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LA VALORACION DE LA INVESTIGACION EN LA FACULTAD DE

ARTES INTEGRADAS DE LA UNIVERSIDAD DEL VALLE

El CIARP (Comité Interno de Asignación y Reconocimiento de Puntaje) nos


solicitó el año pasado (2012) precisar las características de los productos
derivados de la labor de Investigación en esta Facultad.

En primer lugar, nos interesa despejar la duda que puede haber en dicho
Comité acerca de la valoración que le damos a los productos derivados de
investigación frente a aquellos que son derivados de la creación o producción
artística, y que aparece reglamentada en la Resolución 112 del 16 de noviembre
de 2006, del Consejo Académico. En dicha Resolución podemos ver cómo varios
productos artísticos aparecen valorados con el máximo puntaje (20 puntos)
cuando han sido expuestos al público en contextos internacionales (sin exigir
mínimo de países a no ser que se trate de congresos o festivales), sin importar su
génesis, o sea, sin importar que sean derivados de investigación o no. Esto quiere
decir que para la Facultad de Artes la producción artística no está ni por encima ni
por debajo de la investigación, simplemente es otra forma de producción
intelectual.

En nuestra Facultad existe una actividad investigativa que podemos llamar


“clásica” o científica, que pertenece al orden de las ciencias sociales o las ciencias
humanas y que termina en productos como artículos o libros que se expresan en
lenguaje escrito. Generalmente se trata de resultados de análisis históricos,
filosóficos, estéticos, semióticos, psicológicos, sociológicos, antropológicos,
económicos, o alguna combinación particular de varios de éstos, sobre la cultura o
el arte en general o un sector acotado de estos universos.

En la Facultad de Artes se permite también que la investigación tenga como


resultado un producto o conjunto de productos artísticos, como puede ser un
documental audiovisual o sonoro, una animación, un video-arte, un multimedia, un
diseño gráfico o industrial, una novela o conjunto de cuentos, un conjunto de
crónicas, un libro como objeto de diseño (donde la forma es tan importante que
también es contenido), una pieza dramática, un montaje teatral, un performance,
una composición musical (ejecutada, grabada o en partitura), un guion para radio,
cine, video o televisión, una obra plástica, una coreografía, un proyecto de
intervención actoral o plástica, un diseño de paisaje o arquitectónico, un proyecto
de señalética, etc. En este caso la investigación debe inscribirse en el SICOP,
plantearse como proyecto de investigación, tener unos presupuestos conceptuales
que definan un universo de partida y una metodología adecuada, y proponer
objetivos y resultados claros. En la Resolución 112 no se exige, sin embargo, que
para obtener la más alta valoración de este producto artístico se tenga que
acompañar el producto del protocolo de investigación que sirvió de partida.

Sin embargo, muchos de los productos citados podrían derivarse también


de actividades de producción artística tal cual (lato sensu), sin mediar una
sistematización consciente previa, ya que los artistas tienen el derecho de optar
por el camino que crean más conveniente para sus propósitos. Incluso, algunos
artistas pueden pensar que el camino de la formulación previa en formatos
racionales que exige una investigación científica, se opone a sus hábitos y
métodos de producción artística, y esa posición es respetable; piénsese en un
compositor musical o en un pintor. Es respetable porque la práctica artística
puede transitar no sólo por caminos racionales, sino también por intuiciones, por
emociones o sentimientos, que muchas veces no pueden expresarse con claridad
en términos de ideas, pues no se sabe muy bien, o se sabe a medias, lo que se
busca. En ese caso es en el camino de la experimentación, de la prueba y el error,
que se va encontrando poco a poco lo buscado. Pero lo que no podemos
afirmar rotundamente es que en ese proceso no haya habido ninguna
investigación, porque en muchos casos el artista podría demostrar que hizo
indagación de referencias -no necesariamente bibliográficas, sino artísticas y
expresivas- que realizó una búsqueda intensa de materiales, que utilizó diferentes
métodos para llegar finalmente a lo que materializó como obra. Podría entonces
sostenerse que sí hubo investigación, pero que fue diferente a lo que la ciencia
entiende por lo mismo.

