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Nombres: María Fernanda Carvajal Guerrero, Laura Sofía Suárez Puentes, Angie Vanessa

Vásquez Báez.
Grado: 11-01
Fecha: Miércoles 4 de septiembre de 2019
Una crisis no declarada: Las migraciones interdepartamentales forzadas en Colombia
En Colombia en la actualidad se puede evidenciar la presencia de personas pertenecientes a
diferentes departamentos en ciudades de gran tamaño. Esta situación ha sido generada no
solo por la voluntad misma de los migrantes, sino también se ha visto provocada por factores
internos de los que poco se hace mención a la hora de hablar de esta problemática. Ahora
bien, las condiciones en las que se da el traslado de personas no son, necesariamente, las
más adecuadas provocando circunstancias de hambruna, hacinamiento y enfermedades en la
población colombiana. Es por ello que se deben considerar a las migraciones
interdepartamentales forzadas como una crisis humanitaria causada por situaciones de
violencia en el interior del país.
Hablar de una crisis humanitaria cuando esta no ha sido declarada es complicado, sin
embargo, negarla es, a su vez, negar el sufrimiento de las personas que acarrean las
consecuencias de, en este caso, un desplazamiento forzado. Según la Escuela de Cultura de
paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, se puede entender como crisis humanitaria a
“aquellos fenómenos en los que convergen distintas formas de sufrimiento humano vinculadas
a factores económicos, sociales, demográficos, medioambientales, militares o políticos”,
infiriéndose los contextos de pobreza e incapacidad del Estado para dar respuesta oportuna a
la situación. Entre los países con la mayor cantidad de migrantes internos se encuentran Sri
Lanka, Bosnia, Sudán y, liderando la lista, Colombia. Este país latinoamericano tiene
características propias en su conflicto interno cuyas soluciones se han visto truncadas por
varias razones.
En primer lugar, aunque la ONU define a los desplazados internos como “personas o grupos
de personas que se han visto obligadas a abandonar sus lugares de residencia habitual, como
consecuencia de conflictos armados, situaciones de violencia generalizada, violaciones de
derechos humanos, acontecimientos naturales, proyectos de desarrollo y que no han cruzado
la frontera de su país” y se menciona dentro de este concepto la violación de derechos
humanos no hace referencia a la ayuda internacional que se debe brindar en calidad de crisis
humanitaria. Esto por dos razones primordiales, una es el hecho de que los migrantes no han
cruzado fronteras internacionales por lo que son responsabilidad del Estado, en este caso el
colombiano, y, por otra parte, porque admitir ayudas internacionales implica aceptar la
incapacidad del Estado para controlar la situación y detener la violación de derechos
humanos.
En segundo lugar, Colombia posee una comunidad víctima de estos desplazamientos muy
heterogénea; es decir, no se puede hablar de un grupo social o étnico puntual que se vea
afectado mayoritariamente de esta crisis. Es por ello que se hace referencia a una
generalización de la problemática a lo largo y ancho del país, donde los derechos de
campesinos, afrodescendientes e indígenas de cualquier género o edad se han visto
vulnerados por, sencillamente, vivir en zonas estratégicas para los principales contendientes
en el conflicto armado colombiano.
Y, en tercer lugar, es importante resaltar la particularidad de la crisis migratoria
interdepartamental forzada en Colombia, al existir múltiples frentes que luchaban por
territorios bajo sus propios intereses. Por un lado, se encuentran los actores contra-estatales
compuestos por la desmovilizada guerrilla, FARC – EP, y por el Ejército de Liberación
Nacional, ELN; en el polo opuesto se encontraba la participación estatal con el Ejército
Nacional de Colombia; y, además de los tres ya mencionados, hacía parte de este conflicto
grupos para-estatales, también conocidos como paramilitares (AUC) que funcionaban como
un brazo ilegal de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional para realizar “el trabajo sucio”
que muchas veces era encargado por reconocidas multinacionales.
Es así como se tiene entonces una problemática que, aunque ha sido calificada de baja
intensidad, sigue dejando al día de hoy consecuencias gravísimas producto de la falta de
atención a la violación en derechos humanos que se daba y se sigue dando. El conteo de
migrantes interdepartamentales forzados para conocer la verdadera magnitud del problema,
ha sido una tarea ardua y poco fructífera, ya que muchos de los afectados no se acercaron a
configurarse como tal en los centros de ayuda o han muerto antes de poder reportarse debido
a las condiciones en que se dieron sus traslados.
Los motivos que llevaron a los actores del conflicto armado a desterrar a familias enteras de
sus hogares también son diversos. Por un lado, existían intereses de tipo militar sobre los
territorios tomados, pues sus ubicaciones geográficas permitían el establecimiento de bases
estratégicas para tomar partido en medio de posibles enfrentamientos. También, existían
intereses de grandes multinacionales que aprovechaban la situación socio-política de
Colombia para contratar organismos paramilitares que expulsaran a poblaciones enteras de
sus tierras, con el fin de que los precios de las mismas bajaran y se adquirían a módicos
precios. Dejando así en evidencia la incapacidad del Estado como ente protector de su nación
y, en algunos casos, su complicidad y silencio a la hora de generar políticas efectivas de
protección.
Habiéndose considerado de manera breve parte del contexto en el que se enmarcó esta
crisis, se puede hablar de las consecuencias a largo plazo de la violencia incesante en zonas
de poco control estatal. Cuando las poblaciones emprendían rumbo a urbes de gran tamaño,
como Bogotá, no existió el factor de planeación para tal traslado. Es decir, a diferencia de
migraciones voluntarias, la libertad para escoger el cambio de vida no era una opción.
