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Universitarias

Ciencia y Técnica - Revista del Centro de Estudiante de Ingeniería


CEI Nº 443 – cuatrimestre 3º- Mayo de 1939

¿QUE ES LA UNIVERSIDAD?
Por el Ing. Dr. Augusto J. Durelli

Sumario:

1. Instrumentos de cultura.- 2. Ciencia. Profesión. Técnica.- 3. Jerarquía en las


actividades humanas.- 4. La cultura en la enseñanza argentina.- 5. Cultura
física.- 6. Cultura espiritual. Su continente.- 7. Espíritu crítico.- 8. Sentido
estético.- 9. Estado y educación.- 10. Sentido moral.- 11. Contenido de la
cultura.- 12. Misión de la universidad.- 13. Función social de la universidad.- 14.
Posibilidad y conveniencia de una universidad argentina personalista.- 15. Los
centros estudiantiles.- 16. El factor hombre.- 17. ¿Somos universitarios?

1. Instrumentos de cultura.

Así como creo que no es posible hablar de cultura sin establecer antes
que es persona, así también creo que no se puede hablar sobre universidad sin
saber antes lo que es cultura.
Por otra parte, tampoco se puede estudiar seriamente la universidad
aislándola de los otros instrumentos de la cultura. La universidad es uno de los
medios de que dispone la sociedad para cultivar al hombre. Pero no es el único.
Un estudio completo de la universidad debería comprender el análisis de esos
otros instrumentos de cultura, al menos en sus relaciones con la universidad;
escuelas primarias y secundarias, escuelas profesionales e industriales, escuelas
obreras de usina, etc.(1).
El proceso de cultura del hombre es uno. La división de la enseñanza en
primaria, secundaria y superior puede ser útil, pero en sí, será siempre
arbitraria. No se debe olvidar que no hay discontinuidad en la vida del hombre.
La universidad recibe a un estudiante cuya formación ha sido ya iniciada. La
universidad no puede ignorar esta formación, así como el estudiante no podrá
hacer abstracción en su vida de sus 12 o 14 primeros años de estudio.
En este ensayo me preocupa principalmente el problema de la
universidad, pero no podré dejar de referirme a todo el conjunto de la
enseñanza. Las bases de estas reflexiones estarán constituidas por lo que ya he
establecido en recto a la cultura.
La universidad en efecto es ante todo y sobre todo un instrumento de
cultura.
Pero no se limita solamente a ello. La universidad también tiene como objeto
preparar al hombre para ejercer una profesión en la vida. Su función por lo
tanto es doble: cultural y técnica. Si se considera la investigación científica como
algo separado d la cultura propiamente dicha, como lo hace Ortega y Gasset,

1
( 1 ) Sin olvidar la familia que es uno de los más eficaces y directos instrumentos de cultura.

1
hay que decir entonces que la universidad tiene un triple fin: transmitir la
cultura, enseñar las profesiones, investigar la ciencia.

2. Ciencia. Profesión. Técnica.

Ese es también el orden de importancia que da Ortega a las tres


funciones de la universidad. Ortega pospone la técnica a la cultura, pero la
antepone a la investigación. La universidad, dice, es « además » investigación.
Ortega tiene un cierto pánico del investigador. Es probablemente porque el
investigador, especializado y enfrascado en su laboratorio o en su biblioteca, si
no equilibra su especialización con el cultivo intenso y muy amplio de su
espíritu acaba por ser un nuevo « bárbaro », tomando esta palabra en el sentido
que le da Ortega: hombre exclusivamente especializado y deformado. Es
evidente que el investigador tendería así a la cristalización y al
embrutecimiento. Ese temor es muy comprensible.
Ortega reconoce el papel importantísimo en la ciencia en la universidad.
Es su « alma », según dice. Pero teme que el investigador fuerce la inteligencia
del estudiante obligándola a recibir más de lo que ésta puede normalmente
asimilar. La investigación no ha sido hecha para todos, y es preferible no darle
ciencia al estudiante antes que darle retazos superficiales de ciencia. También
este temor es muy comprensible.
Y sin embargo creo que el punto de vista de Ortega no es completamente
exacto.
Esos inconvenientes no son esenciales. Esos inconvenientes se subsanan
con una buena pedagogía. En cambio ninguna pedagogía, por buena que sea,
puede remediar la falta de investigación en la universidad. El profesor está
obligado a saber qué es lo que debe y lo que no debe enseñar al estudiante cuya
capacidad receptiva es evidentemente limitada. Está obligado también a no
confundir erudición con ciencia, y a no dar a sus alumnos « retazos » de ciencia.
Pero el profesor, sino quiere limitarse a ser un simple repetidor, debe investigar,
y conocer muy profundamente la ciencia. La ciencia es lo que le permitirá nutrir
su enseñanza profesional y técnica.
Si pudiera parecer discutible mi punto de vista referido a las
universidades europeas, entiendo que es indiscutible cuando se lo considera
respecto a las universidades argentinas. En Europa, se comprende que exista el
temor de que el investigador se embrutezca investigando y no llegue a dar sino
una acumulación mecánica de conocimientos a sus estudiantes. Aquí... pero si
aquí, salvo caso de rara excepción, más rara aún de lo que se cree, no hay
investigadores. En la Argentina hay que comenzar por tener quien investigue.
La universidad argentina pide a gritos investigadores.

3. Jerarquía de las actividades humanas.

Esta forma de encarar la misión de la universidad se comprenderá más


fácilmente recordando lo ya establecido al hablar del hombre y de la cultura.
Es posible reconocer en el hombre, esquemáticamente, el siguiente orden
de actividades:

1: « Espiritualidad » o vida del espíritu sobre el plano eterno; 2: « Cultura


» en su sentido más estricto: vida temporal del espíritu orientada hacia la

2
creación especulativa, con especial desarrollo de las potencias reflejas y críticas;
3: Vida especulativa del espíritu trabajando por inercia; y vida del espíritu con
desarrollo primordial de las potencias espontáneas; 4: Aplicación del espíritu a
la utilización del mundo exterior o « técnica »; 5: Vida del cuerpo.
Se trata más bien de « aspectos » que de partes de la vida humana y de su
cultura integral. Es difícil si no imposible encontrarlos aisladamente: en todo
acto humano debiera poder encontrarse en cierta medida cada uno de esos
aspectos.
El desarrollo máximo de ese primer aspecto de la vida humana llevaría al
« tipo » místico. El segundo estaría representado por un filósofo, literato, artista,
investigador científico, que « creara » desinteresadamente, con fuerza
constantemente renovada y aumentada. El tipo de hombre que desarrollara
especialmente el tercer aspecto sería el del investigador que descubre siguiendo
una vía ya trazada, recorrida con velocidad uniforme; o el poeta que sólo deja
funcionar su imaginación sin afinarla mayormente. El cuarto aspecto tiene
como modelo al técnico, y el quinto al deportista.
Creo pues que en la jerarquía de funciones a llenar por la universidad,
así como en las cualidades que deben ser apreciada para la designación de
profesores, la investigación debe pasar antes que la técnica y la docencia.
Eso no significa que dentro de la universidad misma no deba haber
instrumentos más especialmente adaptados a cada una de las funciones a
cumplir. Sería muy lógico que las Facultades por ejemplo se dedicaran
particularmente a la transmisión de la cultura, y diversos Institutos anexos se
consagraran especialmente a la investigación científica. La enseñanza de la
técnica propiamente dicha podría quedar reservada a la vida profesional:
hospitales, tribunales, empresas constructoras, o bien ser iniciada en cierta
medida por las Facultades mismas o mejor aún por Escuelas Superiores
Técnicas especializadas.
Éste último problema puede dar lugar a diferentes soluciones. Pero por
sobre todas las posibles diferencias hay algo que es indiscutible: Lo que
primordialmente debe adquirir un estudiante en la universidad es cultura. Lo que, hay
que exigir ante todo a un profesor, es cultura.

