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ANTECEDENTES
Primero, que la sociedad GESTORA JUDICIAL Y COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ
NAVARRO E HIJOS S. EN C. es propietaria, por haberlo adquirido por prescripción ordinaria
adquisitiva de dominio o en subsidio por la extraordinaria, de un terreno situado en Puerto Colombia,
(Atlántico) corregimiento de La Playa, en los Bajos de Genovés, de doce hectáreas y 9.391 metros
cuadrados, que la demanda se encarga de alinderar y describir.
Tercero, que por lo tanto se confirman los registros efectuados en la Oficina de Registro de
Instrumentos Públicos de Barranquilla, distinguidos con los números 040-00555211 (primer inmueble) y
040-0197246 (segundo inmueble).
2. Se narra en los hechos que por escritura pública No. 3 del 5 de enero de 1978 otorgada
en la Notaría Segunda de Barranquilla, registrada en el folio de matrícula inmobiliaria No. 040-005211, la
sociedad GESTORA JUDICIAL Y COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN
C. se constituyó y recibió en el mismo acto, a título de aporte, un globo de terreno situado en Puerto
Colombia, corregimiento de la Playa, en los “Bajos de Genovés”, llamado las Mercedes, de una extensión
superficiaria de 24 hectáreas aproximadamente. Diez años y tres meses después, el 22 de abril de 1988,
mediante escritura pública 727 de la Notaría 3ª de Barranquilla, la sociedad mencionada enajenó a
INVERSIONES PALMAN LTDA a título de venta 10 de esas 24 hectáreas, de modo que conservó 14.
Dicho acto, que implicó como se vio una segregación, fue anotado en la matrícula del predio de mayor
extensión, esto es, la 040-005211, así como en la del nuevo predio, la 040-0197246, ambas de la Oficina
de Registro de Instrumentos Públicos de Barranquilla. De modo que para el 22 de abril de 1988 la primera
sociedad había consolidado su derecho de dominio (prescripción ordinaria) por la posesión regular del
predio, ejercida en forma pacífica e ininterrumpida durante más de diez años. E igual predicamento se
hace de INVERSIONES PALMAN LTDA, al adquirir su predio con un justo título y de buena fe. Y si a
ese tiempo de posesión se suma la ejercida por sus anteriores tradentes, que se inicia desde el 11 de
diciembre de 1962 y sigue sin interrupción hasta el 5 de enero de 1978, se completan más de 28 años de
posesión. Porque, se dice en el libelo, el 11 de diciembre de 1962, se inscribió la sentencia aprobatoria de
la partición de los bienes del causante Alejandro Torres de las Salas, en virtud de la cual recibieron los
demandados FRANCISCO TORRES GARCIA, SIMON y HECTOR TORRES TORRES, ENRIQUE
TORRES OJEDA, REINALDO, ASDRUBAL, JORGE, ROSARIO y ARMANDO RODRIGUEZ
TORRES en proindiviso, la propiedad del inmueble y su posesión, herederos estos que fueron vendiendo
sus cuotas a Carlos Gutiérrez Navarro y a su cónyuge Elsa Strauss, mediante las escrituras públicas que se
señalan en la demanda. Estos a su vez, lo transfirieron a la sociedad GESTORA JUDICIAL Y
COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN C.
Se agrega que las transferencias anotadas han venido siendo acompañadas de actos
posesorios, que se describen, así como en actos de defensa de la integridad de los derechos de las actoras,
como cuando algunos de los acá demandados incoaron demanda de reivindicación contra la GESTORA
JUDICIAL Y COMERCIAL CARLOS GUTIERREZ NAVARRO E HIJOS S. EN C. sobre una porción
de cinco hectáreas y media del globo de terreno de 24 hectáreas, a pretexto de que la cabida total del
terreno entregado en venta excedía en cinco hectáreas de lo realmente vendido, cuando dicha venta se
había hecho como cuerpo cierto y no por cabida. A la sazón, prosperó la excepción previa de prescripción
extintiva de la acción impetrada. Pero frustrado ese intento reivindicatorio, insisten los demandados, con
otros fundamentos, en obtener la reivindicación de dos hectáreas aproximadamente, integrantes de los
globos de terreno de las actoras, al pedir la reapertura del proceso de sucesión (partición adicional) de
Alejandro Torres de las Salas, después de 28 años de haber concluido, sobre la base de la escritura
pública 1759 del 6 de julio de 1954 otorgada en la Notaría Primera de Barranquilla, según la cual al
fallecer el citado Alejandro Torres de las Salas era propietario de un predio, descrito en la demanda, pero
que inexplicablemente no fue objeto de partición. Se dice en la demanda: “la única y posible aceptable
explicación es que dicho lote de terreno fue materialmente englobado por el inmueble que fue
inventariado, partido y adjudicado y luego vendido a la sociedad Gestora Judicial Carlos Gutiérrez
Navarro” la que lo ha poseído por trece años.
