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Tecnología espacial de uso

cotidiano
LUIS ALFONSO GÁMEZ @LAGAMEZ
Día 05/11/2013 - 11.00h

Aparatos desarrollados para la exploración del Cosmos


han dado lugar a multitud de productos que nos hacen
la vida más fácil, cómoda y segura
"Mejor invertir ese dinero en acabar con el hambre en el mundo". Esta frase es un
lugar común entre quienes se oponen a destinar recursos a buscar vida en Marte,
intentar detectar señales de radio de extraterrestres, mantener la Estación Espacial
Internacional (ISS), construir telescopios orbitales o cualquier otra iniciativa
relacionada con el espacio. A fin de cuentas, ¿qué se nos ha perdido ahí arriba cuando
quedan tantas cosas por hacer aquí abajo? Si usted cree que poco, está confundido.

Tecnología espacial de uso


cotidiano
LUIS ALFONSO GÁMEZ @LAGAMEZ
Día 05/11/2013 - 11.00h

Aparatos desarrollados para la exploración del Cosmos


han dado lugar a multitud de productos que nos hacen
la vida más fácil, cómoda y segura
"Mejor invertir ese dinero en acabar con el hambre en el mundo". Esta frase es un
lugar común entre quienes se oponen a destinar recursos a buscar vida en Marte,
intentar detectar señales de radio de extraterrestres, mantener la Estación Espacial
Internacional (ISS), construir telescopios orbitales o cualquier otra iniciativa
relacionada con el espacio. A fin de cuentas, ¿qué se nos ha perdido ahí arriba cuando
quedan tantas cosas por hacer aquí abajo? Si usted cree que poco, está confundido.

Puede estar leyendo estas líneas en un


teléfono de última generación, una tableta,
un ordenador portátil o uno de sobremesa.
Da igual el cacharro que use. En 1949,
ENIAC, la primera computadora digital,
ocupaba 167 metros cuadrados: el
Laboratorio de Investigación Balística del
Ejército estadounidense la utilizaba para
cálculos de artillería. Ahora, llevamos en el
bolsillo un potente ordenador -eso es un
teléfono inteligente- como si nada. La
miniaturización es una de las señas de
identidad del avance tecnológico y se
aceleró con la exploración espacial. La
razón es puramente económica.
16.000 euros el kilo

Poner un kilo de lo que sea en órbita cuesta unos 16.200 euros, según cálculos de la
NASA. Llevar un iPad Air -que cuesta entre 479 y 869 euros, y pesa 453 gramos- hasta
la ISS sale por la friolera de 7.340 euros. Así que, desde el lanzamiento del 'Sputnik' en
1957, uno de los objetivos prioritarios de las agencias espaciales y las compañías que
contratan sus servicios ha sido reducir al mínimo posible el peso de los componentes
de todo tipo de ingenios: hacer lo mismo o más con menos peso. Y los logros de esa
jibarización tecnológica se han trasladado a nuestra vida diaria, en forma de
ordenadores, auriculares, baterías, detectores de humos, corazones artificiales y una
amplia variedad de dispositivos electrónicos.

El mundo visto a través de una gafa de sol convencional (izquierda) y de una


desarrollada a partir de tecnología espacial. / NASA

Seguro que usted no asociaría algunos productos con la conquista del espacio, como es
posible que haga con el Teflon, el Velcro y el Tang, el refresco soluble con sabor a
frutas. Sin embargo, ni el Teflon, ni el Velcro, ni el Tang son hijos de la carrera
espacial. El Teflon lo inventó la química Dupont en 1938; el Velcro, el ingeniero
eléctrico suizo George de Mestral en 1948; y el Tang lo formuló el investigador William
A. Mitchell para la General Foods Corporation en 1957 y llegó a los supermercados dos
a

Agua pura

Quizá no haga deporte, pero seguro que usa el cuarto de baño y tiene en él un
termómetro. ¿Se acuerda de los de mercurio? Ya no existen. Una directiva de la UE los
prohibió en 2007 y en España no se venden desde abril de 2009. Ahora, la mejor
alternativa es el termómetro de oído, que toma la temperatura en poco más de un
segundo y sin las incomodidades, ni el peligro, del de mercurio. Su tecnología se basa
en la desarrollada por la NASA para medir la temperatura de las estrellas gracias a su
radiación infrarroja. El termómetro de oído, que llegó al mercado en 1991, mide la
radiación infrarroja que nosotros, como todos los seres y cosas -incluidas las estrellas-,
emitimos para ver si tenemos fiebre.

