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gase bien en cuenta que, además, hay algŭn otro caso en que
las formas vulgares y románicas apoyan la interpretación ŭw
de ciertas grafías antevocálicas con simple V. Tal creo que es
el de PLVO, normalmente . leído plŭo, y que creo que debe leer-
se [plŭwo] como leemos [plŭwia] en PLVVIA. En efecto,
aparte de las formas románicas que no parece necesario re-
cordar, está el vulgarismo plouebat (PETRON. Sat. 44, 18), que
acredita el paradigma plóvere del que MEYER-LUJEKE hace de-
rivar aquéllas, y que se acuerda bien con el arcaísmo perplou-
re de FESTO (298, 4); plouebat, continŭe o. no de manera directa
una arcaica del tipo documentado FLOVIVS, nos parece acre-
ditar que en PLVO se esconden dos elementos de timbre u, es
decir ŭw, los mismos que dieron la probable 7i anteconsonán-
tica del plutor conocido solamente por un texto prosaico y,
por ello, de dudosa proSodia 5 . Nuestra tesis es, pues, que, in-
dependientemente de desarrollos ulteriores divergentes, puede
presumirse la existencia en cierta época de la latinidad de una
secuencia ŭw antevocálica en todos los casos donde aparecie-
ra, ante consonante, una ii, y que tal secuencia, como la pro-
pia ŭ , se notaría por simple V, salvo en loš casos en que, por
la proximidad de y o de i, la grafía simple planteaba dudas
de silabación 6 . Tendríamos así eks ŭwo como eksŭwiae, pero
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