Apelado el fallo por ambas partes el Tribunal resolvió la alzada con sentencia
confirmatoria de la de primera instancia, a la que complementó con dos decisiones: rectificó la
denominación social de las sociedades actoras y adicionó el fallo con la orden de que la providencia se
inscribiera en el folio de matrícula 040-0195334.
Advierte el Tribunal que por escritura pública 1759 del 6 de julio de 1954 el
mentado Alejandro Torres adquirió de Elida de Vergara, en el mismo sector, 1.9 hectáreas, “que
colindaba en sus lados norte y este con el predio de que hemos dado cuenta”. Y a continuación, explica
que como adquirió de todos los herederos de Alejandro Torres, Carlos Gutiérrez Navarro, en posesión de
la totalidad del terreno, aclaró “en forma técnica, dentro de los linderos establecidos en el predio” su área
–de 18,7 a 24,5 hectáreas-, “actitud acorde con la forma de enajenar el predio, que lo fue como especie o
cuerpo cierto, tal y como se les adjudicó, que no en relación a su cabida”.
De José Ignacio Silvera, celador de la finca Las Mercedes desde 1973 y por 12
años, dice que conoce a sus colindantes y que durante el tiempo de sus servicios no ha sido molestado el
poseedor por persona alguna, y que describió los mismos actos posesorios del anterior testigo.
De John Francisco González, actual trabajador de la finca desde 1984, dice que
describió el testigo los actos posesorios, la invasión de los señores Torres en 1991, la construcción de la
casucha y su derrumbamiento a las dos horas. El Tribunal señala: “y dio explicación, que la Sala
considera suficiente, sobre el hecho de existir en el suroccidente, en predio del señor Palma, una
vegetación espesa de monte y sin cerca, relativo a los constantes hurtos de alambre y al invierno, que
posibilita que crezca el monte”.
De Adolfo Romero Hoyer, resalta el Tribunal que dijo el testigo que por
percepción directa sabía de los actos posesorios, pues como empleado de Cementos del Caribe sabe que
ella y su filial, Agregados y Concretos S.A., se realizaron sobre el predio contratos de explotación de
piedra el cual se suspendió por una urbanización que se encuentra al lado oeste.
Del dictamen pericial resaltó que los expertos señalaron que no encontraron un
“lindero natural” de árboles de vieja data ni otras demarcaciones que indiquen otra propiedad o globo
diferente, así como que indicaron que el predio de 1,9 hectáreas está englobado con el predio descrito en
las escrituras públicas 3 y 727 poseído ahora por las actoras.
Pasa al informe del Instituto Geográfico Agustín Codazzi del cual resalta y
transcribe que el predio “no se encuentra inscrito actualmente”, que no se pudo ubicar en el municipio de
Barranquilla sino en Puerto Colombia, pero no exactamente, debido a que con la descripción del mismo
aparece en posición inversa “dentro del predio 00-02-000-0062 perteneciente a la Gestora Judicial y
Comercial Carlos Gutiérrez Navarro e Hijos S. en C. y el predio 00-02-000-0307 segregado del anterior”.
