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Introducción

En este último módulo, te ofreceremos una descripción de la evolución histórica de


los derechos humanos y las teorías que al respecto han marcado su evolución
social y política, De igual forma, revisaremos un panorama general del origen y el
sentido de las modificaciones constitucionales de junio del 2011.

Te explicaremos cómo la reforma al artículo 1° de la Constitución Política de los


Estados Unidos Mexicanos, hizo posible que los derechos humanos o
fundamentales se coloquen como los límites y vínculos que todo poder -público o
privado- tiene que respetar y garantizar. Por lo tanto, la profundidad y extensión de
la reforma, constituye un nuevo paradigma en el constitucionalismo moderno e
incorpora también el Derecho Internacional de los Derechos Humanos.

Los textos de este módulo pretenden ser útiles para aquellos operadores del
procedimiento penal acusatorio que experimentan en su quehacer cotidiano, la
exigencia y la lucha por los derechos humanos o fundamentales, de manera que
en los temas que trataremos subyace en el cambio de paradigma el contenido de
las siguientes líneas conceptuales trascendentes:

 La primera que se refiere a la innovadora denominación del capítulo


primero, titulo primero de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos: "De los derechos humanos y sus garantías", que permite
reflexionar sobre la distinción entre los términos derechos y sus garantías;
de manera que, ha dejado claro que una cosa es el aspecto sustantivo o
derecho que se protege y otra, el aspecto procesal con el que se ofrece la
protección.
 Otra línea, se refiere a la descripción de los principios de los derechos
humanos y la dimensión internacional que tiene la reforma al artículo 1º
Constitucional, pues implica un reconocimiento constitucional de los
derechos fundamentales que permite comprender y valorar sus alcances.
Objetivos particulares

 Reconocerás el concepto: derechos humanos.


 Identificarás la fundamentación filosófica y los fundamentos constitucionales
de los derechos humanos.
 Reconocerás en qué consisten los derechos de libertad e igualdad.
 Identificarás la importancia de respetar y proteger los derechos humanos en
el ejercicio de tus funciones.

1. El concepto de los Derechos Humanos

1.1 La centralidad de la persona humana y su dignidad como fundamento.

1.2 Los derechos humanos como derechos subjetivos.

1.3 Los derechos fundamentales y la teoría contemporánea.

2. La fundamentación de los Derechos Humanos

2.1 La tradición iusnaturalista moderna.

2.1.1 La tradición positivista.

2.1.2 La concepción histórica.

2.1.3 El debate actual: neoconstitucionalismo y garantismo.

3. Aspectos sustantivos

3.1 Derechos de libertad.

3.1.1 La libertad positiva y los derechos políticos.

3.1.2 La libertad negativa y los derechos civiles.

3.2 Derechos de igualdad.

3.2.1 Igualdad formal y no discriminación.

4. La Constitución mexicana y el derecho internacional

4.1 De las garantías a los derechos: la reforma de junio del 2011.

4.2 ¿Un nuevo paradigma?


4.3 Los derechos y sus principios (pro persona, progresividad, universalidad,
interdependencia, indivisibilidad).

5. Medios de protección

5.1 Los medios tradicionales: mecanismos jurisdiccionales internos de garantía.

5.2 Los medios tradicionales: mecanismos no jurisdiccionales de garantía.

6. Otros temas vinculados con los Derechos Humanos

6.1 La nueva jerarquía normativa.

6.2 Principio de convencionalidad.

6.3 Interpretación conforme.

1. El concepto de los Derechos Humanos


Existen diversas definiciones de los derechos humanos, las más completas es la
que proporciona el Instituto Interamericano de Derechos Humanos. Define a los
derechos humanos de la siguiente manera:

En forma similar, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas explica que los
Derechos Humanos, a grandes rasgos, pueden definirse como:

Adela Cortina dice que "los derechos humanos son los mínimos exigibles, a
diferencia de los máximos con los que se tiene que convivir en una sociedad
pluralista. Y pluralismo afirma, no significa que no haya entre los ciudadanos nada
en común, sino todo lo contrario; precisamente, el pluralismo es posible en una
sociedad cuando sus miembros a pesar de tener ideales morales distintos, tienen
también en común unos mínimos morales que les parecen innegociables y a los
que han ido llegando “motu propio” y no por imposición". Fuente: A. Cortina, Ética
civil y religión, Madrid: PPC, 1995.pp. 70-71.

1.1 La centralidad de la persona humana y su dignidad como fundamento

El reconocimiento y respeto del valor más grande con el que cuentan todas las
personas y que constituye actualmente el fundamento de todos nuestros derechos
es: la dignidad humana. Grandes líderes y personajes de la historia de la
humanidad descubrieron que la manera de garantizar la justicia y la paz en
cualquiera de las latitudes del mundo es afirmando el valor de todos y cada uno de
los seres humanos.
La dignidad se ha convertido en el valor supremo a proteger y en el fundamento
de toda convivencia noble y pacífica, y está materializada en el concepto de
derechos humanos que aparece actualmente en la mayoría de las constituciones
modernas de los países.

1.2 Los derechos humanos como derechos subjetivos

Los derechos humanos son una especie del género “derecho subjetivo”: son los
derechos subjetivos que tiene cada ser humano en virtud de su humanidad. Los
límites técnicos de la dogmática jurídica no le permiten abarcar el concepto de
derechos humanos, porque para aquélla, derechos que están más allá de
ordenamientos jurídicos particulares, son ficciones.

Para la dogmática no hay derechos derivados de la condición humana sino


derivados de estatutos jurídicos, actos jurídicos, negocios jurídicos, creados por el
ordenamiento jurídico positivo.

La vigencia y respeto de los derechos inherentes a la persona constituye un


elemento fundamental de todo Estado constitucional democrático de derecho. Los
gobiernos de cada país deben garantizar el cumplimiento de estos derechos a
todas y todos sus habitantes. Su consagración en diversos instrumentos
internacionales, es resultado del desarrollo de las ideas políticas y sociales de la
humanidad, así como de la lucha de los pueblos por su libertad y por alcanzar
fórmulas óptimas de convivencia. Están inspirados en valores de dignidad, justicia,
igualdad y libertad, implican obligaciones a cargo de los Estados a quienes les
corresponde garantizar las condiciones para que sus habitantes puedan hacer
efectivos esos derechos. Por consiguiente, está obligado a velar para que no se
realicen actos dañinos e intervenir a fin de sancionar a quienes atentan y lesionan
esos derechos.

De sus principales características destacan:

Universalidad: Se aplican a todas las personas por igual porque todas tienen la
misma dignidad.
Integridad: Cuando se lesiona un derecho se vulnera otro. Se menciona que son
integrales porque son interdependientes. Su respeto no es aislado debe buscarse
el cumplimiento de todos para tener una sociedad digna y justa.

Obligatoriedad: Todas las personas deben respetarlos así como el ordenamiento


jurídico a efecto de que pasen del nivel de valores al nivel de la realidad jurídica.

Sancionables: Debido a que el incumplimiento trae aparejada una sanción


específica.

Irrenunciables: A ninguna persona se le puede obligar a que renuncie a estos


derechos o bien despojarla de ellos.

Intransferibles: En razón de que no se pueden ceder a otra persona.

Naturales: Existen por el solo hecho de que son producto de la naturaleza


humana y no distinguen sexo, raza, posición social, religión, orientación sexual,
posición económica, ideológica, política o laboral.

1.3 Los derechos fundamentales y la teoría contemporánea

El desarrollo constitucional contemporáneo europeo tiene en la teoría de los


derechos fundamentales, la expresión más clara que la utopía liberal del siglo
XVIII ha logrado institucionalizar en la sociedad y en el Estado, la garantía de la
protección y desarrollo de los derechos de toda persona humana.

La teoría sobre los derechos fundamentales entendida como "una concepción


sistemáticamente orientada acerca del carácter general, finalidad normativa y el
alcance material de los derechos fundamentales", es la que más ha avanzado en
plantear la defensa y el desarrollo de los derechos humanos, como las principales
barreras a los excesos o prácticas autoritarias de los poderes públicos y privados.

Ha ocurrido de esta manera, debido a que la teoría de los derechos fundamentales


se asienta en una determinada idea de Estado y en una determinada teoría de la
Constitución. Esto le permite superar la comprensión de los derechos
fundamentales no sólo desde una fundamentación exclusivamente técnico-
jurídica, sino incorporándola a una concepción de Estado y de Constitución.

A partir de la década de los ochenta, en América Latina, se presentó un masivo


retorno de las democracias representativas, lo que se tradujo en un
restablecimiento renovado del constitucionalismo latinoamericano. Su evolución
estuvo inmersa en reformas totales o parciales de las constituciones, que se
caracterizaron básicamente por la incorporación de la protección de los derechos
fundamentales.
En los diferentes países latinoamericanos y en México, tiene un significado
especial debido a que se trata de una verdadera transformación, en la medida que
esas reformas legales buscan la racionalización del poder, el reconocimiento de
un catálogo de derechos humanos.

Inclusive, su ampliación a los de carácter socioeconómico, la incorporación de los


tratados internacionales como derecho nacional, el establecimiento de la
jurisdicción constitucional de la libertad mediante el control concentrado o difuso,
entre otros.

Los esfuerzos de la doctrina y la jurisprudencia mexicana buscan desarrollar los


derechos fundamentales. Sin embargo, aún son muy frágiles debido al todavía
incipiente desarrollo democrático del Estado.

