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on la magia de sus canciones, las Brujas controlan las estaciones, las tormentas

e incluso el mar. Seguras en su supremacía, han olvidado la inigualable


destructividad de la humanidad. El mundo ha comenzado a codiciar su poder,
a verlas como armas que deben ser controladas en lugar de gobernantes dignas de
obediencia.

Nacida de Brujas, pero criada entre sus enemigos, Lilette busca una forma de cerrar el
abismo entre la humanidad y las Brujas. Pero podría ser demasiado tarde para salvar a
cualquiera, porque si algo ha llegado Lilette a saber con certeza, es que todas las cosas
caen.
Traducido por Azhreik

Lilette dejó la isla tal como llegó, en medio de una oleada de sufrimiento y muerte. ~Jolin

ilette levantó las manos por sobre la cabeza y saltó del risco. Con los ojos
cerrados, se deleitó en la sensación de caer. Cortó a través del agua fría en el
fondo de la cascada, y pataleó hasta llegar a la superficie.

Allí, se detuvo. Todo lucía diferente desde allí abajo. El agua capturaba la
penetrante luz solar, y la convertía en haces oblicuos de turquesa. Las figuras de las
otras chicas en la ladera eran temblorosas e insustanciales; como si fueran meros
reflejos en lugar de carne y hueso. Era como mirar al mundo exterior a través de un
espejo. Pero ¿cuál era el real y cuál el reflejo?

Lilette deseó no tener que regresar, que pudiera estirar este momento bajo el
agua fría por la eternidad; pero sus pulmones empezaron a gritar por aire.

Escaparé a mi destino, se prometió. Le había tomado casi dos semanas reunir


suficientes hierbas del sueño para drogar a la familia de Bian. Esta noche, dos días
antes de su boda, pondría las hierbas en la comida. Después que todos estuvieran
profundamente dormidos, reuniría sus pertenencias y se escabulliría.

Los pies de Lilette se impulsaron en las rocas. Nadó hacia arriba y emergió a la
superficie para inhalar una bocanada jadeante.

Pan estaba parada en el borde del risco, con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Vamos, Li. Las demás quieren regresar ya.
Sus palabras tenían un borde afilado y duro, que hizo a Lilette encogerse
internamente. Miró rio abajo y sintió la repentina urgencia de alejarse nadando e
introducirse en la selva, evadiendo a Bian y a sus hijos mientras reunía suficientes
suministros para sobrevivir el largo viaje de una semana en el mar. Después de eso,
tendría que robar un bote, y entonces era simplemente una cuestión de navegar
guiándose por la luz de las estrellas.

Simple, en realidad.

—¿Crees que nos enviaron aquí solas? —preguntó Pan como adivinando los
pensamientos de Lilette.

Por supuesto que no, musitó Lilette amargamente. Después de su último intento
de escape, él la había mantenido custodiada día y noche.

—Los llamaré si es necesario —continuó Pan, con la voz plana.

Lilette no sólo había perdido a Salfe esa noche. También había perdido a su
única otra amiga, porque Pan dejo muy claro que nunca perdonaría a Lilette por
causar el exilio de su hermano.

—Vamos —dijo Pan—. Necesito practicar arreglarte el cabello.

Lilette permitió que el peso de su cuerpo volviera a sumergirla y nadó hacia el


borde del estanque. Se impulsó para salir del agua, sus piernas desnudas mostraban su
palidez mientras sus manos y pies encontraban las grietas para trepar el risco.

En la cima, Pan la estaba esperando. —Así es como son las cosas para una
mujer, Li. Con Fa muerto, el Señor de la aldea decide con quién te casas. Si
simplemente lo aceptaras, podrías ser feliz.

Lilette hizo una mueca ante la mención de Fa. El sol ni siquiera se había puesto
el día de la muerte de su padre adoptivo antes que el Señor de la aldea anunciara que
ella se casaría con él. —Si realmente crees que podría ser feliz con Bian, es que no me
conoces en absoluto.
—Él nunca les grita a mi madre o mis titas —replicó Pan como si le hablara a
una niña pequeña—. Y juega con sus hijas casi tanto como con sus hijos.

Lilette conocía algo mejor. Había nacido en un mundo donde las mujeres
gobernaban porque eran las que poseían magia; pero eso era a océanos y una vida de
distancia de las islas harshenas.

Enterró la creciente furia en lo profundo de su vientre. En la oscuridad que


siguió a la muerte de sus padres, Pan se había sentado con ella, le había traído conchas
rosas iridiscentes y le había cepillado el cabello. Al pasar de los años, mientras Lilette
anhelaba ir a casa con su hermana mayor, Pan la había obligado a salir de la choza y
traído a este mismo estanque.

Lilette creía haber encerrado su corazón para que estuviera a salvo; pero si eso
fuera verdad, ¿por qué la frialdad de Pan y el exilio de Salfe dolían tanto?

El agua había transformado el cabello de Pan, normalmente ensortijado, en


unos rizos esplendidos. Lilette vaciló y entonces estiró la mano y jaló uno, con una
sonrisa triste en los labios cuando el rizo volvió a su posición normal. —Nunca más
vendremos a nadar aquí.

Pan apartó su mano. —No todo cambia sólo porque te conviertas en una
esposa.

—Todo cambia. —Lilette observó los tonos del agua, como gemas, esperando
ver reflejado un futuro diferente.

Pan pareció suavizarse. —¿Es tan malo, casarse con mi padre?

Las manos de Lilette se curvaron en puños. No iba a casarse con Bian. Por las
Creadoras, que escaparía esta noche. Regresaría a su tierra natal y a la hermana que
esperaba por ella. Temerosa de que sus ojos pudieran traicionarla, evitó la mirada de
Pan y respiró hondo. Tendría una mejor oportunidad de escapar si Pan bajaba la
guardia. —Tal vez tienes razón. Tal vez no sea tan malo.
Lilette se puso la túnica y los pantalones sueltos que Bian le había dado.
Permitió a una parte muy pequeña de si misma disfrutar la ropa de gala. La túnica
colgaba hasta la pantorrilla, con una abertura a un costado que le llegaba hasta el
muslo. Ató la faja plisada de seda alrededor de su cintura y se colocó un broche de jade
al frente. A diferencia de su ropa casera de algodón, que tenía nudos y protuberancias
por el huso de mano, esta era seda, tan suave que era como vestir aceite maleable.
Tanto la bata como la túnica eran de un azul fuerte. Lilette no había vestido colores
desde que había arribado a la isla ocho años antes. Ella y Fa nunca se habían podido
permitir algodón teñido… mucho menos seda.

Había olvidado lo que se sentía vestir algo que no le causara escozor en las
axilas. Pasó la mano a lo largo de su estómago, recordando los armarios de ropa fina
que una vez había tenido. Como siempre, forzó a desaparecer los recuerdos de su vida
anterior, sorprendida de que alguno todavía apareciera.

Se colocó sus sandalias finamente elaboradas. El suspiro de Pan poseía una


pizca de envidia. —Fue muy generoso con tu precio de novia.

A nadie parecía importarle que Bian fuera lo bastante mayor para ser el padre
de Lilette, que ya tenía tres esposas y docenas de hijos. Todo lo que importaba era que
la había inundado de ropas fabulosas, broches, y anillos titilantes; lo que sólo logró que
sus esposas la odiaran. El hecho de que Lilette no quisiera los regalos o la atención
sólo parecía hacer que la odiaran aún más.

Pan miró a Lilette arriba y abajo. Estiró la mano, y la detuvo a centímetros de


tocar la fina seda, antes de dejar caer la mano. —Siéntate.

Lilette se sentó con cautela en una roca grande que Pan había cubierto con
hojas de palmera para proteger su ropa. Estudió a las otras chicas, las hermanas
menores de Pan. Las siete charlaban felizmente mientras se trenzaban flores en el
cabello unas a otras. Todas se parecían, con su piel más oscura, el cabello negro rizado
y ojos risueños almendrados… muy diferentes de la piel dorada de Lilette, su cabello
pálido y los brillantes ojos turquesa.
Los rápidos dedos de Pan untaron aceites aromáticos en el cabello de Lilette
antes de jalar con el peine los nudos, con mayor fuerza de la necesaria. —Tu cabello es
tan delgado —se quejó Pan mientras ataba el cabello de Lilette en complicados rollos y
moños. Le puso tres orquídeas, el símbolo de la fertilidad, detrás de la oreja. Lilette
rozó los pétalos con los dedos, resistiendo la urgencia de arrancarse las flores del
cabello.

La hermana que seguía en edad a Pan, se arrodilló junto a ella y las observó
tímidamente. —Canta para nosotras, Tita —dijo.

Lilette reprimió una mueca al ser llamada Tita. Estudió el montón de chicas
que serían sus hijastras si fallaba en escapar esa noche. Imaginó los ojos oscuros de
Bian observándola, poseyéndola, y entonces se estremeció.

Lilette respiró hondo y cantó una de las canciones de Fa.

En las profundidades del arroyo debes verter


Nostalgia y soledad, dolor y que más,
Oportunidades perdidas que pasaron ya.
Errores y dolores, déjalos volar
Al arroyo, para olvidar.

El mundo que rodeaba a Lilette se quedó quieto, esperando algo más, pero no
había cantado las palabras en el lenguaje de las Creadoras; el lenguaje del poder. Había
enterrado el conocimiento de ese lenguaje a tanta profundidad, que sólo recordaba una
canción, y eso recientemente.

Cuando la última nota desapareció, los elementos lentamente volvieron a


dormir. En el silencio que siguió, Lilette toqueteó el fénix de la peineta que Salfe le
había regalado. Era la única cosa de valor que realmente le pertenecía. La única cosa
que se llevaría cuando escapara.
Pan le apartó la peineta de los dedos y la acomodó en el cabello de Lilette. —
No está derecha —murmuró y la removió. La peineta salió de un tirón, llevándose
algo del cabello de Lilette con ella. Jadeó y se giró para mirar a Pan. Ante la expresión
en el rostro de su amiga, las palabras que podría haber dicho se congelaron en su
garganta. Siguió la mirada de Pan para ver a un hombre que las observaba desde las
sombras… probablemente Quo, uno de los muchos hermanos de Pan.

Pero en lugar de huir avergonzado por haber sido atrapado observando a las
mujeres nadando, se levantó lentamente. Lilette inhaló para amenazarlo con decirle a
Bian, pero el hombre salió a la luz. Lilette no lo reconoció, lo que era imposible.
Conocía a todos en su pequeña isla.

—Hola, Lilette.

Su boca se abrió en un jadeo insonoro. Había hablado en su lengua nativa:


kalarian, y había usado su nombre completo. Nadie la había llamado así en ocho años.

Se puso de pie y analizó su cabello oscuro atado en una coleta, los rasgos
delgados y la boca ancha; pero fue la postura en la que se paraba, la armadura de cuero
tachonado de bronce, lo que lo delató. Se dio cuenta con un sobresalto que conocía a
este hombre.

Chen había venido a matarla, igual que su padre había matado a los padres de
ella. El miedo que había estado entumecido desde hacía mucho dentro de Lilette, rugió
a la vida, y el aire pareció delgado y tembloroso. —No puede ser.

—¿Quién eres tú? —La voz de Pan salió como susurro.

¿Dónde estaban los hijos de Bian? Lilette repentinamente tuvo miedo por ellos.
Serían peor que inútiles contra Chen.

—¿Quo? ¿Zu? ¿Ji? —llamó Pan. Cuando no respondieron, su rostro palideció y


se aclaró la garganta—. ¿Qué quieres?

—Ha venido a asesinarme —respondió Lilette.


Las cejas de Chen se fruncieron al girarse hacia ella. —¿Asesinarte? No. Te
convertirás en mi concubina.

Lilette entrecerró los ojos. —No te creo.

Pan sacó pecho en una muestra de bravuconería. —No puedes tenerla. Ya está
comprometida.

Lilette descansó la mano en el hombro de Pan en advertencia.

—Sí —acordó Chen—. Hace mucho tiempo. —Hizo un movimiento con una
mano. Docenas de hombres salieron de las sombras de la selva, la fuerte luz solar del
medio día reveló sus armaduras de cuero reforzadas con tachonaduras de bronce. Cada
hombre portaba dos espadas largas en la cintura o cruzadas en la espalda. Algunos
cargaban alabardas1, las infames espadas que representaban una media luna. Los
hombres fuertemente armados bloquearon el camino de regreso a la aldea.

Lilette y las otras hicieron el intento de sumergirse en el estanque, pero


aparecieron soldados en la base del risco. Estaban rodeadas.

—¡Quo! ¡Ji! ¡Zu! —Pan gritó por sus hermanos, esta vez su voz estaba llena de
miedo en lugar de súplica.

—¿Los buscas a ellos? —Ante un gesto de Chen, los soldados trajeron a tres
chicos que casi eran hombres. Cada uno estaba atado y amordazado, los ojos llenos de
miedo. La mejilla de Quo estaba hinchada y su rostro sanguinolento.

Chen miró a Lilette arriba y abajo. —Esto no va a ser tan arduo como pensé.

Ella conocía de primera mano la crueldad de este hombre. Si no hacía algo


pronto, todos morirían. —Déjalos ir.

Él levantó una ceja. —¿Me estás dando una orden?

1
La alabarda es un arma enastada de astil de madera de unos dos metros de longitud y que tiene en su —cabeza de
armas— una punta de lanza como peto superior, una cuchilla transversal con forma de hoja de hacha por un lado, y
otro peto de punza o de enganchar más pequeño por el lado opuesto.
Ella tragó. —Si lo que dices es cierto… si realmente tienes la intención de
convertirme en tu concubina, iré tranquilamente.

Chen miró enfáticamente a los hombres que rodeaban a las mujeres. —Vendrás
de todas formas.

La mano de Lilette serpenteó para sacar el cuchillo de Pan de su funda. Sostuvo


la hoja contra su garganta, esperando contra toda esperanza, que él hubiera dicho la
verdad antes y no tuviera la intención de matarla.

Algo de la presunción abandonó el rostro de Chen. —No usarás eso.

Lilette presionó y la punta se enterró en su piel. Su carne se abrió y el metal


empezó a introducirse en la piel. La sangre le corrió por el cuello y empapó su hermosa
túnica.

—¡Chen! —dijo uno de los soldados, un hombre con una cicatriz que se
originaba en una oreja deformada y cruzaba su mejilla hasta llegarle a la nariz.

Chen estiró la mano hacia Lilette, con la palma extendida, y habló a sus
hombres. —Déjenlas ir. No las necesito.

Los ojos de Pan parecían enormes en su rostro pálido. —Li…

—De todas formas me llevarán con ellos —susurró Lilette—. ¡Sólo váyanse! No
miren atrás.

Pan observó a los soldados con sus espadas y lanzas. En su puño, aun sujetaba
la peineta de Lilette. Con las manos temblorosas, Pan dio un paso al frente y deslizó
suavemente la peineta en su lugar. Con los labios junto a la oreja de Lilette, susurró: —
Enviaré a mi padre y a los otros hombres tras de ti.

—¡No! —siseó Lilette, pero Pan ya estaba arreando a sus hermanas hacia una
abertura que los soldados habían creado, mientras sus miradas desapasionadas
observaban a las chicas pasar.

—También los chicos. —La voz de Lilette se quebró.


La mirada de Chen se oscureció, y Lilette supo que pagaría caro por su libertad.
Después de un momento, él asintió. Los hijos de Bian fueron tambaleantes tras sus
hermanas.

Sólo cuando todos estuvieron del otro lado de los soldados, Pan miró atrás.

—No —articuló Lilette.

Pan empujó a sus hermanas para que avanzaran. —¡Corran!

Un horror enfermizo atenazó el estómago de Lilette cuando se dio cuenta que


probablemente nunca volvería a ver a Pan. Consideró utilizar el cuchillo. Podría ser un
destino más agradable que el que le esperaba, pero los soldados ya estaban rodeándola,
y el cuchillo fue arrancado de su mano por el soldado de la cicatriz.

Chen llegó a pararse junto a ella. Cuando no hizo movimiento alguno para
matarla, se puso flácida por el alivio. —¿Por qué? —tartamudeó ella.

Sus ojos oscuros se fijaron en los suyos. —Porque nuestras hijas tendrán tu
poder.

El sabor metálico del miedo llenó la boca de Lilette. Cuando había orado al
Dragón del Sol que la librara de casarse con Bian, debió haber sido más específica.

—¿Por qué no cantas? —preguntó Chen—. Se rumoreaba que eras lo bastante


fuerte.

Se dio cuenta que él lo había estado esperando… incluso la ponía a prueba. Se


rehusó a encontrar su mirada, pero el pensamiento no se le había ocurrido siquiera.
Registró su mente en busca de las palabras del lenguaje de las Creadoras, el lenguaje
del poder. Pero sólo recordó una canción, y era inútil contra estos hombres.

Las cejas de él se elevaron. —Lo has olvidado, ¿no es cierto?

Ella lo fulminó con la mirada, odiando las lágrimas de frustración en sus ojos.

Chen se giró y empezó a alejarse. —Formación.


Los soldados se acomodaron en formación a su alrededor, pero ninguno se
movió para tocarla. Empezaron a marchar, forzando a Lilette a moverse con ellos. Ella
continuó exprimiendo su cerebro en busca de una canción más, cualquier canción,
pero había enterrado sus recuerdos a demasiada profundidad durante demasiado
tiempo.

El denso follaje bloqueaba el sol, lo que dejaba poca luz para que crecieran
malezas, así que cuando las plantas alrededor de Lilette empezaron a espesarse y los
hombres tuvieron que cortarlas con sus espadas, ella supo que estaban cerca del límite
de la selva. Y al final de la selva estaba el océano.

El suelo duro se convirtió en blando y arenoso antes que salieran de la selva


hacia la luz y calor opresivos. Había un zhou2 anclado en la costa. Fácilmente era
cinco veces más grande que el bote de pesca más grande de la aldea, con tres amplias
velas y docenas de hombres en cubierta.

Lilette sabía qué destino le esperaba una vez estuviera a bordo. Intentó escapar
por entre dos soldados. Uno la capturó, con firme agarre mientras la empujaba en
mitad del grupo. Ella se giró y lo intentó de nuevo. Otro soldado la capturó con
facilidad y la forzó a regresar al centro.

Envalentonada por su cuidado con ella, Lilette se disparó hacia el soldado de la


cicatriz y lo pateó con toda su fuerza. Esperaba que él se tambaleara, pero absorbió el
impacto, y el golpe pareció lastimarla más a ella que a él. La sujetó por la cintura y la
sostuvo con firmeza. Ella le golpeó repetidamente el pecho.

La formación se detuvo. Mientras Chen observaba, dos soldados la cogieron de


las muñecas y la ataron con cuerdas suaves. Las flores en su cabello se habían soltado,
le colgaban sobre la mejilla, y su olor dulce casi la hizo tener arcadas.

Chen de nuevo se las acomodó con cuidado tras la oreja. —Si no tienes cuidado
—dijo desapasionado—, te vas a lastimar tú sola.

2
El carácter chino 舟 (zhōu) se refiere a un barco o una nave. Durante el Festival del Bote del Dragón, los barcos
decorados y tallados que se utilizan para las carreras se llaman 龍舟 (lóng zhōu), o literalmente "barco dragón”.
Retrocedió y regresó a su lugar al frente. —No podemos permitirnos ninguna
demora —dijo, casi en disculpa—. Lucha más y te ataremos los pies y te cargaremos.
¿Entendido?

La herida en su cuello había vuelto a abrirse, y la sangre le corría por el cuello y


pecho, haciendo que su túnica se pegara a su cuerpo. Ella asintió mareada, y Chen le
mostró una pequeña sonrisa. —Buena chica.

Se giró hacia el soldado de la cicatriz. —Llévala al bote.

El hombre la tomó por el hombro y la arrastró por la playa hasta un botecito de


remos que había sido remolcado a la playa. Él la metió en el bote con facilidad. Ella lo
miró a los ojos y se sorprendió de encontrar una pizca de compasión. —Por favor. —
No me hagas esto, déjame ir.

Su mirada se oscureció y se giró. Algo silbó al atravesar el aire y aterrizó con un


golpe sordo junto a los pies del hombre.

Lilette casi gritó con alegría de ver un arpón agitándose en el suelo. Sabía que el
arpón había sido una advertencia… los hombres de su aldea fácilmente podían
empalar un pez desde veinte brazadas de distancia.

—¡Formación falange! —ordenó Chen.

Los soldados que habían entrado al bote, volvieron a salir de un salto y


avanzaron a zancadas, con las lanzas empuñadas al frente. Los hombres de su aldea
salieron lentamente de la selva. Bian estaba entre ellos, igual que Quo, ahora su ojo
estaba completamente hinchado y cerrado. Los hombres traían arpones y cuchillos
largos atados a la cintura.

Los dos grupos se evaluaron el uno al otro. Los aldeanos de Lilette eran
muchos más que estos hombres, pero incluso ella sabía que pescadores contra soldados
entrenados no eran buen pronóstico.
Bian avanzó un paso. Su cabello estaba veteado de gris, su piel marchitada por
el mar, pero aún se manejaba como un hombre joven. —¿Quiénes son ustedes, y por
qué se han llevado a mi esposa?

Chen rebuscó en su armadura y sacó una bolsita de cordones, que arrojó a los
pies de Bian. —Para compensarte por el precio de la novia.

Lentamente, Bian se inclinó y levantó la bolsa abultada. La abrió y sus ojos se


ampliaron. Uno de los ancianos dijo algo y Bian le pasó la bolsa.

Otro aldeano gritó: —No puedes comprar la esposa de otro hombre.

Chen inclinó la cabeza a un lado. —Ella no es una esposa hasta que el


matrimonio se haya consumado. Hasta entonces, el contrato puede comprarlo otro.

¿Cómo podía Chen saber tanto sobre su compromiso?

Bian estudió a los soldados que rodeaban a Lilette. —Por ley, no puedes
llevártela si yo no estoy de acuerdo con el intercambio.

Chen levantó sus espadas. —Si deseas morir, entonces ven e intenta llevártela.

El soldado de la cicatriz se acercó más a Chen y dijo bajito: —Si masacras a una
aldea entera, habrá consecuencias, Chen.

—Recuerda tu lugar, hermanito —dijo Chen—. Estos pueblerinos no son


amenaza para nosotros.

¿Hermano? La mirada de Lilette se disparó hacia el hombre de la cicatriz,


buscando al niño que había conocido. Para su completo asombro, lo encontró allí, en
los ojos que una vez habían sido gentiles y llenos de vida. Ahora sólo estaban vacíos.

—¿Han? —dijo bajito.

Él se estremeció, como si su nombre en labios de ella fuera completamente


repulsivo. ¿Qué debía haberle pasado para convertirlo en esto? Él se sentaba junto a
ella por horas, enseñándole pacientemente cómo hablar harsheno para que no
estuviera tan sola.

Lilette cerró los ojos. Sabía quiénes eran estos hombres. —Deja que me lleven
Bian. Si no, todos serán asesinados.

Chen respiró hondo y dijo en voz alta: —Escúchala, pescador, porque el


sendero que pisas es estrecho como espada.

Bian la observó, con llano arrepentimiento en el rostro. —Nos subestimas,


Lilette. He esperado demasiado tiempo para dejarte ir ahora.

Chen hizo un sonido bajo con la garganta. —Créeme cuando te digo que yo he
esperado más. No estoy aquí para regatear, pescador. Tomen el oro y sus vidas y
váyanse.

Cuando Bian dudó, la voz de Han perforó el silencio. —Una viuda no tiene
esposo.

Bian la miró fijamente, y Lilette vio que no renunciaría a ella. Lanzó la bolsa a
los pies de Chen. Ella jadeó ante las piezas de oro resplandeciente tiradas en la arena.
—¡No, Bian! —gritó—. ¡Ellos son la élite!

Sus palabras evocaron una quietud mortal, porque incluso en su aldea aislada,
la élite era famosa por ser los soldados más entrenados del imperio. Eran ellos quienes
custodiaban a la familia real.

Uno por uno, los aldeanos cayeron de rodillas, con las frentes presionadas
contra la arena tres veces como signo de postración.

—Sólo tenías que nombrarte, Heredero, y ella habría sido tuya. —La voz de
Bian tembló. Finalmente entendía el peligro.

Chen lanzó una mirada a su hermano. —Ahora no tenemos opción. Ella les
dijo quiénes somos.
Todo el miedo y la tensión escaparon de Lilette, reemplazados por un horror
entumecedor. ¿Su revelación había sentenciado a los aldeanos a muerte? —¡No! —
gritó. Se arrojó hacia Chen, determinada a detenerlo de alguna forma.

Han la cogió por la cintura, apretándola férreamente con los brazos, sin
importar cuánto se revolvió ella. —Chen, es asesinato —dijo él.

—Si no puedes soportarlo, llévala al barco —gruñó Chen mientras


desenfundaba sus espadas. Le dio la espalda a Han para dirigirse a la élite—.
Asegúrense de que nadie escape. Si fallamos, nos arriesgamos a una guerra.

Con eso, avanzaron a zancadas hacia los aldeanos. La mayoría recogieron sus
armas tiradas y se levantaron del suelo, pero unos pocos continuaron postrados.

—Chen, ¡Déjalos en paz! —gritó Lilette.

Han la arrojó al bote. Ella intentó volver a salir, pero él le bloqueó el camino. —
No puedes detenerlo. Sólo lo empeorarás para ellos.

Al escuchar los gritos de muerte de los aldeanos, sintió que sus ganas de pelear
se drenaban. —Por favor —gritó mientras la élite se abría paso entre los aldeanos.

Con los músculos tirantes, Han empujó el bote al agua y se subió después.
Lilette automáticamente se inclinó al otro lado para evitar que la embarcación se
volcara. Tarde se dio cuenta que debió haber dejado que zozobrara.

Chen había alcanzado a Bian. Evitó fácilmente la embestida del arpón de Bian
y pivotó, y su espada alcanzó carne. Los ojos de Bian se abrieron en sorpresa, y se
tambaleó. Chen sacó la espada y la enterró en el corazón de Bian, que cayó a la playa,
sin vida.

Lilette pensó en las esposas del que habría sido su esposo. Todos esos niños;
principalmente Pan; y su corazón gritó de angustia.

Quo gritó de rabia y lanzó su arpón. Chen se inclinó, y el arpón rebotó sin daño
en su armadura reforzada. Entonces se lanzó hacia delante e incluso a esa distancia,
Lilette pudo ver el miedo en el rostro de Quo, miedo mientras se giraba para huir.
Chen lo alcanzó y le enterró la espada en la espalda.

Han tomó el rostro de Lilette firmemente entre el pulgar y los otros dedos de su
mano masiva. Ella miró esos ojos oscuros y vacíos. —Túmbate en el fondo del bote y
cúbrete los oídos —le dijo.

Tal vez era cobardía, tal vez era debilidad, pero Lilette hizo lo que le dijo.
Presionó los puños contra sus oídos para bloquear el sonido de los aldeanos
moribundos.
Traducido por Azhreik

Lilette odiaba las orquídeas. Nunca se me ocurrió preguntarle por qué. ~Jolin

ajo cubierta, la nave había sido dividida en compartimentos con cortinas de


seda. El casco era abombado en el centro y curvado hacia el centro de la
cubierta flotante. Lilette se había hecho un ovillo en la esquina más alejada de
la popa, con las orquídeas colgando lánguidas junto a su cabeza. Tenía los brazos
fuertemente apretados sobre las piernas, mientras intentaba olvidar las imágenes del
asesinato de Bian. La sangre, los horribles sonidos de la masacre. Todo porque ella
había dicho que los hombres eran la élite.

Podía escuchar a los soldados abordando, sus botas resonaban en la cubierta


sobre ella. Estaba sola, excepto por Han, pero sabía que sólo sería cuestión de tiempo
antes que Chen viniera a ver su premio.

En Harshen había docenas de islas feudales de diferentes tamaños, cada una


con su propio nombre y señor. Pero todos los feudos pagaban tributo al Emperador.
Chen llevaría a Lilette a la isla capital, Harshen, a la ciudad imperial de Rinnish. Y
una vez estuviera allí, Chen nunca le permitiría volver con sus compañeras Brujas, con
su hermana. Nunca dejaría que Lilette se convirtiera en lo que siempre había estado
destinada a ser. El futuro que había soñado y luchado por tener su vida entera se había
hecho pedazos, como piedras diseminadas sobre la superficie de espejo de un estanque.

El barco crujió cuando las velas atraparon viento. Los intervalos entre las olas
se hicieron más cortos, lo que indicaba que la embarcación estaba tomando velocidad.
Lilette finalmente había abandonado la isla de Calden, pero no había escapado.
Chen bajaría pronto. El pensamiento de lo que le haría, hizo que se meciera
adelante y atrás, para evitar quebrarse.

Han se acuclilló frente a ella, la observó, la estudió. Finalmente, ella respiró


hondo y se forzó a encontrar su mirada. Los ojos de él se dirigieron a la humedad en
sus mejillas. —A veces es necesaria una caída para cambiar nuestra senda. —La tomó
de ambos brazos y la enderezó—. Se te ha puesto en esta senda, Lilette. No hay vuelta
atrás, así que bien podrías levantarte y ser fuerte. Haz lo que debe hacerse.

Hasta hoy, había pasado mucho tiempo desde que alguien la había llamado
Lilette. La mayoría de harshenos no podían pronunciar su nombre; pertenecía a otra
vida, a otra persona. —Me han arrebatado todo… de nuevo —dijo bajito.

—Reconstruiste una vida una vez. Eres lo bastante fuerte para hacerlo de
nuevo.

Una vida construida alrededor de encontrar el camino a casa. Eso no había


cambiado. Escaparía a esto. Encontraría el camino hacia su hermana. Y haría pagar a
Chen. Fulminó con la mirada a Han. —No sabes nada sobre mí, ya no.

Las comisuras de sus labios temblaron, como si estuviera combatiendo una


sonrisa. —Lucha las batallas que puedas ganar. Retírate de las que no puedas.

—¿Y si no puedo retirarme?

Él le quitó las flores del cabello y las arrojó a un lado. —Entonces te rindes con
dignidad. —Su mirada sostuvo la de Lilette, y durante el momento más breve, el vacío
retrocedió, y sus ojos estuvieron llenos de tal profundidad y claridad, que el temblor de
ella empezó a aquietarse desde su interior.

—¿Qué te sucedió? —Lilette consiguió aclararse lo que se sentía como una roca
alojada en su garganta. Ella y Han habían jugado en los jardines por horas, alimentado
a los animales exóticos en el recinto cercado y ocultado de sus madres entre las paredes
llenas de incienso del templo.
Así como así, el vacío regresó a sus ojos. —Recuerda lo que dije. —Han se alejó
de ella momentos antes que la cortina se abriera.

Chen se acercó a un armario y sacó una botella y una copa de marfil


ornamentada. Llenó la copa hasta el borde y se la bebió de un trago.

Han se acercó a su hermano e hizo un gesto hacia Calden. —Eso estuvo mal
ejecutado.

Chen se sirvió otra copa, se la bebió, y volvió a servirse otra. —No se pudo
evitar —replicó, entonces se limpió los labios con el antebrazo. Su piel y cabello
brillaban con gotas de agua, como si se hubiera lavado. Con copa en mano, se acercó y
examinó a Lilette.

Ella canalizó toda su furia en su mirada, con la esperanza que él pudiera leer su
promesa silenciosa de matarlo.

Él se rio entre dientes secamente. —Veo que me recuerdas.

¡Como si pudiera olvidar al hombre que había asesinado a sus padres! Incluso
como niño de doce, había sido despiadado. Y ahora finalmente había venido por ella,
dejando un rastro de muerte a su paso. —Eres un asesino.

La mandíbula de él se apretó. —Soy el Heredero Chen, hijo elegido del


Emperador Nis, hablo en nombre del Dragón del Sol. —Su mirada poseía una
advertencia—. Y si soy un asesino, es voluntad del Dragón del Sol que sea así.

Ella se desenredó del suelo y se elevó a su altura completa, que era casi la
misma que la de él. —Y yo soy Lilette, hija de Lellan. Una Guardiana de los reinos y
los dioses.

Él no respondió, en su lugar se cruzó de brazos y agitó el líquido en su copa. —


No hubo sobrevivientes en el naufragio del barco que quemaste, y aun así aquí estás.
Viva cuando todos los demás están muertos. —Dio otro sorbo—. Y entonces revelaste
a los aldeanos quiénes éramos, lo que me forzó a matarlos. Así que, dime Lilette,
¿quién tiene más sangre en las manos?
Se arrojó hacia él, pero Han la retuvo. Ella levantó la rodilla y casi golpeó a
Han entre las piernas, pero él se retorció y evitó el golpe por poco. Sus brazos eran
como barras de hierro.

Ella dejó de luchar. —¿Cómo me encontraste?

La imagen de la tranquilidad, Chen la observó. —¿Cómo sobreviviste cuando


nadie más pudo?

La culpa la atravesó. Sólo había permanecido oculta tanto tiempo porque todos
los demás se habían quemado o ahogado. Pero si Chen podía rehusarse a responder
sus preguntas, ella podía rehusarse a contestar las suyas. —El Emperador sólo tiene
que pedirlo, y podría tomar la mujer que él deseara —dijo Lilette—. No necesitabas
matarlos.

—Me temo que la situación requería más discreción.

—¿Por qué? —preguntó furiosa.

La mirada oscura de Chen se encontró con la suya azul. —¿Qué crees que
harían las Brujas si supieran que tengo a una de las suyas?

A pesar de haberse lavado, aun había sangre en el pliegue junto a su nariz. —


¿Qué quieres de mí? —Lilette preguntó finalmente.

Acercándose más, le levantó la mandíbula con un dedo, para examinarla. —


Muchas cosas, pero en este caso, exactamente por lo que pagué. Serás una de mis
concubinas.

La bilis le llegó a la garganta. —¡Nunca!

La ira cruzó el rostro de él, y se inclinó hacia delante, tan cerca que pudo oler el
alcohol en su aliento. —Algo de resistencia es de esperarse… después de todo, te tomé
por la fuerza. Pero mi paciencia no llega muy lejos.

Si ser cautiva de Bian le había enseñado algo, era que el escape sólo sería
posible si apaciguaba a sus captores con complacencia. Retrocedió, y Han la soltó.
—¿Así que en realidad no pretendes matarme?

La expresión dura en el rostro de Chen se suavizó. —No tienes por qué temer.
Cuido bien de las cosas que me pertenecen. —Ella retrocedió hasta el casco cuando él
avanzó a grandes pasos hacia ella. Sabía que la besaría. Requirió toda su
determinación quedarse lo más quieta posible mientras sus labios rozaban suavemente
los suyos.

Él se apartó y el dorso de sus dedos acarició el cabello de Lilette. —Pálida como


luz de estrellas, con ojos del color del océano más brillante.

—Hermano, este podría no ser el momento para cortejarla —dijo Han


secamente—. Acaba de perder todo de su antigua vida.

Chen frunció el ceño. —Ah, sí. Mi hermano cobarde pide prudencia.

La expresión de Han era ilegible. Chen miró alrededor del pequeño espacio, sin
duda, notando la hamaca de bambú y unos pocos almohadones de seda. Él se giró
para estudiar a Lilette, con la indecisión jugueteando en su rostro. Finalmente, asintió.
—Con tu canción para impulsarnos, alcanzaremos la bahía por la mañana.

—Pero yo… te lo dije —tartamudeó—, he olvidado todas las canciones.

Chen levantó un dedo. —Pero has recordado una… justo la que necesito.

Lo miró con la boca abierta. —¿Cómo podrías saber eso? —El día que Fa
estaba muriéndose, había recordado la canción para llamar al viento. Había utilizado
esa canción para impulsar el bote hacia la costa para encontrar al curandero. No había
sido suficiente para salvar a Fa.

Lilette no opuso resistencia cuando la condujo a la cubierta superior. Su mirada


se vio atraída hacia su isla en la distancia, pero rápidamente apartó la vista.

Chen le tendió una copia de la canción… obviamente había venido preparado.


Pero ella se la sabía. Era la única que recordaba.
Fue casi un alivio perderse en el canto, separarse del dolor y el horror de la
última hora. Cuando el barco atravesó las olas a toda la velocidad que las velas podían
resistir, se la llevaron de vuelta bajo cubierta.

Chen la observó… la había estado observando por horas. Lilette no estaba


segura de cuánto más podría resistir la urgencia de intentar matarlo, sin importar el
resultado.

Finalmente, él se alejó de espaldas, sin quitarle la vista de encima. —


Verdaderamente eres la mujer más bendecida.

Y entonces finalmente se fue. Han se quedó un momento, mirando fijamente el


suelo, antes de seguir a su hermano.

¿Bendecida? Acababa de ser forzada a salir de su hogar, sus aldeanos estaban


muertos por intentar retenerla. Sus padres habían sido asesinados, y su hermana no
estaba. ¿Cómo podía Chen llamarla bendecida cuando nunca volvería a verlos?

Sus padres habían muerto intentando escapar a este destino. Lilette se recostó
contra la popa, luego se dejó caer hasta descansar la cabeza en sus rodillas encogidas.

***

La mañana siguiente, se despertó sabiendo que no estaba sola, que alguien la


observaba. Con un jadeo, se enderezó en la hamaca para encontrar a Chen inclinado
sobre ella. Un colgante ámbar colgaba de su garganta. Estaba remachado en oro, un
dragón del sol de ojos de esmeralda curvado a su alrededor.

Lilette estaba segura que no lo traía puesto ayer. Lentamente, se forzó a


relajarse, para aparentar docilidad.

—Eres muy hermosa. Tu piel… es tan dorada como el vino blanco y tan suave
como la seda. —Él parecía estar esperando alguna clase de respuesta, pero todo en lo
que ella podía pensar era que él finalmente se había lavado la sangre del lado de la
nariz. ¿A cuántos hombres había matado aparte de Bian?

—La respuesta apropiada a un cumplido es “Gracias, Heredero, o Heredero


Chen”. Cualquier honorífico está bien. —Chen se enderezó y el colgante se acomodó
en el hueco de su garganta—. Debes ajustarte con mayor rapidez. No será tan duro
cuando llegues al recinto y tengas sirvientes para atenderte y cosas hermosas que vestir.

Lilette parpadeó.

Él retrocedió un paso. —Levántate.

La única batalla que vale la pena ganar es esa por mi libertad, se recordó. En un barco
lleno de la élite y rodeado por el océano, no podía ganar. Moviéndose rígidamente,
hizo lo que le dijo. Chen estiró la mano y la ayudó a bajar de la hamaca. Tuvo que
forzarse a no retroceder ante su toque.

Él hizo un gesto hacia un paquete que descansaba sobre el armario. —Hemos


avistado Harshen. Para medio día, habremos atracado en el puerto. Te he traído algo
adecuado para tu posición. Una doncella te atenderá en breve. —Él esperó de nuevo.
Cuando ella aun así no dijo nada, él respiró hondo como invocando su paciencia—. Te
repito, un gracias sería apropiado.

Ella detuvo las palabras que deseaba decir, aplastándolas entre los dientes. —
Gracias, Heredero. —Su voz salió rasposa y baja.

Chen sacudió la cabeza. —Debes aprender modales antes de que pueda siquiera
llevarte al palacio. Apréndelos rápido. —Esperó de nuevo, con una ceja levantada.

Lilette controló su temperamento al imaginarse su cuchillo de hueso


sobresaliendo del pecho de él. —Lo haré, Heredero.

Él asintió, luciendo algo apaciguado. Retiró la cortina lo suficiente para revelar


a una mujer de mediana edad arrodillada, que portaba una expresión en blanco. —
Prepárala para entrar al recinto palaciego —ordenó Chen—. No está lista para las
sutilezas, así que explica lo simple.
—Sí, Heredero Chen. —La mujer se postró, tocando el piso con la frente tres
veces.

Chen se apartó, sin molestarse en esperar que la mujer terminara.


Traducido por Andrés_S

En algún momento del camino, Lilette aprendió a librar sólo aquellas batallas que podía ganar.
~Jolin

a sirviente se puso de pie, con la mirada puesta en el suelo. Sin mediar palabra,
comenzó a ayudar a Lilette a quitarse su túnica manchada de sangre.

―¿Qué hora del día es? ―preguntó Lilette.

―Mediodía. ―La sirviente chasqueó la lengua desaprobadoramente por la


peineta de jade en el pelo de Lilette, acto seguido la arrojó al piso.

―Eso es mío ―protestó ella.

―Es jade barato ―respondió la mujer―, no es apto para la concubina del


Heredero. ―Mientras la mujer se giraba para tomar el agua para el baño que se había
dispuesto detrás de la cortina, Lilette agarró la peineta de golpe. Uno de los dientes se
había partido. Con la boca en una línea apretada, se desprendió el broche.

Ocultó ambos en la manta sobre la hamaca. El broche no le importaba tanto,


sin embargo, tal vez podría venderlo cuando escapara. En cuanto a la peineta; era la
última cosa que Salfe le había dado. No iba a perderla.

La mujer se movió como si fuera a ayudar a Lilette a lavarse, pero Lilette


levantó una mano para refrenarla. ―Lo haré yo misma.

La mujer asintió, pero observó críticamente mientras Lilette se lavaba la sangre


seca del pecho. ―Sólo debe postrarse ante el Emperador y su heredero. Los señores
imperiales y sus otros hijos son sus iguales, por lo que simplemente puede hacer una
reverencia respetuosa y ellos harán lo mismo. Todos los demás se postrarán ante usted.

Lilette planeaba escapar antes de esa fecha. ―¿Cómo voy a saber quién es el
Emperador?

La mujer soltó un bufido. ―El Emperador Nis lleva el colgante, lo mismo que
su hijo.

Lilette asintió. ―¿Y cómo voy a distinguir entre los que me reverencian y los
que deben postrarse?―preguntó ella, mientras el nerviosismo volvía torpes sus dedos.

La mujer asintió como si le agradara que Lilette hubiera formulado una


pregunta sensata. ―Sólo los miembros de la familia real pueden llevar la imagen del
dragón de cinco garras; el Dragón del Sol. Usted lleva un dragón de cuatro garras.
Cualquier persona por debajo de usted tiene que postrarse.

La mujer dirigió a Lilette para que se inclinara sobre un cuenco para lavarle el
pelo. Luego de que la mujer terminó de lavarlo, lo escurrió y dejó que le colgara por la
espalda de Lilette mientras lo peinaba. Cuando terminó, la mujer comenzó a hacer
rollos elegantes y moños.

Apenas ayer Pan había peinado el cabello de Lilette. Ella tenía que estar viva,
pues la alternativa era demasiado desgarradora.

Después de deslizar una peineta con joyas incrustadas en el pelo de Lilette, la


doncella sacó una nueva túnica de color rojo y oro. Esta prenda ponía en vergüenza a
su ropa anterior. Estaba cubierta de paneles teñidos a mano que mostraban dragones
de oro, flores de loto y colinas cubiertas de orquídeas. Lilette la odió inmediatamente.

Le embadurnó un polvo blanco sobre el rostro, y delineó sus ojos con kohl3. Sus
labios los tiñó de color rojo y sus mejillas de color rosa. Entonces la mujer dio un paso
atrás y estudió su obra. Asintió. ―Con esto bastará.

3
El kohl es un cosmético a base de galena molida y otros ingredientes, usado principalmente por las mujeres de
Oriente Medio y el Sur de Asia para oscurecer los párpados y como máscara de ojos. Puede ser negro o gris.
Mientras abría la cortina y hablaba con alguien en el otro lado, Lilette tomó su
peineta y el broche y los deslizó en el bolsillo de su túnica.

Lilette esperó con las entrañas retorciéndose. Un momento después, Chen


apartó la cortina. Había cambiado su ropa de soldado por una túnica roja tan gloriosa
como la suya, la diferencia fundamental eran las espadas ceñidas en la cintura; armas
que ella deseaba desesperadamente. La sirviente cayó de inmediato al suelo para
postrarse.

Lilette vaciló. La irritaba postrarse ante el hombre que le había quitado todo—
dos veces. Pero si Chen la creía complaciente, no la vigilaría tan de cerca.

Obligó a sus rodillas a doblarse, y tocó el suelo con la frente tres veces. Cuando
hubo terminado se sentó sobre sus talones, a la espera.

Él la miró fijamente. ―Verdaderamente, estabas destinada a ser mía.

―Gracias, Heredero. ―Le tomó todas sus fuerzas mantener el rostro


inexpresivo. Ten paciencia, se recordó a sí misma. Mantenlo satisfecho hasta que tengas
oportunidad de escapar.

Chen se dio la vuelta, esperando claramente a que ella lo siguiera. Ella se obligó
a hacer lo que él esperaba; cuatro pasos atrás como era lo adecuado. La condujo hasta
la escalera que daba a la cubierta del barco. Y entonces vio la capital de Harshen,
Rinnish.

Los recuerdos hirvieron dentro de Lilette, envolviéndola por completo con el


olor del fuego, del humo asfixiante que había llenado sus pulmones hasta que no pudo
respirar. Los dedos de su madre clavados en su brazo. Los gritos, las espadas y la
sangre. Corriendo, corriendo… siempre corriendo.

En ese entonces, la ciudad había sido una brasa ardiente contra el cielo rabioso
de la noche. Un rayo había fundido todo en un relieve de color blanco hueso, dándole
la apariencia de un cementerio de sangre y piedra. Ahora la ciudad prosperaba con
color y vida. Aquellos edificios con amplias terrazas y techos elevados habían sido
reconstruidos, más hermosos y magníficos que antes.

Rinnish había crecido alrededor de la bahía circular, la sección más rica en un


istmo redondo. Sobre una montaña apacible en el corazón mismo de aquella grandeza,
el recinto palaciego dominaba sobre la ciudad. Desde este ángulo, todo lo que Lilette
podía ver eran las imponentes murallas construidas con ladrillos de color amarillo, y
coronadas con una pasarela y torres. No necesitaba ver el palacio para saber que había
una amplia terraza en todos los niveles, que las paredes estaban pintadas en rojo y oro,
y que el techo de cobre había desarrollado una pátina4 de color turquesa.

Había vivido allí durante las semanas en que sus padres habían sido
embajadores. Ella conocía el recinto, conocía casi de memoria el jardín detrás de este.
Al igual que sabía que toda la grandeza y la belleza sólo servían para ocultar la
podredumbre enterrada profundamente en su interior.

Ella abandonó asustada su contemplación de la ciudad cuando Chen maldijo


violentamente. Él y Han estaban hablando con un hombre al que nunca había visto
antes.

Chen le lanzó una mirada ilegible, haciendo que la inquietud se agitara dentro
de ella. El otro hombre se inclinó ante Chen antes de abandonar el barco al trote. Chen
rechinó la mandíbula antes hacerle un gesto a Han. Lilette se acercó más para escuchar
lo que decían.

―Llévala al harén de Padre. Hazlo en secreto.

La frente de Han se arrugó. ―¿Estás seguro de que es una buena idea?

La mirada de Chen se posó en ella. ―Padre realiza adiciones regulares a su


harén. Nadie sospechará nada, aun así, mantenla fuera de la vista. ―Dio una orden
aguda a la élite y todos marcharon fuera del barco.

4
La pátina (del lat. «patĭna», plato, por el barniz de que están revestidos los platos antiguos), es la capa de sales de
cobre que se produce sobre la superficie de dicho metal tras el proceso de la corrosión.
Lilette se esforzó mucho para mantener oculta su euforia. Con Chen y la élite
fuera de vista, sólo tendría que escapar de Han. ―¿De quién me están escondiendo?

Han hizo un gesto a su túnica. ―Quítatela.

El que ocultara el broche y la peineta no pasó desapercibido a ojos de Han, pero


no dijo nada mientras ella se contorsionaba fuera de la túnica. Suspiró de alivio
cuando se quitó de encima las capas adicionales de ropa. Era el comienzo de la
temporada de calor y aquella túnica era sofocante. Se quedó nada más que con la
túnica sin mangas, que era igual de hermosa. Tenía lienzos de una isla rodeada por
mares tormentosos. No había dragones.

Han le entregó la túnica a la mujer que la había ayudado a vestirse; Lilette ni


siquiera se había dado cuenta de que esperaba al lado de la escotilla, con los ojos en el
suelo. ―El plan ha cambiado. Dame la túnica sencilla.

Lilette gimió mientras le traían otra túnica, esta vez con una capucha. A medida
que la mujer la envolvía a su alrededor, Lilette estudió a Han. Él no tenía nada de la
belleza refinada de su hermano. Sus rasgos eran más fuertes, su cuerpo era todo
músculo y su cicatriz pálida contra su piel de un dorado oscuro.

―¿Ya terminaste de mirarme? ―preguntó Han con frialdad mientras le ponía la


capucha sobre su cabello pálido.

Ella deslizó la peineta y el broche en el bolsillo de su nueva túnica.

―No entiendo lo que está pasando.

Han giró la cabeza para ver a Chen desaparecer en la ciudad. ―Considérate


afortunada ―dijo, mirando con cautela a su alrededor―. Quédate cerca de mí.

La tomó del brazo y caminó a su lado. Ambas acciones eran consideradas


altamente inapropiadas—ella no era suya para tocarla y una mujer siempre debía
caminar cuatro pasos detrás de un hombre.
Han la guio por la pasarela y luego sobre el muelle. Ignoraron la calzada,
entraron en el barro y se abrieron camino más allá de unos edificios abandonados. El
olor acre que provenía de ellos era una mezcla de algo amargo y algo podrido. Al estar
acostumbrada a la frescura del aroma de océano y la selva de su hogar, Lilette se
cubrió la nariz con la manga y sólo inhaló superficialmente.

Algunos hombres emergieron de los portales oscuros, y sus miradas se fijaron


en ella. Lilette se encogió instintivamente hacia atrás. ―No estamos seguros aquí
―dijo entre dientes a Han.

―Estaremos más seguros aquí que en la mayoría de los lugares de la ciudad


―dijo sin quitarle la vista de encima a los hombres.

Como si sintieran la mirada sobre ellos, los hombres miraron a Han. Como
uno, todos se detuvieron antes de escabullirse de nuevo por donde habían venido.
Lilette miró a Han y comprendió por qué; aquellos hombres apestaban a peligro y
sombras, pero Han portaba la muerte de la misma forma que los hombres portaban sus
armaduras.

Decidiendo que este no era el momento para escapar, ella se movió un poco
más cerca de él. Pasaron junto a un edificio que se suponía que debía lucir glamoroso,
pero en lugar de ello se asemejaba más a un desecho chillón. Algunas mujeres
escasamente vestidas hicieron sugerencias lascivas a Han. Lilette quedó asombrada
ante su audacia, lo que hizo que las mujeres cacarearan alegremente. Ella miró hacia
delante y trató de ignorar sus insultos impúdicos. ―¿Cuánto tiempo más?

Han le hizo dar la vuelta en una esquina y se detuvo para mirar atrás.
―Cualquier espía encontraría difícil encajar aquí.

―¿Espías? ―Ella no creía que su situación pudiera ponerse peor. Al parecer,


estaba equivocada.

Finalmente dejaron atrás los edificios abandonados. Poco a poco, comenzaron


a pasar junto a casas amontonadas entre sí, la mayoría con paredes de tierra batida y
techos de paja.
Con el tiempo, las casas dieron paso a pequeñas casas de madera, con las
esquinas dobladas y maltratados cortinajes de seda. Las calles aquí estaban
pavimentadas con ladrillos amarillos tan viejos que los bordes habían desaparecido y
los centros se combaban un poco bajo sus pies calzados con zapatillas.

El número de transeúntes creció de manera constante. Lilette y Han pasaron


muchas carretas—algunas tiradas por un caballo o buey, algunas por personas. Por
último, llegaron a la calle del mercado. Los comerciantes estaban bien surtidos, sus
tenderetes llenos con todo, desde comida hasta joyería, expuesta en cajas de cristal.

La mayoría de los vendedores ambulantes llevaban túnicas hasta la rodilla, con


pantalones sueltos. Su pelo corto iba atado con cordones sencillos. Sus esposas o hijas
llevaban túnicas ligeramente más largas y pantalones sueltos mientras se ocupaban de
sus puestos, envolviendo los artículos y atendiendo a los clientes.

Las chicas corrían de un lado a otro con el cabello suelto, mientras que todas las
mujeres adultas llevaban el suyo recogido en trenzas sencillas o moños. Mientras
Lilette y Han atravesaban la calle, la apariencia de los comerciantes y las personas se
fue volviendo más exclusiva y los puestos llenos de bienes más elaborados. Los
vendedores ambulantes la pregonaban, sus voces se mezclaban y se rompían como una
bandada de pájaros cantores que trinaban al vuelo.

Lilette pasó su dedo índice sobre el filo de su peineta astillada. Si alguna vez
había un momento perfecto para escapar, sería ahora; en el caos y la presión de la
gente. Sin su túnica de dragón, ella parecía ser una de las mujeres más ricas, y con algo
de suerte, eso significaba que nadie le haría preguntas.

Pasaron junto a una mujer reclinada en una calesa, con el pelo recogido en un
estilo tan elaborado, que sólo podía ser realizado por las manos expertas de los
sirvientes.

La gente los atropellaba y empujaba por todos lados. Han aún sostenía el brazo
de Lilette, por lo que se arrojó hacia adelante como si se hubiera tropezado. Han la
sostuvo, pero quedó un poco fuera de balance. Levantando la rodilla, ella le dio una
patada, y él se retorció para evitar el golpe.

Con un movimiento rápido de su brazo, ella quedó libre. Se arrastró bajo la


calesa de la mujer reclinada y echó a correr, mezclándose entre la gente y las carretas.
Miró hacia atrás, con un mechón de pelo atravesado en el rostro.

Han estaba a unos pocos pasos detrás de ella. Su mano intentó agarrarla, pero
ella lo esquivó y se zambulló debajo de una carreta para luego salir al otro lado.
Acurrucada bajo el amparo de las masas, Lilette se abrió camino por debajo de una
mesa cubierta de mantas.

La vendedora se apartó de ella con la boca abierta para protestar, pero Lilette le
tendió el broche de jade, con su pulgar corriendo con pesar a través del grabado de
loto. La boca de la mujer se cerró y sus dedos cogieron el broche, que inmediatamente
desapareció entre los pliegues de su túnica. La vendedora levantó la vista, observando
la multitud. ―Él no está lejos. Guarda silencio ―dijo, para luego reanudar sus
pregones a la multitud.

El corazón de Lilette golpeaba fuerte en su pecho. Se quedó totalmente inmóvil


mientras el sudor rodaba por sus sienes.

Después de un momento, la mujer hizo un gesto hacia el callejón detrás de


ellas. ―Vete.

Tirándose la capucha sobre la cara, Lilette entró en las sombras de dos edificios
construidos tan juntos que sus techos se superponían. Se obligó a no mirar hacia atrás
y a no correr. Cuando llegó a la calle del otro lado, la estudió con atención.

No sabía dónde estaba, ni a dónde ir. Lo único que sabía era que tenía que
poner la mayor distancia posible entre ella y Han. Siguió caminando, con la cabeza
hacia abajo para ocultar su rasgos obviamente extranjeros, con una mano sosteniendo
la capucha bien abajo.
Cruzó esa calle y salió a otra, pero no había dado ni tres pasos cuando la tierra
bajo sus pies comenzó a retumbar. Perdiendo un poco el equilibrio, se quedó
paralizada al ver que una criatura tan alta y ancha como una casa venía hacia ella. Se
quedó boquiabierta sin remedio ante aquel animal arrugado y cubierto de borlas de
seda negra y oro. Su nariz llegaba hasta el suelo, y sus orejas abanicaban junto a su
cabeza. Su enorme tamaño causó un ataque de sudor por todo el cuerpo de Lilette.

Había un niño sentado en el cuello del animal. Detrás de él, descansaba un


palanquín como pabellón. En el interior del palanquín había una mujer con el rostro
cubierto por un velo. Y rodeando tanto a la mujer como a la criatura estaba la élite en
filas de dos.

Acordándose de sí con un sobresalto, Lilette corrió hacia el callejón más


cercano. Justo cuando cruzaba el boquete, alguien la agarró; Han. La empujó detrás de
una carreta alta, luego presionó apretadamente su cuerpo contra el de ella. Algo que
era impensable. Un pequeño grito de protesta se elevó por su garganta, pero él sólo le
cubrió la boca con la mano.

―¿Ella te vio?

Lilette aspiró aquel aire cargado de olor a cuero y acero y murmuró algo
ininteligible bajo sus dedos. Él dejó suficiente espacio como para que ella hablara.

―¿Quién? ¿Qué?

―La mujer en la howdah5¿Te vio? ―preguntó Han.

Así era como se llamaba el palanquín.

En el pequeño espacio entre la carreta y la pared, Lilette observó el andar lento


y pesado de la criatura en un balanceo extraño. Ella dejó escapar todo el aliento. ―No
lo sé.

Una howdah, o houdah (del Hindi: हौदा), es un compartimiento colocado sobre el lomo de un elefante, u
5

ocasionalmente sobre algún otro animal. Fue usado más a menudo en la Antigüedad con diversos propósitos,
destaca el de símbolo de prestigio al transportar gente importante.
Él maldijo de forma suave y baja. ―¿Por qué corriste?

Ella quedó inerte y flácida, sintió que toda esperanza se había drenado de su
interior. ―¿Cómo no iba a hacerlo?

La mirada de Han se endureció. ―¿Crees que mi vida es tan valiosa que mi


padre no me habría matado por haberte perdido?

Sus ojos se cargaron de lágrimas, pero se negó a dejarlas caer. Subió la vista
para encontrar su mirada. ―No te importa si Chen me obliga a ser una de sus
concubinas. ¿Por qué debería importarme si el Emperador te ejecuta?

Han rechinó la mandíbula antes de sacar un cuchillo de una funda del tobillo.
Ella se preparó para el impacto, pero él sólo le cortó la parte inferior de la túnica de
seda y procedió a atarle las muñecas. Sus manos inmediatamente quedaron
adormecidas. Ella se negó a dejarle ver su incomodidad.

Él no ofreció disculpa alguna, ni tampoco aflojó el amarre. ―No lo intentes de


nuevo ―dijo, agarrándola por el brazo, la hizo avanzar hasta el final del callejón y se
asomó.

Lilette se calmó y observó los cuartos traseros de la criatura y aquel gajo


pequeño que era la cola. ―¿Qué era eso?

La expresión de Han era sombría. ―Un elefante.

Ella se humedeció los labios. ―¿Es peligroso?

―Los elefantes macho lo son, aquel era hembra. Son bastante tranquilas.

―¿Entonces por qué tienes miedo de ella?

Han la miró, con una expresión indescifrable. ―El problema no es el elefante…


el problema es la mujer que iba sobre ella. Y no soy yo quien debería tener miedo.

―Nunca dejé de tener miedo ―susurró ella.


Han dejó escapar un gruñido de frustración. ―Ser una de sus concubinas es un
honor. Él es tu Heredero.

―Él es mi grillete. ―Lilette consideró correr de nuevo.

El agarre de Han se tensó sobre ella. ―No. Cuando no puedes ganar, te retiras.

Ella lo miró a los ojos, que eran tan oscuros que parecían casi negros. ―No
puedo retirarme.

―Entonces aceptas tu rendición como un hombre.

Lilette le dirigió una mirada a su altura. ―Pero yo soy una mujer. —Y sólo les
dejamos pensar que nos hemos rendido antes de destriparlos, añadió en silencio.

Él gruñó. ―Te voy a amarrar los pies y te llevaré encima de mi hombro si tengo
que hacerlo. ―Con la mano cerrada alrededor de su brazo, Han tiró de ella hacia
delante―. Vamos. ―Él miró a su alrededor como si evaluara la situación antes de
avanzar por otro callejón. Ella tuvo que trotar para mantenerle el paso.

El camino se inclinaba hacia arriba. Dejaron las atestadas y ruidosas calles de


abajo y pasaron numerosos recintos amurallados con entradas aladas y puertas
imponentes, detrás de las cuales vislumbró casas y jardines majestuosos. Los
tentadores aromas de los alimentos y las verduras flotaban hacia ella.

Ella era fuerte y saludable debido a las horas dedicadas a trabajar con Fa en su
bote de pesca, pero seguía respirando con dificultad cuando las enormes puertas del
palacio aparecieron a la vista. En vez de dirigirse hacia ellas, Han la haló dentro de
una tienda de fideos. Hizo un asentimiento de reconocimiento al propietario y empezó
a subir las escaleras. En la parte superior, cruzaron la habitación hacia una terraza
cubierta con mesas y sillas, el techo estaba sostenido por columnas de jade. Han
zigzagueó entre las personas dispersas que tomaban un almuerzo tardío. Algunos le
echaron miradas curiosas a Lilette—pues obviamente no era de su raza y sus manos
estaban atadas, pero ninguno se inmutó para interferir. No cuando su captor era de la
élite y ella no era más que otra mujer sin valor.
Por un lateral, llegaron a un recinto con vinos a lo largo de una de las paredes, a
lo largo de la otra, vasijas de cerámica con hierbas y un gran brasero lleno de teteras—
era una especie de lugar para bebidas. El siervo en el brasero asintió hacia Han como si
se conocieran.

Han sacó su cuchillo y cortó las ataduras alrededor de las muñecas de Lilette.
―No dejes que se escape ―dijo al hombre, que levantó una ceja antes de posar su
mirada sobre ella.

Han subió a la barandilla clavada en el borde de la azotea, y trepó hacia arriba.


Ella se inclinó sobre la barandilla y lo miró boquiabierta. Él extendió la mano.
―Tengo que ver lo que está pasando más allá de las puertas y no te voy a alejar de mi
vista.

Ella miró hacia atrás al siervo en busca de ayuda, pero él sólo se movió para
bloquear la salida con los brazos sobre el pecho. Al no ver otra opción, se izó hasta
pararse en la barandilla. Han la agarró por la muñeca y tiró de ella hacia arriba. Con
una mano en las tejas oblicuas de barro, se subió al caballete de la azotea. ―Ten
cuidado.

Tratando de ignorar la caída de dos pisos, Lilette se arrastró tras él sobre manos
y pies, el polvillo húmedo de la tejas se pegaba a sus palmas. Han se agachó detrás del
caballete del techo, que estaba tallado en forma de pergamino y miró a lo que había
más allá. Después de dudar un momento, ella se relajó junto a él. Las murallas se
alzaban ante ellos unos buenos dos pisos más que el edificio en que estaban sentados.
Las puertas daban al sur, hacia el océano. Mientras miraba, las puertas se abrieron
para dar paso al elefante y la élite, dándole una vista parcial de lo que había más allá.

El palacio estaba en el centro de un enorme patio y un par de dragones del sol


flanqueaban los amplios escalones de la entrada. La mirada de Lilette se desvió al
prado que se escondía detrás del palacio; los jardines. Ella y Han habían jugado allí
durante horas cuando eran niños.
Detrás del palacio en la esquina oeste había un recinto más pequeño que
sobresalía contra las murallas. Dos paredes como a la mitad de la altura de las
murallas encerraban el espacio.

El harén.

Apartando los ojos intencionadamente, Lilette observó cómo la mujer de velo


sobre el elefante levantaba un largo y delgado brazo para saludar a la multitud, su
anillo parpadeó con piedras verdes. Las puertas se cerraron.

La visión de Lilette flotó y se dio cuenta de que había estado conteniendo el


aliento. Inhaló una bocanada de aire.

La mirada de Han hizo un barrido más del patio antes de alejarse del caballete
del techo, sólo se levantó cuando las puertas estuvieron completamente cerradas.

Ella lo siguió. ―¿Qué estabas buscando en el patio? ¿Quién es la mujer en el


elefante?

Él hizo una pausa. ―Un problema muy grande.

―¿Quién? ¿La mujer o el ele…? ―Lilette no tuvo la oportunidad de terminar.


Una teja se rompió debajo de su pie y se deslizó. Se resbaló fuerte y rápidamente hacia
el borde. Se giró para que el estómago le quedara hacia abajo, sus uñas arañaron las
baldosas, pero no pudo encontrar agarre. Iba a caer.

De repente, la mano de hierro de Han estuvo alrededor de su muñeca, y esta


vez ella lo agarró también. Los pies de Han resbalaron mientras se deslizaba a su lado.
Estaba demasiado ocupada tratando de convencer a su cuerpo de que ya no estaba
cayendo como para darse cuenta de que Han aun no le había soltado la muñeca. Ella
abrió los ojos para encontrarlo tumbado a su lado, mirándola fijamente con algo
parecido a la tristeza en su mirada. De repente, la soltó y se movió rápidamente hacia
el borde del techo.
Moviéndose sobre su trasero, ella volvió a preguntar: ―¿Malo para quién? ―A
juzgar por su mandíbula apretada, era obvio que no iba a decirle nada más… Fa había
llevado a menudo la misma expresión.

Ella miró hacia abajo a la calle y se humedeció los labios. ―¿Ahora cómo
bajamos?

Han se agachó, con las manos en la línea del techo, y se descolgó. Su impulso lo
llevó hacia delante y aterrizó en cuclillas sobre la terraza antes de volverse hacia ella.
―Déjate caer y yo te jalaré hacia adentro.

Su corazón latía con fuerza, Lilette se sentó en el borde con las piernas
colgando. Vaciló.

Han se inclinó hacia delante y la miró. ―No pienses en ello. A veces sólo tienes
que moverte. No te dejaré caer.

Respirando profundo, ella rodó sobre su estómago y empujó lentamente sus


piernas hacia el aire. Inclinándose sobre la barandilla, Han agarró sus tobillos.
Mientras ella se iba deslizando, sus manos avanzaron hasta las rodillas y luego a sus
muslos. Cuando ella estuvo colgando de sus manos, él la agarró por la cintura y tiró
hacia delante. Lilette se deslizó por su pecho antes de que la colocara suavemente en el
suelo. Lentamente alzó las manos y le colocó la capucha.

Su amigo, el siervo, estaba sonriendo maliciosamente. El calor subió a la cara


de Lilette.

Han dio un paso atrás como si su contacto lo hubiera quemado. Se aclaró la


garganta y dijo con voz ronca: ―No quería que te cayeras.

Ella asintió sin decir palabra. El buscó un trapo, lo rajó por la mitad y le ató las
manos de nuevo. Han lanzó una mirada iracunda al siervo antes de llevarla de vuelta
por el camino donde habían llegado.
Traducido por Yann Mardy Bum

Harshen y su gente le quitaron mucho a Lilette, pero ella nunca llegó a odiarlos. Ellos le dieron
tanto como lo que le quitaron. ~Jolin

l cuerpo de Lilette se sentía imposiblemente pesado mientras las enormes


puertas del palacio se alzaban delante de ellos. Seis de la élite, que usaban
uniformes de soldados imperiales, los observaron acercarse. Frente a ellos
sostenían lanzas con forma de medialuna de horrible aspecto. Lilette sintió su
estómago encogerse en su interior.

Han ignoró a los guardias. En el último instante, las puertas del palacio se
abrieron y la élite se separó para permitirles el paso.

Cruzaron el patio rectangular para dirigirse al harén. —Mantén la cabeza abajo


—dijo Han en voz baja—. No sabes el peligro en el que te encuentras.

Por alguna razón, le creyó. Echó miradas furtivas hacia el palacio. Cada uno de
los cuatro pisos estaba rodeado por una amplia galería de techo abombado. Macetas
llenas de plantas que crecían espesas y verdes por todas partes. Mientras se acercaban,
Lilette divisó las complejas esculturas en las vigas, puertas y marcos de las ventanas.
Los recordó de repente—dragones de cinco garras, algunos en la tierra y otros en el
mar. Antes del palacio había una escalera de líneas perfectamente simétricas. Frente a
los escalones, un grupo de la élite custodiaba una gran reunión de hombres y mujeres.
Los hombres llevaban armaduras negras, las mujeres prendas largas y fluidas en varios
tonos de color verde.
Han debió advertir su mirada fija. —Nunca debes siquiera tocar uno de los
escalones. Hacerlo significaría ser asesinada inmediatamente.

Lilette comenzó a sudar en las axilas. —¿Porque soy una mujer?

Han meneó la cabeza. —Sólo las personas que han obtenido permiso del
Emperador pueden tocar su casa. A ti no se te ha dado tal privilegio.

En realidad, se lo habían dado, cuando era niña. El privilegio al parecer había


sido revocado.

Mientras Lilette se ponía a la par de la reunión, las puertas se abrieron. Una


mujer con una túnica extraña y ondulante trotó por las escaleras. La visión de su pelo
rubio, ojos azules y piel blanca la sobresaltó. No podía quitarle los ojos de encima.
Han aceleró, pero Lilette resistió sus esfuerzos por apresurarse, y él pareció dispuesto a
llevarla a rastras.

Chen apareció detrás de la mujer, con el brazo extendido como para detenerla,
y Lilette se preguntó por un instante si esta mujer extrañamente vestida sería su esposa.
—Como embajadora, usted es huésped de la casa imperial y de Harshen. Va a
obedecer nuestras leyes —resonó la voz de Chen.

No era su esposa, entonces. O, al menos, esperaba que no lo fuera.

La mujer se volvió para enfrentarlo. —Será mejor que recuerde quién tiene el
poder en este mundo, pequeño Heredero, porque no es usted.

Lilette dejó caer la mandíbula. Habían pasado años desde que había oído a una
mujer—además de ella misma—desafiar a un hombre de esa forma. Pero eso no fue lo
que la detuvo. En su interior, los recuerdos se agitaron. Conocía a esta mujer.

Chen se echó hacia atrás como si le hubieran dado una bofetada. Sus puños se
cerraron. La élite se movió para tomar sus espadas, y Lilette pudo ver mejor a las
personas que rodeaban. Más de treinta mujeres y el doble de soldados. Las mujeres se
agarraban de las manos, pero no por miedo. En vez de eso, sus rostros brillaban con
poder y confianza. Los soldados de la élite comenzaron a aparecer por todo el recinto.
La tensión en el ambiente se sentía como una brasa a punto de estallar en llamas.

Lilette clavó sus pies en el suelo para evitar dar ese último paso hacia la
oscuridad. Y entonces comprendió lo que debería haber notado todo el tiempo. Las
mujeres eran Brujas—embajadoras de Kalari. Jadeó, el sonido atravesó la tensión. La
mujer en las escaleras miró hacia ella. Lilette la miró por debajo de su capucha, y sus
miradas se encontraron. Abrió la boca. Era como mirar su reflejo en un estanque de
agua clara.

La mujer era su hermana.

Han debió notar su descubrimiento, así como el grito de ayuda que se estaba
generando en su garganta, le tapó la boca con la mano y la sacó de un tirón. Ella pateó
y empujó sus codos contra él, esperando desesperadamente que Sash la reconociera de
alguna forma. Pero Lilette era una niña de ocho años cuando había desaparecido,
mientras que Sash tenía dieciséis años, casi una mujer.

Han la arrastró detrás del palacio. Ella no dejó de luchar hasta que la arrojó
frente a la pared más baja del harén y a una pequeña puerta en el interior de los
jardines. Se derrumbó, tratando desesperadamente de tragarse los sollozos que
desgarraban su cuerpo. Sash había sido más una segunda madre que una hermana.
Siempre la llevaba a jugar, le traía golosinas. Cuando Lilette creció, Sash acompañaba
sus actuaciones musicales con sus cuerdas y su voz.

Han se interponía entre Lilette y la hermana que había estado esperando desde
la infancia.

—Toda mi vida he intentado regresar con ella. Y está aquí… ¡Mi hermana está
aquí! ¡Déjame ir!

Sin mirarla, Han se concentró en los dos guardias que estaban de pie a ambos
lados de la puerta. No hicieron ni un movimiento para dejarlos pasar, como habían
hecho los otros guardias. En vez de eso, uno de ellos tomó un martillo y dio un golpe
de refilón a un gong antes de volver a acomodarse inmóvil como una estatua.
Luego de una docena de latidos, la puerta se abrió y una persona extraña salió.
Lilette no estaba segura si era un hombre o una mujer, ya que usaba túnica masculina,
pero tenía rostro femenino.

Quedó aún más confundida cuando la persona se inclinó ante Han y dijo con
voz femenina: —¿En qué puedo servirle, General de la élite?

—La señora Lilette ha de ser llevada al recinto aislado. —Lilette se puso de pie
tambaleante y se alejó de Han y de los guardias.

—Por favor. —Sólo eran dos palabras, pero había miedo y espanto detrás de
ellas.

Han mantuvo su mirada en ella, con una indescifrable expresión en el rostro. —


Lo siento.

Él había sido su amigo una vez—su único amigo en una tierra extranjera.
Habían escalado cada árbol de los jardines detrás del palacio, en busca de frutas. Aún
podía saborear la dulzura de las naranjas en la lengua, sentir la hierba empapada de
rocío en sus pies descalzos mientras corrían entre las sombras de los árboles. Y ahora
la había traicionado.

Los guardias se adelantaron, y la rodearon. Ella examinó la pared; de dos veces


la altura de un hombre, antes de centrar todo su desprecio en Han. —Que tu carne se
pudra en tus huesos.

Han centró su atención en el hombre-mujer. —Vigílala. Intentará escapar. —Y


luego, simplemente dio la vuelta y se alejó.

Lilette lo observó alejarse, con el odio destrozándola desde adentro. Deseó


poder cantar. Deseó poder recordar las palabras para derribar el palacio y todos sus
muros. Sus enemigos la superaban en número y eran más grandes y más rápidos. Si
trataba de salir corriendo, la atraparían y la aislarían aún más. Debía esperar el
momento justo. Llegaría. Tenía que llegar.
Enfrentó a la persona que la esperaba, mientras su mente reconstruía
murmullos desvanecidos y pedazos de conversaciones de su niñez. Él—ya que era un
hombre—era un eunuco, y los eunucos eran los sirvientes y Protectores del harén. Era
rechoncho, desde su abundante estómago hasta su nariz abultada y su rostro redondo.
Pero debajo de toda esa grasa había una severidad que ella reconocía. Este hombre
había ascendido a su posición derrotando decididamente a todos aquellos que lo
habían desafiado.

—Soy el Jefe secundario Wang. Superviso el harén del Emperador. —Hablaba


con tanta facilidad como si le trajeran mujeres atadas todos los días. Quizá lo hacían.

Desde el interior de su túnica, sacó un pequeño frasco y se lo entregó a Lilette.


—Haga el favor de tomar un trago de esto.

Ella miró el frasco con cautela. —¿Qué contiene?

—Una tintura inofensiva.

No le creyó. Él la estaba observando muy de cerca. —¿Y si me rehúso?

—Hay otras formas, menos agradables, para garantizar su cooperación.

Los guardias se acercaron. Lilette quería luchar, pero estaba cansada del
maltrato. Y no podría ganar. Paciencia, se recordó. La oportunidad llegará.

Con expresión firme, tomó un trago del líquido, luego llevó su muñeca a sus
labios y escupió en su manga tanto como se atrevió.

—La mitad de un trago es casi tan eficaz como la dosis completa —le dijo él.
Tomó el frasco y lo cerró, luego cortó el trapo que ataba sus muñecas—. Si hace el
favor de acompañarme.

No era una pregunta. Luego de frotar sus muñecas para que volviera la
circulación a sus manos, Lilette deslizó su mano dentro del bolsillo y rozó con su
pulgar el borde afilado del fénix. Examinó las murallas, a los soldados patrullando en
la parte superior, y consideró la posibilidad de intentar correr. ¿Pero adónde iría?
—Correr le hará ganar veinte azotes con una caña de bambú —dijo el Jefe
Wang de manera casual.

Cuando Lilette no se movió para seguirlo, inclinó la cabeza hacia un costado.


—Las puertas exteriores están cerradas. Hay cientos de la élite en todo el recinto… y
eso si puede ganar corriendo a los que tiene enfrente, algo que no ha sucedido todavía.
Pero la invitamos a intentarlo. Por lo general, con una sola vez alcanza para que una
concubina se tranquilice y acepte su nueva vida.

Los guardias de la puerta se acercaron. Como seguía sin moverse, el Jefe Wang
dio un suspiro largo y dolorido, la tomó del brazo lleno de moretones, y la arrastró
más allá de los guardias.

Del otro lado de la puerta, Lilette miró a su alrededor. Había árboles hermosos
llenos de frutas y flores perfumadas crecían por todas partes. Del lado derecho, había
una fuente de agua goteando dentro de un lago circular repleto de cisnes. Un mono la
llamó desde un árbol.

Las plantas eran tan abundantes y exuberantes que le recordaron a la selva de


su hogar. Sus ojos se llenaron de lágrimas que se rehusó a dejar caer. —¿Este es el
harén?

El Jefe Wang siguió caminando, a paso algo encorvado y como adolorido. —Sí.
Las esposas, concubinas y los niños más pequeños del Emperador viven aquí. —Wang
la miró de arriba abajo—. Se le ha otorgado la más aislada de nuestras residencias.

—¿Y el Heredero y sus concubinas? —preguntó ella.

Él levantó una ceja. —El Heredero vive en el palacio con su esposa. No tiene
concubinas.

Entonces Chen había hecho una excepción por ella. Miró entre los árboles y vio
varias casas pequeñas.
Todo era equilibrado y fluido. Pero la tranquilidad estaba interrumpida por las
enormes murallas, y los guardias que rondaban por el camino. Aunque era hermosa,
seguía siendo una prisión.

Lilette escuchó murmullos y música justo antes de divisar un grupo de mujeres


junto al lago. Con sus túnicas de colores, todas eran hermosas y brillantes como una
mañana de verano. Había también numerosos eunucos. Todos ellos llevaban túnicas
negras y cabezas afeitadas, bajo sus lisos sombreros en forma de cono con pequeñas
borlas en el centro.

Giraron para observarla con curiosidad mientras ella pasaba.

Después de un rato, las viviendas empezaron a escasear hasta que Lilette no vio
a nadie más. Columpiándose de rama en rama, el mono continuaba siguiéndola. El
Jefe Wang la condujo por un camino lateral hacia una vivienda aislada. A diferencia
de las otras, ésta tenía una pared de la mitad de la altura que el muro del harén. El
mono se posó en la parte superior y los llamó.

—Recintos dentro de otros recintos —murmuró ella.

Wang la condujo del otro lado de la puerta, dónde había un jardín extenso y
una casa enorme. —No puede salir de este recinto sin permiso del Emperador.

Así que estaría aquí sola. Bien. Eso facilitaría la huida. —¿Y los más grandes?

Wang le dirigió una mirada de curiosidad.

—Los niños más grandes —aclaró cuando llegaron a la terraza de la casa—.


Usted dijo que los más pequeños viven aquí. ¿Dónde viven los más grandes?

—A los doce años, todos los niños son llevados al palacio de la montaña. —
Wang abrió la puerta con red metálica y entró en la casa—. Los niños son entrenados
como soldados o monjes. Las niñas son entrenadas en las artes conyugales.
Lilette colocó su mano a modo de protección sobre su vientre mientras la
determinación se endurecía en su interior. Voy a encontrar una forma de salir, se prometió
a sí misma antes de seguir a Wang al interior.

Ante ella había una habitación grande. En el centro había una pequeña mesa
rodeada de almohadones delicadamente bordados. Había un braserito apagado situado
a un costado. La casa, con aroma a aceite de limón, estaba dividida en ambos
extremos por biombos.

—Su sirviente personal aún está siendo seleccionado. Hasta entonces… —El
Jefe Wang destapó una bandeja llena de té, frutas frescas, y rollos primavera rellenos
con verduras—. Le traje esto hace unos momentos. Su sirviente llegará para prepararla
antes de que venga el Heredero en algún momento, el día de mañana.

—¿Esta noche no? —Lilette refrenó su alivio hasta que Wang lo confirmó.

—Quería darle tiempo para adaptarse.

Ella ocultó su escalofrío al estudiar los complejos dragones de cuatro garras


tallados en las vigas a lo largo de las paredes y la columna vertebral de la vivienda.
Pasó sus dedos suavemente sobre una de las afiladas garras, preguntándose cuánto
tiempo le habría llevado al tallador esculpirlo en las vigas.

—Debo advertirle que, si traspasa las puertas del recinto, será azotada. Si
alguna vez abandona el harén, será asesinada.

Luego de intimidarla con la mirada, Wang se fue. —¡Y no alimente a los


monos! —le advirtió.

Ella no se movió hasta que él cruzó el jardín y cerró la reja a su paso. Sus
sentidos ya estaban entorpecidos por cualquiera fuera la droga que él le había dado.

Registró la casa, en busca de algo útil para escapar: cuchillos o cuerda, o joyas
que pudiera vender. Nada en el salón principal. Abrió uno de los biombos laterales
para revelar una habitación vacía—dos esterillas para dormir se extendían una al lado
de la otra. Se le secó la boca de repente y cerró el biombo rápidamente.
Cada vez era más difícil concentrarse. Sacudió la cabeza para despejarse y
cruzó la habitación hacia el otro biombo de seda. Detrás había repisas con cerámica y
canastas y otra esterilla de dormir, obviamente para su sirviente. Buscó entre las
canastas, pero estaban vacías excepto por algún rastro de arroz y de hojas. No había
cuchillos.

Ni siquiera un poco de hilo. Así que no tenía nada más que su astucia y su
cuerpo. Tendría que ser suficiente. De regreso en el salón principal, Lilette se arrodilló
ante la bandeja de comida. Metió todo excepto el arroz y uno de los rollos dentro de
un trapo de cocina que había encontrado en el segundo cuarto, luego ató el trapo y lo
metió dentro de su túnica.

Acercándose a la puerta, mordisqueó el rollo picante que había dejado fuera,


pero al pensar en las dos esterillas de dormir que estaban una junto a la otra, su
garganta se cerró tanto que apenas podía tragar. Caminó hacia afuera. El mono la
llamaba. Recordando el comentario de despedida de Wang, tiró el rollo al pie del
árbol. El mono lo cogió de golpe y volvió a trepar a toda velocidad. Justo cuando
extendía la mano hacia la puerta, el efecto total de las drogas la golpeó.

