La conciencia trágico-simbólica del yo lírico vallejiano como
interpretación trascendental de la realidad poética-
sensible. Daniel Alejandro Pérez Amaya La obsesión es la recurrencia a la que no acudimos de buena gana. La recurrencia, la incesante aparición, es transitar, divagante y resuelto, por un laberinto circular, cuyo pórtico de entrada se confunde con el de salida; en la prisión ideal, el zaguán seria el patio trasero. Diremos que la única solución es el olvido o la ignorancia, que no son nunca una verdadera salida, sino la indecorosa destrucción de todos los términos presentes en la obsesión, incluido su posible aplacamiento, su solución. Muchos poemas de la obra vallejiana que comparten con el hombre sus cimientos, es decir, sus auténticas obsesiones-la muerte, el absurdo, el ser- se acercan a ellas simbólicamente, bajo la interpretación de una realidad sensible creada por ellos mismos, que se revela en estrecho vínculo con la realidad trascendente y los estados internos del espíritu. El constante advenimiento de algunos objetos en sus poemas se debe, entonces, a que, en virtud de la lucidez trágica del sujeto (lírico y, suponemos, por momentos biográfico) que los relaciona y significa, interpelándolos por su sentido, alcanzan la condición de lo indestructible e inapelable; la cruz, que nació como castigo para el ladrón, se convirtió, para el cristiano, en la ineludible carga de dolor y sufrimiento terrenales del buen creyente. El yo lírico de Vallejo, a manera general, se nos muestra auténtico, es decir, de dos formas: cambiante y diverso y lineal y obsesionado. (No se tome la obsesión como sinónimo de la paranoia o algún otro problema psicológico). Ambas condiciones exponen una única condición: si las variantes se siguen unas tras otras, como un carrusel que no para de girar, es porque ninguna da con la cura, es porque el motor del carrusel mismo es una potencia inacabada, falta de agotamiento o fin, la potencia inamovible que provoca el movimiento; si el yo lírico se multiplica es porque su espíritu aprehende, bajo el beneficio poético, los fenómenos últimos desde distintas aristas que tienden a la contradicción, es decir, a su no solución pero sí a su puesta en escena en un estado de pureza; Vallejo no es un metafísico, es un poeta. Vallejo es un metafísico que desconoce y que se duele en su desconocimiento o que solo logra conocer el absurdo, puesto que no sale en busca de la cura, sino en busca de la búsqueda o de la obsesión como ella es, . Si el hombre, como anota Ernst Cassirer, es un animal simbólico, el yo lírico no puede serlo menos, solo que este comercia con una realidad que él mismo crea. Este ensayo busca investigar un proceso poético singular en su obra Vallejo extrae del dolor la experiencia del dolor por sí mismo-lo decisivo no son los golpes si no el desconocimiento que los sucede, ¿a cuenta de qué somos golpeados?, el verdadero golpe es no saber porque los hay-.Todo sufrimiento, para serlo realmente, tiene que ser gratuitito y sin recompensa, de lo contrario sería un paso previo que lo desdibuja y una promesa de bienestar, que es su contrario. tiene que nacer, como los hombres. Parte de su poesía fomenta la gratuidad heroica del poeta. Se es poeta porque se quiere ser hombre, con las consecuencias que eso conlleve.