4. La cultura en la enseñanza argentina.

Y lo que menos nos enseña la universidad argentina hoy, es a cultivar el hombre.


En el Estatuto de la Universidad de Buenos Aires figuran « Bases » que
han sido redactadas con una gran comprensión del problema cultural humano:
« La Universidad de Buenos Aires se funda en el concepto de unidad orgánica
de la cultura (...). La enseñanza universitaria responde a un ideal de educación
ampliamente humanista (...). La Universidad dirige el desarrollo armónico e
integral del estudiante universitario (...) e inicia en los principios y métodos
para adquirir una cultura superior general como base y complemento de la
especial o técnica, (...) organiza la docencia libre paralela; realiza la extensión
universitaria en todas sus formas y grados dentro y fuera de los locales
universitarios; propende a la formación de un cuerpo docente dedicado por
completo a la enseñanza y a la vida científica, etc. ».
Si somos honrados con nosotros mismos debemos reconocer que el
edificio construido sobre estas bases, es la negación de las bases mismas.

3
El que estudie la universidad en sus leyes y estatutos tendrá de ella una
idea completamente falsa. Nuestra universidad no ha realizado ninguno o casi
ninguno de los puntos establecidos en sus « Bases ». En nuestra universidad no
hay unidad orgánica sino sólo unidad administrativa. En nuestras facultades,
salvo en la de Filosofía, ni se sospecha lo que es una enseñanza humanista. En
la mayoría de ellas, la de Ciencia Exactas por ejemplo, la docencia libre paralela
está prácticamente anulada. La extensión universitaria no se conoce ni de
nombre, y en cuanto a los profesores que se dedican exclusivamente a la ciencia
y a la cultura son una pequeñísima excepción.
La realidad de la universidad argentina está mucho más cerca de lo que
para Alberdi constituía el ideal en la instrucción pública: « Los ensayos de
Rivadavia, en la instrucción secundaria, tenían el defecto de que las ciencias
morales y filosóficas eran preferidas a las ciencias prácticas y de aplicación... La
instrucción para ser fecunda, ha de contraerse a ciencias y artes de aplicación, a
cosas prácticas, a lenguas vivas, a conocimientos de utilidad material e
inmediata... El plan de la instrucción debe multiplicar las escuelas de comercio
y de industrias, fundándolas en pueblos mercantiles » (capítulo XIII de las
Bases).
En el caso particular de la Facultad de Ciencias Exactas se han hecho
últimamente algunos esfuerzos; no digo para obtener una verdadera cultura,
pero el menos para aumentar en algo el estudio de las ciencias. Es preciso
reconocer ese esfuerzo, pero lo que se ha hecho no es nada en comparación de
lo que indispensablemente debe hacerse. No se trata de estudiar un poquito
más de ciencia, se trata de cultivar al hombre.

5. Cultura física.

¡Cultivar el hombre! Empezando por lo inferior. Hay que cultivar el cuerpo. La


universidad no hace nada para cultivar el cuerpo de los estudiantes.
Recientemente me presenté en un concurso abierto en la Facultad de
Ciencia Exactas. Cuando tuve que ordenar mis antecedentes me pregunté cuál
sería el criterio que seguiría en esa ordenación. Al reflexionar sobre ello me di
cuenta de lo poco que habitualmente pensamos sobre estas cosas. Fue así que
tuve la primera idea de escribir este ensayo y me dije: para ser profesor
universitario hay que ser ante todo hombre, luego universitario, y sólo en
último término profesor. Y como primero de mis antecedentes para una cátedra
de Estabilidad de las Construcciones, hice figurar un ensayo sociológico. La
lógica de mi pensamiento me llevaba fatalmente a hacer figurar -en último
lugar- pero a hacer figurar, los antecedentes físicos. Confieso que tuve miedo y
me faltó coraje. Ya era bastante escándalo empezar con la cultura,
para que terminara con la natación o la equitación. Pero hice mal. Cuando se
tienen ideas seguras y bien reflexionadas, hay que desarrollarlas hasta obtener
sus últimas consecuencias.
La universidad no hace nada por cultivar el cuerpo de los estudiantes.
Los centros estudiantiles ejercen en parte esa función de cultura física, pero lo
que hacen es muy poco.
No es posible dejar de referirse aquí a la juventud alemana. El joven
alemán recorre su país en todo sentido, a pie o en bicicleta. Sus cantos
atraviesan bosques y praderas. Conoce su tierra y puede amarla
conscientemente. Comulga con su naturaleza y conoce por sí mismo, por

4
experiencia, lo que sus antepasados han agregado a esa naturaleza. Admira la
belleza de la obra del hombre, y la belleza de la obra de Dios. La historia y la
geografía las va leyendo y aprendiendo a medida que recorre su sueldo.
El joven argentino es más bien sedentario. Cuando hace deporte rara vez
sale de la Capital o de sus alrededores, cuando no llama deporte el ver un
partido de foot-ball.
De Inglaterra ha venido el scutismo. (Los franceses pretenden que la
primera idea ha sido de ellos, pero discutir esa cuestión no tiene interés en este
ensayo). El scutismo inglés, mejorado aún en Francia, o es uno de los
instrumentos de educación más eficaces que se conocen. Es lamentable que en
muchos jóvenes argentinos provoque aún una sonrisita irónica. Francia, sobre
todo después de les leyes sociales, parecería haber despertado de golpe al
llamado de la naturaleza. El scutismo se desarrolla cada vez más y los
Albergues de la Juventud se multiplican. En la Argentina no se sabe lo que es
un Albergues de la Juventud y el scutismo está en pañales, cuando no recibe
una orientación poco simpática.
Evidentemente la cultura física, instrumento de la cultura espiritual, no
corresponde exclusivamente a la Universidad. Debe ser resultado de la acción
conjunta del estado, los centros estudiantiles, y de muchas instituciones
privadas. Pero la universidad, y sobre todo los centros estudiantiles deben dar
el primer impulso al movimiento.
Insisto en que no se trata sólo de cultura física como deporte, como
distracción del pensamiento y reposo, lo que ya es muy importante, sino sobre
todo de cultura física instrumento de cultura espiritual. Ninguna descripción de la
pampa equivaldrá jamás al recorrido de la pampa. Ninguna enseñanza teórica
sobre una ciudad valdrá la visita explicada de esa ciudad. Ninguna descripción
de la construcción de un puente, valdrá el verla. Y sobre todo, el recorrer
pobremente, como estudiante, el país, enseña al hombre a conocer otros
hombres compatriotas suyos, de su clase y de otras clases, y a enseñar al
hombre a servirse a su mismo, a ser útil a los demás, a salir de las dificultades.
Enseña a vivir.
La formación que dan los clásicos griegos y latinos, aunque parezca
ridícula pretensión, puede ser obtenida, en parte el menos, viajando.

