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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACION CIVIL

Magistrado Ponente: Dr. JORGE SANTOS BALLESTEROS

Bogotá, D.C., veinticinco (25) de abril de dos mil dos (2002).

Ref.: Expediente No. 6776

Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por los


demandados ENRIQUE TORRES OJEDA, ROSARIO RODRIGUEZ TORRES, ARCENIO TORRES
DE LA HOZ, ALEJANDRO TORRES DE LA HOZ Y EDITH TORRES DE OCHOA contra la
sentencia de fecha 28 de agosto de 1996 proferida por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Barranquilla para ponerle fin, en segunda instancia, al proceso promovido por GESTORA
JUDICIAL Y COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN C. e INVERSIONES
PALMAN LTDA contra las personas a continuación mencionadas, en su propio nombre y en su condición
de herederos de ALEJANDRO TORRES DE LAS SALAS: FRANCISCO, SIMON y HECTOR TORRES
GARCIA, ENRIQUE TORRES OJEDA, REINALDO, ASDRUBAL, JORGE, ROSARIO y ARMANDO
RODRIGUEZ TORRES, MARIA, BERNABE, ALEJANDRO y ARCENIO TORRES DE LA HOZ,
DOMINGA TORRES DE PEREZ, EDITH TORRES DE OCHOA, MANUEL, LEONOR y OSVALDO
TORRES CHARRIS y NOHORA ISABEL TORRES DE TORRES y personas indeterminadas.

ANTECEDENTES

1. Mediante demanda que por reparto correspondió conocer al Juez Once


Civil del Circuito de Barranquilla, las sociedades actoras convocaron a proceso ordinario a los
demandados ya indicados a efectos de que se declarase lo siguiente:

 
Primero, que la sociedad GESTORA JUDICIAL Y COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ
NAVARRO E HIJOS S. EN C. es propietaria, por haberlo adquirido por prescripción ordinaria
adquisitiva de dominio o en subsidio por la extraordinaria, de un terreno situado en Puerto Colombia,
(Atlántico) corregimiento de La Playa, en los Bajos de Genovés, de doce hectáreas y 9.391 metros
cuadrados, que la demanda se encarga de alinderar y describir.

Segundo, que la sociedad INVERSIONES PALMAN LTDA es propietaria, por haberlo


adquirido por prescripción ordinaria adquisitiva de dominio “o en subsidio por la (sic) de un globo de
terreno situado” en Puerto Colombia (Atlántico), corregimiento de La Playa, en los Bajos de Genovés, de
diez hectáreas, alinderado y descrito en la demanda.

Tercero, que por lo tanto se confirman los registros efectuados en la Oficina de Registro de
Instrumentos Públicos de Barranquilla, distinguidos con los números 040-00555211 (primer inmueble) y
040-0197246 (segundo inmueble).

Cuarto, que se cancela el registro efectuado en la Oficina de Registro de Instrumentos


Públicos de Barranquilla, distinguido con el número 040-0195334 correspondiente al inmueble que se
describe en la escritura pública 1759 del 6 de julio de 1954 otorgada en la Notaría Primera de
Barranquilla.

2. Se narra en los hechos que por escritura pública No. 3 del 5 de enero de 1978 otorgada
en la Notaría Segunda de Barranquilla, registrada en el folio de matrícula inmobiliaria No. 040-005211, la
sociedad GESTORA JUDICIAL Y COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN
C. se constituyó y recibió en el mismo acto, a título de aporte, un globo de terreno situado en Puerto
Colombia, corregimiento de la Playa, en los “Bajos de Genovés”, llamado las Mercedes, de una extensión
superficiaria de 24 hectáreas aproximadamente. Diez años y tres meses después, el 22 de abril de 1988,
mediante escritura pública 727 de la Notaría 3ª de Barranquilla, la sociedad mencionada enajenó a
INVERSIONES PALMAN LTDA a título de venta 10 de esas 24 hectáreas, de modo que conservó 14.
Dicho acto, que implicó como se vio una segregación, fue anotado en la matrícula del predio de mayor
extensión, esto es, la 040-005211, así como en la del nuevo predio, la 040-0197246, ambas de la Oficina
de Registro de Instrumentos Públicos de Barranquilla. De modo que para el 22 de abril de 1988 la primera
sociedad había consolidado su derecho de dominio (prescripción ordinaria) por la posesión regular del
predio, ejercida en forma pacífica e ininterrumpida durante más de diez años. E igual predicamento se
hace de INVERSIONES PALMAN LTDA, al adquirir su predio con un justo título y de buena fe. Y si a
ese tiempo de posesión se suma la ejercida por sus anteriores tradentes, que se inicia desde el 11 de
diciembre de 1962 y sigue sin interrupción hasta el 5 de enero de 1978, se completan más de 28 años de
posesión. Porque, se dice en el libelo, el 11 de diciembre de 1962, se inscribió la sentencia aprobatoria de
la partición de los bienes del causante Alejandro Torres de las Salas, en virtud de la cual recibieron los
demandados FRANCISCO TORRES GARCIA, SIMON y HECTOR TORRES TORRES, ENRIQUE
TORRES OJEDA, REINALDO, ASDRUBAL, JORGE, ROSARIO y ARMANDO RODRIGUEZ
TORRES en proindiviso, la propiedad del inmueble y su posesión, herederos estos que fueron vendiendo
sus cuotas a Carlos Gutiérrez Navarro y a su cónyuge Elsa Strauss, mediante las escrituras públicas que se
señalan en la demanda. Estos a su vez, lo transfirieron a la sociedad GESTORA JUDICIAL Y
COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN C.

