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Estrés académico: Un estado de la cuestión

Psicología Educativa
Publicado: enero 9, 2007, 14votos , 7 Comentarios

 Arturo Barraza Macía


Universidad Pedagógica de Durango
Durango, México

“El estrés es algo que se aprecia en casi cualquier estudiante universitario.


No es que sea una epidemia de estrés, es solamente que la Universidad no
es un paseo de color de rosa, aquí se suda la nota y se trabaja duro”.
Stephanie (Estudiante universitaria)
Ingresar a una institución educativa, mantenerse como alumno regular y
poder egresar de ella suele ser una experiencia que muchos alumnos
consideran estresante, sin embargo, la importancia que se le brinda a este
fenómeno en el discurso estudiantil, e inclusive en el discurso oficial de las
instituciones, no ha sido acompañada, como debiera de ser, por una gran
cantidad de investigaciones que permitan conocer las características de
este fenómeno. Esta situación, más real de lo que aparenta ser, se refleja
en el hecho de que en la revisión de la literatura para identificar lo que se
ha investigado acerca del estrés académico, solamente se pudieron ubicar
70 investigaciones, de las cuales 11 no fueron incluidas en la base de datos
final por no cubrir alguno de los siguientes criterios:

– Tener una antigüedad no mayor a 10 años (el año límite para aceptar una
investigación era 1996).

– Abordar exclusivamente estresores que no eran del ámbito académico.

– Presentar datos incompletos.

Una vez depurada la base de datos se contó con 59 investigaciones sobre el


estrés académico. De estas investigaciones el 44% son artículos de
investigación localizados en revistas especializadas, 25% corresponde a
ponencias presentadas en diferentes congresos o eventos académicos, 14%
son resúmenes encontrados en bases de datos, 9% se refieren a tesis o
investigaciones ubicadas en catálogos de diversas universidades y 8% se
encuentra en diferentes sitios de la Internet.

Características estructurales del campo de estudio del estrés


académico
Una vez construida la base de datos se realizó un primer análisis de las
investigaciones que la constituían, lo que permitió identificar, en primera
instancia, dos problemas estructurales del campo de estudio del estrés
académico: la coexistencia de diversas formas de conceptualizar el estrés y
la diversidad de instrumentos de medición.

En lo referido a la conceptualización del estrés, se puede observar que en


las investigaciones sobre el estrés académico coexisten tres
conceptualizaciones de manera explícita:

– La centrada en los estresores (v. gr. González, Villatoro, Medina-Mora,


Juárez, Carreño, Berenzon y Rojas, 1997; y Rovira, 2002). El 26% de los
trabajos se adscriben a este tipo de conceptualización.

– La centrada en los síntomas (v. gr. Correché y Labiano, 2003; y Viñas y


Caparrós, 2000). El 34% de las investigaciones se realizan a partir de esta
conceptualización.

– Las definidas a partir del modelo transaccional (v. gr. Barraza, 2003; y
Navarro y Romero, 2001). El 6% de los estudios toman como base este
modelo.

Independientemente de estas tres formas de conceptualizar el estrés, se


pudo observar también otras dos situaciones particulares: a) que existen
trabajos que realizan su investigación a partir de un enfoque
multidimensional (Huaquín y Loaiza, 2004) y, b) que existen trabajos con un
enfoque bidimensional, esto es, intentan recuperar tanto los estresores
como los síntomas (Barraza, 2005). Las investigaciones bajo este tipo de
enfoques representan el 9% del total analizado.

El 25% restante de las investigaciones analizadas no conceptualizan de


manera explícita el estrés o cruzan su conceptualización con otros
constructos como salud mental o ansiedad (v. gr. García, 2001; y Massone y
González, 2003).

Este primer análisis permite afirmar que en el campo de estudio del estrés
académico se da la coexistencia de múltiples formas de conceptualización,
lo cual, aunado a la no conceptualización explícita en otros casos,
constituye el primer problema estructural de este campo de estudio.