Se tambaleó hacia atrás, con los pies inestables. Se le aflojaron las piernas y
cayó inmóvil al suelo. Antes de saber lo que ocurría, todo se oscureció.
Traducido por Yann Mardy Bum

Lilette me dijo una vez que no confiaba en la belleza—ni en la suya ni en la de nadie. Que era
una gran ilusión. ~Jolin

ilette se despertó con un sonido metálico. Se encontró sobre los almohadones


junto a la mesa. Alguien la había movido. Luchando contra el cansancio que
aún entorpecía sus sentidos, se apoyó sobre los codos y vio a una mujer
arrodillada que colocaba una tetera en el brasero. Llevaba una túnica hasta los tobillos
y pantalones de fina seda negra. Su pelo estaba acomodado sobre su cabeza y se
mantenía en su lugar con unos palillos.

Lilette miró hacia la cortina abierta. La luz casi se había extinguido—era de


noche. Había dormido casi la mitad del día. Gimió de frustración.

La mujer sirvió un poco de comida en un recipiente de cobre. El recipiente


crujió y de inmediato el aire se llenó del olor oscuro y dulce de una salsa marrón. Pero
lo que debería haber sido un aroma delicioso, sólo le revolvió el estómago. Se sentó
sobre sus rodillas, con el trapo húmedo lleno de comida pegado a su costado. —¿Quién
es usted?

—Mi nombre es Sima. He sido asignada como la sirvienta de la señora. Viviré


con usted y me ocuparé de todas sus necesidades. Hoy, voy a preparar la comida y
comenzar los preparativos de la señora antes de que el Heredero venga esta noche.

Lilette alzó la cabeza. —Creí que vendría mañana.

Sima apretó los labios. —¿Si? Bien. Eso nos dará más tiempo.
Sería mucho más difícil escapar con esta mujer vigilándola. —No necesito una
sirvienta. Por favor, sólo váyase.

—Me temo que eso no es posible. —Sima carraspeó—. Dígame. ¿Por qué la
eligió el Heredero?

Lilette miró a través de la puerta, hacia las murallas. El sol comenzaba a


esconderse detrás de ellas.

Su tiempo se acababa. Se puso de pie tambaleante y se acercó unos pasos hacia


la puerta.

Sima estuvo a su lado al instante. —Desaparece lentamente. Siéntese, descanse.


Habrá pasado para mañana.

—No tengo tiempo para descansar —dijo entre dientes. Llegó a la puerta y se
detuvo.

Un hombre esperaba afuera. Al verla, se adelantó. Sima extendió una mano


para detenerlo. —Sólo quiere algo de aire fresco. Ya regresa.

Aunque todo el cuerpo le dolía, Lilette le permitió a Sima llevarla adentro de un


tirón y sentarla en los almohadones.

—¿No ha elegido estar aquí? —Sima sonaba sorprendida.

—No —suspiró Lilette, su corazón latía con desesperación—. No lo elegí.

Sima frunció el ceño. Un momento después, suspiró. —Nadie se va jamás. Ni


las que tienen ayuda.

Lilette apretó los puños a sus costados. Tenía que haber una forma. Si no era
ahora—se preparó mentalmente para lo peor, mientras el miedo la golpeaba—sería
pronto.

—¿Se me permitirá alguna vez salir de este recinto? —Sería mucho más fácil
escapar si estuviera del otro lado de esos muros.
Sima revolvió las verduras. —A veces, si la época de calor resulta especialmente
mala y las necesidades del imperio no son demasiado exigentes, nos vamos al palacio
de verano en las montañas, al centro de la isla. Es hermoso y suficientemente remoto
para que se nos permita viajar más allá de los muros del palacio. —Había un indicio
innegable de nostalgia en la voz de la mujer—. Aun así, la mayoría de las concubinas
nunca salen del recinto. Unas pocas elegidas pasan algún tiempo en el palacio, si el
Emperador lo desea.

Lilette sabía que Chen nunca correría el riesgo de sacarla de la seguridad de


estos muros. Escapar tomaría tiempo y una planificación cuidadosa, algo que ella no
tenía. Cerró los ojos y se imaginó en su hogar, sentada en la costa, con el sol en llamas
hundiéndose en la inmensidad de las aguas del mar. Las imágenes la tranquilizaron.

Sima colocó la comida ante Lilette, quien se negó a mirarla. La mujer se sentó
en sus talones, con las manos sobre sus piernas. —¿No va a comer, señora?

Lilette alejó la comida para no tener que olerla. —No estoy bien.

—¿Comió los alimentos que dejé para usted antes? La bandeja estaba vacía.

Lilette suspiró. No podía contarle sobre la comida metida en su túnica. —


Estaba deliciosa, gracias.

Sima resopló. —Si he de enseñarle modales, debo saber más sobre usted.
¿Puedo hacerle preguntas, señora?

Lilette se limpió el sudor del rostro. —Supongo.

Sima cerró las aberturas del brasero para apagar el fuego. —Habla como una
harshena, aunque claramente no lo es. ¿De dónde es usted?

Lilette respiró profundamente, decidida a no dejar salir sus emociones. —De


una de las islas más pequeñas. —No le dijo nada de haber nacido en Kalari… no era
algo que contara a nadie. Nunca.

—¿Cómo se llamaba?
Le empezaba a doler la cabeza. Se frotó la sien. —Calden.

Sima inclinó la cabeza hacia un costado. —No luce como una harshena.

Lilette tenía el estómago revuelto. Gimiendo, se apretó el vientre con la mano.

—¿Señora? Si he de instruirla, debo saber por dónde comenzar.

La boca de Lilette se llenaba de saliva de manera incontrolable. Se sujetó los


labios con los dedos y trató de concentrarse en no vomitar. —Llegué a la isla de
Calden cuando era muy pequeña. Un hombre llamado Fa me acogió y me crio como
su hija. Murió hace unas semanas.

Intentó sin éxito alejar de su mente el recuerdo de su muerte. Demasiada sangre


había teñido la superficie del mar. Pudo saborearla al zambullirse para matar a la
anguila que había mordido la arteria del brazo de Fa.

Sima la observó atentamente. —¿Por qué el Heredero la eligió como su


concubina?

Lilette no entendía qué tenían que ver estas preguntas con el aprender etiqueta.

—No importa.

Por primera vez Sima cruzó su mirada con la de Lilette. —¿Ya ha realizado
todos sus deberes como concubina?

Lilette se tragó su rabia y trató de ponerse de pie, pero estaba repentinamente


mareada. Tropezó y alzó las manos para sostenerse, pero no había nada a lo que
aferrarse. Tropezó en los almohadones y se estrelló contra el brasero, quemando sus
manos y derramando brasas por el suelo.

Parpadeó para estabilizar su visión, pero todo era borroso e inconexo. —No
estoy bien.
Sima se arrodilló junto a ella, pero no hizo movimiento alguno para ayudarla,
ningún movimiento para apagar las brasas sobre la preciosa madera del suelo. —
Responde a mi pregunta.

Las manos de Sima estaban justo en frente del rostro de Lilette. Ella contempló
el anillo en el dedo de la mujer. Un dragón, con sus escamas de oro brillante, su rostro
increíblemente detallado, con pequeños trozos de esmeralda en los ojos. Pero lo que
más la sorprendió fueron las garras: cinco garras. Sólo la familia real podía portar un
dragón con cinco garras.

Sima se agachó y apretó la mandíbula de Lilette entre sus manos increíblemente


suaves. —Él se ha arriesgado a una guerra por ti. Quiero saber por qué.

A esa distancia, Lilette podía sentir el perfume a flores de peral de la mujer. Las
sirvientas no usaban algo tan lujoso como el perfume. Y los eunucos servían al harén.
Una clase diferente de temor se alzó dentro de Lilette.

—¿Quién es usted? —Pero no esperó su respuesta—. La mujer en el elefante. —


La esposa de Chen.

Han le advirtió que debía tener miedo. Su estómago se encogió. —¿Qué me ha


hecho?

Sima la sostenía con fuerza, dejando marcas en su mandíbula. —Te daré el


antídoto si me dices por qué.

—Pero… —Lilette balbuceó antes de mantener la boca cerrada. Sólo había


comido un bocado de un rollo primavera. Seguramente no era suficiente para matarla,
aunque su cuerpo le dijera lo contrario. Su corazón se aceleró, transportando aún más
rápido el veneno a sus venas. No quería morir.

—Porque soy una Bruja. Su padre intentó adueñarse de mi madre cuando yo


era una niña. Yo estaba destinada a Chen.

La expresión de la mujer se convirtió en asco. —¿Él cree que puede engendrar


su propio coro de Brujas? Nunca funcionaría. Las Brujas siempre encuentran a las
suyas. —Sima se echó a reír de repente—. Pues bien, su destrucción será fácil de
organizar. Ni siquiera voy a tener que matarlo. Las Brujas lo harán por mí.

A Lilette le dolía la cabeza. —El antídoto.

Sima entrecerró los ojos. —Una cosa más. ¿Cuál era el nombre de tu madre?

Lilette se limpió el sudor de la frente con el dorso de la muñeca. —Lellan. Su


nombre era Lellan.

Sima la examinó un largo rato. Dio un pequeño asentimiento de satisfacción


antes de soltarla y juntar la comida y el té. La mano de Lilette salió disparada,
intentando agarrar su brazo, pero había dos brazos ahora, y había alcanzado el
equivocado. La mujer la evitó con facilidad y se dirigió hacia la cortina de seda.

—¡Espere! ¡El antídoto!

La mujer se rio secamente mientras arrojaba la comida y el resto del té al suelo.


—No hay. Nunca lo hubo. —Dio un paso afuera y desapareció.

—¿Deberíamos esperar hasta que haya terminado? —llegó la voz profunda de


un hombre. Definitivamente no un eunuco.

—Es demasiado arriesgado. Además, sólo se necesita un mordisco, y todo el


plato estaba vacío. Nadie podría sobrevivir a eso —le respondió Sima con aspereza.

Un bocado era demasiado. Lilette dejó de luchar contra las náuseas y vomitó
sobre los almohadones de fina seda. Metió la mano en su túnica y tiró el trapo lleno de
comida destrozada al suelo. Tenía que salir de la casa, conseguir ayuda. Se puso de
pie, usando la pared para sostenerse hasta asomarse por la puerta.

Sima y el hombre se habían ido. Era casi de noche. Lilette levantó las manos
para no perder el equilibrio y comenzó a avanzar, pero de inmediato cayó por los
escalones. Quedó tendida respirando con dificultad, su corazón golpeteaba como un
pez moribundo. Presionó la palma de la mano contra sus costillas para evitar que se
saliera de su pecho.
Giró hacia un costado y se encontró cara a cara con el mono al que le había
arrojado la comida. Estaba tirado bajo un arbusto, muerto. Mirando por encima del
cadáver, Lilette fijó su mirada en la reja. Tenía que alcanzarla.

Los años de hacer equilibrio en el bote de pesca de Fa fueron la única razón por
la que logró ponerse en pie y mantener el equilibrio hasta llegar a la puerta.

Sus manos estaban entumecidas, sus extremidades se sacudían y estaban


extremadamente pesadas, pero se las arregló para tomar el picaporte y abrir. Se
tambaleó a través de la puerta. Todo estaba inclinado y se balanceaba a su alrededor.
Apoyada en la pared, vomitó bilis. Se apretó la boca con el dorso de su mano fría y
siguió la pared de vuelta por donde había venido.

Su corazón finalmente comenzó a desacelerarse. Por un momento, se sintió


mejor. Su vista se aclaró y fue capaz de moverse sin ningún apoyo. Su ritmo se aceleró
hasta cierto punto. Sin embargo, no duró lo suficiente. Todo estaba rodeado por un
halo de luz, como si cada objeto tuviera su propio sol detrás. Se tambaleó y tropezó
como si estuviera ebria. Chocó con algo, retrocedió, y levantó la vista, arriba, más
arriba. A través de sus turbios pensamientos, reconoció las murallas. Había ido por el
camino equivocado. Se llenó los pulmones, gritó pidiendo ayuda. Le respondió el
silencio. Con lágrimas en los ojos, enfrentó el camino por el que había venido. Podía
sentir su cuerpo apagarse.

Vio a la muerte burlarse de ella al borde de su visión. Ya era demasiado tarde.

Pero Lilette nunca antes se había dado por vencida, y la mera costumbre la
mantuvo en movimiento cuando ninguna otra cosa podría hacerlo. Dio la vuelta y
volvió tambaleante por el camino que había venido. Pero la muerte se hacía más
audaz, más siniestra. Trató de alejar la oscuridad con sus manos, pero ésta sólo se rio
mientras se arremolinaba en su interior.

Cayó al suelo, mientras todo su cuerpo se convulsionaba. La muerte se inclinó


sobre ella, y su aliento sopló contra su rostro. Olía como las orquídeas.
Traducido por Azhreik

Con el poder absoluto viene el orgullo. El orgullo procrea corrupción. La corrupción engendra
vulnerabilidad, que el orgullo se rehúsa a ver. Y así empieza el vicioso ciclo de la destrucción.
~Jolin

ilette no estaba segura de cuánto tiempo había estado tirada en el piso antes que
los brazos de la muerte se deslizaran bajo ella y la levantaran. Ella se revolvió,
disponiendo su cuerpo a que combatiera el veneno que se movía en su interior.

—Quédate quieta —dijo una voz profunda.

Inmediatamente se relajó. No era la muerte, sino un hombre. ¿Había repelido a


la muerte? Descansó su cabeza adolorida contra el pecho amplio de él. —Duele.

—¿Qué te sucedió?

La lluvia empezó a tamborilear contra su piel. —Mujer. Veneno.

—Resiste, pequeño dragón. —Él echó a correr. Después, ella recordaría poco.
Mayormente sensaciones. Los músculos de esos brazos relajándose y contrayéndose
con cada uno de los pasos apresurados. El uniforme latido de su corazón, tan diferente
a los ocasionales golpeteos del de ella. La esencia de su armadura de cuero mojado.

La forma en que la sostenía contra él y su olor, tiraron de los bordes


deshilachados de su memoria, pero no intentó unir las hebras. No le importaba lo
bastante para intentarlo.
Él se detuvo dos veces… la última vez para deslizar una puerta. Una mujer
jadeó. —¿Qué estás haciendo aquí? ¡No puedes estar aquí!

Él gruñó, el sonido vibró contra la frente de Lilette. —Aparentemente sí puedo.

Ella luchó por abrir los ojos cuando él la colocó sobre una esterilla de dormir.
—¿Es ella, no es cierto? ¿Lilette? —dijo la mujer.

—Ha sido envenenada —replicó él.

Después de un momento de vacilación, unas manos delicadas se presionaron


contra el pecho de Lilette. —Está fría. Su corazón está débil.

Lilette consiguió abrir los ojos y mirar hacia uno de los rostros más hermosos
que había visto en su vida, unos pálidos ojos verdes hacían un vivo contraste con sus
rasgos oscuros. Los ojos de la mujer eran redondos, su rostro alargado.
Definitivamente no era harshena.

Abrió la boca de Lilette y olfateó. —Ha vomitado. —Se puso al nivel de ojos de
Lilette—. ¿Te pincharon o lo consumiste?

El cuerpo de Lilette no parecía estar conectado al resto de ella. —Los rollos


primavera.

La mujer asintió. —¿Cómo sabían?

Todo estaba demasiado borroso. Entrecerró los ojos, pero no sirvió de nada. —
Como… rollos primavera.

La mujer desapareció y el hombre se inclinó sobre ella. Era Han, su rostro


marcado estaba retorcido por la preocupación.

Eso no la sorprendió. Alguna parte de ella lo había reconocido cuando la cargó.


Y de alguna forma no quiso matarlo.
Desde algún lugar cercano, sonó una campana. Lilette miró fuera de la ventana.
Ahora estaba oscuro. La mujer regresó precipitadamente a la habitación. Colocó la
cabeza de Lilette sobre sus rodillas y sostuvo una taza contra sus labios. —Bebe esto.

Lilette no tuvo mucha opción cuando el líquido entró en su boca.


Inmediatamente tuvo arcadas. Reconoció el sabor de una vida de recoger los restos de
viejas hogueras. Una mezcla de cenizas revueltas con agua.

—Mantenlo adentro —advirtió la mujer—. Absorberá el veneno.

Lilette tragó para evitar que la mezcla saliera, pero tan pronto ésta alcanzó su
estómago, vomitó inmediatamente.

—Si quieres vivir, lo mantendrás adentro.

La taza se empinó de nuevo. Era grumoso y horrible, con trozos de carbón que
se le pegaban en la garganta. Lilette tragó, y con todas las fuerzas que le quedaban,
combatió la urgencia de vomitar.

La mujer simplemente siguió vertiéndole más y más en la garganta. —He


convocado a mi eunuco. Será mejor que te vayas antes que alguien te vea —le dijo a
Han.

Él bufó. —Creo que puedo manejar a tu perro sin cola.

Los ojos de la mujer se endurecieron. —Él no mantendrá tus secretos, y te


matarán si descubren que pusiste pie en el harén. —Su rostro se suavizó y estiró la
mano, para tocar la cicatriz protuberante que iba desde su mejilla hasta su oreja
deformada—. Mi hijo, lo siento mucho.

Él se apartó de ella de un jalón. —No quiero tu lástima.

Los ojos de la mujer se anegaron de lágrimas. —Vete. Antes que sea demasiado
tarde.

Él le lanzó una última mirada a Lilette; con expresión inescrutable; antes de


girarse y salir a zancadas.
La mujer levantó la taza contra los labios de Lilette una vez más. Lágrimas
cayeron de su rostro sobre las mejillas de Lilette, como si fueran las propias. Lilette
estuvo segura que las lágrimas no eran por ella.

La mujer le acarició la cabeza. —Mi nombre es Ko. ¿El tuyo es Lilette?

Sus entrañas tuvieron un retortijón, y se hizo un ovillo. —Sí. —Gimió de


dolor—. ¿Han es tu hijo?

Dolor cruzó el rostro de Ko. —Sí.

—¿También Chen? —Lilette jadeó.

Ko sacudió la cabeza. —No. Su madre murió hace un año. —Eso convertía a


Chen y Han en medios hermanos.

El eunuco llegó. Era más joven que el primero que Lilette había conocido. Su
rostro era prácticamente infantil. —Avisa al Jefe Wang que la señora Lilette ha sido
envenenada. Deprisa.

El niño corrió.

Más eunucos vinieron. Ko les ordenó que trajeran más braseros, agua y piedras
para que hicieran vapor. —La sudaremos para sacarle el veneno. Sellen las ventanas.

Uno de los eunucos juntó las manos e hizo una reverencia a Ko. —Honorable
señora, debería irse. Nosotros cuidaremos de la chica.

Lilette apretó la mano de la mujer, rogándole en silencio que se quedara. No


estaba segura de cuándo se la había sujetado.

Ko le regresó el apretón. —Me quedaré con ella. —No pasó mucho tiempo
antes que el calor sofocante de la temporada calurosa se hubiera vuelto insoportable.
El sudor bajaba por la piel de Lilette mientras los eunucos la abanicaban. Ella
silenciosamente rogó a su corazón que siguiera latiendo.
Ko siguió vertiendo agua en la boca de Lilette. A veces lo vomitaba, a veces lo
mantenía adentro. Chen llegó con Wang y el curandero de la corte, otro eunuco con
cabello gris desgreñado que le circundaba su cabeza casi calva, su largo bigote
descansaba sobre su vientre protuberante.

Todos los eunucos de la habitación se postraron apresuradamente. Ko se


inclinó, pero no se movió de su posición como cojín para la cabeza de Lilette.

Chen le echó una mirada a Lilette y pateó un brasero. —¿Quién hizo esto?

Los eunucos se pusieron a gatas para barrer los carbones y la ceniza de vuelta al
brasero antes que quemara la casa.

Cuando nadie le respondió, Chen se arrodilló junto a Lilette. Sus manos


flotaron sobre su cuerpo antes de acomodarse suavemente sobre sus hombros. —
¿Quién te hizo esto?

Ella parpadeó con la vista nublada, los halos alrededor de todos la hacían
entrecerrar los ojos. —Una mujer. —Su voz era apenas un susurro.

Él descansó una mano sobre su frente húmeda y pegajosa. —¿Cómo lucía ella?

Lilette cerró los ojos. —Su rostro era alargado. —Tuvo que descansar—. Sus
ojos muy juntos. —Otro descanso hasta que el mareo pasó—. Portaba un anillo con un
dragón de cinco garras con… con esmeraldas por ojos. —Volvió a recostarse, exhausta
por el esfuerzo de hablar.

Chen se echó hacia atrás sobre sus talones, su rostro mostró incredulidad, que
rápidamente se deshizo en furia. Fulminó con la mirada al curandero, que ya estaba
mezclando polvos en agua hirviendo. —Si ella muere, tú mueres. ¿Entendido?

El hombre hizo una reverencia, claramente aterrado.

Chen lanzó una mirada final a Lilette antes de salir como vendaval. Los
eunucos lo siguieron, deslizaron el biombo y lo sellaron para evitar que el vapor
escapara.
Ko observó al curandero añadir más polvos, con el ceño fruncido. —¿Qué es
eso? —preguntó la madre de Han.

El curandero revolvió el brebaje con fuerza. —Honorable señora, es un veneno


para contrarrestar el veneno. Cenizas de ranas venenosas, ciempiés y serpientes.
También lo mezclé con costras de tierra para atrapar su alma dentro de su cuerpo.

Ko lo miró fijamente. —¿Le va a dar más veneno?

Él levantó el rostro de Lilette y la ayudó a bebérselo. Ella se atragantó y vomitó.


—Este es sólo el primero de sus tratamientos. Debemos limpiar su cuerpo de las
toxinas. Quítenle las vestimentas.

Los eunucos le quitaron la túnica y procedieron a tratar a Lilette en formas que


ella esperaba nunca experimentar de nuevo. Cuando todo hubo finalizado, estuvo
demasiado exhausta para mantener los ojos abiertos y demasiado adolorida para
dormir. Escuchó a Ko tararear mientras los eunucos la abanicaban.

Eventualmente hubo una brisa de aire seco. Una fresca sábana de seda cubrió el
cuerpo de Lilette.

—¿Cómo está? —Era la voz de Chen.

El curandero respondió. —He hecho todo lo que he podido por ella.

—¿Y? —La voz de Chen poseía una advertencia innegable.

El curandero no respondió. Lilette sabía lo que su silencio significaba, pero


estaba demasiado débil para temer a la muerte.

—Lilette. —Se removió un poco. Sus miembros estaban muy pesados—.


Lilette. Abre los ojos.

Ella parpadeó para descubrir que de nuevo era de mañana. Chen se erguía sobre
ella. Su mano estaba cerrada sobre la nuca de una mujer. —¿Es ella quien te envenenó?
Era su esposa, Sima… o cualesquiera que fuera su nombre real. Sólo que ahora
su túnica era la más fina que Lilette había visto nunca. Su cabello estaba acomodado
en trenzas elaboradas, con peinetas enjoyadas y orquídeas destellantes en la coronilla.

Lilette asintió una vez. Los ojos de Chen relampaguearon.

Su esposa parecía no poder respirar adecuadamente. —¡Ni siquiera sabía que


ella existía!

—Con la cantidad de espías que tienes por todo el palacio, Laosh, no lo creo. —
La arrojó al suelo. Como de muy lejos, Lilette observó cómo la mujer se puso de pie
tambaleante. Chen se acercó a ella mientras los eunucos permanecían postrados.

Laosh alcanzó la pared. No había ningún lugar al que pudiera ir. Chen sacó
lentamente su espada. —Y ella no es la primera.

Su esposa lo miró con ira. —¡Cuando te casaste conmigo juraste que no


tomarías a otra! Se lo prometiste a mi padre.

Él levantó la espada sobre su cabeza. —Parte de nuestro acuerdo era que me


proveerías de hijos. Tu infertilidad anula nuestro contrato.

Los ojos de ella relampaguearon una advertencia. —Mátame y mi padre


levantará en armas sus ejércitos contra ti. Destruirá a tu ciudad, a tu gente. ¡Todo!

—Ni siquiera tu padre puede salvarte de la ley, Laosh.

Ella gritó hasta que la espada bajó, para silenciarla. Lilette acababa de
atestiguar cómo Chen mataba a su esposa. Esperó a que el horror y el disgusto
llegaran, pero no fue así. En su lugar, todo lo que sintió fue una indiferencia
entumecida, como si nada de lo que veía fuera real.

Chen retrocedió un paso, con una expresión de repugnancia en el rostro. —


Eunucos, limpien este desastre. Envíen su cuerpo de vuelta a su padre. Él puede
encargarse de enterrarla.
Caminó a zancadas hacia Lilette, con la sangre goteando de su espada. —¿Está
muriendo?

El silencio fue la respuesta.

Abofeteó al curandero. —¡Respóndeme!

El hombre se quedó parpadeando desde donde había caído al suelo. —Sí,


Heredero. Ella está muriendo.

Chen se giró y salió sin dirigirles otra mirada.


Traducido por Beneath Mist

Lilette vio algo esa noche, algo que la perseguiría el resto de sus días. ~Jolin

os latidos del corazón de Lilette se alejaron más y más hasta que flotó de nuevo
en el espacio intranquilo entre la vida y la muerte, como si desde la distancia
sintiera el movimiento y la inquietud. Finalmente, una explosión le devolvió la
consciencia. Aunque las mantas oscurecían la habitación, pudo ver los destellos de los
relámpagos.

El viento azotaba la casa.

Chen estaba de pie en el umbral, espada en mano, y el agua goteaba de su ropa.


Ante él había una mujer, ésta muy diferente a la última. Estaba demacrada y parecía
de la edad de Lilette. Su cabello húmedo a la altura de la barbilla, del color de las
cenizas mezcladas con tierra, estaba dividido exactamente por la mitad y metido detrás
de sus orejas. Su extraña túnica, que le llegaba a los pies, tenía un corpiño ajustado y se
ensanchaba bajo sus caderas.

Era una de las Brujas. Lilette trató de hacer que su boca funcionara para decir
algo, cualquier cosa, pero no pudo vencer la pared de dolor y debilidad.

—Estoy al tanto de que eres la mejor sanadora, así que sánala —le dijo Chen a
la mujer.

—Ya te lo he dicho, no soy una sanadora, soy una pocionista —replicó, en un


harsheno casi perfecto—. Pero es cierto, soy la mejor, y se podría discutir si las mejores
pocionistas son también las mejores sanadoras.
Una mirada curiosa se apoderó de su rostro cuando se percató de la presencia
de Lilette. —¿Qué le ha ocurrido?

Chen apretó los dientes. —Ha sido envenenada, es por eso por lo que necesito
una pocionista.

Los ojos de la mujer se entrecerraron. —¿Con qué?

Le tendió un paño de cocina de aspecto familiar. —Lo encontramos en su casa.

Ella abrió la toalla, y sus cejas se levantaron cuando lo contempló. Seleccionó


algunas de las verduras mustias del rollo primavera y las sostuvo a contra luz.

Mordisqueó el extremo de una de ellas antes de escupirlo en el suelo. Se limpió


la lengua con su manga húmeda por la lluvia. —Una variación simple pero eficaz del
morte. Es bastante rara, y sólo está disponible con las Brujas del mercado negro, y sin
el antídoto, siempre es letal.

Chasqueó la lengua en el paladar como si quisiera limpiar el sabor. —¿Has


interrogado al que la envenenó? Sería de mucha ayuda saber cuánto ha consumido.

Los ojos de Chen se posaron en la esquina. Los eunucos habían fregado el


suelo, pero la sangre lo había manchado de marrón oscuro.

La mujer siguió su mirada y ahogó un grito. Se volvió para enfrentar a Chen. —


¿Qué ha pasado aquí?

Él se negó a volver la mirada hacia la mancha. —El que la envenenó admitió su


crimen y fue castigado.

—¿Así que simplemente lo mataste? —murmuró la mujer.

Chen no se molestó en corregirla. —Soy el Heredero. Mi palabra es justicia.

Ella cerró la boca. —No quiero formar parte de esto.

Trató de pasar a su lado, pero él la bloqueó. —¿De verdad la dejarás morir por
algo que yo hice?
Ella miró a Lilette por encima de su hombro, como si hubiera olvidado que
estaba allí. —Al menos puedo proporcionarle el antídoto. —Se puso frente al
curandero rechoncho—. ¿Qué le ha dado?

El hombre entrelazó los dedos y los posó sobre su estómago. —Estamos


haciendo que sude…

La mujer sacudió la cabeza, como si estuviera disgustada. —Evidentemente. El


calor va a matarme y yo estoy perfectamente saludable. ¿Qué más?

El frunció el ceño y miró a Chen. El Heredero simplemente le hizo un gesto


para que continuara. —Las cenizas de criaturas venenosas para combatir el veneno de
su interior, y costras de tierra para atrapar su alma dentro de su cuerpo —dijo el
curandero.

La mujer lo miró antes de volverse hacia Chen. —¿Está tratando de matarla?

El curandero farfulló una respuesta, pero la mujer lo ignoró. —Bien. La


ayudaré —le dijo a Chen—. Pero quiero que él se vaya.

El Heredero hizo un gesto al curandero, que pareció aliviado de abandonar la


estancia.

Se arrodilló junto a Lilette y le apartó el cabello de su frente húmeda. —Soy


Jolin. —Examinó la piel de Lilette, como si estuviera viendo algo desconcertante ahí.
Sacó de su bolsillo un artilugio hecho de fragmentos de cristal coloreado conectados
con cables delgados. Lo puso en su nariz y miró a Lilette.

Jolin puso el cristal rosa sobre sus ojos y ahogó un grito. —Eres tú. —Se volteó
hacia Chen—. Esta es la mujer que hemos estado buscando, la que nuestras oyentes
percibieron.

Lilette casi rompió a llorar de alegría. ¡Al fin! Quería preguntar por su hermana,
pero el dolor era una barrera que no podía cruzar.

—Es mi concubina —dijo Chen con firmeza—. No puedes llevártela.


Jolin frunció el ceño. —Todas las Guardianas deben venir a Haven para
probarse.

—Esta no.

—Por piedad de las Creadoras…

—No invoques a tus diosas en suelo harsheno —advirtió Chen.

—También son tus diosas —murmuró Jolin en voz tan baja, que Lilette estuvo
segura de que nadie más la había escuchado. Chica lista.

Los ojos tormentosos de Jolin se volvieron hacia Chen. —Está bien, la salvaré.
Discutiremos el resto más tarde.

Él inclinó la cabeza, con los labios fruncidos. —No hay nada que discutir.

Ella murmuró algo ininteligible, y un sentimiento de resolución pareció


asentarse en ella. Sin apartar en ningún momento sus ojos de Jolin, Chen salió de la
habitación.

Ella lo ignoró intencionadamente mientras se retiraba. —Abran las ventanas y


dejen que salga este insoportable calor.

Ko sacudió la cabeza. —Debemos hacer que exude el veneno.

Jolin comenzó a sacar semillas de un cinturón en su cadera. —Este calor la está


matando más rápido que el veneno. Abran las ventanas y que uno de sus… —pareció
esforzarse por encontrar una palabra apropiada para los eunucos— hombres la bañe con
agua y la abanique hasta que se enfríe.

Una brisa hizo cosquillas en los diminutos vellos del cuerpo de Lilette cuando
parte del calor opresivo escapó. Cuando el agua fría se deslizó por su piel, suspiró de
alivio.
—Volveré —dijo Jolin antes de salir. Cuando regresó unos minutos después,
llevaba un puñado de hojas de color verde oscuro—. ¡Fuera! —ordenó a los eunucos—
. No puedo pensar con todos estos cuervos aleteando alrededor —murmuró.

Cuando salieron arrastrando los pies, Jolin molió las hojas en un mortero.
Después añadió agua fría, y cada giro de la mano del mortero parecía inculcarle un
sentimiento de resolución más fuerte. Momentos después, vertió la mezcla en la boca
de Lilette.

Tenía un sabor fresco, verde, y un poco amargo. Lilette lo tragó como acto
reflejo, su cuerpo lo reconoció de alguna forma como algo que necesitaba
desesperadamente. De repente, los calambres de su estómago se aliviaron. Con parte
del dolor y del calor insoportable disminuidos, varios de sus músculos se destensaron y
ella se relajó. Cerró los ojos cuando su corazón comenzó a disminuir su ritmo incluso
más.

—Bien. El antídoto ya está funcionando. —Jolin se inclinó sobre ella tan cerca
que Lilette pudo sentirla—. Tendrás que luchar si quieres vivir.

Con un poco de su dolor vencido, Lilette descubrió que podía hablar de nuevo.
—Nunca he dejado de luchar.

Alguien puso una oreja contra su pecho y dijo: —Vinimos a buscarte, sabes.
Sentimos tu canción, aunque nos imaginábamos que estabas lejos al sudeste. Eres una
de nosotras, una de las Guardianas. Tú cantas y el mundo obedece.

El agotamiento invadió a Lilette, y las palabras de la mujer se volvieron


confusas en su cabeza. Lilette deseó que la dejara en paz. Estaba muy cansada.

—Necesito que sigas despierta, Bruja novata —dijo Jolin—. No hemos venido
de tan lejos sólo para que te mueras ahora.

—Llegan tarde —logró decir Lilette. Podía escuchar a Jolin trabajando sobre su
mortero.
La mujer dejó escapar una risita. —Si estuvieras en manos de alguien más,
estarías perdida. Afortunadamente, estás en las mías, y yo soy la mejor.

A pesar de sus palabras, Jolin sonaba realmente preocupada. Comenzó a cantar


en el lenguaje de las Creadoras, el lenguaje del poder. Lilette había olvidado esas
palabras tiempo atrás, pero el sonido y el ritmo eran tan familiares como el latido de su
propio corazón.

Lilette sintió que alguien la levantaba desde atrás. Era Ko. El charco de sudor
que se había formado en el hueco de la garganta de Lilette ahora descendía entre sus
pechos. Alguien vertió algo en su boca.

—Estas hierbas acelerarán tu corazón —explicó Jolin—. No mueras antes de


que empiecen a funcionar.

Ko y ella recostaron de nuevo a Lilette, y sintió cómo estaba dejando de


funcionar por sí sola. Se estaba haciendo más difícil respirar. Unos momentos después,
el corazón de Lilette latió una vez más y se detuvo.

—No —exclamó Jolin—. Sólo dale tiempo a las hierbas para funcionar. Dales
sólo un momento.

Lilette regresó de la frontera de algo más oscuro que el sueño, para responder:
—Lo siento.

Todo comenzó a nublarse. Deseó que su corazón latiera de nuevo, y lo hizo,


una vez. La estancia se hizo más brillante, y la luz inundó todo a su alrededor hasta
que destelló en un blanco cegador.

El último sonido que escuchó fueron los sollozos de Ko. Y después ocurrió lo
más extraño. A través del resplandor apareció una silueta alargada y delgada. Después
de un momento la silueta adoptó la forma de una mujer, y de pronto Lilette la
reconoció. —¿Madre?

Lellan extendió las manos y acunó sus mejillas. —Hija, no tengo mucho
tiempo. Debes escuchar.
Además de Lellan, había una música desgarradoramente hermosa. Llenó el
cuerpo de Lilette con anhelo, un dolor más profundo que cualquiera que hubiera
llegado a imaginar alguna vez. —Me estoy muriendo.

La sonrisa de su madre desapareció. —Así no. Esta labor necesita una mártir.

Lilette inclinó la cabeza hacia un lado. —¿Qué quieres decir?

—No se supone que observemos, y ciertamente no podemos interferir, pero no


puedo soportar esto. Se han puesto en marcha cosas terribles. Destruirán el mundo
entero.

Lilette apartó su atención de la cautivadora música para centrarse en su madre.


—No lo entiendo.

Lellan presionó las yemas de sus dedos contra la frente de Lilette.


Inmediatamente, Lilette se vio inundada con escenas de caos y destrucción, ciudades
enteras ardiendo, ejércitos colisionando con la fuerza de una ola al romper, tornados y
monzones arrancando la vida de la faz de la tierra. Por último, Harshen hundiéndose
en el océano, el palacio en sí fue la última cosa en desaparecer bajo las aguas agitadas.

Impactada, Lilette dejó escapar un grito de horror. Se dijo a sí misma que esas
cosas terribles no habían ocurrido, que no podrían ocurrir nunca.

Lellan cerró los ojos. —Salva a los que puedas.

Lilette tomó aliento, temblorosa.

—He preparado el terreno para ti —continuó su madre—. Todo lo que necesitas


es estar preparada. Encuentra la ciudad Arboleda.

—Pero Chen… Estoy atrapada en su harén.

Los ojos de Lellan brillaron. —Chen tiene razón en una cosa: eres un arma,
pero no una que él pueda empuñar. Pruébale que su arma puede volverse contra él.
La respiración de Lilette se entrecortó. Se estaba desvaneciendo, algo la
empujaba hacia la luz y la música. Y de repente no le importaba salvar el mundo.
Anhelaba la música, sólo la música.

—No hay tiempo. Si no detengo esto ahora, morirás. —Lellan la agarró de


ambos brazos—. Eres mi hija, una guerrera del mundo, no un juguete para príncipes.
¿Vas a hacer lo que sea necesario?

A Lilette le costó tener que apartarse de la música y la luz. —Sí.

Su madre asintió. —Vive. —La palabra brotó como una canción, y la carne de
Lilette respondió a la orden. Se hundió de nuevo en su cuerpo. Lellan se arrodilló
junto a ella y presionó los labios contra la frente de su hija—. Que la luz te guíe.

Caminó hacia el resplandor, que se atenuó antes de desaparecer por completo.


La música se alejó más y más. Las lágrimas brotaron de los ojos de Lilette, y llenó su
cuerpo un dolor que no tenía nada que ver con su enfermedad.

Ko estaba desplomada, llorando, con la cabeza entre las manos. Lilette tomó
aire en un jadeo. Su corazón palpitó con fuerza, llenándola con una explosión de
sangre. Aspiró aire con sus pulmones famélicos.

Jolin se irguió y puso la oreja contra el pecho de Lilette para escuchar su


corazón.

—Algo de beber —murmuró Lilette.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Ko.

Jolin palmeó su muslo. —¡Sabía que podrías hacerlo!

—Por favor —rogó Lilette. Su garganta estaba tan seca, que las palabras le
salían como dos piedras que se rozaban entre ellas.

Ko llamó a los eunucos de fuera de la habitación. Se apresuraron a acudir, y


prácticamente tropezaron para servirla. Ella se sentó sobre sus talones. —¿Cómo es
esto posible? Estaba muerta. Tú misma lo dijiste.
Jolin se puso el cabello detrás de las orejas. —Fue la poción que le di. Le
aceleró el corazón.

Mientras Lilette miraba al espacio donde su madre había desaparecido, el


anhelo llenó su pecho.

Ya añoraba desesperadamente la música.


Traducido por mariabluesky

Traje a una mujer de vuelta de la muerte. A veces mi proeza me asombra hasta a mí. ~Jolin

ú sabías que nuestro grupo vino aquí a buscarla—dijo una voz femenina.

Después de varios segundos de silencio, un hombre respondió: —Sí.

—Y aun así nos hiciste creer que no sabías dónde estaba ella —dijo la
mujer.

Lilette se despertó de su sueño para escuchar la conversación. No sabía si había


dormido durante horas o días, sólo que afuera había luz.

Los brazos de Chen estaban cruzados en su pecho. —Si les hubiera contado
dónde estaba ella, habrían intentado llevársela.

Jolin se paró ante el Heredero, con los puños en las caderas. —Todas las Brujas
deben ir a Haven para aprender. Es la ley.

Chen la fulminó con la mirada, su pulgar tocando la empuñadura de su espada.


—No es la ley de Harshen.

—Sé lo que estas intentando hacer—gruñó Jolin—. Te lo prometo, esto no


terminará bien.

—Tú no sabes nada.

Lilette no se perdió la amargura en su tono. Ella se humedeció la boca con


saliva y susurró: —Llévame contigo.
Jolin la miró, con el triunfo resplandeciendo en sus ojos. —¡Lo sabía! Sabía que
ella no querría quedarse aquí.

Lilette se permitió un momento de satisfacción, pero se acabó deprisa cuando


Chen se movió hacia dos eunucos detrás de él.

—Tráiganme su cinturón de semillas.

—¿Qué? ¿Qué estás haciendo? —Jolin dio marcha atrás, y le dio una patada a
uno de los eunucos, cuando él se abalanzó hacia ella. Los eunucos le quitaron el
cinturón y se echaron atrás.

Lilette empezó a incorporarse, determinada a ayudar a Jolin, pero Ko la sujetó.


—Quédate quieta —susurró la mujer mayor—. Lo que digas o hagas sólo lo
empeorará.

Chen cogió el cinturón, recorriendo con sus dedos algunos de los


compartimentos. —Asegúrense de que ninguna de ellas sale de la casa.

El pecho de Jolin se levantó y bajó mientras respiraba con fuerza. —¡No puedes
retenerme aquí!

Chen le lanzó una mirada fulminante. —Me temo que no tengo otra opción. Si
las Brujas supieran que Lilette está aquí, tomarían represalias, y mi imperio estaría en
peligro. No puedo permitirlo.

Lilette quiso estrangularlo.

Jolin intentó caminar detrás de él, pero los eunucos le bloquearon el camino.

—¿Entonces para que me trajiste aquí en primer lugar?

Chen se dio la vuelta, evaluándola. —Ella estaba demasiado débil para hablar.
Nunca se me ocurrió que dedujeras lo que era sólo con mirarla. Y se estaba
muriendo.— Su voz se perdió al final, como si realmente se preocupara.

—¡Ella es blanca! Tenías que haber sabido que lo descubriría.


Chen se rio entre dientes.

—No es como si ella fuera la única concubina blanca en el harén. Mi padre


tiene diversos gustos en mujeres.

—Sin conocimiento —Jolin tragó—, ella es tan inútil para ti como un halcón
con las alas cortadas.

Después de un momento, Chen dijo: —Veo la verdad en eso. Es por ello que tú
le enseñarás.

—¡No haré tal cosa! —ladró Jolin—. No enseñaré a tu concubina cómo pelear
contra nosotras.

Él dio un paso hacia ella. —Le enseñarás. Estoy seguro de ello.

—Estás asustado, es de donde viene todo este enfado. ¿Es porque soy una
Guardiana? ¿O simplemente temes a algo más poderoso que tú?

Chen cerró su puño. —Si tú hubieras visto las cosas que yo he visto, si
conocieras las cosas que conozco, también estarías asustada.

Jolin miró el puño de él. —Tócame y te arrepentirás.

—Tu canción no es lo suficientemente fuerte para hacer daño real.

La mano de ella fue un borrón cuando lo abofeteó. —¡No es sólo mi canción la


que puede herirte! —Los eunucos se lanzaron hacia delante y la frenaron.

Chen presionó los dedos contra su mejilla enrojecida. —El castigo por golpear
al Heredero es la muerte. Como recompensa por salvar a Lilette, perdonaré tu vida.
Pero serás azotada para enseñarte buenos modales. Después de todo, no puedo tener
otra concubina con tan poco respeto por su Heredero.

Jolin lo miró con la boca abierta. —No te atreverías. —Él inclinó la cabeza y le
dio una sonrisa torcida antes de que ella dijera—. ¡Mis Guardianas nunca lo
permitirán!
Él se encogió de hombros. —Cogiste la misma peste que tenía mi concubina.
Causa furúnculos por toda la cara. Muy desfigurante para el cuerpo.

Jolin luchó contra los eunucos que la sujetaban. —No tienes ni idea del nido de
víboras en el que te estás metiendo.

—¿No?—Chen rio, pero no había humor en su risa—. Cinco azotes —le dijo a
los eunucos, y entonces se giró y se fue sin mirar atrás.

Los eunucos empezaron a arrastrar a Jolin.

—Por favor —dijo Lilette estirando la mano hacia ellos.

Ko descansó su mano sobre el hombro de ella. —Ellos no tienen elección.

Jolin pateó y se retorció.

—Pagaran por esto. ¡Lo juro! Las Brujas harán caer una maldición sobre sus
cabezas.

—No luches contra ellos —dijo Lilette débilmente—. Guárdalo para cuando
sirva de algo. —Pero Jolin estaba gritando y luchando con tanta fuerza, que Lilette
dudó de que la hubiera escuchado.

Cuanto estuvieron fuera del alcance del oído, Ko susurró: —Jolin debería estar
agradecida que sólo son azotes.

—Él no puede forzarla a ser su concubina. No es correcto —dijo Lilette.

—Él puede hacer lo que quiera.

Lilette lo sabía mejor que nadie.

—¿Le creerán las Brujas?

La mirada de Ko estaba fija en el suelo. —No lo sé.


Un eunuco le trajo a Lilette otro tazón de rico caldo. Aunque Ko tuvo que
ayudarla a sentarse, fue capaz de sujetar el tazón y bebérselo ella sola. Fue un alivio
cuando su cuerpo le dio la bienvenida a la comida en vez de rechazarla.

—¿Cuánto tiempo he estado dormida? —preguntó ella.

Ko le rellenó la taza de té. —Casi un día entero.

Lilette pasó su mano sobre su cara en frustración. Un día entero desperdiciado.


—¿Jolin dijo algo sobre mi hermana? —Bajó su tazón vacío—. La vi con las otras
Brujas.

Ko sacudió la cabeza. —Lo siento.

Lilette terminó unas pocas tazas de té que los eunucos habían preparado de
acuerdo con las instrucciones de Jolin. Entonces Ko hizo salir a todos los eunucos.

A pesar de su preocupación por Jolin y la angustia por su hermana y las demás,


Lilette se durmió. Se despertó a hora avanzada de la tarde, sintiendo como si ya no
estuviera en manos de la muerte.

Un eunuco que había estado arrodillado en una esquina, se postró y salió de la


habitación. Ko vino unos momentos después con más caldo, esta vez con fideos.
Lilette se sentó por si sola por primera vez en dos días. Una cosa muy pequeña, pero
que pareció una victoria. Aunque temblaba, era capaz de beber ruidosamente la
comida ella sola. Ko se fue durante un rato mientras el eunuco bañaba a Lilette.
Entonces se durmió de nuevo.

Cuando abrió los ojos después, estaba frio y la luz era suave, era de mañana.
Eso hacía tres días desde que Laosh la había envenenado. Cinco días desde que Lilette
había abandonado Calden. Una punzada de nostalgia se disparó en su interior.

Una brisa fluyó a través de las ventanas abiertas. Otro eunuco le trajo a Lilette
un poco de arroz, fruta y té. Entonces Ko se arrodilló al lado de la esterilla de dormir e
hizo salir a los eunucos.
Lilette se metió un trozo de mango a la boca. Dulce y ácido, con un regusto
metálico.

—¿Cómo está Jolin?

Ko suspiró. —Ha estado luchando, por tanto le dieron tintura del sueño.
Todavía no ha despertado.

Lilette se armó de valor. Tendría que ser paciente, pero la paciencia nunca
había venido fácilmente a ella.

—Tienes que tener cuidado en cómo te diriges al Heredero. Sólo el Emperador


es más poderoso —dijo Ko amargamente.

Lilette miró fijamente a la distancia y esperó que su canción la hiciera más


fuerte que Chen. Sus dedos se sintieron grandes y torpes cuando agarró los palillos.

Ko la miró. —¿Recuerdas que te encontré vagando por el recinto, perdida y


desorientada? ¿Qué te ayude a traerte aquí? —Había tensión en Ko, una tensión en su
cara, y parecía exhausta.

Lilette tragó. —Han me trajo aquí.

Sin encontrar su mirada, Ko removió el arroz. —Estabas muy enferma. Debes


de haber imaginado eso.

—¿Por qué tienes tanto miedo de que yo recuerde?

Ko inclinó la cabeza. —Matan a cualquier hombre que entre en su harén,


además del Emperador o el Heredero, e incluso él debe estar escoltado por el eunuco
jefe. Ningún hombre puede poner los ojos sobre las concubinas imperiales si el
Emperador no lo desea, aun si ese hombre es mi hijo. —Ko finalmente alzó la vista,
con una máscara suplicante sobre el rostro—. Por favor.

Lilette no se lo podía negar. No después de todo lo que había hecho. —Tu


secreto… el secreto de él, será mi secreto.
Ko soltó un profundo suspiro. —Después de que tú y tu familia escaparan, lo
apartaron de mí y cerraron con llave el harén, para que ni siquiera los niños pudieran
salir. La noche en que te trajo aquí fue la primera vez que lo vi en ocho años. —Había
tristeza en su voz, aunque su cara permaneciera como una máscara—. Apenas lo
reconocí, a mi propio hijo.

—El Jefe Wang me dijo que se llevaban a los niños a los doce —dijo Lilette.
Han sólo tenía diez cuando ella se marchó, mientras que a Chen le faltaban unos días
para los doce.

—No me dijeron por qué se lo llevaron antes —dijo Ko bajito.

La determinación de Lilette de escaparse se hizo más fuerte en su interior. No


daría a luz a niños sólo para renunciar a ellos y no volver a verlos nunca.

Mirando fijamente por la ventana, estudió los guardias que patrullaban las
murallas. ¿Cómo Han había conseguido entrar? ¿Cómo la había encontrado?

—¿Hay una salida?

Ko contempló la esterilla en la que se había arrodillado. —Somos el tesoro


mejor guardado de todo el imperio. Dejar el recinto sin permiso es la muerte.

Si Han lo consiguió, Lilette también. Ella no tenía miedo de la muerte. Ya no.


De hecho, una parte de ella la añoraba. No comer durante varios días había hecho que
su estómago se encogiera. Se forzó para terminarse la comida.

Ko recogió los platos y se fue justo cuando Jolin entraba rígidamente y


deslizaba el biombo para cerrar. Sus ojos estaban nublados, su pelo mustio. Había
líneas de dolor en su rostro.

Con un gemido, se relajó y presionó su oreja contra el pecho de Lilette. —Es


más fuerte. —Inclinándose hacia atrás, sobre sus piernas, apretó los labios—. Podría
haber jurado que dejó de latir. Por lo general no me equivoco, en nada. —Parecía que
trataba de convencerse a ella misma.
Con miedo a que su rostro revelara la verdad sobre lo que realmente ocurrió la
noche en que había muerto, Lilette apartó la vista.

—¿Realmente eres Lilette? —preguntó finalmente Jolin. Lilette asintió.

—Te recuerdo. Antes de que desaparecieras. —Jolin continuó—. Fui a verte


cantar una vez… nunca había escuchado nada así. Estabas destinada a ser la siguiente
Principal de la Luz, como yo seré la siguiente Principal de las Plantas. Después de que
tu barco se hundiera, te convertiste en una leyenda. El único cuerpo que nunca se
encontró.

Lilette se estremeció. De repente se acordó de haber cantado para multitudes,


miles. —¿Principal de qué?

No pareció que Jolin notara la angustia de Lilette. —La Principal de la Luz es


siempre elegida porque su canción es la más fuerte. Yo debería ser la Principal de las
Plantas, una posición elegida por la habilidad con las pociones. Pero Garen es mi rival.

Lilette no entendió la mitad de eso. Jolin inclinó su cabeza y preguntó: —¿Qué


pasó contigo?

—Sobreviví.

—¿Aquí?

Lilette echó un vistazo en dirección a su isla. —No. Apenas me encontraron


hace unos días.

Jolin aspiró entre dientes, pensativa. —No pudieron haber seguido el mismo
rastro que nosotras.

Lilette le lanzó una mirada burlona. —¿Rastro?

—Brujas, llamadas oyentes, están siempre pendientes de la canción perdida de


alguna Bruja. Cuando las oyen, envían un barco para encontrarlas y traerlas de vuelta.
En este caso, oyeron una canción muy fuerte y enviaron a nuestro grupo para
encontrarte.
Así que, era así como las Brujas habían sabido dónde buscarla. Si Fa no le
hubiera prohibido cantar, la habrían encontrada años antes, y ella podría haberse ido a
casa. Pero entonces nunca habría conocido al hombre que la crio, su tranquila bondad
y su determinación de hierro.

—¿Entonces, como me encontró Chen?

Los dedos de Jolin pincharon suavemente su espalda e hizo muecas de dolor.


—Las Guardianas tienen oyentes. Los Emperadores tienen espías.

Lilette meditó esto silenciosamente, preguntándose quién de su isla la había


traicionado.

—Siento que te azotara.

La mandíbula de Jolin se apretó. —Las posibilidades de éxito de Chen en este


asunto son diminutas. Tan pronto como las oyentes se den cuenta que estamos aquí,
vendrán a por nosotras. Y entonces las Guardianas lo quitarán por la fuerza de su
trono y lo degollarán.

Lilette parpadeó. —Estás convencida.

—Ah, sí —resolló Jolin—, y me aseguraré de que lo azoten antes de que lo


hagan. —Sus ojos destellaron con un oscuro placer.

Lilette se quedó mirando a la nada. —Y desnudo. Le deberían hacer afrontar


desnudo a la muchedumbre.

Jolin asintió. —Brillante.

Se quedaron en silencio, deleitándose de sus oscuras fantasías. Casi al mismo


tiempo, sus ojos se encontraron y se echaron a reír.

—Vamos —dijo Jolin—, debes moverte si quieres recuperar la fuerza.

Con la ayuda de Jolin, Lilette se levantó para estar en pie por primera vez en
casi tres días. Se sintió inestable y débil, pero el dolor se había ido.
—¿Y mi hermana?

Jolin enganchó su brazo con el de Lilette y la ayudó a caminar despacio


alrededor de la habitación.

—Insistió en encabezar la búsqueda. Estaba bajo el delirio de que las oyentes te


habían encontrado. Obviamente no era un delirio después de todo.

Un dolor llameó en el pecho de Lilette. Sash se había quedado para terminar su


formación como Bruja, mientras que Lilette y sus padres habían venido a Harshen.

—¿Qué creyó que pasó con nosotros? —Pero lo que Lilette realmente quiso
preguntar, era porque su hermana no había venido a buscarla.

—Que su barco se incendió y todo el mundo murió —contestó Jolin.

—¿Y nadie lo puso en duda?

Jolin miró a lo lejos. —Tenían el cuerpo de tu madre.

Lilette dio unos pocos pasos más, ya cansada. —¿Y por qué viniste tú?

—Por las plantas —contestó Jolin— Tenemos muy poco contacto con Harshen.
Sus plantas son únicas en las islas. No podía desaprovechar una oportunidad para
estudiarlas. —Respiró hondo—. Enviaron a más de treinta de nosotras, un poco
excesivo, pero Harshen tiene la reputación de tratar mal a las mujeres. Queríamos más
de tres círculos de fuerza completos.

—Hicimos una parada aquí para solicitar el permiso del Emperador para
buscarte en Harshen. Sorprendentemente, no cooperó. Entonces el Heredero Chen
vino a nuestros aposentos y nos ofreció un acuerdo, curar a su concubina y él nos
concedería nuestra petición. —Jolin se rio entre dientes secamente—. No me extraña
que estuviera tan ansioso por llegar a un acuerdo. Nos quería fuera de la ciudad y lejos
de ti.

—¿Qué eran esos cristales planos que llevabas sobre los ojos?
Jolin los sacó del bolsillo y se los entregó a Lilette.

—Anteojos. Los inventé yo. Me muestran el tamaño verdadero de un aura, el


cual guarda relación directa con la fuerza de una Bruja. La mayor parte de las Brujas
tiene auras doradas o naranjas. La tuya es casi blanca. Y eres muy, muy fuerte.

Lilette se puso los anteojos y contempló su mano. —No veo nada.

—No todas pueden. —Jolin la evaluó—. Lo estás haciendo sorprendentemente


bien para ser una mujer que básicamente murió hace dos días.

Lilette no se sentía bien. Se sentía apaleada y débil, pero todavía se estaba


moviendo, aunque despacio.

Jolin la ayudó a sentarse y echó un vistazo al biombo cerrado. Se acercó más.


—¿Y qué hay de Ko? ¿Confías en ella?

Ko se había quedado al lado de Lilette durante días, sosteniendo su mano y


ocupándose de ella. De alguna manera, un vínculo se había formado en ese tiempo,
pero la traición era más grande que una amistad recién descubierta. —Sólo hasta cierto
punto.

—Hasta que lo sepamos con seguridad, deberíamos tener cuidado con lo que
decimos a su alrededor —dijo Jolin.

Recargándose, Lilette asintió. Entonces una sonrisa extraña apareció en su cara.

—¿Realmente vas a enseñarme?

—No puedo. Tanto si quieres como si no, tu canción será usada contra Haven.
No puedo ser responsable de eso.

Algo agudo se enroscó dentro de Lilette. —Por favor, todo está allí… el
lenguaje de las Creadoras y las lecciones de voz; simplemente están encerrados en mi
interior. Si puedo recordar aunque sea un poco, el resto saldrá después. —Tenía que.

Jolin cerró los ojos. —Te convertirá en un arma.


La madre de Lilette la había llamado guerrera. Y Jolin le podría enseñar a ser
una. Lilette se sorprendió mucho de cuanto añoraba eso.

—No podrá manejarme si escapamos.

Jolin la estudió.

—¿Y vendrás a la ciudad Arboleda para aprender?

Lilette dejó salir todo el aire precipitadamente. —Sí.

Jolin estuvo en silencio un momento, con el rostro severo. Echó un vistazo al


biombo cerrado.

—Muy bien. —Pareció que las palabras le costaban mucho—. Eres


lamentablemente ignorante, por tanto sólo voy a atenerme a lo que podría serte de
utilidad. Cantando como un coro podemos controlar la naturaleza, las estaciones, las
tormentas.

—Recuerdo eso. —Lilette inhaló cuando el recuerdo cálido emergió. Su madre


cantaba en un círculo con otras Brujas, y unos extraños colores bailaban alrededor de
ellas como si el mundo les respondiera.

—Individualmente —continuó Jolin—, la canción de una Bruja puede controlar


plantas. Cántale a una semilla para convertirlo en un árbol completamente crecido,
que entonces podrás manipular. Cuanto más fuerte es la Bruja, más rápida y mejor
será la respuesta.

Otro recuerdo, uno mucho más oscuro asaltó a Lilette. Cantaba con su madre
en un pasillo sombrío mientras unos hombres cargaban hacia ellas con lanzas. Su
canción había despertado a una bestia que se estrelló contra los hombres con rayos y
viento.

Sólo era una niña por aquel entonces, incapaz de entender que los elementos
simplemente respondían a su llamada… que la matanza de hombres que amenazaban
a su familia estaba justificada.
Jolin debió de ver la angustia en la cara de Lilette. —Lo siento.

Lilette limpió las lágrimas de sus mejillas. Había pasado mucho tiempo desde
que había llorado. —No, necesito esto, necesito recordar. No es correcto olvidar a la
gente que me amó tanto.

Jolin respiró hondo y se estremeció como adolorida. —Déjame escucharte


cantar.

—Sólo puedo recordar una canción, y entiendo poco del lenguaje de las
Creadoras.

—Sólo canta algo —dijo Jolin.

Lilette cantó la canción de un pescador. Jolin escuchó, con el rostro retorcido


por la concentración. Cuando la última nota se convirtió en silencio, respiró hondo. —
Tu voz es muy hermosa —confesó de mala gana—, y cuanto más hermosa es tu
canción, más fuerte es.

Jolin empezó a enseñarle el lenguaje de las Creadoras, el lenguaje del poder.


Las palabras se moldeaban en su lengua antes de cortar el aire, como un ave en vuelo.
Los elementos cobraron vida alrededor de Lilette.

Jolin le hizo perfeccionar cada canción antes de pasar a la siguiente. Cuanto


más cantaba Lilette, los recuerdos encerrados en su mente más se presionaban contra
la barrera que las mantenía cautivas. Antes del anochecer, le dolía la cabeza y estaba
tan cansada que apenas podía mantener los ojos abiertos.

Después de comer, ella y Jolin durmieron en el mismo cuarto. Los sueños de


Lilette estuvieron llenos de recuerdos nadando con su padre, y su madre y hermana
jugando en la arena.

Sus sueños fueron interrumpidos cuando Ko empujó el biombo, con una


lámpara encendida en la mano. Lilette se sentó, y levantó la mano para protegerse del
resplandor. Un vistazo fuera de la ventana reveló que probablemente era algún
momento de las horas más oscuras.
—La armada de Vorlay ha sido avistada —dijo Ko jadeante—, su rey ha venido
para hacer pagar a Harshen por matar a su hija.
Traducido por mariabluesky

Salvé su vida. Ella nunca me lo agradeció. ~Jolin

olin se levantó de golpe.

―¿Qué?

—La esposa de Chen, Laosh, fue la que envenenó a Lilette. Ella era una princesa de
Vorlay y Chen la mató —explicó Ko—. Hay más de cien barcos, todos ellos hondean
los colores de Vorlay.

Esforzándose por hacer que su cuerpo débil trabajara correctamente, Lilette se


puso en pie. —Eso es imposible. ¡Laosh sólo lleva muerta cuatro días! ¿Cómo podrían
haber recibido el mensaje tan pronto? Y Vorlay está a más de tres semanas de distancia
con vientos favorables.

—Laosh tenía más espías que el Emperador, y era aficionada a sus palomas. —
Ko se dio la vuelta para encarar el cuarto principal, por donde los eunucos entraban—.
Enciendan las lámparas. Entonces esperen en la puerta principal y no se vayan hasta
que el Emperador envíe un mensaje.

—Pero señora, el harén será el último en recibir la noticia —dijo el eunuco de


Ko, con la cabeza inclinada.

—Dije que vayan. — Ko miró intencionadamente en algún lugar entre Lilette y


su eunuco personal.

—Ve con él — dijo al eunuco—. Deprisa.


Los dos hombres intercambiaron miradas y se pusieron sus túnicas externas.
Antes de que dejaran la casa, cada uno encendió su lámpara, un recipiente lleno de
aceite, con un corcho y fieltro en el centro.

Lilette empezó a vestirse tan rápidamente como sus dedos le permitían. Jolin la
ayudó a terminar, y entraron arrastrando los pies en la habitación principal. En la débil
luz de la lámpara, Lilette echó un vistazo alrededor. La casa se parecía mucho a la
primera, un rectángulo largo con habitaciones a ambos extremos del salón principal.
Los eunucos dormían en la habitación donde se almacenaba la comida. Estaba la
habitación que Lilette y Jolin acababan de dejar y una cuarta habitación que compartía
una pared con ella. Ko salió de la habitación y puso una lámpara en la ventana.

—Se tardarán un rato. —Se arrodilló ante el brasero y lo encendió con el corcho
de otra lámpara.

—Siéntense, ambas —dijo—. Me están poniendo nerviosa.

Lilette dudó antes de obedecer.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Jolin.

Ko desapareció en la cocina y salió con tazones de arroz y verduras.

—La única cosa que toda mujer puede hacer, esperar. —Hizo señas hacia los
tazones—. Y mientras tanto podemos hacer el desayuno.

Cuando Lilette ayudó a cocinar, se dio cuenta que el cuarto donde ella y Jolin
habían estado durmiendo era de Han. Había cambiado mucho desde que era un niño.
Su sonrisa solía venir fácilmente cuando seguía a Lilette a todas partes. ¿Qué le había
convertido en un hombre tan duro?

Después de comer, las tres mujeres limpiaron los platos en silencio. La luz
gradualmente tocó el cielo. Pronto, la luz eclipsó a las lámparas. Cuando Ko las
apagó, los pábilos de corcho burbujearon en el aceite. Justo cuando Lilette iba a exigir
que fueran a averiguar lo que pudieran ellas mismas, la puerta exterior se abrió
suavemente y entró un eunuco que no había visto antes.
La mayor parte de los eunucos eran un poco rechonchos, sus cuerpos
extrañamente calvos, pero ese era delgado. Había algo fuerte en él, no sólo su cuerpo,
también la forma en la que se movía. No tenía nada de las manos suaves y maneras de
los otros eunucos. Él se veía diferente a los harshenos. Era algo en la forma de sus ojos
y en la longitud de su cara. Con un sobresalto, Lilette se dio cuenta que era de la
misma raza que Ko. La mirada del eunuco se clavó en Lilette y Jolin, y su expresión se
cerró.

Ko se puso en pie. —¿Lang, qué pasa?

Su mirada aleteó recelosamente sobre Lilette y Jolin. —¿Confías en ellas?—


preguntó con incredulidad—. Son Brujas.

Ko respiró hondo. —No se parecen a las demás.

El gruñó. —Lo dudo mucho.

—¿Qué...? —empezó Jolin.

—¿Realmente la armada de Vorlay está ahí fuera? —interrumpió Ko.

Los labios de Lang se apretaron en una fina línea. —Sí, ahora están rodeando la
isla. El Emperador ha enviado sus barcos, levantó la cadena del puerto, llamó a todas
sus tropas y armó a los ciudadanos.

—¿Será suficiente?— preguntó Lilette.

Su mirada franca se fijó en la suya. —No. Vorlay es una bestia comparada con
nosotros. Chen fue un tonto al matar a su princesa.

Lilette se dio una palmada en la pierna con frustración. —¿Entonces por qué lo
hizo?

—Porque el mismo veneno fue utilizado para matar a su madre hace


aproximadamente un año.

La boca de Lilette se abrió de golpe. —Entonces Laosh...


—Mató al menos a cuatro personas —terminó Lang—. La mayor parte de ellos
fueron asesinados como parte de sus maniobras políticas.

Después de varios segundos de silencio, Ko dijo: —Estás subestimando al


Emperador Nis.

—Nis ha confiado demasiado en nuestra distancia de otras naciones para


mantenernos seguros. —La voz de Lang estaba estrangulada por la cólera—. Harshen
tiene un tercio menos de barcos, pocos de ellos son barcos de guerra. La ciudad no
tiene murallas propiamente dichas. La línea de defensa es extensa e ineficaz. El recinto
palaciego está bien fortificado, por eso durará un poco después de la caída de la
ciudad. Pero las paredes no pueden permanecer en pie para siempre, no con arietes y
flechas y soldados con ganchos y cuerdas. Luchar nos ganará algo de tiempo, pero
nada más.

Lang hizo un sonido grave en la garganta, su mirada fija en Lilette. —Habría


sido mejor para Harshen que hubieras muerto cuando Laosh te envenenó.

La culpa y la cólera se enroscaron en el interior de Lilette. Nada de eso era su


culpa, pero ella había sido un catalizador. —Laosh eligió su propia senda.

Lang resolló. —Y el Heredero eligió la nuestra.

Lilette sacudió la cabeza, sin creérselo todavía. —No podrían haber llegado tan
lejos tan rápidamente. No es posible.

El eunuco la estudió con tranquilidad. —¿No?

Lilette se frotó las sienes e imaginó las cartas náuticas que había visto en casa de
Bian. —En esta época del año, los vientos no son correctos. Adentrándose en ese
viento, habrían necesitado semanas para viajar de Vorlay a Harshen.

Lang se cruzó de brazos. —Se dice que tuvieron ayuda.

—¿Qué estas sugiriendo? —exigió Jolin.


Él encontró su mirada con la cabeza en alto. —Que las Brujas de Kalari los
están ayudando.

Lilette se heló cuando la comprensión la alcanzó.

—No seas ridículo —exclamó Jolin—. No nos involucramos en guerras entre


naciones.

Las cejas de Lang se elevaron. —¿Tienes otra explicación de cómo hicieron un


viaje de tres semana en tres días?

Lilette se mordió el labio. Él tenía razón. Era la única explicación que tenía
sentido.

—No —confesó Jolin.

—Ve lo que ves y no lo que te dicen que veas —dijo Lang.

—¿Qué se supone que significa eso? —escupió Jolin.

Lilette descansó su mano en el brazo de su amiga. Las únicas personas capaces


de mover la armada tan rápidamente eran las Brujas. Ella lo sabía y también los
demás, únicamente Jolin no estaba lista para aceptarlo aún.

—¿Qué hay sobre las Brujas en el palacio?—le preguntó Lilette a Lang.

—Se supone que se iban esta mañana, pero la llegada de Vorlay las detuvo.

La cara de Jolin se quedó sin color.

—¿Creyeron la ridícula historia de Chen?

—Ninguna de ellas inspeccionó el cuerpo con cuidado antes de que lo


quemaran —contestó Lang—. Sospecho que los furúnculos las desalentaron.

Lilette jadeó. —Pero las oyentes habrían escuchado que nosotras cantamos.

—No podrían haber sido capaces de diferenciarnos de Sash y las otras. —Jolin
agarró la mano de Lilette—. Debo escapar. Debes venir conmigo.
Incrédula de que Jolin dijera eso delante de un eunuco, Lilette le dio un codazo.
—Tú también, Ko —añadió rápidamente Jolin.

Lilette rodó los ojos. Eso no era lo que había querido decir, pero no lo podía
decir delante de Lang.

—No puedo —murmuró Ko. Su cara se había vuelto gris, sus ojos cerrados se
apretaron como si bloqueara alguna visión terrible.

Lang levantó una mano hacia ella antes de dejarla caer a su lado.

—Ko...

Ella encontró su mirada, lágrimas delineaban los bordes de sus ojos.

—No puedo. Mi hijo está aquí.

—¿No está ya perdido? —dijo Lang tan bajito que Lilette apenas pudo oírlo. Ko
se apartó. Él abrió la boca, luego la cerró otra vez—. Si las Brujas realmente están
ayudando a Vorlay, no tenemos ninguna posibilidad. Te sacaré de la isla si puedo, y te
esconderé si no puedo. —Él se echó hacia delante y frotó el dorso de sus dedos contra
la mejilla de ella.

Ko tomó su mano entre la suya brevemente. —¿Y si fallas? Sabes lo que nos
hará el Emperador.

Lilette los miró con la boca abierta.

—Ko, por favor —imploró Lang—. Esta vez tengo los recursos. Juro que te
mantendré a salvo.

—No puedo —susurró.

Él metió la mano en los pliegues de su túnica y le dio una daga. —Entonces


toma esto.

Ko parpadeó con el destello de la hoja. —Lang...


—Cógelo. —Le dobló los dedos en un puño y concentró su atención en Lilette y
Jolin—. Muchos de los guardias de la élite han sido reasignados como líderes del
ejército. Tienen una oportunidad de escapar esta noche. Escalen la pared del harén y
escóndanse. Cuando amanezca, únanse a uno de los grupos que abandonen el recinto.

El miedo se enredó alrededor del vientre de Lilette, lo que la dejó fría y


temblando.

Lang la estudió, con brillo en los ojos. —Les traeré algo de ropa de eunuco. Así
serán menos visibles. Estarán ocultas en el árbol fuera de su cuarto. Que el Dragón del
Sol cuide que acaben su viaje a salvo. —Él le dirigió una mirada anhelante a Ko.
Entonces se dio la vuelta y se marchó.

—Buen viaje. —Pareció que susurraba Ko para si después de que él se fuera, las
lágrimas todavía rebosaban en sus ojos.

En su ensimismamiento echó un vistazo abajo hacia la daga y se retiró a su


cuarto.

Jolin se inclinó y susurró. —¿Está enamorada de un eunuco?

—Shh. —Lilette echó un vistazo a la entrada—. ¿Todavía es un hombre, no?

—Solamente de palabra.

Ko volvió a entrar en la habitación y Lilette sólo pudo esperar que no hubiera


escuchado a Jolin. Ko se arrodilló y se limpió la cara. —Él me ha amado fielmente y
con un gran peligro para su persona durante casi dos décadas. Sólo puedes tener la
esperanza de encontrar un amor así algún día.

Jolin enrojeció. —Pido perdón por lo que dije.

El repentino silencio fue incómodo. Ko se sentó sobre sus talones.

—Tienen que entender qué pasará si las atrapan —dijo suavemente—. Ante los
escalones del palacio, con el Emperador y el Heredero como testigos, las degollarán.
Darán sus cuerpos a los campesinos, quienes las expondrán en trozos antes de vender
los restos para maldiciones.

Lilette se estremeció. —¿Cuántas veces ha sucedido eso?

Ko se apartó, rechazando encontrar la mirada fija de Lilette. —Una vez en mi


vida. Nadie lo ha intentado desde entonces.

Por el dolor en la voz de Ko, Lilette supo que quienquiera que hubiese muerto
era alguien cercano a ella. —¿Quién era?

—Mi hermana. —Ko inhaló—. Éramos gemelas, las hijas del rey Mu’Fa de
Jinji. Nuestro padre valoró más un acuerdo comercial con Harshen que el matrimonio
de mi hermana con el hijo de un comerciante. Lang nos siguió aquí. Logró entrar
furtivamente en el harén. Él y mi hermana intentaron convencerme para que escapara
con ellos, pero yo ya estaba embarazada. —Las lágrimas rodaron libremente por el
rostro de Ko—. Llevar un niño en el vientre no habría parado al Emperador a la hora
de matarme. No podía arriesgarlo.

Lilette descansó su mano en el hombro de Ko. —¿Los atrapó, verdad?

Ko asintió. —El Emperador Nis podría haber matado también a Lang. En


cambio, le hizo mirar. Cuando mi hermana fue... —Un sollozo se atoró en la garganta
de Ko— Lang suplicó por la muerte. En cambio el Emperador lo convirtió en un
eunuco y lo encerró en el harén.

Respiró hondo y limpió sus mejillas. —Al principio, Lang simplemente cuidó
de mí porque se culpaba por la muerte de mi hermana. —Ko se encogió de hombros—.
¿Cómo podía no enamorarme de él? Esa clase de honor y determinación... —Mostró
una sonrisa llorosa—, y me aseguré de enseñar a mi hijo ese mismo honor.

Lilette pensó en las pequeñas acciones de bondad y desinterés de Han. Podría


parecerse a su padre, pero había aprendido esa bondad de su madre.

Jolin de repente se puso de pie de un salto. —¡Alguien viene!


Lilette podía escuchar un canto, demasiado lejos como para distinguir las
palabras. Había algo oscuro y siniestro en eso… era casi más que un cántico. Algo
tiraba dentro de ella, un sentimiento de terror como un grito silencioso.

—Mis Guardianas están luchando —gritó Jolin. Caminó hacia la puerta


exterior, pero esta se abrió antes de que llegara a mitad del camino. Un puñado de
eunucos estaba al otro lado, el eunuco jefe entre ellos.

¿Los eunucos habrían escuchado por casualidad su conversación sobre la fuga?


¿Venían para llevarlas a su ejecución? Lilette se puso en pie, ¿para hacer qué?, no lo
sabía.

Dos de los eunucos más grandes entraron, picas en mano. Ko lanzó un grito y
se apoyó al otro lado del cuarto. Los eunucos avanzaron hacia Jolin. —Vendrás con
nosotros, Guardiana.

Retrocediendo, ella agarró una maceta pesada y la sostuvo como garrote. —


¿Por qué?¿Que está pasando?

Las picas de los eunucos golpearon. Uno acertó en el costado de Jolin y otro
golpeó en su mano. Con un grito ahogado de dolor, se dobló mientras la maceta salía
volando.

—¡Paren esto! —gritó Ko.

El eunuco detuvo a Jolin y la arrastró hacia la puerta. Lilette caminó hacia


ellos.

—¡Déjenla en paz! —Uno de ellos se puso delante de ella. Ella rebotó contra su
pecho y cayó con fuerza. ¡Maldito su débil cuerpo!

—Recuerda lo que prometiste, Lilette —suplicó Jolin—. Es más urgente ahora.


¡Encuentra una forma!

Lilette se puso en pie y se movió para seguir a Jolin, pero uno de los eunucos la
agarró. Luchó y luchó contra él, pero era tan débil como un niño. —¡Jolin!
El eunuco jefe le disparó una mirada de repugnancia. —Asegúrate que ella se
queda aquí. —El eunuco arrastró a Lilette a la profundidad de la habitación.
Temblando y jadeando, trató de hincar los talones en el suelo, pero sólo consiguió
perder sus zapatillas.

Ko vino para quedarse de pie al lado de ella.

—Trataré con ella. Suéltala.

—Cuando esté tranquila —respondió el eunuco.

Ko le lanzó a Lilette una mirada suplicante.

—Lucha las batallas que puedas ganar. Retírate en las que no puedas.

Ahora Lilette sabía de dónde había aprendido Han la frase. Hacer caso a la
mujer mayor era lo correcto, obedeció. El eunuco la sostuvo un momento más antes de
soltarla. Él cruzó los brazos sobre el pecho, retrocedió y bloqueó la entrada.

Con manos temblorosas, Lilette retiró el pelo de su cara. Un poco de color


saltaba a la vista en el suelo. Se agachó para recoger los anteojos de Jolin, los debía de
haber perdido en la pelea. Estaban doblados, pero el cristal todavía estaba intacto.
Lilette los metió en su túnica.

Ko hizo señas para que Lilette la siguiera al cuarto de Han y corriera el biombo
detrás de ellas. Lilette se derrumbó sobre la esterilla de dormir.

—¿Han aprendió esa frase de ti? —susurró.

—Sí. —Ko debió de ver la preocupación en su ceño fruncido, ya que añadió—:


Jolin estará bien. No tienen razón para hacerle daño.

¿Cómo podía estar tan tranquila cuando Lilette sentía que podría explotar en
cualquier momento? Todavía podía escuchar el canto, sentir el temblor ocasional
cuando los elementos la atravesaban. —¿Qué está pasando?
Los cuidadosos dedos de Ko hicieron una pausa. —Te advertí que el
Emperador era astuto.

Lilette se puso en pie. —¿Qué quieres decir?

—Quizá vio lo que Lang, que no podía ganar esta guerra. Y por tanto cogió la
fuerza que necesitaba.

Los ojos de Lilette se abrieron de golpe. —Usando a las Brujas como arma.

¿No era eso lo que su madre le había mostrado, el mundo lleno de sangre y
muerte y caos, todo orquestado por la canción de Bruja? Y la menor parte no era
Harshen hundiéndose en el mar.

Si Lilette no encontraba una manera de salvar a su hermana y a las demás, eso


era exactamente lo que pasaría.
Traducido por gi_gi

Me ha tomado décadas admitir que Chen y el Emperador salvaron nuestras vidas esa noche. Me
ha tomado aún más admitir que nuestra muerte habría sido un alivio para las Guardianas.
~Jolin

ilette esperó todo el día, hasta la total oscuridad, mucho después de que los
eunucos se fueran a dormir detrás de sus biombos. Ko le pasó un recipiente de
madera de kohl y el cuchillo que Lang le había dado.

―¿Estás segura que todavía quieres seguir adelante con esto?

—Tengo que ―respondió Lilette.

―¿Por qué? Apenas conoces a Jolin. Y no has visto a tu hermana en casi una
década.

―Harías lo mismo por tu hermana. Sé que lo harías. ―Sin embargo, había más
en juego que la hermana de Lilette. Su madre le había advertido que si no las liberaba,
el mundo entero descendería en el caos.

―Usa el kohl para oscurecerte el cabello, y ten cuidado. ―Ko se fue,


recorriendo silenciosamente el biombo detrás de ella.

Lilette se recogió el pelo en un moño apretado en la parte superior de la cabeza.


Luego se untó el kohl en el cabello de la sien y la nuca―áreas que no estarían cubiertas
por el sombrero de eunuco.
Se guardó en el bolsillo su peineta de jade y corrió a la ventana. Hizo a un lado
la cortina de seda.

La parte superior de las paredes exteriores estaban iluminadas con cientos de


antorchas, su luz borraba las estrellas e iluminaba a la élite que rondaba detrás del
parapeto.

Lilette trepó al alféizar y se apeó. Encontró la ropa de eunuco justo donde Lang
dijo que estaría. Se quitó su fina ropa y la escondió antes de ponerse la túnica de
algodón sobre su ropa interior. Se puso el sombrero redondo y metió el cuchillo en el
cinturón de la túnica, luego se deslizó en la noche sin luna.

Cuando llegó al pequeño lago, lo que vio en el agua la hizo detenerse por la
incredulidad. Llevó sus ojos del reflejo brillante al cielo mismo. Una columna de luz y
colores suaves se elevaba en la noche. En el centro, una mujer flotaba más alta incluso
que el palacio. Su pelo se alzaba como llamas mientras giraba lentamente.

Toda la escena era la cosa más hermosa y horrible que Lilette había visto en su
vida. Más de sus recuerdos se liberaron. Recuerdos de luces y canciones y mujeres
girando hacia el cielo. Pero esos recuerdos estaban incompletos, tan llenos de agujeros
como una esponja de mar.

Ante el sonido de voces, Lilette se congeló. El eunuco jefe. Se agachó detrás de


un bote recreativo momentos antes de que él apareciera a través de un grupo de
árboles. Estaba hablando con otro eunuco, con una lámpara de papel en la mano.

―¡Ya han hundido la mitad de los barcos! Los soldados están combatiendo a
los vorlayenos en la ciudad, pero sin refuerzos, están perdiendo.

Lilette estaba tentada a seguirlos, para obtener más información si podía, pero
ahora podía oír las palabras de las Brujas… hermosas palabras torcidas para un
propósito oscuro.

Se echó a correr vacilante. Su túnica estaba empapada en sudor para el


momento en que llegó a la pared del harén. Sonaba como si las Brujas estuvieran justo
al otro lado. Manteniéndose en las sombras, observó la superficie plana. Era más del
doble de su altura y demasiado lisa para escalar. Los árboles estaban recortados y, por
lo tanto, no servían para escalar la pared.

Bueno, soy una Bruja, ¿no? pensó. Era el momento de utilizar eso en su ventaja.
Encontró un árbol robusto. Su mirada viajó hasta el entramado de ramas. Si estuviera
bien y tuviera toda su fuerza, habría sido una escalada fácil. Después de subirse la
túnica por encima de las rodillas, agarró una rama. Pareció tomar horas, y tuvo que
descansar más y más a menudo, pero finalmente estuvo a tanta altura como se atrevió.
La barrera iluminaba suavemente la noche y lanzaba luz verde y púrpura sobre el
rostro de la mujer en el aire. Era Sash. Lilette quería llamar a su hermana. Era
insoportable tenerla tan cerca y sin embargo completamente inalcanzable.

Lilette levantó la vista hacia las murallas, contenta por las ramas que la
oscurecían a los ojos de los centinelas. Probablemente no habría importado de todos
modos. Todas sus miradas estaban enfocadas más allá de la ciudad o en las Brujas.
Todavía no podía ver del otro lado de la pared del harén, pero eso estaba a punto de
cambiar. Fijando en su mente una de las canciones que Jolin le había enseñado, Lilette
cantó en voz baja para que el árbol creciera. Pronto, el sudor de miedo recorrió su
cuerpo.