Se agrega que las transferencias anotadas han venido siendo acompañadas de actos
posesorios, que se describen, así como en actos de defensa de la integridad de los derechos de las actoras,
como cuando algunos de los acá demandados incoaron demanda de reivindicación contra la GESTORA
JUDICIAL Y COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN C. sobre una porción
de cinco hectáreas y media del globo de terreno de 24 hectáreas, a pretexto de que la cabida total del
terreno entregado en venta excedía en cinco hectáreas de lo realmente vendido, cuando dicha venta se
había hecho como cuerpo cierto y no por cabida. A la sazón, prosperó la excepción previa de prescripción
extintiva de la acción impetrada. Pero frustrado ese intento reivindicatorio, insisten los demandados, con
otros fundamentos, en obtener la reivindicación de dos hectáreas aproximadamente, integrantes de los
globos de terreno de las actoras, al pedir la reapertura del proceso de sucesión (partición adicional) de
Alejandro Torres de las Salas, después de 28 años de haber concluido, sobre la base de la escritura
pública 1759 del 6 de julio de 1954 otorgada en la Notaría Primera de Barranquilla, según la cual al
fallecer el citado Alejandro Torres de las Salas era propietario de un predio, descrito en la demanda, pero
que inexplicablemente no fue objeto de partición. Se dice en la demanda: “la única y posible aceptable
explicación es que dicho lote de terreno fue materialmente englobado por el inmueble que fue
inventariado, partido y adjudicado y luego vendido a la sociedad Gestora Judicial Carlos Gutiérrez
Navarro” la que lo ha poseído por trece años.

3. Luego de rituada la primera instancia, el juzgado de conocimiento profirió sentencia


estimatoria de las pretensiones. Declaró que pertenece en dominio a “la Gestora Judicial Carlos Gutiérrez
Navarro” por prescripción ordinaria adquisitiva el predio de 12 hectáreas que en la providencia se
describe con sus medidas y linderos. Declaró que pertenece también en dominio a “la sociedad Palman
Ltda” por prescripción ordinaria adquisitiva un predio de 10 hectáreas asimismo descrito en la
providencia por sus medidas y linderos. Ordenó el a quo el registro de la sentencia y la consulta ante el
superior.

Apelado el fallo por ambas partes el Tribunal resolvió la alzada con sentencia
confirmatoria de la de primera instancia, a la que complementó con dos decisiones: rectificó la
denominación social de las sociedades actoras y adicionó el fallo con la orden de que la providencia se
inscribiera en el folio de matrícula 040-0195334.

LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

Analiza el Tribunal por separado el caso de cada actora, comenzando por la


GESTORA JUDICIAL Y COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN C.
Advierte que ella recibió a título de aporte y venta el globo de terreno de 24 hectáreas, que en la
usucapión de corto tiempo se necesita que el poseedor del bien crea, de buena fe, haber adquirido la
propiedad por tener la convicción de que el tradente era realmente titular del dominio, cumplir con las
formalidades y aún así, no haber recibido la titularidad del mismo por no residir la propiedad en cabeza
del transmisor.

Luego de una breve referencia a la buena fe y al justo título, pasa la


Corporación al análisis de la titulación, y al respecto indica que el bien fue adquirido por Luz Marina
Gutiérrez, Luís Alberto, Ana María, Lorella y Juan Carlos Gutiérrez Strauss por donación que les hiciera
su padre CARLOS GUTIERREZ NAVARRO (escritura pública 2 del 5 de enero de 1978 de la Notaría 2ª
de Barranquilla) quien a su vez había adquirido casi todo el bien de manos de JORGE, ARMANDO,
ROSARIO, ASDRUVAL y REINALDO RODRIGUEZ TORRES, SIMON TORRES TORRES y de
ENRIQUE TORRES OJEDA. Y que Elsa Strauss recibió la otra parte restante del mismo bien por venta
que le hiciera SIMÓN TORRES TORRES. Precisa que a todos esos enajenantes (los Torres) se les había
adjudicado su cuota o porción en el aludido predio en la sucesión de Alejandro Torres de las Salas, quien
a su vez había adquirido por adjudicación en la sucesión de Leonor García de Torres (escritura pública
204 del 9 de marzo de 1953). Señala que Alejandro Torres adquirió parte del bien por compra a Bernabé
Torres (escritura pública 741 del 10 de noviembre de 1933 otorgada en la Notaría 1ª) y parte por
declaración de posesión (escritura pública 1834 del 11 de diciembre de 1931 otorgada en la Notaría 3ª).

