesor Jones eran un

tanto originales, y por ello no tenía demasiados alumnos, pero el profesor

Jones eso no tenía demasiada importancia porque le interesaba mas la

calidad que la cantidad. Sus alumnos tampoco eran chicos y chicas

corrientes y por eso asimilaban sus enseñanzas ávidamente. De hecho el

profesor era un buen profesor. No quería enseñar nada, solo que cada uno

de ellos encontrase su propio camino en la pintura y también en la vida.

Solo intentaba proporcionarles herramientas útiles para ayudar, por eso les

hacia reflexionar mucho sobre lo que iban pintando porque sabía que si

pintaban de un modo genuino su vida tambien lo sería.

- Poca técnica pero mucha practica y sobre todo imaginación.Ya tendréis

tiempo de aprender la técnica de los grandes maestros, lo más importante

ahora es que las encontréis a vuestro modo, después vosotros mismos seréis

tambien maestros en todo lo que hagáis-

Emma continuó yendo a clases de pintura con mucho interés

Le gustaba experimentar las formas y los colores, siempre creía que podía

hacerlo mejor y esto era precisamente lo que el profesor aconsejaba, no

ponerse nunca un límite.


- El cielo es el limite - solía decir, porque estaba seguro de que el Arte era

la conexión suprema con esa dimensión desconocida que no se ve pero que

se intuye. Había que encontrar el Cielo en la Tierra.

- Todas las almas pintan siguiendo sus impulsos sin preocuparse demasiado

de si sus pinturas sin buenas o malas- decía

-No hay calificación para la creatividad, no puede compararse a nada, solo

tiene que ser autentica y para ello hay que practicar mucho-

Pero Emma era una excepción, entre los demás y por eso se cuestionaba

las cosas. Es afán de saber podía ser bueno o malo: bueno si las preguntas

servían parea evolucionar… malo si ante la dificultad se perdían solo en las

ideas.

-Ideas y practica, sobre todo práctica, ninguna idea puede interrumpir el

esfuerzo y el deseo de crear – seguía diciendo el profesor añadiendo

- El deseo de mejorar puede ser frenado por la impaciencia. Sed pacientes,

y un día os sentiréis plenamente satisfechos de vuestros esfuerzos, aunque

no consigáis ser los mejores, seréis lo mejores para vosotros mismos. Ser

paciente y trabajar mucho-

Pero Emma no sabia esperar, era impaciente por naturaleza y se torturaba si

no podía conseguir plasmar en el papel lo que su imaginación ya había

pintado por su cuenta.

Una noche Emmano podía dormir, había dejado un cuadro inacabado en el

estudio y sus deseos de terminarlo eran tantos que le impedían conciliar el


sueño. Aquella idea fue lo que la impulsó a saltar de la cama de madrugada

y salir de su casa intentando no hacer ningún ruido para no despertar a sus

padres y sus hermanos. Ya en la calle se asustó un poco. Vivía en un

pueblo pequeño y tranquilo pero en el camino empedrado de las calles

todas las sombras de las casas proyectadas bajo la luces de las farolas s le

perecían gigantes malignos intentaban atraparla en cada esquina, pero

continuó caminando porque su deseo era mas poderoso que su miedo .

Ya en la puerta de entrada cogió la llave del lugar donde el profesor solía

guardarla escondida y entró.

Cuando encendió la luz de la sala lo primero que vio fue su cuadro y le

pareció que la llamaba insistentemente. Fue una atracción mutua, el cuadro

deseaba acabar de nacer y la necesitaba tanto como a ella darle la vida para

vivir.

Se puso a pintar sin vacilar, sus trazos eran firmes y seguros, sabia lo que

estaba haciendo porque era lo que sentía tenía que hacer. No pensaba, ni

siquiera veía, sus manos trazaban las líneas instintivamente como si se

moviesen por si mismas y una fuerza superior las moviese.

Y entonces escuchó el silencio que había estado esperando durante tanto

tiempo y el silencio le habló sin palabras y le dijo muchas cosas. Al fin

supo quien era y que había venido a hacer en este mundo. Desaparecieron

las dudas y las preguntas, solo existía el Ahora, aquel ahora pintado en su

cuadro febrilmente, entregada apasionadamente a su trabajo y eso era lo


que debía hacer en cada instante de su vida, entregarse al momento

presiente, un momento expandido que abarcaba el pasado, el presente, y el

futuro. Y Emma fue feliz, tan inmensamente feliz como un humano puede

serlo, había trascendido su propia forma y ya era una sola presencia con el

cuadro que estaba pintando. El cuadro era ella y ella era el cuadro.

Cuando dejo de pintar ya no volvió a mirarlo mas, sabía que estaba

terminado, dejo los pinceles cuidadosamente encima de la mesa y los

limpió esmeradamente con un paño húmedo. Después rendida de cansancio

se estiró en uno de los sofás del aula de clase y se quedo profundamente

dormida, entregada completamente al sueño reparador como antes se había

entregado a su pintura, en cuerpo y alma.

A la mañana siguiente el profesor que siempre llegaba el primero a las

clases vio el cuadro destapado en medio de la sala y se sorprendió mucho,

pero al observarlo fijamente comprendió lo incomprensible. Todo en el

lienzo, el color, el volumen, la proporción, el relieve, las formas, respiraba

vida, el cuadro vivía por si mismo, nada sobraba ni faltaba. Era un cuadro

perfecto. Emma de una forma u de otra había estado allí y había obrado el

milagro. No se cuestionó como había podido suceder. Habían cosas que no

podían ser explicadas pero eran mas reales que lo supuestamente real y

sonriendo comenzó a preparar sus utensilios de pintura esperando que los


alumnos comenzasen a llegar. Se sentía profundamente orgullosos de

Emma, no solo había aprendido a pintar sino que había aprendido a vivir.

Emma despertó en su cama y miró su habitación preguntándose como

podía estar allí…aquel sueño que había tendido había sido tan real….Se

vistió rápidamente y se dirigió a la Escuela de Arte y una vez delante de su

cuadro tambien comprendió : había conseguido crear algo vivo y sus

pensamientos fueron idénticos a los de su profesor al verlo. De una manera

u de otra ella había estado allí.

Luego aparto a un lado el caballete que sostenía su cuadro y se puso a

preparar un nuevo lienzo cuya blancura resplandecía en el deseo de ser

pintada. Y una nueva idea cruzó su mente. Aquel cuadro aun seria mejor

que el otro, sólo tenia que escuchar el silencio de su alma, entregarse a el y

dejarse guiar. Y se entregó al momento en cuerpo y alma mientras daba las

primeras pinceladas a su nueva obra.


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