En las estaciones orbitales, el tratamiento del agua es vital para la supervivencia de sus
ocupantes, así que se han tenido que crear sistemas muy efectivos. Ya en la Tierra, las
aguas residuales de nuestros hogares acaban en depuradoras donde plantas acuáticas
extraen de ellas las sustancias contaminantes, algo en lo que fue pionera la NASA. La
calidad de esa agua depurada se controla en los centros de tratamiento con unos
dispositivos que, originalmente, fueron diseñados para medir en tiempo real los niveles
de nutrientes en las soluciones para cultivos hidropónicos en el espacio. Además, los
sistemas de potabilización para garantizar que los astronautas dispongan en todo
momento de agua sin gérmenes se basan en unos filtros de carbón activo que del
espacio han llegado a las jarras purificadoras y dispositivos para grifos de uso
doméstico.

Un 'winglet' se extiende desde la punta del ala de un Boeing 737-800. / Dtom

Las balsas del proyecto Apollo, cuyas cápsulas caían en el Pacífico, han salvado la vida
de más de 400 marinos, y el primer corazón artificial, diseñado a partir de las bombas
de combustible del transbordador espacial para suplir provisionalmente al órgano
dañado hasta el trasplante definitivo, a más de 450 enfermos desde los años 90. Desde
un punto de vista estrictamente económico, la NASA calcula que Boeing, uno de sus
socios, ha ahorrado en sus aviones de línea gracias al 'winglet', el extremo del ala
doblado hacia arriba probado por la agencia espacial, más de 10.200 millones de litros
de combustible o, lo que es lo mismo, 2.960 millones de euros

Aislados
El último acontecimiento deportivo internacional llega a su televisión como si nada. Da
igual dónde se celebre. Sin embargo, no siempre ha sido así. Hubo un tiempo en el que
era imposible ver partidos de fútbol, conciertos o imágenes de un suceso en directo si
tenía lugar un poco lejos. Eso cambió con los satélites artificiales, que orbitan nuestro
planeta entre los 700 y los 30.000 kilómetros. Si esos ingenios desaparecieran de
repente, no solo dejaríamos de disfrutar de mucha información y entretenimiento
televisivo, sino que, además, la comunicación intercontinental se vería muy limitada, la
predicción meteorológica sería casi una lotería, los sistemas de navegación dejarían de
funcionar -incluido el GPS que usamos en el coche o cuando vamos al monte-, no
habría ningún medio para observar cómo evolucionan fenómenos terrestres y
marinos... ¿Se imagina un retroceso al mundo de 1960?

Hablando de deportes, si le gusta el automovilismo, sabe que los monos de los pilotos
son ignífugos. No es algo que hayan desarrollado los departamentos de investigación
de las grandes escuderías de la nada. Tienen su origen en las prendas resistentes al
fuego diseñadas por la NASA para las misiones Apollo. Aguantan más de 1.300º C y
garantizan que, en caso de accidente, el piloto cuente con unos segundos, preciosos
para la vida, hasta que llegue el equipo de socorro. Hasta de las catástrofes espaciales
nos beneficiamos en el día a día. Un científico de la NASA desarrolló, dentro de la
investigación del accidente del transbordador 'Columbia' -en el cual el 1 de febrero de
2003 murieron siete astronautas-, un programa informático para calcular las
dimensiones de objetos a partir de fotografías que ya se emplea en la construcción y la
investigación de accidentes de tráfico.

Un astronauta maneja un taladro portátil durante un entrenamiento. Se usaron en las


misiones. / NASA

El dinero se multiplica

Hay unos 30.000 productos a la venta derivados de desarrollos originales o


modificaciones de otros para la supervivencia del hombre en el entorno más hostil, el
espacio. Son los frutos tangibles de una aventura que algunos consideran un capricho,
pero que genera, además de conocimiento, riqueza: la NASA asegura que cada dólar
invertido en el espacio genera siete en forma de aplicaciones. Y el coste de algunas
misiones, de cuyos avances acabaremos beneficiándonos todos, tampoco es tanto.

La misión de 'Curiosity', el laboratorio móvil que explorará Marte durante casi dos
años, ha costado 2.500 millones de dólares (1.854 millones de euros). ¿Mucho?
Depende. El Real Madrid tiene un presupuesto para esta temporada de 515 millones y
el FC Barcelona, de 509. El presupuesto anual de los dos clubes de fútbol más potentes
de España es más de la mitad que el coste de una misión de dos años al planeta rojo.

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