El árbol creció un poco más arriba, abriendo la mirada de Lilette a lo que había
más allá de la pared del harén. Cerca de una docena de Brujas estaban brazo con brazo
dentro de la barrera. Recorrió los rostros en busca de Jolin pero no la vio.

Como si fueran una sola mente, las Brujas dejaron de cantar y Sash tomó el
relevo. Cantó con la fuerza de todas, pero con una sola voz, llamando a las olas para
hundir los barcos. Los elementos se retorcían de dolor, los ritmos chillaban uno contra
el otro. A pesar de que Sash bajó la voz ligeramente, el viento soplaba con la fuerza
suficiente para derribar una ciudad.

―Otra canción. Ésta dirigida hacia el noreste ―ordenó una voz. El Emperador
estaba parado en lo alto del parapeto, lucía como una versión mayor de Han. Lilette se
estremeció.
―¡Ya se están retirando! ¡Déjalos en paz! ―exigió Sash, ahora casi a nivel de
los ojos con el Emperador.

―Debo asegurarme que no pueden venir contra nosotros otra vez ―dijo.

―¡No lo haré! ―gritó Sash mientras se hundía en el suelo a sus pies.

Lilette no podía entender por qué Sash y sus Brujas no sólo acababan con el
Emperador con rayos… y arrasaban toda la ciudad con una violenta tormenta.

El Emperador volvió toda su atención a Sash. ―¡Tus Brujas trajeron a nuestro


enemigo a mi ciudad, y luego finges inocencia! Voy a hacer lo que sea para proteger a
mi pueblo.

La respiración de Lilette se volvió pesada. Esto estaba mal, muy mal. ¿Por qué
su hermana no estaba luchando?

Entonces el Emperador hizo un gesto.

Sash se dio la vuelta. Lilette siguió su mirada al otro lado de la barrera.


Oscurecida por las luces extrañas, decenas de hombres y mujeres estaban arrodillados
en filas, con las manos atadas a la espalda. Un miembro de la élite tenía un pie encima
de cada uno de ellos.

La mano de Lilette voló a su boca para silenciar su jadeo de horror. La mitad de


las Brujas fueron obligadas a cantar, mientras que la otra mitad y todos sus Protectores
estaban a punta de espada.

Tuvo un repentino destello de un recuerdo… Protectores sostenían un muro de


escudos, luchaban y morían para bloquear el pasillo. Griz la apretaba contra su pecho
y luego corría. Lilette nunca había olvidado a esos Protectores. Su padre había sido
uno. Su deber era proteger a las Brujas, cuidando sus espaldas mientras sus canciones
comenzaban a hacer efecto.

La furia creció en Lilette. Algo sagrado y bueno y justo había sido violado;
torcido en algo malvado.
Sash se quedó sin aliento. ―¡Nos estás pidiendo asesinar a miles de hombres!

―No finjas que esto no es algo que las Brujas han hecho durante siglos
―respondió el Emperador.

Ella lo miró, con dolor desnudo en el rostro.

―No voy a dejar que Vorlay masacre a mi gente ―continuó―. Ustedes las
Brujas piensan que pueden inmiscuirse en los asuntos de los hombres sin sufrir las
consecuencias. Bueno, vinieron aquí como espías. ¡Eso las hace prisioneras de guerra!

―¡Y yo te sigo diciendo que no somos espías! Y esas canciones no podían


haber venido de la ciudad Arboleda. ¡No es nuestro modo de hacer las cosas!

―Me lo dijiste tú misma: las oyentes encuentran a cualquier persona que cante
fuera de su ciudad. Si alguien está cantando, ustedes lo saben.

Ahora Sash estaba llorando, y Lilette se revolvía buscando una solución…


alguna manera en que pudiera ayudar. Pero, ¿qué podía hacer aparte de hacer que la
atraparan?

―Algo debió escapársenos ―dijo Sash mientras sus pies tocaban el suelo en el
centro del círculo―. No sé cómo, pero te prometo, que lo voy a averiguar.

El Emperador hizo un gesto de nuevo. Al unísono, la élite sacó sus espadas de


sus tahalíes y las mantuvieron sobre las cabezas de las Brujas. Un gemido de miedo y
horror arañó su camino hasta la garganta de Lilette. Presionó las dos manos contra su
boca para callarse.

El Emperador hizo una pausa antes de decir. ―Haz tu elección, Sash. Hundes
esos barcos o matamos a tus Brujas y Protectores.

La hermana de Lilette inclinó la cabeza hacia un lado como si estuviera


escuchando algo. Sin ningún tipo de orden por parte de ella, las Brujas comenzaron a
cantar como una sola. Sash se alzó hacia el cielo nocturno, su extraño vestido
arremolinándose alrededor de sus piernas. Pero no levantó la vista, no se movió hasta
que fue su turno para cantar.

Cuando lo hizo, su canto estuvo salpicado de sollozos. Y esta vez mientras


Lilette escuchaba, algo comenzó a suceder. Estaba recordando.
Traducido por gi_gi

Le enseñamos al mundo que éramos armas. A partir de ese momento, todo cambió. ~Jolin

os recuerdos perdidos durante tanto tiempo batieron dentro de Lilette. Su


madre cantaba con ella cuando era muy pequeña. Sus canciones se deslizaban
por el aire como un pez en el agua. El mundo respondía a las palabras que la
lengua de Lilette moldeaba naturalmente. Su padre bailaba con ella en medio de las
flores que brillaban con una extraña luz. Su hermana tocaba un instrumento musical
para Lilette mientras ella cantaba ante una multitud.

También recordó a su madre y su padre discutir, sus palabras cortantes y


ardientes. Le habían ofrecido a su madre un lugar como embajadora de Harshen. Su
padre quería ir. Quería a Lilette lejos de la presión y las demandas que venían con una
niña destinada a ser la próxima Principal de la Luz. Su madre no pensaba que Harshen
fuera seguro. Al final, su padre ganó.

Y había más. Lilette recordó el lenguaje de las Creadoras. Las canciones. Las
armonías. Todo ello regresó como ráfaga. Y supo que era poderosa. Una de las Brujas
vivas más poderosas.

A partir de trozos de conversación escuchados, Lilette se enteró que toda la


armada de Vorlay había sido hundida, hasta el último barco. A cualquier soldado
vorlayeno en la ciudad se le quitó cualquier medio de apoyo o retirada. No pasaría
mucho tiempo antes de que dominaran cualquier foco de resistencia. La invasión había
terminado.
Con su oscuro propósito cumplido, las Brujas se soltaron unas a otras. Las
grietas se extendieron a través de la barrera hasta que explotó en una lluvia de luz
moribunda. La élite se precipitó al interior y ataron y amordazaron a las Brujas. Lilette
lo vio, horrorizada. Ella sabía del poder de las mujeres―mantenía un trozo de él
dentro de sí misma―era impensable que algo tan fuerte pudiera ser sometido con tanta
facilidad.

Alguien gritó. Una mujer estaba luchando contra los hombres que la sostenían;
hombres vestidos con la túnica negra de los eunucos. ―Vas a pagar por este mal que
nos has obligado a cometer ―gritó hacia el Emperador con el rostro impasible―. ¡Las
muertes con las que manchaste nuestras manos!

Uno de los eunucos levantó su pica y lo blandió sobre la cabeza de la mujer.


Ella se derrumbó, golpeando el patio de ladrillo con tanta fuerza que patinó hacia
delante antes de detenerse en un bulto. Mientras yacía allí inmóvil, la luz de las
antorchas atrapó su cara.

―¡Jolin! ―gritó Lilette. Tapando su boca con una mano, inmediatamente se


apretó contra la corteza lisa, esperando que nadie hubiera notado una voz proveniente
del harén. Después de un momento, se atrevió a mirar al otro lado del árbol. Soldados
de la élite estaban sacando a Jolin, sus antorchas iluminaban su cabeza que colgaba
inerte de su cuello. La sangre manchaba su pelo.

El resto de las Brujas y los Protectores fueron conducidos dentro de los jardines
hasta que Lilette ya no pudo verlos a través de los árboles. Su respiración era rápida y
dura. Levantó la vista y notó a Chen viendo el espectáculo, con el rostro impasible.

El odio creció en su pecho. Él le había quitado todo: su familia, amigos, futuro.


Su madre estaba en lo cierto. Lilette era un arma; todas estas mujeres lo eran. Y si tan
sólo pudiera encontrar una manera de liberarlas, su poder se multiplicaría por cien.

Esperó durante horas, hasta que los generales y los soldados se hubieron ido,
hasta que el jardín estuvo oscuro y silencioso. Cantó en voz baja para que el árbol
creciera aún más. Se estiró hacia arriba y hacia afuera, hasta que las ramas proyectaron
sombras reconfortantes sobre el techo inclinado de la pared del harén, que era casi tan
ancha como ella.

Sin confiar en sus reflejos, Lilette se recostó y se deslizó a lo largo del árbol. Se
dejó caer sobre la pared y se apretó contra las baldosas rugosas. Durante mucho
tiempo, observó el jardín oscuro, notando la ubicación de las antorchas y las torres de
vigilancia esparcidas a lo largo de las murallas. Un suave resplandor de la luz de las
antorchas iluminaba las copas de los árboles cerca de un centenar de pasos más allá de
donde yacía oculta. Ese debía ser el lugar donde mantenían a las Brujas.

Tocó el cuchillo que había metido en su túnica. Había visto lo poderosas que
eran, cuán fuertes. Todo lo que tenía que hacer era cortar algunas de sus mordazas.
Las Brujas podrían hacer descender una tormenta que pondría a la ciudad de rodillas,
igual a como Lilette y su madre habían hecho hacía mucho tiempo. Luego podrían
robar un barco en los muelles y escapar.

Finalmente, un par de guardias marcharon alrededor, sus alabardas de media


luna atrapaban la luz de las estrellas. No llevaban antorchas, por lo que las sombras los
ocultaban y los hacía más difíciles de evadir.

Una vez que pasaron, Lilette se deslizó por un lado. Colgó de los dedos antes de
caer, luego presionó su cuerpo contra la pared. Hizo una pausa, con el corazón en la
garganta, y cuando nadie dio un grito de alarma, entrelazó sus dedos dentro de sus
amplias mangas y corrió por el jardín.

Llegó a un claro con una fuente rodeada de losas. Recordaba este lugar.
Recordaba jugar durante horas con Han en la fuente. Ahora retenía Brujas atadas y
amordazadas. No había guardias a la vista.

Se había puesto un pabellón encima de las Brujas, con una antorcha brillante en
cada poste. La élite rodeaba a las Brujas en grupos de diez, y todos estaban rodeados
de más élite. Desesperada por saber si Jolin estaba bien, Lilette trató de encontrar a su
amiga entre las Brujas, pero estaban todas apiñadas en una maraña de cuerpos.
Sin atreverse a acercarse, Lilette se mantuvo en las sombras a lo largo del
perímetro, contando a los guardias. Dos guardias por Bruja. No había contado con
eso. Había calculado que las Brujas estarían atadas y vigiladas por sólo un puñado de
guardias. Nada como esto. Claramente, Chen y el Emperador sabían lo peligrosas que
eran las Brujas.

Si Lilette iba a liberarlas, necesitaba una manera de alejar a los guardias. El


hermoso palacio, iluminado con antorchas distantes, le llamó la atención. Una sonrisa
se apoderó de su rostro. Ahora bien, si sólo pudiera evitar que la atraparan.

Ocho largos años habían pasado desde que estuviera en el jardín, pero no había
olvidado el templo. Se movió en su dirección general y tropezó con los Protectores. El
Emperador, obviamente, no los veía como una amenaza equivalente a las Brujas. Los
mantenían dentro de una caja metálica con barreras que una vez había contenido
animales exóticos. Menos de una docena de la élite montaba guardia en la puerta.

Lilette contó a los Protectores lo mejor que pudo―más de sesenta. Sería mucho
más fácil liberarlos y dejarlos luchar para abrirse camino entre la élite que custodiaba a
las Brujas. Ella rodeó el recinto, y no pasó mucho tiempo antes de que atrapara el
dulce olor del incienso. Siguió el humo a los anchos pilares y se deslizó en el interior.
Los nombres de todos los Emperadores de los últimos mil años estaban tallados en las
cinco paredes, y varitas de incienso se quemaban ante todos ellos.

Las piedras estaban frías bajo sus zapatillas mientras se acercaba a la tarima, en
la que había una estatua del dragón de cinco garras enroscado alrededor del sol.
Cientos de varitas de incienso en varios estados de incineración se extendían ante él:
oraciones por la victoria de Harshen. Todos esas varitas de incienso se encendían
sosteniéndolos sobre una de las decenas de lámparas de aceite de corcho que flotaban
en recipientes de vidrio.

Mojándose los labios, Lilette tomó una de las lámparas, con cuidado de no
derramar el aceite caliente. Ya no se podía ocultar, no con una lámpara iluminándola
en la noche. Así que se dirigió directamente hacia el palacio como si le perteneciera.
Respiró profundo, dejó la seguridad de las sombras y salió a la terraza. La
puerta no estaba custodiada―el único camino a los jardines era por el palacio, por lo
que no era realmente un lugar.

Conociendo los tapices exactos que encendería en llamas, la cogió del mango.

―Detente ―dijo alguien en un tono de mando.

Su primer instinto fue correr. Pero se obligó a permanecer inmóvil. Estaba sin
aliento después de sólo caminar. No había manera de que pudiera ganarle a dos
guardias de la élite.

Vinieron hacia ella, sus lanzas de media luna bajas. Ella mantuvo sus ojos fijos
en el suelo, ocultando su color pálido en las sombras.

―¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?

―Soy Chang ―dijo ella, su mente trabajaba rápidamente―. Mi señora perdió


su peineta en el jardín y me envió a buscarla. ―Como prueba le tendió la peineta que
Salfe le había dado.

Uno de los hombres bajó su lanza el tiempo suficiente para tomarla. Tuvo que
resistir el impulso de arrebatársela de nuevo. El otro guardia entrecerró los ojos hacia
ella en la penumbra. ―No eres uno de los eunucos del palacio.

Oh, no. ―Soy nuevo.

El primer guardia metió la peineta en su bolsillo. ―Es bastante fácil de


averiguar. Lo llevaremos ante el eunuco jefe. ―Puso una mano en el hombro de
Lilette mientras que el otro guardia abría la puerta del palacio.

Sintió náuseas. Esto no iba a terminar bien.

El guardia la condujo hacia delante, y entró en el palacio por primera vez en


ocho años. El olor la golpeó: incienso y aceites perfumados. Relieves tallados de aves
fénix y dragones cubrían las paredes. Altas columnas de mármol verde estaban
espaciadas a lo largo de la habitación. Estaba oscuro, pero Lilette sabía que las paredes
estaban pintadas de rojo―el color de la pasión y la vida. Motivos en tonos jade y oro
adornaban el techo alto.

La habitación principal era amplia y abierta, llena de mesas bajas rodeadas de


cojines. Los guardias dirigieron a Lilette hacia la parte posterior del palacio, en
dirección a las habitaciones pequeñas, donde dormían los eunucos del palacio.

Su mente se revolvía buscando una salida, algo que no terminara con varias
partes de su cuerpo siendo vendidas para maldiciones. Era vagamente consciente de
que las puertas delanteras se abrían. Entró un élite que portaba la armadura completa
de batalla. ¿También estaba aquí por ella?

Agarrando fuerte la lámpara, se tambaleó hacia delante, deliberadamente


derramando aceite en la pared más cercana. Pero el movimiento repentino causó que
la lámpara se apagara, por lo que la pared no se incendió. El terror llenó todo su
cuerpo, haciendo sus extremidades pesadas. Uno de la élite balanceó el asta de su
lanza, golpeándola en la espinilla. Lilette cayó al suelo mientras el dolor se disparaba
en su pierna.

―¿Qué estás haciendo? ―gritó él―. ¡Vas a incendiar todo el palacio, idiota!

―Levántate ―gruñó el otro, su mirada parpadeando al élite que había entrado


tras ellos.

Lilette jadeó en busca de aire. No creía que su pierna estuviera rota, sólo
terriblemente magullada. Comenzó a levantarse, pero estaba temblando tanto, que su
cuerpo no respondía.

―Vamos ―dijo el segundo guardia con los dientes apretados―. Los eunucos
son todos tan blandos. Ni siquiera actúan un poco como hombres, ¿verdad? ―Le clavó
la empuñadura de su lanza en el costado―. ¡Levántate!

Lilette gritó de dolor. Su visión se volvió negra antes de volver en vetas de gris.
El dolor le atravesaba el costado con cada respiración. ―Por favor, sólo deme un
momento.
―Tengo mejores cosas que hacer que ser niñera de un debilucho castrado.
¡Levántate! ―El guardia levantó la empuñadura de su lanza sobre su cabeza.
Traducido por Beneath Mist

La verdadera prueba de toda civilización es la forma en la que trata a sus mujeres. ~Jolin

ilette se preparó para el dolor, pero éste no llegó.

—Dije, ¿qué significa esto? —El élite, vestido con armadura, se erguía sobre
ella, con la mano cerrada en torno a la empuñadura de la lanza para evitar que el
guardia la golpeara de nuevo.

Ambos guardias retrocedieron unos pasos. —Lo encontramos en el recinto


después del anochecer. Dijo que lo habían enviado a buscar la peineta perdida de su
señora, General. —Se la tendió como prueba.

Con su visión periférica, Lilette observó al General mirar fijamente la peineta.


Se acuclilló frente a ella.

Sabiendo que él era su única esperanza, inclinó el rostro hacia la luz.

Durante un solo latido del corazón de Lilette, la incredulidad cruzó el rostro de


Han antes de que su expresión volviera a ser inescrutable. Dio un golpecito con la
peineta en su pierna cuando se levantó. —Esta es sólo una de ellas. ¿Dónde está la
otra?

Lilette abrió la boca y sacudió ligeramente la cabeza. —¿Otra?

Él se frotó la frente como si su mera presencia lo agotara. —Conozco a su


señora, una de las favoritas del Emperador. —Han se quitó el casco y se pasó una
mano por el cabello sudado—. Esto no le va a gustar a ella.
Los soldados se apuraron. —Lo sentimos, General. No lo sabíamos.

La voz de Han se hizo más baja y peligrosa. —¿Les he pedido excusas?

—No, General —dijeron al unísono.

Había sangre en su armadura y en su cuello. Había estado combatiendo


vorlayenos. —¿Y si olvidamos que todo esto ha pasado? Mis guardias no informarán
de que abandonaste el palacio por la noche. Y tú no informarás de su… maltrato.

Los élite asintieron ansiosos. Con la mano apretando el calambre de su costado,


Lilette asintió.

—¿Recuerdas dónde encontraste la primer peineta? —continuó Han—. Es


probable que su par esté cerca en alguna parte.

¿Qué iba a hacer con ella? ¿La estaba ayudando realmente? El alivio amenazaba
con apoderarse de ella, pero trató de contener la emoción. El miedo era lo único que
evitaba que colapsara. Mantuvo la mirada apartada de él. —Sí, General.

—Bueno, vamos a buscarla entonces. No habrá quien viva con la señora si no


tiene sus peinetas.

Han volvió la cabeza hacia el camino por el que los guardias habían llegado. —
Vuelvan a sus rondas. —Los soldados se marcharon como si la muerte misma los
siguiera. Conociendo a Han, probablemente así era.

Han se agachó y puso a Lilette en pie. —Este es un lugar mortal para estar.
Tenemos que movernos. —Su voz era oscura y furiosa.

Ella se apoyó en él, sin fuerzas, con todo su peso sobre su pierna herida. —
¿Dónde me llevas?

—De vuelta al harén.

Lilette trató de apartarse de él, pero estaba temblando tan violentamente que
apenas podía mantenerse en pie. —No. Tengo que liberar a mi hermana.
Él sacudió la cabeza. —Apenas puedes caminar. Vas a volver al harén lo
quieras o no.

Lilette lo fulminó con la mirada, pero en su interior sabía que tenía razón. Sólo
tendría que esperar otra oportunidad para escapar. Dejó escapar una carcajada carente
de humor. —Entonces me rindo. De nuevo.

Han asió su codo. —No se debe ver a ningún soldado llevando a un eunuco. —
Su voz era gentil—. Apóyate en mí. Vamos a hacer que parezca que te estoy
arrastrando. —Su pierna se acalambró en protesta, pero ella cojeó hacia delante a pesar
del dolor.

Han gruñó. —¿De verdad estabas tratando de incendiar el palacio?

—Tenía que hacer algo. —Después de descender lentamente por las escaleras
del palacio, se adentraron en las confortantes sombras del jardín. Han la guio hacia el
muro del harén. Con cada docena de pasos más o menos, el temblor de sus miembros
se desvanecía.

—¿Por qué me ayudas? —preguntó Lilette—. ¿Por qué no simplemente me


entregas a tu padre?

Han la miró de reojo. —No tengo deseos de ver tu cabeza en otro lugar que no
sea sobre tus hombros.

Lilette hizo una mueca ante esa idea. —¿Y antes? ¿Cómo me encontraste la
noche en la que fui envenenada?

Él señaló con la cabeza hacia lo alto de las murallas, donde una torre se
imponía sobre el harén. —Estaba allí arriba. Te vi vagar abajo, obviamente enferma o
herida. Te vi caer.

Lilette frunció el ceño. —Pero tú no eres un guardia. No hay razón por la que
debas estar en lo alto de las murallas, especialmente tan pronto después de regresar a
casa. —Entonces lo comprendió de golpe—. ¿Estabas… estabas buscándome?
Él no lo negó. Lilette miró sus ojos, como pedacitos de ónice bajo la luz de las
estrellas. —Te habrían matado, de haberte encontrado.

—Sí.

Lilette podía caminar ya por sí misma. Puso un poco de distancia entre ambos.
—No lo entiendo. ¿Por qué te arriesgaste?

Han la estudió. Su cicatriz estaba en el otro lado de su rostro. Con ese aspecto,
con la luz de las estrellas suavizando sus facciones duras, parecía casi apuesto. —Ha
sido una noche larga, Lilette. He visto muchos, muchos hombres morir; ninguno de
ellos soldado. No tengo nada más que ofrecer.

Por ahora, habían llegado hasta el muro. Él oteó su altura. —¿Cómo pretendías
regresar?

—No lo pretendía.

Su mirada se posó en ella, y volvió a ponerse el casco en la cabeza. —Espera


aquí mientras voy por algo de cuerda.

Lilette extendió rápidamente la mano para capturar su brazo. —No la


necesitamos.

Él se detuvo y la miró.

Cerrando los ojos, ella se concentró en el suelo del interior del harén. Cuando
encontró lo que quería, cantó en voz baja. Una enredadera serpenteó hasta su vista y
reptó hacia abajo por la pared.

Cuando levantó la mirada, Han estaba mirándola fijamente, con algo parecido
a la ira en los ojos. —Pensaba que habías olvidado el lenguaje.

—Lo recordé.

Él miró a su alrededor, a continuación se quitó el casco y le dio un fuerte tirón a


la enredadera. —Esto debe aguantar. —Amarró rápidamente el extremo a un árbol.
Lilette miró el muro. Eso iba a dolerle. Pero antes de que pudiera moverse para
escalarlo, Han se puso frente a ella, y sus manos fuertes se aferraron a su cintura. —
Pasa los brazos alrededor de mi cuello, y las piernas alrededor de mi cintura.

Ella retrocedió automáticamente, poniendo los brazos alrededor de sus costillas.


—¿Qué?

Él miró hacia arriba a un lado de la pared y hacia abajo al otro. Estaban


expuestos allí. —Deprisa. —Han pretendía cargarla para trepar el muro.

—Puedo hacerlo —dijo Lilette.

Él levantó una ceja. —Esta escalada requiere de más fuerza de la que tenías
antes de que fueras herida.

—No. Ko nunca me lo perdonaría si algo te ocurriera.

Han hizo un sonido gutural con la garganta. —Yo tampoco estoy entusiasmado
con la idea, pero ¿ves que tengamos otra opción?

Lilette sacudió la cabeza despacio.

—Entonces vamos.

Ella frunció los labios. Rodearlo con los brazos y las piernas parecía demasiado
íntimo.

La expresión de Han se endureció. —¿Tan repulsivo te resulto?

—No me resultas repulsivo. —Agarrando sus hombros, trató de montarse de un


salto con un pie.

Han rodó los ojos y la levantó. Ella lo envolvió con los brazos y las piernas.
Bajo la armadura, su cuerpo era musculoso, duro por todos los sitios donde ella era
blanda. Tuvo la repentina necesidad de explorar su pecho con los dedos. Apartó ese
pensamiento, agradecida de que estuviera lo suficientemente oscuro como para que él
no pudiera ver el rubor extendiéndose por su rostro.
Él le sostuvo las piernas bajo las rodillas y la levantó más hacia su estómago. —
Asegura los pies y las muñecas y aguanta. —Se asió a la enredadera y comenzó a
escalar.

Lilette no podía creer que fuera tan fuerte como para soportar el peso de ambos.
Miró por encima de su hombro al suelo lejano bajo sus pies. Un sentimiento de
impotencia se apoderó de ella. Su bienestar estaba totalmente en las manos de Han. Si
él se resbalaba, o si su enredadera no soportaba el peso de los dos, caería.

Cerrando los ojos, Lilette presionó la frente en el hombro de Han y se concentró


en la constante tensión y relajación de sus músculos, la estrechez de su cintura, su
pecho que se expandía con cada respiración.

Han los impulsó hasta lo alto del muro. Lilette se arrastró hasta el otro lado de
la cima y se apoyó en ella, respirando agitadamente. —Deberíamos…

Él le puso una mano en la boca. Sorprendida, comenzó a alejarse, pero él la


estrechó entre sus brazos.

El calor se apoderó de su cuerpo. —Han…

—Shh —susurró él en su oído—. Puedo escucharlos. —La soltó lo suficiente


como para que pudiera mirar sobre el tejado elevado.

Y ella también los escuchó. —La enredadera. —La alcanzó, tratando de tirar de
ella hasta que quedara fuera de la vista.

Han tiró de ella de nuevo hasta sus brazos—. Los movimientos y sonidos
atraerán su atención. La enredadera se queda.

Oyó el ritmo constante de los guardias avanzando hacia ellos. Podía sentir el
corazón de Han golpetear a través de su ropa. Finalmente, los pasos se hicieron más
suaves conforme se alejaban. Lilette dejó salir el aire de sus pulmones.

Han miró hacia abajo. —No vas a hacer esto por tu cuenta

Ella resopló. —Bajar es más fácil que subir.


Él suspiró y agarró la enredadera. —Vamos. Será más rápido así. La cortaré
después de estar a salvo de vuelta en mi lado.

Ella abrió la boca para protestar, pero él la envolvió en sus brazos y se lanzó por
el borde. Tuvo que aferrarse a él y agarrarse para no caer. Con el corazón latiendo con
fuerza por el miedo, enterró la cara en su pecho y se concentró en respirar.

—Ya puedes soltarte.

Sorprendida, abrió los ojos para descubrir que habían llegado al suelo. —Casi
me caigo —susurró.

Dejó caer sus brazos y jadeó cuando la pierna herida sostuvo su peso. Saltó, con
una pierna flexionada.

Han se apresuró a estabilizarla. —Te lo dije antes, no te dejaré caer. —La llevó
fuera de la vista detrás de un árbol y presionó la palma de su mano en su costado
dolorido. Ella siseó con los dientes apretados.

—No siento ningún nudo. Eso es una buena señal. —Levantó su túnica con
gentileza. Un hematoma se extendía desde su cadera hasta justo sobre su cintura. Él
sacudió la cabeza, comprensivo—. Debería sanar. Mi madre tiene un bálsamo.

De repente, ella fue consciente de lo cerca que estaba, con ambas manos sobre
ella, y sus rostros a un mero palmo de distancia. Trató de empujarlo, pero él la sostenía
con firmeza. —He visto a muchos morir esta noche, no quiero que seas uno de ellos.
¿Qué hacías, saliendo a hurtadillas del harén? ¿Y entrando en el palacio? Pensaba que
eras más inteligente.

Cuando Lilette no respondió, él se acercó un pequeño paso, tan cerca que ella
podía sentir el calor de su cuerpo. —Vas a ser la próxima Emperatriz, la mujer más
poderosa del imperio. No vas a necesitar nada. ¿Por qué arriesgarte a morir para
escapar de eso?

¿La siguiente Emperatriz? —¿Qué?


El rostro de Han se oscureció, pero no respondió.

Ella apretó con fuerza los párpados para bloquear las imágenes de ella siendo la
esposa de Chen. ¿Cómo podía confiar en Han?

A pesar de todo, había visto destellos de su antigua bondad. Le había salvado la


vida dos veces, arriesgando la suya. Si Lilette iba a salir de allí, necesitaría ayuda. No
podía encontrar a nadie mejor. —Si te lo pidiera, ¿me ayudarías a escapar?

Él la estudió, con los ojos brillando a la luz de las estrellas. —Somos enemigos,
tú y yo.

La desesperanza se apoderó de Lilette. Sin su ayuda esa noche, habría sido


capturada y probablemente asesinada. Si él se negaba, sus posibilidades de éxito eran
casi inexistentes.

—Deberías irte. —La dureza de su voz podría cortar una piedra—. Gracias por
devolverme a mi prisión. De nuevo.

Se volteó para marcharse, pero Han le cogió la mano. —¿Recuerdas la primera


noche que huiste de Rinnish?

—¿Cómo podría olvidarla?

Le quitó el sombrero con gentileza. Ella se congeló cuando le desenrolló el


moño y pasó los dedos por su cabello.

No estaba segura de por qué le permitía tocarla, pero se sentía muy bien. —Eras
mi mejor amigo —admitió finalmente.

—¿Recuerdas a alguien que vino en mitad de la noche para advertir a tus padres
que huyeran?

Lilette se volteó para enfrentarse a él, su cabello giró para acomodarse sobre su
hombro. —Todo lo que recuerdo fue despertar cuando mi madre me obligó a salir de
la cama. —Él parecía triste, y vulnerable. Era tan diferente del hombre que había
llegado a conocer, que parpadeó sorprendida—. ¿Tú? ¿Tú nos advertiste?
Su cicatriz se torció. —Escuché a mi padre hablar con la élite. Iba a ir a por ti
antes del amanecer. Quería casarte con Chen.

Lilette tocó la cicatriz de Han. —¿Por eso tienes esto?

Él trató de apartarse de ella, pero Lilette se acercó más. Él bajó la cabeza y


murmuró—: Mi padre se puso furioso.

Ella pasó sus dedos sobre la piel desigual. El movimiento fue tan leve que no
estuvo segura, pero creyó que Han se inclinó hacia su contacto.

—Quería que supieras que puede que seamos enemigos, pero también soy tu
amigo —susurró—. Siempre he sido tu amigo.

Ella no estaba segura de lo que le empujó a hacerlo, pero se inclinó hacia


delante y presionó sus labios contra los de él. Su boca se abrió a causa de la sorpresa,
pero después puso las manos en su rostro y la besó. Sus labios eran suaves y gentiles,
pero sintió un ligero temblor en algún lugar dentro de él, como si estuviera
retrocediendo.

Él se apartó y apoyó la frente contra la suya. —Lilette…

La forma en la que dijo su nombre con tal anhelo… ¿Él también habría
aprendido a construir una armadura alrededor de su corazón?

Cada parte de ella anhelaba más. Él enrolló un mechón de cabello de Lilette


entre sus dedos. —Nunca supe que podía ser del color de la luz del sol en invierno.

—Nunca he visto el invierno. —La voz de Lilette salió entrecortada y suave.

—La luz es más débil, los colores se desvanecen.

Ella apretó los labios para contenerse. —Han… —Eso, lo que quiera que fuera,
no encajaba en sus planes de escapar, o en el plan de Chen de casarse con ella.

Han soltó el cabello de sus dedos antes de retroceder. Señaló con la barbilla la
casa de su madre. —Tienes que regresar. ¿Podrás hacerlo?
Ella se sintió vacía sin él a su lado, y las palabras la habían abandonado.
Asintió. Rápidamente, Han se abalanzó hacia el muro, asegurando los puntos de
apoyo con los pies y el agarre en la enredadera.

Lilette se volteó al escuchar voces en la distancia. Estaban demasiado lejos


como para poder comprender sus palabras, pero definitivamente estaban llamando a
alguien. Y por supuesto que ese alguien probablemente era ella.

—Lilette —susurró Han. Ella se volvió hacia él. Había alcanzado lo alto del
muro y se había detenido, con el rostro ensombrecido—. No intentes escapar de
nuevo.

Sin responderle, ella se deslizó hacia las sombras.


Traducido por Brayan Calderón

Han me aterrorizaba. Él era la violencia personificada en músculos y ceños fruncidos. Pero Lilette
parecía atraída por las cosas aterradoras. ~Jolin

as voces llamaban el nombre de Lilette. Frías olas de miedo latieron a través de


ella. Estaba vestida con ropas de un eunuco, con kohl en el cabello y moratones
en el cuerpo. Ninguna explicación que ella le pudiera dar a Chen lo
convencería. Miró a su alrededor, con la esperanza de encontrar algo, cualquier cosa
que la ayudara. Y entonces vio el lago. Por piedad de las Creadoras, se trataba de una
idea tonta, la mayoría de sus ideas por lo general lo eran. Pero no tenía otra opción.

Se quitó su túnica de eunuco, la metió dentro de uno de los botes en el muelle, y


se sumergió en el lago hasta que le llegó a la cintura. El agua estaba fresca, pero el
fondo estaba lodoso. Manteniendo la boca y ojos firmemente cerrados, se frotó para
lavarse el kohl del cabello, enjuagándolo por lo menos una docena de veces.

Empapada de agua un poco salada, cruzó los brazos sobre su ropa interior casi
translúcida. Obligándose a no cojear, se trasladó hacia las voces.

No pasó mucho tiempo antes de que se vislumbraran ante ella las parpadeantes
luces de unas antorchas a través de los árboles. Uno de ellos aulló con sorpresa cuando
ella salió a la vista. —¿Están buscándome? —preguntó ella inocentemente.

El hombre la miró de arriba abajo, sus cejas dibujaron confusión. —Sí,


Honorable señora. El Heredero ha venido a verla, pero no estaba allí. —Le silbó a los
demás y estos la escoltaron de vuelta a la casa de Ko.
Ko se paseaba en frente retorciendo ambas manos. Se quedó helada cuando
llegaron a su vista, su expresión no mostraba nada en absoluto, y Lilette se preguntó si
su amiga la había traicionado.

El eunuco jefe resopló al verlos, su extraño modo de andar encorvado se veía


más exagerado por sus pasos amplios. —¿Dónde has estado?

Ella hizo un gesto hacia su ropa goteante. —Nadando.

Sus ojos se entrecerraron. —¿Sabes lo que has hecho?

—Lo siento.

—¿Lo siento? —le farfulló. Él abrió la boca para decir algo más, pero Chen lo
interrumpió al aparecer. El eunuco jefe apretó la mandíbula, su garganta se cerró
alrededor de las palabras que parecían ahogarlo.

Chen todavía llevaba su armadura de batalla, aunque por su condición estaba


claro que no había estado en medio del combate. Su mirada atravesó a Lilette hasta la
médula. La observó en su estado apenas vestido, y ella tuvo que resistir el impulso de
cubrirse con las manos. —No debías salir de casa de Ko —le recordó.

Ella se postró a sus pies con las tres inclinaciones y luego parpadeó hacia él.

—He venido a compartir nuestra victoria decisiva contigo, pero no estabas. ¿A


dónde fuiste? —Aunque sus palabras eran suaves, la tensión debajo de ellas la asustó
más de lo que un grito lo hubiera hecho.

Se levantó para sentarse sobre sus talones. —Hacía un calor insoportable, así
que fui a nadar.

Chen frunció el ceño. —¿En el lago?

—Yo solía ir a nadar en la noche todo el tiempo. —Una mentira flagrante.


Siempre estaba muy cansada como para molestarse—. Echo de menos el agua. —Al
menos eso era cierto. Dejó que sus ojos se llenaran de lágrimas… legítimas.
Él hizo un gesto a los eunucos. —Todos váyanse. —Luego señalo con el dedo
al eunuco personal de Lilette y al Jefe Wang—. Ustedes dos espérenme adentro con la
otra concubina.

Todos marcharon rápidamente. Chen tomó del brazo a Lilette y tiró de ella
fuera de la casa, donde nadie pudiera oírlos. Él la aplastó contra un árbol. El dolor le
atravesó el costado herido. Se obligó a no reaccionar, a no llorar.

—Estabas tratando de escapar.

—No. —Se quedó sin aliento, con la cabeza nadando en dolor—. Yo estaba…

—Lilette, hay cosas de las que ni siquiera yo puedo protegerte. Si te descubren,


¿sabes lo que mi padre te haría?

—¿Lo mismo que le hiciste a Laosh?

Chen la soltó como si se hubiera quemado. —Yo le ahorré una ejecución


pública y la tortura que la acompaña.

Lilette desgranó su ira. Confianza, se recordó. Si él confía en mí, las oportunidades


para escapar vendrán. —Lo siento.

El resopló con los dientes apretados.

—Prometo que no estaba tratando de escapar. Solamente fui a nadar.

La observaba, con sus brillantes ojos oscuros. —¿Estás dispuesta a probarlo? —


Dio un paso hacia ella, con la mirada fija en sus labios. Lilette se forzó a inclinarse
hacia él y presionar su boca contra la suya. La boca del hombre estaba húmeda y fría.
Todo lo que ella podía ver era a los soldados alineados detrás de las Guardianas,
escuchar el canto oscuro y vibrante. Ver a Chen observar impasible cómo Jolin era
apaleada. Mientras el beso continuaba, Lilette no pudo detener los profundos
temblores que habían empezado en su interior.

Finalmente, él se retiró. Como si la estuviera desafiando a detenerlo, él empezó


a tocarla través de su delgada ropa interior. —Los señores de las otras islas deben
llegar antes del mediodía para el consejo de guerra, y una fiesta ya está programada.
La oportunidad perfecta para probarte a ti misma.

—Pero el beso…

—Eso ayudó. —Su sonrisa era lobuna—. Pero aun tienes un largo camino que
recorrer.

—¿Cómo probarme a mí misma?

Él puso la cabeza en alto. —Convirtiéndote en mi esposa.

Ella sola se había puesto en sus manos. —No. —La palabra salió de su boca
antes de que pudiera detenerla.

—Piensa en todas las cosas buenas que podrías hacer como Emperatriz.

Ella lo miró a los ojos. —¿Por qué haces esto?

Él puso una expresión aislada y dio un paso atrás. —Porque es lo mejor para mi
país. Y lo creas o no, es lo mejor para ti.

Lilette hizo puños sus manos a los costados. Aun así, si ella vivía en el palacio,
lo único que tendría que hacer sería escabullirse en los jardines para liberar a las
Brujas. —¿Un no es siquiera una opción?

—Por supuesto —dijo Chen—. Yo no soy un monstruo.

Ella tomó un fortificante respiro. —Muy bien.

—¿Qué?

Cambió de posición por su pierna dolorida. —Dije que sí.

Él asintió, con una sonrisa adornando sus labios perfectos. —Ya verás, Lilette.
Esto es lo mejor para todos. Y voy a ser bueno para ti. Lo juro. —Hizo un gesto para
que lo siguiera—. Los eunucos deben ser despertados. Van a tener que trabajar toda la
noche.
—Wang —gritó mientras se acercaban a la casa.

El eunuco jefe abrió la puerta e hizo una reverencia.

—Por haber perdido de vista a la princesa, su eunuco personal recibirá cinco


azotes —declaró Chen—. Tú recibirás siete. Piérdanla de nuevo y serán sus cabezas.

—Sí, Heredero —dijo el eunuco jefe.

—Ahora que nos ocupamos de este asunto, tenemos una boda que planear.
Despierta a todos los eunucos. —Chen acunó la mejilla de Lilette y la besó de nuevo.
Se apartó, y su aliento quedó en los labios de ella—. Hasta luego, mi dulce esposa.

Puso todo su esfuerzo para no limpiarse la boca con el dorso de la mano. Ella le
lanzó algo que esperaba que a él le gustara, una sonrisa tímida.

Chen frotó los pulgares a lo largo de las clavículas de Lilette antes de señalarle
al eunuco jefe que caminara con él. —Ella está demasiado delgada. ¿Está comiendo lo
suficiente?

Wang hizo una reverencia. —Voy a vigilar personalmente su dieta, Heredero.


—Por encima de su hombro, le lanzó a Lilette una mirada de tal odio, que ella hizo
una mueca. Su eunuco personal fue detrás de ellos, caminando rápidamente.

Lilette entró en la casa, luego esquivó al eunuco del Ko y entró a la habitación


de Ko. Se deslizó entre el estrecho biombo, se frotó los labios con la manga, y escupió
en el suelo. Respirando con dificultad, rechinó los dientes. —¿Les dijiste que me había
ido?

Ko negó con la cabeza. –El Heredero vino a visitarte. —Su boca se tensó. —Él
se habría acostado contigo.

Lilette presionó su mano contra su boca, con el corazón acelerado. Si no


escapaba antes de la noche siguiente… pero estaría en el palacio para entonces. Sólo
necesitaría escabullirse al jardín. Fingir sumisión esos últimos días seguramente valdría
la pena. Tenía que.
—¿Por qué has vuelto? —preguntó Ko en voz baja.

Lilette hizo una mueca. —Me atraparon.

Ko levantó las cejas.

—Han interceptó a los guardias. Me dejó ir.

—Eso es bueno, o los tres estaríamos muertos.

Lilette dejó que eso la calara, al darse cuenta de lo cerca que todos habían
estado de ser capturados. Se levantó la ropa interior, revelando los moretones que las
sombras y la delgada tela de la ropa habían escondido. —Han ha dicho que tenías un
ungüento.

Ko puso raíces alrededor de su pecho mientras Lilette examinaba su espinilla.


Para su sorpresa, no estaba amoratada, pero podía sentir un gran nudo bajo sus dedos.

Ko untó el ungüento en el abdomen de Lilette antes de envolverlo con una vieja


faja. Luego le dio un recipiente con pasta. —Toma un dedo de esto. Te ayudará con el
dolor.

Lilette tomó el recipiente, pero dudó en consumir cualquier cosa.

—Creo —dijo Ko después de un momento—, que es muy peligroso ser tu


amiga.

Una caverna pareció abrirse dentro Lilette. A lo largo de su vida, había perdido
a todos los que alguna vez habían estado junto a ella. ¿Por qué Ko sería diferente?

—Lang y yo hemos arriesgado nuestras vidas por ti. Mi hijo ha arriesgado su


vida, demasiadas veces. Prométeme que vas a mantenerlo fuera de esto.

La caverna se abrió y aumentó aún más. Un rubor se deslizó hasta las mejillas
de Lilette. ¿Acaso Ko sabía algo de lo que había pasado entre Han y ella? A pesar de
que Ko envió una punzada de dolor a través de vientre de Lilette, esta se obligó a decir
las palabras. —Lo juro.
Puso una cierta cantidad de pasta en su boca e hizo una mueca cuando la
amargura se extendió por su lengua.
Traducido por Big20

Chen era un hombre malvado con sed de sangre y sin atisbo de compasión. Estaba más allá de la
redención. ~Jolin

ilette despertó cuando su eunuco recorrió el biombo. Había más eunucos detrás
de él, decenas de ellos—tantos, que llenaban la casa de Ko.

Cuando se levantó hasta quedar sentada, Lilette se estremeció ante la punzada


en su pierna. A juzgar por la luz, tenía que ser media mañana.

Su eunuco entró en la habitación, con una bandeja de comida en las manos. Se


puso de rodillas y se postró. Moviéndose como uno, el resto le siguió. También vio a
Ko de rodillas. Lilette frunció el ceño. Desde este día en adelante, iba a ser una
princesa. Sólo había tres personas en el imperio ante quien ella se postraría.

Su eunuco se levantó y dejó la bandeja ante ella. Pudo oler el desayuno:


salchichas, té y harina de arroz frito, y se sintió enferma del hambre. Tomó un bocado
de rollo de salchicha frita y cerró los ojos de placer. Estudió los ojos hundidos y el
rostro estirado de su sirviente. —¿Has atendido tus heridas? —preguntó en voz baja.

Él se puso rígido. —Se me ha vendado, princesa.

Se estremeció ante el honorífico, y su costado protestó por el movimiento


repentino. Se preguntó sobre las aspiraciones de los eunucos. ¿Acaso ellos anhelaban
regocijarse en las sobras de gloria de sus señoras? Su eunuco ciertamente parecía
encantado con la idea de mudarse al palacio con Lilette. —¿Has tomado algo para el
dolor?
Él continuó trabajando. —Suavizar el dolor también suaviza el castigo. No está
permitido.

Ella inclinó la cabeza hacia un lado. —Soy la princesa. Lo permito.

El eunuco calló por un momento. —Sus deseos son míos, princesa.

Se fue, presumiblemente para hacer lo que le había pedido. Una de las pocas
cosas que ella echaría de menos cuando escapase de este lugar era la comida de él.
Deseaba poder llevárselo con ella. Pero él rendía cuentas al eunuco jefe, y por lo tanto
al Heredero, así que no podía confiar en él.

Ko entró un momento después. —Lo deshonras. —Lilette abrió la boca para


protestar—. Mientras lleva el dolor, su honor le es regresado. Lo tratas como un
debilucho.

Lilette intentó ir tras él, pero una mano de Ko en el brazo la detuvo. —Si te
retractas de tu orden, perderás presencia.

Lilette se tragó un gemido. Tenía cosas más importantes de qué preocuparse


que los sentimientos de su eunuco.

Ko se fue sin decir una palabra.

Sabiendo lo que le esperaba, Lilette se obligó a comer. Tan pronto como


terminó, los eunucos le quitaron la bandeja y procedieron a desnudarle y bañarle.
Fueron amables con sus contusiones, aunque ninguno comentó sobre ellas. No se le
permitió ayudar. Cada vez que lo intentaba, una mirada de vergüenza se apoderaba de
las caras de los eunucos.

Ellos frotaron aceites raros en su piel, su rostro fue espolvoreado con polvo de
arroz, delinearon sus ojos y cejas con kohl, y pintaron sus labios de color rojo como el
caparazón de una langosta. Fue envuelta en metros de seda roja y oro—pintada
meticulosamente a mano. La peinaron en elaborados rizos y moños.
Después de haber terminado, Lilette se miró a sí misma. Llevaba peinetas en el
pelo y broches en la ropa—todos ellos reliquias de incalculable valor. La simple túnica
de seda valía mucho más de lo que Fa habría visto en toda su vida. Y tuvo que admitir
que una parte de ella se deleitaba con la belleza que la rodeaba.

El grupo de eunucos salió de la habitación. Como si hubiera estado esperando a


que terminaran, Chen entró con seis eunucos más, cuatro llevaban baúles tallados con
incrustaciones de marfil y jade. Los otros dos llevaban baúles más pequeños.

A una señal de Chen, los eunucos abrieron los baúles e hicieron una reverencia
antes de salir de la habitación. En el interior de los baúles más grandes había túnicas de
seda de todos los colores. Los dos baúles más pequeños tenían cajones forrados de
seda, cada uno lleno de joyas de incalculable valor en un arco iris de colores brillantes.
Incapaz de contenerse, Lilette pasó las yemas de los dedos a través de las piedras
brillantes. Había broches de rubíes, peinetas de diamantes y perla, pulseras de madre
perla y zafiro, y un rubí cabujón6 en la empuñadura de una daga de oro macizo. Al
resguardo de su amplia y ondulante manga, Lilette agarró el puñal y lo metió en el
interior de los pliegues de su fajilla.

—Estos han estado en mi familia por generaciones. —Chen se acercó detrás de


ella y rodeó su cuerpo para recoger un broche de rubí que colgaba de una cadena. La
sujetó debajo de su fajilla. Ella contuvo el aliento, esperando que no sintiera la daga
allí.

Dejó escapar un suspiro cuando él se movió de nuevo, observando el broche


que colgaba por encima de sus rodillas. —Recuerdo a mi abuela llevar éste, era su
favorito. —Él sonrió como si fuese un buen recuerdo, y Lilette luchó para imaginarlo
como un niño inocente acurrucado en el regazo de su abuela—. Cuando entres en el
palacio, deberás hacerlo a lo grande.

—El palacio —repitió, sus pensamientos eran pegajosos y lentos dentro de su


cabeza.

6
Piedras pulidas pero no facetadas.
Él se inclinó y la besó suavemente. —Habrá una gran fiesta en nuestro honor, y
te mudaras a mis aposentos.

Por piedad de las Creadoras, tenía que encontrar una manera de escapar antes
de esta noche. Chen buscó detrás de su cuello y se desabrochó el broche que sujetaba
su colgante de ámbar. Él lo abrochó alrededor del cuello de ella, el metal aún
conservaba el calor de su cuerpo. El dragón de oro refulgió contra el rojo de la túnica
de boda.

Un lado de la boca de Chen se elevó. —El tuyo aún no está listo. Pero debes
usar el colgante real en el día de nuestra unión. —Él tocó la piedra—. Ésta ha sido
parte de Harshen por generaciones.

Lilette quería arrancárselo y tirarlo contra la pared opuesta. Cerró los ojos
mientras respiraba profundamente. —Esto es muy amable de tu parte. —Y así era.
Estaba haciendo difícil odiarlo, pero ella era una persona muy determinada.

Él la besó de nuevo antes de hacer señas a los eunucos que esperaban en la


puerta. Ellos la rodearon por todos lados, recordándole que era una prisionera aquí.
Lilette se detuvo cerca de Ko, buscando la calidez familiar en su rostro, pero sólo había
miedo y pavor.

Su corazón se desgarró en su pecho, Lilette dio la vuelta y caminó por el


sendero empedrado, su espinilla y el costado le dolían sordamente. Las concubinas del
Emperador salieron a postrarse, luego se sentaron sobre sus talones y observaron la
procesión, algunas de ellas susurraban detrás de sus abanicos de seda pintada.

Lilette mantuvo la cabeza erguida, los ojos al frente. Cuando se acercó a las
puertas del harén, estas se abrieron. Lo que había más allá le hizo tartamudear y
detenerse.

El elefante estaba rodeado de soldados de élite con su ropa de gala. Aún más
abrumador era la presencia de la Emperatriz, una de las muchas madrastras de Chen.
Chen fue ante ella, haciendo una reverencia. Ella le regresó la reverencia.
Los recuerdos abrumaron a Lilette. Ella estaba de nuevo en su isla, el día que
Chen había venido por ella. Estaba rodeada de soldados, incapaz de elegir por sí
misma mientras los aldeanos morían.

Respiró aceleradamente a medida que se dio cuenta de lo mucho que ambos


días se parecían entre sí. Ella había luchado, sus aldeanos habían luchado. Y habían
perdido. Tenía que encontrar una manera para que este día fuese diferente.

Uno de los eunucos a su lado se inclinó. —¿Princesa?

Volviendo en si un sobresalto, Lilette se acercó a la Emperatriz. Los eunucos se


deslizaron hacia un lado, inclinándose como uno para postrarse.

Con medio segundo de retraso, Lilette se unió a ellos. Cuando terminó, la


Emperatriz hizo un gesto para que se levantase.

—Yo soy la Emperatriz Yuwen. Tú traerás honor a nuestra familia.

Lilette hizo otra reverencia, pero su garganta se secó y no pudo hablar.

La Emperatriz le indicó a Lilette que se uniera a ella. —Ya me he encargado de


tus aposentos y ordené la seda más fina para que puedas elegir. Mañana revisaremos tu
guardarropa. —Ella continuó con los platos que se servirían en la fiesta, pero Lilette
había dejado de escuchar.

Dio un paso al lado del elefante, que había sido pintado con figuras en oro.
Seda negra lo cubría de adelante hacia atrás, y borlas colgaban de cada punto.
Tentativamente, Lilette extendió la mano y la puso sobre un lado de la criatura. Era
áspera y cálida, con una delgada capa de pelo erizado. El animal se volteó a mirarla,
largas pestañas cubrían sus ojos inteligentes en un rostro con motas rosa y marrón.

Sintió un repentino parentesco con el elefante. Tan fuerte, tan poderoso, y aun
así envuelto en galas y obligado a someterse a la voluntad de personas mucho más
pequeñas y menos dignas que ella.
Chen golpeó el hombro del elefante y gritó: —¡Levanta la pierna! —Una y otra
vez hasta que accedió. Él se echó hacia atrás la túnica, se subió a la pierna levantada
del elefante, y trepó. Tres pasos más adelante, se acomodó en la howdah.

Un eunuco hizo un gesto a un palanquín. —Si la princesa hace el favor de


subirse aquí.

Ella dio un paso hacia él y se agarró a las varillas de ambos lados. Suave como
el viento a través de sus dedos, los eunucos se apoderaron de las barras y la levantaron
por encima de sus cabezas.

Ahora estaba a nivel con el palanquín. Chen hizo a un lado las cortinas y le
tendió la mano.

Aunque le crispaba, ella la cogió y se subió a la espalda del elefante. Podía


sentir el calor que irradiaba el animal a través de los finos adornos. Con temor, se sentó
en la silla de madera forrada de seda.

La esposa de Chen había montado este mismo elefante en el primer día de


Lilette en la ciudad. Y antes de que ese día hubiese terminado, estaba muerta. Si ese
era el patrón a seguir, Lilette estaría muerta por mano de Chen esta noche. Se encogió.

El niño sentado en el cuello del elefante pateó detrás de sus orejas y le ordenó:
—¡Ve! ¡Ve! —El elefante pesadamente avanzó hacia adelante, en un amplio andar, lo
que hizo a Lilette moverse de lado a lado y que las borlas se balancearan. Un escalofrío
la recorrió. Ante ella se alzaban las puertas del palacio. De pie frente a ellos estaba un
contingente de la élite de seis hileras de ancho y treinta de largo.

Las puertas se abrieron momentos antes de que Chen y Lilette llegaran a ellas.
La élite les rodeó.

Diciendo órdenes en voz alta, el niño dirigió al elefante por la ciudad, con el pie
pateando la oreja del elefante cuando quería que la criatura girara.
Las personas se alinearon en las calles y vitorearon, lanzando orquídeas y flores
de loto en su camino. La delicada fragancia de las flores llenó a Lilette con un
sentimiento de aprensión.

El elefante cogió un racimo de flores blancas con su nariz increíblemente larga y


se los metió en la boca. El niño regañó al animal.

—No —gritó Lilette lo suficientemente fuerte para hacerse oír por encima de la
multitud—. Déjala comer.

Él la miró sorprendido antes de voltear hacia Chen, quien asintió con


autorización.

—¿Cuál es su nombre? —preguntó Lilette.

—Jia Li —dijo el niño antes de girarse. El elefante continuó masticando


felizmente mientras hacían un circuito alrededor de las calles.

Chen tomó la mano de Lilette. Ella tuvo que esforzarse para no alejarse.
Incluso con la sombra del techo por encima de ella, era insoportablemente caliente
bajo las capas de ropa. El sudor corría por su rostro, y le preocupaba que el polvo de
arroz se estuviera corriendo.

Por último, regresaron hacia el palacio. Por un momento fugaz, Lilette quiso
deslizarse por la parte posterior del elefante y correr. Cerró los ojos y escuchó la
cadencia de los soldados que marchaban a su alrededor, los vítores de la gente. No
tenía adónde ir.

Finalmente llegaron al recinto, donde las puertas estaban abiertas. Una larga
alfombra roja, rodeada de la élite, conducía directamente a la escalinata del palacio.
Alrededor de la élite, cientos de campesinos llenaban a rebosar el patio. No hubo
aplausos o gritos de aprobación. En su lugar, cada persona, hasta el niño más pequeño,
se postró. Tal signo de respeto puso incomoda a Lilette. Ella no había hecho nada para
ganárselo. Todavía no.
El recinto palaciego era enorme, pero Jia Li devoró la distancia con enormes
zancadas. Lilette frotó los pies en el lomo del elefante, agradeciendo en silencio al
animal el transportarla. Jia Li aleteó las orejas como si entendiera, y Lilette se vio
tentada a sonreír.

—Te la daré si quieres —dijo Chen—. Puedes salir con ella siempre que lo
desees, siempre y cuando la élite vaya contigo.

Lilette se negó a mirarlo a los ojos. —¿Era Jia Li su elefante?

Cuando Chen no respondió, ella se volvió hacia él. —¿Lo era? ¿Era el elefante
de Sima?

Su rostro palideció. —¿Ese fue el nombre que ella te dijo?

De repente inquieta, Lilette alisó su túnica. Se había olvidado de que ese no era
el nombre de la antigua princesa.

La mirada de Chen estaba muy lejos. —“Sima” en vorlayeno es “la


traicionada”.
Traducido por Brig20

He llegado a preguntarme si abusamos de los elementos como lo hicimos con ese elefante. ~Jolin

ilette fijó su mirada en las serpenteantes estatuas de dragón que flanqueaban las
escalinatas del palacio. Su mirada viajó por las escaleras forradas de rojo, hacia
la cima, donde el Emperador estaba de pie frente a las puertas abiertas del
palacio. Lo qué más le llamó la atención fue lo ordinario que era, con su gran barriga y
su expresión de desaprobación. Él la evaluó con una mirada calculadora.

Reprimió un estremecimiento cuando Jia Li se detuvo al pie de la escalinata del


palacio. El niño le dio al elefante un racimo de plátanos.

Chen llamó a Jia Li a levantar su pata. Sujetó un lazo unido a un arnés


alrededor del cuello y el pecho del elefante, que giraba sobre su pierna, y desmontó.

La plataforma fue traída de nuevo. Respirando profundo, lo que envió una


sacudida de dolor a través de su costado, Lilette se apoderó de las varillas y se subió a
la superficie. Los eunucos la bajaron suavemente al suelo.

Masas de personas la rodeaban, todos ellos presionaban la frente contra el piso,


todos excepto la élite—quienes se quedaron quietos como una piedra. Caminó
lentamente por entre ellos, y dudó ante los escalones del palacio—después de todo,
Han había dicho que sería asesinada por el solo hecho de tocarlos.

—Puedes entrar en mi casa —dijo el Emperador. Lilette se levantó la túnica, y


pasó entre filas de oficiales para pararse delante de ellos—. Como dote, ofreces a mi
hijo, niñas con el poder de las canciones de las Guardianas —continuó el
Emperador—. A cambio, ofrecemos un precio de novia en títulos, tierras, sedas y
joyas. He encontrado el intercambio digno.

Él asintió a su esposa. Ella hizo un gesto a dos eunucos, que dieron un paso
hacia adelante, entre ambos cargaban un tocado. La monstruosidad, fácilmente era tan
grande como la cabeza de Lilette, era la mitad de un orbe incrustado con piedras del
color del agua poco profunda.

—Tiene nueve dragones y nueve aves fénix. El número significa tu estatus


exaltado —explicó la Emperatriz Yuwen. Los dragones eran en realidad esculturas
doradas que parecían estar subiendo entre los cuerpos planos de las aves fénix. Las
cuatro uniones… —La Emperatriz hizo un gesto a la unión de las alas que se
desplegaban desde un lado de la corona— significan que eres la esposa del príncipe
heredero—. La corona de la Emperatriz tenía seis uniones.

Hebras de perlas colgaban de los lados del tocado, oro en patrones geométricos
le daban forma. Los eunucos lo colocaron sobre la cabeza de Lilette. Era terriblemente
pesado, y las perlas chasqueaban en sus oídos y rozaban sus hombros cuando se
movía. Ya podía sentir que le comenzaba un dolor de cabeza en la frente.

—Ya está hecho —proclamó el Emperador—. Todos levántense.

Y así, Lilette estaba casada. El susurro de miles de personas que se ponían de


pie fue ensordecedor. Podía sentir sus miradas sobre ella, aunque de espalda a ellos, no
veían nada más que sus fabulosas ropas y el peñasco de tocado.

El Emperador levantó ambas manos al aire. —¡Ahora celebremos con una


fiesta!

Como si esperaran la señal, los eunucos de inmediato se trasladaron a través de


la multitud, repartiendo naranjas desde canastas bajo el brazo.

Chen bajó y le ofreció el brazo. Manteniendo su rostro impasible, Lilette lo


tomó. De cerca, los detalles del palacio eran increíbles. Paneles casi translúcidos
alineados en la parte delantera, todos abiertos para dejar entrar la ocasional brisa. Un
tejido entrelazado corría por debajo de todas las ventanas, el tejido estaba destinado a
mantener fuera a los demonios del inframundo. Las puertas dobles presentaban
grabados de dragones serpenteantes, los que Lilette estaba estudiando cuando los
eunucos abrieron las puertas.

En el interior, el salón principal ocupaba casi todo el piso. Funcionarios y


académicos en sus mejores sedas se postraron al lado de mesas bajas rodeadas de
cojines. Lilette buscó a Han con la mirada, pero no lo pudo encontrar.

El Emperador y su esposa fueron a la mesa del centro, que se elevaba por


encima de las demás. Lilette, aturdida, los siguió. Sus moretones dolían, y estaba muy
sedienta y acalorada. El tocado había entumecido su cabeza. Maniobró su camino a
través de las multitudes de personas postradas, sus rostros eran apenas una mancha.

Tomó su lugar en la mesa. Los eunucos trajeron el primer plato. Lilette bebió el
vino y pidió agua. Rellenaron su taza tres veces antes de sentirse satisfecha. Sabía que
debía comer, ya que iba a necesitar todas sus fuerzas para lo que venía, pero nada de lo
que puso en su boca le pasó por la garganta.

Los hombres de la mesa hablaban, sus voces subían y bajaban sin sentido.
Lilette estaba contenta de que no fuera permitido a las mujeres hablar en el palacio, y
se alegró de que su silencio se viera como un signo de humildad en lugar de terror.

Apenas el banquete comenzó a llegar a su final, la inquietud se apoderó de


Lilette. En menos de un latido del corazón, la naturaleza pasó de suave y fluida a
retorcerse de dolor. Aturdida, se puso de pie. La sala quedó en silencio.

—¿Lilette? —dijo Chen.

—Algo está mal. —Había sentido esto antes… esta sensación de que algo estaba
profundamente mal, como cuando las canciones de las Brujas habían atacado la
armada de Vorlay. Y mucho antes de eso, cuando ella y su madre habían convocado a
los rayos.
Los ojos de Lilette se ensancharon cuando comprendió. —Están cantando en
nuestra contra. —Y entonces se acordó de su madre mostrándole escenas de muerte y
destrucción que habían terminado con la isla hundida bajo las olas—. ¡La ciudad
Arboleda nos está atacando!

Chen estaba de pie ahora, con los brazos sobre los hombros de ella, tratando de
convencerla para que se sentara.

—¡Tiene que dejarlas ir! ¡Déjelas ir o las Brujas le destruirán! —Lilette gritó al
Emperador.

Su mirada se dirigió a la parte posterior del palacio. El biombo había sido


deslizado a un lado, proporcionando una vista perfecta de los jardines, donde las
Brujas estaban retenidas. —¡Vean si todas están aseguradas! —ordenó el Emperador.

Lo guardias de la élite se colocaron al hombro sus alabardas y comenzaron a


correr.

—¡No! —dijo Lilette—. Proviene de la ciudad Arboleda. —Tan pronto como


las palabras salieron de sus labios, el palacio dio sacudidas debajo de ella, enviándola a
volar. Su ridículo tocado cayó y casi se quebró en dos.

El mundo rugió en protesta—un sonido roto y triturado. El palacio se sacudió


como si se fuera a venir abajo. Lilette trató de gatear lejos, pero el temblor la tiró al
suelo. Se hizo un ovillo, con la esperanza de que toda la estructura en la parte superior
no se desmorona sobre ella.

De alguna manera, Chen logró llegar a ella. Envolvió sus brazos de manera
protectora a su alrededor, y estaba tan aterrorizada que se volvió hacia él y enterró la
cabeza en su pecho. El temblor pareció no terminar nunca, pero cuando por fin
terminó, ella se asomó por sobre el hombro de él. Apenas reconoció la habitación. Las
mesas estaban patas arriba, los alimentos se habían derramado, los relieves tallados se
habían agrietado y las esculturas habían caído.
—Tienes que dejarlas ir, Chen —murmuró Lilette contra él—. Ellas nos van a
destruir a todos si no lo haces.

—Shh —dijo reconfortándola antes de levantarla. Eunucos frenéticos corrían


por la habitación, atendiendo a todo el mundo.

—¿Sabías que esto pasaría? —le exigió el Emperador.

Lilette se armó de valor. —Yo sabía que algo pasaría. No sabía qué.

De repente Han estaba allí, su mirada sobre ella en los brazos de Chen. —
Siempre hay una réplica. ¡Todo el mundo fuera!

Todo el mundo se precipitó afuera. Lilette inhaló una bocanada llena de polvo y
miedo antes de que golpeara la segunda onda. Chen envolvió sus brazos alrededor de
ella y la abrazó con fuerza, haciendo que su costado le doliera de nuevo. Ésta no la
derribo, ni tampoco duró tanto. Cuando terminó, Lilette se sorprendió de que el
palacio siguiera en pie.

—Es un mal presagio —dijo la Emperatriz, con la mirada fija en Lilette.

El rostro del Emperador estaba rojo. —¡Hagan que nuestras Brujas nos
defiendan! ¡Que arrasen a la ciudad Arboleda!

Lilette negó con la cabeza. —Para que una canción potente pueda viajar una
distancia tan grande, cientos de Brujas deben estar cantando. —Incluso ella lo sabía—.
Usted tiene un poco más de treinta.

El rostro del Emperador se puso aún más rojo, y su mirada se centró en su


cabeza desnuda. —Ese tocado ha estado en mi familia por generaciones. ¿Dónde está?
¿Qué has hecho?

Lilette cruzó los brazos sobre su pecho. Si él tenía que culpar a alguien, al
parecer, tenía que ser a la Bruja más cercana.

Chen se movió entre ella y su padre. Han se acercó desde atrás. —Debemos ver
la ciudad, Emperador. Habrá heridos. Edificios derrumbados. Incendios.
El Emperador comenzó a rugir órdenes, ordenando a la élite ir a la ciudad y
pidiendo que se movilizara a los soldados imperiales.

Lilette vio a los soldados correr desde el palacio. Con ellos fuera, sería mucho
más fácil escapar. Puso la mano en su bolsillo y frotó el pulgar a lo largo del borde
astillado del ala del fénix. Sólo tenía que escapar.

Pero no había dado dos pasos antes de que Chen la encontrara. Miró a su
alrededor. —¿Dónde están los malditos eunucos cuando se le necesita? —La empujó
hacia su hermano—. ¡Asegúrate que llegue a salvo a mis aposentos y mantenla allí!

Han gruñó. —¿A dónde vas?

Chen ya había empezado a correr. —¡A preparar a las Brujas para una canción
de contraataque por si nos atacan de nuevo!

Han hizo un gesto a Lilette para que caminara delante de él. —Esto es sólo el
comienzo —dijo ella una vez que estuvieron fuera del alcance de cualquier oído.
Apretó la mandíbula mientras entraban de nuevo en el caos del interior—. No van a
ceder —continuó—. Y ustedes no tienen suficiente de nosotras para luchar contra
ellas. Si nos dejan ir, podemos negociar en su nombre.

Pasaron un par de leones bañados en oro que custodiaban la escalera simétrica.


—Vi que esto sucedería —insistió. Han no mostró ninguna señal de que la estuviera
escuchando—. Las Brujas hundirán toda la isla.

Él habló con los dientes apretados. —¿Estás diciendo que eres una especie de
vidente?

Habían empezado a subir el segundo nivel. —Me fue mostrado, por una de las
Creadoras.

Han se puso rígido. —¿Viste al Dragón del Sol?

Si la madre de Lilette no podía ser llamada un Dragón del Sol, ¿Quién podría?
—Sí. Y vi a Rinnish hundirse debajo de las olas, con Brujas y todo.
Han cerró brevemente los ojos. —Kalari no destruirá la ciudad con sus Brujas
todavía en el interior.

Los hombros de Lilette se desplomaron. —Ellas lo harán con el fin de evitar


que este tipo de cosas suceda otra vez.

Han paró ante una puerta tallada. La abrió para revelar una habitación con una
cama real llena de cojines de seda. Mesas bellamente talladas se habían volcado,
derramando de los cofres el contenido, había joyas brillantes por todo el piso.

Ella corrió a la puerta opuesta y salió a la terraza. Partes de la ciudad estaban


ardiendo, el humo se elevaba hacia el cielo del mediodía. Otras partes se habían
derrumbado en escombros. Las personas serían enterradas allí, sus hogares se
convertirían en sus tumbas. Lilette se presionó la mano contra la boca.

Este era sólo el comienzo. —Tengo que liberar a mi hermana y a las otras. Es
para lo que fui salvada.

Han se volvió hacia ella. —¿Salvarlas? Están vigiladas por más de setenta
miembros de la élite. Los Protectores están en el recinto que se utilizaba para guardar a
los leones. Y sólo el Emperador tiene la llave.

Tragó saliva contra la opresión en la garganta. —Han, tienes que dejarme ir.

—¿Para que puedas morir? —Se agarró a la barandilla, con los nudillos
blancos—. ¿Sabes lo que me estás pidiendo? Cuando te atrapen, mi padre te matará. Ni
Chen ni yo seremos capaces de detenerlo. —Han miró su fabulosa túnica—. Mi
hermano nunca me perdonará. Él confía en mí. Y él es tu marido. —La voz de Han se
rompió en la última parte—. Entonces mi propio padre me mataría.

Él no iba a dejarla ir. —La muerte no es algo que temer, Han. —Metió la mano
en los pliegues de su faja y agarró su cuchillo. Se inclinó hacia delante de puntillas
como si fuera a besarlo. Él se apoderó de sus brazos para apartarla. —Lo siento —
susurró ella, luego giró su brazo en un arco y golpeó la empuñadura de la daga en su
sien.
Él se desplomó en un montón en el suelo. Lilette se quedó mirando la piedra
rojo sangre en la empuñadura. Debía matarlo, él iría por ella cuando se despertase.
Pero no se atrevió a hacerlo.
Traducido por Beneath Mist

Ese temblor fue una advertencia de las Guardianas. Todas lo sabíamos. Y todas nos
preguntábamos en secreto cuán prescindibles éramos. ~Jolin

ilette desabrochó la armadura de Han y le quitó la ropa, intentando no mirar


las cicatrices que cruzaban su cuerpo como las líneas de un mapa. Se quitó su
elaborada túnica y la dejó caer al suelo. De pie sin nada más que su ropa
interior, se quitó las flores y las peinetas del cabello. Encontró un recipiente con agua y
se lavó el polvo de arroz de la cara y el cuello.

Cogió una bolsa de seda, la llenó con joyas, y se la ató a la cintura, y después se
puso la túnica y los pantalones de Han. Se recogió el cabello de la nuca, lo retorció, y
se puso el casco tachonado de cuero y bronce. Este cayó inmediatamente sobre sus
ojos. Lo llenó con toallas de lino. Las solapas del casco cubrían su cuello y sus orejas,
y había una careta opcional. Se la ató y la amarró con las correas de cuero. Era
sofocante, pero ahora sólo se le veían los ojos. Lástima que fueran azules.

Afortunadamente, Han era sólo un poco más alto que ella, así que aunque le
quedaran holgadas, las prendas y la armadura le iban bastante bien. Las grandes botas
de Han serían mayor problema.

Por piedad de las Creadoras, estaba aterrada. Abrió el biombo y se asomó al


exterior. Miró una última vez al cuerpo inmóvil de Han antes de fijar los ojos en el
suelo y desandar sus pasos por los amplios corredores, con las espadas chocando con
un ruido metálico a su espalda a cada paso que daba.
Bajó trotando dos tramos de escaleras hasta llegar a la estancia principal. Los
eunucos y la élite bullían de actividad a su alrededor. Ninguno hizo ningún
movimiento para detenerla cuando rodeó uno de los leones de oro y se dirigió
directamente a los jardines. Estaba a mitad de camino cuando Chen cruzó las puertas
del jardín, con Wang a su lado. Agachó la cabeza, muerta de miedo. El élite que estaba
cerca de ella se detuvo para inclinarse cuando Chen pasó, de modo que Lilette hizo lo
mismo.

—Vigílala. No me fío de ella —dijo Chen cuando llegó a la altura de Lilette—.


Y dile a mi hermano que se encuentre conmigo en los establos. Se nos requiere en la
ciudad.

Chen se puso el casco en la cabeza y no miró atrás cuando Wang subió por las
escaleras, con su barriga rebotando. Cuando Wang llegara a las habitaciones,
encontraría a Han inconsciente y a Lilette desaparecida. Se habría acabado incluso
antes de comenzar.

Le costó toda su fuerza de voluntad esperar para echar a correr hasta que llegó a
las sombras del jardín. Corrió hacia donde tenían a los Protectores, con el corazón
palpitando frenéticamente en su pecho y la debilidad apoderándose de ella.

Pero no podía frenar. No podía detenerse.

Casi había conseguido llegar cuando la alarma emergió del palacio. Lilette
estaba demasiado lejos como para distinguir las palabras, pero el significado estaba
claro. Wang había descubierto su desaparición.

A sabiendas de que no había tiempo para sutilezas, no frenó cuando alcanzó el


recinto donde los Protectores estaban retenidos. Simplemente corrió hacia las puertas.
Desafortunadamente, su respiración era tan dificultosa que no pudo hablar.

Se encorvó y abrazó sus muslos, tanto porque estaba a punto de derrumbarse


como porque quería ocultar su rostro. Movió la mano hacia las puertas principales. —
Terremoto, distracción —le dijo a los guardias de la élite—. Hay vorlayenos en el
recinto.
Su angustia debió convencerlos, porque toda la élite, excepto dos, se fueron
corriendo. Dos que ella podía manejar.

Siguió a los que se iban. Tan pronto como estuvo fuera de su vista, encontró el
árbol más alto a la vista y lo escaló hasta que pudo ver a los Protectores y a los dos
élite restantes. No había tiempo para dudar. Chen se imaginaría dónde había ido y la
élite vendría.

Soltando un lado de la inútil careta, Lilette cantó con la respiración


entrecortada. Evidentemente, los dos guardias restantes la oyeron, y evidentemente
vinieron corriendo. Pero por esa razón era por la que había escalado el árbol, para
ganar algo de tiempo.

Consideró cantar una canción para doblegarlos, pero no podía permitirse


malgastar tiempo en eso. En su lugar, cantó para que las plantas envolvieran los
barrotes que contenían a los Protectores prisioneros.

Los dos miembros de la élite la encontraron más rápido de lo que había


esperado, e inmediatamente comenzaron a escalar el árbol. Con los brazos
temblándole por el agotamiento, Lilette trepó más alto, sin cesar la canción.

En la quinta repetición, había llegado tan alto que el árbol había comenzado a
inclinarse con su peso. Cometió el error de mirar hacia abajo, y su mente se aligeró.

Una rama se rompió bajo los pies de uno de la élite. Se tambaleó para aferrarse
a algo, y apenas logró agarrarse. Cuando recuperó el equilibrio, el otro guardia y él no
intentaron escalar más alto. En su lugar comenzaron a cortar el árbol con sus espadas.

Los Protectores soltaron gritos de indignación. Tiraron con más fuerza de los
barrotes. Cientos de enredaderas se rizaban alrededor de los barrotes, apretando y
tensando hasta que los espacios vacíos se hicieron más grandes. Uno de los Protectores
más delgados—no parecía mayor que un niño, con una mata de cabello cobrizo—se
retorció a través de los barrotes y corrió hacia Lilette.
Un élite debajo de ella gritó cuando Cabello Cobrizo apareció en la base.
Rápido como un mono, comenzó a escalar. Un élite de rostro sombrío se dejó caer
para encargarse de él. El otro cortó el árbol con más fuerza.

Con un chasquido, el tronco cedió de repente bajo Lilette. Ella gritó mientras
caía hacia delante. El tronco se detuvo con una sacudida, y el impulso la hizo girar
hasta que quedó colgando de los dedos a poca distancia del élite.

Un sonido gorjeante sonó debajo de ella. Lilette bajó la mirada a tiempo para
ver a uno de la élite desplomarse del árbol. Se golpeó contra el suelo y no volvió a
moverse. Cabello Cobrizo apenas se detuvo para envainar su espada antes de empezar
a escalar de nuevo.

Lilette se cruzó con la mirada del élite restante y vio el asesinato brillando en
sus ojos. Debía saber que iba a morir, pero iba a matarla primero. Dio un paso hacia
una de las ramas y acortó la distancia hacia ella, con la espada extendida.

—¡Deprisa! —le gritó a Cabello Cobrizo.

El élite se estabilizó y blandió su espada. Lilette no tuvo más remedio que


soltarse. Gritó mientras caía, chocando contra las ramas, agitando los brazos
desesperadamente.

Una mano salió disparada y agarró sus pantalones, y casi se los sacó. Ella chilló
y levantó la mirada para ver a Cabello Cobrizo mirándola desde arriba, con expresión
tensa, mientras la sostenía. Un instante más tarde, otro Protector asió la parte posterior
de la pechera de Lilette y tiró de ella hasta ponerla sobre una rama con él.

Cabello Cobrizo asintió hacia ellos antes de trepar en pos del élite restante.

El árbol estaba ahora repleto de Protectores. Ellos la ayudaron a llegar al suelo.


Ella se derrumbó inmediatamente y se tendió, jadeante. Su costado palpitaba, y había
estrellas danzando en su campo de visión.
Un hombre, de cabello oscuro veteado de gris, se inclinó sobre ella, atónito. Sus
facciones eran oscuras como las de un harsheno, pero sus ojos eran diferentes, más
redondos, y su piel tenía un tono marrón rojizo. —¿No eres Sash? —dijo en kalarian.

—No. Soy su hermana, Lilette. —Se esforzó para sentarse mientras volvía a
subirse los pantalones. En otra ocasión, se habría sentido mortificada, pero estaba
demasiado aliviada de estar fuera del árbol como para preocuparse.

Él se agachó y le ayudó a ponerse en pie. —¿Cómo…?

—No hay tiempo. Ya saben que estoy desaparecida. —Le tendió las espadas de
Han, ya que eran inútiles en sus propias manos.

—Soy el Segundo Líder, Geth. —Las tomó, guardando una para sí mismo y
tendiéndole la otra a un hombre gigantesco con ojos amables. Otros dos Protectores
despojaron al élite muerto de sus espadas.

Geth asintió hacia dos de los Protectores, que bajaron del árbol; Cabello
Cobrizo y otro hombre pequeño, cada uno ahora con una espada. Eso dejaba seis
espadas para compartir entre los que parecían ser alrededor de cincuenta Protectores.
—El resto de ustedes cojan palos o rocas —ordenó Geth—. Vamos.

Le hizo un gesto a Lilette para que fuera con él. —Tan pronto como estemos en
posición, quiero que subas de nuevo a un árbol, y cantes. —Ella palideció ante la idea
de tener que escalar otro árbol—. Amarra tantos de la élite como puedas. Dejaré a
Galon para protegerte.

Geth y los Protectores se separaron mientras que Cabello Cobrizo, Galon, fue
tras ella. Cuando estuvieron cerca de donde las Brujas estaban retenidas, Lilette divisó
un árbol bastante alto y robusto. Tocando el brazo de Galon, se movió hacia éste. Él
asintió sin decir nada y se ocultó en el follaje de la base.

Ella trepó, con las manos palpitantes por los arañazos del árbol anterior. Se
concentró en agarrar una rama a la vez, y no miró hacia abajo ninguna vez. Llegó lo
suficientemente alto como para ver a las Brujas y a la élite que las vigilaba. Al parecer,
Chen no había sacado a ninguna para limpiar las calles. Con alrededor de dos élite por
Bruja, su número era bastante similar al de los Protectores.

Respirando profundamente, armó la canción en su corazón. Tan pronto como


emergió de sus labios, los Protectores cargaron. La élite los vio venir y se posicionaron
entre los atacantes y las Brujas.

Fue algo terrible ver a los Protectores desarmados cargar contra hombres
armados con dos espadas. Pero lo hicieron, chocaron ferozmente contra el enemigo y
lo derribaron.

La canción de Lilette flaqueó cuando las Brujas embistieron a la élite desde


atrás. Las Brujas estaban atadas y amordazadas, completamente indefensas. Pero la
élite no se volteó para matarlas. En su lugar, las golpearon con las empuñaduras, y se
volvieron para enfrentar de nuevo a los Protectores.

Era magnífico ver a los Protectores. Incluso con su ignorancia respecto a la


lucha de espadas, Lilette podía ver su destreza. Esquivaban espadas, golpeaban con
pies y manos. Se infiltraron entre la guardia de la élite y emergieron con una de sus
espadas.

Y murieron. A pesar de la habilidad y la determinación de los Protectores, los


refuerzos de la élite llegarían en cualquier momento, y entonces habría acabado.

No sólo tenían que ganar, tenían que ganar rápido. Lilette se puso firme. Tenía
que cantar a la perfección. Tenía que salvarlos. Dio todo de sí, y su voz sonó por
encima de la refriega.

Las enredaderas salieron disparadas del suelo, envolvieron los pies de la élite y
los hicieron tropezar, frenándolos.

Otra voz se unió a la suya. Un Protector había conseguido liberar a una de las
Brujas. Mientras cantaba, comenzó a quitar las mordazas de las bocas de otras Brujas.
Unos segundos después, media docena de Brujas estaban cantando, y sus voces
se confundían con la de Lilette. A su vez, se movían para liberar las bocas de otras
Brujas.

Las plantas salieron disparadas de grietas entre los ladrillos, creciendo


imposiblemente rápido. Se extendieron, atrapando los pies de la élite y amarrándolos.
Los Protectores acabaron pronto con ellos… y se apoderaron de sus espadas, dos
espadas para armar a dos hombres. Había terminado.

Lilette descendió del árbol. Tuvo especial cuidado, ya que no confiaba en su


cuerpo tembloroso. Cuando llegó al suelo, se abrazó contra el árbol para evitar caerse.