Consideramos importante que se reconozcan las condiciones reales que imperan


para la realización de los derechos fundamentales, en el marco constitucional,
pero sin someter absolutamente la validez de los derechos humanos a la fuerza
normativa de los poderes públicos o privados transitorios, que muchas veces se
presentan como portadores de las banderas del bienestar general, para soslayar
sus prácticas autocráticas.

2. La fundamentación de los derechos humanos

Describiremos algunos rasgos del estudio de la fundamentación filosófica de los


derechos humanos.

La iusfilosofía de los derechos humanos ha llegado a constituir un aspecto fuerte


de la promoción y defensa general de esos derechos, a pesar de que muchos
filósofos e intelectuales consideran que dicha fundamentación es innecesaria,
estéril o redundante.
2.1 La tradición iusnaturalista moderna

La fundamentación iusnaturalista de los derechos humanos es aquélla que los


concibe como anteriores a cualquier ordenamiento positivo y, por ende, éstos se
encuentran por encima de todo sistema jurídico positivo. Sus características
principales de acuerdo con Eusebio Fernández son:

• El origen de los derechos es el orden jurídico natural.

• Los derechos emanados del mismo son expresión de la naturaleza humana


común y universal.

• Existen con independencia del reconocimiento del Derecho positivo.

En la filosofía del derecho la corriente iusnaturalista sostiene, que además del


derecho positivo hay un derecho natural en el cual se fundamenta aquél. El
derecho positivo es el que está escrito, que ha sido puesto por el hombre en sus
diversas legislaciones y los Estados lo hacen cumplir mediante sus normas
coercitivas.

El derecho natural es el que no está escrito, ni tiene fuerza coercitiva propiamente


dicha de algún Estado que lo represente y lo haga respetar. El iusnaturalismo
tiene varias etapas históricas que suelen concretarse en dos principales: la clásica
y la moderna. En la primera se encuentran los griegos, el derecho romano, la
escolástica tanto medieval como posmedieval, reuniendo a autores como
Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, Vitoria y Suárez.

La tradición iusnaturalista moderna parte del siglo XVII y llega a la actualidad. Está
representada por Hobbes, Grocio, Puffendorf, Tomasius, Leibniz, Kant, Hegel y
otros posteriores. El derecho natural clásico es objetivista y el moderno
subjetivista, en la medida en que uno se coloca en la naturaleza de las cosas o de
las relaciones justas.

El iusnaturalismo clásico hacia énfasis en la ley; en cambio, el iusnaturalismo


moderno en el derecho, de tal forma que para uno es más importante que se
cumpliera la ley natural y para el moderno que se tuvieran derechos naturales y se
hicieran valer. El clásico estaba referido a un orden divino, era producto de la
inteligencia y de la voluntad de Dios. El moderno no era necesariamente así sino
que podía estar basado en la sola naturaleza racional del hombre.

Esta fundamentación iusnatural ha sido criticada, en virtud de que, afirma que los
derechos naturales solamente pueden ser considerados auténticos derechos en el
sentido técnico-jurídico del término, cuando se encuentran reconocidos en una
norma jurídica de Derecho positivo; mientras esto no ocurra estaremos frente a
valores, intereses, objetivos y deseos humanos más o menos necesarios,
importantes o fundamentales.

2.1.1 La tradición positivista

El fundamento de los derechos humanos radica en sostener que poseen carácter


positivo porque dependen únicamente de un sistema normativo y no de la
naturaleza humana.

Son producto del desarrollo del sistema jurídico, por lo que han sido creados por
las personas para el adecuado funcionamiento de la comunidad, dejando de lado
la posibilidad de que sean derechos naturales. Por lo tanto, pueden ser
modificados e incluso suprimidos ya que nacen del ordenamiento jurídico y no hay
forma de evitar que sean suprimidos en un tiempo y lugar determinado. Son
derechos virtud a que son legislados y vigilados en un contexto jurídico
determinado.

La crítica principal a esta teoría se dirige hacia la afirmación que sostiene que los
derechos humanos “serían vigentes” sólo si el ordenamiento jurídico así lo
contempla, pudiendo suprimirlos.

La fundamentación ética-moral de los derechos humanos de acuerdo al maestro


Miguel Ruiz en su obra “Los derechos humanos como derechos morales” explica:
que son esencialmente un asunto moral y no sólo jurídico, que son derechos en
sentido moral: justamente derechos morales. De tal forma que, su fundamento
recae en normas morales que tienen como principal objetivo preservar la dignidad
humana.
Consecuentemente, de acuerdo a esta opinión, todo ordenamiento jurídico tiene
ciertos principios morales base de las normas positivas ya que, como lo menciona
Francisco Laporta, “existen ciertos derechos básicos de los individuos concebidos
como derechos morales anteriores al sistema de normas jurídicas.”

2.1.2 La concepción histórica

La construcción histórica de los derechos humanos no ha sido homogénea en la


línea del tiempo. Ya que han existido fases diferenciadas en lugares y momentos.
Por ejemplo, los primeros documentos que reconocen a los derechos humanos en
épocas distintas son:

Los movimientos que dieron surgimiento a estos documentos postulaban derechos


de índole civil y política. Por lo tanto, tenían como finalidad:

• Consolidar una serie de libertades indispensables para evitar el abuso excesivo


del poder por parte de las autoridades.

• Garantizar la posibilidad de participar en los asuntos públicos, como las


libertades de asociación, de expresión, de seguridad jurídica, entre otras.

• Buscaban limitar el actuar del Estado en los asuntos públicos y privados.

• Otorgar al individuo derechos mínimos que garanticen su libre desarrollo al


consagrarlos en una Constitución.

• Postulaban la necesidad de evitar la centralización del poder, en un solo


individuo o institución, debido a que provocaba severos daños a la integridad y
seguridad personal de la población en general.

A estos derechos se les agrupan los denominados “Derechos de primera


generación”.

1a generación

Derechos de primera generación: Producto del liberalismo político del siglo XVIII
se instala en las primeras Constituciones escritas. Ubica los clásicos derechos
individuales: los derechos civiles y políticos de los ciudadanos. Exigen al Estado
una inactividad y el poder público debe observar una actitud de respeto frente a
ellos. Entre estos se encuentran:

a) El derecho a la vida.

b) El derecho a la libertad.

c) El derecho a la seguridad.

d) El derecho a la igualdad ante la ley.

e) El derecho al debido proceso y el recurso efectivo.

f) Derechos de conciencia (libertades de pensamiento, expresión, religión y culto).

g) Derecho de propiedad.

h) Libertades de circulación, reunión y asociación.

I) Inviolabilidad de la vida privada, familia, domicilio, correspondencia.

j) Derecho a una nacionalidad.

k) Derecho a participar en los asuntos públicos, a votar y ser elegido en elecciones


periódicas.

2a generación

Derechos de segunda generación: Los denominados “derechos de segunda


generación”, comienzan a desarrollarse a finales de la segunda mitad del siglo XIX
y durante la primera del siglo XX. Tienen naturaleza predominantemente social:
abarcan los derechos económicos, sociales y culturales. Son de contenido social
para procurar mejores condiciones de vida –afirmación de Magdalena Aguilar-.

En estos derechos el Estado debe actuar como promotor y protector del bienestar
económico y social. Convertirse en garante del bienestar de todas las personas
dependientes de su ámbito de competencia y jurisdicción. El principal documento
que los contempla es el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales. México se adhirió a este el 23 de Marzo de 1981.

3a generación

Derechos de tercera generación: Los “derechos humanos de tercera


generación” son aquéllos surgidos en los últimos años del Siglo XX y principios del
siglo XXI. El sujeto de estos derechos no es ya la persona individualizada o
encuadrada en una formación política determinada, sino considerada en su
dimensión internacional. Su nota esencial no está en la libertad e igualdad, sino en
la solidaridad. Se incluyen en estos la paz, el desarrollo y el medio ambiente.

Estos derechos no están dirigidos hacia individuos o grupos específicos, ya que


poseen un carácter predominantemente ético y remiten a principios éticos
universales. La base de estos derechos es la noción de que el otro, entendido
como una persona sin atributos específicos, posee los mismos derechos que uno.

De tal forma que, los derechos humanos son un conjunto de normas de carácter
ético-moral que, al ser institucionalizados, garantizan una plena protección a la
dignidad y seguridad de las personas.

2.1.3 El debate actual: neoconstitucionalismo y garantismo

En cuanto a su denominación, oportuno es precisar que algunos utilizan la


expresión: constitucionalismo, otros neo-constitucionalismo o constitucionalismo
contemporáneo, lo usan indistintamente junto con la expresión
neoconstitucionalismo.

A partir de las ideas del neoconstitucionalismo, entre otros aspectos, se reitera el


principio de supremacía de la Constitución, toda vez que una de las características
de este sistema tiende a evitar un desbordamiento legislativo, característica del
Estado liberal legalista, con ello se busca la omnipresencia constitucional en todos
los aspectos no porque la constitución deba reglamentar y especificar todo, sino
más bien a partir de los principios que deben estar contenidos en la Constitución;
las reglas se emiten a partir de éstos, por lo que se puede decir que de la
Constitución hacia arriba están los principios, debajo de ésta aparecen las reglas,
o inclusive, si en la constitución hay reglas, éstas deben ser las menos posibles.

El neoconstitucionalismo, entendido como el término o concepto que explica un


fenómeno relativamente actual en el Estado constitucional contemporáneo, cuenta
con un gran número de seguidores, en el ámbito de la cultura jurídica italiana y
española, así como en diversos países de América Latina (particularmente en los
grandes focos culturales de Argentina, Brasil, Colombia y México). En realidad,
podemos visualizarlo como un fenómeno escasamente estudiado, cuya cabal
comprensión seguramente tomará todavía algunos años.

