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Los mexicanos tenemos la mala fama de auto medicarnos. Y la fama no viene sin
justificación. Es posible que confiemos con mucha soltura en nuestro saber
medicinal. Y esto tiene un trasfondo interesante y es que preferimos los remedios
caseros a las visitas al médico. Los tés de hierbas y flores nos sirven para curar
desde simples resfriados, hasta tremendas infecciones. Y no hay quien ponga en
duda los calditos, los baños calientes, “las sobadas” de alcohol, las “purgas”,
masajes y otros remedios caseros; estos nos han mantenido sanos por siglos.
A los tamales berrinchudos, les toca patada
Pocas costumbres tan curiosas, como el ritual que rodea la preparación de los
tamales. Variedades de tamales hay tantas como de tacos. Es uno de los
alimentos más importantes de nuestra gastronomía y en cada región del país se
les hace justicia de forma especial. Y a pesar de ser tan comunes y
cotidianamente encontrados, los tamales no son fáciles de preparar. La masa
rellena y envuelta totomoxtle (hoja seca de maíz) se coloca en una vaporera, que
se cierra y, en un acto de fé, se deja sin tocar por espacio de una hora y veinte
minutos, aproximadamente.
No se pueden revisar los tamales en el transcurso, así que las cosas podrían salir
mal y no te das cuenta hasta el final. La masa de los tamales se puede cortar y
hacerse grumosa. Por eso, al meterlos a la olla el tamalero o tamalera les echa
una bendición. A continuación, al tapar la vaporera, se le amarran un par de tiras
de totomoxtle a las orejas (agarraderas), para que esta no escuche los chismes
que se cuentan en la cocina. Se recomienda nunca cocinar tamales enojado,
porque a los tamales los afecta y “hacen berrinche” y no terminan de cocerse.
Cuando las cosas salen mal, el tamalero o tamalera tienen que darle una regañiza
a los tamales. Algunos les gritan groserías, otros le dan patadas o golpes a la olla.
Por eso algunas vaporeras están golpeadas o “pachacateadas”.
No pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino
Hay frases que no importa qué tan buen español hables, si no le has agarrado la
onda a la comunicación mexicana, simplemente no te acaban de quedar de
quedar claras o, de plano ni entiendes. Y es que a veces decimos cosas para
resultar contundentes y sin dar más rodeos, terminar una conversación.
El clásico “Pos sí” (con sus variantes, “pues sí” y “pus sí”), deja en claro que uno
queda de acuerdo, aunque no esté necesariamente conforme, ya sea con su
interlocutor o con las circunstancias presentes.
Parecido es el “ni modo” o “ni pedo”, que resuelven obligándolo a uno a poner
manos a la obra, frente a un contexto lejos de ideal.
Y claro, no olvidemos el “por ahí”, que, cuando se usa como respuesta al “¿dónde
estabas?” o al “¿dónde está tal o cual cosa?”, significa: no sé, o, en su debido
caso “qué te importa”. Pásame el deste o la desta, expresa con mucha claridad
que se necesita aquella cosa que evidentemente sirve para resolver un problema
del momento. Si no sabes qué es “el deste o la desta”, pus ni modo.