Las Brujas habían cambiado su canción y podrían necesitar su ayuda. Miró a su


alrededor buscando a Galon, pero no estaba en ningún lugar a la vista. —¿Galon? —
Dio media docena de pasos antes de congelarse. Él yacía en el suelo, con su cabello
enormemente contrastante con su pálido rostro. Se dejó caer a su lado y puso la mano
frente a su boca. Su aliento tocó la punta de sus dedos.

Un sonido hizo que se volviera. Dos docenas de la élite aparecieron en su


campo de visión, Chen y Han entre ellos. La careta de Lilette estaba bajada. Su mirada
pasó de Han, totalmente vestido y con armadura, a Chen, que tenía la misma
expresión mortífera de cuando mató a Laosh.

Lilette echó a correr, pero no había conseguido dar ni cinco pasos antes de que
Chen agarrara su cabello. Arañó su mano, con las lágrimas llenándole los ojos debido
al dolor. La obligó a ponerse de rodillas. Pudo girarse lo suficiente para verlo levantar
su espada, con el rostro en conflicto.

Una mano salió disparada y agarró el brazo en el que Chen sostenía la espada.
Han apareció en su campo de visión, y de nuevo vestía la muerte como armadura. —
¿Qué esperabas que hiciera? —siseó—. La tomaste a la fuerza, la casaste a la fuerza.

—¡Ha traicionado a nuestra gente! —gritó Chen.

—¡Nuestra gente! ¡No la suya!


Chen forcejeó. —Esto es un favor. Sabes lo que Padre le hará.

Han sacudió la cabeza. —No puedo dejar que la mates.

Chen soltó a Lilette. Ella se precipitó hacia delante, aterrizando con fuerza. Se
irguió y miró hacia atrás para ver a Han tirado en el suelo. La mano de Chen estaba
cerrada en un puño. —¡Fue criada entre los nuestros! —dijo.

Han se puso en pie. —Porque matamos a su familia.

La expresión de Chen cambió a una indescifrable. —No. Las Brujas lo hicieron.

Mentira.

Han extendió una mano conciliadora. —Sólo deja que se vaya.

Chen tensó el agarre de su espada. —Por eso Padre me eligió a mí como su


heredero en lugar de a ti. Porque yo hago lo que debe hacerse.

Se volvió hacia Lilette y levantó la espada. Ella se encogió de miedo cuando


bajó, pero fue bloqueada con un sonido metálico. Han había sacado su propia arma.
Lanzó la espada de su hermano hacia atrás.

Al instante, la expresión de Chen cambió de la incredulidad a la traición. —


¿Estás seguro de que quieres hacer esto, hermanito?

Desenvainando su segunda espada, Han adoptó una posición de lucha entre


Lilette y Chen, con una hoja alta, y otra baja. —No puedo dejar que la mates.

Han y él se movieron hacia delante a la vez, con las espadas rápidas. Su lucha
parecía más un baile que una reyerta, mortífera e imposiblemente rápida. Pero incluso
como alguien sin entrenamiento en el manejo de la espada, Lilette podía asegurar que
Chen era más rápido, o quizá sólo estaba más decidido a matar a su hermano.

Antes de que pudiera gritar una advertencia, un élite fue hacia Han desde atrás
y le pateó las piernas. Él aterrizó con fuerza, pero automáticamente levantó una
espada para bloquear el golpe que iba directo a su cabeza. Lilette dejó escapar un grito
estrangulado que inmediatamente transformó en una canción.

La tierra y las rocas explotaron alrededor de Han cuando unas raíces del
tamaño de su muñeca salieron disparadas y atraparon los brazos y las piernas del élite,
sujetándolo donde estaba. ¿Por qué las plantas no reaccionaron así antes? No había tiempo
para reflexionar sobre eso. El élite ya estaba luchando para liberarse de las
enredaderas. Lilette se puso en pie justo cuando un grito resonó detrás de ella.

—¡Protectores, a mí!

Lilette se volvió para ver a docenas de Protectores corriendo hacia ellos. Geth
cargó contra Han, con la espada alzada.

—¡A él no! —Se interpuso entre ellos, con la mirada clavada en Geth,
desafiándole a dañar a Han.

Él pareció entenderlo, ya que redirigió su ataque. —¡Ve con las otras! —Los
Protectores y él se abalanzaron contra Chen y los otros de la élite.

Lilette hizo ademán de marcharse, pero se volvió cuando Han no la siguió. —


Tienes que venir conmigo ahora.

La sangre goteaba de la comisura de su boca, y parecía aturdido. La mirada de


Lilette se centró en un movimiento borroso. Un élite se había acercado sigilosamente a
Han por detrás.

—¡Detrás de ti! —Antes de que las palabras hubieran abandonado


completamente la boca de Lilette, Han giró, y sus espadas bloquearon una estocada y
un giro. Esta vez, no vaciló a la hora de girar la maraña de espadas en un círculo, y su
cuerpo giró con ellas. Su codo se movió rápido, aterrizando directamente contra la
nariz del élite.

Mientras el hombre retrocedía, Han corrió hacia Lilette. Ella se puso a su lado,
a sabiendas de que ahora él sería un blanco al igual que ella. Lo guio hacia donde
Galon yacía inconsciente. Han ni siquiera preguntó. Colocó al hombre más pequeño
encima de su hombro y fue tras ella.
Traducido por Brig20

—El monstruo de mi historia era tan hermoso y tranquilo como un amanecer. ~Lilette,
citada en la biografía de Jolin.

ilette se dirigió hacia el claro, y sólo entonces se dio cuenta de la canción.


Desaceleró al escuchar una canción desconocida de crecimiento y
desgarramiento. Sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta de lo que las Brujas
estaban haciendo. Los Protectores habían reemplazado a la élite en el círculo de
protección alrededor de las Brujas. Los que estaban frente a Lilette se deslizaron en
posición de combate cuando ella se acercó.

Afortunadamente, Han sabía que no debía corresponder a la acción. —Él está


conmigo —dijo Lilette rápidamente.

El Protector directamente frente a ella entrecerró los ojos. —¿Y quién eres tú?

—¡Lilette! —gritó Jolin. Ella se lanzó entre los Protectores y la envolvió en un


abrazo que le hizo palpitar de dolor el costado. Lilette abrazó a su amiga, sin
importarle lo mucho que le dolía. Jolin se volvió hacia los Protectores. —Esta es
Lilette, la hermana de Sash. Ella es la razón por la que escapamos. —Su mirada se
detuvo en Han, y su sonrisa vaciló.

—Él me ayudó a escapar —explicó Lilette. Inmediatamente los Protectores


bajaron la guardia, y Han dejó a Galon a su cuidado.

Jolin hizo señas a Lilette para que la siguiera detrás del perímetro. —Vamos,
hay alguien que necesitas ver. —Trotando para mantenerse al paso de Jolin, Lilette no
perdió de vista a Han. Jolin las condujo hasta el centro de las Brujas que estaban
cantando y se detuvo delante de una mujer con el pelo rubio casi blanco que hacía
juego con el de Lilette.

—¡Sash! —dijo Jolin—. Encontré a Lilette.

Sash se dio la vuelta y su mirada se cruzó con la de Lilette. Fue como un imán
entre ellas, tan fuerte que ambas se lanzaron a los brazos de la otra, las dos llorando.

Sash se retiró primero, y Lilette no pudo dejar de notar la sangre en sus manos.
—Hay tantas cosas entre nosotras que necesitamos hablar. —Sash respiró hondo,
como armándose de valor—. Cuando estemos a salvo.

—Pero, ¿qué estás haciendo? —Lilette señaló las murallas.

—Creando nuestro escape. —Sash retrocedió—. Canta con nosotras.


Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.

Prestando mucha atención a la canción, Lilette comenzó a cantar. Sash asintió


alentadora. De repente, Lilette se dio cuenta que había abandonado a Han para ir con
su hermana. Entró en pánico; alguien podría hacerle daño, simplemente porque era
harsheno.

Para su alivio él estaba cerca viéndola cantar, con mirada inescrutable. Ella se
acercó a él como lo haría a un animal herido, con movimientos lentos y uniformes.
Ella lo tomó de la mano. Él hizo una mueca, pero no la soltó.

La multitud se apartó para que Geth pasara cuando caminó hacia ellos. Él
asintió hacia Sash. —Se están reuniendo en el palacio, convocando a la élite de la
ciudad para venir contra nosotros. Las puertas ya están cerradas para que no
escapemos.

—No esperaba menos. —Sash frunció los labios y estudió el semicírculo verde
que carcomía trozos de la muralla norte. Trozos aplastados de ladrillo llovieron—. Ya
casi lo logramos.
Geth señaló con el pulgar por encima del hombro a Han. —¿Qué pasa con él?
¿No es el hermano de Chen?

Lilette se interpuso entre Han y Geth. —Me salvó la vida… me ayudó cuando
nadie más lo hizo.

Sash miró a Lilette y a Han. —Déjalo. Por ahora. —Miró a su alrededor—.


¿Dónde está el Líder Gyn?

El Protector negó con la cabeza.

Sash frunció el ceño. —Muy bien. Ahora tú eres el Primer Líder, Geth.

El hombre hizo un asentimiento brusco. —¡Ya vienen! —gritó alguien.

Las Brujas se volvieron como una. Más altas que la mayoría de ellos, Lilette
podía ver por encima de sus cabezas y hombros. Soldados de la élite se abalanzaron
sobre ellos desde el este. Algunos de los que corrían al frente llegaron a los Protectores,
quienes cambiaron sus defensas para bloquearlos.

—Péguense a las murallas —ordenó Sash—. Dejen que los Protectores se


encarguen de ellos.

La mano de Han fue hacía su espada, pero vaciló. Lilette se preguntó cuántos
de ellos eran sus amigos, hombres bajo su mando.

—¿Vas a luchar? —preguntó Geth.

Han tragó saliva. —Voy a defenderme, y a Lilette, pero no voy a matarlos. No


puedo.

—Quédate con ella entonces, protégela —dijo Geth mientras corría hacia la
lucha.

—Necesitamos la seguridad de la barrera —gritó una de las Brujas.

Sash estudió el avance. —¡Alinéense! Esperen a mi señal.


Otra Bruja agarró el brazo de Sash. —¡No podemos esperar! ¡Se tiene que
levantar ahora!

Ella la empujó hacia el círculo de Brujas. —Haz lo que digo.

Lilette miró a su alrededor, sin saber qué hacer. Jolin la empujó en el círculo
con las demás. —¡Canta… te necesitamos!

Siguiendo el ejemplo de las demás, Lilette se irguió en toda su estatura y cantó


con todas sus fuerzas. Tras un momento de vacilación, su voz se traslapó a la
perfección con la de ellas.

La élite se abrió paso por entre los Protectores, y la lucha creció en intensidad.
Más Protectores de todo el perímetro corrieron a ayudar.

Al sonido de las pisadas, Lilette se dio la vuelta. Una docena de la élite cargaba
hacia ella. Con un gemido lleno de dolor, Han pasó junto a ella y se deslizó de rodillas
con una oscilación salvaje, sus espadas se estrellaron en el cuerpo de un élite. Han rodó
hacia un lado y se levantó en cuclillas, con las espadas hacia fuera, para golpear la
garganta descubierta de un élite; éste gorgoteó ahogado en sangre mientras caía.

Han no estaba simplemente defendiéndola. Estaba matando a sus hombres. Por


ella. Una brasa pareció incendiarse en el pecho de Lilette, y su canción cambió. Ella ni
siquiera estuvo segura de qué palabras utilizó. Pero los hombres gritaron de dolor y
dejaron caer sus espadas humeantes antes de retirarse.

Han se volvió hacia ella, con la sangre de otra persona corriendo por su rostro.
En torno a ellos, las Brujas cantaron de nuevo una vez, dos veces, tres veces. Pero para
Lilette sólo estaba Han, el dolor que sabía que estaba allí, enterrado bajo su exterior de
piedra.

Ella no le dijo que lo sentía. Las palabras habrían parecido huecas. En cambio,
simplemente se volvió hacia un lado, haciendo espacio para que él accediese de nuevo
al círculo. Después de echar un vistazo más detrás de él, lo hizo.
Una grieta dividió el aire. Gracias a las plantas, una fractura había aparecido en
las murallas. Más enredaderas se cerraron alrededor de los ladrillos rectangulares,
aplastándolos en escombros que cayeron en pequeñas pilas. Un polvo amarillo se elevó
hasta la cara de Lilette y recubrió sus pulmones, haciéndola toser.

Sash marchó en un círculo frente a ellas. —Cambien a hacer retroceder a la


élite. —Su voz se convirtió en un grito—. ¡Protectores, a mi señal!

Las canciones de las Brujas cambiaron a detener a la élite. Una pared de color
verde se levantó entre la élite y los Protectores, empujando a la élite hacia atrás.

—Protectores —gritó Sash—. ¡Dentro de la barrera!

Tan pronto como el último Protector estuvo dentro, las Brujas se agarraron de
las manos y su canción cambió de detener a la élite a formar la barrera. Sin canciones
que lo impidieran, la élite se lanzó hacia delante.

—¡Ahora! —exclamó Sash.

Segundos antes de que la embestida de la élite los hubiese golpeado, hubo un


sonido como un trueno. La percusión latió a su alrededor, y abrió un agujero a través
de una sección debilitada y derribó a la élite al suelo.

La Bruja que tenía sujeta a Lilette de la mano, de repente gritó. Los ojos de
Lilette se abrieron con horror ante la espada que sobresalía del estómago de la mujer.
Se le pusieron los ojos vidriosos y lentamente cayó hacia adelante, revelando a un élite
detrás de ella.

Lilette se tensó para correr, pero el hombre ya estaba muerto. Lentamente se


derrumbó en dos mitades, la barrera lo había cortado limpiamente en dos.

Un sollozo se enganchó en su garganta, y la barrera parpadeó como si fuera a


desaparecer. La Bruja a su lado pasó por encima de los cuerpos y se apoderó de su
mano.
Lilette se dio cuenta de una voz en su cabeza. ¡Lilette! ¡Lilette, ¡Mírame! Con un
sobresalto, se dio cuenta de que era Sash. Debes concentrarte.

—¿Cómo es esto posible? —Lilette murmuró, pero Sash ya se había apartado de


ella y emitió una orden de silencio que resonó en la cabeza de Lilette.

Una canción tomó forma en la mente de Lilette. De alguna manera, ella la


sabía porque todas las demás la sabían, como si sus mentes estuvieran vinculadas.

—Eso es exactamente lo que es —dijo Jolin a su lado—. Ahora deja de pensar


tan fuerte. Dificulta el concentrarse.

Las Brujas cantaron. Con retardo, Lilette se unió a ellas. El aire se espesó antes
de que su hermana se disparara hacia el cielo.

—¡Retírense! —gritó uno de los harshenos—. Encuentren refugio.

Cuando la élite se dispersó para cubrirse, Sash subió por encima de las
murallas. Con un cambio de canción, las voces de las Brujas incitaron a un viento
feroz. La élite armada con arcos cayó de las murallas, sus gritos terminaron con un
repentino silencio.

Su siguiente canción torció el viento en el jardín. Éste arrancó los árboles de la


tierra, arrojándolos como palos. Sash inspeccionó el daño, su boca estaba apretada con
algo parecido a la indecisión.

Tenemos que derruir la ciudad, dijo una de las Brujas en la cabeza de Lilette. Otras
se hicieron eco de su sentimiento.

Sash le tendió la mano. No sé cómo, pero la ciudad Arboleda ya ha hecho eso. No voy
a matar a más gente inocente de la que ya ha muerto.

Las Brujas dejaron de cantar. La barrera se quebró y rompió en manchas


brillantes que flotaron como trozos ardientes de luz. Momentos más tarde, Sash tocó
tierra.
—¡Protectores, despejen el camino y cubran la parte posterior! —gritó Geth
mientras subía sobre los escombros hacia la brecha en la muralla. Los Protectores se
acomodaron adelante y atrás de las Brujas.

—¡Permanezcan juntos y muévanse! —Han los siguió, con una espada


desenvainada mientras observaba en busca de cualquier élite que viniese detrás de
ellos.

Lado a lado con Jolin, Lilette escaló sobre los escombros y atravesó el jardín
destrozado. Después de sólo unos minutos de carrera, sus piernas temblaron y jadeó en
busca de aire. Se estaba quedando atrás. —Vete sin mí —jadeó ella.

Gruñendo de frustración, Han la lanzó por encima de su hombro. Con sus


poderosas zancadas, rápidamente alcanzó a los otros. Una vez que atravesaron la
brecha, bajó a Lilette con la espalda contra la muralla. El sudor corría por su cara, ella
jadeó en busca de aire, aliviada de tener algo sólido entre ella y la élite.

—Necesitamos una barrera de árbol para bloquear esto —gritó Sash a las que la
rodeaban—. ¿Seguramente alguien se las arregló para ocultar una semilla?

Una mujer dio un paso al frente, barrió a un lado un amasijo de ladrillos, y


empujó una semilla en la tierra. Las Brujas a su alrededor comenzaron a cantar.

Oh barrera de árbol, yo canto para ti.


Levanta tus ramas y cúbreme.

Frente a ellos, un brote verde estalló fuera de la tierra. En instantes, era más alto
que la Bruja, con ramas y hojas que se encrespaban hacia el sol de color rojo sangre.

Lilette observó como las ramas del árbol cubrían el cielo. A los pocos minutos
había pasado de ser una semilla a un árbol tan viejo como las rocas alrededor de la
cascada allá en casa.

Su canción se volvió oscura y siniestra.


Que nadie pase.

Lilette quedó boquiabierta cuando el árbol se movió. No mecido por el viento,


sino estirándose para sujetar a un élite por la cintura y lanzarlo de nuevo al camino por
donde había venido. El árbol se agachó para atrapar más de la élite, quienes lo tajearon
con sus espadas mientras gritaban de terror.

—Geth —llamó Han—. Tienes problemas.

Lilette siguió la dirección a la que apuntaba con el dedo. El recinto palaciego


estaba construido en una cima. Debajo de ellos, entrelazados través de la red de calles
de la ciudad, había grupos de soldados imperiales; todos marchaban hacia ellos desde
el noroeste.

El Líder Geth miró a su alrededor, como si buscara algún tipo de escape. —No
podemos abrirnos paso a través de eso. —Señaló a lo largo de las murallas—. La única
otra salida es hacia el este.

Lilette gimió cuando Han tiró de ella para ponerla de pie. Al menos había
recuperado el aliento suficiente para seguir el ritmo de los otros mientras corrían en
paralelo a las murallas. Después de sólo unas pocas docenas de pasos, chocó contra la
espalda de la Bruja delante de ella. Todo el grupo se había parado de golpe.

Secándose el sudor de las sienes, se puso de puntillas y encontró el camino


bloqueado por otro grupo de la élite. El humo se elevaba alrededor de Lilette. El árbol
estaba en llamas. A pesar de que seguía agarrando soldados y lanzándolos de nuevo,
sus ramas se estaban rompiendo, y hojas quemadas giraban en las corrientes de aire.

A través del humo y el fuego, Chen apareció en el vértice de la élite. Las Brujas
estaban atrapadas.
Traducido por Hishiru

El envenenamiento dejó a Lilette débil y sin aliento cada vez que se esforzaba. Nunca me atreví a
decirle que era una dolencia con la que viviría el resto de su vida. ~Jolin

as Brujas se agruparon bajo el cielo del atardecer, y los Protectores las


rodearon.

―Guardianas, no tiene por qué haber más muertes. ¡Ríndanse!― dijo Chen.

Lilette se agachó rápidamente detrás de otra Bruja. Su mano encontró la peineta


de fénix, y la apretó para encontrar consuelo.

Sash mantuvo la mirada en Chen. ―Dame un momento para hablar con mis
Guardianas.

―Un minuto. No más.

―Guardiana Sash, ¿tus órdenes? ―preguntó Geth.

Ella encontró la mirada de Lilette, las lágrimas cubrieron sus ojos―. No


tenemos nuestras semillas, o nuestras pociones ―casi sonaba como una disculpa.

―No pueden rendirse ―dijo Lilette suavemente―, él las convertirá en


concubinas, y probablemente matará a todos los Protectores. ―Y a ella.

―No lo entiendes. ―Sash respiró hondo―. Nuestras canciones no serán lo


suficientemente fuertes para luchar contra ellos sin un círculo.
―Pero no podemos mantener un círculo para siempre ―dijo Jolin―. Tres días
a lo sumo.

Sash sonrió con tristeza―. Lo sé.

El horror atravesó a Lilette. ―¡No! ¡No puedes!

―Esta fue mi expedición. Mi responsabilidad. ―Sash respiró hondo―. Lilette,


voy a necesitar que tomes mi lugar como líder.

Lilette negó con la cabeza―. No sé cómo hacerlo.

―Eso no importa. Lo que importa es que vas a sacarlos.

―Pero acabo de encontrarte ―susurró Lilette. Sash la atrajo en un abrazo.

―¡Guardianas! ―ladró Chen―. ¿Cuál es su respuesta?

Sash apretó más a Lilette―. Cuando llegues a la ciudad Arboleda, Merlay te


encontrará. Confía en ella y en nadie más.

Sash se echó hacia atrás y habló lo suficientemente alto como para ser
escuchada sólo por las treinta Brujas que la rodeaban. ―Necesito voluntarias para
quedarse y crear un círculo.

―No entiendo lo que está pasando ―susurró Han.

Jolin dejó escapar un suspiro. ―Aquellas que estén en el círculo se quedarán


para luchar, mientras que el resto de nosotros tratará de escapar. Y no puedo ser una
de las que se queden.

―¿Por qué? ―preguntó Lilette en voz baja.

Jolin negó con la cabeza. ―Será un círculo pequeño… y necesitan a las


cantoras más fuertes para hacer que funcione.

Lilette jadeó. ―Ella me eligió como líder para que no pudiera quedarme atrás.
―Su hermana era una estratega tan brillante como Chen.
Una cabeza gris se inclinó, y una mujer dio un paso adelante. Mientras ella se
movía, tomó la mano de otra. Ambas se miraron, una vida de recuerdos pasaron entre
ellas. Las dos avanzaron al mismo tiempo.

Lilette advirtió un torbellino de movimientos a un lado. Una chica se abrazó a


una de las mujeres mayores―. No, abuela, tú no ―le rogó.

La mujer mayor la abrazó con fuerza. ―Sólo no… ―Se estremeció e inhaló
para calmarse―. Sólo no lo desperdicies. ―Otra Guardiana alejó a la joven.

Sash lloraba más fuerte ahora. ―No son suficientes.

―Guardianas, ¿cuál es su respuesta? ―Chen preguntó otra vez, su paciencia


obviamente se había acabado.

―No hay suficientes. ―Sash se secó las mejillas―. Ustedes, las mujeres
mayores… las que están heridas, no serán capaces de correr. De esta forma si mueren,
morirán por algo. —Cuatro de las Guardianas más jóvenes se les unieron.

Sash dio una sonrisa temblorosa. ―¿Alguien tiene un poco de agua? Seremos
capaces de durar más tiempo con ella. ―Unos odres de agua fueron pasados hacia
adelante.

―Gracias, su sacrificio… ―comenzó Sash.

―¡Están formando un círculo! ¡Carguen! ―gritó Chen.

―¡Fórmense! ―ordenó Sash―. Despejaremos el patio y les cubriremos la


espalda. Por piedad de las Creadoras, espero que lo logren.

Las mujeres se cerraron en un círculo, ocho mujeres fuertes. ―Al suelo ―dijo
Sash.

Todas las Brujas y Protectores alrededor del círculo se agacharon, Lilette y Han
un medio latido después. Las otras Brujas se dieron la mano, su canción aumentó
progresivamente mientras la élite se lanzaba hacia delante.
La barrera se elevó de nuevo en el cielo. Una onda de choque onduló desde las
Brujas, avivando las llamas del árbol moribundo y lanzando sus ramas frágiles y
ardientes hacia la élite que se acercaba.

Las Brujas cantaron tres veces, sus canciones eran oscuras y mortales. Entonces
Sash se elevó en el cielo de la noche y cantó con la potencia combinada de muchas.

―¿Qué está haciendo? ―preguntó Lilette.

Jolin se cubrió la cabeza con las manos. ―Luchar.

El suelo bajo Lilette se sacudió como si todo el mundo estuviera siendo


desgarrado. Han la cubrió con sus brazos, su cuerpo encorvado protectoramente sobre
ella… tal y como su hermano lo había hecho antes.

En la ciudad, más edificios se derrumbaron. Lilette sabía que personas


inocentes morirían, y un pedazo de ella pareció marchitarse y morir con ellas.

Una pared irregular de tierra se levantó entre el palacio y la ciudad, dividiendo


al ejército. Las Brujas en el círculo comenzaron una nueva canción, sus rostros
mostraban determinación. El cielo se volvió oscuro. Nubes negras se arremolinaron
por encima de ellos, y relámpagos intermitentes alcanzaron el suelo. La lluvia los
acribilló. En cuestión de segundos, decenas de rayos impactaron el interior del recinto.

Lilette pensó en todas esas mujeres y niños en el harén, y su sangre se convirtió


en hielo. ―Lang la sacó ―se dijo― ¡Él la sacó!

Han la abrazó más fuerte. Después de lo que pareció una eternidad, los
impactos se detuvieron. Al abrir los ojos, Lilette se abrazó a si misma. Los gritos se
elevaron por detrás de ellos. Ella se movió, y trozos de tierra crujieron bajo su cuerpo.
El ejército se acercaba a ellos desde la parte externa de las murallas. En unos
momentos, los rodearían.

―¡Vamos! ―exclamó Sash―. ¡Antes de que sea demasiado tarde!


Han se levantó y tomó posición detrás de ellos. Era el momento de correr de
nuevo. El agua goteaba de su cara, y Lilette trepó de nuevo sobre las murallas de
ladrillo derrumbadas, con el resto de las Guardianas.

El inconfundible olor de carne quemada asaltó sus sentidos al entrar en el


recinto. La lluvia golpeó sus hombros encorvados, y empezó a avanzar hacia el jardín
en ruinas.

A su alrededor había formas inmóviles de muertos. Vapor o humo, tal vez


ambas cosas, se elevaban de sus cuerpos. Un pequeño grito de dolor se levantó
involuntariamente desde lo más profundo de su interior, y se encontró buscando el
cuerpo de Chen.

Han envolvió el brazo alrededor de sus hombros y le giró el rostro. ―No mires.

Se apoyó en él, concentrándose sólo en su pecho mientras atravesaban a


trompicones el sendero de muertos. Tenía la impresión de que su cuerpo pronto
desfallecería. Estaba más allá de los límites de su fuerza, pero no había otro remedio
que seguir adelante.

Detrás de ellos, un rayo cayó sobre los soldados imperiales en la ciudad… el


círculo estaba atacando ahora al ejército.

La pared del harén bordeaba el lado oeste del jardín. La mirada de Lilette fue
atraída hacia ella, pero no veía humo proveniente del interior. ―Ellas no lo atacaron.
—El alivio la recorrió. Incluso si Lang no consiguió sacar a Ko, ella podría estar bien.

Cuando cruzaron a través del palacio, los eunucos se dispersaron por el miedo.
Los Protectores abrieron de golpe las puertas del palacio y les indicaron que se
apresuraran. ―Al otro lado del patio real están las puertas. ¡Ahora, rápido!

Pero Lilette se tambaleó hasta detenerse. Ante las puertas, estaba reunido el
resto de la élite del palacio.

Geth se abrió paso hasta el frente del grupo. Giró su cabeza hacia Lilette y
habló en voz baja. ―No tenemos tiempo o personas para cubrir la retaguardia. Cuiden
sus espaldas. —Entonces hizo un gesto con la espada sobre su cabeza y corrió hacia
adelante―. ¡Protectores, a mí!

Lilette dio un paso más cerca de Jolin―. ¿Qué debo hacer?

―Cantar ―dijo simplemente Jolin.

Lilette vaciló. ―Guardianas, sigan mi ejemplo.

Marchando hacia adelante, comenzó a cantar. Jolin y las otras Brujas siguieron
la canción. Inmediatamente, las plantas comenzaron a enredarse en los pies de la élite,
haciéndolos tropezar.

Cuando estaban a medio camino entre el palacio y las puertas, Han se puso
tenso a su lado. Dio medio paso hacia un lado y luego corrió a arrodillarse ante una
figura.

Los Protectores se enfrentaron contra la élite, el sonido hizo que Lilette


retrocediera, aunque no pudo apartar la mirada de Han. ―Jolin, mantenlas cantando
―corrió hacia Han y se obligó a mirar.

Nadie podía confundir esas túnicas impresionantes, aún húmedas por la lluvia y
parcialmente carbonizadas. Lilette se agachó y recogió la elaborada corona que estaba
a sus pies. Estaba quemada en un lado. Han se acercó lentamente hacia el
Emperador… su padre. Estaba muerto.

Han bajó la cabeza, sus manos hechas puño a los costados. Lilette trató de
tocarlo, pero vaciló. Después de todo, ella había causado esto.

Desde detrás de ella, oyó un grito de dolor y se volvió para ver a Chen de pie en
la escalinata del palacio. Las Brujas dieron gritos asustados y se alejaron de él, pero no
les hizo caso. Corrió hacia ellos y se detuvo cayendo de rodillas al lado del Emperador.

Presionó su mano sobre el pecho quieto de su padre. Su mirada recorrió a


Lilette y aterrizó en Han. ―¿Cómo pudiste hacer esto? ―La voz de Chen se quebró.
Hizo un gesto hacia la destrucción total del recinto, alzando la voz con cada palabra―.
¿Dejarás en libertad a las Brujas? ¿Las ayudarás a matar a la élite… a tus propios
hombres; y a nuestra familia? ¿Robarás a mi esposa? ¿Por qué?

Han no se inmutó―. Porque está mal. Invadir Vorlay nos destruirá.

Los ojos de Lilette se agrandaron. Chen estaba planeando una invasión, y no


dudaba que el plan fuera usar a su hermana y a las otras para lograrlo.

―Nuestras islas carecen de muchos recursos naturales ―explicó―. ¿Está mal


que mejoremos la vida de nuestro pueblo?

La boca de Han se apretó. ―Usar a las Guardianas como nuestra arma


provocará una guerra que no vamos a ganar. Todo el imperio será destruido por tu
locura. Nuestra gente será la que pague el precio.

―Has sabido todo esto desde hace días y no hiciste nada ―contestó Chen.

Han habló entre dientes. ―Habrías matado a Lilette.

Poniéndose de pie, Chen sacó las espadas de sus vainas. ―Te vencí una vez,
hermano. Puedo volver a hacerlo.

Lilette abrió la boca para detener a Chen. Levantándose, Han la interrumpió


con una mirada que al instante le cortó la canción. ―No interfieras. No esta vez
―dijo.

Su boca se cerró. Quiso protestar, pero recordó lo que había dicho Ko sobre
recuperar el honor. Han tenía que hacer esto sólo para que pudiera vivir con él mismo.

En medio de los sonidos de los Protectores y las Guardianas luchando contra la


élite, los hermanos giraron uno frente al otro.

―Cuando gane ―dijo Chen―, voy a recuperar lo que es mío.

La mandíbula de Han se endureció. ―¿Sólo para matarla?

La mirada de Chen se desvió hacia Lilette. ―Si la llevas a la ciudad Arboleda,


es como si estuviera muerta de todos modos.
―¡Mentiroso! ―exclamó ella.

Han hizo un sonido ahogado. ―Lilette, vete. No puedo luchar mientras estoy
preocupado de que te ataque. Únete a las demás.

Sabiendo que tenía razón, retrocedió. Los hermanos se lanzaron el uno contra
el otro, sus espadas cortaron el aire con un silbido antes de chocar con un repique de
acero.

Limpiándose la lluvia de la cara, Lilette miró a la élite luchando contra los


Protectores y las Brujas cantando con todas sus fuerzas. Estaban superados en número,
y los Protectores estaban claramente agotados. Podía ser que lograran abrirse paso,
pero muchos morirían antes de lograrlo. Tenía que haber otra manera.

Lilette vio los establos, los cuales eran de dos pisos de altura. Una idea se formó
en su mente, corrió hacia ellos y abrió las puertas. Los sirvientes allí reunidos saltaron.
Sus ojos la recorrieron y se inclinaron. Lilette se dio cuenta que ante la débil luz, todo
lo que podían ver era su armadura; la armadura de Han.

Después de atarse la careta, dio un paso lejos de la lluvia, su mirada viajó por
las filas y filas de caballos en sus puestos; todos ellos ensillados y armados. Una sonrisa
sombría asomó a su boca mientras bajaba la voz una octava. ―Asegúrense que todos
los caballos estén listos. Ahora. ―Se dirigió directamente hacia el centro de los
establos sin mirar hacia un lado o al otro y pasó por una puerta pequeña hacia el
interior de una habitación con altos ventanales. Se sobresaltó ante un movimiento,
muy por encima de ella.

A media docena de pasos, estiró la cabeza para encontrarse con el elefante.


Aunque el howdah ya no estaba, Jia Li seguía cubierta con adornos costosos repletos
de borlas que se mecían mientras estudiaba a Lilette con ojos inteligentes. Su enorme
trompa empujó los brazos de Lilette, como si buscara algo.

Una sonrisa lenta apareció en la cara de Lilette. ―Oh, sí. Podemos usar esto.
Moviéndose lentamente, Lilette quitó el perno de la barra que atravesaba la
puerta de entrada y la abrió de par en par. Fingiendo que sabía lo que estaba haciendo,
palmeó repetidamente el hombro del elefante y le dijo. ―¡Levanta la pierna! ―Para su
total deleite, el elefante se agachó y levantó la pierna.

El miedo y un estallido de emoción atravesaron a Lilette. Subió a la parte


interior de la pierna del elefante y trepó. E inmediatamente se resbaló hacia la parte
posterior de la bestia. El elefante la miró con ojos divertidos.

Frotándose el trasero, Lilette lo intentó de nuevo. Subió el pie y lo apoyó en la


pierna del elefante. Su otro pie alcanzó el lazo que colgaba como una especie de arnés
alrededor del cuello de Jia Li. Lilette todavía no estaba sobre su lomo. Jalando el lazo,
se arrastró sobre su vientre para llegar hasta el cuello del elefante y pasó la pierna a su
alrededor.

El elefante se enderezó, un movimiento que se sintió como un árbol


meciéndose. Y Lilette se encontraba otra vez en una posición más alta de lo que le
gustaba. Pero al menos sus piernas húmedas estaban sobre algo caliente y seco.
Inclinándose hacia adelante, soltó todo el aliento y dio un codazo a la parte trasera de
las orejas de Jia Li. ―Vamos. ―El elefante empezó a avanzar, y en dos pasos, estaban
fuera del establo. Lilette golpeó detrás de la oreja izquierda del elefante para girarlo a
la izquierda… sólo que el animal giró a la derecha―. ¡Ah! ―Lo intentó de nuevo,
pateando la oreja del lado opuesto. Jia Li giró a la izquierda. En cinco pasos, Lilette
pudo ver toda la batalla.

Observó a todas las Guardianas. ―¡Jolin!

Su amiga se separó de las demás y se abrió paso hacia Lilette. El rostro de Jolin
se llenó de asombro; probablemente nunca había visto antes a un elefante.

Lilette señaló hacia los establos. ―Consigue que las Brujas monten los caballos.
Hay algunos peones, pero no deberían ser un problema. Voy a romper las puertas.

―Qué… ―chilló Jolin, pero Lilette ya estaba empujando la parte posterior de


las orejas del elefante y se dirigió directamente hacia Han. Los dos hermanos seguían
combatiendo, sus espadas abriéndose camino a través de la lluvia. Han se movía como
una sombra, con golpes rápidos y fluidos, pero Lilette tenía la clara impresión de que
se estaba conteniendo.

―¡Han! ―gritó―. Es hora de irse.

La cabeza de Chen se giró ante el sonido de su voz, quedando vulnerable por


medio segundo.

Con la espada aferrada en un puño, Han dio un puñetazo a la sien de su


hermano. Chen cayó al suelo. La lluvia golpeó contra su armadura de cuero como si
intentara despertarlo.

Han miró hacia Lilette, con el rostro lleno de oscuridad. Ella se echó hacia atrás
y Jia Li se detuvo.

El asesinato se disipó lentamente de los ojos de Han, y fue reemplazado por la


desesperanza. ―Si te quedas aquí, morirás ―dijo Lilette. Cuando él no hizo ningún
movimiento, su voz se suavizó―. Te necesito.

Miró a su hermano. ―Tengo que matarlo.

―¿Podrás vivir con eso?

Han puso su espada en su lugar―. No si lo hago así.

Ella dio una palmada al hombro del elefante. ―¡Levanta la pierna! ―Ella se
acercó a Han. Después de quitarle un arco y un carcaj a un hombre muerto, trepó
detrás de ella.

Lilette se giró para ver a las Guardianas saliendo del establo montadas sobre los
caballos, los vestidos de las mujeres estaban metidos alrededor de sus muslos. Cada
mujer agarraba las riendas de otros caballos adicionales.

―¡Líder Geth! ―gritó Jolin.


Geth la miró antes de dar la orden de replegarse. Sus hombres comenzaron a
retirarse hacia los caballos, mientras la canción de las Brujas contenía a la élite detrás
de ellos.

Los dedos de Lilette se pusieron blancos por apretar el arnés de Jia Li. Han
colocó una flecha. ―No te van a tocar ―le prometió él.

Esperaba que tuviera razón. Las Brujas montadas tiraron de las riendas,
frenando sus monturas para que los Protectores tomaran los caballos adicionales. Ellos
se impulsaron hacia adelante y tomaron posiciones de flanqueo alrededor del elefante.

―¡Síganme! ―Lilette giró a Jia Li hacia las puertas y golpeteó sus orejas hasta
que estuvo medio trotando, medio corriendo. La élite que bloqueaba la puerta se quitó
del camino del elefante.

Detrás de ella, el arco vibraba mientras Han disparaba flecha tras flecha a la
élite que intentaba detenerlos.

―Esta maldita cosa está mojada. No puedo conseguir un buen alcance y


puntería ―murmuró detrás de ella.

Claramente dándose cuenta que tenían que detener al elefante, la élite envainó
las espadas y se apresuraron a sacar los arcos. Lilette se agachó para ser un blanco más
pequeño. Un hombre disparó hacia Jia Li, haciéndole un corte en el pecho. El elefante
barritó debido al miedo y se alejó de cualquier élite que se acercara demasiado. Las
flechas llovieron sobre ellos, pero las Brujas cantaron montadas sobre los caballos. Un
viento los azotó, desviando las flechas.

Finalmente, llegaron a las puertas. Sin dudarlo, Jia Li bajó la cabeza y cargó
sobre ella. Han juró y empujó a Lilette contra la cabeza del elefante, cubriendo su
cuerpo con el suyo. Hubo una enorme grieta. Astillas de madera salieron volando.

Lilette sintió un escozor fuerte como si algo se hubiera incrustado en su brazo.


Han gruñó de dolor. Después atravesaron las puertas. Los Protectores y Brujas
irrumpieron en el espacio abierto frente al palacio. Se precipitaron hacia las calles de la
ciudad, con rayos y truenos a sus espaldas.
Traducido por Hishiru

Los elefantes son útiles para muchas cosas… especialmente para quitar cosas del camino. ~Jolin

etrás de ellos, decenas de rayos golpearon el recinto palaciego. Sash y las


demás aún estaban con vida y luchando. Frente a ellos, se habían reunido un
puñado de soldados imperiales.

Han tiró el arco y el carcaj vacío. ―Estoy fuera.

Lilette palmeó su funda, todavía tenía la daga enjoyada. ―¿Por dónde?

―Por allí. ―Han señaló detrás de ella―. Toma el camino hacia el mercado.

Lilette giró al elefante para ir calle abajo y miró hacia atrás. Las Brujas todavía
la seguían. Alrededor de ellas, los Protectores tenían sus espadas desenfundadas.

Un grito vino desde una de las calles laterales. Los soldados imperiales corrían
hacia ellos. Sabiendo que no podían darse el lujo de ser atrapados, Lilette presionó a
Jia Li para ir más rápido. Las personas y los animales salían fuera del camino del
elefante. Cualquier cosa que no lo hacía era simplemente aplastada. Más de una
carreta comerciante fue derribada, las mercancías pisoteadas por las calles.

―No falta mucho ―dijo Han.

Hubo más gritos, y Lilette volvió a revisar a las Guardianas. Todavía estaban
detrás. Sintiendo desaparecer un poco de su tensión, miró hacia delante. ―Oh, no.

―¿Qué?
Sin decir una palabra señaló un bloqueo de carretas. Han se inclinó a su lado y
maldijo inmediatamente. Sin calles laterales, no había hacia donde correr.

―¿Puede ir más rápido? ―preguntó Han.

Lilette negó con la cabeza.

―¡Sostente! ―Agarró su cintura con tanta fuerza que su costado palpitó por el
dolor. La presionó por debajo de él justo cuando Jia Li golpeaba el bloqueo. Ésta se
estrelló contra carretas y muebles rotos que habían sido amontonados a más altura que
la de un hombre, pero rápidamente perdió impulso. Lilette siguió presionándola. Jia Li
barritó, sus orejas aleteaban junto a su cabeza.

Con un grito, los soldados imperiales los atacaron desde arriba. Han se puso de
pie, sus espadas girando por encima de ella. Lilette sacó su daga y se abrazó al cuello
de Jia Li. ―Vamos, chica. ¡Vamos!

Desde el suelo, los soldados apuñalaban las piernas de Jia Li.

―¡No! ―sollozó Lilette―. ¡Déjenla en paz! ―Jia Li se molestó y barritó,


sacudiéndose a los soldados y a Han con ellos.

―¡Han! ―Lilette se estiró para alcanzarlo, pero ya se había ido.

Jia Li se detuvo y comenzó a recoger trozos rotos de muebles con la trompa, y


se los arrojó a los soldados que estaban a su alrededor. ―¡Buena chica! ―Lilette frotó
su piel áspera. Los Protectores se unieron rápidamente a la refriega, protegiendo a Jia
Li mientras ella les abría camino.

Finalmente, estuvieron libres. Las Brujas impulsaron sus caballos hacia


adelante, los Protectores se movieron detrás de ellas.

Lilette miró a su alrededor buscando a Han.

―¡Lilette! ―la llamó él―. ¡Vamos! ¡No pares! ―Agarró un caballo libre y saltó
sobre su lomo.
Podía ver los muelles. ¡Iban a lograrlo! Pateó a Jia Li de nuevo para aumentar
la velocidad. Un grupo de soldados se lanzaron frente a ellos y desaparecieron en un
espacio estrecho entre los edificios.

Antes de que Lilette pudiera darse cuenta, gritaron: ―¡Ahora! ―Una cuerda
tan gruesa como su pierna se levantó.

Jia Li patinó, tratando de evitarla, pero no pudo parar. Barritó cuando golpeó la
cuerda. Lilette salió volando, derrapando por las piedras del pavimento antes de
detenerse.

Rápidamente evaluó su lesiones―nada parecía estar roto. Se apoyó sobre los


brazos y miró hacia atrás. Montados en sus caballos, los Protectores estaban luchando
con más soldados. Jia Li yacía donde había caído, su enorme cuerpo parecía mucho
más pequeño ahora. Ajena al caos de su alrededor, Lilette trastabilló hacia el elefante y
se arrodilló junto a su cabeza. Jia Li estaba cubierta de cortes, la sangre se acumulaba a
su alrededor. ¿Cómo podía caer algo tan magnífico y fuerte?

Lilette extendió la mano y la apoyó en la cara de Jia Li. El animal la miró y


tocó el estómago de Lilette con su trompa. Con un sobresalto, recordó al niño que le
dio un racimo de plátanos. El elefante quería una recompensa.

―Lo siento mucho, chica. No tengo nada.

Jia Li siguió buscando hasta que su trompa cayó al suelo y sus ojos se
desenfocaron. Un grito ahogado salió de los labios de Lilette.

De repente, una mano la agarró por el hombro y la ayudó a levantarse. Han la


subió al lomo de un caballo.

―¡Vamos! No moriremos. No hoy. ―Se subió detrás de ella. Sus brazos la


rodearon, e instó al caballo a seguir. Lilette volteó para ver el cuerpo de Jia Li y a los
soldados que se quedaban atrás.

―¡Lilette! ¡Contéstale! ―Han le gritó prácticamente en el oído.


Se giró para encontrar a Jolin montando justamente al lado de ellos. ―¿Cuál?
―preguntó Jolin.

Sacudiéndose, Lilette siguió su gesto. Había cientos de barcos atracados en los


muelles o simplemente atados a alguna plaza libre.

La mente de Lilette se agarró a algo familiar para mantener el dolor a raya.


Recorrió las naves y encontró un zhou de tamaño adecuado, con un casco curvo y una
cabina superior. Parecía estar amarrado a un asidero y un poco hundido en el agua, lo
que significaba que estaba cargado, con suerte, con comida. Las velas de la nave se
extendían entre los mástiles, parecían como membranas entre las alas de un
murciélago. Sería rápido, soportaría a todos, y maniobraría hasta en los mares más
agitados.

―Ese barco ―dijo, señalándolo.

El caballo se resistió a entrar en el muelle. Abandonando al animal, Han sacó a


Lilette de la silla y la empujó por delante de él. ―¡Corre!

Pero el cuerpo de Lilette se negó a obedecer, y sus piernas se doblaron. Luchó


por levantarse hasta que Han la lanzó bruscamente por encima de su hombro y corrió
por el muelle. Los Protectores cerraban la marcha, listos para luchar contra cualquier
soldado que viniera tras ellos.

Han subió rápidamente por la pasarela y la dejó junto a la borda. Un grupo de


marineros les echó un vistazo a los Protectores armados y se hicieron a un lado.

―¿Alguien sabe cómo operar esta nave? ―dijo Geth.

Maldiciendo en silencio su enfermedad, Lilette buscó entre la multitud,


esperando que alguien pudiera dar un paso adelante. Después de todo, ella nunca
había navegado algo más grande que el bote de pesca de Fa, que sólo tenía una vela.
Pero no había nadie. Respiró hondo. ―Yo lo haré. ―O eso esperaba―, pero no
conozco el camino.
―Puedo guiarnos conforme a las estrellas ―habló Jolin―. Y las Brujas nunca
navegan en mal tiempo.

Lilette se puso de pie. Su cuerpo temblaba y su coordinación estaba mal, pero


podía moverse. ―Ve si puedes encontrar algunas cartas náuticas. ―Jolin se alejó y
Lilette miró hacia las velas―. Desátenlas. Que dos Protectores estén en la proa; vigilen
por algún inconveniente en el puerto. ―Lilette se trasladó hacia la popa y estudió el
enorme timón―. Tres Protectores aquí para tripular.

―Eh, señorita, debería darse prisa. ―Se volvió para encontrar a Galon detrás
de ella.

―¡Estás vivo! ―Empezó a sonreír, pero él señalaba hacia un grupo de soldados


que bajaban por el muelle―. ¡Metan la pasarela! ―ordenó Lilette―. ¡Desaten las
cuerdas! ¡Brujas, canten un viento!

Los Protectores se apresuraron a desatar la nave mientras que las Brujas


cantaban para invocar un viento para llenar las velas. Otras cantaron para que las algas
se lanzaran fuera del agua y se enredaran en las piernas de los soldados.

Un puñado de soldados corrieron hacia la nave justo antes de que la nave


saliera de su alcance. Los Protectores se encontraron con ellos, alejándolos en unos
instantes.

Un sonido bajo de gong se escuchó a través del caos. Lilette se congeló y se


volvió hacia la ciudad, preguntándose qué significaba ese sonido.

―¡Tenemos que salir del puerto antes de que eleven el desguazador de barcos!
―gritó Han.

Lilette se giró para mirarlo. ―¿El qué?

―Una cadena puesta en la entrada del puerto.

―Por piedad de las Creadoras ―dijo alguien.

―¡Canten! ―gritó Lilette―. ¡Nuestras vidas dependen de ello!


Una docena de Brujas formaron un círculo, con las heridas en el centro. Sus
canciones llamaron a un viento que azotó a través de las velas, llenándolas a toda su
capacidad en cuestión de segundos. El barco se lanzó hacia adelante.

Lilette se hizo camino a través del montón de cuerpos hacia la proa. Han hizo
señas hacia el círculo. ―¿No deberías unirte a ellas?

No se detuvo. ―Si nos desviamos del canal, ni todo el canto del mundo
impedirá que encallemos ―gritó órdenes a los Protectores que manejaban el timón.
Ellos guiaron el barco hacia el canal más profundo del puerto. Los ojos de Lilette
buscaban bancos de arena o inconvenientes.

Atravesada en el puerto frente a ellos, pudo ver al búfalo atado a una enorme
rueda. Su esfuerzo tiraba de sus yugos, que giraban la rueda. Una cadena oxidada tan
gruesa como Lilette se movía fuera del agua.

Sabiendo que el centro de la cadena sería el punto más bajo, dirigió la nave
hacia allí. Incapaz de hacer más, observó a los Protectores mientras la cadena
tintineante salía lentamente del agua, un eslabón a la vez.

El viento los azotaba desde atrás, arrojando el pelo de Lilette hacia su cara y
haciendo que le picaran los ojos. Un tintineo más y pudo distinguir toda la extensión
de la cadena oxidada. Echó un vistazo hacia las velas. No estaba segura de que
pudieran soportar más viento sin que se rompieran, pero si no lograban pasar más allá
de esa cadena, no importaría.

Comenzó a cantar con las demás, su voz mezclándose con la de ellas. El barco
pareció moverse un poco más rápido. Entonces la cadena salió fuera de su vista por
debajo de ellos. Lilette contuvo el aliento.

La nave se estremeció, y un agudo chirrido llenó el aire. Agachada, Lilette


esperó por el crujido del casco de madera. El barco se elevó mientras la cadena
levantaba la popa fuera del agua. Pero su impulso los llevó hacia adelante. Cuando
cayeron de golpe, Lilette perdió el equilibrio y cayó sobre Han. Algo se astilló y Lilette
se agarró de su armadura, contuvo la respiración, esperando que el barco se partiera
bajo ellos.

Pero todavía estaban avanzando. Buscó señales de que la nave tuviera algún
agujero; desacelerara o se hundiera. Nada. Soltó el aliento y soltó a Han. ―Ve a ver si
está entrando agua en la bodega. Se meticuloso; si ahora hay una pequeña fuga,
mañana será una enorme.

Lilette buscó señales de algún arrecife que probablemente no fueran capaces de


evitar. No vio ninguna forma oscura, o choque de olas en las rocas. Se movió hacia la
popa para observar a sus perseguidores y se dirigió hacia la proa para buscar alguna
rotura.

Geth trotó hacia ella. ―El timón quedó atrapado en la cadena. Está arruinado.

Eso debió ocasionar el sonido de astille. Maldiciendo, Lilette avanzó hacia la


popa tan rápido como se lo permitió su cuerpo exhausto. Efectivamente, el timón se
había roto en el punto más estrecho.

―Sujétalo y ve si puedes arreglarlo con algo para que consigamos llegar hasta
la ciudad Arboleda.

―¿Y mientras tanto cómo conducimos el barco? ―preguntó Geth.

Ella frunció los labios. ―En este momento, la dirección no es tan importante
como salir de su vista. Si el barco está dañado, no escaparemos de nadie.

―Pero con las Guardianas cantando… ―comenzó Geth.

―Su canto no evitará que nos hundamos o quedemos a tan bajo nivel en el
agua que no podamos movernos ―lo interrumpió Lilette―. Podemos dirigir el barco
con el viento, al menos un poco.

Sintió la sólida presencia de Han a su lado. ―No encontré ningún agujero.

Iban a lograrlo. Lilette no podía dejar de mirar hacia atrás, a la ciudad de


Rinnish, mientras la oscuridad se apoderaba de la isla. A través de la poca visibilidad
de la lluvia, el humo se elevaba hacia el cielo. Un relámpago iluminó las nubes. El
palacio aún se erguía sobre la ciudad, lucía prístino entre la destrucción.

Lilette dejó escapar un suspiro. ―Esta no es la primera vez que huyo de esa
ciudad mientras se quema.

Han hizo un sonido profundo con la garganta. ―Lo recuerdo.

Todos estos años tratando de volver con su hermana, y sólo habían podido estar
juntas durante una hora. Sash había tomado el lugar de Lilette y Lilette la había
abandonado. ―Voy a regresar por ti, igual que tú lo hiciste por mí. ―El viento atrapó
su promesa y se la llevó. Lilette deseó que su hermana pudiera oírla.

Con la imagen grabada en su memoria, se dio la vuelta. Lo habían conseguido,


pero ¿cuántos se habían quedado atrás?

Los Protectores llevaron a los heridos bajo cubierta mientras las Brujas
continuaban cantando. Jolin se dirigió hacia ellos, abriéndose camino entre los
Protectores y las Brujas. ―Encontré algunas cartas para trazar nuestro curso ―dijo,
luego se volvió y se alejó de nuevo.

Lilette le hizo un gesto a Geth y juntos siguieron a Jolin hacia la escotilla.


Esperaron a que Han bajara primero. ―¿Cuánto tiempo tardaremos en llegar a la
ciudad Arboleda? ―preguntó Lilette.

Jolin miró hacia el círculo de Brujas, sus ojos se estrecharon en concentración.


―Si mantenemos una rotación constante de las cantoras, en cinco días.

Lilette fue la siguiente en bajar. Sus piernas temblorosas apenas mantuvieron su


peso, por lo que se movió lentamente para no caer. La bodega era una larga habitación
llena de barriles, cajas y hamacas meciéndose. Alguien ya había encendido las
lámparas. Una docena de heridos ya habían sido instalados. Las Brujas se movían
entre ellos, haciendo lo mejor que podían.

Lilette se giró lentamente en un círculo mientras bajaban Geth y Jolin.


―¿Algún alimento? ―preguntó Lilette.
Han encontró una barra de hierro, luego abrió una caja con ella y metió la
mano. Sacó un puñado de lo que parecían brillantes cuerdas retorcidas de cabello fino.
―Parece que lo acababan de cargar… con seda cruda.

Lilette encontró una caja con trozos de fruta medio salidos. ―Por aquí.
―También había barriles de agua―. ¿Cuántos logramos escapar?

Jolin miró con avidez entre los huecos de las cajas. ―Veinte Brujas. Treinta y
dos Protectores.

Lilette vaciló mientras Geth abría otra caja; esta vez con arroz dentro.
―¿Cuántos perdimos?

El rostro de Jolin hizo una mueca. ―Demasiados.

Se movieron entre las cajas, tratando de estimar si tenían suficiente comida para
más de cuarenta personas. ―Si tenemos cuidado, podríamos lograrlo ―dijo Geth
finalmente.

Haciendo señas para que la siguieran, Jolin atravesó el área de los heridos hacia
la popa, donde había un biombo como división; probablemente donde dormía el
capitán. Recogió un mapa enrollado y un pequeño cofre. ―Tengo algunos cálculos
que hacer para cuando salgan las estrellas en aproximadamente una hora. Estaré en
cubierta por si me necesitas.

―Geth… ―Inclinó la cabeza hacia la mesa de dibujo―. Trae eso, si me haces


el favor. ―Pero se detuvo en la puerta y señaló con la cabeza hacia un grupo de
Protectores que estaban separando algunos tablones del barco―. ¿Qué están haciendo?

Lilette gruñó. ―Haciendo un nuevo timón.

―Oh. Bueno, entonces. Siempre y cuando no quiten algunas piezas


importantes ―se marchó, con Geth cargando la mesa detrás de ella.
Eso dejó solos a Lilette y Han. Él se acomodó en el suelo y con cuidado se
quitó la espinillera y la bota. El material de abajo estaba oscuro y pesado. Se levantó la
tela del pantalón, dejando al descubierto una herida desagradable en la pantorrilla.

Lilette se acercó a él. ―¿Cuándo te hiciste eso?

―Chen me lo hizo.

Ella se arrodilló ante Han, inspeccionando la herida sin tocarla. ―¿Puedes


moverla?

Su boca hizo una mueca. ―He estado corriendo así toda la noche.

Le lanzó una mirada. ―¿No te dolió?

Negó con la cabeza. ―Eso siempre viene después.

―Voy a buscar ayuda ―dijo ella, levantándose.

Han alzó la mano y la detuvo. ―Sólo tienes que traer material para curación.

Sus cejas se alzaron―. No estoy segura de que yo sea la mejor…

―¿Has conocido a nuestro curandero? Puedo manejarlo yo solo.

Eso tenía sentido, y no era como si Lilette no se hubiera ocupado antes de


heridas. Dio un paso hacia la bodega de atrás, abriéndose camino entre los heridos.
Preguntó a alguien sobre el material de curación. Alguien había encontrado un
botiquín. Se las arregló para conseguir aguja, hilo de cerdo y un cubo con agua de mar.

Arrodillándose ante Han, Lilette alzó la tela de su pantalón por encima de su


rodilla, él se encogió ante la sensación de frío y ella se manchó los dedos con sangre
pegajosa. ―Tienes suerte. El corte esta en sentido vertical al músculo y no en su
contra. Aún podrás usar tu pierna. Mientras no se infecte.

Sintió que la observaba. ―¿Has hecho esto varias veces? ―preguntó.


Ella se encogió de hombros. ―Fa y yo nunca pudimos permitirnos ir al
curandero. ―Se encontró con la mirada perspicaz de Han―. Esto va a doler.
¿Necesitas que alguien te sujete?

―No.

Vertió el agua de mar en su herida, lavando los coágulos de sangre. Cuando


retiró la sangre, la herida se veía como una franja oscura. Cogiendo un trozo de su
pantalón, separó el corte con las yemas de los dedos, lavó y limpió la herida mientras
lo hacía.

Han hizo una mueca y se tensó bajo su tacto, pero nunca se quejó. Cuando
terminó, lo miró y lo encontró observándola, su rostro tenía una expresión cariñosa.

Un rubor se extendió por su cuello mientras lavaba la sangre de sus manos con
más agua de mar. Cuidadosa de no mirarlo de nuevo, llamó a alguien para que la
ayudara a juntar los lados de la herida mientras la cosía.

Cuando por fin terminó, envolvió la herida con tiras de algodón hervido, luego
limpió la sangre y el agua, exprimiendo la suciedad en un cubo. Se limpió sangre
imaginaria de las manos y estudió a Han mientras yacía en el suelo con los ojos
cerrados. Podía ver su cicatriz. Un mechón de pelo caía sobre su rostro, y tuvo que
resistir el impulso repentino de regresarlo a su lugar. Lilette rápidamente apartó la vista
y empezó a quitarse su armadura robada, dejándola en una pila.

Por último, sintió el peso del colgante de Chen. Comenzó a quitárselo, pero
Han estiró la mano hacia el colgante antes de que su mano cayera de nuevo a su lado.
―Ese es el símbolo de la casa imperial.

―Era de él.

La mirada de Han se encontró con la suya. ―Úsalo. Prométemelo.

Ella vaciló. ―¿Por qué?

―Sólo prométemelo.
Quería decir que no, pero él ya había perdido mucho. Le podría conceder esto.
Dejó que el colgante cayera de nuevo contra su pecho. ―Está bien. ―Se sentó a su
lado―. ¿Qué vas a hacer? Ya no tienes que ser un soldado.

Respiró hondo. ―No sé cómo ser otra cosa.

―¿Quieres venir con nosotros?

Han abrió los ojos para estudiarla, su mirada se sentía como una mano ardiente
sobre su piel. ―Aún podrías necesitarme.

Lilette retorció las manos mientras algo cálido y suave crecía en su interior.
―Yo… ―Las palabras se sintieron gruesas y pesadas en su garganta―. Gracias. Por
lo que hiciste.

―Lilette… ―vaciló―. ¿A qué te referías cuando dijiste que fuiste salvada para
esto, justo antes de dejarme fuera de combate?

Le lanzó una mirada tímida. ―Mi madre vino a mí cuando estaba moribunda.
Ella dijo que tenía que salvar a tantos como pudiera. Sabía que si no liberaba a las
Brujas, destruirían Harshen, y de alguna manera eso pondría en marcha sucesos que
destruirían el mundo.

La miró con asombro. ―Así que ahora que liberaste a las Brujas, ¿Harshen está
seguro?

Ella dejó escapar un largo suspiro. ―Sí.

Han se quedó en silencio un momento. ―Nunca te olvidé.

El delicioso calor en el estómago de Lilette se extendió más allá.

Él cerró los ojos de nuevo. ―Subiste al árbol de cerezo. Apenas podía verte a
través de las flores.

―Mi primer día en el jardín detrás del palacio. ―A veces olvidaba que todos
sus recuerdos de Rinnish no estaban llenos de cenizas e incendios.
Ella había bajado y Han le había mostrado la fuente. Se habían sentado en el
borde, con los pies colgando sobre el agua, mientras que los peces dorados pasaban
mordisqueando sus dedos, y los pétalos rosados se adherían a sus piernas mojadas.
―Me estabas enseñando a hablar harsheno.

―Estabas sola, sin nadie con quien hablar.

Ella lo miró detenidamente, tratando de hacer coincidir su rostro con la del


niño. ―¿Por qué advertiste a mis padres?

―Porque eras mi amiga ―dijo simplemente.

Ella se tendió a su lado, sintiendo el suave balanceo del barco. Una vez que sus
músculos se relajaron, no pudo moverse más. ―Gracias ―susurró―. Gracias por
salvarme, de nuevo.
Traducido por Hishiru

Ese día me di cuenta que había algo diferente en Lilette. Su canción no solamente era fuerte, su
sentido de Bruja no solamente era preciso. Algo más le estaba sucediendo. ~Jolin

na mano sobre el hombro de Lilette la despertó. Jolin estaba agachada junto a


ella. Han no se veía por ningún lado. Lilette se apartó el pelo de la cara y se
sentó. Dentro de la bodega, el calor del mediodía había hecho que su túnica y
sus pantalones se adhirieran a su cuerpo. Todo su ser le dolía, su corazón era lo peor
de todo, porque su hermana se había ido.

Jolin le dio una naranja y una taza de agua. Cerrando los ojos, Lilette mantuvo
la fruta contra sus labios. Oyó el desgarre y olió la cáscara de naranja cuando Jolin
empezó a pelar su propio desayuno. Lilette comenzó con la suya.

—Vamos a empezar donde lo dejamos —dijo Jolin—. Aprendes rápido.

Lilette le dio un mordisco a su fruta. —No necesito lecciones del lenguaje de las
Creadoras… lo recuerdo.

—¿Cuando pasó eso?

Los recuerdos asaltaron de nuevo a Lilette. Su hermana dando vueltas en el


aire, lágrimas corriendo por su rostro mientras Chen y el Emperador la forzaban a
matar. Lilette frunció el ceño. —No quiero hablar de eso.

Afortunadamente, Jolin lo dejó pasar. Le enseñó a Lilette canciones de Bruja


hasta que el calor se hizo insoportable bajo cubierta. Para entonces, el dolor de cabeza
de Lilette había disminuido, así que subieron a cubierta. Sostuvo su pelo en alto para
que la brisa llegara a su cuello mientras buscaba a Han, pero no estaba por ningún
lado.

Para el almuerzo, comieron arroz cocido en parrillas, mezclado con pescado


salado. Consiguieron mangos, tan dulces que Lilette gimió de placer con el primer
bocado. Arrancó hasta el último pedazo del hueso antes de tirarlo por la borda.

A media tarde, la cabeza le palpitaba de nuevo y sus pensamientos eran difusos.


Apretó las manos sobre sus orejas. —¡Detente! Mi cabeza no puede más.

Jolin sonrió para sí misma y Lilette se dio cuenta de que esa había sido su meta:
llenar los pensamientos de Lilette con algo más que la angustia por dejar a su hermana.
Ella y Jolin tomaron una siesta acurrucadas a la sombra de uno de los mástiles.

Cuando Lilette despertó, el sol ya no quemaba tanto, y una mujer estaba parada
frente a ellas. Era un poco mayor en comparación a la mayoría de las Guardianas que
se encontraban a bordo, y tan pálida como el vientre de un caracol.

Jolin se sentó rápidamente. —Lilette, ella es Nassa.

La mujer se sentó junto a Lilette sin siquiera mirar a Jolin. —La famosa Lilette.
Se rumorea que tu canción es lo suficientemente fuerte como para garantizarte, algún
día, un lugar como Principal de la Luz.

Lilette recordó haber cantado frente a desconocidos; miles. Como una niña de
siete años, anhelaba jugar con su hermana, cavar en el jardín detrás de su árbol, o ir a
nadar con su padre. Pero siempre había clases y presentaciones.

Sacudiéndose sus recuerdos, Lilette notó la tensión entre su amiga y Nassa. —


¿Jolin? —dijo vacilante.

Geth se movió hacia ellas. —Es hora —le dijo a Jolin.


Ella se puso de pie y se alisó el vestido. —Geth accedió a dejarme ir a una de las
islas más pequeñas para recoger las semillas que perdí en Rinnish. Nos vemos más
tarde.

Lilette la vio subir a un bote pequeño, una docena de Protectores fueron con
ella. —Una mente aguda —dijo Nassa—. Es una pena que esté desperdiciada.

La mirada de Lilette se estrechó. —La mente de Jolin no está desperdiciada.

Nassa chasqueó la lengua. —Bueno, no del todo. Es brillante con las pociones,
pero no puede cantar a sus brebajes o incluso a su jardín. Tiene que tener un Protector
a la mano para que la ayude. Es por eso que nunca será la Principal de las Plantas, sin
importar lo mucho que progrese.

Lilette observó cómo se alejaba su bote. —Pensé que las Principales de las
Plantas eran elegidas debido a su habilidad con las pociones.

—Ciertamente, pero una Principal debe ser una Guardiana completa, y Jolin
nunca avanzará más allá de ser una Aprendiz.

Antes de que Lilette pudiera responder, Nassa continuó. —Vamos entonces a


probar tu canción. —Ella le tendió una pequeña semilla entre su dedo índice y el
pulgar.

Lilette vaciló antes de extender la mano. Nassa dejó caer la semilla en su palma.
Abriendo una pequeña bolsa, derramó tierra negra dentro de la palma de Lilette y la
roció con un poco de agua.

El agua se filtró a través de la tierra, llenando su palma. Algo dentro de ella


pareció despertar, agitando los sonidos del viento y el agua. Comenzó a cantar en voz
baja.

Toma la luz,
Toma el aire.
Extiende tus raíces,
Tus hojas crezcan hermosas.

Un brote verde se asomó a través de la tierra. Las raíces se extendieron a través


de la palma de Lilette, absorbiendo el agua. Dos hojas aparecieron, y una flor creció
entre ellas.

Nassa se quedó asombrada ante la planta. —¡Sólo cantaste una vez!

Cautivada por el poder que corría dentro de ella, Lilette no registró


inmediatamente el asombro en la voz de Nassa. Pero la mirada cautelosa en la cara de
la mujer mayor hizo que la emoción se filtrara como agua entre las rocas. —Cántale a
la semilla. Necesitaremos la planta si alguien presenta fiebre.

Lilette cantó de nuevo y la flor hermosa maduró, las hojas se volvieron más
oscuras, de un verde más viejo antes de volverse marrón en los bordes. Volvió a cantar
y la flor se curvó como una araña muerta. Un pétalo marchito cayó hasta la tierra en
su palma.

Nassa cogió las semillas que cayeron en su mano y dejó escapar un suspiro. —
Bueno, esa es una reacción más normal. Por lo general toma tres canciones el
conseguir resultados; es por eso que tenemos Protectores. Somos poderosas, pero no
somos rápidas. Nos equilibramos entre todas. —Mantuvo abierta una pequeña bolsa
de cuero—. Regresa la tierra a la bolsa. Podemos volver a utilizarla.

Lilette puso la tierra en la bolsa y se sacudió las manos para quitarse los restos.
Nassa apretó los cordones. —Pues bien, te clasifico entre un nivel seis y siete; muy
fuerte, y sin duda serás un sólido siete en el momento en que terminemos tus clases de
canto.

Practicaron canciones durante horas, mucho después de que Jolin hubiese


regresado y desaparecido bajo cubierta, hasta que Lilette ya no pudo alcanzar las notas
altas y su garganta se sintió apretada y seca. Después de anunciar que la lección había
terminado, Nassa estudió a Lilette con un brillo calculador en los ojos. —Vamos a
tener que tratarte como a una Bruja novata, pero avanzaremos rápidamente a
Aprendiz. Practica tus escalas cada mañana. Me reuniré contigo después de la comida
y trabajaremos un poco más en tus notas, potencia, y pronunciación. —No le dio
tiempo a Lilette para hacer preguntas. Simplemente se levantó, se sacudió la parte
posterior del vestido, y se alejó.

La piel de Lilette comenzaba a quemarse por el sol implacable. A regañadientes


bajó a la bodega, donde vio a Jolin separando cientos de semillas dentro de cuadrados
de tela extendidos frente a ella. Parecía miserable. No levantó la mirada cuando Lilette
se dejó caer a su lado y puso los brazos alrededor de sus rodillas. Lilette se secó el
sudor de la frente con el dorso del brazo y le preguntó. —¿Es así de caluroso en la
ciudad Arboleda?

Jolin dejó caer algunas semillas en un trozo de tela. —Las Guardianas


controlan el clima, por lo que es casi perfecto. Llueve cada noche, con una brisa suave
y un calor agradable todos los días.

—Suena maravilloso.

Cuando Jolin no respondió, Lilette respiró hondo y se aventuró. —Lo siento,


por lo que dijo Nassa.

—Ella es una sanguijuela. Sabe que puedes convertirte fácilmente en una de las
mujeres más poderosas de Haven, y te está utilizando para avanzar en sus propios
planes.

Lilette observó a Jolin ordenar cuidadosamente algunas semillas del tamaño de


un grano de arena. —No me agrada.

—Ni a mí, pero es la mejor en lo que hace. —La voz de Jolin tenía más que un
poco de amargura.

—Está equivocada. No estás desperdiciada.

—Lo sé —dijo Jolin suavemente—. Pero…

—Duele que los demás te vean de esa manera —terminó Lilette.


Jolin se giró. —No es justo —dijo con una voz tan baja que Lilette apenas pudo
oírla sobre los sonidos de las olas contra el casco—. Debería ser la Principal de las
Plantas… me lo merezco. Pero sin canción, no soy nada.

Lilette se tomó su tiempo para responder. —Si las Brujas no pueden reconocer a
la mujer brillante que eres… si están tan cegadas por el poder; entonces son tontas.

Jolin se secó los ojos. —No ayuda que una mujer tan bella como tú tenga una
voz como esa, mientras que la mía es tan simple como mi cara. —Palideció al darse
cuenta que había sido muy sincera.

—No soy perfecta, y tú tampoco lo eres —respondió Lilette, apenas


conteniendo su repentina cólera—. Vamos a dejarlo así.

Jolin gruñó. —La belleza y el poder van de la mano. Sólo alégrate de estar en el
extremo poderoso de las cosas.

Lilette rio oscuramente. —¿Porque ser hermosa ha hecho mejor mi vida? —Se
pasó las manos por el pelo y lo levantó de su cuello sudoroso—. La gente me usa…
nada más.

Jolin juntó las esquinas de los cuadrados de tela y los ató con una cuerda. —
Mejor que ser ignorada y compadecida.

Lilette se levantó de un salto y se dirigió hacia la escalera de mano.

—Lilette… —comenzó Jolin.

Ella se dio la vuelta. —¿Crees qué no sé lo que es que las personas nunca vean
más allá de tu cara, para ver tu interior? Lo sé, Jolin, probablemente mejor que tú.

Lilette subió las escaleras rápidamente, sin darse cuenta de lo que estaba
buscando hasta que lo encontró. Han estaba junto a la barandilla de la proa, inclinado
hacia adelante, con los codos soportando su peso. Se movió junto a él, imitando su
posición. Él la miró de reojo antes de regresar su mirada hacia el agua.
El barco se alejaba de la isla. Una parte de la tensión de Lilette se evaporó, y fue
sustituida por tristeza. La conducta de Han había cambiado completamente, como si el
desvanecimiento de su hogar hubiera extraído la esperanza en él.

Estaban dejando Harshen, dejando a Sash. El círculo sólo podría mantenerse


por otro día y medio. —¿Y ahora qué? —dijo Lilette—. ¿Chen lastimará… él lastimará
a mi hermana y a las otras?

Han apretó los labios en una línea. —Ellas son la única protección que tiene
contra las Brujas. No hay vuelta atrás.

—No —dijo Lilette.

Un estremecimiento se extendió a través de Han, y miró de nuevo al mar. —El


Emperador no era un buen hombre, pero era mi padre, y mis acciones ocasionaron su
muerte. —Su voz se mantuvo estable, pero la angustia se marcaba bajo sus palabras—.
Y mi hermano…

Para salvarla, Han había perdido todo. Lilette respiró hondo. —No, no
traicionaste a nadie. A veces entran en conflicto el amor y el honor, y tú escogiste el
honor. Fuiste leal a tu país… y a mí.

No podía entender el por qué. Ella sólo le había causado problemas. Su mirada
finalmente se encontró con la de ella, y vio al niño que había sido una vez; el niño a
quién le habían quitado su gentileza. Pero aún estaba allí, en su interior.

—Debimos ser enemigos —dijo finalmente—. Pero nunca lo fuimos. —Ella se


inclinó y apoyó la frente en su hombro, como lo había hecho cuando eran niños.

—No. Nunca.
Traducido por Andrés_S

Algunas personas quedan abatidas por la aflicción, otras son depuradas. La diferencia, a
menudo, es tan sólo una pequeña elección. ~Jolin

acia su tercer día en el mar, Lilette se encontraba en la proa, en busca de


aquella tierra firme que Jolin dijo que aparecería en cualquier momento. Han
se acercó y se quedó de pie a su lado.

―¿Geth dijo que querías verme? ―Con los ojos llorosos, ella tendió la mano
para bloquear parte de la luz.

―Shh, simplemente observa.

El sol finalmente se deslizó por debajo del horizonte, dejando en el fondo sólo
una raya oscura y delgada. ―Allí. ―Señaló ella―. Esa es Kalari. ―La patria de las
Brujas.

Él entrecerró los ojos hacia la luz. ―¿Estás segura?

Lilette le sonrió. ―Estoy segura. ―Volvió a mirar el horizonte, pero aquel


breve destello de tierra se había ido―, ahora seguiremos la costa por tres días, y luego
llegaremos a la ciudad Arboleda. ―Su voz temblaba al añadir―: a estas alturas el
círculo ya se habrá roto.

Con la mirada gacha él dijo: ―Lo sé.

Ella se preparó para hacerle la pregunta más importante. ―¿Estás seguro de que
él no va a matarla?
Han observó a Lilette con mirada firme. ―Estoy seguro.

―¿Qué va a hacer con las demás?

―Atarlas mejor de lo que lo hizo antes.

―¿Va a hacerles daño?

―No, a menos que tenga que hacerlo.

Lilette sintió el viento acariciando su rostro. ―¿Va a obligarlas a cantar otra


vez?

―¿Para proteger a Harshen? Absolutamente. Espero que con mi padre muerto,


Chen detenga la invasión. ―Han vaciló―. Hay un rumor entre los Protectores.

Sus ojos recorrieron el horizonte sin fin. ―¿Acerca de qué?

Él se movió para quedar un poco más cerca. Lilette estaba muy consciente de su
brazo tocando el suyo, de la calidez entre su piel y la de él. ―Dicen que eres más
fuerte que cualquier otra Bruja que hayan escuchado.

―¿Qué tiene eso que ver con nosotros?

Él continuó como si ella no hubiera hablado. ―Se habla incluso de que serás
una Principal de las Disciplinas algún día…Supongo que es como ser la Emperatriz de
las Brujas.

―Hay cuatro Principales de las Disciplinas que gobiernan sobre los cuatro
elementos: la tierra, las plantas, el agua y la luz. Además de a todas las seguidoras de
cada elemento. ―Nassa le había explicado todo esto a Lilette antes.

Él la estudió, con una tristeza que pesaba en su rostro. ―Incluso ya están


compitiendo para ver quién será tu Protector.

Lilette apartó la mirada. ―Nassa dice que no voy a tener un Protector hasta
que haya pasado todos los cursos. Voy a empezar con un grupo de Brujas novatas,
rodeada de un montón de niñas.
Han trazó la veta de la madera. ―No vas a quedarte en un grupo de Brujas
novatas por mucho tiempo. ―Se volvió hacia ella con expresión abierta y tierna. Ella
ignoró la cicatriz y aquel ceño fruncido que llevaba para protegerse. Era hermoso; al
igual que Jolin, pero ninguno de ellos podía verlo.

―El punto es ―continuó él―, que eres un poco intimidante.

―No fue mi intención.

―Eres lo que eres.

Lilette lo miró de reojo ―Podrías ser mi Protector.

―¿Por qué yo?

Sus mejillas se pusieron calientes. ―Yo no soy, bueno… Tú eres muy bueno
con esas espadas. Y eres amable, me ayudaste cuando nadie más lo hizo, y yo... ―Se
quedó callada.

―Puedes elegir a alguien mejor que yo, pequeño dragón ―dijo Han en voz
baja.

Las lágrimas brotaron de repente en los ojos de Lilette. Él había tomado algún
tipo de decisión. Podía verlo en sus ojos. ―¿Qué vas a hacer?

Dudó un momento. ―Alguien tiene que luchar por Harshen, Lilette.

―¿Luchar cómo?

―Tengo que negociar la paz… una que implique la devolución de tus Brujas y
la seguridad y prosperidad de mi pueblo.

―Te ayudaré.

―¿Qué hay de convertirte en Bruja?

―Puedo hacer ambas cosas. Además, te prometí que cuidaría de Harshen. Lo


decía en serio cuando hice esa promesa.
―Lilette…

Ella se volvió hacia él tan rápido, que le dolió la cabeza. ―No. Ellos también
son mi pueblo. ―Sus palabras la sorprendieron incluso a ella. Harshen y su gente no
siempre habían sido buenos con ella. Pero entonces pensó en Fa, en Salfe, y Pan. En
Ko y Lang y por supuesto en Han, y no pudo encontrar odio en su corazón.

Apretó la mandíbula y le dio un rápido asentimiento.

―¿Cuál es el plan? ―preguntó Lilette.

―Hablamos en favor de Harshen. Hablamos con quien sea necesario.

―Lo pensaremos a medida que avancemos, me gusta. ―Sonaba exactamente


como su tipo de planes.

Han se rio entre dientes. ―No podemos planificar una batalla sin conocer el
campo de batalla.

―Correcto. Estoy de acuerdo. ―Ella trató de mostrar más confianza de la que


sentía―. ¿Qué pasa con...? ¿Qué pasa…? —Hizo una pausa―. Sé que tienes
sentimientos por mí.

Él miró hacia otro lado y se apoyó en la borda. ―Lilette... parece que siempre
que estamos juntos, alguien resulta lastimado.

Algo oscuro se formó en su interior. ―No.

―No creo que…

―No. No voy a dejar que te despidas. ―Ella miró airadamente a Han,


desafiándolo a mirarla. Cuando finalmente lo hizo, se inclinó hacia delante y le plantó
un beso en los labios. Él parpadeó, claramente aturdido.

Un estremecimiento corrió a través de ella. ―Piensa en ello, Han. Ve si no


cambias de opinión.
Se dio la vuelta y caminó por la cubierta, sintiendo más de un par de ojos sobre
ella mientras se metía en la bodega. Después de sentarse en su hamaca, levantó las
rodillas hasta el pecho.

Jolin se acercó hasta quedar delante de ella. Se aclaró la garganta, incómoda.


―Quería decir que lo siento. Soy una idiota.

Lilette resopló. ―Sí, lo eres.

―Ahora muévete.

Lilette se removió hacia un lado. ―Es difícil en estas cosas.

Jolin subió a la hamaca. ―¿Dónde has estado?

―Sólo conspirando para salvar al mundo.

―¿Con quién?

Lilette se negó a mirarla a los ojos. ―Con nadie.

―Oh, ya he visto a nadie antes. ¿Por casualidad “nadie” lleva una espada y el
ceño fruncido?

Lilette se encogió de hombros. ―Puede que lo haya besado.

Jolin la miró boquiabierta. ―¿Acaso no es tu cuñado?

Una sonrisa maliciosa se deslizó sobre la cara de Lilette. ―Bueno, si ellos


pueden tener más de una esposa, ¿Por qué no puedo tener más de un marido?

―¡Lilette! ―Jolin sonaba horrorizada.

―Técnicamente, ya voy por mi segundo marido.

―¿Tu segundo?

Lilette rio entre dientes. ―¿Qué sería otro más?

Los ojos de Jolin eran del tamaño de galletas de mar. ―Así que... ¿Han?
Lilette apretó la mano sobre su boca para mantener su risa loca dentro. ―Sí.

―Bueno, no puedo entenderlo. Pero me encantan las sardinas. ¿Quién soy yo


para juzgar?

La nariz de Lilette se arrugó. ―Las sardinas son repugnantes.

―¡Lo sé! Pero son deliciosamente repugnantes.

Lilette se disolvió en otro ataque de risas tontas.

La mirada de Jolin se volvió distante y soñadora. ―Solamente he besado a un


hombre en toda mi vida, él fue el que me dio a probar las sardinas, creo que por eso es
que me gustaba.

Lilette se echó a reír. ―¿Porque tenía regusto a sardinas?

Jolin la golpeó, pero estaba sonriendo. ―No, porque me hizo probar algo
nuevo. Él es la razón por la que me embarqué en este viaje. Dijo que si quería obtener
resultados concluyentes, necesitaba hacerme con un muestreo más amplio.

―No deberías escuchar sus consejos nunca más. ―Lilette rio tan fuerte que
resopló. Jolin finalmente cedió y pronto ambas se reían tan fuerte, que el costado de
Lilette se sentía como si se fuera a abrir. Pero necesitaba esto. Porque si no se reía,
realmente podría volverse loca de dolor.