El Tribunal indica que esas primigenias adquisiciones por parte de Alejandro


Torres determinan, de un lado, que aquella declaración de posesión por espacio de más de veinte años
recayó sobre un predio denominado “Bajos de Genovés” de poco más o menos 14 hectáreas (el Tribunal
reproduce los linderos). Y de otro, que la enajenación que le hizo Bernardo Torres a Alejandro Torres
recayó sobre un predio denominado “Camino del Pelú”, también en el corregimiento de la Playa, de una
extensión de 10 hectáreas (incluye el Tribunal los linderos). Agrega cómo se identificó el predio
adjudicado en la sucesión del causante Alejandro Torres de las Salas y cómo el título que se invocó fue la
escritura pública 204 del 9 de marzo de 1853 (sic). También constata el Tribunal que por escritura pública
15 del 12 de enero de 1978 Carlos Gutiérrez Navarro aclaró la extensión superficiaria, “afirmando que lo
constituía 24 hectáreas con 5.013 metros cuadrados”.

Se refiere la Corporación a la escritura pública 1759 del 6 de julio de 1954


(predio de casi dos hectáreas adquirido por Alejandro Torres de las Salas) de la que dice que quedó por
fuera de la sucesión de Alejandro Torres. Anota asimismo que dicho causante arrendó a la Nación, por
escritura pública 1193 del 9 de noviembre de 1953 18 hectáreas con 7.700 metros cuadrados.

De todas ellas dice el Tribunal que analizadas en su conjunto, permiten


concluir que Alejandro Torres adquirió, por haberlo poseído por más de veinte años, el terreno “Bajos de
Genovés”, situado en la Playa, de una extensión de “más o menos 14 hectáreas” que por el lado oeste
lindaba con terrenos de Bernabé Torres (escritura pública 1834 de 11 de diciembre de 1931). Que luego
por escritura pública 741 del 10 de noviembre de 1933, y en el mismo lugar, adquirió de Bernabé Torres
el predio “camino del Pelú” de 10 hectáreas, que linda por su lado este con el predio antes indicado.
Remata así el Tribunal “Creemos que en razón de la defunción de su señora Leonor García de Torres,
procedió (Alejandro) a la apertura del sucesorio y liquidación de la sociedad conyugal, habiéndole
adjudicado en su totalidad, los lotes de terrenos que materialmente se habían englobado, más no
jurídicamente (escritura pública 204 de marzo 9 de 1953, que protocoliza la sentencia de diciembre 2 de
1952, emanada del juzgado 4º Civil del Circuito) y se determinó en tal documento, que lo adquirido por el
modo de la sucesión por causa de muerte, tenía una extensión superficiaria de 18 hectáreas 7.700 metros
cuadrados”.

Advierte el Tribunal que por escritura pública 1759 del 6 de julio de 1954 el
mentado Alejandro Torres adquirió de Elida de Vergara, en el mismo sector, 1.9 hectáreas, “que
colindaba en sus lados norte y este con el predio de que hemos dado cuenta”. Y a continuación, explica
que como adquirió de todos los herederos de Alejandro Torres, Carlos Gutiérrez Navarro, en posesión de
la totalidad del terreno, aclaró “en forma técnica, dentro de los linderos establecidos en el predio” su área
–de 18,7 a 24,5 hectáreas-, “actitud acorde con la forma de enajenar el predio, que lo fue como especie o
cuerpo cierto, tal y como se les adjudicó, que no en relación a su cabida”.

Luego de referirse al proceso reivindicatorio incoado por tres de los herederos


reconocidos del finado Alejandro Torres, en el que prosperó la excepción previa de prescripción, analiza
el Tribunal la prueba testimonial. De Carmen Alicia Martínez Oviedo, celadora al servicio de Carlos
Gutiérrez Navarro, resalta que manifestó enfáticamente que los integrantes de la familia Torres
invadieron en 1991 en el sector perteneciente a Inversiones Palman Ltda, midieron y luego en un
descuido construyeron un cuartico que fue derribado a las dos horas.

De Régulo de Lavalle Matera, señala que dijo conocer a Carlos Gutiérrez


Navarro desde 1955, que éste inicio un juicio sucesorio en 1964 relativo a unos terrenos que luego
adquirió de los herederos, que conoce su ubicación al igual que los actos posesorios efectuados desde tal
época, tales como la construcción de una cabaña de esparcimiento, explotación de canteras, granjas y
estudios de factibilidad para urbanizar; que tiene entendido que dentro de las 24 hectáreas que se
pretenden está comprendido el lote de 1 hectárea.