6. Cultura espiritual. Su continente.

La universidad no cultiva nuestro cuerpo. Tampoco cultiva nuestro


espíritu. Si lo primero es serio pero puede parecer irónico, lo segundo es
trágico. Tanto más que no se trata sólo de la Universidad sino de toda la
enseñanza queda el estado. El estado nos cobra bien caros nuestros estudios, y
nos guillotina lo mejor de nosotros mismos. El estado no nos educa.
En el mejor de los casos el estado nos instruye. Creo que tampoco puede
haber verdadera instrucción que no esté metafísicamente orientada. Pero en
rigor ello puede admitirse: la instrucción sería la acumulación mecánica de
conocimientos. Lo que es indiscutible es que ninguna educación es posible sin
cultura integral, y ninguna verdadera cultura humana es posible sin una
concepción de lo que es el hombre. Es inconcebible pretender educar a un hombre,
persona, sin saber y sin decirle lo que es.
Al hablar del continente de la cultura dije cuáles eran los tres elementos
esenciales de toda cultura personalista, o más brevemente, de toda cultura que

5
sea realmente una cultura humana: espíritu crítico; sentido estético; sentido
moral.
¿Soy injusto al decir que la Universidad durante los seis años que
pasamos en ella, no nos ayuda a desarrollar ninguna de las tres tendencias
fundamentales de nuestro espíritu?
Creo que puedo ponerme como un ejemplo. Evidentemente cabe la
reflexión de que las críticas debiera dirigirlas a mí mismo y no a la universidad.
Pero hay una circunstancia que me permitirá analizar legítimamente la
enseñanza que da a la universidad, a través de lo que yo he obtenido de ella. Si
de las deficiencias a las que me voy a referir soy más responsable yo de lo que
lo que lo es la universidad, hay siempre una contradicción: la universidad no
debía haberme premiado con una medalla, que hoy más que nunca me felicito
por no haber aceptado. La universidad me ha considerado el mejor estudiante.
Tengo quizás entonces derecho a decirle: o te has equivocado al juzgarme y ello
prueba que tu sistema de exámenes y promociones es malo, o me has juzgado
bien y ello me permite entonces, luego de haber reflexionado sobre el tema y de
haber visto otras universidades, el dirigirme a ti, lleno de gratitud ciertamente,
pero con toda libertad, para decirte lo que creo que habrías debido darme y no
me ha dado.

7. Espíritu crítico.

La universidad no me ha enseñado a saber leer, a saber escribir, a saber pensar.


El ejercicio de la inteligencia que significa leer detenidamente, con
provecho, criticando lo que se lee, está ausente de la enseñanza universitaria,
sino de casi toda la enseñanza que da el estado. He aprendido a analizar
concienzudamente un texto, fuera de la Universidad ( 2). Uno de los métodos
para aprender a saber leer y saber pensar es el estudio de los clásicos. Los
programas de los colegios secundarios dependientes del Ministerio de
Instrucción Pública no incluyen el estudio de los clásicos greco-latinos.
Yo estudié en la enseñanza secundaria siguiendo el programa de la
universidad, pero no por eso estoy en mejores condiciones. Durante seis años
debí haber estudiado latín. Mis profesores, con una sola excepción, fueron los
primeros convencidos de que el latín no servía para nada. Preferían « pasar el
tiempo » contando chistes obscenos, o hacer aprender traducciones de memoria.
Después de seis años de estudios mis conocimientos de latín eran prácticamente
nulos.
Cuando se trata de desarrollar, de desenvolver, las tendencias naturales
del espíritu humano, el profesor adquiere su máxima importancia: el factor
hombre es el esencial. En los programas actuales de los colegios nacionales
dependientes del Ministerio de Instrucción Pública hay una materia capaz de
desarrollar la reflexión crítica y el arte de pensar y expresarse. Durante cinco
años se enseña « castellano » y « literatura ». La crítica literaria es eficaz en la
formación intelectual.
Creo que un año de literatura colonial y uno de literatura española no
son suficientes, pero la mayor dificultad no está en la extensión del programa
sino en la profundidad de su enseñanza. Para enseñar a pensar y a expresarse,
son necesarios profesores que sepan pensar y expresarse, y que sepan enseñar a
2
(2) Muchas de estas consideraciones, evidentemente, no deben aplicarse a la Facultad de
Filosofía y Letras.

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pensar y a expresarse, es decir, que sean capaces da desenvolver las potencias
críticas de los estudiantes. Hay que confesar honradamente que los profesores
en esas condiciones son una pequeñísima minoría.
La universidad no me ha enseñado a hacer un plan cuando debo escribir o hablar.
En Francia quise escribir en francés, y a pesar de haber recibido en una
institución privada en la Argentina una formación intelectual un poco
semejante a la francesa, mis compañeros franceses se mostraron muy
sorprendidos. Ellos tenían la costumbre de decir que los alemanes poseen el
arte de escribir confusamente las cosas claras, pero yo, admitiendo que esa
apreciación fuera exacta, haría palidecer de envidia a los alemanes. Saber hacer
un plan claro de razonamiento, con una introducción, un cierto número de
partes, una conclusión, cada parte con sus diferentes puntos, y entre cada punto
y entre cada parte, una transición lógica para que las ideas aparezcan realmente
apoyándose las unas sobre las otras y desarrollándose lógicamente, es algo
fundamental en toda formación cultural. El estado no me ha enseñado nunca a
ordenar mis ideas, y a saber claramente lo que yo mismo quiero decir. Hablo en
primera persona. Creo que ello es leal. Pero cuando observo lo que dicen o lo
que escriben gran parte de mis compañeros, resulta evidente que no soy una
excepción.
La falta de espíritu crítico tiene consecuencias más nefastas aún por el
cúmulo de prejuicios que nos deja. Salimos de la universidad con un diploma de
estudios superiores y la cabeza llena de prejuicios absurdos y de lugares comunes
inexactos o ridículos: ¡Que sorpresa constituyó para mí la España
contemporánea, y Alemania, y Francia misma! ¿Qué nos ha enseñado la
universidad sobre la verdadera naturaleza de España, de Italia, de Francia o de
Alemania? Todavía no es posible hablar de París en una reunión de
universitarios argentinos sin provocar una sonrisa maliciosa y un pequeño aire
de superioridad. La universidad no nos ha enseñado pensar, pero nos ha hecho
adivinos y « sobradores ». Lo que el joven universitario argentino sabe de París,
o de España, o de Alemania, es lo que ha « adivinado », mezclado con mil
lugares comunes que corren de boca en boca. El desconocimiento y el desprecio
de España, existente hasta la guerra civil, es característico: ¡Cuantos argentinos
conozco que han recorrido medio mundo y ni han sospechado que pudiera ser
interesante poner los pies en España! La Unión Soviética es preferible ni
mencionarla. Conozco no sólo estudiantes sino profesores universitarios para
quienes aún hoy: ruso, judío, comunista, anarquista, son palabras sinónimas.
Lo que leemos lo tragamos sin masticarlo. Lo que escuchamos, lo
aceptamos sin discernimiento. Se necesitaría un nuevo León Bloy para poner en
ridículo la serie ininterrumpida e infinita de lugares comunes y de prejuicios
del burgués argentino.
¡Curiosa fama la que se adquiere automáticamente cuando se dice haber
estudiado en Alemania! « Es un muchacho muy preparado... ha estudiado en
Alemania ». Si ha estudiado en España, Francia o en Gran Bretaña, ya no es la
misma cosa. Pocos meses en Alemania lo transforman en sabio a cualquiera.
Sobre todo si se trata de un técnico. Y si se trata de un militar... entonces de
derecho le corresponde la presidencia de la República.
Todavía no he encontrado una persona que sabiendo que he estado en la
Unión Soviética, me diga: « ¿Ha escrito usted algo sobre la Unión? ¿Qué
bibliografía me recomienda? », o bien: « ¿Qué opinión tiene sobre tal punto
concreto de la actual soviética? ». No. Lo que se me pregunta es: ¿Y, que tal, es

