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La odisea del perdón

Las secciones II y III Sobre la Odisea del perdón se centra en analizar la relación
del perdón con las instituciones, así como su relación con el círculo del intercambio y las
diferencias con el don; la discusión se encuentra dentro del campo de la inculpabilidad y el
intento por sacar el perdón de este. Ricoeur parte señalando que la institución de la falta se
encuentra ubicada bajo la regla social de la inculpación, esto es, una persona acusada según
esas reglas; por ello, el autor señala la presencia de una conexión entre el perdón y el
castigo constituyendo un axioma: “en esta dimensión social, sólo se puede perdonar allí
donde se puede castigar; y se debe castigar allí donde hay infracción de reglas” (xxxx, p.
599). El autor encuentra que el perdón es un elemento que generador de injustica al crear
impunidad, contrastando con la incupación que deja al perdón en un lugar marginal de
relación con la falta. En este sentido, Ricoeur entra en dialogo con Jaspers para retomar las
cuatro formas de culpabilidad que identifica este último, enfocado en un primer momento
en la culpabilidad criminal1. Estas refiere a la categoría de lo injustificable; todas ellas
refieren actos y personas sometidas al juicio penal, así podemos señalar cuatro criterios
para identificar dichos actos de culpabilidad, 1. La categoría de la falta (violación de las
reglas unívocas), 2. Instancia (tribunal), 3. Efectos (castigo), 4. Justificación o explicación
(opiniones públicas educadas). Bajo estas ideas Ricoeur entiende que existe una oposición
entre lo imprescriptible y lo prescriptible a partir de actos enmarcados en la culpabilidad
por las dimensiones de los mismos.

Lo prescriptible, por un lado, existe para todos los derechos y crímenes, variando en el
tiempo de aplicación según la naturaleza de los delitos; es una legislación con dos formas,
lo administrativo, es decir, pasado un tiempo la pretensión de poseer un objeto no puede
oponerse a quien posee el objeto, y lo liberatorio, la ley libera de un delito u obligación.
Opera bajo la temporalidad del efecto y sobre las obligaciones en el tiempo y la
irreversibilidad del mismo. No se borran las huellas psíquicas o sociales, lo que se cierra es
el camino hacia ellas. La prescripción opera bajo un carácter conclusivo, poniendo fin a la
situación de incertidumbre jurídica que da lugar al litigio, siendo una forma de preservar el
orden social en el trascurso largo del tiempo. Por su parte lo imprescriptible otorga
legalidad a la persecución indefinida de criminal, entre al derecho su fuerza de persistir,
1
Las otras tres son la culpabilidad política, la culpabilidad moral y la culpabilidad metafísica.
basada en la gravedad de los actos que justifican que la justicia llegue hasta el final. No hay
concordancia entre lo imperdonable y lo imprescriptible, pues este último se declara sobre
los actos. Ricoeur entiende que la culpabilidad remite al elemento penable, lo cual lleva a
que la culpabilidad remonte de los actos a los autores de estos. Dentro del ámbito jurídico
los acusados tienen derecho a la consideración de ser escuchados y defenderse, se
reemplaza la violencia por el discurso.

En este punto pasamos a la culpabilidad política y su relación con los ciudadanos,


señalando que no es la misma para estos que para los políticos; aun así, los miembros de la
comunidad se encuentran comprometidos por el tipo de crimen, “quien se benefició de los
favores del orden público debe responder, de una u otra forma, de los males creados por el
Estado del que forma parte” (xxxx, p. 606), suscitando la pregunta de ¿ante quién se
responde?, para Jaspers es claro, ante el vencedor; Ricoeur encuentra otra respuesta “hoy”,
ante las autoridades representativas de las víctimas y sus intereses, así como ante un Estado
democrático. En ello se encuentra el germen de las relaciones de dominio, que
redistribuyen las sanciones punitivas dictadas por la justicia y las obligaciones de
reparación a largo plazo, estableciendo las responsabilidades de cada uno, designando los
lugares, roles de víctima y victimario a las partes. En este punto se pueden oponer hechos a
los hechos, apelar a derechos, intereses de los jueces, en última instancia, se apela a la
figura de la exculpación, donde el ciudadano considera que no le concierne la vida pública,
lo cual pondría de lado de «la ética política»2.