En segundo lugar, señalan los recurrentes que la titulación aportada por las
sociedades demandantes no contiene legalmente el predio de 1,9 hectáreas de que trata la escritura
pública 1759 del 6 de julio de 1954, por lo cual, se le achaca al Tribunal la comisión de error de derecho
al atribuirle a esa titulación (escrituras públicas 2 y 3 del 5 de enero de 1978, 15 del 12 enero de 1978 y
727 de 12 de enero de 1988) un mérito probatorio que no tiene, y haberles considerado así como prueba
idónea del justo título. Títulos aquellos que, prosigue la censura, “si bien contienen de hecho
fraudulentamente el predio de 1 H. 9.608,75 mts 2, no de derecho”. Y resulta aberrante que el ad quem
haya dado por demostrado el hecho de la posesión regular con un medio proscrito por la ley, como son los
documentos escriturarios aportados como pruebas de la posesión regular, “plagados de vicios y carentes
de capacidad, con causa y objetos ilícitos”. Señala que el Tribunal, al valorar la escritura pública “No. 1
del 12 de enero de 1978, pretermitió la disposición del artículo 264 parte última, 267 num. 2º y artículo
1766 num 2, 2528, artículo 54 decreto 1250 de 1970. Le otorgó a tal medio un valor que por ley no se le
podía conferir”. Repite en seguida que “quien invoca la prescripción ordinaria debe concurrir en su
cabeza la posesión inscrita y la material, posesión inscrita, por cuanto el título esgrimido no solo debe
contener de hecho el bien inmueble, sino que el título en cuestión debe estar debida y lealmente inscrito
en el folio de la matrícula correspondiente”.
CONSIDERACIONES
Antes de analizarlos uno a uno, es pertinente recordar que cuando se trata de atacar
una sentencia por violación indirecta de normas sustanciales, a más de la necesaria indicación de la norma
sustancial que es la base fundamental del fallo o ha debido serlo, debe distinguirse bien y no mezclar el
error de derecho y el de hecho, pues al paso que el primero recae en la eficacia jurídica de la prueba o en
la manera como ella se produjo, decretó, practicó o trajo a los autos, en el segundo se incurre por omisión,
suposición o cercenamiento de una prueba. En cuanto al primero (error de derecho), el último inciso del
artículo 374 del Código de Procedimiento Civil exige que el censor indique qué norma de estirpe
probatoria infringió el Tribunal, amén de determinar cómo fue que esa norma probatoria se violó para así
continuar en su discurrir combativo, con la violación de la norma sustancial, bien por aplicación indebida
o falta de aplicación. Y en cuanto al error de hecho el artículo mencionado establece que éste debe no
sólo ser manifiesto, evidente o que a simple vista resalte, sino que el censor debe darse a la tarea de
determinar la prueba sobre la cual el Tribunal cometió tamaño yerro, bien en la demanda, o en su
contestación o en una “determinada”, sin que se cumpla con este requisito de la determinación cuando el
recurrente presenta una enumeración del acervo probatorio del proceso, pues lo que se pide, sobre todo en
punto de la demostración del yerro, es que el impugnante defina qué prueba no vio o vio mal o supuso el
tribunal, indique la errónea consecuencia que el Tribunal dedujo de la misma, y además precise la que de
manera diáfana se desprende de la misma, la que por lo demás, debe ser trascendente, es decir, de tanta
importancia en las resultas de la decisión, que de haberse apreciado la misma en la forma como el censor
lo muestra, forma única además, el Tribunal hubiese tenido que llegar a una conclusión diferente de la
que plasmó en la sentencia.
En cuanto al segundo ataque, a saber, el que le achaca al Tribunal la comisión
de error de derecho por ver en las escrituras públicas que aportaron las demandantes justos títulos para
declarar la prescripción ordinaria en relación con el predio de 1.9 hectáreas, insisten en que la ley
proscribe ese medio de prueba, es decir, la escritura pública registrada, como demostración del justo
título. Pero es precisamente lo contrario lo que la ley establece, porque ella exige que sea mediante
escritura pública registrada como se pruebe la tradición y titularidad de los bienes raíces, según se lee en
el artículo 256 del Código de Procedimiento Civil, en concordancia con el 1857 del Código Civil y el 2º
del decreto 1250 de 1970.
En relación con el tercer ataque, en el que se duelen los recurrentes porque el
Tribunal apreció mal la inspección judicial a pesar de su firmeza, claridad y precisión, se equivocan al
determinar el tipo de error, pues aducen que el tribunal cometió error de derecho, que supone la
contemplación objetiva de la prueba en toda su realidad, cosa que no ocurre cuando se señala que el
tribunal no apreció bien la prueba.
DECion