Durante los próximos tres días, no tuvo tiempo para pensar en su tristeza sobre
Sash, Ya que Jolin y Nassa llenaron su cabeza de canciones, clases de canto y las
lecciones sobre plantas. Lilette practicó su canto hasta que la garganta le quedó
adolorida y su voz sonó áspera y rasposa.

De vez en cuando, algo parecía apretarse dentro de ella, capturando la canción


y almacenándose en su interior. En esos momentos, su voz se hacía más dulce, más
fuerte. Atrapó a otras Brujas observándola con los rostros llenos de asombro, celos o
ambos.
En su sexto día en el mar, Lilette cantaba en la bodega con Nassa. No sabía que
su voz pudiera llegar tan alto, o que pudiera sostener una nota durante tanto tiempo.

Nassa asintió alentadoramente, con una mirada hambrienta en los ojos. ―Sí,
muy bien, pero todavía tienes que trabajar en sacarlo desde lo profundo de tu vientre,
que es de donde viene tu poder. Así es como proyectas tu voz. —Nassa se arrellanó
más en la hamaca―. Ahora vuelve a intentarlo.

Lilette llenó sus pulmones, enderezó la espalda, echó los hombros hacia atrás y
agudizó su mente. Empezó a cantar. Los sonidos que hacía no tenían sentido—no eran
importantes. Era el pulimiento de notas, el ascenso y la caída de la cadencia, el poder
que entregaba o retenía. El mundo se hizo más vívido a su alrededor, los elementos se
desaceleraron como un mercado lleno de gente que abandonaba un millón de tareas
diferentes al mismo tiempo para voltear a mirarla.

―Bien ―dijo Nassa abanicando su propia piel quemada por el sol―. Puedes
sentir los elementos, ¿no? Puedes sentirlos a la espera de tus órdenes.

Lilette no respondió, no podía. Estaba demasiado embelesada por la danza de


poder que emanaba de su boca. Todo lo que tenía que hacer era traducir el sin sentido
al lenguaje de las Creadoras y los elementos le responderían; estaban ansiosos por ello,
tan ansiosos como ella.

El sudor corrió por su espalda, empapando el material ya húmedo en su cintura.


Aunque el día ya se estaba convirtiendo en noche, el calor del mediodía había
horneado la bodega, llenando sus fosas nasales con el olor de la resina y el sudor agrio.

Una idea se formó en la mente de Lilette. Su boca formó las palabras,


liberándolas como bailarines que saltaron de su lengua. La expresión de Nassa cambió
a una de preocupación, pero Lilette no le hizo caso. El viento bajó juguetonamente a
través de la escotilla, se envolvió alrededor de su cuerpo y se llevó el sudor. Las otras
personas en la bodega suspiraron de alivio. Lilette sonrió y se concentró en la alegría
de la conexión con los elementos.

―Lo hiciste de nuevo.


Lilette se sacudió de su ensueño para encontrarse a Nassa, observándola.
―Acabas de controlar los elementos con una sola canción, y con demasiada precisión.

El arrobamiento huyó de Lilette. ―Lo siento.

Nassa la miró fijamente. ―Lilette, creo que puedes ser la Bruja más poderosa
que haya nacido.

Lilette no trató de protestar. ¿Cómo podría hacerlo cuando todavía podía sentir
el zumbido de poder dentro de sí? Afortunadamente, una ráfaga de actividad por
encima de la cubierta distrajo a Nassa.

Han asomó la cabeza en la bodega, sus ojos encontraron los de Lilette. ―Han
avistado la bahía.

Ella se desenredó de su hamaca y trató de enderezar las arrugas de su túnica y


pantalones de algodón. Había estado usando esas prendas durante seis días y
finalmente decidió que estaban más allá de cualquier arreglo. Se debatió en ponerse la
armadura de nuevo, pero tenía demasiado calor y no era como si fuera a entrar en una
batalla.

Moviendo el pie, Lilette esperó su turno para subir por la escalera. Por suerte,
era más alta que la mayor parte de las mujeres, por lo que pudo ver las montañas; eran
más como colinas muy grandes, que salpicaban el paisaje. Una de aquellas montañas
estaba rodeada por murallas de piedra grises y circulares, con torres espaciadas
uniformemente a lo largo de ella.

En lugar de una ciudad en el interior, había árboles—árboles gigantescos. Su


mente seguía tratando de compensar su tamaño insistiendo en que el barco estaba más
cerca de la costa de lo que en realidad estaba, aquello le quitó el sentido de la distancia
e hizo que le doliera la cabeza.

Se internaron en la bahía. Había centenares de barcos atracados en los muelles,


pero eran diminutos. Entonces Lilette vio la primera persona en tierra y de repente
todo encajó en su lugar. Los árboles eran montañas en sí mismas.
Estiró la cabeza hacia atrás y aun así no pudo ver las copas. Las ramas se
alzaban tan altas en el cielo que se mezclaban con las nubes y la luz se reflejaba en los
espejos que colgaban de los troncos de los árboles. Pero entonces una mujer salió del
árbol para inclinarse y llamar a alguien de abajo.

No eran espejos; eran ventanas. Y los árboles no eran tan sólo árboles, eran
casas. Alrededor de algunas de las ventanas, los balcones habían crecido a partir de
ramas retorcidas y algunos de aquellos balcones estaban conectados por puentes
elegantes, que la gente cruzaba, al pasar de un árbol a otro. ¿Cómo Lilette había
olvidado esto?

Se frotó el calambre que se formaba en su cuello, mientras observaba a las


Guardianas y Protectores entrando y saliendo de los árboles como hormigas; sólo a
través de las puertas, pues no eran como hormigas en absoluto.

―Me tengo que sentar ―dijo ella a nadie en particular. Se dejó caer en la
cubierta y apoyó la frente en las rodillas.

Alguien se rio de ella. Lilette echó la cabeza hacia atrás para encontrar a Jolin
mirándola. ―Espera hasta que veas Haven. Bethel aún no termina, pero esos
acantilados te quitan el aliento.

―¿Bethel?

La mirada de Jolin se endureció. ―Ella es la Guardiana más famosa con vida.

―¿Iremos a Haven ahora? ―Lilette no estaba segura de poder manejar


cualquier otro sobresalto hoy.

Jolin negó con la cabeza. ―No. Tendrás que reportarte con las Principales.
Viven en el pico más alto de la ciudad Arboleda. ―Ella señaló a un árbol que se alzaba
por encima del resto, era tan alto que Lilette podía ver la cima incluso desde donde
estaba sentada, rodeada de gente.

Lilette se quedó mirando el cielo, que poco a poco estaba siendo ocultado por
los árboles. ―La ciudad Arboleda... la ciudad es una arboleda de verdad.
―¿No te acuerdas?

Lilette negó con la cabeza. ¿Qué más había olvidado? ―¿Cómo es que el viento
no los echa abajo cuando sopla?

Jolin le dirigió una mirada exasperada.

―Es porque las Brujas controlan el viento ―dijo Lilette con repentina
comprensión.

A su derecha, las personas empezaron a moverse. Miró a través de docenas de


piernas y vio unas en particular dirigiéndose hacia ella. Reconoció las espinilleras. Al
levantar la vista para observar el rostro de Han, lo único que pudo pensar era que lo
había besado y que quería hacerlo de nuevo.

Se agachó junto a ella. ―¿Estás bien?

―Han, ellas viven en los árboles.

Su sonrisa fue un poco torcida. ―Bueno, son Brujas. Ven, Geth quiere que lo
ayudes a atracar el barco. ―Han la ayudó a levantarse y puso su mano en la parte baja
de su espalda. El placer de su toque se extendió través de ella.

―Que las Creadoras nos ayuden ―dijo Jolin levantando las manos en el aire.

Una vez en la proa, Lilette gritó órdenes para las velas y el timón improvisado.
Para ahora, los Protectores ya eran hábiles al operar ambos, por lo que no necesitaron
mucha orientación. El zhou entró en los muelles y fue atado.

Geth gritó a un hombre y su grupo que llegaban para encontrarse con la nave, y
explicó quiénes eran. El hombre miró el navío de arriba a abajo con ojo inquisitivo y
dijo: ―¿El Líder Gyn y la Guardiana Sash?

Geth negó con la cabeza. ―Perdidos. Soy el Líder Geth y esta es Lilette. La
hicieron líder en Harshen.
El hombre los miró a cada uno, pero su mirada persistió curiosamente sobre
Lilette. ―Las Principales están esperando su informe. Voy a hacerles saber que
vendrán. El resto de ustedes repórtese con sus Disciplinas.

¿Informar a las mujeres más poderosas del mundo? Lilette trató de mantener oculto
su pánico.

Geth la estudió antes de volverse hacia Jolin. ―Será mejor que vengas y ayudes
a Lilette a aclimatarse.

Lilette le lanzó una mirada de agradecimiento. Con una sonrisa, él las apresuró
para que bajaran del barco. Poco más allá de los muelles, ella tuvo un verdadero
sentido de la magnitud de las murallas que rodeaban la ciudad Arboleda. En
comparación con los árboles que se alzaban por encima de ellos, eran más bien
pequeñas, hasta que uno consideraba que tenían fácilmente la altura de cincuenta
hombres. Sólo mirar hacia arriba hizo que Lilette se mareara. Miró más de cerca y no
pudo ver brechas o ladrillos, se quedó boquiabierta; era una pieza de piedra enorme sin
ningún tipo de junta.

―¿Cómo es esto posible? ―preguntó.

―Estamos bien protegidos ―dijo Jolin con una nota de orgullo.

Se acercaron a la puerta principal; una estatua de una Bruja y un Protector de


pie como centinelas a ambos lados, con sus armas cruzadas; un báculo verde y una
espada que formaban el arco de puerta y lo hacían parecer como si toda la pared fuera
parte de la barrera. El grupo pasó por debajo de las sombras del arco. Le tomó a Lilette
unos buenos treinta pasos llegar al otro lado.

Cuando salió al aire libre, no pudo dejar de mirar los árboles. La parte superior
de las puertas y ventanas era puntiaguda. Algunas estaban en la planta baja, situadas
entre los contrafuertes. Otras estaban asentadas en la parte superior de escaleras largas
fabricadas con las raíces de los árboles.
Obviamente, era una ciudad, pero no una trazada con cuadrícula. Debería ser
desordenada, pero había un patrón generalizado en la colocación de los árboles;
estaban lo suficientemente separados para que el sol pasara entre ellos y la curva del
camino era igual a la de un río. Lilette se preguntó cuánto tiempo le tomaría caminar
alrededor de un solo árbol.

Una vez que su sobresalto por el tamaño de los árboles comenzó a desaparecer,
se dio cuenta que la ciudad no olía como ninguna que hubiera visitado jamás. En lugar
de aquel olor nauseabundo de los desechos humanos mezclados con el del humo y los
alimentos, la ciudad Arboleda olía a flores, a un tipo exótico de resina y al olor picante
y mineral del océano.

La gente entraba y salía apresuradamente de los árboles, se sentía una sensación


de agitación por la forma en que se movían. ―Al parecer, se ha extendido el rumor de
lo que pasó en Harshen ―dijo Jolin.

Las raíces que soportaban a los árboles se sobreponían a los costados de los
senderos. Dentro de algunos de esos nichos naturales, los comerciantes habían
establecido sus tiendas; algunas se complementaban con toldos de lona. Los puestos
exhibían sedas teñidas a mano, cubiertos de cobre, artículos de cuero, zapatos, comida
y muchos otros artículos.

―¡Un collar bonito para una dama bonita! ―voceó un comerciante de bigote
rizado mientras se acercaban. Desde la casa árbol detrás de él, una Bruja comenzó a
cantarle a las macetas dispuestas delante de ella. Las plantas comenzaron a crecer,
pero también lo hicieron el resto de las plantas que estaban al alcance de su voz.
Alrededor del vendedor, las hiedras se asomaron por encima de su mesa de
mercancías, levantando la joyería.

Un arete se quedó atrapado en la curva de una hoja. La planta creció hacia


arriba, llevándose el arete con ella. El comerciante le arrebató el arete justo antes de
que se alejara de su alcance. Un helecho se enredó en su ropa, y los tentáculos de las
hiedras treparon hasta su bigote. Sacó un par de tijeras, y con un fuerte carraspeo, se
arrancó la hiedra y cortó las plantas a la altura de las raíces. En el proceso,
accidentalmente se cortó parte del bigote. A su alrededor, los demás comerciantes
estaban tratando de controlarlas a punta de tajos, pero las plantas crecían casi tan
rápidamente como las cortaban.

Finalmente, la Bruja dejó de cantar. El corte frenético se detuvo y luego los


comerciantes comenzaron a enderezar sus mercancías y a quitar los trozos cortados de
hojas de sus mesas.

―¿Esto sucede a menudo? ―le preguntó Lilette a Jolin.

―Es uno de los peligros de vivir con esta cantidad de Brujas en un solo lugar.

Una vez que empezaron a subir la colina propiamente dicha, Lilette tuvo
dificultades para seguirles el paso. Han la estudió con evidente preocupación y le
preguntó si se encontraba bien.

Ella presionó la palma de su mano sobre su corazón. ―Perfectamente ―dijo


sin aliento.

Han se acercó un paso. ―Puedo cargarte.

Ella le lanzó una mirada furiosa. Desde el frente del grupo, Jolin murmuró algo
acerca de sardinas y ceños fruncidos.

―No tenemos prisa ―dijo Geth a su guía.

Lilette odiaba que tuvieran que reducir la velocidad por su culpa, pero no había
nada que pudiera hacer al respecto.

Cuando se acercaron a la cima de la colina, los árboles parecieron mayores,


incluso antiguos. El grupo cruzó por debajo de un seto de aspecto malvado, cubierto
de espinas crueles y curvas del tamaño de los pulgares de Lilette. Unas diminutas flores
amarillas florecían por todas partes, emitiendo una fragancia dulce y ligera.

Más allá de ellas, a lo largo del perímetro, se extendían dos hileras de árboles
hasta donde Lilette alcanzaba a ver. Ella inmediatamente los reconoció: árboles
barrera. Se quedó mirándolos nerviosamente mientras ella y los demás se acercaban,
pero los árboles no se movieron, excepto para mecerse con la brisa.

A esta altura, Lilette pudo mirar hacia atrás a las murallas y de repente se le
ocurrió que se parecía mucho a un brasero lleno de madera. ―¿Qué hay del fuego?
―preguntó.

Jolin agitó su mano con desdén. ―Los incendios han ocurrido antes. Las
Brujas simplemente invocan una tormenta para apagar las llamas. Si alguien alguna
vez fuera lo suficientemente tonto como para atacarnos, podríamos hacer crecer
espinos debajo de los pies de su ejército tan rápido que ni siquiera serían capaces de
llegar a las murallas.

Lilette respiró hondo para calmar el pánico en su corazón. ―Así que la única
manera de luchar contra las Brujas es con más Brujas. ¿Qué va a evitar que alguien
como el Emperador lo intente de nuevo?… y esta vez tenga éxito.

―Nos pusieron aquí desde el comienzo del mundo para vigilar y proteger
―dijo Jolin―, lo que el Emperador Nis hizo fue una anomalía.

Aquellas palabras no hicieron nada para calmar la aprensión en el corazón de


Lilette. ―¿Qué sucederá cuando los otros países se den cuenta de lo cerca que estuvo
el Emperador de tener éxito? ¿Con cuanta facilidad las Guardianas pueden ser
sometidas y obligadas a destruir a toda una nación?

Jolin negó con la cabeza. ―No va a suceder, deja de preocuparte.

―¿Y si te equivocas? ―preguntó Lilette bajito.

―Entonces, el mundo caerá.


Traducido por Andrés_S

Lilette tenía ese tipo de belleza que llevaba a los hombres a la guerra. A veces la odiaba por ello.
~Jolin

ilette y su grupo fueron llevados a un pabellón elevado. Las enredaderas se


habían aferrado al enrejado y fabricado un techo de hojas. Había plantas en
macetas enormes por todas partes. Algunas tenían árboles cargados con fruta
madura. Otras desbordaban con flores que perfumaban el aire con su fragancia
embriagadora. Algunas macetas contenían diferentes tipos de hierbas y estaban
organizados en filas ordenadas. En el fondo se escuchaba un canto. No las oscuras y
filosas canciones que provenían del estómago de Lilette, sino las suaves canciones de
crecimiento que hacían que el mismísimo aire palpitara de vida.

Las Guardianas y Protectores andaban de aquí para allá, pero dejaron lo que
estaban haciendo cuando Lilette y el resto de su grupo entraron. Que andrajosos debemos
lucir, pensó. No había privacidad a bordo del barco, pero se las había arreglado para
lavar la túnica y los pantalones y restregarse con un trapo humedecido con agua de
mar. Sin un peine, simplemente se pasaba los dedos por el pelo y lo trenzaba al estilo
tradicional de las mujeres de su pueblo.

Se acercaron al centro del enorme pabellón. Sentadas en sillas de mármol sobre


un estrado, había cuatro mujeres rodeadas de gente que estaban claramente en algún
tipo de reunión. El hombre que había traído a Lilette y a los otros desde el barco se
acercó a un escritorio a un lado y habló con media docena de mujeres vestidas de
atuendos grises y sencillos con velos que cubrían el pelo a juego.
Jolin se inclinó y le susurró a Lilette: ―Cada Principal representa uno de los
elementos: La pelirroja, Garen, es la Principal de las Plantas. La mujer mayor, Brine,
es la Principal del Agua. Tawny es la de tez oscura con pelo corto y es Principal de la
tierra. Y la joven es Merlay, Principal de la Luz.

Merlay. Ella era en quien Sash había dicho que podía confiar. Lilette tendría
que hablar con ella cuando el consejo terminara.

Aquellas mujeres no se parecían en nada unas con otras; eran viejas y jóvenes,
de tez blanca y de tez oscura, pero a pesar de sus aparentes diferencias, todas llevaban
el mismo manto de autoridad. Lilette contó una docena de Protectores apostados
alrededor del pabellón, sus miradas eran cautas.

Una de las mujeres con velo se levantó y fue a susurrar al oído de Brine. La
mujer mayor aplaudió y dijo: —Todo el mundo fuera.

―¿Quiénes son las mujeres de velo? ―preguntó Lilette en voz baja a Jolin.

―Son Desechadas, las sirvientes de las Guardianas.

El término era vagamente familiar, y los conceptos que Lilette tenía no eran
positivos.

Brine inclinó su cabeza gris y algodonosa. ―Vamos a ser breves, ya que


estamos todos muy ocupados con la situación en Harshen. Te reconozco, Protector,
aunque no recuerdo tu nombre.

Geth dio una leve inclinación. ―Soy Geth, segundo del Líder Gyn.

―¿Debo asumir entonces que Gyn está muerto? ―preguntó Brine, luego
garabateó algo en un pergamino que una Desechada sostenía para ella.

―Creo que sí ―respondió Geth.

Brine despidió a la Desechada con un gesto. ―Algo lamentable. Era un buen


Protector. ―Borró algo de su propio pergamino y sacó una pluma―. Ya sabemos
mucho de lo que ha pasado en Harshen. Simplemente necesitamos que llenen algunos
huecos ―Geth asintió―. ¿Cuántos de ustedes han podido regresar? ―preguntó Brine.

Geth tragó. ―De las treinta y seis Brujas que se fueron, sólo diecinueve han
regresado y de los sesenta y ocho Protectores, sólo veintidós.

Al recordar cuántos de ellos habían muerto, Lilette hizo una mueca.

Brine lo marcó en sus notas. ―Voy a asignar a alguien para que interrogue a los
supervivientes en breve.

La furia se apoderó de Lilette por la actitud despreocupada de Brine. De repente


estaba allí de nuevo, empapada hasta los huesos mientras los rayos relumbraban. Su
última mirada a la cara de su hermana, el barritar desgarrador del elefante. Lilette
cerró los ojos y apartó los recuerdos de nuevo.

―¿Y la líder Sash? ―continuó Brine.

Lilette tuvo que morderse la lengua para no gritar. Geth le dirigió una mirada, y
luego miró a Brine. ―Ella y las demás se quedaron para crear un círculo, para que
pudiéramos escapar.

Merlay se tapó la boca con la mano.

―Las que se quedaron atrás, ¿supongo que están muertas? ―Brine ni siquiera
levantó la vista de sus notas.

―Chen es un hombre de muy mal genio ―habló Han―, pero necesita a esas
Brujas. Hay una buena probabilidad de que estén vivas.

―¿Y quién eres tú?

―Han, segundo hijo del Dragón Dorado.

Las cejas de Brine se levantaron. ―Eso te convierte en príncipe.

―Sí, príncipe y representante de Harshen. He venido a negociar nuestra


rendición pacífica.
Lilette miró boquiabierta a Han como si nunca lo hubiera visto antes. El
Emperador tenía más de quinientos hijos, y sólo uno de ellos se llamaba Heredero.
Han no tenía la autoridad para negociar nada.

Las Principales parecían igualmente sorprendidas. ―¿Tu padre autorizó esto?


―preguntó Brine.

―Está muerto ―dijo Han con una voz como el acero.

La mirada de Brine se estrechó. ―Así que ¿eres el nuevo Emperador?

La cara de Han se puso roja, haciendo que su cicatriz se destacara. ―No. Mi


hermano Chen es Emperador ahora.

Merlay lo observó con los párpados agachados. ―Has dicho que nuestras
Brujas podrían estar vivas. ¿No lo sabes?

―No con seguridad.

Brine lo señaló con su pluma. ―No tienes autoridad para actuar en nombre de
Harshen. ¿Por qué me haces perder el tiempo?

Lilette dio un paso adelante. ―Él puede ayudarlas.

Brine le lanzó una mirada llena de impaciencia. ―¿Y quién eres tú?

―Yo soy la Emperatriz. ―Por piedad de las Creadoras, en realidad lo era. No


se había dado cuenta hasta ahora.

―No puede ser ―dijo Merlay, con el rostro pálido.

Tawny miró boquiabierta a Lilette. ―¡Pero si eres blanca!

―Y tú no lo eres ―respondió ella.

Una sonrisa lenta apareció en la cara de Tawny. ―Veo que ambas somos
observadoras.
Brine puso los ojos en blanco y miró a Lilette de nuevo. ―¿Estás autorizada
para actuar en nombre de Harshen?

―No necesito estarlo ―respondió ella. Han se endureció a su lado, pero si él


podía exagerar, también ella podía.

Brine suspiró. ―Estoy perdiendo rápidamente la paciencia.

―Deben deponer a Chen ―dijo Lilette―, y poner a Han en su lugar.

―¿Y cómo vamos a hacer eso? ―preguntó Brine con brusquedad―. No


tenemos un ejército propiamente dicho.

―No necesitan uno. Corten las lluvias sobre Harshen hasta que suelten a
nuestras Brujas y depongan a Chen.

Brine la estudió. ―¿Cuál es su nombre, Emperatriz, y cómo sabe tanto de


nosotras?

―Es una Bruja ―dijo Merlay con el rostro macilento. Las otras tres Principales
miraron a Lilette.

―Mi nombre es Lilette. Llegué a Harshen en un naufragio cuando era niña.

Tawny y Garen intercambiaron susurros, mientras Merlay la miraba como si


fuera a vomitar.

Bueno. Ellas habían oído hablar de ella, con suerte eso ayudaría.

―Así que es verdad ―dijo Garen ahogadamente―, Harshen realmente hundió


nuestro barco y... mató a tus padres.

Lilette luchó con los recuerdos, pero brotaron desde lo profundo de su ser,
ahogándola con imágenes que deseaba poder desterrar para siempre. ―La élite abordó
nuestro barco. Mi madre y yo nos atrincheramos en el camarote del capitán. Yo era
muy joven; sólo tenía ocho, incendiamos el barco para ocultar nuestro escape. ―Su
madre estaba llorando, su padre había muerto. El barco estaba quemándose demasiado
rápido, las llamas lamían los pies de su madre. El humo era tan espeso, que Lilette no
podía respirar.

―Mi madre me metió en un barril de pepinillos. ―Luego había besado a


Lilette con los labios húmedos de lágrimas, sudor o ambos. Estaba tan apretada en el
barril de pepinillos que apenas podía moverse, sus ojos le picaban por la mezcla de
humo y los vapores del vinagre―. Hubo una explosión. ―Voló por los aires antes de
estrellarse contra el agua.

―Mi madre no sobrevivió. ―Los soldados imperiales habían encontrado su


cadáver y se lo habían llevado en su bote, pero no habían encontrado a Lilette. Al día
siguiente, se las había arreglado para escapar del barril, a pesar de que había estado a
punto de ahogarse en el proceso.

Ella había cantado a una corriente; y pasó dos días en el mar antes de que Fa la
encontrara y se la llevara con él. Años más tarde, aquella bondad había sido pagada
con muerte y destrucción.

El silencio en la habitación finalmente sacó a Lilette de sus recuerdos. Las


Brujas y los Protectores se habían reunido a su alrededor mientras hablaba.

Brine los despidió con un gesto. ―Se cancela la reunión. Vamos a reanudar de
nuevo mañana. ―Pero nadie hizo ningún movimiento para salir.

―Así que eras tú a quien nuestras oyentes escucharon. ―Garen tenía un acento
diferente al resto; sonaba cálido y ondulante. Ella se volvió hacia las otras
Principales―. Pero, ¿por qué no la encontraron antes?

―Volviendo al tema que nos ocupa ―dijo Brine―, deponer a Chen y dejar que
su hermano tome su lugar hace poco para satisfacer la justicia.

―¿Qué pasa con la misericordia? ―preguntó Lilette.

Los ojos grises como el acero de Brine brillaron. ―¿Y qué tipo de misericordia
mostraron Chen y el homicida de su padre con las diecisiete Brujas y los treinta y ocho
Protectores que ahora están muertos o encarcelados en Harshen?… sin contar a tus
padres y los Protectores muertos hace años.

Lilette la miró fijamente. ―¿Cómo esperaban que reaccionara Harshen cuando


pusieron los barcos de Vorlay directamente en sus puertas? ¡Ellos sólo se estaban
protegiendo! ―¿Por qué estaba defendiendo la causa de Harshen?

Brine azotó los pies. ―¡Nunca hicimos tal cosa!

Lilette la miró. ―Lo hicieron, lo sé. Como lo sabe cada una de las Brujas que
están conmigo. ―Miró fijamente a Jolin.

Su amiga se aclaró la garganta. ―Es cierto.

Brine se volvió hacia las demás. ―¿Alguna de ustedes ordenó aquello?

Las otras tres Principales negaron vehementemente.

―Tawny, ¿alguna de tus oyentes percibió a alguien cantando ilícitamente?


―preguntó Brine.

―¡Por supuesto que no!

La mirada de Brine lentamente volvió de nuevo hacia Lilette, pero la Principal


del Agua hizo un gesto a una de las Desechadas.

―Interroguen a cada una de las Brujas que regresaron ahora mismo. Quiero
que me entreguen informes en lotes de diez.

La mujer escribió algo apresuradamente antes de escabullirse a toda prisa. Brine


juntó los dedos y miró a Lilette con fijeza.

―Brine… ―comenzó Merlay.

―Silencio ―dijo ella, con un tono que no aceptaba ningún argumento―. En


tiempos de guerra, soy yo quien nos guía. Si Lilette y Jolin están diciendo la verdad,
alguna otra fuerza está en juego, quizá sesgando nuestras percepciones. Voy a celebrar
consejo privado con los Protectores. ―Brine se puso de pie.
Han dio un paso hacia ella. ―Si sus Brujas aún están vivas; si podemos
recuperarlas, ¿negociarán la paz?

La mirada fría de Brine se posó en él. ―Me temo que no es tan simple,
príncipe. Las acciones de tu padre nos han hecho parecer vulnerables. A fin de evitar
que este tipo de cosas sucedan en el futuro, debemos hacer un despliegue decisivo de
fuerza.

Lilette hizo un gesto hacia Harshen. ―Pero…

Brine levantó la mano. ―Nada importa hasta que sepamos si nuestras Brujas
todavía están vivas. Enviamos a nuestros espías hace días. Deberíamos oír de ellos
pronto. Si Chen hace que nuestras Brujas canten, nuestras oyentes lo captarán de
inmediato. ―Bajó la mano―. Y si las utiliza para cantar contra la ciudad Arboleda o
cualquier otra nación, voy a hacer que hasta la última Bruja que tengo caiga sobre él
hasta que no quede nada. ―Se giró y empezó a alejarse.

―¿Qué vamos a hacer con la Emperatriz y el príncipe? ―le gritó Garen.

―Ninguno de los dos saldrá del centro de la ciudad ―respondió Brine por
encima del hombro―, aparte de eso, trátenlos como invitados. ―Protectores y
Desechadas convergieron en torno a Brine mientras ella seguía caminando.

Merlay se bajó de la tarima y se puso delante de Lilette, buscando su mirada.


Parecía apenas capaz de mantener sus emociones bajo control. ―Debes estar agotada.
Ven conmigo.

La multitud saltó para rodear a las dos Principales restantes. Conversando


mientras las Desechadas se afanaban en tomar notas y llevar sus mensajes, Merlay se
escabulló con rapidez a través de la multitud.

―Espera. ―Lilette se apresuró a alcanzarla―. ¿Qué pasa con mi hermana y las


demás?

―Trata de no preocuparte ―respondió Merlay, sin mirar atrás―, todo lo que


pueda hacerse se hará.
Lilette disparó una mirada exasperada hacia Han. ―¿Qué es exactamente lo
que se va a hacer?

―Brine se reunirá con el Líder Farth. Ellos recibirán los informes de los espías
y diseñarán un plan.

―Pero…

Merlay se volvió. ―Como mínimo, sé que de seguro, la liberación de nuestras


Guardianas y la deposición de Chen como Emperador serán términos de su rendición
incondicional. Confía en mí.

―Tienen que dejar que les ayude ―dijo Lilette―, prometí que volvería por
ella.

La mirada firme de Merlay se encontró con la suya. ―Y ¿qué harías tú? ¿Vas a
tomar las murallas por asalto? ¿Exigirle a Chen que las libere a todas? ¿Vas a meter un
ejército en la ciudad?

Lilette abrió la boca, pero las palabras no salieron.

La expresión de Merlay se suavizó. ―La verdad es que no hay nada que puedas
hacer. Aparte de esperar. Déjanos manejarlo. ―Ella le ofreció una pequeña sonrisa y
se alejó.

Lilette no la siguió. Jolin estaba tratando de hablar con Lilette, pero las palabras
se revolvían en círculos como tiburones; con dientes afilados y una velocidad terrible.
Lilette recordó la última vez que había visto a Sash. El círculo podía haberse
mantenido por tres, tal vez cuatro días. Por el momento, todas sus integrantes
quedaban a la misericordia de Chen, y Lilette conocía muy bien aquella misericordia.

Han la tomó del codo para guiarla a través de la opresión de la gente. Se inclinó
con gratitud hacia él, cerrando los ojos a las visiones y sonidos abrumadores. ―Perdí a
mi hermana antes de conocerla ―dijo ella.
―No sabes eso ―respondió Han―, ellas deberían estar a salvo durante el
tiempo que él las necesite.

Lilette sintió el sol en su cara. Debían estar fuera del pabellón ahora. ―¿Y si te
equivocas?

Los sonidos de la multitud se estaban desvaneciendo. Lilette parpadeó hacia el


dosel; un encaje oscuro de hojas contra el cielo añil.

―Aún no lo has perdido todo ―dijo Han finalmente.


Traducido por Beneath Mist

La primera noche que Han vio a Lilette, traicionó a su hermano por ella. Si eso no es una prueba
de amor a primera vista, no sé qué lo es. ~Jolin

a luz tenue proyectó sombras en el rostro de Merlay cuando se detuvieron


frente al extraño árbol. El vapor flotaba entre las paredes de troncos de árboles
jóvenes entretejidos. La mujer miró fijamente a Han y señaló un árbol casi
idéntico situado un poco más atrás. —Ese es el árbol de aseo de los hombres.

—¿Estarás bien? —le preguntó Han a Lilette.

Ella asintió sin mirarlo.

Él se inclinó hacia ella, su aliento rozó su piel. —Tómate tu tiempo. Estaré


esperando. —Lilette lo observó alejarse.

Merlay cruzó los brazos en el pecho. —Jolin, si nos disculpas.

Jolin le lanzó una mirada de disculpa a Lilette antes de desaparecer en el


interior.

Merlay la contempló. —Te pareces a Sash. La misma nariz y los mismos ojos,
pero tu mandíbula es más fina, y su cabello era ondulado.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Lilette. —¿Cómo era ella?

—Era inteligente, una buena cantora. Y odiaba la fruta.

—¿Fruta? ¿Quién odia la fruta?


Merlay dejó escapar una risita. —Lo sé. Era rara, pero también era mi amiga.
—Permaneció un rato en silencio—. Recuerdo a Lellan, siempre se recuerda a los que
mueren. —Respiró profundamente—. Si Sash lo hubiera sabido, si cualquiera de
nosotras hubiera sabido que estabas viva, hubiéramos ido por ti.

Lilette parpadeó para contener las lágrimas.

—En ocho años no ha habido rastro de ti. Todas creíamos que estabas muerta.

—Quedé varada en una isla y fui acogida por un hombre que me crio como si
fuera su propia hija.

—Pero… —Merlay pareció recomponerse—, nuestras oyentes debieron


captarte.

—Nunca canté.

Merlay levantó las cejas. —¿Nunca?

—No hasta hace unas pocas semanas.

—¿Por qué no?

—El hombre que me acogió me hizo prometerlo.

La mirada de Merlay se agudizó. —¿Por qué?

—Porque el Señor de nuestra aldea no me habría dejado en paz de saberlo. —


Lilette no quería hablar de Bian o de su primer compromiso—. Harshen les dijo que
nuestro barco se hundió, pero... ¿por qué les creyeron?

Merlay exhaló un largo suspiro. —Incluso las Brujas pueden morir en los
incendios, Lilette. No teníamos pruebas de que fuera un engaño.

Una Desechada se aproximó con un pergamino en la mano. —Principal


Merlay, las otras solicitan su presencia.

Merlay suspiró. —Muy bien. —La Desechada hizo una reverencia y se retiró.
—¿Cuánto tiempo estaremos atrapados aquí? —preguntó Lilette.

—Tú, probablemente no mucho. Han es otra historia. —Merlay señaló colina


abajo—. Brine ya habrá enviado a una Desechada para alertar a los guardias del centro
de la ciudad de que no se le permite salir. Por favor, házselo saber. Ninguno de ustedes
quiere ser el blanco del temperamento de Brine, créeme. —Lilette apretó los labios y
no dijo nada.

—Tengo más preguntas, pero me temo que las cosas son un poco caóticas
ahora. Enviaré una Desechada para que te traiga conmigo en algún momento de la
mañana. —Tras decir eso, Merlay emprendió el regreso al pabellón.

Lilette atravesó la puerta arqueada. Dentro había una piscina de agua turquesa.
El vapor rociaba su piel, haciendo que sintiera más vivamente el polvo del viaje.

Jolin estaba ya en el agua, su vestido cuidadosamente doblado en una larga


estantería. —No me extraña que olvidaras —dijo en voz baja—.Yo también habría
deseado olvidar.

Lilette no quería hablar de ello. Se quitó sus prendas y las dejó caer al suelo con
el colgante y su peineta encima. —Merlay parece un poco joven para estar en una
posición tan poderosa.

Jolin desvió la mirada. —Se convirtió en Principal de la Luz a los veinte.

—¿De verdad?

—Las Principales de la Luz siempre son jóvenes. Las Creadoras las eligen
dotando a una Guardiana con una canción más fuerte que la de cualquier mujer viva.
Las Principales de las Plantas son normalmente mayores, lleva años conseguir esa
clase de habilidad con las pociones. La Principal de la Tierra es la que tiene el sentido
de Bruja más fuerte, normalmente una oyente. Y la Principal del Agua es escogida por
sus brillantes tácticas militares, y normalmente es la más anciana de todas.

—¿Qué hay de lo que es mejor para los elementos y la gente? ¿Quién los
representa? —Jolin miró a Lilette como si fuera tonta. Decidida a dejarlo estar, Lilette
entró en el agua. Estaba tan caliente que tuvo que entrar con cuidado, pero una vez se
acostumbró, sus músculos se relajaron. La suciedad apelmazada en sus poros,
finalmente salió. Encontró un alijo de jabones y se enjabonó tres veces antes de sentirse
totalmente limpia. Una mujer del servicio entró y tomó la ropa llena de sal de Lilette y
Jolin, dejando el colgante en la estantería. Jolin explicó que se llevaban la ropa para
lavarla.

Lilette flotó en el agua, con el cabello rizándose alrededor de su cabeza como el


vapor de una taza. Sus palmas se arrugaron tanto como la superficie del océano, su
piel pálida como el vientre de un pez. Cuando oscureció, una mujer vestida de gris
entró y encendió las lámparas de las paredes.

El estar flotando en el agua le recordó a Lilette su hogar. Añoraba el océano, su


bote de pesca bajo ella, un grupo de delfines saltando al ritmo de la proa, la sensación
arenosa de la sal en sus mejillas. Añoraba la presencia estable y tranquila de Fa, y
dormir con el ruido del romper de las olas.

A través del agua, escuchó a alguien hablar. Puso las piernas bajo su cuerpo y se
sentó. Una mujer estaba de pie al borde de la piscina, con unas toallas en la mano. —
Estoy aquí para mostrarles su árbol, Guardianas.

Lilette se puso en pie, con el agua deslizándose por su piel. Jolin todavía
flotaba, medio dormida. —Jolin. —Al no recibir respuesta, Lilette la salpicó—. ¡Jolin!

Jolin farfulló al levantarse, quitándose el agua de los ojos. Miró a Lilette antes
de percatarse de la presencia de la Desechada. —¿Ya es hora de irnos?

Salieron del agua. La mujer les tendió vestidos verdes de un material afelpado
con patrones de filigrana en relieve. Lilette frunció el ceño al ver el vestido, pero no le
habían devuelto su túnica y sus pantalones, así que no tenía más opción que ponérselo.
Después se puso las medias y las botas de cordones.

Con el cabello mojado pegado a su cara, miró el colgante y consideró dejarlo


ahí. Pero recordó lo que Han le había dicho, cómo ese colgante había estado
generaciones en su familia. Era parte de la historia de Harshen. Era una parte del
hogar de Lilette.

Se quedó paralizada. Nunca había pensado en Harshen como su hogar, pero


éste la había hecho la persona que era. Era parte de ella. Cogió el colgante, mirando la
profundidad del ámbar antes de colgárselo y meterlo dentro del vestido.

Jolin estaba en una hornacina, dividiendo su cabello a la altura de la mandíbula


justo por la mitad. Lilette entró tras ella y quitó el vapor del espejo, con su palma
chirriando contra la superficie. Se miró, borrosa y distorsionada por las imperfecciones
del espejo y el agua que bajaba por él en pequeños regueros. Sus ojos estaban
inyectados en sangre, su cara era rosa y estaba descamada de las quemaduras del sol.
Sus ojos tenían una mirada dura y atormentada. No reconoció a la chica que le
devolvía la mirada, y eso la asustó más que nada.

Manteniendo los ojos apartados del espejo, escogió una botella de aceite al azar
y frotó varias gotas en su cabello. El aceite olía a algo fresco y ligero, como luz solar
embotellada. Desenredó su cabello laboriosamente en las puntas antes de retorcerlo en
un moño en lo alto de su cabeza. Por último, deslizó la peineta en su sitio.

Se sintió ligeramente aliviada. —¿Cuándo nos devolverán nuestras cosas? —


Lilette dirigió la pregunta a la Desechada. La armadura y las ropas eran de Han,
después de todo.

—Mañana en algún momento —respondió la mujer.

Lilette y Jolin la siguieron fuera del árbol. Han se movió silenciosamente hacia
un lado de Lilette como si hubiera estado esperándola. Estaba todavía vestido con su
armadura de cuero, como si esperara problemas incluso ahí.

—¿No se llevaron tus cosas para lavarlas? —Lilette señaló su armadura.

—Siempre me ocupo de mi propio equipo. —Había un atisbo de desconfianza


en su voz, y Lilette se preguntó si debería haber impedido que se llevaran su otro
conjunto de ropa.
Comenzaron a descender por la colina, siguiendo a la mujer a través de los
caminos serpenteantes del interior de la ciudad. Lilette se acercó a Han. Su brazo rozó
el suyo, y ella tuvo que resistir la necesidad de inclinarse hacia su olor a cuero y a
acero.

Cuando comenzaron a ascender por una subida, el dobladillo de la falda se


enredó en sus pies. La mano de Han salió disparada para evitar que se cayera. Ella se
apoyó en un lado de su pechera de cuero. —¿Por qué visten estas cosas? —preguntó.

—Tienes que levantar un poco el borde, especialmente cuando subes una


pendiente. —Jolin se lo mostró, levantando su propia falda con las manos.

Lilette la imitó, y el dobladillo ya no hizo que sus pies tropezaran, pero tenía las
manos llenas de faldas. Le parecía un ridículo desperdicio de energía.

Pasaron junto a un grupo de mujeres que llevaban el vestido gris de las


Desechadas. Todas saludaron a la Desechada con la cabeza y miraron a Lilette con
curiosidad. Jolin aminoró la marcha para caminar junto a ellos. —No deberías
mirarlas fijamente, Lilette. Las Desechadas del centro de la ciudad llevan todas
uniforme y un velo en el cabello. Las Brujas novatas y Aprendices visten de color verde
oscuro. Las Guardianas visten lo que quieren.

Lilette se obligó a apartar la mirada mientras el grupo de mujeres continuaba su


camino. Entonces miró hacia abajo, a su propio vestido. —Si pueden vestir lo que
quieran, ¿por qué vestidos?

Jolin levantó su falda de color verde oscuro para subir los escalones hacia una
puerta, donde la Desechada ya estaba esperándolos. —Eso tendrás que preguntarlo a
alguien más inteligente que yo.

La Desechada les hizo un gesto para que entraran. Cuando estuvieron todos
dentro, cerró la puerta tras ellos y dijo: —El pabellón de comida más cercano está a
una breve caminata por este sendero. Las comidas están disponibles por la mañana, a
medio día, y al anochecer, con pan y fruta a mano en todo momento. Hay una
habitación escaleras arriba con camas. Me tomé la libertad de traer una comida ligera
para ustedes.

Lilette se maravilló ante la simplicidad y la belleza de la habitación. Todo


estaba hecho de madera clara que se unía a la perfección del suelo al techo, y del techo
al suelo. En el centro había una magnífica escalera de caracol, unos brotes de madera
clara la anclaban a las paredes sobre sus cabezas. A un lado había un pequeño fogón
para cocinar atornillado a una plataforma de ladrillo. El tablero de la mesa se situaba a
mucha más distancia del suelo que una mesa baja de Harshen.

Recordó repentinamente un recuerdo de cuando era niña, comía un cuenco de


sopa, con las piernas balanceándose en el aire mientras estaba sentada en una mesa
similar. Su padre le había dicho que se pusiese el cabello detrás de las orejas para que
las puntas no se metieran en el caldo. Abrumada por el recuerdo, Lilette contempló
con la mirada perdida el plato de fruta, queso y pan.

Han le acarició el dorso de la mano con los dedos. —¿Te encuentras bien?

Ella dejó escapar un lento suspiro y se volvió hacia él. —He olvidado muchas
cosas, y están regresando ahora.

Su expresión se suavizó. —Espero que sean buenos recuerdos.

Lilette se encogió de hombros. —Algunas veces.

De repente, la puerta se abrió de golpe tras ellos. Han se volteó, con la mano en
su espada.

Una mujer de cabello marrón salpicado de gris estaba de pie en el umbral de la


puerta. Su mirada se fijó en Jolin.

—Llegas tarde.

Jolin apretó la boca. —Nos retrasaron.

—Eso escuché. —La mirada de la mujer se trasladó a la mano de Han en su


espada. Después, su mirada se fijó en Lilette—. No deberías haber vuelto.
Lilette retrocedió. —¿Qué?

La mujer entró en la estancia. Detrás de ella entraron dos personas, un


Protector calvo, que escrutaba la zona con la mirada mientras se posicionaba delante
de ella, y una Desechada con cara agria.

La mirada de la primera mujer se fijó en la Desechada de los baños. —¿Quién


eres?

—¿Q-qué? —tartamudeó la chica.

—No importa —dijo la mujer—. Fuera. Tus servicios ya no son requeridos.


Doranna —se dirigió a la Desechada que estaba tras ella—, encárgate de la bandeja.

—No —dijo Jolin, con el rostro lívido.

Doranna recogió la bandeja de comida y la arrojó por la puerta principal.

La primera Desechada finalmente logró hablar. —Me asignaron aquí. No


puede solo...

—Bueno, yo te reasigno —interrumpió la mujer, tomando asiento en una de las


sillas.

—Y quién es usted para…

—Mi nombre es Bethel —respondió la mujer mientras limpiaba algunas migas


de la mesa. La boca de la Desechada hizo un ruido al cerrarse. Sin decir ni una palabra
más, se apresuró a salir de la habitación.

—¿Bethel? —Lilette paseó la mirada entre ella y Jolin—. ¿La famosa Bethel?

Jolin se hundió en una silla, con los ojos escondidos detrás de la mano. Lilette
miró a Han en busca de una explicación, pero él no apartaba los ojos del Protector. —
Jolin, ¿quiénes son? —probó a preguntar Lilette—. ¿Qué está pasando?

Bethel hizo un gesto hacia la escalera. —Comprueba el dormitorio y después


tráenos más comida.
Doranna comenzó a subir por las escaleras.

Lilette se sentó. Se sentía raro, estar a tanta altura del suelo, y deseó unos
almohadones suaves para hundirse en ellos. Miles de preguntas inundaban su mente.
Aisló la primera para crearla en su boca. —Iba a comerme eso.

Bethel resopló. —Tú no lo sabías. Tú… —Le dirigió a Jolin una mirada severa,
aunque la amiga de Lilette estaba aún escondida tras su mano—, tú sí lo sabías.

Jolin finalmente bajó la mano. —No todos están tratando de envenenarnos,


Madre.

—Basta con uno —respondió Bethel.

La mirada atónita de Lilette se posó en Jolin. —¿Ella es tu madre?

Jolin gruñó.

Los ojos de Bethel se encontraron con los de Lilette. Lo único suave de ella era
su cabello, tejido en una trenza suelta sobre su hombro. Sus ojos de color gris acerado
se parecían a los de Jolin. —Nunca comas nada sin saber de dónde viene.

—¿Cree que estamos en peligro? —preguntó Lilette.

—Sé que lo están. —Sin volverse, Bethel habló con su Protector—. ¿Es
competente?

Lilette se percató del concurso de miradas que se estaba llevando a cabo entre
Han y el Protector, que parecía estar compensando su calvicie con una espesa capa de
pelo facial negro. —¿Lo averiguamos? —Su voz era desafiante.

Al sentir que la violencia estaba a punto de desatarse, Lilette se paró en medio.


Bethel le pateó la espinilla lesionada.

—Quieta ahí.

Succionando aire a través de los dientes, Lilette se sentó de golpe y agarró el


bulto todavía hinchado donde el élite la había golpeado.
Han y el Protector se movieron, desenvainando las espadas. Cuando se
enfrentaron, el chocar de sus espadas resonó en los oídos de Lilette. Apretó los dientes,
deseando detener la lucha, aunque no creía que ningún hombre fuera realmente a
lastimar al otro. Estaban probando algo.

Los hombres se separaron tan repentinamente como habían empezado. —¿Y


bien, Harberd? —dijo Bethel.

El Protector sonrió. —Puede manejarse.

Bethel gruñó con aprobación y se repantigó en su silla, con las manos


entrelazadas sobre el estómago. —No, no sé quién es exactamente el que los está
poniendo en peligro. Todo lo que sé es que alguien en el centro de la ciudad está
lanzando maldiciones, maldiciones que es capaz de ocultar a todas excepto a las Brujas
más poderosas.

Jolin se rio con nerviosismo. —Si alguien estuviera cantando maldiciones, la


ciudad entera lo sabría.

Bethel no apartó la mirada de Lilette. —¿No es curioso que las Brujas más
poderosas hayan sido enviadas lejos o hayan acabado muertas?

—Envían a las Brujas más fuertes en misiones —replicó Jolin—, y los


accidentes ocurren.

—¿Cuántas? —Lilette se frotó la espinilla—. ¿Cuántas han muerto?

La boca de Bethel se tensó en una línea fina. —Tres hasta ahora. Una la
encontraron muerta en su cama, otra de una infección, otra simplemente desapareció.

Jolin suspiró. —Tres mujeres, Madre. Sólo tres.

—¿Y cuántas nivel siete crees que hay en la ciudad Arboleda? —preguntó
Bethel en voz baja.

—Diez, puede que quince.


—Tres se han ido —dijo Bethel—. Dos están en esta habitación.

¿Bethel era una nivel siete? Los ojos de Lilette se abrieron mucho. El silencio
que siguió tomó vida propia, creciendo como una sombra después de la puesta de sol.

Han se sentó en una de las sillas, con una ligera capa de sudor en la frente. —
¿Por qué? ¿Por qué llevarse a las más fuertes?

Doranna se deslizó escaleras abajo, moviéndose muy ligera para ser una mujer
de mediana edad. —Es seguro —informó. Cuando Bethel asintió, la Desechada pasó
junto a Harberd y desapareció en el exterior.

—Porque las maldiciones están muy bien enmascaradas —dijo Bethel—. Sólo
las más fuertes pueden sentirlas.

—Es imposible esconder una canción de Bruja, Madre.

Bethel la miró. —¿Tan imposible como usar la tierra en las pociones?

Jolin no respondió. Los ojos de Lilette se abrieron mucho mientras giraba el


rostro hacia su amiga. —¿Es eso lo que estás tratando de hacer? ¿De lo que tratan
todos tus experimentos?

—Puede hacerse —dijo Jolin a través de los dientes apretados—. Sé que se


puede. Piensa en ello, un nuevo mundo de ingredientes de los que no sabemos nada.
Minerales como la sal, el azufre, el antimonio... la lista no tiene fin.

Lilette se mordió el labio. —Incluso si se puede, ¿estás segura de que es una


buena idea? Después de todo, mira el daño que las Brujas pueden infligir sólo con una
canción.

A modo de respuesta, Jolin se apartó de la mesa y comenzó a caminar de un


lado a otro. Doranna regresó con otro plato de comida, que dejó sobre la mesa.
Aunque la boca de Lilette se hacía agua y su estómago estaba apretado con fuerza, no
pudo incitarse a comer.

Han le dio un codazo. —¿Lilette?


Ella levantó sus ojos atormentados. —He sido envenenada antes. —Su mirada
se encontró con la de Bethel—. Creí que al fin estaría a salvo aquí.

Bethel apiló la comida en un plato y lo puso delante de ella. —Ambas vendrán


a Haven conmigo. Ahí estarán a salvo.

Jolin dejó de caminar. —Yo me quedo.

Bethel tomó un delicado mordisco de un queso blanco de apariencia cremosa.


—Vendrás o dejaré de financiar tu investigación. Y ahí van tus sueños de convertirte
en Principal de las Plantas.

Jolin se quedó tan quiera que podría haber estado tallada en piedra, antes de
subir corriendo las escaleras. Lilette se obligó a sí misma a comer. Al menos era
comida con la que estaba familiarizada: rodajas de mango, naranjas, y carambola7,
todo acompañado con queso y galletas.

Había una botella de vino blanco que compartieron. El sabor afrutado


combinaba bien con el queso amargo.

Cuando todos estuvieron llenos, Doranna cubrió la comida restante con un


paño y la dejó a un lado.

Bethel se puso en pie. —Las mujeres arriba. Los hombres abajo.

—Yo haré la primera guardia —dijo Han mientras se levantaba.

El otro Protector se movió para unirse a él. —Dormiremos frente a las puertas.

Bethel bostezó y subió las escaleras sin mirar hacia atrás.

Doranna se acercó a Lilette. —Yo… yo conocí a tus padres. Lo siento.

Lo único que Lilette pudo hacer fue asentir.

7
Es una fruta tropical conocida también como “Fruta estrella”(del inglés Star Fruit), por su parecido a una estrella
al observar su corte transversalmente.
Traducido por Brig20

No sé por qué todas las mujeres jóvenes piensan que sus madres son necias. ~Jolin

a cabeza de Lilette se sentía como una roca puesta precariamente sobre sus
hombros. Apretó los dedos sobre sus sienes palpitantes. Su boca sabía
particularmente asquerosa. Se puso de rodillas y se impulsó hacia arriba. Su
cuerpo se sentía pesado y magullado. Apenas recordó sostener el dobladillo de su
vestido mientras bajaba la escalera de caracol con paso pesado.

En la planta baja ya había un alboroto. Hombres anchos que sacaban cajas


forradas de paja mientras Jolin se cernía sobre ellos, empujando puñados de paja entre
los libros. —Asegúrense de que estén empacados en lona engrasada. El agua es veneno
para los libros. Veneno absoluto. —Los hombres aguantaron las quejas de Jolin con
expresiones forzadas de paciencia.

Han vio a Lilette primero. —Te ves descansada.

Jolin la miró y gruñó. —Él está siendo amable. Te ves como si hubieras sido
pisoteada por un elefante.

Han disparó una mirada de advertencia a Jolin. Lilette estiró la mano para
tocarse el cabello. La mitad se había soltado, así que se lo sacudió y dejó que se le
secara alrededor de los hombros, en un moño todavía húmedo y desordenado. Su
vestido estaba arrugado por dormir con él puesto. —Recuérdame nunca volver a beber
vino. —Suspiró y se frotó los ojos con el dorso de las muñecas—. ¿Qué está pasando?
Jolin ya estaba de nuevo quejándose sobre sus libros. —Madre hizo un acuerdo
con las Principales. Se me permite llevar algunos de los libros de la biblioteca del
centro de la ciudad a cambio de volver con ella. Ya ha se ha marchado hacia Haven.
Debemos seguirla lo más pronto posible.

Lilette quedó paralizada en la escalera. Toda su vida, su único sueño había sido
ir a Haven, días llenos de cantos y conocimientos que había anhelado desde la
infancia. Y siempre con su hermana a su lado. Ahora Sash era la cautiva y Lilette la
estudiante.

Su mirada se desvió hacia Han. Nunca había imaginado que dejarlo dolería
tanto. Él levantó su mano hacia ella, le cogió la mano y la sacó por la puerta principal.
Terminaron detrás del árbol, en el jardín privado de su hermana, lleno de hojas y el
olor de cosas que crecen.

Miró a Lilette, con ojos tan oscuros e insondables como la parte más profunda
del océano. Su mirada se dirigió a su boca y ella habría jurado que sintió la presión de
su mirada en sus labios. Lilette avanzó una fracción, hasta que no hubo nada entre
ellos, excepto la luz del sol. Luego no hubo nada en absoluto. Sus labios estaban sobre
los de ella, no reclamando, no poseyendo, simplemente deseando. Necesitando. Nunca
había conocido lo lleno de necesidad que él estaba, como de oscuros y vacíos debían
estar los espacios en su alma. Él la bebió como si ella fuese la luz y la esperanza y él
hubiera sido un hombre hambriento toda su vida.

Para Lilette, era como si su toque la dejara brillar. Como si ella hubiera sido
destrozada en mil puntos de luz y él la hubiera rehecho de nuevo; la completaba.

Con un estremecimiento que lo sacudió hasta la médula, Han se apartó de ella.


Apoyó su frente contra la de ella, su respiración entrecortada. —Lilette.

Cerró los ojos mientras él decía su nombre, se sentía como si estuviera


ahuecando un pájaro en la mano y estuviera a punto de liberarlo. Ella inhaló el aliento
que había transportado su nombre. —Han.

—No importa lo mucho que lo intente, eres todo lo que puedo ver —murmuró.
Juntó las manos para evitar que el temblor la traicionara. —¿Dónde nos deja
esto? —Ella se apartó un poco para mirarlo.

—No sé. —Han cerró los ojos—. Tú te vas a Haven, yo me voy a quedar aquí
como embajador de Harshen.

Ella asintió. —Me alegro. —Ella no le confiaría eso a nadie más.

Han vaciló y luego la besó brevemente. —Que estés bien, pequeño dragón. —Se
dio la vuelta y comenzó a alejarse.

Lilette lo observó, esperando a que él desapareciera de su vista antes de permitir


a sus piernas ceder, se dejó atrapar por el limo8. No lloró. Sólo esperó a que el dolor
desapareciera lo suficiente para ponerse de pie y seguir adelante.

***

Lilette estaba situada en la proa, dejando al fresco viento del mar moverse sobre
ella. A medida que el sol cambiaba el color del agua de añil a cerúleo, negros e
irregulares acantilados aumentaron en la distancia. Se sorprendió por su gran tamaño,
tan altos que parecían cortar el cielo. El barco se dirigía hacia la media luna tallada en
un lateral de los acantilados.

Detrás de ella había una ráfaga de movimiento. Desnudos de la cintura para


arriba, los marineros bajaron las velas, para frenar el barco a paso de tortuga. Lilette
buscó algún tipo de canal, algún pasaje que los llevara dentro de los acantilados. No
había nada.

El capitán ordenó a sus hombres dejar caer el ancla. El chapoteo fue seguido
por el deslizar de cuerdas. El ancla se arrastró por el fondo del mar antes de que
finalmente controlara y ralentizara el barco hasta detenerse. Lilette podía sentir el
buque luchando contra la fuerza del agua.

8
El limo es un sedimento clástico incoherente transportado en suspensión por los ríos y por el viento, que se
deposita en el lecho de los cursos de agua o sobre los terrenos que han sido inundados.
Jolin apretó las manos alrededor de la correa de la bolsa que contenía todas las
semillas que había reunido desde su estancia en Harshen. Su rostro lucía como si
estuviera mirando una tormenta furiosa.

—¿Estás bien? —le preguntó Lilette.

Jolin volteó lentamente hacia ella. —Vamos a acabar con esto.

Los marineros ya habían cargado las cajas de libros de Jolin en el bote más
pequeño, pero ella insistió en comprobar cada una de ellas, y revisó dos veces las
cuerdas alrededor de la lona engrasada. —¿Están seguros que están en doble bolsa?
Algunos de estos libros son de casi trescientos años de antigüedad.

Galon le sonrió, y Lilette tuvo que apartar la mirada de las pecas que cubrían su
pecho. Había sido asignado como su Protector en Haven. Su nariz era un poco grande,
sus nudillos llenos de protuberancias, pero había algo tan inefablemente feliz en él, que
Lilette no podía evitar que le agradase.

—Sí, Guardiana. Podría tirarlos por la borda ahora y no estarían en peor estado
por el desgaste.

Jolin se enderezó como si la hubiese abofeteado. —¡No vas a hacer tal cosa!

Él se rio entre dientes. —Por supuesto que no. El punto es que podría hacerlo.

Jolin apretó los puños en sus caderas, obviamente, preparándose para lanzar un
latigazo con la lengua.

Lilette apoyó una mano en su brazo. —Jolin, está bromeando.

—Oh. Bueno, siempre que él mantenga sus manos lejos de mis libros.

—No creo que sea ahí donde él quiere poner sus manos —murmuró Lilette.

La sonrisa de Galon se amplió. Agarró por la cintura a Jolin y la levantó


fácilmente hacia el bote. Ella gritó de sorpresa. Él se impulsó a sí mismo para subir
junto a ella y tendió una mano para ayudar a Lilette.
Ella la tomó a pesar de que no la necesitaba. —Nunca te di las gracias por
salvarme en Harshen.

—Tú nos salvaste a cambio, así que supongo que estamos a mano. —Le guiñó
un ojo.

Se estiró más allá de Jolin para agarrar un remo fuera de lugar. Ella se tensó al
tener su pecho desnudo presionado contra el brazo, y Lilette resistió el impulso de
reírse. Antes de sentarse, tropezó con una especie de cuña clavada en la base de la
embarcación. Se volteó para mirar detrás de ella, entrecerrando los ojos a través del
brillo de la luz que se reflejaba en el agua. —¿Cómo pasaremos a través de esas
paredes?

Una sonrisa cruzó el rostro de Jolin. —Ya verás. —A Lilette no le gustó ese
brillo travieso en sus ojos.

Los marineros terminaron de cargar los suministros al bote y los fijaron con
cuerdas, los tendones de sus músculos se resaltaban en sus brazos por el esfuerzo. El
mismo capitán verificó la estabilidad de cada caja. ¿Por qué necesitan estar atadas tan
fuerte? pensó Lilette con inquietud.

Tres marineros más entraron en el bote… ninguno de ellos traía camisa. Jolin se
tensó cuando otro marinero con el torso desnudo se sentó a su lado. Otro se paró
frente a Lilette. —Ese es mi trabajo, Bruja novata. —Señaló el remo en la mano de
Lilette.

Ella resopló con indignación. —Puedo hacerlo.

—Por supuesto que puedes. Pero no es tu trabajo, es el mío. Tienes un papel


diferente que desempeñar.

Con un resoplido, Lilette entregó el remo y se deslizó hasta el centro de la


banca. Los cuatro marineros recogieron los remos. El bote fue bajado por una serie de
poleas, los marineros se alinearon para liberar la cuerda de amarre al mismo tiempo.
El bote se instaló pesadamente en el agua. Los marineros se atrincheraron con
los remos, sus movimientos perfectamente sincronizados como en un baile. Más botes
llenos de suministros fueron bajados en el agua después de ellos.

Lilette observó cómo la mirada de Jolin viajaba por la complexión robusta de


Galon, mientras se mordía el labio inferior. Él se volteó a tiempo para darse cuenta de
su evaluación, y una lenta sonrisa se extendió por su cara. El rostro de Jolin enrojeció
casi del mismo rojo de su cabello. Lilette rio en voz alta. Jolin la fulminó con una
mirada asesina. Tan pronto como Galon volvió a girarse, ella murmuró algo que
parecía: —Voy a matarte. —Lilette rio más fuerte.

Los marineros dejaron de remar y se concentraron en evitar que el bote se fuera


a la deriva.

—Ahora hay que ponerse de pie y cantar —dijo Jolin, con una mirada de
suficiencia en el rostro.

La sonrisa de Lilette se desvaneció. —¿Por qué?

Jolin revolvió su bolsillo y sacó un pedazo de partitura. —Va a ser una buena
práctica. Además, eres mejor cantora que yo.

Lilette tomó la partitura y rápidamente la examinó. Llenó sus pulmones y su


voz resonó.

Les pido, oh, plantas hermanas del mar,


Llévenme al lugar que sólo las Brujas pueden mirar.

Las palabras resonaron en los acantilados, sumándose un coro misterioso.


Mientras comenzaba su tercera repetición, vio algo blanco resplandeciente bajo las
olas. Sin dejar de cantar, Lilette se inclinó hacia delante para no perder detalle. Pero la
imagen fue repentinamente borrada por una gruesa cuerda de color verde. Mientras la
última nota se apagaba en su lengua, cuerdas de algas se dispararon desde abajo y
empezaron a tejerse alrededor del barco.
Una mano fuerte tiró de ella hacia abajo. —¿Esta es tu primera vez? —preguntó
Galon. En silencio, ella asintió. Él dijo una maldición y le metió la mano en el lazo de
cuero en el asiento. Ella no le había prestado ninguna atención antes—. Aférrate a
esto.

La agarró, demasiado confundida y asustada como para discutir. Él agarró su


pierna y apretó los dedos de sus pies en la cuña de cuero que había sido atornillada a la
cubierta. Con la que ella había tropezado antes. Él le guiñó un ojo. —Espera. Esta es la
parte divertida.

Finalmente encontró voz para preguntarle qué quería decir, cuando la última de
las algas los sumió casi en la oscuridad y el bote de repente se volcó. Medio momento
demasiado tarde, Lilette se tensó, y sus dedos se clavaron en la cuña. El marinero
agarró su hombro para estabilizarla. De repente estaba todo casi silencioso. Las algas
sobresalían hacia dentro hasta casi presionarse contra su rostro, el agua goteaba a
través las hojas. Sus oídos de repente dolían tanto que no podía pensar más allá del
dolor.

—Trata de sonarte la nariz, pero pellízcala cerrada —le dijo Galon a Lilette.
Ella no entendió, pero lo intentó de todos modos. Sus orejas se destaparon y el dolor se
fue por un momento antes de volver.

—Sigue haciéndolo —dijo alentador. Jolin agarró su bolso y murmuró algo


acerca de ideas estúpidas.

—¿Vamos a morir? —susurró Lilette.

—Hoy no —respondió Galon demasiado brillante.

De repente, estaban subiendo… mucho, mucho más rápido de lo que habían


descendido. El bote irrumpió sobre la superficie, y las algas se deslizaron lejos.

Lilette yacía contra el banco, su vestido húmedo con agua de mar. Donde sea
que estuvieran, era iluminado y olía a rocas húmedas y humo. Por encima de ella
había un techo arqueado, negro de hollín.
Galon se sentó, con una amplia sonrisa en el rostro. Él y los otros marineros
empezaron a remar. Lilette se quedó dónde estaba.

Jolin comprobó las semillas en su bolso antes de voltear con un suspiro de


alivio. Se echó a reír al ver la expresión en el rostro de Lilette. —Soy una mal amiga.

—Sí lo eres.

—Ahora puedes soltar los amarres.

Lilette obligó a relajarse sus doloridos dedos. Se los frotó y tuvo sensación de
nuevo en ellos y liberó su pie de la cuña. —¿Por qué no me lo dijiste?

Jolin sonrió. —Porque así no habría sido tan divertido.

Lilette respiró profundo para recordarse a sí misma que no se estaba ahogando


y se obligó a mirar a su alrededor. Estaban en una cueva, pero no era un agujero
irregular en la ladera de una montaña. Esta era elegante y circular, con un techo
arqueado y ennegrecido, sostenido por gruesas columnas. Las antorchas
chisporroteaban en soportes en las paredes, triángulos de hollín detrás de ellos. Agua
explotó detrás y otra embarcación irrumpió en la superficie.

Los marineros remaban perfectamente llevando el bote hacia el muelle, donde


unas Desechadas esperaban para amarrarlos. Al verlas, Lilette pensó en Doranna y
otras como ella. Tratar a las mujeres como sirvientas, simplemente porque no podían
cantar—no estaba bien.

Tres marineros comenzaron a descargar el barco. Galon ofreció a las mujeres


una mano. Jolin se sonrojó de nuevo y le permitió ayudarla a salir, luego se apresuró a
comprobar sus libros. Lilette no estaba tan ansiosa de desembarcar. Echaba de menos
el mar. Resoplando, tomo la mano de Galon.

Él la acomodó en el muelle y se acercó más. —¿Son estudiantes?

Un poco perpleja, ella asintió.


Él hizo un sonido de refunfuño. —Bueno, entonces, adiós. —Subió una caja a
su hombro y se marchó.

—¿Qué fue eso? —preguntó Lilette en voz alta.

—¿Es una pregunta retórica, o te gustaría una respuesta?

Lilette saltó y se volteó para encontrar a Jolin detrás de ella, hojeando un libro
en sus manos. —¿Qué?

Jolin levantó la ceja. —¿Era una pregunta retórica, o te gustaría una respuesta?

—Eh, creo que me gustaría una respuesta.

—Las estudiantes en Haven tienen prohibido el contacto con los hombres. Sino
fueses una estudiante, él probablemente habría pedido cortejarte.

—¿Cortejarme?

Mientras Jolin se volteaba para observar a Galon dirigirse hacia la entrada de la


cueva con una caja en el hombro, una mirada decepcionada cruzó su rostro. —El
ritual en el cual los hombres y las mujeres se enamoran… o no —dijo con nostalgia—.
Él quizá te habría llevado a cenar. O a algún tipo de actividad jovial. Después de una
cantidad suficiente de cortejo, te habría pedido que te casaras con él.

—Me preguntó acerca de ambas, no sólo de mí —respondió Lilette—. Y tú eras


a quien le estaba sonriendo.

Jolin enlazó las manos detrás de la espalda. —Estoy segura de que estás
equivocada. Yo sé lo que soy, y sé lo que no soy. Atractiva a los hombres no es una de
mis más valiosas cualidades. —No miró a Lilette a los ojos.

Jolin chasqueó los dedos a los marineros. —Síganme. —Se dirigió hacia la
salida de la cueva, con la cabeza bien alta y la espalda recta.
Sabiendo que todo era una actuación, Lilette recogió de golpe su pequeño bolsa
y corrió tras Jolin. La bolsa contenía un único vestido de repuesto de Lilette y su bolsa
de joyas… le había regresado la armadura y la ropa a Han.

Salieron del sótano plomizo y emergieron, parpadeando, a la luz. Lo primero


que sorprendió a Lilette era el parecido que tenía con la ciudad Arboleda. Había el
mismo derroche de color verde… de los brotes pálidos de césped nuevo o el casi negro
de las plantas escondidas en las sombras. Pesado por el agua, el aire llevaba el olor de
cosas que crecen. Plantas crecían en la parte superior de otras plantas, encimadas con
plantas, y se arrastraban hasta los árboles. Musgo crecía en el suelo fangoso, pero se
había colocado un camino de grava sobre él. Éste serpenteaba a través de la
vegetación, entre árboles que eran bajos y robustos en comparación con los de la
ciudad Arboleda. No había puentes arqueados entre balcones. Aun así, ventanas
titilaban de entre las curvas de la corteza, y las puertas a dos aguas reforzadas estaban
dispuestas entre las raíces.

—Son una especie diferente —respondió Jolin a la pregunta sin formular de


Lilette—. Ayudé a desarrollarlos.

Lilette miró boquiabierta con asombro a su amiga. Jolin levantó la palma de las
manos. —¿Qué?

—¡Creí que eras una pocionista!

—Tengo un profundo conocimiento de la composición de casi todas las plantas


conocidas. No es tan difícil pasar de utilizar una planta para una poción, a cambiar las
propiedades entre las plantas.

Habían llegado a un árbol. Jolin sacó una llave y abrió la puerta. Dentro había
una mesa y un fogón. El resto del espacio estaba cubierto de botellas, ollas y vasijas de
barro. Todas llenos a rebosar, pero meticulosamente etiquetadas. —¿Vives aquí? —
preguntó Lilette.

Los hombres les siguieron al interior y depositaron las cajas de libros al lado de
la amplia plataforma antes salir de nuevo arrastrando los pies. Jolin ya estaba
depositando los pequeños sacos de semillas de su bolsa en vasijas de barro con tapa de
corcho. —Obviamente.

Doranna apareció en la puerta. Esperó a que el último de los hombres


abandonara el lugar antes de cerrar la puerta tras ellos.

—¿Dónde está mi madre? —le preguntó Jolin.

Doranna tomó las vasijas, sumergió un pincel en tinta, y comenzó a


etiquetarlas. —La última vez que la vi, ella se dirigía hacia el lado suroeste de la isla.
—Su mirada se dirigió a Lilette—. Debes evitar ir a alguna parte cerca de los
acantilados. Aquí las caídas de rocas pueden suceder en cualquier momento.

—¿Cuándo fue la última vez? —preguntó Jolin.

Doranna se encogió de hombros. —Han pasado semanas.

—¿Tan mal?

—Lo estamos manejando.

Lilette miró entre las dos. —¿Qué está mal?

—A veces ella es un poco... volátil —respondió Jolin.

Lilette cambió su bolsa a la otra mano. —¿Quién?

Jolin la miró a los ojos. —Mi madre. —Ella se trasladó para comenzar a apilar
los libros en los estantes.

—Oh, entiendo —dijo Lilette, aunque en realidad no lo entendía.

Doranna todavía estaba trabajando en las vasijas. —Lilette, se me ha pedido


que te informe de las reglas. No puedes salir de Haven sin permiso de la directora.
Debes estar en tus habitaciones antes de que oscurezca completamente. Llamas
abiertas sólo se permiten en lámparas de tornillo, que deben ser apagadas cuando
salgas de la habitación; excepto, obviamente, la que lleves para encender otra.
Jolin casi había terminado con los libros.

Doranna giró todas las vasijas con las etiquetas enfrente. —Haven es un círculo
casi perfecto… por lo que todos los caminos conducen eventualmente al centro de la
isla. Casi todo lo importante está alrededor del círculo: el árbol de la directora, el
pabellón de los alimentos, la biblioteca.

—Los estanques para bañarse están en los acantilados opuestos a la entrada.


Debido a que los hombres no están autorizados a vivir en la isla, los estanques están al
aire libre.

Doranna dio un paso al lado de Jolin y empezó meticulosamente a ordenar


alfabéticamente cada título. —Se sirven tres comidas al día en el pabellón. Si te olvidas
de una, por lo general hay cestas de fruta, pan y queso, que puedes tomar en cualquier
momento siempre que no los desperdicies.

—Debes registrarte tan pronto como te hayas instalado. —Hizo un gesto a la


cesta tejida cerca de la puerta—. Deja tu ropa en la canasta y veré que sea lavada y
devuelta la noche siguiente. Tu árbol se limpia por las mañanas.

Lilette hurgó en el caos de pociones, semillas, hierbas y cestas de rocas. —


¿Cómo puedes encontrar alguna cosa en este lío? —Levantó una botella con un líquido
de color topacio.

—¿Lío? —Jolin le arrebató la poción de la mano—. Sé exactamente dónde está


todo, así que si no te importa, no toques nada. —Ella dejó la botella con cuidado.

—¿Qué es eso?

—Yo lo llamo ioa. —La voz de Jolin se llenó de tristeza—. Puede cambiar a
una persona en un pez.

Los ojos de Lilette se agrandaron. —¿Por qué querrías ser un pez?

—Eso fue lo que dijeron las Principales. Sin embargo, un par de viales fueron
robados, por una Bruja que quería convertirse en Principal de las Plantas. Los
resultados fueron... poco favorables. Después de eso, me trasladaron a la isla… es más
seguro. También comencé a dejar fuera uno de los ingredientes claves en cada una de
mis pociones.

—Poco favorables, ¿cómo?

Jolin respiró profundo. —Unas pocas decenas de personas están atrapadas en


alguna especie de mitad persona, mitad pez. Su piel se volvió de un verde moteado, su
esqueleto cambió, una membrana creció entre sus dedos, y sus dientes se volvieron
puntiagudos.

A pesar de que sabía que no había derramado la pócima en sus manos, Lilette
se las limpió en el vestido.

—Las Principales no me permitirán probarlo en ninguna otra persona, y esa


Bruja fue desterrada —continuó Jolin—. El pueblo de peces fue llevado a vivir en una
isla más al sur. Se hacen llamar mettlemot. Al parecer, son buenos pescadores. —Ella
se rio de su propia broma.

Al ver la expresión de Lilette, rápidamente se puso seria. —Estoy convencida


de que la poción es correcta. Es el método de transferencia lo que está mal. Mi teoría
es que se debe aplicar en la línea meridiana del cuerpo para la reversión de los efectos.
Pero no puedo probar nada de esto.

La boca de Lilette se secó repentinamente.

Jolin levantó las cejas. —Por lo tanto, si no te importa, no toques nada. —Abrió
la puerta a otra habitación—. Vamos, Doranna.

—¿Es así como me hablas, chica?— Doranna continuó desempacando los libros
y colocándolos en los estantes.

—Me disculpo —suspiró Jolin—. ¿Podrías prestarme tu ayuda?

Lanzando una mirada de pesar al resto de los libros sin desempacar, Doranna
se situó junto Lilette y volteó la poción de ioa con su etiqueta al frente. —¿Y?
—Muchas gracias por tu invaluable servicio —gruño Jolin.

—Le voy a enseñar algunos modales aunque sea la última cosa que haga —dijo
Doranna a Lilette con una sonrisita.

Lilette echó un vistazo a las macetas y plantas antes de que se cerrara la puerta
detrás de ellas. Estudió el caos organizado que la rodeaba y se dirigió hacia la única
otra puerta en la habitación. Detrás de ella estaba una única cama; lo que esperaba
fuese remediado antes del anochecer. Si no, estaría durmiendo en el suelo, y ya le
habían llegado a gustar las camas.

Las paredes estaban cubiertas de estanterías de libros. Lilette sacó su vestido de


repuesto y lo colgó en una clavija adicional, entonces escondió su bolsa de joyas detrás
de un libro llamado La hibridación intraespecífica, escrito por Jolin Lyon. Con ojos muy
abiertos, Lilette sacó el libro del estante. Se acercó a la puerta trasera y la abrió para
preguntar a Jolin sobre el libro. Lo que Lilette había pensado era una habitación, en
realidad era un jardín encerrado entre vidrios; un jardín con cientos de macetas y
plantas. Jolin y Doranna estaban plantando las semillas de Harshen en grandes ollas de
barro.

—¿Tu escribiste esto? —Lilette le tendió el libro.

Con las manos enterradas en el suelo, Jolin levantó la mirada. —Hace unos
pocos años. Las Guardianas han sabido durante mucho tiempo que al cruzar dos
plantas, si cada una tiene una característica deseable, podríamos crear una nueva
planta con ambas características.

—¿Así que lo escribiste cuando tenías cuanto, doce años? —Lilette hojeó varias
páginas.

—Trece, creo. No podía encontrar un libro que documentara todos nuestros


resultados, así que escribí uno.

—¿Cuántos otros has escrito?


Jolin pensó por un momento. —Quince o algo así. Es difícil hacer un
seguimiento.

—Eres realmente muy brillante, ¿verdad? —dijo Lilette, más para sí misma que
para cualquier otra persona.

—Obviamente —dijo Jolin.

—¿Por qué no me dijiste todo esto?

Las manos de Jolin quedaron inmóviles y miró hacia arriba. Y de repente


Lilette entendió. Durante toda su vida, la gente la había tratado de forma diferente
debido a su belleza, y ahora su voz. Habían hecho lo mismo con Jolin por su
brillantez. En pocas palabras, las personas estaban intimidadas por ello, o resentidas, o
se sentían atraídos hacia ella por todas las razones equivocadas. Lilette se dio cuenta
que tenía mucho en común con Jolin. —Gracias por dejar que me quede contigo —
dijo en voz baja.

Jolin pareció aliviada. —Sólo porque necesito a alguien que cante para mis
pociones.

Las comisuras de la boca de Lilette se arquearon. —Mmm.

—Es cierto. Ahora devuelve ese libro a su lugar y haz uso de esa voz
ridículamente bonita que tienes para ayudarnos a hacer crecer estas.

Lilette devolvió el libro y salió al jardín, los olores de la tierra húmeda y verdor
amplificados por el vidrio. Le recordó a las selvas alrededor de Calden, y sintió una
punzada de tristeza.

Jolin y Doranna habían colocado docenas de ollas, las cuales Jolin ya había
plantado con semillas. Doranna abrió el tarro de pintura negro y sumergió el pincel.
Añadió agua antes de agacharse para pintar en la etiqueta letras perfectas.

—Ella tiene su primera clase —increpó Doranna.


Jolin desechó la preocupación de la mujer con la mano. —Esto va a ser mucho
más educativo que sentarse en una clase de identificación de plantas.

Lilette cantó, y pronto docenas de semillas habían germinado y crecido hasta


convertirse en plantas maduras. Alrededor de ellas, las plantas ya existentes se
estiraron y ensancharon y susurraron. Lilette se maravilló de la potencia de su voz.

—Esto.

Lilette se giró para encontrar a Bethel de pie detrás de ellas, una semilla del
tamaño de una piedra pequeña en su palma. —Esto es lo que has estado buscando.

Jolin no miró a su madre. —¿Cómo lo sabes?

Bethel puso la semilla sobre una mesa. Esta rodó un poco antes de detenerse. —
No sabía lo que estaba buscando hasta que lo encontré.

Bethel se giró y se fue sin decir adiós. Jolin no se molestó en reconocer que su
madre se había marchado. Recogió la semilla y la acercó a la luz.
Traducido por Brig20

Todo estaba conectado, se formaron vínculos y los eventos ocurrieron exactamente cuándo se les
necesitaba. Sólo después fui capaz de verlo claramente. ~Jolin

an pronto como Bethel se fue, Jolin estrelló en la mesa su paleta para tierra y
apoyó los brazos sobre la mesa, con los ojos apretados.

Doranna levantó la mano como para consolarla, luego pareció pensarlo mejor.
—Estuvo preocupada mientras no estabas. Continuamente venía a tu árbol y miraba
fijamente la puerta. Simplemente no es muy buena para demostrar que te ama.

Jolin dejó escapar una risa crispada. —¿Amarme? La única cosa que ama es a la
tierra. —Comenzó a reordenar las ollas.

—Jolin... —comenzó Lilette.

Jolin se limpió las manos sucias en su vestido. —Ahora entiendes por qué tengo
mal desarrolladas las sutilezas sociales. —Hizo un gesto en la dirección en que su
madre se había ido—. Mira lo que he tenido por ejemplo.

—Jolin —dijo Doranna con un toque de advertencia.

Lilette había visto cómo la gente miraba a Bethel. —No entiendo.

Jolin se quedó inmóvil durante un momento. —Mi madre siempre ha sido


paranoica… ella está convencida de que la ciudad Arboleda está al borde del colapso.
Es por eso que construyó las murallas a su alrededor. Es por eso que construyó Haven
en una isla de acantilados en medio del mar.
—¿Tu madre… ella los hizo? —Lilette inhaló—. Entonces... ¿por qué no es ella
la Principal de la Tierra? Sin duda, nadie es más fuerte.

—Ella las rechazó. —Los hombros de Jolin se hundieron con el peso que debía
haber llevado con ella todos los días de su vida, de quien vive bajo la sombra de los
logros de su madre—. Se le ofreció a ella, a pesar de que está rabiosamente loca,
mientras yo creo una maravilla tras otra, y nunca es suficiente. —Se limpió la cara,
manchándose la frente—. Y ahora sabes por qué no lo menciono.

No era de extrañar que Jolin no pensara que escribir un libro a los trece años era
un gran logro. —Lo siento —dijo Lilette.

—Trae las notas, ¿quieres? —preguntó Jolin a Doranna—. Empezaremos la


hibridación de las plantas inmediatamente. —Después que Doranna hubiese dejado la
habitación de las plantas, Jolin fijó los ojos húmedos en Lilette—. No soy mi madre.
Nunca lo seré.

Lilette inclinó la cabeza hacia un lado. —¿Por qué querrías serlo?