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cierto que se esta tan mal como dicen? », o bien: « ¿Es feliz la gente? ». Y si
procuro hacer entender que no es posible contestar en una palabra, sino que
hay que explicar y matizar... entonces la respuesta ya no interesa. Se necesita,
para satisfacer la masa de prejuicios con los cuales se comulga, que Alemania,
Italia y la Unión Soviética, o sean un pedazo de paraíso o un trozo de infierno.
Y, naturalmente, para el comunista el que reconoce elementos saludables en la
reacción nacionalista o elementos condenables en la soviética, es un traidor; e
igualmente es un traidor para el nacionalista aquel que pretende comprender y
reconocer todo lo bueno que hay en el comunismo y condenar claramente y sin
hipocresía todo lo que hay de muerte espiritual en el nacionalismo. El que
refriega satisfactoriamente sus manos, demás está decirlo, es el burgués: puesto
que no se está ni con la Unión Soviética, ni con Alemania e Italia, ello confirma
que él posee la verdad, y que indiferente a lo que el comunismo y el
nacionalismo puedan decir y hacer, él seguirá
imperturbablemente en su posición.
El estado nos deja en la vida, sedientos de frases « hechas » de pensamientos «
hechos », de soluciones « hechas ». Buscamos las opiniones que apoyen las
posiciones a las que nos han llevado nuestros intereses y nuestras pasiones, y
quedamos íntimamente satisfechos por habernos confirmado en gracia. Ni
asomos de intranquilidad espiritual. Ni sospechas de matiz posible en el
pensamiento.
Hay una regla práctica de resultado casi infalible. Para saber si un
hombre es « culto » basta pedirle opinión sobre una realidad compleja. Si la
respuesta es simple, categórica, absoluta: ese hombre es un primario, no es un
hombre culto. El matiz en el pensamiento es una de las características de la cultura.

8. Sentido Estético.

¿Qué ha hecho el estado para cultivar mi sentido estético? Me ha tenido 18


años en sus aulas. ¿Soy capaz de apreciar una escultura de Miguel Ángel o un
cuadro de Rafael? ¿Ha formado el estado, en parte al menos, mi gusto
arquitectónico? ¿Me ha dado la posibilidad de gustar la música de Beethoven o
la de Bach? El único anticipo de estética literaria que recibí fue a los 15 años: un
profesor de literatura francesa que se propuso hacernos pensar un poco. La
universidad me ha hecho ingeniero, me ha dado un diploma, pero me ha
dejado totalmente ignorante de todas bellezas de la vida.
Y este mal universal. Al estado no le interesa la formación del sentido
estético del hombre. El alimento estético del pueblo está constituido por la
música de jazz, el teatro de revista, la novela policíaca o el diario
sensacionalista. Si se hubiera buscado deliberadamente un método mas eficaz
de embrutecimiento popular hubiera sido difícil encontrarlo. (3).

9. Estado y educación.

El sentido moral. Llego al punto más difícil.


Desearía evitar, desde el principio, todo equívoco.

3
( ) No es posible dejar de mencionar, para ser justo, la labor de algunas radios como la del
Estado y la Municipal: gota de mar de lo que habría que hacer.

8
Creo que el estado tiene su palabra que decir en el problema educacional.
Su intervención es legítima, importante y, dada la naturaleza de la sociedad
contemporánea, su intervención debe ser también profunda. El limitar la
intervención del estado en el dominio educacional al control higiénico de las
aulas es ignorar los inmensos recursos de que dispone el estado para el bien de
la sociedad. Pero esta intervención por profunda e importante que sea (su
estudio sale fuera de los límites de este ensayo), es limitada. Lo importante aquí
es establecer claramente que el estado no tiene derecho a imponer - en las actuales
circunstancias del mundo - una metafísica, o una religión, cualquiera ella sea. Así el
estado pretenda imponer la religión verdadera, la religión de Cristo resucitado,
me levantaré con todo mi ser, en nombre de la libertad del espíritu por el cual
murió Cristo, me levantaré contra semejante imposición. Tanto más si se trata
de una metafísica laicista más o menos disimulada.
En el caso concreto de la Argentina el estado cumple una función que
quiere ser de educación, y que en que ciertos dominios de la enseñanza significa
un monopolio de hecho. Creo que ese monopolio es injusto y nocivo.
Pero creo también que la familia espiritual a la que pertenezco, cuando
pretende imponerse utilizando esa misma fuerza del estado que en un principio
se levantó contra ella, no sólo hace un mal negocio, sino que en el caso concreto
de la Argentina, comete una injusticia.
La Argentina está dividida en varias familias espirituales. Es un hecho y
los hechos no se modifican discutiéndolos: hay que empezar por reconocerlos
aunque se lamente su existencia. El estado neutro es un absurdo, no tiene
sentido. Pero el estado pretendiendo imponer a una familia espiritual una
espiritualidad que no es la suya, ya lo haga directa o indirectamente, explícita o
implícitamente, no es un absurdo, es un tirano de la persona. Si el estado
sostiene una única enseñanza que está desprovista de toda orientación
metafísica, es un absurdo que pretenda que con ello educa. Si el estado
transforma ese enseñanza en una enseñanza prácticamente enfeudada a una
religión, y lo hace para peor a espaldas del pueblo, el estado es injusto y tirano
para los que no comulgan con esa religión.
El deber del estado en la enseñanza es respetar los derechos de la persona
humana. Y uno de los derechos primordiales de la persona humana es el de forjarse ella
misma, libremente, su propia vocación. Aquí existe evidentemente un problema:
por un lado la libertad de la persona humana, y por otro la necesidad de una
metafísica para poder educarla. La solución dependerá en parte de las
circunstancias. No será por ejemplo la misma para la enseñanza primaria y
secundaria, y para la enseñanza superior. Pero no está en mi propósito el
analizar esta cuestión.