En el caso de los instrumentos de medición, se puede observar que la


totalidad de los trabajos (excepción hecha de aquellas investigaciones que
centran su atención en las reacciones fisiológicas) (v. gr. Pérez, De Macedo,
Canelones y Castés, 2002) utilizan cuestionarios (v. gr. Barraza, 2005),
inventarios (v. gr. Polo, Hernández y Pozo, 1996) o escalas (v. gr. Viñas y
Caparrós, 2000) en su modalidad de autoinforme. Entre los instrumentos
que se utilizan se encuentran los siguientes:

– Escala Magallanes de estrés (en: Magaz, García y Del Valle, 1998)

– Autoinforme de estrés percibido (Pellicer, Salvador y Benet 2002)

– Escala de estilos y estrategias de afrontamiento (Martín, Jiménez y


Fernández, 1997)

– Escala de evaluación del estrés (en Pérez, Martín y Borda, 2003)

– Escala de sucesos estresantes extraordinarios (en Pérez et. al. 2003)

– Inventario de estrés académico (Celis, Bustamante, Cabrera, Cabrera,


Alarcón y Monge, 2001; y Polo et. al. 1996)

– Escala de vulnerabilidad psicológica (Manrique, Aguado y Bravo, 2002)

– Test de estrés simple y de la tensión (Huaquin y Loaiza, 2004)

– Test de estrés general universitario (Huaquin y Loaiza, 2004)

– Test de estrés personal universitario (Huaquin y Loaiza, 2004)

– Test de estresores curriculares Universitarios (Huaquin y Loaiza, 2004)

– Cuestionario COPE de estrategias de afrontamiento (Chico, 2002)

– Escala de percepción de estrés (Sender, Valles, Puig, Salamero y Valdés,


2004)

– Cuestionario bilingüe de estresores (Zupiria, Uranga, Alberdi y


Barandiarán, 2002)

En el caso específico de los cuestionarios se puede encontrar una gran


diversidad, ya que es uno de los instrumentos más utilizados (v. gr.
Astudillo, Avendaño, Barco, Franco y Mosquera, 2001; Barraza, 2005;
García, 2001; García, Martínez, Riesco y Pérez, 2004; y Marty, Lavin,
Figueroa, Larrain y Cruz ,2005).

Solamente en dos casos el instrumento ha sido utilizado: uno es el


Inventario de estrés académico (Celis, et. al. 2001; y Polo, et. al 1996) y
otro es el Cuestionario bidimensional del estrés académico (Barraza, 2005 y
De la Cruz, Fuentes, Tapia, Escalante, Gil, Mayoral, Samper y Monge, 2005).
Este dato, por sí mismo, confirma la idea de una falta de continuidad
estructural en el campo.

La diversidad de instrumentos, en general, y de cuestionarios, en particular,


no es más que el reflejo de la problemática detectada en relación con la
multiplicidad de formas de conceptualizar el estrés académico.

Con base en esta información se puede afirmar la existencia de una


multiplicidad/diversidad de instrumentos de medición, segundo problema
estructural del campo de estudio del estrés académico. Sin embargo, es
necesario aclarar que, en lo particular, casi todos estos instrumentos
presentan unidad al diseñarse en la modalidad de autoinformes.

La coexistencia de diversas formas de conceptualización del estrés y la


presencia de una multiplicidad/diversidad de instrumentos de medición
reflejan la problemática estructural del campo que trae como consecuencia
una gran dispersión de datos, una falta de organización de los datos
construidos y poca, o nula, continuidad estructural en el campo.

Ante este panorama, nada halagüeño por cierto, es necesario tomar la


decisión de presentar los resultados de las investigaciones realizadas de
una manera descriptiva y un tanto enumerativa. Ojalá el lector disculpe la
aridez y monotonía que traerá como consecuencia esta forma de presentar
la información, pero no es posible generalizar ante diferentes
conceptualizaciones e instrumentos.

Aspectos generales del estrés académico

El estrés académico, conceptualizado en la línea de estresores o de


síntomas, es abordado desde diferentes aspectos, como son los siguientes:

1. Vulnerabilidad al estrés: el 69% de los estudiantes de medicina puede ser


considerado vulnerable al estrés (Navarro y Romero, 2001).
2. Presencia del estrés: con relación a la presencia del estrés algunos
autores afirman que: a) entre los alumnos de postgrado el 100% manifiesta
haber presentado estrés (Barraza, 2003), b) entre los alumnos de educación
media superior, lo manifiesta el 86% (Barraza, 2005) y el 17.8% (Magaz et.
al. 1998) comenta haber presentado estrés, c) entre los estudiantes de
medicina el 49% (Rosales, Castrillón, Críales, Fiorillo, García y Jiménez,
2003) y el 91% (De la Cruz et. al. 2005) refirió presentar estrés, y d)
mayoritariamente, los alumnos manifiestan no padecer estrés (Hayward y
Stoott, 1998). Solamente en el caso de Barraza (2005) y De la Cruz et. al
(2005) se utilizó el mismo instrumento de medición.
3. Intensidad del estrés: los estudiantes de postgrado (Barraza, 2003), de la
licenciatura en medicina (De la Cruz et.al., 2005) y de educación media
superior (Barraza, 2005) manifestaron haber presentado un estrés
medianamente alto (ubicado en el tercer cuartil natural), mientras que en el
caso de los estudiantes de medicina se presentó un nivel de estrés ligero
(Rodríguez, 2004). Solamente la primera, segunda y tercera investigaciones
utilizaron el mismo baremo, mientras que la cuarta utilizó uno diferente.
4. Frecuencia del estrés: el 93.1% de los estudiantes de odontología reporta
sufrir frecuentemente de estrés, y entre ellos el 52.5% refiere padecer de 1
a 2 veces por semana, el 41.9% reportó vivirlo en cuestión de horas, y un
32.5% manifestó tener estrés en duración de minutos (García, 2001).
5. Manejo del estrés: en este rubro se pueden ubicar tres tipos de trabajos
diferentes: a) García (2001), quien reporta que el 53% de los estudiantes de
odontología manifiestan poder manejar su propio estrés; b) García y Pérez
(2005), quienes afirman que una inmersión fuerte y un uso adecuado de la
realidad virtual facilita en forma importante el manejo del estrés de los
estudiantes; y c) Correché y Labiano (2003), quienes reportan que la
técnica de relajación neuromuscular ayudó a los alumnos a enfrentar con
mejores resultados las situaciones de exámenes.
Los estresores

Los estudios relacionados con los estresores se dividen en dos rubros:


aquellos que abordan estresores generales, incluidos en estos los
académicos, y aquellos que abordan exclusivamente los estresores
académicos.

En el primer caso, los estudios refieren la existencia de los siguientes


estresores:

– Acontecimientos vitales tales como separación de la pareja, enfermedad


del individuo o de un familiar cercano, muerte de un ser querido; exámenes
de la especialidad para el caso de los estudiantes, entre otros de esta
índole (Navarro y Romero, 2001).
– Sobrecarga académica, relación superficial y falta de comunicación entre
los miembros de la facultad; compaginar trabajo y estudios (Al Nakeeb,
Alcázar, Fernández, Malagón y Molina, 2002).

– Lo que acontece en el mundo; la situación personal-afectiva; aspectos


biológicos-salud; la situación en el hogar y el quehacer académico en
general (Ramírez, Fasce, Navarro e Ibáñez, 2003).

– Asuntos relacionados con lo académico, problemas en la familia y la


preocupación sobre el futuro (Hayward y Stoott, 1998).

– Excesiva carga académica, currículo muy apretado, horario muy extenso;


situación económica precaria; choque cultural de las personas procedentes
de fuera de Bogotá, y en menor grado, desórdenes sentimentales (Mancipe,
Pineda, Jagua, Páez, Ospina y Cárdenas, 2005).

– Problemas educativos; las pérdidas afectivas, los problemas personales y


los familiares (González, Montoya, Casullo y Bernebéu, 2002).

En el segundo caso, los estudios refieren dos tipos de estresores: a)


generales, que no son privativos de una carrera o nivel y b) específicos, que
corresponden a los estudiantes de una carrera en particular. Entre los
estresores generales los estudios refieren los siguientes:

– Falta de tiempo o tiempo limitado para cumplir con las actividades


académicas (Barraza, 2003; Celis et. al. 2001; Hayward y Stoott, 1998; y
Polo et. al. 1996).

– Sobrecarga académica, de estudio, de tareas o de trabajo escolares (Al


Nakeeb et. al. 2002; Barraza, 2003 y 2005; Celis et. al. 2001; De la Cruz et.
al., 2005; Polo et. al. 1996; y Rodríguez, 2004).

– Realización de un examen (Celis et. al. 2001; De Miguel y Lastenia, 2006;


Polo et. al. 1996; y Wilson, 2000;).