Jolin gruñó, pero su comportamiento parecía más ligero. —Ayúdanos a cruzar


algunas de estas plantas, y luego será mejor que te reportes para las clases.

Lilette se acercó a su lado. —¿Qué estás haciendo exactamente?

Jolin regó las semillas que su madre había señalado. —La única razón por la
que fui a Harshen fue para reunir semillas nuevas. Hay volúmenes enteros de
información registrada sobre plantas mezcladas con otras plantas para crear pociones,
pero casi nada sobre las plantas mezcladas con componentes como el metal y la piedra.

Lilette levantó una ceja. —¿De qué sirve mezclar pociones con rocas?

—¡De eso se trata! —Jolin agitó la mano en el aire, la pluma silbó a través del
aire—. Nadie lo sabe. Imagínate si pudieses hacer una espada irrompible. Mezclar
ciertos compuestos para crear una explosión. ¿Y si pudiésemos despertar las rocas, así
como lo hicimos con las plantas? ¡Podríamos construir ciudades enteras!
Lilette parpadeó. —Tienes tierra en la frente.

Jolin no se molestó en frotársela. —El punto es, no sabemos las posibilidades.


Cualquier cosa puede pasar. ¡Es tan emocionante!

Lilette cantó hasta que estuvo ronca. Doranna categorizó cuidadosamente las
nuevas plantas, y luego ella y Jolin comenzaron a documentar las características de
cada planta.

—No te voy a necesitar de nuevo hasta que tenga mis resultados —dijo Jolin a
Lilette—. Bien podrías ir a clases.

La inquietud se agitó en su vientre. —No sé a dónde ir.

Doranna giró la cabeza y se frotó el cuello. —Yo la llevaré y traeré algo de


comer.

Jolin hizo un sonido que podría haber sido interpretado como conformidad.

—No mezcles esas macetas antes que tenga la oportunidad de etiquetarlas —


dijo Doranna, luego comenzó a salir sin esperar a ver si Lilette la seguía—. La isla está
dividida en cuatro secciones, cada una dedicada a uno de los elementos: tierra, agua,
plantas, y luz.

Lilette estudió sus alrededores. —¿Por qué hay tantos pabellones abiertos? ¿No
les preocupa la lluvia?

Doranna le dirigió una mirada extraña. —¿No te has dado cuenta?

Lilette desaceleró mientras recordaba que sólo llovía por la noche. —¿Las
Guardianas controlan todo?

—Todo. —La voz de Doranna estaba mezclada con amargura.

Se detuvieron en un gran pabellón cubierto de vides fragantes. Debajo había


bancos y mesas largas. El olor a guiso de pescado llenaba el aire.
—Come algo —dijo Doranna—. Luego te pasas por ese árbol. —Señaló uno no
muy lejos de donde estaban sentadas—. Te darán tu horario.

Lilette tomó un plato de guiso, que parecía un revoltijo congelado, junto con un
poco de pan y fruta. Comió rápidamente. En el árbol recibió un horario y una
Desechada fue asignada para llevarla en un recorrido. Lilette se maravilló de la gran
variedad de libros en la biblioteca, y las aguas claras y azules del estanque para
bañarse, que se alimentaba de un estanque subterráneo climatizado y una cascada fría
que caía de los acantilados.

—¿De dónde viene el agua? —preguntó Lilette mientras estiraba el cuello para
ver la parte superior de los acantilados.

La Desechada sonrió. —Bethel lo hizo… de alguna manera el agua viene desde


el interior de los acantilados.

Sash se había bañado en ese estanque, caminado estos senderos, estudiados en


estos pabellones. Lilette había deseado venir a Haven toda su vida. Pero ella lo daría
todo a cambio de mantener a su hermana a salvo.

Se le mostró donde eran sus clases: árboles o pabellones llenos hasta el tope con
niñas, todas más jóvenes que Lilette. Su horario incluía Pociones, Estudios de la
Tierra, Canto, e incluso una clase de Estudios Políticos. Lilette se resistió a esa. —¿Por
qué tengo que aprender las sutilezas de la política?

—Los horarios de clases están enfocados al potencial de una Bruja —contestó la


Desechada.

—¿Qué hay de lo que yo quiero?

—Las Aprendices tienen más opciones.

Lilette hizo una nota mental para progresar a través de sus clases lo antes
posible.
La chica dejó a Lilette en su última clase, que, por supuesto, estaba llena de
chicas jóvenes. Se le dio un libro y un tablero de pizarra para sus notas. Sintiéndose un
poco humillada, encontró un asiento vacío, pero por supuesto la silla y el escritorio
eran demasiado pequeños para ella. Aun así, trató de escuchar la lección. Las otras
Brujas novatas parecían un poco intimidadas, ya sea por la diferencia de edad, la
fuerza de la canción de Lilette, o su breve período como Emperatriz, Lilette no estaba
segura. Tal vez los tres.

Cuando regresó a la casa, Jolin estaba inclinada sobre un mortero, molía algo
que olía como una hierba que crecía alrededor de los gallineros en la isla de Lilette.
Doranna estaba ocupada garabateando en algún pergamino.

—¿Descubriste algo? — preguntó Lilette a Jolin.

Jolin se frotó el cuello. —Hay un montón de cosas. Doranna ha estado


registrando nuestros resultados durante todo el día.

Lilette se acercó a la mesa y cogió una taza de madera, luego la llenó con agua
de una jarra y tomó un trago. —Ella me tienen... —Su voz se desvaneció en la nada
mientras el mundo parecía retorcerse y punzaba como un animal en agonía. La taza se
deslizó de sus dedos, cayendo con estrépito en el suelo.

—¿Lilette? —La voz de Doranna sonaba muy lejos.

Lilette se agarró contra la mesa, con los ojos cerrados mientras algo aceitoso y
oscuro parecía estancarse en sus entrañas.

De repente, Doranna estuvo a su lado. —Jolin, algo anda mal con ella.

Al abrir los ojos sintió demasiada estimulación, por lo que Lilette los mantuvo
cerrados mientras Jolin y Doranna la guiaban hasta una silla.

—¿Qué es? —preguntó Jolin.


Lilette acunó la cabeza en sus manos. —Es como si me estuviese muriendo,
sólo que no. —Pero eso no era correcto—. No, es más como que una parte de mí se
está muriendo o está siendo torturada.

Jolin inhaló profundamente. —Puedes sentirlo, ¿no?

—¿Sentir qué?

—Hay muy pocas Brujas que están tan estrechamente ligadas a los elementos
que pueden sentir su discordancia. —Doranna sonaba triste.

—Es tu sentido de Bruja —explicó Jolin—. Estás sintiendo la manipulación de


los elementos. Se siente erróneo, porque lo es.

—Me he sentido así antes. —Lilette se humedeció los labios—. Cuando Sash y
las demás cantaron su maldición. Pero no fue tan malo.

—Ahora más Brujas están cantando. Es más fuerte —dijo Jolin.

Lilette finalmente se atrevió a abrir los ojos. —Eso es lo que es esto, ¿cierto? La
ciudad Arboleda está cantando una maldición. —Sus pensamientos corrieron de su
hermana, a su isla, a toda la gente que había conocido, aunque fuera por un momento,
mientras estuvo en Rinnish. Se apartó de la mesa y se dirigió hacia la puerta.

—¿A dónde vas? —preguntó Jolin.

—No puedo sólo quedarme aquí sentada. —Empujó los pies dentro de sus
botas.

—¡No puedes detenerlas! —Doranna se movió para seguirla—. Nadie puede.

Lilette no miró atrás. —No. Quiero estar sola.

Doranna agarró una capa colgada en la pared. —Por lo menos toma esto. Si
estás fuera después de caer la noche, estarás bajo la lluvia.

Lilette se la colgó al hombro. Haciendo caso omiso de los senderos, caminó a la


derecha por el barro de Haven. Por ahora, el cielo se había oscurecido, el otrora
brillante azul cubierto por una película de sombras. Finalmente se encontró en la base
de los acantilados, con el corazón acelerado. Deambuló alrededor, desesperada por un
camino para subir. Por fin, lo encontró. Junto a una de las cascadas, había unas
escaleras en zigzag hacia la parte superior de los acantilados. Arremangándose el
maldito vestido, empezó a escalar.

En el momento en que alcanzó la cima, estaba sin aliento y las piernas le


dolían. Una brisa de mar le barrió el pelo detrás de la cabeza. El cielo se había
oscurecido a un turquesa profundo, dejando una mancha de color naranja donde el sol
se había convertido en brasas. Otra mujer estaba parada en el borde del acantilado.

Reconoció la postura de la mujer, su largo cabello gris. Lilette se movió para


estar a su lado, mirando las olas que se batían contra la base de los acantilados, como
buscando una manera de entrar. —Bethel.

—Me preguntaba si vendrías.

—¿Cuál es la maldición? —No era una para hundir la isla. No podía ser.

Bethel cerró los ojos y murmuró coordinada con el retorcido ritmo: —Las
lluvias cesen, vientos aquietar, el suelo endurezca, semillas a matar. —Había hablado
en kalarian en lugar del lenguaje de las Creadoras, de manera inquietante sus palabras
hacían eco de la discordancia.

A pesar de que no estaban hundiendo la isla de Harshen, Lilette pensó en los


jardines y huertos atrofiándose, y no pudo respirar. Con algunos de los hombres
muertos, para su pueblo sería difícil sobrevivir del mar. Y Sash sufriría por esta
maldición, junto con todos los demás.

La expresión de Bethel era dura. —Esto va en contra de todo lo que nos


pusieron a hacer aquí. Es maldad.

—Fue mi idea —dijo Lilette bajito—. ¿Cómo pude sugerir eso tan
despreocupadamente?
—Las Principales ya planeaban hacerlo. —Bethel respiró profundo—. Lo que el
Emperador hizo fue un acto de guerra.

Las nubes rodaban desde el oeste. Una brisa fresca subió, enfriando el sudor en
la piel de Lilette. Se preguntó dónde estaba Han, lo que estaba haciendo. Si la echaba
de menos tanto como ella lo echaba de menos a él.

Y luego miró más hacia el este, hacia Harshen, y se preguntó si Sash aún estaba
viva. Si estaría herida o lesionada o asustada. —¿Cuánto tiempo más va... a seguir este
canto? —preguntó Lilette.

—Si el Emperador no obliga a sus cautivas a contraatacar… no por mucho


tiempo. Si él lo hace… —Bethel se encogió de hombros— podría seguir durante días.

Lilette se abrazó a sí misma. —¿No simplemente se cancelarían las unas a las


otras?

—Esperemos que eso sea todo lo que suceda. —Bethel se quedó en silencio por
un momento—. Lo que no puedo entender es qué papel juegas tú en todo esto.

—¿Qué quiere decir?

Bethel estudió las luces lejanas de la ciudad Arboleda. —Todos nosotros somos
sólo piezas en el tablero, Lilette.

Lilette tragó saliva. —Tal vez deberíamos volver. Es tarde.

—No me digas que no lo ves. Fuiste retenida fuera del juego, y luego apareces
justo cuando se están haciendo los movimientos finales.

—No creo…

La mano de Bethel serpenteó para agarrar el antebrazo de Lilette. —¿Qué te


dijo ella que debes hacer? ¿Para qué estás aquí?

Lilette se quedó inmóvil. —¿Ella?

—Tu madre.
El aliento de Lilette se atoró en su garganta.

La mirada de Bethel se estrechó. —Estaba en lo cierto. Ella te ha buscado.

Lilette respiró… repentinamente se había olvidado de respirar. —Me dijo que


salvara a los que pudiera. —Lilette se mordió el labio inferior entre los dientes—. Ya
hice lo que me pidió.

La mirada de Bethel se encontró con la suya. —¿Lo hiciste? —Su mirada reveló
su incredulidad.

Lilette extendió las manos en un gesto de impotencia. —Las Brujas son el poder
más fuerte en la tierra. ¿Cómo podrían caer?

Bethel se burló. —Todo cae. —Se volteó y comenzó a alejarse—. Ven. Tengo
algo que nos permitirá dormir un poco.

Lilette miró anhelante hacia el sonido de la canción. Se sentía un error permitir


que continuara, pero seguramente la presión forzaría a Chen a liberar a Sash y las
otras. Era mejor que una guerra. Mejor que el que las Brujas enviaran el mensaje de
que cualquier gobernante que intentara utilizar a las Brujas como armas sufriría
hambre hasta que fueran eliminados por su propia gente.

Mientras Lilette hacía el camino de regreso, los cielos se abrieron y la lluvia


cayó. Se colocó la capa sobre los hombros y levantó la capucha. Bethel no tenía una
capucha, ni pareció preocuparle la lluvia. Caminaron con dificultad por las escaleras
resbaladizas y a través del bosque húmedo, parando en un árbol no muy lejos de la
casa de Jolin. El interior olía a minerales; como una cueva, en lugar de resina de árbol.
Rocas cubrían el suelo.

Bethel abrió un armario de botellas verdes polvorientas y rebuscó. —Ahora, si


tan sólo pudiera recordar dónde está el tónico para dormir.

—Ah. —Sacó una botella y levantó un dedo—. Un trago. Dos, y no serás capaz
de despertar en la mañana. Tres, y no serás capaz de despertar para nada. —Lo puso
en las manos de Lilette, pero no lo soltó hasta que ella asintió en acuerdo.
Lilette se dirigió a la oscuridad más allá de la puerta, pero se detuvo en el
umbral y se volvió. —Y esta... sensación… ¿tiene un nombre?

Bethel miró a Lilette. —Oh, sí. Se llama hasacre. —Inclinó hacia atrás su
propia botella y luego se limpió los labios con el dorso de la mano.

—¿Cómo lo sobrellevas? —La voz de Lilette salió casi como un susurro.

Bethel frunció el ceño. —No lo haces.


Traducido por Yann Mardy Bum

Lilette nunca fue tan feliz como durante el tiempo que pasó en Haven. Dormía bien y estaba llena
de tranquila satisfacción. ~Jolin

a hasacre siguió todas las noches durante la semana siguiente. A pesar de que
dejaba a Lilette débil y adormecida al día siguiente, tomaba un trago de la
poción para dormir todas las noches. No sólo aliviaba la sensación de retorcido
e incorrecto en su interior debido a la hasacre, sino también el dolor en su corazón por
su hermana y su soledad por Han.

La habitación prácticamente sudaba cuando Lilette entró, incluso con las


ventanas abiertas para que entrara la brisa. Apoyó la bandeja del almuerzo y colocó el
contenido sobre la mesa.

—Hoy, tenemos una sorpresa: pescado. En este caso, milanesas de pescado, con
un poco de ricoguac. —El ricoguac era rojo como un tomate y sabía a calabaza—. Y
frutas.

Doranna tomó un plato, pero Jolin apenas alzó la vista de donde estaba, junto a
un pequeño caldero burbujeante. El sudor corría por su sien y humedecía su cabello.
Tiempo atrás había abandonado sus vestidos por una túnica y unos pantalones que se
parecían sospechosamente a los de Harshen.

Lilette comió el primer bocado, deseando poder haber traído a su eunuco de


algún modo. Él le habría mostrado a esas Desechadas como hacer una salsa marrón
para saltear el pescado con algunas verduras, y servirlo encima del arroz.
Por piedad de las Creadoras, Lilette extrañaba el arroz.

Se limpió una gota de sudor de la frente. —Jolin, el almuerzo.

Su amiga sacó una pequeña roca del caldero y la dejó caer en una caja llena de
piedras.

—Este momento. Lo puedo sentir.

¿Rocas en las pociones? —Mm, ¿qué estás haciendo?

Jolin se alisó unos mechones de cabello. —Estoy remojando acero crudo en un


compuesto para ver si afecta su resistencia.

—Va a enviarlos a la herrería para ver si pueden hacer una espada indestructible
—agregó Doranna.

Jolin miró a la Desechada. —Si soy capaz de alinear las partículas de acero,
reforzará el producto final.

—¿Y hervir piedras en una poción ayudará? —preguntó Lilette con


incredulidad.

Ahora le tocaba a ella recibir la mirada fulminante. —Eso es lo que estoy


intentando determinar. —Jolin dejó caer más piedras dentro del caldero con un ruido
sordo—. Ahora, a callar. Estoy trabajando.

Luego de hacer un gesto divertido, Lilette comió otro poco de su almuerzo.


Doranna ahogó una carcajada, y Lilette la miró boquiabierta. Era la primera vez que la
escuchaba reír—o la veía sonreír, para el caso.

—Doranna, ¿puedo preguntarte algo?

—¿Qué?

Lilette le dio unos golpecitos al pan. —¿Por qué decidiste convertirte en una
Desechada?
La sonrisa de Doranna se volvió tan frágil como el cristal. —Sabes, para ser
alguien que va por el camino fácil a convertirse en una de las Principales de las
Disciplinas, eres descaradamente ignorante.

La vergüenza desgarró a Lilette. —Yo… sólo… hay Desechadas en todas


partes. No entiendo por qué habrían de elegir una vida de servidumbre.

La máscara de indiferencia de Doranna se oscureció hacia algo similar al odio.


—Tienes suerte de ser aceptada como una de ellas, Bruja novata. —Abandonó la
habitación, azotando la puerta tras ella.

Jolin se quedó mirándola. —No debiste haber dicho eso.

—¿Qué dije de malo?

—Las Desechadas no son como los eunucos, Lilette. Ellas no eligen esto.

Lilette jadeó. —¿Seguro no fueron forzadas?

—No. —Jolin dejó caer sus tenazas y fue a sentarse a la mesa. Tomó un bocado
de pescado y comenzó a masticar—. De todas las nacidas Brujas, sólo un cuarto son
admitidas como Brujas novatas. Dos tercios de ellas nunca llegan a ser Aprendices.

—¿Qué sucede con ellas? —preguntó Lilette.

Jolin terminó su taza de agua y volvió a llenarla.

—Dependiendo de su habilidad, las Brujas novatas pueden llegar a ser


boticarias, curanderas, herbolarias de menor categoría. Las Aprendices; como yo,
pueden convertirse en avezadas curanderas, profesoras o investigadoras. Sólo aquellas
que se gradúan como Guardianas cantan las canciones que gobiernan el mundo.

La mirada de Jolin era distante y sacudió la cabeza con tristeza. —Las mujeres
como Doranna, que nunca fueron admitidas, se convierten en Desechadas porque les
da la oportunidad de formar parte de algo. Ella y mi madre han sido muy amigas
desde que eran niñas. Y mi madre le paga mejor que cualquier otra.
Por la oportunidad de ser parte de esto, Lilette hubiera hecho el mismo trato. —
¿Y las que eligen no unirse a las Desechadas?

La expresión de Jolin era algo tensa. —Se convierten en mujeres simples, tienen
bebés y son esposas. —Sus fosas nasales se dilataron—. No es un camino fácil.

La rabia gruñó en el pecho de Lilette. Toda su vida, había visto a los hombres
administrar los derechos de las mujeres, tomando de ellas lo que querían y dándoles
mucho menos. Nunca estaría dispuesta a elegir estar obligada hacia alguien.

—¿Por qué las Guardianas son tan crueles? Todas merecemos la oportunidad de
demostrar lo que valemos.

Jolin metió el último bocado en su boca y se alejó de la mesa. —Eso es


exactamente lo que Doranna y las demás demuestran todos los días.

***

Doranna no regresó hasta el día siguiente. Lilette entró con cautela al árbol con
la bandeja del almuerzo y la dejó. Ella, Jolin, y Doranna comieron en un asfixiante
silencio hasta que Lilette no pudo soportarlo más.

—Doranna, lo siento. Esto. —Hizo un gesto a todo cuanto la rodeaba—, es aún


muy extraño para mí.

Doranna no respondió.

Lilette suspiró. —Si lo que dices es cierto, si alguien me puso el camino fácil
para convertirme en una Principal de las Disciplinas, prometo tratar de cambiar las
cosas.

Doranna se suavizó un poco e hizo un breve asentimiento. El resto de la


comida fue solamente interrumpida por el raspar y el tintinear de los platos.
Ignorando su comida, Jolin miraba desenfocada por la ventana. El caldero
estaba frío, las plantas sin tocar. Ayer, el herrero había avisado que su acero no era
más fuerte de lo normal. Jolin aún no había hablado con nadie.

Lilette terminó su comida. Estaba cansada del mal humor de Jolin. Lo que
necesitaban era una experta en rocas y una experta en pociones que trabajaran en
conjunto. Lilette salió de la habitación sin decir una palabra a Jolin o a Doranna.
Después de preguntar a tres mujeres distintas dónde estaba Bethel, Lilette la encontró
junto a una de las muchas cascadas de los acantilados. Con los ojos cerrados, la mujer
estaba sentada inmóvil, casi empapada por el rocío de la cascada. Lilette se agachó
frente a ella, con el rocío frío contra su rostro húmedo.

—Bethel. Soy Lilette.

—Lo sé —murmuró la mujer sin abrir los ojos.

—Jolin está haciendo una poción —continuó Lilette—. Pero al parecer no


importa lo que intente, no está cambiando nada.

—Es porque lo está haciendo mal.

—Bueno, ahora sé de donde viene la brusquedad de Jolin —murmuró Lilette.


Se secó la humedad de la frente antes que comenzara a caerle en los ojos—. ¿Puedes
ayudarla?

—Sí —dijo la mujer mayor—, si ella pide mi ayuda.

Lilette dejó caer su creciente frustración.

—Jolin es demasiado orgullosa para pedir ayuda… especialmente de ti.

Bethel apretó la mandíbula.

—Y tú eres demasiado orgullosa para ofrecerla. —Lilette suspiró y alzó la vista


hacia el imponente muro que había sobre ellas. Estaba hecho de sólida roca negra.
Había una escalera tallada en un costado.
—No hay nada en la cima, así que ¿por qué construyeron una escalera allí? —
dijo cuando bajó la mirada y vio que Bethel la observaba.

—Porque vamos a necesitarla. —Bethel hizo una pausa—. Al igual que vamos
a necesitar la poción de Jolin.

Lilette parpadeó. —¿Qué?

Bethel se levantó con un gemido y bajó cojeando por el camino, aumentando la


velocidad a medida que la cojera desaparecía.

Lilette tuvo que apurarse para mantenerle el ritmo. —¿A dónde vas?

—Tienes razón. Rápidamente se está haciendo demasiado tarde para el orgullo.


Cuando todo termine, vamos a necesitar los descubrimientos de Jolin.

Lilette lanzó las manos al aire. —Nada está terminando. —Pero Bethel no le
prestó atención. Mientras corría tras ella, Lilette resoplaba para seguirle el paso; aún
no había recuperado toda su fuerza luego de haber estado a punto de morir, y
cualquier cosa más rápida que un paseo la dejaba sin aliento.

Bethel entró al árbol de Jolin sin llamar y se dirigió directamente al caldero frío.
La cabeza de Jolin se levantó de la mesa, con marcas de arrugas en la mejilla por el
libro sobre el que estaba acostada. Su mirada era confusa por el sueño. —¿Madre?
¿Qué estás haciendo aquí? —La mirada de Jolin de pronto se agudizó y fulminó a
Lilette.

Bethel olfateó la poción, antes de sumergir un dedo en ella y chuparlo.

—Yo no haría… —empezó a decir Jolin.

Bethel escupió, y la protesta de Jolin murió en sus labios. Bethel pareció


serenarse antes de girarse hacia su hija. —Las pociones son tu especialidad.

Jolin se quedó con la boca abierta.


Ajena, Bethel se arrodilló junto a las rocas que cubrían el suelo. Cerró los ojos y
su cuerpo quedó inmóvil, como si estuviera escuchando.

—Pero yo conozco la tierra. No es como los otros elementos; llenos de vida y


vigor. La tierra es más como un dragón dormido. Lenta para despertar y complicada
cuando lo hace, pero luego de ponerse en movimiento, es explosiva.

Jolin se agarró la cabeza con las manos. —Ya lo sé.

—¡No, no lo sabes! —Bethel se volvió, con el rostro arrugado de rabia—. La


tierra está viva, al igual que tus plantas o el agua. ¡Pero es mucho más grande!

—Sólo estoy intentando realinear…

—¡No estás escuchando! —Bethel se puso en pie y se dirigió hacia la puerta—.


Nunca escuchas.

Lilette se interpuso entre Bethel y la salida, con la mano levantada. —¿De


dónde es que ella sacó su orgullo?

Bethel cambió el peso de un pie al otro y respiró profundamente. —La tierra es


sencillamente demasiado grande como para lograr algo tan pequeño.

Detrás de Bethel, Jolin imitaba a su madre. Ignorándola, Lilette continuó: —


Entonces, ¿qué necesitamos hacer diferente?

Bethel se frotó la frente con los dedos. —Hay que encontrar una piedra que esté
más despierta. Una que escuche la poción y reaccione de forma más individual.

—¿Qué piedra?

Bethel hizo una pausa por unos segundos. —No lo sé.

Jolin lanzó los brazos al aire y salió hacia a la habitación de las plantas. Bethel
cerró los ojos hasta que el último de los pasos de su hija se desvaneció. —Y deberías
usar una cantora, además de una poción.
Lilette se adelantó y puso su mano con torpeza sobre el hombro de Bethel. —
Ella nunca se ha sentido suficiente.

Bethel suspiró. —Siempre fue suficiente para mí, sólo que nunca lo fue para ella
misma. —Su mirada se posó en el colgante de Lilette—. ¿Qué es esto? —Ya estaba
estirando la mano para tocarlo.

Lilette se obligó a no retorcerse.

—El colgante del sol. Yo no lo usaría, pero Han…

Bethel la hizo callar mientras se lo sacaba por la cabeza y lo sostenía en la


mano. —Es ámbar. Sangre de los árboles, congelada por el sol y el viento. Endurecida
por miles de años hasta ser algo que no es del todo piedra, pero ya no es planta. Algo
más.

Con los ojos cerrados por la concentración, Bethel usó su dedo para trazar un
patrón sobre la piedra. Cantó, con la voz dominante y clara como el agua de lluvia. El
ámbar se agrietó, una pieza con forma de medialuna se desprendió, dejando un círculo
imperfecto.

Lilette jadeó. —¡Es mío! —De algún modo, el colgante representaba todo lo
que Harshen le había dado… tanto bueno como malo.

Bethel arrancó el broche y lo tiró a un costado. Sostuvo las piezas en la mano,


con los ojos cerrados.

—Se ha visto obligado a ser el sol, brillante y caliente y el impulso de sangre,


cuando debería haber sido la luna, las capas de sombra y ríos desbordados de vida.

Jolin deambuló nuevamente dentro de la habitación, con pasos silenciosos.


Bethel giró como si la hubiera oído de todas formas. —Esto… esto podrías despertarlo.

Jolin miró las dos piezas. —¿Qué podría lograr con dos trozos de ámbar?

La mirada de Bethel volvió a su interior. —No puedes hacer una espada con
carbón. No puedes construir una casa sobre la arena.
Extendió la mano y dejó caer los dos trozos en la palma de Jolin. —Esto está
destinado a ser una sola pieza, y va a luchar hasta que ambas partes permanezcan
unidas. Despierta esa necesidad, dale vida.

La madre de Jolin dudó un momento, como si quisiera decir algo más, luego
negó con la cabeza y se fue.

Lilette se agachó y recogió el soporte desechado. Era de oro sólido; debía valer
algo. Tal vez podría derretirlo y convertirlo en monedas. Volvió a su cuarto
compartido y bajó su pequeño bolsa de joyas, guardando con cuidado el pedazo
quebrado de oro.

—¿Rompió tu colgante? —La voz venía desde atrás.

Con la rabia en la garganta, Lilette asintió.

—¿Por qué haría algo así? —Jolin sostuvo el ámbar en la palma de su mano.

Lilette estiró la mano y rozó los pulgares sobre los bordes precisos. Retorció las
manos para alejarlas. —Dijo que tu trabajo era importante, que muchas cosas en el
futuro dependerán de ti, y que alguna de las dos debe dejar de ser orgullosa.

Jolin se erizó. —¿Orgullosa? Yo no soy la orgullosa. —Pero no había pasión en


sus palabras.

Lilette la miró. —He visto rocas más dispuestas a doblarse que tú.

Jolin paseó entre sus plantas, con los dedos rozando el borde de las hojas. —
Despertar una necesidad que ya está allí. —Estiró la mano, cortando una de las hojas.

Lilette la siguió hacia la habitación de cristal y la vio sacar una raíz de la tierra y
colocarla junto a la hoja. —Despertarla. Reforzar su deseo de estar juntas. —El brillo
había vuelto a sus ojos, su enfoque lo bastante agudo como para perforar la piel de un
tiburón.

Una sonrisa se deslizó hasta las mejillas de Lilette, pero ya era tarde para la
clase. Se apresuró a llegar a Estudios Políticos, pero su sonrisa se desvaneció cuando
su mano se deslizó por su garganta vacía. Se sentía vacía sin el peso del colgante
alrededor de su cuello.

Vacía y, de algún modo, libre.


Traducido por Yann Mardy Bum

Pensaba que ser fuerte significaba no darse nunca por vencida. Pero en realidad es saber cuándo
luchar y cuándo dejar ir, y tener el valor de seguir adelante. ~Jolin

ilette despertó con un par de manos sacudiéndola de sus sueños. —Está lista. Sé
que está lista.

Abrió los ojos y los entrecerró por la luz de la lámpara que estaba cerca de su
rostro.

La expresión de Jolin era de júbilo. —Lo hice, lo sé. Tienes que cantar, para
despertarla.

Lilette se frotó los ojos con las yemas de los dedos. —¿Qué es lo que has hecho?

—¡He creado la poción para despertarla! ¡Ahora, muévete!

Jolin la arrastró fuera de la cama que estaba en la otra esquina de su habitación.


Cuando Lilette se sentó, la hasacre la golpeó con toda su fuerza. Se quedó sin aliento
mientras permanecía de pie, con el camisón enredado alrededor de los muslos.
Tropezó junto a Jolin, y se acomodó la ropa lo mejor que pudo. El jardín de cristal
estaba poco ventilado y caluroso de nuevo, pero su aroma era agradable, de alguna
forma le recordaba a su hogar. Doranna estaba allí, parecía exhausta y nerviosa. Sobre
una mesa cubierta de polvo, estaban los restos del colgante roto de Lilette. El ámbar
estaba seco, pero a su alrededor se había formado un charco del que salía vapor. Lilette
lo miró fijamente, luchando contra el aturdimiento de la poción para dormir.
—¿Qué se supone que debo hacer?

Jolin la empujó con las dos manos sobre su espalda. —Me preguntaba lo mismo
cuando mi madre se fue, pero simplemente lo supe. Cuánto tiempo hervirlas y
exactamente qué plantas en exactamente qué cantidad. No sé cómo, pero lo hice. Y tú
también lo harás.

Lilette tomó los trozos. Estaban calientes y olían a resina dulce. Le dirigió una
mirada indefensa a Doranna… sin duda ella entendía que se trataba de una locura.
Pero la mujer sólo le devolvió la mirada.

—Es como si tuviéramos una guía —dijo Doranna—. Como si nuestra mente
no supiera lo que está haciendo nuestro cuerpo. Sólo lo hace. —Jolin sacudió la cabeza
con asombro, como si todavía no pudiera creer lo que sucedía.

Ella y Doranna observaban a Lilette, y esperaban. Lilette cambió su postura


incómoda, y luego cerró los ojos como había visto hacer a Bethel. Trató de escuchar a
la piedra. No sucedió nada.

Pero luego algo pasó. Una imagen vino a su cabeza, de resina que se derramaba
por el tronco de un antiguo árbol, y se endurecía bajo el sol y el viento hasta
convertirse en piedra. Las Cuatro Hermanas estaban presentes en el pequeño peso en
la palma de Lilette. Había sido una sola pieza durante miles de años, hasta que un
trozo se había cortado. Las partes necesitaban volver a unirse. La comparación trajo a
su hermana a su memoria, y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras cantaba.

Perdida y solitaria, te has extraviado,


un pedazo de ti te ha sido quitado.
Hasta que encuentres la otra mitad,
la paz y la pertenencia nunca permanecerán.
Una canción y vibración despiertan tu alma,
sana lo que ha sido roto y deja que sea un todo.
Lilette sabía que no necesitaba cantar la canción tres veces, al igual que sabía
que los dos pedazos de ámbar se encontrarían ahora el uno al otro. —Está hecho.

Jolin no discutió. Se limitó a tomar los trozos de piedra y ponerlos sobre la


mesa. Tocó la media luna con un tenedor. Este se deslizó sobre la mesa a su propia
voluntad y encajó perfectamente contra la otra pieza.

Jolin abrió la boca de alegría. Sacudió el puño triunfante hacia el techo. —¡Lo
hice! Después de todos estos años y de todos los escépticos, ¡Finalmente lo hice! —
Giró en círculos, con el ámbar presionado contra su pecho—. ¡Ahora tendrán que
nombrarme Principal de la Tierra!

—Bueno, tuviste algo de ayuda —murmuró Doranna.

Jolin rio y la besó en la boca. Los ojos de Doranna se abrieron, en conmoción.


Jolin dio la vuelta y se concentró en Lilette, quien intentó eludir a su amiga, pero la
euforia de Jolin fue superior, y también la besó. —Amigas mías, esto es sólo el
comienzo —dijo Jolin—. Pronto, los reyes pedirán a las Brujas que canten para sus
castillos de piedra y sus murallas. Los soldados desearán nuestras espadas y nuestros
arcos. ¡La Historia nunca nos olvidará, ni olvidará lo que hemos hecho! Vamos a estar
escritas en las publicaciones anuales de las Guardianas como las más grandes, y más
avanzadas Brujas que hayan cantado alguna vez.

El corazón de Lilette se contrajo con tales palabras. Era demasiado poder.

Como no quería arruinar la felicidad de Jolin, apretó los brazos a su alrededor y


dijo: —Creo que volveré a la cama.

Jolin ya estaba juntando más hojas y raíces en la mesa. —Bueno, sí. Doranna,
encuentra más ámbar.

Doranna se levantó lentamente. —Estamos a mitad de la noche. No hay ámbar


en esta isla.

Jolin hizo una pausa antes de levantar un cuchillo de golpe y cortar una raíz. —
Pregúntale a mi madre. Ella podría encontrar un diamante en la playa.
Mientras salía, Doranna refunfuñó algo sobre ir a la cama y cómo Jolin podía
excavar su propia mina de ámbar.

Lilette se metió bajo las mantas frías y permaneció despierta mientras la hasacre
palpitaba a su alrededor. Sash y las demás estaban contra cantando. Era la única
explicación de por qué las canciones habían desaparecido tanto tiempo. ¿Chen estaba
torturando a las Brujas? ¿Las había tomado ya como concubinas?

Lilette observó las sombras escabullirse de la luz de la mañana mientras el


alboroto continuaba del otro lado de la puerta. Cuando salió para desayunar, todo
sabía a ceniza. En vez de ir a clase, volvió a los acantilados. Había esperado lo
suficiente para que Merlay y las Guardianas salvaran a su hermana. Ahora iba a hacer
algo ella misma. Y eso quería decir que debía encontrar a Bethel.

***

Lilette siguió el borde de los acantilados, sus dedos se deslizaban sobre las
esculturas que parecían salir de las rocas. De cinco pisos de alto, en su mayoría eran de
mujeres, pero también de algunos Protectores. Sus rostros eran muy reales. Pasó por
un grupo de cuatro, con los brazos cruzados y las bocas abiertas en una canción. Eran,
evidentemente, parte de un círculo. Al lado había una mujer que sostenía un círculo
perfecto en sus manos. Pero no, el círculo estaba atravesado por una línea curva. Se
parecía a su colgante.

Subió la mirada, y la fijó en el rostro de la mujer. Lilette jadeó y dio un paso


atrás.

Era Jolin, con el rostro impregnado de alegría. A un lado estaba Doranna, al


otro lado estaba Lilette. Doranna parecía decidida y cansada. A Lilette le resultaba
más difícil leer su propia expresión: tristeza e inquietud, tal vez. Era un reflejo de la
noche anterior. Pero esta escultura era mucho más antigua. El liquen crecía por los
pliegues de su ropa, y el sol y la lluvia habían decolorado las partes elevadas, mientras
que los relieves eran más oscuros.
Respirando con dificultad, la mirada de Lilette se dirigió hacia el grupo
siguiente. Una mujer con tres caras. La más cercana miraba hacia atrás, el rostro
lloroso enterrado en sus manos. La cara de en medio miraba serenamente toda la isla.
La del lado derecho, fulminaba con la mirada a una figura herida y acobardada frente
a ella. En su mano, sostenía un cuchillo que goteaba en un charco de sangre a sus pies.

—Deberías retroceder.

Lilette estaba tan absorta al estudiar la escultura, que la voz la sobresaltó. Un


poco más adelante, estaba Bethel parada al borde de los acantilados, como si estuviera
escuchando los secretos que susurraban las piedras. Su manto negro la hacía casi
imposible de distinguir.

Lilette trepó por las piedras hacia ella. —Sabías lo que pasaría anoche. —Su
aliento se volvió blanco en el aire fresco de la mañana—. ¿Cómo podías saberlo?

Bethel no abrió los ojos. —La piedra me lo dijo. Ahora ve detrás del árbol más
grande. No siempre puedo predecir dónde caerá el pedregal.

Lilette sabía lo que venía. Estaba a punto de ver a Bethel crear las esculturas,
vería directamente la fuente del estruendoso sonido que destrozaba con regularidad la
rutina de la isla. Lilette encontró el árbol al que Bethel se refería y se tambaleó detrás
de él.

Escondida de forma segura detrás de las raíces, miró hacia afuera con la
sensación de que estaba siendo testigo de algo magnífico—algo que nadie en la historia
del mundo había visto antes.

Bethel pasó unos minutos más en silencio apretada contra la roca. —Eso. —
Retrocedió detrás de un árbol. Con los ojos cerrados como concentrada, cantó:

Lo que se oculta debajo revelo,


que por el canto de liberación también aguardó.
Rocas y piedras,
he venido a pulirlas.
Guardianas de la antigüedad,
el molde a mostrar.

Un millar de grietas llenaron el aire con el sonido de un huracán, sólo que más
fuerte y más profundo. Una fractura quebró la roca, y toda una pared del acantilado se
derrumbó. Las rocas cayeron, el polvo voló hacia afuera.

Lilette enterró la cara en la suave corteza del árbol, con los dedos blancos
mientras apretaba sus puños contra sus oídos para bloquear el ruido ensordecedor que
retumbaba en el suelo debajo de ella. Cuando el mundo finalmente se calmó, asomó la
cabeza por entre las raíces. El aire estaba ahogado con el polvo que bloqueaba su
visión. Tosiendo, jaló el cuello de su ropa para taparse la boca y trató de respirar
superficialmente.

Bethel trepó sobre los escombros, con los ojos pegados al rostro del acantilado.
Caminando con cautela a su lado, Lilette cantó en voz baja al viento húmedo. El aire
se aclaró, y reveló los acantilados. Sus ojos se abrieron tan redondos como la maraña
de piedras en la base. El lateral se había derrumbado, dejando al descubierto la parte
inferior de una mujer. Sus pies estaban inclinados como si flotara en el aire. Pero fue
su ropa lo que hizo que el corazón de Lilette comenzara a balbucear en su pecho.

La imagen usaba zapatillas y una túnica con pantalones sueltos, los diseños
mostraban sutiles cavidades en la piedra.

Bethel estiró la mano y acercó a Lilette a su lado. —Quédate cerca.

Lilette volvió a cantar. Más partes de los acantilados se derrumbaron, dejando


al descubierto parte del rostro y soltando otra nube de polvo. Cantó impaciente para
alejar el polvo.

La voz de Bethel se unió a la suya. Aunque sus canciones eran distintas, las
melodías se mejoraban una a la otra.
Un poco más del acantilado colapsó, revelando el rostro de una mujer. Lilette
se sentó de manera brusca, las rocas lastimaron su trasero. Era ella. La mujer que
flotaba en el aire era ella. Sus brazos estaban hacia atrás, y las lágrimas hacían surcos
en sus mejillas. Sus ojos miraban al cielo como si le preguntara cómo fue que llegó a
esa situación. Cómo el mundo podía pedir tanto. Lilette sabía que ese era su futuro, y
su alma dolió de miedo. Se olvidó por completo de Bethel hasta que ella se sentó a su
lado.

—La roca te dijo esto… ¿ese es mi futuro? —preguntó Lilette.

Bethel hizo un gesto hacia la escultura de la mujer de tres caras. —Está


registrado en todos los libros de la historia. En la cumbre de una civilización, los
grandes y poderosos se destruyen a sí mismos.

Lilette sollozó. —No.

Los ojos de Bethel estaban tristes. —En el momento en que toqué el ámbar, me
di cuenta de que estaba destinado a salvarte. Debes tomar un trozo de él. Otro trozo
debes entregarlo a un Protector; uno que haya sido leal hasta el final. De esa forma, el
podrá encontrarte cuando nadie más pueda hacerlo.

—No sé cómo has hecho esto. —Lilette señaló los acantilados—. Tal vez
cantaste para hacer crecer el liquen, o tienes alguna forma de envejecer la roca de esa
forma.

Bethel recogió una piedra, midiendo su peso entre sus manos. —Algunas cosas
debes aprenderlas por ti misma. Creía que ya lo habías hecho.

Lilette quería discutir, pero unas semillas de horror enterradas muy profundo en
su interior, la mantuvieron en silencio.

—¿Por qué has venido aquí hoy, Lilette?

Tragó saliva. —Porque me canse de esperar que las Guardianas liberen a mi


hermana. Voy a hacer algo al respecto yo misma, y quería pedirte ayuda.
Bethel encontró su mirada. —Ya has tenido toda la ayuda que necesitas.

Lilette no supo cómo reaccionar.

—Todos tenemos que soportar una carga propia. La mía es crear esto. —Bethel
extendió las manos señalando la isla.

—Haven… ¿una escuela?

Bethel rio en voz baja, amargamente, y arrojó la piedra. —No estoy haciendo
una escuela. Estoy haciendo un refugio defensivo.

Lilette volvió a mirar los acantilados. —¿Estás tallando la historia, para que las
generaciones futuras sepan lo que sucedió?

Bethel estudió las esculturas en las paredes. —La piedra dura más que el
pergamino. Espero que algún día puedan ver el mensaje que grabé para ellas. Una vez
fuimos la entidad más fuerte del mundo. Pero algún día seremos la más débil.

Las guerras y la destrucción que su madre le había mostrado. Pero Lilette había
logrado liberar a las demás Brujas de Harshen. Había prevenido ese desastre. ¿No es
cierto?

La voz de Bethel disminuyó. —No podré despedirme de mi hija… ella no irá si


yo voy; y me temo que nunca volveré a verla. ¿Se lo dirías por mí? Dile que sé que
hará su parte.

Lilette abrió la boca, luego volvió a cerrarla.

La mano de Bethel descansó sobre su espalda. —Lleva a Doranna y a Harberd


contigo. Necesitarás la protección.

—¿Dónde piensas que iremos?

Bethel suspiró. —La roca no me lo dijo.

Lilette buscó la escultura en la cual el significado no era inmediato; la mujer de


las tres caras. —¿Se supone que es una metáfora de las Guardianas?
Bethel alejó su mano de la espalda de Lilette —Sí. El rostro que mira hacia
afuera es nuestro presente, sereno y tranquilo en nuestro poder. El que mira hacia atrás
es nuestro pasado, apenado por todo lo que vamos a perder mientras nuestro futuro se
destruye a sí mismo.

—Bethel… —susurró Lilette.

—Cuando llegue el momento, debes actuar —dijo la mujer mayor con calma—.
Todas debemos hacerlo. Salva a todos los que puedas.

Lilette se estremeció. Bethel había empleado casi las mismas palabras que su
madre.
Traducido por Beneath Mist

Yo necesitaba a Lilette, pero nunca me detuve a considerar que quizá ella también me necesitaba
a mí. ~Jolin

ilette?

Había un Protector a poca distancia. A excepción de los marineros


que entregaban los suministros, los hombres no iban a la isla.

Lilette se puso de pie y sus piernas se tensaron en protesta. —¿Sí?

El hombre se acercó a ellas. Era un poco mayor que Lilette, con un rostro de
infarto y un adorable remolino que hacía que un mechón de su pelo se irguiera. —Mi
nombre es Pescal. Si no te importa, por favor, ven conmigo. —Extendió el brazo,
indicando que ella debía ir por delante de él.

Bethel miró hacia arriba desde su sitio en las duras rocas. Parecía muy pequeña
y solitaria. —¿Recordarás decírselo a Jolin?

Lilette escrutó a la anciana. ¿Cómo debía ser conocer las cosas oscuras que
estaban por llegar, prepararte para ellas sola, mientras tus compañeras te llamaban
necia? —Te creo. Y se lo diré.

Bethel cerró los ojos, alzó el rostro hacia el cielo y sonrió.

Respirando profundamente para armarse de valor, Lilette avanzó hacia el


Protector. No pasó mucho tiempo antes de que se encontraran de nuevo entre las
Brujas, y el sendero se ensanchó lo suficiente para que Pescal pudiera caminar junto a
ella. Recordando su entrenamiento para convertirse en Emperatriz, Lilette echó los
hombros hacia atrás. —Estoy esperando una explicación.

Los ojos verdes de Pescal la estudiaron. —Las Principales te hacen volver a la


ciudad Arboleda. Tienes que llevar tus efectos personales.

¿Ya estaba empezando? —¿Para qué?

Pescal vaciló. —No lo sé.

Lilette cerró los ojos. ¿No sabía ya una parte de ella que eso iba a suceder? Echó
un vistazo a su alrededor. Los árboles más cortos, las Brujas novatas con sus vestidos
verdes apresurándose a sus clases o saliendo de ellas, con los libros apretados contra el
pecho.

No había sido feliz allí. Había estado sola, asustada y llena de culpa por dejar
atrás a su hermana. Y había ahogado esos sentimientos con la tintura que Bethel le
había dado. Durante toda su vida, Lilette había soñado con ir a ese lugar. En menos de
dos semanas, estaba aliviada de marcharse.

Atravesó la puerta abierta de su árbol para encontrarse a Jolin vertiendo un saco


entero de pedazos de ámbar en una poción. Doranna luchaba por empacar libros y
notas en cajas llenas de paja.

Jolin levantó la mirada. —Hay un pergamino para ti en la mesa. —Indicó con


un movimiento de cabeza.

Aturdida, Lilette fue hacia la mesa y lo recogió. En la gruesa y texturizada


vitela había un sello en relieve de una luna en cera de color verde oscuro. Rompió el
sello y desenrolló el pergamino. Había sido ascendida de Bruja novata a Aprendiz. —
¿Sabías lo que era esto? —le preguntó a Jolin.

Su amiga no levantó la mirada. —Ya que a las Brujas novatas no se les permite
abandonar Haven a menos que hayan sido expulsadas, imaginé que te habían
ascendido a Aprendiz.
Lilette miró a Pescal, que estaba al otro lado de la puerta con las manos
entrelazadas en la espalda, y volvió la mirada a Jolin. —¿Vienes conmigo?

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Jolin. —Envié una carta a las Principales
para informarles de mi descubrimiento. Han solicitado una audiencia inmediata.
Sospecho que querrán mostrar mi descubrimiento en la cosecha de chesli. —Eso
explicaba por qué Jolin fabricaba frenéticamente más poción—. Tendrán que hacerme
Principal de las Plantas después de esto. Mis habilidades obviamente exceden las de
Garen.

Ya que Lilette no hizo ningún comentario, Jolin le quitó importancia con un


gesto. —Empaca tus cosas. Pronto estaremos listas para que puedas cantarle a esto.

Lilette miró el pergamino sin verlo realmente.

Jolin se enderezó y entrecerró los ojos. —Mi madre enloqueció de nuevo,


¿verdad?

Lilette dudó antes de enfrentarse a la mirada de Jolin.

—¿Empezó con el fin del mundo o cómo nosotras vamos a salvarlos a todos?

—Ambas.

—Bien, entonces —dijo Jolin—, vamos a salir de esta isla antes de que nos
veamos obligadas a pasar el resto de nuestras cortas vidas con ella.

Lilette se humedeció los labios. —Jolin, yo le creo.

Jolin se quedó paralizada, con un libro en una mano y un puñado de paja en la


otra. —Algunas veces no capto las sutilezas sociales, así que lo preguntaré
abiertamente… ¿Estás siendo graciosa?

En lugar de responder, Lilette se movió hacia la pequeña habitación que


compartía con Jolin.
—Por supuesto que estaba siendo graciosa. Tonta de mí por pensar de otra
forma —refunfuñó Jolin para sí.

La mirada de Lilette se fijó en los libros hacinados en las estanterías, la cama


que habían traído para ella, incluso la protuberancia del suelo con la que había
tropezado numerosas veces.

Sacó su bolsa de joyas de detrás del libro, tomó su vestido extra de la percha, y
ya estaba lista.

Regresó al salón principal para ver a Jolin sisear al coger un pedazo de ámbar
caliente. Se sopló los dedos. —¡Oh! ¡Por piedad de las Creadoras!

Lilette no pudo evitar sonreír.

Jolin miró a su alrededor. —Doranna, dile a Cori que cuide de mis plantas. Voy
a necesitarte conmigo para esto.

Doranna apretó los labios. —¿Y si tu madre me necesita?

—Estará bien. Siempre lo está, a pesar de lo que te preocupas.

Lilette vaciló. —Quizá debería quedarse. —Si todas se marchaba, Bethel se


quedaría sola.

Jolin rodó los ojos. —Doranna es parte de esto. Se merece algo de


reconocimiento. —Tocó el ámbar con cautela—. Está listo. Cántale mientras termino
de empacar.

—¿De verdad te vas a llevar todos esos libros? —preguntó Lilette.

Jolin le lanzó una mirada de incredulidad. —Cuando me mude al árbol de la


Principal de la Tierra, necesitaré mis libros. Todo cambiará después de esto.

El aliento de Lilette se atascó en su garganta. —Espero que no. Me gustan las


cosas como están. —Por supuesto, las excepciones incluían estar separada de su
hermana y de Han.
—Bueno —resopló Jolin—. A mí no.

A media tarde, estaban en la cubierta del barco mientras éste las llevaba lejos de
Haven. Lilette captó la visión de una figura solitaria de pie en lo alto de los acantilados
y que alzaba una mano a modo de despedida.

—Jolin. —Le dio un codazo a su amiga, que dejó de comprobar los libros en las
cajas y levantó la mirada.

—¿Quién es esa?

—Tu madre.

Jolin se protegió los ojos con las manos. —No puede ser. Madre nunca se
despide.

Lilette tuvo un fuerte presentimiento, con la clara impresión de que no volvería


a ver de nuevo esos acantilados. Antes del mediodía, estaba frente al pabellón de las
Principales, mirando a Jolin y a Doranna marchar frente a ella. —¿Conoces a un
hombre llamado Han? —preguntó Lilette a Pescal.

Él titubeó. —¿El príncipe de Harshen?

—Sí. ¿Puedes encontrar la manera de hacerle saber que estoy aquí?

—Dalo por hecho.

Se movió para seguir a las otras, pero Pescal avanzó hasta su lado y se aclaró la
garganta. —¿Lilette?

Ella se volvió hacia él. Pescal sonrió, sus dientes eran rectos, blancos y
perfectos. —En la celebración de esta noche, habrá un baile. ¿Podría bailar contigo?

Ella sonrió con timidez. —No sé…

—Sólo uno. —Su sonrisa se hizo más amplia, y Lilette se percató de los
hoyuelos en sus mejillas. Cuando no se negó inmediatamente, él hizo una reverencia—
. No te preocupes, te encontraré.
Él se volteó para marcharse antes de que ella pudiera encontrar las palabras
para decirle que no. Era ciertamente atractivo, sobre todo desde atrás, pero ella no
estaba realmente interesada. Por un lado, era demasiado atractivo. Y por otro, no era
Han. Entró en el pabellón. Jolin ya estaba haciendo una demostración del ámbar, y
Garen la miraba con furia.

—Oh, es asombroso —dijo Merlay.

Tawny las observaba, con una mirada sospechosa en la cara. —¿Funcionará en


distancias muy largas? ¿El efecto desaparece con el tiempo?

Jolin se frotó las manos por la alegría que apenas podía contener. —Todo eso
tendrá que probarse, pero la técnica en sí puede ser fácilmente reproducida. —Aunque
sólo por Jolin. Por lo que Lilette sabía, siempre omitía un ingrediente clave en todas
las recetas de sus pociones.

El grupo hablaba con entusiasmo, pero Lilette no les prestaba atención. Estaba
cansada de sentirse embotada por las tinturas que Bethel le había dado. Estaba cansada
de usarlas para amortiguar sus emociones.

Lilette sintió una mano en su brazo. Jolin sacudió la cabeza y le dirigió una
mirada extraña. —Dije que Lilette fue la persona que finalmente nos puso en el
camino correcto. Merece una pequeña parte del crédito.

Lilette le lanzó a Jolin una mirada exasperada.

—¿Qué? Un momento de inspiración no compensa una vida de estudio.

Lilette rodó los ojos.

Jolin se enderezó. —Bien. Una parte un poco más grande del crédito. ¿Eso
bastará?

A Lilette no le importaba, pero era divertido ver a su amiga abochornarse. —


Creo que sí.

—Muy bien.
Merlay observó la negociación alzando una ceja de forma divertida. —Con
todos los problemas con Harshen, la ciudad Arboleda ha estado tensa. El
descubrimiento de Jolin es lo que necesitamos para subir la moral. El chesli comenzará
a florecer esta noche, y los patios interiores se abrirán para que todo el mundo cante y
baile. Antes de la fiesta, anunciaremos el descubrimiento de Jolin. —Merlay se volvió
hacia las cuatro Desechadas que esperaban en un lateral—. Encárguense de que vayan
apropiadamente vestidas.

Lilette se acercó a Merlay. —Me gustaría hablar contigo sobre Sash, en privado.

Merlay suspiró y bajó. Ambas fueron hacia un lateral. —Estamos haciendo


todo lo que podemos —le dijo a Lilette.

—Quiero ayudar.

Merlay la estudió. —Ese es en parte el motivo de que te trajéramos aquí. Tengo


que proponerte algo, pero Garen se ha estado oponiendo, negándose a aceptar. Eso ya
no será más un problema.

Lilette miró el rostro radiante de Jolin. —¿Van a hacerla Principal de las


Plantas?

—No tenemos otra elección, incluso si ella no es una Guardiana completa. —


Merlay descansó su mano en el brazo de Lilette—. Dame unas horas más para tenerlo
todo resuelto y te contaré mi plan. Partiremos de ahí.

Lilette asintió, aliviada de estar haciendo algo más aparte de sentarse y mirar a
todo el mundo revolotear a su alrededor.

Doranna caminó hacia ellas. —Yo me encargaré de Lilette.

Merlay le entregó una bolsa de dinero. —Muy bien.

—Ven conmigo. —Doranna se dio la vuelta.

Mientras que Jolin y Harberd iban con otra de las Desechadas, Lilette siguió a
Doranna de los patios interiores hasta la propia ciudad. Lilette se detuvo frente a un
árbol con grandes ventanas que exponían hermosos vestidos, pero el corte y el estilo
parecían extranjeros y erróneos. Tuvo la fuerte sensación de que estaba entre dos
mundos y aún no pertenecía a ninguno. —Esta no.

Doranna ni siquiera se paró para considerar la tienda. —Por supuesto que no.

Se deslizaron entre una multitud de personas, que charlaban animadamente del


evento de esa noche, lo que hacía sus voces más altas y más plenas de lo normal.
Doranna se detuvo frente a un árbol más pequeño.

Ante el aroma familiar del incienso, Lilette pasó a su lado y entró. Era como
llegar a casa.

Plantas selváticas en macetas, espadas curvadas, peinetas de jade… y sacos de


lino, en los que la parte alta estaba doblada para revelar un grano familiar. —¡Arroz!
—Lilette se llenó las manos con él.

Un hombre llegó de la parte trasera de la tienda. Al verla, llamó a su mujer en


harsheno. Una mujer apareció de detrás de una cortina. Vestía el mismo estilo de
túnica de algodón y pantalones que Lilette había llevado la mayor parte de su vida.

La boca de Lilette formó palabras familiares en la lengua harshena. —No puedo


decir lo mucho que he añorado el arroz.

El rostro de la mujer se iluminó. —¡Hablas como una de los nuestros!

Lilette sonrió. —Soy una de los suyos.

La mujer la observó con los ojos entrecerrados, y su expresión cambió a una de


sorpresa. —¡Emperatriz! —Se dejó caer sobre sus rodillas y puso la frente en el suelo
tres veces. Justo detrás de ella, su marido hizo lo mismo. Lilette los miró ofrecerle
libremente tal honor, sabiendo que no lo merecía.

Ambos se sentaron sobre sus talones, con la mirada baja, y Lilette hizo un gesto
para que se levantaran. —Por favor, me gustaría una túnica y unos pantalones para
llevar en la celebración de esta noche.
El hombre se puso en pie. —No sé si tendré la calidad que usted requiere,
Emperatriz. Nuestra seda es sencilla.

Lilette suspiró. —Pero es seda.

El hombre le hizo un gesto para que fuera detrás de la cortina. En medio de los
pernos de seda teñida, había túnicas y pantalones ya hechos, colgados de maniquíes.
Había tres conjuntos de mujer: uno amarillo, uno verde y otro de un profundo color
turquesa como el cielo al atardecer. Los dedos de Lilette se deslizaron por la seda. Ya
no tenía callos en las palmas que se atoraran en la tela. —Este.

Entró en el cambiador y deslizó la túnica por su cabeza. La seda murmuró


contra su piel antes de colocarse en sus curvas. La mujer le ayudó a envolver un
cinturón plisado alrededor de su cintura. Lilette sacó el broche de rubí de sus joyas y lo
dejó colgar de su delicada cadena. Esperó que el verlo complaciera a Han.

Salió de la habitación y se arrodilló en una esterilla que habían puesto allí para
ella. El hombre llegó con una olla de barro con té. Vertió el agua caliente en las tazas
para calentarlas mientras la mujer trabajaba con el cabello de Lilette.

El hombre puso el té ante ella. Lilette levantó la aromática taza hasta su nariz e
inhaló larga y profundamente. Asintió en agradecimiento y dio un sorbo al té mientras
la mujer arreglaba su cabello.

Para entonces el hombre había regresado con un cuenco de bambú de arroz y


vegetales con una salsa marrón y jengibre. Lilette comió con avidez y su cuerpo entero
suspiró de alivio por la comida familiar.

La mujer sostuvo un espejo y esperó mientras Lilette examinaba su cabello. Era


mucho más sencillo de lo que su eunuco habría hecho, pero le gustaba más. Sacó de su
bolsa la peineta que Salfe le había dado y la puso pegada al cuero cabelludo.

La mujer preparó una olla de kohl y rojo bermellón. Con una brocha suave,
pintó los labios de Lilette y oscureció sus cejas y sus pestañas casi traslúcidas. Cuando
terminó, Lilette se encontró mirando una versión de sí misma entre la hija del pescador
y la Emperatriz que había sido.

Doranna sonrió con aprobación. —Así eres más tú.

Lilette asintió. —No me había dado cuenta hasta ahora, pero Harshen es mi
hogar, a pesar de todos sus desperfectos.

La otra mujer asintió con sabiduría. —Nosotros nos sentimos de la misma


forma.

—Yo también sé cómo es —dijo Doranna. Pagó a la pareja mientras Lilette


caminaba hacia el crepúsculo e inhalaba profundamente el delicado aroma a miel del
aire.

Doranna se acercó a su lado, dejando caer las monedas en su bolsa. —No


pasará mucho antes de que Merlay comience la fiesta.

Se unieron a la multitud de personas que fluían cuesta arriba como la corriente


invertida de un río hacia los patios interiores.

—¿Sabes lo que Merlay tiene reservado para mí? —preguntó Lilette.

Doranna no la miró a los ojos. —Tengo una idea, pero es mejor no especular.
Sólo disfruta una noche de ser una Bruja y deja que el mañana cuide de sí mismo.

Cuando Lilette atravesó los arbustos de espino, comenzó a buscar a Han.


Conforme la tarde avanzaba, los pequeños brotes blancos acampanados de las
enredaderas se abrían, y sus estambres brillaban como el oro. —¿Qué son? —preguntó
Lilette.

—Chesli —respondió Doranna—. Sólo florece una vez al año en una noche sin
luna. Su polen alarga indefinidamente la vida de una poción.

En medio de la alegría y las risas, los acordes de una música etérea levantaron
una brisa suave. Las Desechadas trabajaban en la cosecha. Sus túnicas manchadas de
polen brillante las hacían parecer fantasmas en la penumbra.
Lilette se detuvo para observarlas, y un descontento innombrable se instaló en
su lengua. Entonces la multitud la empujó y miró a su alrededor, y se dio cuenta de
que había perdido a Doranna. Lilette buscó mientras la empujaban hacia adelante y
hacia atrás desde todos los lados. Estaba atrapada. No podía respirar, no podía pensar.
Incluso aunque había estado atrapada una noche entera en un barril, no soportaba los
espacios reducidos.

Divisó a Doranna a través de la muchedumbre. Lilette la llamó, tratando de


abrirse paso para acercarse, pero la multitud siguió empujándola hacia atrás. Sólo
cuando estaba segura de que entraría en pánico, Pescal apareció a su lado, con ese
adorable mechón de pelo hacia arriba. —Parece que necesitas un poco de ayuda.

Ella señaló a Doranna. —Mi amiga está justo ahí.

Él frunció el ceño antes de sacudir la cabeza. —No vamos a conseguir


atravesar. Vamos.

Aliviada, Lilette dejó que él la tomara del codo. —Doranna se preocupará. —


Tuvo que gritar para hacerse oír por encima del escándalo.

Pescal volvió a mirarla. —Estará bien. Vamos. —Se abrió paso con maestría.
En poco tiempo, había llegado al pabellón, que estaba lleno de mesas con comida. Las
Principales estaban en lo alto de los escalones, mirando hacia abajo a la
muchedumbre.

Jolin estaba a un lado, con una mirada de suficiencia en el rostro. Los ojos de
Garen estaban enrojecidos e hinchados, como si hubiera estado llorando.

Merlay extendió los brazos. —El primer día de la cosecha de chesli es para la
comida y el baile.

Las cuatro Principales se inclinaron a la vez y la música cambió de inquietante


a una animada para bailar. Lilette no veía a Han por ninguna parte.

Pescal agarró su mano y tiró de ella para subir las escaleras. Fueron los
primeros en llegar a las mesas llenas de un festín de frutas, verduras y pastas. Después
de acumular comida en dos grandes hojas rígidas que Lilette no tenía ninguna duda de
que habían sido cantadas para ese propósito, Pescal se las ingenió para arrastrarla lejos
de los Protectores que vigilaban los jardines privados de las Principales. Pasaron junto
a gente que parecía importante y encontraron un rincón para sentarse entre flores
blancas.

Lilette dio su primer bocado a la fruta, el jugo y la dulzura amarga estallaron en


su lengua. Comieron frutas que nunca había probado antes, y nunca la misma dos
veces. Pescal la entretuvo con historias de Protectores famosos, con actitud jovial. De
vez en cuando, trataba de alisar su remolino distraídamente, pero éste volvía a
levantarse de nuevo con terquedad.

Entre la comida y las risas, Lilette olvidó su preocupación por haber perdido de
vista a Doranna. Se sentía segura con Pescal, y estuvo pendiente de Han, esperando
que él supiera dónde buscarla.

Cuando Pescal terminó de comer, arrojó la hoja que servía como plato lejos de
su vista. —Puedes comerlas, pero estoy lleno.

Lilette estaba demasiado ocupada mirando el camino que iba al pabellón para
responder.

—¿Estás buscando a alguien, Lilette? —preguntó Pescal.

Lilette lo miró. —Lo siento. Pensé que Han me habría encontrado ya. ¿Me
ayudarías a buscarlo?

La sonrisa de Pescal decayó. —Lilette, ¿estoy en lo correcto al pensar que tienes


sentimientos por ese hombre?

Ella no lo negó.

Él apartó la mirada. —Entonces siento decirte que él no quiere verte.

La fruta que Lilette había estado sosteniendo se deslizó de sus dedos y aterrizó
con un golpe húmedo en su regazo.
—¿Qué?

Pescal le quitó suavemente la fruta, que había dejado una mancha oscura en su
túnica. Humedeció un pañuelo y lo puso en sus manos. —Lo siento. Él dijo que había
demasiado entre ambos.

Las manos de Lilette se cerraron en la tela, e hilos de humedad discurrieron


entre sus dedos mientras el dolor se apoderaba de ella, instalándose profundamente en
sus huesos, tan profundamente que no estaba segura de poder quitárselo nunca.

Pescal sonrió con ironía. —Y aquí estaba yo esperando pasar un buen rato con
una mujer hermosa.

Ella miró ausente a la mancha oscura de su túnica antes de frotarla con el


pañuelo.

Pescal suspiró y le tendió su taza. —Ten, prueba esto.

Ya que ella no la tomó, la puso sobre sus labios. —Ayudará.

Lilette sostuvo la taza y sorbió la bebida, que sabía a melón dulce con una
mezcla de cítricos y pera. Se terminó toda la taza. Él tenía razón, se sentía mejor,
como vaporosa y cálida.

Pescal buscó su mano y la ayudó a levantarse. —Me prometiste un baile,


¿recuerdas? —Él la hizo girar y bailaron. Lilette no conocía los pasos, pero los captó
rápidamente, riendo cuando tropezaba y caía contra él.

Él la atrapó contra su pecho. Antes de que Lilette supiera lo que estaba


pasando, se inclinó y la besó.

—¡Sabes a melón! —Riendo, él se separó y le dio una vuelta antes de que


pudiera procesar lo que había ocurrido.

Mareada, se alejó de él. —Basta, no puedo respirar.


Pescal le dedicó una reverencia burlona. —Entonces deberé traer algo para
animarte y podremos bailar de nuevo.

Ella lo observó alejarse, con la mano sobre la espada en su cintura para evitar
que rebotara.

Una brisa se alzó y Lilette se inclinó hacia ella, agradecida por el frío contra su
frente húmeda y el olor de las flores aplastadas y la savia. Se echó hacia atrás y cerró
los ojos, con las flores suaves como una cama debajo. Volvió la cabeza para ver si
Pescal regresaba ya del pabellón. No había rastro de él.

Todo se balanceaba suavemente con la brisa, de modo que la quietud de Han


captó su atención casi de inmediato. Él estaba de pie con la espalda apoyada en un
árbol cercano, con la mirada intensa. La sonrisa desapareció del rostro de Lilette y algo
se sacudió en su interior. ¿Habría visto el beso? Parte de ella esperaba que sí, quería
que la viera con alguien más. Se levantó.

Han se dirigió hacia ella con pasos enérgicos. Cuando se paró ante ella, buscó
su mirada y la amabilidad que había visto antes ya no estaba, y había sido reemplazada
por un muro que sabía que no podría escalar nunca. La brisa sopló entre ellos, de
modo que Lilette pudo captar el olor a acero y a cuero de él.

—Chen ha estado utilizando a tu hermana y a las otras para luchar contra


Kalari —dijo.

Lilette se envolvió con los brazos instintivamente. —Lo sé.

Han miró en la dirección en la que Pescal se había marchado. —No creo que
esto pueda continuar durante más tiempo. La esperanza de paz se hace más frágil cada
día.

Ella vio a Pescal deslizándose entre los jardines hacia ella y soltó un pequeño
suspiro de alivio.

—¿Qué crees que pasará? —susurró ella.


Han vio a Pescal y algo oscuro atravesó su rostro. —No lo sé. —Se detuvo—.
Me sorprende que Doranna te dejara aquí sola.

—La perdí.

Han volteó a mirarla. —A las Desechadas no se les permite entrar en los


jardines a menos que sus servicios sean requeridos. Pensé que lo sabías.

Lilette se preguntó si Doranna la había estado buscando todo ese tiempo.

Pescal llegó con unas pastas ligeras y dos tazas llenas de un líquido dorado. —
Habría traído más de saber que alguien más iba a unirse a nosotros. —A pesar de sus
palabras amistosas, el trasfondo era claramente que Han no era bienvenido.

Lilette no estaba segura de cómo sentirse ante eso, pero Han ya había hecho su
elección, de modo que se quedó en silencio. Han estudió a Pescal, con los ojos
brillantes, y después se volvió hacia Lilette. —¿Vas a estar en el árbol de Sash esta
noche?

El pánico se apoderó de ella. No sabía dónde se suponía que debía quedarse.

Él pareció notar su vacilación. —¿Sabes cómo encontrarlo?

Ella trazó el camino mentalmente. —Sí.

Han le dirigió a Pescal una mirada dura. —Espero verte volver sana y salva. —
Se dio la vuelta y se alejó sin mirar atrás.

Pescal no insistió en el tema, sólo le tendió su taza y la guio hacia un árbol


cercano. Ella bebió el líquido con avidez. Sabía similar a como olían las flores. Parte
del sabor le resultaba familiar, pero no sabía ubicarlo.

Delicioso.

Pescal le tendió media pasta. El hojaldre se disolvió en su boca y se lamió el


azúcar de los dedos.
Su cuerpo parecía estar despertando, cada sensación se amplificaba. La caricia
suave del viento se sentía tentadora. Pescal acarició su brazo, enviando bucles de fuego
a su sangre. Él se inclinó y besó sus labios, encendiendo una chispa entre ambos. —Mi
árbol no está lejos de aquí.

—Mmm —murmuró ella, con los ojos cerrados. Una parte de ella le gritaba
advertencias, pero fue sobrepasada por el calor y las sensaciones.

Él la ayudó a ponerse en pie, y sus dedos descendieron por su costado hasta


posarse en su cintura. Incapaz de evitarlo, levantó la mano y enredó el mechón rebelde
entre sus dedos.

Él se inclinó y le susurró al oído. —Vamos, iremos por el camino de atrás. Hay


menos gente contra la que luchar.

El deseo se apoderó de ella, haciendo que casi jadeara. —Sí. —Iría dondequiera
que la llevara.

—¿Qué estás haciendo? —Lilette se dio la vuelta y vio a Doranna correr hacia
ellos, con la cara roja y una mirada enfurecida—. Se supone que no debías alejarte de
mi vista.

Pescal rozó la oreja de Lilette con sus labios, y el fuego palpitó en el vientre bajo
de Lilette. Ella sólo quería que Doranna se fuera. Ya. —Estoy bien con Pescal. —Él se
rio y le acarició la oreja.

Doranna le dirigió una mirada asesina. —Ella es una Aprendiz, y lo sabes. Tu


Líder sabrá de esto, lo prometo.

Él siguió moviéndose. —Sólo estoy cuidando de ella, asegurándome de que


encuentra un lugar en el que dormir esta noche.

Doranna se plantó directamente en su camino. —No, no lo estás haciendo y no


lo harás.
—Fuera de mi camino, Desechada. —Pescal puso una cantidad innecesaria de
veneno en la última palabra.

Lilette retrocedió, sorprendida por el odio presente en su voz. —No le hables


así.

La actitud al completo de Pescal cuando se volvió hacia ella, la mezquindad se


ocultó como una ostra cerrándose de golpe. —Lo siento, cariño. Yo sólo quiero hacer
lo que es mejor para ti. —Se tensó cuando se volvió hacia Doranna—. Puedes irte.

Lilette se pasó la lengua por el paladar, sus labios rogaban por ser besados. Se
apartó de Pescal. —Deja que me vaya.

—Todo va a ir bien, mejor que bien —ronroneó, reforzando su abrazo. Le


acarició el dorso de la mano con el pulgar, y la resistencia abandonó a Lilette.

—Deja que se vaya —dijo Doranna, tensa.

Un músculo se crispó en el rostro de Pescal. —Fuera de mi camino.

El puño de Doranna salió disparado e impactó con la sien de Pescal. Cayó


hacia atrás, arrastrando a Lilette consigo. Él se puso de pie y se abalanzó contra
Doranna, pero ella se escabulló de su alcance.

—¡Protectores! —gritó Doranna. Ella rodó por el suelo y llegó junto a Lilette,
que se tambaleaba para ponerse en pie.

En cuestión de segundos, los Protectores de alto nivel se habían reunido con las
manos en sus espadas ornamentadas. —¿Qué está pasando aquí? —preguntó uno de
ellos.

Doranna señaló a Pescal con un dedo tembloroso. —Este hombre está


intentando aprovecharse de una Aprendiz.

Pescal se tocó la sien con suavidad, que estaba ya hinchada. —¡Ella me golpeó!
¡Esa Desechada me golpeó!
El odio ahora era innegable.

Todos se volvieron hacia Lilette, cuyas emociones eran tan fuertes que la hacían
temblar. Se abrazó a sí misma para evitar caminar hacia Pescal. —Creo… Creo que
voy a ponerme enferma. —Sus ojos se cruzaron con los de Doranna—. Lo necesito a él
—susurró—. ¿Por qué lo necesito?

—Por piedad de las Creadoras —jadeó Doranna. Le dirigió a Pescal una


mirada que podría arrancar las espinas de un erizo de mar.

Uno de los Protectores se acercó a Pescal y le agarró el cuello de la camisa. —


¿Crees que puedes salirte con la tuya drogando a una Bruja, chico?

Él no dijo nada.

Lilette temblaba por la necesidad de ser tocada. Se lamió los labios y se acercó
al Protector.

—¿Me drogó?

El Protector retrocedió, arrastrando a Pescal con él. —¿Podrás llegar a casa?


Enviaría a algunos de mis Protectores contigo pero…

Doranna asintió brevemente. —Yo cuidaré de ella.

—¿Cómo me drogó? —preguntó Lilette—. ¿Qué es lo que me hizo?

Doranna asió firmemente el codo de Lilette y la llevó hacia el pabellón. —


Fuiste advertida de que no debías aceptar nunca comida o bebida que no hubieras
preparado tú. —Sus palabras eran suaves, pero le dolieron de todas formas—. Vives
entre Brujas, niña. Las pociones son fáciles de encontrar, incluso las peligrosas.

Las lágrimas picaron en los ojos de Lilette. —Era Pescal, confiaba en él.

—Vamos. Tengo algo que ayudará —dijo Doranna. Abandonaron los jardines,
pasando junto a la pareja de Protectores que restringían a aquellos que podían o no
entrar. Lilette se encontró a sí misma yendo hacia el más cercano.
Doranna sostuvo con firmeza su brazo. —Mantén la mirada abajo, ayudará.

Lilette miró el suelo. —Pensaba que no podías entrar a los jardines.

—Sólo si me llaman.

—Pero yo no te llamé.

Doranna no respondió.

Dentro del pabellón quedaba sólo un puñado de comida. Más allá, la multitud
se había reducido a una masa sólida de Brujas que eran superadas en número con
creces por las Desechadas que aún trabajaban duro recolectando el polen.

—¿Dónde ha ido todo el mundo?

—A casa, la mayoría. Es pasada la media noche, y la fiesta continúa mañana.


Las puertas se cerrarán pronto, y el resto tendrá que marcharse también.

Incluso con la mirada gacha, Lilette sabía dónde estaban los hombres. No ir
hacia ellos era físicamente doloroso. Trató de concentrarse en los platos de hojas
desechados aplastados bajo sus pies y que desprendían olor a savia, que se mezclaba
con la miel de las flores de chesli. —Doranna, yo… —Se liberó y corrió hacia un
hombre mayor, sin importarle la mujer que estaba rodeando con el brazo.

Doranna agarró su brazo y la inmovilizó. —Han nos está esperando en el árbol


de Sash. Él es el que me envió a los jardines.

Lilette fijó su mirada en el sendero y comenzó a caminar por él, sin importarle
junto a quién pasaba. Han se levantó de la mesa cuando ella abrió la puerta de golpe y
salió disparada hacia sus brazos.

Él se tambaleó hacia atrás, sorprendido. —¿Qué…?

—Sostenla —dijo Doranna.


Lilette enterró el rostro en su pecho y el dolor se calmó, pero el deseo ardió con
más fuerza que nunca. Trató de evitar que sus manos trazaran el grosor de sus
músculos. Lo intentó y fracasó.

Él le atrapó las manos contra su pecho. —¿Lilette? —La apartó para mirarla a
la cara—. ¿Qué le ocurre?

Doranna estaba ocupada buscando por las estanterías y no se molestó en


responder.

La mirada de Han se encontró con la de Lilette, y sus ojos se abrieron mucho.


—Sus pupilas son de un negro sólido.

A Lilette no le importaba. Se inclinó hacia delante, rozando el lóbulo de la oreja


de Han con la punta de la nariz. Por piedad de las Creadoras, olía muy bien. —Quiero
probarte —susurró antes de lamer su cuello.

Él se quedó paralizado. —¿Qué le ha dado? —Su voz era mortífera y fría.

Doranna sacó media docena de botellas. —Una poción de amor.

—¡Entonces está enamorada de él ahora! —rugió Han.

—Está enamorada del hombre más cercano —corrigió Doranna mientras vertía
los ingredientes en el cuenco.

—Voy a matarlo. —Han se apartó de Lilette justo cuando sus labios


encontraron su clavícula. Ella gritó y se movió para seguirlo, con las manos
extendidas.

—¡Si te vas, se marchará a buscar a otra persona! Apenas he logrado traerla


hasta aquí. —Doranna añadió hojas secas y molió algo en un mortero—. Puedes
matarlo más tarde.

—Han. —La voz de Lilette era temblorosa. El olor de las hierbas machacadas
flotaba entre ellos.
Él sacudió la cabeza lentamente. —No estoy seguro si soy lo suficientemente
fuerte.

—Por favor —susurró Lilette.

—¿Quieres que busque otro Protector que la mantenga ocupada hasta que haga
la poción?

Han dio un paso reticente hacia ella y después otro. Y después la abrazó. Lilette
se derritió contra él, y su cuerpo contra el de ella envió una descarga eléctrica por su
cuerpo. Se inclinó hacia delante y presionó su boca contra su cuello, besándolo con
suavidad.

Él protestó. —Doranna, date prisa.

Sabiendo que la resolución de él se estaba debilitando, que ella estaba cerca,


muy cerca de que le regresara las caricias, Lilette recorrió su cuello hasta llegar a su
mandíbula. Él le dirigió una mirada derrotada.

Ella se inclinó y tomó el labio inferior de Han entre sus dientes y chupó con
cuidado. Él gimió en voz baja. El fuego lamió la cintura de Lilette antes de instalarse
como una brasa caliente en su vientre bajo.

—Intenta no reaccionar —dijo Doranna.

Lilette se rio entre dientes para sí. Él ya le había soltado las manos, y estaba
haciendo un buen uso de ellas, levantándole la túnica para recorrer con sus manos su
pecho ancho. —Han —susurró en un suspiro—. ¿No quieres tocarme también?

Con un gruñido, él la atrapó entre sus brazos y la besó, la besó como jamás
había soñado que haría, sin el sabor de la despedida, sin arrepentimientos. Sólo
necesidad y deseo y la promesa de que jamás se marcharía.

Entonces Doranna lo empujó. —¡Oye! Ella tomó la poción de amor, no tú.

Jadeando en busca de aliento, Han presionó la frente de Lilette contra su cuello.


—Si no le das algo, ambos vamos a tener un problema.
—Lilette, bébete esto.

Ella estaba demasiado ocupada con sus manos como para escuchar.

—Lilette, bébelo —rogó Han.

Ella sonrió contra su piel. —Sólo si me prometes algo.

—¿Qué? —Su voz era baja y grave.

—Promete que vendrás escaleras arriba conmigo.

El tragó, y su manzana de Adán subió y bajó.

—Está bien —dijo Doranna—. Prométeselo.

—Lo prometo.

Sin mirar a la otra mujer, Lilette extendió la mano. Doranna puso el mortero
sobre su palma. Lilette arrugó la nariz por el fuerte olor de las hierbas trituradas
mezcladas con alguna clase de licor e inclinó el mortero, y casi le dieron arcadas
cuando el fango entró en su boca. Su garganta ardió y sus ojos se humedecieron. Frotó
su lengua contra las crestas del paladar para tratar de eliminar el sabor.

Comenzó a bajar el mortero, pero Han volvió a inclinarlo hacia arriba. Sólo la
presión de sus dedos en los de ella bastó para convencerla de terminarse el resto.

Una vez se lo acabó, Doranna se lo quitó y se derrumbó en una silla.

—¿Qué hace esto? —Han cerró los ojos cuando ella tomó el lóbulo de su oreja
entre sus labios.

Doranna se frotó el rostro. —Es algo que la hará dormir y otra cosa para
contrarrestar cualquier poción.

Lilette se sintió mareada. Se apartó para mirar a Han, pero su visión se nublaba.
Un letargo repentino se apoderó de sus extremidades. —Lo prometiste —le recordó.
Doranna hizo un gesto de despedida con la mano. —Adelante. No hará otra
cosa más que dormir.

—Vamos. —Él la guio hacia las escaleras, tomándola del codo. Su cuerpo era
pesado y ligero a la vez. Han gruñó de frustración antes de cargarla entre sus brazos.

Ella apoyó la cabeza contra su pecho mientras subían por las escaleras. —¿Han?

—¿Mmm? —gruñó, mientras maniobraba para meter primero los pies de Lilette
en la habitación.

—Creo que estás enamorado de mí. —Los brazos de Han se tensaron alrededor
de Lilette y ella suspiró contra él—. No deberías. Es muy peligroso amarme.

Él la colocó sobre el colchón de juncos y depositó un beso sobre su frente. —Lo


sé —susurró contra su piel.

Pero Lilette ya estaba soñando, y sus palabras ardieron en cenizas que salieron
volando antes de que ella pudiera capturarlas.
Traducido por mariabluesky

Habría hecho las cosas de diferente manera si hubiera sabido que esa sería la última vez que vería
a mi madre y mi casa. ~Jolin

ilette se despertó ahogándose en su propio grito. Se levantó de la cama, su


corazón palpitaba con bastante fuerza para chocar con sus costillas. Su cabeza
se sentía como si estuviera llena de agua hirviendo. Se giró en la cama justo a
tiempo para vomitar sobre el suelo.