10. Sentido moral.

Precisadas las líneas generales del problema que se le presenta al estado


al ejercer su función educadora, me limitaré a decir en lo que respecta a la
universidad, que la universidad actual de estado no puede tener una
neutralidad de abstención, sino que debe educar. Debe buscar por lo tanto una
orientación metafísica que sea aceptable para las diversas familias espirituales
argentinas, y que esté de acuerdo con el derecho natural y con su propia
tradición. Creo que esa orientación sólo puede ser una orientación personalista.
Su principio esencial debe ser: respeto de la persona humana; respeto de la

9
persona humana y desarrollo de sus infinitas riquezas y posibilidades.
Desarrollo de la conciencia y de la responsabilidad del hombre. Respeto de las
otras personas humanas y conciencia de la universal fraternidad del género
humano. Más claramente aún: la universidad personalista no es una universidad
liberal ni una universidad dogmática. Su concepción del hombre y de la sociedad
tiene los puntos positivos siguientes: ninguna escuela puede justificar o cubrir
la explotación del hombre por el hombre; el predominio del conformismo social
o de la razón de estado; la desigualdad moral y cívica de las razas o de las
clases; la superioridad, en la vida privada o pública, de la mentira sobre la
verdad, del instinto sobre el amor y el desprendimiento ( 4). Y la universidad
debe entonces no sólo instruir, sino educar al hombre de acuerdo a esa
concepción.
Dije que la universidad debía tener una « orientación » metafísica. Insisto
sobre esa palabra. Se trata una « orientación » o « dirección » metafísica y no de
un sistema metafísico cerrado y exclusivo. Evidentemente que esa orientación
define exclusiones: una concepción totalitaria nacionalista o comunista del
hombre quedarian excluidas de la universidad. Ello no es de extrañar puesto
que no se trata de iuna universidad liberal indiferente a la verdad. Pero dentro
de los amplísimos límites establecidos caben infinitas interpretaciones y
escuelas, y el hombre que comulgue con alguna de ellas vivirá en la
universidad íntegra, totalmente, con toda la intensidad de su vida de persona,
con toda la fuerza que pueda tomar de su metafísica o de su religión, sin
ninguna de las amputaciones que le impondría una mal entendida neutralidad.
¿Puedo decir que la universidad argentina me ha dado ese sentido moral
al que acabo de hacer referencia? No.
Cuando tenía 12 años el estado me dio ciertas nociones de lo que llamó: «
moral práctica », lo suficientemente aburridas para que las olvidara de
inmediato y lo suficientemente extranjeras a la realidad de la vida para que
nadie le diera la menor importancia. A los 15 años el estado me enseñó « Ética »
(así con mayúscula): 40 minutos por semana durante cinco meses a los que el
profesor a menudo faltaba. El programa contenía la discusión de algunos de los
más difíciles puntos de Kant. Me apasionó y ese fue el primer contacto con la
filosofía. Mis compañeros, si llegaban a comprender algo, el tema los dejaba
totalmente indiferentes. Esas nociones abstractas y difíciles, explicadas a
muchachos de 15 años, con carácter de « materia » aislada, independiente de
todo lo real, no podían menos que aburrir sobradamente. (Es preciso reconocer
sin embargo que estas dos materias del programa de la universidad para la
enseñanza secundaria constituyen un ensayo de desarrollo del sentido moral de
los estudiantes. En enseñanza de los colegios nacionales que dependen del
Ministerio de Instrucción Pública no hay nada equivalente).
Luego viene a la universidad. Aprendí a reconocer, para el día del
examen, un cierto número de minerales, colocados ya previamente en un orden
que los hiciera fácilmente reconocibles; aprendí a manejar unas cuantas
proyectividades e imaginarios; aprendí a resolver estructuras cuya complejidad
crecía indefinidamente, y a romper ladrillos en una máquina de Amsler. Pero
de la sociedad en que vivo, de la religión a la que pertenezco, de la patria que
pide mí trabajo, de la humanidad que necesita mi concurso, de las otras
naciones a las que sin saberlo debo casi todo lo que sé, de la política y de la
economía en que mañana tendré que desenvolverme, del comportamiento que
4
( ) Mounier - Esprit 49, pág. 91.

10
debo tener conmigo mismo, con mis semejantes, con la patria, con la
humanidad... nada, absolutamente nada ( 5 ).
Preveo una objeción: en otras partes del mundo tampoco las escuelas de
ingenieros, de médicos, de agrónomos, se ocupan de ésos asuntos. Varias
universidades y escuelas superiores extranjeras, como algunas inglesas, se
ocupan más de « formar » al hombre de lo que se cree en la Argentina, pero
aunque asi no fuera, ¿tenemos que vivir siempre copiando de los demás (y
copiando mal por otra parte)?, ¿o ha llegado la hora de que comencemos a
pensar en cabeza propia?

11. Contenido de la cultura.

Lo anterior se refiere en forma especial al ejercicio del espíritu, a la forma


de la cultura. La universidad argentina falta también a su función cultural en lo
que se refiere a la materia o contenido de la cultura: las facultades espirituales
que cultiva y la extensión de las materias sobre las que dirige esas facultades.
¿Un médico, un ingeniero, un abogado, son universitarios por el solo
hecho de conocer a fondo la ciencia y el arte de curar enfermos, de construir
casas o de ganar pleitos?
¿Qué sabemos del mundo en que vivimos?
¿Qué nos ha enseñado la universidad de política, de sociología, de
filosofía y de religión? Sí, ya sé. Sabemos mucho. Esas son las cosas que todo el
mundo sabe sin haberlas estudiado nunca. Es raro que alguien ser tan
pretensioso como para discutir sobre ingeniería, sin ser ingeniero, sobre
derecho sin ser abogado. Pero de filosofía, de sociología, de religión, ¡ah!, todo
el mundo discute. Ésas son ciencias que todos hemos recibido directamente del
creador por un don especial. Son ciencias innatas en nosotros. Lo cierto es que
la universidad nos da diploma de universitarios y nada, absolutamente nada
sabemos de ellas. Nuestra ignorancia es tal que ni siquiera llegamos a sospechar
lo que puede esconderse detrás del nombre de esas ciencias; de ahí nuestra
petulancia, nuestra creencia de que las conocemos, y de que no es
necesario estudiarlas. Es rigurosamente imposible ser universitario, hombre
culto, sino se conoce al menos en parte, en sus elementos esenciales, esas
ciencias.
Estamos sufriendo las consecuencias de medio siglo de presunta neutralidad,
que no sólo ha desecado nuestra alma, sino que casi ha anulado nuestra
inteligencia.
Conocida es la guerra que en la Unión Soviética se ha hecho a la religión.
A fuerza de querer combatirla en algunas escuelas creyeron que lo mejor era no
hablar nunca de ella. Así caería pronto en .olvido esa emanación de la
estructura capitalista. Una vez un inspector dio una composición a los alumnos.
5
( ) En una publicación que hice hace 8 años siendo estudiante, cité el caso de un entonces
consejero universitario de la Facultad de Ciencias Exactas F. y N., quien designado
oficialmente para realizar una investigación, luego de insinuarme que yo era comunista, me
dijo: yo creo que la miseria es buena, porque gracias a ella es posible ver dónde nace el
comunismo, saltarle encima e inmediatamente matarlo.
Y hoy, en una revista de estudiantes de esta casa, escrito y pensado por un estudiante, leo: «
La renovación histórica exige la tragedia europea para el resurgimiento de América (...). ¡Madre
egoísta (...) entreveo en la tragedia suicida preparada en tres estertores - agonía de acero y
hambre - la justa liberación de quien no fue comprendido! ».
¡Europa debe morir para que nosotros americanos resucitemos!
De tales maestros, no había por qué esperar otros discípulos.