– Exposición de trabajos en clase (Polo et. al. 1996).

– Realización de trabajos obligatorios para aprobar la asignatura (Polo et. al.


1996).
– Exceso de responsabilidad por cumplir las obligaciones escolares
(Barraza, 2005).

– La tarea de estudio (Polo et. al. 1996).

– El tipo de trabajo que solicitan los profesores (Barraza, 2005).

– Intervención en el aula (Polo et. al. 1996).

– Mantener un buen rendimiento o promedio académico (Bermúdez, 2004; y


Mancipe et. al. 2005).

– La evaluación de los profesores (Barraza, 2005).

Entre los estresores específicos, los estudios refieren los siguientes:

– En el caso de los estudiantes de odontología, se reporta que para el


84.4% la carrera es estresante y que entre los elementos que se consideran
estresantes están el tener que presentar cierto número de trabajos clínicos
en un lapso corto de tiempo y atender pacientes no cooperadores en su
tratamiento odontológico (García, 2001).

– Entre los estudiantes de enfermería sus principales estresores en las


prácticas clínicas se derivan de la falta de competencia, del contacto con el
sufrimiento, de la relación con tutores y compañeros, de la impotencia e
incertidumbre, de no controlar la relación con el enfermo, de la implicación
emocional, de la relación con el enfermo (dañarse en la relación), el
enfermo busca una relación íntima y de la sobrecarga (Zupiria et. al. 2002)

– En los alumnos que asisten a un curso de estadística se refiere que las


situaciones que aumentaron el estrés eran el examen, incluso a libro
abierto, el desconocimiento de las herramientas y los materiales de la
estadística, el realizar una presentación ante sus compañeros y el conseguir
información de otros cursos (Wilson, 2000).

– Los alumnos de educación media superior reportaron que la materia que


más les causa estrés es matemáticas, seguida de física matemática
(Campos, Ocampo, Padilla, Corrales y Colindres, 2005).

Los indicadores o síntomas del estrés


En una situación de estrés los alumnos suelen presentar reacciones
fisiológicas, físicas, psicológicas y comportamentales.

1. Reacciones fisiológicas: en una situación de estrés los alumnos presentan


menores niveles de inmunoglobulina tipo “A” secretora (Pérez, A.. et. al.
2002), disminuciones significativas en los recuentos de linfocitos totales,
monolitos, linfocitos T CD8+ y células NK (Pellicer et. al. 2002), disminución
de la actividad fagocítica y bactericida (Estay y Sáenz, 2001); aumento de
la sintomatología psicosomática e infecciosa autoinformada (Pellicer et. al.
2002), aumento del porcentaje de neutrófilos, leucocitos totales, células
CD8 e interlukina, (Guarino, Gaviria, Antor y Caballero, 2002); disminución
de las defensas, los glóbulos rojos aumentan de tamaño y disminuyen en
cantidad, se alteran las plaquetas; se incrementan las frecuencias cardíacas
y respiratorias, incluso se destruyen neuronas (Moreyra y Panza, s/f) y, en
el caso específico de estrés relacionado con acontecimientos vitales, se
observa un aumento en la secreción de cortisol (García et. al. 2004).
2. Reacciones físicas: los estudios realizados hasta el momento reportan las
siguientes reacciones físicas: sudoración en las manos (Astudillo et. al.
2001), trastorno en el sueño (Barraza, 2003 y 2005; De la Cruz, et. al. 2005;
Mauro, Cáceres dos Santos, Moreira de Oliveira y Travassos de Lima, 1999;
y Rasor, Grill y Barr, 1999), cansancio y dolores de cabeza (Barraza, 2005; y
García, 2001), molestias gastrointestinales (Viñas y Caparrós, 2000) y
somnolencia (Barraza, 2005).
3. Reacciones psicológicas: ante la situación de estrés, los alumnos
presentan las siguientes reacciones psicológicas: ansiedad (Arias, 1999;
Barraza, 2005; Pellicer et. al. 2002; y Pérez et. al., 2002), nerviosismo
(Astudillo et. al. 2001), angustia (Astudillo et. al. 2001; y García, 2001),
miedo (García, 2001), problemas de salud mental (Perales, Sogi y Morales,
2003), irritabilidad, (García, 2001; y Mauro et. al. 1999), problemas de
concentración (Barraza, 2003 y 2005), inquietud (incapacidad para relajarse
y estar tranquilo), sentimientos de depresión y tristeza (decaimiento) y la
sensación de tener la mente vacía (bloqueo mental), (Barraza, 2005).
4. Reacciones comportamentales: los estudios refieren que ante una
situación de estrés los alumnos presentan las siguientes reacciones
comportamentales: dificultad en las relaciones interpersonales y
agresividad (Astudillo et. al. 2001) y desgano (Barraza, 2005).
El afrontamiento