De José Ignacio Silvera, celador de la finca Las Mercedes desde 1973 y por 12
años, dice que conoce a sus colindantes y que durante el tiempo de sus servicios no ha sido molestado el
poseedor por persona alguna, y que describió los mismos actos posesorios del anterior testigo.

 
De John Francisco González, actual trabajador de la finca desde 1984, dice que
describió el testigo los actos posesorios, la invasión de los señores Torres en 1991, la construcción de la
casucha y su derrumbamiento a las dos horas. El Tribunal señala: “y dio explicación, que la Sala
considera suficiente, sobre el hecho de existir en el suroccidente, en predio del señor Palma, una
vegetación espesa de monte y sin cerca, relativo a los constantes hurtos de alambre y al invierno, que
posibilita que crezca el monte”.

De Adolfo Romero Hoyer, resalta el Tribunal que dijo el testigo que por
percepción directa sabía de los actos posesorios, pues como empleado de Cementos del Caribe sabe que
ella y su filial, Agregados y Concretos S.A., se realizaron sobre el predio contratos de explotación de
piedra el cual se suspendió por una urbanización que se encuentra al lado oeste.

De la declaración de Carlos Gutiérrez Navaro, resalta que conoce en detalle los


antecedentes de la adquisición del predio y de la autorización para poseerlo en su integridad desde la
primera compra a Enrique Torres Ojeda, en 1964; que la última compra la hizo, por conducto de su
esposa en 1970; que del terreno de 1 hectárea adquirido por Alejandro de las Salas en 1954 no sabe si fue
incluído en “Las Mercedes”, pero como fue adquirido después de ese predio (el de 9.6 hectáreas) le daba
la impresión de que había sido englobado en ese terreno; que ninguno de los herederos le manifestó algo
sobre el mismo, de ahí que no se haya incluido en la sucesión; que paga sus impuestos prediales desde
1964, vendió parte del terreno a Inversiones Palman Ltda, otra parte a la Universidad Libre y otra más a
Blas Castillo Nigrinis.

De estas declaraciones, apreciadas en conjunto, deduce el Tribunal que a


Carlos Gutiérrez Navarro se le autorizó para poseer en su totalidad el bien desde 1964 cuando hizo la
primera compra de cuota: “Ello para relievar la persuación (sic) de haber adquirido la cosa de quien tenía
la facultad para enajenarla y de no haber habido fraude ni otro vicio en el acto o contrato, y al haberse
efectuado señalamiento de linderos, estaban los vendedores obligados a entregarle todo lo comprendido
en ellos”. Agrega que desde esa fecha Carlos Gutiérrez Navarro ejerció la posesión de buena fe sobre el
inmueble y con un título, así fuese aparente o putativo; que constituida la persona jurídica actora
(GESTORA JUDICIAL Y COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN C.)
durante 13 años ha realizado actos de dueño (siembras, ganadería, contrato de explotación minera) como
lo manifiestan los testigos, que errónea pero comprensiblemente se refieren a Carlos Gutiérrez Navarro,
su representante legal, actos de dueño que van desde la declaratoria de extinción del contrato de
arrendamiento celebrado por Alejandro Torres con la Nación (1988), hasta la venta parcial a la sociedad
codemandante, a Blas Castillo Nigrinis y a la Universidad Libre.
 

Pasa a analizar la situación de INVERSIONES PALMAN LTDA, de la que


dice que desde cuando adquirió el terreno de la codemandante GESTORA JUDICIAL Y COMERCIAL
CARLOS GURIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN C., hasta la presentación de la demanda habían
transcurrido 2 años y 10 meses de posesión (lo declara el celador), con un justo título y buena fe, a la que
se agrega la de su tradente. Señala que el título es justo por cuanto en su perfeccionamiento se han
cumplido las exigencias legales.

En cuanto al argumento de los demandados, según el cual la posesión no ha


sido pacífica, porque ellos han incoado proceso reivindicatorio, partición adicional, inspección judicial
anticipada, y construcción de “casucha”, el Tribunal expresa que el primer proceso terminó con la
declaración de prescripción extintiva de la acción, que en cuanto a la partición adicional –luego de 27
años de haberse terminado el sucesorio de Alejandro Torres- ninguna virtualidad tiene, máxime si esa
adjudicación se efectúa cuando ya había culminado para los demandantes el tiempo exigido para la
prescripción de todo el inmueble, a más de que la mera adquisición por sucesión “no determina la
posesión”.

