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Problemas digestivos y deporte de

resistencia
Instituto de Ciencias del Deporte  
Juan José Salinero
  Universidad Camilo José Cela
jjsalinero@ucjc.edu
(España)
 
 
Resumen
          El deporte, y más concretamente el de larga duración, suele acarrear diferentes síntomas gastrointestinales,
que generalmente son leves y de carácter transitorio. En el presente artículo, centraremos la atención sobre la
carrera de larga distancia, por la elevada incidencia de estos problemas y el incipiente auge de esta modalidad en
nuestro país especialmente en corredores populares. Los síntomas más frecuentes en la carrera de larga distancia
  son los del aparato gastrointestinal inferior, tales como diarrea, urgencia por defecar o sangrado gastrointestinal.  
Los del aparato gastrointestinal superior, como náuseas, vómitos o acidez, tienen una menor incidencia en este
colectivo. Estos síntomas, si bien no suelen suponer un riesgo para la salud del corredor, sí pueden afectar a su
rendimiento. Un buen nivel de entrenamiento y adaptación a la distancia, una correcta alimentación e hidratación
antes y durante la competición son las herramientas básicas para prevenir estas complicaciones.
          Palabras clave: Síntomas gastrointestinales. Deporte. Carrera de larga distancia.
 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 17, Nº 176, Enero de 2013. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    El ejercicio moderado se ha mostrado como una herramienta eficaz para combatir y/o prevenir
diferentes enfermedades tales como la obesidad, diabetes, hipertensión, reducir los niveles de
colesterol, y mejorar aspectos psicológicos y psicosociales como la ansiedad o la autoestima. Por
todos es conocido el efecto beneficioso de la práctica del ejercicio y por ello se promueve desde
todo tipo de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales (OMS, UNESCO, gobiernos
nacionales y regionales,…etc.) (Viuda-Serrano, González-Millán & Pérez-González, 2010).

    No obstante, el ejercicio y/o deporte también tiene aspectos negativos, especialmente cuando
se practica más allá del ejercicio de carácter ligero o moderado. El ejercicio de alta intensidad o de
larga duración puede provocar o favorecer la aparición de diferentes patologías, de menor o
mayor gravedad, en diferentes elementos, sistemas u órganos corporales. Sin ir más lejos, las
lesiones músculo-esqueléticas propiciadas por traumatismos o sobrecarga son habituales en la
práctica deportiva. De menor incidencia, pero no menos importantes, son alteraciones del aparato
cardiovascular (hipertrofia cardiaca con el ejercicio de fuerza), genitourinario (incontinencia
urinaria o prolapsos por ejercicios de alta intensidad e hiperpresión abdominal), o problemas en la
piel (ampollas por rozamiento del calzado u otros implementos deportivos o dermatitis por cloro
en natación). En el caso de los deportes de larga duración, uno de los problemas más recurrentes
son los asociados al aparato digestivo.

    En lo referente al aparato digestivo, diversos estudios han demostrado que el ejercicio presenta
tantos aspectos beneficiosos como perjudiciales, dependiendo del tipo de actividad practicada (Bi
& Triadafilopoulos, 2003; De Oliveira & Burini, 2009; Martin, 2011; Peters, De Vries, Vanberge-
Henegouwen, & Akkermans, 2001; Simren, 2002), si bien en muchos de estos aspectos no hay un
acuerdo en la actualidad.
    El objetivo del presente estudio es realizar una revisión sobre los efectos del ejercicio sobre el
aparato digestivo, haciendo especial atención a la carrera de larga distancia.

Material y métodos

    Se consultaron las bases de datos PubMed y SportDiscus, utilizando como criterios de búsqueda
“gastrointestinal symptoms”, “gastrointestinal disease” o “gastrointestinal disturbances” and
“exercise”, “runner” o “physical activity”. Además, se consultaron los artículos relacionados que
ambas bases de datos vinculan a partir de aquellos de interés localizados con estos términos. En
total, se incluyeron en este estudio 28 artículos sobre esta temática.