Algunos estudiosos se preguntan si en realidad hay algo nuevo en el


neoconstitucionalismo o si más bien se trata de una expresión sin contenido
propio, que sirve para presentar bajo una nueva forma cuestiones que en el
pasado reciente se explicaban de otra manera.
Como explicación de conjunto que intenta dar cuenta de una serie compleja de
fenómenos, el neoconstitucionalismo sí supone alguna novedad dentro de la teoría
y la práctica del Estado Constitucional de Derecho.

1. El desplazamiento desde la primacía de la ley a la primacía de la


Constitución, en un Estado Constitucional; por lo que, el Estado se somete
a la norma constitucional. Los límites al poder implican que no hay poderes
soberanos, pues todos están sujetos a la Constitución; así mismo, se busca
que ésta sea la que mida todas las cosas, lo que se ha llamado la
“omnipresencia de la constitución”.
2. El desplazamiento desde la reserva de ley a la reserva de la Constitución,
menos espacio a la ley y reglamentos.
El neoconstitucionalismo busca una Constitución de mínimos que dé una
visión más amplia, que establezca principios básicos, valores
fundamentales y las menos reglas que sean posibles; y por otro lado,
también pretende lograr una disminución de la firmeza y precisión de las
normas.
En el Estado Constitucional contemporáneo también se distingue por la
decreciente densidad normativa en la constitución. Lo que no ocurre en
nuestra realidad mexicana en la que existe un desbordamiento legislativo,
hay demasiadas leyes, lo que también resta certeza y además muchas
están formuladas en un lenguaje oscuro.
3. El desplazamiento desde el control jurisdiccional de la legalidad al control
jurisdiccional de la constitucionalidad, lo que se ha denominado la
omnipotencia judicial o justicia de los jueces.
4. La Constitución debe tenerse ante todo, como un fenómeno más jurídico
que político, aunque en México, la Constitución se ha inclinado más como
un fenómeno político, y además, debe tomar en cuenta la dimensión
normativa-integradora-cultural.
5. Para que exista un genuino Estado Constitucional es indispensable que
todos los poderes (incluido al legislativo) respeten los principios
sustanciales establecidos en la norma fundamental, que busca la protección
de los derechos fundamentales mediante el principio de supremacía
constitucional y la división de poderes entendida como cooperación natural
y no obstrucción o interferencia de unos poderes sobre otros.
El Poder Legislativo mexicano ha utilizado indebidamente la
constitucionalización de aspectos que no lo ameritan. Cuando en algunos
casos, el Poder Judicial ha resuelto como órgano de interpretación
constitucional que tales o cuales disposiciones normativas son contrarias a
la Constitución, el legislativo bajo ciertas circunstancias lleva a cabo una
modificación, ignorando así las decisiones judiciales interpretativas; de esta
manera, ya no se pueden tener como inconstitucionales las referidas
normas en virtud de que, lo que está consagrado en la Constitución no
puede tenerse como inconstitucional. Si partimos de principios y valores, el
propio legislativo deberá respetarlos.
6. Este paradigma se sustenta en la interpretación, la argumentación y busca
la validez formal y material de las normas; por lo tanto, no basta que la
norma haya sido creada por las autoridades competentes y conforme a los
procedimientos ordinarios establecidos en la norma, sino que además su
contenido esté de acuerdo con los principios y valores fundamentales
tutelados en la Constitución.
7. La Constitución debe tenerse como una norma abierta, no cerrada al
cambio, con apertura a modificaciones; con el objeto de consolidar un
constitucionalismo interpretativo abierto, a efecto de que se puedan
garantizar los derechos fundamentales con mayor certidumbre.

Garantismo

La teoría jurídica del jus-filósofo italiano Luigi Ferrajoli tiene sustento en las ideas
pertenecientes a la Escuela analítica italiana (Escuela de Turín) cuyo fundador fue
Norberto Bobbio, dentro de la cual, se formó una nueva generación de filósofos del
derecho.

El garantismo –uno de los ejes cruciales del pensamiento jurídico de Ferrajoli–


pretende "tutelar y establecer mecanismos para proteger los derechos o bienes
individuales frente a otras intromisiones tanto del ejecutivo como de otros poderes
[…] apuesta por la justificación de un estado democrático de derecho, sustentado
en una concepción normativa que apunta a las garantías de los derechos como
vínculos y límites del legislador".

Una de las funciones del garantismo consiste en hacer patente las lagunas y
antinomias que se presentan en el ordenamiento jurídico y el juez tiene
encomendada la función de depurarlas.
En su ponencia "Pasado y futuro del Estado de Derecho", Ferrajoli alude a dos
modelos de Estado de Derecho, el Estado legislativo de Derecho y el Estado
Constitucional de Derecho. Precisa que el Estado de Derecho puede verse desde
el sentido lato o débil en el que cabe cualquier ordenamiento en el que los poderes
del Estado son conferidos por la ley y ejercitados en la formas y con los
procedimientos legalmente establecidos […] caben aquí los Estados modernos
inclusive los antiliberales.

En el sentido estricto, o fuerte, sólo los Estados "en que los poderes públicos
están, además sujetos a la ley (y, por tanto, limitados o vinculados por ella), no
sólo en lo relativo a las formas, sino también en los contenidos […] son Estados de
Derecho aquellos ordenamientos en los que todos los poderes, incluido el
legislativo, están vinculados al respeto de principios sustanciales, establecidos por
las normas constitucionales, como la división de poderes y los derechos
fundamentales".

El modelo de Estado legislativo de derecho (Estado legal), llamado paleo-


iuspositivista, que se da a partir del nacimiento del Estado moderno como
monopolio de la producción jurídica, afirma el principio de legalidad como único
criterio identificador del derecho válido, independientemente de su valoración
como justo, sino más bien por haber sido creado por una autoridad que posee
competencia normativa.

El modelo de Estado constitucional de derecho (Estado Constitucional), que nace


a partir de la Segunda Guerra Mundial.

El iusfilósofo italiano resalta que en este modelo, la misma legalidad queda


subordinada a las constituciones rígidas, hay una relación de supra-ordenación de
las leyes a la Constitución, no importa sólo el hecho que el órgano que las haya
creado tenga competencia legislativa, sino que también sus contenidos deben ser
coherentes a los principios constitucionales[…] el jurista italiano sigue expresando
"en el Estado constitucional de Derecho la Constitución no sólo disciplina las
formas de producción legislativa sino que impone también a ésta prohibiciones y
obligaciones de contenido, correlativas unas a los derechos de libertad y las otras
a los derechos sociales, cuya violación genera antinomias o lagunas que la ciencia
jurídica tiene el deber de constatar para que sean eliminadas o corregidas.”

En cuanto a la jurisdicción, se aplica la ley sólo que constitucionalmente sea


válida, la interpretación y aplicación de la ley implica un juicio sobre la ley misma y
en su caso denuncia la inconstitucionalidad. Por último, la ley queda subordinada
a los principios constitucionales.
La crisis actual existe en ambos modelos de Estado de Derecho: en el Estado
legislativo la crisis afecta al principio de legalidad, su origen son dos factores: la
inflación legislativa y la disfunción del lenguaje legal. Las leyes "se cuentan ya por
decenas de miles y están formuladas en un lenguaje cada vez más oscuro y
tortuoso, dando lugar a veces a intrincados enredos y laberintos normativos".

En el Estado Constitucional, la crisis repercute en el garantismo constitucional; el


cambio de paradigma tanto en el plano normativo como en el internacional se ha
dado solamente en el papel, hasta este momento no existen garantías de su
efectividad, no contamos con una jurisdicción penal internacional ni con una
jurisdicción constitucional internacional tendientes a la tutela de los derechos
humanos en el ámbito internacional.

En el aspecto que tiene que ver con el neo-constitucionalismo es de rescatar la


posición de los derechos fundamentales en Alemania. Este sistema tiene cuatro
singularidades:

A. El Rango máximo. En cuanto al rango máximo, los derechos


fundamentales están regulados en la Constitución, del principio lex superior
derogar legi inferiori, y el Derecho Federal prima sobre el Derecho de los
Lander (Estados); por ende, cualquier norma que los contravenga es
inconstitucional.
B. La máxima fuerza jurídica. Respecto a la máxima fuerza jurídica, lo
derechos fundamentales vinculan como Derecho vigente a todos los
poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), ya que en la república de Weimar
los derechos fundamentales fueron declaraciones programáticas que no
tenían tutela judicial, era el Verfassungslirik –poesía constitucional-.
En la República Federal Alemana la observancia de todos los derechos
fundamentales está plenamente controlada por todos los tribunales, desde
el inferior hasta el Tribunal Constitucional. El control judicial se extiende
sobre los tres poderes.
C. La máxima importancia. Sobre la máxima importancia del objeto, mediante
los derechos fundamentales se decide acerca de la estructura básica de la
sociedad. Con la garantía de la propiedad […], de la libertad de elección de
profesión […], y de la libertad contractual […] La garantía de opinión,
prensa, radio y televisión […]. Otros derechos fundamentales como la
garantía del honor y la familia, el derecho a la herencia y de libertad
religiosa, la ´protección de la vida e integridad física, el Derecho nuclear y
del medio ambiente.
D. La máxima indeterminación. Por lo que toca al máximo grado de
indeterminación, no se puede deducir lo que representan los derechos
fundamentales a partir del sucinto texto de la Ley Fundamental, cobran vida
también los volúmenes de sentencias del Tribunal Constitucional Federal.
Los derechos fundamentales son lo que son gracias a la interpretación.