Se refiere también al otro argumento de los demandados según el cual el lote


de 1,9 hectáreas es independiente del que se pretende usucapir, argumento que el Tribunal descarta con
un recorrido sobre diversas probanzas, de las que deduce que dicho lote no fue identificado como
diferente de los de las demandantes y más bien está incluido en estos. En efecto, analiza los testimonios
en cuanto a ese preciso punto, así: de Carmen Alicia Martínez indica que la testigo expresó que no podía
contestar a la pregunta si distinguía los límites naturales del predicho lote de 1,9 hectáreas. De Régulo de
Lavalle resalta que el testigo dice no haber tenido conocimiento del lote independiente; que más bien
tiene entendido que ese lote forma parte del de 24 hectáreas de propiedad de los demandantes. Resalta
que José Ignacio Silvera tampoco sabe sobre dicho lote.

Del dictamen pericial resaltó que los expertos señalaron que no encontraron un
“lindero natural” de árboles de vieja data ni otras demarcaciones que indiquen otra propiedad o globo
diferente, así como que indicaron que el predio de 1,9 hectáreas está englobado con el predio descrito en
las escrituras públicas 3 y 727 poseído ahora por las actoras.

 
Pasa al informe del Instituto Geográfico Agustín Codazzi del cual resalta y
transcribe que el predio “no se encuentra inscrito actualmente”, que no se pudo ubicar en el municipio de
Barranquilla sino en Puerto Colombia, pero no exactamente, debido a que con la descripción del mismo
aparece en posición inversa “dentro del predio 00-02-000-0062 perteneciente a la Gestora Judicial y
Comercial Carlos Gutiérrez Navarro e Hijos S. en C. y el predio 00-02-000-0307 segregado del anterior”.

Concluye entonces el Tribunal que el predio de 1.9 hectáreas no se identificó ni


ubicó correctamente, para tenerlo como porción independiente de los predios objeto de las pretensiones, a
las que por tanto accede, al confirmar la sentencia del a quo.

LA DEMANDA DE CASACION. CARGO UNICO

En el cargo único que se eleva contra la sentencia acabada de resumir, se


acusa al Tribunal de violar indirectamente los artículos 2528, 2527, 2526, 2518, 1887, 1888, 1889, 1741,
1766, 981, 785, 765, 764 del Código Civil, 54 del decreto 1250 de 1970, 174, 187, 233, 241, 246-4, 264,
267-2 del Código de Procedimiento Civil, por indebida aplicación, como consecuencia de no tener en
cuenta determinadas pruebas o de valorar incorrectamente otras, cometiendo así error de hecho y de
derecho.

Bajo el título “para ganar la prescripción ordinaria se necesita justo título”,


comienzan los recurrentes el desarrollo del cargo, primeramente con el error de hecho que le endilgan al
Tribunal. Así, afirman que éste no tuvo en cuenta la escritura pública 1759 del 6 de julio de 1954 y la
matrícula inmobiliaria 040-0195334, correspondientes al predio de 1,9608 hectáreas de modo que si las
hubiera apreciado “y observado el requisito legal de la concurrencia de la buena fe, justo título y
posesión en cabeza de quien invoca la prescripción ordinaria, las resultas de la alzada de instancia no
hubiera sido otra que la revocatoria en todas sus partes de la sentencia proferida por el a quo”. Indican
que esos requisitos no se pueden suplir “con otros supuestos fácticos, y mucho menos con escrituras
aclaratorias otorgadas unilateralmente, carentes de causa y objeto lícito, ni con testimonio, ni con
apreciaciones ilógicas o lucubraciones antijurídicas, en las cuales se basó el ad quem al tratar de
establecer la existencia de justo título en cabeza de las sociedades demandantes”. Así, luego de señalar
que cuando se trata de prescripción ordinaria es menester la “concurrencia de la posesión inscrita y
material en cabeza de quien la invoca”, expresan que si el Tribunal hubiera apreciado la escritura pública
mencionada y la matrícula inmobiliaria antedicha, hubiera concluido que las actoras “no tenían sobre el
inmueble que guardan dichos documentos públicos posesión inscrita y/o justo título”, por lo cual
pretermitió el artículo 2528 del Código Civil en concordancia con el artículo 407-5, sin especificar de qué
código o ley.

En segundo lugar, señalan los recurrentes que la titulación aportada por las
sociedades demandantes no contiene legalmente el predio de 1,9 hectáreas de que trata la escritura
pública 1759 del 6 de julio de 1954, por lo cual, se le achaca al Tribunal la comisión de error de derecho
al atribuirle a esa titulación (escrituras públicas 2 y 3 del 5 de enero de 1978, 15 del 12 enero de 1978 y
727 de 12 de enero de 1988) un mérito probatorio que no tiene, y haberles considerado así como prueba
idónea del justo título. Títulos aquellos que, prosigue la censura, “si bien contienen de hecho
fraudulentamente el predio de 1 H. 9.608,75 mts 2, no de derecho”. Y resulta aberrante que el ad quem
haya dado por demostrado el hecho de la posesión regular con un medio proscrito por la ley, como son los
documentos escriturarios aportados como pruebas de la posesión regular, “plagados de vicios y carentes
de capacidad, con causa y objetos ilícitos”. Señala que el Tribunal, al valorar la escritura pública “No. 1
del 12 de enero de 1978, pretermitió la disposición del artículo 264 parte última, 267 num. 2º y artículo
1766 num 2, 2528, artículo 54 decreto 1250 de 1970. Le otorgó a tal medio un valor que por ley no se le
podía conferir”. Repite en seguida que “quien invoca la prescripción ordinaria debe concurrir en su
cabeza la posesión inscrita y la material, posesión inscrita, por cuanto el título esgrimido no solo debe
contener de hecho el bien inmueble, sino que el título en cuestión debe estar debida y lealmente inscrito
en el folio de la matrícula correspondiente”.

