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Psicoeducativa
José Miguel Villegas Robertson
Universidad de Tarapacá
El paso por la universidad supone, para cualquier estudiante de una carrera de pregrado, el
aprendizaje y desarrollo de actitudes, conocimientos teóricos y procedimentales, los cuales,
al momento de enfrentar el mundo laboral, le deberían permitir desenvolverse
profesionalmente en el ámbito o área que sea de su interés.
En el caso de psicología, y en específicode la sub-area educacional, el trabajo de campose
da principalmente en las escuelas, las cuales, representan un sistema organizacional
complejo, debido a algunas características que estas presentan, por ejemplo: las altas
exigenciasque tiene el trabajo con niños y adolescentes, lo subjetivo y diferente que es cada
contexto, la relación que se construye entre y con los profesores, el manejo de la relación con
los padres y apoderados, entre otras.
En línea con la realidad compleja y las diferencias contextuales, el rol que el psicólogo
tiene dentro de la escuela, hoy, más que nunca, es difícil de encasillar, vale preguntar:
¿Orientador? ¿Encargado de convivencia? ¿Psicólogo Pie? (proyecto de integración)
¿Psicólogo Sep?(contratado bajo subvención preferencial), y curiosamente,muy pocas veces
¿psicólogo educacional?...
Este ambiguo rol del psicólogo en la escuela tiene múltiples explicaciones.Una de ellas
guarda relación con la ausencia de modelos o protocolos de actuación flexibles que organicen
algunas de las prácticas del psicólogo dentro de la escuela y que, además, colaboren a que el
resto de la comunidad educativa comprenda y entienda el proceso de intervención que el
psicólogo dirige en la escuela, pero que, principalmente, favorezca la intervención certera y
oportuna de las problemáticas escolares.
Este capítulo es el reflejo de la experiencia de trabajo docente en una asignatura electiva
del área educacional delúltimo año de la carrera de psicología de la Universidad de Tarapacá,
en la cual se trabajó la adaptación del modelo de intervención psicoeducativa de Rengifo y
Castells (2003) y la posterior puesta en marcha como plan piloto en ocho escuelas de la región
de Tarapacá, en el norte de Chile, para, en función de todas las experiencias en terreno,
formular un modelo final.
EDUCACIÓN Y PSICOLOGÍA
Una reflexión acerca del rol del psicólogo, hoy en día, no puede dejar de considerar los
desafíos que plantea la reforma educacional al sistema escolar y al profesorado. Éstos han
ido moldeando y modificando de múltiples maneras el quehacer del psicólogo inserto en el
sistema educativo (Banz, 2002). Estos modos de hacer tienden a plantearse desde dos líneas
de acción: una que se desenvuelve en el plano del aprendiz y se centra en la conducta del
individuo, las diferencias determinadas por la herencia y el ambiente, y la capacidad de
aprendizaje; la otra, se centra en los grandes problemas educativos y las dificultades que
presenta la escuela, preocupándose del currículo y la organización escolar (Arancibia,
Herrera y Strasser, 1997).
Alarcón (2005), plantea un cambio paulatino del actuar instrumental del psicólogo, desde
un rol de experto y ejecutor de políticas en el sistema educacional, que posee el poder de
evaluar, de ayudar y de resolver problemas de otros (estudiantes y docentes) a partir de
relaciones con individuos fragmentados y descontextualizados, a una actuación que recoja la
emergencia del fenómeno educativo y su acontecer, centrada en el compartir visiones y
experiencias para co-evaluar, co-ayudar, y co-resolver los problemas apoyándose en la red
de interacciones vitales con los otros sujetos de la comunidad educativa. Este cambio
paulatino es posible en la medida que los psicólogos tengan herramientas que fortalezcan su
rol como agente de cambio en colaboración con su medio.
El psicólogo/a educacional, desempeña habitualmente en los centros educativos solo lo
que la organización ha definido como ese puesto de trabajo (Arias y Rojas, 1998), lo cual es
un problema que hay que observar y analizar críticamente, ya que, si bien esta adaptabilidad
del psicólogo a las necesidades particulares de cada contexto es una de las fortalezas que
podemos aportar como profesionales, cuando el quehacer del profesional dependa de la
administración de la organización, corre riesgo el cumplimiento del sentido y objeto de
estudio de la psicología educacional ¿Será que las escuelas también deban adaptarse al rol
que los psicólogos deben ocupar en la organización?