3. Aspectos sustantivos

3.1 Derechos de libertad.

Bajo la expresión de libertad negativa entendemos que un individuo puede actuar


sin la interferencia de los otros; mientras que la libertad positiva remite a la
aspiración de un individuo de que sus decisiones no dependan de fuerzas ajenas
a su voluntad.

La libertad negativa responde a la pregunta: ¿Puedes hacer lo que quieres? Ello


nos conduce al problema empírico de establecer si existen obstáculos sociales
(prisiones, cadenas, amenazas de coacción, etc.) para que un individuo alcance
sus fines (Yo no soy libre en la medida en que otros me impiden hacer lo que yo
podría hacer si no me lo impidieran).

Lo propio del mundo moderno es que llega a dominar la idea de que existe una
dimensión de la vida – la vida privada – en la que no es deseable que interfiera la
autoridad pública, a menos que se trate de circunstancias excepcionales. Esta
protección del ámbito privado es para Berlín una de las grandes conquistas de la
Modernidad, porque, al garantizar que cada individuo puede elegir su forma de
vida buena particular, se crean las condiciones para el desenvolvimiento de la
pluralidad humana (el pluriverso humano).

El individuo libre no sólo tiene poder de mando en el ámbito privado, sino también
como ciudadano en el ámbito público y esa capacidad de participar en el ejercicio
del poder político hace patente su libre arbitrio. El concepto de libertad para los
intelectuales modernos consiste en que, al constituirse la vida privada como el
ámbito privilegiado de la libertad negativa (la ausencia de interferencias), se da un
desarrollo de la libertad positiva (elección entre concepciones distintas del bien), lo
cual da lugar al individualismo propio de estas sociedades.

En el proceso evolutivo del desarrollo de los derechos humanos se observa que la


libertad negativa resultó insuficiente para el desarrollo de la persona humana y
entonces surgió el concepto de libertad positiva “libertad para” acceder a los
bienes y servicios que permiten la realización plena a todo ser humano.

Este concepto de libertad positiva vincula dos principios fundamentales (el de la


libertad con el de igualdad), y constituye el fundamento de los derechos
económicos, sociales y culturales, derechos que surgen en el marco de la
industrialización y los fenómenos políticos y económicos del siglo XIX y XX tienden
a ser menos grande la desigualdad entre los que tienen y los que no tienen,
conduciendo a una nueva redefinición de los derechos del hombre.

El reconocimiento de los derechos humanos en las Constituciones deriva, no sólo


del establecimiento de un marco de protección para la persona humana sino
además de que éstos recogen en su estructura total una filosofía y un sistema de
valores que delinean el marco jurídico que debe orientar al Estado en su actuación
y del que éste no debería abdicar nunca, porque a través de dicha base axiológica
se protege el bien común.

En el constitucionalismo moderno el Estado queda rodeado de un perímetro


limitado por la norma constitucional. Por eso hablamos del Estado de derecho, un
Estado sometido al principio de legalidad, en el cual la persona se constituye en
un sujeto de derechos frente al Estado.

Después de la primera posguerra, nace una concepción más integradora de los


derechos humanos. Además del reconocimiento de los derechos clásicos de
libertad, que suponen obligaciones de no interferencia del Estado, se agregan en
las distintas Constituciones los derechos económicos, sociales y culturales que
apuntan a combatir la pobreza, el subdesarrollo económico, la ignorancia, la
miseria y las enfermedades.

La Constitución mexicana de 1917 es la pionera a nivel mundial en establecer


esos derechos. Surgieron otras constituciones como la de Weimar de 1919, la de
Austria en 1920 y la española de 1931 que integran el llamado constitucionalismo
social porque consagran además de los derechos civiles y políticos, los derechos
económicos, sociales y culturales. Por lo tanto, presuponen en un marco
democrático obligaciones de hacer y de dar para el Estado, los llamados
“derechos prestación”.

El Estado es visualizado como un Estado social de derecho con una nueva


dimensión, en la cual es gestor de un bien común público, aspirando a realizar un
estado de bienestar partiendo de las siguientes premisas:

1. Toda persona debe tener la posibilidad de satisfacer sus necesidades mínimas.

2. Desarrollo de políticas que tiendan al pleno empleo.

3. Prestación de servicios públicos y sociales.

4. El Estado actúa como un sistema distribuidor y planificador en el marco del


principio de subsidiariedad.
Aunque no todos los seres humanos tienen los mismos derechos civiles dentro de
un sistema político (por falta o tenencia de ciudadanía por ejemplo), todos los
seres humanos poseen el derecho al disfrute de los derechos civiles dentro del
sistema político del que son ciudadanos. Por lo tanto, sí se podría postular sin
temor a contradicción que los derechos civiles son derechos humanos, sólo que
son derechos que se pueden reclamar, por lo general, sólo en el sistema político
que le reconozca como parte.

En otros términos, el componente “humano” de los derechos civiles es la garantía


universal de que a todas las personas se les reconozcan derechos civiles en algún
sistema político, ya sea el de su origen o el de su adopción. O sea, todos los seres
humanos tienen derecho a que algún sistema político le reconozca sus derechos
civiles.

El Estado de Derecho consagró frente al Estado absolutista en relación a la


persona humana y a su propio accionar, principios de garantías fundamentales
tales como el principio de legalidad, de responsabilidad estatal y el principio de
separación de poderes, que llevan todos ellos a una limitación del poder estatal.

Desde la perspectiva individual, la persona humana obtuvo especialmente el


respeto a sus derechos civiles y políticos lo que determinaba fundamentalmente
para el Estado la obligación de no interferir en el goce de estos derechos,
configurando así lo que la doctrina ha llamado libertad negativa en el sentido de
que el Estado tiene la obligación de no hacer.

3.1.2 La libertad negativa y los derechos civiles

El concepto de derechos fundamentales se produce en la Historia a partir del


tránsito a la modernidad, surgiendo como limitaciones al Poder del Estado
absolutista en los cuales se prioriza la libertad personal, conformando una “libertad
negativa” “libertad de”, en el sentido de que el Estado no ingrese en el espacio de
la autonomía personal, siendo éste el fundamento de los derechos o libertades
civiles y políticos.

Desde el punto de vista de la Filosofía Política, el Estado de Derecho surge en el


contexto de la teoría política y económica del Liberalismo, que sienta el principio
de la libertad individual, reafirmando como premisa fundamental la autonomía del
individuo.

La libertad negativa consiste en frenar la interferencia de los otros en mis acciones


(intrusos y déspotas de todo tipo); por eso es calificada como libertad política. En
cambio, la libertad positiva es la facultad de frenar o controlar los impulsos
momentáneos e irracionales, para que pueda guiar mis acciones de acuerdo a las
propias elecciones.

3.2 Derecho de igualdad

El derecho a la igualdad es aquel derecho inherente que tienen todos los seres
humanos a ser reconocidos como iguales ante la ley y de disfrutar de todos los
demás derechos otorgados de manera incondicional, es decir, sin discriminación
por motivos de nacionalidad, raza, creencias o cualquier otro motivo.

También, hace referencia al derecho que tenemos todos los seres humanos a no
ser segregados por nuestras condiciones o creencias, este derecho nace como
consecuencia de los terribles rechazos que han tenido que enfrentar las minorías
alrededor del mundo.

El de igualdad es un concepto complejo, que atañe al quehacer de diversas áreas


de las ciencias sociales. Lo estudian la economía, la política, la sociología, la
antropología y el derecho. Se trata, sin embargo, de una noción particularmente
elusiva, cargada con frecuencia de connotaciones partidistas y afectadas casi
siempre por posicionamientos ideológicos.

Junto con la Constitución estadounidense de 1787, que podría considerarse el


acta de nacimiento del constitucionalismo moderno, la Declaración de los
Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789, tiene por objeto justamente el
principio de igualdad: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en
derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común”.

3.2.1 Igualdad formal y no discriminación.

En medio de las numerosas violaciones a los derechos humanos, hay una que se
presenta de manera cotidiana; a veces es imperceptible y otras, escandalosa: la
discriminación.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en el artículo primero,


conforme a la reforma del 10 de junio de 2011, prohíbe toda discriminación
motivada por origen étnico o nacional, género, edad, discapacidad, condición
social, de salud, religión, opiniones, preferencia sexual, estado civil o cualquier
otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar
los derechos y libertades de las humanas.

Tanto el concepto de discriminación como los instrumentos internacionales que la


prohíben han evolucionado con los años. En 1969, la Convención Internacional
sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial se centraba en
la discriminación por motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico. Con
los aportes de otras convenciones y leyes que protegen a distintos grupos de
población –si se añade la reflexión y construcción teórica, académica y de la
sociedad civil–, la forma en que conceptualizamos la discriminación se ha
transformado.

Entre las razones por las que nadie puede ser discriminado, (además de las ya
mencionadas) la Ley del Distrito Federal añade el género, identidad indígena, de
género, expresión de rol de género, condición jurídica, apariencia física,
características genéticas, opiniones políticas, académicas o filosóficas, identidad o
filiación política, orientación o preferencia sexual, estado civil, forma de pensar,
vestir, actuar, gesticular, tener tatuajes o perforaciones corporales o cualquier otra
que tenga por efecto anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio de
derechos y libertades fundamentales y la igualdad de las personas.