Los resultados que arrojan las investigaciones sobre el afrontamiento


pueden ser divididos en tres rubros: estrategias, tipos y estilos. Estos rubros
se establecen respetando las denominaciones que los autores designan,
aunque se hace necesario reconocer que existen problemas de
conceptualización al respecto y que, como afirman Martín et. al. (1997), “su
delimitación conceptual es menos precisa debido a las diferentes etiquetas
verbales utilizadas, ya que su definición ha estado unida al desarrollo de
instrumentos de medida de las mismas” (p.9).
1. Estrategias de afrontamiento: los estudios reportan una gran complejidad
en la variedad de respuestas de afrontamiento utilizadas (Fornés;
Fernández y Marí, 2001), incluyendo en ellas el consumo de alcohol u otras
drogas que son claramente nocivas para el organismo (Mancipe et. al.
2005; y Viñas y Caparrós, 2000).
Entre las estrategias de afrontamiento más utilizadas por los alumnos de
postgrado se encuentran: el esfuerzo por razonar y mantener la calma y el
aumento de actividad (Barraza, 2003).

En el caso de los alumnos de educación media superior se reporta que


utilizan estrategias de afrontamiento dirigidas a la resolución de los
problemas, como sería el caso de concentrarse en resolver el problema,
esforzarse y tener éxito, preocuparse, invertir en amigos íntimos y
distracción física (Figueroa, Contini, Lacunza , Levin y Estévez , 2002); sin
embargo, otro estudio refiere que la forma preferida de afrontar los
problemas cotidianos y escolares de los alumnos de educación media
superior son: buscar diversiones relajantes o actividades de ocio como leer
o pintar; la distracción física que se refiere a hacer un deporte o actividad;
invertir en amigos íntimos, que induce a la búsqueda de relaciones
personales intimas y preocuparse, buscar pertenencia y fijarse en lo
positivo (Massone y González, 2003).

Por su parte, el estudio de Ramírez, Fasce, Navarro e Ibáñez (2003) centra


su atención en la evaluación de la efectividad de las estrategias.

2. Tipos de estrategias de afrontamiento: en este rubro se puede reconocer


que el tipo de estrategias de afrontamiento más utilizadas por los alumnos:
a) van dirigidas al problema (la mayoría de ellas) o a las consecuencias
emocionales de éste (Fornés et. al. 2001); b) pueden ser agrupadas en un
factor que integre pensamientos de culpa y negativos (Fornés et. al. 2001),
y c) pueden ser clasificadas como fisiológicas y cognitivas (Serrano, Escobar
y Delgado, 2002).
El uso de los diferentes tipos de estrategias de afrontamiento puede ser
determinado por el impacto positivo o negativo (afectivo) que se tenga de
su utilización. El positivo se ha relacionado con más uso de la
reinterpretación positiva, mientras que el negativo se ha relacionado con la
búsqueda de ayuda social por razones emocionales (Rovira, 2002).

3. Estilos de afrontamiento: los estilos de afrontamiento más empleados por


los estudiantes son el afrontamiento activo, la reinterpretación positiva y
crecimiento y la focalización y expresión de las emociones (Navarro y
Romero, 2001). Los estilos de afrontamiento menos utilizados son el escape
cognitivo y el consumo de alcohol y drogas. El afrontamiento centrado en
las emociones y el afrontamiento conductual obtienen un mayor coeficiente
de predicción en otros estilos y las facetas de personalidad (De Miguel y
Lastenia, 2006).
El papel de las variables sociodemográficas

Los diferentes estudios realizados sobre el estrés académico han abordado


siete tipos de variables sociodemográficas: el género, la edad, el nivel
socioeconómico, la carrera que estudian, el semestre o grado que cursan
de la carrera, las asignaturas que cursan como parte de sus estudios y
contexto institucional donde realizan sus estudios.