Lo anterior lleva al autor analizar la culpabilidad moral, pues es esta la que permite conocer
el corazón de la culpabilidad, a saber, la voluntad mala, entendida como, “conjunto de actos
indivuduales, pequeños o grandes, que contribuyeron, por su aquiescencia, tacita o
explicita, a la culpabilidad criminal de los políticos y a la culpabilidad política de los
miembros del cuerpo político” (Ricoeur, xxxx, p. 607), se pasa de la responsabilidad
colectiva a la individual, pasando del régimen de la acusación al intercambio entre demanda
y perdón. En este paso las fuerzas por exculpación se hacen mayores requiriendo de la
honestidad intelectual y la voluntad de ver claro. Ricoeur encuentra dos problemas, por un
lado la voluntad de no saber, el refugio de la ofuscación y las tácticas de olvido semipasivo,

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Siguiendo a Jaspers, Rocoeur trata de mostrar que los desacuerdos y disensos que tenga el
ciudadano con el Estado, no implican la suspensión de los derechos o la desaparición de los favores recibidos.
semiactivo, por otro, la evocación excesiva de la autoacusación ostensiva y sin escrúpulo.
Lo anterior vuelve a conducir el problema en la estructura de imbricación entre lo privado y
lo público. Por ello los gestos de petición del perdón pasan por “aprender a narrar de otra
manera”, es decir, que los gestos adquieran un sentido tal que los haga incapaces de
convertirse en instituciones.

Como señalamos arriba el circulo de acusación y castigo da lugar marginal al perdón, lo


cual suscita la pregunta de Jankélévich ¿nos han pedido perdón?, estableciendo lo
admisible del acto de perdona, pero oponiéndose a la incondicionalidad del perdón, si
existe el perdón, debe otorgarse sin condiciones de demanda. Esto permite a Ricoeur
presentar la tesis de: “si la irrupción en el círculo del intercambio significa tener en cuenta
la relación bilateral entre la solicitud y el ofrecimiento del perdón, sigue sin reconocerse el
carácter vertical de la relación entre altura y profundidad, entre incondicionalidad y
condicionalidad” (xxxx, p. 610). Pero ello formula varias preguntas ¿se puede perdonar a
quien no confiesa la falta? ¿Es necesario que el que enuncia el perdón allá sido ofendido?
¿Puede uno perdonarse a sí mismo? Ricoeur responde a dichos problemas; primero, esperar
del culpable la confesión, es respetar su estima; segundo, el circulo de víctimas se agranda
sin cesar por las relaciones de filiación llegando a un límite que corresponde con la sensatez
política, planteando la representatividad del tiempo y en el espacio a lo largo de la línea de
continuidad ininterrumpida. La tercera pregunta plantea dos problemas, la dualidad de los
roles que resiste a la interiorización real y la presentación horizontal de la diferencia
vertical entre altura y profundidad. En este punto el perdón parece relacionarse y
distanciarse con el don, por un lado la dimensión recíproca, por otro, la diferencia vertical
distingue el perdón del don según la naturaleza del intercambio.

El don como intercambio refiere al enigma de dar, recibir, devolver, lo cual puede llegar a
generar una circularidad entre recibir y devolver, pues a la base del don reciproco, se
encuentra la obligación de devolver que procede de la cosa recibida. El problema que aquí
aparece es el del modelo de intercambio que no permite distinguir el perdón y la
retribución, pues iguala a los dos miembros, lo cual nos enfrenta al mandato de amar a los
enemigos sin reciprocidad, sin esperar nada a cambio, pues este es el único mandato a la
altura del perdón. Frente a los posibles contra argumentos sobre el peso de la deuda y la
desigualdad entre los donantes, lo cual parece presentar un problema a la medida del don
como el amor a los enemigos, junto al préstamo sin reprocidad. Parece que todo tipo de
donación supone un intercambio que oculta el interés detrás de la generosidad, pero ello
remite al intercambio mercantil. Por ello la hipótesis del amor, planteada arriba es falta,
siguiendo a Mauss, Ricoeur va señalar que del amor se espera que transforme al enemigo
en amigo. El reconocimiento de dicha dimensión reciproca no separa el don mercantil de la
otra forma del don, pero a su vez rompe la relación horizontal de este último. Por su parte la
reciprocidad, oferta y demanda del perdón constituye una primera etapa en la
reconstrucción integral de las relaciones, ello se articula con el hecho de que el perdón no
se da sin más, así como la petición del mismo implica la posibilidad de una respuesta
negativa. El ejemplo de la comisión de la verdad pone en manifiesto la dimensión de
alteridad del acto que es una relación, este el perdón.

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