4. La Constitución mexicana y el derecho internacional

En el ámbito nacional, los derechos humanos están descritos en nuestra


Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la cual se considera una
de las más adelantadas de su época por incluir algunos derechos económicos,
sociales y culturales. Los derechos fundamentales intrínsecos a todas las
personas se encuentran más allá de este ordenamiento jurídico.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos se enuncian los derechos


inherentes de todos los seres humanos en el mundo. Como secuela de esta
declaración se fueron aprobando instrumentos complementarios dirigidos a la
defensa y promoción de los derechos humanos tales como: el pacto Internacional
de los Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de los Derechos
Económicos, Sociales y Culturales y, la Convención Americana sobre Derechos
Humanos.

Nuestro país firmó y ratificó 142 instrumentos internacionales vinculados con los
derechos humanos; por lo tanto, está obligado a dar cumplimiento efectivo a tales
documentos internacionales, mismos que se refieren:

• 53 relativos a los derechos humanos.

• 67 relacionados con el derecho humano al trabajo.

• 22 de derecho humanitario relacionado con la protección de las personas.

4.1 De las garantías a los derechos: la reforma de junio del 2011

La reforma constitucional en materia de derechos humanos publicada en el Diario


oficial de la Federación el 10 de junio de 2011, es prueba fehaciente del
compromiso del Estado mexicano por asegurar, en cada caso y en cualquier
momento, el reconocimiento de los derechos humanos de todas las personas que
estén en el territorio nacional.

Consumada la independencia política de 1821 se pretende elevar a nivel


constitucional el reconocimiento de los derechos fundamentales y darles eficacia
en todo el país. En la Constitución de 1824 la incorporación de las garantías
individuales es escasa y están diseminadas en dicho ordenamiento.

En cambio, en la Constitución liberal de 1857, alcanza un mayor grado el


reconocimiento de los derechos fundamentales. En su artículo 1° textualmente
decía: “El pueblo mexicano reconoce, que los derechos del hombre son la base y
el objeto de las instituciones sociales.” “Todas las leyes y todas las autoridades del
país, deben respetar y sostener las garantías que otorga la presente Constitución”.
Ésta representó uno de los documentos más avanzados y de vanguardia por los
principios y valores incorporados a su texto.

Asimismo, la Constitución de 1917 incorpora por primera vez a nivel mundial, las
denominadas garantías sociales que a diferencia de las garantías individuales se
dirigen hacia grupos específicos, que surgen para proteger a grupos
desfavorecidos de otros más privilegiados. Ahora, se han convertido en
instrumentos fundamentales en la defensa y protección de los derechos
económicos, sociales y culturales.En junio del año 2011 se gestó una de las
reformas más significativas en materia de derechos humanos, que tuvo su origen
en las demandas de los ciudadanos.
La reforma se ubica en un proceso de desarrollo que busca:

1. Fortalecer las instituciones enfocadas promover y proteger los derechos


fundamentales (CNDH).

2. Reforzar la aceptación de la jurisdicción de la Corte Interamericana de los


Derechos Humanos en 1998.

3. Consolidar la creación del IFAI (ahora INAI).

4. Generar nuevas figuras como Províctima.

4.2 ¿Un nuevo paradigma?

Sí, representa un nuevo paradigma para el respeto, protección, garantía y


satisfacción de los derechos humanos. Debido a que, en el decreto del 10 de junio
del 2011 se modifican los artículos 1°, 3°, 11, 15, 18, 29, 33, 89, 97, apartado B
del artículo 102, 105. Es una parte sustancial de la Constitución que pretende
consolidar de manera inmediata y efectiva el respeto, protección y salvaguarda de
los derechos humanos en el territorio nacional, así como de integrar de manera
clara aquéllos que se encuentran tutelados en los tratados internacionales de la
materia que México haya suscrito.

Las innovaciones de la reforma se observan en la obligación del Estado con sus


habitantes de que las autoridades que formen parte: prevengan, investiguen,
sancionen y reparen las violaciones de derechos humanos. A la par, pretende que
se reparen y restituyan derechos afectados, en la medida de lo posible, a las
víctimas.

La introducción del concepto “persona” en sustitución de “individuo” u “hombre”


hace referencia a todo ser humano y le brinda un enfoque de género a la reforma.
Además, tiene una implicación en el ámbito moral en virtud de que, el ser humano
entendido como persona como lo afirma Kant, implica concebirlo como un FIN EN
SÍ MISMO Y NO COMO UN MEDIO.

4.3 Los derechos y sus principios (pro persona, progresividad,


universalidad, interdependencia, indivisibilidad)

El panorama que se dibuja a la luz de la entrada en vigor de la reforma de junio


del 2011 en las modificaciones a la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, anuncia un viraje en el papel que los jueces tradicionalmente han
jugado como encargados de la protección de los derechos de los ciudadanos.
Los enfoques tradicionales de la función jurisdiccional, por lo general, identifican a
los jueces desde una posición pasiva en la que su actuación se limita a un estricto
control de la legalidad de los actos que son sometidos a su conocimiento. Los
cambios constitucionales generan la posibilidad de diversificar tanto la nómina de
usuarios de la justicia como el tipo de asuntos que son planteados.

En el caso del acceso a la justicia, estamos en presencia del punto de partida para
activar la acción del Estado en la protección de derechos. La tradicional pasividad
del Estado para dar lugar al planteamiento de asuntos por la vía jurisdiccional
sobre la defensa de derechos debe transformarse para dar lugar a mecanismos
que aseguren que las afectaciones a los derechos de las personas pueden ser
conocidas y corregidas por la autoridad jurisdiccional.

Ello implica desde la diversificación de las vías procesales hasta la creación de


sistemas efectivos de asistencia jurídica a las personas.

Los derechos humanos incluyen tanto derechos como obligaciones. Los Estados
asumen las obligaciones y los deberes, en virtud del derecho internacional, de
respetar, proteger y realizar los derechos humanos. La obligación de respetarlos
significa que los Estados deben abstenerse de interferir en el disfrute de los
derechos humanos o de limitarlos. La obligación de protegerlos exige que los
Estados impidan los abusos de los derechos humanos contra individuos y grupos.
La obligación de realizarlos significa que los Estados deben adoptar medidas
positivas para facilitar el disfrute de los derechos humanos básicos. En el plano
individual, así como debemos hacer respetar nuestros derechos humanos,
también debemos respetar los derechos humanos de los demás.

Los nuevos principios tienen especial relevancia y tienen su fundamento dentro del
contexto que guardan con el nuevo párrafo segundo del artículo primero
constitucional, que señala lo siguiente:

Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con


la Constitución y con los tratados internacionales de la materia, favoreciendo en
todo tiempo a las personas la protección más amplia.

No hay duda, se reconoce que el derecho internacional de los derechos humanos


vigente en México contiene normas jurídicas de primer orden. Por tanto, los
tratados internacionales de derechos de la materia, junto con los derechos
humanos contenidos en la Constitución, forman un cuerpo normativo que debe ser
aplicado de forma directa por todos los operadores jurídicos.
Esto representa un viraje importante en la forma de concebir el derecho
internacional de los derechos humanos, pues tradicionalmente los jueces y juezas
mexicanas aplicaron una jerarquía normativa muy rígida, en la que la Constitución
se encontraba hasta arriba de la pirámide normativa. De facto, los tratados
internacionales se encontraban incluso en un rango inferior que las normas
nacionales, pues el aplicador jurídico, incluyendo los jueces y juezas federales y
locales, no se consideraban constreñidos más que por el derecho que surgía de
fuentes nacionales.

Otros principios que subyacen la Constitución, que conforman el espíritu de la


norma constitucional (o en términos sencillos, su significado y alcance) son:

Principio pro persona:

El principio pro persona se introduce en la reforma constitucional de 2011, y lo


reconoce la propia Corte a través de la sentencia Radilla, al dejar claro que en la
interpretación jurídica la autoridad debe adoptar la interpretación más favorable al
derecho humano de que se trate, lo que se entiende en la doctrina como el
principio pro persona.

Este principio se había usado en las decisiones del Cuarto Tribunal Colegiado de
Circuito en Materia Administrativa del Primer Circuito, y plasmado en tesis de
jurisprudencia; sin embargo, su aplicación era prácticamente inexistente, por lo
que resulta una novedad en la práctica jurídica en México. En dos ocasiones, la
sentencia Radilla menciona el principio pro persona, aunque en realidad lo hace
de forma muy somera.

La primera vez, tras establecer la obligación de todas las autoridades del país de
velar por el cumplimiento de los derechos humanos, establece que esto debe
hacerse de acuerdo con el principio pro persona: “todas las autoridades del país,
dentro del ámbito de sus competencias, se encuentran obligadas a velar no sólo
por los derechos humanos contenidos en los instrumentos internacionales
firmados por el Estado mexicano, sino también por los derechos humanos
contenidos en la Constitución Federal, adoptando la interpretación más favorable
al derecho humano de que se trate, lo que se entiende en la doctrina como el
principio pro persona”.

Este principio interpretativo implica que se deberá preferir, privilegiar o favorecer la


aplicación de aquella norma que otorgue una mayor protección a los derechos de
la persona; por ejemplo, en el caso de que una autoridad especialmente la judicial,
tenga ante sí dos normas jurídicas que puedan ser igualmente aplicables al caso
concreto que se analiza, debe siempre preferir la aplicación de la norma que más
beneficie a la persona y a sus derechos.
Principio de Progresividad:

En la reforma constitucional de 2011, México recoge expresamente la


característica de progresividad de los derechos humanos (Artículo primero, párrafo
tercero), aunque esta ya formaba parte del Derecho Internacional que vincula a
todos los poderes públicos en nuestro país.