El fenómeno anteriormente descrito ha sido ampliamente observado (al menos en la
realidad local) en nuestras intervenciones en terreno. Hemos encontrado una serie de casos
en que los psicólogos no tienen muy claro cómo hacer un diagnóstico de situaciones
educativas complejas o nuevas y en los cuales, en general, el rol apunta hacia el tratamiento
de problemas disciplinarios, atender casos de convivencia escolar, entregar talleres temáticos
a profesores para su aplicación en la hora de orientación (o aplicarlos él mismo), la
orientación vocacional, implementación de programas de prevención de drogas, etc. En
contraste con lo planteado, una práctica que casi ya no se observa, tiene relación con el aporte
del profesional en el proceso enseñanza-aprendizaje, competencia y práctica del psicólogo
en las escuelas que pareciera que va en vías de extinción. Los directivos esperan que el
psicólogo y la psicóloga se involucren en el currículo académico y en su implementación; no
obstante, no existiría el espacio de acción y validación profesional suficiente para que este
profesional intervenga en esta área (García et al., 2012).
Lo anterior ocurriría debido a que las unidades educativas y el sistema educativo, en
general, desconocen sus necesidades en relación con el rol de el/la psicólogo/a educacional.
Como resultado de ello, le atribuyen una serie de poderes respecto a problemas del sistema
y le plantean la expectativa de solucionar los problemas en forma aislada del mismo sistema,
y a través de capacidades profesionales que se supone debiera poseer (Banz, 2002).
¿Es posible que modelos de actuación favorezcan que el centro observe con claridad sus
necesidades en función de las competencias y el aporte que el mismo psicólogo puede
aportar? En un momento en que el ministerio de educación promueve los protocolos de
actuación ante situaciones escolares, pareciera que sí.
INTERVENCIÓN PSICOEDUCATIVA
Francisco Rengifo y Nuria Castells, proponen el año 2003, un modelo de nueve pasos para
la intervención psicoeducativa, el cual sirvió de base para el trabajo práctico llevado a cabo
por estudiantes de último año en la carrera de psicología de la UTA, quienes, a través de una
serie de talleres, analizaron, dividieron, reagruparon y adaptaron la propuesta.
Luego de cinco años interviniendo escuelas con estudiantes de cuarto y quinto año de
psicología, en un formato de pasantía breve, se han intervenido aproximadamente 25 colegios
de la región, bajo una modalidad que se ha pulido con el tiempo y que hoy se resume en ir,
entrevistarse con el psicólogo/a del centro, recibir un problema o necesidad, diagnosticar e
intervenir; en este sentido, uno de los aprendizajes que destaco como docente, guarda relación
con la diversidad de acciones en las que nos tocó colaborar. Esto, no se debe solo a lo
comentado anteriormente referido a la ambigüedad o disperso del rol de los psicólogos
educacionales, si no que se debe también a la modalidad en la que esta actividad académica
en terreno se desarrolla, ya que nuestra postura siempre ha sido la de ir a recibir una necesidad
para elaborar propuestas de resolución. Sin embargo, a lo largo del tiempo, hay un par de
conclusiones que hemos sacado y que, en parte, explican la motivación por desarrollar este
modelo: primero, las escuelas (los colegas) tienen una tendencia a dar el problema y la
solución al mismo tiempo, dejando poco espacio al análisis y creatividad de quienes vamos
a colaborar; y segundo, en los mismos estudiantes que intervienen (tal vez reflejo de las
competencias que como carrera desarrollamos en ellos) hay una tendencia a que la mayoría
de las alternativas de acción que ofrecemos como respuesta o acciones de intervención, son
talleres, dejando de lado una serie de otras posibilidades de acción. Por lo tanto, hay algunas
preguntas que fueron surgiendo y que fueron orientadoras para formular la propuesta de un
modelo de trabajo en las escuelas ¿Qué tan certera es una intervención cuando el diagnóstico
no es riguroso? ¿Podemos los psicólogos ofrecer algo más que talleres? ¿Cómo distinguimos
cuándo intervenir, cuándo prevenir, cuándo promover o cuándo optimizar una situación en
el contexto escolar? ¿El desarrollar un modelo de acción permite que el rol en la escuela se
aclare? ¿El taller todo lo puede?
Diseño final
CONCLUSIÓN
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