1. El género: una de las variables sociodemográficas más estudiadas con


relación al estrés académico es el género, sin embargo, sus resultados son
básicamente contradictorios. Algunas investigaciones sostienen la no
diferencia entre géneros con relación al estrés académico (Astudillo et. al.
2001; Barraza, 2003; De Miguel y Lastenia, 2006; Pérez et. al. 2003;
Ramírez et. al. 2003; y Rasor et. al. 1999), mientras que otras afirman que:
a. El género femenino presenta mayores niveles de estrés académico
(González, et. al., 1997; Magaz et. al. 1998; y Marty et. al. 2005; y Pérez, et.
al., 2002).

b. Se presenta una mayor vulnerabilidad psicológica entre las mujeres que


entre los hombres, así como una mayor utilización del procesamiento
emocional. Los varones, por su parte, ponen de manifiesto mayores
medidas en el procesamiento racional y en el procesamiento automático
(Manrique et. al. 2002; y Rodríguez, 2004).

c. Mayor cantidad de mujeres que de hombres presentan síntomas de


ansiedad y depresión (Smith y Sinclair, 1998).

d. En las estrategias de afrontamiento, la media es más alta en las mujeres


en la de apoyo social al problema y en la de expresión emocional. En los
estilos de afrontamiento las diferencias significativas muestran a los
hombres con medias más bajas que las mujeres en los estilos de
focalización en la emoción y actividad conductual (Fantín, Florentino y
Correché, 2005; y Martín et. al.1997).

e. Las mujeres utilizan, más que los varones, el estilo de relación con los
demás, buscan menos ayuda profesional, muestran menos habilidad para
enfrentarse a los problemas y utilizan un mayor repertorio de estrategias
que los varones. Los varones utilizan la distracción física, ignorar el
problema y reservarlo para sí con mayor frecuencia que las mujeres (Fantín
et. al. 2005; y González et. al. 2002).
2. La edad: otra variable que ha sido estudiada con relación al estrés
académico es la edad, encontrándose los siguientes resultados:
a. La ansiedad aumenta con la edad (Magaz et. al. 1998).

b. En las estrategias de reevaluación positiva los alumnos mayores tienen


una media más alta que los más jóvenes, en cambio, el grupo formado por
los alumnos jóvenes presenta una media más alta en las estrategias de
negación y desconexión comportamental (Martín et. al. 1997).

c. El grupo de los alumnos con mayor edad tiene la media más alta en el
estilo de método activo y los alumnos formados por el grupo de menor edad
presentan la media más alta en el método evitación (Martín et. al. 1997).

d. Se observa que con la edad el repertorio de estrategias de afrontamiento


aumenta (González et. al. 2002).

Como se puede observar, con la edad no solo aumenta el repertorio de


estrategias de afrontamiento, sino que éstas se desplazan de la evitación o
negación al uso de métodos activos.

3. Nivel socioeconómico: esta variable ha sido poco estudiada, de hecho,


solamente hay un trabajo al respecto que llegó a la conclusión de que los
jóvenes de nivel socioeconómico bajo emplearon como estrategias para
enfrentar el estrés: la falta de afrontamiento, la reducción de la tensión
(ingesta excesiva de alcohol, de sustancias psicoactivas o de fumar, así
como huída temporal de la casa o de la escuela) y autoinculparse (Figueroa
et. al. 2002).
4. Carreras que cursan: en el nivel de licenciatura se presentan dos
resultados contradictorios: por una parte, Astudillo, et. al. (2001) afirman
que la carrera no influye en la presencia del estrés, mientras que Marty et.
al. (2005) sostienen que los estudiantes de medicina tienen más estrés que
el resto de las carreras y que los de psicología son los que presentan menor
estrés. Por su parte, Barraza (2003) afirma que el tipo de maestría que se
estudia no influye en el nivel de estrés que se autopercibe, en los
estresores que lo causan, en los síntomas que indican su presencia ni en las
estrategias que se utilizan para afrontarlo.
En el caso específico de los estilos de afrontamiento, Martín et.al. (1997)
afirman que existen diferencias significativas según la carrera que se cursa
y el estilo de afrontamiento.