El principio de progresividad está en el núcleo de los derechos humanos tanto


civiles como económicos, sociales y culturales, no sólo como un principio de
interpretación, sino en un sentido sustantivo y procesal, es decir, del alcance
mismo del derecho y de los medios para su protección. Aun cuando este principio
sea más frecuentemente referido a los derechos económicos, sociales y
culturales, no por ello pierde su aplicación en el ámbito de los derechos civiles, por
virtud del principio de interdependencia de los derechos humanos. Así lo ha
reconocido la propia Constitución mexicana al atribuir este carácter progresivo a
todos los derechos humanos.

De igual manera, de las denominadas cláusulas de salvedad de los instrumentos


internacionales se desprende el principio de progresividad invocado. De esta
forma, la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece:

Artículo 29. Normas de Interpretación. Ninguna disposición de la presente


Convención puede ser interpretada en el sentido de:

[…] b) limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar
reconocido de acuerdo con las leyes de cualquiera de los Estados Partes o de
acuerdo con otra convención en que sea parte uno de dichos Estados;

Por su parte, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las


Naciones Unidas en su artículo 5 establece:

“1. Ninguna disposición del presente Pacto podrá ser interpretada en el sentido de
conceder derecho alguno a un Estado, grupo o individuo para emprender
actividades o realizar actos encaminados a la destrucción de cualquiera de los
derechos y libertades reconocidos en el Pacto o a su limitación en mayor medida
que la prevista en él. 2. No podrá admitirse restricción o menoscabo de ninguno de
los derechos humanos fundamentales reconocidos o vigentes en un Estado Parte
en virtud de leyes, convenciones, reglamentos o costumbres, son pretexto de que
el presente Pacto no los reconoce o los reconoce en menor grado.”

Principio de Universalidad:

Aunque los derechos humanos pretendan ser universales, de hecho no son


aceptados universalmente. Queda mucho camino por recorrer, aunque quizás
haya que reconocer algunos avances. La dimensión universal de los derechos
humanos ha sido proclamada reiteradamente en el sistema de las Naciones
Unidas.

Dicha universalidad pretende reflejar y, a su vez, fortalecer el consenso de la


comunidad internacional respecto de dichos derechos, sin que ello tenga que
suponer, en principio, la imposición de ningún tipo de hegemonía jurídica, política
o cultural, en particular la occidental, eurocéntrica o atlantista.

Sin embargo, ya sabemos que esto no resulta nada fácil ante la diversidad cultural
de nuestro mundo. Por ejemplo, a nosotros, los “occidentales”, ahora nos resultan
especialmente chocantes las normas (jurídicas o morales) fuertemente
discriminatorias contra la mujer que existen en la mayoría de las culturas y
religiones.

Según el principio de la universalidad de los derechos humanos, cada Estado, en


el ejercicio de la soberanía que su pueblo supuestamente le confía, más o menos
democrática o coactivamente, tiene la potestad de adaptar dichas normas a las
peculiaridades políticas, religiosas y culturales de dichos pueblos, pero en ningún
caso contradecir abiertamente lo dispuesto en los tratados internacionales sobre
derechos humanos.

El derecho de actuar conforme a las propias convicciones culturales o religiosas


no debe servir de pretexto, es decir, no deben invocarse e interpretarse los
derechos culturales de modo que supongan la violación o denegación de otros
derechos humanos. Pero, ya se ha señalado, esto no resulta nada sencillo en el
mundo actual. Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres
humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen
nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos
tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Estos
derechos son interrelacionados, interdependientes e indivisibles.

Los derechos humanos universales están a menudo contemplados en la ley y


garantizados por ella, a través de los tratados, el derecho internacional
consuetudinario, los principios generales y otras fuentes del derecho internacional.
El derecho internacional de los derechos humanos establece las obligaciones que
tienen los gobiernos de tomar medidas en determinadas situaciones, o de
abstenerse de actuar de determinada forma en otras, a fin de promover y proteger
los derechos humanos y las libertades fundamentales de los individuos o grupos.

El principio de la universalidad de los derechos humanos es la piedra angular del


derecho internacional de los derechos humanos. Este principio, tal como se
destacara inicialmente en la Declaración Universal de Derechos Humanos, se ha
reiterado en numerosos convenios, declaraciones y resoluciones internacionales
de derechos humanos. En la Conferencia Mundial de Derechos Humanos
celebrada en Viena en 1993, por ejemplo, se dispuso que todos los Estados
tuvieran el deber, independientemente de sus sistemas políticos, económicos y
culturales, de promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades
fundamentales.

Principio de interdependencia:

Todos los derechos humanos, sean éstos los derechos civiles y políticos, como el
derecho a la vida, la igualdad ante la ley y la libertad de expresión; los derechos
económicos, sociales y culturales, como el derecho al trabajo, la seguridad social y
la educación; o los derechos colectivos, como los derechos al desarrollo y la libre
determinación, todos son derechos indivisibles, interrelacionados e
interdependientes. El avance de uno facilita el avance de los demás. De la misma
manera, la privación de un derecho afecta negativamente a los demás.

Principio de Indivisibilidad:

Afirmar la indivisibilidad de los derechos humanos es dar una respuesta precisa a


ambas preguntas: deben admitirse todos los derechos –declarados– y no deben
establecerse jerarquías entre ellos. Lo cual implica una conclusión decisiva: dado
que los derechos humanos forman un bloque compacto, quien quiere exigir un
derecho debe estar en disposición de respetarlos todos. Dicho de otro modo, no
podemos, en nombre de la reivindicación de unos derechos, sentirnos autorizados
a ignorar o quebrantar otros.

Por ejemplo: la falacia en el sentido que la reducción de los derechos de las


personas imputadas obedece a una ampliación de los derechos de las víctimas y
de la colectividad como resultado de un justo equilibrio o ponderación entre
ambos.

En razón de las mismas cláusulas de salvedad antes invocadas, la protección de


los derechos de la sociedad en general y de las víctimas en lo particular no puede
ir en demérito de los derechos de las personas sujetas a proceso. Si bien puede
existir cierta tensión entre los derechos de las personas imputadas con los de las
víctimas, no existe base constitucional ni convencional para suponer que el
reconocimiento de los derechos de las primeras se expande a costa de los de las
víctimas, y viceversa, de la misma manera que quien se sienta en un extremo de
un sube-baja estará arriba cuando quien se sienta en el otro extremo quedará
abajo. Esto es tan primitivo, como suponer que el reconocimiento y protección de
los derechos de las personas adultas mayores se hace en demérito de los que
corresponden a las niñas y los niños.
Por el contrario, el desconocimiento de los derechos de los imputados constituye
una violación a los derechos de las víctimas, en tanto que en la medida en que se
afecte el debido proceso aumenta el riesgo de condenas injustas y cuando ello
sucede, se desprotege a la propia víctima tanto frente al responsable impune,
como ante la persona inocente, víctima del sistema penal.

La indivisibilidad se convierte así en referencia crítica de aquellas políticas que


potencian sólo un bloque de derechos (por ejemplo, los civiles y políticos; o los
económicos y sociales; o el derecho al desarrollo), sacrificando los otros, ya sea
en nombre de una jerarquía entre ellos, ya sea porque los postergan para –se
supone– su posterior y más o menos espontáneo cumplimiento. Como se
convierte igualmente en referencia crítica de todas las estrategias de contestación
que se pretenden justificar desde la reivindicación de un derecho, pero que
implican el grave incumplimiento de otros.

Debemos hacer una consideración importante en torno al principio de la


indivisibilidad. Este no sólo se traduce en la exigencia de que quien reclama un
derecho debe hacerlo respetándolos todos, es también la referencia que nos
permite entender adecuadamente el sentido y alcance de cada uno de los
derechos, al situarlo en interrelación con los demás. Lo que es mi derecho a la
libertad de expresión se especifica con nitidez al situarlo en el marco del conjunto
de los derechos. Del mismo modo, si se entiende como legítimo el derecho de
autodeterminación, su sentido y alcance sólo se hace manifiesto cuando se lee a
la luz de lo que exigen los demás derechos.

Las dificultades de la indivisibilidad son sólo una cara de la moneda. Todos los
derechos son fines en sí mismos, pero precisamente porque remiten a la misma
fuente de la dignidad humana, porque son indivisibles, son también
interdependientes, esto es, el ejercer unos derechos se convierte en condición de
posibilidad y en vía de realización de otros.

Se ha reconocido en general que los derechos económicos y sociales potencian


los derechos civiles y políticos. Pues bien, hay que reconocer que el ‘viceversa’
también es cierto: que los pobres puedan ejercer sus derechos civiles y políticos,
con las estrategias de reivindicación y participación que posibilitan, es una vía
decisiva para los derechos sociales.

Y la misma interdependencia cabría establecer entre derechos individuales y


derechos a las identidades colectivas, en un viceversa que es fundamental para
no caer en excesos unilaterales. En definitiva, pues, la indivisibilidad de los
derechos es una excelente guía de cara a su realización adecuada.
5. Medios de protección.

La tarea de la defensa, protección y promoción de los derechos humanos adoptó


mundialmente una serie de organismos destinados a realizar esas actividades; por
ese motivo, fue necesaria la creación de un sistema jurídico especializado,
integrado por declaraciones, tratados, pactos, protocolos, proclamaciones y
convenciones que obligan a los Estados a garantizar, proteger y promover los
derechos humanos.