Resultados

Deporte y aparato digestivo

    El ejercicio físico tiene efectos beneficiosos y perjudiciales para el sistema gastrointestinal,
dependiendo en parte de la intensidad del ejercicio (Martin, 2011; Simren, 2002). El ejercicio de
alta intensidad a menudo conduce a estrés gastrointestinal, especialmente cuando se asocia con
deshidratación y/o presión intra-abdominal (De Oliveira & Burini, 2009).

    Los síntomas gastrointestinales como nauseas, acidez, diarrea o sangrado gastrointestinal son
frecuentes en deportes de resistencia, si bien estos síntomas generalmente son transitorios y
pueden considerarse protectores de un daño orgánico, al hacer que el deportista reduzca la
intensidad o duración del ejercicio. No obstante, estos síntomas pueden agravarse y limitar el
rendimiento deportivo (Halvorsen, Lyng, Glomsaker, & Ritland, 1990; Koistinen, Jauhonen, Lehtola,
Takala, & Salokannel, 1991) o incluso impedir la realización de la práctica deportiva (Peters, et al.,
2001). Las mujeres presentan síntomas más frecuentemente que los hombres (De Oliveira &
Burini, 2009; Moses, 1990).

Síntomas del aparato digestivo relacionados con el ejercicio

Reflujo gastroesofágico. El ejercicio puede incrementar el reflujo, en función del tipo de ejercicio y
la ingesta anterior de alimentos (Simren, 2002). Es un síntoma que presenta el 60% de los
deportistas y ocurre con mayor frecuencia en ejercicio que durante el reposo. Está relacionado
con el tipo de deporte, siendo más frecuente en ejercicios anaeróbicos (De Oliveira & Burini,
2009). Las actividades con “rebote” como la carrera, producen más cantidad de episodios de
reflujo y de mayor duración. Además, esto se incrementa si se ha ingerido comida previamente al
ejercicio (Bi & Triadafilopoulos, 2003).

Diarrea. La diarrea aguda provocada por el ejercicio puede considerarse fisiológica y no suele
conducir a estados de deshidratación o pérdida del balance de electrolitos y tiende a revertir por si
sola (De Oliveira & Burini, 2009). Es uno de los síntomas más comúnmente relacionados con el
ejercicio de larga duración y especialmente en la carrera y si bien no suele acarrear problemas de
gravedad, puede limitar el rendimiento deportivo (Gremion, 2011).

Sangrado gastrointestinal. Ha sido bien documentado, especialmente en corredores de larga


distancia. El sangrado gastrointestinal en los corredores es multifactorial (Horn & Feller, 2003). Por
una parte viene provocado por la redirección del flujo sanguíneo hacia los músculos activos, por lo
que este sangrado se produce fundamentalmente debido a la isquemia en el tracto
gastrointestinal, habiéndose observado tanto gastritis hemorrágica como colitis isquémica.
Además de la explicación isquémica para el sangrado, el efecto mecánico tiene que tener un
efecto en este síntoma, por su mayor incidencia en corredores que ciclistas (Bi & Triadafilopoulos,
2003; De Oliveira & Burini, 2009). El riesgo de sangrado gastrointestinal se incrementa en el caso
del ejercicio en calor y en caso de deshidratación (Simren, 2002). Este síntoma afortunadamente
suele ser transitorio, si bien debe ser tenido en cuenta y valorar los niveles de hierro sérico y
ferritina en deportistas de modalidades de larga distancia (De Oliveira & Burini, 2009; Peters, et
al., 2001). En corredores de maratón, se observó este signo en el 15% de los participantes tras la
carrera, mientras que a las 48 horas había desaparecido en todos ellos (Buchman, et al., 1999).

Beneficios derivados de la práctica deportiva

    El ejercicio físico de baja y media intensidad puede tener un efecto protector contra los
desórdenes del tránsito gastrointestinal (De Oliveira & Burini, 2009).