5. Grado o semestre que cursan de la carrera: en el nivel de licenciatura se


observa una tendencia a una mayor presencia del estrés en los primeros
semestres (Celis et. al. 2001; Mancipe et. al. 2005; Marty et. al. 2005; Polo
et. al. 1996; y Rosales et. al. 2003). En el caso de los alumnos de
postgrado, el semestre que cursan no influye en el nivel de estrés que
autoperciben, en los estresores que lo causan, en los síntomas que indican
su presencia o en las estrategias que se utilizan para afrontarlo (Barraza,
2003).
En relación con las estrategias de afrontamiento, se observa una tendencia
de los alumnos de primer curso a utilizar más las estrategias de negación,
control emocional y distanciamiento, que el resto de los cursos, mientras
que con relación a los estilos de afrontamiento, los primeros cursos tienen
la media más alta en el método evitación, que se basa en evitar o huir de la
situación y/o sus consecuencias (Martín et. al. 1997). Este dato, en lo
particular, se cruza con la variable edad, por lo cual se puede aventurar la
hipótesis de que constituye una relación espuria.

6. Las asignaturas que cursan como parte de sus estudios: las asignaturas


que producen mayor estrés entre los alumnos son: biología (Ramírez et. al.,
2003), anatomía (Ramírez et. al., 2003), matemáticas (Campos et. al.) y
física matemática (Campos et. al. 2005).
7. Contexto institucional: en este rubro se ubican dos investigaciones:
Martín et.al. (1997), quienes afirman que entre los alumnos de instituciones
públicas y privadas no aparecen diferencias significativas en los estilos de
afrontamiento, únicamente aparecen en dos estrategias, en la de negación,
con la media más alta los de la institución privada, y en la estrategia de
refrenar el afrontamiento, donde tienen la media más alta los de la
institución pública. Por su parte, Griffith (2000) reporta que los resultados
de su estudio no apoyaron la hipótesis de que los estudiantes universitarios
nativo-americanos manifiestan niveles más bajos de estrés en contexto
bicultural que sus pares marginales.
Más allá de estas variables sociodemográficas, algunos estudios han
centrado su atención en la construcción de un perfil sociodemográfico de
los alumnos que manifiestan estrés. En ese sentido, Rasor et. al. (1999)
afirman que los estudiantes que tenían medias totales perceptiblemente
más altas de acontecimientos estresantes tenían una o más de las
siguientes características: edad por debajo de 24 años, no blanco, llevar de
7 a 11 unidades y un GPAs más bajo, mientras que González, et. al. (1997)
concluyen que el perfil de indicadores sociodemográficos de riesgo de
estrés psicosocial fue: ser mujer, estudiante de educación media superior,
no haber sido estudiante de tiempo completo durante el ciclo escolar
anterior, y que la mayor parte de su vida haya vivido en zonas urbanas

El papel de las variables psicológicas

El estudio del estrés académico se ha relacionado con siete variables:


expectativas, autoestima, locus de control, personalidad, metas de
desempeño, optimismo disposicional y humor, encontrándose los siguientes
resultados:

– El estrés se relaciona con la expectativa de eficacia de los alumnos


(Casero, 1998)

– Una alta autoestima se acompaña con niveles de estrés personal


moderadamente bajos (Huaquín y Loaiza, 2004)

– La combinación del rasgo foco de control externo con la necesidad de


valoración y seguridad, denominado factor de inseguridad, la cual adquiere
mayor importancia para explicar el estrés ante los exámenes (Núñez, 2001)

– Un segundo factor que permite explicar el estrés ante los exámenes es la


combinación de rasgos que conduce a una personalidad sensible,
emocional y tendente a experimentar sentimientos de culpa que además
está orientada hacia la valoración de lo estético, artístico y preocupada por
mantener cierto estilo de vida (Núñez, 2001)

– La reactividad ante estresores nuevos depende más de aspectos


circunstanciales que del estrés cotidiano que queda mejor explicado por los
rasgos de personalidad (Núñez, 2001)

– Los estilos de personalidad (introversivo, respetuoso, confiable, sensitivo,


etc.) se correlacionan positiva y negativamente con diversas estrategias de
afrontamiento (Fantín et. al. 2005)

– Las metas de desempeño-evitación fueron correlacionadas significativa y


positivamente con la respuesta al estrés. (Smith y Sinclair, 1998)