11
El tema fue: « ¿Qué piensan ustedes de los obispos? ». Las respuestas eran
variadas. Una de las más curiosas fue sin duda: « los obispos son peces de
colores que viven en zonas tropicales ».
Si hubiera sido por el estado argentino, mi conocimiento de la religión no
habría estado muy lejos de la creencia en la naturaleza acuática de los obispos.
La ignorancia es igualmente grave en lo que toca a las ciencias sociales.
Los católicos han de escandalizarse qué los obispos sean tan lamentablemente
confundidos. Desearía saber qué es lo que entienden por comunismo la
generalidad de los médicos, ingenieros o arquitectos católicos. Tengo algunos
amigos que no sólo son universitarios sino también medallas de oro, o diplomas
de honor. ¡Dan pena! Cierto es que merecen disculpas si se tienen presente
algunos de los más grandes « filósofos » católicos argentinos que después de
diez años de seminario identifican judaísmo y comunismo...!
¿Cuáles son nuestros conocimientos sobre Alemania, sobre Francia, sobre
el Imperio Británico? ¿Sabemos lo que es el Imperio Británico? ¿La diferencia
que hay entre el dominio y un mandato, un protectorado y una colonia? ¿Qué
es la Sociedad de las Naciones? ¿Es la institución creada por judíos, masones y
comunistas, o ha sido fundada sobre la más vieja doctrina católica y sobre
palabras de Benedicto XV? ¿Qué ideas tenemos de los sindicatos y de las
corporaciones? ¿Es posible pretender ser universitario y no poder leer
entendiéndolo algún diario, o una revista de interés general?

12. Misión de la Universidad.

Lo fundamental sin embargo no será el tener conocimientos variados y


extensos. Existe por otra parte un límite natural en la cantidad de conocimientos
que puede almacenar una inteligencia humana. Lo esencial no es saber todo. Lo
esencial es ser capaz de comprender todo. Lo fundamental no es aprenderse una
enciclopedia de memoria, sino tener la inteligencia lo suficientemente ejercitada
y ágil para comprender cualquier punto de la enciclopedia en espacio de tiempo
relativamente breve.
No se le puede exigir a un hombre que tenga en su memoria las más
importantes esculturas, pinturas o piezas de música del mundo. Pero se le debe
educar en tal forma que sepa preferir una sinfonía de Beethoven a un tango de
Gardel; que no pase de largo frente a la Madona Sixtina o frente Moisés sin
descubrir en ellos nada interesante.
No se le puede exigir a un hombre que tenga en su memoria toda la
historia y geografía del mundo. Pero se le debe educar de tal manera que su
criterio pueda juzgar los acontecimientos y puede emitir una opinión clara, libre
y verdadera sobre ellos.
El método pedagógico verdaderamente cultural, es aquel que reduce al
mínimo indispensable el tiempo dedicado a la adquisición de la « materia », de
los conocimientos en sí, y consagra el máximo posible de tiempo a la
adquisición de la « forma »: saber aprender, saber juzgar, saber resolver.
(Simón).
En el 5° año de los colegios nacionales se enseña actualmente Historia de
la Civilización. ¡Qué espléndida materia para abrir la inteligencia del alumno y
desarrollar su espíritu crítico, su sentido estético, su sentido moral! El programa
comprende el estudio de « toda » la civilización del mundo desde que existe. Se
ha dividido en 70 bolillas con más de 700 temas. He aquí unos pocos de esos 700

12
temas: el lirismo de Esquilo; la idea de la fatalidad de Sófocles; la psicología
burguesa de Eurípides; la sátira de Aristófanes; características de Herodoto,
Tucídides y Xenofonte; las motivaciones y tendencias en Plinio el Joven,
Estrabón, Virgilio, Horacio, Ovidio, Tito Livio, Séneca, Tácito, Juvenal, Marco
Aurelio; enseñanza de Alberto el Grande; fundamentos doctrinarios de Tomás
de Aquino; descubrimientos y teorías fundamentales de Galileo, Copérnico,
Newton, Leibnitz, Harwy, Giordano Bruno, Bacon, Descartes, Pascal, Hobbes,
Spinoza, Locke, y concepciones generales respecto a la naturaleza del hombre
de cada uno de ellos; correspondencia de Gibbon, Ricardo, Bach, Mozart;
contradicciones culturales en la filosofía de Kant, de Fichte, de Hegel, de
Schopenhuer, de Feurbach, en el drama de Goethe, de Schiller, de Hebbel, en
los escritos de Heine, en las sinfonías de Beethoven, en el drama de Wagner,
etc., etc., (siguen más de 600 temas semejantes)
¿Quien pudo ser tan ingenuo para creer que con esto se « cultiva » una
mente de 16 años?
¿No sería preferible enseñar sólo la milésima parte, pero « formar » la
inteligencia de tal manera que ser capaz de leer, apreciar y juzgar cualquiera de
esos autores? Lo único que se hace ahora es dar una opinión ya hecha sobre esas
personas y sobre sus ideas, opinión a la cual el estudiante no contribuye con
nada, que debe depender de memoria, y que forzosamente (y afortunadamente)
olvidará quince días después del examen. Si no llegara a olvidarla, lo que le
quedaría sería la pedantería de creer saber.
Muchas de estas cuestiones debieran ser presentadas al estudiante en la
universidad, cuando tiene ya mayor edad y mayor posibilidad de investigación
propia. En cambio la enseñanza secundaria debiera estar limitada a la tarea de
dar al estudiante el instrumento que le permitirá después ocuparse de esos
problemas: ejercicio de la inteligencia, espíritu crítico, sentido estético, sentido
moral.
La enseñanza secundaria por otra parte no podrá sin cebar el forjado de ese
instrumento, es la universidad la que debe continuar cultivando, en forma cada
vez más profunda al hombre.
Las cuestiones que la universidad debiera someter al estudio del hombre son
muy diversas. Creo que habría que establecerlas teniendo en cuenta su
importancia humana, su importancia social, y finalmente la inclinación personal
el estudiante.
La universidad entonces, en vez de ofrecer únicamente al hombre un
arma para ganarse la vida, debiera enseñarle:
1. Cultura formal de su espíritu: espíritu crítico, sentido estético, sentido
moral.
2. Un mínimum de materias de cultura general, de interés humano y
social, a elección del estudiante.
3. No investigación científica, sino un mínimum de bases científicas, de
preferencia aquellas que le serán de utilidad en su profesión.
4. La técnica para ganarse la vida y ser útil a la sociedad.
5. Cultura física.