Cáncer del sistema digestivo y actividad física. La incidencia de la actividad física en la reducción
del riesgo de cáncer es controvertida. En el cáncer de estómago, los resultados son
contradictorios, en el cáncer rectal no presenta ninguna relación, mientras que en el cáncer de
colon, la evidencia científica es clara (Peters, et al., 2001). Estudios observacionales concluyen que
el ejercicio en el cáncer de colon puede reducir el riesgo de muerte por la enfermedad, además de
mejorar la calidad de vida (De Oliveira & Burini, 2009). La actividad física reduce el riesgo de
cáncer de colon, presentando las personas inactivas un riesgo entre 1.2 y 3.6 veces superior de
padecerlo. Los motivos expuestos hacen referencia a la reducción del tiempo de tránsito
gastrointestinal, que permite menor tiempo de contacto entre sustancias cancerígenas y la
mucosa, aunque también está asociado a otros efectos indirectos, como la síntesis de
prostaglandinas y factores relacionados con el sistema inmune (Simren, 2002). Además, este
efecto es independiente de otros factores como la dieta o la composición corporal (Peters, et al.,
2001). Se sugiere que aquella actividad de mayor intensidad resulta más beneficiosa que aquella
de menor intensidad (Peters, et al., 2001).

Enfermedad diverticular (diverticulosis). Diferentes estudios indican una relación inversa entre


actividad física y enfermedad diverticular (De Oliveira & Burini, 2009; Peters, et al., 2001; Simren,
2002), debido a que el ejercicio moderado puede acelerar el tránsito intestinal. Esta patología se
ha mostrado en mayor medida en personas sedentarias. Además, la carrera es la actividad que
mejor previene esta enfermedad. Los mecanismos que explican este hecho se basan en la mayor
actividad del colon por vía hormonal, vascular y aspectos mecánicos, que conducen a una
reducción del tránsito intestinal (Peters, et al., 2001).

Inflamación del intestino. Se han realizado diversos estudios en enfermedad de Crohn y colitis
ulcerosa sin un acuerdo entre ellos. Aunque no ha quedado clara la eficacia, sí se ha demostrado
que no tiene efectos negativos para estas patologías (Peters, et al., 2001).

Estreñimiento. Parece asociarse a la inactividad. No hay una evidencia clara de que el ejercicio


pueda ser una terapia eficaz para el estreñimiento crónico (Simren, 2002). El efecto de la actividad
física en el estreñimiento parece probable, pero tampoco hay evidencia científica concluyente
(Peters, et al., 2001; Simren, 2002). Los mecanismos que pueden favorecer esta patología están
relacionados con la motilidad del colon, la disminución del flujo al intestino, el balanceo durante la
carrera, la compresión del colon por la musculatura abdominal y el incremento en la ingesta de
fibra como resultado del incremento del gasto energético (Peters, et al., 2001).

Colelitiasis. La actividad física tiene un efecto protector frente a la colelitiasis (De Oliveira & Burini,
2009; Peters, et al., 2001; Simren, 2002). Además se ha establecido una relación de dosis
respuesta. No está clara la razón por la que la actividad física ayuda a reducir la formación de
piedras en la vesícula, pero puede estar relacionado con la disminución de la secreción biliar de
colesterol, la mejora de la vesícula biliar y la motilidad del colon, además de otros factores que
incrementan el riesgo de cálculos biliares como la tolerancia a la glucosa, niveles de insulina sérica,
triglicéridos, hormonas reguladoras de la vesícula biliar y niveles de HDL, que son favorablemente
modificados por la actividad física (Peters, et al., 2001).

Síndrome de colon irritable. El efecto del ejercicio en esta patología no está claro (Simren, 2002), si
bien en algún estudio ha aparecido una relación entre actividad física y menores síntomas
asociados al colon irritable, y recomiendan el ejercicio como medida para mejorar esta
enfermedad (Lustyk, Jarrett, Bennett, & Heitkemper, 2001). En estudios recientes, se ha
constatado que el ejercicio ligero o moderado puede ser beneficioso para pacientes con esta
patología (Daley, et al., 2008).

