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Ciudadanía, procesos de Globalización y Democracia

La ciudadanía vista desde un punto de vista político puede entenderse desde dos
perspectivas. Por un lado, el debilitamiento de la política, originado en pérdidas de
credibilidad, de representatividad y de participación ciudadana; En este sentido, el
desarrollo de la política subordinado a las funciones más acotadas del Estado, dejaría
poco margen de entrada a las formas de gestión y de participación social -que requiere
una ciudadanía cada vez más diversa y particularista. Y, por otra parte, su vigorización,
derivada del interés renovado en la reconstitución del espacio político, sus nuevas
formas y actores; lo que se quiere es que, se de un pluralismo político, la solidez de sus
instituciones y su eficiencia basadas en la participación y la creación de consensos
ciudadanos, para recuperar la importancia del Estado en el marco de sus
transformaciones contemporáneas.
La simultaneidad del impacto diferencial de los procesos de globalización a la vez unido
y fragmentado han puesto en evidencia los cambios en el espacio público, la
pluralización y emergencia de nuevos actores, la construcción de identidades con
diferentes niveles de agregación, así como las nuevas interacciones entre sociedad y
Estado que refieren y plantean nuevos dilemas a la ciudadanía. A su vez, han creado
oportunidades para los procesos de democratización que puedan ampliar la
participación ciudadana y legitimar el ejercicio de la autoridad política.
En la contemporaneidad el concepto de ciudadanía debe caracterizarse por poseer una
racionalidad de la justicia y un sentimiento de pertenencia a la comunidad para que de
este modo se puedan crear ciudadanos plenos y a la vez crear una democracia
sostenible. Así como también para que se puedan fortalecer los derechos de
ciudadanía debe ser a partir de la heterogeneidad, es decir, es importante el pluralismo
institucional y político, que junto al pluralismo cultural y la diversidad social puedan
garantizar mecanismos y espacios institucionales de construcción de consensos.
En el proceso de construcción de la ciudadanía y su democracia se tienen que tener en
cuenta los procesos de la globalización que no son homogéneos sino
multidimensionales y que se caracterizan por una creciente densidad y velocidad
institucional expresada en la pluralización de actores a nivel tanto local y nacional como
en las redes globales. En esta globalización también es importante la inclusión de
identidades colectivas que pueden darse desde unas es sociales, religiosas, étnicas.
La estructuración de las relaciones e instituciones sociales no dependen ni de la
distancia ni de las fronteras, mas allá de estas se pueden construir identidades y
comunidades independientemente de sentimientos, espacios y fronteras nacionales.
La presencia y fuerza de actores e instituciones trasnacionales, supranacionales o
globales transforma radicalmente el Estado, sus facultades, funciones, espacios y
territorios en los que concentra su actividad. En el marco de la globalización, los
aparatos estatales no sólo sobreviven, sino que crecen, se fortalecen y penetran
nuevos ámbitos de la sociedad. En cambio, la soberanía, como control supremo y
exclusivo, deja de operar, porque la capacidad reguladora del Estado se erosiona
frente a los mecanismos emergentes de regulación y gobernación en el nivel global.
Estas transformaciones que se derivan de los procesos de globalización pueden
orientar la formulación de nuevas síntesis teóricas que al tiempo que reconozcan las
dimensiones colectivas, rescaten las profundas implicaciones del argumento liberal
según el cual los miembros de un mismo grupo cultural pueden no compartir un mismo
código moral o también que una misma ética pueda unir a personas de distintos
orígenes étnicos
Desde la perspectiva de la ciudadanía, el desafío es fortalecer los vínculos entre
diversidad, civilidad e institucionalidad. El repensar de la idea de democracia ha
tomado la forma de un resurgimiento de la sociedad civil, el ámbito informal, no estatal
y no económico de la vida pública y personal vital para el mantenimiento de un Estado
democrático. En este sentido, es fundamental asumir la coexistencia de los tres
pluralismos; el cultural, el político y el institucional, para rescatar la complementariedad
de los ámbitos social y estatal y afirmar la centralidad de los procesos de
representación y participación. Ya que, pensar la sociedad civil de frente al Estado
obliga a revisar los acercamientos a la ampliación de la participación ciudadana, vista
como medio de aprendizaje por las concepciones de la democracia participativa.
Pensar la ciudadanía hoy refiere, por tanto, a la competencia de lo público y privado y a
la posibilidad de articulaciones que acerquen a la sociedad civil y al Estado como
ámbitos de complementariedad.
Por otra parte, la función social y política de la cultura ha cambiado radicalmente, ya
que ha cobrado nueva visibilidad, mostrando el inevitable significado político que
conlleva su organización y la existencia de una pluralidad de identidades etnoculturales
en el seno de un mismo Estado se ha convertido en una realidad política. Por eso, en el
debate contemporáneo de la ciudadanía se identifican tanto el principio universalista
como el principio de inclusión excluyente.
Pero los derechos comunes de ciudadanía no se adecuan a las necesidades
particulares de los grupos minoritarios, por eso la idea de crear una concepción
universal de la ciudadanía que trascienda las diferencias culturales es injusta, porque
oprime a grupos históricamente excluidos, porque se requiere afirmar en lugar de
ignorar las diferencias grupales que los grupos culturales excluidos lo son también
políticamente y que tienen necesidades distintivas
Desde las nuevas aproximaciones a la ciudadanía, se deriva la exploración de la
interacción diferencial entre el concepto de identidades étnicas y el de identidades
cívicas. En este sentido, el resurgimiento del interés por la ciudadanía se ve alentado
por procesos que, definidos en clave de los prerrequisitos del ordenamiento político,
dan cuenta de que la democracia depende no sólo de la justicia de sus estructuras
básicas sino también de las cualidades y actitudes de sus ciudadanos

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