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DOCUMENTO: LITERATURA Y FORMACIÓN DE LECTORES

1. LA LITERATURA FUERA DE SÍ
Todos los medios son mixtos en alguna medida y, aunque el impulso de purificarlos ha sido una de
las grandes utopías de la modernidad, no hay ya artes puramente visuales o verbales. Empujadas por el
deseo de ser otro, las artes visuales-pero también la literatura y el cine-se lanzan hacia el afuera de sus
lenguajes y sus medios específicos, y encuentran en el fuera de campo una energía estética y crítica
liberadora.

Graciela Speranza (2010)

Desde hace varios años la literatura se halla fuera de sí, desbordada por la reflexión
sobre su consistencia y legitimidad, por la borradura de los límites de su propio nombre
que alguna vez la había constituido, en función, por un lado, de la puesta en crisis del
sentido, del lenguaje y de la experiencia y, por el otro, de una apertura insospechada de
sus alcances y potencias por el cruce entre lenguajes, “disciplinas” artísticas, autores y
lectores, arte y no arte. Tal como apunta Claudia Kozak,

“…la pregunta por los límites [que se desenvuelve en las preguntas por la
legitimidad y el valor] surge cuando algo comienza a hacerse en algún sentido ausente,
lejano o al menos borroso —porque su visibilidad se encuentra disminuida—, o cuando
pierde sus contornos precisos —porque es difícil distinguirlo de otra cosa de la que
seguramente en otra época estaba bien separado—.” (Kozak, 2006: 13)

En este marco de puesta en cuestión, y hasta la transformación, del estatuto mismo


de la literatura hoy, de su concepto y de los valores a él asociados, participamos de
experiencias donde la permeabilidad de las fronteras corre a la literatura hacia otro
lugar, se abre a la interacción con otras artes, tal como plantea el estado de la cuestión
que se desprende de algunos posicionamientos de la crítica latinoamericana reciente
(Laddaga, Ludmer, Garramuño). Asimismo, presenciamos el movimiento inverso: el
arte contemporáneo se ha nutrido de la literatura, en prácticas conceptuales que reúnen
imagen y texto por caminos impensados (León Ferrari, Fabio Kacedo). La preeminencia
de la idea por sobre la materialidad del medio ha vuelto irrelevantes las distinciones
entre lenguajes y soportes en obras de artistas que se lanzan hacia el afuera de sus
medios específicos y encuentran en el "entre dos" nuevas formas y sentidos.
Esta expansión, entonces, no sólo pone en crisis los medios, los soportes, los
lenguajes, los discursos, sino también la posibilidad de inscripción y definición misma
del arte y la literatura a partir del surgimiento de escrituras y prácticas artísticas y
culturales que ponen en discusión el concepto canónico de literatura y la noción de
autonomía tanto en el campo de la literatura como en el del arte. Especificidad,
permanencia, autonomía son nociones que no resultan suficientes a la hora de analizar
las prácticas estéticas y las condiciones de productividad del arte contemporáneo. Los
interrogantes son cómo son las prácticas de escritura que se expanden hacia la literatura
desde un campo como el de las artes (audio) visuales y, viceversa, cómo la literatura se
expande en ese campo.
Pues bien, pensar cómo se enseña a leer literatura en la escuela literaria en este
contexto en el que la literatura reaparece en formatos y soportes como el cine, el teatro
o las instalaciones artísticas (las obras de Nuno Ramos, Jorge Macchi, Rosangela
Rennó, Ernesto Neto), nos lleva a interrogarnos sobre la eventual especificidad del
propio lenguaje literario, en la medida en que las prácticas literarias contemporáneas,
que circulan dentro y fuera de la escuela primaria, suponen menos una transformación
puramente estética o la ampliación de las fronteras de lo decible en y desde el lenguaje
literario que la experiencia de lo otro distinto, lo im-propio, tal es el caso, por ejemplo,
de la incorporación, en el canon literario escolar, de producciones artísticas mutantes, a
saber: los libros álbumes y la videopoesía.
En este sentido, es interesante recuperar la etimología de la palabra "experiencia". El
prefijo latino "ex" indica una "salida de sí"; del latín también, el verbo "perior" y el
radical "periri" se relacionan directamente con "periculum", esto es, el riesgo, el peligro
que supondría esa "salida"; y la raíz indoeuropea PER se vincula con un "pasar a través"
y con la prueba arriesgada a la que se sometería en ese paso. De este modo, podríamos
definir la experiencia como una puesta en peligro, un enfrentarse arriesgadamente con
lo desconocido.
Tomando esta definición para balizar un camino posible, diagramar un espacio
móvil donde sea posible establecer relaciones entre la literatura, los lectores y la escuela
primaria en el contexto actual, deseamos articular la escritura de este documento con la
idea de Reinaldo Laddaga sobre el laboratorio como espacio que está haciéndose (y no
como algo hecho, esto es, que sea producción y no producto), apostando al trazado de
configuraciones de autorías complejas, en donde:

“...Toda producción … es producción de más de uno. Todo resulta de colaboraciones que


pueden ser o no reconocidas. Tal vez sea a causa de esta comprensión que con frecuencia
exploren formas de autoría compleja, formas que no son ni las más características del antiguo
autor ni las que quisieran celebrar los ritos más simples de la ausencia.” (Laddaga, 2010: 13)

2. CÓMO SE LEE

Habitualmente las definiciones en torno a la lectura literaria apuntan, como


(d)efecto de sentido, a un saber estable, con una aparentemente mínima modificación a
lo largo del tiempo. Se las piensa, por lo general, como enunciados que representarían,
supuestamente, la unidad del objeto que describen y registran.
Estas definiciones, sin embargo, no remiten de manera directa a realidades
unívocas e incontrovertibles, sino que suponen una dimensión ideológica vinculada con
las condiciones de producción en las cuales se expresan tanto las circunstancias de
enunciación (quién, a quién, cuándo, dónde) como el contexto socio-histórico (aspectos
políticos, económicos, educativos, culturales, demográficos, tecnológicos y científicos).
Las definiciones que se hacen de la lectura y la literatura devienen, por lo tanto, en
construcciones que recuperan momentos históricos, políticos, sociales de las
comunidades en las cuales se crean y para las que están dirigidas. Constituyen, de este
modo, discursos donde se ocultan sistemas político-histórico-ideológicos que activan (y
apagan) determinados sentidos. Así pues, resulta interesante develar el sentido histórico
que asume cada definición a partir del análisis de su régimen de argumentación,
alcances, limitaciones, inclusiones y exclusiones.
Un análisis posible que podemos realizar es describir e interpretar las
variaciones formales que se despliegan en una serie de definiciones representativas en
torno a qué se entiende por leer litertura con el fin de hacer visible sus condiciones de
producción, es decir, las marcas histórico-ideológicas que les da forma. Por ello, les
proponemos examinar a continuación tres modos diferentes (alcances) de designar
aquello que se entiende por literatura y reflexionar sobre sus correspondencias con
particulares construcciones simbólicas en las cuales se expresan representaciones que
activan o evocan ideologías y políticas sobre el saber en torno a lo literario.

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