Hemorragia gastrointestinal. En personas mayores, la actividad física se ha mostrado beneficiosa


para reducir el riesgo de hemorragia severa GI. En otro tipo de poblaciones, los resultados no son
concluyentes (Martin, 2011; Peters, et al., 2001).

Apetito. El ejercicio parece tener efectos a corto plazo en el control del apetito, por lo que podría
mejorar el equilibrio energético a través de dos vías, incrementando el gasto energético y
modulando la ingesta energética (De Oliveira & Burini, 2009).

Causas sintomatología

    Las primeras razones que se adujeron para explicar estos problemas digestivos hacían referencia
a la falta de riego al intestino provocada por el ejercicio (Sharman, 1982). No obstante, las razones
de esta sintomatología no están del todo claras. La alteración del flujo sanguíneo gastrointestinal,
cambios neuroendocrinos, efectos en la motilidad gastrointestinal y factores mecánicos parecen
estar relacionados con éstos (Brouns & Beckers, 1993; Peters, et al., 2001) y cobra especial
importancia en el ejercicio intenso, y sobre todo en situaciones de calor e hipohidratación,
produciendo una situación estresante para el sistema gastrointestinal (De Oliveira & Burini, 2009).

    El efecto isquémico se produce por la redirección de la sangre hacia la musculatura activa, el
corazón y los pulmones, para afrontar el ejercicio intenso. Como resultado, la mucosa intestinal
está menos irrigada, incrementando la permeabilidad intestinal. Puede producir diarrea, pudiendo
llegar incluso a producirse isquemia celular e inflamación. El efecto mecánico hace referencia al
aumento de la presión intra-abdominal y el rebote producido en los órganos por el movimiento
del ejercicio. El efecto neuroendocrino es el menos conocido e incluye varios péptidos
neuroendocrinos y gastrointestinales relacionados con la homeostasis gastrointestinal, el sistema
inmune y los hábitos alimenticios (De Oliveira & Burini, 2009).

    La ingesta de comidas ricas en fibra, grasa y proteína antes del ejercicio, así como las bebidas
hipertónicas, pueden causar síntomas del sistema gastrointestinal superior, como dolor de
estómago, vómitos y reflujo o acidez (Brouns & Beckers, 1993). También la deshidratación
incrementa la aparición de los síntomas del sistema gastrointestinal (Brouns & Beckers, 1993;
Rehrer, Janssen, Brouns, & Saris, 1989) ya que a la disminución del flujo hacia el sistema
gastrointestinal por el ejercicio, podría unirse el efecto del menor volumen de plasma por la
deshidratación. En un estudio realizado en corredores de larga distancia, se observó que no hubo
relación entre la cantidad de fluido ingerido y los síntomas gastrointestinales, pero sí lo hubo con
el nivel de deshidratación alcanzado, teniendo más síntomas aquellos que perdieron un mayor
porcentaje de peso corporal, por la diferencia entre las pérdidas por sudoración y la ingesta hídrica
(Rehrer, et al., 1989).

    El entrenamiento y una hidratación adecuada deberían proteger de los efectos de los ejercicios
de alta intensidad (De Oliveira & Burini, 2009). Junto a esta hidratación adecuada, una correcta
nutrición es un factor preventivo de la sintomatología del sistema gastrointestinal y de los efectos
provocados por el ejercicio que pueden comprometer el sistema inmune del deportista y su
rendimiento (Berg, Muller, Rathmann, & Deibert, 1999).

    Además, el entrenamiento provoca que la disminución del flujo sanguíneo al sistema
gastrointestinal sea menos severa y los síntomas aparezcan en menor medida (Brouns & Beckers,
1993). En un estudio realizado en corredores de ultra-resistencia, los síntomas fueron más
elevados en aquellos que entrenaban menos kilómetros y hacían carreras más cortas (Glace,
Murphy, & McHugh, 2002).