Doranna estaba a su lado en un instante.

—¿Qué pasa?

Lilette presionó el dorso de su muñeca contra su boca y tragó para evitar


vomitar de nuevo.

—Hasacre.

Doranna echó la cabeza hacia atrás y miró de reojo fuera de la ventana.

—De tan cerca, si las Brujas estuvieran cantando, las oiríamos.

La cabeza de Lilette palpitó al mismo ritmo que las horribles vueltas a su


alrededor. Presionó sus puños sobre sus oídos y gimió.

—¿Dónde está Han?—Por piedad de las Creadoras, ¿realmente se había


ofrecido así a él?
—Abajo—Doranna descansó una mano en la espalda de Lilette—. ¿Alguna vez
ha sido así de mal?

—No. —Lilette se esforzó por aplanar la vacilación de su voz. No gritaría—.


Esto no es la manipulación de los elementos para girar las estaciones contra sí mismas.
Esto es utilizar los elementos como armas.

—Pero tú has sentido esto antes.

Lilette asintió con la cabeza.

—¿Entonces, por qué es diferente esta vez?

Los ojos de Doranna se ensancharon.

—La poción que te di anoche, habrá limpiado la tintura del sueño de tu cuerpo.

—¡Que las Creadoras me ayuden, no puedo soportarlo! —Lilette se puso en pie


y comenzó a caminar hacia delante. No tenía ni idea de a dónde iba, sólo que el
mundo emitía su grito de muerte y ella tenía que pararlo.

Tropezó por las escaleras. Cerca de la puerta, Han estaba sentado, su reluciente
pecho cruzado de cicatrices, algunas blancas por el tiempo, otras de un lívido rosa. Por
piedad de las Creadoras, ella las había sentido anoche.

—¿Qué pasa? —Él parpadeó hacia ella.

Lilette no le podía mirar. Pero lo que había pasado entre ellos no importaba, no
ahora mismo.

Doranna rápidamente le contó mientras Lilette caminaba hacia la puerta. Han


se puso su túnica sobre la cabeza y cogió sus armas y cuchillos, esforzándose por hacer
equilibrios mientras se los abrochaba.

—¿Están hundiendo Harshen?—preguntó. Su mirada fija en Lilette, y la


resolución se endureció dentro de ella.
—Si es así, se los haré pagar. —Abrió la puerta de un tirón y trotó para bajar los
escalones. Las flores de chesli estaban todavía abiertas, polillas y otros insectos
nocturnos bailaban de una a otra. Pero la gente se había ido—. ¿Dónde están todos?

—Los sacan del centro de la ciudad después de la hora de la Bruja novata.

Usando su sentido de Bruja, Lilette los condujo cuesta arriba, hacia la fuente de
la discordancia.

—¿Es de noche, por qué no está lloviendo?

—Nunca llueve durante la cosecha de chesli —dijo Doranna.

Cuanto más cerca estaban, peor se hacía la hasacre. Lilette se lanzó hacia
delante y vomitó bilis en el follaje de al lado del camino.

Han se paró a su lado. Ella extendió la mano, tratando de mantenerlo alejado


de la vista de su vómito.

—¿No puedes ayudarla?—suplicó a Doranna—. Seguramente hay una especie


de tintura.

Lilette sacudió la cabeza. Después de lo que Pescal le había hecho, nunca


volvería a tomar una tintura. Escupió dentro de los arbustos y dejó caer su voz en un
susurro.

—¿Por qué?¿ Por qué te apartaste de mí, después de todo lo que hemos
pasado? —Ella no debía preocuparse por esto ahora, pero tenía que saberlo.

—Apartarme... —La mirada de él se oscureció—. ¿Es eso lo que él te contó?

Ella se dio cuenta que Han no había parecido reconocer a Pescal anoche. Pescal
había mentido sobre todo.

—Voy a encontrarlo. Y voy a matarlo —gruñó Han.

Doranna escogió un puñado de hojas de menta y se las dio a Lilette.


—Chupa esto.

Metiéndoselas en la boca, dejo ir un poco de su vergüenza sobre cómo había


actuado anoche. No era su culpa. Y no había perdido a Han. Ella sujetó el brazo de
él. —Vamos. La gente muere. Las Creadoras me ayuden, puedo escuchar sus gritos.

Ella se tambaleó hacia delante, cogiendo velocidad hasta que estaba corriendo.
Finalmente, entraron al anillo de poder. Pero estaba vacío. Lilette se sujetó el pelo en
las sienes. —No lo entiendo.

Doranna dio un paso hacia ella.

—Niña, tienes muchas pociones en tu cuerpo. Quizá...

—¡No!—jadeó Lilette—. Sé lo que siento.

—Lilette —comenzó Han—, no hay nadie aquí.

Ella giró en un círculo entero a la luz de la luna.

—Sí están. Lo puedo sentir. —Cerró sus ojos y extendió su sentido de Bruja. El
viento tiró de su pelo, trayendo con él el olor de algo quemado. E igual que sabía que
ese canto era la destrucción hecha música, sabía que se dirigía a Harshen. Y era más
fuerte en el árbol que había a su lado.

Cuadrándose, Lilette marchó hacia un árbol grande. La extensión lisa de la


corteza parecía que se burlaba de ella.

—Lilette —susurró Doranna—, deberíamos volver.

Cerrando los ojos de nuevo, Lilette presionó la palma de sus manos contra el
árbol. Su sentido de Bruja lo analizó, buscando algo diferente.

—Es hueco.

—Por supuesto que es hueco —dijo Doranna—, todos los árboles lo son.

Lilette abrió los ojos.


—Esta parte del árbol no está viva.

Han caminó a su lado. —¿Qué estás diciendo?

Los dedos minuciosos de ella encontraron un borde. —Estoy diciendo que esto
es una puerta.

Preparándose, empujó. Éste se balanceó silenciosamente hacia adentro,


revelando un trocito de oscuridad. Después de echar un vistazo hacia los demás,
Lilette se deslizó dentro. Entraron detrás de ella, y Han cerró la puerta. Lilette no
podía ver mucho, pero abajo a lo lejos había un resplandor morado. Apoyando un
brazo contra un lado del árbol, sintió el suelo con el pie. Este desapareció
repentinamente ante ella. Cautelosamente, caminó hacia abajo.

—Son escaleras. Vamos —susurró.

Se movieron hacia la luz, que cambió de morado a verde y envió olas de miedo
a su interior, lo que logró que su corazón martilleara. Finalmente, entró en una
caverna enorme con la base del árbol como tejado. En el centro estaba una esfera
opaca en una nube tóxica de tono pastel. Un fuerte sentido de maldad emanaba de
ella.

Un instinto profundo advirtió a Lilette que se diera la vuelta y saliera corriendo


de ese lugar. Aquí, no había amanecer, ningún calor y luz para ahuyentar a las
sombras. Nada, salvo el vacío y la muerte, como un alma forzada a permanecer en su
putrefacto cuerpo para toda la eternidad.

Estiró la mano para tocar la esfera, pero Doranna se la retiró.

—No lo hagas.

Lilette echó un vistazo alrededor, a las estanterías de libros y mesas con


pociones. Se acercó a una mesa, recogió un frasco, y olió su contenido. Rápidamente
se sacudió el olor a huevo podrido.

Doranna contempló la esfera, el sudor goteaba por su frente.


—Hay algo malo en esto.

Una repentina ola de discordancia azotó dentro de Lilette y la echó hacia atrás,
azotándose con fuerza con una de las mesas y volcando algo. Ella apretó los dientes.

Han la agarró por los hombros.

—Tenemos que salir de aquí.

Lilette fulminó a la esfera con la mirada.

—¿Qué es esto? —Se giró para comprobar aquello que había tirado, pero se
heló, sus manos se cernieron sobre un libro abierto—. No.

Se inclinó hacia delante, explorando las páginas. Sus ojos se ensancharon antes
de que cerrara el libro de golpe y lo metiera en su túnica. Tomó un puñado de frascos y
los empujó dentro de sus bolsillos.

—Tenemos que irnos, ahora.

Ella corría ya por la escalera. Han corría detrás de ella.

—¿Por qué? ¿Qué...?

Ella no redujo la velocidad. —¡Es una barrera! Si las Brujas dentro dejan de
cantar, caerá y ellas nos verán.

—Pero las barreras son cilindros. Eso es una esfera —protestó Doranna.

Lilette no se molestó en contestar. Cuando estaban a mitad de camino por las


escaleras, la luz se apagó, dejándolos en completa oscuridad. Podían escuchar voces
indistintas.

Su boca se apretó en una delgada línea, Lilette se concentró en moverse


silenciosamente. Alcanzaron la puerta y Doranna la abrió de un tirón, dejando entrar
una corriente de luz de luna que Lilette esperó que no alertaran a las de abajo de su
presencia.
Entraron como una flecha en la noche.

—Sepárense y escóndanse —siseó Han.

Él tomó la mano de Lilette, pero ella se resistió. —Tengo que ver.

El tiró de ella dentro la maleza, agachándose detrás de una planta con hojas
enormes, hojas profundamente dentadas. Lilette echó una ojeada por encima cuando
ocho mujeres salieron y empezaron a ir por caminos separados. Se esforzó en
distinguir sus rostros, pero estaban envueltos en sombras.

Una mujer extendió una mano y agarró el brazo de otra.

—Merlay, espera.

Lilette sofocó su grito ahogado. Merlay se dio la vuelta.

—¿Qué le diremos a todos?

Merlay se pasó una mano por la cara. —La única cosa que podemos decirles…
que están muertas.

Lilette no podía oír nada sobre el mareo en sus oídos. Sabía de quien hablaban.
Lo sabía en su corazón.

Su hermana estaba muerta. Estaban todas muertas.

Pensó en la hermana que nunca conocería. En las Brujas que se habían quedado
atrás para que el resto pudiera escapar. Su garganta hizo un gemido estrangulado. Han
presionó su mano sobre la boca de ella y la apretó contra él.

Merlay echó un vistazo alrededor, como si buscara la fuente del sonido, pero las
otras ya se estaban marchando. Después de un momento, se giró para seguirlas.

—Es mi culpa —susurró Lilette a través de las lágrimas—. Me entumecí por el


dolor cuando debería haber estado luchando.

Han la sostuvo contra su pecho para amortiguar sus sollozos.


Traducido por gi_gi

Los remordimientos son como parásitos que viven dentro de ti. Tienes que encontrar una manera
de dejar de alimentarlos, o te comerán vivo. ~Jolin

ilette estaba sentada junto a la ventana en la casa de Sash, mirando las flores
chesli cerrarse y las polillas revolotear a la distancia, mirando la noche morir a
la luz de la mañana. Sentía como si una parte de ella muriera también. Su
mano descansaba sobre el libro que había encontrado. No lo había mirado de nuevo…
no lo soportaba.

Han se sentó en silencio frente a ella. Alguien más podría haber dicho que lo
sentía y tratado de consolarla con palabras o gestos. Han simplemente se quedó cerca,
compartiendo el dolor de Lilette.

Cuando por fin llegó la mañana, volvió a meter el libro en su túnica y se puso
de pie.

―¿A dónde vas? ―preguntó Han.

Se dirigió a la puerta. ―A buscar respuestas.

Doranna finalmente se había ido a dormir arriba, y Lilette no tenía intención de


despertarla. Entró en la débil luz de la mañana. Han vino tras ella y comprobó su
espada antes de fijar su tahalí sobre el pecho.

Juntos caminaron por el sendero. La gente los miraba raro mientras pasaban.
Lilette no se había molestado en cambiarse de ropa o lavarse la cara. Sus ojos
probablemente estaban manchados de kohl, su moño se había desarmado y su cabello
caía en una maraña de ondas alrededor de sus hombros. Con su armadura y su cara
impasible, Han representaba el papel de guerrero.

El pabellón estaba vacío, por lo que se dirigieron al árbol de Merlay. Lilette no


llamó, sólo empujó la puerta. Una Desechada con una mancha de harina en la nariz se
apresuró a entrar en la habitación, pero su balbuceo se detuvo cuando vio a Lilette y
Han.

―Voy a verla. Ahora ―exigió Lilette, con voz temblorosa.

Justo cuando la Desechada comenzó a decirles que se fueran, Jolin apareció a


la vista.

A Lilette no le sorprendió verla. Ella parpadeó adormilada. ―Lilette, Han, ¿que


están…

Lilette le tendió el libro que había encontrado… el que Jolin había escrito. ―¿A
cuántos de nosotros has traicionado?

El rostro de Jolin se volvió mortalmente pálido. ―Bani, sal de aquí.

La Desechada desapareció por donde había venido. Jolin bajó la mirada y


empezó a subir una escalera de caracol, Lilette y Han la siguieron en silencio. En el
segundo piso, llamó a la puerta. ―Lilette está conmigo. Lo sabe.

Varios segundos después, Merlay salió con una bata. Lilette sintió placer de ver
su pelo enmarañado y ojos inyectados en sangre. Levantó el libro. ―Encontraste una
manera de ocultar tus canciones de las otras. Y atacaste Harshen anoche.

Merlay no lo negó como Lilette esperaba. La Principal de la Luz sólo suspiró,


sus hombros caídos como si la carga que llevaba fuera demasiado pesada de soportar.
―Bani ―llamó hacia abajo―, por favor tráenos un poco de té.

Le pidió a Lilette y Han que la siguieran y se dirigió a otra habitación, una


biblioteca. Cruzó la habitación hasta un balcón rodeado de flores. Un puente de ramas
conectaba el balcón con el árbol de escucha. Merlay miró la ciudad mientras la luz de
la mañana se reflejaba en las copas de los árboles y brillaba en el mar lejano. ―Lo
siento ―le dijo a Lilette―. Anoche fue una noche muy larga. Estoy muy cansada.

―No me mientas ―dijo Lilette―. Atacaste Harshen… lo sentí.

Merlay suspiró. ―Lo hice.

Requirió todo el autocontrol de Lilette controlar su rabia. ―¿Mataste a mi


hermana?

Merlay se volvió hacia ellos, lágrimas cayendo por su rostro. ―El Emperador lo
hizo. Las mató a todas.

Lilette se tambaleó hacia atrás, y Han dijo: ―No. Chen es muchas cosas, pero
no es un asesino.

Merlay lo miró. ―Nuestros espías lo confirmaron. Todas fueron asesinadas


ayer por la noche, justo después de que comenzara la cosecha de chesli.

De repente, a Lilette le pareció muy difícil permanecer de pie. Se dejó caer en


una silla. Había estado festejando en el pabellón, tratando de subir en el regazo del
hombre más cercano, ¿mientras que a su hermana le cortaban la cabeza?

¿Cómo Lilette no lo había sentido? ¿Cómo no sabía que una parte de ella había
muerto?

Han no se movió de su lugar junto a la puerta. ―¿Qué hicieron?

Merlay miró hacia otro lado, como si no pudiera soportar la visión de dolor de
Lilette. ―Sacudimos la ciudad hasta ponerla de rodillas.

―¿Y Chen? ―Lilette se ahogó.

Merlay la miró. ―Nuestros espías han buscado en lo que queda del palacio.
Creo que es seguro decir que ahora eres viuda.

―Chen no haría eso ―repitió Han, pero esta vez sin convicción.
Lilette enterró el rostro en sus manos. ―Lo vi matar a su esposa.

Sintió la mirada de Han en ella. ―La salvó de la humillación de una ejecución


pública ―dijo él―. Le dio la oportunidad de ser enterrada junto a su padre, en lugar
de ser vendida para maldiciones.

Lilette negó con la cabeza. Ellos eran hermanos. Aunque Chen fuera culpable,
Han naturalmente estaría de su lado, creería lo mejor de él. Se negó a darle vueltas al
hecho de que el hermano de Han había matado a su hermana.

Jolin finalmente habló detrás de ellos. Lilette casi había olvidado que estaba
allí.

―¿Ves por qué tuve que ayudarlas?

Lilette se negó a mirar a Jolin. ―¿Nunca habías usado esa barrera antes?
―preguntó Lilette.

―Se llama el velo. No podían ―dijo Jolin―. Ni siquiera sabían acerca de mi


investigación sobre barreras hasta hace unos meses.

Lilette dirigió sus palabras a Merlay. ―¿Por qué mantener sus muertes en
secreto? ¿Por qué no decirles a todos… por qué no decírmelo?

―Porque no quería arruinar la celebración. Porque queríamos responder sin la


carga del debate público. Porque no podía soportar la idea de echar a perder tu primera
cosecha de chesli.

Lilette se hundió. Cuando vio el libro con la letra de Jolin, cuando se dio cuenta
de lo que las Brujas estaban haciendo, había asumido que estaban maldiciendo
secretamente a Harshen. Se había equivocado. ―Ese velo… es ofensivo. Perverso
incluso.

―Lo diseñé de esa manera ―habló Jolin―, para repeler a cualquier persona
que se tropezara con él.

―Seguramente sabías que podría sentirlo ―dijo Lilette a Merlay.


―Se me informó de tu... condición... por los Protectores. No pensé que estarías
lo bastante despierta para darte cuenta de lo que estaba pasando.

―Eso es otra cosa ―gruñó Han―. Lo que ese hombre le hizo…

Merlay le dirigió una mirada. ―Créeme, él será severamente castigado.

Lilette miró el puerto, los barcos que iban y venían como si el mundo no se
cayera a pedazos. ―¿Por qué no hacer público el contraataque?

―Eso es... complicado ―dijo Merlay.

Lilette la fulminó con la mirada. ―Creo que puedo manejarlo.

―Porque si el mundo comienza a ver a las Brujas como armas, van a


utilizarnos como tal. Desde gobernantes codiciosos a granjeros hastiados, sabrán que
pueden capturar a una de nosotras y torturarla hasta que hagamos lo que quieran.
¿Cómo podemos evitarlo? Corremos el riesgo de convertirnos en esclavas de la misma
gente que gobernamos.

―Por eso lo hicieron ―dijo Lilette―. Debido a que Chen estaba usando sus
cautivas para cantar una contra maldición. No podían dejar que el mundo lo supiera.
No podían dejar que supieran que con su propio grupo de Brujas, no las necesitarían a
ustedes… que no podrían detenerlos.

Si no hubiera estado drogándose, se habría dado cuenta de todo esto desde el


principio. Quizá no podría haber cambiado nada, pero tal vez sí. Ahora nunca lo
sabría.

Lilette cerró los ojos mientras se imaginaba la horrible muerte de su hermana.


―¿Qué les hizo Chen?

La cabeza de Merlay cayó. ―Nuestros espías han indicado que Sash y las
demás se volvieron contra Chen. La mayoría murió como consecuencia de ello, y
algunas se suicidaron cuando se dieron cuenta que no podrían escapar. Sólo quedaron
dos… no sabemos quién. Las decapitó.
Han estaba mirando por la ventana en la dirección de Harshen, con el rostro
preocupado. Pero no discutió.

Merlay se movió para sentarse detrás de su escritorio. ―Jolin, Han, si esperan


afuera, tengo que hablar a solas con Lilette.

Después de que se fueron, Merlay estudió a Lilette sobre sus dedos unidos.
―Ahora tenemos que lidiar con una nación conquistada, una ciudad en ruinas, y un
pueblo oprimido.

Lilette bien podía imaginar la devastación. Antes había visto Rinnish destruida.

―No tengo tiempo ni ganas de andar con rodeos ―se lanzó Merlay―. Harshen
necesita un nuevo gobernante. Me gustaría que ese gobernante seas tú.

Lilette la miró boquiabierta. ―Las mujeres no gobiernan en Harshen. No


tienen ningún poder en absoluto.

―Bueno, tal vez es hora de que cambies eso. Si los harshenos quieren lluvia, si
quieren que sus semillas broten, van a hacer lo que les diga.

Las entrañas de Lilette parecieron hundirse en un charco alrededor de sus pies.


―Quieres a Harshen a tu merced.

―Ya están a nuestra merced ―resopló Merlay―. Serías una buena candidata.
Ya eres su Emperatriz, y te consideran una de ellos. Pero también eres una de
nosotras.

Lilette apretó los puños a los costados. ―Todo lo que siempre quise fue que mi
hermana estuviera a salvo. Más allá de eso, quería ser una Guardiana… la mejor. ―Y
no podía renunciar a ese sueño.

Merlay inclinó la cabeza. ―Podemos enviarte una tutora. Nassa ha estado


rogando por el trabajo. Y tendrás la oportunidad de realmente cambiar las cosas para
mejor. ¿Cómo puedes negarte?
Lilette se frotó las sienes para tratar de detener el dolor de cabeza que se estaba
formando detrás de sus ojos. ―Si alguien debe gobernar Harshen, debe ser Han. Es el
mejor hombre que conozco.

La mirada de Merlay se desplazó a la ventana, que daba al jardín de las


Principales, al círculo, y más allá, a la ciudad misma. ―Él no tiene los vínculos con las
Guardianas que tienes tú. Pero... reforzaría tu proclamación como Emperatriz tener a
uno de los hijos del Emperador como tu consorte.

El corazón de Lilette revoloteó en su pecho. ―No estoy segura de que Han


estaría de acuerdo.

Merlay rio. ―Él arriesgó su vida, traicionó a su país y a su hermano por ti; un
hombre no hace eso a menos que esté perdidamente enamorado.

―Él nunca traicionó a su país. ―Trató de pensar más allá de la conmoción por
la propuesta de Merlay―. ¿Si estoy de acuerdo, Harshen se verá libre de las
Guardianas?

―Si acatan las normas, sí.

―¿Qué quieres decir, con acatar las normas? Harshen nunca será una nación
marioneta. Están demasiado dispersos y son demasiado tercos.

Merlay levantó las cejas. ―Mientras no supongan una amenaza para Kalari y
paguen a Vorlay por la pérdida de su armada, serán libres.

Por lo que le estaba diciendo Merlay, al final Lilette tendría todo lo que siempre
había querido. ―Lo haré.

Merlay se levantó de su silla y se dirigió hacia la puerta. ―Bien. Ahora, si me


disculpas, tengo mucho que hacer antes de que anunciemos esto en la cosecha de
chesli. ¿Por qué no tomas una de las habitaciones de abajo? Será más fácil si estás
cerca, y luces como si hubieras dormido menos que yo.
Lilette la siguió hasta el pasillo. Jolin y Han no estaban por ningún lado. ―No.
Me quedaré en la casa de mi hermana. Además, no seré capaz de dormir.

Merlay entró en su habitación, que estaba llena de muebles de buen gusto y


colores apagados. Abrió un cajón junto a la cama y sacó una botella de aspecto
familiar con ramitas de hierbas dentro.

Lilette se encontró con la mirada de la otra mujer. ―¿Una tintura para dormir?

Merlay asintió y Lilette tomó la botella sin palabras. Su cabeza latía, y le tomó
cada trozo de fuerza que le quedaba el mantener sus emociones bajo control. Bajó las
escaleras justo cuando la Desechada subía con una bandeja de té y bollos. Su rostro
cayó cuando vio a Lilette.

―Lamento haber tardado tanto. ¿Te gustaría el desayuno con tu té?

La boca de Lilette se hizo agua, pero ahora creía a Bethel y nunca comería algo
que no hubiera visto preparar. ―No. Gracias.

Jolin la estaba esperando en la sala de recepción, su expresión pensativa.


―Lilette, lo siento.

Lilette no pudo responder al principio. ―Te veré esta noche. ―Salió del árbol,
cerrando la puerta detrás de ella. Una vez fuera, miró a su alrededor para asegurarse de
que nadie la estaba mirando y tiró la tintura en el follaje.
Traducido por nahirr

¿Alguna vez me perdonó? ~Jolin

ilette alisó su túnica de seda. Era maravillosa, con bordados de un dragón


sinuoso blanco y dorado, de cinco garras. Doranna colocó un tocado con
incrustaciones de gemas y turquesas en su cabeza, hebras de perlas tintineantes
bailaban por debajo de sus orejas.

Ya estaba usando el broche de rubí y el anillo de dragón. Usar una copia del
anillo de Laosh la hacía estremecerse, pero Merlay había insistido.

Había requerido casi todos los artesanos de Harshen que Merlay pudo
encontrar para crear este conjunto. Y todos tenían órdenes para más. Docenas de
túnicas, un tocado más pequeño, zapatillas, e incluso pequeñas cosas como ollas de
kohl y rollos para los mandatos de Lilette.

—Tienes que hacer tu parte —había dicho Merlay cuando inspeccionó a Lilette
más temprano—. Tienen que sentir que estás por encima de ellos si van a seguirte.

A Lilette no le había gustado eso, pero no se había molestado en discutir.

Doranna tocó su brazo, asustando a Lilette. —Estás lista. —Doranna abrió la


puerta a la biblioteca de Merlay y entraron.

Fuera, la noche había caído. Las flores de chesli en el balcón estaban abiertas, y
polillas y otros insectos nocturnos se congregaban de una a otra. Un rastro de polen
brillante caía de sus alas y le daban un brillo de otro mundo al centro de la ciudad.
Lilette se deslizó hacia adelante, quedándose fuera de la vista, detrás de las
flores de chesli. En el balcón, del lado opuesto del puente de ramas entretejidas, estaba
el árbol de escucha. Las cuatro Principales estaban allí, Jolin con ellas.

Ante esa visión, el estómago de Lilette se retorció en nudos. —No me siento


lista. —Deseaba que Han estuviera a su lado, pero nadie lo había visto en todo el día.
Merlay había mandado a docenas de Protectores para que lo buscaran, pero hasta el
momento no lo habían encontrado.

Lilette sabía qué tan capaz era Han. Cuan fuerte. Pero aun así estaba
preocupada. Algo no estaba bien, lo sabía en lo profundo de sus huesos.

Su mirada se desvió para abarcar sus alrededores. Desde esta posición


ventajosa, podía ver todo. Desde el pabellón de las Principales hasta la ciudad rodeada
por un brillo etéreo que terminaba en la oscuridad líquida del océano.

A pesar de la vista imponente, los ojos de Lilette seguían viéndose atraídos


hacia las Desechadas, con paños en las manos para juntar polen. No parecía justo que
tuvieran que trabajar desde el centro de la ciudad hacia el exterior hasta que las flores
se cerraran al amanecer, luego dormir por un par de horas antes de levantarse para
preparar los festines.

Tenía que haber algo mejor. Algo más justo. Una idea comenzó a formarse en
su mente. —Doranna, ¿puedes juntar la mayor cantidad de Desechadas bajo este
balcón?

La Desechada levantó una sola ceja. —¿Por qué?

—Sólo confía en mí.

Doranna respiró profundamente y se dirigió a la puerta. La abrió, y Lilette oyó


pisadas. Un momento después, Han siguió a tres harshenos nativos, todos cargaban
túnicas de seda y otros atavíos para igualar los de Lilette.

La vista de Han voló a su rostro, a su túnica y su tocado. Se congeló, su rostro


sin expresión. Doranna le dio a Lilette un pequeño asentimiento y salió de la vista.
El corazón de Lilette se aceleró. Han todavía no sabía. ¿Y si rechazaba casarse
con ella? Inhaló para estabilizarse y miró a los harshenos. —Déjenlos y márchense.

Uno de ellos se inclinó hasta casi la cintura. —Emperatriz, los anuncios


comenzarán en cualquier momento.

Forzó una expresión paciente en su rostro. —Lo sé. Gracias.

Al menos él no se perdió el despido en su tono. Salieron sin otra palabra,


dejándola sola con Han.

Ella cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Dónde estabas?

—Fui a buscar a Pescal.

—¿A buscarlo?

—Se escapó de los Protectores. ¿Nadie te dijo?

—No.

La boca de Han se tensó. —Lo he estado buscando todo el día, pero es como si
hubiera desaparecido. Nadie lo ha visto y nadie sabe a dónde puede haber ido, lo que
significa que probablemente alguien le está dando refugio. —Han se detuvo—. Algo no
está bien, Lilette.

Se estremeció. —Lo sé.

En el otro balcón, Merlay había comenzado sus presentaciones. Lilette se estaba


quedando sin tiempo. —Me hicieron Emperatriz.

—Nunca has dejado de ser Emperatriz —contestó Han.

No podía mirarlo, se acercó un paso más al centro de la habitación. —Han…


me voy a ir. En cuanto los barcos estén listos.

Él se movió para estar enfrente de ella. —Creía que querías estar aquí más que
cualquier otra cosa.
Ella levantó una de las flores relucientes y la hizo girar entre sus dedos. —No
importa lo que quiera. Nunca ha importado.

Las cejas de Han se arquearon. —A mí me importa.

Por fin se giró para enfrentarlo. —¿Estás enamorado de mí? —Porque yo estoy
enamorada de ti. No lo dijo. Primero quería su respuesta.

Su respiración se atoró en su garganta. —Lilette…

Sólo para asegurarse que él sabía qué significaba elegirla, dio un paso hacia
adelante y presionó sus labios contra los de él. Él le devolvió el beso, respirándola
como si lo intoxicara. A ella le gustaba eso, le gustaba el control casi contenido que
podía sentir en él. ¿Qué podría hacer él si alguna vez ese control desaparecía? Se
estremeció deliciosamente ante la idea.

Ella se separó y saboreó el olor de él en su nariz, y el sabor de él en su lengua.


—Te necesito, Han. Siempre te he necesitado.

Han presionó su frente contra la de ella, como si por fin se rindiera. —Voy a
donde vayas. —Ella escuchó la promesa en sus palabras.

Una sonrisa se propagó en su rostro. —Voy a donde vayas. —Se sentía como si
hubieran hecho un trato entre ellos. Él envolvió sus brazos a su alrededor y la acercó
más, sus cuerpos y corazones se entrelazaron mientras la besaba, encendiendo un
carbón humeante en lo profundo de su pecho.

En el fondo, ella era vagamente consciente de que Jolin comenzaba su discurso


sobre su colgante, Marley anunciaba la primera promoción de una Aprendiz a
Guardiana completa para convertirse en la Principal de las Plantas. La multitud
vitoreó salvajemente.

Casi era el turno de Lilette. Sin aliento, se separó de Han. —Hay más. —Dejó
escapar una lenta respiración—. Yo… bueno, quieren que te tome como mi consorte.
La conmoción cruzó su rostro. Lilette se forzó a no apartar la mirada, a esperar
mientras la incredulidad se derretía en algo más.

—Tenemos otro anuncio que hacer —Merlay gritó por sobre el sonido de la
multitud.

Por piedad de las Creadoras, me tardé mucho tiempo. —Me tengo que ir. Es mi
turno. —Se alejó de él y se colocó en medio del balcón.

—Una nueva líder ha sido elegida para Harshen —Merlay continuó—. Ésta
líder tiene fuertes conexiones con nosotros y también con esta tierra errante. Les
presento a la Emperatriz Lilette. —Levantó el brazo en la dirección de Lilette.

Miles de ojos cayeron sobre Lilette, su escrutinio quemando a través de ella.


Echó los hombros hacia atrás y mantuvo su expresión en blanco. Ahora era su turno
para sorprenderlos. Abrió la boca y llamó a un viento para que viniera de entre los
árboles. Juntó polen de las flores, capturándolo en un capullo, muy parecido a lo que
hacían las Brujas cuando enviaban mensajes en el viento. Una ráfaga resplandeciente
se torció a través de los árboles, bailando entre la multitud hasta que todas las
conversaciones se detuvieron. Lo dirigió hacia las pocas docenas de Desechadas que
Doranna había reunido en la base del árbol.

Cuando Lilette creyó que estaba lo suficientemente cerca, abruptamente dejó de


cantar. Las Desechadas sostuvieron sus frascos hacia el cielo mientras el polen se
desplazaba hacia abajo, espolvoreando sus pieles como pecas resplandecientes.
También cayó sobre Lilette, pegándose a los pequeños vellos en sus brazos y
haciéndolos brillar.

Debajo de ella, los rostros de las Desechadas brillaban con felicidad y polen. La
visión le trajo ligereza al corazón de Lilette. Otras Desechadas se acercaron para
sacudirse el polen en sus frascos desbordantes. —Ahora —Lilette dijo con una
sonrisa—, tal vez puedan disfrutar de la celebración con los demás.

Las Desechadas vitorearon, y muchos en la multitud se les unieron. Pero Lilette


notó a una mujer mirándola con algo parecido al desprecio en los ojos. Y no era la
única. Luego la multitud se dividió para revelar al hombre y la mujer harshenos que
habían vestido a Lilette la noche que conoció a Pescal; estaban postrados en respeto.
Hubo otro alboroto en la multitud mientras más nativos de Harshen se inclinaban ante
Lilette. Los Protectores murmuraron entre ellos.

—¡Ya ha sido aceptada por los nativos de Harshen entre nosotros! —gritó
Merlay. Las otras Principales aplaudieron. Eso pareció ser toda indicación que la
multitud necesitaba para romper en aplausos. Merlay atrapó la mirada de Lilette antes
de mirar enfáticamente detrás de ella. Lilette se giró y encontró a Han vestido con la
túnica que había sido elegida para él.

—¿Han? —dijo, con la voz temblando. Él atrapó su cara entre sus manos y la
besó.

Merlay gritó: —¡Y parece que tendrá a un príncipe harsheno como su consorte
para fortalecer su proclamación!

La gente rugió en aprobación. Lilette sujetó las muñecas de Han y se separó. —


¿Todo esto es para ellos? —Inclinó la cabeza hacia la multitud—. ¿Para Harshen? ¿O
es para nosotros? —terminó en un susurro.

Han descansó su frente contra la de ella. —Todo lo anterior.

Ella buscó su mirada. —¿Estás seguro?

—Desde ese día en el cerezo.

La volvió a besar. Lilette ya no podía oír la multitud, no podía sentir el aire


nocturno. Sólo estaba Han, sus gentiles besos tan suaves como las alas de polillas que
cepillaban contra su piel cubierta de polen.
Traducido por nahirr

A veces las cosas se rompen tanto, que nunca se pueden arreglar. ~Jolin

sa parte con el polen y el viento fue brillante. Si alguien cuestionaba tu


nombramiento por el Dragón del Sol, ya no lo cuestionaran más.

Han y Lilette se separaron. Merlay estaba de pie sobre el puente, con la


cadera apoyada en la barandilla. Lilette se sonrojó y levantó una mano para cubrir sus
labios sensibles.

Merlay se rio de su expresión. —Y el beso al final. —Sacudió la cabeza—.


Asombroso exhibicionismo y un don para la política. —Entró a la biblioteca y
comenzó a revisar un armario—. Menos mal que te vas a Harshen. Entre esa
demostración pública de tu canción y tu proeza con la multitud, tendrías mi trabajo
después de un mes de graduarte como Guardiana.

Sintiéndose incómoda, Lilette dio un paso para separarse de Han. —¿Te


molestó cómo manejé las cosas?

Merlay se giró con una botella en las manos. —Por el contrario, estoy feliz de
no tener la competencia. —Su sonrisa suavizó un poco sus palabras, pero la tensión en
el pecho de Lilette no disminuyó.

Merlay le dirigió un pequeño asentimiento a Han. —Apreciamos tu voluntad de


servir a tu país.

—Es fácil cuando me ofrecieron lo que siempre quise.


Merlay sirvió el líquido en dos vasos. —Sí, bueno, gobernar en lugar de tu
hermano no será fácil después del desastre que hizo.

Han se puso rígido y Lilette quiso abofetear a Merlay.

Notas de música vinieron desde abajo mientras Merlay les entregaba vasos con
vino oscuro. Haciéndoles señas para que la siguieran, comenzó a bajar las escaleras.

Esperándolos al final estaban Doranna y Harberd. Merlay hizo un gesto hacia


ellos. —Hice que te asignaran una Desechada y un Protector a partir de ahora. Ellos se
ofrecieron voluntarios.

Lilette parpadeó. —¿Por qué?

—Para velar por tus necesidades y protección, por supuesto.

Lilette estudió el rostro de Doranna. —¿Estás segura? Estarías dejando a Bethel.

—Esto es lo que Bethel quiere.

Merlay sonrió. —Entonces ya está todo arreglado. Mañana comenzaremos a


prepararte para que gobiernes Harshen. Ahora tengo un hombre apuesto al que tengo
que calmar un poco.

Lilette observó a Merlay partir, y sintió que el futuro que había planeado para
ella misma en la ciudad Arboleda se hacía cenizas. Pero cuando miró a Han, la
pérdida no dolía tanto.

Les hizo un gesto a Doranna y Harberd. —Ambos pueden tener la noche libre.

Doranna dio un paso hacia adelante para sujetar ambos vasos de vino y lanzar
el líquido afuera.

Harberd observó a Lilette, con el ceño fruncido. —Lo siento, Emperatriz, pero
fuera de su árbol, mis órdenes son no perderla de vista.

Ella suspiró. —¿Merlay cree que estoy en peligro incluso aquí?


—No recibo mis órdenes de Merlay —contestó Harberd.

Lilette gruñó, y la gratitud la llenó; ella confiaba en Bethel. Han cruzó los
brazos detrás de su espalda. —No te preocupes, estoy seguro que Harberd es excelente
en su trabajo. Ni siquiera sabrás que está allí. —Le lanzó al Protector una mirada
significativa.

El hombre hizo un brusco asentimiento y se fusionó con el umbral.

—Yo no… —comenzó Lilette.

—Merlay tiene razón con esto —interpuso Han—. Él hará un buen trabajo en
ser discreto. Además, otro par de ojos disminuirá la presión en mí.

Justo mientras Lilette sentía rendirse, Jolin apareció en el umbral y su


respiración se detuvo. —¿Lo vieron? Los tenía completamente cautivados.

Lilette levantó una sola ceja. Por lo que había oído, Jolin había sido
completamente condescendiente. —Podrías haber sido un poco más respetuosa.

Jolin descartó su comentario con un gesto. —Estoy segura que ni siquiera lo


notaron.

—Hay una razón por la cual no tienes muchos amigos, Jolin. —Su tendencia a
traicionar no era lo menor.

—Oh, por favor. Las masas descerebradas sólo están aquí por la comida y la
bebida. —Jolin debía haber notado finalmente sus miradas de desaprobación—. No
como ustedes dos, por supuesto. —Dio un vistazo entre Lilette y Han—. ¿Es verdad?
¿En serio vas a convertirte en Emperatriz y casarte?

Lilette sintió que Han se acercaba, como atraído hacia ella. —Es verdad —
respondió él, con la voz extrañamente ronca. Se aclaró la garganta y habló más alto—.
¿El ámbar que usaste en tu presentación? —Las puntas de sus dedos se posaron en el
hueco de la garganta de Lilette.
Culpa se disparó a través de Lilette por dejar que algo preciado para Han fuera
usado de esa forma.

—Ah. —Jolin lo sacó de su bolsillo.

Han estudió ambas piezas, con tristeza en los ojos. —Me gustaría tenerlo de
vuelta. Ha estado en mi familia por mucho tiempo.

Jolin dudó. —Seiscientos años, si le crees a los historiadores, personalmente yo


no lo hago. Los historiadores son como retratistas contratados, siempre distorsionan la
representación para satisfacer al sujeto. —Dejó las piezas en la mano abierta de Han.

Lilette arqueó una ceja. —¿Y tú lo harías diferente?

Jolin gruñó. —Yo lo escribiría exactamente como pasó. Sin abrillantarlo ni


cambiar hechos.

Lilette hizo un ruido evasivo con la garganta.

Han todavía estaba observando las piezas rotas en su mano. —Lilette, ¿me
disculparías? Necesito ocuparme de algo.

Lilette lo estudió, tratando de leer todos los pensamientos y emociones que


corrían por debajo de su duro exterior. —¿Te veré más tarde?

Asintió levemente. —Yo te encontraré. —Se acercó y presionó un beso en su


frente—. Te prometí que siempre lo haría, ¿recuerdas? —Salió de la habitación sin
mirar atrás.

En el silencio, Jolin aplaudió súbitamente. —Voy a ir contigo.

Lilette se sobresaltó. —¿Vas a qué?

—Ir contigo. Me vas a necesitar.

—Pero eres la Principal de la Plantas, y tu investigación…


—Se puede hacer allí tan fácilmente como aquí. Bueno, casi. Tendré que vaciar
casi completamente la biblioteca, pero Merlay no se atrevería a negármelo. No con
todo lo que ha planeado para esta nueva técnica.

Lilette bajó la mirada. —Jolin, no creo que pueda volver a confiar en ti.

Jolin palideció. —Era parte de ese círculo, sentí la destrucción. Todavía creo
que ayudar a Merlay era lo que había que hacer, pero si puedo ayudar a Harshen a
reconstruir… ayudarlos a convertirse en algo mejor… lo haré. Además, me necesitas.

Lilette respiró profundamente para armarse de valor. —No te quiero allí.

Un sonido de dolor se escapó de la garganta de Jolin; ella se volteó. —No


espero que lo entiendas. Tú haces amigos con tanta facilidad como respiras, pero yo
no. Soy arrogante y no tengo tolerancia para la estupidez. Y soy solitaria.

Lilette sabía qué tan difícil era para Jolin admitir esto, pero no era suficiente.
No después de lo que había hecho.

—Merlay es la única amiga que he tenido además de ti —siguió—. Ha estado


allí para mí cuando no había nadie más. Cuando me pidió ayuda, se la di. —Jolin se
giró para enfrentarla, y Lilette se sorprendió al ver lágrimas en sus mejillas—. Haré lo
mismo por ti, ya sea que lo pidas o no.

Lilette estuvo callada por mucho tiempo, debatiendo, pero luego sus hombros
se hundieron. —Lo voy a intentar. —Era lo máximo que podía prometer—. ¿Crees que
puedo hacer esto? ¿Gobernar un país completo? Crecí en un pueblo pesquero.

—Pero ese no es tu linaje. —Jolin restregó sus mejillas—. Naciste para gobernar
el mundo. Un pequeño país no será problema. —Una sonrisa se extendió por su
rostro—. Además, como Emperatriz, tendrás acceso ilimitado a los depósitos de ámbar
de Harshen.

Lilette se rio.

—¿Ves? Puedo ser divertida a propósito.


Cuando Lilette no respondió, Jolin la empujó con un codo. —¡Deja de
preocuparte! Acabas de convertirte en Emperatriz… otra vez. Esto merece celebración.

Lilette negó con la cabeza. —No estoy de humor para celebrar. —Y no estaba
lista para volver a pasar tiempo con Jolin. Se excusó y volvió al balcón de Merlay. La
ciudad Arboleda estaba llena de luz dorada, calidez y música. La noche más allá
estaba llena de oscuridad líquida.

¿Así que por qué Lilette sentía que era lo contrario, que todo a su alrededor era
falso… como oro sobre madera podrida?
Traducido por YoseSalvatore

Yo quería todo, y el deseo me cegó ante lo que estaba a punto de perder ~Jolin

sta fue la tercera vez que Lilette vio Rinnish destruido. Le dolió el corazón al
verlo. Partes de la ciudad habían sido carbonizadas, y la mayoría de los
edificios se habían derrumbado por completo. Gran parte de las murallas
alrededor del palacio se habían desplomado, sólo una parte de las murallas del norte se
mantuvo. Milagrosamente, el propio palacio parecía estar aún en pie.

La ciudad estaba en silencio, como encorvada bajo las enojadas nubes y a la


espera de un golpe. Lilette sacudió la cabeza. Merlay había dicho que las nubes y los
rayos le garantizarían que la gente se intimidara ante ella. Pero Lilette no los quería
intimidar. Ella quería que la miraran y vieran esperanza.

Y ella no confiaba completamente en Merlay. Lilette haría esto a su manera. De


pie en la proa, cantó, obligando a las nubes a retroceder hasta que el aire brilló con la
luz del sol. Cuando terminó, miró a los hermosos caballos que habían traído para ella.
Las lágrimas picaron sus ojos cuando se acordó de su elefante; lo orgullosa que se
había levantado y lo fuerte que había caído.

Dio un paso adelante, Han a un lado, Doranna en el otro. Ambos tenían las
manos sobre sus armas.

Jolin se acercó lentamente detrás de ella. ―Realmente no esperas que monte


uno de esos, ¿verdad?

Lilette sonrió. ―De hecho sí.


Jolin gimió. A su lado, Galon dio una sonrisa maliciosa mientras la ayudaba a
montar. Lilette notó que las manos de él se detuvieron en la parte externa del muslo de
la chica, y Jolin le dirigió una sonrisa secreta.

Han cabalgaba junto a Lilette, esto era algo más que una Emperatriz a caballo
por las calles, también era la procesión de boda de Han y ella. Recorrieron las calles de
la ciudad, desde los destartalados barrios pobres junto a los muelles hasta las casas
acomodadas y con patios interiores.

Más de cincuenta Brujas y un pequeño ejército de Protectores los rodeaban, y


eso sin contar las doscientas Desechadas cubiertas de gris, todas las cuales habían
seguido ansiosamente a Lilette después de ese momento con el polen.

Lilette no podía dejar de ver esto por lo que era, una invasión. Pero también
había venido preparada para eso. Más de una vez, los harshenos atacaron de pronto,
algunos de ellos vestían el uniforme de un guardia imperial o un élite. Los Protectores
les hicieron retroceder casi sin esfuerzo.

Finalmente, atravesaron las puertas del palacio en ruinas. En el interior, el patio


estaba lleno de los escombros de los tres muros caídos, aunque los muertos parecían
haber sido retirados. El harén estaba prácticamente desaparecido, aplastado bajo las
murallas caídas del norte.

Lilette no estaba segura de cómo, pero el palacio seguía en pie, lucía vulnerable
con sólo las murallas del este para salvaguardarlo. Incluso los dragones de piedra
permanecían.

Lilette se inclinó hacia Han ― ¿Dónde están los eunucos, las concubinas?
Seguramente algunos de ellos sobrevivieron.

La mirada de Han estaba fija en el harén. ― Los Protectores ya revisaron los


jardines del palacio. Fueron abandonados.

―¿A dónde irían? ―preguntó Lilette.


Han hizo un sonido bajo en su garganta. ―Mi conjetura es que o bien están
escondidos en la ciudad o muertos. Voy a tantear el terreno con algunos de mis amigos
y ver si escucho algo.

Ella dudó. ― ¿Y Chen?

Han dejó escapar un profundo suspiro. ―Ellos no han encontrado un cuerpo.

―¿Qué pasa si todavía está vivo?

Han la estudió por un largo tiempo. ― He pensado en ello.

―¿Y?

Uno de los lados de su boca se torció hacia arriba. ―No va a cambiar nada,
pequeño dragón.

Una sonrisa triste curvó las comisuras de la boca de Lilette. Extendió la mano y
tomó la de Han, dándole un apretón. ―Gracias.

Desmontó y se volvió hacia los doscientas Desechadas y las pocas mujeres


nacidas en Harshen que había logrado reunir. ―Ahora pueden ocuparse de ello.

Las mujeres se dirigieron hacia el palacio o a los bordes exteriores del recinto
palaciego. Lilette les había prometido una vida en Harshen si se quedaban con ella. Se
había sorprendido de cuántas de ellas habían estado de acuerdo con entusiasmo.

―¿A dónde van? ― Merlay preguntó con incredulidad.

Lilette escondió su sonrisa. Las Desechadas respondían a ella ahora. ―A


preparar el banquete de bodas. ―Y también a limpiar el palacio, pero eso no sonaba
tan magnífico. Le dedicó una sonrisa a Han―. Vamos a anunciarle mi presencia a la
ciudad.

La tomó del brazo para ayudarla a pasar sobre el patio lleno de escombros hasta
las escaleras que se entrecruzaban en las paredes del este. En la parte superior, miró
hacia la ciudad. No vio un solo harsheno, pero sabía que estaban observando.
Un pregonero la anunció como la Emperatriz y trajo la corona de la Emperatriz
con las seis uniones. Él pronunció las palabras que la unirían a Han.

Un nuevo Emperador tenía que repartir cosas dulces para bendecir al pueblo,
naranjas o panecillos dulces, tal vez. Lilette no tenía eso, ella tenía algo mejor. No
estaba segura de cómo los harshenos reaccionarían a su canción. Sólo esperaba que no
asaltaran el palacio, porque los Protectores y las Brujas los derrotarían.

Lilette tenía previsto pedirles a las Brujas que se reunieran en un círculo y


cantaran. Pero la agitación familiar estaba en su pecho. Ella no las necesitaba.

Cantó un viento. Desde todo el recinto, las Desechadas arrojaron semillas en el


aire. El viento las atrapó y las llevó a la ciudad. Respirando profundamente, Lilette
cantó de nuevo, pero esta vez era una canción de crecimiento.

Por toda la ciudad, miles de semillas echaron raíces entre adoquines y patios.
En los barrios lodosos cerca de los muelles, los tallos de arroz se dispararon hacia el
cielo. En los patios y jardines, mangos y peras echaron raíces, sus arcos llenaron el aire
con fragancia antes de llenarse pesadamente de frutas. Verduras crecieron en el
mercado. El trigo germinó entre los adoquines.

Para el momento en que Lilette terminó su canción, la ciudad había cultivado


una gruesa cosecha. Lilette cantó.

Coman y satisfechos estén,


Porque esta noche con su príncipe me uní.

El pueblo no se animó. No gritaron. Pero unos pocos se aventuraron a la luz del


sol. Se llenaron los brazos con comida antes de desaparecer de nuevo.

Satisfecha de haber hecho todo lo que podía, Lilette comenzó a bajar las
escaleras. Sus ojos recorrieron a los Protectores, pasando por encima de una cara
familiar y un mechón delator antes de que su mirada volviera a girarse. Pero él se
había ido.
―¿Qué pasa? ―preguntó Han.

Lilette exhaló. Tenía que haber sido alguien que sólo se parecía a Pescal. No
podía estar aquí. Sacudiéndose la inquietud, le sonrió a Han. ―Nada. No era nada.

Dentro del palacio, tenía a las Desechadas organizando un banquete, nada tan
extravagante como su fiesta de bodas con Chen, pero era lo mejor que podía hacer.

Depositaron las frutas y verduras en una habitación que había sido limpiada
incluso de las mesas bajas. Lilette se entristeció a causa de todos los biombos de seda
perdidos y las estatuas intrincadas. Las únicas que permanecían eran los grandes
dragones de piedra ante el palacio y sólo porque eran demasiado pesados para
levantarlos.

Se sentaron en el piso de madera, comieron en platos de hojas y bebieron en


vasos de estaño en una habitación que olía a humo y muerte. Y, sin embargo Lilette
era feliz. Contra todo pronóstico, se había casado finalmente con el hombre que
amaba.

Al caer la tarde, Han la ayudó a ponerse de pie y le desearon buenas noches a


todos. La condujo por las escaleras hasta el cuarto piso. ―Todo este piso es tuyo
ahora.

Una vez había sido opulento, había pruebas de eso en todas partes. Ahora,
había sido saqueado hasta quedar con las paredes desnudas. Las Desechadas habían
colocado un par de esterillas de junco. Eso era todo.

Lilette se acercó a las ventanas, mirando la ciudad mientras la tristeza y la culpa


la asaltaban, ella había sido parte de esta destrucción; lo quisiera o no.

Han puso una mano callosa sobre su hombro. ―No todo está arruinado. Ven
conmigo. ―Se volvió y la guio hasta un biombo de seda.

Lilette se quedó parada ante este, pero él sólo la miró como si ella no fuera real,
como si en cualquier momento una ráfaga de viento se la pudiera llevar. Consciente de
sí misma, envolvió sus brazos a su alrededor. ―Bueno, ¿vas a abrirlo o no?
Él sonrió, algo que ella nunca había visto antes. Eso tiró de su tejido cicatricial,
tirando de su ojo hacia abajo y torciendo su rostro. No era hermoso, y eso la alegró.
No confiaba en las cosas hermosas.

Abrió el biombo, y Lilette se vio repentinamente abrumada por el olor de las


cosas verdes. Respiró con un jadeo. Era un jardín de macetas, y a pesar de la sequía en
la ciudad, esto obviamente había sido bien cuidado. Algunas plantas se habían
volcado, pero allí no había nada de valor para los saqueadores, por lo que lo habían
dejado intacto en su mayoría.

Ella dio unos pasos en el interior y se detuvo a oler una gardenia, su dulce
fragancia hizo que sus ojos se cerraran de placer. Se volvió lentamente hacia Han. Él
tendió la mano y abrió el puño. Algo cayó, colgado de una cadena. Cuando ella dio un
paso para acercarse, su boca se abrió con sorpresa. Era la media luna de ámbar del
colgante que Betel había partido. Ahora estaba unido a un soporte de plata en lugar de
oro, y en lugar del sol… ―¡Es la luna!

Él lo abrochó alrededor del cuello de Lilette, la larga cadena permitía al


colgante colgar entre sus pechos.

―Es el símbolo del Emperador ―él explicó―. Es por eso que te dije que lo
conservaras. Mientras tengas esto, puedes reclamar el imperio.

Han alzó la pieza más grande, desde debajo de su camisa. ―Te dije que te
seguiría a todas partes. Ahora puedo.

Ella dio un paso hacia él y apretó sus labios con los de ella. El beso rápidamente
pasó de suave a algo más, algo más profundo, y Lilette no tenía ninguna intención de
detenerse.
Traducido por Yann Mardy Bum

Nunca vi a Han y a Lilette besarse en público. Ni siquiera los vi abrazarse. Sin embargo, se
comunicaban con una mirada, con un simple toque, más de lo que cualquiera lo ha hecho jamás
en formas más amorosas. ~Jolin

na mano apoyada en el hombro de Lilette la sacudía lentamente. Pero se


sentía tan bien tener a Han acostado junto a ella. Sólido, fuerte. Por primera
vez en mucho tiempo, ella estaba a salvo. Luego se dio cuenta de que sus dos
brazos la envolvían. Con un grito de advertencia, sus ojos se abrieron de golpe. Para
cuando estaba a medias levantada, Han ya estaba de pie, con una mirada mortal
saltando de sus ojos.

Pero Lang solamente lo miró sin inmutarse, antes de que sus ojos volvieran a
posarse en ella. —Debes venir conmigo.

—¿Mi madre? —dijo Han sin aliento.

—Ella está bien. La he escondido en la ciudad.

—Quiero verla —exigió él.

Lang se puso de pie. —Entonces mejor date prisa.

Han no apartó su espada. —¿Y por qué debería confiar en ti?

—Salvé la vida de tu madre —le respondió Lang—. ¿No es eso suficiente?


En respuesta, Han le dio a Lilette un par de sus pantalones oscuros y una
túnica.

—¿Qué sucede? —preguntó ella mientras se vestía.

Lang la observó. —Se cómo murió tu hermana realmente. Y no fue Chen.

El mundo pareció inclinarse. La mano de Han salió disparada para sostenerla.


—¿Qué?

—Tengo pruebas. Si me acompañas.

—¿Por qué simplemente no lo dices ahora? —Han puso su casco sobre el


cabello pálido de Lilette y le abrochó la careta.

—Porque no van a creerlo hasta que lo vean por sí mismos. —Sin esperar
respuesta, Lang corrió hacia la barandilla que rodeaba el jardín. Una cuerda delgada
colgaba de un gancho.

—¿Has escalado cuatro pisos? —preguntó ella sorprendida.

Lang gruño. —Tienes que hablar con esos Protectores sobre la seguridad.

Lilette miró hacia abajo y se sintió mareada. —Soy la Emperatriz. Podemos


simplemente ir por la puerta principal.

—No tienes idea del peligro en que te encuentras —se burló Lang mientras
pasaba la pierna sobre el borde—. ¿Puedes escalar?

Lilette se asomó por el borde. —Mm...

Lang se dirigió a Han. —Amárrala a un extremo y la bajaremos. —Le ataron la


cuerda alrededor de la cintura y lentamente la bajaron a los jardines detrás del palacio.
Se escondió detrás de un arbusto moribundo; obviamente este jardín no había sido tan
bien cuidado como el de arriba.

Los dos hombres salieron tras ella en un momento, y los tres echaron a correr
por el jardín destruido. En las murallas, simplemente pasaron apresuradamente bajo
un espacio triangular formado por dos secciones del muro. Una corta carrera por la
pendiente, y ya estaban en la ciudad. Todo estaba inquietantemente silencioso y
desierto.

Lang los guio por las destrozadas calles hasta que Lilette estuvo
irremediablemente perdida, pero a juzgar por la mirada sombría en el rostro de Han, él
sabía dónde estaban.

Finalmente, llegaron a una casa humilde que estaba más o menos en pie. Con
una mano en la puerta, Lang se detuvo. —Deben prometer que permanecerán en
silencio cuando vean lo que hay dentro. No puedo arriesgarme a llamar la atención.

Lilette asintió, y Lang abrió la puerta del humilde hogar. Ko se levantó de los
almohadones del suelo, que eran sorprendentemente elegantes. Corrió hacia Han y lo
abrazó. Él la abrazó, con una expresión de profundo alivio en el rostro.

Pero la mirada de Lilette estaba fija en Salfe… el chico de su aldea que había
sido desterrado por tratar de ayudarla a escapar de su compromiso con Bian. De
manera inconsciente, su mano se dirigió hacia la peineta que Salfe le había dado, y sus
dedos trazaron las rugosidades en el jade.

Él se acercó a ella antes de que su mirada se desviara hacia Han, y su alegría


desapareció.

—¡Estás vivo! —consiguió decir Lilette—. No entiendo.

Ko tomó la mano de Lilette. —Quiero que sepas cuánto me alegro por ti… por
ambos.

—Ko —dijo Lang casi a modo de disculpa, apoyando la mano en su brazo.

Ella dio un paso atrás. —Tienes razón, no hay tiempo. Por aquí. —Apartó una
cortina gastada pero limpia que colgaba a través de la puerta. Lang cruzó primero.
Tras él, Lilette jadeó ante el hedor a carne podrida. Levantó el brazo ante su nariz y
respiró de manera superficial a través de la manga. Era una habitación pequeña. Se
inclinó hacia un lado para mirar detrás de Lang.
Lo que vio la hizo girar y buscar la espada de Han. Antes de que pudiera
alcanzarla, él la movió a un lado y entró en la habitación, con su espada saliendo de su
vaina, pero entonces quedó inmóvil.

Lilette rebuscó su cuchillo y se abalanzó hacia delante, pero Lang la atrapó y


hábilmente se lo quitó.

Desde la pila de juncos, Chen se echó a reír. Atrapada en los brazos de Lang,
Lilette lo maldijo, usando cada palabra vil que había oído alguna vez.

—Juraste guardar silencio —susurró Lang.

Lilette apretó los dientes mientras la risa de Chen cambiaba a una tos que
sacudió sus pulmones.

La espada de Han poco a poco cayó a un costado. —¿Cómo?

Lilette se retorcía contra Lang, pero él resistía su ataque. —¡Está casi muerto de
cualquier forma! ¡Detente!

Ella se quedó inmóvil, con el instinto asesino escapando de ella. —¿Por qué?
¿Por qué lo ayudas?

Lang la soltó pero se mantuvo entre ella y Chen. —Lo encontré cuando
buscaba sobrevivientes. Lo arrastramos hasta aquí bajo el amparo de la oscuridad hace
días.

—Sus piernas están trituradas —dijo Ko.

Lilette comprendió que el hedor provenía de Chen. La idea le revolvió el


estómago.

La mirada de Lang se posó en ella. —Y lo ayudé porque quería saber qué


sucedió la noche que las Brujas nos destruyeron.

—Necesitas escuchar lo que él tiene que decir, Lilette —agregó Ko en voz baja.
Lang le devolvió el cuchillo a Han, con la empuñadura por delante.
Lilette se pasó el brazo por la boca. —Bien. Habla. Luego volveré al palacio y
regresaré con un contingente de Protectores para arrestarlos a todos ustedes.

La oscura mirada de Chen se fijó en ella. —En mi décimo año, mi padre recibió
una invitada muy importante. Ella nos pidió orquestar la muerte de Lellan, y de su
hija, Lilette.

Hablar pareció cansarlo. Tomó un vaso que estaba a su lado. Ko se adelantó


para ayudarle a beber. Después de un solo trago, Chen se recostó, claramente agotado.
—El éxito nos garantizaría prosperidad de la talla de la que pocos imperios han visto
alguna vez. El incumplimiento significaba un desastre para nosotros… uno que
destruiría a toda nuestra gente.

Lilette sabía lo que estaba insinuando. La ira se apoderó de ella, tan fuerte que
casi la avasalló. Se contuvo a si misma hasta que comenzó a disminuir. —No te creo.

—A pesar de lo que puedas pensar de mi padre —Chen continuó débilmente—,


no le entusiasmaba la idea de asesinar a una niña. Se le ocurrió otro plan, simplemente
falsificar las muertes de las Brujas y agregarlas a su harén. La mujer sería suya. La niña
sería para mí cuando llegara a la edad.

—Y tener a una Bruja como esposa no era una motivación —dijo ella enojada.

—Agregar el poder de las Brujas a nuestro linaje pareció una buena idea en ese
momento.

La mirada de Chen se dirigió a Han. —Mi hermano menor oyó por casualidad
que a mi padre le ordenaban matarte. Él le advirtió a tus padres, y todos ustedes
huyeron en la noche.

Lilette no podía dejar de negar con la cabeza. —Es mentira.

Chen continuó como si ella no hubiera hablado. —Ningún barco puede


alcanzar uno impulsado por la canción de una Bruja. No a menos que tengan la ayuda
de otra Bruja más fuerte.
Lilette cerró los ojos, tratando de apagar los recuerdos que la atacaban. No
funcionó. Su madre se interponía entre ella y la batalla que sucedía delante de ellas…
con el rostro ceniciento, sus ojos atormentados. —Nos han traicionado —había
susurrado.

Lilette había creído que lo que quería decir era que alguien del barco había
dejado a la élite subir a bordo. Pero Chen tenía razón. Ningún barco podría
alcanzarlos, no sin la ayuda de otra Bruja más fuerte. Su madre debió darse cuenta
momentos antes de morir.

Lilette poco a poco levantó la mirada hacia Chen.

—Me crees. —Asintió él y se relajó entre los juncos—. Debes entender —le
suplicó, como si su concepto sobre él realmente fuera importante—. No teníamos
opción. La seguridad de miles hace que hasta el precio más nefasto sea aceptable.

Se humedeció los labios y tomó otro trago. —No podíamos salvar a tu padre y a
los otros Protectores, Lilette. Y lo siento por eso. Pero teníamos que llevarnos a ti y a
tu madre y esconderlas. Pero luego el barco se incendió y encontramos a tu madre...

Lilette cerró los ojos con fuerza, tratando de encerrar la imagen marchita en su
memoria, aunque nunca la había visto. La imagen de su madre, flotando boca abajo en
el agua, con el cuerpo quemado, su rostro morado e hinchado.

—El precio se pagó. Y Harshen fue bendecida —Chen terminó en voz baja.

—¿Quién haría algo así? —preguntó Lilette.

—¿Quién tiene más que perder si tú estás viva? —dijo Chen—. ¿Quién es lo
suficientemente fuerte como para vencer a tu madre?

Lilette se agachó, sus manos en sus rodillas mientras el mundo giraba. —


¿Merlay? —dijo sin aliento. Se frotó las lágrimas del rostro—. ¿Cómo me encontraste?

La mirada de Chen se desplazó hacia el otro lado de la puerta. Ella giró para
encontrar a su viejo amigo de pie junto a ella.
—¿Salfe? ¿Cómo pudiste?

Él se quedó mirando el suelo. —Merecías algo mejor que ser la cuarta esposa de
un pescador. Merecías estar con un príncipe. —Finalmente, levantó los ojos hacia ella
y Lilette vio el dolor allí. Él una vez le había dicho que la amaba, había arriesgado y
perdido su futuro por ella.

—Por Favor. Por favor, perdóname. No era mi intención empezar todo esto.

Lilette cerró los ojos mientras dos gruesas lágrimas se desplomaban por sus
mejillas. —Tú no lo empezaste. Fui yo. Fa me advirtió lo que pasaría si yo cantaba, y
lo hice de todos modos.

Se volvió hacia Chen. —Así es como me encontraron… es por eso que ellas
vinieron a buscarme. Porque yo canté.

La mirada de Chen era distante. —Siempre me pregunté por qué finalmente


vinieron por ti, después de todos esos años de nada.

Lilette abría y cerraba las manos, sintiendo el sudor en sus palmas. —Mi
hermana… si tú no las asesinaste… —No pudo terminar.

Esta vez la voz de Chen se llenó de compasión. —Las Brujas lo hicieron.


Cantaron un terremoto que hizo caer las murallas sobre ellas y el harén. También hizo
caer casi todos los edificios en todo Rinnish.

—¡No! —dijo Lilette finalmente, con la voz ronca. La noche que había sentido
el mundo agonizando. Se tambaleó sobre sus pies.

Han la alcanzó, manteniéndola estable. Ella miró sus ojos impenetrables. —


Han. —La palabra estaba llena de dolor y necesidad. No había llorado por su
hermana, por todo lo que había perdido y ganado en las últimas semanas.

Atrajo a Lilette a sus brazos, sosteniéndola fuerte mientras comenzaba a llorar.


Y una vez que comenzó, no pudo detenerse.
La llevaron de nuevo al salón principal, y Ko le proporcionó algo caliente y
relajante. Cuando Han pareció convencido de que ella no iba a desmoronarse de
nuevo, se enderezó y regresó a la habitación de su hermano enfermo.

Por desgracia, las habitaciones estaban divididas con cortinas de seda, por lo
que Lilette podía oír cada palabra.

—Así que, ¿estás disfrutando a mi esposa, hermano? —preguntó Chen.

Han tardó en responder. —Ella ya no es tu esposa, Chen. Lo siento. Realmente


lo siento. Pero yo creía que estabas muerto. Y no voy a renunciar a ella.

—Creí que yo también la amaba —Chen respondió en voz tan baja que Lilette
apenas podía oírlo—. Pero dudo que me haya dejado ver alguna vez a la verdadera
ella. Todo lo que siempre vi era una mujer obediente, silenciosa, con un
comportamiento díscolo. Pero eso no es lo que ella realmente es.

—No lo es —convino Han.

—Bueno, Padre estaría contento de que después de todo este problema, al


menos uno de nosotros puede traer un poco de poder a nuestro linaje.

—No —advirtió Han.

Se quedaron en silencio. —Estoy muriendo, Han.

—Lo sé.

—Lamento que Padre haya perdido los estribos. Lamento que haya llenado tu
rostro de cicatrices. Tenía miedo y estaba enfadado.

Han no respondió.

—Hermano, prométeme salvar a Harshen —dijo Chen claramente—, no


importa lo que cueste. Nuestra gente merece nuestra protección. Y si puedes,
encuentra la forma de hacer que las Brujas paguen.

—Lo juro —dijo Han, con la voz quebrada.


Chen parecía haber perdido toda su fuerza. —No regreses aquí. No puedes
correr el riesgo... y para ser honesto, no quiero verte nunca más, ni a Lilette.

Han salió de detrás de la cortina, un momento después. Su mirada encontró la


suya, y su rostro cambió. Sabía que ella había oído, lo aceptaba y seguía adelante.
Miró las ventanas con cortinas de seda. —Tenemos que regresar.

Lang se levantó de su lugar en los almohadones junto a Ko. Ella abrazó a


Lilette y a Han una vez más.

Lilette miró a Salfe, sin saber qué decir o hacer. —Si las cosas hubieran sido
diferentes, si yo hubiera estado lista… —Se encogió de hombros, con impotencia.

Una parte de su boca se curvó hacia arriba, una sombra de su estilo arrogante.
—De verdad, Li. Ahora estás casada. No deberías estar suspirando por mí.

Ella casi se atragantó de risa. Al menos Salfe no había cambiado. Meneó la


cabeza mientras salía.

Han y Lang la esperaban fuera. Han registró su rostro. —¿Él es quien te dio la
peineta que siempre llevas contigo?

Ella asintió. —De toda la gente de la isla, él fue el único que trató de ayudarme.

Han se acercó a ella y la guio hasta la calle, Lang a su lado. —Entonces ambos
tenemos una deuda con él.

Lilette dejó escapar un silencioso suspiro de alivio.

—Lilette y yo estamos demasiado envueltos en esto para escapar —le dijo Han
a Lang—. Pero ustedes no. Quiero que saques a mi madre de Harshen. Tan lejos de las
islas y de las Brujas como puedas.

Lilette puso una mano en su brazo. —No puede. Lo necesitamos.

Han respiró hondo y miró hacia el cielo nocturno. —Lilette...

—El mundo tiene que saber lo que ha hecho Merlay. —Lilette les dijo su plan.
Cuando terminó, Han dejó caer la cabeza derrotado. —Merlay es la persona
más poderosa que existe. Tendremos que tener cuidado.

Lilette se encontró con la mirada de Lang. —Tú eres el único en quien puedo
confiar con esto. —Ella le sonrió con ironía, considerando cómo lo había amenazado
con arrestarlo hacía poco tiempo.

Un momento después, Lang asintió secamente. —Destruyeron nuestra ciudad;


asesinaron a casi todas las personas que conozco. Haré lo que pueda, pero luego me
iré.

Por un rato, sólo se escuchó el sonido de sus pasos. Han se aclaró la garganta.
—Gracias, por salvarlos a ambos.

Lang miró hacia la noche. —Me gustaría poder decir que mi motivación para
ayudar a tu hermano fue la bondad, pero sólo quería que él viviera lo suficiente para
entender por qué las Brujas nos destruyeron. Nunca hubiera podido imaginar las
verdaderas razones.

Han se atrasó para caminar junto a Lilette. —No lo lamento. No por nosotros.

Lilette se acercó un poco más a él, y sus hombros se rozaron. El consuelo en ese
simple toque reforzó su resolución. —Tampoco yo.
Traducido por Brig20

No tenía idea de lo que planeaban o lo que habían visto. Me duele que Lilette no confiara en mí lo
suficiente como para compartir la verdad, pero no me puedo quejar de su lógica. ~Jolin

ilette despertó a la luz del amanecer. Todavía estaba cansada, pero el sueño
estaba a leguas de distancia. Se dio la vuelta y encontró a Han dormido a su
lado. Apenas lo había visto en los últimos tres días. Había estado demasiado
ocupado reuniendo a todos los soldados restantes, de la élite o imperiales, que pudo
encontrar. Los que habían estado dispuestos a jurar lealtad a Lilette habían sido
convocados a su servicio. No confiaba por completo… después de todo, habían
ayudado a mantenerla cautiva, habían luchado contra ella. Pero Han confiaba en ellos
para hacer lo que era mejor para Harshen. En este momento, todos tenían el mismo
enemigo. Eso tendría que ser lo bastante bueno.

Han se veía más joven, casi infantil, sus largas pestañas rozaban la piel debajo
de sus ojos. Era un hombre enorme. Le gustaba eso de él. Le gustaba que fuera fuerte y
sólido—como la tierra. Aquí había alguien en quien podía echar raíces, alguien que
permanecería firme y constante cuando los vientos golpearan contra ella.

Como si sintiera su mirada, se dio la vuelta y la tomó en sus brazos. Ella trazó
la línea de su cicatriz—extrañamente, la sensación debajo de sus dedos era
reconfortante. Él era fuerte y bueno, sin importar las consecuencias; llevaba la prueba
de ello en su rostro. —Deja de preocuparte —dijo, todavía sin abrir los ojos—. Hemos
hecho todo lo que podemos.
Lilette suspiró. En tres días de búsqueda, Han y Lang sólo habían conseguido a
dos personas que sobrevivieron a esa noche en el palacio. Si los eunucos no fueran tan
fáciles de detectar, probablemente no se habría encontrado a ningún testigo. Había
sido aún más difícil convencer a los eunucos de compartir lo que habían visto. Sólo
habían estado de acuerdo después que Lilette prometió expulsar de Harshen a las
Brujas responsables. Ella notó que no la consideraban realmente una de las
Guardianas. Y por una vez, se alegró.

Lang había escondido lejos a los dos testigos y prometió llevarlos a ella cuando
fuese la hora. Arreglar todo había sido difícil. Pero la parte más difícil para Lilette fue
sentarse en la misma mesa que Merlay y no estrangularla con sus propias manos.

Lilette apoyó la cabeza en una mano. —Podríamos simplemente envenenar a


Merlay y acabar con esto. —No era la primera vez que lo sugería.

Han suspiró. —No. Esto va más allá de nosotros. Se trata de la podredumbre


dentro de las Brujas que permitió este tipo de putrefacción. Se trata de no dejar que
algo así vuelva a suceder. —Él gruñó y la empujó sobre su espalda—. Y ahora que
estoy irrevocablemente despierto, bien podemos hacer un buen uso de nuestro tiempo.
—La besó en el cuello, y no pasó mucho tiempo antes que Lilette se olvidara por
completo de sus planes.

***

Escondida detrás de una cortina, Lilette observaba a la multitud que llenaba el


patio. Mientras Han y Lang habían reunido a los testigos y a la élite, Merlay y las
Guardianas habían pasado los últimos tres días reuniendo a todos los líderes de la isla
para que pudieran jurarle lealtad a ella. Ellos, junto con el pueblo de Rinnish, llenaban
el patio por centenares.

A juzgar por su hosco silencio y la amenaza de violencia apreciable en el aire,


Lilette estaba segura de que no estaban aquí por voluntad propia. Entre el palacio y la
multitud infeliz, las Guardianas habían reunido cinco filas de hombres, cada uno de
ellos armado hasta los dientes. En los pisos inferiores a Lilette estaban las otras Brujas,
todas ellas preparadas para someter a las multitudes si era necesario. Si esos dos grupos
no fueran un factor disuasivo suficiente, Han había ordenado a todos los soldados de la
élite e imperiales tejer una red a través de la multitud, susurrando para que la gente
estuviera tranquila, prometiendo una recompensa por su paciencia.

Sintió a Han pararse a su lado. —Es tarde —dijo.

Sus entrañas estaban llenas de nudos. Había tantas maneras en que esto podía
fallar. —Lang estará aquí. —Ella no consideraba otra alternativa.

—¡Lilette!

Acerando su expresión y obligando a sus puños a relajarse, se volteó hacia


Merlay mientras entraba en sus aposentos y se acercaba a ella. Lilette sabía que debía
decir algo, pero no confiaba en su voz.

Merlay enarcó las cejas. —La gente está empezando a mostrarse inquieta. No
necesito recordarte que los harshenos no confían en nosotras. Los nobles de la isla
están empezando a actuar como si fuéramos a matarlos a todos.

Ella se rio de su propia broma.

Lilette trató en vano de unírsele.

La risa de Merlay se difuminó en silencio. —¿Bueno, vamos a seguir adelante


con esto?

Lilette abrió la boca, para decir que no estaba segura, pero Han se inclinó y le
susurró al oído: —Él está aquí.

Se dio la vuelta para encontrar a Lang y a Salfe entrando a hurtadillas, dos


eunucos entre ellos. Cada uno de ellos llevaba un balde de agua jabonosa. Lang le dio
una leve inclinación de cabeza, ella no dudaba de que los cuatro hombres hubieran
escondido más de un cuchillo en los baldes.

—¿Quién son? —preguntó Merlay, una pizca de desconfianza en su tono.


—Sirvientes —respondió Lilette sin problemas. —Después de todo, las
Desechadas no pueden quedarse con nosotros para siempre, y mis aposentos son un
desastre. —Los cuatro hombres comenzaron inmediatamente a fregar el hollín de las
paredes.

Aparentemente satisfecha, Merlay entrelazó su brazo con el de Lilette y se


inclinó. —Pareces mucho más nerviosa que cuando te dirigiste a la multitud en la
cosecha de chesli. ¿Estás bien?

El aire era espeso y caliente, no llenaba sus pulmones como debería. Los bordes
de su visión eran tirantes y distantes. Pero sus reacciones no tenían nada que ver con la
gente que estaba a punto de abordar, y sí mucho que ver con el brazo de Merlay
vinculado con el de ella.

—Sólo un poco nerviosa, eso es todo. —Con una pequeña sonrisa, Lilette se
liberó de Merlay y se trasladó a la terraza para que la vieran.

El silencio se extendió entre la multitud, pero ningún harsheno se postró ante


ella. Era una falta de respeto flagrantemente espectacular, una que Lilette ignoró por
completo. —Nací siendo una Bruja —dijo ella tan fuerte como pudo—. Pensé que era
mi herencia. Pero aprendí el honor de Harshen. Aprendí la fuerza de Harshen. Y
cuando volví a la ciudad Arboleda, me di cuenta de que era harshena.

Hizo una pausa mientras los pregoneros repetían sus palabras a la parte
posterior de la multitud. Han se acercó a su lado. —He tomado a un hijo del
Emperador como mi esposo, para que su linaje pueda continuar, y porque sé que no
existe hombre más fuerte en la tierra que yo pudiera tener a mi lado.

Respiró hondo para tranquilizarse. —Harshen… mi pueblo, Yo soy su


Emperatriz. —Ellos no aplaudieron, pero tampoco la abuchearon. Estaban
escuchando—. Con la ayuda de las Brujas, les he alimentado, limpiado la ciudad e
iniciado las reparaciones.
Cuando los pregoneros quedaron en silencio, ella hizo un gesto de corte. —Sólo
hay una cosa que me queda por hacer como su Emperatriz, y es expulsar a las Brujas
de nuestra presencia.

La multitud se agitó con incredulidad. Lilette prácticamente podía sentir la


agitación de las Brujas en la terraza por debajo de ella. Un puñado de Protectores se
separó del perímetro para desaparecer en el interior del palacio.

En unos momentos, estarían golpeando la puerta.

Merlay dio un paso por detrás de ella. —¡Lilette! ¿Qué estás haciendo?

—¡Silencio! —gritó Lilette. Merlay saltó por la sorpresa, y Lilette se apartó de


ella. Después de hoy, no quería volver a ver esa cara de nuevo—. El nombre de esta
mujer es Merlay —continuó Lilette—. Hace mucho tiempo, ella cometió un asesinato.
Su ataque a Harshen fue, en parte, un complot para encubrir eso.

Merlay se movió como si quisiera detener físicamente a Lilette, pero Han la


bloqueó. Merlay se volteó y dijo a la multitud: —Hemos cometido un error en la
elección de Lilette como su Emperatriz. Vamos a encontrar otra…

—¡Ustedes no la eligieron! —rugió Han—. ¡El Dragón del Sol lo hizo!

Merlay dio un paso atrás. Esa fue la señal para Lang. Los eunucos se movieron
hacia la terraza, tan lejos de Merlay como pudieron. Sonó una de sus voces femeninas.
Él contó que había estado en el palacio, durmiendo en la cocina, cuando el mundo
comenzó a temblar. Describió cómo las murallas se habían desmoronado, matando a
todas las concubinas en el harén, y aplastado a las Brujas en el jardín.

—¡Mentiras! —gritó Merlay—. ¡Todo eso es mentira! Yo…

Han dio un paso adelante. —Vas a estar en silencio, de una manera u otra.

Merlay miró arriba y abajo a Han y se encaminó hacia la puerta.

—No. —Él la bloqueó de nuevo.


La mandíbula de Merlay se apretó, pero permaneció en silencio.

Otro eunuco se adelantó. Su historia era la misma, sólo que había ido a buscar
al curandero de la corte para su concubina, que estaba a punto de dar a luz. Acababa
de bajar los últimos escalones cuando todo se había desmoronado a su alrededor.

Ambas historias de los eunucos terminaban de la misma manera, con ellos


huyendo de hombres vestidos de negro que habían sacrificado a cualquiera que se
encontraran: eunuco, señor, o Bruja por igual… incluyendo una Bruja que había
rogado por su vida.

Un odio negro manchó a Lilette de adentro hacia afuera. ¿La mujer habría sido
su hermana? No podía soportar la idea de preguntar. —¿Así que las Brujas en
cautiverio no luchaban contra Chen?

Ambos eunucos negaron con la cabeza.

La puerta detrás de ellos se abrió y Brine entró con una docena de Protectores a
su espalda. Conmoción, desconfianza y hostilidad abierta brillaban en sus rostros.

Lilette retrocedió lejos hacia el balcón. Han estaba de pie ante ella, Lang y Salfe
a ambos lados. Incluso los eunucos se mantuvieron firmes, con cuchillos jabonosos en
las manos. No la hicieron sentir más segura.

Si Brine la atacaba, la multitud lo vería, y una batalla estallaría. Había estado


dispuesta a apostar a que Brine no correría el riesgo.

Merlay hablaba rápido, tratando de explicar. Lilette no le hizo caso,


centrándose en Brine. —Jolin creó una barrera, llamada el velo, que sólo puede ser
detectada por una nivel siete. Merlay la utilizó para ocultar su ataque, derribó las
murallas y aplastó a mi hermana y las otras prisioneras… para silenciarlas para
siempre.

La voz de Lilette tembló, pero se obligó a seguir adelante. —Y en el proceso,


destruyó la ciudad. En el caos que siguió, envió a sus espías para matar a todos en el
palacio. Es la única manera de explicar cómo todo el mundo murió a pesar de que el
palacio sigue en pie.

Merlay dio un paso atrás. —¡Yo nunca haría una cosa así!

Lilette se sacudió con furia y dolor. —Y lo hizo todo para ocultar el hecho de
que ella había matado a mis padres en un intento de asesinarme; junto con docenas de
otras nivel siete, para proteger su lugar como Principal.

—¡Por piedad de las Creadoras! —gritó Jolin. Galon y ella, junto con al menos
una docena más de Brujas, habían entrado en algún momento.

Brine se volvió hacia ella. —Jolin, ¿es cierto? ¿Creaste un velo para ocultar las
canciones?

—Merlay vino a mí, preguntando si se podía hacer, me dijo que las Brujas
podrían hacer mucho más bien si pudiéramos usar nuestros poderes para destruir el
mal.

Brine frunció el ceño. —¿Escuchaste esa canción, la que destruyó Harshen?

El rostro de Jolin se puso blanco. —Ayudé a cantarla.

Durante un tiempo, el único sonido fue el clamor de la multitud. Finalmente


Brine dio un paso adelante. —¿Merlay?

—El Emperador mató a su familia. —Merlay se mofó—. No tuve nada que ver
con eso.

—Más mentiras. —Han tendió un pergamino sellado. En él, Chen había escrito
y firmado su testimonio. Brine lo examinó, con el rostro cada vez más fruncido con
cada línea que leía.

—Brine… —comenzó Merlay.