Tampoco es evidente que una obra de arte terminada permita deducir si se


formuló un proyecto de investigación previo, del mismo tipo que el usado para la
investigación científica, o de otro tipo de investigación diferente al científico.
Tampoco podemos afirmar que la calidad de una obra de arte dependa de la pre-
existencia de un protocolo de investigación. Es esa la razón por la cual no
podemos otorgar mayor puntaje a las obras de arte salidas de un proyecto de
investigación previo, como lo hace normalmente nuestro sistema de credenciales
al valorar con mayor puntaje los productos derivados de investigación científica.

Para el caso de los libros publicados por nuestros profesores tenemos tanto
productos donde lo que importa (caso 1) es el contenido expresado en lenguaje
escrito no-literario y que salen muchas veces de investigaciones científicas donde
predomina un discurso racional, así como también libros (caso 2) que recopilan
obras de arte, tales como partituras, caricaturas, ilustraciones, diseños
arquitectónicos o señaléticos, cuentos, novelas, piezas dramáticas, guiones,
libretos, fotografías, etc. Pero también producimos libros (caso 3) donde el diseño
del mismo es tan importante que se vuelve contenido y en este caso lo tratamos
como una obra de arte, así tenga también discurso escrito racional. Para el
primer caso, los libros donde lo que predomina es el discurso racional escrito, así
tenga incrustaciones artísticas o no, estamos de acuerdo en distinguir los tres
tipos que reconoce el Decreto 1279: de investigación, de ensayo y didácticos. (El
de ensayo puede salir de investigación formal o ser el producto de experiencias
acumuladas sobre uno o varios tópicos). Pero los libros que contienen obras
artísticas o son libros de arte por su diseño, deben tratarse como lo que son:
productos artísticos (Res. 112), sin importar que sean derivados de investigación
(científica o artística) o no, y por lo tanto deben ser reconocidos en nuestro
sistema de credenciales con base en el máximo puntaje (20 puntos actualmente),
dependiendo de la calificación que hayan obtenido por el juicio de los pares. El
profesor que somete su libro a consideración debe ser el primero en clasificarlo,
pero debe sustentar su clasificación y los jurados deben confirmar o contradecir su
pretensión.

Por último, queremos refrendar lo que hay implícito en la Resolución 112


sobre las curadurías artísticas. La curaduría figura en el rango de la
INTERPRETACION, debido a que su punto de partida son obras ya existentes
sobre las que se propone una interpretación que se lanza nuevamente al público.
Esa interpretación es una selección y una propuesta de ordenamiento en el
espacio, de disposición para la lectura o la recepción. En el caso de obras
plásticas, una curaduría puede involucrar no sólo la selección de las obras sino su
distribución y ordenamiento en el espacio de exposición. En el caso de las demás
artes, la curaduría consiste en la selección, el orden y la jerarquía que se da a las
obras. Una curaduría puede también plantearse como una investigación (para
lo cual debe protocolizarse), pero al igual que en el caso que explicábamos antes,
también puede nacer de procesos no-formales de trabajo, como el conocimiento
acumulado que se tenga sobre un tema. El resultado puede ser una antología de
productos artísticos que se presentan ordenadamente en forma de proyecto o guía
de exhibición, o se hace pública por medio de un evento artístico. El curador
puede adicionar un texto donde intente explicar el proceso curatorial, pero
este ingrediente muchas veces no es necesario, pues la curaduría (la
interpretación) habla por sí misma. Nuestra Resolución 112 le otorga hasta 14
puntos salariales (6 menos que la creación original) si es publicada o ejecutada
internacionalmente, 10 puntos si su publicación o ejecución es de orden nacional,
y una bonificación única, máximo de 60 puntos si es de orden regional o local, con
lo cual en la FAI (a pesar de algunos casos injustos por la calidad de ciertas
curadurías) hemos estado de acuerdo.

Ramiro Arbeláez
Enero 2013

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