En tercer lugar, señalan los recurrentes que la sociedad GESTORA


CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN C. carece de justo título para prescribir, mediante la
prescripción ordinaria, las 12 hectáreas objeto de su pretensión. Al punto, y luego de señalar que con los
yerros ya anotados se desquicia la sentencia, indican que la inspección judicial fue mal apreciada por el
Tribunal, pues debió valorarla en concordancia con el certificado inmobiliario 040-0055211, de acuerdo
con las reglas de la sana crítica, lo que le impidió observar la carencia absoluta de justos títulos en
relación con esa sociedad actora. Expresa que el Tribunal “al valorar la inspección, no le concedió el
mérito probatorio que tiene por su claridad, precisión y firmeza sobre la enajenación del inmueble de 18
h. 7.700 mts2”. Y dicen los recurrentes que el Tribunal complementa su juicio errado cuando al referirse
a los actos de disposición de la GESTORA CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN C.,
“aprecia, valora mal, le resta mérito para probar la existencia de la escritura No. 466 de marzo 1/91 por
medio de la cual, también enajenó a la Universidad Libre 8 hectáreas”, pues la confunde con una
autorización para construir, juicio del Tribunal que constituye error de derecho, por apreciación indebida
de la inspección judicial en concordancia con el certificado de matrícula 040-055211 y demás pruebas
documentales que se debieron apreciar en conjunto, sustrayéndose de la firmeza, precisión y calidad y así
negándole a la inspección su carácter necesario y esencial.
 

En cuarto lugar, le achacan al Tribunal la comisión de error de derecho en


la mala apreciación que hace al atribuirle alcance diverso al que la ley le otorga a las pruebas
testimoniales y a la providencia del 18 de abril de 1990 del Juzgado Quinto Civil del Circuito de
Barranquilla, proferida dentro de un proceso reivindicatorio. Tras señalar que estas pruebas fueron
regularmente producidas, indican que los testimonios no dicen nada de la posesión material actual, pues
solo evocan hechos pasados, no son armoniosos, ni responsivos, ni idóneos para acreditar “primer (sic)
material y mucho menos son elementos fácticos para probar justos títulos”. Al punto reproduce apartes de
algunos testimonios. Y en cuanto a la providencia de abril de 1990, supone el Tribunal que en ella –donde
quedó probada la excepción previa de prescripción extintiva frente a un proceso reivindicatorio- se trató
el inmueble de 1.9 hectáreas, cayendo así en error de derecho, pues dicha providencia es ajena totalmente
al inmueble contenido en la escritura pública 1759 del 6 de julio de 1954 y “ni siquiera con relación al
predio demandado” por cuanto la excepción versó sobre “el derecho que les cabía en base a justos títulos
sobre 18 h. 7.700 mts2 mas no posesión material sobre el predio a reivindicar”