Carrera de larga distancia y aparato digestivo

    La frecuencia de aparición de síntomas GI es el doble en carrera de resistencia que en otros


deportes de larga duración como ciclismo o natación, donde los movimientos en el eje vertical son
muy reducidos. Estos movimientos de rebote, arriba y abajo, se producen en mayor medida en
deportes como la carrera a pie, pero la forma en que éstos afectan a la función gastrointestinal es
todavía desconocida (Peters, et al., 2001).

    En los corredores de larga distancia, los síntomas del sistema gastrointestinal inferior (dolor
abdominal, diarrea, urgencia por defecar) son más frecuentes que los del sistema superior
(náuseas, vómitos, pérdida de apetito, acidez) (Glace, et al., 2002; Keeffe, Lowe, Goss, & Wayne,
1984; Peters, et al., 1999; Riddoch & Trinick, 1988), mientras que en ciclistas, ambos se igualan
(Peters, et al., 1999), lo que refrenda la teoría del efecto mecánico en la incidencia sobre la
sintomatología del sistema gastrointestinal. En el estudio de Riddoch y Trinick (1988), sobre 471
maratonianos, el 74% de los corredores indicó uno o más síntomas del sistema inferior, por el 56%
que indicó alguno del sistema superior.

    A pesar de que suelen hacerlo antes de la carrera para prevenirlo, la urgencia por defecar es el
síntoma más citado por los corredores de larga distancia durante la carrera (Keeffe, et al., 1984;
Riddoch & Trinick, 1988; Sullivan, Wong, & Heidenheim, 1994). La urgencia por defecar en
corredores, parece deberse a los efectos directos del ejercicio sobre el colon. La estimulación
simpática durante el ejercicio produce una relajación del tracto gastrointestinal, lo que favorece el
paso del colon al recto debido a las oscilaciones producidas por la carrera, lo que provocaría la
necesidad de defecar. De hecho, esta sintomatología la sufren los corredores generalmente en la
parte final de la carrera, lo que refuerza esta teoría (De Oliveira & Burini, 2009).
    En el estudio de Keeffe et al. (1984) sobre 707 maratonianos, la urgencia por defecar fue el
síntoma más citado por los corredores y se da tanto durante la carrera como inmediatamente
después (36.4%-38.6%) (Keeffe, et al., 1984). La aparición de diarrea fue citado por uno de cada
cinco corredores produciéndose en mayor medida al terminar la carrera (Keeffe, et al., 1984).

    De la misma forma, en el estudio realizado por Riddoch y Trinick (Riddoch & Trinick, 1988), la
urgencia por defecar fue el síntoma más citado (53%) seguido por diarrea (38%). Uno de ellos fue
indicado por un 58% de los participantes, durante o después de la carrera.

    La incidencia de problemas gastrointestinales varía de unos estudios a otros, desde el 83% del
estudio de Riddoch y Trinick (1988) al 34% de Halvorsen et al. (1990), ambos realizados en
maratonianos, si bien es difícil establecer niveles de incidencia, pues la climatología, el perfil de la
prueba, avituallamientos, nivel de entrenamiento de los participantes y otras variables que se
modifican de unos estudios a otras y que no siempre se encuentran explícitas en los artículos,
pueden influir en la mayor o menor incidencia de estos síntomas.

    La distancia de la carrera también es un factor importante. En un estudio realizado sobre 25 km


y maratón, la incidencia de síntomas gastrointestinales fue del 25% y 52% respectivamente
(Rehrer, et al., 1989).

    Comparados con personas sedentarias, los corredores defecan con mayor frecuencia y además
en más ocasiones tienen urgencia por hacerlo (Sullivan, et al., 1994). Además, los daños en la
mucosa gastrointestinal son prevalentes en corredores de larga distancia, mostrando de forma
prevalente gastritis y esofagitis (Choi, et al., 2001).