—¡Silencio! La verdad es bastante fácil de descubrir. —Brine se volteó hacia la
multitud—. ¿Estuvieron las Brujas del recinto palaciego cantando la noche de los
temblores?

Un millar de voces diferentes negó. La evidencia iba en aumento. Las Brujas


dentro de la sala estaban mirando a Merlay, su incredulidad cambiaba poco a poco a la
repugnancia.

—Merlay —dijo Jolin en voz baja—. ¿Qué has hecho?

Merlay se volteó hacia las otras Brujas. —Me conocen. No podría… no haría
algo así.

El rostro de Jolin estaba pálido. —Por piedad de las Creadoras… ¿con cuánta
sangre me has manchado las manos? —Galon se acercó, a su lado.

Merlay negó con la cabeza, pero la multitud afuera estaba gritando ahora,
exigiendo justicia. —Se los juro, yo no hice eso. Después de todos estos años de
servicio, ¿cómo no me creen?

Pero estaba claro que las Brujas no le creían. Y tampoco la multitud.

Merlay se volteó hacia Brine, que estaba mirándola, con los brazos cruzados,
una expresión de horror en el rostro. —Brine, lo juro, yo…

—¡Silencio! —siseó Brine. Hizo un gesto a dos Protectores que finalmente


habían llegado a su lado—. Llévenla en custodia, y asegúrense de que la gente lo vea o
tendremos un motín en nuestras manos.

—Brine —dijo Merlay, en voz baja. Los Protectores ataron sus manos.

Los ojos de Brine brillaban de rabia. —¡Silencio! Tendremos suerte de salir de


esto con vida, gracias a ti.

Ella dio un paso al lado de Lilette y miró a la multitud hasta que se quedaron en
silencio. —Las Guardianas de la ciudad Arboleda no tenían idea de que una de las
nuestras podría orquestar algo como esto.
—¡Váyanse de nuestra ciudad! —gritó alguien.

Brine buscó en la multitud con la mirada, pero el que había hablado no se veía.
Cerró los ojos, los hombros pesados con la carga del arrepentimiento. —Vamos a dejar
a nuestros Protectores para protegerles de cualquier represalia de Vorlay o de otro
lugar. Algunas de nuestras Brujas y de nuestras Desechadas permanecerán para ayudar
a reconstruir. El resto de nosotras se irá.

Lilette se agachó cuando algo explotó a su alrededor, algo horrible. Un huevo


podrido había golpeado de lleno a Merlay en el pecho. Brine tenía trozos en el cabello.

Han se puso de pie en la barandilla. —Si hubieran golpeado a la Emperatriz,


habría encontrado a quien lo hizo, y lo habría matado.

Sus palabras se deslizaron a través de la multitud. Él había sido príncipe de


Harshen, respetado y conocido por casi dos décadas. —Su Emperatriz ha hablado. Ella
les ha protegido. Vamos a reconstruir… mejor y más fuerte que antes.

Los miró, encontrándose con una mirada detrás de otra. —Ahora vayan a casa.
—La multitud se removió un poco, pero su ira pareció disiparse.

Merlay la fulminó con la mirada, huevos coagulados goteaban de su pecho.


Incluso los Protectores no parecían querer tocarla. —No sabes lo que has hecho —dijo
con amargura—. ¡No has protegido a tu gente, los has condenado!

Los Protectores estaban llevándosela. Jolin caminó hasta Merlay y le dio una
bofetada. Galon apartó a Jolin antes de que pudiera golpearla de nuevo. —¡Me usaste!
—gritó Jolin—. Fingiste ser mi amiga, pero me estabas utilizando.

Merlay miró a Jolin. —Hice lo que tenía que hacer, por el bien de las Brujas.

Lilette apretó los puños a los costados. —Hiciste lo que era bueno para ti
misma.
Brine se metió entre ellas tres e hizo un gesto a los Protectores. —Límpienla y
móntenla al barco más rápido que hayamos traído. Nuestros Protectores vigilarán
nuestra marcha.

—No —interrumpió Lilette—. Si envías Protectores armados a través de mi


ciudad, la gente va a luchar. Voy a enviar a los soldados imperiales; los que
sobrevivieron. Mi pueblo no los atacará.

Brine vaciló antes de asentir lentamente. Galon miró a Lilette con una
expresión indescifrable antes de tirar de Merlay.

Lilette echó un vistazo a la figura de Merlay que se alejaba. —¿Qué pasará con
ella?

—¿Te das cuenta de lo que has hecho? —preguntó Brine.

—No he hecho otra cosa que revelar la verdad.

Brine se rio con amargura. —Has abierto la puerta para que el mundo vea que
somos vulnerables y corruptas.

—Merlay abrió esa puerta.

Brine se quedó en silencio un momento. —Tal vez sea así, pero tú la has
señalado ante todo el mundo. —Estudió a Lilette de pies a cabeza—. Dado que ya no
necesitas nuestra guía para gobernar tu nación, voy a tomar el liderazgo de la ciudad
Arboleda, pero dejo el resto de las Brujas contigo. —Más Protectores habían llegado, y
Lilette los reconoció como los que solían acompañar a Brine. La Principal del Agua
enumeró una lista de Brujas para acompañarla, y un Protector fue a buscarlas. Brine se
volteó hacia Jolin—. Vienes también.

—Me voy a quedar —dijo.

La expresión de Brine se endureció. —Voy a necesitar que declares.

Jolin volteó hacia Lilette, con ojos atormentados. —Ojalá nunca hubiera creado
el velo.
Lilette no estaba segura de cómo se sentía acerca de Jolin, había ayudado a las
Brujas a matar a Sash y cientos de personas del pueblo de Lilette. Pero ella no lo había
hecho a sabiendas. —No dejes a Merlay salirse con la suya —dijo Lilette a Jolin.

Jolin asintió, luego se giró y se dirigió hacia Brine, que la esperaba.

Cuando estuvieron fuera de la vista, Han se acercó a Lilette. —¿Crees que


tratarán de hacer algo? —preguntó ella.

Él negó con la cabeza. —Si lo hacen, la élite se hará a un lado y dejaran que la
ciudad caiga sobre ellas.

Lilette dejó escapar un suspiro. —Funcionó.

—Esperemos que así sea.

En menos de una hora, las líderes de las Brujas se abrían paso a través de la
ciudad. Las personas les tiraron cosas, comida en mal estado, sobre todo. Pero no
pudieron hacerles mucho daño a menos que quisieran golpear a los soldados
imperiales, lo que parecían pocos dispuestos a hacer. Con las Brujas cantando, la nave
se deslizó fuera del puerto.

Mucho después de que el primer barco hubiera desaparecido, una nave más
pequeña se deslizó fuera del puerto. Lilette notó la forma en que la mirada de Han le
seguía. —¿Tu madre?

Él los vio partir. —Lang pensó que era más seguro irse. Estuve de acuerdo.
Traducido por Mrm1997

Lilette era como una estrella: llena de luz y belleza distante. Han era como las sombras alrededor
de las estrellas… la dejaba brillar. ~Jolin

ilette pasó el resto del día organizando a los Protectores en equipos para limpiar
la ciudad. Las Desechadas fueron enviadas como sanadoras; su conocimiento
sobre las hierbas era muy superior a cualquier curandero harsheno. El resto de
las Brujas fue a trabajar a la reconstrucción de las arboledas y campos. Al caer la
noche, la ciudad ya se veía mejor. La mayoría de las calles principales habían sido
limpiadas, y el verdor crecía en todas partes.

Lilette vio la puesta de sol; sin montañas tras la que esconderse, el cielo se
desplomó desde el azul pálido a azul marino aterciopelado en cuestión de minutos.

Han se acercó por detrás de ella y deslizó sus brazos alrededor de su cintura.

—¿Qué estás haciendo?

—Lo hicimos. Ellas realmente se han ido. —Su voz era grave y sonaba cansada,
pero feliz. Él le acarició el cuello y un calor creció en su pecho.

Con tantos Protectores y Brujas que se habían quedado, la ciudad sería


reconstruida en cuestión de meses.

Lilette se lamió los labios mientras las caricias de Han pasaban de amorosas a
algo más profundo. Ella se echó hacia atrás, dándole un mejor acceso a su cuello.
Observó perezosamente un barco deslizarse a la vista, iluminado por la luz del
crepúsculo. Se dirigía hacia el puerto, sus velas blancas casi parecían color melocotón.

—¿Y si intentan algo más?

Han empezó a desatar el ceñidor de su bata.

—No lo harán. No con tanta de su gente aquí.

Lilette se enderezó mientras observaba el barco acercarse.

—¿Han? —Se movía rápido… demasiado rápido como para ser cualquier
barco. Ella señaló hacia donde ahora descansaba en aguas abiertas—. ¿Qué está
haciendo ese barco?

Frunció el ceño mientras él entrecerraba los ojos.

—¿Pescando?

Su mirada recorrió la conformación, la disposición de las velas, y se le cortó la


respiración.

—Es el barco de Brine.

Han se puso a su lado justo cuando una columna titilante de azul y púrpura se
disparaba desde la cubierta. Se inclinó sobre la barandilla y gritó: —¡Suenen la alarma!

Los Protectores en el recinto corrieron por todos lados, inseguros de qué hacer.
Pero la élite lo sabía. Uno golpeó el gong que había sido reparado antes.

Mientras la percusión se extendía sobre la ciudad, Han cogió el brazo de Lilette


y medio la arrastró hacia las escaleras.

—¡Hay que crear un círculo. Lanzar una contra canción!

Su mente seguía tropezando con el hecho de que las Brujas estaban lanzando
un ataque. No parecía real.
Llegaron al segundo nivel del palacio, donde el resto de las Brujas se alojaba.
Era una habitación amplia dividida por docenas de biombos de seda. La mayoría de
las Brujas estaban todavía en la ciudad, pero algunas habían regresado por la noche. El
pensamiento de que murieran sacudió un instinto protector dentro de Lilette.

—¡Brujas! ¡A mí! —gritó.

Unos biombos se abrieron, y un puñado de Brujas salió de sus habitaciones,


Nassa y Doranna entre ellas.

—¿Qué está pasando? —preguntó Doranna.

—¡Brine está cantando en contra de nosotros!

—¡Eso no es posible! —dijo Nassa.

Lilette no tenía tiempo para discutir. —¡Ayúdenme o estaremos todos muertos!


—exclamó. Corrió hacia el patio, el puñado de Brujas detrás de ella, mientras el
mundo se sacudía debajo de ella. De repente se encontró boca abajo en el patio
pavimentado con ladrillos, con la nariz chorreando sangre en su boca.

Podía ver los labios de Han moviéndose mientras le gritaba, pero ella no podía
oír por encima del estruendo. Él comenzó a tirar de ella para ponerla de pie. Ella miró
hacia atrás. Cerniéndose sobre ellos, el palacio se agitaba violentamente. ¿Y si se les
caía encima?

Se arrastró hacia adelante mientras el suelo volvía a agitarse. La piel de los


codos se le desgarró, pero no podía sentir nada más allá del absoluto terror obnubilante
a ser aplastada.

Un movimiento frente a ella captó su mirada. La última muralla restante se


hizo pedazos y se inclinó hacia ellos. Con un rugido ensordecedor, se estrelló contra el
patio de ladrillo. Han la agarró en sus brazos, protegiéndola con su cuerpo cuando los
ladrillos rotos los golpearon.
El temblor se calmó un poco. Con los oídos resonando, Lilette se atrevió a
levantar la cabeza. No podía ver nada a través del polvo asfixiante. Gimiendo, Han se
incorporó a su lado. Los pedazos de ladrillos y polvo cayeron en cascada por su
espalda. Sangre recubría su oreja llena de cicatrices.

—¿Qué están haciendo? —jadeó Lilette.

En algún momento entre que él había estado besando su cuello y ahora, Han se
había colocado su armadura mortal.

—Ellas van a destruir a todos los testigos.

Sus palabras se negaron a penetrar la gruesa capa de incredulidad que tenía


cautiva a Lilette.

—¡Guardianas ! —Su voz resonó en la quietud antinatural—. ¡A mí! Si desean


conservar sus vidas, a mí!

Lilette se empujó hacia arriba. Estaba ocurriendo. Y si ella no hacía nada para
detenerlo, todo el mundo iba a morir. Limpiándose la sangre y el polvo de la cara, se
giró, buscando a Doranna y Nassa. Tenían que iniciar un círculo. Ahora.

Lilette tropezó con ladrillos rotos, la tos y el polvo llenó sus pulmones. Su pie se
atoró en algo demasiado blando para ser escombros. Se inclinó, y sus manos tocaron
ropa. Encontró un brazo y tiró de él. Era Doranna.

—¿Estás viva?

Doranna gimió. Lilette la sacudió. —Más tarde habrá tiempo para estar herida.
Levántate.

La Desechada parpadeó al abrir sus ojos verdes; el color era una sorpresa en un
mundo de polvo amarillo.

—Tenemos que cantar —dijo Lilette.

Doranna hizo una mueca y se impulsó hacia arriba. —¿Por qué nos atacan?
Por miedo a quedarse sola; o perderla, Lilette arrastró a Doranna con ella
mientras buscaba a Nassa.

—Porque sabemos demasiado…. —Brine debe estar involucrada. Todas las


Principales deben estarlo. Lilette de repente pensó en Bethel; la historia tallada en sus
acantilados, y se preguntó si la mujer mayor también había esculpido este momento.

Se toparon con Nassa, vagando y confundida. Sólo unos pocos minutos debían
haber pasado desde que los temblores habían terminado, pero Lilette sintió las
canciones alterando los elementos, preparándose para que todo estallara.

—¡Abajo! —ordenó. Cayeron al suelo justo cuando comenzaba a moverse de


nuevo. Se aferraron las unas a las otras, sus gritos de miedo ahogados por el rugido
ensordecedor de la tierra adolorida.

Lilette sintió que disminuía. Levantó la cabeza, en silencio rogando ver a Han
de nuevo. ¡Allí! Él venía a través del polvo, con un brazo afianzado sobre una Bruja, y
otra Bruja al hombro.

Suavemente bajó a la mujer apenas consciente.

—¿Es suficiente?

Nassa se inclinó sobre ella, y presionó sus manos contra una herida sangrante
en la cabeza de la mujer.

—Necesitamos ocho para empezar a luchar.

Tardíamente, Lilette se dio cuenta de que podía limpiar el polvo. Cantó y la


brisa sopló, limpiando el aire. Podía ver la ciudad, o lo que quedaba de ella. Se había
ido, ahora no era nada más que un montón de escombros.

Sus ojos recorrieron el puerto. Algunos de los muelles se habían derrumbado,


hundiendo las naves en el agua de forma antinatural.
Pero la peor parte era que lo que había sido un puerto en forma de media luna
estaba ahora abierto al océano… el borde exterior se había hundido completamente
bajo el agua.

Han la miró, dándose cuenta de lo que estaba ocurriendo un momento antes


que ella. —Están hundiendo la isla.

Sus palabras rompieron finalmente a través de la niebla que había descendido


sobre Lilette. —Cinco tendrán que servir. Levántala —dijo, señalando a la mujer
aturdida.

Nassa negó con la cabeza. —Ella está muy herida.

—No hay tiempo de estar herido. —Lilette agarró los brazos de la Bruja
lesionada y la puso de pie. Se tambaleó, con una mano en la cabeza, pero logró
mantenerse de pie. Sus ojos estaban mal, una pupila mucho más grande que la otra.

El poder zumbaba a través de Lilette.

—Encuentra a más de nosotras, Han. —A las otras les ordenó—. Canten.

Arrastrando los pies, quebradas, lo hicieron. Su voz se unió a las suyas, y ella se
tambaleó hacia el aire. Podía sentir crearse la canción de Merlay, sentía el dolor ser
liberado. Lilette no trató de detener el temblor que se construía. No había tiempo para
eso.

En cambio, ella llamó al viento, haciendo un capullo alrededor de sus palabras.


Las mandó hacia la ciudad, instruyendo a las personas a huir hacia los barcos. Dirigió
otra canción hacia el puerto, diciéndoles que desataran los barcos antes que la isla los
arrastrara con ella.

Los harshenos obedecieron. Algunos de los barcos volvieron a flotar libres


cuando las ataduras de los muelles fueron cortadas. Otros navegaron lejos. Lilette les
dijo que esperaran, para llevar a la gente.
Y luego otro temblor golpeó. El frágil círculo de Lilette se desintegró cuando las
mujeres dentro de él se vieron arrojadas de rodillas.

Lilette cayó del cielo. Cantó con toda su fuerza para frenar su descenso. Chocó
con la tierra tan duro que todo se volvió negro.

Cuando recuperó la consciencia, Han estaba inclinado sobre ella, sacudiéndola


con tanta fuerza, que su cabeza se agitaba locamente. Lo empujó. El pánico en los ojos
de él se desvaneció. Ella miró a su alrededor. Había encontrado cinco Brujas más.

Lilette se tambaleó para ponerse de pie. Algo estaba mal en su pantorrilla. Giró
su mirada hacia allí. Estaba rota, pero sostuvo su peso. Aunque el dolor era mordaz,
era soportable. Sin esperar a sus órdenes, las Brujas simplemente entrelazaron los
brazos y comenzaron a cantar de nuevo.

Trató de pasar a la ofensiva, trató de llamar a una tormenta eléctrica, pero el


próximo temblor fue tan fuerte que la mitad de lo que quedaba de la isla se derrumbó.
Y Lilette sabía que miles de harshenos habían muerto en aquel momento.

No podía parar esto. Pero ella podría ralentizarlo… dar un poco de tiempo a la
gente para llegar a los barcos.

Con la boca apretada en una línea sombría, Lilette se acorazó, para que Merlay
tuviera que luchar con fiereza por cada pulgada de la isla que caía, cada ola que se
tragaba un poco del imperio de Lilette.

Unas pocas personas se lanzaron al mar. Algunos zambulléndose directamente


y nadando hacia los barcos que esperaban en aguas abiertas. Otros agarraron trozos
rotos de madera y sentaron a los niños en la parte superior antes de remar mar adentro.

Merlay los cazaría sin piedad, pero Lilette tenía que creer que algunos de ellos
podrían lograrlo. Su círculo se estaba debilitando. La Bruja con las pupilas de
diferentes tamaños se había derrumbado hacía mucho tiempo. Si no estaba muerta, lo
estaría pronto.
El océano ahora azotaba el centro de la ciudad. El puerto, los barrios bajos, el
mercado, todo había desaparecido.

Los únicos edificios que quedaban eran algunas de las casas más elegantes,
amuralladas y el recinto palaciego.

Directamente debajo de ella, Han estaba viendo su patria hundirse lentamente


bajo las olas. Su cabello estaba cubierto de sangre.

Lilette alargó su sentido de Bruja y sintió la construcción de poder a su


alrededor. Tanto poder.

Y luego el temblor golpeó con tal fuerza que rompió el círculo. Lilette cayó del
cielo.

Han estaba esperando, con los brazos abiertos. Se derrumbó cuando ella lo
golpeó. Su mano se estrelló contra el suelo, y la explosión de potencia en ascenso la
golpeó con tanta fuerza como para hacerla jadear. La isla se inclinó hacia un lado y
empezó a hundirse tan rápido, que pudo sentir el rocío del océano en el rostro.

—Se acabó —dijo.

Cubierto de polvo, Han se enderezó a medias y dejó escapar un grito. Lilette


pudo verlo también. El agua estaba tan llena de escombros que era negra, mientras se
precipitaba hacia ellos. Cerrando los ojos con fuerza, se dio la vuelta.
Traducido por PauEchelon

Mirando como Harshen se hundía, sabiendo que Lilette estaba ahí, me vi a mí misma con
claridad por primera vez—mi egoísmo y mi vanidad. Arranqué esa parte de mí. Estaba harta de
ser utilizada. Harta de ser ingenua y manipulable. Juré que les haría pagar. ~Jolin

a ola que chocó no la tocó, no se la tragó entera. Lilette dejó salir un jadeo y
abrió los ojos para ver las agitadas aguas negras rodeándolos por todas partes.
Se estaban hundiendo en las profundidades. La barrera, una línea sólida de
demarcación entre ellos y el agua, se ahogaba con los restos de una ciudad muerta.

El resto de las Brujas habían logrado agarrarse las unas a las otras y cantar. Han
aflojó su abrazo mortal. Juntos, observaron al cielo crecer más y más. Después de lo
que pareció una eternidad, la isla dejó de hundirse. Lilette no podía ver nada excepto
un trozo de cielo azul por encima de ellos.

La barrera parpadeó y el agua empezó a filtrarse. Era débil porque las Brujas
estaban débiles, pero se mantenía. Sintiéndose estropeada y húmeda, Lilette se puso en
pie, con cuidado de no ejercer peso en su pierna dolorida.

Las Brujas estaban canturreando para mantener la barrera en pie, con los
rostros pálidos y resignados.

—¿Ahora qué? —preguntó Lilette.

Han miró hacia el cielo lejano y después de vuelta a las sofocantes aguas negras.
Lilette vio un búfalo de agua muerto golpear la barrera antes de rebotar de vuelta a los
escombros. Apartó la mirada antes de poder ver algo peor.
—¿Cuánto tiempo podrán mantenerla? —preguntó Han.

Nassa luchó por sentarse, con cuidado de no caerse sobre la Bruja que estaba a
su lado.

—Hasta que desfallezcamos. —Estiró el cuello hacia atrás para tener una buena
vista del cielo—. Pero con el tiempo vamos a tener que dejarla ir, y entonces el mar
vendrá a lanzarse contra nosotros.

Han miró hacia arriba, como midiendo la distancia.

—Creo que podríamos alcanzar la superficie antes de que se nos acabe el aire.

—No sé nadar —dijo Doranna, con los ojos muy abiertos. Parecía que apenas
mantenía la compostura.

Han hizo gestos hacia los fragmentos esparcidos a su alrededor.

—Te ataremos a una tabla. Te subirá. De hecho, las ataremos a todas a una
tabla.

Lilette hizo señas a los destrozos que seguían golpeándose contra la barrera.

—No creo que nadie pueda sobrevivir a nadar en eso.

Él se frotó la barbilla.

—Por lo tanto esperaremos… mantendremos el círculo hasta que los escombros


se asienten. Entonces nadamos.

—¿Harberd? —preguntó Lilette.

Doranna sacudió levemente la cabeza.

—Él estaba en la ciudad.

Así que probablemente estaba muerto. El cuerpo de Lilette amenazaba con


caerse. Se hundió en el suelo, envolviendo la pierna con su mano, justo por encima de
su tobillo, el dolor la golpeaba con fuerza ahora que ya no estaba luchando.
—Merlay verá la barrera. Estará esperándonos.

Han se arrodilló ante Lilette y le subió el pantalón para inspeccionar su pierna


hinchada.

—No se atreverá a acercarse, no con todos los escombros.

Lilette se recostó, reposó las palmas de sus manos sobre sus ojos. Su madre le
había enseñado la isla hundiéndose. Lilette había pensado que lo había detenido
cuando rescató a las Brujas cautivas de Chen. Se había equivocado. Y ahora toda esa
gente estaba muerta.

Han se puso a buscar trozos de madera rota dentro del círculo y los ató a las
Brujas con pedazos rotos de sus ropas.

Lilette se quedó mirando el cielo azul mientras los escombros se asentaban


lentamente, lo suficiente para que ella pudiera ver el palacio. Milagrosamente seguía
en pie.

Los dragones de piedra hacía guardia en la entrada, con sus labios echados
hacia atrás en una mueca eterna. Más allá de ellos, las hojas de los árboles se agitaban
suavemente en el agua. Lilette no podía terminar de aceptar el hecho de que estaba
tendida en el patio de ladrillo amarillo—que estaría ahora y siempre bajo el agua.

Han se arrodilló ante ella. Usando su fajín, le ató una tabla a la parte delantera
de su túnica.

—Lilette, mírame.

Ella siguió mirando el palacio, preguntándose cuántos habían muerto por su


culpa.

Él posó ambas manos en sus hombros y la sacudió.

—¡Lilette! —Finalmente se volvió hacia él. Su cara estaba tensa.

—Las otras… no van a ser capaces de aguantar mucho más. Es mejor dejarlo
ahora, mientras tengan fuerzas para nadar, que esperar hasta que todo el mundo esté
demasiado cansado. Y el agua se está aclarando.

Volvió a mover la cabeza hacia los escombros detrás de ella. El dolor físico dejó
paso al emocional. —Han, no creo...

—¡No te rindas! —gruñó—. He visto batallas en las que había hombres que se
rendían. Y morían. Tienes que luchar para sobrevivir. ¡Tienes que vivir!

Ella sacudió lentamente la cabeza. —¿Por qué? Ya he fallado en mi objetivo.

Le tomó la cara entre las manos.

—¿En serio? Tu madre dijo que salvarías a todos aquellos que pudieras. Tal vez
eso sólo sean las Brujas que están aquí. Tal vez los otros que se las arreglaron para
escapar. Lilette, si tu objetivo estuviera acabado, no habrías sobrevivido.

Ella miró la ciudad devastada. Que ellos estuvieran vivos era un milagro.

—Tienes razón —respiró. Se obligó a si misma a levantarse, con su pierna mala


doblada para que sostuviera el menor peso posible—. Han tiene razón. Tenemos que
ponernos a nadar ahora, antes de que estemos demasiado cansadas para alcanzar la
superficie.

Las otras Brujas intercambiaron miradas cautelosas, pero ninguna rechistó.


Quedarse no era una opción.

Lilette se quedó mirando al cielo, tal como había hecho Han. Fue criada por un
pescador; conocía el mar.

—Van a tener la tentación de respirar. Luchen contra ese impulso. Cuando el


agua entre, todo será borroso, y probablemente los escombros se agitarán. Sigan a las
burbujas. Y no dejen de patalear.

Las Brujas asintieron.

—Cuando lleguemos a la superficie —dijo Han—, naden unas hacia otras.


Estaremos más seguros si permanecemos juntos.

—¿Qué pasa con....? —Nassa se aclaró la garganta—. ¿Qué pasa con Merlay y
las otras?

Han respiró hondo. —Si están allí arriba, escóndanse. Es todo lo que podemos
hacer.

Todas asintieron sombríamente. Lilette intentó prepararse a sí misma, pero


¿cómo se prepara uno para morir? Miró la superficie, salpicada de escombros y muy
lejos de ellos. Y aceptó que podría no lograrlo. Si era así, habría salvado al menos a
algunos de su pueblo. Podía morir sabiendo eso.

Han tomó su mano. —A veces sólo tienes que moverte.

Las otras Brujas dejaron de cantar. Aparecieron grietas en la superficie de la


barrera, y fue como si los morados y azul pastel se incendiaran y ardieran en cenizas.

Lilette respiró hondo y aguantó la respiración cuando el agua rugió hacia ellos.
Instintivamente se apartó, enterrando su cara en el pecho de Han. Él la abrazó con
fuerza mientras el agua les golpeaba. Pero ni siquiera la fuerza de sus brazos la pudo
sostener mientras el agua los azotaba y separaba. Cuando dejó de arrastrarla, estaba
cegada por los escombros de nuevo.

Giró en el agua, el dolor perforaba sus oídos. Cuando finalmente se detuvo,


estaba rodeada de escombros, tan espesos que no podía mirar arriba o abajo. Estaba
demasiado oscuro para ver burbujas. Sus pulmones ardían y estaban en carne viva, se
dio la vuelta, buscando la superficie.

Y entonces algo se activó en su cerebro. Había una tensión en su cuello. La


cadena unida al colgante estaba tensa, tirando a la izquierda y hacia abajo. Había sido
activada. Han estaba tratando de encontrarla. Eso significaba que arriba era en esa
dirección. Ese pensamiento hizo que a Lilette se le fuera todo el miedo, y manoteó y
pataleó en el agua. De repente se liberó del hueco de escombros. La luz de la mañana
se filtró a través de la superficie en ondas doradas.
Pero había estado sumergida demasiado tiempo. Por propia voluntad, su cuerpo
respiró. Tosió más agua en sus pulmones, con la sal abrasiva y poco familiar dentro de
ella. Sus ojos estaban fijos en la superficie. Justo cuando todo empezó a oscurecerse,
algo le tocó la cabeza. Una mano le agarró del pelo y tiró.

Su cuerpo fue arrastrado por el agua y salió a la superficie. Han le apretó el


pecho con violencia, forzando a salir el agua en sus pulmones y enviando una
llamarada de dolor a través de ella. Eso le dio espacio para coger un poco de aire, que
devoró con rapidez. Tosió más agua de sus pulmones y jadeó con el hilo más pequeño
de aire. Han envolvió el brazo alrededor de sus hombros, mientras una ola que los
empujó el uno contra el otro, los obligaba a sumergirse de nuevo. Pero las manos que
la sostenían nunca la soltaron. Pataleó, y ella obligó a las suyas a que hicieran lo
mismo. Ella resurgió de nuevo, escupiendo la mitad del océano. El agua corría por su
cara, la sal llenaba su boca.

Han nadó con golpes potentes mientras la tos atenazaba todo el cuerpo de
Lilette, haciendo el mantener la cabeza fuera del agua toda una lucha. Le acercó un
pedazo de madera.

—Agárrate a esto.

Lo abrazó contra su pecho, demasiado ocupada en toser como para hacer nada
más.

—¡Tenemos que alejarnos de todos estos escombros!

Ella se dio cuenta de repente de lo fuerte que sonaba todo comparado con el
silencio bajo el agua. Podía oír llantos a lo lejos… gente y animales.

—Tenemos que ayudarlos —dijo entre ataques de tos, su voz sonaba áspera y
reseca.

Han hizo un gesto de impotencia. —¿Cómo?

Él tenía razón. No había nada que pudieran hacer.


—¿Dónde están las otras? —preguntó Lilette.

—Allí.

Se dio la vuelta a tiempo de ver a cuatro de ellas agarrándose a unas cuerdas


que les subían al barco harsheno que Lilette no había notado antes. Nassa y Doranna
estaban entre ellas. Su alivio fue inmediatamente eclipsado por el dolor. Eran once
cuando estaban en el fondo del océano.

—¿Estás seguro de que ese barco es nuestro?

Un trozo de madera rota fue rápidamente hacia ellos, y Han tuvo que alejarse
de ella para empujarlo lejos.

—No tenemos otra opción. Es demasiado peligroso quedarnos aquí.

La arrastró hacia la nave. Al acercarse, los harshenos les gritaron y tiraron


cuerdas por la borda. Lilette se apoderó de una cuerda y la agarró con fuerza hasta que
estuvo a bordo. Se desplomó en la cubierta y yació jadeante en un charco de agua.

Uno de los harshenos la miró con horror.

—¡Emperatriz! —Su cara se contrajo con miedo—. ¡Salte! —gritó, agitando los
brazos.

Lilette le miró boquiabierta en confusión. Entonces la escotilla se abrió y pudo


ver a Pescal. Él le echó un vistazo y gritó: —¡Es Lilette!

Llegaron más Protectores desde abajo, uno de ellos mató al marinero que la
había advertido. Se obligó a levantarse para saltar por la borda, pero Pescal agarró el
tobillo de su pierna rota. Ella gritó y cayó al suelo.

Han blandió sus espadas y se abalanzó hacia Pescal, pero fue rodeado por al
menos cinco Protectores que le derribaron. Mientras otro Protector tapaba la boca de
Lilette, Pescal le sujetó los brazos por detrás. Gritó, segura de que le estaban
dislocando los brazos.
La respiración de Pescal era fuerte…podía notar su pecho subiendo detrás de
ella. —La tengo.

Ladeó el pie para darle una patada, pero él torció fuertemente sus brazos hacia
arriba y se le escapó un grito involuntario de la garganta. Han gritó de indignación,
pero los Protectores lo tenían atrapado sobre la cubierta. Lilette luchó contra Pescal,
con lágrimas de dolor y miedo corriendo por su rostro.

Merlay llegó de la cubierta inferior y la miró con incredulidad.

—Tú sencillamente no te mueres, ¿verdad?


Traducido por PauEchelon

Saber que Lilette estaba a salvo y a punto de ser ejecutada incineró todo mi miedo. ~Jolin

erlay echó la mano hacia atrás y abofeteó a Lilette.

—¿Crees que has salvado a alguno de ellos? Tan solo me estás obligando a
matarlos, uno a uno. Tan pronto como tengamos el camino libre, tendré que
enviar una tormenta que hundirá cada barco en un centenar de kilómetros, ¡e
incluso más morirán!

Lilette podía sentir el sabor de la sangre donde sus dientes habían cortado su
mejilla.

—No soy yo la empapada en sangre. —Sus palabras salieron amortiguadas por


la mordaza.

Temblando, Merlay se limpió la cara. —Me arriesgué mucho al perdonarte la


vida por tu hermana. Te envié a Harshen… te hice Emperatriz. Todo lo que tenías que
hacer era permanecer fuera de mi camino.

La rabia hirvió dentro de Lilette. —¡Mataste a toda mi familia! Enviaste a


Pescal para que me drogara, y quién sabe qué más.

Cuando Merlay miró hacia otro lado, Lilette se dio cuenta que no sólo había
sido Pescal. —¿También enviaste a Laosh a por mí? —Sacudió la cabeza con
incredulidad—. ¡Sash confiaba en ti! ¡Yo confiaba en ti!

Merlay dio un paso atrás, y sus ojos se nublaron por un momento. Y después su
rostro se endureció.

—Hice lo que tenía que hacer. Lo que siempre he tenido que hacer.

Lilette apretó los dientes alrededor de la mordaza.

—Has estado jugando a ser Dios.

Merlay hizo un gesto de corte.

—¡Somos diosas! ¡Las Creadoras nos dotaron con el poder; a nosotras y a


ningún otro! ¡Las naciones pueden obedecernos o pueden sentir nuestra ira!

Los Protectores arrastraron a Han para ponerlo de pie. —Igual que Harshen
sintió su ira —gruñó.

Los ojos brillantes de Merlay se encontraron con los suyos. —Sí. Como
Harshen.

—Tener poder no nos hace mejores —dijo Lilette a través de la mordaza.

Merlay alzó una ceja. —¡Por supuesto que sí nos hace mejores!

La mirada de Lilette se desplazó a la de Brine cuando subió de la cubierta


inferior.

—¿Qué es todo ese alboro...? — Su mirada se posó en Lilette—. Oh.

Lilette echó la cabeza hacia atrás.

—¿Y tú? Tú sabías lo que estaba pasando, ¿verdad?

Brine sólo hizo una mueca. A su lado, Nassa gruñó a través de su mordaza:

—Brine, si vas a matarme, merezco saber por qué.

El zhou robado giró, probablemente hacia el siguiente grupo de supervivientes.


Brine emitió un suspiro tembloroso.

—Esto no es sobre Merlay o tu familia. Esto es sobre el hecho de que Sash y las
demás estaban cantando una contra maldición que nos hacía completamente
impotentes.

Brine se presionó la muñeca contra la frente.

—¿Qué crees que pasaría si el mundo se diera cuenta de lo vulnerables que son
las Brujas? Correríamos el riesgo de convertirnos en esclavas de la misma gente a la
que gobernamos.

Nassa sacudió la cabeza con desesperación.

—No se lo diré a nadie. ¡Juro que no lo haré! Llévenme con el resto de ustedes.

Brine miró hacia la parte superior de la nave, y Lilette se dio cuenta de que la
cubierta de popa estaba recubierta de sangre.

—Lo siento, Nassa, pero las demás han demostrado su lealtad. Tú no.

Brine giró la cabeza hacia la popa.

—Córtales la garganta y tíralas por la borda como a los demás. Tenemos más
para ejecutar.

Pescal arrastró a Lilette a la parte trasera de la nave.

—Merlay te envió para que me drogaras —dijo Lilette ahogadamente a través


de la mordaza—, para que no me diera cuenta de lo que estaba haciendo ella.

Pescal se inclinó, susurrando su aliento contra su cuello. —Lo habrías


disfrutado muchísimo, te lo aseguro.

Ella echó la cabeza para atrás, pero él la esquivó.

—Tranquila, es inútil añadirte más dolor. Parece como si ya hubieras sufrido


suficiente.

Lilette jadeó con horror mientras la sangre pegajosa se aplastaba bajo sus pies
descalzos. ¿Cuántos otros supervivientes habrían "rescatado" solamente para
asesinarlos?

Las otras cuatro Brujas gritaron y gimieron cuando el Protector sacó un cuchillo
y se dirigió hacia ellas. Lilette cerró fuertemente los ojos y se giró cuando uno de sus
gritos fue cortado abruptamente.

Merlay y Brine se dirigieron bajo cubierta, la mayoría de los Protectores las


siguieron. El resto se quedó vigilando a los prisioneros o se escondieron en cubierta,
sus armas apuntando a los marineros prisioneros que maniobraban la nave hacia el
siguiente grupo de supervivientes.

Han estaba forcejeando, luchando. No estaba más cerca de la libertad, pero


estaba distrayendo a los guardias de matarlos.

Y entonces Jolin subió desde la cubierta inferior, con Galon detrás de ella. Los
dos se precipitaron hacia Lilette.

—¿Qué están haciendo? —El grito de Merlay se pudo oír desde abajo—.
¡Tráiganla de vuelta aquí!

Su amiga la había traicionado. Lilette se levantó, su ira creció. Se tiró hacia


atrás y golpeó, pero Jolin la esquivó y se estrelló contra uno de los Protectores que
sostenían a Han, justo lo suficiente como para que él se liberara.

Galon le lanzó a Han una espada y apuñaló al otro Protector que lo sujetaba.
Han cogió la espada, girando tan rápido que Lilette no pudo seguir sus movimientos.
Los dos atravesaron a los Protectores que los sujetaban. Pescal se revolvió lejos de
Lilette a la vez que Han cogía una espada extra.

Galon y Han se giraron para enfrentar a los Protectores que restringían a la


tripulación. Una docena contra dos. Pescal intercambió una mirada divertida con otro
Protector y empezaron a avanzar. Pero entonces uno de los marineros lo derribó.
Como si eso fuera la señal por la que habían estado esperando, el resto de marineros se
lanzó al combate. Uno de ellos incluso se las arregló para bajar el apoyo de la escotilla
y atrapó al resto de los Protectores abajo.
Jolin sacó un cuchillo fino y cortó las mordazas de Lilette y Han, después se
apresuró hacia el casco, su pequeño cuchillo trabajó frenéticamente en las cuerdas que
sujetaban un pequeño bote a un costado.

—¡Ayúdenme! —exclamó.

Lilette quería matarla allí mismo, pero no había tiempo. Los tres cortaron y
tiraron hasta que las cuerdas se liberaron y el bote chocó contra las olas.

Los Protectores abrieron la trampilla. Corrieron desde abajo, dominando


rápidamente a los marineros.

—¡Han! ¡Vamos! —gritó Lilette. Galon gritó. Un Protector se abrió camino,


hiriendo su brazo con la espada.

Galon se tambaleó hacia atrás. El Protector ladeó su brazo para dar el golpe de
gracia.

Una de las espadas de Han serpenteó, desviando el golpe. El movimiento tuvo


consecuencias para Han. Su flanco derecho estaba abierto. Pescal hundió su espada en
el costado de Han.

—¡Han! —Lilette empezó a ir hacia él, pero Jolin la agarró y la arrastró hacia la
barandilla.

—¡Váyanse! —gruñó Han mientras contratacaba con un golpe en el muslo de


Pescal.

Cuando Lilette vaciló, Jolin apretó su agarre.

—No van a escapar hasta que estemos a salvo.

Las cuchillas de Han se retorcían a su alrededor como un remolino. Nassa ya


había saltado al agua y estaba subiendo al bote a la deriva.

Doranna no se quedó atrás.

—¡Vamos!
Apretando los dientes, Lilette saltó por la borda, con los brazos y piernas
agitándose en el aire mientras caía. Rompió fuertemente contra el agua, y chocó contra
más restos flotantes. Dolor, viejo y nuevo, se encendió en su interior. Se arrastró fuera
del agua, empujando los escombros flotantes fuera de su camino mientras nadaba
hacia el bote. Se subió y se dio la vuelta.

Trabando espadas, Galon obligó a retroceder a un Protector. Después saltó.

Con el roce del acero, Han retorció las espadas de Pescal a un lado y le
embistió. Pescal se tambaleó hacia atrás y la espada de Han se batió hacia delante,
apuñalándole en la garganta.

Su boca se abrió en sorpresa, Pescal agarró la espada, la sangre brotó entre sus
dedos. Han se echó hacia atrás. Pescal agarró algo en su cintura. Incluso mientras caía
hacia delante, lanzó un cuchillo.

Lilette no vio dónde aterrizó. Han golpeó el agua con fuerza. El bote se había
desviado de la nave, así que asió un remo.

—Ayúdenme. —Lo llevaron más cerca—. ¡Han!

Merlay se asomó por la barandilla.

—¡Deténganlos! —Otros Protectores saltaron tras ellos.

Galon subió al bote y se fue a la popa, con sus espadas en ristre. Sosteniendo el
remo como si fuera un palo, Lilette revisó el agua buscando a Han. Han llegaría. Lo
haría.

Y lo hizo. Apenas reconoció su cara, estaba muy oscura. Con las dos espadas
sujetas entre los dientes y rojo rodeándole, nadó hasta el bote y subió. Lilette vio
sangre corriendo por su cuerpo y entró en pánico. Él apenas le dirigió una mirada.

Doranna le arrebató el remo a Lilette. Ella y Jolin empezaron a remar


frenéticamente. Estaban llegando más Protectores por el agua. Han y Galon les
golpearon en cuanto se pusieron a su alcance. El resto pisoteó sus manos en cuanto
agarraban el bote.

La mirada de Lilette se fijó en la nave mientras se volvía hacia ellos. Nassa


golpeó a uno de los Protectores en la cabeza.

—Tienes que derribar esa nave… ahora.

Lilette vaciló.

—Tienes poder para hacerlo —gritó Nassa—. ¡Lo he visto!

El pánico en el pecho de Lilette se convirtió en algo más; algo oscuro como las
sombras alrededor de las estrellas. A medida que construyó su canto, los elementos se
volvieron hacia ella, impacientes y hambrientos de su órdenes… casi como si supieran
que habían sido usados para el mal y estuvieran ansiosos de corregir el error.

Su voz arremetió como un látigo, invocando rayos desde el cielo claro. Se


estrellaron contra la nave. Una, dos, tres veces. Las llamas lamieron la cubierta
sangrienta.

Su bote aceleró, lo suficientemente rápido para dejar atrás a los Protectores en


el agua. Y Lilette supo lo que tenía que hacer. Cantó una corriente, una lo
suficientemente fuerte como para tirar de ellos hacia su isla.

El fuego creció más, extendiéndose tan rápido que los Protectores no pudieron
luchar contra él. Comenzaron los gritos. Fueron los gritos los que hicieron que el
recuerdo se derrumbase sobre ella. Esta no era la primera vez que escapaba de un
barco en llamas. No era la primera vez que aquellos a los que amaba habían muerto.
Sus ojos se llenaron de horror, se dio la vuelta para enfrentar a Han.

—Estás a salvo —dijo él, con alivio en la voz. Y entonces se derrumbó.


Traducido por plluberes

Han cayó de la gracia de su padre y llevó en el rostro la marca de ese encuentro por el resto de su
días. ~Jolin

l bote estaba lleno de sobrevivientes. A través de la noche oscura, nadie habló.


Nadie hizo contacto visual. Además de Lilette y los otros, ninguno de los
harshenos parecía conocerse. Eran un puñado de vivos que sobrevivieron a sus
muertos.

Lilette estaba en un extremo de la abarrotada embarcación, la cabeza de Han en


su regazo. Él no había abierto los ojos desde que se derrumbó. Ni siquiera se había
estremecido cuando ella había envuelto sus heridas con las tiras de su vestido. Y esa
herida de cuchillo en el pecho… no podía pensar en eso. Ella estaba a salvo aquí, en
este lugar vacío. Si se permitía pensar, las emociones la matarían.

—¡Allí! —gritó Nassa—. La veo.

Todo el mundo en el bote se dio la vuelta rápidamente. Lilette no necesitó


hacerlo. Se sabía de memoria la forma de su isla. Se acercaron aún más, pasando junto
a barcos y buques maltratados. Cientos de harshenos demacrados se alineaban en la
playa, sus formas oscuras contra la arena brillante.

Algunos de los hombres en su bote tomaron los remos y les dirigieron


cuidadosamente entre los otros buques. La embarcación se vio empujada en contra de
la playa y se empezó a inclinar hacia un lado. Las personas en el interior se
derramaron sobre la arena.

Galon se arrodilló ante ella y levantó suavemente a Han, pasándolo con


cuidado a otro hombre. Los dos se lo llevaron a donde había un poco de fuego, Lilette
los siguió aturdida. La gente hizo espacio para que los hombres depositaran a Han ante
el calor. Ella tomó su lugar junto a él, y observó su respiración subir y bajar por lo que
parecieron días.

Jolin apareció de repente, con los brazos llenos de plantas. Las dejó y regresó
con dos rocas, que utilizó para aplastar algunas de las plantas. Otras las puso en las
heridas de Han.

Lilette la observó.

—¿Por qué? —preguntó finalmente.

Jolin se congeló y luego comenzó a trabajar de nuevo.

—Yo no lo sabía. No todo.

Galon miró entre ellas.

—Voy a ver si alguien necesita ayuda. Llámame si me necesitas. —Apretó el


hombro de Jolin y se fue.

Lilette no sentía rabia, no sentía dolor. Estaba en un lugar tan vasto y vacío
como el cielo de la noche.

—No te creo.

Los hombros de Jolin se desplomaron, pero no dejó de trabajar.

—Yo ayudé a desarrollar el velo. Les di toda mi investigación. Docenas de


nuevos conceptos, incluyendo uno con variaciones de azufre, salitre y carbón vegetal.
—Miró por encima del océano—. Ellas me engañaron, pero sólo porque yo se los
permití. Soy lo suficientemente inteligente como para poner las piezas juntas, lo
suficientemente inteligente para saber que las piezas no encajaban en el cuadro que me
estaban mostrando. Pero para entonces ya había hecho mucho por ellas.

—Y ahora ya no te necesitan más. —Las palabras de Lilette tenían un sabor


amargo—. Tienen todas tus pociones e investigaciones.

Jolin abrió suavemente la boca de Han y puso el puré dentro.

—No. Quería crédito por mis descubrimientos, por lo que siempre suministré
sólo algunas de las pociones… soy la única que conoce todos los ingredientes. Es por
eso que me llevaron con ellas cuando se fueron.

Lilette miró hacia la oscuridad. —¿Sabías que iban a hundir la isla?

—No —dijo Jolin simplemente.

Lilette apoyó la mano en la mejilla de Han. Hacía frío, pero no tenía manta. Se
quitó la bata y la dejó encima de él, lo que la dejó en ropa interior.

Jolin la observó.

—Cuando giraron nuestra nave y me di cuenta de lo que iban a hacer, nos


encerraron a Galon y a mí en mi camarote. Nos deshicimos de todos y cada uno de
mis libros lanzándolos por el ojo de buey hacia el mar.

La cabeza de Lilette se volvió con sorpresa. No había nada que Jolin atesorara
más que sus libros.

De repente, Han respiró hondo y abrió los ojos. Su mirada inspeccionó la


brumosa oscuridad antes de encontrarla.

Un pequeño sonido de alegría agrietó su garganta.


—¡Han!

Sus ojos eran brillantes y amplios. —Lilette.

Sus manos revolotearon por encima de él, con ganas de tocarlo, pero sin
atreverse a hacerlo. Finalmente tomó su rostro entre sus manos. —¿Te duele?

Él escupió el fajo de hierbas que Jolin le había puesto en la mejilla. —Lilette…


no ha terminado todavía.

Las lágrimas pincharon la parte posterior de sus ojos. —Por supuesto que no ha
terminado. Tenemos toda la vida por delante.

Él negó con la cabeza lentamente. —No puedes derrotar a Kalari. Debes


retirarte.

Ella le alisó el pelo. —Voy a dejar que tú organices eso. Eres la gran mente
militar.

—No voy a estar aquí.

Algo en Lilette se apretó, tanto que estuvo segura que la quebraría. Encontró la
mirada de Jolin. —Cúralo.

—No puedo.

Lilette le jaló el brazo, apretando con tanta fuerza que Jolin hizo una mueca.

—Cúralo. ¡Has creado pociones y canciones que nadie más podía¡ ¡Lo puedes
curar!

Alguien tocó el brazo de Lilette, y ella se dio la vuelta, dispuesta a golpear a


quien se había atrevido a poner una mano sobre ella, pero era Han.
—Ella lo hizo bien —dijo, con el rostro tan calcáreo que apenas lo reconoció—.
Estoy cayendo.

Lilette tomó su mano y la apretó contra su mejilla.

—No. Por favor, no lo hagas.

Él ya no la estaba mirando. Su rostro era distante, con la mirada fija en las


estrellas por encima de él.

—He caído a diario desde el día en que te conocí. Siguiendo a una estrella
fugaz.

—Por favor.

Ella se había mantenido en el espacio entre la vida y la muerte antes. Si su


madre la había traído de vuelta, podría traer de vuelta a Han. Lilette cerró los ojos.
Nunca había rogado por nada, pero ahora lo estaba haciendo.

Por favor, Mamá, no me lo quites.

—Siempre fuiste mi perdición —dijo en voz baja—. Fui de buen grado a ella, y
lo volvería a hacer.

Un grito se construyó en su pecho, pero ella lo forzó a bajar.

—No. Lucha, Han. Eres el hombre más fuerte que conozco. El mejor hombre
que conozco.

Él se volvió hacia ella, una quietud se extendía sobre su rostro. —¿Recuerdas lo


que te dije, pequeño dragón? Lucha las batallas que puedas ganar. Retírate de las que
no puedas.

La tensión de su mano se suavizó, y sus ojos se desenfocaron. Algo se rompió


en Lilette, hiriéndola tan profundo que nadie podría sanarla jamás.
—¿Han? —Su voz salió débil y suplicante.

Ella extendió la mano y le tocó la cara, su barba raspó contra las yemas de sus
dedos. Se sentía vivo. Su carne era cálida debajo de ella, pero el vacío en sus ojos le
dijo que algo se había ido. Lo que quedaba no era Han. Se había ido más allá de su
alcance. Toda la lucha era de Lilette, y ella se derrumbó encima de su cuerpo. En
algún lugar, alguien estaba gritando, gritando, gritando.

No fue sino hasta que Lilette sintió el sabor de la sangre en la parte posterior de
la lengua que se dio cuenta que era ella.
Traducido por Beneath Mist

Han tenía razón. Había caído.


Creo que él vio el patrón; que aquellos que amaban a Lilette, que de verdad la amaban, siempre le
salvaban la vida a costa de la suya propia. A fin de cuentas, él aceptó su destino mucho antes de
su muerte. ~Jolin

ilette frotó su pulgar lleno de polvo por todo el colgante. Se apoyó pesadamente
en su bastón mientras Galon echaba la última pala cargada de tierra. Junto a
ellos, la tumba de Fa se había asentado, haciéndose indistinguible del resto del
suelo de la selva.

A su lado, Jolin lloraba en silencio. Lilette no podía hacerlo. Llorar significaría


que había aceptado la muerte de Han, y jamás haría tal cosa.

Los días pasarían y la tumba de Han estaría igual que la de Fa. Como si nunca
hubieran estado ahí. Como si nunca hubieran vivido, respirado y amado.

—¿Lilette?

Se volteó para ver a Pan de pie a las afueras de la aldea, con un cuenco de fruta
en las manos. Lo soltó, y los mangos y cocos rodaron alrededor de sus pies. Avanzó
corriendo, y su rostro se iluminó. —Eres tú. —Después su mirada se posó en la tumba
nueva y se detuvo—. ¿Qué ha pasado?

Lilette respiró profundo y después dejó salir el aire de golpe, pero las palabras
no llegaron. —No puedo… —Dejó caer las manos con impotencia a los costados.
—Su marido ha muerto —dijo Jolin por ella.

Pan dio el último paso y envolvió a Lilette entre sus brazos. —Lo siento. Lo
siento por lo que hice y por lo que has pasado. Lo siento.

Parte del dolor que Lilette había apresado tras una barrera que ella misma había
construido se filtró, haciendo que sus ojos se llenasen de lágrimas. Sacudió la cabeza.
No podía dejar caer esa barrera, no si quería seguir adelante. Se alejó de Pan.

A su lado, Jolin cambió el peso de un pie al otro. —Lilette, ¿qué vamos a hacer?

—Si Merlay sobrevivió, no se detendrá —añadió Galon.

Lilette se estremeció tan fuerte que sus huesos temblaron. Ni siquiera iban a
concederle tiempo para llorar.

—Diles que no canten. No importa el motivo, no pueden cantar.

Jolin dio un paso hacia la playa, y Galon la siguió como una sombra. Desde
que llegaron, él no se había apartado de su lado.

—Le diré a Nassa que se lo explique a las otras.

Todas las Desechadas y cualquier otra Bruja que encontraron, se habían


reunido alrededor de una hoguera la noche anterior. Los Protectores restantes se
habían instalado alrededor de ellas.

—Volveré —prometió Jolin—. Sólo me iré un momento.

Era como si temiera alejarse del lado de Lilette. Como si la ausencia de una
persona más pudiera posiblemente representar una diferencia.

Jolin y Galon corrieron hacia la playa, donde estaban la mayoría de refugiados,


y se dirigieron hacia la fogata donde habían pasado la noche con el cuerpo frío de Han.

Pan buscó su mirada y Lilette pudo percibir el dolor profundo y duradero de su


vieja amiga, la misma mirada que Fa había llevado con él todos los días de su vida.
Ahora la llevaban ellas también.
—Ya no somos las niñas que fuimos —dijo Lilette.

Pan sacudió la cabeza. —No, no lo somos. —Vaciló—. Lilette, ¿de verdad las
Brujas hundieron Rinnish?

Ella abrió la boca para responder, pero se volteó al escuchar unos pasos. Jolin
guiaba a un élite que desfilaba hacia ella. Su uniforme estaba hecho harapos, y no
llevaba arma, pero su orgullo era inconfundible. Él se dejó caer sobre sus rodillas. —
Emperatriz, soy el élite de mayor rango que sobrevivió. Debo conocer sus órdenes.

Pan jadeó y se cubrió la boca con la mano. —¿Emperatriz?

Lilette asintió despacio, en respuesta a ambos. —Necesitamos armas. Hombres


que puedan luchar. —Se puso firme—. Encuéntralos. Fabrícalas.

Él se retorció las manos. —Emperatriz, no hay suficientes hombres. No


tenemos mineral para fabricar armas.

Lilette cerró los ojos. Han debería estar ahí, dando esas órdenes. En lugar de
eso, estaba muerto. Levantó la mirada de nuevo. —Entonces hagan bastones y arcos a
partir de los árboles. Encuentra una Desechada llamada Doranna. Te ayudará a
entrenar a las mujeres.

El élite la miró, con el miedo presente en sus rasgos. —Emperatriz, no


podremos combatirlas. Hay menos de cuatrocientas almas en esta isla.

Sus palabras golpearon a Lilette como un puñetazo en el estómago. Las Brujas


tenían dos mil Protectores, y ni siquiera tendrían que utilizarlos. Una docena de
canciones, quizá menos, y la isla se hundiría bajo las olas, igual que lo había hecho la
última. La única razón por la que no había ocurrido ya, era porque Lilette había
hundido el barco de Merlay.

El élite hizo una reverencia. —Emperatriz, deberíamos retirarnos.

—¿E ir adónde? —le espetó ella. Recordó lo que Han había dicho. Lucha las
batallas que puedas ganar. Retírate de las que no puedas. Pero no tenían lugar al que ir—.
Sus oyentes y nivel siete nos encontrarán. —De repente estaba furiosa, tan furiosa que
se filtró en el hueco que había dejado la muerte de Han. Se aferró a esa ira, porque la
ira no le lastimaba tanto como el dolor.

Era una mujer, y se rendiría como una, es decir, nunca.

—¿Estás segura de que vendrán a por nosotros? —preguntó Pan en voz baja.

—Oh, sí —suspiró Lilette.

Jolin asintió. —Incluso si Merlay y Brine estuvieran muertas, que lo dudo,


Tawny no se arriesgaría a quedar expuesta. —Se pasó una mano por los ojos—.
Quemaste el barco que robaron, no su otro barco. Probablemente ya nos estarán
buscando.

La mandíbula del élite se tensó. —¿Cuántos días tenemos?

—Dos. Tres a lo sumo —dijo Jolin.

—Tiene que haber algo que se pueda hacer —dijo Pan con su habitual
tranquilidad, paseando su mirada entre Jolin y Lilette—. Son Brujas.

Jolin levantó la mirada hacia el cielo, como si pidiera ayuda. —Tenemos un


puñado de Brujas y unas pocas docenas de Desechadas. Lo que estás pidiendo
conllevaría cientos.

Lilette recordó a su madre visitándola, presionando los labios en su frente. Y


días después de aquello, su canción se había hecho más fuerte, hasta sobrepasar un
nivel siete, quizá incluso aproximándose al poder que las mismas Creadoras poseían.

Lilette jadeó y se aferró a Jolin en busca de soporte cuando unas piezas y otras
fueron encajando en su lugar. Su madre le había mostrado Harshen hundiéndose. Le
había mostrado las guerras y horrores que llevarían al mundo al borde del desastre.
Lilette había pensado que estaba destinada a evitar que todo ocurriera salvando de
Chen a su hermana y a las otras. Pero ahora lo entendía. Esos sucesos eran inevitables.
Sólo estaba destinada a preservar una parte de las Guardianas, para allanar el camino y
que otra retomara la lucha.

Se percató de que Jolin estaba diciendo su nombre. Intercambiaron miradas y la


chispa de todo lo que había pasado saltó entre ellas y las unió.

Lilette se apartó de ella y observó a los otros. —El velo.

Los ojos de Jolin se abrieron mucho. —¿Qué? —Su mente parecía haber
captado lo que Lilette estaba insinuando, y sacudió la cabeza—. No podemos ocultar
la isla entera. Y por supuesto no indefinidamente.

—No —dijo Lilette—. No vamos a ocultar la isla. Vamos a ocultarlos a todos.

—Pero… ¡pero eso es imposible! Y quién sabe cuánto durará.

Lilette apretó los brazos de Jolin. —Encontrarás la forma, estás destinada a ello.
Es por ello por lo que estás conmigo, como tu madre dijo.

—¿Mi madre?

Lilette acunó su rostro. —Ella es parte de esto. Todas lo somos.

Jolin se frotó los labios, con la mirada distante e intensa, la mirada que tenía
cuando estaba concentrada. —Necesitaré ayuda.

Lilette señaló hacia la costa. —Tienes cuatrocientas personas. ¿Qué necesitas


para crear el velo?

Jolin asintió, con una expresión decidida apoderándose de su rostro. Encaró a


Pan y recitó una lista de plantas.

—Sí. Puedo encontrarlas —respondió Pan.

—Ve. Rápido —dijo Jolin, y después hizo un ademán de marcharse con el élite
y Galon.
La mano de Lilette salió disparada y atrapó el brazo de Jolin. —Espera. —Se
llevó la mano a su colgante. Siempre se sentía perdida después de una tragedia. Bethel
debió ver eso, debió saber lo importante que era que alguien, en algún lugar, fuera
capaz de encontrarla, de modo que Jolin y ella crearon el colgante. Lilette acarició el
colgante una vez más, y odió despedirse de algo que había tocado la garganta de Han,
incluso por un momento. Sin embargo, él se había ido donde nunca lo encontraría, y
ya no necesitaría más el colgante.

Pero quizá algún día, alguien sí lo necesitaría. Lilette se sacó el colgante por la
cabeza y se lo tendió a Jolin. —Quiero que te lleves esto.

Jolin jadeó. —Lilette, no puedo…

Lilette lo puso en sus manos. —Fue un regalo de tu madre tanto para ti como
para mí. —Lilette pudo ver que eso no iba a ser suficiente—. No puedo soportar su
peso, ya no —mintió—. Pero no puedo ver a cualquier otro con él. Por favor.

Jolin cerró la boca y lo deslizó por su cabeza. Se volvió y se alejó, con sus ojos
llenándose con más lágrimas.

Lilette se volvió hacia las tumbas. —Ya puedo ver lo que estoy destinada a
hacer —le dijo a Han y Fa—. Y sé cómo detenerlas. —Se agachó y puso la mano sobre
la lápida de Han—. Voy a donde vayas. —Tras eso, se giró para cojear tras los otros.

Durante todo el día, Jolin y las Desechadas supervivientes estuvieron inmersas


en un frenesí, recogiendo las plantas para hacer las pociones que se requerían para el
velo. Lilette trabajó junto a ellas, ya que mantenerse ocupada era la única forma de
permanecer cuerda.

Las heridas fueron tratadas. Se recolectó comida. Más gente murió. Esa noche,
Lilette se encontró a sí misma mirando fijamente el cielo salpicado de estrellas. Pero
ella no miraba las estrellas, miraba la oscuridad entre ellas. Y pensaba en Han.

Jolin se sentó a su lado y se llevó las rodillas al pecho.

—¿Alguna vez sientes que esto está mal? —preguntó Lilette.


Jolin se volvió hacia ella, y la luz del fuego trazó una línea en un lado de su
rostro. —¿Qué?

Lilette no apartó la mirada del cielo. —Usar los elementos así. Son muy fuertes,
muy poderosos, y los manejamos a voluntad, para el bien y para el mal. Igual que
manejamos a Jia Li a nuestra voluntad.

—¿El elefante? —dijo Jolin. Cuando Lilette no respondió, suspiró—. No están


vivos.

Lilette sintió palpitar en su interior la conexión con su sentido de Bruja. —¿No?


¿Entonces por qué puedo sentirlos retorciéndose de dolor durante la hasacre?

Dejando a un lado su agotamiento, Lilette se obligó a sí misma a levantarse


para seguir a las Brujas que se reunían en el círculo.

Todo había ocurrido por una razón. Ella era sólo una pieza del rompecabezas,
y ahora sabía dónde encajaba.

Jolin la siguió al centro, retorciéndose las manos. —¿Estás segura de que esto es
sensato? Si cantamos, las atraeremos hacia nosotros.

Lilette asintió. —¿Estás segura de que tenemos suficiente polvo?

En respuesta, Jolin le tendió un gran cuenco cubierto.

Lilette miró dentro. —¿Así que este es el material que usas para crear el velo?

—Sí. Utiliza la canción y esta poción para funcionar. Durante las próximas
horas, los hombres lo espolvorearán por las playas en el perímetro de las islas.
Entonces tú lo extenderás cuando estés en el aire, para sellarlo en una cúpula. —
Respiró profundamente—. Pero por ahora, tienes que atraer las islas. ¿Y… y si no eres
lo suficientemente fuerte?

La semilla de la duda creció en el interior de Lilette. ¿Y si estaba equivocada?


¿Y si, después de todo, fallaban?
—No hay otra cosa que podamos hacer, Jolin. —Su voz se quebró—. A veces
sólo tienes que moverte.

Jolin retrocedió y se unió al círculo. Lilette estaba rodeada de Brujas y


Desechadas. No estaba segura de que el círculo fuera tan fuerte como para lanzarla por
los aires, pero apartó sus dudas y siguió su propio consejo.

Asintió con la cabeza hacia ellas y las Brujas se tomaron las manos. Sus voces
se alzaron juntas, cantaron. Lilette sabía que las oyentes lo escucharían. Pero tenía que
hacerse. Sus voces se movieron a través de ella, sus pensamientos en su cabeza. Las
Desechadas estaban eufóricas y aterrorizadas. Nunca se les había permitido practicar
su magia, por pequeña que fuera.

Más de una Guardiana estaría disgustada con el canto desafinado. Para ellas,
era caminar por terreno sagrado. A Lilette no le importaba. No funcionaba tan bien,
pero estaba funcionando. Y eso era todo lo que importaba.

Los primeros movimientos del viento se hicieron más abundantes, pero no eran
lo suficientemente fuertes como para levantarla.

Concéntrense, las dirigió Lilette en silencio. Nos necesitamos las unas a las otras.

Sigan mi ejemplo, dijo Nassa. Se mantuvo rígida, con la boca abierta y la canción
naciendo desde las profundidades de su interior. Las Desechadas la copiaron. Y las
notas pudieron no mejorar nada, pero su poder definitivamente lo hizo.

El viento levantó la túnica de Lilette, y tiró de su cabello. Se sintió ligera, ligera


como una flor de cerezo llevada por el viento. Y después se encontró en el aire,
girando y girando hacia arriba, más cerca de las estrellas que estaban muy arriba.
Quería continuar, hasta que pudiera finalmente tocar las sombras entre las estrellas,
pero se obligó a concentrarse, a encontrar ese zumbido bajo su esternón, donde residía
su poder. Cuando sus canciones la llenaron con más poder, extendió su sentido de
Bruja y se aferró a cada isla.
Cuando abrió la boca, cantó, y pareció que incluso la luna en el cielo dejaba de
girar para poder escuchar.

Harshen, levanta tus estacas.


Viento, un camino destacas.
Tierra, tu suelo compacta.
Plantas, tus raíces desenreda.
Aguas, tus ondas has de hender.
Islas, lado con lado, alinearse han de hacer.

Incluso con el poder zumbando a través de ella—llenándola de luz hasta que


pareció que era de día—requirió todo su canto, hasta que su voz se hizo áspera, que las
otras islas de Harshen comenzaran a aparecer. Todas ellas brillaban a la vista, todas
ellas tan cerca como para que un buen nadador las alcanzara. Eso tendría que ser
suficiente.

Lentamente, el círculo cantó para bajarla y después se separó.

—Lo hiciste —dijo Jolin con asombro mientras le tendía a Lilette una taza de
té.

Ella se frotó la garganta irritada. No quería arriesgarse a hablar, de modo que


asintió. Los barcos se enviaron de inmediato con el polvo, que debía extenderse por
todas las costas. Tenían hasta la mañana para hacerlo. Si fracasaban, lo único que
habrían logrado sería convertirse en blancos más fáciles para las Brujas.
Traducido por Thalia di Angelo

A veces la odio por escoger a Han sobre mí. Sé que es egoísta, es debilidad. Pero saberlo no evita
que la ira explote tan fuerte que me ahogo en ella. ~Jolin

arcos! —gritó alguien—. ¡En el horizonte!

No mucho después de que el grito hubiera sonado, unas nubes se


amontonaron en el cielo. Lilette miró hacia arriba, al rayo que se
iluminó sobre ella.

—¡Están aquí! —Las palabras de Jolin resonaron en la cabeza de Lilette.

—¡Cúbranse! —gritaron los Protectores y la élite, guiando a la gente lejos de la


costa y más profundo en la selva.

—¿Está el polvo en su lugar?—preguntó Lilette. No todos los hombres se


habían reportado aun.

Jolin le puso un cuenco del polvo en las manos. —¡Estamos a punto de


descubrirlo!

Brujas y Desechadas corrieron hacia ellas, y entrelazaron las manos; el miedo y


esperanza mezclados en sus rostros.

Una vez más cantaron, y una vez más Lilette se elevó en el cielo. En lo más
alto, quitó la cubierta de lo último del polvo. Las Brujas cantaron otra vez, y Lilette
giró tan rápido que estuvo segura que se iba a marear. Pero funcionó. El polvo se elevó
alrededor de ella, reluciendo en un venenoso púrpura mientras coronaba el cielo. Las
otras Brujas cambiaron su canción, añadiendo su fuerza a la de Lilette.

El poder creció en ella, llenándola lentamente. El otro barco estaba justo frente
a la costa… lo suficientemente cerca para que Lilette diferenciara a las Brujas de los
Protectores. Las nubes se condensaron, más densas y pesadas.

Las otras Brujas cantaron su barrera. Lilette pudo ver una Bruja en el medio,
alzándose hacia el cielo. Cuando las dos estuvieron a la misma altura, Lilette la
reconoció. Era Merlay. Incluso desde esa distancia, Lilette puedo ver cómo sacudía la
cabeza, con pena en su mirada. —Tengo a las Brujas más poderosas de toda la ciudad
Arboleda conmigo —gritó Merlay—. ¿Qué posibilidad tienen contra nosotras?

Lilette ignoró el miedo que se instalaba dentro de ella. —Estoy destinada a


detenerte.

Merlay hecho su cabeza atrás y rio. —Es hora de enseñarte sobre el verdadero
poder. —Abrió la boca y un canto empezó a salir.

Lilette ardía por detenerla, pero la canción que debía cantar requería mucho…
no podía arriesgarse a disminuir sus reservas para pelear con Merlay. Lilette no podía
hacer nada mientras las nubes se volvían negras, mientras los rayos trazaban su
camino una y otra vez.

Las pocas personas que habían sido lo suficiente tontas como para ignorar las
advertencias de buscar refugio, chillaron atemorizadas y corrieron a cubrirse. Lilette
contó cada grito, determinada a hacer pagar a Merlay.

El viento empezó de nuevo. Segura dentro de la barrera, Lilette no fue tocada.


Pero el viento arrasó por las islas. Chozas colapsaron y se volaron, esparciéndose por
el océano. Los truenos sonaban tan alto, que el mundo se sacudía con ellos.

Una ola del tamaño de una montaña se levantó en el océano. Rodó hacia
adelante, aplastando la orilla. Sólo el círculo estaba a salvo. La ola rompió en la aldea
de Lilette, llevándose todo con ella. Su único consuelo era que había movido a los
aldeanos a lo profundo de las montañas en el centro de la isla. Escondidos en una fosa
abierta, eran vulnerables a los rayos, pero estaban a salvo del viento y de los terremotos
que era seguro que vendrían.

La tempestad amainó. Con la cabeza ladeada a un lado, Merlay miró a Lilette.


—¿Ni siquiera vas a intentar detenerme? No es que puedas hacerlo, pero esperaba al
menos algo de resistencia.

Lilette usó su sentido de Bruja… la canción estaba cerca. Muy cerca. —Merlay,
a veces es necesaria una caída para cambiar nuestra senda. Las Brujas van a caer. No
puedo detener eso… nunca estuve destinada a hacerlo. Pero puedo retrasar la
destrucción total, hasta que venga alguien a reconstruirnos en algo mejor.

Las cejas de Merlay se alzaron. —Somos demasiado fuertes para caer.

Una sonrisa triste adornó los labios de Lilette. —Todo cae. —Han le había
enseñado eso.

—Después de que termine aquí, sacaré tus canciones de los propios elementos.
Será como si nunca hubieras existido.

Lilette estaba lista para que esto se acabara. La oscuridad estaba esperando por
ella. Tan cerca, tan tentadoramente cerca. —No más juegos. Esto termina ahora. —
Cantó otra vez. La tierra tembló.

En el círculo bajo Lilette, las Guardianas se vieron sacudidas al suelo, pero


siguieron agarradas de las manos y continuaron cantando. Podía verlas allí abajo y
supo que si ella no lo terminaba, todas morirían. Cerró los ojos. Y espero… espero.
Ahora.

Abrió la boca. La tormenta se detuvo. Los temblores se detuvieron. Incluso


Merlay se detuvo. No había otro sonido aparte de la voz de Lilette. Cerca del borde de
las islas, el polvo empezó brillar con colores púrpuras y azules.

Lilette cantó para elevar el velo arriba, arriba, arriba. Pero en vez de crecer en
una columna que ascendía al cielo, como una barrera, se curvó en un domo. Iba a
dejarla completamente afuera. Ella vio la comprensión aparecer en Jolin mientras la
miraba boquiabierta. Para esconder el velo, Jolin lo había creado para que fuera
totalmente hermético. Y cuando Lilette moviera la isla, nada quedaría debajo de ella.

—No —articuló Jolin.

Para ser una mujer tan brillante, Jolin era más bien obtusa. Lilette se había dado
cuenta de su destino incluso antes de que sugiriera el plan. —Las Brujas necesitan una
mártir —había dicho su madre.

Lilette levantó la mano en despedida. Jolin chilló y el velo se onduló. Lilette no


podía distinguir las palabras sobre su propia voz, pero el lamento era obvio.

Pensó en sus padres, su hermana, en Han. Todos ellos habían muerto por ella.
No más. Nunca jamás. Ese era el patrón que debía romper. Ese era el sacrificio que
ella debía hacer.

Sin confiar en sí misma para responder, selló el velo, haciéndolo auto-


sustentable. Luego cantó tormentas y malos presagios encima de él, como una oscura
sombra… como Han. Requeriría una Bruja tan poderosa como ella encontrarlo, sin
hablar de removerlo.

Con la voz de Lilette estable, cantó una canción para mover las islas. En el
parpadeo de un rayo de luz, desaparecieron debajo de ella. No se las había llevado
lejos… ni siquiera ella era lo suficientemente poderosa para eso. Pero estaban lo
suficientemente lejos para que las Guardianas nunca las encontraran.

El agua se apresuró a llenar el vacío dejado por las islas, arrastrando el barco de
Merlay con ella. Con una explosión, las aguas se encontraron en la mitad y se
dispararon hacia arriba para después precipitarse en una oleada.

Merlay y su barco habían desaparecido. Lilette deseó poder decir lo mismo del
daño que esa mujer había dejado atrás. Pero esa no era su batalla. La batalla era para
otra.
Lilette estaba sola, nada debajo de ella más que kilómetros de agua, reluciendo
como la superficie de un espejo. Podía seguir cantando, y mantenerse a sí misma a
flote hasta que su voz se volviera tenue y débil. Pero se rehusó a permanecer.

La oscuridad entre las estrellas la estaba esperando.


Traducido por Thalia di Angelo

ilette cayó, atravesando el cielo como una estrella fugaz. Hubo un breve,
exquisito momento de dolor. Un destello cegó todos sus sentidos. Flotó en el
espacio de la nada.

Primero se dio cuenta de la música. Suave y cautivadora, la inundó. Luego todo


se aceleró sobre ella, llenándola de luz y poder y canción y dejando el vacío atrás.

Cuando el último trozo palpitó bajo su piel, abrió los ojos para encontrarse a
Han frente a ella. Jadeó en el silencio y lo alcanzó, tocando piel lisa donde su cicatriz
había estado. Retiró la mano, porque él era hermoso y ella estaba asustada.

Luego él le sonrió y su tristeza se partió en miles de pedazos. Ella se reclinó


sobre él y él la acunó en sus brazos. —Lilette.

Cerró los ojos, deleitándose en su nombre en los labios de él. Luego un sollozo
se formó en su garganta. —Realmente quería salvarlos.

Él inclinó la cabeza de ella hacia atrás y la besó suavemente. —Lo hiciste. —Su
mano bajó a tomar la suya. Sus dedos se entrelazaron—. Tu hermana, tu padre, tu
madre, incluso Fa… todos están esperándote.

Ella se giró hacia la música, con él a su lado. Y supo que su muerte no era el
final. Sólo era otro reino; bello y perfecto. Algún día, aquellos que dejó atrás la
alcanzarían.

***
Lilette había tenido razón sobre las islas de Harshen. Ellos recordaron a Lilette
en sus canciones. Con cada década que pasaba, ella se volvía más poderosa, más
encantadora. Las acciones de aquellos a su alrededor eran atribuidas a Lilette… desde
la creación de Jolin del Colgante de Canción, hasta la creación del velo.

Entre las Guardianas de la ciudad Arboleda, se hablaba de Lilette con un siseo,


ya que era vista como la razón de la disonancia que crecía a su alrededor. Luego su
nombre fue borrado de los registros, su canción destejida del mundo. Ella fue olvidada
a propósito. Merlay y las otras no. Los registros fueron cambiados para hacer ver como
si ellas hubieran sobrevivido, como si los horrores que habían causado nunca hubieran
ocurrido. Hasta estos días, las Brujas se rehúsan a aceptar la culpa de sus atrocidades.

A través de los siglos, guerras fueron libradas. Guardianas fueron capturadas y


usadas por sus poderes. Miles murieron. Las Guardianas de la ciudad Arboleda se
dividieron en facciones. Las murallas de la ciudad Arboleda se desmoronaron. Los
espinos y árboles ardieron.

Con el tiempo, las Brujas cayeron de ser las más poderosas y veneradas
entidades en la tierra, a ser las más odiadas y temidas. Las Brujas ya no estaban
seguras, el mundo sólo deseaba usarlas o matarlas. Algunas de las notas de Jolin
debieron haber sobrevivido—probablemente protegidas por Bethel—porque después de
que la ciudad Arboleda fuera invadida y destruida, Haven fue movido a un país recién
formado llamado Nefalie.

Las Creadoras son pacientes; pero había pasado tanto tiempo, que Lilette
empezó a dudar que alguien pudiera alguna vez unificar a las Brujas y regresarlas a su
antiguo esplendor. Incapaz de ver desintegrarse todo lo que ella había esperado y
trabajado, se alejó, manteniendo toda su atención en el hombre que le había enseñado
cómo rendirse.

Pero luego alguien llamó por su ayuda. Lilette volvió y vio el mundo al borde
del colapso. La naturaleza era una ruina de sequías, oscuridad e inundaciones. Todas
las Brujas habían sido capturadas. Todas menos una… una chica joven y sin entrenar,
que había sido escondida por su madre.
Una chica que había cruzado mares y combatido ejércitos.

Su nombre era Brusenna.


Traducido por Azhreik

o puedo adivinar cuánto tiempo se sostendrá la barrera, así que tengo que
asegurarme que la gente que queda conmigo es tan fuerte como pueda
hacerlos yo. Todas las Brujas—Desechadas o no—están aprendiendo las
canciones. Si es necesario, podemos unirnos y blandir una fuerza exigua. Doranna está
entrenando una facción para luchar… algo que nunca habría sido tolerado en la ciudad
Arboleda.

Parte de la debilidad de nuestro sistema de gobierno era el poder totalitario que


poseían las Principales. He dividido ese poder, dando un poder equivalente a las
Desechadas, que se han conformado en Órdenes que sirven a sus elementos en una
forma diferente.

Pero sabía que esos dos grupos se neutralizarían el uno al otro. Tenía que existir
un poder superior… uno que rindiera cuentas a ellas, como ellas rendirían cuentas a
éste. Un poder superior que pudiera ser otorgado con el voto unánime de ambos
grupos. Así que inventé el oficio de oyente. En lugar de cantar y controlar el mundo,
ella escucharía lo que el mundo y su gente necesitaran, y actuaría en conformidad.

Ambos grupos me votaron para ocupar el cargo. Intenté eludirlo… no tengo


cabeza para las multitudes, y ya he cometido demasiados errores; pero no logré
disuadirlas.

Tiré todas mis notas y libros antes de saltar al mar tras Lilette. Podría
reescribirlos, supongo. Empezar los experimentos de nuevo… pero no lo haré. Nunca
más volveré a ser parte de la creación de algo que puede retorcerse de semejante forma.
No puedo esclarecer qué han hecho las Principales al nombre de Lilette. Una
parte de mí duda que la hayan convertido en una villana de horrores innombrables…
eso significaría admitir que alguien fue lo suficientemente fuerte para sacudir su
mundo perfecto.

No. Sospecho que simplemente borrarán su nombre de los registros.


Removerán su canción de las canciones entretejidas en el mundo… al menos las que
puedan alcanzar.

Y en cuanto a Lilette… espero que donde quiera que esté, pueda perdonarme.
Escribí su biografía para que la gente conociera la verdad, libre de adornos y odios.
Para que su sacrificio no sea olvidado.
Las gracias van a:

Mis increíbles lectores: JoLynne Lyon, Julie Slezak, C Michelle Jefferies,


Melonie Rainwater, Lani Woodland, Cathy Nielson, Tiffany Farnsworth y Rachel
Newswander.

A mis compañeros artistas: Laura Save, Devon Dorrity, Kathy Beutler, Linda
Prince, Mark Penny, y Rober Defendi por usar sus talentos artísticos para incrementar
los míos.

A mi maravillosa familia: ¡Los amo!


Traducido por Azhreik

Aprendiz: Una Bruja con cierta cantidad de entrenamiento/aprendizaje que


también ha escogido estudiar y pertenecer a una de las Disciplinas. Tradicionalmente
bajo la tutela de una Bruja completamente capacitada.

Bruja novata: Una Bruja muy joven y/o poco entrenada. A veces se les llama
sólo Novata, que es despectivo.

Creadoras: Diosas que, como las Principales de las Disciplinas, rigen sobre una
de las Cuatro Hermanas, pero a una escala mucho mayor.

Cuatro Hermanas: Los elementos que las Brujas utilizan para manipular la
naturaleza. Llamadas: Viento, Agua, Tierra y Luz Solar.

Desechada: Una Bruja desgastada, o una Bruja que tiene poco o ningún poder
para manipular a las Cuatro Hermanas.

Disciplinas: una orden, cuatro en total, especializada en una de las Cuatro


Hermanas.

Guardiana: Una Bruja adulta entrenada en todas las artes de las Brujas y que
pertenece a una de las Disciplinas. Llamada Guardiana porque su deber especial es
“Proteger la Tierra”.

Principales de las Disciplinas: Líderes de las Brujas y representativas de su


Orden o Disciplina. Por nombre: Principal de las Plantas, Principal de la Luz Solar,
Principal del Agua y Principal de la Tierra.
Amber Argyle creció con tres hermanos en un rancho ganadero de las
Montañas Rocosas. Pasó horas montando caballos, explorando las montañas y
jugando en el granero espeluznante de su familia. Este ambiente alimentó su
imaginación para escribir fantasía.

Ha trabajado como cocinera, conserje y miembro del personal de una


institución mental. Todo lo cual le ha proporcionado una gran visión de la condición
humana y la ha inspirado para algunos personajes únicos.

Recibió su título en Inglés y Educación Física de la Universidad Estatal de


Utah.

Actualmente reside en Utah con su esposo y tres hijos pequeños.


Moderación y Corrección

o Azhreik

Traducción

o Andrés_S
o Azhreik
o Beneath Mist
o Brayan Calderon
o Brig20
o gi_gi
o Hishiru
o MariaBlueSky
o Mrm1997
o Nahirr
o PauEchelon
o Plluberes
o Thalia di Angelo
o Yann Mardy Bum
o Yose Salvatore

Diseño

o Pamee
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