13. Función social de la Universidad.

La función cultural de la universidad es humana y « personal » puesto


que consiste en el cultivo integral del hombre, pero no puede ser realmente

13
personal, según lo ya establecido al hablar de la persona, si no es al mismo
tiempo una función social o comunitaria. El hombre, «persona», es un ser social,
sus ojos están puestos en la comunidad. La universidad debe darle al hombre
facilidad para adquirir conciencia del papel que va a desempeñar en la sociedad
y debe enseñarle sus obligaciones sociales.
Pero esta función social de la universidad no puede limitarse al desarrollo
del « sentido » comunitario del hombre, sino que debe encarar también
directamente los problemas típicamente sociales. Y ello por dos razones:
primero porque para educar socialmente al hombre la universidad debe
estudiar los problemas sociales en que es parte ese hombre y debe hacérselos
estudiar a él mismo; y segundo porque la universidad no puede olvidar que es
la sociedad toda quien la mantiene y que si su enseñanza no puede llegar
directamente a todos los hombres, debe al menos llegarles indirectamente, por
el estudio de los problemas que les interesan.
Hay finalmente otro motivo, un motivo delegoísmo bien entendido: si la
universidad no se nutre del pueblo, si no trabaja para el pueblo, sino vive en el
pueblo, la universidad se enquista y pronto muere. Al hablar de la cultura
recordé al suicidio que significa toda cultura desencarnada. La universidad ante
todo contempla, pero prepara también para la acción. Las palpitaciones del
pueblo deben llegar a la universidad, y el resultado de los estudios de lo
universidad debe llegar al pueblo. La universidad argentina actual, está aún
prácticamente al alcance de una sola clase económica. El costo de los estudios es
exorbitante y casi ningún hijo de obrero o de campesino ( 6 ), por intensa que sea
su vocación y por grande que sea su capacidad, puede llegar a la universidad y
terminar sus estudios en ella. La universidad argentina por otra parte, no tiene
preocupaciones que sean al mismo tiempo preocupaciones populares. Ciertos
plausibles ensayos como los efectuados en la Universidad del Litoral son más
interesantes que de positivos resultados hasta el presente y sobre todo no han
encontrado imitadores. La Universidad de Buenos Aires en particular, ignora al
pueblo y el pueblo la ignora terriblemente. Si existieran otros instrumentos de
cultura popular, y en especial de cultura obrera y campesina, no sería tan grave
el que pudieran estar desvinculados de la universidad. Pero hoy, de todo lo que
dispone el obrero argentino para cultivarse y todo lo que le han permitido
comprender, es una radio que le ofrece jazz y tangos; un teatro a base de chistes
políticos o bailes de revista; un cine estandarizado en el que no es posible
descubrir la más mínima pizca de estética, de moral, ni de verdadero
humorismo; diarios y revistas sensacionalistas que no le ofrece en sino crímenes
o relatos de un mundo irreal; su trabajo en fin, cada vez más técnico y
embrutecedor.
Digamos que el obrero y campesino tienen que poner algo de sí, su
voluntad, para elevarse; pero digamos que el estado, y la universidad de
estado, no han hecho nada para elevarlo.

14. Posibilidad y conveniencia de una universidad argentina personalista.

Me limito a exponer una doctrina y a indicar la orientación según la cual


debe conducirse la transformación de la universidad. No me ocupo en este
ensayo de la modalidad técnica de esa transformación ni me ocupo de su
posibilidad, ni me ocupo siquiera de su conveniencia en la situación actual
6
( ) No me refiero evidentemente a los latifundistas.

14
argentina. Insisto sobre este último punto. El estado argentino tiene en la
enseñanza superior un monopolio de hecho y casi un monopolio en el resto de
la enseñanza. Preferiría que las cosas sigan tan mal como hasta ahora a que el
personalismo mal comprendido se transformase en un nuevo « sistema »
cerrado, o nueva religión obligatoria en manos del estado. El personalismo es
un medio de liberación y de personalización y no una nueva escuela dogmática.
Por eso mismo no podrá nunca imponerse por decretos administrativos o por
leyes. El personalismo sólo puede ser « vivido » y en la medida en que sea
intensamente vivido, por pequeños grupos primero, podrá ir desarrollándose y
ser un día doctrina universalmente aceptada. La primacía del espíritu es divisa
personalista, y la ley del espíritu es libertad. El espíritu sólo se conquista por
adhesión libremente consentida.

15. Los centros de estudiantes.

Creo por el contrario que no puede haber mayor discusión sobre el papel
que les toca representar a los centros estudiantiles en cuanto colaboradores de
la universidad en su función cultural.
La universidad me ha dado a mí una medalla, pero no me ha enseñado a
pensar ni a escribir. El centro de estudiantes me ha ocasionado disgustos y me
ha creado enemigos (¡triste precio!), pero ha dado agilidad a mi pensamiento,
desprendimiento y altruismo a mi persona, y me ha ayudado a profundizar mis
argumentos. Los primeros problemas vitales y concretos que he debido estudiar
profundamente son los que se me presentaron en el centro de estudiantes.
El centro de estudiantes es ya un instrumento de cultura. Colaborador
cuando no substituto de la universidad, debe llenar su función cultural en
medida mucho mayor aún.
Pero el instrumento puede ser mal manejado y servir para destruir la
persona y aniquilar su cultura. Cuando el centro es concebido como
instrumento de resistencia de una clase contra otra, o como un medio que sólo
persigue el fin de llevar una clase al poder político, o cuando en sus luchas
internas, o en sus luchas con otros centros el argumento empleado es la
violencia, entonces lo que debiera ser un instrumento de cultura trabaja para el
embrutecimiento del hombre. Tuve ocasión, hace algunos años, mientras
actuaba en los movimientos estudiantiles, de conocer federaciones y centros de
los cuales, lo menos que se podía decir es que trabajaban para el
embrutecimiento del hombre. Cuando los estudiantes resuelven sus problemas
a balazos se bestial izan. Cuando llevan a sus filas luchas de clase y de raza,
impregnándolas de odio ( 7 ) , por heroicos que se muestren en la defensa de sus
ideas, en vez de cultivarse se despersonalizan.
Los centros estudiantes deben ser instrumentos de cultura y de
personalización, pero ninguna personalización ni ninguna cultura podrá
realizarse si no se trabaja para el amor. Cuando presidía el Centro de
Estudiantes de Ingeniería, recuerdo aún que hice colocar un cuadrito decía: «
ninguna teoría social puede basarse en el odio y en el rencor ». Entonces no

7
En la ciudad de Córdoba, al realizarse el sepelio de una víctima de luchas entre estudiantes, «
uno de los oradores dijo, al tiempo que levantaba el brazo derecho: ¡Juráis por Dios, el honor y
la patria, devolver el plomo homicida! -
Sí, juramos, le respondieron muchos jóvenes levantando también el brazo derecho ». La
Razón, 13 agosto 1938.

