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La filosofía de Fichte
En la Enciclopedia Libre Universal en Español, en Internet, se encuentra un esbozo
de artículo sobre Johann Gottlieb Fichte, de autor anónimo, que, según lo iba
leyendo, me recordaba a cosas que parecían tomadas como apuntes de mis clases
sobre Historia de la Filosofía Contemporánea en la Universidad de Oviedo. Es un
mero esbozo con errores, imprecisiones, falta de conexión en el orden seguido, etc.
Por ello, me he animado a completarlo y darle una forma más acabada. Lo hago
porque Fichte me interesa especialmente porque pone a la actividad operatoria
como origen de nuestro saber racional y por ser uno de los grandes filósofos
alemanes clásicos más tergiversado y peor entendido, que aún hoy espera la mano
que nos lo descubra en su verdadera profundidad y actualidad filosófica. Además un
resumen de su filosofía puede servir como aperitivo ante el 200 aniversario de su
muerte que se cumplirá el año próximo. El esbozo de la Enciclopedia
quedaría entonces como sigue:
Es conocido la gran influencia que tuvo el Marxismo durante el siglo XX. Marx fue en
sus orígenes intelectuales un hegeliano de izquierdas. Por ello Hegel tenía mucha
importancia para comprender el marxismo y se le estudiaba profundamente, pues se
le veía como el que llevaba a su culminación la filosofía iniciada en Kant. A los filósofos
que hay en medio, Maimon, Reinhold, Fichte y Schelling, se les veía, sin embargo,
como meros eslabones intermediarios. Pero esto no es así, al menos en el caso de
Fichte y de Schelling. Son algo más que eso, aunque todavía hoy su lugar esté lejos de
lograr una justa equiparación con Kant y Hegel, ambos ampliamente reconocidos como
grandes gigantes del pensamiento moderno.
No obstante, la estrella de Hegel parece declinar con la caída del Muro de Berlín y el
fracaso del experimento socialista que parecía más influyente. Un Hegel que, no se
puede olvidar, también influyó en el movimiento fascista. Pues aunque las teorías
fascistas se oponían a las marxistas, en su base también hay una interpretación de las
teorías hegelianas. Por otra parte, parece que empiezan a ser tomadas en serio las
críticas a la filosofía hegelina que el viejo Schelling lanzó en sus lecciones de Munich y
de Berlín.
Pero nos centraremos en lo que sigue en la figura de J. Gottlieb Fichte (1762-1814). Se
le presenta como un apasionado seguidor de Kant, al que fue a visitar a Könisgberg,
andando desde Polonia, y le pidió ayuda dada su penosa situación económica. Kant le
ofreció publicar, bajo su recomendación, su escrito Ensayo de una crítica de toda
revelación que le haría famoso como joven escritor. No obstante el bueno de Kant,
aunque ya viejo, publicaría un artículo rechazando la filosofía de Fichte como no
continuadora de su, por entonces ya famosa, filosofía crítica. Ello ocurrió además en
un momento muy crítico en la vida de Fichte, cuando fue acusado de ateísmo y se vio
obligado a dimitir de su cátedra en la Universidad de Jena. A ella había sido promovido
por Goethe, a la sazón ministro de Cultura en el ducado de Weimar, del que dependía
dicha Universidad. Goethe quería situar la pequeña Universidad de Jena en la
vanguardia de la cultura alemana y promovió el acceso a sus cátedras también a
Schelling y a Hegel, que serán las grandes estrellas filosóficas después del
deslumbrante quinquenio (1794-1799) de Fichte en Jena.
La filosofía de Fichte parte de Kant, pero desarrollando ideas propias. Algo parecido a
lo que les ocurrió a Malebranche o Spinoza con Descartes. Aunque Fichte no acepta el
fondo de la filosofía de Spinoza, su obra está muy influenciado por él. Spinoza tenía
fama de ateo y de panteísta, lo que provocó el interés de la juventud de la época en su
obra a pesar de que en el siglo XVIII Spinoza había sido tratado, en palabras de
Lessing, como "perro muerto" y se había desarrollado todo un género de refutaciones
de su obra. Pero fue salvado como gran filósofo por el propio Lessing en una entrevista
publicada póstumamente por el escritor Jacobi que produjo una gran polémica y
escándalo (Ver Manuel F. Lorenzo, "La polémica sobre el espinosismo de Lessing", El
Basilisco nº 1, 1989, pp.65-74), atrayendo entre los jóvenes alemanes el interés por su
famosa Etica.
Fichte fue uno de esos jóvenes que leyó y estudio con gran interés la obra de Spinoza.
La leyó críticamente, pues, tras la “revolución copernicana” de Kant, sólo cabe la
filosofía crítica que no admite el conocimiento de las “cosas en sí”, como era el Dios
Substancia de Spinoza, situado más allá de toda experiencia humana, real o posible.