Los organismos protectores de derechos humanos en nuestro país constituyen un


apoyo muy importante en la obligación de proteger los derechos fundamentales de
los ciudadanos. La reciente reforma en nuestro país pretende fortalecer esa
protección y por lo tanto establece un orden diferente porque ahora la defensa de
los individuos respecto a sus derechos podrá realizarse no sólo a través de los
medios jurisdiccionales sino también a través de los organismos no-
jurisdiccionales. Esta clase de organismos cumplen con una labor de difusión,
enseñanza, divulgación y protección de los derechos humanos en todo el país y
otorgan orientación y protección en los casos en que se pueda presumir que existe
una violación a estos derechos por parte de las autoridades o de servidores
públicos.

Por otra parte, los órganos del sistema no jurisdiccional de derechos humanos
deben ser un medio efectivo para lograr la justiciabilidad de los derechos sociales,
al haber un amplio margen de acción, al no ceñirse a tecnicismos procesales y
tener como objetivo proteger a las personas frente a las acciones u omisiones del
Estado.

Los mecanismos que pueden utilizarse son las acciones de inconstitucionalidad y


las recomendaciones ya sean particulares o generales para terminar con un
estado de cosas que sea violatorio de los derechos sociales, requiriendo la
adopción de políticas públicas por parte del Estado en la materia.

La reforma constitucional en materia de derechos humanos de junio del 2011


señala expresamente en el artículo 1° el reconocimiento de los derechos humanos
contenidos en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea
parte.

Por otro lado, los artículos transitorios de la reforma establecen que se deberá
desplegar una ardua labor legislativa ordinaria en el plazo de un año, contado a
partir de la entrada en vigor la reforma constitucional, por lo que falta entonces
esperar para tener una vista más clara de los resultados y determinar si los fines
que se persiguen con esta reforma han sido realizados satisfactoriamente.
5.1 Los medios tradicionales: mecanismos jurisdiccionales internos de
garantía

La defensa y protección de los derechos humanos tiene en nuestro país dos


grandes vías por medio de las cuales se realiza: la primera de ellas es llevada a
cabo a través de los medios jurisdiccionales, en los cuales las autoridades
judiciales analizan las demandas que ante ellas se presentan por presuntas
violaciones a los derechos fundamentes y determinarán si en realidad existe una
violación en un caso concreto, haciendo un examen de constitucionalidad y
legalidad sobre el mismo.

El máximo órgano que existe para realizar esta actividad en nuestro país es la
Suprema Corte de Justicia de la Nación. Son tres los medios de defensa que
contempla la Constitución Federal:

Estos tres medios jurisdiccionales son los requeridos para llevar a cabo una
genuina protección de los derechos fundamentales. Además, también resuelven
cuestiones de invasión de la soberanía de las entidades federativas con base en
un examen de concordancia y respeto de los actos realizados (y que constituyen
el objeto de la denuncia) y lo que nuestra Constitución Política establece. Esta
actividad se hace en virtud de los medios de control de la constitucionalidad que
realiza la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

5.2 Los medios tradicionales: mecanismos no jurisdiccionales de garantía

Existe otra vía para la protección de los derechos en México. Ésta la realizan los
organismos no-jurisdiccionales, a quienes les corresponde la protección de los
derechos humanos que en el caso de nuestro país, quedan divididos en dos
grandes vías:

1.- La Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

2.- Las Comisiones de Derechos Humanos de las entidades federativas. De esta


manera encontramos que al lado del sistema jurisdiccional y como un instrumento
complementario, se crea la figura del ombudsman, que tiene el mismo propósito
de protección ante violaciones a derechos humanos, pero el cumplimiento de su
responsabilidad se realiza de manera distinta.
Estos sistemas no son antagónicos entre sí, por el contrario, se complementan
uno con el otro y sus finalidades son las mismas.

Otras instituciones especializadas que garantizan y brindan protección a los


derechos humanos son las siguientes:

Éstos son los organismos no jurisdiccionales más representativos que en el


Estado mexicano se encargan de realizar la promoción, difusión y divulgación de
la protección a los derechos humanos, todos ellos por medio de la figura del
ombudsman, sin que posean todas sus características, como la de autonomía.

Un aspecto importante que debemos indicar sobre los organismos no


jurisdiccionales de protección de los derechos humanos es que poseen facultades
más amplias que las de los tribunales para calificar la naturaleza de las violaciones
a los derechos fundamentales, ya que en tanto los propios tribunales tomen en
cuenta esencialmente el principio de legalidad y constitucionalidad, los citados
organismos no jurisdiccionales pueden conocer de conductas administrativas no
sólo ilegales sino también irrazonables, injustas, inadecuadas o erróneas, con lo
que en esencia su competencia es más amplia.

Un punto de referencia obligado para estudiar y comprender el funcionamiento de


las instituciones nacionales de derechos humanos es el tema relativo a los
Principios de París y su influencia en la constitución e integración de este tipo de
organismos.

Los principios relativos al Estatuto y Funcionamiento de las Instituciones


Nacionales de Protección y Promoción de los Derechos Humanos, mejor
conocidos como “Principios de París” se elaboraron como resultado del Primer
Taller Internacional de Instituciones Nacionales para la Promoción y Protección de
los Derechos Humanos que fue celebrada en la ciudad de París, Francia, del 7 al
9 de Octubre de 1991.
Posteriormente, estos principios fueron adoptados por la Comisión de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas con la Resolución 1992/54, de marzo de 1992,
reafirmada por la Asamblea General con la Resolución 48/134 del 4 de marzo de
1993.

Las reglas que contemplan los Principios de París se dividen en criterios o


categorías:

1. Competencias y atribuciones: En la esfera relativa a “las competencias y


atribuciones” que atañen a una institución nacional de derechos humanos.
Se establece que una institución de esta naturaleza debe estar autorizada
para poder supervisar cualquier situación en la cual se advierta una
violación a los derechos humanos.
2. Composición y garantías: En lo relativo a su “composición y garantías de
independencia y pluralismo”. Se entiende que la institución y la elección de
sus miembros deberán ajustarse a un procedimiento que ofrezca todas las
garantías para asegurar la representación pluralista de las fuerzas sociales
interesadas en la promoción y protección de los derechos humanos.
Asimismo, que disponga de la estructura necesaria para lograr el correcto
desempeño de sus funciones, teniendo de igual forma como fin lograr su
autonomía respecto del Estado y no tener una dependencia financiera que
pudiera limitar sus funciones. Por último, lo referente al nombramiento de
las personas que estarán al mando de las instituciones, recomiendan que
debe hacerse mediante acto oficial en el que se establezca la duración del
mandato.
3. Modalidades de funcionamiento: La tercera categoría se refiere a “las
modalidades de funcionamiento” de estas instituciones, dentro de las que
se encuentran:
• Examinar cada uno de los asuntos dentro de su competencia;
• Dirigirse a la opinión pública para dar a conocer los resultados de sus
opiniones y recomendaciones;
• Reunir a sus miembros de manera regular y cada vez que sea necesario.
• Coordinar y comunicar a los demás órganos de carácter jurisdiccional o de
otra índole, encargado de la protección de derechos humanos.
• Establecer relaciones con las organizaciones no-gubernamentales que
estén ocupados de proteger y promover los derechos humanos.
4. Principios complementarios: El criterio relativo a los "principios
complementarios relativos al estatuto de las comisiones dotadas de
competencia cuasi jurisdiccional", menciona que la comisión podrá estar
facultada para recibir y examinar denuncias y demandas de los particulares.
Igualmente, pueden acudir a ella las organizaciones no-gubernamentales,
las asociaciones de sindicatos, etcétera; en tales casos, las funciones que
se les encomiendan podrán tratar de buscar soluciones de conciliación para
las partes, informar a los reclamantes de sus derechos y de los recursos de
que disponen y por otro lado, transmitir a las autoridades competentes las
denuncias que conozcan, así como formular recomendaciones.

6. Otros temas vinculados con los Derechos Humanos.

6.1 La nueva jerarquía normativa.

Los nuevos principios que rigen el juicio de amparo deben leerse a la par de las
reformas en materia de derechos humanos. De especial relevancia es el vínculo
que guardan con el nuevo párrafo segundo del artículo primero constitucional, que
señala lo siguiente: "Las normas relativas a los derechos humanos se
interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados
internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la
protección más amplia".

A través de este párrafo se reconoce que el Derecho Internacional de los


Derechos Humanos vigente en México, contiene normas jurídicas de primer orden.
Por tanto, los tratados internacionales de derechos de la materia, junto con los
derechos humanos contenidos en la Constitución, forman un cuerpo normativo
que debe ser aplicado de forma directa por todos los operadores jurídicos.
Esto representa un viraje importante en la forma de concebir el derecho
internacional de los derechos humanos, pues tradicionalmente los jueces y juezas
mexicanas aplicaron una jerarquía normativa muy rígida, en la que la Constitución
se encontraba hasta arriba de la pirámide normativa. De facto, los tratados
internacionales se encontraban incluso en un rango inferior que las normas
nacionales, pues el aplicador jurídico, incluyendo los jueces y juezas federales y
locales, no se consideraban constreñidos más que por el derecho que surgía de
fuentes nacionales.

6.2 Principio de convencionalidad.

Ejercer el control difuso de convencionalidad consiste en la posibilidad de ejercer


dicho control por los jueces nacionales, con independencia de que las partes lo
invoquen.