15
conocía la existencia del personalismo y no sabía lo que era la « persona », pero
ya lo vivía al personalismo en forma confusa. Para ser personalista no es
necesario decir ni saber que se hace personalismo.
El « amor » de que hablo no puede ser interpretado como una
abstención. Amor es una afirmación positiva y activa. El amor no es neutralidad.
El amor no se cruza de brazos delante de los problemas de la vida, por miedo de meterse
en política. El amor se compromete en la acción. Cristo no nos amó sentado en
un sillón mirando impasible las realidades de la vida, sino actuando, sufriendo
y muriendo sobre una cruz.
El centro de estudiantes podría llegar a ser algo completamente inútil
para la cultura. Si el centro se limita a ser una sociedad mutualista o una editora
de libros y apuntes técnicos y científicos, su contribución a la cultura será muy
pequeña o nula. El centro de estudiantes debe ampliar el horizonte intelectual
de sus miembros. Debe someterles problemas, que la Facultad correspondiente
ignora. Debe discutir esos problemas, escribir sobre esos problemas, debe
apasionarse por esos problemas. El miedo de embanderarse es preciso que no
haga de la neutralidad una abstención que seca el alma.
Si los centros se dieran cuenta que después de la familia son la
comunidad que se encuentra más cerca del estudiante, y si llegan a comprender
que su primera e insustituible misión es la cultura de ese estudiante, los centros
podrían constituir una primera comunidad personalista.
Sería preciso para ello que mis antiguos compañeros, en particular
aquellos a quienes me encuentro unido por la fe, comprendieran claramente lo
que es una persona y lo que es una comunidad personalista. La primera
condición de toda persona humana es no renegar su condición de persona, no
abdicar su libertad. Una comunidad personalista no puede tener por objeto disminuir
las libertades del hombre, sino elevarlas, educarlas, para que sean verdaderas
libertades y no esclavitudes disimuladas.
Hay estudiantes que piden como un favor el derecho de no votar.
Actualmente la voz de los estudiantes llega hasta los consejos directivos. En
adelante, no quieren esos estudiantes ser oídos. ¡Quizás sea porque nada tiene
que decir!
Lo curioso es que con semejante pedido pretendan encarnar valores
tradicionales. En plena Edad Media, en el siglo XII, los estudiantes de la
universidad de Bolonia, elegían su rector.
Muy lejos estoy de creer que la facultad de elegir haya sido siempre de
provechosos resultados. Estoy convencido que muy a menudo ha sido nefasta.
Pero el remedio no consiste en abdicar la libertad, amputar la inteligencia,
matar al hombre. El remedio es emplear bien la libertad. Parecería que esos
jóvenes a los veinte años están ya cansados de pensar.

Cierto es que su actitud se limita a reflejar una situación mundial. Gran


parte de la humanidad desearía encontrar un jefe que la desembarazara de la
trágica obligación de pensar. Hay que encontrar alguien que presente las cosas,
ya preparadas, masticadas y comidas. Eso es un crimen a cualquier edad, pero a
los veinte años ese crimen es innominable: es el pecado antipersonalista por
excelencia.
Muchos de esos jóvenes son cristianos. ¿Por qué no se dirigen a Dios
para hacer renuncia de la libertad que les dio, ya que esa libertad a menudo ha
sido tan mal empleada? Si Dios nos dio la libertad es para que hagamos uso de

16
ella. Hay que educar al hombre para que emplee bien su libertad. Pero hay que
ser libre, o no se es hombre.

16. El factor hombre.

De todo lo dicho resulta evidente la conclusión que el factor hombre es siempre


lo fundamental.
Comencé estableciéndolo como un punto de partida de la doctrina, pero es
también el resultado del estudio de la práctica. Inútil es establecer una
enseñanza humanística, si no se tienen profesores humanizados y capaces de
humanizar (lo que por cierto es mucho más difícil que la simple transmisión de
conocimientos). Inútil es disminuir las horas de trabajo del obrero, si no se le
proporcionan medios de emplear las horas libres en su personalización; pero
inútil es también la cultura obrera, las escuelas de taller, etc., si el obrero mismo
no se propone personalizarse.
Por eso no hay que hacerse demasiadas ilusiones sobre la eficacia de las
reformas legislativas. Los decretos y las leyes son necesarios, pero su papel es
secundario. No es posible progresar si no progresa la legislación, pero lo
esencial no es el progreso de las leyes sino el perfeccionamiento del hombre.
La universidad no cambiará de la noche a la mañana, porque haya
cambiado la ley que la rige, o el estatuto que la organiza. Si los hombres no se
cambian a sí mismos, la universidad con distinta organización, será más o menos la
misma. La mejor legislación sólo puede tener un fin: facilitar la mejor formación
del hombre; acompañar y ayudar el perfeccionamiento del hombre. Una
universidad perfecta en el papel (admitiendo que sea posible hablar de la
perfección de una organización temporal) sólo valdrá lo que valgan los
hombres que la constituyen.
En algunas Facultades, entre ellas la de Ciencias Exactas, se habla mucho
de nuevo edificio y nuevos laboratorios ¡Enhorabuena! ¿Hay alguien tan iluso
para creer que las mismas personas, cambiando de casa, harán que cambie la
universidad?
Mientras no cambien los hombres y las ideas que viven esos hombres no
cambiará la universidad.
En muchas facultades se sigue prefiriendo la parte material de la
docencia al conocimiento técnico de la profesión; la técnica a la ciencia; la
ciencia a la cultura y la cultura a la vida espiritual. En nuevos edificios, con
laboratorios perfectos, seguiremos pues corrigiendo trabajos prácticos,
aplicando manuales, copiando textos: no haremos ciencia; no transmitiremos
cultura. No formaremos « hombres ».

17. Somos universitarios.

Después de releer estas páginas me pregunto: ¿somos universitarios?


Si universitario es el adjetivo que sirve para calificar todo lo
perteneciente al organismo llamado universidad, o todo lo que se encuentra
dentro del edificio sede de la universidad, entonces se nos puede llamar
universitarios, a aquellos que hemos frecuentado las aulas, laboratorios o
bibliotecas de la universidad. Pero en ese sentido es universitario el personal
administrativo de la universidad.

17
La palabra « universidad » tiene la misma raíz que « universal ».
Universitaria no puede ser una persona que sólo ha adquirido un retazo de
ciencia o de técnica, que sólo es capaz de comprender ese retazo y sólo él le
preocupa. Universitario es el hombre que maneja universalmente su espíritu.
Universitario es el hombre culto.
La universidad nos ha dado un lindo diploma que seguramente hemos
encuadrado y que exhibimos en el lugar más visible de nuestra casa, de nuestro
consultorio, de nuestro estudio o de nuestra oficina. El diploma dice: «
Universidad de... ».
¿Somos por ello universitarios?
Somos universitarios en Ia medida en que somos cultos. La Facultad que
nos ha diplomado, no nos ha dado cultura. Nosotros, debamos adquirirla por
nuestra propia cuenta, en donde podamos; en otras casas de la misma
universidad, en los centros de estudiantes, en instituciones privadas, en lecturas
y experiencias personales, pero debemos adquirir esa cultura si queremos ser
universitarios.
La conclusión práctica que se impone coincide con lo establecido al
estudiar la persona. El personalista dije, es humilde, tiene conciencia de su
debilidad. La conclusión es una conclusión de humildad intelectual. Somos
poca cosa. Trabajemos nuestro espíritu para ser algo. Personalicémonos para ser
realmente hombres.

BIBLIOGRAFÍA

AMADEO RÓMULO.- La enseñanza universitaria. Amorrortu. Buenos Aires. 1921.


ARAYA RAFAEL.- La universidad y su función social. Rosso. Buenos Aires. 1932.
COSSIO CARLOS.- La reforma universitaria o el problema de la nueva generación. España, Calpe 1927. Buenos
Aires.
DERISI OCTAVIO N.- Consideraciones para la universidad cultural. “Criterio”. 8-XII-938.
GOLLÁN JOSUÉ.- Preocupaciones argentinas. Universidad nacional del litoral. 1938. Santa Fe.
HENRI SIMÓN PIERRE.- L’Ecole et la Nation. Les Editions du Cerf.
ORTEGA Y GASSET JOSÉ.- Misión de la universidad.

Nota: Las citas bibliográficas que figuran en estos tres ensayos sólo tienen por objeto
documentar al lector.
Pertenecen a diferentes doctrinas y tendencias no pudiendo significar por parte del autor una
aprobación global.

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