Pero Fichte considera que Spinoza ofreció el mejor modelo de una buena
fundamentación de la filosofía cartesiana y llevó sus ideas a la expresión más profunda
y coherente. Para Fichte la filosofía de Kant tampoco estaba bien fundamentada, pues
ofrece nuevas respuestas, pero parte de premisas oscuras. Hay en Kant algunas
contradicciones, como había señalado el propio Jacobi. Para Kant sólo en el mundo de
los fenómenos es legítimo hablar de causalidad. Sin embargo, al explicar la teoría del
conocimiento, considera que hay una materia del conocimiento (sensaciones) que son
manifestaciones de una “cosa en sí” que está detrás y más allá de los fenómenos. Es
decir, para Kant, algo nouménico, la Cosa en sí, es la causa de las sensaciones
fenoménicas, aplicando así indebidamente la causalidad, que solo puede aplicarse a las
relaciones entre fenómenos, a las relaciones entre el incognoscible mundo nouménico
y el fenoménico.
Por otra parte la unidad de las tres famosas Críticas kantianas es una falsa unidad por
yuxtaposición que está basada en la teoría de las tres facultades psicológicas de Tetens.
Fichte pretende encontrar una unidad de la filosofía kantiana de una manera
estrictamente filosófica, racionalmente coherente y completa.
Pero la reformulación del kantismo le conduce a una elección entre la dos Ideas que
presiden en Kant la división de la realidad en dos mundos: fenoménico y nouménico.
La Idea del Yo (Ego Trascendental) y la de la Cosa en sí. Si partimos, como Idea
primera, de la Cosa en sí recaemos en una filosofía pre-crítica similar al spinozismo.
Pero si partimos del Yo podemos reconstruir el Mundo de forma crítica y limitada,
como mundo de los fenómenos. No como mundo en sí, sino como el mundo tal y como
aparece en la representación (Vorstellung) que nos hacemos de él. Además, Fichte
refuerza esta elección con la afirmación de que ante las cuestiones filosóficas no
podemos permanecer neutrales, sino que debemos elegir la filosofía que esté de
acuerdo con el tipo de persona que somos. En este caso, los partidarios de que todo
siga como está, del fatalismo, elegirán una filosofía dogmática que se base en una
Substancia permanente y eterna de la que todo procede según necesidad, siendo inútil
rebelarse. Sin embargo, los partidarios de la libertad y del cambio, elegirán partir de la
libertad operativa que se atribuye al Yo, enfrentándose a un mundo que puede ser
cambiado. Fichte elige partir del Yo. En tal sentido la posición filosófica de Fichte fue
vista con simpatía por los partidarios de la Revolución francesa, que se había
producido por aquellos años, y con recelo por las posiciones políticamente
reaccionarias, lo que le dio un halo de pensador audaz rodeado durante toda su vida
por la polémica.
Fichte sustituye, pues, la Substancia de Spinoza, el Dios-Naturaleza creadora, por el Yo
humano. El Yo ocupa ahora el lugar relativo que ocupaba la substancia divina en
Spinoza, pero ello no quiere decir que Fichte entienda el Yo como una Substancia
espiritual, al modo del cogito cartesiano, sino que lo entiende como acción, como
actividad operatoria (Tathandlung), de la que se deriva, no ya el Mundo, sino nuestras
representaciones del Mundo. Dicho Yo, que Fichte denomina Yo Absoluto, no es el Yo
psicológico o empírico, sino el Yo Trascendental kantiano que acompaña todas mis
representaciones y tiene el cometido de hacer la síntesis de intuiciones y conceptos
según esquemas de la imaginación creadora. El mundo, no en sí, sino tal como se nos
aparece, es entonces construido-constituido por los propios sujetos humanos.
Fichte lleva a cabo un “giro ontológico” que complementa el “giro copernicano”
gnoseológico de Kant. Y esto lo hace invirtiendo a Spinoza. Pues Kant, además de
destacar sobre todo por su genio analítico, como el propio Fichte reconoció al
compararlo con el "genio" sintetizador de Reinhold, no fue especialmente
impresionado por la filosofía de Spinoza, al que no había leído o estudiado
directamente, según confesión propia, y lo conocía sobre todo por referencias
indirectas. El joven Fichte, sin embargo si fue atraído por la famosa polémica sobre el
“espinosismo” de Lessing. Lo que atrae a Fichte de Spinoza es la forma rigurosa y
precisa de ordenar more geométrico su filosofía. En tal sentido Fichte tratará de
ordenar el contenido de la nueva filosofía kantiana, vertida todavía en barrocos moldes
aristotélico-escolásticos que habían sido renovados en el mundo filosófico germano por
Christian Wolff, en una forma de exposición y desarrollo nada escolástica. Una forma
más acorde con el nuevo modo de fundamentación y exposición sistemática
introducida por Descartes, con su modelo hipotético-deductivo de partir
del cógito como de un fundamentum inconcusum, para extraer de él, en forma de
proposiciones rigurosamente demostradas, como hizo Spinoza, los nuevos contenidos
filosóficos resultantes del criticismo kantiano. A su vez, la deducción geométrica será
sustituida por la nueva deducción dialéctica que Kant había introducido en sus Críticas
para escapar de las antinomias y contradicciones a que conducía el superficial
racionalismo cartesiano.
Manuel F. Lorenzo