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Chang Fu, un pescador pobre, encuentra carbones con los que comienza a dibujar. Recibe un pincel mágico en un sueño que le permite dar vida a sus dibujos. Usa sus poderes para ayudar a la gente hasta que un comerciante lo encarcela. En la cárcel libera a los presos injustos dibujando objetos. Más tarde el Emperador le ordena dibujar oro, pero Chang Fu lo engaña dibujando una isla fantasma para salvarse.
Chang Fu, un pescador pobre, encuentra carbones con los que comienza a dibujar. Recibe un pincel mágico en un sueño que le permite dar vida a sus dibujos. Usa sus poderes para ayudar a la gente hasta que un comerciante lo encarcela. En la cárcel libera a los presos injustos dibujando objetos. Más tarde el Emperador le ordena dibujar oro, pero Chang Fu lo engaña dibujando una isla fantasma para salvarse.
Chang Fu, un pescador pobre, encuentra carbones con los que comienza a dibujar. Recibe un pincel mágico en un sueño que le permite dar vida a sus dibujos. Usa sus poderes para ayudar a la gente hasta que un comerciante lo encarcela. En la cárcel libera a los presos injustos dibujando objetos. Más tarde el Emperador le ordena dibujar oro, pero Chang Fu lo engaña dibujando una isla fantasma para salvarse.
Chang Fu trabajaba en lo que podía: en el campo con la cosecha y
en el mar con la pesca. Le gustaba mirar las huellas de los pájaros en la arena, los atardeceres, las gaviotas revoloteando alrededor de los barcos... Y pensaba que si algún día tuviese un pincel le encantaría poder dibujar todas esas cosas. Una vez, en la playa, encontró unos carbones que se habían caído durante la descarga de algún barco y pensó que le podían servir. Esa tarde en la entrada de la cueva donde vivía dibujó un lobo de una mirada tan intensa que nadie se atrevió a acercarse para molestarlo. Después dibujo el mar con todos los animales que conocía. Ya no le quedaba ni un lugar libre cuando cansado se quedó dormido. Tuvo un sueño muy lindo. Soñó con un viejo de barba larga que se le aparecía y le daba un pincel. —Es un pincel mágico. Usalo para el bien. Se despertó feliz del sueño que había tenido. Pero cuando se miró la mano, vio que el pincel estaba ahí. Sin perder tiempo pintó un pájaro de suaves plumas. Apenas terminó el pico, el pájaro comenzó a cantar, agitó las alas y salió volando hacia el cielo azul. Chang Fu corrió detrás del pájaro hasta que se perdió de vista. En el camino vio a un hombre que intentaba arreglar una rueda de su carro con un palo porque no tenía herramientas. Chang Fu se acercó y le dibujó un martillo y el hombre pudo arreglar su carro rápidamente. De ahí en más siguió pintando cosas útiles para la gente. Para el que no tenía arado, arado. Para el que no tenía buey, un buey. Hasta que un comerciante rico se enteró de lo que hacía y le ordenó que trabajara solo para él. Como Chang Fu se negó, el comerciante lo mandó a la cárcel. En la cárcel lo pusieron junto con otros presos que estaban allí injustamente. Como tenían hambre y frío, lo primero que hizo fue pintar una olla con una sopa humeante para darles de comer. Después dibujó una escalera que apoyó contra un muro muy alto. Y de a uno, sigilosos, fueron pasando al otro lado. Por último pintó un caballo negro con el que salió galopando en la oscuridad de la noche. Pasado un tiempo, la noticia del pincel mágico llegó hasta el Palacio Imperial. Apenas se enteró el Emperador ordenó a sus guardias que le trajeran ese pincel. Pero cuando él le ordenó al mejor pintor de la corte que pinté oro, vieron con sorpresa que todo lo que pintaba se desvanecía en el aire. 2
Al descubrir que el pincel solo era mágico en las manos de Chang
Fu, lo mandó llamar inmediatamente y le ordenó que pintara monedas, monedas y más monedas de oro. Chang Fu sabía que si se negaba, el Emperador lo iba mandar a matar. Así que después de tomarse un momento para pensar pintó un inmenso mar azul. En el mar dibujó una isla y en el medio de la isla, un árbol repleto de monedas de oro. Cuando el Emperador vio las monedas de oro se desesperó. —¡Un barco, un barco! ¡Quiero llegar a esa isla! Chang Fu dibujó un hermoso barco con las velas desplegadas donde subió el Emperador con todos sus guardias. Como el barco no se movía el Emperador comenzó a gritar: —¡Viento! ¡Más viento! Chang Fu comenzó a pintar viento, más viento, y más viento hasta que se desató una tempestad. El oleaje era tan fuerte que el barco comenzó a moverse peligrosamente para un lado y para el otro. Entonces el Emperador gritó asustado: —¡Basta de viento! ¡Basta de viento! Como el ruido de las olas era muy fuerte, Chang Fu no lo escuchó y siguió pintando más viento, hasta que el barco comenzó a hundirse con el Emperador y todos sus guardias dentro. Finalmente dibujó un mar calmo. Y se fue tranquilo sabiendo que iba a poder usar el pincel para el bien, como le había pedido en el sueño el viejo de barba larga.