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ABERASTURY, A. y Otros. La adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico.

Buenos Aires, Ed. Paidós, 1994, Cap. 3

ADOLESCENCIA Y PSICOPATIA
Duelo por el cuerpo, la identidad y los padres infantiles

La definición del rol masculino o femenino en la unión y procreación y los cambios


corporales que se producen en la adolescencia son el punto de partida de los
cambios psicológicos y de adaptación social que la caracterizan. Los cambios son
vividos como una invasión lo que lleva al adolescente a defenderse reteniendo los
logros infantiles en coexistencia con el placer que significa el desafío de adquirir un
nuevo status.
La elaboración del duelo (por las pérdidas), lo que supone su aceptación, requiere
tiempo para no adquirir las características de una negación. En esta etapa así como
en la segunda mitad del primer año, el adolescente tiene una intensa actividad
masturbatoria, como intento de descargar las tensiones genitales y a la vez para
negar omnipotentemente que dispone de un solo sexo y para la unión necesita de la
otra parte (esta negación es la que deja siempre un remanente de angustia a pesar
de la descarga de tensiones).
Elaborar el duelo conduce a aceptar el rol que la pubertad le marca. El duelo frente
al crecimiento implica al yo y al mundo externo, los desniveles entre el crecimiento
del cuerpo y la aceptación psicológica de ese hecho son mayores cuando el cuerpo
cambia rápidamente y se incrementa la angustia paranoide de ser invadido. Cuando
el adolescente logra aceptar simultáneamente sus dos aspectos: de niño y de adulto,
puede empezar a aceptar los cambios de su cuerpo y comienza a surgir su nueva
identidad. El surgimiento de las defensas para eludir la depresión (doble
personalidad, mala fe, impostura, etc.) pueden llevar a confundir una crisis con un
cuadro psicopático, el adolescente las vive de un modo transitorio, el psicópata
permanece en ellas. En ambos la definición de la vocación genera angustias
similares puesto que dada la dificultad de renuncia, el elegir significa no adquirir algo
sino perder lo otro.
Cuando el adolescente adquiere una identidad, acepta su cuerpo, y decide habitarlo,
se enfrenta con el mundo y lo usa de acuerdo con su sexo. En el psicópata el
fracaso en la identidad sexual se expresa en todos los ámbitos.
En el adolescente los cambios corporales lo llevan a la estructuración de un nuevo
yo corporal, a la búsqueda de su identidad y al cumplimiento de nuevos roles. La
simbiosis de los roles correspondería a la imposibilidad de asumir en su cuerpo un
solo sexo y defusionar la imagen de los padres adquiriendo una nueva forma de
relación con ellos. Reelaborar la imagen de los padres supone el dejar de ser por
otros, para pasar a ser por él.
Se da en el adolescente una multiplicidad de identificaciones no sedimentadas,
contemporáneas y contradictorias, expresión de su búsqueda.
Este proceso es padecido no sólo por los adolescentes sino también por sus padres,
dadas sus dificultades para aceptar el crecimiento a consecuencia del rechazo que
experimentan frente a la genitalidad y la libre expansión de la personalidad de sus
hijos que surge en ella. El rechazo se suele enmascarar en la concesión de una
excesiva libertad que el adolescente vive como abandono, ya que siente la amenaza
inminente de perder la dependencia infantil en momentos en que aún la necesita. En
esta situación se ponen en marcha procesos defensivos como la desvalorización del
objeto para eludir el dolor y el sentimiento de pérdida, la búsqueda de figuras
sustitutivas de los padres, procesos que en definitiva dificultan la elaboración del
duelo donde es necesario el ensayo y la prueba permanente de la pérdida y la
recuperación.
El mundo externo en su dificultad de aceptar el crecimiento genital va poniendo
vallas o no facilita el libre ejercicio de su genitalidad, sus capacidades económicas y
prácticas en general, lo que refuerza las defensas originales contra el crecimiento.
La crisis puberal determina un autismo defensivo, y la impotencia que despierta la
frustración frente al mundo real externo dificulta su salida y lo lleva a refugiarse en la
planificación y las ideologías. Rompe con el mundo como un modo de defenderse,
quedándose en un mundo interior que le es conocido y por tanto más seguro. La
omnipotencia de la palabra y la planificación están al servicio de la adaptación al
nuevo rol.
El psicópata necesita estar con gente porque su modo de comunicación se da en la
acción y necesita a los otros para realizarla, por miedo a su interior, huye de la
soledad. El adolescente necesita de su mundo interno, replegarse sobre sí para salir
desde allí a actuar al mundo exterior. El autismo adolescente lo hace algo torpe en
la comprensión de lo que pasa alrededor, en cambio el psicópata tiene un insight
defensivo sobre lo que el otro necesita y lo usa para su manejo. El adolescente
habla y piensa mucho más de lo que actúa, la comunicación verbal es un preparativo
para la acción (como el juego en el niño), de allí su frustración si no es escuchado o
comprendido.
En un buen desarrollo la aceptación de la vida conduce a la aceptación de la muerte
como un fenómeno dentro de la evolución, que lleva a una mayor capacidad de
amor y de goce y mayor estabilidad de los logros, en cambio si los sentimientos de
pérdida están negados como en el psicópata, no existe cuidado ni por el objeto ni
por sí, por lo cual el afecto está negado y la capacidad de goce disminuida.
La elaboración del duelo por el cuerpo infantil y por la fantasía del doble sexo
conduce a la identidad sexual adulta, a la búsqueda de la pareja y a la creatividad.
Cambia la relación con los padres haciéndose adulta. Lograr la identidad y la
independencia lo conduce a integrarse en el mundo adulto y a actuar con una
ideología coherente con sus actos. El psicópata por su fracaso en la elaboración de
esos duelos, no alcanza la verdadera identidad ni la ideología que le permitiría
alcanzar el nivel de adaptación creativa.

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