CONSIDERACIONES

En síntesis, el cargo se enfoca en hacer ver que como para que se dé la


prescripción ordinaria es necesario de justo título, y que si es traslaticio debe acompañarse de su
inscripción, las escrituras públicas registradas que adujeron las demandantes no sirven pues se refieren a
otro predio, distinto del de 1.9 hectáreas, de que da cuenta la escritura pública 1759 del 6 de julio de
1954. Y este razonamiento, que como se ve está dirigido exclusivamente a desquiciar la declaración de
pertenencia contenida en la sentencia, es presentado, bajo una u otra óptica, en cuatro apartes en que la
denominada parte sustancial de la demanda se divide, acápites que la Corte estudiará en su orden. Pero
antes de resaltar los desaciertos que esos ataques presentan, según luego se verá, conviene puntualizar
nuevamente que todos van dirigidos a hacer ver que las demandantes no tienen justo título en relación con
un lote de 1.9 hectáreas. Pero para el Tribunal -y en lo cual la Corte no entrará en análisis de fondo por
los defectos del cargo y por tanto se ubicará desde la perspectiva de esa Corporación-, los demandados no
lograron ubicar ese lote por fuera de los predios cuya pertenencia se solicitó; por el contrario, afirmó el
Tribunal Corporación que el lote de 1.9 hectáreas fue materialmente (y no jurídicamente) englobado por
el finado y antecesor Alejandro Torres de las Salas en el terreno de mayor extensión (matriz, denominado
“Las Mercedes” del cual se desmembraron los dos que se pretenden en pertenencia) que a la sazón le
vendieron los Torres y Rodríguez Torres a Carlos Gutiérrez Navarro y Elsa Strauss (fl 70 cdno Tribunal).
Y señaló además el Tribunal que este predio mayor fue vendido como cuerpo cierto, de modo que como
en éste estaba incluido o englobado de hecho el de 1.9 hectáreas, quedó comprendido dentro de los
linderos señalados en la venta que los Torres y Rodríguez Torres hicieron (fl 50 cdno Tribunal),
apreciación que por lo demás, es una aplicación de lo dispuesto en el artículo 1889 del Código Civil.
Estos planteamientos determinaron que el Tribunal tuviese por justos títulos los que adujeron las
demandantes, como que proceden de quienes, ahora demandados, fueron los propietarios y tradentes de
sus cuotas de dominio adquiridas en la sucesión de Alejandro Torres de las Salas. Y este pilar de la
sentencia no fue combatido, pues nada se dijo en la extensa demanda acerca de la venta como cuerpo
cierto ni del englobe de que fue objeto, según el Tribunal, el predio de 1.9 hectáreas.

Por consiguiente, una primera falencia denota el cargo, y es la de no haber


combatido estos fundamentos de la sentencia, pues, amparada como viene con la presunción de acierto y
legalidad es claro que el impugnante debe combatir todos los pilares en que se halla sustentada la
sentencia, de manera que si un fundamento de la misma queda incólume y le presta apoyo para sostenerla,
la Corte debe preservar esa sentencia.

Pero los desaciertos no paran allí. Se alega en el cargo: 1) que el Tribunal


cometió error de hecho al no apreciar la predicha escritura 1759 del 6 de julio de 1954, otorgada en la
Notaría 1ª de Barranquilla y la matrícula inmobiliaria 040-0195334 de la Oficina de Registro de
Instrumentos Públicos de esta ciudad, pues de haberlas apreciado hubiera concluido que las demandantes
no tenían justo título (a veces indican también “posesión inscrita”). 2) Que el tribunal cometió error de
derecho al tener por justos títulos de la porción de terreno de 1.9 hectáreas, las escrituras aducidas por las
demandantes, por lo demás plagadas de vicios, alegándose que esa Corporación al valorar la escritura
pública 15 del 12 enero de 1978 (aclaración del área, de 18 a 24 hectáreas) violó los artículos 264, 267,
1766, 2528 y 54 del decreto 1250 de 1970, pues le otorgó un valor que por ley no se le podía conferir. 3)
Que el Tribunal cometió error de derecho al apreciar mal la inspección judicial, no obstante su claridad,
firmeza y precisión, en concordancia con el certificado de matrícula, y demás pruebas documentales, que
se debieron apreciar en conjunto. 4) Que cometió error de derecho en la apreciación de los testimonios,
que no dicen nada de la posesión actual, y de un auto que decretó la excepción previa de prescripción
extintiva dictado en otro proceso, uno reivindicatorio, suponiendo que en éste hizo parte el predio de 1,9
hectáreas.

Antes de analizarlos uno a uno, es pertinente recordar que cuando se trata de atacar
una sentencia por violación indirecta de normas sustanciales, a más de la necesaria indicación de la norma
sustancial que es la base fundamental del fallo o ha debido serlo, debe distinguirse bien y no mezclar el
error de derecho y el de hecho, pues al paso que el primero recae en la eficacia jurídica de la prueba o en
la manera como ella se produjo, decretó, practicó o trajo a los autos, en el segundo se incurre por omisión,
suposición o cercenamiento de una prueba. En cuanto al primero (error de derecho), el último inciso del
artículo 374 del Código de Procedimiento Civil exige que el censor indique qué norma de estirpe
probatoria infringió el Tribunal, amén de determinar cómo fue que esa norma probatoria se violó para así
continuar en su discurrir combativo, con la violación de la norma sustancial, bien por aplicación indebida
o falta de aplicación. Y en cuanto al error de hecho el artículo mencionado establece que éste debe no
sólo ser manifiesto, evidente o que a simple vista resalte, sino que el censor debe darse a la tarea de
determinar la prueba sobre la cual el Tribunal cometió tamaño yerro, bien en la demanda, o en su
contestación o en una “determinada”, sin que se cumpla con este requisito de la determinación cuando el
recurrente presenta una enumeración del acervo probatorio del proceso, pues lo que se pide, sobre todo en
punto de la demostración del yerro, es que el impugnante defina qué prueba no vio o vio mal o supuso el
tribunal, indique la errónea consecuencia que el Tribunal dedujo de la misma, y además precise la que de
manera diáfana se desprende de la misma, la que por lo demás, debe ser trascendente, es decir, de tanta
importancia en las resultas de la decisión, que de haberse apreciado la misma en la forma como el censor
lo muestra, forma única además, el Tribunal hubiese tenido que llegar a una conclusión diferente de la
que plasmó en la sentencia.