    Por el contrario, aquellos corredores con problemas previos gastrointestinales manifiestan en
mayor medida que desde que comienzan el entrenamiento para carrera de larga distancia,
mejoran sus síntomas (41%). Los cambios de dieta asociados están también relacionados con estos
cambios (Halvorsen, et al., 1990). En maratonianos, se constató que aquellos que han modificado
su dieta por el hábito de correr, tienen una mayor incidencia de modificaciones en los hábitos
intestinales (defecaciones más frecuentes y/o más líquidas) (Halvorsen, et al., 1990).

    Las modificaciones en los hábitos intestinales, así como los problemas digestivos asociados a la
carrera se dan en mayor medida en mujeres que en hombres (Halvorsen, et al., 1990; Keeffe, et
al., 1984; Riddoch & Trinick, 1988).

    Otro aspecto importante, que se ha constatado en maratonianos, son las diferencias
significativas según el grupo de edad, siendo mayor la incidencia en los más jóvenes (Keeffe, et al.,
1984; Riddoch & Trinick, 1988), lo que puede estar relacionado con el nivel de entrenamiento y la
adaptación del organismo a esos volúmenes de carrera. El entrenamiento de resistencia modifica
el flujo sanguíneo, propiciando que a una intensidad dada de esfuerzo, en atletas entrenados, la
reducción del flujo al intestino sea menor que en sujetos desentrenados. Esto explica que al
incrementar el volumen de entrenamiento se incrementen los síntomas, y que estos remitan
cuando el organismo se aclimata a esta carga de entrenamiento (De Oliveira & Burini, 2009).

    Algunas teorías sugieren que la ingesta de carbohidratos durante la carrera podría empeorar
estos síntomas, pero en cantidades reducidas, como suele ser habitual en las bebidas y geles
deportivos en carreras de resistencia, no se mostró incidencia en la aparición de síntomas
gastrointestinales en función de la cantidad de carbohidrato (entre 1.0-1.4 grCHO/min, con agua
ad libitum) (Pfeiffer, Coterill, Grathwohl, Stellingwerff, & Jeukendrup, 2009).

    A pesar de la alta incidencia de esta sintomatología, el uso de medicamentos para paliarlo es
muy reducido, siendo del 5% en un estudio realizado sobre 200 corredores de larga distancia
(Peters, et al., 1999). Diferentes estudios han evaluado la incidencia de algunos medicamentos en
estos síntomas. La ingesta de un inhibidor de la bomba de protones (pantoprazol 20mg) de forma
preventiva (3 días anteriores a la carrera) reduce de forma significativa la aparición de sangrado
gastrointestinal en corredores de ultramaratón (Thalmann, et al., 2006). Por otra parte, el empleo
de H2 bloqueantes podría reducir la incidencia de reflujos y náusea (Simons & Kennedy, 2004). La
ingesta de probióticos (Lactobacillus rhamnosus GG) no tiene incidencia en el número de síntomas
del sistema gastrointestinal en maratonianos, pero sí en la duración de los mismos, reduciendo la
duración de los síntomas en las dos semanas posteriores a la disputa de una maratón (Kekkonen,
et al., 2007). Sin embargo, la ingesta de ibuprofeno puede incrementar la permeabilidad intestinal
y conducir a molestias gastrointestinales durante ejercicios de larga duración (Smetanka, et al.,
1999).

Conclusiones

    Como conclusión, hemos constatado que los síntomas gastrointestinales son frecuentes en los
corredores de larga distancia, especialmente la urgencia por defecar y la diarrea. Un buen nivel de
entrenamiento, adaptando el organismo a las exigencias del deporte es, junto a la alimentación y
la hidratación, la mejor forma de prevenir o minimizar esta sintomatología. No obstante, aunque
puede afectar al rendimiento deportivo, suele ser transitoria y no afectar seriamente la salud del
deportista.

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