– El optimismo disposicional está directamente relacionado con estrategias


de afrontamiento positivas: planificación, reinterpretación positiva y
crecimiento personal, afrontamiento focalizado al problema y
afrontamientos adaptativo, y negativamente con estilos de afrontamiento
que se podrían considerar como negativos; centrarse en las emociones y
desahogarse, negación, distanciamiento conductual y mental, consumo de
alcohol y drogas y afrontamiento desadaptativo (Chico, 2002)

– Los estilos de humor (incrementador, afiliativo, agresivo, etc.) se


correlacionan positiva y negativamente con diferentes estrategias de
afrontamiento (Roberto, 2006)
Mención aparte merece la variable bienestar, que en su variante física o
psicológica ha sido asociada al estrés académico. Las investigaciones en
este aspecto permiten afirmar que el estilo y las estrategias dirigidos a la
resolución del problema se relacionan con un alto bienestar, mientras el
estilo improductivo se relaciona con un bajo bienestar (González et. al.
2002; y Viñas y Caparrós, 2000). En la línea de esta segunda relación, Viñas
y Caparrós (2000) reportan que los alumnos que centran su afrontamiento
en las emociones o el escape conductual y/o cognitivo manifiestan un
mayor malestar físico.
Los resultados obtenidos muestran que afrontamiento y bienestar están
relacionados, aunque no se puede señalar qué variable influye sobre la otra
(González et. al. 2002).
El papel de las variables educativas

La primera variable que salta a la palestra al abordar las variables


educativas, es el rendimiento académico. Los resultados de las
investigaciones realizadas para ver su relación con el estrés académico van
desde la aceptación de la relación (Arias, 1999; y García, 2001) hasta la
afirmación de la existencia de una relación directa, lo que permite afirmar
que los estudiantes más estresados son los que sacan mejores
calificaciones (Pérez et. al. 2003); esta última investigación reporta que los
alumnos que obtienen unas calificaciones académicas más altas son los que
muestran una sobreactivación a nivel motor (por ejemplo, “comerse las
uñas”), cognitivo (por ejemplo, “sentir que falta la respiración sin haber
hecho un esfuerzo excesivo”) y fisiológico (por ejemplo, “sudar sin razón
aparente”).

Estos resultados entran en aparente contradicción con otro estudio que


concluye una relación inversa entre vulnerabilidad al estrés y rendimiento
académico, de tal manera que la vulnerabilidad al estrés puede constituirse
en elemento predictor de resultados académicos no satisfactorios en el
proceso de enseñanza aprendizaje (Román y Hernández, 2005).

Otras variables que se relacionan con el estrés académico son: el tiempo


dedicado al estudio (Casero, 1998) y los altos niveles de exigencia (Huaquín
y Loaiza, 2004). En lo que respecta al afrontamiento, Massone y González
(2003) reportan correlaciones, tanto positivas como negativas, de
diferentes estrategias de afrontamiento con el rendimiento académico,
mientras que Chávez (2004) concluye que la capacitación en el uso de
estrategias de afrontamiento mejora el desempeño académico de los
estudiantes universitarios.

A manera de cierre
El presente estado de la cuestión, aunque modesto en su alcance, presenta
un panorama sumamente ilustrativo y nada halagüeño, del campo de
estudio del estrés académico. La existencia de problemas estructurales,
aunado a la poca producción que existe, provoca una gran dispersión de los
datos y, en consecuencia, la ausencia de líneas consistentes de
investigación. Esta situación refleja la ausencia de modelos conceptuales o
teóricos sobre el estrés académico, lo que necesariamente conduciría a
reconocer que no existe una teoría sobre el estrés académico.

En este escenario, los estudiosos del campo de estudio del estrés


académico, nos vemos obligados a desarrollar actividades investigativas
que vayan más allá de la exportación de modelos, enfoques o instrumentos
generados en otros campos del estrés; en otras palabras, se necesita la
creación de modelos, enfoques e instrumentos propios del estrés
académico.

Creo sinceramente que las peculiaridades propias del ámbito académico


obligan a desarrollar, como tarea prioritaria, la formulación de una teoría
del estrés académico que pueda generar líneas fructíferas de intervención,
y con esto lograr que la experiencia educativa de los alumnos de educación
media superior y superior sea una experiencia menos estresante.

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