En cuanto al primer ataque, que se dirige a demostrar que el Tribunal


cometió error de hecho por omisión en la apreciación de la escritura pública 1759, debe señalarse que
dicho yerro no existe, por cuanto tal instrumento sí fue apreciado y valorado por esa Corporación, como
se nota en estos acápites del fallo: “Quedó por fuera de la sucesión del señor Alejandro Torres de las
Salas, el predio adquirido a la señora Elida de Vergara por escritura pública 1759 de julio 6 de 1954,
Notaría 1ª, con una extensión superficiaria de 1 hectárea con 9.608,75 metros cuadrados, ubicado en la
banda norte de la carretera que conduce de Barranquilla a Puerto Colombia, en jurisdicción de este
municipio de Barranquilla, que mida linda…”. Y líneas después, con el objeto de constatar tanto si el
predio a que se refiere esa escritura pública es independiente del que pretenden las demandantes, como de
verificar si hay lugar a la cancelación de la matrícula inmobiliaria No. 040-0195334, el Tribunal analiza
varios testimonios, el dictamen pericial y el informe del Instituto Geográfico Agustín Codazzi para así
deducir que no es claro que el lote de 1,9 hectáreas “se haya identificado y ubicado correctamente, para
tenerlo como porción independiente del predio Las Mercedes”. Llega el Tribunal al convencimiento de
que dicho predio fue englobado “por su primigenio adquirente, señor Alejandro Torres de las Salas” (fl 70
cdno Tribunal), según ya se vio, pero que aquí luce pertinente volver a resaltar para mostrar cómo el
Tribunal si apreció dicho instrumento público. Otra cosa es, cual lo dejan apenas entrever los recurrentes,
que en ese título ni en el certificado de registro aparezcan las demandantes como titulares inscritas del
derecho de dominio, pero es que la tradición (modo traslaticio) y el justo título los vio el Tribunal en las
escrituras públicas registradas que aportaron, bajo el entendido de que en ellas se comprendía el predio de
la escritura pública 1759.

 
En cuanto al segundo ataque, a saber, el que le achaca al Tribunal la comisión
de error de derecho por ver en las escrituras públicas que aportaron las demandantes justos títulos para
declarar la prescripción ordinaria en relación con el predio de 1.9 hectáreas, insisten en que la ley
proscribe ese medio de prueba, es decir, la escritura pública registrada, como demostración del justo
título. Pero es precisamente lo contrario lo que la ley establece, porque ella exige que sea mediante
escritura pública registrada como se pruebe la tradición y titularidad de los bienes raíces, según se lee en
el artículo 256 del Código de Procedimiento Civil, en concordancia con el 1857 del Código Civil y el 2º
del decreto 1250 de 1970.

 En relación con el tercer ataque, en el que se duelen los recurrentes porque el
Tribunal apreció mal la inspección judicial a pesar de su firmeza, claridad y precisión, se equivocan al
determinar el tipo de error, pues aducen que el tribunal cometió error de derecho, que supone la
contemplación objetiva de la prueba en toda su realidad, cosa que no ocurre cuando se señala que el
tribunal no apreció bien la prueba.

 Y en cuanto al cuarto ataque, las mismas apreciaciones caben, pues como lo


tiene dicho la jurisprudencia reiterada de la Corte, la equivocada apreciación de los testimonios constituye
un yerro fáctico y no de derecho

DECion

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia en Sala de Casación Civil,


administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley NO CASA la sentencia de fecha
28 de agosto de 1996 proferida por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Barranquilla para ponerle fin, en segunda instancia, al proceso promovido por GESTORA JUDICIAL Y
COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN C. e INVERSIONES PALMAN
LTDA contra las personas a continuación mencionadas, en su propio nombre y en su condición de herederos
de ALEJANDRO TORRES DE LAS SALAS: FRANCISCO, SIMON y HECTOR TORRES GARCIA,
ENRIQUE TORRES OJEDA, REINALDO, ASDRUBAL, JORGE, ROSARIO y ARMANDO
RODRIGUEZ TORRES, MARIA, BERNABE, ALEJANDRO y ARCENIO TORRES DE LA HOZ,
DOMINGA TORRES DE PEREZ, EDITH TORRES DE OCHOA, MANUEL, LEONOR y OSVALDO
TORRES CHARRIS y NOHORA ISABEL TORRES DE TORRES y personas indeterminadas.

Condénase en costas al recurrente. Tásense.

NOTIFIQUESE Y DEVUELVASE AL TRIBUNAL

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