Constituye un complemento del carácter "difuso" de dicho control. Se debe ejercer


por cualquier juez, con independencia de su jerarquía, grado, cuantía o materia de
especialización, además debe ejercerse "de oficio" lo que significa que en
cualquier circunstancia los jueces deben realizar dicho control.

Por ejemplo: cuando en el ámbito interno procedan recursos o medios de defensa


adecuados y eficaces para combatir la falta o inadecuado ejercicio del "control
difuso de convencionalidad" por algún juez (Verbigracia: un recurso de apelación,
de casación o proceso de amparo), al no haberse realizado ex oficio dicho control.
El parámetro de este control difuso de convencionalidad por parte de los jueces
nacionales es el Pacto de San José y la Jurisprudencia de la Corte Interamericana
de de los Derechos Humanos, que la interpreta.

Por tanto los jueces y los órganos vinculados a la administración de justicia deben
tener en cuenta no solamente el tratado (Pacto de San José), sino también la
interpretación que de este tratado ha hecho la Corte Interamericana, intérprete
última de la Convención Americana de los Derechos Humanos. El Pacto de San
José además incluye los protocolos adicionales a la Convención Americana,
incluso señala que no se puede excluir o limitar el efecto que puedan producir la
Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre y otros actos
internacionales de la misma naturaleza.

Es importante para todas y todos los litigantes, especialmente para los que
defienden derechos humanos, conocer en qué consiste el control de
convencionalidad y cómo puede ser activado en los casos que involucran víctimas
de violaciones a derechos humanos. Este control se refiere al examen de
compatibilidad que siempre debe realizarse entre los actos y normas nacionales y
la Convención, sus protocolos adicionales y la jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.

El control de convencionalidad no consiste necesariamente en la inaplicación de la


norma, pues se deberá intentar armonizar el derecho nacional con la
interpretación convencional. De esta forma, ante dos o más posibles
interpretaciones de la norma, los operadores jurídicos deberán favorecer la que
sea acorde con la interpretación convencional.

Si esto no es posible, podrá optarse por la inaplicación o por la declaración de


invalidez de la norma. De esta forma contamos con tres “grados de intensidad” del
control difuso de convencionalidad.

6.3 Interpretación conforme

Es sumamente relevante el reconocimiento de la naturaleza de las normas de


derechos humanos presentes en la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos y en los tratados internacionales que el Estado mexicano haya
celebrado.

La cláusula de interpretación conforme expuesta en el nuevo artículo 1º, segundo


párrafo, de la Constitución expresamente indica: "Las normas relativas a los
derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con
los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las
personas la protección más amplia".

Esta cláusula de interpretación conforme es compatible con los criterios de


interpretación en derechos humanos, como los que se han venido desarrollando
en la práctica, como respuesta efectiva a la doctrina del control de
convencionalidad que ha desarrollado de manera consistente la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos y que vincula al Estado mexicano, por
lo que, su jurisprudencia tiene efectos expansivos hacia todos los jueces que han
reconocido su jurisdicción.

Aunque existieron precedentes que intentaron establecer una aplicación directa de


las normas constitucionales, lo cierto es que no tuvo eficacia real, por lo que
posteriormente la Corte señaló que en realidad los jueces y las juezas ordinarias
no pueden realizar un control de constitucionalidad efectivo.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación al decidir sobre el cumplimiento del


caso "Radilla Pacheco" el 14 de julio del 2011 adoptó una postura histórica ante
las interpretaciones constitucionales que realizó. Para ello, se apoyó
principalmente en los nuevos contenidos normativos del vigente artículo 1º de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
En la sentencia del caso Radilla, existen obligaciones para el Poder Judicial de la
Federación y los jueces mexicanos, particularmente para la Suprema Corte, con
independencia de las obligaciones a otros poderes y órganos del Estado
mexicano. La postura interpretativa adoptada en la citada sentencia del caso
Radilla, contiene los siguientes criterios:

1. Obligatoriedad de las sentencias condenatorias de la Corte Interamericana


de Derechos Humanos, en los asuntos donde el Estado mexicano es parte.
2. Obligaciones específicas a los jueces mexicanos (como parte del Estado
mexicano) derivada del cumplimiento de dichas sentencias.
3. El deber de todos los jueces del Estado mexicano, de ejercer un control
difuso de convencionalidad, ex oficio, entre las normas internas y la
Convención Americana de los Derechos Humanos, dentro de sus
respectivas competencias y regulaciones procesales.
4. Una nueva interpretación del artículo 133 constitucional (realizada en
armonía con los nuevos contenidos del artículo 1º Constitucional) posibilita
a los jueces locales a realizar un "control difuso de constitucionalidad". Esto
les permite desaplicar al caso concreto la norma inconstitucional, sin
realizar una declaración de invalidez que está reservada a los tribunales
federales.
5. Los criterios interpretativos contenidos en la jurisprudencia de la Corte
Interamericana resultan "orientadores" y "no obligatorios" en los asuntos
donde el Estado mexicano sea parte.

Es en el caso de la función jurisdiccional, como está indicado en la última parte del


artículo 133 con relación al artículo 1°, en donde los jueces están obligados a
preferir los derechos humanos contenidos en la Constitución y en los Tratados
Internacionales, aun a pesar de las disposiciones en contrario establecidas en
cualquier norma inferior.

Este control de lo que podemos llamar bloque de constitucionalidad (Constitución


y tratados internacionales de derechos humanos ratificados por México) tendrá
efectos sólo en el juicio, pues no existirá una declaración general sobre la
invalidez.

Las normas que se consideren contrarias a los derechos humanos contenidos en


la Constitución y en los tratados, no se expulsarán del orden jurídico pues esto es
exclusivo de las vías directas de control, establecidas expresamente en los
artículos 103, 105 y 107 de la Constitución. Pero deja claro que “sí están obligados
a dejar de aplicar estas normas inferiores dando preferencia a los contenidos de la
Constitución y de los tratados en esta materia”.
Interpretación conforme a la Constitución. Cuando hay varias interpretaciones
jurídicamente válidas de una ley, los jueces y juezas deben, partiendo de la
presunción de constitucionalidad, preferir la interpretación más acorde con los
derechos.

La salvaguarda de los derechos humanos representa uno de los principales retos


para el desarrollo de la sociedad mexicana como una comunidad igualitaria y
plenamente democrática.

La vigencia y respeto de los derechos inherentes a la persona constituye un


elemento fundamental de todo Estado constitucional democrático de derecho. Los
gobiernos en cada país deben garantizar el cumplimiento de estos derechos a
todas y todos sus habitantes. Su consagración en diversos instrumentos
internacionales, es resultado del desarrollo de las ideas políticas y sociales de la
humanidad, así como de la lucha de los pueblos por su libertad y por alcanzar
fórmulas óptimas de convivencia.

Los derechos humanos están inspirados en los valores de dignidad, justicia,


igualdad y libertad e implican obligaciones a cargo de los Estados a quienes les
corresponde garantizar las condiciones para que sus habitantes puedan hacer
efectivos esos derechos. El gobierno mexicano tendrá que instrumentar medidas
de protección para que no se realicen actos dañinos e intervenir a fin de sancionar
a quienes atentan y lesionan los citados derechos.

La entrada en vigor de la reforma promulgada en junio del 2011 en las


modificaciones a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
anuncia un viraje en el papel que los jueces tradicionalmente han jugado como
encargados de la protección de los derechos humanos. Por otra lado, dicha
reforma tiene una importante dimensión internacional y ejercerá un notable
impacto en la conducción de la política exterior de México por diversas vías. Una
de éstas lo constituye el fortalecimiento del estatus jurídico de los tratados
internacionales de derechos humanos precisando su jerarquía de rango
constitucional, al establecer, entre otras cosas, que las normas relativas a los
derechos humanos se interpretarán de conformidad con la Constitución y los
propios tratados.

Por otro lado, los enfoques tradicionales de la función judicial, por lo general,
identifican a los jueces desde una posición pasiva en la que su actuación se limita
a un estricto control de la legalidad. La citada reforma constitucional genera la
posibilidad de diversificar la cobertura de usuarios de la justicia así como el tipo de
asuntos que sean planteados en defensa de los derechos fundamentales.
El acceso a la justicia es el punto de partida para activar la acción del Estado en la
protección de los derechos humanos. La tradicional pasividad estatal debe
transformarse y dar lugar a mecanismos que aseguren que las afectaciones a los
derechos de las personas pueden ser conocidas y corregidas por la autoridad
jurisdiccional.

Los derechos humanos incluyen tanto derechos como obligaciones. Los Estados
asumen las obligaciones y los deberes, en virtud del derecho internacional de
respetar, proteger y realizar los derechos humanos. Y la obligación de respetarlos
significa que los Estados deben abstenerse de interferir en el disfrute de los
derechos humanos o de limitarlos.

En este contexto el Derecho Internacional de los Derechos Humanos dispone que


la responsabilidad estatal se genera cuando un Estado quebranta la violación
primaria de respetar y hacer respetar los derechos humanos internacionalmente
reconocidos. Los instrumentos internacionales, la jurisprudencia internacional, así
como la práctica de los Estados a nivel interno, establecen cada vez con mayor
claridad el deber de proporcionar reparación a las víctimas de violaciones de
derechos humanos.

Por esa razón el Derecho Internacional de los Derechos Humanos impulsa


mecanismos para que los Estados, como nuestro país, asuman la obligación de
respetar y garantizar a todas las personas que se encuentren en su territorio y a
las personas sometidas a su jurisdicción, los derechos humanos reconocidos
internacionalmente.

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