Millones de personas abandonaron, no solo su vivienda, sino su fuente de trabajo en el campo
para salvar sus vidas. Sin embargo, aunque el desplazamiento a zonas más seguras
parecieran ser la solución, se convirtieron en el caldo de cultivo para problemáticas de
hacinamiento, hambruna y enfermedades.
A la luz de la Constitución Política de Colombia, en el Artículo 51 se establece el derecho a
una vivienda digna, en donde el Estado será el garante de las condiciones necesarias para tal
fin. No obstante, uno de las primeras situaciones que se observan para el efectivo
cumplimiento de este derecho, es la presencia de desplazados en zonas geográficas de alto
riesgo cercanas a las urbes. La causa de ello, aparte del factor violencia que impulsó a las
familias a trasladarse, se encuentra en la poca atención prestada por el Estado a estas
víctimas y a su restitución. Organismos internacionales no pueden intervenir pues, al no existir
una declaración oficial de crisis, las ayudas externas se hacen inexisten.
Una de las consecuencias de vivir en sectores de alto riesgo con casas construidas en
materiales improvisados es la proliferación de enfermedades producto de una carencia a
conexiones de alcantarillado. A sí mismo, de acuerdo al estudio sobre Salud y desplazamiento
forzado realizado por la Organización Panamericana de la Salud y la Universidad de
Antioquia, la tasa de hacinamiento de los hogares de migrantes forzados es 1.7 veces mayor
a la existente en las familias pertenecientes a la ciudad a la que arribaron. De igual forma, se
hace especial énfasis en el riesgo de contraer enfermedades infectocontagiosas bajo estas
condiciones ya que, aparte del mal manejo de basuras y desechos, la carencia de espacio
para desarrollarse genera un alto porcentaje de contagio.
Lo anteriormente mencionado, es otro enclave más en una secuencia de problemáticas que
sufre esta población, ya que, además de poseer una alta probabilidad de enfermedad, la
atención médica se hace exclusiva para aquellos desertores que trajeron consigo su
documento de identidad. Al menos el 20% de los desplazados no posee un documento de
identidad y el 30% se encuentra privado de los servicios de salud. Violándose entonces, por
parte de la indiferencia del Estado, otro derecho fundamental consagrado en el Artículo 49 de
la Constitución Política de Colombia y reafirmado en la Ley Estatutaria 1751 de 2015. La
complejidad del asunto, no reside únicamente en la causa principal de este fenómeno
migratorio sino en el mal manejo del mismo.
Dándole continuidad al asunto de la reparación de víctimas a la que aspira el Gobierno desde
su Acuerdo de Paz en 2016, gran parte de los desplazados no hicieron los respectivos
reportes a los entes de control y aún viven en situaciones críticas que, muy difícilmente
pueden ser mejoradas ya que al cambiar su sitio de residencia sin tener ningún tipo de
documentación y no estar enlistados en la base de datos de víctimas, después de 5 años
pierden su condición de migrantes.
Dejar la condición de migrante forzado no significa que haya existido una compensación a la
situación de vulnerabilidad a la que quedaron expuestas estas personas al trasladarse; por el
contrario, significa que han perdido su posición de víctimas y por ende el Estado seguiría sin
visibilizar los derechos humanos que desde que tomaron sus hogares a la fuerza han sido
violados.
Hablar de responsabilidades en esta situación, significa también asumir y aceptar la culpa que
han tenido cada uno de los actores de este conflicto en las circunstancias críticas en las que
se han visto envuelta estas poblaciones. Responsabilidades que, al día de hoy, solo uno de
los actores ha asumido con el Acuerdo de Paz.
Todas las personas que habitan Colombia y el mundo se encuentran amparadas bajo la
Constitución Nacional de sus respectivos países y de Derechos Humanos que deben ser
garantizados a toda costa con el fin de prevenir el sufrimiento de las poblaciones. Desde el
Artículo 13 de la Constitución se establece la responsabilidad del Estado de proteger a cada
uno de los miembros del país, pero dando una perspectiva objetiva de la realidad respecto al
cumplimiento de este artículo, muy poco se ha hecho por los desplazados por la violencia,
tanto es así que, aunque su situación alcanza niveles de vulneración de derechos
exuberantes, la crisis humanitaria para permitir que ayudas internacionales puedan tomar
partido no ha sido declarada.
En conclusión, sí es válido afirmar que las migraciones interdepartamentales forzadas en
Colombia son una crisis humanitaria, por la violación de derechos humanos fundamentales no
solo durante el conflicto armado sino después del traslado de familias. El Estado, a sabiendas
de lo que implica la declaración de una crisis humanitaria, no ha sido consciente del
sufrimiento que ha generado en las familias. Más allá de haber perdido su hogar, se
desarraigaron culturalmente de su tierra y no se les garantizó la libertad para decidir irse o no.
No pudieron seguir participando en la economía a través de su trabajo pues no poseen el
dinero ni las tierras para cultivar en las grandes urbes y son víctimas de una discriminación
por parte de las personas de las ciudades receptoras. Sus derechos no han sido garantizados
y el acceso a servicios fundamentales como el de agua, luz, alcantarillado, gas y salud se han
visto truncados por la indiferencia del Estado hacia ellos. El conflicto armado no es culpa
directa de los actores estatales, sino de todos los actores, tanto contra-estatales como para-
estatales, en conjunto; pero seguir permitiendo la vulneración de derechos, aun cuando las
personas se encuentran “a salvo” en una ciudad del centro del país, sí es una muestra de la
ineptitud de los organismos que deberían responder a las necesidades de estas comunidades
desplazadas que día a día viven su propia crisis humanitaria.
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