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El concepto de hegemonía

La reproducción en el tiempo de un orden o sistema social basado en la desigualdad requiere que esa relación
de explotación sea legitimada por el conjunto, es decir aceptada o consensuada por los dominados.

La hegemonía es una construcción de carácter histórico mediante la cual los sectores que detentan poder
atribuyen significados a los comportamientos culturales de los grupos a través de procesos que naturalizan los
sentidos y valoraciones.

Antonio Gramsci distingue dos modos de dominación que se basan en diferentes formas de control: la coercitiva
y la hegemónica.
Nuestro “sentido común” identifica como dominación a la que está fundada en la coerción, es decir en el control
directo y el uso de distintas formas de violencia cuyo ejemplo capitalista corresponde a las acciones del Estado
(transformado de este modo en representante de los intereses de la clase explotadora).
Sin embargo, ni el poder coercitivo del Estado ni el que se deriva de la relación de explotación económica
alcanzan para mantener un orden social fundado en la desigualdad.

“La propiedad de los medios de producción y la capacidad de apoderarse del excedente es la base de toda
hegemonía. Sin embargo, en ninguna sociedad la hegemonía de clase puede sostenerse únicamente mediante
el poder económico. En el otro extremo de la competencia económica encontramos los mecanismos represivos
que, mediante la vigilancia, la intimidación o el castigo, garantizan –como último recurso– el sometimiento de las
clases subalternas. Pero se trata de un último recurso. No hay clase hegemónica que pueda asegurar durante
largo tiempo su poder económico sólo con el poder represivo. Entre ambos cumple un papel clave el poder
cultural” (García Canclini en BOIVIN).

La dominación hegemónica, basada en el control de los comportamientos culturales, es una forma más sutil y
segura para la reproducción de las condiciones desiguales de vida. Se trata de un proceso de producción
ideológico y cultural de sentidos donde permanente se representa como “natural” un orden social donde unos
grupos dominan a otros. Esta construcción del poder permite la actuación de grupos no-hegemónicos, los grupos
subalternos que desarrollan prácticas alternativas e independientes a las oficializadas o instituidas.

Si bien esta forma de dominación resulta más eficaz que el uso de la violencia, nunca es total y definitiva ya que
provoca la resistencia de los grupos dominados (o subalternos) y por ese motivo debe ser constantemente
defendida y recreada.

“Al introducir esta noción de hegemonía en tanto poder simbólico, se introduce una nueva diferenciación entre
clases de hombres. A la diferenciación económica que marcó dos clases de hombres: explotadores/explotados
(que tiene como base la apropiación desigual de los medios de producción de la vida material) se le sumó la
diferenciación política que separa otras dos clases de hombres: dominantes/dominados (cuya base es la
apropiación desigual de los medios para ejercer la violencia física), y ahora aparece una tercera diferenciación,
la hegemónica, simbólica o cultural que determina otras dos clases de hombres: hegemónicos/subalternos (y
cuya base es la apropiación desigual de los medios para producir sentido). La cultura, ya no es sólo “producción
de sentidos”, es producto del modo en que se relacionan las clases hegemónicas y subalternas, es también
instrumento en la lucha (o el proceso) por la hegemonía (poder simbólico) y es al mismo tiempo el espacio
(ámbito, instancia) donde dicho proceso se va dando […] A partir de la noción de hegemonía, la cultura, en tanto
instancia de la totalidad social, puede ser redefinida. Un ejemplo de esta reformulación es la definición de cultura
que propone García Canclini, llamando así a toda producción de sentido que al mismo tiempo es material y
simbólica y que representa y reproduce la realidad, las estructuras materiales, un sistema social. (BOIVIN 1991).

Boivin, M; Rosato, A; Arribas, V. 2004. “Introducción”. Constructores de Otredad. Introducción a la antropología


social y cultural, Antropofagia, Buenos Aires. p. 7-11

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